Autoría
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Autoría
Marco conceptual:
Autoría.
La doctrina mayoritaria ha clasificado los diversos conceptos de autoría en tres grupos que son: el concepto de autor unitario, el
concepto extensivo de autor y el concepto restrictivo de la autoría, los cuales se desarrollan a continuación:
El concepto unitario de autor, no es posible conveniente distinguir entre la autoría de un delito y su participación en el mismo.
Desde el punto de vista de dicho concepto, resulta preferible castigar como autor a todo sujeto que intervenga en el mismo,
interponiendo una causa del resultado. Toda intervención causal en el delito debería ser considerada, por tanto, una intervención
de autoría. De acuerdo con esta clase de concepto de autor, la determinación de la responsabilidad penal de cada interviniente en
el hecho debería realizarse con independencia de las intervenciones de los restantes sujetos. (p.257)
En la versión clásica del concepto unitario de la autoría no hace ninguna distinción entre quienes son autores y quienes con
participes de un ilícito, pues según esta concepción primigenia, será autor quien brinde una contribución causal al delito. En la
vertiente moderna del concepto unitario de autor, se niega la fundamentación causal primigenia y se admite diversas formas de
autoría o formas de intervención, pero el rasgo característico es que no se admite una relación de accesoriedad entre los
intervinientes en el delito (Diaz y García, 2008).
El concepto extensivo de autor y el concepto unitario de autor, comparten criterios básicos que las cimientan, es por ello que, un
sector de la doctrina considera que existe un concepto extensivo de autor en sentido amplio y otro en sentido estricto; en ese
orden de ideas consideran que el concepto unitario de autor, se encuentra incorporado dentro del primero, y en virtud a ello, no
sería correcto confundir ambos conceptos (Gómez, 2006).
“Quienes defienden un concepto unitario de autor suelen hacerlo de lege ferenda, o de lege lata pero sobre la base de
regulaciones legales que no distinguirían entre autores y participes” (Gómez, 2006, p. 293).
cualificado, en ese sentido pasaremos a exponer las principales teorías, que se ha desarrollado en base al criterio restrictivo de
autoría.
Teorías subjetivas
Estas teorías han sido poco defendidas en España. Parten de que en el plano objetivo no es posible distinguir entre autores y
partícipes, pues, conforme a la teoría de la equivalencia de las condiciones, todos realizan una aportación causal al delito. Por
tanto, llevan a cabo la distinción en el plano subjetivo: autor es quien actúa con voluntad de autor o animus auctoris y partícipe
quien lo hace con voluntad de tal o animus socii. Para la teoría del dolo actúa con animus auctoris quien lo hace con una
voluntad autónoma y con animus socii aquel cuya voluntad es dependiente de la del autor y subordinada a éste. Para la teoría del
interés se actúa con uno u otro ánimo según se tenga o no un interés propio en el hecho.
Las teorías subjetivas son rechazables por diversas razones (además de la ya apuntada), pues es prácticamente imposible saber
quién actúa con voluntad autónoma o subordinada o incluso cabría pensar que todos actúan con voluntad subordinada o en
interés ajeno, lo que supondría la existencia de hechos con partícipes y sin autor, que una sola persona realizara todo el hecho
pero subordinando su voluntad a otro o en interés de otro (ajeno al hecho), o cabe pensar que siempre que se interviene en un
delito algún interés propio se tiene, etc.
Teoría objetivo-formal
En España todavía es ampliamente defendida la teoría objetivo-formal, aunque se va imponiendo paulatinamente la del dominio
del hecho. Según la teoría objetivo-formal autor es quien realiza (total o parcialmente) la acción (o acciones) descrita(s) en el
correspondiente tipo de la parte especial. A la hora de concretar lo anterior, existen dos versiones de esta teoría:
a) la clásica, según la cual es autor todo aquel que realice una acción ejecutiva (en el sentido de la tentativa);
b) la modificada o moderna, para la que autor es el sujeto cuya conducta puede subsumirse sin más en el correspondiente tipo
de la parte especial, o sea, el que realiza la acción típica (o alguna de las acciones típicas), no bastando la realización de una
acción ejecutiva no típica (así, por ejemplo, para la versión clásica, en un delito de lesiones sería autor, además de quien golpea
a la víctima, quien la sujeta para que el otro golpee, mientras que para la versión modificada el que sujeta no es autor).
El rol especial que cumple el sujeto activo se diferencia radicalmente del rol general o común que existe en los delitos de
dominio o por organización, en los cuales el autor no se halla vinculado precedentemente con el bien jurídico a través de
relaciones de protección fundadas en normas jurídicas.
Respecto de los delitos de infracción de deber constituidos por la mayoría de los delitos contra la Administración pública, en la
dogmática penal se han planteado varias teorías. No obstante, desde nuestra perspectiva jurídica, solo tres son las más
representativas.
Clasificación
Los delitos de infracción de deber se subdividen en delitos de infracción de deber propios y delitos de infracción de deber
impropios.
Los delitos de infracción de deber propios son los que en sentido estricto definen a un delito de infracción de deber delimitados
por características específicas: calificación especial del sujeto activo que mantiene vinculación con el bien jurídico sobre la base
de normas administrativas previas, comportamiento típico pasible de ser cometida solo por estos autores, existencia de
infracción de un deber funcional, potenciado por el tipo penal como fundamento para imputar delito y responsabilidad penal.
Diferencias entre los delitos de infracción de deber propios e impropios Resumiremos las notas características de
los perfiles propios de los delitos de infracción de deber propios e impropios.
En los delitos comunes, la fundamentación de la autoría, se realiza a través, del criterio del dominio del hecho, y la ausencia de
ésta determina, la inexistencia de una conducta de participación; mientras que, en los delitos de infracción de deber, el criterio
del dominio del hecho resulta siendo inoperativo; siendo el criterio a tomar en cuenta, la lesión de un deber especifico
extrapenal. Estos dos criterios que fundamentan la autoría, son para Roxin, completamente autónomos entre sí; el criterio del
dominio del hecho, resultaría de las singularidades del curso concreto del suceso. Por el contrario, en los delitos infracción de
deber, la fenomenalización externa que manifieste la intervención resulta siendo irrelevante; por esta razón, al igual que en los
delitos de dominio, el único criterio que debiera ser aplicado sería el dominio del hecho, en los delitos de infracción de deber, el
único criterio aplicable viene a ser la infracción de un deber jurídico extrapenal (Gómez, 2006).
Ese criterio, al que hace mención Roxin, según él, no sólo tiene validez a efectos de fundamentar la autoría en los delitos
especiales, sino también es aplicable en la determinación de la coautoría y autoría mediata, entre tanto, la jurisprudencia se
adhiere a ella de manera progresiva, ya que su construcción teórica brinda soluciones a los problemas de autoría y participación
en los delitos que contienen deberes especiales en el tipo (Pariona, 2013).
De ello podemos colegir que, se exige como elemento básico del tipo la infracción de un deber extrapenal, con el cual se
configura la autoría. La infracción de ese deber extrapenal, caracteriza a la figura central del suceso, con ello se tiene, que el
dominio del hecho no es el criterio que configura la autoría, así como tampoco sea el dolo del que realiza la acción no sea
determinante para configurar la accesoriedad (Bacigalupo, 2007).
Gómez (2006), nos dice que: “(…) la vulneración conjunta de un deber jurídico extrapenal que recaería en una pluralidad de
sujetos, con total independencia de la mayor o menor importancia de la concreta aportación de cada uno de ellos en términos de
dominio del hecho”. Por tanto, solo se podría hablar de coautoría, en situaciones donde ambas personas estén vinculadas a un
deber cuya finalidad de protección sea la misma. Por el contrario, no se dará coautoría, si la lesión al bien jurídico provenga de
la infracción de un deber que solo le haya sido exigible a cada uno de los intervinientes, en esos supuestos, se configuraría
autorías paralelas, o autorías individuales concurrentes, asimismo, la coautoría en los delitos de infracción de deber, solo se
podrá materializar cuando el deber de cuidado, haya sido impuesto, en conjunto a varias personas (Bacigalupo, 2007).
En resumen de acuerdo con la posición de Roxin habrá que admitir coautoría toda vez que una persona en connivencia con otra
también obligada por el mismo deber lo infrinjan con alguna contribución al hecho. El domino del hecho, como se vio, también
resulta irrelevante en el contexto de la coautoría. En este sentido, una simple cooperación en el sentido de la teoría del dominio
del hecho, en los delitos de infracción de deber puede ser constitutiva de autoría, si el que realiza el aporte ha infringido de esa
manera el deber que le incumbía (Bacigalupo, 2007. p.61).
Roxin (2014), nos brinda un ejemplo: (…) sin un administrador de un patrimonio hace caso omiso del papel asumido por él e
inflige daños al titular del patrimonio, comete una administración o gestión desleal incluso en la hipótesis de que él no efectúe
en persona la transacción que daña el patrimonio, sino que se sirva para ello de un extraneus v. gr. ha incitado a desviar los
activos o valores patrimoniales. Comete el hecho “a traves de otro” (…) y es autor mediato de una administración o gestión
desleal, aunque desde la perspectiva del dominio del hecho sería solo inductor (…) (p. 181) .
Por su parte, Bacigalupo (2007), señala que: “(…) También en la autoría mediata lo único que resulta relevante es la infracción
del deber extrapenal y el dominio del hecho carece absolutamente de relevancia” (p.61). Por tanto, la diferencia que existe entre
la coautoría y la autoría mediata, en los delitos de infracción de deber, según Roxin, seria nuevamente en contraposición a los
delitos de dominio, el hecho de que en la coautoría existirían varios obligados por el deber, mientras que, en la autoría mediata,
el intraneus como el extraneus contribuyen a la obtención del resultado, y solo el obligado por el deber puede responder a título
de autor mediato (Bacigalupo, 2007). “(…) En cambio, el (…) extraneus, a pesar de su dominio del hecho, es cómplice (…)
(Roxin, 2016, p. 394)”.
Para Jakobs debe distinguirse, desde el principio, entre dos clases de delitos: los delitos de “responsabilidad por competencia por
organización (Haftung kraft Organisation-szuständigkeit) y los “delitos por competencia institucional” (Haftung kraft 58
institutioneller Zuständigkeit)” (Gómez, 2006, p. 171).
En el primero de ellos, el deber prescrito en la norma regula toda la relación entre el objeto de protección y el autor; en los
segundos, el deber solo se limitaría a asegurar penalmente una relación ya existente con prescindencia del deber (Gomez,2006).
Para Jakobs, el criterio de dominio del hecho, solo debe limitarse, a efectos de fundamentar la autoría en los delitos comunes, es
decir, delitos cometidos por cualquiera, en los que, según él, se configura una competencia organizacional, que consiste en
organizar la esfera organizacional, de tal manera que no sea dañosa para los demás. Una aproximación de concepto de autor en
los delitos de infracción de deber, que nos brinda, Jakobs (1998) es, el siguiente:
(…) sin embargo, también hay delitos en los que determinadas personas tienen que responder de la existencia de un bien y no
solo de que la propia organización no afecte a un bien, menoscabándolo (delitos de infracción de deber). En estos casos, la
relación del interviniente con el bien es siempre directa, es decir, sin mediación accesoria, o sea, por su parte siempre en
concepto de autor, y además sin tener en cuenta en absoluto un hacer. El interviniente es al menos autor por omisión, y, en caso,
de aportación mediante hacer, por incidental que sea, autor por comisión; la distinción entre comisión y omisión pierde, pues, su
sentido (…). (p.791)
En los delitos de infracción de deber, los autores se encuentran en una posición de garantes, esto es, tutelar el bien jurídico
institucionalmente asegurado, en ese sentido Jakobs (1998) nos brinda un ejemplo: “(…) el tutor, a quien un tercero le da el
consejo, que resulta exitoso, de cómo esa tercera persona puede sustraer el patrimonio del pupilo confiado a su cuidado, es autor
del delito de administración desleal (…)” (p. 791), en el supuesto planteado el tutor será autor, aunque le falte el dominio del
hecho, que en este caso lo ostenta el tercero.
Continúa Jakobs, en relaciona a la posición de garante que configura el deber institucional, señalando que: (…) incluso los
delitos comisibles por cualquiera se convierten en delitos de infracción de deber, hasta en caso de comisión; así pues, la
participación decae en favor de una autoría más amplia. Ejemplo: la muerte de su hijo menor de edad es delito de infracción de
deber para los padres, de modo que siempre se da la autoría, sin tener en cuenta si se da o no intervención, y en qué medida; si la
muerte sobreviene mediante entrega de un medio para suicidarse, a la responsabilidad por el delito de infracción de deber se
añade la responsabilidad por autoría mediata. (p. 791).
(…) Estamos pues ante dos motivos diferentes de imputación; a saber, por un lado, la imputación como consecuencia de la
relación sinalagmática “libertad de organizar/responsabilidad por las consecuencias de lo que se organice”, y, por otro, la
imputación con causa en ciertas instituciones, como fundamento, según Jakobs, reside en que poseen el mismo peso que el
sinalagma que acabamos de mencionar (…) (SanchezVera, 2002, p. 38).
“A raíz de las últimas investigaciones científicas sobre los delitos de comisión por omisión no se considera ya factible el intento
de realizar una delimitación de forma precisa entre acción y omisión—al menos en todos los casos (…)” (Sánchez-Vera, 2002,p.
65), en ese sentido, existen supuestos en los cuales, la omisión no es equivalente a la comisión para todos los autores; por
ejemplo la acción de matar, por parte del padre o del socorrista, es equivalente a la omisión de no salvar al hijo, cuando su vida
corra peligro; sin embargo, bajo en ese mismo supuesto no podría imputarse homicidio por comisión por omisión a un tercero
que no ostente la posición de garante, deber institucional que compete solo a los padres o al salvavidas, ya que es ese caso, a más
se podría imputar a lo más, mera omisión del deber de socorro o participación en la comisión por omisión de un garante; siendo
ello así, no es válida la posición de Roxin, en el sentido de que, todos los delitos de omisión sean considerados como delitos de
infracción de deber (Cuello, 2011).
La participación
El participe es todo aquel que interviene en el ilícito sin ser autor, debido a su actuación dentro de su ámbito de organización, su
aporte en el hecho es atenuada, pues no tiene el dominio del hecho, o no ostenta los requisitos de la autoría de acuerdo a la
naturaleza del delito, el fundamento del injusto de la participación, se deriva del fundamento de la responsabilidad del autor,
sin embargo el fundamento de la responsabilidad del participe se determina de modo distinto al de la autoría (Jakobs
G. , 1998). “La participación es un ataque autónomo al bien jurídico mediante colaboración dolosa no constitutiva de autoría en
un hecho típicamente antijurídico cometido con dolo típico (…)” (Roxin, 2014, p. 204).
En los delitos de infracción de deber la forma externa de intervención es indiferente; basta cualquier “causar” de la índole que
sea, de manera que, en lo que se refiere a la irrelevancia de las formas externas de conducta, cabe advertir una concordancia con
el concepto extensivo de autor. El fundamento de punición reside aquí, como en todos los demás tipos en la lesión del bien
jurídico, si fuera de otro modo no podría haber en absoluto participes no cualificados. Al concepto de autor de los delitos de
infracción de deber, obtenido primariamente del análisis del tipo, le sigue secundariamente una concepción de la participación
que se desvincula totalmente de los conceptos de subordinación de la voluntad y del dominio del hecho. Es perfectamente
posible la participación en hechos principales no dolosos, porque aquí no es el dolo, sino el deber el elemento distintivo
determinante entre autoría y participación (Roxin, 2016). Asimismo, en los delitos de infracción de deber no se hace la
distinción entre complicidad primaria y complicidad secundaria como en la teoría del dominio del hecho (Salinas, 2009).
La doctrina actual, ha postulado otras clasificaciones acerca de los delitos de infracción de deber, tanto en Alemania como en
España, los mismos que han sido acogidos por un sector de nuestra doctrina nacional, así como en nuestra jurisprudencia
(casación 1004-2017), según estas nuevas tendencias, se tiene delitos especiales de dominio o de posición, delitos especiales en
sentido estricto y delitos especiales de deber con elementos de dominio; sin embargo consideramos que la clasificación que se
hiciere no es del todo relevante, sino lo fundamental es que se tome cuenta los elementos y/criterios de la teoría de infracción de
deber, que nos brinda el marco de incumbencia del interviniente; y, también el criterio del dominio del hecho; por lo que el
dominio y deber deberían ser los elementos que fundamenten de manera congruente la autoría y participación en los delitos
contra la administración pública. Bajo esa premisa, a continuación, desarrollaremos las posiciones de algunas teorías que tratan
de resolver el problema de la intervención del extraneus en un delito de infracción de deber.
En la interpretación de los delitos contra la Administración Pública, tradicionalmente se creía conveniente definir, primero, en
qué consiste esta para luego precisar el concepto de “funcionario público”, el cual serviría para definir al autor del delito en los
casos en los cuales los tipos penales exigieran esta condición en el sujeto activo del delito.
Se ha modificado el artículo 25 del Código Penal. Haciendo uso del otorgamiento de facultades legislativas del Congreso al
Poder Ejecutivo, se ha promulgado el Decreto Legislativo N° 1351 (Publicado en El Peruano el 07 de enero de 2017), que
según entiendo, viene a superar la discusión dogmática y jurisprudencial que se generó en nuestra patria a consecuencia de la
ausencia de una norma expresa que recoja algún planteamiento de la teoría de infracción de deber en nuestro Código Penal. En
efecto, luego de la modificatoria, el artículo 25 del Código Penal tiene como texto lo siguiente:
El que, dolosamente, preste auxilio para la realización del hecho punible, sin el cual no se hubiere perpetrado, será reprimido
con la pena prevista para el autor. A los que, de cualquier otro modo, hubieran dolosamente prestado asistencia se les disminuirá
prudencialmente la pena.
El cómplice siempre responde en referencia al hecho punible cometido por el autor, aunque los elementos especiales que
fundamentan la penalidad del tipo legal no concurran en él.”
De la fórmula legislativa modificada se ponen en evidencia dos cuestiones fundamentales. Primero, que los dos primeros
párrafos del artículo 25 tienen sustento en la teoría del dominio del hecho que viene a diferenciar entre complicidad primaria y
complicidad secundaria, todo dependiendo de la magnitud de la cooperación, asistencia o auxilio doloso del cómplice en la
realización del hecho punible. Si la cooperación dolosa es indispensable para la comisión del hecho punible, estaremos ante una
complicidad primaria. En tanto que, si la cooperación dolosa no es importante o es dispensable, estaremos ante una complicidad
secundaria. En el primer supuesto, se mantiene la arbitrariedad de establecer que el cómplice será sancionado con la misma pena
prevista para el autor; en cambio, en el último supuesto, el juez disminuirá prudencialmente la pena al cómplice. Sostenemos
que es arbitrario que a un cómplice primario se le reprima con la misma pena prevista para el autor, toda vez que la conducta del
autor, quien domina el hecho delictivo, es más reprochable penalmente en referencia a aquel que solo se limita a auxiliar o
prestar una cooperación temporal en la realización del hecho punible. En suma, en estos aspectos no ha habido cambio
legislativo alguno. Segundo, la cuestión significativa que se ha producido es la incorporación del último párrafo del artículo 25
del CP. Se ha previsto que el cómplice siempre responderá por el hecho punible cometido por el autor, aunque los elementos
especiales que fundamentan la penalidad del tipo legal no concurran en él. Al establecerse que el cómplice siempre responderá
penalmente por el delito efectuado por el autor, el legislador ha optado por la teoría de la unidad del título de imputación. De
modo que, si en un hecho punible participan más de dos personas, unos como autores otros como cómplices, todos responderán
penalmente por ese mismo delito y en un solo proceso penal. Legislativamente, luego de la entrada en vigencia del Decreto
Legislativo N° 1351, se ha descartado la teoría de la ruptura del título de imputación en nuestro sistema jurídico penal.
Asimismo, al preverse que el cómplice siempre responderá por el hecho punible cometido por el autor, aunque los elementos
especiales que fundamentan la penalidad del tipo legal no concurran en él, significa que así en el cómplice no concurran los
elementos especiales que fundamentan la penalidad del autor, igual aquel responderá por el delito cometido. Se entiende que, en
la mayoría de los delitos contra la administración pública, los elementos especiales que fundamentan la penalidad del autor es
que este debe tener la calidad de funcionario o servidor público y además, tiene que tener un deber funcional de carácter penal
respecto del bien jurídico que se pretende proteger. Elementos especiales que, por ejemplo, no tiene un extraño o ajeno a la
administración pública. O en su caso un funcionario o servidor público que no tiene un deber funcional específico, no obstante,
según la teoría de infracción de deber desde la óptica de Roxin, estos últimos, si se verifica que también participaron en la
comisión del delito junto al autor, responderán penalmente por ese delito, pero en calidad de cómplices. Sin duda, en este
aspecto, la teoría de infracción de deber de Roxin resulta ser el sustento de la modificatoria producida al artículo 25 del Código
Penal.
Sin embargo, el legislador nada ha indicado respecto a la pena que se le impondrá al cómplice. De modo que, siendo coherentes
con la teoría recogida en la modificatoria, debe concluirse que si en el cómplice no concurre el deber especial penal que sí
concurre en el autor, el juez atenuará prudencialmente la pena para el cómplice. De ahí que en los delitos especiales que lesionan
o ponen en peligro el normal desenvolvimiento de la administración pública, al cómplice siempre se le impondrá menos pena
que al autor. Pues el autor participa en la comisión del delito, infringiendo un deber especial de carácter penal, en cambio, el
cómplice también participa en la comisión del mismo delito, pero sin infringir deber especial alguno debido a que no lo tiene. La
conducta del autor merece mayor pena que la conducta del cómplice que no infringió deber especial de carácter penal alguno.
Esta solución jurídica no es nada nueva, pues en el derecho comparado, encontramos que en el Derecho penal alemán se
contempla una regla específica para estos casos, al establecer que la pena del partícipe en delitos fundamentados en
elementos personales especiales debe atenuarse especialmente.
Javier Villa Stein refiere que: La jurisprudencia nacional se ha distanciado de este parecer admitiendo la complicidad en los
delitos de infracción de deber, y en consecuencia considerar cómplice de peculado al extraneus. Los teóricos admiten esta
solución a partir de la dogmática alemana. En efecto nos dice Maurach que “puesto que la participación es una colaboración en
un hecho ajeno, también la participación de sujetos extraños, en delitos especiales debe ser ilimitadamente posible” (Maurach.
Tratado de Derecho Penal t.1 p.420). Igual para Jescheck para quien “en los delitos especiales propios …la participación carece
de limitación” (Jescheck. Tratado…p.241). Ambos autores desde luego parten del mismo mecanismo legislativo, el Stgb, en
cuyo párrafo 28 en concordancia con el inciso 1 del párrafo 49 se admite la participación en los delitos especiales, pero discierne
en su tratamiento punitivo atenuando la pena del extraneus.
Este discernimiento punitivo no lo tiene el Código Penal peruano, y no lo podría tener desde la norma del Art. 26, que rompe el
título de la imputación. Toda argumentación fetichista en pro de la administración pública naufraga penosamente de cara al texto
explícito de la ley -principio de legalidad con. rango constitucional.
El Tribunal Constitucional, máximo intérprete, se ha pronunciado mayoritariamente, en el caso Bedoya de Vivanco, exp. 2758-
HC/TC, por la tesis de la admisibilidad de la complicidad en delitos especiales, al declarar fundada la de Habeas Corpus
interpuesta por el recurrente. Es el caso señalar sin embargo que la sentencia del TC bajo comentario, da por hecho la
participación en los delitos de infracción de deber, no siendo objeto de la misma este asunto pues la demanda sólo abordó el
momento delictivo y cuestionó la calidad de funcionario público del autor.
De otro lado el PLENO JURISDICCIONAL PENAL SUPERIOR celebrado en la ciudad de Trujillo el 11 de diciembre del año
2004, entre otros acordó, más allá de lo que estima Código Penal, que los criterios para el tratamiento de la participación en los
delitos especiales sería, en lo atinente, el siguiente:
Distinguir entre autores y partícipes en la respuesta punitiva, y en consecuencia la pena del autor será mayor que la del partícipe.
Es obvio, de lo que venimos de decir que el acuerdo es impecable de cara a la doctrina Alemana.
Como punto final añadir que la nota vinculante de las dos fuentes citadas obliga a los jueces, de donde urge una rápida reforma
legal en salvaguarda del orden y decoro jurídico, lo mismo que de la conciencia jurisdiccional.
Así como la teoría del dominio del hecho tiene una mayoritaria aceptación para de- terminar el concepto de autor y partícipe; la
teoría de los delitos de infracción de deber no tiene una aceptación igual.
Es verdad que el dominio del hecho no basta para caracterizar al autor o figura central, como ocurre en los delitos en que el tipo
requiere que el autor vulnere deberes especiales y en los que demanda la ejecución de propia mano, pero estas son limitaciones
que el legislador pone al dominio del hecho, que en modo alguno significan su reemplazo.
LUZÓN PEÑA afirma la existencia de delitos de infracción de deber sólo cuando es el legislador quien taxativamente configura
la violación de un deber en la tipicidad de un delito, sin acoger las consecuencias discutidas de la teoría de los delitos de
infracción de deber. (p. 306).
Se cuestiona la teoría diferenciadora, precisamente en eso, en crear un doble concepto de autor, uno que requiere el dominio de
la acción, de la voluntad o funcional, para los delitos de dominio, y otro en el que se requiere la infracción al deber jurídico
público o privado extrapenal que se deriva del tipo.
De igual manera, desde el punto de vista del principio de legalidad, se cuestiona este tipo de creación, ya que el deber, en
términos de ROXIN, no está consagrado expresa- mente en el tipo, es un deber extrapenal, por lo que se constituye una
violación a esta norma rectora.
En el mismo sentido, se critica la sanción del extraneus cuando utiliza al intraneus, a título de instigador de un delito especial, ya
que en estos eventos se sancionaría a este partícipe extraño, sin que exista autor, intraneus bajo coacción o engaño, acabando de
tajo con la accesoriedad propia de la participación.
II.5. Conclusiones.
Los delitos de infracción de deber solo pueden ser cometidos por personas que cuenten con un deber especial que la ley
penal les otorga por ejemplo: funcionarios y servidores públicos que cometan un delito contra la Administración Pública.
A diferencia de los delitos de dominio del hecho en los delitos de infracción de deber no importa si el sujeto activo ha
tenido o no el dominio del hecho delictivo, porque lo que importa es la infracción del deber especial que tenía.
En los delitos de infracción de deber no existe coautoría porque la infracción del deber es personalísimo e
independiente.
La tarea de determinar qué delitos son de infracción de deber en nuestra legislación, merece un estudio e investigación
aparte; sin duda el comienzo de esta lo encabezarán los delitos contra la Administración Pública al exigírsele un deber especial
al servidor público frente al bien jurídico55, así como en los delitos de comisión por omisión.
En los delitos de infracción del deber a diferencia de los delitos de dominio del hecho, existe complicidad única,
por lo tanto, no será de aplicación a estos delitos el artículo 25 del Código Penal.