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TC.A.23. VS. Evangelio

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TC.A.23. VS.

Evangelio

JUAN 18, 1-40 y 19, 1-42

Pasión y muerte de Jesús

JUAN 18, 1-40

1 Dicho esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde
había un huerto; allí entró él, y sus discípulos.

2 (También Judas, el que lo entregaba, conocía el lugar, porque muchas veces se


había reunido allí Jesús con sus discípulos). 3 Entonces Judas cogió la cohorte y
guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y llegó allí con faroles, antorchas
y armas.

4 Jesús, entonces, consciente de todo lo que se le venía encima, salió y les dijo:

- ¿A quién buscáis?

5 Le contestaron:

- A Jesús el Nazoreo.

Les dijo:

- Soy yo.(También Judas, el que lo entregaba, estaba presente con ellos).

6 Al decirles «Soy yo», se echaron atrás y cayeron a tierra. 7 Les preguntó de


nuevo:

- ¿A quién buscáis?

Ellos dijeron:

- A Jesús el Nazoreo.

8 Replicó Jesús:

- Os he dicho que soy yo; pues si me buscáis a mí, dejad que se marchen éstos.

9 Así se cumplieron las palabras que había dicho: «De los que me entregaste, no he
perdido a ninguno». 10 Entonces, Simón Pedro, que llevaba un machete, lo sacó,
agredió al siervo del sumo sacerdote y le cortó el lóbulo de la oreja derecha. El
siervo se llamaba Malco. 11 Jesús le dijo a Pedro:

- Mete el machete en su funda. El trago que me ha mandado beber el Padre, ¿voy a


dejar de beberlo?
12 Entonces, la cohorte, el comandante y los guardias de las autoridades judías
prendieron a Jesús, lo ataron 13 y lo condujeron primero a presencia de Anás,
porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote el año aquel. 14 Era Caifás el
que había persuadido a los dirigentes judíos de que convenía que un solo hombre
muriese por el pueblo.

15 Seguía a Jesús Simón Pedro y, además, otro discípulo. El discípulo aquel le era
conocido al sumo sacerdote y entró junto con Jesús en el atrio del sumo
sacerdote. 16 Pedro, en cambio, se quedó junto a la puerta, fuera. Salió entonces
el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote; se lo dijo a la portera y condujo a
Pedro dentro. 17 Le dice entonces a Pedro la sirvienta que hacía de portera:

- ¿Acaso eres también tú discípulo de ese hombre?

Dijo él:

- No lo soy.

18 Se habían quedado allí los siervos y los guardias, que, como hacía frío, tenían
encendidas unas brasas, y se calentaban. (Estaba también Pedro con ellos allí
parado y calentándose).

19 Entonces, el sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su


doctrina. 20 Jesús le contestó:

- Yo he venido hablando públicamente a todo el mundo; yo siempre he enseñado


en reuniones y en el templo, donde todos los judíos acuden, y no he dicho nada a
ocultas. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregúntales a los que me estuvieron
escuchando de qué les he hablado. Ahí los tienes, ésos saben lo que he dicho.

22 Apenas dijo esto, uno de los guardias presentes dio una bofetada a Jesús,
diciendo:

- ¿Así le contestas al sumo sacerdote?

23 Le replicó Jesús:

- Si he faltado en el hablar, declara en qué está la falta; pero, si he hablado como


se debe, ¿por qué me pegas?

24 Entonces Anás lo mandó atado a Caifás, el sumo sacerdote.

25 Estaba, pues, Simón Pedro allí parado y calentándose. Le dijeron entonces:

- ¿Acaso eres también tú discípulo suyo?

Él lo negó:

- No lo soy.

26 Le dijo uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente del otro a quien Pedro
cortó la oreja:
- ¿No te he visto yo en el huerto con él?

27 De nuevo negó Pedro, y en seguida cantó un gallo.

28 Condujeron entonces a Jesús de casa de Caifás a la residencia del gobernador.


Era por la mañana temprano. Ellos, sin embargo, no entraron en la residencia del
gobernador, para no contaminarse y poder celebrar la comida de Pascua. 29 Salió
Pilato fuera, adonde estaban ellos, y les preguntó:

- ¿Qué acusación presentáis contra este hombre?

30 Le contestaron:

- Si éste no fuese un malhechor, no te lo habríamos entregado.

31 Les dijo entonces Pilato:

- Lleváoslo vosotros y juzgadlo conforme a vuestra Ley.

Le dijeron entonces las autoridades judías:

- A nosotros no nos está permitido matar a nadie.

32 Así tendría cumplimiento el dicho de Jesús, cuando indicaba con qué clase de
muerte iba a morir. 33 Entró de nuevo Pilato en la residencia, llamó a Jesús y le
dijo:

- ¿Tú eres el rey de los judíos?

34 Contestó Jesús:

- ¿Dices tú eso como cosa tuya o te lo han dicho otros de mí?

35 Replicó Pilato:

- ¿Acaso soy yo judío? Tu propia nación y los sumos sacerdotes te han entregado a
mí. ¿Qué has hecho?

36 Contestó Jesús:

- La realeza mía no pertenece al orden este. Si mi realeza perteneciera al orden


este, mis propios guardias habrían luchado para impedir que me entregaran a las
autoridades judías. Ahora que mi realeza no es de aquí.

37 Le preguntó entonces Pilato:

- Luego ¿tú eres rey?

Contestó Jesús:

- Tú lo estás diciendo, yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al
mundo, para dar testimonio en favor de la verdad. Todo el que está de parte de la
verdad escucha mi voz.
38 [a] Le dice Pilato:

- ¿Qué es eso de «verdad»?

[b] Dicho esto, salió de nuevo adonde estaban las autoridades judías y les dijo:

- Yo no encuentro ningún cargo contra él. 39 Pero tenéis por costumbre que os


suelte a uno por Pascua, ¿queréis que os suelte al rey de los judíos?

40 Esta vez empezaron a dar gritos:

-A ése, no; a Barrabás.

Y Barrabás era un bandido.

JUAN 19, 1-42

1 Entonces tomó Pilato a Jesús y lo mandó azotar. 2 A continuación, los soldados


trenzaron una corona de espino y se la pusieron en la cabeza, lo vistieron con un
manto color púrpura

3 y, acercándose a él, le decían:

- ¡Salud, rey de los judíos!

Y le daban bofetadas.

4 Salió otra vez fuera Pilato y les dijo:

- Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún cargo contra él.

5 Salió entonces fuera Jesús, llevando la corona de espino y el manto color


púrpura. Y les dijo:

- Mirad al hombre.

6 Pero apenas lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, empezaron a dar
gritos:

- ¡Crucifícalo, crucifícalo!

Les contestó Pilato:

- Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro cargo contra él.

7 Le replicaron los dirigentes judíos:

- Nosotros tenemos una Ley, y, según esa Ley, debe morir, porque se ha hecho hijo
de Dios.

8 Cuando Pilato oyó decir aquello, sintió más miedo. 9 Entró de nuevo en la


residencia y preguntó a Jesús:
- ¿De dónde procedes tú?

Pero Jesús no le dio respuesta. 10 Entonces le dijo Pilato:

- ¿Te niegas a hablarme a mí? ¿No sabes que está en mi mano soltarte y está en mi
mano crucificarte?

11 Le replicó Jesús:

- No estaría en tu mano hacer nada contra mí si Dios no te dejara. Por eso, el que
me ha entregado a ti es más culpable que tú.

12 Desde aquel momento Pilato trataba de soltarlo, pero los dirigentes judíos daban
gritos diciendo:

- Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey se declara
contra el César.

13 Al oír Pilato aquellas palabras, condujo fuera a Jesús. Se sentó en un escaño, en
un lugar que llamaban «el Enlosado» (en la lengua del país, Gábbata). 14 Era
preparación de la Pascua y alrededor de la hora sexta. Dijo a los judíos:

- Mirad a vuestro rey.

15 Ellos entonces empezaron a dar gritos:

- ¡Quítalo, quítalo de en medio! ¡Crucifícalo!

Pilato les dijo:

- ¿A vuestro rey voy a crucificar?

Replicaron los sumos sacerdotes:

- No tenemos más rey que el César.

16 [a] Entonces, al fin, se lo entregó a ellos para que fuese crucificado. [b]
Tomaron, pues, consigo a Jesús 17 y, cargando él mismo con la cruz, salió para el
que llamaban «lugar de la Calavera» (que, en la lengua del país, se dice
Gólgota); 18 allí lo crucificaron y, con él, a otros dos, a un lado y a otro; en medio,
a Jesús.

19 Pilato escribió además un letrero y lo fijó en la cruz; estaba escrito: JESÚS EL


NAZOREO, EL REY DE LOS JUDÍOS. 20 Este letrero lo leyeron muchos judíos,
porque estaba cerca de la ciudad el lugar donde fue crucificado Jesús. Y estaba
escrito en hebreo, latín y griego.

21 Dijeron entonces a Pilato los sumos sacerdotes de los judíos:

- No dejes escrito: «El rey de los judíos», sino: «Éste dijo: Soy rey de los judíos».

22 Replicó Pilato:
- Lo que he escrito, escrito lo dejo.

23 Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su manto y lo hicieron


cuatro partes, una parte para cada soldado; además, la túnica. La túnica no tenía
costura, estaba tejida toda entera desde arriba. 24 Se dijeron unos a otros:

- No la dividamos, la sorteamos a ver a quién le toca.

Así se cumplió aquel pasaje: «Se repartieron mi manto y echaron a suerte mi ropa»
(Sal 22,19). Fueron los soldados quienes hicieron esto.

25 Estaban presentes junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre,


María la de Cleofás y María Magdalena. 26 Jesús, entonces, viendo a la madre y, al
lado de ella, a su discípulo predilecto, dijo a la madre:

- Mujer, mira a tu hijo.

27 Luego dijo al discípulo:

- Mira a tu madre.

Y desde aquella hora la acogió el discípulo en su casa.

28 Después de esto, consciente Jesús de que ya todo iba quedando terminado, dijo:

- Tengo sed (así se realizaría del todo aquel pasaje).

29 Estaba allí colocado un jarro lleno de vinagre. Sujetando a una caña de hisopo
una esponja empapada con el vinagre, se la acercaron a la boca 30 y, cuando tomó
el vinagre, dijo Jesús:

- Queda terminado.

Y, reclinando la cabeza, entregó el Espíritu.

31 Los dirigentes judíos, como era día de preparación -para que no se quedasen en
la cruz los cuerpos durante el día de precepto, pues era solemne aquel día de
precepto-, le rogaron a Pilato que les quebrasen las piernas y los
quitasen. 32 Fueron, pues, los soldados, y les quebraron las piernas, primero a uno
y luego al otro de los que estaban crucificados con él. 33 Pero, al llegar a Jesús;
viendo que estaba ya muerto, no le quebraron las piernas. 34 Sin embargo, uno de
los soldados, con una lanza, le traspasó el costado, y salió inmediatamente sangre
y agua.

35 El que lo ha visto personalmente deja testimonio -y este testimonio suyo es


verdadero, y él sabe que dice la verdad- para que también vosotros creáis. 36 Pues
estas cosas sucedieron para que se cumpliese aquel pasaje: «No se le romperá ni
un hueso» (Éx 12,46; Sal 34,21); 37 y todavía otro pasaje dice: «Mirarán al que
traspasaron» (Zac 12,10).
38 Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero clandestino
por miedo a los dirigentes judíos, rogó a Pilato que lo dejase quitar el cuerpo de
Jesús; Pilato lo autorizó. Fue entonces y quitó su cuerpo.

39 Fue también Nicodemo, aquél que al principio había ido a verlo de noche,
llevando unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe. 40 Cogieron entonces el
cuerpo de Jesús y lo ataron con lienzos-junto con los aromas-, como tienen
costumbre los judíos de dar sepultura.

41 En el lugar donde lo crucificaron había un huerto, y en el huerto un sepulcro


nuevo donde todavía nadie había sido puesto. 42 Por ser día de preparación para
los judíos, como el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

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