Explica Tema3
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i. Logros y autoeficacia
S – Específicos: que contengan acciones claras que nos lleven a alcanzar los objetivos
establecidos.
M – Medibles: que se puedan medir para poder determinar cuantificablemente si
alcanzamos la meta deseada.
A – Alcanzables: que se puedan lograr con los recursos que tenemos a la mano.
R – Relevantes: que la meta sea lógica dentro del marco de la realidad que vivimos.
T – Tiempo: que el espacio de tiempo establecido para llevar a cabo la meta sea lógico y
congruente con la meta propuesta.
R – Relevante: Recuerda que la meta debe ser retadora pero alcanzable. Describe por qué
esta meta es relevante para ti.
“Caminar más está alineado con un deseo más amplio de cuidar mi salud.”
T – Tiempo: Describe con exactitud el marco de tiempo lógico y real dentro del cual
cumplirás esta meta.
“Llevaré a cabo este reto durante al menos un mes.”
El ejemplo anterior está enfocado a una meta individual, pero este modelo se puede trabajar
en equipos. Derivado de la meta que se quiere abordar como equipo, se pueden establecer
muchas metas individuales y especialmente diseñadas para cada uno de los participantes
del equipo.
Es muy importante establecer periodos de revisión de las metas con el fin de analizar los
obstáculos y las herramientas que han favorecido el avance de las mismas. Asimismo, es
importante analizar si existen recursos adicionales que debemos incorporar al plan con el
fin de completar las metas en el marco de tiempo establecido.
Los siguientes enlaces son externos a la Universidad Tecmilenio, al acceder a éstos considera que debes apegarte a sus términos y condiciones.
Cuando las metas son auto-concordantes (que tienen un significado e interés profundo para
cada persona) se tiene una mayor probabilidad de que dichas metas se conviertan en
fuentes de bienestar duradero. Cuando encontramos metas intrínsecamente significativas,
podemos decir que encontramos nuestra vocación, nuestro llamado.
Las metas nos ayudan a confirmar la creencia de que somos capaces de sobrepasar
obstáculos y dichos pensamientos y creencias dan sustento a nuestra perseverancia y
compromiso. Los compromisos explícitos con nuestras metas enfocan nuestra visión y nos
ayudan a encontrar los caminos y herramientas adecuadas para lograr nuestros objetivos
(Ben-Shahar, 2007).
Estas creencias en las propias capacidades para organizar y ejecutar los cursos de acción
requeridos para producir determinados logros o resultados se denominan creencias de
autoeficacia (Bandura, 2001). De acuerdo con Salanova (2014), la autoeficacia es una
creencia poderosa que la persona tiene sobre sus propias competencias en áreas
específicas de su vida, por ejemplo, impartir una charla de manera efectiva, encontrar un
trabajo o hacer una dieta correctamente.
Estas creencias afectan la forma en que las personas se comportan, piensan y sienten. Los
seres humanos tienden a elegir aquellas tareas que se creen capaces de llevar a cabo y
evitan las que piensan que exceden sus capacidades. Las creencias determinan cuánto
esfuerzo se emplea para enfrentar los obstáculos y la cantidad de tiempo que se dedica a
tratar de lograr algo. Por otro lado, las creencias de eficacia también afectan a los
pensamientos que se tienen sobre sí mismos. Las personas que se consideran poco
eficaces en el afrontamiento de las demandas del trabajo exageran la magnitud de sus
deficiencias o las dificultades potenciales del entorno. Esta autoeficacia negativa se llega a
desarrollar por crisis sucesivas de eficacia y con el tiempo puede ser una de las causas del
desarrollo del burnout (Salanova y Llorens, 2008). Sin embargo, tener creencias de
autoeficacia positivas se asocia a un mayor número de emociones positivas (más optimismo
y entusiasmo), mayor involucramiento y mejor desempeño (Salanova, Llorens y Schaufeli,
2011).
Bandura (2001) señala que los principales factores que incrementan los niveles de
autoeficacia son:
• Los logros en el desempeño y las experiencias de éxito (por ejemplo, mis creencias
de autoeficacia para hacer una dieta dependerán de las experiencias previas de
éxito).
• La persuasión social (por ejemplo, mis creencias de autoeficacia dependerán de los
mensajes que recibo de mis familiares, amigos, medios de comunicación, etcétera).
• Los estados emocionales positivos (por ejemplo, cuando estoy bajo un estado
emocional más positivo y optimista, mis creencias sobre mi eficacia para mantener
la dieta serán más altas).
• La información vicaria u observada (por ejemplo, si algún familiar o amigo ha
conseguido bajar de peso con una dieta, mis creencias de autoeficacia se
incrementarán).
Warr (2007) diseñó el modelo vitamínico para hacer referencia a los recursos que las
organizaciones saludables deben poner en marcha si quieren convertirse en organizaciones
saludables. Entre esos recursos o “vitaminas” del trabajo, algunos se centran en las
relaciones que se establecen en el ambiente laboral. Específicamente, las organizaciones
saludables cuentan con estas características:
Estos recursos actúan como las vitaminas sobre la salud física: su presencia es beneficiosa
para la salud psicosocial de los profesores y es clave para el establecimiento de relaciones
positivas en el trabajo.
Por otra parte, el trabajo en equipo se concibe como una acción desarrollada por varias
personas en la que cada una subordina sus intereses y opiniones individuales a la unidad
y eficiencia del grupo. Implica la mutua colaboración y coordinación de personas con el
objetivo de alcanzar un resultado determinado. Los equipos de trabajo atraviesan por varias
fases de transición y de acción a lo largo de las cuales llevan a cabo distintas tareas (Marks,
Mathieu y Zaccaro, 2001):
- Las fases de transición previas a la acción tienen un marcado componente de
planificación y comunicación, dado que en ellas se sientan las bases para la
ejecución posterior, estableciendo planes y generando estrategias que permitan al
equipo afrontar la tarea.
- Las fases de acción describen aquellos momentos en que el equipo realiza su tarea,
ya sea el diseño de un nuevo programa académico, impartir una clase, o realizar un
taller de formación.
- Las fases de transición posteriores a la acción implican aquellos momentos en los
que el equipo revisa su desempeño, identificando aspectos que se desea mantener
o erradicar para mejorar su efectividad futura.
Para conocer más sobre los principios del trabajo en equipo, ve el siguiente video:
Edmondson, A. (2017). Como convertir a un grupo de extraños en un equipo. [Archivo de
video] Recuperado de
https://www.ted.com/talks/amy_edmondson_how_to_turn_a_group_of_strangers_into_a_t
eam?language=es
Finalmente, es clave contar con un líder efectivo en el control de los cambios, alguien que
se caracterice por su positividad y transparencia, por ser un líder auténtico (Avolio y
Luthans, 2006; Luthans y Avolio, 2003). Un líder positivo muestra un patrón de apertura y
claridad en su comportamiento hacia los demás, comparte la información necesaria para
tomar decisiones, acepta las propuestas de otros y es capaz de compartir sus valores
personales, motivos y sentimientos de una manera que permite a los seguidores evaluar
con mayor precisión la competencia y la moralidad de sus acciones. Un líder positivo y
transparente es fuente de apoyo social, de retroalimentación. La investigación ha mostrado
que la relación con el director o coordinador es una fuente importante, ya que puede afectar
directamente en la reducción del impacto de las demandas laborales. Por ejemplo, el
director puede ampliar fechas de entrega cuando el equipo está sobrecargado, delegar
tareas a otros subordinados o indirectamente ofrecerles asistencia, así como
retroalimentación y consejos adecuados para reconocer la labor del equipo. Además,
percibir apoyo por parte de la organización para fomentar el equilibrio familia-trabajo predice
la satisfacción y el compromiso organizacional (Odle-Dusseau, Britt y Greene-Shortridge,
2012).
Para conocer más sobre los líderes positivos, ve el siguiente video:
Tedx Talks. (2012). Liderazgo positivo, un recurso para la autoeficacia: Luis Maffei at
TEDxCordoba 2012 [Archivo de video]. Recuperado de
https://www.youtube.com/watch?v=pi2uwykbCt8
Son varios los factores o cualidades personales que facilitan la resiliencia como buenos
niveles de autoestima, asertividad, altruismo y la buena convivencia, la flexibilidad del
pensamiento y la creatividad, la regulación emocional, el sentimiento de autoeficacia, el
optimismo, el locus de control interno, el sentido del humor o la espiritualidad. Estas
características individuales asociadas a la resiliencia no son solo cualidades innatas, sino
que proceden, en parte también, del trabajo personal y la formación, por lo tanto, pueden
aprenderse (Higgins, 1994). Además, las cualidades que llevan a la resiliencia se
construyen en la relación con el otro, por lo que el trabajo de la resiliencia en comunidad
puede ser muy revelador (Cyrulnick, 2004).
Construir la resiliencia desde la escuela requiere, sobre todo, que los profesores
sean profesionales resilientes, capaces de implicarse en un proyecto educativo compartido
con el resto de la comunidad, profesores, padres y alumnos que buscan expresamente el
desarrollo integral de todos los alumnos y que trabajan desde la escuela contra la exclusión
social (Uriarte, 2006). Para ser capaces de prevenir problemas de funcionamiento en niños
y adolescentes especialmente vulnerables, afectados por diversas situaciones adversas,
implica tener un profesorado resiliente, con alta inteligencia emocional, con capacidad de
motivar, tolerante a la frustración y con una clara vocación hacia su trabajo. Además, el
docente debe estar formado en el manejo de los grupos, los conflictos y el cambio de
actitudes.
Por eso, la formación del profesorado es un factor clave del proceso de la resiliencia. Los
educadores deben conocer las estrategias para el desarrollo emocional y social del niño,
en especial en aquellos casos donde el niño o el adolescente sea especialmente vulnerable.
• Avolio, B., y Luthans, F. (2006). The high impact leader: Moment matter for accelerating authentic
leadership development. EE. U.U.: McGraw-Hill.
• Bandura, A. (2001). Social cognitive theory: An agentic perspective. Annual Review of Psychology, 52,
1-26.
• Ben-Shahar, T. (2007). Happier: Learn the Secrets to Daily Joy and Lasting Fulfillment. McGraw-Hill
Professional.
• Bijlsma, K., y Van, G. (2003). Antecedents of trust in managers: A “bottom up” approach. Personnel
Review, 32, 638-664.
• Cyrulnik, B. (2004). Del gesto a la palabra: la etología de la comunicación en los seres vivos. Barcelona:
Editorial Gedisa.
• Higgins, J. (1994). The management challenge. (2a ed.). Nueva York: Macmillan.
• Kashdan, T., y McKnight, P. (2009) Origins of purpose in life: Refining our understanding of a life well
lived. Psychological Topics, 18:303–316.
• Kraimer, M., Seibert, S., Wayne, S., Lide, R., y Bravo, J. (2011). Antecedents and outcomes of
organizational support for development: The critical role of career opportunities. Journal of Applied
Psychology, 96, 485-500.
• Lawlor, K., y Hornyak, M. (2011). Video killed the biblio star: The impact of digital media on student
learning outcomes. ABSEL 38th Annual conference Pensacola, FL.
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