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Fnal - Escritos Sobre El Nombre

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Escritos sobre el nombre

Por Sofía Bernal

El nombre

Su nombre estaba escrito sobre todas las cosas. «Nancy Bravo de Ramsey». Ella fue
abogada y periodista, nació en la ciudad de Portoviejo, Ecuador. Todo lo que se sabe de
ella es pura escritura. Se mudó a la ciudad de Guayaquil para estudiar Jurisprudencia en
la Universidad Católica (UCSG). Posteriormente, vivió en las calles José Vélez y
Boyacá, edificio «Lancia». En su casa permanecen varios sobres amarillos que
conservan recortes de fotografías, cartas y algunos escritos a mano que serían, en un
futuro, publicaciones o discursos. La mayoría de los sobres están clasificados con tres
titulaciones diferentes: «Mami», «Nancy», «Portada para mí (de El Universo) Nutrición,
Belleza (Estilo)». Al principio, creí que era una mujer coleccionista de creencias, pero
resulta que dicho “universo”, en realidad, se trataba del diario El Universo de
Guayaquil. Era redactora y columnista en dicho periódico. Pude reconocer también,
mientras revisaba sus escritos, que fue fundadora y jefe de redacción en la revista
femenina Hogar.

El tanque

La muerte vino acompañada. Nancy Bravo dejó de respirar el 13 de noviembre del


2015. Joseph, hijo único de Nancy, puso en alquiler el departamento y, en marzo del
2016, el lugar fue ocupado por cuatro amigos de la universidad: Santiago, Natalia,
Francisco y Milena. Ellos sabían que Nancy había muerto en el segundo dormitorio de
su casa y que sus pertenencias seguían ahí porque «el señor Joseph no tenía espacio en
su casa, ni tenía otro lugar en el que pueda poner las cosas de su mamá», comentó
Francisco.Cuando conocí esa sala, dos meses después de la mudanza, tenía la sensación
de conocer a Nancy. Aunque ya habían pasado seis meses desde que ella murió, el lugar
tenía pinta de que lo que sea que Nancy estuviera haciendo, se acababa de hacer.
Trasladaron todas sus pertenencias de la habitación a la sala y, a pesar de que esta era
espaciosa, con un balcón grande, estaba ocupada o, mejor dicho, invadida por todos los
bienes y materiales del trabajo de Nancy.Caminando por la sala, observé varios libros
en la estantería de Nancy —es lo primero con lo que uno se encuentra al entrar a ese
lugar—: La historia de Guamote, Miguel Ángel, Biblia de Jerusalén, Las armas
secretas, Juan Montalvo, entre otros. Pocos cuadros permanecían colgados en las
paredes; los demás estaban amontonados encima de unas cajas al rincón de la sala. La
mayoría de los cuadros eran pinturas paisajistas al óleo, otros eran dibujos abstractos
enmarcados y dos retratos que siempre permanecían colgados en la sala, de una niña y
un joven —nada de lo nombrado identifica al autor —. Me detuve en una fotografía del
Guayaquil antiguo en un día de fiesta en la calle 9 de Octubre, aunque ya la había visto
en «La Palma», una de las cafeterías más viejas de Guayaquil, que está ubicada a tres
cuadras del departamento de Nancy.

En la pared del lado izquierdo, desde la puerta de entrada, hay una copia de un
mapa del Nuevo Mundo, datado en el año 1500 por el español Juan de la Cosa. El mapa
original está divido en dos pergaminos que se unen a la altura de Italia y África: el
«Nuevo Mundo», nombre que denomina al continente centroamericano en el siglo XIX,
aparece en la parte superior en color verde. En la parte central e inferior del otro
pergamino, en blanco y negro, está retratado el «Viejo Mundo» —llamaban así a parte
de las tierras de Europa, Asia y África que conocían los europeos en dicho siglo —. Más
tarde, me enteré de que ese era el mapa más antiguo que cartografiaba al Nuevo Mundo.
Los pergaminos originales estaban hechos con el cuello de un animal desconocido, pero
el mapa que se veía en casa de Nancy contenía solo la primera parte del pergamino, con
unas gráficas más coloridas que el original y en un papel impreso.

Un tanque de oxígeno estaba del otro lado de la sala. Santiago me contó que
Nancy había muerto con una enfermedad que él desconocía y, cuando presté más
atención al lugar, vi varios medicamentos e inyecciones. Muchas de las anotaciones
indicaban los horarios en los que Nancy debía ingerir su medicina. Me fijé en esto
cuando Santiago me invitó a cenar. Luego, me enteré de que Nancy había muerto de
cáncer y que, en sus últimos meses de vida, había utilizado el tanque de oxígeno. El
tanque era blanco, tenía casi 72 centímetros de altura, un carro portador y diez
milímetros de agua que sobraron del último uso que le dio Nancy. Mis amigos no
quisieron deshacerse del tanque de oxígeno; no sabían por qué, pero querían seguir
conservándolo, quizá pensaron que en algún rato lo utilizarían. Ni siquiera Nancy sabía
que luego su tanque iba a ser utilizado como ícono para una productora.

El Oxigenador

Tenían dos cosas en común: todos venían de distintos lugares y todos querían organizar
una grabación en vivo. Henry Paspuel, quien es de Ibarra; Francisco Salto, de Azogues;
Santiago Cobo y Julián Bernal —mi hermano— son de Riobamba. Ellos se conocieron
en la Universidad de las Artes, en Guayaquil, desde que fueron compañeros en Artes
Musicales —excepto Julián y Santiago, quienes eran amigos desde el colegio —. Henry
recientemente se cambió a la escuela de Producción Musical. Santiago, Julián y
Francisco hacen música independiente, cada uno por su cuenta; sin embargo, algunas
veces se han presentado juntos.

Alguna vez, Santiago y Julián y yo vivimos en un mismo departamento y ellos


se reunían con Francisco para ensayar y tocar. Ahí hicieron grabaciones caseras, pero la
acústica del lugar no era buena. Cuando Santiago se mudó al departamento de Nancy, se
dieron cuenta de que ahí estaba la acústica que buscaban, así que decidieron hacer una
grabación a puertas cerradas.

—Queríamos hacer una grabación e invitar solo a los panas, pero había que
invertir en cables y en la amplificación. Como no teníamos dinero, pensamos en hacer
una grabación en vivo para recuperar lo que tocó invertir —dijo Julián—, mientras
comentaba cómo había nacido la idea de un concierto.

Tenían que buscar un nombre al evento que se identificara con el lugar en donde
iban a realizarlo. Estaban en la sala, en medio de las pertenencias de Nancy, y vieron el
oxígeno que ella no avanzó a utilizar.

—El tanque estaba ahí cuando nos pusimos a leer las instrucciones de uso, que
decían: «Usar solo en caso de emergencia, la dosis adecuada de oxígeno puede
mantenerte en calma». De ahí salió la idea de que toda la sala era como una cámara de
oxígeno a la que uno iba contaminado y se salía oxigenado. De ahí «El Oxigenador»,
pero, «El Oxigenador» no es solamente el nombre del concierto, sino de una productora,
porque no solo hacemos el concierto, sino también grabamos en vivo y lo gestionamos.

El sábado 23 de julio, a las siete de la noche, el concierto comenzó. Las bandas


que se presentaron fueron: Martinoski, La banda sonora, 2k, Santiago Cobo y Julián
Bernal. El ambiente era familiar, ya que la mayoría del público estaba conformado por
estudiantes y profesores de la misma universidad. Yo estaba a cargo de vender las
canelas en el bar porque Julián, que es uno de los organizadores, me pidió que me
hiciera responsable de la barra. Mientras vendía las canelas conversaba con mis amigos
sobre el departamento y, como es de costumbre, ya que la mayoría de los que estaban
ahí alquilaban, preguntaban sobre el costo del arriendo, y así yo aprovechaba para
contarles quién era Nancy.
Con cintas amarillas que decían «Peligro» dividieron a la sala en dos: la parte
donde normalmente estaban los libros, ese día era el escenario, estaba decorado con
luces de navidad y el tanque de oxígeno estaba en medio de los músicos,
acompañándolos. En la otra parte de la sala, la que tenía el balcón, estaba menos
iluminado y ahí se encontraba el público. En la puerta de entrada estaban Santiago o
Francisco vendiendo las entradas, el precio era de tres dólares por persona, con derecho
a una canela y un boleto para una rifa. El evento tenía mucho movimiento, la gente
entraba y salía, pero nadie podía irse en medio de una canción porque, como todo estaba
siendo grabado, se corría el riesgo de que se dañase el sonido o el video. A mitad del
concierto, hicieron una pausa y aprovecharon para hacer el sorteo. El tercer premio era
una canela, el segundo una michelada y el primer premio un porro. La mayoría quería el
primer premio, pero igual, el ganador del porro lo compartió con casi todo el público.

Cuando las bandas terminaron de tocar, pusieron salsa y música nacional para
que el público bailara. A las tres de la mañana terminó el evento y apagaron la música.
El público estaba tranquilo y nadie había peleado. Era una fiesta pacífica, por así
decirlo. Los organizadores se emocionaron al ver que todo había salido bien y
decidieron continuar con la idea para otras ocasiones; pensaron en hacer un próximo
evento después de que saliera el material y subirlo a la red. Dijeron que los videos irían
saliendo poco a poco —ahora ya están todos colgados en YouTube—.

En el concierto, habían acomodado la mayoría de las pertenencias de Nancy en


unas cajas y las habían puesto en una esquina, pero otras las habían utilizado como
decoración para el evento. Aunque muchos de los que visitamos ese lugar nos
distrajimos viendo los cuadros, los libros, los amigos y los músicos, se veía a Nancy y
su gusto por el arte. Cuando se acabó el concierto, yo ayudé a limpiar la sala. Recordé
una trenza de cabello cortada que estaba la primera vez que fui a la casa de Nancy:
supuse que se lo había cortado cuando le dio cáncer. Ahora esa trenza estaba entre las
cajas. He escuchado varias veces que el cabello representa las raíces, la base de una
persona, y que cuando uno se corta el cabello, deja en él una historia. Se sentía la
muerte de Nancy el día del concierto y los demás días. Yo sentía que Nancy estaba ahí
como una cábala y que mientras recogíamos sus cosas para volverlas a acomodar tal
como estaban, ella estaba ahí cortándose el cabello, cansada de su enfermedad, y
tomaría oxígeno de su tanque que, en ese instante, era música.

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