Huertas (Cap 2)
Huertas (Cap 2)
Huertas (Cap 2)
HUERTAS, J. A: MOTIJACIÓN.
Querer Aprender?
Bs. As. Argentina. Aique 1999
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¿Qué es esa cosa llamada
motivación? Juan Antonio Huertas
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2.2. Problemas para el análisis y conceptualización de la motivación
· Autorregulada (intrínseca) - Regulada externamen te (extrínseca):
una acción puede surgir de intereses o nece sidades personales de cada
individuo o puede estar más o me nos graduada por los dictados de la
situación en la que nos encontramos. Una materia académica se puede
estudiar por
que conecta con otros intereses muy personales o porque asu : mimos que es
un requisito impuesto para obtener otras cosas
que queremos. Por la importancia que ha tenido en la litera tura esta
dimensión y por las posibilidades aplicadas que abre, vamos a
dedicar todo un capítulo a desentrañar esta di mensión de
internalidad en la motivación humana.
No vamos a ocultar que estamos tratando una serie de fenómenos que son
muy elusivos, y que el investigador cuan do pretende trabajar con ellos
siempre se encuentra con va rios problemas. Por citar algunos:
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preferir ser agente de sus actos. Esta idea cristalizó en el cam po concreto
de la motivación con el trabajo de DeCharms (1968). La principal
variación que introduce este último au tor con su concepto de
causalidad personal es el énfasis que marca en la importancia de la
experiencia personal real de sentirse uno mismo agente de la acción
que, seguín él, es algo más que simplemente creer que se tiene
control sobre esa ac ción. No obstante, podemos entender la
causalidad personal como un principio general básico para estudiar la
motiva ción. No es un motivo específico; significa que cada uno pre fiere
escoger su medios para obtener un objetivo, fin o meta. Es, por lo
tanto, un adjetivo que sirve para calificar cualquier experiencia liumana.
Tradicionalmente, DeCharnis considera que los dife rentes grados
posibles de causalidad personal se pueden or ganizar en un continuo
con dos polos extremos:
70 tentar hacer abstracción de éstos para centrarnos en lo bási
co de la acción dirigida y orientada por un proceso motiva cional. De
alguna manera, buscar un lugar para la motivación es decantarse por
los modelos teóricos del sujeto que se sus tentan en dar a la persona
algún grado de intencionalidad.
Hace poco tiempo se podía leer en la prensa una noti cia que
mencionaba las razones que daba para seguir vivien do un paralítico
noruego, afectado por una enfermedad de generativa desde hacía ya 50
años (el mal de Bechterens), a
un tetrapléjico español que llevaba casi una década deman 1. dando su
derecho a la eutanasia. Después de contar el escan
de
clinavo sus amargos avatares durante su penosa enfermedad y
relatar qué cosas le habían ayudado a salir adelante, con
cluía con una razón definitiva para encontrar sentido a su existencia.
Decía: Diganle que, aunque no crea en rada, haga un ultimo
esfuerzo: que intente crear algo por sí mismo.
Este caso nos parece que pone en evidencia que la ex periencia más
básica del ser humano es la de ser agente cau
sal de sus acciones, la de luchar por no verse arrastrado por **-- fuerzas
externas a sí mismo. Se podría decir que si hemos
considerado a la motivación el motor y la energía psíquica del individuo, la
agencialidad humana es lo que da el octanaje a esa energía. Cualquier
acción voluntaria tendrá un determi nacio octauaje; cuanto mayor sca, más
moverá al individuo, más satisfecho estará.
En la psicologia moderna este concepto se ha definido " , die distintas
formas: causalidad personal, autodeterminación,
creencias de control, etcétera. El término empezó a cristalizar en la
obra de Heider (1958) en su concepto de lugar de cau salidad, término
que en poco tieinpo se fue extendiendo en distintas versiones, Autores
como Bandura, Seligman, White o Rotter, por ejemplo, lo adjetivaron de
maneras diversas pe ro siempre con un contenido común, la
tendencia humana a
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• El origen: en donde se encontrarían las acciones más genuinamente
mo impuestas. Se
autodeterminadas, libres de ser percibidas co
supone que cuando uno realiza un compor tamiento guiado por
causas internas y bajo control personal esa actividad tendrá, en
principio, una carga afectiva satisfac toria, se es más optimista, confiado,
se acepta mejor el ries go, etcétera.
· El peón: en el extremo contrario estarian las acciones que se
consideran sujetas a merced de fuerzas externas, aque llas que el
sujeto se siente forzado a realizar. En la medida en que pensemos que lo
que hacemos está determinado y con trolado por causas ajenas a
nosotros, esas acciones compor tan afectos negativos, se está a la
defensiva, indeciso, se evita el riesgo; se está, en definitiva,
desmotivado (DeCharins, 1976).
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Como empezamos a decir antes, este concepto de cau salidad personal
o de agencialidad no se constriñe a un tér mino básico sólo para el
estudio de la motivación humana. La idea de la preferencia del hombre por
sentirse origen de lo que hace se incluye en un marco más general de
considerar la acción humana, se convierte en un elemento básico de
los modelos psicológicos que suponen que la acción está bajo el
· dominio de estados intencionales. Aquellos que defienden que la acción, más
que dirigida sólo por una suerte anodina de estímulos externos, está sobre
todo basada en determi nantes personales como creencias, deseos o
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dencia porque un motivo nos mueve (aquí sí vale la recun dancia) a anticipar
unas metas determinadas (ser eficaz, gus tar, influir). Esta tendencia se
ha formado y construido en la personalidad del individuo; no es
algo estable ni permanen te. Nuestros gustos varían, se forman y hasta
se deforman,
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El concepto de motivo
Tenemos que empezar por reconocer que delimitar el concepto de motivo
es algo que nos resulta especialmente di fícil y poco satisfactorio. Es un
término que continuamente se confunde con los otros elementos que
forman el proceso mo tivacional, especialmente con el de meta.
Además, hablar de motivos significa aislar algo que no tiene
existencia, a nuestro entender, por sí mismo, que no tiene sentido
desgajado fue ra del esquema de acción en que se incluye. Dicho de otro
modo, a nosotros no nos gustar reificar algo que, como mu chio, es un
estado en mitad de un proceso, para convertirio así en un elemento suello
e idealizado.
No obstante, hay que admitir que puede resultar útil de finir este
concepto a efectos de facilitar el estudio de la moti vación
humana. Si así lo hacemos, creamos una categoría teó rica que engloba
un conjunto de gustos particulares con va rios aspectos comunes, que
nos permite agrupar la inmensa variabilidad de las querencias humanas.
Guiados por este espíritu pragınático vamos a empezar por definir los
motivos de la manera que más nos gusta, y es recurriendo a esa
copla que habla de las cosas del querer. Es así, ciertamente; un
motivo refiere a un conjunto de pautas para la acción,
emocionalinenle cargadas, que implican la an ticipación de una meta u objetivo
preferido. En algún senti clo el término común de deseo, como
movimiento enérgico de la voluntad hacia el conocimiento, posesión o
disfrute (le una cosa (Diccionario de la RAE), podría ser su incjor sinónimo.
Las agrupaciones de motivos relacionados generarían las grandes
tendencias de acción o motivos sociales (véase capítulo 6), co no la tendencia a
intentar ser eficaz en las acciones que en prendemos, la tendencia a dirigir
die alguna manera el com portamiento de los otros o la tendencia a buscar
en los demás algún grado de reconocimiento afectivo. Hablamos de ten
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El concepto de meta
Acabamos de decir que todo proceso motivacional tie ne sentido
porque siempre está dirigido a una meta, a un pro pósito preferido. Parece
pues importante, en esta fiebre defi nitoria que nos ha entrado, que
intentemos dibujar con algún cletenimiento este concepto. Esta vez
definir qué es una meta no es nada difícil. Este concepto dispone de
muchos sinóni mos acertados y de conocimiento común por todos los
ha blantes, conceptos como los de propósito, objetivo, finalidad, están en
el mismo campo semántico del concepto de meta.
¿Qué es lo que conforma cada propósito concreto? Pues bien, una meta
específica no se define tan sólo a partir de los componentes del
proceso motivacional, no queda con cretada sólo con lo que pueda
establecer un determinado mo tivo. Diríamos que un deseo no conforma del todo
un propó sito; éste se tiene que enfrentar y pulir en relación a otros
componentes del escenario concreto en que se produce. Des de luego el
establecimiento de una meta dependerá, entre otras cosas, del significado social
que se atribuya a esa situa ción, del valor que se le dé, de la dificultad
que se perciba, de la complejidad de las acciones que conlleva
satisfacerla, etc.
Veamos esto mismo con el cjenplo que usamos al prin cipio del capítulo.
Pongámonos en el caso de un estudiante de una determinada asignatura:
¿qué hará que se proponga estudiarla con el afán de saber, de aprender
más sobre la ma teria?, o por el contrario, ¿qué le llevará a limitarse a
buscar los medios para conseguir aprobar sin más? Seguro que al
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mer procedimiento evaluaba algo que funcionaba como un impulso, como la
plasmación subjetiva de una necesidad (lo gro, afiliación y poder), las medidas de
autoinforme tenían que ver más con el valor, con la descripción de creencias acer: ca
de metas deseables conscientemente y con modelos pau tados de acción.
Esta diferencia metodológica sirvió para que algunos autores principales en esto
de la motivación humana (por ejemplo McClelland, De Charms, Veroff, etc.)
creyesen ver la expresión de un nivel profundo, implícito, y otro más super ficial en
los distintos motivos humanos. Pasemos a describir brevemente lo que
distingue a los motivos profundos (que McClelland, 1992, prefiere llamar
implícitos) de los más sul perficiales (llamados por estos autores
autoatribuidos).
Los esquemas motivacionales profundos, muy estable cidos e internalizados en
el sujeto, predisponen hacia metas e interpretaciones muy generales y básicas.
Unos los han lla mado motivos directrices (D'Andrade, 1992), otros motivos implícitos
(McClelland, 1992) y otros solamente motivos so ciales (Leontiev (1978). De
cualquier manera, serían el caso de los motivos que adjetivän y caracterizan
nuestras intencio nes en las actividades básicas, en la estructura social y cuitu ral del
ser humano, al trabajar, al amar, al relacionarnos con otros, etcétera,
Por ser tan básicos, estos patrones motivacionales pue den tener un
funcionamiento poco consciente, en el sentido de poco premeditado o
automático. Las metas de alto nivel que contienen acaban formando parte de
la identidad de ca da persona, son maneras de entenderse a sí misma, en su
mo ral y en su consideración general (Quinn, 1992). Uno se verá así más o menos
eficaz e interesado por ciertas actividades; así considerará sus preferencias afectivas,
así le gustará in fluir en los demás en ciertas ocasiones, etcétera.
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cia una meta. Por lo mismo, los inotivos más superficiales es
tán más afectados por el resultado de los análisis cognitivos s que se hagan de las
acciones anteriores, como son las atribu
ciones y las expectativas.
Muchas veces estos patrones se organizan y están dirigi dos por los motivos
definidos desde el nivel más profundo. En la mayoría de las ocasiones, los
motivos superficiales se ac tivan por demandas explícitas de situaciones
sociales. Están, por lo tanto, más influenciados por las demandas externas
que intervienen en la acción, por el rango de condiciones de posibilidad que permite
un entorno concreto. Es decir, cuan do planificamos, damos energía y orientamos una
acción de manera consciente y premeditada, esto es, cuando activamos un
motivo más superficial, podemos hacerlo fijándonos una meta que está
determinada por patrones básicos o que surge de la aceptación o elección del
rango de posibles metas que son propias de una situación social determinada.
Nosotros podemos organizar una tarea concreta en el trabajo, porque nos lo
planteamos como un reto personal (motivo profundo) o porque nos interesa
hacer lo que creemos que es lo que la situación demanda (que implica un análisis y
determinación de metas más complejo y concreto). Al ser los motivos más
superficiales dependientes de una interpretación detallada del escenario de la
acción, en caso de conflicto entre motivos de diferente nivel de profundidad, es más
normal que sean los niás superficiales los que prevalezcan.
campo de la afectividad humana se han generado términos como emoción, motivos, metas,
impulsos, necesidades, acti vación, etc. Hablamos de crear o de generar porque pensa
mos que la mayoría de las realidades que analiza la ciencia no las puede percibir el
hombre con sus sentidos. Lo que hacen las ciencias es crear metáforas que pretenden
describir cómo son y cómo funcionan sus objetos de estudio, forma teorías y
construyen instrumentos metodológicos para dar forma e in terpretar y manipular esos
objetos.
Ciñámonos al caso concreto que nos atañe: el estudio de la motivación. Lo primero que
debemos decir es que la motivación no existe, por lo menos como realidad percepti. va,
es un constructo creado por unos científicos. El lector, si le parece oportuno, puede
hacer el siguiente ejercicio: bus que a la persona que tenga más cerca, mirela bien,
escudriñe su cabeza, hable con él, manipulelo; si se deja, seguro que ha brá
observado que tiene boca, cejas, que habla, pero no ha brá visto o palpado sus
motivos. Si alguien consigue localizar y dar con la forma, tamaño y textura de un motivo
de su ami ga/o, que se ponga en contacto conmigo para correr a comu nicárselo a la
Academia sueca, que el premio es sustancioso.
Cuando la ciencia crea conceptos descontextualizados, sin referencia directa a
realidades sensibles, no está realizando una tarea banal. Atendiendo a alguna
demanda social crea nos algo útil, lo delimitamos, intentamos darle apariencia de
realidad, con una forma y una figura teórica, diseñamos ins truinentos para
manipularios e intentamos controlarlos; todo ello, decíamos, para poder mejorar el
conocimiento y la vida de los demás. Si creemos en la virtualidad de esta tarea de fic
ción, una más en el teatro del mundo, entonces, como cual quier científico,
debemos empezar por el diseño de la teoría que nos permita ver y trabajar con
el fenómeno, elaborar pues el constructo de motivación humana, acomodarlo a
nuestro
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La ciencia, para estudiar los fenómenos que le intere san, crea términos
que le sirvan para acotar, dividir y seriar los aspectos del fenómeno en
cuestión. En esta línea, en el
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enfoque filosófico de la ciencia, y explicar así su funciona miento, cómo actúa, seconiporta
y cambia. A eso vamos,
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Cuadro 1
• Se encuentran un chico frente a una chica atractiva en una situación social.
• El chico aprecia en la chica ciertas cualidades que son predominantes en
su sociedad (apariencia física, estilo de comportamiento, etc.) y las
singulariza y las aumen ta en ella misma.
• Aparece el deseo. Muestra su afecto intentando tra carla bien, le
compra cosas, va con ella a los sitios que le agradan y no ceja de demostrar
que su aprecio hacia ella es único y el más grande,
• Ella corresponde a ese afecto con su interés y cariño, poco a poco
van llegando a tener unas relaciones más íntimas. . Este último sería
precisamente el motivo y la meta principal de este modelo: conseguir una mayor
intimi dad, un mejor apoyo mutuo, correspondencia afectiva y, cómo no, carnal.
Además, el hecho de mantener esa relación permite revalorizar el atractivo
social de cada uno para el otro y para con los demás.
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