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La Guerra Fría. ¿Una Guerra Particular?: The Cold War. A Singular War?

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Revista Ensayos Militares ISSN 0719-6334 / versión impresa

vol. 6 - nº 2 - 2020, pp. 111-124 ISSN 0719-6989 / versión en línea

La guerra fría. ¿Una guerra


particular?
The cold war. A singular war?

Mauricio Ibarra Zöellner*1


Teniente Coronel del Ejército de Chile

Resumen: Este trabajo tiene como objeto, por una parte, categorizar –desde el ángulo de la Polemología–
respecto de qué tipo de “guerra” fue la denominada Guerra Fría, más aún cuando no existieron ni decla-
raciones formales de guerra ni enfrentamientos armados directos, pero sí muchas contiendas indirectas
entre sus dos principales contendientes: EE.UU. y la URSS. Para luego profundizar en los rasgos de su
existencia fáctica y teórica, sus antecedentes y consecuencias para entender y comprender el fenómeno en
toda su envergadura. Todo lo anterior mediante un análisis historiográfico amplio y a la vez selectivo del
material para poder, finalmente, y a través del lente historiológico ayudar a establecer verdades acerca del
significado real de la “Guerra Fría”.

Palabras claves: Guerra Fría – Bipolaridad – Modelos políticos y socioeconómicos

Abstract: This work aims to categorize –from de angle of Polemology– what kind of “war” was the so-ca-
lled Cold War, even more so when there were neither formal declarations of war nor direct armed clashes,
but there were many indirect contests between this two main contenders: USA and the USSR. Establi-
shing not only features of its factual and theoretical existence, but also its antecedents and consequences.
All through a comprehensive and selective historiographic analysis of the material in order to stablish,
through the historiological lens, truths about the actual meaning of “The Cold War”.

Key words: Cold War – Bipolarity – Socioeconomics and political models

Fecha de recepción: 29 de octubre de 2020


Fecha de aceptación y versión final: 21 de noviembre de 2020

* Teniente Coronel. Oficial de Ejército del Arma de Artillería. Oficial de Estado Mayor. Licenciado
en Ciencias Militares. Magíster en Planificación y Gestión Estratégica. Magíster en Historia Militar
y Pensamiento Estratégico de la Academia de Guerra del Ejército de Chile. Doctor (c) en Historia,
Universidad San Sebastián. mauricio.ibarra@acague.cl

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Mauricio Ibarra Zöellner

Introducción

Mientras la guerra sea considerada como algo malo,


conservará su fascinación.
Cuando sea tenida por vulgar, cesará su popularidad
Oscar Wilde, De profundis (1897).

Para comprender lo que fue la “Guerra Fría” debemos establecer si este


concepto corresponde a la definición de lo que conocemos como “guerra” y
a qué tipología corresponde o si definitivamente no concuerda con la defi-
nición que hoy tenemos de la guerra y es, entonces, un concepto aplicado
pero que no está fundamentado. De ahí que surja la pregunta ¿fue realmente
una guerra lo que se denominó “Guerra Fría”? Por ello este artículo busca,
primeramente, establecer en qué consiste el concepto de guerra; para luego
abordar el origen de esta guerra considerando que la historiografía manifiesta
diversos momentos que motivarían el nacimiento de esta.

112

¿Qué es la guerra?

Para esclarecer el primer punto, debemos acceder a la semántica del


término “guerra”, vocablo que tiene su origen en la palabra germana werra,
que significa desorden o conflicto. Cuando los individuos se enfrentan
en el campo de batalla producen un sonido que se escucha como “woa”
o “guaha”, en directa alusión al inglés war (Real Academia de la Lengua
Española, 2016). El sentido comunicativo que imprime su expresión se
exterioriza con actos de violencia, lo que implica entenderla como disputa,
contienda, pelea, pugna, conflicto, oposición entre dos o más naciones por
diversas razones o entre dos bandos que pretenden consolidarse dentro
de un territorio. Su materialización propone antagonismo, revolución,
cambio de pensamiento, liberación, transformación del orden social o
egoísmo e imposición de credo, raza, poder económico y expansionismo.
En suma, la guerra es una forma, método o acción compleja que satisface
una necesidad humana para lograr transformaciones sociales y culturales o
un acto ilegítimo que conlleva egolatría, aniquilación, barbarie y desigual-
dad entre los pueblos.

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La guerra fría. ¿Una guerra particular?

Al respecto, el pensador estratégico Karl Von Clausewitz1 (2015) plantea:

“No vamos a comenzar con una definición pedante y defectuosa de la guerra,


sino que nos limitaremos a su esencia, el duelo. La guerra no es otra cosa que
un duelo en una escala más amplia. Si concibiéramos a un mismo tiempo los
innumerables duelos aislados que la forman, podríamos representarla bajo la
forma de dos luchadores, cada uno de los cuales trata de imponer al otro su
voluntad por medio de la fuerza física; su propósito inmediato es derribar al
adversario e incapacitarlo de ese modo para ofrecer mayor resistencia”, para
finalmente agregar “…la guerra es un acto de fuerza para imponer nuestra
voluntad al adversario” (p. 31).

De lo anterior se puede colegir que, como en la alegoría de un duelo,


se requieren dos individualidades que se oponen una a la otra por tener
intereses opuestos insalvables, ya que cada uno cree tener la razón en sus de-
mandas; y, además, la capacidad de enfrentar a la otra y ganar ese elemento
que ambos desean.
Visto así, la guerra es un duelo entre dos leviatanes, los que se enfren-
tan con la finalidad que el vencedor quede como poseedor único del poder, 113
capaz de tomar decisiones de validez general y ejercer dominio sobre el otro
imponiendo su voluntad al contendiente.
Otra definición la encontramos en el Gral. José Almirante y Torroella2,
quien manifiesta en su Diccionario Militar que “la guerra es el choque mate-
rial de los elementos de daño y defensa de que disponen dos poderes sociales,
que se hallan en oposición de intereses” (2002, p. 539). Las experiencias en
este sentido, como lo han sido las dos guerras mundiales, conforman un
vínculo histórico entre épocas políticas, sistemas de gobierno, organizacio-
nes militares y doctrinas castrenses. Pareciera que, en cada caso, el punto de
partida historiográfico fuera diferente o al menos la tipología de las causas,
actores y acciones varía.
La resultante es que, en cada época, se intenta responder la pregunta ¿qué
es la guerra?, esto considerando que es un concepto dinámico y en constante
evolución y transformación, de acuerdo con los avances de la tecnología y

1 Carl von Clausewitz (1780-1831) es uno de los teóricos más influyentes de la ciencia militar
moderna. Como académico redactó gran cantidad de escritos acerca del arte de la guerra, influidos
sobre todo gracias a su conocimiento de filosofía y de la ética.
2 Militar español que escribió un diccionario militar, etimológico e histórico, cuya obra es referencia.

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modos de realizarla. En la historiografía existe una inclinación por ir confor-


mando una tipología de las guerras tanto por sus características, como por su
finalidad, fuerzas de los oponentes, duración, objetivos, consecuencias, fines,
modos y medios.
Muchas veces el límite entre los tipos de guerra es difuso e incluso los
acontecimientos pueden llevar a catalogar un mismo evento en diferentes
tipos, aunque la “tipología”3 no implica necesariamente que una guerra sea
de una u otra forma por sí misma, sino que se trata de clasificar el fenómeno
a partir de sus fines, luego en su forma de proceder (modos) y, finalmente,
respecto de los medios empleados.
Al respecto podemos señalar que la “Guerra Fría”, de acuerdo con sus
fines, se clasifica como guerra global que se describe como una guerra a gran
escala, involucrando a un importante número de países y de diferentes conti-
nentes. Según Miguel Alonso Báquer4, la versión más moderna del fenómeno
“guerra” viene dada desde la perspectiva tecnológica de la mundialización y
de la globalización.
Las dos Guerras Mundiales fueron, primero, sentidas como Grandes
Guerras, pero, cualquiera que fueran las intenciones profundas de los diri-
114 gentes de las alianzas vencedoras, pronto saltó a la vista la recuperación del
hegemonismo y la descalificación del autonomismo en materia política y
militar. En la retórica pacifista de finales del siglo XX parecía que se había
dado entrada al Arma Absoluta (al armamento nuclear, la bomba atómica).
Solo algunos poderes constituidos como superpotencias podían poseer la ca-
pacidad técnica suficiente para disuadir con ella a sus adversarios de mayor
entidad. La guerra global requiere especialistas y poderío en grado sumo allí
donde las otras formas de hacer la guerra requieren simplemente libertad de
acción.

3 Las definiciones o conceptos de los tipos de guerras que se enuncian, en su mayoría están basados o
son textuales de Miguel Alonso Báquer en sus textos: Las preferencias estratégicas del militar español
(1985); ¿Qué es la estrategia? (2000); de Gastón Bouthol en su Tratado de Polemología (1984); de
Michael Sheehan y James H. Wyllie en su Glosario de Defensa (1991); y del Ejército de Chile en su
texto “El Ejército y la Fuerza Terrestre”.
4 General de Brigada de Infantería, diplomado de Estado Mayor. Destaca por mostrar notable

dedicación al estudio de las cuestiones íntimamente relacionadas con su profesión; para ello se apoya
en su formación universitaria como Doctor en Filosofía y Letras. Ha sabido coordinar el intenso y
continuado ejercicio del profesorado en numerosos Centros Superiores de Enseñanza Militar con
la investigación de diversas disciplinas: sociología de aplicación militar, ética de la profesión de las
armas y estudios estratégicos. Entre sus obras destacan: Lecciones de historia militar (1980), Estrategia
para la defensa (1988), y ¿A qué denominamos guerra? (2001).

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La guerra fría. ¿Una guerra particular?

El origen de la Guerra Fría

Existen perspectivas que consideran que la Segunda Guerra Mundial fue


un conflicto novedoso, debido a que los países contendientes intentaron im-
poner su sistema social por medio del uso de la fuerza. Esto es de relevancia
considerando que todo conflicto bélico tiene un motivo que prima por parte
del vencedor sobre el vencido. Prueba de ello fueron “las guerras de religión
concluidas con la Paz de Ausburgo en 1555 guiadas por el principio de quien
reina impone su religión cuius regio eius religio, y que en el periodo napoleó-
nico Europa ardió por ello en revoluciones sociales guiadas por el ejemplo
francés del siglo” (Ruiz y Peña, 2013). Sin embargo, por su duración y forma
de librarse, la Guerra Fría modificó todos los moldes conocidos en cuanto a
cómo desarrollar un conflicto entre Estados.
La Guerra Fría generalizó las alianzas de carácter permanente y mul-
tiplicó las potencialidades de destrucción masiva (no para ser mostrada o
demostrada de hecho sino para ser eludida). El equilibrio en el terror o el
miedo, dictado desde la capacidad para obtener una destrucción mutua ase-
gurada, era el balance de la experiencia que se desprendía. No obstante, en
1945 también se pide la rendición sin condiciones y se da por seguro que el 115

país derrotado, con su régimen (y su ideología), debían ser sometidos por las
armas, debiendo desaparecer. Es así que no se trata de una guerra total, sino
que de una victoria total.
También debemos considerar que, respecto de lo anterior, es importante
señalar que la guerra se realiza dentro de un orden internacional, al interior
de este se desenvuelve. Ese tipo de orden internacional se basa en lo que
el mundo actual configuró a partir de los resultados de la Paz de Westfalia
de 1648, el que como paradigma incorporó dos principios: el primero de
ellos considera el concepto de soberanía nacional que cada Estado impone
y defiende dentro de su territorio. Es decir, cada nación tiene el derecho de
ser gobernada por un gobierno nacional sin la intervención de terceros o
actores externos en sus asuntos internos. Además, los tratados de Westfalia
también confirmaron la conveniencia de separar el gobierno nacional de las
instituciones religiosas. Por ello, a partir de 1648, la gran mayoría de los
países europeos han sido regidos por el segundo principio, el que plantea
que los gobiernos basan sus decisiones en el concepto de interés nacional,
el que define que el Estado debe acumular poder para preservar, mejorar o
consolidar la posición en que se encuentra frente a otros, permitiéndole a

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sus instituciones y organismos cumplir con los objetivos que dicho Estado le
encomiende (Wollf, 1986).
Estos principios fueron relevantes para mantener un orden mundial du-
radero y estable entre los diversos Estados del orden internacional a lo largo
de los siglos. Este orden surgido de Westfalia permitió que existiera una
multipolaridad de Estados que se disputaron la hegemonía en particular en
Europa, entre ellos Francia, Rusia, Alemania e Inglaterra. La existencia de
poder multipolar ha sido la normalidad a lo largo de la historia. Sin embar-
go, Europa dejó de ser multipolar, pero por períodos relativamente breves,
por ejemplo, cuando hubo guerras que conformaban dos grandes alianzas o
bloques militares opuestos entre sí, como ocurrió durante el desarrollo de
las guerras de coalición contra la Francia napoleónica, o como también en
la Primera Guerra Mundial y Segunda Guerra Mundial del siglo XX, situa-
ciones que podrían ser clasificadas como de bipolaridad. Esto duraría hasta
el término de la Segunda Guerra Mundial en 1945, momento en el que se
configuró un nuevo orden mundial, el que implicó el paso de un mundo
multipolar a un mundo bipolar.
La bipolaridad en el orden internacional corresponde a un sistema de
116 Estados en donde hay dos grandes bloques de poder. El caso más conocido
es sin duda el de la Guerra Fría, donde el antagonismo entre Estados Unidos
y la Unión Soviética imprimió un peculiar relacionamiento entre Estados y
de estos con los poderes hegemónicos vigentes en ese momento. Una caracte-
rística importante de esta Guerra Fría, la de la bipolaridad político-militar, es
posible hallarla a lo largo y ancho de la historiografía universal –verbi gratia–
aquel que existió en la región del Mar Mediterráneo entre los siglos III y II
a.C., cuando Roma y Cartago eran los dos principales centros de poder de la
región. La bipolaridad es típica en regiones donde se generan conflictos que
se radicalizan, polarizando tanto a pueblos como a países.
El antagonismo entre EE.UU. y la URSS marcaría el devenir de la polí-
tica mundial a partir de 1945 hasta 1991. Este consideró el enfrentamiento
en el terreno de lo ideológico, político, económico y militar. Sin embargo, en
el ámbito militar y pese a su denominación de “Guerra Fría”, jamás llegaron
a enfrentarse directamente en un campo de batalla, siendo esta otra de sus
características y particularidades.
Respecto del origen del concepto y sus implicancias, se puede señalar
que el primero en emplear este término en un discurso oficial fue Bernard
Baruch, consejero del presidente Harry Truman, quien usó el término por
primera vez el 16 de abril de 1947 durante un discurso en la Cámara de

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Representantes de Carolina del Sur cuando afirmó: “No nos engañemos:


estamos inmersos en una Guerra Fría” (Lozano, 2007, pág. 23). En la po-
pularización de aquella expresión, también contribuyó el columnista Walter
Lippmann, con la edición del libro titulado Guerra Fría (cuya publicación
original corresponde a 1947).
Respecto del origen del conflicto en sí, existen visiones distintas de su
comienzo (y explicaciones variadas de los casus belli que las detonan), esto
considerando otra de sus particularidades y características, cual es que no
existió previamente una declaración de guerra formal como se había dado
hasta ese momento en la historia de la guerra. Por ello existen diversas visio-
nes respecto de su inicio.
Por una parte, en lo que al fechado histórico concierne, tres fechas son
las propuestas por la historiografía tradicional: 1917, 1945 y 1947. Esto
considera principalmente los trabajos realizados entre 1947-1991, los que
pertenecen –en su amplia mayoría– a la historiografía occidental. Esto se
debió a que las investigaciones realizadas estuvieron basadas en fuentes occi-
dentales, ya que hasta 1991 el acceso a los archivos de Europa del Este y de la
URSS fue insalvable para Occidente. Por ello una vez que la URSS desapare-
ce, se abren los archivos estatales y surgen nuevas reevaluaciones acerca de las 117
interpretaciones historiográficas existentes. Tal es el caso de una cuarta fecha
de origen de la Guerra Fría que es lo que plantea Vladislav Zubok5.
Una parte de la historiografía considera 1917 como punto de partida
para el origen de la Guerra Fría, con el inicio de la Revolución Bolchevique
en la entonces Rusia zarista. Este fue un proceso que dividió y transformó
al mundo en dos modelos de sociedades distintas cada una con sus propios
sistemas socioeconómicos y políticos, con ideologías claramente definidas y
prontas a enfrentarse por sus propias convicciones en ser cada una el mejor
sistema para el bienestar del mundo (comunismo y capitalismo). Una si-
tuación que se haría evidente debido al impacto mundial que produjo la
revolución y la reacción de las principales potencias de Europa con el sur-
gimiento de un nuevo movimiento de carácter proletario con su misiva de
una nueva organización que reemplazaría la propiedad privada por la social,
fenómeno ideológico y sociopolítico que podría expandirse en el resto de las
naciones.

5 El libro se llama Un imperio fallido. La Unión Soviética durante la guerra fría.

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Sin embargo, una característica muy diferente se presenta dentro de la


historiografía que evidencia el origen de la Guerra Fría a partir de 1945. La
tendencia a la ocupación del “vacío” de poder generado en Europa tras el final
de la Segunda Guerra Mundial, ahora ocupado por dos nuevas potencias, re-
sultó en la confrontación directa entre ambas por sus nuevas características
políticas e ideológicas, y porque ya no existía motivo alguno para sostener la
alianza de los tiempos de la cooperación en donde el enemigo común era el
nazismo.
Respecto de 1947, constituye el año que define de manera directa el en-
frentamiento considerado, en algunos casos, como la fecha inicial, la que
estaría marcada por la proclamación de la Doctrina Truman6 en marzo de
1947, en la que se señala “La política de Estados Unidos tiene que ser apoyar
a los pueblos libres que se resisten a ser subyugados por minorías armadas y
por presiones exteriores” (Hobswan, 1994). Esto constituiría una manifesta-
ción de las diferencias políticas e ideológicas entre ambas potencias tan solo
dos años después de terminada la guerra.
Sin embargo, existe otra teoría al respecto que plantea Odd Arne Westad,
y en ella señala que la Guerra Fría fue un fenómeno global con una duración
118 de 100 años, es decir, sus inicios se remontarían a 1890 marcados por “la
primera crisis capitalista global, con la radicalización del movimiento obrero
europeo y la expansión de Estados Unidos y Rusia como imperios transcon-
tinentales” (Westad, 2018). De acuerdo con el autor, la Guerra Fría nació de
las transformaciones mundiales (sociales, económicas y tecnológicas) de fines
del siglo XIX. Además, plantea que la Guerra Fría se produjo en el marco de
dos procesos de profundo cambio en lo que respecta a la política internacio-
nal: la aparición de nuevos Estados, creados de acuerdo con el modelo de los
Estados del siglo XIX; y, el segundo proceso, es el comienzo del ascenso de la
hegemonía de Estados Unidos como potencia mundial dominante hasta su
transformación en la superpotencia vencedora de la guerra en 1990.
Un hito relevante a comienzos de la posguerra es el que se plantea con
la separación del mundo en dos bloques en el discurso pronunciado por

6 Tras la destrucción causada por la Segunda Guerra Mundial, Europa constituía el lugar ideal para
que se produjera una expansión del comunismo. A fin de evitar dicho peligro, EE.UU. lanzó un
programa que se implementaría a través de dos fases: una fase económica, el Plan Marshall, y una
fase política, la Doctrina Truman. Su ejecución constituye la primera manifestación importante de
la estrategia norteamericana de “contención” del comunismo durante “la Guerra Fría”. Esta doctrina
marcaría la política exterior de los EE.UU. hasta los años 60. El presidente Harry Truman pronunció
esta doctrina en un discurso ante el Congreso el 12 de marzo de 1947.

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Winston Churchill en 1946, en donde surge el concepto de “El Telón de


Acero”. En aquel año, el premier inglés sentenció:

“Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el conti-


nente un telón de acero. Tras él se encuentran todas las capitales de los antiguos
Estados de Europa central y oriental (...), todas estas famosas ciudades y sus
poblaciones y los países en torno a ellas se encuentran en lo que debo llamar
la esfera soviética, y todos están sometidos, de una manera u otra, no solo a la
influencia soviética, sino a una altísima y, en muchos casos, creciente medida de
control por parte de Moscú (...) Por cuanto he visto de nuestros amigos los rusos
durante la guerra, estoy convencido de que nada admiran más que la fuerza y
nada respetan menos que la debilidad (...) Es preciso que los pueblos de lengua
inglesa se unan con urgencia para impedir a los rusos toda tentativa de codicia o
aventura” (Discurso en el Westminster College, 1946).

Estas palabras marcaron en forma oficial el inicio de la Guerra Fría en su


máxima expresión, al establecerse una frontera física y también ideológica en
la que quedaría dividido el mundo hasta 1989.
Es así que este nuevo período de la historia europea y mundial surgió 119
porque los aliados no tenían más que un punto en común: vencer al enemigo
común representado por el nazismo. Las diferencias ideológicas, políticas y
económicas entre las potencias occidentales y la URSS eran irremontables.
Pero también es evidente que estas tensiones que afloraron muy pronto, es-
pecialmente ante la política de expansión en el este europeo emprendida por
Moscú para crear regímenes políticos afines, inauguraron una época en las
relaciones internacionales que, aunque pueda encontrar alguna similitud con
la de la paz armada de finales del siglo XIX y comienzos del XX, fue muy
novedosa pues estaba protagonizada por dos superpotencias de poder casi
incontestable. La tensión evidente entre los dos grandes bloques no terminó
nunca de derivar en un conflicto directo, aunque sí estallaron diversos en-
frentamientos más o menos indirectos o menores, pero siempre localizados y
controlados en cierta medida, sin que se desencadenara el cataclismo general,
como había terminado ocurriendo en 1914 o en 1939.
“La Guerra Fría”, por tanto, se caracterizó por un enfrentamiento cons-
tante entre dos polos, el occidental dirigido por Estados Unidos y el del este
liderado por la URSS. Ambas superpotencias habían salido reforzadas de
la Segunda Guerra Mundial frente a las viejas potencias europeas, vencidas
o vencedoras, pero en situaciones muy difíciles, como fue el caso de Gran

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Bretaña. Es importante identificar cómo ambas superpotencias consiguieron


configurar un bloque o área de influencia donde era eliminada cualquier
posible desviación en alguno de sus componentes, ya fuera ideológica o po-
lítica. Son muy conocidos los casos de las intervenciones soviéticas en la
Europa del Este para impedir que algunos de los países de la zona decidieran
emprender caminos propios. Los dos sucesos más relevantes fueron Hungría
en 1956 y Checoslovaquia en 1968. Por su parte, en el mundo occidental,
Estados Unidos influyó para evitar que los partidos comunistas francés e
italiano consiguieran entrar en sus respectivos gobiernos.
Las presiones siempre fueron más sutiles y, en realidad, el propio Plan
Marshall terminó por convertirse en un mecanismo muy eficaz porque con-
siguió estabilizar las economías europeas occidentales y aminorar tensiones
sociales. Las intervenciones, fueran del tipo que fueran, siempre serían respe-
tadas por el otro bloque, no generando ningún enfrentamiento. Sin embargo,
hubo una excepción importante y que desencadenaría una tensión máxima
entre ambas fuerzas antagónicas siendo solucionada en último momento: la
situación de Cuba y la crisis de los misiles en 1962.
Asimismo, es importante plantear que, a diferencia de otros escritores,
120 Zubok plantea que los soviéticos estuvieron a la defensiva casi toda la Guerra
Fría, a excepción del régimen de Nikita Jrushchov, que llevó al extremo la
amenaza nuclear como forma de presión para Estados Unidos. No obstan-
te, fueron escasos los momentos en que los soviéticos tomaron la ofensiva
contra Estados Unidos, como queda de manifiesto en acciones tales como el
Consejo de Ayuda Mutua Económica creado por Stalin en respuesta al Plan
Marshall, o el Pacto de Varsovia para responder a la creación por parte de
EE.UU. de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Es importante plantear que en esta carrera armamentista jugaron un papel
importante las lecciones del pasado que ambas potencias vivieron durante la
Segunda Guerra Mundial. Por ello, el concepto de seguridad y sorpresa eran
relevantes a la hora de establecer estrategias contra sus oponentes. Por un
lado, Pearl Harbour recuerda esa sensación de inseguridad producto de un
ataque sorpresa; mientras que, para la otra parte, el ataque –también sorpre-
sivo– de la Alemania nazi a la URSS generó ese sentimiento de inseguridad
en EE.UU., por ello, desarrolló su estrategia denominada de “primer uso”
del armamento nuclear, para lo que estableció bases militares para este fin,
considerando tanto su territorio como los de sus aliados.
Zubok plantea que la estrategia de contención y superioridad estratégica
de los norteamericanos hicieron creer a los soviéticos que no tenían más

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opción que la resistencia o la rendición incondicional. Optando por esta


última alternativa Nikita Jrushchov, mediante la “política soviética de extre-
mismo nuclear”, utilizó el armamento atómico como elemento de solución
de las crisis internacionales. El posterior desarrollo del poder termonuclear
incrementó las capacidades de ambos contendientes, llegando a un punto
en el que se pudo establecer que no existía defensa alguna para semejantes
armas, lo que devastaría a los países contendientes y también la vida sobre
el planeta. Esta sería la primera vez en la historia del mundo que el hombre
tiene la capacidad de destruir su mundo. Será este “miedo” mutuo a las
consecuencias del armamento nuclear que evitó una guerra entre ambas su-
perpotencias, más aún no habría un vencedor en esta contienda. Así es como
en el XX congreso del Partido Comunista de la URSS, Jrushchov plantea “o
la coexistencia pacífica o la guerra más destructiva de la historia. No hay una
tercera vía”.
Según lo planteado por Zubok, la búsqueda de la paridad estratégica de la
URSS respecto de su armamento nuclear fue una constante durante toda la
Guerra Fría. Al respecto es importante señalar que una curiosidad relevante
de esa “Guerra Fría” es el poder ver que a lo largo del desarrollo de esta guerra
ambas superpotencias jamás se enfrentaron directamente ya que la capacidad 121
destructiva de sus arsenales nucleares hubiese acabado con la vida no solo
de sus adversarios, sino que de todo el planeta, cobrando relevancia el con-
cepto de “destrucción mutua asegurada”. Es importante señalar que si bien
la carrera armamentista fue uno de los aspectos más dinámicos de la guerra
fría, gradualmente los líderes de ambas superpotencias comprendieron las
implicaciones de la “revolución nuclear”. Ellos concluyeron que las guerras
pueden ser combatidas, pero no ganadas. Esto, mientras la posesión de armas
nucleares perviva como un método eficaz para expandir la influencia a otros
países. Por otro lado, el momento clave llegó en los años 80 cuando los
líderes soviéticos se dieron cuenta que los gastos militares estaban dañan-
do la economía soviética y concluyeron que un número limitado de armas
nucleares proveerían suficiente seguridad. En otro orden de ideas, Ronald
Reagan y sus asesores abandonan la idea de ganar la carrera armamentista
dando prioridad al control del presupuesto de EE.UU. Luego, el colapso del
comunismo precede al colapso del poder militar soviético.
Es así que surgen características bastante curiosas respecto de esta “Guerra
Fría”. Prueba de ello es lo planteado por Melvin Leffler en su libro Origins
of the Cold War: an international history de 1994, donde indica que si bien
la URSS buscó permanentemente la paridad de su arsenal militar con su

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archirrival, EE.UU., esto solo lo llevó a conseguir un alto costo económico,


afectándolo al punto de impedirle competir con ella en este ámbito (p. 317).
Este planteamiento es interesante en el sentido que la postguerra fue
solo bipolar en un sentido militar estrecho, ya que, en lo concerniente a in-
fraestructura industrial, materias primas, mano de obra calificada y avances
tecnológicos, EE.UU. estuvo siempre a la vanguardia junto con el bloque oc-
cidental si se compara con la URSS y el bloque soviético. Esto demostraría,
según Leffler, que la URSS poseía más elementos de debilidad que de forta-
leza frente a sus adversarios occidentales (1994). Dicha debilidad soviética
se haría evidente en múltiples ámbitos, siendo el económico uno de los más
evidentes. Es así que, ante la real necesidad de subsistir económicamente,
la ejecución de intercambios comerciales con el mundo occidental era vital
para la sobrevivencia económica de la URSS y se ejecutaba sin vacilaciones
o críticas que dieran el menor atisbo de estar traicionando los principios que
sostenían su visión; siendo esta forma de relacionarse con su contraparte el
modo de lograr crear una nueva doctrina, la que se bautizaría, según Ribera
(2006), como “coexistencia pacífica”.

122
Conclusiones

Los avances que la humanidad ha logrado con el devenir de los años se


han visto interrumpidos en múltiples oportunidades por grandes conflic-
tos bélicos. Las guerras que han enfrentado a grandes potencias mundiales
lograron cambiar, de diversas formas, el curso de la historia, llevándose
consigo millones de vidas humanas. Sin embargo, dichos conflictos tam-
bién han demostrado cómo el ser humano persigue nuevas formas de
lograr la victoria sobre su adversario. Una de esas formas se desarrolló tras
la Segunda Guerra Mundial y permaneció hasta finales del siglo XX, deno-
minándose como “La Guerra Fría”. Este acontecimiento histórico de larga
data, se inicia con procesos complejos que tuvieron eclosión siglos antes
de su comienzo formal y que aún, con fecha de cierre en 1989, sigue hoy
–31 años después– teniendo manifiestas consecuencias en la humanidad.
Establecer no solo los rasgos de su existencia fáctica y teórica, sino que
sus antecedentes y consecuencias, resulta imprescindible para entender y
comprender el fenómeno en toda su envergadura. Por otra parte, abordar
esta parte de la historia universal desde lo historiológico permite alcanzar
el espíteme conceptual mediante una categorización –desde el ángulo de

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La guerra fría. ¿Una guerra particular?

la Polemología– respecto de qué tipo de “guerra” fue, más aún cuando no


existieron ni declaraciones formales de guerra ni enfrentamientos armados
directos (pero sí muchas contiendas indirectas o “proxis”) entre sus dos
principales contendientes: EE.UU. y la URSS.
Al respecto, podemos concluir que esta fue una guerra en la que no se
combatió directamente sino que todo lo contrario. Las superpotencias evi-
taron entablar luchas directas en los campos de batalla tal y como se habían
desarrollado en las guerras que le precedieron. De esta manera, se marca un
hito pues se establece una nueva forma de hacer la guerra.
En lo específico, es posible indicar que la “Guerra Fría” fue de tipo global
en su tipología. Esto, pues se transformó en una nueva forma de hacer la
guerra, donde resaltaron las invenciones de nuevas tecnologías en armamen-
tos, las que, por primera vez en la historia del mundo, serían capaces de
destruir a ambos oponentes. De esta forma, ambos actores no llegaron a en-
frentarse por el temor o miedo a destruirse, no existiendo un vencedor claro.
Además, la bipolaridad característica de esta guerra implicó que durante
el duelo de estas superpotencias, otros lo combatieran por ellas.
Es en esta condición de bipolaridad que el mundo vivía, donde EE.UU.
mantuvo siempre una ventaja sobre su contendiente como nos comenta 123
Zubok y, pese a los enormes esfuerzos realizados por URSS para desafiar el
poder norteamericano y el bloque occidental, a la postre terminó extenuada
por tratar de ganar la guerra en el ámbito militar con la carrera armamentis-
ta. Esta preocupación soviética por lograr mantener un nivel militar acorde
al de su antagonista, la llevó inexorablemente a dejar de lado otros aspectos,
como los económicos y sociales, lo que finalmente la arrastró al colapso de
su sistema ideológico inicialmente para luego, también, derrumbar su poder
militar. Esto muy bien lo refleja Westad cuando afirma que Estados Unidos
ganó la contienda y, sobre todo, que la URSS “la perdió, y la perdió por
mucho” (Westad, 2018, p. 639).
Para finalizar, ejemplifica muy bien el nivel de derrota sufrido y la re-
forma estructural en la relación de poderes entre los Estados que el mundo
presenciaría a partir de la caída del muro de Berlín, las propias palabras esbo-
zadas por el premier soviético, Mijaíl Gorbachov, quien declaró:

“que los métodos de la Guerra Fría y la confrontación de las potencias había


fracasado, que el orden bipolar debería ser reemplazado por un sistema multi-
polar y que Europa debía tener cada vez más presencia en los dolorosos procesos
por los cuales debían pasar los países del Este en su retorno hacia Europa y en la

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Mauricio Ibarra Zöellner

transición al modelo occidental de Estado y sociedad, que se caracteriza por tres


elementos: la democracia parlamentaria, el Estado de derecho y la economía de
mercado, es decir, el capitalismo” (Benz, 2005, p. 83).

Referencias
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Defensa.
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