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Esencia Del Conocimiento

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La esencia del conocimiento

SOLUCIONES PREMETAFÍSICAS
- El Objetivismo

De acuerdo a las corrientes objetivistas, el objeto es


independiente de una conciencia cognoscente y, por lo tanto,
es el elemento determinante en el fenómeno del conocimiento.
De hecho, no se puede hablar de conocimiento, en un sentido
riguroso de conocimiento, sino existe algo que debe ser
conocido, de otra manera, lo que tendríamos, en un pretendido
conocimiento sin objeto, sería un monólogo de la conciencia
entre sí misma, y aún en ese caso, la conciencia se tendría
como objeto de conocimiento, con lo cual se estaría
estableciendo, no obstante, una relación cognoscente.
Para que podamos conocer es necesario que tengamos algo
cognoscible y ajeno a nosotros mismos. Pero, además de esta
tesis fundamental, el objetivismo sostiene que no sólo el objeto
es el elemento esencial en el conocimiento, sino que incluso
en esa relación cognoscente el objeto se conoce tal cual es; el sujeto no proporciona ningún
elemento objetivo; la función que desempeña el sujeto cognoscente es pasiva, de receptor
de datos, los cuales reproduce dentro de sí. O sea que, básicamente, el objetivismo
defiende las tesis siguientes: el objeto es ajeno al sujeto; lo que quiere decir que pre-existe y
subsiste a la conciencia; el objeto que puede existir como tal sin la presencia de un sujeto
cognoscente. Además, en la relación de conocimiento, el objeto permanece intacto en su
relación epistemológica con la conciencia, lo que encontramos en ésta es el objeto tal como
es en sí mismo.
Los primeros filósofos presocráticos o físicos (Tales, Anaximandro, y Anaxímenes) y otros
(Pitágoras, Parménides, Anaxágoras), son filósofos objetivistas. Consideran que el mundo se
presenta ante ellos como algo ajeno en sí mismo y tratan de interpretarlo.
La relación de conocimiento es un descubrimiento, no importando si lo que se les da en
forma inmediata es apariencia o no.
Lo inmediato no es el objeto, sino es algo que se da detrás de esa apariencia (el devenir, lo
particular, lo concreto) y que tiende permanecer por sí mismo. El hombre es un ente que
está en medio de toda la creación y su objetivo es interpretarla ordenarla de alguna forma
para que pueda existir no sólo el conocimiento sino un cierto orden sistemático (cosmos,
orden, categorías) para poder interpretarla.
En Platón se da un sistema metafísico, ontológico y epistemológico de claros lineamientos
objetivistas.
Para este pensador griego, las esencias de las cosa no están en el nivel sensible de las
mismas, sino que tienen una existencia propia, ajena a ellas y al hombre que trata de
conocerlas. El mundo de las ideas (mundo ideal) no sólo pre-existe y subsiste por sí mismo,
es decir, ajeno a las cosas, sino que determina al mundo sensible, cambiante y particular, e
incluso, también, es una estructura ontológica ajena a la conciencia.
De tal manera que el objetivismo de Platón tiene un doble sentido; el mundo sensible y el
ideal son ajenos a la conciencia; ésta se encuentra inmersa en ellos y es determinada por
esos mundos circundantes, en otros términos, lo que Platón nos está queriendo decir en sus
diálogos a través de metáforas y mitos, que el conocimiento sensible y el racional no son
producto de una conciencia que conoce, sino que son información de algo ajeno a esa
conciencia y que el elemento principal o condición necesaria y mínima para que podamos
decir que existe conocimiento son, precisamente, el conocimiento sensible y el racional,
cuyos contenidos y formas son ajenas al sujeto.
Platón parece decir que se puede prescindir del conocimiento sensible en determinado
momento, cuando estamos dentro del mundo de lo puramente racional, y una vez cumplida
esta misión, el sujeto cognoscente puede establecer relaciones epistemológicas, lógicas,
metafísicas y ontológicas sin auxilio del conocimiento sensible. En otros términos, el
conocimiento riguroso, racional y, por tanto, verdadero es producto de una actividad
puramente ideal, de formas y no de datos sensibles. Pero, a pesar de todo ello, esas formas
ideales no son producto de nuestra actividad intelectual, sino que son independientes de
nosotros y, en consecuencia, no dependen de nosotros; no hay relativismo posible. Porque
no es el sujeto el que determina sus propias formas ideales, sino que está determinado por
algo objetivo o ajeno a él. Esta situación es la que posibilita la ciencia y el conocimiento
riguroso que vence la opinión de todo ser racional. Pero además de ello, las formas ideales
son las que determinan nuestro conocimiento lógico del mundo; sin el conocimiento racional
no podemos realizar ni siquiera el conocimiento sensible. Esto es lo que nos quiere decir
cuando establece la doctrina de la reminiscencia. Los filósofos racionalistas de la época
moderna también se consideran objetivistas, pues tratan de encontrar la verdad en el objeto
en una posición ajena al sujeto.
En Descartes, vemos que concibe tres sustancias; desde el punto vista epistemológico,
estas sustancias se encuentran en posiciones ajenas entre sí; aunque, metafísicamente sólo
existe una; la sustancia infinita, en tanto que las demás dependen de ésta. La sustancia
pensante, no obstante, descubre a las demás como algo ajeno a sí misma, aunque, para
hacerlo, tiene que partir de ella misma.
Pero el objetivismo no se establece únicamente a partir de consideraciones puramente
intelectuales. Es decir, el objeto no es solamente aquello que se hace patente al sujeto a
través de sus capacidades racionales o sensibles sino que, en la forma en que lo consideran
algunos pensadores, también se hace patente a sus capacidades volitivas o emocionales.
Este es el caso, por ejemplo de Maine de Biran.
El mundo se hace objeto al hombre por medio de la resistencia que él pone a la voluntad de
este último. Del mismo modo, el sujeto cognoscente conoce a un objeto ajeno a sí mismo,
por medio de esa resistencia; si el sujeto del conocimiento estuviera dialogando o actuando
solo, entonces no encontraría ninguna resistencia a su voluntad; pero, es el caso que en
todo momento esa resistencia toma realidad cuando el hombre se encuentra con objetos
físicos que lo disponen a actuar en determinada forma.
De tal manera que la oposición física a la voluntad humana que le presentan los objetos es
indicativo de que existen objetos ajenos al sujeto que los conoce.
De esta forma, los valores determinan a la voluntad humana, nos hacen actuar de una
manera que nos hacen sentir determinados; por lo tanto, según algunos pensadores, como
Scheler, los valores tienen una existencia objetiva; son objetos, pero que su consistencia no
es el ser, sino el valer.
Esto quiere decir que los valores son objetos en el sentido de que son ajenos en su
consistencia a la razón, la voluntad y la emotividad humanas, pero que no son, sino que
valen. Así, podemos decir que existen objetos ajenos a la actividad del sujeto cognoscente.
Esto es lo que hace posible que los objetos, entendidos en su forma más general, a saber,
entes ajenos y subsistentes por sí mismos se den como elementos polares en el
conocimiento y en la actuación tanto volitiva como emocional; el conocimiento entendido ya
sea como sensible o racional.
Los objetos también se dan como elementos del conocimiento sensible se ponen a los
sentidos; del mismo modo, también, se oponen a la razón.
En términos generales entonces, el objetivismo sostiene que el objeto determina el
conocimiento (racional y sensible) y el axiológico (los alores existen independientemente del
sujeto) y el volitivo (los objetos se oponen a la voluntad humana).

(Custodio, 2008, págs. 343-346)

- Subjetivismo

En la Teoría del Conocimiento, el subjetivismo, al igual que el


objetivismo, tiene dos acepciones o características. Decir que el
conocimiento es subjetivo implica que en su elaboración, el sujeto es
el que crea el objeto del conocimiento, éste no es más que producto
del sujeto cognoscente; de tal manera que el conocimiento en general
es una determinación del sujeto. De ese modo, el subjetivismo
sostiene que no sólo el sujeto crea al objeto, es decir, lo determina
como elemento epistemológico, sino que el conocimiento encuentra
su validez última, exclusivamente en el sujeto; el objeto sólo sirve de
medio para poder establecer la verdad. Es decir, el objeto no sólo es
producto del sujeto, sino que éste lo valida como elemento del
conocimiento. La validez y la esencia del conocimiento se dan en el sujeto exclusivamente,
de esta forma, el objeto es una determinación subjetiva
La gama de corrientes que se dan dentro del subjetivismo va desde la consideración del
sujeto como ente individual y concreto hasta la concepción de un sujeto trascendental
individual. En ciertas ocasiones se la ha querido dar a la sentencia de Protágoras, “el
hombre es la medida de todas las cosas”, el sentido de que el conocimiento en general
depende del sujeto particular. Cada hombre tiene una noción, sino completamente distinta de
un mismo objeto, al menos existen variaciones. Este es el caso, por ejemplo de los sabores
que depende de si el sujeto individual está enfermo o no, sus particulares gustos. A unos les
parecerá agradable y a otros no, un de un mismo objeto. Este sería el caso de un
subjetivismo individual. Pero, también se le ha querido dar a esa misma sentencia el sentido
genérico. Así, el hombre del que habla Protágoras es en cuanto género, no en cuanto a
individuo. Las ideas, el conocimiento, los valores, dependen de las situaciones y
consideraciones del hombre en un momento determinado de la historia. El hombre varía en
distintas épocas en sus opiniones, ciencia o filosofía; por ello, en el conocimiento en general,
el sujeto, o sea el hombre genérico, tiene preminencia. También puede incluirse dentro de
las variantes del subjetivismo el hecho de que el conocimiento depende del hombre genérico,
aunque ¿este no varíe en sus concepciones generales. Para todo conocimiento se necesita
de un sujeto y, por lo tanto, es éste el que lo determina. En otros términos, es el sujeto el que
juzga o adjudica propiedades y modalidades objetivas, no es el objeto por sí mismo. El
mundo cognoscente gira en torno al hombre genérico.
La eliminación del sujeto ya sea entendido como el hombre individual o genérico, es
realizada por algunos pensadores filosóficos, este es el caso de algunos medievales,
principalmente neo-platónicos. Plotino considera que el Uno está separado de todo lo que
es, no es accesible a la inteligencia pues está más allá de ella.
Pero, los entes se desprenden de este Uno por degradación, y lo primero que se desprende
de lo Uno es la inteligencia que es el lugar común de todas las ideas, formas y esencias y
que va a determinar a los entes que se despenden de lo Uno a través de ella. En este caso,
la inteligencia está tomada como un sujeto trascendente que determina a los objetos que
separan de ella y del Uno. De esta manera, el conocimiento que el hombre realiza lo hace a
través de este sujeto trascendente, para poder conocer a los objetos cognoscentes.
Cuando el hombre utiliza elementos epistemológicos como las formas, los conceptos, las
esencias, las ideas, entonces está en relación con la inteligencia y, por medio de ella, realiza
el acto del conocimiento, de tal forma que éste depende ya no del hombre individual y
concreto, sino del sujeto trascendente que es la inteligencia.
En el conocimiento, el hombre está estructurado formalmente, esto es, tiene cada ser
humano una estructura mental que le posibilita el conocimiento de los objetos; este hecho no
implica que la estructura mental de los seres humanos tomados en forma individual varíe de
uno a otro, sino que todos se identifican en las mismas formas, categorías y conceptos; de
aquí que el sujeto del conocimiento es, en última instancia, un sujeto lógico, no particular,
sino que constituye lo que todo ser racional posee para conocer.
Por ello, el conocimiento no depende de los seres humanos en particular, sino de ese
conjunto de formas, conceptos y categorías que es el sujeto lógico. No es algo trascendente
a los seres humanos, sino que está en cada uno de ellos, pero tampoco depende de ellos;
más bien, los seres humanos individualmente dependen de este sujeto lógico para no sólo
conocer, sino para ser tales.
En esta forma, el subjetivismo kantiano y neokantiano sostiene que el sujeto es el que
determina al objeto, pues la denominación de objeto a algo es producto de la acción formal
del sujeto sobre los datos sensible. Un conocimiento es objetivo sólo cuando está
determinado por un sujeto; y es objetivo porque es válido para todo ser racional, vale decir,
para todo sujeto lógico o conciencia en general. El neokantismo afirma, por ejemplo, que no
existe un ser real, sino que es ideal, elaborado por el sujeto lógico.
El subjetivismo se da, en ciertos aspectos, en el sistema hegeliano, en tanto que la
producción de objetos epistemológicos y metafísicos depende no de ellos mismos, sino de
algo ajeno, esto es, el Espíritu.
Es éste el que conoce y determina los objetos que en último caso, es el Espíritu mismo. El
objeto procede y es Espíritu, de tal manera que el conocimiento es el conocimiento que el
Espíritu realiza de sí mismo. Este Espíritu no es algo particular o individual, como lo sería
cada ser humano tomado individualmente sino que es la razón última del mundo.
Al final de la historia, el Espíritu absoluto se conocerá completamente cuando se realice la
síntesis del Espíritu Subjetivo y el Objetivo, vale decir, cuando la historia y la naturaleza
encuentren su última razón de ser y existir concretizada en un Espíritu Absoluto.
De todas formas, el Espíritu está tomado como un sujeto trascendente al ser humano y éste
no es más que medio para la realización metafísica, ontológica y epistemológica de aquél.
Conocer es una determinación del sujeto trascendente (Espíritu) hacia el objeto del
conocimiento que serían las cosas en general. Esta determinación no sólo es
epistemológica, sino también metafísica y ontológica.
Esta tesis, con algunas variantes, es sostenida por el historicismo en general y Dilthey en
particular. Según Dilthey, la conciencia histórica es la que determina el conocimiento de las
formas.
El hombre produce sistemas metafísicos y científicos, pero que resultan relativos a una etapa
histórica; aunque, en última instancia, es un sujeto trascendente al ser humano el que realiza
todos estos sistemas de pensamiento y agota, todas las posibilidades de saber ésta es la
conciencia histórica, que es una forma de conocimiento absoluto, de tal manera que esta
conciencia es la que determina el conocimiento de las cosas y no éstas al sujeto histórico.
Todas las formas, categorías y conceptos, siguiendo la tesis kantiana, no constituyen, para
Dilthey, un sujeto lógico, sino más bien histórico, como algo que se realiza en la historia, a
través de sistemas relativos de pensamiento.

(Hessen, 1973, págs. 70-71)

SOLUCIONES METAFÍSICAS

- Realismo

Se podría decir que el realismo es una modalidad del


objetivismo, del mismo modo que éste es, también, una
variación del realismo. Ambas corrientes se
identifican, pues admiten las tesis fundamentales según
las cuales, el objeto, las cosas, existen
independientes de una conciencia que las aprehende; y, en
el conocimiento, son éstas las que determinan la
relación objeto-sujeto. Más rigurosamente el realismo
introduce una división radical entre sujeto y objeto, de tal
manera que deja como supuesto que los objetos
existen en la realidad y los conocemos tal cual son. Esto
quiere decir que hay una ausencia total de crítica en
cuanto a la esencia de los objetos. Esta es, sin embargo, una etapa del realismo y se
identifica totalmente con el dogmatismo ingenuo. El realismo ingenuo se da propiamente en
los primeros filósofos de la civilización occidental; los primeros pensadores griegos creían en
una aprehensión del mundo y, en consecuencia, en una existencia independiente a la
conciencia. Las cosas, los objetos son reducidos en este realismo ingenuo a la corporeidad
sensible; se cree que así como aprehendemos los objetos, de esa manera existen. En
consecuencia, todos los atributos sensibles de las cosas (colores, dureza, sabores, sonidos),
existen en realidad de la misma manera como los aprehendemos. No existe, por parte del
sujeto, ningún reelaboración de los datos sensibles.
En una etapa distinta en la historia de la Teoría del Conocimiento, se da un realismo que a
diferencia del ingenuo introduce una distinción entre conciencia y objeto del conocimiento se
da un realismo que a diferencia del ingenuo introduce una distinción entre conciencia y objeto
del conocimiento; no obstante, cree que las propiedades que tiene el objeto en el acto
sensible del conocimiento le pertenecen realmente. Existe diferenciación de elementos
polares cognoscitivos, pero se sostiene que no existe diferencia entre el objeto en sí mismo y
el aprehendido este realismo no hace referencia, sin embargo, exclusivamente al aspecto
sensible de los objetos. También incluye a la posición que cree en la existencia de las
esencias de los objetos independientemente de la conciencia cognoscente. Este es el caso
del llamado realismo platónico, para el cual las esencias de los objetos, es decir, las ideas de
éstos, existen por sí mismas. La conciencia se circunscribe a su aprehensión a través de un
descubrimiento dialéctico que parte desde lo indefinido, particular y variable del mundo
sensible, hasta ascender al mundo idea. Éste existe independiente de la conciencia y del
mundo sensible. Así, los objetos ideales son los que determinan al sujeto cognoscente y, en
consecuencia, al fenómeno del conocimiento en general. Esta postura influyó en más o
menos medida en los años subsecuentes especialmente, aunque hoy en día parece tener
influencia en ciertos círculos, como la escuela de Cambridge que propugna por un nuevo
realismo. En forma inmediata, Platón influyó en Aristóteles para quien el hombre descubre la
esencia de las cosas en ellas mismas, formando los conceptos acerca de los objetos. En la
Edad Media, el realismo se constituyó en una de las alternativas en el problema de los
universales, según esta corriente filosófica, aquellos tienen una existencia real, esto es, no
dependiente de un sujeto cognoscente; aunque éste no realice ninguna operación
epistemológica; los universales existen. Es decir aun cuando no exista una conciencia
cognoscente, los universales (géneros, especies, atributos, accidentes y propio) existen. Las
corrientes polares al realismo fueron los nominalistas y los conceptualistas, para quienes los
universales no tienen ninguna realidad propia. El hecho de sostener que los objetos del
conocimiento tengan existencia propia hace posible la universalidad y objetividad del hecho
del conocimiento; es decir, su forma y contenido. Dentro del realismo, las posiciones suelen
varias al menos en cuanto atañe al problema de los universales; la gama de variaciones va
desde un realismo extremo a uno moderado. Según este último, los universales tienen una
objetividad propia desde su forma lógica pero esta objetividad es reelaboración del sujeto
cognoscente; no obstante, la reelaboración tiene un fundamente en las cosas, in re. Esto es
lo que hace posible las ciencias y su comunicación entre los hombres: de otra forma cada
quien estuviera expresando imaginaciones y arbitrariedades.
Posteriormente, principalmente en la época moderna, el realismo gnoseológico se manifestó
bajo la forma de un realismo que tenía conexiones estrechas con el metafísico. Los objetos
preexisten a la conciencia y, si en un dado caso, ésta reelabora de alguna manera el aspecto
formal de aquéllos, éste no tiene ninguna importancia para el conocimiento del objeto; es
decir que lo verdaderamente relevante es el contenido, pues es lo que determina la validez o
invalidez del conocimiento alguno de la realidad; lo real es lo que contiene el conocimiento y
no sus formas; éstas son vacías, no se refieren a algún objeto.
Ahora bien, existe un realismo sensible; las cosas se reproducen, tal como son, a través de
los sentidos, en la mente humana, entendiendo esta reproducción a partir de lo puramente
corporal; este es el realismo ingenuo o una de las formas más rústicas del realismo en
epistemología. Posteriormente, se da un realismo más crítico, cuando se hace la
diferenciación entre el objeto de conocimiento y el sujeto, la cual no existe en el realismo
ingenuo. Esta clase de realismo se agudiza hasta llegar al crítico, donde el problema central
es de los universales.
De una manera general, entonces, el realismo puede ser catalogado desde ingenuo hasta
crítico, pasando por el empírico o el científico de todas formas, el realismo en su totalidad
fue una actitud en filosofía que tuvo bastante aceptación entre los griegos y medievales;
quedó relegado, sin embargo, a un nivel inferior a medida que se fue desarrollando el
idealismo y el subjetivismo, marca importante en la filosofía moderna. Actualmente, no
obstante, se ha desarrollado un nuevo tipo de realismo que puede ser nombrado como
empírico o científico; esta clase de realismo encontró su expresión máxima en el grupo de
Cambridge con Bertrand Russel y Whitehead y, posteriormente, Broad, Wittgenstein, Moore y
Gilbert Ryle. También se consideran realistas a pensadores como Volkelt, o. Kulpe,
Hartmann, A. Riehl, A. Messer.
En la filosofía del conocimiento contemporáneo también se destaca el neotomismo y el
neokantismo, los cuales sostienen la existencia in re de todos nuestros conocimientos. Esto
quiere decir que nuestro saber del mundo tiene su procedencia de algo ajeno a la conciencia,
reavivan la vieja sentencia dele tomismo de que nada hay en el intelecto humano que antes
no haya pasado por los sentidos. Este pasar por los sentidos se interpreta como un traslado
de datos diferentes de la conciencia, a la conciencia misma. (Custodio, 2008, págs. 353-
355).

- Idealismo

El término idealismo es multívoco no sólo dentro


de la Teoría del Conocimiento, sino
también en metafísica, ontología,
axiología. El idealismo, estrictamente, en
epistemología es una actitud ante el mundo
que se contrapone al realismo. No es
idealismo el primado que se le dan a las ideas
sobre la realidad sensible, tal el caso de Platón,
por ejemplo, a quien se le ha llamado
idealista, pero, para Platón, las ideas son
realidades que determinan a la conciencia y no
ésta a aquellas, de hecho, entonces, Platón
sería un realista no un idealista, al menos en
epistemología; el idealismo es un conjunto o gama de corrientes filosóficas donde la tesis
básica es la que enuncia la imposibilidad el conocimiento sin un contenido de conciencia; las
cosas sólo tienen realidad cuando son pensadas por un sujeto cognoscente, de otra manera
no existe ninguna posibilidad de que algo sea conocido. Esto es, en la relación entre sujeto y
objeto el primado no son los objetos en sí mismos, pues éstos no existen, sino el contenido
de la conciencia cognoscente; sólo en ésta podemos encontrar a lo que llamamos objeto. El
primer paso del idealista, entonces, es la averiguación de la existencia de un objeto en su
propia conciencia. Este es el mérito que Descartes aporta a la filosofía, en cuanto que
representa una posición novedosa en la historia de la filosofía. Descartes descubre las
demás sustancias (extensa e infinita) a partir de la sustancia pensante; es decir, aquellas
tienen realidad epistemológica desde el momento en que son contenidos de la sustancia
pensante. De esta manera, el idealismo se relaciona estrechamente con el subjetivismo,
entendido éste como aquella corriente que sostiene la primacía del sujeto sobre el objeto en
el conocimiento, teniendo como base, no al sujeto cambiante, es decir, psicofísico, sino al
sujeto lógico o trascendental.
En oposición al realismo que concibe a la conciencia como otra de las múltiples cosas que
existen en el mundo, sin primacía sobre lo que la rodea; el idealismo sostiene la primacía de
la conciencia sobre el mundo, de tal manera que éste depende de aquella. El mundo
adquiere realidad únicamente en la conciencia; mundo es un término que se le puede aplicar
exclusivamente a los contenidos de conciencia, ir más allá de la conciencia es
contraproducente; en primer lugar, porque no podemos hablar y demostrar un mundo fuera
de nuestra conciencia; desde el momento en que hablamos de algo lo hacemos porque está
en nuestra conciencia; tenemos que conocer algo para poder decir algo de él. Este es el
caso, por ejemplo de Berkeley, para quien todas las experiencias sensibles son producto de
un movimiento cognoscitivo de la conciencia; lo salado, lo dulce, tienen tales características
se dan como una experiencia de nuestra conciencia; pero, lo salado, lo dulce, no existen por
sí mismos necesitan de algo que conozca para que efectivamente sean salado o dulce.
Pero, como no podemos reducir el conocimiento a las experiencias de nuestra conciencia,
porque estaríamos en un solipsismo que, en último caso sería la negación del mismo
conocimiento, hasta de la propia conciencia, porque la conciencia es susceptible de
conocerse a sí misma, de tal manera que tiene que admitirse el fenómeno ajeno a la propia
conciencia; por ello, Berkeley sostiene que es Dios el que produce las ideas en nosotros, de
tal manera que Él viene a ser el fundamente del mundo ideal. Así e idealismo de Berkeley se
apoya en un subjetivismo trascendental teológico. Si bien la conciencia necesita conocer
algo ajeno a sí misma, para Berkeley, ese algo es una idea que es producida por un sujeto,
Dios, en última instancia. Pero, el subjetivismo en que se apoya el idealismo, por lo general,
no es exclusivamente teológico-trascendental. El metafísico, por ejemplo el caso de Fichte,
sostiene la existencia de un sujeto que trasciende a lo sensible y es el que produce a las
cosas en tanto ideas. Fichte piensa que el Yo como sujeto histórico el que produce a la
naturaleza que se revuelve, en última instancia, en un conjunto de ideas, puestas por el Yo.
En términos generales, entonces, el idealismo se caracteriza por sostener que es la
conciencia el elemento imprescindible del conocimiento. Podemos prescindir del objeto, pero
no de la conciencia. Esto es, la conciencia es la que produce el conocimiento, en forma de
ideas; lo que conoce la conciencia son sus propias ideas. Esto quiere decir que el fenómeno
del conocimiento es un poder de la conciencia, en contraposición al realismo según el cual
todo el conocimiento ya está puesto por las cosas y la conciencia se limita a percibir eso
dado. En otros términos, el idealismo sostiene que la conciencia pone todo en el
conocimiento y no recibe nada en el fenómeno del conocimiento. Tanto forma como
contenido son puestos por la conciencia. Estas tesis son compartidas por algunas corrientes
contemporáneas, tales como el neokantismo (escuela de Baden y Marburgo), el idealismo
italiano (Croce), el anglonorteamericano (Bradley, Royce, Bowne), el racionalismo francés
(Renouvier, Brunschivincg, Lalande, Hamelin), que, al mismo tiempo se identifican en mayor
o menor grado con Kant o Hegel.

(Hessen, 1973, págs. 78-82)

- Fenomenalismo

La tesis fundamental del fenomenalismo es la que enuncia la imposibilidad de los objetos en


sí; lo único que conocemos son las cualidades de las
cosas que surgen en el momento de la relación entre el
sujeto y el objeto. La diferencia con el idealismo estriba
en que mientras éste considera que la realidad es
producto de la conciencia, el fenomenalismo admite un
algo indeterminado más allá de la conciencia, pero que
es inaccesible; lo que conocemos de esta cosa en sí son
las cualidades que se producen desde el momento del
conocimiento o sea la aprehensión del fenómeno por
parte del sujeto cognoscente. En otros términos, el
fenómeno es ya una “deformación” de la cosa en sí y se
convierte en realidad cuando se da en esa relación epistemológica entre fenómeno y sujeto;
estrictamente, fenómeno y sujeto vienen a ser una misma cosa, pues el fenómeno es el
contenido de éste. Llevado a sus últimas consecuencias, el fenomenalismo hace imposible,
lógicamente, la relación entre sujeto y predicado, pues esta relación supone una separación
entre ambos términos, pero cuando sostenemos que sujeto y predicado son una misma cosa,
entonces la relación no es posible. Cuando decimos, por ejemplo, la silla es negra el término
predicado –negra- está ya en la silla, y su separación es únicamente arbitraria. Por lo tanto,
el juicio no es posible en una posición fenomenalista extrema. De igual manera,
epistemológicamente, el conocimiento no se entiende como una relación entre un sujeto
cognoscente y un objeto de conocimiento, sino más bien el sujeto conociendo sus propios
fenómenos. De tal manera que no existe una relación sujeto-objeto, pues todo se reduce a la
actuación de un sujeto cognoscente. El objeto es un conjunto de fenómenos producidos por
el encuentro entre un algo en sí indeterminado y un sujeto que conoce; es decir, tenemos un
mundo fenoménico.
En primera instancia, el fenomenismo se opone a la que se ha dado en llamar analitismo,
pues éste considera posible el análisis, principalmente lógico, de la realidad, a lo que se
opone el fenomenalismo. Sin embargo, en última instancia, tanto el fenomenalismo como en
analitismo concuerdan; ambos llevados a sus últimas consecuencias, como suele suceder
con los extremos, coinciden en sus puntos de vista; el analitismo considera que después del
análisis último de las cosas, vemos que eso es lo único que queda, un análisis y no las
cosas en sí; por lo tanto, el procedimiento analítico es metodológico que se suscita en los
fenómenos que nos producen las cosas en sí; esta tesis es, precisamente, la defendida por
el fenomenalismo. No existe algo cognoscible detrás de los fenómenos analizados; vemos
como resultado final que lo único con que contamos es el propio análisis, una actividad del
sujeto cognoscente.

La posición extrema del fenomenalismo se puede reducir a una posición más moderada. El
fenomenalismo moderado sostiene que si bien conocemos únicamente fenómenos, que son
lo real, son indicativos, al mismo tiempo, de algo que tiene que ser real, que existe, aunque
permanezca incognoscible. Es decir que a la afirmación del fenomenalismo extremo de que
no podemos afirmar nada real de las cosas en sí, el fenomenalismo moderado sostiene la
otra posibilidad, o sea, es posible que esa cosa en sí de la que dimanan elementos
cognoscibles sea real, o que de algún modo lo es. En realidad, el fenomenismo se ha visto a
través de la historia de la filosofía como una etapa de pensamiento de las otras alternativas
que tratan el problema de la esencia del conocimiento. El idealismo llevado a ciertas
consecuencias, viene a dar como resultado un fenomenalismo; del mismo modo, el realismo
forzado a admitir ciertas proposiciones propias desemboca en un idealismo y, finalmente, en
un fenomenalismo. Así, por ejemplo, si sostenemos, al igual que los realistas, que el objeto
existente independientemente de la conciencia, también es cierto que el objeto que
consideramos ajeno al sujeto se da igualmente en la conciencia, por tanto, el sujeto tiene
como lo más próximo a sí mismo a un objeto; por esa razón, sólo podemos afirmar su
realidad únicamente en nuestra conciencia; en consecuencia, el sujeto determina la realidad
del objeto; pero al mismo tiempo, si el sujeto determina la realidad del objeto lo que éste
conoce, en última instancia, es un fenómeno, es decir, un modo de ser cualitativo del objeto
que se convierte en tal al entrar en contacto con el sujeto; el sujeto, entonces, crea el
fenómeno que de alguna manera es producido por algo indeterminado que puede o no ser
real, según sea la posición, ya sea extrema o moderada, que podamos adoptar dentro del
fenomenalismo.
A la pregunta sobre la esencia del conocimiento ¿qué es lo que en última instancia
conocemos? El fenomenalismo responde que fenómenos o sea producciones del sujeto a
través de la cualificación de algo indeterminado. Este responde que conocemos objetos
ajenos al sujeto y que tienen como característica fundamental el de ser reales. De igual
manera, el idealismo respondería que lo que conocemos son producciones del sujeto
cognoscente; el ser humano, al entrar en contacto con lo que conocemos, se está,
estrictamente, conociendo en sus mismas producciones o cualidades. El sujeto puede ser
tomado aquí como una entidad lógica, histórica o trascendente (Dios, Yo), pero también
inmanente, o sea el panteísmo; Dios se resuelve en todas las cosas y, por tanto, cuando se
realiza la relación epistemológica sujeto-objeto es, estrictamente, sujeto-sujeto, pues es Dios
conociéndose a sí mismo.

(Custodio, 2008, págs. 358-360)

SOLUCIONES TEOLÓGICAS

1. La solución Monista y Panteísta .- Sólo existe una aparente dualidad entre el sujeto y el
objeto, el pensamiento y el ser, la conciencia y las cosas, en realidad se trata de una
unidad. Esta postura la encontramos desarrollada en Spinoza y en Schelling

2. La solución Dualista y Teísta .- Finalmente el objeto y el sujeto, el pensamiento y el ser


desembocan en un último principio que les es común y que reside en la divinidad.
Leibnitz, por ejemplo, nos habla de la armonía preestablecida.

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