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El contexto histórico de Kant está situado en el siglo XVIII, y más exactamente en la época
que va desde la revolución inglesa de 1688 hasta la revolución francesa de 1789. Se
presenta como una época en la que se desarrolló la conciencia de estar empezando una
nuevo período en el que la razón y la ciencia iluminarían por fin al hombre.
De ahí que esta época reciba el nombre de Ilustración por toda Europa. [El idealismo
trascendental de Kant será una de las obras fundamentales de dicho momento en la
historia europea. Y así como la Ilustración consuma el giro antropocéntrico iniciado en el
Renacimiento, no es extraño que el propio Kant resuma en la pregunta ¿qué es el
hombre? las tres dimensiones fundamentales de su obra: el conocimiento, la acción moral
y la esperanza racional. ]
Lutero defendía que la salvación del hombre no dependía del mérito de sus acciones, sino
del don incondicional de la gracia divina. (Importantes intelectuales tuvieron formación
luterana, como, por ejemplo, Bach, Hegel y Kierkegaard). Calvino, por su parte, creía en la
predestinación, esto es, en que Dios había elegido a algunas personas a las que salvaría,
mientras que otras estarían ya destinadas a la condenación eterna. Kant, de educación
pietista, creía inicialmente en el poder de los milagros y en que Dios podía intervenir en la
historia variando el destino del hombre, lo cual iba en contra de la tesis calvinista de la
predestinación. El racionalismo creía en la libertad de la voluntad, pero la hacía depender
de un ser superior. Kant postulará la libertad como necesaria y como característica propia
del ser racional. Será la que podrá generar una voluntad buena y la que podrá dotar de
valor moral a la vida del hombre.
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Esta interpretación, así como las críticas basadas en ella, no es irrelevante como
objeción a la completa teoría kantiana del espacio, del tiempo y de las matemáticas tal y
como aparece en la Estética Trascendental. Me parece, sin embargo, que no hace
justicia al modo en que Kant llegó realmente a su teoría. No da cuenta suficientemente
de las consideraciones precríticas de la matemática, e incluso parece fallar a la hora de
dar sentido a los argumentos por medio de los cuales Kant intentó probar su teoría. Por
tanto, no nos da la posibilidad de exponer completamente los verdaderos argumentos de
Kant sobre espacio, tiempo y matemáticas, o criticarlos con justicia. No es tanto falso
como estrecho.
Por supuesto, sigue siendo verdadero que más tarde, en su sistema, Kant llegó a
hacer intuitivas las intuiciones de nuevo, y lo hace, en particular, arguyendo que todas
nuestras intuiciones humanas están vinculadas a la sensibilidad, es decir, con nuestra
facultad de percepción sensible. Pero tenemos que mantener en la mente que esta
conexión entre intuiciones y sensibilidad no fue tomada por Kant como una mera
consecuencia lógica de la definición de intuición. Al contrario, Kant insiste a lo largo de
toda la Crítica de la razón pura, que no es impensable que otros seres puedan tener
intuiciones por medio de otros sentidos.[5]
La conexión entre sensibilidad e intuición era, para Kant, algo que debía ser
probado, y no algo que deba ser asumido.[6] Las pruebas que él dio para asumir esta
conexión (en el caso de los seres humanos) son presentadas en la Estética
Trascendental. Por tanto, estamos en nuestro derecho de asumir la conexión entre
sensibilidad e intuiciones solo en aquellas partes del sistema kantiano que son
lógicamente posteriores a la Estética Trascendental.
Hay, de hecho, muy buenas razones para concluir que la discusión del método
matemático en la Doctrina del método es previa y presupuesta por la discusión kantiana
típicamente crítica del espacio y el tiempo en la Estética Trascendental. Uno de ellos
debería ser suficiente: en Prolegomena, en el trabajo en el cual Kant quiso dejar clara la
estructura de su argumento, él apela explícitamente a sus discusiones de la metodología
de las matemáticas al final de la Crítica de la razón pura al comienzo y durante el
argumento que corresponde a la Estética Trascendental, haciendo así explícita la
dependencia de la última sobre la primera. Esto ocurre tanto cuando Kant discute la
sinteticidad de las matemáticas (Prol. AA: IV, 272) como cuando discute su carácter
intuitivo (Ibidem, 282; cf. p. 266).
Otra razón persuasiva es que, en momentos decisivos de la Estética
Trascendental, Kant por intuiciones quiere decir precisamente lo que su propia
definición nos dice. Por ejemplo, él argumenta como sigue acerca del espacio: “El
espacio no es… Un concepto de relaciones de cosas en general, sino una intuición pura.
Ya que… nos podemos representar solo un espacio… El espacio es, esencialmente, uno;
su multiplicidad y, por tanto, también el concepto universal de espacios, depende
solamente de la introducción de limitaciones. Por consiguiente, se sigue que una…
intuición subyace a todos los conceptos de espacio” (A24-25 = B39). Aquí, el carácter
intuitivo es inferido directamente de la individualidad, y no quiere decir otra cosa que la
última.
Pero me temo que, a pesar de las excelentes razones que pueda haber para revertir el
orden de la exposición kantiana en la primera Crítica, y para poner antes de la Estética
Trascendental la discusión de las matemáticas en la Methodenlehre, mis lectores
podrían estar aún poco convencidos de ellas. ¿Pudo Kant realmente no haber querido
decir nada más que esto con su caracterización del método matemático? ¿Pudo él haber
pensado que el hecho de que los matemáticos hagan uso de casos especiales de
conceptos generales, mientras que los filósofos no, sea una peculiaridad importante del
método de los matemáticos, a diferencia del método de los filósofos? ¿No es sugerir
esto llevar la definición kantiana de intuición demasiado lejos?
Pienso que la respuesta a esto es que hubo un tiempo en el que Kant creyó que
una de las principales particularidades del método matemático es considerar
representaciones particulares de conceptos generales.[7] Este punto de vista fue
presentado en el texto precrítico premiado de 1764. Su interpretación es bastante
independiente de los escritos críticos kantianos. En particular, la formulación de esta
teoría precrítica de Kant no involucra para nada la noción de intuición. Se sigue, por
tanto, que la idea del método matemático como basado en el uso de conceptos
generales in concreto, es decir, en la forma de instanciaciones individuales, era el punto
de partida de las consideraciones más elaboradas de las matemáticas. Si la lectura que
sugiero de la caracterización kantiana de las matemáticas es o no exhaustiva, esto es, si
intuición allí significa o no algo más que una idea particular, en cualquier caso, esta
lectura es la única desde la que tenemos que empezar a intentar entender las
consideraciones kantianas sobre la matemática.
Es útil observar en este punto que la lectura de Kant que estoy sugiriendo no es
enteramente incompatible con la otra interpretación más tradicional. Por un lado, una
imagen mental completamente concreta representa un particular y, por tanto, una
intuición en el sentido de la definición más amplia. Por otro lado, las instanciaciones
particulares de conceptos generales son frecuentemente más fáciles de tratar que los
conceptos generales mismos; son mucho más intuitivos, en el sentido ordinario de la
palabra, que los conceptos generales. Las dos interpretaciones no están en desacuerdo
de manera tan amplia a como pudiera parecer a primera vista. Lo que realmente las hace
distintas es si Kant tuvo alguna vez en mente, además de las intuiciones ‘habituales’, en
el sentido de representaciones mentales o imágenes, otros entes individuales que son
efectivamente usados en argumentos matemáticos. Pienso que esto es algo que debemos
tomar en consideración.
De hecho, si miramos más de cerca a la verdadera teoría de las matemáticas tal y como
se presenta en el final de la Crítica de la razón pura, veremos que algunas cosas se nos
hacen más obvias si tenemos en mente la noción de intuición como una idea particular
en contraposición a los conceptos generales. Habitualmente, se lee la teoría kantiana del
método matemático a la luz de lo que él dice en la Estética Trascendental. En otras
palabras, se lee ‘intuición’ como si significara una ‘representación mental’ o ‘una
imagen ante el ojo de nuestra mente’, o algo de este género. Pero entonces se hace muy
difícil entender por qué Kant se refiere al álgebra y a la aritmética como basadas en el
uso de la intuición. La utilidad de usar los símbolos algebraicos no es, ciertamente,
proveernos a nosotros mismos con imágenes o representaciones mentales más vívidas.
Los académicos han intentado reconciliar las afirmaciones de Kant sobre el álgebra y la
aritmética con sus doctrinas críticas tal y como aparecen en la Estética Trascendental. El
resultado de estos intentos es recogido adecuadamente, pienso, por el Profesor C. D.
Broad, en un conocido ensayo sobre ‘la teoría kantiana del razonamiento matemático y
filosófico’, donde él dice que “Kant no ha dado en absoluto una teoría del razonamiento
algebraico”.[8] Esto es, en mi opinión, completamente correcto si leemos la descripción
kantiana del método matemático a la luz de lo que él dice en la Estética Trascendental.
Pero entonces, la idea de Broad se vuelve, me parece, casi una reductio ad absurdum de
la asunción de que la Estética Trascendental es, en la mente de Kant, lógicamente previa
a la discusión de las matemáticas del final de la primera Crítica. Ya que, en esta
asunción, las afirmaciones que Kant hace sobre aritmética y álgebra no son solo
privadas de su verdad, sino también de su significado. Si la Estética Trascendental fuera
lógicamente previa a la metodología kantiana de las matemáticas, se haría
completamente incomprensible lo que realmente Kant podría haber querido decir con
sus afirmaciones sobre aritmética y álgebra que tan obviamente están en desacuerdo con
sus teorías profesadas.
Por otro lado, si asumimos que por ‘intuición’ Kant solo quiso referirse a una
representación de un individuo cuando él trataba sobre aritmética, un número de cosas,
aunque no necesariamente todas, se vuelven obvias. Si podemos asumir que los
símbolos que usamos en álgebra sirven como números individuales, entonces se vuelve
trivialmente verdadero decir que el álgebra está basada en el uso de intuiciones, es decir,
en el uso de representaciones de individuos, a diferencia de conceptos generales. Al fin
y al cabo, las variables del álgebra elemental comprenden los números y no toman los
predicados de los números como sus valores sustitutivos, como sí podrían hacer las
variedades de la silogística formalizada. Entonces, podemos también entender lo que
Kant tenía en mente cuando llamó construcciones a las operaciones algebraicas, tales
como la suma, la multiplicación y la división. ¿Qué ocurriría si, al combinar nosotros en
álgebra dos letras, a y b, con un signo funcional, digamos f o g o + o · o :, obteniendo
así una expresión como f(a, b) o g(a, b), o a+b, a·b o a:b? Esas expresiones,
obviamente, hacen referencia a números individuales o, más generalmente, a
magnitudes individuales, habitualmente, a individuos diferentes a los que hacían
referencia a y b. Lo que ha pasado, por tanto, es que hemos introducido una
representación para un nuevo individuo. Y una tal introducción de representaciones para
nuevos individuos, es decir, nuevas intuiciones, era justo lo que, de acuerdo con la
definición kantiana, ocurre cuando construimos algo. Se puede decir que los nuevos
individuos representan los conceptos ‘la suma de a y b’, ‘el producto de a y b’, etc.
Las afirmaciones de Kant sobre aritmética presentan un problema algo más complicado.
No las trataré aquí completamente, aunque se podría mostrar que estas se alinean con la
interpretación que estoy sugiriendo. Solo hay un punto que quiero tratar aquí.
Es fácil ver que sí lo hay. Ya que, ¿cuál es la estructura de una proposición en
Euclides? Habitualmente, una proposición consiste en 5 (o algunas veces, 6) partes.
[10]
Primero hay una enunciación de una proposición general. Por ejemplo, en la
proposición 20 de los Elementa: “en cualquier triángulo, dos lados tomados de
cualquier modo, son más grandes que el restante.” Esta parte de la proposición fue
llamada la πρότασιϛ.
Cuando esta estructura de una proposición euclidiana se compara con la noción kantiana
del método matemático, el acuerdo es obvio. La idea de Kant de la geometría era, puede
decirse, euclidiana en más de un sentido de la palabra. Cuando Kant dice que el método
de los matemáticos es siempre considerar conceptos generales in concreto, en una
aplicación particular, él tiene en mente el proceso de exhibición o ecthesis de una
proposición euclidiana, donde una proposición geométrica general es ‘mostrada’ o
‘exhibida’ por medio de una figura particular. Esto debe su origen a los ejemplos por
medio de los que Kant explica su teoría del método matemático. Él dice que la
superioridad del método matemático sobre el filosófico en geometría yace en el hecho
de que el matemático puede trazar figuras reales y desarrollar pruebas a partir de tales
figuras. Por ejemplo, si un filósofo (qua filósofo) intenta probar que la suma de los
ángulos internos de todo triángulo es igual a dos rectos, se limita, dice Kant, a analizar
los conceptos de ‘línea recta’, ‘ángulo’ y ‘tres’, y es incapaz de llegar a ningún lado. Un
matemático, en cambio, puede trazar una figura de un triángulo, completarla por medio
de construcciones adicionales (es decir, introducir en el argumento nuevas líneas,
círculos… etc. adecuadas). Y, de este modo, hacer obvia la proposición que ha de ser
probada. (Véase A716-717/B744-745).[11]
En geometría existe una antigua distinción entre dos tipos de método. Por un lado, está
el método de asumir un resultado deseado que debe ser alcanzado, por ejemplo, cuando
asumimos que hemos tenido éxito al realizar la construcción deseada en el sentido
ordinario de ‘construcción’. A partir de estas asunciones, uno argumenta, entonces, por
decirlo de algún modo, ‘hacia atrás’, [es decir,] hacia las condiciones sobre las cuales
son posibles estas construcciones, así como hacia los modos en que pueden efectuarse.
Esto se llama ‘método analítico’. Algunas veces se ha adscrito a Platón, pero no fue
empleado explícita y sistemáticamente a gran escala hasta la geometría analítica de
Descartes, cuyo mismo nombre se deriva del método ‘analítico’ en cuestión. El otro
método era el sintético. Al aplicarlo, uno intenta efectuar el resultado deseado, por
ejemplo, cuando hacemos una construcción deseada al desarrollar, efectivamente, la
construcción. Lo que distingue ambos métodos es, por tanto, hablando ampliamente, el
hecho de que en el método analítico no se hacen construcciones, mientras que el método
sintético se basa en el uso de las construcciones reales.[12]
¿Qué hemos logrado hasta ahora? Hemos visto que, en la teoría kantiana del método
matemático, presentada hacia el final de la primera Crítica, uno debe tener en mente la
posibilidad de que por intuiciones Kant quisiera decir representaciones particulares de
conceptos generales. Hemos visto que, desde este punto de vista, una serie de aspectos
de la teoría kantiana del álgebra, de la aritmética y de la geometría se hacen más
evidentes. Sin embargo, se puede decir, la posibilidad de intuiciones que no sean
sensibles es descartada en la Estética Trascendental. Allí, Kant argumenta que el uso de
las intuiciones en matemáticas está basado en las intuiciones de espacio y tiempo, y que
esas intuiciones dependen de la estructura de nuestra sensibilidad. No queda, por tanto,
espacio en matemáticas para intuiciones que no estén conectadas con la sensibilidad.
No quisiera negar que esto es lo que dice Kant. Sin embargo, quiero señalar que
el desacuerdo entre la anterior interpretación de la metodología kantiana de las
matemáticas y su teoría del espacio y el tiempo en la Estética Trascendental no
desaprueban mi interpretación. La discrepancia entre las dos partes del sistema kantiano
desmiente mi lectura de Kant solamente si la interpretación de las matemáticas dada en
la Estética Trascendental es correcta. Kant afirma allí que el uso de las intuiciones en
matemáticas sólo puede entenderse si asumimos que todas esas intuiciones dependen de
nuestra sensibilidad. Ahora bien, si hay intuiciones, es decir, variables individuales o
‘intuiciones’ de álgebra, que no tienen relación con nuestra sensibilidad, entonces, no es
que la única conclusión posible sea que esas referidas intuiciones no sean para nada
intuiciones en sentido kantiano. La otra posibilidad es decir que ellas son intuiciones
genuinas, pero que Kant sencillamente se equivocó al decir que todas las intuiciones
empleadas en matemáticas son sinnlich, es decir, que dependen de nuestra mente.
Pero entonces queda por explicar cómo Kant llegó a considerar la doctrina
equivocada. He sugerido que la noción de método matemático como se presenta en el
uso de instancias individuales era el punto de partida de la más conocida teoría kantiana
de que todas las intuiciones que usamos en matemáticas dependen de nuestra
sensibilidad. ¿Qué hay en la noción de intuición [entendida] como una instancia
individual que nos haga pensar que esta conclusión es inevitable? Hemos discutido el
rol de las intuiciones en el sentido de representaciones de individuos en álgebra, en
aritmética y en geometría. ¿Cuáles son los rasgos comunes de esos usos que sólo
pueden explicarse de acuerdo con Kant asumiendo que las intuiciones matemáticas son
sensibles? ¿Cuál es el común denominador de todas las ‘construcciones’ matemáticas
que hemos discutido?
La respuesta a la cuestión es, pienso, que sí. Podemos ver por qué era natural
para Kant hacer la transición desde el uso de instancias individuales de cualquier tipo a
su conexión con la sensibilidad. Delinearé brevemente dos explicaciones. Puede decirse
que, históricamente, nada era más natural para Kant que conectar individuos con el uso
de nuestros sentidos. Aristóteles ya sostuvo que “es solo la percepción sensible la que es
adecuada para recoger los particulares” (Analytica posteriora I, 18, 81b6). Todo el
conocimiento, por tanto, que es obtenido por medio de particulares debe ser perceptivo.
Cómo era de natural la aplicación de esta idea aristotélica general al caso de las
construcciones en el sentido kantiano se muestra quizás por el hecho de que Alejandro
el Comentador ya aplicó la idea de Aristóteles al proceso de ecthesis. Alejandro sostuvo
que el término singular introducido en la ecthesis es dado por la percepción, y que la
prueba a través de la ecthesis, por tanto, consiste en un género de evidencia perceptiva.
[18]
Y la asunción aristotélica general acerca de los individuos y de los sentidos fue
repetida por los predecesores alemanes de Kant.
Otro modo, y quizás el más importante, de hacer plausibles las ideas de Kant, puede
derivarse de la división en partes de las proposiciones euclidianas. Hemos visto que para
él el uso de las construcciones tenía lugar en la primera y tercera de las partes de una
proposición euclidiana, mientras que la parte cuarta de la argumentación era puramente
no constructiva o, lo que es lo mismo, puramente analítica. Ahora bien, la distinción
entre esas partes de la proposición euclidiana corresponde, de acuerdo con una
interpretación habitual que Kant parece haber aceptado, a una distinción entre dos tipos
de principios del sistema de Euclides. Los principios de la construcción son los así
llamados postulados, mientras que los principios de la prueba propiamente dicha son
llamados axiomas (nociones comunes). Resulta significativo que los ejemplos que Kant
da de principios analíticos empleados en geometría (B17) obviamente caen bajo la
segunda categoría. (Esto muestra incidentalmente que la noción kantiana de
construcción en geometría no era, como algunas veces se ha sugerido, algo ajena al
tratamiento axiomático de la geometría. Los mismos ejemplos que Kant da de
construcciones geométricas están basados o bien directamente en los postulados de
Euclides o, por el contrario, en proposiciones explícitas que Euclides había probado
antes; un hecho del que Kant difícilmente pudo no haber sido consciente. De hecho, la
principal construcción requerida en el ejemplo favorito de Kant, el teorema acerca de
los ángulos internos de un triángulo, está basado en el postulado de las paralelas que el
propio Kant había intentado probar.)
Expresado de esta manera, todo el problema parece ser espurio. Ciertamente, no hay
nada que pueda prevenir a un matemático de estudiar sistemas de axiomas que
incorporan asunciones existenciales generales. El problema solo tiene sentido si nos
ocupamos del problema de la aplicabilidad del razonamiento matemático a la realidad.
Sin embargo, esto es ciertamente algo de lo que Kant no se había ocupado en la
Exposición Trascendental, a pesar del hecho de que él insiste en que está hablando solo
de matemáticas puras. (Esto aparece de manera particularmente clara en los parágrafos
8 y 9 de Prolegomena; véase la discusión de Vaihinger de estos parágrafos.) Podemos
preguntar: ¿qué ocurre cuando aplicamos a la realidad un argumento matemático
particular en cuyo desarrollo ha sido empleado un postulado, es decir, una asunción
general existencial? Al aplicarlo, tenemos que introducir una representación para un
nuevo individuo, como dice Kant, “sin tener presente ningún objeto al que me pudiera
referir o bien anteriormente o ahora.” La introducción de la nueva representación para
un individuo es desarrollada a priori. La existencia del objeto individual en cuestión, en
otras palabras, no es dada por la experiencia. Kant describe esta situación diciendo que
la intuición o, en nuestros propios términos, la representación para un objeto individual
precede a su objeto. Lo único que puede asegurarnos que hay algún objeto que
corresponde a la representación es la asunción general existencial. Sin embargo, podría
parecer que no habría para nada justificación general para la aplicación de asunciones
generales a menos que estemos familiarizados, de hecho, con los objetos que asumimos
que existen, cosa que simplemente no es el caso con las aplicaciones de nuestro
conocimiento a priori. Parece imposible, como Kant dice, intuir algo a priori. Ya que en
ausencia de una verdadera conciencia de que no hay, en realidad, nada que nos pueda
asegurar que siempre podamos encontrar objetos que se correspondan realmente con las
representaciones que hemos introducido o que tengan las propiedades que esperamos
que tengan.[19]
La solución kantiana de este problema (real o aparente) consiste en decir que
hay un y solo un caso en el cual podemos estar seguros de que los individuos cuya
existencia hemos asumido realmente existen y tienen las propiedades deseadas. Este es
el caso en el cual nosotros mismos hemos creado los objetos en cuestión o [en el que]
nosotros mismos hemos puesto las propiedades y las relaciones en ellos.[20] Y él parece
pensar que hay solo una fase de nuestra toma de conciencia de los objetos en la cual este
tipo de ‘poner propiedades en los objetos’ puede tener lugar. O, más bien, hay solo una
fase en la cual podemos ‘poner propiedades’ en todos los objetos (individuales). Esta
fase es la percepción sensible. Puesto que la percepción sensible es el único modo en el
cual un objeto individual puede ‘abrirse camino’ en nuestra conciencia. El sentido
externo es el único modo en que podemos hacernos conscientes de los objetos externos.
Por esta razón, es la única fase de nuestro llegar a conocer objetos en la cual nosotros
mismos podemos dar relaciones espaciales a todos los objetos externos. Por tanto, las
relaciones espaciales postuladas en geometría deben depender de la estructura del
sentido externo.
Estoy trayendo a colación esta reconstrucción parcial solo como una primera
aproximación a lo que Kant tenía en mente en la Exposición Trascendental. Esta
reconstrucción está relacionada de modo notablemente estrecho con el ‘argumento
trascendental’ de Kant en su teoría del espacio y el tiempo, especialmente tal y como se
presenta en los Prolegomena. He intentado meramente rellenar esos espacios que el
propio Kant no enfatizó a la luz de sus asunciones generales. La relación de mi
reconstrucción parcial con los otros argumentos de la visión kantiana es más
complicada, y requiere de una discusión más larga que no puedo llevar a cabo ahora.
Quiero enfatizar que no estoy afirmando para nada que el argumento de Kant es
correcto. Mi principal propósito, al que sirve aquí la reconstrucción, es sugerir que el
problema kantiano de la posibilidad de las construcciones en matemáticas, así como su
pretendida solución, tiene sentido perfectamente incluso cuando, por ‘construcción’,
solo se hace referencia ‘a la introducción de representaciones individuales para
conceptos generales’.
(1) El razonamiento matemático se ocupa principalmente de la existencia de
individuos.
(2) Los resultados del razonamiento matemático son aplicables a toda experiencia a
priori.
En virtud de las asunciones ‘copernicanas’ generales de Kant (“podemos saber a
priori de las cosas solo lo que nosotros mismos ponemos en ellas”), (1) y (2) nos
obligan a concluir:
(3) La existencia de los individuos de los que se ocupa el razonamiento matemático
depende del proceso por medio del cual llegamos a conocer la existencia de
individuos en general.
Por supuesto, lo que realmente importa no es la existencia de los individuos
como tales (hay muchos individuos que existen en el mundo), sino la existencia
de los individuos que guardan las relaciones adecuadas unos con otros. Por
tanto, podemos parafrasear (3) como sigue:
(4) Las relaciones recíprocas de los individuos de los que se ocupa el razonamiento
matemático dependen del proceso por medio del cual llegamos a conocer la
existencia de individuos.
Estos sistemas de relaciones recíprocas deberían mostrarse por la estructura del
razonamiento matemático.
Ahora bien, Kant parece asumir que
(5) El proceso por medio del cual llegamos a conocer la existencia de individuos en
general es la percepción (sensación).
De (4) y (5) se sigue que
(6) La estructura del razonamiento matemático depende de la estructura de nuestro
aparato perceptivo.
Ahora bien, (6) es, en efecto, un rasgo básico de la doctrina completa y
definitiva de Kant del método matemático, en cuanto complementada por los
resultados que él pensó que había alcanzado en la Estética Trascendental.
19. ¿NOS SON ‘DADOS’ INDIVIDUOS?
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.5775983
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ISSN: 2386-7655
URL: http://con-textoskantianos.net
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“Crítica” significa análisis (por sustracción) de una parte pura (no empírica) tanto de la facultad
como de los conocimientos producidos por esa facultad (v.gr. los objetos).