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Huertas (Cap 2)

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.

HUERTAS, J. A: MOTIJACIÓN.
Querer Aprender?
Bs. As. Argentina. Aique 1999

451%
¿Qué es esa cosa llamada
motivación? Juan Antonio Huertas
LIVE

.
VI.. A MELASATZW

Nuestra intención a lo largo de este capítulo es aden


trarnos en lo que hoy día la psicología dice respecto al fenó
ineno motivacional. Las ideas que vamos a exponer van a
es tar necesariamente sesgadas desde el punto de vista del
autor. Si partimos de la base de que no hay hechos ni teorías
neu trales en ciencia, nuestro deber y nuestra coherencia nos
obli gan a acabar tomando partido. Desde esta posición vamos
en tonces a intentar dar sentido a los datos y explicaciones que
se han dado a estos factores afectivo-motivacionales que
con forman el otro universo de lo psiquico en el ser humano.
Quizá merezca la pena que, para empezar, nos paremos a
pensar en qué hay detrás de este lugar común que relacio na
los procesos afectivos motivacionales con un universo dis
tinto de los procesos cognitivos. En principio, en el trasfondo
de esta idea hay toda una tradición tan vieja como viejo es
oc cidente. Recordemos que para los griegos clásicos,
esos que ya dijeron todo lo que fundamentalmente se
debía decir die las cosas y de las gentes, la psyque
estaba constituida por dis tintos órdenes de funciones. Así,
el nous era el encargado de conocer las cosas como son,
la realidad y la verdad, y la orexis
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tivo; aspiramos, más bien, a una consideración integrada de esos


dos órdenes de procesos psicológicos. Esto sig.sifica, no obstante,
que es necesario dar carta de naturaleza a las fun ciones afectivas,
considerar que no siempre tienen que estar colonizadas por lo
cognitivo-racional, significa, en suma, que la actuación del individuo
se explica por determinantes socia les, cognitivos y afectivo-
motivacionales, con sus reglas y suis peculiaridades cada uno. Este
será el afán que palpite detrás del texto; quizá no lo consigainos, pero
allá vainos.
.
....
.........

1. Los determinantes de la acción


...
..
..
vnum

tenía la función de entender y de vérselas con lodo lo que tu viese


relación con los deseos, en donde el llymas regulaba la dinámica
de esos deseos. Curiosamente, los deseos se impo nían a los hombres;
todos los héroes míticos se veían empuja dos a querer y a buscar
metas que se les sobreponían, que les tapaban la razón; formaban los
deseos una especie de pasión arrebatadora y controladora. Desde ese
momento, en nuestro mundo se impuso la dicotomización del ser entre
razón y pa sión. Cada teoria del liombre tomaba partido al respecto, una
veces cargando las tintas en una verticale, otras equilibrándo las y, en
algunos casos, olvidando o repudiando a una de ellas. Si recapitulamos,
tendremos que reconocer que, por lo general, han sido más las tcorias que
en nuestro mundo occi dental se han decantado por el predominio de la
razón que por la fuerza de lo oréctico. Esto es claro en psicología, aun
que hay que reconocer que hubo momentos en donde el pa pel de lo
afectivo en la explicación del comportamiento hu mano tuvo su lugar, y
no nos estamos refiriendo sólo al psi coanálisis; acabamos de
revisar en el capítulo anterior algu nas de esas otras líneas teóricas.
En cualquier caso, si nos centramos en los inomentos más recientes
de nuestra disciplina, es obvio que la psicología actual ha seguido
prefiriendo supeditar lo afectivo a lo cogni tivo. Afortunadamente, el
absolutismo cognitivista es un pe ríodo o una fiebre, como se quiera,
que parece que está pa sando. En estos últimos años hay un claro
aumento de obras y.de trabajos sobre la motivación y la emoción,
considerados ambos de forma autónoma; en los congresos de
psicología, en las librerías y en las clases vuelve a haber un
hueco para éstos temas. Nuestro interés no es muy radical y rupturista;
no queremos reivindicar una independencia ontológica y fun cional de
los procesos orécticos, como por ejemplo defiende tenazmente Zajonc con
su teoría sobre el procesamiento afec
U
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Antes que nada es conveniente señalar que la idea ex tendida


comúnmente, intramuros y extramuros de la ciencia, .de que hablar de
motivación es referirnos a aquel proceso que explica el porqué de la
acción humana, es una idea ina decuada. Las razones que
determinan una acción no son só lo inotivacionales, hay otras causas:
lo que sabemos hacer, lo que nos dejan hacer, lo que nos obligan a hacer
son también causas y orígenes de nuestro comportamiento.
Pongamos un ejemplo cercano a muchos lectores: Cuá les son las
razones que explican las acciones que se llevan a cabo al preparar un
examen? Seguro que se nos agolpan en la cabeza varios determinantes; a
saber, nuestro interés en la materia, el tiempo disponible, los medios
bibliográficos con que contamos, nuestros conocimientos y
destrezas adquiri das, las nornias del profesor, el tipo de evaluación
impuesta por éste, etc. Pues bien, prácticamente sólo la primera es
pro piamente motivacional.
Como todos sabemos, con tan sólo querer no se desa rrolla una
acción. Hay razones no personales que pueden jus tificar
ciertas actividades, razones que están en la situación concreta en
donde se realiza la acción: en las condiciones fi
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Motivación.
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Motivación
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sicas y sociales del entorno concreto. Detengámonos pues un


poco más en la fuerza causal del entorno social. Las órdenes, las
restricciones, los hábitos de otras personas pueden estar en el
origen de nuestro comportamiento. Muchos nos queda
mos maravillados ante el poder de control que adquiere un.
hipnotizador ante otra persona, pero, ¿cuántas veces estamos
sometidos a otras personas de la misma manera, sin estar
hip notizados?, ¿cuántas veces hemos hecho lo que otro
quería?, ccuantas veces hemos sido sujetos experimentales del
trabajo de otro?
Las otras razones que explican una acción), las que no son
motivacionales, no siempre están fuera del sujeto. Tam
bién hay otros determinantes personales como las creencias,
los conocimientos y valores que resultan de la elaboración
cognitiva de nuestra experiencia y que sesgan ei tipo de ac
ción de cada uno. Para finalizar este recuento del porqué de la
acción, tan sólo señalar otra evidencia: no basta con cono
cer, con creer, hay que saber lisar esos saberes. Nuestras
des trezas, nuestras habilidades, lo que sabemos hacer,
explican, obviamente, lo que al final hacemos.
OLDAL
St.

tan un primer grado de acuerdo; después de este esbozo,


pre tendemos dar al fenómeno motivacional más forma, perspec
tiva y colorido.
Para empezar a pintar este cuadro, a delimitar las prime ras
líneas de su significado, sigamos un camino conocido, re
curramos a la autoridad más relevante en materia de habla
castellana: la Real Academia. En la tercera acepción
del térmi no motivación nos encontramos con una definición
elegante, sencilla y sorprendentemente apropiada a la
luz de los conoci mientos de la psicologia actual (una
muestra inís de la cerca nía entre psicología popular y
científica). Dice la Academia: que motivación es un ensayo
mental preparatorio de wa acción para animarse al ejecularla con
interés y diligencia. Solainente nos gustaría añadir dos aspectos
más que, aun estanco implícitos en la definición académica,
creemos conveniente resaltar algo niás. El primero hace
referencia a la necesidad de enfatizar que la motivación se
entiende como un proceso psicológico (no meramente
cognitivo, la energía que proporciona la moti vación tiene un
alto componente afectivo, emocional) que de termina la
planificación y la actuación del sujeto. El segundo es que
sólo se puede aplicar con propiedadi y gusto el concep
to de motivación cuando nos referiinos al
comportamiento humano que tiene algún grado de
voluntariedad, el que se di rige hacia un propósito personal más
o menos internalizado.
Conviene remarcar más detenidamente la idea de que
hablamos de un proceso psicológico, de algo dinámico, más
que de un estado fijo. Como todo proceso lo conforman una
serie de estados o fases de carácter cíclico que están en con
tinuo flujo, en crecimiento o en declive. Se incluyen en este
proceso motivacional todos aquellos factores cognitivos y
afectivos que influyen en la elección, iniciación, dirección,
magnitud y calidad de una acción que persigue alcanzar un fin
determinado.
SAAS

-2Hacia una definición de trabajo de motivación

2.1. ¿Qué entendemos por motivación?


2
Ktowwe
.

En todo este capitulo vamos a intentar llegar a un acuer do a


la hora de clibujar y perfilar una serie de fenómenos
hu T:manos que se nos escurren de tanto que se mueven.
Esto es
lógico; queremos trabajar con lo que constituye el
componen .. te energético del ser humano, lo que le empuja
y le dirige, al : go que no es tangible ni siempre evidente. Esta
tarea nos la
vamos a plantear poco a poco. Primero queremos recapitular -
algunas ideas generales sobre este concepto que nos permi
22
BELARUS

Motivación
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Por otra parte, podemos considerar que ese dinamismo motivacional


dentro del sujeto está regulado y graduado por tres dimensiones o
coordenadas:
-
.
-

nal dentro de cada persona. No son criterios ontológicos, su función es


simplemente clarificar y organizar el complejo ba tiburrillo de lo que se
amalgama comúnmente dentro del campo motivacional. Por otra parte,
el lector ciene que tener presente también que no hay proceso humano,
desde nuestro punto de vista, que se pueda entender fuera del marco
social en el que se da, que es el que lo origina y conforma. Aunque
sigamos en este capítulo una estrategia individualista de ver cómo se
conforma el proceso motivacional centro de lo psí quico, siempre estará
presente que la actividad humana se da siempre en sociedad.
· Aproximación - evitación: estudiar motivación no es sólo estudiar nuestros
deseos o gustos apetecibles, sino tam bién aquellos que queremos
evitar. El propósito, la meta es al go más o menos querido o más o
menos evitado, como se quiera. Así por ejeniplo, el miedo al fracaso y
la búsqueda del éxito son dos polos de un continuo de motivación
hacia el lo gro. Cuando revisemos los motivos sociales, encontraremos
ejemplos suficientes de este continuo:
.

:
2.2. Problemas para el análisis y conceptualización de la motivación
· Autorregulada (intrínseca) - Regulada externamen te (extrínseca):
una acción puede surgir de intereses o nece sidades personales de cada
individuo o puede estar más o me nos graduada por los dictados de la
situación en la que nos encontramos. Una materia académica se puede
estudiar por
que conecta con otros intereses muy personales o porque asu : mimos que es
un requisito impuesto para obtener otras cosas
que queremos. Por la importancia que ha tenido en la litera tura esta
dimensión y por las posibilidades aplicadas que abre, vamos a
dedicar todo un capítulo a desentrañar esta di mensión de
internalidad en la motivación humana.
No vamos a ocultar que estamos tratando una serie de fenómenos que son
muy elusivos, y que el investigador cuan do pretende trabajar con ellos
siempre se encuentra con va rios problemas. Por citar algunos:
SIRAS cation
.

· Profundo (implícito) - Superficial (autoatribuido): se gún se trate de un


proceso muy amplio, de una tendencia ge i: neral básica,
muchas veces no consciente o se trate de un plan
teamiento consciente de intereses concretos. A esta dimensión
vamos a dedicar un apartado completo más adelante en este mismo
capítulo, por lo que remitimos al lector a ese lugar.
2.2.1. ¿Cuántos motivos actúan en una persona?
Ante un escenario cotidiano concreto aparece una gran variabilidad
interindividual de motivos y metas en las perso nas que participan en esa
situación. En una clase, ¿todas las personas implicadas actúan según los
mismos intereses? Ade más, una misma persona en situaciones similares
puede optar por acciones y metas distintas, según el momento, depen
diendo de una serie de circunstancias muy difíciles de delimi tar. Nuestro
interés por una asignatura en clase varía de un día a otro por razones
diversas. Que nadie espere, por tanto, que sea fácil determinar y ciefinir
todos los motivos implica dos en una acción; como dice la canción, ni los
vientos son cua tro ni siete los colores,...
...:D
Motivación
Antes de seguir, un par de advertencias. Estas dimen siones son
meros criterios para ordenar el proceso motivacio
Motivación
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2.3. Aspectos importantes de la acción motivada


69
Resumamos, pues, aun a riesgo de parecer machaco nes, los principales
rasgos distintivos de estos fenómenos mo tivacionales:
2.2.2. Cómo se combinan los motivos cuando actuamos?, ilo hacemos por una
sola razón o por varios intereses?
Cuando estudiamos inotivación nos enfrentanos con un proceso tan
dinámico que resulta difícil dar con los esta dos implicados y con sus
relaciones en cada momento estu: diado. Aquí hablaremos de distintas
fases dentro del proceso motivacional, pero eso no quiere decir que sean
siempre ne cesarios ni fácilmente discernibles.
LTTTT
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2.2.3. Se trata de un proceso jerarquizado en diferentes niveles?


* ¿Hablamos del mismo proceso motivacional cuando ac tuamos movidos
por una tendencia de acción general y bási ca, casi inconsciente (como
buscar afecto en los demnás), que cuando actuamos determinados por un
interés concreto ele gido voluntariamente para comportarnos de una
manera una situación cotidiana? Sini que sirva de
en
precedente, esta pre gunta tendrá alguna respuesta más adelante.
-- Su carácter activo y voluntario: la acción motivada impulsa, energetiza
y no está regulado al completo por una imposición externa.
• Su persistencia en el tiempo: es algo que fluye, pero que permanece
de alguna manera en el sujeto, eso sí, adap tándose a cada circunstancia,
· Su vinculación con necesidades adaptativas. En últi mo extremo su puesta
en marcha persigue la consecución de un estado de mayor
adaptación y equilibrio.
· La participación de componentes afectivo-emocio nales. En línea
con lo que acabamos de decir en el aspecto anterior, la activación
motivacional suele estar cargadia emo cionalmente; su objetivo es algo
más o menos querido o temi. do.
Finalmente, una acción es acción motivada cuando se dirige a una meta,
cuando se realiza para elegir, dirigir y per sistir en la consecución de
un objetivo, finalidad o propósito.
2.2.4. El problema básico de la psicología: ¿qué procedimiento de evaluación
utilizamos para conocer auténticamente lo que se supone que desea e
impulsa a una persona?
¿Cuál es la validez y fiabilidad de instrumentos tan dis pares como un
cuestionario, el análisis de un relato de una lá mina, el autorregistro, etc..?
¿Alguno de los instrumentos que fatigosamente ha construido la
psicología mide algo tan difícil como la energía, la activación y la
orientación motivacional? .
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3. La acción voluntaria, la agencialidad humana y la causalidad personal


.
e

No espere el lector que vayamos a dar respuesta exac ta a estos


interrogantes; tan sólo pretendemos proporcionar le información y
nodos de entender estos fenómenos, para que cada uno, según
entienda y quiera, se enfrente a estos problemas.
.

Hemos mencionado hasta la saciedad que cuando ha blamos de acción


motivada nos estamos refiriendo a algo que surge de una cierta decisión
interna. Recordemos que no he mos descartado la influencia de otros
determinantes no mo tivacionales a la hora de explicar la acción humana; alli tie
nen su lugar las imposiciones y las habilidades. Vamos a in
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Motivación
Motivación
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preferir ser agente de sus actos. Esta idea cristalizó en el cam po concreto
de la motivación con el trabajo de DeCharms (1968). La principal
variación que introduce este último au tor con su concepto de
causalidad personal es el énfasis que marca en la importancia de la
experiencia personal real de sentirse uno mismo agente de la acción
que, seguín él, es algo más que simplemente creer que se tiene
control sobre esa ac ción. No obstante, podemos entender la
causalidad personal como un principio general básico para estudiar la
motiva ción. No es un motivo específico; significa que cada uno pre fiere
escoger su medios para obtener un objetivo, fin o meta. Es, por lo
tanto, un adjetivo que sirve para calificar cualquier experiencia liumana.
Tradicionalmente, DeCharnis considera que los dife rentes grados
posibles de causalidad personal se pueden or ganizar en un continuo
con dos polos extremos:
70 tentar hacer abstracción de éstos para centrarnos en lo bási
co de la acción dirigida y orientada por un proceso motiva cional. De
alguna manera, buscar un lugar para la motivación es decantarse por
los modelos teóricos del sujeto que se sus tentan en dar a la persona
algún grado de intencionalidad.
Hace poco tiempo se podía leer en la prensa una noti cia que
mencionaba las razones que daba para seguir vivien do un paralítico
noruego, afectado por una enfermedad de generativa desde hacía ya 50
años (el mal de Bechterens), a
un tetrapléjico español que llevaba casi una década deman 1. dando su
derecho a la eutanasia. Después de contar el escan
de
clinavo sus amargos avatares durante su penosa enfermedad y
relatar qué cosas le habían ayudado a salir adelante, con
cluía con una razón definitiva para encontrar sentido a su existencia.
Decía: Diganle que, aunque no crea en rada, haga un ultimo
esfuerzo: que intente crear algo por sí mismo.
Este caso nos parece que pone en evidencia que la ex periencia más
básica del ser humano es la de ser agente cau
sal de sus acciones, la de luchar por no verse arrastrado por **-- fuerzas
externas a sí mismo. Se podría decir que si hemos
considerado a la motivación el motor y la energía psíquica del individuo, la
agencialidad humana es lo que da el octanaje a esa energía. Cualquier
acción voluntaria tendrá un determi nacio octauaje; cuanto mayor sca, más
moverá al individuo, más satisfecho estará.
En la psicologia moderna este concepto se ha definido " , die distintas
formas: causalidad personal, autodeterminación,
creencias de control, etcétera. El término empezó a cristalizar en la
obra de Heider (1958) en su concepto de lugar de cau salidad, término
que en poco tieinpo se fue extendiendo en distintas versiones, Autores
como Bandura, Seligman, White o Rotter, por ejemplo, lo adjetivaron de
maneras diversas pe ro siempre con un contenido común, la
tendencia humana a
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• El origen: en donde se encontrarían las acciones más genuinamente
mo impuestas. Se
autodeterminadas, libres de ser percibidas co
supone que cuando uno realiza un compor tamiento guiado por
causas internas y bajo control personal esa actividad tendrá, en
principio, una carga afectiva satisfac toria, se es más optimista, confiado,
se acepta mejor el ries go, etcétera.
· El peón: en el extremo contrario estarian las acciones que se
consideran sujetas a merced de fuerzas externas, aque llas que el
sujeto se siente forzado a realizar. En la medida en que pensemos que lo
que hacemos está determinado y con trolado por causas ajenas a
nosotros, esas acciones compor tan afectos negativos, se está a la
defensiva, indeciso, se evita el riesgo; se está, en definitiva,
desmotivado (DeCharins, 1976).
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73
72
Como empezamos a decir antes, este concepto de cau salidad personal
o de agencialidad no se constriñe a un tér mino básico sólo para el
estudio de la motivación humana. La idea de la preferencia del hombre por
sentirse origen de lo que hace se incluye en un marco más general de
considerar la acción humana, se convierte en un elemento básico de
los modelos psicológicos que suponen que la acción está bajo el
· dominio de estados intencionales. Aquellos que defienden que la acción, más
que dirigida sólo por una suerte anodina de estímulos externos, está sobre
todo basada en determi nantes personales como creencias, deseos o
compromisos
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de carácter adaptativo que permite al sujeto ejecutar de


los ina satisfactoria la mayoría de las acciones humanas. Así, per
ejemplo, se ha visto que las ilusiones positivas de control pin mueven un
estado de ánimo más positivo, que favorece las 14: laciones sociales, o el
trabajo creativo, eficaz y productivo. 11 esta línea, la creencia en ciertas
capacidades de control y c: agencialidad amortigua la experiencia de
estrés y sus efectos. Cuando uno cree que puede controlar algo de la
situación es tresante se desenvuelve mejor. Por el contrario, la pérdida de
control inclina la balanza a favor del desajuste, la desorgani zación y
parece que hasta predispone a la enfermedad y lit muerte. En este
sentido, parece que existe una relación inver sa entre estrés
incontrolable y respuesta inmunológica, es de cir, a mayor estrés, o lo
que es lo mismo, menor control, me nor capacidad de defensa del
organismo, más fácil sería en tonces sucumbir a enfermedades
inmunológicas, como ci cáncer, etc. Un último ejemplo ya para tratar de
convencer al lector a favor del principio de agencialidad: señalar que pa
rece que en el proceso de tratamiento psicológico para la re cuperación
de cierta estabilidad emocional y psíquica en las personas que han sufrido
algún acontecimiento dramático (violación, accidentes, catástrofes
naturales, etc.) juega un pa pel importante la recuperación de
sensaciones positivas de control de las acciones de la persona.
morales.
AIP

Si nos estamos refiriendo algo tan básico, estamos obligados, en último


extremo, a establecer y coinprobar que el sentimiento de autodeterminación
es fundamental para la vida psíquica. Hay planteamientos que van en esta
línea (véa se Reeve, 1994), y, en algunos casos, llegan incluso a conside
rarla una necesidad psicológica que cumple la misión funda mental de
impulsar al ser humano a dominar su entorno, de manera que cuando se
alcanza esa sensación de control, ésta viene acompañada por emociones
positivas relacionadas con el interés y el placer. Veamos sucintamente
algunos trabajos aplicados que sustentan esta visión.
En diversos estudios (véase Ecxebarría, 1996), principal-. mente desde el
campo de la clínica psicológica, se la defen dido que uno de los factores que
facilitan el ajuste y la estabi lidad mental es el que se ha llamado ilusión o
creencia de con irol, que se define en términos parecidos a cómo
acabamos de delimitar el concepto de causalidad personal o autodetermi
nación, esto es, tener la sensación de que se controla y se de termina una
acción. En último extremo, lo que se defiende es que tal ilusión de control no
es un sesgo de pensamiento más, no es un error de apreciación; es una
tendencia muy básica y
... --

4. Elementos y fases del proceso motivacional


STRATEWASSA
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En lo que llevamos de capítulo hemos destacado repe tidas veces que la


motivación humana debe entenderse como un proceso de activación y
orientación de la acción. Como tal proceso, debe contener una serie de
estados o fases que inter vienen en su actuación. Vamos a destacar esas
fases, por lo menos las que nos parecen más determinantes. Lo que no
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Motivación
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mos a ser capaces de hacer es de señalar con precisión la es tructura y los


modos en que se relacionan entre sí estos ele mentos; si no podemos
configurar la secuencia de fases, es que no sabemos construir el
diagrama de flujo exacto con to dos los elementos y sus relaciones,
ese que consigue plasmar, deteniéndolo, el movimiento de un proceso,
Esa labor se la dejamos a los grandes psicólogos cognitivos. Nosotros nos
quedamos parafraseando al maestro Heráclito, y es que las cosas que
fluyen, cambian y siempre están cambiando.
do social. Tan difíciles somos que un escenario tan típica mente
atrayente, como una carrera ciclista, sabemos que hay algunos por
ahí que lo evalúan como algo aburrido, odioso o ridículo. Convendrán,
en este sentido, que la frase torera de hay gente pa ló, nos indica que
hay más de una forma de ver y de querer una situación En definitiva,
que el entorno no se reconoce, sino que se construye interpretándolo,
y es que no lo sabemos hacer de otro modo.
..:
.

4.2. Los elementos motivacionales, el concepto de motivo y de meta


4.1. La interpretación de la situación, de los escenarios .
que vivimos
1
.
2
7.,
1

Como señalaba el viejo maestro Brentano, todo proce so intencional, y la


motivación claramente lo es, sólo tiene sentido en el acto. El conocimiento
popular, no menos sabio, también mantiene que cada situación, cada
momento tiene su afán. Es decir, la motivación tiene sentido y se debe
compren der y explicar teniendo como referencia constante la situa
ción concreta en que se produce. i.
En cada situación la
persona recibe ciertas señales de
activación, ciertos indicadores, destaca unos estímulos sobre otros,
percibe algunas demandas, conoce los incentivos que puede conseguit,
etc. (McClelland, 1985). Como es fácil de imaginar, todos estos elementos
implícitos en una situación
tienen una participación determinante en el proceso motiva **cional del
sujeto. s Hablamos siempre de una situación interpretada por el
sujeto más que de un conocimiento y de una recepción inme * diata
de la situación. Cada persona interpreta, percibe cada
contexto en virtud no sólo de las características de ese entor ..20, sino
también del conocimiento, creencias y estilos del su
jeto que interpreta, conforme los ha aprehendido de su mun
Desde que la vieja tradición de estudio motivacional de
la expectativa-valor de Atkinson y McClelland se las tuvo que ver con
las reticencias del imperio conductista-hulliano, una de las diferenciaciones
clásicas en el proceso motivacional es la distinción entre unas fases más
propiamente moçivaciona les y otras más cognitivas o volitivas.
Sigamos nosotros esta distinción, todavía admitida hoy día
(véanse por ejemplo, Kuhl, 1992; Heckhausen, 1991 o Gollwitzer,
1990), y pasemos a comentar brevernente la primera de ellas.
Típicamente se entiende que en la fase motivacional ocurren los
procesos relacionados con la anticipación de de seos, lo que
comúnmente se entiende como el surgimiento de un motivo y el
planteamiento de metas. Centrarse en lo mo tivacional significa
enfatizar lo que se desea y su viabilidad; realizar una suerte
de análisis, más o menos explícito, de los pros y contras de cada
meta y de las expectativas die alcanzar la. Conviene, por tanto,
que intentenos agarrar de alguna manera dos de los términos
centrales en esta fase motivacio nal: el motivo y la meta.
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Motivación
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dencia porque un motivo nos mueve (aquí sí vale la recun dancia) a anticipar
unas metas determinadas (ser eficaz, gus tar, influir). Esta tendencia se
ha formado y construido en la personalidad del individuo; no es
algo estable ni permanen te. Nuestros gustos varían, se forman y hasta
se deforman,
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.
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+HII
N HILLWtum

El concepto de motivo
Tenemos que empezar por reconocer que delimitar el concepto de motivo
es algo que nos resulta especialmente di fícil y poco satisfactorio. Es un
término que continuamente se confunde con los otros elementos que
forman el proceso mo tivacional, especialmente con el de meta.
Además, hablar de motivos significa aislar algo que no tiene
existencia, a nuestro entender, por sí mismo, que no tiene sentido
desgajado fue ra del esquema de acción en que se incluye. Dicho de otro
modo, a nosotros no nos gustar reificar algo que, como mu chio, es un
estado en mitad de un proceso, para convertirio así en un elemento suello
e idealizado.
No obstante, hay que admitir que puede resultar útil de finir este
concepto a efectos de facilitar el estudio de la moti vación
humana. Si así lo hacemos, creamos una categoría teó rica que engloba
un conjunto de gustos particulares con va rios aspectos comunes, que
nos permite agrupar la inmensa variabilidad de las querencias humanas.
Guiados por este espíritu pragınático vamos a empezar por definir los
motivos de la manera que más nos gusta, y es recurriendo a esa
copla que habla de las cosas del querer. Es así, ciertamente; un
motivo refiere a un conjunto de pautas para la acción,
emocionalinenle cargadas, que implican la an ticipación de una meta u objetivo
preferido. En algún senti clo el término común de deseo, como
movimiento enérgico de la voluntad hacia el conocimiento, posesión o
disfrute (le una cosa (Diccionario de la RAE), podría ser su incjor sinónimo.
Las agrupaciones de motivos relacionados generarían las grandes
tendencias de acción o motivos sociales (véase capítulo 6), co no la tendencia a
intentar ser eficaz en las acciones que en prendemos, la tendencia a dirigir
die alguna manera el com portamiento de los otros o la tendencia a buscar
en los demás algún grado de reconocimiento afectivo. Hablamos de ten
KYLTART

El concepto de meta
Acabamos de decir que todo proceso motivacional tie ne sentido
porque siempre está dirigido a una meta, a un pro pósito preferido. Parece
pues importante, en esta fiebre defi nitoria que nos ha entrado, que
intentemos dibujar con algún cletenimiento este concepto. Esta vez
definir qué es una meta no es nada difícil. Este concepto dispone de
muchos sinóni mos acertados y de conocimiento común por todos los
ha blantes, conceptos como los de propósito, objetivo, finalidad, están en
el mismo campo semántico del concepto de meta.
¿Qué es lo que conforma cada propósito concreto? Pues bien, una meta
específica no se define tan sólo a partir de los componentes del
proceso motivacional, no queda con cretada sólo con lo que pueda
establecer un determinado mo tivo. Diríamos que un deseo no conforma del todo
un propó sito; éste se tiene que enfrentar y pulir en relación a otros
componentes del escenario concreto en que se produce. Des de luego el
establecimiento de una meta dependerá, entre otras cosas, del significado social
que se atribuya a esa situa ción, del valor que se le dé, de la dificultad
que se perciba, de la complejidad de las acciones que conlleva
satisfacerla, etc.
Veamos esto mismo con el cjenplo que usamos al prin cipio del capítulo.
Pongámonos en el caso de un estudiante de una determinada asignatura:
¿qué hará que se proponga estudiarla con el afán de saber, de aprender
más sobre la ma teria?, o por el contrario, ¿qué le llevará a limitarse a
buscar los medios para conseguir aprobar sin más? Seguro que al
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lector se le amontonan un conjunto de circunstancias intervi nientes a la


hora de conformar uno u otro propósito. Unos harán referencia a
características implícitas en el proceso mo tivacional: que conecte la
del individuo, que le permita
asignatura con motivos anteriores
cierto grado de autonomía y de agencialidad a la hora de
enfrentarse a la misma, o lo que es lo mismo que no sea aburrida al
estar tan dirigida por el pro
· fesor, que despierte su curiosidad, etc. Otras razones se esca
"parán al control voluntario del estudiante, como el grado de dificultad
que dé el profesor a la asignatura, el valor social que suponga su
dominio, el tipo de evaluación que se lleve a cabo, etc. Todas estas
razones están interactuando en cada momento en el entorno de la
asignatura. Sujeta a esta interre lación y a sus fluctuaciones, así se
conformará y variarán las metas del estudiante. En definitiva, no se
puede concebir la existencia de metas puras o aisladas. Sería
entonces más co rrecto hablar de las metas como si fuesen
estados entrelaza dos en perpetuo flujo (Ortony, Clore y
Collins, 1988).
elegida y en procurarse los medios para su consecución. Mu-
chos autores (véase Kuhi, 1994) han denominado a los proce sos
implicados en esta fase procesos volitivos, recuperando así el viejo
concepto de la voluntad, tan propio de la psicolo gía alemana,
psicología que destacaba la capacidad autorre gulatoria de la conciencia.
Dicho de un modo más vulgar, 10 dos sabemos que hay cosas que no
queremos, no porque no sean atractivas, sino porque consideramos que
no sabemos cómo conseguirlas. Todos los procesos que intervienen
en la regulación y planificación de la acción se entenderían como
procesos volitivos. Aquí se incluirían factores como las creen cias, las
expectativas, los estilos atributivos, los patrones de regulación, etc., que
veremos, como hemos anunciado ya, mnás adelante.
L

5. La organización jerárquica de los motivos

4.3. El control cognitivo o consciente de la acción


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Para terminar con esta exposición sobre los distintos as pectos


que intervienen en el proceso motivacional, es obliga . do hacer
mención a todo un conjunto de procesos cognitivos
que participan en la activación humana de la acción. El lector
puede encontrar más adelante, en el capítulo 5, una mención ** más
explícita de estos procesos de conciencia; aquí tan sólo
· vamos a perfilar y ubicar, aprovechando esta descripción en
conjunto que estamos haciendo de la motivación. :: El
control cognitivo de la acción se encarga principal
mente de la planificación del comportamiento, de establecer ...
Fas acciones relevantes para conseguir lo deseado. Significa
centrarse en el análisis de la información referida a la meta
Como decíamos al principio del capítulo, no todos es tos esquemas
motivacionales tienen el mismo nivel de pro fundidad ni el mismo
tipo de concreción. Nos referíamos a que una de las dimensiones que
ordenaría la motivación hu mana lo haría por criterios de generalidad o
profundidad, desde los motivos más básicos a los más superficiales. De es
ta manera se podría establecer una cierta jerarquía de patro nes
motivacionales. Por otra parte, considerarlos dentro de una estructura
jerárquica es útil en la medida en que permi te la inclusión de motivos
dispares en una única red de moti vos interrelacionados (Reeve, 1994).
Desde el principio de la investigación en motivación humana se hizo
patente la ausencia de correlación entre los resultados obtenidos con los
dos principales procedimientos de medidas de los motivos: el análisis
de los relatos a través del TAT y los autoinformes. Se decía que
mientras que el pri
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mer procedimiento evaluaba algo que funcionaba como un impulso, como la
plasmación subjetiva de una necesidad (lo gro, afiliación y poder), las medidas de
autoinforme tenían que ver más con el valor, con la descripción de creencias acer: ca
de metas deseables conscientemente y con modelos pau tados de acción.
Esta diferencia metodológica sirvió para que algunos autores principales en esto
de la motivación humana (por ejemplo McClelland, De Charms, Veroff, etc.)
creyesen ver la expresión de un nivel profundo, implícito, y otro más super ficial en
los distintos motivos humanos. Pasemos a describir brevemente lo que
distingue a los motivos profundos (que McClelland, 1992, prefiere llamar
implícitos) de los más sul perficiales (llamados por estos autores
autoatribuidos).
Los esquemas motivacionales profundos, muy estable cidos e internalizados en
el sujeto, predisponen hacia metas e interpretaciones muy generales y básicas.
Unos los han lla mado motivos directrices (D'Andrade, 1992), otros motivos implícitos
(McClelland, 1992) y otros solamente motivos so ciales (Leontiev (1978). De
cualquier manera, serían el caso de los motivos que adjetivän y caracterizan
nuestras intencio nes en las actividades básicas, en la estructura social y cuitu ral del
ser humano, al trabajar, al amar, al relacionarnos con otros, etcétera,
Por ser tan básicos, estos patrones motivacionales pue den tener un
funcionamiento poco consciente, en el sentido de poco premeditado o
automático. Las metas de alto nivel que contienen acaban formando parte de
la identidad de ca da persona, son maneras de entenderse a sí misma, en su
mo ral y en su consideración general (Quinn, 1992). Uno se verá así más o menos
eficaz e interesado por ciertas actividades; así considerará sus preferencias afectivas,
así le gustará in fluir en los demás en ciertas ocasiones, etcétera.
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Un bonito ejemplo de motivos profundos lo encontra mos en el patrón básico de


activación que esconde el térmi no samoano de alofa, que significa algo así
como sentir cari. ño por otro, ser afectivo con alguna persona, prestar
atención a sus necesidades. Se dispara en ocasiones diversas, por ejem plo
cuando uno ve a un viejo cargado en un camino. Así es como conciben ellos
lo inás parecido a lo que nosotros llapa mos amar; no hay en esas culturas
otro patrón de amor dis tinto a cse.
En estos patrones básicos existe la posibilidad de consi derar que surgen de
dos orígenes distintos pero que acaban en cl desarrollo individual siendo
complementarios, o, mejor di cho, que acaban fundiéndose. Puede que alguno
surja de unas predisposiciones o tendencias básicas propias de la
especie que posteriormente el niño cambia en el proceso de socializa
ción. El otro origen es sólo cultural y es el resultado de la in ternalización de
las funciones y valores dominantes en el mun do social que rodea a la
persona. No vamos a aventurar más cosas sobre el importante tema de la
génesis de los motivos, puesto que el próximo capítulo pivotará sobre este
aspecto.
En un nivel más superficial se encontrarían toda una serie de esquemas de
acción que se refieren a metas más con cretas, más determinadas por
situaciones estándar. Sería el caso de los guiones que formamos y activamos
cuando nos someterrios a determinadas acciones sociales típicas, estudiar un
examen concreto, ejecutar un trabajo específico, conven cer a otra persona,
etcétera.
Suelen proceder de un planteamiento más consciente de todo el proceso
motivacional. Estas situaciones activarían un proceso que implica el uso
consciente de motivos, metas, expectativas, atribuciones, etc. En estos casos se
nota espe cialmente el papel de lo que llamábamos antes el control
consciente de la acción, la forma de planificar la actuación han
Motivación
Motivación
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82
cia una meta. Por lo mismo, los inotivos más superficiales es
tán más afectados por el resultado de los análisis cognitivos s que se hagan de las
acciones anteriores, como son las atribu
ciones y las expectativas.
Muchas veces estos patrones se organizan y están dirigi dos por los motivos
definidos desde el nivel más profundo. En la mayoría de las ocasiones, los
motivos superficiales se ac tivan por demandas explícitas de situaciones
sociales. Están, por lo tanto, más influenciados por las demandas externas
que intervienen en la acción, por el rango de condiciones de posibilidad que permite
un entorno concreto. Es decir, cuan do planificamos, damos energía y orientamos una
acción de manera consciente y premeditada, esto es, cuando activamos un
motivo más superficial, podemos hacerlo fijándonos una meta que está
determinada por patrones básicos o que surge de la aceptación o elección del
rango de posibles metas que son propias de una situación social determinada.
Nosotros podemos organizar una tarea concreta en el trabajo, porque nos lo
planteamos como un reto personal (motivo profundo) o porque nos interesa
hacer lo que creemos que es lo que la situación demanda (que implica un análisis y
determinación de metas más complejo y concreto). Al ser los motivos más
superficiales dependientes de una interpretación detallada del escenario de la
acción, en caso de conflicto entre motivos de diferente nivel de profundidad, es más
normal que sean los niás superficiales los que prevalezcan.
campo de la afectividad humana se han generado términos como emoción, motivos, metas,
impulsos, necesidades, acti vación, etc. Hablamos de crear o de generar porque pensa
mos que la mayoría de las realidades que analiza la ciencia no las puede percibir el
hombre con sus sentidos. Lo que hacen las ciencias es crear metáforas que pretenden
describir cómo son y cómo funcionan sus objetos de estudio, forma teorías y
construyen instrumentos metodológicos para dar forma e in terpretar y manipular esos
objetos.
Ciñámonos al caso concreto que nos atañe: el estudio de la motivación. Lo primero que
debemos decir es que la motivación no existe, por lo menos como realidad percepti. va,
es un constructo creado por unos científicos. El lector, si le parece oportuno, puede
hacer el siguiente ejercicio: bus que a la persona que tenga más cerca, mirela bien,
escudriñe su cabeza, hable con él, manipulelo; si se deja, seguro que ha brá
observado que tiene boca, cejas, que habla, pero no ha brá visto o palpado sus
motivos. Si alguien consigue localizar y dar con la forma, tamaño y textura de un motivo
de su ami ga/o, que se ponga en contacto conmigo para correr a comu nicárselo a la
Academia sueca, que el premio es sustancioso.
Cuando la ciencia crea conceptos descontextualizados, sin referencia directa a
realidades sensibles, no está realizando una tarea banal. Atendiendo a alguna
demanda social crea nos algo útil, lo delimitamos, intentamos darle apariencia de
realidad, con una forma y una figura teórica, diseñamos ins truinentos para
manipularios e intentamos controlarlos; todo ello, decíamos, para poder mejorar el
conocimiento y la vida de los demás. Si creemos en la virtualidad de esta tarea de fic
ción, una más en el teatro del mundo, entonces, como cual quier científico,
debemos empezar por el diseño de la teoría que nos permita ver y trabajar con
el fenómeno, elaborar pues el constructo de motivación humana, acomodarlo a
nuestro
.

6. ¿Cómo se conforma y actúa la motivación en la conciencia humana?


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Motivación
La ciencia, para estudiar los fenómenos que le intere san, crea términos
que le sirvan para acotar, dividir y seriar los aspectos del fenómeno en
cuestión. En esta línea, en el
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Motivación
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85
enfoque filosófico de la ciencia, y explicar así su funciona miento, cómo actúa, seconiporta
y cambia. A eso vamos,

6.1. Del guión motivacional a su uso dramatúrgico


Author XMS

Es tradición ya en la psicología que cuando considera mos la estructura y funciones de


un fenómeno psíquico que permanece de alguna manera en la inemoria,
acabemos recu rriendo a la noción de esquema. Siguiendo la
tradición, de beríamos considerar que los motivos serían unas estructuras
simplificadas de símbolos en la memoria que recogen nues tros deseos y
propósitos. Pero esto no es más que repetir el viejo modelo asociacionista que
hablaba de la existencia de ideas y pasiones en la mente que eran copias de las
impresio- . nes y vivencias recogidas en la experiencia, Esta visión del ser humano
tiene para nosotros varios problemas: dcuál es el forn malo de esos
símbolos?, ¿cómo son?, si son algoritmos o cua sialgoritmos,
programas de ordenador, ¿dónde para el códi go?; si la mente es un
saco de ideas, ¿dónde está ese recepta culo?, sobre todo cuando uno sabe que lo
que hay dentro de la cabeza sólo es cerebro, una naraña de neuronas.
Probablemente el origen de nuestras relicencias a esta visión clásica
radica, en última instancia, en la posición filo sófico-existencial sobre lo
psíquico que subyace a esta postu ra. Por si alguno no lo sabe, para construir un
modelo cienti fico, lo primero que debe hacer un investigador responsable
es tomar posición sobre una cleterminada filosofia de la cien cia: el
positivismo, el funcionalismo, el esencialismo, el histo ricismo, etc. son
ejemplos de filosofias distintas. Pues bien, la visión clásica de los esqueinas presupone
un modelo dua lista de ser humano, una visión que no resuelve, salvo apelan do a
posturas esencialistas, el problema de la relación mente cuerpo. Desde una postura
más monista y más material, no
podemos crear un artefacto, como son los símbolos de la mente, que se alejen de
la base biológica que sustenta todas las operaciones del hombre y la mujer, dei
cerebro y sus ale daños.
Uno de los caminos, que a nuestro modo de ver puede significar un
avance a la hora de postular una estructura bá sica de las funciones
psicológicas dentro del aparato psiquico y, en concreto, de los procesos
afectivosmotivacionales, se en cuentra en los postulados básicos que sustentan
muchas psi cologías actuales, como las de tradición sociohistórica o las del llamado
grupo PDP (Procesamiento Distribuido en Para lelo, grupo capitaneado por
Rumelhart y McClelland). Con. viene advertir, además, que este modelo no es
nuevo, se basa en viejos postulados del funcionalismo, de la psicologia de la acción
desarrollada por gentes como Brentano, Dewey, Bar tlett, Vigotsky, etcétera.
No divaguemos más; independientemente de la pater nidad de estas ideas, lo que
aquí se defiende es que podría mos considerar que los motivos tienen la estructura
de unos esquemas o guiones de acción. Serían algo así como secuen cias,
guiones para actuar que instigarían, orientarían y darían fuerza o
energía hacia determinados objetivos o propósitos básicos; a unas metas.
En dicha secuencia motivacional inter vendrían otros aspectos, además del
propósito final o meta, como son los diversos automensajes que se da el
sujeto, las atribuciones o expectativas que genere, los obstáculos o ayu das que
surjan, ctc. Hemos usado el término de guión a pro pósito, porque creemos que
fenoménicamente así es como se presenta a la conciencia humana.
La noción de guión aquí adoptada deriva de la ya vieja noción de scripi de
Abelson (1969, 1981), Schank y Abelson (1977). Los guiones son
formaciones generales de conoci miento que describen una secuencia de
acciones o escenas
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86 apropiadas e interconectadas, que se refieren a una situación


particular (por ejemplo, ir a un restaurante a comer). Como el resto de los
esquemas, los guiones se conforman constan temente cuando se
usan, cuando se aplican a un contexto es pecífico. - Aunque el
guión motivacional no tiene necesariamente las mismas connotaciones
que el propuesto por Shank y Abel
son (1977), sin embargo, sí tiene algunas semejanzas que son -
relevantes para explicar parte del proceso motivacional. Los
guiones motivacionales tendrían tema (por ejemplo, afilia
ción, etc.), papeles típicos (por ejemplo, hombre o mujer ena ..morada,
etc.), condiciones iniciales (se desea alcanzar una
meta de intimidad), secuencias de escenas (planificación de
acciones, creencias, retroalimentaciones, obstáculos, etc.) y un
conjunto de acciones dentro de cada escena. La meta de terminará todo
el guión motivacional, los deseos, el conjunto de acciones y de
creencias se supeditará a esa meta anticipa da (Locke, Shaw, Saari y
acción del sujeto y es decisivo
Latham, 1981). Todo ello modula la
para dar más o menos energía a la acción. Así, puede decirse
que los guiones motivaciona des incluyen distintas escenas en las que
se especifican las me tas, las acciones, las creencias, los obstáculos,
las ayudas, los afectos y los resultados. En función de las
características de este guión, las acciones que se incluyen en la escena
seran más fuertes o tendrán más o menos energia.
Estos guiones se construyen y validan en la comunica **ción y en las
situaciones cotidianas en las que se insertan. Son
- patrones que se organizan y activan en cada contexto concre . to y
que, además, los eventos que fenoménicamente tienen en : cuenta
contienen una serie de deseos asociados, de metas, de
creencias, de estilos atributivos, de estados fisiológicos, de re ***
cuerdos autobiográficos que modulan esa acción. Su fuerza y
su desarrollo depende de particularidades implicadas en ins
tancias interpretativas de cada situación concreta; es decir, del modo en
que el sujeto entienda las demandas y posibili dades de una situación
concreta; así se formará el patrón mo tivacional, volviendo al dicho: cada
momento tiene su afán.
En definitiva, estos guiones no existirían en ningún si tio de mente
alguna, su existencia se ciñe a su actuación. De. esta manera no se
conciben como estables, no quedan guar dados intactos en el viejo
almacén de la mente, en cada situa ción su funcionamiento y fuerza
sería particular, cambian en cada uso. De esta forma, al estar en
continua formación, es tos guiones motivacionales no tendrían forma
estándar algu na, podría haber regularidades en su función de
energetizar y dirigir la acción, pero en cada momento tendrían algo de
genuino. Repetimos que son procesos de acción, no copias simbólicas de
objetos, su existencia es subsiinbólica (de uni dades de acción como-
neuronas al estilo de lo que dicen el gru po PDP). En la afortunada frase
de Marinas (1996), son mara nas de neuronas en busca de un alma
semántica (pág: 111). En cualquier caso, estos esquemas
motivacionales así considera dos cumplen la función de interpretar, guiar,
orientar y diri : gir la acción de cada uno de nosotros.
En el cuadro de página siguiente se puede observar un ejemplo de guión o
esquema social de acercamiento románti co típico de los jóvenes
americanos (Holland, 1992).
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Motivación
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89

Cuadro 1
• Se encuentran un chico frente a una chica atractiva en una situación social.
• El chico aprecia en la chica ciertas cualidades que son predominantes en
su sociedad (apariencia física, estilo de comportamiento, etc.) y las
singulariza y las aumen ta en ella misma.
• Aparece el deseo. Muestra su afecto intentando tra carla bien, le
compra cosas, va con ella a los sitios que le agradan y no ceja de demostrar
que su aprecio hacia ella es único y el más grande,
• Ella corresponde a ese afecto con su interés y cariño, poco a poco
van llegando a tener unas relaciones más íntimas. . Este último sería
precisamente el motivo y la meta principal de este modelo: conseguir una mayor
intimi dad, un mejor apoyo mutuo, correspondencia afectiva y, cómo no, carnal.
Además, el hecho de mantener esa relación permite revalorizar el atractivo
social de cada uno para el otro y para con los demás.
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Como se puede apreciar en estos guiones, nada es es trictamente


necesario, incluso no es imprescindible la presen cia de dos actores, chico y
chica; a veces hemos estado enamo rados de alguien que nunca se lia
enterado. Por lo general, la falta de una característica puede ser
compensada por un én fasis en otra del guión. Por otra parte, todo el
mundo sabe por experiencia que considerarse atractivo no es garantía
de enamorar al instante.
Otra de las características de estos guiones de acción es que cuanto inás
acontecimientos incluyan, más general, apro piado y versátil será el guión. Por
ejemplo, conforme sean más elaborados los criterios personales sobre qué
requisitos tiene que reunir el otro para ser niás o menos atractivo, así
seremos más o menos adaptables en la cosa del amor.
Decíamos que estos guiones son secuencias de sucesos, de acciones
por realizar. El principio de organización en el plano psicológico de estos
esquemas, de esas secuencias es más narrativo que conceptual. En
la actividad de la concien cia de cada persona estos guiones se
organizan en distintas narraciones, tienen una secuencia y una trama o
fábula, enuncian un drama que mantiene un sentido, señalan con au toridad lo
legítimo, sancionan lo deseable, etc. y esto es así porque, como
mantienen ). Madler o J. Bruner, lo que no se estructura en forma narrativa
se pierde en la memoria. Como hemos dicho, dejamos la consideración de la
vertiente com putacional de estos guiones como unidades
subsimbólicas pa ra aquellos a quienes les interesa estudiar el
interfaz entre lo biológico del sujeto y su acción.
Los términos que estamos usando de guión, de escena, de papeles, tienen
un claro parecido de familia con todos los relacionados con la dramaturgia.
Tan antigua como nuestra cultura es la tradición de aseniejar la vida con
el teatro; inclu so muchos términos psicológicos provienen originariamente
El modelo también incluye algunas excepciones:

: . En ocasiones, el atractivo o el prestigio del hombre se considera menor que


el de la chica, entonces él com pensa este desequilibrio tratándola
especialmente bien.
• Si ocurre lo contrario, el atractivo de la mujer es me nor, ella le compensa
quedando satisfecha sin necesi dad de tantos miramientos del chico.
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tico de adquisición de patrones motivacionales sería esque


máticamente de la siguiente manera. En la actividad cotidia
na el niño recibe una serie de narraciones en las que los agen tes
socializadores (por ejemplo los padres) actúan como faci
litadores de modelos. Así, los agentes socializadores dan sen
tido a las metas, acciones, creencias, obstáculos, ayudas,
afec tos y resultados del niño, de forma que éste aprehende ese
guión motivacional culturalmente aceptado, pero con alguna
modificación; el proceso de internalización no sigue un cami
no recto; reflejamos y refractamos los mundos sociales y físi cos
en los que vivimos. De esta manera, las perspectivas cul turales
asumidas determinarán de algún modo el contenido y el uso de
las emociones y motivaciones de los sujetos (Páez, Vergara,
Achucarro e Igartúa, 1992), pero en cada sujeto se reciben
esos modelos de una forma más o menos genuina.
La verdad es que nos acabamos de adelantar, en el or den
que habíamos pensado, para organizar las ideas que que remos
vender en este libro. Acabamos de comentar atropella damente
la esencia de nuestra postura sobre el desarrollo de los
motivos. Si a alguien se le ha indigestado por lo compac to que
ha sido, y le parece que le sigue interesando, verá este
argumento más desarrollado en el capítulo siguiente.
m.
TIT

de la denominación de elementos o papeles escénicos, con


ceptos como persona, personalidad, Edipo, guión, papul, etc.
*Conforme conocemos a más gente, tenemos más
experiencia
social, estamos más convencidos de eso del teatro mundo,
percibimos mejor las buenas y las malas interpretaciones de
algunos. Kennett Burke (1969) ha recuperado esa vieja
meta fora de la vida con un nuevo vigor. El sínil dramatúrgico
ya -no es sólo un modo cle describir las acciones humanas, es
una de las mejores herramientas para entenderlas
(véase Blanco), Rosa y Mateos, en prensa). Cada escena de
la vida tiene sus objetos y sus funciones, sus actores, sus
tendencias dramáti cas y papeles. Cada escenario propone
unos elementos y unos modos de entender sus relaciones y sus
posibilidades, una for ma de regular las intersubjetividades
que están en juego, en definitiva; una gramática de la
acción. Tratar el juego, el in tercambio y la negociación de
diferentes descos y metas de las personas implicadas en una
situación como una gramática, con sus modos, acuerdos y
desacuerdos, abre una nueva pers pectiva de entender los
motivos en la vida cotidiana, que es siempre social y no de
laboratorio.
* La posibilidades que abre el estudio de las gramáticas -
de una actuación social, de las gramáticas de sus metas y
de
seos nos conduce hacia un camino sincrónico, actual, que tie ne
forzosamente, a nuestro entender, que ser compatible con et otro
posible, el diacrónico, el que se conjuga en pasado,
presente y futuro, el desarrollo del individuo. En este
sentido estos modos de interpretación de la experiencia y de
formas de moverse en escena resultan ser consecuencia de la
actuali zación de patrones socioculturales internalizados durante
la
· vida del sujeto, de todos los actores. Es decir, a lo
largo de la
vida, cada persona hace suyo un conjunto de valores, metas,
'motivos, en definitiva, un conjunto de patrones básicos de in
terpretación y valoración de la realidad. El proceso ontogené
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6.2. El problema de lo que se dice y lo que se hace, el discurso
como el magia de la vida psíquica
Liri
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Uno de los problemas fundamentales que nos plantea mos


después del enfoque teórico que hemos dado a los proce
sos motivacionales es cómo conocemos los patrones básicos de
acción que la sociedad valora y que la mayoría de los suje tos de
una cultura reciben y acaban elaborando. La respuesta no es
sencilla, pero se encuentra de alguna manera en los dis cursos
públicos. Los modelos culturales que internalizan los
Motivación
- Motivación
-

03
-

ocurre cuando se forman guiones narrativos o pautas de ac- ción en la


conciencia del sujeto. Debe quedar medianamente claro que una cosa es la
producción verbal y cura el funciona miento del habla interior y la activación de los
guiones que eso conlleva.
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6.3. La psicologia popular y la científica: dos caminos compatibles


sujetos se muestran y se forman a partir de ciertas narraciones y explicaciones
privilegiadas y recurrentes de cada sociedad. En esos discursos culturales quedan
reflejados siempre las ne cesidades, los gustos, las metas y los deseos
sociales.
El que estén en la cotidianidad de los sujetos 110 les qui ta importancia, más
bien al contrario, en la mayoría de los ca sos incluso se les suele atribuir
propiedades normativas, ya que establecen formas de entender la vida
social, lo que se de be comer, quién es guapo o feo, qué hay que ser de
mayor, etc. Es más, establecen mecanismos de premio y sanción, pre miando su
uso y castigando el abuso y sul desuso. Los conte nidos y la gramática de estos
discursos culturales dan signifi cados y ejemplos para comprender y enseñar
la experiencia pasada. En últinio extremo, estos discursos, al explicarnos
nuestra realidad, se convierten en la realidad misma.
Entendemos entonces que el discurso público o privado (todos sabemos que
tenemos un lenguaje para lablar con no sotros mismos) es el medio, el
lugar en que se construyen y se verifican los guiones motivacionales y sus
acciones de ca da uno. No queremos cer en el simplismo de considerar que
la explicación de la conducta está de forma natural y directa en el discurso, que el
lenguaje y sus intenciones es lo que ex plica todas nuestras funciones
psicológicas y sus actos; hay sin duda otros medios, otros instrumentos de
mediación, los sen. tidos humanos, los demás, las imágenes, etc. son ejemplos
de sistemas mediacionales. Si queremos defender que es la mis ma
competencia la que produce conductas que la que permi. te discursos
(Potter y Wheterell, 1987). Los discursos son la vía regia de construcción de lo
psíquico, pero debe entender se el discurso en su concepción más extensa,
como la cons trucción de una acción comunicativa, con sus intenciones,
sentidos y significados. Por lo tanto no se debe confundir dis curso material
y racionalizado con lo que fenoménicamente
El problema que lenemos ahora es clar con una aproxi mación metodológica que
nos permita conocer cómo se con forman esos discursos con valor motivacional en
cada perso na. A pesar de asunir la imposiblidad metalísica de radiogra fiar la
conciencia, creenios que hay caminos funcionalmente viables para conocer la
formación y uso de estos guiones mo tivacionales, principalmente los discursos
que se producen en situaciones típicas.
Esta vez vamos a ir más despacio; primero l'ecorcientos la noción de patrón
motivacional que expusimos más arriba. Consideramos el guión motivacional como la
descripción de una secuencia de acciones para alcanzar una meta que insti gan,
orientan y dan fuerza o energia a la conducta. Pues bien, una vía de conocimiento de
como son los guiones motivacio nales de los sujetos es ver cómo los mencionar,
cómo los usan cuando se refieren a algún componente de ellos, de una manera
implícita o explícita, en sus discursos cotidianos. Así empezó uno de los
procedimientos más clásicos de análisis de los motivos humanos: la evaluación de
los relatos construidos a partir de unas láminas ciel TAT (Test de Apercepción
Temá tica). Se suponía que en los discursos que emitían los sujetos quedaban
reflejados sus motivos, sus gustos y sus intereses profundos, que energían al tener
que dar contenido a algo poco estructurado como un dibujo.
Motivación
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Uno de los inconvenientes más típicos que se opusieron a la


validez de estas pruebas era que no tenía por qué haber una
relación entre lo que la gente escribia y lo que realmente
pensaba. Bruner señala que esta postura conlleva una
curiosa implicación. Esta es que lo que la gente hace es más
importante, ancis real que lo que dice, o que esto rillimo
sólo es imporlante por lo
que pueda revelarnos del primero, (Bruner, 1990, pág.
32 de la : traducción castellana). Paradójicamente a lo
que se afirma en - la acusación anterior, sigue
manteniendo Bruner, lo que dice
la gente es tan importante en su vida diaria que para
dar sig. nificado a una acción cotidiana (al cnojo del vecino,
por ejem plo) siempre preferimos comprobar que esa
expresión o ac tuación coincide con lo que dice entonces, y
sólo entonces, pensamos que su bronca va en serio). Es
decir, lo que dice una persona que le pasa tiene quie
explicar algo de lo que le pasa.
De esta forma, en el mundo del discurso de las gentes, a
partir de las narraciones de episodios emocionales o moti.
vacionales que enuncian los sujetos legos, se pueden
llegar a inferir los conceptos populares o de sentido común
que ma nejan estas personas para interpretar y dirigir lo
que les pa 8a. Como decía el propio Fritz Heider, los seres
humanos reaccionan en función de su propia psicología,
no de la psico logía del psicólogo. De nuevo, lo que
dice una persona que le pasa tiene que explicar algo de
lo que le pasa realmente. Sa bemos, por otra parte que en
muchas ocasiones se ha com
probado que las creencias de sentido común de una muestra
** lega reproducen con fidelidad los resultados
experimentales ..(Páez y Echeverría, 1989).
Afortunadamente, se da esta co
rrespondencia entre la psicología popular y la científica, por :
que si no la que corre el riesgo de estar más equivocada
es la
científica. Ya decía Epicteto que al hombre no lo hacen sufrir
las cosas, sino la idea que tiene de las cosas.
Por otra parte, mucho empeño y énfasis ha puesto la
psicología científica por dar con una definición universal y
adecuada de qué se entiende por emoción, afecto
y motiva ción, por establecer qué elementos la explican
y la regulan. Este afán ha fracasado en su objetivo último,
pues no existe hoy día acuerdo alguno en la delimitación
del concepto. Lo que puede ocurrir más bien es que ese
esfuerzo sea por natu raleza inviabile o inútil. Si
defendemos el papel primordial die la interpretación
personal de las situaciones a las que debe dar respuesta el
sujeto, la función de las definiciones están dar o canónicas
es más relativa, simplemente quedan en algo
referencial. En cualquier caso, pensamos junto con
otros ali tores (Bruner, Russell, Vigotsky, por citar
algunos) que un po sible camino para delimitar
estos fenómenos psicológicos se encuentra en la
llamada psicologia popular.
Los críticos más benevolentes al uso de datos de la psi
cología popular mantienen que por este camino se llega a
ob tener sólo las représentaciones culturales más comunes en
una sociedad, que se trata únicamente de una vía de
acceso indirecto a estos fenómenos psíquicos, que no
llegan a expli carlos plenamente (Fernández Dols,
1990; Parrot, 1992). Es cierto que las descripciones
cotidianas, por sí mismas, no lle gan a definir y a
comprender el fenómeno, pero sí nos puc den dar pistas
que nos permitan comprobar posteriormente en las
acciones cotidianas si lo que dicen que les pasa a esas
personas, activa y controla lo que les ocurre.
En definitiva, nos empeñamos en mantener que los
discursos son de las pocas cosas que nos muestran
los suje tos; otra cosa es su acción cotidiana, casi siempre,
to, enmarañada con discursos. Para
por cier
comprender los concep tos de emoción, de
inotivación, de meta, etc. de nuestros coetáneos, es
necesario primero que describamos lo que ellos
entienden ordinariamente por estos conceptos. Como
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decía Russell (1992), luego será tarea de los


científicos, si to davía es necesario, el prescribir
cuáles de esos atributos son re levantes para explicar,
analizzır, transformar y aplicar científi camente esos
conceptos. En palabras de nuestro compañero José
Miguel Fernández Dols (1992), los conceptos de
sentido común son el contexto de descubrimiento de
los psicólogos. El aconseja entonces precaución
para no confundirlo con el contexto de verificación.
Nosotros somos más atrevidos y pensamos que el papel
de los psicólogos es el de, a partir de estos conceptos
cotidianos, ver cómo se conforman y se veri fican en
su uso lambién cotidiano. Es decir, se trata de con
trastar el guión narrado con los escenarios reales en
donde se dice que se generan y con las acciones que allí
se posibili tan (Páez, Vergara, Achucarro e Igartúa,
1992). Probablemen te, los guiones asi obtenidos no
serán una demostración sufi ciente, pero son nada más
y nada inenos que el punto de par tida y de llegada. La
psicologia popular necesita ser explicada, no
descalificada (Bruner, 1990, pág. 45).
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Motivaciones

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