Conjuro: Duendes
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En la o ficina de D. Alejandro Vaí#s.
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do la luz sobre todas las formas, y haciéndola circular en
todos los espíritus, arrancó de raiz el despotism o, libertan
do á la hum anidad del yugo de la superstición. Por lin (se
gún el progreso natural cam ina ya el dia hácia la noche, y
asi este nuevo lum inar seria algún com eta) un defensor intré
pido de los derechos de la naturaleza y de la razón, un ora
dor filósofo, cuyas ideas nos parecieron paradoja!; porque las
grandes verdades eran aun extranjeras entre nosotros, rasgó
con m ano atrevida el velo [m isterioso con que los frailes y
los tiranos habian cubierto la cuna de las instituciones civi
les: el género hum ano reconoció y recobró sus título?, y ca
da ciudadano los leyó con arrebato en el pacto social»
Aunque he dicho á V d . que prescindo de las im pie
dades de este autor, y solo voy á probar su ignorancia, m e
perm itirá haga de paso esta reflexión. Es evidente que V o U
taire y Rouseau, á quienes se prodigan tan exhorbitantes ala
banzas, fueron los enem igos m as crueles que com batieron el
cristianism o en el siglo pasado. N o es menos cierto, que por
la lectura de sus obras, que se ha hecho bástente com ún, y
por los innum erables folletos en que se han vertido sus erro
res, es general la noticia de ellos, á lo m enos en cierta es
pecie de gentes. Ahora bien, cuando estos lean en el Bos
quejo: que los dos grandes corifeos de la incredulidad tuvie
ron el glorioso destino de com batir las preocupaciones reli
giosas: que derram aron 6 hicieron circular la luz en todo*
los espíritus: que libertaren á la hum anidad del yugo de la
superstición: que fueron defensores intrépidos de los derechos
de la razen; y que en fin, si sus ideas parecieron m uchas
veces paradojas, fué porque las grandes verdades eran extran-
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li
geras entre nosotros; de estos b e l l o s a n t e c e d e n t e s naturalm en
te inferirán, que la religión cristiana es obra de la política»
y tan falsa c o m o las otras sectas: que no hay providencia,
sino que todo está s u j e t o al f a t a l i s m o : que la revelación es
s u p e r f l u a , pues la r a z ó n basta p a r a todo: que los m i l a g r o s n o
s o l o son falsos, sino i m p o s i b l e s ; y en fin, que Jesucristo fué
vari as c o m bi n a ci o n e s , y aunque no se l e o c u r ri ó la d e fe
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representación naci onal, di ce cosas que se le acercan mucho;
de suerte que me atrevo á sostener, que con solo? los p ri n
ci pi os del derecho públi co sembrados en las obras de estos
dos sabi os reli gi osos, y la noti ci a de la hi stori a, hubi eran p o
di do los grandes i ngeni os de nuestras Cortes const
i tuyentes
produc
i r la subli me Consti tuci ón tan perfecta como sali ó, a u n
que no hubi esen exi sti do los cuatro personajes de que habla
el Bosquejo.
Empalagaría á V d . is qui si era hablar de los otros
doctores que vi vi eron en los si glos di ez y se
i s y di ez y si e
te: nombraré solo á los pri nci pales, advlrti endo antes, que
todos fueron sacerdotes, la mayor parte reli gi osos, y su d o c
tri na en cuanto á la soberanía es la mi sma de los dos s o
bredi chos. El Cardenal Cayetano en su tratado de Totes-
tute Papae, Alfonso de Castro lib. i. de Lege jtoenali, cap.
i. Dom
i ngo Soto lib. i. de Justitia et jure, cuest.. J.
art. j. Ledesma 2. par. cuest. 18. Di ego Covarrubi as tw
Pract. cap. 1. Navarro (su propi o nombre Azpi lcueta) in
cap. novic. de Judiáis. Juan Di edron lib. 1. de Libértate
christiana, cap. i¡. Todos estos hombres, los mas celebres
de sus ti empos, algunos cardenales y ob
i spos, otros c o n d e
corados con los pri meros empleos ci vi les, y con la pri vanza
de los reyes, doctores en las uni versi dades de Pari s, Oxford^
Deli nga, Salamanca, Alcalá, Coi mbra, y Lovai na, ensenaron
en ellas de palabra, y publ
i caron por escri to la soberanía
del pueblo, y demás consecuenci as que fluyen de este lumi noso
pri nci pi o, con la notable ci rcunstanci a que todos muri eron,
y sus obras fueron aplaudi das en toda Europa antes que n a
ci era Locke.
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F. O. S.