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RAFAEL OLIVAR BERTRAND
(1) Intimóte letters of C. S., 1841-1860. Translated and edited by Joseph Schüfer,
Superintendent of the State Historiad Society of Wisconsin, Madison, 1928, pág. 261.
(2) Memoírs of G. K. iSop-1896. Life-Sketches wñtten at the suggations of his
children. Edited by Thomas }, McCormach, Cedar Rapids, Iowa, 1909, 1, págs. 3H'*-5-
(3) Hacia 1870 el general Sickles informaba al secretario de Estado, Hamilton Fish.
sobre la inseguridad de las carreteras españolas. Una pandilla de bandidos llegó casi a
hacerle prisionero .para cobrar un rescate. (V. Archives United States of Amena,
De.pt. St., Sp. vol. 54; San Ildefonso, set. 25, 1870.)
(4) Memoirs, 2, págs. 316-17.
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FACTORES DE LA REALIDAD ESPAÑOLA VISTOS POR NORTEAMERICANOS DE HACE UN SIGLO
Siete Suelos, tras las murallas de la Alhambra, junto a una altísima torre.
El plenipotenciario escribe:
Y en este tono, con más alabanzas que reproches, Mr. Koerner ensalza
las bellezas de la Alhambra —«¡Oh el Generalife! ¡Nada en el mundo se le
puede comparar!»—, los ingenuos modales del posadero1 y de su joven esposa,
así como la radiante cara del camarero mayor, el cual, al entrar en el comedor
can el desayuno dispuesto en una gran bandeja, y levantada ésta por encima
de su cabeza, exclamaba en un grito de entusiasmo: «f Caballeros, aquí un
bifstec magnífico!». Mr. Koerner se complacía en observar los grupos de
ociosos paseantes, de labradores y jinetes, que en su atuendo andaluz pro-
porcionaban un espectáculo inolvidable. La abigarrada multitud seducía de
continuo'.
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Málaga, deteniéndose antes en Leja, donde el general Narváez (que allí te'
nía su residencia de verano) tuvo la gentileza de hacerle llegar las más finas
y herniosas granadas y naranjas que nunca viera. De nuevo, el paisaje captó
el alma de los viajeros por su variedad —cortijos magníficamente labrados, bos-
ques y valles esplendorosos--, hasta que Málaga les embargó con sus con-
trastes: barrios residenciales, calles laberínticas y el fascinante encanto de sus
muelles. En Málaga se embarcaron para Cádiz, y la visión del puerto, tres
veces milenario, inspira a Mr. Koerner las líneas que transcribo t «No ha-
biendp visto Ñapóles ni Río de Janeiro ni Constantinopla, debo decir que la
bahía de Cádiz es la más bella que yo conozco. Y no hago- excepción del
puerto de Nueva York» (8). La visión le recuerda los versos de Byran:
Los viajeros pasan a Jerez, ciudad y tierra famosa por su vino exportado
a Inglaterra y a los Estados Unidos, después de haber sido fortalecido con
alcoholes y endulzado artificialmente. Mr. Koerner observa:
floreciente como debía serlo. Francia, Alemania y Bélgica habían logrado tratos de
favor, mientras que el comercio estadounidense, por las preocupaciones de la guerra
civi! y por una tarifa de aduanas excesiva, no podía competir con aquellas naciones.
(Véase A. U. S. A., Dept. St., Sp. vol. 45; Madrid, 18 mayo 1863. Koerner a Se'ward.)
Una narración detallada y lozana de este viaje por Andalucía la publicó el prop* 0
Koerner en alemán con el título Aus Spanien von G, K., Gesandter der Vefeínigten
Staaten ¿u Madrid in den Jahren 1862, 1863 und 1864, Frankfurt, a. M., 1867.
(8) Memoirs, 3, págs. 322-25.
(9) Ibidem, págs. 326-27.
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FACTORES DE LA REAI.iDAD ESPAÑOLA VISTOS POR NORTEAMERICANOS DE HACE UN SIGLO
«Tal vez tendría que decir algo sobre las exageraciones que la
gente ha ido repitiendo a propósito de la belleza de las andaluzas, y
particularmente de las sevillanas. Como la mayoría de las españolas,
tienen la ventaja de pertenecer a una raza homogénea; yo diría que
presentan un tipo característico, común y sobresaliente. He estado
en los teatroSs en la Alameda, en la fábrica de tabacos, en el mef-
cado... Es verdad que las mujeres tienen el pelo negro, los ojos bri'
liantes, pies y manos delicadamente formados, y un paso elástico.
Pero, en general, tienen la nariz demasiado aguileña, y los labios,
aunque rojos y "por mitad reveladores y encubridores", de blancos
y dispuestos dientes, son gruesos. En proporción, ya que las mujeres
suelen ser de baja estatura, tienen los senos demasiado abultados y
las extremidades inferiores demasiado cortas. Al igual que otras mu-
chas españolas, muestran vivacidad en la charla y en la acción, ama-
ble naturaleza y buen corazón» ( n ) .
Mr. Kcerner aprecia las bellezas de la catedral, del palacio de San Telina,
y las colecciones, privadas y oficiales, de pinturas; pero no comparte la opi-
nión generalizada sobre la belleza española. ¡(Ante todo —añade-—, y por
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término inedio, los hombres son mucho más guapos que las mujeres. Diré,
sin embargo, que los niños de uno y otro sexo sobrepasan a los demás niños
en belleza y gracia. Desgraciadamente no satisfacen la promesa de su edad
juvenil» {12). Como estación última del recorrido andaluz —en las tierras
que caracteriza como «la más encantadora provincia de España»—, Mr. Koer-
ner visita Córdoba, «el ejemplo más perfecto de grandeza caída que yo he
visto jamás», pensando, claro está, en el Alcázar y en la Mezquita. Final-
mente, tomaron el tren y regresaron a Madrid.
Nosotros volvemos a Sevilla, guiados por la mano de un anónima perio-
dista, que nos dejó vivísima narración de sus días en la ciudad de la Gi-
ralda, Algo que le había desconcertado en grado sumo había sido el sentir
clavadas en su persona las miradas de los circunstantes —en las calles, en los
teatros, en las iglesias, en la mesa redonda de las tertulias...—. No alcanzaba
a comprender la respetuosa atención o curiosidad del pueblo sevillano. Y pues-
to a detallar, escribe:
Para el periodista era impensable dormir por las noches en Sevilla a me-
nos que no se hubiese seguido un curso preparatorio de arrastre de cadenas
y cables a bordo de las embarcaciones amarradas a los muelles del Guadal-
quivir, música de los cencerros de las muías —algo así como el ruido produ-
cido por calderos con piedras dentro^-, campaneo de las iglesias y canto de
los serenos,,,
«Rondan por las calles con alabardas y linternas, y obstinados in-
sisten en decirle a usted la hora cada media hora, acompañando1 la
(12) ¡bidem.
(13) Seville, en «Hafper's Weekly», Nueva York, 21 noviembre 1868.
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FACTORES DI! LA REALIDAD ESPAÑOLA VISTOS POR NORTEAMERICANOS DE HACE UN SIGLO
(14) lbidem.
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«Seguro que la alcoba será fresca, porque las casas y las calles se
construyen de manera que mantienen fuera lo más posible la luz del
sol. En algunas calles se tienden alambres de casa a casa y por encima
de ellos, durante el calor del día, se extienden lonas, y como¡ muchas
tiendas carecen de escaparates exponiendo1 los artículos en profusión
tentadora, se tiene la sensación de pasear a través de una gigantesca
y fantástica feria. Tres cosas hay que observar en las calles forma-
das por residencias, privadas. Ante todo, que las casas ostentan ven--
tanales proyectados hacia fuera, del primer piso al último. Esto pro-
porciona a la casa el mismo carácter que una nariz a la cara. Y el
efecto queda realzado por la variedad de marcos de brillantes colores-
pintados según el gusto de los propietarios. A continuación cabe se-
ñalar las verjas de hierro, maravillosamente labradas en filigrana, en
vez de una puerta sólida. Estas verjas proporcionan, al pasar por
delante de ellas, una vista momentánea del patio» de mármol, con su
fuente en el centro rodeada de naranjos y heliotropos. En tercer hi'
gar, las ventanas de la planta baja y el primer piso> están defendidas
con fuertes barras de hierro, las cuales despiertan la sospecha de
(15) lbidem.
So
FACTORES DE LA REALIDAD ESPAÑOLA VISTOS POR NORTEAMERICANOS DE HACE UN SIGLO
que en Sevilla los robos son frecuentes,' o que una gran parte de la
ciudad, irracionalmente, se dedica a alojar a detenidos por deudas.
La costumbre, sin embargo, nada tiene que ver con el temor a los
ladrones, sino ai temor a las intrigas. Como las mujeres españolas no
gozan de la misma libertad que las nuestras para verse con sus ena-
morados, compensan la restricción con citas privadas. Corren dos o
tres proverbios, no muy corteses, acerca de la vigilancia' que debe
ejercerse sobre las mujeres, y las rejas de hierro explican, práctica'
mente, los proverbios» (IÓ).
(16) Ibidem.
(17) La revolución había estallado en Cádiz el 18 de septiembre de 1868.
(18) Seville, en «Harper's Weekly», Nueva York, 21 noviembre 1868.
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<c. en tal día y a tal hora de la noche el señor Fulano> de Tal, con
su compañía de señoras y caballeros, ejecutará los bailes nacionales
favoritos. Por el pago de un dólar el forastero, o un cuarto de dólar
el nativo- más favorecido, el visitante entra en una sala larga y triste
a cuyos lados se ven sentados hileras de individuos de aspecto tene-
broso, los cuales se descubren al punto ser los espectadores que espe-
ran el comienzo de un negocia aparentando' una alegría semejante
a la de los pacientes en la antesala de un dentista. La entrada de
cuatro mujeres vestidas de cortas enaguas, y del mismo número de
hombres enfundados en prendas preternaturalmente ceñidas, no al-
canza a regocijar al público ni a sacarle de su abatimiento'. Son los
batidores de renombre a quienes se esperaba. Pero a medida que se
despliegan los misterios de la danza, con tal gracia y dignidad que
dejan muy atrás a los más afamados ballets, me doy cuenta de que
la mayoría de los espectadores están en posesión de un par de casta-
ñuelas que tenían escondidas en sus ropas. Y a medida que el coni'
pás se acelera, las castañuelas suenan; al principio débilmente, des-
pués ruidosa, frenéticamente. El son de unas guitarras, parecidas a.
banjos, mantienen el entusiasmo lanzando' tañidos agudísimos. El
conjunto se corona con un pataleo general, en mitad del cual una
media docena de espectadores se desprenden de sus capas, lánzanse
al ruedo del baile, y despliegan unos movimientos tan enérgicos y
vigorosos como los de sus hermanos profesionales. Alguien pregun-
tará si el espectáculo es bonito. Depende del gusto. Las siluetas de
los batidores son graciosas sin apelación; pero el ensordecedor y con-
tinuado ruido de las castañuelas y el alboroto general parecen calcu-
lados para interrumpir el disfrute del espectáculo1. Al ?¿ire libre y con
sobrado espacio, el espectáculo. sería siempre encantador, pero bajo
techado nadie es capaz de controlar los nervios» (i9).
(19) Ibidem.
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# •#
(20) Ibidem.
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líos unos mozos haraganeaban al pasar un sacerdote —un auténtico don fia-
silio, con su túnica de ala de mosca y el sombrero' de teja— y aquellos mo-
zos le miraron despreciativamente y le hicieron una mueca irreverente» {24).
Con respecto a irreverencias o, más exactamente, a la desenvoltura del cura
de parroquia en el país, los extranjeros quedaron admirados a la vista de un
sacerdote «que calmosamente se paseaba los domingos, recién terminada la
misa, fumando un cigarro puro y charlando' animadamente con un acólito.
A nadie le llamaba la atención aquella imagen ni cuando, poco1 después, se
vio a otro eclesiástico encender su cigarro en el brasero* de la sacristía de la
misma iglesia» {2.5).
Fue en Gerona donde, por primera vez, Gustavo- Doré escuchó la melan-
cólica voz de los serenos a media noche. Vale la pena registrar sus observa-
ciones :
(24) From Perpignan ío Montserrat, en «The Atlantic Monthly», vol. 20, julio-
diciembre 1867.
(25) Eastern Spain, en «Appleton's Journal», Nueva York, 22 enero 1870.
(26) Ibidem.
(27) From Perpignan to Montserrat, di.
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cortesía española...» {28). Durante uno de los raros viajes en ferrocarril que
podían disfrutarse en la Península, el viajero sigue acumulando notas;
«... poseen la virtud del trabajo-, la cual, aun cuando- nuestros gusto»
artísticos puedan desvalorizarla, es la fuente de todos los bienes. Al
contemplar cómo convierten en jardines, por terrazas, las laderas ro-
cosas, cómo podaban los olivos para lograr una cosecha sana y abun-
dante, cómo se mantenía erguido- el espeso trigal mecido- suavemente
por la brisa, me olvidé de los garbosos majos de Sevilla y ofrecí toda
mi cordial admiración por los vigorosos recolecto-res de los campos
de Cataluña» (30).
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FACTORES DF. LA REALIDAD ESPAÑOLA VISTOS POR NORTEAMERICANOS DE HACE UN SIGLO
(31) lbidem.
(32.) lbidem.
(33) V. «Harper's Monthly», vol. 38, diciembre-mayo 1868-69.
(34) A. U. S. A., Dept. St., Sp. vol. 43; Madrid, 5 julio 1861. Perry a Seward.
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rastreó el nombre de tres norteamericanos. Al alba del siguiente día, una mida
y un guía le esperaban ya para iniciar la ascensión al más elevado pico, el
de Sant Geroni. La excursión fue una recompensa para un hombre como
Mr. Taylor, aficionado a la botánica y la geología, especialmente la primera.
Mientras serpenteaba montaña arriba a través de rocas orladas de acebos ena-
nos, bojes y lentiscos» que daban fragancia al aire, barruntó la existencia de
quinientas especies de plantas: tomillo, lino silvestre, acónito y, sobre todo,
el boj, arbusto y árbol, reminiscencia de Italia y Grecia, de cultura y arte an-
tiguos. El olor del boj le sugería la idea de eternidad. Y Mr. Taylor escribe:
«Si no fue la primera planta que apareció en el frío planeta, merecía haber
sido la primera... A medida que avanzaba, el boj susurraba: "No temas;
si resbalas, yo te sostendré"» (37}. Después de saturar el alma con las belle-
zas de Sant Geroni —el majestuoso panorama de los Fírmeos cuyos rosados
picachos se recortaban en el profundo' azul del cielo—, descendió al monas-
terio, aprendiendo en el camino la leyenda de Joan Garí; y desde la terraza
gozó del soberbio horizonte que se alejaba hasta llegar al mar, una amplia
línea azul en la lejanía. Dejando Montserrat a sus espaldas, en el pueblo' de
Monistrol, junto a las riberas del Llobregat, Mr. Taylor escribe el siguiente
párrafo al divisar una gran fábrica de artículos de algodón:
(37) ¡bidem.
(38) Ibidem.
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(41) lbidem.
(42) Ibidem.
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(43) B. T.: bj'Ways oj Europe, A visit to the Balearte Islands, en «The Atlaiv
tic Monthly», vol. 21, enero-junio 1868.
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«Si levantáis las puntas, veréis que sirve también para guardar
las provisiones compradas en el mercado; al montar a caballo, se
dobla en cuatro1 pliegues y se tiene así una silla elegante; por la
(47) Ibidem.
(48) Ibidem,
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¿Significa esto que Valencia era un. paraíso habitado por demonios? Otra
copla, o proverbio, decía precisamente lo: contrario': «En Valencia la carne
•es yerba, la yerba es agua, el hombre mujer y la mujer nada...» Los dos
viajeros se demoraron en la ciudad para visitar las iglesias, reliquias espíen-
clorosas de la época sarracena, la Llotja de Seda y las márgenes del Guada-
laviar, para sentarse en alguna horchatería y sorber la deliciosa horchata de
•chufas mientras escuchaban las dulces cadencias d e la cítara, «instrumento
más pequeño, achatado y gracioso q u e la guitarra». O la dulzaina, especie
d e gaita, o la bandurria, más pequeña todavía que la cítara. Y subieron, na-
turalmente, al campanario de la catedral.
Mucho más cerca se veían también los dos paseos de la ciudad,: la Ala-
meda y la Glorieta, a uno y otro margen del Guadalaviar. Antes de abandonar
(49) lbidem.
(50) lbidem.
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(53) Ibidem.
(34) B. T . : By-Ways oj Eumpe, Calalonian bridle roads, en «The Atlantic Monthly»,
"volumen 21, enero-junio 1868.
(55) Ibidem.
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hora en que se sucedieron los hechos o las imágenes que se las sugirieron.
Citémosle una vez más para hacernos cargo de su particular interpretación
de la historia:
Los ríos Segre y Ebro, la diversidad de los valles y montañas que atra-
viesa, la abundancia de manantiales y de huertos, y los humildes equipos
(prendas y muebles) de las polvorientas posadas, tenían la virtud de desper-
tar la inspiración de Mr. Taylor. He aquí otra muestra de ella escrita en Or--
ganyá, a propósito del típico portó, presente en todas las cocinas catalanas:
Con el tiempo, incluso Mr. Taylor llegó a beber del porro, para descubrir,
sin embargo, que gran parte del sabor del vino se perdía. ¿Se había inven-
tado aquella manera de beber para disimular una mala cosecha? El espec-
táculo de la Naturaleza era de tal belleza para la sensibilidad de nuestro viajero
que juzgó que ni Suiza se le podía comparar. Cruzó los tres puentes, eh tres
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FACTORES DE LA REALIDAD ESPAÑOLA VISTOS POR NORTEAMERICANOS DE HACE UN SIGLO
y tuvo que pagar tres cuartos de peaje. Al llegar a Urgel —la Seu,
según la ñamaban sus habitantes— pensó que seguramente nada había caía.'
biado allí desde el siglo XII. Una fortaleza le dijo que se hallaba frente a la
residencia del obispo1, Príncipe del Valle de Andorra (58). Por fin, en Andorra
la Vella, a Mr. Taylor le pareció que se encontraba en el castillo de la Bella
Durmiente. El tiempo se había detenido y la Historia había cerrado sus
anales. Creyó que nunca más olvidaría las tres últimas millas de su Viaje;
RESUME
L'auteur de cet article glane ca et la, tantdt des échos tantot des recits
de voy age, le plus souvent des docuinents tires des archives pour nous affrir
ioute une serie d'épures sur l'Espagne et sur les Espagnols, craquees sur le
(58) Ibtdem.
(59) Ibidem.
(60) Ibidem.
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RAI'AKt. OLIVAR BF.RTRAND
vif par des Aménctuns au cours de leurs voyages che¿ nous de 1860 a 1S70.
Des touches de cotdeur id, des notes musicales plus loin, nuancent la réalité
meme de ees voyages a Grenade, Malage, Cadix, Séville et Cordoue avec des
inonuments ¿lances, des hom-mes aux traits bien definís, aux habitudes carac'
téristiques (bals, théMre, boutiques, etc.), comme toile de fond. Des critiques
aussi, satis doute-, la malpropreté, les hótels négligés, les rúes par trop bru-
yantes, la cránerie des soldáis...
Ces contrastes vous saisissent a peine les Pyrénées franchies, pms sur la
rouie mime de ces voyageurs vers la cote catalane, Valen ce et Murcie, les
Baleares, Andore. Et l'auteur de prodiguer ses observations touchant les diffé-
rents parlen, la tournure d'esprit des gens, la mode, dans tout le Levant es-
pagnol; l'attitude vis'h'vis de l'Eglise, la politesse, la ponctualité, l'applica-
tion au travail, la politique. Toutes ces remarques, si concretes toujóurs, expru
mees d'une facón sincere et fort spirituelle, vous laissent une empreinte pro-
fonde et durable que l'on ne manque pas de rappvrter aux contextes si diffé-
rents de Gerone, Barcelone, Monserrat, Majorque, Ménorque, Valence, Alu
canthe, la oü le temps coule avec une hite SÍ délicieuse, ou encoré a Andore,
oü le temps s'est figé pour refléter l'histoire, une histoire scellée a jamáis. Pour
la plupart, ce sont la des images plaisantes et poétiques, la sympathie et leí
contpréhension ayant préside Ú leur conception.
S UM MARY
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smcenty leave an everlasUng mark ore the spint assonated "unth the pvofúe
of such different places as Gerona, Barcelona, Montserrat, Mallorca, Menorca,
Valencia, Alicante, "where time passes ivith delicious rapidity or, as in the
heari of Andorra, where this same time is detained reflecting a history al-
ready stamped for the future, The tonic of the.se ima-ges is on the tuhole
amiable and. poetic, for they have been studied •imth fnendhness ünd wn.-
derstanding.
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