Tema 3 Penal
Tema 3 Penal
Tema 3 Penal
Antes de estudiar los principios informadores del Derecho Penal debemos recordar el concepto
mismo del Derecho Penal, y en este sentido puede concebirse en diversos sentidos según lo
contemplemos desde un punto de vista subjetivo u objetivo.
1.1.1.- El Derecho Penal en sentido subjetivo.- En primer lugar, desde un punto de vista subjetivo, el
Derecho Penal se define como la facultad que tiene el Estado, y solamente él, de definir los delitos y
determinar, imponer y ejecutar las penas, entendiendo ambas expresiones en su más amplio sentido de
infracción penal -comprensiva de delito y falta- y de sanción -pena, propiamente dicha, medida de
seguridad y consecuencias civiles y procesales.
El Derecho Penal subjetivo equivale, por lo tanto, al ius puniendi o facultad del Estado para
penar, que no es ilimitada, sino que tiene como fronteras los derechos de la persona,
fundamentalmente a ser penado conforme a previas definiciones de delitos y sanciones asignadas a su
vulneración -nullum crimen, nulla poena sine previa lege o principio de legalidad-, así como a
determinadas formalidades procesales y ejecutivas.
1.1.2.- El Derecho Penal en sentido objetivo.- Por el contrario, desde un punto de vista objetivo, el
Derecho Penal se configura como un conjunto de normas, y en este sentido acostumbra a definirse
desde Von Liszt como el conjunto de reglas jurídicas establecidas por el Estado, que asocian al crimen
como hecho la pena como legítima consecuencia.
En cuanto a los principios informadores del Derecho Penal, podemos definirlos como las reglas
más generales de la legislación penal, formuladas directamente en ella u obtenidas por inducción de sus
preceptos, que manifiestan las líneas esenciales de este sector del ordenamiento jurídico y que inspiran
los límites del ius puniendi.
En sus primeras formulaciones históricas este principio estuvo vinculado a la teoría del contrato
social de Beccaria, así como a la teoría de la pena como coacción psicológica (prevención general)
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representada por Feuerbach: la ley penal debía preceder a la acción delictiva porque de esta manera
podía la pena cumplir su función preventiva o inhibidora del impulso delictivo.
En el plano constitucional este principio se cristaliza en el art. 25.1 CE conforme al cual “nadie
puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento de producirse no
constituyan delito, falta o infracción administrativa, según la legislación vigente en aquel momento”, y
su garantía no se limita al derecho penal, sino que además se extiende a todo el derecho administrativo
sancionador, lo que constituye la enunciación de un derecho fundamental proyección del principio
general establecido en el art. 9.3 CE conforme al cual “la Constitución garantiza el principio de legalidad,
la jerarquía normativa, la publicidad de las normas, la irretroactividad de las disposiciones
sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, la seguridad jurídica, la
responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos.”
En cuanto a la incidencia del principio de legalidad en la teoría de las fuentes, el art. 149.1.6ª CE
atribuye al Estado competencia exclusiva en materia de legislación penal por lo que hay que entender
que la regulación de los delitos y las penas se efectuará siempre mediante leyes estatales.
En relación con esta cuestión, la doctrina mayoritaria sostiene que todas las leyes penales deben
ser leyes orgánicas en la medida en que todas afectan al desarrollo de los derechos fundamentales ya
que permiten su limitación o privación de los mismos.
Por su parte, la jurisprudencia ha venido declarando que no todas las penas y medidas de
seguridad inciden sobre los derechos fundamentales, de modo que la reserva de ley orgánica sólo
afectará a aquellas leyes penales que afecten a estos derechos como son las leyes que establezcan
penas privativas de libertad o de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo pero no las
que prevean penas como la multa o la privación del derecho a la conducción de vehículos a motor.
Por otro lado, conviene recordar que no podrán regularse mediante Decreto Legislativo o
Decreto Ley las materias incluidas en la reserva de ley orgánica.
1.2.2.- Las cuatro garantías en que se proyecta el principio de legalidad en materia penal y su
plasmación en el CP.- En el terreno de la legalidad ordinaria el Código Penal recoge ambas fases del
principio de legalidad en el art. 1º (nullum «crimen» sine lege) y en el art. 2º.1 (nulla «poena» sine lege).
No obstante, desde RODRÍGUEZ MOURULLO la doctrina ha agregado a estas dos garantías en que se
proyecta el principio de legalidad en materia penal otras dos garantías adicionales más, aparte de las
precitadas garantías criminal y penal: las garantías jurisdiccional y ejecutiva.
1º.- La garantía criminal.- La garantía criminal implica que la tipificación de conductas delictivas
y el establecimiento de causas de agravación sólo pueden efectuarse mediante ley. Se contempla en el
art. 1 CP, que establece que “1. No será castigada ninguna acción ni omisión que no esté prevista como
delito por ley anterior a su perpetración. 2. Las medidas de seguridad sólo podrán aplicarse cuando
concurran los presupuestos establecidos previamente por la ley.”
Por su parte el art. 10 CP establece que “son delitos las acciones y omisiones dolosas o
imprudentes penadas por la ley.” Y el art. 4.3 CP señala que los Tribunales “del mismo modo acudirá al
Gobierno exponiendo lo conveniente sobre la derogación o modificación del precepto o la concesión de
indulto, sin perjuicio de ejecutar desde luego la sentencia, cuando de la rigurosa aplicación de las
disposiciones de la ley resulte penada una acción u omisión que, a juicio del Juez o Tribunal, no debiera
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serlo, o cuando la pena sea notablemente excesiva, atendidos el mal causado por la infracción y las
circunstancias personales del reo.”
2º.- La garantía penal.- En segundo lugar, la garantía penal implica que la definición de las penas
asociadas a una infracción penal sólo puede realizarse mediante ley. Se sanciona en el art. 2 CP,
conforme al cual “1. No será castigado ningún delito con pena que no se halle prevista por ley anterior a
su perpetración. Carecerán, igualmente, de efecto retroactivo las leyes que establezcan medidas de
seguridad. 2. No obstante, tendrán efecto retroactivo aquellas leyes penales que favorezcan al reo,
aunque al entrar en vigor hubiera recaído sentencia firme y el sujeto estuviese cumpliendo condena. En
caso de duda sobre la determinación de la ley más favorable, será oído el reo. Los hechos cometidos bajo
la vigencia de una ley temporal serán juzgados, sin embargo, conforme a ella, salvo que se disponga
expresamente lo contrario.”
Por su parte, la doctrina sostiene que el principio también se aplicará aunque el reo hubiere
cumplido íntegramente la condena a efectos de cancelación de los antecedentes penales y apreciación
de la agravante de reincidencia.
En cuanto a la fijación de la ley penal más favorable, ésta se efectuará por referencia al caso
concreto. Por tanto, el Juez tomará en consideración, no sólo las penas previstas para el delito, sino
también las reglas de determinación derivadas del grado de participación y desarrollo y de las
circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal. Por otro lado, la comparación entre ambas
leyes deberá realizarse en bloque sin que sea admisible la combinación de los preceptos de una y otra
para formar una tercera norma. En relación con esta cuestión, conviene recordar que el Código Penal
vigente ha suprimido la redención de penas por el trabajo prevista en la legislación anterior.
En este sentido, las Circulares 1/1996 y 2/1996 de la Fiscalía General del Estado declararon que
la comparación debía efectuarse entre la pena impuesta conforme al Código Penal anterior incluyendo
el tiempo de redención ganado o por ganar y la pena correspondiente al nuevo Código Penal sin tener
en cuenta la redención.
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sentencia, dictada a la conclusión de un proceso tramitado conforme a las leyes y conforme a todas las
garantías de defensa; b) en segundo lugar, la garnatía jurisdiccional de ejecución, conforme al cual las
sentencias penales deben ejecutarse conforme a las previsiones contempladas en las leyes procesles.
1.2.3.- Las consecuencias prácticas del principio de legalidad.- Las consecuencias prácticas del
principio de legalidad se proyectan tanto para el dictado de la ley como para su aplicación y son las
siguientes: lex certa, stricta, scripta y praevia.
1º.- Lex certa o prohibición de cláusulas generales.- El principio de legalidad impone sus
exigencias no sólo al juez que aplica la ley, sino también al Parlamento que la dicta. Las exigencias
referentes al Parlamento tienen por objeto reducir al mínimo razonable la posibilidad de decisión
personal de los tribunales en la configuración concreta del hecho que se prohíbe, y en este sentido, la
ley dictada por el Parlamento sólo cumplirá con el principio de legalidad si contiene una descripción de
las prohibiciones y de las sanciones previstas para su violación que pueda considerarse exhaustiva,
entendiendo por tales aquellas disposiciones que contengan todos los presupuestos que condicionan la
pena y determinen la consecuencia jurídica.
La exigencia de lex certa también ha sido motivo de decisiones del Tribunal Constitucional,
señalando que el principio de legalidad impone al legislador el deber de conformar los preceptos legales
que condicionan la aplicación de sanciones, sobre todo cuando se trata de sanciones criminales, de tal
manera que de ellos se desprenda con la máxima claridad posible cuál es la conducta prohibida o la
acción ordenada.
El Tribunal Constitucional trató la cuestión por primera vez en la STC 62/82 (caso del escándalo público), en la que se discutió si el antiguo art. 431 CP
en la redacción vigente entonces se ajustaba a las exigencias de determinación legal que provienen del principio de legalidad. La respuesta fue positiva señalándose
que el legislador debe hacer el máximo esfuerzo posible para que la seguridad jurídica quede salvaguardada en la definición de los tipos. Pero, dicho lo anterior, ello
no supone que el principio de legalidad quede infringido en los supuestos en los que la definición del tipo incorpore conceptos cuya delimitación permita un margen
de apreciación, máxime en aquellos supuestos en que los mismos responden a la protección de bienes jurídicos reconocidos en el contexto internacional en el que
se inserta nuestra constitución con su art. 10.2 y en supuestos en que la concreción de tales bienes es dinámica y evolutiva, y puede ser distinta según el tiempo y el
país de que se trate.
2º.- Lex stricta: prohibición de extensión analógica de la ley.- Teoría y práctica admiten
unánimamente como consecuencia del principio de legalidad la prohibición de la analogía. La analogía
suele distinguirse de la interpretación extensiva en que, mientras ésta importa la aplicación más amplia
de la ley hasta donde lo consiente el sentido literal de la misma, se entiende por analogía la aplicación
de la ley a un caso similar al legislado pero no comprendido en su texto.
A la prohibición de la analogía se refiere el art. 4 CP que señala en su apartado 1 que “ las leyes
penales no se aplicarán a casos distintos de los comprendidos expresamente en ellas”, agregando el
apartado 2 que “en el caso de que un Juez o Tribunal, en el ejercicio de su jurisdicción, tenga
conocimiento de alguna acción u omisión que, sin estar penada por la ley, estime digna de represión, se
abstendrá de todo procedimiento sobre ella y expondrá al Gobierno las razones que le asistan para creer
que debiera ser objeto de sanción penal.”
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atenuantes o excluyentes de la responsabilidad sería inobjetable, con el solo límite establecido en el art.
4.3 CP, que señala que el tribunal “del mismo modo acudirá al Gobierno exponiendo lo conveniente
sobre la derogación o modificación del precepto o la concesión de indulto, sin perjuicio de ejecutar desde
luego la sentencia, cuando de la rigurosa aplicación de las disposiciones de la ley resulte penada una
acción u omisión que, a juicio del Juez o Tribunal, no debiera serlo, o cuando la pena sea notablemente
excesiva, atendidos el mal causado por la infracción y las circunstancias personales del reo.”
3º.- Lex scripta o prohibición de aplicar normas que no provengan de la ley.- Una tercera
consecuencia del principio de legalidad es la prohibición de fundamentar la punibilidad en el derecho
consuetudinario, ya que la ley formal es la única fuente del Derecho Penal, lo que se desprende de los
arts. 9.3 y 25.1 CE, y se ratifica en el art. 53.1 CE que establece que los derechos fundamentales sólo
podrán regularse por ley, y en el art. 82.1 CE, que determina la indelegabilidad de la potestad legislativa
sobre los derechos fundamentales y las libertades públicas.
Ello además se profunbdiza en la doctrina senteda por la STC 140/86 en la que quedó decidido
con motivo de la Ley de Control de Cambios que las leyes penales que impongan penas privativas de la
libertad deben tener el carácter de leyes orgánicas -art. 81.1 CE-, pues esta materia constituye un
desarrollo de derechos fundamentales, concretamente del derecho a la libertad -art. 17.1 CE- siendo
discutible si no debería incluso haberse extendido a todas las penas criminales conforme al propio art.
25.1 CE.
4º.- Lex praevia o prohibición de aplicación retroactiva de las leyes penales.- La cuarta
prohibición contenida en el principio de legalidad se refiere a la retroactividad de la ley penal, en el
entendiemiento de que el principio de legalidad prohíbe una aplicación retroactiva de la ley penal. En la
práctica esta consecuencia conduce al problema de los límites de la ley penal, y específicamente si las
disposiciones referentes a la prescripción están amparadas por la prohibición de aplicación retroactiva o
si quedan fuera de ésta.
Una excesiva intervención del Derecho Penal en la vida social implicaría una reducción del
ámbito de libertad individual que podría ser incompatible con la idea básica de una sociedad basada en
la libertad (art. 1 CE). Surge así el llamado principio de intervención mínima, conforme al cual en la
política criminal moderna se postula que el Derecho Penal debe ser la última ratio de la política social.
Ello significa que allí donde el legislador tenga otras posibilidades menos gravosas para proteger bienes
jurídicos debe recurrir a ellas, dando al Derecho Penal un carácter subsidiario.
El principio tiene una vertiente doble pues se dirige tanto al legislador como al propio juzgador.
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último sentido el Tribunal Supremo ha recurrido al principio de mínima intervención para justificar
interpretaciones restrictivas de la ley penal.
Pasando a ocuparnos del principio non bis in idem, podemos definirlo como aquel principio en
virtud del cual nadie puede ser perseguido o sancionado dos veces por unos mismos hechos. En relación
con él, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha declarado que este principio no viene reconocido
expresamente en la Constitución pero debe considerarse implícito en los principios de legalidad y
tipicidad del art. 25.1 que dispone que “nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u
omisiones que en el momento de producirse no constituyan delito, falta o infracción administrativa,
según la legislación vigente en aquel momento”.
En cuanto al significado de este principio, hay que señalar que la coexistencia del Derecho Penal
con el Derecho Administrativo Sancionador determina la posibilidad de que un mismo hecho pueda
constituir simultáneamente infracción penal y administrativa. En este sentido, el problema puede
contemplarse desde una perspectiva material y formal.
En cuanto el punto de vista material, el principio non bis in idem impide que una persona sea
sometida a una doble sanción penal y administrativa por un mismo hecho, siempre que concurran los
presupuestos de identidad de sujeto, objeto y fundamento, y de ahí que la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional ha admitido esta dualidad de sanciones cuando el fundamento de las mismas sea
diferente, lo que especialmente puede acontecer en el ámbito de las llamadas relaciones de sujeción
especial –funcionarial o penitenciaria-, y en este sentido, por ejemplo, el Estado-Juez puede sancionar
penalmente un hurto de una persona protegiendo el patrimonio; el Estado-Administración puede
sancionar disciplinariamente la misma conducta cuando se trata de un recluso porque lo que protege es
la seguridad y la convivencia ordenada dentro de los Centros Penitenciarios.
En cuanto al punto de vista formal, el principio non bis in idem impide que una persona sea
sometida a dos procedimientos penales o sancionadores por unos mismos hechos. En este sentido, la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha declarado que la potestad sancionadora de la
Administración está subordinada a la de los Tribunales como ponen de manifiesto los siguientes hechos:
1º.- Tratándose de conductas delictivas, la Administración no podrá actuar mientras no lo hagan
los Tribunales y quedará vinculada a lo declarado por éstos.
2º.- La Administración no podrá imponer sanción cuando los Tribunales hayan dictado sentencia
absolutoria basada en la inexistencia del hecho o la falta de participación del acusado. Sin embargo, sí
podrá sancionar aunque los Tribunales hayan dictado sentencia absolutoria por entender que los hechos
no constituyen delito.
3º.- En caso de concurrencia de sanción penal y administrativa firmes, la jurisprudencia se
inclinó inicialmente por la anulación de la sanción administrativa. Sin embargo, la misma jurisprudencia
viene señalando que no existe infracción del principio non bis in idem por la imposición de una pena tras
una sanción administrativa, si bien la sanción deberá abonarse a efectos de cumplimiento de la pena.
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El ámbito temporal de la ley penal responde al llamado principio de identidad entre su vigencia
formal y las normas de derecho transitorio.
2.1.1.- La vigencia formal comienza con su entrada en vigor y termina con su derogación.- Según el
art. 2.1 CC “las Leyes entrarán en vigor a los 20 días de su completa publicación en el B.O.E. si en ellas
no se dispusiera otra cosa.” En cuanto al art. 2.2 CC, “las Leyes sólo se derogan por otras posteriores. La
derogación tendrá el alcance que expresamente se disponga y se extenderá siempre a todo aquello que
en la ley nueva, sobre la misma materia, sea incompatible con la anterior. Por la simple derogación de
una ley no recobran su vigencia las que ésta hubiere derogado.”
2.1.2.- Las normas de derecho transitorio.- En cuanto a las normas de Derecho Transitorio, el art. 2 CP
consagra principio de irretroactividad de la ley penal con las salvedades derivadas de la retroactividad
de la ley penal más favorable al reo.
1º.- El principio general de irretroactividad de las leyes penales.- El art. 2.1 CP establece que
“no será castigado ningún delito con pena que no se halle prevista por ley anterior a su perpetración.
Carecerán, igualmente, de efecto retroactivo las leyes que establezcan medidas de seguridad.”
2º.- El principio de retroactividad de la ley penal más favorable.- El art. 2.2 CP establece que
“no obstante, tendrán efecto retroactivo aquellas leyes penales que favorezcan al reo, aunque al
entrar en vigor hubiera recaído sentencia firme y el sujeto estuviese cumpliendo condena. En caso de
duda sobre la determinación de la ley más favorable, será oído el reo. Los hechos cometidos bajo la
vigencia de una ley temporal serán juzgados, sin embargo, conforme a ella, salvo que se disponga
expresamente lo contrario.”
2.2.1. Principio de territorialidad.- Aparece contemplada en el art. 8 CC que establece que “las leyes
penales, las de policía y las de seguridad pública obligan a todos los que se hallen en territorio español” y
en el art. 23.1 LOPJ que establece que “en el orden penal corresponderá a la jurisdicción española el
conocimiento de las causas por delitos y faltas cometidos en territorio español o cometidos a bordo de
buques o aeronaves españoles, sin perjuicio de lo previsto en los tratados internacionales en los que
España sea parte.”
2.2.2.- Excepciones.-
El art. 23.2 LOPJ establece, efectivamente que “También conocerá la jurisdicción española de los delitos que hayan sido cometidos fuera del territorio
nacional, siempre que los criminalmente responsables fueren españoles o extranjeros que hubieran adquirido la nacionalidad española con posterioridad a la
comisión del hecho y concurrieren los siguientes requisitos:
a) Que el hecho sea punible en el lugar de ejecución, salvo que, en virtud de un Tratado internacional o de un acto normativo de una Organización
internacional de la que España sea parte, no resulte necesario dicho requisito, sin perjuicio de lo dispuesto en los apartados siguientes.
b) Que el agraviado o el Ministerio Fiscal interpongan querella ante los Tribunales españoles.
c) Que el delincuente no haya sido absuelto, indultado o penado en el extranjero, o, en este último caso, no haya cumplido la condena. Si sólo la hubiere
cumplido en parte, se le tendrá en cuenta para rebajarle proporcionalmente la que le corresponda.” Articulo modificado por LO 1/14 de 13 de marzo
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2º.- Principio de protección, real o defensa.- Conforme al principio de protección, real o de
defensa, será aplicable la ley penal española, y conocerá la jurisdicción penal española, respecto de
determinados delitos que lesionen los intereses del Estado español, perpetrados en el extranjero, con
independencia de que su autor sea ciudadano español o extranjero su autor.
Este principio se recoge en el art. 23.3 LOPJ, conforme al cual “conocerá la jurisdicción española de los hechos cometidos por
españoles o extranjeros fuera del territorio nacional cuando sean susceptibles de tipificarse, según la Ley penal española, como alguno de los siguientes delitos:
a) De traición y contra la paz o la independencia del Estado.
b) Contra el titular de la Corona, su Consorte, su Sucesor o el Regente.
c) Rebelión y sedición.
d) Falsificación de la Firma o Estampilla reales, del Sello del Estado, de las firmas de los Ministros y de los Sellos públicos u oficiales.
e) Falsificación de Moneda española y su expedición.
f) Cualquier otra falsificación que perjudique directamente al crédito o intereses del Estado, e introducción o expedición de lo falsificado.
g) Atentado contra autoridades o funcionarios públicos españoles.
h) Los perpetrados en el ejercicio de sus funciones por funcionarios públicos españoles residentes en el extranjero y los delitos contra la Administración
Pública española.
i) Los relativos al control de cambios”.
Dicho principio se recoge en el art. 23.4 LOPJ Igualmente, será competente la jurisdicción española para conocer de los hechos cometidos por
españoles o extranjeros fuera del territorio nacional susceptibles de tipificarse, según la ley española, como alguno de los siguientes delitos cuando se cumplan las
condiciones expresadas:
a) Genocidio, lesa humanidad o contra las personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado, siempre que el procedimiento se dirija contra un
español o contra un ciudadano extranjero que resida habitualmente en España, o contra un extranjero que se encontrara en España y cuya extradición hubiera sido
denegada por las autoridades españolas.
b) Delitos de tortura y contra la integridad moral de los artículos 174 a 177 del Código Penal, cuando:
c) Delitos de desaparición forzada incluidos en la Convención internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas,
hecha en Nueva York el 20 de diciembre de 2006, cuando:
d) Delitos de piratería, terrorismo, tráfico ilegal de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, trata de seres humanos, contra los
derechos de los ciudadanos extranjeros y delitos contra la seguridad de la navegación marítima que se cometan en los espacios marinos, en los supuestos previstos
en los tratados ratificados por España o en actos normativos de una Organización Internacional de la que España sea parte.
e) Terrorismo
f) Los delitos contenidos en el Convenio para la represión del apoderamiento ilícito de aeronaves, hecho en La Haya el 16 de diciembre de 1970.
g) Los delitos contenidos en el Convenio para la represión de actos ilícitos contra la seguridad de la aviación civil, hecho en Montreal el 23 de septiembre
de 1971, y en su Protocolo complementario hecho en Montreal el 24 de febrero de 1988, en los supuestos autorizados por el mismo.
h) Los delitos contenidos en el Convenio sobre la protección física de materiales nucleares hecho en Viena y Nueva York el 3 de marzo de 1980, siempre
que el delito se haya cometido por un ciudadano español.
j) Delitos de constitución, financiación o integración en grupo u organización criminal o delitos cometidos en el seno de los mismos, siempre que se trate
de grupos u organizaciones que actúen con miras a la comisión en España de un delito que esté castigado con una pena máxima igual o superior a tres años de
prisión.
k) Delitos contra la libertad e indemnidad sexual cometidos sobre víctimas menores de edad.
l) Delitos regulados en el Convenio del Consejo de Europa de 11 de mayo de 2011 sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia
doméstica
o) Delitos regulados en el Convenio del Consejo de Europa de 28 de octubre de 2011, sobre falsificación de productos médicos y delitos que supongan
una amenaza para la salud pública, cuando:
p) Cualquier otro delito cuya persecución se imponga con carácter obligatorio por un Tratado vigente para España o por otros actos normativos de una
Organización Internacional de la que España sea miembro, en los supuestos y condiciones que se determine en los mismos.
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Asimismo, la jurisdicción española será también competente para conocer de los delitos anteriores cometidos fuera del territorio nacional por
ciudadanos extranjeros que se encontraran en España y cuya extradición hubiera sido denegada por las autoridades españolas, siempre que así lo imponga un
Tratado vigente para España. Articulo modificado por LO 1/14
En relación con esta última, el art. 1.6 CC dispone que la jurisprudencia complementará el
ordenamiento jurídico con la doctrina que, de modo reiterado, establezca el Tribunal Supremo al
interpretar y aplicar la Ley, la costumbre y los principios generales del Derecho. Del mismo modo,
también hay que destacar la realizada por las Circulares y Consultas de la Fiscalía General del Estado que
gozan de especial prestigio, si bien solo son vinculantes para los Fiscales.
En cuanto a los medios de interpretación, el art. 3.1 CC dispone que “las normas se
interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes
históricos y legislativos y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo
fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas”.
En cuanto a la interpretación del Derecho Penal, algunos autores sostienen que ésta debe
fundarse en el principio odiosa sunt restringenda, favorabilia sunt amplianda del que se deducirían otras
reglas como el principio in dubio, pro reo. Por el contrario, la doctrina mayoritaria sostiene que la misión
del intérprete no consiste en favorecer al reo sino en esclarecer el sentido y efectos jurídicos de la
norma. Del mismo modo, se afirma que el principio in dubio pro reo no resulta aplicable al ámbito de la
interpretación sino a la apreciación de la prueba en el proceso penal.