Teoria Accion Comunicativa
Teoria Accion Comunicativa
Teoria Accion Comunicativa
3. La propuesta de teoría social normativa le sirve para llevar a cabo una explicación de la
evolución de las sociedades modernas que, precisamente gracias a su estatuto normativo,
puede identificar las patologías de los sistemas sociales y políticos contemporáneos y
solventar sus deficiencias.
La pragmática obliga a analizar el hecho del habla y los diferentes actos de comunicación.
La diferencia entre aspectos locutivos e ilocutivos desvela la doble estructura del proceso de
relación entre emisor y receptor. El contenido proposicional y el ilocucionario siempre se han
de dar conjuntamente para que sea posible el entendimiento entre los hablantes, porque la
comunicación no consiste exclusivamente en la transmisión de la información, sino que
enlaza a los hablantes en una relación interpersonal. La pragmática universal que plantea
Habermas representa una novedad en la medida en que, frente a la corriente dominante en
la lingüística, que prima el aspecto cognitivo de las emisiones, se rescata el sentido
esencialmente comunicativo del habla, incluso afirmando que la función comunicativa es la
principal y originaria [Habermas 2001: 23].
Pero, ¿cuáles son las condiciones que determinan que un acto de habla sea aceptable? Es
importante identificarlas en la medida en que el entendimiento dependerá de su
cumplimiento. Habermas sostiene que en toda emisión comunicativa el hablante plantea
pretensiones de validez, frente a las cuales el receptor puede tomar postura con un sí o con
un no. En el caso de que el oyente reconozca las pretensiones de validez implícitas en el
acto, se habrá logrado el entendimiento o acuerdo. En el caso de que la postura del oyente
sea un “no” a dichas pretensiones, se pondrá fin al acto de habla (y por tanto el
entendimiento habrá fracasado) o bien se exigirá al hablante que defienda
argumentadamente las pretensiones incoadas, con lo que se iniciará el discurso.
1. Pretensión de verdad: Subyace al acto de habla que tiene como finalidad decir algo sobre
la realidad objetivada (actos de habla constatativos).
En función de las pretensiones que son impugnadas, Habermas diferencia dos tipos de
discursos principalmente: el discurso teórico, en el que se tematiza y discute sobre la
pretensión de verdad del acto comunicativo; y el discurso práctico, como forma de
argumentación en la que se solventa la aceptabilidad de un enunciado normativo. Ahora
bien, los discursos tienen pretensiones universales porque en ellos lo que se busca es el
reconocimiento universal de los enunciados tematizados, de forma que cualquier sujeto
racional, actual o virtual, pueda asentir en base a razones al mismo.
La única fuerza admisible en los discursos es la “fuerza del mejor argumento”. Pero el fin
consensual de los mismos exige disponer de un criterio normativo para diferenciar entre
acuerdos y consenso válidos y los discursos sometidos a la arbitrariedad ideológica o la
manipulación. Habermas introduce a este respecto la noción de “situación ideal de habla”.
«Llamo ideal a una situación de habla en que las comunicaciones no solamente no vienen
impedidas por flujos contingentes, sino tampoco por las coacciones que se siguen de la
propia estructura de la comunicación. La situación ideal de habla excluye las distorsiones
sistemáticas de la comunicación» [Habermas 2001: 153].
Así es posible decir que la situación ideal de habla es el momento contrafáctico que permite
deslindar la estructura formal de un consenso válido desde un punto de vista racional. Es,
en definitiva, un principio regulativo que posibilita la identificación de las condiciones ideales
del discurso válido; entre otras, igualdad, libertad, universalidad y ausencia de coacción.
Ahora bien, ¿cuáles son los caracteres de esta racionalidad? Se pueden destacar los
siguientes
2. Es una racionalidad predicable de los individuos, de sus emisiones, pero también de los
sistemas sociales.
Con la teoría consensual de la verdad, Habermas refiere que ésta es predicable de las
argumentaciones y que constituye una pretensión de los diversos actos de habla, eliminado
la referencia de la verdad a la realidad objetiva y alejándose del realismo filosófico. Desde
este punto de vista, la verdad aparece como una pretensión universal de ciertos actos de
habla que puede ser desempeñada discursivamente. Un acto de habla es verdadero en la
medida en que en él puede corroborarse el asentimiento de cualquier participante racional,
según los presupuestos pragmáticos señalados [Habermas 2003: 133 y ss].
El postulado discursivo de la ética habermasiana significa que el autor alemán opta por una
ética formalista que establece procedimientos en función de los cuales los sujetos pueden
comprobar la validez normativa de una manera imparcial y universal. De carácter
procedimentalista y formal, la ética discursiva lleva a cabo una separación entre la
estructura y los contenidos del juicio moral, apartándose de propuestas concretas sobre la
vida buena. En resumen, la ética discursiva es una ética de mínimos; mínimas, en efecto,
han de ser las normas en las que se revela un interés general de la especie y que atañen a
la justicia en las relaciones sociales. De otro lado, Habermas resitúa la ética de máximos,
que resulta de un concepto omnicomprensivo de bien, en la intersección de
autocomprensiones individuales o colectivas con validez relativa, pero dirimible también en
los discursos éticos. En cualquier caso, las propuestas de bien son candidatas a revelarse
como universales en los procedimientos discursivos.
Con esta ampliación del concepto de acción social, se puede formular un nuevo modelo de
sociedad que advierte de su dualidad estructural, una dualidad que no sólo tiene relevancia
sustantiva, sino también metodológica en la medida en que conjuga el enfoque externo y
descriptivista como el interno y comprensivo. En concreto, Habermas diferencia dos
ámbitos:
b) Mundo de la vida social: Hace referencia al entramado simbólico y cultural que comparten
los miembros de la sociedad, el horizonte común de comprensión, que posibilita la
comunicación entre los hablantes y la coordinación dialógica de las acciones. Se trata de un
saber que se admite tácitamente y que no se pone en duda, el entramado común que
permite el desarrollo de la acción comunicativa y lograr acuerdo entre los hablantes. Es el
marco en el que tiene lugar la acción orientada al entendimiento. En sus propias palabras,
es un “lugar trascendental en que hablante y oyente se salen al encuentro”. En su seno se
llevan a cabo los procesos de reproducción cultural, la integración social y los procesos de
socialización de los individuos. Desde el punto de vista metodológico, el sentido del mundo
de la vida sólo puede desvelarse a quien participa en las interacciones y comprende su
dinámica.