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Sentencia CA Antofagasta 1577-2014 Temas 2.1-2.2-2.4-2.5-2.6

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Causa nº 1577/2014 (Civil). Resolución nº 45900 de Corte de


Apelaciones de Antofagasta, de 12 de Junio de 2015

Fecha de Resolución: 12 de Junio de 2015

Emisor: Corte de Apelaciones de Antofagasta - Primera

Id. vLex VLEX-606909738

Link: https://app.vlex.com/#vid/zavala-jimenez-dagoberto-banco-606909738

Texto

Contenidos
PRIMERO
SEGUNDO
TERCERO
CUARTO
QUINTO
SEXTO
SÉPTIMO
OCTAVO
NOVENO
DÉCIMO
DÉCIMO PRIMERO
DUODÉCIMO
DÉCIMO TERCERO
DÉCIMO CUARTO
DÉCIMO QUINTO
DÉCIMO SEXTO
DÉCIMO SÉPTIMO
DÉCIMO OCTAVO

A., doce de junio del año dos mil quince.

VISTOS: Se reproduce la sentencia en alzada, con excepción del fundamento décimo quinto,
que se elimina, y se tiene en su lugar presente:

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PRIMERO
Que la abogado M.Z.I., en representación del demandante D.Z.J., ha interpuesto recurso de
apelación en contra de la sentencia pronunciada por la Juez del Primer Juzgado de Letras de A.,
de fecha 28 de octubre de 2014, escrita a fojas 463 y siguientes, la que condenó a la
demandada Banco de Crédito e Inversiones al pago de la suma de ocho millones de pesos, a
favor del demandante, como indemnización de perjuicios por concepto de daño moral.

Solicita que dicha sentencia sea enmendada y que se declare que la indemnización por daño
moral sea regulado en la suma de cien millones de pesos, o, en subsidio, en la suma mayor a la
acordada en la sentencia de primer grado. Pide además que se revoque la sentencia en aquella
parte que absolvió al banco en el pago de los intereses y reajustes y se resuelva que se
condena a los demandados a dicho pago.

SEGUNDO
Que el apelante fundamenta su recurso en una serie de omisiones e infracciones en las que
habría incurrido en fallo, en la valoración de la prueba y en la regulación del monto de la
indemnización.

Que en el apartado II, denominado “Omisiones”, el apelante sindica diez omisiones en las que
habría incurrido la sentencia de primer grado. En primer lugar, refiere que la sentencia omitió
considerar la situación personal del demandante señor Z.. La apelación indica que el fallo de
primera instancia no consideró la situación social de la víctima, particularmente el hecho de
estar en presencia de un abogado de reconocida e impecable trayectoria en la ciudad de A., así
como su conducta como cuentacorrentista del banco demandado. Agrega que dicho protesto no
sólo le causó un gravamen como persona, sino que provocó un quebrantó en su quehacer
profesional. Destaca y asevera que la prueba rendida en autos da cuenta de una sobresaliente
carrera profesional, entre los que se destaca el ser abogado integrante de la Corte de
Apelaciones, cuyo primer nombramiento data del año 1980, miembro fundador del Colegio de
Abogados de A., Contralor de la Universidad de A., Notario y Conservador Suplente de A.,
miembro fundador del Tribunal Electoral, juez árbitro en distintos conflictos entre partes. Agrega
que tampoco fue considerado su recorrido como cuentacorrentista del Banco de Crédito e
Inversiones, con más de 50 años en el banco, con un irreprochable desempeño profesional.

En segundo lugar, sostiene que la sentencia omitió pronunciamiento o análisis en relación con
la gravedad de la causal aducida para protestar el cheque, es decir, cuenta cerrada, que es
demostrativa de una personalidad desvergonzada y de una conducta rayana en lo delictual, de
modo que se hizo aparecer al señor Z. como fraguando una conducta delictiva que se describe
en el artículo 22 de la Ley de Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques; de este modo, no puede
haber una conducta que resulte más lesiva y agraviante contra la persona del cuentacorrentista.

En tercer lugar, estima que el juez no ha valorado adecuadamente la relevancia de los derechos
conculcados. En efecto, estima que las conductas difamatorias del Banco se han traducido en
una situación denigrante, deshonra, descrédito y menosprecio, tanto a la integridad psíquica,

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como a la honra, derechos protegidos en el artículo 19, números 1 y 4 de la Carta Fundamental.

En cuarto término, sostiene que como consecuencia de los hechos, el demandante, señor Z., se
sintió impedido éticamente para seguir ejerciendo la profesión de abogado, al considerarse
desautorizado moralmente, teniendo presente que el principal capital humano de un abogado es
su credibilidad y buena reputación. Indica que hay variada prueba documental que acredita este
aserto, entre ellos: a) certificado de 2 de junio de 2014, emanado del contador R.H.M., que
sostiene que la última boleta de honorarios girada por don D.Z. fue la número 02591, de 24 de
septiembre de 2013; b) certificado de 2 de junio, del mismo contador, que da cuenta de la misma
información, relativa ahora al libro de honorarios del demandante; c) fotocopias de boletas de
honorarios de los períodos correspondientes a las últimas boletas de honorarios; d) la
testimonial rendida en autos.

Argumenta por último que no se entiende la contradicción en la que incurre el fallo de primer
grado, cuando en el considerando décimo octavo desvirtúa la alegación de impedimento ético
con el certificado emanado de la Ilustrísima Corte, en el que consta las integraciones con
posterioridad a la ocurrencia de los hechos. Finalmente, entiende que el considerando antes
citado incurre en una tergiversación, por cuanto la integración en la I. Corte es un hecho
completamente ajeno al ejercicio profesional.

En quinto lugar, alega que tampoco fueron considerados en la sentencia de primer grado, los
efectos en la comunidad beneficiaria del cheque, la que sancionó al actor, obligándolo en lo
sucesivo a hacer depósitos en efectivo, respecto de los gastos comunes devengados, todo lo
que demuestra una pérdida de la solvencia del actor.

En sexto lugar, alega lo que denomina una execrable conducta posterior asumida por el Banco.
Indica que los autores unánimemente sostienen que para la valoración del daño moral, debe
considerarse el comportamiento del ofensor. Entre otras consideraciones, señala que el Banco
demandado nunca instruyó investigación alguna para tratar de determinar las causas del
irregular protesto, ni para determinar quiénes fueron los funcionarios responsables y que en
general ha habido total desidia por parte del Banco.

En séptimo lugar, sostiene que la sentenciadora no consideró que la conducta del banco fue con
infracción de las ordenanzas de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras,
punto 13.3 del Título III, del Capítulo 2-2, de la Recopilación Actualizada de Normas, en cuanto
indica que la existencia de cuenta cerrada no libera a la institución bancaria de pagar los
cheques presentados a cobro, si existen fondos para ello.

En octavo lugar, sostiene la sentencia no ha hecho valoración de la repercusión pública del


agravio, sosteniendo en síntesis que lo acontecido excedió lo que la sentencia de primer grado
denomina el círculo social y de trabajo del actor. Particularmente en el ámbito comercial, indica
que se tradujo en que arrendatarios del señor Z., al escuchar lo acontecido, llamaron a su oficina
consultando donde debían depositar las rentas de arrendamiento o si debían pagarse en lo
sucesivo en efectivo, o que ejecutivos de otras entidades bancarias llamaran para ofrecer
cuentas corrientes de dichas instituciones.

En noveno lugar, argumenta que la sentencia de autos tampoco hizo valoración de lo irreparable
del daño, por la muy sencilla razón de que la conducta del banco ha trascendido la esfera

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privada y han tomado conocimiento de ello los terceros, quedando dichas terceras personas
irremediablemente con la convicción de que el señor Z. es un sinvergüenza y estafador que trató
de simular para incumplir sus obligaciones.

En décimo término, considera que en la valoración de perjuicio, no se han considerado las


facultades económicas del banco demandado. Indica que la consideración de las facultades del
ofensor, obedece a razones muy obvias, las que en resumen, serían las siguientes: a) que al
obtener altas ganancias, deben contar con medios suficientes como para instruir, implementar y
financiar unidades que se preocupen de impedir que se produzcan atentados como los que han
afectado al señor Z.; b) como contrapartida de las utilidades que obtienen, resulta de elemental
lógica que se cuiden de provocar injusto perjuicio en su quehacer; c) que a indemnización fijada
no debe tornar ilusoria la indemnización.

TERCERO
Que en el apartado III, denominado “Hechos acreditados con la documental rendida”, el apelante
indica que en el considerando 19º, la sentencia recurrida sólo hizo mención al informe
psicológico acompañado, pero que la restante prueba documental da cuenta de: a) la imagen y
posicionamiento del señor Z. en el medio social y profesional; b) que el protesto fue indebido y
el hecho atribuido, falso; c) la invención por los funcionarios del banco demandado de una
cuenta corriente bancaria inexistente para justificar el protesto; d) la vulneración de directivas
dictadas por la Superintendencia; e) la mala experiencia con el Banco al momento de intentar
solucionar el problema; f) la multiplicidad de los servicios y productos contratados con el banco;
g) la grave trascendencia que el banco le asigna a los protestos por cuenta corriente cerrada; h)
el grado de integridad, rectitud y honorabilidad del demandante, dañada con los hechos de
autos; i) la conducta prepotente y abusiva del banco; la sanción aplicada al señor Z. por la
comunidad del Edificio Venecia; j) la gestión humillante ante la referida comunidad; k) el daño
psicológico causado; l) la capacidad económica del demandado.

En el apartado IV, denominado “La inexigibilidad de otra conducta”, sostiene que la conducta
histórica del banco demandado no ha sido favorecer la solución de los posibles daños que se
pudieran provocar al señor Z., como efectivamente ocurrió en la especie, por lo que no tuvo otra
alternativa que intentar una demanda de indemnización de perjuicios.

El apartado V, denominado “Demanda reguló adecuadamente el quantum”, sostiene que


teniendo presente la gravedad de lo acontecido, los derechos conculcados y los demás
elementos indicados, tanto en la demanda, como en la apelación, que no fueron consideradas al
fallar, no puede sino conducir a la valoración que se ha hecho, en perfecta consonancia,
además, con lo resuelto por la misma Ilustrísima Corte, que en la sentencia de 16 de enero de
1997, por hechos muy similares a los acontecidos en autos, fijó una indemnización de 30
millones de pesos.

En el último apartado, solicita la revocación de la sentencia en aquella parte en la que no da


lugar al reajuste y al pago de los intereses que devengue la indemnización de perjuicios.

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CUARTO
Que a fojas 492, la abogado N.M.R., en representación del demandado, Banco de Crédito e
Inversiones, deduce recurso de apelación en contra de la sentencia de primer grado,
pronunciada por la Juez del Primer Juzgado de Letras de A., de fecha 28 de octubre de 2014,
escrita a fojas 463 y siguientes, la que condenó a la demandada Banco de Crédito e Inversiones
al pago de la suma de ocho millones de pesos, a favor del demandante, como indemnización de
perjuicios por concepto de daño moral.

Solicita se revoque la sentencia dictada en primera instancia, rechazándose en consecuencia la


demanda de autos, con costas. Sostiene que de la prueba rendida en autos, se puede colegir lo
siguiente: a) que se protestó erróneamente un cheque del señor Z., por la suma de $67.343, b)
que dicho cheque se protestó en la ciudad de Santiago, c) el protesto se produjo por error de
digitación del número de cuenta corriente, d) en consecuencia, nunca se protestó un cheque en
la cuenta del señor Z., por cuanto la cuenta que se digitó era inexistente, e) de protesto solo se
notificó al administrador de la Comunidad dueña del documento, f) el protesto no fue informado
al Boletín Comercial u otro registro, g) no hubo afectación comercial alguna para el señor Z., h)
el demandante nunca dejó de trabajar, integrando en 39 oportunidades la I. Corte de
Apelaciones de A., entre septiembre de 2013 a febrero de 2014, i) el señor Z. mantiene su
cuenta vigente, no solicitando su cierre.

Para el apelante, la conclusión a la que se arriba en el considerando décimo noveno, en


términos de valorar la indemnización del daño moral en la suma de 8 millones de pesos, toda
vez que no se advierte cómo los hechos pueden derivar en las graves secuelas y lesiones
descritas. En particular, en relación con el informe psicológico acompañado en autos por el
actor, sostiene que éste tiene una fecha posterior al protesto, pero que el sentenciador asume
que la depresión fue generado como consecuencia del protesto. Agrega además que el informe
no da cuenta de la situación psicológica precedente del señor Z., lo que se revela
especialmente porque el diagnóstico es un “serio trastorno en su personalidad”, lo que supone
precisamente un conocimiento de la referida situación anterior del ofendido. Tampoco, en
concepto del apelante, la prueba testimonial permite arribar a las conclusiones a las que llega la
sentencia de primer grado.

Indicando, en último término, que la indemnización en materia contractual está sujeta a criterios
objetivos de proporcionalidad, que no se han tenido en cuenta por la sentencia apelada.

Indica finalmente que el fallo apelado no debió haber concedido la condena en costas, toda vez
que se otorgó una indemnización inferior a la solicitada.

QUINTO
Que para resolver adecuadamente la cuestión sometida a decisión de esta Ilustrísima Corte,
debe tenerse presente que la pretensión principal del actor es la de resolución de contrato, con
indemnización de perjuicios, fundada en el artículo 1489 del Código civil, que autoriza que, en
todo contrato bilateral, el acreedor puede, frente al incumplimiento, demandar cumplimiento

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forzado o resolución, en ambos casos con indemnización de perjuicios.

La obligación, como instrumento económico de intercambio de bienes, supone para el acreedor


un alto precio, en la medida que es éste quien asume el riesgo (P., J.C., Tutela Jurídica del
Crédito, Astrea, Buenos Aires, 1975, p. 42). De ahí la necesidad de estructurar mecanismos de
defensas de sus derechos, generándose la llamada tutela jurídica del crédito, tema dentro del
que se enmarcan los distintos medios de protección del acreedor y, particularmente, la
denominada responsabilidad contractual.

Según la visión tradicional de nuestra doctrina, T.H., G.P., como A. entienden que los medios de
protección del acreedor en los siguientes: (T.H., L., El Daño Moral en la responsabilidad
contractual, Editorial Jurídica de Chile, 1969, p. 21. En el mismo sentido, G.P., S., Aspectos de la
indemnización de perjuicios por incumplimiento de contrato, Editorial Jurídica de Chile, 1959, p.
27 y A.M., R., Las Obligaciones, Editorial Jurídica de Chile, 4ª edición, Santiago, 2003, t. II, p.
812).

1. Un derecho principal para obtener el cumplimiento de lo prometido o ejecución forzada; 2.


Un derecho secundario y supletorio para obtener por equivalencia la prestación que se le
debe y el resarcimiento de los daños o indemnización de perjuicios; 3. Un conjunto de
derechos encaminados a mantener el patrimonio del deudor en condiciones de afrontar las
obligaciones que contrajo o derechos auxiliares del acreedor.

Junto con dichas herramientas, cuando se está en presencia de un contrato bilateral, la


pretensión de indemnización de perjuicios va asociada a la de resolución (sin perjuicio de la
facultad que el mismo artículo 1489 concede para dirigir la pretensión de cumplimiento
formzado).

Ahora bien, para dar lugar a la pretensión de resolución de contrato, deben reunirse los
siguientes requisitos, a los que nos referiremos seguidamente: a) existencia de un contrato; b)
que dicho contrato sea bilateral; c) que una de las partes no cumpla lo pactado; d) que la otra,
quien pretende la resolución, cumpla o esté llana a cumplir su obligación.

SEXTO
Que para dar lugar a la demanda de resolución, debemos estar en presencia de un contrato
bilateral, cuestión que ha sido controvertida en autos. En efecto, la sentencia de primera
instancia ha resuelto, en el considerando décimo quinto, que no procede pronunciamiento sobre
la alegación del banco demandado, en orden que nos encontramos en presencia de un contrato
unilateral, toda vez que, se indica, dicha alegación no se habría formulado en el escrito de
contestación, sino en el escrito de dúplica.

Esta Corte no comparte lo resuelto por el juez a quo, toda vez que la existencia de contrato
bilateral es un requisito normativo de procedencia de la acción, que el juez debe analizar con
prescindencia de las alegaciones jurídicas de las partes. Visto así el asunto, la condición
resolutoria tacita tiene aplicación en los contratos bilaterales, es decir, en aquellos en que las
partes contratantes se obligan recíprocamente, y no en los contratos unilaterales, o sea, en
aquellos en que una de las partes se obliga para con otra que no contrae obligación alguna,
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toda vez que el fundamento mismo de dicha condición supone la interdependencia de


obligaciones de ambas partes y, de otro lado, el propio tenor literal del articulo 1489 así lo exige,
por cuanto si esta norma hubiese querido aplicarse a los contratos unilaterales, no hay razón
para haberlos excluido del texto. Finalmente, la norma citada no puede extenderse por analogía
a los contratos unilaterales, puesto que es doblemente excepcional, en la medida que establece
una modalidad y, siendo éstas por regla general expresas, en el supuesto de análisis, constituye
un elemento de la naturaleza del contrato.

Que a juicio de esta Corte, puede afirmarse que el contrato de cuenta corriente bancaria es un
contrato bilateral. Conforme lo prescribe el articulo 1 del DFL 707: “La cuenta corriente bancaria
es un contrato a virtud del cual un Banco se obliga a cumplir las órdenes de pago de otra
persona hasta concurrencia de las cantidades de dinero que hubiere depositado en ella o del
crédito que se haya estipulado”. No obstante la referencia al cumplimiento de la obligación
principal, por parte del banco, éste puede cobrar, como contraprestación, comisiones e intereses
por el mantenimiento de la cuenta, como lo prescribe el artículo 8 del citado DFL 707 y en el
punto 5, del Título II, del Capítulo 2-2, de la Recopilación Actualizada de Normas de SBIF.

SÉPTIMO
Que en segundo término es necesario que exista incumplimiento de una obligación por una de
las partes. Este supuesto se encuentra establecido literalmente por el artículo 1489.

Desde temprano, un sector de la doctrina opinó que la facultad de resolución sólo debía
reservarse para casos de incumplimiento total o para incumplimientos parciales de cierta
entidad o gravedad. En este sentido, ya había opinado, por ejemplo, Claro Solar (Claro Solar, L.,
Explicaciones de Derecho civil chileno y comparado, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1988,
vol. X, t. 5, pp. 190-193). En el mismo sentido, R.P., quien al efecto cita una sentencia de la
Corte de Apelaciones de Talca, del 12 de noviembre de 1920, que negó la resolución por
incumplimiento de poca monta en adhesión en que las obligaciones infringidas tenían poca
influencia en cuanto a la consecuencia de los fines que las partes habían propuesto al contratar
(R.P., R., Las obligaciones, Editorial Jurídica de Chile, Santiago).

La doctrina más moderna, adicionalmente, afirma sin ambages que la resolución opera
tratándose de incumplimiento de cierta gravedad (V.O., Á., “El incumplimiento resolutorio en el
Código civil”, en C.P.W. (coordinador), Estudios de Derecho Civil IV, LegalPublishing, Santiago,
2009 y M.A., C., “El incumplimiento que faculta a resolver el contrato a la luz de las
disposiciones del Código Civil”, en Iñigo de la Maza Gazmuri (coordinador), Incumplimiento
contractual. Nuevas perspectivas, C. de Análisis Jurídico VII, Ediciones Universidad Diego
Portales, Santiago, 2011, pp. 182 y ss). Como señala B., hay además, varias normas del Código
que abonan esta interpretación, como los artículos 1590, que entrega la posibilidad para el
acreedor para optar entre resolución o indemnización, cuando los deterioros son de cierta
importancia; el artículo 1852, que a propósito de la evicción faculta para pedir la resolución sólo
si el incumplimiento reviste gravedad; y, la misma regulación se contiene a propósito de los
vicios redhibitorios (artículos 1860, en relación con los artículos 1858 y 1868) (B.O., C.,
“Concurrencia de la indemnización de daños y la pretensión de cumplimiento específico frente al
incumplimiento contractual”, en Iñigo de la Maza Gazmuri (coordinador), C. de análisis jurídicos,

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vol. VII: Incumplimiento contractual, nuevas perspectivas, Ediciones Universidad Diego Portales,
Santiago, 2011, pp. 144-145).

Que en la especie no cabe duda que estamos en presencia del incumplimiento total de la
principal obligación del banco demandado, como queda acreditado en los considerandos
décimo a décimo cuarto de la sentencia de primer grado.

Que la exigencia relativa a la imputabilidad del incumplimiento, será objeto de análisis respecto
de la pretensión de indemnización de perjuicios, por cuanto la culpa o el dolo, son presupuestos
de la responsabilidad contractual. Del mismo modo, no habrá pronunciamiento sobre la
excepción de contrato no cumplido, por cuanto no hay controversia entre las partes sobre el
punto.

OCTAVO
Que concurriendo los presupuestos de la resolución de contrato, procede que esta Corte se
pronuncie sobre la pretensión de indemnización de perjuicios.

Nuestro Código civil consagró la responsabilidad civil, distinguiendo entre aquella derivada del
incumplimiento contractual, regulada como efecto de los contratos, denominada responsabilidad
civil contractual; y, en oposición a ésta, la responsabilidad civil extracontractual, regulada entre
las fuentes de las obligaciones, como delitos y cuasidelitos.

Siguiendo a D., una aproximación más técnica permite situarnos en el ámbito contractual,
siempre que el perjuicio causado a la víctima no se hubiera producido, de no haberse
encontrado ligado el responsable con el contrato. De este modo, al realizar una conducta
dañosa, con ocasión del contrato, particularmente en la etapa de ejecución, se incurre en
responsabilidad contractual. Según D.: “No constituye este tipo de perjuicio el menoscabo a
alguno de esos aspectos de la persona del deudor producido no como resultado del
incumplimiento sino como consecuencia de actos externos al contrato, “con ocasión de su
ejecución”. En este sentido, es evidente que la vinculación contractual entre las partes no basta
para que el daño moral (o patrimonial) sea considerado como derivado de él y se le apliquen
inmediatamente las reglas contractuales...”. Así ocurre, por ejemplo, con el enfermo que resbala
y cae en el domicilio de la enfermera contratada para sus servicios; con el arrendador que
atropella con su coche al arrendatario, etc. En otros términos, la expresión con ocasión del
contrato se refiere a una consideración técnica: para que estemos en el marco de una
responsabilidad contractual, debe haberse incumplido la obligación (D.H., C., El Daño Moral,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2001, p. 624).

El vínculo contractual y, dentro de él, el incumplimiento de la obligación, es el presupuesto


causal fundamental para el evento dañoso provocado al deudor. En Chile, se ha entendido que
el régimen de responsabilidad contractual se encuentra circunscrito al incumplimiento de
obligaciones derivadas de contratos. Y, como corolario lógico, delimitan su concepto a la
reparación de los perjuicios compensatorios. En esta perspectiva, la responsabilidad contractual
debe distinguirse de los otros remedios concedidos en favor del acreedor. Como señala P.: “Es
preciso distinguir con toda claridad, entre los remedios de defensa del acreedor frente al
incumplimiento o lesión del derecho de crédito por parte del deudor, el remedio responsabilidad
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contractual de los remedios de pretensión de cumplimiento (…) y resolución por incumplimiento”


(P.P., F., “El sistema de responsabilidad contractual (materiales para un debate), en Anuario de
Derecho Civil, t. XLIV, 1991, pp. 1043-1044. V. también P.P., F., “Las nuevas bases de la
responsabilidad contractual”, en Anuario de Derecho Civil, t. XLVI, 1993, p. 1043).

Para dar lugar a la demanda de indemnización de perjuicios, además del incumplimiento, éste
debe ser imputable y debe haber una relación de causalidad entre el incumplimiento alegado y
el daño inferido al acreedor. Como se ha indicado supra, en la especie estamos en presencia de
el incumplimiento de la principal obligación del banco demandado, obligación que se encuentra
pactada en el contrato de cuenta corriente suscrito entre las partes, siendo aplicable, en
consecuencia, el régimen que se analiza. Es evidente además que, conforme a artículo 1551, el
deudor se encuentra en mora.

NOVENO
Que para configurar el régimen es necesario, en primer término, que el incumplimiento sea
imputable, es decir, que haya sido causado por culpa o dolo por el banco demandado.
Tratándose de la resolución por incumplimiento, los autores exigen, como criterio de imputación,
la culpa o el dolo del deudor. Ello se traduce en que, frente a la falta de incumplimiento
imputable, con independencia de la indemnización subordinada a la resolución, no podría
acogerse la demanda. Muy claramente se pronuncia en este sentido, A.: “Ya decíamos que no
todo incumplimiento dará lugar a la resolución del contrato; debe ser voluntario e imputable, esto
es, con culpa o dolo del deudor. Si es por caso fortuito o fuerza mayor no habrá lugar a la
resolución, porque la obligación se habrá extinguido por otro modo de poner término a las
obligaciones: la imposibilidad en el cumplimiento, que nuestro Código reglamenta bajo el
nombre de pérdida de la cosa debida”. Agrega A. que: “El Art. 1489 no lo dice así expresamente,
pero es obvio que el incumplimiento debe ser imputable al deudor, por la razón ya señalada, y
porque, además, el precepto permite cobrar perjuicios, y el deudor sólo los debe cuando hay
dolo o culpa de su parte” (A.M., rené, Las obligaciones, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,
2001, p. 471. P.A., D., Obligaciones. Teoría general y clasificaciones. La resolución por
incumplimiento, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2003, pp. 411-413, comparte plenamente
estos argumentos. En el mismo sentido, B.L., R., Lecciones de Derecho civil chileno, t. III: De la
teoría de las obligaciones, Editorial Jurídica de Chile, reimpresión de la 1ª edición, Santiago, pp.
65-66).

En el caso sublite, en consecuencia, debe analizarse si concurren algunos de los criterios de


imputación de los señalados. Se sabe que en el caso de la culpa, ésta se encuentra regulada en
el artículo 44 y que, conforme al artículo 1547, cuando el contrato cede a favor de ambas partes
(como en la especie), debe responderse de culpa leve, vale decir, aquella falta de la diligencia
que los hombres emplean ordinariamente en sus negocios propios.

Que en orden a configurar la culpa, como se señala en los considerandos décimo y décimo
tercero, es un hecho pacífico el protesto de un cheque del actor, serie B-13-3166978, girado
contra la cuenta corriente Nº 81319428, por la suma de $67.343, por cuanta cerrada, en
circunstancias que se encontraba vigente y con fondos suficientes para su cobro, no puede sino
arribarse a la conclusión de la conducta negligente del banco.

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En este sentido, carece de toda relevancia la alegación de del banco demandado, en el sentido
de que se trató de un error involuntario, precisamente porque la culpa implica o importa un error,
una falla en las competencias que socialmente se exigen conforme a un estándar en una
actividad determinada. Que, como se desprende de la definición del artículo 44 del Código civil,
dicho estándar describe un ámbito de distribución de riesgos que el demandando, en su calidad
de experto en temas bancarios, debe soportar.

Que con independencia de este razonamiento, debe tenerse presente que conforme al artículo
1547, la culpa se presume y, en este sentido, más allá de la alegación del pretendido error
involuntario, el banco no ha probado caso fortuito o fuerza mayor, como exonerantes de
responsabilidad.

Finalmente, en lo que respecta a la imputabilidad, sin perjuicio de lo que se dirá en cuanto a la


valoración del daño, no fue materia de la controversia, ni se acreditó por parte del demandante,
la existencia de dolo en el comportamiento del banco demandado. Ciertamente, la alegación en
torno a la culpa grave (categoría que no resulta aplicable en la especie), no modifica lo que se
resolverá, porque ésta queda sometida, en términos de los artículos 1547 y 1558, al mismo
régimen de la culpa leve y, en cualquier caso, su configuración no alcanza en sus efectos al
dolo, salvo que ésta se pruebe. Como señala A., cit., p. 720: “Si el acreedor se limita a exigir la
indemnización ordinaria, pero invoca sólo para tal efecto una culpa grave, nada debe probar
porque el Art. 1547 dice que corresponde al deudor probar la diligencia que debió observarse”.
Y agrega: “Pero si al invocar la culpa grave el acreedor pretende alguno de los efectos
especiales del dolo, como por ejemplo los perjuicios imprevistos, la responsabilidad solidaria,
nos parece que debe probar la culpa grave, porque alega una agravación de la responsabilidad
del deudor”.

DÉCIMO
Que para configurar el régimen de responsabilidad contractual, debe exstir una clara y necesaria
conexión entre el incumplimiento y el daño causado al acreedor.

Que sin perjuicio de lo que dirá en relación con el artículo 1558 y los alcances normativos al
quantum indemnizatorio, la sentencia de primer grado lleva razón cuando entiende que el
incumplimiento imputable al banco causa un daño al demandado, pero, como se razonará
seguidamente, no en los términos, ni en los alcances que pretende el actor.

DÉCIMO PRIMERO
Que para dar lugar a la demanda de responsabilidad contractual debemos detenernos,
finalmente, en el daño moral y de su valoración.

El daño causado es un elemento indispensable para que exista responsabilidad civil. En este
aspecto hay unanimidad tanto en la doctrina como en la jurisprudencia.

Respecto de la conceptualización del daño, es efectivo que hay diversas opiniones. Sin
embargo, la más aceptada modernamente por la doctrina, es aquella que lo concibe como la
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lesión, menoscabo o detrimento a intereses extrapatrimoniales. La cuestión conceptual es


importante en esta materia, por cuanto, para que se configure el perjuicio, de aquellos
reclamados por el demandante, es indispensable que demuestren la lesión a un interés
extrapatrimonial específico, no bastando la mera referencia a dolores o pesares, que no
necesaria y directamente se traducen en menoscabos tutelados.

Sólo hay daño para el Derecho, cuando hay lesión de un interés, no cuando el actor sufre ciertas
secuelas negativas o molestias propias de la actividad de terceros.

Para dar lugar a la reparación del daño moral en materia contractual, debemos examinar estas
dos condiciones que exige el artículo 1558 del Código civil: en primer lugar, el daño debe ser
directo, es decir, haber una relación de causalidad con todos los menoscabos que el actor ha
alegado. Si bien es cierto se comparte el crterio del juez a quo en orden a que dicho
incumplimiento se puede conectar con el daño, es necesario razonar sobre los alcances y
extensión de la pretensión de la reclamación del demandante, por cuanto un perjuicio indirecto
jamás puede ser indemnizado. En esta órbita del análisis, surge la condición general, además
del que el daño moral sea cierto, es decir, que tenga una existencia real y no hipotética.

La segunda condición que impone el artículo 1558 es que el daño sea previsto, en el caso de
culpa, a la época de celebración del contrato (no a la época de incumplimiento).

DUODÉCIMO
Que un primer requisito para que existan perjuicios y menoscabos es que éstos sean directos,
esto es, consecuencia necesaria y directa de la acción supuestamente culposa de la parte
demandada. Como señala J.L.D.: “...se puede afirmar que un daño será directo cuando deriva
necesaria y directamente de éste…”. (Diez Schewerter, J.L., El daño extracontractual,
Jurisprudencia y doctrina, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1998, p. 71). El problema de la
relación de causalidad, requisito de la responsabilidad civil contractual, se encuentra vinculada
con la noción del daño directo. Existe una relación causal cuando el hecho o la omisión, dolosa
o culposa, es la causa directa y necesaria del daño, unánimenete afirmada por la doctrina. (Por
todos, R.G., P., Responsabilidad contractual, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2003, pp. 267
y ss).

El daño debe ser una consecuencia directa y necesaria de un hecho imputable a una persona. Y
ello porque, en nuestro sistema, la relación de causalidad no sólo determina quién debe
responder de un hecho ilícito, sino que también determina la extensión de los daños que debe
resarcirse.

Las repercusiones directas, indirectas y casuales de un hecho suelen ser infinitas: "Ocurre lo
mismo que con la caída de una piedra en el agua; las ondas se van extendiendo más y más
hasta perderse casi en el infinito. ¿Hasta dónde responde el autor del hecho?. (B., G., Tratado
de Derecho Civil Argentino, Obligaciones, Buenos Aires, P., 1971, 3ª edición, t. 1, N° 139). La
concurrencia de eventos disociantes que interfieren el curso originario de los hechos, interrumpe
el nexo causal, excluyéndose la imputación entre el resultado final y el suceso desencadenante
de los acontecimientos, ya que los efectos anormales no son atribuibles al agente. En
consecuencia, siguiendo el fallo de la I. Corte de Apelaciones de Santiago, de 27 de diciembre
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de 1997 (Publicado en la Gaceta N° 162, p. 58.), para que el daño pueda considerarse como
directo, es necesaria la concurrencia de los siguientes requisitos: a) que haya habido una acción
u omisión causada por un agente; b) que dicha acción u omisión haya ocasionado un daño; c)
que el referido daño resulte de manera directa e inmediata de la acción u omisión.

La exigencia de certeza, realidad y determinación del daño, se desprende inequívocamente de


las principales normas que regulan la responsabilidad contractual y extracontractual, en
particular de los ya citados artículos 1556 y 1558. Así, dichas normas del Código Civil hablan
del daño que debe “provenir”, de los daños que son “consecuencia inmediata y directa”, con lo
cual queda de manifiesto la necesidad de que el daño debe ser cierto y haberse producido
realmente, al momento de deducir la pretensión.

En este sentido, el fallo de la Ilma. Corte de Apelaciones de Santiago, en sentencia de fecha 26


de enero de 1989, señaló: “Para que un daño sea indemnizado se requiere que sea cierto, es
decir, no debe ser solamente eventual o hipotético, ni consistir en suposiciones no probadas, ni
en posibilidades abstractas, sino que es necesario demostrar su realidad concreta”. (Citada por
Diez, cit., p. 55).

Para apreciar la inevitabilidad, es indispensable, en consecuencia, que los elementos que


sirvan de base al cálculo de la partida, sean racionales, de manera tal que éstos permitan
reflejar: a) la ocurrencia del perjuicio; b) la razonable certeza de su desencadenamiento
posterior. En cambio, cuando estos factores constituyen una probabilidad o un acaso, se
transforma en una mera expectativa, no sujeta a indemnización alguna.

A juicio de esta Corte, resulta acreditado que el incumplimiento provocó daños en la esfera
psíquica y en el honor del actor, pero no en los términos, ni con los alcances que se pretende en
la demanda y en el escrito de apelación.

Particularmente tratándose del honor, sabemos que éste tiene dos dimensiones: una objetiva y
otroa subjetiva. En relación con el aspecto objetivo, es decir, la reputación social y comercial de
la víctima, esta Corte advierte, en el sentido de la valoración del daño que ha hecho el
sentenciador, que efectivaente está acreditada la afectación de la reputación para con la
Comunidad propietaria del cheque afectado por la conducta culposa del banco demandado,
pero no se comparten todos los alcances que el actor pretende.

Ciertamente, contrariamente a lo sostenido por el actor, no se encuentra probado en autos el


descrédito general que considera existió. En término, es un indicativo de importancia que el
protesto no tuviese publicidad formal, ni comercial alguna. Precisamente, los hechos alegados
como afectaciones comerciales, dan cuenta que antes al contrario, no tuvo alguna: la
precoupación de cumplimiento por parte de los arrendatarios revela que la imagen comercial del
señor Z. permaneció intacta; de otro lado, los supuestos llamados telefónicos de otros ejecutivos
para la apertura de cuenta corriente en otros bancos, amén de ser de regular ocurrencia,
precisamente permiten concluir lo contrario, es decir, que no hubo descrédito en el sentido
apuntado.

Todo indica que los razonamientos del demandante apuntan a auna clara afectación de la
esfera subjetiva del honor, es decir, la propia imagen que el actor tiene frente a la comunidad,
pero en la medida que tal afectación incide en la esfera psíquica, por dicho concepto es

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procedente la reparación de los perjuicios y, en otros casos, no pueden atribuirse todas la


consecuencias del hecho al banco demandado, porque no quedan comprendidas todas en la
causalidad.

Por un lado, la decisión de no seguir ejerciendo la profesión, por tratarse de un hecho voluntario
del propio actor, ajeno a la esfera contractual cuyo incumplimiento reclama, no puede
considerarse un eleento de valoración del daño, menos aun cuando, a pesar de no considerar
tener la altura ética para defender intereses ajenos, no tiene reparo ético a efectos de actuar en
calidad de tribunal y resolver confictos jurídicos ajenos. No existe, en este sentido, una
correspondencia entre la consecuencia que se alega y la conducta posterior.

De otro lado, las consideraciones relativas a los que pudiesen pensar de la persona del actor, o
los comentarios a nivel de pasillo, entre abogados o personas de la ciudad, no pueden
traducirse, de existir, automática y necesariamente en el daño moral que se alega. Así, el
demandante pretende que se indemnicen anhelos, conjeturas, deseos, y no menoscabos que
efectivamente pudieran ser comprobados.

DÉCIMO TERCERO
Que en términos de valoración del daño moral, no resultan aplicables en la especie, como
sostiene el apelante, los artículos 2314 y 2329 del Código Civil, por tratarse de una materia
propia de la responsabilidad excontractual. En este sentido, procede, en principio, la aplicación
del segundo criterio normativo contenido en el artículo 1558. La norma limita la indemnización a
los daños efectivamente previstos en el contrato o a aquellos que se pudieron prever al tiempo
del contrato. Como indica C., la previsibilidad aquí no juega el rol propio de la causalidad,
porque el juez no debe colocarse en el momento del incumplimiento, sino en el momento de
celebración del contrato. Al respecto, señala C.: “De todos los daños de los que se reconoce una
causalidad, porque han sido previsibles en el momento en que el deudor infringió la obligación,
sólo deberá indemnizar aquellos que eran previsibles cuando el contrato fue celebrado”. (C.
Talciani, H., Contratos y daños por incumplimiento, Santiago, AbeledoP., 2010, p. 177). En el
fallo de la Corte Suprema, de 27 de octubre de 2010, rol 2778-09 (indicador Microjuris
MJJ25491) se acogió el recurso de casación en el fondo respecto de la sentencia de segunda
instancia que había pasado por alto la aplicación del artículo 1558. La Corte es bastante clara
en destacar que cuando los daños reclamados no son resultado de la infracción, ni pueden
preverse al tiempo del contrato, no se deben indemnizar. Dijo la Corte: “Corresponde acoger el
recurso de casación en el fondo interpuesto en contra de la sentencia, que acogió la demanda
de resolución de contrato de licencia de marca ordenando el pago de los perjuicios por concepto
de daño emergente, toda vez que yerran los jueces recurridos que ordenaron a la demandada
(licenciante) a pagar a la actora (licenciatario), el precio pagado por compra de materias primas
e insumos, adquiridos y tratados por una tercera empresa, por cuanto el rubro en mención, que
según la demandante y el fallo impugnado sería un daño emergente indemnizable, no tiene
realmente tal carácter, puesto que no son consecuencia inmediata y directa del incumplimiento
de la demandada ni tampoco se previeron o pudieron preverse al momento del contrato. No son
resultado de la infracción de la obligación. Se trata de perjuicios que no se hallan íntimamente
ligados al incumplimiento de las obligaciones resultantes del contrato; no son la consecuencia
lógica e inmediata de ese incumplimiento. Los jueces no han establecido que se pueda imputar

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dolo a la demandada y tampoco la demandante se lo ha atribuido. Acorde con ello cuando no se


imputa dolo al deudor, según los términos del artículo 1558, los perjuicios indemnizables tienen
que ser, una consecuencia inmediata y directa del no cumplimiento del deudor y, además, de la
clase de los que se previeron o pudieron preverse en el momento de contratar. Por lo expuesto,
si se acoge la acción de perjuicios prescindiendo de elementos o antecedentes jurídicos
esenciales e inherentes a tal acción, infringe la disposición legal que los exige”. Para el caso del
daño moral, la cuestión guarda completa relevancia, al punto que la doctrina entiende que, como
regla general, el contrato con prestaciones patrimoniales no puede dar lugar a indemnización
por daño moral, a menos que las partes pudiesen preverlo al tiempo de la celebración. En este
sentido se han pronunciado C. y D., por ejemplo. (C., cit., p. 198. D., El Daño Moral…, p. 546).

Que analizada desde la perspectiva del citado artículo 1558, los perjuicios alegados por el actor
no podrían ser calificados de previsibles a la época de celebración, salvo aquellas lesiones al
honor, que pueden ser asociadas a la mantención de una cuenta corriente.

DÉCIMO CUARTO
Que sin perjuicio de lo razonado precedentemente, las normas que regulan la reparación de
daños en la Ley 19.496, sobre protección de los consumidores, plenamente aplicables en la
especie, abonan la procedencia de la indemnización de perjuicios. En principio, porque el
artículo 3, letra e) dispone que la víctima tiene derecho a la reparación e indemnización
adecuada y oportuna de todos los daños materiales y morales en caso de incumplimiento (no de
infracción) de cualquiera de las obligaciones contraídas por el proveedor.

Que en cuanto al daño moral, entendido como la lesión de los intereses extrapatrimoniales de la
víctima, debemos tener presente que no resulta automáticamente aplicable el artículo 1558 del
Código civil, que en materia contractual limita los efectos de la reparación del daño a los
perjuicios directos y previstos al tiempo de la celebración del contrato, toda vez que el
artículo tercero de la Ley Nº 19.496 consagra siempre en favor de la valoración del daño, Desde
esta perspectiva, la morigeración de la previsibilidad del daño importa, a juicio de esta Corte,
que la valoración que ha hecho el juez a quo ha sido ajustada a Derecho, en términos de las
lesiones a la integridad psíquica y al honor subjetivo.

DÉCIMO QUINTO
Que conforme se ha venido razonando, no pueden ser acogidos para la valoración del daño,
aquellos factores que se traducen en el empleo del dolo como herramienta de imputación o
agravación de daños, o, de otro lado, aquellos elementos que transforman las reglas de
responsabilidad en una pena.

Así, en un primer estadio, los criterios que el demandante reclama para la valoración del daño,
guardan relación con un comportamiento supuestamente doloso del banco demandado. Así
puede leerse en el escrito de apelación, a fojas 492, apartado II.2, cuando se indica que la
conducta del demandado estuvo dirigida a hacer aparecer al señor Z. como autor del delito de
giro doloso de cheque; una conducta tendiente a ocultar el error, o abusiva con posterioridad de

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los hechos (apartado III); en fon, la horrenda conducta del banco demandado (apartado V).

Que para que el tribunal pueda emplear el dolo como criterio de agravación de los daños
contractuales, con arreglo al artículo 1558, éste debió haber sido probado y el actor, y, muy por
el contrario, se asila en la culpa y su presunción a efectos de configurar el incumplimiento.

Luego, si se ha admitido, como se hace en esta sentencia, que el artículo 3 letra e) de la


Ley 19.496 admite una morigeración de la regla de previsibilidad del artículo 1558, no pueden
ser tenidos en cuenta a efectos de valoración del daño, aquellos criterios que han servido de
base para el establecimiento de la responsabilidad, menos cuando se trata de la culpabilidad
del agente. Aceptar un criterio como el sugerido en la apelación, transformaría las reglas de
responsabilidad civil, en un sistema punitivo. En otras palabras, ello significa distinguir entre las
labores de valoración, de aquellas de determinación. La conducta (en este caso, el
incumplimiento obligacional), la relación de causalidad, la culpa, la mora y el daño, son criterios
que permiten dilucidar la procedencia del régimen. Una vez establecido que el daño es directo,
real, previsto (en su caso) y que se ha sido acreditado, el juez debe proceder a la labor de
valoración, una estimación que debe practicarse exclusivamente de acuerdo con la extensión
del perjuicio, como ha hecho acertadamente, a juicio de esta Corte, la sentencia de primer
grado.

Como explica C., la responsabilidad civil aparece vinculada esencialmente al daño que sufren
una o más personas individualizables, y al deber que tiene alguien de repararlo o compensarlo
con medios equivalentes, agregando que la imputación a una persona de la obligación de
reparar un perjuicio es lo que constituye el contenido esencial del concepto de responsabilidad
civil. (C., cit., p. 21). Este es el criterio que ya bastante años atrás había adoptado el profesor A.,
cuando indicaba que: “…en Derecho Civil la expresión responsabilidad no se define por su
fundamento, que puede variar, sino por su resultado, es decir, por las consecuencias jurídicas
que el hecho acarrea para su autor. En este sentido se dice que un individuo es responsable
cuando está obligado a indemnizar un daño. En Derecho Civil hay responsabilidad cada vez
que una persona debe reparar el perjuicio o daño sufrido por otra”. (A.R., A., Responsabilidad
Civil Extracontractual en el Derecho Civil Chileno. Editorial Jurídica Conosur Limitada, 2ª
edición, Santiago, 1983, t. I, p. 11).

Las reglas de responsabilidad civil persiguen satisfacer una regla de justicia conmutativa,
porque como se desprende a la etimología de la propia expresión, se persigue restaurar el
pacto, el acuerdo social suscrito entre dañante y dañado, resarciendo el perjuicio provocado o,
al menos, cumpliendo el papel satisfactivo que se le asigna al daño moral. Acorde a la referida
función, al doctrina chilena mayoritaria, considera que la culpabilidad del ofensor no puede ser
tenida como criterio de valoración del daño moral (como por ejemplo, D.S., cit., pp. 256-257).

DÉCIMO SEXTO
Por las mismas razones antes indicadas, esta Corte entiende que no puede regularse la
indemnización en función de la capacidad económica del actor. Es muy clara la pretensión del
actor de asociar la capacidad económica con el grado de culpa. Así, en el escrito de apelación,
ha dicho: “Se supone que estos entes importantes y que registran un muy alto nivel de
ganancias, cuentan con los medios suficientes como para instruir, implementar y financiar
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unidades que se preocupen de impedir que se produzcan atentados como los que han afectado
a mi representado”.

Es evidente que se considera que, encontrándose en mejor posición económica, puede adoptar
mejores medidas de prevención. Precisamente, la pretensión del actor, produce una
modificación indebida en las reglas de distribución de la culpa de los artículos 44 y 1547 y,
como se ha dicho supra, transforma la función del sistema de responsabilidad, al introducir una
categoría ajena a nuestro sistema, como es el daño punitivo y al no existir un razonamiento de
justicia distributiva, por cuanto la prevención se asocia a la punición, genera una distorsión en la
adecuada distribución de los costos sociales. La responsabilidad civil, en este sentido, no puede
jugar como un instituto de seguro social o de garantía, con prescindencia del daño
efectivamente causado y las herramientas de imputación del menoscabo.

DÉCIMO SÉPTIMO
Que al haber razonado la sentencia de primer grado en función de los intereses vulnerados y la
posición de la víctima, en función de la prueba rendida, se ha dado fiel cumplimiento al debido
proceso. Al respecto, indica la profesora D. que la utilidad imperativo de fundar la sentencias
resulta evidente: permite situar a la víctima, al responsable y, en su caso, a las aseguradoras en
una perspectiva más cierta en materia de resarcimiento, lo que implica que antes de intentar una
acción indemnizatoria los involucrados tienen un claro conocimiento o, al menos más nítido, de
las sumas que eventualmente podrán obtener o estar obligados a resarcir (D.E.D.M., cit., p. 703).

Al decidir sobre una materia determinada, el juez cumple dos funciones: una histórica, por
cuanto reconstruye o se representa los hechos que las partes han alegado o expuesto. En esta
primera etapa, la tarea del juez es propiamente histórica. Una segunda tarea es la necesidad de
interpretar y aplicar la norma al caso particular. Es en esta parte que el juez motiva o expresa las
razones por las que decide la cuestión en uno u otro sentido. Además, el principio del debido
proceso está reconocido en nuestra Carta Fundamental, en su artículo 19 Nº 3, inciso 5º, la que
expresa: “Toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso
previo legalmente tramitado. Corresponderá al legislador establecer siempre las garantías de un
racional y justo procedimiento”.

DÉCIMO OCTAVO
Que como señala el actor, la indemnización de perjuicio debe comprender la desvalorización
monetaria y los intereses devengados a favor de la víctima, aspecto en el que se accederá al
recurso de apelación y se revocará la sentencia, debiendo reajustarse el monto demandado con
arreglo al IPC, desde la dictación de la sentencia de primer grado y hasta su pago efectivo, con
los intereses corrientes calculados en el mismo período.

Por estas consideraciones y lo dispuesto en los artículos 186 y siguientes del


Código de Procedimiento Civil, se declara: SE REVOCA, SIN COSTAS, la sentencia de fecha
veintiocho de octubre de dos mil catorce, en cuanto no concede la indemnización con los
reajustes e intereses y, en su lugar, se resuelve que la suma concedida a título de daño moral,

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deberá pagarse con los reajustes, de acuerdo al IPC y los intereses corrientes, desde la
dictación de la sentencia de primer grado y hasta su entero y efectivo pago.

SE CONFIRMA, SIN COSTAS, la sentencia de veintiocho de octubre de dos mil catorce, en


cuanto declara resuelto el contrato de cuenta corriente celebrado entre las partes y concede una
indemnización de $8.000.000 (ocho millones de pesos) a título de daño moral.

R. y devuélvanse.

Rol N° 1577-2014.

Redacción del abogado integrante Sr. C.A.B..Pronunciada por la Primera Sala, integrada por las
Ministros Titulares Sra. M.U.P., Sra. J.P.N. y el abogado integrante C.A.B.. Autoriza don C.P.I.,
S.S..

A., doce de junio de dos mil quince, notifiqué por el estado diario la resolución que antecede.

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