Contrarevolucion de Guatemala
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Contrarevolucion de Guatemala
La otra América
La consolidación de los estados-nación en América Latina significó un proceso
necesariamente conflictivo, atravesado por los antagonismos característicos que
adquiere el capitalismo en los países periféricos. Durante la primera mitad del siglo
XIX, la transición de las colonias americanas a estados independientes, estuvo
inherentemente atravesada por el avance del imperialismo Norteamericano. En
América Latina, la expansión imperialista adoptó la forma “legal” de la Doctrina
Monroe, se asentó sobre los pilares de libertad, progreso y cristianismo, como
modo de legitimación frente a la necesidad de financiación y justificación que
implicó la Guerra Fría (Romano, 2012:135). Con la política del “gran garrote” se
cristalizó un proceso de mayor intervención y dominación imperialista de los
Estados Unidos sobre los países de Centroamérica y el Caribe (Boersner,
1990:205). Esta intervención se materializó a partir de la concesión de préstamos,
el establecimiento de empresas y compañías norteamericanas, la instalación de
bases militares e incursiones armadas.
Hacia fines del siglo XIX se redefinió el concepto de “América Latina” creado por
Napoleón III. Si bien en un principio fue utilizado como medio de justificación del
proyecto expansionista francés hacia México, apelando a una unión entre los
pueblos latinos contra los anglosajones, el concepto fue reinterpretado a la luz del
fracaso francés y la consiguiente victoria estadounidense (Phelam, 1993:464). De
esta manera, entre los intelectuales se arraigó la idea de la necesidad de una
unidad latinoamericana para contrarrestar la influencia político-económica que
ejercía Norteamérica.
A partir de la crisis de 1929 y hasta fines de la Segunda Guerra Mundial, las
relaciones con los Estados Unidos adquirieron un tinte más moderado a partir de
la implementación de la política del “Buen Vecino”. Por otro lado, si bien cesaron
las intervenciones militares directas, Norteamérica encontró nuevas formas de
penetración imperialista a partir de la instalación de embajadores leales como una
forma de presión política1. Esta táctica perduró hasta el comienzo de la Guerra
Fría, momento en el cual Estados Unidos