Estoicismo DR
Estoicismo DR
Estoicismo DR
Segundo Lapso
14
Primer Documento
Nombre: Danny Ramírez
ESTOICISMO
El estoicismo es una escuela filosófica contemporánea y antagónica de la anterior.
El Estoicismo, recibe su nombre de la «Stoa» o pórtico, donde Zenón reunía a sus primeros
discípulos a comienzos del siglo IV a. C. En sus comienzos, esta corriente no tuvo mayor trascendencia:
pero alcanzó un auge inusitado en los primeros siglos de nuestra era, en Roma, donde vivieron sus
principales representantes: Epicteto, Séneca y Marco Aurelio.
Esta doctrina, que es fundamentalmente de carácter moral llama la atención de los primeros
pensadores cristianos por sus elevados principios, y pronto es asimilada por el cristianismo. De ahí que la
actitud estoica frente al mundo haya recorrido floreciente la historia del hombre occidental hasta nuestros
días
En los cimientos del estoicismo se halla la comprensión del mundo como un cosmos, un orden
universal, regido por leyes inmutables que gobiernan también la vida humana. El ideal del hombre
consiste en vivir conforme a la naturaleza. De ese modo, se adapta al orden universal y consigue la
felicidad.
El camino de la perfección reside en la Apatheia, una actitud de indiferencia positiva frente a los
acontecimientos. Para alcanzarla el hombre debe comenzar por cultivar la Ataraxia o imperturbalidad. El
no dejarse turbar por nada, sea agradable o desagradable, nos garantiza la tranquilidad de espíritu, en
armonía total con la naturaleza.
Todo lo que nos sucede: éxitos, alegrías, sufrimientos, muerte, es lo que nos conviene. Aceptarlo,
sin apego ni resistencia, es alcanzar la perfección y la felicidad.
A esta actitud se une la conciencia de la dignidad humana, basada en que todo en el universo es
divino. Como seres humanos todos los hombres somos iguales, tenemos la misma dignidad. Es tan
respetable el esclavo como el libre, el bárbaro como el romano: todos formamos parte del orden cósmico
divino.
TEXTO REPRESENTATIVO
EPICTETO
Máximas para alcanzar la Felicidad.
(Tomado de Manual o Máximas).
No desees nada con pasión; porque si deseas cosas que no dependen de ti es imposible que no te
veas frustrado; y si deseas las que de ti dependen, advierte que no estás bastante instruido de lo que es
necesario para desearlas honestamente. Por lo cual, si quieres hacer bien acércate ellas de manera que
puedas retirarte cuando quieras. Pero todo esto se ha de hacer con medida y discreción (...).
Cuando se te ofrece algún objeto enojoso, acostúmbrate a decir en ti mismo que no es lo que
parece sino pura imaginación. Luego que hayas hecho reflexión, examina el objeto por la regla que ya
tienes para ello. Considera si es cosa que depende de ti; porque si no depende, dirás que no te toca (...).
Por ejemplo: cuando manejas una olla de barro, piensa que es una olla de tierra la que manejas, y que
puede quebrarse fácilmente. Porque, habiendo hecho esta reflexión, y acaso se quebrase, no te causará
alteración. Asimismo, si amas a tu hijo o tu mujer, acuérdate que es mortal lo que amas, y por este medio
te librarás del impensado sobresalto cuando la muerte te los arrebate (...).
Si te hallases embarcado y el bajel viniese a tierra, te seria permitido desembarcar para buscar
agua, y, asimismo, nadie te impedirá el coger las conchelas que hallares en tu camino; pero te convendría
tener la vista siempre en el bajel, atendiendo a cuando el piloto te llamase, y entonces sería menester
dejarlo todo de modo que no te hiciese embarcar atado de pies y manos como una bestia. Lo mismo
sucede en la vida. Si Dios te da mujer e hijos, permitido te es amarlos y gozar de ellos. Pero si Dios te
llama, conviene dejarlo sin más pensar, y correr ligeramente a la nave. Y si ya eres viejo, guárdate de
alejarte y de no estar prevenido cuando seas llamado (...).
Nunca pidas que las cosas se hagan como quieras; más procura quererlas como ellas se hacen. Por
este medio todo te sucederá como lo deseas (...).
Acuérdate que conviene que representes la parte que te ha querido dar el autor de la comedia. Si
es corto tu papel, represéntate corto; si largo, represéntate largo. Si te manda hacer el papel de pobre,
hazlo naturalmente lo mejor que pudieres. Y si te da el de príncipe, el de cojo o el de un oficial mecánico,
a ti te toca el representarlo y al autor el de escogértelo (…).
Por opinión que tenemos de las cosas que nos tocan podemos conocer lo que desea la Naturaleza.
Cuando el criado de tu vecino rompe un vidrio decimos, luego, que aquello sucede ordinariamente,
conviene comportarse de la misma manera cuando te rompa el tuyo, y quedar tan mesurado como cuando
se rompió el de tu vecino. Aplica esto también a las cosas mayores. Cuando el hijo o la mujer de tu vecino
se mueren, no hay quien no diga que eso es natural; pero cuando nos sucede tal accidente nos
desesperamos y gritamos diciendo; “¡Ah, cuan desgraciado soy! ¡Ah, cuan miserable!”. Pero deberás
recordar en este suceso lo que sientes cuando a otro le acontece la misma cosa (...).
El aplicarse demasiado a las cosas corporales es señal de un alma baja, como es ser continuo en
ejercicios de comer y beber mucho, el darse demasiado a las mujeres y gastar más tiempo del que es
menester en las demás funciones del cuerpo. Todo esto se ha de hacer de prisa y como de paso. Al
espíritu se han de dar todos nuestros cuidados.
NEOPLATONISMO
Siguiendo con las éticas del mundo grecorromano, tenemos la ética del neoplatonismo, muy
emparentada con las anteriores. Esta corriente es marcadamente religiosa y recoge la tendencia mística
del hombre a sumergirse en la divinidad.
Ya el ideal de vida propuesto por Platón para alcanzar la felicidad enfatizaba el cultivo de la
sabiduría mediante la contemplación y la modificación de todos los deseos sensuales que provienen del
cuerpo, la parte inferior y perecedera del hombre. Plotino, desarrollando el esquema del idealismo
platónico, elabora toda una metafísica religiosa que influirá decisivamente en la ascética cristiana hasta
mediados del siglo XX y que aún perdura en numerosos grupos religiosos, que siguen colocando la
perfección de la vida cristiana en la unión afectiva del alma con Dios.
El fundamento o principio supremo de toda la realidad es el Uno, que es el ser perfecto, primero,
absoluto. De él proviene, por emanación, el nous, inteligencia o espíritu, y de éste el alma. En estas tres
realidades existe unidad y perfección.
TEXTO REPRESENTATIVO
PLOTINO
Sobre las Virtudes y sobre el Origen del Mal
(Tomado de Enéada Primera).
Habrá que inquirir ahora si la purificación es lo mismo que la virtud de que hablamos, o si es en
realidad su guía, en cuyo caso la virtud irá tras sus pasos. ¿Diremos que la virtud es el acto de purificarse
o el estado de purificación que con ello se alcanza? Indudablemente, virtud que está en acto es más
imperfecta que el estado mismo, ya que éste es como el fin de aquél. Ahora bien, ese estado de
purificación consiste en la separación de todo lo que nos es extraño, en tanto el bien es otra cosa distinta.
Ciertamente, si el ser era bueno antes de volverse impuro, parece notorio que la purificación seria
suficiente. Lo que quedaría tras ella seria el bien y no la purificación misma.
Y eso precisamente es lo que hay que indagar; pero, ¿estaremos seguros de que es el bien la
naturaleza subsistente? En verdad, nos inclinamos a excluir tal afirmación, porque entonces el bien
existiría en el ser malo. ¿Diremos, pues, que esa naturaleza es sólo buena en apariencia? Porque, por lo
pronto, no es apta para permanecer unida a lo realmente bueno, sino que se inclina indistintamente hacia
lo bueno y hacia lo malo. El bien de ella no es más que la convivencia con algo afín, y el mal, la unión
con sus contrarios. A dicha convivencia convendrá la purificación, y será de hecho posible si se vuelve
hacia el bien.
Más esa conversión, ¿Se da después de la purificación? Sin duda, se afirma después de ella. Y ni
la virtud misma es otra cosa que lo que resulta de la conversión hacia el bien. Pues, ¿qué? Se trata de la
contemplación y figuración de lo inteligible, que es puesta y actúa en el alma a la manera como la visión
ocular en referencia a su campo visual. Ciertamente, el alma poseía lo inteligible, aunque sin recordarlo; y
lo poseía, no en acto, sino como yacente en una región oscura. Para iluminar esta región y conocer que
existe en ella misma, conviene que el alma se dirija a algo que la ilumine.
Ahora toca preguntarse; “¿Cómo, si existe el bien, existe también por necesidad el mal? ¿Es
acaso por ello que deba existir la materia en todo el universo?” Necesariamente, el universo se compone
de cosas contrarias y no existiría de no existir la materia “Pues la naturaleza de este mundo resulta de una
mezcla de inteligencia y necesidad”; todo cuanto viene a él procede de Dios, es bueno, el mal, en cambio,
proviene de la “antigua naturaleza”, o dicho con el lenguaje de (Platón), de la materia que aún no ha sido
ordenada.
Más, si ese universo se debe a Dios, ¿cómo ha de poseer una naturaleza mortal? Naturalmente
damos por supuesto que al hablar Platón de “este lugar” se refiere al universo. Con sus palabras: “ya que
habéis nacido, no sois inmortales, pero, sin embargo, por mi intervención no seréis destruidos”, parece
autorizarnos a decir, con toda razón, que el mal no será destruido. Pero entonces, ¿cómo hemos de huir de
él? Indudablemente, “no por el cambio de lugar, sino por la adquisición de la virtud y la separación del
cuerpo”, pues ello implica también separación de la materia, ya que la coexistencia con el cuerpo es
asimismo coexistencia con la materia. Platón mismo nos aclara en qué consiste ese estar separado: es un
existir en la vecindad de los dioses y en relación con lo inteligible, morada de los seres inmortales.
La necesidad del mal podremos interpretarla así: puesto que el bien no existe solo,
necesariamente deberá haber un término a la sucesión que surja de él o, si queremos precisarlo mejor, a
todo lo que desciende y se aleja de él; este término será el último de la serie y no engendrará ningún otro
ser; de ahí que se le considere justamente como el mal. Hay algo por necesidad después de lo que ocupa
el primer lugar; ese algo es en último término, la materia, que nada tiene ya del Bien. Tal es precisamente
esa necesidad del mal.