Reporte Observatorio Edadismo
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Reporte Observatorio Edadismo
www.observatorioenvejecimiento.uc.cl
Edadismo:
Imagen social de la vejez
y discriminación por edad
Introducción
El edadismo es el término que refiere a los estereotipos, prejuicios y discriminación que sufren las personas por
su edad cronológica. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el edadismo surge cuando
la edad se utiliza para categorizar y dividir a las personas por atributos que ocasionan daño, desventaja o
injusticia, y menoscaban la solidaridad intergeneracional.
Si bien el edadismo se puede vivir tanto en edades tempranas como más avanzadas, en 1969 Robert Neil
Butler acuñó el término “ageism” para denominar la discriminación de las personas mayores por el solo
hecho de tener más edad, el que posteriormente se tradujo como edadismo y también “viejismo”. En este
reporte, se utilizará el término haciendo referencia a ese significado.
El edadismo hacia las personas mayores está enraizado en una imagen negativa de la vejez, que se asocia a
una etapa de deterioro, vulnerabilidad e improductividad. Sin embargo, estas concepciones son infundadas,
ya que el envejecimiento, al no estar determinado sólo por los cambios biológicos, se constituye en un
largo camino, donde la experiencia de diversas situaciones de vida y la influencia de factores sociales y
generacionales, hacen que esta etapa de la vida sea heterogénea y diversa, incluso más que cualquier otra.
De acuerdo con la OMS, el edadismo se expresa en tres planos: estructural, interpersonal y autoinfligido.
El edadismo estructural es el que se observa a nivel de políticas, leyes y normas que rigen una sociedad.
En vista de que las políticas se diseñan sobre la base de una concepción social de los sujetos a los cuales
apuntan, una imagen negativa de la vejez afecta en el desarrollo de políticas públicas adecuadas. Por lo
tanto, permite el levantamiento de normas que resultan discriminatorias por edad, afectando así el desarrollo
de las personas mayores.
El edadismo interpersonal es aquel que se manifiesta en la forma en que los individuos se relacionan. Aquí el
trato se condiciona producto de los estereotipos y prejuicios que se tienen en torno a la vejez. Esto conlleva
a que se restrinjan las expectativas de lo que una persona mayor es capaz de pensar, crear, hacer y resolver,
limitando sus posibilidades de participación y aporte en todos los ámbitos, ya sea en lo familiar como en lo
laboral y social.
Por su parte, el edadismo autoinfligido es aquel en que la persona mayor -al haber internalizado esta imagen
social negativa de la vejez y recibir un trato diferenciado por su edad- comienza a pensarse en base a estos
patrones definidos, afectando así su autoimagen. En este sentido, el edadismo afecta también a las personas
más jóvenes que también internalizan estas creencias y limitan su propio envejecimiento, o incluso intentan
evadirlo.
O1
El edadismo es entonces un fenómeno multidimensional, y muchas veces sus causas y efectos se encuentran
interrelacionados, pudiendo afectar en una gran escala. En esta línea, Chang (2020) destaca que 6.33
millones de personas mayores en el mundo se encuentran con depresión a causa de la discriminación por
edad. Es por ello que la educación, las interacciones intergeneracionales y políticas públicas adecuadas son
vitales para combatir este fenómeno.
Este reporte tiene como objetivo visibilizar el alcance del edadismo en nuestro país y aportar estrategias
que permitan reducirlo. Para ello, contamos con la visión de Berta Espinoza del Observatorio de Personas
Mayores de La Reina; Gustavo González, integrante de la Unión Comunal de Teno, y Alejandro Reyes,
miembro de la Alianza de organizaciones de la Sociedad Civil por la Defensoría de las Personas Mayores y
Programa Personas Mayores y Derechos ONG CEC. Además, se incluyen entrevistas a expertos en el área
como Susana González, gerontopsiquiatra UC; Paulina Osorio, antropóloga especializada en temas de vejez
y envejecimiento de la Universidad de Chile; Agnieszka Bozanic, presidenta de la Fundación Geroactivismo y
Muriel Abad, Jefa de la División de Planificación del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA).
Las creencias negativas de la vejez están bastante extendidas en la sociedad actual, y de acuerdo con Paulina
Osorio, antropóloga especializada en temas de vejez y envejecimiento, son la base del edadismo. “Detrás de
todas las acciones edadistas o bien de la discriminación por edad, hay una imagen fija de un sujeto -en este caso
de la persona mayor- y muchos prejuicios”, comenta.
O2
Figura 1: Imagen social de la vejez en Chile y el mundo
Creencia de que las personas 70+ tienen una posición social baja
60
Proporción de respuesta
58
40
45 40
34
20
23 21
16
0
Suecia Chile Brasil EEUU Turquía China Sudáfrica
Creencia de que es poco probable que las personas mayores sean vistas como competentes
Proporción de respuesta
28
20
23
17 17
10
12
7 5
0
Chile EEUU China Brasil Suecia Sudáfrica Turquía
Creencia de que las personas mayores son una carga para la sociedad
50
40
Proporción de respuesta
48
30
20
26 18
10
12 10 9 8
0
Sudáfrica Turquía Chile China Suecia Brasil EEUU
Fuente: Elaboración Observatorio del Envejecimiento en base a datos de World Value Survey (WVS, 2014).
O3
En la Figura 1 se muestran tres aseveraciones relacionadas con la imagen social de las personas mayores y el
porcentaje de respuesta para siete países; Chile, Brasil, Estados Unidos, Suecia, Turquía, Sudáfrica y China.
Estas respuestas son representativas para población general. A grandes rasgos, se puede observar que Chile
se encuentra en el grupo de países que más adscriben a estas afirmaciones correspondientes a imágenes
negativas sobre la vejez.
En mayor detalle, se puede ver que el 18% de las personas en Chile concibe a las personas mayores como una
carga para la sociedad. Le sigue a Sudáfrica (48%) y Turquía (26%), mientras que se aleja más de países como
Brasil y Estados Unidos, para los cuales sólo un 9% y 8% respectivamente, avalan esta creencia.
Importante es agregar que en comparación cuando se les pregunta solo a las personas mayores por esta
creencia, en un estudio realizado en Chile durante la pandemia (Herrera, 2021), un 80% de ellas considera
que la sociedad chilena ve a las personas mayores como una carga.
Ahora bien, en nuestro país, el 45% opina que las personas mayores de 70 años tienen una posición social
baja, mientras que en otros países de la región, como Brasil y Estados Unidos, un 40% y 34% respectivamente
lo ve de esta manera. Los países más lejanos como Turquía (23%), China (21%) y Sudáfrica (16%), son los que
menos están de acuerdo con esta afirmación.
De esta selección de países, Chile es el que ve como más probable que las personas mayores sean
consideradas como incompetentes (28%), alejándose 5 puntos porcentuales a lo observado en Estados
Unidos (23%), y casi 10 puntos porcentuales de las tendencias en China (17%) y Brasil (17%).
Por otra parte, de acuerdo con la Encuesta de Inclusión y Exclusión Social (2015) del Servicio Nacional
del Adulto Mayor (SENAMA) y de la Universidad de Chile, el 75% de los consultados cree que las personas
mayores tienen dependencia y necesitan ser asistidos de manera permanente. A pesar de que esta cifra
decreció en 7 puntos porcentuales en el último año de esta encuesta (Encuesta de Inclusión y Exclusión
Social, 2017), el 68% de las personas sigue considerando que las personas mayores no son autovalentes.
Berta Espinoza, integrante del Observatorio de Personas Mayores de La Reina, comenta que “prima, en
general, esta imagen de que las personas mayores somos más o menos discapacitadas, que necesitamos
apoyo o que tomen decisiones por nosotras o nosotros, que estamos en período de enfermedad, de
discapacidad mental inclusive, lo cual no es así. Esa imagen hay que derribarla, porque hay ignorancia detrás
de ella”, afirma.
Alejandro Reyes, miembro de la Alianza de organizaciones de la Sociedad Civil por la Defensoría de las
Personas Mayores y Programa Personas Mayores y Derechos ONG CEC, agrega que “por esta lógica en que
la persona sirve en cuanto produce, el adulto mayor pasa a ser un ser pasivo. Pero eso no se corresponde
con el hecho de que el ser humano, es ser humano y pleno siempre, porque efectivamente mantiene su
capacidad de ser, de soñar, de sentir, de comunicarse, de empatizar con otro a lo largo de la vida. Además,
las capacidades de cada persona crecen cada día y éstas van más allá del espacio laboral productivo”.
O4
Esta imagen social negativa de la vejez está arraigada en la población, sin embargo, no corresponde con la
realidad. Es necesario comprender que la vejez no está determinada por su biología y cronología, sino que
influyen también contextos y factores sociales. Es por ello que la gerontopsiquiatra UC, Susana González
comenta que “es un hecho que los hombres y las mujeres no envejecen de la misma forma, así como tampoco
enfrentan los mismos desafíos”.
El género, etnia, estrato socioeconómico y educación durante el curso de vida cobran vital relevancia, pues
ellos median la posición, oportunidades y roles de los individuos en la sociedad. De acuerdo con Huenchuan
(2011), estos factores van formando la vejez y de allí que pueda haber tantas vejeces como personas mayores
existen, y que pueda ser tanto una etapa de pérdidas como de plenitud.
Muriel Abad, Jefa de la División de Planificación de SENAMA, es clara en señalar que “la vejez es la etapa más
heterogénea y diversa de la vida. Y si bien están instalados los conceptos de carencias cuando hablamos
de las personas mayores, la gran parte llega a los 60 de buena forma, y para muchos, los años ganados
después de los 60 son muy buenos años ganados. En esto hay una responsabilidad individual, pero también
una responsabilidad colectiva y de toda la maquinaria social, que debiera sostener que todas las personas
podamos envejecer adecuadamente en nuestros entornos, en nuestra casa, garantizando instancias de
participación”.
Ahora bien, respecto a la creencia de incompetencia y falta de auto valencia, la encuesta CASEN (2017)
demuestra que 86% de las personas mayores no son dependientes, y sólo un 4.3% de ellos tiene una
dependencia severa para la cual deben ser asistidos (Figura 2). A partir de ellos es posible afirmar que la
gran mayoría de las personas mayores son personas independientes y autovalentes.
4.3
5.5
4.4
Dependencia leve
Dependencia moderada
Dependencia severa
No dependiente
85.8
O5
Por otra parte, a pesar de que se cree que las personas mayores son una carga y que no son productivas o
activas, el 36.3% de los hogares en Chile tiene como jefe de hogar a una persona mayor que brinda sustento
importante para la familia. Además, de acuerdo con datos de un estudio sobre inseguridad alimentaria durante
la pandemia de COVID-19 (Giacoman; Herrera; Ayala, 2021), los hogares que vivieron menos inseguridad
alimentaria durante la pandemia fueron aquellos multigeneracionales y con presencia de personas mayores.
Esto viene a indicar que los adultos y adultas mayores son un pilar esencial para las familias chilenas.
Asimismo, una gran parte de personas mayores trabaja, solo que no remuneradamente, por lo que se tiende
a invisibilizar esta realidad. El trabajo no remunerado es aquel que no tiene asignado un valor monetario,
pero que tiene un significado económico para el país. De hecho, la población de 60 años y más, aporta con
11.360 miles de millones de pesos solo en trabajo no remunerado, llegando así a representar el 4.5 % del PIB
ampliado (Proyecto Nodo, 2021), lo que deja ver el gran aporte de las personas mayores a la economía del
país.
En más detalle, el trabajo no remunerado más frecuente realizado por personas mayores corresponde a
trabajo doméstico, ocupando 81% de las horas de trabajo. Es importante señalar que, de estas horas de
trabajo, el 71% son realizadas por mujeres mayores (Proyecto NODO, 2021). De acuerdo con Susana González,
esto en parte se debe a que “hay una división sexual del trabajo y de inequidad de género que ocupa todo
el curso de vida. En esta línea, son las mujeres las encargadas de tareas domésticas, pero también son
las responsables del cuidado. Esto se mantiene en la vejez, y por lo mismo, la mujer mayor tiene una alta
probabilidad de estar a cargo de tres grupos etarios: los nietos, sus padres envejecidos y a veces incluso de
un cónyuge enfermo o en situación de dependencia”.
O6
De acuerdo con Agniezska Bozanic, de la Fundación Geroactivismo, esta imagen negativa de la vejez y los
estereotipos que surgen de ella, los vamos internalizando y reproduciendo desde muy temprana edad. Explica
que “los estereotipos y prejuicios que tenemos de la vejez se convierten en normas sociales que están presentes
en diferentes etapas de nuestro ciclo vital. Finalmente, es toda una estructura viejista que traspasa estas creencias
y conductas discriminatorias a la sociedad completa, y así se van reproduciendo estas dinámicas y actitudes
viejistas en las relaciones interpersonales”.
La antropóloga Paulina Osorio comenta que “cuando la persona llega a la edad mayor, sólo se prioriza y evidencia
su edad, es decir, toda su identidad de sujeto social se reduce a su edad cronológica. Así, todas las interacciones
que se dan dentro de determinados ámbitos sociales observan sólo los años y la vejez que le caracteriza, y así se
empieza a invisibilizar todo lo que ese sujeto es verdaderamente”.
En esta línea, es importante dar a conocer la realidad a la que se enfrentan las personas mayores por su edad en
diferentes ámbitos y sectores de la sociedad, como en los municipios, centros de salud, barrios, mercado laboral
y medios de comunicación masiva, además de espacios más privados, como la familia.
Barrio 17
Familia 12
0 10 20 30
Porcentaje (%)
Según la última Encuesta de Calidad de Vida en la Vejez (ECV, 2019), el 33% de las personas mayores ha sentido
siempre o algunas veces, un trato injusto por ser persona mayor en el sistema sanitario y un 24% en los servicios
públicos o municipios (Figura 3). Vale decir, que esta tendencia ha ido en aumento, incrementándose en 7 puntos
porcentuales desde el 2010.
O7
Por su parte, Berta Espinoza comenta que también ha sentido un trato injusto en estos espacios. “Se nos trata
de una manera infantilista que menoscaba nuestra imagen. Por ejemplo, cuando nos dicen abuelitas, tatitas, o
cuando nos tratan de mis niños o mis niñas. Muchos de los profesionales de la salud se refieren así a nosotros y
no corresponde, es un trato que viene de la ignorancia. No saben que uno es señora, no mi chiquilla o abuelita,
cuando por ejemplo, yo no tengo nietos”, afirma.
Así también, Alejandro Reyes establece que “la discriminación hacia las personas mayores está incrustada en la
institucionalidad pública, y obviamente se traduce luego, por chorreo, en la base”. Agrega que, a pesar de los
esfuerzos, son varios los municipios que aún no saben tratar con las personas mayores ni transmiten fácilmente
la información que es importante para este segmento.
Por otro lado, el porcentaje de personas mayores que percibe un trato injusto en espacios más cotidianos, como
los barrios y en la familia, decrece. Un 17% de las personas 60+ ha sentido algunas veces o siempre, un trato
injusto en sus barrios, y un 12% en sus familias (Figura 3). Si bien estos números son menores que en los espacios
públicos, son igualmente cifras altas.
Berta Espinoza comenta que en la familia se vive una discriminación de igual manera, puesto que las relaciones
se enmarcan en el paternalismo y asistencialismo. Comenta además que “la persona mayor incluso puede estar
en una silla de ruedas, puede ir con un carrito y eso no significa que no pueda opinar si está con sus capacidades
físicas y mentales. Incluso en un proceso de deterioro mental, progresivamente las personas van perdiendo
capacidad, pero también siguen siendo la madre, la jefa de hogar, la abuela, y aún así se maltrata a esa persona”.
0 20 40 60 80
Porcentaje (%)
Fuente: Observatorio del Envejecimiento en base a Estudio CEVE UC Trabajo y Personas Mayores en Chile (2018).
O8
Otro ámbito en el cual el edadismo afecta a los adultos mayores es en el trabajo. En el estudio “Trabajo en Personas
Mayores” del Centro de Estudios de Vejez y Envejecimiento de la Pontificia Universidad Católica (CEVE-UC), para
el cual se encuestó a hombres y mujeres entre 55 y 74 años, se rescata la percepción del mercado laboral en este
segmento etario (Figura 4). La mayor parte de los casos (76%) establece que es difícil encontrar trabajo por ser
una persona mayor.
El 70% de las personas encuestadas considera que las empresas prefieren contratar más a personas jóvenes que
a personas mayores. En esta línea, un 50% piensa que los jóvenes creen que los adultos mayores son personas
enfermas, sedentarias y dependientes. Además, y preocupantemente, un 38% de los encuestados establece que
las personas mayores que trabajan más allá de su edad de jubilación, se encuentran más expuestos a sufrir de
malos tratos en el espacio laboral.
Así también, Gustavo González, integrante de la Unión Comunal de Teno, concuerda en que “nadie contrata a
una persona mayor, es muy difícil y, sin embargo, ahora con el tema del teletrabajo vemos que muchas personas
mayores pudieron adaptarse y se están igualando las competencias con los más jóvenes quienes manejaban
mejor estas herramientas”.
Otro sector en el que el edadismo está presente son los medios de comunicación. De acuerdo con Bravo-Segal
(2018), el edadismo en el discurso mediático “se manifiesta de forma explícita e implícita, mediante diversas
estrategias discursivas como: representación negativa, estereotipada y sensacionalista de las personas mayores,
ausencia de voz en la cobertura informativa, terminología inadecuada o reduccionista, discursos edadistas
peyorativos y gerontofóbicos, y por último, uso y abuso de recursos retóricos y estilísticos”.
60
69
Porcentaje (%)
40
35
20
2019 2021
O9
En la Encuesta Calidad de Vida (ECV) (2019), el 35% de las personas mayores establece que algunas veces
-e incluso siempre- ha sentido que los medios de comunicación como la televisión, los diarios o la publicidad,
muestran una mala imagen de las personas mayores. Por otra parte, durante la pandemia de COVID-19 el
porcentaje de personas mayores que percibió una mala imagen de la vejez en los medios aumentó a un 69% en
2021 (Figura 5).
Gustavo González agrega en relación a este punto, que fueron muchos los medios que retrataron a las personas
mayores como individuos frágiles y víctimas durante la pandemia, sin embargo, “no consideraron la experiencia.
En mi región, que en gran parte es rural, también supieron combatir el virus. La gente de tercera edad puede
ser más vulnerable en algunos aspectos, pero no significa que estemos en peores condiciones que las demás
personas”.
Es importante señalar que la discriminación que sufren las personas mayores se suma a la discriminación
por pertenecer a alguna minoría o grupo marginado. Berta Espinoza comenta que “a la persona mayor se le
discrimina por su cambio físico, digamos de lentitud, de canas, de arrugas, algo que nos va ocurriendo a todos.
Pero también se discrimina por clase social, por el color, y por la etnia, entre otros, como ocurre con todas las
personas. Entonces, es una discriminación transversal y también múltiple, por ejemplo, una persona mayor que
es pobre, que es mujer, que es de raza negra o indígena, que no tiene estudios profesionales, se ve enfrentada
a una múltiple discriminación”.
De esta manera, se puede observar que el edadismo está presente en varios espacios de la sociedad,
expresándose tanto en el trato como en las oportunidades que se les dan a las personas mayores para participar
dentro de determinados espacios. De acuerdo con Agnieszka Bozanic, de la Fundación Geroactivismo, es por
esta razón que “el edadismo es multidimensional, no está sólo en los medios de comunicación, en el trabajo
o en la familia, es un entramado, es un sistema violento (...) y así se termina naturalizando la violencia hacia
las personas mayores, porque rondan estos estereotipos negativos, que valen menos, que son dependientes,
que son enfermos, que son sujetos de caridad”.
10
3 Efectos
del edadismo
Las consecuencias del edadismo son diversas, pues está presente en el subconsciente de las personas mayores
y en varios círculos de la vida social e institucional. En esta sección se discutirán solo algunas de ellas, como la
pérdida de autonomía, el maltrato y violencia, las consecuencias en la salud tanto física como mental y los efectos
en las políticas públicas. Lo más grave de este fenómeno es que tiene una relación bidireccional con los efectos
que produce, puesto que en la medida que el edadismo genera determinados escenarios poco favorables, esos
escenarios contribuyen a dar continuidad a creencias edadistas que son irreales y peyorativas.
En relación con las repercusiones en la salud, a pesar de que son pocos los estudios que existen respecto al
tema, estos son esclarecedores. Se ha vinculado el auto-edadismo o edadismo autoinfligido con conductas
poco saludables o de riesgo, enfermedades de salud mental como depresión, deterioro cognitivo y Alzheimer,
enfermedades crónicas, discapacidad y hospitalizaciones (Chang, 2020).
En más detalle, un estudio llevado a cabo en Estados Unidos (Levy, 2012) destaca que las personas mayores
con una concepción negativa de la vejez y que sufren alguna discapacidad grave se recuperan un 31% menos
que aquellas con estereotipos de edad positivos. Y más aún, se ha visto que las personas mayores con actitudes
negativas hacia el envejecimiento, viven en promedio 7.5 años menos que las personas con actitudes positivas
hacia el envejecimiento (Levy, 2002). Agnieszka Bozanic de la fundación Geroactivismo agrega que “esto es
grave, pues la longevidad es un indicador de éxito en todos los países y finalmente el viejismo interiorizado te
hace vivir casi 8 años menos, y no se está hablando de esto”.
Además, se ve que estas concepciones negativas también afectan a los más jóvenes, ya que las internalizan,
afectando su visión sobre los adultos mayores y predisponiendo su propio envejecimiento. La gerontopsiquiatra
UC, Susana González, explica que “cuando eres joven y tienes un concepto de lo que es la vejez que está
poblado de prejuicios y de imágenes erróneas, cuando llegas a esa etapa de la vida y arrastras esas imágenes y
representaciones, se produce el fenómeno de la profecía autocumplida, en la cual si tú has pensando a lo largo
de tu vida que las personas mayores son enfermizas y no tienen mucha utilidad en esta sociedad, que se van
deteriorando y son una carga; al llegar a la vejez quedas atrapada en esos propios prejuicios”.
Sin embargo, hay que considerar que no todos los impactos en la salud son producto del edadismo autoinfligido,
sino que aquel que se ejerce a nivel estructural también afecta de manera importante el bienestar de las personas
mayores. Una de las aristas más discutidas es que muchas veces se les niega tratamiento o la atención adecuada
por su edad. Según Chang (2020), en el 85% de los estudios revisados en su análisis, la edad dictaminó quién
recibe determinados procedimientos o tratamientos. Asimismo, son muchas las personas mayores que quedan
fuera de estudios clínicos siendo infrarrepresentados como grupo etario en dichas investigaciones.
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Otro efecto del edadismo es que limita la autonomía y autodeterminación de las personas en la vejez. Según la
ECV (2019), existe un porcentaje importante de personas mayores que percibe una pérdida de autonomía. Si bien
no se observan mayores diferencias entre hombres y mujeres mayores, sí se identifican diferencias por rango
etario y nivel educacional. Entre las personas de 80 años y más, disminuye la declaración de autonomía. Más
específicamente, el 33% de las personas de 80 años y más, señala que siempre o algunas veces otras personas
toman las decisiones que son importantes para su vida, mientras que el 24.8% de las personas entre 70 y 79 años
y el 20.2% de las personas entre 60 y 69 años, lo declara de esta manera.
En la Figura 6 se puede observar a grandes rasgos que son las personas mayores que tienen sólo educación
básica o media, las que mayormente declaran una pérdida de autonomía, mientras que aquellas con educación
superior son las que menos lo señalan.
25
Nunca o algunas veces su
familia respeta sus decisiones
12
En mayor detalle, vemos que un 21% de las personas mayores con educación básica declara que siempre o
algunas veces otras personas organizan su vida, mientras que un 17% de las personas con educación media y un
12% con educación superior lo afirma. Así también, un 28% de los adultos mayores con educación media siente
que su familia nunca respeta sus decisiones, mientras que un 23% de las personas con educación básica y un 14%
de las personas con educación superior, lo siente de esta manera. Las personas mayores que más sienten que
otras personas no les han dejado realizar tareas que pueden hacer solos son los con educación básica (22%),
seguidos de aquellos con educación media (19%) y superior (17%).
Así también, un 28% de aquellos con educación media declara que nunca o solo algunas veces toma decisiones
sobre cuestiones cotidianas. Bajo esa última afirmación se suma el 22% de aquellos con educación básica y el
15% de personas con educación superior. En esta línea, los que más declaran que siempre o algunas veces, otras
personas toman decisiones importantes sobre su vida son las personas con educación básica (27%), con una
diferencia de 7 puntos porcentuales respecto de aquellos con educación media (21%) y superior (20%).
De acuerdo con Muriel Abad de SENAMA, es muy común que en los espacios familiares se sobreproteja a las
personas mayores, se les reste participación en las actividades de vida diaria y se les quite su poder de decisión.
Comenta además que “la familia tiende a infantilizar a la persona mayor, y debido a que como sociedad tenemos
una mirada errada respecto a la vejez, y se cree -entre algunas cosas- que las personas mayores tienen que sólo
descansar, les quitamos espacios de acción en la casa o los mantenemos sentados sin nada que hacer. Esto le
genera un tremendo daño a la adulta o adulto mayor”.
Además, de acuerdo con el estudio “Calidad de vida de las personas mayores chilenas durante la pandemia
COVID-19” (Herrera, 2021), los adultos mayores que se han sentido tratados como personas vulnerables sólo por
su edad reportan en mayor medida insatisfacción con su vida (65%).
Otro efecto del edadismo es el maltrato y violencia en contra de este grupo etario. Si bien son escasos los
estudios respecto a este tema, Caballero y Massad (2013), estima que alrededor del 30% de las personas mayores
chilenas ha sufrido algún tipo de maltrato. De acuerdo con este estudio, el mayor maltrato se ejerce dentro de
la misma familia, siendo el más predominante el de tipo psicológico (35%), seguido de la negligencia (9%) y el
abuso patrimonial (8%). Gustavo González reafirma lo anterior y agrega que “usualmente las familias ven a las
personas mayores como carga, y muchas veces la gente que debe atenderlos los deja de lado”.
Además, el concebir a las personas mayores como improductivas y que no contribuyen a la sociedad, genera una
imagen de ellas que las deja sólo como beneficiarias de la asistencia social, es decir, les da una posición social
pero no un rol social (Cardona, 2003).
De acuerdo con Paulina Osorio, antropóloga especializada en temas de vejez y envejecimiento, “el edadismo
reduce a la persona mayor, ya no es un ciudadano con derechos y responsabilidades, es decir, no sólo se invisibiliza
o se pierden determinados derechos, sino que también se invisibilizan sus deberes, convirtiéndolo en un sujeto
pasivo y al que no se le escucha”. Esto tiene como consecuencia la elaboración de políticas que no ven y tratan
a las personas mayores como sujetos de derecho. La consecuencia directa de esto es que pierden poder social,
económico y laboral, y por lo mismo, los deja más expuestos a sufrir la vulneración de sus derechos.
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Por su parte, Muriel Abad, comenta que otro efecto del edadismo a nivel institucional es que homogeniza a las
personas mayores, y al omitir esa diversidad y heterogeneidad de intereses y realidades de la población 60+,
se generan programas, planes o políticas que no son atingentes. Además, “esto genera exclusión en diferentes
ámbitos, invisibiliza las potencialidades de este grupo etario y resta sus posibilidades de desarrollo”.
4 ¿Cómo combatir
el edadismo?
A pesar de que el edadismo se encuentra bastante instalado en la sociedad actual, es posible revertirlo. Unas
de las principales estrategias es visibilizar la discriminación por edad, dar educación respecto a temas de vejez
y envejecimiento en las escuelas y en la educación superior, y fomentar interacciones intergeneracionales.
Además, crear políticas públicas que vean a las personas mayores como sujetos de derecho y que favorezcan la
integración, no discriminación y garanticen los derechos de este segmento de la población, ayudarán no sólo a
reducir el edadismo, sino que a mejorar la calidad de vida de las personas mayores.
Las profesionales entrevistadas coinciden en que el edadismo es un fenómeno poco visibilizado y conocido por
la gente. Por su parte, Agnieszka Bozanic, comenta que “mucha gente no es consciente de que existe este tipo
de discriminación, a pesar de que los estudios dicen que incluso está mucho más extendido que el machismo.
Hay un desconocimiento total, no se le ha dado la visibilidad necesaria”.
Es por ello que se hace necesario incentivar el conocimiento de este tema desde múltiples aristas. Tanto Susana
González como Muriel Abad, establecen que una forma de combatir el edadismo es visibilizando este tema a
través de los medios de comunicación masiva, mediante campañas transversales. La televisión -y los medios en
general- tienen un alto impacto en la gente, explican las especialistas, por lo que este tipo de campañas no sólo
concientizarían a la sociedad, sino que también la sensibilizarían respecto a esta temática.
Las intervenciones intergeneracionales que fomenten la interacción entre personas de distintas generaciones
también son una manera eficaz y fructífera para reducir el edadismo. Susana González explica que “la mejor
manera de combatir los prejuicios es a través de la experiencia, y cuando tú conoces a una persona mayor y
compartes y conversas con ella, es la mejor manera de derribar prejuicios. Es por ello que los dispositivos de
intervención, que son intergeneracionales son algo a lo cual debemos apuntar y sacarle mucho más provecho.
Los resultados son asombrosos y redunda en un beneficio para ambos lados”.
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Hay algunas instancias que se han impulsado desde SENAMA con el fin de crear vínculos intergeneracionales.
Por ejemplo, está el programa “Asesores Seniors”, en donde profesores jubilados acompañan a niños de sectores
vulnerables durante un año escolar. La Jefa de la División de Planificación de SENAMA, afirma que este tipo de
iniciativas genera una ganancia para ambos, pero además posiciona el rol social de estas personas mayores.
Por otra parte, existen proyectos con un enfoque intergeneracional, como el proyecto “He Mahia Ki Te Nga Poki”,
financiado por SENAMA y llevado a cabo por la Fundación Procultura. En él las personas mayores de Rapa Nui
trabajan con los niños de la isla para hacer traspaso de tradiciones y costumbres de sus ancestros, de su historia
e identidad. “Esto tiene una riqueza invaluable, no sólo por la transmisión de conocimiento y por la puesta en
valor del patrimonio cultural, sino también porque hay un aporte respecto a la sinergia que genera este tipo de
intervenciones en ambas generaciones, promoviendo una imagen positiva de la vejez”, comenta Muriel Abad.
Así también, Alejandro Reyes indica que es importante basarse en la intergeneracionalidad para comenzar a
compartir espacios entre las diferentes generaciones y disponer puntos de contacto entre ellas. Señala que “hay
que asumirse desde las relaciones intergeneracionales integrativas y sinérgicas, si no, no vamos a avanzar, vamos
a reproducir la lógica de la discriminación, la que luego se traduce principalmente en la distribución diferencial de
los recursos. Por ejemplo, se crea una plaza solamente para los jóvenes, que van a hacer skate, por poner un caso,
pero no se piensa en hacer espacios para las personas mayores, contar con que la plaza tenga veredas anchas y
en buenas condiciones para que ellos transiten”.
Algo que podría aportar en la instalación generalizada de estos encuentros intergeneracionales es la instauración
de un día de la solidaridad intergeneracional, como lo que ocurre en Europa1 con el día europeo de la solidaridad
y cooperación entre generaciones, y que sirve para hacer visible la importancia de promover y estrechar estos
vínculos entre las diferentes generaciones.
Por otra parte, la educación es un pilar fundamental, ya que hace conocer a un “otro” y -por lo mismo- genera
más empatía. Agnieszka Bozanic de la Fundación Geroactivismo, comenta que la formación es clave, porque es
una de las vías que se han encontrado para que la gente se sensibilice acerca de estas temáticas. Agrega que
“esto es beneficioso tanto para la vida propia como para ponerlo en práctica en sus profesiones. De hecho, un
factor de riesgo para ser edadista es no tener formación en geriatría y gerontología”.
Gustavo González también considera que la educación es una herramienta de cambio y que hay que apuntar a
instalar estas temáticas. Al respecto, comenta que “ahora los temas de vejez y envejecimiento no están extendidos
ni en la educación básica ni en la media, y tampoco están presentes en la mayoría de las mallas curriculares de las
carreras profesionales. Hay que ir cambiando esto”. Además, indica que la educación también debe estar dirigida
a las personas mayores para brindarles más oportunidades. “Hacer, por ejemplo, una alfabetización digital para
todas las personas de tercera edad, en todas las partes del país, y así ir reduciendo brechas”, afirma el integrante
de la Unión Comunal de Teno.
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Veáse en: https://www.diainternacionalde.com/ficha/dia-europeo-solidaridad-cooperacion-generaciones
Es necesario acompañar todas estas estrategias con políticas públicas y programas que sean adecuados para
generar buenas condiciones de vida. Las nuevas leyes deben ir en contra de la discriminación y la desigualdad
en la vejez y velar por sus derechos. Esto es sumamente importante, ya que como comenta Paulina Osorio, “la
política pública también crea vejeces y a la vez, construye a los sujetos de sus políticas”.
En esta línea, Berta Espinoza complementa que “uno tiene que asumir su vejez, pero que esa vejez sea digna”.
Explica que para ello es importante el trabajo de las políticas públicas y que éstas se hagan en conjunto con
personas mayores y profesionales formados en estos temas. De igual manera, Alejandro Reyes plantea que “hoy,
más que nunca, necesitamos el consejo de cada adulto mayor en las políticas públicas. O, por ejemplo, de cómo
armar las plazas, cómo armar una calle, cómo modificar la estructura de la comuna; los viejos saben qué errores
se han cometido, entonces darle el lugar que merece el adulto mayor es una urgencia”.
Muriel Abad señala además que es esencial cambiar normativas, leyes y programas existentes que restringen
la participación de las personas mayores por el solo hecho de tener más de 65 años, u otras que resulten
discriminatorias por edad. “Un ejemplo de ello es lo que hizo SENCE, que modificó el año pasado una restricción
que tenía para el acceso de capacitación laboral a personas de 65+, lo que es muy importante, ya que no por
tener cierta edad dejas de querer aprender o mejorar”, comenta. Adicionalmente, establece que es vital articular
la política pública para que haya una orgánica en ellas, y que se impulsen mejoras desde el Ejecutivo respecto al
envejecimiento.
Por último, es fundamental hacer un trabajo propio para dejar de perpetuar ideas edadistas. Agnieszka Bozanic
enfatiza que “tenemos que poner de nuestra parte, ya que también tenemos responsabilidad al respecto. Hay
que reflexionar cuando compartimos un meme que puede ser viejista, o bien cuando estamos leyendo una
revista. Partir por casa reflexionando es importante también, identificar cuáles son los estereotipos, prejuicios
que tenemos de las personas mayores e ir derribándolos”.
Todas estas iniciativas vienen a generar un cambio cultural en el que se cambia el paradigma actual de la vejez
y el envejecimiento. Esto permitiría “consignar una sociedad para todas las edades, un mundo donde quepan
todos los mundos”, según Alejandro Reyes, y donde “se podría valorar a todos en nuestra singularidad, puesto
que el hecho de que seamos un grupo etario con ciertas características no significa que seamos uniformes, hay
tantas personas mayores como personas de cualquier edad”, de acuerdo a Berta Espinoza. Por su parte, Gustavo
González, agrega que “si todos vamos a llegar a la tercera edad, ¿por qué no hacer más digna y placentera esta
etapa de la vida?”.
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Conclusiones
La vejez es la construcción de un camino, una etapa que cada individuo elabora en base a su experiencia, deseos,
expectativas y a las herramientas de que dispone. Pero además, está formada por factores sociales y culturales,
así como también por las oportunidades y desventajas que hemos tenido a lo largo de la vida. Es por ello que las
creencias que tenemos sobre la vejez también están circunscritas a contextos particulares e influyen en la manera
en que las personas envejecen. Por una parte, porque se crea una imagen social de la vejez que guía este proceso
y condiciona las relaciones interpersonales que se generan, y por otra, por el tipo de oportunidades o políticas
que se implementan. Es por ello que el edadismo tiene una dimensión estructural, interpersonal y autoinflingida.
En este sentido, es importante reconfigurar la imagen social que se tiene de la vejez, que como se ha discutido en
este reporte, está comúnmente asociada a deterioro, fragilidad e improductividad, y que no se corresponde con
la realidad. La mayor parte de las personas mayores no tiene dependencia (86%), y son un aporte a la sociedad
en general, así como también un aporte para la economía del hogar como para la economía nacional, producto
del trabajo no remunerado que realizan. Además, incluso muchos de quienes tienen algún nivel de dependencia
leve o moderada, continúan desarrollando de forma autónoma muchas tareas para sí mismos, así como también
en el contexto familiar, como por ejemplo, apoyo en el cuidado de nietos u otros.
En primer lugar, es preocupante ver que alrededor de un 29% de las personas mayores se ha sentido maltratada,
tanto en el sistema de salud como en los servicios públicos, y que un 73% de personas mayores considera que es
difícil encontrar trabajo por su edad. Además, el que el 60% de este segmento etario considere que la imagen que
se proyecta desde los medios de comunicación masiva es una imagen negativa, habla también de lo extendida y
arraigada que estas concepciones están en nuestra sociedad.
Las consecuencias de lo anterior son múltiples y de gran alcance. El edadismo afecta la salud mental y salud
física a tal punto que disminuye en 7.5 años la esperanza de vida, y empeora las probabilidades de recuperación
en escenarios de discapacidad. Además, se ve también una disminución en la autovalencia y autonomía de las
personas mayores, particularmente en la familia, siendo un 20% los que declaran que nunca o solo algunas veces
su familia respeta sus decisiones. Asimismo, el maltrato es una realidad cotidiana, y al menos un 30% de las
personas mayores ha sido maltratada de alguna u otra manera.
Por otra parte, debido a que las políticas públicas son también reflejo de las creencias de un grupo social
en un contexto determinado, estas creencias se manifiestan a través de dichas políticas, y de esta manera
se sistematizan, reproducen y perpetúan. Por ello, es fundamental elaborar programas y normas que vean
a las personas mayores como sujetos de derecho y les abran espacios en la sociedad en vez de excluirlas
forzosamente por su edad. El considerar la gran heterogeneidad de los adultos 60+ y diversidad de realidades
a las cuales se enfrentan, es otro desafío de la política pública, y sin lugar a duda, este proceso debe involucrar
a este segmento, que son quienes más saben de las problemáticas que les aquejan.
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Además de la elaboración de programas y políticas adecuadas, es vital generar instancias de interacción
intergeneracional y hacer promoción de éstas en diferentes espacios, sean escuelas, plazas o establecimientos
designados. Por otra parte, hay que instalar el tema del envejecimiento y la vejez en la educación, tanto primaria
como superior, para que de esta manera se abandone la visión paternalista y asistencialista para con las personas
mayores.
Este reporte refleja finalmente que la discriminación de las personas mayores es una responsabilidad de la
sociedad en su conjunto, por lo que todos y todas estamos llamados a identificar y combatir el edadismo desde
los roles que cada uno desempeña en su vida cotidiana.
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