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Autorretrato

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Autorretrato

¿Que és?
El autorretrato se define como un retrato hecho de la misma persona que lo realiza. Es uno de los
ejercicios de análisis más profundos que puede hacer un artista. Implica escrutarse el rostro y conocerse
hasta tal punto que la expresión que tenga en ese momento se traduzca en el dibujo o la pintura que
aborda. En épocas pictóricas como el barroco o el renacimiento, una de las costumbres era que el artista
se autorretratara dentro de un gran cuadro, para reafirmar su autoría o para dar a entender sus
intenciones, como lo hizo Velázquez.
Un autorretrato no necesariamente implica un género realista. Tampoco implica necesariamente el
término asociado a la pintura. Existe como recurso literario, muy próximo a la prosopografía y
la etopeya.

Primeros autorretratos

Los primeros autorretratos de los que se tiene conocimiento datan de la Edad Antigua. En Egipto,
alrededor del año 1300 a. C. se sabe que hubo un escultor de nombre Bek que esculpió un autorretrato
sobre piedra. En ese tiempo solo los dioses, los ricos y poderosos tenían el privilegio de inmortalizar su
imagen

El autorretrato a lo largo de la historia

Los autorretratos, en general, se remontan al Antiguo Egipto, al periodo de Amarna (1365 a.C.),
cumpliendo una doble función: marcar la obra como propia y como auto-representación. Pero no se
convierte en subgénero de la pintura en Occidente hasta el s. XIV.

Al final del Renacimiento, en un nuevo contexto artístico de renovación y ruptura con la


antigüedad, el artista empieza a incluirse discretamente en sus obras para ir dando a entender que
ser pintor no es un mero trabajo mecánico. Ya desde esta época, el motivo central del autorretrato es
la mirada. Ésta funciona como intermediaria entre el objeto de arte y el espectador. El artista busca
“aristocratizar” su imagen, añadiendo atributos simbólicos para ennoblecer su arte. Un ejemplo de
esto es Durero.

Incluso cada vez más se menciona el lugar de la creación, es decir, el estudio. Buscan la exaltación
de la propia persona para cumplir con su deseo de permanencia y memoria. Buscan dignificar su
profesión.

En el siglo XVII surge la necesidad en el artista no sólo de representar o reproducir una figura
humana, sino también las actitudes morales e intelectuales del representado. Aquí, el autorretrato
tiene una puesta en escena noble, exaltando al personaje del creador.

En el siglo XVIII predomina un fuerte deseo de independencia del artista que se materializa con una
autonomía de las artes en el Romanticismo. Se desarrolla la idea del genio liberado y libre en su
pintura, surgiendo un debate sobre el retrato, donde lo que se pretende es darle al autorretrato toda
la importancia que tiene y no como un género secundario. El autorretrato es comprendido no solo
como la representación de un mero dibujo del rostro, sino como algo que exige que el “alma” de esa
persona dé vida a la imagen pintada.

En el siglo XX se rompe con las nociones elementales. Se experimenta, se sufren cambios, se


buscan nuevas motivaciones. En esta etapa, el artista, además de reproducir la imagen del retratado,
intenta ilustrar su propia actitud ante el mundo exterior y el arte, por lo que su mirada se vuelve más
social e intimista. El autorretrato evoluciona, se libera de obligaciones académicas y de apremias
morales e ideológicas. En este momento, la auto representación va más allá del autorretrato
tradicional porque el artista desvela cosas íntimas de su vida, ideales y posición social. Y no sólo
eso, sino que lo utilizan como vehículo purificador más que como una mera exploración
psicológica. Ejemplos de esta idea son pintores como Munch, Schiele o Frida Khalo.

Una vez la fotografía se impuso como medio mimético por excelencia, el autorretrato pictórico se
puso en busca de la expresión, la abstracción y la metáfora. Artistas como Chagall o Picasso
abrieron su imaginación en este aspecto. Con el Modernismo y las vanguardias se abrió una
enorme riqueza en términos formales y conceptuales.

Al final, todo autorretrato revela una verdad incontrovertible: cómo se ve el artista a sí mismo.
Richard Avedon

Uno de los fotógrafos de autorretrato famosos que no sólo hacía ese tipo de fotos, sino que fue
fotógrafo de moda durante mucho tiempo, hasta su fallecimiento en el año 2004. Entre sus frases
célebres, se destacó: “Cuando posas para un fotógrafo, lo haces detrás de una sonrisa que no es la
tuya. Tú tienes rabia y hambre y estás vivo”

Hay varias frases de fotógrafos famosos inmortalizadas, pero él ha dicho varias magistrales en
relación a la verdad y la mentira que las personas muestran frente a la cámara, decía que la gente iba
a él como quien iba a un médico a revisarse “para averiguar cómo son”.
Willy Ronis

Es uno de los primeros en aparecer en las búsquedas de “nombres de fotógrafos famosos” en la web
ya que fue reconocido por retratar la vida de posguerra en París. Se tomaba varios autorretratos y de
hecho habló de eso en un documental que hizo.

Hizo varios documentales además de dedicarse a la fotografía, ya que no sólo es nombrado entre los
mejores fotógrafos de autorretrato sino también como documentalista. Murió en el 2009 y sus fotos
están en toda la web como recuerdo de la humanidad de sus obras.
Vivian Maier

A la hora de mencionar fotógrafos de autorretratos, nadie puede olvidarse de las fotografías de esta
artista desconocida que recorrieron el mundo entero por el profesionalismo con el que se movía con
su cámara, aún sin ser profesional. La historia increíble de esta mujer es que no se dedicaba a la
fotografía, sino que era niñera y llevaba su cámara consigo por donde iba.

No fue sino hasta luego de su muerte que se descubrieron las fotos que había sacado de ella misma
y de algunas personas y que eran realmente muy buenas. Lo más inusual es que jamás tuvo una
formación como fotógrafa pero que igualmente sus fotos fueron exhibidas con otras obras de
fotógrafos famosos en museos del país por su capacidad de captar con un ojo excepcional.
Frida Kahlo

(Magdalena Carmen Frida Kahlo; Coyoacán, México, 1907 - id., 1954) Pintora mexicana. Aunque se
movió en el ambiente de los grandes muralistas mexicanos de su tiempo y compartió sus ideales,
Frida Kahlo creó una pintura absolutamente personal, ingenua y profundamente metafórica al mismo
tiempo, derivada de su exaltada sensibilidad y de varios acontecimientos que marcaron su vida.

Frida Kahlo

A los dieciocho años Frida Kahlo sufrió un gravísimo accidente que la obligó a una larga
convalecencia, durante la cual aprendió a pintar, y que influyó con toda probabilidad en la formación
del complejo mundo psicológico que se refleja en sus obras. En 1929 contrajo matrimonio con el
muralista Diego Rivera; tres años después sufrió un aborto que afectó en lo más hondo su delicada
sensibilidad y le inspiró dos de sus obras más valoradas: Henry Ford Hospital y Frida y el aborto,
cuya compleja simbología se conoce por las explicaciones de la propia pintora.
También son muy apreciados sus autorretratos, asimismo de compleja interpretación: Autorretrato
con monos o Las dos Fridas. Cuando André Breton conoció la obra de Frida Kahlo, afirmó que la
mexicana era una surrealista espontánea y la invitó a exponer en Nueva York y París, ciudad esta
última en la que no tuvo una gran acogida. Frida nunca se sintió cerca del surrealismo, y al final de
sus días rechazó abiertamente que su creación artística fuera encuadrada en esa tendencia.
Junto a su cuadro Las dos Fridas

En su búsqueda de las raíces estéticas de México, rasgo que compartió con Diego Rivera y los
muralistas (David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco), Frida Kahlo realizó espléndidos retratos
de niños y obras inspiradas en la iconografía mexicana anterior a la conquista, pero son las telas que
se centran en ella misma y en su azarosa vida las que la han convertido en una figura destacada de la
pintura mexicana del siglo XX.
La obra de Frida Kahlo

La producción de la artista mexicana es un ejemplo de ese tipo de arte que sirve como poderoso
instrumento con el que exorcizar la angustia de una realidad hostil. El signo trágico de su existencia,
marcada por la lucha contra la enfermedad, había comenzado cuando a los seis años contrajo una
poliomielitis que le dejó importantes secuelas. En 1925 sufrió un grave accidente de tráfico que le
fracturó la columna vertebral y la pelvis. Además de imposibilitarle tener hijos, el accidente fue la
causa de numerosas operaciones futuras y de una salud siempre precaria.

A través de la pintura, que empezó a practicar en los largos meses de inmovilidad tras el accidente,
Frida Kahlo reflejaría de forma soberbia la colisión entre su ansia de felicidad y la insistente amenaza
de su destrucción, a la vez que conjuraba la dualidad irreductible entre los sueños (de amor, de hijos)
y la realidad (dolor e impotencia).

Durante la convalecencia del accidente, sin poder ni siquiera incorporarse, comenzó a pintar
tomándose ella misma como modelo principal. Le colocaron un espejo bajo el baldaquino de su cama
y un carpintero le fabricó una especie de caballete que le permitía pintar estando acostada. Éste fue
el inicio de una larga serie de autorretratos, tema que ocupa el grueso de su producción, de carácter
fundamentalmente autobiográfico. En una ocasión afirmó: "Me retrato a mí misma porque paso
mucho tiempo sola y porque soy el motivo que mejor conozco." En poco tiempo Frida desarrolló un
vocabulario simbólico propio; con él acompañaba sus retratos para representar metafóricamente sus
experiencias y sus pensamientos.

Autorretrato con monos (1943)

Influida por las ideas de vindicación de identidad que propagaba el nacionalismo revolucionario,
Frida vestía con largas faldas mexicanas, moños trenzados con cintas de colores y collares y
pendientes precolombinos. Así la encontramos en Autorretrato como Tehuana (1943, Colección
Natasha Gelman, Ciudad de México), representada como mexicana "auténtica" y acentuando sus
rasgos mestizos (tenía sangre española, india y alemana). Producto de esa misma ideología
nacionalista son los fondos de algunas de sus obras como el Autorretrato con monos (1943, Colección
Natasha Gelman, Ciudad de México), en el que su figura aparece recortada sobre plantas selváticas y
rodeada de animales, o aquellos en los que retoma imágenes de la cultura precolombina, como Mi
nana y yo (1937, Colección Dolores Olmedo, Ciudad de México).
Otras veces, como en Autorretrato - El Marco (1938, Museo Nacional de Arte Moderno, Centro
Georges Pompidou, París), se inspira en la imaginería popular y muy específicamente en los retablos
cargados de ese barroquismo ingenuo y colorista tan específicamente mexicano que conjuga
vívidamente lo espectacular con lo escatológico.

Una de las formas más comunes del arte popular mexicano son los exvotos. Frida vincula a esta
tradición sus cuadros de desarrollo narrativo representando de forma sintética los elementos más
significativos y de mayor carga expresiva. El tamaño pequeño de los cuadros y la técnica (óleo sobre
plancha metálica) proviene también de ellos.

Henry Ford Hospital (1932)

Esta fusión entre la temática personal y las formas de la imaginería popular se encuentra expresada
de forma emblemática en la obra Henry Ford Hospital (1932, Colección Dolores Olmedo, Ciudad de
México). A pesar del accidente, Frida esperaba que su segundo embarazo llegara a buen término, pero
su pelvis fracturada no podía acoger el desarrollo de un niño. La traumática experiencia de un nuevo
aborto fue el origen del cuadro.
La adopción de las formas narrativas de los exvotos tiene su mejor ejemplo en una pieza singular
titulada Retablo (1943, colección privada). Frida había encontrado un exvoto que representaba el
choque entre un tren y un autobús; una muchacha herida yacía sobre las vías y la imagen de la Virgen
de los Dolores flotaba sobre la escena. Añadiendo a la chica sus propias cejas y unos rótulos al tren y
al autobús, lo convirtió en la representación de su propio accidente. En la parte inferior escribió: "Los
esposos Guillermo Kahlo y Matilde C. de Kahlo dan gracias a la Virgen de los Dolores por haber
salvado a su niña Frida del accidente acaecido en 1925 en la esquina de Cuahutemozin y de Calzada
de Tlalpan."

Retablo (1943)

Tras superar algunas graves crisis de salud, y de forma idéntica a como lo hacen los creyentes con los
santos de su devoción, Frida mostró su agradecimiento a los médicos mediante pinturas que siguen
rigurosamente las convenciones del exvoto. Muestras de ello son las obras dedicadas al doctor
Eloesser y al doctor Farill.

Pero no sólo la enfermedad fue causa de sus trastornos y metáfora de sus pinturas; los reveses de su
vida afectiva también fueron tematizados en cuadros que constituyen depuradas síntesis simbólicas.
En El corazón (1937, Colección Michel Petitjean, París), la ausencia de manos expresa su impotencia
y desesperación ante el enredo amoroso entre Diego Rivera y su hermana Cristina. Su corazón,
literalmente arrancado, yace a sus pies y posee un tamaño desmesurado que refleja la intensidad de
su dolor. Junto a ella, un vestido femenino, que alude a su hermana, pende de un hilo, a la vez que de
sus mangas sale un único brazo que enlaza y un palo atraviesa el hueco que ha dejado su propio
corazón.
El corazón (1937)

Frida y el surrealismo

La apariencia onírica de sus imágenes propiciaba la relación de su simbología con el surrealismo,


algo que Frida Kahlo negaría rotundamente: "Se me tomaba por una surrealista. Ello no es correcto,
yo nunca he pintado sueños, lo que yo he representado era mi realidad."
Frida Kahlo y Diego Rivera

Pero Frida no sólo rechazó el carácter surrealista de su pintura, sino que profesó una profunda
aversión hacia los representantes del movimiento. Había conocido a Breton en México en 1938 y al
año siguiente, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, pasó varios meses en París, donde tuvo
ocasión de entrar en contacto con los otros surrealistas. La opinión que le merecían la expresó sin
cortapisas en una carta que escribió desde allí a Nicolas Muray: "No puedes imaginarte lo joputas que
son esta gente; me hacen vomitar. Son tan condenadamente intelectuales y degenerados, que ya no
los aguanto más."

Frente a las representaciones oníricas o al automatismo psíquico de los surrealistas, los numerosos
símbolos que Frida Kahlo introduce en sus cuadros poseen significaciones precisas y son producto
de la actividad consciente. Su obra se origina y procede de una continua indagación sobre sí misma,
y manifiesta los estados de ánimo de forma precisa y deliberada, materializando las oscilaciones entre
el sufrimiento y la esperanza. El carácter simbólico de su pintura da cauce a la expresión vehemente
de una personalidad apasionada para la que el arte es desafío y combate, lucha violenta contra la
enfermedad, pero también repliegue ensimismado hacia su yo interior y huella del reconocimiento
doloroso de su identidad maltrecha.

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