La Memoria
La Memoria
La Memoria
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La capacidad de recordar, o sea, de reproducir hechos psíquicos pasados, es
uno de los fundamentos de la vida social la que supone un cierto aprendizaje
conservado para reaccionar adecuadamente.
Todo fenómeno, para poderse decir que es recordado, debe atravesar por las
siguientes etapas:
1) fijación del fenómeno;
2) conservación del mismo, lo que asegura su permanencia, aunque sólo sea
latente;
3) evocación en virtud de la cual el hecho pasado retorna a la conciencia; la
evocación o llamada puede ser consciente o inconsciente, o, como otros
prefieren, voluntaria o involuntaria;
4) reconocimiento del recuerdo que consiste en darse exacta cuenta de que el
hecho pasado está reproducido tal como originalmente se presentó (por
ejemplo, si ahora escribo una frase que hace tiempo oí a otra persona, pero
que actualmente considero mía, puede afirmarse que ha habido fijación,
conservación, evocación, pero no reconocimiento y, por tanto, el recuerdo es
incompleto, imperfecto; más frecuentemente sucede que algunos hechos
meramente imaginados son tenidos, al cabo de un tiempo, por realmente
sucedidos; aquí también se cumplen las tres primeras etapas, pero no el
reconocimiento, ya que lo producido por la imaginación es tomado como
proveniente de una percención.
5) Localización en el tiempo, sobretodo señalando el antes y el después en
relación con otros fenómenos.
Lo contrario del recuerdo es el olvido o ausencia de memoria para tal o cual
acontecimiento. El olvido suele ser distinguido en total y parcial. En el primer
supuesto, lo pasado desaparece totalmente (ejemplo: un encargo que
desaparece totalmente de la memoria actual cuando se trata de cumplirlo); en
el segundo, la memoria actúa, pero no puede determinar su contenido, como
sucede cuando llegó al lugar donde debía cumplir el encargo, sé que tenía que
hacer algo y ello me inquieta, pero soy incapaz de precisar aquello que se me
encargó.
Entre las anormalidades de la memoria tenemos las que siguen.
En primer lugar, podemos hablar de la amnesia o carencia de recuerdos; ella
puede ser parcial o total. En la amnesia parcial, el olvido se extiende a sectores
limitados de hechos y generalmente se halla relacionada con lesiones
nerviosas; en la amnesia total, el olvido cubre todo el campo de actividad
pasado si bien, salvo procesos demenciales graves, sólo es alcanzado tal o
cual período. Si se toma en cuenta el tipo de falla que causa la amnesia, se las
suele distinguir en amnesias de fijación y de evocación. Por fin, si se considera
la distancia que separa el momento de amnesia de aquél otro en que se
produjeron los fenómenos olvidados, pueden distinguirse la amnesia
anterógrada, la retrógrada y la anteroretrógrada; en la primera, son olvidados
los hechos inmediatamente anteriores; en la segunda, los alejados en el
tiempo; en la tercera, la anormalidad es mixta.
A veces no hay desaparición de la capacidad mnémica sino una notoria
disminución, como suele suceder en ciertos estados psiconeuróticos y en las
primeras etapas de los procesos que concluyen en demencia; esta disminución
del poder memorativo se denomina hipomnesia.
El polo opuesto está representado por la hipermnesia que es una capacidad
memorativa exagerada: los recuerdos se presentan en número excesivo, se
suceden y atropellan los unos a los otros y provocan estados de confusión
mental.
Las anormalidades anteriores pueden ser referidos fundamentalmente a las
tres primeras etapas de la memoria; pero existe otra, tocante al reconocimiento
del recuerdo, que asume especial relieve criminológico; se trata de la
paramnesia, caracterizada por la confusion memorativa y la dificultad o
imposibilidad del reconocimiento.
Podemos, por fin, citar el recuerdo obsesivo en el cual una imagen mnémica
ocupa persistentemente el foco de la conciencia y no puede ser desplazada de
allí, por lo cual tiñe de cierto colorido toda la actividad psíquica del individuo. Es
un fenómeno que suele presentarse, en pequeña escala, hasta en las personas
normales.
La memoria es la que da continuidad a la vista psiquica y facilita la adecuación
social por medio del uso de experiencias pasadas; por tanto, sus defectos
facilitan la desadaptación. El individuo tendría que aprender a vivir cada día,
porque lo aprendido en el pasado no le sería aprovechable.
Sin embargo, principalmente en el caso de amnesias, el paciente trata de
rellenar el vacío; a falta de datos verdaderos, comienza a imaginarlos. Al cabo
de un tiempo, acepta como realmente sucedido lo que es meramente una
fantasía, por fuerza de un querer angustioso del sujeto. Es esto lo que se llama
confabulación, falta de reconocimiento que se halla en la base de muchas
conductas condenadas como calumnias, injurias, perjurio, etc.
Ya hemos mencionado aquí la carencia de reconocimiento; ella, en general,
puede arrastrar a la comisión de los delitos recién enumerados. Como es un
fenómeno que puede darse, en pequeña proporción, aún en personas
normales, juzguese la importancia explicativa que asume en tales delitos y en
otros como los de falsa denuncia y falso testimonio aun en sujetos de buena fe
en los cuales el psiquiatra, si es consultado, no puede hallar dentro del criterio
que generalmente siguen los códigos, razón alguna para opinar por la
irresponsabilidad del delincuente a causa de una enfermedad mental.
COMPRENSION Y ASOCIACION DE IDEAS
Comprender, para Mira y López, es la capacidad de dar significado a las cosas,
poner orden en la multiplicidad de los datos sensoriales unificándolos en un
todo armónico y lleno de sentido. Es capacidad no poseída por los idiotas y
sólo parcialmente poseída por imbéciles y los débiles mentales y desaparecida
en las demencias y en los estados confusionales; se altera cualitativamente en
la esquizofrenia.
La falta o disminución de la comprensión ocasiona la desorientación, que tiene
cuatro variantes: "Las personas que se desorientan en el espacio no saben
dónde están, las que se desorien tan en el tiempo no saben en qué momento
viven, las que se desorientan en el ambiente psíquico no saben quiénes las
rodean y las que se desorientan respecto a sí mismas no saben quiénes son.
Los fenómenos psíquicos se ligan entre sí, se atraen, imbrican y ayudan a
evocarse mutuamente, es decir, se asocian de acuerdo a tendencias internas
que ocasionan el que las asociaciones tomen cierta dirección.
La conexión entre los fenómenos psíquicos puede efectuarse
mecánicamente, por su exterioridad, o por su significado y contenido; en el
primer puesto, se da una sucesión mecánica de elementos; en el segundo, el
carril está dado por la comprensión y la ilación lógicas, caso en el cual ya nos
encontramos en el campo de los conceptos, de la abstracción.
De lo anterior, puede extraerse la distinción entre pensamiento mágico y lógico.
En el primer caso, priman como leyes de asociación y como impulso de las
mismas, las apariencias externas, las meras coincidencias tempoespaciales;
eso ocasiona el que cada imagen tenga significados multívocos lo que, a su
vez, acarrea el que no se respete el principio de no contradicción. La
aceptación de este principio marca el paso al pensamiento lógico, cuya base
imprescindible es; tal principio provoca orden, precisión entre los conceptos,
permitiendo jerarquizarlos de acuerdo a su extensión y comprensión lógicas.
Luego vendrá el principio de causalidad o razón suficiente que introduce entre
la abigarrada multitud de los fenómenos, las cuñas de una explicación racional.
Es dentro de este orden mental como se deslizan, como sobre precisos
carriles, el juicio y el raciocinio.
Ahora podemos pensar a tratar de las anormalidades de las funciones de
comprensión y asociación.
a) Flujo (fuga) de ideas.- Se caracteriza, según dice Noyes, por la sucesión
rápida de los contenidos mentales que no tienen punto de llegada ni finalidad
que guíe esa sucesión. Barbé, por su parte, trata de estos fenómenos en el
capítulo dedicado a la atención y los caracteriza diciendo que en la fuga de
ideas éstas no pueden ser fijadas en el foco de la conciencia, siendo
arrastradas las unas contra las otras, por asociaciones caprichosas; es un
síntoma clásico en los enfermos maníacos. "De todos modos, lo interesante es
que, en el flujo de ideas, las relaciones entre un término y otro de la cadena
asociativa se conservan, aún cuando ésta resulta en su conjunto disparatada e
incomprensible, Este dato resulta esencial para diferenciar dicho síntoma del
de la disgregación del pensamiento, que es propia y característica de los
enfermos esquizofrénicos".
b) Inhibición del pensamiento.- Es lo contrario de lo anterior y acostumbra
darse en los estados depresivos y también en los momentos iniciales de la
esquizofrenia. Debe anotarse que en estos casos, las asociaciones, de
producirse, son eminentemente lógicas e intrínsecas.
c) Perseveración. En este estado, existen ideas que se introducen
persistentemente en el curso de la asociación; es como un leit motiv que tiende
a volver y repetirse continuamente.
d) Prolijidad. Esta anormalidad consiste en la excesiva detención en los
detalles de las ideas asociadas; por eso, el proceso
asociativo se torna pesado, lento y trabajoso en lo que tiene de esencial; el
pensamiento y el lenguaje, que es su expresión, se tornan minuciosos y
ampulosos, sin ganar ni en profundidad ni en consistencia.
e) Disgregación.- El pensamiento se desorganiza, pierde sus lazos, se
fragmenta; en esta anormalidad, característica de la esquizofrenia, los términos
inmediatos de la asociación no guardan coherencia lógica, por lo cual el
producto final resulta incomprensible.
f) Bloqueo o interpretación.- El curso de la asociación se interrumpe
bruscamente y allí queda; luego se inicia otro proceso asociativo
independiente. El resultado de ello, como de los anormalidades anteriormente
relatadas, es la incoherencia del pensamiento.
g) Ideas fijas y obsesivas.- Las ideas fijas, como hace notar Barbé, se
caracterizan porque ocupan permanentemente el foco de la conciencia,
cerrando el camino a todo cambio o variación: en el mejor de los casos, estas
ideas permanecen como telón de fondo inmutable, sobre el cual resbalan las
demás; desde luego aquí nos referimos a las ideas fijas de carácter patológico
(por ejemplo, a las resultantes de un delirio de persecución), pero no al caso,
supongamos, de un investigador tenaz. Mira hace notar que las ideas fijas son
neutras. En cambio, las obsesivas, aunque falsas, no sólo ocupan el centro de
la conciencia, sino que pugnan por arrastrar a la personalidad total por lo cual
originan luchas internas que van acompañadas de estados de profunda
angustia: es lo que sucede en las personalidades compulsivas o anancásticas.
Otras veces, la obsesión se manifiesta a través de contrapuestas ideas que
plantean dudas nunca resueltas. Si el resultado es el temor, se producen las
denominadas fobias.
Como las anormalidades enumeradas caracterizan frecuentemente a tal o cual
tipo nosológico, dejaremos para entonces el estudio de las repercuciones
criminales.
LOS SENTIMIENTOS.- Hasta aquí nos hemos referido preferentemente a la
vida representativa, en sus distintas variedades; pero, junto a ella, en un plano
más profundo y primitivo, se halla la vida afectiva, cuyos fenómenos se resisten
a una definición cabal y son más bien experimentados por uno mismo, vividos
de manera intransferible.
Resulta difícil distinguir especies de estados afectivos o sentimentales; una de
las clasificaciones menos alejadas de la realidad, puede diferenciarlas en
cuatro grupos. En el primero, se hallarían los estados afectivos o sentimientos -
usando estas palabras en sentido restringido-, que son estados no fuertes ni
duraderos; luego, las emociones: estados fuertes, pero no duraderos: las
pasiones, estados fuertes y duraderos; los estados de ánimo, débiles, pero
duraderos.
También los fenómenos afectivos, latu sensu, nos permiten comprobar la
unidad funcional humana resultante no sólo de la imbricación de los fenómenos
psíquicos entre sí, sino con el cuerpo, que es su asiento material. En efecto, en
todo estado afectivo hemos de notar asociaciones con fenómenos
representativos (imágenes perceptivas o fantásticas, recuerdos, ideas, etc.) y
con fenómenos corporales (palidez, rubor, lividez, aumento de la presión
arterial, alteraciones en la composición química de la sangre, en el
funcionamiento de los órganos vegetativos, etc.).
Los sentimientos son fuerzas poderosas que impulsan a la acción o la
reprimen; muchas veces la conciencia es un campo de batalla entre ellos;
algunos están enraizados en las oscuras profundidades del instinto, otros,
iluminados por la luz de la razón y provienen de la experiencia, de la
educación, del tono adjunto a los valores que son captados y conocidos. Por un
lado, el tono afectivo-temperamental está intimamente relacionado con la
constitución corporal; por otro, con las tendencias derivadas del medio
ambiente y de la necesidad de adecuarse a él.
Toda persona normal suele experimentar los más variados estados afectivos;
pero éstos se quedan dentro de los límites -ciertamente amplios- marcados por
la proporcionalidad con la causa provocadora. Pero, en los anormales, esa
proporcionalidad no existe, como tampoco existe la variabilidad de sentimientos
característica del normal; los sentimientos se apagan, el alma se enfría, los
afectos disminuyen (hipotimia) o, al contrario, se exageran (hipertimia); a
veces, llegan a anularse (atimia). Los sentimientos pueden retardarse,
asociarse lentamente los unos con los otros (braditimia) o acelerarse hasta
atropellarse entre sí (taquitiria); pueden ser estables, firmes (derotimia) o
fácilmente sustituíbles, cambiantes, lábiles (metatimia). Anormalidades todas
que frecuentemente se asocian entre sí.
En las alteraciones cualitativas de los sentimientos, se hallan las paratimias o
distimias. Puede tratarse de sentimientos nuevos ligados con transformaciones
de la personalidad, como sucede en los delirios de influencia, misticismo,
transformación, etc.; o de sentimientos que no corresponden normalmente a los
contenidos representativos, como sucede con muchas fobias, obsesiones,
angustias; o fenómenos de ambivalencia afectiva en que coexisten en el mismo
individuo estados afectivos contradictorios que no se integran, caso frecuente
cuando la unidad de la conciencia está dañada, como en la esquizoidia y en la
esquizofrenia; por fin, puede suceder que un tipo de sentimientos predomine
anormalmente sobre los demás al extremo de subordinarlos y teñirlos con el
propio color (las llamadas, por algunos autores, psicosis pasionales).
LA VIDA ACTIVA.- LA VOLUNTAD.- El mundo exterior no sólo produce
reacciones sentimentales en el ser humano, no sólo lo altera al provocar la
aparición de imágenes perceptivas sino que es a su vez influído por ese ser
humano; éste no se comporta pasivamente frente al mundo, sino que reacciona
sobre él y trata de modificarlo. La serie de actividades que iniciándose en lo
más profundo de la conciencia llega a manifestarse en movimientos corporales,
es lo que denominaremos vida activa.
En su nivel más alejado de la conciencia, las respuestas adquieren carácter
casi puramente fisiológico y automático; son los reflejos, reacciones
inconscientes e inmediatos ante ciertos estímulos específicos.
Más cercanos a la conciencia, se hallan los actos instintivos que merecen ser
examinados con alguna extensión. El instinto es generalmente entendido como
la "aptitud innata y hereditaria, que se manifiesta en todos los individuos de una
misma especie, por la capacidad para realizar automática y fatalmente ciertos
actos sin aprendizaje previo y sin deliberaciones, sin progreso posible y sin
conocimiento del objeto a alcanzar, ni de la relación entre el objeto y los medios
puestos en juego para llegar a él.
En otras palabras, se trata de mecanismos perfectamente montados por la
herencia, que sólo esperan el estímulo propicio para ponerse en marcha.
Los instintos presentan en los animales notable rigidez, pero ello no sucede, en
el hombre, en el cual, si bien los impulsos instintivos suponen fuerzas enormes,
pueden ser guiados y contrastados por la inteligencia; en el hombre, más que
de instintos con rígidas formas de expresión, cabe hablar de tendencias
instintivas; en éstas, subsiste el origen inconsciente y hereditario de la
conducta, pero ésta asume gran variedad de formas de presentación.
En cuanto a los tipos de instintos, Roger los clasifica en instintos de
conservación del individuo e instintos de conservación de la especie. Entre los
primeros se hallan el de alimentación o nutrición y el instinto de defensa, límite
con el instinto batallador y el sanguinario. Entre los segundos, se hallan el
instinto genésico (junto con el maternal y el familiar), el migrador, el gregario y
el social. Basta la anterior enumeración para anotar las relaciones entre el
instinto y muchos de los impulsos delictivos.
También los instintos pueden tener anomalías; por ejemplo, la actuación
inadecuada del instinto de propia conservación puede llevar al suicidio o
facilitarlo. Ya hemos hablado también de las perversiones y variaciones
cuantitativas del instinto genético, causa de muchos delitos sexuales,
aberrados o no. Además, el instinto sexual se halla en la base de muchas
enfermedades mentales o ligado a ellas. Antes de llegar a los actos voluntarios,
debemos mencionar
otro tipo de reacciones en las cuales existe un momentáneo automatismo
inconsciente, si bien en su origen fueron conscientes; nos referimos a los
hábitos en los cuales la conducta, a fuerza de repetirse, se inscribe de tal
manera en el sistema nervioso que las respuestas se suceden, al cabo de un
tiempo, como en los reflejos.
La voluntad.- El acto voluntario es el más propiamente humano, el más
directamente relacionado con la responsabilidad penal y con el sentido moral,
razón por el cual constituye uno de los temas que ha suscitado mayores
discrepancias no sólo en el terreno de la filosofía y la psicología sino también
en el de sus repercusiones sobre la responsabilidad penal.
El propio nombre de "actos voluntarios" o de "voluntad" ha sido rechazado por
ciertos psicólogos, principalmente los partidarios de la psicología objetiva. A
ellos se pliega Mira López quien prefiere hablar de "conación"; "con el término
de conación, designan los psicólogos anglosajones el aspecto impulsor del
ciclo psíquico, es decir, el conjunto de actividades referentes que se inician en
la intención y terminan en la acción. Si se quiere mayor claridad, diremos que la
conación es la fase psicomotriz de la actividad personal. La preferencia
manifestada por el profesor español tiene su origen en su temor de incurrir en
algo que parezca admitir la teoría de las facultades psíquicas, una de las
cuales sería la voluntad.
Sin embargo, Baruk, a quien no puede acusarse de retrógrado. nos dice:
"Puede alguien sorprenderse al notar que retomamos el vocablo voluntad, que
recuerda a algunos las antiguas abstracciones de las "facultades del alma".
Pero no es suprimiendo este vocablo que se suprimirá la abstracción metafísica
de que se halla rodeada. Y, de hecho, los autores aparentemente más
rigurosos, los que parecen más objetivos y ajenos, aparentemente, a los
prejuicios metafísicos, conservan, como vimos más arriba, sin darse cuenta,
esos mismos prejuicios sobre la inalterabilidad de la voluntad, etc. Entonces,
vale más no tener miedo de las palabras y abordar con espíritu
verdaderamente científico el estudio psicofisiológico de la voluntad".
En los actos voluntarios, los más típicamente humanos, el fin que se persigue
es claro y consciente (diferencia con el instinto). En efecto, dicho acto supone
la presentación de los motivos y objetivos que pueden inducir a obrar, un
enjuiciamiento de los mismos sopesando su pro y su contra; y, por fin, el
momento propiamente volitivo que es el de la decisión la cual, a su vez, es el
primer paso hacia la acción.
Cualquiera de estos momentos que falle y ya tenemos un acto que no puede
ser calificado de voluntario. Por ejemplo, si entre los fenómenos
representativos que entran en contienda, los hay anormalmente deformados,
como los provenientes de alucinaciones, delirios, etc.; o cuando los deformados
son los sentimientos con fuerza para arrastrar a toda la personalidad o cegar su
juicio.
Pero existen anormalidades típicas de la voluntad. Esas anormalidades pueden
ser cuantitativas o cualitativas. Entre las cuantitativas, tenemos la disminución
del poder de la voluntad o hipobulia; su ausencia se denomina abulia. En
cuanto a la hiperbulia, sólo en casos muy especiales puede ser considerada
como patológicamente anormal. Entre las cualitativas se hallan los impulsos
patológicos y lascompulsiones.
A veces, los impulsos se presentan a manera de cuerpos extraños que la
voluntad no puede expulsar del campo psíquico en el cual quedan sin
someterse al control racional. No existiendo, en muchos casos, pérdida de la
conciencia, el paciente se angustia y sufre a causa de esos impulsos que
siente contrarios a su personalidad. Así sucede con las ideas obsesivas que
ocupan el campo conciencial y pugnan por arrastrar tras de sí a toda la
persona; lo mismo, con los impulsos; con una diferencia de matiz, suele
designarse con este nombre la imposición de un movimiento.
Entre los impulsos patológicos, se citan los relacionados con el instinto de
nutrición: de comer cosas extrañas y hasta repugnantes y tóxicas de beber
inmoderadamente (dipsomanía); los relativos al instinto sexual: onanismo,
sadismo, masoquismo, exhibicionismo, uranismo, fetichismo, bestialismo,
necrofilia, incesto, sa tiriasis, ninfomanía, etc., de particular relevancia en la
criminalidad.
Los instintos de combate y destrucción son fundamento de otros impulsos
cuyas consecuencias criminales suelen ser graves: así tenemos los impulsos al
suicidio, al homicidio, al incendio (piromanía). Lo mismo puede decirse de los
impulsos de apropiarse de cosa ajena (cleptomanía).
Asimismo, se puede mencionar, aunque con repercusiones criminales menos
directas, el impulso a la fuga (dromomania), el que puede operar en estados de
inconciencia (sobre todo en la epilepsia y la histeria) o acompañados de
conciencia. Al tratar de las fobias, denominadas también obsesiones
inhibidoras, ya no tenemos que pensar en objetos o conductos que atraen
anormalmente, sino que repelen y causan temor. Las fobias pueden recaer en
muchos objetos o conductas (panofobias), en alguno especial (monofobias).
Las fobias relacionadas con el espacio han merecido mucha atención,
hablándose de agorafobia (de los grandes espacios) y de claustrofobia (de los
espacios cerrados). Asimismo, es importante la obsesión de duda, también
denominada obsesión o manía interrogativa que contribuye a paralizar la
voluntad del sujeto o a disminuirla.
La compulsión es el resultado de la lucha entre un impulso y una fobia y
conduce a disminuir la capacidad de acción práctica del sujeto. Es
característica de la personalidad anancástica, también llamada compulsiva.
En cuanto al momento de la acción externa, el defecto fundamental es la
apraxia: imposibilidad de realizar ciertos movimientos por razones puramente
psíquicas, es decir, existiendo completa normalidad en los mecanismos
corporales, principalmente nerviosos, correlativos; es lo que sucede en las
afasias y en muchas pseudoparálisis que se presentan en los histéricos. Se
habla también de las estereotipias que consisten en la repetición constante de
determinados movimientos complejos; cuando los movimientos son simples, se
prefiere denominarlos tics (principalmente, en éstos puede evidenciarse la
imposición del movimiento, imposible de controlar por medio de inhibiciones
voluntarias). El manerismo consiste en la adopción de poses teatrales,
exageradas, que manifiestan carencia de espontaneidad. En la denominada
flexibilidad cérea, el paciente actúa como un maniquí: si una de las partes de
su cuerpo es colocada en cierta posición, así queda. Lo contrario es el
negativismo, frecuente en algunos tipos esquizofrénicos: el sujeto no obedece
las órdenes, por racionales que sean, hace precisamente lo contrario.
Desde el punto de vista psiquiátrico, tiene importancia la denominada
obediencia automática; pero esa importancia es menor desde el punto de vista
criminológico. Se ha discutido si un paciente sugestionado hasta los límites del
hipnotismo puede ser inducido a servir de instrumento material inconsciente
para cometer algunos delitos; los casos presentados como ejemplares son
sumamente raros y discutibles y generalmente producidos en laboratorios lo
que permite sospechar que el paciente se da oscuramente cuenta de que se
trata de situaciones ficticias. Lo que parece más cercano a la realidad es que el
paciente no pierde totalmente su conciencia moral, de modo que si accede a
las órdenes del sugestionador puede suponerse que el acto delictivo no choca
contra su conciencia. Son muy frecuentes los casos, aún de laboratorio, en que
la alarma moral provocada por el acto inducido se manifiesta en el brusco
despertar o en ataques histéricos de los pacientes. Más comunes son los
ejemplos en que se ha aducido que el hipnotismo sobre el sujeto pasivo del
delito ha facilitado la comisión del mismo; los ejemplos más comunes se citan
entre los delitos de violación y otros semejantes.