Trabajo Investigación
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Trabajo Investigación
Ciencias Religiosas
y Catequéticas San Pio X
Universidad Pontificia de Salamanca
TRABAJO DE INVESTIGACIÓN
“SAN PABLO, APÓSTOL Y
EVANGELIZADOR”
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1. - Introducción sobre su vida breve y conversión
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virtud, del suceso ocurrido en Damasco, Pablo será reconocido como una autoridad que
le pondrá a la altura de los máximos apóstoles (1 Cor 15, 8-10) con poderes máximos
sobre sus fieles. Muchos autores reconocen que Pablo será apóstol por vía carismática.
Sabemos que es propio de los carismáticos tener visiones y oír palabras. Mientras que los
demás apóstoles, llegaron a serlo por sus años de convivencia con el Señor y la
constatación de la Resurrección, a Pablo le valió la experiencia de ver a Jesús y eso le
convirtió en apóstol al mismo nivel. Él, en Corintios, se reconoce como “nacido fuera de
tiempo” y “último de los apóstoles”. Pablo vivía de forma violenta, que Cristo le hubiera
alcanzado. Fue apóstol por contacto directo, sin recibir el evangelio de ningún ser
humano, fue idea de Dios que el se convirtiera en apóstol de los gentiles. Todo lo que él
sabe de Jesús y de Dios le ha sido revelado. Dios le dio el encargo explícito de evangelizar
a los gentiles.
Nos vamos a adentrar someramente en algunos relatos en los que Pablo de forma
autobiográfica cuenta su propia conversión.
Gal 1, 11-17: Os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no
es de origen humano; pues yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por
revelación de Jesucristo. Porque habéis oído hablar de mi pasada conducta en el
judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y aventajaba en el
judaísmo a muchos de mi edad y de mi raza como defensor muy celoso de las tradiciones
de mis antepasados. Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me
llamó por su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí para que lo anunciara entre los
gentiles, no consulté con hombres ni subí a Jerusalén a ver a los apóstoles anteriores a
mí, sino que, enseguida, me fui a Arabia, y volví a Damasco.
Con este autotestimonio de su conversión el judío observante y perseguidor de la
comunidad cristiana en Jerusalén, Pablo, fue llamado por Dios, de forma muy similar al
de algunos profetas, para recibir de Él la revelación, con el objetivo y misión de
evangelizar, de llevar a Jesús de Nazaret como salvador universal a los gentiles. Aunque
no se emplea la palabra conversión, está implícito el cambio radical de Pablo, ya que
rompe totalmente con su conducta anterior que choca drásticamente con la vocación que
recibe de parte de Dios.
1Cor 9,1: ¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesucristo, nuestro
Señor? ¿No sois vosotros el resultado de mi trabajo en el Señor?
En este texto vemos que Pablo se enraíza en la visión, sensitiva y espiritual que
tuvo del Jesús glorificado y exaltado a la dignidad celeste de Kyrios de la comunidad
cristiana. Hay un cierto paralelismo entre esta cita y Gál 1,15-16 que nos hace interrogar
sobre el lugar y tiempo de esta visión.
1Cor 15,8-11: por último, como a un aborto, se me apareció también a mí. Porque
yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he
perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia
para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos.
Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos
predicamos así, y así lo creísteis vosotros
Pablo aquí nos ofrece su testimonio de la aparición que le fue hecho por Cristo
resucitado. Esta aparición le sitúa en la línea de los demás apóstoles y es en ella donde se
enraíza su dignidad apostólica. Además, fundamenta su kerygma sobre la resurrección
escatológica-corporal de Jesús y ofrece una sólida respuesta para los que cuestionan la
resurrección de los muertos.
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Flp 3,5-8: circuncidado a los ocho días, del linaje de Israel, de la tribu de
Benjamín, hebreo hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo,
perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, irreprochable. Sin embargo,
todo eso que para mí era ganancia, lo consideré pérdida a causa de Cristo. Más aún:
todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús,
mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo.
En Filipenses nos ofrece una nueva interpretación del cambio radical producido a
raíz de su conversión. El conocimiento de Cristo, que, borrando todo su pasado judaico,
se apoderó de forma irresistible llevándole como un siervo suyo hacia la perfección
cristiana. Él asume con alegría la operación de perder todo a cambio de ganar a Cristo.
Invita de esta manera a los fieles de Filipo a seguir sus huellas y a imitarle.
1 Tim 1, 11-14: según el Evangelio de la gloria del Dios bienaventurado, que me
ha sido confiado. 12Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fio
de mí y me confió este ministerio, 13a mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y
un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí porque no sabía lo que hacía, pues estaba
lejos de la fe; 14sin embargo, la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí junto con la
fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús.
En la primera de Timoteo, Pablo reconoce la misericordia por parte de Dios que
le fortaleció rebelándole el evangelio y le confió ser digno para su ministerio haciendo de
él un apóstol de Jesucristo.
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- Tras ello, 14 años de actividad misionera de forma sucesiva en Siria, Cilicia,
Galacia, Macedonia, Acaya. Y de forma particular, evangelización de Corinto
en los años 49-51 o 50-52.
- 51 ó 52, será el concilio de Jerusalén y al tiempo choque con Pedro en
Antioquía.
- 52-55, actividad misionera con el epicentro en Efeso
- 55, tercera visita a Jerusalén, arresto en la ciudad santa y cárcel en Antioquía.
- Invierno del 55-56, viaje a Roma
- 56-58, estancia vigilada en Roma
- 58, martirio en la capital del imperio.
3. - De perseguidor a evangelizador
La frase de Pablo, tres veces repetida, “perseguí a la Iglesia de Dios” (1Cor 15,9)
se relaciona con la idea de celo por la ley de Moisés. Es un celo provocado por las
tradiciones paternas dentro de una conducta del judaísmo motivada por la preocupación
de mantener viva y fiel la identidad judía. Él pensaba que en el momento que los judíos
empezaran a relativizar aspectos y prácticas de la ley (como el sábado) la identidad se
podría perder. Comentaba que podrían seguir siendo muy “buenas personas” pero dejarán
de formar parte del pueblo escogido. Por esta razón, Pablo debió percibir el cristianismo
naciente como una amenaza al judaísmo y a su identidad. Escucharía algunas palabras de
Jesús, como que “no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre” o “dejar
que los muertos entierren a sus muertos” con las que se infringen dos mandamientos del
Decálogo. Es posible, también, que llegara a sus oídos la polémica del grupo de Esteban
que comentaban en relación a la Ley y el Templo, cuando decían que Jesús destruirá el
templo y cambiará las costumbres de Moisés. Por esto, tenemos que ver unidos muy
estrechamente al Pablo observante riguroso de la Ley y al perseguidor de la Iglesia.
Aunque él no fuera como francotirador como perseguidor, si que ciertamente
podría tener una iniciativa especial, ya que aventajó en celo al resto.
En la comunidad cristiana de Jerusalén había hebreos y helenistas y hubo una
disputa entre ambos bandos. Al frente de esta disputa estaba Esteban, judeocristiano
helenista, frente a miembros de la sinagoga. Esta afrenta acaba con la lapidación de
Esteban. Tras este hecho estalla persecuciones sobre partes de la comunidad que se
extiende por varias zonas de Judea y Samaría. Las diferencias principales entre ambos es
la lengua, unos no hablan ni entienden el griego y los otros el hebreo o arameo, y se decide
establecer cultos en distinto idioma. También se daban diferencias teológicas. En este
contexto de disputa, encuadramos la persecución de Pablo, ya que él, como natural de
Tarso, tenía relación con las sinagogas procedentes de la diáspora y que vivían entonces
en Jerusalén. Los judeocristianos helenistas todavía vivían muy entroncados en el
judaísmo. Cuando empezaron las persecuciones puede que estos cristianos abandonaran
Jerusalén hacia otras zonas y es posible que Pablo se centrará en estos nuevos grupúsculos
que los cristianos iban formando en Antioquía y Damasco.
Las razones que movieron a Pablo a perseguir a la comunidad de Dios están
motivadas por las sinagogas de la diáspora que probablemente fueran las instigadoras de
perseguir a esta nueva “secta” de los nazarenos (así les denominaban) y puede que él
fuera su portavoz. Secta, significa que desgaja, y por eso lo consideraban que este tipo de
nuevos grupos podían desmarcar y arremeter con la esencia del judaísmo.
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Los helenistas diseminados por las ciudades vecinas formaban nuevas
comunidades y además admitían a paganos en sus filas como miembros de pleno derecho.
Y no exigían la circuncisión. Esto irritaba mucho a los judíos ya que traspasaba la frontera
que había entre Israel y los gentiles. La confrontación era muy explosiva porque los
judeocristianos helenistas, oficialmente, seguían integrados en la sinagoga.
En Siria (tanto en Damasco como Antioquía) había numerosos judíos y es donde
Pablo se dirigió como perseguidor. Según Hechos (9,1s.14.21; 22,5; 26,10.12), Pablo
debió llegar a Damasco con una expedición, pertrechada con cartas del sumo sacerdote y
dispuesta a reunir a todos los cristianos y llevarlos presos a Jerusalén. La intención que
llevó a Pablo y sus acompañantes a actuar en las sinagogas de Damasco habría sido la de
convencer a los disidentes y moverlos a desistir de su concepción de la Ley que vulneraba
la santidad de Israel. Los tribunales de las sinagogas tenían facultades para imponer
penas. De hecho, Pablo, futuro apóstol, sufrió en sus carnes los 39 azotes, medida punitiva
típica de la sinagoga. Pablo pudo perseguir a los discípulos sin pasar por Jerusalén. Ya
que tras su conversión y pasar un tiempo en Arabia, el apóstol vuelve a Damasco, quizá
por razones personales.
Pablo, tras su conversión, pasó de ser un perseguidor de los seguidores de Jesús,
a un apóstol de Cristo. La vocación de Pablo está condicionada al relato que nos ofrece
en Hechos de los Apóstoles. Pablo habla de su vocación en dos discursos, uno en el que
pronuncia ante el pueblo judío en el Templo de Jerusalén después de su apresamiento (22,
3-21) y en un discurso ante el rey Agripa II y otros representantes durante su cautiverio
en Cesarea (26, 2-23).
Conectando con lo dicho anteriormente, Pablo debía ir hacia Damasco, respaldado
con cartas del sumo sacerdote para arremeter con toda dureza contra los cristianos de allí.
Cuando el se aproxima a la ciudad, una luz del cielo envuelve a todo su séquito, y Pablo
cae al suelo y Cristo se da a conocer únicamente a Pablo, que es quien escucha su voz y
le ordena lo que tiene que hacer. Pablo quedó ciego durante tres días y durante ese tiempo
ni comió ni bebió. Más que una vocación, el relato de hechos muestra una conversión. La
historia concluye con que Pablo vaya hacia Ananías, judeocristiano damascense, que
ahora está en oración. Ananías le impone las manos y Pablo recupera la vista y es
bautizado con este signo como misionero de todas las naciones. Desde este momento,
Pablo se pone a proclamar por todas las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios. Él se
llama “apóstol por vocación” (Rom 1,1), “apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios”
(1Cor 1,1; 2Cor 1,1), “apóstol de las gentes” (Rom 11,13), y de forma más rotunda dice
“apóstol no por parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por
Jesucristo y por Dios Padre”. (Gál 1,1). En estos textos, puede que Pablo no lo viviera
como conversión, sino más bien, como llamamiento, como vocación al apostolado y por
tanto eso lo equiparaba a los restantes apóstoles. Hay una diferencia entre lo que plantea
Lucas en Hechos y Pablo en Gál 1, ya que difieren en el dato de la ciudad de Jerusalén.
Lucas está interesado en ligar a Pablo con Jerusalén y por tanto a los apóstoles primeros,
mientras que Pablo quiere acentuar su independencia, por eso dice que no pasó por
Jerusalén inmediatamente después de su conversión y se fue a Arabia.
Las misiones paulinas abarcan el período del 46 al 58, que fueron los años de más
intensa actividad de la vida de Pablo, en los que predicó el evangelio en Asia Menor y
Grecia. Es bastante aceptado en toda la bibliografía hablar de tres misiones paulinas,
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dando por cierto el relato de Lucas de los Hechos de los apóstoles. De cara a comprender
y acercarnos a su misión a nosotros nos resulta clarificador esta distinción en tres, pero
es posible que el mismo protagonista no hubiera identificado su apostolado en estas fases
porque es probable que Pablo ya hubiera viajado mucho desde la conversión a distintos
lugares antes del llamado primer viaje.
El relato de su primera misión, que podemos datar del 46 al 49, se describe en Hch
13,3-14,26, y esta contado de forma abreviada con los datos esenciales. En 2Tim 3,11 se
halla una alusión a los padecimientos de Pablo en ese primer viaje. La misión de Pablo
se debió al impulso del Espíritu que le designó junto con Bernabé para llevarla a cabo.
Los profetas y doctores de Antioquía les impusieron las manos y los enviaron,
acompañados de Juan Marcos, primo de Bernabé. Partiendo de Seleucia, puerto de
Antioquía de Siria, se dirigieron a Chipre y atravesaron la isla desde Salamina a Pafos.
En este lugar, Pablo logró un ilustre converso, el procónsul Sergio Paulo (Hch 13,7-12).
Desde Pafos los evangelizadores navegaron hasta Perge de Panfilia, en la costa sur del
Asia Menor central. Allí, los dejó Juan Marcos y regresó a Jerusalén. Pablo y Bernabé
siguieron tierra adentro hacia las ciudades de Galacia: Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra
y Derbe. En Antioquía predicó Pablo primero a los judíos en su sinagoga, como era su
costumbre, pero como se ponían en su contra, se dirigió a los gentiles (Hch 14,48-50).
Después de evangelizar esa zona y encontrar mucha oposición en todas las ciudades,
Pablo y Bernabé deshicieron el camino desde Derbe, por Listra, Iconio y Antioquía de
Pisidia, hasta Perge; embarcaron en Atalía con dirección a Antioquía de Siria, donde
Pablo pasó algún tiempo con los cristianos (Hch 14,28).
Pablo logró muchas conversiones durante estos tres años de su primera misión y
esto planteó muchos problemas a la naciente Iglesia. Las relaciones entre los paganos-
cristianos y los anteriores conversos del judaísmo planteaba un problema candente que
había que solucionar, ¿debían de circuncidarse los gentiles convertidos? ¿debían observar
la Ley de Moisés? ¿Tenían que cumplir la Ley farisaica en relación a los alimentos?
Cuando Pablo regresó, el problema era ya muy agudo.
Durante la breve estancia de Pablo en Antioquía, aparecieron varios conversos,
pero con trasfondo fariseo, que alegaban la necesidad de la circuncisión para salvarse.
Esto generó una disputa que provocó que la Iglesia de allí pidiera a Pablo y otros apóstoles
que fueran a visitar a los apóstoles y ancianos de Jerusalén para pedir consejo al respecto,
lo que cristalizó en lo que ha sido llamado el Concilio de Jerusalén. En dicha reunión, se
debatieron cuestiones con importantes implicaciones doctrinales ya que era necesario qué
debía prevalecer, si la ley de Jesús o la de Moisés, o la tradición de la circuncisión, así
como las normas referentes a los alimentos. Tras una cierta tensión en los debates, Pedro
inclinó la balanza hacia la postura de Pablo y la asamblea rechazó la circuncisión
obligatoria de los conversos gentiles y la sumisión de éstos a la ley de Moisés. De esta
manera, dicho concilio liberó a la Iglesia de las raíces judías y abrió su proyección al
apostolado universal.
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5. - Estrategia misionera
Los datos convergentes, tanto de sus cartas como de los Hechos, nos permiten
atrevernos a marcar unas líneas o grandes rasgos de cómo llevó a cabo Pablo su acción
misionera. Su misión fue exclusivamente urbana, ya que las ciudades eran alcanzables
por tierra por las calzadas romanas o por mar. Los misioneros se podían hacer entender
en lengua griega sobre todo en las ciudades. Fueron varias las ciudades alcanzadas por
éstos: Damasco, Tarso, Antioquía de Siria, los centros urbanos del sur-este de Anatolia,
en Europa Filipos, Tesalónica, Berea, Atenas y Corinto, y finalmente Efeso en la
provincia romana de Asia, al oeste de la actual Turquía. También solía escoger una gran
ciudad desde donde se pudiera irradiar el anuncio evangélico alrededor como hizo con
Corinto y Efeso, entorno a las cuales nacieron comunidades periféricas, por ejemplo, la
Iglesia de Cencreas (Acaya) y las comunidades de Colosos y de Laodicea. También,
procuraba ir a lugares donde no había llegado todavía el anuncio evangélico, ya que no
le gustaba pasar por campos donde ya otros misioneros habían estado. Él sentía la llamada
a llevar la Buena Nueva y el primer anuncio y así fundar nuevas comunidades
ensanchando, de esta manera, las fronteras cristianas cada vez más lejos. Podemos afirmar
que la misión de Pablo no es convertir a cada uno de los individuos sino constituir en los
grandes centros urbanos comunidades cristianas como signos vivientes de la presencia de
la nueva fe, que no conoce límites. El proyecto misionero de Pablo tiene su mirada en
todos los pueblos, ninguno puede quedar excluido del encuentro con el mensaje cristiano.
Éste era su plan estratégico, interesado por la gran historia humana y por sus resultados
positivos.
En concreto, siente una llamada a superar las profundas rupturas que entonces
dividían a la humanidad, dividida entre griegos y bárbaros, paganos y judíos. Según su
perspectiva, el evangelio de Cristo puede ser el gran factor que una a los pueblos y se
forme una comunidad humana universal, donde las diferencias socio-culturales dejen de
ser motivos de discriminación violenta. Se pone a un servicio de un Dios imparcial que
no discrimina a los pueblos, sino que es generoso con todos aquellos que le invocan. Por
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esto, proyectó salir para Roma y de ahí a España, el último lugar occidental del mundo.
Antes de realizar este intento de misión, se dirige a Jerusalén, que lejos de entenderlo
como pérdida de tiempo, es todo lo contario, ya que Pablo busca reconciliar a
circuncidados e incircuncidados en la misma Iglesia de Cristo, no pretende la exclusión
de los judíos en favor de los paganos. Es cierto que Pablo siempre dirigió su acción hacia
los gentiles, pero nunca perdió de vista que Dios pudiera hacer que los judíos aceptaran
el reinado de Cristo. Él se preguntaba, si ha conseguido injertar el evangelio de Jesús
entre los paganos, ¿cómo no lo conseguirá entre los judíos de su pueblo?
Otro tema que daría para profundizar es la organización de sus viajes, que, aunque
sus cartas y los Hechos no le dedican mucha atención es un punto a tener en cuenta debido
a las grandes distancias que le tocó recorrer por tierra y mar para llegar a los lugares de
misión. En la planificación de sus viajes había varios problemas que tenían que
resolverse, cómo llegar a las ciudades planificadas, encontrar un sitio donde alojarse,
escoger los mejores sitios para la transmisión del mensaje, disponer de ayudantes y
medios para una acción eficaz. Las grandes calzadas romanas que unían las principales
ciudades le servían para alcanzar los lugares, otras veces por mar, aunque sabiendo que
el mar era impracticable durante el invierno. Pablo recuerda en alguna de sus cartas lo
peligroso de sus viajes. “He tenidos tres naufragios y pasé una noche y un día en el agua.
Cuántos viajes a pie, con peligros de ríos, con peligros de bandoleros (…), peligros en
despoblado, peligros en el mar. (2Cor 11, 25-26)
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También se planteaba espinosa el estatus de la mujer, ya que, según la Ley judía, la mujer
era inferior al varón en todo, y esto condicionaba al propio Pablo.
Lo que caracterizaba la vida interna de las comunidades eran la fe, el culto y el
ágape. El rito fundamental para adherirse a la comunidad cristiana era el bautismo, hecho
de participación solidaria en la muerte y resurrección de Jesús. Se celebraba
semanalmente la cena del Señor, donde el momento central era el rito de compartir el pan
y el vino, símbolos de la persona misma de Jesús y de su amor oblativo. Había una
participación activa de los creyentes, con cantos, sermones, proclamaciones, plegarias,
salmos, … Esto a veces provocaba un cierto caos en la celebración y había que
disciplinarse. A pablo le preocupa que las asambleas sean constructivas con la aportación
de todos. “Cuando os reunís, cada cual aporta consigo algo: un canto, una enseñanza,
una revelación, hablar en lenguas o traducirlas; pues que todo resulte constructivo”
(1Cor 14,26)
Las epístolas de Pablo estaban pensadas para que se leyeran en sus reuniones,
además de la lectura de las sagradas escrituras imitando a las asambleas judías en las
sinagogas.
La experiencia cristiana no es causa de revolución social, sino factor creativo de
nuevas relaciones subjetivas. Se comenzaban las reuniones con una comida común donde
pobres y ricos se sentaban juntos en la mesa. Se animaba a los ricos a que compartieran
sus bienes con los pobres y no tanto a que se despojaran de ellos. Que los esclavos
volvieran con sus patronos, pero que fueran tratados como hermanos.
En la organización de sus comunidades no había un jefe o un colegio de ancianos.
La autoridad indiscutible era Pablo. En las iglesias paulinas se daba una
corresponsabilidad de todos, pero también es cierto, que aquellos creyentes que, por su
particular dedicación y compromiso, adquirían un cierto liderazgo. Por eso, animaba a
reprender a los ociosos, estimular a los temerosos, ofrecer apoyo a los débiles, ser
pacientes con todos, vigilar para que nadie devuelva mal por mal (Ts 5, 14-15)
7. - Algunas conclusiones
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- La misión de Pablo está centrada en llegar a los grandes núcleos urbanos para
que desde se pudiera propagar la Buena Nueva a otros lugares más remotos.
No se trataba de convertir a todo el mundo de forma personal, sino de prender
la mecha del cristianismo y que surgieran pequeñas comunidades que vivieran
el evangelio de Jesús.
- En las comunidades paulinas se fueron congregando gentes de una gran
diversidad y estatus social, se podían juntar ricos y pobres, patronos y esclavos
y Pablo potenció mucho que más allá de su condición los cristianos estaban
llamados a crear nuevas relaciones desde la perspectiva de la fe en Jesús. Se
celebraba el bautismo, la eucaristía y la comunión de bienes.
8. - Bibliografía
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