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ADOLESCENCIA

Hombres y mujeres desde la concepción comienzan a crecer; día tras día su


cuerpo experimenta cambios que no siempre se pueden apreciar a simple
vista. Para su estudio, estas transformaciones han sido divididas en etapas o
periodos. Cada etapa se caracteriza por cambios físicos (talla, peso,
constitución), psicológicos (pensamientos, sentimientos, actitudes) y sociales
(maneras de relacionarse con los demás).
Una característica importante que distingue a humanos de las demás especies
vivas, es el hecho de que deben pasar por un largo periodo de crecimiento y
desarrollo, desde el nacimiento hasta lograr la madurez física. Para sobrevivir,
tienen que ser alimentados y protegidos cuidadosamente durante largos años,
para crecer y desarrollarse de manera óptima.
Es conveniente aclarar que crecimiento y desarrollo, aunque se relacionan,
no son lo mismo. El crecimiento se refiere al aumento en el número y
tamaño de las células que poseen los individuos, lo cual se traduce en un
aumento de peso, estatura y corpulencia física; aspecto que se puede
observar en el propio cuerpo. El desarrollo, en cambio, se refiere al desarrollo
óptimo de todo nuestro potencial, a la adquisición de nuevas habilidades o
funciones y maduración del organismo para el logro y perfeccionamiento
de las mismas; este último es en la mayoría de las ocasiones más lento que el
crecimiento. Nacemos con la estructura biológica y la capacidad para aprender
el mundo que nos rodea, no obstante éste es un proceso lento que se extiende
a lo largo de toda la vida. Durante la niñez, el cuerpo se prepara para alcanzar
la madurez física y mental. En este proceso, se adquieren, mediante el
aprendizaje y a través de la interacción con las personas del entorno y el
entorno mismo, nuevos conocimientos que nos capacitan para vivir en
sociedad, porque de todos los seres vivos, sólo los humanos pueden recordar y
transmitir sucesos del pasado, hacer juicios, aprender un lenguaje simbólico
para comunicarse con los demás o manejar conceptos abstractos.

Debido a que la cultura se vuelve cada día más compleja, las personas
requerimos de periodos cada vez más largos de preparación, para llegar a ser
adultos en plenitud de todas nuestras funciones.
Estudiar el desarrollo humano desde el nacimiento hasta la vejez, permite
aprender más sobre sí mismos y sobre los demás. Si la persona conoce quién
es y cómo actúa ante los diferentes problemas de la vida cotidiana, podrá
anticipar las consecuencias de sus acciones y prevenir que su comportamiento
se aparte de las normas establecidas por la sociedad a la que pertenece.
Además, podrá lograr la evolución de todas sus capacidades, sin dejar de lado
sus intereses e inquietudes.
Existen diversas maneras de considerar el desarrollo de las personas en
función de sus etapas, hay también diferentes formas de estudiar su secuencia,
además también hay desacuerdos en cuanto al número y las características de
cada una de ellas. Sin embargo, hay una etapa en la secuencia de este
desarrollo que constituye un punto claro de demarcación, que en general se ha
identificado y se está de acuerdo en que es el inicio de un periodo crítico. En
ella se alcanza la madurez física y sexual, que permite a hombres y mujeres
tener la apariencia de una persona adulta y la capacidad para reproducirse. A
esta etapa se le conoce como pubertad y en aquella en la que, además de la
pubertad, se asumen las responsabilidades y conductas de la edad adulta, se
le ha denominado comúnmente como adolescencia. Esta última es pues, todo
un proceso de cambios fisiológicos, físicos, y adaptaciones psicológicas y
sociales a los cuales cada persona se ajusta durante su desarrollo.
Sin embargo, durante el siglo xviii los estudios de psicología evolutiva se
limitaron a la infancia, por considerarla en esa época como etapa clave para
explicar el desarrollo de hombres y mujeres. Lo que hoy llamamos
adolescencia se reducía entonces al estudio de las transformaciones biológicas
propias de la pubertad, sin considerar los cambios psicológicos como función
de suma importancia y decisiva en la etapa de la adolescencia para el
desarrollo ulterior de las personas.

Caracterización de los cambios físicos y fisiológicos

El crecimiento de las personas implica, adición y cambio en la forma, función y


estatus, además de diversas transformaciones internas y externas. A las
primeras se les conoce como cambios internos o fisiológicos, mientras que a
las últimas se les llama cambios físicos. En cualquier caso, ambas promueven
el desarrollo de nuevas habilidades y tareas dependiendo de la estimulación
que se tenga durante todo el proceso. En este texto nos abocaremos al
desarrollo de la adolescencia por tratarse de uno de los acontecimientos
fisiológicos más importantes durante esta etapa, en la cual se da la
maduración sexual, que se refiere a la preparación interna del cuerpo para
llevar a cabo las funciones reproductivas de la vida adulta.

Hombres y mujeres cambiamos por igual, pero la edad en la que se presentan


estos cambios depende de la herencia individual, la salud general, la
alimentación, la estimación temprana, el clima, la raza y el ambiente
geográfico. Las transformaciones físicas y fisiológicas son diferentes en
hombres y mujeres.
Desde el nacimiento cada persona tiene las características biológicas que la
definen claramente como hombre o mujer. Se nace con órganos sexuales y un
aparato reproductor, que demarcan esta diferencia y que se conocen como
caracteres primarios; a medida que se avanza en desarrollo aumenta la talla y
peso, también se despliega el interior de su cuerpo, por ejemplo, el cerebro
adquiere nuevas capacidades para comprender y asimilar el mundo y entorno
circundante, el cuerpo cambia y madura internamente, y dichos cambios se
reflejan en el exterior del mismo. Como ya se mencionó, el crecimiento
depende de muchos factores, por ello, las transformaciones no se dan a la
misma edad en todas las personas.
Los cambios físicos y fisiológicos de la pubertad inician con la producción de
hormonas de la glándula pituitaria, situada inmediatamente abajo de la base
del cerebro.
La señal para que se dé este incremento en la producción hormonal, proviene,
a su vez, de una estructura del cerebro llamada hipotálamo, que es una parte
importante y compleja del encéfalo, pero sólo después de que el hipotálamo ha
madurado lo suficiente. Las hormonas liberadas por la pituitaria estimulan a su
vez a otras glándulas como la tiroides, las suprarrenales, los testículos y los
ovarios. La tiroides activa sus propias hormonas, las cuales están relacionadas
con el crecimiento y desarrollo sexual. Entre estas últimas, se encuentran las
hormonas masculinas llamadas andrógenos y las hormonas femeninas
conocidas con el nombre de estrógenos, así como las hormonas del
embarazo o progestinas. Éstas y otras hormonas interactúan entre sí de
manera compleja para estimular el avance ordenado del desarrollo fisiológico y
físico. Cuando se presentan estos cambios, se dice que la persona está
pasando por la etapa de la pubertad.

Las hormonas masculinas (andrógenos) y las femeninas (estrógenos) hacen


evidentes las diferencias de género. En los varones, por ejemplo, la influencia
de andrógenos es mayor que la de estrógenos y, de forma contraria, la
hormona sexual femenina es superior en las mujeres que los andrógenos, pero
ambos tipos de hormonas se encuentran tanto en hombres como en mujeres; a
ello se debe que algunas mujeres presenten algunas características
masculinas como la presencia de vello o bigote o que algunos varones,
presenten características femeninas.
De forma natural, el cuerpo pasa por estos cambios. Al llegar a la pubertad, se
observan específicamente variaciones en la voz, crecimiento de vello en
distintas partes del cuerpo donde antes no existía, ensanchamiento de las
caderas, crecimiento del busto, entre otros; además los órganos sexuales
modifican su tamaño, forma y funcionamiento. Por supuesto, que los cambios
son diferentes dependiendo del sexo, a los cuales se hace referencia a
continuación.

Repercusiones cognitivas y socioafectivas

El proceso de conocer es ampliamente estudiado por la psicología. Aunque no


hay consenso entre los especialistas respecto a qué entender exactamente por
éste, la mayoría coincide en que involucra cuestiones tales como
razonamiento, memoria, conciencia y pensamiento, además de los
sentimientos. Conocer, pensar y sentir son procesos psicológicos complejos
que influyen en las acciones individuales.
Como se mencionó al principio de la sección anterior, el organismo funciona
como un todo integrado, de esta forma, a medida que se experimentan los
cambios en el ámbito interno (fisiológicos), y que se expresan en la parte
externa del cuerpo (físicos), también, como una forma natural de desarrollo
hacia la vida adulta, las personas cambian en cuanto a su forma de pensar. Se
comprenden mejor los aspectos académicos, se cuestiona y critica la conducta
de los adultos. Se estrena una nueva forma de percibir el mundo. El cuerpo
físico ya es el de un adulto, con todas sus funciones y necesidades, sin
embargo, la persona aún necesita alcanzar la madurez emocional y el
estatus social que lo caracterizará como tal.
Por esto, aunque el adolescente adquiera información muy diversa, desde “la
vida y milagros” de sus personajes favoritos, hasta la memorización de datos
académicos y el dominio de determinadas áreas del conocimiento científico,
también puede conservar comportamientos propios de la infancia.
Lo anterior significa que durante la adolescencia, los cambios cognitivos se
producen más que en términos de cantidad, en términos de calidad. El
pensamiento se torna reflexivo, evaluador y crítico, lo que da al individuo la
posibilidad de formular hipótesis, incorporar nuevas posibilidades, más allá de
los hechos concretos, organizar los conocimientos y distinguir lo esencial de lo
superfluo. Esta experiencia le permite reducir el tiempo y la energía necesaria
para procesar la nueva información y seleccionar estrategias para la solución
de problemas.
La capacidad para razonar de manera distinta al infante, conduce al
adolescente a pensar en sí mismo y a buscar su autonomía e independencia.
En este proceso puede cuestionar las creencias de los adultos y enfrentar
conflictos porque no desea lastimarlos ni faltarles al respeto, pero al mismo
tiempo, siente la necesidad de afirmarse como persona.
Cuando a las y los jóvenes no se les permite actuar, o sus esfuerzos no son
suficientemente valorados pueden sentirse incomprendidos y mostrar
comportamientos nocivos para su salud o incompatibles con las normas
sociales. En este sentido, las y los jóvenes necesitan aprender a resolver
problemas y tomar decisiones, sin embargo, aún no saben cómo hacerlo y es
muy común que cometan lo que se ha dado en llamar “errores”, sin considerar
que, en muchas ocasiones, éstos también pueden aprovecharse como
aprendizaje para prevenirlos.
Otras veces se muestran aislados, pensativos, ensimismados o encerrados en
sí mismos, reflexivos, soñadores o piensan que pueden resolver “todos los
problemas del mundo”; pareciera que se vuelven más intrépidos y audaces, no
obstante, al soñar despiertos evaden la realidad, que en un momento dado les
parece difícil y amenazante.
Resulta cotidiano y frecuente entonces, que la persona durante el proceso de la
pubertad y adolescencia, se ocupe más por su nueva apariencia física que por
otras actividades, porque necesita formarse un concepto de lo que es ahora
acorde con su nueva realidad. Puede darse cuenta de que su físico ha dejado
de ser el de una o un niño, que su forma de pensar ha cambiado, porque ya no
le interesan los mismos juegos o que su familia, maestros y otras personas
adultas lo tratan de manera distinta. Por un lado, puede añorar todas las
ventajas que tenía de niña o niño; tales como depender económicamente de
sus padres, y por el otro, intenta evadir las responsabilidades propias de los
adultos.
Es común en esta etapa de desarrollo, que la persona sea más sensible que
antes y más perceptiva del medio que le rodea, lo que puede reflejarse en los
cambios de carácter.
Por un momento se puede mostrar alegre, y al siguiente enojada o triste. Esta
serie de cambios emocionales y de comportamiento puede provocar confusión
en los adultos, sobre todo, cuando alguien les pregunta qué les pasa, y no
saben explicarlo hasta pueden molestarse ante tal cuestionamiento. Es
necesario entonces un acercamiento interesado en la comprensión y ayuda
genuinas para ayudarles a comprender el proceso por el que tanto mujeres
como hombres adolescentes transitan.

Integración de los procesos de cambio durante la adolescencia

Todos estos cambios fisiológicos, físicos y emocionales también repercuten en


otros ámbitos como el escolar afectando su proceso educativo y relación con
profesores y compañeras y compañeros; y en el familiar generando problemas
de relación con los padres y madres y en el ámbito social donde se pueden
manifestar con conductas que afecten su salud o su seguridad social. En
muchas ocasiones pueden ser positivos y en otras, negativos, dependiendo de
la cultura, los valores y de qué tan bien preparados estén las y los
adolescentes para ajustarse socialmente.
En este proceso, la o el adolescente puede experimentar nuevas emociones
que modifican su manera de sentir. Por momentos puede desear estar solo y a
los pocos minutos buscar compañía, o puede sentirse o solo e incomprendido,
incluso entre sus amigos. Puede desear la libertad que ve en los adultos, y al
mismo tiempo, temer no saber cómo conducirse. Estos sentimientos y
emociones llegan a producirles angustia, inseguridad y desconcierto, al igual
que a las personas que se interesan en ellas o ellos.
Todas estas transformaciones en la esfera de los pensamientos, sentimientos,
conducta y emociones son una forma común y constituyen parte importante del
proceso de desarrollo hacia la madurez emocional. Por lo tanto, la o el joven
más que preocuparse demasiado, necesita aprender estrategias para afrontar
dicho proceso de forma más saludable, reconociendo, en un primer momento,
que siempre hay alternativas para sentirse mejor y que para ello, puede recurrir
a diversas fuentes (libros, profesionales, padres, familiares y otras personas de
su confianza) que le permitan reflexionar y explicarse lo que le está pasando.
Lo importante primordial aquí es que tome el riesgo de comunicarse,
exprese sus miedos, dudas, problemas e inquietudes, sin encerrarse en sí
mismo. La comunicación que establezca con las personas que le rodean
puede ayudarle a comprender lo que le sucede.
En esta nueva situación se busca la relación con personas de la misma edad,
como compañeros y amigos con quienes se comparten inquietudes y la
necesidad de encontrar un camino propio que los ayude a separarse de la
dependencia paterna, para lograr ser ellos mismos e integrarse al ámbito
social.

Adolescencia y sexualidad

Desde antes del nacimiento las personas recibimos la influencia de la sociedad


a la que pertenecemos. En nuestra cultura, por ejemplo, desde que cualquier
pareja tiene la sospecha de su próxima paternidad, genera expectativas acerca
del sexo de nuevo ser y se prepara para recibirlo. Piensa en la ropa que le
pondrá (tradicionalmente azul para niño y rosa para niña), los juguetes que le
comprará (cochecitos o muñecas) y el nombre con el que lo llamarán. Aunque
en la actualidad, dichas actitudes están cambiando, se trata de un proceso
paulatino que se desarrolla de manera distinta en cada contexto social. La
influencia mencionada y las experiencias aprendidas desde la infancia,
moldean y modifican el comportamiento de la persona, de tal forma que
adquiere, casi sin darse cuenta, conductas particulares que le permiten asumir
un papel determinado que deberá estar acorde con lo que la sociedad a la que
pertenece en el momento histórico social que se vive, espera para cada sexo.
Se nace en una sociedad, en una cultura, en una familia, que poco a poco
conforma la sexualidad individual, como una parte fundamental de la condición
de personas.
Aproximadamente a los dos años, el individuo se sabe hombre o mujer, y ese
convencimiento es difícil de cambiar a lo largo de su vida. Esto es, ha adquirido
una identidad de género. Las personas que lo rodean, ya sean sus padres o
familiares, comienzan a tratarlo de manera distinta desde el principio de su
vida. Ya en la edad escolar, se consolidan todos los procesos ocurridos en
años anteriores. Tanto en la niña como en el niño, se refuerzan destrezas,
habilidades y experiencias que les permite diferenciarse cada vez más el uno
del otro. Este proceso de diferenciación incluye actividades, preferencias y
actitudes distintas para cada uno de los géneros.
La adolescencia es el momento de los grandes cambios, aunque muchos de
ellos se gestaron en etapas anteriores. Como se mencionó con anterioridad, el
aspecto físico de la o el adolescente cambia, y con ello pueden presentarse
actitudes y sentimientos positivos o negativos hacia el propio cuerpo.

Es una etapa de gran vulnerabilidad, en la cual las y los adolescentes pueden


ser muy dependientes de la opinión de sus pares. El sentirse más o menos
cercanos al ideal de “hombre masculino” o “mujer femenina”, contribuye a la
fortaleza o debilidad de su identidad. También colaboran en este proceso las
habilidades desarrolladas para alcanzar sus metas. De este modo, existen
diferencias en cuanto al desarrollo de la identidad de hombres y mujeres.
El interés, impulso, manifestación y aceptación de la sexualidad, así como la
importancia de la higiene personal y los roles de género que han de
desempeñarse en la sociedad, se hacen más evidentes durante la
adolescencia.
En esta etapa, adquieren importancia otras cuestiones vinculadas con la
sexualidad, entre ellas: el conocimiento y empleo adecuado de métodos
anticonceptivos, prevención de enfermedades de transmisión sexual, formación
de valores y la legislación que protege a los jóvenes en aquellas situaciones en
las cuales puedan verse amenazados por atentados sexuales.

La sexualidad como una forma más de interacción

Las relaciones interpersonales son integrales, por lo tanto incluyen la


sexualidad, aunque el interés por determinadas personas se modifica a lo largo
del tiempo.
Durante la adolescencia, este cambio puede centrarse, ahora con mayor
énfasis, en forjar relaciones estables y duraderas. Personas del sexo contrario,
que antes no interesaban, pueden ahora parecer atractivas, es decir, se
comienza a establecer una relación heterosexual.
Una forma característica de relación heterosexual es el noviazgo, en el cual se
comparten gustos, preferencias, sueños, fantasías y, principalmente, se
establece una relación física más cercana incluido el intercambio de besos y
caricias, que puede despertar el deseo de tener relaciones sexuales.
Durante la adolescencia, se está preparado o preparada biológicamente para la
vida sexual, no obstante, también se requiere de madurez psicológica y social
para asumirla con plenitud y responsabilidad.
Un elemento esencial, directamente vinculado con la madurez psicológica y
social, que puede favorecer o deteriorar cualquier tipo de relación, es el tipo de
comunicación establecida durante la misma. Si la pareja aprende a
comunicarse adecuadamente, expresa sus necesidades de afecto, ayuda o
reconocimiento, estará en mejores condiciones para disfrutar de una relación
placentera y satisfactoria.
Al comunicarse es necesario atender los mensajes de la otra persona: lo que
dice con palabras (comunicación verbal) y con su cuerpo (comunicación no
verbal): gestos, postura, movimientos, además debes procurar conocerla,
interesarse por ella, respetarla y mostrar una actitud abierta que favorezca la
reciprocidad.
Para lograr lo anterior, se necesita tener el valor y desarrollar las
habilidades pertinentes.
Este esfuerzo se recompensa con la oportunidad de establecer relaciones
estables y duraderas.
Una forma adecuada de comunicarnos es hacerlo con sencillez y honestidad.
Por el contrario, cuando se dice una cosa por otra, no se especifica lo que se
quiere decir, o se hace de forma negativa, la comunicación se vuelve inefectiva.
Los siguientes ejemplos ilustran esta afirmación.

La comunicación es esencial en la interacción humana, de ella depende la


forma de relación que se pueda establecer con los demás. La adolescencia es
una excelente oportunidad para adaptarse a los cambios que se experimentan,
y el saber comunicar adecuadamente las inquietudes, deseos y opiniones,
ayuda a comprender mejor a las otras personas, así como a ser comprendido y
escuchado.
La expresión sexual es una forma de comunicación que involucra emociones y
sentimientos. Es necesario aprender a comunicarse de forma verbal y no verbal
de una manera responsable, comprensible y clara, de lo contrario es posible
involucrarse en actividades sexuales no deseadas con consecuencias inciertas
para la vida presente y futura del adolescente.

Emociones relacionadas con la sexualidad

La expresión adecuada de la sexualidad se vincula con distintas emociones


como amor, deseo, celos, entre otras. La manera en que cada persona vive
las primeras experiencias sexuales, favorece o entorpece su vida sexual y
afecta con ello, su relación con los demás, principalmente con la pareja.
Muchos divorcios e infidelidades son causados por una comunicación
disfuncional y relación sexual inadecuada.
El sentimiento de amor se forja mediante la comunicación e intercambio de
experiencias.
Aunque muchas veces se habla de “amor a primera vista”, esta frase está más
cargada de falsedad que de verdad. Las personas pueden sentirse atraídas en
un primer momento, pero desilusionarse con el trato cotidiano.
Por lo anterior, es importante aprender a distinguir entre la atracción sexual y el
amor, de lo contrario, el individuo, especialmente el o la adolescente, puede
involucrarse en relaciones sexuales que afecten su vida a corto y mediano
plazos. Pues con frecuencia, desembocan en embarazos no planeados,
enfermedades de transmisión sexual o comportamientos poco saludables que
afectan su desarrollo emocional y social.
Por todo esto, es importante establecer relaciones con diversas personas, para
aprender a diferenciar los sentimientos antes de elegir una pareja con quien se
pretenda formar una unión estable y duradera.
Aunque muchas veces la inseguridad en los adolescentes puede hacerlos
sentir celos cuando sus amigos o amigas, la chica o chico que les gusta o su
pareja se relacionan con otras personas, habría que entender que ellos están
en una constante búsqueda de reconocimiento. En todo caso, lo más
importante sería consolidar amistades o noviazgos, sin pretender apropiarse de
las personas como si fueran objetos.

El respeto a otros(as) y a sí mismos(as)

Cada persona tiene capacidades potenciales que al ponerlas en práctica


favorecen su desarrollo. Si cada quien toma conciencia de ello puede afrontar,
de mejor manera, las exigencias sociales para vivir en armonía.
Independientemente de su género, puede desempeñar actividades que
favorezcan la igualdad, el respeto mutuo, el compañerismo y la colaboración
para promover el desarrollo óptimo individual y colectivo.
El respeto a las diferencias interindividuales y de género incrementa las
posibilidades para lograr el respeto propio y el de los demás en cualquier
ámbito de la vida.
Esto es especialmente importante en aquellos casos en los que éste promueve
la conservación de la integridad personal y sexual. Cada persona, por el
simple hecho de serlo, merece respeto a sus decisiones y tiene el derecho a
expresar su negativa cuando no desea aceptar alguna proposición e
igualmente, los demás tienen la obligación de respetar su decisión a tomarla.

El respeto a la integridad sexual

A lo largo de la vida cualquier persona puede verse expuesta a la presión de


otras para llevar a cabo actividades sexuales no deseadas. Estas actividades
pueden ser solicitadas en forma de persuasión, engaño, amenaza o
sometimiento forzado. Por lo general, quienes han sido formados en un
ambiente en el que todo lo relacionado con la sexualidad es visto de manera
prohibitiva o pecaminosa, es probable que presenten pautas de
comportamiento sexual fuera de las normas socialmente establecidas.
Hay comportamientos sexuales que reprueba la sociedad por atentar en contra
de la integridad sexual y moral de la persona, como son: el abuso sexual, el
estupro, la violación y en general cualquier actividad sexual en que ambas
partes no estén de acuerdo.
Respetar la integridad sexual significa evitar que se haga uso de nuestro
cuerpo sin nuestro consentimiento. Este hecho es más frecuente cuando la
persona carece de habilidades para rechazar cualquier petición ajena que
atente contra ella. Existen personas que carecen de habilidades para
relacionarse de forma adecuada con los demás, sobre todo en el terreno
sexual, se caracterizan por su tendencia a tomar por la fuerza a la pareja,
convencerla con engaños y falsas promesas, aprovecharse del
desconocimiento que sobre este tema puedan tener personas de corta edad,
entre otras.
Son personas que continuamente hacen sugerencias sexuales hostigando y
usan medios no lícitos como presionar o molestar al otro hasta lograr sus
propósitos.

Auto-concepto, autovaloración, autoestima y auto-aceptación

Gran parte de nuestra personalidad se conforma por la forma en que nos


vemos a nosotros mismos y del rol social que desempeñamos en nuestra vida
diaria. El concepto de sí mismo o auto-concepto, es un sistema de
significaciones básicas que cada uno posee acerca de sí mismo y de sus
relaciones con el medio que lo rodea.
Todas las ideas, actitudes, valoraciones y compromisos que de alguna manera
se relacionan con la persona misma. Todo ello conforma una imagen propia o
autoimagen física y psíquica. La primera incluye el concepto que se tienen del
propio aspecto físico, ya sea agradable o desagradable, bonito o feo, y de cada
una de las partes del organismo que tiene una función o un prestigio asociado
con la conducta, tal como tener un cuerpo atlético y ser hábil en algún deporte.
La auto-imagen psíquica, incluye rasgos que influyen sobre la conducta, como
ser honrado, bondadoso, inteligente o trabajador; son características que se
reflejan en el comportamiento y que dan una idea de la imagen que se tiene de
sí mismo conocida como auto-imagen.
El conocernos a nosotros mismos mediante la auto-imagen, tanto física como
psiquicológicamente nos permite tener un auto-concepto ya sea favorable o
desfavorable.
Aprendemos a valorarnos a nosotros mismos
desde pequeños, mediante las actitudes que los
demás tienen hacia nosotros, especialmente de
aquellas personas que nos rodean y que han
sido importantes en nuestra vida, tales como
nuestros padres, compañeros, amigos y
maestros. La forma en que somos tratados
puede influir significativamente en nuestra
propia auto-valoración; que es el reconocimiento real de lo que somos, que nos
permite aceptar nuestras virtudes, capacidades, gustos y limitaciones. Sobre
todo, en nuestras primeras experiencias, cuando éramos niños, si nuestras
relaciones con los demás han sido placenteras y nos brindaron seguridad
personal, respeto, hacia nosotros y hacia las personas, si nos permitieron
aprender y comprender los propios sentimientos y los de los demás, es más
probable que hayamos aprendido también a auto-valorarnos de forma positiva
y auténtica. Las aspiraciones que podemos tener hacia el futuro se ven
influidas por nuestro auto-concepto y auto-valoración.
Durante la adolescencia, es común que pretendamos establecer metas
ambiciosas, que por lo general están fuera de nuestro alcance y por lo tanto, no
las podemos lograr; esto puede deberse en gran medida, a nuestra falta de
experiencia para valorar de forma realista nuestras capacidades, y en parte a lo
que nuestros padres esperan de nosotros, sin tomar en cuenta si somos aptos
o no para lograr dichas metas. En cuyo caso, podemos asumir un
comportamiento derrotista, sobre todo, si durante los primeros años nos han
etiquetado de torpes, tontos, inútiles si nos han hecho sentir que no servimos
para nada; o si nos comparamos con otras personas y nos vemos a nosotros
mismos como feos porque admiramos y envidiamos las características físicas
de otros. Todas estas actitudes pueden desarrollar en nosotros una auto-
estima pobre o negativa, que nos derrota de antemano y nos desmotiva para
desarrollar todas nuestras potencialidades.
La imagen resultante que poseemos, después de que hemos incorporado el
conocimiento de nosotros mismos, nos permite llevar a cabo una interacción
social adecuada, nos ayuda a aumentar la estima personal.
La autoestima surge del reconocimiento real y sincero de nuestro propio
cuerpo, de sus funciones, sus potencialidades, la aceptación del papel sexual
que nos ha sido asignado y sobre todo de la interacción con otras personas, y
del desempeño que tengamos en la sociedad a la que pertenecemos.
La sensación y el compromiso de sabernos útiles y necesitados, aceptados y
amados por los demás, son la mejor motivación que mantiene viva nuestra
propia estimación.
Mantener un buen rendimiento en las tareas que emprendemos o la realización
de un trabajo honesto, nos hacen personas dignas y merecedoras de
confianza, lo cual también fortalece nuestra autoestima.
Durante la adolescencia la capacidad de conocimiento está lista para formular
teorías y principios sobre la manera de ser de las cosas y sobre cómo deberían
ser. Con esta nueva capacidad, se desarrolla un auto-concepto más positivo y
una auto-valoración más realista que nos permita querernos, y aceptarnos, esto
es la base para aprender a querer a los demás. Se desarrolla un sentido de
identidad propio y una idea clara de lo que realmente somos y de lo que
deseamos ser a futuro. Tener un auto-concepto o conocernos a nosotros
mismos, auto-valorarnos, darnos nuestro justo valor y aprender a querernos a
nosotros mismos, es de suma importancia en el desarrollo de nuestra
personalidad. Cuando nuestra propia estimación es positiva, y suficientemente
fuerte, nos ayuda a regir nuestro comportamiento y se convierte en un agente
que nos ayuda a relacionarnos de forma adecuada con los demás.
La aceptación de nuestros cambios anatómicos y fisiológicos corporales es la
base para tener una buena convivencia social. Ningún ser humano puede
aprender a vivir en sociedad, si antes no ha reconocido sus normas y valores
comunitarios. De igual forma, nadie puede tener una buena relación
interpersonal o social, si antes no ha aprendido a conocerse a sí mismo, sus
capacidades, temores, dudas y sentimientos. El conocimiento cabal de
nosotros mismos nos permite establecer una relación madura con nuestros
semejantes, pues en la medida que nos identificamos con los demás y nos
sentimos integrados en una misma búsqueda de valores, podemos compartir
las satisfacciones y aspiraciones propias y ajenas.

El conocimiento y aceptación real de nosotros mismos nos ubica sin falsas


pretensiones, en igualdad de circunstancias con los que nos rodean y mantiene
una interacción social aceptable y madura. Este tipo de conocimiento también
nos brinda la oportunidad de conocer nuestras potencialidades, todo lo que
somos capaces de hacer, y mantenernos dentro de una medida que vaya
acorde con nuestro sexo y edad. Las personas que poseen un falso
conocimiento de sí mismos, son más vulnerables a cometer errores, a ser
lastimados por los demás, a comportarse como “veletas” hacia donde los lleva
el viento; es decir, que dependen de la valoración de los demás para sentirse
bien o mal.
La auto-aceptación nos brinda la oportunidad (si es que se encuentra bien
fundada en una auto-valoración realista y en la auto-estima positiva), de
sentirnos aceptados dentro del grupo al que pertenecemos. La base está en
que comencemos por aceptarnos nosotros mismos. La buena imagen de
nosotros, puede dar como resultado un buen auto-concepto que nace de la
valoración y aceptación real de nuestras potencialidades y defectos. Nos
permiten, además, integrar nuestros preceptos sociales y capacidades
biológicas y psicológicas en un marco de convivencia social y madura.

Sugerencias de evaluación

1. Elabora un cuestionario para conocer los problemas generados en las


personas por una auto-valoración, auto-concepto y auto-estima pobres.
2. Aplica dicho cuestionario a tus familiares y amigos, después discute los
resultados con tus compañeros dentro de la clase y planea la forma de ayudar
a las personas y a ti mismo a mejorar la actitud hacia sí mismos.
3. Comenta con tus padres los resultados de esta investigación y colabora con
ellos para lograr una valoración más realista.
4. Con ayuda de tu profesor de matemáticas, construye una gráfica con los
resultados de la investigación.
5. En equipo, realiza un periódico mural con ilustraciones e información sobre
el tema y destaca su importancia

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