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Hechos 2

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HECHOS 2:14-40

PRIMER DISCURSO DE PEDRO

14 
Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: …

17 
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
18 
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
19 
Y daré prodigios arriba en el cielo,
Y señales abajo en la tierra,
Sangre y fuego y vapor de humo;
20 
El sol se convertirá en tinieblas,
Y la luna en sangre,
Antes que venga el día del Señor,
Grande y manifiesto;
21 
Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
22 
Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre
vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de
él, como vosotros mismos sabéis; 23 a este, entregado por el determinado consejo y
anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos,
crucificándole; 24 al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era
imposible que fuese retenido por ella. 25 Porque David dice de él:

Veía al Señor siempre delante de mí;


Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
26 
Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua,
Y aun mi carne descansará en esperanza;
27 
Porque no dejarás mi alma en el Hades,
Ni permitirás que tu Santo vea corrupción.
28 
Me hiciste conocer los caminos de la vida;
Me llenarás de gozo con tu presencia.
29 
Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue
sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. 30 Pero siendo profeta, y
sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la
carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, 31 viéndolo antes, habló de la
resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio
corrupción. 32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. 33 Así
que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu
Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. 34 Porque David no subió a los cielos;
pero él mismo dice:

Dijo el Señor a mi Señor:


Siéntate a mi diestra,
35 
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

36 
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros
crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

37 
Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
Varones hermanos, ¿qué haremos? 38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo. 39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los
que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. 40 Y con otras muchas palabras
testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.-

DEFENSA Y MUERTE DE ESTEBAN

HECHOS 7

7 El sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto así? 2 Y él dijo:

Varones hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham,
estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, 3 y le dijo: Sal de tu tierra y de tu
parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré. 4 Entonces salió de la tierra de los caldeos y
habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros
habitáis ahora. 5 Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie; pero le prometió
que se la daría en posesión, y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía
hijo. 6 Y le dijo Dios así: Que su descendencia sería extranjera en tierra ajena, y que los
reducirían a servidumbre y los maltratarían, por cuatrocientos años. 7 Mas yo juzgaré, dijo
Dios, a la nación de la cual serán siervos; y después de esto saldrán y me servirán en este
lugar. 8 Y le dio el pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac, y le circuncidó
al octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. 9 Los patriarcas, movidos por
envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él, 10 y le libró de todas sus
tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante de Faraón rey de Egipto, el cual lo puso
por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa. 11 Vino entonces hambre en toda la tierra
de Egipto y de Canaán, y grande tribulación; y nuestros padres no hallaban
alimentos. 12 Cuando oyó Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la
primera vez. 13 Y en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y fue manifestado a
Faraón el linaje de José. 14 Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob, y a toda su
parentela, en número de setenta y cinco personas. 15 Así descendió Jacob a Egipto, donde
murió él, y también nuestros padres; 16 los cuales fueron trasladados a Siquem, y puestos en
el sepulcro que a precio de dinero compró Abraham de los hijos de Hamor en Siquem.

17 
Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa, que Dios había jurado a Abraham, el
pueblo creció y se multiplicó en Egipto, 18 hasta que se levantó en Egipto otro rey que no
conocía a José. 19 Este rey, usando de astucia con nuestro pueblo, maltrató a nuestros
padres, a fin de que expusiesen a la muerte a sus niños, para que no se propagasen. 20 En
aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue agradable a Dios; y fue criado tres meses en casa
de su padre. 21 Pero siendo expuesto a la muerte, la hija de Faraón le recogió y le crio como
a hijo suyo. 22 Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en
sus palabras y obras.

23 
Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus
hermanos, los hijos de Israel. 24 Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, e hiriendo al
egipcio, vengó al oprimido. 25 Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les
daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así. 26 Y al día siguiente, se
presentó a unos de ellos que reñían, y los ponía en paz, diciendo: Varones, hermanos sois,
¿por qué os maltratáis el uno al otro? 27 Entonces el que maltrataba a su prójimo le rechazó,
diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros? 28 ¿Quieres tú
matarme, como mataste ayer al egipcio? 29 Al oír esta palabra, Moisés huyó, y vivió como
extranjero en tierra de Madián, donde engendró dos hijos.

30 
Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama
de fuego de una zarza. 31 Entonces Moisés, mirando, se maravilló de la visión; y
acercándose para observar, vino a él la voz del Señor: 32 Yo soy el Dios de tus padres, el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Y Moisés, temblando, no se atrevía
a mirar. 33 Y le dijo el Señor: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es
tierra santa. 34 Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído
su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto.

35 
A este Moisés, a quien habían rechazado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y
juez?, a este lo envió Dios como gobernante y libertador por mano del ángel que se le
apareció en la zarza. 36 Este los sacó, habiendo hecho prodigios y señales en tierra de
Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto por cuarenta años. 37 Este Moisés es el que dijo a
los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos,
como a mí; a él oiréis. 38 Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto
con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras
de vida que darnos; 39 al cual nuestros padres no quisieron obedecer, sino que le desecharon,
y en sus corazones se volvieron a Egipto, 40 cuando dijeron a Aarón: Haznos dioses que
vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto, no
sabemos qué le haya acontecido. 41 Entonces hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio al
ídolo, y en las obras de sus manos se regocijaron. 42 Y Dios se apartó, y los entregó a que
rindiesen culto al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas:

¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios


En el desierto por cuarenta años, casa de Israel?
43 
Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc,
Y la estrella de vuestro dios Renfán,
Figuras que os hicisteis para adorarlas.
Os transportaré, pues, más allá de Babilonia.

44 
tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio en el desierto, como había
ordenado Dios cuando dijo a Moisés que lo hiciese conforme al modelo que había
visto. 45 El cual, recibido a su vez por nuestros padres, lo introdujeron con Josué al tomar
posesión de la tierra de los gentiles, a los cuales Dios arrojó de la presencia de nuestros
padres, hasta los días de David. 46 Este halló gracia delante de Dios, y pidió proveer
tabernáculo para el Dios de Jacob. 47 Mas Salomón le edificó casa; 48 si bien el Altísimo no
habita en templos hechos de mano, como dice el profeta:

49 
El cielo es mi trono,
Y la tierra el estrado de mis pies.
¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor;
¿O cuál es el lugar de mi reposo?
50 
¿No hizo mi mano todas estas cosas?

51 
¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al
Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. 52 ¿A cuál de los profetas no
persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del
Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; 53 vosotros que
recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis.

54 
Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. 55 Pero
Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a
Jesús que estaba a la diestra de Dios, 56 y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del
Hombre que está a la diestra de Dios. 57 Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los
oídos, y arremetieron a una contra él. 
HECHOS 20: 17-38

Discurso de despedida de Pablo en Mileto

17 
Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la
iglesia. 18 Cuando vinieron a él, les dijo:

Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el


primer día que entré en Asia, 19 sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas
lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; 20 y cómo
nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las
casas, 21 testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios,
y de la fe en nuestro Señor Jesucristo. 22 Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a
Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; 23 salvo que el Espíritu Santo
por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y
tribulaciones. 24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para
mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del
Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. 25 Y ahora, he
aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el
reino de Dios, verá más mi rostro. 26 Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que
estoy limpio de la sangre de todos; 27 porque no he rehuido anunciaros todo el
consejo de Dios. 28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el
Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual
él ganó por su propia sangre. 29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán
en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. 30 Y de vosotros
mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a
los discípulos. 31 Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de
día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno. 32 Y ahora, hermanos, os
encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para
sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados. 33 Ni plata ni oro ni
vestido de nadie he codiciado. 34 Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido
necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. 35 En todo
os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar
las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.

36 
Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos
ellos. 37 Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le
besaban, 38 doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían
más su rostro. Y le acompañaron al barco.

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