Adoracion Juvenil 6 de Abril
Adoracion Juvenil 6 de Abril
Adoracion Juvenil 6 de Abril
¿Y qué es lo que más sorprende del Señor y de su Pascua? El hecho de que Él llegue a
la gloria por el camino de la humillación. Él triunfa acogiendo el dolor y la muerte, que
nosotros, rehenes de la admiración y del éxito, evitaríamos. Jesús, en cambio —nos
dice san Pablo—, «se despojó de sí mismo, […] se humilló a sí mismo» (Flp 2,7.8).
Sorprende ver al Omnipotente reducido a nada. Verlo a Él, la Palabra que sabe todo,
enseñarnos en silencio desde la cátedra de la cruz. Ver al rey de reyes que tiene por
trono un patíbulo. Ver al Dios del universo despojado de todo. Verlo coronado de
espinas y no de gloria. Verlo a Él, la bondad en persona, que es insultado y pisoteado.
Lo hizo por nosotros, para tocar lo más íntimo de nuestra realidad humana, para
experimentar toda nuestra existencia. Para acercarse a nosotros y no dejarnos solos en
el dolor y en la muerte. Para recuperarnos, para salvarnos. Jesús subió a la cruz para
descender a nuestro sufrimiento. Probó nuestros peores estados de ánimo: el fracaso,
el rechazo de todos, la traición de quien le quiere. Experimentó en su propia carne
nuestras contradicciones más dolorosas, y así las redimió, las transformó. Su amor se
acerca a nuestra fragilidad, llega hasta donde nosotros sentimos más vergüenza. Y
ahora sabemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada
miedo. Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma
de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas.
Señor, "Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú
eres el Hijo de Dios" (Jn. 6,69). Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el
sacrificio de la última cena y continúa como comunión y donación de todo lo que eres.
Aumenta nuestra FE.
Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre
para decirle nuestro SÍ unido al tuyo. Contigo ya podemos decir: Padre nuestro.
Siguiéndote a ti, "camino, verdad y vida", queremos penetrar en el aparente "silencio"
y "ausencia" de Dios, rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz del Padre que
nos dice: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia: Escuchadlo" (Mt.
17,5).
Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones
personales, así como los diversos sectores de la vida familiar y social. Tú eres nuestra
ESPERANZA, nuestra paz, nuestro mediador, hermano y amigo. Nuestro corazón se
llena de gozo y de esperanza al saber que vives "siempre intercediendo por nosotros"
(Heb. 7,25).
CORO
En esta Semana Santa, levantemos nuestra mirada hacia la cruz para recibir la gracia
del estupor. San Francisco de Asís, mirando al Crucificado, se asombraba de que sus
frailes no llorasen. Y nosotros, ¿somos capaces todavía de dejarnos conmover por el
amor de Dios? ¿Por qué hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante él? ¿Por
qué? Tal vez porque nuestra fe ha sido corroída por la costumbre. Tal vez porque
permanecemos encerrados en nuestros remordimientos y nos dejamos paralizar por
nuestras frustraciones.
Volvamos a comenzar desde el asombro; miremos al Crucificado y digámosle: “Señor,
¡cuánto me amas!, ¡qué valioso soy para Ti!”. Dejémonos sorprender por Jesús para
volver a vivir, porque la grandeza de la vida no está en tener o en afirmarse, sino en
descubrirse amados. Y la grandeza de la vida está precisamente en la belleza del amor.
En el Crucificado vemos a Dios humillado, al Omnipotente reducido a un despojo. Y con
la gracia del estupor entendemos que, acogiendo a quien es descartado, acercándonos
a quien es humillado por la vida, amamos a Jesús. Porque Él está en los últimos, en los
rechazados, en aquellos que nuestra cultura farisaica condena.
Jesús, queremos AMAR COMO TÚ, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres.
Quisiéramos decir como San Pablo: "Mi vida es Cristo" (Flp. 1,21). Pues nuestra vida no
tiene sentido sin ti.
Queremos aprender a "estar con quien sabemos nos ama", porque "con tan buen
amigo presente, todo se puede sufrir". En ti aprenderemos a unirnos a la voluntad del
Padre, porque en la oración "el amor es el que habla" (Sta. Teresa).
CORO
El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones nos ayuda a decir esos
"gemidos inenarrables" (Rom. 8,26) que se traducen en actitud agradecida y sencilla, y
en el gesto filial de quien ya se contenta con sola tu presencia, tu amor y tu palabra.
En nuestras noches físicas y morales, si tú estás presente, y nos amas, y nos hablas, ya
nos basta, aunque muchas veces no sintamos la consolación.
CORO
Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y amando tu Palabra,
para transformarla en vida y comunicarla a todos los hermanos. Amén.