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Día 25

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DÍA 25

Gloria de la Vida Doméstica


Ruega por nosotros
José amaba a Jesús como un padre ama a su hijo, y le demostró su amor dándole lo
mejor que tenía.1
— San Josemaría Escrivá

E n el siglo XVI, Santa Teresa de Ávila ayudó a reformar la rama femenina


de la Orden Carmelita. Tenía una tremenda devoción a San José, y a la
mayoría de sus conventos reformados les puso su nombre. Para proteger a los
conventos (y a sus monjas), enterró medallas de San José alrededor de ellos
como signo de pertenencia a Dios y a San José. En el siglo XX, San Andrés
Bessette hizo algo similar.
San Andrés quería edificar un santuario dedicado a San José en Montreal,
Canadá. Encontró el lugar perfecto y puso medallas de San José alrededor del
terreno como una manera de pedirle al santo bendecir y obtener la propiedad.
¡No hace falta decir que la obtuvo!
SAN JOSÉ DESEA BENDECIR TU HOGAR. Si acoges amorosamente a San José en tu
hogar, invocas su intercesión y lo honras con devociones piadosas, él bendecirá
inmensamente tu vida doméstica, y donde está presente San José, también
están Jesús y María.
San José quiere estar presente en tu casa y en tu vida familiar. Aunque te
mudes, él quiere ir contigo. Hablando de mudanza, permíteme decirte
rápidamente algo sobre una práctica que me preocupa: No hay necesidad de
que entierres una estatuilla de San José para vender tu casa. Enterrar una
pequeña estatua en un esfuerzo por vender una casa es un fenómeno moderno.
Santa Teresa de Ávila y San Andrés Bessette jamás enterraron estatuillas de
San José. Estatuas, a diferencia de las medallas, no se hicieron para enterrarse
porque al representar a una persona, son hechas para ser veneradas sobre la
tierra, no puestas bajo tierra. Coloca una estatua de San José adentro de tu casa
y eleva tu oración frecuentemente por tus necesidades domésticas, incluyendo
la venta de tu casa. No entierres una estatua de San José en tu jardín.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de
una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que
se la pone sobre el candelero, para que ilumine a todos los que están en la casa.
— Mt 5,14-15

Cualquier cosa que decidas hacer, jamás entierres una estatua de San José
boca abajo. Hay quienes en ocasiones realizan esta práctica extraña como una
forma de chantaje espiritual, prometiendo volverla a la posición correcta sólo
cuando su casa se haya vendido. Este tipo de prácticas es semejante a tratar una
estatuilla de San José como un talismán o un amuleto de la buena suerte. San
José es tu padre espiritual, no una chuchería. No hay necesidad de enterrar una
estatuilla de él. Háblale, él te escucha.
SAN JOSÉ AMA LA VIDA DOMÉSTICA. San José es el santo de los años ocultos de Jesús.
Esta realidad es algo increíble que habría que reflexionar. Considera tus
propios recuerdos de cuando vivías en casa: las salidas familiares, los
cumpleaños, las celebraciones religiosas, cuando jugaban juntos o cantaban,
etc. Lo más seguro es que hayas vivido en la casa de tus padres unos 20 años
más o menos. Nuestro Señor, sin embargo, vivió con María y José durante 30
años. El amor, la intimidad y familiaridad que Jesús, María y San José
compartieron ¡es increíble! San José reconocía los pasos de Jesús, conocía el
sonido de su estornudo, su risa y su voz elevada en cantos. Conocía sus
ademanes, sus rutinas matutinas, posturas, su sonrisa, su bostezo y sus comidas
y bebidas favoritas.
Estos son recuerdos valiosos que permanecen profundos en el corazón y la
mente de San José.
Jesús y María obedecen y respetan a José porque reconocen lo que la mano de Dios le
otorgó, es decir, la autoridad que tiene un esposo y padre.2
— Papa Pío XI
El taller de San José

S an José es la gloria de la vida doméstica porque amó, educó, alimentó y


protegió a su Hijo, dando toda su vida sirviendo amorosamente a Jesús y
María.
El 19 de marzo de 1963 (solemnidad de San José), San Josemaría Escrivá
impartió una homilía en su honor que se ha hecho muy famosa, intitulada “en
el taller de José,” en la que el santo describe la maravillosa relación de padre e
hijo que San José y Jesús tenían. Se transcribe una parte de la homilía:
José amaba a Jesús como un padre ama a su hijo y mostraba su amor al darle lo mejor
que tenía. José, cuidando al niño como se le había ordenado, hizo de Jesús un artesano
transmitiéndole su propia habilidad profesional, de tal forma que los vecinos de
Nazaret llamaban a Jesús faber y fabri filius: el artesano y el hijo del artesano (ver Mc
6, 3; Mt 13, 55). Jesús trabajó en el taller de José y al lado de José.
¡Qué debió haber sido José y de qué manera la gracia debió haber obrado en él, para
que pudiese cumplir la tarea de educar humanamente al Hijo de Dios!
Porque Jesús debió haberse parecido a José: en su forma de trabajar, en los rasgos de
su carácter, en su forma de hablar. El realismo de Jesús, su atención al detalle, la forma
en que se sentaba a la mesa y partía el pan, su preferencia por usar situaciones cotidianas
para impartir su doctrina; todo eso refleja su infancia y la influencia de José.
No es posible ignorar este sublime misterio: Jesús que es hombre, que habla con el
acento de un distrito particular de Israel, que se parece a un carpintero llamado José, es
el Hijo de Dios. ¿Y quién puede enseñarle algo a Dios? Pero también es
verdaderamente hombre y vive una vida normal: primero, como niño, después como
joven ayudando en el taller de José, finalmente como hombre adulto en la flor de la
vida. “Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los
hombres” (Lc 2,52).
En la vida humana, José era el maestro de Jesús en su contacto diario, lleno de afecto
refinado, contento de negarse a sí mismo para cuidar mejor a Jesús. ¿No es esa razón
suficiente para que consideremos a este hombre justo, este santo Patriarca, en quien la
fe de la antigua alianza da fruto, como un maestro de la vida interior? La vida interior
no es más que una conversación continua y directa con Cristo para hacerse uno con Él,
y José puede decirnos muchas cosas sobre Jesús. Por lo tanto, nunca descuides la
devoción a él: Ite ad Ioseph: “Ve a José”, como lo expresa la tradición cristiana en las
palabras del Antiguo Testamento.
Maestro de la vida interior, trabajador profundamente comprometido con su trabajo,
siervo de Dios que está constantemente en contacto con Jesús: ese es José. Ite ad Ioseph.
Con San José, el cristiano aprende el significado de pertenecer a Dios asumiendo
plenamente el propio lugar entre los hombres santificando al mundo. Conoce a José y
encontrarás a Jesús. Habla con José y encontrarás a María, quien siempre infunde paz
a su alrededor en ese atractivo taller de Nazaret.1
LETANÍA DE SAN JOSÉ
Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros, Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos, Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos, Cristo, escúchanos
Dios, Padre celestial, Ten misericordia de nosotros
Dios Hijo, Redentor del mundo, Ten misericordia de nosotros
Dios Espíritu Santo, Ten misericordia de nosotros
Santísima Trinidad, un solo Dios, Ten misericordia de nosotros
Santa María, Ruega por nosotros
San José, Ruega por nosotros
Noble Retoño de David, Ruega por nosotros
Luz de los Patriarcas, Ruega por nosotros
Esposo de la Madre de Dios, Ruega por nosotros
Casto Guardián de la Virgen, Ruega por nosotros
Padre Nutricio del Hijo de Dios, Ruega por nosotros
Ferviente Defensor de Cristo, Ruega por nosotros
Jefe de la Sagrada Familia, Ruega por nosotros
José Justísimo, Ruega por nosotros
José Castísimo, Ruega por nosotros
José Prudentísimo, Ruega por nosotros
José Valientísimo, Ruega por nosotros
José Obedientísimo, Ruega por nosotros
José Fidelísimo, Ruega por nosotros
Espejo de Paciencia, Ruega por nosotros
Amante de la Pobreza, Ruega por nosotros
Modelo de los Obreros, Ruega por nosotros
Gloria de la Vida Doméstica, Ruega por nosotros
Guardián de las Vírgenes, Ruega por nosotros
Pilar de las Familias, Ruega por nosotros
Consuelo de los Afligidos, Ruega por nosotros
Esperanza de los Enfermos, Ruega por nosotros
Patrono de los Moribundos, Ruega por nosotros
Terror de los Demonios, Ruega por nosotros
Protector de la Santa Iglesia, Ruega por nosotros
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos,
Señor Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
Escúchanos, Señor Cordero de Dios, que quitas los pecados del
mundo, Ten piedad de nosotros.
V. Lo hizo Señor de su Casa
R. Y administrador de todas sus posesiones
Oremos: Oh Dios, que en tu amorosa providencia elegiste a San José
para ser esposo de tu santísima Madre, concédenos la gracia de tener
como nuestro intercesor en el cielo a aquél que veneramos en la tierra
como nuestro protector. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.

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