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Créditos
Traducción
Mona
3
Corrección
Karikai
Diseño
Bruja_Luna_
Índice
Créditos ________________________ 3 Capítulo Dieciséis _______________ 185
6
“Todos nos volvemos un poco locos a veces”.
7
- Ted Bundy
A los que luchan en la oscuridad, cierra esas rodillas, cariño, y sigue adelante.
Eres fuerte, y tu tiempo aún no se ha acabado. 8
Sinopsis
S
ecuestrada. Rota. Sin esperanza.
Confinada en un sótano oscuro y abandonada con nada más que la
ropa que llevo puesta.
No hay forma de escapar de la obsesión, especialmente de la de
un asesino en serie que está decidido a llamarme suya.
Para siempre.
Cada día es más terrible, con la muerte circulando por mi existencia.
Creo que toda esperanza está perdida hasta que me salve mi propio monstruo,
el hombre que esclaviza mi alma.
Su oscuridad es aún más peligrosa que la de mi secuestrador, su obsesión aún
más mortal.
Pero mi vida sigue en peligro, y me encuentro con que apenas puedo mantener
9
la cordura mientras el peligro se cierne de nuevo en la distancia, los muros
acercándose a mí a cada paso.
La manía que he intentado mantener oculta después de todos estos años se está
resquebrajando, los fragmentos de locura se desprenden de mi pecho y se convierten
en polvo a mis pies.
No tengo más remedio que atravesar la locura y esperar salir con vida.
Capítulo Uno
Caelian
—¡E
spera, Caelian! —Gabriel me grita a través del teléfono. Es
un cuchillo en mi oído, y aprieto los dientes mientras mi pie
presiona el acelerador más cerca del suelo. Lo piso, el
motor me gruñe por haberlo llevado más allá de su límite.
—No voy a esperar. ¡Dame una jodida dirección! —rujo, mientras ruedo por la
ciudad sin sentido de la orientación.
Gabriel maldice en voz baja, y todo lo que puedo oír es el sonido de sus dedos
golpeando el teclado mientras busca.
Búsquedas interminables y sin salida. 10
—No tengo tiempo para esto. ¿Cuál es la siguiente dirección? —gruño.
—Caelian —advierte Gabriel—. Estoy lidiando con la maldita prima además de
tratar de ayudar a encontrar a Raven. Una tarea no es fácil, y dos de ellas juntas parece
casi imposible. Hemos tachado a casi todos los que estaban relacionados con Cash
Crow. Sólo hay unos pocos más que podrían ser.
—Dame la siguiente dirección, Gabe. —No se puede razonar conmigo. No
puedo ver con claridad. Nada está bien cuando ella sigue desaparecida. Me niego a
quedarme sentado mientras el mundo arde a mi alrededor.
Tengo que encontrarla.
Gabriel suspira, y puedo sentir su frustración desde el otro lado de la ciudad.
Las luces de la calle parpadean a través de las ventanas como una luz
estroboscópica, y parece que estoy en un club nocturno en lugar de conduciendo por
la ciudad de noche.
No debería ser tan difícil encontrar a Raven. Podemos acceder a todos los
vídeos de la calle y poner a nuestros chicos a investigar en toda la ciudad. Debería
ser un caso abierto y cerrado. Encontrar al cabrón, matarlo y recuperar a Raven.
Boom. Hecho. Fácil.
No en lo más mínimo.
Han pasado siete días. Siete. ¿Sabes lo que dicen después de cuarenta y ocho
horas? Que probablemente no esté viva. Que debería buscar un cuerpo y no a mi
chica. Que debería pensar como un asesino, ir a los lugares donde tiraría un cuerpo.
No lo hago. Me niego, carajo.
No está muerta. No permitiré que lo esté. Si por alguna razón lo está, juro que
la resucitaré, la revitalizaré hasta que esté viva y respirando a mi lado, sólo para
matarla de nuevo.
Siete días sin verla me han vuelto un poco loco. He estado en mi auto más que
fuera de él. Mis asientos necesitarán un buen arreglo y pulido una vez que haya
terminado. Siento que mi trasero se ha moldeado contra el cuero.
Me muevo con incomodidad cuando Gabriel dice otra dirección, y la tecleo en
mi GPS al mismo tiempo que acelero por la autopista. Estoy a punto de pulsar el botón
rojo de finalización cuando Gabriel vuelve a decir mi nombre.
—¿Qué? —espeto, encendiendo la intermitente derecha para salir de la
autopista.
—Si nos esperas, estaremos allí en un segundo.
Puedo sentir que mis muelas crujen mientras me alejo de la ciudad y me dirijo
al bosque.
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—¿Sabes lo que necesito que hagas, Gabriel?
Suspira, como si supiera que no estoy escuchando nada de lo que dice.
—Necesito que me consigas la siguiente dirección, porque si no es está ahí,
quiero estar de camino a la siguiente antes de salir de esta entrada.
No dice nada durante un largo rato, y puedo oír a Aria gritándole de fondo.
—Te llamo dentro de un rato. —Cuelgo y me guardo el teléfono mientras entro
en un complejo de apartamentos.
Raven no está encerrada en uno de estos apartamentos cuadrados. Lo sé con
certeza. Nunca estaría en un lugar tan congestionado con otras personas. Encontraría
una manera de escapar, liberarse, alertar a alguien. Haría algo. No parece que sea
aquí, pero no puedo irme sin comprobarlo.
Me dirijo a la puerta principal y me doy cuenta de que este lugar no está tan
deteriorado como podría estarlo. No hay drogadictos ni colillas cubriendo los
escalones de la entrada.
Mis dedos rodean el pomo de la puerta y tiro, encontrando al instante
resistencia. Miro los numerosos niveles, odiando que no se abra como una caja de
cerveza o un viejo cesto de la ropa sucia.
Maldita sea.
Me dirijo al intercomunicador y mis dedos marcan el timbre de todos los
inquilinos. Tardo un momento, pero finalmente, la voz de una mujer gruñe a través
del altavoz, curtida y arenosa por la edad y el exceso de humo.
—¿Hola? —dice.
—Entrega. Para el vecino —gruño, mis fosas nasales se agitan con cada
segundo que pasa. No tengo tiempo. Sé que no está aquí, y continuar afuera de este
complejo de apartamentos sólo hace que mi ya hirviente rabia se convierta en un
caos.
La puerta zumba, y dejo escapar un suspiro de alivio mientras tiro de la puerta,
apresurándome a entrar y subir la escalera cercana.
Tercer piso. Tercer piso.
Subo las escaleras de dos en dos hasta el tercer nivel y atravieso las puertas.
Aquí arriba huele a moho, pero lo ignoro mientras avanzo volando por los suelos
grises enmoquetados hasta llegar a la puerta trescientos doce.
Mis dedos rodean el pomo de la puerta y quiero aplastarlo con mi agarre
cuando vuelvo a encontrar resistencia.
Golpeo tres veces, haciéndome a un lado. Y espero.
Y espero.
12
Y espero.
Vuelvo a llamar, con cuatro fuertes golpes de mis nudillos sobre la madera,
antes de apoyarme en la pared y esperar una vez más.
Pasos.
Unos pasos pesados, que suenan con rabia, se dirigen hacia la puerta. Puedo
sentirlo, percibirlo, mientras se inclina hacia la mirilla y me busca.
La cadena se abre, y entonces siento el silbido del aire y el aroma de la
marihuana llena mis fosas nasales cuando se abre la puerta.
Me doy la vuelta y le rodeo el cuello con la mano. Suelta un grito ahogado y
sorprendido mientras lo empujo hacia el interior, cerrando la puerta de una patada
tras de mí con tanta fuerza que el marco suena.
Tiene unos cuarenta años y una placa de supermercado en su camisa roja y
negra.
—¿Qué? —dice entrecortadamente, con los ojos enrojecidos por la fuerza de
mi agarre.
—¿Sabes por qué estoy aquí? —gruño, sintiendo su tráquea gritar bajo mi
palma.
Sacude la cabeza, tratando de liberarse.
—¿Raven Crow?
Veo cómo la confusión parpadea en sus ojos antes de que se ensanchen, y su
piel de color crema se vacía hasta alcanzar una enfermiza palidez azulada.
—Ahh, sí. Sabes de quién estoy hablando. ¿Raven Crow, la hija de Cash Crow?
Intenta hablar, pero mis dedos cortan por completo cualquier posibilidad de
palabras.
Entorno los ojos hacia él.
—Si intentas algo, te destriparé como a un pez en la mesa de tu cocina.
Asiente, desesperado por el alivio. Aflojo los dedos y le suelto el cuello. Se
hunde en su silla de la cocina, astillada y desgastada por la edad, con los dedos
golpeando su mesa circular de madera mientras me mira aterrorizado.
—¿Qué quieres? —pregunta mientras sube la mano para frotarse el cuello.
—¿Qué sabes de Raven Crow?
Arruga la cara.
—Nada. No sé nada. 13
Llevo la mano a mi espalda, saco mi cuchillo y lo azoto frente a su cara. La punta
del cuchillo se apoya justo debajo de su ojo.
—Nada no es lo suficientemente bueno para mí —gruño, presionando la fina
piel que hay allí. Se enrojece antes de convertirse en un blanco fantasmal.
Se echa hacia atrás, la silla de madera cruje por su peso mientras intenta
escapar del cuchillo. Me mira con evidente miedo en los ojos.
—¡Te estoy diciendo la verdad! No sé nada. No he oído el nombre de esa chica
desde que ocurrió todo aquello en su día. Ni siquiera sé si sigue viva.
Está siendo sincero. Lo oigo en su tono y lo veo en sus ojos llenos de
preocupación. No tiene ni idea de Raven, y dudo que se haya preocupado mucho por
ella en primer lugar.
—¿Qué sabes de los Crow? ¿Algo de importancia? ¿Alguien que pareciera
estar extra jodido de la cabeza?
—Todos estábamos jodidos de la cabeza. —Sus hombros bajan—. Fue una
época mala y oscura. Todo el mundo estaba confundido, y en el momento en que me
alejé, me di cuenta de lo jodido que estaba. No era bueno, y por lo que sé, todos los
que alguna vez estuvieron relacionados con Cash Crow están ahora muertos. —Me
mira, y todo lo que veo es otro callejón sin salida—. No sé nada, y nunca lo he sabido.
Me mantuve al margen de esa gente, y seguiré haciéndolo. —Mirando el reloj en su
mano, deja escapar un pequeño gemido—. Realmente tengo que ir a trabajar.
Doy un paso hacia él, y mis botas crujen contra las pequeñas migas que
ensucian el suelo de linóleo blanco-amarillo. Levanto el puño y le doy un golpe en el
ojo. Su cabeza se golpea contra la pared que hay detrás de él y se desliza contra ella,
desplomándose y cayendo al suelo.
—Gracias por nada. —Pasando por encima de él, me adentro en su
apartamento. Mi nariz se arruga de asco ante el olor a cerveza rancia que impregna
el aire mientras camino por el pasillo, el suelo cruje cada pocos pasos por mis
pesados pasos.
Aunque este tipo es un maldito cerdo que parece que no hace más que comer
patatas fritas y fumar hierba, al menos parece que estaba siendo sincero. Lo sabía
antes de entrar aquí, este no era el tipo. Ni siquiera pude sentir a Raven cerca de aquí.
No está aquí.
Pero tengo que estar seguro.
Paso los siguientes treinta minutos poniendo su apartamento patas arriba. Todo
está al revés. Cajones abiertos, papeles esparcidos, el colchón hecho pedazos. Lo
único de su pasado es una solitaria foto de la antigua casa de Raven que encuentro en
una caja metida en el fondo de su armario. Sus padres están allí, junto con su grupo
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de amigos. La secta. La asquerosa secta. Todos parecían drogados mientras estaban
allí para su foto. Pero Raven no aparece.
Tanto de esta foto, como de la vida real.
Este hombre no tiene ni idea de dónde está. Vuelvo a tirar la foto en la caja
hecha jirones, sabiendo que no me acercará más a donde tengo que estar. Puede
guardar sus secretos. Todo lo que necesito es a Raven.
Salgo corriendo de su apartamento, dejándolo en el suelo de la cocina. Se
despertará tarde para ir a trabajar, con su apartamento desordenado. Pero al menos
puede ir a dormir esta noche sabiendo que no será su última noche en la tierra.
Vivirá para ver otro día.
Vuelvo a subir a mi auto, pulsando el nombre de Gabriel en mi teléfono y
conectándolo a mi auto.
—No era él —dice Gabriel, con la voz agotada. Ya lo sabía. Lo mismo que yo.
No lo era.
—Próxima dirección —digo, con los músculos doloridos por la tensión de la
última semana. Me froto las manos mugrientas en los pantalones y abro la ventana
para respirar el aire fresco.
—Sólo tengo una más para ti, Caelian. Si no es esta la siguiente, tendré que
indagar más. Pero, hermano, casi todos los demás están muertos o encerrados.
Sacudo la cabeza con disgusto. No puedo llegar a otro callejón sin salida.
Aunque creo que sigue viva, sólo tengo un tiempo hasta que esa esperanza se
convierta en un imposible.
Gabriel me dice otra dirección, y la introduzco en mi GPS, viendo que está a
sólo quince kilómetros de aquí.
—Te llamaré cuando llegue.
Suspira y cuelga, agotado. He estado a un segundo de encerrarlo en una
habitación con su ordenador y no permitirle salir hasta que la encuentre. Es el
informático, el único que conozco que puede descifrar los códigos. Un día, va a
gobernar el imperio de la familia. Tiene los medios y la capacidad. Tiene todo lo que
yo no tengo, y eso significa que debe ayudarme.
Y por una vez, puedo ser sincero al decir que necesito ayuda.
Necesito toda la ayuda posible para encontrar a Raven y traerla a casa.
Volando por las calles, respiro profundamente, el aroma de mis asientos de
cuero me rodea mientras me alejo de la ciudad. Reduzco mi tiempo a la mitad con el
pedal a fondo, el motor rugiendo tranquilamente mientras los últimos destellos del
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sol se ponen por el día y la oscuridad desciende.
Me acerco a una casa en un barrio degradado de unos pocos pobladores.
Pequeño y sin importancia, es un lugar que ni siquiera se me había pasado por la
cabeza hasta este momento. Veo la hierba crecida, las ventanas empañadas y sucias
que impiden ver el interior. El techo está en mal estado y el exterior no se ha limpiado
nunca, jamás. La suciedad marrón se adhiere a los lados y los arbustos descuidados
abarrotan el patio.
Mi estómago se convierte instantáneamente en piedra, algo se siente tan, tan
mal en este lugar.
Paso por delante, estaciono una calle más allá y saco mi Glock de la guantera
antes de salir del auto. Doy la vuelta a la casa hasta la puerta trasera, me deslizo hasta
la ventana y me asomo al interior. Incluso de cerca, apenas puedo ver unos
centímetros del interior. Hay demasiada suciedad en el cristal, que deja una película
pegajosa.
Asqueroso.
A continuación, me dirijo a la puerta trasera y veo que está cerrada con llave,
pero un rápido empujón contra la puerta me indica que apenas pende de sus
bisagras. Golpeo mi hombro contra ella de un rápido empujón y se abre, con el olor
de la ropa sucia y la basura abofeteándome en la cara.
—Uf, qué mierda. —La pequeña cocina, llena de platos sucios y latas de cerveza
vacías, hace evidente la causa del olor. Al entrar en el salón, veo una nevera a modo
de mesa, el sofá convertido en cama y una pequeña caja de televisión en el suelo, en
una esquina. Hay más basura y latas de cerveza esparcidas por el suelo, junto con
docenas de cajas de pizza vacías.
Pateo una lata de cerveza perdida mientras me dirijo a la casa, por el estrecho
pasillo. Paso por delante de un cuarto de baño y veo una pila de ropa sucia y toallas
que sostienen la puerta abierta. Está claro que la casa está habitada, aunque tengo la
sensación de que el tipo que vive aquí no ha estado desde hace tiempo. Tal vez unos
días, tal vez una semana. Posiblemente un mes, aunque eso es exagerado. Todas las
superficies tienen una capa de polvo, y con el olor rancio y pútrido que llena el aire,
está claro que hace tiempo que no se ventila este lugar.
Me dirijo a la puerta del fondo del pasillo. La única puerta que está cerrada en
toda la casa. Me inclino hacia dentro, el suelo de madera gime por mi peso. No se oye
nada, ni un pitido. Llevo la mano al pomo y giro lentamente, escuchando cómo cruje
la puerta y se abre la habitación oscura.
Mi mano se desliza hacia la pared y enciendo la luz, mis ojos se abren de par
en par al ver lo que tengo delante.
Raven. 16
No sólo una Raven. Cientos. Cientos y cientos de Ravens mirándome a la cara
en cada centímetro de la pared. Raven en casa, en la escuela, con su entrenador, con
Aria.
Raven y yo.
Rechino los dientes, jodidamente enojado conmigo mismo por no haberme
dado cuenta de que me estaban observando. Puedo sentir estas cosas, cada
centímetro de mí está acostumbrado a ser hiper consciente de mi entorno.
Mis ojos siguen su camino a lo largo de la pared, viéndola crecer desde una
niña pequeña hasta la Raven con la que estuve hace una semana. No ha sido
observada sólo estos últimos meses.
Ha sido observada toda su vida.
Acosada.
Cazada.
Desde que ella y su madre se fueron, Raven ha sido fotografiada, hasta el punto
de que podría narrar su vida sólo con las fotos.
Obsesión.
Una enfermedad que tendrá que ser arrancada de su alma. Una enfermedad así
no terminará con su muerte. La mantendrá viva porque la forma en que mantiene un
gran cuidado incluso en estas fotos me dice lo que necesito saber.
Está enamorado de ella.
La casa está desordenada, pero cada una de estas fotos se mantiene con gran
cuidado, sin que las cubra ni una mota de polvo. Ninguno de los bordes está
desgastado o roto.
Mi rabia burbujea al ver fotos de ella a través de las ventanas de su habitación,
sin ropa, y en los vestuarios de Inferno, cambiándose, envolviéndose las manos. Tiene
fotos de cada una de sus emociones. Cuando ha sonreído, cuando ha estado enfadada,
cuando ha estado triste, y cuando su cara ha estado en blanco de todas y cada una de
las emociones.
Él la conoce, posiblemente más que ella misma.
Mierda.
Quienquiera que sea este tipo, ha tomado lo que no le pertenece. La tiene en
algún lugar, guardándola para sí mismo para poder hacer lo que le plazca. Más vale
que no la haya tocado, que no haya lastimado ni un cabello de su maldito cuerpo. Si
lo hizo, me aseguraré de que tenga una muerte brutal y dolorosa. 17
Dondequiera que la tenga, espero de verdad que se mantenga fuerte. Más vale
que haya recordado aunque sea una pizca de lo que le he enseñado. Tiene que
recordar.
Necesito encontrarla. Necesito encontrarla ahora.
Atravesando la habitación como un tornado, arranco todos y cada una de las
fotografías de la pared. Mi mano libre rebusca en el bolsillo y saco el teléfono para
marcar el número de Gabriel.
—¿Punto muerto? —pregunta cansado.
—Necesito que encuentres todo y cualquier cosa sobre este tipo. Quién es, toda
su historia. Dónde trabaja, dónde caga. Si tiene alguna otra casa. Necesito que lo
averigües. Ahora mismo.
—¿Encontraste algo? —Su voz se vuelve más alerta, el clic de su mouse suena
mientras despierta su ordenador. Este tipo ha dormido en la silla de su ordenador las
últimas noches.
—Encontré... un montón de mierda —gruño mientras sigo arrancando la cara
de Raven de la pared de este cabrón. Una vez que le ponga las manos encima,
prometo que no le permitiré ni siquiera dar un vistazo a Raven nunca más.
—Mierda. Bien. Dame cinco minutos. Te llamaré en cuanto tenga algo —dice,
con los dedos golpeando las teclas.
—Te doy cuatro —gruño, colgando el teléfono y guardándolo en el bolsillo
mientras quito las últimas fotos, dejando que caigan al suelo debajo de mí. El suelo se
llena de un charco de la cara y el cuerpo de Raven.
Mi cuerpo se endurece, me duele la mandíbula mientras mis entrañas se
enfurecen por completo.
Ella es mía.
Mía.
Lo encontraré, y lo destruiré absolutamente por alejarla de mí.
Me siento como si me metiera en un fuego, pero por ella, me quemaré con
gusto.
18
Capítulo Dos
Raven
M
e duelen los huesos.
Mis piernas y mis brazos, mi espalda y mi trasero. Todo. Me
duele. Todo mi ser, desde los dedos de los pies hasta la cabeza, grita
y palpita con un dolor insoportable. No sé dónde estoy. No tengo ni
idea de cuánto tiempo llevo aquí. No sé nada más solo que me duele, y tengo miedo.
Más aterrada de lo que he estado en todos mis diecisiete años de vida. Un miedo como
nunca he experimentado me paraliza en mi sitio. Ni siquiera puedo encontrar en mí
las ganas de luchar. Es una rareza para mí. No tengo ni idea de cómo no luchar, pero
en este momento, mi instinto de lucha o huida se ha desintegrado por completo, y
todo lo que queda de mí son miembros petrificados y un corazón destrozado. 19
Estoy agotada. Un globo desinflado. No encuentro el aire para seguir adelante.
Me pregunto si este ha sido siempre mi destino, y tal vez mi vida fue escrita para ser
corta. Un acto, supongo. Si mis sueños y deseos eran sólo una bandera falsa, y todo lo
que siempre he querido sólo ha sido fingido.
Tal vez nunca estuve destinada a serlo.
Supongo que mi vida ha sido un juego, y finalmente he perdido.
Sólo desearía poder tener un momento más con Aria, con Caelian, incluso con
Rosko. Sólo darles un momento de gratitud y explicarles lo mucho que los aprecio y
todo lo que han hecho por mí.
Quiero decirles que estaré bien. Que no tienen que preocuparse por mí. No
deberían. Vivirán sus vidas que serán mucho mejores sin mí. No he sido más que un
veneno, la manzana podrida que los hundirá por el resto de sus vidas. La única bala
que los debilita.
Soy tan mala como mi padre me dijo que sería.
Aunque mi vida sea efímera, no quiero que el mundo crea que me he rendido.
Que me he doblegado o que he tirado la toalla. Quiero que sepan que lo he intentado.
Y que mi vida no ha sido en vano.
Y puedo prometer al mundo una cosa. Cuando caiga, me llevaré a este hijo de
puta conmigo. Está enfermo y perturbado, tal vez incluso peor de lo que estaban mis
padres. Este tipo es tan malvado como el que más. Puede que yo sea a la que quiere
al final del día, pero eso no impide que su mente retorcida se aproveche de otras
mujeres, incluso mientras he estado en su presencia.
He visto a una chica débil, físicamente poderosa, pero mentalmente rota,
desmoronarse a mi lado mientras yo estaba sentada sin poder ayudarla.
Lo he visto golpear, degradar, y romperla completamente en pedazos. Lo he
visto tocarla mientras me mira, herirla hasta dejarla negra y azul, y lo he visto matarla
ante mis ojos.
Dice que lo hace por mí.
No me toca, no de manera sexual. Pero me dice que me ama y que soy suya
para siempre.
No quiero, pero sé que estoy aquí para quedarme. Aunque llegué aquí abajo
desorientada, apenas funcionando y desconcertada, la claridad se ha abierto paso en
mi mente. Cuando llegué tenía la esperanza de que me rescatarían, pero con el paso
de los minutos, y la pequeña ventana de la esquina del sótano ha pasado de la luz a la
oscuridad una y otra vez, mi esperanza ha disminuido, y me he dado cuenta de que
éste es mi destino.
Por mis malas acciones en la vida, necesito expiar mis pecados. Tal como la tía 20
Gloria y el tío Jerry me habían dicho que tendría que hacerlo. Bueno, el momento ha
llegado, y mi lucha se ha drenado de mi cuerpo y me ha dejado como una flor
marchita.
No tengo ni idea de cuánto tiempo me mantendrá como su mascota. Quizá
envejezca, crezca y muera en este sótano, sin sol en la piel y sin más contacto que él
y las mujeres solitarias que arrastra hasta aquí. Espero que no sea así. Sólo puedo
desear que acabe conmigo más pronto que tarde, dejándome morir con un sentido
de dignidad en mi corazón vacío.
Supongo que no lo sabré hasta que llegue el momento.
Con mi suerte, me mantendrá aquí para siempre, alargando mi muerte incluso
cuando esté al borde. Sé que eso es lo que quiere. Me adora, me besa, me limpia y
me dice palabras dulces que no quiero oír. No estoy con él para que sea cruel. Estoy
con él para que me ame. Su mente enferma y retorcida cree que yo también lo amo,
y no es hasta que le digo que no es cierto que una parte de su monstruo sale a la
superficie, casi tan oscura como la de Caelian, y me hace daño.
Sus golpes, bofetadas y tirones de cabello, su agresividad llena de dolor y
desconfianza. Soy su prisionera y su amor, no quiero nada de él. Pero no importa lo
que quiera. No se trata de mí.
Esto es todo sobre él.
El monstruo me ha dejado en la oscuridad durante días, y casi me pregunto si
me hizo para que me marchite, pero entonces recuerdo cómo me miraba, como si
fuera la única estrella del cielo.
No se olvidaría de mí.
¿A menos que lo hayan atrapado? Y en ese caso, ¿me encontrarán alguna vez
aquí abajo?
Arrastró a la última chica fuera de aquí, muerta, con sus miembros como
pesadas pesas arrastrándose por el suelo, cada hueso golpeando contra la escalera
de madera como un tambor mientras se la llevaba, y esa fue la última vez que lo vi.
Eso fue hace unos días. Cuántos exactamente, no estoy segura. Pero mi
estómago ha pasado de estar hambriento a estar casi lleno, y mis brazos atados a la
espalda se han entumecido por completo. Mis dedos están blancos como el papel o
de un púrpura enfermizo por la falta de flujo sanguíneo.
¿Cuántos días tengo hasta que mi cuerpo se rinda del todo?
No puedo estar segura, pero con la forma en que mi cerebro se está volviendo
nebuloso, y el lento y débil latido de mi corazón golpeando en mis oídos, me hace
pensar que incluso si mi mente no está lista para irse, mi cuerpo quiere fallarme.
Aunque quisiera luchar, no creo que pudiera.
21
Mis ojos se abren de golpe al oír el sonido de los pasos por encima de mí, y
estiro el cuello, haciendo una mueca de dolor por el agonizante crujido que resuena
en el pequeño sótano.
Me siento en el centro de la habitación, atada a una silla de madera que
permanece atornillada al suelo. A mi izquierda hay una cama y a mi derecha otra. La
cama de la derecha es donde he dormido en algunas ocasiones, atada con cadenas a
mis muñecas y tobillos. A la izquierda está la cama en la que dormía una chica,
también atada, pero sólo por las muñecas. Sus tobillos permanecían sueltos, y no
estoy segura de por qué tengo que permanecer asegurada cuando la chica no lo
hacía. ¿Será porque piensa que voy a luchar, sabía lo rota que estaba?
Al lado de las dos camas hay un baúl y una cómoda polvorientos, abandonados
hace tiempo en el otro lado del sótano, junto a una lavadora y una secadora que no
estoy segura de que funcionen, y una bañera de porcelana que es más marrón que
blanca como se supone que debe ser.
Los pasos por encima de mí vuelven a escucharse, las tablas del suelo gimen,
y mi cabeza se echa hacia atrás mientras el polvo de las vigas de madera se libera,
flotando sobre mi frente. Los pesados pasos con los que me he familiarizado, y sé, sin
duda, que mi monstruo indeseado ha regresado.
Los pasos van y vienen, pesados, apresurados, calculados. Está preocupado,
tal vez, o frustrado. Algo va mal, más de lo que suele ir.
El monstruo nunca es un hombre tranquilo y relajado, pero tampoco está tan al
límite como parece ahora.
De repente, sus pasos se detienen. Casi puedo oír cómo gira en el suelo y se
dirige al sótano. Me concentro en el silencio, antes de que se produzca un fuerte
golpe, tan sorprendente que mi cuerpo fatigado se sacude en la silla. Entonces hay
dos grupos de pasos que se dirigen al sótano. Uno es el del monstruo, y el otro es más
ligero, casi como un arrastre de pies por el suelo.
Oh, no.
Ha traído a otra chica a este páramo.
Todo mi cuerpo se tensa hasta que mis miembros se convierten en piedra
cuando se abre la puerta del sótano y una sombra grande y oscura ocupa la entrada.
Una más pequeña se sitúa delante de aquella, temblando. Puedo verla desde aquí
abajo. Una mujer, como esperaba. Sus miembros son débiles y frágiles mientras
tropieza, su cuerpo se niega a bajar las escaleras aunque sabe que no tiene otra 22
opción.
A él no le importa, su mano rodea su cuello mientras la obliga a entrar en el
sótano. Es joven, tal vez dieciocho años. Cabello oscuro y complexión delgada. Hay
una similitud significativa entre todas las mujeres que este monstruo secuestra.
Se parecen a mí.
Mis ojos recorren su cuerpo petrificado que se parece inquietantemente al mío
cuando llega al final de la escalera, con los ojos muy abiertos mientras explora su
entorno. Los ojos se posan en mí y, si es posible, se agrandan y un río de lágrimas
fluye instantáneamente por su rostro mientras cae de rodillas.
—Por favor. Por favor. Te prometo que no diré nada. Sólo déjame ir. Haré lo que
quieras. Por favor, no me hagas daño. —Sus manos se ponen en formación de oración
mientras le suplica por su alma.
Él no dice nada, tirando de ella por la espalda de su vestido color melocotón,
arrugado y sucio, a través del suelo, sus gritos se convierten en sollozos chillones, sus
dedos desesperados arañando el suelo como si pudiera abrirse camino a través del
hormigón.
La arrastra hasta la cama, le asegura los brazos con las esposas y luego se
olvida de ella, como si desapareciera en el aire.
Sus ojos conectan con los míos, y es como si yo fuera lo único que ve.
—Raven, mi amor. —Se acerca a mí, con sus ojos en forma de corazón, mientras
sus dedos, que huelen a sudor y sangre, me acarician la cara. Me aparta el cabello de
los ojos mientras sus labios rozan mi mejilla.
—Tengo hambre, Brody —susurro, odiando al hombre que está frente a mí,
pero sin poder ignorar la punzada de hambre que me desgarra por dentro.
Brody. El mejor amigo de mi padre. Mejor amigo de Darren, a quien mató por
tocarme hace tantos años. Debí haberlo sabido entonces, cuando lo vi con el cuchillo
ensangrentado en la mano mientras estaba sobre él, la secta realizando su propio
ritual perturbador que nunca entenderé.
Brody ya es un hombre adulto, ya no tiene veinte años, sino que se acerca a los
cuarenta. Ha envejecido bien, aunque no es más que asqueroso y espeluznante
mientras me mira con disgusto. Asesina a las mujeres que se parecen a mí. Este
hombre está enamorado de mí, y aterradoramente, es posible que siempre lo haya
estado.
Agradezco que nunca me haya tocado cuando era más joven, como hizo
Darren, aunque me preocupa que haya guardado esas tentaciones para ahora, para
poder hacer todo lo que siempre ha querido hacer.
No tengo ni idea de lo que me tiene reservado, pero la furiosa obsesión en sus
ojos grita peligro, y no hay absolutamente nada que pueda hacer en este estado.
23
—Lo siento mucho, cariño. Los federales están en mi trasero, y no fue tan fácil
moverme como quería. Iré a prepararte algo de comer ahora. —Sus labios vuelven a
rozar mi mejilla, acercándose cada vez más a la comisura de mi boca.
Conteniendo la respiración y cerrando los ojos, quiero gritar mientras el olor
de su rancio aliento se abre paso hasta mi nariz. Lo único que quiero es arrancarle la
cara de un mordisco, apartarme, hacer cualquier cosa para mostrar mi desinterés,
pero sé que no me servirá de nada.
Es mejor si me hago la muerta emocionalmente. Sólo así no estoy en el otro
extremo de su ira.
—Por favor. Tengo mucha sed —le suplico suavemente. Retrocede, sus manos
se dirigen a cada lado de mi mejilla mientras me mira a los ojos.
—Lo siento, Raven. Iré a buscarte algo y volveré enseguida. —Se inclina hacia
delante, y esta vez sus sucios labios presionan los míos. Son duros y secos, aprieto los
ojos durante los momentos que parecen horas. Mi corazón galopa en mi pecho ante
el horror, deseando poder escapar de mi caja torácica. Parece que nunca va a
terminar, pero finalmente me suelta, dando un paso atrás y señalando con la cabeza
a la chica—. Te traje otro regalo. Espero que te guste —dice, sonriéndome.
Asiento con una pequeña sonrisa y veo cómo se ilumina su rostro, la única luz
en el oscuro sótano. Se da la vuelta y sube rápidamente a buscarme algo, con los pies
un poco más ligeros que la oscuridad con la que ha bajado hasta aquí.
Al cerrar la puerta, suelto un suspiro de alivio, sabiendo que mi tiempo es
limitado, pero algo de tiempo es mejor que nada.
—Hola —murmuro. La chica me mira brevemente, un parpadeo de su mirada
que apenas se centra en mí. Hay demasiado miedo en sus ojos como para darse
cuenta de que hay alguien más en la habitación.
—¡Por favor, déjenme salir! —grita, su voz se quiebra cuando sus ojos
encuentran la polvorienta y única ventana del sótano. Tiene la garganta seca y sus
jadeos son pesados, sus ojos sangran de terror mientras sus muñecas tiran de las
cadenas—. ¡Ayúdenme, por favor! Necesito ayuda. —Incluso estando claramente
deshidratada, eso no impide que el torrente de lágrimas caiga por sus mejillas.
Sacudo la cabeza con otro suspiro mientras cierro los ojos. Suplica una
esperanza que no llegará. Estamos aisladas. Dondequiera que estemos, estamos
completamente solas.
—Por favor, detente. Él no va a ayudarte. Nadie lo hará —murmuro, abriendo
los ojos para mirarla. Mis palabras, apenas audibles, llegan a ella y deja de gritar,
mirándome con los ojos inyectados en sangre y preocupados.
24
—¿Quién me ayudará, entonces?
Sacudo ligeramente la cabeza, con tristeza.
—Nadie te ayudará.
Me mira, con los ojos entrecerrados como si no quisiera creerme, pero su
cuerpo se hunde en la derrota. Lo sabe. Es inútil.
—¿Quién eres? —Su voz de repente tiene un filo, como si no debiera confiar
plenamente en mí.
—Soy Raven —digo simplemente.
—Raven. —Su labio inferior tiembla, sus sospechas desaparecen tan rápido
como llegaron cuando la desesperación finalmente se instala—. Soy Rebekah.
Asiento hacia su cama.
—Siéntate, Rebekah, y cuéntame lo que pasó.
Retrocede arrastrando los pies, y las cadenas repiquetean con su movimiento.
No hay sonidos en el piso de arriba, y me pregunto si Brody ha salido a buscarme
comida o si está escuchando detrás de la puerta de la escalera.
Moquea al sentarse y sus dedos se crispan al moverlos.
—Salía del trabajo, iba a encontrarme con mi novio, cuando de repente me
golpearon por detrás. Sentí como si una bola de bolos me hubiera golpeado el
cráneo. Luego me desperté en un maletero, rodando por una carretera llena de
baches. Parecía que estuviéramos sobre grava o tierra, o en los caminos secundarios
del bosque o algo así. Entonces él estaba allí, abriendo la puerta y sacándome como
si fuera un saco de patatas. Me metió dentro tan rápido que no pude ver nada. No
tengo ni idea de dónde estamos ni nada. Sólo... quiero ir a casa. —Su voz se corta al
final con un sollozo roto.
—Bueno, si te hace sentir mejor, he estado en este sótano más tiempo del que
sé, y no creo que me deje libre. —Mi voz está vacía de emoción. Me siento como si
estuviera alejada de toda la situación. Me gustaría poder consolarla, a alguien que
está claramente asustada y herida, pero no lo encuentro en mí. Cualquier emoción,
toda mi humanidad, tiene que quedarse encerrada dentro. Para mí.
Autopreservación.
—¡No lo hace! No me hace sentir mejor. ¿Significa eso que también me va a
tener aquí abajo para siempre? —grita.
No. No lo hará. Significa que tú morirás, y yo continuaré en la oscuridad.
—No lo sé, Rebekah —respondo sin emoción. 25
Levanta los pies sobre la cama y se hace un ovillo, sus quejidos son silenciosos.
Se siente sola. Ni siquiera mi presencia hace nada por ella.
—¿Crees que hay alguna manera de que podamos salir de aquí? ¿Romper estas
cadenas o algo así? —susurra desde la esquina del sótano.
Sacudo la cabeza.
—No hay salida. —Nunca he encontrado una forma de escapar, y no me
considero una inepta. Si no he encontrado la manera de liberarme de estas cadenas
y escapar de esta casa, dudo que las dos juntas encontremos la manera.
Sus gritos se convierten en gemidos, que finalmente se convierten en más
mocos. Pronto se queda dormida en un rincón y yo vuelvo a tirar de las cadenas, con
la piel gritando en protesta por las heridas en carne viva que, estoy segura, tienen un
aspecto horrible.
Los ojos se me ponen pesados y no estoy segura de sí me duermo o no, pero
pronto mi cabeza se levanta con el sonido de los pasos y contengo la respiración
cuando se abre la puerta del piso de arriba, con las pesadas botas de Brody bajando
las escaleras.
Mira brevemente a Rebekah antes de volver a mirarme, con una sonrisa en la
cara.
—Hola, cariño.
Mi estómago retumba ante el olor a pan fresco, y la bolsa de Subway es lo único
que puedo ver. Él puede oírlo, sus ojos se abren de par en par mientras se acerca a
mí. Se pone en cuclillas entre mis rodillas y deja la bolsa en mi regazo.
—¿Te portarás bien si te quito las cadenas de las manos para que puedas
comer?
Asiento. Haría casi cualquier cosa por la comida. Cualquier cosa.
El sonido de las cadenas nos alerta a los dos, y miro a Rebekah, viendo cómo
la confusión recorre sus ojos antes de que recuerde dónde está y qué ha pasado.
—Oh, no. Por favor, no. —Deja escapar un grito cuando sus ojos conectan con
los de Brody. Se empuja contra la cama, con la espalda pegada a la pared de ladrillos,
como si deseara hundirse en ella, amoldarse a ella, volverse invisible, o tal vez
desaparecer del todo.
Suspira, como si hubiera olvidado que la encerró en su propio sótano. Luego
aprieta las rodillas mientras se levanta y se acerca a ella con una mirada que no quiero
que se dirija a mí. Hay un propósito y un borde maligno en ellos, haciendo que mi
estómago se llene de asco.
Con el sándwich embolsado que me deja en las piernas, se aleja de mí,
caminando hacia Rebekah con pasos decididos. Sus piernas patalean, creando un 26
torpe molinete que espera lo mantenga alejado. No funciona, y sujeta fácilmente a su
tobillo, tirando de ella hacia abajo hasta que su espalda se desliza contra la cama. Su
sucio vestido de flores se le sube a la cintura y sus modestas bragas hacen acto de
presencia.
Desvío la mirada, odiando lo que viene después. Sabiendo lo que viene
después. Lo vi con la otra chica. Dani era su nombre, pero ya no importa quién sea,
porque es un cadáver en alguna parte, con mi cuervo tallado en la frente y la sangre
goteando por las sienes de su cabeza.
—Por favor, te prometo que no se lo diré a nadie. Sólo déjame ir. ¿Quieres
dinero? Mi familia tiene mucho dinero. Puedo conseguirte lo que quieras. Sólo déjame
ir y te prometo que no se lo diré a nadie. —Jadea, sin aliento.
—No hay ninguna cantidad de dinero que puedas darme. No hago esto por mí.
Esto no tiene nada que ver conmigo —gruñe, con un calor en su voz que me revuelve
el estómago. Se me tuerce la cara y me trago el nudo de la garganta.
Me gustaría no mirar, pero mis ojos no pueden evitar encontrar el camino de
vuelta a ella. Un choque de trenes que no puedo dejar de mirar. Una parte de mí
desearía poder cambiar de lugar con ella. No quiero que nadie esté en sus manos por
mi culpa. No quiero que nadie experimente la cantidad de horror que hace pasar a
las mujeres. Este hombre está desquiciado en muchos niveles.
—¿Por qué haces esto? —Su voz tiembla mientras se aleja de él, aunque no
puede del todo, ya que él tiene sus piernas inmovilizadas contra la cama.
Levanta una mano, su dedo apuntando hacia mí.
—Lo hago por ella. Todo lo que hago es por ella.
Mis ojos se cierran antes de mirarlo fijamente. Quiero decirle que no quiero
nada de él. No quiero absolutamente nada. Quisiera que se olvidara de mí y siguiera
con su vida, pero por sus suaves caricias y sus ojos que acarician cada centímetro de
mi piel, soy el centro de su universo.
¿Cómo le dices a alguien que te ve como su todo, que es tu nada?
Mantengo la boca cerrada y pronto la oigo a ella murmurar no, no, no, y a él
gruñir sí, sí, sí. Me torturo mirándolos, obligándome a soportar este dolor porque es
solo una fracción de lo que ella tiene que pasar.
Le quita las bragas y se coloca entre sus piernas. De un rápido empujón, la
penetra, entrando y saliendo, suelta un grito que hace que la mano de él vuele hacía
su cara. Se calla al instante, ahogando sus gemidos. Su velludo trasero se aprieta y se
suelta, mis ojos se cierran de nuevo, mis piernas se separan mientras mi estómago
cae.
La bolsa de sándwiches de Subway cae al suelo y, con el poco margen de
27
maniobra que tengo, empujo la comida lejos de mí, habiendo perdido
completamente el apetito.
Mantengo los ojos cerrados mientras la folla sin piedad, los gemidos de ella y
su pesada respiración ahogan mis pensamientos, ahuyentan mis sueños y extinguen
por completo cualquier esperanza que tenga de salir de aquí. El sonido de los
resortes metálicos crujen con cada empujón y se convierte en un sonido tortuoso en
mis oídos, uno que se repite hasta que llena mi sangre de una enfermedad, y no puedo
hacer nada más que desvanecerme.
Capítulo Tres
Caelian
—¡N
o puedo creer que no hayas encontrado nada! —vuelvo a
rugir, tomando una figura de cristal de nuestro despacho y
lanzándola contra la pared. Gabriel se retuerce en la silla
del ordenador, sacudiendo la cabeza mientras el cristal se estrella contra la pared y
grandes fragmentos caen al suelo.
La oficina en casa es más bien una sala de seguridad, con televisores de
pantalla plana a lo largo de las paredes, mostrando todas las diferentes direcciones
de nuestra casa. La madera oscura, casi negra, da color a las molduras. Todo el equipo
actualizado, apenas legal, llena la habitación. Es el centro de estabilidad Gabriel. El
mío es Inferno. El de Gabriel es esta oficina. 28
—Te lo dije. Estoy trabajando en ello. No puedo darte una maldita dirección
falsa. Tienes que darme tiempo. —Suspira, sacudiendo la cabeza mientras sigue
escribiendo en su teclado.
—Amigo, necesitas relajarte. Vamos a encontrarla. Toma, agarra esto. —Matteo
me pone un porro en la cara, y lo tomo, porque en realidad lo necesito, aunque al
mismo tiempo quiero darle un puñetazo. ¿Cómo puedo calmarme cuando todo mi
cuerpo se tensa por querer romper el mundo en pedazos? Quiero derrumbar cada
árbol, cada casa, desgarrar a cada persona. Nada debe quedar sin revisar mientras
la busco. Nadie es inocente.
Porque ella se ha ido, y todos son sospechosos.
Seré aterrador hasta que la tenga de nuevo en mis brazos.
—Este tipo es un enigma. Se ha mantenido al margen todos estos años, pero no
es totalmente invisible —murmura Gabriel.
—¿Por qué dices eso? —pregunto con una bocanada de humo. Exhalo,
violentos soplos que fluyen de mi nariz, y al instante me siento un poco mejor que
hace un minuto. Ya no me siento como un huracán soy más como una tormenta
tropical.
Aun así destruiré todo para recuperarla.
—Porque, si la línea de tiempo es correcta, cuando Raven se mudó de
California a Nevada, también lo hizo este tipo. Y luego, cuando ella se mudó de
Nevada a Oregón, él se mudó en un mes. Ha estado siguiéndola todos estos años, y
ella no tenía ni idea.
—¿Cómo se llama? —exijo.
—Brody. Brody Crummen.
Brody Crummen.
Brody Crummen tendrá una muerte lenta. Cuando esté al límite, dejaré que
Rosko acabe con él.
—Brody Crummen ha realizado trabajos esporádicos desde que se mudó a
Oregón, pero actualmente está desempleado. Es muy reservado. Nunca se ha casado.
Básicamente, un solitario.
Le doy el porro a Matteo mientras me acerco a Gabriel, mirando la pantalla por
encima de su hombro.
—Realmente me importa una mierda cuántas veces se masturba este tipo al día.
Necesito saber dónde tiene a Raven. Ya está bien de joder.
Gabriel se da la vuelta y me mira con el ceño fruncido. 29
—Amigo, si quieres sentarte aquí y encontrar esta mierda tú mismo, adelante.
Pero si no, aléjate y déjame hacer mi trabajo.
Lo miro fijamente, queriendo golpearlo y también agradeciendo que no me
abandone cuando más lo necesito.
—¿Qué demonios está pasando? —Me doy la vuelta, viendo entrar a mis padres
con miradas curiosas. Los ojos de mi madre atrapan los míos, sosteniendo mi mirada
mientras me observa con preocupación. Hay muchas cosas que no se dicen, pero
somos dos almas incapaces de comunicar nuestras emociones.
Se ha quedado mucho desde que Raven desapareció, siempre asegurándose
de que estoy bien. Más maternal de lo que ha sido en toda su vida.
No creo que le importe una mierda Raven. Realmente creo que no le importa
su destino, pero estos últimos días me han demostrado que se preocupa por sus hijos.
Y cuando uno de nosotros está pasando por alguna mierda, es decir, yo, se vuelve lo
suficientemente feroz como para que finalmente entienda por qué mi padre se casó
con ella.
No es sólo una perra fría y despiadada como crecí creyendo. Ella es yo en una
cáscara de nuez. Por fuera, no tiene emociones, no le importa. Debajo de la piel, es
un fuego rugiente que quemará a cualquiera en su camino.
—Díganle a Caelian que se aleje de una maldita vez o no le ayudaré más —
gruñe Gabriel, luego se da la vuelta y empieza a escribir de nuevo en su teclado.
—Gabriel, dale un poco de espacio. Ya pasó una semana y no hemos sabido
nada —dice mi madre, acercándose y poniendo brevemente su mano en mi espalda
antes de retirarse.
—No ayuda a la situación que siga matando. Hemos encontrado a una chica en
el centro, pero no es la chica que buscamos. ¿Está jugando con nosotros? No entiendo
muy bien su juego —reflexiona mi padre, con una mirada contemplativa.
—Esto no tiene nada que ver con nuestra familia y todo que ver con Raven.
Probablemente ni siquiera sepa de nuestra familia. Este cabrón ha estado
obsesionado con Raven desde que era una niña. —Mis ojos se dirigen a la nuca de
Gabriel, aunque sé que puede sentir mi mirada—. Por eso es tan jodidamente
importante encontrarla.
Matteo tose mientras apaga su porro en un cenicero cercano.
—Creo que todo el mundo tiene que calmarse. Todos sabemos que la mayoría
de las víctimas están muertas ahora mismo, pero esta chica es una luchadora. ¿No
crees que luchará contra él?
—¿Me estás diciendo que Raven está muerta? —La voz enfadada y hastiada de 30
la prima de Raven llega desde la puerta. Ha sido más molesta de lo que podría haber
imaginado. Pero no debería quejarme, porque desde que Raven no está, su actitud ha
recaído sobre los hombros de los demás.
Creo que todos los presentes suspiran internamente al oír su voz. La aguantan
por mí, y yo la aguanto por Raven. Pero si Raven no estuviera desaparecida, la echaría
a la calle.
Ha estado demasiado protegida toda su vida, y eso ha cambiado por completo.
Su instinto es rebelarse pero no tengo tiempo para eso.
Tal vez, por eso, la dejé intencionalmente con Gabriel. Él es el sensato. El
responsable. Que la guíe o que haga lo que le dé la gana porque yo, personalmente,
no quiero tener nada que ver.
—Raven no está muerto, Aria. Cálmate. —Gabriel se aparta del escritorio,
dándose la vuelta y poniéndose de pie.
—Bueno, bien podría estarlo. Están haciendo un trabajo terrible para
encontrarla —se burla, cruzando las manos sobre el pecho y entrecerrando los ojos.
Ojalá estuviera bien golpear a las chicas fuera del cuadrilátero, porque quiero
echarla a la calle por su actitud de perra.
—Estamos haciendo todo lo que podemos, Aria. —Gabriel se pellizca el puente
de la nariz mientras cierra los ojos, grandes y oscuras bolsas bajo ellos. El tipo está
agotado.
Se acerca a pasos agigantados, con una de las camisetas de Gabriel colgando
en la parte inferior de sus muslos y sus holgados pantalones de chándal alrededor de
su cintura. Es ligeramente más alta que Raven, porque Raven es prácticamente un
duende, pero sigue siendo bajita, y se ahoga en la ropa de mi hermano. Pero no tiene
nada más. Quemé todo su guardarropa, y no confío en dejarla salir de esta casa.
Apuesto a que iría directamente a la policía.
No, esta chica está completamente encerrada. Lo que significa que nuestras
alarmas están encendidas las veinticuatro horas del día y no tiene posibilidad de
escapar de ninguno de nosotros.
Mi madre se pone delante de ella y sus brazos se dirigen a los hombros de Aria.
Aria intenta moverse alrededor de ella, pero mi madre es una fuerza. Incluso con sus
pantalones caros y sus tacones, partiría a Aria en dos.
—Aria, creo que necesitas tomar un respiro. Mis hijos están haciendo todo lo
posible para encontrar a Raven.
—Bueno, no lo están haciendo bien. No es Suficiente —rechina entre dientes. 31
Las puntas de los dedos de mi madre se blanquean al apretar los hombros de
Aria. El malestar de Aria es evidente cuando se lleva los hombros a las orejas, con
una tensión y un dolor evidentes. Mi madre no se anda con estupideces.
—No hay nada más que puedan hacer. La encontrarán. Y tal vez deberías tener
un poco de respeto por mis hijos y mi marido por haberte permitido entrar en nuestra
casa. Creo que no te das cuenta de que te han salvado y estás siendo una mocosa
desagradecida. No lo aprecio.
Aria retrocede y las manos de mi madre caen a los lados antes de ajustarse la
blusa.
—Los odio. Los odio a todos. Deberían haberme dejado arder y morir en esa
casa. Al menos estaría con las personas que me amaban en lugar de con todos ustedes
—grita, dando vueltas y saliendo de la habitación con los pies tan ligeros que apenas
hace ruido. Se va tan rápido como llegó; una ráfaga de ira que puedo entender.
Yo también quiero que Raven vuelva. Me siento tan perdido, confundido y
enfadado como ella, pero no hay nada que pueda hacer para encontrarla.
—Maldita sea, mamá. La has vuelto a molestar. —Gabriel gruñe, pasando por
delante de nosotros y saliendo de la habitación.
—Todo esto es un jodido desastre —suspira mi padre, acercándose a mi madre
y poniéndole la mano en el hombro.
—Por eso nunca quise tener una hija. Son terribles. Pequeños humanos
desagradecidos. —Mi madre frunce el ceño ante la puerta vacía y mi paciencia se
agota rápidamente.
—Realmente no me importa si Aria es agradecida o desagradecida. No importa
de ninguna manera si no encontramos a Raven. La prima puede ser tratada más tarde,
pero ahora mismo, necesito saber dónde está mi próxima parada.
—Tal vez deberías esperar hasta mañana. Cuando salga el sol y todos hayan
dormido un poco. —Mi madre me mira y niego con la cabeza. Por supuesto que no.
—No puedo hacer eso. No puedo perder más tiempo. Voy a salir para empezar
a buscar de nuevo. Dile a Gabriel que me llame cuando encuentre algo.
—¿Pero a dónde vas a ir? ¿Simplemente dar vueltas por las calles hasta que
aparezca una pista? Esto no es Blue's Clues, hermano. —Matteo se ríe, y aprieto los
dientes para no golpearlo con la pistola.
—Daré vueltas por las calles toda la puta noche si es necesario —digo.
Con una última mirada a todos, me doy la vuelta, saliendo de la habitación y de
la casa, de vuelta a mi auto.
De vuelta a las calles.
Es hora de encontrar a Raven.
32
—¿Qué? —grito. Una hora después de mi viaje, finalmente, por fin, recibo la
llamada de Gabriel.
—Encontré algo. —Suena alerta, emocionado.
En este momento es plena noche, más cerca de la salida que de la puesta del
sol. Las calles están vacías de autos, excepto de gente que no tiene nada que hacer
en la calle. Las horas nocturnas están reservadas para los delincuentes, los criminales,
las prostitutas y los drogadictos. La gente de la que me aprovecharía y acabaría con
sus vidas, son los que me rodean ahora. Tengo que ignorarlos, olvidarme de cómo
podría hundir mi cuchillo en ellos cuando eso es lo que más necesito.
Necesito una muerte tan, tan urgente.
Pero no puedo concentrarme en matar a alguien tan inútil cuando hay que
encontrar a alguien tan significativo. Necesito dejar de lado mis impulsos y encontrar
a Raven.
Esa es mi prioridad.
—A unos veinte minutos al este de su casa hay una pequeña cabaña en medio
de la nada. Este tipo... la ha mantenido oculta. Ni siquiera está a su nombre. Supongo
que aquí es donde lleva a todas sus víctimas. Es remoto, lejos de la ciudad. El negocio
más cercano está a quince minutos de distancia. Hay que conducir un poco y atravesar
los árboles y el bosque para llegar, pero está ahí.
—Envíame las coordenadas. Estoy en camino. —Acelero, mis dedos aprietan
el volante mientras vuelo por la autopista. Rompo el límite, mi motor ruge en señal de
protesta, pero no importa. Mi corazón late en mis oídos y mi sangre se mezcla como
el fuego y el hielo.
La encontré.
—Espera, Caelian. Podemos encontrarnos ahí fuera. Si este tipo es tan detallista
como parece, podría tener trampas, o alguien podría estar trabajando con él. No
sabes en qué te estás metiendo, y el lugar es muy remoto. Espéranos. Estaremos allí
en unos cuarenta minutos.
Calculo mi tiempo, sabiendo que podría llegar en diez si me esfuerzo lo
suficiente.
—Estaré allí en diez minutos. Te haré saber lo que encuentre.
—¡Espera! ¡Cae, espera! —Gabriel grita al teléfono, pero me lo quito de la oreja 33
y le doy finalizar, tirándolo en el asiento del copiloto.
Las luces de la autopista se entrelazan en una larga mancha amarilla,
señalándome su dirección. Mi rodilla golpea el volante y saco mi pistola de la
guantera, compruebo el cargador y lo vuelvo a encajar, luego meto una bala en la
recámara.
Puedo sentir en mis huesos que está ahí afuera. Voy a atraparla y voy a hacer
que Brody Crummen desee no haber conocido a Raven Crow.
Capítulo Cuatro
Raven
M
e hormiguean los pies y los dedos por la falta de riego sanguíneo, y
muevo los dedos de los pies mientras miro a mi alrededor, dándome
cuenta de que deben haberme metido en la cama en algún momento
de la noche. Las antiguas telarañas soplan contra el techo mientras las rejillas de
ventilación se encienden. Me muerdo el labio en señal de incomodidad por no saber
cómo he llegado hasta aquí. Que he perdido un lapso de tiempo que no puedo
recuperar.
Que no tengo ni idea de lo que podría haber hecho sin que yo fuera consciente.
¿Me tocó? ¿Me miró fijamente durante horas? No tengo ni idea, y odio cada segundo.
Levanto la cabeza, recordando a Rebekah. Violada y herida, física y
34
mentalmente. Mis ojos se abren de par en par cuando la veo en su cama.
Su cuello está doblado de forma poco natural, claramente roto en más de una
zona. Sus ojos me miran fijamente, observándome. No, ven a través de mí. Como si
incluso en la muerte, pudiera ver mis pecados, mis malas acciones. Ella sabe quién
soy, y me mira con desprecio por ello.
Debe ser por eso que estaba un poco cerrada a mí. Tal vez era un alma tan
buena que podía saborear mi ser desagradable en el aire. Soy tóxica, y ella lo sabía.
Está mejor muerta. No merezco estar en una habitación con alguien bueno.
Podría quedarme aquí con Brody. Nuestras enfermedades coinciden. Ambos
deberíamos pudrirnos en un montón de nuestros pecados.
Lo peor de todo es que en la frente de Rebekah está mi firma. El cuervo que es
mucho más descuidado de los que yo tallaba, pero es mío igualmente. La dejó aquí,
apuntando hacia mí. ¿Quería que lo viera? ¿Cree que me sentiré orgullosa? ¿Cree que
le agradeceré que la haya matado?
¿Cuántas muertes serán necesarias para que se dé cuenta de que esto no es lo
que quiero? ¿Será viejo y gris, yo seguiré encerrada en este sótano mientras me trae
la muerte una y otra vez?
Acomodo la cabeza en la almohada, preguntándome si se la llevará pronto o si
la dejará aquí. Quizá me vea obligada a oler su cuerpo en descomposición.
Mantengo mis ojos en ella, sin saber a qué Dios debo rezar, pero lo hago de
todos modos, deseando y esperando que esté en un lugar mejor. Espero que su alma
se salve.
Se me cierran los ojos y me quedo con la mirada vacía y el rostro
ensangrentado de Rebekah grabados en mi mente.
—Raven.
Mis ojos se abren al oír mi nombre y Brody se sienta frente a mí con una mirada
feliz. Me siento confusa al instante, preguntándome por qué está alegre.
—¿Viste mi regalo? —Levanta el pulgar sobre el hombro, lleno de sangre seca
hasta el punto de que parece marrón.
—Ella no merecía morir —susurro.
Parpadea, ladea la cabeza y entrecierra ligeramente los ojos. Es como si
estuviera confundido, mis palabras circulan un par de veces por su cerebro antes de
que pueda comprender lo que he dicho. 35
—¿Qué dijiste?
Trago. Luego trago de nuevo. Debería dar marcha atrás. No debería poner a
prueba a un hombre que se gana la vida matando mujeres. No cuando estoy atada y
soy inútil.
Pero tampoco puedo dejar que ocurra otra muerte por mi culpa.
Enrosco los dedos de los pies mientras respiro profundamente, agarrando las
cadenas que me aseguran las muñecas por encima de la cabeza.
—Las chicas no merecen morir, Brody. No quiero que nadie muera, y no quiero
que mates a nadie por mí. No me hace feliz. Me pone triste. Rebekah no hizo nada
malo.
Se siente desconcertado, un poco aturdido por mis palabras. Pero sólo puedo
decir la verdad cuando me siento como si estuviera en el fondo del océano, sin ningún
lugar al que ir. Estoy atrapada y apenas puedo respirar.
—¿No te gusta... mi regalo? —Suena herido, y ligeramente ofendido. Odio que
no tenga ningún sitio al que irse.
—No quiero que nadie más muera... por mi culpa. —No puedo mirarlo a los
ojos, pero él se aferra rápidamente a mi barbilla, atrayendo mis ojos hacia los suyos.
—Eres una desagradecida —Su voz adquiere un tono más agudo, y mi cuerpo
se tensa contra el colchón duro como una roca.
—No soy desagradecida, sólo... —Su mano cruza mi cara tan rápido que ni
siquiera la vi venir. Es rápido y duro, una rápida llama de calor contra mi piel. Los
oídos me suenan y palpitan, parpadeo un par de veces para aclarar mi mente.
—Lo siento —susurro, deseando poder llevarme la mano a la mejilla para frotar
el ardor, pero no puedo, y las lágrimas inundan mis ojos.
—¡No estás siendo justa conmigo, Raven! ¡Todo lo que he hecho es intentar ser
lo que necesitas, lo que quieres! Lo intento y lo intento, ¡y todo lo que haces es ser una
pequeña perra desagradecida! —Sigue otra bofetada, ésta lo suficientemente fuerte
como para azotar mi cabeza hacia un lado.
—Por favor, para —suplico entrecortadamente.
—Voy a ponerte delante de ella. Esta chica que tanto querías que mantuviera
viva, y puedes mirar su cadáver día tras día. ¡Ve lo que me has hecho hacer! Y seguiré
haciéndolo, hasta que te des cuenta de que todo lo que hago es por ti. —Se levanta de
repente, inclinándose sobre mi cuerpo para desatar mis cadenas.
La vida se siente sin esperanza mientras su pesado cuerpo se aprieta contra el
mío. Quiere algo que yo no puedo dar. Quiere mi amor y quiere mi enfermedad. No 36
hay nada que pueda hacer por él cuando cada parte de mí está con otra persona.
Este hombre no está escrito en mi alma. Él graba y graba, pero se borra. No
está hecho para mí.
Una vez sueltas las cadenas, me levanta, más agresivamente que nunca. Gruñe
y resopla, murmurando en voz baja todo lo que ha hecho por mí. Nunca le pedí que
hiciera nada, y nunca quise nada de eso. Pero lo hace de todos modos, y no sé cómo
hacer que pare.
Creo que la única forma de acabar con esto es la muerte.
O tal vez... sólo tal vez, pueda alejarme de él. No he luchado contra él hasta
ahora. Tal vez pueda desorientarlo lo suficientemente rápido para llegar arriba.
Podría escapar de él si estuviera preparada.
Pero mientras me arrastra por el suelo del sótano hasta la silla, me doy cuenta
de que ahora es mi momento. Si no es ahora, puede ser nunca.
Es como si, de repente, la voz de Caelian estuviera en mi cabeza. Burlándose
de mí. Incitándome a ello. Desafiándome.
Corre. Hazlo. Corre por tu vida.
Voy por ello.
Levanto la pierna, mis tobillos encadenados crean una cuerda frente a sus pies.
No se lo espera y tropieza de repente, enredándose en las cadenas. Me sacudo para
liberarlo, con mi cuerpo dolorido y con un inmenso dolor, mientras mi pie vuelve a
salir, dándole una patada en el cuello. Suelta un grito y se lleva la mano a la garganta
mientras gime de dolor.
Entonces corro.
Tan rápido como me lo permite mi débil y maltrecho cuerpo, corro hacia las
escaleras, con las plantas de mis pies descalzos fríos contra el suelo de cemento. Las
escaleras de madera son ásperas y la barandilla se rompe en cuanto mis dedos la
agarran. Tiro de ella con todas mis fuerzas, creando otra barrera entre nosotros
mientras subo las escaleras, con las pesadas cadenas tintineando y lastrando mí ya
agotado cuerpo.
Al llegar arriba, veo una cabaña anticuada llena de suelos, paredes y techos de
madera. Mis manos presionan el mostrador pegajoso y miro a mi alrededor el
desorden en el que ha vivido, la basura, el completo desastre y el minimalismo de
este lugar. No hay nada en ella. Es sólo una casa de rehenes.
Entonces lo oigo; sonidos de movimiento debajo de mí, y avanzo a mi derecha,
a la sala de estar y a través del pasillo, en los dormitorios traseros. ¡¿No hay puerta?!
Me apresuro a la ventana, tratando de empujarla hacia arriba, el marco de
37
madera agrietado y astillado, pero está cerrada, y no hay ningún pestillo a la vista.
Sube las escaleras y el corazón me late con más fuerza con cada uno de sus
lentos y fuertes pasos, hasta el punto en que parece que me va a dar un infarto. Vuelvo
a correr por el salón y entro en la cocina, vislumbrando una puerta oculta tras una
silla. La arrojo fuera de mi camino, mi mano se aferra a la manilla e intenta abrir la
puerta. No se mueve, así que empujo la pequeña cortina a un lado para revelar una
fila de cerraduras.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete.
Siete malditas cerraduras en esta puerta.
Me pongo a trabajar para abrirlas, pero sus pasos se acercan, apenas unos
metros detrás de mí.
Agarrando mis cadenas, las azoto contra la ventana, justo encima de la mesa de
la cocina. El cristal se rompe en grandes fragmentos, justo cuando Brody sube la
escalera superior. Siento su sombra detrás de mí y me subo a la mesa, sintiendo el
aire fresco en mi piel por primera vez en días. Está fresco y huele a pino y abedul, el
vello de mis brazos se eriza al instante. Respiro, queriendo disfrutar de la brisa en
lugar de la humedad del sótano.
Un feo grito llega a mis oídos, y me doy cuenta de que soy yo cuando las
lágrimas empiezan a correr por mis mejillas. Empujo los fragmentos y empiezo a salir
por la ventana cuando sus grandes manos me rodean por la cintura y me levantan de
los cristales rotos.
Su cuerpo vibra de ira, incluso cuando sus manos son suaves contra mi piel.
Quiero luchar contra él, eliminar su contacto. Mi cuerpo se tensa, listo para hacer
exactamente eso, pero estoy demasiado débil y cansada, e incluso en los brazos de
alguien, nunca me he sentido tan sola.
—Por favor —gimoteo, empujando contra su cuerpo sudoroso para que me
deje libre, pero mis músculos se niegan a funcionar. Mi mano se cierra en un puño, y
es como si Caelian me hablara de nuevo, diciéndome que luche, que haga lo que me
ha enseñado.
Me entrenó por una razón, y tengo que escucharlo. Aunque no esté aquí, quiero
que esté orgulloso de mí. Quiero que sepa que hice todo lo que pude.
Apretando el puño, mis nudillos palpitan por la falta de circulación. Le doy un
puñetazo en el brazo, y siento como si no tuviera control sobre mi cuerpo al golpear
una pared de ladrillos. Entonces llevo la mano hacia atrás y hacia delante, para
golpearle de nuevo, sólo para recibir el mismo resultado.
Lo intento una vez más, subiendo para golpearlo en la cara, cuando su mano se
levanta y se aferra a mi puño, llevándolo hasta su corazón. 38
—Tengo que decir, Raven, que me decepciona que quieras hacerme daño.
Después de todo lo que he hecho para demostrarte lo que significas para mí, ¿así es
como me lo pagas? —dice en voz baja, pero un borde de ira hace que mi cuerpo se
tense. Está herido, y traicionado, y sé que sufriré las consecuencias.
Espero que me baje por las escaleras, pero no lo hace, sino que se dirige al
salón y al pasillo. Me retuerzo y pataleo contra él, pero estoy tan débil que me parece
inútil. Quiero obligarme a ser fuerte, pero mi cuerpo se niega a hacer lo que le pido,
así que me hundo en sus brazos como si quisiera estar allí. Pero no lo hago, sólo quiero
descansar. Sus brazos me resultan repulsivos; lo que ha hecho con sus manos, aún
impregnadas de la sangre de Rebekah. Pobre e inocente Rebekah, que estaba en el
lugar equivocado en el momento equivocado.
Ella no se merecía esto.
—Eres un monstruo —susurro entrecortadamente, creyendo firmemente que
no me queda nada por lo que vivir. Más vale que diga mis verdades, porque con cada
segundo que pasa, tengo menos fe en que alguien me rescate.
Creo que este es mi destino. Aquí es donde estoy destinada a morir.
Un zumbido suena por encima de mí tan fuerte que me estremece antes de que
se encienda la luz brillante del baño. Me sobresalto y vuelvo a empujar contra él, pero
sus dedos se clavan en mi piel, como lo harían los de Caelian, salvo que este es un
dolor no deseado. No quiero sus dedos carnosos contra mi piel. No quiero que
nuestros cuerpos se rocen ni que su aliento circule el mismo aire que el mío. Quiero
estar lo más lejos posible de este hombre. Sin embargo, me abraza a él como si le
diera todo el oxígeno del mundo.
Me acomoda en el suelo, agarrando las cadenas con firmeza en su puño
mientras se gira y las engancha a las tuberías que hay detrás del retrete. Miro a mi
alrededor y todo mi cuerpo se tensa ante la pequeña habitación. Es como una cabaña,
con un lavabo diminuto de color rosa chicle y una bañera igualmente pequeña. La
bañera de porcelana está manchada de un amarillo claro, como si se hubiera
acumulado demasiada suciedad en ella a lo largo de los años. Arrastro las piernas
hacia atrás, intuyendo a dónde va esto sin que él tenga que decir las palabras, pero
las cadenas tiran al instante, los grilletes que me rodean pesan y rechinan contra mi
piel.
De pie, a su altura, me mira con una expresión de decepción en su rostro.
—¿Por qué, Raven? Todo lo que tengo que preguntar es ¿por qué?
Mi cuerpo empieza a apagarse, el agotamiento me golpea con fuerza,
demasiado agotada para mantener siquiera los ojos abiertos.
Levanto la mirada hacia él, entrecerrada y pesada.
—No quiero estar aquí. 39
Sus ojos se estrechan en rendijas bajas, su cara y su cuello se enrojecen de ira.
—¿Dónde prefieres estar? ¿Con tus tíos, que te hacen daño a cada paso? ¿O con
tu precioso asesino en serie, Caelian?
Aprieto los dientes cuando dice su nombre, pasándome la lengua por la boca,
queriendo matarlo por pensar siquiera en Caelian. Pero nunca ganaría, no cuando
está tan enfadado conmigo y yo no puedo hacer nada.
—Eso es lo que pensaba. Quítate la ropa —ordena, cruzando los brazos sobre
el pecho. Su cabello oscuro está aún más desordenado que de costumbre, ya que
nuestra reciente refriega lo hace parecer desaliñado. Su cuerpo es ancho y alto,
amenazante, aunque no tan aterrador como el de Caelian.
Mis fosas nasales se agitan.
—No voy a tener sexo contigo, Brody. —Tendrá que forzarme, porque nunca lo
haré por voluntad propia. Con lo que me queda en mi estado de debilidad, lucharé
contra esto.
Una brillante sonrisa se dibuja en sus labios y suelta una carcajada. Tiene un
aspecto terrible en su rostro, como si fuera un verdadero loco. Las arrugas asoman a
lo largo de su frente, mostrando su edad. Tiene la edad de mi padre, es uno de sus
mejores amigos, y está enamorado de mí.
Me da náuseas.
—Nena, cuando tengas sexo conmigo, va a ser con amor. Lo vas a pedir y lo vas
a querer. Hasta entonces, no, no tendremos sexo. —Sus párpados bajan, su pecho se
hincha de confianza, como si supiera que es cuestión de tiempo que caiga en su
encanto. No está ahí, es inexistente. Nunca va a suceder.
Sin embargo, suelto un silencioso suspiro de alivio, contenta de no tener que
lidiar con él a la fuerza.
—Quítate la ropa, Raven.
Inclino la cabeza, confundida. Por qué iba a desnudarme si no va a forzarme?
—Te estoy dando un baño. No me hagas pedírtelo otra vez.
—¿Podría hacerlo yo misma? ¿Tal vez tener un poco de privacidad? —La idea
de sus ojos vagando por mi cuerpo desnudo mientras me baño suena terrible.
Se acerca a mí de repente, con su frente contra la mía. Es una mezcla de
músculo y cerveza, duro y blando. La ira y la necesidad se desprenden de él y se
filtran en mí. La incomodidad que siento tiene que ser notable, pero no dice nada. Me
clavo las uñas en las palmas de las manos, deseando poder escapar, pero estoy
atrapada contra un retrete con un maníaco frente a mí. Su mano se levanta, enredando
sus dedos en mi cabello detrás de la oreja.
Mantengo la cabeza firme, pero acerca su cabeza a la mía, hasta que nuestras
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frentes se tocan y su indeseado calor se encuentra contra el mío.
—Eres mía, Raven. Lavaré cada centímetro de tu piel hasta que estés limpia y
ya no estés manchada por él. Me tomaré mi tiempo contigo y me aseguraré de que
ames cada segundo. Porque te amo, Raven. Siempre lo he hecho. Y siempre lo haré.
Trago bruscamente, con la garganta seca e hinchada, mientras trato de superar
las emociones que recorren mi cuerpo. Cuando alguien habla con tanta reverencia,
es natural querer sentir lo mismo. Nadie me ha hablado nunca con tanto amor, pero,
por desgracia, este hombre está tan desquiciado que ni siquiera se da cuenta de que
lo odio con todo mi ser. Su declaración no significa nada. No siento nada por él, sólo
contra él.
—Ahora quítate la ropa y siéntate en la bañera —murmura.
Retrocede, sus ojos me piden que no rechace su petición. Lo miro fijamente
durante un rato, a punto de caer de rodillas.
No puedo hacerlo. Pero tengo que hacerlo.
Me quito la camiseta de la cabeza, luego los leggins y las bragas de los tobillos.
Quedan atrapados contra las cadenas, él los empuja hacia abajo lo suficiente como
para que pueda meterme en la bañera sin mojarme la ropa.
Debería cubrir mis pechos y mi sexo de su vista, pero tengo la sensación de
que no le gustaría, y sinceramente, que yo muestre debilidad ahora es más
embarazoso que me vea desnuda. Odio ser vulnerable o tener miedo delante de
alguien. No me criaron para ser así, ni me entrenaron para serlo.
Siempre he sido fuerte, pero en este momento, nunca he estado más
avergonzada de mí misma.
Al entrar en la bañera, las cadenas caen por el lateral mientras me siento, con
las rodillas crujiendo contra el pecho por lo corta que es. Se inclina hacia delante y se
cierne sobre mí mientras gira el pomo. Sale agua fría del grifo, y mis dientes
empiezan a castañear al instante. Poco a poco se va calentando, pero el agua fría sigue
mezclada, salpicando mi cuerpo con cada movimiento que hago.
Se da la vuelta, abre la puerta que hay debajo del fregadero y toma un trapo
gris raído. Vuelve a acercarse a mí, se agacha y sumerge el trapo en el agua. Recoge
una pastilla de jabón blanco a medio usar de la repisa, ligeramente húmeda y teñida
de marrón, la sumerge en el agua antes de restregarla por el trapo, con el residuo
blanco haciendo espuma en la tela.
Me muerdo la lengua, pero mis entrañas se encogen ante la idea de frotar por
mi piel el mismo jabón que limpia su cuerpo.
—¿Sabes lo que he estado haciendo todos estos años?
Intento bloquearlo mientras el calor empieza a invadir el agua, pero sigo 41
congelada, o tal vez mi cuerpo sólo tiembla por los nervios y la incomodidad. Es una
sensación horrible estar a su merced, y más aún en esta piscina de agua,
completamente desnuda.
Sacudo la cabeza, me empiezan a doler las sienes por el castañeteo de los
dientes.
—Te he observado. Desde que eras pequeña, he estado sólo un paso detrás de
ti. Asegurándome de que estuvieras bien. Viéndote luchar. Cada vez que dudabas
del camino que ibas a seguir, te veía. Sentí tu dolor. Si hubiera podido, lo habría
tomado como propio. ¿No te das cuenta de eso? —Lleva el trapo a mis pechos, los
frota suavemente, sus dedos pasan por mi piel después del trapo. Trapo sucio, dedos
ásperos.
Inclino la cabeza, la barbilla chocando contra mí pecho mientras él toca cada
centímetro de mi cuerpo. Se sentiría bien viniendo de cualquier otra persona, pero
viniendo de Brody, se siente tan mal, tan contaminado. Es como si hubiera arañas
arrastrándose por cada centímetro de mi piel. Como entrar en una telaraña en la
noche. Los mismos escalofríos espeluznantes que recorren mis nervios son todo lo
que siento ahora, pero tengo que cerrar la mandíbula para no mostrar mi malestar.
Sólo quiero que se vaya. A donde sea que se vaya por horas, sólo vete. Por
favor.
El trapo pasa por mi vientre y lo baja entre mis piernas bajo el agua,
arrastrando el trapo entre mis pliegues y restregando. Frota con tanta fuerza que siseo
entre los dientes, una molestia inoportuna contra mi piel sensible.
Está tratando de deshacerse de Caelian.
Aprieto los muslos para apartar su mano, pero me aprieta los dedos en la cara
interna del muslo y me separa las piernas.
—Nunca volverá a meterse entre tus piernas. Más que eso, no volverás a verlo.
Mi pecho se aprieta ante ese pensamiento, y me niego a creer que sea cierto.
No quiero no volver a verlo. No quiero que me encuentre algún día, en una zanja y en
pedazos. Y aún más, odiaría que Aria me encontrara así.
¿Dónde está ella? ¿Está Caelian cuidando de ella? ¿Está sola en casa, con sus
padres muertos en la alfombra? ¿Ha llamado a la policía? ¿Realmente me odia?
¿La volveré a ver?
Me muerdo el labio y retira el trapo de entre mis piernas. Luego lo deja caer
en la bañera, y la tela empapada flota y se desliza contra mi muslo. Me agarra por los
hombros y me empuja un poco hacia abajo hasta que mi cabeza queda por encima
del agua.
Empujo mis pies contra la parte delantera de la bañera, alejándome del agua.
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—Deja de pelear conmigo. Sólo estoy intentando lavarte el cabello —me dice.
Me tiemblan las piernas y no puedo evitar el temblor mientras bajo
tímidamente al agua. Se enfría rápidamente, ya no está tibia, y ahora está ligeramente
más fría que la temperatura ambiente. Se me pone la piel de gallina y quiero llorar,
pero también me niego a mostrar mis emociones delante de él.
Empieza a usar su mano para ahuecar el agua y verterla sobre mi cabello. Una
y otra vez, mi cabello es salpicado con agua fría.
Cierro los ojos, deseando que esto termine.
Apenas me doy cuenta de que se detiene, cuando una vez más sus manos pasan
por mis hombros, sólo que esta vez me empuja bajo el agua.
Abro los ojos de par en par, cierro la boca y me tapo la nariz mientras mis
manos se agitan delante de mí. Me agarro a sus húmedos antebrazos, los golpeo, le
clavo las uñas, hago todo lo posible para luchar contra él mientras intenta matarme.
Puedo sentir la lucha en mi pecho, el grito de mis pulmones por una bocanada
de aire. El agua está turbia, pero puedo ver su rostro distorsionado por encima del
agua, sus ojos negros como la noche mientras me mira fijamente, enfadado.
Tan enfadado.
Justo cuando mi boca está a punto de abrirse, mi instinto corporal de respirar
se apodera de mí, me levanta y pone su cara frente a la mía. Mi cara gotea y toso
repetidamente mientras me mira fijamente.
—Odiaría matarte como a ellas, pero haré lo que tenga que hacer si no te
olvidas de él. Olvídate de él, Raven, o te destriparé el estómago y te pintaré la frente
con un cuervo.
Antes de que pueda responder, antes incluso de que pueda recuperar
totalmente el aliento, me empuja por los hombros, hundiéndome de nuevo bajo el
agua. Cierro la boca demasiado tarde y me ahogo, con la nariz ardiendo al inhalar
agua. Todo mi cuerpo se sacude, golpeando el agua mientras lucho por mi vida. No
tengo ni idea de dónde viene la energía, pero hago todo lo posible para no caer en la
oscuridad.
Permanece en el fondo de mi mente, las garras de la muerte extendiéndose
hacia mí, desafiándome a que me agarre y la siga hacia las sombras. Sacudo la cabeza
de un lado a otro, sin estar dispuesta a apagar las luces, pero sabiendo que en este
momento puede que no tenga otra opción.
Me levanta de nuevo, y toso y jadeo, con el agua derramándose por la boca y
la nariz. Aspiro aire, mis pulmones se sienten pesados y mi cuerpo tiembla de miedo
mientras mis dedos se enroscan en el borde de la bañera. Pude sentir la muerte; 43
estaba justo ahí.
Demasiado cerca.
—Para —jadeo—, por favor, para.
De repente me agarra por debajo de los brazos y me saca de la bañera como a
un niño. No me queda energía en el cuerpo y apenas puedo mantenerme en pie
mientras me agarra dolorosamente.
—¡Eres mía, Raven, y será mejor que te lo metas en la cabeza ahora mismo!
Puedo verlo en tus ojos. Todavía tienes sentimientos por él, y puedo prometerte que
te los sacaré a la fuerza. Viva o muerta, esa será tu elección. —Me tira al suelo, mis
pies resbalan contra los suelos de baldosas mientras desengancha las cadenas de la
parte trasera del retrete y me arrastra por la casa, desnuda, mojada, débil y con un
frío terrible.
Me obliga a bajar las escaleras y tiene que seguir tirando de las cadenas para
que no tropiece.
Tengo mucho frío.
Me vuelven a castañear los dientes y me duele la garganta, me arden los senos
paranasales por el agua que me ha hecho pasar.
Duele. Todo duele.
Me arrastra a la silla y gimoteo cuando mi trasero desnudo golpea el asiento de
madera fría. Me niego a mirar a Rebekah tumbada en la cama, desnuda y pálida.
Muerta.
Me ata las cadenas, asegurándome a la silla una vez más. Me trago un sollozo,
y al instante está ahí, en mi cara, con sus manos húmedas en mis mejillas húmedas,
tirando de mí hacia él como si no acabara de intentar ahogarme.
—Lo siento. No quería hacerte eso. Por favor, no te enfades conmigo. —Sus
manos tiemblan contra mis mejillas y no puedo evitar que las lágrimas inunden mis
ojos.
—Lo siento mucho —susurra, su propia voz se vuelve áspera por las
emociones—. Te amo, Raven, y sólo quiero que me correspondas. —Se aleja de mí y
se lleva las manos a su cabello oscuro mientras camina de un lado a otro. Tira de los
mechones salvajes, y se levanta en un caos.
Se está perdiendo. Completamente.
—¡Mierda, qué estoy haciendo! —ruge para sí mismo.
Camina, una y otra vez, de un lado a otro, con sus vaqueros húmedos haciendo
un sonido de bamboleo con cada paso.
Entonces se detiene, girando hacia mí con los ojos llenos de locura, allí sentada
44
en la silla, todavía mojada por el baño, con la piel pálida y toda la piel de gallina, con
la cara llena de miedo.
—¡Mierda! —grita a pleno pulmón, su voz resuena y retumba en el sótano. Las
paredes tiemblan, la silla en la que me siento tiembla.
Mi corazón vacío tiembla contra mis costillas.
Me da la espalda y respira profundamente. La parte trasera de su camiseta está
húmeda de sudor, su cuerpo se vuelve loco. No puede controlarlo. Está perdiendo el
control.
Luego se aleja de mí, subiendo las escaleras. La puerta se cierra de golpe, y
escucho cómo sus pasos golpean el suelo por encima de mí, y una vez que se cierra
otra puerta, sé que se ha ido.
Se me quiebra la voz, un sollozo que brota de mi pecho mientras mi cuerpo se
estremece incontroladamente. He intentado reprimirlo. He intentado reprimir mis
emociones como siempre, pero ya no puedo hacerlo.
Brody no es el único que ha perdido la cabeza.
Todo lo que hay en mí, todo lo que siempre he sido, bueno, parece que también
lo he perdido.
Capítulo Cinco
Caelian
C
on los faros apagados, atravieso el bosque lleno de baches, mi GPS me
dice que estoy en mi destino. Todavía no veo ninguna cabaña, pero los
árboles son espesos. Es imposible que haya una casa aquí.
Mi auto apenas puede pasar, balanceándose de un lado a otro sobre las raíces
y las rocas del bosque antes de llegar a un claro. La maleza y los árboles esporádicos
me rodean y, en el centro, veo por fin una pequeña cabaña con vapor saliendo de la
parte superior de una chimenea rota.
Aparco en la línea de árboles, salgo del auto y miro a mi alrededor. El olor a
pino me invade mientras mis botas crujen sobre las ramitas rotas y las agujas de pino.
45
Las luces están encendidas en el interior; esta casa está en mejor estado que la otra.
Hay una hoguera en el patio, una camioneta averiada y una pila de leña con un hacha
clavada en un enorme tronco.
Sonrío, caminando a lo largo de la línea de árboles hacia la pila de leña. El
hacha es vieja, pero pesada. La saco con facilidad y la balanceo a mi lado mientras
me dirijo a la puerta, pasando por delante de un generador que funciona a todo
volumen, con unas vibraciones odiosas en el tranquilo campo. Recorro el perímetro
de la casa, la hierba seca hace ruido bajo mis botas. Me agacho bajo las ventanas y
miro a través de los cristales polvorientos, viendo una habitación vacía tras otra. Al
igual que su casa de la ciudad, está llena sólo de lo necesario.
Al dirigirme a la parte trasera de la casa, veo un viejo Ford Escape aparcado
en la hierba. Me acerco a él, miro por la ventanilla y veo su mochila de psicópata
desparramada por el asiento del copiloto. Cinta adhesiva, un montón de cuerda
desordenada y un cuchillo con un toque de sangre en la punta.
Mi cuerpo se tensa.
¿Es la sangre de Raven?
Saco mi teléfono y marco el número de Gabriel.
—Por favor, dime que no estás en la casa. —Su voz resuena, y puedo oír a
Matteo gritando en el fondo.
Están en camino.
—Estoy aquí —susurro.
—Espera. Sólo espera un maldito minuto, Caelian. Estaremos allí pronto, y
entonces podremos derribarlo. Si no esperas y algo sale mal, estamos todos jodidos.
Aprieto los dientes, no me gusta nada que ponga en duda mi capacidad para
acabar con un maldito enfermo por mi cuenta. Esto es lo que hago para vivir. Entiendo
que Raven es algo más que una persona cualquiera, y mis hermanos se dan cuenta de
ello, pero no soy un aficionado. Ni en lo más mínimo.
—No voy a quedarme con el dedo en el trasero mientras espero que aparezcan.
Voy a encontrar a Raven.
—Espera, Cae... —grita Gabriel al teléfono.
—Dense prisa —digo antes de pulsar el botón de finalización y guardar el
teléfono en el bolsillo. Mientras recorro el resto de la casa, veo una ventana rota, con
fragmentos de cristal esparcidos por la maleza. Me inclino hacia la abertura, me
asomo al interior y no veo más que más cristales rotos y una cocina vacía. Pienso en
arrastrarme a través de la ventana rota, pero eso me coloca en una posición
vulnerable. Suspiro, doy un paso atrás y balanceo el hacha a mi lado.
Voy a cortar a este tipo en pedacitos, y mi sangre se calienta al pensarlo. Estoy
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emocionado por esta matanza, tal vez más que cualquier otra que haya tenido. Si le
hizo daño a un solo cabello de la cabeza de Raven, puede que incluso lo mantenga
vivo. Guardarlo en el sótano y tomarme mi tiempo. Días, meses, años, la decisión la
tomará Raven.
Ella elegirá su destino.
Sigo moviéndome, volviendo hacia la parte delantera de la casa. Me detengo
en la ventana del baño y miro dentro del mugriento cristal. La bañera está llena de
agua, con pequeños charcos que salpican esporádicamente el borde y el suelo. Un
trapo sucio flota en el fondo de la bañera. Mis ojos se dirigen al suelo y veo un
pequeño riachuelo de agua que sale del borde de la bañera y sale por la puerta.
Esto grita a Raven. No estoy seguro de cómo, pero ha hecho algo, y no me gusta
verlo. No me gusta la posibilidad de que la vea sin ropa.
Tocándola.
Haciéndole daño.
Gruño, bajo y profundo, mientras resuena contra mi pecho.
Ya he tenido suficiente de esto. Es hora de ir a buscar a Raven.
Me dirijo a la puerta principal, pruebo el pomo y la encuentro cerrada. Podría
disparar a la cerradura, pero si Brody está ahí dentro, será alertado. Podría matar a
Raven. Incluso herirla es inaceptable.
Tengo que entrar con el mayor sigilo posible.
Agarro mi navaja, la introduzco en la cerradura y la muevo de un lado a otro.
Cuando oigo el chasquido y siento cero resistencia contra mi navaja, suspiro aliviado.
Sin embargo, cuando voy a girar el pomo de nuevo, sigue cerrado.
Mierda. Este tipo tiene más de una cerradura.
Al diablo con esto. Sabrá que voy por él. Igual lo voy a joder.
Levanto el pie y, con toda la fuerza posible, doy una patada hacia delante,
directo a la madera oscura.
Boom.
La puerta se abre de golpe.
Es hora de irse.
47
Capítulo Seis
Raven
B
oom.
Suena como si hubiera estallado una bomba en el piso de arriba,
y mi cuerpo congelado se endereza. Las lágrimas inundan mis ojos,
preocupada por si ha llegado mi hora. Que las garras de la muerte que
he visto antes sean sólo una premonición de la realidad.
Que la vida tal y como la conozco... se ha acabado.
Las lágrimas inundan mis ojos y miro a Rebekah, sabiendo que, de cualquier
manera, su final ya ha llegado. Este será su lugar de descanso, y sus padres nunca
sabrán lo que le ocurrió. 48
Dolorosos sollozos sacuden mi cuerpo, y mi cara se empapa de lágrimas,
cayendo sobre mis piernas congeladas que tiemblan de terror. Siento que todo mi
cuerpo entra en shock. El frío, el dolor, la proximidad de la muerte. Todo me rodea
ahora y me envuelve en una oscuridad tal que apenas puedo respirar.
—Oh, mierda. Realmente voy a morir —sollozo, mis lágrimas obstruyen mi
garganta—. ¡No quiero morir! —Grito, mi cuerpo se inclina hacia adelante, pero mis
muñecas están atrapadas detrás de mi espalda, mi piel en carne viva. Estoy
destrozada y no quiero que esto acabe.
No estoy preparada para la muerte.
Suenan pasos en el piso de arriba, la puerta se abre y luego unos pasos pesados
y potentes bajan las escaleras. Sin embargo, no parecen los pasos de Brody, y mi
cuerpo se bloquea. Con mi suerte, será alguien peor que Brody. Alguien mucho más
siniestro.
Las puntas de los dedos de mis pies se clavan en el suelo hasta que me duelen,
todavía húmedos y helados por el agua sobre mi cuerpo. Intento darme un poco de
impulso para retroceder, en lugar de ser un cuerpo desnudo en medio de la
habitación. Pero no consigo nada. No hay forma de salvarme o protegerme aquí
abajo.
Soy yo, y un cadáver, y nada más que oscuridad.
Mis ojos se levantan cuando el cuerpo sube la escalera inferior y aparece a la
vista.
Mis ojos se abren de par en par, se me cae la mandíbula y un nuevo torrente
de lágrimas recorre mis mejillas.
—Caelian —jadeo.
Está ahí de pie. Parece más enfadado de lo que nunca lo he visto. Lívido. Tan
igual, pero tan diferente. Como si hubiera pasado por el infierno y vuelto para estar
exactamente dónde está. Sus ojos contienen un vacío que no he visto en él desde el
principio. Sus ojos mantienen los míos como rehenes, más encerrados en su mirada
que yo en esta silla. Mi cuerpo se electriza, y puedo sentir cómo mi alma despierta,
saliendo de su escondite, asomando por la esquina.
¿Podría ser realmente él?
Siento como si mi cuerpo estuviera envuelto en calor por su mirada, y ahogo
otro sollozo, queriendo ir hacia él, pero no puedo, y él parece tan inalcanzable. Los
ojos oscuros parpadean con una gran variedad de emociones. Vacíos y llenos. Rabia.
Conmoción. Asco. Furia. Posesión.
Necesidad.
—Caelian —grito.
49
Avanza, dando pasos medidos mientras se dirige hacia mí. La parte superior
de sus botas me toca los dedos de los pies, y los enrosco sobre las suaves puntas. Es
cálido. El calor de su cuerpo es como un fuego, y quiero acurrucarme en él,
descongelar mis huesos y mi piel por un momento y darme tiempo para volver a
sentirme yo misma.
Se agacha, saca su navaja y la introduce en la cerradura de mis cadenas hasta
que hace clic y el peso cae de mis tobillos. Jadeo cuando caen al suelo, girando mis
pies mientras la sensación fantasma de las pesas continúa alrededor de mis tobillos.
Se mueve detrás de mí, haciendo lo mismo con mis manos. De repente, siento las
manos cien veces más ligeras, pero siguen bloqueadas en su sitio y no puedo
moverlas. No puedo sentirlas. Mis dedos, ni siquiera se sienten como si estuvieran
allí.
—Estaba tan asustada —susurro entrecortadamente, con la voz amortiguada
por las lágrimas, necesitando llenar el silencio, y mi terror es lo único que aún atenaza
mi ser. Tengo miedo. Me aprieta las muñecas, y el dolor de la piel en carne viva en su
apretado agarre es insoportable.
Camina hasta situarse frente a mí y presiona sus manos contra mis mejillas,
inclinando mi cabeza para que lo mire a los ojos. No dice nada con palabras, pero
puedo verlo todo en sus ojos. Está tan contento de tenerme, y tan enfadado de que
esté aquí en primer lugar. Es un consuelo en este oscuro infierno, y puedo sentir que
mi alma se aferra a la suya, suplicando la salvación.
—No dejaré que esto te vuelva a pasar. Lo prometo, ahora estás a salvo.
Sacudo la cabeza mientras la preocupación me atrapa igual que las cadenas.
—Pensé que iba a morir en este sótano. Convertirme en un cadáver polvoriento
que encontrarías algún día.
Aprieta los dientes, odiando mis palabras.
—Eres demasiado luchadora para rendirte tan fácilmente.
Sin embargo, me había rendido. Ya no quería luchar. Estaba dispuesta a
rendirme y a dejarlo todo.
—Raven. —Me sacude la cara, sus ojos recorren lo que estoy segura de que
son moretones y raspones. Brody me ha golpeado varias veces. Eso, además, no
puede haber pasado mucho tiempo desde que estuve atrapada en el sótano de mis
tíos, golpeada, ensangrentada, herida. Estoy segura de que parezco un mapa de
carreteras del dolor. Desde el púrpura oscuro hasta el verde pálido, sé que mi piel se
ve tan dolorosa como se siente. Tengo golpes sobre golpes. Dolor grabado en mi
dolor.
Ni siquiera sabía si quería sobrevivir.
50
Cada vez que Brody me golpeaba, iba seguido de una disculpa. El amor y la
pena pintaban sus ojos mientras sus labios recorrían mi piel. Deseaba tanto mi amor,
pero yo no era quien para dárselo.
Se aleja de mí, se dirige a la cama en la que he dormido y arranca la sábana,
luego se acerca y me agarra de los brazos, tirando de mí hasta ponerme de pie. Mis
manos se quedan detrás de la espalda, con los músculos bloqueados en la incómoda
posición. Comienza a envolverme con la sábana, rápida y bruscamente, sin ser lo más
suave posible en su apuro.
Me duele el cuerpo. Cada centímetro duele, pero este dolor es deseado.
Estoy a salvo.
Mira a Rebekah, sus ojos apenas pasan por su cuerpo antes de volver a posarse
en los míos.
—¿Qué pasó aquí abajo? ¿Quién es ella? —Anudando la sábana con fuerza para
mantenerla en su sitio, se asegura de que no se vea ni una pizca de mis pechos y mi
sexo—. ¿La mataste?
Frunzo el ceño y mi corazón se rompe en pedazos. No le haría eso a Rebekah.
No la conocía. No creo que me gustara realmente, pero no merecía morir.
En absoluto.
—No, yo no la maté. Lo hizo él.
—Él. ¿Sabes quién es?
Mis ojos bajan al suelo, a los dedos de mis pies que no tienen color. Se asoman
por debajo de la sábana, la tela raída que apenas cubre mi piel. Es áspera y rasposa,
y al instante quiero quitármela de encima.
Los ojos de Rebekah aún me observan, vacíos y en blanco, pero hay un terror
que permanece en su mirada. La odio. Odio que me haya mirado mientras moría.
Odio que yo haya sido su última mirada, y que sea la razón por la que terminó aquí en
primer lugar.
Me alejo de Caelian, me acerco a Rebekah y le pongo los dedos sobre los ojos.
Bajo los párpados y dejo que se asienten. Un suspiro sale de mi pecho, y solo puedo
esperar que encuentre un poco de paz en su muerte.
—¿Qué estás haciendo? —me pregunta. Está confundido, como debe ser.
Llegué aquí como una persona, y he cambiado.
No he perdido esa parte de mí que está contaminada y es tóxica. Eso ha sido y
será siempre una parte de mí.
Pero he crecido en humildad. Mi humanidad ha crecido. Mis emociones se han
asentado.
51
Siento cosas, y puedo simpatizar con el dolor, y me doy cuenta de que no todo
el mundo merece la muerte. A veces, la vida es la respuesta.
La vida.
Y me di cuenta de que estoy muy desesperada por la vida.
Los pasos suenan por encima de mí, apresurados, rápidos, pesados.
Es Brody.
Mi cuerpo se bloquea y siento que mi respiración se entrecorta al atravesar mis
pulmones. El pánico se apodera de mis extremidades y me bloquea.
No lo quiero. No quiero verlo. Nunca más. No me importa cómo Caelian se
deshaga de él. No quiero ser quien acabe con él.
—¿Es él? —Caelian toca su espalda y saca su Glock, amartillándola al instante.
—No quiero acercarme a él —susurro, retrocediendo hasta que mi espalda
choca con la pared.
Gira la cabeza hacia mí, ladeándola mientras me observa con curiosidad, sin
entender por qué actúo así.
No lo entendería. Nadie entendería lo que he pasado.
Sus ojos revolotean desde las escaleras y vuelven a mí. Se pregunta en qué
dirección debe ir, si debe ir a buscar a Brody o protegerme.
No tarda mucho en hacerlo. Entrecierra los ojos y me lanza una mirada pesada
que me ancla al suelo.
—No te muevas. Quédate aquí. —Se va antes de que pueda responder,
subiendo las escaleras y corriendo por la casa. Oigo sus pesadas pisadas recorrer la
casa, el polvo que cae del techo al suelo del sótano. Escucho cómo se abre la puerta
principal y oigo desde aquí sus gritos, tan fuertes que los siento en el pecho hasta en
el sótano.
Los disparos hacen que mi cuerpo se estremezca. La sábana contra mi cuerpo
tiembla, con pequeñas ondas que rebotan desde mis pechos hasta encima de mis
pies. Mis omóplatos rozan los viejos cimientos de ladrillo y por un momento deseo
que se abran y me traguen. Estoy desesperada por estar en cualquier sitio menos en
este momento.
Por favor, vuelve, Caelian. Te necesito.
Entonces los disparos cesan y mis ojos se abren de par en par.
Me quedo donde estoy, escuchando la orden de Caelian, y esperando.
Escucho como la puerta principal se abre de nuevo, y los pasos caen por el
52
suelo y vuelven a bajar las escaleras. Puedo ver sus pasos antes de que aparezca, y
entonces ahí está.
Caelian.
Se pasa las manos por el cabello, agitado y fuera de sí. Me da una mirada, y la
aprobación pasa por sus ojos cuando me ve exactamente donde me dejó.
Saca su teléfono y se lo pone en la oreja. Al instante, una voz grita a través del
otro extremo. No espera a escuchar lo que tienen que decir, sino que aleja el teléfono,
pulsa el botón de finalización y lo guarda en el bolsillo.
—Vamos. Mi familia ya casi está aquí —dice, acercándose a mí y asegurándose
de que la sábana sigue bien puesta a mi alrededor.
Cierro las piernas, manteniendo los pies plantados en el sucio suelo.
—Espera, ¿dónde está Brody? ¿Está muerto? ¿Y qué quieres decir con que
viene tu familia? ¿Qué familia?
Suspira, como si estuviera irritado por mis preguntas. Pero no se da cuenta de
que llevo encerrada con ese hombre quién sabe cuánto tiempo, y no quiero subir las
escaleras y volver a caer en sus brazos.
—Mi familia lleva una semana entera buscándote, y nunca sabes en qué lío te
vas a meter con un asesino en serie. Sólo están cómo soporte.
Asiento, sin entender realmente, pero también comprendiendo al mismo
tiempo.
Mis rodillas son débiles, mis piernas se sienten como gelatina mientras me
dirijo hacia las escaleras. Mi cuerpo se siente como mi mente, fracturada y en pedazos
que se desparraman por el suelo.
Estoy increíblemente perdida.
Doy el primer paso y mis rodillas ceden. Me estrello contra el suelo, mi rodilla
roza el borde de la escalera de madera mientras la sábana se suelta de alrededor de
mi cuerpo y cae en paracaídas sobre mí.
—Mierda —murmura Caelian, bajando a toda prisa unos cuantos escalones y
levantándome en sus brazos. Me cubre con la sábana como si fuera una manta.
Agarrándome con fuerza, sus dedos se clavan en mi piel, presionando dolorosamente
contra mi cuerpo lastimado. Gimoteo mientras me enrosco en él, escondiendo mi cara
en su cuello mientras me lleva escaleras arriba.
Su corazón es pesado y firme contra mi oído. Golpe, golpe, calmado en todo el
caos. Huele a locura, a cuero, a pino, con una pizca de marihuana en el fondo. Hundo
más la nariz en él, necesitando oler cualquier cosa que no sea la casa rancia y llena
de moho que me ha estado intoxicando los pulmones. 53
Una vez que sube, su cuerpo cambia inmediatamente a tenso y cauteloso. Me
pone de los nervios y quiero esconderme dentro de él. Quiero que me cuide, pero
también quiero valerme por mí misma y destrozar este lugar como sé que soy capaz.
Sin embargo, no puedo encontrar ese fuego dentro de mí en este momento. Lo
único que puedo hacer es dejar que mis miembros descansen por fin y esperar que
Caelian pueda protegerme del mundo hasta que sea lo suficientemente fuerte como
para protegerme a mí misma de nuevo.
Sale al exterior, con el aire fresco de la noche anterior. El sol está empezando
a asomarse por encima de la línea de árboles para el día. Los pájaros en la distancia
dan los buenos días y el aire que entra en mis pulmones es claro y ligero por primera
vez en mucho tiempo.
El sonido de los autos hace que levante la cabeza de sus hombros y mire hacia
los árboles. Dos autos atraviesan el patio, balanceándose de un lado a otro sobre la
hierba llena de bultos.
Su padre sale del auto, alisando su traje con una pistola en la mano. Su madre
sale a continuación del asiento del copiloto, con los pantalones y la chaqueta del traje
puestos, y también tiene una pistola en la mano.
Mierda.
Mis ojos se abren de par en par y me siento tan avergonzada de estar desnuda,
envuelta en una sábana raída y manchada en sus brazos. Su madre parece letal, como
una asesina, y yo me veo débil y frágil en sus brazos, una imagen coloreada de
moretones.
—Dios mío —gruñe Gabriel al salir del auto.
Matteo me mira fijamente, con los ojos muy abiertos y sorprendido.
Caelian se desplaza, saca las llaves del bolsillo y se las lanza a Matteo.
—Ve a buscar mi auto en la arboleda.
Matteo asiente, sacude las llaves y se da la vuelta, corriendo hacia el campo.
—Se fue a la izquierda —asiente Caelian en la distancia.
Me sobresalto en sus brazos, intentando incorporarme, pero me aprieta contra
su pecho.
—¿Qué quieres decir con que se fue a la izquierda? ¿No está jodidamente
muerto?
Caelian inclina la cabeza hacia mí, mirándome un momento antes de sacudir
lentamente la cabeza.
Lucho contra él en un intento de zafarme de sus brazos, pero es demasiado
54
fuerte, o tal vez yo soy demasiado débil, o tal vez es una combinación de las dos cosas.
No hay manera de que me libere de su agarre.
—Para, Raven. Te lo dije, estás a salvo. Estás jodidamente a salvo.
—El mundo no es seguro con ese cabrón respirando ahora mismo —gruño, con
las uñas clavadas en las palmas de las manos, con los pulmones asfixiándome. Incluso
con el aire fresco del exterior, es difícil respirar cuando siento que mi vida pende de
un hilo.
—Raven, ¿qué demonios te hizo ese hombre? —El padre de Caelian se acerca
a mí, sus ojos inspeccionando mientras recorren mi cara y mis brazos, a lo largo de
mis tobillos que tienen moretones de color púrpura oscuro que los rodean. Mi piel
está desgarrada, y parece que he tenido un caso grave de quemaduras de sol con la
piel pelada.
Me muerdo el labio en carne viva, reseco y agrietado por la falta de líquidos.
—No lo sé. —Es difícil explicar lo que hizo cuando parece que lo hizo todo.
Abusó de mí, mentalmente, físicamente, emocionalmente. A menos que tenga todo el
día para explicar el alcance de su crueldad, me quedo sin palabras—. Un poco de
todo, supongo.
Sus ojos carecen de emoción, como si estuviera recorriendo a través del tiempo
y observando todo de primera mano.
—Está conduciendo un Ford Escape. Viejo. Negro con óxido en el
parachoques. —La voz de Caelian retumba contra mi cuerpo.
Gabriel saca su teléfono y empieza a escribir, justo cuando Matteo llega en el
BMW de Caelian.
—Iremos al sur y veremos si podemos encontrarlo. Te mantendré informado.
—Vamos a destrozar la casa —dice su madre, sus ojos pasan brevemente sobre
mí antes de mirar a su hijo.
—Tengo que llevarla a la casa. Háganme saber lo que encuentren —dice
Caelian a sus padres, caminando hacia su auto.
Levanto la mano en el aire.
—Espera —grito.
Todo el mundo se detiene y me mira con ojos muy abiertos. Me trago la
emoción que se agita en mi garganta.
—¿Pueden... pueden por favor ocuparse de la chica del sótano?
El padre de Caelian mira detrás de mí, a Caelian. Puedo sentir que asiente por
encima de mí.
—Nos ocuparemos de ella —dice su padre después de un momento.
55
Con eso, Caelian se da la vuelta, dirigiéndose hacia la puerta del pasajero de
su auto. Me siento como si fuera una mentira, una película de mentira en la que estoy
sentada mientras él me aleja del infierno que hay detrás de mí. Nunca pensé que sería
libre.
Odio pensarlo, pero una parte de mí creía que Caelian se había olvidado de
mí. Que había decidido que no merecía la pena y que prefería seguir adelante con su
vida.
Pensé que era mi fin.
Por eso, respirar el aire fresco y sentir cómo me roza la piel es algo surrealista.
Tal vez estoy en un sueño, y todo esto es realmente imaginario. Tal vez he muerto en
el sótano, y aquí es donde mi espíritu quiere que crea que estoy.
Pero no puedo estar muerta, porque el dolor en mi cuerpo y en mi mente es
real, y sé que lo que estoy experimentando es sólo la realidad.
Es sólo el principio.
Capítulo Siete
Caelian
L
a acomodo en el asiento del copiloto, observando cómo se estremece con
cada movimiento. Es difícil cuando mi instinto es el de ser rudo e
indiferente, y tengo que tratar a Raven como si fuera un pájaro herido con
un ala rota.
Supongo que lo está.
Rota.
Herida.
Sus alas están rotas. Ya no sabe cómo volar.
La curaré. Repararé sus heridas. Y haré que vuelva a volar.
56
Al cerrar la puerta, observo cómo sus ojos se apagan y miran fijamente al
campo. Acurrucada contra el asiento, con las rodillas pegadas al pecho, su cuerpo
frágil y demacrado, parece que se está perdiendo. Tal vez ya se haya ido. ¿Dónde
está la chica luchadora que conocí, que me rogó que la entrenara para convertirse en
una asesina nata?
¿Dónde está la chica que asesinó a sangre fría, no una, ni dos, sino cuatro
veces?
Parece que es historia. Como una persona de hace años. Necesito a la chica
que me quería con las manos manchadas de sangre. Necesito a la chica que tiene tanta
oscuridad en su alma como yo. Ella es la pieza del rompecabezas que me falta.
Brody la desmontó y la esparció por la tierra, yo haré todo lo que pueda para
recogerla y recomponerla.
Paso por delante de mí auto, y mi familia se acerca a mí, Gabriel y Matteo con
caras de sorpresa. Mi padre parece enfadado y mi madre solo parece triste.
—No se ve bien, Cae. Se ve terrible físicamente, pero aquí dentro —mi padre
se golpea la cabeza—, algo no está bien.
—Por supuesto que algo no está bien —digo—. Quién sabe lo que ese cabrón
le estaba haciendo en ese sótano. Llevaba allí más de una semana. Estaba mojada,
fría, jodidamente desnuda, cubierta de moretones y lágrimas. Está claro que está
traumatizada por ese hijo de puta.
—¿Cuántos traumas puede sufrir una persona antes de perderse por completo?
¿Sus padres, sus tíos y ahora este tipo? —Mi madre sacude la cabeza, chasqueando la
lengua—. Tienes que decidir si eso es algo con lo que quieres lidiar, o si tal vez estás
fuera de tu elemento con esto.
Aprieto la mandíbula mientras miro fijamente a mi madre. La única persona que
debería estar de mi lado, siempre, me dice que deje a la única chica con la que he
conectado.
—Estoy fuera de su elemento. ¿Me han dejado tirado? —Me chasquea.
Sus ojos se abren un poco.
—No estás fuera de nuestro elemento.
Mi padre levanta la mano, rodeando mi brazo con los dedos.
—Lo que tu madre está tratando de decir es que tal vez no seas capaz de
manejar algo tan... emocional. Alguien que claramente está reprimiendo muchas,
muchas emociones con las que no estás familiarizado.
Oh, lo entiendo. 57
—Entonces, ¿lo que estás diciendo es que soy demasiado jodidamente
psicópata para tratar con alguien roto? Que sólo debería estar con gente normal, ¿o
qué? ¿Qué mierda voy a hacer?
—Matarla, Caelian. La vas a matar. Igual que a la señora Gordon —dice Gabriel
sin rodeos, el único que puede decir la verdad cuando mis padres están demasiado
jodidos para hacerlo.
Entiendo lo que dicen, pero no estoy de acuerdo. Porque que se jodan. Ya no
soy un niño pequeño. No estoy fuera de control. He dominado mi habilidad, mi
enfermedad, mi dolencia. Como quieran llamarlo.
Raven es la última persona a la que mataría por rabia.
—Avísenme cuando encuentren algo —gruño, dando un paso alrededor de
ellos y caminando hacia la puerta del lado del conductor. No puedo evitar que mis
recuerdos me hagan retroceder en el tiempo mientras el aire frío me envuelve las
extremidades. La historia me devuelve al asesinato que me hizo dudar de mi
humanidad.
Me hizo dudar de todo.
Edad: catorce años
Camino por el bosque, con un palo en la mano y la mochila a la espalda, mientras
me dirijo desde la escuela a mi casa.
Fue un mal día.
Un día realmente malo.
Primero, reprobé mi examen de álgebra. Luego, un imbécil de la escuela llamado
Chad decidió joderme en la clase de gimnasia. Casi lo asfixio hasta la muerte, pero el
profesor de gimnasia entró en el último momento y lo impidió. Entonces me miró como
si fuera un maníaco por el que debía llamar a la policía.
Después de la comida, Matteo se metió en una pelea y el cabrón le puso un ojo
morado a Matteo. Yo le puse dos ojos morados y una muñeca rota a cambio. Y por último,
justo cuando las clases estaban a punto de terminar, un grupo de chicas se me acercó y
me preguntó si quería hacer algo después del colegio, y por mi vida, no pude encontrar
ningún deseo de salir con ellas. Es como si me faltara una pieza dentro de mí.
No tiene sentido, sinceramente. Veo a mis hermanos enrollarse con chicas todo
el tiempo. A veces, sólo quiero ser jodidamente normal. No tener que lidiar con mi
jodido cerebro. Los chicos me miran porque quieren ser más duros que yo, y las chicas
me miran porque quieren acostarse conmigo. 58
Sólo quiero que todos me dejen en paz.
Mis padres estaban fuera de la ciudad por algún asunto de negocios, y mi tío vino
a recogernos al colegio, pero decidí que prefería caminar. Necesitaba refrescar mi
cabeza y calmarme. No podía sentarme con ellos y que hablaran de cómo había sido mi
día, porque todos están siempre preocupados por mí, por cómo me siento, y por lo que
me pasa.
Saben que no soy como ellos. Entienden que soy un psicópata, un asesino
certificado. Pero creo que les preocupa que vaya a hacer una matanza masiva o algo así.
No lo haré.
Es sólo que... cuando tenga algunos días malos, ¿podrían dejarme en paz en lugar
de preguntar, preguntar, jodidamente preguntar?
Balanceo el palo por encima de mi hombro y lo lanzo lo más lejos que puedo. El
bastón choca con las ramas, que se rompen y se doblan mientras cae al suelo con un
golpe seco.
Agachando la cabeza bajo una rama baja y colgando, me meto las manos en los
bolsillos mientras atravieso el bosque. Aquí nunca entra nadie; está demasiado oscuro y
nunca se sabe qué acecha entre las sombras de los árboles. Hay un parque no muy lejos,
y detrás hay algunas tiendas y almacenes. Luego está el bosque oscuro, por el que no
pasea nadie más que yo. Y al otro lado de este bosque está mi casa.
Las ramitas y los palos crujen bajo mis botas mientras piso. Es refrescante,
relajante. El silencio, la soledad. Lo disfruto.
Entonces llega a mis oídos el sonido de unos mocos, y me detengo en seco,
ladeando la cabeza mientras escucho la dirección del ruido.
Vuelve a sonar el resoplido y mi cara se tuerce.
¿Alguien está llorando?
Unos pasos adelante y veo a una mujer sentada en un tronco. No puedo decir
quién es. Está de espaldas a mí, su cabeza de cabello castaño rizado se balancea con sus
suaves quejidos.
No, no me ocuparé de esto.
Retrocedo, pisando una rama especialmente ruidosa. Cruje como un trueno bajo
mi bota y suspiro cuando se sobresalta, se da la vuelta y me mira con los ojos muy
abiertos y llorosos. Su rostro parece hinchado y enrojecido, mi estómago se retuerce de
malestar.
—¡Oh! Hola. —Se limpia las mejillas y la reconozco al instante de la tienda de
comestibles local. Es una de las cajeras, probablemente de unos treinta años. Es bastante
bonita, y es realmente agradable, pero ahora mismo, parece tan condenadamente triste.
—Lo siento, no quería interrumpirte. —Doy otro paso atrás, levantando las manos
59
en señal de disculpa.
—¡Espera! —Levanta la mano, impidiendo que me vaya—. ¿Te... te importaría
sentarte conmigo un momento? —Moquea, su pecho rebota en un ruidoso hipo—. Vine
aquí para estar sola, pero ahora que estás aquí, me doy cuenta de que estar sola es lo
último que quiero. —Su frase se convierte en un feo llanto y me trago un gemido.
No quiero ser esa persona para ella.
—¿Quieres que llame o que vaya a buscar a alguien? —pregunto.
—¡No! No, gracias. Me gustaría tener compañía durante unos minutos...
Me muerdo el labio. ¿Esta señora quiere sentarse con un chico de catorce años
vagando por el bosque? Uno, está jodidamente loca, o tal vez sus emociones sacaron lo
mejor de ella. Y dos, este mal día se está convirtiendo en algo peor.
—Um, bien.
Pasando por encima de las ramas, me dirijo al gran tronco en el que está sentada,
tomando asiento en el otro extremo. No digo nada, ajustando mi mochila y mirando mis
zapatos. Espero que pueda calmarse por sí misma, porque rara vez, como en serio
nunca, trato con gente que llora.
No sé ni siquiera cómo reaccionar, pero lo único que sé es que se me revuelve el
estómago. Una ira burbujea dentro de mí. No entiendo por qué la gente se enfada tanto
a veces, y no sabría cómo lidiar con ello si uno de mis hermanos estuviera llorando así,
así que lidiar con ello de una completa desconocida está completamente fuera de mi
elemento.
—Fui a su casa para sorprenderlo antes de mi turno, ¿y con quién estaba? ¡La
maldita Bethy de la biblioteca! Sabía que no podía confiar en ella cuando la vi entrar en
la tienda. Me dijo que siempre habían sido amigos, pero lo que no me dijo es que eran
amigos con derecho a roce. No puedo creer que le haya dado un año de mi vida. Iba a
casarme con él —grita, volviéndose hacia mí para que reciba la peor parte de sus
emociones.
Me encojo, odiando la tristeza que sale de ella. Sus emociones están fuera de
control. Me alegra ser como soy. Nunca quiero lidiar con este tipo de mierda.
—Lo siento, realmente tengo que... —Voy a ponerme de pie, y estira la mano,
tirando de la manga de mi sudadera.
—¡No! ¡Espera! —Retira la mano, juntando las manos y apretándolas contra el
pecho—. ¿Qué estoy haciendo? Lo siento mucho, es sólo... ¡destruyó mí corazón! —Deja
escapar un sollozo desgarrador y habla con palabras que ni siquiera entiendo.
—Por favor, no te vayas —susurra.
Vuelvo a sentarme, y esta vez un suspiro audible sale de mi pecho. 60
Apoyando el codo en la rodilla, apoyo la barbilla en la palma de la mano mientras
la miro. Está hecha un lío, con un rastro de mocos en el labio superior. Me mira como si
pudiera ayudarla, y lo único que quiero hacer es levantar las manos y decir:
—No soy tu amigo. —Pero ¿cómo le dices a una completa desconocida que se
pierda, cuando tú eres el que invadió su terreno en primer lugar?
Los humanos son raros. No entiendo el concepto de desamor y todo lo que
conlleva. Quiero correr y huir, pero a estas alturas, casi me preocupa que me persiga,
suplicando la salvación.
—Nunca engañes a una mujer. Siempre se van a enterar —advierte.
Asiento.
—Tomo nota.
Me mira fijamente un momento antes de soltar otra ronda de lamentos. Se dobla
por la cintura, su cara se hunde en las manos encima del tronco, su cabeza a escasos
centímetros de mi muslo. Me encojo en la parte de atrás de su cabeza, pudiendo sentir
las emociones que salen de ella, goteando como polvo de hadas hacia mí. Cubren mí ya
agitada piel con una película brillante. Quiero limpiarla, pero el corazón empieza a
latirme con fuerza en los oídos y noto que la nuca me salpica de sudor.
Me levanto de golpe, interponiendo unos pasos entre nosotros para no reaccionar
como me pican los dedos. Su rostro se levanta al instante, su cara hinchada me mira con
desesperación.
—¿A dónde vas? Por favor, no me dejes.
Paso el pulgar por encima de mi hombro.
—Realmente tengo que ir a casa.
Se levanta y se quita la camisa mientras las interminables lágrimas siguen
cayendo por su cara.
—No quiero estar sola.
Aprieto los dientes, ya no me siento bien.
—Bueno, no puedo ayudarte, carajo.
Su cara manchada se pone morada de ira.
—¡Eres igual que todos los demás! ¡Vas a crecer y serás igual que los demás! Deja
que te dé un consejo —dice, con el pecho temblando. Muestra los dientes,
manteniéndolos apretados mientras me escupe—: Vete a la mierda, chico. Vete. A. La.
Mierda.
Mi mente se desconecta de mi cuerpo. Es lamentable, porque realmente es una
61
situación de tiempo y lugar equivocado. Nunca caminé hasta aquí ni me senté a su lado
pensando que este debía ser el final del juego. La muerte nunca es mi primera opción,
pero tampoco es la última. Ser inocente es algo por lo que intento vivir mi código. Los
inocentes nunca tienen que ser víctimas de mi brutalidad, pero supongo que la señora
Gordon no es la más inocente.
Hablarle a un asesino con esa falta de respeto es buscarse problemas.
Me acerco a ella y en sus ojos parpadea el miedo mientras se pone rígida. Me
agarro a la manga de su chaqueta y tiro de ella. Tropieza con el tronco, cae al suelo boca
abajo y suelta un grito desesperado. Miro hacia abajo y veo una bonita roca de pizarra
oscura a mis pies, brillante y perfectamente preparada para mí.
Me agacho y la recojo, haciéndola rodar en mi mano mientras la señora Gordon
desliza sus piernas sobre el tronco, moqueando mientras intenta levantarse. Levanta la
cabeza y me mira con los ojos muy abiertos, pasando por la piedra que tengo en la mano
y volviendo a mi cara.
—A la mierda. Tú —gruño, balanceando la roca hacia delante y golpeándola
contra su sien. Hace un crujido compacto al conectar con su hueso, y su cuerpo se
desploma y cae al suelo. Retiro la piedra, manchada con una franja de sangre, antes de
bajarla de nuevo, esta vez conectando con la parte posterior de su cabeza.
No emite ningún sonido, aunque su cuerpo se sacude por el impacto.
Y no puedo parar.
Mi mano se balancea hacia delante y hacia atrás, una y otra vez, la roca conecta
con su cabeza tantas veces, que la superficie negra se vuelve roja, ya no lisa y
espolvoreada con la suciedad del suelo del bosque, sino mezclada con un brillo de
sangre, cabello y algunas de sus entrañas.
Es como una pistola de agua cuando la sangre sale disparada por el aire,
manchando mi sudadera y golpeando los árboles y troncos cercanos. Sigo avanzando,
incapaz de detenerme hasta que su cabeza deja de parecerse a la de un ser humano y
se convierte en un montón de babas.
Cuando por fin me retiro, parpadeo como si estuviera averiguando dónde
demonios estoy. Cómo he llegado hasta aquí. Con quién estaba.
—Mierda. —Dejo caer la piedra, sabiendo que acabo de desafiar la única regla
que me dio mi padre.
No lo jodas.
Esa regla tiene un millón de significados. Sé que uno de ellos es alejarse de la
gente buena. La gente que será extrañada y otros se darán cuenta de que se han ido.
La Sra. Gordon es amada y cuidada por todos en Blackridge. Matarla fue una
maldita estupidez.
62
Pero no paraba.
No debería haber pinchado y pinchado y luego ser una maldita perra cuando todo
lo que hice fue tratar de protegerla.
—Maldita mierda —gimo, tirando la piedra al suelo con un golpe.
Me limpio las manos en el pantalón, la mochila sigue pesando en mi espalda
mientras la ajusto. Le dirijo una última mirada, sabiendo con certeza, sin necesidad de
comprobar el pulso, que está muerta, y que lleva tiempo muerta.
Mirando a mi alrededor, no hay nada más que el oscuro bosque. Los animales
incluso han huido de mi trasero psicótico. Nadie más vaga por estos bosques. Nadie la
encontrará.
Pero aun así, lo harán. Al final.
Me paralizo, todo mi cuerpo se bloquea antes de romper a correr con pasos
rápidos y medidos hasta llegar a mi casa, cubierto de la señora Gordon.
Cuando irrumpo, Matteo y Gabriel están jugando en el salón. Paso corriendo junto
a ellos, cubierto de sangre y jadeando como si me hubieran perseguido hasta aquí. Los
dos dejan caer los mandos y Matteo corre a buscar a nuestro padre.
Cuando sale, me da una mirada, se le abre un vaso sanguíneo en los ojos y
comienza un tic en la mandíbula.
Mi madre sale poco después y todos se colocan a mi alrededor mientras me
obligan a contarles toda la historia. Lo hago y les cuento cómo me encontré con ella, con
un discurso tan rápido que es casi imposible entender mis palabras. Les cuento cómo
ella, básicamente, empujó sus emociones sobre mí ya agitado pecho. Y cuando traté de
escapar de ella, fue grosera.
Y yo simplemente... me rompí.
No había ninguna razón válida para que matara a alguien que será reportado
como desaparecido en pocos días.
Todos se preparan y caminamos por el oscuro bosque mientras nos dirigimos al
cadáver. Mi madre jadea ante la brutalidad, Gabriel suspira como si supiera que esto
iba a pasar, Matteo está más interesado que otra cosa, y mi padre solo me mira con
decepción porque he roto su única regla.
Ayudo a mi padre a llevarla al bosque, donde no la encontrarán. Allí, mi padre
me hace cavar un hoyo el doble de profundo que el necesario, sólo como castigo. Me
duelen los brazos y tengo la ropa empapada de sudor, pegada a mi cuerpo dolorido
cuando termino, y dejamos caer su cuerpo en el agujero. Él toma la pala, cubre su
cuerpo y luego coloca expertamente ramitas, ramas y piedras sobre la superficie. Mis
ojos se abren de par en par ante el proyecto terminado. Parece que la zona nunca fue
manipulada en primer lugar. Parece intacta, inalterada, y estoy seguro de que nadie 63
encontrará su cuerpo.
Volvemos al lugar original, donde mi padre y mi madre me enseñan a limpiar
todo rastro de pruebas. Recorremos el lugar durante horas, buscando cualquier cabello,
salpicadura de sangre, cualquier cosa que dé una pista de que ella o yo estuvimos aquí.
Una vez que tenemos todos los rastros, el arma y las pertenencias de la señora Gordon,
volvemos a la casa, encendiendo un fuego y quemando los últimos pedazos de mi
asesinato.
Todo el mundo está en silencio en la oscura noche, con nuestros rostros
iluminados por el resplandor naranja amarillento de las llamas. Estoy agotado, física y
mentalmente, con las manos todavía ensangrentadas y cubiertas de ampollas por haber
paleado todo el día. Todos me observan, visiblemente decepcionados e irritados, pero
todos sabían que era sólo cuestión de tiempo.
He sido cuidadoso desde que mi padre me dio una muerte por primera vez. He
seguido sus reglas y él ha estado ahí siempre. Nunca he tenido que lidiar con el
desorden o la limpieza. Tenemos gente para eso. Mi padre ha elegido cada asesinato
por mí. Él sabía a quiénes perseguir, y yo básicamente le escupí en la cara mientras
hacía todo lo contrario. Porque así soy yo, ¿no? Tiendo a no hacer caso a todo porque sí.
Sin ninguna razón legítima.
A veces soy un maldito idiota.
Pero, es lo que es. Lo hecho, hecho está. Hice mi cama, y ahora toda mi familia se
da cuenta de que soy realmente lo que creen que soy. Un asesino. De sangre fría.
Sacudo la cabeza mientras subo al auto. Mi familia cree que voy a matar a
Raven. Que voy a asesinar a otra persona que no se lo merece, sólo porque no puedo
manejar las emociones abrumadoras de otras personas.
No entienden que Raven es más que una desconocida al azar. Ella es mucho
más que eso.
Ella es la pieza que falta.
Por Raven, arderé. Lucharé y mataré. Haré lo que sea necesario para vengar su
dolor y su angustia.
Pongo la marcha atrás y salgo del campo a toda velocidad, en dirección a la
autopista y de vuelta a mi casa. Raven no dice nada, mantiene la mirada perdida en la
ventana, con la sábana envuelta en su cuerpo tembloroso. Su piel está pálida, casi
transparente por la falta de sangre y nutrición. 64
No se ve bien.
Tiene moretones que cubren sus mejillas y sus ojos están inyectados en sangre,
con los vasos hinchados por la falta de sueño y el llanto.
—Dime qué pasó, Raven —murmuro. No hay música, el motor está en silencio.
El único sonido es nuestra respiración. La mía es constante, lenta. La de ella es
entrecortada, pequeña y rápida.
Se tensa ante mis palabras y se inclina más hacia la puerta.
—No quiero hablar de ello —susurra.
Aprieto los dientes.
—Necesito saber...
Se vuelve hacia mí, su rostro maltrecho sigue siendo hermoso. Bajo los
moretones, los rasguños, el miedo y la desesperanza, sigue siendo Raven. Incluso con
ellos, sigue siendo la Raven que he llegado a conocer. Posiblemente es aún más
impresionante con sus defectos. Quiero enseñarle a utilizar esta situación para
hacerse más fuerte. Para convertirse en intocable.
Pero no puedo enseñarle mucho. Tiene que levantarse por sí misma y crecer.
Tiene que pasar de ser un capullo a una flor. Necesita tomar su ala rota y volar con sus
defectos. Yo puedo arreglarla, pero ella tiene que ser la que se levante del suelo.
—¡No quiero hablar de ello, Caelian!
Derrapo hacía la derecha, deslizándome hacia el arcén de grava. Una nube de
polvo marrón rodea el auto antes de asentarse en el suelo.
Me desabrocho el cinturón de seguridad e, inclinándome, aplasto mi pulgar
contra el suyo hasta que se suelta. Le quito la correa del pecho y la atraigo hacia mí.
Se cuelga sobre la consola central, medio en mis brazos y medio en su asiento.
—No me importa si no quieres hablar de ello. En el momento en que te hiciste
mía, cada gramo de información de tu cerebro se hizo también mío. Tu dolor se
convirtió en el mío. El trauma que experimentaste es jodidamente mío. Sólo porque
estés pasando por una mierda no significa que no tenga derecho a saberlo.
—No quiero... revivirlo —susurra, su mirada se niega a encontrarse con la mía,
su piel fría contra mi calor.
—Tienes que hacerlo, Raven. Tienes que revivirlo una y otra vez hasta que estés
lista para vivir de nuevo.
Mueve la cabeza en señal de negación, negándose a aceptar lo destrozada que
está. O tal vez lo sabe y prefiere estar así. Tal vez la curación sea más aterradora que
seguir rota.
—Sólo dime dónde empezó. Un paso a la vez.
65
Levanta la mano, haciendo señas al lado de la carretera, y finalmente me mira.
—¿Aquí? ¿Quieres que te cuente la historia en el arcén de la carretera?
La miro fijamente, parpadeando.
—Sí.
—Ya lo sabes. Tú lo viste. Estabas en la casa cuando me llevaron.
Entrecierro los ojos.
—No. No lo sé. En realidad, estaba arriba cuando escuché lo que pasaba abajo.
Cuando bajé, ya te habías ido. Había mierda en el suelo, la puerta principal estaba
abierta y había luces traseras saliendo de tu casa. No sé qué pasó ni cómo carajo
terminaste con él.
Su mirada se desvanece, como si la hubieran sacado de su memoria.
—Salió de la nada. Llevaba una máscara, así que no pude saber quién era.
Recuerdo haber luchado contra él, pero después todo se volvió negro. Me desperté
en el sótano y estaba frío y oscuro, él estaba allí.
Tiembla bajo la sábana.
—¿Y luego qué pasó?
Sus ojos se centran en mí, y paso mis dedos por su mejilla, anclándola al aquí.
Al ahora. Ella no está en ese sótano. No está con él. Necesito atarla a la superficie
conmigo, para que no se ahogue en la oscuridad.
—Se levantó la máscara. Al principio no lo reconocí, pero las similitudes
seguían ahí, y encajó. A veces me daba comida. Agua. Traía un trapo húmedo para
limpiar la suciedad de mi piel. Me dejaba dormir en la cama a veces, pero casi
siempre me mantenía en la silla. Él...
—¿Te folló?
Se echa atrás, ofendida y enfadada por mi pregunta. No importa. Tengo el
maldito derecho a saber si un friki le metió la polla a mi chica.
—No, él...
—¿Te tocó? ¿Le tocaste? —grito.
Se aparta de mi agarre y vuelve a sentarse en el asiento del copiloto.
Desprende una frialdad que no había sentido antes en ella. Me dan ganas de
desgarrarla, de follarla, de ser un maldito imbécil. Quiero arremeter contra la
persona que menos lo necesita. La que menos lo merece. Necesita que la mimen, y
por una vez, creo que mi familia tiene razón. No sé cómo afrontarlo.
—Llevó a las chicas allí. Se parecían a mí. Estaban asustadas y eran inocentes.
66
Se las follaba. Abusó de ellas. Las mató. Y puso mi firma en sus frentes. Tuve que
verlas morir y saber que era mi culpa. No me folló, pero bien podría haberlo hecho.
Podía haberlas matado, pero también podía haber sido yo, porque cada una de sus
muertes se llevaba un trocito de mí... Después de matarlas, se enfadaba mucho. Veía
que yo era infeliz y me pedía perdón. Trataba de hacerme sentir mejor, me besaba...
—¿Te besó? —ruge, y el volumen de mi voz hace que mis tímpanos estallen.
—Sí —sisea—. Muchas malditas veces. Nunca le devolví el beso, y no es que lo
quisiera.
Miro fijamente sus labios, viendo la mancha. Instintivamente me lamo mis
propios labios, sintiendo que ya puedo saborearlo en ella. Suciedad, mugre y puto
asesinato. Es una atrocidad, un pedazo de basura que camina por la tierra para sólo
empeorarla para el resto de nosotros. Y ha besado a mi chica.
—Sigue adelante —presiono.
—Él sabe de ti. Te odia. Dijo que estaba enamorado de mí. Que yo era suya.
Él...
Alargo la mano para agarrarla, cortando sus palabras con un rápido apretón en
el cuello. Tirando de ella hacia mí, se inclina hacia mí por encima de la consola
central, y golpeo mis labios contra los suyos. Gime, la ligera vibración me golpea
directamente en el pecho.
Mordiendo su labio, dejo que mis dientes se hundan en los suyos de felpa.
Están secos y agrietados, estoy seguro de que le duele, pero mi posesividad se
impone. No puedo hacer otra cosa que consumirla hasta que no quede ni un
centímetro de él en su piel.
Paso mis manos por sus mejillas y por su cuello, manteniendo la sábana sobre
su cuerpo helado pero permitiendo que mis manos toquen todo lo que está expuesto.
Borro sus huellas, borro la evidencia de todo su ser y me imprimo en su alma. Nunca
será de nadie más y nunca, nunca, volverá a tener sus manos sobre ella.
Jadea y yo lo aspiro como si fuera mi propio aire. Lo trago, lo absorbo, lo
reclamo. Todo en ella es mío, incluso el aire que respira. Cada inhalación, cada
exhalación. Es mío.
Sus dedos se aferran a mis brazos y sus uñas se clavan en mi piel. Dejo que me
toque, que me marque, porque por mucho que piense reclamarla como propia, le
permitiré la misma cortesía. Seré suyo, pero sólo porque camina por el mismo camino
oscuro que yo. Nadie más podría vadear las aguas conmigo, así que será con ella con
quien me ahogue.
Con mucho gusto.
Al final se separa y me suelta, su pálida piel de sus mejillas se sonroja. Un poco
de vida revive en sus ojos.
67
—¿Hay algo más que creas que deba saber? —murmuro, frotando mi pulgar
sobre su labio inferior. Luce brillante y rojo por mi beso.
Carajo, es preciosa.
Su cabeza se inclina un poco y mi pulgar se aleja de su labio.
—No. Nada. —Suena alejada de los recuerdos. Se está protegiendo a sí misma,
y odio que construya ese muro frente a mí, en lugar de rodearnos a los dos.
Me aleja de su dolor. Está poniendo una tirita de mariposa sobre su herida
abierta. Nunca aguantará.
Pero por la forma en que se repliega sobre sí misma, ya no quiere hablar de
dónde ha estado. Está cansada y parece que podría dormir durante los próximos seis
meses sin despertarse ni una sola vez. Las bolsas bajo los ojos, mezcladas con su
cabello anudado y su tez pálida, muestran el estado en el que ha estado viviendo.
Nada menos que horrible.
Se desliza hacia la puerta, tirando de la sábana hasta el cuello, como si fuera
una manta. Está raída, apenas puede darle un gramo de calor.
Una vez que aprieta la frente contra la fría ventanilla, con el amanecer brillando
sobre su piel, cambio la marcha y retrocedo en la carretera.
—¿Dónde está Aria? —pregunta después de un rato.
Me paso la lengua por los dientes. Va a ser una batalla totalmente diferente. La
forma en que quedaron las cosas entre las dos no fue bonita, y Aria no ha parecido
superarlo en lo más mínimo.
No voy a permitir que Aria la fastidie, pero también son primas, y si fuéramos
mis hermanos y yo, entendería la necesidad de hablar y superar las tonterías.
—Se queda en mi casa. No es que quiera... —Me detengo, no estoy seguro de
lo frágil que es en este momento. Un rápido vistazo a ella me hace pensar que es una
taza de porcelana.
—Sólo dilo, Caelian. Mi prima me odia. —Suspira con todo su cuerpo, como si
el agotamiento fuera sólo la punta del iceberg de su dolor.
—Está enfadada. —Me pongo al borde de ella—. Está como encerrada. Toda la
situación ha sido caótica. Esta última semana...
—¿Sólo he estado fuera una semana? —Se ríe a carcajadas—. Parece que ha
pasado un siglo.
—Siete días —murmuro, sintiendo lo mismo. Demasiado tiempo.
—¿Crees que alguna vez me perdonará? —No hay esperanza en su voz. Ni una
pizca de fuerza en su tono. Sólo desesperanza.
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—Te perdonará. —Aunque tenga que forzarla. Torturarla. Lo que sea que tenga
que hacer, me niego a permitir que Raven luche por esto.
—Este es el fin de tu dolor, Raven. ¿Lo sabes? —pregunto, el sol finalmente
ilumina el mundo, y lentamente, todo comienza a despertar.
—¿Cómo es eso? No puedes simplemente hacer que mi dolor desaparezca. Hay
más cicatrices que las que están en la superficie.
Me encojo de hombros, sin que me moleste el desafío. En todo caso, me
emociona conquistar todo su dolor. Enterrarla y darla por muerta.
—Cada cicatriz en tu cuerpo y en tu corazón sanará. ¿Dejarán una marca? Para
siempre. Estoy seguro de ello. Tu vida no ha sido bonita, Raven. Pero cómo se cura
es la verdadera cuestión. ¿Dejarás que te incapacite para ser sólo un fragmento de tu
verdadero ser, o te mantendrás indestructible al final de todo, con cada cicatriz de
batalla reflejada como una medalla en tu cuerpo? Porque puedo prometerte esto,
Raven, arreglaré cada cicatriz, repararé cada herida, y un día, ya sea ahora, o dentro
de años, volverás a volar. Y va a ser jodidamente hermoso.
Un grito sale de su garganta, y su mano va a la boca en un intento de amortiguar
el dolor desgarrador que atraviesa su cuerpo, pero es inútil porque llena el aire del
auto como una toxina. Lo inhalo, queriendo que cada centímetro de su dolor sea
notado, leído, estudiado. Tiene que enfrentarse al dolor o nunca se curará.
La dejo sollozar sin interrupción, empañando mis ventanas y empapando la fina
sábana que cubre su cuerpo, y sólo cuando sus llantos se convierten en mocos vuelvo
a hablar.
—Dame una verdad, Raven.
Me mira, con la cara llena de lágrimas.
—¿Qué?
—Una verdad. Dime algo honesto.
Otro grito se aloja en su garganta, y lo traga, trata de reprimirlo, pero aun así
se libera. Tose a su alrededor.
—Tengo miedo —susurra. Su voz es seca y llena de emoción.
—¿De qué tienes miedo? —pregunto mientras agarro el volante, mis dedos
estrangulando el caro cuero.
—Tengo miedo de que cuando todo esté dicho y hecho, ya no me quieras. —
Estoy a punto de intervenir cuando ella habla más fuerte, sin terminar de decir sus
miedos y su verdad—. Tengo miedo de que Aria nunca me perdone. Tengo miedo de
que Brody me encuentre de nuevo, aunque sé que estoy protegida contigo. Es que...
tengo mucho miedo. —Sus dedos van a limpiar sus ojos, y me gustaría tanto saber qué
hacer en esta situación. ¿Peleo con ella, la consuelo, la dejo en paz? Cada uno podría
69
estar equivocado. Cada una podría ser lo correcto.
—Ahora tú dime una verdad —susurra mientras nos acercamos a mi casa. Su
casa.
Nuestra casa.
—Voy a matar a Brody. Voy a destrozarlo lentamente, y disfrutaré cada minuto.
Odio ver las lágrimas correr por tus mejillas, y nada me dará más alegría que ver las
suyas. Puedo prometerte que obtendré la venganza que te mereces, y si quieres ser
tú quien lo haga, entonces estaré a tu lado, sosteniéndote hasta que puedas encontrar
tu camino.
Capítulo Ocho
Raven
L
legamos a la casa de Caelian y las luces brillan en el interior. Veo los
lujosos muebles, las líneas nítidas y la madera limpia del interior de la
casa. Me agarro al asiento y mis dedos se clavan en el caro cuero. Me
siento segura aquí. Es un espacio pequeño, en el que sé que Brody no puede llegar
hasta mí. No sin que yo lo sepa. Caelian vive en una mansión. Una mansión grande y
laberíntica que aún no he explorado del todo.
¿Cuántos rincones, grietas, y zonas secretas podría encontrarme?
Caelian dice que siempre me protegerá. Está seguro de que nunca volveré a
estar en manos de Brody, pero ¿hasta qué punto puede protegerme realmente,
cuando el hombre que me persigue es tan despiadado, tan fuera de los límites? No
70
tiene nada que perder.
Todo lo que quiere es a mí.
Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando Caelian apaga el auto, abre su
puerta y deja que entre una ráfaga de aire fresco. Respiro lentamente mientras abro
la puerta, con los dedos débiles y los músculos doloridos. Caelian se acerca a mí y
puedo ver en sus ojos su incertidumbre sobre cómo debe reaccionar. ¿Debe
levantarme? ¿Agarrarme del brazo? ¿Dejarme caminar por mí misma?
Ni siquiera yo tengo la respuesta. Siento que nada está bien, que todo está mal.
Siento que estoy en una niebla constante. Desde el momento en que mis cadenas
cayeron sobre mis tíos, nada se siente real.
Todo es una fachada.
Tengo los pies entumecidos mientras atravieso el camino de entrada y me
dirijo a la puerta principal, con Caelian a mi lado. Los pequeños guijarros se me
clavan en la piel y se me pegan en las plantas de los pies. Pulsa algunos botones de
su teléfono y oigo cómo se abre la cerradura de la puerta. Cuando pone la mano en
el pomo, vacila y se vuelve hacia mí con una mirada cautelosa.
—Habrá muchas batallas próximas, pero tú y Aria se quedaran aquí ahora.
Puedes quedarte conmigo en mi habitación.
La idea de compartir su cama me excita y me pone nerviosa. La idea de que
nuestros cuerpos se toquen, de que él me toque cuando me siento tan sucia, me da
escalofríos. No me siento digna. Me siento rota. Simplemente rota... completamente
rota.
—Puedo encontrarnos a Aria y a mí un lugar. Tengo un poco de dinero ahorrado
de Infierno...
Frunce el ceño, su cara pasa instantáneamente de vacilante a monstruosa.
—Mierda, no. Te vas a quedar conmigo, Raven. Esta no es una pelea que vayas
a ganar.
Aprieto los dientes, demasiado agotada para discutir, pero todavía molesta.
Puedo elegir esta batalla otro día, pero ahora mismo necesito dormir. Necesito una
ducha caliente, ver a Aria y simplemente... dormir.
Empuja la puerta y el sonido de las uñas sobre el suelo de bambú me calienta
la piel. Sé quién es antes de verlo. Cayendo de rodillas, un grito estrangulado sale de
mi garganta cuando Rosko cruza el pasillo a toda velocidad. Se le levanta el pelo como
si fuera una intrusa, y en cuanto me ve bien, saca la lengua y suelta un ruidoso ladrido,
moviendo la cola.
¿De alivio? ¿De felicidad? 71
Acepto cualquiera de los dos mientras se acerca a mí y me lame con su enorme
lengua. Entierro mis dedos en su suave pelaje, acariciando su piel e inhalando su olor
a perro. Me encanta, y entierro mi cara en su pelaje, mis lágrimas se absorben en su
pelaje.
—Rosko —susurro, dejando que su cuerpo me rodee.
La gran mano de Caelian cae sobre la cabeza de su perro y le da una caricia
antes de apartarlo de mí.
—Dale un poco de aire, Rosko.
Rosko obedece, su cola sigue agitándose mientras me observa atentamente.
Parece que, al igual que su amo, se niega a perderme de vista de nuevo.
—¿Quieres comer algo? ¿Beber algo? —pregunta cuando entramos en su
cocina.
Sacudo la cabeza, mirando hacia el pasillo que lleva a su habitación.
—Me gustaría tomar una ducha. Si no te importa. —Aprieto la fría sábana contra
mi cuerpo, sintiéndome tan desagradable y simplemente... sucia.
Me mira desde la puerta abierta de la nevera, sus ojos bajan por mi cuerpo.
—Oh, sí. Por supuesto. Mierda. —Se pasa las manos por el cabello mientras me
guía por el pasillo—. Puedo conseguirte algo de ropa.
—¿Dónde está Aria? —pregunto. La casa es demasiado grande, con
demasiadas habitaciones, para poder intuir en cuál está ella.
—Está en el otro extremo del pasillo. ¿Quieres ir a hablar con ella?
Me miro los pies, llenos de suciedad del suelo del sótano. Mis extremidades
acaban de empezar a descongelarse.
—Creo que me ducharé y luego iré a verla. No necesita verme así. —Por lo que
dice Caelian, Aria no está en buen estado. Ni siquiera sé cómo reaccionará al verme.
Lo más probable es que me odie. No sé cómo podré caer en gracia nuevamente
de la persona que más significa para mí. Ella lo es todo. Si no quiere volver a hablar
conmigo, ¿qué haré entonces? ¿La obligaré a hacerlo? ¿Me alejaré, sabiendo que tal
vez la jodí al quitarle la vida a sus padres?
Nunca lo sabré.
Ver a su padre meterle los dedos como lo hizo conmigo, su asqueroso cuerpo
sobre el de ella para comprobar si era virgen o no, fue suficiente para ponerme en
acción. Era una persona vil, y no le quedaba vida para vivir. Lo mismo ocurrió con la
tía Gloria, que era tan malvada como se puede ser. Podía ser una mujer santa, pero la
maldad de su alma habría manchado el cielo. No era una mujer de Dios.
Sólo era una vieja amargada, jodida y perturbada.
72
Los odiaba a los dos, y podían haberme tocado todo lo que quisieran. Pero en
el momento en que pusieron sus manos en Aria, todas las apuestas se acabaron. No
había forma de que sobrevivieran.
La muerte era la única respuesta.
Caminando hacia el baño, me pongo detrás de Caelian. Una fuerza tan grande.
Un hombre tan grande que llena esta casa tan grande. La hace sentir más pequeña.
Minúscula. Emite poder con cada paso que da.
Se aparta y entro en el cuarto de baño, girándome hacia él. Me ha visto
desnuda, pero de alguna manera me siento vulnerable, tímida, cohibida por mi
cuerpo.
Aprieto la sábana a mi alrededor mientras mis dedos se agarran al borde de la
puerta.
Me mira fijamente como si tuviera muchas cosas que decir. Un millón de
palabras colgando de la punta de su lengua. Pero una petición, y se irá. Me duele el
corazón en el pecho, porque esta incomodidad no es nuestra. Nunca hemos sido
nosotros. Ha habido ira, y ha habido pasión. Incluso una buena dosis de odio, pero
nunca incomodidad.
Ahora estamos aquí, sin saber qué camino debemos seguir.
—Voy a ducharme —susurro, sintiendo realmente que un trozo de mí se quedó
en ese sótano. Brody me lo robó, mi padre me lo robó, mis tíos me lo robaron. Tantos
pedazos robados, ¿y qué queda?
Nada.
—No puedes esconderte de mí para siempre —murmura, bajando los ojos.
—Tal vez no para siempre, pero ahora mismo, puedo. —Cierro la puerta,
viéndole apretar la mandíbula como si fuera de piedra. En el momento en que la
puerta se cierra, colocó la cerradura con un chasquido, y mi aliento sale finalmente
de mi pecho.
Me dirijo al espejo, este baño tan grande que podría ser una habitación propia.
Todo está hecho de un mármol lechoso, demasiado bonito para que mis manos
manchadas lo toquen. Alfombras blancas, paredes blancas, encimeras blancas con un
grifo negro. La ducha es una mezcla de piedra y vidrio, tan cristalina que no parece
haber sido utilizada ni un solo día en su vida. La bañera está separada, dentro de la
ducha, pero ésta es casi del tamaño de mi habitación en casa de mis tíos. Es una
bañera con patas, tentadora para sumergirme en ella, pero la idea de meterme en
otra bañera justo después del incidente en la cabaña de Brody no es bienvenida.
No sé si podré volver a meterme en otra bañera sin pensar en ahogarme. 73
Me vuelvo hacia el espejo y cierro los ojos antes de poder ver mi reflejo.
Tengo miedo de que lo que encuentre no sea yo. Me aterra mirarme a mí misma
y ver a una niña débil, una fracción de la persona que solía ser. ¿Pero cómo puedo
enfrentarme a nadie, incluida Aria, si ni siquiera puedo enfrentarme a mí misma?
Dejo caer la sábana al suelo y me deshago de Brody de una vez por todas.
Puede que sus moretones permanezcan en mi cuerpo, pero con el tiempo se curarán.
Desaparecerán, y será como si nunca hubiera estado allí para empezar.
Aunque, lo sentiré. En mi alma, sentiré sus manos, sus labios, sus puños. Lo
sentiré todo.
Pero he pasado por cosas peores.
Yo soy peor.
Mis ojos se abren de golpe y capto mi propia mirada, azul como el océano,
oscura como una nube que se cierne sobre mí. Preocupada. Torturada. Fracturada.
Mis labios, que suelen ser tan flexibles y lo que Aria llamaría, el aspecto de
pucheros, ahora no tienen color y la carne seca y agrietada está empapada de sangre.
He perdido peso. Una vez más, el músculo que me esforcé en construir para
Inferno se ha ido, y mis pómulos sobresalen.
Mi cabello oscuro está enredado, como una enorme rasta en la parte superior
de mi cabeza. Me paso los dedos por él, tirando hacia un lado mientras me miro el
cuello, los moratones que se alinean en la línea de la mandíbula, hasta las clavículas.
Y luego es un mapa de moretones y huellas dactilares por todo el resto de mi cuerpo.
Tantos traumas infligidos en tan poco tiempo que apenas puedo diferenciar los malos
tratos causados por mis tíos y las marcas causadas por Brody.
Mi piel ya no tiene el brillo saludable de antes, sino una palidez fantasmal, y es
demasiado, demasiado difícil de mirar. Mis ojos se dirigen a mis pies sucios y giro
hacia la ducha. Abro la pesada puerta y dejo que se cierre tras de mí mientras entro,
girando el pomo de la ducha hasta que cae como agua de lluvia alrededor de mi
cabeza. La ducha se calienta de inmediato, y sigo dándole vueltas hasta que mi cuerpo
se vuelve rojo fuego y acaba por adormecerse.
Todo se adormece.
El agua se arremolina a mis pies, pasando de clara a marrón y roja. La suciedad
y el horror de los últimos días rodean mis pies, como si se despidieran de mí antes de
caer por el desagüe.
No es tan fácil.
El hecho de que la última semana se haya eliminado de mi cuerpo no significa
que se haya eliminado de mi alma.
74
Agarro la costosa botella italiana de jabón corporal de la repisa y me echo una
buena cantidad en la palma de la mano antes de restregarla por la piel. Me restriego
hasta quedar en carne viva. Me restriego para eliminar a Brody, sus labios, sus besos
y todas las caricias que me ha dado.
Pero todavía puedo sentirlo.
No importa la temperatura o la cantidad de lavado, Brody permanece.
Caigo de rodillas, el agua me empapa el cabello y me corre por la cara. Mis
labios se abren y un grito silencioso atraviesa mi garganta. Cada gramo de
sufrimiento que he sentido en las últimas semanas se desangra ante mí. Rompe la
superficie, dejando todo al descubierto. Jadeo y me arrastro por las baldosas hasta la
esquina de la ducha, una mezcla de piedras frías y agua caliente, mientras me enrosco
los brazos alrededor de las rodillas, mis gritos silenciosos pero dolorosos,
cuestionándolo todo.
Cuestionando mi oscuridad. Mi cordura. Mi camino en la vida.
¿Por qué yo? ¿Por qué me ha tocado esta mano?
No sé cómo puedo seguir siendo yo cuando apenas puedo respirar.
Más que nada, ¿cómo seguir con mi vida cuando Brody sigue ahí fuera? La
obsesión, la desesperación que viene de él, no va a desaparecer. Puede que me
hayan rescatado, pero eso no significa que se doblegue y se retire.
No he visto lo último de Brody. Lo llevo en la sangre.
Estoy tan angustiada por mi dolor que no me doy cuenta de que alguien entra
en la habitación. La puerta de cristal se abre y no levanto la cabeza cuando una
sombra cae sobre mí. Intuyo quién es antes de verlo, y cuando por fin levanto la vista,
Caelian está de pie junto a mí, con la ropa salpicada por el agua mientras me mira con
una mezcla de ira y angustia.
Levanta el frasco de champú del borde, agachándose para estar a la altura de
mis ojos.
—Te estás mojando —grazno.
—No importa. —Se llena la palma de la mano con champú, deja caer el frasco
al suelo mientras se cierne sobre mí y empieza a restregármelo por el cabello.
Dejé escapar un pequeño grito.
—¿Cómo puedes estar cerca de mí? Parezco una pintura de acuarela que ha
salido mal.
Sus ojos se dirigen a los míos antes de volver a mirar mi cabello, y sigue
75
restregando.
—Porque los moretones son temporales, y tú no.
—Me siento rota —le digo al aire, sin saber cómo recomponerme.
—Estás rota.
Frunzo el ceño.
—Pero te curarás, porque eres más fuerte que esto. No te caes cuando te
empujan. No te rompes cuando te agrietan. No te rindes. —Sacude la cabeza, como si
estuviera irritado conmigo. —Puedes sentarte aquí y revolcarte por hoy, pero eso es
todo lo que te voy a dar. Porque mañana te levantarás y empezarás a curarte. Y
volverás con el doble de fuerza que antes.
Me empuja hacia delante, con la ropa completamente empapada. Me inclina la
cabeza sobre su rodilla y me echa hacia atrás hasta que el agua elimina el champú.
Cierro los ojos y las pequeñas gotas me salpican la cara. Sus dedos se clavan en mi
cuero cabelludo, eliminando la suciedad de una semana de estar encerrada de un
lugar a otro.
—¿Y si no puedo? ¿Y si no puedo encontrar el camino? —Suspiro, mis ojos se
abren, el azul choca con el marrón. Una mezcla de colores y emociones que eleva la
temperatura de la habitación hasta que la tensión llena mis pulmones con cada
respiración.
—Caminaremos juntos por la oscuridad —es todo lo que dice. Está tan seguro
de que puedo ser reparada. Está tan seguro de que puede ser el que me ayude.
Toma el acondicionador y me echa casi todo el frasco directamente en la
cabeza. El frescor me penetra en el cuero cabelludo y suelto un pequeño suspiro
mientras me masajea el cabello.
—Pasé una semana en ese sótano y todo lo que podía pensar era que tal vez
estaba destinada a estar allí. Que tal vez yo soy el monstruo, y esto es el destino
sacándome antes de aterrorizar al mundo entero. Pero luego lo vi matando a mujeres
inocentes, dos veces. Por mí. Y no lo quería. No quería su sangre inocente en mis
manos. Y aun siendo débil, supe que si tenía la oportunidad, acabaría con su vida. Salí
de allí pensando que debía ser mejor persona para deshacer su maldad, y ahora sólo
pienso en matarlo. Me siento aquí y lloro por las vidas perdidas, pero ¿son realmente
por lo que estoy llorando? ¿O sólo lloro porque quiero que muera?
—Puedes estar triste por más de una cosa, Raven. Está bien tener emociones.
Lo miro.
—No lo entiendes. Puedes ser esta persona fuerte que conquista todo lo que se 76
le presenta sin pensarlo dos veces. Eso es lo que quiero ser. Quiero ser capaz de herir
y seguir siendo fuerte. Quiero ser rompible y seguir siendo una fuerza.
Asiente mientras enjuaga el acondicionador de mi cabello.
—Ya eres fuerte. Por estar viva, Raven, eres más fuerte que la mayoría de la
gente que conozco.
Mi corazón late contra mi caja torácica herida. Siento que me cura incluso
cuando no lo merezco. ¿Quién es este hombre salvaje que puede repararme con sólo
unas palabras?
Exprimiendo el exceso de agua en mi cabello, me mira.
—Hoy puedes estar rota, pero mañana serás fuerte. —Cuando se levanta, me
lleva con él y cierra el agua. Me agarro a él mientras levanta la mano para tomar una
toalla de la puerta de la ducha. Debe de haberla colocado allí antes de entrar aquí.
—Dejé ropa en el mostrador. Serán grandes, pero servirán. Aria se queda en
la última habitación de la derecha.
—¿Sabe que estoy aquí? —pregunto, con la esperanza de que tal vez esté tan
emocionada de verme como yo a ella.
Aprieta los labios antes de sacudir ligeramente la cabeza.
—No. No tiene ni idea.
Asiento y me trago un gemido mientras tomo la toalla y me envuelvo con ella.
Es esponjosa y cálida, suave contra mi piel adolorida. Echo un vistazo a la habitación
y me doy cuenta de que la sábana no está en el suelo y de que hay una pequeña pila
de ropa en la encimera del baño.
Abre la puerta para marcharse, pero la cierra de repente, dejándome en el
sitio.
—A la mierda —murmura, rodeando mi cuello con sus manos. Me hace girar,
presionando mi espalda contra la puerta del baño. Su cálido cuerpo queda pegado al
mío mientras me pega a la madera maciza, y me arqueo hacia él mientras suelto un
gemido. Lo deseo y a la vez quiero hacerme un ovillo y marchitarme.
Ya no sé la diferencia entre el bien y el mal.
Dejo escapar una respiración temblorosa mientras empuja mi mandíbula hacia
arriba hasta que mis ojos chocan con los suyos. Me atrae, me mantiene firme, me
mantiene por encima del agua, o quizá sólo me mantiene sumergida bajo el agua. Lo
único que sé es que me mantiene atada a él, y ahí es exactamente donde quiero
quedarme.
Su mano libre recorre mi cuerpo, apenas rozando mi piel, pero lo suficiente
para que se me ponga la piel de gallina, lo suficiente para electrizarme y
encenderme. Se inclina, asegurando sus labios contra los míos de nuevo,
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amoldándose a mí. Uniendo nuestros cuerpos. Su dureza contra mi suavidad. Su fuerza
contra mi debilidad. Nos une hasta que nuestros cuerpos se convierten en uno. Un
gruñido bajo retumba en su pecho, un ruido primario que suena a la vez quejumbroso
y posesivo.
—Mía —murmura, y sus dedos bajan desde mi cuello hasta mi clavícula,
recorriendo la sensible piel—. Mía —repite, y yo lo respiro, deleitándome con su
reclamo, aunque todavía me sienta totalmente indigna.
Luego se va, desapareciendo por la puerta y por el pasillo. Se lleva mi aliento
con él, dejando mi pecho vacío y anhelante de él. Sólo de él. Cierro la puerta y me
apoyo en la madera mientras el corazón me late en el pecho. Mis dedos suben,
presionando la toalla alrededor de mis pechos. Puedo sentir el ruido sordo de mi
corazón, el ruido que hace al revolotear detrás de mi caja torácica.
¿Cómo es que un hombre tan oscuro puede llenarme de tanta vida?
¿No debería ser un monstruo, como Brody? ¿No debería asustarme, en lugar
de protegerme?
Tiene tanto poder en su toque. Podría causarme tanto dolor, pero me hace
arder, enciende una llama en mí, y por fin me siento despierta por primera vez desde
que mis tíos me metieron en su sótano.
Me despierta cuando no me he dado cuenta de que estaba dormida.
Respiro profundamente una vez que mi corazón se calma, me quito la toalla del
cuerpo y la cuelgo en un gancho vacío de la pared. Apenas le doy a mi cuerpo herido
otra mirada, levanto la camiseta blanca de gran tamaño de Caelian de la encimera y
me la pongo por encima de la cabeza, viendo cómo cae hasta mis rodillas.
Caelian es mucho más alto que yo, alrededor de un metro ochenta, mientras
que mi uno sesenta ni siquiera se acerca. Su ropa me traga.
Agarro su chándal negro, meto las piernas y me lo ato a la cintura. El cordón
tiene que estar ridículamente apretado para que se mantenga alrededor de mis
caderas, pero tendrá que servir.
Al pasar los dedos por mi cabello, no veo un peine y no estoy segura de sí debo
ir a buscarlo. Me toco los mechones húmedos, sabiendo que tendré que hacer mucho
más que eso para deshacer el resto de los nudos, pero ahora mismo quiero ir a ver a
mi prima.
Después de apagar la luz, abro la puerta, el pasillo está débilmente iluminado
cuando salgo. Me siento nerviosa mientras camino por el pasillo, todo aquí es tan caro
y de clase alta, los suelos no tienen ni una huella ni una marca de roce, las paredes
están llenas de arte valioso que pertenece a un museo. Estoy tan acostumbrada a la
suciedad y las telarañas de esta última semana, que al atravesar esta casa inmaculada
me siento como en un sueño. 78
Voy de puntillas por los pasillos, pasando por todas las puertas cerradas, hasta
el final, a la derecha. Puedo decir que Aria está al otro lado. No sé si está sumida en
el odio o ahogada en la tristeza.
Mis dedos se levantan y golpeo suavemente la madera con mis nudillos
lastimados.
Oigo ruido, pero no se acerca a la puerta.
Vuelvo a llamar, esta vez con más fuerza, y escucho cómo se acercan los pasos.
Una sombra parpadea bajo la puerta y contengo la respiración cuando el pomo gira
y la puerta se abre, con una Aria furiosa y terriblemente dolida que me mira como si
quisiera robarme el aliento.
Sus ojos se abren de par en par, su boca cae al suelo mientras su mano se
desliza del pomo. No tenía ni idea de que yo estaba aquí; lo veo en sus ojos. Su mirada
recorre mi cuerpo mientras me observa, sus ojos me calientan por dentro mientras
comprueba si soy yo realmente.
Sí, Ari, soy yo.
Da un paso adelante y su cuerpo se estrella contra el mío mientras un sollozo
sale de su garganta. Me rodea el cuello con los brazos y me aprieta tanto que me
ahogo. Mis brazos se levantan, temblorosos y débiles, envolviendo su delgada
estructura mientras mi cuerpo grita de dolor. Su espalda se estremece en mi agarre,
una réplica ondulante del miedo.
Las dos nos abrazamos, con los nudillos blancos de nuestros fuertes agarres.
Temerosas de que un agarre menor haga que la otra se aleje. Necesito sentir los
latidos de su corazón para creer que está viva. Necesito oír su respiración para creer
que está conmigo.
De repente, su espalda se pone rígida y se aparta. Mis dedos se clavan en ella,
demasiado asustados para dejarla ir, luchando por su presencia cerca de mí. El calor
de su cuerpo se convierte en hielo. Su rápido corazón se ralentiza. Su suavidad se
convierte en piedra. Dos emociones diferentes en cuestión de segundos. Ella es dos
caras diferentes de la misma moneda. Ya no es la prima o la amiga que voló a mis
brazos.
La persona que se aleja de mí es una completa desconocida.
Todo esto es culpa mía.
Finalmente la dejé ir, la fuerza de ella era demasiada y mis brazos demasiado
débiles para mantenerla agarrada. ¿Es esto lo que se siente al dejar ir a tu hijo una
vez que ha crecido? ¿Una madre pájaro que deja volar a su bebé? Con la esperanza
de que un día vuelva. 79
Por favor, vuelve.
Sus ojos de color avellana adquieren un tono grisáceo, ya que el odio supera
cualquier otra cosa que pueda sentir por mí. Está completamente ausente de color.
—Aria... —Levanto la mano, cuestionando todo. Cuestionando la vida.
Da un paso atrás, entrecerrando los ojos.
—Para.
Mis ojos arden, mi mandíbula se aprieta mientras la frustración me golpea.
—Pero, Aria...
—¡No! No empieces con tu charla de compasión para hacerme sentir lástima
por ti. —Se pasa la lengua por la hilera superior de los dientes, los ojos llorosos, la
cabeza temblando de emoción. Una lágrima cae, rodando por su mejilla derecha. No
se la limpia, sino que me deja sentir el dolor de su deslizamiento hasta la barbilla.
Se queda mirando mis moretones, cada uno, cada corte, ambos causados por
sus padres y Brody.
—Me alegro de que estés bien —dice entre dientes—. Pero al final del día, no
puedo decir que esté feliz de que estés viva.
Se me corta la respiración en el pecho.
—Mataste a mis padres, Raven. Los mataste delante de mí cuando te pedí que
no lo hicieras. Los hiciste irreconocibles, y la última visión que tendré es la de mi
padre convertido en papilla contra mi alfombra. —Ahoga un sollozo y se tapa la boca
con la mano. Al igual que yo, lleva una de las prendas de los chicos. Se ahoga en ellas,
aunque parece que las lleva puestas desde hace tiempo.
—Me obligaste a odiarte cuando me quitaste a mis padres, y luego
desapareciste y me dejaste asustada en manos de asesinos. —Abro la boca y me
dirige una mirada mordaz—. Sé que esa gente es mala. Sé que eres una mala persona.
Eres una asesina.
—Aria... —susurro, apenas capaz de distinguir su rostro a través de las lágrimas
en mis ojos.
—Eres una asesina, y desearía que hubieras muerto en mi sótano. Así no
tendría que echar de menos a mis padres y no tendría que odiarte. —Inhala
profundamente, expulsando su aliento en un rápido soplo antes de mirarme a los
ojos—. Te odio, Raven. Aléjate de mí.
Me cierra la puerta en las narices, con tanta fuerza y rapidez que mi cabello
vuela por los aires por la ráfaga de viento. Se lleva mi corazón y mi alma al otro lado
con ella, dejándome despojada y vacía.
Aprieto la palma de la mano contra la madera, deslizándome hasta las rodillas
80
mientras otro grito brota de mí. Es silencioso, pero más doloroso que nada en toda mi
vida. Creo que esto duele más que mis padres, que sabía que eran malvados en el
fondo de sus almas.
Aria es pura, buena. Su alma es limpia y su corazón late firme y fuerte. Ella es
mucho de todo lo que me esfuerzo por ser. La quiero mucho.
Pero me odia.
Juró por primera vez, quizás en su vida.
Mis cuerdas vocales crujen en medio de un grito, y mi voz rompe los pasillos y
atraviesa las paredes.
Me acurruco contra la puerta como si un tornado estuviera a punto de golpear,
el dolor de mi cuerpo me atraviesa como una onda expansiva. Una electrocución de
agonía recorre mis músculos y huesos, me derrumbo en un montón.
No soy consciente de lo fuerte que soy hasta que unos brazos me rodean y me
elevan en el aire. Noto la fuerza del cuerpo de Caelian mientras me sujeta contra su
dureza, con la rabia aun ondeando en él.
Me gustaría hablar con él, pero no puedo. Apenas puedo respirar. Se siente
como si toda mi vida, todo mi propósito de vivir, hubiera sido borrado. Sentí que la
razón por la que estaba viva era para salvar a Aria, para protegerla y mantenerla a
salvo.
Pero parece que lo único que he hecho es perjudicarla.
Ahora que lo pienso, es lo único que hago.
Todas las personas de las que me rodeo acaban heridas, adoloridas o muertas.
Mi madre, mi padre, Aria, mis tíos, Darren, Brody, Trina, todos.
Destruyo todo lo que toco.
Al apagarme, siento que mi cuerpo y mi alma cierran sus puertas. Me
desconecto mentalmente de todo mientras Caelian me lleva de una habitación a otra.
Pronto nos adentramos en la oscuridad y puedo oler la habitación de Caelian. Mi
cuerpo se acomoda mientras me acuesta en su cama.
El sonido de los jadeos hace que mi mano se extienda, y mis dedos se hunden
al instante en el pelaje de Rosko.
Dejo escapar un grito, me inclino hacia delante y entierro mi cara empapada
en su grueso pelaje. Se acurruca a mi alrededor, como si pudiera ser él quien me
protegiera.
Todo lo demás que me rodea se desvanece. Mi dolor, mis heridas, mi ira, mi 81
pena, todo se aleja de mí mientras el sueño me arrastra a la oscuridad. Ausencia de
sueños, ausencia de emociones.
Pero es sólo temporal, como todo lo demás también lo es.
Capítulo Nueve
Caelian
S
e queda dormida de repente, pasando de un sollozo tan fuerte que parece
que alguien me ha clavado un cuchillo en el pecho, a un sueño pesado.
Casi me pregunto si se ha desmayado o si algo va mal. Pero su respiración
constante me indica que está bien, y el malestar en mi pecho me hace temblar.
Mierda.
Quizás tenían razón.
No puedo manejar esto.
Salgo de la habitación, dejando que Rosko se encargue de mi chica ya que,
aparentemente, no estoy equipado para ello. Quiero hacerlo. Quiero ir curar sus 82
heridas y ayudarla a sanar. Un momento, tengo la capacidad de hacerlo, y al
siguiente, apenas puedo mirarla.
¿Qué me pasa?
Sé lo que me pasa.
Me importa.
Me preocupo demasiado. Hasta el punto de que me está paralizando.
Hasta el punto de que el asesinato es lo único que tengo en mente, y veo rojo.
Un color caliente, ardiente, rabioso, enfurecido, que atraviesa mis ojos y no tengo
foco. Temo que mi familia tenga razón, un movimiento en falso, y haré lo que esperan
de mí.
La mataré.
Así que giro, saliendo a toda prisa de mi habitación y cerrando la puerta. Dejo
a Rosko con ella, sabiendo que su trasero puede, de alguna manera, darle más cariño
del que yo soy capaz ahora mismo.
Ni siquiera compruebo cómo está mi familia. Simplemente atravieso los
pasillos y salgo por la puerta, directo a mi BMW. Sacando las llaves del bolsillo, sé
que esta rabia tiene que ser expulsada de alguna manera.
Alguien la hirió. Como si la hubieran herido de verdad.
Sabía que Aria no le daría una cálida bienvenida. Por el odio que nos ha
dirigido a mí y a mis hermanos esta última semana, sabía que le guardaba rencor a
Raven. Esperaba que cuando la viera, pudiera dejar de lado eso. Pero el grito de
agonía que recorrió el pasillo me dijo una cosa.
Raven no está perdonada.
Aprieto los dientes, sabiendo que podría ir fácilmente a matar a Aria, aunque
en este momento no creo que Raven me perdone. He estado tan jodidamente
concentrado en encontrar a Raven esta última semana que no he tenido tiempo de
descargar mis necesidades en otras personas.
Pero ahora que la tengo, todo aflora a la vez, y mi ira se dirige principalmente
a una persona.
Brody.
Tengo que encontrarlo.
Tengo que encontrarlo antes de que nos encuentre y trate de atrapar a Raven
una vez más. Ella está lidiando con todo lo demás, y no creo que haya encajado del
todo en su cabeza que él sigue ahí fuera. Que no se detendrá.
Sé lo que Raven hace a la gente. Sé el encanto que tiene. Si yo fuera Brody,
nunca me detendría. Moriría en mis intentos por conseguir a Raven.
83
Un toque de Raven vale más que un millón de muertes.
Recorro las calles, con mis días y mis noches mezclados, mientras sale el sol y
los ciudadanos de Oregón se despiertan para el día, preparándose para el trabajo, y
la escuela, y todo lo que hacen por la mañana. Mientras paso a toda velocidad con la
esperanza de encontrar al imitador del asesino del Crow Killer para poder dárselo de
comer a mi perro y dejar que mi chica descargue toda su frustración.
Cruzando la autopista, intercalo mi BMW entre los autos, el tráfico justo en los
límites de la hora punta. Me niego a quedar atrapado en esta mierda. Me volveré
absolutamente loco si tengo que ir a treinta kilómetros por hora por la puta autopista.
Lo hago en la mitad de tiempo, llegando a las afueras de Portland, de vuelta al
barrio de mierda donde está la casa de Brody. Un tipo está afuera, al otro lado de la
calle, regando sus plantas en ropa interior. Le cuelgan bajos y holgados alrededor de
los muslos, y el humo del cigarrillo que suelta de entre los labios flota en el cielo
despejado.
Al dar una vuelta a la manzana, busco el Ford Escape que espero ver.
No hay suerte.
Entonces, en mi segunda vuelta a la manzana, me detengo en su entrada. Apago
el auto y salgo, saludando con la mano al tipo raro de enfrente en mi camino hacia la
puerta principal. Levanta la mano, la otra con el cigarrillo baja para ajustarse los
trastos.
Una maldita idiotez.
Llamo a la puerta principal y miro por encima del hombro mientras el bicho
raro de enfrente sigue mirándome.
Sé que no hay nadie en casa, pero lo último que necesito es que esté al acecho
porque sabe que no soy bienvenido aquí.
Bajando los escalones, camino despreocupadamente por la parte de atrás. Una
vez que lo pierdo de vista, acelero y voy directamente a la puerta por la que entré la
última vez. La abro de un empujón y miro a mi alrededor en busca de algo que haya
sido perturbado o movido.
Cualquier indicación de que vino aquí después de dejar la cabaña.
Todo parece estar en el mismo lugar que la última vez, las botellas de cerveza,
la basura desechada, los platos sobre la encimera. Todo está igual de asqueroso y
quizá un poco más mohoso.
Me dirijo a la habitación que observó Raven un millón de veces, viendo cómo
las paredes vacías me devuelven el parpadeo.
Ah, ¿qué es esto?
84
Una franja de sangre marca las paredes sucias. Levanto la mano y la rozo con
el dedo.
Hm, seca.
No estuvo aquí recientemente, pero definitivamente ha estado aquí desde que
encontré a Raven. Debe haber sabido que encontré este lugar, que me llevé todas sus
obsesiones conmigo cuando me fui.
Por supuesto que sí. No va a conseguir ni una pizca de Raven.
Con una sonrisa de satisfacción por ir un paso por delante, salgo de la
habitación, dirigiéndome de nuevo a la sala de estar. Mis ojos se posan en el exterior,
al otro lado de la calle, en el bicho raro. Sigue ahí. Sigue rascándose los trastos. Un
nuevo cigarrillo entre sus labios.
Sus plantas se están ahogando a estas alturas.
Miro a mi alrededor y me pregunto cuál debe ser mi próximo movimiento. No
he dormido en más de veinticuatro horas, y si duermo tal vez sea por un puñado de
horas. No tengo más que ira en este momento, y necesito seguir moviéndome, porque
en el momento en que me detenga, me estrellaré.
Pateo la basura hacia el sofá y me dirijo a la cocina para revisar las cosas de la
encimera. Cajas de pizza viejas, envoltorios de comida rápida, cualquier cosa que no
esté empapada de una sustancia pegajosa y húmeda, o cubierta de moho, la recojo,
dejándola caer sobre el sofá.
Ahora a ver a al bicho raro.
Atravieso la cocina y salgo por la puerta trasera, metiendo las manos en los
bolsillos mientras intento parecer lo más normal y corriente y menos un asesino.
Al cruzar la calle de un salto, me animo a dar pasos ligeros que me hacen
querer arrancarme los ojos. Con una sonrisa dolorosa en la cara, me dirijo al patio del
vecino.
—Hola, amigo. ¿Tienes un cigarrillo que me puedas regalar?
Me mira fijamente un momento, examinándome de pies a cabeza. Sin decir
nada, se da la vuelta, mostrando una dudosa mancha en el trasero que hace que me
arda la garganta de bilis. Se dirige a su porche y cierra el flujo de agua antes de dejar
la manguera en el suelo. Vuelve al escalón delantero, sus calcetines y sandalias se
aplastan en la hierba mientras toma sus Marlboro 100, saca uno de su paquete medio
vacío y me lo da.
—¿Cómo conoces a Brody? —pregunta, con su voz ya de diez cigarrillos en esta
mañana.
Me pongo el cigarrillo entre los labios y luego agarro el encendedor de su
85
mano extendida.
—Somos viejos amigos. —Enciendo el cigarrillo y le devuelvo su encendedor
de calavera, con una sustancia negra pegajosa en el fondo que ahora está en mis
dedos.
Crack.
—Hmmm —tararea, rascándose la barbilla con el cigarrillo encendido entre los
dedos—. Brody no tiene amigos.
Entrecierro los ojos, no me gusta su sospecha. En absoluto.
—Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Viejos amigos. Quería que
revisara su casa mientras estaba fuera de la ciudad. Está de cacería.
—De cacería —repite.
Asiento, dando una calada y soplando por la nariz.
—No sabía que Brody cazaba.
—Claro que sí. —Me doy una palmadita en el bolsillo, ya que he terminado con
esta conversación—. En realidad, será mejor que vaya a terminar de asegurarme de
que todo está bien y luego me ponga a trabajar. Ya sabes cómo es. —Me río, y aunque
sé que estoy interpretando esta mierda a la perfección, la siento tan falsa en mi pecho.
¿Cómo puede la gente disparar la mierda tan despreocupadamente y decir
idioteces sobre cosas que no tienen ningún sentido?
La charla fue una maldita estupidez.
—Sí, claro. —Me hace un pequeño gesto con la mano, la ceniza de su cigarrillo
mide algunos centímetros.
—Gracias por el cigarrillo, hombre. —Le sonrío mientras bajo los escalones.
—¡Oye! —me grita una vez que salgo a la calle.
Mi espalda se tensa mientras me doy la vuelta, levantando las cejas mientras
espero su pregunta.
—Si estabas comprobando la casa, ¿por qué tocaste la puerta? —Sus ojos se
estrechan, como si fuera el tipo más inteligente del mundo por atraparme en una
mentira tan fácil.
—Es conocido por volver temprano con algún dulce trasero. No quería
interrumpir. —Le lanzo una sonrisa afilada mientras me doy la vuelta de nuevo,
cruzando la calle y entrando en la puerta trasera de Brody.
El olor de este lugar se está volviendo rancio, y creo firmemente que estoy
haciendo un maldito servicio a la sociedad. 86
Me dirijo al salón, doy otra calada al cigarrillo y exhalo por la nariz mientras
observo al vecino entrometido. Sigue sentado allí, mirándome fijamente. Cigarrillo
tras cigarrillo, da caladas mientras me inspecciona.
Como si fuera un maldito detective.
A mitad del cigarrillo, le doy una última calada y lo dejo caer sobre el sofá, la
punta está caliente y encendida mientras lo suelto en el desorden de papel viejo y
basura. Me quedo mirando cómo empieza a humear antes de brillar con un color
naranja intenso, comiéndose las páginas centímetro a centímetro, hasta que estalla
una pequeña llama que atraviesa el papel.
Finalmente, se enciende, un pequeño resplandor se convierte en una llama más
grande, y el montón de basura finalmente se convierte en un fuego humeante frente
a mí.
En el momento en que se engancha al sofá, sé que es hora de irse. Esta vez
salgo por la puerta principal y le hago un gesto al vecino mientras cierro la puerta.
Aunque sé que primero ha echado un vistazo al interior de la casa en llamas.
Sus ojos se abren de par en par cuando me dirijo a mi auto, entro en él y salgo
en reversa de la entrada de Brody. Me aseguro de parar frente a su casa antes de
salir. Aparco y bajo la ventanilla, inclinándome sobre el alféizar mientras lo miro
fijamente.
Está boquiabierto.
Lo miro fijamente.
—Creo que lo mejor para ti es que nunca estuve aquí. ¿Verdad? —pregunto
lentamente.
Levanta un dedo tembloroso, con un nuevo cigarrillo en la mano, hacia la casa.
Puede ver las llamas que empiezan a asomar por la ventana, el humo que llena todo
el salón.
—¿Prendiste fuego a la casa? —Su mirada se vuelve hacia mí—. No eres amigo
de Brody, ¿verdad?
Sonrío, esta con una promesa. Promesa de cosas muy malas si esto no sale como
yo quiero. Se da cuenta de esto, sus rodillas se juntan mientras se encorva.
—No soy nadie en absoluto. Nunca estuve aquí. Nunca pedí un cigarrillo. No
sabes nada. Si no, te puedo prometer que a tu casa le pasarán cosas mucho, mucho
peores. —Deslizo mi brazo de nuevo hacia el auto, acercándolo al volante y
agarrándolo con fuerza—. O a ti.
Asiente lentamente, y me doy cuenta de que está a punto de mearse encima.
Subo la ventanilla, sabiendo que no hablará. Lo más probable es que tenga su
propia mierda que ocultar y llamar a la policía solo perturbará su vida privada que no
87
quiere que se revele.
Salto de nuevo a la carretera principal y me dirijo a la autopista justo cuando
las sirenas en la distancia llenan el aire.
Manejé por las carreteras secundarias llenas de baches hasta la cabaña. Donde
Raven estaba cautiva. Aparco en el bosque, vigilando cualquier tipo de movimiento.
Su auto todavía no está aquí, pero podría estar tratando de mantenerse oculto.
De cualquier manera, observo durante una hora antes de moverme.
No pasa nada.
Pongo la marcha, me acerco a la casa y aparco junto a la puerta principal. Abro
la puerta de un empujón, todavía rota desde la noche anterior.
No ha estado aquí.
Pero mis padres, realmente hicieron un número en el lugar.
Cuando dijeron que lo estaban destrozando, lo decían en serio. Literalmente.
Todos los cajones están sacados, los armarios abiertos, y todo removido. El sofá está
roto por la mitad. Todo.
Han destruido todo.
Atravieso el comedor, luego la sala de estar y las habitaciones del fondo. Veo
lo que debió ser su dormitorio, con un colchón en una esquina de la habitación y
sábanas arrugadas amontonadas encima. No hay nada más. No hay tocador. Ni mesita
de noche. No hay televisión.
Unas cuantas prendas de vestir estaban esparcidas por el suelo de madera.
Cuando entro en el cuarto de baño, veo más ropa en el suelo junto al inodoro.
No parece que sea de un hombre, y frunzo el ceño. Me agacho, las recojo con la punta
de los dedos y me las llevo a la cara.
Olfateo.
Mi mandíbula se aprieta al instante cuando huelo a Raven.
La hizo quitarse la ropa.
Aprieto la tela sucia mientras me vienen a la mente visiones de todas las cosas
horribles que le hizo. Lo que debió pensar y sentir en ese momento. 88
Qué horrible tuvo que ser para ella. Lo que debe haber sentido cuando ese
hombre la tocó, cuando sus dedos eran lo último que deseaba.
Mi puño vuela hacia delante, estrellándose contra el pequeño espejo que hay
sobre el lavabo. El cristal se rompe como una telaraña. Un hilo de sangre se desliza
por mi nudillo.
Pienso en prender fuego a este lugar, en quemarlo como su otra casa. Está claro
que Brody es lo suficientemente inteligente como para no volver aquí, así que poco
después lo deshecho. No tengo tiempo para sentarme a esperarlo, pero quemar este
lugar será una bandera roja para la policía.
Lo último que quiero es que empiecen a investigarlo y descubran que es el
imitador del Crow Killer.
No, quiero a Brody para mí solo.
Mantengo la ropa de Raven sujeta mientras paseo por la casa, queriendo
arrasar con todo, pero sabiendo que sería demasiado arriesgado. Al detenerme en la
cocina, encuentro una vieja bolsa de papel metida en el cubo de la basura. La saco y
la rompo por la mitad para que quede como una hoja de papel. Abro y cierro los
cajones, buscando un bolígrafo o un lápiz que pueda utilizar. Encuentro un lápiz sin
punta, un número dos que parece no haber sido afilado desde los años ochenta.
Inclinado sobre el mostrador, garabateo mi nota para Brody, el plomo débil
contra el papel marrón. Mi rabia casi hace que la punta se agriete con cada letra que
escribo, mi mano tiembla mientras lo aprieto y sólo le muestro un trozo. Sólo un
centímetro de mis pensamientos.
Creo que sabemos que la próxima vez que lo vea, será con mi cuchillo en el
cráneo. No tendré la oportunidad de decirle estas palabras, y necesito que se
entienda de alguna manera.
Una vez que termino, dejo caer el lápiz sobre la bolsa de papel y salgo con la
ropa de Raven y una pesadez en el pecho. Tengo la sensación de que este peso en mi
interior estará ahí hasta que mate a Brody, hasta que ya no tenga que preocuparme
de que Raven esté en peligro.
Brody,
Quizá te preguntes a qué viene esta nota.
Quería darte las únicas palabras que te diré.
Las palabras que Raven merece decirte.
La próxima vez que te vea, estaré cubierto de tu sangre. 89
Puedes ser un cazador, pero esta vez eres la presa.
Vigila tu espalda y date cuenta de que siempre estoy un paso por delante.
Puede que quieras a Raven, pero ella siempre ha sido mía.
Así, cuando le meta la polla más tarde, gritará mi nombre,
No el tuyo.
Se borrará de su memoria después de algún tiempo, y yo me grabaré en ella, en
cuerpo, sangre y alma.
Vete a la mierda.
Caelian Morelli
M
e alejo de la pared cuando la voz de Caelian se acerca a la puerta.
Mierda, ya viene.
Con su ropa de gran tamaño, me deslizo por el pasillo, sus
suelos brillantes me hacen deslizarme hasta su habitación. Rosko sigue tumbado
donde lo dejé, con el pelaje despeinado por mis caricias.
Levanta la cabeza cuando abro la puerta y la cierro rápidamente tras de mí.
Corro por la habitación, salto a la cama y me deslizo bajo las mantas aún calientes,
suaves como la seda contra mi piel. Rosko se levanta, con sus patas traseras hacia
atrás mientras su columna vertebral se arquea en un estiramiento. Abre la boca y
emite un chillido mientras suelta un bostezo de perro.
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Sonrío, la primera que aparece en mi cara en mucho tiempo. Me duelen las
mejillas por el movimiento y me aprieto los dedos contra las sienes, masajeando la
piel dolorida. Todo es tan desesperadamente doloroso en este momento que incluso
una sonrisa me afecta.
¿Habrá algo que me llene de alivio?
Me siento como si estuviera constantemente tambaleando entre herida,
maltratada, adormecida y desprovista de todo en mi alma.
Mis ojos recorren la habitación, todo oscuro y minimalista. Tan caeliano; sin
apego a nada. Sólo su tocador, una mesita de noche, todo de alta gama, todo caro y
brillante, madera gruesa y sin color. Sin fotos, sin obras de arte. El único desorden
encima de su tocador es una pistola, un cuchillo y un cenicero.
Oh, Caelian.
No creía que fuera a ser capaz de dormirme aquí, pero lo hice. Fue más fácil de
lo que esperaba. Mis ojos se cerraron y me acomodé en el colchón como si fuera una
nube. Había dado por sentado el tacto de un colchón real contra mi piel. Mi sueño no
tenía sueños, estaba lleno de un vacío en el que me sentía atrapada desde hacía
demasiado tiempo, pero éste fue bienvenido. Quería el abismo vacío y silencioso
donde no tenía que preocuparme por nadie a mi alrededor. Podía simplemente... ser.
Pero sólo duró un tiempo. Finalmente, las voces de la familia de Caelian me
despertaron de mi sueño, y me desorienté al deslizarme de la cama. Rosko apenas
levantó la cabeza, aunque sus orejas se agitaron en señal de preocupación. Estaba
demasiado cansado o no le preocupaban las voces, ya que me dejó a mi propia
aventura y cerró los ojos una vez más.
Deslizándome por el pasillo, escuché a todos hablar. Demasiadas voces. Más
que sólo Caelian, sus hermanos y sus padres. Había una sala llena de gente, tanto
hombres como mujeres. Me apoyé en la pared del pasillo, mis miembros eran
demasiado débiles para mantenerme en pie, pero era demasiado entrometida para
dejar que hablaran de mí sin saber lo que decían.
No fue bueno.
No confían en mí, ni en mis motivos. Eso estaba claro, sólo por el sonido de sus
voces. Tampoco confían en Caelian. Le hablaron como si fuera peligroso, pero no es
que no sepan ya qué clase de persona es. La forma en que su tono se vuelve tenso, y
bajan la voz en señal de preocupación y vacilación.
La conversación pasó rápidamente de expulsarme de la casa a preocuparse
por mi bienestar.
Creen que Caelian podría matarme. 95
No lo haría.
Lo haría.
Debería preocuparme que cualquiera de las dos cosas sea una posibilidad. Una
parte de mí siente que nunca me haría daño. La otra parte de mí puede sentir en lo
más profundo de mis huesos que lo haría. Me mataría si se diera el caso, igual que yo
le haría con él. La vida es sólo temporal, la muerte es inevitable. Es inútil negar o
prolongar lo que siempre está destinado a ser.
Sin embargo, aun sabiendo que Caelian podría matarme, no tengo miedo. Su
fuerza y poder no me asustan. En todo caso, me hace sentir más protegida. Me da mi
propia fuerza para seguir avanzando.
Caelian debe sentir lo mismo, ya que les habló como si lo tuviera todo
controlado. No voy a ir a ninguna parte; se aseguró de ello.
¿Pero debo quedarme aquí cuando es evidente que no me quieren?
¿O me alejo ahora, con la esperanza de poder aportar lo suficiente para
mantenernos vivas a Aria y a mí? ¿Querría ella incluso venir conmigo, o abandonaría
el barco? No querría hacer esto sin ella.
No quiero hacer nada de esto sin ella.
Sus voces entraban y salían del pasillo, y yo sólo podía captar fragmentos de
su conversación. Finalmente, mi mente se volvió tan aturdida como mi cuerpo, y
cuando empezaron a hablar de eventos y de formar parte de la familia, y la voz de
Caelian se hizo más cercana, supe que mi momento de escuchar a escondidas había
terminado.
Cierro los ojos cuando los pasos de Caelian suenan al otro lado de la puerta y
esta se abre lentamente, como si intentara ser respetuoso y no despertarme. El
corazón me late por todo el cuerpo mientras finjo que estoy durmiendo. Es difícil
regular el corazón cuando tantas cosas recorren tu cuerpo.
Todo se siente mal. Distorsionado. Un rompecabezas mal montado. Todo lo que
quiero hacer es pisar y dejar que las piezas se arruguen y se doblen torpemente. Que
se sienta tan desordenado como yo.
No sé qué pensar de esa discusión familiar, pero aunque quisiera ir a algún
sitio, no tengo a dónde ir. No tengo nada a mi nombre. Tenía dinero escondido en mi
habitación en casa de mis tíos. Un pequeño montón de dinero para emergencias que
había conseguido luchando en Inferno, pero ¿sería suficiente? Apenas. Ciertamente
no nos llevaría a Aria y a mí lejos en el mundo.
Me siento muy confundida. No sé cuál es la respuesta, y realmente no quiero
estar a cargo del resultado.
Contengo la respiración cuando Caelian se acerca a la cama, y puedo sentir
como Rosko se pone de pie para ver a su dueño.
96
Traidor.
Su cola es gruesa y pesada mientras golpea el edredón. La cama huele tan
abrumadoramente a Caelian que quiero ahogarme en ella. Caelian no se empapa de
colonia. Tiene suficiente aroma natural a madera y cuero, caro y rico. Un matiz de aire
fresco y sal marina permanentemente incrustado en su piel.
La cama se inclina hacia el otro lado, su peso y su calor se deslizan más cerca
de mí. Me siento como una gran farsante mientras finjo dormir. No sé por qué finjo.
Quizá porque es mejor que enfrentarse a la verdad.
Que estoy mal de la cabeza.
—Sé que nos estabas escuchando, Raven. Respiras demasiado fuerte, carajo.
Abro los ojos y me doy la vuelta, frunciendo el ceño con irritación.
—No lo hago.
Su boca se aplana de frustración.
—Estás molesta.
Pongo los ojos en blanco.
—Obviamente.
—¿Qué pasa?
Entrecierro los ojos.
—¿En serio? Tal vez sólo... todo.
Su brazo se extiende y rodea mi cintura con sus fuertes dedos, atrayéndome
contra él.
—¿Te preocupa Brody? —retumba contra mi pecho.
Brody.
Un escalofrío me recorre el cuerpo. Me pregunto si estará fuera ahora mismo,
escuchándonos. Imaginándose a sí mismo presionando contra mí. Deseando estar
conmigo. Obsesionándose conmigo.
—No lo sé. ¿Tal vez un poco? Es todo. Aria me odia. Tus padres no me quieren
aquí. Realmente no tengo ningún sitio al que ir. Nada que hacer. Me siento tan...
perdida.
Me hace girar sobre la espalda, hasta que estoy inmovilizada contra el colchón,
y su cuerpo caliente y escultural se cierne sobre el mío. Mi cabeza se aprieta contra
la almohada y desearía desaparecer bajo la tela en lugar de ser inspeccionada por
sus ojos penetrantes. Lo ven todo. Incluso las cosas que no quiero que salgan a la luz. 97
Mis miedos. Mis vacilaciones.
Mis deseos.
—Nunca te tocará. Nunca más. —Sus dedos recorren mis brazos, sus pulgares
rozan los moretones como si fueran una dispersión de polvo—. Es hombre muerto, y
lo sabe.
—¿Cómo mantienes a un hombre delirante alejado de su mayor obsesión? —
pregunto. Brody no tiene nada que perder en este momento. Soy todo lo que ha
querido. Podría entrar aquí con una bomba atada a él, con la promesa de matar a
todos a su alrededor. La mentalidad de que si él no puede tenerme, nadie me tendrá.
Vuelvo a temblar.
Me lo imagino.
—Pones delante de él a un hombre aún más delirante, cuya obsesión es aún
mayor que la suya.
Lo miro a los ojos al ver la seguridad de su voz. Su significado es claro. Su
obsesión habla con vigor. Soy suya.
—¿Me protegerías de ti mismo, si se diera el caso? —Susurro. Sé que cuando
se trata de Caelian, lo quiero más de lo que nunca he querido a nadie. En realidad
nunca he deseado a nadie hasta Caelian. No sé si es así con todo el mundo, o si Caelian
es un tipo especial de persona.
Si la primera persona con la que conecté por casualidad era la única con la que
debía conectar.
Presiona más dentro de mí, y mi cuerpo palpita en señal de protesta mientras
mi alma anhela más. Es como si estuviera en pedazos, y no sé cuál recoger primero,
qué parte de mí necesita más atención. Su cabeza se inclina hacia mi oreja, sus labios
rozan mi piel sensible.
—No.
Mi sangre se convierte en hielo.
—Soy demasiado codicioso, demasiado jodidamente egoísta para alejarme de
ti. Lo lamentable de nosotros es que si uno de nosotros cae, los dos caeremos. Juntos.
Porque no puedo alejarme de ti, aunque eso signifique que ambos nos destruyamos
en el proceso. —Me dice tanta verdad, y mis ojos se cierran mientras mi corazón da
un vuelco.
Me siento revitalizada y destrozada a la vez.
Caelian es la vida, pero también es la muerte.
Su pulgar me roza el labio inferior, la piel agrietada y reseca arde. Frunce el
ceño y se inclina hacia su mesita de noche. Abre el cajón y saca un envase de vaselina.
Abriendo la tapa, saca un poco de vaselina con el dedo y tira el resto del envase al
98
suelo mientras vuelve a acercarse a mí.
Sin siquiera pedirlo, me desliza la vaselina por los labios, y me siento
confundida incluso cuando mi cuerpo suspira de alivio. Me siento tan bien, pero
nunca he tenido a nadie que se preocupe por mí como lo hace Caelian. Se preocupa
sin mostrar emoción. Como si no hubiera dudas con lo que hace.
Es que... es lo que él es. Es Caelian.
A su pulgar le sobra una buena cantidad de vaselina, y la desliza por mi
mandíbula, y por mi cuello. Sus dedos pasan por mi clavícula, tirando del cuello de
mi camiseta hasta que se estira.
Mi respiración se acelera, los nervios y el calor se mezclan en una toxina
confusa y abrumadora. Lo deseo, pero la verdadera pregunta es si estoy preparada
para él.
—¿Cómo se atrevió a mirarte? Realmente no tiene ni idea de con quién empezó
un juego —murmura, casi para sí mismo.
Sus ojos se oscurecen, al no verme más. Se ha desvanecido en su propio
mundo, donde sólo la rabia y la venganza están al frente de su mente.
—Un loco no se da cuenta de las consecuencias de sus actos. Sólo busca la
gratificación de su deseo —susurro, queriendo que comprenda que Brody nunca
pensará como una persona normal. Sus acciones y reacciones se basaban únicamente
en una obsesión tan profundamente entretejida en su piel que nunca se le escaparía.
Era infinitamente una parte de él.
Su mano se extiende por mi cuello, cubriéndome desde el corazón hasta la
mandíbula. Sus dedos se enroscan, agarrando mi garganta. Presiona lentamente, y
entrecierro los ojos, sin querer mostrar miedo. No tengo miedo, no cuando se trata
de Caelian.
—Hasta que el deseo se convierte en obsesión, y sólo entonces la locura te
consume por completo. —Se inclina hacia abajo, hasta que sus labios se ciernen un
suspiro sobre los míos.
Y ya no sé si está hablando de Brody, o de él mismo.
¿Quién de nosotros está más obsesionado?
¿Es Brody? ¿Caelian?
¿O yo misma? Porque en este momento, con su aliento ahumado y mentolado
sobre el mío, y sus dedos ásperos untando la vaselina en mi cuello, me siento positiva
e innegablemente obsesionada con este hombre.
—Me ahogaré en la locura —susurro.
—Y respiraré la manía en tus pulmones —gruñe, antes de bajar los últimos
centímetros, asegurando sus labios contra los míos. Es duro, doloroso. Lleno de
99
destrucción y curación. Mis manos se levantan y me aferro a sus hombros, queriendo
mantenerlo contra mí para siempre.
Queriendo cimentar nuestras almas juntas.
No quiero que este momento termine nunca. Esta seguridad, esta abrumadora
necesidad de estar juntos en todo momento.
Su mano libre cae sobre el dobladillo de mi camiseta, acercándolo a mis
pechos.
—Puede que esté obsesionado contigo —murmura contra mis labios.
Le muerdo el labio inferior, hundiendo mis dientes en la piel afelpada. Gruñe
y sus dedos se clavan en mis moretones, creando los suyos propios. Borrando el toque
de Brody y pintando su ofrenda de dolor en su lugar.
No me importa. Si tuviera que sufrir, querría que fuera a manos de Caelian más
que de cualquier otra persona en el mundo.
Se aleja de mí y se acerca a mi cuello, con su barba que me pica y me araña
mientras sus dientes y sus labios me chupan el cuello.
Me hace perder el sentido de todo. Me olvido de dónde estoy y de lo que he
pasado. Me olvido del dolor en mi corazón y en todo mi cuerpo. Me olvido del odio
en mi corazón y de mi alma herida. Me olvido de todo mientras la locura de Caelian
me rodea.
Mi pecho se agita cuando me sube la camiseta por encima de los pechos,
mirándome fijamente y enseñando los dientes como si fuera un animal salvaje.
Hambriento. Voraz.
Se zambulle, su lengua y sus dientes se mezclan en un asalto despiadado.
Arqueo la espalda, el dolor y el placer se mezclan en una combinación tortuosa.
Apenas puedo respirar porque las sensaciones que crea son combustibles.
Su mano se desliza por mi cuerpo, sus dedos tocan y pellizcan mi pezón,
prestándole tanta atención como su boca prodiga al otro.
—No creo que estés preparada, pero realmente quiero deshacerme de
cualquier rastro de él que haya tocado.
Alargo la mano, y mis dedos tiran de sus suaves mechones.
—Puede que no esté preparada, pero eso no significa que no te necesite
desesperadamente ahora mismo. —Me muerdo el labio, sintiéndome salvaje cuando
sus dedos rozan mi pezón, la otra mano sigue agarrando mi cuello—. Por favor,
arruíname.
Me mira fijamente, sus ojos brillan con un calor que no sabía que podía poseer.
100
Es un hombre tan frío, tan desprovisto. Y sin embargo, aquí está, llenándome de un
fuego que me convertirá en cenizas.
Entonces se aleja de mí, y mi cuerpo se arquea con desesperación, una cuerda
que une mi pecho a sus dedos. Siento el tirón, pero acabo cayendo sobre su colchón,
un gemido saliendo de mis labios.
—¿Adónde vas?
Se levanta, sus dedos van al botón de sus vaqueros.
—Ven aquí. —Su voz es autoritaria. Todo lo contrario que sus ojos, fríos como
el hielo. Una tundra ártica empalidece sus ojos achocolatados, y no puedo evitar el
escalofrío que me recorre el cuerpo.
—¿Caelian?
Levanta las cejas como una persona completamente diferente del hombre que
no podía quitarme las manos de encima hace unos momentos.
Este hombre parece intocable. Peligroso. El tipo de hombre del que sus padres
deberían advertirme. Entiendo sus palabras en este momento, sus vacilaciones.
Este hombre es el verdadero asesino.
Me deslizo fuera de la cama, moviéndome para ponerme delante de él. Cerca,
pero no lo suficientemente cerca. Lejos, pero no lo suficiente. La distancia justa para
sentirme en peligro y protegida al mismo tiempo.
—Arrodíllate —me ordena, y parpadeo, momentáneamente confundida, con
los dedos de los pies curvados contra el suelo de madera mientras el calor recorre
mis extremidades.
—¿Qué?
—Ponte de rodillas, Raven. Tienes muchas ganas de arruinarte. He luchado
contra lo inevitable contigo desde el primer día, y constantemente quieres caminar
hacia el fuego. Aquí tienes, nena. Hora de arder. —Señala el suelo—. Ponte de
rodillas.
Hago lo que me dice, mi cuerpo me duele con mis movimientos. Debería estar
descansando. Recuperándome. En cambio, estoy escuchando a mi... ¿qué?
¿Protector?
¿Asesino?
¿Amigo?
¿Novio? 101
Ninguna, o todas las anteriores. Una u otra.
Le escucho mientras me da órdenes como si fuera una esclava servil. No lo soy,
y quiero luchar contra él, pero también quiero ver a dónde me lleva en este viaje. Si
cedo, ¿hasta dónde llegará?
Tal vez me arruine. Tal vez sólo está haciendo todo lo que he pedido, y sólo
estoy recibiendo lo que me merezco.
La ruina.
Mis rodillas heridas golpean el suelo, contra la madera. El pantalón de chándal
que me cubre apenas protege mi piel herida. Sus dedos se dirigen a mi cabello y los
enreda entre los mechones, agarrándolos como si fueran dos asas, una a cada lado de
mi cabeza. Inclino la cabeza hacia atrás y lo miro fijamente, preguntándome qué es lo
que puede tener preparado para mí.
—Quiero que me chupes la polla. Y voy a llenar tu boca, limpiarte, y nunca,
nunca dirás su nombre de nuevo. ¿Entiendes?
Asiento, sorprendida y extrañamente excitada por su dominio. Detesto que me
presionen. No llevo en la sangre hacer lo que me dicen.
No soy una seguidora. Soy una líder.
Sin embargo, en el momento en que él se pone encima de mí con su poder y su
fuerza, quiero que sea él quien me proteja.
Tal vez sea el momento en el que me encuentro. Tal vez me siento tan débil y
vulnerable que sólo quiero que me haga sentir mejor.
O tal vez soy yo. Sabiendo que Caelian puede protegerme en todos los
aspectos.
Asiento.
Me suelta el cabello y sus dedos se dirigen de nuevo al botón de sus vaqueros
y lo abre, bajando la cremallera y metiendo las manos en sus calzoncillos negros.
Luego, libera su erección y veo cómo se balancea contra su cintura. Se levanta la
camiseta blanca, los surcos y el vello disperso que se extiende desde su ombligo
hasta su erección.
Se me hace agua la agua.
Es algo más. Un sueño completo y nada de lo que sabía que me faltaba.
Avanza y la cabeza de su polla roza mis labios. Se separan en un jadeo, mi
lengua se sumerge para mojar mis labios en un reflejo, como si estuviera preparada
para él. Su mano se dirige a mi nuca.
—Abre —ordena, su voz está tan cargada de sexo que hace que se me caliente
el vientre bajo. Mis ojos se dirigen a los suyos cuando tira de mi cabeza hacia delante.
Hago lo que me dice, abriendo la boca y dejando que su polla se deslice hacia dentro.
102
Es cálido, aterciopelado contra mi lengua. Suave, con una vena palpitante en la
parte inferior. Cierro los ojos en un gemido, sin saber que se sentiría así. Los dedos
de Caelian se enroscan, anudándose en mi cabello, mientras golpea la parte posterior
de mi garganta.
—Sí, nena —gruñe.
Imagino que es una paleta o un helado mientras se mueve. El sabor salado de
su polla me hace estremecer, todo mi cuerpo se debilita por la necesidad. Me inclino
hacia delante, con las manos apoyadas en sus muslos y las uñas clavadas en su piel
recubierta de vello oscuro, mientras él se adentra más, golpeando el fondo de mi
garganta con cada empujón.
Mi reflejo nauseabundo se dispara, y las arcadas y la saliva fluyen por las
comisuras de la boca. Eso hace que se ponga más duro, como si disfrutara de mi dolor,
de la incomodidad de su enorme polla chocando contra el fondo de mi garganta.
No tengo nada con qué compararlo. No he visto ninguna otra polla para decidir
si la de Caelian es grande o pequeña. Pero es larga y gruesa, una mezcla de
bronceado y crema, suave y lisa, aunque también dura como una roca. Si tuviera que
adivinar, es más grande que la media de los hombres, y está hecha a la perfección.
Acelera, mis ojos se humedecen mientras lo miro. Me mira fijamente, con la
cara ensombrecida. Sus ojos color chocolate se oscurecen, y sus abdominales se
flexionan y giran con cada empuje. Su anillo negro en la nariz brilla en la habitación
oscura, donde sólo hay una pizca de luz que brilla a través de las ventanas con cortinas
que nos cubren.
Justo cuando estoy a punto de no poder soportarlo más, mi boca se abre en un
grito ahogado, y él tira de mi cabeza hacia atrás, arqueándola hacia el techo. Su otra
mano se dirige a mi mandíbula y su pulgar presiona mi lengua.
—Trágate hasta la última gota, Raven.
Trago, y suelto una bocanada de aire cuando la primera cuerda caliente me
llega a la lengua. Más salinidad llena mi paladar y Caelian deja escapar el más gutural
y salvaje gemido mientras se vacía. Me imagino lo que le parece a él. Mi boca abierta;
mi boca llena de su cremoso semen blanco. Se hace eterno, hasta el punto de que
apenas puedo tragarlo todo de una vez. Empieza a resbalar por la comisura de mi
boca, y su pulgar lo barre, metiéndomelo en la boca. Cierro los labios alrededor de
su pulgar, saboreándolo, saboreando cada gota.
Estoy sin aliento, agotada, como si hubiera tenido mi propio orgasmo cuando
todavía palpito entre las piernas. Caelian retrocede, usando su mano para arrancarse
la camiseta por encima de la cabeza, la otra acariciando su polla, y veo cómo se pone
duro de nuevo, insaciable y loco.
Deja caer su polla, se adelanta y se agarra a la camiseta que me cubre. Luego
103
me la quita de un tirón, dejándome topless y agitada bajo él. Sus ojos recorren cada
centímetro de mi cuerpo. Su cuerpo.
Lleno de moretones, raspones y heridas, y todavía me mira como si fuera un
tesoro.
Me agarra por la cintura, me levanta como si no pesara nada y me deja caer
sobre la cama. Ahora mismo, parece peligroso, su tacto se siente peligroso, como si
sus dedos pudieran aplastarme fácilmente.
Sus dedos se enroscan en la cintura de su chándal y me lo baja, me lo quita de
las piernas y se lo echa por encima del hombro.
—Tengo hambre, Raven. ¿Qué debo comer? —Sus ojos son fríos, desapegados,
pero su voz es grave, sumergida en sexo, y rematada con una aspereza que me hace
temblar a lo largo de cada músculo de mi cuerpo.
—Todo —susurro, con los ojos levantados hacia el techo.
—Dime, Raven. Dime cómo saciar mi hambre. —Cada palabra está calculada
con facilidad. Un maestro de la manipulación. Coloca el peón donde sabe que va a
ganar. Caelian no se vuelve vulnerable. Es demasiado poderoso, demasiado
psicópata para volverse débil frente a alguien.
Yo misma me incluyo.
Le paso los dedos por el cabello, tirando y empujando, insegura de dónde
quiero que vaya. Pero la palpitación entre mis piernas lo hace fácil, y lo empujo hacia
abajo, hasta que su aliento se cierne sobre la piel sensible, caliente y eróticamente
palpitante por su tacto.
—Por favor —susurro, retorciéndome bajo su cuerpo—. Por favor, lámeme.
Refunfuña, y sus manos recorren el interior de mis muslos, toda expuesta a él.
Suelta una pequeña ráfaga de aire, el cosquilleo me convierte en un charco sobre su
lujoso colchón.
Finalmente, baja su cuerpo y su lengua se desliza por mi sexo. Siento la
humedad que me cubre la piel, sus dedos se clavan en la carne de mis muslos,
provocando sus propias marcas mientras se da un festín entre mis piernas. Aplasta su
lengua contra mi clítoris y me arqueo hacia él.
—Quiero que grites mi nombre hasta que el mundo entero sepa a quién
perteneces. Hasta que no haya más preguntas. Hasta que no haya más dudas.
Se me van los ojos a la nuca mientras hundo la cabeza en la almohada que tengo
debajo, y suelto un gemido cuando su mano se desliza hacia abajo, con dos dedos
entrando en mí. Los enrosca suavemente, y jadeo. Un jadeo tan fuerte que se me
atasca en la garganta. 104
Comienza un ritmo, entre hundir sus dedos en mí y lamer mis pliegues, mi
clítoris, mordisquearme como si fuera dueño de cada centímetro de mí.
Caelian me hiere el alma, me come el corazón y no me deja nada para recoger
al final. Mi cuerpo se mueve en espiral hacia el agujero negro del placer que ya no
puedo contener. Mis ojos se cierran y todo mi cuerpo comienza a sentir un cosquilleo.
Justo cuando llega a la cima y estoy a punto de caer en el éxtasis, se levanta de mi
cuerpo. Abro los ojos para gritarle, pero está ahí, entre mis piernas, con el condón
enfundado en su polla mientras se lanza hacia delante, llenándome de un empujón
posesivo.
Su pulgar se dirige a mi clítoris y lo frota con fuerza y rapidez mientras empieza
a follarme. Me folla sin piedad, agresivamente, descargando en mí la rabia que no
puede infligir a mi secuestrador. Es brutal, y es demasiado cuando mi orgasmo
vuelve, lleno de tanto placer que roza el dolor. Mis labios se abren de par en par y no
puedo controlar el grito que resuena en las paredes.
Grito. Grito muy fuerte.
—Sí, nena. Dile al mundo entero lo que te hago. Me voy a incrustar en tu cuerpo,
mente y alma.
Las lágrimas me queman el fondo de los ojos por la fuerza de mi liberación. Me
cabalga a través de ella, sumergiéndose en mí hasta que me corro. Entonces se
ralentiza, meciéndose en mi humedad hasta que vuelvo a respirar.
Su tonificado pecho brilla de sudor, las gotas caen sobre mis pechos desnudos
mientras él continúa un movimiento más lento, mi cuerpo se aprieta a su alrededor,
todavía con ganas de más.
Cuando vuelvo a enfocar los ojos, me está mirando fijamente. Acelera su ritmo
y siento cómo su polla se endurece dentro de mí, estirando mis paredes y golpeando
la parte posterior de mi sexo, sintiendo cada centímetro más y más como si llegara a
mi estómago, a mi pecho. Cada parte de mí está llena de él, y no puedo hacer otra
cosa que llorar por el placer continuo.
Se tensa y su pulgar se dirige de nuevo a mi clítoris mientras me frota hasta un
segundo orgasmo. Conoce mi cuerpo mejor que yo, y me presiona y maniobra donde
quiere. Me retuerzo, queriendo caer dentro de él y a la vez alejarme. El placer es tan
grande. Las lágrimas ruedan por mis sienes y gimo hasta que mi garganta se vuelve
áspera. Siento el pulso de su polla cuando se vacía en el condón, y es como un
detonante. Me dispara a otro orgasmo, mi visión se desvanece.
Se inclina hacia delante, apretando cada centímetro de su cuerpo contra el mío,
y abro los ojos, mis ojos brillantes clavados en los suyos oscuros.
—Ahí estás —dice con voz ronca.
Mi mano se eleva hasta sus mejillas, cinceladas y cortadas a la perfección. Me
levanta hasta que mi cabeza golpea la almohada. Siento que mi cuerpo se rinde y cae
105
en el país de los sueños. Incapaz de permanecer atada a la superficie, me dejo llevar
por la oscuridad, sabiendo que dondequiera que aterrice, Caelian estará allí para
atraparme.
Eso espero.
Capítulo Once
Caelian
M
iro fijamente a Raven, que duerme hecha un ovillo en el otro extremo
del colchón. Sus suaves ronquidos me tranquilizan y enfadan a la vez.
Tiene mucho que aprender. Pretende ser fuerte, y puede ser capaz de
quitar una vida, y seguro que si la saco al mundo, puede que sobreviva. Pero si me
alejo y la dejo lidiar con la tormenta de mierda que la rodea, no creo que pueda salir
de ella de una pieza.
Esto es demasiado caos para su mente fracturada.
Pero mientras el sol se eleva sobre los árboles en el segundo día de su libertad,
sé que sentarme aquí y dejar que se hunda en la miseria no es bueno para ella. Tengo
que obligarla a volver a su vida para que vuelva a la normalidad. Cuanto más tiempo
106
permanezca en esta situación intermedia, más peligroso será. Me preocupa que sea
sólo una botella que ha sido agitada con la tapa puesta. No hay mucho que pueda
pasar antes de que explote.
Se retuerce, acurrucándose más en Rosko. Parece que es él quien la reconforta.
Me doy cuenta de que no soy la persona más cariñosa, pero me siento bastante jodido
porque empiezo a sentir celos de mi propio maldito perro. Es protector con ella,
llegando a poner su pata en su brazo. Cuidándola como si yo fuera jodidamente
incapaz.
Suspiro, me inclino hacia su lado de la cama y presiono mi mano sobre su
cuello. Rosko percibe el movimiento, levanta la cabeza y me observa atentamente.
¿Cuándo se volvió tan importante para él?
¿Para mí?
—Raven —murmuro, mis dedos le apartan el cabello de la cara.
Gruñe, alejándose de mí, hasta que mi mano cae sobre el colchón.
—Tienes que levantarte. La escuela es en un rato.
Eso la hace tensarse contra el colchón, y levanta la cabeza para mirarme con
ojos soñolientos, el cabello desordenado y una piel que intenta curarse, pero que se
niega a dejar que se olvide de sus demonios.
—No voy a ir —grazna.
Sonrío, no estoy de humor para batallar.
—Sí, lo harás.
Vuelve a dejar caer la cabeza sobre el colchón, subiendo las sábanas sobre su
cabeza, dejando a Rosko mirándola con una confusa inclinación de cabeza.
—No voy a ir a esa maldita escuela. Eso era una mierda que me obligaban a
hacer mis tíos. No voy a volver allí.
Rechino los dientes, sin saber cómo lidiar con alguien con quien se supone que
debes estar, pero que al mismo tiempo te agrava hasta el punto de querer matarla.
No trato con esta mierda. Nunca. Si viene de mis hermanos, los abofeteo. Si viene de
un extraño, lo mato.
Con Raven, estoy atascado queriendo hacer todo eso pero sin poder hacer
nada de eso.
Al inclinarme, mis dedos rodean la suave manta que la cubre. Se la quito de un
tirón y suelta un grito.
La dejo caer a mis pies.
Se sienta, mirándome con absoluta furia. 107
—¿Qué demonios, Caelian?
—No voy a dejar que te quedes sentada en esta habitación, metida en tu propia
cabeza por esta mierda. Dúchate, ponte algo de ropa y reúnete conmigo en la cocina.
Nos vamos en treinta minutos.
Su cara se enrojece, sus manos estrangulan las sábanas, y sólo puedo imaginar
que es a mí a quien está pensando en estrangular en su lugar.
—Eres un imbécil. ¿Y si digo que no? —se burla, con tanta rabia y dolor
embotellados en su interior. Necesita dejarlo salir.
Por desgracia para ella, el tipo en cuya cama duerme es demasiado psicópata
como para que le importe.
—Si no tienes ganas de escuchar, yo mismo pondré tu trasero en el auto. Te
obligaré a ir a todas las clases. Me aseguraré de que hagas lo que se supone que
debes hacer. Sólo porque hayas matado a las dos personas que te metieron en esa
escuela no significa que puedas dejar de estudiar y tirarte en la cama como un
perezoso todo el día.
Su mandíbula se aprieta una y otra vez, haciendo polvo las palabras de odio
que sé que quiere escupirme.
—No harías eso —escupe entre los dientes.
Me río, sin ningún tipo de humor. Me dirijo a mi vestidor, lo abro y saco un par
de vaqueros y una camisa antes de dirigirme a la puerta, deteniéndome para mirar
por encima del hombro.
—Mírame y descúbrelo, nena.
Salgo de la habitación, cierro la puerta tras de mí y camino por el pasillo. Su
grito de frustración atraviesa la pared que nos separa.
Sonrío. Sí, tal vez estoy un poco malhumorado hoy. Pero Brody sigue ahí fuera,
y seré un jodido imbécil hasta que su cadáver esté metido bajo mi bota.
Además, necesito a Raven enfadada. Enfadada, llegará a alguna parte. Triste y
cerrada, es otra persona completamente. Esa no es Raven.
Me dirijo a la cocina y veo que Matteo ya está apoyado en la isla, sorbiendo una
taza de café.
—Está enfadada contigo, ¿eh? —Matteo se ríe en su líquido oscuro, como si esto
fuera una gran broma para él.
—Sí. Está enfadada. —Oigo que algo golpea la pared y me imagino que se pone
a destrozar mi habitación. Me agarro a la encimera para no ir a noquearla—. ¿Gabriel
va a llevar a Aria, o tengo que hacerlo yo?
Sus ojos están en el pasillo que lleva a mi habitación.
108
—Él la llevará. —Toma un sorbo y casi le quito la taza de las manos—. Será un
día divertido. —Otro sorbo.
Sacudo la cabeza, me acerco y agarro el porro enrollado detrás de su oreja. Me
lo meto entre los labios y, rebuscando en el bolsillo, saco el mechero y lo enciendo.
—Oye, lo estaba reservando para el auto...
—Puedo garantizar que este no será un día divertido. —Inhalo una gran
cantidad de humo y lo miro—. Este día, y muchos días en adelante, no van a ser días
buenos.
Le paso el porro y le da una calada.
—¿Por qué mantenerla aquí? ¿Si sabes que estás a punto de pasar por el
infierno?
Al instante siento que mi cuerpo se afloja.
—Porque ella lo vale.
Ella lo vale todo.
Como si se tratara de una señal, camina por el pasillo con una toalla alrededor
del cuerpo y el ceño fruncido. Aprieto los dientes al verla, empapada y apenas
cubierta. Mi hermano me mira de reojo, y en el momento en que capta mi mirada,
baja los ojos a su taza.
Buena idea, Matteo.
—No tengo ropa que ponerme. Parece que no voy a ir a la escuela, después de
todo.
Se da la vuelta, dispuesta a volver a la cama y a esconderse el resto de su vida,
cuando la llamo por su nombre.
Señalo hacia la puerta principal, donde hay bolsas y bolsas de ropa, tanto para
Aria como para Raven. No sé cuándo llegaron, pero supongo que cuando mencioné
que había quemado todo lo que tenían, mi madre y mis tías se habrán encargado de
ello.
Lo cual es bueno, porque ni siquiera pensé en eso. Habría estado bien con ella
usando mi ropa por el resto de su vida. Reclamándola. Poniendo mi marca en ella para
que todos los demás se mantengan alejados.
—¿Qué demonios es eso? —Las mira de reojo como si estuvieran lleno de
bichos.
Me doy un golpe, porque ya puedo decir que su actitud está a punto de poner
a prueba mi maldita tolerancia.
109
¿Puedo pasar el día sin matarla? Probablemente.
¿La semana? No lo sé.
Acercándome a las bolsas, las levanto por las asas y se las tiendo.
—Esta es tu ropa. Puedes agradecérselo a mi madre más tarde. Ahora mismo,
ve a vestirte para que mi hermano deje de verte en toalla.
Me mira fijamente, con su hermosa y marcada piel aún húmeda por la ducha,
su piel reluciente y tan jodidamente cremosa, incluso con los moretones salpicados a
lo largo de sus extremidades. Luego se hace a un lado, sus ojos se encienden cuando
mira a Matteo.
—¿Cómo te llamas? —Tiene el valor de preguntarle a Matteo mientras está
básicamente medio desnuda.
La sangre me quema la piel mientras se convierte en fuego en mis venas, y no
sé cómo sigo de pie.
—Me llamo Matteo, y no me interesas, cariño. Creo que mi hermano me
cortaría la polla, y la prefiero entre las piernas. Gracias.
—Haría algo más que cortarte la polla —gruño por encima del hombro.
Raven estrecha sus ojos hacia mí, y puedo ver que quiere golpearme.
—No me gustas en este momento. No me gustas en absoluto.
Mis ojos se estrechan hacia ella.
—No te gusto porque te hago enfrentar la mierda a la que tienes demasiado
miedo. Me lo agradecerás cuando puedas sacar la cabeza del trasero.
Su mano libre se levanta y la atrapo antes de que pueda conectar con mi mejilla.
Al girar su cuerpo, su trasero vestido con la toalla golpea mi frente, y le paso el
antebrazo por el cuello, cortándole la respiración.
—Si quieres llevar esto al ring, estaré encantado. Pero sé que no estás
preparada para ello, así que vigila tu boca y ve a vestirte para que podamos salir de
aquí.
Cuando la suelto, gira la cabeza para mirarme un momento y luego exhala
lentamente antes de alejarse en silencio.
No está bien.
Vuelvo con mi hermano, que no dice nada solo que me tiende el porro.
Lo tomo, me siento en el taburete y entierro la cabeza entre las manos.
Después de lo que parecen horas, suena el ruido de pasos por el pasillo. Al
principio, creo que es Raven, pero no suenan como los de ella. Y hay dos grupos de 110
ellos. Mi cuerpo se tensa y me preparo para la ira de la prima.
Aria.
Doy vueltas en el taburete, observando cómo Gabriel camina por el pasillo con
una mirada de enfado. Imagino que es casi la misma mirada que tengo yo. Ojos llenos
de tensión y gruñidos torciendo los labios.
Aria no parece más contenta, con los brazos cruzados sobre el pecho y los
labios tan enroscados que la piel que los rodea está blanca y constreñida. Me bajo
del taburete, cortándole el paso. Sus ojos brillan de miedo y se tambalea hacia atrás,
mirándome.
—Anoche heriste a Raven.
Sus ojos se abren de par en par, desconcertados, con un borde de ira.
—¿Acaso entiendes lo que estás diciendo?
Entrecerré los ojos.
—Sí. Heriste a Raven.
—Ella. Me hizo daño. A mí —se queja.
Siento que me cierro, que me enfrío, que me retraigo. La chica que está frente
a mí ya no es la prima de mi chica. Es una desconocida, y el hecho de que haya herido
a Raven me parece que debería ser suficiente para acabar con su vida.
Fácilmente. Sin dudarlo.
—No quiero amenazarte, Aria. No quiero hacerte daño, pero lo haré, si no
resuelves tu mierda y encuentras una manera de llevarte bien con Raven —digo,
asegurándome de que la presión de mi mirada se incrusta en ella—. Si tienes
curiosidad por la seriedad de mis palabras, puedes preguntar a mis hermanos qué
hago cuando alguien acaba en mi lado malo.
Mira a Gabriel, y él se detiene, mirándola por un momento antes de asentir un
poco.
Asiento hacia la puerta, hablando con mi hermano.
—Su ropa está junto a la puerta principal.
Él asiente, se acerca a la puerta y levanta las bolsas. Se las entrega y ella se
limita a mirarlo, con la cara roja y los miembros tensos. Quiere rebelarse, lo veo en
sus facciones. Preferiría estar en cualquier otro sitio que no fuera con nosotros, pero,
por desgracia para ella, no tiene elección.
Le arranca las bolsas de la mano y se marcha a toda prisa por el pasillo. Gabriel
espera a que doble la esquina para girar sobre sus pies, caminar hacia los taburetes
y sentarse. Mira el porro apagado en el cenicero cercano y suelta un gemido.
—¿Desde cuándo esta chica es mi problema? —refunfuña, tirando de las puntas
111
de su cabello.
—Cuando eres el único al que ha decidido escuchar. —Lo miro y niega con la
cabeza.
Nos sentamos en silencio, disfrutando de los pocos momentos sin quejas antes
de que Aria vuelva a caminar por el pasillo con unos vaqueros ajustados y un jersey
holgado. Odio decirlo, pero la chica es realmente bonita cuando no está vestida como
una monja.
Y cuando no está quejándose como una niña de cuatro años.
Sin embargo, parece incómoda, como si no estuviera acostumbrada a que los
vaqueros le aprieten tanto los muslos o a la pequeña franja de piel que queda al
descubierto entre la cintura de los vaqueros y el dobladillo del jersey. Es sólo un
pequeño trozo de piel a lo largo de su ombligo, pero la forma en que sigue tirando
del jersey delata su incomodidad.
Una mirada de reojo a Gabriel me dice que también se ha dado cuenta de que
en realidad no es una maldita rana como todos pensábamos al principio.
—¿Aria —grita Raven, sus palabras se cortan en el momento en que su mirada
conecta con la de Aria—, vas a ir a la escuela? —susurra el resto, y poco a poco puedo
sentir que la temperatura de la habitación desciende grado a grado hasta que parece
que el hielo nos rodea.
—Sí, voy a ir a la escuela —arremete Aria, dándose la vuelta y caminando hacia
la cocina para tomar un plátano—. No es que quiera, pero estos psicópatas me
obligan.
Raven se queda de pie y me da un momento para mirarla. Lleva unos leggins
negros que me dan ganas de darle un mordisco en el trasero, y una camiseta de
manga larga de color crema. Lleva el cabello recogido en una coleta alta, como si
fuera a entrar en el ring. Cuando pasa junto a mí, mis ojos se abren de par en par al
ver que la mayor parte de la parte trasera de la camiseta ha desaparecido.
¿Qué mierda es esto?
Unida sólo por una tira de tela en el cuello y la cintura, el resto de su espalda
queda al descubierto, mostrando su carne cremosa.
Herida. Con cicatrices.
Extiendo la mano y pongo la palma sobre su piel. Se detiene y los músculos de
su espalda se tensan contra mí.
—¿A dónde crees que vas con esto?
Se aleja de mi contacto y me mira por encima del hombro.
—Me voy a la escuela. El lugar al que me obligas a ir. 112
—¿Llevando eso?
Toca la camiseta con los dedos.
—Llevando lo que sea que tu mamá me compró.
Voy a matar a mi madre.
Ni siquiera lleva sujetador.
—¿Por qué mostrar tus moretones? Te estarán haciendo preguntas —digo, sin
entender por qué quiere ponernos, a ella y a mí, en este maldito aprieto.
Estrecha los ojos.
—Se acabaron los juegos. Me visto así en Inferno, donde no me preocupa nadie
más. Lo mismo ocurre en la escuela. Me hacía la simpática por mis tíos, pero ahora
que se han ido —mira a Aria, cuya cara se pone roja y pálida al mismo tiempo—, se
acabó la fachada. Si alguien quiere joderme, supongo que estoy dispuesta
defenderme. —Se encoge de hombros.
—¿Pero qué pasa cuando tenga que matar a la gente por mirarte?
—Entonces supongo que deberías haberme dejado quedarme en casa. —Sus
cejas se alzan en señal de desafío, y aprieto los dientes, saliendo a toda prisa por el
pasillo hacia mi habitación. Me dirijo al armario, tomo una sudadera y salgo de la
habitación.
Mis pies golpean el suelo y paso por delante del incómodo grupo de la cocina,
con ganas de patearles el trasero por cada uno de sus pensamientos. Puedo oírlos,
puedo sentir su juicio.
Creen que estoy actuando como un loco. No lo estoy. Es sólo que... es la maldita
Raven.
Estoy enfadado con Aria por estar enfadada con Raven.
Estoy enfadado con Matteo por no tener nunca una mala actitud.
Estoy enfadado con Gabriel por su habilidad para conseguir que Aria lo
escuche cuando yo no puedo hacer lo mismo.
Estoy enfadado con Raven por muchas malditas razones. Estoy enfadado
porque está herida. Me enfada que me ponga a prueba. Odio que sus ojos contengan
un miedo que no puedo extraer. Quiero salvarla, pero tiene una mirada como si no
quisiera ser salvada.
Paso por delante de todos y me dirijo a la puerta principal. Lo único que sé es
que Raven no va a entrar en la escuela mostrando la espalda de esa manera, o
arrancaré las cabezas de todos los alumnos y profesores que la miren. Será un baño
de sangre. No, gracias.
—Nos vemos en el auto.
113
120
Capítulo Doce
Raven
N
o me dejan en paz.
Los tres. Caminan detrás de mí. Se ciernen sobre mí. No hay un
lugar al que pueda ir en esta escuela sin que ellos estén allí; mis tres
sombras. Incluso escapar al baño dura poco, porque se quedan detrás
de mí hasta que abro la puerta, y en el momento en que salgo, ahí están de nuevo.
Este ha sido el día más largo de mi vida. Y sólo ha llegado a la mitad.
Me alegro de los momentos en los que estoy sentada en un aula, con mi trasero
contra el frío asiento de metal, mi cuerpo ahogado en la sudadera de Caelian. No
tienen la posibilidad de quedarse fuera y observar cada uno de mis movimientos.
Esperan en sus propias aulas, y en el momento en que suena el timbre, están de
121
vuelta, esperándome.
Para protegerme de Brody, dicen. Como si fuera a caminar por los pasillos sólo
para buscarme en Blackridge Prep, la única escuela que es tan de alta seguridad que
si no vas a la escuela aquí, ni siquiera puedes entrar.
Pero no sé... supongo que podría tener una venda sobre mis ojos porque los
tipos tan experimentados en el crimen y la muerte me protegen como si estuviera
hecho de oro.
Si tuviera que apostar, tiene más que ver con Brody. Apuesto a que tiene que
ver con el hecho de que no he sido la persona más querida aquí, y maté a una de las
perras más populares de la escuela.
Desearía no estar aquí, pero supongo que es una de las reglas de vivir en la
casa Morelli. Ir a la escuela. Actuar como un Morelli. Vestir como un Morelli. No ser
un choque de trenes como es mi costumbre.
Todo está... tan jodidamente mal.
Las cosas se sintieron bien por un breve momento mientras Caelian me llevaba
a otro orgasmo alucinante. ¿Es esta su manera de mantener mi mente fuera de la
oscuridad? Quiere mantenerme en el aquí y ahora en lugar de preocuparme por todo.
Pero la verdad es que, incluso con él dándome innumerables orgasmos, incluso con
él tratando de salvarme continuamente, sigo sabiendo.
Mis demonios siguen ahí.
No quiero que me traten como si fuera débil. No lo soy.
No lo estoy.
Levanto la mano y mi profesor de ciencias, el Sr. Bolland, me hace un gesto con
la cabeza.
—¿Puedo usar el baño? —pregunto. Quiero alejarme de ellos, sólo por unos
minutos. La única manera de hacerlo es escapar antes de que puedan llegar a mí.
El Sr. Bolland mira el reloj, con los ojos fruncidos por la confusión.
—La campana está a punto de sonar, Raven.
—Lo sé. —Me muevo en mi asiento, dramatizando un poco—. Es una especie
de emergencia.
Sus cejas se levantan por encima de la línea del cabello.
—Bien, de acuerdo entonces. Adelante. —Hace un gesto hacia la puerta, y
suelto un suspiro de alivio, recogiendo las cosas de mi escritorio y saliendo a toda
prisa del salón, con mi bolso golpeando el marco de la puerta al salir.
Si no estoy fuera de esta escuela en cinco minutos, voy a tener a los tres
hermanos Morelli respirando sobre mi hombro, y no sé cuándo será la próxima
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oportunidad que tenga de escapar de ellos.
Corro hacia mi casillero, arrojo todo allí y cierro la puerta de golpe. No me
importa. Lo recogeré todo mañana. No me voy para siempre. Sólo quiero unas horas
de libertad. Quiero respirar.
Pasé de estar encerrada en un sótano, a estar encerrada en otro sótano, a ser
acosado por un grupo de hombres Morelli desmesurados y asesinos cada segundo
del día.
Miro a la izquierda y a la derecha, mis ojos escudriñan el pasillo vacío. Suelos
de baldosas y altos casilleros negros. De las paredes cuelgan obras de arte y premios
que demuestran lo importante que es la escuela. No me importa ni una pizca, mis ojos
sólo están atentos a cualquiera que pueda alertar a Caelian de mi huida.
Sin embargo, los pasillos están vacíos y puedo sentir que la hora del almuerzo
está a punto de llegar. No me detengo a esperar ni un segundo más. Corro hacia la
entrada y golpeo las puertas con las manos, el aire fresco me golpea en la cara.
Los bordes del invierno se están desvaneciendo, pero el frío todavía flota en el
aire, y las pesadas nubes del cielo dan paso a la posibilidad de una fría llovizna en un
futuro próximo. Bajo corriendo las escaleras y atravieso el estacionamiento. No sé a
dónde voy, ni sé cómo voy a llegar, pero el silencio y la soledad es todo lo que he
querido.
Corro hacia la calle principal, con mis músculos maltratados y no utilizados
durante el último mes, infrautilizados y palpitantes por la negligencia. Mi cuerpo
necesita el ejercicio. Necesita el tipo de abuso adecuado, el que me inflige el
entrenamiento, la lucha. Este es el dolor que quiero.
Ese es el dolor que necesito.
Camino por la calle principal, las nubes se abren y una llovizna lenta y
esporádica empieza a mojarme la frente. El aroma del pavimento húmedo llega
inmediatamente a mi nariz y, por primera vez, agradezco que Caelian me haya puesto
antes su sudadera sobre los hombros. A pesar de lo enfadada que estaba con él por
ser tan mandón, mi piel me agradece que no haya luchado contra él.
No sé cuánto tiempo camino y, sinceramente, pierdo la noción de dónde estoy.
Sigo avanzando hasta que los árboles desaparecen y la ciudad hace su aparición en
la distancia. Ruidosa y luminosa. Congestionada de tráfico y edificios. Huele a
contaminación y a pinos en la distancia, aspiro los diferentes olores, asimilándolos,
respirando la vida que hace unos días se me escapaba.
Nunca vengo por aquí. Mi única necesidad de venir a Portland es Inferno. Por
lo demás, me quedo donde hay tranquilidad, lejos de las multitudes. Lejos del ruido
y de la gente.
Camino por la ciudad, subiendo a la acera y pisando los charcos. Los autos
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pasan sin prestarme atención, y sus ruedas me salpican los bajos de los pantalones.
Gruño, sacudiendo las piernas mientras reanudo mis pasos, dirigiéndome a una
parada de autobús en las afueras de la ciudad. Me cobijo bajo el pequeño saliente y
me siento en un banco de metal gris que está frío contra la parte posterior de mis
muslos. No tengo dinero, así que no sé muy bien cuál es mi objetivo final.
No hay nadie más aquí. Está completamente abandonado. Ni siquiera sé
cuándo el autobús frecuenta ésta parada. ¿Cada hora? ¿Sólo una vez al día?
Me siento un rato, encorvando el cuerpo mientras veo cómo la lluvia se alterna
de más ligera a más pesada, haciendo un baile frente a mí. Es todo un espectáculo,
que me hace creer que las nubes se diluirán y se separarán, dando paso a un breve
atisbo del brillante sol que hay detrás, pero es sólo momentáneo. Porque tan pronto
como la lluvia se aligera, las nubes se oscurecen de nuevo, haciéndose más pesadas,
cerniéndose más abajo del suelo mientras la lluvia cae sobre él.
Preparado para recogerme y llevarme al cielo. No me sorprendería mi suerte.
Cruzo los brazos sobre el pecho mientras la lluvia azota el pequeño refugio de
plástico, y cuando un auto se detiene a mi lado, casi me da miedo mirar.
¿Y si es Brody? ¿Y si es Caelian?
Nunca me escaparía de ninguno de ellos con este tiempo.
—¡Oye! ¿Estás bien? —La voz de un hombre mayor me hace girar la cabeza.
Está en una camioneta, con un sombrero de vaquero en la cabeza y una mirada
preocupada—. ¿Necesitas que llame a alguien por ti? —Su acento es fuerte, sureño.
Sacudo la cabeza, no estoy segura de que deba confiar en él, ni en nadie, en
realidad.
—¿Necesitas que te lleve? —me grita por encima de la lluvia.
—¡No, gracias! —grito.
Se encoge de hombros mientras levanta la ventanilla, poniendo la marcha,
dispuesto a seguir con su día. Pero no lo hace, porque veo cómo su rostro pasa de la
resignación a la preocupación a través de la ventanilla borrosa.
Cambia a la posición de aparcamiento y baja la ventanilla.
—Mi mujer me haría dormir en el sofá si supiera que he dejado a una niña en
la lluvia. Por favor, ¿puedo llamar a alguien por ti? ¿O llevarte a algún sitio? —Su rostro
se retuerce de inquietud y me muerdo el labio mientras me repliego sobre mí misma,
esperando que me deje en paz.
Déjenme en paz.
—¡El autobús no llega a esta parada hasta mañana por la mañana! Atraparás una
pulmonía si te quedas aquí sentada toda la noche.
124
Me estremezco y suena un trueno grave. Me resigno mientras la lluvia arremete
con más fuerza, hasta que es casi imposible oír su motor por encima del fuerte
aguacero. Asiento mientras me levanto y miro su cara de preocupación.
—Está bien. —Mis palabras son silenciosas, y casi me pregunto si me ha oído.
Pero entonces parece que todo su cuerpo se relaja en un suspiro mientras quita
el seguro de la puerta del auto, sé que lo ha hecho. Me siento tonta, arriesgándome
mientras corro por la parte delantera del auto, pero cuando entro, huele a cigarrillos
y a ambientadores. No sé por qué, pero me calma un poco los nervios.
Y está caliente.
Dejo que mi cuerpo se descongele mientras me subo a los asientos de tela
desgastada y cierro la puerta, con un zumbido bajo de música country cantando por
los altavoces y el calor saliendo de las polvorientas rejillas de ventilación.
—Me alegro de que hayas cambiado de opinión, chica. Las calles no son
siempre un lugar amigable para las chicas bonitas como tú.
Vuelvo a asentir, sin mantener el contacto visual mientras se aleja del bordillo.
—Entonces, ¿a dónde nos dirigimos? —pregunta, con su camisa a cuadros
estirada sobre los antebrazos mientras gira por la carretera.
Antes de abrir la boca, sé exactamente a dónde tengo que ir.
—¿Segura que no quieres que me acerque a la casa?
Sacudo la cabeza, sin saber qué es lo que voy a encontrar en la entrada.
—Estaré bien, gracias por traerme —digo con tranquilidad, finalmente relajada
de que este hombre no va a matarme o secuestrarme. No habló mucho, pero quizás
fue porque no estaba dispuesta a abrirme. Sin embargo, creo que a él le pareció bien.
Probablemente sabía que era su apuesta más segura.
Le hago un pequeño gesto con la mano mientras cierro la puerta. La lluvia ha
amainado un poco, aunque las nubes son más pesadas que nunca. Cuelgan bajo,
siento que si alargara la mano hacia el cielo, sería capaz de meter los dedos en ellas.
Se aleja con una rápida inclinación de sus dedos contra la punta de su sombrero
de vaquero, y luego se va, dejándome en medio de la nada.
Donde todo empezó. O quizás, donde todo terminó.
Me tomo mi tiempo para caminar por el camino de grava, los charcos de barro
ensucian mis zapatos y se filtran en mis calcetines. La última vez que estuve aquí fue
125
tan desordenado, tan caótico y traumático. Un escalofrío me recorre la espina dorsal
y, al doblar la esquina entre los árboles, la casa aparece a la vista, y un grito ahogado
sale de mi pecho, cada centímetro de aire absorbido.
Me llevo la mano a la boca y tropiezo con la tierra grumosa, sin creer en
absoluto lo que estoy viendo.
Cinta amarilla. Tanta cinta amarilla rodea la casa, rota y ondeando al viento,
como si toda la escena hubiera sido olvidada. ¿Puedo siquiera considerarla una casa
en este momento? Ya no lo es.
Mientras miro fijamente la casa en la que permanecí durante gran parte de mi
vida, el lugar al que Aria llamaba hogar, me pregunto qué pasó. Escombros marrones
y negros es todo lo que queda frente a mí.
Se ha quemado.
Completamente carbonizada.
Ya no hay ni siquiera un segundo nivel. Lo que solía ser la granja de dos pisos
es ahora un montón de madera quemada y empapada de un solo nivel. Ni siquiera
puedo distinguir qué habitación es cuál en este momento. Simplemente... ha
desaparecido.
Me sorprende el grito que sale de mi garganta. Es un lamento, absolutamente
desgarrador desde lo más profundo de mi alma. Ni siquiera sé por qué es. Por qué,
estoy de luto en un lugar que me ha dado tanto dolor y miseria.
Supongo que es por Aria. Por todo lo que ha perdido. Si es algo parecido a lo
que yo he pasado, ella está en su propio reino del infierno. Es como si siempre
estuviera nadando contra la constante corriente de la pena, remando en busca de
algún alivio, cuando todo lo que siento es agotamiento mientras las olas me arrastran
de nuevo a las profundidades de la desesperación.
No quiero que viva una vida de agotamiento como la mía. No quiero que esté
en un estado constante de dolor. Todo lo que quería era que ella tuviera libertad, que
viviera la vida que yo nunca he podido.
Y siento que todo lo que le he dado es más miseria en su lugar.
Cayendo de rodillas, el cielo se abre sobre mí. Por fin, como si hubiera estado
esperando este momento para reírse de mí por mis recelos. Llueve a cántaros. La
lluvia torrencial me golpea el cuerpo y me empapa la ropa. Como si quisiera que me
hundiera en la tierra. Enterrarme en esta tierra que ha sido el centro de tantas
pesadillas.
Bajo la cabeza al suelo, mi frente se desliza por el barro, mis sollozos se
desprenden de mi pecho. Mis dedos se aferran al suelo cubierto de rocas, mis uñas
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incrustadas en el barro, los guijarros y la pena.
Estoy llorando por Aria.
Estoy llorando por mí.
Lloro por toda la gente que ha muerto a causa mía.
Expulso mi tristeza de una vez por todas, dejando que pinte la tierra y
haciéndola pedazos por toda la tierra que me hizo daño.
Porque me niego a seguir siendo esta persona. Nunca me permitiré ser la
persona débil, un vaso roto sin posibilidad de reparación. Quiero ser la persona que
estoy destinada a ser.
Fuerte.
Irrompible.
Pero hasta entonces, dejaré que la locura me consuma y me revolcaré en ella.
Una mano se posa en mi hombro y mi cuerpo se tensa de miedo, mi columna
vertebral se encorva como si pudiera convertirse en un caparazón y protegerme de
todo peligro. Ni siquiera oí un auto, o pasos. Demasiado consumida por mi tristeza
para estar alerta y consciente.
Miro por encima de mi hombro y veo a Caelian de pie con una mirada
ferozmente furiosa. Está jodidamente enfadado, pero también está dolido.
Está sufriendo por mí. Está sufriendo conmigo.
Se pone en cuclillas y sus cálidas manos se dirigen a cada lado de mi cara
mientras me obliga a mirar hacia la suya.
—Te fuiste —murmura, con los labios goteando gotas de lluvia, su cabello se
vuelve rápidamente negro por la fuerte lluvia.
Asiento, mis propios labios tiemblan por el frío.
—No es seguro aquí. No es seguro en ningún sitio. —Parece que lo he
traicionado. Como si hubiera cometido un grave pecado.
—Lo siento —susurro.
Golpea su frente contra la mía, cerrando los ojos. Como si estuviera
conteniendo su ira. Su cabello me hace cosquillas en la frente, y lo único que puedo
oler es su embriagador aroma, acentuado por el aire húmedo.
—No sé por qué luchas constantemente contra mí.
—Porque no sé cómo ser yo.
—Puedo mostrarte. Déjame enseñarte. —Su voz es urgente, y sé que ha estado
127
tratando de ayudarme todo el tiempo, sólo he sido terca. Demasiado terca para ver
con claridad.
Asiento.
—Está bien. De acuerdo.
Su cuerpo se estremece de alivio, sus dedos aprietan fuertemente mis mejillas
en su agarre.
—Por fin.
Dejo escapar una respiración temblorosa, volviéndome hacia los escombros.
—¿Qué pasó?
—Le prendí fuego.
Así de simple. Lo quemó hasta los cimientos.
—¿Estaba Aria aquí? —susurro.
Murmura inaudiblemente, y lo tomo como un sí.
Mierda, vio a sus padres arder. Qué jodidamente traumático es ver su propia
casa arder en llamas, de madera a cenizas, y a los padres que amaba caer con ella.
No me extraña que me odie.
La húmeda palma de la mano de Caelian pasa de mi mejilla a mi cabello,
inclinando mi cabeza hacia atrás hasta que lo miro a los ojos, con la frente salpicada
de gotas, resbalando por mis sienes.
—Sé lo que necesitas. ¿Confías en mí? —Ríos de lluvia ruedan por su cara tensa,
y puedo decir que se siente al límite. Lo veo en sus ojos, como si estuviera caminando
por su propia cuerda floja. Me doy cuenta de que está siendo indulgente conmigo
cuando lo último que quiere es ser amable. Quiere hacerme daño, y lo entiendo,
porque cuando miro a la que quizá sea la única persona que se preocupa
mínimamente por mí, también quiero arremeter contra él.
Pero por encima de todo, incluso cuando puedo odiarlo, también puedo sentir
algo más profundo. Algo que mi mente no me ha permitido inspeccionar o mirar, pero
está ahí, y está astillando mi caparazón. Lentamente.
Brutalmente lento.
Pero confío en él.
—Sí. Lo hago.
Asiente, sus ojos son un fuego de oscuridad y necesidad.
—Ven conmigo.
Con una última mirada, mi última mirada a la casa de mis tíos, entierro esa parte
128
de mí. Ya no me sentiré culpable por la muerte de los monstruos. Ya no permitiré que
el dolor me trague entera.
Me he quemado y renacido muchas veces en mis diecisiete años.
Esto es sólo otro renacimiento.
—Qué bien que por fin te unas a nosotros —dice la madre de Caelian desde el
extremo de la mesa. Va vestida con una blusa de cachemira y lleva el cabello
recogido en un impecable peinado. Me siento como un vagabundo a su lado, después
de haber corrido a mi habitación con la ropa de deporte para cambiarla por un par
de vaqueros oscuros y una de los Henleys de Caelian. No creí que nadie se vistiera
bien, pero al parecer, no recibí el memorándum de sus padres, pero además,
140
siempre van vestidos con la ropa más bonita que he visto nunca.
El padre de Caelian se sienta en el extremo opuesto de la mesa, con un traje
que grita riqueza y poder. Es de color negro carbón, y la solapa superior de su abrigo
está echada hacia atrás, dejando al descubierto su funda de pistola con su Glock
colocada en ella.
—Lo siento —murmuro, apartando la mirada de ambos mientras tomo asiento
en el lado vacío de la mesa. Es algo grandioso, distinto a todo lo que tenían mis padres
o mis tíos. Está hecha de una madera oscura, cortada a la perfección y pulida con tanto
brillo que casi puedo ver mi reflejo en ella. Ni siquiera quiero apretar los dedos contra
ella por miedo a dejar mis huellas.
Esta mesa debe tener unos tres metros de largo, y cada centímetro de espacio
está lleno de comida. Mi estómago gruñe y se hace un nudo de incomodidad. No he
comido lo suficiente este último mes, mi cuerpo está completamente privado de toda
nutrición. Desde que me rescataron, he tenido que forzar los pequeños trozos de
comida que he ingerido. Mi estómago no está acostumbrado a comer, pero sé que lo
necesito. Para ser fuerte, para recuperar mi fuerza. Para poder luchar de nuevo.
Para poder sobrevivir a Brody. Cuando llegue ese día.
Coloco las manos en mi regazo mientras Caelian se sienta a mi lado. Al otro
lado de Caelian se sienta Matteo, con una sonrisa en los labios que me he dado cuenta
de que es típica en él, aunque me pone de los nervios, como si supiera algo de mí que
yo no sé. Mantengo mis ojos alejados de él, sabiendo que sólo me meterá en
problemas.
Frente a mí están Gabriel y Aria. Los ojos de Aria están puestos en su plato, y
aunque intento llegar a ella, instándola con mi cerebro a que me mire, a que me
sienta, no lo hace. O se niega a escuchar, porque mantiene los ojos bajos cuando todo
lo que quiero es una simple mirada.
Puedo sentir que todos me miran, viendo lo que va a pasar entre nosotras.
Gabriel parece irritado, como si hubiera pasado por su propio tornado de mierda
hoy. No le culpo. Creía que los Morelli eran un grupo complicado, aunque Aria y yo
ganamos a esta gente por un punto. O dos.
Finalmente, el silencio se extiende durante tanto tiempo que el padre de
Caelian se aclara la garganta, recogiendo su copa de vino tinto oscuro.
—Bueno, ¿cómo fue el día de todos? —Toma un sorbo antes de dejar la copa
frente a su plato.
—Mi día fue bueno. Pero no puedo hablar por los demás —bromea Matteo.
Gabriel suspira.
Caelian se sienta hacia delante, apoyando los codos en la mesa.
141
—Caelian, ¿por qué tienes sangre debajo de la nariz? —le pregunta su madre
bruscamente.
Parpadeo y giro la cabeza hacia él mientras se pasa el dedo por el puente de
la nariz. Está claramente herido, aunque dudo que se lo haya roto. Me muerdo el labio
al darme cuenta de que no se ha limpiado toda la sangre. En la esquina, debajo de su
fosa nasal izquierda, hay una franja roja.
Caelian me mira por un momento, sus ojos sostienen los míos mientras las
palabras salen de su lengua.
—Raven me hizo sangrar la nariz.
No puedo mirarla. Me niego. Pero puedo sentirla. Puedo sentir cada centímetro
de ella contemplando las palabras. Un poco de juicio. Un poco de confusión. Oigo el
ruido de sus cubiertos y cómo se mueve en su asiento.
—Muy interesante. Ahora, ¿cómo sucedió? —pregunta, con una voz bastante
distante. Me imagino sus ojos, fríos, parecidos a los de Caelian. No puedo evitar que
se me erice el vello de los brazos.
—Me golpeó en la nariz —responde con indiferencia.
La oigo soltar un pequeño gruñido.
—Oh.
—No te preocupes. Me la follé después como castigo.
Maldita sea.
Mis mejillas se enrojecen y mis ojos se abren de par en par.
Matteo se ríe.
Gabriel se aclara la garganta.
—Caelian, compórtate —le dice su padre.
Quiero fundirme en esta silla de respaldo alto, hecha a medida, que parece
importada de Dubái o algo así.
—Bueno, ve por tu comida antes de que se enfríe —dice su madre, cambiando
totalmente de tema. La miro con el rabillo del ojo cuando se inclina hacia delante, con
la cara de piedra, mientras empieza a servirse un risotto, con las uñas impolutas y
cuidadas de color rojo sangre.
Todos se sirven un poco de comida, cada uno en silencio excepto Matteo, que
divaga con todos sobre detalles aleatorios de su vida.
Imagino que así es como han crecido, con todos callados menos Matteo. Matteo
parece ajeno a la frialdad de todos o no le importa. Está a gusto en su piel, claramente
guapo, con su sonrisa que se extiende un poco demasiado para su cara. Su cabello 142
oscuro hace juego con el de sus dos hermanos, ligeramente ondulado en la parte
superior de la cabeza. Y donde Caelian tiene el suyo cortado a los lados, y el de
Gabriel es ligeramente más corto, el de Matteo es largo, enroscándose sobre sus
orejas y a lo largo de la nuca.
Es un playboy, y lo sabe.
Pronto, Matteo se calla y se inclina sobre la mesa mientras se lleva la comida
ya fría a la boca. Miro por el rabillo del ojo y veo que la madre de Caelian se inclina
hacia delante, golpeando con las uñas la mesa de madera.
—Así que, chicas, tenemos unos cuantos eventos próximamente, y siempre se
requiere que los Morelli asistan. Como las dos se quedarán con nosotros ahora, eso
significa que ambas vendrán. Estaba pensando que, ya que es un evento formal,
podríamos ir a recoger algunos vestidos. —Mis ojos finalmente la miran, y sus ojos
sondean los míos. Su rostro permanece inexpresivo, aunque sus ojos encierran una
amenaza que me hace querer deslizarme por la silla, desapareciendo bajo la mesa.
Lo plantea como una pregunta, pero no pretende ser así en absoluto.
Nos lo está diciendo.
—No, gracias —dice Aria bruscamente, sus palabras se escapan de sus labios
antes de que yo pueda decir lo mismo. No quiero estar en deuda con esta gente más
de lo que ya estoy. ¿Cómo puedo devolverles todo lo que me han dado? ¿Agregando
algunos vestidos de gala por encima de eso? No, gracias.
Pero que Aria le hable de forma tan grosera a la persona que le está dando un
techo está fuera de lugar, y fuera de su carácter.
—Aria —digo.
Finalmente levanta sus ojos hacia los míos, y no parece contenta.
—¿Qué? Estabas pensando lo mismo.
Entorno los ojos hacia ella, bajando la voz mientras me inclino hacia delante.
—¿Por qué te portas así?
Deja caer los cubiertos sobre el plato, y éstos tintinean con fuerza. La plata de
ley contra el plato de porcelana como un disparo en la silenciosa habitación.
Todos se quedan quietos en sus asientos, y aprieto los dientes mientras la miro
fijamente.
—Esto no es propio de ti, Aria.
Cruza los brazos sobre el pecho y me pregunto cómo puede ser tan diferente.
Que una persona tan pura e inocente de hace unos meses pueda convertirse en esta
chica rebelde y hastiada en un abrir y cerrar de ojos. ¿Dónde lo ha aprendido? No fue
criada con un hueso irrespetuoso en su cuerpo, así que verla ser tan descaradamente
irrespetuosa con la madre y el padre de Caelian es casi perturbador de ver. 143
—Bueno, seguiría siendo la misma Aria si no hubieras asesinado a mis padres
delante de mí.
Vuelve los ojos hacia Caelian, y la misma cantidad de odio se refleja también
hacia él. Mis ojos se dirigen a los suyos, y no me sorprende ver el vacío que hay en
ellos. A Caelian no le importa nada en el mundo, ni tiene un hueso emocional en el
cuerpo como para que sus sentimientos sean heridos por las palabras de Aria.
—Y tendría una casa si no la hubieras quemado hasta los cimientos con mis
padres dentro. Los dos son unos monstruos. Pero entonces, tal vez debería darles las
gracias a los dos por haberme abierto los ojos al mundo. Las persianas han sido
retiradas de toda mi vida, y ambos las han arrancado sin previo aviso. Ahora veo
claramente. Veo la oscuridad. —Su mirada vuelve a dirigirse a mí—. Veo por qué eras
tan reservada. No querías que conociera tu verdadero yo. Debería haberte
escuchado. Debería haber escuchado a mis padres, en realidad. Alejarme y mantener
la distancia para no mancharme con tu sangre pecadora. Tu sangre asesina.
Mis ojos se llenan de lágrimas ante sus odiosas palabras. Contengo la
respiración, con la esperanza de que eso impida que mi corazón sienta el dolor. Pero
los fragmentos hirientes siguen golpeando mi pecho, como si hubiera alcanzado la
mesa y me hubiera apuñalado con su tenedor.
Se agarra al borde de la mesa y su plato se tambalea mientras empuja la silla
hacia atrás con fuerza, y el gemido contra el suelo es fuerte y odioso. Me estremezco,
preguntándome si está arañando los caros suelos en el proceso.
—Todo esto es una maldita broma. ¿Quieren que viva aquí? Bien. ¿Quieren que
vaya a sus estúpidos, ricos y criminales eventos? Bien. Pero no se sienten aquí y
esperen que respete o quiera estar cerca de cualquiera de ustedes. Mirar a
cualquiera de ustedes me causa dolor físico. No puedo... ¡Los odio a todos! —Su mano
se levanta y golpea su vaso, el agua fría cae sobre la comida y se derrama sobre el
extremo de la mesa en un fino hilillo.
Oh, mierda.
Gabriel se levanta de su silla tan rápido que ésta se tambalea de un lado a otro
en un baile mientras casi cae al suelo. La agarra por el brazo y la atrae hacia él
mientras se inclina y le susurra algo al oído antes de arrastrarla por el pasillo.
Ella lo sigue, sin preguntar. Sin dudarlo.
¿Qué demonios está pasando?
Parpadeo y vuelvo a parpadear.
Al ver a Gabriel caminar por el pasillo con Aria, su control y dominio me
impactan. La forma en que fue capaz de agarrar a Aria, y ella escuchó, simplemente
144
doblada por cualquier palabra que le susurró...
¿Qué pasa con él?
Una gota de agua se abre paso hasta mí, deslizándose por el borde de la mesa
y empapando mis vaqueros. Me levanto de golpe, echando mi asiento hacia atrás.
—Lo siento mucho —susurro, con las mejillas encendidas.
Estoy tan avergonzada, tan enfadada. ¿Cuándo me convertí en la agradecida y
Aria en la perra? Esa solía ser yo, pisando fuerte por los pasillos sin ninguna
preocupación en el mundo. Aria hacía todo lo posible para asegurarse de que todos
estuvieran contentos con ella.
Ahora a ella no le importa, y yo quiero ser aceptada por dos personas que no
sólo son los padres del chico que me gusta, sino que además son poderosos.
Todopoderosos. Dos personas que me matarían sin pensarlo dos veces.
Me levanto de la silla, me inclino y cojo las servilletas de lino blanco dobladas
en intrincados cuadrados. Las desenredo, limpiando los charcos de agua que se filtran
en la costosa madera.
—Raven... —Caelian se acerca a mi brazo.
—No —digo, sin mirarlo a los ojos. Retiro la mano y tomo otra servilleta porque
la primera ya está empapada—. Está siendo desagradecida. Ya están haciendo más
que suficiente con dejarnos quedarnos en su casa. —Levanto los ojos, conectando con
los fríos de la madre de Caelian. Coinciden con los suyos; la mirada desapegada, fría
e impasible.
Su mirada exacta cuando lo acababa de conocer.
Vacía.
—Entiendo si no quieren que nos quedemos... —Siento que se me cierra la
garganta, demasiada emoción me llena. Si nos echasen a la calle, Aria me
abandonaría. Lo sé, sin duda.
—¡Raven, para! —Caelian se levanta, arrancando la servilleta empapada de mi
agarre—. Nadie te va a echar, carajo. Deja de actuar así. Sólo... relájate, ¿de acuerdo?
—Me mira y yo respiro profundamente, asintiendo lentamente.
—Sabes, Raven... —El padre de Caelian comienza, su voz un whisky
envejecido. Caelian en veinte años. Un monstruo poderoso e inquebrantable—. Aria
ha sido... difícil desde que llegó. Mis hijos tampoco han sido siempre los mejores. Ya
se le pasará.
Lo miro, sus ojos oscuros. La sombra de su afilada barbilla. El traje de color
carbón que lleva planchado, e incluso por la noche, no tiene ni una sola arruga. Me
aterroriza, pero, curiosamente, también tiene un aura que me hace sentir protegida. 145
Como si este fuera el lugar más seguro para mí.
—¿Cómo lo sabes? —le pregunto en voz baja.
Sonríe, y el monstruo sale. Se parece a Caelian en este momento, vicioso y
aterrador. Como si siempre se saliera con la suya.
Como si no importaran las consecuencias, él siempre ganará.
—Porque, querida, no tiene otra opción. —Las palabras están revestidas con
una advertencia. Con una amenaza.
Las entendí tan claramente como si me lo hubiera escrito con sangre.
Si Aria no se comporta pronto, estará tan muerta como sus padres.
Capítulo Trece
Caelian
R
aven se duerme pronto, acurrucada en mi sudadera y un par de mis
pantalones cortos de baloncesto. Rosko se tumba medio a su lado y
medio encima de ella, su peso y su pelaje actúan como manta y protector.
Una parte de mí piensa que me ha abandonado mi propio perro.
Me subo las botas por los tobillos, atándolas con fuerza, y luego tomo mi abrigo.
Con una última mirada a Raven, incrustada en mi cama, en mis sábanas, en toda mi
vida, salgo, cerrando la puerta del dormitorio tras de mí.
Esta noche fue... un desastre, por decirlo suavemente. La primera cena con
Raven y Aria fue tan horrible como podría haber imaginado. Quiero decir, supongo
que debería estar agradecido de que nadie muriera, pero a veces creo que las quejas
146
y los gritos son peores que callarlas.
No he visto a Gabe ni a Aria desde que salieron de la cocina. Algunos
murmullos salieron de detrás de su puerta, pero no he oído ni una palabra de Aria. Ni
gritos, ni alaridos, ni intentos de salir de la casa.
Nada.
Afortunadamente, Raven se topó con un muro de agotamiento y ya no pudo
luchar contra lo inevitable. La tiró hacia abajo como un ancla, y cayó en el colchón
con poco esfuerzo. Sus ojos se cerraron antes de que sus emociones pudieran
alcanzarla, y el calor de Rosko fue el arrullo exacto que necesitaba para caer en sus
sueños.
Ojalá el cansancio me golpeara tan fuerte como a ella. Lo que daría por caer
contra el colchón y dejar que el sueño me lleve. Pero no soy esa persona. Sólo estoy
más excitado a medida que avanza la noche. De follar con Raven, a entrenarla, a que
me haga sangrar la nariz. Cada momento me hace subir hacia el borde de la locura,
y no puedo esperar más.
Mis músculos y extremidades vibran con la necesidad de derramar sangre.
Enviando un rápido mensaje a Reggie, le hago saber que estaré para luchar esta
noche. Me duelen los músculos con una necesidad que ni siquiera Raven puede
saciar. Si cediera a mis ansias, a mi deseo de infligir dolor, y entrara en una pelea sin
cuartel con ella, la mataría. Es demasiado frágil, lo crea o no. Lo es.
Quiero luchar contra alguien a quien quiera hacer daño, y no estoy seguro de
cuándo se difuminó la línea, o desapareció del todo, pero no quiero hacerle daño a
Raven, ya no. No de la manera que necesito. Mi sangre bulle para infligir dolor a los
demás, y el único dolor que quiero dar a Raven es el que ella me suplica.
Doblo la esquina, con los nervios electrizados, con la mente puesta en una sola
cosa, casi chocando directamente con Gabriel.
Me mira fijamente, su cuerpo ondulando con tensión, y me detengo, dando un
paso atrás mientras me apoyo en la pared, levantando las cejas.
—Has estado muy callado esta noche.
—¿A dónde vas, Caelian? —Entorna los ojos, con la mandíbula de piedra
mientras me observa con agravio.
Rechino los dientes ante su tono acusador. No le gusta que me vaya. Como
siempre lo ha hecho. Quiere ser el más maduro, actuar como el padre cuando salgo
porque sabe lo que hago. Es sólo un año más joven que yo, pero trata de actuar como
décadas más viejo. Conoce mis necesidades. Sabe que mato porque la locura me
consumirá si no lo hago. Sabe todo esto, pero sigue actuando como un idiota cuando 147
llega el momento.
—Voy a salir, Gabriel —suspiro.
Sus puños se cierran a los lados.
—¿A dónde? ¿Sabe Raven que te vas?
Mis ojos miran hacia el pasillo, percibiendo sus latidos, su alma fracturada. No
está bien. Quiero protegerla, y si me voy ahora mismo sólo la estoy protegiendo de
mí mismo.
—Lo necesito. —Necesito herir a alguien, para no herirla a ella. Sé que lo haré.
—Lo que tienes que hacer es pensar en lo que estás haciendo. Tienes un
asesino en serie que está claramente obsesionado con tu chica. Cualquiera de
nosotros saliendo solo no es una buena idea, no con él buscando a Raven. Estoy
lidiando con la maldita prima de Raven, que está a segundos de que la encierre y me
olvide de su trasero. Papá y los tíos nos están ocultando algo con los irlandeses y,
sinceramente, parece que a Raven le faltan algunos tornillos.
Esbozo una sonrisa, aunque creo que parece más bien una mueca.
—Raven tiene muchos tornillos sueltos.
Sus manos se dirigen a los lados como si dijera, obviamente.
—Exactamente, ¿entonces por qué carajo te vas de aquí en medio de la noche?
—Pero si no me voy de aquí ahora mismo, no importará lo de Brody, los
irlandeses, Aria, o Raven. Nada de eso importará porque todos estarán jodidamente
muertos. Ha sido un infierno de semana, y no he luchado, o matado, una vez. Así que
hazme un favor y dame unas horas.
—¿Y si te encuentras con Brody? —pregunta.
Saco el cuchillo de mi espalda y me levanto la camisa, mostrando mi funda con
mi Glock en ella.
—Deja de interrogarme como si fuera nuevo en esta mierda, Gabe.
Suspira y se pasa las manos por la cara.
—Mi culpa, amigo. No tienes ni idea de lo que me hace Aria.
Entorno los ojos hacia él.
—Tengo una idea de lo que sientes, porque tengo a su prima a dos metros de
mí, acostada en mi cama, y desordenando mis pensamientos. Te entiendo.
Parece tan jodidamente en conflicto, y yo estoy demasiado nervioso para
sentarme a hablar de sentimientos.
—Me ocuparé de mamá y papá. —Lo empujo y me detengo, mirando por
encima de mi hombro—. ¿Qué sabes de los irlandeses? 148
Se encoge de hombros, con los ojos desenfocados y el cuerpo cansado, tan
agotado como parecen estar todos los de la casa.
—No lo dicen. Sólo sé que es algo.
Asiento, decidido a averiguar qué demonios no me están contando.
—Volveré pronto.
Me hace una lenta inclinación de cabeza y me doy la vuelta, atravesando la casa
y adentrándome en la noche.
La multitud es salvaje esta noche. Una noche entre semana, pero creo que un
rápido mensaje a la gente de que voy a venir trajo una multitud más grande de lo que
hay en una noche de entre semana.
Me quito la ropa en los vestuarios, me pongo los calzoncillos y meto el resto de
la ropa en una taquilla destrozada. Aquí huele a sudor y sangre, aunque al menos
estoy solo. Me aseguro de entrar en el último momento. Lo último que quiero es
chocar con mi oponente minutos antes del combate. No sólo es incómodo, sino que
necesito este momento de silencio. No quiero que alguien respire por encima de mi
hombro y observe todos mis movimientos.
Los gritos y los vítores son ensordecedores, y resuenan en los pasillos y en los
vestuarios como si estuvieran a sólo unos pasos de distancia en lugar de atravesar
todo Inferno. No tengo ni idea de contra quién voy a luchar esta noche, pero espero
que me haya tocado alguien que al menos sepa lo que hace. Lo último que quiero es
un aficionado que apenas puede pasar los brazos por delante de su pecho.
Me quiebro el cuello de un lado a otro mientras los gritos aumentan. Mi
oponente debe haber entrado en el ring. Todo el túnel vibra cuando sus pies pisan el
suelo, y aprieto los dientes mientras la anticipación me golpea. No tengo nervios, ni
malditas preocupaciones. Sólo adrenalina, que recorre mi cuerpo como una rápida
corriente que llega a la orilla.
Mi cuerpo zumba y agacho la cabeza mientras salgo de los vestuarios.
Caminando por el pasillo y por el fondo del túnel, las brillantes luces hacen que la
sala sea cegadora, y apenas puedo ver las cuerdas del ring. Quienquiera que esté en
el ring está oculto bajo las luces, y me pregunto si puede verme. Si sabe con quién
está luchando.
Me pregunto si se da cuenta de que su vida está en mis manos, y si sale o no
del ring esta noche depende de mí. 149
Todavía no lo he decidido.
Al acercarse a las cuerdas, los gritos de todos se desprenden de sus gargantas
en cuanto aparezco. Gritan mi nombre, sus manos se inclinan hacia mi cuerpo. Dedos
desesperados ansiosos por rozar aunque sea un centímetro de mi piel.
Los ignoro, agarro la cuerda y me agacho bajo ella. Me planto en la colchoneta,
con la luz golpeando mi espalda desnuda, calentando mi piel. Aprieto los puños, mis
nudillos se crispan para conectar con la carne y el hueso. Y entonces aparece a la
vista.
Doblo el cuello, un gran chasquido salta en el aire y sobre las voces mientras
miro fijamente al hombre que tengo delante.
Es bajito. Corpulento. Rapado. Tiene tatuajes desde la parte superior del cuello
hasta la cintura de los pantalones. El sudor ya mancha su brillante frente, y sonrío,
preguntándome si está nervioso. O si tal vez está tomando esteroides y le sudan los
poros.
Nadie viene a presentarnos. Sólo estamos nosotros, él con una mirada furiosa
en su rostro, y yo, vacío de toda emoción. Vibra antes de dar un gran paso adelante.
Tomo una bocanada de aire en mis pulmones, ligeramente decepcionado porque lo
más probable es que esto no sea una gran pelea.
Salta hacia su izquierda, extendiendo el brazo. Me anticipo a él, ni siquiera
saltando, sino más bien deslizándome fuera del camino. Es cuando gira a la derecha,
con una repentina velocidad en sus extremidades, cuando me doy cuenta de que esto
no será tan fácil como pensé inicialmente.
Salta hacia atrás y subo la guardia. Cuando me rodea, sus pies son rápidos y
sus pasos firmes, mi cuerpo se pone en alerta...
El maldito es rápido.
Me doy la vuelta y saco la mano antes de que pueda reaccionar. Mis nudillos
conectan con su mandíbula, y todo su cuerpo se tensa cuando el hueso choca con el
hueso.
Se lleva una mano a la mandíbula, moviéndola de un lado a otro mientras vuelve
a salir corriendo de mi alcance. Me mira fijamente y sus ojos se abren de par en par
con un borde rojo. Es rápido, pero no es como yo, ni de lejos.
Vuelve a girar, su puño sale y conecta con mi columna vertebral. Mi espalda se
estremece de dolor y mi pie sale disparado por debajo de mí, mi talón conecta con
su espinilla tan rápido que puedo oír mi pierna cortando el aire.
Al soltar un golpe, su pesado cuerpo cae al suelo. Me doy la vuelta y mis ojos
se clavan en los suyos con rabia, ya que todavía me duele la espalda por el golpe. 150
Veo cómo el miedo pasa por sus ojos, la duda persiste en su mirada mientras me sitúo
por encima de él. Debe estar preguntándose si esto es todo, si este es el final del
camino para él. Si me mirara a mí, ¿vería la muerte?
A mí no me importa ninguna de las dos cosas. Puede tener miedo, estar
contento, o enfadado, no depende de sus emociones el que sobreviva o no. Depende
de mí.
Mueve las piernas, y retrocedo un paso cuando golpea con su brazo hacia
delante, el nudillo de su dedo corazón conectando con mi maltrecha nariz.
Mierda.
El dolor que sufrió mi nariz vuelve a la del inicio. Los hematomas de mis fosas
nasales y del interior de estas palpitan de dolor, y las costras se han abierto y
reactivado mientras un fuerte flujo de sangre recorre mi cara.
Mi mente se apaga cuando el rojo carmesí cae sobre su estómago. Sus ojos se
abren un poco antes de que mi mano caiga encima de su cabeza sudorosa y mi otra
mano le golpee la mandíbula. Me pongo de rodillas, inclinándome sobre él mientras
lo golpeo una vez, y otra, y otra.
Tantas veces, con tanta fuerza en cada golpe que la piel se desprende de mis
nudillos como una quemadura de alfombra.
Las yemas de mis dedos agarran su cabeza, y puedo sentir el fuerte latido de
su pulso bajo mis dedos. Cuando empieza a debilitarse, mi cuerpo se detiene y me
pregunto si debo seguir golpeándolo o no.
Realmente no me importa este hombre, pero algo me hace reflexionar.
La muerte es intrascendente para mí, pero normalmente me gusta ir por
aquellos que merecen mi cuchillo. Si no lo hacen, no significa que vayan a sobrevivir,
pero tienen más posibilidades de hacerlo.
Levanto la mano de mi oponente. Un charco de sangre nos rodea en la
colchoneta, una nueva mancha que añadir a la colección. Me mira con miedo,
suplicante, con los ojos aún alerta, brillantes, incluso con la mandíbula colgando hacia
un lado, todo el hueso completamente fuera de su sitio.
Me inclino hacia atrás y me pongo de pie mientras lo miro fijamente.
Por mucho que quiera quitarle la vida, sé que no es a él a quien debo perseguir.
El hombre debajo de mí podría ser inocente. Aunque, ir a Inferno significa que
probablemente no lo sea, de una forma u otra.
Podría estar bajo mi cuchillo algún día.
Pero ese día no es hoy.
Sus ojos se desorbitan en señal de alivio cuando me alejo de él, dando media
151
vuelta y saliendo del ring. Los dedos me rozan los costados en un intento de captar mi
atención. Calientes y codiciosos, no quiero tener nada que ver con ellos. Mi cuerpo
se estremece al escapar de ellos, y el vacío caliente en el que estaba atrapado se
resquebraja al dejar atrás a la multitud, con la sangre goteando por la nariz, entre los
labios, los nudillos y el cuerpo palpitando al compás de cada paso de mis pies
descalzos contra el suelo.
El sudor se seca en mi piel y deja una fría pegajosidad a su paso. Me dirijo
directamente a los vestuarios, enfadado conmigo mismo por no haber matado al tipo.
Enfadado por estar tan indeciso sobre lo que quiero hacer ahora mismo.
No siento la liberación que buscaba. Mis músculos están casi más tensos que
antes de pisar Inferno.
Gruñendo, abro mi taquilla y tomo mi ropa. Ni siquiera me quito los
calzoncillos, sino que me paso el chándal por las piernas y por la cintura.
Recojo el resto de mis cosas y cierro mi taquilla de una patada mientras me doy
la vuelta para salir.
Me detengo en mi paso al ver a un espectador parado en la puerta.
No digo nada. No hago nada.
¿Es un fan? ¿Un puto bicho raro buscando que le den por el trasero?
No dice nada, sus labios tiemblan como si colgaran de un árbol para salvar su
vida mientras el viento intenta llevárselo. Sus labios secos se abren, blancos y pálidos,
temblando de miedo mientras levanta la mano en mi dirección. Miro hacia abajo y
veo un sobre desmenuzado apretado entre sus dedos índice y corazón.
—¿Qué?
Levanta el sobre aún más.
—Toma —murmura, con la voz entrecortada al final.
—¿Qué mierda es esto? —Le gruño.
Su brazo no tiene definición muscular y lo deja caer a su lado, manteniendo el
sobre en su mano.
—Es para ti. Se supone que te lo tengo que dar.
—¿Así que eres un mensajero? ¿Quién mierda te ha enviado? —grito,
agarrando mis llaves.
Se encoge de hombros, los nervios hacen palidecer su piel. Si se pusiera más
pálido, se volvería translúcido. Lleva una sudadera azul sucia con cremallera hasta el
cuello. Y lleva unos vaqueros azules descoloridos con agujeros en las rodillas, los
bajos deshilachados, delatando años de uso. Sus zapatos tienen un agujero en la
puntera, dejando ver un calcetín gris manchado.
152
Este tipo parece salido de la calle. Lo más probable es que sea un indigente sin
que nadie se dé cuenta si desaparece. Hay una razón por la que este tipo es el que se
enfrenta a mí y no alguien más.
—¿Quién mierda te ha enviado? —Vuelvo a preguntar. Esta vez mi voz es baja,
pesada, autoritaria. No estoy de humor para idioteces, ni para el juego que está
jugando este tipo.
Retrocede un paso y mi mano maltratada se lanza hacia adelante, mis dedos
agarran su sudadera mientras lo atraigo contra mí. Huele a podrido, a basura sucia.
Tiene los ojos inyectados en sangre, por los nervios o por las drogas, no estoy seguro.
Pero este tipo está jodido. En varios sentidos.
—¿Qué aspecto tenía? —Me hiela.
Traga, su garganta sube y baja, su cuello se tensa.
—Uh, oh, um... cabello oscuro. Tal vez. O tal vez era claro. —Arruga la cara,
con una clara incomodidad en los ojos—. Creo que tenía la capucha puesta sobre la
cabeza. O tal vez llevaba un sombrero. —Se aclara la garganta y utiliza la mano libre
para limpiarse las gotas de sudor de la frente.
Este cabrón es un inútil.
Lo suelto, empujando su delgado cuerpo contra la pared mientras me agacho
y le arranco el sobre de los dedos. Se pone de pie, dispuesto a correr por su vida. Sus
ojos están llenos de ansiedad y temor. Sus músculos se tensan. No quiere saber nada
de mí. Se arrepiente de haber hecho esta tarea, y me pregunto si lo que recibió a
cambio mereció la pena.
—No te muevas —gruño, abriendo el sobre y sacando la hoja de papel que
contiene. Lo desdoblo y los dientes me rechinan al instante al ver el garabato que me
resulta familiar. Acerco un dedo índice a la tinta y la borro.
Está fresco.
Cuando levanto la vista hacia él, tiene las manos levantadas delante de la cara.
Sus pálidos y débiles brazos me miran bajo las luces fluorescentes.
Vuelvo a leer las palabras.
Sr. Morelli,
Esto es sólo temporal.
Minutos, horas, días,
No estoy seguro de cuánto tiempo llevará.
Pero créeme, 153
Algún día, la tendré de vuelta.
En mis brazos,
En mi poder,
Y puedo prometerte,
Estará aquí para quedarse.
El reloj hace tic-tac.
-B
P.D. ¿Qué se siente al saber que siempre está al alcance de la mano? Incluso ahora
mismo...
Leo las palabras dos veces. Luego vuelvo a abrir el sobre y veo una pequeña
pila de fotos. Las arranco con los dedos, mis ojos se abren de par en par y se angustian
al mirar las imágenes que tengo delante.
Raven en la escuela. Fotos de nosotros en la escuela. Raven, saliendo de la
escuela sola. Sentada en una parada de autobús, a kilómetros de la escuela.
¿Qué estaba haciendo allí?
¿Cuándo estuvo allí?
Veo la imagen de mi sudadera en su cuerpo, y mis dientes crujen por el estrés.
Eso fue hoy, cuando se escapó de la escuela. Cuando me asustó y desapareció.
La cosa más imprudente y loca que ha hecho. Mientras empieza a curarse de sus
heridas, sale sola, sin protección, en público.
Mierda, soy un idiota. Ni siquiera le pregunté cómo había ido del colegio a casa
de sus tíos en tan poco tiempo. No podía estar tan lejos de ella, ya que en algún
momento de la hora en que se fue noté que no estaba. Pensé, y no tardé en darme
cuenta de que sólo hay un par de lugares a los que iría.
Lo resolví en el primer intento.
Paso a la siguiente foto y mis fosas nasales se agitan al ver a Raven subiendo al
asiento del copiloto de una camioneta.
Al azar en una cosa de mierda. De acuerdo. No es un auto de mierda
destartalado, pero no es una F-150. Entrecierro los ojos al pasar a la siguiente foto,
viéndola salir del auto. Aquí también reconozco el entorno.
Está en casa de sus tíos, y el hombre del asiento del conductor le dedica una
pequeña sonrisa y un saludo.
¿De qué habló con ella? ¿La tocó?
Quiero encontrarlo, interrogarlo, asegurarme de que se dé cuenta de con
quién estuvo. Lo que representa y significa. No sólo para mí, sino para mi familia.
154
Es una maldita Morelli.
Voy a la última foto, y empieza a arrugarse por mi agarre. No puedo evitarlo,
una foto de Raven y yo, bajo la lluvia, húmeda y fría.
En ese momento me hizo arder mientras me agarraba.
Puede que quisiera estar sola, pero todo en su tacto me decía que me
necesitaba desesperadamente. Necesita consuelo en su corazón, aunque su mente le
diga que sólo sobrevivirá sola.
Conozco la voz. La tengo en mi propia cabeza. Diciéndome todo lo que hago
mal. Diciéndome el tipo de persona que soy.
Diciendo que tengo mala sangre.
No es falso, pero ver nuestro momento fotografiado por Brody me da una rabia
ciega, es una sirena que escucho en mis oídos mientras dejo caer todo al suelo, mi
cuerpo se dispara hacia adelante mientras golpeo a este extraño contra la pared.
No lo siente venir, su cuerpo se tensa, pero no lo suficientemente rápido. El
cuello se le va hacia atrás y su cabeza se estrella contra la pared de ladrillos. Deja
escapar un gemido y se lleva la mano a la nuca.
Es lamentable para este hombre.
Puede que fume droga, puede que haya hecho alguna mierda en su pasado,
pero al fin y al cabo, estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Si Brody no lo hubiera encontrado, no estaría aquí. En mis manos. Al borde de
la muerte.
Su cuerpo se congela al darse cuenta de que estas respiraciones serán las
últimas, y luego se relaja al ver la muerte en la distancia. Levanto la mano, golpeando
la palma contra su cara, y le empujo la parte posterior de la cabeza contra la pared.
El golpe de su cráneo contra los ladrillos suena como el de un melón contra el
suelo al crujir el hueso contra el cemento. Suelta un ruido indescifrable, lleno de dolor
y desorientación. Gruño mientras tiro de su cabeza hacia delante, para volver a
empujarla. Esta vez no emite ningún sonido, sus piernas ceden y su cuerpo se hunde
en el suelo.
—Vete a la mierda —me quejo, agarrando su camisa y tirando de él hacia
arriba, golpeando su cabeza contra los ladrillos de nuevo.
Y otra vez.
Y otra vez.
Y otra vez.
Hasta que la sangre salpica la pared, goteando por los ladrillos blancos en ríos
155
oscuros. Luz contra oscuridad, el vestuario parece ahora un cuadro abstracto. Mis
dedos lo sueltan y su cuerpo muerto se desploma.
Estúpido bastardo.
Si Brody cree que es tan sigiloso como espera, está jodidamente equivocado.
Encontrará a este hombre y no lo asustará. Si mi estilo de vida no lo asusta, nada lo
hará.
Pero espero que sea un mensaje para él.
Que su sueño de volver a estar con Raven sólo será una fantasía. Que él podrá
luchar por ella, pero yo lucharé más.
Lucharé hasta la muerte.
Y ganaré todas las malditas veces.
Capítulo Catorce
Raven
O
tro día de escuela.
Otro día en el que los chicos me siguen. Finjo que no están ahí.
Sigo los pasos como si alguien hubiera pulsado Play en mi vida. No
quiero el botón de Pausa ni el de Stop, porque eso significa que todo
se derrumbará a mi alrededor.
El hecho de que Caelian o su familia aún no hayan encontrado a Brody...
debería ser preocupante, ¿no? Su familia es claramente poderosa. Si no pueden
encontrar a un simple hombre, me hace dudar.
Más bien me asusta. 156
Sin mencionar que Aria todavía me odia. No me ha hablado, ni siquiera me ha
mirado. Pasa de su odio despiadado y de escupir veneno en mi dirección, a actuar
como si yo no existiera. Como si hubiera muerto en la casa con mis tíos.
Desea que no sea más que cenizas, y me temo que sólo soy un recordatorio
para ella de lo que ha perdido.
¿Me perdonará alguna vez? Probablemente no.
Necesito su amor, y si voy a sobrevivir a esta mierda y seguir adelante con mi
vida, necesito a mi prima a mi lado.
Suena el timbre para el almuerzo y ni siquiera me molesto en salir corriendo
de la clase. Todos los demás salen corriendo, con el ligero aroma de la marihuana, el
perfume caro y la riqueza flotando en mi nariz mientras se dirigen a comer. Sus
zapatos chirrían en el suelo de linóleo y gruño cuando la bolsa de alguien me golpea
en el hombro al agacharme para recoger mis cosas. Frunzo el ceño y miro a la espalda
del chico, que sale corriendo de la habitación sin ni siquiera mirar en mi dirección
para disculparse.
Me tomo mi tiempo, porque tanto si me apresuro como si me tomo mi tiempo,
en el momento en que salga de esta aula, me encontraré cara a cara con los hombres
Morelli.
Cierro el cuaderno, lo deslizo fuera del escritorio y lo pongo en mis manos
mientras me pongo de pie y me dirijo a la puerta. Veo a Matteo con la frente pegada
al cristal mientras me mira fijamente.
Suspirando, me trago un gemido. Se está convirtiendo en el hermano molesto.
El que no me deja en paz, carajo. Y dice comentarios que me dan ganas de
abofetearlo, pero conociendo cómo están hechos cada uno de ellos, la jocosidad se
va rápidamente cuando la ira entra en juego.
No quiero caer en el lado malo de ninguno de ellos.
Salgo al pasillo y Matteo se vuelve hacia mí con una sonrisa en la cara.
—No parezcas tan feliz, Rave —se burla, sus dedos van a mi moño desordenado
y se enredan en las hebras.
Me tiran hacia un lado, me golpeo contra Caelian mientras me aleja de su
hermano.
—No la toques —grita. Incluso con sus hermanos, es posesivo. Quiere meterme
en una jaula y no dejarme nunca libre. Me quiere para él, como el hombre salvaje que
es.
Matteo le hace un gesto.
El olor de Caelian me rodea, su gruñido retumba desde su pecho hasta el mío.
157
Mis ojos se apagan mientras los pasillos se inundan de gente. Me siento muy bien con
Caelian. Su voz, su olor, todo lo que tiene que ver con él me tranquiliza y me estimula.
Me empuja hacia delante y me quita el cuaderno de los dedos mientras se
dirige a las escaleras. Me doy cuenta de que nos falta un Morelli y frunzo el ceño.
—¿Dónde está Gabriel?
—Tratando con tu prima —responde Matteo mientras unas chicas lo llaman por
su nombre en la escalera. Hace una pausa y se da la vuelta, miro por encima del
hombro mientras Caelian sigue caminando.
Dos chicas se apoyan en la pared. Están en el curso superior al mío, y no sé sus
nombres, pero en los labios de Matteo se dibujan en una sonrisa, sus dedos avanzan
y se ciernen sobre el estómago de la chica de la izquierda, la piel revelada de su crop
top.
Su piel se sonroja, y las dos chicas se agarran a una de sus manos, y entonces
Caelian dobla la esquina, y Matteo desaparece de la vista.
No culpo a las chicas, honestamente. Estos chicos Morelli son tan jodidamente
guapos que hacen que todas las chicas de esta escuela caigan de rodillas.
Su cabello oscuro, su bronceado natural, su piel cremosa y sus enormes
sonrisas, no la de Caelian, por supuesto, hacen de ellos un sueño húmedo. Lástima que
sean inalcanzables. Y no sé si las chicas empiezan a odiarme o a respetarme porque
parece que capturé a uno.
Ya no me tratan como a una leprosa, pero sí como si tuviera un arma. Son
cautelosas, están preocupadas. Los ojos de los chicos se encienden con calor, pero
mantienen la distancia, y son sigilosos mientras me observan, lo que imagino que es
a propósito. Si Caelian captara una mirada persistente, se les clavaría un lápiz en la
garganta. Estoy segura de ello.
Luego están las chicas, demasiado recelosas para ser mis amigas, pero no
hablan mal de mí. Sólo... me observan.
Todo el mundo me mira.
Caelian me acompaña al comedor y mis ojos recorren las mesas llenas. Los ojos
de todos se vuelven para mirar a Caelian. El chico que todos quieren ser. Las chicas
lo desean. Me tienen envidia. Celos. Los chicos quieren hacerse amigos de él, y a él
no le importa ninguno de ellos lo suficiente como para prestarles atención.
Veo a Aria en la parte delantera del comedor, de pie sobre el mostrador frente
a un cocinero que sirve la comida en su plato. Su gorro y bata blancos son muy
profesionales. Las comidas de cinco estrellas son dignas de la realeza. Recién
cocinada, siempre caliente. Es una de las únicas cosas buenas de esta escuela. 158
Gabriel está de pie junto a ella. Más cerca de lo necesario. Se quedan así.
Incluso el más mínimo movimiento de ambos y sus hombros chocarían entre sí. La
observo, un poco perdida, un poco insegura de sí misma.
Dando un paso adelante, estoy lista para hablar con ella. Para hacer las cosas
bien. Estoy cansada de que me mantenga a distancia. Quiero que volvamos a ser
como antes. Volver a antes de que lo arruinara todo.
Me gustaría que ella pudiera ver con claridad. Entender que lo que hice no fue
para herirla. La estaba salvando. Nos estaba salvando a las dos de una vida de miseria.
De que nuestras vidas estuvieran sujetas a una cadena. Nunca seríamos libres
mientras viviéramos con ellos.
Y me habrían matado.
¿No se da cuenta de eso? ¿No entiende que era una situación de vida o muerte?
Doy otro paso y la mano de Caelian se aferra a mi muñeca, tirando de mí contra
él.
—¿Qué estás haciendo? —Entorna los ojos, con sospecha en su tono.
Parpadeo.
—Voy a hablar con Aria. Estoy cansada de pelear con ella.
Se ríe en voz baja.
—No, no lo harás.
Intento sacar mi mano de su agarre, mis entrañas se tensan.
—Sí, lo estoy haciendo.
Sus dedos se introducen más profundamente en mí, en mi piel que está casi
completamente curada por haber estado cautiva, no una, sino dos veces. Sus dedos
apuntan a lastimar con su doloroso agarre. Me está advirtiendo.
—Raven, ni siquiera puedes tener una conversación con ella en la intimidad de
nuestra propia casa sin que se asuste. Piénsalo. ¿Quieres discutir las cosas con ella
aquí, ahora, en el comedor de la escuela, y esperas que no explote? Es un maldito
error, Baby Crow.
Entorno los ojos hacia él. Quizá tenga razón, pero también podría estar
equivocado. En casa, ella tiene la ventaja de estar en privado. Puede enloquecer,
puede irse gritando, puede hacer lo que quiera. ¿Aquí, en público, en la escuela? No
se atrevería a hacer el ridículo delante de toda la gente que tanto ansía que le guste.
Me muerdo el labio mientras contemplo mis opciones. Tengo que intentarlo,
¿verdad? Tengo que intentar salvar esto. Estoy cansada de caminar de puntillas a su
alrededor, como si cualquier paso en falso pudiera romperme, hacerme caer en
pedazos a su alrededor. 159
No quiero vivir en este estado de limbo con ella. Quiero arreglar las cosas,
volver a cómo era antes de todo. Antes de que matara a sus padres.
Vuelvo a zafarme de su agarre y esta vez también me rodea con el otro brazo,
apretándome contra su cintura.
—Te juro por Dios, Raven, que si esto te explota en la cara, te daré un gran, te
lo dije. No lo hagas, carajo.
Levantando la barbilla, me quito el brazo de encima y me alejo, pero Aria y
Gabriel ya no están delante recogiendo la comida. Mis ojos recorren el comedor y
vuelven a posarse en ellos cuando se sientan en una mesa cercana. De nuevo, casi
hombro con hombro. Aria no parece contenta, pero Gabriel tampoco. Ambos parecen
malhumorados, como si estuvieran discutiendo por algo.
Gabriel me ve primero, sus ojos se entrecierran mientras mira por encima de
su hombro. Puedo oír los pasos silenciosos de Caelian detrás de mí, puedo sentir la
pesadez de su mirada en mi espalda. Gabriel mantiene una conversación intuitiva con
Caelian, sus ojos dicen lo suficiente como para no tener que decir una palabra. Me
doy cuenta de que están discutiendo sobre nosotras.
Cuando los ojos de Gabriel vuelven a los míos, me advierte que me aleje. Pero
desvío la mirada hacia él. No estoy de humor para sus ojos que me recuerdan tanto a
los de Caelian. Los hombres Morelli pueden conseguir que cualquier mujer haga lo
que les plazca. Basta una mirada a sus ojos de chocolate para conseguir lo que
quieren.
Me acerco a Aria y, lentamente, se tensa al sentirme detrás de ella sin siquiera
tener que mirar. Su cuerpo se bloquea desde la cintura hasta el cuello, su columna
vertebral se endereza.
—Aria, ¿podemos hablar? —pregunto en voz baja.
Su cabeza niega ligeramente.
—No.
—¿Por favor? —Susurro, con una súplica gutural en mi tono.
—Vete, Raven —refunfuña, con los dedos agarrando el tenedor y clavándolo
en su trozo de filete. Estoy segura de que se imagina que es a mí a quien está
empalando.
—Aria, no puedes hacer esto para siempre.
Se acerca más a la mesa, retira el tenedor del filete y se dirige a su puré de
patatas, haciéndolo girar alrededor de su plato en un pequeño círculo. Una y otra, y
otra vez. Sin embargo, no me dice ni una palabra.
—No puedes ignorarme siempre. —Mi voz adquiere un filo, la frustración 160
empieza a recorrer todo mi cuerpo. Me culpa, y lo entiendo, asumo toda la
responsabilidad. Pero lo hice para salvarla. Para salvarme a mí misma. Me odia por
algo que estuvo bien. Tal vez no tenía que haberlo hecho delante de sus ojos, pero
sus padres no merecían el aire que respiraban.
Mis dedos se crispan, y una gran rabia me recorre mientras sigue
ignorándome.
—No puedes ignorarme eternamente —repito, esta vez mi voz es más bien un
gruñido.
Se gira, con los ojos llenos de odio y rabia.
—Tienes razón, no puedo. Pero puedo ignorarte hasta que tenga dieciocho
años, y luego pueda huir tan lejos de ti como sea humanamente posible, para no tener
que mirar tu cara nunca más. —Cada palabra es escupida con tanto veneno en su tono,
sus ojos entrecerrados con absoluta repugnancia. No me soporta.
—Aria... —Respiro, el aire de mis pulmones se contrae de dolor. Sin Aria, he
perdido la única lucha que he tenido. No sobreviví estos últimos años por mí misma.
Sobreviví por ella. Porque ella me necesitaba. Porque me amaba. ¿Qué valor tiene
ahora, si no es por Aria?
Me acerco al lado de la mesa, Gabriel se sienta a un lado de ella, y me dejo
caer en el otro. Me inclino hacia ella, inhalando el cálido aroma floral que sólo puede
describirse como hogareño. Sano y puro.
—Aria, por favor...
Gira tan rápido que ni siquiera tengo tiempo de reaccionar. Se dirige hacia mí,
con el cuerpo tenso y el tenedor en la mano levantado antes de caer de golpe.
Directamente en mi muslo.
Me llevo la mano a la boca y suelto un grito de dolor, mordiéndome los nudillos
para que no me oiga todo el colegio. Mi cuerpo se enrojece y mis ojos se desorbitan
con una furia ardiente. Alargo los dedos y me agarro a su cabello, tirando de ella hacia
abajo. Caemos hacia atrás, fuera de la mesa, y en el suelo detrás de nosotras.
Oigo como empezamos a llamar la atención de todos los que nos rodean. El
crujido de las sillas contra el suelo, la ruidosa charla que crece con cada segundo que
pasa. Están ansiosos por echar un vistazo, cualquier tipo de vistazo en las vidas de las
dos chicas que ahora están mezcladas con los Morelli.
—Mierda —refunfuña Gabriel.
Me doy la vuelta, hasta que mis piernas están a cada lado de su cintura. La miro,
y en su rostro no hay ni un ápice de miedo. Está enfadada, dolida, no sabe cómo
161
contener la pena que le recorre el pecho.
Desgraciadamente, yo tampoco sé contener mis emociones. Y acaba de
joderme. Con fuerza.
Saco la mano y le doy un revés en la cara. El chasquido es fuerte y destaca por
encima de las demás voces de la habitación.
Aria gruñe, su propio puño sale al tiempo que lanza su primer puñetazo,
dándome directamente en el ojo.
Gruño.
—¡Aria! —Se contonea para zafarse de mí, sus gruñidos irritados y llenos de
locura. Mis manos bajan, y ni siquiera tengo el control de mi cuerpo. Mis dedos se
inclinan hacia delante, listos para acabar con esto.
Para acabar con ella.
Los dedos rodean la delgadez de su garganta, apretando, hasta que sus ojos se
abren de par en par. Su boca se abre y sus dedos rodean los míos mientras intenta
apartarme de ella.
De repente, me levantan en el aire y me llevan a los brazos de Caelian. Mi
pierna grita de molestia cuando me levanta, y suelto un gruñido cuando me mira.
Aparto los ojos de los suyos, sabiendo que tenía razón, porque ¿cuándo no la
tiene? Pero me niego a mirarlo mientras vuelvo a mirar a Aria. Gabriel la toma en
brazos y sale del comedor sin mirar en nuestra dirección.
Todo el mundo nos mira. Todo el mundo. Ojos muy abiertos, mandíbulas caídas.
Conmoción y asombro en sus rostros. Odio las miradas. Odio las historias que
inundarán la escuela, los chismes secretos que no serán ciertos en lo más mínimo.
Unos cuantos profesores y el director entran corriendo en el comedor, con
caras de desconcierto mientras miran a su alrededor. A las gotas de sangre en el
suelo, a las sillas volcadas. A mí en los brazos de Caelian.
Pero no es hasta que se dan cuenta de en los brazos de quién estoy realmente.
De Caelian. Un Morelli.
—Oh, Caelian —dice uno de los miembros del personal. Mira hacia otro lado,
metiendo las manos en los bolsillos mientras retrocede. Por supuesto, porque nadie
va a reprender a alguien tan poderoso como Caelian Morelli.
Caelian no dice nada mientras rodea la avalancha de profesores y sale a toda
prisa del comedor para dirigirse al baño, al otro lado del pasillo. Se dirige
directamente al baño de las chicas y me planta en los mostradores de mármol. Blanco
sobre blanco. Mis dedos se enroscan en los bordes lisos y pulidos mientras se inclina
hacia mí.
162
Gruñe, feroz, despiadado, enseñando los dientes y clavándome su mirada en
el pecho. Su mano se extiende hacia delante y agarra el tenedor, sacándolo de un
rápido tirón. Jadeo, un grito que sale de mi garganta mientras todo mi muslo palpita
de dolor. Siento el dolor hasta los dedos de los pies. Mis manos golpean hacia delante,
presionando contra el dolor punzante que me sube por el muslo y me recorre el
cuerpo.
Miro hacia abajo, levanto la mano y veo mis vaqueros oscuros destrozados, con
pequeños agujeros que dejan ver la piel ensangrentada. Se acumula, se filtra en la
tela de los vaqueros y la convierte en un marrón oscuro, casi negro. Vuelve a
presionar mi muslo, y un gemido me recorre cuando el tejido blando se agita contra
la palma de su mano.
—Mierda, me duele —rechino entre dientes.
Caelian me aprieta, su cuerpo se hunde entre mis muslos, me empuja hacia
atrás hasta que mi columna se arquea alrededor del grifo brillante y la parte posterior
de mi cabeza se apoya en el espejo. Mis ojos chocan con los de Caelian, y me atrae,
me sostiene con su mirada mientras siento todo lo que está pensando.
Está muy enfadado conmigo.
Está frustrado por mí.
Quiere matar por mí.
Tal vez incluso quiera matarme.
—Te lo dije —gruñe, soltando una bocanada de aire caliente por la nariz—. Te
lo dije, carajo, pero nunca puedes escucharme.
—Tenía que intentarlo —gruño, apenas.
Mueve la cabeza de un lado a otro, no tan indulgente como esperaba que fuera.
—No lo entiendes. Sigues agitando la mierda, Raven. Estás causando un caos
en el que no necesitas estar involucrada. ¿Qué pasa cuando recibes demasiada
atención?
Me mira de reojo y me quedo con la boca abierta.
—La gente empieza a hacer preguntas.
Chasquea la lengua y asiente.
—La gente empieza a hacer preguntas. ¿Quieres preguntas sobre ti, Raven?
¿Quieres las miradas y las investigaciones? Porque te puedo garantizar que no.
—No lo hago —insisto.
—Entonces, cálmate y deja que la mierda se asiente a tu alrededor antes de
que provoques otra puta tormenta de mierda. Maldita sea —dice, a pocos centímetros
163
de mi cara. Retrocede y se pasea delante de mí mientras se pasa los dedos por el
cabello.
Cruzo los brazos sobre el pecho.
—Tal vez me calme si voy a Inferno. Tal vez debería volver al ring.
Se ríe a carcajadas.
—No. Absolutamente no.
Entorno los ojos hacia él.
—¿Por qué no?
Me señala la pierna.
—Porque estás jodidamente lesionada, y acabas de dejar de ser solo negro y
azul. Si quieres pelear, carajo, después de la escuela, puedes subirte al ring en casa
y podemos pelear.
—No quiero seguir peleando contigo. Quiero volver al ring y luchar de verdad.
Quiero volver a luchar, carajo —refunfuño. Estoy jodidamente enfadada, pero no he
estado en el ring, y me estoy poniendo ansiosa. Y estoy jodidamente enojada por lo
de Aria, Brody sigue suelto, y toda esta mierda está pasando a la vez. Siento que estoy
perdiendo el control.
Estoy perdiendo la cabeza.
—No vas a subir al maldito ring cuando tu pierna está así. ¿Crees que podrías
luchar de verdad? Así, sin más, ¿eh? —Se ríe de mí, y eso sólo me enfurece más. Mi
pierna ilesa se balancea para intentar darle una patada en las bolas.
La toma con facilidad, atrapándola en su firme agarre. Abriendo mis piernas,
se mete entre ellas una vez más. Acomoda su firme cuerpo contra el mío, y noto la
dureza entre sus piernas.
Le gustan los juegos. Le gustan los empujones. La enfermedad que hay en él
también está en mí. A los dos nos gusta la lucha.
Estoy desesperada por la lucha.
—Podría doblarte sobre este mostrador ahora mismo, follarte por detrás hasta
que todas las personas de la escuela escuchen a quién perteneces... Quién es el que
te da placer. Puedo hacerte enfadar, cariño, pero también puedo hacerte sentir muy,
muy bien. —Vuelve a apretarme, y gimo mientras me pellizca la barbilla entre los
dedos.
Me inclino hacia delante, deseando tener sus labios sobre los míos, pero se
inclina hacia atrás un centímetro, fuera de mi alcance. Su aliento mentolado me
recorre la cara, y cierro los ojos mientras dejo que me bañe. Su dedo sale y me 164
recorre el labio inferior. Mi lengua se asoma en respuesta, rozando su dedo.
—Pero también estoy jodidamente enfadado contigo ahora mismo, y quiero
que te enfades tanto como me has hecho enfadar a mí. —Su mano baja a mi pierna
herida, presionando para que duela. Suelto un grito, apartando su mano de un
manotazo mientras mi pierna se entumece. Sonríe con una mirada cruel—. Creo que
voy a esperar a que me supliques antes de darte algo. —Sus labios apenas rozan los
míos antes de retirarse por completo, y mis ojos se abren, parpadeando hacia él.
Este maldito bastardo.
¿Cómo diablos puede hacerme enojar tanto y al mismo tiempo excitarme? No
sé qué es lo que necesito exactamente, pero lo necesito, y lo necesito ahora.
—¿Estás bromeando? ¿Y suplicar? —¿Suplicar qué, exactamente? ¿Piedad?
¿Inferno? ¿Un maldito orgasmo?
Todo lo anterior.
Sacude la cabeza.
—No sabes lo que quieres, Baby Crow.
Aprieto los dientes, enfadada con él porque sé que está diciendo la verdad.
Quiero todo y nada.
Tal vez estoy perdiendo la cabeza.
—Llévame a casa. Quiero ir a casa.
Suspira, pasando la palma de la mano por su afilada mandíbula. Está tensa,
cortada como un cristal bajo las brillantes luces del baño.
—No, Raven.
—¿Por qué? —Me desgañito.
—Porque, como dije antes, estás revolviendo demasiada mierda. Te digo que
te calmes, ¿y ahora quieres largarte ya?
—¿Pero puedes largarte cuando quieras? —Porque es un maldito Morelli,
puede hacer lo que quiera, cuando quiera. Sin hacer ninguna puta pregunta. Pero en
el momento en que yo lo hago, es una gran explosión?
De acuerdo. Lo que sea.
—Sí, porque eres la chica misteriosa que salió de la nada, desapareció, volvió
y ahora te metiste en una pelea. Toda esta mierda sigue sucediendo, y mientras mi
padre le da mucho dinero a esta maldita gente para que mantenga la boca cerrada,
no puedes irte cuando quieras y pensar que no vas a tener que lidiar con tu mierda.
Suspiro, mirándole con los ojos entrecerrados.
—Odio esto, carajo. 165
Se acerca a mí, me levanta del mostrador y me deposita en el suelo. Soporta la
mayor parte de mi peso, sosteniéndome con su brazo alrededor de mi cintura.
—Sé que lo haces, pero vas a lidiar con ello, porque ahora estás con los Morelli,
y no nos quejamos ni hacemos todas esas tonterías.
Pongo los ojos en blanco mientras nos dirigimos a la puerta del baño. Justo
cuando Caelian está a punto de poner las manos en ella, se abre de golpe y Matteo
sale disparado con una mirada de asombro.
—¿Qué...? —empieza, pasándose las manos por el cabello mientras me mira—
. ¿Aria te apuñaló?
Levantando el muslo, hago una mueca de dolor por el movimiento.
—Seguro que sí. Cicatriz de batalla y todo.
Se inclina hacia delante, asintiendo con la cabeza.
—Maldita sea. No pensé que lo tuviera en ella.
—Yo tampoco —suspiro, ligeramente orgullosa de ella. Se está defendiendo.
Eso no es algo que hubiera hecho hace un mes.
Matteo mantiene la puerta abierta.
—Siento no haber estado allí para ayudar, carajo... —Pasamos, y Caelian
sacude la cabeza, pero no dice nada.
—¿Fue una locura? Todo el mundo está hablando de ello. Dijeron que había
una tonelada de sangre y mierda. Como si fuera una pelea de perras.
Frunzo el ceño al verlo. Genial, sabía que el drama y los chismes iban a
comenzar de inmediato.
—Realmente no fue una maldita locura —refunfuña Caelian, acomodándome
contra su casillero.
Matteo mira mi pierna.
—Parece que fue una locura. hombre, te han apuñalado literalmente en el
colegio. —Sacude la cabeza, desconcertado, antes de parpadear, con los ojos un poco
abiertos—. Mierda, ni siquiera me di cuenta de que el próximo período comenzaba.
¿Qué necesitan que haga? ¿Nos vamos? ¿Necesitas ropa? ¿Qué necesitas?
Caelian sacude la cabeza.
—Ve a clase. Lo tengo cubierto.
Matteo me mira de nuevo, su puño golpea mi bíceps suavemente.
—La próxima vez la tendrás, asesina.
Me encojo.
—No quiero tener una próxima vez, Matteo
166
Se ríe, alejándose y dándome la espalda.
—¡Lo sé, pero igual fue gracioso ver la cara que pusiste!
Me doy la vuelta con el ceño fruncido y miro a Caelian a los ojos.
—Por favor, ¿puedes llevarme a casa? —susurro una vez más.
Sacude la cabeza.
—La escuela casi ha terminado. Déjame ir a la enfermería a buscar algo para
limpiar tu pierna. Tardarás una eternidad en llegar cojeando hasta allí.
Me encorvo contra el casillero.
—Sí, lo que sea.
Comienza a caminar por el pasillo y se detiene en el último momento.
—Quédate aquí, Raven. No vayas a ninguna parte.
Me señalo la pierna.
—No voy a llegar muy lejos con una pierna jodida, Caelian. Date prisa, por
favor.
Recorre el resto del pasillo y me mira una vez más antes de doblar la esquina.
Entonces me quedo sola, y observo el reloj de gran tamaño de la pared que
hace tictac con cada segundo que pasa. El suelo está inmaculado, de alguna manera
brillante incluso después de los cientos de pares de zapatos que lo pisotean cada día.
Nunca imaginé que iría a una escuela, pero ciertamente nunca pensé que iría a un
lugar como este.
Me olvido del reloj y, finalmente, el sonido de los tacones en el pasillo me saca
de mi aturdimiento. Miro detrás de mí y mis ojos se abren de par en par al ver a las
dos últimas personas que quería ver.
Lorna y Delanie. Las mejores amigas de Trina. Trina, la chica que maté, y ellas
son las únicas que lo saben.
Mi cuerpo se tensa y ellas me miran en silencio desde el otro lado del pasillo.
Estamos en este incómodo punto muerto, las tres nos observamos con caras
inexpresivas y ojos reservados. Abro la boca, dispuesta a decirles algo, lo que sea.
Pero no sé qué decir.
¿Van a decirle a alguien lo que hice?
Lorna parece asustada. Como si fuera a hacerles daño o algo así. Darles el
mismo destino que le di a su mejor amiga. Pero Delanie no parece tan asustada. No,
parece enfadada. Hay una pizca de miedo en el fondo de su mirada, pero sobre todo
tiene venganza. Como si quisiera vengarse de mí.
167
Ahora es el mejor momento para hacerlo, chicas. Estoy lesionada. Estoy herida.
Denme lo peor.
Pero no hacen nada, se aferran la una a la otra. Lorna se inclina y le susurra algo
a Delanie, y me miran una vez más, dudando en sus rasgos, antes de darse la vuelta y
caminar en dirección contraria. Con sus tacones caros, sus vaqueros perfectos y sus
camisetas. Son ricas, envueltas en pequeños e impecables paquetes.
Me da envidia sus vidas fáciles. Y sólo me irrita más ver sus formas en retirada.
Verlas huir como si yo fuera un monstruo.
¿Lo soy? ¿Un monstruo? ¿Tanto miedo le doy a la gente?
Tal vez lo sea. Tal vez no merezca el perdón de Aria. Quizá merezca que Brody
me capture, o que Lorna y Delanie me entreguen a las autoridades. ¿Los llevaría al
cuerpo de Trina? ¿Enterrado en el bosque?
No, probablemente no lo haría. No haría nada de eso. Porque estoy tan loca
como la gente que me hizo.
Me doy la vuelta, con la sensación de que me pican las telarañas por todo el
cuerpo. Necesito salir de aquí.
No puedo estar en esta escuela ni un segundo más.
Sólo quiero escapar. Escapar de las chicas. Escapar de Aria. Escapar de las
miradas de toda la gente, de sus chismes, y de sus preguntas.
Quiero escapar de todo esto.
¿Dónde estás, Caelian?
Se me ocurre una idea y me muerdo el labio mientras dudo sobre lo que debo
hacer. Es una mala idea, pero una idea al fin y al cabo. Se pondría absolutamente
furioso. Me partiría en dos.
Giro hacia la pared y la palma de la mano choca con el grueso metal de la
puerta del casillero de Caelian. Mis dedos caen sobre la cerradura y giro la
combinación. La que le he visto introducir innumerables veces, las suficientes como
para que yo misma haya recordado el código. El pequeño clic me avisa que se abrió
al primer intento, y una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios.
Al abrir la puerta de su casillero, su abrigo cuelga en el centro. El cuero es
grueso, caro, oscuro como el carbón. Me inclino hacia delante, mi nariz se hunde en
la tela. Cuero y madera. Es todo lo que es Caelian. Quiero arrastrarme dentro de él y
no salir nunca. Quiero que me rodee hasta el fin de los tiempos.
Pero tengo que irme.
Mi mano se adelanta y se desliza en el cálido bolsillo. Al instante oigo el tintineo
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de sus llaves en mi palma. Las envuelvo con mis dedos, apretándolas en mi puño.
Las llaves de su auto.
Puede que me odie por esto. Sé que parece preocuparse por mí, pero también
sé que se preocupa por su BMW. Si voy en contra de sus deseos, se enfadará mucho.
Pero yo también estoy enfadada.
Cierro la puerta de su casillero suavemente, presionando contra la fila de
casilleros mientras miro hacia el pasillo.
Todavía no hay señales de Caelian.
Con un último suspiro, con el corazón palpitando en mis oídos, con el cuerpo
temblando como si estuviera a punto de volcarse, hago mi movimiento.
Si pudiera correr lo haría, pero no puedo. Cojeo por el pasillo, alejándome de
donde vino Caelian, y me dirijo a la parte trasera de la escuela, a través de las puertas
traseras. La brisa fresca que sopla al instante me baña la cara y me pasa el cabello
por encima de los hombros. Siento que mis mejillas se enrojecen por la brisa fresca.
Temblando, cruzo los brazos sobre el pecho. No he tenido tiempo de parar en mi
casillero para recoger mí chaqueta. Era ahora o nunca.
Elegí ahora.
Cojeo por la escuela, con la pierna palpitando a cada paso. Paso por debajo de
las ventanas y me alejo de las puertas. Mientras me dirijo al estacionamiento, me meto
entre los autos y me dirijo directamente a su BMW. Miro por encima del hombro,
esperando ver a Caelian pisando fuerte tras de mí. Preparada para que me parta en
dos por tomar sus llaves. Por desobedecerlo una vez más.
Pero no está ahí. Suelto un suspiro y pulso el botón de desbloqueo de su auto.
Un suave bip, bip llega a mis oídos, y abro su puerta, deslizándome sobre el asiento
de cuero. Es como una almohada, y me relajo en el asiento, pulsando el botón de
cierre y encorvándome.
Mierda, me duele la pierna.
Presiono mi mano contra el muslo, en la herida que se encuentra justo encima
de mi rodilla. Cada movimiento me produce un pinchazo, pero la hemorragia se ha
ralentizado. Eso, o mis vaqueros están actuando como una buena esponja para la
sangre.
Mi mano rodea el lado del asiento y lo muevo hacia delante. Tardo una
eternidad, sus largas piernas son una completa contradicción con mis cortas piernas.
Una vez que está lo suficientemente cerca como para alcanzar los pedales del suelo,
arranco el auto y, con una última mirada a la fachada de la escuela, todavía sin
Caelian, salgo del estacionamiento en dirección a la carretera principal. 169
Me alejo, apoyando la cabeza en el asiento mientras ruedo por la calle. Es muy
diferente a mi antiguo auto. El fuerte motor se oía por encima del volumen máximo de
la música. Podía sentirlo bajo mi asiento mientras conducía por la autopista.
Hay un zumbido silencioso en este, una baja vibración contra mí. Siento que me
deslizo por la carretera en lugar de conducir por ella.
Me abro paso a través del bosque, por los caminos secundarios hacia su casa.
Quizá Caelian no se enfade conmigo, después de todo. Volverá a casa, echando
espuma por la boca como un perro rabioso, y verá que estoy a salvo, y que no había
nada de qué preocuparse.
Sólo necesitaba alejarme.
No podría soportar otro momento en ese lugar. Hoy no. No con todas las
miradas. No con los pantalones ensangrentados, y una Aria enfadada. Además,
Caelian debería saber que no sigo las reglas. No fácilmente, al menos.
Me pongo cómoda, sintiendo que he tomado la mejor decisión para mí, cuando
oigo un bocinazo. Sentada en mi asiento, miro por el espejo retrovisor. Un auto rueda
detrás de mí y acelera, acercándose al parachoques del BMW de Caelian. Entrecierro
los ojos, sin poder determinar el tipo de auto que es, pero parece caro.
Mi cuerpo se tensa inmediatamente y me pregunto si es Brody. Pero pensando
en el pasado, recuerdo que Caelian dijo que conducía un Ford Escape. Esto
ciertamente no es eso. El claxon vuelve a sonar, y sigo mi ritmo, lo más cerca posible
del arcén.
Rodéame, idiota.
Si quieren pasar, que pasen. Pero por alguna razón, no creo que tengan prisa
por llegar a ninguna parte. Creo que me quieren a mí.
¿Es Caelian?
Hago una mueca, con los dedos agarrando el volante. Me siento
repentinamente nerviosa, me sudan las palmas de las manos y siento el cuerpo febril.
El auto se detiene a mi lado, y mantengo la cabeza hacia delante, pero mis ojos
se desvían hacia un lado, y dos pares de ojos furiosos me miran fijamente.
Caelian y Matteo.
Es el auto de Gabriel.
Caelian se sienta en el asiento del copiloto y me mira con furia. Su mano se
mueve delante de nosotros y creo que me hace un gesto para que me detenga.
No, sacudo la cabeza.
Su mano vuelve a azotar. Detente.
Señalo con el dedo hacia adelante.
170
—No. ¡Me voy a casa!
Aprieta la mandíbula y Matteo mantiene el mismo ritmo que yo. Baja la
ventanilla.
—¡Detén el maldito auto, Raven! —Puedo oír su rugido despiadado mientras
atraviesa el aire frío y su gruesa ventanilla.
Sacudo la cabeza de lado a lado. ¿Por qué no me escucha? Me voy a casa, carajo.
—¡No! ¡Me voy a casa! —grito, señalando con el dedo la carretera delante de
mí.
—¡Raven! —Oigo su voz como si me gritara directamente al oído. Vuelvo mi
mirada hacia la suya, y sus ojos están abiertos de par en par, sus brazos se agitan
delante de él. Matteo también tiene los ojos muy abiertos y sus brazos se agitan.
Mis ojos se entrecierran con confusión.
De repente, Matteo frena de golpe. Miro por encima del hombro y los dos
siguen gritándome. Giro la cabeza hacia delante y mis ojos se abren de par en par
cuando veo una barandilla delante de mí.
No me di cuenta de que estábamos en la parte de las curvas de la carretera.
No me di cuenta de que estábamos en esa curva que rodea el bosque y las
colinas, la barandilla está ahí para protegerme de volar directamente hacia el bosque
y hacia el precipicio.
No tengo suficiente tiempo para girar. No tengo tiempo para detenerme, pero
lo intento. Mi pie pisa el freno y el auto grita más fuerte que nunca. Giro el volante
hasta que no puedo más, el giro brusco hace que el auto chirríe de angustia aún más.
Golpe.
El lateral del auto choca contra la barandilla, el exterior metálico rechina contra
la barrera de acero, chirriando de forma odiosa. Mi cabeza se desplaza hacia un lado,
un fuerte crujido suena en mi cuello mientras suelto un grito. Intento proteger el auto
y a mí misma, pero es demasiado. El latigazo es agresivo y despiadado.
Vuelvo a girar el volante, en dirección contraria, y las sacudidas son como un
doloroso rocío de gasolina en mis extremidades mientras grito de horror y dolor. El
auto se sacude de repente, cansado de mis giros hacia delante y hacia atrás, y de
repente, estoy boca abajo. Volcada sobre mi eje. Sólo que no se detiene.
Vuelvo a dar la vuelta, y otra vez, y otra vez.
Hasta que me tiran demasiadas veces, mi cuerpo se sacude más de lo que
puede soportar. 171
Y me entrego a la oscuridad.
Capítulo Quince
Caelian
T
uve que buscar a Gabriel para tomar sus llaves, luego ir por Matteo, y
nos fuimos.
No tardé en alcanzarla. No iba rápido. No es que estuviera
alejándose de mí a toda velocidad. Sólo estaba conduciendo. Ella sólo
necesitaba el escape. Podía sentirlo a través de los vehículos.
Pero, una vez más, no escuchó. Es un maldito dolor en mi trasero.
Y no se detuvo, por más que le fruncí el ceño, se negó a detenerse.
Y ahora, veo cómo sale humo del capó del auto, que ahora no es más que trozos
de metal esparcidos por la calle vacía. Los árboles nos rodean en todas direcciones, 172
y juro que mi cuerpo se siente como si estuviera en ese mismo auto. Mis músculos
gritan, mi estómago se retuerce, mis huesos están tan tensos que siento que están a
punto de romperse.
Matteo acelera hasta el lugar del accidente, el crujido del metal corre por
debajo del auto mientras conducimos por la calle. No espero a que se detenga. Abro
la puerta y salto del vehículo en movimiento mientras corro hacia ella.
—¡Raven! —suelto en un rugido, poniéndose de rodillas. Su cabello salpica
como una cortina alrededor de su cara. Tiene un corte a lo largo de la mejilla, la
sangre gotea desde la herida hasta la ceja, pintándola de rojo oscuro. Los brazos le
cuelgan por encima, el cinturón de seguridad se le clava en el cuello y el pecho.
Sus ojos se cerraron.
Su boca está floja.
—¡Raven! —Grito, sacudiéndola, con el pánico creciendo en mi pecho. Huele a
gas y a goma quemada, mis rodillas se clavan en los cristales rotos de su ventana.
Cuando oigo el ruido de la gasolina, me inclino hacia atrás y veo que sale de la
parte trasera del auto.
—Mierda. ¡Raven! —Me giro sobre mi hombro, viendo a Matteo corriendo
hacia mí—. ¡Matteo! ¡Llama a alguien, carajo!
Asiente, su cara es blanca como un fantasma mientras se da la vuelta y corre
hacia su auto.
Me inclino hacia ella, sin ser nada delicado, mientras mi mano alcanza el clip
del cinturón de seguridad. Me agarro a ella y pulso el botón mientras su cuerpo inerte
cae en mis brazos. Suelto un gemido y todo mi cuerpo tiembla de terror por primera
vez en mi vida.
El miedo legítimo, crudo en su forma, me desgarra y no puedo detener el
rugido que sale de mi garganta. Resuena en el bosque. La saco de la ventana rota, mis
dedos la agarran con fuerza mientras la levanto de los escombros.
—¡Raven. Raven. Raven. Raven! —digo su nombre una y otra vez, un cántico,
una oración, un susurro, un maldito hechizo para que se despierte.
El sonido de un estallido hace que mi cuerpo se congele, y veo una chispa en
el borde del auto.
Me despierto.
La tomo en brazos y corro lo más rápido que puedo para alejarme del auto. Me
dirijo al lado de Gabriel y la dejo en el suelo. Tocando su cuello con mis dedos,
presiono y cierro los ojos.
Golpe, golpe, golpe.
173
Mis ojos se abren, mirándola fijamente. Su pulso late. Está viva.
—¡Raven! —Le acaricio la mejilla.
—La policía está en... ¡mierda! ¿Está jodidamente muerta? —Matteo grita.
Si mis ojos pudieran quemar el mundo, lo harían en este momento. Raven no
está muerta.
Raven nunca podrá morir.
Golpeo la palma de la mano en su pecho, más fuerte de lo que debería, con la
ira desgarrándome.
Sus ojos se abren, su boca se abre en un jadeo mientras vuela a una posición
sentada.
—Mierda —murmuro, agarrándome a sus hombros—. ¿Estás bien?
Mira a su alrededor, con la desorientación en sus ojos.
—¿Qué pasó? —susurra. Sus ojos se posan en el auto y se amplían aún más—.
¿Qué...? —Levanta una mano y se la pasa por la mejilla. La retira y mira confundida al
ver la sangre en sus dedos—. ¿Qué pasó? —vuelve a preguntar. Parece perpleja y un
poco fuera de sí, su cuerpo tiembla y se debilita mientras se encorva.
Me inclino, nivelando mis ojos con los suyos.
—¿No recuerdas lo que pasó?
Me mira, sus ojos brillan como cristales en la noche.
—Estaba conduciendo tu auto, y yo... —Sus ojos se abren como platos—. ¡Me
estrellé! —Se mira el cuerpo de repente, con las manos recorriendo cada centímetro
de ella. Para asegurarse de que está de una pieza, supongo.
—Te estrellaste y fue jodidamente terrible —murmuro, pasando mis dedos por
su cuello.
—Habría sido genial verlo si no hubieras sido tú la que lo intentó —dice Matteo.
Dirijo mis ojos a los suyos, mirando su humor inoportuno.
—No quería... Lo... siento... Sólo quería... —Raven deja caer la cabeza entre las
manos—. Quería ir a casa —dice en un suspiro, y mi boca se seca, mi lengua se pega
al paladar ante sus palabras.
Estamos en esta batalla constante, ella y yo. Ambos obstinados, ambos con una
fuerte negativa a escuchar.
Y estamos creando el caos. Una locura absoluta.
Las sirenas suenan a lo lejos y frunzo el ceño mirando a Raven:
—¿Por qué no me esperaste? 174
Se echa hacia atrás, haciendo una mueca de dolor al mover la pierna.
—Porque, sólo quería irme, y tú no querías llevarme. No pude volver a ver a
Aria. Ella... —Moquea, mirando hacia mí—. Ella realmente me odia.
El dolor gutural en su voz hace que se me erice el vello de los brazos. Está
realmente herida por su prima, y estoy obligado a arreglar las cosas entre ellas.
—Yo —empiezo a decir, cuando el aire se calienta, crepita y estalla a nuestro
alrededor cuando la chispa que revolotea alrededor de mi auto finalmente se
encuentra con el gas.
Boom.
Grandes llamas rodean mi auto en un incendio explosivo, arruinando cualquier
posibilidad de salvación. Bloqueo a Raven y me cubro la cara con el brazo mientras
observo cómo las llamas naranjas y amarillas lo envuelven por completo justo cuando
aparecen un auto de policía y una ambulancia.
—No voy a ir al hospital —murmura Raven por encima del estruendo del fuego,
sin prestar atención a las llamas, con los ojos fijos en las luces parpadeantes. Puedo
ver el destello rojo y azul en sus ojos, como si la hubieran puesto en trance.
Aprieto los dientes. Si dicen que tiene que ir al hospital, tiene que ir al puto
hospital. Haré que la aten con correas si es necesario.
La ayudo a levantarse y me alejo del fuego. El calor llena el aire y pronto huele
a metal y cuero quemados. Las llamas se convierten en un humo negruzco que
envuelve el cielo. Raven se pone a mi lado, quitándose la ropa mientras cojea hacia
el auto de Matteo.
La bloqueo.
—¿A dónde vas?
Frunce el ceño.
—Voy a entrar en el auto.
Muevo mi cabeza de un lado a otro, presionando mi mano en la ventana.
—No. Estabas jodidamente inconsciente. Deja que te revisen.
Entrecierra los ojos, aunque el resto de ella parece que apenas se sostiene.
Todavía tiene lucha bajo el dolor.
—Peleo en Inferno, una pequeña sacudida en tu auto no me va a joder tanto.
Pone la mano en el asa y le agarro la muñeca con la otra mano.
—No te vas a ir a casa hasta que te revisen, Raven —digo con seguridad. La
alejo de la puerta e intenta luchar contra mí, pero cuando la ambulancia se detiene
junto a nosotros, se queda paralizada.
175
Frunzo el ceño y me inclino hacia su oído.
—¿Por qué estás tan jodidamente paranoica ahora mismo?
Se tensa en mis brazos y gira la cabeza para mirarme.
—Mi mamá siempre me dijo que nunca fuera a la policía o al hospital. Que me
llevarían lejos.
El socorrista salta de la furgoneta y se dirige hacia mí, justo cuando le susurro:
—No vas a ir a ninguna parte. Cualquiera que intente llevarte, muere.
El policía se baja y tanto el socorrista de la ambulancia como el policía se
acercan a nosotros. Tiene cabello oscuro y rasgos severos mientras nos observa a los
tres. Su uniforme azul marino se amolda a su cuerpo. Su vientre sobresale por encima
de la cintura y baja la mano ajustándose el cinturón.
—Sr. Morelli —dice, levantando su mano hacia la mía.
—Oficial. —No conozco a este hombre personalmente, pero todo el cuerpo de
policía nos conoce. No los tenemos a todos en nómina, pero tenemos bastantes.
—¿Qué ha pasado aquí? —Saca un pequeño bloc de notas y un bolígrafo del
bolsillo del pecho, lo abre en una página en blanco y presiona la punta del bolígrafo
sobre el papel.
—Yo estaba... —empieza Raven, la tiro hacia atrás y la corto. Mejor que no
hable demasiado.
—Ella conducía hacia su casa y yo la seguía por detrás. Un ciervo saltó a la
carretera y perdió el control. Volcó el auto.
El oficial mira las llamas y luego vuelve a mirar a Raven.
—Un camión de bomberos está en camino para extinguir las llamas. —Golpea
su bolígrafo en el bloc, mirando fijamente a Raven—. ¿Quién es usted?
—Está conmigo —aprieto entre los dientes.
—¿Puede hablar? —El oficial estrecha los ojos, la preocupación y la irritación
delinean sus rasgos.
Raven asiente.
—Mi nombre es Raven, oficial.
—Raven. —Tacha su nombre—. ¿Cuál es tu apellido, Raven?
Su boca se abre y las palabras tardan un momento en llegar.
—Abbott.
Supongo que eso es algo bueno de sus tíos. Cambiaron su maldito apellido. 176
—Raven Abbott. ¿Cómo conoces al Sr. Morelli? —Mantiene la cabeza inclinada
hacia el papel mientras la mira.
—Él es...
—Está conmigo —gruño. Supongo que lo debo escribir en el puto papel para
él
Levanta la mano, echando un vistazo a la hora en su reloj.
—¿Alguna razón por la que todos ustedes están fuera de la escuela en este
momento?
Aprieto los dientes.
—No es realmente tu maldito asunto. Raven tuvo un accidente, y si no piensan
echarle un vistazo para que podamos salir de aquí, sugiero que los dos se vayan.
El oficial estrecha los ojos.
—Sr. Morelli, sólo estoy haciendo mi trabajo...
—Tu trabajo es cuidar de mi chica, para que no se derrumbe delante de ti.
El oficial se dirige a un paramédico.
—¿Por qué no empiezas a revisarla mientras repasamos estas preguntas?
El paramédico abre la parte trasera de su furgoneta y ayuda a Raven a entrar
en ella. Parece aterrorizada mientras él la conecta a una tonelada de máquinas y
comienza a evaluarla.
—Voy a tener que llamar a tus padres, Raven. Ya que eres menor de edad y
estás fuera de la escuela durante el horario escolar, y tuviste un accidente. ¿Tienes un
seguro de auto y una identificación?
Se lleva la mano al cuello, como si apenas pudiera tragar. La máquina a la que
está conectada empieza a pitar y sé que su corazón late a mil por hora. La piel pálida
de su rostro se desvanece aún más y se queda blanca como una sábana mientras me
mira fijamente.
—No tiene padres. Se queda conmigo.
Sé que empieza a sospechar de la situación.
—Voy a tener que llamar a su tutor.
—Ese sería mi padre, Drogo Morelli, y puedo garantizar que lo último que
querrá hacer es alejarse de los negocios para venir a ocuparse de esto.
El agente aprieta su bolígrafo y su papel, sus nudillos se blanquean, y sé que
está atrapado entre hacer lo que se supone que debe hacer y las normas cuando se
trata de los Morelli. Este hombre es obviamente de los buenos y le gusta seguir su
177
código de conducta.
No hay ningún código de conducta cuando se trata de los Morelli.
—Lo siento, Sr. Morelli. Voy a tener que hablar con quien esté a cargo de la
señorita Raven Abbott antes de permitirle salir. Siempre podemos llevarla al hospital
hasta que alguien pueda bajar, en caso de que el Sr. Drogo Morelli esté ocupado en
este momento.
—¡No! Caelian, por favor. —El tono de Raven es desgarrador. Su patética y
egoísta madre contaminó su cerebro haciéndole creer que el mundo está lleno de
veneno.
Lo está. Realmente lo está. Pero no de la manera que ella piensa.
Me doy la vuelta y miro a Matteo, que se apoya en el lateral del auto. Tiene el
teléfono en la mano y enarca una ceja, ya levantándolo hacia su oreja.
Este oficial deseará no haber hecho esto. No creo que se dé cuenta de que, a
veces, es a la Sra. Morelli a quien debe temer.
—¿Alguien viene de camino? —pregunta mientras me vuelvo hacia él.
Le doy una sonrisa, aunque sé que parece más bien un gruñido.
—Sí. —Me acerco a Raven y me siento en el borde de la furgoneta mientras el
paramédico le ilumina los ojos.
—No hay conmoción cerebral. Eso es bueno.
—Lo sé —susurra Raven.
—¿Qué es esto en tu pierna? Mmmm, interesante. —Lo miro mientras frota su
dedo enguantado por la herida—. Esta no está fresca como la de tu mejilla. Tus
vaqueros casi se han secado. —Aprieto los dientes mientras la inspecciona y, por
supuesto, el jodido oficial entrometido se acerca a echar un vistazo.
—¿Alguien te hizo daño, Raven? —preguntan en la oficina.
Raven sacude la cabeza, deslizando la mano sobre sus vaqueros.
—No. Fue por el accidente.
—¿Puedo? —El paramédico le roza la mano, y aprieto los dientes mientras ella
asiente. Toma unas tijeras y, haciendo un pequeño agujero en sus vaqueros, deja al
descubierto los cuatro orificios de las púas del tenedor situados en su pierna.
A menos que estuviera allí, nunca podría determinar exactamente de qué son
esos agujeros.
—¿Cómo te hiciste esto? —le pregunta, el tono de su voz delata que sabe que
no se lo hizo el accidente.
—No lo sé, debe haber ocurrido cuando el auto volcó. 178
—Mmmm —murmura—. ¿Te importaría que lo limpiara y cubra, para que no se
infecte?
Tal y como intentaba hacer antes de salir de la escuela.
Asiente y veo cómo toma una gasa y un limpiador. Se pone a trabajar
rápidamente, mirando entre los dos de vez en cuando.
Los agentes saben quiénes son los Morelli, pero ninguno de los demás
empleados que rodean a Blackridge y Portland lo sabe. Al menos, no están al tanto
del acuerdo entre la policía y los Morelli. Mantienen sus narices fuera de la suciedad
a menos que sean arrastrados.
Y este tipo frente a mí, es casi como si estuviera rogando ensuciarse.
—Esto puede doler un poco —dice mientras pone la almohadilla húmeda
contra su muslo. Suelta un gemido sibilante, y no puedo evitar que mis dedos se
enrosquen en el cuello del paramédico. Tiro de él hacia mí, cerniéndose sobre las
piernas de Raven.
—Caelian, ¿qué estás haciendo? —Raven chilla.
—Sr. Morelli, apártese del paramédico. —Oigo un clic y sé que el agente acaba
de sacar su pistola de la funda.
Entrecierro los ojos y miro fijamente al paramédico, cuyos ojos brillan de
miedo y sus labios tiemblan de arrepentimiento. Una gota de sudor rueda por su sien,
y eso solo hace que me apriete más.
—Cuidado con lo que haces. No vuelvas a hacerle daño —aprieto entre los
dientes, antes de apartarlo de un empujón.
Al darme la vuelta, veo al oficial con su arma apuntando en mi dirección. Detrás
de él está Matteo, con la mano en la espalda y los dedos alrededor de su propia Glock.
Levantando las manos y enseñando los dientes, le escupo:
—Guarda tu pistola antes de que te la meta en la boca.
Sus ojos se abren de par en par y sus manos tiemblan cuando baja el arma. La
vuelve a meter en la funda justo cuando llega el camión de bomberos.
El paramédico es más que cuidadoso el resto del tiempo que atiende las
heridas de Raven.
Y luego es un juego de espera. Todos vemos cómo mi auto pasa de las llamas
al metal carbonizado. El cuero es insalvable, como todo lo demás. Estoy jodidamente
enojado de que haya arruinado mi auto, pero ya me ocuparé de esa mierda más tarde.
Finalmente, un silencioso rugido suena en la calle. Un Maserati rojo cereza
dobla la esquina, rodando y deteniéndose justo al lado del oficial.
179
Lleva un par de gafas de sol, tan oscuras y brillantes que puedo ver el mundo
perfectamente reflejado en los cristales.
Al abrir el auto, sus tacones chocan contra el suelo, una correa alrededor del
tobillo con su cuchillo enfundado. Le siguen unas piernas largas, con la falda negra
perfectamente ceñida a sus costados. Una funda se conecta a su cintura, con su propia
Glock pequeña colocada dentro. Lleva una blusa de color crema, y su cabello cae en
una sábana recta por su espalda, sus mechones tan oscuros como los míos, igual de
brillantes.
Mi madre no es una madre cualquiera. Es letal. Un arma. Más aterradora que
mi padre en algunos casos. Mientras que mi padre es un hombre poderoso, y lo sabes
con sólo mirarlo, mi madre tiene la máscara. Puede cenar con otras madres, y también
puede cortarte y destriparte como si su vida dependiera de ello.
Nunca, jamás, querría estar en el lado equivocado de la hoja cuando se trata de
mi madre, Lucia Morelli.
—Caelian, Matteo, ¿qué demonios pasó? —pregunta mientras se acerca a
nosotros, levantando sus gafas a su cabello para poder mirar lo que queda de mi auto.
—Me estrellé —murmura Raven, y mi madre gira la cabeza hacia Raven, con
las cejas levantadas.
—Ya veo.
Raven se desploma un poco, y el oficial observa claramente su reacción.
—Sra. Morelli, siento interrumpirla durante el día, pero dicen que Raven no
tiene padres, ni identificación, ni seguro, y que se queda con usted. Necesito la
confirmación antes de sentirme cómodo liberándola.
Mira fijamente al agente durante un momento antes de levantar la mano hacia
Raven. Raven la toma y la ayuda a bajar de la parte trasera de la furgoneta.
—Raven está con nosotros, oficial.
No puedo evitar el calor que me llega al pecho ante las palabras de mi madre.
Está con nosotros.
—Por supuesto, por supuesto. Lo siento mucho. Es sólo... el protocolo...
—Puedo garantizar que cualquiera de mis hijos es más que capaz de hablar en
nombre del Sr. Morelli o en el mío propio. A menos que alguien sea acusado de un
delito grave, no creo que tenga que anticipar otra llamada.
—Sí, por supuesto —responde el oficial con un trago duro.
Le quito a Raven a mi madre y la ayudo a entrar en la parte trasera del auto de
Gabriel.
Es hora de volver a casa.
180
184
Capítulo Dieciséis
Raven
—N
o estoy nada contento con esto —me dice Caelian.
Me siento en el banco de los vestuarios de Inferno,
vendándome las muñecas mientras escucho a Caelian
gritarme por lo que parece la milésima vez. Me tiembla la
rodilla y la parte posterior de mis muslos roza el banco frío. Respiro el aire húmedo
del subsuelo, centrándome. Preparándome.
—Estoy bien, Caelian. Estoy preparada. Tú sabes lo que se siente al estar en
este espacio de la cabeza. Necesito sacar mi ira antes de explotar. —Rosko se sube al
banco a escasos centímetros de mi cara y le rasco detrás de la oreja con la mano a
medio envolver—. Incluso a Rosko le parece bien que pelee.
185
Caelian levanta la mano y, sin más, Rosko va hacia su dueño. Entierra la mano
en su pelaje mientras me mira fijamente.
—Rosko sólo se comporta así porque sabe lo jodidamente idiota que estás
siendo.
Levanto la vista y lo miro con desprecio, no estoy de humor para su actitud.
Lleva todo el día de mal humor. Refunfuñando en voz baja y contestando mal a todo el
que habla. Empezó esta mañana, cuando tiró un paquete de píldoras anticonceptivas
sobre el colchón de su cama y me gritó que me las tomara, llegando incluso a ver
cómo recogía el agua de su mesita de noche y me tragaba la pequeña píldora ovalada.
A partir de ahí, la cosa no ha hecho más que aumentar, y se ha puesto insolente con
sus hermanos, sus padres, y con todo el mundo en el colegio. Se está quebrando. Me
estoy quebrando.
Nos estamos volviendo locos.
—Si no quieres verme luchar, vete —gruño.
Su brazo se levanta, me agarra de las mejillas y me saca del banco. Me tropiezo
con él y me maneja con brusquedad, hasta que quedó suspendida bajo él y se inclina
sobre mí, aferrándose a mí con nada más que sus dedos en la mejilla y su otra mano
sujetándome por detrás de la cabeza.
—Nunca te voy a dejar, carajo. No vuelvas a decir esa mierda —me gruñe, con
una voz apenas audible.
—De acuerdo —susurro.
—Si sientes que estás a punto de romperte, déjame ir a buscar a alguien.
Podemos matarlo juntos. En lugar de que vayas ahí fuera, ¿para qué? ¿Probar un
punto? Todo el mundo sabe que puedes matar a la mitad de los hombres que suben a
ese ring. No tienes que pelear cuando acabas de tener un accidente, justo ayer.
Mierda, todavía tienes un jodido corte fresco en la cara.
Mis dedos se dirigen a la abrasión de mi cara, todavía en carne viva desde el
día anterior.
—No quiero eliminar a alguien sólo porque estoy enfadada. No soy mejor que
mis padres si llego a eso.
Me enseña los dientes.
—Créeme, hay un montón de gente en esta ciudad que puedo conseguir que
tenga una hoja de antecedentes penales tan larga como un puto diccionario. Estarías
haciendo un servicio al mundo.
Mi cuerpo se enfría y me escabullo de su agarre, caminando hacia el espejo y
mirándome. Mi esbelta figura, llena de cicatrices y heridas, tanto antiguas como
186
nuevas. La mirada de mis ojos es abrumadora. Tanto dolor y daño, una inmensa
cantidad de rabia acumulada en mi mirada. Me paso la mano por el cabello, recogido
en una apretada coleta.
Después de escuchar que Brody me dejó una nota con el cuerpo de otra
víctima, no he podido enfriar mi sangre. Mi cuerpo zumba con la necesidad de
detonar. Ya no me siento débil, o como si no tuviera un propósito.
Mi vida tiene un propósito.
Erradicar a Brody de este mundo de una vez por todas.
—¿Cuál es tu mayor miedo? —pregunto, mirando a Caelian a través del espejo.
Cruza los brazos sobre el pecho. Un pantalón negro se amolda a su cintura recortada
y una Henley negra se ajusta a su pecho a la perfección. Es jodidamente atractivo,
pero a veces me asusta.
La facilidad con la que mata. Su ausencia de remordimiento por la muerte.
Mis ojos vuelven a dirigirse a los suyos cuando no responde.
—El mío es que no seamos diferentes de mis padres, o incluso de Brody. Mi
miedo es que cuando todo esto esté dicho y hecho, quizás no sea nada diferente de
lo que pensaban mis tíos. Una hija pecadora del diablo. Que acabaré en el infierno.
Me estrecha los ojos.
—No quiero oír excusas ni razones por las que no es cierto —le digo antes de
que pueda intervenir e intentar hacerme sentir mejor—. Sólo quiero saber cuál es tu
miedo.
Me mira fijamente un momento, el aire se llena de tensión. Después de lo que
parecen horas, habla, con la mandíbula tensa.
—Mi mayor miedo es que tu rabia sea más grande que tú, y que seas una
persona más a la que tenga que matar.
Trago.
Y vuelve a tragar.
Sus palabras son dichas con tal finalidad. Es una advertencia. Si no averiguo
cómo controlar la rabia que se está gestando en mi interior, me encontraré en el
extremo de su cuchillo, con un charco de sangre a mis pies.
—¡Raven, te toca! —Reggie grita a través de la puerta, golpeándola dos veces
antes de retirarse por el pasillo.
Suelto un suspiro y aprieto las manos en un puño. Mis ojos se apartan de los
suyos y me doy la vuelta, mirándolo de frente.
—Tengo que irme. 187
Me alejo, y justo cuando estoy a punto de llegar a la puerta, sus manos me
rodean la cintura, sus dedos se clavan en mis caderas y me atraen hacia él. Mi cuerpo
cae contra el suyo y su calor me quema el estómago desnudo.
—Puedes caer en este pozo de oscuridad, dejar que la rabia te invada,
convertirte en alguien que ya no conoces, pero cada vez que te sientas consumida,
arrastrada por las arenas movedizas de tu caos y tu frenesí, yo te haré volver. Te traeré
de vuelta a mí cada vez, Raven. Pero tiene que depender de ti si quieres quedarte
aquí, conmigo, o si quieres dejar que las opiniones de tus tíos te llenen de una
sentencia de muerte que ellos creían. No tienes que ser tú. No tienes que ser tus
malditos padres. Puedes ser tú misma. Sólo sé tú, Raven. Salvaje. Desordenada. Libre.
Una lágrima se desliza por mi sien y mis dedos se dirigen a su cabello,
agarrando los mechones desordenados mientras atraigo sus labios hacia los míos.
Toma el control, sus dedos van a mi mandíbula y me mueven como él quiere.
Sumergiendo su lengua entre mis labios, saborea cada centímetro de mi boca y me
deja sin aliento.
Me alejo, y extiende su mano, pasando su pulgar por mi labio en carne viva.
—No te mueras.
Le hago un gesto con la cabeza, con las piernas como si fueran de gelatina,
mientras me doy la vuelta y salgo. Oigo el tintineo de las uñas de Rosko mientras
camina detrás de mí, con Caelian a su lado.
Hoy en Inferno es una noche salvaje, la gente llena cada centímetro del túnel
bajo la ciudad. Sus voces resuenan en las paredes, las luces se sienten extra brillantes
mientras iluminan el ring ante mí.
Un hombre ya está de pie en el ring, alguien a quien nunca he visto antes.
Parece perezoso, casi aburrido, mientras apoya los antebrazos en las cuerdas y se
inclina para observarme. Una sonrisa se dibuja en sus labios cuando salgo a la luz, sus
ojos recorren mi cuerpo mientras me evalúa.
Deja escapar un silbido bajo.
Levanto una ceja.
Un brazo pesado me rodea por los hombros y me tira hacia atrás contra el
pecho de Caelian. Sus dedos me rodean la nuca y me aprietan mientras se inclina
hacia mi oído.
—Si te pone un dedo encima, te echaré del ring y ocuparé tu lugar. —dice las
palabras lo suficientemente alto como para que este tipo pueda oírlas, y deja escapar
una risa.
—No será un problema —digo, y no lo será. No preveo caer o perder esta
noche. Siento que estoy embotellada, y en el momento en que mis pies toquen la
colchoneta, podré dejarlo todo. 188
El hombre se aparta de la cuerda y retrocede hasta situarse en el extremo
opuesto del ring. Caelian suelta la mano y deja escapar un gruñido mientras me
deslizo por debajo de la cuerda.
—Tu hombre parece enfadado, sin embargo, si yo estuviera en su lugar y
supiera lo que estoy pensando ahora mismo, también estaría jodidamente enfadado
—dice con una sonrisa arrogante en la cara.
¿Quién carajo es este tipo?
No es un tipo poco atractivo, pero es más una cabeza de músculo solido que
otra cosa. Demasiada carne en los huesos para mi gusto. Aunque no por ello deja de
ser atractivo; su cabello oscuro y los hoyuelos de sus mejillas son algo por lo que la
mayoría de las chicas se desmayarían. Sin embargo, al mirarlo, mi interior no siente
nada. Sólo quiero mirar por encima del hombro y mirar a Caelian. Pero no puedo.
Ahora no.
No hay debilidades.
—Pareces bastante engreído para un tipo que va a ser un montón de carne
ensangrentada en unos minutos. —Aprieto los puños y sus ojos se posan en mis
delgados dedos.
—Te diré ahora mismo que, si quieres, puedo ponerte a sudar debajo de mí en
mi cama en lugar de sudar debajo de mí en esta colchoneta. Podría ahorrarte algo de
dolor.
Aprieto la mandíbula con tanta fuerza que mis dientes se tensan bajo la presión.
—Yo no me preocuparía por mi dolor tanto como tú deberías preocuparte por
el tuyo. —Miro por encima del hombro, y la mirada mortal de Caelian me dice que ha
escuchado cada palabra—. Puede que quieras vigilar lo que sale de tu boca a
continuación. No sacaré el dolor, pero ese tipo detrás de mí sacará cada segundo de
tu dolor, ¿y el perro detrás de él? Carnívoro. Humanos, preferiblemente. —Le sonrío
y, para mi sorpresa, se ríe.
—Entonces, ¿eres una perra sucia? Te gustan los chicos malos. No te
preocupes, te voy a ensuciar de verdad —se burla con otra sonrisa, mostrando sus
hoyuelos.
Mi cuerpo se enrojece y doy un paso adelante, mi puño sale disparado y
conecta con su mejilla. Da un paso atrás, sacudiendo la cabeza mientras una marca
roja florece en su piel.
—De acuerdo, cariño. Te veo —murmura, frotándose la mandíbula con la palma
de la mano. 189
Rosko gruñe, y sé que puede sentir la rabia de Caelian a su lado.
El hombre se acerca a mí y gira a la izquierda. Me inclino hacia la derecha,
deslizándome por debajo de su brazo y moviéndome detrás de él. Me agarro a sus
hombros, mi rodilla se levanta y golpea su riñón. Su mano pasa por debajo de él y su
palma golpea mi estómago. Se da la vuelta y sus dedos se deslizan por mi piel. Se me
revuelve el estómago y salto hacia atrás con un gruñido.
Se abalanza, avanza lo suficiente y me agarra de los brazos, luego los retuerce
torpemente por detrás, hasta que mis huesos gritan de agonía.
Suelto un aullido, mi pie se levanta y mi talón pisa sus dedos con toda mi fuerza.
Es suficiente para aturdirlo, y me suelta por un rápido segundo.
—Lo vas a pagar —gruñe, y su pie sale, barriendo mis tobillos. Caigo de
espaldas, con la columna vertebral golpeando la alfombra con tanta fuerza que puedo
sentirla en el pecho. Se acerca a mí, con su pie presionando mis pechos. Me roza el
pezón con el pie, mis ojos se abren de par en par, y mi mirada se dirige hacia atrás.
Caelian está de pie, con su cuchillo abierto y alojado en el extremo de la
alfombra. Parece enfurecido. Más enfadado de lo que lo he visto en toda su vida. Tiene
la cara roja, los ojos negros como la noche, los músculos tensos en los brazos y el
pecho.
Mierda. Ni siquiera voy a poder terminar si este tipo no deja de joderme, de
burlarse de mí con sus toques persistentes y su mirada acalorada.
Caelian parece que está a punto de saltar aquí y terminar el trabajo.
Mi trabajo.
Mi pie se levanta y le doy un golpe en el trasero tan fuerte que se tambalea
hacia delante. Me pongo en pie de un salto, me acerco a él por detrás y le rodeo la
garganta con el brazo. Cuando vuelvo a darle un rodillazo en la espalda, noto que un
doloroso ruido sale de sus pulmones.
Entonces mi puño se abre y lo golpeo en un lado de la cabeza repetidamente.
Gruñe, su mano se balancea hacia atrás, sus nudillos me azotan en la mejilla.
Un zumbido me cosquillea los oídos y vuelvo a golpearlo, ignorando el dolor.
Su puño vuelve a acercarse a mí, pero me mantengo firme y le doy un puñetazo hasta
que cae de rodillas.
Se hace un ovillo, rodando lejos de mí, protegiendo su cabeza. Golpe tras
golpe, deja de moverse, y miro su forma inmóvil, pensando sólo por un segundo que
podría haber terminado. Que esto fue demasiado fácil.
Pero antes de que pueda verlo actuar, se levanta sobre sus pies, se agarra a
mis hombros y me da una patada en las costillas, sacando el aire de mis pulmones.
190
—Te lastimaré en el ring y luego, cuando te venza, te lastimaré también en mi
cama. —Me da otra patada y suelto un gemido.
El público jadea y noto otro par de pasos que atraviesan el ring. Entonces
desaparece, y me protejo las costillas con el brazo mientras miro hacia arriba, viendo
a Caelian con su navaja desenvainada, de pie detrás de mi oponente. Caelian le rodea
la garganta con el brazo, y con el otro tiene la punta de la navaja clavada en la piel.
—Caelian, ¿qué estás haciendo? —Jadeo y me pongo de pie. Mis costillas
gritan, pero las ignoro, con los ojos muy abiertos por el shock.
Nadie interrumpe una pelea. Está completamente prohibido. Está mal visto.
Esto es entre los dos luchadores, y nadie más.
—¡Caelian! —Le grito por encima de la multitud que crece cada vez más.
Algunos le dicen que se vaya. Algunos gritan que lo mate.
—¡Caelian! ¡Sal del ring! Ahora mismo. —Reggie sacude las cuerdas, rugiendo
desde el borde del público.
Mira a Reggie, sin ningún temor o remordimiento en su rostro.
El hombre, sin embargo, tiene la cara pálida y el cuerpo tenso por el miedo.
No dice una palabra, sólo me mira fijamente, ya no coquetamente, sino enfadado. Tan
jodidamente enfadado.
—Te lo dije, Raven. No podía tocarte —afirma simplemente Caelian.
—¡Lo tengo controlado, Caelian! —Me quejo.
Sacude la cabeza, como si estuviera decepcionado. ¿De mí? ¿Por el hombre?
¿O tal vez en sí mismo?
—Que toques a mi chica es una cosa, pero las viles palabras que escupes de tu
boca sobre ella son imperdonables. Ella es mía. En vida. En la muerte. Tal vez
deberías haber pensado en eso antes de pensar que podías joder con lo que es mío
—se burla, su tono es animal, su voz contiene una ira apenas contenida—. Ahora
puedes mirar a la única chica que nunca será tuya mientras es lo último que ves antes
de morir.
—Espera... —grita.
Caelian le clava la navaja en el cuello, hasta que el mango se encuentra con la
piel, retorciendo la hoja mientras la sangre se filtra desde el cuello, arrastrándose por
la mano de Caelian hasta la alfombra.
Rosko salta sobre la alfombra mientras los gritos llenan el aire, salvajes,
excitados, asustados, hay tantas variaciones de emociones que salen de las gargantas
de la gente. Rosko se acerca a mí, con los pelos de la espalda erizados mientras
observa a todos y cada uno de los presentes. 191
Me quedo ahí, tan lívida con Caelian, pero tan excitada por su posesividad, y
odiando que me sienta así.
Mis ojos se dirigen a la multitud, observando cómo la gente se sube a los demás
para intentar ver mejor. Una muestra de la sangre.
En el fondo del ring se encuentra un cuerpo solitario, con el rostro cubierto por
una capucha oscura. Algo en él me atrae. Doy un paso hacia el borde de la colchoneta,
mi pecho roza la áspera cuerda.
El encapuchado levanta las manos, una me hace un pequeño gesto con la mano,
la otra se dirige a la parte superior de la capucha, empujándola sobre su cabeza.
Mis ojos se abren de par en par al conectar con los de Brody. Se me seca la
boca y me faltan las palabras; su mirada me hiela las venas.
Me mira como si fuera suya. Como si estuviéramos destinados a estar juntos. La
mirada en sus ojos es tan similar a la de Caelian cuando me mira.
Posesivo.
Codicioso.
Sin embargo, Brody tiene una irracionalidad. Está tan seguro de que volveré a
ser suya, y esta vez, no tiene intención de dejarme libre.
Caigo de rodillas, y sólo unos instantes después siento el golpe de un cuerpo
contra la alfombra. Entonces está ahí, rodeándome, consumiéndome, el olor de
Caelian llenando cada centímetro de mi ser.
—¿Qué mierda?
Señalo hacia la multitud, mi muñeca se tambalea, mi dedo tiembla.
—B…B…Brody.
Caelian se va en el siguiente segundo, con una orden para que Rosko se quede
a mi lado. Puedo sentir los ojos de todos sobre mí, preguntándose qué demonios me
está pasando. Estoy segura de que parezco loca, incluso esquizofrénica. No puedo
moverme, congelada en el lugar. Mi cuerpo es de piedra.
El pelaje de Rosko roza mi brazo cuando viene y se sienta a mi lado.
Estoy a merced de todos mientras me siento en el centro del ring, sin poder
moverme. Las voces empiezan a calmarse y sigo paralizada en mi sitio.
No estoy segura de cuánto tiempo permanezco allí sentada, sintiendo que sigue
observándome, con sus ojos como arañas que recorren cada centímetro de mi piel.
Finalmente, Caelian aparece y me rodea con sus brazos mientras me levanta de la
colchoneta. Llama a Rosko y empieza a caminar hacia los vestuarios.
Reggie está allí en un instante.
192
—¡Los dos son unos malditos idiotas! ¡Conocen las reglas! ¡Arreglen su mierda
y no vuelvan hasta que lo hagan! Quiero decir, vamos, ¡qué carajo, Caelian! ¿Qué
mierda? —Sigue, y sigue, Caelian ignora cada palabra.
—De alguna manera, el público disfrutó de lo lindo, pero esto no es para eso,
y lo sabes. Ninguno de los dos va a volver al ring hasta que sepa que esta mierda no
va a volver a suceder.
Quiero decir algo. Cualquier cosa. Defenderme, o tal vez, defender a Caelian,
pero siento como si mi cuerpo se hubiera sumergido en un cubo de hielo. Me
castañetean los dientes cuando abre la puerta del vestuario y la cierra de golpe, justo
en la cara de Reggie.
Me mantiene en sus brazos mientras recoge mis cosas y me saca de Inferno.
—¿Qué pasó? ¿Lo encontraste? —pregunto con un quiebre en mi voz.
Puedo sentir el movimiento de su cabeza.
—Tenía tiempo de haberse ido.
Capítulo Diecisiete
Caelian
—¿Q
fuerza.
ué quieres decir con que tenía tiempo que se había ido?
¿Cómo puede haberse ido? Estaba ahí mismo —me grita al
oído, tratando de zafarse de mis brazos. La sujeto con más
—No entiendo por qué no podemos ir a buscarlo. Es obvio que está ahí afuera.
Probablemente afuera de la casa ahora mismo. Maldito asqueroso. Mirándome
fijamente. Observando todos mis movimientos. —Raven se estremece y pongo los
ojos en blanco, sirviéndome otro vaso de whisky.
Bueno, mierda.
Su cordura duró poco.
Lo admito, esperaba que al follar con ella se hubiera calmado por la noche.
Llegó a una manzana de la calle antes de empezar a hacer preguntas, y la histeria fue
creciendo hasta este mismo momento, sentado en la cocina, con Gabriel y Matteo a
cada lado, bebiendo conmigo. Porque después de la noche que acabo de pasar,
¿cómo carajo no tomar una copa?
—Si te está observando, te garantizo que no está sentado afuera de nuestra casa
en una silla de jardín con unos prismáticos —murmura Gabriel en su vaso.
—¿No sería jodidamente divertido? Sería el nuevo meme de Bernie sentado
con guantes —ríe Matteo.
—No es divertido. —Raven frunce el ceño.
—Nadie se ríe de ti, Raven. —Suspiro, su ceño severo se vuelve demasiado. Su
estado de ánimo sube y baja, y en todas las direcciones. A estas alturas, no tengo ni
idea de qué emoción va a salir de ella a continuación.
—¡Bueno, nadie se está tomando esto en serio! ¿A nadie le importa que me
estén vigilando? ¿Qué me secuestraran y el tipo siga por ahí?
—A todos nos importa, carajo, Raven —digo.
198
Gabriel y Matteo asienten con la cabeza, con los ojos muy abiertos ante la
mirada loca de ella.
—¡Bueno, entonces por qué no hay alguien ahí afuera todo el tiempo!
Buscándolo. —Sus ojos están inyectados en sangre, y está claramente agotada.
—Es hora de ir a la cama. —Dejo mi vaso en la encimera y camino alrededor
de la isla—. Vamos.
Mueve la cabeza de un lado a otro.
—No. No estoy lista para ir a la cama. —Su cara se tuerce de irritación—. Y no
me trates como a una niña. ¿Qué vas a hacer, arroparme?
—Te encadenaré si es necesario —refunfuño en voz baja.
—¿Qué fue eso? —dice ella.
—No fue nada, Raven. Vámonos. —Le ladro.
Se aleja de mí, con una pequeña sonrisa en los labios cuando alzo las cejas.
Mira, ella cree que esto es un puto juego, pero lleva toda la maldita noche jugando
conmigo a este juego psicótico, y estoy cansado de ello. Necesito un segundo para
respirar sin que se vuelva loca, y esta noche su manía está a flor de piel.
—Basta —digo—. Ven aquí.
—Tienes que atraparme primero —se burla.
Miro a mis hermanos, y Matteo sonríe mientras Gabriel pone los ojos en blanco,
tragándose el resto de su bebida.
—Son tres contra uno, Baby Crow.
Sus ojos están en blanco, su cuerpo se tensa mientras se prepara.
Para la guerra.
Mi cuerpo se tensa y entonces voy tras ella. Corro alrededor de la isla y mis
hermanos lo hacen al revés. Raven es rápida, sigilosa con sus movimientos. La han
entrenado bien en el ring, pero no es rival para los hermanos Morelli.
Se detiene cuando ve a Matteo y a Gabriel, que se dirigen a la izquierda, pero
no tiene adónde ir a menos que quiera esconderse en la nevera.
Gabriel le rodea la cintura con los brazos y hace un giro en el aire. Matteo la
agarra por los tobillos y ella le da una patada en el pecho.
—¡Mierda! ¡Cálmate! —Grita Matteo—. Estamos tratando de ayudar.
—¡Si quisieras ayudar, irías a buscar a Brody! —grita.
Cuando me acerco a ella, me mira con irritación.
—No te atrevas a venir aquí y mangonearme ahora mismo. No estoy de maldito
199
humor. —Se contonea, moviéndose como un gusano en sus brazos. Su mano se levanta
y se aferra a mi pesado vaso, arrojándolo contra la pared.
Se rompe, y los restos de licor ruedan hacia abajo.
Aprieto los dientes, y tanto Gabriel como Matteo hacen lo mismo, sin decir una
palabra.
Está perdiendo la cabeza.
La agarro y se pliega en mis brazos, con el cuerpo agotado incluso cuando su
mente está a tope. Paso por encima de los cristales rotos y me dirijo a las escaleras
para subir a mi habitación. Abro la puerta de una patada y Rosko ya está tumbado a
los pies de la cama. Levanta la cabeza cuando ve a Raven en mis brazos, se levanta y
la olfatea, comprobando cómo está.
—Sólo quiero que esto termine —susurra en un llanto roto.
—Se acabará pronto. —Y eso es una promesa. Encontraré a Brody y acabaré
con él. No tendrá que preocuparse por él, nunca.
—Sólo quiero matarlo. Quiero matar a cualquiera —gime.
La acuesto en la cama, sacando el edredón de debajo de ella y metiéndolo
debajo de su barbilla.
—Encontraré a alguien para ti. —Aunque mi bestia está saciada después de
esta noche, la suya no lo está, y conozco la sensación que le arde por dentro. No es
buena.
Se acurruca bajo la manta y su cabeza pasa por debajo de la barbilla de Rosko.
—Soy un monstruo —murmura.
—Y yo soy la oscuridad, así que estás exactamente donde debes estar.
200
Capítulo Dieciocho
Raven
S
e mueve mi pie.
Hago rebotar mi rodilla mientras hago girar la cuchara en mi bol
de cereales. No tengo apetito. Mis nervios están crispados, chamuscados
en los bordes, y me siento frita.
Nada está bien. Todo está mal.
Aria me odia. Se sienta detrás de mí en el salón, en el sofá, mientras desayuna,
porque apenas soporta sentarse a mi lado.
Tanto Gabriel como Matteo están enfadados conmigo. Gabriel se sienta junto a
Aria, y puedo sentir la mirada de Matteo sobre mí desde el otro extremo de la isla, 201
todavía irritado por el otro día.
Luego está Caelian. Apenas me ha dicho una palabra esta mañana mientras nos
preparamos para el colegio. Está de pie al otro lado de la isla, con una taza de café en
la mano mientras me observa.
Es puro silencio. Incómodo. El tema de los pensamientos de todo el mundo esta
mañana soy yo, y el aire está espeso con su juicio.
—¿Alguien va a decir algo? —pregunto mientras alejo mi cuenco de mí. Aria
no mira, pero el resto sí lo hace, mirándome con los ojos en blanco y las caras vacías—
. ¿No? ¿Sólo van a ignorarme? De acuerdo. —Me encojo de hombros, preparándome
para deslizarme de mi taburete e ignorarlos a todos durante el resto del día.
—¿Qué quieres que digamos, Raven? Estás actuando más loco que Caelian, y
eso es jodidamente aterrador —dice Matteo.
—No estoy loca —digo entre dientes apretados.
—Te comportas como tal. Como una loca de remate —refunfuña Gabriel.
Miro a cada uno de ellos, sintiendo traición cuando no tengo derecho a
sentirme así. ¿Me deben algo? No, en absoluto. Me permiten quedarme aquí, me
dicen que no tengo que preocuparme por Brody, pero puedo sentirlo sobre mí todo
el tiempo. No me siento segura; me siento vulnerable.
—¿Cómo no voy a estar loca, si hay un asesino en serie tras de mí, y ustedes no
parecen hacer nada?
Gabriel gime, dándose la vuelta y dándome la espalda.
Matteo suspira, entrecerrando los ojos y dándose también la vuelta.
La mandíbula de Caelian hace tic, una, dos, tres veces.
—Hoy me estás poniendo a prueba, carajo.
Le sonrío.
—El sentimiento es mutuo.
El sonido de los tacones nos hace girar hacia el pasillo.
Lucia Morelli.
La madre de Caelian merece su propio planeta. Es tan hermosa y segura de sí
misma. Una verdadera fuerza. Por la forma en que camina, habla y se desenvuelve,
no me sorprendería que haya acabado con unas cuantas vidas en su día.
Hoy está vestida con un pantalón negro de cintura alta y piernas anchas, un top
que se amolda a sus costillas. El escote es alto y su cabello oscuro y rizado le cae en
cascada sobre los hombros. Sus ojos tienen un borde oscuro mientras nos evalúa a
todos, y finalmente su mirada se posa en mí. Se ajusta la pulsera de diamantes de su
202
muñeca mientras nos observa a todos con los ojos ligeramente entrecerrados.
—¿Qué está pasando aquí?
Caelian toma un sorbo de su café.
—Raven está actuando como una perra esta mañana.
—Entonces, nada fuera de lo común —murmura Gabriel.
—Los odio a todos, carajo —gruño, apretando los puños a los lados.
—Bueno, supongo que es el momento perfecto para decirles que me llevo a las
chicas del colegio por hoy. —Se interpone entre Caelian y yo, con sus uñas cuidadas
chasqueando en los mostradores de piedra de mármol—. Debemos tener un día de
chicas. Tú, Aria y yo. Tenemos que conseguirles vestidos a ambas para nuestros
próximos eventos de todos modos, y creo que sería bueno tomar un poco de aire
fresco y alejarse de estos chicos.
—No, gracias —dice Aria, sin volverse a mirar a Lucia.
Frunzo el ceño hacia Aria y me vuelvo hacia Lucia.
—¿Es seguro salir sin ellos?
Se ríe, sin humor en los labios.
—Cariño, mis hijos no pueden contra mí. Estarás más segura conmigo que con
todos ellos juntos. —Se gira hacia un lado y veo su pistola metida en la cintura del
pantalón.
—No sé... —Dudo. Mi vacilación no proviene del hecho de que me preocupe
que Lucia no pueda protegerme. Estoy segura de que puede. Mi preocupación viene
del hecho de que Aria me odia, y temo que Lucia me odie también, y que este día
acabe absolutamente más jodido de lo que empezó.
—No voy a aceptar un no por respuesta, chicas. Ninguna de ustedes puede
aparecer en estas fiestas con nada que sea de su propiedad.
—Madre... —Caelian comienza, sus manos agarrando la isla con firmeza, la
tensión rodando por su cuerpo.
Levanta la mano, dirigiéndole una mirada aguda.
—No empieces conmigo, Caelian. Recoge tus cosas, y ustedes, chicos, vayan a
la escuela. Estaremos en casa esta tarde.
Caelian estrecha los ojos y sé que quiere decir algo. En lugar de eso, gira y
camina alrededor de la isla hasta situarse frente a mí. Alarga la mano, me sujeta la
barbilla y me inclina la cara hacia la suya.
—Si te sientes mal, díselo a mi madre. No salgas de su vista.
203
Asiento, sus dedos siguen agarrando mi barbilla.
—Y por el amor de Dios, por favor, no mates a nadie —refunfuña.
Entrecierro los ojos.
—Tengo control sobre mí misma, para que lo sepas.
Inclina la cabeza, sin parecer convencido en lo más mínimo.
—Sé buena.
Mierda.
La cantidad de vestidos en este lugar es increíble. Nunca he estado en un lugar
tan elegante como The Luxe. Es un lugar de alta gama, y un vistazo a la etiqueta del
precio hace que se me retuerzan las entrañas. No puedo entender cómo alguien
puede gastar tanto en un trozo de tela. Quiero decir, ni siquiera es algo con lo que
pueda estar todos los días.
Esto es más que un Macy's o un Nordstrom, este lugar está lleno de las telas
más suaves y exuberantes que sé que se aferrarán a cada centímetro de mi cuerpo.
Huele a lavanda con un ligero toque de perfume dulce. Prefiero el sudor y la suciedad
de Inferno.
Es difícil disfrutar de mi tiempo cuando puedo sentir literalmente los ojos sobre
mí. Cada vez que miro por la ventana de cristal, no hay nadie excepto los transeúntes
al azar. No está Brody. Nadie que se entretenga o me observe.
Pero eso no impide la sensación, ni que se me erice el vello de la nuca. A cada
paso, en cada sección de la tienda, puedo sentirlo. Y cada vez que camino hacia Aria,
ella va en dirección contraria.
—¿Qué te parece este, Raven? —Lucia se acerca con un vestido negro, la parte
superior es de malla y es de manga larga, con suficiente caída para mostrar un poco
de escote. Elegantes y caras joyas decoran la mitad superior del vestido. La parte
inferior es suave como la seda y llega hasta el suelo. Una gran abertura sube,
peligrosamente alta. Es arriesgado, hermoso y caro.
¿Pero soy yo?
—Nunca sabrás si te gusta hasta que te lo pruebes. Es ese, o este. Estos eran
los más parecidos que creo que te gustarían. —El segundo vestido también es negro,
y los tirantes se entrecruzan sobre los pechos, anudándose detrás del cuello. Es largo
y exuberante, me da miedo incluso tocarlo. 204
Aria está de pie en la parte de atrás, con un par de vestidos en la mano mientras
mira a lo lejos. Sigo su mirada y la veo mirando a la nada. Parece tan perdida. Tan
confundida. Inmensamente triste.
—Me los probaré —digo, pero sólo porque Lucia no ha sido más que amable.
Casi demasiado amable, como si pisara las aguas con facilidad. ¿Será porque también
piensa que estoy loca? ¿Está preocupada de que me vaya a romper la cabeza? ¿Qué
vaya por su hijo?
Eso es ridículo. Caelian podría eliminarme, sin duda.
Y lo hará; incluso lo ha dicho él mismo.
Aprieto la palma de la mano contra mi vientre para calmar los nervios.
¿Estoy loca? ¿Estoy imaginando completamente la sensación de ser observada?
Tal vez me estoy volviendo loca.
Una asistente aparece de la nada, toma los vestidos de Lucia y nos lleva a las
tres de vuelta a los probadores. Justo antes de entrar en la zona de vestuario, otro
vestido me llama la atención. Es plateado, y no es algo que me atraiga normalmente,
pero es muy bonito. Me detengo mientras todas siguen caminando, mis dedos rozan
la tela cubierta de cristales. Parece que debería ser pesado, pero es ligero cuando lo
levanto tímidamente del perchero.
Este vestido es todo lo que no soy.
Lo tomo de todos modos, con el corazón galopando en mi pecho mientras la
respiración abandona mis pulmones. La belleza absoluta de este vestido me deja sin
aliento, y algo en mi corazón me dice que me lo pruebe.
Con el vestido que se siente como oro en mis manos, corro detrás de todos, mis
ojos se abren de par en par una vez que llegamos al vestidor. Es más bien una zona
con habitaciones separadas. Una zona de estar, una mesa llena de vino, un baño e
incluso una televisión montada en la pared. Me quedo boquiabierta ante la
extravagancia de todo ello cuando entro en el vestidor con mis vestidos colgados en
la puerta. La asistente está dentro y la miro con ojos confusos.
—Uhh... —Miro alrededor de la habitación.
—Normalmente ayudamos con el vestido... —Parece insegura ante mi mirada
confusa, y parpadeo ante ella. Me quita el vestido de las manos, dispuesta a sacarlo
de la percha.
¿Y que me juzgue por mis cicatrices y moretones? Sí, no gracias.
—Oh, sí. Puedo manejarlo yo misma —digo con un tono corto. Puede salir de
buena gana o puedo empujarla, pero no se va a quedar.
Hace una pausa, insegura de lo que debe hacer. Después de un tiempo de
incómodo silencio, asiente y vuelve a colocar los vestidos en la puerta. 205
—Muy bien. Avísame si me necesitas. —Sale con los ojos entrecerrados y la
cara torcida por la irritación, con la cola de caballo moviéndose de un lado a otro con
cada paso.
Cierro la puerta tras ella y me apoyo en ella, con los vestidos crujiendo a mis
espaldas. Me rodean y me envuelven en tela negra. Suelto un suspiro silencioso y
dejo caer la cara entre las manos.
¿Qué estoy haciendo aquí?
Me siento como un fraude. Como si este fuera el último lugar del mundo al que
pertenezco.
Soy más valiente que esto. Cambiaría estos vestidos caros por un sujetador
deportivo, unos pantalones cortos y lánzame al ring. No necesito tacones altos, sólo
pies descalzos.
Me trago un gemido mientras empujo la puerta, me desnudo hasta la ropa
interior y tomo uno de los vestidos negros. Por alguna razón, quiero dejar mi elección
para el final.
Lo saco de la percha con cuidado, me lo pongo y me paso el tirante superior
por el cuello. La cintura fluye hacia fuera, acentuando mis hombros marcados.
Me siento falsa.
Este vestido no se siente bien.
—Quiero ver todo lo que se prueben, aunque no les guste —advierte Lucia
desde el exterior de la puerta.
Con un suspiro, abro la puerta y frunzo el ceño mientras me miro en el espejo
del suelo al techo pegado a la pared. No es que no vea bonita. Sé que lo parezco.
Incluso me siento así.
Pero cuando Lucia mira el vestido, sé que puede estar de acuerdo conmigo. El
vestido no es para mí.
—¿Siguiente? —me pregunta con una ceja levantada.
—El siguiente —murmuro, entrando de espaldas en la habitación y cerrando la
puerta. Me quito el vestido y dejo que me rodee los pies mientras tomo el otro vestido
negro.
—Voy a buscarte un par de zapatos. No te quites ese vestido sin que yo lo vea.
—Sus tacones suenan mientras se aleja rápidamente. Respiro profundamente, saco el
segundo vestido de la percha y me lo pongo. Este vestido me sienta mejor que el
anterior. Cuando lo deslizo por el torso y mis brazos se introducen en las mangas, mis
ojos se abren de par en par, sorprendidos.
Me queda como un guante.
206
—Vaya —susurro. Mi pierna se desliza fuera de la abertura y dejo que el
vestido se deslice a cada lado de mi muslo. Mis brazos se extienden a los lados, la tela
de malla se ajusta perfectamente a ellos.
No puedo evitar sentirme aliviada de que mis cicatrices estén cubiertas. La
parte delantera es transparente, pero los cristales y la mínima tela negra cubren mis
pechos, y el resto está lleno de piedras brillantes a lo largo de la parte delantera y
trasera.
Una verdadera sonrisa levanta mis labios. Hago un pequeño giro, la tela flota
alrededor de mis tobillos.
Mi giro se detiene cuando oigo un resoplido y frunzo el ceño al instante,
sabiendo de quién viene.
Aria.
Me paro en medio de mi vestidor, escuchando su llanto a escasos centímetros
de mí. Me adelanto, con la mano presionando la pared, deseando que me deje entrar.
Déjame entrar, Aria. Por favor.
No deja de moquear, y no puedo soportarlo más. Abro la puerta y me dirijo a
al siguiente vestidor.
—¿Aria? —pregunto en voz baja.
No responde, pero tampoco deja de moquear. Su llanto continúa y el corazón
se me anuda en el pecho. Siento que mi cuerpo se enrojece de arrepentimiento.
Por primera vez, me arrepiento de haberle quitado a sus padres. Me arrepiento
de haber matado a los monstruos que me torturaron, porque le quité algo a la persona
que lo significa todo para mí.
Vuelvo a llamar a su puerta. Dos pequeños golpes.
—Voy a entrar.
Mis dedos presionan el pomo y abro la puerta para verla sentada en un rincón,
con su vestido rojo sangre como un nido a su alrededor. Solloza en silencio entre sus
manos y ni siquiera levanta la cabeza cuando se abre la puerta.
Me acerco a ella, me pongo en cuclillas a su lado y coloco mis manos sobre sus
rodillas.
—¿Qué pasa, Aria? —Le susurro.
Su pecho se agita, haciendo que el espejo suene detrás de ella.
—Echo de menos a mi madre —dice entre dientes, y sus ojos se dirigen a los
míos. Las lágrimas se deslizan por sus mejillas, los ojos inyectados en sangre, el
cuerpo agitado por los temblores—. Echo tanto de menos a mi madre —grita, y sus
dedos se adelantan y agarran los míos. Aprieta—. Me probé este vestido y me di
207
cuenta de que no podía ayudarme a subir la cremallera, y nunca podrá ayudarme
para el baile de graduación, ni para mi boda, ni para nada. Estoy sola.
Aclaro la garganta, las lágrimas me queman los ojos, mi nariz se agita, mi
garganta se cierra. Parpadeo rápidamente, sintiendo que su tristeza me ha arrancado
todas las emociones del pecho. No tengo nada que decir. Soy la causa de su dolor. Soy
la causa de su pena y su tristeza, y nunca podré devolverle lo que tanto desea.
Lo he arruinado todo para ella. Le he quitado algo que no puede ser devuelto.
Inclino la cabeza y aprieto sus dedos cuando sigue llorando.
—Lo siento mucho, Aria —susurro, mi corazón se rompe en dos pedazos. Uno
muere en el suelo con su dolor, y otro va hacia ella, porque sé que necesita el amor
más que yo.
Me aprieta los dedos al cabo de un minuto y oigo el sonido de la tela al
reacomodarse, y entonces está ahí. Justo delante de mí, con sus brazos rodeando mi
cuerpo y envolviéndome en un abrazo.
—No te culpo, Raven. Lo hacía, y tal vez debería seguir haciéndolo, pero ya no
lo hago.
Me limpio la cara en la manga transparente, llenándola de lágrimas y mocos.
Aunque no quisiera este vestido, estoy segura de que tendremos que comprarlo
ahora.
—Deberías culparme. Deberías odiarme absolutamente.
—Raven —dice con firmeza, con la voz tapada por las lágrimas.
Levanto la cabeza, mi propio flujo de lágrimas moja mi cara.
—Ojalá me pegaras, me abofetearas, me mordieras, hicieras cualquier cosa.
Causarme aunque sea una fracción del dolor que te he causado.
Sus brazos me rodean con fuerza, pero cuando se echa hacia atrás, su boca está
torcida por el dolor.
—No soporto a Gabriel Morelli, pero me enseñó una cosa, y es que todo lo que
haces en la vida es por mí. Que tu amor por mí es incondicional, y aunque me hayas
causado más dolor del que soy capaz de soportar ahora mismo, me salvaste de mis
padres, que eran unos monstruos terribles. Los amé, y aún lo hago, incluso después
de saber todo lo que hicieron. Pero quererlos es diferente a que te gusten. Eran
tóxicos, y no sólo te habrían arruinado a ti, sino también a mí. —Respira
profundamente, temblorosa, dolorosa y curativamente—. Estoy muy enfadada
contigo, Raven, pero te quiero más de lo que sabes, y no quiero que sufras más. 208
Inhalo, asimilando cada centímetro de dolor que me lanza, respirándolo,
solidificándolo contra mis huesos. Quiero llevarlo conmigo, porque sé que es algo
que ella llevará consigo para siempre. Necesito el dolor para curarme.
—Te quiero tanto, Aria —susurro, y se agarra a mí, tirando de mí contra ella de
nuevo.
—Yo también te quiero, Raven. Siento todo lo que has pasado en la vida. No te
merecías ni una pizca.
No digo nada, mi pecho se desgarra mientras me abraza con fuerza. Nos
quedamos allí, llorando, respirando, en el dolor, en la curación, en la pena
abrumadora por las manos que nos han tocado.
—¿Raven? ¡Aria-oh! ¿Qué ha pasado? —dice Lucia en la puerta abierta, con un
par de tacones plateados en la mano. Los deja caer al suelo y se pone en cuclillas
frente a nosotras—. ¿Pasó algo?
Aria levanta la cabeza, con la cara manchada y roja.
—Sólo le digo a Raven lo mucho que lamento haber sido una perra.
Su boca se tuerce, un parpadeo de simpatía recorre su mirada.
—Supongo que por fin llegó la hora. Creo que los chicos se alegrarán de oírlo.
—Mira nuestros vestidos empapados de lágrimas—. ¿Supongo que estos son los
vestidos?
Asiento.
—Tengo una más para probarme.
—Me llevaré estos dos. —Aria asiente—. Comprar vestidos es agotador.
—Esto es sólo el principio —nos dice seriamente, antes de mirarme a mí—. Ve
a probarte el vestido y ponte estos zapatos —dice, recogiéndolos del suelo y
entregándomelos—. Aria, ve a cambiarte y toma los vestidos. Nos vemos en la puerta.
Voy a marcharme, y Aria me agarra en el último segundo, atrayéndome hacia
ella.
—Gracias por salvarme —me susurra al oído.
Me limito a asentir, incapaz de hablar con el corazón atascado en la garganta.
Me separo de ella y le sonrío mientras me escabullo hacia el interior de mi vestidor.
Cierro la puerta y me limpio los ojos y la nariz antes de quitarme el vestido y colocarlo
de nuevo en la percha.
Y mi pecho se desmorona. 209
Me doblo por la cintura, un dolor irrefrenable me atenaza los huesos. La pena,
la tristeza y el alivio me recorren en olas amenazantes.
Me perdonó.
Me llevo la palma de la mano a los labios y me muerdo los nudillos para no
gritar y aullar como me pide mi corazón roto. Estoy tan feliz, y a la vez tan triste.
Me siento tan aliviada, y a la vez tan jodidamente enfadada de que me perdone.
Quiero su amor; estoy desesperada por él, pero tampoco lo merezco.
No me merezco a Aria.
Pero soy egoísta, y ella es mi mundo. No puedo vivir sin ella, así que voy a
hacer todo lo que esté en mi mano para enmendar todos mis errores. Necesito hacer
esto por ella.
Dejo escapar un suspiro tembloroso mientras mis ojos se dirigen al vestido
plateado. El que sé que será un sueño absoluto en mí. No he elegido ninguno de los
otros vestidos porque me siento culpable por los precios, pero éste me ha llamado.
Me niego a mirar su precio. Sé que probablemente ni siquiera podré comprar el
vestido, pero eso no me impide deslizar los tirantes de la costosa percha dorada.
Respirando profundamente, me paso el vestido por las caderas, levantando los
tirantes por encima de los hombros.
Jadeo.
Me lloran los ojos, y presiono los talones de las palmas de las manos contra mis
ojos, frotando lo que siento que es un sueño.
Apartando las manos de mis ojos, me miro de nuevo.
—Mierda —respiro.
Este vestido fue hecho para mí.
Es ajustado, los cristales brillan contra las cálidas luces que cuelgan del techo.
Los tirantes son finos y apenas se notan en mis hombros. Me doy la vuelta y la amplia
abertura del vestido deja ver toda mi espalda. Se corta justo por encima de mi trasero,
se amolda a mis caderas y baja por mis muslos.
Me siento increíble.
Toc, toc.
—Hola, soy Amanda. La Sra. Morelli quería que te viera y viera si estás bien.
Mmm. La chica sarcástica de antes.
Me miro de nuevo, mis cicatrices son invisibles, aunque no lo sean para los
demás. No las noto con este vestido. Sólo me doy cuenta... de mí.
Abriendo la puerta, me asomo, dándole una sonrisa falsa.
—Estoy bien.
210
Me devuelve una sonrisa falsa.
—De acuerdo. —Sus ojos se dirigen al vestido y se abren de par en par al ver
lo que llevo puesto—. ¡Oh! No sabía que habías elegido este vestido. Te queda... te
queda bien. —Sus ojos se endurecen—. Me temo que el precio de éste es un poco
elevado. ¿Piensa pagar en efectivo o a crédito?
Me quedo con la boca abierta y parpadeo varias veces.
—Um... Lucia, quiero decir, la señora Morelli se encarga de la cuenta.
Sonríe.
—Por supuesto.
Me quedo ahí, mirándola fijamente. No se va, sus dedos se entrelazan delante
de ella mientras sigue mirándome fijamente.
—¿Eres un pariente de los Morellis o....?
Está pescando.
—Estoy con Caelian —digo después de un momento, y veo que sus ojos se
abren un instante antes de que su rostro se endurezca hasta convertirse en piedra.
—Claro, por supuesto. —Me sonríe y sus ojos vuelven a posarse en mi cuerpo.
Me mira bajo una nueva luz, con ojos calculadores y juiciosos que interrogan cada
uno de mis miembros. Se detienen en mis cicatrices, las que no significan nada para
mí en este vestido, pero por la forma en que me mira, las encuentra horrendas—.
¿Estás segura de que este vestido es el adecuado para ti? Tenemos algunos que son
un poco menos, um, reveladores. ¿Algo que te cubra los hombros, tal vez?
Entrecierro los ojos y entra en la habitación sin ser invitada, caminando detrás
de mí para poder ver mi espalda.
Sus ojos se abren de par en par.
—Oh, sí. Busquemos algo que cubra todo... esto. —Agita su mano hacia mi
forma, y mis fosas nasales se agitan al ver sus ojos juzgadores. Ahora mismo es fea,
una criatura horrible a la que quiero golpear contra el suelo por sus odiosas palabras.
Su voz despiadada que es igual a la de Trina. Igual que la de todas las chicas
que me miran con desagrado.
—Sí, busquemos un vestido que puedas resaltar un poco más. Este vestido está
hecho para... Busquemos otro, ¿de acuerdo? —Sonríe, mirándome con ojos amargos.
Me descargo.
Girando, mis dedos se dirigen a su mandíbula y la golpeo hacia atrás, hasta que
su columna vertebral choca contra el espejo. Se rompe, una gran grieta que se astilla
de arriba a abajo. Sus ojos se abren de par en par por el miedo, y finalmente, la
211
fealdad abandona sus ojos.
Le aprieto la cara, sus mejillas se aplastan en mi agarre.
—¿Tienes algo que decir sobre mis cicatrices? —Le gruño, dándole otro
apretón en la cara.
Mueve la cabeza, los nervios hacen que su cuerpo tiemble. Su aliento caliente
se abanica contra mi palma en rápidos jadeos, y deseo desesperadamente romperle
los huesos con mis dedos.
—Si tienes algo que decir, deberías abrir esos labios falsos y escupirlo de una
puta vez —le digo.
—Lo siento —susurra—. Lo siento mucho. No quise... fue totalmente grosero de
mi parte. Lo siento —suplica, las lágrimas se ciernen sobre el borde de sus ojos.
Sacudo la cabeza.
—Podría matarte con mis propias manos, ¿te das cuenta? ¿Entiendes que estás
actuando como una completa perra con una psicópata?
Su rostro se vacía de color, tan blanco como la pintura de las paredes.
—Por favor, no me hagas daño. Me iré. Me iré ahora mismo si me dejas.
Me muerdo el labio, recordando las palabras de Caelian de antes.
No mates a nadie.
—Qué fácil sería simplemente —fingí tirando de su cabeza hacia un lado,
haciendo un chasquido con mi lengua—, romperte el cuello como un palo. Fácil, fácil.
Empieza a llorar suavemente, y la atraigo hacia mí, sólo para golpear su cabeza
contra la pared de nuevo.
—No creo que tengas derecho a llorar cuando acabas de ridiculizarme por unas
cicatrices que nunca quise llevar en primer lugar. ¿Sabes lo que se necesita para
sobrevivir? —Paso el dedo por su cara, ausente de manchas, su piel clara e intacta.
Debería marcarla. Acerco la uña del pulgar a su mejilla, astillada y dentada, no tan
perfecta como la suya o la de Lucia. La paso por su mejilla, creando una raya blanca
sin romper la piel—. Todo el mundo merece tener al menos una cicatriz en la vida. Es
el camino de la supervivencia.
Sus lágrimas caen a mis muñecas, goteando por mi brazo desnudo.
Me inclino hacia ella, hasta que estoy a un suspiro de su oído.
—Realmente quiero matarte ahora mismo —susurro, sintiendo como su cuerpo
se encierra contra el mío.
—¿Raven? ¿Por qué tardas tanto? Mierda. —Los tacones de Lucia se aceleran
hasta estar a mi lado, su mano pasa por encima de la mía. Retira mis dedos de la cara
212
de Amanda, pero la mantiene inmovilizada contra el cristal destrozado. Luego se
vuelve hacia ella, con la cara de piedra.
—No dirás ni una palabra de esto, ¿verdad? —Su mano libre se extiende detrás
de ella y saca su pistola de los pantalones. Mis ojos se abren de par en par cuando se
la presenta a Amanda, y veo que los suyos también se abren de par en par, y su cara
pasa de ser blanca a ser de un gris enfermizo.
—Ni una palabra —tartamudea Amanda.
—Sólo necesito que estés muy segura de tu respuesta. Si alguien se entera de
esto, sabré exactamente quién fue la fuente. Y déjame decirte, cariño, que no me
gustan las mentirosas. —Golpea la pistola en el hombro de Amanda y casi me siento
mal por ella.
Casi.
Lucía es absolutamente aterradora.
De repente, retrocede y Amanda se esfuerza por mantenerse erguida, pasando
las manos por su ropa. Está temblorosa, manteniendo la mirada perdida. Se aclara la
garganta y deja escapar un pequeño escalofrío antes de levantar la cabeza para mirar
a Lucia a los ojos.
—Cindy las atenderá enfrente cuando las dos hayan terminado. Por favor,
tómense tu tiempo —dice con la voz temblorosa y la mirada baja antes de salir.
Miro fijamente a Lucia un momento, sus ojos en el lugar que acaba de dejar
Amanda.
—Debería...
—Raven. —Lucia detiene las palabras que iban a salir de mi boca.
Sinceramente, ni siquiera yo estoy segura de cuáles eran. Iba a hablar con el trasero
porque había que llenar el aire.
Me vuelvo hacia ella, y sus ojos afilados ya están sobre los míos. Ojos de
chocolate, igual que los de Caelian. Tan despiadados. Ojos de asesina. Ojos vacíos.
—Tengo que decirte algo —comienza.
Trago saliva, preocupada de que vaya a decirme lo errónea que soy por su hijo.
—¿Sí? —Mi voz se quiebra.
—Parece que tienes algo fuerte con mi hijo, y no me opongo a ello.
Curiosamente, mi familia parece haberse encariñado contigo y con Aria. Aria
sobrevivirá, y me aseguraré de ello. Tú, en cambio —sus ojos se afilan—, eres
peligrosa, Raven. No hace falta una mente inteligente para entender que estás
pasando por algo más grande que tú. Si no descubres cómo controlar la ira, serás tu
propio y mayor arrepentimiento. —Levanta la pistola, pasándola por mi brazo—. Me
preocupa que te lleves a mi hijo contigo, y no puedo permitir que eso ocurra. —Retira
213
la pistola, mirándome mientras la mete de nuevo en sus pantalones—. Te ayudaré,
Raven. Te ayudaré a sobrevivir y a controlar al monstruo que está tan desesperado
por liberarse, pero tienes que aprender a salvarte de... ti. Si te consumes por tu propia
rabia, puede que nunca seas libre.
Se aleja y me mira de arriba a abajo, con una suave sonrisa en el rostro.
—El caso es que nunca he querido tener una hija, pero mientras estás delante
de mí con este vestido, nunca has parecido más una Morelli. Eso es lo que tú y Aria
son, ¿sabes? Ahora son Morelli, y eso significa que tienen que actuar como tal. Así
que necesito que te pongas las pilas, y que confíes en que la mierda se solucionará
sola al final.
Apenas puedo respirar mientras hago un pequeño gesto con la cabeza.
—Bien. —Se desliza junto a mí, lista para irse, cuando se detiene en el último
momento—. Oh, ¿y Raven?
—¿Hmm? —pregunto, totalmente retorcida por sus palabras.
—Ese vestido es absolutamente impresionante en ti. Eres una Morelli, querida.
Por favor, llévalo a la caja registradora. Es tuyo.
—Bueno, apuesto a que los chicos estarán encantados de saber que por fin se
han reconciliado —dice Lucia mientras salimos. Con unos pequeños arreglos, los
vestidos llegarán a la casa antes del primer evento.
¿Qué clase de fiesta es ésta?
Mis pasos vacilan mientras nos dirigimos al auto de Lucia.
Sé que Caelian y su familia son poderosos, incluso peligrosos. Pero ¿son algo
más? ¿Hay algo que no me está diciendo?
—Raven, ¿estás bien? —pregunta Aria, deteniéndose en el bordillo y
volviéndose para mirarme. Sus ojos se entrecierran bajo el sol y parece preocupada.
—Estoy bien. —Sonrío, me duele la cara por lo forzado de mis mejillas.
Me acerco a ella, me agarro a su brazo y lo aprieto.
—De verdad.
Sonríe, con el cabello revuelto en la cara y un alivio en los ojos que no había
visto en mucho tiempo. Como si se hubiera quitado un peso de encima, la felicidad
en su rostro no supone ningún esfuerzo. Todavía hay un dolor persistente, una pena
que sé que estará ahí durante mucho tiempo, tal vez para siempre, pero la pesadez
de que estemos en desacuerdo se ha eliminado, y se parece tanto a la antigua Aria.
Hace que mis rodillas se debiliten.
—Pongámonos en marcha, ¿sí? Supongo que Caelian me llamará pronto. Nunca
le ha gustado que lo hagan esperar —dice Lucia, mirándonos con una ceja levantada. 214
Sus palabras me dan ganas de hacerlo esperar. Su actitud mandona ha estado
en exceso últimamente, y con todo lo que ha pasado, y cómo me he sentido, su actitud
prepotente me hace querer arremeter más de lo normal.
Caminamos el resto del camino hasta el auto de Lucia que se encuentra en el
estacionamiento privado junto a la tienda. Aria se dirige al lado de Lucia, abre el
asiento trasero y se desliza dentro.
Mi mano se dirige a la puerta y la abro, pero entonces un reflejo del sol me
llama la atención. Mi mirada se dirige al suelo, y cerca del caro neumático hay un
destello de plata. Me agacho y mis dedos rodean la cadena. Al sacarla, mis cejas se
fruncen, el metal tintinea en el pavimento cuando lo levanto. Un pesado reloj de
bolsillo cuelga del extremo.
Trago, mi garganta se seca al instante, mis miembros se entumecen mientras
tiemblan de terror.
—¿Raven? ¡Raven! —Lucía da un chasquido, sus tacones repiquetean con fuerza
hasta que está frente a mí, con el reloj arrebatado de mis dedos antes de que pueda
respirar.
—¿Qué...? —Mi voz se pierde en el viento, junto con mis pensamientos, cuando
ella se levanta la blusa y saca su pistola. La amartilla y usa su mano libre para abrir el
reloj.
Y cae un pequeño trozo de papel cuadrado.
El viento se lo lleva y se aleja con la brisa.
Me pongo a ello antes de que se pierda. Mi pie pisa el papel mientras éste cruje
bajo mi bota. Mi pie se inclina hacia un lado y sujeto el papel con los dedos,
levantándolo de nuevo. Lucia se me echa encima en un segundo, pero escudo el
papel, queriendo este momento para mí. Sé que era yo quien debía encontrar esto.
Sé de quién es y sé que es para mí.
Tengo que ser yo. Tengo que ser yo quien lea el garabato desordenado.
Nadie más.
Desplegando el papel con dedos temblorosos, lo primero que veo es el dibujo
de mi cuervo. Replicado por él, pero con un parecido bastante grande. Mis ojos se
posan en las palabras.
Tic-tac, Baby Crow.
Tu tiempo se está acabando.
Puedes estar rodeada de una fortaleza,
Pero ni siquiera un ejército me alejará de ti.
Lucharía hasta la muerte por ti,
215
¿Pero hará lo mismo esta falsa familia?
Hasta pronto.
El papel se me arranca de los dedos mientras Lucia relee las palabras. Miro a
lo lejos y siento sus ojos sobre mí. No lo veo por ninguna parte, pero sé que está ahí
fuera, observándome, mi reacción, mi lenguaje corporal. Se ha metido dentro de mí
incluso cuando yo no lo quería, pero está ahí, y puedo sentir cómo va minando mi
fuerza, mi cordura, mi compostura.
Cada paso adelante me hace retroceder cuatro pasos. Cada barrera que
construí de mi estado mental es derribada con un tirón de locura.
Puedo fingir que estoy bien, pero está muy lejos de la verdad.
Estoy perdiendo la cabeza, y creo que Brody quiere que lo haga.
Creo que me quiere loca, deshilachada. Me quiere demente, y está logrando
exactamente lo que quería.
—Debemos irnos, Raven. Ahora mismo. —Lucia parece tener el control
absoluto, nada que ver con lo que yo siento. Como si me hubieran sacado el nudo de
mis entrañas y me estuviera desenredando a sus pies.
—¿Raven? ¿Qué está pasando? —Aria asoma la cabeza fuera del auto,
mirándonos confundida—. ¿De qué están hablando?
Sacudo la cabeza, queriendo que se mantenga al margen de esto lo máximo
posible.
—De nada, Aria. De nada.
Asiente lentamente, se desliza hacia el auto y cierra la puerta. Creo que puede
saber que pasa algo, pero está tratando de proteger su propia cordura.
Lucia me agarra con fuerza, tirando de mí hacia atrás.
—Un movimiento inteligente.
La miro.
—Quiero que se mantenga al margen de esto lo máximo posible. No hay
necesidad de herirla más de lo que ya está.
—¿No crees que ocultarle cosas sólo la perjudicará más al final? —Frunce los
labios y me pregunto si tiene razón, aunque no quiero comprobarlo.
—Sólo si ella se entera. No necesita saber lo malo que es. No hasta que la afecte.
—¿Y no lo hace? ¿No le afecta a ella?
Sacudo la cabeza.
—No. Esto es sobre mí. Esto es sobre Brody... y sobre mí. 216
Capítulo Diecinueve
Caelian
M
e siento en el salón de mi casa con un vaso entre las manos y aspiro el
aroma del whisky que se arremolina en los cubitos de hielo derretidos.
Dejé la escuela temprano, porque realmente no hay razón para
estar allí. No puedo concentrarme, sabiendo que Raven está ahí afuera, sabiendo que
Brody lo hace también. Sé con certeza que no me está vigilando. La está vigilando a
ella, y a medida que avanzaba el día, era lo único en lo que podía pensar.
Así que me fui. En mi Escalade, ya que mi BMW es pérdida total. Conduje hacia
la ciudad, sabiendo lo que necesitaba.
Un asesinato. 217
Los restos de sangre aún permanecen bajo mis uñas. La mayor parte del cuerpo
en el vientre de Rosko. El resto será alimento para la fauna del bosque.
Con Rosko en el asiento trasero, conduzco por la ciudad, sin un destino específico
en mente, sin una persona determinada a la que perseguir. Pero lo reconoceré cuando
lo vea, y por fin será el maldito alivio que necesito.
Matar a ese cabrón en el ring fue fenomenal. Un imbécil escupiendo insultos a
Raven pide un cuchillo automático en la garganta, pero fue rápido. Tan rápido que mi
sangre apenas pudo acelerar antes de que la suya se derramara en la alfombra frente a
mí.
Necesito algo para mí.
Conduzco a través de los barrios bajos, pasando por los bares de tetas y alrededor
de los apartamentos destartalados. Cerca del lugar donde recogí a Gregory no hace
mucho tiempo, aunque parece que ha pasado una eternidad.
Mis ojos se dirigen a la esquina. El punto caliente conocido por las prostitutas.
Siempre hay alguien allí, ya sea una prostituta sobreexplotada o un sucio hombre de
negocios en su hora de almuerzo, en busca de una mamada.
Rosko se anima cuando piso los frenos. Un Subaru oxidado se encuentra en la
acera, el humo del tubo de escape crea un penacho alrededor de una mujer asomada a
la ventanilla del copiloto. La falda se le sube demasiado, y la mitad inferior de su trasero
sobresale por debajo de la falda demasiado ajustada. Sus mallas de color rosa intenso
serían sexys si las llevara otra persona que no fuera ella. Su top es un tipo de corsé de
cuero, sus pechos sobresalen cuando sus dedos rozan el rebosadero.
Ella abre la puerta.
Mis ojos se dirigen al conductor. Tal y como esperaba, un hombre de mediana
edad con la mano suspendida sobre el reposacabezas del pasajero. Su chaqueta de traje
me dice exactamente lo que supuse; probablemente esté en su descanso para comer, o
se haya tomado un día antes para mojar la polla.
Esta gente no puede ser más predecible.
Me siento contra el bordillo mientras ella cierra la puerta y salen rodando
lentamente, pasando por delante de mí.
Los miro cuando pasan por delante de mí auto, y están demasiado excitados por 218
un revolcón en la cama como para fijarse en mí. En cuanto pasan, doy un giro de 180
grados, me pongo detrás de ellos y los sigo por la calle. No van muy lejos, ya que el
fuerte tubo de escape se oye a través de mis ventanas cerradas.
Giran a la izquierda y entran en el estacionamiento de un Motel 8. Me meto detrás
de ellos y observo cómo aparca delante de una habitación de la planta baja. Aparco en
el otro lado, lo suficientemente cerca como para tener un buen punto de vista del
vehículo sin ser demasiado obvio.
Le habla un segundo y se baja, dirigiéndose a la recepción. Ella se queda en el
auto, bajando la visera y jugueteando con su maquillaje.
Cuando vuelve, ella sube la visera de un golpe, se desabrocha el cinturón y se
desliza fuera del auto. Lo observo, sus pantalones ligeramente holgados, su abrigo un
poco demasiado largo. Pero la mirada de su rostro está llena de lujuria, de anticipación
por lo que está por venir.
Se dirigen a la habitación siete. Él abre la puerta, dejando que ella entre primero
y cerrándola tras ellos.
Ahora espero.
Rosko se pone ansioso después de un rato, se levanta hasta que jadea su aliento
caliente en mi cara. Mi mano se dirige a su hocico y lo empujo hacia atrás.
—Bien. Voy a ir. Quédate aquí.
Me desabrocho el cinturón de seguridad y miro a Rosko antes de dirigirme a la
habitación número siete. Saco mi navaja del bolsillo y la abro, acercándome a la puerta
y deteniéndome. Se oyen murmullos del otro lado y suspiro, metiendo la hoja en la
rendija de la puerta y la cerradura. Hace clic y empujo la puerta, entrando en ella.
Lo primero que noto es. El olor a alfombra sucia y a sábanas sudadas. Miro a mi
alrededor, mi lengua rodando alrededor de mis dientes mientras puedo literalmente
saborear la podredumbre en la habitación.
El hombre se mantiene erguido, con el abrigo tirado a un lado y la camiseta
blanca tirada sobre el estómago. Ha bebido demasiadas cervezas y su barriga sobresale
por encima de los pantalones desabrochados. La mujer se ha quitado el top en algún
momento, y está ante mí con los ojos muy abiertos, con las manos cubriendo sus pechos
desnudos, aunque por el tamaño de estos, sus dedos apenas son capaces de ocultar sus
pezones.
—No se muevan, carajo —gruño, entrando en la habitación y cerrando la puerta
de una patada con el pie.
—¿Quién demonios eres tú? —me grita el hombre, con el ceño fruncido.
—¿Hoy? Soy la muerte. —Levanto mi navaja, y su rostro palidece más que las
paredes pastosas. 219
—Esto es jodidamente raro. Me voy de aquí. —La mujer se agacha para agarrar
su top y pasa junto a mí sin siquiera asegurarlo alrededor de su pecho. Mi puño sale, y
golpeo mis nudillos en su ojo.
Cae, noqueada.
—¡Oye! ¿Qué demonios estás haciendo, hombre? Ella no ha hecho nada —grita,
acercándose a mí con las manos en alto.
—Cierra la boca —digo con desprecio, acercándome a él con la navaja en alto.
Sus manos se levantan en señal de rendición y da un paso atrás, luego otro, hasta que la
parte posterior de sus rodillas golpea el colchón y se deja caer en la cama.
Le doy un golpe con la navaja, que le hace un corte en la piel y deja caer una gota
de sangre. Se echa hacia atrás y se lleva la mano a la mejilla para limpiarse el corte. La
sangre se extiende y una mancha roja le pinta la cara.
—¿Qué quieres, hombre? ¿Dinero? Llévate mi auto. Toma, mi maldita cartera. Lo
que quieras, es tuyo. ¡Déjame en paz! —Me lanza la cartera y las llaves, pero no las tomo.
Caen al suelo a mis pies.
Me quedo ahí, golpeando la hoja ensangrentada contra mi mano mientras lo miro
fijamente.
—¿La conoces? ¿La quieres? Sólo tómala. No me importa. Ella es sólo otra puta —
escupe, el miedo y la ira se mezclan en su cara y crean una fea combinación.
No digo nada.
Me mira fijamente, su cara sigue pálida, el sudor empapa su camisa.
—¿Qué quieres? —grita.
Sonrío.
Sus ojos se abren de par en par.
—A la mierda con esto —murmura para sí mismo, recogiendo su abrigo del suelo
y cargando contra mí.
No llega lejos. Lo alcanzo en un segundo, mi mano va a su camisa y tiro de él hacia
atrás. Mi mano aprieta el mango de la hoja, y le doy una sonrisa más.
—Buen intento. Es a ti a quien quiero —digo antes de que mi mano salga
disparada y mi puño se estrelle contra su pómulo.
Está fuera.
Con un suspiro, lo dejo caer al suelo, dándoles a ambos un empujón con la punta
de mi bota. No se mueven, y lo tomo como una señal.
Me dirijo de nuevo al Escalade y doy marcha atrás hasta que el borde queda justo
a la altura de la puerta. Nadie se queda cerca, y el que pasa no se lo piensa dos veces al
ver que meto dos cuerpos en el maletero.
220
Las piernas de Rosko pasan por encima del respaldo del asiento, y juro que hay
una sonrisa en su cara mientras me observa.
—Espera tu turno —gruño, empujando al hombre el resto del camino antes de
cerrar la puerta del maletero.
Me dirijo a la parte delantera, subo al asiento del conductor y salgo del
aparcamiento. Tomo el corto camino hacia el bosque, lo suficientemente lejos como
para que nadie oiga los gritos de un hombre a punto de morir.
No tardo en encontrar un buen sitio, un pequeño y agradable claro entre los
espesos árboles. Aparco el auto, abro la puerta y suelto un pequeño silbido. Rosko salta
sobre el asiento y trota hacia un árbol para orinar.
Al abrir el maletero, tanto el hombre como la mujer siguen inconscientes en
torpes montones. El top de la mujer quedó en la habitación, al igual que el abrigo del
hombre. Ambos tienen un aspecto jodidamente ridículo, pero eso es lo que obtienes,
supongo, cuando sales a buscar coños sucios.
Agarro al tobillo del hombre, tirando de él primero. Su cuerpo cae, golpeándose
contra el suelo con tanta fuerza que las hojas y los pinos se agitan y saltan a su alrededor.
Respira entrecortadamente, la caída lo despierta del sueño. Sus ojos se abren de par en
par y trata de alejarse de mí. Chasqueo los dedos, mi pie va a su pecho mientras Rosko
se acerca a él, gruñendo mientras enseña los dientes, sus caninos a pocos centímetros
de la cara del hombre.
Se congela, sus manos tiemblan mientras intenta alejarse de Rosko.
—Ah, ah, ah. No creas que vas a ir a ninguna parte —le murmuro, y sus ojos se
disparan hacia los míos.
—¿Qué quieres, hombre? No tengo nada que darte. —Su voz se quiebra, y el
miedo puro comienza a filtrarse en su tono.
Me encojo de hombros.
—No lo sé. Es que me apetece matar a alguien ahora mismo, y tú te has cruzado
en mi camino.
Arruga la frente.
—¿Qué? —pregunta, como si no hubiera oído mis palabras, aunque sé que sí.
Sólo que no quiere que sean ciertas.
Me agacho, hasta que mi cara queda a escasos centímetros de la suya.
—No he tartamudeado, carajo. No seas tan jodidamente imbécil. —Saco la navaja
y mi mano libre se dirige a su camisa. La punta pasa por el escote y la destrozo de arriba
a abajo. Una línea rápida hacia abajo de su camisa y se rompe en dos, cayendo a cada 221
lado de su estómago tembloroso.
—Por favor —gime. Sus pezones se endurecen hasta adquirir la forma de un
salchichón en su enorme pecho—. ¿Qué puedo hacer? Haré cualquier cosa.
Su miedo se dispara y cierro la boca, inhalando una gran bocanada de la dulzura
que espesa el aire. No hay nada mejor que el terror lleno de adrenalina de alguien que
está a punto de morir. Ligeramente dulce, ligeramente salado por su sudor. No hay nada
como eso.
—¿Señor? —susurra.
—Deja de hablar —gruño, mi mano avanza, la punta de la hoja se hunde en él
como si fuera mantequilla. Deja escapar un grito, que se convierte en un gemido cuando
el dolor le atraviesa.
—¡Para! Por favor —tose, con la sangre salpicando en el aire, goteando de las
comisuras de sus labios. Saco la cuchilla, que gotea de rojo. La deslizo por su estómago,
sus músculos y su grasa se agitan con cada brizna de aire.
Arrastro la hoja hasta su pierna, hundiéndola en su carnoso muslo. Su mano se
dispara hacia el dolor, aunque es demasiado y se balancea hacia el aire. Se está
desorientando. Pierde demasiada sangre con demasiada rapidez.
—Lo siento. Lo siento mucho. Por favor, déjame ir —dice a través de una boca
llena de sangre.
—No lo sientas. No me has hecho nada —digo con indiferencia. Ni una sola
emoción inunda mi cuerpo. Saco la cuchilla, me agarro a su tobillo y tiro de él hacia un
árbol. Agarrándolo por los hombros, lo levanto, acomodando su espalda contra el
tronco. Gruñe y gime con cada movimiento, y un rastro de sangre empapa las hojas y
las agujas de pino que hay bajo él.
—¿Por qué no me dejas ir, entonces? —grita—. Tengo una esposa en casa. No
quiero morir —solloza con los ojos inyectados en sangre.
Paso el dedo por la hoja, untando la sangre espesa y caliente en mi pulgar. Luego
me meto el pulgar en la boca, tarareando por el sabor. Su cara se enrosca en una mezcla
de dolor y asco mientras me observa. Sacando el pulgar, me paso la lengua por los
dientes superiores.
—No creas que a tu mujer le habría gustado saber que estabas a punto de follarte
a una prostituta.
Su rostro se arruga, decepcionado por sus propios actos. No puedo
responsabilizarlo de sus pecados y, para ser sincero, me importa una mierda que
estuviera a punto de follarse a todas las putas de Portland. Por desgracia para él, estaba
en el lugar equivocado en el momento equivocado y se cruzó en mi camino.
—Lo siento mucho —dice, mirando al cielo, la resignación llenando sus ojos. 222
Suspiro, he terminado con él.
—Saluda el infierno de mi parte —digo, mi mano sale disparada hacia delante
mientras le clavo la hoja directamente en medio del pecho.
Respira entrecortadamente y veo cómo sus ojos comienzan a oscurecerse y la luz
los abandona lentamente.
—Buenas noches —susurro, arrancando la hoja, chorreando sangre. Se la acerco
a la oreja, tirando de ella por debajo del cuello y hasta la otra oreja.
La sangre brota de sus arterias, inundando su pecho desnudo y el suelo a su
alrededor.
Su cabeza se inclina hacia un lado mientras su vida termina oficialmente. Limpio
la sangre en el muslo de sus pantalones que no están llenos de sangre, y luego lo guardo,
poniéndome de pie y dejando escapar un silbido.
—Rosko, come —le ordeno.
Se abalanza sobre él, su lengua ya gotea de babas mientras se abalanza sobre él.
El sonido instantáneo del crujido de los huesos llena el silencio, y sonrío mientras
me dirijo a mi auto. La mujer empieza a retorcerse en mi maletero, no totalmente
despierta, pero casi. Mi mano se echa hacia atrás y vuelvo a golpear su cara con el puño,
sumiéndola de nuevo en un profundo sueño.
Me dirijo a mi puerta, deslizándome y dejando la puerta abierta.
Dejaré que Rosko coma un poco, que se sacie como me permitió a mí.
Entonces me iré a casa y esperaré a Raven. Espero que Brody no la haya atacado.
Podría ser un maldito enfermo. Sádico y retorcido. Pero no me conoce. No sabe
el tipo de hombre que soy o de lo que soy capaz. Sin embargo, lo hará. Con el tiempo.
Será mi mayor asesinato hasta ahora.
ella.
La puerta se abre, y mi madre entra con su bolso en la mano, Aria detrás de
223
Aria no parece tan enfadada como cuando se fue, aunque sigue sin mirarme
mientras rodea a mi madre y se dirige a la habitación de Gabriel. Por qué no se queda
en la habitación de invitados, no tengo ni puta idea. Gabriel la puso en su habitación,
y desde entonces ha estado allí todas las noches.
No hago preguntas.
No es asunto mío, al menos no hasta que sea necesario.
Mis ojos se dirigen a la puerta cerrada, mi ceño se frunce cuando Raven no
pasa.
—¿Dónde carajo está Raven? —Me levanto del sofá, agachándome para
recoger mi pistola que está sobre la mesa de café—. No la dejaste afuera sola,
¿verdad?
Levanta las manos antes de posar su bolso en el borde del sofá.
—Cálmate, Caelian. Está en la sala de entrenamiento. No la dejaría afuera. —
Me sacude la cabeza como si fuera un tonto, y puede que lo sea, pero no se puede
confiar en que Raven esté sola en público, ni siquiera por un momento.
—¿Por qué está en la sala de entrenamiento? —Miro por el pasillo, dispuesto a
perseguirla y preguntarle qué la tiene de mal humor.
—Caelian, siéntate un momento.
Mi cabeza se vuelve hacia ella y parpadeo.
—¿Qué?
Su espalda se endereza, la madre fría y despiadada con la que crecí hace su
aparición.
—Tus comportamientos son extremos. Tus emociones están electrificadas.
Tienes que calmarte para que pueda hablar contigo sin que te pongas a asesinar.
Bueno, uno menos. Podría hacer una fiesta si quisiera.
Me mira las manos, las uñas rojas.
—Bueno, parece que te has adelantado a mí. Espero que te hayas ocupado de
ello y no hayas dejado ningún cabo suelto.
Me meto la pistola en la parte trasera de los vaqueros, no voy a responder a su
ridícula pregunta. Nunca dejo cabos sueltos, así que casi me ofendo.
—¿De qué necesitas hablar? Tengo que ir a ver a Raven.
Suspira, sacudiendo la cabeza mientras rebusca en su bolso.
—Ha venido. No lo vimos, pero nos siguió en algún momento de hoy. Le dejó a
Raven otra nota. Y esto. —Busca en su bolso y saca un reloj de bolsillo plateado, junto
con un pequeño papel cuadrado, y me lo tiende.
224
Me detengo un segundo, mirándola fijamente. Luego, arrancándoselo de las
manos, miro el reloj de bolsillo, el segundo que le ha regalado.
El tiempo se acaba.
No tengo que ser un maestro en psicología para entender el significado. Raven
puede pensar que esto es para ella, mierda, incluso él puede pensar que es una
advertencia para ella, pero es para mí. Completamente, únicamente, es una
advertencia.
Una que no me tomo a la ligera.
Hago crujir el metal en mi puño y me lo meto en el bolsillo mientras abro la
nota. Leo las palabras, una, dos, tres veces.
—¿Segura que no lo viste? —pregunto, con los ojos todavía clavados en las
palabras, cada una de ellas escrita con una obsesión tan enfermiza, que me produce
una pesadez en el estómago. Como si el plomo se filtrara por mis venas y tocara fondo
en mi núcleo. Un temor. Una sensación que no me gusta lo más mínimo, pero de la
que no puedo alejarme. Ahora no. Tengo que enfrentarme a esto de frente.
—No estaba allí, Caelian. Busqué varias veces. Miré de camino a casa. No se le
veía por ninguna parte.
—Podría estar en otro vehículo —gruño, preguntándome si está siendo densa
con la situación. Podría estar en cualquier sitio.
—A esto me refiero, Caelian. No estás pensando con claridad. No seas obtuso
con la situación. He estado en el negocio durante mucho tiempo. Más tiempo del que
tú has vivido. Me han tocado más peligros de los que puedes entender. Lo último que
voy a hacer es permitir que un enfermo con una obsesión por una chica me aceche
sin que yo lo sepa.
Doy un paso alrededor del sofá, dispuesto a abandonar esta conversación.
—Tengo que ver cómo está Raven —murmuro.
—Caelian, espera —dice, y me detengo en mi paso.
—¿Qué? —grito, con las entrañas ardiendo por el malestar de Brody y la
desesperación por ver a Raven.
—Raven y Aria se han reconciliado hoy. Pensé que te gustaría saberlo.
Levanto las cejas, sus palabras despiertan mi interés.
—¿Cómo sucedió eso?
Se encoge de hombros y una suave sonrisa flota en sus labios. Su sonrisa es
inusual. No es algo que haga mucho, si es que lo hace. 225
—No lo sé, pero fue agradable de ver. Me hace pensar que la familia puede
conquistarlo todo. Incluso la muerte.
La saludo con la cabeza y me doy la vuelta.
—Raven también tuvo un incidente con una de las trabajadoras. Creo que la
habría matado si no hubiera intervenido.
Aprieto la mandíbula y vuelvo a detenerme mientras un suspiro abandona mi
cuerpo. Puedo sentir cómo se hunde mi estómago, aún lleno de plomo.
—¿Qué pasó? —Exclamo con fuerza. Odio que haya sucedido sin que yo esté
presente, pero no puedo decir que no lo haya previsto. Raven ha estado al límite, y
tenía el presentimiento de que iba a ocurrir.
—No lo sé exactamente. No pregunté. Pero Raven parecía bastante enfadada.
Mucha rabia en su linda carita. Mucho dolor y miedo también. No puede controlarse,
Caelian. No importa dónde esté, no importa a quién se enfrente, está destinada a
ahogarse en la oscuridad por completo a menos que la saquen. Y necesita encontrar
la superficie, rápido.
Bajo las cejas.
—¿Qué quieres decir?
Levanta su bolso, deslizando la correa sobre su hombro.
—Tienes que enseñarle como te enseñamos tu padre y yo. Enséñale a
controlarlo, o si no, él la controlará a ella. Y por desgracia, si eso ocurre, no quedará
ningún Crow al que proteger.
Con eso, sujeta su bolso y se aleja, sus tacones tintinean mientras se desliza por
el pasillo y se dirige a sus aposentos de la casa.
Miro fijamente el espacio que ha dejado, pensando en Raven atacando a
alguien. La rabia feroz en su cuerpo. Es salvaje, rabiosa.
Le dije que no matara a nadie, pero por lo que parece, estuvo a punto de
hacerlo.
Necesita control.
Aprieto las manos en un puño mientras camino por el pasillo y atravieso la casa,
hacia la sala de entrenamiento. La puerta está cerrada y, cuando la abro, se me escapa
el aliento al ver lo que tengo delante.
Está de pie en el centro del ring, con el cabello recogido en una coleta
desordenada en la parte superior de la cabeza, los mechones oscuros cayendo sobre
sus hombros. Se ha quitado la camiseta y se ha puesto el sujetador push-up alrededor
de los pechos. Los leggins se ajustan a sus piernas y los pies descalzos golpean la
alfombra cuando se mueve. 226
Pretende luchar, y por lo que se ve, con el sudor que se arrastra por la
hendidura de su espalda, está trabajando duro.
Está estresada. Tensa. Enfadada. Llena de angustia.
Entro en la sala de entrenamiento y dejo que la puerta se cierre con un fuerte
clic.
Su espalda se endereza y se gira para mirarme. Con el dorso de la mano, la
levanta y se limpia el cabello sudado de la cara.
—Caelian —dice con un aliento cansado.
Me meto las manos en los bolsillos de los vaqueros y camino hacia ella.
—¿Un día duro?
Jadea, dándose la vuelta para darme la espalda.
—Podría decirse que sí. —Comienza a boxear de nuevo, golpeando el aire,
sumergiéndose, enderezándose y golpeando de nuevo—. Hice las paces con Aria, así
que ahí está eso. Pero, sí, además de eso, una mierda absoluta. —Da un golpe al aire
antes de volverse de nuevo para mirarme—. ¿Supongo que has hablado con tu
madre?
Asiento.
Suspira.
—Me lo imaginé. —Se muerde el labio inferior mientras la miro fijamente. No
voy a sonsacarle nada. Tiene que contarme lo que pasó ella sola. Y lo hará, porque es
mía y necesita que la ayude a curarse.
—Hoy estaba enfadada —murmura.
Subo al ring, me agarro a la cuerda con los dedos y me subo. Da un paso atrás,
con sus ojos recorriendo mi cuerpo.
—Dime —digo, levantando las manos y dándole mis palmas. Lucha contra mí,
dicen mis ojos. Dame cada centímetro de dolor de tu cuerpo.
Levanta las manos, acercándose a mí.
—Estaba haciendo comentarios. Me hicieron enojar mucho, Caelian. Todo lo
que podía ver era rojo.
Su puño sale, y dejo que conecte con mi palma. Hay dolor en ese golpe, y dejo
que se dispare dentro de mí, que ruede a través de mis músculos y en mi sangre.
—¿Qué clase de comentarios?
Me mira, con los ojos entrecerrados.
—Comentarios sobre ti. —Me golpea de nuevo, y de nuevo, y de nuevo—. Todo
el mundo te quiere, Caelian. Piensan que eres caliente, les gusta tu cuerpo, o que eres 227
un puto misterio y no pueden dejar de pensar en ti. Están obsesionadas, Caelian.
Absolutamente obsesionadas. —La piel de su cuello se enrojece, subiendo hasta sus
mejillas. Es una bola de rabia mientras descarga su ira en mis manos.
—Miró mis cicatrices. Me miró como si fuera un monstruo, una abominación
para el mundo. Como si yo fuera una criatura horrenda a la que no podía soportar
mirar pero de la que no podía apartar la vista. ¿Por qué estarías con alguien que está
lleno de traumas cuando puedes tener una mujer impecable sin pasado? En serio,
¡mírame, carajo! —grita, levantando los brazos, mostrando lo que no es horrible, sino
una belleza absoluta.
Me quito de en medio, me pongo detrás de ella y le rodeo la cintura con los
brazos. La levanto en el aire, haciéndola girar y poniéndola de espaldas. Mis rodillas
se colocan a cada lado de su cintura mientras me pongo a horcajadas sobre ella.
—Para ella, tus cicatrices son impurezas que te hacen imperfecta. Para mí, tus
cicatrices son un mapa de lo que eres. Son exquisitas, y hermosas, no quiero que se
cure ni una. Son una parte de ti, Raven. Tú eres tus cicatrices, y tus cicatrices son tú.
Son infinitas, y cada una encierra tanta belleza como la siguiente. —Respiro
profundamente, odiando que se menosprecie a sí misma—. Sigues estando celosa,
pero no hay nada de lo que estar celosa.
Estrecha los ojos.
—No puedes decir eso. Cuando pierda la cabeza por completo, te irás. Soy mis
padres, y se volvieron absolutamente locos. Es sólo cuestión de tiempo antes de que
me vuelva demasiado. ¿Y entonces qué? Entonces, se acabará, y me quedaré sola.
Una maníaca. Un maldita psicópata.
Le rodeo el cuello con la mano, cortando sus palabras. Aprieto con fuerza, mis
dedos se clavan en su piel.
—Y, sin embargo, lo único que tengo en mente eres tú. Antes de ti, una mujer
era un cuerpo, un par de piernas, sangre bombeando por las venas. Nada más que
una dosis, una droga, otro puto asesinato. ¿No te das cuenta de que eres más que eso?
Eres más que una persona, Raven. Eres la persona. Eres mi persona.
Una lágrima se escapa de su ojo, rodando por su sien y cayendo a la alfombra.
—No quiero perderte.
—El mundo podría dividirse en dos y yo seguiría encontrando mi camino hacia
tu lado. Nada me va a alejar de ti, Raven.
Paso mi mano libre por su hombro, hasta llegar a su pecho.
—Pero incluso con la rabia, la ira y las inseguridades, sigues siendo un
monstruo en este pequeño cuerpo. Sigues siendo una fuerza feroz e incontrolable sin
un ápice de estabilidad. Tú, Pequeña Crow, necesitas frenar la locura antes de que te
228
llene por completo. Una vez que se desborde, ni siquiera tú podrás salvarte.
—No sé cómo —susurra, sonando derrotada.
—Intento enseñarte. Todos los días trato de enseñarte. Sólo escucha, observa,
aprende, y estarás bien. —Tiro de su sujetador, y su pecho se asoma. Mis dedos se
dirigen a su pezón y lo rozan con el dedo. Se estremece debajo de mí.
—Brody te dejó un regalo —murmuro, mi polla se endurece en mis pantalones.
—Mmhmm —murmura, con los ojos cerrados.
—Cuéntame —digo, bajando por su cuerpo hasta que mis manos se posan en
la cintura de sus pantalones.
Levanta las caderas automáticamente, y tiro de ellas por encima de su trasero
y hacia abajo de sus muslos, revelando la piel cremosa y los pliegues húmedos.
—Ya lo sabes, y no quiero hablar de ello. —Ya está perdida en la dicha, en el
deseo de flotar lejos de aquí. Se lo daré, pero sólo cuando haya conseguido lo que
necesito.
Que es cada parte de ella.
—Te daré lo que necesitas cuando me digas lo que quiero oír. Y entonces, te
daré tu regalo. —Mis dedos acarician su suave piel, ligeramente húmeda por el sudor
y la necesidad, y su aroma llena el aire a mi alrededor. Clavo las ásperas yemas de
mis dedos, marcándola con mi tacto a lo largo de la parte superior de sus muslos.
Sus ojos se centran en mí.
—¿Me has traído un regalo? —Parece sorprendida, y frunzo el ceño,
preguntándome si alguna vez ha recibido un regalo en su vida.
—Ahora no voy a hablar del regalo. Háblame de Brody —murmuro,
acariciando su cremoso muslo.
Me mira, sus piernas vibrando de necesidad contra mi cuerpo. La suavidad de
su piel me roza los muslos, temblando con fuerza, y me aprieto contra ella,
observando cómo la lujuria nubla sus ojos.
—Me dejó un reloj. Un reloj y una nota —susurra, apenas capaz de concentrarse
en sus palabras.
—¿Y qué más? —pregunto, mis manos van a sus rodillas. Abro sus piernas y
veo sus pliegues brillando a la luz. Intenta cerrarlos, pero los mantengo abiertos
mientras espero su respuesta.
—Me está observando. Todo el tiempo, dondequiera que vaya, él está ahí. Es
una sensación extraña, sentirse a la vez segura y vulnerable. Tú me mantienes a salvo,
y nunca sentí que fuera a enfrentarme a él cuando estaba con tu madre, pero aun así,
229
la sensación persistente de sus ojos sobre mí nunca se retiró del todo.
—¿Y cómo te sientes ahora, debajo de mí, bajo mi agarre? —Mis dedos rozan
el interior de sus muslos. Se retuerce, los dedos de sus pies se curvan cuando la brisa
fresca se mezcla con mis dedos calientes contra su piel.
—Como si ni siquiera un huracán pudiera derribarme.
—No cuando estoy a tu lado —le prometo, y es la verdad. Nada la tocará. La
protegeré.
Sus muslos finalmente se acomodan cuando llego a sus pliegues. Froto su
excitación contra su clítoris, haciéndola soltar un gemido torturado.
—Mmm, ¿y no te dije antes de irte que no mataras a nadie? —murmuro, mi dedo
índice se sumerge dentro de ella. Levanta las caderas, acercándose a mí. Está ansiosa,
necesitada, y eso solo hace que quiera torturarla un poco más.
Me salgo de ella, me levanto y doy un paso atrás. Se pone de pie, medio
desnuda e irritada.
—¿Qué demonios, Caelian?
—Se llama castigo. ¿Has oído hablar de ello? Que pusieras tus manos en un
extraño fue una tontería. ¿Te das cuenta de lo que podría haber pasado si alguien te
hubiera encontrado? ¿O si mi madre no estuviera allí para asegurarse de que no se lo
dijera a nadie? Podrían haberte arrestado, Raven. Maldito movimiento idiota.
—No lo entiendes. Siento que me vuelvo loca cuando alguien te mira, habla de
ti, o incluso tiene un simple pensamiento sobre ti. Es como si mi cuerpo tuviera una
mente propia, no puedo controlarlo —dice.
La fulmino con la mirada.
—Tienes que controlarte, Raven.
Enseña los dientes, sus dedos van a su espalda, al cierre de su sujetador.
Entrecierro los ojos.
—No te atrevas.
—Me dices que me controle, pero quizás deberíamos ver cuánto control tienes.
Te garantizo que es más escaso de lo que dices. —Sus dedos se crispan, y su sujetador
se afloja, deslizándose por sus brazos. Su brazo se levanta y pellizca el tirante entre
sus dedos antes de dejarlo caer al suelo—. Podría encontrar el control para ignorar a
todas las mujeres que te desean. O podría matar a cada chica que te mire dos veces.
Creo que me gusta más la segunda opción. —Se encoge de hombros, dándose la
vuelta hasta que su regordete trasero queda a la vista.
Aprieto la mandíbula, mi sangre se calienta. Inclino el cuello hacia un lado,
230
dejando que salte mientras abro la boca.
—Tus celos son bonitos, y tu ira es muy sexy. ¿Pero sabes qué es lo que más
me gusta?
Gruñe en voz baja, y disfruto del hecho de no caer en su trampa. Lo haré, sin
embargo, y la tendré justo como la quiero.
—¿Qué?
—Me encanta cómo en el momento en que mis dedos se posan en tu piel, te
vuelves tan jodidamente sumisa. Puedo tenerte de la manera que quiera. ¿Eso te
frustra? ¿Saber que soy yo quien tiene el control?
—No es cierto.
Me acerco a ella antes de que pueda decir otra palabra, antes de que pueda
siquiera reaccionar a mis pasos. Mis brazos rodean su cuerpo y la levanto, dando un
paso adelante hasta que su cuerpo desnudo se aprieta contra las cuerdas. Se
convierte en masilla en mis manos, sus músculos se funden conmigo. Se resiste a ello,
a su conformidad, pero cuando se trata de mí, no puede evitarlo.
—Basta —gruñe.
Mi mano se desliza por su vientre, contra su sexo desnudo, mientras mis dedos
se deslizan entre sus pliegues. Se arquea hacia atrás y su cabeza se apoya en mi
clavícula mientras me mira. Tiene el cabello revuelto, los ojos nublados, el azul
desvaído, claro y lechoso mientras me mira.
—¿Qué me estás haciendo? —susurra.
Me agacho, hasta cernirme sobre ella, mis dedos jugando con ella mientras
sonrío.
—Tomar lo que es mío —digo momentos antes de presionar mis labios contra
los suyos.
—A veces me vuelves loca —murmura contra mis labios, jadeando en mi boca.
Me agarra del cabello y me acerca mientras entierro mis dedos dentro de ella, su
excitación empapa mi piel al contacto.
—Enfádate, nena. Eres jodidamente impresionante cuando tus ojos están
encendidos de furia.
Gime, su cuerpo se tensa entre mis brazos. Llevo mis dedos a su clítoris,
frotándolo sin esfuerzo. Su cuerpo se bloquea y me agarra con fuerza hasta que se
estremece y se deshace en mis brazos. Mis labios rozan su mejilla, pasan por su oreja
y bajan hasta su cuello. Hundo mis dientes en la piel, la carne cremosa salada y dulce
contra mi lengua. Me revuelvo contra el dolor, proporcionándole un placer que la
lleva a un segundo orgasmo. 231
Una vez que se asienta, se vuelve hacia mí, con la piel en carne viva en los
pechos por la cuerda, y otra línea de rojo coloreando el bajo vientre. Separo su
cuerpo del mío y me dirijo a su ropa.
—Espera, ¿no quieres...? —pregunta, señalando el bulto en mis vaqueros.
Sacudo la cabeza.
—Lo compensarás más tarde. Ahora mismo, tengo un regalo que mostrarte.
Su cara se ilumina de nuevo y se vuelve hacia mí.
—Me olvidé de mi regalo. —Me arranca la ropa de las manos y se viste
rápidamente antes de dirigirse a la casa.
—No, por aquí. —Asiento hacia la puerta, la que lleva al sótano. La única vez
que ha estado ahí abajo fue cuando mató por primera vez.
Y por la mirada de sus ojos, sabe exactamente en qué se va a meter.
—¿De verdad? —Jadea, sorprendida con un toque de excitación en su rostro.
—Te prometí que te cuidaría. ¿No me creíste? —Mis cejas se fruncen, la
irritación lame mis extremidades.
—Nunca sé qué creer cuando se trata de ti.
Salgo del ring, caminando hasta llegar a sus pies. Mis manos se abren y mis
dedos rodean sus tobillos. La empujo hacia mí y se agarra a la cuerda mientras cae
de espaldas. Sus piernas rodean mi espalda y la agarro por el trasero mientras la
levanto en el aire.
—Una promesa es una promesa, Raven. No te doy mentiras, sólo la verdad.
—No todas las verdades están llenas de honestidad. A veces están llenas de
engaño.
Me inclino hacia delante, tirando de su labio entre mis dientes, mordiéndolo
hasta que siente un pellizco de dolor, y luego lo lamo.
—¿Sientes el sabor del engaño, Baby Crow?
Sus ojos se agitan, el dolor y el placer son una mezcla embriagadora. Se queda
sin palabras. Mi mano se levanta y le quito el cabello pegado a la sien.
—Saboreo un monstruo. Mi monstruo.
Mi corazón late contra mi caja torácica antes de tocar fondo en mi pecho.
La reclamo como mía a diestra y siniestra, y sé que sus celos son mortales, pero
reclamarme a mí, el intocable, el monstruo de carne y hueso, tal y como ella dice, se
siente como si una ola se estrellara contra mi cuerpo y me hiciera caer de espaldas. 232
Sin aliento.
Mi mano se levanta y rodea su nuca, aprieto con fuerza, los cabellos de bebé
rozando mi palma.
—Dos asesinos parece una combinación mortal.
Sonríe y se zafa de mi agarre. La dejo caer al suelo y se dirige a la puerta que
la llevará a otro camino sin retorno. Cuantas más muertes provoque, más lejos estará
de su antiguo yo. Quiere tener las manos cubiertas de sangre, pero teme al monstruo
que yace en lo más profundo de su alma.
—Mortal, sí. ¿Estás lista?
Respirando profundamente, abre la puerta. Dejo que tome la delantera,
caminando detrás de ella. Es una mezcla entre temerosa e intrépida, con la columna
vertebral recta, poderosa, pero con un temblor en las piernas que delata sus nervios.
Se dirige a la habitación del fondo, a la puerta cerrada. Es su elección. Está
claro que no teme matar cuando está enfadada, o por despecho o celos, pero es
diferente matar a alguien porque tienes una necesidad en la sangre. Es una energía
diferente.
Su mano temblorosa cae sobre el pomo, y lo gira para abrirlo, revelando una
habitación vacía, excepto por la silla en el centro, la mujer llena de terror atada a ella.
Sigue en topless, con la falda levantada para que se vean las bragas rojas que
lleva debajo. Unas feas y enormes manchas de maquillaje cubren sus mejillas. Su
cabello parece enmarañado en la parte superior de la cabeza, su ojo luce un feo
moretón, hinchado y rojo.
—¿Por qué está medio desnuda? —dice.
Sacudo la cabeza, no estoy de humor para sus celos, y definitivamente no por
esta chica. Totalmente injustificado.
—La encontré en el centro a punto de follar a un tipo. —Me acerco a la mesa
contra la pared y saco el cuchillo que usó la última vez. Tan familiar para ella, para su
pasado.
—¿Dónde está el tipo?
Miro por encima del hombro.
—Me ocupé de él.
—¿Te encargaste de él? ¿Quieres decir que lo mataste?
Asiento.
—¿Cuándo? ¿Dónde? ¿No estabas en la escuela?
Sacudo la cabeza.
233
—No, me fui. No eres la única que tiene una necesidad que llenar.
Mira a la mujer, que observa a Raven con una mirada suplicante. Está tan
desesperada por ser salvada, pero el miedo le atenaza la voz y ni siquiera un gemido
sale de su garganta. Sin embargo, se acerca a Raven, como si Raven fuera a protegerla
de mí.
Es a Raven a quien debe temer.
—¿La tocaste? ¿La has mirado? No es fea, Caelian. Es más joven, claramente un
fenómeno con esas mallas. Estuviste solo la mayor parte de la tarde con ella.
Inclino la cabeza hacia el techo mientras suelto un suspiro, la irritación me
recorre hasta las piernas.
—Raven... — Advierto, porque por el tono de su voz, va en serio.
No confía en mí. No cree nada de lo que digo. Se pierde en sus pensamientos,
en su locura.
—¡Dime! —grita, su voz resuena en toda la habitación.
Me acerco a ella con su cuchillo favorito en la mano. Lo acerco a su cuello y la
punta se clava en la carne cremosa. Abre los ojos, tragando bajo la punta del cuchillo.
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy cansado de tus malditas inseguridades, Raven. No, no la he tocado. No,
me da igual que tenga las tetas más calientes del mundo. Lo único que quiero es
meterme entre tus locas piernas, pero puede que tenga que darte un golpe en el
trasero primero si sigues con esta mierda.
—Sólo pregunto —dice mientras estrecha los ojos.
La clavo más profundamente, hasta que atraviesa la piel, y una porción de
sangre rueda por su cuello.
—No, no lo estás haciendo. Me estás acusando. No crees. Mis verdades.
Alcanza mi mano que rodea el mango de la hoja. La aparta de su cuello y con la
otra mano se limpia el goteo de sangre. Le agarro la mano y me meto los dedos en la
boca. Un pequeño gemido retumba en su pecho mientras chupo el sabor metálico,
zumbando alrededor de sus dedos.
—Soy una persona celosa, supongo —murmura, sacando sus dedos de entre
mis labios.
—No me digas —digo sarcásticamente.
Me quita la hoja de la mano y la limpia en mi camiseta antes de acercarse a la
silla.
—Entonces, háblame de ella. ¿Qué hay en ella que hace que merezca la
234
muerte?
La mujer empieza a llorar detrás de la tira de cinta adhesiva en sus labios. Tiene
que parpadear alrededor de sus pestañas empapadas y ennegrecidas mientras
observa cada movimiento de Raven.
Me encojo de hombros.
—No sé nada. Depende de ti elegir su destino.
Su ceño se frunce.
—¿Dónde la viste a ella y a este hombre? ¿En el hotel?
Sacudo la cabeza.
—En la esquina.
Endereza su columna vertebral.
—Entonces, es una prostituta.
—Es probable.
Raven se vuelve hacia la mujer.
—¿Eres una prostituta? —Golpea la hoja contra su mejilla, y la mujer se aleja
de ella, dejando escapar un sollozo ahogado.
—¿Hola? Te estoy haciendo una pregunta. Lo eres. Eres. Una. Prostituta? —
dice.
La mujer inclina la cabeza, asintiendo lentamente mientras deja escapar un
suave grito.
—¿Te das cuenta de lo asqueroso que es? Las ETS, los hombres casados. Los
matrimonios arruinados. ¿Sabes lo que les haces a las mujeres? La confusión que les
causas.
Deja escapar un sollozo mientras se inclina hacia delante, aunque la cuerda que
la rodea sólo le permite ir hasta cierto punto. Su piel está roja y manchada, debajo de
ella está pálida y llena de un miedo palpable. Parece una quemadura de sol con
protector solar. Repugnante.
El olor de la muerte ya se aferra al aire.
Raven se vuelve hacia mí.
—¿Me invento mi propia historia sobre ella? No tengo suficiente... odio en mi
sangre para simplemente... acabar con ella.
Levanto los brazos, dando un paso atrás hasta que mi columna vertebral choca
con la pared. Cruzo los brazos sobre el pecho, inclinando un pie sobre el otro.
—Esto es todo tuyo, Baby Crow.
235
Enseña los dientes.
—¿Por qué no me ayudas?
—Porque estás jodidamente enfadada bajo tu confusión y necesitas resolver tu
propia mierda, de lo contrario estamos a punto de salir de aquí en la misma situación
en la que estábamos. Tú no pudiendo salir a ningún sitio sin casi matar a todo el
mundo.
Aprieta el mango de la hoja, su cuerpo se tensa.
—¡No lo sé!
Me muerdo el labio.
—Dime, Raven. ¿Qué te hace enfadar?
No tarda en responder.
—Cuando la gente te quiere.
Le sonrío. Bingo.
Se da la vuelta, arrancando la cinta de la rubia. Los labios de la mujer se ponen
blancos antes de adquirir un color rojo intenso. Raven me apunta con el cuchillo,
agachándose y poniéndose en su cara.
—¿Crees que está bueno? ¿Es atractivo?
—¿Qué? —solloza la mujer.
—El hombre detrás de mí. ¿Crees que es caliente? ¿Te lo follarías?
—¡Por favor, déjame ir! Te prometo que no diré nada.
Raven saca la mano y le da una bofetada a la mujer en la cara.
—Cierra la boca y dime si te acostarías con el tipo que está detrás de mí.
—¡Claro! Quiero decir... ¡sí! Quiero decir, ¿qué? Es caliente... está...
Raven lleva el cuchillo hacia delante, clavando la hoja directamente en su
estómago desnudo.
Suelta un gemido y se desplaza hacia delante. La sangre empieza a gotear de
sus labios mientras ahoga un grito.
—No quería...
Raven se pasa una mano por los labios.
—Te sugiero que dejes de hablar. —Saca el cuchillo, chorreando sangre.
Deslizando la hoja hacia arriba, le corta la piel desde el estómago hasta el cuello, no
lo suficiente como para destriparla, pero sí para sacarle una buena cantidad de
sangre.
—Estoy tan cansada de que la gente te quiera. —Me dice las palabras mientras
236
mira fijamente a la mujer. Inclinándose, presiona sus labios contra su oreja—. Es
jodidamente mío. —Agarra el cuchillo con ambas manos, lo mete por la mejilla y lo
saca por la otra.
Los ojos de la mujer están muy abiertos, torturados, y poco a poco se
oscurecen, la sangre brota de su cara mientras su cabeza se inclina hacia un lado.
Me quedo donde estoy, esperando a que se dé cuenta. Que se deje llevar esta
vez. No puedo mimarla, no si esta es la vida que quiere vivir. No puedo salvarla
siempre. A veces, necesita salvarse a sí misma.
Su pecho se agita mientras mira fijamente a la mujer, asimilando otra muerte
en sus manos. Mira el cadáver, sacando lentamente la hoja de su boca. Observa cómo
la sangre gotea en sus manos, en su ropa y en sus zapatos, dándose cuenta de que
todo ha terminado.
Deja caer el cuchillo.
—Mierda. —Me mira, con los ojos muy abiertos—. La maté.
Asiento.
—Lo hiciste. —Me alejo de la pared, dando un paso hacia ella—. ¿Cómo te
sientes?
Respira hondo y se limpia las manos en la sudadera.
—Bien. Quiero decir —vuelve a mirar a la mujer muerta y luego su mirada se
dirige a mí—, me siento muy bien.
Sonrío.
—Lo sé.
Y lo hago, porque sus miembros parecen más sueltos, el frenesí ha
desaparecido de sus ojos. Está relajada, asentada. Tranquila.
Una asesina.
—R
aven, ¿vas a ir al partido esta noche? —Miro por encima de mi
hombro a una chica que nunca había visto antes, vestida con un
traje de animadora, que me sonríe.
Me detengo en mi paso, mirando a mi alrededor por si hay otra Raven que no
conozca. Al no ver a nadie, vuelvo a mirar hacia ella para ver que sigue sonriendo.
—Oh, um. Sí, no creo que pueda esta noche —murmuro.
—¡Oh! De acuerdo, entonces quizás en otra ocasión. —Me sonríe y vuelve a su
casillero.
—Qué raro —me susurra Aria al oído. 240
Le hago un gesto con la cabeza y camino por los pasillos hasta el comedor. El
día ha estado tranquilo en su mayor parte, pero la gente me mira más, sonríe más. De
repente, todo el mundo es muy amable y me habla como si quisieran ser mis mejores
amigos.
Es raro, y soy súper desconfiado al respecto. Aunque, Aria dice que debería
disfrutar de que la gente sea amable conmigo por una vez.
Asiento, aunque sigue siendo jodidamente extraño.
Recogemos nuestros platos de comida y empezamos a caminar por el comedor.
Agarro los bordes de mi bandeja cuando Aria se vuelve hacia mí.
—¿Quieres comer fuera? Hoy parece que hace calor —dice.
Asiento, sintiendo que me miran desde todos los ángulos. Por suerte, solo son
Matteo y Gabriel. Me alegro de que mantengan las distancias, de que sean lo bastante
amables como para darnos nuestro espacio y que podamos pasar un rato juntas, pero
no están lejos, porque sigo viéndolos por el rabillo del ojo. Todo el día.
Caelian recibió una llamada justo cuando llegamos a la escuela esta mañana.
Su padre quería reunirse con él en el restaurante para algo. Fue bastante escueto al
respecto, no quiso dar mucha información. Espero y no espero que sea sobre Brody.
Sólo quiero que esto termine, aunque sé que no será así.
—¡Raven! ¿Qué pasa? ¿Quieres sentarte en nuestra mesa? —Un tipo al azar
sentado con tres chicas se acerca, haciendo que una de las chicas le frunza el ceño—
. Tú también... eh, lo siento, ¿cómo te llamas?
—Aria —responde con dulzura, sin importarle en absoluto que él no tenga ni
idea de quién es.
—¡Aria! Tú también puedes sentarte aquí. ¿Qué dices? ¿Raven? ¿Aria? —No
tengo ni idea de quién es este tipo, o por qué quiere que nos sentemos con ellos, pero
me agarro a la muñeca de Aria y le doy un apretón.
—En realidad, hoy vamos a comer fuera. Quizás en otro momento. —Le doy una
sonrisa forzada mientras me dirijo al exterior, arrastrando a Aria detrás de mí.
La siento en la primera mesa que encuentro, deseando más que nada poder
desaparecer. Los ojos, los susurros. Ya no son groseros, y ni siquiera son curiosos.
Son amistosos. Quieren ser mis amigos.
Lo entiendo. Estamos con los Morelli. No es a nosotras a quienes quieren
acercarse. Son los tres hermanos oscuros que son tan jodidamente misteriosos.
Entiendo el atractivo, pero también, Matteo y Gabriel son como mis hermanos en este
punto, y cualquier cosa atractiva sobre ellos ha volado por la ventana.
Y Caelian es mío, así que no cuenta. 241
Observo con el rabillo del ojo a Matteo y Gabriel, que se sientan dentro,
apartan de su mesa a una pareja que se acurruca en la más cercana a la puerta y luego
toman asiento. Ambos nos miran, con la mirada perdida.
—¿Por qué nos miran así? —pregunta Aria alrededor de un bocado de
manzana.
Alejo mi plato de mí. Los últimos diez minutos me han hecho perder el apetito.
—Porque son ridículos y posesivos. Gabriel me mira de forma diferente a como
te mira a ti... —Hago una pausa, mordiéndome el labio mientras dudo en hacer la
pregunta que ha estado rondando en el fondo de mi mente.
A la mierda.
—¿Pasó algo entre ustedes dos? Es como... un poco protector contigo.
Echa la cabeza hacia atrás, sorprendida. No, no ha pasado nada.
—¡No! Es muy gruñón conmigo, pero también fue bastante dulce cuando no me
comportaba como una completa idiota con él. —Clava un tenedor en su cubo de
gelatina de fresa, y se mueve en su lugar—. ¿Puedo decir algo sin que digas nada?
¿Ni siquiera a Caelian?
Parpadeo hacia ella, agachándome un poco.
—Por supuesto.
—Es bastante guapo. Al principio pensé que era feo porque nunca sonreía,
pero ahora sólo veo pómulos afilados y un cuerpo duro. Nunca me había enamorado
de un chico. O incluso pensé que alguno era lindo, para el caso. ¿Qué hago? ¿Se lo
digo?
Mi mano se agarra rápidamente a su brazo y lo aprieta, mis dedos quieren
causar dolor, pero me contengo.
—No, Aria. No digas nada. —Muevo la cabeza de un lado a otro—.
Definitivamente no lo hagas. No es una buena idea. En absoluto.
—¿Por qué no? —susurra—. Es incómodo guardarlo para mí. Me mira raro
cuando yo lo miro raro y entonces los dos estamos en esta extraña cosa.
—Porque tú y Gabriel... —Me detengo, sin saber a dónde quiero llegar. Todo
lo que sé es que ella es demasiado buena para él. Es demasiado buena para todos, y
mierda, si él es como Caelian, no lo quiero cerca de ella—. Por favor, no digas nada.
Aria suspira, asiente y da otro mordisco a su manzana.
—Raven. Oh, Raven —viene una voz cantarina desde detrás de mí.
Mi cuerpo se pone rígido al instante, al conocer esa voz tan claramente. Me doy
la vuelta y veo a Delanie y a Lorna de pie. Delanie me llama por mi nombre, con una
mirada presumida mientras sostiene un cigarrillo entre los dedos.
242
—Oh, Raven. Las cosas que he aprendido sobre ti. —Se ríe, tropezando a un
lado.
Sus ojos están vidriosos, sus palabras arrastradas. Sólo con mirarla queda claro
que está intoxicada. Lorna también parece estar así, aunque no tanto como Delanie.
Delanie.
¿Sabe algo sobre mí? ¿Qué es lo que sabe?
Me pongo en guardia, me levanto de la silla y me vuelvo hacia ella.
—Lárgate, Delanie —aprieto los dientes. No estoy de humor para empezar
nada. Me siento bien después de lo de ayer. Limpiarse las manos de otra muerte era
justo la limpieza y el reinicio que necesitaba.
¿Ahora viene Delanie y dice que sabe cosas sobre mí? A la mierda con eso.
—¿Por qué iba a irme? ¿No quieres saber todo lo que he aprendido sobre ti?
¿No quieres que la escuela sepa lo que yo sé? El mundo debería saberlo. —Se ríe, la
ceniza en el extremo de su cigarrillo mide unos centímetros. Se lo lleva a los labios
rojos y le da una gran calada antes de apartarlo, con el rojo de su carmín pegado al
filtro—. Y los oscuros secretos que pareces ocultar tan bien.
Dice la palabra con la boca.
Asesina.
Aprieto los puños.
—Largo.
Lorna se ríe.
—Está muy asustada, Delanie.
Doy un paso hacia ellas.
—No estoy asustada, sólo que no estoy de humor para lidiar con sus tonterías.
Déjenme en paz. —Doy un paso más hacia ellas—. O se arrepentirán —murmuro.
Delanie se echa a reír. Lorna tiene una mezcla de miedo y risa en la cara. Intenta
tirar de Delanie hacia atrás, pero lucha contra ella y acaba tropezando hacia mí por la
fuerza.
—No voy a dejarte. Voy a exponer la mierda de ti. Diré a todo el mundo lo que
le hiciste a Trina. —Da otro paso hacia mí, hasta que estamos cara a cara—. Diré a todo
el mundo quién es tu padre —susurra, inclinando el cigarrillo hacia mí y tirando la
ceniza.
Justo en mi camisa.
Oh, mierda, no.
—¿Crees que de repente todo el mundo quiere ser amable contigo? ¿Ser tu
243
amigo? Todos pueden ver que eres un monstruo y están petrificados. Espera a que
les diga quién eres realmente. Mira cómo te tratan cuando sepan que eres una
asesina. —Levanta las manos en el aire, aspirando una bocanada de aire mientras se
enfrenta a la escuela—. ¡Es una maldita asesina! —Levanta los brazos en el aire,
inclinando la cabeza hacia atrás mientras grita sus palabras—. Ella asesinó a Trin...
Mi puño se abre y le doy un golpe en la cara. Sale volando hacia atrás, de
espaldas. Piso el cigarrillo que se le ha caído y lo apago bajo mi bota mientras me
pongo encima de ella. Se tapa la nariz, y la sangre fluye de sus fosas nasales en
rápidos ríos.
—Oh, Dios mío. Está pasando otra vez. —Lorna se asusta y se aleja de mí.
La ignoro, y veo que se pone roja cuando Delanie empieza a reírse.
—¿Vas a matarme como mataste a mi mejor amiga? —No la dejo decir ni una
palabra más, y me inclino sobre ella, con la rodilla en el pecho, mientras empiezo a
golpearla. Mis puños se clavan en sus pómulos, en sus ojos, en su boca, en su nariz,
en el lateral de su cabeza. Golpeo todos y cada uno de los centímetros de Delanie que
puedo alcanzar. Hasta que ya no se ríe, pero está viva, porque gruñe y llora.
Unos brazos me rodean la cintura y me arrastran a los brazos de Matteo.
—Mierda. —Gabriel y Aria se ponen a mi lado, junto con todo el colegio.
Levanto la vista, con la sangre goteando de mis nudillos, al notar la cantidad de gente
que nos ha rodeado y que me está viendo golpear a Delanie hasta hacerla papilla.
—Mierda —susurro.
—Tenemos que salir de aquí —dice Matteo rápidamente, empujándome hacia
el estacionamiento.
—¿Qué... qué... qué...? ¡Que nadie se mueva! —El director, junto con una fila de
profesores, salen disparados por la puerta lateral.
El director, el Sr. Charles Coleman, es un hombre al que rara vez veo. Por lo
que he oído, es a la vez un tipo duro y alguien que no acepta tonterías. No tener que
tratar con él hasta ahora ha sido perfecto, porque por la mirada que tiene ahora
mismo, no es amigable. Ni lo más mínimo.
—Mierda —dice Gabriel, viniendo a ponerse a mi lado, con Aria envuelta en
su agarre. Matteo me baja, maldiciendo en voz baja—. Envía un mensaje a Caelian.
Tiene que estar aquí. Ahora —susurra Gabriel.
Matteo saca su teléfono del bolsillo y marca un mensaje rápido.
—Oh, Dios mío. —Unos cuantos profesores se apresuran a acercarse a Delanie,
ayudándola a levantarse. Creo que uno de ellos es la enfermera. Delanie está cubierta
244
de sangre, arañada, herida y completamente fuera de sí. La miro fijamente, aunque
se niega a mirarme mientras la ayudan a entrar en la escuela.
—¿Quién está involucrado en esto? —El Sr. Coleman hace ruido.
Todo el mundo se queda parado, nadie se atreve a delatarme, no cuando estoy
al lado de dos hombres que son armas mortales.
El Sr. Coleman echa un vistazo a la multitud hasta que sus ojos se posan en mí,
en la sangre de mis manos y mi ropa.
Me señala con un dedo fuerte y pesado.
—Tú —me dice, girando su mano y moviéndola hacia mí—. Tú eres la
estudiante becada, ¿no?
Aprieto la mandíbula, sintiendo que los ojos de todos se clavan en mí. Matteo y
Gabriel se ponen un poco más altos a mi lado, y sé que se están mordiendo la lengua.
Sí, soy la maldita becada. ¿Podría haber sido más contundente sobre el hecho
de que no tengo dinero como el resto? Imbécil.
Asiento.
Se acerca a mí, Gabriel y Matteo se ponen delante de mí, creando un escudo
humano. Impenetrable. Una fortaleza que él es incapaz de atravesar.
—Los chicos Morelli. Debería haber sabido que se interesarían por ella.
Siempre en problemas, pero siempre me veo obligado a mirar hacia otro lado. ¿Es
cierto que esta chica vive con ustedes ahora?
—Cuide su lengua, director Coleman. Si mi hermano estuviera aquí, se la
cortaría directamente de la boca.
La cara del director Coleman se enrojece, desde el cuello de su traje hasta la
frente. Vuelve a girar sus ojos hacia los míos.
—Puedes acompañarme amablemente a mi despacho, o las autoridades
pueden escoltarte fuera de aquí. Tú eliges.
Me interpongo entre los chicos, sabiendo que prefiero enfrentarme a la ira de
este imbécil en lugar de lidiar con la policía. La mano de Matteo me rodea la muñeca
antes de que pueda dar un paso más.
—No hables hasta que Caelian esté aquí. Entiendes. —Sacude la cabeza—. Ni
una palabra.
—Trae su trasero aquí, Matteo. Ahora —dice Gabriel, alejándose de mí.
Atravieso los grupos de gente y me dirijo hacia la entrada del colegio. El director
Coleman se da la vuelta, dirigiéndose al interior con la columna vertebral recta y los
hombros tensos. 245
Mis ojos miran hacia el pavimento, hacia la sangre manchada en el piso de
piedra perfectamente trabajada.
La he jodido. Sólo espero que haya valido la pena.
Me golpeo los dedos en los pantalones, la sangre con costra aún recubre mis
manos y mi ropa. Ni siquiera me permitieron tener la decencia de ir a lavarme, la
secretaria de la escuela se limitó a señalar con la cabeza un frasco de desinfectante
para manos de gran tamaño que estaba sobre su escritorio.
Aria se sienta a mi izquierda, con Gabriel sentado a su lado. Matteo se sienta a
mi derecha, con su rodilla moviéndose erráticamente. Lo único que oigo es el sonido
de sus pantalones rozando la silla con el movimiento hacia arriba y hacia abajo.
El director está sentado en su despacho, con la puerta abierta mientras nos mira
fijamente. Mientras espera.
Intentó llevarme directamente a su despacho, pero los dos chicos se negaron,
me empujaron a la silla y dijeron que no debía hablar con él hasta que llegara Caelian.
Pero ha pasado más de una hora y aún no hay rastro de él.
¿Dónde estás, Caelian?
¿Dónde diablos ha estado? Mi mente se dirige instantáneamente a lugares
oscuros, ya que está tardando en llegar. ¿Está a más de una hora de distancia? Pensé
que sólo tenía que ir a Morelli's, que está a veinte minutos como máximo.
El sonido de los pasos nos hace girar la cabeza hacia la puerta principal de la
escuela. El rostro inexpresivo de Caelian me mira fijamente mientras camina por el
pasillo, viniendo directamente hacia mí.
La puerta se abre y entra, tan frío, tan vacío y ausente de toda emoción.
Tiene la máscara puesta.
Caelian se acerca a mí y se detiene justo cuando estamos frente a frente. Lo
miro, con los ojos pidiendo perdón, aunque el resto de mi rostro permanece en
blanco. Aprieto los dedos contra mis vaqueros para evitar el escalofrío que intenta
liberarse. Las cosas que Caelian me hace con solo una mirada. Me hace sentir frío y
calor, mi cuerpo está flácido pero congelado. Me marea, pero hace que mi mente se
concentre.
Es mi monstruo, pero también es mi protector.
—¿Qué pasó? —Sus ojos se dirigen a mis dedos tensos, cubiertos de sangre.
—Sr. Morelli, me alegro de que haya podido venir hoy. ¿Vamos a mi despacho?
246
—El director Coleman pregunta desde su puerta.
Caelian me bloquea la vista, con la cabeza vuelta hacia el director. No tengo ni
idea de la mirada que le dirige, pero el director se aclara la garganta torpemente y
vuelve a su despacho, murmurando algo en voz baja.
Caelian extiende la mano, me agarra del brazo y me levanta. Gabriel y Matteo
se levantan también, y el director levanta la mano.
—Sólo Caelian y Raven. El resto están excusados.
—Mis hermanos están aquí para proteger a Raven. Ellos vieron lo que pasó, y
confío en que serán honestos.
Hay un tiempo de silencio incómodo, y entonces el director Coleman refunfuña:
—Me parece que no es Raven la que necesita protección, sino todos los demás
los que necesitan protegerse de ella.
Caelian se tensa a mi lado.
—Si te apetece ofender a mi familia, que incluye a Raven, aunque sea una vez
más, te aseguro que no tendrás un trabajo al que entrar mañana.
Otro silencio incómodo, este lleno de tanta tensión que podría cortarlo con un
cuchillo. Respiro el aire helado, escuchando a Aria jadear a mi lado. La miro y veo sus
ojos muy abiertos dirigidos a Caelian.
No entiende lo letal que es, y tal vez eso sea algo bueno.
Los cinco entramos en el despacho del director Coleman, que cierra la puerta
tras nosotros y nos da un amplio margen mientras rodea su escritorio.
—No tengo suficientes sillas para que se sienten todos. Puedo pedirle a Susan
que traiga algunas si quieren. —De repente se pone nervioso, con un tono de voz que
se ajusta y reajusta la corbata.
Aria y yo nos sentamos en las sillas, y los tres chicos se colocan detrás de
nosotras, una pared a nuestras espaldas.
Nadie dice una palabra.
El director Coleman se aclara la garganta y se sienta en su silla.
—Bien, entonces. Vamos a ello. —Toma un archivo de su escritorio y lo abre
con una foto mía. No tengo ni idea de cómo la ha conseguido, y de repente siento
curiosidad por saber qué puede haber en ese archivo.
—Raven Abbott, estabas aquí con una beca. Siento lo de tu tía y tu tío, qué
accidente tan trágico.
Aria se tensa a mi lado.
—Pero tenemos una política de tolerancia cero aquí en Blackridge Prep con 247
respecto a la violencia. No puedo decir si la Srta. Shogren presentará cargos. Si lo
hace, eso estará desafortunadamente fuera de nuestras manos.
—¿Srta. Shogren? —Entrecierro los ojos. ¿Quién?
—Delanie. Delanie Shogren —dice brevemente, como si no fuera lo
suficientemente rápida.
—De acuerdo. —Si ella presenta cargos, entonces presenta cargos. Una parte
de mí desearía haberla matado. Donde podría haber mantenido mis secretos en
silencio. Ahora está ahí fuera, todavía viva, probablemente aún más enfadada
conmigo, y tiene toda esta munición contra mí...
Aprieto los brazos de la silla, la voz del director Coleman se va apagando hasta
sonar como el profesor de Charlie Brown de Peanuts.
El alivio que sentí antes duró poco. Así de fácil, vuelvo a estar al límite,
sintiendo que estoy a momentos de desmoronarme en pedazos una vez más.
La mano de Caelian en mi hombro me devuelve al presente, y alzo la vista para
ver su rostro confuso e irritado que me mira. Las sombras delinean sus rasgos y su
aspecto es tan mortífero que un escalofrío envuelve mis extremidades como una
sábana de hielo.
—¿Qué? —gruño.
—El director Coleman te ha preguntado qué pasó —dice mientras sus ojos se
clavan en los míos.
Sacudo ligeramente la cabeza. Una advertencia. No abras esta lata de gusanos
aquí. No puede saberlo. No puede.
Caelian me agarra con fuerza.
—Necesito un momento con Raven. A solas. —No espera a que le responda y
me tira de la silla para sacarme de la habitación, directamente a una de las salas vacías
de los consejeros. Cierra la puerta, enciende la luz y me empuja contra la pared con
tanta fuerza que la obra de arte tiembla, se resbala del clavo y cae al suelo.
—No puedes evitarlo, ¿verdad? ¿Intentas destruirte a ti misma? ¿Es eso lo que
es? ¿Una autodestrucción de la que no puedes salir? Acabas de conseguir lo que
necesitabas anoche, ¿no es suficiente para ti?
Aprieto los dientes, sintiendo que mis muelas se rompen en pedazos. Mi mano
se levanta y mi palma conecta con su mejilla. Su cabeza se desvía hacia un lado y su
mano se levanta, cubriendo el calor y el enrojecimiento de su cara.
—En otro tiempo, eso te llevaría a una nariz rota, Baby Crow. ¿Hasta dónde
estás dispuesta a llevar esto? —advierte en voz baja, rasposa y llena de espesor. Me
hace temblar, de miedo, de necesidad. 248
Lo dejo todo a un lado, el monstruo de mi locura es demasiado fuerte para
ignorarlo.
—Estaba bien. He estado bien todo el puto día. Me he sentido mucho mejor
desde anoche, pero entonces apareció ella, carajo.
Se ríe.
—Genial, alguien se acercó a ti, así que todo se va a la mierda, ¿verdad?
Aprieto las manos en puños, con ganas de dejarle una doble marca de huellas
en la cara.
—Se burló de mí. Gritó que yo había matado a Trina. —Sacudo la cabeza,
respirando profundamente—. Caelian, creo que ella sabe sobre mí, sobre mi pasado.
Estrecha los ojos.
—¿Qué quieres decir?
—Dijo que conocía mis oscuros secretos. Dijo que iba a contarle a todo el
mundo quién es mi papá —digo en tono sarcástico, sintiéndome rabiosa,
depredadora. Debería haberla matado.
Da un paso atrás y se lleva la mano a la nuca. Aprieta los músculos de la zona,
sumido en sus pensamientos.
—¿Cómo diablos puede saberlo? Su padre trabaja para el maldito gobierno,
pero ni siquiera yo fui capaz de encontrar nada sobre ti cuando busqué en la base de
datos del FBI. No había nada. Es como si no existieras, Raven.
Parpadeo, sin saber nada de esto. Que me buscó en la base de datos del FBI.
Que no se me puede encontrar. Pero no estoy tan sorprendida, sinceramente. Lo de
que Caelian haya investigado, lo de que no haya podido encontrar nada.
—Hay una razón por la que no se me puede encontrar. Mis tíos no querían que
nada los relacionara con mi padre. Se aseguraron de que todas las vías se convirtieran
en polvo. No querían que nada permaneciera en las sombras.
Entorna los ojos, todavía mirando a lo lejos.
—Sigue sin tener sentido cómo pudo encontrar algo sobre ti. —Sus ojos se
dirigen a los míos, sus labios se curvan sobre sus dientes—, y eso no excusa el hecho
de que tienes cero jodido autocontrol. Incluso si alguien estuviera a punto de soltar
todos tus sucios secretos, no los golpeas hasta casi matarlos. —Sacude la cabeza—. Si
alguien estuviera a punto de soltar todos tus sucios secretos, si no es el lugar o el
momento adecuado, te controlas, carajo —suelta.
Exhalo por la nariz, con el cuerpo de piedra mientras lo miro fijamente.
—Tú no estuviste allí. No sabes cómo fue. 249
Al momento me aprisiona contra la pared, sus dedos se extienden por mi
clavícula.
—No me importa si no sé cómo es, aprenderás a controlarte, Raven.
¿Entendido?
Me dan ganas de escupirle fuego y de dar golpes y pelear, pero mantengo la
compostura, porque podríamos pelear todo el día, pero realmente necesito alejarme
del director y ver qué me va a hacer.
Entonces, asiento.
Se aparta de mí, su mano va al pomo que hay detrás de mí y lo gira.
—No digas nada. Deja que yo hable.
Me muerdo el labio mientras camino detrás de él de vuelta al despacho. Mis
ojos se abren de par en par cuando oigo gritos al otro lado de la puerta. La espalda
de Caelian se pone rígida y sus pasos se aceleran cuando abre la puerta de un tirón,
revelando a Matteo y Gabriel inclinados sobre el escritorio del director.
El director Coleman está de espaldas a la pared, pero no se acobarda. Su rostro
está rojo de ira, mi expediente en su mano mientras señala a los hermanos Morelli.
—¡Ustedes no mandan! —El director Coleman grita.
Gabriel se da la vuelta, mirando a Caelian.
—¡Está tratando de expulsarla, Caelian! Detenlo, carajo. —Gabriel ruge, su
protección hacia mí hace que mi pecho se caliente.
El cuerpo de Caelian se tensa a mi lado y la temperatura de la habitación
desciende hasta que se me pone la piel de gallina. Un escalofrío me recorre la
columna vertebral cuando una sombra oscura pasa por encima de Caelian.
Está lívido.
—Eso no va a pasar, carajo —afirma en un tono mortal.
El director Coleman, y su dedo, que empiezo a estar extremadamente cansado
de ver, apuñala un folleto que dice Código de Conducta de Blackridge Prep.
—Está en las normas, Caelian. Tenemos una política de cero tolerancia para la
violencia. Esto no fue una bofetada en la cara o un empujón contra un casillero. Raven
es violenta, y no tenemos espacio para ella en nuestra escuela. Incluso si eso significa
perder la financiación de la familia Morelli. Simplemente no puedo arriesgarme a que
la violencia llegue a ese nivel aquí en Blackridge Prep.
Caelian camina alrededor del escritorio, hasta situarse al lado del director
Coleman. Este parece incómodo, nervioso en su traje, mientras observa a Caelian.
—¿Qué estás haciendo? —grita.
Caelian se apoya en el escritorio, sus nudillos golpean la sólida y costosa
250
madera.
—Creo que si quieres expulsar a Raven de esta escuela, te enfrentarás a un
problema mucho mayor que la falta de fondos. —Levanta la mano, rozando con sus
dedos los hombros del abrigo del director Coleman—. Pero, si quieres arriesgarte,
¿por qué no? —Su voz es tan mortífera que los demás nos quedamos inmóviles, en
silencio, sin apenas respirar mientras vemos a Caelian ser su verdadero yo con el
director de la escuela.
Se aleja del director Coleman y vuelve a caminar hacia mí. Me rodea los
hombros con sus brazos, pesados, tensos pero relajados. Hay muchas cosas
enroscadas dentro de él. Un movimiento en falso de cualquiera de nosotros y atacará.
—Espero que estés preparado para mañana, y para el día siguiente. Después
de eso, sin embargo, no creo que tengas que preocuparte mucho por nada.
Caelian me hace girar y veo que en el último momento Gabriel hace un gesto
para que Aria se ponga de pie. Parece petrificada, con los brazos temblando. Todos
nos dirigimos a la puerta, y puedo oír la nerviosa ráfaga de aire que sale de los
pulmones del director Coleman.
—Espera. Espera un momento, Caelian.
Caelian no se da la vuelta, y nos mantiene mirando la gruesa y sólida puerta de
madera de su despacho. Sobredimensionada, grandiosa, como todo lo demás en este
lugar.
—Raven, estás suspendida por una semana. Cuando vuelvas el próximo lunes,
espero que hayas dejado cualquier tipo de violencia en la puerta. Si pones las manos
encima de alguien, estás acabada, sin importar las consecuencias. Te mantendrás
alejada de la señorita Shogren, y si deciden presentar cargos, eso no está en mis
manos.
El brazo de Caelian permanece sólidamente alrededor de mis hombros, y sé
que quiere luchar contra él, pero es mucho mejor que estar separado de ellos.
Levanto la mano y le aprieto la muñeca.
—De acuerdo. Me parece bien —susurro.
—Hecho. Y no vas a poner esto en su expediente —dice Caelian con calma.
—Pero...
Caelian se da la vuelta, con una mirada despiadada.
—Todo o nada, Coleman.
Mantengo los ojos desviados hacia el suelo mientras se hace el silencio. 251
—Bien —concede el director Coleman después de un momento.
—Maravilloso —dice Caelian con rotundidad. Luego me empuja fuera de la
habitación, murmurando a sus hermanos antes de empujarme por la puerta principal.
No recojo mi mochila, mi abrigo ni ninguna de mis pertenencias. Dejo que Caelian
me empuje en dirección a su auto.
Abre la puerta de un tirón y me empuja al interior, cerrándome la puerta en la
cara. Frunzo el ceño al verlo rodear la parte delantera del auto, abrir el lado del
conductor y meterse.
—No estés tan jodidamente enfadado —gruño.
Dirige su mirada hacia la mía mientras enciende el auto.
—Tenemos un evento este fin de semana en el Casino Bellario. Bajo ninguna
circunstancia, en ningún tipo de situación, se te permite actuar por impulso. No harás
daño a nadie; no matarás a nadie. ¿Me entiendes? —Su tono no deja lugar a
discusiones. Me está diciendo con certeza, sin necesidad de decir las palabras reales,
que tengo que mantener mi mierda junta este fin de semana. O si no.
—Entendido.
Capítulo Veintiuno
Caelian
M
e ciño la corbata al cuello, enderezándola y tirando de ella con fuerza.
Los nervios me corroen las venas, la aprensión de llevar a Raven a un
evento de tal envergadura. El resto de la semana transcurrió sin
problemas, pero eso no significa nada. Mi madre estuvo en casa toda la semana y
pudo vigilarla de cerca. Ha estado inusualmente tranquila, callada, lo que supongo
que tiene sentido, cuando está encerrada en una casa, una fortaleza como esta; no hay
espacio para que se haga daño. Brody nunca podría atraparla en mi casa. Nadie
puede amenazarla o enfadarla.
Ha estado bien. Normal. Sin embargo, la rabia aún persiste en sus ojos. La
preocupación por Delanie, el pánico por Brody. Está bien, pero no está tan, tan 252
jodidamente bien.
Esta noche será la primera que salga de casa desde que la suspendieron. Habrá
cientos de personas, y eso significa muchas oportunidades para que se meta en
problemas. Tengo que vigilarla, y mis hermanos saben que nunca debe perderse de
vista.
Luego tenemos la fiesta con los irlandeses en una semana, y eso tiene a toda mi
familia en vilo. Nunca hemos sido amigos del clan O'Clare, siempre los hemos tenido
lo suficientemente cerca como para mantenernos a salvo, pero a una distancia en la
que no necesitamos cruzarnos a menudo. Nos movemos en nuestros propios círculos,
tenemos nuestros propios tratos. Dirigimos el mayor negocio de blanqueo de los
Estados Unidos, así que cuando alguien más quiere hacerse cargo, una especie de
frenesí, está destinado a causar un maldito caos.
Si no llegamos a un entendimiento la próxima semana, esto podría significar la
guerra.
Mi traje negro está ceñido a mi cuerpo, confeccionado a la perfección. Uno de
tantos, guardo estos trajes para ocasiones especiales.
Como esta noche.
No he visto a Raven. Aria y ella han estado encerradas en la habitación de
invitados durante las últimas horas. No sé qué lleva puesto, ni cómo se siente, ni qué
piensa.
Una parte de mí quiere encerrarla en mi habitación y olvidarse de ir esta noche,
pero como hijo de Drogo Morelli, no ir a estos eventos anuales no está en absoluto
permitido. Mi presencia es necesaria. Siempre.
Me llevo los dedos al cabello, domando un trozo suelto que no deja de caerme
en los ojos. En este momento me parezco más a un mafioso italiano de lo que
acostumbro. Fuerte, poderoso, letal.
—Hola —dice Matteo mientras empuja la puerta de mi baño—. ¿Ya estás listo
para irte? Mamá y papá se acaban de ir. Dijeron que teníamos que mover el trasero.
Con un traje gris pizarra que se amolda a él perfectamente, con una corbata y
zapatos negros, su cabello oscuro rizado domado, parece el playboy que intenta ser.
—Estoy listo —murmuro, apagando la luz y saliendo del baño—. ¿Dónde está
Gabe?
—Tomando un trago. Dijo que lo necesitaría esta noche, asegurándose de que
las chicas no se metan en problemas.
Gruño.
253
—Bueno, si ese es el caso, necesitaré cinco. No sospecho que Aria vaya a
hablar, pero Raven, por otro lado...
—Oye, ha sido bastante buena el resto de la semana.
Le lanzo una mirada.
—Sí, porque ha estado encerrada. No hay problemas entrando aquí.
Se ríe, porque sabe que tengo la maldita razón.
Entramos en la cocina y Gabriel se apoya en la isla, con una botella de whisky
en la mano y tres vasos sobre la encimera. Nos acerca dos.
—Las chicas no salen. Se los he pedido cinco veces, y siguen diciendo que
todavía se están preparando. Esta noche ya he terminado. —Vuelve a inclinar la
botella y deja de lado el vaso.
Levanto mi vaso y me sirve dos dedos. Lleva un traje similar al mío, aunque en
lugar de todo negro, tiene una corbata gris claro asentada contra el pecho.
—Brody ha estado callado toda la semana. ¿Qué crees que significa? —
pregunta Gabriel después de un momento de silencio.
Me paso la lengua por los dientes superiores. Me he preguntado lo mismo.
Aunque Raven no ha salido de casa, eso no significa que no tenga medios para atacar,
dejarle una nota o encontrar un motivo para causar revuelo en los medios.
—Creo que se está organizando. Preparándose —murmuro, dejando el vaso
sobre la encimera.
—¿Si? ¿Para qué? —pregunta Matteo.
Miro hacia el pasillo.
—Para venir por ella. Creo que está planeando su próximo ataque a Raven.
Les hablé de la exigencia de nuestro padre de que me ocupara de esto. Ahora
tengo una semana, y no estoy más cerca de encontrarlo. No sé dónde buscar. El día
que me llamaron de la escuela volví a su cabaña en el bosque, y a su pequeña casa
en las afueras de la ciudad. No estaba en ninguna parte. Su auto tampoco estaba en
ningún sitio, y no había rastro de él en ninguna parte de la ciudad.
Lo intento, pero se esconde bien.
Todo lo que puedo hacer es mantener a Raven cerca y estar preparado para
luchar como un demonio cuando venga a golpear. He luchado contra gente más
fuerte, más grande y psicótica que su obsesivo trasero. Pero cuando se trata de Raven,
es una historia completamente diferente.
El sonido de los tacones en el pasillo nos hace callar. Nos volvemos hacia el
pasillo y sale Aria, con un vestido gris oscuro, casi del mismo tono que la corbata de
Gabriel. Se ciñe a su cuerpo, haciéndola parecer mucho mayor que sus dieciséis años.
254
Una abertura en el lateral deja ver un muslo cremoso y sus tacones plateados. Dos
delicados tirantes son todo lo que cubre sus hombros, y su cabello castaño oscuro se
extiende en ondas por su espalda. Va maquillada, cuando normalmente apenas lleva
nada, siempre con un aspecto inocente, joven, casi infantil.
¿Ahora mismo? Ahora mismo, parece una mujer.
Mis ojos se dirigen a los de Gabriel, que tiene una mezcla de ira y conmoción
en su rostro. Me hago a un lado, y sus ojos se conectan, una conexión abrasadora que
los separa.
Gabriel se aclara la garganta.
—Bueno, esto es inesperado.
Los hombros de Aria caen un poco, el trozo de tela gris en su agarre cae a su
muslo.
—¿Es demasiado?
—No, no es demasiado —dice Matteo.
Le doy un codazo, negando con la cabeza.
—No es demasiado, es sólo... —Gabriel suspira, sin palabras—. Estás preciosa,
Aria —dice con un tono grave, honestidad y vulnerabilidad en su voz.
Otro par de tacones repiquetean en el suelo de piedra y Aria desaparece por
completo de mi vista cuando aparece Raven.
Jodidamente impresionante.
Envuelta en un vestido negro, parece una maldita reina de las tinieblas. Su
cabello oscuro le cae por los hombros, con grandes rizos que rebotan a cada paso.
Sus ojos están delineados en un gris pizarra, las sombras hacen que el azul de sus ojos
brille aún más. El vestido tiene mangas, un encaje tupido que se extiende por sus
pechos y baja hasta las muñecas. Deja entrever su piel al tiempo que la oculta de las
miradas de los curiosos.
Le cae por el cuerpo, sedoso y ligero, mientras se mueve contra sus piernas,
con un corte en la tela que llega peligrosamente alto, revelando su delicioso muslo.
El vestido se agita a cada paso, como si fuera de la maldita realeza.
Parece una Morelli. Intocable.
Me sonríe, sus labios son de color rojo sangre, sus dientes blancos y rectos,
afilados detrás de los labios.
Estoy completamente consumido por ella. Cada vez que sus ojos se conectan
con los míos, siento como si entrara en un abismo donde sólo existe ella. No quiero
dejar nunca este momento. Quiero quedarme aquí, donde puedo ver su belleza 255
florecer y crecer. Dejarle espacio para que se convierta en quien realmente es
alguien absolutamente impresionante, y mientras está frente a mí en este momento,
parece un diamante negro recogido perfectamente de esta tierra, y nunca quiero
dejar de contemplar su belleza.
Me acerco a ella, me agarro a sus manos y la atraigo contra mi cuerpo.
—Baby Crow —murmuro, pasando mi mano por su brazo, a lo largo de la curva
de su cuello hasta que mis dedos agarran su mandíbula. Me mira suavemente, con
una pequeña sonrisa en los labios. No puedo evitarlo; me inclino hacia ella, con el
olor de las flores frescas en su piel. Aprieto mis labios contra los suyos, manchando
su labial rojo para que el mundo sepa que es mía.
—Eres un maldito diamante.
—Siento que es demasiado. Como si intentara ser alguien que no soy —susurra,
y sus manos se alzan para jugar con las solapas de mi abrigo.
Inclino su barbilla hasta que sus ojos llegan a los míos.
—Te pareces a ti. Una Morelli. Una villana. Mía. No podré perderte de vista en
toda la noche.
Respira profundamente, sus manos caen de mi abrigo.
—No quiero que me pierdas de vista. Sólo me siento segura cuando estoy
contigo.
—Lo prometo —murmuro, dándole un beso más.
—¿Y si la gente me pregunta quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Y qué pasa si veo
a Brody? —escupe sus preguntas a un ritmo rápido, y sé que su mente debe estar
corriendo a una milla por minuto.
—Tenemos que irnos. Podemos hablar en el auto. —Cuando me doy la vuelta,
veo que todos los demás ya se han dirigido a la puerta principal. Le rodeo la cintura
con el brazo, tirando de ella hacia ellos para salir.
Nos movemos en silencio, recogiendo el resto de nuestras cosas y
dirigiéndonos a mi auto. Vamos a conducir todos juntos en el Escalade. Hay una
extraña tensión en el aire, como una anticipación de la noche que se avecina. Supongo
que dondequiera que esté Raven, siempre hay una anticipación y una incertidumbre
sobre lo que depara el futuro.
—Entonces, dime, ¿qué se supone que debo hacer si Brody aparece? Estoy
segura de que todos se dan cuenta de que es una posibilidad. —Raven me mira antes
de mirar detrás de ella a mis hermanos.
—Brody sería un tonto si se presentara en un lugar lleno de los Morelli —
respondo bruscamente. Lo sería, aunque sé que es una posibilidad. No quiero ponerla
nerviosa, ni tenerla más en vilo. Prefiero mantener mis ojos alerta, mi cuerpo armado.
Mi familia sabe a quién buscar. Brody no pasará desapercibido. Y si lo hace, al menos
256
tendré a Raven a salvo.
Se queda en silencio un rato y luego se aclara la garganta. Mis ojos se inclinan
hacia ella.
—¿Puedo hacerles una pregunta? —pregunta en voz baja.
—Mmm, depende de la pregunta, supongo. —Por el tono incómodo de su voz,
sé que va a hacer una pregunta que no me va a gustar.
—¿Quién es tu familia? Es decir, está claro que son los Morelli. Pero ¿qué son
los Morelli?
—Es claro que son peligrosos —dice Aria.
Miro por el espejo retrovisor. Tanto Gabriel como Matteo me observan con
miradas coincidentes.
¿Cuánto digo?
—Raven, estás haciendo preguntas de las que quizás no quieras saber las
respuestas.
—Quiero saberlo —dice con seriedad—. Estoy viviendo contigo y no tengo ni
idea de quién es tu familia. Se siente como si estuvieran guardando algún secreto
masivo.
Matteo se ríe en el asiento trasero.
Gabriel no dice nada.
No hay una puta ayuda de ellos.
¿Se lo digo? Nunca se va a ir, así que no es como si fuera a dañar nada. Aunque,
es un cañón tan suelto que podría usar cualquier información para tratar de arremeter
contra mí.
Es una maldita maniática.
Pero ella es mi maniática, y merece saberlo.
—Los Morelli provienen de una larga línea de sangre de miembros de la mafia
en Sicilia.
—¿Que son qué? —Aria jadea desde el asiento trasero.
—¿Mafia? —La cara de Raven se enrosca—. ¿Cómo la verdadera mafia?
—¿De qué otro tipo hay? —Me burlo.
Estrecha sus ojos hacia mí.
—No sabía que la mafia estaba por aquí. Pensé que estaban en la Costa Este o
algo así. 257
—Todo el tiempo están ocurriendo muchas cosas a tu alrededor que no
conoces. Piensa en Inferno; siempre está ocurriendo justo debajo de nuestros pies.
¿Cuánta gente lo sabe realmente?
Se encoge de hombros.
—Supongo.
No digo nada, y me dirijo a la autopista, a Portland.
—Tiene sentido, supongo —susurra, completamente perdida en sus
pensamientos.
—¿Qué tiene sentido? ¿Que estemos en la mafia? —pregunta Matteo con una
risa.
Su boca se frunce mientras contempla sus palabras.
—Bueno, sí. Quiero decir, tu madre siempre tiene una pistola, tu padre parece
un jefe, literalmente, todos son mortales, el nombre italiano... Nunca lo conecté todo,
pero ahora lo veo. Tiene todo el sentido.
La conversación deriva hacia el silencio, y ninguno de nosotros dice una
palabra durante el resto del viaje. Cada uno en su cabeza, con sus propias
preocupaciones.
La anticipación llena el auto, y no puedo evitar preguntarme si es una
premonición de lo que está por venir.
258
Capítulo Veintidos
Raven
N
unca había estado en un casino.
Nunca he visto filas de máquinas tragamonedas iluminando una
sala entera ni he oído el sonido de las campanas cuando alguien gana
un premio gordo. Ni siquiera he visto estas cosas en la televisión.
¿Cuándo he tenido tiempo o me han dejado hacerlo? Toda mi vida ha consistido en
estar atrapada en esta burbuja de la que nunca he podido escapar. Tan protegida que
no he podido experimentar la vida, ni siquiera a través de una pantalla de televisión.
Pero verlo ahora, en persona, oler el aire fresco, aunque esté obstruido por el
humo de los cigarrillos y los puros, es eufórico.
Mis ojos brillan. Mi cuerpo zumba. Tengo tantas ganas de sentarme ante cada
259
máquina y verlas girar y girar y girar.
Hay muchas opciones.
Un sinfín de oportunidades y tantas cosas diferentes que se pueden hacer en
un solo lugar. Quiero pasar mis dedos por el paño verde de las mesas de blackjack.
¿Es suave o áspero? La gente parece tan severa, con la cara desencajada mientras
mira al croupier.
Todas las personas de este lugar están vestidas para impresionar. Los hombres
van ataviados con trajes y las mujeres llevan vestidos que cuestan más de lo que yo
jamás podré permitirme. Los ojos se detienen, curiosos, en las dos chicas que se
relacionan con los hermanos Morelli.
Los tres, caminan uno al lado del otro, una fortaleza impenetrable que ni el
ejército más fuerte podría penetrar.
—Este lugar es una locura —grita Aria por encima del ruido, sus ojos brillan
como los míos mientras sus dedos aprietan mi mano.
Miro a Caelian.
—¿Podemos jugar?
Levanta una ceja.
—¿Sabes cómo?
Me detengo, observando a unas señoras mayores pulsar repetidamente el
mismo botón.
¿Qué tan difícil puede ser?
—No, pero estoy segura de que puedo resolverlo. —Me encojo de hombros.
Su labio se tuerce, y su mano rebusca en el bolsillo, sacando su cartera de cuero
negro. Toma un billete de cincuenta del pliegue central y me lo pasa.
—Date el gusto, bebé.
Lo tomo, deslizando el crujiente billete de sus dedos. No puedo evitar la sonrisa
que crece hasta que me duelen las mejillas, y puedo sentir a Aria vibrando de
emoción a mi lado.
Enlazamos los brazos, y puedo sentir a los chicos paseando detrás de nosotras
mientras buscamos la máquina perfecta.
—¡Ah, esa! —Aria señala hacia la pared, donde hay una hilera de máquinas,
con un gran lobo aullando en la parte delantera. El sonido del aullido resuena en la
sala mientras se reproduce un demo, y tengo muchas ganas de probarla.
—Perfecto —susurro, corriendo hacia la primera silla. Aria se sienta a mi lado 260
y nos quedamos mirando la pantalla.
No tengo ni idea de qué hacer a continuación.
—Tienes que poner el dinero en la ranura, Baby Crow —se ríe Matteo desde
detrás de mí.
Miro por encima del hombro y le frunzo el ceño.
Aria me arrebata el dinero de la mano y lo introduce en la máquina. La máquina
se ilumina y aparecen líneas por toda la pantalla.
—No tengo ni idea de qué demonios estoy haciendo —confieso, deslizándome
en el asiento. Se amolda a mi alrededor, hecho para la comodidad.
Como si quisiera que me quedara aquí.
Las líneas parpadean, esperando que tome una decisión.
—Sólo pulsa algo, Raven —suspira Aria, golpeando algunos botones al azar, y
luego pulsando el grande en el centro.
Las filas empiezan a girar y mis ojos se abren de par en par cuando empieza la
música. Las filas se aceleran y luego se ralentizan, cada una de ellas rodando hasta
detenerse. Me muerdo el labio, con los dedos agarrando la máquina que tengo
delante mientras espero con ansia.
—¿Qué ha pasado? —pregunto cuando todas las filas se detienen.
Sinceramente no entiendo nada de esto.
—Nada. No has ganado nada —dice Caelian desde detrás de mí, inclinándose
sobre mi silla y pulsando algunos botones, para luego volver a tocar el botón grande.
Las filas se aceleran una vez más, esta vez la música suena más fuerte. Cuando
disminuyen la velocidad y se detienen, algunas de las filas muestran una cabeza de
lobo, cada una de ellas aullando.
Entonces la música cambia.
—¡Cinco giros gratis! —Grita Aria.
Sonrío, a punto de volver a pulsar el botón cuando Caelian se adelanta.
—No tienes que hacer nada. Lo hará por ti.
Veo las filas girar para mí, mi pequeño cartel de cuarenta dólares en la esquina
bajando y subiendo, bajando y subiendo, hasta que terminan las tiradas gratis y tengo
unos cuantos dólares de más, ochenta.
—¡Vaya! —Los brazos de Aria se agitan en el aire. Como si hubiéramos ganado
mucho dinero. Supongo que para nosotras, como que lo es.
—Caelian. —Una voz viene de detrás de mí. Me doy la vuelta y veo a un grupo 261
de hombres de pie con trajes oscuros, con el cabello oscuro peinado hacia un lado.
El hombre que está al frente es más grande, su cintura es un poco grande, aunque es
alto.
El padre de Caelian está de pie detrás de ellos, y no puedo evitar fijarme en lo
parecidos que son.
—Tío Marco. —Caelian extiende una mano, estrechándola—. Buena
participación.
—Yo diría que sí —dice brevemente antes de que sus ojos se vuelvan hacia mí.
Parece curioso, no totalmente amistoso, pero tampoco desanimado. Se lleva el
cigarro que tiene entre los dedos a los labios y sus mejillas se ahuecan mientras da
una calada—. Creo que por fin ha llegado el momento de que nos presenten —dice
entre una nube de humo.
¿Por fin nos presenten? ¿Cuánto saben de mí?
Por las miradas de sondeo en sus ojos, saben todo sobre mí. Sus ojos pasan por
mi piel, como si supieran lo que he hecho, el dolor que he causado. Como si supieran
de quién está hecha mi sangre.
La mano de Caelian baja hasta mi brazo, sus dedos rozan mi piel suavemente,
su mano agarra la mía. Me levanta de la silla, hasta que estoy de pie frente a él.
—Raven, esta es mi familia. —Levanta la mano hacia el hombre de delante—.
Este es mi tío, Marco. Es el dueño del restaurante y ayudó a organizar el evento. Su
mujer ha cocinado la mayor parte de la comida de esta noche. —El tío Marco se acerca
a mí, me agarra de la mano y me atrae hacia él.
—Últimamente has sido la comidilla de muchas conversaciones —me dice,
dejando abierto si es algo bueno o malo. Lo dice sin rodeos, sin una sonrisa ni un ceño
fruncido.
—Oh —digo en voz baja.
Caelian me rodea la cintura con el brazo, atrayéndome hacia él. El tío Marco
levanta una ceja y me suelta de su agarre.
Estos hombres están en la mafia.
No parezcas demasiado enfadada. Que no cunda el pánico. Relájate, mierda, le
digo a mis nervios aunque mis miembros tiemblan con necesidad de derrumbarse.
Quiero preguntar de qué han estado hablando y si tiene algún problema conmigo.
Pero supongo que como está en la mafia, no quiero encontrarme en su lado malo.
—Este es mi tío, Stefano —dice Caelian, señalando a un hombre más joven.
Parece tener unos treinta años, y tiene rasgos duros e italianos. Apenas me dedica
una mirada, ni siquiera me ofrece la mano. Se limita a asentir con el cigarro que lleva 262
entre los dientes.
—Y, este es mi tío, Angelo. —Señala a un hombre que se parece mucho a su
padre. Deben estar cerca en edad, y tienen la misma mandíbula fuerte, el cabello
oscuro, la gruesa barba que recubre sus rostros.
Y luego está el padre de Caelian, Drogo. Los cuatro hombres parecen tal como
Caelian dijo que eran. Hombres de la mafia. Son tan peligrosos, tan feroces con sus
miradas ilegibles, y por fin entiendo de dónde aprendió Caelian su comportamiento.
Una rápida mirada por encima de mi hombro me muestra la siguiente
generación de hombres Morelli. Parecen igual de letales, quizá incluso más.
—Encantada de conocerlos a todos —digo en voz baja, sintiéndome
desubicada. Apenas puedo ordenar mis pensamientos al estar rodeada de hombres
Morelli a cada lado.
—Y esta es Aria —dice Gabriel, señalando hacia ella con un pequeño
movimiento. Ella lo mira con extrañeza antes de saludarlos con la mano.
Apenas le dedican una mirada antes de que sus ojos se posen de nuevo en mí.
Marco es el primero en hablar, sus ojos apenas pueden despegarse de los míos.
—La cena está a punto de servirse en el salón del buffet. Te sugiero que tomes
un asiento antes de que todos los mejores estén ocupados. Tenemos que llevar a cabo
algunos negocios antes de que se sirva la comida, así que nos veremos allí en breve.
—¿Negocios? —pregunta Caelian con brusquedad.
El padre de Caelian asiente y se marchan, dejándonos a todos de pie,
confundidos.
—¿Negocios? —Matteo se hace eco.
—Vuelvo enseguida —dice Caelian, su mano aprieta mi hombro mientras me
lanza una mirada pesada—. No te alejes de la vista de mis hermanos.
Se aleja, corriendo tras sus tíos y su padre. Se detienen y Caelian empieza a
hablar con ellos rápidamente. Su padre le contesta y Caelian se inclina hacia delante,
su padre le da una palmada en el hombro mientras hablan en voz baja.
No se ve bien.
Las miradas tensas y las líneas grabadas en sus frentes hacen que mi cuerpo se
enfríe, un escalofrío recorre mi carne expuesta. De repente, el aire no me parece
refrescante. Es como si los fragmentos de hielo me pincharan la piel, el aire ahumado
es sofocante. Claustrofóbico.
—Mierda —murmura Matteo a Gabriel.
Caelian se endereza y sus ojos se conectan con los míos. Dicen tanto mientras
me ocultan todo. Me oculta el mundo para mantenerme a salvo, pero al mantenerme
en la oscuridad, también podría alimentar a los tiburones.
263
Alejándose de su familia con un movimiento de cabeza, vuelve hacia mí con
una mirada vacía.
—Vamos a comer.
Me agarra, sus dedos están tensos y apretados en mi brazo, clavándose
mientras caminamos por el casino.
Se olvidó de sacar el dinero de la máquina.
Me meten en una gran sala, llena de mesas, flores y de tanta, tanta gente.
Hombres que parecen villanos, mujeres que parecen igual de mortales.
Caelian me lleva a una mesa en la parte delantera, el buffet de comida ya
humeante en el centro de la mesa. Comida italiana, pastas, panes, albóndigas y
ensaladas. Se me hace agua la boca por el olor de los pesados condimentos y el aroma
que desprende cada plato.
Me siento en una mesa y mis ojos se cruzan con los de Lucia. Está cerca de un
grupo de mujeres, todas igual de pétreas y calculadoras con sus pesadas miradas
mientras hablan entre ellas.
—¿Por qué todo el mundo parece tan serio? ¿No se supone que esto es una
fiesta? —Refunfuño mientras Caelian se sienta a mi lado.
—Últimamente la tensión es alta —responde distante, con los ojos a un millón
de kilómetros de distancia.
Me vuelvo hacia él y mi mano cae debajo de la mesa. Me agarro a su rodilla,
dándole un apretón.
—¿Qué dijo tu familia?
Sus ojos pasan brevemente por los míos.
—¿Hmm?
Entrecierro los ojos.
—Tu padre. Tus tíos. Acabas de hablar con ellos. ¿Qué dijeron?
Me mira fijamente un momento, antes de parpadear un par de veces.
—Nada de lo que tengas que preocuparte.
Me inclino hacia él.
—Puedo oler tus malditas mentiras, Caelian. ¿Qué es lo que no me dices?
Aprieta la mandíbula y mete la mano debajo de la mesa, sacando mi mano de
su pierna. Gira mi mano, y su dedo traza la palma.
—Te reto a que no hagas ninguna pregunta sobre cosas que no necesitas saber. 264
Sólo por esta noche. Veo que estás a punto de meterte en problemas, y no quieres
hacerlo aquí. No con esta gente.
Quito mí mano de la de la suya.
—No me voy a meter en problemas. Y no estoy de humor para tus retos.
Prefiero tu verdad.
Me mira fijamente, sus ojos sondean, lo consumen todo, me roban el aliento. Su
sola presencia podría hacerme caer de rodillas. Sabe el poder que tiene sobre la
gente, y su carácter calculador lo utiliza en su beneficio cada vez.
Aparto la mirada de él y me adelanto para levantar mi copa llena de agua
helada.
—Dime una verdad, Caelian —digo con frialdad, no estoy de humor para sus
juegos.
—Estaban hablando del evento, Raven. Cosas del drama familiar.
Apretando la mandíbula, la furia calienta mi sangre. El engaño está claro en sus
ojos. Puede que sea capaz de ocultarlos a los demás, pero yo lo veo tan claro como el
agua.
Me alejo de él, tomando las pinzas para la ensalada y dejando caer un poco en
mi plato. Le ignoro por completo, aunque puedo ver sus ojos clavados en mi cabeza.
Ahora mismo es invisible para mí.
—Raven —murmura.
Continúo ignorándolo, tomando ahora una pequeña cantidad de pasta y un
trozo de pan, poniéndolo en mi plato. No espero a que nadie más coma, demasiado
enfadada para los modales. Me zampo la comida, apoyando el codo en la mesa,
construyendo una barrera entre nosotros.
Mentiroso, gruño en mi mente mientras mastico la comida. Está deliciosa, sé
que lo está, pero apenas puedo saborear nada mientras la rabia me invade.
—Raven —me suelta, su voz es un gruñido grave que va directo a mi pecho.
Su mano se desliza bajo el mantel y sus dedos succionan mi rodilla. Aprieta con
fuerza y mi pierna se tensa, pero sigo ignorándolo.
No se merece mis palabras.
Estoy tan enfadada con él que podría tirar toda esta mierda al suelo y salir
corriendo de aquí, pero tengo el suficiente respeto por la mujer que hizo esta comida
como para no arruinar su duro trabajo.
—Mírame ahora mismo —gruñe, inclinándose hacia delante para susurrarme
las palabras al oído.
Sacudo la cabeza, dando un mordisco al pan. 265
Su mano me sube el vestido por el muslo, por encima de las rodillas, hasta que
las yemas de sus dedos rozan mi piel sensible. Mis dedos estrangulan la tela del
mantel para frenar el escalofrío que amenaza con recorrerme.
—Si no quieres mirarme, supongo que puedo obligarte. ¿Te gustaría eso?
Dejo escapar un gruñido.
—Déjame en paz. Estoy comiendo.
Su mano se levanta de mi muslo y dejo escapar un suspiro de alivio, sólo para
que vuelva a bajar su mano, directamente sobre mis bragas de encaje. Me tenso, el
pan se me cae de los dedos y cae en el centro del plato.
—¿Qué, pensabas que iba a iniciar una pelea? ¿Qué me volvería loco delante
de mi familia? Podría, pero esto es mucho mejor —gruñe.
Ligo mi mirada hacia la suya, mis ojos azotan y son odiosos.
—Quita la mano —digo entre dientes.
Sonríe, aunque se siente más vicioso que amistoso.
—Estás enfadada.
Subo la mano y rozo con los dedos su fuerte mandíbula. El comienzo de una
barba se asoma, creando una hermosa sombra. Lástima que ahora esté enfadada con
él, o lo más probable es que me convierta en un charco de papilla.
—Estoy absolutamente lívida, Caelian. Odio a los mentirosos. Ahora, retira tu
mano antes de que yo misma la retire.
Su mandíbula se crispa bajo mis dedos y me clava la mirada.
—Si quieres pelear, sólo espero que te des cuenta de que tendrás la atención
de tu prima y de mis hermanos. Se darán cuenta de lo que estoy haciendo —se burla
levantando la ceja.
Mis ojos revolotean por la mesa, hacia Gabriel y Aria que están en una profunda
conversación, y luego hacia Matteo, que se ha girado en su silla mientras mira el
trasero de una chica que pasa por la sala del bufé.
—Exactamente como lo predije. No harás nada más que lo que yo diga. No te
atreverías a llamar la atención. Por muy maniática que seas, no querrás hacer el
ridículo. ¿Qué pensaría todo el mundo, sabiendo que mi mano está contra tu carne
caliente debajo de la mesa?
Aprieto los dientes.
—Estoy muy enfadada contigo.
Sus dedos apartan mis bragas y vuelvo a sentirlo piel contra piel. Su dedo
corazón se desliza entre mi empapada raja y mi piel se enrojece. Sabe lo mojada que
estoy, lo excitada que me pone, incluso con rabia.
266
—Te gusta este secreto, ¿no? Te gusta el hecho de que te puedan atrapar.
—Tal vez sea mi ira hacia ti lo que me excita.
—O tal vez sea el hecho de que te tengo tal y como quiero, justo bajo mis
garras. —Sonríe mientras murmura sus palabras, con voz grave y llena de un calor
lleno de lujuria.
Agarro el tenedor con dedos temblorosos, el metal frío contra la palma de mi
mano ardiente, y clavo un trozo de lechuga ligeramente aliñada. Apenas puedo
masticar cuando me meto el tenedor en la boca. Tarareo mientras muerdo, aunque es
más por su tacto que por la comida en sí.
—¿Te gustaría que te diera la liberación que sé que está al borde, o prefieres
esperar durante el resto de la noche, sabiendo que luego te voy a partir en dos?
—Tal vez no hagas ninguna de las dos cosas, y yo encuentre mi propia
liberación, ya que estoy tan enfadada contigo —murmuro, sus dedos que se mueven
lentamente hacen que un sudor me recorra la nuca. Dejo caer el tenedor, pasando los
dedos por los rizos de mi cabello mientras lo levanto del cuello, dejando que una
ráfaga de aire me refresque la piel.
—Raven, te ves un poco sonrojada. ¿Estás bien? —pregunta Aria,
completamente ajena. Siento que cualquiera podría echar un vistazo y fácilmente ser
capaz de decir lo que estamos haciendo, pero tal vez no somos tan obvios como
parece. Tal vez parezca que sólo estamos en una profunda conversación.
—Estoy bien —susurro—. Sólo hace calor aquí.
Aria levanta el brazo, mostrando una línea de piel de gallina.
—¿De verdad? Me estoy congelando literalmente.
Gruño como respuesta, y los dedos de Caelian rozan mi clítoris. Siento cómo
extiende mi excitación, cómo su dedo se sumerge en lo más profundo, se enrosca y
golpea ese punto de mi interior. Mi rodilla se sacude, golpeando por debajo de la
mesa.
—Lo siento —murmuro, mis dedos vuelven a pasar por debajo de la mesa para
agarrar la muñeca de Caelian.
Detiene sus movimientos.
—Tienes que parar —gruño.
—¿Quieres que me detenga? —Se inclina, sus labios se acercan a la concha de
mi oreja. Respiro su aroma ante su proximidad, y quiero enterrar mi cara en su cuello
para inhalar su aroma amaderado, ahumado y lleno de cuero—. Así que quieres
esperar hasta más tarde, ¿es eso? Puedo oler lo excitada que estás. ¿Crees que
alguien más podría olerlo si pasara por aquí? ¿El dulce y picante aroma de tu
267
necesidad?
Sus palabras. Sus malditas palabras.
—No, no pares. —Suelto su muñeca, mis piernas se relajan cuando finalmente
me rindo. Sus dedos se ponen a trabajar, y los míos vuelven a agarrarlo, esta vez por
algo a lo que aferrarse. Llevo mi mano libre hacia adelante, mis dedos rozando mi
copa de agua. La condensación corre por el vaso, refrescándome al instante.
—Nunca podrás seguir enfadada conmigo. Nunca. Soy tu luz.
—Eres mi oscuridad —susurro, mis piernas empiezan a temblar mientras mi
orgasmo empieza a crecer.
—Tal vez. Pero aunque te mantenga en la oscuridad, seguiré luchando contra
todos tus monstruos por ti.
—Quizá seas mi ruina.
—¿Qué te parece esto? —pregunta, deslizando su dedo desde mi interior hasta
mi clítoris. Me presiona el clítoris y me inclino hacia atrás hasta que mi columna
vertebral choca con el respaldo de la silla—. Seré tu todo. Tu luz. Tu oscuridad. Tu
conquistador. Tu ruina. Tu latido. Tu aire. Soy la razón por la que tu sangre fluye por
tus venas, la razón por la que respiras. Porque soy tuyo. —Me pellizca el clítoris y no
puedo evitar que mis ojos se desvíen hacia la nuca cuando mi orgasmo llega a su
punto álgido, una oleada de calor que cubre cada centímetro de carne mientras la
piel de gallina brota a su paso. Me muerdo el labio para ocultar mi gemido—. Y tú
eres mía —gruñe.
Mierda.
El orgasmo me desgarra y parece que se prolonga eternamente. Me siento
como si flotara en un vórtice, un subidón del que no quiero bajar nunca. Mi piel se
calienta y se enfría simultáneamente. Me parece que tarda minutos, horas, mientras
me subo a la ola, hasta que finalmente, el silbido en mis oídos se calma y mis ojos se
abren.
Conectando directamente con Matteo.
Mierda.
—Eso fue literalmente caliente como la mierda —se ahoga.
—Cierra la boca, Matteo —suelta Caelian, sacando la mano de debajo de la
mesa, tomando una servilleta de lino cremosa y limpiándose la mano en ella.
Oh, Dios mío. Mi cara se pone roja.
—Mírala así otra vez y podrás salir de aquí con una pierna rota —gruñe.
—Pero, ella literalmente... 268
—Tengo que ir al baño —digo de repente, empujando mi silla hacia atrás. Aria
y Gabriel me miran, la cara de Aria se frunce de preocupación.
—¿Segura que estás bien, Raven?
—Estoy bien. —Sonrío, completamente forzada—. Vuelvo enseguida.
No espero una respuesta. Me enderezo el vestido y mantengo la vista en el
suelo mientras me dirijo al baño que vi cerca de la entrada.
Qué jodidamente humillante. ¿Cuánto vio Matteo? ¿Estuvo mirando todo el
tiempo?
Mierda, literalmente me acaba de ver tener un orgasmo.
Empiezo a sudar, y este vestido sedoso de repente me pica la piel.
Me deslizo entre los grupos de personas, mis tacones golpean el suelo
enmoquetado y estampado, mis ojos siguen los numerosos remolinos mientras me
dirijo al baño.
En el momento en que me acerco a la puerta, acelero, casi corriendo, al entrar
en el primer puesto. Por suerte, no hay nadie y cierro la puerta de golpe y me siento
en el asiento del retrete, con vestido y todo.
—Mierda, qué vergüenza —gimo, con la cara hundida entre las manos. Mi sexo
sigue palpitando de alivio mientras el resto de mi cuerpo se siente como si acabara
de caer en la parte más oscura y fría del océano.
¿Cómo voy a salir? Si Matteo se dio cuenta, seguramente otras personas
también lo habrán hecho.
¿Verdad? ¿Verdad?
Mis ojos arden con lágrimas no derramadas mientras la vergüenza me recorre
en gruesas olas. Mi estómago se retuerce y mis miembros tiemblan ante el horror de
todo esto.
No puedo creer que haya hecho eso.
Dejando escapar otro gemido, mi voz torturada rebota en las paredes del gran
baño. Apenas he tenido la oportunidad de contemplar la extravagancia de todo ello,
pero ya puedo decir que es igual de bonito, igual de glamuroso que el resto del lugar.
Respiro con fuerza, completamente abrumada. Deseando poder desaparecer.
Deseando poder volver a estar enfadada con Caelian en lugar de desmoronarme bajo
su contacto como hago cada vez. Siempre. Cada vez.
La puerta del baño se abre y me trago la vergüenza. Mis pies se acercan al
retrete y empiezo a revolver el rollo de papel higiénico para no hacer demasiado
269
ruido en la caseta.
Los pasos atraviesan el baño, pesados, sólidos. No son femeninos. No hay
tacones repiqueteando en la baldosa.
Zapatos pesados. Zapatos de vestir. Zapatos de hombre.
—Caelian, ¿eres tú? —Susurro, con la voz tapada y la nariz congestionada.
Los pasos se detienen y mi ceño se frunce, mi corazón da un vuelco. Mis labios
se abren y respiro lenta y temblorosamente.
—No estoy de humor para jugar —murmuro, deseando, esperando que sea
Caelian. Aunque sé, en mi corazón, que no lo es.
No es él en absoluto.
Mi mano se levanta del rollo de papel higiénico, y me pongo de pie, mis manos
van a las paredes a ambos lados de mí.
—Por favor, por favor, vete —susurro en voz baja.
—Estás preciosa esta noche, mi Baby Crow. —La voz de Brody se desliza a
través de la pared, sus palabras están llenas de tanta maldad, de tanta malicia, de
tanto amor, que un escalofrío recorre mi cuerpo.
No digo nada,
Da un paso adelante y las sombras de sus zapatos aparecen bajo la puerta. De
cuero, negros, brillantes y nuevos. Apuntando directamente a mí.
Doy un paso atrás, sólo para que el inodoro choque con la parte posterior de
mis rodillas.
No tengo a dónde ir.
Estoy atrapada.
Se pone en cuclillas, su mano se desliza por debajo de la puerta y sus dedos
rozan mi dedo desnudo. Echo el pie hacia atrás y el talón se estrella contra el inodoro
de porcelana. Oigo cómo se rompe y suelto un sollozo silencioso.
—Siempre he creído que estarías preciosa con un vestido de novia blanco,
pero al verte esta noche, vestida de negro, del color de un cuervo, creo que estás
hecha para el negro. Estás hecha para la oscuridad. —Su mano se retira y un grito se
escapa de mi garganta.
—Por favor, vete —grito suavemente.
—Un día, estaremos en el altar, y llevarás un vestido como el de esta noche.
Negro, lleno de tanta gracia. Aunque, no estarás de pie con Morelli. Estarás de pie
junto a mí —gruñe.
Dejo escapar otro grito, sin intentar reprimirlo esta vez. Apenas puedo
270
mantenerme en pie y me vuelvo a sentar en el retrete. Debería luchar contra él.
Lucha contra él, la voz de Caelian suena en mi oído.
Estoy aterrorizada. Una niña pequeña de nuevo al lado de este hombre grande
cuya obsesión me hace un nudo en el estómago. No quiero a este hombre, pero él
parece estar seguro de que estoy destinada a ser suya, para siempre.
Su mano se desliza por debajo de la puerta, con un pequeño reloj de bolsillo
de plata en la mano. El metal rechina contra el suelo de baldosas, tintineando mientras
lo desliza hacia mí.
Golpea la puerta, el reloj marca las once.
—Tic-tac, Baby Crow. El tiempo casi se acaba. A las doce, eres mía. —La
sombra se va, y sus zapatos se retiran, los sonidos de la habitación exterior fluyen
mientras la puerta se abre, cerrándose con un suave crujido de las bisagras.
Con un sollozo, mi mano golpea la cerradura y empuja la puerta para abrirla.
Salgo a trompicones, recogiendo el reloj de bolsillo y dejando atrás mi tacón roto.
Apenas puedo ver a través de los ojos borrosos mientras me tambaleo por el baño.
Tiro de la manilla y salgo, con un gemido en los labios mientras miro a mi alrededor.
Busco a Brody mirando entre la multitud, observándome, acechándome.
No lo veo por ninguna parte, aunque apenas puedo ver un centímetro delante
de mí.
Imagino que tengo un aspecto salvaje, con un tacón roto de mis zapatos, un
reloj de bolsillo que se balancea de mi mano al agarrar la cadena. Con la cara
desencajada por el terror y el maquillaje corriendo por mis mejillas. Apenas puedo
concentrarme en una sola persona, aunque siento los ojos de muchos sobre mí.
Otro cuerpo se cierne a mi alrededor en un segundo, el olor de Caelian se
enreda en mis sentidos.
—¿Qué pasó? —La cadena se arranca de mi agarre, y un gruñido sale de su
pecho, clavándose en mi vientre.
Oigo el amartillado de un arma y mis ojos se abren de par en par, mirando
hacia abajo para ver a Caelian comprobando el cargador y colocándolo en su sitio.
Más cuerpos se agolpan a mi alrededor, tantas voces hablando a la vez.
—¿Raven? —La suave voz de Aria se filtra entre todos ellos, sus ligeros dedos
recorren mi mano—. ¿Qué pasó?
Inspiro una bocanada de aire, con la cara congelada mientras la miro fijamente.
Siento que estoy en pánico, en un momento de puro terror del que no puedo escapar.
Un ataque al corazón. ¿Así es como se siente un ataque al corazón?
271
Me llevo la mano al pecho y me froto el dolor.
—No sé —jadeo—. Me cuesta respirar.
Caelian me arranca las manos del pecho y sus dedos se dirigen a mi cuello.
—Tu corazón está acelerado. Estás teniendo un maldito ataque de pánico.
—Ve por él. Ahora. No puede estar lejos —le dice a alguien. Un grupo de
hombres se aleja corriendo por la puerta principal. Los observo mientras intento
respirar, pero siento que me aprietan el pecho.
Mi visión se oscurece, y es como si atravesara un túnel mientras las esquinas
empiezan a desvanecerse. Alargo la mano, golpeando el aire, y empiezo a tropezar.
—Mierda —suelta Caelian, extendiendo la mano para agarrarme. Me levanta y
me arrastra por el pasillo, donde tenemos más intimidad. Mientras me deposita en el
suelo, veo a Aria y a Lucia de pie sobre su hombro, ambas con la cara torcida de
preocupación.
—¿Estás bien, querida? —pregunta Lucia.
Sacudo la cabeza.
Caelian se pone en cuclillas a mi lado, con sus dedos apretando mi cuello. Sus
ojos chocan con los míos.
—Respira de una maldita vez, Raven. —Sus manos van a cada lado de mi cara
y me aprieta las mejillas—. Quédate conmigo. Quédate. Conmigo.
Respiro entrecortadamente, pero profundamente, y mis ojos azules se centran
en los suyos, de color marrón. Me inclino hacia delante, hasta que mi frente choca con
la suya. Respira conmigo, cada exhalación me permite inhalar. Cada inhalación me
da espacio para exhalar. Me da aire. Me da vida. Me da esencia.
Mis ojos se cierran, y él sigue respirando conmigo, mi ritmo cardíaco
finalmente se calma a un ritmo normal.
—Se ha ido. —La voz de Gabriel llega detrás de Caelian, y mis ojos se abren
de golpe, con los bordes rojos de la preocupación. Un suspiro derrotado sale de mi
pecho y Caelian me devuelve la mirada.
—Lo encontraré, Raven. Lo encontraré.
272
Capítulo Veintitrés
Caelian
S
e ha vuelto a ir.
Se ha ido, carajo.
Mis hermanos no pudieron encontrarlo en ninguna parte. Buscaron
en cada centímetro del casino. Hicieron que la gente buscara con ellos, cada cabina
y silla, cada sala y pasillo en el que pudiera esconderse. Era imposible que estuviera
en el casino. Se escabulló de nuevo, escapándose entre las sombras y
desapareciendo en la noche.
Me siento tan mal por Raven.
Está jodidamente angustiada. La mirada en sus ojos me destroza por dentro. 273
Como si le hubiera fallado, decepcionado una vez más.
Me siento como un maldito idiota. Debería haber dejado a Raven con mi madre
y haberlo encontrado, carajo. Debería haber buscado y rebuscado hasta que me
sangraran los pies y me ardieran los ojos sin dormir.
En cambio, mis dedos eran incapaces de abandonar la piel de Raven. Su
conmoción era palpable, su angustia completamente comprensible. Estaba muy triste
porque la había encontrado una vez más. Lo que sea que le haya dicho en ese baño
hizo que su cara se pusiera blanca como una sábana, su piel permanentemente
erizada de piel de gallina.
Odia esta parte de sí misma. Es mucho más fuerte que esto. Lucha en el ring y
mata sin remordimientos. Tiene un frenesí dentro de ella, pero lo que sea que le haga
Brody extingue toda su fuerza y la entierra en la tierra.
Quiero encontrar la lucha que hay en ella y sacarla a la superficie, atarla a una
cuchilla y decirle que se vuelva salvaje. Necesita ser fuerte para superar esto, pero
no sé si lo tiene. No después de todo lo que ha pasado.
—Hijo, creo que podría ser un buen momento para llevarla a casa —dice mi
padre mientras me pone la mano en el hombro. Fue con mis hermanos a buscar a
Brody, y si hubiera tenido la suerte de encontrarlo, creo que la rabia que hierve en
mi padre lo habría hecho matar a Brody en lugar de salvarlo para mí. A mi padre no
le gusta que se metan con él, y Brody ha estado causando el caos durante mucho
tiempo.
Asiento y vuelvo a mirar a Raven. Mira a lo lejos, sin ver nada. El hermoso
maquillaje oscuro de su rostro se corrió y se ha extendido por sus mejillas, con los
párpados enrojecidos por la abrumadora emoción.
Sigue siendo hermosa.
—Vamos —le digo, ayudándola a ponerse de pie. Se tambalea hacia un lado,
miro hacia abajo y veo que le falta uno de los tacones de los zapatos. Mi cara se tensa
y me agacho para quitarle los caros tacones negros de tiras. Los tiro a la papelera y
agarro a Raven de la mano, tirando de ella hacia la puerta principal.
—¿Y si está ahí afuera? —susurra, tirando un poco de mi brazo.
—Cae, nos quedamos aquí. Vamos a seguir buscando por los alrededores
durante un rato. Haremos autostop a casa con mamá —dice Gabriel desde detrás de
mí.
Lo miro, y mis ojos se dirigen a Aria, que tiene los brazos cruzados sobre el
pecho mientras mira a su alrededor, inspeccionando cada rincón, cada hueco y cada
máquina.
Asiento. Necesito hablar con Raven, de todos modos. Necesito averiguar qué
274
es lo que le dijo para que esté tan angustiada.
Al darme la vuelta, Raven me mira con sus ojos redondos y preocupados, que
brillan bajo las luces blancas del techo. Mi mano se dirige a su mandíbula y la deslizo
por su cuello, dándole un apretón.
—Te prometo que no te volverá a tocar —le digo entre dientes.
Sacude la cabeza contra mi mano.
—No me digas mentiras, Caelian. Tal vez deba acabar en sus garras. —Sus ojos
se apartan de los míos y una lágrima se escapa, deslizándose hasta mi palma y
recorriendo mi muñeca—. Tal vez este es el final para mí, después de todo —susurra.
Aprieto los dientes y le arranco la mano de la cara. Se sobresalta y me mira con
miedo en los ojos. Me muevo de un lado a otro, odiando sus palabras,
despreciándolas. Quiero arrancarle la lengua de la garganta, ponerle un trozo de tela
alrededor de la boca para que no pueda decirme cosas tan viles.
¿Qué mierda le dijo?
—¿Vas a contarme alguna vez lo que se dijo antes de la cena? —pregunta, con
la voz todavía con un punto de irritación de antes.
Aprieto los dientes y la miro.
—¿Qué quieres decir?
Sus ojos se vuelven fríos, sus ojos azules se vuelven gélidos.
—No te hagas el tonto, Caelian.
Mi mano se dirige a su bíceps y envuelvo mis dedos con fuerza, dándole un
apretón mientras la conduzco por el pasillo y hacia la puerta principal.
—Es sólo un asunto de negocios. Con algunos socios. Nada de lo que tengas
que preocuparte.
Avanzamos por el pasillo hacia la salida, mis pies apresurados, los suyos
temblorosos y nerviosos. Está a punto de abrir la boca, seguramente para
interrogarme más, cuando doblamos la esquina y vemos a un grupo de chicos jóvenes
junto a la entrada, conocidos de mi familia, pero nadie que me importe.
Por lo tanto, no saben una mierda sobre mí. Sobre el verdadero yo.
Me miran de pasada antes de que sus ojos revoloteen hacia los de Raven. Ven
su belleza, la maldita perfección que es, incluso cuando parece que quiere caer en un
agujero negro. Sus ojos se quedan, y mi mente empieza a apagarse, la oscuridad
fluyendo por mis venas.
Un tipo silba.
—Maldita sea, está buena —gruñe uno de ellos, y se dan un codazo, riéndose
mientras observan a mi chica.
275
Mi Raven.
Mi jodida Baby Crow.
Raven se acerca a mí y la suelto, encogiendo su mano mientras giro a la
izquierda. Dejan de reírse cuando se dan cuenta de que me dirijo hacia ellos, y se
enderezan de sus posturas perezosas al anticipar una pelea.
—¿Sabes quién soy? —pregunto mientras me acerco.
Uno de los chicos de delante me mira con extrañeza.
—¿Debo hacerlo?
Mi labio se curva.
—Me llamo Caelian Morelli, y te has equivocado de persona. —Sus ojos se
ensanchan simultáneamente, pero los míos sólo se fijan en el hombre que ha decidido
decir más de una palabra sobre mi chica.
—Mierda —murmura uno de ellos.
Mi mano se dirige a la cintura y saco mi navaja, abriéndola de golpe. Todos
empiezan a retroceder, pero mi mano sale, mis dedos envuelven el cuello del hijo de
puta verbal. Aprieto fuerte, mi cuchillo empujando hacia delante hasta que la punta
de la hoja roza la entrepierna de sus pantalones.
Un tirón y podría enterrar esta mierda tan lejos en su basura, que se
desangraría en momentos.
—¡Vaya, lo siento! Lo siento. —Sus manos se levantan, su cara palidece
mientras el miedo le paraliza.
—¿No ves, carajo, que está con alguien? —gruño.
—Hombre, lo siente —intenta intervenir uno de los otros chicos, hablando
como si fuéramos malditos hermanos o algo así.
Agarro el mango de mi cuchillo, mi puño se abre, mis nudillos lo golpean en el
ojo.
Cae como una maldita piedra.
—Caelian. —Jadea Raven, acercándose a mí.
Mi cabeza se inclina sobre mi hombro, mi brazo se balancea mientras apunto
la hoja hacia ella.
—No te acerques a ninguno de ellos —digo, y mi cuerpo vibra con una energía
roja y caliente.
Sus ojos se entrecierran, pero se queda dónde está.
Llevo la hoja de nuevo a la entrepierna del hombre, pasando la punta por la
276
costura.
—Esa chica que está detrás de mí... —Sus ojos empiezan a levantarse, y rasgo
la costura de sus pantalones mientras empiezo a empujar—. No. No la mires, carajo.
—Mi mano libre aprieta su cuello, hasta que mis nudillos se blanquean, y su cuello se
pone morado—. Esa chica es tan jodidamente mía que ni siquiera mereces que tus
ojos vean los suyos.
Sus amigos retroceden de nuevo, dejándolo de lado. No quieren meterse en
medio, su miedo es tan claro como el día.
Trabajadores de la mafia que no merecen estar aquí, pero que de alguna
manera han encontrado una invitación y creen que se van a ligar a alguna perra rica
para deslizarse entre ellos.
Por desgracia para ellos, sus ojos se posaron en la chica equivocada.
—Si vuelves a poner tus ojos brillantes en ella, te meteré esta cuchilla por el
trasero hasta que te salga por la garganta —gruño en voz baja. Asiente, pero la tengo
apretada.
Lo observo durante un segundo, esperando su maldita afirmación. No me
importa dónde esté, qué día sea, o en qué circunstancia se encuentre, si alguien
quiere jugar cualquier tipo de juego cuando se trata de Raven, lo destriparé tan
rápido que estará muerto antes de que se dé cuenta de quién era el que estaba
mirando.
Mía. Tratan de mirar lo que es jodidamente mío.
Mis dedos se sueltan y alejo la navaja de su polla, sus pantalones de vestir
destrozados, mostrando un atisbo de sus bóxers a cuadros.
Retrocede a trompicones y se lleva la mano al cuello; mis huellas dactilares ya
le marcan la piel.
Me doy la vuelta y miro a una sorprendida Raven. Mi brazo se levanta y lo dejo
caer alrededor de sus hombros, atrayéndola contra mí.
—Salgamos de aquí.
Asiente, acurrucándose a mi lado mientras salimos. Mi padre debió haber
llamado ya al valet, porque mi auto se encuentra justo en la puerta, vibrando con un
ruido sordo. Me dirijo a la puerta del pasajero, la abro para Raven y la ayudo a entrar.
Echo un vistazo al estacionamiento mientras cierro la puerta y me dirijo al lado del
conductor.
La gente patrulla el terreno, y sé que lo buscan, con la esperanza de vislumbrar
algo de él, pero es inteligente. Su trasero se ha ido hace tiempo.
Justo cuando abro la puerta, Raven hace eco de mi pensamiento.
277
—Ya no está aquí —suspira.
Entrecierro los ojos mientras me deslizo en mi asiento.
—¿Cómo mierda sabes eso?
Mira por la ventana, en la distancia.
—Porque todavía no es tiempo.
Pongo la marcha, con la confusión escrita en mis rasgos.
—¿Tiempo?
Se acerca, mete la mano en mi bolsillo y saca el reloj de bolsillo que le arranqué
de la mano. Agarra el metal con la mano y sus dedos golpean la tapa de cristal.
—No es tiempo —dice de nuevo en un susurro.
La ira burbujea en mis venas.
—Raven, no sé qué mierda significa eso. ¿Tiempo? ¿Tiempo para qué? ¿Qué
demonios dijo?
Sus uñas negras golpean la tapa de cristal.
—Son las once. Brody dijo que sería suya a las doce.
Estrangulo el volante, con el pie presionando el pedal mientras vuelo hacia la
casa.
—No serás suya a las doce —gruño.
No dice nada, sus dedos acarician el reloj.
—Estoy cansada de causar dolor a todo el mundo. Es como si fuera un mal
presagio o algo así.
—No eres un maldito mal presagio, Raven. Cierra la jodida boca —le digo.
Me mira.
—¿Cómo lo sabes? Todo lo malo le ocurre siempre a los que me rodean. Causo
mucha confusión y estrés. No quiero seguir haciéndole esto a ninguno de ustedes.
Mi mano suelta el volante y me inclino, agarrando su muslo.
—¿Qué mierda te dijo ahí dentro?
Está callada. Pero me lo dirá, porque puedo sentir el malestar dentro de ella.
Tanto si quiere decir las palabras ahora como si no, acabarán saliendo. Necesita
desahogarse.
Finalmente, dice las palabras que me hacen ver no rojo, sino negro como el
carbón.
278
—Me dijo que quiere que me vista de negro el día de nuestra boda.
—¿La tuya y la mía? —pregunto, aunque sé la respuesta. El maldito no sería tan
amable para decir eso. Sé exactamente lo que Brody quería decir.
—No —dice con un suspiro—. Quiere que lo lleve en la mía y en la suya. En
nuestra boda. —Su voz se quiebra al final, y empuja el reloj de bolsillo fuera de su
regazo. Escucho cómo cae al suelo del auto con un golpe.
—Nunca te casarás con él, Raven. Nunca habrá un día en el que camines por el
pasillo hacia él. ¿Me oyes, carajo? Nunca. No mientras mi alma esté viva o muerta. Te
lo prohíbo, carajo.
—¿Cómo puedes controlar cosas que están fuera de tu control? —pregunta en
voz baja, su voz apenas audible por encima del suave rumor del motor.
—Eso es lo que no entiendes, Baby Crow. Nada está fuera de mi control. Y
cuando se trata de ti, yo escribo el maldito libro.
Capítulo Veinticuatro
Raven
D
e vuelta a la escuela.
Sinceramente, parece que nunca me fui.
Nadie me dedica una mirada. La gente que tanto quería hacerse
amiga mía ha vuelto a ignorarme. Todo el mundo parece tenerme miedo, o
desconfianza, como mínimo. Nadie se queda mirando, nadie se para a hablar
conmigo.
Aria vuelve a estar tranquila.
Los tres chicos detrás de mí vuelven a estar conectados a mi cadera. Rara vez
se alejan de mi presencia. Me esperan fuera de los baños, me siguen de clase en 279
clase.
Me lo esperaba, y si fuera mínimamente honesta, lo agradezco.
El comienzo de la semana ha sido un borrón, este fin de semana me ha puesto
patas arriba. Me siento como si estuviera de pie en la cornisa, y la más mínima ráfaga
de viento me hará caer. Caeré en picada y no podré volver a levantarme.
Estaré perdida para la eternidad.
Los ojos de Brody que he sentido sobre mí durante tanto tiempo no han
disminuido. En todo caso, se hacen más fuertes, más cercanos.
Está claro que la hora que queda en el reloj de bolsillo no era en sentido literal.
Pero ¿cuánto tiempo más tengo, entonces? ¿Cuándo, en su mente, el reloj da las doce?
Tiemblo, el cansancio me golpea los huesos. No sé cuánto tiempo más podré
soportar esto. No sé cuánto tiempo más podremos aguantar ninguno de nosotros. Aria
está a salvo, o creo que lo está. Él nunca ha hecho una amenaza en su dirección. Eso,
y Gabriel se pega a su lado de forma similar a como Caelian se pega al mío.
Los chicos Morelli, no creo que estén en riesgo. Y honestamente, son tan
amenazantes que no creo que Brody pueda llegar a ellos.
Ninguno de ellos, pero ciertamente no Caelian. Es demasiado salvaje,
demasiado maniático. Sé que se siente furioso por no haber atrapado a Brody todavía,
pero sé que cuando llegue el momento, Brody estará hecho pedazos, con Caelian de
pie sobre él con una sonrisa en la cara.
La verdadera pregunta es, ¿caeré con Brody, o me quedaré con Caelian?
Supongo que sólo el tiempo lo dirá.
Golpeo el lápiz sobre mi escritorio, escuchando a la profesora divagar sobre
una ecuación matemática que mi cerebro se niega a comprender. No ahora, no con
todo lo que está pasando en mi vida.
—Shh —una chica a mi lado se da la vuelta, mirándome fijamente. Hasta que ve
que soy yo, y sus ojos se abren de par en par, su piel se vuelve de un tono blanco
fantasmal—. Oh, lo siento mucho —dice con una mueca de dolor antes de darse la
vuelta.
—No tienes que sentirlo —murmuro. Odio haber pasado de ser odiada, a ser
amada, a que ahora me miren como si fuera un monstruo.
Pero lo soy, ¿verdad? ¿Posiblemente? ¿Quizás?
Imagino que mientras golpeaba con mis puños a Delanie, me parecía al
monstruo que siempre había imaginado que sería. Estoy segura de que si mirara
desde fuera, habría dicho que esa persona está loca, histérica, tal vez incluso
psicótica.
280
Que mi locura es incontrolable.
Me pica el deseo de liberarme de aquí, de huir, de escapar. Pero es más que
esta escuela de la que quiero escapar. Quiero ser libre de esta vida, de este constante
estado de caos que me rodea. Del que soy la causa.
Mis ojos se desvían hacia el reloj y veo pasar los segundos, sintiendo de alguna
manera que es un presagio para mi vida física. Segundos para que suene el timbre y
la escuela termine por hoy. Casi otra semana más.
¿Cuántos minutos más faltan para que se acabe mi tiempo?
Suena el timbre y, aunque lo esperaba, me levanta de mi asiento. El lápiz se me
escapa de la mano y cae al suelo. Me agacho, lo recojo y lo meto en mi mochila, junto
con el cuaderno y el libro de texto. Todo el mundo sale del aula a toda prisa para ir a
cualquier casa en la que puedan drogarse o emborracharse este fin de semana.
No tengo planes. Una parte de mí quiere rogar a Caelian que me deje ir a
Inferno. Que me deje luchar una vez más antes de no tener la oportunidad. Pero la
última vez que estuve allí, vi a Brody, y sé que Caelian rechazará mi petición.
Y para ser honesta, quiero aferrarme a la seguridad.
Los trozos vulnerables de mi alma quieren esconderse en la monstruosa casa
de los Morelli y esperar allí hasta que todo esto termine.
—Baby Crow. —La voz de Caelian atrae mis ojos hacia la puerta. Los tres chicos
Morelli están allí esperando, junto con Aria, que me observa con una mirada de
preocupación. Parece que no puede dejar de tener esa mirada, desde el casino.
Preocupación. Vacilación. Está escrito en su cara.
Una parte de mí desea que vuelva a odiarme, al menos entonces no me sentiría
tan débil.
—Vamos. Tengo jodidas cosas que hacer —dice Matteo con una sonrisa
mientras asoma la cabeza por la puerta.
Mi profesora de álgebra levanta la mirada de su pupitre, dirigiendo a Matteo
una mirada mordaz.
—Lenguaje, Sr. Morelli.
—Lo siento, cariño —responde con una sonrisa.
Sacudo la cabeza mientras me pongo la correa de la mochila al hombro y me
dirijo hacia Caelian.
—Pareces cansada —dice con el ceño fruncido.
Asiento.
—Lo estoy. Sólo quiero... —Suspiro.
281
Me detiene, su mano rodea mi codo y me tira contra él.
—¿Quieres qué?
—Quiero ir a Inferno, pero no lo hago. Quiero esconderme, pero no lo hago.
No sé lo que quiero. Sólo quiero que todo acabe. —La emoción me llena el pecho y
me froto la palma de la mano entre los pechos, intentando librarme del dolor.
—Todo acabará pronto —dice, como si lo prometiera. Pero no puede. No
puede prometer cosas que no sabe. Es una mentira. Todo es fingido.
No me creo sus palabras, pero asiento y, aunque no me cree, me suelta.
Bajamos a nuestros casilleros y me siento como si estuviera caminando entre la niebla
mientras doy vueltas a la combinación de mi cerradura, sin mirar realmente los
números, pero sabiéndolos de memoria. Abro la puerta metálica y mi corazón se
hunde.
Se acabó el tiempo.
Cae al suelo y se convierte en polvo.
Me apartan de un empujón mientras me arrancan el reloj de bolsillo del interior
de mi casillero.
Otro más.
Otro más.
No necesito tocar el reloj de metal para saber qué hora es en el frente. Once
cincuenta y nueve.
Son casi las doce.
Está muy cerca.
Está muy cerca.
Respiro, pero me resulta imposible aspirar aire a los pulmones. Mi mano se
dirige a la espalda de Caelian y agarro su camisa con los dedos, tirando de la suave
tela mientras se me cierra la garganta.
Se balanceaba en mi casillero, como un péndulo, de un lado a otro, de un lado
a otro.
Estaba aquí.
Mis ojos se dirigen hacia el pasillo, hacia la avalancha de gente que se agolpa
en un mar de colores. Podría estar en cualquier parte. Podría ser cualquiera de esos
cuerpos, observando mi pánico.
—Raven —grita Caelian, haciéndome girar. Me sacude, haciendo que mis ojos
vuelvan a los suyos—. Cálmate. Respira —me ordena.
Hago lo que me pide, aceptando puñados de aire en mis pulmones. Mis 282
pulmones finalmente se inflan, dejando entrar el aire que tanto necesito.
—Tenemos que salir de aquí —dice Matteo.
—Esto es muy jodido —suspira Gabriel.
—Se metió en la escuela de alguna manera. No puede volver aquí hasta que lo
encontremos. Es hora de cerrar la escuela —grita Caelian, metiendo el reloj en su
bolsillo. Cierra mi taquilla de una patada y se agarra a mí, llevándome por el pasillo
hasta su auto.
Para mantenerme oculta. Para protegerme.
Aunque parece que ningún lugar es ya seguro.
Capítulo Veinticinco
Caelian
D
os días más.
Sólo tengo dos días más para encontrarlo, o mi padre me
retirará del trabajo.
Pero ¿dónde carajo busco?
Todo el mundo se ha quedado en casa hoy, excepto yo, que me he pasado las
ocho horas de clase conduciendo, buscando su horrible Ford Escape, con la
esperanza de vislumbrarlo. Busqué cerca de casa, y busqué lejos, pero no estaba en
ninguna parte.
Estoy al límite, deshilachándome poco a poco, y luego está Raven. 283
Está... retraída.
Se está desintegrando, preparándose para lo inevitable. Todos podemos
sentirlo. Está destinada a llegar a un punto crítico en algún momento. Es sólo que,
hasta dónde va a llegar, esa es la verdadera pregunta.
Creo que en mis huesos sé que la mierda va a caer. Todo el mundo puede
sentirlo.
Hoy he mantenido las distancias con todo el mundo, porque estoy de mal humor
y me pongo en contra de cualquiera, por cualquier cosa. Debería ir a buscar una
muerte. Debería desquitarme con un cuerpo. Rosko puede sentir mi tensión. Él
también está tenso, listo para atacar en cualquier momento.
Esta noche fue mi punto de quiebre. No podía sentarme dentro con la familia y
tener el dedo en el trasero mientras esperaba que la mierda pasara.
No puedo. Estoy vibrando de rabia. Mi piel zumba con la necesidad de
encontrar a Brody de una vez por todas. Así que me fui. Me metí en mi auto y me fui.
Raven está enfadada. Está jodidamente lívida conmigo, con los ojos ardiendo
de fuego y los puños apretados cuando le conté mi plan. Sé que quería golpearme.
Le dije que iba a ir a Inferno y que no iba a venir conmigo.
Me dijo que encontraría la manera de ir sola, pero juré a mis hermanos que les
cortaría las manos si la dejaban salir de casa.
Así que esta noche, jugarán a ser niñeras mientras yo rompo huesos y corto la
piel. Tendré mi noche en la que podré descargar esta maldita rabia que me arde en
las venas y luego empezaré mi cacería. Lo que he estado haciendo es básico. Rastrear
la ciudad. Buscando en la base de datos del FBI. Cualquiera puede hacer eso si tiene
suficiente poder.
Pero soy un maldito Morelli. Y no cualquier Morelli, sino Caelian Morelli.
No dejo que la mierda se interponga en mi camino. No permito que la mierda
del mundo me derribe. Y de ninguna manera voy a permitir que mi padre me saque
de esta mierda. Voy a ser el que derribe a Brody. No va a ser mi padre, ni mis
hermanos, ni por mucho que ella quiera, tampoco va a ser Raven.
Voy a eliminar a Brody porque ya no es sólo un inconveniente, ahora es una
puta abominación para el mundo.
Es hora de cazar.
Apretando las manos en un puño, me dirijo hacia los vestuarios de Inferno,
ignorando los vítores y el entusiasmo. Le envié un mensaje a Reggie antes, diciéndole
que estaría aquí, solo. No me ha respondido, pero sé que ha corrido la voz. La gente 284
se emociona al ver a un psicópata enfurecido en el ring. Quieren ver sangre
derramada, no un labio ensangrentado, o un moretón morado en el ojo de alguien.
Quieren ver los dientes esparcidos por la alfombra, el olor abrumador de la sangre
metálica llenando el aire, el chasquido de un hueso rompiéndose más fuerte que
cualquier otro grito en la sala.
Quieren el frenesí caótico de un monstruo destrozando a otro ser humano. Lo
obtendrán de mí, y es exactamente por eso que Reggie nunca me rechazará.
Golpeando mi mano contra la puerta de los vestuarios, mis pies se detienen
cuando me encuentro cara a cara con él.
De pie, con un traje en el centro de la habitación, sus manos permanecen en
los bolsillos mientras sus ojos sondean los míos. La tela negra de su traje está crujiente
y apretada contra su cuerpo, el cuello perfectamente doblado, y los tatuajes que se
enredan alrededor de su cuello, detrás de sus orejas, hacia arriba y sobre su cráneo
se asoman.
Y su boca, su boca está presionada en una línea firme e irritada.
—Sr. Morelli —dice Reggie.
Levanto una ceja, haciendo una pausa antes de girar a su alrededor, dándole la
espalda mientras me dirijo a mi casillero.
—¿En qué puedo ayudarte, Reggie?
Gira sobre sus talones para mirarme de frente.
—¿Espero que no haya percances esta noche?
Abro mi casillero, girando la cabeza por encima de mi hombro lentamente y
lanzándole una mirada.
—¿Percances?
Se aclara la garganta, desviando la atención. Sabe que tiene que ir con cuidado.
—¿Cómo está Raven?
Tarareo en mi garganta, apretando la mandíbula para que no salga como un
gruñido.
—Raven está en casa, donde está a salvo, así que no tienes que preocuparte de
que cause problemas esta noche.
Volviendo a darle la espalda, me empujo el chándal por los muslos y me quito
los zapatos y los calcetines con la punta del otro pie.
—¿Hay algo más que pueda hacer por ti, Reggie? —La irritación empieza a
calentarme la piel, y me paso la camiseta por la cabeza y la arrojo a mi casillero—. ¿O
sólo estás tratando de averiguar información sobre mi relación con Raven?
—Mira, Caelian, Raven es mi...
285
Me doy la vuelta, acercándome todo lo que puedo al banco, con las espinillas
clavándose en el afilado metal.
—Raven no es tu nada, Reggie. Raven no es tuya en absoluto. Raven es mía, y
sólo mía.
Traga saliva, entrecerrando los ojos mientras me observa con los labios
blancos y finos apretados.
—Ya veo.
Asiento.
—Sí, y si te importa tanto, mantenerla alejada y reprenderla cuando pierde los
papeles no es el camino por seguir.
—Con todo respeto, Sr. Morelli, la conozco desde hace más tiempo que tú, y a
veces sólo necesita amor duro.
Me rechinan los dientes mientras le miro fijamente.
—Amor duro es lo que ha recibido toda su vida. Es todo a lo que está
acostumbrada. Es todo lo que ha conocido. Que la fastidies cuando ya está tocando
fondo no va a hacer que se sienta mejor, carajo.
Da un paso atrás, digiriendo cada palabra. Veo una ráfaga de emociones pasar
por sus ojos, aterrizando en la resignación.
—Si la jodes más de lo que ya está, puedo prometerte que te mataré, Morelli o
no.
Me río, vacío y sin alma.
—Puedo prometerte que si lo hago, me mataré.
Con esas palabras, me alejo de él y salgo del vestuario. Las voces son más
fuertes que nunca, gritos desgarradores que suenan a cada segundo que pasa. La
tensión recorre sus cuerpos y la histeria llena sus voces mientras anticipan la brutal
pelea.
Atravieso el túnel oscuro y entro en la zona principal, donde ya hay alguien de
pie en el ring, de espaldas a mí.
De repente, la luz está sobre mí, y los gritos me recorren la sangre, mis
miembros se vuelven muy alerta mientras me dirijo al ring. Los pies empiezan a
golpear el suelo, y es como una estampida mientras toda la sala ruge. Lo tapo todo,
los ruidos se desvanecen y lo único que oigo es un timbre, una alarma que retumba
en mi oído y que me dice una cosa.
Momento de matar.
Apenas miro al tipo a la cara mientras me agarro a la cuerda, pasando por
encima de los bordes deshilachados, mis pies descalzos rechinando en la alfombra
286
manchada. Me doy la vuelta para mirarlo, con una sonrisa en mi interior mientras mi
cara sigue siendo una máscara vacía. Ya he luchado contra este hombre, hace años,
cuando era nuevo en Inferno. Era fuerte, pero yo era mucho más fuerte. No era rival
para mí.
Pero cuando lo veo ahora, con sus músculos tensos, la mirada muerta en sus
ojos, las cicatrices acribilladas a lo largo de su fornido pecho, sé que este hombre se
ha tomado la derrota muy a pecho. Ha entrenado y luchado, y ha perdido muchas
veces. Por su expresión vacía, puedo decir que también ha ganado algunas. Y esta
noche, cree que me vencerá.
Por desgracia, no será así.
Su cuerpo se agita con rabia cuando se acerca a mí, su cara se transforma con
un gruñido malvado. Aprieta los dedos, grandes y doblados, por los huesos
destrozados innumerables veces.
Un gruñido animal retumba desde lo más profundo de su pecho. El ring vibra
cuando se acerca a mí y mi cuerpo se tensa cuando sus manos se levantan. Su brazo
se extiende, y me doblo por la cintura, con la cara inclinada hacia el techo mientras
me lanzo hacia atrás. Su otra mano vuela hacia mí mientras me enderezo,
golpeándome en el abdomen.
Movimiento equivocado.
Mi pie gira hacia delante y lo hago caer de pie, con lo que su cuerpo se estrella
contra el suelo con un potente estruendo. Sus dedos rodean mi tobillo y tira con toda
su fuerza, haciéndome tropezar. Caigo en la colchoneta junto a él, con el coxis
golpeado y un dolor que me sube por la columna vertebral.
Se da la vuelta, sobre mí en un segundo, su carnosa palma rodeando mi
garganta mientras aprieta, sus dedos temblando contra mi cuello.
Levanto la palma de la mano con rapidez y fuerza, golpeándolo en la frente. Sus
músculos crujen mientras su cabeza se echa hacia atrás, con un gruñido ahogado en
su garganta.
—Maldita sea —gruñe.
Levanto la pierna y golpeo la rótula con la planta del pie. La rótula retrocede, y
el crujido del hueso es una bendición para mis oídos. La gente jadea, grita, vocifera
su disgusto, mientras otros vitorean el dolor y el horror.
No se detiene. Quiere esto.
Usando su fuerte pierna, se arrastra hacia mí, agarrándose a mi pierna y tirando
de ella.
Pop.
La pierna se me sale de la cadera y suelto un rugido mientras caigo de
287
espaldas. Pero en cuanto mi trasero toca la colchoneta, mi pie opuesto sube y se
estrella contra su boca. Siento cómo sus dientes se rompen de raíz, deslizándose
contra mis pies antes de caer uno a uno. Mi pie retrocede y lo golpeo de nuevo, mi
empeine se empapa de sangre.
La saliva vuela de mi boca mientras el dolor palpita en mi pierna. Me incorporo
y mis manos se clavan en mi muslo mientras meto todo en su sitio. Se me abre la boca
y suelto un rugido desgarrador.
Mierda, eso duele.
Mi oponente hace lo posible por levantarse, rodando sobre mi pierna aún
adolorida. Lo golpeo con los nudillos en la cabeza y gruñe al caer hacia un lado.
Agarrándome a sus hombros, lo utilizo como palanca y me levanto hasta que me
inclino sobre él.
Suelto un gruñido, la saliva cae de mis labios a su mejilla. También gruñe, una
mezcla de dolor y asco le tuerce la cara. Mis manos caen a su boca, la sangre gotea
como un chorro rápido de sus labios a causa de los dientes perdidos. Deslizo mis
dedos entre sus labios, una mano va a la parte superior de su boca, la otra va a la parte
inferior.
Deja escapar un grito, incoherente, mientras intenta suplicar por su vida.
Mi cabeza se inclina hacia atrás, la sangre y el sudor ruedan por mi torso
desnudo mientras suelto un grito gutural.
Y tiro.
Más gritos llenan el aire cuando su mandíbula se parte por la mitad, la muerte
llenando su cuerpo mientras la vida se le escapa. Cae inerte debajo de mí y lo suelto,
con los dedos empapados de sangre, mientras me pongo de pie. La gente salta y trata
de captar mi atención, y no miro a nadie mientras me alejo a trompicones, sin energía
ni vida.
Mis pies golpean el suelo de cemento mientras salto del ring y me dirijo a los
vestuarios, ignorando mi lesión con el movimiento. Las luces se apagan, los sonidos
se desvanecen y el dolor me retumba en los oídos cuando entro a trompicones en los
vestuarios. Está vacío, por suerte. No hay necesidad de hablar con Reggie, no hay
malditas interrupciones.
Al agacharme, mi mano cae sobre el banco de metal mientras me encorvo,
gimiendo mientras mi muslo se sacude en agonía. Mierda, me duele muchísimo.
Me siento mucho mejor, pero todavía estoy alterado. Sé lo que tengo que hacer
ahora. Esta es la última vez que estaré aquí antes de encontrar a Brody. Ya no hay
tiempo para pelear y joder. Es hora de ponerse serio, de ser el asesino, el sicario, el
tipo que caza.
288
Es hora de acabar con esta mierda de una vez por todas.
Me inclino hacia delante, abriendo mi casillero sin ejercer ninguna presión
sobre mi muslo malo. Agarro mi ropa y hago una mueca de dolor cuando me pongo
la sudadera por encima de la cabeza, inclinándome para recoger el teléfono cuando
se desliza fuera del bolsillo. Ya está vibrando, y espero ver el número de Raven en la
pantalla, haciéndome un reproche por haberla dejado en casa.
Pero no es Raven.
Un número desconocido parpadea en la pantalla durante un momento antes de
quedar en negro.
Y entonces se pone en marcha de nuevo.
Toco el botón verde y me acerco el teléfono a la oreja, escuchando la fuerte
respiración. Los gritos de fondo.
Los mismos gritos que puedo escuchar en la distancia.
—¿Quién es? —pregunto lentamente.
Un suspiro responde primero, seguido de una lenta risa.
—Muy buena pelea esta noche, Caelian. ¿Era a mí a quien imaginabas partir en
dos?
Brody.
Aprieto los dientes y el teléfono cruje en mi mano cuando su voz suave y
excitada se desliza en mi oído. Me levanto y me pongo el chándal por encima de los
pies, colocándome rápidamente los calcetines y las zapatillas.
Necesito encontrarlo.
—Cálmate, Caelian. Puedo oír esos pensamientos salvajes que pasan por tu
cabeza. No hay forma de que me encuentres en este momento. Sólo diré que puedo
mezclarme bien. —Se ríe de mí, y empiezo a pasearme de un lado a otro, con el muslo
gritando a cada paso. Mi mano sale y agarro el borde de la puerta de mi casillero,
cerrándolo de golpe.
—¿Dónde mierda estás? —gruño.
—Dime algo, Caelian, ¿crees que Raven está muy segura en esa casa con tu
familia? ¿Crees que ese desagradable perro tuyo sería capaz de mantenerme alejado
de ella?
—¿Qué hace falta para que la dejes en paz? —Para que pueda encontrarte y
matarte, es lo que quiero decir.
Tararea en el teléfono y me dan ganas de cortarme la oreja por perder un solo
momento de mi tiempo hablando con él.
289
—Realmente no lo entiendes, ¿verdad? Ha sido mía mucho más tiempo del que
ha estado contigo. No eres más que un parpadeo en su vida, Caelian. Se olvidará de
ti con el tiempo. ¿Pero yo? Yo soy su para siempre. La ayudaré en su camino de
oscuridad. Pondré un anillo de diamante negro en su dedo. Llenaré su vientre con un
bebé. ¿Y tú? No serás más que un recuerdo lejano.
La rabia se enciende en mis venas y no puedo hacer otra cosa que blandir mi
puño hacia delante, mis nudillos golpean la puerta de la taquilla, formándose una
abolladura instantánea en el centro. Retiro la mano, sacudiendo los dedos adoloridos.
—Quizá deberíamos resolver esto en persona, en lugar de a distancia. Parece que
cada vez que me acerco demasiado, huyes. ¿Por qué huyes, Brody? Sólo un marica
huiría de una pelea.
Resopla en el teléfono y sé que he tocado un botón.
—Sé qué clase de hombre eres. Sé quiénes son los Morelli. Sería un suicidio
subir al ring contigo.
Me acomodo en el banco mientras mi muslo grita de dolor, las piernas me
tiemblan, mi cuerpo está húmedo de sudor. La sudadera se me pega al cuerpo, el
sudor succiona la tela contra mi piel.
Los pensamientos corren desenfrenados por mi mente, posibilidades de cómo
atraerlo a mis garras. ¿Cómo puedo atraparlo sin poner en peligro a Raven?
Por desgracia, sé que eso es imposible.
Raven es parte de esto. Ella es todo esto.
—¿Sabes qué, Brody? Creo que tenemos que pensar en esto seriamente.
Ninguno de nosotros se detendrá hasta que el otro esté muerto. ¿Pero tal vez no tenga
que ser así? ¿Qué tal si...? —Me muerdo el labio, preguntándome cómo puedo acabar
de verdad con esto.
Mis ojos se abren de par en par.
—¿Has estado alguna vez en un yate, Brody?
—No —Oigo el sonido de una puerta abriéndose, y luego silencio en la línea.
Ha abandonado el edificio. Su juego ha terminado, o no me he vuelto tan maniático
como esperaba. Ha terminado aquí, y ahora volverá a esconderse hasta su próximo
ataque.
Esta vez, estaré un paso por delante de él.
—Me gustaría extender la invitación a una fiesta mañana por la noche en el
agua. Justo a las afueras de Portland, así que no estará muy lejos. Tendré a Raven
conmigo, y podremos finalmente poner fin a todo esto.
vida.
El ding, ding, ding de su auto se filtra, y el ruidoso estruendo de su motor cobra 290
—¿Qué tienes en mente?
—Ven a verme al yate mañana. Uno de nosotros se irá con ella, y él otro no —
respondo con calma.
—Si vas a hacer que ella decida, sabes que le has lavado el cerebro. No me va
a elegir a mí —me grita.
Saco mis llaves del bolsillo, me levanto y salgo de los vestuarios. Un rápido
vistazo al pasillo, al ring, muestra a otros dos que ya están luchando a muerte, y el
cuerpo de mi oponente hace tiempo que desapareció.
—No depende de ella la decisión. Dependerá de nosotros.
—No la entregarás —gruñe.
Tiene razón, no lo haré. Nunca. Pero él no necesita saber esto.
—Bueno, parece que vamos a tener que esperar y ver qué pasa, ¿no?
—¿Cuál es la trampa? ¿Tendrás a todo el clan Morelli allí para derribarme? No
voy a caer en esa mierda.
Sacudo la cabeza.
—Nadie lo sabrá. Ni mis hermanos. Ni Raven. Me lo guardaré para mí. Ven con
un traje, yo vendré con el mío, y averiguaremos con quién quiere el destino que
acabe.
Está en silencio, contemplando desde el otro lado del teléfono.
—¿Sólo entre tú y yo? —pregunta.
Una sonrisa levanta mis labios, brillante y jodidamente dolorosa.
—Sólo tú y yo.
Puedo sentir su energía, su excitación por tomar a Raven, por tocarla. Por
besarla. Mis fosas nasales se agitan mientras mi temperamento se diluye.
Lucharé a muerte por ella.
—Estaré allí —dice, y parpadeo, una calma se instala en mi estómago.
291
Capítulo Veintiséis
Raven
E
l vestido plateado se ciñe a mi cuerpo y los diamantes se reflejan en la
luz persistente del sol del atardecer. La parte delantera muestra solo un
pequeño escote, el vestido parece pesado pero es ligero cuando cae en
cascada hasta mis tobillos, mis pies atados a un par de tacones negros.
Los tirantes del vestido son finos y están cubiertos de cristales cuando se
enganchan a mi espalda, a la gran hendidura de tela del vestido que llega hasta mi
cintura. La totalidad de mi espalda queda al descubierto, mostrando los omóplatos y
la columna vertebral. Mi cabello está rizado y recogido a un lado, gracias a Lucia. Ella
también ayudó a perfeccionar mi maquillaje y mi peinado, junto con el de Aria.
Es la madre que nunca tuve, la persona a la que puedo admirar. Es una mujer
292
fría, no es alguien a quien quieras acudir cuando necesitas un hombro para llorar,
pero es alguien con quien puedes hablar. Alguien que tal vez me entienda. Es alguien
que está ahí cuando nadie más está ahí para mí.
Y para Aria.
Aria se acerca a la esquina, con su bolso en la mano, con los nervios a flor de
piel mientras presiona con los dedos su vestido rojo sangre. No tiene tirantes, tiene
forma de corazón alrededor de los pechos y se ciñe a la cintura, haciéndola parecer
curvilínea cuando la tela se amolda a sus lados y baja hasta los tobillos. Está hermosa,
casi una mujer. Lleva el cabello recogido, con algunos mechones sueltos que
descansan sobre su cuello desnudo, salvo por el collar de diamantes que le regaló
Lucia.
Es impresionante.
—Estoy muy nerviosa, Raven, y no sé por qué. —Se ríe torpemente, casi tan
ansiosa por esta noche como yo. Tal vez por lo tímida que ha estado últimamente con
Gabriel. Lo sé porque he estado atrapada en la casa con todo el mundo estos últimos
días, aburrida como el demonio, y no he tenido nada que hacer excepto observar a
todo el mundo a mi alrededor.
He estado observando los encuentros entre ellos. Cómo se queda en una
habitación y la mira fijamente mientras ella no mira. Cómo ella lo sigue a los sitios.
Cómo se molestan intencionadamente sólo para que el otro reaccione. Cómo persiste
su contacto con ella. Cómo se aferra a él unos segundos de más.
Como hay esta maldita química creciente entre los dos que no puedo entender,
y honestamente no estoy muy segura de cómo me siento al respecto. Pero después
de todo lo que le he hecho a Aria, no quiero apagar más su felicidad.
Así que lo veo desde la distancia. Al menos por ahora. Dejaré que crezca y
florezca, y si veo a Gabriel hacer algo malo hacia Aria, le daré un golpe en el trasero,
sea Morelli o no.
Además de vigilar a Gabriel y a Aria, mis días y mis noches se han llenado de
acariciar a Rosko y de hablar mal de su dueño, o simplemente de hablar mal de
Caelian.
Estoy atrapada en esta fortaleza, sin poder ir a ninguna parte. No es que quiera,
con mi reloj metafórico casi agotado. Ni siquiera me siento segura entre estos muros,
pero esto es mejor que cualquier otro lugar del mundo, supongo.
Sólo estoy frustrada. Pero esta vez no puedo reaccionar. Mis reacciones
tendrán consecuencias, y no puedo permitirme quedar atrapada en mi pánico. No
terminará bien. Brody me atrapará. Sé que lo hará. Está buscando cualquier desliz;
uno de mis movimientos estúpidos, y se abalanzará sobre mí. 293
Me llevaría tan lejos que nunca me salvarían. Brody es inteligente, y los errores
de su primer secuestro no se repetirán. Será más sigiloso con su ataque, más rápido
con sus reacciones. No hace nada por sí mismo; no asesina a la gente porque sí, por
la notoriedad. Lo hace por mí.
Todo lo que hace es sólo para... mí.
Me estremezco, la idea de salir esta noche no es para nada algo que me haga
ilusión. Si se parece en algo al último evento en el que estuve elegantemente vestida,
me he dado cuenta de que Brody puede colarse en cualquier sitio. Es un camaleón.
Se mezcla. Puede fingir y suavizar su camino a través de cualquier cosa. No importa
que tenga casi cuarenta años. Es un hombre, no un niño. No se esfuerza, sigue siendo
guapo, aunque sea un monstruo repugnante. No tiene que esforzarse. Simplemente
consigue lo que quiere.
Así que la idea de dejar esta casa, mi lugar seguro, es aterradora. Incluso con
toda la familia Morelli a mi espalda, tengo esta sensación de vulnerabilidad, como si
nada lo alejara de mí. ¿Cómo sé que un barco en medio del océano es seguro?
¿Cómo se puede estar a salvo en cualquier lugar, cuando la obsesión se mezcla
con el amor? Nada es imposible.
—Raven, ¿me estás escuchando? —Aria suspira.
Me sacudo los pensamientos y me froto los brazos para deshacerme de la piel
de gallina que se me ha puesto en toda la piel. Le dirijo una mirada inexpresiva, con
sus hermosas facciones fruncidas por la preocupación.
—¿Estás bien? —pregunta.
Asiento.
—Estoy bien. Llevo tanto tiempo encerrada en esta mazmorra que es difícil
pensar en salir. —Unos revoloteos inquietantes me llenan el vientre y me froto contra
los diamantes de mi vestido—. No sé si es bueno que vaya. No mientras él siga ahí
fuera.
Se acerca a mí y pasa su brazo por el mío. Apoya su cabeza en mi hombro, con
cuidado de no estropear su maquillaje o su cabello.
—Creo que estarás bien si estás con Caelian. No dejará que te pase nada.
Me gustaría que eso fuera cierto, pero incluso con Caelian manteniéndome
unida a él, sigo sintiendo que me voy a perder. De alguna manera, algo malo
sucederá.
—Quizá sea mejor que me quede aquí —susurro, saliendo del baño y entrando
en el dormitorio de invitados. Me siento en la cama, pasando los dedos por los
diamantes de mi vestido, de arriba a abajo, de un lado a otro—. ¿Quizá me quede
294
aquí, donde estoy a salvo? Ustedes pueden ir a divertirse.
Cruza los brazos sobre el pecho y entrecierra los ojos mientras me mira
fijamente. Luego gira sobre sus pies y sale de la habitación sin decir nada más.
¿Qué demonios?
Me levanto de la cama y mis dedos se dirigen a las horquillas de mi cabello.
Me siento mal porque Lucia me compró este vestido, pero no puedo ir. No puedo ir
esta noche. No es seguro. Tienen que entenderlo, ¿no?
¿Cierto?
Un momento después, una mano se acerca a la mía, grande, fuerte y segura.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —me pregunta suavemente al
oído.
Me derrito en el abrazo de Caelian, con su habitual aroma a madera
intensificado por el efecto de su colonia.
Mis ojos se cierran mientras una sensación de calor me invade.
—No debería ir. ¿Puedo quedarme aquí? Creo que todo el mundo lo
entendería, dadas las circunstancias —le respondo en voz baja, moviendo los dedos
por debajo de su agarre para sacar la horquilla, pero se aferra a ella, quitándome la
mano de la cabeza.
—Vas a ir —refunfuña.
Sacudo la cabeza y me doy la vuelta para mirarlo.
—No puedo. Sabes lo inseguro que es. Él va a estar ahí —gimoteo, con los ojos
llorosos de miedo.
Suspira, sus ojos me miran mientras sus dedos recorren mi brazo hasta llegar a
la palma de la mano, y sus dedos agarran los míos. Me arrastra hasta la cama,
empujándome suavemente hasta que me siento en el borde.
—No tienes que preocuparte, Raven.
Mi cara se frunce.
—¿Cómo puedes decir eso? Me encontró en el casino. Dijo que mi tiempo
básicamente se acabó. Esta es la oportunidad perfecta.
Se pone en cuclillas frente a mí y sus manos apartan mi vestido hasta que
aparecen mis rodillas. Las agarra, sus manos recorren mis pantorrillas mientras
masajea los músculos tensos.
—No estará allí, Raven.
—¿Cómo lo sabes?
Me mira fijamente un momento, con una mirada extraña.
295
—Porque... no está en Oregón.
¿Qué?
Me muerdo el labio, preguntándome cómo podría saber esto.
—¿Qué quieres decir? ¿Cómo lo sabes?
Parpadea un par de veces y el silencio se hace más tenso en la ya silenciosa
habitación.
—Mi familia se enteró. Le vieron viajar hacia el sur, cruzando la frontera de
California.
—Pero... ¿por qué? ¿Cómo?
Sacude la cabeza.
—No lo sé. Uno de nuestros chicos vio su auto a unos kilómetros al sur de la
cabaña en la que te tenía. Lo han estado siguiendo desde entonces. Ayer cruzó la
frontera. —Deja caer su mirada hacia mis rodillas, sus dedos son tentadores y
delicados cuando acarician mi piel. Sin embargo, hay algo en sus palabras que no me
gusta—. No tienes que preocuparte, Raven. Se ha ido, al menos por ahora.
No me lo creo. No puedo creerlo. ¿No me estaría dando estas advertencias,
estas promesas de que mi tiempo está casi terminado, sólo para huir? No, algo se
siente increíblemente mal en esto. Algo no está bien.
—Está tratando de sacarnos de nuestro juego. Tiene que ser así. Algo no está
bien, lo cual es una razón más para abandonar todo el asunto y quedarme aquí. Rosko
me mantendrá a salvo. —Me acerco a Rosko y lo acaricio mientras duerme. Sus ojos
se abren por un momento, y cuando ve que soy yo, los vuelve a cerrar.
—No es un maldito juego, Raven, y vas a ir —me suelta, y me echo hacia atrás,
irritada por su tono.
—Me quedo —reitero.
—No, Raven. No lo harás. Digamos que está fingiendo, y tú decides quedarte
aquí. ¿Crees que estás más segura en esta casa con toda la seguridad y los gruesos
muros, o crees que estás más segura en un barco, con un montón de mafiosos
armados, con sólo el agua rodeándonos?
Me muerdo los labios pintados de rubí hasta que el sabor de la sangre inunda
mi lengua. Se inclina, agarra mi labio y lo libera de mis dientes.
—Sabes que estás más segura conmigo a tu lado, así que no te escondas aquí
sola. Quédate conmigo para que pueda protegerte.
Lo miro fijamente, con la reverencia que hay en su mirada. Lo que me dice es
en serio, siempre, aunque tengo un nudo en el estómago que me hace sentir que todo
esto está increíblemente mal. 296
—Está bien, pero por favor no me dejes sola. Por favor —le ruego.
Asiente al instante, con la mandíbula apretada.
—No te perderé de vista. Ni por un minuto. —Se lleva la mano a la espalda y
saca una correa y una Glock. Mis ojos se abren de par en par cuando me levanta el
vestido, empujando el dobladillo hasta la parte superior de mis muslos.
Rodea con sus dedos la carne de mi muslo, asegurando la funda firmemente
contra el músculo. Luego comprueba la pistola y saca el cargador. Veo un montón de
balas antes de que vuelva a meter el cargador y compruebe el seguro.
—¿Has empuñado alguna vez un arma, Baby Crow? —me pregunta, mirándome
con el rabillo del ojo.
Sacudo la cabeza.
Me tira de las manos, envolviendo mis dedos alrededor del mango, mi dedo
índice se desliza dentro del gatillo.
—Nunca, jamás, pongas el dedo en el gatillo si no estás preparada para
disparar. Tienes que sujetar el arma con fuerza, o nunca conseguirás una buena
puntería. Y ten cuidado con los dedos. —Los empuja unos centímetros hacia abajo—.
El coletazo del cañón te romperá fácilmente un dedo si lo tienes en la posición
incorrecta. —Asiento, con los ojos muy abiertos y llenos de nervios—. Aquí está el
seguro. —Acciona un pequeño interruptor hacia arriba y hacia abajo. Me agarra la
mano, poniéndola encima mientras amartilla la pistola—. Tira hacia atrás hasta que
una bala se cargue y suéltala. Entonces apunta... y dispara. —El arma se desprende
de mi agarre en el siguiente segundo mientras pone el seguro y la desliza en la funda
contra mi muslo. La siento ajustada cuando me pasa el vestido por encima de las
rodillas.
—¿Por qué necesito un arma si Brody no va a estar allí? —pregunto con un
temblor en mi tono.
Se lleva las manos a los muslos mientras se pone en pie. Inclino la cabeza hacia
atrás mientras lo miro. Vestido con un traje negro y una corbata plateada, con el
cabello ligeramente peinado. Se ve tan guapo, tan poderoso con un traje. Siempre es
tan intenso, alguien con quien nunca querrás meterte. Pero vestido así, como un
poderoso hijo de la mafia, es letal.
—La mafia irlandesa estará en el evento esta noche. No deberían molestarte.
Pero mantente alejada de ellos, de todos. No dejaré que ninguno de ellos se acerque
demasiado, pero debes estar atenta, y si la mierda va mal —se inclina, tocando mi
muslo—, usa la pistola.
Respiro entrecortadamente, tan nerviosa, tan insegura, pero él me tranquiliza.
Hace que me relaje y me sienta fuerte, incluso cuando no lo hago. No dejará que me
caiga ni que me pase nada malo. Porque le importo. Porque soy suya. 297
Nos acercamos al Voyager West, un enorme barco que parece del tamaño del
Titanic. Las luces llenan todas las ventanas, la música flota en la cubierta superior y
los camareros se pasean con sus trajes de tres piezas y sus copas de champán en
bandejas de plata.
El valet se acerca y Caelian sale. En el momento en que alguien abre la puerta,
Caelian está allí, empujándolo cortésmente mientras se hace cargo, con su mano
extendida hacia mí. La agarro, su palma es cálida contra mi piel. Salgo del auto y me
envuelve en su abrazo, estrechándome mientras lanza las llaves a un hombre que se
encuentra incómodo delante del auto.
—¿Ya te dije que esta noche estás absolutamente deliciosa con ese vestido? No
puedo esperar a despegarlo de tu piel —me susurra al oído.
Me estremezco, la anticipación y la necesidad recorren mi cuerpo. Deseo
desesperadamente que se lleve mis preocupaciones de esta noche, que me coloque
contra el yate, impidiéndome ver a los invitados mientras marca cada centímetro de
mi piel. Pero no lo hace. En vez de eso, me lleva rápidamente, dirigiéndose a la rampa
para subir a bordo.
Hay mucha gente y mis ojos buscan al instante a Aria. Vino en el auto con
Gabriel y Matteo, pero de repente la necesito conmigo. Me siento mal por haber
estado colapsando tanto tiempo, la pesada charla y los ojos de los extraños me llenan
el pecho de malestar.
Caelian actúa como mi guardaespaldas, manteniéndome fuera del alcance de
todos y de cualquiera mientras sus ojos buscan entre la multitud, inspeccionando.
Pasamos por delante de un camarero con una bandeja llena de champán, y lo
detiene con sólo una mirada, entregándome una copa.
—Para calmar los nervios —murmura.
La acepto con dedos temblorosos, me la llevo a los labios y bebo un sorbo
espumoso. Él toma una para sí mismo y la desaparece de un solo trago.
Subimos al segundo nivel, con el cuerpo de Caelian pegado a mi costado
durante todo el camino. Veo al instante a la familia Morelli y mis ojos se dirigen a Aria,
con una suave sonrisa en el rostro mientras habla con Gabriel. Todos parecen tan
extravagantes, con vestidos brillantes, trajes oscuros y expresiones inquisitivas
pintadas en sus rostros.
Es una fiesta destinada a los ricos y a los corruptos, de repente me pregunto
cuántas de estas personas tienen armas preparadas. 298
El aire es fresco esta noche, crujiente en la orilla, las olas se calman al chocar
contra el yate. Sin embargo, hay una tensión en el aire, con un sabor amargo en mi
lengua. No sé por qué, si es por Brody o por los irlandeses. Hay tantas cosas de las
que no estoy segura, y eso me hace sentir vulnerable. Ojalá no me sintiera débil, o
insegura, o cualquiera de las incertidumbres que estoy sintiendo, pero cuando tienes
a un asesino en serie tras de ti, y estás envuelta en un mar de gente peligrosa, no
puedo evitar sentir que soy la presa perfecta para un ataque.
Capítulo Veintisiete
Caelian
L
e mentí.
Deliberadamente no le dije la verdad. Mis labios se inundaron de
engaño cuando le dije que Brody estaba a kilómetros de distancia. Ella
no sabe que podría estar en cualquier parte de este barco, y lo estará.
Ella no sabe que la estoy usando como cebo para acabar con esto. Me odiaría
si supiera la verdad, que la estoy usando esta noche para matar.
¿Me perdonaría si supiera que estoy haciendo esto por ella? Probablemente
no.
¿Me haría mejor persona si planeara protegerla a toda costa, incluso mientras 299
la uso como peón para finalmente capturarlo? No.
Soy jodidamente terrible. Un maníaco psicótico. Por eso soy como soy. Por eso
no me llevo bien con la gente, ni tengo relaciones, ni me involucro con nadie, y punto.
Porque al final del día, no puedo cambiarme. El caos y la maldita receta del
desastre que es Caelian Morelli. Puede que sienta algo por Raven, y la protegeré
hasta que esté a dos metros de la tierra, pero también soy un Morelli, y tengo un
maldito deber con mi familia. No puedo tirar eso por la ventana, ni siquiera por mi
chica. Es imposible para mí olvidar que soy un asesino, que he crecido con la
mentalidad de que la familia es lo primero.
Sólo tengo que averiguar cómo mezclarlos. Cómo moldear una nueva receta
para hacer algo nuevo.
Tengo que aprender a adaptarme de una puta vez a ser un asesino psicótico,
un hijo de la mafia y un maldito protector de la chica que de alguna manera se ha
metido en mis huesos.
Puede que me desprecie cuando todo esté dicho y hecho, pero puedo vivir con
su odio, sabiendo que estará libre de Brody.
Puedo vivir con ello mientras él esté muerto. Sobreviviré, carajo, y la protegeré
desde lejos mientras pueda vivir una vida sin tener miedo constante y tener que mirar
por encima del hombro. Quiero que se levante, que respire, que vuele de una puta
vez como el cuervo que es y que le vaya fenomenal en su vida. No protegida, no
asustada, no una cáscara de la chica que se supone que es.
No, la ayudaré a volar, aunque signifique que se aleje de mí.
Las uñas de Raven se clavan en mi brazo, sacándome de mis pensamientos. La
miro, sus impresionantes rasgos se transforman en una mezcla de vacilación y
nervios. Esta noche está tímida, apenas sale de su caparazón. Se mantiene en guardia,
lo que tal vez debería hacer con los irlandeses y Brody aquí, aunque no sabe nada de
este último.
Sólo he visto a uno de los irlandeses, aunque todavía no he visto a Jack O'Clare.
Estará escabulléndose por aquí en algún lugar, siendo el turbio hijo de puta que es.
La reunión familiar secreta que tuvimos antes me tiene en vilo.
Jack está enfadado, y mi padre también. No prevemos llegar a un acuerdo esta
noche, lo que me hace preguntarme si la noche terminará en muerte. Mucha muerte.
Agarro a Raven con fuerza mientras tiro de ella hacia mis hermanos y Aria,
dándole un poco de margen mientras le da un abrazo a su prima. Miro a Matteo y a
Gabriel, ambos con miradas cautelosas.
No saben lo de Brody. Como le dije en mi promesa, no se lo diría a nadie. Y no
lo haré, porque ya tienen a los irlandeses para preocuparse. Si dijera algo, eso sólo 300
los pondría más en guardia, causaría más revuelo. Tanto Aria como Raven son
intuitivas como el infierno, y no puedo dejar que la mierda se desvíe.
Esta noche no.
Esta noche es cuando todo termina.
—¿Dónde está papá? —Le pregunto a Gabriel.
Inclina la cabeza hacia un lado y la sigo hasta la esquina, donde mi padre y mi
madre están de pie, hablando con un grupo de irlandeses. No con Jack, pero sí con
algunos de sus socios que sé que son igual de corruptos y molestos.
Miro a Raven, que está susurrando a Aria. No debería dejarla, le prometí que
no lo haría, pero también necesito ver qué está pasando.
—Acerquémonos. —Ensancho los ojos, diciéndoles lo jodidamente importante
que es esto sin decir una palabra.
Gabriel asiente, se acerca a Aria y le susurra al oído. Ella asiente, y envuelvo
mi brazo alrededor de la cintura de Raven, acercándola.
—Nos apartaremos un poco —digo, llevándola conmigo.
—¿Por qué? —Mira a su alrededor antes de que sus ojos se posen de nuevo en
mí, estrechándose ligeramente—. ¿Qué es lo que no me estás contando?
—Nada —murmuro, rechinando los dientes cuando sus uñas me arañan la piel.
Me atrae hacia ella y me inclino. Sus labios rozan la concha de mi oreja, y mi piel se
eriza por la necesidad de reclamarla delante de todos los que están en este barco.
—Si descubro que me mientes en algo, y sobrevivo a esta noche, puedo
prometerte que convertiré todas tus noches y tus días en un infierno —sus dientes
rozan mi piel antes de apartarse, enlazando su brazo con el mío.
Me vuelvo hacia ella y le dedico una sonrisa con todos los dientes al aire.
—No espero menos, Baby Crow.
Me dirige una mirada que podría partirme en dos. La ignoro, porque tengo que
hacerlo, y nos acercamos a mis padres, pero la dejo lo suficientemente lejos como
para que los irlandeses no la vean bien. Les impido que la vean y les dejo hablar
mientras me dirijo a mi padre.
—Buenas noches —murmuro, viendo cómo mi padre se gira hacia mí.
—Caelian, qué bien que te hayas unido a nosotros.
Mi madre mira por encima de mi hombro, sus ojos se posan en los de Raven
antes de volver a mí.
—Caelian. —Se inclina para besarme en la mejilla y me da un fuerte apretón
en el brazo. Una advertencia.
301
La conversación no va bien.
—Como decía, creo que podríamos llegar a un acuerdo en el que se filtre a
través de nosotros si es a lo largo de la Costa Este —dice un tipo con un fuerte acento
irlandés.
—Creo que no entiendes el tipo de negocio que he construido a lo largo de los
años. Mi respuesta es, y siempre será, no. Estoy seguro de que podemos llegar a otro
acuerdo —dice mi padre, con un tono de voz muy serio. Ya está irritado, cansado de
toda la reunión.
Otro irlandés con gafas oscuras se ríe mientras se adelanta.
—Este es el trato por el que hemos venido a través del país. No parece que
quiera llegar a un acuerdo, Sr. Morelli, parece que quiere quedarse con todo y
dejarnos a los demás en la estacada.
Este hombre me resulta familiar, y aprieto las manos en un puño al darme
cuenta de quién es.
Es el hijo de Jack. El príncipe de la mafia irlandesa. Connor O'Clare. Actúa
como si fuera una mierda dura, con su forma alta en su traje gris, pero no lo es.
Porque es tan delgado como un maldito lápiz, y podría fácilmente golpearlo y
limpiarme el trasero con su traje.
—No es dejar a nadie en la estacada cuando ha sido nuestro negocio durante
años y de repente quieres participar en él. Esta mierda no fue construida por los
irlandeses. La construyeron los italianos, y creo que va a seguir así. Si quieres
blanquear, vete al este y construye el tuyo propio. Tenemos nuestros clientes,
tenemos nuestro negocio, y no necesitamos tu ayuda para dirigir el país —digo desde
el fondo del grupo, y todos los ojos se vuelven hacia mí.
—Caelian —dice Connor con sorna—. Me preguntaba si nos agraciarías con tu
cara o te quedarías en el bosque con tu perro, haciendo alguna mierda tipo asesino
en serie. Ah, y me he estado preguntando —se ríe, una risa sin humor saliendo de su
pecho—, ¿Eres por casualidad el... imitador del Crow Killer?
Me acerco a él, con los dedos dispuestos a arrancarle la tráquea de la garganta.
Me está provocando, es un hijo de puta imbécil que se cree duro sólo cuando un
grupo de irlandeses está a su lado. En el momento en que lo tenga a solas, gritará
como el marica que es.
—¿Qué está pasando aquí? —suena la voz fuertemente acentuada de Jack
O'Clare cuando se acerca al grupo, con un grupo de mujeres del brazo. Una en
particular, se encuentra con mi mirada.
Sally Santino.
Es una mocosa de la mafia. Una de la élite. La hija de un empresario de alto
302
nivel. Se ha integrado en las mafias de todo Estados Unidos porque sólo conoce la
corrupción y la riqueza. Trata de colgarse de los faldones de quien le entregue
diamantes y le dé orgasmos.
Lo intentó con los Morelli. Fui un tonto al acostarme con ella hace un año, y fue
una experiencia jodidamente desagradable. Se esfuerza demasiado, lo quiere todo,
y pretende ser segura y fuerte cuando no es más que una perra insegura.
—Caelian, me alegro de verte —me dice, soltándose de Jack y bailando un vals
hacia mí, rodeando mi cintura con sus brazos y dándome un beso en la mejilla. Tiene
un falso acento irlandés en la lengua, y casi me río.
Casi.
No digo nada, sintiendo que los dedos de Raven siguen agarrando mi brazo,
ahora clavándose en mí. Casi hasta el punto del dolor.
No está muy contenta.
—¿De qué están hablando? —pregunta Jack, con voz suave.
—Los Morelli nos decían que no querían hacer un trato y que, básicamente,
este viaje era una completa pérdida de tiempo —arremete Connor.
—¿Es así? —Jack se levanta para acariciar su larga barba. Su cabeza calva está
cubierta con un sombrero de copa, y su traje es bastante anticuado pero sigue
pareciendo tan caro como siempre.
Malditos bichos raros.
—En realidad, no es el caso —murmuro, apartando los brazos de Sally de mí y
dando un paso atrás, hacia Raven. Siento que sus dedos se posan sobre mí mientras
lo hago—. Mi padre ha pasado toda su vida construyendo el negocio. Manteniéndolo
en funcionamiento. No tiene sentido dividir nuestras ganancias contigo para, ¿qué?
¿Vivir en la Costa Este? Eso es ridículo, y sabes que si fuera al revés, nunca lo
permitirías.
Me sonríe, y al instante quiero arrancarle los labios de la cara.
—Supongo que puede ser así, pero ¿qué otras opciones tienes? Si no quieres
colaborar en el negocio, ¿qué hacemos los dos trabajando en Estados Unidos?
—Ésa ha sido siempre la cuestión —responde Matteo.
Connor da un paso adelante, con los ojos entrecerrados.
—Las empresas encuentran una manera de trabajar juntas, así que,
seguramente, podremos resolverlo —dice mi padre, repitiendo su afirmación de
antes. Sé que está esperando su momento. Para ser sincero, estoy seguro de que en
303
su mente está contemplando cómo puede exterminar a los O'Clare para siempre.
—¿Qué tienes en mente, Drogo? —Jack pregunta con las cejas levantadas.
—Creo que no debes meterte en mi negocio, empieza el tuyo. Constrúyelo
desde los cimientos como lo hice yo. No interferiremos; no empezaremos una guerra.
Te dejaré tener tu terreno. No eliminaré a los que quieran trabajar contigo. Tú te
quedas en el este, y yo en el oeste, y nunca nos interpondremos en el camino del otro.
Jack se ríe, y mi columna vertebral se endereza.
—Ahora, diría que es un buen trato, pero si mantienes a tus clientes actuales en
el este, eso no deja a nadie para nosotros. Ya tienes un nombre en todos los rincones
del país. Eso deja... bueno, a nadie. ¿Ves el problema?
No decimos nada.
Connor mira a su alrededor y sus ojos se fijan en los diamantes que cubren el
vestido de Raven. Los veo brillar en sus ojos, y una sonrisa se dibuja en sus labios.
Oh, no, mierda, no.
—Sabes —se adelanta, y me interpongo en su camino, hasta que estamos cara
a cara, pecho a pecho—, tenemos mucha familia directa de Irlanda, muchos hombres
que buscan esposa. ¿Alguna de esas dos está... en venta?
—No —decimos todos los Morelli al mismo tiempo.
Jack levanta las cejas, quedando aún más intrigado.
—Bueno, tal vez podamos incluirlas de alguna manera en nuestro acuerdo, ¿no?
Doy un paso atrás, sabiendo que si diera un paso adelante como quiero,
acabaría en muerte y con tanta, tanta maldita sangre. Raven presiona su mano en el
centro de mi espalda, calmándome, centrándome. Ayuda, pero no es suficiente.
Nadie toca lo que es mío. Ni siquiera debería tener la maldita audacia de
mirarla sin mi permiso.
¿Quiere comprarla?
Oh, Diablos. No. Carajo, no.
—No te preocupes, no sería para mí. Mira, he puesto un anillo en el dedo de
Sally. ¿Ves? —Connor se agarra a la mano izquierda de Sally, levantando su dedo
anular y mostrando el odioso y enorme diamante. Todos lo miramos fijamente,
completamente desinteresados.
—No quieres venderlas, pero todos tienen un precio. ¿Cuánto? ¿Diez mil?
¿Veinte mil? ¿Cincuenta? No hay precio ilimitado cuando se trata de mujeres —
tararea Jack, y mi padre me mira por encima del hombro, lanzándome una mirada de
advertencia.
Mantén la calma.
304
No reacciones, carajo.
Lo sé. Lo sé, mierda. Están tratando de conseguir una reacción. Un segundo con
nosotros y las chicas delatan lo protectores que somos con ellas. Eso intrigaría a
cualquiera. Hace que parezcan un puto tesoro de oro.
Son más que eso. Mucho más que eso.
Cierro los ojos, me alejo de ellos y me vuelvo hacia Raven. Parece tensa, con
los ojos muy abiertos y el cuerpo tenso. Me agarro a sus bíceps, apretando su fría piel
e inclinándome hacia su oído.
—Lo eres todo y más, Baby Crow. Recuérdalo.
Pase lo que pase esta noche, necesito que sepa que es ella. Siempre ha sido
ella.
—¿Tal vez pueda persuadirlos para que se reúnan en el medio? —Oigo a Jack
detrás de mí, luego los pasos comienzan a retirarse, y sé que mi padre y mi madre se
han alejado.
Aprieto los dientes y estoy a punto de perder la cabeza. Mis manos se flexionan,
con ganas de tomar mi cuchillo y cortar la garganta de todos los irlandeses del barco.
Quiero hacerlo, mi cuerpo anhela la sangre. El hecho de que piensen que pueden
tener a Raven o a Aria...
Mi cuerpo se estremece y suelto a Raven, alejándome de ella y bajando un
escalón, dirigiéndome al borde del barco. Necesito un segundo. Sólo un segundo.
Miro a lo lejos, el océano negro como el carbón. Incluso a esta altura del agua,
la niebla me rocía la cara, fresca y refrescante para mi tensa piel. Es ominoso, lleno
de tanto misterio. Qué fácil sería esconder un cuerpo. Muchos cuerpos.
Toda una mafia irlandesa.
Suspiro y doy un paso atrás cuando un cuerpo choca contra mí. Me doy la vuelta
y me agarro a Raven, pero me doy cuenta de que no es Raven.
Es Sally.
La suelto al instante, dando un paso atrás, sólo para que mi columna vertebral
se conecte con la barandilla. Un poco más y estaré en el océano.
—¿Qué carajo estás haciendo? —Le digo de golpe—. Aléjate de mí —suelto
con desprecio.
No se asusta, acostumbrada a mi temperamento. Sally es del tipo desesperada
que no se alarma ni se asusta fácilmente. Nunca lo estuvo. En todo caso, lo disfruta,
como lo demuestra su acercamiento a mi inexistente abrazo.
—Sólo quería hablar contigo, Caelian. Sólo tengo un momento hasta que
Connor me busque.
305
Entrecierro la mirada.
—No me importa. Aléjate de mí.
Estrecha la suya también, su mano se levanta para presionar contra mi pecho.
—¿Así es como se saluda a una vieja amiga, después de todo este tiempo?
—No eres una vieja amiga —gruño.
Sus dedos acarician la tela de mi abrigo, mirándome a través de sus gruesas
pestañas postizas.
—¿Estás celoso de Connor? Puedo verlo en tus ojos.
Me río a carcajadas.
—No lo estoy. Ni siquiera un poco. Y te sugiero que me quites la mano ahora
antes de que tenga que quitártela.
Se ríe en voz baja, seguido de un suspiro.
—Siempre me ha gustado que te enfades. Hace las cosas más... emocionantes.
Tarareo.
—No siento lo mismo.
—No es igual que tú, sabes. Connor, toda la familia O'Clare. No dan miedo, ni
son aterradores, no tanto como ustedes. Me hace extrañar lo que solíamos tener.
—No teníamos nada, Sally. Te follé una vez en un sucio colchón y te eché a la
calle. No sé qué demonios hay en tu puto cerebro distorsionado, pero prefiero tener
las bolas azules para la eternidad que meter mi polla en tu coño otra vez. —Y esa es
la maldita verdad. No significa nada para mí, y nunca lo ha hecho.
—Eres malo, Caelian. ¿Es esa la forma de tratar a una dama? —Suspira,
cruzando los brazos sobre el pecho.
—Realmente no me importa —gimo, deseando salir de esta maldita
conversación más que nada en el mundo. Volver con Raven. Nunca debí dejarla sola.
Fue un movimiento jodidamente estúpido por mi parte.
—Tal vez te refresque la memoria con lo bueno que solía ser —susurra,
desenvolviendo sus brazos y agarrándose a mí. Se pone de puntillas y, antes de que
pueda echarla a un lado, está pegada a mí y sus labios se posan en los míos.
Mis ojos se abren de par en par y me aferro a sus brazos, empujándola.
Bang.
Mi cara se humedece, y casi creo que es niebla del océano, hasta que el olor a
sangre llena el aire.
306
El cuerpo de Sally se vuelve pesado en mi agarre y la suelto. Cae al suelo y
Raven aparece detrás de ella, con una pistola en la mano, apuntando directamente en
mi dirección.
Oh, mierda.
Capítulo Veintiocho
Raven
L
o observo. Lo observo colgando de un hilo mientras camina hacia el borde
del barco, mirando a lo lejos. Tan guapo, tan jodidamente robusto y
fuerte. Quiero ayudarle. Quiero ayudarle a levantarse como él lo hace por
mí.
Lo que se habla entre los irlandeses y los italianos no es bueno. Las miradas en
sus rostros siguen siendo tensas, sus voces estridentes y agudas. Tiene a Caelian en
vilo, hasta el punto de preguntarme si una masacre es inminente. ¿Cuánto tiempo
tenemos en este yate hasta que un cuerpo sea arrojado por la barandilla?
Mis pies aceleran el paso, listos para ir a Caelian, cuando otro cuerpo aparece
ante mí. La hermosa chica que vino con los irlandeses.
307
Con un vestido negro que la hace parecer una modelo y una princesa a la vez,
pasa junto a mí sin pensarlo dos veces, como si yo fuera el aire reciclado que no se
atreve a respirar. No sólo camina, sino que flota, como si los tacones de sus pies
estuvieran hechos para ella y no se le clavaran en los dedos a cada paso. ¿Por qué es
tan perfecta?
Sus ojos están puestos en una persona y sólo en una persona.
Mi hombre.
La observo mientras se acerca a él, y él se agarra a ella.
Mi sangre se convierte en hielo. Nunca he sentido tanta rabia como ahora. Ni
con Brody, ni con mis tíos, ni en el ring, ni con ninguna de mis muertes. Nunca había
sentido tanto odio en mi cuerpo, la necesidad de desgarrar a alguien miembro por
miembro es tan fuerte que puedo saborearla.
Están hablando, y odio que se digan palabras entre ellos. Odio la cantidad de
aire que comparten. No lo soporto. Pero no puedo apartar la mirada. Es una película
de terror que no puedo dejar de ver.
Mis pies permanecen pegados al suelo debajo de mí, aunque deseo con todas
mis fuerzas que me lleven hasta él, para poder destrozarla tanto como mi sangre me
grita.
No puedo oír lo que se dice entre ellos. Su cabeza está inclinada y apenas
puedo ver su rostro, pero la cercanía entre ellos dice lo suficiente. Están
familiarizados el uno con el otro.
Se conocen del pasado.
Está demasiado cerca.
¿Y por qué no la empuja?
Aprieto los dientes, las lágrimas me queman los ojos mientras observo el íntimo
encuentro. Mis entrañas se retuercen, mi piel es una mezcla de ardor y congelación
hasta el punto de que casi me siento mal. Quiero paralizarme, caer de rodillas, pero
también ir hasta allí y arrojarla sobre el motor del yate. La odio. No tengo ni idea de
quién es, y la desprecio absolutamente.
Pero no es hasta que se inclina contra él, presionando sobre sus dedos de los
pies y sus labios asegurándose contra los de él, que veo rojo.
Sangre, caliente, roja.
Sólo pasa un segundo, pero siento como si mi cuerpo se moviera a cámara
lenta, cada uno de mis huesos y centímetros de carne electrocutados por la rabia,
aunque un entumecimiento se apodera de mi mente. Mis parpadeos son lentos, mis
extremidades pesadas mientras bajo la mano, deslizando la tela de mi vestido por mis
308
muslos. Mi palma agarra la empuñadura de la pistola y la saco de la funda.
¿Por qué no la aleja?
Levanto el arma, apuntando directamente a ella mientras quito el seguro. Me
tiembla la mano, pero no por los nervios, sino por la ira incontrolada.
Mi dedo se desliza por el gatillo, sus palabras resuenan en mis oídos.
Nunca pongas el dedo en el gatillo hasta que estés lista para disparar.
Vuelvo a colocar el dedo sin dudarlo, justo cuando él la empuja.
Bang.
El disparo suena, los jadeos y los gritos llenan el aire detrás de mí justo cuando
la bala conecta con su bonito cráneo de cabello oscuro. La gente se precipita a mi
alrededor, el caos absoluto estalla en todas las direcciones. Mi cabello se agita
cuando la gente pasa corriendo a mi lado en un intento de escapar de los disparos.
Los ojos de Caelian se abren de par en par, dejándola caer al suelo en un
montón negro.
Levanta los ojos, conectándolos con los míos, con una serie de emociones que
lo atraviesan.
Sorpresa. Ira. Rabia. Respeto. Furia. Resignación. Dolor. Disculpa.
La pistola me es arrancada de la mano en el siguiente segundo, y Matteo entra
en mi campo de visión mientras se guarda mi arma. Gruñe, sus manos agarrando mis
hombros mientras pone su cara frente a la mía.
—¿Tienes idea de lo que acabas de hacer?
Muestro mis dientes, mis palabras se pierden, pero mi ira no.
Caelian aleja a Matteo de mi lado, agarrándome del brazo y tirando de mí hacia
atrás.
—¿Qué demonios, Raven?
Mi mano se extiende, lista para abofetearlo en la cara. Pero está preparado
para ello. Me agarra de la muñeca, manteniéndola como rehén contra él.
—No te atrevas a tener una pizca de ira hacia mí. No pedí su atención, carajo.
—No la apartaste.
—Lo hice. Lo hice, carajo, Raven.
¿Lo hizo?
¿He perdido la cabeza?
Entorno los ojos hacia él. 309
—No lo suficientemente rápido —le gruño.
Cierra los ojos, un suspiro tembloroso le desinfla el pecho.
—No tienes ni idea de lo que has hecho.
—Maté a una chica que tocó lo que era mío. Sabes que tú habrías hecho
exactamente lo mismo —digo bruscamente.
Asiente.
—Peor que eso, Baby Crow, pero aun así la cagaste.
Un arma se amartilla, y miro por encima del hombro de Caelian, viendo una
pistola apuntando en mi dirección. Mis ojos se abren de par en par y suelto un grito
ahogado.
Mierda. ¿A quién demonios acabo de matar?
Caelian gira, manteniéndome detrás de él mientras deja escapar un gruñido.
—Baja tu maldita arma, Connor.
—Mató a mi maldita prometida —dice—. Quítate de en medio. Una vida por
una puta vida.
—Puso sus manos en Caelian —gruño.
Oigo amartillar una pistola tras otra, mis ojos vagan por la cubierta, Drogo,
Lucia, Matteo y Gabriel, todas sus armas apuntando a Connor. Y una tonelada de
hombres que nunca he visto antes tienen sus armas apuntando hacia mí.
Connor entrecierra los ojos, su mano tiembla mientras me apunta con su arma.
—Estás mintiendo, carajo. —Sacude la cabeza, negándose a creer la verdad.
—No está mintiendo —dice Caelian.
—Todo el mundo, bajen las armas —dice un hombre mayor, con un acento
pesado y apenas comprensible.
Todos mantienen sus armas en alto, Connor sigue mirándome fijamente de
forma letal.
—Ahora, Connor. No dejes que te lo repita —gruñe el hombre mayor.
Entorna los ojos hasta convertirlos en rendijas mientras me mira fijamente,
bajándolos ligeramente, y luego baja el brazo, con la pistola balanceándose a su lado.
Todo el mundo sigue su ejemplo.
—Tal vez no podamos llegar a un acuerdo sobre nuestros negocios esta noche,
pero seguramente podremos llegar a un acuerdo sobre esto. De eso estoy seguro.
Caelian se tensa frente a mí, una pared de ladrillos que se niega a romperse.
310
—¿Qué es lo que tienes en mente? —Drogo pregunta, su tono es cauteloso.
La mirada del anciano se dirige a Aria, y mis ojos se abren de par en par.
—Como la prometida de mi hijo, mi futura nuera, murió a manos de esta mujer,
mi hijo necesita ahora una esposa. No puede hacerse cargo por completo del negocio
hasta que esté casado y tenga un nieto que un día se ponga en mi lugar.
Trago, los nervios tocan fondo en mi estómago.
No puede hablar en serio.
—¡No puedes hablar en serio! —Gabriel grita, haciéndose eco de mis
pensamientos.
—Serio como el cadáver de Sally. —Señala a Aria, y ella se encoge detrás de
Gabriel—. Puedes entregarnos a esta chica esta noche, y le daremos la bienvenida a
nuestra familia, o cada uno de nosotros puede levantar sus armas, y ver quién sale de
este barco de una pieza.
Aria se pone a llorar, cayendo sobre Gabriel. Sacude la cabeza, sin creer las
palabras cuando sé sin duda que el anciano las dice en serio.
La mierda que acabo de empezar es mala. Realmente mala.
Se siente como si hubiera empezado una guerra.
—Elige tu opción con cuidado, Drogo, y elige sabiamente. —Hay una amenaza
en sus palabras, y quiero desgarrar mi estómago y eliminar el doloroso malestar que
se ha instalado. Es un sentimiento terrible. No puedo perder a Aria.
No puedo.
Trago sobre el nudo en la garganta, saboreando la amargura de mis acciones.
Sé lo que hay que hacer. Nunca permitiré que Aria cargue con la culpa o viva una vida
de dolor por mi culpa. Nunca más. Ella puede florecer, puede crecer. Me duelen los
huesos y me arde la nariz de terror, pero sé que tengo que hacerlo. Por Aria.
Gabriel la levanta, y ella se pone de pie, dándome una mirada y un movimiento
de cabeza. Está dispuesta a entregar su vida a ellos, así de fácil. Para protegerme.
Está resignada.
No. Absolutamente no.
Doy un paso alrededor de Caelian, que jura en voz baja mientras me acerco a
este hombre. Caelian me agarra de la muñeca, pero no detengo mis pasos.
—Llévame a mí en su lugar. —Todos se giran hacia mí, y me niego a mirar a
nadie a los ojos, pero puedo sentir su frustración conmigo. No quieren que haga esto.
No tienen elección. Nunca, nunca, dejaré que Aria caiga por mi culpa. 311
—Por favor, déjala en paz y llévame a mí. Haré lo que quieras —ofrezco
suavemente, con la voz temblorosa y la lengua pegada al paladar.
Connor me mira de arriba abajo, con una sonrisa asquerosa cruzando su cara.
—¿Por qué deberíamos aceptarte, querida? Asesinas sin miramientos. Pareces
un problema, y no busco que se desarrollen problemas en mi familia —dice el
anciano, y asumo que es el padre de Connor.
—Lo prometo, haré lo que quieras. Sólo quiero que la dejes al margen. —
Levanto el pulgar en dirección a Aria, y hago una mueca interna cuando la oigo soltar
un grito de dolor.
—Por favor, Raven... —grita.
Caelian me tira hacia atrás.
—No vas a hacer esto, carajo. —Me agarra de la barbilla, tirando de mis ojos
en su dirección—. Nunca te dejaré ir, ¿me oyes? Nunca. —Se vuelve hacia Connor,
empujándome fuera del camino—. Llévame a mí en su lugar. Deja a las chicas fuera
de esto.
Connor se ríe.
—No me gustan los hombres, Caelian. Aunque me sorprende que sea lo tuyo.
—No estamos buscando un cuerpo, Sr. Morelli. Estoy buscando una esposa
para mi hijo, y usted no encaja. En este punto, no me importa cuál de las dos elija,
sólo escoge una.
Caelian gruñe, y sé que prefiere un tiroteo a dejar que una de nosotras se vaya.
Lo agarro del brazo y le doy un apretón.
—Está bien. Tengo que hacerlo.
Lanza su mirada hacia la mía y me gruñe.
—No, no tienes que hacerlo.
Asiento con un duro trago, soltándolo, saliendo de su agarre a regañadientes.
—Debo hacerlo. Tengo que hacerlo. Por Aria. —Frunzo el ceño, odiando todo
lo que le he hecho, pero sabiendo que esta es mi redención por el dolor que he
causado. Los Morelli se encargarán de ella. La tratarán como si fuera suya, y crecerá
para ser increíble.
Sólo que no estaré allí para verlo.
—Sólo llévame. Está bien.
El resto de los Morelli se acercan a mí, todos con expresiones similares de
resignación. Todos agradecen que haya salvado vidas. Si no me hubiera sacrificado, 312
algunos de ellos no estarían vivos al final de la noche. Es mi culpa que estemos en
esta situación, así que es lo menos que puedo hacer. Sobre todo después de todo lo
que han hecho por mí.
—Lo siento —susurro, conteniendo las lágrimas que intentan aflorar.
Lucia me agarra la cara y se inclina para besarme en la mejilla.
—Sobrevivirás a esto, como has hecho con todo lo demás. —Me limpia bajo el
ojo, borrando la lágrima que ni siquiera sabía que había caído.
Drogo me mira fijamente, claramente descontento, pero sin decir lo que
piensa.
Gabriel y Matteo me envuelven en un abrazo, sin decir nada, pero sus
emociones son claras. Ellos son mis hermanos y yo su hermana. Nuestro vínculo fue
efímero, pero fuerte.
—Gracias —les susurro mientras se alejan.
Caelian me atrae hacia él y es como si de repente estuviéramos en nuestra
propia burbuja. Mira a todos, con una mirada torturada que nunca había visto antes.
Su mirada está llena de arrepentimiento, con un matiz de ira que arde en los bordes.
Quiere atacarme, pero también quiere salvarme. Ha perdido el control, y yo quiero
echárselo en cara y decirle que todo irá bien, aunque sepa que es mentira.
Sé con certeza que él haría cualquier cosa para arreglar esto por mí si pudiera.
Sólo que esta vez lo he estropeado tanto que ni siquiera él puede rectificarlo.
—¿Puedo tener un momento con ella?
Todos se quedan mirando, y el viejo asiente lentamente.
—No te vayas lejos.
—No intentes nada con mi futura esposa —se burla Connor.
Mi estómago se retuerce de malestar. ¿Qué he hecho?
313
Capítulo Veintinueve
Caelian
N
o puedo. No puedo.
Esto no puede estar pasando.
La alejo de todos, con la piel encendida por la necesidad de
controlar la situación, pero es imposible.
Todo es una mierda. Lo he perdido todo.
La he perdido.
No hay nada que pueda hacer. O renuncio a mi familia, o renuncio a Raven.
¿Cómo puedo elegir entre las dos? Si pierdo a Raven, tengo la posibilidad de
recuperarla. Si pierdo a mi familia, no podré recuperarla, y podría perder a Raven en
314
el fuego cruzado.
Pero... ¿cómo carajo puedo dejarla ir?
La arrastro a una esquina, donde apenas estamos ocultos de todos los que están
detrás de nosotros. No me importa si no les gusta. Porque la necesito para mí. No sé
cuándo será la próxima vez. No sé si volveré a verla.
—Estoy tan jodidamente enfadado contigo. —Enrollo mis dedos alrededor de
su mandíbula, tirando de ella contra mí—. No puedo creer que seas tan jodidamente
imprudente. ¿Por qué demonios harías algo tan tonto?
Sus ojos se cierran, y sé que quiere luchar, pero no le queda ni un ápice de
lucha.
—No puedo mirar a alguien contigo. No puedo.
Sé exactamente cómo se siente, y con Raven, estando jodidamente loca. Salvaje
y explosiva, sabía que ella viendo eso, era imposible que no hiciera nada. Es Raven.
No está en su alma no reaccionar.
—¿Cómo se supone que voy a ver cómo te alejas de mí? ¿Con otro tipo? —
Gimoteo, sintiendo que mis entrañas se hacen pedazos.
—Tienes que hacerlo —grita, y no me atrevo a secar sus lágrimas, pues me
duele el pecho al verlas.
—Lo sé —me ahogo, tragando el nudo en la garganta—. Sé que tengo que
hacerlo, pero eso no lo hace más fácil.
Me agarra con fuerza, amoldándose a mí, queriendo esconderse dentro de mí.
—Te amo, Caelian. Quiero que lo sepas. Porque no creo que tenga la capacidad
de volver a decirlo.
Me arde la nariz y me muerdo la lengua para no gritar a pleno pulmón.
Me ama.
Me ama, carajo.
—Te traeré de vuelta. Encontraré la manera.
Sacude la cabeza.
—No te pongas en riesgo a ti y a tu familia. Esto es lo que me merezco. Es el
karma.
Le paso la mano por la nuca, tirando de ella hasta que está a un suspiro de mí.
—Te amo, Raven. Te amo en la vida y en la muerte. Tanto si estás a mi lado
como al otro lado del mundo, te amo con cada parte de mi corazón. La buena, la mala,
la psicótica, la maníaca y la mortal. Mi corazón es y siempre ha sido y será tuyo.
Deja escapar un sollozo y mi alma grita de agonía.
315
—No lo ames. Por favor, no lo ames, carajo. Dime que tu corazón es mío aunque
tú ya no lo seas.
B
rody.
Mis miembros se convierten en hielo, un escalofrío me recorre la
columna vertebral cuando lo miro, ataviado con un traje. Es
alarmantemente guapo, no es para nada el loco que era en ese sótano.
Se ve muy bien, calmado, tranquilo y sereno. Me quedo en silencio mientras lo miro
fijamente, con la mandíbula desencajada. Siento que roza el suelo.
Trago aire mientras me mira fijamente, sus ojos se calientan a través de mi
cuerpo mientras me asimila. Me mira como si fuera suya, como si hubiera sido parte
de él todo este tiempo.
—Oh, mi Baby Crow. Estás absolutamente divina esta noche —murmura, el
316
viento lleva su voz hasta lo más profundo de mi negro corazón.
¿Cómo es que está aquí? ¿No dijo Caelian que estaba en California? ¿Cómo
diablos está aquí?
Dirijo mi mirada a Caelian, que mueve la mandíbula de un lado a otro mientras
mira fijamente a Brody.
Mi mano sube y le agarro la muñeca.
—Dijiste que estaba en California —Mi voz es acusadora, dolida.
Traicionada.
Vuelve sus ojos vacíos hacia los míos, y doy un paso atrás, con el ceño fruncido
tirando de mis labios.
—¿Me mentiste?
Sus ojos vuelven a mirar a Brody, sin inmutarse ante el dolor de mi tono.
—Fue por tu propio bien. Nunca habrías venido si te hubiera dicho la verdad.
La confusión y la ira se retuercen en mi estómago en un nudo doloroso y de
gran tamaño.
—Entonces, ¿qué? ¿Tu plan era atraerme aquí? ¿Me estás entregando a él?
Lanza su mirada hacia la mía.
—¿Me estás jodiendo? No. No vas a ir con él, Raven. Pero nunca lo habría
atraído aquí si tú no hubieras venido.
Me mintió.
La traición. Me recorre el cuerpo y no puedo evitar el gemido que sale de mi
garganta. De repente, siento que el agua está helada y desearía tener a Rosko
conmigo para que me calentara con su abrigo.
Un par de tacones suenan, seguidos de una voz que no esperaba oír.
—Vaya, vaya, vaya, ¿están discutiendo? —Delanie se acerca a Brody, con la
mano apoyada en su hombro mientras se acurruca contra su costado—. ¿Podemos
acabar con esto y matarla ya? Ya estoy harta de su cara, de su voz y de todo lo demás.
Brody mira a Delanie, con una sonrisa rígida en el rostro.
—Por supuesto, nena —murmura, echando la mano a la espalda y sacando una
gran pistola. Mis ojos se abren de par en par, y creo que está a punto de matarme,
cuando retrocede, apunta a Delanie y aprieta el gatillo.
Bang.
La sangre salpica el aire y ella cae al suelo en un montón sin gracia. 317
—Lo siento —dice Brody simplemente, metiendo la pistola en sus pantalones—
. Esperaba obtener alguna información sobre ti, Baby Crow. Tuve que inventar
algunas mentiras para que hablara conmigo. Espero que lo entiendas. —Su voz es de
disculpa, como si necesitara mi perdón. No lo necesita, y no lo recibirá—. Era sobre
todo molesta, y no tan bonita como tú, pero era mis ojos cuando no podía verte, y por
suerte, ya no me sirve. Realmente era un puto dolor en el trasero. —Sacude la cabeza
como si estuviera decepcionado por ese hecho, y todo lo que puedo hacer es mirarlo
con los ojos muy abiertos.
—Yo no... —Me ahogo, mi mano va a la garganta—. No lo entiendo. —Apenas
puedo dar sentido a mis pensamientos, y mis palabras salen entrecortadas. ¿Cómo
pudieron comunicarse Caelian y Brody de alguna manera?
¿Cuánto ha pasado a mis espaldas?
—He venido a llevarte conmigo, Raven. —Extiende su mano y retrocedo,
alejándome de la barandilla, de Brody y de Caelian.
—No. No, absolutamente no. —Sacudo mi cabeza de un lado a otro—. Ambos
pueden mantenerse jodidamente alejados de mí.
Los ojos de Caelian se vuelven asesinos, y da dos pasos hacia mí, entrando en
mi espacio, rodeándome, consumiéndome por completo.
—No te atrevas a incluirme en esa mierda. —Rodea mi mandíbula con sus
manos, acercando mi cara a la suya, para que pueda ver la oscuridad, la muerte en su
mirada—. Nunca dejaré que te lleve —susurra contra mis labios, y me sorprende
sentir un ligero temblor en sus manos.
Lo observo con los ojos llorosos mientras mis manos se enroscan en su cintura.
Tengo tantas ganas de creerle. Quiero confiar en él y dejar que sus palabras
signifiquen el mundo para mí.
Pero ahora mismo, no lo hacen.
Si sobrevivo esta noche, estaré con Brody o con los irlandeses. He perdido a
Caelian por completo, y en mi corazón, él encendió una cerilla al frágil pedazo de
amor que teníamos.
Mis dedos agarran la empuñadura de su Glock y me pongo de puntillas, mis
labios se hunden contra los suyos mientras deslizo el arma por detrás de él. Una vez
que la tengo en mis manos, las retiro lentamente, llevando la mano hacia mi espalda
antes de dar un paso atrás y mirarlo.
—Siempre serás mi amor, mi única verdad, ¿pero ahora? Ahora todo está
envuelto en engaños. Mentiras. Traición. —Sacudo la cabeza, con la garganta cerrada
por la emoción—. Hablaste con él a mis espaldas. Me mantuviste en la oscuridad, sola.
Así que dejo nuestro amor en las sombras, donde debe estar.
318
Sus ojos se vuelven tan negros como el cielo nocturno y las oscuras aguas que
hay debajo de mí.
—No lo dices en serio, carajo —gruñe, el dolor lo vuelve rabioso.
Mis fosas nasales arden de emoción.
—Yo…
—Por mucho que necesites escucharlo, ya has tenido suficiente tiempo con ella
—dice Brody, acercándose a mí—. Es hora de que me lleve a mi Raven, y no volverás
a vernos.
A Caelian le rechinan los dientes.
—¿Crees que es tan jodidamente fácil? ¿Crees que te he invitado aquí para que
puedas tomar su mano y llevártela? —Su cabeza se inclina hacia atrás, su manzana de
Adán se balancea mientras suelta una carcajada—. Vas a tener que venir por ella, mi
hombre. —Levanta los brazos a los lados, como si esto fuera un juego.
Pero lo es. Todo es un juego.
A decir verdad, Brody nunca sería capaz de atravesar a Caelian. No a menos
que tenga un arma.
Lo cual hace.
Mis ojos se abren de par en par cuando la mano de Brody se dirige a su cintura.
—Nunca me ha gustado jugar limpio. Sobre todo cuando se trata de mi Baby
Crow —dice con una sonrisa de satisfacción. Levanta la pistola hacia Caelian, y éste
se da la vuelta, con la cara retorcida por la rabia, mientras mete la mano por detrás.
Para agarrar su arma.
Sólo que no está ahí.
Su mano se aplana contra su espalda y sus ojos se abren de par en par al
mirarme.
No tengo tiempo.
Simplemente... no hay suficiente tiempo.
Mi reloj dio las doce.
Bang.
Brody suelta un disparo, que golpea a Caelian directamente en el pecho. Su
mano vuela hacia la herida y sus pies retroceden a trompicones hasta chocar con la
barandilla.
Brody se acerca a él perezosamente, con su arma colgando a su lado. Caelian
suelta un gruñido, su mano va al cuello de Brody y lo aprieta con fuerza. Pero Brody
319
levanta su arma, apartando de un golpe la mano de Caelian.
Bang.
Otro disparo en el pecho, y empuja a Caelian, mis ojos se abren de par en par
mientras se voltea, su gran y formidable cuerpo cayendo por la borda.
Grito.
Grito muy fuerte, viendo cómo el cuerpo de Caelian se estrella contra la
superficie del agua, desapareciendo en la noche. Mi grito desgarra mis cuerdas
vocales, y puedo saborear la sangre del dolor mientras levanto la mano, sacando el
seguro del arma de Caelian y amartillándola.
Bang.
Le disparo a Brody por la espalda, y se tambalea hacia delante, con sus ojos
amplios y sorprendidos mirándome directamente a los azules llenos de lágrimas.
—¿Raven? —pregunta, dolido, conmocionado.
Suelto otro disparo, pero lo esquiva por debajo de mi brazo, rodeando mi
cintura con sus brazos e inmovilizándome contra la barandilla. Su pecho se agita, el
sudor le cubre la línea del cabello mientras me mira.
—¿Cómo te atreves, después de todo lo que he hecho por ti? —suelta, con dolor
en su cuerpo y en su corazón.
—Nunca fui tuya para amar —gruño, con lágrimas desgarradoras inundando mi
rostro.
Por favor, que esté vivo, por favor, que esté vivo.
—¡Raven! ¡Raven! —Oigo mi voz y Brody se congela contra mí.
—Si me rechazas en vida, te tendré en la muerte. —Me rodea con sus brazos y
mis ojos se abren de par en par cuando nos inclina sobre la barandilla—. Te
encontraré en la oscuridad, mi Bebé Crow. —Aprieta sus labios contra los míos y nos
empuja sobre la barandilla.
Bang.
Dejo que se dispare el gatillo, el arma clavada entre nosotros se dispara justo
en sus entrañas. Sus labios se separan de los míos, y un impulso lo abandona.
Mis manos están cubiertas de sangre.
Salpicaduras.
Nos resquebrajamos contra el agua, y siento como si carámbanos afilados me
perforaran la piel desde todas las direcciones. Brody respira con fuerza en mi oído,
aferrándose a mí para salvar su vida.
Sumergiéndonos en el agua. Llenando mi vida de oscuridad. Nos sumerge en 320
las profundidades del océano, y yo retengo cada centímetro de aire en mis pulmones,
desesperada por encontrar alivio mientras sólo me rodea el negro. Puedo sentir que
la vida se desvanece de Brody, pero sus manos no se sueltan, su cuerpo envuelve el
mío.
Te tendré en la muerte.
Sus palabras se repiten en mis oídos, un disco rayado y una canción que salta
una y otra vez mientras el agua me empapa.
Los cristales de mi vestido son como pesos, y la ligereza que llevaba en tierra
no es como se siente en el mar. Pesadas rocas que me pesan, llevándome al fondo del
océano.
Te tendré en la muerte.
Sus palabras no me abandonan, incluso cuando mis pulmones se lamentan en
agonía, y finalmente, es demasiado.
Mi boca se abre, mis ojos arden por la sal del océano...
Y grito.
Continuará...
Violent Promises
(Blackridge Prep#3)
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V
iolent Promises es el último libro de la serie Blackridge.
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Acerca de la Autora
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A .R. Breck vive en Minnesota con su marido, dos hijos y dos perros.
Socialmente introvertida y ligeramente sarcástica, disfruta viendo
películas de terror y leyendo novelas románticas. Cuando no está
escribiendo, disfruta viajando con su marido, sus dos hijos y sus bebés
peludos por todo el país. Escribe sobre todo novelas románticas oscuras y tensas con
un toque de suspense. Síguela en las redes sociales para estar al día de los nuevos y
próximos lanzamientos.
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