Relacion Causal o Nexo Causal
Relacion Causal o Nexo Causal
Relacion Causal o Nexo Causal
Mayéutica
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La Responsabilidad civil, no cabe duda, es una de las instituciones que permanece en constante desarrollo
y así lo debe ser debido a que la misma es una de las instituciones jurídicas de mayor incidencia práctica,
lo cual obliga a los operadores jurídicos (jueces, abogados y académicos) repensar y abordas los variados
temas que engloba esta institución.
La importancia y desarrollo constante de la Responsabilidad civil ha sido destacada desde hace un tiempo
por el profesor italiano Guido Alpa (2015) quien señala:
Consumada la primea década del nuevo siglo, el área de la responsabilidad civil continúa expandiéndose,
modi cando rápidamente su geometría, la cual varia causa de impulsos externos del sistema, vinculado a
exigencias económicas y sociales expresadas por la sociedad civil, al desarrollo de los mercados, a la
difusión de las tecnologías y a la nuevas sensibilidades éticas y ambientales; pero también causa de
impulsos internos del sistema, sistema que cada vez con mayor frecuencia se encuentra sometido a las
revisiones de la doctrina y jurisprudencia, así como a la in uencia de la comparación jurídica y de la
uni cación del derecho. (p.1)
Es así que para el profesor Leysser León (2004) la importancia de la Responsabilidad civil, radica en “[que]
signi ca un fenómeno que consiste en que el ordenamiento haga de cargo de una persona el deber de
resarcimiento del daño ocasionado a otro, como consecuencia de la violación de una situación jurídica” (p.
50)
Asimismo, dentro del campo de la Responsabilidad civil, una de las instituciones que merece especial
atención es el de la causa o causalidad, no solo por ser un evento precedente al daño sino porque su
presencia está claramente exigida en el sistema de responsabilidad civil peruano, ya sea en el campo de
obligaciones como en el régimen contractual. Por un lado, el artículo 1321 del Código civil peruano dice:
“Queda sujeto a la indemnización de daños y perjuicios quien no ejecuta…” y por su parte en el régimen
aquiliano o extracontractual los artículos 1969 y 1970 del Código civil se re eren a “quien causa un daño”.
En la venganza privada cada persona procuraba hacerse justicia causando un daño idéntico a otro, sea el
que había cometido el daño, un familiar de èl, cuando no una tribu contra otra, etcétera. Era la primera
concepción de la justicia, donde la indiscutible responsabilidad objetiva, a veces sin relación causal ―de
acuerdo con lo que hoy entendemos por esta relación―, se había atenuado un tanto mientras cobraba
cierta vida la idea de la responsabilidad subjetiva (T-XXIV, p. 795)
No obstante, ello, queda claro que importancia de la causalidad como elemento de la responsabilidad civil
es indiscutible no solo porque es así desde el Derecho Romano hasta en el antiguo Derecho francés y los
sistemas que estos han in uenciado, sino porque la Ley y el buen sentido así lo manda, tal como lo
reconocen Los Mazeud y Andre Tunc (1965), quienes señalan: “En efecto, el buen sentido impone la
existencia de un vínculo de causalidad” (T, 2do, V-II, p. 2)
En efecto, la causa del daño o causalidad es relevante, toda vez que su concurrencia en un caso de
responsabilidad civil es imprescindible para que ella opere, pues su función en el esquema de la
responsabilidad es identi car de donde proviene o quien genera el evento dañoso; además, entendemos
importante abordar el tema, a la razón que la causalidad constituye el ligazón fundamental entre un evento
ordinario y el daño generado y en tal caso dicho evento ordinario pasa a ser uno de relevancia jurídica al
determinarse que éste ha sido el que causo el daño, precisamente conforme a las reglas reconocidas por
un determinado ordenamiento jurídico, esto es lo que se conoce como causalidad o nexo causal, he allí su
importancia.
El desarrollo de este elemento de la responsabilidad civil, empieza cuando el derecho civil, especí camente
en el campo de la responsabilidad civil, hace palpable la necesidad de recibir doctrinas del Derecho penal,
para fortalecer y sustentar sistemas civiles como el de la responsabilidad civil, sobre el particular bien
anota Luis Maria Bo (2005), cuando señala: “El Derecho penal viene a retribuir parcialmente, y como rama
de ese añejo árbol, al Derecho civil, del que nacen o emanan todos los conceptos que aquel le entrego en
su oportunidad” (T-XXIV, p. 797)
La causalidad como elemento de la responsabilidad civil ha sido siempre reconocido, así en Colombia
Obdulio Velásquez (2016), expone:
En Roma, para conceder con éxito la acción de reparación del daño por el delito privado damnum iniuria
datum, tipi cado en las tres hipótesis que Lex Aquilia establecio, era necesario que el perjuicio hubiese
sido causado de una persona a otra, que el daño se hubiese hecho con iniuria, es decir, contra derecho y
con culpa o dolo por el agente y, además, que existiera un vínculo o nexo de causalidad entre la acción del
agente y el daño sufrido por la victima que reclama indemnización (p. 507)
Lo a rmado anteriormente nace particularmente por la redacción de las dos normas en el Código civil que,
abordan el tema o deberían hacerlo, el artículo 1321 y 1985, la primera en el campo de la inejecución de
obligaciones y la segunda en el campo extracontractual; sin embargo esta posición no es paci ca, pues en
doctrina nacional se discute sí en el campo de la responsabilidad por inejecución de obligaciones se ha
regulado o no la forma de determinar su causalidad, ello debido a la imprecisión del artículo 1321 del
Código civil.
Para nuestro homenajeado por ejemplo en la norma citada no se hace invocación alguna a una teoría
causal especi ca (causa próxima), así re ere el destacado civilista Gastón Fernández (2019):
Se ha a rmado también que en ambos sistemas se acoge, como teoría de causalidad, la teoría de la
causalidad adecuada, en la que es errada la interpretación realizada por algunos que pretenden a rmar que
en el sistema de inejecución de obligaciones se ha recogido la teoría de la ‹‹causa próxima›› por el empleo
del giro verbal ‹‹en cuanto sean consecuencia inmediata y directa›› de la inejecución basados
aparentemente en una interpretación literal de la norma (p. 43)
Volviendo a la importancia de la causalidad Brun (2015) destaca la misma, señalando: “Declarar a una
persona civilmente responsable signi caría imputar la causa del daño por el cual se solicita indemnización”
(p.229), en efecto regularmente ello es así, debiendo aclarar, sin embargo, que en ocasiones se tolera
imputar responsabilidad civil no al autor material del daño sino a un tercero, es decir responderá civilmente
el responsable jurídico del daño, responsabilidad que deriva no, de una actividad material realizada por el
responsable sino por una situación o imputación normativa, esto es por concurrir en el responsable una
condición prevista por la Ley para considerarlo normativamente responsable del daño.
Por su parte los hermanos Henry y Leon Mazeud y Andre Tuc (1957), al referirse sobre la importancia del
tema advierten: “No es su ciente para que sea exigible la responsabilidad civil con que haya sufrido un
perjuicio el demandante ni con que se haya cometido una culpa por el demandado. Debe reunirse un
tercero y último requisito: la existencia de un vínculo de causa efecto entre la culpa y el daño: se precisa
que el daño sufrido sea la consecuencia de la culpa cometida” (T-2do, V.2, p.1)
La relación causal, causalidad o nexo causal es, sin duda, uno de aquellos temas que merecen ser
abordados, no solo porque se le reconoce como un elemento ineludible para atribuir responsabilidad civil—
tal como ya se ha dicho— sino por su escueto tratamiento legislativo y doctrinario en el Derecho peruano.
En efecto, en sede peruana tanto en doctrina como en el ámbito jurisprudencial, se coincide que son
elementos para imputar responsabilidad civil: 1. Una conducta antijurídica, 2. El daño, 3. La causalidad, y; 4.
Criterio de Imputación. Exigencias doctrinarias que encuentra recepción en los artículos 1314 y 1321 en el
campo obligacional y en los artículos 1969, 1970 y 1985 del mismo Código para el caso de la
responsabilidad extracontractual o aquiliana”
Siendo ello así, resulta sumamente importante desarrollar el tema aquí propuesto, más aún si en el propio
Código civil se regula disímilmente el tópico en el régimen contractual y en régimen extracontractual, lo
cual evidentemente invita a confusión ya sea al momento de construir un caso de responsabilidad a través
de una demanda o de imponerla mediante una sentencia.
En efecto, se entiende que el Código civil peruano regula el tema de la causalidad en los artículos 1321 y
1984 el primero en el caso de la responsabilidad por inejecución de obligaciones y el segundo para los
casos de responsabilidad extracontractual, respectivamente. Sin embargo, de la lectura de las citadas
normas no se aprecia de forma clara una regulación normativa, al menos en el campo obligacional, que
aborde de forma directa el tema de la causalidad, tal como si se aprecia en el campo extracontractual.
Así tenemos, por ejemplo que, en el campo de la responsabilidad por inejecución de obligaciones, el
Código civil señala, en el segundo párrafo del artículo 1321: “El resarcimiento por la inejecución de la
obligación o por su cumplimiento parcial, tardío o defectuoso, comprende tanto el daño emergente como
el lucro cesante, en cuanto sean consecuencia inmediata y directa de tal inejecución” (Subrayado nuestro);
mientras que el artículo 1985 del Código ubicado dentro de los artículos que norman el régimen
extracontractual señala: “La indemnización comprende las consecuencias que deriven de la acción u
omisión generadora del daño, incluyendo el lucro cesante, el daño a la persona y el daño moral, debiendo
existir una relación de causalidad adecuada entre el hecho y el daño producido. El monto de la
indemnización devenga intereses legales desde la fecha en que se produjo el daño” (Subrayado nuestro)
Entendemos que la confusión se presenta toda vez que en ambas normas se utiliza, aparentemente dos
teorías causales distintas para identi car la causa y el autor del daño; a decir, en el campo de inejecución
de obligaciones, se estaría invocando la teoría de la causa inmediata, mientras que en el régimen
extracontractual se estaría invocando nítidamente la teoría de la causa adecuada.
Más allá si la premisa expuesta es correcta o no (lo cual desarrollaremos más adelante), también resulta
necesario determinar si resulta adecuado que la ley imponga una determinada teoría o forma de identi car
la causa del daño o por el contrario si esto resulta contraproducente.
La causalidad es la relación que vincula la conducta reputada como causante del daño con la
consecuencia de la misma: el daño. Por ello ―se dice― que, para reputar causa y por ende responsable
del daño debe existir una relación o vínculo entre dicha conducta y el daño debe haber, una relación de
causa-efecto.
Antes de continuar cabe destacar que causalidad es la relación pura entre un evento reputado como causa
del daño y el daño mismo, separando de este concepto, lo que se conoce en nuestro medio como
causalidad jurídica, por cuando, ésta estaría más en el campo de la imputabilidad de la conducta. Por ello
en nuestro País el destacado profesor Gastón Fernández (2019), aclara:
Es importante destacar que el análisis de la relación causal en sistemas del common law, e inclusive en
algunos sistemas del derecho continental abordan el problema comprendiendo tanto la causalidad material
como la causalidad jurídica, cuando esta última, en nuestra opinión, se re ere en realidad a un juicio de
imputación propio de la autoría. (p. 127)
Teniendo presente la aclaración efectuada por el profesor Fernández, tenemos también que diversos
autores en sede nacional y extranjera han estudiado el tema, tratando de conceptualizar o delimitar los
alcances de la causalidad en la responsabilidad civil, así Trimarchi, citado por (Juan Espinoza:2019), a rma:
Con razón, se a rma que la relación de causalidad “no puede agotarse en una relación de tipo naturalista
entre causa y consecuencias, sino se debe conducir y resolver, en los términos de un juicio idóneo a
expresar la carga de los valores ínsita en la a rmación de responsabilidad” (T-I, p. 343).
También se tiene que, el profesor Espinoza (2019), citando al italiano Pier Giuseppe Monateri, sobre el tema
agrega:
La ratio de una teoría del nexo causal no debería consistir tanto en el remontarse a todos los antecedentes,
o en el encontrar todas las consecuencias, vinculadas a un determinado suceso desde el punto de vista de
las ciencias naturales, sino más bien a aquella de limitar (hacia atrás) la búsqueda de los responsables
sobre los cuales, es de interés para el derecho que recaiga el peso de la responsabilidad y limitar (hacia
delante) la búsqueda de las eventuales consecuencias del ilícito que deben ser soportadas por el
demandado (T-II, p. 343-344)
Para el profesor Gastón Fernández Cruz (2019): “Este elemento permitirá encontrar, dentro del análisis
material del método que se ha formulado, al causante del daño” (p. 127)
Toda relación de responsabilidad extracontractual implica que una determinada persona (la victima) pueda
exigir a otra (el responsable) el pago de una indemnización de daños causados por esta última a la primera.
Pero este poder exigir no se dirige arbitrariamente contra cualquier persona: no es posible cobrar una
indemnización por accidente de tránsito al primer transeúnte que asome por la esquina después de
ocurrido el hecho. Tiene que haber una razón para que una determinada persona y no otra sea obligada a
pagar; una razón que individualice un presunto responsable dentro del universo de personas. El primer
hecho que utiliza el Derecho para estos efectos es la relación de causa a efectos; independientemente de
que, una vez establecida ésta, el Derecho exija todavía otros elementos más para convertir
al causante en efectivamente responsable (culpa, por ejemplo, en los casos de responsabilidad subjetiva)
(T-I, p. 303-304)
Más adelante el mismo jurista De Trazegnies (2016) concluye:
La relación causal pertenece al plano factual y se establece mediante un juicio de ser que describe la
conducta, mientras que la culpabilidad pertenece al plano del deber ser y se establece con un juicio de
valor que aprecia la conducta. Para entrar al campo de la responsabilidad extracontractual se requiere la
existencia de un nexo causal que vincule a la víctima con el pretendido responsable (aun cuando tal nexo
no corresponde necesariamente al orden natural sino al orden jurídico de cosas) (T-I, p. 307-308)
Philippe Brun (2015), por su parte, al referirse sobre la causalidad, nos dice: “Declarar a una persona
civilmente responsable signi caría imputar la causa del daño por el cual se solicita una indemnización” (p.
229)
Como se ha descrito existen multiplicidad de posiciones, por lo que cabe resaltar la di cultan no solo de
arribar a un concepto univoco, sino de establecer la forma o comino de identi car la causa o causalidad de
un daño, esto es la relación que debe existir entre el evento y el daño, por ello el profesor Leysser León
(2016 )enseña:
Es difícil discernir sobre la causalidad en materia de responsabilidad civil, teniendo en cuenta la indisoluble
ligazón de esta temática con disciplinas como la losofía y la física. Conocer que pensadores como
Bacon, Mill o Schopenhauer estudiaron la causalidad, no puede no provocar cierta inhibición en quien se
dispone a abordar el tema con el objetivo de subrayar su papel e importancia en el camino que se sigue
hasta la aplicación de la tutela resarcitoria (p. 81)
La causalidad en la responsabilidad civil, en suma, es la relación entre aquel evento que, por razón de la
lógica o una relación fáctica de causa-efecto y el daño que ésta genera, la cual debe concurrir con otros
elementos para ser reputada como responsable civil de dicho daño
Este ejercicio de identi cación de la causa del daño es de vital importancia a la hora de construir un caso
de responsabilidad civil, pues se busca, en términos razonables, lógicos, coherentes o si se quiere hasta
justo, identi car la conducta generadora y con ella a su autor, tarea que no resulta de todo fácil, pues para
llegar a esos grados de satisfacción que un sistema jurídico pretende alcanzar hacia los ciudadanos, es
necesario ser cuidadosos, razonables y prolí cos.
Lo expuesto se re eja, por ejemplo, en el caso, en donde una persona celebra un contrato para dar un
concierto de canto y a un día del evento, intempestivamente pierde la voz, en este caso el promotor del
evento sufrirá un daño (devolución de entradas, gastos de montaje, imagen como promotor, etc.). En este
caso resulta evidente que la causa del daño ha sido el incumplimiento del contrato por parte del artista,
generado por su repentina perdida de voz (causa del daño, elemento de causalidad) empero esta no reviste
culpa en el causante del daño y por ende no existirá responsabilidad por ausencia de culpa de agente, ya
que el suceso (perdida repentina de la voz) es un evento ajeno a su voluntad, a su culpabilidad (elemento de
imputabildad)
Una primera nota a destacar es que se suele confundir, a menudo, fundamentalmente a nivel jurisdiccional,
causalidad con culpabilidad, lo cual es un grave error, por cuanto una conducta puede ser causa del daño
(causalidad), pero esto no implica que el sujeto sea responsable del mismo, al no concurrir la condición de
imputación en el autor de esa conducta (causalidad jurídica o criterio de imputación); esto nos invita a
preguntar: ¿Si al autor de la causa del daño no se le puede imputar culpabilidad el daño puede quedar sin
que alguien asuma sus consecuencia?, la respuesta, aunque fría, es: Si. (salvo los casos que admite
criterios de imputación objetiva pura)
Importante es, además, por cuando, principalmente es el debate o punto controvertido principal de un
proceso o juicio de responsabilidad civil pues mientras el demandante centrara su demanda en demostrar
que la conducta del demandado le causo algún daño generador de un perjuicio, por otra, el demandado
centrara su defensa en demostrar que tal imputación no es correcta, que su conducta no ha sido la
causante del daño a pesar que se haya probado, incluso, la existencia del mismo. Philippe Brun (2015),
también destaca esta importancia y precisa:
La Responsabilidad civil y la causalidad son consustanciales: en efecto no se puede exigir a una persona
reparar un daño, en cuya realización no formo parte. Declarar a una persona civilmente responsable
signi caría imputar la causa del daño por el cual se solicita una indemnización (p. 22)
En efecto, esto es así porque en la responsabilidad por inejecución de obligaciones, la causa del daño se
encuentra un tanto más clara porque se halla preestablecida, como parece razonable, en el incumplimiento
de la prestación pactada. Así en el sistema de inejecución de obligaciones algunos autores nacionales,
como el profesor Juan Espinoza (2019, Derecho de la Responsabilidad civil, (T-I, p. 344) consideran que a
efecto de atribuir responsabilidad a quien incumple su obligación se debe utilizar la teoría de la causa
inmediata del daño, se hace esta a rmación en base al contenido del segundo párrafo del artículo 1321° del
Código civil de 1984, por cuanto dispone “(…) El resarcimiento por la inejecución de la obligación o por su
cumplimiento parcial, tardío o defectuoso comprenden tanto el daño emergente como el lucro cesante, en
cuanto sean consecuencia inmediata y directa de tal inejecución”. Sin embargo, por nuestra parte, no
compartimos la posición del destacado profesor, lo cual hasta parecería osado, pero consideramos no
existe impedimento para utilizar, de ser necesario otra teoría que ayude a identi car el nexo causal del
daño, en el campo de la responsabilidad por inejecución de obligaciones, conforme detallaremos más
adelante.
Por otro lado, se tiene que, en doctrina se han construido diversas teorías que tratan de identi car la causa
del daño, las cuales, a la sazón, de poder identi car ¿cuál sería la teoría justa, coherente o razonable que se
debe aceptar para identi car la causa del daño? e igualmente identi car ¿cuál de aquellas teorías ha sido
adoptada por nuestra legislación nacional?, abordaremos, más adelante, aquellas teorías.
Otro punto a destacar en relación a la causalidad en la responsabilidad civil es lo que anota Taboada
(2003), cuando señala:
(La) Relación de causalidad, que se entiende en el sentido que debe existir una relación de causa-efecto, es
decir, de antecedente-consecuencia entre la conducta antijurídica del autor y el daño causado a la víctima,
pues de lo contrario no existirá responsabilidad civil extracontractual y no nacerá la obligación legal de
indemnizar. Esto signi ca que el daño causado debe ser consecuencia de la conducta antijurídica del autor
para que se con gure un supuesto de responsabilidad civil extracontractual.
La causalidad tiene un origen no solo material de causa-efecto sino hasta losó co o teológico, conforme
re ere Diez-Picazo (2011):
Aunque la utilización del concepto de causa por los juristas haya tenido su origen en consideraciones de
orden losó co, al trasladarlo después a un lenguaje usual, es muy probable que la apreciación causal en
materia jurídica se comenzara haciendo de una forma artesanal (T-V p. 359)
Asimismo, se entiende que el nexo causal tiene un alcance polivalente, pues cumple una doble función en
la responsabilidad civil: por un lado, como imputación de responsabilidad y por otro como delimitación del
área del daño resarcible.
Esta dualidad del alcance del nexo causal es reconocida también por el destacado profesor Juan Espinoza
(2007), quien citando a Salvi, expresa:
“De ello se desprende que el nexo causal tiene doble relevancia: a) Para el aspecto del evento lesivo
(causalidad de hecho o fáctica), se procede a la reconstrucción del hecho a los efectos de imputación de la
responsabilidad. b) Para el aspecto del daño resarcible (Causalidad jurídica) se determinan las
consecuencias dañosas que el responsable deberá resarcir” (p. 176)
Por ello es doblemente importante conocer el alcance de la causalidad en el sistema peruano, más aún
cuando el tema ha generado confusión en su aplicación, fundamentalmente en su aplicación práctica.
Conociendo el alcance aceptado de la causalidad, se debe abordar aquel tema en donde existe mayores
dudas, a nuestro juicio esto es, qué teoría causal aplicar en el sistema de responsabilidad civil peruano, lo
cual trataremos en las líneas siguientes:
Como se ha dicho, identi car el evento causal, es determinante para imputar responsabilidad y para ello la
doctrina ha identi cado innumerables teorías para hacerlo, destacándose fundamentalmente en el campo
penal muchas de ellas, sin embargo en esta oportunidad vamos a detallar solamente aquellas que han
alcanzado mayor difusión en el Derecho civil y más aún en el sistema peruano y de allí identi car cuál de
ellas han sido adoptadas por el Código civil peruano y que por ello deben ser utilizadas en los juicios de
responsabilidad civil para identi car la causa del daño
También conocida como teoría de equivalencia de las condiciones. Esta teoría entiende que la causa es el
conjunto de todas las condiciones necesarias para que se produzca un hecho.
Luis Bo (2005) “En el campo jurídico cabe mencionar como iniciador a Maximiliano von Buri, que
comienza a exponer la doctrina en 1860 y termina de hacerlo 39 años después” (T-XXIV, p.823)
Imaginemos a una persona que consume un sándwich en un establecimiento y resulta que dicho alimento
contenía algunos productos en mal estado, causando un malestar insoportable que debe ser trasladado en
una ambulancia a un establecimiento de salud; sin embargo, un conductor distraído impacta su camión
contra la ambulancia, cuyo impacto causo la muerte del desafortunado sujeto. ¿Quién es el responsable?
Para la teoría de la equivalencia de las condiciones, lo serán todos los que de una manera intervinieron en
la producción del evento, por más remota que sea su participación, vale decir el camionero, el chofer de la
ambulancia, quien hizo el sándwich e incluso habría que remontarse a quien proporciono aquel elemento
en mal estado que luego se colocó en el sándwich, lo cual resulta ser de todo inaceptable y engorroso. Por
ello se dice que en esta teoría el rigor de la lógica no se compadece con la bondad de la justicia.
Por el contrario, y a diferencia de la teoría de conditio sine quan nom, la teoría de la causa inmediata,
solamente le importa aquella de las diversas condiciones necesarias de un resultado, la que se halla
temporalmente más próxima a este, para reputarla como causa del daño; las otras son simplemente
condiciones. Se sustenta esta teoría, en que sería para el derecho una tarea in nita juzgar las causas de las
causas y la in uencia de unas sobre las otras. Y por ello se contenta con la causa inmediata y juzga las
acciones por esta última sin remontar a un grado más lejano.
Según esta teoría, nos dice el profesor Juan Espinoza (2019), se llama causa solamente a “aquellas de las
diversas condiciones necesarias de un resultado que se halla temporalmente más próxima a este; las otras
son simplemente condiciones” (T-I, p. 357-358)
Nótese que admitir esta teoría en supuestos de responsabilidad civil extracontractual, generaría
situaciones injustas como sería el caso del daño causado por el dependiente o por un animal. Sin embargo,
en nuestro sistema solo se acepta esta teoría en el sistema de responsabilidad por inejecución de
obligaciones ello —a nuestro juicio— más por mandato expreso del artículo 1985 del Código civil que
dispone para el caso de la responsabilidad extracontractual se aplique otra teoría de la causa adecuada del
daño que por la norma especí ca que regula el resarcimiento por inejecución de obligaciones, pues en esta
no se dice nada sobre la forma de identi car la causa del daño, en efecto, el segundo párrafo del artículo
1321 del Código civil señala: “El resarcimiento por la inejecución de la obligación o por su cumplimiento
parcial, tardío o defectuoso, comprende tanto el daño emergente como el lucro cesante, en cuanto sean
consecuencia inmediata y directa de tal inejecución” (resaltado nuestro). Como se aprecia la norma al decir
“comprende tanto el daño emergente como el lucro cesante, en cuanto sea consecuencia inmediata y
directa.” se re ere sólo obviamente al campo de acción del daño resarcible y no contiene, creemos, tal
premisa un mandato expreso sobre qué teoría causal aplicar en el campo de la responsabilidad por
inejecución de obligaciones. En efecto, si bien es cierto, se acepta que la doctrina entiende que la teoría
causal persigue dos nes entre ellos identi car el campo de acción del daño y la teoría causal a aplicar,
ello no quiere decir que per se dónde este uno se encuentre lo otro, pues en el caso del Código civil
peruano tanto de la redacción del segundo párrafo del artículo 1321 como del artículo 1985 del Código civil
se evidencia que en el caso de la responsabilidad extracontractual claramente se hace alusión a la teoría
causal que se debe aplicar para la identi cación de la causa del daño, sin embargo ello no ocurre con la
redacción del segundo párrafo del citado artículo 1321 del Código, pues en esta norma no se evidencia tal
intención, pues lo que resulta claro es que solo hace alusión al alcance del daño resarcible y no dice nada
sobre la teoría causal a utilizarse en este régimen de responsabilidad (a diferencia de la redacción clara
que, sobre el tema, se aprecia en el artículo 1985 del Cc), por ello el intérprete no puede ir más allá de lo
que, en primer lugar está escrito en la norma y en segundo lugar de lo que quiso el legislador y hasta lo que
se conoce de la exposición de motivos o fuentes de los codi cadores, no se puede alegar que su intención
haya sido incorporar la teoría de la causalidad inmediata en el campo de la responsabilidad por inejecución
de obligaciones.
Ahora, con lo expuesto, vale preguntarnos: ¿Qué teoría causal invocar en el sistema de responsabilidad por
inejecución de obligaciones?
Se ha pretendido justi car esta teoría con la supuesta ventaja generada al evitar un análisis causal in nito,
teniendo en consideración, para todo efecto, sólo la causa inmediata sin efectuar análisis más profundos.
Sin embargo, es esta super cialidad su mayor desventaja, más aún, cuando no necesariamente la
circunstancia última en el tiempo es aquella que genera el daño.
Así, se han efectuado varias críticas al presente planteamiento. Se ha observado que no es útil para
solucionar problemas de concausa, ni para brindar soluciones en supuestos en que los daños no aparecen
inmediatamente, sino que requieren de un proceso de manifestación que los va distanciando de la causa.
Esta posición, para Osterling y Castillo (2008) “por su propio fundamento, desconocería la incidencia de
hecho que, aun siendo anteriores, serían determinantes en la generación, casi por completo, del resultado”
(p. 858)
Sin embargo, por nuestra parte entendemos que la causa inmediata re eja una posición coherente en el
sistema de inejecución de obligaciones toda vez que, de resultar otra causa anterior al incumplimiento que
sea la que en realidad causa el daño, en realidad existiría una preponderancia causal ajena a la inicialmente
imputada.
Conforme informa Guido Alpa (2206), es aquella que: “Considera relevantes, de la serie de hechos
concatenados entre sí, sólo, aquellos que normalmente producen el evento” (p. 420)
Esta teoría —como expresa De Trazegnies (2016)—: “Esta teoría fue desarrollada en 1888 no por un jurista
sino por un lósofo, J. von Kries, quien parte de una observación empírica: se trata de saber qué causa
normalmente producen un tal resultado” (T-I, p.311)
Esta teoría entiende como causa de un evento, aquella conducta que según un juicio ex ante, resulte
adecuada para determinar los efectos de la conducta dañosa. Para esta teoría no es causa cada condición
del evento sino solo la condición que sea adecuada.
Para establecer cuál es la causa de un daño conforme a esta teoría es necesario formular un juicio de
probabilidad ósea considerar si tal acción u omisión del presunto responsable era idónea para producir
regular o normalmente, un resultado y ese juicio de probabilidad no puede hacerse sino en función de lo
que un hombre de mentalidad normal, juzgada ella en abstracto, hubiese podido proveer como resultado de
su acto (T-I, p. 363)
Por consiguiente, no todas las causas que necesariamente conducen a la producción de un daño pueden
consideradas causas propiamente dichas de tal daño: no todas estas causas obligan a su autor a participar
como responsable en la reparación del daño. Desde el punto de vista de la responsabilidad, se requiere que
la causa sea la adecuada, es decir, la idónea.
Ahora bien ¿Qué es lo idóneo?, ¿Qué es lo adecuado en materia de causa? La respuesta es “lo normal”
Puede considerarse que estamos ante una causa cuando la circunstancia bajo análisis tiene la naturaleza
de producir normalmente el daño que ha condicionado. De esta manera la pregunta clave frente a la
situación concreta es: ¿La acción u omisión del presunto responsable era de por sí misma capaz de
ocasionar normalmente este daño? Si se responde a rmativamente conforme a la experiencia de la vida se
declara que la acción u omisión era adecuada para producir el daño y esta es objetivamente imputable al
agente (T-I, p. 312)
Pues bien, habiendo establecido la necesidad de este tercer requisito de la responsabilidad civil,
corresponde ahora determinar el sentido de la noción de causa adecuada para poder entender el signi cado
de la relación causal en el campo de la responsabilidad civil extracontractual. En este sentido, conviene
plantearse la siguiente pregunta: ¿Cuándo se debe entender que una conducta es causa adecuada de un
determinado daño? (84)
La respuesta a esta interrogante es la siguiente: para que una conducta sea causa adecuada de un daño es
necesario que concurran dos factores o aspectos: un factor in concreto y un factor in abstracto. El factor in
concreto debe entenderse en el sentido de una relación de causalidad física o material, lo que signi ca que
en los hechos la conducta debe haber causado el daño, es decir, el daño causado debe ser consecuencia
fáctica o material de la conducta antijurídica del autor. Sin embargo, no basta la existencia de este factor,
pues es necesaria la concurrencia del factor in abstracto para que exista una relación de causalidad
adecuada. Este segundo factor debe entenderse en los términos siguientes: La conducta antijurídica
abstractamente considerada, de acuerdo a la experiencia normal y cotidiana, es decir, según el curso
normal y ordinario de los acontecimientos debe ser capaz o adecuada para producir el daño causado. Si la
respuesta a esta interrogante es negativa, no existirá una relación causal, aun cuando se hubiere cumplido
con el factor in concreto. Es pues necesaria la concurrencia de ambos factores para que se con gure una
relación de causalidad adecuada (p. 85)
En efecto, la causalidad adecuada no solo debe responder a criterios preestablecidos alegados al contacto
social y factico que podrían inducir a error en cada caso concreto y se requiere que siempre se tenga en
cuenta, ese elemento especial de cada caso y según los sujetos intervinientes, la subjetividad de la
conducta, creemos, por ello se debe tamizar entre ambos, para que la causa adecuada no peque de absurda
o abuse de arbitraria.
Conforme lo anotado, tenemos que la correcta determinación de la causa adecuada del daño debe hacerse
tomando en cuenta criterios lógico-objetivos y de experiencia-subjetivos que permitan determinar si
determinada causa es verdaderamente la causa del daño, así por ejemplo: En el caso de la broma de
espanto jugada a una persona, objetivamente no sería causa de un posible daño (infarto por la impresión)
para que esto sea debe concurrir la subjetividad de la conducta, que la persona a quien se le jugo la
persona sea un sujeto que sufra de dolencias cardiacas.
Establecer la causa adecuada del daño, es de suma importancia ya que es elemento principal para
determinar si la conducta del sujeto es capaz de producir daños, por ello no cualquier conducta es
merecedora de responder civilmente sino solo la adecuada. Por ejemplo, si una persona de 25 años de
edad, sin ningún problema cardíaco, fallece en forma inmediata como consecuencia de un susto producto
de una broma, no existirá relación de causalidad adecuada, aun cuando en los hechos la muerte haya sido
consecuencia del susto por la broma, por cuanto de acuerdo a la experiencia normal y cotidiana un susto
por una broma no es capaz de producir la muerte de una persona joven de esa edad.
Por el contrario, si se tratara de un susto por una broma a una persona de 75 años de edad, no habría duda
alguna que se trataría de una causa adecuada, en tanto y en cuanto el susto a una persona de edad
avanzada es causa adecuada, de acuerdo a la experiencia normal y cotidiana, para producir un fuerte
impacto a dicha persona que incluso le podría causar la muerte.
En tal sentido conforme al artículo 1985 de nuestro Código civil vigente, no basta con establecer e
identi car la conducta productora del daño, sino que además se debe demostrar si esa conducta
abstractamente considerada es capaz de generar ese daño de acuerdo al curso ordinario y normal de los
acontecimientos.
Así, a la par de la determinación precisa de la causa adecuada que producen los daños debemos conocer
las diversas incidencias que se presentan en la determinación de la relación causal como lo son los
supuestos de fractura del nexo causal o la concausa, que en nuestro medio son reguladas indistintamente
como eximentes de responsabilidad o como supuestos de disminución del monto indemnizatoria a cargo
del causante del daño
Finalmente, se entiende que para determinar cuál es la causa adecuada del daño, conforme lo exige nuestro
artículo 1985 del Código civil, se hace necesario realizar un análisis retrospectivo de la conducta imputada
como tal, preguntándonos lo siguiente: ¿La conducta imputada tiene la capacidad normalmente de generar
el daño generado a la víctima?, si la respuesta es a rmativa, entonces esa conducta será la causa
adecuada del daño. Por ejemplo, si Juan le juega una broma a Luis, joven de 19 años de edad, asustándolo
de sorpresa y éste muere fulminado por ataque al corazón, su conducta no sería la causa adecuada del
daño, pues normalmente o no es adecuado que asustar a un joven le genere un infarto, cosa distinta si
dicha broma se hiciese con un adulto de 88 años, allí dicha conducta si sería causa adecuada del daño.
Un tema de ineludible atención cuando se aborda la causalidad en la responsabilidad civil, es, sin duda, el
de la concausa. La concausa se presenta cuando varias causas simultáneamente contribuyen a la
producción del daño.
La concausa es la existencia de dos o más causas que concurren en la producción del daño, esta
concurrencia genera de acuerdo al artículo 1973 del Código civil la reducción judicial del monto a resarcir,
siempre que la imprudencia de la propia víctima contribuya a la producción del daño.
Así, existe un supuesto de concausa conforme a rma el profesor Lizardo Taboada (2003) “cuando la
víctima contribuye con su propio comportamiento con la conducta del autor a la realización del daño” (p.
91)
La diferencia entre el supuesto del artículo 1972 y del artículo 1973 radica en que en el primero se exige
que la intervención de la propia víctima o del tercero sea determinante, mientras que en el segundo solo
hace falta que dichas conductas hayan contribuido a la producción del daño, es decir aquí la conducta solo
es contributiva y no determinante como en los supuestos del artículo 1972 del CC.
Un tema central y vital de la concurrencia de causas se presenta cuando se pretende determinar si una u
otra causa es preeminente en la producción del daño lo cual, con di cultad, pero puede lograr a
determinarse, el problema se incrementa cuando se trate de distinguir si esta causa resulta solo
concurrente o determinante, pues en éste último caso no habría responsabilidad civil para el autor de la
causa.
De la misma idea es la profesora italiana Giovanna Visintini (1196), cuando a rma que:
El encuadre de la concurrencia del hecho culposo del damni cado en el ámbito de las reglas de la
causalidad, puede signi car la reducción del resarcimiento a cargo del autor del daño en proporción de las
culpas respectivas, pero también la comprobación de la responsabilidad integral a cargo de uno o del otro,
si es excluida la e cacia causal de una de las dos conductas (T-2, p. 297)
Los supuestos de concausa se presentan cuando las circunstancias causales determinan que dos o más
conductas con las que concurrentemente generan el daño; esto es que las diversas conductas que se
entiendan como generadoras del daño tiene que ser ambas en conjunto las que, permitan la producción del
daño, a tal punto que sin la presencia de una de ellas el daño no podría producirse.
Un hecho determinante para establecer la presencia de la concausa es la cali cación que se le dé a la
conducta concurrente, es decir si se entiende como solo concurrente o contributiva del daño o si la
conducta es determinante del daño y con ello dicha conducta tiene la capacidad de desplazar a cualquier
otra como generadora del daño.
Asimismo, es relevante es distinguir una verdadera conducta cali cada como concausa y otras que suelen
confundirse con aquella como la provocación, esta última no puede ser cali cada como concausa pues
esta es precedente a la conducta (pues la genera) y la conducta concurrente debe ser coetánea a la otra
conducta causal.
Otro de los serios problemas que enfrenta la concausa es la determinación el grado de participación en el
daño de cada una de las conductas implicadas, pues, regularmente esta tarea es sumamente difícil y el
Juez, deberá en estos casos, de acuerdo a las circunstancias particulares, tratar de identi car dicho grado
de participación. Esta de ciencia del sistema –por llamarlo así—también es identi cada por el profesor De
Trazegnies (2016), “Cuando las causas no son claramente atribuibles a uno u otros participantes del hecho
dañino – ya sea por son múltiples y equivalente o porque son indeterminadas- la responsabilidad
extracontractual funciona muy ine cientemente” (T-I, p. 390), por lo que, en este punto, la tarea del Juez y,
claro, de las partes, resultan trascendentales.
Respecto a la determinación precisa del nexo causal en la responsabilidad civil, nos referiremos con mayor
detalle respecto al daño aquiliano, al ser este régimen el que presenta mayores aristas de soluciones a
diferencia de la responsabilidad obligacional en donde la cuestión se presenta un poco más diáfana.
Así, sobre el tema debemos preciar que en primer lugar el profesor Lizardo Taboada (2203), se hace la
siguiente pregunta: “¿Cuándo se debe entender que una conducta es causa adecuada de un determinado
daño?” (p. 84). La respuesta a esta interrogante, a rma el mismo profesor Taboada, es la siguiente:
Para que una conducta sea causa adecuada de un daño es necesario que concurran dos factores o
aspectos: un factor in concreto y un factor in abstracto. El factor in concreto debe entenderse en el sentido
de una relación de causalidad física o material, lo que signi ca que en los hechos la conducta debe haber
causado el daño, es decir, el daño causado debe ser consecuencia fáctica o material de la conducta
antijurídica del autor. Sin embargo, no basta la existencia de este factor, pues es necesaria la concurrencia
del factor in abstracto para que exista una relación de causalidad adecuada. Este segundo factor debe
entenderse en los términos siguientes: La conducta antijurídica abstractamente considerada, de acuerdo a
la experiencia normal y cotidiana, es decir, según el curso normal y ordinario de los acontecimientos debe
ser capaz o adecuada para producir el daño causado. Si la respuesta a esta interrogante es negativa, no
existirá una relación causal, aun cuando se hubiere cumplido con el factor in concreto. Es pues necesaria
la concurrencia de ambos factores para que se con gure una relación de causalidad adecuada. Un ejemplo
podría gra car adecuadamente la aplicación de esta tesis: “Si una persona de 25 años de edad, sin ningún
problema cardíaco, fallece en forma inmediata como consecuencia de un susto producto de una broma, no
existirá relación de causalidad adecuada, aun cuando en los hechos la muerte haya sido consecuencia del
susto por la broma, por cuanto de acuerdo a la experiencia normal y cotidiana un susto por una broma no
es capaz de producir la muerte de una persona joven de esa edad.
Por el contrario, si se tratara de un susto por una broma a una persona de 75 años de edad, no habría duda
alguna que se trataría de una causa adecuada, en tanto y en cuanto el susto a una persona de edad
avanzada es causa adecuada, de acuerdo a la experiencia normal y cotidiana, para producir la muerte (p. 84-
85)
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