INMOVIL
INMOVIL
INMOVIL
¿Cómo consiguió ésta historia el Procurador?, ¿Quién se la contó?, ¿Habló con los protagonistas?,
¿Los conoce?. Son cuestiones que esta vez el Procurador prefiere no contar, ni dejar pistas. Lo
cierto es que el Procurador escribe esto en silencio monástico mientras toma mate y trata de no
descuidar unas tostadas que amenazan con carbonizarse (como tantas veces) porque impaciente
el Procurador pone siempre la hornalla al máximo. ¿Podrá el Procurador escribir la historia sin que
se queme su desayuno? Eso está por verse.
El hecho sucedió muchos años antes que el Procurador naciera, en la época en que las mujeres
trabajaban en casa y el hombre fuera. Don Genaro era herrero. Trabajaba de lunes a lunes y eso,
según él, lo autorizaba a tener una vida social activa por fuera de su numerosa familia. A don
Genaro le gustaban los juegos de cartas, las apuestas, los cigarros, la noche y las mujeres. Él sentía
que ser infiel era su recreo, su derecho adquirido por ser el sostén económico de su casa. Genaro
terminaba su turno cerca de las 19 hs., se bañaba, le pedía a su esposa su mejor ropa (ella
abnegada se la tenía limpia y planchada) y se iba a la cantina del club.
En una de esas tantas noches de alcohol, cartas y mujeres Genaro se cruzó con la mujer
equivocada y lo peor es que la enamoró. Solo ellos supieron cuanto duró esa relación clandestina y
que promesas hubo en el medio. Lo cierto es que Genaro así como la enamoró también le rompió
el corazón y el despecho se transformó en odio, rencor y venganza.
La rutina diaria de Genaro cambió lentamente y sin despertar sospechas. Comenzó con Genaro
saliendo del trabajo y quedándose en casa. No se iba a la cantina, pasaba horas sentado inmóvil en
silencio oyendo la radio en su casa (en esa época la televisión solo existía en los hogares ricos).
Cenaba con su familia y se iba a la cama. Repitió esa conducta varias semanas.
Luego esa rutina se modificó peligrosamente. Genaro salía de trabajar, volvía a su casa, escuchaba
la radio hasta que estuviera la cena pero antes de comer se quedaba inmóvil, los ojos extraviados
y bien abiertos, mirando fijamente a la nada. La primera vez que pasó (el estado de inmovilidad)
pensaron que podía ser un broma, algo raro en él, ya que por lo general era una persona seria,
sobrio, de temperamento fuerte y mirada grave. Pero la situación era tan extraña y poco habitual
que la familia no sabía que pensar.
No tardaron en darse cuenta que llegada la noche Genaro se "apagaba", sin explicación. Lo
sorprendente es que él actuaba normal al otro día. No recordaba nada, no hacía comentarios de
ningún malestar. Literalmente se desconectaba de la realidad. Su familia no sabía como actuar.
Empeoró la situación cuando sumado al hecho de no cenar tampoco se trasladaba a su cama.
Antes se dejaba guiar hasta la habitación por su esposa, ahora ya no. Las cuatro mujeres (su
esposa y sus tres hijas menores) cooperaban como podían para llevarlo hasta su lecho. Su cuerpo
pesado y rígido complicaba las cosas.
La situación era por demás preocupante. Genaro seguía asumiendo una postura rígida por las
noches, no se alimentaba bien. Decidieron consultar a un médico. Le realizaron algunos estudios y
nada parecía estar mal. Era difícil que los médicos entendieran los síntomas que presentaba
Genaro. En ese momento no había celulares para documentar la experiencia y las enfermedades
mentales eran raramente diagnoticadas en gente trabajadora, humilde y común.
Pasaron unos meses y la situación no mejoraba, todo lo contrario, empeoraba. Los períodos de
inmovilidad se hicieron más extensos. Desde las 18 hs. Genaro no respondía, no pestañeaba, su
miraba fija y su cuerpo rígido en una cama. Y él continuaba sin recordar nada pero notaba su
deterioro y lo corto que se le hacían los días. Todo esto comenzó a afectar su salud y su trabajo.
Acabaron yendo a varias brujas. Seguían sin respuesta. Les recomendaron ir a ver a Oscar un brujo
de una localidad vecina.
Luego de encender unas velas, rodear con humo al paciente el hechizero Oscar sentenció que
Genaro había sido embrujado por una mujer. Magia negra dijo con tono grave. El terror se
apoderó de Genaro y su esposa. A pesar del miedo la pareja esperaba escuchar que Oscar tenía
una solución. El brujo dijo que la situación era muy difícil de revertir y que les costaría mucho
dinero. Explicó que seguramente habían utilizado a un sapo, que algo de Genaro habían
introducido en el anfibio y que la única solución era encontrar al animal. Una tarea casi imposible.
Pero que él podría siempre y cuando contaran con el dinero. Genaro y su esposa no contaban con
la cantidad que les pedía.
Ante la imposibilidad de pago el brujo Oscar les propuso sin escrúpulos y sin vueltas un trueque. Él
realizaría el "trabajo" a cambio de la hija menor de la pareja. Una vez encontrado el anfibio y
devuelto Genaro a su estado anterior de normalidad, la niña de 6 años le sería entregada como
pago del precio total de sus honorarios. La familia se negó. Se retiraron asqueados del consultorio
del depravado.
Genaro y su esposa volvieron devastados. No hubo reproches. Ella sabía de sus infidelidades, las
prefería callar. Ella había jurado amar a ese hombre y lo haría hasta el fin. Mientras Genaro
comenzaba a desconectarse una vez más, a hundirse en ese sueño extraño que lo inmovilizaba, se
preguntaba quien lo embrujó, cual de sus amantes lo condenó a morir así. Mientras eso sucedía en
la cabeza de Genaro, su esposa urdía, en vano, un plan para encontrar al maldito sapo. Trataba de
no rendirse.
A los pocos días de la visita al brujo Oscar Genaro falleció en su cama. Simplemente una tarde
Genaro se desconectó (entró en el trance de inmovilidad) y dejó de respirar.