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Colmo Alfredo Obligaciones General 1920.1

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DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

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F. PEHEIRA e Hijos, impresores. �

B. de Irigoyen 970, Bs. Aires


TRATADO TEORICO-PRACTICO DE LAS OBLIGACIONES

EN EL DERECHO CIVIL ARGENTINO

DE LAS

OBLIGACIONES
EN GENERAL
POR

ALFREDO COLMO
Profesor titular de derecho civil en la Facultad de Derecho

de la Universidad de Buenos Aires

BUENOS AIRES

librer�a y casa editora de jes�s menendez

bernardo de irigoyen, 186

1920
'

LM
PROLOGO

Despu�s ,
de diez a�os de ense�anza del derecho civil, me he deci

dido a dar a luz la parte relativa a mi curso m�s frecuente: el derecho

de las obligaciones.
Va aqu� el primer tomo, que se refiere a las obligaciones en

general. El segundo, que espero poder publicar el a�o pr�ximo, ver

sar� sobre los contratos en general y en particular.


Es indiscutible la importancia de la materia: entra�a el eje de

ioda la actividad econ�mica, as� en derecho civil como en los dere

chos comercial, industrial, rural, de miner�a, administrativo, etc.,


que en su fondo se resuelven en un asunto de obligaciones, esto es,

de cr�ditos y deudas.

Tambi�n me ha impulsado esa circunstancia. Materia de tan

�positivo inter�s, requiere una consagraci�n de examen y controver

sia que jam�s sobra. Ello es tanto m�s fundado en el caso, cuanto

que, pr�cticamente, el derecho de las obligaciones entre nosotros est�

todav�a por ser formulado y hasta analizado. Las ex�gesis someras y

emp�ricas con que contamos, me dan plena raz�n.


Evidentemente, yo no pretendo llenar el vac�o, que supone una

acci�n m�s compleja, m�s persistente y m�s .varia que la que se en

cuentra en mi contribuci�n. Pero al menos aporto esa contribuci�n.


Es singular: no hay nada m�s evolutivo, m�s cambiante y m�s

actual que el derecho de las obligaciones', y sin embargo nuestros

juristas (profesores, jueces, autores, etc.) persisten en los criterios

romanistas y medievales de una tradici�n que pesa como una. l�pida,


y en las normas de un jurisprudencialismo que ni se discute. Pare-
DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL
Yj

cer�a que los romanos o Pothier hubiesen dicho la palabra definitiva


los tribunales fueran
al respecto, y que las decisiones de un evan

gelio.
A prop�sito de tradicionalismo y de jurisprudencialismo, anotor

respectivamente, estas dos observaciones:- �Piuttosto � a deplorare


da avvocatL
l'abuso che della giurisprudenza vien fatto da giudici e
Anziche ricorrere alie fonti dottrinali, piace invocare la decisione-

senza un esame, senz'alcuna critica, senza rendersi cont� di cid che

rappresenta. E un sistema comm.odo, in cui spesso entra�o in gioco-


Vignoranza, Vastuzia o la mala fede�.(G. G. Consolo, Tratta�o-
teorico-pratico del possesso, p. VI); �Des mots de ce genre frappent
l'esprit, y p�n�trent en dominateurs, constituent fin'alement une

facile r�ponse au service de l'indolence naturelle de l'homme. Qu�


pourra dir� a combien de tentatives �tiles on s'est content� de re

pondr� par une citation latine f � ( Ch. Brouilhet, Le conflit des.


doctrines dans l'�conomie politique contemporaine, pp. 72-3). Podr�-
creerse que hay irreverencia en el a prop�sito. No la hay. Por

temperamento repudio en la ciencia cuanto no sea objetividad. Y"


�sta se la tiene aqu� en dos circunstancias esenciales: la del hecho-

de que no exprese yo en el caso una simple opini�n o impresi�n per


sonal; y la del hecho de nuestro latinismo y de nuestro jurispru
dencialismo, c*ue llegan a dar cuenta (como se lo ver� mucho m�s-
de una vez, sobre todo en materia de prescripci�n), no ya de prin- -

cipios cient�ficos o de precedentes de derecho comparado, sino hasta:


de positivos textos legales.
He aqu� mi preocupaci�n de fondo: amoldar el c�digo sin des
virtuarlo, a las caracter�sticas y exigencias de la vida contempo

r�nea, segur nos la revelan el derecho comparado, la fecunda acci�n


pretoriana de tribunales los franceses
como e
italianos, las costum
bres y usos, etc., a fin de que ese c�digo no sea un
instrumento de
cristalizaci�n y aun de regresi�n, a objeto de que ese c�digo resulte
con elasticidad necesaria para, dentro de tendencias de fondo ir
sus

en la �rbita de sus normas generales, acomodarse a la vida, en vez-


de que sea �sta la que haya d� ajustarse a cartabones tan r�gidos:
como anticient�ficos.
'
PROLOGO "L �
~�^ ^/Wll
No proclamo el irrespeto de la ley. Al
coU^arfioj^^^^iem*^tk
mi norte. Pero indico una actitud: la ley es migo \qu0^eo^c$�!>* enthn\\
dido. Unos prefieren la materialidad literal\WJbs p&�epJ'tfs sec�n-

darios; yo me pronuncio en favor del projj&lttp legislativo m�s


importante, que se encuentra en los principios e&i&males del mismo

c�digo, y que sin duda quieren el auge, el progreso yLa'vida, y no el

estancamiento o la involuci�n. Y se observar� que cuando propicio


una soluci�n innovadora, siempre me decido sobre la base de tales

principios, aunque, verdad es, los refuerzo con los del buen derecho

comparado y con los de las exigencias ambientes.


Por eso mi trabajo pretende ser cient�fico. La ciencia del dere

cho, lo propio que cualquier ciencia, debe traducirse en principios,


debe llegar a lo general. De otra suerte no es ciencia, pues no hay
ciencia de lo particular. El derecho-f�rmula, el derecho-legismo, el

derecho-empirismo, ni es ciencia ni es derecho. El buen derecho, el


derecho, ha de tener en cuenta los sentimientos colectivos, las ense

�anzas de la econom�a, las pr�cticas en uso, las caracter�sticas locales,


el ejemplo extra�o, los mismos postulados de la filosof�a, para que

efectivamente sea derecho. Sobre tales bases viene luego la elabora


ci�n jur�dica de las normas y conclusiones del jurisconsulto, del

legislador o del juez.


Pero es peligroso hablar de estas cosas entre nosotros, que ve

mos en el derecho como una categor�a esot�rica y cerrada, que no

concebimos como juristas sino a los especialistas y pr�cticos de los

haya otro derecho


manuales jurisprudenciales, y que no creemos que

que el de los c�digos y leyes. �Econom�a, ambiente social, filosof�a...?


Son fantas�as, son palabras.
Y no se alcanza que el derecho-ciencia, el derecho, es, como toda
ideas y conceptos,
ciencia, el derecho realmente pr�ctico. Deriva sus
sus principios, de los hechos. Conjuga la teor�a con la realidad.
Hace que la ciencia resulte expresi�n de la vida. S�lo agrega de
propio lo constructivo de sus generalizaciones inducciones, a objeto
e

Si lo pr�ctico es lo
de poder llegar a la regi�n de los principios.

inmediato, o lo subalterno, o la minucia, o el psitacismo, como ocurre


entre los empiristas, entonces s� el derecho que propicio y muestro
VJII DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

no es un derecho pr�ctico. Pero en tal caso yo me felicito grande


mente de que no lo sea.

mi
De esas bases de mi criterio surgen varias consecuencias: ia
trabajo es de derecho y no de c�digo, pues hay derecho que est� fuera
de �ste, y por cuanto, aun dentro del c�digo, sus reglas son expresio
del justificadas o critica
nes derecho, que, buenas o malas, deben ser

es tan
das; 2a- por eso he alterado en parte el m�todo del c�digo, que
esto es,
deficiente y equivocado; 3* por eso procedo sistem�ticamente,
con organismo y unidad, dentro de cada instituci�n y en el conjunto
'

es casuista pe
de las instituciones, y huyo del fragmentarismo, que
antieducador y que no sirve para
quenez, que .es infecundo, que es

nada o poco menos; 4? el criterio se hace objetivo, pues inspir�ndose


tantos mismo cualquier sugesti�n, toda
en factores excluye por eso

unilateralidad y, por encima de todo, el automorfismo.


Lo que deploro es que mis medios no me han permitido, a buen

seguro, el logro de tales fines. Como siempre, el trabajo me resulta

inferior a lo que yo concibiera o sintiera antes de realizarlo.


Debo agregar que si se quiere concretar mejor mi situaci�n, en

buena parte me he inspirado en otros ejemplos. El comentarismo, el

jurisprudencialismo ,
el tradicionalismo, el casuismo, etc., han llevado

aqu�,' y fuera de aqu�, a obras de muchos tomos. Lo sistem�tico y

cient�fico del buen derecho ha conducido a c�digos como el alem�n

y el suizo, los mejores del mundo, y a obras de menos de diez vol�


menes, en que se contiene m�s derecho, m�s caudal de principios y
aplicaciones, y, sobre todo, mucha mejor ciencia que en los intermi
nables comentarios aludidos. T�mese nota de Aubry y Bau, lo mejor
del derecho franc�s, as� como de los tratados de cualquier pandectis-
ta(Demburg, Windscheid) de
o cualquier comercialista (Ende-
mann, Cosack), alemanes.
En Francia, y no se diga de Italia, se ha entrado por la v�a.
Las obras de Planiol, de Col�n y Capitant,
Girard, etc., de Thaller, de
como las de
Chironi, Vivante, etc., en que se hace contener todo el
derecho civil, comercial,
romano, etc., malgrado lo poco numeroso
de sus vol�menes, son un
ejemplo y toda una educaci�n. Ellas me
han orientado.
La tarea- me ha resultado enorme: jam�s'^he, realizado- -un es
l�o 41'/"/} *"U/i
~

v�w.

fuerzo intelectual y de trabajo mas intenso. t�Kg, dafim^ ''conjugar lo

claro y breve de lo did�ctico con lo amplio del


G^senvolvinv^nto cien

t�fico y con la ejemplificaci�n constante y las apv^mciones jurispru


denciales de la pr�ctica, como he querido hacer en e�far~bljra.
Pudo as� ser �sta m�s breve: no he tenido tiempo de acortarla.
Pudo aparecer menos pretenciosa en las citas bibliogr�ficas: he que

rido, cuando ello es m�s acentuado, puntualizar la bibliograf�a del


c�digo, as� como la moderna, porque he pensado que se trataba de

pupitos en que era indispensable la comparaci�n de lo antiguo con lo

actual. Pudo ostentar menos jurisprudencia, que cito tan completa


mente como es posible: he procurado agotar las referencias, para que
lo pr�ctico en tal sentido se afirmara.
Advierto estas dos cosas en punto a jurisprudencia: hasta 1910

la cito por las recopilaciones de los mismos tribunales, pues no hay


otra fuente de informaci�n, y a partir de esa fecha recurro prefe
rentemente a otras recopilaciones m�s accesibles, como la Jurispru
dencia de los tribunales, la Bevista de legislaci�n y jurisprudencia,
la Gaceta del Foro (en sus dos primeros a�os de 1916-7) y la Juris

prudencia argentina, sin perjuicio de que en m�s de un caso tambi�n

cite las recopilaciones de los mismos tribunales, y de que en otros

anote un mismo fallo en dos recopilaciones distintas, siquiera a ob

jeto �e facilitar la busca; de otra parte, no son contadas las ocasio

nes en que a designio he renunciado a controvertir las resoluciones

judiciales, porque he juzgado que ello habr�a exigido desarrollos

excesivos, o porque he pensado que la soluci�n era m�s o menos evi

dente en un sentido � en otro.

Las muchas fallas de mi trabajo, que reconozco, y aun las m�s gra

ves, me son por ahora irremediables, pues son mi propio actual esp�
ritu. No impetro disculpa ni benevolencia al respecto. En cuanto a las

dem�s, quiero hacer constar que nuestros h�bitos de trabajo (tan


personal, ayudantes) y las exigencias de atenciones
sin secretarios o

no siempre intelectuales, no son la mejor garant�a para la amplitud


del horizonte y para el vuelo de las ideas.
BIBLIOGRAF�A

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d
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Mackeldey, F. Manuel�
de droit romain, trad. de J. Beving, 1 vol,, 1837.

Maynz, Ch. Cours de droit romain, 3 vol., 3a ed., 1870.



XIV DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Molitor, J. P. Les obligations en droit romain, 2a ed., 2 vol., 1867.



.

Ortolan, M. Explication historique des Institu�s, Sa ed., 3 voh, 1870.


8 vol.,
Savigny, F. C. de.- Traite de droit romain, trad. de Ch. Guenoux,

1840-51.
Sohm, R. �

Historia e instituciones del derecho privado romano, trad. castellan


de P.
Dorado, 1 vol., sin fecha.
Curso elemental de de�'echo romano, trad. castellana de L. cte
Wetter, P. van. �

Michelena, 2 vol., 1889.


Wetter, P. van. Les obligations en droit romain, 3 vol., 18S3-6.

y P- B-
Windscheid, B. Diritto delle Pandette, trad. italiana de C. Fadda

Bensa, 3 vol. en 5 tomos hasta ahora publicados, 1902-4.

DERECHO ESPA�OL

C�digos espa�oles, 12 vol., 1848-51.


Fern�ndez Elias, C. Derecho civil espa�ol, 2a ed., ,2 vol., 1880.
��

Garc�a Goyena, F. C�digo civil espa�ol (motivos, concordancias y eom�ntarj03


del), 4 vol., 1852.


*

..

Guti�rrez Fern�ndez, B. Estudios fundamentales sobre el derecho civil espa�ol,


2a ed., 7 vol., 1868-78. .;.-


S�nchez Rom�n, F. Estudios de derecho civil, 9 vol. y un ap�ndice, 188�?-90;
���

2a ed., 9 vol., 1889 a 1912.

Serna, P. G. de la, y Montalb�n, J. M. Elementos del derecho civil y penal


de Espa�a, 6a ed., 3 vol., 1860-1.


Valverde y Valverde, C. Tratado de derecho civil espa�ol, 4 vol., 1909-16.

REVISTAS

Bevista jur�dica y de ciencias sociales, 1914-9,


Bevue trimestrielle de droit civil, 1902-17.
Bivista di diritto civile, 1909-19.
Bivista di diritto commerciale, 1903-19.

C�DIGOS

Alem�n, ed. en 4 vol. de la Soei�t� de l�gislation compar�e, 1904-14.


Brasile�o, por P. de Lacerda, 1916.
Corpus juris civilis, ed. de los Fratres Kriegelii, Leipzig, 1887, 3 vol.
Franc�s, italiano, etc., ediciones corrientes en franc�s y en traducciones caste
llanas.
Japon�s, enla trad. francesa de I. Motono y M.
Tomii, 1898, titulada Code civil
de l 'empire du Jap�n.

Latino-americanos, ediciones corrientes y de fechas diversas


(el de Venezuela est�
contenido trabajo de A. Pietri, hijo, El c�digo, civil de 1916).
en un

Leyes de Indias, 4 vol., 5a ed., 1841.


Suizos: de las obligaciones, ed. en franc�s (Neuchatel,
1911) de H. Oser- civil
trad. oficial de 1911.
De los c�digos abrogados que sirvieron de fuentes nuestro
a
legislador, s�lo puedo-
citar los siguientes: C�dice per lo Begn-o delle due S�cilie, Parte prima
PRINCIPALES ABREVIATURAS XV

Leggi civ�li, �ap�les, 1822; C�dice civile per gli Stati di S. M. il Be di


Sardegna, Tur�n, 1837. Los restantes los conozco por la obra de Saint-

Joseph, Concordancia entre el c�digo civil franc�s y los c�digos civiles

extranjeros, trad. espa�ola, 2a ed., 1847.

JURISPRUDENCIA

Gaceta del Victorica, 1916-9.


Foro, dirigida por R.
Jurisprudencia argentina, dirigida por T. Jofr� y L. Anastasi, 1918-9.
Jurisprudencia de los tribunales nacionales, 1910-4, m�s una entrega (febrero)
de 1918.

Recopilaci�n oficial de los fallos de la Suprema Corte de la provincia de Bue


nos Aires.

Recopilaciones oficiales de los fallos de la Suprema Corte de la Naci�n, y de las


siguientes C�maras de la capital federal: de lo civil, de lo comercial y
de lo federal.
Bevista de legislaci�n y jurisprudencia, por A. Carette y C. Atwell Ocantos,
10 vol., 1913-8.

PRINCIPALES ABREVIATURAS

Comunes

art. : art�culo (de ley o de c�digo).


c. : cap�tulo.
col. : columna.
e�nf. : conforme.
cons. : cons�ltese.
fr. : fragmento (en las citas de leyes romanas). �
,

1. : libro.
loe. cit. : lugar precitado.
n. : nota.
nn. : notas. � ''.'���'
n�: n�mero.

obra
"

op. cit. : precitada.


p. : p�gina.
~'

ss. : siguientes. '". ;'v:


t. : t�tulo.
v.: v�ase. i "^ [

En las citas

C�m. civ. : C�mara de lo civil de la capital federal. �!


C�m. com. : C�mara de lo comercial de la capital federal.
C�m. fed. : C�mara de lo federal de la Capital.
G. F. : Gaceta del Foro.
.1. T.:Jurisprudencia de los tribunales nacionales.
J. A.: Jurisprudencia argentina.
R. L. J. : Bevista de legislaci�n y jurisprudencia.
R. T. D. C. Bevue trimestrielle de droit civil.
-

: , . ..
XVI DE LAS OBLIGACIONES EN -GENERAL

R. D. Civ. : Bivista di diritto civile.


R. D. Comm. : Bivista di diritto commerciale.
S. C: Suprema Corte de la Naci�n.
S. C. B. A.: Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires.
S. T. :
Supremo (o Superior) Tribunal.

OBSERVACIONES SOBRE LAS CITAS

Cito las obras por el nombre del autor y el tomo y n�mero respectivos: asi,

Vivante, IV, 315, quiere decir el n� 315 del tomo IV del Trattato de dicho autor.
S�lo cuando en numeraci�n, cito por la p�
la obra citada no se emplee la
gina: es lo que ocurre con los fallos jurisprudenciales y en algunas obras cien
t�ficas. As�, S. C, 120, 216, significa la p�gina 216 del tomo 120 de los fallos de
ese tribunal.
Deconsiguiente, la primera cifra romana en una cita indica tomo, la segun
da (ar�biga) indica n�mero (o p�gina, en su defecto).
Cu�ndo subsiga alguna tercera cifra o indicaci�n, se trata de subdivisiones
adoptadas por el respectivo autor. As�, Cosack, III, 109, IV, 2, quiere decir:
tomo III, n�mero (o p�rrafo, en el caso) 109, divisi�n (o lo que se quiera), IV,

punto 2 de ese n�mero o p�rrafo. Lo mismo pasa con. otros autores, particular
mente alemanes, como Windscheid.
En los contados casos en que la primera cifra romana no indica tomo, es
en aquellos en que se trata de obras de un s�lo tomo y en que la cifra corres

ponde a una divisi�n (parte, t�tulo, etc.) de la obra.


En los cuerpos jur�dicos de divisiones complejas (por libros, t�tulos y leyes),
como el Corpus juris, los C�digos espa�oles y las Leyes de Indias, las tres cifras

corresponden respectivamente, a cada una de esas divisiones (la Ia va en n�mero


romano; la 2a, en ordinal; la 3a, en cardinal com�n). As�, Digesto, L, 17�, 121,
significa: ley 121, t�tulo 17�, libro L. Excepci�n �nica: en las Partidas modi
fico la primera cifra romana por una ordinal femenina (Ia, 15�, 7; 7a, 17�,

12; etc.).
La publicaci�n Jurisprudencia de los tribunales nacionales (J. T.) no est�
dividida tomos: por la cito por mes
y a�o. As�, J. T., VII|
en eso
913, 3, significa:
julio de 1913, p�gina 3. La misma observaci�n es la Gaceta del
aplicable a

Foro (G. F.).


Si nada especifico en contrario, las citas de
Aubry y Rau se refieren a la
4a edici�n, las de Crome aluden a su obra Teorie
fondamentali, las de Ricci con

templan su Corso, las de Wetter son relativas a sus Obligaciones.

A veces cito t�tulos abreviados de ciertas


obras, como acabo de hacer con la
mencionada de Crome, y como ocurre con estas otras: Saleilles, Olligation, o

Ferrara, Negozio illecito, o Gabba, Questioni, etc., donde es f�cil descubrir con
exactitud la obra a que la cita se refiere.
En otros supuestos, de obras conocidas o de obras �nicas en esta biblioora-
f�a, me limito a la cita del autor tal pasa
: con
Vidari, Planiol, etc., y en
general
con los grandes tratados.
No creo, dado lo evidente del asunto, que ni en este caso ni en el precedente
haya lugar a confusi�n.
�NDICE ANAL�TICO

Pr�logo.
Bibliograf�a.

PRIMERA PARTE; DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

Cap�tulo I: Contenido '��'�'

Secci�n Ia: Concepto

1. Necesidad de definici�n previa. Investigaci�n sumaria al efecto.


2. ��

una

3. Definici�n provisional. 4. �

Caracterizaci�n del c�digo. 5. La obligaci�n


civil y la obligaci�n no civil. �

6. Acepciones.

Secci�n 2a: Elementos

I. ��

7. Son
objetivos o subjetivos.
II. �

La causa ele la obligaci�n como requisito. . .

A. �

8. Por qu� la estudiar� sumariamente.


B. Causa l�cita: 9. Qu� se entiende aqu� por � causa�.

10. No es necesario

expresarla. 11. Causa aparente y causa falsa.


��

C. Causa il�cita: 12. Prenociones. �

13. Ilicitud stricto sensu. �

14. Moral
15. Orden p�blico. 16. Intereses y convenien
y buenas costumbres.
�� �

cias generales.
III. Elementos subjetivos.
A. Prenociones: 17. Necesidad de determinar el sujeto de un derecho. �

18.

Opini�n contraria deDuguit.


B. Qui�nes pueden ser sujetos.
Io. �

19. Sujetos de ejercicio.


2o Sujetos de beneficio o goce: 20. Esbozo hist�rico. 21. El asunto �

entra�a un problema de t�cnica jur�dica y de apreciaci�n legisla


'. 22. En
tiva. �

rigor, s�lo pueden ser sujetos las personas humanas.

T. I. b
Colmo, Ohlig.,

.
LAS C

XVIII DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

IV, Elementos objetivos.


A. Prestaci�n. \
Io. �

23. Concepto y especies generales. \


25. Inores
2o 24. Principios.

Distinci�n entre � dar � y � hacer � :

de la distinci�n.
3o. �

26.
Especies particulares*
4o Requisitos.
�[ a). �

27. Generalidades.
29. El derecho civil
no
b) Valor patrimonial : 28. Prenociones.

es puramente econ�mico. 30. Respuestas a objeciones posi


bles. �

31. Exposici�n de una tesis de Ihering.


B. Fuentes.
Io Fuentes tradicionales: 32. Su exposici�n.

33. La sentencia judi


34. Reducci�n de las fuentes a la volun
cial como fuente nueva. �

tad y a la ley.

35. Conclusi�n.
2o Voluntad unilateral.
a). ��

36. Prenociones.
38. Promesa de
b) Exposici�n de casos: 37. Derecho romano.

de recompensa, 40. T�tulos a la


fundaci�n. 39. Promesa

42. Ofer
por terceros.

orden y al portador.

41. Estipulaci�n
44,
persona indeterminada,

�y ta contractual. �

43. Oferta a

Contrato de adhesi�n.
c) Apreciaci�n de la tesis: 45. En sentido estricto, es inconcebible.
46. C�mo hay que entenderla.

Cap�tulo II: Efectos

Secci�n 1" : Entre partes

I. �

47. El principio.
II. �

48. Con relaci�n al deudor.


III. �

Con relaci�n al acreedor.


A. �

49. Derechos de �ste.


B. �

50. La soluci�n de los da�os e intereses es subsidiaria.


C. Medios de compulsi�n: 51. En obligaci�n de dar. �

52,
obliga En
ciones de hacer y de no hacer. �
53. Bienes no ejecutables (Homestead).

54. Prisi�n por deudas y muerte civil. �

55. Multa civil. �

56. Con
curso de acreedores.

Secci�n 2'd : Con relaci�n a los sucesores

57. Prenociones.
Sucesores universales.
A. Herederos: 58. En principio
cargan con las obligaciones. 59. Si �

son

varios, cargan por partes. 60. Derechos inherentes a la persona.


B. �

61. Los legatarios de parte al�cuota no son sucesores


universales.
�ndice anal�tico XIX

III. Sucesores particulares.


A. �

subrogados son verdaderos sucesores.


62. Los
B. Sucesores no subrogados: 63. Dificultad del asunto. 64. S�lo res-" �

ponden con lo que reciben. 65. Precisa excluir los casos


de derechos
reales. 66. En principio no suceden.

67, Nada arguye el precedente �

de Zaehariae. �

68. Conclusi�n.

Secci�n 3*: Con relaci�n a terceros

'69. Referencia.

Secci�n 4a: Obligaciones naturales

I. �

70. Dificultad y bibliograf�a del tema,


II. �

71. Importancia del asunto.


III. �-

Doctrinas.
A. �

72. Derecho romano.

B. Derecho contempor�neo : 73. Si sobrevive el romanismo al respecto. �

74. Si la obligaci�n natural es de derecho civil. 75. Doctrina que acepto. �

C. Criterios de apreciaci�n: 76. Equidad. 77. Derecho natural. 78. � �

Deber de conciencia, 79. Objeciones posibles.


"IV. Examen del c�digo: 80. El principio.. 81. Observaciones t�cnicas. � �

82. Observaciones exeg�ticas. 83. La enumeraci�n legal no es limitativa.


"V. Efectos : 84. La obligaci�n natural cumplida es un acto de liberalidad. �

85. El pago hecho no puede ser repetido. 86. Cumplimiento parcial. 87. � �

Garant�as civiles de una obligaci�n natural.

Secci�n 5a: Da�os e intereses

Art�culo I : Imputabilidad

L. Generalidades: 88. Prenociones. �

89. Concepto y requisitos.


.II. Mora.
A. Del deudor.
1�. �

90. Prenociones.
2o Requerimiento : 91. En principio indispensable.
�s �-

92. Forma y

prueba del mismo.


- �

93. Se lo excluye en la mora convenida. �

94. . .
.y en la mora ex re.

3o. �

95. Efectos.
4o. �

96. Cesaci�n.
B. Del acreedor: 97. Generalidades. �

98. Requerimiento. �

99. Imputa
bilidad. �
100. Efectos. �
101. Cesaci�n.
C. �

102. De las dos partes.


III. �

103. Dolo.
ZV. Culpa.
A. Generalidades: 104. Prenociones y bibliograf�a, �

105. Especies.
B'. Culpa del deudor.

\
XX DE LAS OBLIGACIONES �N GENERAL

107. Gra
Io Criterios de apreciaci�n: 106. Concreto y abstracto.

ci�n romanista de las culpas. � 108. Soluci�n del c�digo. _

*
2o Culpa contractual y culpa delietual: 109. Prenociones. H�- Sl �

fieren en la presunci�n legal. 111. Si difieren en' intensidad.


Si difieren en calidad. 113. Conclusi�n: unidad de la culpa.


C. �

114. Culpa del acreedor.


D. �

115. Culpa de ambas partes.


V. Caso fortuito. ,
ma
A. Generalidades: 116. El principio.

117. Caso fortuito y fuerza

yor.

118. Es extensivo a la culpa y a la mora.

B. Caracterizaci�n del casus. �


� �

Io Doctrinas: 115. Tradicionales. �

120. De Exner. �
121. Soluci�n

que adopto. ��
�-

121 a. Obtemperaciones admisibles.


2o Jurisprudencia: 122, Casos diversos. �
123. Incendio de campos pol
los ferrocarriles. �

124. Otros casos.

3o La huelga como casus: 125. Generalidades. �


126. La huelga �ge
neral �.
4o. ��
127. El lock-out como casus.

5o Cu�ndo no se puede alegar el casus: 128. Regla.



129. Excepciones.^
6�. �

130. Prueba del casus.

Art�culo II: El da�o

133. Car�cter.

I. Generalidades: 131. Principio legal. �


132. Fundamento. �

134. Especies.
II. Criterios para su c�mputo.
A. Criterios tradicionales: 135. Da�os comunes y particulares.

136. Da
�os 137. Da�os intr�nsecos y extr�nsecos.

previstos e imprevistos. �

138. Observaciones sobre esos criterios.


B. Criterio del c�digo.
Io Si s�lo media la culpa: 139.
Principio. 140. Obtemperaciones del

mismo. �

141. Caso de boletos de compraventa.


2o Si media dolo : 142. Prenociones y antecedentes. �

143. El derecho-
de las fuentes es inaplicable.. �

144. Es igualmente inaplicable el.


derecho moderno. �

145. Ni rigen los principios generales. 145 a.��

Conclusi�n.
III. La indemnizaci�n.
A. Generalidades: 146. Debe abarcar el doble aspecto del da�o. �

147. Se-
la fija en dinero. 148. Su monto puede deferido juramento.

ser en �

149. No procede si se pide resoluci�n del contrato. �

150. Juez compe


tente. �

151. Abarca las costas del juicio.


B. Prueba de los extremos legales: 152. De la imputabilidad. �

153. Del
da�o.

Art�culo III: El da�o moral contractual

I. Controversia que supone.


A. Motivaci�n favorable: 154. Razones generales para admitirlo. 155.; �

Argumentos doctrinarios y comparativos. 156. Precedentes de nuestra- �

propio derecho.
�ndice anal�tico XXI

B. Motivaci�n contraria: 157. La reparaci�n ser�a inmoral. �

158�Impli
car�a un enriquecimiento sin causa. �

159. En todo caso, precisar�a dis


tinguir. �

160. El da�o moral es inconmensurable. �

161. En nuestro
derecho s�lo procede cuando medie un delito criminal.
31. �

162. Conclusi�n. �
� "�

Art�culo IV : La cl�usula penal


I. Generalidades: 163. Prenociones. �

164. Metodolog�a. �

165. Concepto y
funciones.
' '
". II. La cl�usula penal como seguridad.
A. �

166. No permite eludir el cumplimiento de la obligaci�n.


B. �

167. El acreedor no puede pedir el cumplimiento y la pena.


'

C. La obligaci�n penal es accesoria: 168. Nulidad o' extinci�n de la obli


"

gaci�n principal. 169, Pena il�cita que entra�e una condici�n.


� ��
170.
Pena il�cita que no entra�e condici�n. 171. La pena ��

no es accesoria
si la llamada obligaci�n principal se refiere a terceros. �

171. ... O es

obligaci�n natural.
una .

III. La pena como prefijaci�n de da�os: 173. Principio. 174. Excesivo rigor �

del mismo. 175. Obtemperaciones posibles.


- ��

176. Obtemperaci�n legal. �

"

IV. Principios generales: 177. La pena puede no consistir en dinero. 178. Pue �

de ser estipulada para el caso de mora o para el de incumplimiento. 179. Se �

�ge por los principios de la mora. 180. El casus es alegable. 181. Indi
� �

visibilidad de la pena. 182. Divisibilidad de la pena.


"V. Afinidades de la cl�usula penal.


A. - �

183. Multa
penitencial.
B. Se�al o 184. Semejanzas y diferencias.
arras:

185. La se�al en las

leyes. 186.

La se�al en la jurisprudencia, 187. �

Observaciones contra
esa jurisprudencia,

'-'
Cap�tulo III: Modalidades

Secci�n T : Prenociones
... .
.
.
� ...,'...

:188. Son relativas a cualquier acto jur�dico. �

189. Metodolog�a. �

190. No se


las presume.. �

191.. Cu�ndo es �
pura � una obligaci�n.

Secci�n 2a: Condici�n

I. Generalidades: 192,. Concepto jur�dico. �

193. Concepto legal. �

: 194. En

qu� puede consistir el hecho condicional. 195. Acepciones. : �

31. Especies. ....

A. Suspensiva y resolutoria: 196. Caracterizaciones. 197. Cualquier �

con
'

dici�n es suspensiva. .

B. 198. Positiva y negativa.


.
C. 199. Casual, potestativa y mixta,

D. 200. Expresa y t�cita.



.
.

.E. 201. Alternativa y conjuntiva.



XXII DE LAS OBLIGA...� ���� 22�? GSi;E��.u

III. Requisitos del hecho condicional.

pasado o presente no importa condici�n.


-�� J
A. Futuro : 202. El hecho
Pero surte pr�cticamente los efectos-de la condici�n.
B. Incierto.
Io. �

204. Caracterizaci�n.

20 *

2o Condici�n y plazo incierto: 205. Afinidades y desemejanzas.


cl�usula � ti
Principales aplicaciones jurisprudenciales.

207. La

los perfectos �.
O �

208. Posible.
D. L�cito.
Io. �

209. Principio.

Observaci�n com�n.
2o Condiciones especialmente prohibidas: 210.
211. Habitar en lugar determinado. �

212. Mudar o no de religi�n-


214. Buenas costumbres.

215. Con

213. Casarse o no casarse.


clusi�n general.
3o. �

216. Hecho il�cito del deudor.


4o. �

217. Hecho il�cito de terceros.


219. Con:
para el acreedor.

E. No potestativo: 218. A menos que lo sea

mayor raz�n si lo para terceros.


es

220. Aun con relaci�n al deudor,


debe serlo absolutamente �. 221. Lo la condici�n reso
� �

potestativo en

lutoria.
IV. Cumplimiento.
A. �

222. Car�cter: indivisibilidad.


B. Cumplimiento efectivo,
Io Hay plazo fijado: 223. Se trata de un hecho positivo.

224. Se-

trata de hecho
negativo.
un 225. Observaci�n com�n.

226. He �

chos alternativos o conjuntivos...


2�. 227. No hay plazo fijado.

C. �

228. Cumplimiento ficto.


D. Observaciones generales: 229. El cumplimiento debe ser probado por-

quien lo alegue. 230. Cu�ndo hay cumplimiento.



231. Conclusi�n. �

V. Efectos.
A. Pendiente la condici�n.
Io El acreedor tiene un derecho actual: 232.
Principio. 233. Puede-
�-

ejercer actos conservatorios. �

234. Ejercicio de las acciones pauliana.


y subrogatoria.
2o El deudor tiene tambi�n derecho actual: 235. Principio. �

236. Re
petici�n de lo pagado.
3o
Riesgos: 237. Riesgos comunes. �

238. Actos de disposici�n.


B. Cumplida la condici�n.
Io Efectos comunes: 239. La
obligaci�n se vuelve pura. �

240. Aun
as� no autoriza la acci�n ejecutiva.
2o Retroactividad : 241. 242. Excepciones.
Principio. �

242 a. Ver
dadero alcance pr�ctico. 243. Cr�tica del principio.

VI. Observaciones generales.


A. �

244. Si la condici�n resolutoria obra de


pleno derecho.
B. La condici�n en los actos
gratuitos:
245. Actos entre vivos. �

246. Dis
posiciones testamentarias.
C. �

246 a. Conclusi�n.
�ndice anal�tico XXIII

Secci�n 3a: Cargo


I. Prenociones: 247. Concepto y formas. �

248. Metodolog�a. �

249.Cargo y
condici�n. �

250. Cargo y consejo o ruego.


251. Nuestro e�digo suele


hacer del cargo una condici�n. 252. Inteligencia de la ley al respecto.

II. Requisitos: 253. Principio. 254. Cargo il�cito. 255. Cargo imposible.
� � �

256. La imposibilidad ulterior no perjudica. 257. Cargo � serio �. �

III. Cumplimiento : 258. Principios. 259. �poca. 259 a. Efectos.


� � �-

260.
No tiene efecto contra terceros.

Secci�n 4a: Plazo

I. �

261. Concepto y metodolog�a.


II. Formas,
A. �

262. Suspensivo y resolutorio.


B. �

263. Expreso y t�cito.


C. �

264. Convencional, legal y judicial.


D. Cierto e incierto.
Io. �

26o. Principio.
2o. �

266. Plazo incierto y condici�n.


3o Plazo ineierto en disposiciones testamentarias: 267. Obra como con

dici�n. �
268. Cr�tica de esa soluci�n. �
269. Excepci�n de nuestro

principio legal.
E. Determinado e indeterminado: 270. El plazo indeterminado es un plazo
incierto. �

271. Plazo para � cuando el deudor quiera �. �

272. Plazo

para � cuando el deudor pueda �.


F. Observaciones generales: 273. Cu�ndo vence un plazo incierto o indeter
minado. 274. Plazo sujeto a condici�n, y viceversa.

III. Efectos.
A. Antes del vencimiento.
Io Generalidades: 275. Actos conservatorios. �

276. Actos de disposi


ci�n. �

277. Transmisibilidad del derecho plazo.


a

2� En favor de qui�n existe el plazo : 278. Principios. �

279. Jurispru
dencia. ��

280. Deudor que paga puede repetir.


B. Despu�s del vencimiento.
1
Io Cu�ndo vence un plazo: 281. C�mputo general. �
282. Plazos de
de a�os. 283. Plazo que empieza el d�a final de un mes. �

meses o �

284. Los plazos son continuos. �

285. Plazos de horas o de d�as.


2o Efectos del vencimiento.

a). 286. Vencimiento efectivo.


o) Descaecimiento: 287. Principios. �


288. Insolvencia del deudor.
289. Ejecuci�n de bienes afectados, 290. Diminuci�n de ga

rant�as. �
291. Observaciones generales. 292. Cr�tica del ca-

su�smo legal. �
293. Efectos del descaecimiento.

Secci�n 5a: Obligaci�n accesoria

294. Metodolog�a. 295. �

Su doctrinarismo en el c�digo. �

296. Extinci�n de
la obligaci�n principal.

297. Nulidad de la obligaci�n accesoria.


XXIV
DE LAS OBLIGA

Cap�tulo IV: Obligaciones de prestaci�n determinada

Secci�n Ia: Generalidades

29LPTdOMS S�bre esPecies


300. R�gimen de las
obligatorias. �

299. Complejidades posibles.


obligaciones complejas.

Secci�n 2\- Obligaci�n de dar

I. Generalidades: 301. Concepto y fines. �

302. Diferencias con la de prestaci�n


indeterminada. �

303. Queda excluida


o la tenencia.
la obligaci�n para transferir el uso

II. Obligaciones que entra�a: 304.


de la cosa.
Entrega de accesorios. �

305. Conservaci�n

306. Entrega de la
111.
cosa en lugar y tiempo.
Riesgos.
A. Obligaci�n
para constituir un derecho real.
Io P�rdida de la cosa. .

a) Sin culpa del deudor: 307.


Principio. �

308. Sentido de la ex
presi�n �sin culpa�. i .

o). �

309. Con culpa del deudor.


o). 310. Cu�ndo est�

perdida una cosa.


d.). 311. Prueba de la

p�rdida.
e)- 312. Caso de
p�rdida parcial.
2� Deterioro: 313. Principios. 314. Caso -

deculpa del deudor.


�i
-

314a
el acreedor puede
exigir una cosa
�equivalente�. 315 -

Caso'
de deudor no
culpable.
316' AUment�S StriCt�

B.
8�j�Tnt�S: SmSU' ~

317- Frutos- ~

318- Me-

Obligaci�n para restituir cosa a su rW�- qiq r.


-
.. dida total.
-323. Frutos.
-

320.
-
P�rdida^ ^ *%��T^- f
324.
Aumentos. ^noios. -

322.
'' **

Mejoras.
C. �

325. Concepto de la mejora.


VL Efectos respecto de
terceros.
� -

A. Tradici�n. .

Io. �

326.. Prenociones. .

2� Su cr�tica: 327. Su
desubicaci�n. -

3*8 No p, ,� v ,
cidad. 329 Se li�, onn �'+


n medl� de Publi"
" ��
tradici�n PrmCipS P�C� �"**� ~

330. La
en Roma
-3�
Registros de derechos reales.
a) Criterio al respecto, de
nuestro codificador- 33!
331. v u
Falta ,
tastro. �

332 Carenan
ooo. carencia *a
de ^iiica�or.
personal t�cnico �m
de
a- t
ca-

de registro & ^
al derecho de
son �
c�digos complejos � -

334 jn !+
reglStro no ataca
%eS
propiedad.
o) Breve estudio de los
registros- 335 m'VA a
nuestros registros.
336. registro
7 desarmoil�as de
Registro en
-

� ai �

Torrens. Alemania. -

337. Sistema-
�NDICE ANAL�TICO XXV

c) Tendencias de reforma entre nosotros: 338. Iniciativa de 1904. �

339. Cr�ticas de que fu� objeto. �

340. Intereses que her�a. �

341. Otras iniciativas.


B. Concurrencia de acreedores.
Io. �

342. Planteo de las hip�tesis.


2� Constituci�n o transferencia de derecho real.
a) Cosa mueble: 343. Se ha hecho tradici�n a un acreedor. �

344.
No se ha hecho tradici�n a nadie.

b) Cosa inmueble: 345. Hay tradici�n en favor de un acreedor. �

346. No hay tradici�n en favor de nadie.


3o Restituci�n de una cosa a su due�o.

a) Cosa mueble: 347. Tradici�n a un acreedor. �

348. No hay
tradici�n.
o) Cosa inmueble: 349. Derechos reales o posesorios en favor de
terceros. �

350. Concurrencia de acreedores.

Secci�n 3a: Obligaciones de hacer y de no hacer

T. Hacer.
A. �

351.
Concepto.
B. Cumplimiento.
Io Modo : 352. Principio. �

353. Interpretaci�n del mismo. �

354. Qu�
debe entenderse aqu� por � modo �.

2o. 355. �poca.


3o. �

356. Personalidad del hecho.


C. Incumplimiento: 357. Da�os e intereses: diversidad de principios. 358. �

Soluci�n que corresponde. 359. Imperio de los principios generales.


�� �

360. Cr�tica de nuestra jurisprudencia. 361. Si procede la acci�n eje


cutiva.
D. �

362. Imposibilidad del hecho. :

31. No hacer.
A. �

363. Prenociones.
B. Omisi�n imposible. .
-

Io. 364. Principios.


2� Media la culpa del deudor: 365. Soluci�n alternativa. - �

366. Si la
mora existe de pleno derecho.

III. �

367. Las astreintes de la jurisprudencia francesa.

Cap�tulo V: Obligaciones de prestaci�n indeterminada l

Secci�n Ia: Prenociones

:368. Cuadro de tales obligaciones. �

369. La prestaci�n debe ser determinable.


370. En qu� estriba la determinaci�n.


XXVI DE LAS OBLIG

Secci�n 2a: Obligaci�n facultativa


o7q
�'�-
Bibli�"
legales.

I. Prenociones: 371. Concepto y origen. �

372. Casos

graf�a,
II. Efectos.
A. �

374. Entra�a una sola prestaci�n.


B. �

375. Esa prestaci�n es lo que debe pedirse. Obser-


Principio
accesoria, nula o extinguida: 376.
.

C. Principal o
^
cu pa
vaciones diversas. �

378. Prestaci�n principal imposible por

deudor.
D. �

379. Cu�ndo se vuelve obligaci�n determinada.

Secci�n 3a: Obligaci�n alternativa

I. Prenociones.
A. 380. Concepto y forma.

382. Con la facultativa,


383.
B'. Afinidades: 381. Con la de g�nero.

Con la condicional.
C. �

384. Casos legales.


D. �

385. Alternativas aparentes.


II. Riesgos.
A. Principios comunes.

Io. �

386. Todas las prestaciones son debidas.


2 o. �

387. Solidaridad real entre las prestaciones.


3o Prestaci�n
imposible: 388. Principios. 389. Aplicaci�n

en las lla
madas hipotecas a oro.
B. Si el deudor elige: 390. Principio sobre el derecho de elecci�n. �

391.

Imposibilidad de una prestaci�n.


392. Imposibilidad de todas las pres


taciones.
C. Si el acreedor elige : 393. Imposibilidad de alguna prestaci�n. �

394. Ob
servaciones complementarias.
III. Elecci�n.
A. Concepto: 395. Doctrinas corrientes. �

396. Soluci�n ante nuestro de


recho .

B. Efectos: 397. Principio. 398. Retroaetividad.


C. �

399. Elecci�n en obligaciones peri�dicas.

Secci�n 4a: Obligaci�n de g�nero

I. Caracterizaci�n: 400.
Principios. �

401. �G�nero� y �g�nero limitado�,


II. �

402. Elecci�n.
III. Efectos.
A. Antes de la elecci�n: 403.
Regla. 404. Obtemperaci�n de la misma.

B. Despu�s de la elecci�n: 405. La


prestaci�n queda individualizada. 406. �

Esa individualizaci�n es s�lo de principio.


�NDICE anal�tico xxvir

Secci�n 5a: Obligaci�n de cantidad

I. �

407. Caracterizaci�n.
II. Efectos.
A. �

408. Antes de individualizada.


B. Despu�s de individualizada.
Io Elecci�n: 409. En qu� consiste. �

410, Sus efectos generales.


2o Obligaciones para constituir un derecho real : 411. Supuestos legales.

412. Observaciones^
3o Obligaci�n de restituir : 413.
Supuestos legales. �

414. Observaciones.
III. �

415. Cr�tica de la metodolog�a y el casuismo legales.

Secci�n 6a: Obligaci�n de dinero

I. Prenociones: 416. Su importancia. �

417. Es una obligaci�n de cantidad.


H. El dinero.
A. 418. Car�cter y funciones.

B. Especies de moneda : 419. Met�lica. �

420. Fiduciaria. �

421. De papel.
III. Doctrinas sobre el valor de una suma de dinero.
A. �

422. Enunciado de las mismas.


B. �

423. Valor nominal.


C. �

424. Valor real.


D. Valor corriente: 425. Su justificaci�n. 426. Sus

inconvenientes. �

427.
Su adopci�n por el c�digo. 428. Concepto legal
��

del valor corriente, �

429. Conciliaci�n de preceptos.


IV. Intereses.
A. - ��

430. No hay tasa legal (usura).


B. C�mputo.
Io. �

431. An�lisis de los


principios.
Aplicaciones jurisprudenciales: 432. Suponen deuda l�quida,
2o 433. �

Implican la mora. 434". Deben ser pedidos.


435. Obligaci�n de�

plazo descaecido.
C. Anatoeismo : 436. Principio prohibitivo. 436 a. Aplicaci�n del princi

pio a los intereses punitorios sobre cuotas de intereses. 437. Excepcio �

nes del principio.

D. �

438. Extinci�n.
V. Lugar �poca del pago.
y
A. �

439. Lugar.
B. �poca: 440. Obligaci�n sin plazo. 441. Obligaci�n para cuando el
��

deudor � pueda �. 442. Estas obligaciones pueden ser exigidas ejecuti


vamente. 443. Obligaci�n para cuando el deudor � quiera �.


Cap�tulo VI: Obligaciones de sujeto complejo o m�ltiple

Secci�n Ia: Prenociones

444. Cuadro de tales obligaciones. �

445. Entra�an indeterminaci�n del sujeto.


XXVIII DE LAS OBLIG-'

Secci�n 2a: Obligaci�n disjunta

447. Su falta de caracterizaci�n lega


.

-446. Su auge en derecho moderno. �

448. Equivale a una obligaci�n solidaria. 449. Aplicaci�n de tal criterio


los dep�sitos bancarios alternativos. �

450. Objeci�n posible.

Secci�n 3a : Mancomunado n simple

Art�culo I: Prestaci�n divisible

I. Prenociones : 451. Observaciones metodol�gicas. �


452. Concepto.
portaneia pr�ctica,
456. Pres
455. Prestaci�n de hacer.

II. Formas: 454. Prestaci�n d� dar. �

el
taci�n de no hacer. �

457. Prestaci�n alternativa. 458. El principio es


de la divisibilidad.
III. Efectos.
461. La-
Principios. �460. Excepci�n aparente.

A. Fundamentales: 459.
divisi�n se hace en partes iguales. 462. Acciones recursorias.

B. �

463. Accidentales.

Art�culo II: Prestaci�n indivisible

1 Criterios franceses.
A. �

464. Su exposici�n.
B. Sus errores: 465. S�lo hay dos fuentes de indivisibilidad.

466. Hay
una sola indivisibilidad: la material. �

467. Lo que interesa es la pres


taci�n y no el derecho. �

468. Est�n en juego derechos creditorios y no

derechos reales.
C. �

469. Conclusi�n.
II. Principios delc�digo: 470. Soluci�n que admite. 471. Cr�tica �

de la prodi
galidad legal. 472. Obligaci�n garantida con un derecho real.
� �

473. Obli
gaci�n indivisible sobre un objeto com�n. 474. Abstenciones. � �

475. Obli
gaciones por cargas reales.
III. Efectos.
A. Fundamentales: 476. Principio. �

477. Citaci�n de garant�a, �

478.. De
recho de prevenci�n.
B'. Accidentales: 479. Remisi�n. �

480. Prescripci�n. 481. Novaci�n.


� �

482. Transacci�n. �

483. Mora y culpa, 484, Cosa juzgada.


C. �

485. Acciones recursorias.

Secci�n 4�l: Mancomunaci�n solidaria

Art�culo I: Generalidades -

486. Concepto legal y bibliograf�a. 487. Definici�n de Demolombe. 488. Afi



nidades con la
obligaci�n indivisible. 489. Lo �nico y lo plural de sus as

pectos. 490. Su car�cter


excepcional. 491. Cu�ndo surte el fuero federal.



�ndice anal�tico XXIX

Art�culo II: Solidaridad activa

I. Fuentes: 492.. Nunca pueden ser legales. 493. Ni judiciales.


II. Efectos.
A. Fundamentales: 494. Principio. �

495. La prevenci�n, �

496. Citaci�n^
de los acreedores del demandante.
B. Accidentales: 497. P�rdida fortuita de la prestaci�n. �

497a. P�rdida
o deterioro culpables de la prestaci�n. �

498. Suspensi�n o interrupci�n


de la prescripci�n. �

499. Fallecimiento de un acreedor. �

500. Demanda .

de intereses. �

501. Cosa
juzgada.
III. Extinci�n: 502. Principio. 503. Transacci�n.
� ��

504. Novaci�n y daci�n.


en pago.

505. Compensaci�n. 506. Confusi�n.-


� �

507. Remisi�n.
IV. �

508. Excepciones que puede oponer el deudor.


V. �

509. Acciones recursorias.


VI. �

510. Renuncia de la solidaridad.

Art�culo III: Solidaridad pasiva

I. Prenociones: 511. Importancia. ��

512. Fuentes. �

512a. Multas en vio


laciones de la ley de sellos (v. p�g. 310 in fine).
II. Efectos.
A. Fundamentales: 513. El principio. �

514. La prevenci�n. �-

515. Cita
ci�n de garant�a de los codeudores.
B. �

516. Accidentales.
C. �

517. Excepciones.
D. Extinci�n.
Io. ���

518. El principio.
2o Transacci�n: 519. Soluci�n legal. �

520. Su inconsecuencia. �

521..
Soluci�n que cuadra.
3o. 522. Novaci�n y otros medios.

E. Acciones recursorias: 523. Principio. ��

524. Naturaleza de la acci�n.


F. �

525. Renuncia de la solidaridad.

Art�culo IV: Principios generales

I. 526. Importancia y fines de la solidaridad,


- �

II. Si hay m�s de especie de solidaridad : 527. Criterios de algunos autores;


una

franceses. �

528. En principio, la solidaridad es �nica. 529. Nuestro dere - �

cho ignora la obligaci�n in solidum. 530. Solidaridad comercial.


III. Solidaridad e indivisibilidad: 531. Difieren por la causa. �

532. Difieren:

por los efectos.


IV. La doctrina francesa de la representaci�n: 533. Su exposici�n. �

534. Sus
cr�tica. �

535. Su imperio es nuestro c�digo.


V. ; �

536. Tendencias modernas punto a solidaridad.


en

Reconocimiento de las obligaciones (en nota) : 537. Su desubicaci�n en el c�digo.


538. Qu� puede verse en un reconocimiento. �

539. El reconocimiento del

c�digo es una mera prueba.


��

540. Nuestro reconocimiento y el acte recognitif


franc�s. �

540 a. Reconocimiento y obligaci�n sin causa. �

541. Reconocimiento-
judicial. �

542. Reconocimiento extra judicial. �

543. Conclusi�n.
XXX DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

SEGUNDA PARTE: EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

Cap�tulo I: Pago

Secci�n T: Prenociones

extintivos. 545. Tal enumeraci�n


544. Enumeraci�n de los diversos medios

medios. �
547. No
no es completa en el c�digo.

546. Clasificaci�n de esos

todos los medios tienen los mismos efectos.

Secci�n 2a: Pago en general

I. �

548.
Concepto y requisito.
11. Qui�n puede pagar.
A. �

549. Prenociones.
B. �

550. El deudor.
C. �

551. Los interesados.


D. �

Los terceros.
Io Cu�ndo pueden: 552. Principios. 553. Excepciones.

2" C�mo pueden pagar: 554. Si caben distingos. 555. Car�cter del �

pago por terceros. 556. Pago


��
contra la voluntad de acreedor y
deudor.
3o Acciones del tercero que paga: 557. Contra el acreedor. �

558. Con
tra el deudor (acci�n de in rem
verso).
E. Capacidad para pagar.
Io Casos comunes : 559.
Principio. 560. Pago- hecho por deudor in

solvente. �

561. Calidad de
propietario.
2� Cr�dito embargado : 562.
Principio. 563. El embargo debe ser ju

dicial. 564. La indisponibilidad es parcial.


566. Cr�tica de la �

opini�n contraria. 567. Lo dicho no excluye la mala fe.


JII. A qui�n se debe pagar.


A. Generalidades: 568. El
principio.
569. Su cr�tica general.

570. Ob �

servaciones exeg�tieas.
B. Casos particulares: 571. T�tulo al
portador. 572. Adjectus solutiones

gratia. Adjectus: Crescenzio y Ferrini, 421;


Dernburg, II, 55, 3, b) ; Sa-
vigny, II, 59, I; Weter, I, 5,1, 2", c, II, 287; Molitor, I, Wiad- 69,'ll,'970;
scheid, II, 342, n. 34. Adstipulator :- Girard, 469, n. 1 y 749
y ss.; Wet
ter, T. II, 98, C, I, 5, I, 2�; Ortolan, III, 1378 y s.;
Molitor, I, a 66; 55'
Windseheid, I, 316; Dernburg, II, 18, 2. 573. Acreedor putativo.
-

574. Pago a terceros ratificado


por el acreedor.
C. Capacidad para recibir un
pago: 575. Principio. 576. Pago ��til��

hecho a un incapaz.
�ndice anal�tico XXXI

Secci�n 3a: Prueba, modo y gastos del pago

I. Los principios: 577. Obviedad o repetici�n de los mismos. �

578. Pago de
(dinero mediante documentos. �

579. Desubicaci�n de otros preceptos.


II. Prueba del pago: 580. Presunci�n en pagos peri�dicos. �

581. Qui�n debe


probar y con qu� medios. �

582. Pruebas especiales.


III. El pago debe ser total: 583.
Principio. 584. Cr�dito parcialmente l�qui

do. 585. Cr�dito con intereses.


��

586. Excepciones legales del principio.


IV. Gastos del pago : 587. Prenociones. 588. Importancia pr�ctica.


��

589. �

Obligaci�n de dar. 590. Obligaci�n


de hacer. 591. Conclusi�n general. �

Secci�n 4a: Lugar del pago

Art�culo I: Obligaciones contractuales

I. �

592. Prenociones.
II. Lugar designado.
A. 593. Principio :

la designaci�n puede ser expresa o t�cita,


B. Designaci�n t�cita.
Io. �

594. Puede resultar de la intenci�n.


2o Puede resultar de las ""circunstancias: 595. Principio. �

596. Pago
de inmuebles. �
597. Pago de mueble cierto. �

598. Precio de
cosa enajenada. �

599. Precio de otras prestaciones. �

600. Plazo
de hecho.
O Observaciones complementarias: 601. Lugar designado y juez compe
tente. �

602. El
c�digo y las leyes procesales. 602 a. �

Caso de obliga
ciones rec�procas.
III. Domicilio del deudor.
A. Domicilio com�n: 603. Es una regla amplia y fuerte.

604. Deudor que


cambia de domicilio. �

605. S�ntesis de las


aplicables. normas

B. Domicilio de elecci�n: 606. Es tambi�n


judicial. 607.
un domicilio �

Puede no serlo en ciertas circunstancias. 608. No implica renuncia del


fuero federal. 609. Desaparece ante un posterior juicio universal.


� �

610. No se transmite a los sucesores particulares.


IV. Casos particulares: 611. D�nde es exigible un cr�dito hipotecario. 612. El ��

cr�dito hipotecario que corresponde a una sociedad an�nima, es de jurisdicci�n


comercial. 613. Casos de jurisdicci�n internacional y de ejecuciones.
- �

614. �

Casos de disposiciones o de leyes especiales.


V. �

615. S�ntesis final.

Art�culo II: Obligaciones extracontr actuales

616. Legados.
- �

617. Actos il�citos.

Secci�n 5a: �poca del pago

I. �

618. No hay plazo fijado.


XXXII DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

II. Hay plazo fijado.


A. Plazo cierto.
Io. �

619. Cu�ndo vence. .

de bienea
2o Descaecimiento: -620. Por concurso. .� 621. Por remate
afectados. �

622. Por diminuci�n de .garant�as.



��*-
B. Plazo incierto: 623. Para cuando el deudor �pueda�.
cuando el deudor � quiera �.

C. �

625. No hay descuento, en un pago anticipado.

Secci�n �'a: Pago por consignaci�n

I. Generalidades: 626. Cu�ndo


procede. 627. Falta un establecimiento para.-

las consignaciones. 628. Amplitud de los principios sobre consignaci�n.


II. Requisitos: 629. Casi no los hay en el c�digo. 630. Jurisprudencia al res-.�

pecto. 631. Se reducen a los de cualquier pago.



632. La consignaci�n debe �

ser judicial. 633. Mora del acreedor y pago por consignaci�n.


III. Efectos.
A. Desde cu�ndo impugnada.

635. Con-
producen: 634. Consignaci�n
se no

signaci�n impugnada y declarada v�lida.


B. �

636. Riesgos de la prestaci�n.


C. �

637. Mora y ofertas reales.


D. �

638. Gastos de consignaci�n.

consignaci�n : 639. Consignaci�n no aceptada o no declarada


E. Retiro de la
v�lida. Consignaci�n aceptada o declarada v�lida.

640.
IV. Consignaciones especiales: 641. Cuerpo cierto a entregarse donde est�. �

642. Cuerpo cierto a entregarse donde no est�. 643. Cosas indeterminadas.��

644. Obligaci�n de hacer. 645. Obligaci�n de no hacer.


Secci�n 7a: Pago con subrogaci�n

I. Generalidades sobre la subrogaci�n: 646. Concepto. 647, Subrogaci�n obje �

tiva. �

648.
Subrogaci�n subjetiva. 694. Efectos de una y otra: la substi

tuci�n no es absoluta. 650. La subrogaci�n y el fuero federal.


651. La- �

subrogaci�n y la excepci�n de arraigo.


II. Generalidades sobre el pago con
subrogaci�n: 652. Concepto. 653. Funda �

mento: objetividad de la moderna


obligaci�n. 654. Corresponde exeluir

eualquier ficci�n de ese fundamento. 655. Car�cter: es una sucesi�n a t�tulo-


singular. 656. Utilidad.


III. Principios especiales sobre el pago con


subrogaci�n.
A. Subrogaci�n legal.
Io. 657. Principio.

2o. 658. Acreedor preferente.


��

3o. 659. Deudor obligado con otros o


por otros.
4o Tercero no interesado : 660. Cr�tica de la norma legal. �

661. Limi
taciones de regla.
esa 662. Jurisprudencia al

respecto.
5o. �

663. Adquirente de un bien hipotecado.


6o. �

664. Heredero beneficiario.


�NDICE ANAL�TICO XXXIII

~B, Subrogaci�n convencional.


Io Por el acreedor: 665. Principio. �

666. Requisitos. �

667. Es en su

fondo una eesi�n de dereehos, �


668. Criterio para distinguir si hay
cesi�n o subrogaci�n.
2o Por el deudor: 669. El
principio y su justificaci�n. �
670. Requisitos.
3V. Efectos del pago con subrogaci�n: 671. Hay en principio una substituci�n
ide persona. 672. S�lo se repite lo desembolsado.

673. �

Concurrencia del
subrogante y el subrogado.
V. 674. Subrogaci�n y acci�n subrogatoria,

Secci�n 8a: Imputaci�n del pago

'675, Concepto. �

676. Requisitos. 677. Imputaci�n


por el deudor.

678. Quid
por el acreedor. 679. Quid por la ley.

^.

"i

Secci�n 9a: Pago por entrega de bienes

<680. Concepto. *�* .


681. Requisitos. 682. Capacidad.
� �

683. Sus inconvenientes


en nuestro derecho. �

684. Implica novaci�n por cambio de objeto. �

685.
Instituciones que le son afines.

Secci�n 10a: Repetici�n del pago indebido

I. Principios sobre el enriquecimiento sin causa: 686. Heterogeneidad de los


mismos en el
c�digo. �
687. Necesidad de unificarlos. �

688. Car�cter general


del enriquecimiento. �

689. Su afinidad con los cuasicontratos. �

690. Su fun
damento. �

691. Sus
requisitos : 691 a. Su juego y efectos.
'�"II. �
692. Hip�tesis generales del c�digo.
III. Pago por error.

A. Generalidades: 693. Principio.


�-

694. Prueba del error. - �

695. La ad
misibilidad del error de derecho.
B'. Aplicaciones.
Io Casos procede la repetici�n: 696. Exposici�n de los mismos.
en que

697. Excepci�n legal.


2�. 698. Casos en que no procede la repetici�n.

3* Jurisprudencia: 699. Intereses no estipulados. 700. Impuestos fis �

cales declarados ilegales. 701. Actos nulos o anulados.


�C. 702. Contra qui�n procede la acci�n.


D. Qu� se repite.
Io. 703. Principio.

.2� Deudor de buena fe: 704. Si posee lo recibido, �

705. Si lo ha

enajenado.
3o. ��
706. Deudor de mala fe.
3V. Pago sin causa.

A. Generalidades: 707. Principio. �

708. Qu� se entiende por causa. �

709.

Qu� debe entenderse por pago sin causa, �

710. Qu� corresponde probar.


�^olmo, Oblig., �

T. I. c
XXXIV DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

fiscales declaracos
B. Aplicaciones jurisprudenciales: 711. Impuestos ca-sac .

gales. 712. Gastos funerarios.



713. Compras por mujer - _

ej
714. Orden judicial. 715. Actos nulos.
-
716. Costas del juicio -

cutivo.
V. Pago il�cito.
A. �

717. Principios.
B. �

718. Cu�ndo procede la repetici�n.


C. �

719. Cu�ndo no procede. _9,


721.
Distingos procedentes.
-

D. entiende por causa il�cita: 720.


Qu� se

Lo propiamente inmoral. .
,

723. Liberaciones dada^


Obligaciones putativas.
-

VI. Otras hip�tesis: 722.

por error.

subrogatoria y repetici�n de .pago.


VIL Observaciones generales: 724. Acci�n


726. Ante qu� juez corresponde
de la acci�n de repetici�n.

725. Prescripci�n
entablar esa acci�n.

Secci�n 11a: Pago con beneficio de competencia

727. Su concepto y car�cter humanitario. 728. Otras leyes han ampliado el �-

729. Qui�nes y en qu� condiciones pueden invocarlo.


principio del c�digo.


730. Entra�a un t�rmino suspensivo. 731. Deudores que el c�digo protege �

732. La enumeraci�n no es limitativa.

Cap�tulo II : Novaci�n

I. Prenociones: 733. Concepto. �

734. Especies. �

735. La novaci�n no es cono

cida en los hechos. .

x-
II. Requisitos.
A. �

736. Enumeraci�n de los mismos.


B. Obligaci�n anterior que sirva de causa: 737.
Qu� se entiende por � causa �..

738. No la hay en obligaci�n extinguida, o nula. 739. Puede -haberla


��

seg�n las circunstancias. �

740, lia hay en una obligaci�n natural. 741_ �

Obligaci�n condicional.
C. Obligaci�n nueva: 742. Si es nula o se anula, �

743. Si es condicional..
D. �

744. Capacidad.
E. Voluntad de novar.

Io Principios generales: 745. Voluntad expresada. �

746. Incompati
bilidad. � =-
747. Alteraciones externas. �

748. Prueba de la inunci�n.


o la incompatibilidad.
III. Especies.
A. Novaci�n objetiva.
Io. �

749. Cambio de prestaci�n.


2o Cambio de causa: 750.Principio. 751. �

Litis contestatio. �

752.
Sentencia. �

753. Entrega de documentos en


pago.

754. Cuenta
corriente.
3" Cambios en las modalidades: '755. Condici�n. �

756. Cargo. �

757..
�NDICE ANAL�TICO XXXV

T�rmino. �

757 a. Concordato. �

\ 758. T�tulo formal. �

759. Obliga
ci�n civil que se vuelve comercial. ��

760. Otros cambios accesorios.


B. Novaci�n subjetiva.
Io. �

761. Generalidades. ... \


2� Cambio de deudor : 762. Delegaci�n. �

763. Expromisi�n. �-

764.
Efecto com�n a las dos formas.
3o. �

765. Cambio de acreedor.


4o. �

766. Cambio de deudor y de acreedor.


IV. Efectos: 767. Fundamentales. 768. Accidentales.

"V. Observaciones generales,


A. �

769. Qu� era la novaci�n en derecho romano.


B. �

770. Escasa importancia de la novaci�n.


C. Instituciones afines: 771. Confirmaci�n y reconocimiento. �

772. Daci�n
en pago, subrogaci�n y cesi�n.

Cap�tulo III: Compensaci�n j.


>

I. Generalidades.
A. �

773.
Concepto.
B. Importancia: 774. En la cuenta corriente. �

775. En los cambios inter


nacionales. �

776. En las c�maras compensadoras.


O Especies: 777. Convencional. �

778. Facultativa. �

779. Judicial. �

780. Reconvencional. � ;
781. Legal. �

782. Afinidades entre las distintas

compensaciones.
TI, R�gimen de nuestra compensaci�n.
A. Requisitos.
Io. 783. Su exposici�n.

2o. �

784. Fungibilidad.
3o Liquidez: 785. Su concepto. 786. Su cr�tica, 787. Su importancia.
� �

pr�ctica.
4o Exigibilidad : 788. Principio. 789. No la hay en la producida por

quiebra. 790. Cr�tica de esa soluci�n.


��

5o Reciprocidad de las calidades de deudor y acreedor.

a). 791. Obligaci�n solidaria,


b). 792. Fianza.


c) Cesi�n: 793. Cr�dito contra el ceaente, posterior a �a cesi�n. �

794. Cr�dito anterior y sin cesi�n consumada, �

795. Cr�dito
anterior y con cesi�n consumada,
d) . 796. T�tulos a la orden.

e). �

797. Sociedad.
f). �

798. Concurso.

g). �

799. Matrimonio.

h). �

800. Honorarios
judiciales.
. B. Obligaciones no compensables: 801. Ciertas deudas p�blicas. 802. Obli �

gaci�n del despojante. 803. Dep�sito irregular.


804. Alimentos. � �

805. Salarios obreros, pensiones, etc.


C. Efectos.
XXXVI DE LAS OBLIG^ �iji^XZS W� Qm�MiAL,

�07. Limitaci�n pro


Io Obra de Principio civil.

pleno derecho : 806.


moderno.
cesal. �

808. La compensaci�n legal en el derecho


2o. �

809. La compensaci�n en ejecuciones judiciales.


3o. �

809 a, Algunas observaciones complementarias.


D. �

810. La compensaci�n y el derecho de retenci�n.

Cap�tulo IV: Transacci�n

I. Prenociones: el c�digo.

812. Concepto y
811. Su cr�tica de conjunto en

car�cter de fondo. �

813. Requisitos.
II. Caracteres.
A. �

814. Generales.
816. Es declarativa.

817. Si
B. indivisible.
.

Espec�ficos: 815. Si es

818. Es de interpretaci�n estricta.


equivale a la cosa juzgada. �

III. Especies.
A. �

819. Privada.
821. Explicaci�n
B. Judicial: 820. El explicaciones. que-

principio y sus

adopto.
IV. Qui�nes pueden transigir: 822. Principios.

823. Observaciones.
V. Objeto.
A. �

824. Principio.
B. Excepciones : 825. Bienes extra commercium. �

826. Intereses pecunia-


rios ligados al estado personal. �

827. Acciones en materia delictual.


VI. Efectos.
A. �

828. Fundamentales.
B, Accidentales : 829. En obligaci�n simplemente mancomunada. �

830. En i

obligaci�n solidaria. �

831. En fianza. ��

832. En evicci�n.
VIL Nulidad.
A. �

833. Principios.
B. Observaciones: 834. �Nulidad� y �rescisi�n�. 835. Concepto del.

�t�tulo�. �

836. Si es invocable el error de derecho. 837. Otras ob �

servaciones.
C. 838. Transacci�n sobre- cuenta litigiosa.

VIII. �

839. Afinidades.

Cap�tulo V: Confusi�n

I. Prenociones: 840. Concepto. 841. Acepciones. 842.


Amplitud de

su con
tenido.
II. C�mo se produce.
A. 843. A t�tulo singular.

B. A t�tulo universal.
1�. 844.
Principio.
_

2� Excepciones: 845. Heredero beneficiario. -

846. Separaci�n de pa
trimonios. �

847. Estado heredero.


�ndice anal�tico XXXVII

C. �

848. Puede ser total o parcial.


III. Efectos.
A. Fundamentales.
Io. �

849. � Extingue � la obligaci�n.


2�. Opini�n contraria: 850. Razones en que se apoya.

851. Confuta
ci�n de las mismas. �

852. Obtemperaciones adecuadas.


B. Accidentales Entre deudor y acreedor con relaci�n al fiador.
: 853. �

854. Entre deudor y fiador, 855. En obligaci�n solidaria.



856. En ��

obligaci�n simplemente mancomunada.


C. �

857. Si obra retroactivamente.

Cap�tulo VI: Renuncia (/

Secci�n Ia: Renuncia en general

I. Prenociones: 858. Amplitud de su contenido y metodolog�a.


859. Sino
nimias.
II. Caracteres: 860. Es unilateral. ��
861, Es abdicativa. �

862. El beneficiario
no es sucesor del renunciante. �

863. Es de derecho estricto. �

864. Concepto.
III. Elementos: 865. Qui�n puede renunciar. �

866. Forma y prueba de la re

nuncia. �

867. Derechos renunci�bles.


IV. Renuncias especiales: 868. Onerosas-. �

869. Testamentarias. �
870. De
derechos litigiosos o dudosos.
V. Efectos: 871. Principio. �

872. Retractaci�n de la renuncia.


VI. Afinidades: 873. Con el reconocimiento. �
874. Con la transacci�n. �
875.
Con la donaci�n.

Secci�n 2a: Remisi�n

I. Concepto: 876. Es la renuncia de un derecho creditorio, �

876a. Se rige pol


los principios de la renuncia.
II. Remisi�n t�cita por entrega del documento de la deuda.
A. �

Principio,
877.
B. Requisitos: 878. Debe tratarse del documento original y �nico.
��

879. La

entrega ha de ser voluntaria.


879 a. Debe ser hecha por el acreedor. ��

880. Debe ser hecha al deudor.


C. �

881. Prueba de los requisitos.


D. �

882. Car�cter de la liberaci�n: �pago, o remisi�n?


III. Efectos.
A. �
883. Fundamentales.
B. Accidentales: 884. Remisi�n en favor del deudor o del fiador. �

885.

Quid con relaci�n a cofiadores o subfiadores. �


886. Remisi�n lograda por
el fiador mediante precio. �

887. Cr�tica del c�digo a este respecto. �

888. Remisi�n en materia de prenda.


XXXVIII DE las obligaciones en general

Cap�tulo VII: Imposibilidad


ob^acifn' ^ ^
la
I. Generalidades: SS9. Concepto. -
890. M�s que extinguir
P� 1
imposibilidad.

suelve. �

891. Fundamento. �
892. Cu�ndo hay
tud de su car�cter y
metodolog�a.
resuelve en danos e m-
895. Si se
II. Imposibilidad culpable: 894. Principio.
-

tereses.
III. Imposibilidades especiales. 897*.
�perdida�.

A. Cosa cierta: 896. Principio. �


897. Cu�ndo est�
Cosa extraviada o substra�da.
B. Cosa 898. G�nero limitado. 899. G�nero ilimitado.
gen�rica:

Cap�tulo VIII: Prescripci�n


Secci�n Ia: Prescripci�n en general
Art�culo I: Contenido de fondo

I. Prenociones: 900. Observaci�n metodol�gica. 901.


Su estudio sumario en

esta obra, �

902. Concepto. �

902 a. Bibliograf�a. �

903. Si s�lo entra�a

una excepci�n.
II. Fundamento presunci�n alguna ni motivos individuales.
904. No entra�a �

904 a. Responde a exigencias de orden p�blico. 905. Por eso es irrenunciable.


906. Sus plazos no pueden ser ampliados. 907. La irrenunciabilidad es de


orden civil y no procesal. 908. La prescripci�n convencional es renunciable


de antemano. 909. Puede ser opuesta en cualquier estado del juicio.


910. �

Su oposici�n en juicios ejecutivos. 910 a. La oposici�n es de orden civil y


no procesal.

III. Car�cter: 911. Es extintiva y no presuntiva. 912. No requiere buena fe.



913. No obra de pleno derecho. 914. No implica condenaci�n en costas.


IV. �

915. Sujetos de la prescripci�n.


Y. Derechos prescriptibles: 916. Principio. 916 a. Las re� meras facultatis.

917. Las excepciones judiciales.


VI. �

917 a. Efectos de la
prescripci�n.
VIL Afinidades: 918. Con la caducidad. �

918a. Con el no uso.

Art�culo II: Bequisitos


I. Momento inicial: 919.
Principio. �

920. Excepciones. 921. Estas deben en


cuadrar en el t�rmino ordinario. �

922. Prueba del momento inicial.


923. �

Casos jurisprudenciales.
II. Suspensi�n: 924. Concepto. �

925. Es de car�cter
excepcional �

996 La
imposibilidad de obrar debeextraordinaria y objetiva.
ser
927 Jurispru �

dencia. �

928. No debe exceder del t�rmino


ordinario. 929. Prueba de ln �

suspensi�n.
III. Interrupci�n.
A. Prenociones: 930.
Concepto y efectos. �

931. Prueba.
B. Actos interruptivos.
Io Del acreedor.
�ndice anal�tico XXXIX

a) En qu� consisten: 932. El c�digo los limita a la � demanda �.


933. En ella cabe la acci�n ejecutiva y cualquier pedido judicial

equivalente.

934. Tambi�n cabe cualquier reclamo privado. ��

935. Quid de la gesti�n administrativa.


b) Si la demanda requiere notificaci�n: 936. Principio.

937. Ju

risprudencia,
c) Demanda rechazada, desistida o caduca: 938. Principio. 939. �

Jurisprudencia.
d) Efectos de la llamada litis contestatio: 940. El principio tradi
cional. 941. Soluci�n que corresponde.

e) Efectos de la sentencia: 942. El principio tradicional. 943. �

Argumentos contrarios del mismo derecho romano. 944. Ar �

gumentos de autoridad en su contra, �

945. Otras confutacio

nes..

946.
Algunas aplicaciones jurisprudenciales. 947. Cr� �

tica de nuestra jurisprudencia,


2o Del deudor: 948. Concepto del reconocimiento. 949. Aplicaciones �

jurisprudenciales. 950. Observaciones complementarias.


3&. 951. Del -acreedor y el deudor: compromiso arbitral.


C. Efectos de la interrupci�n: 952. En obligaciones paralelas. 953. En �

obligaciones principales accesorias.

Secci�n 2a: T�rminos de prescripci�n

Art�culo I: Prescripci�n ordinaria

954. Car�cter y amplitud.


954 a. Derechos" novados o transigidos.


954 h Re

petici�nde pago y da�os e intereses delictuales. �

955. Deuda de plazo inde


terminado. 955 a. Embargos e inhibiciones.
� �

955 h. Otros derechos. �

956. Caso de ausencia,

Art�culo II: Prescripciones especiales

I. Derechos creditorios.
A. �

957. Prenociones.
de cinco a�os: 958. Principios.

959. Excepciones.
B. Prescripci�n
C. Preseripei�n de dos a�os.
Io Gente de foro.
aK �

960. Concepto de � empleado � en la administraci�n de jus


ticia.
b) Abogados: 961. Honorario
regulado. 962, Pleito fenecido. �

963. Cesaci�n del patrocinio. 964. Pleito continuado.



965. �

Honorario extrajudicial. 966. Honorario �

en juicios volunta

rios. 967. Jurisprudencia,



968. Honorarios como costas con

tra el vencido.

c). - �

969. Procuradores.

d). ��
970; Escribanos.
2o. �

971. Agentes de negocios.


3o. ��

972. Profesiones m�dicas.


D. Prescripciones de un a�o.
XL. DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Io Casos diversos: 973. Posaderos y fonderos.



974. Due�os

gios. �

975. Maestros en ciencias o en artes. _

comprende
2o Comercio para el consumo: 976.
977. Suministros de mercader�as que est�n excluidos.
Qu� se
en_^ prgeC^og'ca_.

-

sos ser�n com�nmente mercantiles.


3o. �

979. Locaci�n de servicios manuales.


anuales.
II. Observaciones sobre las prescripciones bienales y
excluidos de ellas.
Io. 980. Pagos peri�dicos v suministros

El principio. 982. bu- -

2� Interrupci�n de esas prescripciones: 981.


983. Su cr�tica. 984. Su eficiencia prac-
-

g�nesis y explicaci�n.
-

tica. �

985. Su alcance extensivo.


E. Prescripciones de meses. . ,_,

987. Evieeion en
compraventa.

1� Evieci�n: 986. Se la limita a la


989. Sentido del pre-
988. Momento inicial.

otros contratos. �

cepto legal.
2o Redhibici�n: 990. Se la limita a la compraventa.

991. Requisitos^

992. Momento inicial.


el leyes ajenas al mismo.
F. �

993. Otras prescripciones en c�digo y en

III. Derechos no forzosamente creditorios.


A. Actos nulos.
Io. �

excluye la nulidad absoluta.


994. Se
2o. hay qu� distinguir entre acto nulo y acto anulable.
995. No
��

3o Jurisprudencia: 996. Aplicaciones del principio. 997. Si el prin �

cipio es b mitaMe a los contratos. 998. Si abarca los actos falsos.


� �

999. Si comprende las declaratorias de herederos. 1000. Si se re ��

fiere a la acci�n de los terceros.


4o. ��

1001. Momento inicial.


B. Actos de incapaces.
Io Prenociones: 1002. Principio legal. �
1003. Si s�lo se refiere a de
rechos creditorios.
2o Mujer casada: 1004. Se trata de la acci�n que ella le
a compete.

1005. Momento inicial.


3o Menores: 1006. Se trata s�lo de los 1007. Momento'
p�beres. �

inicial.
4o Incapaces bajo c�ratela: 1008. No es indispensable la c�ratela ac
tual. 1009. Incapacidad judicialmente declarada.

1010.

Mo
mento inicial.
C. Acci�n pauliana: 1011. Principio y aplicaciones del mismo. �

1012. Mo
mento inicial.
D. Delitos y cuasidelitos.
Io Se trata de cualquier acto extracontraetual :
1013. Principio. 1014.
Jurisprudencia favorable. �

1015. Jurisprudencia adversa. �

1015 a�
Conclusi�n.
2" Momento inicial: 1016. Es
un
principio el del acto. �

1017.
Ese
principio no cambia aunque medie contienda judicial. 1018. Es
ta prescripci�n anual no cambia
porque medie sentencia.
3� Interrupci�n: 1019. No la
hay en la simple presentaci�n de la de
manda. 1020. Tampoco la hay en la demanda

criminal. �

1021. NI
en la reivindicaci�n
previa.
�NDICE ANAL�TICO

TERCERA PARTE: TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES


;�-- (:;>-""".

1022. Esquema hist�rico. �

1023. Importancia del asunto. �

l�f�p Concepto de-


x
la transmisi�n. �

1024 a. Bibliograf�a. Nf-�


S: �

Cap�tulo I: Cesi�n de cr�ditos

Secci�n Ia : Elementos

I. Prenociones: 1025. Concepto. �

1026. Amplitud.
II. Dereehos cesibles.
A. �

1027.
Principio.
B. Excepciones: 1028. Derechos inherentes. �

1029. Alimentos. �

1030.,
Otros derechos alimentarios. �

1031. Derechos* excluidos en leyes es

peciales.
TIL Sujetos del contrato.
A. �
1032.
Principio.
B. Excepciones: 1033. Menores emancipados. 1034. Mandatarios de per�

sonas jur�dicas y empleados p�blicos. 1035. Representantes necesarios.


en la familia y en las sucesiones.


IV. Otras caracter�sticas del contrato.
A. �

1036. Caracteres de fondo.


B. Forma.
Io. �

1037.
Principio.
2o Excepciones: 1038. Derechos litigiosos o dudosos. �

1038 a. Si pue
den cedidos por un inhibido.
ser

1039. Derechos a la orden. �

1040. Derechos al portador.


C. �

1041. La cesi�n. de derechos ante el fuero federal.

Secci�n 2a: Efectos

Art�culo I: Entre las partes

1042. Basta la simple convenci�n. 1043. No es menester la entrega del t�tulo.


1044. El cesionario es un subrogado. 1045. No responde por las obliga


ciones del cedente. 1046. Aparente excepci�n en materia de privilegios.


� �
�-

1047. Cualquier parte puede ejecutar actos conservatorios. 1047 a. Ni el �

deudor ni los acreedores del cedente pueden oponerse a la cesi�n.

Art�culo II: Bespecto de terceros

I. Prenociones: 1048. Se requiere notificaci�n al deudor o aceptaci�n por �ste. �

1049. Raz�n de la exigencia. 1050. Qui�n puede notificar o requerir


la a*ep-
XLII .
DE LAS OBLIG- -
� . -�Zir^Aju

a
taci�n. 1051. En ha de consistir la formalidad.

1052. No
qu�

�uoo.
conocimiento que el cesionario haya tenido de la cesi�n.
v
mero
o
de precep
lidad es innecesaria si media mala fe. 1054. Conciliaci�n �

gales. �

1055. Caso de cesionarios sucesivos.


II. C�mo juega --"la formalidad. -.
��

~ ., �
m^7
10o/- *>on los
Son wt> segundos
s
ce-
A.

Qui�nes son terceros: 1056. Prenociones.


sionarios y los acreedores del cedente. .

qu� se exige documento


B. Forma de la notificaci�n o aceptaci�n: 1058. Por
de fecha cierta no
p�blico o � aut�ntico �. -
1059. El documento privado
bastar�a. 1060. Caso de cesionarios sucesivos.

C. Efectos anteriores a la notificaci�n o aceptaci�n.


1062. Excep
del deudor: 1061. Puede pagar al cedente.

Io Respecto
1063. Excepci�n inha
ciones que puede oponer al cesionario.

la
de^
inhibici�n del
bilidad de t�tulo. 1063 a. Excepci�n
� fundada en

cedente.
1064. Los principios.

1065.
2o Respecto de los acreedores del cedente :

Conciliaci�n de los mismos. �-

1066. Notificaci�n o aceptaci�n.

D. Efectos posteriores a la notificaci�n o


aceptaci�n.
Io Respecto del cesionario: 1067. La formalidad importa un embargo
del derecho. �

1068. Concurrencia de cesionario.


2o Respecto Excepciones que puede oponer al cesio
del deudor: 1069.
nario. 1070. La excepci�n de compensaci�n.

1071. La excepci�n �

de pagos parciales hechos al cedente. 1072. Esos pagos pueden �

ser probados con recibos privados. 1073. El punto es menos discu


tible en derecho comercial. 1074. Jurisprudencia a estos respectos.


3o. �

1075. Respecto de cedente y cesionario en concurrencia.


4o Respecto del cesionario y de los acreedores del cedente: 1076. Prin

cipio en caso de concurso. 1077. Ejemplo de la situaci�n.


1078. �

Principios que la rigen. 1079. Sistemas de soluci�n.


Art�culo III: Garant�a

I. Disposiciones especiales: 1080. Observaciones metodol�gicas. 1081. Cesi�n �

"

gratuita. 1082. Cedente ele buena fe,


1083. Cedente de mala fe. �

II. Disposiciones comunes: 1084. Exclusi�n


previa de las bienes del deudor. �

1085. Cesaci�n de la responsabilidad.

Art�culo IV: Afinidades


L 1086. Con las cesiones especiales.

II. Con la compraventa: 1087.


Principios. �

1088. Aplicaciones. �

1089. Si los
derechos pueden ser rematados.

Cap�tulo II: Transferencia de deudas <

I. Generalidades: 1090. Su origen moderno y su necesidad. �

1091 Su justifi
caci�n. �

1092. Puede ser relativa a una deuda no creditoria.


II. Deudas comunes.
�NDICE ANAL�TICO XLIIT

A. Si la cesi�n es admisible en nuestro derecho : 1093. Encuadra en los-

principios del
c�digo. �

1094. El
c�digo la
contempla m�s de una vez. �

1095, Responde a una intenci�n indudable.


B. �

1096. Si puede ser substituida por la cesi�n de derechos.


C. �

1097. C�mo puede verificarse.


D. Efectos: 1098. Respecto de partes y de terceros. 1099. Respecto �

de la.
misma deuda.
E. �

1100. Conclusi�n sint�tica.


III. Patrimonios integrales.
A. - �

1101. Generalidades.
B, Venta de negocio ante nuestro derecha: 1102. Principios lega
casas de
les. 1102 a. En principio, el adquirente no carga con las deudas deL

enajenante, 1103. Costumbre.


1104. Jurisprudencia.

1105. Nece �

sidad de una ley al respecto.


DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

PRIMERA PARTE

DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

CAP�TULO I

CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N

SECCI�N la

CONCEPTO

1 . Necesidad de una definici�n previa. �

El estudio del dere


cho de las obligaciones supone la determinaci�n previa del con

cepto de la obligaci�n.
Mas, seg�n acontece en todas las ciencias inductivas, como es

la del derecho y como son todas las sociales, tal determinaci�n


debe ser hecha a posteriori, sobre la base de observaciones y an�lisis
�complejos, por lo mismo que es una generalizaci�n. De ah� que en
rigor no corresponda sino al final del estudio de todo el derecho de
las obligaciones. Por eso se la encontrar� en la cuarta y �ltima parte
<le este tomo, junto con la dilucidaci�n de otros principios de car�cter
.semejante, como son los relativos a la t�cnica, a la metodolog�a, al
-c�digo �nico de las obligaciones y a las,.afinidades de la obligaci�n
�con los llamados derechos personales y reales.

Pero, siempre de conformidad con los c�nones de las aludidas


-disciplinas inductivas, es menester que en dicho estudio no se pro
ceda a ciegas, pues sino se llega a un conjunto de datos u observa
ciones sin vinculaci�n ni organismo, siendo as� que la ciencia se
caracteriza cabalmente por la reducci�n a la unidad de todo el
.sistema de ideas que constituyen su contenido. En materia de
f�sica o de
qu�mica, por ejemplo, echa
hip�tesis, que
se mano de la
-queda sujeta a su desautorizaci�n confirmaci�n
recu�rdese, v. gr.,
o :

las hip�tesis del flog�stico, de las


ondas et�reas, de los �tomos, etc.,
as� como la m�s reciente de los electrones. En materia jur�dica se
recurre a algo parecido : a la definici�n
provisional, que llena las
mismas funciones que la hip�tesis, y que, como �sta, puede ser luego
cambiada o veilfieada.

i
DE LAS- OBLIGACIONES EX SI MISMAS
2

en tal sent�
2. Investigaci�n sumaria al efecto. �
De ah� que
baste con un an�lisis sumario, como ser�a el que sigue.
Yc/to-
lo com�n del
El derecho civil
privado,
abarca, como es sabido,
esto es, la actividad y estado del individuo en sus re aci
^^
exigible. Los dem�s derec
m�s frecuentes y ordinarias de la vida
etc. solo contemplan
industrial,
-

privados -

como el comercial, el
lo que podr�a
actividades y estados espec�ficos, que corresponden a

mos As�, cualquiera


llamar ciertas clases sociales. puede contratar
es comerciante a
o ser padre de familia. En cambio, no cualquiera
como n�cleo
industrial. Por eso cabe sostener que el derecho civil,
los restantes,
del derecho privado, no es otra cosa que �ste; y que
mismo, del ra
derechos privados no son m�s que especializaciones
relativa
mas que se han desprendido de su tronco hasta adquirir
una

Se verifica
independencia, pero sin perder su filiaci�n originaria.
en esto, como en todo, el proceso spenceriano de la
transformaci�n
de lo homog�neo en lo heterog�neo, o de lo indistinto en lo distinto,.
como piensa Ardig� (cons. entre muchas obras: Cimbali, Nuova fase-

del diritto civile, 25 y 235 y ss. ; D'Aguanno, Genesi ed evoluzione-


del diritto civile, 50, y Riforma int�grale della legislazione civile,,
43 y ss. y 157 y ss. ; De la Grasserie, Sociolog�a del derecho civil^.
444 y ss. ; Gierke, Funci�n social del derecho privado, 26 y ss ; Capi-

tant, Introduction a V�tude du droit civil, 18; Brugi, IntrodAizione-


enciclop�dica alie scienze giuridiche e sociali, 19 ; Cosentini, La re
forme de la l�gislation civile, 180 y ss. ; Chironi y Abello, Trattatcf
di diritto civile italiano, I, 15 ; Rossel y Mentha, I, 54 ; Bevilaqua,.
Theoria geral do direito civil, 75 ; Colmo, T�cnica legislativa del C�
digo civil argentino, 49, y dem�s autores all� citados; en cuanto a
lo particular de las relaciones entre el derecho civil
y el derecho-
comercial, Lyon-Caen y Renault, I, 74 ; Thaller, 4 ; Vidari, I, 79 y ss. -r
Vivante, I, � I y n� 20 y ss. ; Lyon-Caen y Thaller en el Livre du-
centenaire, I, 205 y ss. y 225 y ss. ; Segovia, C�digo de comercio^
�, n. 3; Obarrio, I, Introducci�n; Siburu, I, 12 y ss. ; Malagarriga, I,.
1 y ss.; Addc, Bensa, Bonelli y
otros, I, 2-3; Navarrini, I, 36;.
Cosack, I, 2; y en cuanto a relaciones del derecho
privado con el
derecho p�blico, Barassi, I, 125;
Jellinek, II, 1 y ss.).
Tan cierto parece ser todo ello que en la vida
primitiva, y aun.
despu�s de los romanos, todos esos derechos privados congloba se
ban en un derecho �nico, en el
denominaba precisamente-:
que se

jus civile en Roma. Mucho despu�s ha


surgido el derecho comercial
en condiciones propias, si hace
caso omiso de las
se
discutibles Leyes?
Rodias y de los t�tulos de car�cter mercantil
contenidos en el Di
gesto (sobre los navegantes, las acciones exercitoria e
institoria
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 3

etc.) ; tal pasa con las Reglas del Consulado del mar, de la Ta
bla amaljitana, de los Roles
d'Oleron, etc., que surgieron en la
edad media y que precedieron a la primera codificaci�n propia
mente tal del derecho mercantil en las Ordenanzas de Colbert (si

glo xvn ). M�s tarde aun ha visto la luz el derecho industrial. Y


mucho m�s tarde, en nuestros d�as, se va desprendiendo de �ste, a
su -turno, otra derivaci�n espec�fica, como es la del derecho obrero.

Pues bien, en ese derecho civil, en ese derecho privado de la


vida ordinaria, lo eminente de las consiguientes relaciones se con
centra en la familia y en la actividad social, particularmente en la
econ�mica. En la familia, aparte cosas secundarias, se tiene un es
tado (de hijo, etc.) y un derecho (el de sucesi�n). En la actividad
social se procura afirmar los derechos de miembro de la colectividad :

el nombre, los atributos personales, etc. En la actividad econ�mica,


el individuo se desenvuelve fundamentalmente en dos sentidos para
dar satisfacci�n a sus necesidades o a sus afanes de especulaci�n o

de lucro : puede hallarse en contacto directo con los bienes respec


tivos (los ha obtenido por sucesi�n, por ocupaci�n, por prescrip
ci�n, etc.), o bien est� facultado para compeler a alguien a que se
los entregue.
3. Definici�n provisional. En el primero de estos dos �lti

mos supuestos del aspecto patrimonial o econ�mico de la


vida, se
tiene el juego de lo que se llama derechos reales, vale decir, de los
derechos que cabe hacer efectivos sobre una cosa sin necesidad de
tener que hacerlos valer contra nadie determinadamente, o, lo que
es igual, que pueden ser hechos valer contra cualquiera indetermi

nadamente. Es lo que pasa con la posesi�n, con la propiedad, etc. :


el poseedor, el propietario, etc., tienen derecho de usar y gozar de
la cosa por s� y ante s� mismos, as� como pueden perseguir esa cosa
contra quienquiera que pretenda sobre la misma un derecho opuesto.
En el segundo de ambos supuestos se tiene el derecho de las

obligaciones, que se resuelve, entonces, en la facultad de compeler


a alguien para que nos procure un- bien patrimonial o
econ�mico,
ya entreg�ndonos una cosa material, ya haciendo o dejando de hacer
algo en nuestro favor (por ejemplo, un servicio profesional, no-
levantar una pared que dejar�a obscura nuestra casa, no estable
cerse con un negocio que pudiera hacernos
competencia, etc.).
4. Caracterizaci�n del c�digo. Tal es la noci�n tradicional

-de la obligaci�n, que corresponde a la caracterizaci�n de nuestro


art�culo 495, seg�n el cual las obligaciones son: de dar, de hacer o
de no hacer, siempre que el concepto dar sea entendido con la am
plitud indicada por el codificador en la respectiva nota, esto es, como.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
4

cora
el acto en cuya virtud se entrega algo, ya en propiedad,
como en
la donaci�n o en la compraventa, ya en tenencia,
o
fructo la en el deposi
o locaci�n, ya en restituci�n, como

modato. ,
c
-

(pane
Con ella
restringida, seg�n se
ser ver� oportunamente
est vi -

cuarta), es muv superior a la definici�n romana (obhgatio


solvendae -re�,
culum juris, quo necessitate adstringimur alicujus
secundum nostrae civitatis jura �. Institu�a, De oblig., , >

del hacer y
Digesto, XLIV, 7o, 3), que no contempla los aspectos
del no hacer adem�s basta para llenar funciones provisiona
sus
; y

les, pues en ella se contiene, aun con relaci�n al derecho mas re


ciente, lo fundamental de la obligaci�n.
ha- que
Es bueno advertir, ele paso, que nuestro codificador no
En
rido, intencionalmente, precisar el concepto de la obligaci�n.
Des
la nota referida cabe ver las razones que lo han determinado.
graciadamente, y seg�n ocurre con frecuencia en el c�digo, no se
ha hecho de ello un criterio sistem�tico. Bien al contrario, a cada
definiciones te�ricas innece
paso habremos de encontrarnos con e

sarias, que se hallan muy lejos de �contener una regla de conducta�,


ni de �ejercer influencia en las disposiciones de una manera espe
cial�, �restringir la significaci�n del t�rmino de
ni de que se sirvan
a las ideas que re�nan exactamente todas las condiciones estableci
das en la ley�, ni, en una palabra, de resultar efectivamente pr�c
ticas o �legislativas� (cons. Colmo, T�cnica legislativa del C�digo
civil, 97 y ss.).
5. La obligaci�n civil y la obligaci�n no civil. Si la obli �

gaci�n es, como queda dicho, el v�nculo en cuya virtud podemos


compeler alguien a que nos d�, haga o deje de hacer algo, quedar�a
a

por demostrar que en todos los casos en que uno debe dar, hacer o
no hacer algo est�
sujeto a una relaci�n obligatoria.
En otros t�rminos, precisa acreditar la reciprocidad de la defi
nici�n, que es una de las grandes exigencias l�gicas a llenarse en el
caso, por aquello de que la definici�n debe convenir omni et soli
definito.
As�, hay obligaciones que son impuestas por la amistad, el res
peto, la cortes�a, la sociedad, la moral, el estado, etc. Y no puede
afirmarse que en cualquiera de tales
supuestos haya una obligaci�n
en el sentido
que aqu� corresponde. La mayor�a de ellas no son exi
gi�les ante la ley. Las que lo son (como las
ciudadanas, las impo- .

sitivas, etc.) obedecen a principios de un derecho


que no es el civil.
De consiguiente, s�lo cabe entender por obligaci�n aquella que
es exigi�le civilmente, vale decir, que da derecho ante la lev civil
para compeler, para forzar al obligado a su cumplimiento
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N O '

Pero con esto no se hace m�s que alejar la dificultad, pues no


se la
disipa. Cabalmente, queda por determinar cu�les son las obli
gaciones que en derecho civil resultan exigibles. Y esta determina
ci�n es asaz delicada, por lo mismo que el c�digo no contiene, ni
podr�a contener, el respectivo cat�logo, ni aun la regla general que
precise y limite los supuestos.
No se adelantar�a gran cosa con decir que al efecto es menester

que la obligaci�n tenga un contenido o un objeto patrimonial o eco


n�mico, seg�n se prescribe en nuestros art�culos 953 y 1167-9 para
los actos jur�dicos y para los contratos. Adem�s de que no se agota
con ello todo el campo de las obligaciones, pues quedan fuera las

que no dimanan ni de un contrato ni de ning�n acto jur�dico (como


son las que derivan de los actos il�citos, generadas por un acto cul

pable o doloso que da lugar a la consiguiente indemnizaci�n: ar


t�culos 1066 y ss. y 1107 y ss. ; as� como las que impone el mismo
c�digo entre padres e hijos, entre c�nyuges, entre representantes y
representados, etc.), siempre perdura la inc�gnita, que en este caso
se resuelve en precisar lo que se entiende por contenido patrimonial

o pecuniario de una obligaci�n.

Ello aparte de que habr�a que empezar por justificar el criterio


que all� se postula. Es discutible que las obligaciones civilmente exi
gibles s�lo puedan entra�ar objeto econ�mico. Tan cierto es ello que
en nuestro mismo c�digo las dos categor�as de obligaciones �ltima

mente mencionadas pueden no revestir tal car�cter, como es dable


observar en los art�culos 1068-75 (l�ase la nota del codificador) y
1108, para los delitos y los cuasidelitos respectivamente ; y en los ar
t�culo 265 y ss., 327-30-67 y ss., 412 y ss., 481, etc., as� como en los ar
t�culos 50 y ss. de la ley de matrimonio, para las obligaciones de la
vida de familia. De otra parte, en codificaciones m�s recientes y m�s
adelantadas que la nuestra, como la alemana y la suiza, ni aun en
las obligaciones que derivan de actos
jur�dicos se exige el contenido
econ�mico que se pretende (art. 241 y 19, respectivamente) ; lo
mismo se tiene en el c�digo brasile�o (art. 76).
Fuera de ello, en nuestro mismo c�digo hay ciertas obligacio
nes, las naturales, que son obligaciones civiles (en cuanto est�n le
gisladas y en cuanto tienen varios efectos civiles), que, sin embargo,
no son exigibles.

El asunto no es sencillo, seg�n cabe observar.


Pero aqu� basta con apuntarlo. Para el estudio detenido
que
cuadra, es menester el dominio de algunas otras generalidades cone
xas, as� como el del requisito del objeto de las obligaciones. Con
ocasi�n de esto �ltimo se tendr� la oportunidad debida (28
y ss.).
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
6

6. Por lo dem�s, no hay que confundir la obli


Acepciones. �

es
gaci�n, v�nculo jur�dico, que aqu� estudiamos, con la obligaci�n
en materia
pecial que se tiene en derecho mercantil, particularmente
En
de sociedades an�nimas (art. 365 a 8 del respectivo c�digo).
esta �ltima emplea el t�rmino por antonomasia, para designar,
se

en sinonimia con la expresi�n bono, el derecho que corresponde


a*

tenedor de un documento en que conste el importe por el cual


se

ha subscrito al lanzado por la sociedad an�nima o lo que


pr�stamo
fuere.
Tampoco hay que trabucar la obligaci�n como v�nculo jur�dico,
como complexo de la relaci�n entre deudor y acreedor, con otras

acepciones particulares: se dice, por ejemplo, obligaci�n en sinoni


mia con deuda, contempl�ndose tan s�lo el aspecto pasivo de dicho
v�nculo (art. 498, 619-76, 864-77-9) ; y hasta obligaci�n por cr�dito,
mir�ndose exclusivamente el lado activo del mismo (art. 469, etc.).
Menos hay que confundir nuestra obligaci�n con otras entida
des jur�dicas como las siguientes : con el contrato, o con el t�tulo o
documento en que �ste consta (art, 500-1-4, 620-2-3, etc.), con los
grav�menes reales (art. 1184, inc. Io, 2093, 3266-72, etc.) o consi
derados tales (como los impuestos p�blicos: art. 2894), con los pri
vilegios (art. 3902, etc.), etc.
Y se comprender�, finalmente, por qu� en muchos casos el
c�digo
habla, lo propio que los tratadistas, de deuda para referirse a la
obligaci�n pasiva, o denomina deudor u obligado al sujeto pasivo
de la obligaci�n, etc. (sobre esto de las
acepciones cabe consultar
Diego y Guti�rrez, Transmisi�n de las obligaciones, 47 y ss., que
llega a dar ocho distintas, as� como a los autores en que aqu�l se
ha fundado al efecto:
Savigny, Obligations, I, 3; S�nchez Rom�n,
IV, 2 y ss. ;
Windscheid, II, 251; Crescenzio y Ferrini, 7; Polac-
co, 4; etc.).

SECCI�N 2a

ELEMENTOS

I. �

7. Son objetivos o subjetivos. Los elementos o requisitos


de toda obligaci�n son en el fondo los de cualquier derecho : los sub


jetivos y los objetivos. Omne jus quo utimur vel
ad personas perti-
net, vel adre,, vel ad actiones, dec�a una ya conocida regla romana
{uigesto, 1, o , 1). Si suprimimos el tercer
t�rmino, que no corres
ponde en nuestro caso,
porque la materia de las acciones es propia
EXIDO DE LA OBLIGAC�COr '�

�de la legislaci�n procesal, que es ajena al c�digo civil (por razones


constitucionales bien discutibles, como la del inciso 11� del art�culo 67
�de nuestra Carta org�nica), tendremos los dos �nicos extremos pos
tulados.
Los subjetivos se refieren a lo que precisamente se llama sujetos
de la obligaci�n. Son ellos dos. El sujeto activo, o acreedor; y el su
jeto pasivo, o deudor. El acreedor es el titular, o due�o, del derecho
consiguiente. El deudor es el que est� obligado (ya veremos que
tambi�n se lo puede llamar titular o due�o de la deuda, por cuanto
puede, en cierta medida, disponer de ella: n� 1093 y ss.)
Con relaci�n a ello, se denomina cr�dito el derecho mirado con
relaci�n al acreedor; y deuda, a la. obligaci�n stricto sensu, esto es,
a la obligaci�n mirada con relaci�n al deudor. No son otras las ca

racterizaciones legales: El derecho de exigir la cosa que es objeto


de la obligaci�n, es un cr�dito, y la obligaci�n de hacer o no hacer,
o de dar una cosa, es una deuda, dice el art�culo 496.

Los elementos objetivos son m�s complejos.


Se tiene, desde luego, la prestaci�n, vale decir,* el objeto de la
obligaci�n (la cosa a darse, el hecho a cumplirse o la omisi�n a res
petarse). Prestaci�n es, as�, el t�rmino gen�rico que corresponde al
objeto obligatorio. Cuando, entonces, se dice cosa por prestaci�n,
como ocurre en el mismo c�digo (art. 496, 641-7-8, 740, 1173, 1327,

etc.), se incurre en un evidente error de t�cnica literaria, en cuanto


se toma la especie por el g�nero.

Se tiene, despu�s, la fuente de la obligaci�n, esto es, el hecho


jur�dico de que �sta surge: ya la genera un contrato, ya la genera
un delito, ya la genera la ley, etc.

II. LA CAUSA DE LA OBLIGACI�N COMO REQUISITO. A. 8. Por


-qu� la estudiar� sumariamente. Algunos autores, sobre todo fran

ceses (e italianos y espa�oles que los siguen, por raz�n de que los

respectivos c�digos, y, por lo mismo, las correspondientes doctrinas,


son trasiegos m�s o menos fieles del c�digo franc�s), pretenden un

lercer requisito objetivo : el de la llamada causa de la obligaci�n.

Pajece que tambi�n en nuestro c�digo correspondiera, pues no


son contados ni incidentales los art�culos que la mencionan
y legis
lan (499 a 502, 689, inc. 2o, 792 y ss., 802-12-3, etc.).
Pero como tal requisito no es concebible sino en ciertas obli
gaciones, en las que dimanan de los contratos, seg�n puede verse
en los mismos art�culos citados, el respectivo estudio detenido no

debe ser hecho aqu�, donde s�lo contemplamos las obligaciones en

general y no en especial, sino a prop�sito de los contratos.


B. Causa l�cita. �
9. Qu� se entiende aqu� por causa. �

Baste
bie -

con Io que los art�culos 500 a 2 se refieren a una causa


observar :

distinta de la que contempla el art�culo 499, que, como se ver� denti


ig
fuente de la
o
de poco, es relativa a la g�nesis, al origen, a la
o
ci�n (un contrato, un cuasicontrato, un delito, un cuaside�
(ar
ley), aquellos hablan de una causa �expresada�de ei-
al paso que
t�culos 500-1), vale decir, del motivo o factor impulsivo que
en una
mina a contraer la obligaci�n, lo que no se concibe sino
a_
bien declaran nu
venci�n, donde hay expresi�n de voluntad ; o
por eL

una obligaci�n con causa il�cita (art. 502), siendo asaque


il�cito (delito
art�culo 499 la obligaci�n puede derivar de un acto
la causa
o cuasidelito: art. 1066 a 1136), lo que demuestra que
il�cita del art�culo 502 no es la del art�culo 499, y lo que prueba que-
tiene que referirse a la de los art�culos 500-1, esto es, a la
convencio

contrarias a Ios-
nal, en cuanto la ley no puede amparar intenciones
el juego de la.
principios fundamentales de la �tica humana; 2� que
causa obligatoria que se tiene en los otros preceptos (792 y ss.,
812..
708
y ss.), ser� estudiado en sus respectivas oportunidades (n�
se vincula,
y n" 737), en las cuales se mostrar� que ordinariamente
con el art�culo 499 y no con los art�culos 500 a 2.
En igual forma apuntar� observaciones someras respecto de
cada uno ele esos preceptos.
10. No es necesario aqu�, desde luego, el del.
expresarla, �

He
art�culo 500: Aunque la causa no est� expresada en la obligaci�n^
se presume que existe, mientras el deudor no pruebe lo contrario^

Nada ha}r m�s sensato. La m�s elemental psicolog�a induce:


a suponer que quien se obliga a entregar un caballo o un terreno o

a pagar 1000 $, por ejemplo, lo hace conscientemente


y en virtud.
de antecedentes jur�dicos que lo han determinado. El c�digo no-
tiene por qu� pensar que lo com�n de los hombres sea demente y
pueda obligarse sin raz�n. Aparte de que la menci�n de la causa
(me obligo a entregar el. terreno o el caballo vendidos, o a devolver-
1000 $ recibidos en pr�stamo, etc.) puede ser una
simple f�rmula.
, y una real supercher�a, la vida de los negocios, que es simplificaci�n
y rapidez, ha impuesto la eliminaci�n de esas expresiones en los.
llamados contratos abstractos, o no
causales, de las asignaciones y
mandatos de pago: cheques, letras de
cambio, t�tulos al portador,..
pagar�s y dem�s promesas de pago, etc. (�Vale por 100 $ a favor-
de A�, �A los tantos d�as de la fecha
pagar� 100 $ a A�, �Pag�ese-
100 $ a A�, etc.).
Por lo dem�s, la ley s�lo
consagra una presunci�n. Si el deu
dor pretende que la
obligaci�n no tiene causa, deber�
probarlo, para.
lo cual tendr� que echar mano de los
recursos permitidos en 'mate
ria de enriquecimiento sin causa, el c�digo legisla m�s adp-
que
COXTENID0 DE LA OBLIGACI�N 9

lante (art. 792 y ss.). Es lo que se ha resuelto por los tribunales-


m�s de una vez : S. C, 21, 451 ; C�m. civ., 96, 217 ; C�m. com., 86r
407; en /. T., XII�912, 327, y VI|913, 310; en G. F'., 8|VIII|917 y

2|X�917; C�m. civ. Ia en R. L. J ., VI, 691; cons. adem�s, C�m. civ.


2a en R. L. J ., IV, 175, y en G. F., 1�|V�917 ; C�m. com. en G. F\,
26|IX|917).
Espreciso advertir, a prop�sito, que la falta de causa no puede
ser alegada en juicio ejecutivo, por raz�n de que las leyes proce

sales (art. 488 de la de la Capital; C�m. fed. La Plata en J. T.,


1910, 110, y XIJ911, 68; C�m. civ., 170, 292; 180, 72, etc.), limitan
las defensas, en obsequio a la. celeridad que en juicios as� se consulta,
y en cuya virtud s�lo se controvierte lo relativo al t�tulo de la eje
cuci�n y no lo concerniente al fondo mismo del derecho, que debe
ser ventilado en lo amplio del juicio ordinario a que se crea con

derecho el deudor vencido en la ejecuci�n. Con todo, en alg�n caso


se ha llegado a permitir tal defensa: C�m. com., en J. T.,
XIIJ912,
336. Es raro que nuestro tribunal m�s jur�dico y cient�fico haya
podido pronunciarse en tal sentido, que no parecer�a sostenible,
pues implica ordinarizar el juicio ejecutivo (cons. C�m. com. en
J. T., 1910, 2459 ; C�m. civ., 187, 197, y 192, 333 ; C�m. fed. Paran�.
en J. T., 1910, 687).

11 Causa aparente y causa falsa.


. El art�culo 501 reza como

sigue: La obligaci�n ser� v�lida aunque la causa expresada en ella


sea falsa, si se funda en otra causa verdadera.
Evidentemente : la realidad debe
prevalecer sobre la aparien
cia, el hecho debe imponerse ante las palabras. Si el deudor prueba,
que es falsa la causa expresada, seg�n es de su deber (C�m. com.
en G. F.,
10|IX|916 y 2|VIII|917; etc.), con lo cual la obligaci�n
desaparecer�a (como se ha resuelto m�s de una vez: C�m. civ., 15,
531; 42, .5) ; el acreedor puede acreditar que lo falso es la causa ex
presada tan s�lo, pues hay una causa real que es la positiva fuente
obligatoria. En ejemplificaci�n un tanto grosera, es lo que ocurrir�a
si el t�tulo de la deuda de 100 $, v. gr., expresara que es por sal
do de cuenta corriente, y si el deudor demostrara que tal cuenta.
entre las partes ha quedado saldada y liquidada : el acreedor podr�a.

probar que la expresi�n ha sido una pura inadvertencia, debida al


h�bito, y que los 100 $ responden a un pr�stamo, a mercader�as.
remitidas y entregadas, etc.
Es que la simulaci�n, como simple apariencia, no es reprobada
por las leyes (art. 957) sino cuando entra�a perjuicios o encubre
fines il�citos. De ah� que si la causa verdadera fuese de estos �rde
nes, s�lo entonces desaparecer�a la obligaci�n, mas no por raz�n de
causa falsa sino por virtud de causa il�cita
(art. 502).
,�����'-
y DE LAS OBLIGACI�N� �

Tambi�n advierto que la falsedad de la causa obligatoria no puede


mu� as �

ser opuesta en juicio ejecutivo, seg�n se ha resuelto


30o; Ca�n
S. C, 85, 418; C�m. civ., 133, 398; 137, 421; 138, 8; 154,
taita ,
que no
com., 61, 96, 355 y 376 ; etc. E igualmente observo
421 ;
ema-
casos de lo contrario: C�m. civ., 149, 241 (el t�tulo ejecutivo
i , �
v ni t 7' 1010
J. i-, WI"'
482; Cam.'
naba del mismo ejecutante) ; Cam. com. en

civ. Ia en J. A., II, 898. ,


.

C. Causa il�cita. 12. Prenociones. � �ltimo, el articulo �


Por

502: La obligaci�n fundada en una causa il�cita, es de ning�n


efecto
orden publico.
La causa es il�cita cuando es contraria a las leyes o al
Nada hay m�s dif�cil para explicar y aplicar. Primero, por

las sinonimias de esos conceptos del orden p�blico con otros mas

los intere
o menos afines, como la moral, las buenas costumbres,
en otras dispo
ses o generales, etc., que se puede ver
conveniencias
siciones igualmente de fondo, como los art�culos 5, 14, 21, 530, .92,
en cuanto su
1206, etc. Despu�s, por lo el�stico de tales conceptos,
contenido es tan complejo que resulta indeterminado, y en cuanto
dicho contenido debe estar fatalmente condicionado por las circuns
tancias ambientes, en raz�n de que se originan en el seno de las mis
mas y son con ellas elementos de vida.

luego, cabe reducirlos a cuatro fundamentales: la ley,


Desde
la moral (en que entran las buenas costumbres), el orden p�blico y
las conveniencias o intereses generales.
Observar�, despu�s; que tampoco ser�a estrictamente alegable
la ilicitud de causa en una ejecuci�n. La tendencia contraria, que
ya se ha visto en materia de causa inexistente o de falsa, es
causa

aqu� mucho m�s justificable y ha recibido alguna consagraci�n, por


ejemplo de parte de la C�m. com. en J. T., XII 1 914, 311.
13. Ilicitud �stricto sensu�. En la ley entran tocios aquellos

preceptos legales que, de acuerdo con lo dispuesto en el art�culo 18,


entra�an la nulidad del acto consiguiente : es lo que pasa con las leyes

prohibitivas e imperativas, a menos que, como se dispone en el mis


mo art�culo 18,. y seg�n
puede verse en casos como el del art�culo 1505,
las mismas leyes consagren una sanci�n que no sea la de la nulidad.
En los art�culos 1037 y ss., se tiene los
supuestos m�s generales e im
portantes de los actos nulos, entre los cuales cabe incluir, adem�s,
los que afecten a los derechos de la
personalidad (el cuerpo huma
no, la vida, etc., el honor, la capacidad, el estado, etc., de los indi
viduos), pues se trata de �cosas� que no est�n en el comercio, o los
de la libertad individual o
econ�mica, que son pedestales de intere
ses hasta
constitucionales, seg�n puede verse en los art�culos 14 y ss.
de nuestra carta fundamental
(entre los �ltimos pueden entrar los
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N Jl

�trusts� o �kartells� de especulaci�n, bajar o subir los


para hacer
precios en favor ele los asociados y en detrimento del pueblo consu
midor, las listas negras, el boycot), y que legalmente entra�an obje
tivos o fines il�citos (cons., p. ej., sobre boycot, R. T. D. C, 1912,
446; sobre competencia il�cita, Ramella, Propiedad industrial, II,
299 y ss.; R. T. D. C, 1909, 85; A. Mussatti y F. Pestalozza, en
*
R. D. Comm., 1912, 482, y 1919, 200 y ss. ; etc.).

^ 14. Moral y buenas costumbres. En punto a la moral (y las


buenas costumbres) hay que observar, de entrada, que, no obstante el


,

silencio del art�culo 502, corresponde admitirla, pues viene a ser ley,
ya que est� prohibido por �sta todo cuanto atente contra ella, seg�n
puede verse en los art�culos 21, 530, 792, 953, 1047, 1206, 3608, etc.
Tambi�n hay que convenir en que se trata de la moral, y no de la mera
incorrecci�n, inconveniencia o indelicadeza, que, sobre entra�ar los
jalones m�s inmediatos de aqu�lla, y sobre confinar as� con lo permi
tido o tolerable, implican actividades o conductas no generales, sino
m�s o menos limitadas a ciertas clases o c�rculos sociales. Ni cabe de
jar de lado que se trata no propiamente de lo moral, que es ajeno a la
ley, sino de lo inmoral, de lo antimoral, m�s que de lo amoral strict�
sensu. Y es indispensable que se atienda a la moral ambiente : pre

sente, y no pasada ni futura; pr�ctica, y no te�rica; civil, y no


religiosa ; nacional, y no universal ; objetiva o general, y no subjetiva
o individual ; etc., seg�n precisar� con alg�n detenimiento a prop�

sito ele los art. 530 y 794 (v. nota del codificador al art. 530, as� como
las siguientes aplicaciones jurisprudenciales : C�m. civ., 177, 72, sobre
la influencia de los funcionarios; C�m. civ. 2a en J. T., IV|914, 218,
y en G. F'., 19|XII|916; C�m. com. en J. A., I, 731, que permiti�
la consiguiente excepci�n aun en juicio ejecutivo ; y una nota juris

prudencial de P. Bonfante en la R. D. Comm. 1918, 231, a prop�sito


de locaci�n de una casa deshonesta). >C
15. Orden p�blico. En lo que toca al orden p�blico, admito

con Ferrara (Negozio illecito, 26 y ss. y 90 y ss.) que �ste no es una

"suma de intereses colectivos ni de costumbres, sino el complexo de las

leyes (constitucionales, penales, administrativas, militares, econ�mi


cas, financieras, educacionales, etc. ) que organizan el pa�s y que
constituyen la materia del derecho p�blico. No creo as�, contra el
autor citado, que en nuestro derecho haya que incluir en su seno las

leyes imperativas del derecho privado : no porque no sean de orden


p�blico (r�gimen del matrimonio, de la familia, del estado personal,
de la propiedad y los derechos reales, etc.), sino porque est�n com

prendidas en las relativas a los actos il�citos o contra legem, por


donde tienen la sanci�n del principio de fondo del art�culo 18.
12 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

**
16. Intereses y conveniencias generales. Y en lo que �

a los intereses o conveniencias generales, considero: 1" que


el art.
las �e}e*, i
ha queridoreferirse a la al ordenmoral, y a p�blico e
son lo fundamental en estas cosas ; 2� que en la imposibilidac ^

darle una ai
minar un precepto positivo como �se, es preciso
} q
restringida que evite cualquier apreciaci�n arbitraria
materia 3 que
vincule con las normas esenciales del c�digo sobre la ;

generales aquellas
cir
en tal virtud ser�n intereses o conveniencias
cunstancias que por analog�a o por generalizaci�n de las reglas lega.es
encua
p�blicos imperantes, puedan
ser
existentes o de los principios
dradas en nuestro derecho.

111. Elementos subjetivos. �

A. Prenociones.

17. Nece
Comenzando por el
sidad de determinar el sujeto de un derecho.

primero de los elementos subjetivos, cabe preguntar en seguida quie


nes pueden ser sujetos de una obligaci�n.

El an�lisis detenido del asunto pertenece a la parte general del


derecho. Preguntar qui�n puede ser sujeto de una obligaci�n, es
preguntar qui�n puede ser sujeto ele mi derecho. Y esto �ltimo es
propio ele un g�nero (el derecho) y no de una especie (la obligaci�n,
el derecho real, lo que
fuere).
o

Pero es tan escasa la importancia que entre nosotros se atribuye


a este t�pico (lo propio pasa en los autores espa�oles: S�nchez

Rom�n, II, 112 y ss. ; Valverde, I, 195 y ss.), cpie conviene invadir
un tanto el terreno ajeno para aportar
algunas nociones, no muy
conocidas.
Ante todo, preciso distinguir en m�s de un sentido.
es

As� como la naturaleza no hay especies ni g�neros animales,


en

sino individuos, de igual suerte en la vida del derecho no


hay sujetos
jur�dicos, sino hechos o fen�menos (cons. Windscheid, I, 49, 1). Las
especies y g�neros biol�gicos, lo mismo eme el sujeto de derecho, son
creaciones cient�ficas, son concepciones t�cnicas e
ideol�gicas, me
diante las cuales se contribuye a dar organismo a las ideas
generales
que surgen de esos seres y fen�menos, y eme van a constituir la con

siguiente ciencia.
�A qu� responde la creaci�n del sujeto del derecho?
Dada nuestra organizaci�n social, que ve en
principio indivi
duos, a los cuales concede todas las facultades para eme se desen
vuelvan y expandan, salvo restricciones limitadas
y en obsequio a
los intereses superiores de la colectividad
(el orden p�blico las
buenas costumbres, la moral, la ley,
etc.), dicha creaci�n no es'otra
cosa que la consagraci�n ele los derechos
individuales y la sanci�n
de la personalidad. De ah� que haya un
sujeto de derecho siempre
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 13

que se trate de un ser humano que procura afirmarse en el campo de


la actividad exigible o jur�dica.
�, Por qu� ? Por raz�n de que ese ser humano representa, en el
concierto de voluntades individuales que constituye el fondo de
nuestra convivencia y en el conjunto de los intereses eme �sta satis

face, la voluntad primaria y el inter�s primordial.


Por eso, y del derecho
aqu� cuadra una nueva distinci�n, sujeto
viene a ser todo individuo capaz de exteriorizar una voluntad cons
ciente, o cualquier persona que por el hecho de serlo entra�a un
inter�s (un fin) pr�stinamente respetable.
As�, hay propiamente dos sujetos de derecho : los que ejercen
un derecho, los que lo gozan o benefician. Un hombre mayor de edad
es un sujeto de ejercicio, sin perjuicio de que a la vez lo sea de goce.

Un menor o un incapaz cualquiera no puede ser sujeto de ejercicio,


pues carece de voluntad consciente, pero puede ser un sujeto de goce
o beneficio, cuando se trate de un derecho que le corresponde y qu�

otro ejerce (su padre, su marido, su tutor,, su curador, etc.) por �l

y en su provecho.
1 8. Opini�n contraria de Duguit. Es verdad que si se quiere

ir al fondo del asunto, habr�a que dilucidar la tesis misma del sujeto
de derecho, negada por no pocos, sobre todo por Duguit en varios
de sus libros (L'�tat, le droit objectif et la loi positive, 174 y ss. ;
Les transformations gen�rales du droit priv�, 52 y ss. ; Le droit
social, le droit individuel et la transformation de l'�tat, 14 y ss.).
Se la niega en nombre del solidarismo social, de la interdependencia
colectiva, en cuya virtud no hay otra cosa que funciones, fen�menos
e intereses generales, esto es, hechos puros que excluyen cualquier

�metaf�sica� como es esa de la noci�n del sujeto del derecho.


No corresponde insistir al respecto. S�lo advertir� que son muy .

pocos los que hasta ahora han seguido tal doctrina, aun dentro de
las tendencias m�s modernas y reaccionarias, como puede verse en
las obras de Michoud (Th�orie de la personnalit� morale, I, 44 y ss.,
II, 517), ele Saleilles (De la personnalit� juridique, 541), de Hau-
riou (Principes de droit publie, 649 y ss.), de D�mogue (Notions
fundamentales de droit priv�, 321 y ss.), etc., as� como en varios
de los rapports presentados al Congreso ele derecho comparado de,
1900, y que figuran en el tomo II de los respectivos Proc�s verbaux et
s�ances. M�s : no cabe admitirla mientras nuestra sociedad se asiente
sobre la base netamente individualista de toda tradici�n, sin per
su

juicio de excepciones, que se van acentuando progresivamente, y sin


descontar lo que un porvenir m�s o menos remoto nos depare al
respecto (en cuanto a la posibilidad jur�dica de derechos sin, sujeto,
cons. Windscheid, I, 49, n. 2; Baviera, L'offerta al
pubblico, 111).
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
14

D
B.
~ ,
V
1 �
� y- Sujetos
-�o J
de ejer-
Quienes pueden ser sujetos.

,�
caracter�sticas, ja
cicio. �

Dentro de lo compatible con nuestras ^


�nico eme en c
noci�n del sujeto de derecho es insubstituible. Lo
cuadra es precisarla. mann
,

una persona humana


Como puede ser sujeto
se ha visto, s�lo
de ah� el traslado aci
(de ah� la sinonimia entre sujeto y persona, y
no son personas
concepto persona a sujetos que estrictamente
individuos). . ,

El asunto no puede ser discutido con


relaci�n a los sujetos de
serlo, por lo mismo
ejercicio. S�lo las verdaderas personas pueden
afirmar una voluntad.
que las �nicas capaces de exteriorizar y
son
vale decir, aque
M�s todav�a. S�lo ciertas personas pueden serlo,
capacidad al efecto. De �

llas que tienen aptitudes psicol�gicas


el caso. Tal
ah� que haya muchas personas que no se encuentren en
No cabe decir lo propio con
pasa con los menores, los dementes, etc.
relaci�n a como las mujeres casadas, los fallidos,
los conde
otras,
nados a criminales, etc. (C�d. civil, art. 54-5, 1040, 1160,
penas
3614 y ss., etc. ; C�d. de comercio, art. 9 y ss. ; ley de quiebras, art. 71
serlo
y ss. ; C�d. penal, art. 63-7; etc.). Es verdad que no pueden
porque la ley as� lo establece. Pero las razones son obvias. A
dife
rencia de lo que ocurre con los menores y los dementes, que carecen

por raz�n natural de dichas condiciones psicol�gicas, los fallidos,


etc., las tienen: si no pueden ejercer derechos es por motivos jur�
dicos y legales, en cuanto la ley no considera compatible esa acti
vidad femenina con la autoridad del marido y con la unidad de
acci�n de la respectiva sociedad conyugal, o en cuanto castiga a los
fallidos que han violado la ley de la fe comercial, o en cuanto ful
mina a los delincuentes que se han puesto fuera de la sociedad, etc.
En una palabra, los menores y los dementes son incapaces de hechoT
al paso que los fallidos y dem�s lo son de derecho. De ah� lo inco
rrecto de la asimilaci�n que en el art�culo 55 se establece entre los
menores adultos y las mujer es. casadas (cons. mi art�culo
Capacidad
e incapacidad de hecho y de derecho, en la Revista jur�dica, agosto
y septiembre de 1900).
2" Sujetos de beneficio o goce. �

20. Esbozo hist�rico. �

Donde hay no escasas divergencias es en lo relativo los


a sujetos
de goce o beneficio.
�Por qu�, se dice, s�lo las personas pueden
gozar de derechos t
Los animales, las cosas mismas, son acreedoras a nuestra protecci�n.
Por algo se castiga el mal trato de los
primeros. Por algo se pena
el robo de la cosa ajena o la destrucci�n de
una obra o un monu
mento p�blicos.
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 15

En verdad que si se analiza con alg�n detenimiento, se encuen

tra alguna raz�n, por lo menos aparente, en tal manera de ver. ;

V�ase, a prop�sito, un esquema de gradaci�n. En el primitivo


�lerecho s�lo eran sujetos los miembros de la minor�a dominante:
los de las castas indias, los ciudadanos atenienses, los civ es roma
nos ; los descastados, los parias, los ilotas, los '"esclavos, no pod�an.

ser sujetos de derecho, porque no eran �personas�'. El advenimiento'

del derecho moderno extendi� la personalidad, a todos los seres hu


manos. Y el derecho contempor�neo la ha llevado todav�a m�s all�:

las personas por nacer, los muertos, los individuos indeterminados,.

pueden ser sujetos de derecho, seg�n cabe ver en los art�culos 63-
y ss., 2533, 3279 y ss. de nuestro C�digo civil. Lo mismo pasa con
otras entidades, como las llamadas corporaciones (conjunto de indi
viduos eme persiguen un fin com�n, que por su importancia merecen
protecci�n especial, como son el estado, las municipalidades, ciertos
organismos educacionales, algunas asociaciones cient�ficas, religio
sas, art�sticas, etc., las sociedades an�nimas, y muchas otras), que
vienen a ser una ampliaci�n o generalizaci�n sint�tica de la diver
sa personalidad de sus miembros en la personalidad del conjunto

de los mismos. El paso de esa extensi�n de la personalidad a cual

quier asociaci�n que consulte un fin social, aunque no sea inmedia


tamente p�blico, como las simples sociedades comerciales, no es nada
violento : tan cierto es ello que se la admite en derecho mercantil,.
aun en pa�ses donde no ha sido legalmente consagrada, como Francia

(Dalloz, Suppl�ment, XVI, v� Soci�t�, n� 483; Lyon-Caen y Re


nault, Traite, II, 109 y 276 ; Thaller, 415 ; Thaller y Pie, I, 175 y ss. ;
etc.), y la Argentina (Obarrio, I, 275; Segovia, I, n. 1006; Siburuu,
IV, 1077 a 80 ; Malagarriga, II, 1 y ss ; C�m. com., 68, 114, y dem�s.
fallos eme cito en mi trabajo Personalidad de las sociedades, publica
do en los Anales de la Facultad de Derecho, 1915, 133 y ss.), sin con
tar eme en algunas legislaciones, como la italiana (art. 109), se ha

llegado a sancionarla con aplauso de la respectiva ciencia (Vidari, I�


744; Vivante, II, 294 y ss. ; Sraffa, Studi di diritto commerciale, 17
y ss. ; C. Vivante, G. Bonelli, F. Ferrara, F. Carnelutti y U. Manara
en diversos trabajos publicados en la R. D. Comm.,
I, 1 y ss., y 285 ;.
VIII, 13 y 94; XI, 86 y 733 ; XIV, 2o, 369). M�s a�n: algunas legis
laciones recientes, como la brasile�a, la suiza y la alemana, que han

admitido, como la italiana, esa personalidad para las sociedades mer


cantiles (art. 16, 564 y 755, respectivamente), la han extendido a las
mismas sociedades civiles y a las meras asociaciones sin car�cter
econ�mico (culturales, deportivas, etc.), como puede verse en los.
art�culos 559 y ss. del c�digo de las obligaciones y art�culo 60 del
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
16
718 y ss- c^
20 v

c�digo civil respecto de la suiza, y en los art�culos �

fran-
tores
�al an
c�digo civil respecto de la alemana. Y hasta no
^ ^^
�ceses e italianos no obstante lo poco
auspi
que crean, Aerech0 de
en<e
pectivas codificaciones, que lo propio es sostenible ^^^ y
sus respectivos pa�ses, seg�n es corriente
entre
^ ^^
contra la opini�n de los antiguos �comentadores��^
de �<h^ 2o'
a
apena contar a Guillouard, <7<w�m�
733;
, C\V 11
Baudry, XX, 11
v a Thaller y Pie, I, 189) : Vidari, I, 726 y
642 a 4, cons A. de
y ss.; Planiol, II, 1956; Colin y Capitant, II,
enR. D. Comm.,
Valles en R. D. Civ., 1918, 1 y ss., y A. Giovene
Freitas sancionaba tal per
XII, 212; etc. Ni debe olvidarse que ya
3088 y concor
sonalidad en favor de cualquier sociedad : art�culos
dantes del Esbogo.
se ha ido
La gradaci�n no termina all�. De las corporaciones
a ciertos organismos en que s�lo indirectamente
cabe ver un con
con un hospital,
junto de individuos. Tal pasa con una biblioteca,
con una suma de dinero afectada apropio y de car�cter
un destino

cultural, beneficente, etc. Es lo que ocurre con las fundaciones,


con

los zweckvermogen (patrimonios de afectaci�n) del derecho germ�


nico. En tales casos, la personificaci�n parece referirse a una cosa,
t�o ya a persona alguna, como es el hospital o la suma de dinero.

S�lo mediatamente es dable observar que la personificaci�n no se


refiere sino al conjunto indeterminado de personas humanas que
van a aprovechar los beneficios de los aludidos asilos o escuelas.
De ah� que, en an�logo sentido, quepa admitir la llamada perso
nificaci�n de los animales. Por ejemplo, alguien lega una suma de
dinero destinada a costear el mantenimiento de tal animal famoso.
�Con ese motivo se alg�n alojamiento especial, se insti
le fabrica
tuye el personal necesario para dicho servicio, etc. Lo inmediato
de la observaci�n es que ese animal es una �persona�, en cuanto
resulta titular de tocios los expresados derechos y el fin jur�dico
que dichos medios procuran satisfacer.
Lo propio es sostenible con respecto a las mismas cosas. Sup�n
gase que la legada responda al deseo de mantener taho cual
suma

monumento p�blico, este o aquel edificio, etc. El monumento o el


edificio resultar�an tan personificados como el animal del �ltimo
supuesto.
21. El asunto entra�a problema de t�cnica jur�dica y de
un

apreciaci�n legislativa. Evidentemente, no hay en ello fantas�a


alguna. Desde luego, porcme el rigor l�gico de la asimilaci�n con


las llamadas fundaciones, es simplemente
indiscutible. Despu�s,
porque la vida pr�ctica o positiva del derecho presenta
ejemplos en
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 17
i

�situaciones nada singulares. Ah� se tiene la relativa personificaci�n


�de los buques en derecho mercantil: tienen ellos nombre, domicilio,
nacionalidad, etc., y constituyen un patrimonio especialmente afee-
lado a obligaciones contra�das a su respecto, de tal suerte que el
las
due�o no responde de ellas sino con el buque mismo, al extremo de
<me se desobliga plenamente con el abandono que haga de la embar

caci�n en favor de los acreedores (art. 880, 926, inc. Io, 1020, inc. Io,
etc. del C�digo de comercio; Segovia, II, n. 2828; Obarrio, III, 5;

Vidari, V, 4777 y ss. ; Lyon-Caen y Renault, V, 54 y ss. ; Cosack,


T, 34 y ss. ; Thaller y Ripert, I, 255). He ah� un zweckverm�gen. Lo
mismo sucede, aunque en menor grado, con las cosas donadas o le-

rgaclas con cargos: el donatario no responde por los cargos sino con
la cosa donada, que puede abandonar para desobligarse totalmente
<art. 1837-54, 3774). Y lo propio acontece en la tendencia de aque
llos que pretenden la personificaci�n de los establecimientos comer
ciales o industriales : ser�an �stos patrimonios de afectaci�n, que re
sultar�an acreedores y deudores por cuenta exclusivamente propia,
de tal modo que el respectivo propietario no respondiera al respecto
sino con los bienes de cada uno de tales establecimientos (art. 25 y
181 de los c�digos alem�n y suizo, respectivamente ; Vidari, I, 328 ;

:Sraffa, Studi, 85 y ss. ; Cosack, I, 14, 88 ; Thaller, 86 y ss. ; Baudry,


V, 169, XXII, 671 ; Lyon-Caen y Renault, III, 239 y ss. ; Colin y
Capitant, III, 433-4; Vivante, III, 839 y ss. ; Tendi, �niversitates
rerum, 242 ; Rivarola, M. A., Legislaci�n industrial argentina, 11
y ss. ; Navarrini, IV, 1413 y ss. ; infra, n� 1101 y ss.).
La ejemplificaci�n podr�a continuar en mil formas. Pero basta
lo dicho para mostrar la esencia y las proyecciones del tema. Con
ello se acredita este principio fundamental : la personificaci�n jur�

dica, en cuanto no se trate del ser humano, es un simple expediente


de t�cnica jur�dica, en cuya virtud el legislador, para proteger

mejor ciertos derechos que considera respetables, idea medios y


formas que simplifiquen y unifiquen la respectiva situaci�n, dando
organismo independiente a la misma, y permiti�ndole una actividad
que autorice su afirmaci�n y el logro ele los consiguientes fines.
Todo depende de un asunto de apreciaci�n y de una cuesti�n de
grado : es menester que a los ojos del legislador el fin jur�dico en
tra�e cierta importancia particular, y que consulte ventajas m�s o
menos colectivas y generales.

22. En rigor s�lo pueden ser sujetos las personas humanas. �

En cuanto al problema en s�, de que tal personificaci�n se refiera


propiamente a sujetos que no son personas individuales (como las
m�ltiples corporaciones, las fundaciones, los patrimonios de afecta-
Colmo. Oblig. �

T. I 2
DE LAS 03LIGACI0NES EN SI MISMAS
lg

los animales las mismas cosas), cabe observar q


ci�n, o
^ ^Q ^0
el meci�,
en una confusi�n : se considera personificado yer�a�
es e �

ser humano, el
personificable, seg�n ocurre en
jmaj
en el
que hay una apariencia un poco enga�osa:
por ejemplo, es �ste quien aprovecha
mmeaidu*
jmm c^ ^^
p^ ^ ^
^

;
legados y los servicios del correspondiente persona
, � .
i;^ori
realidad �p
se consulta es la satis-
cohm
echa de ver que el beneficio que en
nnaii-
^ -KM'nLi�pn esto w, una
ebiu es,
publico,
. . �

f acci�n de un sentimiento m�s o menos

emotividad del pueblo, que


tiene ligados
dad humana, como la de la
Lo mismo pasa con el mante
recuerdos a la vida de dicho animal.
Y lo
nimiento del monumento p�blico, del edificio hist�rico, etc.
de afectaci�n:
propio se tiene en los casos de todos los patrimonios
buques de los o de los estableci
en pretendida personificaci�n
la
otra cosa eme una pro
mientos comerciales o industriales, no hay
tecci�n del patrimonio de los correspondientes due�os, que pueden
diversificar su acci�n con toda independencia, sin temor de verlo
aspectos de
comprometido por el mal �xito de uno cualquiera
sus o

de los respectivos
formas, as� como una garant�a especial en favor
acreedores, que vienen a tener privilegio sobre ese patrimonio espe
cial con relaci�n a los acreedores comunes.

Deah�, pues, personificaci�n de los su


que, lo mismo que en la
de no se conciba otra personificaci�n de sujetos de
ejercicio,
jetos
goce o beneficio que la del ser humano. Las personificaciones eme
no parecen ajustarse a esta regia, no implican ninguna excepci�n:

no es el artificio (el conjunto de medios) lo que resulta personi


ficado, sino el fin, esto es, la exigencia humana y personal a que
aquellos deben su existencia y a la cual est�n de consiguiente subor
dinados (cons. Ihering, Esprit du droit romain, IV, � LXXI).
Tal principio es plenamente aplicable con relaci�n a los sujetos
de la obligaci�n. S�lo pueden serlo las personas humanas, en que
se resuelven, en definitiva, todas las personas jur�dicas y dem�s
personificaciones del derecho.
Como se�ltimas personas nada tienen de artificio
ve, estas

sas, por lo mismo que consultan fines tan individuales como las
de las personas humanas : si la persona humana es un fin en s�,. -

tambi�n tiene que serlo cualquier fin importante que a ella se refiera
y le procure un beneficio apreciable. En tal la tesis de sentido,
Savigny de que las personificaciones no directamente humanas son
artificiales, carece de todo asidero. Lo �nico que hay al respecto de
artificioso, es el mecanismo t�cnico de medios y formas con las
cuales se va a dar satisfacci�n los fines
a
perseguidos. Pero eso no-
es la persona, seg�n cmeda dicho. En todo caso, ser�a
igualmente
CONTENIDO /DE LA OBLIGACI�N 19

artificiosa la misma
personificaci�n humana, y& que �sta, como ,

cualquier otra, es una creaci�n t�cnica, es un recurso cient�fico me


diante el cual se explica el derecho. Si se la personifica es porque
el derecho, lo propio que las leyes, es obra del hombre, por donde
resulta comprensible que �ste discurra y legisle con respecto a s�
propio, y no con relaci�n a los animales o las cosas que son simples
medios de que �l se vale para desenvolverse (cons. Roguin, La regle
du droit, 318).
Cuando, pues, se dice que pueden ser sujetos de derecho (o de
obligaciones) las personas humanas, las personas jur�dicas, las so
ciedades, etc., se entiende hablar de la personificaci�n cient�fica o
t�cnica, pues en definitiva, tanto del punto de vista del ejercicio de
los derechos como del goce de los mismos, no hay m�s personas que
las humanas, por lo mismo que el derecho es obra del hombre y es
finalidad del hombre.
IV. Elementos objetivos. �

A. Prestaci�n. �

Io. �

23. Con
ceptos y especies generales. : �

El elemento m�s
propiamente obje
tivo de la obligaci�n es lo que llama la
prestaci�n, vale decir, ya
se

la cosa eme debe ser transferida (en propiedad, en posesi�n o en


simple tenencia), ya el hecho o la omisi�n a cumplirse.
De ah� la distinci�n tradicional, y eme vale aun para el derecho
contempor�neo, de las distintas prestaciones, y consecuentemente
de las obligaciones, que pueden estribar en dar, en hacer o en no
hacer. No otra cosa dispone nuestro citado art�culo 495, que con
toda raz�n resulta desestimar las curiosas observaciones de Bemme-
len, Nociones fundamentales de derecho civil, 161-3, para quien esa
divisi�n carece de cualquier valor (v. la nota del codificador a dicho
art. 495, y cons. Savigny, Obligations, I, 329 y ss., as� como una
nota jurisprudencial de G. P. Chironi en R. D. Comm., 1911, II, 633).
En rigor, y seg�n ya hab�an observado Aubry y Rau, todas las
prestaciones son de hacer: la omisi�n es un hecho negativo; y el dar
es tambi�n un hecho, que se resuelve en la transferencia
(entrega,
tradici�n) de una cosa.

Pero es que cabalmente se denomina dar a hecho que en


ese

tra�a una transferencia ; y hacer, al que no implica transferencia


alguna de cosa, pues estriba en la prestaci�n de un servicio. De ah�
que no haya por qu� barrer con las distinciones aludidas.
2o Distinci�n entre 24.
�dar� y �hacer�. �

Principios. �

Lo eme es cierto es eme no siempre resulta factible en la pr�ctica

tal distingo. Hay casos en eme ambas circunstancias (hacer y dar)


van tan �ntimamente ligadas, que resulta casi imposible ver en

ellos una sola obligaci�n. Tal pasa cuando, por ejemplo, alguien.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
20

el
obliga a ejecutar una obra cuyo material suministra
se
^
eminente. La
obligado. La ejecuci�n de una obra es un hecho
ferencia del respectivo material convertido en cosa (un
re
,

etc.), es
estatua, un cuadro, un dique, un puente, una casa, ^

la obligaci�n
fecto dar. De consiguiente, �cu�l es la naturaleza de
el caso dos obli
del obligado o empresario? Si no se quiere ver en
una obra y una venta,.
gaciones distintas, un dar y un hacer, esto es,
ser�a menester subordinar de ambos extremos al otro,
cualquiera
para obtener la soluci�n unitaria que
sedesee. Entonces habr�a que
echar mano de un expediente que es de vida ordinaria, asi en de

principal o eminente absorba


recho como en todo, en cuya virtud lo
lo accesorio o secundario. No se har�a as� m�s que aplicar un prin
de que en
cipio tradicional (accesorium sequitur princip�le suum),
nuestro c�digo se tiene concreciones diversas (art. 525-75, 624-44

y ss, 803, 2042, 2314 y ss, 2518-71 y ss, 2756, 3018-110-1-87, 3236,
etc., y sus respectivos concordantes).
En el supuesto de que tal pudiera ser el criterio (y es dudoso
que haya otro mejor), siempre queda por determinar los postula
dos con arreglo a los cuales se apreciar� lo principal o lo accesorio
de los indicados aspectos: �ser� el valor en dinero del trabajo o del
material? �ser�n las estipulaciones entre las partes? �ser�n otras
circunstancias ?
En
general, y prescindiendo de lo que las partes puedan haber
estipulado o convenido (que ser� la ley del caso, si se ajusta a las
prescripciones del c�digo; o que deber� ser dejado de lado en caso
contrario, pues no depende de las convenciones el que una obliga
ci�n tenga tal o cual naturaleza, sino de lo objetivo ele la
realidad,
de lo que se tiene ejemplos en los art�culos
569, 1326, etc. (cons. A.
Arcangeli en R. D. Comm., 1905, I, 264 y ss.), el punto de vista eco
n�mico del valor separado del hecho y del
material, ser� el decisivo,
cabalmente porque lo importante en el supuesto es ese
valor, pues
no hay en
juego, en principio, otra cosa que prestaciones contra
puestas, que son dinero (como la del pago del precio), o que a �l
se reducen
(como la del empresario).
As�, la obligaci�n de hacer un collar de perlas puede resolverse
en una
positiva compraventa y no en una obra, cuando la tarea con
siguiente sea f�cil, precisamente porque el valor de las
perlas es
muy superior. Lo contrario habr�a eme
decidir, en general como
estoy razonando, con respecto 'a la obligaci�n de hacer un
edificio
o ele pintar un retrato o hacer una estatua. Et sic de cceteris
V�ase, prop�sito, los siguientes casos jurisprudenciales- la
a

obligaci�n que contrae el acreedor hipotecario de


cancelar la hipo-
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 21

teca los fondos que al efecto recibe del


con deudor, es de dar y no
impuesta por sentencia,
de hacer (C�m. civ, 142, 11) ; la obligaci�n,
de devolver un documento, es de hacer (C�m. civ, 44, 54). Y cabe
admirarse un poco de tales soluciones : la del primer caso entra�a
un perfecto hacer, pues la cancelaci�n de la hipoteca, que es el fin

y lo importante, lo es, al paso eme la entrega del dinero es un sim


la del
ple medio de ese fin (cons. Polacco, Obbligazioni, 190) ; y se

gundo es un t�pico dar, pues se resuelve en la entrega de una cosa,


como el documento, para restituirlo
es a su due�o o titular.
25. Inter�s de la distinci�n. Por lo �

dem�s, lo pr�ctico del


asunto estriba en que el r�gimen de las obligacionesde dar y el de
las obligaciones de hacer no es siempre id�ntico. En las primeras
es casi indiferente la persona: al acreedor le ser� poco menos que
igual el eme tal partida de vino o az�car, o cual terreno o campo,
le sea transferida por A o por B, pues lo que le interesa es la en

trega misma, objetivo de la prestaci�n (art. 727). No as� en


es lo
las segundas: puede no serme indiferente, por razones de mayor
capacidad t�cnica o de aptitudes o renombre art�sticos, el que el
edificio o la estatua sean hechos por X o por Z (art. 730). Adem�s,
en caso de incumplimiento (por dolo, culpa o mora), el juego de
los principios difiere un tanto : la obligaci�n de dar puede siempre
ser. cumplida en especie (salvo, evidentemente, cuando la prestaci�n

se ha hecho imposible objetivamente : se ha perdido, se ha destru�-

do, etc.), para lo cual el acreedor no tiene m�s eme recurrir a los
jueces a fin de que por la fuerza p�blica se lo ponga en posesi�n de
lo eme le es debido (art. 505, inc. Io) ; la obligaci�n de hacer se
resuelve en el pago de la consiguiente indemnizaci�n, a menos que
el acreedor prefiera el cumplimiento por obra de un tercero y a
costa del deudor, por lo mismo que no es posible compeler a �ste

por la fuerza, ya que, adem�s de ejercerse violencia contra la per


sona, jam�s se podr�a obtener un cumplimiento satisfactorio de parte
de un individuo que no obra con espontaneidad (art. 629).
3�. 26. Especies particulares.

No hay necesidad de insis


tir acerca de las especies particulares de prestaciones, pues ello de


termina las distintas especies de obligaciones, que ser�n estudia
das en su oportunidad, en general (n� 298 y ss.) y en particular
(n� 368 y ss.).
As�, se distingue las prestaciones positivas de las negativas,
seg�n que estriben en hechos o en omisiones.
Dentro de las positivas, cabe subdistinguir: pueden consistir
en un puro hacer (un servicio, una obra, etc.) como en un dar
(transferir alguna cosa).
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
22
�lpnrior est� obii-
eii ucuc
Algo semejante ocurre en las negativas: con
,lflrpd no establecerse
"

i i �
i / 4- o ^
gado a no nacer algo (no levantar una parec�, hacer
_

o a j
negocio en un radio o por un tiempo dado, etc.), serian
, s ~i o^r-pprinr como
(tolerar, pati, como dec�an los romanos) al acreeuui,
del deudor,
los supuestos en
que �ste cortar le�a en el bosque
pueda
o cazar en campo del mismo, etc.
cosa, ejecu
pueden ser instant�neas (transferir
una
Tambi�n
lo son las
tar un hecho dado, etc.) como permanentes (en general
tambi�n lo son,
de no hacer; pero hay obligaciones de hacer que
como la del locador, que debe garantir al
locatario el uso y goce

pac�fico de la cosa, art. 1515, o la. del tutor, etc.).


O pueden ser divisibles o indivisibles, seg�n que
sean suscep

tibles de cumplimiento parcial o no (art. 667).


O pueden ser simples o complejas, seg�n que se trate de una
sola prestaci�n o de varias.
O pueden ser determinadas o indeterminadas, seg�n que sean
ciertas (o individualizadas) o que sean m�s o menos inciertas (fa
cultativas, alternativas, de g�nero limitado, de g�nero amplio, de
cantidad, etc. : art. 643 y ss, 635 y ss, 893, 601 y ss, 606 y ss, res
pectivamente).
M�s a�n: cabr�an subdivisiones diversas dentro de cada una de
las especies y subespecies indicadas. Por ejemplo, en las de dar,
puede tratarse de una cosa que se transfiera ya en propiedad, ya
para constituir otro derecho real, ya para permitir su uso, ya para
autorizar su mera tenencia, ya para restituirla a su due�o (art. 574),
Tambi�n corresponder�a puntualizar en las de hacer la circunstan
cia de que el simple servicio difiere espec�ficamente de la obra (art.
1623 y ss. y 1629 y ss.).
M�s todav�a: habr�a eme indicar las interferencias posibles en
tre unas prestaciones y otras, ya que, por ejemplo, la alternativa

puede comprender un hacer y un ciar (art. 636), como pasa en una


obra (art. 1629), etc.
Pero repito, todo ello ser� estudiado dentro de cada
especie
obligatoria. Por ahora basta con estas nociones sumarias.
4o Requisitos. a). 27. Generalidades.
� �

No es mucho lo �

que cuadra decir aqu� en punto a requisitos de la prestaci�n.


Los autores, a prop�sito (y entre ellos el mismo
Crome, Teorie
fondamentali, p�rrafo 5), insisten en que la prestaci�n debe ser
posible, l�cita y determinada, como se dispone en los art�culos 953
y 1169-70 de nuestro c�digo. Pero no caen en la cuenta de
que ello
es as� con relaci�n a la prestaci�n de las obligaciones contractuales
o convencionales, por lo mismo que derivan de hechos
intencionales
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 23

y por lo mismo que estos hechos deben poder ser convertidos en rea
lidades ante la fuerza de las cosas (posibilidad y determinaci�n)
y de las leyes (licitud).
Baste con observar que si se trata de una obligaci�n que dimane
de un delito o de un cuasidelito, la prestaci�n por referirse a

lo negati/o de una omisi�n: no violar el derecho ajeno �

carece

propiamente de requisitos : la violaci�n de cualquier derecho ajeno,


sea patrimonial o no, da margen a la consiguiente indemnizaci�n.

Si se trata de una obligaci�n cuasicontractual, hay que distin


guir. Ateni�ndonos a los casos m�s t�picos, podemos ejemplificar con
relaci�n a la gesti�n de negocios o al pago indebido. El gestor rea
liza un verdadero acto jur�dico con la persona con quien contrate
en favor del due�o del negocio (al hacerle reparar su casa, por
ejemplo), lo mismo que cuando paga una deuda ajena. Lo propio
hace aquel que paga una obligaci�n que cree subsistente. En tales
supuestos, no hay diferencia alguna con relaci�n a los casos de pres
taciones que corresponden a obligaciones contractuales. Cuando se
trata de repetir contra el due�o -del negocio lo invertido en su bene

ficio, o contra el supuesto acreedor lo que se le ha abonado, entonces


s� se tiene lo propio del cuasicontrato: Pero aqu� la prestaci�n obli
gatoria, como correlativa de una obligaci�n originariamente con
tractual (por lo menos, convencional), que se trata de compensar
o reparar, es plenamente contractual o convencional, y no presenta

caracter�sticas propias.
Donde tiene importancia el asunto, como he dicho, es en ma
teria de obligaciones convencionales.
Pero el respectivo estudio tiene su lugar adecuado en los con
tratos, adonde me remito. Por lo dem�s, esos requisitos no difieren
de los que corresponden al objeto de los actos jur�dicos (art. 953),
ya estudiados en un curso precedente, y cuyo conocimiento, por lo
mismo, cabe postular, sin perjuicio de que m�s de una vez corres
ponda discurrir sobre algunos de sus aspectos.
r^C b) Valor patrimonial. 28. Prenociones. Lo que presenta
� �

/m�s dificultad en punto a los requisitos de la prestaci�n es otra cosa.


De entre esos requisitos, a que ya se ha referido el c�digo en
la parte m�s general del objeto de los actos jur�dicos, el precitado
-art�culo 953 (y que volveremos a encontrar a prop�sito de las obli
gaciones m�s importantes, cuales son las que derivan de los contra
tos: art. 1167 y ss.), figura uno que est� en tela de juicio en la
doctrina y en la misma legislaci�n comparada. Es el de la necesidad
de que la prestaci�n tenga valor patrimonial (econ�mico, pecunia
rio, comercial, etc.). .
DE OBLIGACIONES EN. SI MISMAS
2-1 LAS

cabr�a discutir el asunto en todos aquellos


Entre nosotros no

casos en que se trate de obligaciones que dimanen de


actos jur�di

cos, sobre todo de contratos, pues los textos


citados no parecen.
ofrecer duda alguna. En cambio, y seg�n lo antes apuntado, en
materia delictual y casi delictual el objeto de una obligaci�n puede
no implicar s� valor por alguno (art. 1075 y 1108), ya.
patrimonial
que la obligaci�n legal de respetar la integridad corporal, el honor
o la vida de una persona, no es de contenido pecuniario, y ya que
la violaci�n de la misma acarrea la responsabilidad por la consi

guiente indemnizaci�n, exactamente como en los supuestos de las.


obligaciones precipua o exclusivamente econ�micas.
Tal antinomia es casi tradicional y resulta corriente en derecho.
civil : la
obligaci�n extracontractual no requiere, a diferencia de
la contractual, una prestaci�n u objeto econ�mico. As� resulta del
c�digo franc�s (art. 1382), en cuyos int�rpretes se ha fundado nues
tro codificador, del c�digo italiano (art. 1151) y de los dem�s c�

digos que han seguido las aguas del ejemplo franc�s: chileno, 2314-
uruguayo, 1293; guatemalteco, 2277; portugu�s, 2361; mejicano,.
1579 ; venezolano, 1217 ; etc.
29. El derecho civil no es puramente econ�mico. �

Es dif�cil
que esa antinomia pueda ser justificada en derecho contempor�neo^
El problema es un
simple aspecto de un asunto m�s amplio : el
del car�cter y contenido del mismo derecho civil. Si �ste
y de
consiguiente el c�digo, eme es su m�s alta completa expresi�n y �

se limita reglara la vida


econ�mica, la actividad de los negocios y
la faz de los intereses pecuniarios de la
colectividad, no es posible
dudar acerca ele lo improcedente de
que la prestaci�n obligatoria
en un contrato carezca de
valor patrimonial. Si,
por lo contrario,
el^ c�digo civil no es un
c�digo �de derecho privado econ�mico�, se
g�n pretende Bemmelen (Nociones
fundamentales, 70, 109
y ss.) sino un c�digo de la entera vida civil
111 y'
(econ�mica, social, cul
tural, etc.), entonces la soluci�n adversa debe ser admitida.
Esta segunda soluci�n es sin duda la
m�s aceptable. La vida-
no es una suma de
relaciones econ�micas. Bien lejos de ello Por im
portantes que aqu�llas sean, sobre todo en
pa�ses nuevos y en for
maci�n, como ee el nuestro, que deben
empezar por cimentar lo
primario ele un bienestar econ�mico en
que se funden luego les. ,

restantes ele la
ciencia, el arte, la vida social, el civismo,
innegable que la actividad humana
etc., resulta,,
rechaza, en cualquiera de sui
vldo cine t
d&d- De aM qU6 6l
r11^" f
reglamentar
C�dl^� de d-cho ^
ntXr�e
ninguna ele sus Y
fases, sin
esa

perjuicio de
activid^>
que las
^ pueda descuidar
jerarquice y subor-
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 25

di�e seg�n las caracter�sticas ambientes (cons, sin embargo, Bevi-


laqua, Direito das obrigag�es, 27).
Tan cierto ello que en ninguna �poca de la civilizaci�n se
es

ha limitado el derecho civil a lo econ�mico de la vida. Tan cierto


es ello que en la tradici�n m�s remota del derecho
civil, �ste ha con
tenido materias e instituciones que no implicaban valor patrimo
nial: �Nada hay de patrimonial en el matrimonio (advi�rtase que
digo matrimonio, y no sociedad conyugal), ni en el honor y los
dem�s derechos personales cuya violaci�n obliga a una indemniza
ci�n adecuada (art. 1075 y sus concordantes), ni en las obligacio
nes naturales (que para el codificador nacen del derecho natural y

la equidad, aunque es m�s cierto que son materia de deber de con

ciencia o exigencia moral, como se dice en los c�digos contempo


de
r�neos), etc. La patria potestad, la tutela y la c�ratela se refieren
por sobre todo al gobierno de la persona, y no de los bienes, del
incapaz. La raz�n que milita para que la ley cree un privilegio en
favor de los cr�ditos por gastos funerarios o por los de la �ltima
enfermedad, est� lejos de ser econ�mica. Los alimentos responden
a circunstancias nada pecuniarias. La misma sucesi�n involucra una

cuesti�n de estado civil que est� por encima de lo patrimonial de


la herencia consiguiente.� (Colmo, T�cnica legislativa del C�digo
civil, 153. Adde, D'Aguanno, La riforma int�grale della legislazione
civile, 124 ; Kohler, Filosof�a del derecho, 143 y ss. ; Ihering, El fin
en el derecho, 94 y ss. ; Carboni, Obbligazione, 30 y ss. ; Garsonnet,

Traite de proc�dure, I, 297 ; Roguin, La regle du droit, 66 ; D�mo-


gue, Notions fundamentales de droit priv�, 193 y ss. ; A. Sraffa en
R. D. Comm., 1914, 780 y ss, y 1915, 470; Barassi, I, 131).
Lo que es m�s, ese campo no econ�mico del derecho civil tiende
a ampliarse progresivamente. A medida que el individuo
logra eman
ciparse m�s y m�s de las preocupaciones pecuniarias, a medida que
el bienestar econ�mico se va afirmando con creciente energ�a, los
reatos de la lucha por la vida decrecen en igual e inversa propor

ci�n, los deseos por la vida m�s espiritual se van acentuando con-
comitantemente, y los valores morales (culturales, sociales, etc.)
cobran importancia continuamente mayor hasta convertirse en exi
gibles. Es lo que pasa con las aludidas
obligaciones naturales, que
la civilizaci�n contempor�nea extendiendo todos los d�as (cons.
va

el trabajo que Perreau ha publicado al respecto en la Revue trimes-


trielle de droit civil, 503 y ss. del tomo correspondiente a 1913), con
el bien del hogar (o de la familia, homestead) con el derecho al ,

nombre individual, con la propiedad literaria y art�stica, etc.


En resumen, el individuo es un ser integralmente
social, y no
EN SI MISMAS
DE LAS OBLIGACIONES
2g
actividad,
c�digo que haya de regir
su
un ser econ�mico. Por eso el
546).
debe ser tambi�n social (cons. Jellinek, I,
Es verdad que en
objeciones posibles.
-

30. Respuestas a
la vida, y
lo exigible en
imposible determinar qu�
es
tonces resulta
tuera ele el.
as� lo que cabe en el c�digo y
lo que debe estar
qu� es
taita:
o a una comida, 3
Un amigo promete concurrir a un paseo
a su medico
�ha violado una obligaci�n civil? Un paciente promete
un derecho exigible?
110 volver a fumar, y fuma: �hay all�
el accidente de las
Pero eso es peque�o. Lo importante no es
de la situaci�n
situaciones m�s o menos ambiguas, sino el fondo
entre
misma: so pretexto de que 110 siempre ser� f�cil distinguir
a fulminar
lo exigible y civil y lo no exigible ni civil �se llegar�a
del c�digo
el fondo cultural de nuestra vida moderna, y a proscribir
y adelanto que radica en los valores morales �
ese tesoro de propulsi�n
Por lo dem�s �

y fuera de que la misma


moral es una preocu

paci�n constante y necesaria en nuestro c�digo, como en todos, seg�n


puede verse en los art�culos 14, inc. 1", 21, 502-30-64, 792-5, 953,
1047, 1206, 1501, 2261, 3608, etc. tal distingo es una pura cues

ti�n de hecho, que nada puede inducir contra los principios legales,
por lo mismo que �stos son generales y condicionables seg�n
las
circunstancias. En cada caso, y de acuerdo con las modalidades y
exigencias ambientes, habr�a que determinar lo que cuadrase. Para
eso bastan, y sobran, buenos jueces. De otra suerte, habr�a eme ba

rrer con todo el C�digo civil y con todos los c�digos y leyes, pues
esa dificultad de hecho existe encualquier supuesto. Y de confor
midad con tal criterio, resultar�a indispensable suprimir las distin
ciones entre derecho civil y derecho comercial, entre derecho privado
y derecho p�blico, cuando no entre la f�sica y la qu�mica, entre la
astronom�a y la mec�nica y entre las mismas matem�ticas y la l�
gica, por raz�n de que los respectivos puntos de contacto no auto
rizan un deslinde cabal entre unas y otras.
objeci�n evidentemente Tan
^�La es peque�a. peque�a es que,
contra los teorizantes de conceptos, la realidad
imponiendo se va

en ladoctrina, la
jurisprudencia y
en la misma
legislaci�n: res
en

pecto de lo primero puede verse a Filomusi-Guelfi, Enciclopediu


giuridica, 331-4, n. 1, a Gabba, Questioni di diritto civile, II, 210
y ss, a D�mogue, Notions fundamentales de droit priv�,
578, a Sa
leilles, Th�orie de Vobligation, n� 8, a Windscheid, Diritto delle
Pandette (traducci�n italiana), II, p�rrafo
250, n. 3, a Crescenzio
y Ferrini, 123 (si bien hay todav�a quien sostiene lo
contrario, como
pasa con Dernburg, Diritto delle obbligazioni, traducci�n
italiana,
p�rrafo 17, n. 6: con Crome, Teorie fondamentali delle
obbliqa-
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 27

zioni nel diritto francese, � 2; con Polacco, Obbligazioni, 15 y 38;


con Bevilacma, Direito das obrigagoes, 13 y 35; etc.) ; respecto de lo

segundo, puede observarse la jurisprudencia francesa eme citan Pla-


niol, n� 90 y la Revue trimestrielle de droit civil, 1902, 603 y 935;
1903, 651-2 ; 1904, 418 ; 1906, 156 y 400 ; 1907, 805 ; 1912, 625-6, etc. ;
y en cuanto a lo tercero, basta apuntar los c�digos alem�n y suizo
eme permiten el que en m�s de un caso la prestaci�n obligatoria no

entra�e valor econ�mico (art. 241 y 19, respectivamente ; lo mismo

pasa en el brasile�o, art. 76).


Si se fuera a analizar el problema en su faz m�s honda, se po
dr�a sostener que la distinci�n entre lo patrimonial o no patrimonial
de una prestaci�n es imposible. En lo integral del consensus colec
tivo, todo est� en todo. De ah� que no quepa la separaci�n en cate
gor�as formales y conceptuales que no conoce la realidad, que es
�nica e indescomponible (cons. Roguin, La regle du droit, 66). La
prestaci�n que se llama econ�mica (una cosa, un bien) entra�a fac
tores pol�ticos y hasta morales, como son, por ejemplo, la circulaci�n
de valores, el respeto de la palabra empe�ada, la tranquilidad so

cial, etc. En la prestaci�n no econ�mica (la educaci�n de un ni�o,


el honor de una persona, etc.) hay valores econ�micos evidentes,
como son los que dependen de la capacidad intelectual y productora

d� ese ni�o, de la reputaci�n manchada, etc.


31 Exposici�n de una tesis de Ihering.
.

Y si se quiere man
tener la controversia, como cuadra en un curso elemental, en terreno
m�s inmediato y accesible, basta con hacer un breve resumen de un
preciado estudio de Ihering (CEuvres choisies, II, 145 y ss.), que
agota el asunto y no deja lugar a la menor duda.
l�e aqu� sus ejemplifica ciones iniciales, y que son toda una edu
caci�n : un mozo de hotel estipula en su contrato con el patr�n que
no trabajar� la tarde de los domingos ; un locatario conviene con

�l locador en que �ste le deje el uso y goce del jard�n de la casa ;


una se�ora enferma da en alquiler las piezas de su casa a personas

eme no toquen m�sica ni realicen actos ruidosos. En todos esos casos


las respectivas convenciones ser�an nulas, porque la prestaci�n obli
gatoria no tiene valor patrimonial.
Sin embargo, la libertad del mozo, el placer del locatario o el
reposo de la locadora enferma, aunque inmediatamente no entra�en
car�cter econ�mico, se resuelven en �ste, pues el mozo percibir�
una remuneraci�n menor, el locatario abonar� un alquiler m�s
fuerte, y la locadora enferma tendr� que reducir sus pretensiones
sobre el precio de una locaci�n as� condicionada. Es que lo remu.
neratorio de tales supuestos, aunque sea menos aparente no deja
EN SI MISMAS
28 DE LAS OBLIGACIONES

Lo propio ocurre en
de m�s efectivo que en los casos ordinarios.
ser
no solo la satis
muchas otras situaciones: con el dinero se obtiene
la de las mas
facci�n de las necesidades inmediatas, sino tambi�n
los viajes, la cul
desinteresadas y espirituales, como la distracci�n,
compra un
tura, la salud, etc. �Qu� hace, por ventura, aquel que
de afecci�n?
cuadro famoso o un caballo c�lebre, sino pagar un valor
serlo con un
Y lo que as� es concebible en un comprador, tiene que
mozo de hotel, con un locatario, etc. Aun dentro
de la mera con

cepci�n econ�mica, s�lo merece protecci�n la producci�n


�por qu�
o el intercambio de valores? �por qu� no ha de merecerla el con

sumo mismos, como acontece en los ejemplos antes puestos?


de los
Si se pretende que el juez civil carece de medios para proteger
ios intereses no patrimoniales, ya que no dispone de otro recurso

que el de la condena pecuniaria, y ya que �sta, a diferencia de lo


eme pasa cuando hay valores patrimoniales de por medio, no entra

�ar�a la compensaci�n que cuadrase ; cabe contestar que se mira un


poco estrechamente el asunto. La condena pecuniaria puede implicar
esa funci�n de compensaci�n o equivalencia (que es lo corriente en
obligaciones de prestaciones patrimoniales), pero no es forzoso que.
sea siempre as�. Tambi�n desempe�a una funci�n penal, en lo cme7

se llama multa, y de lo cual se tiene m�s de un


ejemplo en los c�di- i
gos (v�ase los art. 518, 663, etc., del nuestro). Y tambi�n puede'
jugar a t�tulo de satisfacci�n, esto es, de una indemnizaci�n en/
dinero del da�o sufrido y que por su car�cter no es concretable/
en una suma o valor
econ�mico, seg�n ser�a el caso cuando se hu-|
biera violado un derecho no patrimonial. Ya se
ver�, en otra opor
tunidad af�n (n� 157) hasta qu� punto es criticable este
criterio;
que resuelve en dinero una situaci�n no pecuniaria. i
Sigue ahora todo un cap�tulo en el cual Ihering demuestra
que el derecho romano no presta asidero a la doctrina que combate,
haciendo ver que el pretor pod�a llegar a la
ejecuci�n forzosa de
las obligaciones mediante penas pecuniarias
(adem�s de la compul
si�n personal), como arribaba a la condena
pecuniaria a t�tulo de
mera satisfacci�n en favor del lesionado.
Subsigue otro
cap�tulo en que muestra el
conjunto de intereses
no econ�micos protegidos por el derecho romano. En los intereses
eme se refieren a terceras personas: las afecciones
familiares (las
acciones de servo corrupto, de injuria contra la esposa o un
hijo,
etc.); los sentimientos piadosos hacia el testador, como lo relativo
al monumento que �ste
deseara, o lo atingente a la injuria contra
su memoria, etc.
; la simpat�a por personas
extra�as, como la acci�n
del vendedor del esclavo contra el
comprador del mismo que no
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 29

efect�a la emancipaci�n convenida, o el mandato en favor de terce


ros, etc. ; el amor de la cosa p�blica, en cuya virtud las numerosas
acciones populares serv�an pa^a proteger pupilos, menores, prisio
neros, ausentes, etc. En los intereses que se refieren a la propia
persona, adem�s de los intereses materiales (servidumbres de puro
placer, actio mandati sobre intereses no patrimoniales, tranquilidad
y paz, lesiones corporales, etc.), los de car�cter ideal son los que
m�s resaltan en el caso: el sentimiento religioso, por ejemplo, en la
actio sepulcri violati; la ambici�n, como en el caso en que se hiciera
desaparecer una estatua p�blicamente elevada en honor de alguien^
el esp�ritu de familia, en casos de restituci�n en favor de un menor ;
el patronato, en cuanto en ciertas situaciones correspond�a decidir
a qui�n compet�a el consiguiente derecho ; etc.

En conclusi�n, el id quod interest del derecho romano se refer�a


no s�lo a lo pecuniario sino a cualquier derecho. Cierto que esta

regla es poco precisa : � qu� puede entenderse por cualquier derecho


protegible? Aqu� viene el cap�tulo final, donde se traza los l�mites
de esa regla. De ella quedan excluidos tres �rdenes de relaciones:
las de la vida mundana, que es esencialmente libre, y que no ser�an
exigibles (no en nuestro derecho: art. 666) ni aun cuando se hubiese
estipulado al respecto una pena convencional (la invitaci�n a una
comida, a un baile, a una excursi�n de caza, a una estada de vera
neo, por mucho que y he aqu� algo contradictorio en la tesis

opuesta �

la violaci�n de tales promesas entra�e valor patrimonial

para el invitado, que en caso de cumplir habr�a logrado evitarse


gastos de mantenimiento, de distracci�n, etc.) ; las de mera com
placencia o de pura amistad (alguien me promete ense�arme gra
tuitamente el lat�n, o conviene conmigo en que estudiemos juntos
una materia de examen), por mucho que impliquen, como en efecto

ocurre en el primero de estos ejemplos, inter�s patrimonial


; y las
que no ofrecen inter�s para el estipulante (o �acreedor�), como la,, |
promesa hecha por un paciente a su m�dico de que no seguir�
fumando. |
El precioso trabajo concluye con lo relativo al inter�s.
Des
pu�sde se�alar c�mo el consiguiente concepto var�a con los tiempos
y pa�ses, y c�mo, ya en �poca de los romanos, no se cifra en lo
exclusivo de las conveniencias econ�micas, se extiende en ejempli-
ficaciones diversas (particularmente en materia de locaci�n de cosas
o de servicios), para mostrar lo insuficiente de la
reparaci�n pecu
niaria en caso ele violaci�n de las respectivas convenciones, y para
luego, en el cap�tulo terminal, insistir en el doble problema de que
es v�lida la estipulaci�n por terceros (aunque en ella no
tenga inte- '
EN SI MISMAS
30 DE LAS OBLIGACIONES

cuando
res
reses
propio
que
el
estipulante),
uno persigue en
y de que
una
tambi�n lo
convenci�n son
es

loseta.
de utilidad general.
se reneren
Estas dos �ltimas cosas podemos aqu� omitirlas, pues
a unproblema que es propio de los contratos.
valor patrimonial de
Y concluyo como empec� : la doctrina del
la prestaci�n es simplemente insostenible. Se
funda en una circuns
ese valor) que
tancia general (ordinariamente la prestaci�n reviste
valor econ�
se quiere convertir en absoluta (debe siempre tener
de que en lo progresivo
mico), con grave olvido de la circunstancia
del tiempo y la cultura los valores
morales se van afirmando m�s y
m�s y se convierten en
exigiblesT"^-,
Io Fuentes tradicionales. 32. Su exposi

B. Fuentes. �

ci�n. Podemos ya pasar a otro aspecto del elemento objetivo de


la obligaci�n. Se tratar�a de saber cu�les son las fuentes de la misma


(cons. el Ap�ndice Io Degni ha agregado al tomo I de las
que F.
Obbligazioni de Lomonaco;-Crescenzio y Ferrini, 433 y ss. ; S�nchez
Rom�n, IV, 135 y ss. ; Valverde, III, 210 y ss.).
En el derecho tradicional, a partir desde el romano, seg�n
puede verse en la nota de nuestro codificador al art�culo 499, tales
fuentes son cinco : el contrato, el cuasicontrato, el delito, el cuasi
delito y la ley. Una persona, en tales virtudes, puede resultar
acreedora o deudora porque lo ha convenido o contratado, o por

que ello dimana de un acto que se parece a un contrato (que es casi


un contrato, como la gesti�n de negocios), o porque ha cometido un

delito (civil, bien entendido) o un cuasidelito que obliga a la


consiguiente reparaci�n, o porque as� lo dispone la ley (por ejem
plo, en las obligaciones de los representantes padres, tutores,

curadores, mandatarios comunes, albaceas, etc. para con sus re


� �

presentados, ya en la administraci�n de los respectivos patrimonios,


ya en las ulteriores rendiciones de cuentas; en las de las partes
ligadas por un contrato :
comprador, locatario, etc. ; en las de evic-
ci�n y redhibici�n; en las del enriquecimiento sin
causa; etc.).
He aqu� el texto del citado art�culo 499 : no
hay obligaci�n sin
causa, es decir, sin que sea derivada de uno de los hechos, o de uno
de los actos l�citos il�citos de las relaciones de familia o de las
o

relaciones civiles. Aparte la antinomia entre hechos


y (los
actos
segundos son una especie de los primeros : son los hechos humanos,
como puede verse en los art.
897-8), el sentido, aunque no del todo
claro, no es dudoso.
Desde luego, yseg�n he advertido m�s arriba (n� 9), el con
cepto causa est� tomado en la acepci�n ele fuente u
origen de la obli-
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 3^

gaci�n, cuya causa es uno de esos hechos o actos (v�ase la nota. del
codificador).
Y despu�s, los hechos o actos de las relaciones de familia que
generan obligaciones, son los del matrimonio, el nacimiento de hijos,
la incapacidad o la muerte de algunos de los miembros de la fa
milia, etc., casi todo lo cual est� reglamentado por la misma ley,
con excepci�n de lo muy poco que al respecto, y por raz�n del ca

r�cter institucional y p�blico de la familia, se deja al arbitrio indi


vidual en el llamado contrato de matrimonio (art. 1217-9, etc.)
y en materia testamentaria (art. 3591, 3714, etc.) ; y los actos que
corresponden a las relaciones civiles son los jur�dicos (de entre los
cuales los contratos son los m�s importantes), los llamados cuasi
contratos y los actos il�citos (delitos y cuasidelitos).
He aqu�, a prop�sito, un ligero esquema de cada una de estas
cuatro fuentes no estrictamente legales.
Por contrato se entiende un acuerdo de dos o m�s voluntades
distintas, en cuya virtud se crea una o m�s
obligaciones a cargo de
cualcmiera de las partes : tales la etc. Por
compraventa, la locaci�n,
cuasicontrato se entiende la situaci�n creada por el acto de alguien
que nos ha procurado un beneficio jur�dico sin obligaci�n alguna
de su parte, y que nos obliga a restituirle el
importe de ese beneficio,
que es el perjuicio por �l sufrido : ejemplo t�pico es el de la gesti�n
de negocios. Por delito se entiende el acto il�cito ejecutado con in
tenci�n da�osa (mala fe, dolo, fraude, etc.) : tales la injuria, la
compra consciente de una cosa robada o perdida, etc. Por cuasi
delito, el acto il�cito realizado sin esa intenci�n, pero con negligen
cia o culpa imputables: un conductor de veh�culo atropella descui
dadamente una persona a quien lastima, etc. (art. 1072, 1108, 2288,
2306, etc.).
33. La sentencia judicial como fuente nueva. Aun hoy sub

siste, en general, el criterio de fondo de que las fuentes obligatorias


son las cinco indicadas, al extremo de
que nuestro m�s alto tribunal,
la Suprema Corte, ha llegado a sentar en todo un fallo
(14, 364;.
v�ase C�m. civ, 63, 425) que �las �nicas fuentes� de las obligacio
nes son esas cinco, lo
que no impide que nuestros tribunales lleguen
a consagrar una sexta fuente, la sentencia judicial, en cuanto
pretenden que �sta tiene el singular poder de novar la obligaci�n
primitiva o demandada, para substituirle la que ella crea, y en cuya
virtud se produce un como escamoteo jur�dico en que se viola abier
tamente la intenci�n de las partes y la potestad privada
que es sobe
rana (art. 1197), de suerte que, por ejemplo, la prescripci�n de
�a obligaci�n, que antes de la sentencia pod�a ser de
pocos a�os y
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
22

de Lt *
Aa xa sentencia no '

aun de (art.
meses 4027-32-5-9-40, etc.), despu�s
es
;^+u->1p pii tal caso no
! e

puede ser sino de diez a�os, ya que lo prescriptible __.�;_, ^

especial

la obligaci�n
. i� , j

w to
la obligaci�n sino la actio judicati, vale decir,
termino p �artiCular
a que �sta da nacimiento, y ya que, no habiendo
articulo ^
al respecto, debe estarse a la regla general del
.

de criticar esas supercher�as


jur�dicas,
de una vez tendr� ocasi�n
en el derec�o contem-
simples supervivencias de un romanismo que
por�neo carece de cualquier sentido
serio (n� 493, 635, ii>�, \)<t�
un fallo comercial (G. F.,
v ss, Por
etc.). me basta con apuntar
hoy
se dice que las sentencias son
25|IX|918) en que expl�citamente
fuente de obligaciones.
la voluntad y a la ley. �
^ ol-
34. Reducci�n de las fuentes a

viendo al asunto de preciso observar que no resultan


fondo, es
: la verdad
contados los autores que han querido innovar al respecto
es que se han limitado a una tarea externa.
Por ejemplo, Cimbali
La-
(Opere complete, III, 36 y ss, y 308 y ss.), a quien precedi�
rombi�re, V, n� 3 de su comentario sobre el art. cual, a 1370, y el
su vez, lo fu� por el derecho romano, sobre todo por Gayo, Insti

tu�a, III, 88), sostiene que las fuentes de las obligaciones no son
sino dos : la ley y el contrato. En ellas est�n las fuerzas que impe
len y dominan al hombre : la una, de expansi�n, de libertad, ele
acci�n centr�fuga, estriba en el contrato ; la otra, de necesidad, de
coerci�n y de acci�n centr�peta, se condensa en la ley. En �sta se
tiene lo social de la vida humana. En aqu�lla, lo individual de la
misma. En el justo medio del consiguiente equilibrio es donde ra
dica la indispensable armon�a que concilie ambas clases de intereses
y derechos : el individual y el colectivo, que se condicionan mutua
mente y que son rec�procamente fin y medio. De ah� eme para Cim
bali todo lo que no sea contrato (el llamado cuasicontrato, el delito
y el cuasidelito) es ley pura. Y de ah� la correspondiente antinomia
de la voluntad en el contrato y de la autoridad en la ley.
No es otro el criterio de Planiol (II, 806 y ss.), que hasta llega
a equiparar los cuasicontratos con los delitos y cuasidelitos, en
cuanto, como �stos, son actos il�citos, desde que aquel que se enri
quece sin causa a costa de otro (y tal es el supuesto de los cuasicon
tratos) lo hace ileg�timamente, y est� por eso obligado a la respec
tiva indemnizaci�n o reparaci�n.
Esto, de paso, es bastante fuerte;
hay enriquecimiento indebido en el cuasicontrato, mas no acto
il�cito; falta causa para tal enriquecimiento, pero no existe ning�n
hecho vituperable como en los actos
il�citos; de otra parte, en un
acto il�cito puede haber
no
enriquecimiento alguno (en una lesi�n,
en una
injuria, etc.), lo que implica otra diferencia esencial. Lo
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 33

�nico cierto es que las obligaciones que nacen de los cuasicontratos,


lo mismo que las que surgen ele actos il�citos, no derivan de un
acuerdo de voluntades, no son contractuales ; por donde cabe afir
mar que dimanan de la ley, que en �sta encuentran su fuente ex

clusiva.
Con ello y todo, es lo cierto que siempre habr� que distinguir,
de entre las obligaciones no contractuales, las que provienen de un
delito, proceden de un cuasidelito y las que se originan Cn
las que
un llamado cuasicontrato, pues tienen, por encima, o por debajo,

del fondo com�n a cualquier obligaci�n, modalidades propias. Las


obligaciones que corresponden a actos il�citos se resuelven en una
verdadera indemnizaci�n, al paso que las que dimanan de un cuasi
contrato s�lo dan margen a la restituci�n del beneficio recibido ileg�
timamente o sin causa, como puede verse en los art�culos 1069 y sus
diversos concordantes p�ralos actos il�citos, y en los art�culos 786-
92-6 y 2298 y sus respectivos concordantes para los cuasicontratos.
M�s todav�a : la indemnizaci�n es de intensidad o proyecciones eme
var�an, seg�n eme medie delito o simple cuasidelito, como puede
notarse en los art�culos 906 y concordantes, 1078 y concordantes y
1109 y concordantes.
35. Conclusi�n. Es dable as� concluir afirmando que la re

ducci�n de las cinco fuentes tradicionales de las obligaciones a las


dos fundamentales del contrato y la ley, s�lo tiene valor ideol�gico
o cient�fico, en cuanto unifica en cada uno de sus dos extremos las
obligaciones que esencialmente tienen caracteres afines. Del punto
de vista jur�dicopr�ctico o legal, dice poca cosa, pues las obligacio
nes no contractuales pueden jugar muy diversamente, como se ha

visto, seg�n los casos (cons. sobre la doctrina ele Planiol, A. Scia-
loja en R. D. Comm., 1904, 520 y ss.).
Fuera de ello, cabe advertir que aun dentro del criterio de
Oimbali y de Planiol, la expresi�n contrato debe ser entendida en
sentido convencional. Hay muchos actos jur�dicos que no son con
tratos (v�ase los art. 898, 944 y ss, 1137, 2765, 2812 y ss, 2977 y ss,

3115, 3204-39,; etc.) y que generan efectos y hasta obligaciones como


las contractuales. Tal pasa cuando se trata de convenciones que no

sean contratos (art. 1137 y su nota), como una renuncia o una re

misi�n parciales, estipulaci�n de t�rmino o de condici�n, un


una

usufructo o una hipoteca constituidos por actos entre vivos, etc.


Por aplicaci�n del principio general del art�culo 16, que obliga a
juzgar los casos de acuerdo con las leyes an�logas, habr�a que pre
ferir en tales supuestos los preceptos contractuales, por lo mismo
que se trata de actos que, como los contratos, se resuelven en una

Colmo, Oblig. ��
T. I. 3
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
34

sea mejor decir �o


doble manifestaci�n de voluntad. De ah� que
todas las situa
luntad y no contrato, para abarcar en el concepto
ciones que no son delitos, cuasidelitos o cuasicontratos.
manera de ver
hasta se
Por �ltimo, y siempre dentro de tal
eme una fuente
de obliga
puede sostener que en rigor no hay m�s
fuerza obligatoria de
ciones. O bien es la ley, si se atiende a que la
esto me parecer�a
los contratos deriva de �sta (art. 1197). O bien, y
en todos los supuestos
m�s exacto, es la voluntad humana, ya que
cuasicontractuales y aun
(contractuales, delictuales, cuasidelictuales,
intenciones y volun
legales), el c�digo no hace m�s que interpretar
dar forma, dentro de
tades, consagrar presuntos deseos jur�dicos, y
la convivencia la soluci�n de los problemas que en tales
colectiva, a

virtudes se originan.
2" Voluntad unilateral. �

a). �

36. Prenociones. �
Basten

las presentes nociones sumarias, que ser�n ampliadas oportuna


mente en materia de cuasicontratos (n� 686 y ss.), ya que lo relativo
a los contratos y a los actos il�citos corresponde a otro curso, y vol

vamos al estudio general de las fuentes obligatorias.

M�s pr�cticamente importante que todo lo dicho en materia de


fuentes obligatorias, es un asunto de derecho relativamente contem
por�neo relativo a una sexta fuente. Se trata de acreditar que la
voluntad unilateral, de una sola persona, puede rmr_j�CTt�dfrieiiter
bien antes de que esa voluntad haya podido ser_ aceptada por nadie,.
por m�s que luego vaya a serlo. La doctrina es de derecho moderno,,
sobre todojgerm�mcjL, y puede ser estudiada en Worms, De la volont�-
unilat �rale comme source d' obligations; Huc, VII, 12 ; Baudry, XI,,
28 y ss. ; Planiol, II, 831 y ss. ; Colin y Capitant, II, 271 y ss. ; Saleil

les, Obligation, 140 y ss, y D�claration de volont�, 47, 130, etc. ; G�ny^.
M�thode d'interpr�tation, 172 bis; Duguit, Le droit social, 79 y ss. ;
Ihering, (Euvres choisies, II, 83 y ss. ; R. Huebner, History of Ger-
manic Pr�vate Law, traducci�n inglesa de F. S. Philbrick, Boston.,
1918, 73 ; Bevilaqua, Direito das obrigagoes, 255, y Ccdigo civil com-
mentado, V, 261 y ss. ; F. Degni, en el primer Ap�ndice, n� 4 y ss.r
eme ha agregado al tomo I de las Obbligazioni. de
Lomonaco; Car-
boni, Obbligazione nel diritto' civile odierno, 19 y ss. ; Crescenzio y
Ferrini, 436 ; Scialoja, La dichiarazione unilaterale di volont� com&
fonte di obbligazione, en Rivista di diritto commerciale, 1904, 370>
y ss. ; F. Lacroix, L'engagement sur soi-m�me a cr�ancier ind�ter-
min�, 1903, 55 y ss. ; R, Elias, Forc� obligatoire de la volont� unila
terale, 1909 ; P. Roubier, Essai sur la responsabilit� pr�contractueile^,
1911, 250 y ss. Para concluir con esta informaci�n, debo hacer constar
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 35

que ha sido expl�citamente consagrada en alguna legislaci�n reciente,


como el c�digo civil brasile�o, art�culo 1505 a 17,

b) Exposici�n de casos. 37. Derecho romano.


He aqu� �

los supuestos m�s com�nmente admitidos.


Desde luego, se quiere ver en el mismo derecho romano m�s de
un antecedente al respecto (Digesto, L, 12�). Los menos discutibles
son estos dos, particularmente el segundo : el yotq religioso, en cuya

virtud alguien promet�a a los dioses. ..cualquier hecho (un monu


mento, etc.) ; y la policitaci�n o promesa de un hecho (una obra,
una suma de dinero, etc.)
j�T"favor c�e una ciudad.. Se afirma que
en los dos supuestos el promitente quedaba ligado por su sola vo

luntad, bien antes de que hubiera mediado ninguna aceptaci�n de


la misma por parte de los representantes de esas entidades (los
pont�fices, los ediles), quienes pod�an compeler al promitente al
cumplimiento de su promesa.
Prescindiendo de lo que en ambos casos corresponda al derecho
religioso y al derecho p�blico, a que los dos se ligan tan de inme
diato, es lo cierto que tales situaciones no difieren, del punto de
vista civil, de las que son propias del derecho contempor�neo : lo
mismo que en �stas, entra�an una manifestaci�n unilateral de vo

luntad, que obliga al sujeto que la hace por el solo hecho de expre
sarla y antes de que exista aceptaci�n de la misma por parte de
un tercero.
38. Promesa de fundaci�n. �

Antela promesa de fun


todo,
daci�n, expl�citamente consagrada por m�s de un c�digo de nues
tros tiempos (alem�n, 80 y ss. ; suizo, 80 y ss. ; brasile�o, 24 y ss.),

y en cuya virtud una persona, por actos entre vivos o en una dis
posici�n testamentaria, afecta un bien (un edificio, un terreno, una
suma de dinero) a un
destino^ especial y de inter�s colectivo (una
escuela, una biblioteca, un hospital, etc.), equivale a la promesa
romana en favor de una ciudad. Lo �nico distinto es que en la

promesa de fundaci�n no se tiene el car�cter edilicio p�blico de


o

aqu�lla, adem�s de que en esta �ltima preexiste la persona (la ciu


dad) a la cual se dirige la promesa, al paso que en la promesa de
fundaci�n la persona va a ser cabalmente la fundaci�n misma. Se
sostiene que el promitente queda ligado por su voluntad unilateral
para con esa fundaci�n, la persona que �l mismo crea, en
para con

cuanto los interesados en ella (la municipalidad, el estado, o la per


sona jur�dica de la cual vaya a ser miembro u �rgano la de la fun

daci�n, como ocurrir�a con el Consejo nacional de educaci�n si se

tratase de una biblioteca o escuela primaria, o con la Sociedad de.


beneficencia, si se tratara de un asilo o de una instituci�n benefi-
EN SI MISMAS
DE LAS OBLIGACIONES
gg
su promesa, cosa que
cente) pueden compelerlo a que cumpla
con

bien creando los representan


pueden hacer o bien directamente, o
en nombre de la
tes de la nueva persona jur�dica, para que �stos,
el
misma, consiguientes. M�s todav�a:
reclamen los derechos
promi
de haberla exteriori
tente no podr�a revocar su promesa despu�s
ha ligado ya al pro
zado, cabalmente porque la voluntad unilateral
en
mitente por el mero hecho de haber sido manifestada, y porque
esa voluntad
tal virtud exist�a la persona jur�dica que con
ya
actividad ni estuviese
creaba, por mucho que no tuviera signos de
en juego y
todav�a provista de los �rganos vivos que la pusieran
3330
funci�n (cons. Baudry, IX, 342 y ss. ; Planiol, I, 3030, y III,
y ss. Colin
; y el hermoso Ap�ndice del t. III, 678 y ss. ;
Capitant,
Michoud, Personnalit� mor�le, I, 76 y ss. ; Rossel y Mentha, Droit
civil suisse, I, 145 y ss. ; Curti-Forrer, Commentaire du code civil
suisse, 70 y ss. j Bevilaqua, C�digo civil commentado, I, 239 y ss. ;
Code civil allemand, edici�n en 4 tomos, de la Soci�t� de l�gislation
compar�e, I, 63 y ss.).
39. Promesa de recompensa. �

Tambi�n hay voluntad unila


teral en la promesa de recompensa, por la cual se promete una cosa
(com�nmente una suma de dinero) en favor de jaquel que realice
un acto dado (encuentre y devuelva un objeto perdido, obtenga el
premio en un concurso, etc.) Tambi�n es ella irrevocable, como toda
manifestaci�n unilateral, al menos en principio, y obliga al promi
tente desde que es exteriorizada. Tanto se excluye del supuesto cual

quier acuerdo de voluntad y cualquier aceptaci�n del tradicional


derecho, que en el c�digo alem�n se confiere derecho a la recompensa
aun a quien realice el hecho respectivo sin estar al cabo de la promesa

(art. 657). M�s a�n: como no hay aceptaci�n ni acuerdo, el titular


del derecho correspondiente puede ser un incapaz, por lo mismo que
no conviene ni contrata
(cons. Toesca di Castellazzo, Tj'offerta al
pubblico, 49 y ss. ; Baviera, L'offerta al pubblico, 98 y ss.).
40. T�tulos a la orden y al portador. Lo propio cabe decir

con respecto a los t�tulos a la orden


y al portador. La simple cir
cunstancia de que se los lance al p�blico, da derecho al endosa
tario o al portador, seg�n los casos, para reclamar el
pago de la
suma consignada o las ventajas expresadas en dichos t�tulos. El
emisor se ha obligado por s� y ante s�
(cons. Saleilles, Obligation,
267 y ss. ; Lacroix, op. 330
cit., y ss. ; Elias, op. cit., 165 y ss. ; bo
laceo, 31 ter; para no citar autores relativamente antiguos, como
Savigny, Obligations, II, 62 y ss, o demasiado especialistas',
como

Bruschettini, Wahl, Brunetti, Thaller, etc.).


41. Estipulaci�n por terceros. �

No ocurre diversamente en
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 37

la m�s reciente doctrina de las estipulaciones en favor de terce


ros; El tercero en cuyo beneficio se ha creado un derecho (por
ejemplo, en el caso de un convenio entre A y B, en cuya virtud
�ste se obliga a dar algo en favor del tercero ; o bien en el caso de
que X asegure su vida en beneficio del tercero, a quien el asegu
rador deber� abonarle el respectivo premio; etc.), tiene por eso
s�lo t�tulo para reclamarlo, por m�s que haya sido plenamente
ajeno a la convenci�n de la cual ese derecho dimana. Es la doc
trina de la creaci�n directa de los c�digos m�s recientes, como el
alem�n (art. 328), el suizo (art. 112) y el brasile�o (art. 1098), y
en la cual se ha inspirado nuestra ley 3942 sobre seguros de vida

en favor ele terceros (cons, fuera de las obras comunes, Giovene,

II negozio giuridico rispetto ai terzi, 1917, 23 y ss.).


42. Oferta contractual. Ni se podr�a explicar de otra suerte

disposiciones como las de nuestros art�culos 1150 y 1156. Seg�n el


primero de estos art�culos, la oferta contractual vincula al promi-
tente por el mero, hecho de que la manifieste, de tal manera que no
puede retirarla sino despu�s de vencido el plazo que �l mismo se
haya impuesto. No hay aceptaci�n alguna de parte del destinatario,
no ya con respecto al contrato sino ni a�n con respecto a la simple

modalidad de la oferta, no obstante lo cual �sta resulta obligatoria.


S�lo a la luz de la doctrina de la voluntad unilateral puede ello jus
tificarse. Lo mismo puede decirse en el caso del art�culo 1156 : si no
hay contrato, por raz�n de que la oferta ha caducado, la indemni
zaci�n que por tal caducidad se debe al destinatario de la oferta,
no puede ser fundada en un contrato que no existe, sino en la cir

cunstancia de que la misma oferta, como manifestaci�n de voluntad


unilateral, es obligatoria por s� misma, pues llega a surtir ese efecto.
43. Oferta a persona indeterminada. �

He aqu� otros dos


supuestos de posible voluntad unilateral.
La oferta al p�blico (una casa de negocio, un teatro, un
veh�culo estacionado en las calles o plazas, un tranv�a o un ferro
carril, etc., est�n en permanente y t�cita oferta al p�blico) obliga
al promitente. Cualquiera que en los ejemplos expuestos desee com
prar un art�culo en la casa de negocio, entrar en el teatro, tomar el
autom�vil o el tranv�a, viajar en el tren, etc., tiene derecho al efecto,
y puede compeler al promitente al cumplimiento de la oferta o al
pago de los da�os consiguientes en defecto de ello, seg�n es de nor
ma com�n (cons. Toesca di Castellazzo, L'offerta al pubblico, 45
y ss. ; Carboni, Obbligazione, 63 y ss. ; Polacco, Obligazioni, 31 bis;

Ihering, Esprit du droit romain, IV, LXVI, n� 4 ; R. Elias, op. cit.,


105 y ss. ; F. Lacroix, op. cit.', 44 y ss. ; Saleilles, D�claration de vo-
EN SI MISMAS
DE LAS OBLIGACIONES
38
47 y ss. y
pubblico al
Unt�, 7, 65, 129, etc.; Baviera, Vofferta
19 y ss.)
84 y ss. ; Barassi, II, 50, 52 y 54 ; Carrara, III, 2,
.

el
que citare
*
es
44. Contrato de adhesi�n. -
El �ltimo caso
esta
del llamado contrato de adhesi�n. Quien acepta un^pferla, que
en
precisada en condiciones y detalles, particularmente
todas sus
o de los conoci
los supuestos m�s t�picos de las p�lizas de seguros
otros sobrecargados de
mientos de cargas en los buques (unas y
cl�usulas numerosas, de letra tan peque�a que casi resulta ilegible,
nadie se decide a leer), no
complejas y b�rbaramente t�cnicas, que
discu
realiza propiamente una aceptaci�n. Esta supone examen,
en la aceptaci�n ordinaria
si�n, etc., que tal oferta excluye. M�s
:

mientras que en la
hay relativa igualdad entre los contratantes;
una de las par
de ofertas
esas haxjffia^desjj^^
tes es toda poderosa, entendida, que no tiene mayor
una empresa
inter�s en contratar con esta o aquella persona, al paso que la otra
es un pobre obrero, o un an�nimo pasajero, etc., que
necesita con

tratar, que acaso no puede hacerlo sino con esa empresa o compa
��a, etc. De otro modo, habr�a que extender enormemente el con
cepto del contrato, y ver una aceptaci�n consciente, libre y plena en
lo que no es m�s que una simple adhesi�n un tanto forzosa y bas
tante indeliberada. No habiendo entonces contrato en tales supues

tos, �de d�nde nacer�n las respectivas obligaciones sino de la volun


tad unilateral del ofertante? (cons. Saleilles, D�claration de volont�,
229-30; Hauriou, Principes de droit public, 211 y ss. ; D�reux, Na-
ture du contrat d' adhesi�n, en R. T. D. C, 1910, 5 y 33 ; J. Dollat,
Le contrat d''adhesi�n, 1905 ; Barassi, II, 50-1 ; Carrara, IV, 2, 9 a 20).
c) Apreciaci�n de la tesis. 45. En sentido estricto es in-

.

concebible. Advierto que he querido limitarme en esta exposici�n


�-

a lo que es m�s caracter�stico. Tambi�n hago notar que me he limi

tado nociones sumarias que autoricen el dominio de la idea general


a

consiguiente, y que en las respectivas oportunidades en que haya


de estudiar cada una de esas formas jur�dicas (a prop�sito de con
tratos en general) extender� y puntualizar� el an�lisis detenido que
cuadra .

Ahora, la controversia que


corresponde. �Hay en todas esas
situaciones propiamente una nueva fuente de obligaciones? �Entra
�an ellas una voluntad no
contractual, una voluntad unilateral?
Si se quiere extremar las descubrir en nin
cosas, es imposible
guna de ellas una plena voluntad unilateral, en cuanto se la pre
tenda individual, aislada, �nica.
Desde luego, la voluntad unilateral, que obligue por el simple
hecho de que se la manifieste y antes de tocia
aceptaci�n, carece de
CONTENIDO DE LA OBLIGACI�N 39

sentido. Ser�a una voluntad sin apoyo jur�dico, sin sujeto activo.
Mientras no haya quien se convierta en acreedor, mientras no haya
quien la incorpore a su patrimonio, acept�ndola y haci�ndola suya,
osa voluntad es puramente una�concepci�n y no un hecho, es una

idea y no una realidad. El que la aceptaci�n no sea tan deliberada


ni discutida como en los contratos ordinarios, nac�a dice contra el
.fondo del asunto: ll�mesela adhesi�n o como se quiera, siempre
implica una conformidad de otro, siempre postula una nueva yolun-
tacl que se une a la de la oferta, para, como en los contratos corrien

tes, resolverse con �sta en una voluntad bilateral, en una voluntad


contractual.
Tan cierto es ello que en de los supuestos posibles es
ninguno
dable concebir la voluntad aislada del promitente u ofertante. En
la fundaci�n existe la voluntad de la municipalidad, del estado o

de la persona jur�dica de la cual va a ser miembro u �rgano la que


se crea. En la promesa de recompensa, la de quien realiza el hecho \

respectivo. En los t�tulos a la orden o al portador, la del endosatario


o del portador. En la estipulaci�n por tercero, la de ese tercero.

JCn la oferta contractual, la del destinatario de la misma. Y en la


oferta al p�blico o en el contrato de adhesi�n, las de los individuos
�que las actualizan y pretenden los consiguientes derechos.
Es verdad que en no contados casos esa aceptaci�n (o adhesi�n,
si se insiste) no es manifestada en forma visible. Pero ello carece
de importancia jur�dica. Cualquier: vpluntaxljm^
* presunta (art. 915 del C�digo civil). Cuando, pues, la ley obliga
.al ofertante, por ejemplo, a mantener su oferta dentro del plazo
que �l mismo se ha prefijado, o a responder por los da�os y perjui
cios de la revocaci�n intempestiva de la misma, es porque no hace
sino interpretar la voluntad presunta del destinatario de la oferta,
que seguramente ha querido gozar de todo el plazo, o ha tenido de
recho de suponer subsistente la oferta que luego aparece revocada.
46. C�mo hay que entenderla. De consiguiente, con la ex

presi�n voluntad unilateral no se quiere decir sino que hay situa


ciones jur�dicas producidas por manifestaciones de voluntad que no
pueden ser explicadas cumplidamente a la luz de los principios co
rrientes, que no encuadran en toda su plenitud en las caracter�sti
cas contractuales, que estriban en el
predominio de una de las dos
voluntades que concurren en el acto, y que, de consiguiente, recla
man o bien una extensi�n conceptual del
contrato, o bien una Crea
ci�n de una nueva figura volitiva muy af�n con el contrato ordina
rio pero que no es id�ntica a �ste.
De ah� que no resulte aceptable la voluntad unilateral exclusiva!"
EN SI MISMAS
DE LAS OBLIGACIONES
4Q

por lo
Y de ah� que haya c�mo calificar de imprudente unilateral ^os'a
de la voluntad
consagraci�n legislativa de la doctrina tiene todo
como el brasile�o, que
que se ha hecho en algunos c�digos,
en asuntos
un t�tulo al respecto. El legislador
debe ser muy parco
solo
de una instituci�n
"as�: la sanci�n legislativa de un principio o

de una adquisi
es concebible cuando se trata de algo indubitable,
no
exigencias y
ci�n definitiva
"'. integral ele las correspondientes
e
el c�digo alem�n
ciones jur�dicas. Es de advertir, a prop�sito, que ni
la legisla
ni el c�digo suizo han hecho lo propio, y han preferido
en que se pretende ver
ci�n espec�fica de las principales situaciones
contractuales, ofertas
aplicaciones ele la voluntad unilateral (ofertas
a personas indeterminadas, estipulaciones por terceros,
promesas de-

recompensa, fundaciones, t�tulos


al portador, etc.), sin comprometer
librada a los int�rpretes,
opini�n de fondo o sistem�tica, y dejando
ya autores ya jueces, la dilucidaci�n
del respectivo problema gene
ral o cient�fico.

CAPITULO II

EFECTOS DE LA OBLIGACI�N

SECCI�X Ia

ENTEE PAETES

I. �

-47. El principio. �

obligaci�n un v�nculo jur�


Siendo la
dico que liga a dos personas, al acreedor y al deudor, los efectos
ele la misma se hacen sentir, en principio, entre esas dos personas.
El art�culo 505 del c�digo legisla el punto : Los efectos de las-
obligaciones respecto del acreedor son: Io darle derecho para em
plear los medios legales a fin de que el deudor le procure aquello*
a que se ha obligado; 2o para hac�rselo procurar por otro a costa

del deudor; 3o para obtener del deudor las indemnizaciones corres


pondientes. Respecto del deudor, el cumplimiento exacto de la obli
gaci�n le confiere el derecho de obtener la liberaci�n correspon
diente, o el derecho de repeler las acciones del acreedor si la obli
gaci�n se hallase extinguida o modificada por una causa legal.
La apariencia doctrinaria o te�rica de este art�culo es
enga
�osa. Con relativa frecuencia habr� ele citarlo en el curso de esta
obra. Es que entra�a tocia una
disposici�n de fondo. Y es que, de-
otro lado, nuestra inclinaci�n intelectual tan concreta y casuista^
nos induce en error m�s de una vez con relaci�n a
disposiciones.
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 41

como �sa, que se ciernen en lo m�s amplio de una generalidad que


por fuerza resulta abstracta.
II. �

48. Con relaci�n al deudor. �

Ante todo, los efectos

respecto del deudor.


Prima facie parecer�a que no hubiera efectos propios para el
deudor, ya que no pueden ser otros que los que la obligaci�n surte
en favor del acreedor, que vienen a ser los efectos contra el deudor.

La observaci�n es exacta en su fondo, sobre todo si se atiende


a la �poca en que la obligaci�n est� pendiente o no ha sido todav�a

cumplida: el derecho del acreedor para compeler al deudor a ese


efecto, o para exigir el cumplimiento por un tercero, etc., implica
la correlativa obligaci�n de �ste..
Pero cabe el juego independiente entre la obligaci�n como car
ga, gravamen o restricci�n patrimonial, y la obligaci�n como cr�
dito o como valor, seg�n se ver� m�s adelante, especialmente a pro
p�sito de la transmisi�n del cr�dito y de la deuda (n� 1090 y s's.).
. En lo que aqu� nos concierne, lo m�s importante estriba en los
efectos del cumplimiento.
Los derechos del deudor que cumple no son puramente nega
tivos : adquirir el derecho a la liberaci�n, y poder alegar la corres
pondiente excepci�n (de pago, de novaci�n, etc.) contra una posible
acci�n ulterior del acreedor. Tambi�n pueden ser positivos: por
ejemplo, podr�a exigir del acreedor el recibo del caso (bien enten
dido, sobre la base del pago efectuado y ele la prueba del mismo),
como podr�a solicitar la cancelaci�n del gravamen real (hipoteca,
etc.) con que hab�a garantido su obligaci�n, etc.
III. Con relaci�n al acreedor. ��

A. � �
49. Derechos de
�ste. �

En cuanto al acreedor, �ste puede exigir


cumplimiento el
de la obligaci�n. Si el deudor no se allana voluntariamente al efecto,
el acreedor dispone de varios medios para suplir la omisi�n. Ante

todo, recurre a los jueces (lo que implica una acci�n judicial), para
que se obligue al deudor por la fuerza a que entregue lo debido. Ello
supone que la prestaci�n es una cosa (o una suma de dinero o de
valores realizables) de la cual es posible apoderarse. Si la presta
ci�n consiste en un hecho positivo, ser�a menester una compulsi�n
personal contra el deudor: sobre ser ello violento (lo que no se
compadece con los intereses patrimoniales en juego), resulta defi
ciente (pues jam�s cumplir�a adecuadamente una persona violen
tada), y hasta innecesario, por lo mismo que hay substitutivos mucho
m�s eficaces. Se recurre a un tercero (privada o judicialmente : en
casos importantes ser� preferible esto �ltimo, para acreditar extre

mos y justificar actitudes), a fin de que �ste le procure lo


que el
EN SI MISMAS
DE LAS OBLIGACIONES
42

a costa del deudor


Es entendido que ello ser�
deudor le niega.
el acto y es culpable
de la ^re
nitente, pues �ste ha hecho necesario el
trata de casos en que
situaci�n. Es tambi�n entendido que se
ser llenado en
tal forma (hay
cumplimiento de la obligaci�n puede : cuando ese
o una simple pared)
que hacer, por ejemplo, un pozo
del deudor (se trata
cumplimiento exija la intervenci�n personal
entonces no queda otra
de un artista eximio y caracter�stico, etc.),
contra el deu
soluci�n que la del inciso 3� : el acreedor puede pedir
�ste le causa al no
dor la indemnizaci�n, en dinero, del da�o que
cumplirle la obligaci�n.
intereses es subsidia
B �
50. La soluci�n de los da�os e

efecto fundamental
ria. �

En resumen, la obligaci�n tiene por


dos sentidos pri
el de ser susceptible ele cumplimiento forzoso en

mordiales: contra el mismo deudor, cuando no hay necesidad de


compulsi�n personal contra �ste, aunque sea menester la fuerza para
a menos que ello
apoderarse de sus cosas; y en especie, in natura,
resulte objetivamente imposible, para lo cual viene ese apodera-
miento mamo militan de los bienes del deudor, o bien el cumpli
miento por un tercero, cuando no sea indispensable la persona del
deudor. La soluci�n ele los da�os y perjuicios es subsidiaria y �lti
ma: s�loprocede cuando no sean factibles los medios y formas del
cumplimiento espec�fico.
De ah� varios principios generales: Io cpie el acreedor puede, y
debe (cons. C�m. civil, 179, 20, donde se ha resuelto que el acreedor
de una obligaci�n alternativa no puede reclamar los da�os si pre
viamente no ha exigido el cumplimiento de la obligaci�n), agotar
los medios legales para obligar al deudor a crue �ste mismo cumpla,

pues ello es de esencia inmediata ele la obligaci�n (como lo es, por


lo dem�s, ele cualquier derecho) ; 2o que cuando el acreedor reclama
el cumplimiento mediante un tercero, por no ser �l posible de parte
del deudor, no es �ste quien puede pretender que el requisito de lo
personal del cumplimiento era indispensable, por lo mismo que se
trata de un derecho del acreedor y no del deudor, y por lo mismo \

que el acreedor es el juez exclusivo de sus derechos privados ; 3o que


ni el mismo juez puede imponerle lo contrario, ya que la soluci�n
de los da�os y perjuicios viene en �ltima instancia, cuando el cum
plimiento en especie es imposible, cabalmente porque: a) la pre
sunta intenci�n de las partes es la del cumplimiento efectivo de la

obligaci�n ; b ) ese cumplimiento es m�s f�cil y menos oneroso, desde


cpie no supone todo un juicio en que el acreedor deba probar los
da�os sufridos y se exponga a gastos y a p�rdidas de
tiempo de
que acaso no pueda luego indemnizarse contra un posible deudor
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 43

de mala fe o insolvente; c) la soluci�n de los da�os y perjuicios


puede no dar satisfacci�n cabal al acreedor, que necesitaba m�s o
menos imperativa e insubstituiblemente la prestaci�n que el acreedor

le niega (se trata, por ejemplo, ele un documento hist�rico vendido


por el deudor, �nico en el mundo y de valor inapreciable para el
acreedor, cuie pretende as� demostrar una tesis o redondear una
obra que labrar�a su reputaci�n, de tal suerte que la m�s elevada
indemnizaci�n no le restituir�a su inter�s lesionado con el incum
plimiento).
He querido se�alar estos principios, porque no siempre se los
entiende entre nosotros, seg�n se ver� m�s adelante (n� 357 y
895) :
baste con que observe que nuestros tribunales se pronuncian con
relativa uniformidad en el sentido de que cualquier obligaci�n, so
bre todo la de hacer, se resuelve inmediata y fatalmente, cuando
hay incumplimiento imputable al deudor, en una indemnizaci�n de
da�os e intereses ; lo que est� lejos, como se acaba de ver, de los

principios de fondo que corresponden.


C. Medios de compulsi�n. 51 En obligaci�n de dar.

. El �

juego concreto de tales medios compulsivos es m�s propio del de


recho procesal que del derecho civil. Bastar� apuntar, entonces,
consideraciones sumarias al respecto (cons. Garsonnet, IV, 1246
y ss. ; L. Ferrara, L'esecuzione processuale indiretta, 195).
Las obligaciones de dar son las que m�s f�cilmente se prestan
al cumplimiento en especie. Salvo el caso de tratarse de cosas �ni
cas que se hayan perdido (destruido, desaparecido, enajenado a
terceros de buena fe, etc.), todo se reduce al apoderamiento, con el
auxilio de la fuerza p�blica (previamente pedido al juez, que lo
acordar� cuando se le pruebe los extremos necesarios), de las cosas
debidas. Lo com�n es que se las embargue previamente, a objeto
de que, mientras se justifica lo conducente para lograr la entrega
compulsiva, el deudor no las haga desaparecer. Por ejemplo, en la
restituci�n de la cosa dada en locaci�n, se tiene al afecto el juicio
especial de desalojo (que en lo com�n de las situaciones debe ser
deducido ante la justicia de paz; art. 13, inc. 3o, de la ley 2860) en
;
la entrega de la cosa adquirida en propiedad, se dispone del inter
dicto de adquirir la posesi�n (art. 564 y ss. del c�digo proce

sal), etc.
Cuando, seg�n lo com�n ele los casos, lo debido es dinero, y no
hay c�mo embargar la correspondiente suma de propiedad del deu
dor, se echa mano de recursos subsidiarios. Se embarga bienes de
su pertenencia, y se procede a la venta
judicial de los mismos, para,
con el respectivo producto, hacer
entrega al acreedor de lo cpie se
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
44

con
le debe, despu�s de satisfechos los gastos judiciales originados
tal motivo (art. 508 y ss. del c�d. procesal para la Capital).
52. En de hacer y de no hacer. Nada de parti
obligaciones

cular hay que decir con respecto a las obligaciones de hacer. Ex


cluida la compulsi�n personal del deudor, y supuesta la posibilidad
del respectivo cumplimiento por un tercero (que es lo presumible,
por ser tal la regla general que dimana
de la ense�anza de los he

chos), ese tercero puede ser el mismo juez cuando se trate de hechos
que consisten en la firma del deudor (una escritura que se niega a
otorgar, etc.). Si el recurso del tercero es imposible, entonces no
queda sino la indemnizaci�n de da�os, que supone el consiguiente
juicio ordinario, y que se resuelve, como cualquier indemnizaci�n,
despu�s de acreditados los extremos del caso, en el embargo de bie
nes del deudor y en la ulterior venta judicial de los mismos.
Si la obligaci�n es de no hacer, el principio es siempre el mis
mo : el
cumplimiento debe ser efectuado en especie. As�, se mandar�
destruir la pared que el deudor se hab�a comprometido a no levan
tar, a replantar el �rbol que no deb�a cortar, a cerrar el negocio
que se hab�a obligado a no abrir, etc. Todo sin perjuicio de la in
demnizaci�n que corresponda por el da�o irrogado
temporariamente
al acreedor con las violaciones respectivas.
53. Bienes ejecutables (Homestead).
no Es menester adver �

tir que el procedimiento de la


ejecuci�n o remate de los bienes del
deudor en cualquiera ele los supuestos
contemplados, tiene l�mites
legales. No todos los bienes son embargables y vendibles. Los que
constituyen el hogar del deudor y los que consisten en sus instru
mentos de trabajo (herramientas de
obreros, botiquines de m�dicos,
bibliotecas de abogados, pianos de maestros de
m�sica, etc.) son los
exceptuados (art. 480 del c�digo procesal). Se trata de bienes in
dispensables para la subsistencia, y esta es, para el estado
y para
cualquier buen sentido, mucho m�s importante que el inter�s
pecu
niario del acreedor. Hay consideraciones morales y sociales que es
t�n por encima de conveniencias
econ�micas. Y tanto que en el
derecho m�s reciente se tiende a
ampliar el indicado concepto del
hogar, con lo que se llama el bien de familia
virtud se puede
(homestead), en cuya
substraer, mediante la inscripci�n adecuada sin y
perjuicio de terceros, el patrimonio particular que constituye el
hogar (la casa, el terreno y todos los
muebles) a
cualquier ejecu
ci�n que no se refiera precisamente a esos bienes (el pago del terre
no, de la casa o de los
muebles).
La instituci�n nos ha venido de los Estados
Unidos, donde es
poco menos que general. Y no son
pocos los pa�ses que la han ado"
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 45

tado. En Holanda y en pa�ses germ�nicos, bajo la denomi


todos los
naci�n de Hofrecht, desde mucho atr�s ; en Francia, por ley de

julio de 1909 ; en el Brasil, lo propio que en Venezuela, se ha con


sagrado t�tulos especiales al respecto en los correspondientes c�di
gos civiles (art. 70 a 73 y 614 a 624, respectivamente) ; etc. Entre
nosotros se ha dictado la ley 10.241, �de amparo y donaci�n del go
bierno a la familia argentina�, con relaci�n al hogar rural que se

puede constituir en lotes de 20 a 200 hect�reas de tierras pertene


cientes al Estado.
La respectiva bibliograf�a es abundante. Me limitar� a citar lo
m�s corriente : Planiol, II, 219; Colin y Capitant, I, 767, y II, 876;
Curti-Forrer, Commentaire du code civil suisse, 273 y ss. ; Rossel
y Mentha, Manuel de droit civil suisse, I, 395 y ss. ; el estudio del
entonces proyecto franc�s en R. T. D. C, 1905, 433 y ss, y 1907, 446

y ss. ; M. des Granges, Du bien de famille, 1911 ; M. Vattier, Du bien


de famille insaisissable, 1911 ; H. Coulon y R. de Chavagnes, La
famille libre, 236.
Lo propio hay que decir en punto a salarios, pensiones, etc.

(ley 9517), a la indemnizaci�n por accidentes del trabajo (ley 9688),


etc., que no son ejecutables, o que lo son en proporciones reduci
das, etc. (cons. infra, n� 805 y 1031).
54. Prisi�n por deudas y muerte civil. �

La prisi�n por deu


das, y mucho m�s la muerte civil (la incapacitaci�n absoluta y per
petua de una persona, que fu� m�s propia de los condenados cri
minalmente a penas infamantes), ha desaparecido casi del todo en
derecho contempor�neo, particularmente en materia civil (nuestra
ley 514, de junio 26 de 1872, suprimi� la prisi�n por deudas en
asuntos civiles y comerciales, exceptuando, respecto de los �ltimos,
los casos de quiebra o insolvencia dolosas; y es bueno hacer constar
que el derecho patrio jam�s ha conocido la muerte civil). La expli
caci�n de la desaparici�n aludida no es dif�cil: median al efecto
razones de moral colectiva plenamente
palmarias. Se la mantiene
en derecho
criminal, como substitutiva de la multa no satisfecha, en
casos secundarios y por t�rminos muy breves. Lo
expeditivo del
asunto, ante lo peque�o de la situaci�n, y sobre todo lo delictual
(criminal, y no civil) del hecho originario, explican la supervivencia.
"^�/t" 55. Multa civil.�

La multa es rara en el c�digo. No es legal


sino en casos excepcionales (art. 1004 y 107-8 de la ley de matri
monio). En cambio, es ele lo m�s com�n en las leyes administrati
vas, sobre todo en las impositivas : de contribuci�n, de patentes, de
papel sellado, de afirmados, de impuestos internos (art. 37, etc.),
de vinos (art, 14), de alcoholes (art, 10-2), de marcas de f�brica
EN SI MISMAS
DE LAS OBLIGACIONES
46
aduana,
(art 3") de
(art. 4S yss.), de espec�ficos farmac�uticos 33 de
(art, 57 y ss.), de tarifas postales y
gr�ficas (art 21
civil (art. 92), de correos
descanso dominical (art. 6"), de registro
I ) del
48 y ss.), de juego (art. ,

(art. 137 v ss.), de tel�grafos (art.


de monedas (ar t. 16),
Banco municipal de pr�stamos (art. 26-7),
de terro-
de sistema m�trico (art. 13 y ss.), de
tierras (art. 11 y ss.)
del Departamento del tra
camles (art. 80 y ss.), de organizaci�n
ni�os (art, i ) de agencias
bajo (art. 8"), de trabajo de mujeres y
,

ss. de la ley 9661


sobre lo
ele colocaciones (art. 10, y art. Y y 3" y
etc.
mismo), de casas baratas (art. 25),
el c�digo se trata de actos
Se comprende la como antinomia, En
comprometen intereses colectivos
o sociales; en las
jur�dicos que
inte
leves indicadas se trata de actos no jur�dicos, que afectan a

reses Adem�s, el c�digo consulta situaciones voluntarias,


fiscales.
forzosas. De ah� que
al paso que dichas leyes miran circunstancias
es una sanci�n emi
la sanci�n del c�digo estribe en la nulidad, que
consista en
nentemente civil. Y de ah� que la sanci�n de esas leyes
la multa (sin perjuicio de la nulidad en no contados supuestos),
que es una sanci�n punitiva y de derecho penal.
Por ello la pena o multa del convencional (art, 652
c�digo es

en nuestro derecho. No as� en de


y ss.). La judicial es desconocida
recho franc�s, donde la jurisprudencia de la Corte de casaci�n ha
inventado el recurso, por encima o fuera de las leyes, como muy
c�modo y eficaz. En su virtud, los jueces, para conminar a un deudor
renitente, le imponen una multa por cada d�a de retardo en el /
cumplimiento de la obligaci�n. En derecho italiano la resiste Po-
lacco (125 bis), y la propicia Ferrara, L'esecuzione indiretta, quien.
llega a afirmar, 145, que los respectivos tribunales han empezado
a aplicarla.

Es dif�cil que entre nosotros se arraigue tal procedimiento

(cons. Dalloz, R�pertoire, v� Obligation, 801, y Suppl�ment, 253;


Baudry, NI, 488 y ss. ; Huc, VII, 145 ; Planiol, II, 207 y ss. ; Colin
y Capitant, II, 32 y ss. ; Esmein, L' origine et la logique de la juris-
prudence en mati�re d'astreintes,'&Q. R. T. D. C, 1903, 5 y ss.).
Como no se lo encuentra taxativamente establecido en las leyes, se
considera, en nuestra interpretaci�n corriente tan cerrada, que por
eso no ser�a legal: no faltar�a,
seguramente, un auto concebido m�s
o menos en los t�rminos de que �no estando autorizada
por las leyes
la medida epie se solicita, no ha lugar�. Cabe sostener, sin embargo,
otro punto ele vista m�s elevado, cunero decir, m�s
jur�dico : como
no est� prohibido
expl�citamente por las leyes, resulta por eso solo
permitido (art. 19 de la Const. nac, y arg. del art. 53 del c�digo).
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 47

En vano se arg�ir�a que entra�a una pena, y que al efecto se

recpiiere un hecho calificado de delito C�digo penal):


(art. 46 del
si entra�a una pena, �sta no es de car�cter criminal sino civil, por
donde el argumento carecer�a de aplicaci�n ; adem�s, el C�digo
civil consagra la pena de tal car�cter, como puede verse en los ar
t�culos 652 a 66 ; finalmente, no es tampoco una pena civil, pues
esa multa resulta un simple substitutivo de la compulsi�n forzosa

o de la indemnizaci�n ele da�os, que evidentemente no son pena

alguna, y apenas si, de consiguiente, representa un medio o forma


de cumplimiento coercitivo de una obligaci�n.
56. Concurso de acreedores. Finalmente, cuando un deudor

no tiene bienes con que satisfacer a sus acreedores, �stos lo con

cursan civilmente, esto es, lo hacen caer en estado de quiebra, como

se dice en derecho comercial, sin perjuicio de que el mismo deudor

eche mano del recurso para resolver as� su situaci�n comprometida.


En su virtud, los acreedores (salvo los que tengan derechos privi

legiados : de justicia, hipotecarios, etc.) concurren sobre tales bie


nes, que son vendidos judicialmente, para prorratearse el respec
tivo producido (art. 718 y ss. del precitado c�digo procesal). Cabe
apuntar que el recurso es en el hecho simplemente p�simo : es muy
lento, pues sus tr�mites son pesados y numerosos (largas publicida
des, muchas juntas, excesivos avisos, etc.), adem�s de onerosos (in
ventarios in�tiles, notificaciones caras, etc.), y carece de positiva
sanci�n contra el deudor poco escrupuloso y hasta de mala fe. Tanto
es ello as� que es muy raro el concurso en que los acreedores comu

nes (quirografarios, como se da en llamarlos) lleguen a percibir


alg�n porcentaje de sus cr�ditos. Todo gastos, el concurso
se va en

se paraliza por falta de el deudor queda tan desobligado.


fondos, y

SECCI�N 2a

CON EELACION A LOS SUCESOEES

I. �

57. Prenociones. �

Tales son los efectos de las obliga


ciones entre deudor y acreedor.
Podr�an llamarse los efectos inmediatos. Los mediatos ser�an
los relativos a otras personas que no son los deudores o los acreedo
res. Tales personas pueden ser los sucesores de los sujetos origina
rios de la obligaci�n, o los terceros extra�os. Es lo que resulta del
art�culo 503 : Las obligaciones no producen efecto sino entre acree
dor y deudor, y sus sucesores quienes se transmitiesen.
a

No obstante varias deficiencias elocutivas, el pensamiento de


tal disposici�n es claro.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
4g

Comencemos por los sucesores.


Estos pueden ser universales o singulares (art. 3263).
que debe ser referido a
Como el art�culo 503 no distingue, parece
las dos Y as� es, como se ver�.
especies.
A. Herederos. 58. En pnn-


II. Sucesores universales.

Desde luego, no puede caber


cipio cargan con las obligaciones.

dificultad con relaci�n a los sucesores universales, por lo menos en


contin�an la per
principio. Los herederos, que son tales sucesores,
lo representen, y eme,
sonalidad jur�dica del causante: de ah� que
como el difunto, sean acreedores o deudores
de igual manera (art.

3279 y 3417).
La limitaci�n puesta en la expresi�n �por lo menos en princi

pio�, es un tanto compleja.


59. Si son varios, cargan por partes. Ante todo, los here

deros pueden ser varios, por donde la obligaci�n (o el cr�dito, en


su caso) se divide entre ellos, seg�n es de regla. De consiguiente,

hay una modificaci�n externa en la situaci�n originaria, cuyo acree


dor o deudor se ha multiplicado ahora. Pero ello nada dice contra
el fondo del asunto. Por lo dem�s, esa divisi�n puede ser impedida:
el acreedor se dirige contra la sucesi�n del deudor, para cobrar en
un solo acto (C�m. civ, 33, 415; C�m. civ. 2a en J. A., I, 451) ; o

bien el deudor paga a la sucesi�n del acreedor premuerto, a objeto


de evitar la consiguiente diversidad de acciones. Es que la divisi�n
es meramente potencial mientras la herencia no haya sido repartida

entre los herederos, de tal suerte que el acreedor puede cobrar, si

quiere, de cada heredero la parte correspondiente, o bien dirigirse


por el todo contra la sucesi�n. Lo mismo, y en sentido inverso, cabe
decir con relaci�n al deudor epie quiera pagar. El inconveniente de
la divisi�n s�lo existe entonces cuando la partici�n hereditaria ha
sido consumada, y es irremediable solamente cuando se trate ele
obligaciones crue venzan con posterioridad a esa partici�n, a menos
que el acreedor, haciendo uso de su derecho conservatorio (n� 275),
y ampar�ndose en los art�culos 3474-5, embargue bienes para cu
brirse, o exija la separaci�n de bienes suficientes al efecto, que le
permitan cobrarse con seguridad al vencimiento de su cr�dito.
60. Derechos inherentes a la persona. En seguida, no todas
��

las obligaciones son transmisibles hereditariamente. Es lo que ocurre


con las llamadas inherentes la persona, a cuyo respecto tenemos
a

una disposici�n expresa, la del art�culo


498, que precept�a como
sigue: Los derechos no transmisibles a los herederos del acreedor,
como las obligaciones no transmisibles a los herederos del deudor,
se denominan en este c�digo: derechos inherentes a la persona, obli-
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 49

��aciones inherentes a la persona. En los art�culos 626, 730, 1195,


1641-70, 1796, 1963, inciso 3o, 2083, 2920-69, etc., se tiene disposicio-
:nes concordantes.
El concepto no es obscuro : es inherente a la persona un derecho

que s�lo �sta puede ejercer o gozar, es inherente a la persona una


obligaci�n que s�lo ella puede cumplir.
Lo que es dif�cil es la principio, la de
aplicaci�n concreta del

terminaci�n positiva de los derechos u obligaciones que son inhe


rentes, que desaparecen con la desaparici�n del acreedor o del deu-
-dor. As�, el derecho del usufructuario se extingue con la vida de
-�ste, lo mismo que la renta vitalicia o una jubilaci�n (art. 2083,
.2920-69-72, etc., del C�digo civil, y art, 38 de la ley de jubilaciones).
De igual manera, la obligaci�n de un pintor o escultor famoso pol
lo t�pico de su individualidad, se extingue con la muerte del obli
gado (art. 626 y 1640).
Tales ejemplificaciones son claras, poique resultan ele clispo-
-siciones categ�ricas de las leyes. Pero siempre queda el problema
de fondo: �cu�les son, en general, los derechos u obligaciones inhe
rentes? El asunto, habiendo preceptos al respecto, es de circuns
no

tancias y de apreciaci�n. Todo lo que puede decirse es que en prin


cipio los derechos u obligaciones son transmisibles, y que, de con-
.siguiente, quien pretenda lo contrario deber� probarlo. Por lo dem�s,
las leyes no podr�an se�alar pautas fijas al efecto, por lo mismo que
ludo depende de situaciones de hecho. Y ya tendr� oportunidad de
una ejemplificaci�n m�s abundante a prop�sito de una circunstan

cia af�n: aludo al estudio del art�culo 1196, que se refiere a los
�derechos de un deudor ejercibles por los acreedores del mismo y en
provecho propio, cpie tambi�n supone la exclusi�n de los derechos
Inherentes, y que tiene su lugar de estudio en los efectos de los
-contratos.
B. �

61. Los legatarios de parte al�cuota no son sucesores

universales. ��

Finalmente, hay que dilucidar un punto nada


-claro en nuestro derecho: �los herederos son los �nicos sucesores

-universales ? Hay quien lo sostiene, como hay cruien lo niega.


Sin t�tulo para controvertir fondo el asunto, pues corresponde
a

-a un ulterior, puedo
curso apuntar que los art�culos del c�digo que
_m�s directamente se ligan con �l (3499, 3716 a 20
y sobre todo el
-3798), explicados a la luz del esp�ritu del mismo en materia de
sucesiones, demuestran: que propiamente en nuestro derecho (a
-diferencia del franc�s, donde existen legatarios universales que ecrni-
valen a herederos) no hay m�s sucesor universal que el heredero ;

que aun cuando haya legatarios de parte al�cuota en nuestro dere-

Jclmo, Oblig. �

T. I. a
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
5q

la persona del
cho, estos jam�s son herederos, pues ni contin�an
de las deudas,
difunto, ni lo representan, ni est�n obligados al pago
ultra vires (con sus bienes propios, sino con lo que reciben), como
lo est�n los herederos, etc. (cons. Zaehariae, II, 344, n. 2). El re
cordado art�culo 3417, que es fundamental, da la clave primordial
en estas cosas. Y nada cabr�a arg�ir en contra con expresiones
inci

dentales, que parecer�an indicar otra cosa, si se tiene en cuenta que


la buena interpretaci�n jur�dica jam�s debe fundarse en criterios.
as� subalternos, y que nuestro codificador no ha sido nada riguroso.
en su tecnicismo literario. De consiguiente, las palabras �herederos

y sucesores universales� del art�culo 1195, no pueden indicar nin


guna separaci�n conceptual : hay all� una simple sinonimia o super-
fetaci�n, que tanto abunda en el c�digo, que ha conducido a carac
terizar una entidad jur�dica con dos palabras. Tan cierto es ello�
que la expresi�n usual en el c�digo para designar al sucesor uni
versal es la ele �heredero� ; que en otros art�culos aquellas dos ex

presiones muestran tal sinonimia (�heredero o sucesor�, se dice en.


los art. 731, inc. 4o, y 3535; la jurisdicci�n sucesoria atrae las de
mandas hereditarias deducidas por �los sucesores universales contra.
sus coherederos�, reza el art, 3284, inc. Io) ; etc. (puede estudiarse
el pro y el contra del asunto en los siguientes
trabajos forenses pu
blicados en la Revista jur�dica, 1917: A. Rayces, Legados de la uni
versalidad de bienes con asignaci�n de partes, 598 y ss. ; L. AnastasL.
Legatarios de parte al�cuota, 637 y ss.).
Hago constar que la C�mara civil Ia se ha pronunciado ya en el
sentido que sostengo (,/. A., I, 866). En cambio, la C�mara civil 2"
ha resuelto lo contrario en un fallo bien pobre
(J. A., II, 906).
III. Sucesores particulares. A, 62. Los subrogados son.
� �

verdaderos sucesores. En cuanto a los sucesores particulares, el


asunto es m�s dif�cil.


Hay que excluir de esa dificultad, desde
luego, a los sucesores n

directos. Tal pasa con los cesionarios de


cr�ditos, con los que han.
pagado por subrogaci�n, etc., en una palabra, cuando hay subroga
ci�n (convencional o legal), esto
es, cuando se substituye jur�dica
mente un sujeto de la obligaci�n en otra
persona que viene a ocupar
su lugar, y
epie, de consiguiente, tiene en principio los mismos dere
chos u obligaciones que el sujeto
originario. En ello no hay m�s
que un asunto ele voluntad individual que la ley respeta o consagra.
(infra, n� 648 y ss. y 1044).
B. Sucesores no subrogados. �

63. Dificultad del asunto. �

La dificultad se presenta en las sucesiones que cabe llamar indirec


tas, en casos en
que no es la misma obligaci�n (o el correlativo dere-
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 54

cho) transmitido, sino una cosa a crue �sta se halla como ligada.
lo
Por ejemplo, A es donatario con cargos, y transmite la cosa donada
a B ; o bien X conviene con Z en que �ste le haga un jard�n en

su casa, que despu�s vende a Y : se trata de saber si el nuevo posee

dor de la cosa donada est� obligado por el cargo como el anterior


(suponemos, claro est�, que nada se ha estipulado al respecto), o si
el nuevo propietario de la casa puede invocar en su favor el con
trato que Z hab�a celebrado con X para hacer en la casa vendida
un jard�n.
Nuestro c�digo es poco claro. Los art�culos que rigen lo general
del problema son los siguientes : 3266-7 y 8. Seg�n el primero de
ellos, las obligaciones que comprenden al que ha transmitido una
cosa, respecto a la misma cosa, pasan al sucesor universal y al suce
sor particular; pero el sucesor particular no est� obligado con su

persona o bienes por las obligaciones de su autor (transmitente),


por las cuales lo representa, sino con la cosa transmitida. Seg�n el
segundo, el sucesor particular puede prevalerse de los contratos
hechos con' su autor. Y seg�n el tercero, el sucesor particular no
puede pretender aquellos derechos de su autor que, aun cuando se
refieran al objeto transmitido, no se fundan en obligaciones que
pasen del autor al sucesor, a menos que en virtud de la ley o de un
contrato esos derechos deban ser considerados como un accesorio
del objeto transmitido. En s�ntesis, el art�culo 3266 es el que da la
norma de fondo : el art�culo 3267 hace m�s que repetir su prin
no

cipio en punto a lo activo del derecho; y el art�culo 3268 hace lo


propio con respecto al art�culo 498 que este �ltimo s�lo
(cierto
habla de los sucesores universales ; pero si los derechos inherentes
no son transmisibles al heredero, con menos raz�n podr�n serlo al
sucesor no heredero).
En las fuentes ele dichos art�culos (Zaehariae, II, 344 a 348),
, se encontrar� la relativa gen�rica explicaci�n
o muy de los mismos.
En los autores franceses italianos, se tiene ejemplificaciones y des
e

envolvimientos m�s o menos completos: Demolombe, XXIV, 274


y ss. ; Mourlon, II, 1080 y ss. ; Baudry, XI, 223 y ss. ; Dalloz, R�-
pertoire y Suppl�ment, v� Obligation, 1087 a 98 y 406 a 413, respec
tivamente; Jouille, Effets des actes juridiques � l'�gard des tiers,
1904 ; Giorgi, IV, 269 y ss. ; A. Giovene, II negozio giuridico
rispetta
ai terzi, 52 y ss. Y en los autores contempor�neos, como este
�ltimo,
se hallar� la precisi�n cuadra el
que en caso, a cuyo respecto tanto
ele confuso y pobre se ha dicho por la mayor�a de nuestros autores.
nacionales (Acide Zachariae-Crome, I, 119).
64. S�lo responden con lo que reciben. Ante todo, apunte-

P-o DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

una obli
mos una limitaci�n. El sucesor particular no responde por

sino lo que recibe: tal pasa con legatario


el donatario o
gaci�n con

que recibe una cosa donada o legada con cargo (art. 1837-54, 3267,
de una cosa asegurada o
etc )

lo propio ocurre con el adquirente
y ss, 1232 y
ss. del C�d. de comercio) ;
de un buque (art. 863-80
la cosa
responden por las obligaciones respectivas
con
unos y otros
el buque.
donada, legada o asegurada, o con
de derechos reales. �
Pero tal
65. Precisa excluir los casos
en qu�
limitaci�n nac�a dice con respecto al fondo del problema:
forma y sentido hay que entender esa transmisi�n ele la obligaci�n
a los particulares.
sucesores

precisa excluir todos los supuestos que


no corres
Desde luego
derecho real o un �objeto
pondan a la situaci�n. As�, lo que sea un
casi todos los
accesorio� a la cosa transmitida (y a esto se refieren
comentarios y explicaciones de los indicados autores nacionales),
est� fuera de controversia. Ni los derechos reales ni las cosas acce

sorias a otras son �obligaciones�. Y si esos derechos reales y cosas

accesorias perjudican o benefician a los sucesores particulares, es


nunca en virtud de
por razones del r�gimen de la propiedad, y
principios propios del derecho de las obligaciones (art. 575-7, 2328
y sus respectivos concordantes).
Lo mismo cabe decir de los accesorios de un cr�dito u obligaci�n
(privilegio, etc.: art. 3877): rige a tales respuestas la norma de
derecho com�n 3r de buen sentido, seg�n la cual lo accesorio sigue a
lo principal.
66. En principio no suceden. El problema, entonces, estri

ba en esto: las obligaciones (o los derechos correlativos, que tanto


da) ligadas a una cosa �se transmiten con �sta? Mejor dicho: �hay
propiamente obligaciones ligadas a una cosa?
He aqu� lo que resulta inconcebible. La obligaci�n es un v�nculo
de car�cter personal y no de car�cter real. � C�mo, por tanto, puede
estar ligada a una cosa? Una obligaci�n, la �nica obligaci�n de eme
en nuestro derecho cabe hablar, por lo mismo que no hay obliga

ciones que correspondan a derechos reales (art. 497), jam�s puede


vincular a otras personas que a los sujetos (originarios o subroga
dos), nunca puede ligar a quien no sea parte en ella (Larombi�re,
I, n� 49 de su comentario sobre el art, 1122).
De ah� que haya c�mo sostener que no existe en nuestro derecho
la transmisi�n de tales obligaciones sino en los supuestos legales o
convencionales antes apuntados. Y de ah� epie sea dable concluir
que la transmisi�n indirecta de las obligaciones entra�e una noci�n
incompatible con el mismo concepto obligatorio. Eso de las obliga-
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 53

ciones in rem scriptae, que ocupan como un t�rmino medio entre


las obligaciones reales y las personales (en que tanto se han com
placido los autores antiguos y el mismo Demolombe, XXIV, 284 ;
cons. Rigaud, Le droit r�el, 270 y ss. ; Crescenzio y Ferrini, 6 y ss.),

carece de sentido serio. La obligaci�n es personal, o no es obliga


ci�n. Y si es personal, mal puede extenderse y vincular a individuos
que no son los sujetos de ella (repito que quedan excluidos los
casos en que haya subrogaci�n convencional o legal, porque entonces

los sujetos de la obligaci�n son cabalmente esos subrogados).


Es verdad que hay casos en que la situaci�n jur�dica admitida
en el mismo c�digo no puede explicarse sino a la luz de esa trans

misi�n de las obligaciones que vengo negando. Tal ocurre en los


casos antes citados del tercero adquirente de una cosa donada o

legada con cargo o de un buque o una cosa asegurada ; lo propio que


en el del art�culo 1498, en cuya virtud los derechos del locatario se

transfieren al adquirente de la cosa dada en locaci�n. Aparte la


justicia de tales soluciones, a cuyo respecto llegar� la oportunidad
de apreciarla cuando estudiemos los respectivos preceptos, basta
observar que todas ellas tienen cumplida explicaci�n de principio:
en el supuesto del donatario,
porque �ste no sufre perjuicio alguno,
y entre su no beneficio y el positivo perjuicio del acreedor de los
cargos, la ley no ha podido hesitar (este mismo principio explica
los efectos contra terceros de la acci�n pauliana : art�culo 967 y sus

concordantes) ; en los dem�s supuestos, porque el adquirente ha


sabido, o debido o podido saber, que exist�a tal obligaci�n, por
donde cabe suponer que ha querido asumirla, con lo cual se ha con
vertido en sujeto y parte de ella.
67. Nada arguye el precedente de Zaehariae. �

Por lo dem�s,
un somero an�lisis de la fuente de nuestros
art�culos, Zaehariae,
debiera convencer al m�s obcecado de que en tales casos juegan
principios, como los aludidos de los derechos reales o de lo principal
y lo accesorio, que nada tienen que ver con el derecho de las obli
gaciones.
En el p�rrafo 344, Zaehariae establece, en forma de meras
nociones, las diversas especies de causahabientes o sucesores (en
la nota 2 nos dir�, a prop�sito de lo que he expuesto en el n�mero 61,
que no son representantes del de cujus los sucesores universales que
no sean sus herederos leg�timos o sus legatarios
universales, nues
tros herederos, como ocurrir�a con los legatarios a t�tulo
universal,
vale decir, nuestros legatarios de parte al�cuota). En el p�rrafo
345 estudia algo que nos es inmediatamente ajeno : lo contenido en
nuestros art�culos 3265-9, etc. En el p�rrafo 346 analiza lo
que se
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
gj

resuelve el art�culo 3270 y sus concordantes, entre los cuales el


en

art�culo 3266. En el p�rrafo 347 se limita a indicar las condiciones


de aplicaci�n de tal principio. Y en el p�rrafo 348 suministra la ma
teria de los art�culos 3267-8.
Y se observar� simplemente nocional de los conceptos
: Io que lo
de causahabiente, derechohabiente, sucesor, etc., debe ser condicio
nado por lo que Zaehariae dice en los p�rrafos, siguientes, y no
puede entra�ar as� virtualidad pr�ctica o legislativa; 2o que las
obligaciones transmisibles a los sucesores singulares son �las eme
incumb�an al autor por raz�n de la cosa transmitida�, vale decir,
las que �se vinculan directamente y esencialmente al t�tulo de ad

quisici�n�, por donde no se comprende entre ellas a las delictua-


les, etc. ; 3o que Zaehariae cita respecto, y conviene
a Duranton a tal

apuntar que �ste (X, 253) espl�citamente excluye las obligaciones


personales, pues se refiere, tambi�n expresamente, a los derechos
reales; 4o que en el n�mero 3o de ese mismo p�rrafo, Zaehariae habla
textualmente de las obligaciones in rem scriptae, al precisar su con
cepto, y que tales obligaciones son desconocidas en nuestro derecho
(art. 497, inc. 2o) ; 5o que en el p�rrafo 348, al precisar los derechos
que pueden pretender los sucesores, bien textualmente alude a los
que sean un mero accesorio del derecho transmitido, como hace
nuestro art�culo 3268, por donde no pueden invocar los que no sean
tales (y ejemplifica, a prop�sito, sobre el no derecho del comprador
para obligar al arquitecto a que cumpla con la obligaci�n qu� esti
pulara con. el vendedor de levantar construcciones en el inmueble
vendido, etc.).
68. Conclusi�n. Y resulta asi evidente que ni ante las fuen

tes ni, mucho menos, ante la sana raz�n y los principios de fondo
del c�digo y del buen derecho, es concebible el efecto extensivo de
la obligaci�n a los sucesores particulares que no sean subrogados
(esta distinci�n entre los sucesores particulares me parece esencial
y necesaria; por eso extra�a que Salvat no la haga para una situa
ci�n af�n en su n� 1715).
Quede bien firme tal conclusi�n : los derechos accesorios se
transmiten no porque sean obligaciones, sino porque son accesorios;
ele otra parte, el ejemplo de la locaci�n a que se refieren Zaehariae
y Duranton (este �ltimo en la cita del codificador al art. 3267), es
bien aislado (corresponde a nuestro art. 1498) y se explica ante
principios tradicionales y propios, por donde mal puede dar la
pauta para una regla de fondo (cons. la aplicaci�n jurisprudencial
de estos principios hecha por la S. C. B. A, en R. L. J'., IV, 667).
Y no tengo por qu� indicar cpie el asunto de fondo que en
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 55

todo esto se contiene, se liga con la determinaci�n del car�cter de la

obligaci�n, en cuanto es o personal. De ah� que


no es un derecho
su estudio detenido deba ser hecho, como lo har�, en el respectivo

cap�tulo (cuarta y �ltima parte del presente volumen).

SECCI�N 3a

CON RELACI�N A TERCEROS

69. Referencia. �

Parece que los efectos ele las obligaciones


no se reducen a lo dicho. Seg�n el art�culo 504, tambi�n pueden
hacerse sentir con relaci�n aqu� su disposici�n: Si
a terceros. He
-en la obligaci�n se hubiere estipulado una ventaja en favor de un

.tercero, �ste podr� exigir el cumplimiento de la obligaci�n, si la


hubiese aceptado y h�cholo saber al obligado antes de ser revocada.
El precepto, sobre no ser del todo castizo, no es muy claro.

'Quiere decir que el tercero en cuyo favor se haya estipulado una


-ventaja, puede reclamarla si la ha aceptado antes que se la haya
xevocado.
Pero el correspondiente estudio tiene lugar en otra parte,
su

�a prop�sito de los art�culos 1161-2 y 3 y 1195, in fine, pues se trata


de obligaciones contractuales, como resulta del expreso texto del
art�culo 504 (que habla de ventajas estipuladas, cosa que no se
puede hacer sino convencionalmente) .

Para entonces se ver� el sentido del art�culo, su relativa inar


mon�a con los citados (que hablan no de aceptaci�n sino de ratifi
caci�n, que no es lo mismo), as� como los principios de fondo que
corresponden a esta materia tan importante en derecho moderno de
lales contratos (particularmente de las estipulaciones, esto es, de
las ventajas convenidas en favor de terceros).

SECCI�N 4a

OBLIGACIONES NATURALES

I. 70. Dificultad y

bibliograf�a del tema. �

Ya he dicho
m�s arriba (n� 5) que hay en el mismo c�digo obligaciones que no
-tienen todos los efectos que acaba de verse. Son las obligaciones

naturales, que cabalmente carecen del efecto m�s importante de


todos, cual es el de ser exigibles entre deudor y acreedor.
Es �sta una materia de determinaci�n bastante delicada, pues
los c�digos se limitan a enunciados o casu�sticos o de contenido muy
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
56

vago. Seg�n c�digo son las que est�n �fundadas s�lo en eE


nuestro
derecho natural y en la equidad� (art. 515). Seg�n otros c�digos,,
entra�an un deber moral o consideraciones de conveniencia (ale

m�n, art. 814; suizo, art. 63 y 239, inc. 3o; etc.).


De ah� dos consecuencias: Ia la acci�n doctrinaria y jurispru
dencial es eminente, por lo mismo que se trata de asuntos que tan
de inmediato se ligan con el esp�ritu ambiente, que es el que carac

teriza, en forma cambiante seg�n los tiempos y los pa�ses, los indi
cados conceptos ele equidad, deber moral, etc. ; 2a el estudio directa
mente jur�dico de la obligaci�n natural supone el an�lisis previo-
ele los consiguientes principios b�sicos, a la luz de los cuales quepa-
explicar los textos legislativos (cons. Molitor, I, 20 a 39 ; Savigny,..
Obligations, I, 26 y ss. ; Van Wetter, Obligations, I, 46 y ss. ; Huc,
VII, 234 y ss. ; Baudry, XII, Ap�ndice I ; Giorgi, I, 36 y ss. ; Lomo-
naco, I, 23 y ss, y el ap�ndice que F. Degni ha agregado en el tomo�
II ; Crescenzio y Ferrini, 2 y ss. ; Dernburg, III, 4 y 5
; Windscheid,
II, 287 y ss. ; Carboni, 103 y ss. ; Polacco, 17 y ss. ; Crome, Teorie-
fondamentali, 3 ; Zachariae-Crome, II, 277 ; P. Baudot, Essai d'une-
th�orie gen�rale des obligations naturelles, 1909; V,
Franco, Con-
cetto dell' obbligazione naturale,
1914; L. Barreau, Les obligations.
de consciencs en droit civil, 1916; H.
Savatier, Des effets et de la.
sanction du devoir moral en droit positif
frangais, 1916 ; art�culos des
C. Gangi, S. Perozzi y G. Pacchioni, en. la R. D.
Comm., 1917, 497 y
748, y 1918, 291; y notas en 1912, 400 y 693; 1914 358- 1916
241 y ss..).
II. �

71.
Importancia del asunto. Es menester advertir^

desde luego, que la obligaci�n natural es una


instituci�n de todos-
Ios derechos del mundo, por m�s
que haya perdido la rigidez y la
amplitud que tuvo en el derecho romano, lo que demuestra
que.
tiene arraigos perfectamente
objetivos. De ah� que no resulte admi
sible el punto ele vista ele
algunos juristas (como Lomonaco, I, 40;.
Bemmelen, 179; Valverde, III, 27-8, y en parte el mismo GiorgC
I, 36, as� como alg�n autor nacional que hasta llega a sostener
que-
en el c�digo alem�n no est�
legislada o contemplada la obligaci�n
natural), que pretenden que tal obligaci�n es una quinta rueda en
el derecho, cpie no responde a nac�a pr�ctico y que debe ser proscrita.
de los c�digos.
Bien al contrario, seg�n se ver� dentro de poco, la obligaci�n*.
natural no s�lo tiende a afianzarse m�s y m�s, sino que tambi�n.
se va amplificando progresivamente, hasta abarcar situaciones crae-:
antes no se ha mirado como
comprendidas en su esfera. Es que la
obligaci�n natural es uno de los casos en
que el aspecto cultural yr
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N
frj

moral de los c�digos civiles se hace sentir con fuerza, y en cuya


virtud acredita que estos c�digos distan de
se ser expresiones eco

n�micas puras o eminentes como se sostiene por muchos. La verdad


es, as� de entrada, que no resulta f�cil descubrir mucho de econ�
mico o de pecuniario en los expresados criterios del derecho natu
ral, la equidad o el deber moral.
III. Doctrinas. �

A.

72. Derecho romano. �

Arranque
mos, en una sumaria excursi�n, desde �l derecho romano. Como se
sabe, �ste era doble, pues comprend�a el jus gentium y el jus civile
(o quiritario, propio de los civ es o ciudadanos). Algunos han que
rido antinomizar la obligaci�n natural y la obligaci�n civil en
correlaci�n respectiva con esos dos derechos. Pero hay en ello un�
error. Uno y otro derecho generaban, por separado y hasta con
juntamente, obligaciones naturales. Las del jus gentium dima
naban de la naturalis ratio (que se quer�a ver en la libertad del
deudor al obligarse contractualm�nte, en el enriquecimiento sin
causa y en la violaci�n de un derecho). Las del jus civile derivaban

de dos circunstancias primordiales : de la pr�ctica de los negocios.


(la Utterarum obligatio y la nexi obligatio) ; y de violaciones jur�
dicas que entra�aban una pena no legislada, por lo mismo que �sta

supone siempre un texto legal que la autorice. En otro sentido, las;


obligaciones naturales ��

que eran, como hoy, excepcionales con re


laci�n a las civiles

ten�an cuatro fuentes : Ia defecto de formas, en


cuj-a virtud el acto jur�dico correspondiente en que las formas lega
les no hubiesen sido llenadas (un nudum pactum en vez de una esti
pulaci�n, un contrato innominado, etc.), jam�s pod�a generar una
obligaci�n plena y civil; 2a incapacidad: las relaciones jur�dicas-
entre padres e hijos, entre patrono y esclavo, entre esclavos y ter
ceros capaces, entre un imp�ber no autorizado y un tercero ca

paz, etc. ; 3a ciertas modalidades del jus civile, tan rigurosas y es


trictas que pugnaban "contra el sentimiento natural, y que resul
taban ponderadas por �ste en el reconocimiento de una obligaci�n
natural: la m�nima capitis deminutio liberaba al deudor,
mas, por
raz�n de aequitas, la obligaci�n subsist�a naturalmente; 4a caracte
r�sticas propias del derecho de las acciones: la absoluci�n irrevo
cable y err�nea de un verdadero deudor, la
prescripci�n, etc. Todo>
ello, aparte casos incidentales como los de la actio de peculio, el
beneficio ele competencia, etc., y fuera del juego no siempre
igual
de las obligaciones naturales, seg�n que derivasen del jus
gentium,
o del jus civile o de ambos a la
vez, y seg�n que el jus gentium
temperase el jus civile en m�s de un supuesto fuera de los indi

cados.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
gg

El derecho ulteriorha hecho m�s que conformarse al dere


no

cho romano, al extremo ele que el c�digo franc�s (art. 1235, lo pro

pio que los que lo tomaron por modelo, como el italiano, art. 1237),
y el mismo c�digo brasile�o, art�culo 970, etc., han postulado la exis
tencia de la obligaci�n natural, cabalmente en estos t�rminos, como
un asunto de tocia obviedad. Nuestro c�digo, inspir�ndose en la misma

fuente, complementada por codificaciones ulteriores (como el c�


digo chileno, art, 1470, y el proyecto de Garc�a Goyena, seg�n puede
verse en su comentario sobre el art. 1025), y por comentaristas fran

ceses, sobre todo por Aubry y Rau, 3a ed, III, 297, y 4a ed, IV, 297,
no introdujo m�s novedad que la de especificar el concepto de la

obligaci�n natural, los casos principales y los efectos de la misma.


B. Derecho contempor�neo. �

73. Si sobrevive el roma-

nismo al respecto. En la �poca contempor�nea se ha discutido


con inter�s el t�pico. Como se ha visto, algunos llegan a afirmar


que la obligaci�n natural es una simple supervivencia romanista
que hoy carece ele raz�n de ser, y que por eso debe ser barrida de
los c�digos. Los que opinan crue tal obligaci�n responde aun hoy a
exigencias positivas, discuerdan acerca del car�cter de la misma.
No habr� de detenerme aqu� en la confutaci�n del primer punto
de vista. Sobra con apuntar: crue ni aun en el derecho romano

ha surgido la obligaci�n natural por raz�n del juego alterno de los


derechos indicados, pues el mismo jus civile la generaba en m�s de
nn caso ; que la gran mayor�a ele los autores le es
adversa, en cuanto
Teconoeen crue la obligaci�n natural (sea cual fuere el m�rito o la
justeza de la expresi�n con cpie se la caracteriza) se explica sin
necesidad alguna de postular ning�n jus gentium como el de los
romanos; y las m�s recientes y cient�ficas codificaciones, como
crue

la alemana y la suiza, no han podido prescindir de legislarla.


74. Si la obligaci�n natural es de derecho civil. En cuanto �

a lopositivo del asunto, la explicaci�n s�lo puede caber dentro de


uno de estos dos criterios : o la
obligaci�n natural es una instituci�n
de derecho civil, y resulta, por lo mismo, una
obligaci�n tambi�n
eivil; o es una instituci�n ajena al derecho civil, y, por lo tanto,
entra�a justificativos o fundamentos que no es dable derivar de ese
derecho. Seg�n el primer punto de vista, que es el de Laurent (adop
tado entre nosotros por alg�n autor
nacional) y el de Polacco, entre
otros, la obligaci�n natural es una obligaci�n civil, con la �nica
limitaci�n, con respecto a la obligaci�n civil corriente, de que carece
de acci�n. Seg�n el
segundo, la obligaci�n natural no es una obli
gaci�n civil, precisamente porque no implica lo eminentemente pri-
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 59

mordial de �sta, cual es lo de ser exigible, por donde tiene arraigos


que es preciso buscar fuera del derecho civil.
Creo que ambos puntos de vista son fundados, lo que quiere
decir que ninguno ele ellos lo es. Todo es cuesti�n de entenderse.
La obligaci�n natural es una obligaci�n civil, por lo mismo que el
derecho civil la reconoce, aunque no tenga todos los efectos que co
m�nmente corresponden a las obligaciones civiles. Y no es una obli
gaci�n civil stricto sensu, en cuanto viene a ser una excepci�n de
la que as� se llama.
Pero de ah� a decir que no es civil porque su explicaci�n es

ajena al derecho civil, va distancia. Es verdad que los que prefieren


esta explicaci�n no positiva de la obligaci�n natural van a buscar el
respectivo fundamento en lo que se llama derecho natural, equidad,
deber moral, deber de conciencia, etc. Pero �es que por ventura
todo esto es ajeno al derecho civil? Este no es sino una cristaliza
ci�n de nuestra raz�n natural, de nuestro sentimiento ele justicia,
de nuestros criterios morales, etc., m�s o menos intensos o amplios
seg�n las �pocas y pa�ses. �O acaso no se concibe m�s derecho civil
que el que nos han legado los romanos ? � O se negar� que el derecho
civil, como expresi�n cultural de un medio cualquiera, no evoluciona
�con ese medio? �O se llegar� a sostener que los arraigos del derecho

�civil son puramente econ�micos y no se van espiritualizando m�s y


m�s, a medida que los factores culturales y morales se van haciendo
sentir con mayor fuerza en la convivencia, se van infiltrando progre
sivamente en el gobierno, en la pol�tica y en los mismos negocios,
hasta convertirse en toda una fuerza social como es la del creciente
solidarismo colectivo? (v. n� 28 y ss, y cons. Ihering, El fin en el
derecho, 94 y ss. ; Bevilaqua, Obrigag�es, 13, 55 �; Bemmelen, 72 a
99; Siburu, I, 46, 76; etc.).
75. Doctrina que acepto. El primer criterio debe ser des

cartado en seguida. Explicar la obligaci�n natural por la ley posi


tiva, para verla en todos los casos en que �sta niega la acci�n, es
incurrir en varias confusiones. Desde luego, la misma ley positiva
es algo que requiere
explicaci�n, cabalmente porque es expresi�n
de un sentimiento general y de exigencias ambientes.
Despu�s, se
antinomiza dos conceptos que son id�nticos, el derecho y la acci�n:
as� como no hay derecho sin. acci�n, tampoco hay acci�n sin derecho
a que corresponda
(Mortara, I, 12; Garsonnet, I, 290; Chironi y
Abello, I, 587 y ss. ; Zachariae-Crome, I, 134; etc.; verdad es que
Chiovenda sostiene lo contrario, o, al menos, no precisamente lo
mismo, en sus Principii, 43, y en sus Nuovi saggi, 33-4) ; de ah� que
neg�ndose la acci�n a un derecho se niegue a este mismo. Finalmente,
gQ DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

el asunto, pues siempre queda por decir


cuando e egis-
se postula
asi se tenga un
lador ha de privar de acci�n a un derecho, para que
caso ele obligaci�n natural. Tan fundada es
esta �ltima observaci�n,
de tal manera
que algunos autores (como Polacco, 119) partidarios
fundamental de
de ver, tienen que referirse al efecto a la �norma
esto es, a la
justicia que se encierra en el suum cuique tribuere�,

raz�n natural, al sentimiento de lo equidad, etc., que ca


justo, a la
la f�rmula todav�a
balmente no son materia de derecho positivo (v.
m�s incorrecta y sibilina de Carboni, n� 106 in fine; y agreg�ese
la obli
los logogrifos de Crescenzio y Ferrini, n� 89, para quienes
al derecho y con
gaci�n natural es una �relaci�n de hecho�, ajena
virtualidades jur�dicas).
segundo es el �nico aceptable, diga al respecto cuanto quiera
El

Giorgi, que es quien m�s lo ha combatido. Hay situaciones que los


c�digos no se atreven a incorporarse del todo, o porque no son bas
tante intensas en el sentimiento colectivo como para merecer el aus

picio legislativo, o porque corresponden a puntos de vista m�s o


menos individuales, siendo as� que las leyes s�lo tutelan convenien

cias generales, o porque, sin estar en contra de la ley, se encuentran


como en las vecindades, o al margen, de la misma. Es lo que ocurre,

sobre todo con relaci�n a lo �ltimo : nuestras obligaciones naturales


tienen a veces origen civil (deuda prescrita), o revisten �casi� todos
los caracteres de una obligaci�n civil (obligaciones de menores adul
tos, obligaciones formalmente nulas), o responden a circunstancias
sociales que la ley no puede corregir (deudas de juego), o son �an�
logas� a las civiles (alimentos no obligatorios), etc.; de suerte que
en su fondo, o en lo principal de las mismas, resultan obligaciones

civiles.
Si, pues, alguien paga voluntariamente una obligaci�n no exi
gible ante la ley, simplemente porque su conciencia jur�dica lo de
termina, y aunque ignore la circunstancia legal, viene a realizar as�
un acto que obedece a m�viles �ntimos
y a apreciaciones personales
que tienen que ser respetables, por lo mismo que entra�an virtud
solidaria, responden a prop�sitos de convivencia y se inspiran en
circunstancias que son tan dignas como las que tienen que ver con
los sentimientos m�s desinteresados y nobles
(cons. el art�culo que
Planiol ha publicado en la Revue critique,
1913, 152 y ss, sobre la
asimilaci�n progresiva de la obligaci�n natural
y del deber moral;
tambi�n discurre en tal sentido el romanista P.
Bonfante, en una
nota jurisprudencial que escribiera en la R. D. Comm., 1914, II,
358, y F. Carnelutti en una an�loga nota en la misma
Rivista, 1912,
693). Tal es, por lo dem�s, y como se sabe, la doctrina del c�digo
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N gl

franc�s Pothier, Obligations, 173 ; Delvincourt, II, 112 y 671 ; Du


:

ranton, X, 34; Larombi�re, III, 58; Demolombe, XXVII, 34; etc.


(v�ase, sin embargo, Toullier y Duvergier, III, 2a parte, 377 y 33;
Uemante y Colmet de Santerre, V, 174 bis; Aubry y Rau, IV,
297; etc.; para el derecho italiano, cons. Ricci, VI, 3).
C. Criterios de apreciaci�n. 76. Equidad.

Y esto me �

lleva como de la mano a puntualizar lo atingente a los distintos

aspectos o formas de este criterio.


Excluido el romanismo del jus gentium y del tradicional y me-
taf�sico jus naturale, s�lo quedan como puntos de apoyo del mismo
^

los que ya he indicado : la obligaci�n natural se funda en la equi


dad (o sentimiento de lo justo), o en el derecho natural (el derecho

que surge de la naturaleza de las cosas), o en el deber moral (o


deber de conciencia, o consideraci�n de conveniencia).
La equidad no puede ser admitida. Ante todo porque ello auto
rizar�a a pensar que las obligaciones civiles son inequitativas, esto
es, arbitrarias e injustas, lo que ser�a una simple enormidad. Y
luego, porque su contenido es demasiado vago. Como todo lo que es
subjetivo, resulta de apreciaci�n individual y cambiante. De ah�
que dentro de ella pueda caber lo que se quiera: cierto rey de Fran
cia amenazaba juzgar por la equidad a un pueblo rebelde ; otro
pueblo ped�a como gracia el no ser juzgado por la equidad sino por
las leyes escritas ; etc. Y, sin alusi�n alguna, cabe afirmar en general

que cuando entre nosotros se invoca la equidad, es para apoyar o


resolver una arbitrariedad, esto es, un acto antirreglamentario o
antilegal.
77. Derecho natural. �

No es tan vago lo del derecho natu

ral, si se lo entiende cuadra, en cuanto derecho espont�neo


como ,

que se forma sobre la base compleja de la convivencia y del con


junto de factores econ�micos, pol�ticos, comerciales, jur�dicos,

etc. que la determinan a cada paso y en cada lugar (cons. G�ny,


M�thocle d'interpr�tation, 160 y ss, y Science et technique, II, 170;


Cosentini, La reforme de la l�gislation civile, 41 y ss. ; Bevilaqua,
Estudos jur�dicos, cap. X ; I. Petrone, La �ltima fase de la
filosof�a
del derecho en Alemania, 213 y ss. ; Jellinek, I, 520 y ss.). Es lo
que
en el fondo
corresponde a la noci�n del �derecho natural� de Spencer
(L'individu contre l'�tat, 130 y ss, y La justice, 16 y ss. y 36 y ss.),
o a la del �derecho
justo� de Stammler (cons. lo m�s accesible de su
obra al respecto, Sobre el m�todo de la teor�a hist�rica del
derecho,
en el libro La escuela hist�rica del
derecho, 1908, 253 y ss.), o a la
del �derecho objetivo� de Duguit (L'�tat, le droit
objectif, 23 y ss,
80 y ss. ; Le droit social, 6 y ss. ; Transformations du droit
priv�,
EN SI MISMAS
g2 DE LAS OBLIGACIONES

esp�ritus tan
cap. I; etc.). Y es lo que, an�logamente, sentaran ya
( Tratado
superiores como Vico (Scienza nuova, I. XIV), Spinoza
4, etc.;
teol�gicopolitico, cap. XVI; Ethica, I, 29, 33, etc., y IV, 2,
Hobbes
recu�rdese su aforismo: Omnia ad naturam referri debent).
des lois, lib. I,
(De cine, Leviathan, passim), Montesquieu (Esprit
cap. I y III, Rousseau (Contrat social. I. VI), etc.
antes tu
Pero presta al
se equ�voco del car�cter metaf�sico
que
viera. Y ofrece el inconveniente de establecer, por lo menos en apa

riencia, una antinomia que no debe existir. �Las obligaciones son o


naturales o civiles�, se dice, �seg�n que nazcan del derecho natural
o del derecho civil� � Pero acaso las obligaciones civiles no son mera

del derecho natural cristalizado leyes


en un cuerpo de
expresi�n
como el de un c�digo? �Es que por ventura ser�an extranaturales,

y hasta antinaturales? (cons. Bevilaqua, Direito das obrigagoes, 75)

Acepto su principio, sin adoptar la denominaci�n, en cuanto


se trata del derecho que por efecto de los indicados factores, se va

formando poco a poco en la conciencia jur�dica, se va aproximando


al derecho positivo, al extremo de reunir �casi� todos sus caracteres
o requisitos : o bien en cuanto, lo c�ue es en el fondo igual, se trata

del derecho �residuo� cnie deja en esa conciencia alguna instituci�n


positiva, (contrato sin forma, prescripci�n, etc.).
78. Deber de conciencia. Le substituvo, as�. lo del deber

moral o de conciencia. Quien se cree, conscientemente, obligado ante


su conciencia a realizar un acto jur�dico sin estar obligado
por las \
leyes, no hace m�s que cumplir con un deber de conciencia. Ser�a
de ver el c�digo que negara protecci�n a ese acto. Habr�a que co
nocer la ley que no sancionara una manifestaci�n tan
superorg�-
nica ele vida. Y es singular, a prop�sito, que no resulten nada raros
los autores que fulminan este criterio del deber moral, y cpie luego
lo aplican expresamente: Tal pasa con Hudelot y Metman (13, e),
con el mismo Crome (Teorie fondamentali. 3. n. 51). y con Cres-
cenzio y Ferrini (107).
79. Objeciones posibles. Es verdad que se observa (sobre

todo por Giorgi) que en el cumplimiento de esos deberes de con


ciencia no hay necesidad de ver una obligaci�n natural,
epie carece
de sentido, sino un simple acto gratuito, una
pura donaci�n. Y as�
como �sta es
irrevocable, tambi�n es irrepetible el pago de la pre
tendida obligaci�n natural, seg�n es ele
regla.
Hay en ello dos errores.
En primer lugar, la observaci�n no ser�a sino
parcialmente
cierta entre nosotros, por lo mismo que en nuestro c�digo s�lo hay
donaci�n (art. 1789-91) cuando se entregue a otro Gratuitamente
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 63

la propiedad ele una � cosa �, y no cuando el beneficio cpie se procura.


al tercero no consiste en la entrega en propiedad gratuita de una
cosa sino cualquier otra liberalidad.
en

En segundo lugar, y aun admitiendo la observaci�n en el sen


tido m�s amplio, de que la llamada obligaci�n natural si no es una.
clonaci�n es al menos un acto gratuito o de liberalidad, y de que, por
tanto, puede entra�ar, como el acto gratuito, un prop�sito benefi-
cente; cabe contestar que esto tambi�n puede ocurrir hasta en un
acto oneroso (un abogado, sin renunciar a su honorario, puede pre
ferir el pleito del amigo al del desconocido; un vendedor puede
tambi�n preferir como comprador a su hermano con relaci�n a un
extra�o, etc.), y que, adem�s, ni es forzoso ni es esencial.
No es forzoso, pues no hay intenci�n beneficente en el heredero-
epie paga un legado hecho en un testamento nulo por sus formas,,
s�lo en homenaje ala memoria del testador; como tampoco la hay
en aquel que paga una deuda de juego por respeto a la palabra.

empe�ada ; etc.
Tampoco es esencial, porque la obligaci�n natural responde a
circunstancias objetivas que no existen en los actos ele pura libera
lidad. Estos se deciden por consideraci�n primaria o exclusiva a
los sentimientos del donante quiere dar rienda
benefactor,
o que
suelta a sus tendencias resultan impuestas por
generosas. Aquellas
antecedentes exteriores de �rdenes diversos : el obligado era un deu
dor efectivo (en un contrato nulo por su forma, en una obligaci�n

prescrita, etc.), hab�a manifestado una voluntad indubitable (los.


casos ele una mujer casada o de un menor adulto), etc.

Ni siquiera es admisible la obtemperaci�n de que esa concien


cia tiene que ser jur�dica, porque la limitaci�n o sobra o carece de
significaci�n. Sobra, si lo de jur�dico se refiere a la intenci�n de
realizar un acto v�lido y exigible, pues ello es de evidencia. Carece
de sentido, si se quiere decir que debe tratarse no de la conciencia
com�n sino de la que en derecho corresponde, por lo mismo que
estamos en un terreno jur�dico, donde no cabe hablar de otra con
ciencia que la jur�dica. , .

IV. Examen del c�digo. 80. El principio.


Analicemos,. �

ahora, a la luz de los principios expuestos, los textos legales.


He aqu� el principal (art, 515) : Las obligaciones son civiles o
meramente naturales. Civiles son aquellas que dan derecho a
exigir
su cumplimiento. Naturales son las
que, fundadas s�lo en el derecho
natural y en la equidad, no confieren acci�n para pedir su
cumpli
miento, pero que, cumplidas por el deudor, autorizan a retener lo

que se ha dado por raz�n de' ellas, tales son: Io las contra�das por
DE LAS obligaciones en si mismas
154
sin
suficiente juicio y discernimiento,
son
personas que, teniendo
son la mujer
embargo incapaces por derecho para obligarse, como
�asada, en los casos en que necesita la
autorizaci�n del marido, y
ser obli
los menores adxdtos; 2o las obligaciones que principian por
la prescripci�n;
gaciones civ�es, y que se hallan extinguidas por
las solem
S� las que proceden de actos jur�dicos, a los cuales faltan
nidades que la ley exige para que produzcan efectos civiles; como
�s la obligaci�n de pagar un legado dejado en un testamento,
al cual
reconocidas en
faltan formas substanciales; 4o las que no han sido
juicio por falta de prueba, o cuando el pleito se ha perdido, por
error o malicia del juez; 5o las que derivan de una convenci�n que

re�ne las condiciones generales requeridas en materia de contratos,

pero a las cuales la ley, por razones de utilidad social,


les ha negado
toda acci�n; tales son las deudas de juego.
81. Observaciones t�cnicas. �

No son pocas las observaciones


que tal disposici�n merece.
Desde luego, unas cuantas de orden t�cnico, en que no cuento
la mala puntuaci�n del ac�pite y de los incisos 3o y 4o.
El precepto inicial sobra por doctrinario. Las dos definiciones,
de las obligaciones civiles y de las naturales, son te�ricas e innece

sarias, pues nada agregan lo que resulta de los textos positivos


a

en que legisla
se tales obligaciones, y est�n as� bien lejos de reunir
las virtudes pr�cticas y legislativas que, seg�n el mismo codificador
{nota al art. 495), debe entra�ar la definici�n en un c�digo. Ello
sin contar con que, en el mejor de los supuestos, tales definiciones
ser�an bien pobres, pues se limitan a caracterizar dichas obliga
ciones por los efectos (que producen o no producen), y no, como
-cuadrar�a, por la naturaleza �ntima de las mismas. Las ejemplifi-
eaciones de los incisos 2o, 3o y 5�, est�n, como siempre, mal ubicadas
en el cuerpo de la ley. La
expresi�n �condiciones� del inciso 5o, no
es la que corresponde : se
quiere hablar de �requisitos�, para lo cual
sobra con esta palabra, sin necesidad de buscarle
ning�n sin�nimo,
ni de emplear un vocablo que tiene acepci�n
espec�fica y propia (en
los art, 527 y ss.) como una de las modalidades de los actos
jur�di
cos. Es sabido que la
expresi�n �solemnidades� que figura en el
inciso 3o, tiene varios sin�nimos (en el mismo inciso se encuentra
uno de ellos: �formas
substanciales�). Hay varias superfetaciones
conceptuales: bastar� con anotar las de �meramente� en el ac�pite,
�juicio y discernimiento� en el inciso Io, y �generales� del inciso 5�.
Ea elocuci�n es poco
condensada, como en lo com�n de los casos,
particularmente en los incisos 2o, 3o y 5o, que pudieron ser redacta
dos as�, por ejemplo : �Las
obligaciones civiles prescritas�, �Las que
efectos de la obligaci�n 65

corresponden a actos jur�dicos, en que no se ha llenado las formas

legales�, y �Las deudas de juego�. ,

82. Observaciones exeg�ticas. �


Las ex�gesis, despu�s, tiene

campo para discutir si el legislador ha empleado la conjunci�n que


cuadraba en la locuci�n �derecho natural y equidad�, en el ac�pite ;
o bien si lo que procede es entender all� una conjunci�n adversativa,
o, dado que puede no haber perfecta sinonimia entre ambos con
ceptos, y dado que es poco presumible suponer que el legislador
haya querido la concurrencia de ambos requisitos. No insisto al res
pecto, porque ya he dicho que ello no entra�a virtualidad positiva.
En el inciso Io podr� poner juicio varias cosas, sobre
en tela de
todo estas dos : conocemos aqu� una incapacidad que no guarda con
gruencia elocutiva con la correspondiente del art�culo 55, donde las
mujeres casadas y los menores adultos son �incapaces respecto de
ciertos actos o del modo de ejercerlos�, al paso que ahora resultan
incapaces �por derecho� (cierto es, no obstante, que en otras partes,
como los art�culos 949 y sus concordantes, se habla de incapacidad

�de derecho�) ; de cualquier modo, la incapacidad del menor adulto


es muy distinta de la de la mujer casada seg�n ya he hecho notar m�s

arriba, n�mero 19, aunque ambas se resuelvan en una incapacidad


relativa y en la posibilidad de la confirmaci�n de los actos celebrados,
pues una es de hecho, mientras que la otra (la de la mujer casada)
es de derecho. Tambi�n observar� que el legislador es poco claro.

Las obligaciones contra�das por esas personas no son naturales: son


nulas (art. 1042). Es que en el c�digo se supone que tal nulidad ha
sido pronunciada, y que, no obstante desaparecer con ello toda obli
gaci�n exigible o civil, subsiste, por respeto al deber de conciencia
de la persona interesada, una obligaci�n natural. Aun entonces, tal

obligaci�n no podr�a ser cumplida por el incapaz, pues sigue si�n


dolo, y porque el pago de una obligaci�n natural es un pago, vale
decir, un acto jur�dico, como es, en principio, todo pago, que por
lo mismo requiere la consiguiente capacidad de parte de
quien lo
realice. Quiere decir que la ley supone que el pago de la obligaci�n
natural que subyace en el acto de un incapaz, implica la confirma
ci�n de ese acto (cuando no ha sido previamente declarado
nulo),
por aplicaci�n de lo dispuesto en los art�culos 1059-63.
En el inciso 2� se resuelve un punto que en otras codificaciones
es materia de larga controversia. Y hago constar que, mi
a
juicio,
se lo resuelve bien.
En el inciso 3o hay una supervivencia romanista que aun hoy
es justificable.
En el inciso 4o se alude a situaciones excesivamente hipot�ticas.

Colmo, Oblig. �

T. I 5
EN SI MISMAS
DE LAS OBLIGACIONES
66

crue se probase los


En todo caso, ser�a menester un nuevo pleito en

extremos necesarios.
su contenido difiere
El inciso 5o es de derecho corriente. Pero
del que corresponde a lo com�n de las obligaciones
naturales, seg�n
se ver� dentro de poco.
limitativa. �

M�s impor
83. La enumeraci�n legal no es

tante que toda esa ex�gesis resulta este punto de fondo : la enuncia
ci�n del c�digo �es limitativa o taxativa, o bien simplemente ejem-
plificativa ?
Lo segundo me parece m�s fundado. La misma expresi�n del
<das obligacio
c�digo, �tales son�, lo est� demostrando : no se dice
nes naturales son las siguientes�, sino que por obligaci�n
natural

se entiende esto o aquello, como es lo que luego se especifica. Sobre

no resultar del contexto legal nada de prohibitivo, como se ve, los

criterios contempor�neos (a que no se oponen los antiguos, pues la


fuente remota del c�digo, como es el c�digo franc�s, habla indeter
minadamente de �obligaci�n natural�, lo que prueba que se refiere
a lo que por tal se entienda seg�n las �pocas y ambientes) tienden

a extender los respectivos horizontes, en virtud de motivos que ya

he apuntado (sostienen lo contrario Crome, 20; Crescenzio y Ferri-


ni, 102 ; Polacco, 28 ) : el solidarismo social, la mayor cultura y espi
ritualizaci�n de nuestra convivencia, van haciendo exigibles pro
gresivamente una serie de relaciones que antes eran asunto de moral
y de �tica no imperativa.
Basta ver, al efecto, la jurisprudencia francesa, especialmente
en dos hermosos art�culos de Perreau (publicados en la Revue tri-
'

mesfrielle de droit civil, 1913, 503 y ss. ; 1914, 481 y ss.) ; sin contar
el hecho de las legislaciones alemana y suiza, que las han consa
grado sin limitaci�n en los art�culos antes citados y mediante expre
siones tan amplias como �stas, �deber moral� o �consideraciones de
conveniencia�, en las cuales caben casos de los aspectos m�s diversos.
En el primero de esos trabajos, Perreau, despu�s de advertir
que �desde la promulgaci�n de nuestros c�digos, nuestros jueces
infiltraron la moral en la legislaci�n en forma tan amplia y cons
tante que su desconocimiento dar�a una idea
singularmente estrecha
de nuestro derecho pr�ctico�, afirma
que el criterio predominante
al respecto es el crue se inspira en �la
justicia, la equidad y la ho
nestidad�, aunque no sean contados los casos en que se habla de
fuero interno, de
conciencia, de honor, de delicadeza, etc. Dentro
de tal. las obligaciones naturales reconocidas
criterio, responden ya
a analog�as
legales (obligaci�n alimentaria con relaci�n a parientes
leg�timos que no tienen derecho estricto o exigible a la misma v aun
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N (37

�con respecto hijos ileg�timos y hasta adulterinos, lo propio cnie


a los
�con relaci�n a la mujer seducida o concubina), a manifestaciones

-de voluntad sin virtualidad civil (los ruegos o encarecimientos del


testador a su heredero, etc.), a consideraciones racionales (deudas
-de reconocimiento por servicios prestados y no exigibles, etc.), a
causas mixtas diversas (abuso del derecho, agravio a una mujer
raptada, etc.). El auge es tan acentuado que, seg�n Perreau, se va
^afirmando una tendencia que se resuelve en la atribuci�n de fuerza
�civil a no pocas de esas obligaciones naturales. Y en el segundo de
lales trabajos nos presenta un cuadro en que muestra cu�nto �la
.�cortes�a, la complacencia y los usos no obligatorios� se van impo
niendo ante la jurisprudencia, para interpretar textos legales y san
cionar situaciones que la vida civilizada va imponiendo un poco
fuera, y hasta por encima, de lo a�ejo del esp�ritu del c�digo.
As�, no hay c�mo negar que entre nosotros existe una obliga
ci�n natural de parte del concordatario por lo que respecta a lo que

f
..ha dejado de abonar a sus acreedores (cons. C�m. civ, 47, 24). Lo
..mismo cabe decir con relaci�n la indemnizaci�n que quiera pagar
a

��1 novio que rompe su compromiso matrimonial (cons. Segovia, I,


127, n. 1), a los alimentos legalmente obligatorios prestados a
no

ciertos parientes (en contra, Crescenzio y Ferrini, 113), etc. En


cambio, creo que en nuestro ambiente no cabe reconocer tal car�cter
-a los intereses no debidos y
pagados, ni a la dote en favor de hijos
-que se casan (cons. nuestros art. 270 y 2249), pues carecen de los
antecedentes (costumbres, sentimientos, etc.) que les impriman el
�car�cter ele. relativa juridicidad que cuadrar�a (no as�, respecto de
lo �ltimo, en pa�ses como Francia, donde se lo ha admitido: R. T.
D. C, 1917, 117 y ss.). Pero yo la admitir�a respecto de un le

gado verbal, como se ha resuelto en Francia m�s de una vez: R. T.


D. C, 1905, 135 y 337 ; 1906, 404 y 906 ; etc.
V. Efectos. 84. La obligaci�n natural cumplida acto

es un
-de liberalidad. �

qu�Ahora � viene a ser jur�dicamente una obli


gaci�n natural cumplida?
Es, sin duda, un acto jur�dico, por lo mismo que entra�a efec-
los jur�dicos (art. 944). Pero �cu�l naturaleza
espec�fica? No
es su

es un pago, pues �ste supone obligaci�n exigible (art. 724-5).


una

Tampoco es una
donaci�n, seg�n lo dicho m�s arriba (n� 79), pues
la �libre voluntad� que en �sta es esencial
(art. 1789) no existe en
el supuesto de una obligaci�n
natural, que siempre implica relacio
nes precedentes que reatan la voluntad del
respectivo deudor. Cabe
.as� concluir que debe ser encuadrada dentro del
amplio margen de
los actos ele liberalidad o gratuitos, sicruiera
porque no correspon-
OBLIGACIONES EN SI MISMAS
aQ DE LAS

De suerte que el pago ele una obli


de contraprestaci�n exigible.
a

a las formas de las donaciones, por


gaci�n natural no est� sujeto
no ser un acto ele clonaci�n, y cae bajo la regla de la revocaci�n

de los actos gratuitos en el caso de la acci�n pauliana (art, 967).


A esto viene a pr�ctico del asunto-sobre la
reducirse el fondo
natural.
caracterizaci�n, no sobre los efectos, de la obligaci�n
natural no=
De ah� que, por ejemplo, el pago de una obligaci�n
lo es una clonaci�n (art.
pueda ser revocado por ingratitud, como
de mira de la estric
1858). Ese pago es un acto gratuito, del punto
inc. 6o). Es lo crue ex
tezlegal, mas no una donaci�n (art, 1789-91,
534.
pl�citamente resuelve el c�digo alem�n: art�culo
85. El pago hecho no puede ser repetido.

El efecto primor
dial de la obligaci�n natural est� indicado ya en la definici�n del

art�culo 515 : el pago de la misma no puede ser repetido. El art�culo

516 no hace m�s que reproducir el precepto. Pero involucra un con


en �l se dice que el efecto de las
cepto que agrega mucho al mismo :
obligaciones naturales es que no puede reclamarse lo pagado, cuando> �

el pago de ellas se ha hecho voluntariamente por el que ten�a capa


cidad legal para hacerlo. Es, entonces, el pago �voluntario� el eme
resulta irrepetible.
�Qu� quiere decir ello concretamente? A presta alimentos a su.
primo B, en la convicci�n de que por la ley est� obligado a ello;.
se convence luego de su error, y pretende repetir lo as� pagado so>

pretexto de que su pago no ha sido voluntario. �Puede hacerlo?"


Igual dificultad se presenta en estos otros casos, cpie van. por v�a
de ejemplos : A paga una deuda que estaba prescrita ; conoce luego
la circunstancia, y prueba que ha pagado ignorando que la pres

cripci�n estaba consumada ; o bien A paga una deuda de juego,.


convencido de crue ella es exigible ; demuestra luego su error, y pre
tende repetir el pago hecho. Et sic de coetcris.
Si aplicamos a tales casos la literalidad de m�s de una dispo
sici�n del c�digo, llegaremos a la conclusi�n de crue todos esos pagos.
(supongo que se ha acreditado los extremos necesarios: no s�lo el
pago hecho, sino tambi�n el error sufrido) son repetibles. En pri
mer t�rmino, tales pagos no habr�an sido
voluntarios, ya cnie el acto*'
voluntario supone intenci�n y discernimiento (art, 897 y 900), y ya
que en esos casos tales condiciones han faltado. En segundo t�rmino,.
porcpie el error de derecho, crue com�nmente es ininvocable (art-
923), puede ser aducido cabalmente en la repetici�n ele un pago*
hecho indebidamente (art. 784).

Semejante interpretaci�n ir�a contra algo m�s importante que


los principios legales citados y entendidos en su escueta literalidad-
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N ge)

Desvirtuar�a, ante todo, el concepto ele la obligaci�n natural, crue

se funda deber de conciencia y no en preceptos codificados.


en un

Atentar�a contra la moral : es poco noble el espect�culo de aquel


que cumple con obligaci�n natural,
una porque se cree ligado por
ella, que satisface as� un imperativo de su conciencia, y que luego
pretende desdecirse y renegar de su momento de lucidez moral. Y
hasta vulnerar�a las mismas leyes positivas: cabalmente, lo esencial
_j caracter�stico de la obligaci�n natural es la irrepetibilidad de su
pago, seg�n se dispone en los art�culos 515-6, y seg�n se confirma
expl�citamente en todo el art�culo 791, que se limita a reproducir
los casos de las obligaciones naturales contemplados en el primero
-de aquellos, haciendo menci�n expresa de que en tales casos �no
habr� error esencial ni se podr� repetir lo que se hubiese pagado�.
Por lo dem�s, tal criterio, sobre ser m�s moral y noble, es el que
tiende a prevalecer en la moderna doctrina y jurisprudencia, como
puede verse en los autores ( Giorgi, n� 45 ; Perreau, en el primero
de sus citados trabajos; etc.), as� como en todos los fallos franceses
que cita 'el segundo autor nombrado ; aunque sea preciso reconocer
,

lo adverso de los autores corrientes, que sinonimizan lo voluntario


de la ley no con lo espont�neo sino con lo consciente del pago hecho.

{Baudry, XII, 1674; Lomonaco, II, 112; Crescenzio y Ferrini, 91;


Polacco, 26). Crome, en Zaehariae, II, 277, nota 10, tambi�n apoya
el punto de vista que adopto.
De manera que la expresi�n voluntariamente debe ser enten
dida como un hecho node intelecci�n sino de pura volici�n, en
cuanto �sta no ha sido coartada por el enga�o, la violencia y dem�s
vicios de la voluntad. Poco debe importar, as�, que cuando se pague
una deuda
prescrita o de juego, se ignore tal prescripci�n y se des
conozca lo no exigible de las deudas de
juego : el deudor de la obli
gaci�n natural extinguida no ha hecho otra cosa que cumplir con
un deber de
conciencia, y responder a una modalidad de la �tica
ambiente que merece toda la protecci�n ele las
leyes.
86. Cumplimiento parcial. La obligaci�n natural tiene

otros efectos civiles. Los art�culos 517-8 los


reglamentan, He aqu�
el texto del primero La
ejecuci�n parciai
: de
una obligaci�n natural
no le da el car�cter de
obligaci�n civil; tampoco el acreedor puede
reclamar el pago de lo restante de la
obligaci�n. He aqu� el del se
gundo: Las fianzas, hipotecas, prendas y cl�usulas penales consti
tuidas por terceros para seguridad de las
obligaciones naturales,
son v�lidas, pudiendo el
pedirse cumplimiento de estas obligaciones
ucees orias.

Son ellos de dos clases, como se ve: los refieren


cnie se a ulte-
-rs
de LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

la �poca eit
riodidades del pago hecho, y los que corresponden a
o pagada-
no ha sido todav�a cumplida
que la obligaci�n natural
a lo no hay distingo que hacer entre las.
En cuanto primero,
aplica todas.
obligaciones naturales: la disposici�n
se a
diversas
ellas.
Lo �nico observable es que el precepto no parece guardar ar

mon�a con otro af�n (ni aun ante lo que dice el codificador en su.

nota al art�culo 517, en quellega a sentar que hay confirmaci�n en el


pago parcial de una obligaci�n natural) : la del art�culo 1063, seg�n.
el cual la confirmaci�n, lo propio que cualquier manifestaci�n de-
voluntad (art. 918-9), puede ser t�cita, y resultar de pagos par
ciales. De donde se sigue: 1� que la confirmaci�n parcial valida el.
acto �ntegramente (dicho art, 1063 y art. 1059) ; 2o que la ejecuci�n.

parcial de una obligaci�n natural no imprime car�cter civil y exi


gible al resto ele la obligaci�n.
Entonces surge esta dificultad: en el supuesto de que se cumpla.
parcialmente con una obligaci�n natural que corresponda a un acto*
nulo o anulable (inc. Io y 3o del art. 515) �qu� debe verse all�f!
Si se ve el aspecto de la obligaci�n natural, el acto s�lo tiene fuerza
con respecto a ese cumplimiento parcial ; si se quiere ver el aspecto.

del acto nulo o anulable, el acto es una confirmaci�n y convierte en


exigible al resto de la obligaci�n.
Para que no haya contradicci�n entre ambas disposiciones, �s=
menester hacerlas jugar independientemente. La del art�culo 517~
s� aplicar� en todos los casos en que se trate de obligaciones natu

rales que no corresponden a actos nulos o anulables. La del art�culo-


1063 imperar� en todos los supuestos en que se trate de obligaciones-
crue correspondan a actos nulos o anulables. As�: en los casos de Ios-

incisos 2o, 4o y 5", lo propio que en los dem�s antes mencionados--


(que cabe agregar a la enumeraci�n del art. 515), la ejecuci�n par
cial no da eficacia al resto de la obligaci�n (cons. respecto del in
ciso 2o, C�m. com. en J. I'., XII �914, 304) ; en los casos de los otros-.
dos incisos (1� y 3o), la ejecuci�n parcial es una confirmaci�n t�cita,.
y da validez a toda la obligaci�n, cuyo resto incumplido puede por
tante) ser exigido.
87. Garant�as civiles de una obligaci�n natural. En cuanto*

a lo segundo, hay crue


apuntar, desde luego, la circunstancia ele que-
la obligaci�n natural puede tener virtud
activa, y no tan s�lo la
pasiva de acordar una excepci�n para rechazar la pretendida repe
tici�n del pago que de ella se haya hecho :
puede ser afianzada, no
vada, etc., por donde, siquiera en forma
indirecta, el acreedor ele-
la misma tiene facultad para
exigir su cumplimiento, al estar habi-
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 71

litado para exigir el pago de la fianza o ele la garant�a estipulada,


viene a ser como un substitutivo
que en el hecho y en definitiva,
econ�mico de la misma obligaci�n natural (v. las notas del codifi
cador a los art. 515 y 802, as� como los art. 666, 802, etc.).
Pero hay que advertir varias cosas.
Ante todo, que no se ve la raz�n en cuya virtud la ley
limite

esas fianzas o garant�as a las que constituyan


los terceros. Efecti

vamente: si el deudor puede hacer v�lidamente lo


m�s (pagar la
es eso de dar
obligaci�n natural), bien puede hacer lo menos, como
una garant�a para el cumplimiento de la misma,
lo que dista de
esto por evi
equivaler a un pago. Es que el legislador ha postulado
dentemente obvio, y ha querido consagrar expl�citamente lo
m�s

fuerte de la garant�a dada por terceros, en raz�n de que, de otra


suerte, se habr�a podido sostener que la garant�a correspond�a
a

a que la ga
una obligaci�n no exigible, por donde, y en atenci�n

rant�a es uua obligaci�n accesoria, que como toda obligaci�n acce


soria sigue la suerte de la principal (art, 523-5), esa garant�a no
habr�a sido m�s exigible que la obligaci�n principal (natural) de
que depend�a, De ah� que se sostenga por
los autores' (los que, entre

otros, cito en el n� 172) que los terceros que contraen tal obligaci�n
no se obligan acce
para el cumplimiento de una obligaci�n natural,
soriamente, por lo mismo que no hay obligaci�n civilmente princi
pal, y contraen una obligaci�n que con respecto a ellos es bien prin
cipal. Y de ah� que, en el supuesto de que la obligaci�n del tercero
sea una fianza, el acreedor de la obligaci�n natural no tenga por qu�

cumplir con lo dispuesto en el art�culo 2012, y pueda exigir inme


diatamente el pago de esa fianza (art. 2013, inc. 7o).
Despu�s hay que observar que dicho art�culo 518 no es apli
cable a- todas las obligaciones naturales. De entre �stas, hay algunas,
cpie la ley mira con disfavor, pues no son estrictamente morales y
resultan' de una relativa antisocialidad que es preciso combatir. Si .

las autoriza, y ello dentro de l�mites asaz reducidos, es porque debe

contemporizar con caracter�sticas humanas, como es la intensa pa


si�n del juego, cuyo desarraigo es pr�cticamente imposible. Es lo

que explica el que no se autorice la cl�usula penal (art. 666) y


el que se proscriba la novaci�n respecto de una deuda de juego

(art. 2057).
De ah�, a prop�sito, que sea muy discutible en la mayor�a de
sus aspectos, el car�cter de obligaci�n natural de la deuda de
juego :
cons�ltese Lomonaco, I, 39 ; Crescenzio y Ferrini, 103 ; C. Manenti,
nota jurisprudencial en la R. D. Comm., 1907, II, 297 (a prop�sito
de un pr�stamo hecho a un jugador) ; nota an�loga en la misma
LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
DE
72

Bivista, ele P.' Bonfante, 1915, 97; y, sobre todo, Ferrara, Negozio
illecito, 123.
generalidad todos
Por lo dem�s, el art�culo 502 abarca en su

los supuestos restantes, salvo la �nica excepci�n, expresamente con

sagrada, del art�culo 516.

SECCI�N 5a

DA�OS E INTERESES

ART�CULO I

IMPUTABILIDAD

I. Generalidades. �

88. Prenociones. �
El estudio de las obli

gaciones naturales ha sido como un par�ntesis. Entra�ando una


excepci�n con respecto a los efectos ordinarios de las obligaciones
civiles, se ha interpuesto entre el estudio de esos efectos, verificado
en las secciones precedentes, y el del remedio legal del incumpli

miento, que vamos a hacer ahora.


Ya se ha visto que la ley tiende a crue la obligaci�n sea cum
plida. Cuando ese cumplimiento resulta demorado o imposible (no
se puede compeler por la fuerza al deudor, no hay c�mo ampararse

manu militan de la cosa prometida o de otra equivalente, no hay

c�mo hacerla cumplir por un tercero, etc.), entonce? no queda sino


una soluci�n subsidiaria y �ltima: la de la indemnizaci�n del da�o
que con ello se irroga al acreedor.
Es la soluci�n de los da�os e intereses (o da�os y perjuicios,
seg�n expresi�n m�s corriente en nues.ro foro, y que nada rara
la
es en el mismo c�digo, que tambi�n emplea varias
otras), legis
lada sin mayor criterio metodol�gico en los t�tulos I y III del libro
segundo del c�digo.
Y es, adem�s, la soluci�n relativa a las obligaciones que nc

tengan por objeto una suma de dinero, como se dispone en el ep�


grafe del primero de esos dos t�tulos, pues los da�os e intereses que
corresponden en obligaciones de dinero tienen legislaci�n aparte,
por lo propio del r�gimen (art. 622).
89. Concepto y requisitos. He aqu�, desde luego, la carac

terizaci�n legal: Se llaman da�os e intereses, el valor de la


p�rdida
que haya sufrido, y el de la utilidad que haya dejado de percibir el
acreedor de la obligaci�n, por la inejecuci�n de �sta a debido tiem
po (art. 519)


EFECTOS DE LA OBLIGACI�N Jg

Aparte varios defectos t�cnicos (de puntuaci�n, de expresi�n


y de est�tica literaria), cabe apuntar al respecto: Io que el distingo
de los dos supuestos en que procede la indemnizaci�n (retardo o in
cumplimiento), no surge claro del precepto, en el cual se habla con
evidente incorrecci�n de la � inejecuci�n a debido tiempo �, como
si hubiera inejecuciones en tiempo .indebido, cuando lo que se ha

querido expresar ha sido que la indemnizaci�n procede � en caso de


inejecuci�n o en caso de ejecuci�n en tiempo indebido (retardado,
demorado) �; 2o que la indemnizaci�n no procede por el mero hecho
de la inejecuci�n (o de la circunstancia del retardo, en su caso),
pues se requiere al efecto que tales retardo o inejecuci�n sean im
putables al deudor, como se dispone en los art�culos 506-8-11, ya que
hay retardos e inejecuciones perfectamente disculpables, como son
todos los que no resultan obra del deudor (art. 513).
En conclusi�n, la indemnizaci�n de los da�os e intereses supone,
lo propio que en los supuestos de obligaciones extracontractual.es
(art. 1067), dos condiciones fundamentales: el da�o producido, y
la imputabilidad.
II. Mora. �

A. Del deudor. �

1�. �

90. Prenociones. �
Co
menzando por esta �ltima, los art�culos antes citados muestran que
puede derivar de tres circunstancias: la mora, el dolo y la culpa.
La primera se refiere al retardo en el cumplimiento ; las dos �ltimas
al mismo incumplimiento (cons. C�m. civ. Ia en G. F
31|V|917).
.,

Hay mora (morosidad, demora, seg�n otras expresiones legales)


cuando se deja de cumplir en tiempo debido una obligaci�n (cons.
S�nchez Rom�n, IV, 300-1 ; Valverde, III, 106 y ss. ; y fuera de otras
obras comunes, J. M. Moreno, Obras jur�dicas, III, 119 y
ss, a pro
p�sito de un caso de mora en compraventa
mercantil, art. 530 y ss.
del antiguo c�digo, y J. Cort�s, I, 434 y ss, a
prop�sito de mora legal
en un legado capell�nico). Ese �tiempo debido� se determina, en
principio, por el requerimiento del acreedor. Es lo que resulta de
los art�culos 508-9, que rezan como sigue: El deudor es
igualmente
responsable por los da�os e intereses que su morosidad causare al
acreedor en el cumplimiento de la obligaci�n. Para
que el deudor
incurra en mora, debe mediar requerimiento
judicial o extrajudi-
cial por parte del acreedor, excepto en los casos
siguientes : Io cuando
se haya estipulado
expresamente que el mero vencimiento del plazo
la produzca) 2o cuando de la naturaleza
y circunstancias de la obli
gaci�n resulte que la designaci�n del tiempo en que deb�a cumplirse
la obligaci�n, fu� un motivo determinante
por parte del acreedor.
Dejando siempre de lado las observaciones de t�cnica elocu-
tiva (puntuaci�n, repetici�n de conceptos,
etc.), cabe observar, ante
<-< DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

art�culos el c�digo contempla el supuesto


ordina
todo, que en esos

rio de la mora del deudor. Tambi�n el acreedor puede hallarse en


el cumplimiento que �ste quiere
mora, cuando dificulta al deudor
final de
efectuar de la obligaci�n, como puede verse en el p�rrafo
la nota del codificador al art�culo 509. Y puede ocurrir que
dos

personas que est�n vinculadas obligaciones rec�procas, se en


en

en mora con respecto a las obligaciones que


res
cuentren ambas
pectivamente les incumben (art. 510 y 1201). De ah� que debamos

separar el estudio de supuestos, si bien debamos empezar


esos tres
son los conte
por los principios comunes a cualquier mora, y que
nidos en los dos preceptos transcriptos, por lo mismo que en nin
guna parte ha dispuesto el c�digo cu�les son
los propios de la mora
del acreedor o de la mora rec�proca en las obligaciones mutuas, y
por lo mismo que, de acuerdo con lo estatuido en el art�culo 16, la
aplicaci�n anal�gica de las disposiciones legales tiene que ser as�
de rigor.
2o Requerimiento. ��

91. En indispensable.
principio es �

Desde luego, en nuestro c�digo se excluye, en principio, la mora que


se llama ex re, y s�lo se admite la mora ex persona. En tal virtud,
entre nosotros dies non interpellat pro homine, al rev�s de lo que
ocurr�a en derecho romano (y de lo que, apena comprobarlo, se
resuelve en el reciente c�digo venezolano, art. 1289, y, lo que es m�s,
en el brasile�o, art, 960), aunque se haya establecido un
plazo para
el cumplimiento de la obligaci�n. Mientras el acreedor no requiera
al deudor, vale decir, no le exija el cumplimiento de la obligaci�n,
el deudor no est�
legalmente en mora, no obstante el retardo de
hecho en que se encuentra, y no responde por indemnizaci�n al
guna. De ah� los siguientes fallos, entre otros: S. C, 34, 398;
en J. T.,
VII|913, 3; en /. A., I, 10, y III, 13; C�m. fed. en G. F.,
XII|917, 169; C�m. civ, 51, 323; 186, 285; 203, 5; en J. T., 1910,
50; C�m. civ. Ia en G. F'., 11|VI|916 y 3|IX|916; en J. A., II, 419;
C�m. civ. 2a en J. T., VIIH912, 297, y
II|913, 89; en R. L. J., I,
239; J. A., I, 680 y 698, y II, 792; C�m. com, 98, 230; en J.
A., I, 909.
Cabr� discutir la justicia de esa soluci�n de fondo de nuestra
ley. Para justificarla me parece que bastar�a con esta considera
ci�n: el esp�ritu de liberalidad de un c�digo debe tender hacia las
soluciones que hagan menos onerosa la situaci�n del deudor, que
com�nmente es la parte d�bil obligaci�n.
en una Por lo dem�s, el
deudor puede pensar que cuando el acreedor no le
requiere, es
porque no desea el cumplimiento, y bien puede confiar en esa
espera
de hecho que no perjudica al acreedor a �l beneficiarle.
y que puede
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 75

92. Forma y prueba del mismo. Dicho requerimiento (in


terpelaci�n, demanda, etc., seg�n otras expresiones del c�digo) pue


de ser judicial o extra judicial, como se dispone en la misma ley
(cons. fallos de" la C�m. civ, 30, 212; 45, 85; 138, 394, etc., en que
se pretende que s�lo hay mora en los requerimientos judiciales
-

contra lo resuelto por la S. C, 16, 282, y por la misma C�m. civ.r

126, 274, donde se tiene la buena doctrina). El requerimiento ju


dicial puede consistir en una demanda, aun ejecutiva (S. C, 89,
343), en una simple intimaci�n (hasta meramente preventiva: C�
mara com, en J. T., 1914, junio, 328), y en cualquier acto de
procedimiento, debidamente notificado, claro est�, que implique
la voluntad indubitable de exigir el cumplimiento. El requeri
miento extrajudicial puede revestir cualquier forma : una carta,.
un telegrama, un pedido
verbal, etc., por lo mismo que la ley no-
prefija forma alguna (art. 974, que no impide que alg�n comenta
rista nacional sostenga que debe ser hecho por escrito). Por lo de
m�s, las diversas formas del requerimiento extrajudicial est�n suje
tas a los inconvenientes de la prueba respectiva, a cuyo
respecto, y
por tratarse de meros hechos, ser� admisible cualquier medio proba
torio (C�m. civ. T en /. T., IX 1 914, 81).
93. Se lo excluye en la mora convenida. Por excepci�n, la

mora puede no
exigir dicho requerimiento. La ley contempla dos
supuestos en dicho art�culo 509 : 1� cuando as� han acordado las par
tes; 2o cuando el requerimiento resulte in�til;
Lo primero pudo ser, en rigor, omitido, pues es de derecho co

m�n (art. 1197).


En todo caso, no
inteligencia lo dif�cil sino su aplicaci�n.
es su

Obs�rvese que se exige estipulaci�n � expresa � de


que el mero
vencimiento la produzca. No caben, as�, voluntades o intencione�
t�citas, que son de
regla (art. 915). De consiguiente, todo lo que
no
expl�cito,
sea todo cuanto resulte
ambiguo y deje lugar a duda
(por ejemplo, � el deudor deber� pagar dentro de tal plazo � o � es
entendido que el cumplimiento ha de ser hecho en el termino
fija
do �, etc.), por en�rgicos que sean los t�rminos
empleados, no impli
car� mora convenida: �sta es una pena civil, y ninguna pena puede-
ser pronunciada sino sobre la base de disposiciones, convencionales
o legales, bien
expl�citas. Tal es, por lo dem�s, el criterio que fluye
de los principios generales : lo dudoso debe ser
interpretado en favor
de la libertad, de la benignidad
y del deudor (semper in dubiis be-
nigniora praeferenda suntl: cons. Digesto, L, 17�, leyes 9, 55, 155r
p�rrafo 2�; 192, p�rrafo 1�, adem�s de la ley 18, lib. I, t�.' 3o; C�rn�
com. en J. A.,
II, 280).
r-c DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

De ah� lo no muy jur�dico de m�s de un fallo de nuestros tri

bunales.
Se ha resuelto, porejemplo, que si se ha convenido que el mero
hecho de no pagarse en tiempo una cuota cualquiera .(de pago par
el cum
cial, de intereses, etc.) da derecho al acreedor para exigir
plimiento �ntegro de la obligaci�n (el pago total de las cuotas,
o

el pago del capital debido a plazo), hay en ello una mora expresa

(S. C, 3, 325; etc.). An�logamente se ha resuelto que la estipula


ci�n de que la falta de pago de dos cuotas del precio de una cosa
adquirida por mensualidades, y crue da derecho al acreedor del pre
cio, o vendedor, para exigir la resoluci�n del contrato, tambi�n en
tra�a una mora convenida (C�m. civ. 1" en J. T'., III j 913, 81, y en
R, L. J., III, 460 y 662; C�m. civ. 2a en J. T X�912, 277, y en R. .,

L. J., II, 839, etc.).


Y creo que no hay mora convenida en ninguno de tales supues
tos. Todo lo que en ellos hay de expreso es que el vencimiento de
tales plazos da derecho al acreedor para exigir el cumplimiento
�ntegro o la resoluci�n. En lo que toca a lo que nos interesa, la in
demnizaci�n debida por el deudor en mora, no hay una sola palabra
que autorice ninguna conclusi�n afirmativa.
Tampoco parecer�a admisible la mora convenida en la estipu
laci�n de que el deudor �debe ir a pagar en las oficinas del acree
dor �, para cuando no se lo hace, como se ha fallado ( C�m. civ. 2a en
J. T., VIIIJ912, 290; C�m. civ. Ia en J. A., I, 397
etc.). No se ve ;
all� lo �
expreso � de la
exigencia legal. sumo A lo
puede encua si
drar el caso, con arreglo a sus circunstancias, en el inciso 2�, que
estudiaremos dentro de poco, en cuanto se pueda ver en tal estipu
laci�n un motivo legalmente �determinante�.
Por lo dem�s, puede consultarse los siguientes fallos sobre nues
tro inciso 1� : C�mara civil, 101, 137 ; 175, 41 ;
172, 217 ; 197, 198 ; C�
mara civil Ia en R. L. J., III, 360,
y VI, 1054, as� como en G. F.,
22�IX|917; C�mara civil 2a en R. L. J VIII, 423; etc. .,

94. y en la mora ex re.


...
El segundo no es muy claro. Lo

que se quiere decir (v�ase la nota del codificador) es que hay casos
en que la designaci�n del
plazo implica por s� el cumplimiento de
la obligaci�n dentro del mismo, ya que el
cumplimiento ulterior de
nada servir�a (v�ase la rara aplicaci�n que de tal
principio ha hecho
la C�m. civ. Ia en el fallo que registra la R. L. J
VI, 1054, antes .,

citado). Tal ocurre, por ejemplo, cuando se contrae la obligaci�n


de llevar mercader�a
una
adquirida, al buque A que saldr� del
puerto el d�a tal del mes, o cuando se contrata a un artista para que
toque m�sica o cante en un concierto a realizarse en una fecha dada.
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N
<J7

Es evidente que la obligaci�n tiene en tales casos crue ser cumplida


dentro de plazos fatales, pues cualquier cumplimiento ulterior re
sulta in�til. De ah� la innecesidad de cualquier interpelaci�n, que
a nada pr�ctico conducir�a. Por lo
dem�s, esto es cuesti�n de cir
cunstancias y de prueba. Ser� el acreedor quien deber� acreditar
los extremos necesarios, ya que el deudor goza de la presunci�n que
se contiene en el principio general, seg�n el cual el requerimiento

es de rigor, y ya que el acreedor viene a quedar obligado as� a des

truir tal presunci�n mediante la prueba contraria de los hechos-


positivos.
Adem�s de esas excepciones, hay otras diseminadas en el c�
digo, con relaci�n a casos en que �ste ha cre�do indispensable dero
gar el principio del art�culo 509. Tal ocurre en los casos, entre otros,
de los art�culos 622-57, 1242, 1322-75, inciso Io, 1721-2, 1913, 2922-46 ;.
o bien en aquellos en
que la obligaci�n se vuelve imposible por culpa
del deudor (C�m. civ, 18, 134; C�m. civ. 2a en ,/. T., noviembre,
255: etc.), as� como en todos los que correspondan a actos il�citos
(art. 1066 y ss.), en los cuales los da�os e intereses vienen a ser m�s
que una indemnizaci�n del perjuicio producido, m�s crue el resta
blecimiento econ�mico de un equilibrio destruido, una pena civil
contra el responsable, como puede verse en todos los casos de
pose
si�n de mala fe, en que se hace cargar al poseedor con la
obligaci�n
de indemnizar los mismos frutos crue el de buena adem�s los j
fe, y
restantes (los que hubiese dejado de
percibir, etc.).
3�. �

95. Efectos.
El efecto fundamental de la mora estri

ba enla indemnizaci�n del da�o que con ello se


irroga al acreedor
(art. 508-19), seg�n ya he dicho. Pero no es el �nico. Tambi�n carga
el deudor moroso con los riesgos de la
prestaci�n, particularmente
si �sta consiste la p�rdida
en una cosa : y los deterioros
pueden serle
imputables, exactamente como en el supuesto de la culpa, ya que
nuestra mora supone imputabilidad
y, de consiguiente, culpa (art.
513 y sus diversos concordantes:
579-81-5-7, 610-2-3-5-39-41, etc. y
art. 892 ; Fromageot, La faute en droit
priv�, 212-3 ; Chironi,Colpa
cmitrattuale, 325; Giorgi, II, 43-4; Lomonaco, I, 105; Windscheid^
Pandette, II, p�rrafo 276, n. 2; Crome, Teorie fondamentali, p�
rrafo 15, n. 6; Crescenzio y
Ferrini, 602 a 604; Ihering, II, 36)
Pero ser� bueno entenderse.
Desde luego, ser� de cargo del obligado, exactamente como en
el supuesto de la culpa, la justificaci�n que cuadre para, que su res
ponsabilidad cese: por el mero hecho del transcurso del
t�rmino, y
de la consiguiente mora acreditada por el acreedor, el deudor es.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
7g

mientras no demuestre su irres


morosamente culpable, y responde
ponsabilidad. _

en principio,
De otra parte, esta irresponsabilidad s�lo existe,
cuando se pruebe el caso fortuito que le ha imposibilitado (art. 513).
Poco o nada har�a con patentizar una serie de dificultades persona
necesaria que
les, por ejemplo, pues ellas no entra�an la objetividad
har�a
aleje la inculpabilidad : debi� preverlas o evitarlas. Tampoco
gran cosa con justificar su no culpa
individual: no se tratar�a de
en una situaci�n que corres
eso, sino de que esa no culpa encuadre
ponda a un verdadero casus, exactamente como debe hacer el deudor
culpable, ya que �l lo es.
Y al efecto me remito a lo que dir� m�s adelante (iiJ 116 y ss.),
donde contemplo con detenimiento, y en general, la teor�a del caso
fortuito.
4�. �

96. Cesaci�n. �

La mora del deudor puede cesar en

virtud de varias circunstancias.


Desde luego, cuando �ste se allane al cumplimiento de su obli
gaci�n. Ello sin perjuicio de su responsabilidad hasta ese momento,
y salvo que el acreedor no tenga derecho para rehusar ese cumpli
miento tard�o (art. 605-8, 1412-3-20. etc.), pues si en tal caso cesa
la mora no es por raz�n del cumplimiento sino por virtud de la
disoluci�n del v�nculo que resulta de ese derecho de resoluci�n del
acreedor.
Tambi�n puede cesar por la ulterior imposibilidad inimputable
de la prestaci�n, siempre sin perjuicio de la responsabilidad en que
el deudor haya incurrido hasta entonces (art, 892).
Y, seg�n es de norma corriente, puede igualmente cesar ante
la renuncia o el perd�n del acreedor.
B. Del acreedor. �

97. Generalidades, �

Tales son los pre


ceptos fundamentales en materia de mora, y que cabe aplicar de
inmediato con relaci�n al deudor.
Hasta qu� punto o en qu� forma son ellos aplicables al acree

dor moroso, es lo que vamos a ver (cosa que, como advierte Wind-
seheid, debiera dejarse para el estudio sobre el pago de la obligaci�n,
pues a �l se liga la mora del acreedor, al paso que la del deudor es
Telativa al contenido mismo de la obligaci�n).
Desde luego, y aunque la situaci�n parezca contradictoria, el
acreedor tiene, como tal (y aparte los supuestos de bila obligaciones
terales, en que es a la
deudor y deja de cumplir la obligaci�n
vez

que le incumbe), la � obligaci�n � de hacer lo necesario de su parte


para contribuir a
que el deudor se desobligue, cuando �ste quiere
pagarle: en una
palabra, tiene la obligaci�n de recibir el pago (cons.
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 79

art. 505, inc. 4�, 729-56 a 66, �337, 1427-30-1, 1611, etc. ; Huc, VIII,
85 y 93; Baudry, XII, 1621 y ss. ; Saleilles, Obligation, 38 y ss. ;
Rossel, Droit federal des obligations, 119; Giorgi, II, 81 y ss. Chi-

roni, 34; Barassi, II, 216; Crescenzio y Ferrini, 623 y ss. y ap�n
dice I ; "Windscheid, II, 344 y ss. ; Crome, Teorie fondamentali, 17,
y en Zaehariae, II, 302, n. 1; G. Scuto, La mora del creditore, 1905).
Es lo que ocurre con el acreedor de una prestaci�n de dar, que
se niega a recibir lo que se le entrega, so pretexto de que es otra
la cosa debida, o de que faltan cantidades o accesorios, etc. Lo pro
pio acaece cuando tiene el derecho de elecci�n en una obligaci�n de
prestaci�n indeterminada (art, 641, 766, etc.), y no lo ejerce en el
plazo debido; o cuando debe ir a buscar la prestaci�n en un lugar
dado, y deja de hacerlo ; o cuando tiene que � posar � para el cuadro
o la estatua que haya convenido; o cuando no permite crue alguien

obligado a hacer haga lo que debe (prestar un servicio de depen


diente, de artista de teatro, etc. ; cons. al segundo respecto, la nota
jurisprudencial de A. Musatti en la R. D. Comm., 1910, 761) ; etc.
Parece evidente que en todos esos supuestos, el acreedor que se
niegue a realizar el acto necesario para que el deudor se desobligue,
agrava la situaci�n de �ste, que as� resulta perjudicado: por ejem
plo, debe conservar la cosa (lo que puede implicar gastos de dep�
sito, remuneraci�n del depositario, hasta gastos de alimentaci�n si
se trata de un animal, etc.) ; adem�s, le inutiliza los gastos y el

tiempo crue haya debido emplear el deudor en la diligencia del pago


(transportar la cosa, suspender la ejecuci�n de otros cuadros o es
tatuas, etc.) ; finalmente, obligar�a al deudor a seguir cargando con
los riesgos (deterioros, destrucciones, etc.), de que se habr�a librado
con el pago. No hay principio jur�dico en que pueda apoyarse tal

inconducta del acreedor, que, en esos sentidos, puede estar perfec


tamente en mora,

98.
Requerimiento. Esa mora se gobernar� por los princi

pios de la del deudor, que es la com�n, pues no hay r�gimen espe


cial a su respecto en el c�digo, dentro de las limitaciones, sobre todo
� penales
�, que no pueden dimanar de interpretaci�n anal�gica o
extensiva, compatibles con lo distinto de las situaciones.
De consiguiente, el acreedor no estar� en mora mientras el
deudor no le requiera, Y. el requerimiento podr� ser verbal o es
crito, y hasta resultar, como cualquier manifestaci�n de voluntad,
en forma t�cita y aun presunta, como en los supuestos de la mora
del deudor, cuando, por ejemplo, sea in�til la interpelaci�n, o cuando
la fijaci�n del plazo haya sido el � motivo determinante � que ya co

nocemos.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
oq

En ese requerimiento tiene el requisito de fondo (cuando no


se

haya, claro est�, mora convenida o mora ex re) de la mora acci-


el acreedor
corresponde a lo com�n de las situaciones
:
piendi, pues
la cosa deb�dale,
debe ejecutar un acto (� posar �, elegir, ir a buscar
del deudor, la entrega
etc.). Mas cuando se requiera el acto propio
de lo adeudado, entonces ser� menester algo m�s :
la oferta, positiva
del respectivo cumplimiento, y
y no labial, como dice Windscheid,
que entre nosotros est�
limitada a la consignaci�n judicial, al rev�s
� reales � he
de lo que pasa en Francia, donde se tiene las ofertas
chas por intermedio de un ujier, y que preceden a la consignaci�n

judicial.
Sobre ello puede haber dificultad.
99. Imputabilidad. �
no

Lo eme no es tan f�cil es otra cosa. Prescindiendo de un aspecto que


no corresponde estudiar aqu�, porque tiene lugar propio (el medio
de eme puede echar mano el deudor para liberarse haciendo el pago
resistido por el acreedor, y que es el aludido de la consignaci�n,
legislado en los art. 790 a 800), y que ofrece varias dificultades, es.
preciso hacer hincapi� en una situaci�n interesante y delicada.
�Cu�les son los requisitos de la mora del acreedor?
El asunto supone una dilucidaci�n previa. El acreedor que no
se allana a que el deudor pueda exonerarse, y que en tal virtud no

va a buscar su prestaci�n, o se resiste a recibir un pago ofrecido � es

un deudor que viola una obligaci�n, como ser�a la de recibir dicho

pago? Es lo que se diseut�a en derecho alem�n, donde se ha llegado


a negarlo ante lo resuelto por el respectivo c�digo (art, 293 y ss.),

que no autoriza al acreedor en mora justificaci�n alguna, ni aun la


del caso fortuito (Saleilles, Obligation, n� 41). Pero entre nosotros
no cabe resolver en ese sentido. -En nuestro derecho no hay respon

sabilidad objetiva, diremos as�, s�lo determinada por el hecho ex


terno del da�o irrogado : tambi�n se requiere imputabilidad. Ser�
esto conveniente o no. Cabr� sostener la improcedencia de tal solu
ci�n con todaserie de consideraciones que surgen del buen de
una

recho moderno (abuso del derecho, da�o objetivo, etc.). Ello es ajeno
a nuestro que en los art�culos antes citados
c�digo, exige aquella
doble condici�n del da�o y de la imputabilidad. De consiguiente,
el acreedor (que es a tales respectos un verdadero deudor, por m�s

que lo nieguen Huc y el mismo Crome, y as� un obligado) no res


ponde, lo propio que el deudor, sino de la mora que le sea imputa
ble, de la mora producida por su culpa. Cuando, pues, quepa la
justificaci�n que se admite en favor del deudor (que en principie
se resuelve en lo
que se llama caso fortuito, que estudiaremos dentro
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 81

el acreedor estar� en mora y


de poco, prop�sito del art. 513),
a no

no responder� por da�o alguno.


1 00. Efectos. �

Queda otro punto : � cu�les son los efectos de

la mora del acreedor?


En la doctrina y la legislaci�n alemana se admite que son va
rios: el deudor queda justificado y parcialmente liberado, adem�s
debida y de merecer una in
de poder hacer abandono de la cosa

demnizaci�n.
con
Queda justificado, en cuanto su propia mora se compensa
la del acreedor, si �ste ella, y en cuanto,
ha incurrido tambi�n en

fuera ele eso, no ser�a pasible de las penalidades convenidas (por


ejemplo, una cl�usula penal) para el caso de que retardara, por
ejemplo, el cumplimiento de su propia obligaci�n de deudor (arg.
de los art, 510 y 1201; C�m. civ. Ia en J. T V�911, 165). .,

Queda parcialmente liberado, en cuanto los riesgos de la


cosa

debida (deterioro o p�rdida) no siguen siendo a su cargo, seg�n es


de regla ordinaria (art. 764 a 6), y van a afectar al acreedor, que,
es el supuesto), no s�lo
por un hecho suyo que le es imputable (tal
no puede agravar la situaci�n del deudor, sino que, adem�s, y por

eso mismo, debe sufrir las consecuencias de su acto. Efectivamente,

si el acreedor hubiera aceptado el pago hecho en tiempo oportuno,


el deudor se habr�a librado de la obligaci�n de soportar esos riesgos
posteriores a la entrega. De ah� que no tenga por qu� cargar con
ellos .

Puede hacer abandono de la cosa debida, como se dispone en

el c�digo (art. 303) cuando se trate de inmuebles que deben


alem�n
ser restituidos. Pero en nuestro c�digo se resuelve diversamente:

el abandono del inmueble dado en locaci�n no procede (art. 1564 y


1611-2) ; el locador est� obligado a diligencias judiciales natural
mente molestas, en vez de poder recurrir a lo expeditivo de la jus
ticia privada del abandono, que no perjudicar�a al acreedor o loca
dor, por lo mismo que �ste se hallar�a en condiciones de poder pro
veer de inmediato. Lo propio ocurre en los casos de los art�culos

1430-1 y 2211, de acuerdo con la norma de los antes citados art�cu


los 764 a 6.
En cuanto a la deuda de intereses moratorios en las obligacio
nes dedinero, que la mora del acreedor libera al deudor a tal
creo

respecto. Las razones en contrario de "Windscheid (II, 346, n. 7) no


son decisivas en nuestro derecho, en que de ordinario el deudor con

signa lo debido, por donde no goza m�s del importe adeudado.


Adem�s, tiene derecho a una indemnizaci�n. Esta se medir�a,
seg�n las reglas que se ver� dentro de poco (n� 146 y ss.), de
Colmo, Ohlig.

T. I 6.
no DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

acuerdo con los perjuicios irrogados al deudor: los trabajos que


en el pago ofrecido
haya efectuado, el tiempo que haya- empleado
etc.
y rechazado, los gastos que haya realizado,
Finalmente, y si quiere su liberaci�n completa, puede pagar por
debe (art. 756 y ss.).
consignaci�n, depositando judicialmente lo que
101. Cesaci�n. �

La mora del acreedor cesa, en principio,


como la del deudor.
allane recibir lo de
que el acreedor
a
Primeramente, desde se

bido ejecutar el hecho (� posar �, ir a buscar la prestaci�n, etc.),


o a

sin perjuicio de su responsabilidad hasta entonces (c�d. brasile�o,


art. 959, inc. 2o).
Tambi�n puede cesar si el deudor opta por la resoluci�n que
pueda corresponderle, ya por ley (art. 1430), ya por convenci�n,
siempre sin perjuicio de la responsabilidad del acreedor hasta ese
momento.
Laimposibilidad inimputable de la prestaci�n, y la innecesidad
consiguiente de recibirla, tambi�n la har�an cesar (art. 888), lo
mismo que la renuncia o el perd�n del deudor, seg�n es de regla
corriente (art. 868, inc. 2�).
C. 102. De las dos partes.

Finalmente, el supuesto de la

doble mora en las obligaciones rec�procas, legislado en el art�culo


510, tiene su explicaci�n m�s adecuada a prop�sito del an�logo pre
cepto del art�culo 1201, precisamente porque se trata de la mora
t�picamente contractual, por donde corresponde al estudio de los
contratos (cons, por lo dem�s, C�m. civ. Ia, en J. T.,
V|911, 165,
y IXJ913, 168-9; C�m. civ. 2a en J. T'., X|914, 165; S. C, 13, 166 ; 24,
118; 90, y en J. T., VIII|914, 3, etc.). �

III- �

103. Dolo. �

De las dos circunstancias o factores de


imputabilidad que se refieren al incumplimiento de la obligaci�n
(aunque accesoriamente puedan jugar en lo que se refiere al re
tardo, desde que hay mora culpable como puede haberla dolosa),
el dolo no merece consideraci�n particular, pues es
propio de otro
curso .

Basta, entonces, una ligera recapitulaci�n de los principios res


pectivos (art. 931-5, y 1067 y ss.).
Hay dolo cuando conscientemente se realiza un acto en per
juicio de otro. Ese elemento intencional lo distingue de la culpa.
En un acto culpable tambi�n se causa
perjuicio, pero por negligen
cia, por desidia, por inadvertencia, etc., seg�n se ver� poco m�s
adelante. La omisi�n dolosa equivale al
dolo, pues no es otra cosa:
la calidad positiva o negativa del hecho en nada
desvirt�a las con
secuencias correspondientes ni la situaci�n
psicol�gica del agente.
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N
$3

Prescindiendo de lo que al respecto es peculiar a la nulidad


"de los actos jur�dicos dolosos, y que no nos concierne directamente
por ahora, pues estamos estudiando el asunto s�lo con relaci�n a la
responsabilidad por la indemnizaci�n de da�os e intereses, cabe
-advertir que los art�culos 506-7 especialmente consagrados por el
c�digo al asunto en materia obligacional, pudieron ser omitidos.
He aqu� el texto de ambos: El deudor es responsable al acree

dor de los da�os e intereses que a este resultaren por dolo suyo en

��l cumplimiento de la obligaci�n; El dolo del deudor no podr� ser


dispensado al contraerse la obligaci�n.
El primero no agrega nada a los preceptos generales de los
-art�culos 1067-77, etc. Y el segundo est� repetido en el art�culo 502,
que expresamente fulmina las convenciones que tengan causa (ob
jeto, prop�sito, fin, etc.) il�cita. Por lo dem�s, y al rev�s ele lo que
pasa en lo com�n de los supuestos en materia de culpa, seg�n se
ver� dentro de poco (n� 110), el dolo tiene que ser probado
por
--quien lo alegue, pues por su gravedad, y su consiguiente car�cter
-excepcional, no puede ser presumido (art. 2362, 4008, etc.; C�m.
�civ, 179, 373).
IV. Culpa. �

A. Generalidades.
104. Prenociones y bi

bliograf�a. En cambio, ser� menester- insistir con


alg�n deteni
miento en punto a la culpa, legislada en estos t�rminos en los ar
t�culos 51.1-2: El deudor de la obligaci�n es tambi�n
responsable de
dos da�os e intereses, cuando por
culpa ha
propia dejado
de cum
plirla. La culpa del deudor el
cumplimiento de la obligaci�n
en

consiste en la omisi�n de aquellas


diligencias que exigiere la natu
raleza de la obligaci�n, y que
correspondiesen a las circunstancias
�de las personas, del tiempo y del
lugar.
He aqu� algunas indicaciones
^
bibliogr�ficas al respecto, que
-^er�n esta vez un tanto
prolijas, con relaci�n a fuentes y a derecho
contempor�neo, por lo dif�cil del asunto : Mackeldey, 342 y siguien
tes; Molitor, I, 185 y siguientes y 194 y siguientes;
Maynz, II, 258
,y siguientes; Van Wetter, I, 12-3;
Zaehariae, III, 548; Girard, 652
y siguientes; Toullier y Duvergier,
III, 2a parte, 230 y siguientes;
Mourlon, II, 1199 y siguientes; Demolombe, XXIV, 382 y siguien
tes; Demante y Colmet de Santerre, V, 54 y
siguientes; Duranton,
X, 397 y siguientes; Marcado, IV, 505 y siguientes; Aubry
y Rau,
IV, 308, 2�; Larombi�re, I, 395 y siguientes; Baudry,
XI, 346 y
siguientes; Planiol, II, 235 y siguientes y 871 y siguientes; Colin y
Capitant, II, 7 y siguientes; Saleilles, Obligation, 15 y siguientes y
331 y siguientes;
Crome, Teorie fondamentali, 11; Ro�sel, Droit cus
obligations, 169 y siguientes; Ihering, De la faute en droit
priv�
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
g�

(trad. Meulenaere) Giorgi, II, 18 y siguientes; Chironi y Abello^


;
520 y siguientes; Chironi, La culpa contractual; Polacco, Obbliga
e la colpa:
zioni, 101 y siguientes ; Pacchioni, La colpa contrattuale
258 y ss.) -,
aquiliana (en Rivista di diritto commerciale, 1905, II,
Eludes sur la-
Fromageot, La faute en droit priv�, 1891; Planiol,
C�zar-Bru y
re sponsabilit� civile (en Revue critique, 1905-6 y 9) ;
du droit, 1906 �.
Morin, La responsabilit�, la faute, le risque, l'abus
Fadda, II buon padre di famiglia, nella teor�a della colpa, 1901;
F. Leone-
Chironi, nota jurisprudencial en R. D. Comm., 1915, 111;
en R. D. Civ., 1913, 84 y siguientes, y 1915,
577 y 'siguientes ; etc..

Entre los etc�teras ocupan lugar especial las obras relativas a la

responsabilidad objetiva y al abuso del derecho (citar� algunas m�s.


adelante, n� 112), donde se ver� espiritualizada y en parte desper-
sonalizada esta noci�n de la culpa hasta ahora tan romanista y
subjetiva .

105. Especies. verdad que, como en materia de-


��

Si bien es

dolo, el c�digo contiene en punto a culpa los principios generales en


la secci�n de los hechos y en los t�tulos de los actos il�citos, por
donde es all� donde debe realizado el estudio que cuadra, es tam
ser

bi�n verdad que en el derecho tradicional, como es el nuestro, se?

quiere ver dos clases de culpa, la delictual o extracontractual y la.

contractual, como se ver� en los desenvolvimientos que van a seguir.,


Cierto que, as� y todo, la culpa contractual debiera ser estu
diada entonces junto con los contratos. Pero la circunstancia de que
en c�digo no se estatuya nada al respecto en el t�tulo de los con
el
tratos (a diferencia, seg�n se ha visto, de lo que ocurre en punto a
mora rec�proca), y de que aqu� en las generalidades sobre obliga

ciones se explaye en los dos preceptos transcriptos, me decide a rea


lizar su an�lisis en la presente oportunidad. Por lo dem�s, ya se
ver� que no hay necesidad alguna de establecer ese distingo de
culpa contractual y no contractual, pues no hay m�s que una sola.
culpa .

As�, no corresponde insistir acerca de las especies que en ella.


se quiere ver. Adem�s de las dos indicadas, se querr�a otras dos,

de derecho contempor�neo, en las llamadas culpa in contrahendo y

culpa precontr actual, � cuyo respecto, y por ser ellas relativas a la


formaci�n de los contratos, habr� de explayarme en el estudio de
los contratos.
La primera de ambas (Ihering, CEuvres choisies, II, cap. V;
Saleilles, Obligation, 153 y ss. ; Baudry, XI, 362; Polacco, Obbliga
zioni, 118 bis; Giorgi, II, 19, y III, 270 y ss. ; Chironi y Abello, op. cit.r.
481 v ss. : P. Roubier Essai sur la responsabilit� pr�contractuelle^
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 85

-47 y ss. ; R. Seeber en la Revista de derecho, historia


letras, 1910, y
julio a septiembre, 172) tiene que ver con los hechos imputables en
cuya virtud caduca un contrato que ya ten�a alguna existencia ju
r�dica : la cosa vendida, por ejemplo, era ajena ; la oferta mandada
queda sin efecto por incapacidad o muerte sobreviniente del ofer
tante, bien porque en su transmisi�n ha sufrido modificaciones
o

que la desvirt�an (el ofertante quer�a comprar, y el telegrama re


cibido por el destinatario reza vender; el ofertante quer�a comprar
4 o 5 barriles de
vino, y el telegrama consigna 405, etc.).
La segunda (Saleilles, Responsabilit� pr�contractuelle, en R.
T. I). C, 1907, 697 y ss. ; Carrara, I, 11 a 13 ; Roubier, op. cit.,
122 y ss.) juega en los per�odos preliminares del contrato: en las

-conversaciones, tanteos, exploraciones, acuerdos parciales, etc., que


resultan indispensables en los contratos complejos o importantes,
hasta llegar al momento en que, como en el caso de la culpa in con-
irahendo, que no es m�s que el aspecto final de tales per�odos, haya
valores jur�dicos en juego.
Como se ve, no se trata de culpas nuevas, sino simplemente de
liases modales de la culpa com�n, pues lo mismo que �sta entra�an
hechos inintencionalmente imputables que imponen una responsa
bilidad.
B. Culpa del deudor. �
1� Criterios de apreciaci�n. �

106.
Concreto y abstracto. �

Comencemos por la culpa com�n: la del


deudor.
En cuanto a las formas de apreciaci�n de la caben dos
culpa,
fundamentales: la abstracta y la concreta. En el primer supuesto
se la aprecia con relaci�n a un
tipo de convencional idealidad: bo-
�nus pater familias de los romanos, el comerciante honesto y leal del
�c�digo alem�n (tal fu� el
pensamiento originario del actual art. 276,
que en el fondo todav�a le
responde), etc. As�, incurre en culpa
quien se conduzca en modo que no corresponda al de un buen pa
dre de familia o al de un comerciante. honesto
y leal, quien sea ne
gligente (omiso, imprevisor, etc.) como no lo ser�an esos tipos huma
mos, que corresponden a lo que pudiera llamarse el t�rmino medio
�de los individuos sociables (cons.
Fromageot, op. cit., 39 a 41).
En el segundo supuesto se prescinde de esas idealidades huma
nas, y se hace hincapi� en las circunstancias de cada caso : la mayor
o menor
capacidad psicol�gica del agente, la mayor o menor cultura
imperante en el medio respectivo, el mayor o menor apremio con
que haya debido obrar el agente (y que le ha permitido una visi�n
menos completa o m�s l�cida de las cosas
y de la situaci�n), la na
turaleza del v�nculo (en el comodato, el comodante
presta un bene-
DE LAS OBLIGACIONES F.N SI MISMAS
gg

ficio al obligado o comodatario, al paso eme dep�


el obligado en un

sito, como esdepositario,


el quien presta
es deposi un servicio al

tante, por donde las respectivas responsabilidades no pueden ser-

parejas: de ah� nuestros art, 2202 y ss. y 2266 y ss.), etc.; toda
cuanto condiciona el caso debe concurrir para la apreciaci�n que
cuadra.
Parece eme hay como una antinomia entre ambos criterios: el
primero, general, r�gido, m�s de una vez injusto, etc.; el segundo,..
individualizado, variable en todos los casos, ajustado a las contin
gencias ambientes, etc. Sin embargo, no corresponde exagerar tal
oposici�n, que lo es m�s en las palabras y en los principios escritos
crue en la realidad. El tipo del padre de familia D del comerciante^

honesto y leal, puede ser forjado con arreglo a las circunstancias:


ser�a dif�cil que un juez sensato pretendiera que en nuestro pa�s:
puede haber un tipo inmutable, cpie deba conducirse- de igual suerte-
en Buenos Aires o en las monta�as de Catamarca o Jujuy. Adem�s,

la apreciaci�n concreta supone siempre un principio de fondo crue-


la oriente: �cu�ndo dir� un juez que en tal o cual situaci�n ha ha
bido culpa ele parte ele un obligado, sino cuando vea que en esa si
tuaci�n se ha incurrido en omisiones o imprevisiones indisculpables?
Pues bien, lo indisculpable de esas omisiones o imprevisiones no
puede resultar sino del juicio comparativo que se establece, hasta
sin pensarlo ni quererlo, con relaci�n a lo que en dicha situaci�n
hubiera hecho (o no hecho, seg�n los casos) el t�rmino medio de los-
individuos, lo com�n de la gente, precisamente porcrue las leyes son
hechas no para lo excepcional sino para lo cpie es de regla, sin per
juicio de epie se las acomode luego a las contingencias que corres
pondan. De ah� que, en definitiva, no haya diferencia fundamental
entre los dos criterios, si se sabe aplicarlos. Y de ah� que ambos se

complementen rec�procamente. Lo �nico interesante es que se


sepa encuadrarlos para poder interpretar la realidad de las situa
ciones, pues, evidentemente, no son �stas las que deben estar subor
dinadas a las leyes sino al rev�s, seg�n es de derecho com�n. Las-
leyes son actos voluntarios (en buena medida) ; los actos del dina
mismo humano son producto fatal y l�gico ele su ambiente. Por eso,
y aparte las leyes o principios de fondo, que cristalizan lo institu
cional y vital de la organizaci�n y del determinismo colectivo, las
leyes que (como en el caso de la culpa) se refieren a situaciones de
hecho, deben dejar amplio margen a la apreciaci�n circunstancial,
a objeto de
que tales situaciones de hecho no resulten traicionadas-
por aqu�llas.
107. Gradaci�n romanista de las culpas. �

Aun dentro de>


EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 87

cualquiera de los criterios susodichos, se pretende la existencia de


criterios subalternos para la apreciaci�n de la culpa.
Algunos quieren hacer revivir la gradaci�n romanista (no pro
piamente del derecho romano, sino de sus ex�getas) de la culpa
grave, leve y lev�sima. La primera (ordinariamente asimilada al
dolo en sus efectos) estribaba en non intelligere quod omnes homi-
nes intelligunt. La segunda, en no entender lo que habr�a entendido

un homo diligens, un studiosus o bonus pater familias. La tercera

en no entender lo que habr�a entendido un diligentissimus pater fa

milias (Digesto, L, 16�, 213, � 2, 223 y 226).


Como todo lo que en derecho est� sujeto a cartabones m�s o
menos fijos, tal criterio presenta el grave inconveniente de su rigi

dez y de la imposibilidad de hecho para establecer los grados indi


cados (v�ase la nota del codificador al art. 512). De ah� que no se
lo siga hoy en parte alguna. Ello sin perjuicio de que el c�digo (lo

propio que sus modelos, y lo propio que c�digos bien recientes y


sabios : civil alem�n, 599, 680, ete. ; comercial alem�n, 457-61, etc. ;
suizo de las obligaciones, 420, etc.) en m�s de un supuesto concreto
o particular eche mano de algunas de tales expresiones, sobre todo

-
de la primera (art. 461, 2266-91, etc.) ; pero no porque obedezca
all� al romanismo aludido, sino simplemente porque se trata de cosas
de apreciaci�n, encuadrables en la regla general del art�culo 902,
exactamente como en los casos de los art�culos T525 o 2125-64, donde
tambi�n se habla en esa forma de encarecimiento conceptual (�de
fectos graves � de la cosa alquilada, que dan derecho para resolver
la locaci�n ; cargas o vicios � importantes �, que autorizan, respecti
vamente, la evicci�n o la redhibici�n; lo propio se tiene en muchos
otros casos, de entre los cuales apunto los de los art. 1759-71, a pro

p�sito de que la sociedad puede disolverse cuando fallece un socio


� importante � o cuando se
pierde una parte tambi�n � importante �
del capital social, etc.).
La doctrina de Toullier y otros, de crue se responde en prin
cipio de cualquier culpa, aun de la llamada lev�sima, carece de todo
asidero en nuestro c�digo, sea cual fuere el fundamento que pueda
tener en derecho franc�s. No hay texto que as� resuelva en nuestro

c�digo. Lo que es m�s, el art�culo 512, que es una simple conse


cuencia de los preceptos fundamentales de los art�culos 902-9, est�
demostrando que entre nosotros no hay regla fija alguna, a menos
que se la quiera ver en el principio de que la culpa ser� apreciada
con relaci�n a las circunstancias.
108. Soluci�n del c�digo. �

Todo lo que hay entre nosotros


es la regla general de dicho art�culo 512, modificada excepcional-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
���

en ciertas
mente, y por razones que derivan de esa misma regla,
obligaciones contractuales, como son las del comodatario, del gestor,
del depositario, consiguiente, la soluci�n no puede ser m�s
etc. De
sabia. Y de ah� que se haya podido resolver, por ejemplo, que puede
no haber culpa en un embargo ilegal que luego es revocado (C�m.

civ. 2a en R. �. J., I, 31).


2� Culpa contractual y culpa delictual. �

109. Prenocio
nes. �

Pero es positivo, como anunciado, que no hay necesi


ya he
dad alguna de establecer diferencia alguna entre la culpa contrac
tual y la extracontractual o delictual (empleado este �ltimo concepto
en sentido amplio, para abarcar tambi�n el cuasidelito).

Desde luego, porque en los precitados art�culos 902-9 y. 1109,


tenemos todo cuanto es indispensable, por donde los art�culos 511-2
no hacen m�s que repetirlos.
Fuera del c�digo, y en el terreno del derecho, el hecho culpable
es tan nocivo en un contrato como fuera de todo contrato, desde
crue entra�a la violaci�n de una obligaci�n tan preexistente en un
caso como en otro. De ah� que corresponda ser legislado, lo propio
que el hecho doloso o lo mismo que cualquier hecho voluntario l�
cito, en lo general de los hechos.
Es verdad que se arguye en contra con varias cosas.

Se dice : Io que la culpa contractual


se presume, al paso que no

sepresume la delictual ; 2� que la culpa contractual es menos intensa


que la delictual, por donde la indemnizaci�n debe ser inferior en
el primer supuesto; 3o que la indemnizaci�n debida por culpa con
tractual es una compensaci�n, es una reparaci�n, mientras que la
derivada de la culpa delictual es una pena.
110. Si difieren en la presunci�n legal. Lo primero es par �

cialmente cierto. El acreedor de una obligaci�n contractual incum


plida, s�lo tiene que probar, cuando act�a judicialmente por ese
incumplimiento, la existencia de la obligaci�n, vale decir, su dere
cho, sin necesidad alguna de demostrar tambi�n el incumplimiento.
Es el deudor, que pretenda haber cumplido, quien deber� suminis
trar la prueba del hecho. La raz�n es de toda obviedad en derecho

procesal : el acreedor no puede probar el hecho negativo del incum


plimiento; el deudor est� en buenas condiciones para demostrar el
hecho positivo del cumplimiento (con testigos, con recibos, etc.).
Pero ello es as� porque de ordinario la obligaci�n del deudor con
siste en un hecho positivo (pagar, entregar una cosa, prestar un
servicio, etc.). Si, al contrario, su obligaci�n fuese de no hacer, en
tonces la situaci�n se invierte : el acreedor debe
justificar lo positivn
del hecho el cual ha violado el
con se no hacer debido. Y es eso, cabal-
efectos de la obligaci�n �9

mente, lo que acontece en obligaciones delictuales : el deudor


las
est� siempre obligado a no hacer (no violar el derecho ajeno: el
nombre, el honor, la' integridad f�sica, etc.) ; de ah� que no sea el
deudor quien deba probar lo negativo de la no violaci�n de ese de
recho, sino el acreedor, por lo mismo que puede demostrar lo posi
tivo del hecho del deudor en crue tal violaci�n se contiene (cons.
Huc, VII, 143; Planiol, II, 887 y ss. ; Fromageot, 209-10; Ricci,
Trattato delle prove, I, 30 ; Lessona, Prueba en derecho civil, I, 115 ;
Chironi, Cidpa contractual, 322. V�ase, adem�s, los siguientes fa
llos: C�m. civ, 30, 370; 86, 96; 121, 100; 128, 397; 151, 251; 157,
159; S. C, 91, 312; 104, 54; 112, 221*; C�m. civ. Ia en J. T VI|912,
.,

146) .

111. Si difieren en intensidad. Lo segundo es tradicional.


In le ge Aquilia et culpa levissima venit, dec�a una ley romana (Di


gesto, XLIV, 9�, 2). Y ya se ha visto que en materia contractual
s�lo por excepci�n se responde de esa culpa �levissima'�. Adem�s,
parece que nuestro c�digo distingue en lo que respecta a la indem
nizaci�n : s�lo se responde por las consecuencias � inmediatas y ne
cesarias � cuando se trate de obligaciones contractuales (art. 520) ;
al paso que la responsabilidad puede llegar en las obligaciones de
lictuales a las consecuencias � mediatas � (art. 904) y aun a las � ca
suales � (si se quiere interpretar con estrictez ciertos preceptos no
del todo claros, como los de los art. 905 y 1109, el segundo de los
cuales parece asimilar tal responsabilidad a la que existe en materia
de delitos, vale decir, en materia de hechos dolosos y no ya simple
mente culpables, lo que har�a procedente la aplicaci�n de los art.
906 y 1073 y ss.).
Considero que en nuestro c�digo la distinci�n es exacta, aunque
haya reparo que poner a esa interpretaci�n: el art�culo 1069, al
caracterizar los da�os e intereses que corresponden por la ejecuci�n
de un hecho delictual o cuasidelictual, se refiere expl�citamente a
lo que al respecto se dispone por el mismo en el art�culo 519; ade

m�s, y no obstante la frase final del citado art�culo 1109, en la cual


se asimila la responsabilidad culpable o cuasidelictual a la dolosa

o propiamente
delictual, el art�culo 1108, al limitar la cita de los
art�culos que sobre el punto rigen en materia de delitos, est� de
mostrando que no todos los preceptos relativos a estos son aplica
bles a los hechos culpables o cuasidelictuales. As� y todo, los art�culos
904-5 no dejar�an lugar a duda. De ah� que las explicaciones de
Planiol (II, 885) no resulten aceptables para nosotros.
Pero es que habr�a que demostrar que el c�digo ha tenido raz�n
en establecer ese juego diferente para situaciones que son id�nticas
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
go

(como sostiene Larombi�re, I, 410-1, y V, 689, y como pretender�a


Fromageot, 16 y ss.) : en una como en otra se tiene un hecho culpa
ble, la violaci�n de un derecho ajeno y la necesidad de
indemnizar el

perjuicio producido. En todo caso, ello no implica un distingo entre


las llamadas culpa contractual y culpa delictual (o aquiliana), sino
apenas una diversidad modal en
lo que toca a un doble rigor de

apreciaci�n y de indemnizaci�n.
112. Si difieren en calidad. �

Lo terceropuede entra�ar
no

otra, explicaci�n que la que se contiene en lo que precede : la indem


nizaci�n en materia delictual. supone ese doble rigor, por donde
parece m�s una pena que una reparaci�n.
Pero no hay tal. Sobre
eme nada en tal sentido precept�a el c�digo, cabe se�alar que el con

cepto de pena es ajeno al derecho civil hasta por definici�n : la in


demnizaci�n tiende, en uno como en otro caso, a reparar un per
juicio, a restablecer, en lo posible, el equilibrio destruido de un
patrimonio o cualquier valor civil de la persona (Crome, Teorie
fondamentali, 10, n. 4). De ah� que si en algunos casos la indem
nizaci�n implique una pena civil (en la cl�usula penal, en la mul

ta, etc.), ello sea. excepcional: en principio se resuelve en una repa


raci�n hoc sensu, cuando juegan intereses patrimoniales, o en una
satisfacci�n (que tiende a equivaler a aqu�lla) cuando median
intereses no patrimoniales (la salud, la integridad f�sica, el honor,
etc.). Es lo que no todos tienen en cuenta, malgrado Ihering lo
haya puesto a la evidencia en su estudio sobre el inter�s en los
contratos (CEuvres choisies, II, 155 y ss.), y no obstante que los
autores contempor�neos lo hayan precisado sobre los moldes del
maestro de Goettingen (Rolin, Prol�gom�nes a la science du droit,
75 y 152 y ss.).
Tan cierto es ello que en derecho moderno se est� propenso a
pr escindirse de lo subjetivo de la
culpa o del dolo, en casos bien
importantes : la doctrina de la responsabilidad objetiva tiene en
cuenta, por sobre todo, el hecho del da�o causado, cabalmente por
que con imputabilidad psicol�gica o sin ella, el da�o se ha produ
cido, el desequilibrio patrimonial y jur�dico ha surgido, por donde
corresponde restablecerlo de parte de quien sea el autor del hecho
(cons. Colin y Capitant, II, 356 y ss. ; Roubier, Responsabilit� pr�-
contractuelle, 101 y ss.).
Es lo que pasa en materia de abuso del derecho, en cuya virtud,
y no obstante el. principio de que neminem laedit qui jure siw utitur,
expl�citamente consagrado en nuestro art�culo 1071, se ha llegado
a resolver en m�s de una
legislaci�n (c�d. alem�n, art. 226; c�d.
civil suizo, art. 2o, inc. 2o; etc.) que el ejercicio de un derecho puede
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 9J

resultar abusivo, cuando, sin representar una ventaja para el titu


lar, entra�a un perjuicio para otros, de acuerdo con la conciencia
jur�dica ambiente (cons. Planiol, II, 871 y ss. ; Colin y Capitant,.
II, 371 y ss. ; Saleilles, Obligation, 310 y ss, D�claration de volunt�*.
299 y 300 ; Rossel y Mentha, I, 67-8 ; Chironi, Colpa extra-contrat-

ti�ale, 519 bis; Josserand, L'abus du droit, 1905; dos art�culos de J-


Charmont y de M. Dessertaux, publicados en la Revue trimestrielle
de droit civil, 1902, 113 y ss, y 1906, 119 y ss. ; Roubier, op. cit., 120
y ss. ; G. Ripert, L'exercise des droits et la responsabilit� civile, en
Revue critique de l�gislation et de jurisprudence-, 1906, 352 y ss. ;.
Tedeschi, L 'abuso del diritto, 1911; P. Roussel, L'abus du droit r

1914; etc.).
Y es lo que m�s particularmente pasa en punto al riesgo pro^
fesional de los accidentes del trabajo : fuera de toda culpa del pa
tr�n, y aun mediando la misma culpa (a veces hasta la grave) del
obrero, �ste tiene derecho a la consiguiente indemnizaci�n en casa
de accidente. Quien crea el riesgo, tan inherente al nocivo quimismor
a la proverbial antihigiene y al peligroso maquinismo de la indus

tria moderna, debe responder por las consecuencias correspondien


tes, m�xime si se tiene en cuenta que el obrero perjudicado lo es en
su �nico patrimonio, su persona, que ha comprometido por entero'

en el trabajo, y crue ese da�o debe ser soportado por alguien que no*

puede ser el obrero mismo (cons, fuera de las obras corrientes de


derecho civil, como Baudry, Planiol, Colin y Capitant, etc., o de
derecho del trabajo, como las de Pie, Estas�n, Gonz�lez Rebollar,
etc. ; Chironi, Colpa extra-contrattuale, 579 y. ss. ; dos art�culos de
A. Wahl y de G. D�reux, publicados en la citada Revue trimes
trielle, 1908, 5 y ss. y 49 y ss. ; Loubat, Traite sur le- risque profes-
sionnel, 1906 ; Ancey, Jjes risques professionnels, 1907 ; Cabouat,:
Traite des accidents de travail, 1908 ; A. Bunge, Las conquistas de la
higiene social, I, 151 y ss. ; A. M. Unsain, Accidentes del trabajo,.
1917, c. III ; M. A. Garmendia, Jurisprudencia del trabajo, 1918, 27
y ss. y 137 y ss. ; R. Bielsa, La culpa en los accidentes del trabajo,,
1918, 39 y ss. ; etc.). Y advierto crue casi todos los pa�ses del mundo-
civilizado han convertido en ley el aludido principio, como se ha-
hecho entre nosotros por la ley 9688 sobre accidentes del trabajo.
113. Conclusi�n: unidad de la culpa. �

Todo esto nos ha ale


jado un poco ele nuestro asunto. Digamos, en resumen, que no hay
raz�n alguna para establecer diferencia entre las llamadas culpa
delictual y contractual : las dos suponen un acto il�cito y un
da�o causado, y ninguna de ellas entra�a per se un mayor rigor de
apreciaci�n y de consecuencias. De consiguiente, nuestro c�digo,
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
,q9

delic
que a �ltimo respecto hace m�s intensa la responsabilidad
este
la sugesti�n del derecho
tual que la contractual, no ha sabido sacudir
va insistiendo en
tradicional. Y en conclusi�n, el derecho moderno
esa similitud, yconsiguiente unificaci�n, que, sobre responder
en la
es id�ntica, ofrece la ventaja
con toda justicia a una situaci�n que
las soluciones legales. Tal
inapreciable de simplificar y uniformar
de entre los
es el criterio de casi todos los autores contempor�neos,
873
cuales me limitar� a citar a Baudry, XI, 355-6; Planiol, II,
368 y ss. ; Saleilles, Obligation, 331 y ss.;
y ss. ; Colin y Capitant, II,
A. Leemans, Responsabilit�
Chironi, Culpa contractual, 5 y ss. :
103 ; cons.
civile des avoc�is, 1909, 66 y ss. ; Giorgi, V, 140 ; Polacco,
las notas de G. Pacchioni, C. Vivante, B. Brugi y F. Carnelutti,
en la R. D. Comm., 1905, 117 y 258; 1908, 13; 1913, 743; 1914,

misma Rivista, 1917, 282 y ss.


.617; G. Rotondi, en esa

C. Culpa del acreedor.


114. Por lo dem�s, las situacio

nes en materia ele culpa pueden ser complejas.


Hasta ahora no he

-considerado sino la ordinaria: el culpable es el deudor. Pero tam


bi�n puede serlo el acreedor, como pueden serlo ambas partes obli
gadas, exactamente como "acontece en materia de mora.

incumplimiento de la obligaci�n se ha debido a un acto


Si el

Imputable del acreedor, mal puede pedir �ste da�os e intereses:


C�mara civil, 57, 238; 61, 285; 73, 80; 121, 230; 142, 243; 153, 379:
154, 129; S. C, 23, 519; etc. Claro est� que como la culpa del
.acreedor no puede ser presumida, el deudor tendr� que demostrarla.
Y es evidente que si los actos imputables del acreedor han podido

perjudicar al deudor, �ste podr� exigir contra aqu�l, como en el


.supuesto de la mora, da�os � intereses, si logra acreditar los extre
mos necesarios (Chironi, op. cit., I, 317-8).

D. 115. Culpa de ambas partes.


Si el incumplimiento se �

ha debido las dos partes, el buen sentido lleva a pensar inmedia


a

tamente que hay all� una como ponderaci�n rec�proca, una com

pensaci�n de las culpas, por donde nadie ser� responsable.


dos
Pero es bueno observar que hay culpa y culpa, seg�n las circunstan-
-cias : la del deudor puede ser m�s o menos compleja e intensa, la del
.acreedor puede resultar secundaria en cantidad y calidad, y vice
versa. De ah� que se imponga, una apreciaci�n prudencial en cada

caso, para huir del cartab�n fijo de aquella norma, y a fin de esta
blecer la aludida compensaci�n dentro de los l�mites de la culpa
menos importante. Tal ha llegado a resolver nuestra jurispruden
cia, despu�s de algunas hesitaciones, tanto en lo que toca a culpa
delictual como en lo crue hace a la contractual : S. C, 25, 393 ; C�m.
fed. en J. T ., VII913, 32, y en J. A., II, 880; C�m. civ, 74, 314;
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 9�

104, 221 ; 115, 233 ; 142, 180 ; 154, 56 y 123 ; 157, 53 ; C�m. civ. Ia en
J. T., VII|912, 162, VIIIJ912, 168; C�m. civ. 2a en J. T'., XI|912,
250 y 252; IV|914, 218, y en J. A., II, 466; C�m. com. en G. F .,

10|IX|916; cons. nota del Dr. L. Anastasi en /. A., I, 71; sobre


compensaci�n de culpa, las notas jurisprudenciales de B. Brugi, G.
Valeri y G. Pacchi�ni, en la R. D. Comm., 1908, 13 y 262, y 1910, 1032,.
y Coppa-Zuccari, La compensazione delle c�lpe, 1909; ello sin
con

tar las obras comunes, como Fromageot, 47 y ss. ; Chironi, I,

319; etc.
V. Caso fortuito. �

A. Generalidades. ��

116. El principio^

Tales losprincipios en materia de culpa.
He aqu� la excepci�n: El deudor no- ser� responsable de Ios-
da�os e intereses que se originen al acreedor por falta de cumpli
miento de la obligaci�n, cuando �stos resultaren de caso fortuito o-
fuerza mayor, a no ser que el deudor hubiera tomado a su cargo las
consecuencias del caso fortuito, o �ste hubiera ocurrido por su culpa,.
o hubiese ya sido aqu�l constituido en mora, que no fuese motivada

por caso fortuito o fuerza mayor (art. 513). Caso fortuito es el


que no ha podido preverse, o que previsto, no ha podido evitarse (art.
514) : cons. Fromageot, 30 y ss. ; Chironi, I, '308 y ss. ; Exner, De la-
fuerza mayor en el derecho mercantil romano y en el actual, trad..
espa�ola ; F. Japoce, Lo stato di necessit� nel diritto privato, 1917 ;.
G. Osti, Impossibilit� della prest�zione, en R. D. Civ., 1918, 209 y ss,.
313 y ss. y 417 y ss. ; A. Giovene, Impossibilit� della prestazioner
en R. D. Comm., XVI, 675 y ss, y XVII, 302 y ss.).

Malgrado su mala redacci�n, las disposiciones transcriptas son


claras el individuo que por caso fortuito o fuerza mayor ha incu
:

rrido en mora o ha dejado de cumplir, queda libre de toda respon


sabilidad. No hay all� sino una regla de buen sentido : nemo im-^
possibilia tenetur, dec�an ya los romanos (C�m. com. en G.. F.,.
27|V|917).
117. Caso fortuito y fuerza mayor. Lo que no es f�cil es

otra cosa: la caracterizaci�n del caso fortuito o fuerza mayor.


Desde luego, hay que apuntar que los dos t�rminos correspon
den a mismo y �nico concepto: la circunstancia o el hecho de
un

que el deudor incurra en mora o no cumpla por virtud de obst^�ci�os

insuperables, imprevisibles, ya por inevitables. Tan cierto-


ya por
es ello- que el c�digo emplea ambos t�rminos en perfecta sinonimia

(� caso fortuito o fuerza mayor �), al extremo de que a veces, como


ocurre en la segunda parte del art�culo 513, s�lo echa mano de

uno de ellos, el primero, como suficientemente comprensivo de los

dos. Es que realmente contemplan lo mismo en dos aspectos corre-


<)4 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

lativos : caso fortuito objetivo del hecho extraordinario, fuerza


es lo
naayor es lo subjetivo de la imposibilidad de prever o, sobre todo, de
evitar el caso fortuito. Lo prueba la circunstancia de que otras leyes
empleen ambos conceptos en sinonimia bien frecuente. Lo acredita
el mismo derecho romano (mal grado la aparente diferencia de las
.separadas definiciones de Ulpiano: la fuerza mayor es omnen vim
cui resist� non potest; es caso fortuito, quos nullum humanum con-
�silium previdere potest; que, como se ve, corresponden a la de nues
tro art�culo 513, que las ha sintetizado) : vis maior, casus maior,
o simplemente casus, vis divina, damnum f atole,
etc., eran para la
Glosa cosas iguales (cons. Van Wetter, I, 12, III). Tal es el pen
samiento de los autores franceses e italianos : Demolombe, XXIV,
553; Baudry, XI, 455; Planiol, II, 231; Colin y Capitant, II, 10;
Lyon-Caen y Renault, III, 598 y ss. ; Thaller, 1198; Thaller y
Josserand, Les transp�rts, 570 y ss, los distinguen; Polacco, 83;
Chironi, I, 308 y ss, y II, 538 y ss. ; Vidari, IV, 3224 y ss. ; Bo-
nelli y Bruschettini, IV, 61; Vivante, IV, 2176; Navarrini,
III, 980;
etc. Y tal es la soluci�n de nuestras leyes, que suelen
emplear ambos
-conceptos ya en sinonimia de repetici�n (�caso fortuito y fuerza
mayor �, � caso fortuito o fuerza mayor � : art. 513, 889-93, 1568-70,
'2202-3-69, etc., o en sinonimia de exclusi�n (�caso fortuito� en los
art�culos 514, 789, 892, 1572, 2294, etc.; �fuerza
mayor� en los
�art�culos 1571, 2236-7, etc.) ; puede verse, fuera de las
disposiciones
citadas, las siguientes: c�digo comercial, art�culos 126-72-6-84-92,
201, 909-34, 1000-74-92, incisos 1�-9�, etc. ; art�culo 65, inciso 2�, de
la ley de ferrocarriles ; art�culo 36 de la ley de correos etc.
;
118. Es extensivo a la culpa y a la mora. No es preciso

recordar que en nuestro derecho no hay


responsabilidad sin culpa,
y que, de consiguiente, la excepci�n del casus es admisible no s�lo
con relaci�n a la
culpa hoc sensu, sino tambi�n con relaci�n a la
mora, ya que s�lo es imputable la mora culpable (n� 95). Por lo
dem�s, el art�culo 513 abarca la hip�tesis, pues no distingue.
B. Caracterizaci�n del � casus �. �

Io Doctrinas. �
119. Tra
dicionales. �

Finalmente, la indicada caracterizaci�n del c�digo


deja mucho que desear, ya que apenas si da la pauta m�s general
-al respecto: �caso fortuito esel que... �. Poco se adelanta con

ello, pues postula


se el asunto. El pronombre, determinativo,
o

�el�, se refiere a algo no fijado en el c�digo: �el� �qu�? �el


hecho? �el caso?
Todo cuanto dable inducir sobre el
es
t�pico, debe referirse a
los precedentes, sobre todo del derecho tradicional, que el c�digo
sigue, as� como a las ense�anzas del derecho actual.
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 95

En la citada obra de Exner puede ver el examen y la cr�tica


se

de las doctrinas principales: la objetiva, que se refiere a fen�menos


�naturales� (huracanes, rayos, etc.), llamados � acts of God � en
la jurisprudencia brit�nica, a � actos del enemigo � (como la guerra,
el bloqueo, etc.), a �actos del pr�ncipe� (como una resoluci�n del
gobierno crue prohiba la exportaci�n o la comercialidad de tal o
cual mercader�a, etc.), y que resulta casuista y vaga; la doctrina
ele la inevitabilidad, que conducir�a, sin norma fija, al examen
particular, in concreto, de cada uno de los casos ; la doctrina de Gold-
schmidt, con relaci�n a los posaderos, a los porteadores, etc. (recu�r
dese que la obra de Exner se limita al derecho mercantil), seg�n la
cual el casus existe en todos los supuestos en que el porteador, etc.,
no ha empleado la diligencia superior a la ordinaria que hay dere

cho para exigirle, y que el juez apreciar� racionalmente en cada


situaci�n ocurrente, la cual viene a ser as� una teor�a que tambi�n
resulta poco precisa y muy circunstancial.
120. De Exner. Exner termina por rechazar todas esas

doctrinas ; y para fundar soluci�n comienza por demostrar que la


su

responsabilidad del porteador, etc., no puede ser referida a culpa


alguna, ni real ni presunta. efecto, y�mediante ejemplos de bas
Al
tante agudeza psicol�gica y jur�dica, hace resaltar la circuns
tancia de que en el derecho romano, lo mismo que en el germ�
nico de la �poca contempor�nea, el posadero, etc., no ten�a derecho
de justificarse, de acreditar su inculpabilidad, por una raz�n bien
simple : la prueba era muy dif�cil y vidriosa. En efecto, el posa
dero o el porteador �

y con mayor motivo una empresa actual de


ferrocarriles de vapores,
o hotelero, etc., dado lo complejo de
un

los consiguientes servicios puede procurarse prueba de que no


dispone el damnificado, y hasta urdirla de mala fe, y vendr�a con


eso a quedar en mejores condiciones que �ste. Y cabe
arg�ir en
tal sentido con m�s de un ejemplo an�logo : el due�o de la casa
desde la cual se ha arrojado algo que ha lastimado a un transe�nte,
responde por ese da�o ; el horrearius, o due�o de un almac�n, res
ponde sin justificaci�n posible por la devoluci�n de lo que se le
ha entregado en custodia ; en nuestro derecho, el padre, el tu
tor, etc., responden por los da�os que causen sus hijos o pupilos,
etc. (art. 1114-6-7), y los due�os de hoteles, como los capitanes de

buques, etc., son responsables ele los da�os causados por sus em
pleados en los efectos de los viajeros, � aunque prueben que les ha
sido imposible impedir el da�o� (art. 1118-9), as� como, si bien
con menor intensidad, son igualmente responsables los due�os ele

animales o de cosas inanimadas que produzcan da�o (art. 1124-33),


DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
9g

etc. Lo puede sostener en punto a la responsabilidad pol


propio se

los accidentes del trabajo : entre los motivos que han determinado
el principio del riesgo profesional y de la responsabilidad del pa

tr�n, no es desde�able el que se refiere a la imposibilidad de probar


la culpa de �ste (Gi�e; Les institutions du progr�s social, 360).
En tal virtud, Exner concluye por hacer cargar al porteador,.

posadero, etc., con la responsabilidad por el da�o irrogado, con una


sola limitaci�n: cuando la prueba de su irresponsabilidad sea irre
fragable, cuando haya indudable casus, el porteador o posadero-
deja de responder. Y hay casus para Exner s�lo cuando el hecho
resulte � exterior �, de magnitud que lo haga notorio o p�blico, y
de car�cter extraordinario. As�, no es exterior el incendio de una.
casa comercial o industrial, pues � los accidentes interiores se, pre

sentan en regla general como asuntos obscuros �, y a menos que se-

pruebe que el fuego se propag� de afuera para el dep�sito o alma


c�n ; tampoco es exterior el da�o producido por una mercader�a
contaminada y propagado a otra mercader�a, ni siquiera el da�o
producido por una m�quina infernal recibida a bordo con declara
ci�n falsa, ni el desperfecto de una locomotora que descarrila o se-
precipita, aunque en este caso la empresa justifique la buena calidad
del respectivo material, etc. ; tampoco lo hay en el caso de que el
guarelaagujas no haga la se�al debida por raz�n de una epilepsia.
moment�nea, o en el caso en que el maquinista es v�ctima de una
apopleg�a fulminante y el tren choca o se precipita al abismo; etc..
La soluci�n parece fuerte en m�s de un caso. Exner lo reconoce..
Pero observa que lo excepcional no debe dar cuenta de lo com�n,
En cuanto a lo notorio o p�blico del hecho, se explica la limi

taci�n, ya que para Exner el asunto se determina por la dificultad


de la prueba, que aqu� no existir�a. Y en lo que toca a lo extraor
dinario del hecho, se quiere con ello excluir lo previsible o evitable-
de lo que es relativamente de vida com�n
(lluvia, tormenta, helada,
robo, etc.), para que s�lo se admita lo positivamente imprevisible
o inevitable (un hurac�n
violento, un robo por banda, etc.).
En esencia, tal soluci�n concuerda con la
tradicional, ya sub
jetiva, ya objetiva. Y el mismo Exner lo reconoce (p. 129). Lo que
la distingue de ella es la inflexibilidad de lo exterior del casus: no-
acreditada tal circunstancia, el posadero, etc., debe ser irremedia
blemente condenado, porque su responsabilidad nada tiene que ver
con su
inculpabilidad.
1 21 Soluci�n que No creo que se deba aceptar ple
.

adopto. �

namente la doctrina de
Exner, que, sin duela, ofrece la ventaja de
una envidiable
simplicidad de criterio. El examen de las circuns-
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 97

tancias propias de cada caso, no puede ser excluido, aunque se

acepte en principio, como creo que cuadra, el criterio de lo exterior


u objetivo clel hecho (como hacen Thaller y Josserand, y Bonelli y
Bruschettini, en las obras y lugares antes citados, y como hace Co
sack, II, 90). La inevitabilidad se condiciona en formas infinitas:
el golpe de una ballena puede implicar un casus para una embar
caci�n peque�a y no para un transatl�ntico; la piedra en un ca
mino puede ser evitada por un carro y no por un tren ele ferro
carril, como puede serlo por un autom�vil que viaja en plena luz
y no por el que viaja en la penumbra o en
la noche, y como puede
ser evitada por el tren que marcha lentamente en lugares urbanos

y de d�a; etc. Aun lo exterior es condicionable


: el robo com�n no
es casus, y lo es el robo hecho por una banda ; es dif�cil que se llegue

a no ver un casus en el incendio producido a bordo por la explosi�n

de una m�quina infernal recibida mediante declaraci�n falsa, si el


porteador demuestra que dentro de lo humano ha hecho de su parte
todo cuanto le era posible para examinar la mercader�a y cercio
rarse de las respectivas circunstancias; etc.

De ah� epie me parezca deba sentarse las siguientes normas :


s�lo hay casus ante un hecho exterior u objetivo que sea extraordi
nario y de una magnitud que lo haga notorio o p�blico, cosa que
deber� demostrar el mismo deudor para que as� resulte su inculpa
bilidad; acreditadas esas circunstancias, surge la presunci�n en
favor del obligado, sin perjuicio ele que la destruya el acreedor
mediante prueba en contrario ; la apreciaci�n judicial debe estar .

subordinada a lo contingente ele cada situaci�n (arg. del art, 512),


con relaci�n a las personas, a la naturaleza de la obligaci�n (ya
que hay supuestos, seg�n se ha visto, como son los de los portea
dores, etc., en que la responsabilidad es m�s intensa que en otros),
etc. Tal es, en su fondo, la conclusi�n a que arriba Osti en su tra

bajo antes citado, seg�n puede verse en los n�meros 40 a 48 y 53


del mismo. A lo mismo llega Giovene : R. D. Comm., XVII, 304-13.
Como se ve, conjugo las dos cosas primordiales que deben ju
gar en este asunto : el principio director, que Exner admite, y las
circunstancias, cpie Exner excluye. Y acepto, en tal virtud, cpie el
deudor pueda alegar en su descargo su inculpabilidad, dentro de
los expresados criterios y circunstancias, que Exner desecha. Es que
en nuestro derecho, y salvo supuestos particulares (como los antes
citados ele los posaderos, capitanes de buques, patrones en acciden
tes obreros, etc.), no hay responsabilidad donde no hay culpa. Y es

porque ni aun en la doctrina ele Exner resulta ella inadmisible,


como lo patentiza el hecho de fondo de crue acepte el casus. Tocio

T. I 7
Colmo, Oblig.

DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
98

lo m�s que puede decirse al respecto es que : Io la culpa es presu

mida, de suerte que el deudor debe destruir la consiguiente presun


ci�n presunci�n en tal sentido se hace m�s o menos fuerte
; 2o que la

seg�n las situaciones, por donde el deudor habr� de acreditar m�s


elementos de irresponsabilidad en unas que en otras; 3o que el obli
gado no podr� pretender su irresponsabilidad ante la prueba del
casus tan s�lo (la existencia de la banda de ladrones que ha robado

en la vecindad, las virtudes t�cnicas del material y de la obra ele

mano de la m�quina que explot� o se descarril�, etc.), mientras no

justifique, adem�s, el nexo entre ese casus m�s o menos general o


externo y su situaci�n propia, y mientras igualmente no acredite

que dentro del hecho nada le es imputable en punto a diligencia, etc.


En resumen, el casus entra�a la irresponsabilidad del obligado
s�lo en circunstancias especiales, e implica un asunto de grado, y no
esencial, que el juez debe apreciar en cada situaci�n dentro de los
principios de fondo establecidos (as� ha resuelto la C�m. civ. 2a en
alg�n caso: J. T XII 1 912, 211). Lo que importa entonces es que el
.,

obligado demuestre su plena inculpabilidad, a menos de casos en que,


aun sin culpa suya, es legalmente responsable (art.
1118-9, 1329,
casos de evicci�n o de redhibici�n, accidentes del
trabajo, etc.).
De ah� lo natural ele las apariencias contradictorias de cual
quier jurisprudencia sobre estas cosas, en cuya virtud se admite a
veces que el incendio, por
ejemplo, es casus en tal supuesto, y se
afirma en otras que no lo es en tal situaci�n. Ello sin perjuicio de
que la contradicci�n sea efectivamente tal, en cuanto surge no de
las circunstancias sino de lo hesitante del
criterio, cuando no de la
carencia del mismo.
121a. Obtemperaciones admisibles. �

Pero es bueno advertir


en seguida que en la
precedente conclusi�n s�lo cabe ver lo que
cuadra: principio general, no una regla absoluta, que se apli
un

car� a los casos m�s frecuentes o


comunes, sin perjuicio de las
obtemperaciones que correspondan en casos especiales.
Esas obtemperaciones son diversas.
Desde luego, el caso fortuito que excuse la mora, puede no im
plicar el casus que disuelva la obligaci�n, en raz�n de que puede
ser temporario
y cesar despu�s.
En seguida, que en las prestaci�n s�lo estriba
obligaciones cuya
en una actividad personal del deudor (pintar un cuadro, cantar
en un teatro o
concierto, etc.), no cabe la imposibilidad objetiva,
mejor dicho la imposibilidad subjetiva contiene el casus, que, as�,
con relaci�n a las
circunstancias, resulta objetivo. Es lo crue pasa si
el obligado se enferma o
incapacita, fallece, etc., sin culpa que le
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N
99

sea imputable. En tales supuestos, la obligaci�n se extinguir�, siem


pre que no proceda el distingo de la enfermedad o incapacitaci�n
transitoria, y la consiguiente posibilidad de que la obligaci�n pueda
ser cumplida, total o
parcialmente, despu�s de cesado el casus (v.
art, 627-8, 1640-2, etc.).

Adem�s, en la imposibilidad absoluta entra cualquier actividad


o prestaci�n que entra�e ilicitud. Lo dice el art�culo 888
para una
situaci�n perfectamente af�n. Tal ocurrir�a si el gobierno
prohibiera
contratar con tales ocuales personas (extranjeras,
enemigas,
etc.).
Luego, la extensi�n del casus a la imposibilidad
relativa, aun
que sea desproporcionada (para hablar con Windscheid, I, 264, 2, b), 7 7 7 7/"

.y a la subjetiva, que parece hacerse camino en algunos autores (Bau-


dry, XI, 456; etc.), no puede ser admitida con car�cter general,
pues se desvirt�a el principio de fondo y se llega a lo arbitrario
{Osti, nos 5 y 53; A. Giovene, 304 y 313).
Finalmente, la asimilaci�n que el c�digo establece en los ar
t�culos 584 y siguientes, entre la responsabilidad del
obligado a res
tituir una cosa a su due�o y el obligado a entregar una cosa
propia,
s�lo es tolerable en cuanto lo m�s
general de las normas respec
a

tivas. La primera especie de obligaciones nace del hecho de la


pose
si�n o tenencia de la cosa ajena; la segunda nace del contrato. De
ah� que las situaciones no sean id�nticas. Y de ah�
que el mismo c�
digo m�s de una vez consagre preceptos especiales respecto de la
primera: los art�culos 2212, 2272, 2431, etc., demuestran que la
simple falta de culpa excusa de responsabilidad, que el tenedor pue
de no responder propio hecho, etc. G.
por su
(cons. Osti, en el tra
bajo citado, n� 49 y ss, y lo que dir� m�s adelante, n� 889 y ss, a

prop�sito de imposibilidad).
2� Jurisprudencia. �

122. Casos diversos. �

Pasemos ya a

contemplar nuestra
jurisprudencia.
Advierto, desde luego, no estar conforme con los fallos de la
Suprema Corte (11, 193: 24, 26) en que se aplica literalmente el
texto de nuestro art�culo 514, para admitirse como casus
cualquier
hecho que resulte imprevisible o inevitable (lo mismo de la S. C.
digo
R. A., VI, I, 306). De acuerdo con los antecedentes
y principios di
rectores de nuestro derecho, se requiere lo fundamental de lo exterior
u objetivo del
hecho, lo extraordinario de su acaecimiento y lo noto
rio o p�blico ele su prueba (recu�rdese las
disposiciones legales antes
citadas, particularmente en materia civil, las de los art�culos 1118-9,
1570-1, etc.), pues s�lo ante ello es c�mo, en principio, resultan con
cebibles la imprevisi�n o la inevitabilidad legales.
As�, la enfermedad, no obstante lo bien subjetivo ele su car�c-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

implicar, respecto de un servicio que exija lo personal


obligado, un verdadero caso fortuito, si se acredita los
�extremos, por lo mismo que resulta objetiva con relaci�n
�taci�n: 8. C, 8/34; C�m. civ. 1" en J. T XII|911, 224 (se .,

"aqu� de un artista de teatro) ; nota jurisprudencial en R. T.


D. C, 1911, 807), seg�n tengo advertido poco m�s arriba. Lo pro
pio cabe sostener en punto a ebriedad: es subjetiva, y no impli
ca el casus, a menos que se demuestre los indicados extremos. Y
lo mismo es dable afirmar en lo que toca a la muerte del obligado :
es subjetiva, pero puede implicar la objetividad necesaria en mucho
m�s ele un supuesto, como ocurre en acruellos en que las condiciones
o aptitudes personales del deudor han sido el motivo determinante
de la obligaci�n (art, 626, 730, 1640, etc.), y como no acontece en

aquellos otros en que lo subjetivo del hecho es eminente (tal pasa.


en materia ele seguro de vida : art, 554 del C�digo de comercio
; cons.,
a prop�sito, el caso resuelto por la C�m. civ. Ia y que figura en la

R. L. J., II, 647).

Aparentemente, no hay nada m�s fortuito que un incendio. Sin


embargo, el c�digo restringe el asunto, con toda raz�n, a aquellos.
casos en que el incendio es notorio (art. 1572), como antes lo hi
ciera con relaci�n a cualquier casus en los art�culos 1570-1. Hay aqu�
una palmaria aplicaci�n del principio antes sentado, de acuerdo con

Exner, seg�n el cual el casus es en principio inaducible, por lo di


f�cil ele su prueba y porque en lo com�n. de las situaciones es efec
tivamente imputable al obligado. V�ase, a prop�sito, C�m. civ. Ia en
J. T., VIII 1 913, 176; y C�m. fed. en R. L. J'., IX, 419, y en J.
A., I, 29.
123. Incendio de campos por los ferrocarriles. Corresponde �

estudiar particularmente un incendio especial: el de los campos,


producido por las chispas de las locomotoras ferrocarrileras.
Aparte soluciones m�s o menos ambiguas o circunstanciales,,
que tienden a permitir a las empresas la justificaci�n de su irres
ponsabilidad (han adoptado medidas ele seguridad; han empleado-
Ios m�s adelantados aparatos, como
chisperos, ceniceros, etc.), con
sagradas en m�s de un caso (C�m. fed. en R. L. J'., VI, 990, y en.
J. T., 1910, p. 1944; VII] 911, 42;
XII|911, 83; IIJ913, 19; etc.; C�m.
fed. La Plata en J. T.,
VIII|911, 86, y XII|913, 63; etc.), Ja juris
prudencia se acent�a en el sentido que vengo
propiciando : en prin
cipio, el incendio no es caso
fortuito, y no admite justificaci�n ea
contrario.
He aqu�, desde luego, algunos fallos m�s o menos comunes:
C�m. fed. en ./. T., 1910, 258; XIII911, 97: VIIII912, 37 65:
y
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 101

VIIIJ913, 49;' C�m. fed. Rosario en J. T ., VI|911, 84; C�m. fed. La


Plata, en J. T ., 1910, 283 ; C�m. fed. Paran�, en J. T ., 1910, 2092 ;
XII �911, 138; etc.
He acru�, ahora, otros fallos en�rgicos : no hay caso fortuito
.aunque se pruebe el uso ele chisperos o ceniceros (C�m. fed. en
R. L. J., VIII, 736, y en J. T 1910, 1390) ; tampoco lo hay aunque
.,

se acredite el empleo de los aparatos usuales de precauci�n (C�m.


fed. en R. L. J'., VII, 713) ; ni lo hay aun cuando resulte que se
ha empleado chisperos ele la mejor clase, pues se trata ele un riesgo
inherente a los ferrocarriles, euie las empresas toman, o deben to
mar, impl�citamente a su cargo (C�m. fed. C�rdoba, en J. T'.,

VIJ914, 120), Este �ltimo fallo, por lo reciente y categ�rico, me


parece el m�s autorizado, y el que as� debe dar la pauta para casos
an�logos. Bastar�a con observar que, de acuerdo con la tesis de
Exner, crue he adoptado en uno de sus principios, se trata de algo
bien � interno � y plenamente imputable.
1 24. Otros casos. Veamos algunos otros casos, selectiora quce-

dan exempla, como dec�a Dumoulin para una situaci�n an�loga.


De conformidad con el principio esencial de que el hecho ha
de ser objetivo o exterior, la descompostura o rotura de un ca�o
en una m�quina a vapor, no entra�a un caso fortuito, pues no habr�a

nada m�s interno. Por eso no es aceptable, as� en general, el fallo


de la Suprema Corte (9, 339) en que se ha resuelto diversamente. Y
por eso es admisible el fallo contrario (4, 21), seg�n el cual esa rotura
del ca�o no es casus si no ha mediado temporal. Advierto que ni
aun as� es plenamente aceptable el fallo : debe tratarse de un tem

poral extraordinario, desde luego ; adem�s, puede caber alguna pre


sunci�n contra la calidad t�cnica del respectivo material, contra la
diligencia del capit�n del buque, etc.
El embargo de la cosa debida y trabado por un tercero, no es
un casus que desobligue al deudor, que por raz�n de ese embargo

no puede entregarla al acreedor : C�m. civ, 36, 144. Hay all� algo

de bien subjetivo : el deudor estaba a la vez obligado para con ese


tercero que logr� el embargo de la cosa, y pudo prever la even
tualidad. Aun cuando el embargo fuera ilegal por parte del ter
cero, el casus no ser�a admisible, pues no habr�a en el hecho gran
cosa de extraordinario, ni, menos a�n, de notorio ; y el acreedor no

tendr�a por qu� esperar a que se ventilara por su deudor y el ter


cero la respectiva contienda. El deudor le responder�a plenamente,

sin perjuicio de las acciones de responsabilidad que a su turno

correspondieran a aqu�l contra el tercero.


A prop�sito de la muerte del deudor, apunto este fallo ele la
DE LAS OBLIGrACIONES EN SI MISMAS
102

C�mara civil Ia, que figura en /. T., IV|913, 130: e� fallecimiento


del comprador por mensualidades de un inmueble, no entra�a casus:
legal que exima a sus herederos de la responsabilidad en que han
incurrido por la falta de pago de las respectivas mensualidades,,
aunque se pruebe el retardo judicial en autorizar a la sucesi�n para.
la extracci�n de los fondos destinados al pago de las mismas.
La C�mara de comercio ha resuelto eu varios casos (por ejemplo..
en el que registra la G. F. de 5|X|917) que no es caso fortuito el
transbordo innecesario epie perjudica la fruta cargada y transbor
dada; ha fallado que tampoco lo es para un ferrocarril el au
como

mento imprevisto de la producci�n agr�cola (J. T., III 1 910, 212),


desde que esa imprevisi�n deja de ser tal, por lo mismo que
hay bas
tante tiempo para precaverse al respecto (el Ministerio de agricul
tura publica estad�sticas de las �reas sembradas y de los rendimientos;

probables, cosa que, por lo dem�s, las mismas empresas ferrocarri


leras conocen mejor que nadie, validas de sus propios medios de
informaci�n).
Los mismos fen�menos puramente � naturales � dejan de ser
casos fortuitos si no son extraordinarios, etc. Seg�n la C�mara civil 1*

(J. A., II, 756), han de �salir del orden com�n�. De ah� que una
inundaci�n deba ser � violenta � (C�m. com. en G. F'.,
19jV|917)r
pues si no lo fuera no excluir�a la responsabilidad (C�m. civ. T
en R. L. J III, 312). Lo propio hay que decir de la inundaci�n
.,

meramente parcial (C�m. civ. 2a en R. L. J'., VIII, 954). La C�mara.


de comercio ha resuelto que no es casus el mal estado de las v�as
debido a una inundaci�n y a las langostas (R. L. J., IX, 225). Y se

recordar� que id�nticas restricciones son necesarias


lo que toca
en

a heladas, vendavales, etc. (as� ha resuelto la C�m. fed. en J. T.r


VIII 1 911, 27).
La guerra es, sobre todo por su intensidad, por su magnitud
y por su
notoriedad, un caso fortuito eminente: cons. un articula
de A. Wahl en la R. T. D.
C, 1915, 383 y ss, y 1917, 349 y ss; R.
D. Civ., 1916, 241 y ss,
; 1917, 249 y ss. y 506 y ss. ; C�m. com. en
R. L. J., IX, 66, y en G. F'.,
6|XII|916 y 13|VII|916.
Pasa lo propio con las disposiciones del gobierno, que equivalen
al � hecho del Pr�ncipe � del derecho tradicional.
As�, la ley que
prohibe la exportaci�n o la comercialidacl de tal o cual mercader�a,.
del oro (como ha ocurrido a este �ltimo respecto con la
ley He emer
gencia dictada en 1914 y que lleva el n� 9483). As�, tambi�n, una or
den judicial (C�m. civ. Ia en J. T.,
VIIIJ914, 114). En cambio, no
lo la orden administrativa que manda retirar ele los vagones los
es

animales atacados ele fiebre aftosa (C�m. fed. en ,/. T., Vll|912r
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N P)3

102), pues el casus habr�a sido precedido de culpa, y es as� inexcusa


ble (in fine del art. 513).
Igual criterio en otras situaciones. Por ejemplo, el robo
com�n no es casus: su prueba es poco menos crue imposible; otra
cosa ser�a si se demostrase el efectuado por una banda de ladrones
(cons. R. D. Civ., 1918, 238).
Et sic de cceteris. Pero recu�rdese las restricciones indispensa
bles para limitar el caso fortuito a lo que, seg�n las circunstancias,
sea exterior, extraordinario y ele prueba palmaria, pues s�lo en

tonces cabe afirmar que ha sido imprevisible o inevitable.


3� La huelga como � casus �. �

1 25. Generalidades. �

Es
de derecho contempor�neo otra forma del caso fortuito : la huelga.
Se sabe que consiste en la abstenci�n del trabajo por parte de los
obreros, que echan mano de tal recurso para imponerse a los res
pectivos patrones, etc., a fin de lograr cualquier mejora o medida :
despedida de un superior tir�nico, diminuci�n de horas de labor,
aumento ele salario (que es lo m�s frecuente), etc.
En su virtud, una f�brica o empresa obligada a entregar o

transportar algo o a prestar un servicio cualquiera (construir una


obra, etc.), alega como caso fortuito la huelga de sus obreros.
Al principio se admiti� que hab�a en tales casos un verdadero
caso fortuito. Luego se ha reaccionado : hay huelgas y huelgas ;
algunas son casos fortuitos, otras no lo son. Las compa��as de ferro
carriles, por ejemplo, han abusado lin poco al respecto: a prop�sito
de cualquier huelga se cre�an con derecho para invocarla y excluir
su responsabilidad por la falta de transporte en
tiempo de la mer
cader�a cargada. Los tribunales, a imitaci�n de lo que han hecho
los de Europa, han distinguido : la huelga que implique una situa
ci�n en que el personal renitente no pueda ser reemplazado", es
casus; la que no entra�e tal situaci�n,' por "muy huelga que sea, no
alcanza a constituir caso fortuito y no puede eximir de responsa
bilidad. En otros t�rminos, la 'huelga general (y esta forma es m�s
exacta cpie la anterior) es caso fortuito; la parcial no lo es. La

general es exterior, extraordinaria y notoria; la parcial no es nada


de ello. De ah� la soluci�n concordante de Exner
(op cit., 145).
Tal es el criterio hoy corriente: Baudry, XIII, 1924; Colin y Ca
pitant, II, 10; Pie, Traite de l�gislation industrielle, 326-7, y ar
t�culo del mismo publicado en la R. T. D. C, 1905, 27 y ss. ; A.
Wahl, en la misma revista, 1908, 613 y ss. ; ^Lomonaco, II, 526,
nota W de F. Degni ; E. Buloc, Le droit de gr�ve, 1910 ; P. Gonnot,
La gr�ve dans V industrie priv�e, 1912, 42 y ss. ; notas jurispruden
ciales de E. Vidari, A. Musatti y A. Sraffa en la R. D. Comm, IX,
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
-.qjL

A. Ruzo,
478 y 935. y X. 205: A. Unsain, Legislaci�n obrera, 158-60;
Pol�tica social, 127 y ss. ; etc. En punto a jurisprudencia, quiero
citando la m�s
sentar una excepci�n,por lo importante del caso,
moderna de Francia, que tomo de la R. T. D. C: 1902, 405 y 893-4;
1903, 416-7; 1904, 187, 429, 567 y 871; 1905, 351; 1906, 922; 1907,
115, 422 y 605; 1908, 739; 1910, 619-28; 1911, 814; 1912, 1013;
etc.
de nuestros
Agreg�ese a esa jurisprudencia la no siempre orientada
tribunales: C�m. com. enJ.T., IX|911, 391; VI �914, 342 ; C�m. comen
G. F., 14|VI�916; r|VIII|916 y 29 1 III 1 917; S. C. en G. F'., 30jXI|916;
C�m. fed. C�rdoba en J. T, 1910, 1392 ; C�m. fed. Capital, en J. T.,
fed. La Plata,
VIIJ912, 39; S. T. Tucum�n en J. A., II, 984; C�m.
en 3. A., III, 119.
126. La huelga �general�. �

Pero es bueno entenderse aun

con respecto a huelga general: fio es, por ejemplo, y con


la misma
relaci�n a un ferrocarril, la huelga de todo el personal ele maqui
nistas o de foguistas! �Lo es la de las dos clases de personal? �Lo
es la de todo elpersonal obrero de una empresa ele ferrocarriles?
�Lo es la de todos los maquinistas, foguistas, etc., de una regi�n
dada (por ejemplo, de la Capital) ?
El concepto es un poco ambiguo.
En principio, la del personal interno mal puede serlo, por lo
mismo que el hecho no es exterior, y por lo mismo que lo limitado
de tal huelga, por intensa que ella pueda ser con relaci�n a la res
pectiva empresa y a los intereses generales del transporte, est�
demostrando que hay alguna culpa en la empresa (es demasiado
exigente o intolerante con su personal, no se acomoda a ventajas
acordadas por empresas an�logas, etc.). Adem�s, la huelga interna
puede implicar el casus legal cuando obedezca a factores externos
de car�cter extraordinario y de notoria verdad (una exigencia gre
mial impuesta por el respectivo sindicato, etc.). Pero �sto ha de
ser bien excepcional. De otra parte, la huelga puede ser menos

justificable cuando se trate de obligaciones de dar que cuando me


dien obligaciones de hacer : la empresa o la casa obligada a sumi
nistrar vino o caballos, carecer�a de mucho derecho para invocar la
huelga del personal, que no ha permitido la descarga de tales mer
cader�as almacenadas en sus dep�sitos, pues bien puede tratarse de
una mercader�a com�n que era factible adquirir en otra parte, y

que as� resultaba posible entregar al acreedor (otra cosa pasar�a si


mediara mercader�a no � com�n �, y se tratase, por ejemplo, del
az�car producido por el establecimiento vendedor o de los caba
llos de tal o cual estancia, etc.) ; en cambio, la obligac�n de hacer,
mucho m�s si median servicios de car�cter t�cnico o especializado,
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N .

105

supone lo m�s personal de la consiguiente prestaci�n, y as� lo m�s


dif�cil del reemplazo por otra.
En s�ntesis, aqu� como en los supuestos ordinarios, los princi

pios de fondo se condicionan seg�n las circunstancias de cada caso :


la presunci�n que ellos entra�an exige en contrario una prueba
concluyente.
4o.

127. El �lock-out� como �casus�. �

Algo semejante
corresponde decir en punto a lock-out, esto es, la huelga al rev�s,
la huelga de los patrones, que recurren a tal medio para poder im
ponerse, tambi�n coercitivamente, contra pretensiones exageradas
de los obreros, a quienes procuran reducir as� por el hambre. Nunca
es tan com�n como la huelga : �sta es casi el �nico recurso de que

disponen los obreros para afirmar sus exigencias ; el lock-out es en los


patrones no un recurso �nico, sino extremo, pues est�n en condiciones
de echar mano de otros, sobre todo del de la pasiva espera. En
todo caso, es menester mf conjunto muy fuerte de circunstancias
para que un hecho voluntario como �se, con relaci�n a los patrones,
pueda ser invocado por �stos como fortuito, vale decir, como extra
ordinario y objetivo: pretensiones excesivas de los obreros, conduc
tas reprensibles de �stos, etc. (cons. el caso resuelto en Francia,
citado en la R. T. D. C, 1908, 571).
5� Cu�ndo no se puede alegar el � casus �. �

128. Regla. �

Por excepci�n �

con lo cual volvemos a la regla �

el caso fortuito,
aunque sea tal, puede no ser invocable ni liberar al obligado. En el
mismo art�culo 513 est�n las normas correspondientes: el deudor
lo toma a su cargo, o bien el caso fortuito se produce cuando ya el
deudor estaba en mora o hab�a incurrido en culpa. .

Lo primero es de derecho com�n: art�culo 1197. Pudo as� ser


omitido. Como quiera, es preciso hacer constar que la renuncia que
en ello se
contiene, debe ser interpretada con toda estrictez, no s�lo
porque esto es de regla (art'. 874), sino tambi�n porque es poco
presumible que se renuncie a cualquier caso fortuito, aun al que
se contenga en hechos completamente extraordinarios (el mismo
codificador lo advierte en su nota al art�culo 514). Com�nmente
no se renuncia sino a los casos fortuitos
que espec�ficamente corres
ponden a las circunstancias: en la venta ele un producto agr�cola
o ganadero, cabe
presumir la renuncia con relaci�n a la lluvia, a
una granizada, a un
incendio, etc., pero no a un terremoto o a un
aerolito; en la venta de un producto fabril, es dable suponer la
renuncia del caso fortuito relativo a una huelga, a un auge violento
de precios, a la carest�a de la materia prima, etc., mas no a una
inundaci�n o a una guerra ; y as� en otros supuestos (cons. c�d. fran-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
106

c�s, art. 1773; c�d. italiano,1621; etc.). En todo caso, las


art.

caracter�sticas de la situaci�n (especie de la obligaci�n, usos impe


amoldar
rantes, t�rminos del convenio, etc.) dir�n lo bastante para
adecuadamente el criterio interpretativo ele restricci�n que cuadra
(cons. nota jurisprudencial en R. D. Comm., VIII, 440 y ss.).
Lo segundo es de obviedad: el caso fortuito ocurrido cuando el
deudor era ya culpable (que para el caso es lo mismo que estar en

mora, cabalmente porque se suponeimputable o culpa


una mora

ble: n� 95), no puede desobligar al deudor, que ya era responsable:


si, por ejemplo, el deudor hubiese entregado en tiempo el caballo
debido, �ste no habr�a sido robado en poder del acreedor, no hu
biera muerto en manos del mismo, etc.; lo propio cabe se�alar a
prop�sito de la partida de vino o de az�car no entregada oportuna
mente, que no se habr�an contaminado o humedecido en poder del
acreedor, etc. (S. C, 11, 193; 12, 271; 24, 26; C�m. fed. en
J.A.,l, 24).-
1 29. Excepciones. Pero volvemos a la excepci�n del caso
��

fortuito si se acredita que la culpa o la mora del deudor fueron


debidas a caso fortuito, precisamente porque estamos as� dentro del

principio respectivo : la impotencia humana ante fuerzas superiores.


Lo mismo hay que decir en otro supuesto que aqu� ha omitido
la ley : si, no obstante hallarse en mora o ser culpable el deudor, el
caso fortuito ocurrido se hubiera producido lo mismo aunque el

deudor no hubiese sido moroso o culpable, entonces �ste tiene que


cruedar desobligado. De otra manera, el acreedor, crue no habr�a
sido beneficiado con la prestaci�n, vendr�a a enriquecerse a costa
del deudor con la indemnizaci�n que �ste tuviera que abonarle. Es
lo pasar�a
crue si el caballo del anterior ejemplo hubiese muerto
aun en poder del acreedor (se trata, por ejemplo, de una peste
general), o si el az�car o el vino vendidos son declarados inexpor
tables por el gobierno (lo que equivale a poner esas mercader�as
fuera del comercio internacional, y lo que jur�dicamente implica la
p�rdida de las mismas, seg�n se estatuye en el art�culo 888). El su
puesto est� contemplado en otra parte del c�digo: art�culo 892 y
sus concordantes.
6o. �
1 30. Prueba del Queda un punto final a
� casus �. �

prop�sito del caso fortuito: el relativo a su prueba.


El deudor que lo alegue deber� demostrarlo,
precisamente
porque, de ordinario, la culpa es presumida en el incumplimiento
de una obligaci�n contractual (C�m. civ,
94, 51; C�m. fed. en
J. T., X 912, 54; C�m. civ. 2a en J. T
XIIJ912, 211). En las obli
.,

gaciones negativas no ocurre diversamente: si es cierto que la


EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 107

culpa no presumida, no lo es menos que una vez acreditado por


es

el acreedor el incumplimiento o la violaci�n, el deudor tendr� que


destruir esa circunstancia, como en el supuesto com�n, mediante
la prueba del caso fortuito. As�, lo �nico de distinto es que en un
caso tiene que destruir una presunci�n, al paso que en el otro debe

desvirtuar una prueba.


Cuando el acreedor pretenda que con caso fortuito y todo el
deudor no puede quedar desobligado, ya porque ha ocurrido por su
culpa, ya porque lo tom� cargo, entonces debe formular a su
a su

turno la prueba respectiva, seg�n es de derecho corriente.


Por lo dem�s, los medios de prueba pueden variar. La del sim
ple caso fortuitopuede estar sujeta a las trabas de los art�culos
no

1190 y siguientes, precisamente porque no se trata ele un contrato,


sino de un mero hecho. Y un hecho, seg�n es de elemental princi
pio, puede ser justificado en cualquier forma. La prueba de que el
caso fortuito no desobliga al deudor, est� subordinada a dichas 'res

tricciones, cabalmente porque media una circunstancia contractual.


Al rev�s, cuando el deudor procure demostrar que, no obstante su
mora o su culpa, el caso fortuito debe desobligarlo por raz�n de que

habr�a ocurrido lo mismo aun cuando hubiese cumplido en tiempo


(el supuesto del art�culo 892), entonces tambi�n se trata de un
hecho y no de un contrato, por donde le ser� admitido cualquier
medio probatorio.

ART�CULO II

EL DA�O

I. Generalidades. �

131. Principio legal. �

Analizado como

cmeda el primero de los


requisitos de la indemnizaci�n de los da�os
e intereses, cual es el de la imputabilidad,
queda el segundo, vale
decir, el del da�o producido (cons. Mackeldey, Manuel de droit ro
main, 339 y ss. ; Maynz, II, 261 y ss. ; Girard, 644 y ss. ; Pothier,
Obligations, 159 y ss. ; Duranton, X, 463 y ss. ; Toullier y Duver-
gier, III, 2a parte, 263 y ss. ; Demante y Colmet de Santerre, V, 62
y ss. ; Mourlon, II, 1142 y ss. ; Marcado y Pont, IV, 430 y ss ; Demo
lombe, XXIV, 575 y ss. ; Aubry y Rau, IV, 308; Baudry, XI, 475
y ss. ; Planiol, II, 221 y ss. ; Colin y Capitant, II, 19 y ss. ; Giorgi,
II, 89 y ss. ; Lomonaco, Obbligazioni, I, 107 ; Chironi, I, 253 y ss. ;
Valverde, III, 117 y.ss. ; Dernburg, Pandette, III, 44 y ss. ; Wind-
scheid, Pandette, II, 257 ; Crome, Teorie fondamentali, 10 ; Zacha-
riae-Crome, II, 288; I. M�dica, I danni-interessi compensatori, 1909).
BE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
2Q�

El precepto de fondo que rige el asunto es el del art�culo 519:

Se llaman da�os e intereses, el valor de la p�rdida que haga sufrido,


y el de la utilidad que haga dejado de percibir el acreedor por la
inejecuci�n de �sta a debido tiempo.
Ya he indicado (n� 89) los defectos t�cnicos de esta disposici�n.
Ahora s�lo corresponde observar: 1" que la ley contempla en
ella el supuesto m�s com�n, cual es el del da�o producido por el
deudor, lo que no excluye el supuesto contrario, del da�o producido
por el acreedor, que se rige por los principios generales,
como se

lo ha visto m�s arriba (nos 98 y 114) a prop�sito de la mora o de la

culpa que le sean imputables; 2" que la definici�n es buena en su


fondo, pues tipifica pr�cticamente el respectivo concepto; 3� que
debe recordarse que se trata de obligaciones que -no tengan por
objeto una suma de dinero (las cuales est�n regidas por principios
propios: art. 616 a 24; 8.C. en G. F XII|917, 209) ; 4" que el doble
.,

aspecto de la p�rdida sufrida y de la utilidad dejada de percibir, es


tradicional (corresponde al damnum emergens y al lucrum cessans
del derecho romano) y corriente, pues tan da�o es lo uno como lo
otro ; 5� crue en el art�culo no se distingue claramente el doble su

puesto del da�o irrogado por el retardo (o la mora) o por el incum-


plirniento, siendo as� que los art�culos 506-12, como se ha visto, lo
distinguen cabalmente (S. C, 12, 397; 17, 358; C�m. civ, 42, 228)-.
132. Fundamento. El fundamento jur�dico de los da�os e

intereses es en principio el mismo que el de los contratos. La ley


respeta el contrato (art. 1197) no s�lo porque hay en �l una mani
festaci�n de voluntad privada, en la cual el individuo es soberano,
sino tambi�n porque el cumplimiento del contrato, adem�s de im
plicar un movimiento econ�mico y jur�dico que es condici�n de vida,
entra�a una conducta de armon�a y de convivencia cpie son todo un

postulado de desarrollo colectivo (v�ase la nota del codificador).


Cuando ese contrato no se cumple, cuando as� se priva al perju
dicado de los beneficios que ha tenido en mira, y cuando as� se vul
nera los derechos sociales del respeto mutuo y de la solidaridad ge

neral, entonces la ley tiende a que ese perjuicio sea reparado y a


crue, por la fuerza, el culpable se eduque, mediante la indemniza
ci�n crue cuadra, en esos principios de honestidad y ele buena con
vivencia.
En s�ntesis, la indemnizaci�n tiende a restablecer el estado de

cosas, individual y social, crue se hab�a tenido en mira en el con

trato. La ley no hace sino interpretar la voluntad presunta de las

partes y los intereses generales comprometidos en la situaci�n. De


.ah� que, contemplado el asunto s�lo con relaci�n a los contratantes,
EFECTOS DE LA, OBLIGACI�N P)9

pueda decirse que la indemnizaci�n entra como cl�usula t�cita y


subentendida en todo- contrato, exactamente como ocurre en materia

de evicci�n (que no es m�s que un aspecto de la com�n indemniza

ci�n : ) y en cuya virtud viene


art. 2097 ,
a ser el remedio supletorio
del incumplimiento del contrato.
133. Car�cter. �

En cuanto al car�cter de la indemnizaci�n,


las nociones ya adelantadas (n� 112) pueden permitir el concepto
inicial que corresponde, y cpie surge de la misma regla del art�culo
519 : los da�os e intereses pecuniarios llenan ordinariamente una

funci�n ele equivalencia o de equilibrio, y no de satisfacci�n ni de


pena. Est�n en hay que restablecer
juego exigencias econ�micas, y
las. Cierto^ que en ese restablecimiento de las ventajas econ�micas -

previstas hay, adem�s, una finalidad �tica y cultural, como la alu


dida, de armon�a colectiva y de intereses sociales. Pero esto, sobre
ser inherente a cualquier aspecto del derecho civil y privado (en
el cual cabe olvidar la doble faz de lo individual y lo social del
no

fenomenismo jur�dico, en cuya virtud si el individuo es el fin �ltimo


del derecho, como de todo, tambi�n es cierto que se desarrolla den
tro ele un agregado, el cual es base indispensable para ese mismo

auge individual), es s�lo mediato: lo inmediato est� en el cariz par


ticular y personal del caso, en los derechos de los contratantes.
De ah� dos cosas : 1� que la indemnizaci�n no tiene por qu� ser
una pena, no s�lo porque �sta es
propia del derecho criminal, donde
supone atentados de cierta gravedad, que no tiene en s� mismo el
incumplimiento de un contrato, contra postulados indispensables
de vida, sino tambi�n porque ir�a m�s lejos que lo necesario, esto
es, el restablecimiento de una situaci�n de intereses ; 2� que tampoco
puede ser una
satisfacci�n, porque �sta s�lo procede en los casos en
cine, como en materia de reparaci�n moral, no es posible, dada la
calidad de los intereses juego,
avaluaci�n econ�mica que
en una

tienda al restablecimiento de la situaci�n comprometida, por donde


corresponde una apreciaci�n que tenga en mira la satisfacci�n po-
'sible que compense cuantitativamente lo cualitativo del
perjuicio
sufrido.
Pero esto es as� derecho
moderno, como dir� m�s adelante
en

{n" 144), por virtud de lo objetivo de la responsabilidad civil. En


el c�digo es verdad s�lo en principio. En los casos de delito civil,
,1a uulcrrmi7api�n rp.viste car�cter penal: art�culo 907
y muchos
otros, como los que citar� dentro de poco (n� 145 a).
Por lo dem�s, ya dir� algo, en el art�culo III
subsiguiente, res
pecto de la indemnizaci�n del da�o moral contractual, aludido con
anterioridad.
EN SI MISMAS
DE LAS. OBLIGACIONES
110

Supuesta la doble situaci�n del da�o irro


134. Especies. �

incumplimiento, tememos as� dos formas


gado por la mora o por el
de los da�os e intereses : los moratorias y los compen
principales
En rigor, unos y otros �son compensato
satorios, respectivamente.
motivo del
compensan el da�o producido
con
rios: los de la mora
de expresi�n, y
retardo en el cumplimiento. Pero por comodidad
en el
subentendida la circunstancia, no puede haber inconveniente

empleo de las dos expresiones.


ley distingue entre unos
La no y otros, por donde se rigen en

forma an�loga. Y la verdad es que no hay que distinguir, pues los

dos entra�an un perjuicio.


modales que conviene
Con todo, hay diferencias accidentales o

apuntar.
Los da�os compensatorios pueden ser debidos sin necesidad ele
antes citados de los art�culos
mora~a�guna, como ocurre en los casos

en di
�22-57, 1721-2, 1913, etc. Es bueno entenderse, sin embargo:
chos casos no hay necesidad de mora interpelatoria, de mora ex
persona, que indispensable en principio en nuestro derecho;
es la
la no interpelatoria, la
pero siempre hay una mora_ excepcional,
ex lege.

Los da�os moratorios son debidos siempre que el' deudor est�
en mora (y, por supuesto, siempre crue esa mora haya producido
un da�o). Los da�os compensatorios no son
debidos por el mero

incumplimiento : como se ha visto m�s arriba (nos 49-50), el acree


dor puede exigir ese cumplimiento, ya forzado, ya por un tercero.
Y estar� obligado a hacerlo, de acuerdo con la intenci�n presunta
de las partes, si no prueba que ese cumplimiento subsidiario no

puede satisfacerle, y, correlativamente, si demuestra que la �nica


satisfacci�n que cuadra es la de los da�os e intereses.
Por lo dem�s, los da�os moratorios y los compensatorios pue
den acumularse, cuando concurra la doble circunstancia de la mora
y del ulterior incumplimiento.
II. Criterios para su c�mputo. �

A. Criterios tradiciona
les. �

135. Da�os comunes particulares.


y

Es delicada la ma

teria relativa a la determinaci�n de los da�os, esto es, al c�mputo


de los mismos.

aqu� un criterio
He tradicional en el derecho franc�s. Hay que
distinguir dos clases de particulares.'; Los da�os : los comunes y los

primeros son los que sufrir�a cualquier interesado ; los segundos,


los que sufriera adem�s el interesado especialmente ligado a la si-
���.ihiiimi i�� ���- ii i ii� -i � '����m� .�.������iniiM.wm n lili -- .
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.�.,,y,

tuaci�n. He aqu�, por ejemplo, un sujeto que adquiere una maquina


'agr�cola que luego no le es entregada. Cualquier adquirente tendr�a
EFECTOS DE LA OBLICtACION 111

derecho para reclamar el precio pagado, la diferencia de precio con


los
que haya debido cargar �ste en la compra de otra m�quina,
etc. Esos ser�an
gastos del juicio correspondiente (si lo ha habido),
los da�os comunes. particulares ser�an los que especial
Los da�os
mente ha sufrido el adquirente: quer�a la m�quina para levantar
su cosecha, que no pudo ser levantada en tiempo, y que se perdi�

en todo o en parte por una sequ�a o una granizada ocurrida en el

�nterin, etc. Cabe ejemplificar en mil formas: una casa adquirida


entra�a el da�o com�n del precio pagado, de la diferencia de precio
en la adquisici�n de la casa, etc., y el da�o particular que el adqui

rente ha sufrido con motivo de no poder abrir en ella el negocio

que ten�a proyectado, etc. ; en el alquiler de un autom�vil, el da�o


com�n estar�a en la posible diferencia de precio con relaci�n al
alquiler de otro autom�vil, y el da�o particular estribar�a en la
'

imposibilidad del interesado para trasladarse en tiempo a fin de


evitar el protesto de una letra, etc ; en un incumplido transporte
de mercader�as por ferrocarril o por buques, el da�o com�n esta
r�a en el deterioro o la p�rdida de las mercader�as, en la diferencia
del flete que haya habido que pagar en otra parte, etc., y el da�o
particular podr�a consistir en la circunstancia de que el interesado
ten�a vendidas esas mercader�as por tal precio ventajoso, etc.
Los da�os comunes ser�an debidos en las situaciones ordinarias
de la simple culpa del deudor. Los da�os particulares ser�an ade
m�s debidos por el deudor doloso, ya que m�s imputable, por
es

donde su responsabilidad debe acrecentarse concomitantemente.


136. Da�os previstos e imprevistos. Otro criterio, muy se

mejante al que precede, es el que distingue entre da�os previstos


y da�os imprevistos. Los primeros ser�an debidos por el deudor. me

ramente culpable. Los segundos lo ser�an por el deudor doloso.. Tal


es la soluci�n del c�digo franc�s
(art. 1150-1).
Son da�os previstos, o que han podido serlo, aquellos que se
g�n las circunstancias entraban en la mira de los contrayentes.
Por ejemplo, el vendedor de la
m�quina agr�cola sab�a que �sta era
adquirida para levantar la cosecha del comprador ; de ah� que deba
responder por la posible p�rdida de la misma en caso de incumpli
miento por su parte, aunque no haya sido m�s que un deudor pura
mente culpable y no doloso. Si el acreedor no demuestra esa posi
bilidad de previsi�n, el dericlor no responder� de otros da�os que
los que, seg�n las circunstancias, debi� o pudo prever cualquier
deudor (o vendedor, en el caso), y que corresponden a los da�os
comunes del criterio anterior.
137. Da�os intr�nsecos y extr�nsecos. �

Hay todav�a otro


DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
-QO

criterio. Es el de Pothier. Los da�os son o intr�nsecos, relativos a


la cosa misma guejrajdd(0j)bjet_o de la obligaci�n, o extr�nsecos,
vale' decirT*que se extienden a otras cosas conexas con aqu�lla. Es
cl�sico su de la vaca apestada : el da�o intr�nseco es el del
ejemplo
valor de la vaca inutilizada o muerta ; el da�o extr�nseco es el. del
las cuales aqu�lla ha con
contagio que han sufrido otras vacas con

vivido. He aqu� otros ejemplos, que Demolombe toma ele Dumoulin:


en la compra de tirantes de madera para una casa, el da�o intr�n
seco ele los tirantes carcomidos, o lo que fuere,
estribar� en el valor
ele ellos y en la diferencia de precio para la adquisici�n de otros, y
el da�o extr�nseco en el derrumbe ele la la compra de to
casa ; en

neles para guardar vino, el da�o intr�nseco de los toneles conta


minados se resolver� en el valor de los mismos y en la diferencia

de precio para la adquisici�n de otros (adem�s, por supuesto, de


los gastos de venta, de las costas judiciales, etc.), y el da�o extr�n
seco en el valor del vino perdido, etc.
138. Observaciones sobre esos criterios. �

Tocios esos crite-


rios, que en el fondo se equivalen, tienen el grave defecto de ser
clemasiado el�sticos, sobre todo en el supuesto del dolo. Los da�os

particulares, los da�os imprevistos, los da�os extr�nsecos : pero . . .

ah� puede caber cuanto se quiera ! V�ase, por ejemplo : en el caso


de la m�quina agr�cola, no s�lo puedo haber perdido mi cosecha,
pues tambi�n ser�a posible que la tuviese ya vendida por un buen
precio, que con tal motivo no pudiera yo pagar mis deudas, que as�
me viera obligado a concursarme, etc. ; en el de la casa, no s�lo es

posible no poder abrir o mantener el negocio proyectado, pues tam


bi�n pueden ocurrir gastos de mudanza, deterioros y p�rdidas de
mercader�as en el trayecto, necesidad de adquirir otra casa en que
el negocio no ha resultado pr�spero como en la anterior, etc. ; en el
del transporte de mercader�as, la circunstancia de que tuviera
uno contratada una operaci�n sobre la base del dinero que procu

rar�a la venta ya hecha de aquellas mercader�as, adem�s de la res


ponsabilidad para con el comprador de las mercader�as no entrega
das, de la responsabilidad para con el segundo contratante a cjuien
no se le cumpliera lo estipulado, etc. ; en el de los
tirantes, los gastos
de mudanza, la muerte de animales y aun de personas con motivo
del derrumbe, etc. Como que en la vida todo se encadena, todo es
rec�procamente fin y medio, por donde resulta pr�cticamente impo
sible poner un l�mite en los efectos de un hecho.
De ah� lo indispensable de un l�mite legal al respecto. De otra
suerte, como dice Colmet de Santerre (V, 67 bis, in fine), ser�a me
nester hacer responsable al deudor de la muerte del acreedor, que
EFECTOS. DE LA OBLIGACI�N H3

ante los aludidos derrumbes de su situaci�n econ�mica, concluye


por suicidarse.
B. Criterio del c�digo. �

1� S� s�lo media culpa. �

139.

Principio. Ese l�mite, dentro de lo humano, est� fijado en el


c�digo (que lo ha tomado de los autores franceses, a prop�sito del


respectivo c�digo). He aqu� los textos legales: En el resarcimiento
de los da�os e intereses, s�lo se comprender�n los que fueren conse
cuencia .inmediata y necesaria de la falta de cumplimiento de la
obligaci�n; y Aun cuando la inejecuci�n de la obligaci�n resulte
del dolo del deudor, los da�os e intereses comprender�n s�lo los
que han sido ocasionados por �l, y tw los que el acreedor ha sufrido
en sus otros bienes
(art. 520-1).
De consiguiente, las consecuencias o efectos del incumplimiento
(o de la mora, en su caso) que resultan imputables son las que
sean �inmediatas y necesarias� (�inmediatas y directas�, dice el
art. 1151 del c�digo franc�s). Quedan as� excluidas las consecuen
cias mediatas y, a fortiori, las casuales, cuyas respectivas caracte
rizaciones legales figuran en el art�culo 901. M�s a�n: las mismas
consecuencias inmediatas est�n limitadas las que adem�s
a sean a

la vez � necesarias
as�, � : habr� relaci�n inmediata entre la
no en

trega de la m�quina agr�cola y la diferencia de precio en la adqui


sici�n de otra, crue, -no obstante, podr� no ser necesaria, como resul
tar�a del hecho de que el deudor probase cpie el acreedor la ha
comprado por un precio caro, pues era posible adquirirla a precio
m�s reducido (S. C, 10, 114; 15, 148; 68, 182 105, 254; C�m, civ, �

42, 256 ; 155, 69, en una forma de soluci�n asaz discutible ; C�m.
fed. en J. T 1912, noviembre, 33 ; C�m. civ. 2a, en la misma publi
.,

caci�n, 1913, febrero, 92; C�m. civ. 2a en R. L.J., VIII, 59; C�m.
civ. Ia en G. F VJ916, 75, y 9|II|917; C�m. com. en J. A., I, 733^
.,

S. C. B. A., VII, 7, 254).


140. Obtemperaciones del mismo. La verdad es que, as� y

todo, la soluci�n es siempre asunto de apreciaci�n : ser�n las cir


cunstancias las que habr�n de decidir en cada caso. Y no podr�a
ocurrir diversamente : bastante hace la norma legal con esclavizar
el criterio dentro de l�mites dados ; lo �nico que hay es que, dentro
de tales l�mites, el prudente arbitrio judicial tiene siempre margen
para apreciar los hechos y computar el monto de la indemnizaci�n.
Por lo dem�s, eso de necesario e inmediato es, como todo cuanto se
resuelve en hechos, variable al infinito : lo que ac� es inmediato,
puede no serlo all� ; lo que es necesario en un caso, puede no serlo
en otro, etc. Esto sin contar que en algunos supuestos la misma
ley
ha morigerado su propio criterio. Tal pasa en materia de evicci�n

Colmo: Oblig.

T. I. S
�iiji DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

y de redhibici�n, donde el legislador ha catalogado especialmente


los da�os e intereses a indemnizarse. Y tal pasa, sobre todo, en el caso
del art�culo 2121. He el supuesto concreto A compra un
campo
aqu� :

en la suma ele 100.000 luego


$ ; el campo es reivindicado por el ver
dadero propietario ; A reclama los consiguientes da�os y perjuicios,
entre los cuales quiere hacer valer la diferencia de precio entre el
de adquisici�n y el actual, epie alcanza a 200.000 $ por raz�n de
un ferrocarril o un canal (o cualquier otra circunstancia an�loga)
construidos en el �nterin y que han valorizado enormemente el cam

po. La ley dispone que no tendr�a derecho a esa diferencia, por


raz�n ele que el aumento es debido a � causas extraordinarias �. Y
es justo que as� sea, Aparte consideraciones de pol�tica econ�mica

y social (no costar�a mucho demostrar que ese mayor valor no puede
corresponder al comprador, por lo mismo que no es �l quien lo ha
creado: Henry George, Progress and Poverty, passinir; G. J�ze,
ScieMce des finalices, 959 ; A. Wagner, Teor�a speciale delle impos
te, en el Trattato di scienza delle finanze de G. Schoenberg, II, 5
y ss, traducci�n italiana; T. Bec�, Impuestos al mayor valor,
1914, 76 y ss. ; A. M�spero Castro, El impuesto �nico, 1916, passim),
y aun fuera del principio de libertad que conduce a interpretar
restrictivamente las ansias adcpiisitivas en detrimento del deudor,
cabe apuntar que dicha diferencia de precio no ser�a consecuencia
inmediata y necesaria, por lo mismo que es excepcional. Es extra�o,
entonces, que jurisconsultos de fuste, como Demolombe, conduci
dos por su criterio interpretativo tan cerrado o literal, hayan po
dido sostener lo contrario (XXIV, 591 y ss.). Lo propio corres
ponde decir respecto ele Colmet de Santerre (V, 66 bis) y de auto>
res tan contempor�neos como Baudry
(XI, 486). En cambio, ju
risconsultos tan sesudos como Aubry y Rau (IV, p�rrafo 308, nota
41), sostienen la tesis m�s correcta, que es la expl�citamente adop
tada por nuestro c�digo.
141. Caso de boletos de compraventa. Se vincula con lo �

que precede el an�lisis de la indemnizaci�n que cuadra cuando


media incumplimiento en un boleto de compraventa (documento
privado en que las partes convienen las cl�usulas fundamentales
del contrato de compraventa de un inmueble).
Hay que sentar al respecto dos observaciones previas: Ia que
si hay cl�usula penal estipulada (con mayor motivo si se ha dado

arras), el asunto no ofrece dificultad, por aplicaci�n de lo dispuesto


en los art�culos 655
y 1202, salvo lo crue corresponde al punto de
vista que precisar� en el n�mero 166, en el sentido de
que, no indic�n
dose en la cl�usula penal la voluntad indubitable de crue ella suple
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 115

iel cumplimiento de la los preceptos generales, como los'


obligaci�n,
de los art�culos 1189, etc., deben sujetarse a lo preciso de dispo-.
liciones como las de los art�culos 505, 631-58, etc. ; 2a crue la con
venci�n contenida en un boleto as� no es nunca una compraventa,
pues para serlo habr�a que llenar el requisito esencial de la escri
tura p�blica (art. 976, 1183-4, inc. Io), sino una mera promesa de
�ontrahendo (ele compraventa en el caso, en cuya virtud se promete
celebrar luego el contrato de compraventa, llen�ndose al efecto el
requisito de la forma), y que s�lo genera una obligaci�n de hacer,
�sto es, de otorgar la escritura respectiva (art. 1185-7).
Sentado eso, llama la atenci�n que en varios fallos '(quiero ci
tar algunos relativamente recientes, como los contenidos en la R.

L. J., IV, 160, C�m. civ. Ia; IV, 831, C�m. civ. 2a; VI, 87, C�m.
civ. Ia) se hable de vendedor, de comprador, ele adquisici�n, etc.,
cuando no hay nada de ello en un simple boleto.
Tambi�n llama la atenci�n que se fije como indemnizaci�n en
casos tales, contra el � vendedor � que no escritura, la diferencia de

valor del inmueble entre la fecha del boleto y la de la demanda.


Esto s�lo es concebible en un caso de efectiva compraventa (el
vendedor, despu�s de haber vendido a A, y antes de hacerle tradi
ci�n, vende a B, a quien le entrega la cosa), pues entra�a un da�o
inmediato e intr�nseco. Pero en un boleto no hay terreno de por
medio, sino una simple obligaci�n de hacer, de escriturar. El terre
no es algo mediato, que s�lo juega en la
compraventa prometida
y ulterior.
�Cu�les ser�an, entonces, los da�os que cuadrar�an? Para m� no
proceden otros que �stos: devoluci�n de la se�al (con otro tanto
si es el culpable quien la recibi�), con intereses y
costas, de acuerdo
con los art�culos 1189 y 1202 y en conformidad con los principios
comunes que expondr� dentro de
poco (nos 184 y ss.) ; o bien, pago
de la pena, con intereses desde la demanda, y con costas (art. 655,
1189, etc., y principios aludidos) ; o bien, cuando no se ha
pactado
pena ni arras, el pago de una suma que a ellas corresponda seg�n
nuestras costumbres (que, como es sabido, se resuelven' en la en

trega de 8 por ciento del valor de la compra ele la cosa), igual


un

mente con pago de intereses y costas (cons. a prop�sito de


intereses,
C�m. civ. 2a en R. L. J'., VIII, 59), siempre que en este caso no se
opte por la soluci�n m�s inmediatamente legal cuadra y que vengo
crue

propiciando, cual es la de que se condene al demandado a la escri


turaci�n que corresponde, para lo cual, y en el supuesto ele la reni
tencia de �ste, el juez deber� otorgar en su nombre y en favor, del
actor triunfante, la escritura cpie es de rigor.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
Tlfi

142. Prenociones y antecedentes.


Per�
2� Si media dolo.

c�digo
fundamental por resolver. Es �ste : nuestro
queda un punto
de los supuestos del deudor sim
�ha consagrado o no la distinci�n
hacer responsable al
plemente culpable y del deudor doloso, para
deber�a el primero,.
�ltimo de una indemnizaci�n mayor que la que
seg�n se resuelve en el c�digo franc�s, que ha servido de modelo
en el caso ?
sobre el punto. En la pri
Hay algo de singular en el c�digo
mera edici�n oficial (la de Nueva York,
hecha en 1870), el actual
de
art�culo 521 estaba concebido as�: �Aun cuando la inejecuci�n
dolo del deudor, los da�os e intereses com
la obligaci�n resulte del
prender�n s�lo los que han sido ocasionados por �l, y los que el
acreedor ha sufrido en sus otros bienes �. Tal es, literalmente, el

respectivo precepto que figura en el Proyecto de c�digo civil, publi


cado por el mismo Dr. V�lez, envirtud del encargo que al efecto�

le diera el gobierno (el libro respectivo fu� dado a luz en 1866, pol
la imprenta de Pablo E. Coni), y que hasta lleg� a servir de edici�n
oficial del c�digo durante un tiempo (cons. Colmo, T�cnica legis
lativa del C�digo civil argentino, n� 15).
Seg�n dichas ediciones, entonces, el deudor doloso estaba obli
gado por los da�os intr�nsecos v los extr�nsecos ( � y los que el aeree-
dor ha sufrido en sus otros bienes�). Seg�n las posteriores edicio
nes oficiales (de 1883, 1889 y 1900-4), el deudor no epieda obligado*

por los da�os extr�nsecos (�y no por los que el acreedor ha sufrido
en sus otros bienes � ) .

La diferencia es fundamental.
Advierto que no sigue : cpie el texto que
cabe discutir lo crue

debe ser aplicado es el de las ediciones actuales, y no el de la edi


ci�n de 1870 (menos todav�a el de la del Proyecto citado, que tuvo-
vida ef�mera como ley), pues dichas ediciones son las �nicas edi
ciones oficiales vigentes, mejor dicho, las tres �ltimas ediciones est�n
calcadas sobre la de 1883, autorizada como oficial por la ley 1196.
de septiembre 9 de 1882, dejando as� de serlo la entonces vigente
de 1870.

dem�s, la modificaci�n sufrida por dicho art�culo 521


Por lo
est� lejos de responder a ning�n prop�sito legislativo. Ha sido obra
de los editores de la edici�n oficial de 1883, mandada confeccionar
por el P. E. en virtud de lo dispuesto en tal sentido por la ley n�
mero 1196 ( septiembre 9 de 1882), � de correcciones al C�digo civil �-

Es dif�cil, a prop�sito, determinar la raz�n del cambio. Acaso


se lo deba a un simple error de imprenta. Acaso, y esta me parece

la m�s decisiva, arraiga en la circunstancia de epie en 1882 se pu-


EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 117

blic� por la casa Pablo E. Coni una � Edici�n oficial � de la Ley


de correcciones al C�digo civil, en la cual se consigna (117 y 121)
que la ley n�mero 527 de agosto 16
de 1872 (que declar� oficial
la edici�n del c�digo hecha en Nueva York en 1870, con una �pla
nilla de correcciones, que se agregar�a como fe de erratas a dicha
edici�n�^ incluy� entre tales correcciones la del �no� de nuestro
.art�culo, que por ella habr�a sido agregado.
Y esto es inexacto. Todas las ediciones restantes de publica
ciones en que dicha ley figura, oficiales o no (Registro Nacional,
1872, 213 ; M. P. Gonz�lez, Recopilaci�n de leyes nacionales, II, 68 ;
A. da Rocha, Colecci�n completa de leyes, III, 279; etc.), omiten
ese � no � entre las correcciones admitidas por la ley 527.

143. El derecho de las fuentes es inaplicable. �

La interpre
taci�n, no habr�a sido dif�cil ante los textos de la primitiva edici�n.
"El art�culo 520 se habr�a aplicado a los supuestos ordinarios del
deudor simplemente culpable: en tal virtud �ste habr�a respondido
tan' s�lo -de los da�os intr�nsecos, ya que el doloso habr�a respon
dido tambi�n de los extr�nsecos seg�n el siguiente art�culo 521, y
,.ya que era evidente as� el distingo que con respecto a ambos obli
gados establec�a el c�digo en dos preceptos separados. El deudor
doloso habr�a cargado con los da�os extr�nsecos, pero siempre den
tro del principio general y de fondo del art�culo 520 : en cuanto
�esos da�os, lo propio que los intr�nsecos, hubiesen sido consecuen

cia � inmediata y necesaria � del incumplimiento.


Tal interpretaci�n, por lo dem�s, habr�a recibido el auspicio
de las fuentes legislativas: el c�digo franc�s, Domat (I, 238, n� 8),
y Pothier (Obligations, 166) que es la fuente directa de nuestro ar

t�culo, as� como el de los comentadores del mismo, que hacen cargar ai
deudor doloso con una responsabilidad m�s intensa que la que in
cumbe al deudor meramente culpable (�ste responde por los da�os

previstos y que hayan sido consecuencia directa del incumplimiento ;


aqu�l responde por los da�os tambi�n directos, pero no s�lo de los
previstos sino tambi�n de los imprevistos).
Pero la aplicaci�n de las fuentes resulta imposible. La funci�n
meramente integr adora y auxiliar de las mismas, no puede llegar
�a, lo creador de toda una innovaci�n contra un texto expreso de
ley,
mucho m�s si se trata de una ley posterior, como ha venido a resul
tar nuestro art�culo (cons. G�ny, M�thode d'interpr�tation, 143-4).
144. Es igualmente inaplicable el derecho moderno. �

Si hu
bi�ramos de atenernos a criterios contempor�neos, llegar�amos a
esta �ltima soluci�n. El perjuicio que causa un deudor al no cum

plir con su obligaci�n, no aumenta ni disminuye por el hecho de


DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
118

qxie sea culpable o subjetivo de su psicol�gica condici�n,


doloso: lo
nada induce respecto de lo objetivo del hecho y de las consecuen
cias que �ste genera. Tan cierto es ello que un hecho simplemente
culpable (el incumplimiento ante una situaci�n apremiante del
acreedor, que cuenta con ese cumplimiento para solucionar una
quiebra inminente) puede ser de consecuencias mucho m�s graves.
epie un hecho doloso (el incumplimiento intencional
ante un acree

dor de posici�n firme y que en el caso realiza una operaci�n ape


nas ordinaria, acaso hasta secundaria). Fuera de ello, el derecho�

civil, en materia obligacional como la que tratamos, es un derecha


ele intereses y no de intenciones, es un derecho de indemnizaciones,

y no de penas. Tal es el modo de ver corriente lo que se llama.


en

la responsabilidad objetiva, que se determina por el da�o produ


cido y no por la calidad psicol�gica del agente, al extremo de que
hasta se hace caso culpa del agente, pues bastan
omiso de la misma
su mero hecho y el perjuicio generado. Y tal es la soluci�n parti

cular que en modernas legislaciones se estatuye en materia de da


�os e intereses, en lo que se llama la reparaci�n integral, sea et
deudor doloso o culpable: c�digo alem�n, art�culo 249; c�digo sai-,
zo de las obligaciones, art�culo 99 (que se refiere a la indemniza
ci�n en materia delictual: art. 42-3) ; c�digo civil brasile�o, art�culo
1060; etc. (esta soluci�n, por lo dem�s, era ya la del derecho ro
mano: restituere is vid�tur, qui id restituit, quod habiturus esset

actor, si controversia ei facta non esset, reza el Digesto, L, 16�, 75).


Pero tales criterios son inaplicables en nuestro caso, por la
raz�n decisiva de que no eran los de la �poca, y ele que as� no se
los tuvo en cuenta ni por el codificador ni por la reforma de la ley
n�mero 527.
145. Ni rigen los
principios generales. Es verdad que se �

podr�a argumentar en igual sentido con los preceptos de los art�cu


los 903 y ss, que hacen cargar con mayor responsabilidad al autor
ele un hecho doloso crue al autor de un hecho simplemente culpable-

(y que m�s de un autor nacional aplica literalmente, para preten


der crue el deudor doloso debe cargar con cualquier da�o, inme
diato y casual, intr�nseco y extr�nseco). Pero creo que es dable
contestar que por muy generales que sean tales
disposiciones, y
por m�s cpie abarquen as� tanto las obligaciones clelictuales como-
las contractuales, no son aplicables al caso. El
legislador ha con
sagrado reg�menes espec�ficos y propios para la indemnizaci�n de
da�os, seg�n que estos correspondan a una o a otra de esas especies
obligatorias: en los art�culos 1066 y ss, para las primeras; en los
art�culos 520-1, para las segundas. De ah�
que aquellos preceptos-
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 119

generales procedan siempre que se trate de consecuencias obliga-


cionales crue no sean las de los da�os e intereses contractuales, por
lo mismo que a tal respecto han sido modificados y parcialmente
derogados.
145a. Conclusi�n. Siempre queda en pie la pregunta:

�tiene el deudor doloso la misma responsabilidad que el deudor


puramente culpable? �o bien tiene una responsabilidad espec�fica
y m�s intensa que la de aqu�l?
Es evidente, desde luego, que el codificador quiso distinguir
en el �ltimo sentido. Tan cierto es que consagraba un precepto es

pecial para el deudor doloso. Lo �nico que en �l hac�a era poner


las cortapisas necesarias para evitar apreciaciones concatenadas que
hubieran podido remontarse a las consecuencias m�s remotas del
incumplimiento. Y tan cierto resulta, que al efecto se inspiraba en
"

Pothier, en el c�digo franc�s y en los comentadores de �ste, al ex


tremo de que la frase s�lo los que han sido ocasionados por �l �

del art�culo en examen, es una simple traducci�n de otra de Demo


lombe (XXIV, 595) que reza as�: � il est manifest� qu'on ne peut
le rendre responsable que du dommage dont il est vraiment lili
mente Vauteur �.

Es verdad que el precepto una modificaci�n importante,


hay en

que, intencional o no, consciente o no, es ley y debe ser acatada. No


lo discuto un solo instante. Pero tal modificaci�n no puede implicar
la total desvirtuaci�n del criterio de fondo del codificador. Cabe
respetarla entendi�ndola en su acepci�n propia : los da�os extr�n
secos no ser�n imputables al deudor doloso. Eso es todo.

�Hemos adelantado as� camino? No parecer�a, ya que las con


secuencias � inmediatas y necesarias � que son imputables al acree
dor culpable, seg�n el art�culo 520, se limitan, como queda dicho,
y como era el pensamiento de Pothier (lo propio que el de los ulte
riores comentadores del c�digo franc�s), a los da�os intr�nsecos. Si,
pues, ninguno de los dos deudores responde sino de los da�os in
tr�nsecos, y de los que as� son consecuencia inmediata y necesaria
del incumplimiento, resulta que uno y otro tienen la misma respon
sabilidad.
No creo que la conclusi�n sea del todo fundada. El principio
de fondo es que la ley quiere para cada uno de ellos una respon
sabilidad de tal suerte que la del deudor doloso sea m�s
propia,
intensa que la. del deudor culpable. Y ello puede ser admitido no
obstante que uno y otro s�lo respondan de los da�os intr�nsecos.
Basta aplicar el criterio del c�digo franc�s, en el que el nuestro se
ha inspirado: siempre dentro de la responsabilidad por los da�os
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
120

cnie seanconsecuencia inmediata y necesaria del incumplimiento


el deudor
y que se refieran a la misma prestaci�n (S. C, 17, 384),
culpable s�lo responder� de los da�os previstos (o que pudieron
serlo), y el doloso responder�, adem�s, de los da�os imprevistos. Es
lo que ocurre, por ejemplo, en el caso del recordado art�culo 2121:
el aumento de valor �extraordinario�, de que responde el deudor
ele mala fe (art. 2123), es cabalmente un da�o �imprevisto�.
No veo de qu� otra manera se puede hacer efectivo ese esp�ritu
del c�digo. Por lo dem�s, tal esp�ritu es evidente. Aparte las cir
cunstancias ordinarias en que el c�digo revela su intenci�n de ha
cer m�s intensa la responsabilidad del sujeto de mala fe (efectos
de las obligaciones respecto de terceros : art. 549 y ss. y 592 y ss. ;
acci�n pauliana : 968 ; posesi�n : 2422 y ss. ; reivindicaci�n : 2775
y ss. ; prescripci�n, 4015; etc.), se tiene un conjunto de disposicio
nes m�s inmediatamente ligadas a nuestro asunto, en las cuales se

muestra que la acci�n de indemnizaci�n por da�os e intereses en

materia contractual, es siempre m�s grave contra el obligado de


mala fe que contra, el de buena fe, como puede verse en los art�culos
1178, 1329, inciso 4o, 1478-80, 2133-47-62-76, etc.
Tal es la soluci�n que
adopto, seg�n cuadra, a mi juicio, dentro
ele los principios del c�digo. Declaro que no me satisface del todo:
no se recomienda por su excesiva
liberalidad, y no se ajusta a pos
tulados m�s serios del derecho moderno. Pero no hallo c�mo, sin
desvirtuar los preceptos legales, sea posible pronunciarse en este
�ltimo sentido.
Hago constar, a prop�sito, que hay un fallo de la S. C. (74,
381), en el cual si bien no se admite el da�o
extr�nseco, se nac�a
dice respecto del criterio de fondo que procede y que propicio.
Y advierto que la soluci�n a que arribo no s�lo se
inspira en
los precedentes franceses de nuestro
c�digo, sino que, adem�s, es la
adoptada por el reciente c�digo brasile�o (art. 1059-60; cons. Be-
vilaqua, C�digo civil commentado, IV, 218 a 20).
III. La indemnizaci�n. �

A. Generalidades. �

146. Debe
abarcar el doble aspecto del da�o. Ya se ha visto que la indem

nizaci�n debe abarcar el doble aspecto del


perjuicio efectivamente
sufrido y de la ganancia o utilidad que se realizar con el
esperaba
cumplimiento. Es ello ele derecho com�n y de buen sentido: tanto
perjudica lo uno como lo otro, tanto es inter�s y valor el da�o como
la ganancia. La ley no puede menos
que proteger dos situaciones
que son en su fondo una sola.
147. Se la fija en dinero. La indemnizaci�n

es fijada en

dinero (siempre el supuesto de que el


en
cumplimiento en especie,
EFECTOS de la obligaci�n 121

ya forzado contra el deudor, ya por un tercero, sea objetivamente


imposible), por lo mismo que el dinero es el denommador com�n
de cualquier valor econ�mico, que, eu definitiva, se reduce a dinero.
148. Su monto puede ser deferido en juramento. �

Apunto,
a prop�sito, que ele acuerdo precepto de derecho procesal
con un

(art. 220 del respectivo c�digo para la Capital y territorios), cuan


do se ha justificado el perjuicio y no su monto, se defiere al jura
mento del acreedor la consiguiente estimaci�n dentro de la suma
epie el juez prefije, quien al efecto deber� tener en cuenta las cir
cunstancias que al respecto influyan (calidad de los da�os, pruebas-
acumuladas, etc.), para que as� la suma que predetermine repre
sente el m�ximo posible (claro est� que los interesados juran luego
ese m�ximo). Es ello ele buen sentido, si se prescinde de esa quinta

rueda del juramento, pues sobrar�a con la prefijaci�n judicial. He


aqu� una peque�a lista de fallos en cpie la disposici�n legal ha sido
aplicada: S. C, 117, 84 y 105; C�m. fed. La Plata en /. T., VIIIJ917,
71, y IX|911, 75; C�m. fed. C�rdoba en J. T., VII|913, 81; C�m..
fed. Paran� en J. T 1910, 887 y 895; C�m. civ, 194, 61; C�m.
.,

civ. Ia en /. T., XII|911, 214, y en J. A., II, 596 y 756; C�m. civ. 2a
en R. L. J ., I, 92 ; etc.
149. No procede si se pide resoluci�n del contrato. Si, �

como queda dicho, los da�os e intereses tienden a el doble


reparar
perjuicio que se sufre por el incumplimiento de la obligaci�n, re
sulta que no ser�n reclamables cuando el acreedor pida no ya ese
cumplimiento sino la resoluci�n del contrato que pudo ser cumplido
(a la fuerza, por terceros, etc.), ya ampar�ndose al efecto en una
disposici�n legal (art. 1412-3, 1519 y ss, etc.), ya porque as� se
hab�a estipulado entre las partes: con ese pedido demuestra
que
el cumplimiento no le interesa; mal
puede, entonces, derivar dere
chos sin un inter�s que los funde (C�m.
civ, 47, 55; 97, 325; etc.).
Otra cosa ocurrir�a, evidentemente, en los casos en que aun
pidi�ndose la resoluci�n fueran procedentes los da�os: o porque lo
disponga la ley. (art. 610-2-5, 1420, etc.), o porque lo estatuya la
convenci�n entre las partes (C�m. com, 69, 106).
150. Juez competente. Corresponde anotar varias cosas

sobre estos t�picos procesales.


Ante todo, la que sigue: �d�nde es demandable una indemni
zaci�n de da�os?
No son contados los fallos que sostienen lo principal de tal
acci�n, por donde no puede ser deducida ante el juez que haya en
tendido en el asunto relativo al contrato incumplido y que ha
gene
rado los da�os (cons, ejemplo, C�m. civ. 2a G. F .,
por en
17|IX|916).
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
122

De ah�: Io que, seg�n jurisprudencia, sea menester la de


esa

manda ante el juez en turno ( C�m. civ, 30, 225 ; 43, 270 ; 60, 287 ;
etc.) ; 2o que si la acci�n sobre cumplimiento era federal, la acci�n
por indemnizaci�n de da�os ser� una
acci�n de derecho com�n, y co

rresponder� al respectivo fuero, esto es, al civil (C�m. civ, 185, 45;
C�m. com, 12, 247 ; S. C, 47, 486 ; C�m. fed. C�rdoba, J. T 1910, .,

131; C�m. fed. Paran�, /. T 1910, 1457) ; 3o cnie el lugar respec


.,

tivo sea, no el del cumplimiento del contrato, sino el del domicilio


deldeudor, de acuerdo con la regla de fondo del art�culo 747 y sus
concordantes, y con la an�loga del art�culo 4�, inciso 4o, del citado
c�digo procesal (S. C, 32, 186, y 44, 102; C�m. fed, 3, 273; etc.).
Considero equivocada esa jurisprudencia.
La indemnizaci�n de da�os no es otra cosa que el substitutivo
del cumplimiento respectivo. De suerte crue en el fondo
del contrato
viene a ser ese mismo cumplimiento, en cuanto es su subsidio for
en dinero
zoso, el cual, como el cumplimiento, tiende a restablecer,
y no en especie, un desequilibrio patrimonial.
Resulta, entonces, una consecuencia necesaria, fatal, de la obli
gaci�n incumplida. Y se resuelve, por lo tanto, en una dependen*
cia, en un accesorio de la misma, seg�n puntualizar� m�s adelante,
a prop�sito de las obligaciones accesorias (n� 294) : Zaehariae, III,
538; Aubry y Rau, IV, 306; Crome, Teorie fondamentali, 12, nota
17 ; Zachariae-Crome, II, 284, nota 2 ; etc>
De ah� que a tal respecto la obligaci�n por los da�os sea la obli

gaci�n por el cumplimiento. Y de ah� que la respectiva acci�n no


tenga por qu� variar en punto a jurisdicci�n.
Es lo que se viene resolviendo, con mucho m�s tino y sentido

jur�dico, por la mayor�a de nuestros tribunales. As�, la Suprema Cor


te ha sentado que el juez competente es el del lugar del cumplimiento
de la obligaci�n: 80, 333, y J. T., XHJ912, 5 (lo propio han dicho las
c�maras federales de La Plata y del Paran�, en /. T VII 1 913, 35, y .,

VIII|913, 106, respectivamente), y que la jurisdicci�n federal es


competente para entender en la demanda por da�os e intereses con
tractuales (en J. A., II, 847) ; esto �ltimo tambi�n ha sido resuelto

por la C�mara federal (en J. T XI(914, 243, y en J. A., II, 741 y


.,

880) ; an�logamente, la C�mara de comercio (53, 348) ha sentado


cnie los tribunales mercantiles deben conocer en los juicios por in

demnizaci�n de da�os generados por el incumplimiento de una obli


gaci�n comercial (por lo dem�s, tiende a ser de derecho com�n el
criterio sobre la comercialidad de los actos il�citos realizados por un
comerciante en el desempe�o de sus funciones mercantiles, o ejecu
tados en un negocio comercial : la tesis en contrario ele Manara,
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 123

Atti di commercio, 69, es hoy desvirtuada por lo com�n de los au


tores, como puede verse en Vidari, IX, 8932 y ss. ; Lyon-Caen y Re
nault, I, 103 bis; Thaller, 61 y ss. ,- Vivante, I, 32 ; Navarrini, I, 116 ;
nota jurisprudencial de G. cli Lumbroso en R. D. Comm., XII,

349; etc.); y las c�maras federales de la Capital (en /. T.f


XI �911, 37 y 38) y ele La Plata (en J. T., IX 1 911, 97) han fallado
cnie los jueces de lo criminal ante quienes se ha ventilado un delito

eme ha dado margen a una indemnizaci�n, son los competentes para

entender en el juicio correspondiente. �

De ah� cpie se haya llegado a consagrar crue el juicio por indem


nizaci�n debe ser acumulado al de lo principal. Prescindiendo de
los casos, en que se ha tratado de juicios sumarios e incidentales

(como los resueltos por la S. C, en 24, 498, y 33, 405 : mediaba un


desalojo ilegal), aunque consagren el principio de fondo de que
la indemnizaci�n es una incidencia de algo previo, cabe apuntar
estos fallos: C�mara civil, 53, 375; C�mara civil 2a en /. T XI|912, .,

169 (que lleg� a decir que la indemnizaci�n ni siquiera exige juicio


aparte y propio, pues, basta con un pedido subsidiario); C�mara
federal en /. T IX|914, 37 (que ha calificado expl�citamente a la
.,

acci�n por los da�os como � consecuencia � de la del incumpli


miento ) .

Y se puede observar, en conclusi�n, que tal acci�n es tan depen


diente y accesoria que en el hecho puede no requerir no ya el tr�
mite ele un juicio, sino ni aun tr�mite alguno. Es lo que ocurre
euando la indemnizaci�n est� predeterminada, ya por contenerse en
una cl�usula penal, ya por consistir en una se�al, etc. Fuera pro

digioso tener que sostener todo un pleito separado para exigir el


respectivo pago.
151. Abarca las costas del juicio. Tambi�n observar� que

las costas judiciales forman naturalmente parte de la indemniza


ci�n, pues entra�an un perjuicio bien directo. Es ello de jurispru
dencia constante. He aqu� algunos fallos que he entresacado al azar
y para muestra : S. C, 115, 15 ; C�mara civil Ia en /. T'., 1910, 163,
y en G. F'., 29|V|917; C�mara de comercio en G. F., 7|VIII|917,
y 6|IX|917. ,

B. Prueba de los extremos legales. �

152. De la
imputabi
lidad. �

La prueba de los extremos que hagan procedente la in


demnizaci�n, es de cargo del perjudicado. S�lo hay una excepci�n,
por lo dem�s aparente: la culpa es presumida en las obligaciones
contractuales positivas, esto es, que entra�an un hecho, ya un hacer
(stricto sensu), ya un dar; la raz�n qued� establecida m�s arriba
(n� 110), y se resuelve en la circunstancia ele que es com�nmente
de las obligaciones en si mismas
124

imposible que el acreedor acredite lo negativo del incumplimiento,


al paso que le es muy posible al deudor justificar lo positivo del

cumplimiento (mediante la exhibici�n del recibo, etc.).


En cambio, la mora debe ser probada, pues ello es factible: el
acreedor patentizar� la existencia del plazo, la interpelaci�n, etc.
Ello sin perjuicio ele los casos en epie haya mora legal, pues enton
ces no se requiere prueba alguna.

A fortiori corresponde sentar lo propio en punto a dolo: con


tra lo cpie ocurre en materia penal o criminal, la intenci�n da�osa

(la mala fe, el enga�o, el prop�sito fraudulento, etc.), no puede ser


presumida en derecho civil, donde se supone que todo el mundo es
honesto mientras no se demuestre lo contrario (arg. de los art. 2362,

4008, etc.).
153. Del da�o. ��

Acreditada la imputabilidad culpable,


morosa, dolosa

del demandado, queda la m�s delicada, la del da�o


producido : del perjuicio efectivamente sufrido y ele la ganancia
leg�timamente esperada y no realizada.
Es esto lo m�s dif�cil, pues ello depende de una serie ele fac
tores m�s o menos complejos y no siempre concordantes: precios
de plaza, valorizaciones, demanda comercial, cr�dito econ�mico o
bancario del actor o demandante, etc. ; sin contar lo equ�voco o in
seguro de las respectivas probanzas.
Pero es indispensable. �Qu� derecho tendr�a nadie para recla
mar un solo centavo, si no justifica que lo tiene de menos ? Con toda

raz�n nuestros tribunales exigen la prueba del da�o (S. C, 27,


282; 67, 406; 76, 272; etc.; C�m. civ, 13, 586; 74, 134; 178, 373;
etc.; C�m. civ. Ia en J. T XI|912, 154; etc. ; C�m. civ. 2a en G. F.,
.,

1�JIX;916 ; etc. ; C�m. com. en G. F 5|IX|916, 4|II|917, 4|X|917 ; etc.).


.,

No creo necesario insistir en que tanto esta prueba del da�o


como la de la imputabilidad pueden resultar de cualquier medio

probatorio, por lo mismo que se trata de hechos y no de con


tratos (art. 1190-1), siempre que, claro est�, se haya demos
trado en forma la obligaci�n contractual incumplida con la cual
se quiere fundamentar la acci�n por los da�os e intereses. Adem�s,

esta acci�n debe ser deducida en juicio ordinario, dado lo com

plejo de las situaciones de hecho que en tales casos surgen.


Esa tarea ha de estribar en establecer el nexo necesario e in
mediato del incumplimiento con el perjuicio, en determinar el
monto ele tal perjuicio, etc. Com�nmente, y en falta de prueba

especial, los tribunales fijan como indemnizaci�n, adem�s de las


costas judiciales y los dem�s gastos forzosos realizados
por el acree
dor para procurarse la prestaci�n, la diferencia de
precio de la
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 125

cosa no entregada (que es el supuesto m�s com�n en materia de


indemnizaciones contractuales) entre el momento en que debi�

serlo y menos de valo


el de la demanda (arg. del art. 2121). Ello a
rizaciones excesivas y como extraordinarias, seg�n se ha resuelto en
alg�n caso (C�m. civ. 2a en G. F., 1918, mayo 19), si bien no en
virtud ele razones jur�dicas : se ha aducido en el caso la cos
muy
tumbre ele la se�a, que equivale com�nmente al 8 por ciento del
valor de la compra (la aludida diferencia ele precio habr�a im

portado unos 30.000 $, mientras que el 8 por ciento indicado re


bajaba tal suma a 6000 $) ; cuando se pudo hacer hincapi� en
todo un texto legal (art. 2121), que habr�a cabido aplicar por
analog�a (art. 16).
De ah� este otro fallo m�s antiguo de la C�mara civil (145,
24) : la indemnizaci�n no puede abarcar el mayor valor sino cuan
do �ste derive del crecimiento progresivo ele todos los valores. No
hay nada m�s sensato : un mayor valor �nico no es ordinario sino
extraordinario ; es ordinario cuando es com�n, cuando es general.
Y de ah� la siguiente enormidad: no es una valorizaci�n ex
traordinaria la debida a la especulaci�n que aument� el valor de
un terreno de 400 $ a 32.400 $, m�s del 80 por ciento (C�m. civ. Ia

en R. L. J'., III, 160).

Dir� por mi parte cpie no es propiamente perspicacia, tino o


versaci�n cient�fica, lo que se requiere para apreciar lo general y
lo normal ele una valorizaci�n y para hacer vivir el recordado prin

cipio del art�culo 2121 : sobrar�a sin duela un poco ele buen
sentido.
Finalmente, el da�o debe ser positivo.- As�, por ejemplo, el
lucro cesante puede ser alegado respecto de mercader�as dete
no

rioradas (por humedad) y que no pudieron ser vendidas, pues


nada habr�a costado reemplazarlas (/. T., 1913, julio, 153, C�m.
civ. 2a; cons, adem�s, en esa misma publicaci�n, 1913, noviembre,
255, igual C�mara, y C�m. civil, 183, 346).

ARTICULO III

EL DA�O MORAL CONTRACTUAL


9

I. Controversia que supone. ��

A. Motivaci�n favorable. �

154. Razones generales para admitirlo. �

Ya ha visto que entre


se

nosotros la prestaci�n de una obligaci�n contractual debe ser una


�cosa (entendida por objeto, y en el sentido amplio que se emplea
en otros supuestos, los ele los art.
como
496, 641-7-8, etc., no en la
acepci�n estricta del art. 2311 y ss. y sus concordantes) que est�
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
126 �

en el comercio �, o que sea � susceptible de una apreciaci�n pecu


niaria � (art. 953 y 1169), vale decir, que revista valor patrimonial.
Tal es el principio, que el c�digo se ha encargado ele derogar
en no pocos supuestos, como en el � contratode matrimonio y
� en

los dem�s que he mencionado con anterioridad (n� 28 y ss.).


Una interpretaci�n excesivamente cerrada conducir�a a soste

ner que en nuestro derecho no cabe la indemnizaci�n del da�o moral


contractual. Haci�ndose pie en esos art�culos, as� como en las dis

posiciones de los que caracterizan los da�os e intereses (519, 1068,

etc.), que se refieren a valores econ�micos tan s�lo; se concluir�

que el da�o moral, por respetable que pueda ser en s� mismo, y no


obstante crue haya sido legislado en codificaciones contempor�neas,
es ajeno a nuestro c�digo, que s�lo contempla intereses positivos, y

no puede fundamentar ninguna acci�n judicial ni dar margen a

responsabilidad civil alguna (tal es el criterio de Hudelot y Merman,


243, que extra�a resulte compartido por Chironi, I, 251).
La conclusi�n ser�a irritante, a tal extremo cpie ser�a injusta e

ilegal. No puede haber c�digo que caliera soluciones que pugnan con
tra el m�s elemental sentido jur�dico. Por encima ele textos litera

les, fuera de preceptos taxativos, est� el esp�ritu ele la legislaci�n,


est� la conciencia jur�dica, que valen, cuando son generales y fuer
tes, como aqu� pasa, por todos los art�culos imaginables.
155. Argumentos doctrinarios y comparativos. V�ase, por �

ejemplo : Un individuo de relativa situaci�n personal y familiar, .

alquila un departamento en la avenida de Mayo, con ocasi�n de una


gran fiesta, a objeto de poder presenciarla desde los respectivos
balcones; llega el momento ele ocupar el departamento, y el locador
le notifica que lo ha dado a otro, acaso por mejor precio ; el locata
rio no tiene tiempo de buscar otro local, y no quiere ocupar el de
partamento subalterno y hasta indecoroso que el locador quiere darle
en los s�tanos o en la
bohardilla; en tal situaci�n, el locatario no
tendr�a acci�n alguna contra el locador, por raz�n ele que no lia
sufrido perjuicio pecuniario (al contrario: o habr�a pagado menos
en el departamento secundario que se le cruer�a
dar, o no habr�a
tenido que pagar nada si no hubiera querido ocuparlo) ; su tiempo
perdido, sus afanes patri�ticos malogrados, las expansiones ele su
familia (quiz� se tratase de un provinciano que se habr�a desvivido
por una convivencia metropolitana tan excepcional),- la inconducta
contractual del locador, etc., tocio ello nada dice jur�dicamente, por-

que no hay da�o pecuniario. Lo mismo pasa en otros supuestos: la


cohabitaci�n consentida, en cuya virtud una joven honesta ele re
lativa inexperiencia o de explicable pasi�n, se encuentra deslion-
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 127

rada, no puede dar margen a una indemnizaci�n del da�o moral


sufrido, porque tampoco hay perjuicio pecuniario ; el individuo que
recibe en dep�sito un retrato de familia � cualquier otro objeto de
un fuerte valor de afecci�n, no responde, si pierde culpablemente

dichas cosas, sino por el valor econ�mico (que com�nmente ser�


�nfimo) de lo depositado, y no tiene por qu� reparar el da�o irreem
plazable crue ha sufrido el depositante con una p�rdida que le sig
nifica la destrucci�n de todo unorgullo, de un gran recuerdo y de
un capital moral que para �l es ele primer orden, sencillamente por-

cuie eso no vale dinero y porepie el c�digo no se ocupa sino de inte

reses positivos.

Eso clamar�a a todos los principios del derecho, de la moral y


del buen sentido. Bastar�a con observar, en general, que no es cierto,
seg�n ya tengo demostrado (n� 5) que el c�digo civil, y menos el
derecho civil, s�lo contemplen intereses patrimoniales, y que a me
dida que transcurre el tiempo y la vida se espiritualiza m�s y m�s,
los intereses superiores se- van afirmando progresivamente y recla
man la consideraci�n que les corresponde.

Por lo dem�s, no faltar�an fundamentos m�s inmediatamente


jur�dicos. Desde luego, el de los precedentes de derecho comparado,
aun fuera de las codificaciones contempor�neas que admiten la re

paraci�n de ese da�o moral (como el c�digo alem�n, en sus art. 253,
347, 1300, etc.; como el c�digo civil suizo, en sus art. 30, 93, 151,
318, etc., y como el c�digo brasile�o, en su art. 76) : sobra con citar
la jurisprudencia francesa (cons. Baudry-Lacantinerie, XI, n� 480
y ss. ; Planiol, II, n� 298; Colin y Capitant, II, 362; y la m�s re
ciente eme he mencionado en el n� 30), que, sobre no disponer de
bases legislativas tan amplias como las que contiene nuestro c�digo,
no ha hesitado, en lo com�n de las
situaciones, en admitir dicho
da�o y en consagrar la necesidad de- su reparaci�n. Lo mismo cabe
decir en materia doctrinaria, a cuyo respecto se puede ver, adem�s
de los tres autores citados, Chironi, II, 411 y ss. ; Martin-Achard,

R�paration p�cuniaire du droit moral, 1908; Ihering, en el cap�tulo


final de Lutte pour le droit y
su en el estudio antes citado De l'-in-
t�r�t dans les contrats, que figura en el tomo II de sus GZuvres choi-
s�es, 145 y D�mogue, Notions fondamentales de droit priv�, 183
ss. ;

y ss. ; "Whidscheid, II, 250, nota 3; Crome, Teorie fondamentali, 13


y ss. ; Gabba, Quistioni, II, 210 y ss. ; Mantelet, R�paration du pr�-
judice moral, 1907; Minozzi, Danno non patrimoniale, 3a edici�n,
1917 ; A. J. Rodr�guez, Da�o moral en el derecho civil
moderno',
1918; Pouillet, Propri�t� litt�raire et artistique, 204 bis, que ni s�-
quiera discute el derecho � moral � de un autor sobre su obra, ni
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
jOQ

menos el consiguiente da�o ; notas de jurisprudencia de G. Pacchioni

y G. P. Chironi. en R. D. Comm.. 1911. 240: 1913. 801.


156. Precedentes de nuestro propio derecho. Es que en �

nuestro mismo c�digo hay premisas suficientes al efecto, si. como

euadra, se quiere ir a lo superior de los principios. Ante todo, la


circunstancia de que no se haya autorizado la reparaci�n del da�o
moral, poco supone. Un buen criterio interpretativo, como el de la
Corte de casaci�n francesa a prop�sito de la personalidad espec�
fica de las simples sociedades, seg�n ense�a y aprueba Planiol, II.
1956. llega a hablar as�: �La question n'est pas de savoir s'il y a
dans nos lois des textes qui d�montrent l'existence de la soci�t� cotn-
�me patrimoine distinct. mais bien s'il y a des textes qui s'y oppo-

sent d'une maniere absolue �. Y ello, por analog�a con lo resuelto en


materia de derechos subjetivos (art. 53), est� permitido, por lo me
nos en la medida reclamada por las exigencias ambientes, que s�lo

se refieren a aquellos casos de relativa gravedad o importancia, como

los indicados, y que no tienden a convertir esa reparaci�n en una

regla absoluta.
Igualmente se tiene el precedente de la reparaci�n del da�o
moral admitida en materia delictual (art. 1075 y 1108 y sus respec
tivos concordantes^
Y sobre esas bases legislativas cabe una construcci�n, nada di
f�cil ni abstrusa, como la siguiente: cuando alguien en una relaci�n
contractual se conduce de tal manera que causa un da�o moral, no

obra contractualmente, pues el contrato ha sido celebrado en vista


de intereses inmediatamente pecuniarios (es el supuesto") : de con

siguiente, obra extracontractualmente. delictualmente. al cometer


un hecho il�cito cuya responsabilidad est�
fijada en los art�culos
aludidos, que admiten que cualquier derecho violado, sea patrimo
nial o no, da pie para la consiguiente indemnizaci�n. Y la construc
ci�n se reforzar�a en estos cuatro sentidos principales : el auge que
en la vida
jur�dica contempor�nea van tomando los derechos espi
rituales, y que requieren la debida protecci�n los amparos juris �

prudenciales de pa�ses como Francia ; los precedentes comparados


de legislaciones positivas como las citadas : y el apoyo de la easi
unanimidad de los autores y jurisconsultos modernos.
B. Motivaci�n contraria. �

1 57. La reparaci�n ser�a inmo


ral. Por lo dem�s, los argumentos mediante los cuales se quiere

negar lo jur�dico de la reparaci�n del da�o moral, son tan delezna


bles como todos los argumentos de l�gica frente a conceptualista,
realidades como las epie va imponiendo el natural dinamismo de la
vida en nuestros tiempos (cons. el cap. III. 2a parte, de la citada
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N -


129

obra de Minozzi, Danno non patrimoniale, donde se contempla con

extensi�n las siete observaciones de: fondo que corren al respecto).


Se afirma que la reparaci�n ser�a inmoral, en cuanto traduci
*

r�a en dinero un valor puramente subjetivo y en cuanto con ello se

vendr�a a equiparar los valores de afecci�n con los pecuniarios. Cabe


contestar : Io que debiera indicarse, en todo caso, otra forma de re

paraci�n adecuada, ya que no se pone en tela de juicio, con tal

argumento, la necesidad misma de la reparaci�n ; 2o que hay valores


morales (la salud y la vida de un enfermo, el honor de una persona
acusada criminalmente, etc.) retribuidos en dinero a los m�dicos,
abogados, profesores, etc., que no son mirados por eso como inmo
rales en ninguna parte del mundo ; 3o que la reparaci�n en dinero
es la �nica concebible, por lo mismo que no hay otra que pueda

suplirla, por donde, en el peor de los casos, resulta un mal necesario


e insubstituible; 4o que, en todo caso, tal reparaci�n se aproxima a

la crue cuadrar�a, por lo mismo que con el dinero es posible procu


rarse goces que compensen los perdidos ; 5o que, finalmente, esa repa

raci�n llena en el caso no una funci�n de equivalencia, como en los


da�os pecuniarios, sino de satisfacci�n, seg�n ya advert� m�s arriba
(n� 133).
158. Implicar�a un enriquecimiento sin causa, Tambi�n se �

arguye en forma jur�dica: la reparaci�n implicar�a un enriqueci


miento sin causa, ya que el pretendido acreedor de la reparaci�n
aumentar�a con �sta su patrimonio sin desembolso alguno de su
parte. El argumento casi repugnante. El indicado acreedor no
es

pretende enriquecerse con la indemnizaci�n (aunque es verdad que


ello pueda ser posible: en materia delictual se ha conocido y se co
noce la � industria � de ciertos individuos que
hacen lastimar por se

un veh�culo para exigir indemnizaciones, y que as� convierten su

cuerpo o su persona en una fuente de lucro). Pero dejando de lado


los abusos, que cualquier circunstancia de la vida y
son comunes a

que nada dicen contra el uso, y yendo a lo propiamente jur�dico


de la observaci�n, no es dif�cil la respuesta de que el perjudicado

preferir�a, antes que dicho � enriquecimiento �, la reparaci�n en


especie (la devoluci�n del objeto ciado en dep�sito, la reintegraci�n
del honor femenino mancillado, etc.). Lo �nico que desea es que,
no siendo posible esa
reparaci�n in natura, se la substituya con otra
que le d� una satisfacci�n aproximada. Por lo dem�s, eso del enri
quecimiento sin causa es una noci�n que s�lo juega cuando median
intereses patrimoniales, seg�n resulta de su misma denominaci�n:
aqu�, donde s�lo intervienen intereses espirituales, est� desubicada.
y resulta de m�s.

Colmo, Oblig. �
T. I. 9
DE LAS OBLIGACIONES EN S� MISMAS
ypQ

159, En todo caso precisar�a distinguir. �

Y no son singu
lares los autores crue exigen distinciones diversas (cons. Martin-
Acharcl. op.cit., 181 y ss.) : los valores morales de car�cter general
ser�an indemnizables, y no lo ser�an los de car�cter individual; o
bien los valores morales ligados a valores econ�micos (un �rgano de
nuestro cuerpo, un miembro de la familia, etc.) ser�an indemniza-
bles, no as� los que fuesen exclusivamente morales, como los inte
reses de pura afecci�n, por ejemplo: etc. Se trata de distinciones
fatalmente arbitrarias, y cpie por eso no pueden ser aceptadas:
� d�nde concluye lo general de un valor moral y empieza lo personal
del mismo I y es admisible esa independizaci�n de los valores mo
rales con relaci�n a los econ�micos, cuando todo se coliga, cuando
unos y otros, rec�proca
en e indivisible conjunci�n, constituyen
nuestra lo que se puede aducir al respecto es
personalidad '? Todo
que los valores morales deben ser los que jueguen en el determi-
nismo humano y en el dinamismo exigible y jur�dico, para que no
se incluya entre ellos los de la vida mundana o cortesana (supra,
11' 31). seg�n los tiempos y lugares,
y para que, se atienda a los
que constituyen un patrimonio de acci�n porque figuran en el tesoro
de las ideas y sentimientos de la correspondiente vida colectiva.
160. El da�o moral es inconmensurable. �

La observaci�n
m�s fuerte crue se ha hecho la que se refiere a la inconmensura
es

bilidad del da�o moral : � cu�nto se puede decir que vale el honor
de una doncella ? � arreglo a qu� principios se va a determinar
con

el monto pecuniario de cualquier valor de afecci�n? No hay simi


litud entre tales valores y el del dinero, por donde, y ante tal hete
rogeneidad, no cabe comparaci�n posible. Tan cierto es que en un

caso la reparaci�n es fijada en 100, como en otro an�logo se la lleva


a 10 o a 1000.
La circunstancia esexacta, pero s�lo en cierta medida. En todo
caso, es inherente a cuanto entra�e materia de apreciaci�n. Con ese

criterio quedar�a desvirtuado el derecho mismo, cuyos principios


jam�s pueden ser r�gidos y deben ser amoldados a las contingencias
de cada caso : por ejemplo, en los supuestos de los art�culos 391, 1684.
1735. inciso 4o, 1759-71, etc.. es humanamente imposible que dos o
m�s jueces no juzguen diversamente, dentro del mismo principio de
fondo, qui�n es el pariente m�s capacitado para la tutela leg�tima.
cu�ndo hay peligro en la demora para la remoci�n del administra
dor contractual de una sociedad, cu�ndo un socio ha perdido la con
fianza de sus compa�eros, en qu� estriba la importancia de un socio
fallecido o la p�rdida de una parte del capital social para eme la
sociedad pueda disolverse. Eu la misma indemnizaci�n de los da�os
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 131

de
patrimoniales hay una situaci�n de pruebas y de hechos crue es

rigurosa apreciaci�n, y en la cual seguramente diez jueces resol


ver�an con diferencias modales.
La observaci�n resulta as� secundaria: no s�lo no pone en tela
de juicio el criterio mismo, pues se limita a dificultades de aplica
ci�n; sino que tampoco se�ala un obst�culo insalvable, ni siquiera
peligroso. Esto �ltimo surge de la misma ense�anza experimental
de la vida. La relativa frecuencia de los hechos en cuya virtud se

producen morales, concluye por fijar hormas y reglas ge


los da�os
nerales, que habilitan para apreciaciones humanamente aceptables.
No hay que llegar a decir, a prop�sito, que el honor, la reputaci�n,
el afecto, etc., alcancen a tener un valor corriente, como lo tienen
las cosas y dem�s bienes cotizables, pues no hay paridad de circuns
tancias, por la doble raz�n de que en el caso no existen valores eco
n�micos en juego ni se tiene la frecuencia indispensable para que
.�se afirme al respecto un criterio fijo. Lo que cabe afirmar es que,

dentro de las exigencias y costumbres ambientes, es dable justipre


ciar, en la forma necesariamente grosera de la indemnizaci�n pecu
niaria, la satisfacci�n que proceda para reparar en lo posible el
da�o sufrido.
1 61 . En nuestro derecho s�lo procede cuando medie un delito
�criminal. �

Entre nosotros se podr�a arg�ir con la m�s constante


jurisprudencia, seg�n la cual el da�o moral s�lo procede, aun extra-
contractualmente, cuando el hecho entra�e un delito criminal: C�
mara civil, 70, 137 y 283
; 90, 269 ; 93, 151 ; 167, 37 ; 173, 303 ;
C�mara civil Ia en J. T III|914, 149, y XIJ914, 124; C�mara civil 2a
.,

en R. L. J VI, 303; C�mara de comercio, 46, 370; etc.; C�mara


.,

federal, V, 153, y VI, 168 ; y en /. T II|912, 40 ; III|912, 34 ; VIJ912,


.,

57; XI|912, 33; VI|913, 34; VIII|913, 62, etc.; C�mara federal Pa
ran� en J. T., 1910, 1721 ; etc.
Considero que tal jurisprudencia est� en pugna con el esp�ritu
de la ley y con el texto mismo de m�s de un precepto codificado.
Se apoya, sobre todo, en la letra de algunas disposiciones, como
las <�e
los art�culos 1078 y 1083, que hablan de da�o moral s�lo en
materia de delito.
Lo estrecho del criterio
es evidente ante estas dos razones de

fondo: Ia el hecho il�cito perjudica no s�lo en el patrimonio sino


-en la misma
personalidad, pues est�n en juego intereses humanos
de todos los �rdenes, lo que explica que el c�digo extienda la indem
nizaci�n al aspecto no patrimonial, y lo que da la clave ele los ar
t�culos citados; 2a tan cierto es ello, vale decir, que los susodichos
�irt�culos son mera expresi�n de una regla general en el esp�ritu del
-lOO DE LAS OBLIGACIONES EX SI MISMAS
J.O--J

legislador, que este mismo, al contemplar los hechos il�citos que no-
son delitos, los llamados cuasidelitos, reproduce, en el art�culo 1108,
lo dicho en el art�culo 1075 (seg�n el cual Cualquier derecho, sobre
un objeto exterior o sobre la misma persona, como el honor o la
reputaci�n, seg�n se dice textualmente en la respectiva nota del
codificador, puede ser materia de un cuasidelito y dar margen a la
consiguiente indemnizaci�n), y estatuye, en el art�culo 1109, in
ciso 2�, que la obligaci�n ele reparar el perjuicio generado por un
cuasidelito se rige � por las mismas disposiciones relativas a los
delitos �.

II. �
162. Conclusi�n. ��

Por lo dem�s, tal indemnizaci�n

supone, lo propio que la ordinaria, estas condiciones : la justifica


ci�n ele la imputabilidad, culpable o dolosa, del agente; todo un

juicio ordinario en que se ventile la contienda a la luz de cualquier


medio probatorio, pues se trata de simples hechos ; la demostraci�n
del da�o efectivamente sufrido (lahonestidad de la muchacha que
se considera ofendida con la cohabitaci�n que la ha deshonrado, la
reputaci�n de un escritor que no pretenda cimentarla en ese mismo
juicio, el honor de un pol�tico que no sea un relativo modelo de
doblez o de fals�a, etc.) ; finalmente, cuando quepa, la fijaci�n de
la indemnizaci�n, que necesariamente debe ser hecha en dinero, pues
no hay otro denominador com�n ele .valores.

ARTICULO IV

LA CLAUSULA PENAL

I. Generalidades. �

163. Prenociones. �

El t�tulo que estu


diamos termina con una disposici�n cpie reza como sigue: Cuando
en la
obligaci�n hubiere convenido que si ella no
se se cumpliese se

pagar�a cierta suma de dinero, no puede darse una cantidad ni ma

yor ni menor (art. 522).


Como se ve, en ella
supone que los da�os han sido
se
fijados de
antemano por las partes. De ah� que el juez no tenga por qu� fijar
los en casos que s�lo bastar� justificar la imputabilidad.
tales, en

ya que el otro extremo, el del da�o, consta convencionalmente. As�


se ha resuelto m�s de una vez: S.
C, 37, 42; C�mara civil, 66, 173;
189, 418; C�mara de comercio, 43, 104; C�mara civil 2a en J. T.,
1913, marzo, 103; mayo, 123 y 125; 1914, octubre," 155; C�mara
civil P en ./. T., IIIJ914, 116. En alg�n caso se ha ido todav�a m�s
lejos : se ha llegado a negar al acreedor derecho para cobrar intereses
a su respecto, por lo mismo epie ello importar�a aumentar la indem
nizaci�n ya fijada convencionalmente (C�m. civ, 178, 19).
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 1.33

Los da�os as� predeterminados constituyen lo que se llama, no


correctamente por cierto, la � cl�usula penal �, legislada en nuestro

c�digo en los art�culos 652-66 (cons. Giorgi, IV, 448 y ss. ; Chironi,
I, 261 y ss. ; Zachariae-Crome, II, 290 ; Hudelot y Metman, 364 y ss. ;
Bevilaepia, IV, 65 y ss.).
164. Metodolog�a. El art�culo 522 est� probando la mala

ubicaci�n metodol�gica de esa materia de la cl�usula penal, que no


.

-es otra cosa que los da�os e intereses convencionalmente estableci


dos ele antemano, y que, de consiguiente, o debe figurar entre los
contratos general (como ocurre en el c�digo alem�n, no as� en
en

los c�digos suizo y brasile�o) o debe formar cuerpo en este t�tulo,


donde se contiene los principios fundamentales (aunque no todos,
seg�n se ha visto) de cualquier indemnizaci�n.
Por lo dem�s, dicho art�culo 522 (en el. cual se comete el error
t�cnico de confundir la obligaci�n con la convenci�n, pues en la
obligaci�n no se conviene nada, por lo mismo que es una entidad .

abstracta), est� repetido en otros preceptos, particularmente en el


del art�culo 656, relativos a la cl�usula penal.
165. Concepto y funciones. El c�digo define a �sta en el

art�culo 652 : La cl�usula penal es. aquella en que una persona, para
asegurar el cumplimiento de una obligaci�n, se sujeta a una pena
-o multa en caso de retardar o de no
ejecutar la obligaci�n.
Como lo corriente de las definiciones, �sta resulta innecesaria,
pues los art�culos subsiguientes contemplan, con m�s precisi�n pr�c-
"tica, cada uno de sus conceptos y elementos jur�dicos.
Y es innecesario advertir que la cl�usula penal
puede ser t�cita,
como cualquier manifestaci�n de voluntad
(art. 915). En un fallo
de la C�mara civil 2a, que registra la R. L. J.
(VI, 91), se tiene una
aplicaci�n de ello.
De la caracterizaci�n del art�culo fondo doctri
652, que en su

nario es exacta, resulta que la cl�usula penal tiene dos fines : Io ase

gurar el cumplimiento de la obligaci�n; 2o


fijar de antemano los
da�os a indemnizarse en caso de incumplimiento o de cumplimiento
retardado.
II. La cl�usula penal como seguridad. �

A. �

166. No per
mite eludir el cumplimiento de la
obligaci�n. Lo primero se re �

suelve el hecho de que el deudor no podr�a eximirse del


en
cumpli-
-miento de la obligaci�n con el
simple pago de la pena. Esta no entra
como substitutivo de la
obligaci�n, sino como medida de seguridad
para elcumplimiento de la
misma; no la reemplaza, sino que la
acompa�a : en otros t�rminos, es un derecho que puede exigir el acree
dor y no el deudor. Ello en
principio, ya crue es concebible que las par-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
134

tes hayan entendido lo contrario, seg�n acontece, por ejemplo, con la


se�al o arras del art�culo 1202, que no es confirmatoria sino resolu
toria. De ah� lo dispuesto en el art�culo 658: El deudor no podr�
eximirse de cumplir la obligaci�n, pagando la pena, sino en el caso
en que expresamente se hubiese reservado este derecho, (cons. art.
652-9, art, 189 del C�d. com. y, C�m. civ, 57, 120). La restricci�n con
tenida en el art�culo (la reserva tiene que ser � expresa �) parecer�a
violenta, pues rompe con el criterio general en materia de manifes
taciones ele voluntad (art. 915 y 1145 y sus respectivos concordan
tes), por donde resultar�a poco recomendable. Acaso se ha cre�do
por el codificador que ello habr�a importado una renuncia de parte
del acreedor, y que �sta debe ser interpretada restrictivamente
(art, 874). O, lo que es m�s probable, se ha seguido el criterio�
fundamental del art�culo 505, aplicado con energ�a en el art�culo
631, seg�n el cual el cumplimiento en especie es lo primordial, pues,
responde a la intenci�n presunta de las partes, por donde el cum
plimiento indirecto ele la pena es subsidiario y excepcional.
B. �

167. El acreedor no puede pedir el cumplimiento y la


pena. Viceversa, el acreedor tampoco puede pretender el cum
= �

plimiento de la obligaci�n y la pena, a menos de estipulaci�n con


traria, cabalmente porque la pena s�lo procede en falta ele cum
plimiento (o en caso de retarlo, seg�n cuadre). Es lo que se dispone
en el art�culo 659 : Pero el acreedor no podr� pedir el cumplimiento

de la obligaci�n y la pena, sino una de las dos cosas, a su arbitrio?


a menos que aparezca haberse estipulado la
pena por el simple re
tardo, o que se haya estipulado que por el pago de la pena no se
entienda extinguida la obligaci�n principal (S. C, 11, 446).
Lo �nico observable en este art�culo es la circunstancia de que
el acreedorpueda, arbitrio �, pedir la pena o el cumplimien
� a su

to. En principio, lo �nico que puede pedir el acreedor es el cum

plimiento : la soluci�n de los da�os e intereses es, como acabo de


advertir, meramente subsidiaria, y s�lo procede (n� 50) cuando el
cumplimiento es objetivamente imposible. De ah� que si el deudor
ofrece cumplir, o prueba que el acreedor tiene c�mo obtener ese
cumplimiento (a menos, claro est�, que se trate ele un cumplimiento
tard�o o inoportuno, que no reporte al acreedor las ventajas que
�ste pod�a esperar en caso de cumplimiento en tiempo debido), el
acreedor carezca de cualquier derecho para exigir una indemniza
ci�n que no tiene fundamento ni justificaci�n.

Aqu� se resuelve lo opuesto: el acreedor puede exigir la pena


o el
cumplimiento, a su voluntad. Para que esto no rompa con los
principios del c�digo ni con los dictados del criterio liberal, hab�a
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 135

eme entenderlo en el sentido de que se situaci�n que


trata de una

lo cual �ste deber� acre


compromete los derechos del acreedor, para
ditar que el cumplimiento ser�a ineficaz, o, por lo menos, tan
esca

samente eficaz que le irrogar�a perjuicios respetables.


C. La obligaci�n penal es accesoria.

168. Nulidad o extin

ci�n de la obligaci�n principal.


seguridad que
Esta funci�n de

llena la cl�usula penal, se resuelve en otra cosa: obligaci�n que


la

en ella se contiene viene a depender jur�dicamente


de la obligaci�n

que tiende a asegurar; por


donde �sta resulta una obligaci�n prin
accesoria
cipal, al paso que aqu�lla se convierte en una obligaci�n
De ah� el juego
(art, 523-4, y nota del codificador al art. 663).
subordinante y subordinado de ambas obligaciones, ya legislado en
los art�culos 525-6, y que as� pudo ser omitido en los art�culos 663-5,
repetirlo estos t�rminos: La nuUdad de
que no hacen m�s que
en

la obligaci�n principal causa penal (mejor


la nulidad de la cl�usula

dicho, de la obligaci�n penal) ; pero la nulidad de �sta deja subsis


tente la obligaci�n principal; y Si la obligaci�n principal se extin
la (obligaci�n
gue sin culpa del deudor, queda tambi�n extinguida
de la) cl�usula penal.
169. Pena il�cita que entra�e una condici�n. Hay que ad

vertir, respecto del primero de estos art�culos, que en el art�culo


526 se contiene una disposici�n parcialmente aplicable al caso. En
�ste se precept�a que las cl�usulas (u obligaciones) accesorias que
sean nulas por imposibles o il�citas, cuando impliquen condiciones

a que se subordina la obligaci�n principal, causan la nulidad de

�sta. La explicaci�n, que se ver� oportunamente (n� 297), es obvia:


tales condiciones son la raz�n de ser de la obligaci�n principal (al
guien me vende o compra algo, si yo cometo tal o cual delito), por
donde el efecto mal puede producirse sin una causa.
� Puede sostenerse lo mismo en materia de obligaci�n penal ? SiriT
duda, por m�s que en este t�tulo de la cl�usula penal nada se haya
preceptuado expl�citamente al respecto. El principio del art�culo 526
es general, y as� aplicable a todos los supuestos de su g�nero.

Pero �cu�ndo la cl�usula penal viene a ser una condici�n1? Por


ejemplo, y contraviniendo el principio del art�culo 653, me com
prometo a hacer una estatua, bajo la pena, en caso de incumpli
miento, de no volver a hacer estatuas en toda mi vida ; o bien, de
robar para el acreedor otra estatua que le interesa y que pertenece
a un tercero
; o bien, de indemnizar al acreedor entreg�ndole todo
el radio que hay en el mundo ; etc.
Creo que en supuestos as� regir�a el principio del art�culo 526.
Esas cl�usulas penales, como lo com�n de las cl�usulas penales, en-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
^gg

tra�an una obligaci�n que contienen es exigible si la


condici�n: la
en el
principal resulta incumplida, o bien siempre que, dado que,
de ser
supuesto de que, o cuando, etc., esa obligaci�n principal deje
cumplida. De ah� la jurisprudencia de nuestros tribunales (S. C,
16, 445; 43, 65) que niega acci�n ejecutiva a una obligaci�n penal,
de la prin
pues su exigibilidad est� subordinada al incumplimiento
cipal. Y de ah� que la indicada imposibilidad (legal, como en los
dos primeros ejemplos ; o f�sica, como- en el tercero, ya que no hay
fortuna humana capaz de adquirir todo el radio del mundo, adem�s
de lo prohibitivo de las legislaciones de los pa�ses con respecto a su
exportaci�n) deba concluir por resolverse, como en los supuestos
ordinarios, en la imposibilidad de la obligaci�n principal (cons.
respecto de la ilicitud � final �, Ferrara, Negozio illecito, 35 ; as�
como un fallo de la C�m. civ. Ia en J. I'., 1910, 1504, relativo a

una pena prohibida, la del art, 3222 del c�digo ; y el argumento que

suministra otro fallo del mismo tribunal en J. T., VIIIJ912, 178).


1 70. Pena il�cita que no entra�e condici�n. Pero, entonces,

� cu�ndo se aplicar�a el principio del art�culo 663 ? � cu�ndo la nu


lidad ele la obligaci�n penal no inducir�a la de la obligaci�n prin
cipal? Cuando se tratase de una obligaci�n penal que no equivaliera
a una condici�n, que no implicase la raz�n que ha determinado a

contraer la obligaci�n principal. Por ejemplo, cuando la obligaci�n

penal se anulara por incapacidad de una de las partes, o caducara por


imposibilidad ulterior (legal o f�sica) de la respectiva prestaci�n:
en lo primero no puede haber condici�n, pues ni siquiera hay acto

voluntario ; y en lo segundo hay un hecho objetivo, independiente


de cualquier intenci�n, que, por lo mismo, no puede caber en el
principio del art�culo 526, que se refiere a lo originariamente in
tencional y querido.
Por lo dem�s, es evidente crue como la nulidad no se presume
(art. 1037), deber� acredit�rsela por quien la alegue, seg�n es de
norma com�n. Tambi�n es palmario que quien
sostenga que la nu
lidad de la obligaci�n penal entra�a la de la obligaci�n principal,
tendr� crue demostrar lo condicional de la obligaci�n penal, o, lo

que es igual, la determinante de �sta con respecto a la principal,


para solidarizar as� la suerte de la una con la otra.
171. La pena no es accesoria si la llamada obligaci�n princi
pal se refiere a terceros.
Algunos autores (casi todos los tradi

cionales, Demolombe, XXVI, 639 y ss, y Aubry y Rau, IV, 309)


con

observan que lo dispuesto en nuestros art�culos 664-6 implica ex


cepciones con relaci�n al principio del art�culo 663, en cuanto con
sagra la validez de la obligaci�n penal relativa a obligaciones prin-
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 137

cipales no exigibles civilmente. He aqu� los textos de esos art�culos:


Subsistir�, sin embargo, la obligaci�n de la cl�usula penal, aunque
la obligaci�n no tenga efecto, si ella se ha contra�do por otra perso
na, para el caso de no cumplirse por
�sta lo prometido; y La cl�u

sula penal tendr� efecto, aunque sea puesta para asegurar el cum
plimiento de una obligaci�n que no pueda exigirse judicialmente,
siempre que no sea (�sta) reprobada por la ley.
El art�culo 664 no puede referirse sino a los supuestos de los
contratos por terceros : yo convengo con A en que dar� tal cosa a X,
bajo la pena ele pagar a A tal obien convengo con A
cual multa ; o

que �ste dar� una cosa a X, bajo la pena de


en tener que pagar

me A una multa dada. Es evidente que la obligaci�n � principal �

que yo contraigo en el primer ejemplo, o la que contrae A en el


segundo, resultan inexigibles: X, que es el interesado, no ha sido .

parte en el convenio (suponemos que no ha habido ratificaci�n de


su parte) ; A o yo, crue acreedores, no somos los benefi
somos los
ciarios de la prestaci�n convenida. Lo propio, y con mayor raz�n,
cabe decir ele los casos en que el tercero, X, es el obligado por la

convenci�n, y no el beneficiario (convengo con A en que si X no


realiza tal o cual prestaci�n, A me pagar� a m�, o yo le pagar� a
�l, seg�n los casos, una multa convenida), siempre dentro del su
puesto de que no haya habido ratificaci�n por parte del tercero, >k

pues ella convertir�a a �ste en contratante.


Pues bien, no inexigible de la obligaci�n en favor
obstante lo
o en contra del tercero, X, la cl�usula penal estipulada puede ser

hecha efectiva. �Por qu�? Simplemente porque es una convenci�n,


y porque, lo mismo que cualquier convenci�n (art. 1197), es ley U
para las partes, ya crue ella va a ser reclamada entre los estipulan
tes, por A contra m�, o por m� contra A, seg�n los casos.
Pero ello no implica una excepci�n respecto del principio del *J
art�culo 663. Es verdad que el contrato por terceros es nulo (art,
1161: ya se ver�, cuando llegue la oportunidad de estudiar esta

disposici�n, en qu� sentido y medida ese contrato es nulo), y que


la cl�usula penal convenida a su respecto es v�lida. Pero eso es todo.
La obligaci�n � principal � es nula, porque el tercero no ha sido
^
parte, y porcme los estipulantes no son los interesados. La obliga
ci�n penal es v�lida, precisamente porque en ella el tercero es total
mente extra�o. Son, pues, dos obligaciones
muy distintas. De ah�
que, no obstante su relaci�n causal, tengan plena independencia f
jur�dica y sean ambas eminentemente principales (cons. Baudry,
XI, 153, y XII, 1359; Giorgi, II, 303 y 417 y ss, y IV, 449; Cres-
cenzio y Ferrini, 333).
-.oq DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

172. ... 0 es una obligaci�n natural. Algo parecido cabe


decir respecto del art�culo 666, que s�lo puede jugar con relaci�n
no tengan � causa �
a las obligaciones naturales, que, por supuesto,

o fuente il�cita (n� 87). La cl�usula penal,


mediante la cual se quiere
es bien prin
asegurar el cumplimiento de una obligaci�n natural,
cipal : si se tercero, en virtud de las razones que
la conviene con un

acaba de verse; si se la conviene con el mismo deudor de la obli


gaci�nnatural, o porque ello importa una confirmaci�n del acto nulo
crue dio margen a la obligaci�n natural (art. 1063), o porque entra�a
la creaci�n de una obligaci�n nueva (claro est� que se supone que el
deudor en tal caso ha dejado de ser incapaz, si la nulidad aludida
se ha debido a tal dem�s, la excepci�n con-
circunstancia). Por lo
tenida en el art�culo con relaci�n a las obligaciones reprobadas por
la ley (las deudas de juego prohibido, etc.) es de toda obviedad:
el objeto il�cito de una obligaci�n jam�s puede servir de funda
mento a ning�n acto jur�dico (art, 953).
III. La pena como prefijaci�n de da�os. �

1 73. Principio. �

El segundo car�cter de la cl�usula penal es el de contener una prefi

jaci�n de da�os e intereses. De ah� los art�culos 655-6 : La pena o


multa impuesta en la obligaci�n, entra en lugar de la indemniza
ci�n de perjuicios (da�os) e intereses, cuando el deudor se hubiese
constituido en mora; y el acreedor no tendr� defecho a otra indem

nizaci�n, aunque pruebe que la pena no es indemnizaci�n suficiente;


y Para pedir la pena, el acreedor no est� obligado a probar que ha
sufrido perjuicios, ni el deudor podr�, eximirse de satisfacerla, pro
bando que el acreedor no ha sufrido perjuicio alguno (C�m. civ,
23, 335; C�m. civ. Ia en J. T IX|912, 170, y VIIJ913, 132; C�m.
.,

civ. 2a en R. L. J'., II, 923 ; III, 301, y VI, 91 y 336 ; S. C. B. A. en


R. L. J., V, 503; C�m. com. en G. F., 1U�V|917).
De los preceptos transcritos resulta la diferencia fundamental

que hay entre esta indemnizaci�n convencional y la indemnizaci�n


legal : en la �ltima es menester acreditar el da�o sufrido, as� como
su monto ; en la primera no hay necesidad de hacerlo. En rigor, am

bas soluciones son id�nticas : en los dos casos no se hace m�s que in
terpretar la voluntad de las partes, que es presunta en el caso de la
indemnizaci�n legal, y crue es expresa en el caso de la convencional.
174. Excesivo rigor del mismo. Lo que merece al respecto

una cr�tica es la estrictez


legal en materia de indemnizaci�n conven
cional. Puede ocurrir que la prestaci�n convencional represente un
valor de 100, por ejemplo ; no obstante lo cual la pena puede llegar
a 1000, cuando as� se ha convenido. La
desproporci�n es evidente.
Lo crue es m�s, esa circunstancia est� indicando : o que el deudor no
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 139

ha estado en condi
ha previsto lo grave de tal estipulaci�n, o que no

convenir una
ciones de independencia (por apremio, etc.) para
indemnizaci�n menor. Ello con la agravante de que el incumpli

miento ele la obligaci�n principal puede no importar el m�s leve


da�o efectivo para el acreedor.
Hay, all� .tiran�a excesiva, que el derecho contempor�neo
� una

fulmina: el art�culo 343 del c�digo alem�n faculta al juez para


reducir, pedido del deudor, las penas o multas � desproporciona
a

das � a sumas � equitativas � ; el art�culo 161 del c�digo suizo


de

las obligaciones estatuye que el acreedor no puede reclamar el total


ele la pena convenida cuando �sta sobrepase al valor de la presta
ci�n principal, sino cuando el acreedor demuestre �una culpa a
cargo del deudor�; y el art�culo
920 del c�digo civil brasile�o
resuelve simplemente que el valor de la pena � no puede exceder al
de la obligaci�n principal �.
175. Obtemperaciones posibles. De ah� que proceda alguna

obtemperaci�n de nuestro precepto en aquellos casos evidentemente


excesivos, a objeto de reducir la indemnizaci�n a un valor que m�s
o menos corresponda al de la prestaci�n principal, o que, en caso

ele mora, en que no hay incumplimiento sino simple retardo, repre


sente equitativamente los perjuicios sufridos o la indemnizaci�n

que normalmente se habr�a estipulado en el caso. Bastar�a con adu


cir, en apoyo legal ele tal criterio, que las estipulaciones contrac
tuales no pueden ser fuente de enriquecimiento de una de las par
tes en detrimento de la otra, pues suponen una ponderaci�n de

ventajas rec�procas, y que lo que en contrario pueda resultar es


inmoral e il�cito, por donde no puede fundamentar ning�n derecho
ni acci�n alguna (art. 502). Si en tal sentido se ha resuelto por
nuestros tribunales en m�s de un caso, a prop�sito de los inte
reses evidentemente usurarios, malgrado nuestro c�digo no los
fulmine (art, 621), como ha ocurrido, por ejemplo, en el caso fallado
por la C�mara de comercio a prop�sito de una obligaci�n con intere
ses mensuales del 20 por ciento (La Naci�n de
27|XI|914) ; no se ve
por qu� no cupiera hacer lo propio ante situaciones que, como la
que estudio, son fundamentalmente id�nticas a aqu�llas (argu
mento de nuestro art. 2056).
No cabr�a arg�ir en contra conla observaci�n de que as� que
dar�a sin efecto todo un precepto legal, como el del art�culo 656.
Este seguir�a aplic�ndose, pero dentro de la restricci�n que aporta
el imperio de otro principio, como el del art�culo
502, que es m�s
importante y vital : de ah� que s�lo procediera para aquellos casos
en que se consultara una relativa ponderaci�n entre la pena y la
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
140

prestaci�n principal, y se lo excluyera de todos aquellos en


que
hubiese desarmon�a chocante entre ambos valores.
una

176. Obtemperaci�n legal. En nuestro derecho no hay al


respecto m�s que la del art�culo 660: Si


el deudor cum
disposici�n
s�lo la cumple de un modo irre
ple una parte de la obligaci�n, o

gular, o fuera del lugar o del tiempo a que se oblig�, y el acreedor


la acepta, la pena debe disminuirse proporcionalmente, y. el jaez
puede arbitrarla si las partes no se conviniesen.
Apenas si habr�a sido menester decirlo. Tan evidente es: la
obligaci�n originaria ha sido modificada por acuerdo de partes con
ese cumplimiento parcial aceptado, y mal se puede invocarla para

hacerle producir sus primitivos efectos.


IV. Principios generales. �
177. La pena puede no consistir
en dinero. Corresponde

ahora estudiar la cl�usula penal en su

r�gimen general, que abarca los dos caracteres (o funciones, o fines)


que acaba ele verse.

luego, no es forzoso que la pena haya de estribar en


Desde

dinero, seg�n acontece con la indemnizaci�n legal. Las partes pue


den convenir lo que quieran al respecto, por lo mismo -que se trata
de cosas de orden privado en que �stas son soberanas (art. 1197).
Lo ordinario es que consista en dinero. De ah� que la indemnizaci�n
'

legal no pueda estribar en otra cosa : no s�lo es interpretativa de


la voluntad presunta de las partes para lo com�n de los casos, sino
crue, adem�s, entra�a la �nica indemnizaci�n posible, dado que el
dinero es general. Es, entonces, perfectamente inteli
el �nico valor

gible la disposici�n del art�culo que legisla el punto (653), y que


reza as�: La cl�usula penal s�lo puede tener por objeto el pago de

una suma de dinero, o cualquier otra prestaci�n


que pueda ser
objeto de las obligaciones, bien sea en beneficio del acreedor o de
un tercero.
178. Puede estipulada para el caso de mora o para el de
ser

incumplimiento. La obligaci�n penal puede ser estipulada ya


para el caso de la simple mora del deudor, ya para el caso del in


cumplimiento de la obligaci�n principal. No necesitaba puntuali
zarlo el c�digo (que, es verdad, no lo ha hecho siempre en forma
directa: art. 652-5-9-60), pues encuadra en los principios generales.
El distingo es �til sobre todo en el sentido siguiente: la pena

estipulada para el caso ele mora, no es trasladable al caso del incum


plimiento, y viceversa. Esto tiene que ser elemental, por lo mismo
crue todo cuanto
importe una penalidad, aunque civil, debe ser inter-
prestado restrictivamente, en obsequio a la libertad y no en el sen
tido de la obligaci�n. Ahora, bien puede resultar que, seg�n los t�r-
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 141

minos de la convenci�n, la pena haya sido estipulada con relaci�n


a los dos supuestos. Pero entonces las expresiones tienen que ser

inequ�vocas, pues la ambig�edad o la duda debe favorecer al deu


dor y no al acreedor (qui certat de damno vitando, non qui certat
de lucro captando). Por lo dem�s, las circunstancias indicar�n en
cada caso lo crue corresponda : la pena por el retardo o la mora es
siempre m�s limitada que la pena por el incumplimiento, por lo
mismo que el perjuicio es mucho menor ; adem�s, la pena por la
mora suele ser fijada con relaci�n al tiempo (por ejemplo, tantos
pesos ele multa por cada d�a de retardo ) al paso que la pena por el
,

incumplimiento lo es en forma global (a menos que se contemple


el supuesto ele cumplimientos parciales) ; etc.
179. Se rige por los principios de la mora. �Cu�ndo viene

a ser exigible la pena? Si se trata del incumplimiento, la cul


pa del deudor es presumida (suponemos la situaci�n ordinaria
de una obligaci�n positiva), por donde al acreedor le bastar� con
justificar la doble existencia de la obligaci�n y de la cl�usula penal
pactada (si el incumplimiento fuese debido a culpa del acreedor,
�ste carecer�a, evidentemente, de cualquier derecho: S. C, 14, 102).
Si se trata de la mora, aunque se presuma en ella la culpa, la mora
misma no puede ser presumida, ya que �sta tiene que haberse pro
ducido en virtud de un hecho del acreedor (la interpelaci�n o reque
rimiento) ; por donde el acreedor tendr� que demostrarla (C�m.
com, 61, 396, y en J. T., 1914, agosto, 210). Se except�a a este
�ltimo respecto el caso de la obligaci�n negativa, o de no hacer, en
el cual la ley estatuye una mora de pleno
derecho, precisamente
porque la obligaci�n de no hacer se resuelve en una inactividad
que
dura, por donde el acreedor no necesita interpelar al deudor para
que cumpla, y por donde la violaci�n de la obligaci�n consiste cabal-
mente en el acto imprevisible y fulm�neo del hacer
.
opuesto. De ah�
la soluci�n del art�culo 657: El deudor incurre en la pena, en las
obligaciones dehacer,
no desde el momento que ejecute el acto del
cual se oblig� a abstenerse.

Agreg�ese al respecto lo del art�culo 654: Incurre en la pena


estipulada, el deudor que no cumple la obligaci�n en el tiempo con
venido, aunque por justas causas no hubiese podido verificarlo.
� Dos observaciones merece el precepto.
He aqu� la primera: el deudor
no incurre en
mora, haya o no
t�rmino establecido al efecto, sino cuando el acreedor le ha
reque
rido (art. 509 y 655) ; en el art�culo 654
parece decirse que cuando
haya t�rmino convenido, el deudor incurre en mora el por simple
vencimiento del mismo y sin necesidad de requerimiento, por donde
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
1^9

�ste ser�a necesario s�lo en los casos en cpie no se hubiera estipulado


t�rmino alguno.
el c�digo,
Tal soluci�n derogatoria de un principio general en

como es el de dichos art�culos 509 y 655, no es admisible sino ante


un texto expl�cito, mucho m�s si media en el caso, como ocurre,
toda una pena civil. Y el del art�culo 654 dista de serlo: no dice
no ser� necesario, ni epie la mora se
que entonces el requerimiento
verifica por el mero vencimiento del t�rmino, etc. ; apenas se limita
a sentar que las � justas causas � no son alegables. De modo crue lo

del incumplimiento en el tiempo convenido debe ser entendido con


relaci�n �ltimo, en que se contiene el prop�sito legislativo
a esto
Por eso cabe sostener
y que constituye el fondo de la disposici�n.
en que las partes
que el art�culo debe aplicarse en los supuestos
hayan pactado que dicho requerimiento no sea indispensable, o eme
el deudor ser�a moroso por el hecho de vencerse in�tilmente el t�r
mino fijado, etc. De tal suerte se da sentido preciso al precepto, y
se excluye de su seno hip�tesis que exigen tratamiento legislativo

m�s presumible y benigno. Tal es, por lo dem�s, nuestra jurispru


dencia, malgrado la opini�n contraria de un comentarista nacional:
C�m. com en J. T., VIIIJ914, 210; etc. (cons. C�m. civ. 1' en
R. L. J., VI, 456).
1 80. El � casus � es alegable. He aqu� la segunda observa

ci�n. Si el precepto fuera a ser entendido literalmente, resultar�a


que el deudor no podr�a invocar en su favor ni el caso fortuito m�s
acentuado, por lo mismo que debe la pena � aunque por justas
causas � no hubiese podido cumplir.

Ante todo, y por tratarse de una disposici�n tan poco liberal,


ser� menester restringirla a sus expresiones textuales. De ah� que
corresponda limitarla al solo supuesto de la mora, y aun as�, al caso
en que se haya estipulado t�rmino cuyo simple vencimiento la pro

duzca. El supuesto del incumplimiento, que es el m�s grave, queda


por tanto excluido : � no cumplir la obligaci�n en el
tiempo conve
nido � es apenas ser moroso ; pues el ulterior cumplimiento puede
ser siempre posible, salvo, claro est�, lo que en contrario se haya
acordado por las partes.
Y dentro de tal restricci�n, cabe entender lo de las � justas
causas � con criterio que no desvirt�e los principios de fondo cW
c�digo en materia de caso fortuito (art. 513 ; cons. n� 121 y 121a),
mucho m�s si se tiene disposici�n draconiana no
en cuenta que tal

figura en ninguno de los c�digos y proyectos legislativos (ele Go-


yena y de Freitas) que sirvieron de fuente para el c�digo, y, menos
todav�a, en las codificaciones m�s recientes. De ah� crue tales � justas
EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 143

causas � no puedan referirse a los casos fortuitos, que siempre excusan


de cualquier responsabilidad, y a cuyo respecto habr�a sido menester
una derogaci�n expl�cita que en el caso no existe. Habr� que refe
rirse, entonces, no a lo extraordinario y objetivo del caso fortuito,.
sino a lo ordinario y subjetivo de las dificultades y obst�culos en
que el deudor se haya encontrado para cumplir en tiempo (no ha
llaba f�cilmente obreros para la obra en construcci�n, no pudo pro
curarse la cosa prometida en la forma y condiciones ordinarias, no

logr� en el Banco el descuento que esperaba y con el cual se har�a


de los fondos necesarios para cumplir,, etc. ) De otra suerte, el rigo
.

rismo legal ser�a tan brutal como inexplicable. Por lo dem�s, as�
parecen haber entendido el asunto nuestros tribunales, cuando ad
miten la alegaci�n del caso fortuito, si bien exigen que se lo acre
dite � plenamente � : C�m. civ, 81, 244, y en /. T'., 1910, 748>; C�m.
civ. Ia en J. T., 1913, julio, 132.
181. Indivisibilidad de la pena. �

Quedan dos disposiciones


legales que integran el t�tulo de la cl�usula penal.
Son las de los art�culos 661-2, concebidos como sigue: Sea
divisible o indivisible la obligaci�n principal, cada uno de los
codeudores o de los herederos del deudor, no incurrir� en la pena
sino en proporci�n de (a) su parte, siempre que sea divisible la obliga
ci�n de la cl�usula penal; y Si la obligaci�n de la cl�usula penal
fuere (fuese) indivisible, o si fuere solidaria aunque divisible, cada
uno de los codeudores o de los coherederos del deudor
; queda obli
gado a satisfacer la pena entera.
Estas disposiciones quedar�n claras cuando conozcamos el juego
de la indivisibilidad o de la solidaridad de las obligaciones. Por
ahora bastar� con anotar las nociones de fondo que cuadran (art.
667-99). Es indivisible una obligaci�n cuya prestaci�n tiene que ser
pagada �ntegramente, porque el fraccionamiento la destruir�a (tal
un
caballo, una casa, un reloj, etc.). Es solidaria la obligaci�n que,
sea o no divisible la
respectiva prestaci�n, tiene que ser pagada
tambi�n �ntegramente por cualquier deudor o a
cualquier acreedor,
seg�n los casos, porque as� se ha convenido o porque as� lo dis
pone la ley.
El c�digo supone en aquellos dos art�culos la doble
hip�tesis
de que la obligaci�n penal sea indivisible divisible
(661) o (662),
importando poco que en cualquiera de esos dos supuestos la obli
gaci�n principal sea divisible o indivisible.
Si la obligaci�n penal es indivisible (o bien
solidaria, aunque
divisible: 662), claro est� que tiene que ser pagada en su
integri
dad, por lo mismo que no puede fraccionarse la correspondiente
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
144

prestaci�n. De ah� que, habiendo m�s de un deudor (o habiendo fa


llecido el deudor originario, haya dejado �ste m�s de un heredero),
el acreedor pueda reclamarla contra cualquiera de los mismos (�s
sobrentendido que tambi�n cualquiera de los deudores, o de los he
rederos del deudor, podr�a pagarla). No importa que la obligaci�n

principal sea divisible, por lo mismo que no est� ella en juego: si


se tratase de su pago, entonces s�, lo mismo que en cualquier obli

gaci�n ordinaria, cada deudor no estar�a obligado sino por su parte.


182. Divisibilidad de la pena. Si la obligaci�n penal es

divisible (y no es solidaria), entonces, sea o no divisible la princi


pal, cada deudor s�lo estar� obligado, como en los supuestos comu
nes, por la parte que le corresponda.
En una palabra, lo divisible o indivisible de la prestaci�n prin

cipal nac�a induce acerca de la penal, que ser� divisible o indivi


sible seg�n corresponda a la naturaleza de su propia prestaci�n.
Con mayor raz�n, lo divisible o indivisible de la obligaci�n penal
nada dice respecto de la principal. Lo propio corresponde sentar
en materia de solidaridad.
V. Afinidades de la cl�usula penal. �

A. �
183. Multa
penitencial. �

Estudiada la cl�usula penal en detalle y en s� misma,


es oportuno contemplarla en algunos aspectos generales y compa
rativos.
Desdeluego, tiene afinidad con la multa poenitentialis o pac-
ttim de displicentiae en cuanto a lo siguiente : Io ambas son multa
,

o pena civil; 2o ambas entra�an la prefijaci�n convencional del da�o

por el incumplimiento de la obligaci�n; 3o ambas son una mera


cl�usula, accesoria, de la obligaci�n respectiva, pues no suponen la
entrega actual de ninguna suma o valor en favor del correspon
diente beneficiario. Y difieren en penal
lo fundamental: la cl�usula
es confirmatoria respecto del deudor, en cuanto �ste no
puede des
obligarse pagando la pena, y sigue vinculado por la obligaci�n prin
cipal (art. 658), al pa�o que la penitencial es resolutoria; adem�s,
la penal es confirmatoria o resolutoria en forma alternativa para el
acreedor, ya que puede pedir, � a su arbitrio �, lo uno o lo otro
(art. 659), mientras que la penitencial ser�a resolutoria tambi�n
para �l.
En la pr�ctica no resulta f�cil distinguir la una de la otra,
pues el asunto depende de la intenci�n, no siempre bien expresada,
de las partes, y del conjunto de circunstancias (motivos, anteceden
tes, etc.) cnie la condicionan y explican. En general cabe sentar que
lo resolutorio es entre nosotros excepcional, como lo muestra el ar
t�culo 1204 y como lo acredita la circunstancia de que el c�digo no
LA" OBLIGACI�N' 145
'

EFECTOS DE

pues apenas si ha referido


haya legislado la multa penitencial, se

�ncidentalmente a ella (final del art. 658).


B. Se�al o arras. �

1 84. Semejanzas y diferencias. Tam �

bi�n guarda afinidad con la se�al, o las arras, de nuestros art�culos

1189 y 1202 : ambas son un accesorio ele la obligaci�n, contienen la

prefijaci�n de los da�os o son multas o penas civiles (cons. respecto


de la se�al, C�m. civ. 2a en J. T ., 103; V|913, 123 y 125; II|913,
V 111914, 175, y en R. L. J:, II, 309; C�m. civ. Ia en G. F., XIJ917,
77, y XII|917, 261).
Pero difieren: Io la cl�usula penal es una cl�usula, esto es,
una simple convenci�n, al paso que las arras implican la entrega
actual de un valor (y en esto se distinguen las arras, o � se�a � en
nuestro lenguaje corriente, de la multa penitencial) ; 2o la cl�usula

penal es confirmatoria de la obligaci�n, las arras entra�an una con


dici�n resolutoria de car�cter potestativo, el llamado pacto comi
sorio, del cual, cierto es, puede o no hacerse uso por el interesado,
que tiene al respecto un derecho alternativo (pedir
el cumplimiento
o el pago de la se�al: art, 1202) 3o la cl�usula penal es unilateral, �

pues s�lo existe en favor de una de las partes, al paso que la se�al
es sinalagm�tica, ya que favorece o perjudica a cualquiera de las

partes; 4" la cl�usula penal es propia de los contratos hoc sensu,


mientras que la se�al juega m�s com�nmente en las promesas de
contrahendo, si bien nada impide que se la pueda ver en un con
trato ya concluido ; etc.
Y se parece a la se�al de car�cter confirmatorio, no legislada
especialmente en el c�digo, en cuanto, como ella es confirmatoria
y accesoria. Pero difiere esto
penal es una mera con
en : la cl�usula
venci�n, mientras que la se�al confirmatoria entra�a, como la reso
lutoria, la entrega actual del valor correspondiente.
185. La se�al en las leyes. En nuestro derecho civil la

se�al es mirada como un pacto comisorio, seg�n el precitado art�culo


1202, tanto en favor del estipulante como del promitente, de acuer
do con las circunstancias. De ah� nuestra jurisprudencia : C�mara
civil Ia J.
T., VIII|912, 211; C�mara civil 2a en /. T VIHJ911,
en .,

175; XI|913, 193, y en J. A., I, 438.


No es as� en materia de compraventa mercantil : art�culo 475
del C�digo de comercio ; C�mara de comercio en J. T'., 1910, 1629.
Ni es tampoco as� en lo com�n de los c�digos contempor�neos:
alem�n, 337 ; suizo ele las obligaciones, 158 ; brasile�o, 1095. Tam
poco lo era en Freitas: art�culos 1910 y 1914. En el
c�digo franc�s
setiene, como se sabe, alguna disposici�n particular, relativa a la
compraventa (art, 1589-90), que consagra lo resolutorio de la se�al:
Colmo, Oblig. �

T. I. 10
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
246

la mayor�a de los autores contempor�neos tiende a generalizarla


(Larombi�re, II, 82-3; Demante y Comiet de Santerre, VII, 11 bis,
III; Guillouard, De la vente et de V�change, I, 20 y ss. ; Baudry,
XVII, 84; etc.). En el c�digo civil italiano se ha sido menos cate
g�rico que en el franc�s, aunque se ha generalizado el asunto, y no
se ha resuelto con debida claridad: Crescenzio y Ferrini, por ejem

plo, no aceptan (338 y ss.) las conclusiones de Giorgi (IV, 467),


que no ve en el sistema italiano lo resolutorio de la se�al, a lo cual
viene a plegarse Lomonaco (I, 101). En nuestro derecho civil, s�lo
H. Lafaille (nota puesta en J. A., I, 222), ha estudiado el punto.
186. La se�al en la jurisprudencia. Nuestra jurispruden�

cia es inflexible: la se�a es pacto comisorio.


Sin embargo, admite la obtemperaci�n de que deja de ser se�a

y ele entra�ar pacto comisorio cuando el contrato ha recibido eje


cuci�n, total
parcial,
o pues entonces- se convierte
parte del res
en

pectivo precio y a �l se imputa (se supone lo ordinario de una se�al


en dinero) ; C�mara civil Ia en R. L. J'., VII, 743, y en J. A., I, 403;
C�mara civil 2a en J. T., 1910, 2228 ; IV 1 911, 143.
No resulta ello del art�culo 1202. Pero dimana de los principios
eme vengo sosteniendo, de que los contratos hacen para
se cumplirse
y de cpie lo resolutorio es excepcional en nuestro derecho (art. 505,
658, 1204, etc.).
Ello no le ha
impedido, con todo, sentar: Io epie lo entregado
en garant�a o seguridad del cumplimiento de un
contrato, es se�a
y no parte de precio (�a cuenta de precio�, etc.), aunque se em
plee esta �ltima expresi�n, si as� se la ha calificado en los planos y
condiciones preliminares (C�m. civ. 2a en J. A., I, 873) ; 2o que lo
entregado a la vez � como se�a y a cuenta de precio �, seg�n es
usual en nuestros boletos de compraventa particular y de remate,
no implica principio de ejecuci�n del
contrato, y es una verdadera
se�al (C�m. civ. 2a de La Plata en R. L. J'., II, 1334; C�m. civ. 1"
en J. T.,
XJ911, 168; C�m. civ. 2a en J. T., IV|912, 143, y II|913, 103,
y en R. L. J'., II, 309 ) ; 3o crue lo dado � a cuenta de precio � tam
bi�n es se�al (C�m. civ. Ia en R. L. J'., VII, 743; etc.).
187. Observaciones contra esa jurisprudencia. En cuanto �

a lo primero, observar�
que dada la ambig�edad de la situaci�n, en
que parece emplearse la doble expresi�n (� como se�a � y � a cuenta
ele precio�), y, sobre todo, ante la circunstancia de que lo decisivo,

por ser formal y posterior, es el contrato de compraventa, y no los


planos y dem�s convenciones preliminares, debi� aplicarse el cri;
terio restrictivo que vengo propiciando, y que conduce a no admitir
-EFECTOS DE LA OBLIGACI�N 147

lo resolutorio sino categ�ricos e indubitables (as� se ha re


en casos

suelto en alg�n caso: C�m. civ, 192, 169).


En cuanto alo segundo, cabe apuntar: Io que no faltan fallos
contrarios, seg�n los cuales lo dado �como se�a y a cuenta de pre
cio� no es se�al sino parte del precio (S. C. B. A. en R. L. J I, .,

la C�m. civ. 2a
-457; C�m. civ. Ia La Plata en R. L. J'., III, 1010;
ha sentado que no es se�al, pero le equivale, en cuanto faculta para
J. T., 1910,
pedir la resoluci�n del contrato, como puede verse en
Ia en J. T.,
.2228, a lo cual se ha plegado en el fondo la C�m. civ.
XI|912, 139; tal resoluci�n puede ser pedida aunque el, obligado
-est� en mora, salvo los da�os y perjuicios por esa mora, como ha
resuelto la C�m. civ. Ia, R. L. J'., VI, 456, y aunque los respectivos
R- L- J->
plazos sean perentorios, como han sentado el S. T. de E. Bios,
VI, 478, y la misma C�m. civ. 2a, R. L. J., IX, 650) ; 2o que no se
colige la raz�n que conduce a ver en ello lo resolutorio de la se�al,
que excepcional y restrictivo,
es antes que lo confirmatorio del pago

anticipado y parcial del precio, que eslo ordinario y natural.


Eli lo que hace a lo tercero, tambi�n hay fallos adversos: C�
mara civil 2a en J. T., XIJ912, 154, y en R. L. J ., VI, 83. Y considero

que esta �ltima soluci�n la que decididamente se


es impone. Ya no

s�lo condice con los principios de fondovde la ley, como las ante- (
riores, sino que, adem�s, tiene algo que estas otras no poseen: el
texto de la expresi�n. Si se da algo � a cuenta de precio �, se requiere
todo un prodigio de dial�ctica sutil para ver en ello una entrega
-en se�a.
La limitaci�n m�s aparente de nuestra jurisprudencia en tal
-sentido, es la de los fallos en que no se quiere ver lo resolutorio de
la se�al sino con relaci�n al incumplimiento, y no con relaci�n al
vencimiento de los plazos para escriturar : C�mara civil, 57, 121 ;
O�mara civil Ia en J. T., VI|911, 125; C�mara civil 2a en J. T'.,

XI|912, 172, y R. L.
J., I, 761, y VI, 91. Ello a menos que el pacto
en


comisorio apareciera estipulado tambi�n en favor del comprador : de
otra suerte, lo entregado por �l no es se�al sino una pena.
Es que se marcha bastante a tientas en estas cosas. No hay con
ceptos definidos en nuestros jueces. De ah� bizantinismos un tanto
-curiosos. Por ejemplo, la C�mara civil, 192, 280, ha resuelto con
buen tino y contra la jurisprudencia corriente, que la resoluci�n de
-un contrato no puede ser fundada en la entrega de se�a, pues su

pone convenio expreso. Y v�ase el siguiente fallo de la C�mara


civil 2a (J. A., I, 696) : no es se�a lo entregado como importe del"
derecho de opci�n a la compra de una concesi�n de mina (el �com
prador � entregaba al efecto 500 �, y se reservaba el derecho de
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
148

meses). La C�mara entendi�-


comprar la concesi�n dentro de los 6
ten�a derecho de devolver � se�al � do
epie el �vendedor� no esa

blada, como en las circunstancias comunes, pues lo entregado na


era tal, y el respectivo contrato (contenido en el boleto) no era una.

compraventa sino un contrato � especial o innominado�.


Lo especial o innominado del contrato nada implica : tambi�n
lo es el contenido en un boleto ordinario de compraventa,
malgrado-
lo cual rigen los principios relativos a la se�al. Adem�s, hay all� un

contrato, aunque se resuelva �ste en una simple promesa unilateral


de compraventa, por la cual s�lo quedan obligados los actuales titu
lares de la concesi�n, pues el dador de las 500 � se reservaba el de
recho de comprar o no (cons. Demolombe, XXV, 323 y ss.), sin
epiedar obligado a nada. De ah� que, habiendo contrato, pudieran
regir principios contractuales, esto es, los ordinarios.
Tambi�n se ha resuelto que lo dado por el inquilino al locador
en garant�a de un contrato de arrendamiento, no es una pena sino-

una fianza (C�m. civ. Ia en J. T., VIII j 912, 198; cons. C�m. civ. Ia

en J. T.,
IXJ912, 170).
Puede ser ello cierto, seg�n las circunstancias : antecedentes,.
motivos, costumbre, etc. Pero lo que conviene al fallo a que se refiere
dicho sumario, no puede ser generalizado : tales circunstancias po
dr�an implicar cabalmente lo contrario, esto es, que lo dado en esas
situaciones fuera toda una � se�al �, pues no hay raz�n alguna que
la excluya del contrato de arrendamiento, y no una � cl�usula �-

penal, como se dice en el fallo, por cuanto dar algo en garant�a im


plica mucho m�s que una mera estipulaci�n convencional.

CAP�TULO III

MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N

SECCI�N Ia

PRENOCIONES

188. Son relativas cualquier acto jur�dico.


a �

Las modali
dades de las obligaciones son simples aspectos, m�s o menos externos
o
�ntimos, de �stas.
Est�n reducidas c�digo: la condici�n, el plazo (o-
a tres en el
t�rmino) y el cargo (o modo, o fin), epie analizaremos en el orden
expuesto, sin perjuicio de agregar una cuarta modalidad, como es
la de la obligaci�n accesoria tan mal ubicada en el c�digo.
Pero antes corresponden algunas observaciones generales.
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 149

Tales modalidades, pronto, no son privativas de las obli


por de

gaciones (convencionales, por supuesto, al menos en principio, por


cuanto suponen una estipulaci�n de las mismas), sino de cualquier
acto jur�dico: as�, una instituci�n hereditaria o un legado pueden
estar sujetos a ellas (art. 3610, 3771, etc.) ; un contrato relativo
a

derechos reales (usufructo, servidumbre, hipoteca, etc.), que no es


tambi�n
propiamente entre nosotros creador de obligaciones, puede
contenerlas (art. 2821, 2988, 3116, etc.); lo mismo cabe decir de
una simple convenci�n que no sea un contrato (por ejemplo, para

extinguir o renunciar un derecho: v. la nota del codificador al


art. 1137).
189. Metodolog�a. De ah� que en las buenas codificaciones

como la alemana y la brasile�a (esta �ltima se ha inspirado, adem�s,

en el precedente de Freitas), tales modalidades sean legisladas


en

la parte general de los actos jur�dicos, y no en lo m�s limitado de las


obligaciones (que son en el caso un simple efecto de los contratos,
los cuales, a su turno, son una mera especie de los actos jur�dicos).
Si, pues, me decido a estudiarlas aqu� en las obligaciones, es
jorque figuran en el c�digo as� ubicadas. Pero es bueno tener pre
sente la observaci�n, para no olvidar lo m�s amplio del juego de
ellas.
190. No se las presume.Adem�s, dichas modalidades, por

lo mismo que son tales, no pueden ser presumidas, desde crue no


cabe presumir lo excepcional. De ah� que deban ser acreditadas por
-quien las alegue. Mientras no se las pruebe, la obligaci�n tiene que
�er pura, o com�n, y no modal o excepcional. Ello sin perjuicio de

que, seg�n es de norma (art. 915), la modalidad pueda ser t�cita y


resultar de las circunstancias. Tal la soluci�n de la doctrina y de
es

lajurisprudencia : Demolombe, XXV, 275 ; C�mara civil, 38, 360 ;


66, 178;. 97, 278; C�mara de comercio, 18, 221; 25, 308; 34, .209;
48, 382 ; 82, 102 ; en R. L. J'., I, 65, y en J. T'., 1910, 198 ; etc.
1 91 Cu�ndo es � pura � una obligaci�n.
.
Finalmente, la

disposici�n del art�culo 527 (La obligaci�n es pura cuando su cum


plimiento no depende de condici�n alguna) es observable en m�s
de un sentido : Io es doctrinaria, pues ni indirectamente se resuelve
en lo jubente que en toda
ley reclama Bacon; 2o fuera de ello, es
deficiente, pues una obligaci�n puede no estar sujeta a condici�n
y no ser por eso pura, ya que cualquier otra modalidad, el cargo o
el plazo, la convierte, por l�
mismo, en modal, como puede verse
en el
an�logo precepto del Esbogo de Freitas (art, 566), que era
mucho m�s comprensivo y exacto que el nuestro.
DK LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
150

SECCI�N 2*

CONDICI�N

I. Generalidades. �
1 92. Concepto jur�dico. �

Se llama con

dici�n a la modalidad en cuya virtudsubordina la existencia de


se

un derecho a un acontecimiento futuro e incierto: por ejemplo,,


� instituyo como X si para el d�a de mi fallecimiento
heredero a

se ha recibido de abogado �, o bien � lego a Y tal cosa si el d�a de

mi fallecimiento cuenta con dos hijos o m�s �,* o bien � pagar� tal
suma a Z si dentro de un plazo dado me provee de estas o aquellas.
mercader�as �, etc. En esos casos, la condici�n se contiene en los,
hechos ele que el instituido sea abogado en la fecha indicada, o de
que el legatario tenga un n�mero dado de
hijos, o de que el acree
dor de la suma a pagarse haya cumplido con la provisi�n se�alada:
cons, adem�s de las obras corrientes (Crome, Parte gen�rale del
diritto privato francese moderno, 34 ; Capitant, 309 y ss. ; Valverde,,
I, 455 y ss. ; etc.), dos art�culos de R. D�mogue, publicados luego en
'

libro especial, sobre los derechos eventuales, en la Revue trimestriel-


le de droit civil, 1905, 733 y ss, y 1906, 231 y ss. ; Bartin, TraitB
des conditions impossibles, illicites ou contraires aux mceurs) G. B_
Tendi, Natura e conestid delle condizioni en Giurisprudenzia ita
liana, 1902, II, 1 y ss ; Titulesco, Essai sur une th�orie gen�rale des:
droits �ventuels, 1907.
193. Concepto legal. La definici�n dada no se ajusta del

tocio a la del c�digo, consignada en el art�culo 528, que reza asir


La obligaci�n es condicional,- cuando en ella se subordinare a un acon
tecimiento incierto y futuro, que puede o no llegar, la adquisici�n
de un derecho, o la resoluci�n de un derecho ya- adquirido.
Prescindiendo ele una superf�taci�n evidente (un aconteci
miento futuro e incierto es, por definici�n, un hecho �que puede
o no llegar � ) ,hay entre ambas definiciones dos diferencias : la del
c�digo se refiere a la obligaci�n condicional, al paso que la eme he
dado corresponde a la simple modalidad ele la condici�n; adem�s.
en la definici�n del c�digo se habla de �
adquisici�n � o � resolu
ci�n � ele un derecho, mientras que en la por m� sentada se men
ciona la �existencia� ele un derecho. Es preferible la crue he con
signado, porque la condici�n, lo he dicho poco m�s arriba, es una r
modalidad ele cualquier acto jur�dico y no s�lo de los contratos (<>
ele las obligaciones contractuales, como las que
estudiamos), y por
que la expresi�n � existencia del derecho � abarca los dos supuesto�
modalidades de la obligaci�n 151

rigor, ver� dentro de poco, en el n� 197,


del c�digo (epie en como se

se reducen a uno solo).


Y hay necesidad de apuntar que ante la caracterizaci�n com
no

prensiva del art�culo 528, las caracterizaciones especiales de los ar


t�culos 545-53 resultan perfectamente in�tiles. He aqu� los textos ,

respectivos : La obligaci�n bajo condici�n suspensiva es la que debe


existir o no existir, seg�n que un acontecimiento futuro e incierto
suceda o no suceda; y La obligaci�n es (formada) bajo condici�n
resolutoria, cuando las partes subordinaren a un hecho incierto y
futuro la resoluci�n de un derecho adquirido.
194. Enqu� puede consistir el hecho condicional. Por lo �

dem�s, no creo preciso hacer resaltar que el hecho condicional puede


ser de cualquier naturaleza: f�sico (una lluvia, una granizada, etc.),

humano (un nacimiento, la llegada de un barco, la terminaci�n de


una guerra, etc.), y dentro de esto �ltimo, individual o social, na
cional o internacional.
M�s a�n : puede no jur�dico. Tal pasa
ser en los ejemplos cita
dos. Lo ser�a cuando entra�ase el consiguiente valor : � si A realiza
tal compra �, si B efect�a este pago �, etc.

Como se comprender�, la especie del hecho condicional en nada


influye acerca de sus efectos. Todo lo que entra�a es la caracteri
zaci�n del mismo hecho, para poder apreciar, consecuencia, si ha en

nacido o no, si se ha cumplido o no, etc. ; lo propio hay cnie decir


en punto a la prueba, pues la condici�n-hecho puede ser acreditada

con cualquier medio, al paso que la condici�n-derecho estar� sujeta

a las trabas de los art�culos 1190 y siguientes.

195. Acepciones. El t�rmino condici�n est� tomado aqu�


en su acepci�n estricta. Es bueno no confundirlo con otros


que tie
nen sentido bien distinto: de requisito jur�dico
(contractual, testa
mentario, etc.), como puede verse en los art�culos 987, 1001-12, etc.,
o de
cargo (otra modalidad obligatoria: art. 1849-51, 3598), o de es
tado personal (art. 8o), o-de clase o categor�a (art. 3882, inc. 2o), etc.
II. Especies. �

A. Suspensiva y resolutoria. �

196. Carac
terizaciones. Se dice que hay varias especies de condici�n.

Desde luego, se la divide en suspensiva y resolutoria, seg�n que


el hecho condicional haga adquirir o resolver un derecho. Es
suspen
siva en ejemplos como los siguientes: � comprar� el vino si me
gusta,
A ser� mi heredero si a mi fallecimiento ha logrado un t�tulo univer
sitario �,' etc. ; porque en tales casosla manifestaci�n de que el vino
me gusta me hace
adquirir la calidad de comprador (y al due�o del
mismo, la calidad de vendedor), y el logro del t�tulo universitario
por parte de A le hace adquirir la calidad de heredero. Es resolu-
de las obligaciones, en si mismas
152
..

despu�s ele ines.de


compro esta casa, pero si
un
toria en estos casos : �

la compra encuentro otra de precio m�s acomodado, la venta quedar�


resuelta�; o bien �dono esta cosa a A, mas la donaci�n quedar�
resuelta si �ste no cumple con la obligaci�n que le impongo de que

levante enplazo de un a�o un monumento a mi memoria �. En


el
ambos supuestos, el cumplimiento del hecho condicional resuelve
el derecho ya adquirido por el comprador (y por el vendedor, claro
est�) o por el donatario.
197. Cualquier condici�n es suspensiva. En rigor, no hay �

all� dos especies condicionales, sino una sola. En cualquiera de los


derecho. Todo es
supuestos hay adquisici�n o resoluci�n de un
cuesti�n de punto de vista. En el ejemplo del vino, la manifesta
ci�n de que el vino agracia al comprador hace adquirir a �ste y al
vendedor la calidad ele tales, y al propio tiempo resuelve, el derecho
del comprador sobre el precio y el del vendedor sobre el vino; en
el del t�tulo universitario, el logro del mismo hace adquirir al can
didato la calidad de heredero y propietario de la herencia, y al
propio tiempo resuelve el derecho de la sucesi�n sobre tal herencia.
Viceversa, en los ejemplos de condici�n resolutoria, el hallazgo de\
una casa de mejor precio, al resolver la venta y los derechos consi

guientes, hace adquirir al antiguo vendedor la propiedad de la


casa vendida, y al comprador el del precio pagado ; lo propio que

en materia ele donaci�n con cargo, cuyo incumplimiento, si resuelve

el derecho del donatario, hace aderuirir ese mismo derecho en favor


del donante (o de sus herederos, seg�n cuadre).
De consiguiente, en los actos bilaterales, toda condici�n es
doblemente suspensiva y resolutoria. En los actos unilaterales, se
acostumbra llamar suspensiva a la forma condicional en cuya vir
tud el hecho respectivo hace adquirir .un derecho al acreedor; por
donde resulta suspensiva con relaci�n a �ste, aunque fatalmente
entra�e una resoluci�n para el deudor (cons. Savigny, Sistema, II,
� 120; Demolombe, XXV, 279-80; Lomonaco, Obbligazioni, I, 47;
Crome, Parte
gen�rale, 34, n. 6; Segovia, I, 137, n. 7).
Por lo dem�s, la condici�n suspensiva (que es, a lo sumo, un
aspecto o modalidad de la condici�n, y no una especie de la misma)
es la m�s frecuente. De ah� que a veces se hable de condici�n, asi
en general, aludi�ndose a ella (art. 548 y ss.), mientras que lo reso

lutorio de la condici�n es com�nmente puntualizado (art. 553 y ss.).


Es cabalmente por eso, por lo frecuente y ordinario de su vida,
por lo que ha sido la �nica que conoci� el primitivo derecho romano
(Ihering, Esprit du droit romain, IV, LXIII, n. 239).
El entre ambas formas no ser�
distingo f�cil en el siempre
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 153

hecho. Puede juzgarse de ello ante las presunciones que el misino

legislador se ha visto obligado a establecer en los art�culos 1372-

para sentar que la condici�n ser� mirada como sus


3-4-7-98, etc.,
tales cuales supuestos, y como resolutoria en otros.
pensiva en o

B ___
198. Positiva y negativa. �

Tambi�n se pretende que

negativa positiva, seg�n que el hecho condicional estribe


puede ser o

en una omisi�n o en un acto. .

El distingodoctrinario y carece de virtualidad pr�ctica.


es

Baste observar que no hay hecho que no pueda ser invertido con-
ceptualmente : si me caso si no me quedo soltero; si no tengo
=

dinero =
si no estoy pobre; si voy a (en el fondo y a los
Londres
efectos jur�dicos) =
si no dejo de ir a Londres; si salgo si no me

quedo en casa; si soy estudioso o juicioso si no soy holgaz�n q.


=

alocado ; etc.
C. �

Casual, potestativa y mixta.


199. La divisi�n de con �

diciones casuales, potestativas y mixtas, es propia del derecho fran


c�s y no corresponde en el nuestro. S�lo hay algo de af�n en nues
tro derecho en lo que respecta al hecho condicional, que puede ser .

casual, etc., seg�n se ver� poco m�s adelante (n� 218 y ss.).
D. �

200. Expresa y t�cita. Tampoco es dable ver especies


en la divisi�n de condiciones t�citas y expresas. Unas como otras


son perfectas condiciones. Apenas si hay all� una modalidad exter
na de �stas. Es bueno advertir puede ser
cnie la condici�n t�cita
convencional, como cualquier manifestaci�n de voluntad (art. 915),
pero.no meramente presunta (C�m. civ, 97, 278), por lo mismo que
la presunci�n es en favor de la obligaci�n pura y no modal (n� 190),
por donde tendr� que probarla eoncluyentemente quien la invoque
y pretenda. As�, es t�cita la condici�n que se contiene en la subor
dinaci�n del cumplimiento de una obligaci�n a un hecho cualquiera
(por ejemplo, una obligaci�n de dar subordinada a otra de hacer :
C�m. civ., 133, 12), aunque las partes nada digan sobre tal circuns.-
tancia, pues los hechos son bien elocuentes. Lo mismo pasa en ,

muchos otros supuestos: la gratificaci�n prometida a un depen


diente de comercio para fin de a�o, est� subordinada a la condici�n
de que haya ganancias (y bien podr�a no ser as�, seg�n las circuns
tancias), como ha resuelto la C�mara de comercio (J. T 1913, .,

agosto, 303) ; el pago de un documento dado en resguardo de un


documento de complacencia, est� subordinado ala condici�n, natu
ralmente t�cita, de crue el firmante de esta obligaci�n de compla
cencia haya debido hacer frente a la misma, por raz�n de que el ver
dadero deudor no la ha satisfecho (C�m. com. en /. T'., 1910, 1605) ;
en el contrato de locaci�n de un
piano por mensualidades, la estipu-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
154

laci�n de que el locatario podr� adquirir el piano si paga un n�mero


dado de cuotas, entra�a la condici�n suspensiva de que ese n�mero
de cuotas satisfecho, para que el locatario puede exigir la tradi
sea

ci�n correspondiente (C�m. civ, 195, 80) ; etc.


Tambi�n es relativamente frecuente en la misma ley : as�, los
da�os y perjuicios implican una obligaci�n subordinada al incum
plimiento de la obligaci�n convenida, de suerte epie s�lo proceden
en defecto de �sta ; es t�cita la condici�n resolutoria del art�culo 216
del C�digo de comercio, lo mismo que la que establece el C�digo
civil en muchos supuestos particulares (art. 1173, 1202, 1412-3-20-30,
1519 y ss, etc.).
E. 201. Alternativa y conjuntiva.

La �ltima divisi�n, �

en cuya virtud se quiere distinguir condiciones alternativas y con

diciones conjuntivas, seg�n que el hecho condicional sea lo uno o


lo otro, tampoco es tal, pues se trata ele una modalidad, y bien

externa, de la condici�n (v. n� 226).


III. Requisitos del hecho condicional. �

A. Futuro. �

202. El hecho presente no importa condici�n.


pasado o Los re �

quisitos del hecho condicional pueden ser reducidos a cinco : tiene


cpie ser futuro, incierto, posible, l�cito y no potestativo (art. 528-30-
42-5-53).
Si el hecho no es futuro, no hay condici�n imaginable. El hecho
pasado, o presente, se ha producido o no : en el primer caso, hay
una obligaci�n pura; en el segundo, no hay obligaci�n alguna. Por

ejemplo, doy a X una cosa, si Z es ya abogado : si lo es, el derecho


crueda adquirido sin modalidad ; si no lo es, no hay ninguna adqui
sici�n. De ah� el error del c�digo franc�s, que en su art�culo 1181
admite como condici�n un hecho no futuro. La circunstancia de
que los interesados ignoren el hecho, como sucedido o no, en nada
desvirt�a el asunto: el acto ser� perfectamente v�lido o nulo, claro
est�, pero no condicional.
203. Pero surte pr�cticamente los efectos de la condici�n. �

Sin embargo, es bueno entenderse. No puede haber condici�n re�a


tiva a un hecho
pasado o presente, si se mira la respectiva obliga

ci�n. Pero hay algo con relaci�n a la misma manifestaci�n de vo


luntad: por ejemplo, cuando me comprometo a comprar una casa
si tiene cloacas o ba�o instalado, mi consentimiento est� subordinado
a unamodalidad que se parece mucho a la condicional. Y como
manifestaci�n de voluntad que es, tiene que surtir sus efectos. De
ah� que sea menester la prueba del hecho o de la circunstancia

(Freitas, 575; Crome, Parte gen�rale, 34, n. 8), para que la


art.
situaci�n jur�dica se defina, La obligaci�n no est� condicionada,
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 155

pero la voluntad s�. En otros t�rminos, hay _�


condici�n � (requi

sito, c{ue es una- de las acepciones de la expresi�n �condici�n�,


la haya
seg�n advert� m�s arriba, n� 195) en el contrato, aunque no

en la obligaci�n. De consiguiente, no habr� contrato, y por eso

tampoco, habr� obligaci�n, si la circunstancia falla.


B. Incierto. �

Io. �

204. Caracterizaci�n. �
Si el hecho no

es incierto, tampoco habr� condici�n, por muy futuro que aqu�l


sea: �me obligo a dar tal cosa si llueve (sin fijarse plazo al efecto),

me comprometo a comprar esto si el gobierno dicta el presupuesto

del pa�s �, etc. En tales casos (como en el de la muerte humana) hay


plazos inciertos, mas no hechos inciertos, pues �stos son fatales. De
ah� las disposiciones de los art�culos 529 y 569 : La condici�n que se
refiere a ion acontecimiento que suceder� ciertamente, no importa
una verdadera condici�n, ni suspende la obligaci�n, y s�lo difiere

la exigibilidad de ella ; Cualesquiera que sean las expresiones emplea


das en la obligaci�n (en. el contrato), se entender� haber plazo, y
no condici�n siempre que el hecho futuro fuese necesario aunque

sea incierto; y se entender� haber condici�n y no plazo, cuando el

hecho futuro fuere incierto.


Aparte observaciones de tecnicismo literario (en el art, 569, la
puntuaci�n y el juego tan enrevesado de los verbos), y fuera de lo
muy malo del pensamiento legislativo en el art�culo 529, donde so
bra la palabra � verdadera � (pues no hay condici�n que no sea

verdadera), as� como las dos frases finales (que se encuentran en


el art, 566), las disposiciones est�n ajustadas a lo que corresponde:
lo incierto de la condici�n est� en el mismo hecho, lo incierto del
/
plazo est� en el vencimiento de �ste.
En rigor, el anterior
requisito de lo futuro del hecho condicio
nal, entra en �ste �cualquier hecho incierto es necesariamente futuro.
De consiguiente, lo incierto de la condici�n es lo no seguro de
su realizaci�n, de su concreci�n en hecho.

Y se concibe lo relativo de ello. � Si no llueve �, es condici�n,


cuando no media plazo, ni expreso ni presunto, pues el orden na
tural de las leyes astron�micas y meteorol�gicas excluye cualquier
suposici�n en tal sentido; ser�a plazo (incierto), que ecpiivaldr�a
a esto : � cuando llueva �, pues el hecho es fatal ; ser�a condici�n su
jeta a plazo en casos as� : � si llueve dentro de 15 d�as � ; y ser�a
plazo sujeto a condici�n si se dijera, por ejemplo, � entregar� tal
cosa despu�s ele 15 d�as de la lluvia que caiga dentro de una se

mana � ; etc.
Fuera de ello, hay hechos cuya realizabilidad no puede ser
afirmada ni negada categ�ricamente por nadie. Tales los crue siguen,
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS �

-,,-g

entre miles de otros ; � si la Argentina adopta la forma mon�rquica


de si descubre la esencia de la vida �, � si se esta
gobierno �, � se

blece comunicaci�n con el planeta Marte �, etc..


De suerte que es corriente, a lo
preciso atenerse a lo que es

que dentro de la ponderaci�n de las circunstancias y medios, en


cuadre en las posibilidades ordinarias de la ciencia, de las finan
zas, etc.
2� Condici�n y 205. Afinidades y d�seme-
plazo incierto.

janzas. Se ve

la afinidad de la condici�n con el plazo incierto:


en aquella como en �ste hay algo de incierto (el hecho para la pri

mera, el plazo para el segundo) : en acpi�lla como en �ste, hay mi

plazo intermedio, crue- en las dos situaciones resulta incierto; etc.


Las nociones te�ricas no ofrecen dificultad a este respecto, como

se ve. No sucede as� en la sucesoria,


pr�ctica, sobre todo en materia

seg�n se ver� m�s adelante (nc 246). He aqu� algunos ejemplos:


�dar� tal cosa para cuando A se reciba de abogado, o llegue a la
mayor edad, o se case �, etc. En todos esos supuestos hay condici�n
y no plazo, malgrado lo enga�oso de la expresi�n : no es fatal que A
se reciba de abogado, o llegue a la mayor edad o se case, pues bien

puede abandonar la carrera, o permanecer c�libe o morir en la me


nor edad.
206.
Principales aplicaciones jurisprudenciales. V�ase, en �

tre muchos otros, los siguientes casos jurisprudenciales : la fijaci�n


de un plazo para el cumplimiento de una obligaci�n, no entra�a
una condici�n resolutoria, de suerte crue en caso de incumplimiento

el acreedor no tiene potestad para pedir la resoluci�n del v�nculo


(C�m. civ, 34, 208), a menos, claro est�, crue las partes hayan esti
pulado lo contrario (C�m, civ. 2a en R. L. J II, 651) ; no hay con .,

dici�n en la circunstancia de cnie se indicpie destino para el importe


erue corresponda a una obligaci�n, de suerte cpie no llenado ese des

tino s�lo procede el cumplimiento del mismo y no la resoluci�n de


la obligaci�n (C�m. civ, 166, 160) ; hay condici�n suspensiva en la

estipulaci�n de cnie -una concesi�n administrativa no puede ser ce


dida sin consentimiento de la correspondiente autoridad (C�m. civ.
Ia en R. L. J VII, 892) ; tambi�n la hay, negativa esta vez, en la
.,

estipulaci�n de que el locador comprar� las instalaciones de la casa


alquilada si no se renueva el contrato, cuando no se ha fijado plazo
al efecto (C�m. civ. 2a en G. F'., VI|916, 330).
207. La cl�usula � t�tulos perfectos �. Tal dificultad se la �

ha tenido en situaciones como �sta : A conviene con B en comprar


a �ste su propiedad, y subscribe al efecto un simple boleto, como se

lo llama en nuestra pr�ctica (art. 1185), que viene a contener asi


MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 157

la promesa de contrakendo, el contrato preliminar ele la ulterior


convenci�n de efectiva compraventa, que debe ser hecha en escri
tura p�blica, por raz�n de mediar un inmueble o de corresponder
a una de las hip�tesis del art�culo 1184; y estipula, adem�s, que

�los t�tulos ser�n perfectos�. Resulta luego, que los t�tulos no son
hacen
perfectos, pues adolecen de vicios, de forma o de fondo, que
insegura la propiedad de la finca respectiva.
� t�tulos perfec
� Qu� quiere decir, jur�dicamente, la cl�usula
tos�? �Entra�a una obligaci�n a plazo para el futuro vendedor,
en cuya virtud �ste deber� sanear esos t�tulos ? � O bien implica una

condici�n resolutoria, que da derecho al acreedor para disolver la


obligaci�n ?
Aparte las especiales, como la del art�culo 1413
situaciones

que no ser�a aplicable por' analog�a, ya que se refiere a un verda


dero comprador, siendo as� que en el caso no hay comprador ni
vendedor, pues no existe compraventa sino la mera promesa de cele
brarla, nuestros tribunales, tan propensos a admitir resoluciones
contractuales a cada paso, han consagrado lo segundo (v�ase, por
ejemplo, varios fallos : de la C�m. civ, 194, 155 ; y de la C�m. civ. 2a
en J. T:,
IV|913, 256; VIJ914, 239; VII|914, 202, y en R. L. J'., IV,'
287; V, 127 y 382, etc.).
Considero que la conclusi�n no es forzosa. En general, la con
dici�n no se presume (n� 190), y menos la resolutoria (n� 197 y
art, 1204). De ah� que, en principio, no proceda admitir tal reso
luci�n. Lo eme por sobre todo cuadra es que se reconozca el
derecho fundamental del acreedor para insistir en que le sean sa
neados los t�tulos y se consume la compra proyectada. Es lo que se
ha resuelto, contra el dogmatismo de alg�n jurista nacional, en otros
fallos que cito en el n�mero 266.
C. 208. Posible.
��

El hecho condicional que


imposible sea

f�sicamente (ya veremos en seguida la imposibilidad legal, o ilici


tud) destruye todo v�nculo, por lo mismo que el hecho jam�s podr�
producirse : � si tocas el cielo con la mano, si bebes el agua del mar,
si levantas directamente con tus manos mil kilos de peso, si comes
en un d�a cien kilos de alimento�, etc. (C�m. com, 60, 26; C�m.
civ. 2a en J. T ., V|912, 157 y 166).
Otra cosa ocurre si se trata de un hecho negativo : � si no co

mes en d�a cien kilos de alimento �, etc. En tal caso, la obliga


un

ci�n (mientras no haya un acto demente de por medio, cosa que de


ber�a probar el deudor, o su representante) es pura y simple, por
lo mismo que es fatal la no producci�n del hecho. No puede pre
sentar dificultad alguna el art�culo 532 que se refiere al supuesto :
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
158

La condici�n de no hacer una cosa imposible no perjudica la vali

dez de la obligaci�n.
Por- lo dem�s, esa imposibilidad no tiene por qu� ser absoluta,
objetivamente necesaria. Una desproporci�n evidente entre el me
dio y el fin, puede establecerla perfectamente : � doy cien pesos con
la condici�n de que se realice un viaje a Europa o de que se haga
un t�nel entre Buenos Aires y Montevideo �, etc. Ni el viaje ni el

t�nel son objetivamente, absolutamente imposibles. Todo es asunto


de medios: tiempo, recursos econ�micos y cient�ficos, etc. Pero si
los cien pesos son el medio de tales fines, la desarmon�a es tan pal
maria que la dificultad se convierte en obst�culo y en una perfecta
imposibilidad.
De ah� lo relativo de la materia, seg�n es de norma en derecho.
Y de ah� lo circunstancial de las apreciaciones sujetas al prudente
arbitrio judicial.
D. L�cito. 1�.
�-

209. Principio.

El cuarto requisito es el

de la licitud. He aqu� el texto (art. 530) : La condici�n de una cosa


imposible, contraria a las buenas costumbres, o prohibida por las
leyes, deja sin efecto (anula) la obligaci�n. (C�mara de comercio,
60, 26).
Como se ve, est� equiparado al de la imposibilidad. Pero no
hay que llevar lejos tal asimilaci�n: la imposibilidad es objetiva,
natural; la ilicitud no es propiamente una imposibilidad, desde que
puede realizarse, por donde el hecho il�cito no es imposible sino re
probado o prohibido. Y aun con relaci�n al efecto igualmente anu-
latorio de la condici�n imposible y de la prohibida, ya se ver�
(n� 217) que para muchos no hay total paridad (cons. Ferrara,
Negozio illecito, 6 ) .

2� Condiciones especialmente prohibidas. �

210. Observaci�n
com�n. �

La del precepto no ofrece dificultad : la obli


inteligencia
gaci�n tiene su raz�n de ser en la condici�n; si �sta falla, porque
la ley no la autoriza, con la causa debe fallar el efecto.
Lo que es gravela determinaci�n concreta de los hechos y
es

condiciones il�citas, que son, como se ve en el precepto legal, de dos


clases: las que est�n as� calificadas en la ley, y las que son contra
rias a las buenas costumbres.
Sobre las primeras
puede caber sino la observaci�n ele que
no

sean o no atinadas. Sobre las segundas


procede un dif�cil estudio
de �tica colectiva, que, como todo lo social, est� pre�ado de zarzas
<v. n� 12 y ss.).
El c�digo trae una lista de condiciones il�citas (tomada de

Savigny: Sistema, II, � CXXIII) en el art�culo 531: Son especial-

t
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 159

mente prohibidas las condiciones siguientes: 1� Habitar siempre un


lugar determinado, o sujetar la elecci�n de domicilio a la voluntad
de un tercero; 2o mudar o no mudar de religi�n; 3� casarse can de
terminada persona o con aprobaci�n de un tercero, o en cierto lugar
o en cierto tiempo, o no casarse; 4� Vivir c�libe perpetua o tempo

ralmente, o no casarse con persona determinada, o divorciarse.


Habr�a no poco que observar en las soluciones legales.
21 1 . Habitar lugar
en determinado. �

En el inciso 1�
se pro

hibe habitar � siempre � un lugar determinado. De ah� cpie no se


prohiba la duraci�n temporaria. Pero y si �sta debiera durar largo
tiempo (100, 50, aun. 20 a�os ) �ser�a v�lida la ^-respectiva con-
. . .

elici�n ? Lo dudo. Considero crue el juez tiene facultad para apreciar


las circunstancias, y para decir que una duraci�n de tanto tiempo
equivale pr�cticamente ala perennidad (se trata de una persona
anciana, que no va a vivir mucho, etc.), y que en tal virtud se est�
dentro del precepto legal, malgrado lo enga�oso de las expresiones

empleadas. Evidentemente, cuando la ley prohibe esa sujeci�n do


miciliaria, es porque ve en ella una como esclavitud, y �sta puede
contenerse en una habitaci�n fija de a�os determinados. La segunda

parte del mismo inciso no distingue al respecto : de ah� que cual


quier sujeci�n de domicilio a la voluntad de un tercero, sea perenne
o temporaria, quepa en su texto. Y es bueno cpie as� sea : es tan pre

ciosa la libertad del domicilio, que cualcruier reato de la misma debe


ser mirado con prevenci�n.

212. Mudar o no de religi�n. No creo que el legislador


haya establecido la prohibici�n del inciso 2o por razones exclusiva


mente religiosas. La religi�n es asunto de pura conciencia, por donde
es extra�a al derecho civil
(art, 19 ele la constituci�n). Por eso debe
haber tenido en cuenta la circunstancia de que la religi�n
juega, o
puede jugar, tan intensamente en la vida civil, en cuanto supone
una suma de sentimientos
y actitudes mentales, crue puede implicar
toda una violenta sugesti�n personal. Y la ley debe evitar todo
cuanto entra�e anormalidad y coacci�n. Por lo
dem�s, no creo que
el precepto pueda ser extendido a esto : �
adquirir �, as� en gene
ral, una religi�n, respecto de quien no tenga religi�n alguna,
213. Casarse o no casarse. El principio de los incisos 3o y 4#

es de toda obviedad. Nada puede haber m�s personal que la elecci�n


dec�nyuge. Todo lo que tienda a desvirtuar ese individualismo, a

menoscabar el amor, que es el gran eje de la vida


y el mundo, debe
ser proscrito. Pero el c�digo ha ido algo lejos: hay situaciones en

que conviene, de toda evidencia, combatir un matrimonio prematuro


o con
persona dada (de p�simas costumbres, contagiosamente enfer-
DE LAS 'OBLIGACIONES EN S� MISMAS
160

ma, etc.), que, no obstante, no resultan tuteladas en el c�digo. He


ah�, a prop�sito, el grave inconveniente de los preceptos r�gidos.
214. Buenas costumbres. �

En cuanto a las buenas costum

bres (que tienen varios sin�nimos: Colmo, T�cnica legislativa del


c�digo, p. 242), se entiende por tal la suma cambiante seg�n los �

pa�ses y lugares;" y seg�n las �pocas de maneras �ticas de ser de


una poblaci�n, y que resultan del complejo dinamismo ambiente:

recursos econ�micos, sistemas pol�ticos, composici�n �tnica, estado

de �a cultura, imitaci�n extranjera, etc. No hay nada m�s delicado

para un juez, que debe tener en cuenta al efecto todo ese conjunto
variado de factores. Es f�cil pontificar con la obviedad ele ejemplos
como los del respeto dom�stico, del concubinato y de la misma cari

dad. Lo grave est� en las situaciones no corrientes. �Ser�a jur�di


camente moral la condici�n que se impusiera a alguien de que bene
ficiara testamentariamente a sus hijos adulterinos en la misma pro
porci�n que a sus propios hermanos leg�timos, etc. ? � Lo ser�a la
condici�n que impusiera a un padre la obligaci�n de castigar seve
ramente a Un hijo de inconducta ? . No obstante la apariencia de
. .

ciertos principios codificados (que fulminan la herencia adulterina,

que imponen el respeto y acatamiento del padre por el hijo), yo


sostendr�a, con ciento y una razones, la afirmativa en el primer caso,
y la negativa en el segundo. Pero mucho dudo que tal pudiera ser
el criterio general. Como se comprender�, no pretendo dilucidar el
asunto, porque eso llevar�a lejos : me basta con apuntarlo, para re
calcar su importancia pr�ctica. Y respecto del asunto de fondo, me
remito, para no incurrir en repeticiones, a lo que al respecto he dicho
en el n�mero 14, as� como a lo que dir� m�s adelante, sobre todo a

prop�sito ele la causa il�cita de una obligaci�n (n� 721). Baste obser
var que el asunto es circunstancial, y que supone un buen criterio
jur�dicosocial de apreciaci�n de la moral ambiente. Y apunto el si
guiente fallo de la C�mara de comercio (J. T diciembre de 1913,
.,

287) : no es il�cita la condici�n de que el vendedor de un negocio


no podr� establecerse nuevamente con un
negocio an�logo, si hay
al respecto limitaci�n de tiempo o de espacio (de otra suerte se ena

jenar�a nada menos que la libertad, siendo as� que con las indicadas
limitaciones hay una enajenaci�n de ella tan tolerable que ha lle
gado a ser habitual).
215. Conclusi�n general. �

Y con relaci�n al conjunto del


art�culo 531, cumple apuntar que sus disposiciones deben ser inter
pretadas restrictivamente, dado su car�cter excepcional y por aque
llo de que odia sunt restringenda. As�, no cabr�a extenderlos anal�

gicamente, y por eso tan s�lo, a supuestos como los siguientes: �si
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 161

La
llegas abogado, si no te haces artista o sacerdote �, etc.
a ser

condici�n podr�a ser nula, seg�n los casos, si encuadrase en la norma


s� misma, y no
general del art�culo 530, esto es, si fuera, il�cita en
en el art�culo 531. En tal virtud,
por lo semejante de lo preceptuado
no se violar�a los incisos 3o y 4o de este
�ltimo art�culo, si se esti

pulara la condici�n de casarse, o no casarse, con persona, de tal o

acruel lugar, de otra nacio


cual � clase � social, de este o una u

nalidad, etc.
3o. 216. Hecho il�cito del deudor. �

Volviendo al texto
del art�culo 530, apunto epie corresponden varias distin
general
ciones.
Ante el hecho s� il�cito puede no convertir en il�cita a
todo, en

la Si la ley condena la ilicitud del hecho con


respectiva condici�n.
dicional, es porque las partes persiguen en el caso alg�n objeto o
fin il�cito, y las leyes no pueden ser hechas para eso. Cuando ese
objeto o fin il�cito no exista, entonces la obligaci�n no es il�cita, por
il�cito que sea el hecho en s� mismo. Por ejemplo : me comprometo
a comprar tal mercader�a, si no hay contrabando de la misma den
tro de un plazo dado (lo que har�a abaratar el producto). El con
trabando es literalmente il�cito, por lo mismo que va contra las

leyes aduaneras; pero no lo es con relaci�n a las partes, por cuanto


�stas no intervienen en �l, que as� no persiguen objetivo il�cito
alguno.
Creo que esta distinci�n debe ser limitada a lo dicho. Algunos
la llevan m�s lejos. Dicen que lo il�cito existe s�lo con relaci�n al

estipulante o acreedor, no con relaci�n al promitente o deudor. As�,


si prometo pagar 100 pesos para el caso de que yo cometa tal hecho
il�cito (jugar, mantener uua relaci�n moralmente indecorosa, etc.),
elhecho, malgrado su intr�nseca ilicitud, no convierte en il�cita a la
condici�n, por lo mismo que �sta- ha sido fijada para evitar el hecho,
para epie resulte una fuerza mi educaci�n y moralidad. Otra-'
en

cosa y �ste debe ser el supuesto legal es cuando yo prometo


� �

los 100 pesos para que el acreedor de ellos cometa un hecho il�cito
(abofetear a alguien, cometer un fraude electoral, etc.), por lo mis
mo que en ese caso el dinero es el precio de un hecho positivo (Sa-

vigny, II, 204 ; Demolombe, XXV, 304-5 ; Mourlon, II, 1199 ; Hude-
lot y Metman, 289 ; Ferrara, Negozio Medio, 34-8 y 84 y ss. ; Cres.-
cenzio y Ferrini, 233; Segovia, I, 133, n. 2).
Efectivamente, las situaciones no son parejas. En el primer
easo, la. condici�n tiende a que no se cometa un acto inmoral ; en el
segundo propende a cnie s� se lo ejecute.
As� y todo, la prohibici�n legal es justa. No habr� ilicitud con

Colmo. Oblig. �
T. I. 11
Ig2 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

relaci�n al que promete los 100 pesos, para el caso de que cometa
un acto indecoroso, pero la hay para el acreedor ele la suma, que

para �ste ser�a elprecio de un acto il�cito, y que as� vendr�a a tener
una fuente il�cita, �Se imagina nadie la situaci�n del acreedor que

recurre a los jueces para exigir el pago de una suma que es la con-

traprestaci�n de un hecho inmoral, y que tendr� crue probar los


extremos necesarios, ventilando con amplitud asuntos indecorosos?
Hasta cabe concebir crue dicho acreedor pueda inducir al promi
tente, en forma m�s o menos velada, a que cometa el hecho, para
poder cobrar su precio. Los tribunales no se han hecho para eso:
ante ellos no cabe discutir sino contiendas honestas. Tal es la doc
trina en que se informa la nota del codificador al art�culo 531, y
en que inspiran
se los art�culos 792-4-5 (Larombi�re, II, 34; Bau-
dry, XII, 764).
Lo mismo hay que resolver
el supuesto ele que se trate de
en

una condici�n negativa, pues siempre se trata de evitar un hecho


il�cito: te dar� 100 pesos si dejas de concurrir al hip�dromo, etc.
No se arguya con el art�culo 532. El c�digo distingue entre con

dici�n imposible y condici�n il�cita (art. 530-1), y ese art�culo 532


s�lo se refiere a la imposible: es lo epie resulta de su texto, de los
art�culos antes citados, y de las notas del codificador a los art�culos
531, 795, etc.
4�. �

217. Hecho il�cito de terceros. �

Pero si el hecho il�cito


no se refiere a las partes, entonces se trata de una circunstancia en-

que la moral ele los prop�sitos y fines de ellas no est� en juego. El


acto resulta as� para ellas
plenamente casual, y la condici�n es per
fectamente v�lida. Es lo que pasar�a en el ejemplo antes puesto
del contrabando, y en muchos otros, como los
seguros contra la pira
ter�a, el robo, etc.
E. No potestativo. 21 8. A que lo
menos sea para el acree

dor. Finalmente, el hecho debe vale decir, que


potestativo,

no ser

no dependa ele la simple voluntad. La obligaci�n, dice el art�culo


542, contra�da bajo una condici�n que haga depender absolutamente
la fuerza de ella de la voluntad del
deudor, es de ning�n efecto;
pero si la condici�n hiciese depender la obligaci�n de un hecho que
puede o no puede ejecutar la persona obligada, la obligaci�n es
v�lida.
Como cualquier hecho
se ve, no
potestativo entra en la prohi
bici�n.
Desde luego est� excluido el hecho del acreedor : � te vendo
esta casa, si quieres; te presto 100
pesos si los necesitas� (�si los
deseas, si los aceptas�, etc.). Es lo que pasa en las con- promesas
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 163

tractuales en crue sola persona obligada, la que promete,


hay una

<me son de vida corriente. Es lo que ocurre en los casos


de venta

bajo condici�n suspensiva del gusto o del agrado del comprador


{art, 1336-77 y ss.).
Es que tal situaci�n es muy distinta de la crue corresponder�a
;a la del promitente : � te vender� mi casa, si quiero; te prestar� 100

pesos, si me parece.�; etc. En estos


casos no hay obligaci�n, por
encuentra tan en la potestad
que la condici�n es tan vidriosa, se
�del promitente, que no hay voluntad seria,
219. Con mayor raz�n si lo es para terceros. Tambi�n est� �

-excluido, y con mayor raz�n, el hecho potestativo de un tercero:


-�te vender� tal cuadro, si su actual due�o empieza por vend�rmelo
a m� ; te comprar� tal cosa, si fulano se decide a fijarle precio �.
Esa potestad extra�a resulta un hecho plenamente casual para las
partes. En los art�culos 1349 y ss, se tiene ejemplos de esta hip�
tesis, a prop�sito del precio la compraventa, que puede ser ele-
en

jado a la decisi�n de un tercero (cons. C�m. com, 4, 221; C�m. civ,

147, 58; C�m. civ. 2a en J. T ., V|913, 188)/


220. Aun con relaci�n al deudor debe serlo � absolutamente �.


Y est� excluido, aun con promitente, el hecho
relaci�n al mismo
que no sea � absolutamente � potestativo, seg�n la expresi�n legal,
esto es, que s�lo entra�e un acto de pura voluntad : � si quiero, si
.me parece, si lo juzgo conveniente, si lo deseo �, etc. Cuando el hecho

no sea absolutamente potestativo, vale decir, cuando el acto de sim

ple voluntad deba coronarse por un acto externo del obligado, en


tonces es v�lido : le vender� mi casa, si dentro de un a�o salgo

para Europa; le patrocinar� su asunto, si termino este otro pleito;


Te prestar� 1000 pesos, si concluyo la obra que estoy escribiendo �,
etc. En hip�tesis as�, la validez de la condici�n se explica porque la

potestad del promitente est� conjugada con hechos externos que


suponen una serie de modalidades m�s o menos complejas o dif�
ciles, en las cuales hay factores objetivos que la condicionan y ligan,
por donde ella se aminora mucho ; de tal suerte que todos esos
en

elementos ajenos a la potestad hacen que el acto externo resulte


-eminentemente (no exclusivamente) casual, y la condici�n queda
�asimilada a las condiciones comunes y no potestativas (hechos de
la naturaleza o de terceros, etc.).
La noci�n te�rica no es dif�cil, como siempre. Lo delicado es
su apreciaci�n concreta. Por
ejemplo : � comprar�, vender�, presta
r�, etc., si voy de Buenos Aires a Belgrano, si camino hasta la acera
de enfrente, si levanto un brazo �, etc. En ninguno de esos casos
hay un hecho � absolutamente � potestativo,, pues la manifestaci�n
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
164

de voluntad debe ir acompa�ada por un � hecho epie puede o no*


puede ejecutar la persona obligada �. Con todo, ser�a dif�cil que-
ning�n buen juez dejase ele ver en ellos una condici�n potestativa :.
es tan elemental el hecho externo que pr�cticamente resulta potes

tativo. Tambi�n como siempre, las circunstancias de cada supuesto-


ser�n las decisivas. El int�rprete no puede ir m�s lejos (cons. C�m..
civ, 177, 49).
221. Lo potestativo en la condici�n resolutoria. �

Claro est�,

que la situaci�n se invierte en la llamada condici�n


resolutoria, pre
cisamente porque �sta es la ant�tesis de la suspensiva (con relaci�n
a la cual he venido razonando) : le vendo mi casa si quiero, impli

car�a una condici�n potestativa y una obligaci�n nula; le comprar�


luego la casa que ahora le vendo, si quiero, implicar�a,una condici�n
perfectamente v�lida. La raz�n es clara : en el primer supuesto hay
potestad con relaci�n al obligado o deudor, en el segundo la hay
con respecto al acreedor. De suerte que estamos siempre dentro d�

las reglas.
IV. Cumplimiento. �
A. �

222. Car�cter: indivisibilidad.�


Pasemos ya al cumplimiento de la condici�n, y se�alemos ante todo-
su caracter�stica de fondo.

La condici�n es indivisible. Tal se dispone en el art�culo 535 r;


El cumplimiento de las
condiciones, es indivisible, aunque el objeto
de la condici�n (de la
obligaci�n) sea una cosa (prestaci�n) divi

sible. Cumplida en parte la condici�n, no hace nacer en parte la


obligaci�n. Esto es poco menos que intuitivo, pues no se hace all�
m�s que interpretar la voluntad presunta de las partes. Y hasta.
pudo ser omitido, pues su precepto se encuentra en la norma gen�
rica del art�culo 742, que no admite los pagos parciales (claro est�,.
si las partes nada han resuelto en contrario).
Dicho art�culo 535 est� repetido en el crue le precede, 534: Las
prestaciones que tienen por objeto el cumplimiento de una condi
ci�n, son siempre indivisibles. El art�culo es un modelo de mala le
gislaci�n: las prestaciones no tienen � objeto � alguno, por lo mismo-*
que ellas son el � objeto � ele las obligaciones ; menos pueden corres
ponder a condiciones, cnie son simples modalidades, y no v�nculos-
como las obligaciones; las
prestaciones, por m�s que correspondan
a obligaciones
condicionales, ser�n divisibles o indivisibles seg�n que
puedan o no ser fraccionadas (art, 667). Lo que se ha querido decir
es que la condici�n misma es lo indivisible. Pero entonces el art�culo-'
sobra, pues ello
se contiene en el art�culo 535
subsiguiente.
B. Cumplimiento efectivo Io Hay plazo puado.

223. Se �

trata de un hecho positivo. El cumplimiento de la condici�n pue-



modalidades de la obligaci�n 165

<le ser efectivo o ficto : es objetivamente se produce ;


efectivo el que
es ficto el que la ley da por producido (a t�tulo de castigo civil,
como

se ver�), aunque objetivamente no se haya realizado.


El cumpli

miento efectivo est� legislado en varios preceptos. Comencemos por


el supuesto en eaie haya plazo.
El art�culo 539 contempla el caso de un hecho positivo: La

obligaci�n contra�da bajo la condici�n de que un acontecimiento


suceder� en un tiempo fijo, caduca, si pasa el t�rmino sin realizarse,
o desde que sea indudable que la condici�n no puede cumplirse (S.

C, 70, 305; C�m. civ, 97, 124; C�m. com, 97, 117; C�m. civ. 2a
en

J. T., 1913, octubre, 228, y 1914, junio, 253 ; C�m. civ. 2a en R. L. J'.,
V, 719, y VIII, 966). Por ejemplo, �me comprometo a prestarle
1000 pesos si dentro de un mes logro vender mi casa�; si trans
curre el mes sin crue yo haya vendido mi casa, la condici�n caduca,
y con ella la obligaci�n respectiva ; tambi�n caducar�a antes del mes
si la casa se destruye, por lo mismo que es obvio que no podr�

venderla.
dem�s, no es forzoso crue el plazo a que se subordina el
Por lo
cumplimiento de la condici�n sea fijo o determinado, pues el plazo
puede ser no fijo, esto es, incierto o indeterminado, seg�n es ele regla
(art. 567; infra, n� 265). As�, puede subordinarse la condici�n de
pagar tal suma de dinero a la arribada de un buque dado, a la exis
tencia en plaza de esta- o aquella cantidad de mercader�a, etc.-
Lo que ser� inc�modo en tales supuestos ser� la determinaci�n
del vencimiento del plazo, la apreciaci�n de la circunstancia efec
tiva de haberse producido el hecho que se esperaba. Todo es materia
de circunstancias, de intenci�n y de prueba, como siempre. V�ase
este caso : A se obliga a pagar una suma bajo la' condici�n de que
lo har� cuando el pleito a que las partes se refieren haya sido re
suelto por sentencia ; como lo que se ha tenido all� en mira no es
la sentencia misma sino la terminaci�n de la contienda, por donde
la sentencia ha sido mirada por raz�n de su normal sinonimia con
esa terminaci�n, basta cpie el
pleito haya terminado por transacci�n
para que la obligaci�n sea exigible (C�m. civ, 111, 122), pues tal
es la intenci�n presunta, y porque de otra suerte resultar�a que
como la sentencia no se producir�a
jam�s, la obligaci�n nunca seria
exigible.
224. Se trata de negativo.
un hecho
El art�culo 540 con �

templa el caso de un hecho negativo: La obligaci�n contra�da bajo


la condici�n de que un acontecimiento no se verifique en un
tiempo
fijo, queda cumplida si pasa el tiempo sin verificarse (el aconteci
miento), �o desde que sea indudable que el acontecimiento no se
de las obligaciones en si mismas
Igg

producir� �, debi� agregarse, como en la hip�tesis anterior. As�, me


obligo a vender algo dentro de un mes, si en tal plazo no hay torpe
deamientos de barcos: si transcurre el torpedeamientos, la.
mes sin
condici�n queda cumplida y la obligaci�n se hace exigible; si antes-.
del mes concluye la guerra, por donde los torpedeamientos son im

posibles, la condici�n quedar� igualmente cumplida.


225. Observaci�n com�n. �

Por lo dem�s,
comprender� lo> se

circunstancial del asunto, y lo delicado que puede ser la aprecia


ci�n de lo � indudable � de que la condici�n pueda o no cumplirser
antes del plazo fijado. A tal respecto ser� forzoso atenerse a lo

objetivo de los hechos, bien antes que a los juicios de impresi�n, tan
f�ciles en los asuntos de dinamismo complejo: por ejemplo, en la
hip�tesis de una condici�n que subordine la venta de m�a partida
de vino o de az�car a la circunstancia de que dentro del a�o (o de-
un simple mes) no var�en los precios corrientes, no puede darse*

por cumplida ante una crisis, aun general, cpie haya bajado vio
lentamente ese precio, por lo mismo que bien puede ocurrir que
tal crisis sea m�s o menos pasajera.
226. Hechos alternativos o conjuntivos. El art�culo 536 es.

indigno ele una codificaci�n: el c�digo no es una gram�tica, como�


tampoco es un diccionario de expresiones vulgares y no t�cnicas-
He aepi� su texto: Cuando en. la obligaci�n (en el contrato, o en el
acto jur�dico que cuadre) se han puesto varias condiciones disyun

tivamente, basta que una de ellas se cumpla para que la obligaci�n


quede perfecta; pero si (cuando) las condiciones han sido puestas:
conjuntamente, si una sola deja de cumplirse, la obligaci�n queda
sin efecto (C�m. civ., 7, 283). Adem�s de sus defectos literarios
( � si.
. . si �) y de puntuaci�n, as� como de la sinonimia entre la obli
gaci�n � perfecta � de que aqu� se habla con la � pura � del art�cu
lo 527, el precepto es de toda obviedad, y su primera parte es un
mero aspecto de otros m�s generales
(535 y 742).
Con todo, ser� menester, como siempre, distinguir el sentido�
real por encima de las expresiones. Hay disjunciones enga�osas,.

que equivalen a positivas conjunciones. Ya se lo ver� a prop�sito-


de las mismas obligaciones disjuntas, epie entra�an una conjun
ci�n solidaria (n� 448). V�ase estos ejemplos: �tengo poder para
hipotecar y vender � � tengo poder
=

para hipotecar o vender ��


por lo mismo que en una o en otra forma puedo hipotecar como
puedo vender ; � la condici�n es suspensiva y resolutoria � � la �

condici�n es supensiva o resolutoria �, por cuanto, malgrado el cam


bio de expresi�n, siempre se establece una misma antinomia o iut

id�ntico paralelismo.
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 167

Finalmente, el art�culo 541


2�. hay plazo fijado.
227. No �

el cumpli
se refiere a las hip�tesis en que no hay plazo fijado para
la
miento ele la obligaci�n: Si no hubiere (hubiese) tiempo- fijado,
las
condici�n deber� cumplirse en el tiempo que es veros�mil que
partes entendieron que deb�a cumplirse (en el tiempo
en que vero

s�milmente entendieron las partes). Se tendr� por cumplido, la con


dici�n cuando fuere indudable que el acontecimiento no suceder�.
Es asunto dif�cil, porque depender� de las circunstancias, siem

pre endemanda de la intenci�n veros�mil o presunta de las partes,


todo lo cual es materia de hechos y de prueba y no de principios
(cons. C�m. civ. 2a en G. F'., 17|XII|916).
Y es m�s en el supuesto ele que se trate de condicio
engorroso
nes potestativas: �me obligo a pagarle 100 pesos si derriba ese �rbol
lindero que humedece las paredes de mi casa ; me obligo a pagarle
100 pesos si usted no voltea ese �rbol que me da tan buena som

bra �. �Desde cu�ndo puedo exigir que se derribe el �rbol, en el


primer ejemplo? �Desde cu�ndo se me puede exigir los 100 pesos,
en el segundo?

Pegaso y Sabino, en el derecho romano, sostuvieron respectiva


mente que tales derechos no eran exigibles mientras la contrapres
taci�n no estuviese cumplida, y que lo eran tan pronto como �sta
pod�a serlo. Pap imano complic� el asunto distinguiendo, seg�n que.
de los t�rminos empleados en la convenci�n resultase que hab�a
efectivamente una obligaci�n plenamente condicional (Si Pam-
phglum non dederis, centum dar� spondes?), o bien una obliga-'
ci�n sujeta a una cl�usula penal (Pamphylum dari spondes? si non
dederis, centum dari spondes).
Lo mismo ocurre en derecho contempor�neo, si bien hay ten
dencia en el sentido de que el interesado puede en tales casos exi
gir que los jueces fijen un plazo prudencial dentro del cual la con
dici�n se considere cumplida (C�m. civ, 35, 124; C�m. civ. 2a en
R. L. 3 II, 79). Y es la soluci�n que cuadra, siempre que se trate
,

de obligaciones efectivamente condicionales (y no alternativas o pe


nales : � usted me promete derribar ese �rbol, o pagarme 100 pesos �,
o bien : � usted se obliga a derribar ese �rbol ; si no lo derriba, me

pagar� 100 pesos � ) Bastar� con exigir una garant�a contra el in


.

teresado que reclama la contraprestaci�n, ya crue es bien posible


eme luego viole su obligaci�n (derribando el �rbol, o dejando pasar

largo tiempo sin derribarlo).


Por lo dem�s, es asunto de escasa importancia jur�dica. De ah�
que los buenos c�digos contempor�neos ni aludan a �l.
C. �

228. Cumplimiento ficto. El cumplimiento ficto



DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
lgcS

est� legislado en los art�culos 537-8, en estos t�rminos: Las condi


ciones se juzgan cumplidas cuando las partes a quienes su cumpli
miento aprovecha, voluntariamente las renuncien; o cuando, de
pendiendo del acto voluntario de un tercero, �ste se niegue al acto,
o rehuse su consentimiento; o cuando hubiere dolo para impedir
su cumplimiento por parte del interesado, a quien el cumplimiento

aprovecha; y Se tendr� por cumplida la condici�n bajo la cual se


haya obligado una persona, si ella impidiere voluntariamente su
cumplimiento (S. C, 34, 348).
Verdad que casi todo lo contenido en esos art�culos pudo ser
omitido. La renuncia voluntaria es de derecho com�n: art�culos
1197 y 868 y ss. Lo mismo hay que decir del acto de un tercero. S�lo
queda la disposici�n final del art�culo 537, donde efectivamente hay
un cumplimiento ficto (en los otros casos hay cumplimiento al
no

guno, ni real ni ficto). Pero ella ha sido repetida en la del art�culo


538. En la del art�culo 537 ha cruerido decirse otra cosa: se

tendr� por cumplida (o fallida) la condici�n, cuando dolosa


no

mente se procure (y no se impida) su cumplimiento por parte del

que va a resultar beneficiado por ella. En el art�culo 538 se quiere


lo opuesto : la condici�n ser� juzgada como cumplida, cuando el que
va a resultar perjudicado por su cumplimiento, dolosamente lo im

pide. Pero eso mismo es ele derecho com�n, ya (pie nadie puede
derivar derechos ele un acto il�cito ni ampararse en su mala fe o

su dolo (art. 1077 y sus concordantes; Digesto, L, 17�, 134, � 1�).


D. Observaciones generales. �

229. El cumplimiento debe


ser probado por quien alegue. lo Por lo �

dem�s, el cumplimiento
ficto, lo propio que el efectivo, deber� ser acreditado por quien lo
invoque, por lo mismo que se trata de un hecho. Al efecto, proce
der� cualquier medio probatorio (S. C, 85, 92; C�m. civ, 53, 186;
57, 38; 87, 406; 91, 272; 107, 191; 109, 277; 121, 145; 133, 379;
135, 261 ; 136, 266 ; 149, 274 ; 154, 291 ; 160, 182 ; C�m. com, 40, 379 ;
48, 389; S. C. en G. F 30|V|917; C�m. com. en J. A., II, 637).
.,

230. Cu�ndo hay cumplimiento. Lo grave en estas cosas es


la determinaci�n del mismo cumplimiento. �Cu�ndo lo hay?


Los autores discurren severamente sobre dos f�rmulas latinas
al respecto: la correspondiente estipulaci�n debe ser entendida in
forma specifica cuando ella, es clara, per equipollens cuando no lo es

(Pothier, Obligations, 206).


Es ello infantilismo puro. Desde luego, tal criterio es el .que
cuadra en todo el derecho: distinguir lo literal de lo intencional.
Adem�s, es postular el asunto: �cu�ndo son claras las expresiones?
De ah� que todo se reduzca, como siempre, a un asunto de
modalidades de la obligaci�n 169

interpretaci�n, que, seg�n las circunstancias, tienda a establecer la


voluntad presunta de las partes. Ser�n esas circunstancias las que
decidir�n si la condici�n debe ser cumplida por el mismo obligado
(cuando corresponda) o por un tercero, dentro de qu� plazo, en qu�
lugar y en cu�l forma. Todo cuanto, fuera de ello, se pretenda sen
tar dogm�ticamente sobre el t�pico, es irreal. Por eso merece elogios
la regla flexible y condicionable del art�culo 533 que resuelve el

punto: Las condiciones deben cumplirse de la manera en que las


partes veros�milmente quisieron y entendieron que hab�an de cum
plirse (S. C, 25, 50).
231. Conclusi�n. Finalmente, y como observaci�n general

sobre cualquier cumplimiento, hay que tener en cuenta


que el c�
digo nada dice sobre el t�pico en materia de condici�n suspensiva.
En cambio, ha tenido buen cuidado, sin necesidad ni
motivo, de
consagrar dos preceptos, los de los art�culos 554-5, en punto a la
resolutoria. He aqu� sus textos: No cumplida la condici�n resolu
toria, o siendo cierto que no se cumplir�, el derecho subordinado a
ella queda irrevocablemente adquirido como si nunca hubiese ha
bido condici�n (cons. en la G. F C�m.
com, 19|IX|916, 15|VI|917,
.,

1�|VTII|917, y 9|VIII|917, y C�m. fed, 26|XI|916) ; y Cumplida


la condici�n resolutoria deber� restituirse lo que se hubiese re
cibido a (en, por) virtud de la obligaci�n (cons. C�m civ 2a en
G. F., 21|III|917).
Estas disposiciones claras, pues resultan meras
son
aplicacio
nes de las normas de fondo ele los art�culos
539-40, y no requieren
explicaci�n.
V. Efectos. �

A. Pendiente la condici�n. 1� El acreedor


�-

tiene un derecho actual. �

232. Principio. �

En materia de
efectos de la condici�n, hay que distinguir dos �pocas: la anterior
al cumplimiento de la
misma, pendente conditione, y la posterior
a ese
cumplimiento.
Pendente conditione, �cu�l es la situaci�n
jur�dica de los inte
resados, del acreedor y del deudor?
Mejor dicho, �hay propiamente
un acreedor y un deudor?
�hay
derecho? �hay obligaci�n?
Se sostiene por algunos que
no, por lo mismo que s�lo a partir
del cumplimiento de la condici�n
habr� obligaci�n o derecho o
deudor y acreedor. Pero es f�cil observar
que se incurre en una
ignoraho elenchi, pues se contesta a lo
que no se pregunta: nadie
afirma lo contrario ; pero ello es as� con
respecto a la obligaci�n
pura, sin modalidad, cuando lo que se cruiere saber es la
suerte de
una
obligaci�n modal o condicional mientras lo es. Se
replica que
durante esa �poca el acreedor no posee otros
derechos los que con-
de las obligaciones en si mismas
170

servatorios, pues propiamente derecho sino una simple -es


no tiene

peranza. Tambi�n cabe contrarr�plica!1 : no se consibe ese derecho a


los actos conservatorios, si el acreedor no tiene m�s epie una espe
ranza, si el acreedor no tiene derecho.
Y as� es: ley protege al acreedor condicional, es porque
si la
�ste tiene derecho, desde epie aquella no protege otra cosa que de
rechos (tal es la f�rmula de Ihering, como puede verse en su Espri�
du droit romain, t. IV, par. LXX, y en su Zweck im Recht, 118 y
167: �el derecho es un inter�s jur�dicamente protegido�). Es ver
dad que no tendr� ese acreedor sino un derecho condicional, y que
en tal virtud no podr�, por ejemplo, pedir la quiebra de su deudor
(C�m. com. enA., II, 637) ; pero de eso se trata, es eso lo que
./.
importa. De ah� que pueda contratar a su respecto (los art, 953 y
1167-8 al no prohibirlo lo autorizan, seg�n la regla general del art.

53), cederlo (art, 1446), novarlo (art, 808), garantirlo con hipo
teca (art. 3109), etc. Lo mismo puede hacer el deudor, que tambi�n
tiene un cr�dito condicional, para el caso de que la condici�n no se
cumpla (supongo, como siempre, la situaci�n ordinaria de una con
dici�n suspensiva), y que resulta igualmente acreedor condicional
(cons. Crome, Parte gen�rale, 34, p. 319). Y ele ah� la regla del art�cu
lo 544: Los derechos y obligaciones del acreedor y deudor que falle
cieren antes del cumplimiento de la condici�n, pasan a sus herede
ros; claro est� que siempre que se trate ele derechos transmisibles y
no inherentes a la persona (art. 498 y sus concordantes).

233. Puede ejercer actos conservatorios. Es singular que �

el c�digo nada diga, en esta parte general de la condici�n, acerca


del t�tulo del acreedor a las medidas conservatorias ele su derecho,

que es de car�cter general. Pero el asunto no puede ofrecer dificul


tad. Sobre ser de derecho com�n, pues ello nace fatalmente de la
naturaleza de las cosas, se ha hecho quiz� m�s que consagrarlo al
aplicarlo: basta ver los art�culos 546 (Pendiente la condici�n sus
pensiva, el acreedor
puede proceder a todos los actos conservatorios,
necesarios y permitidos por la ley para la garant�a de sus intereses
y de sus derechos), 1370, inciso 1�, 1371, inciso 1", 3156-8, 34334,
3733, etc. Malgrado su tiran�a y superfetaciones, sobrar�a con el
primero de los citados : aunque figure en el cap�tulo especial ele la
condici�n suspensiva, ya se ha visto que en rigor cualquier condi
ci�n es suspensiva (n� 197), por donde el precepto resulta gene
ralizare.
Al respecto' no puede caber dificultad. Lo delicado surge cuando
sequiere precisar el sentido de los actos conservatorios, de los actos
que simplemente tienden a mantener el statu quo, a conservar el
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 171

derecho condicional existente. Tales ser�an los siguientes: impedir


que el deudor deteriore la cosa
debida condicionalmente, llegar al.
mismo embargo y dep�sito judicial de la cosa en casos extremos,.
hacer registrar su derecho (si se refiere a inmuebles) para que pue
da tener efectos contra terceros (v�ase el art. 443, inc. 5o, del c�d.

procesal para la Capital y los territorios; y cons, fuera de las obras.


comunes, Titulesco, Droits �ventuels, 229 y ss.), o bien
obtener una
anotaci�n preventiva (art. 247 de la ley org�nica de los tribuna
les), seg�n ha resuelto la C�mara ele comercio en el fallo que figura
en la R. L. 3'., IX, 205, etc. Todo estriba en que, seg�n las circuns

tancias, esos actos no puedan implicar disposici�n o ejecuci�n del


derecho, sino su mera conservaci�n. Y ello queda librado al arbi
trio judicial (cons. Zaehariae, III, 552).
234. Ejercicio de las acciones pauliana y subrogatoria. Hay �

dos puntos que merecen observaci�n especial a tal respecto : si el


acreedor condicional puede ejercer las acciones pauliana y sub
rogatoria de los art�culos 961-72 y 1196, .respectivamente. Estos
art�culos hablan de � todo acreedor quirografario � (lo que basta,,
a juicio de un comentarista nacional, de criterio tan simplicista

como fulminante, para sostener la afirmativa), y de �los acreedo

res � sin limitaci�n. De ah� que una interpretaci�n inmediata, como-

la aludida, pueda conducir a la afirmativa en ambos supuestos.


El asunto es discutible. En derecho franc�s, tanto doctrinario-
como jurisprudencial, y en raz�n de crue los
respectivos textos son
m�s insuficientes que los nuestros, las opiniones est�n divididas, se
g�n puede verse en Demante y Colmet de Santerre, V, 81 bis, V�
Aubry y Rau, IV, 312, n. 12 ; Demolombe, XXV, 100 y 229 ; Baudryr
XI, 629 y 696 ; Planiol, II, 287 y 317 ; Colin y Capitant, II, 46 y
57; Crome, Teorie fondamentali, p. 311; Zachariae-Crome, II, 292,
n. 3, y 293 ; etc. Lo mismo
pasa en derecho italiano : Giorgi, II, 232r
y IV, 345 ; Crescenzio y Ferrini, 247 y 298 ; Carboni, Obbligazione^
156; A. E. Cantoni, L'azione surrogatoria nel diritto civile italiano^
16 (es singular que Lomonaco no se pronuncie en sentido
alguno,.
pues ni siquiera ha tratado el problema).
Observo que la mayor�a ele los autores, particularmente los m�st
modernos, est�n por la negativa. En lo que toca a nuestro derechor
los textos deben ser interpretados como cuadra. El
legislador, al
referirse en ellos a los acreedores sin distinci�n, seguramente ha te
nido en cuenta los acreedores comunes, a los acreedores de obli
a

gaciones ordinarias. Y lo com�n, lo ordinario, en materia de obli


gaci�n, es que �sta sea (u� 190). De consiguiente, ser�a poco-
pura
sensata la interpretaci�n absoluta ele un texto apenas general. Por
DE LAS OBLIGACIONES EN S! MISMAS
172

lo dem�s, cuando legislador ha querido consagrar derechos en


el
favor de los acreedores condicionales, no se ha percatado en hacerlo,
como puede verse en los art�culos antes citados (3433-34, etc.).

De ah� que corresponda un examen menos inmediato y m�s


jur�dico. Todo estribar�a en determinar si dichas acciones entra�an
actos conservatorios o actos ele disposici�n o ejecuci�n. Si lo pri

mero, entonces los derechos del acreedor condicional no pueden ser


puestos en duela, no en raz�n de lo preceptuado en los art�culos 961
o 1196, sino en virtud de lo resuelto en el art�culo 546. Si lo segun

do, entonces no quedan m�s que esos dos art�culos, cuyo sentido
dista de referirse a la situaci�n.
No creo, as�, que corresponda una regla fija. En cada caso ha
br� epie examinar las correspondientes circunstancias, para decidir
lo que proceda, seg�n epie el acto que se cpiiera ejercer implique o
no medida puramente conservatoria. Tambi�n cabe afirmar que
una

siempre que un acreedor condicional trate ele equipararse al res


pecto a un acreedor
com�n, errar� camino : puede ejercer los dere
chos de su deudor, o pedir la revocaci�n de los actos realizados por
�ste, siempre que en uno y otro caso est�n en juego derechos o actos
que perjudiquen la seguridad de sus derechos de acreedor condi-
-cional, crue tiendan a romper en su perjuicio el statu quo que corres
ponde hasta que la condici�n se cumpla; pero de all� a querer ejer
cer derechos o revocar actos que no tengan ejue ver con tales segu
ridades, distancia,
va pues el inter�s es la medida del derecho y de
la consiguiente acci�n (Garsonnet, I, 296; Mortara, I, 38; Chironi y
Abello, I, 128 a 31 y 587 y ss. ; Chiovenda, Principii, 155-6), por
donde no puede haber derecho all� donde no haya inter�s
(sic Cres-
(cenzio y Ferrini, 247 in fine).
2� EL DEUDOR TIENE TAMBI�N DERECHO ACTUAL. �

235. Pllnci-
3>io. �

Ya se ha visto que las dos partes ligadas en una obligaci�n


condicional, tienen un derecho en suspensi�n y un beneficio rec�
procamente complementario: el derecho condicional del acreedor,
con el cumplimiento de la
condici�n, es el perjuicio del deudor; y
el beneficio condicional del
deudor, con el incumplimiento, es el
perjuicio del acreedor. Suponiendo que el objeto de la obligaci�n
sea una cosa, el acreedor y el deudor son ambos a la vez titulares
condicionales ele la misma. De ah�
crue los dos tengan igual dere

cho. Y de ah� que cual codera de ellos,


contando, como cuenta, con
un valor
patrimonial actual, aunque de relativa inseguridad efec
tiva, pueda realizar actos jur�dicos al respecto: ya cediendo su de
recho, ya d�ndolo en pago (art, 1446, 3116, etc.). No creo que obste
el art�culo 3117, que excluye tal derecho
respecto del acreedor bajo
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 173:.

condici�n resolutoria, por ejemplo, el vendedor con pacto de retro-

venta. Hay all� una raz�n legal: ese acreedor no es ordinariamente


el de ah� que no
poseedor: sea propietario. Y ele ah� que no pueda
constituir un derecho real cp�en no lo tiene (art. 577 y sus con
cordantes). Mi razonamiento, que es general, no queda entonces afec
tado por situaciones particulares o excepcionales.
236. Repetici�n de lo pagado. Fuera ele ello, esto es, de

todo cuanto se refiera al derecho condicional que est� en juego, las-


en las situaciones
partes no tienen derechos ni obligaciones como
ordinarias: el acreedor de la cosa (supongo el caso m�s frecuente)
no podr� exigir la entrega de la misma; el acreedor del precio
no-

podr� pedir que �ste sea abonado, etc. De ah� lo evidente del articula
547 (repetido en el inc. Io del art. 790) : El deudor puede repetir
lo que durante la condici�n hubiere pagado al acreedor (C�m. com.,.
42, 268; 88, 112).
Es verdad que este art�culo s�lo contempla el supuesto de la
condici�n suspensiva. Pero ya tengo advertido que ello nada im
plica, pues todas las condiciones son fatalmente suspensivas. V�aser
a mayor abundamiento, este ejemplo: adquiero un inmueble con

pacto de retroventa, que es una condici�n resolutoria t�pica (art~


1366 y concordantes) ; durante el plazo, y antes de que el actual
acreedor de ella, y vendedor de la misma, manifieste legalmente que
desea readcpiirirla, se la entrego en propiedad; el pago est� mal he
cho, porcpie la condici�n no se ha cumplido (supongo que en el acto-
del pago y recibo de la cosa no puede verse una manifestaci�n t�cita
ele aquella intenci�n ele readquirir la cosa), y porque el vendedor

bajo condici�n resolutoria a mi respecto, es acreedor bajo condici�n.


suspensiva (si legalmente manifiesta su intenci�n de readquirir la
propiedad, es acreedor pleno o puro al respecto).
3o Riesgos.�

237. Riesgos comunes. Los autores franceses,,


lo propio que los italianos, discurren abundantemente a proposita


de los riesgos ele la cosa debida condicionalmente. Es que los respec
tivos principios son distintos de los que entre nosotros imperan
(aunque en el c�digo italiano se haya alterado parcialmente el mo
delo franc�s). En el r�gimen de estos c�digos, el simple consenti
miento implica entre las partes el traspaso de la propiedad. Entre-
nosotros, no : seg�n el principio fundamental del art�culo 577, mien
tras no haya, habido tradici�n
(entrega, traspaso, etc.) de la cosa
enajenada, el acreedor sigue siendo meramente tal y no propietario,.
tiene un derecho (personal) a la cosa, y no un derecho
(real) en la-
cosa. Ya se ver� oportunamente
(n� 326 y ss.) la explicaci�n y los-
m�ritos de tal principio. Acpi�. basta con citarlo.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
174

De consiguiente, mientras dure la condici�n, el deudor (y po


seedor, claro est�) ele la cosa es el propietario ele ella. De ah� que
los riesgos (deterioros, p�rdida total o parcial, etc.), las mejoras no
intencionales (aumentos, mayor valor, etc.), los frutos y rentas, sean
.a su cargo o beneficio, seg�n cuadre. Y de ah� disposicioneskcomo las

de los art�culos 548-56-7, que respectivamente rezan como sigue : Si


la condici�n no se cumple, la obligaci�n es considerada como si nunca
se hubiera formado', y si el acreedor hubiese sido puesto en pose

si�n de la cosa que era el objeto de la obligaci�n, debe restituirla


con los aumentos que hubiere tenido por s� (que no sean intencio

nales, cpie no sean obra del deudor o ele un tercero, pues entonces
cuadran otros preceptos relativos al enriquecimiento : art, 588 y ss.
y 2309 y sus concordantes), pero no
los frutos que haya percibida

(porque �stos, como se ver�, siempre corresponden al poseedor ju


r�dico) ; Si la cosa objeto de la obligaci�n ha perecido, las partes
nada podr�n demandarse; y Verificada la condici�n resolutoria, no
se deber�n los frutos percibidos en el tiempo intermedio.

La verdad que esos art�culos, que son insuficientes, pues no con


templan todos los supuestos, pudieron ser omitidos; ya que su con
tenido se encuentra legislado en otra parte, donde corresponde, a
prop�sito de cualquier obligaci�n ele dar, sea condicional o no (art.
574 y ss.). All� ser� estudiada la materia.
238. Actos de disposici�n. El r�gimen de la condici�n en

lo que toca a actos de disposici�n del deudor, cpie enajena la cosa

debida, tambi�n se explica por otros principios, que nada tienen que
hacer con la condici�n, como son los adoptados por el legislador en
materia de derechos reales, y cuya esencia se halla en el art�culo 577
_y sus concordantes. En virtud de esos principios, el deudor de una
cosa, por raz�n de una obligaci�n condicional o no, puede, como
due�o que es de ella, enajenarla a otra persona que no sea el pri
mer acreedor. El acto es plenamente v�lido, siempre que el segundo

acreedor sea de buena fe, esto es, haya ignorado la obligaci�n pre
cedente en favor de otro acreedor. La ley quiere garantir, como co
rresponde, a los terceros de buena fe, por lo mismo que �stos son
el inter�s general de la sociedad en materia de transacciones : si los
terceros de buena fe no contasen con la seguridad de los derechos

que adquieren, la desconfianza general reducir�a en mucho tales


transacciones y la circulaci�n de los valores, lo que redundar�a en
da�o del pa�s.
Por eso tambi�n han podido ser omitidas las disposiciones de
los art�culos 549-52: Si en la obligaci�n se tratare de cosas fungi-

bles, el cumplimiento de la condici�n no tendr� efecto retroactivo


MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N
175

respecto de terceros, y s�lo lo tendr� en los de fraude (esto


casos

es, cuando medie intenci�n de perjudicar al acreedor primitivo : art.


931 y ss, y lo pertinente de los art. 961-72) : Si se tratare de bienes

muebles, el cumplimiento de la condici�n no tendr� efecto retroactivo


respecto de terceros, sino cuando sean poseedores de mala fe (esto
es, que aun sin intenci�n de perjudicar al acreedor condicional, co
nozcan el derecho previo de �ste,; : Si se tratare de bienes
inmuebles,
el cumplimiento de la condici�n no tendr� efecto retroactivo res

pecto de terceros, sino desde el d�a en c�ue se hubiese hecho tradi


ci�n de los bienes inmuebles (vale decir, a contar del d�a en
que el
deudor se haya desprendido del inmueble, pues hasta entonces el
-acreedor condicional podr� exigir su entrega, o, en todo caso, el
-embargo del mismo para asegurar su derecho en peligro ; adem�s,
ello ser� as� siempre que el nuevo acreedor,
y actual poseedor o pro
pietario, sea de mala fe. pues su buena fe, que se presume, debe
favorecerle : art. 552 y 970 ; v�ase, a prop�sito, el comentario de eier- -

to autor nacional, crue la tradici�n de


crue cree
que habla el art�culo
es la hecha al acreedor condicional y no la
que se haga al tercero) ;
y En los casos en que los terceros poseedores de los bienes sujetos
a la
obligaci�n condicionen, sean poseedores de buena fe, quedo, salvo
al acreeelor el derecho de demandar a la
parte obligada, por el pago
de lo equivalente y la indemnizaci�n de las
p�rdidas e intereses (lo
que de derecho com�n: art. 506
es
y sus concordantes).
Aparte observaciones ele tecnicismo literario y cient�fico (en
una obligaci�n no � se trata � de nada, pues no es un contrato sino
un v�nculo: � si se tratare est� mal

dicho, pues corresponde no ese
hipot�tico, que ya se contiene
expresi�n en la � si �, sino el
pret�
rito, �tratase�, del mismo modo subjuntivo: est�n los bienes no
�sujetos� a ninguna obligaci�n, pues no hay m�s
sujetos de ella que
los deudores.-
etc.;,, tales preceptos, no siempre arm�nicos en su ex
presi�n, no pueden ser comprendidos mientras no se
domine el alu
dido juego de cualquier
obligaci�n de dar.
Baste con apuntar aqu� que la diferencia
de trato de los ter
ceros enlos art�culos 549 y 550. se
explica ante la circunstancia de
que: en el supuesto de la prestaci�n
fungi�le, no basta la simple
mala fe del poseedor,
pues el acreedor puede reclamar otra pres
taci�nigual contra el deudor, cosa que no ocurre con los muebles
comunes, por lo mismo que son ciertos
acci�n
o no
fungi�les; y que la
contra el poseedor fraudulento es concebible como castigo
�vil contra su delito.
B. Cumplida la condici�n. _

V Efectos comunes. �

239.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
176

La obligaci�n se vuelve pura. Es ya tiempo de examinar lo rela


tivo al per�odo posterior al cumplimiento.


Desde luego, quien pretenda el hecho consiguiente deber� acre
ditarlo, seg�n he advertido m�s arriba (n� 229).
Una vez acreditado, la obligaci�n deja ele ser condicional y se
convierte en una obligaci�n ordinaria, esto es, � pura � o � perfec
ta �, seg�n las expresiones legales (siempre que, claro est�, no en
tra�e aqu�lla alguna otra modalidad: un cargo o un plazo). En tal
supuesto, el beneficiado por el cumplimiento puede exigir la pres
taci�n, si de eso se trata, o rechazar las pretensiones contrarias si
as� cuadra.
240. Aun as� no autoriza la acci�n
ejecutiva, De ah�, tam �

bi�n, cpie la acci�n judicial relativa al cumplimiento, de la obliga


ci�n condicional no pueda ser ejecutiva, por lo mismo que ni se
sabe si va a haber obligaci�n, y por lo mismo crue si la hay, por ra
z�n de haberse cumplido la condici�n, se tiene un hecho positivo
cuya prueba incumbir� a quien lo alegue, que en el caso ser�a el
acreedor o demandante; S. C, 9, 354; C�mara civil, 39, 63; 43, 137;
58, 374; 120, 129; C�mara de comercio, 15, 191; 42, 321; 52, 505;
58, 26. Otra cosa ocurre si se prueba el cumplimiento (C�m. coiii.
en J. T., I, 746), simplemente
porque entonces no se trata de una
obligaci�n condicional sino de una obligaci�n ordinaria o pura.
2o Retroactividad. 241 Principio.

. El c�digo tiene al res


pecto una disposici�n de importancia particular. Es la del art�culo


543: Cumplida la condici�n, los efectos de la obligaci�n se retro
traen al d�a en contrajo.
que se

Tales efectos retroactivos, relativamente menudeados en el c�


digo (cons. Colmo, T�cnica legislativa del c�digo, pp. 104-5), son co
m�nmente peligrosos y poco jur�dicos. Obran
ocultamente, y pueden
perjudicar a terceros de toda buena fe. De ah� que impliquen un
reato econ�mico, pues siembran la desconfianza. Y de ah� (pie haya
cpie proscribirlos sin miramiento.
242. Excepciones. Seg�n el art�culo el efecto del
citado,

cumplimiento se remonta al d�a en cpie se contrajo la obligaci�n:


las partes tienen que haber sido
capaces, entonces, en esta fecha y
no en la del
cumplimiento; los riesgos, las mejoras, los frutos, etc.,
van a beneficiar
perjudicar al acreedor; etc.
o

No es as�, sin embargo. Ya se lo ha visto. Los frutos y rentas


pertenecen al deudor, como justifica el mismo codificador en su nota
al art�culo 557, lo propio que las
mejoras y aumentos. Los riesgos
son tambi�n ele cargo del mismo. Los actos de administraci�n tienen
que ser respetados, seg�n es de regla en situaciones afines Ha del
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 177

poseedor de buena fe: art.2422-44). Los mismos actos de disposi


ci�n realizados por el deudor son v�lidos, salvo la mala fe de los
terceros (lo que es debido a principios ele otro orden: art. 931 y ss.

y 954). Tal se dispone en


los art�culos 548 a 52-6-7, y en los respec
tivos concordantes de las obligaciones de dar en general. He aqu�, a

prop�sito, el texto de los dos �ltimos (el de los cinco primeros ha


sido transcrito m�s arriba) : Si la cosa objeto de la obligaci�n ha
pere�ido, las partes nada podr�n demandarse; y Verificada la con--
dici�n resolutoria no se debere�n los frutos percibidos en el tiem
po intermedio.
242 a. Verdadero alcance pr�ctico. dispoComo se ve, las

siciones son generales, y se refieren por eso a cualquier obligaci�n'.


y a cualcruier condici�n. Cons�ltese, a prop�sito de las de hacer,
las
notas del codificador relativas a estos dos art�culos, y respecto de la
condici�n resolutoria, la confusa nota del mismo puesta al pie del
primero ele ambos.
De consiguiente, parece que el principio de la retroactividad
no tiene pr�cticamente mayor aplicaci�n. Apenas si existir� en dos

supuestos principales : el de la capacidad de las partes y el de los


da�os y perjuicios a cargo del deudor que dispone de la eosa.
En cuanto al primero, advierto que no falta alg�n comentarista
nacional que pretende que las partes deben ser capaces al cumplirse
la condici�n. En general, ser� ello falso : el hecho condicional puede
estribar en un acontecimiento natural (que llueva o no, que no se
desborde un r�o, etc.), o en el acto de terceros (que se dicte tal o cual
ley, que no Imya guerra, que los bancos no alteren el tipo del inte
r�s, etc.), en nada de lo cual juega ning�n acto jur�dico de los inte
resados, ni, por lo mismo, su respectiva capacidad. S�lo en el caso
de cpie se trate de una condici�n potestativa en favor de uno de ellos,
la afirmaci�n ser�a fundada : aun as�, lo ser�a tan s�lo con relaci�n
al interesado crue debiera expresarla.
En cuanto al segundo, se observar� que s�lo se tiene all� en mira
a las
partes. Lo relativo a terceros se rige por principios de otro
orden (derecho general de los terceros), en nada privativos de la
condici�n ni de su retroactividad. I

243. Cr�tica del principio. �

No hay, pues, necesidad de esa fic


ci�n. Lo
primero es ele derecho com�n:
que tenga o no efecto
sea

retroactivo el cumplimiento ele la condici�n, lo cierto es que quien


contrae una obligaci�n condicional realiza un acto
jur�dico ; por
donde ha de tener la capacidad necesaria (art. 944 y
1040). Y lo
segundo es asunto de interpretaci�n, en cuya virtud se tienda a deter
minar la intenci�n presunta ele las partes.

Colmo, Oblig. �

t. i
-

12
DE EAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
178

La verdad de la retroactividad es un resabio


es que este principio
romanista, m�s o menos bien o mal entendido. En materia de condi
ci�n, los romanos establec�an un distingo fundamental: los elemen
tos subjetivos deb�an ser juzgados en el momento ele contraerse la

obligaci�n (existencia de las partes, capacidad de las mismas, etc.);


los objetivos deb�an ser apreciados en el momento del cumplimiento
(existencia de la cosa debida, etc.).
Ni costar� mucho probar que es tambi�n verdad que dista
de corresponder a la intenci�n de las partes, por m�s que Giorgi
(IV, 352) piense lo contrario. Vendo un negocio bajo condici�n reso
lutoria, que se cumple luego ; � es concebible que so pretexto ele retro-
actividad se vaya a dejar sin efecto el conjunto de operaciones rea
lizadas en el �nterin por el comprador? Presto un cuadro bajo con
dici�n suspensiva, que luego se cumple : no hay retroactividad en el
mundo que pueda desvirtuar el hecho del goce de la vista del cuadro
por parte del prestatario o deudor. Et sic de coeteris. Por lo dem�s,
ello es cierto en el c�digo mismo : el principio del art�culo 543, por

general que en s� sea, en la pr�ctica se resuelve en una expresi�n


sin sentido, pues la mayor�a de los supuestos en que debiera tener
aplicaci�n est�n fuera de su precepto.
Tal es, por �ltimo, la moderna tendencia legislativa: art�culos
151-4 del c�digo suizo de las obligaciones, y art�culo 158 del c�digo
civil alem�n (cons. el p�rrafo II del comentario ele Saleilles, en la
edici�n de la Soci�t� de l�gislation compar�e, I, 191). Lo propio
hay que decir de la tendencia doctrinaria, a cuyo respecto la anterior
no es sino una consecuencia (cons. Bauclry, XII, 809 y ss. ; ITuc,
,
VII, 254 ; Planiol, I, 317 y ss. ; Colin y Capitant, II, 184 y ss. ; Cres-
cenzio y Ferrini^ 251 ; Crome, Parte gen�rale, p. 320; Zachariae-Cro-
me, I, 130, n. 10 ; Windscheicl, I, 91, n. 1 ; G�ny, M�ihode d'interpr�ta-
tion, 75 ; Chausse, De le r�troactivit� dans les actes juridiques, en
Revue critique, 1900, 543 y ss. ; D�mogue, en sus citados art�culos
de la R. T. D. C, 1906, 251 y ss., o 91 y ss. de su libro antes citado ;

Tituleseo, Droits �ventuels, 320 y ss. ; Leloutre, Etude sur la r�troac


tivit� de la condition, en R. T. D. C, 1907, 753 y ss.).
Para la mejor xioci�n de esa tendencia, no creo que pudiera
se�alar algo m�s cient�fico y eficiente, dentro de su concisi�n, que
el trabajo de Leloutre, en el cual, adem�s ele mostrarse la falta de
asideros propiamente romanos del principio de la retroactividad, se
prueba que no hay necesidad alguna ele recurrir a tal principio
para explicar el derecho del acreedor en materia de actos conserva
torios (por lo mismo que ello es de derecho com�n: donde hay inter�s
hay derecho, donde hay derecho hay acci�n); ni aun en lo que toca
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 179

�a disposici�n, por cuanto, con retroactividad o sin ella,


los actos de
el deudor que enajena la cosa prometida y debida, perjudica al
.acreedor al hacerle desaparecer un derecho legal.
VI. Observaciones generales. �

A. �

244. Si la condici�n
resolutoria obra de pleno derecho. �

Los autores franceses (y sobre

su ejemplo, italianos) discurren largamente acerca de si la con


los
dici�n resolutoria opera de pleno derecho o no (v�ase la nota del
codificador al art, 555). Es crue hay en el respectivo c�digo la con
dici�n resolutoria t�cita del pacto comisorio (art. 1184, an�logo al
art. 216 de nuestro C�digo de comercio y al pacto comisorio conven
cional del art�culo 1375, inciso 3�, del C�cl. civ.), en cuya virtud la
parte perjudicada por el incumplimiento ele la contraria, puede pedir
contra �sta, a su voluntad, ya el cumplimiento del contrato ya la reso
luci�n del mismo. De ah� que esa condici�n resolutoria no opere de

pleno derecho, por el solo ministerio de la ley, ante la simple circuns


tancia de que una de las partes haya dejado de cumplir con la obli- W
.gaci�n que le incumb�a: mientras el perjudicado no manifieste que
opta por la resoluci�n, la condici�n no se cumple ni empieza a obrar,

pues es dudoso si esa parte va a optar por la resoluci�n o por el cum

plimiento del contrato.


Semejante clisyuntiva impide que la condici�n obre de pleno r"7
derecho, por lo mismo que ni se sabe si va a haberla en el hecho. w I
Pero en las situaciones comunes, en que no hay alternativa, en que
la condici�n est� convenida categ�ricamente, el efecto de pleno dere
cho ele cumplimiento es indudable. Es verdad que la condici�n
su

puede ser potestativa, como ocurre en el pacto de retroventa y en


muchos otros supuestos, y que as� depende de un acto ele voluntad
ele una de las partes. Pero ello nada implica, pues la condici�n no se
encuentra en alternativa alguna, sino en la de cumplirse o no, ya

que no hay otra hip�tesis, como ocurre en el pacto comisorio t�cito


�del c�digo franc�s, en que puede ser substituida por el cumplimiento.
Tambi�n es verdad que puede estar sujeta a las contingencias de la
prueba. Pero esto tampoco dice nada contra el efecto de pleno dere
cho de la condici�n : una vez acreditada, produce, a partir del mo
mento en que se ha cumplido, todos sus efectos.
Por lo dem�s, no hay necesidad de limitar tales consideraciones
a la simple condici�n resolutoria. La condici�n suspensiva, que es
igualmente una condici�n resolutoria y que tambi�n puede ser po
testativa (v�ase los casos de los art. 1336-77 y ss., etc.), est� sujeta a
los mismos principios, y, lo propio que aqu�lla, obra de pleno derecho.
B. La condici�n en los actos gratuitos. �

245. Actos entre


vivos. �

He aqu� el punto final en materia de condici�n: si �sta


DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
�jqq

los actosque en los actos-


t�tulo gratuito
obra de igual manera en a

a t�tulo oneroso, y si entra�a los mismos


efectos en los actos entre.
vivos que en los actos testamentarios.
Lo primero no es dif�cil,, aunque no est� uniformemente legis
lado. As�, en el c�digo franc�s, la condici�n il�cita anula el derecho-
en un acto oneroso, y queda como no escrita (como
si no
existiera,
en los actos gratuitos (art. 1172 y 900, respectivamente). No es as�.

entre nosotros: la prohibici�n del art�culo 530 est� expresamente.

repetida en el art�culo 1802 a prop�sito de donaciones (parece men


tira, as�, que alg�n comentarista nacional, aleccionado por el derecho
franc�s, haya podido afirmar que en nuestro derecho la condici�n
il�cita debe ser mirada como no escrita) Tampoco era as� en derecho-
.

romano, seg�n puede verse en Savigny, II, p�rrafo CXXIV, que


declaraba nula la condici�n il�cita en los actos entre vivos, fuesen.
gratuitos u onerosos, y que la consideraba no escrita en los testa
mentos.

Aparte las propias que al respecto hayan podido tener


razones

los romanos y el legislador franc�s (cons. Savigny, op. et loe. cit.;

Baudry, IX, 65 y ss.), el distingo podr�a ser sostenido con razones.


como �stas : quien promete gratuitamente bajo condici�n il�cita, ma

nifiesta la intenci�n de realizar un acto de liberalidad, por donde la.


supresi�n de la condici�n il�cita no desvirt�a la naturaleza del acto
ni la intenci�n fundamental del promitente; al paso que quien se
obliga onerosamente bajo una condici�n il�cita, lo hace subordinando-
su voluntad a esa condici�n, que viene a ser as�, en todo o en parte,

la contraprestac��n respectiva, por donde si �sta falla, con ella debe


lo
desaparecer el acto mismo y la obligaci�n con �l generada, por
mismo que viene a carecer de causa (art. 793).
No ha sido ese el criterio de nuestro legislador. En ambos casos-
se manifiesta una voluntad subordinada a una contingencia que
en

tra�a su raz�n de ser: � doy o prometo tal cosa, onerosa o gratuita


mente, si el donatario o acreedor se casa con �sta o aquella persona,.
o si comete tal delito �, etc. Faltando la causa, el efecto debe cesar.
Si ello es as� en materia de actos onerosos, a cuyo respecto la contra-
prestaci�n no es siempre el acto il�cito (puede haber contrapresta
ci�n econ�mica: �presto 1000 $ si..., vendo mi casa si... � etc.,
donde hay contraprestaci�n en el pago de intereses y en el pago del
precio), parece que con mayor raz�n debe sostenerse lo propio en los
actos gratuitos, por lo mismo que en �stos el acto il�cito ser�a la con

traprestaci�n exclusiva, el precio, ele la liberalidad. Y ya he dicho


m�s arriba (n� 216-7) que poco importa la circunstancia de eme la
condici�n il�cita sea negativa o resulte il�cita para el
promitente y
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 181

no para el estipulante: los tribunales no tienen por qu� ventilar


inter�s
asuntos en que cualquiera de las partes vaya jugando un
il�cito .

Tal es predomina en las legislaciones contempor�


el criterio que
neas : c�digo alem�n, art�culos 134-8, que anulan cualquier acto jur�

dico ilegal o inmoral ; c�digo suizo de las obligaciones, art�culo 245,


que, contemplando la donaci�n, se
refiere a la prohibici�n general
del art�culo 157 ; c�digo civil brasile�o, art�culo 116, no modificado
en materia ele donaciones �

etc.
Y tal va siendo en el hecho el mismo derecho franc�s. La juris
prudencia, desde mucho atr�s, ha invalidado donaciones bajo condi
ciones il�citas, no obstante el art�culo 900: al efecto ha invocado el
principio de que toda obligaci�n debe tener una causa l�cita, por
donde, cuando ha encontrado que dicha condici�n ha sido la causa
-� impulsiva � o determinante de la liberalidad, ha llegado a anular

la disposici�n misma (cons. Baudry, IX, 72 y ss.).


246. Disposiciones testamentarias. Finalmente, no hay raz�n

.alguna para establecer distingo con relaci�n a las disposiciones testa


mentarias.
Puede haber habido motivos en derecho romano, por virtud del
especial favor con que generalmente se miraba a todo el testamento

(cons. Savigny, Sistema, II, CXXI ; Maynz, III, 471; Ortolan, Ins
titu�s, II, 740; Girard, 824) ; pero tales razones han dejado de valer
en nuestra �poca, en cpie no se tiene tales prejuicios religiosos y en,

que se mira, al testamento como un acto jur�dico que en nada funda


mental difiere de los restantes. De ah� crue no haya por qu� hacer
jugar la condici�n diversamente. Es lo que ha resuelto nuestro c�
digo en los art�culos 3608-9-10 ; aunque en alg�n caso especial haya
dispuesto lo contrario (art. 3781), lo cual, adem�s de poderse explicar
por motivos particulares, en nada desvirt�a el principio esencial ele
la com�n prohibici�n ele cualquier condici�n il�cita. Y es lo que con
sagran las legislaciones antes citadas: alemana, art�culo 2171; civil
suiza, art�culo 482 y 519 (cons. Curti-Forrer, n� 3 de su comentario
sobre el art. 482; Rossel y Mentha, I, 542 y 568) ; brasile�a, art�culo
116, no modificado en punto a testamentos.
C. 246 a. Conclusi�n.

Con lo dicho queda agotado el


estudio ele la condici�n, sea ella suspensiva o resolutoria. Por eso no


hay necesidad alguna de descender al examen de las disposiciones
especiales que al respecto contiene el c�digo : sobre ser ellas bien
incompletas, como se ha visto, nada agregan a los principios gene
rales, a la luz de los cuales todas esas disposiciones han sido aqu�
citadas y debidamente analizadas.
DE LAS OBLIGACIONES en SI MISMAS
Is2

SECCI�N 0a

GABGO

I. Prenociones.- Concepto y formas.


247. Se entiende por �

cargo (modo, fin, etc.: presuposici�n, lo llama AVindscheid, Pandette^


I, 97 y ss.. cpie aplica ai caso los principios de fondo de su conocida
doctrina sobre la presuposici�n en general: cons. sus sinonimias lega
les en Colmo. T�cnica legislativa del c�digo, p. 243). la modalidad en

cuya virtud un beneficiario cualquiera (acreedor, legatario, donata


rio, etc.") s�lo puede adcpiirir el consiguiente derecho mediante el
cumplimiento, que se le ha impuesto, de ciertos actos : � clono o lego
mi casa a X, con el cargo (con la obligaci�n, ete.) de crue �ste le
vante un monumento a mi memoria, o costee la educaci�n de mi hijo

o sobrino, o instale y mantenga una escuela en tai parte �. etc. (cons_


C. Scuto, II rnodus nel diritto civile itediano. 1900).
Parece innecesario advertir que el cargo puede consistir, lo pro
pio que la condici�n, obligaci�n de dar, de hacer o de no
en una

hacer, o en dos o m�s obligaciones distintas, ya conjuntas ya alterna


tivas : como tambi�n puede estribar en un mero hecho (o en una
serie de hechos) no propiamente jur�dico.
248. Metodolog�a. Como se ve, el cargo, lo propio que la

condici�n, puede afectar a cualcpiier acto jur�dico. De ah� su mala


ubicaci�n metodol�gica en esta parte de las obligaciones contractua
les. Lo que es m�s, resulta raro en los actos onerosos, que casi siempre
tienen contraprestaeioiies especiales. De ah� que la contraprestaci�n
que en el cargo se encuentra, corresponda a una liberalidad.
249. Cargo y condici�n. Y como tambi�n se habr� notado,.

el cargo se aproxima mucho a la condici�n. En los ejemplos prece


dentes, la modalidad ser�a condicional con s�lo modificar una pe-
que�a expresi�n : � clono o lego tal cosa a X. si �ste levanta la es

cuela �, etc.

Las circunstancias indicar�n en cada caso lo crue corresponda-


Cuando que la restricci�n del derecho es un simple accesorio
se note

de la disposici�n, habr� cargo : cuando se observe que la restricci�n


entra�a la raz�n de la disposici�n, entonces habr� condici�n. Cual
cpiier expresi�n como las siguientes: si, siempre que, dado que, su
puesto que. con tal que, pero, etc., inducir� modalidad condicional:

cualcpiier otra como �stas: a objeto de que, a fin de que, para que, "
efecto de que, etc., supone una simple modalidad final (as�. se ha re
suelto que no es condicional una obligaci�n porque se indique el des
tino a que deba aplicarse su importe: C�m. civ., 166, 160). Eli"
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 183

aparte el contexto general de la cl�usula (o de las cl�usulas, seg�n


cuadre) y las dem�s contingencias que en el caso puedan jugar.
As� y tocio, son bien frecuentes los supuestos en que la duda
no puede ser disipada, en que las ambig�edades resultan encontradas

entonces una norma de


y m�s o menos ponderadas. Corresponde
fondo que indique el pensamiento general. Nuestro c�digo la con
tiene en la segunda parte del art�culo 558 : � En caso de duda se juz
gar� que no importan una condici�n �. Creo fundado el precepto, no
obstante el principio liberal que tiende a interpretar en favor del
deudor cualquier duda. La intenci�n de beneficiar al donatario o le

gatario (y me atengo a los supuestos m�s comunes, que son los que
deben dar la pauta) no es dudosa: lo �nico discutible es la forma o

la modalidad del beneficio. De ah� que se imponga el principio jur�


dico seg�n el cual las manifestaciones de voluntad deben ser inter
pretadas en el sentido de su validez y no de su ineficacia. Mucho m�s
cuando, seg�n se ver�,. el beneficiario no va a adquirir gratuitamente
el derecho, desde que puede ser competido al cumplimiento del cargo.
250. Cargo y consejo o ruego. �

Por lo dem�s, el mismo cargo


debe ser distinguido de aquellas manifestaciones de voluntad (una

simple indicaci�n, un ruego, un consejo, un encarecimiento, etc.)


que no implican una restricci�n del derecho, ni propiamente una
obligaci�n para el beneficiario. En la nota del codificador al art�culo
592, tomada en buena parte de Savigny, se encontrar� precisado el
pensamiento al respecto (cons. Ferrara, Negozio illecito, 69).
251 Nuestro c�digo suele hacer del cargo una condici�n.
.

Finalmente, el c�digo, interpretando bien o mal la voluntad pre


sunta de las partes, sin perjuicio de lo que pueda resultar en con
trario de las correspondientes disposiciones, ha convertido en condi
ciones los cargos m�s frecuentes : en materia de donaciones y de lega
dos (art, 1849 a 57 y 3774). Evidentemente, el legislador ha' ido all�
demasiado lejos, y ha desvirtuado el principio de fondo que rige
sobre la materia.
El cargo, al rev�s de la
condici�n, y lo propio que el t�rmino, no
impide la adquisici�n del derecho, ni implica una condici�n resolu
toria. Es lo que expl�citamente se estatuye en los art�culos 558
y 560 :
Los cargos impuestos no impiden la adquisici�n del
derecho, ni su
ejercicio, si no fueren (fuesen) impuestos como condici�n suspensiva;
y Si no hubiere condici�n resolutoria por falta de cumplimiento de
los cargos, no se incurrir� en la
p�rdida de los bienes adquiridos (por
el mero hecho de la mora del
beneficiario) ; y qieedar� a salvo a los in
ter�setelos el derecho de compeler judicialmente al
adquirente a cum
plir los cargos impuestos.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
184

Tal es la diferencia fundamental entre el cargo y la condici�n:


�sta suspende el derecho, aqu�l apenas lo restringe cuantitativamente.
Es lo que se dice en expresi�n cl�sica, de qu� el
la cargo es coercitivo
el beneficiario por
coerci�n, a la compulsi�n, contra
(da derecho a la
�l obligado) ; al paso que la condici�n no lo es, por lo mismo que no
entra�a el derecho que pudiera servir de base a tal coerci�n. Y es lo
que tambi�n se expresiones an�logas: �el cargo obliga
tiene en las

y no suspende, la condici�n suspende y no obliga


�.

Con aquellas disposiciones de los art�culos 1849 y siguientes, y


i, 3774, si no hace del cargo una condici�n suspensiva, se lo convierte
I luego en una condici�n resolutoria : el donatario o legatario que no
I cumpla con el cargo impuesto, no se. ver� compelido a ese cumpli

miento, sino sujeto a una acci�n revocatoria del derecho adquirido.


252. Inteligencia de la ley al respecto. Sin descender al �

estudio detallado de la materia de las donaciones o legados con cargo,


que aqu� no corresponde, baste decir, en apoyo y defensa del prin
cipio general que contemplamos, que aquellas disposiciones s�lo de
ben ser admitidas en cuanto las circunstancias les presten asideros.
Si esas circunstancias son de evidente cargo y no de condici�n, no se
alcanza c�mo se vea condici�n en lo que no lo es. De consiguiente,
la derogaci�n legal no puede ser admitida en absoluto, por lo mismo
que no es expl�cita : el cargo en la donaci�n o legado ser� condici�n.
siempre cpie por lo menos pueda haber duda al respect� ; si el cargo
es obvia y pr�stinamente tal (doy o lego a efecto de que, para que,

etc.), entonces las disposiciones susodichas resultan inaplicables. Mu


cho m�s si hay una desproporci�n evidente entre el valor del bene
ficio y el del cargo : sup�ngase que lo donado o legado vale 100.000,
y cpie el cargo (costear y dirigir la edici�n de tal libro) apenas vale
1000. Es poco concebible que el donante o testador haya subordi
nado el beneficio a ese cargo : todo lo que cuadrar�a ser�a obligar al
beneficiario al cumplimiento del cargo, seg�n es de regla (art. 562).
Lo propio corresponde afirmar si el beneficiario es una persona muy
vinculada (por parentesco, por amistad estrecha, etc.) con el clonante
o testador : es dif�cil presumir en tales casos condici�n alguna en el

cargo, ni intenci�n revocatoria en aqu�l (cons. Windscheid, I, 98


in fine; Crome, Parte gen�rale, 36, pp. 331-2; Valverde, I, 474), por
mucho que el cargo figure en el c�digo como un mero cap�tulo del
t�tulo de la condici�n (o de la obligaci�n condicional, que en el caso
es lo mismo), y aparezca as�, externamente, como simple especie de

un g�nero.

En resumen, tales disposiciones deben ser entendidas como inter


pretativas de la voluntad del donante o testador, no como cristal i-
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 18�>

zaci�n de la misma. Todo lo m�s que entra�an es la derogaci�n de


la presunci�n contenida en el in fine del art�culo 558, que as� queda
invertida : en la duda se presumir� que la modalidad es condici�n y
no cargo.
II. Requisitos. 253. Principio.

Los requisitos del cargo,

lo propio que los efectos consiguientes, est�n indicados en el art�culo


564: Si el hecho que fuere (fuese) imposible,
constituye el cargo
il�cito o inmoral, no valdr� el acto (contrato, testamento, o lo que
fuere) en que el cargo fuese impuesto.
254. Cargo il�cito. Parecer�a que el precepto pudo ser omi

tido sin inconveniente con respecto a la ilicitud que fulmina, ya


acto jur�dico
que es de regla (art. 953) que el objeto de cualquier
deba revestir requisitos as�.
Pero es que no se la ha consagrado en tal sentido. Lo que se
ha querido es mostrar el efecto que entra�a un cargo semejante: no
s�lo es, �l nulo, sino que su nulidad apareja la del derecho a que
va anexo.

En puntoilicitud, el cargo juega, pues, como una condi


a

ci�n. Pero no es precisamente porque el legislador establezca entre


ambas modalidades una sinonimia jur�dica, sino porque ello es de
regla con relaci�n a cualquier cl�usula accesoria il�cita cuando �sta
es ya el medio ya el fin de la obligaci�n principal, raz�n por la cual

convendr� restringir el precepto a los casos en que el cargo entra�e


ese medio o ese fin (art. 526). Es que' el legislador no quiere saber

nada de actos los cuales quepa controvertir situaciones indeco


en

rosas. Es que el legislador quiere proscribir de ra�z todo cuanto en

tra�e ilicitud o inmoralidad. De ah� su falta "de contemplaci�n al

respecto, de ah� su inflexible energ�a.


255. Cargo imposible. �

Tambi�n
hay asimilaci�n entre el
cargo y la condici�n en ese precepto, a prop�sito del cargo no ya

inmoral, sino del cargo imposible : el cargo imposible tambi�n anula


al derecho que restringe.

Aqu� es dif�cil comprender al legislador. Si el cargo fuese la


raz�n del derecho o beneficio, entonces s�, porque, estar�amos en la
situaci�n ordinaria sin el cargo, el derecho no habr�a sido creado.
:

Pero no siempre ha de ser as�: podr� ser fin, cuando resulte de las
circunstancias (expresiones del donante testador, relativa magni
o

tud del cargo comparaci�n


en con el valor de la
prestaci�n a que
va anexo, etc.) ; cuando ello no surja, particularmente en
supuestos
como los antes aludidos, de cargos proporcionalmente
peque�os, la
modalidad del cargo puede llegar a ser externa y accesoria, tan
accesoria que puede ser pr�cticamente despreciable (dono un campo
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
^gg

de 5000 hect�reas, avaluado en 500.000 $, e impongo al donatario la


obligaci�n de dejar una hect�rea en cada una de sus cuatro esqui
nas para que el Consejo de educaci�n levante luego escuelas en

ellas), no se concibe por cpi� la imposibilidad objetiva de un cargo


secundario (v. gr., en el ejemplo del campo, cruzar una vaca
con un caballo, cosechar rosas venenosas, etc.), haya de dar cuenta

del mismo beneficio.


Repito lo antes dicho : para que la disposici�n no rompa la
armon�a con principios fundamentales como el del art�culo 558, y

para que no implique una desvirtuaci�n de la voluntad del clo


nante o testador, debe ella ser limitada a los casos en que no se trate
de un cargo evidente, en cpie se trate de un cargo por lo menos am

biguo o equ�voco (por su magnitud, por las expresiones empleadas,


etc.), y en que, de consiguiente, quepa ver en �l antes una condi
ci�n que un cargo.
Por lo dem�s, el cargo imposible es tal s�lo cuando entra�e
imposibilidad objetiva. Lo da a entender el art�culo 565, al hablar
de imposibilidad � absoluta �. No tengo por qu� repetir aqu� lo di
cho sobre igual t�pico en materia de condici�n (n� 208).
256. La imposibilidad ulterior no perjudica. Finalmente, el

cargo debe ser imposible desde que se lo impone. Tal precept�a el


art�culo 565: Si el hecho no fuere absolutamente imposible, pero lle
gase a serlo despu�s sin culpa del adquirente (beneficiario), la ad
quisici�n (de la calidad ele beneficiario o de acreedor del derecho
constituido) subsistir�, y los bienes quedar�n adquiridos sin cargo
alguno (y los bienes ser�n aderuiridos sin cargo alguno).
La raz�n de ello es clara. La imposibilidad superveniente es un
caso fortuito, que, como en los casos comunes, no puede perjudicar.

As�, el cargo impuesto de costear la educaci�n en Alemania o de


destinar un edificio para asilo u hospital, se vuelve imposible ante
la guerra o ante una expropiaci�n del edificio, no obstante lo cual
el derecho queda adquirido lo mismo.
Pero debe tratarse de una imposibilidad objetiva, aunque en
ciertos casos pueda referirse al mismo sujeto beneficiario (deb�a
pintar un cuadro, y pierde la vista ; ten�a que escribir una obra, y
se vuelve demente; etc.). De ah� que
corresponda excluir cualquier
imposibilidad puramente subjetiva, o en que haya alguna culpa im
putable al beneficiario (n� 121-1 a). Claro que ello deber� ser proba
do por cpiien pretendiera la caducidad del beneficio, pues se trata de
hechos relativos a una imputabilidad que en el caso no se presume.
Por lo dem�s, creo que el precepto se refiere a cualcpiier impo-
Mbilidad: f�sica o legal. En �l, desde luego, no se hace distinci�n
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 187

alguna. Fuera ello, existe la misma raz�n para decidir en uno


de
en este parti
y en otro caso, pues ambas imposibilidades juegan
cular aspecto del asunto, en igual forma: una y otra, una vez cesa
das, hacen adquirir el derecho; y las disposiciones generosas deben
ser interpretadas tambi�n con generosidad, esto es, extensivamente.

257. Cargo � serio �. Y no creo necesario insistir sobre una


circunstancia como la siguiente : el cargo debe ser serio.


Aludo a supuestos de cargos pueriles o rid�culos, como los que
cita Max Rnmpf en su precioso librito Le droit et l' opini�n (10 y
12) : un testador ordena que sus cenizas sean arrojadas a los cuatro
vientos desde lo alto de una monta�a; otro testador, preocupado
por la degeneraci�n de la raza humana, instituye como heredera a
una ciudad, con el cargo de cnie aplique la renta de su fortuna en

premios a las parejas de gigantes que se unieran en matrimonio etc.


No hay eme insistir, pues ello no es privativo del cargo, ya que


es com�n a cualquier manifestaci�n de voluntad (cons., por ejem
plo, Giorgi, III, 141-3; Dernburg, I, 99; Windscheid, 75 a 77 ; Sa
leilles, D�claration ele volont�, 10-1, al comentar el texto expl�cito
en tal sentido del art. 118 del c�digo alem�n ; Vivante, IV, 1527 ;

Carrara, Formazione de-i contratti, III, 4; etc.).


Pero lo recuerdo para apuntar que en el caso la nulidad de
un cargo as� no podr�a implicar en todos los supuestos la concomi
tante nulidad del derecho a que va anexo, malgrado la norma ge
neral del art�culo 564. Como he dicho antes, este precepto debe ser
entendido y aplicado con relaci�n a los supuestos en que el cargo
sea, como la condici�n, la causa o "raz�n final del
correspondiente
derecho, pues entonces hay relaci�n de dependencia consecuencia!
entre �l y el derecho. Cuando el cargo sea puramente externo (es

peque�o, etc.), cosa cpie es de circunstancial apreciaci�n, habr� que


decidir en conformidad con los principios generales : de entre ellos
recordar� los de los art�culos 525-6, seg�n los cuales la extinci�n o
nulidad ele lo accesorio no entra�a la nulidad o la extinci�n de lo
principal, sino cuando lo accesorio sea � condici�n
principal. � de lo
III. Cumplimiento. 258.
Principios. El
cumplimiento

del carg� est� sujeto a los principios generales:


puede ser obra ex
clusivamente personal del beneficiario, cuando suponga sus apti
tudes individuales (cosa que habr� que
probar: n� 49-50), como puede
ser obra de
compulsi�n contra el mismo (en obligaciones de dar co
sas), como puede ser obra de un tercero por cuenta de aqu�l; etc.
De ah� lo dispuesto en el art�culo 562 : La
obligaci�n de cumplir los
cargos impuestos para la adquisici�n de los derechos (sobran estas
�ltimas siete palabras), pasa a los herederos del que
fuese gravado
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
288

con ellos, a no ser pudiesen ser cumplidos por �l, como


que s�lo
inherentes a su persona. Si el gravado falleciere sin cumplirlos

(claro est� que en el supuesto de que se trate de cargos inherentes


a su persona), la adquisici�n del derecho queda sin ning�n efecto,

volviendo los bienes (y los bienes volver�n) al imponente de los


cargos, o a sus herederos leg�timos.
Este precepto no era necesario, pues consagra disposiciones co
rrientes: art�culos 505 y sus concordantes, 626 y siguientes; etc. Lo
�nico que hace resaltar es el de que el incumplimiento, aun
principio
moroso, del beneficiario, no hace incurrir a �ste en la p�rdida del
derecho: en caso de que ello sea debido al fallecimiento del bene

ficiario, los herederos podr�n cumplirlo ; o bien, por aplicaci�n de


los art�culos antes citados, podr�n pedir que se lo cumpla por ter
ceros .

259. �poca. �

�poca del cumplimiento, claro


En cuanto a la
est� que habr� cpie sujetarse a lo preceptuado en el t�tulo (con
trato, testamento, etc.) respectivo. Si nada se ha dispuesto en �l,
entonces hay que fijar el plazo que seg�n las circunstancias proceda

(intenci�n presunta del donante o testador, exigencias a que el


cargo responde, etc.). Es lo que dispone el art�culo 561: Si no hu
biere (hubiese) plazo para cumplir los cargos, deberein cumplirse
en el plazo que el juez se�ale.

259 \ Efecto. Ya se ha visto el principio acerca del efecto


del incumplimiento : seg�n el art�culo 560, el beneficiario no queda


privado del derecho, pero puede ser compelido a cumplir con el car
go (ya por la fuerza, si cuadra, ya por terceros a su cuenta, etc.).
Ello es as� en las situaciones ordinarias, y salvo lo que en con
trario se ha dispuesto a prop�sito de donaciones y legados, en los
casos en que el cargo no entrape
condici�n, esto es, la revocaci�n
del derecho constituido. Si la entra�a, entonces rige lo dispuesto
en el art�culo 559 : Si hubiere (hubiese) condici�n resolutoria por
falta de cumplimien�o ele los cargos impues�os, ser� necesaria la
sen�encia del juez para que el beneficiado pierda el derecho adqui
rido.
Tal sentencia, que todo
juicio, y la consiguiente
supone un

prueba de parte de quien pretenda la revocaci�n, nada dice contra


el efecto de pleno derecho de la condici�n: es indispensable, sim

plemente porque hay de por medio hechos que corresponde acre


ditar (la existencia del cargo, su incumplimiento, los descargos del

beneficiario; etc.). Pero una vez acreditados los extremos necesa


rios, la respectiva resoluci�n obra a partir del momento en que ese
incumplimiento se produjo, porque es el momento mismo en que
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 189

la sentencia limita de
la condici�n cumplido, desde que
se ha se a

clarar un estado de cosas preexistente a ella y al mismo juicio, cual

es el del incumplimiento del cargo, o,


lo cpie es igual, el del cumpli

miento de la correlativa condici�n resolutoria,


260. No tiene efecto contra terceros. Por �

�ltimo, el cargo
no puede ser hecho efectivo contra terceros adquirentes de la cosa
de una obli
respectiva, por lo mismo cpie es una simple modalidad
a las partes y a
gaci�n, y en virtud de cpie �sta s�lo puede ligar
los correspondientes herederos (en cuanto no entra�e condiciones
se ha visto m�s arri
personales o derechos intransmisibles), seg�n
ba (n� 63 y ss.).
El c�digo pretende reglar el asunto .en el art�culo 563 : La re
versi�n no tendr� efecto respecto de terceros, sino en los ceisos en
que puede tenerlo la condici�n
resolutoria.
condi
Aparte lo malo de la asimilaci�n entre el cargo y la
ci�n, y de que ya he hecho m�rito m�s de una vez, hay que confe
sar cpie la disposici�n es poco clara, pues en parte alguna ha esta

blecido el c�digo los efectos generales de la condici�n resolutoria


con relaci�n a terceros, en lo cual no sigui� a Freitas, que fu�
bien

expl�cito al respecto (art. 615, donde asimil� esos efectos a los de


la condici�n suspensiva).
De suerte que habr� que atenerse a los principios generales.
Y tales principios excluyen, como se ha visto, cualquier acci�n con
tra terceros. S�lo se except�a los supuestos de los derechos reales,
casos en las cuales estamos fuera del derecho de las obligaciones, y

los supuestos en que los terceros hayan conocido o debido o podido


conocer el cargo existente (cosa que deber� probar quien pretenda

y alegue la circunstancia), o en quedos terceros hayan sido de mala


fe lo primero se explica porque el tercero induce con ello que acep
:

ta la obligaci�n contenida en el cargo, por donde habr�a una nova


ci�n por cambio de deudor (art. 814-5), si el acreedor se allana al
efecto ; y lo segundo se justifica ante la norma de que nadie puede
derivar derechos de su acto il�cito ni de su mala fe.
Tal es la soluci�n de fondo.
Pero es bueno advertir que en materia de donaciones y lega
dos con cargo, el c�digo ha consagrado al respecto soluciones espe
ciales, cnie en principio concuerdan con la que acabo de dar. Son

las de los art�culos 1855 a .7, en materia de donaciones, que proce


den en punto a legados por raz�n de lo dispuesto en el art�cu
lo 3774.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
190

SECCI�N 4a

PLAZO

I. Concepto y metodolog�a.
261 .
El plazo, o t�rmino, es la

modalidad jur�dica en cuya virtud la exigibiliclad, la extinci�n o


el nacimiento ele un derecho, est�n diferidos para un momento ul
terior (o durante alguna �poca).
Puedo no insistir en la bibliograf�a, cpie es en esto, como en
materia de cargo, casi la misma cpie la de la condici�n. Baste con
estas citas : Savigny, Sistema, II, CXXV y ss. ; Windscheid, I, 96-96a;

Crome, Parte gen�rale, 35 ; Capitant, 327 y ss. ; Valverde, I, 469.


Lo ordinario, sobre todo en derechos creditorios, es que el plazo
difiera la exigibiliclad. No deja ele ser relativamente com�n el plazo
extintivo. El plazo epie difiere el mismo nacimiento no es concebible
en un derecho ele obligaci�n, pero lo es en punto a derechos reales:

as�, en nada choca la estipulaci�n de que tal servidumbre, hipoteca,


medianer�a, etc., en favor ele alguien, s�lo nacer� a partir de tal
o cual fecha.
La definici�n antes dada es ele car�cter general. Se refiere al
plazo, y as� cualquier plazo jur�dico. Por eso no concuerda con
a

la del c�digo, cpie reza como sigue-. La obligaci�n es a plazo, cuando


el ejercicio del- derecho que a ella corresponde, estuviere subordi
nado a un plazo suspensivo o resolutorio (art, 566).
Adem�s ele incurrirse en el defecto l�gico de incluir lo definido
en la definici�n, se comete el error, com�n en estas cosas por parte

del c�digo, de limitar esta modalidad a las obligaciones, esto es, a


los contratos, cuando, lo propio que la condici�n y el cargo, puede
afectar a cualquier acto jur�dico : a una simple convenci�n, a una
constituci�n de derechos reales, a un testamento, etc. Tan cierto es
cuie el c�digo ha tenido que repetirse en tocios esos supuestos: ar

t�culos 2821, 2988, 3116 ; etc.


Es �sta la modalidad m�s frecuente. De ah� que resulte la m�s

importante, y reclame un an�lisis relativamente detenido de su


juego.
II. Formas. �

A. �

262. y resolutorio.
Suspensivo No es �

exacto cpie propiamente haya varias clases de t�rmino. A lo sumo,


la modalidad del t�rmino reviste submoclalidades en
diversas, que
nada alteran ei concepto de fondo ele aqu�l : diferir para un mo

mento cualquiera la exigibiliclad ele un derecho.


En tal sentido, cabe distinguir el t�rmino suspensivo del reso
lutorio, seg�n que se trate de la adcpiisici�n o de la resoluci�n de
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 191

el que sigue: le
un derecho. Ser� suspensivo en supuestos como

Ser� resolutorio
presto 100 pesos, que me devolver� dentro de
un mes.

un a�o. En
(o extintivo) en casos como �ste: le alquilo mi casa por
el primer ejemplo, mi derecho de exigir la devoluci�n de los 100 pesos
mi de
queda en suspenso durante el mes convenido ; en el segundo,
recho ele pedir la resoluci�n (o extinci�n) del alquiler queda dife
rida por todo el a�o estipulado.
Pero hay que observar que tal distinci�n carece en buena parte
de sentido serio. Es lo cpie ya he advertido a prop�sito ele la con

dici�n (n� 197). Como puede verse en los ejemplos puestos, en uno

y en otro hay en suspenso el ejercicio de un derecho : pedir los


caso

100 pesos, exigir la resoluci�n del alquiler. M�s a�n: en ambos su


puestos se tiene la misma situaci�n; cual es la de que el prestamista
o el locador no pueden exigir el dinero o la casa sino dentro de
un

t�rmino, o, lo que es igual, que� el prestatario o el locatario tiene el


derecho ele gozar durante dicho t�rmino del dinero prestado o ele la
casa ciada en locaci�n.
De ah� que el distingo no proceda en los actos onerosos o bila

terales, como los citados, por lo mismo que en ellos el derecho de


una de las partes obligaci�n ele la otra, y viceversa, y por lo
es la
mismo cnie eso de suspensivo o de resolutorio resulta un mero punto
ele vista, Apenas si tiene sentido en los actos gratuitos y unilatera
les, donde no hay esa reciprocidad de situaciones, y donde en ver-
ciad hay una persona que no es m�s cpie acreedora y otra cpie no
es m�s que deudora.
B. 263. Expreso y t�cito.

Tambi�n puede ser expreso o


t�cito, como cualcpiier manifestaci�n de voluntad (art. 915). Las


circunstancias indicar�n en cada caso si hay o no t�rmino t�cita
mente estipulado. Cabe apuntar �sta que es corriente. Cuando se
tenga que pagar algo en otro lugar que acpiel en que la obligaci�n
se contrae, se estipula t�citamente un t�rmino para ese pago : ser�

el que corresponda para el env�o de los fondos al lugar del pago,


o
bien, seg�n cuadre, para la remisi�n de la orden (postal, telegr�
fica, cablegr�fica; etc.) al agente o corresponsal que en dicho lugar
deba hacer el pago. En tales casos, los jueces deber�n fijarlo, ya
seg�n los usos y costumbres para cada clase ^de obligaci�n (C�m.
'

civ., 24, 174), ya seg�n las constancias del proceso (C�m. civ., 60,
66), ya seg�n las circunstancias que cuadren (cons. el caso resuelto
por la C�m. com. en R. L. 3., VIII, 302).
C. �

264. Convencional, legal y judicial. Es convencional, �

cuando se lo estipula; legal, cuando la misma le}T lo establece (art.


465, 1540 a 2, 1610, 3357-63, 6; etc.; C�d. com., art. 559; etc.) ; y
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
192

judicial, cuando es fijado juez (art, 464, 561; etc.; art, 554
por el
del c�d. procesal, y C�m. civ. 2a en R. L. 3., IX, 746). Estos dis

tingos carecen ele cualquier virtualidad pr�ctica. Lo propio cabe


decir de otro distingo af�n: hay t�rmino de derecho (como cual-
quiera de los tres que preceden), y hay t�rmino de gracia. El t�r
mino de derecho es el que deriva de fundamentos jur�dicos. El t�r
mino de gracia, el que implica un acto benevolente de la ley o de
los jueces. Entre nosotros no hay t�rmino de gracia, a menos que
se cpiiera verlo en la moratoria (comercial, internacional, etc.) o
en el pago con beneficio de competencia (art. 799).
D. Cierto e incierto. �

Io. ��

265. Principio. �

La divisi�n
del t�rmino en cierto y en incierto, es de mucha
importancia. Es
cierto, cuando puede ser determinado astron�micamente : � pagar�
dentro de un mes o ele cinco a�os, pagar� el d�a ele la pr�xima
navidad, pagar� cuando a partir de hoy hayan transcurrido dos
semanas y tres d�as, pagar� el d�a del aniversario de la indepen

dencia argentina �, etc. En todos estos casos no se hace sino, mal-


grado el empleo de palabras m�s o menos enga�osas, fijar astron�
micamente el d�a inicial y el d�a terminal del plazo. Es incierto
cuando el d�a del vencimiento no pueda ser predeterminado : � pa
'

gar� cuando llueva, pagar� cuando Fulano fallezca, pagar� cuando


termine la guerra �. Es lo que se dispone en el art�culo 567 : El
plazo (suspensivo o resolutorio) puede ser cierto o incierto. Es cier
to cuando fuese fijado para terminar en designado a�o, mes o d�ei,
o cuando fuese comenzado desde la fecha de la obligaci�n, o de otra

fecha cierta; donde se ve que, aparte lo poco recomendable de la


redacci�n, el sentido es m�s claro que la expresi�n, pues no basta
que sea cierto el momento terminal o el momento inicial, ya que es
indispensable que ambos momentos lo sean. Y el art�culo 568 agrega
que el plazo es incierto, cuando fuese fijado con relaci�n a un hecho
futuro necesario (para terminar el d�a en que ese hecho necesaria
se realice).

2�.�
266. Plazo incierto y condici�n. Hay varias cosas que

observar sobre el t�rmino incierto. Las limitar� a las dos princi


pales.
\T3esde luego^su afinidad con la condici�n. Tiene de com�n con

ella lo incierto de su caracter�stica. Pero con esta diferencia: lo


incierto del t�rmino refiere" al momento del vencimiento, lo in
se

cierto de la condici�n se refiere al mismo hecho. De ah� la posici�n


intermedia cpie ocupa entre el t�rmino cierto y la condici�n: en
aqu�l, todo es determinado, el momento y el hecho del vencimiento;
en �sta, nada lo es, ni el momento ni el
cumplimiento; en el t�r-
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 193

mino incierto est� determinado el hecho del vencimiento, mas no el

momento del mismo.


precepto del art�culo 569 : Cualesquiera que sean las
De ah� el

expresiones empleadas en la obligaci�n, se entender� haber plazo,


y no condici�n, siempre que el hecho futuro fuese necesario aunque
sea (fuera) incierto, y se entender� haber condici�n y no plazo,
cuando el hechojuturo fuere incierto. Es lo que cuadra : sermo rei
et non res sermoni subjic-itur. Una cosa es lo que es, y no lo que
se dice cpie es. La palabra puede ser mal empleada, y no corres

ponder ni a la intenci�n ni a la realidad. El c�digo tiene otras apli


caciones de tan sabio principio (art, 1326, etc.).
La noci�n te�rica no es dif�cil. Pero otra cosa ocurre en la

pr�ctica, sobre todo ante


expresiones ambiguas o enga�osas, propias
ele la inadvertencia o de la insuficiencia ling��stica. Recu�rdese, a
prop�sito, los ejemplos puestos en el n�mero 205 : � dono o lego para
cuando Fulano se case, o se reciba de abogado, o publique la obra
que est� escribiendo, o realice este o aquel viaje �, etc. En todos
estos casos, malgrado el empleo del adverbio de tiempo cuando, hay
condici�n y no plazo, por lo mismo que es incierto el hecho de que
Fulano se case, publique la obra, etc. (v�ase el art. 640 de Freitas
y cons. C�m. civ., 9, 50; 158, 296; C�m. civ. 2a en J. T VIII|914, .,

44, y en 3. A., II, 916, donde se ha aplicado el precepto en casos


interesantes; en el caso resuelto por la C�m. civ. 2a en J. T., 1910,
1829, se observ� con raz�n que el plazo no pod�a ser contado desde
el cumplimiento de la respectiva condici�n, sino desde cuando ese

cumplimiento fu� conocido por el obligado). Y recu�rdese, a pro


p�sito, estos casos ya citados : la estipulaci�n de que el locador com
prar� al locatario las instalaciones por �ste efectuadas en la cosa
dada en locaci�n, si no se renueva el contrato, es condicional y no
a plazo (C�m. civ. 2a en R. L. 3
'., VIII, 966) ; la estipulaci�n de que
el pago de una deuda ser� hecho cuando el deudor venda su pro
piedad, es a plazo y no condicional (C�m. civ. Ia en R. L. 3'., IX,
243, y en G. F., 12 �VII j 916).
He aqu� otro aspecto ele importancia, y no siempre bien re
suelto : la obligaci�n de reducir a escritura
p�blica en un plazo
dado, un boleto de compraventa, �entra�a una cl�usula resolutoria
(pacto comisorio), o bien un mero plazo? Lo primero ha sido admi
tido alguna vez, sin raz�n (C�m. civ. ln en R. L. 3
'., III, 460; S. T.
E. R�os en R. L. 3., VI, 478; etc.). Lo segundo es mucho m�s fun
dado y constituye nuestra jurisprudencia m�s constante
(C�m. civ.,
193, 186; C�m. civ. 2a en 3. T., VI|911, 146; XII|911, 237; XII|912,
211; II|913, 127; en R. L. ./., I, 419 y 705; II, 651; IX, 650; C�m!
Colmo, Oblig. ��

T. I. 13
DE LAS -OBLIGACIONES EN SI MISMAS
194

civ. Ia en T., XIJ913, 144; etc.). Lo propio se ha resuelto en los


3.
supuestos en que no hay plazo fijado para escriturar : C�mara ci
vil Ia en R. L. 3., VII, 415, y en 3. T XII1912, 230 (v�ase el n� 207,
.,

donde tambi�n contemplo el punto).


3o Plazo incierto en disposiciones testamentarias. <

267.
Obra como condici�n. �

Despu�s, el t�rmino incierto juega espe


cialmente en materia testamentaria, d�nele se lo ecpiipara a la con
dici�n.
Sup�ngase un legado hecho a t�rmino cierto : �
lego a Fulano
la suma de 10.000 $, que mi heredero podr� pagar dentro de dos
a�os de abierta mi sucesi�n �. El legatario es tal a partir del mo
mento en que la sucesi�n se abra : el t�rmino apenas difiere la exi-
gibilidacl del respectivo derecho. Si, pues, el legatario sobrevive al
testador y fallece antes que el t�rmino se cumpla, transmite su de
recho a sus herederos, seg�n es de norma com�n (art. 573).
Sup�ngase, ahora, un legado condicional : � lego 10.000 % a Fu
lano, si se recibe de abogado o publica la obra que est� escribiendo �.
No hay dificultad si la condici�n se cumple antes que la sucesi�n se
abra, pues entonces el legado se convierte en puro ; si la condici�n
se cumple despu�s de la apertura de la sucesi�n, y en vida del lega

tario, �ste adquiere el consiguiente derecho a partir de ese cumpli


miento (art. 3771) ; y si la condici�n se cumpliera despu�s ele falle
cido el legatario, no habr�a legado alguno por falta ele sujeto (art.
3799).
Sup�ngase,4 finalmente, un legado a t�rmino incierto: �lego a
Fulano 10.000 $ para el d�a de la muerte de Zutano. � El hecho es
fatal, pero su realizaci�n est� indeterminada. Si suponemos que no
se ha cumplido antes de la apertura de la sucesi�n (caso en el cual

el legado quedar�a puro), resulta que, como en el supuesto de la


condici�n, el t�rmino puede vencer en vida del legatario como des
pu�s de su muerte : en el primer caso, el legatario ser� tal a partir
de dicho vencimiento (art. 3771) ; en el segundo, no habr� legado
alguno, tambi�n por falta de sujeto (art. 3799).
Esto �ltimo parece inexplicable : en el legado a t�rmino cierto,
el derecho es adquirido a partir de la apertura de la sucesi�n, seg�n

principios comunes no derogados en materia testamentaria (art. 566


y sus concordantes), en cuya virtud el plazo no tiene m�s efecto
que el de diferir la exigibilidael del derecho, y no la existencia del
mismo, y en cuyo m�rito ese derecho es transmisible a los respecti
vos herederos (art. 573). �Por qu� no ha de ocurrir lo propio en
punto a plazo incierto, crue es tan plazo como el cierto, ya que su
vencimiento es necesario1? Es epie, se dice, lo incierto del cumpl�-
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 195

miento del t�rmino puede dejar largamente indecisa la situaci�n


hereditaria en obsequio a un mero legatario. Agreg�ese la circuns
tancia de lo personal que es el legado, lo que se desvirt�a ante la
circunstancia de que el legatario fallezca antes del cumplimiento
del hecho, pues entonces los legatarios ser�an los herederos del mis
mo; y se tendr� las razones que mueven al legislador al respecto.
El precepto epie rige es el del art�culo 3771, repetido en el ar
t�culo 3799. Y es de derecho corriente, que no ha hecho m�s que
reproducir una antigua disposici�n del derecho romano (dies incer-
ius in �estamentum conditionem facit) : c�digo franc�s, art�culo
1040 ; c�digo chileno, art�culo 1086 ; c�digo oriental, art�culo 916 ; etc.
268. Cr�tica de esa soluci�n. Pero es dif�cil justificarlo

con buenas razones. Ninguna de las apuntadas, que son todas las

que he descubierto en autores, resulta decisiva : los derechos he


los
reditarios quedar�an plenamente fijados el d�a ele la sucesi�n, por
lo mismo que el t�rmino, por incierto que sea, no entra�a otro efec
to que el de diferir la exigibilidadderecho, sin suspender la
del
existencia del mismo, como pasa en la condici�n; la circunstancia
de que el vencimiento del t�rmino pueda ser posterior al falleci
miento del legatario, nada induce, pues lo propio puede acontecer
en materia de t�rmino cierto, a cuyo respecto el legislador no trae

limitaci�n alguna ( � bien al contrario ! ) como se ve en el art�culo


,

573; tampoco dice nac�a lo personal del legado, pues lo mismo po


dr�a pasar en el caso del t�rmino cierto, en que tambi�n, cuando
��ste sea nnry largo, o cuando, sin serlo, el legatario fallece antes ele
su vencimiento, quien recibe el legado no es el legatario sino el

heredero del mismo.


En una palabra, sea cierto o incierto el
t�rmino, lo positivo es
que siempre apenas si difiere, en casos as�, la exigibilidad de un
derecho. De ah� que al respecto no haya por qu� establecer dife
rencia alguna en el juego correspondiente, ni, menos todav�a, para
asimilar el segundo a una condici�n, que es otra cosa bien distinta.
Por lo dem�s, tal es la soluci�n que se encuentra en legisla
ciones modernas. Los c�digos de Suiza (art. 489, inc. 2o: cons. Curti-
Forrer, 388; Rossel y Mentha, I, 542) y del Brasil (art. 127, no
modificado en materia testamentaria) no establecen esa diferencia
entre las dos formas del t�rmino, y tienen buen cuidado de asimi
lar uno de ellos a condici�n alguna. Y el c�digo alem�n llega a uni
formar el r�gimen de la condici�n y del t�rmino, en el sentido de
que el derecho del legatario queda adquirido en ambos supuestos,
aunque la condici�n no se haya cumplido ni el t�rmino (cierto o
incierto) haya vencido antes ele la muerte del legatario, si bien pone
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
196

un l�mite ulterior de treinta a�os para uno u otro cumplimiento*


(art, 2162). Lo .propio han resuelto otros c�digos nada recientes:

italiano, 848 y ss. ; portugu�s, 3408 ; guate


1759 y 1810 ; mejicano,
malteco, 946 ; etc.
As�, pues, si no es de extra�ar que autores no del todo con
tempor�neos (Savigny, Sistema, II, CXXVI ; Aubry y Rau, ArIir
717; Marcacl�, IV, 185; Demolombe, XXII, 309 y ss. ; etc.) hayan
podido navegar en las aguas tradicionales ; ocurre diversamente con
relaci�n a jurisconsultos tan modernos como Baudry, X, n� 2839-
Planiol, III, 2632; Colin y Capitant, III, 872; etc., que no han sa
bido desprenderse ele reatos semejantes.
269. Excepci�n de nuestro principio legal. Fuera de ello,,�

en el c�digo, lo propio que en su modelo (Aubry y Rau), y lo propio-

que en el c�digo franc�s y en los dem�s que lo han seguido, se con


sagra el siguiente distingo : si el t�rmino incierto es puesto no a la
creaci�n del beneficio o legado, sino a la ejecuci�n o pago del mismo,
entonces poco importa el t�rmino, pues el legatario lo adquiere-

igualmente, aunque no pueda reclamarlo sino hasta el vencimiento


(art. 3772). Los autores ponen ejemplos que var�an poco: �lego
10.000 $ a Fulano, para que le sean entregados a la muerte de Zuta
no �. Quisiera yo saber qu� diferencia hay entre este legado y el antes.

puesto (�lego 10.000 $ a Fulano para el d�a de la muerte de Zu


tano�), cpie es el de todos esos autores. En uno como en otro, se
manifiesta la intenci�n de legar. En uno como en otro, se pone un
t�rmino incierto. En uno como en otro, se quiere por el testador
cpie el momento de la exigibiliclad cpiecle diferido hasta la muerte
de Zutano . . .

Como observar�, no hay all� sino sutileza pura, ele muy di


se

f�cil apreciaci�n circunstancial. De ah� que todos los autores reco


mienden cpie se investigue al respecto la voluntad presunta del tes
tador. .Me agraciar�a saber si en los testadores, gente com�nmente
.

profana y hasta inculta en derecho, pueden caber distingos as�...


Por eso concluyo en el sentido de cpie la irracionalidad del art�culo
3771 debe ser interpretada con toda estrictez, a fin de limitarla a los.

supuestos que no ofrezcan la m�s remota duda. Cuando �sta quepa,


entonces habr� que pronunciarse en favor de la validez del legado,
y aplicar la otra disposici�n (art. 3772). Ello ser� tanto m�s asi,
cuanto cpie tales legados son hechos com�nmente con fines pr�cticos:.
o para prevenir la indigencia posible del legatario ante la desapa

rici�n de su padre, marido, etc., cuya muerte se fija como t�rmino


al efecto ; o bien para impedir cpie ese padre, marido, etc., pueda
administrar desastrosamente el bien que se contiene en el legado,
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 497

si el testador dispusiera que �ste queda sujeto al t�rmino que


no

implica la vida de ese padre o marido; etc. Declarar la caducidad


del legado en tales situaciones, ser�a poco menos que una clemencia
jur�dica, con haber al respecto expresiones que se aproximen m�s
al supuesto del art�culo 3771 que al del art�culo 3772.
Y basta. Esto no es materia que cuadre discutir aqu� sino en

general, como lo he hecho, pues tiene su lugar adecuado en materia


.sucesoria.
E. Determinado e indeterminado. �

270, El plazo indeter


minado es un plazo incierto. �

Para rematar este t�pico de las es


pecies ele t�rminos, dir� que no es del todo admisible otra divi
si�n expuesta por Demolombe (XXV, 575) : el plazo es determinado
o indeterminado, seg�n que el lapso de tiempo sea preciso o m�s o
menos variable. Es determinado en todos los casos del t�rmino cierto.
.Es indeterminado cuando entra�e potestad de parte del
deudor, en
.supuestos como los siguientes : � pagar� cuando pueda, cuando me
jore de fortuna �; etc.
No hay diferencia de fondo entre el plazo determinado y el in.
cierto : uno y otro entra�an la circunstancia de que el vencimiento
del plazo no puede
predeterminado. Todo lo m�s que puede
ser

decirse al respecto es que en los casos del plazo indeterminado el


juez est� facultado para se�alar la fecha a partir de la cual el
derecho ser� exigible, lo propio que en los supuestos ele
obligaci�n
�sin plazo (art. 618-20, 751-2), por lo mismo el hecho del ven
que
cimiento corresponde a una circunstancia personal
y un tanto potes
tativa; al paso que no es posible lo propio en los casos restantes
(�pagar� cuando llueva o cuando fallezca fulano�), por lo mismo
�que el hecho en epiecontiene el vencimiento
se no es de orden per
sonal ni potestativo. Pero ello nada tiene que ver con lo esencial
del asunto, que lo que
es importa.
271. Plazo para cuando el deudor �
quiera�. Por lo �

dem�s,
es bueno
distinguir en supuestos como los indicados, lo que es t�r
mino de lo que no lo es.
Esta expresi�n: paejar� cuando
yo quiera, �entra�a una obli
gaci�n a plazo ? � O bien entra�a una obligaci�n condicional :
pagar�
�si quiero?
�O bien no entra�a manifestaci�n alguna de voluntad,
por lo mismo que no cabe ver en ella
no se concibe do
ninguna seriedad, desde '
qu�
absolutamente potestativo de ninguna
voluntad,
que queda destruida en su misma base
(art. 542) ?
Tocio ser� cuesti�n de circunstancias
y antecedentes. Si �stos
faltan, lo com�n ser� que tal expresi�n pura implique un animus
jocandi, una voluntad nada seria(cons. Giorgi, III, 143 y ss., y citas
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
}Qg

del n� 257), cuando no un acto demente. No se concibe que en la


vida normal de la humanidad alguien se comprometa porque s� (de.
esto se trata, pues no hay antecedentes) a pagar cuando quiera, ni,.
menos todav�a, que haya cpiien sea verdadero acreedor y acepte una.

promesa de pago en tales condiciones. Lo mismo cabe decir con re

laci�n a expresiones an�logas: pagar� cuando me parezca, cuando*


lo juzgue oportuno; etc.
Pero cuando el acreedor logra demostrar su calidad, ele tal,.
cuando as� resulta que la manifestaci�n de voluntad corresponde a
hechos positivos, entonces no cabe ver en su contenido una obli
gaci�n condicional sino a t�rmino.] La expresi�n cuando quiera, o�
cualquier otra semejante, significa, seg�n el sentido com�n, que el
deudor pagar� cuando pueda, cuando tenga medios al efecto, cuan
do se haga librado de obligaciones o atenciones apremiantes, etc.,,.
y equivale a la que entra�a una obligaci�n de t�rmino incierto: el
deudor no pagar� si quiere, sino cuando quiera.; y ese cuando debe-
ser referido al momento en que, seg�n la intenci�n presunta y las

circunstancias, el deudor est� en situaci�n de hacer el pago, pues lo


incierto no es el hecho del pago (desde que la obligaci�n existe y
hay un deudor), sino tan s�lo el momento del mismo, por cuanto el
deudor tiene que �querer�, est� obligado a epierer alg�n d�a, aqu�l
en que el acreedor le pruebe que tiene medios y que as� debe poder

o querer, o est� obligado a encontrarlo c�modo, etc. (cons. Frei


tas, 1066-7).
272. Plazo para cuando el deudor � pueda �. Y en lo que �

toca a las obligaciones aludidas, para cuando el deudor � pueda �, o


� tenga bienes �, o �
mejore ele fortuna � (que m�s adelante, nos 440
y ss., y 623 y ss., estudiar� con otros desenvolvimientos y con mayor
precisi�n), considero que tambi�n son plazo incierto y no condi
a

cionales. Es verdad que el deudor puede no adquirir bienes o me


jorar de fortuna en tocia su vida. Pero eso es secundario. El deudor /

no habla tales supuestos como individuo sino como persona. Y


en

esa persona se contin�a en sus herederos


(art. 1195 y 3417), as�
como en los herederos de estos herederos. Es
por eso fatal que, ya
en su misma, persona, ya en la subrogada de sus herederos, el deudor
va a mejorar de fortuna alg�n d�a. De consiguiente, lo incierto no
es el hecho sino el plazo.
De ah� que el acreedor pueda recurrir a los jueces, a fin de que,
de acuerdo con las circunstancias, se fije el t�rmino dentro del cual
se puede considerar que el deudor tiene que mejorar ele fortuna. Es-
lo que est� dispuesto expl�citamente en los art�culos 620 y 752. Y es
h> que corresponde hacer para epie as� la obligaci�n quede de plazov
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 199

cierto. De otra manera, el acreedor ir�a prorrogando indefinida


mente con suomisi�n, al no pedir fijaci�n de plazo, el momento ini
cial de la respectiva prescripci�n (a menos epie se aplicpie al caso,
como procede y como digo en los nos 921-55, al principio del ar

t�culo 3956).
Nuestra jurisprudencia revela al respecto una contradicci�n
dif�cil de explicar. Afirman que en tales supuestos la obligaci�n es
condicional: la S. C, 13, 224; la C�maracivil, 160, 182, y 171, 160;
as� como la C�mara de comercio, 22, 162. Deciden que no es condi
cional sino a plazo incierto, la C�mara civil, 58, 195, y 167, 262 (en
este fallo, alg�n camarista calificaba a una obligaci�n as� de � pura

y simple�!), y la C�mara de comercio, 32, 24 (disidencia del doctor


Garc�a) y 91, 417 (el sumario de este fallo no concuerda del todo
,

con el fondo del mismo), etc.

F. Observaciones generales. �

273. Cu�ndo vence un plazo


incierto o indeterminado. �

Por lo dem�s, lo que es delicado es

determinar el momento en que un plazo incierto se cumple.


Por ejemplo, �cu�ndo plazo tan usual en estos tiem
vence el

pos, para cuando termine la guerra? �Bastar� un armisticio al efec


to? �Ser� menester la firma de la paz? Aun en este supuesto, �se
tratar�a ele la paz con este o aquel pa�s, o bien ele la paz general?...
Todo ser� materia de circunstancias. Si la obligaci�n en juego su
pone la importaci�n de mercader�as que fuera permitida por virtud
del mero armisticio, el plazo se habr�a cumplido. Lo propio cabe
afirmar en materia de paz celebrada entre los pa�ses A y B, si la
relaci�n jur�dica del caso est� vinculada a la actividad econ�mica
o financiera ele los mismos y no a la ele los dem�s envueltos en la
conflagraci�n.
He aqu� otro ejemplo: �cu�ndo se puede afirmar que el deudor
ha mejorado de fortuna, tiene bienes, puede pagar, etc., en las obli
gaciones as� concebidas? Se comprende lo relativo y circunstancial
del asunto. Disponer de 100 $ puede implicar lo bastante para dar
por vencido el plazo en que deba pagarse una deuda ele 10, como
puede no implicarlo : un padre de familia de 10 miembros tiene
m�s obligaciones alimentarias cpie otro que atienda una familia de
5 o de 2; un m�dico o abogado tiene cnie atender
exigencias que
para �l son imperiosas y que pueden no serlo para un periodista o,
menos todav�a, para un
obrero; un industrial o comerciante requie
re fondos de reserva
que no son indispensables en la vida puramente
dom�stica; etc. He aqu� un fallo que se refiere a lo general del
asunto: disponer de lo indispensable para vivir no es
mejorar de
fortuna (C�m. civ., 160, 182). No hay nada de m�s sensato, siem-
'
k<7^k DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
i BlSUOTE�A l C

il�Wque la apreciaci�n ele esos �medios elementales de subsisten

cia�, como reza el fallo, sea fundada.


Y el supuesto de un plazo referido a la liquidaci�n de una
en

sucesi�n (C�m. civ. T en 3. I'., 1913, junio, 141) �cu�ndo est� li


quidada la sucesi�n? El asunto puede variar: bastar� la aproba
ci�n ele la cuenta particionaria, si con ello se hace exigible el dere
cho del heredero deudor (que no tiene m�s que pedir la entrega
del importe de su haber, si �ste consiste en una suma de dinero
disponible) ; o ser� menester la inscripci�n de la escritura de divi
si�n; o resultar� indispensable el remate de este o aquel bien, o de
todos los bienes sucesorios, si de tales circunstancias depende la

posibilidad de que el heredero deudor pueda satisfacer a sus


acreedores ; etc.
274. Plazo sujeto a condici�n y viceversa. La condici�n, �

que puede jugar con el cargo, seg�n se ha visto, tambi�n puede


hacerlo con el t�rmino, y viceversa, de tal suerte que la condici�n
est� siibordinada al plazo o �sjke_-a-4a~-coe4iei�n (Freitas, art, 640-1).
He aqu� un ejemplo de lo primero : � me obligo a pagar 1000 $
dentro de 3 a�os, si tal hecho se cumple (si usted se recibe de abo

gado)�. El hecho se cumple al a�o o al mes de la convenci�n (el


acreedor se recibe en ese t�rmino) : pues bien, el derecho no es exi
gible sino al vencimiento de los 3 a�os, porque la condici�n est�
subordinada al plazo, epie es en el caso leo importante.
He aqu� un ejemplo de lo segundo : � si usted se recibe de abo

gado dentro de 3 a�os, me obligo a darle 1000 $ �. Si el acreedor se


recibe al a�o o a la semana del convenio, el derecho es exigible a
partir de ese instante, pues el plazo est� subordinado a la condi
ci�n, que es la modalidad m�s importante en el caso (cons. C�m.
civ., 97, 124; C�m; com., 97, 117).
Pero hay algo de com�n en ambos supuestos: transcurridos los
3 a�os sin que la condici�n se haya cumplido, la obligaci�n desapa

rece, pues la condici�n siempre debe cumplirse dentro del t�rmino.


Otra cosa ser�a si se dijera: pagar� 1000 $ despu�s de 3 a�os de
producido tal hecho: entonces hay dos plazos sucesivos, y no subor
dinados, cuales son el cpie fatalmente corresponde al cumplimiento,
o incumplimiento, de la
condici�n, y el del t�rmino ulterior. Por
lo dem�s, las circunstancias indicar�n si lo que las partes han que
rido es que esos dos plazos fueran subordinados o sucesivos.
III. Efectos. �

A. Antes del vencimiento. �

Io Generali
dades. �

275. Actos conservatorios. �

Los efectos del t�rmino,


lo propio que los de la condici�n, se refieren a la �poca anterior ai
vencimiento y a la posterior al mismo.
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 201'

Desde luego, el acreedor puede ejercer todos los actos conserva-'


torios de su derecho, cuando �ste en efecto exista, seg�n es ele norma
en los derechos ele obligaci�n: cuando se trate de derechos que
van

a nacer apartir del vencimiento ele un t�rmino (por ejemplo, un


derecho de servidumbre, seg�n indiqu� en la definici�n del n� 261,
o una hipoteca �desde un d�a cierto�: art. 3116), entonces lo que

est� en suspenso no es el ejercicio de un derecho sino la existencia


misma de tal derecho, lo que modifica fundamentalmente la situa
ci�n (cons. Crome, Parte gen�rale, 35, 329).
Es singular, a prop�sito, y limit�ndome al derecho de obliga

ci�n, que es el que nos interesa, que nada haya dicho al respecto el
c�digo. Pero el asunto no es dudoso : si el acreedor condicional tiene
tal derecho (art. 546), no obstante lo eventual de su t�tulo, a for-
tiori debe tenerlo el acreedor a t�rmino, que es un acreedor efectivo,
y a quien s�lo le falta el ejercicio actual de su derecho positivo.
Tan cierto es ello que el c�digo ha aplicado el principio, lo que
ecmivale consagrarlo, en m�s de un supuesto : art�culos 3433-4,
a

3773, etc., y art�culo 443, inciso 5o, del c�digo procesal para la Ca
pital y los territorios.
Ya he dicho (n� 233) qu� puede entenderse por actos conser
vatorios. Repetir� que son todos aquellos que se limitan a mantener
el statu quo, y a preservar el derecho todav�a no exigible, pero no
por eso menos derecho que cualquier otro en el fondo, y as� prote-
gible. De consiguiente, cualquier acto que no se reduzca a ello, y
que se resuelva en el ejercicio actual del derecho, deja de ser con
servatorio y no puede ser admitido (cons. un caso ad hoc de la C�m.
civ. F en Ti. L. 3., IX, 248).
Es lo que pasa en materia de acciones indirecta (oblicua, subro
gatoria) pauliana (art. 1196 y 961 y
y ss.). Mediante la primera
se tiende a ejercer
por el deudor el derecho que �ste tenga contra
un tercero y que no ha
ejercido. Mediante la segunda se propende
a revocar actos realizados por el deudor. Como se ve, en ambos su

puestos hay ejercicio del derecho o actos de De ah� que


disposici�n.
no correspondan a los actos conservatorios
que cuadrar�an.
Lo dicho no implica que el acreedor a t�rmino no tenga en caso
alguno derecho para ejercer tales acciones. Siempre que se trate
de actos conservatorios, por m�s
que se los llame de acci�n pauliana
o
subrogatoria, el acreedor estar� en sus facultades legales. Lo que
quiero expresar con aquello es que en principio no hay derecho para
ejercer las acciones susodichas, porque ordinariamente �stas corres
ponden a actos de disposici�n. De donde resulta que el juez tiene
plena potestad para determinar en cada caso si hay acto ele dispo-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
202

ele consiguiente, ejerce no una acci�n que


siei�n o no, y si, se o

proceda.
Ya he dicho epie los autores est�n divididos al respecto. Pero
creo epie los jurisconsultos m�s autorizados
deciden negativamente:

"Aubry Rau, IV, 312-3 ; Demolombe, XXV, 100 y 229-30 ; Baudry,


y
XI, 629-85; Planiol, II, 287 y 317; Zachariae-Crome, II, 287, n. 3;
Cantoni, L'azione surroga�oria, 16; etc. Algo parecido pasa entre
nosotros. El �nico autor que, como siempre, muestra alg�n criterio,

aunque hesitante y hasta parcialmente contradictorio, es el doctor


Segovia: I, notas 13 y 115, sobre los art�culos 961 y 1196, respecti
vamente, as� como la nota 751 de su C�digo civil anotado (Salvat,
I, 1950, se pronuncia por la afirmativa).
276. Actos de disposici�n. t�rmino es, eviden

El derecho a

temente, un derecho, con mayor raz�n que el condicional. De ah�


que pueda ser materia de operaciones jur�dicas : puede ser dado en
pago, puede ser (cons. supra, n� 232). Claro est� que
cedido, etc.
en todos esos supuestos la consiguiente operaci�n no puede desvir

tuar el derecho, que sigue siendo a t�rmino. Y es obvio que cual

cpiier acto jur�dico que implique el ejercicio actual del derecho,


tiene que ser inefectivo. As�, por ejemplo, el cr�dito a t�rmino no
puede ser compensado, por lo mismo que �l no es exigible (ar
t�culo 819).
277. Transmisibilidad del derecho plazo. Entre los atri
a �

butos del derecho a t�rmino figura el de su transmisibilidad, expre


samente consagrada en el art�culo 573 : En las obligaciones a plazo

cierto, los derechos son transmisibles, aunque el plazo sea tan largo
que el acreedor pueda sobrevivir ed d�a de su vencimiento.
no

Ya se ha visto m�s
arriba, n�mero 267 y siguientes, la raz�n.
bien discutible, del distingo que el legislador establece al respecto
entre el plazo incierto y el plazo cierto, y que funciona particular
mente en el art�culo 3771.
Parecer�a que el art�culo debe ser referido tan s�lo al plazo
convencional, por lo mismo que es relativo a las obligaciones con
tractuales. Sin embargo, resulta ele
aplicaci�n general a cualquier
plazo, seaconvencional o testamentario, pues su precepto no s�lo
no ha sido modificado por el
c�digo, sino que hasta ha sido repetido
en su principio en el art�culo 3766 (in
fine), que no ha puesto limi
taci�n alguna al plazo. De ah� que un legado hecho a 100 a�os de
plazo sea transmisible como otro hecho a un mes. Es de preguntarse
si eso puede ser serio, y si no merece pl�cemes una
disposici�n
como la del art�culo 2162 del
c�digo alem�n, que limita a treinta
a�os ese t�rmino.
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 203

2� En favor de qui�n existe el plazo. �

278. Principios. �

de los profanos, el plazo existe en favor del


Contra la impresi�n no

deudor tan s�lo. Parece dif�cil concebir que el acreedor pueda


ne

le ofrece su deudor: entre


garse a recibir el pago anticipado que
tener el dinero disponible dentro ele un mes o uno o m�s a�os, y
tenerlo actualmente, la elecci�n no resulta dudosa.
Es este uno de los pocos casos en que tal impresi�n yerra. El
acreedor puede tener inter�s positivo en no recibir tal pago: por

goza de buenos intereses, que no tendr�a como conseguir


ejemplo,
actualmente; est� seguro de la solvencia del deudor; etc.
De ah� la regla del art�culo 570 : El plazo puesto en las obliga

ciones, se presume establecido para ambas partes, a no ser que, por


el objeto de obligaci�n o por otras circunstancias, resultare ha
la
berse puesto a favor del deudor o del acreedor. El pago no po

dr� hacerse (en el primer supuesto) antes del plazo, sino de com�n
acuerdo (esto es tan evidente, art, 1197, que pudo ser omitido sin
inconveniente alguno).
La presunci�n legal es en el sentido ele epie el plazo no favo
rece a ninguno de los vinculados, lo que quiere decir que favorece

a los dos. No creo que sea muy liberal el precepto: pudo caber la

presunci�n en favor del deudor, ya que ello responder�a m�s a lo


com�n de las circunstancias, pues no habiendo tenido cuidado el
acreedor en estipular diversamente, resulta, as� en general, que a
�ste el plazo no le interesa. Tal es la soluci�n del c�digo franc�s,
art�culo 1187, lo mismo que la del c�digo suizo de las obligaciones
(art. 81) y la del c�digo civil brasile�o (art. 126).
Por lo dem�s, las circunstancias a que en el texto legal se hace
referencia, ser�n siempre decisivas para determinar si la presun
ci�n legal ha sido derogada t�citamente por los contratantes (clare
est� que puede caber discusi�n cuando lo ha sido expl�cita
no

mente), o si puede ser inducida de expresiones incidentales, etc.


Finalmente, hay casos en que la misma ley, interpretando esa in
tenci�n, deroga la presunci�n del art�culo 570 : as� ocurre en materia
de comodato y de dep�sito, seg�n se ve en los art�culos 2217-26,
inciso Io, 84-5.
279.
Jurisprudencia. Y nuestros tribunales han resuelto

alguna vez (C�m. civ. 2a en R. L. 3'., VI, 648), que cabe ver tales
circunstancias en punto a pr�stamo, cuyo plazo existe en favor del
acreedor. La soluci�n es discutible, pues con extender el princinio
se llegar�adar derecho al acreedor para exigir el pr�stamo cuando
a

quisiera. Pero advierto que el tribunal no lo ha sentado en ese sen


tido, sino con respecto la falta de derecho del deudor para
a
repetir
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
204

intereses que pagara con anticipaci�n, y por raz�n de que el ca

pital fu� devuelto antes ele vencer el plazo.


Y a prop�sitode tales intereses, advierto que tambi�n hay
tribunal: la sentencia citada, la
jurisprudencia del mismo en en

causa 5946 de junio 16 ele 1914, y en la que se registra en la 3. A.,

II, 467.
Seg�n esa jurisprudencia, cuando el pr�stamo es devuelto an
tes de su vencimiento, el deudor no puede repetir los intereses pa

gados y correspondientes a los per�odos que faltan hasta el venci


miento del plazo (primera sentencia) ; y si se ofreciera el pago
del capital prestado antes de la consiguiente exigibilidad, pero des

pu�s de comenzado el �ltimo per�odo de intereses, cuyo pago deb�a


ser hecho por adelantado, ese per�odo debe ser abonado �ntegramente

(�ltima sentencia). - �
.

Nada hay que decir respecto de lo segundo: los intereses eran


ya exigibles, y, por tanto, eran debidos. Si, pues, no media ninguna
circunstancia particular que induzca la renuncia del acreedor al
respecto (lo que es, en general dudoso, pues �ste, seg�n es corriente
en los pr�stamos, particularmente hipotecarios, como son los de los

casos en estudio, s�lo admitir� la cancelaci�n sobre la base de una

indemnizaci�n de, por lo menos, un per�odo ele intereses), la repe


tici�n resulta improcedente.
Pero hay que observar algo respecto de lo primero.
El sumario del fallo, desde luego, no responde al contenido de
�ste, que es mucho menos general que aqu�l. El tribunal se decidi�
a negar la repetici�n de los intereses, porque el acreedor exigi� como

condici�n para la devoluci�n del pr�stamo y la cancelaci�n de la


hipoteca, el pago de todos los intereses que correspond�an a los pe
r�odos no vencidos, y en virtud ele que el deudor se allan� a eso,
aunque formul� reservas.

De ah� que no sea sostenible, en general, que la devoluci�n


anticipada del capital haga imposible la repetici�n ele los intereses
no vencidos y abonados. Habr� que atenerse a las circunstancias,
para investigar la 'posible intenci�n de las partes. Si �sta no surge
en modo alguno, corresponder� aplicar la regla interpretativa que
emerge de la costumbre. Y �sta es, sobre todo en el caso clel Banco
Hipotecario, en el sentido de que el acreedor se conforma con un

per�odo de intereses como indemnizaci�n.


No se arguya con el art�culo 566 del c�digo mercantil : sobre
ser excepcional, es ajeno al asunto. Ni se replique con el art�culo
755, seg�n el cual el acreedor no puede ser � obligado � a descuento

cuando el deudor le paga con anticipaci�n. Esto es todo. Ac� no se


MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 205

trata de obligarlo �, sino de interpretar su voluntad : quien nada


dice, pudienclo hacerlo, induce que se acomoda a lo que es corriente


en los negocios, y que, de consiguiente, renuncia a los intereses
no

vencidos, con excepci�n de los que le pertenezcan a t�tulo de indem


nizaci�n. Tampoco se podr�a invocar nuestro art�culo 2249, en vir
tud de las razones que doy en el n�mero 699.
Y apunto que se inspira en este criterio liberal el fallo de la
C�mara civil Ia que se registra en el tomo VI, 672, de la R. L. 3'., se
g�n el cual el deudor ele un pr�stamo renovado (verbalmente en el
caso, cosa que no se expresa en el sumario), que devuelve
el capital

antes de vencerse un per�odo de intereses epie abon� por adelantado,

puede repetir el importe de los intereses correspondientes a los


d�as que faltan para el vencimiento de dicho per�odo.
Se funda en la circunstancia de que esa renovaci�n no impli- -

caba una �reconducci�n� del contrato anterior (art. 1622, apli


cable por analog�a). De ah� cpie cualquiera de las partes pudiera
ponerle fin. Si, pues, el acreedor consiente en recibir el capital, da
a entender con ello que ha querido que el plazo renovado s�lo du

rase hasta entonces : los intereses posteriores, auncpie pagados con

anticipaci�n, no pueden pertenecerles, pues corresponden a una


�poca en que el deudor no us� del respectivo capital, y en que, al
contrario, el acreedor lo recibi� y pudo usarlo nuevamente.
-�.~280. Deudor que paga puede repetir. Para terminar el es

tudio ele los efectos ele la obligaci�n a t�rmino antes del venci
miento ele �ste, s�lo queda la hip�tesis contemplada por el c�digo
en el art�culo 571, repetido en el inciso Io del art�culo 791 : El deu

dor de la obligaci�n que ha pagado antes del plazo, se supone que


(�se supone que el deudor de la obligaci�n que ha pagado antes del
plazo�) conoc�a el t�rmino, y no puede repetir lo pagado; pero si
lo ha hecho por ignorancia del plazo, habr� lugar a la repetici�n.
Se ha querido discutir por m�s ele uno la justicia ele esa solu
ci�n con argumentos bien pobres. El deudor a plazo debe, se dice,.
pues el derecho (o la correlativa obligaci�n) -existe, y apenas si su
exigibilidad est� diferida : si paga, no hace m�s que cumplir con
su obligaci�n. � Con qu� t�tulo repetir�a lo pagado ?
El deudor a plazo debe. Nadie lo discute. Pero debe a plazo, ne>
debe actualmente. El deudor condicional tambi�n debe. Tan cierto
\es ello que es deudor. Si, pues, el deudor a plazo
paga antes del ven
cimiento del plazo, paga lo que todav�a no adeudaba, y hace as�
un pago indebido, que, como cualquier pago indebido, puede ser

repetido.
El precepto legal -es just�simo, hasta en sus detalles. Se presu-
D:B LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
206

me
plazo, es porcpie ha querido renunciar a
cpie si paga antes del
�ste. Si no hay tal, la presunci�n legal insubsiste. Pero entonces
tendr� que probar su error. Y aqu� est� lo dif�cil : � c�mo va a
probar una circunstancia negativa, que no conoc�a la existencia del
plazo? Tendr� que hacerlo en forma indirecta, acreditando el hecho
positivo contrario. El ejemplo cl�sico es el del heredero que paga
un legado
puro, en virtud de un testamento que as� dispone, y que
luego descubre un testamento posterior epie revoc� el anterior y
que manda pagar ese legado en un plazo cualquiera. Pero hay mu
chos otros supuestos posibles: sup�ngase que yo debo a X una obli
gaci�n ya vencida, y que A (mi fiador, o un simple amigo) estipula
con mi acreedor que �ste no me cobrar� sino dentro de un plazo

dado; yo, que puedo aprovechar esa estipulaci�n (art. 504 y 1161-2),
.
pago sin conocer ese plazo ; si luego lo conozco, puedo repetir el
pago. La prueba consistir� en demostrar dichas circunstancias: el
pago hecho en virtud del testamento revocado o ele una obligaci�n
vencida, y la ulterior estipulaci�n del t�rmino. Eso s�lo inducir�
la ignorancia del plazo. Si el acreedor pretende que el deudor, no
obstante, ha conocido el plazo, tendr� a su turno que demostrarlo,
pues se trata de afirmaciones suyas, que debe probar ei qui clicit
non ei qui negai, seg�n es de corriente norma procesal.

Por lo dem�s, no veo c�mo cierto comentarista nacional puede


distinguir varias hip�tesis en nuestro art�culo, para hacer jugar a
�ste diversamente seg�n que el error del deudor se refiera al plazo
mismo o a su extensi�n. Ni el art�culo distingue, ni tiene por qu�
distinguir, ni la distinci�n es jur�dicamente seria.
B. Despu�s del vencimiento. �

Io Cu�ndo vence un plazo. �

281. C�mputo general. �

Los efectos m�s importantes del t�rmino


son losposteriores al vencimiento del mismo, ya que se concentran
en la plena exigibiliclad del consiguiente derecho.

Pero antes hay que determinar cu�ndo vence un t�rmino. Al


efecto es oportuno tener presente lo dispuesto por el c�digo en otra
parte (art. 23-9, que cabe resumir aqu�: cons. Salvat, I, 158 y ss. ;
�Colmo, Prescripci�n en derecho comercial, 94 y ss.).
Los t�rminos ser�n computados seg�n el calendario grego
riano. Por d�a legal se entiende el intervalo que corre de media
noche a medianoche. Los plazos deben ser contados por d�as ente
ros : de ah� que no quepa el c�mputo del d�a inicial, pues no es un

d�a entero ; y de ah� que, en cambio, se compute el d�a terminal,


liasta la medianoche que le va a seguir. As� una obligaci�n conve
nida el 3 de julio para ser pagada dentro de 15 o de 20 d�as, vence
{es exigible) no el 18 ni el 23 de julio, respectivamente, sino el 19
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 207

o el 24, pues el plazo se cumplido


ha en la medianoche que subsi

gui� el d�a del vencimiento (18 � 23) que se computa �ntegro.


282. Plazos de meses o de a�os. �

Los plazos de meses o ei�os


a�os
se computan sin distinguir el n�mero ele d�as crue esos meses o

la fecha inicial y la ter


tengan, con perfecta homogeneidad entre
minal. As�, un pagar� a tres meses o a un a�o, firmado el 3 de julio,
vencer�, respectivamente, a la medianoche que subsiga al 3 de
octubre ojulio del a�o siguiente, importando poco que julio
al 3 de
febrero tenga 28 o 29 d�as : es una
y agosto tengan 31 d�as, y que
homogeneidad encomiable, pues simplifica el c�mputo al unifor
marlo.
283. Plazo que empieza el d�a final de un mes. He aqu� un �

peque�o puzzle. Se firma una obligaci�n el 31 de enero, y se fija


un mes para su exigibilidad: �cu�ndo se cumple ese mes? En obse

quio a homogeneidad, el legislador ha optado por una


la indicada
soluci�n uniforme : el plazo vence el �ltimo d�a del mes subsi
guiente (el 28, o 29, ele febrero), por donde el titulado mes resulta
bien corto. Vaya por el cambio : se firma esa obligaci�n a un mes el
30 ele abril o junio ; la obligaci�n es exigible desde la medianoche
que subsiga a los respectivos d�as del vencimiento (31 de mayo o
ele julio). Lo mismo habr�a que decir si se tratase ele a�os.
284. Los plazos son continuos. En principio, los plazos son

continuos: no se suspenden ni se interrumpen por nada, salvo lo


que en contrario dispongan las leyes (en materia de prescripci�n,
etc.), y abarcan los d�as inh�biles, a menos ele preceptos diversos,
seg�n acontece con los plazos judiciales ( C�digo de procedimientos
para la Capital y territorios, art, 41). Estas mismas excepciones
(a las cuales hay que agregar las que dimanen ele estipulaciones de
las partes, seg�n es de regla: art. 1197, salvo que medien intereses
colectivos, como ocurre en materia de prescripci�n: art. 3965, infra
n� 908) deben ser tenidas en cuenta con respecto al mismo venci
miento. As�, el protesto de una letra ele cambio (o de cualquier
otro documento equiparado a ella: art, 741 del C�digo de comercio)
no puede ser hecho sino antes de las 3 de la tarde del segundo d�a
posterior al del vencimiento de la letra (art, 713 de este mismo c�
digo). Y esa limitaci�n de horas, que restringen el d�a al intervalo
� de sol a sol �, suele figurar en las leyes : v�ase en ese mismo art�culo
713 un
ejemplo, a prop�sito ele la entrega del protesto por el escri
bano al acreedor de la letra. Por lo
dem�s, hay casos en que el
c�mputo de los t�rminos se hace por horas, sobre todo en los actos
judiciales, para lo cual las leyes exigen el requisito de la consig-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI

MISMAS
208

naci�n de la hora (art, 6o del c�digo susodicho, y 163, inc. 8", de la


ley de organizaci�n de los tribunales).
285. Plazos de horas o de d�as. �

Para terminar con esto, cabe


apuntar estas situaciones : cuando las
leyes hablan ele 24 � 48
horas,
o bien de 30 � 60 d�as (art. 22, 34, etc., del c�digo procesal precitado;

art. 183, 1078, inc. 2o; 1079, inc. Io, etc., del C�d. de comercio) �en
tiende hablar literalmente, o bien quiere decir con ello uno o dos
d�as respectivamente, o bien uno o dos meses? Si lo primero, habr�a
que hacer el c�mputo por horas; si lo segundo, habr�a que hacerlo
en la forma ordinaria, Todo es cuesti�n de interpretaci�n (cons.
Colmo, Prescripci�n en derecho comercial, nos 101 y 107). Creo que
mientras las leyes no dispongan expl�citamente que el c�mputo se
haga por horas o por d�as, no cabe variar el c�mputo del C�digo
civil, por lo mismo que es fundamental. De consiguiente, dichas ex
presiones deben ser tomadas como sin�nimas ele d�as o meses, seg�n
cuadre. Fund�me, al efecto, en lo terminante ele la amplitud con
tenida en el art�culo 29 del C�digo civil (en contra, S. C, 86, 164;
C�m. fecl. en 3. T., 1912, abril, 38).
2o Efectos del vencimiento. a). 286. Vencimiento efec
� �

tivo. �

No hay que insistir en los efectos del vencimiento del plazo,

porque son de toda obviedad. La obligaci�n se hace pura, y el de


recho es plenamente exigible. S�lo basta recordar que el simple ven
cimiento del t�rmino no hace incurrir en mora al deudor, seg�n
ha quedado explicado m�s arriba (n� 91 y ss.).

b) Descaecimiento. 287. Principios.


El plazo, lo propio �

que la condici�n, puede ser cuniplido ficticiamente, como en pena


contra la conducta del deudor que por sus actos, en perjuicio del

acreedor, no responde a la confianza crue se le ha dispensado al


acord�rsele el t�rmino. Es lo que se llama el descaecimiento del
plazo .

He aqu�, a prop�sito, el art�culo 572: El deudor constituido en

insolvencia y los que lo representen (sus herederos), no pueden re

clamar el plazo para el cumplimiento de la- obligeici�n. Y de ah�


otros preceptos an�logos, y m�s o menos generales, como los de los
art�culos 754, 3161, 3215-58, etc. del primero de
He aqu� el texto
ellos, que es el m�s importante: Puede tambi�n el acreedor exigir
el pago antes del plazo, cuando los bienes hipotecados o dados en

prenda, fuesen tambi�n obligados por hipoteca o prenda a otro acree


dor (fuesen dados en hipoteca o en prenda a otro acreedor), y por
el cr�dito de �ste se hiciese remate de ellos (se los rematase) en ejecu
ci�n de sentencias pasadas en cosa juzgada.
288. Insolvencia del deudor. al
Las razones que determinan

MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 209

legislador imponer ese descaecimiento, fuera de la fundamen


para
tal antes apuntada, son diversas.
En el supuesto del art�culo 572 hay motivos de inter�s colec
tivo ele parte de los acreedores del insolvente (o �concursado�, se
g�n se precisa en el art. 753). El concurso entra�a un estado de gene
ral liquidaci�n. Y �sta ser�a imposible si algunos de los cr�ditos con
tra el mismo no resultasen exigibles y tambi�n liquidables. Al fin y
al cabo, el t�rmino, a diferencia de la condici�n, es una modalidad
puramente externa : el cr�dito respectivo no por eso deja de ser
efectivo. Y no se concibe que el conjunto de los acreedores, la masa,
tenga por qu� estar supeditada a los acreedores a plazo. Tampoco
es aceptable la soluci�n que distinguiera: liquidar lo exigible, espe

rar para lo no exigible. Ser�an dos soluciones, dos procedimientos,

dos gastos, etc.


289. Ejecuci�n de bienes afectados. �

En el del art�culo 754

hay una raz�n de hecho : el bien que garantiza al cr�dito va a ser

ejecutado, esto es, vendido y reducido a dinero. En homenaje a la


simplificaci�n de los procedimientos, que sufrir�an si el acreedor
a t�rmino tuviera que esperar el vencimiento del mismo (lo que
supondr�a el embargo de la suma que pudiera corresponder, despu�s
de pagado el primer acreedor ejecutante, una demora m�s o menos
larga, procedimientos ulteriores para el cobro, etc.), y en raz�n de
que hay algo de culpa en el deudor que se deja rematar el bien afec
tado, y que as� destruye la fe que en �l depositara el segundo acree
dor que le admiti� ese bien como garant�a especial; en
obsequio
a todo
ello, la exigibilidad del cr�dito no vencido deb�a impo
nerse.

290. Diminuci�n de Y en los supuestos de los ar


garant�as. �

t�culos 3161, 3215-58, etc., existe la raz�n propiamente


punitoria a
que he hecho referencia: el deudor que por su hecho imputable
disminuye las garant�as dadas en favor del cr�dito, se hace
indigno
ele la confianza en �l
depositada, por donde con la causa, la con
fianza, debe desaparecer el efecto, el t�rmino. Por lo dem�s, ser�
cuesti�n de circunstancias, de pruebas y el determinar en
pericias,
cada caso la gravedad de los deterioros causados en los bienes afec
tados, que autoricen laprivaci�n del t�rmino : de minimis non curat
pretor!, sobre todo cuando el acreedor no demuestre que ha sufrido
perjuicios efectivos, por lo mismo que sin inter�s no hay acci�n.
291 Observaciones generales. Lo dicho
refiere, seg�n es se
. �

de principio materia de concurso, a los cr�ditos


en
quirografarios,
esto es, comunes o no
privilegiados. Si' se trata de cr�ditos privi
legiados, no habr�a raz�n para tal descaecimiento, por lo mismo que
Colmo, Oblig. �

T. I
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
210

el acreedor no tiene por cpi� sujetarse a los resultados del concurso


general, desde que puede obrar separadamente con relaci�n al bien
especialmente afectado a su cr�dito. Esto es expreso en materia
hipotecaria, seg�n el art�culo 3938 del c�digo, y en cualquier otro
supuesto de privilegios especiales, seg�n el art�culo 763 del C�digo
de procedimientos.
Pero hay que tener presente al respecto varias cosas.
Ante todo, que los acreedores con privilegio general, sobre to
dos los muebles o sobre los muebles y los inmuebles a la vez (como
los de los art. 3879-80), no pueden obrar con aquella independencia
y est�n obligados a una acci�n colectiva, por donde en el fondo y
a tal respecto vienen a resultar acreedores comunes. De ah� cpie,
supuesto el concurso del deudor, tengan derecho para considerarse
comprendidos en el art�culo 572, que por lo dem�s no distingue.
Enseguida, que aun con relaci�n a los acreedores con privilegio
especial puede ocurrir la necesidad del descaecimiento. En el ar
t�culo 3154 se tiene un ejemplo (encuadrado en el art. 572) : hay
dos acreedores hipotecarios sobre el mismo inmueble; el acreedor en
primer t�rmino ejecuta el inmueble, se paga y queda un resto del
respectivo producido ; no obstante el no vencimiento del segundo
cr�dito hipotecario, el acreedor puede cobrarse sobre ese resto. Ya
he dado la raz�n m�s arriba.
Finalmente, los mismos acreedores comunes, y no privile
ya
giados ni hipotecarios, pueden obligar al acreedor hipotecario de
t�rmino no vencido a hacer efectivo el descaecimiento del plazo. Les
bastar� ejecutar el inmueble, dejar a salvo los derechos del acreedor
hipotecario, y cobrarse sobre el remanente. Esto es de derecho co
m�n: art�culo 735 y siguientes del citado C�digo de procedimientos.
292. Cr�tica del casuismo legal. �

Conviene observar el ca-

suismo del c�digo con respecto al descaecimiento que he llamado


penal. Habr�a bastado con un precepto �nico, como el del art�culo
1188 c�digo civil franc�s, concebido en estos t�rminos: �el
del
acreedor que disminuya las garant�as que ha dado en seguridad
de su obligaci�n, ser� privado del t�rmino �. Con ello se habr�a
abarcado todos los supuestos de prenda, de hipoteca, etc., sin nece
sidad de repetir la disposici�n en cada caso. Y nuestros tribunales
han aplicado tal principio en alg�n caso, disponiendo que el deudor
a plazo condenado a dar fianza
y que no presta esa garant�a, puede
ser privado del t�rmino: S.
C, 21, 526.
293. Efectos del descaecimiento. �
El efecto fundamental del
descaecimiento es igual al del mismo vencimiento: el cr�dito se

hace exigible.
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 211

Pero no hay que ir m�s lejos, por lo mismo cpie mi t�rmino


vencido no es igual a un t�rmino descaecido.

As�, el acreedor reclamar el pago ele todos los inte


no podr�a
reses, sino el de los vencidos
hasta el momento del descaecimiento.
no podr�a llegar hasta ese extremo. Bastante obtiene
La penalidad
con el vencimiento anticipado : quer�a seguridad, y la ha conse
guido ; si pidiera algo m�s, lo har�a sin derecho, pues el deudor no
usa de su capital, y mal puede reclamar un precio (los intereses)
Ia en J. A., III, 213).
por un uso cpie no existe (C�m. civ.
Adem�s, el descaecimiento es personal contra el deudor. Si hay
codeudores, estos gozan de todo el plazo : as� se dispone para los soli
darios en el art�culo 753, lo mismo que en el art�culo 83 de la ley
de quiebras (si bien en �ste se obliga a esos acreedores a dar fianza).
Lo propio cabe decir en punto al fiador del deudor concursado o
privado del t�rmino. Es verdad cpie nada se dispone en tal sentido
en el c�digo, pero tambi�n es verdad que nada en contrario se pre

cept�a. Si es cierto cpie el fiador debe pagar en substituci�n del deu


dor, y que la obligaci�n del primero, como accesoria cpie es, debe
quedar sujeta a las contingencias de la principal, no se sigue de
ah� que la exigibilidad de car�cter personal que se contiene en el
descaecimiento pueda ser extendida a otras personas. El art�culo
525, a prop�sito, se refiere a la existencia y validez de la obligaci�n
accesoria : s�lo en tal sentido depende de la principal, sin perjuicio
de que la obligaci�n accesoria tenga juego relativamente propio y
aut�nomo, seg�n puede verse en la misma fianza (art. 2043 a 5).
Y el art�culo 2047, inciso 5o, se refiere a la excusi�n de los bienes
del deudor. Tal es la doctrina consagrada en el art�culo 85 de la
ley de quiebras comerciales. Y tal es la doctrina de Demolombe,
XXV, 707 ; de Baudry, XII, 1040 ; de Crome, Teorie fondamentali,
14, n. 37 ; etc. .

Por iiltimo, la materia de la compensaci�n difiere seg�n que el


cr�dito haya vencido normalmente o por descaecimiento. Si hay
vencimiento normal, la compensaci�n (siempre que, claro est�, se
trate de cr�ditos exigibles antes que el deudor
haya sido declarado
en concurso) se
produce, pues llena los requisitos legales (art. 818-9).
Pero no es posible si el cr�dito contra el concurso ha vencido
por
descaecimiento (art. 828) : suponiendo que yo debo actualmente a
X 100 $, y que luego X se
concursa, mi cr�dito contra X (que deb�a
vencer despu�s, y que se ha hecho
exigible por descaecimiento) no
puede ser compensado con la deuda ele �ste.
Se invoca dos razones de fondo: el vencimiento de mi cr�dito
no responde tanto a mi conveniencia como a la de los acreedores
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
O-JO

del concurso, a la masa del concurso, por donde mis derechos que
dan subordinados a ese inter�s general e igualitario, cpie tiende a

una liquidaci�n colectiva y forzosa de los bienes


del concurso: de

ah� que mi derecho estribe no en ese cr�dito, sino en el dividendo


no siendo l�quido, mal puede-
que haya de corresponderme, y que,
ser compensable (art. 819), mucho m�s si se tiene en cuenta que '

ese dividendo tampoco es exigible sino a partir del momento en

epie se lo declare, por donde viene a carecer


de otro requisito indis

pensable en toda compensaci�n (mismo art. 819).


Ya se ver� m�s adelante (n� 790) que tales razones distan de
ser decisivas, y, lo cpie es m�s, cpie en algunas legislaciones contem

por�neas no se ha adoptado la soluci�n de nuestro c�digo.

SECCI�X 5a

OBLIGAC.IOX ACCESORIA

294. Metodolog�a. �

Quiero incluir, como lo hago, la obliga-


ci�n accesoria entre las modalidades : Io porque es efectivamente
una modalidad de la obligaci�n principal, que as� resulta pura;
no

2o porque, lo propio que la condici�n, el cargo o el plazo, est� subor-^


di�ada a la obligaci�n principal, de la cual viene a resultar una

dependencia o un accesorio ; 3o porque, en todo caso, la ubicaci�n


cpie le ha asignado el c�digo (en t�tulo independiente, epie precede
a los de la condici�n y el cargo y del t�rmino), parece acusar ese

paralelismo. Por lo dem�s, Polacco (Obbligazioni, 46) ha sentado


precedente en aepiel sentido, lo que puede excusarme de cualcpiier
insistencia explicativa.
295. Su doctrinarismo en el c�digo. �

En verdad que ese

t�tulo pudo ser omitido. Se explica en Zaehariae (III, 538), de


donde ha sido tomado, porque entra�a un valor cient�fico y doctri
nario. Lo mismo hay que decir de Aubry y Kan (IV, 304), que
han sido los �nicos jurisconsultos franceses que han seguido a
aqu�l. Cons. S�nchez Rom�n, IV, 99 y ss. ; noto cpie Toullier apenas-
si contiene alusiones : III, 2* parte, 463 a 6 ; acide Pothier, 447 y ss. ;

Dalloz, Suppl�ment, v� Obligation, 399 y ss. ; Crescenzio y Fe-


rrini, 327 y ss. ; el mismo Crome, en su Zaehariae, II, 284, es excesiva
mente sumario ; A. Arcangeli las estudia en el cap�tulo II de un tra

bajo epie publica en la R. D. Comm., III, 174 y siguientes, a prop�sito


del contrato cpie genera varias obligaciones.
Pero el c�digo dista de ser un tratado jur�dico. Todo cuanto
en �l no se resuelva en un mandato, est� de m�s. Y es dif�cil ver
MODALIDADES DE LA OBLIGACI�N 213

mandato alguno en primeras disposiciones de tal t�tulo: De


las dos
dos obligaciones, una es principal y la otra accesoria, cuando la
�una es la reiz�n de la existencia de la otra; y Las obligaciones
son

principales o accesorias con relaci�n a su objeto, o con relaci�n


a

las personas obligadas. Las obligaciones son accesorias respecto del


objeto de ellas, cuando son contra�das para asegurar el cumpli
miento de una obligaci�n principal; como son las cl�usulas penales.
Las obligaciones son accesorias (con relaci�n) a las personas obli

gadas, cuando �stas las contrajeren (contrajeran) como garantes o


fiadores (fiadoras). Accesorios de la obligaci�n vienen a ser, no
s�lo todas las obligaciones accesorias, sino tambi�n los derechos
�accesorios del acreedor, como la prenda o (la) hipoteca (cons. S. C,
104, 201).
Nohay nada m�s doctrinario que estos preceptos tan poco bien
redactados. � Una obligaci�n es principal cuando es la raz�n de
otra, que as� resulta accesoria � : en los actos bilaterales la obliga
ci�n ele una ele las partes (pagar el alquiler o el precio de la cosa
comprada) es la raz�n de la otra (conceder el uso de la cosa, entre
gar la cosa vendida),sin que �sta sea accesoria de aqu�lla, pues a
�su turno es raz�n de ella. El distingo de las obligaciones con rela
ci�n al objeto de la
obligaci�n principal o a la persona obligada,
no tiene virtualidadjur�dica alguna. Los garantes y los fiadores
son, en nuestro c�digo, exactamente lo mismo. Los accesorios de
una obligaci�n no son tan s�lo las obligaciones accesorias
y los de
rechos accesorios: tambi�n lo son las cosas accesorias (art. 575 y
2327 y ss.).
Como se ve, hay en esos art�culos un pele-m�le de preceptos
muy distintos : de derechos creditorios, de derechos reales, etc. ;
de derechos accesorios, que son medio de un fin (como
pasa con la
condici�n y con el cargo que le equivalga), o seguridad (cl�usula
penal, fianza), o parte integrante de una cosa o derecho (los
�accesorios� de los art. 524 y 2328 y ss.), etc., a lo que se
puede
-agregar lo que sea consecuencia necesaria (como la indemnizaci�n
ele da�os).
296. Extinci�n de la obligaci�n principal. Lo
propiamente

importante encuentra en los otros dos art�culos: Extinguida la


se

�obligaci�n principal, queda extinguida la obligaci�n accesoria, pero


la extinci�n de la obligaci�n accesoria no envuelve la de la
obliga
ci�n principal (art, 525; C�m.
civ., 106, 25) Si las cl�usulas acce

sorias de una obligaci�n fueren cl�usulas


imposibles, con aparien
cias de condiciones suspensivas, o fueren condiciones
prohibidas, su
nulidad hace de ning�n valor la obligaci�n
principal (art. 526).
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
214

principios son de car�cter general y no absoluto.


Los dos
Ya se ha visto, a prop�sito del primero, c�mo la cl�usula penal.

puede existir sin lo que se llama obligaci�n principal (nos 171-2).


cada la situaci�n para
Ser� prudente, entonces, analizar en caso

poder decidir concretamente. La nulidad de la obligaci�n accesoria


ser� admisible
por virtud de la nulidad de la obligaci�n principal,
en los casos en que la primera sea una mera dependencia, un directo

accesorio hoc sensu de la principal. Es lo que ocurre con los inte


reses (art. 624), con la fianza (art. 2042), con el usufructo (art.

2918), con las servidumbres (art. 3045), con la hipoteca y la prenda


(art. 3187 y 3236), con los privilegios y el derecho de retenci�n
(arg. de los art. 3847 y 3943), etc. Lo mismo hay que decir de la-
obligaci�n accesoria que sea fin (causa, motivo, etc.) de la principal,.
como es la condici�n y como es el cargo (cuando le equivale, seg�n.

lo dicho m�s arriba, n� 249), seg�n puede verse, a prop�sito del


cargo, en los art�culos 1850-4, etc., y en sus concordantes relativo*
a los legados con cargo. Pero ya no se puede afirmar lo propio cuan

do la obligaci�n accesoria es una consecuencia, cabalmente, de la in


existencia de la principal : tal pasa con la de da�os e intereses, que
s�lo procede en caso de nulidad imputable, de incumplimiento, etc.r
d�la obligaci�n �principal� (art. 519-76-9-85, 605-8-10 a 15-28-304r
etc., as� como los art�culos que rigen la llamada culpa in contrahendor
1155-72-4-7 a 9-87, 1202, 1329-31, etc., a cuyos respectos puede con
sultarse el R�pertoire y el Suppl�ment de Dalloz, v� Obligations
n. 1074 a 6 y 399 a 401, respectivamente).

297. Nulidad de la obligaci�n accesoria. �

En cuanto al se

gundo precepto, observar�, ante todo, que en �l ya no se habla de


� obligaci�n �, sino ele � cl�usula � accesoria. Lo que implica que
sus disposiciones son aplicables a cualquier derecho accesorio, sea

�l creditorio o no. Y lo que demuestra la mala ubicaci�n del t�tulo�


en estudio, que debi� figurar, como la condici�n, el plazo, etc., entre
las modalidades de cualquier acto jur�dico. Por eso he podido refe
rirme, en los p�rrafos precedentes, a derechos no creditorios.
Por lo dem�s, cuadra observar que las cl�usulas accesorias im
posibles o il�citas que acarrean la nulidad del derecho principal,.
s�lo pueden ser las que entra�en una condici�n, como dice la misma

ley. Es que entonces se tiene en la obligaci�n o derecho accesorio,.


la causa o el motivo ele la obligaci�n o derecho principal, y as�, el
� fin � del
mismo, que viene a ser su medio. Claro est� que la situa
ci�n aparente no concuerda con la real : lo accesorio, jur�dicamente
hablando, es lo principal en la intenci�n, pues lo �principal� de-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 215

pende, medio que es, ele lo


como � accesorio �, que es el fin. Y con

el fin debe desaparecer el medio.


Ya se lo ha visto a condici�n, en el art�culo 530.
prop�sito de
En cambio, no se lo ha visto con la cl�usula penal (art. 663-4-6),
sino en el caso en que contenga condici�n (n� 169). En cuanto al
cargo, cpie la ley asimila a la condici�n (art. 564), ya dije, en el
n�mero 249, c�mo tal precepto debe ser entendido s�lo con relaci�n
al cargo efectivamente asimilable a una condici�n, en cuanto en
tra�e como ella la raz�n o el fin de la obligaci�n principal.
De otra suerte, se llegar�a a soluciones arbitrarias. Por ejemplo,
una persona adquiere un campo, en virtud de un contrato en que

se ha convenido incluir un alambrado o unos animales del vecino,

lo que es il�cito (art. 1329). Si se quisiera aplicar el art�culo a tal


situaci�n, habr�a que anular todo el contrato por lo il�cito de esa
cl�usula accesoria; y acpi� lo accesorio, por muy il�cito y nulo que
sea, puede distar de entra�ar la raz�n de ser de la compra. El
mismo c�digo ha consagrado esta soluci�n m�s de una vez
(art.
1176, etc.), y aun, como se ve en este ejemplo, en casos en que pro
piamente no corresponde hablar de derechos accesorios.

CAP�TULO IV

OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA

SECCI�N Ia

GENEEALIDADES

298. Prenociones sobre especies


obligatorias. �

Las obligacio
nes miradas con relaci�n a su objeto, otra
no son cosa que las espe
cies de obligaciones. Y �stas, como se sabe, son tres : de dar, de
hacer, de no hacer, (art. 495).
Es verdad que el
c�digo, despu�s de considerar esas tres espe
cies, tambi�n contempla las obligaciones
alternativas, las facultati
vas, las divisibles, etc. Pero no hay all� especies nuevas: tanto las
alternativas, como las facultativas, etc., tienen que ser de dar, de
hacer o de no hacer. Apenas si
hay en ellas aspectos complicados
de las primeras, que en nada alteran la divisi�n
esencial.
Adem�s, la metodolog�a del c�digo, fuera de cualquier detalle
(que precisar� oportunamente, por ejemplo a prop�sito de la orde
naci�n ele las obligaciones de dar cosas inciertas o
cantidades y de
las alternativas y
facultativas), es muy mala. Ya se lo. ha visto con
relaci�n a la cl�usula penal (n� 164). Y se lo ver�
respecto de las
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
91^

divisibles indivisibles, que m�s tienen tpie ver con el sujeto (com
e

plejo epie con el objeto de la obligaci�n, y que debieron figurar as�


junto con las obligaciones solidarias, como un simple cap�tulo, pa
ralelo al de �stas, de las obligaciones mancomiuiadas. pues lo son.
Las verdaderas especies de obligaciones son. entonces, las de
dar. hacer o no hacer, epie han quedado caracterizadas m�s arri
ba (n� 24).
299. Complejidades posibles. Parece innecesario advertir �

epie unas y otras obligaciones pueden ser simples o complejas en


varios sentidos : 1 en cuanto la prestaci�n es �nica s esta casa,
aepiel terreno, un caballo, una bolsa de az�car, respectivamente �,
la obligaci�n determinada o indeterminada es plenamente simple,
y dejar�a de serlo si. por ejemplo, la determinada comprendiera
dos o m�s cosas ei deudor est� obligado para con el acreedor por
dos o m�s autom�v�es. adquiridos en un solo y mismo acto*, o si
la indeterminada abarcase dos o m�s unidades del g�nero o cantidad
de que se tratase dos o m�s caballos o libros, dos o m�s bolsas de
az�car o barriles de vino. etc. : 2 tambi�n pueden ser complejas
en cantidad (como en los casos precedentes� y a la vez en calidad: las
dos o m�s prestaciones determinadas pueden ser heterog�neas, como

ocurrir�a cuando el deudor estuviese obligado, por el mismo acto y


para con un solo acreedor, por el autom�vil A y el terreno o la
casa B : o cuando las dos o m�s unidades gen�ricas o cuantitativas no
fuesen homog�neas, como pasar�a si en igual forma se debiera mi

caballo y un libro o un barril de vino y una bolsa de az�car: 3* lo


son todav�a en grado m�s complejo cuando las prestaciones homo

g�neas sean plurales y cuando a la vez haya pluralidad en la cali


dad de las mismas dos o m�s caballos y dos o m�s libros, do-
m�s barriles de vino y dos o m�s bolsas de az�car
� 4 lo >er�an
todav�a m�s si la doble pluralidad cuantitativa y cualitativa se

re�ne (dos o m�s caballos libros y dos o m�s bolsas de az�car o


o

barriles de vino) ; 5� y lo ser�an aun m�s. en gradaciones y for


mas distintas, si se agrega a las
prestaciones otras de naturaleza
diversa (A debe a B. por raz�n de una obligaci�n en s� �nica.
en cuanto se ha originado en mi solo contrato, uno o m�s ca

ballos, m�s libros y uno


uno o m�s barriles de vino � o bien, tal o

o cual autom�vil o terreno y esos caballos o libros con los barriles de


vino: o bien
autom�vil y aquel terreno junto con los caballos
este

libros y los barriles ele vino ; o bien el terreno A y la obligaci�n de


hacer un cuadro o una estatua : o bien uno o m�s caballos o libi s
o uno o m�s barriles ele vino o bolsas de az�car, y la obligaci�n de
hacer el cuadro o la estatua ; o bien, todav�a, el terreno A o el auto-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 217

hasta junto con


m�vil B junto con uno o m�s caballos o libros y
la obligaci�n del cuadro o la
uno o m�s barriles de vino, y, adem�s,

estatua; etc.), d�nele se ve puede haber complejidad entre las


que
con las de la obliga
prestaciones de una obligaci�n gen�rica junto
las de la obliga
ci�n de cantidad, si bien todas son de dar, o entre
o con ambas,
ci�n determinada con la ele g�nero o con la de cantidad,
o entre las de la obligaci�n determinada,
aunque todas sean de dar,
otra
especie diferente en cuanto una o m�s son de dar y
u
pero de
otras son de hacer, o entre las de la misma obligaci�n as� complicada
o con las ele am
con las de una obligaci�n de g�nero o de cantidad

bas, etc., y en donde se muestra c�mo pueden entremezclarse


cuan

titativa y cualitativamente todas las prestaciones para constituir


complejidades m�s o menos progresivas y m�ltiples.
300. R�gimen de las obligaciones complejas. Los principios

no var�an por eso. La obligaci�n determinada no deja de serlo

porque abarque dos o m�s prestaciones individuales, aun cuando,


por ejemplo, una o m�s de ellas sean de dar, y la otra
u otras sean

ele hacer o ele no hacer o de ambas clases a la vez. La obligaci�n


sigue siempre determinada, porque las prestaciones lo son. Lo
�nico que tiene de particular es que su determinaci�n es plural, lo
que supone : Io que el deudor no quedar� desobligado mientras no
cumpla con cada una de las obligaciones simples en ella conteni
das, si efectivamente son independientes y separables, lo que ser�
cuesti�n de circunstancias, y lo que deber� probarse por el deudor,
pues la circunstancia de que dimanen de -un s�lo acto induce
mera

a pensar que el acreedor las ha contemplado en su conjunto, como

ocurre cuando se compra dos o m�s muebles o caballos que forman

juego (arg. de los art. 1039, 1153, 1426, 2126-77, etc.) ; 2o que si la
prestaci�n es heterog�nea, por abarcar cosas y hechos, por ejem
plo, ser� menester aplicar a cada una de esas obligaciones elemen
tales los principios que les sean propios, siempre sin perjuicio del
punto de vista fundamental aludido, en cuanto las diversas pres
taciones hayan podido ser miradas en su totalidad como corres
pondientes a una obligaci�n esencialmente �nica ; 3o que si la com
plejidad existe aun en mayor grado, por raz�n de haber adem�s
prestaciones gen�ricas o de cantidad, siempre es factible ese juego
propio de cada obligaci�n elemental dentro de la �rbita de la posi
ble obligaci�n unitaria que corresponda al todo de las distintas
prestaciones.
Por eso preciso comenzar por lo m�s simple, a cuyo efecto
es

discurrir� por separado sobre la obligaci�n determinada con pres


taci�n �nica, separando la de dar de las de hacer y de no hacer.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
218

SECCI�N 2a

OBLIGACI�N DE DAE

I. Generalidades. ��

301 Concepto y fines.


.

La obligaci�n
de dar, es la que tiene por objeto la entrega de una cosa, mueble o

inmueble, con el fin de constituir sobre ella derechos reales, o de


transferir solamente el uso o la tenencia, o de restituirla a su due�o
(art. 574).
Como se observa, son cuatro sus fines : constituir un derecho
real (en el usufructo, en las servidumbres prediales que suponen
posesi�n, en la compraventa, etc.), transferir el uso (locaci�n, co
modato, etc.), transferir la tenencia (dep�sito), o restituirla a su
due�o (por parte del tenedor: locatario, usufructuario, deposita
rio, comodatario, etc., una vez terminado el respectivo contrato).
Es la obligaci�n m�s com�n, y por eso la m�s importante.
302. Diferencias con la de prestaci�n indeterminada. �

Sus
formas aspectos ofrecen alguna variedad. En principio cabe
o

distinguir, como ya advert�, seg�n que su objeto sea una cosa de


terminada o indeterminada.
La
prestaci�n determinada, que puede envolver una serie de
cosas diversas (vendo este libro, aquel tintero y esa biblioteca),

implica lo que en el c�digo se llama cuerpo cierto, esto es, indivi


dualizado.
Laprestaci�n indeterminada, tiene toda una gradaci�n, que
va desde lomenos indeterminado (como la obligaci�n facultativa,

que envuelve la indeterminaci�n de la principal o la accesoria, ya que


el deudor puede pagar con cualquiera de ellas) a lo m�s indetermi
nado (una cantidad de cosas, como cien hectolitros de vino o mil
kilos de arroz, y, sobre todo, una suma de dinero), al trav�s de una
progresiva indeterminaci�n: en la obligaci�n alternativa, que pue
de limitarse a dos prestaciones, se tendr�a el grado inmediatamente
posterior a la facultativa; en la ele g�nero limitado (que a su turno
tiene gradaciones propias : uno de los barriles de vino champa�a
de mi bodega, uno de los barriles de vino de mi bodega, etc. ; uno
de los libros de poes�a de mi biblioteca, un libro de mi biblioteca;
un caballo de andar y tal pelo del potrero X de mi estancia, un

caballo del potrero Z de mi estancia, un caballo de mi estan


cia), vendr�a el grado subsiguiente; en la obligaci�n de g�nero (un
caballo ele andar, un caballo, etc., y en progresiones tambi�n di

versas), vendr�a el grado que precede. al �ltimo, el de dar canti


dades.
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 219

La eleprestaci�n determinada se caracteriza por lo individual, y


distinto
as� �nico, de la respectiva prestaci�n : un � cuerpo cierto � es
el
de cualquier otro, malgrado analog�as m�s o menos intensas. As�,
caballo A, el terreno ubicado en tal parte y con estos linderos y di
mensiones, etc. De ah� que resulte una obligaci�n plena o perfecta,
dir� as�, en cuanto es exigible inmediatamente (a menos que medie
plazo o condici�n, lo que inherente).
no le es

La indeterminada plena ni perfecta mientras no medie


no es

un acto previo, cabalmente el que sirva para suprimir


la indeter

minaci�n, y que se contiene en lo que se llama la elecci�n (n� 370).


Hasta entonces ni el acreedor puede exigir el cumplimiento, ni el
deudor puede efectuarlo, precisamente porque falta saber cu�l es la
prestaci�n concreta mediante la cual el pago va a ser realizado.
Por lo dem�s, las diferencias no son radicales. Ya se ver�
c�mo la obligaci�n facultativa es propiamente una obligaci�n deter
minada, malgrado la apariencia en contrario, por lo mismo que su
pone una sola prestaci�n debida, la principal (n� 344). Tambi�n se
notar� c�mo no es f�cil distinguir la obligaci�n facultativa de la
alternativa, ni �sta de la de g�nero limitado, el cual a su turno tam
poco resulta distinguible de la de g�nero ilimitado (nos 381-2 y 401).
E igualmente se observar� que la obligaci�n indeterminada que deje
de serlo y se convierta en obligaci�n determinada, sigue rigi�ndose
en buena medida por principios que le son propios y no
por los de
la obligaci�n determinada stric�o sensu (nos 397 y 406-10).
Y ele ello resulta que as� como las obligaciones indeterminadas
tienen un r�gimen fundamentalmente gen�rico, sin perjuicio del
espec�fico que corresponde a cada una de ellas, las determinadas
tienen tambi�n sus principios generales y especiales. En este cap�
tulo se contienen unos y otros en cuanto a las obligaciones origina
riamente determinadas y cuya prestaci�n es un cuerpo cierto, esto
es, rigurosamente individual e inconfundible con cualquier otro,
malgrado ciertas expresiones que, seg�n se ver� (nos 309 y 314 a),
parecer�an inducir otra cosa.

303.Queda excluida la obligaci�n para transferir el uso o la


tenencia. Finalmente hay que advertir que el c�digo se refiere

en esto, como en todo el resto del


t�tulo, tan s�lo a dos clases de
obligaciones de dar: las que tienen como fin constituir derechos
reales o las que consisten en la restituci�n de la cosa a su due�o.
Las otras dos clases no han merecido
para el legislador un r�gi
men general como las anteriores. De ah� su art�culo 600 : Si la obli
gaci�n fuere (fuese) de dar cosas derlas para transferir solamente
el uso ele ellas, los derechos se
reglar�n por lo que se dispone en el
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
220

t�tulo Del arrendamiento (en realidad se llama De la locaci�n). Si


la obligaci�n (de dar cosas ciertas) fuere para transferir solamente
la tenencia de la cosa, los derechos se reglar�n por lo que se dispone
en el t�tulo Del dep�sito.

Cabe apuntar que el legislador ha errado en ello.


El arrendamiento (o la locaci�n) no agota la materia de las

obligaciones que tienen por objeto transferir el uso de una cosa


cierta : igual situaci�n se encuentra en el usufructo, en el uso, en
la habitaci�n y en todas las servidumbres que suponen la posesi�n,
o el uso, del inmueble sirviente (v�ase los art, 3018 y sus concor

dantes, 3068 y ss., 3082 y ss., 3108 y ss.). De ah� que hubiera
procedido el r�gimen general de situaciones fundamentalmen
te comunes, sin perjuicio de que luego se dictase, en cada situaci�n

especial, las disposiciones modificativas que cuadrasen. Por consi


guiente, lo dispuesto en el arrendamiento s�lo puede ser aplicable
a t�tulo meramente anal�gico y subsidiario, en cuanto nada se
diga
sobre el caso ocurrente en la legislaci�n propia del caso (usufruc
to, etc.), y hasta en cuanto no quepa aplicar an�logamente otros
preceptos contenidos en �sta.
Lo mismo hay que decir en cuanto a las obligaciones que tie
nen por fin transferir la mera tenencia de una cosa : el dep�sito
tampoco agota la serie de situaciones posibles, como puede verse
en el art�culo 2462. Pero aqu� la observaci�n es menos grave, por
que en todas las situaciones contempladas en este art�culo el tene
dor viene a ser de hecho un depositario r�gimen ; por donde el
legal es com�n, salvo circunstancias secundarias o modales, lo que
excluye la aplicaci�n ele analog�as m�s o menos forzadas o arbi
trarias. Es verdad, a prop�sito, cpie se ha resuelto que la obliga
ci�n de devolver una suma de dinero es de dar hoc sensu, y no de
restituir un dep�sito irregular (C�m. civ., 144, 51). Pero esto se
explica en atenci�n a principios que no vulneran lo fundamental de
la situaci�n : son los de los art. 607-16, 2185-9, 2220-40-50, etc.
II. Obligaciones que entra�a. 304. Entrega de accesorios.

��

Siguiendo el orden del c�digo, que es aqu� el natural, empezar�


con el de dar cosas determinadas o ciertas.
La obligaci�n de dar ciertas, dice el art�culo 575, com
cosas

prende todos los accesorios de �stas, aunque en los t�tulos no se


mencionen, o aunque moment�neamente hayan sido separeidos
de ellas.
Heaqu� un precepto de eminente aplicaci�n circunstancial.
Desde luego hay cnie observar que los accesorios a que en �l se

alude, son las cosas accesorias a la del objeto de la obligaci�n, y


obligaciones de prestaci�n determinada 221

no los derechos accesorios, como resulta del contexto del art�culo.

Los art�culos 2327 a 35 servir�n para interpretar los casos ocu

rrentes.
En seguida, y con relaci�n a esto �ltimo, habr� que tener en

cuenta la intenci�n de las expl�cita o presunta,


partes, m�s o menos

as� como los usos y costumbres locales. Por ejemplo, se vende una
casa que tiene ba�o instalado o jard�n con
estatuas: �.ser�n acce

sorios las instalaciones del ba�o (o de la luz el�ctrica, etc.) o las


estatuas del jard�n? Es dif�cil resolverlo a priori, no obstante la
literalidad de textos que parecen decisivos (art. 2331-2). No es co
m�n entre nosotros que los jardines tengan estatuas. Todav�a es
menos com�n que se venda cosas de uso tan personal como la
ins

talaci�n de un ba�o. De ah� que no se pueda sostener que en tales


casos haya una pr�ctica m�s o menos constante y generalizada que

equivalga a un uso o a costumbre. De ah� que resultase poco


una

jur�dica la pretensi�n del comprador de que tales cosas son simples


accesorios de la casa. Si no hay, entonces, antecedentes que hagan

presumir que se las ha mirado como tales por las partes, la acci�n
debiera ser rechazada. En vano se arg�ir�a con los citados art�culos
2331-2, Estos, como todos los textos legales, se refieren a situacio
nes ordinarias o corrientes. Tan cierto es que si. se fuera a inter
pretarlos en su habr�a que mirar como accesorias las
literalidad,
ara�as y dem�s aparatos de luz el�ctrica, por lo mismo que est�n
� adheridas a las cosas adherentes al suelo �
; no obstante lo cual a ,

nadie se le ocurrir�a -sostener tama�a enormidad, ante lo que es de


jus recep�um en y h�bitos al respecto.
nuestros usos

305. Conservaci�n de la cosa. El obligado a dar �

una cosa

contrae, por mismo, varias obligaciones secundarias: conser


eso

varla en buen,
estado, o en el estado en que se hallaba cuando se
oblig� a darla, y entregarla en lugar y tiempo debidos.
Nada dice aqu� el c�digo respecto de lo primero. Pero su apli
caci�n es de lo menos dudoso. Desde luego, corresponde a la in
tenci�n de las partes, pues de otra suerte (exigir la cosa con ciertas
mejoras o cambios) se habr�an explicado positivamente. En seguida,
deriva de los principios generales, que a cada paso postulan, a pro
p�sito de riesgos (mejoras, aumentos, deterioros, frutos, etc.), la.
situaci�n originaria, seg�n se ver� dentro de poco (n� 307 y ss.).
Finalmente, el imperio anal�gico del art�culo 1408, que se refiere
cabalmente a la hip�tesis m�s com�n, cual es la de la entrega de
m�a cosa vendida, disipar�a
cualquier escr�pulo (cons., adem�s, art.
1514, 2910, etc.).
306. Entrega de la cosa en lugar y tiempo. Lo �ltimo est�. �
DE las obligaciones en si mismas
222

legislado en el art�culo 576 : El deudor de la


obligaci�n es responsable
al acreedor, de los perjuicios e intereses, por falta de leis diligencias
necesarias para la entrega de la cosa (,) en el lugar y tiempo estipula
dos, o en el lugar y tiempo que el juez designare, cuando no hubiese
eslipidaci�n expresa.
Todo cuanto en este respecto del lugar y
precepto se dice

tiempo de la entrega, est� contemplado, con bastante m�s preci


si�n y justeza, en otras partes (art. 747 y ss. y 750 y ss.), por
donde nuestro art�culo resulta innecesario, tanto m�s cuanto que
el asunto debi� ser legislado, como se ha hecho, en aquellos otros,
por lo mismo que se trata del pago de la obligaci�n.
III. Riesgos. �

A. Obligaci�n para constituir un derecho

REAL. 1� P�RDIDA DE LA Cl)


COSA. �

SlN CULPA DEL DEUDOR. �

307. Principio. �

La materia de los riesgos est� legislada hasta con


lujo de detalles. Distingamos, con el c�digo, seg�n que se trate de
obligaciones- relativas a futuros derechos reales o que se refieran a

la restituci�n de la cosa a su due�o, y empecemos por las primeras.


Tales
riesgos pueden estribar
deterioros, en en p�rdidas (tota
les parciales),
o en frutos, en mejoras y en aumentos. En cada uno
de esos supuestos corresponde una serie an�loga de distinciones,
que imprimen a la materia un aspecto geom�trico que es de lo m�s
curioso en derecho : no hay culpa de ninguna de las partes, hay
culpa de una de ellas, la cosa se pierde en todo o en parte, etc.
Comencemos por lo m�s grave: la p�rdida de la cosa debiela. Los
art�culos 578 y 579 contienen las respectivas soluciones: Si la obli
gaci�n de dar una cosa cierfa es para transferir sobre ella derechos
reales, y la cosa se pierde sin culpa del deudor, la obligaci�n queda
disuelta para ambas partes; Si la cosa se pierde por culpa del deu
dor, �ste ser� responsable ed acreedor por su equivalente y por lo&
perjuicios e intereses.
He aqu� las hip�tesis: he vendido un caballo, o he dado una
casa en usufructo, y antes de entregar la casa o el
caballo, estas
cosas se pierden (el caballo
muere, o se enferma de tal suerte que
resulta in�til, y la casa se derrumba o se quema). En tales supues
tos hay que distinguir seg�n que yo, deudor, no tenga culpa en la'

p�rdida o la tenga.
Si lo primero, la obligaci�n �queda disuelta�, esto es, en t�r
mino vulgar, deshecha, como si nunca hubiera habido obligaci�n al
respecto (C�m. civ., 20, 253). Es lo que aclara el art�culo 895. De
ah� el derecho del acreedor, que hubiera pagado el precio corres
pondiente, para repetir el pago que resulta indebido : art�culos 792-3.
Eso no puede ofrecer dificultad.

i
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 223

sin Pero puede ha


308. Sentido de la expresi�n � culpa �. �

berla a otro respecto.


Me refiero expresi�n � sin culpa � ele que se vale el c�digo.
a la
Como en el supuesto igual del art�culo 580, no debe ser entendida
arriba (nos 121-1 a) : no hay
literalmente, seg�n lo ya expuesto m�s
fortuito debidamente acreditado.
culpa s�lo cuando medie caso

De ah� lo sensato del fallo ele la C�mara civil 2a (J. T., XII|912,
211), seg�n obligado a restituir una cosa que pretenda
el cual el
eximirse de responsabilidad por la p�rdida inculpable de la misma,
� debe probar la ausencia de culpa en las
circunstancias particula
res en que el hecho se produjo �, esto es, ha
ele justificar que � real

mente fu� v�ctima de un caso fortuito � (advierto que se trataba de


unas joyas dadas para arreglar, y que el joyero no
devolvi� ale

gando que le fueron robadas en su negocio).


6). 309. Con culpa del deudor.
� Podemos ya pasar a la

segunda hip�tesis: hay culpa del deudor.


En tal caso, de acuerdo con principios comunes (art. 506-11-19

y ss.), yo debo al acreedor la indemnizaci�n cnie le corresponde por


mi hecho imputable.
Pero a este respecto conviene precisar el texto legal en m�s de
un sentido.
En el art�culo se habla de que el deudor responde por el � equi
valente � de la cosa perdida, y adem�s � por los perjuicios e inte
reses �. De acuerdo aquellos principios comunes, habr�a so
con

brado con los perjuicios e intereses, por lo mismo que �stos envuel
ven las dos cosas : el valor de la p�rdida y el de la utilidad no per

cibida (art. 519). �Quiere decir algo distinto la ley en ese. art�culo
579? Hay motivo para dudarlo. La derogaci�n de un principio ge
neral debe ser expl�cita, cosa que aqu� no ocurrir�a. Y la doble in
demnizaci�n del � equivalente � y de los da�os e intereses que lo
abarcan, carecer�a de todo sentidb. serio. Ni siquiera cabe entender
el concepto de lo � equivalente � en �l sentido de que el deudor debe
procurar al acreedor una cosa equivalente, porque las cosas ciertas
se caracterizan por su
individualidad, por donde jam�s una cosa,
por parecida que sea a otra, y aunque valga m�s (como dice el art.

740), puede ser dada en pago de �sta (no hay casa igual a otra,
como no puede haber un terreno id�ntico a otro). A lo sumo cabr�a

en los
supuestos de las obligaciones de dar cosas gen�ricas o en can
tidad, despu�s de individualizadas, como en efecto se dispone en
los art�culos 610, 2152, etc. ; pero en estos supuestos se trata de si
tuaciones especiales, al paso que acpi� estamos considerando el r�
gimen propio de la obligaci�n ele dar una cosa cierta. De consi-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
224.

gu�ente, lo de � ecpi�valente � no puede ser entendido sino como una


superfetaci�n del concepto de los da�os e intereses.
Por lo dem�s, tal indemnizaci�n supone cpie el acreedor ha

optado por el mantenimiento del v�nculo obligatorio. Si, en los


ejemplos antes puestos, �l no ha pagado el precio de la venta o del
usufructo, mal podr�a pretender el � equivalente �, o valor de la
p�rdida, por lo mismo cpie no la sufre. Bastante har� conform�n
dose con la segunda parte de la indemnizaci�n: la de la utilidad

esperada y no realizada. De otra suerte, vendr�a a enriquecerse a


costa ajena : la indemnizaci�n tiende a restablecer un estado de
cosas alterado, y acpi� lo imico alterado ha sido esa utilidad.

c). .310. Cu�ndo est� perdida una cosa.


� Lo dif�cil sobre

el punto no es eso, sino esto otro : �. cu�ndo se considera perdida una


cosa? Hay un texto al respecto, el del art�culo 891: La cosa que
deb�a darse, s�lo se entender� perdida en el caso (en) que se haya
destruido completamente, o (que) se haya puesto fuera del comer
cio, o (que) haya desaparecido de un modo que no se sepa de su
existencia.
La p�rdida supone, pues, la imposibilidad total, � completa �,
de la prestaci�n. Puede ser ella f�sica: es una casa que se derrumba
o cpie se incendia; es un animal que se muere; etc. Puede ser legal:

se hab�a vendido, por ejemplo, un barco o una partida de trigo, y

antes de la entrega el gobierno expropia todo el trigo y todos los

barcos, o prohibe transacciones al respecto.


En tales casos no puede haber dificultad. Pero sup�ngase epie
la casa se ha derrumbado o incendiado a medias, cpie el animal ape
nas se ha enfermado, que el autom�vil no
funciona, cpie el libro re
sulta ilegible en muchas p�ginas por defectos de conservaci�n, etc.:

� hay all� � p�rdida � de la cosa ? Cuesti�n ele circunstancias. Puede


tratarse de simples deterioros, de p�rdidas parciales o de defectos

que entra�en una p�rdida total. Ser� esto �ltimo cuando el defecto
irnplicpie la inutilizaci�n integral ele la cosa : lo principal de la casa
se ha incendiado o derrumbado, la enfermedad del animal es grave

y permanente, lo ilegible del libro hace imposible la asimilaci�n del


pensamiento de fondo, la deficiencia del autom�vil es irremedia
ble, etc. Los art�culos 2093, 2125-6-77, ilustrar�n no contados su
puestos para determinar si la p�rdida es total o parcial. Y el ar
t�culo 2841, con su nota y con la doctrina de los jurisconsultos en
cpie �sta se inspira, entra�a la clave del problema ele lo que es subs
tancial en una cosa, y de lo que, as�, implica una falla o p�rdida
total.

Finalmente, de algo podr� servir la caracterizaci�n an�loga


'
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 225

del Digesto (L, 16�, 13, 1) : Res abesse videntur, ut Sabinus ait, et
Pedius probat, etiam hae, queirum corpus mane�, forma mulata est;
et ideo si corruptae redditae sint, vel transfiguratae, videri abesse,
quoniam plerumque plus est in manus pretio, quam in re.
dem�s, me remito a los n�meros 897 y
Por lo 897 a, donde me ex

playo sobre lo general del asunto y puntualizo lo que a mi


juicio
cuadra con relaci�n a la p�rdida por extrav�o o � desaparici�n �

de la cosa, que parece romper un poco el criterio objetivo que el


asunto supone en principio y que vengo haciendo resaltar.

d). �~
311. Prueba de la p�rdida. �

Incumbe al acreedor la

prueba de lo total de la p�rdida o del deterioro, ya que es �l quien


afirma el hecho. Y evidente lo decisivo que en lo com�n de los
es

casos ha ele resultar la prueba pericial, por lo mismo que casi siem

pre habr� de tratarse de asuntos ele orden t�cnico : construcci�n


de edificios, enfermedades de animales, funcionamiento de m�qui
nas, etc.
e). 312. Caso de p�rdida parcial.

Principios an�logos �

rigen en materia de p�rdida parcial, que el c�digo ha omitido. Des


de luego, ser� tal la p�rdida que no s�lo afecte a una parte de la
cosa, sino que adem�s sea relativa parte independizable, se
a una

g�n las circunstancias y la intenci�n expresa o presunta de las


partes, con relaci�n al resto. En los art�culos antes citados se en
contrar� concreciones de tal principio. La prueba, particularmente
pericial, que se suministre al respecto por el acreedor, decidir� el
criterio del juez.
2o Deterioros. 313.

Principios. �

Principios an�logos, he
dicho, y no id�nticos (por ejemplo, la
resoluci�n no proceder�a,
pues falta de texto especial debe regir el principio del art.
en
1204).
La analog�a m�s pr�xima est� en el r�gimen de los
deterioros, por lo
mismo que afectan parcialmente la los deterioros to
ya cosa, que
tales entra�an verdadera
una
p�rdida, seg�n lo dicho poco m�s
arriba.
Est�n ellos legislados en los art�culos 580-1 : Si la cosa se dete
riora sin culpa del deudor, el deterioro ser�
por su cuenta, y el
acreedor podr� disolver la
obligaci�n, o recibir la cosa en el estado
en que se
hallare, con diminuci�n proporcional del precio si lo hu
biere; Si la cosa se deteriorare (deteriora, o deteriorase) por culpa
del deudor, el acreedor tendr� derecho de una cosa exigir equiva
lente con indemnizaci�n de los perjuicios e intereses, o de recibir
la cosa en el estado en que se hallare, con indemnizaci�n de los
perjuicios e intereses.
314. Caso de culpa del deudor. �

Las disposiciones son sufi-


Colmu, Oblig. �
T. I
226 DE IjAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

cientemente claras. Vendo una casa que destila humedad, o un auto


m�vil con ejes torcidos, o un caballo que tose o renguea, etc. : lo
mismo epie en el supuesto ele la p�rdida, una vez acreditada la falla
por el acreedor, se presume la culpa del deudor al respecto, de
acuerdo con principios ya expuestos (n� 110). Establecida la culpa
del vendedor, mediante dicha presunci�n que �ste no ha destruido,
surge la responsabilidad, a cargo del mismo, por los da�os e inte
reses (o �perjuicios e intereses� como dice aqu� la le}'), seg�n los

principios generales. Pero ello en forma naturalmente alterna


tiva en favor del acreedor, que es la parte inocente, y como en
pena civil contra el deudor, que es el imputable : aqu�l puede recla
marlos ya manteniendo el v�nculo, ya pretendiendo su disoluci�n.
En el primer supuesto, la p�rdida sufrida ser� parcial, y en la res

pectiva proporci�n se limitar� la indemnizaci�n (lo mismo hay eme


decir de la utilidad esperada, ya que tambi�n s�lo en parte deja de
realizarse). En el segundo supuesto, no hay p�rdida, pues el acree
dor no habr� pagado precio alguno : de ah� que la indemnizaci�n
deba limitarse a la utilidad esperada.
314a. Si el acreedor puede exigir una cosa �equivalente�.�
Tal es la doble soluci�n que surge de los principios. Hay que adver
tir que no es exactamente la del c�digo en el art�culo 581 en estudio,
por lo menos en relaci�n al primer supuesto. El precepto dispone
que el acreedor puede no s�lo exigir la entrega de la cosa dete
riorada, como he dicho, sino, a su voluntad, la de otra cosa equiva
lente. A este respecto debo repetir lo aducido m�s arriba (n� 309) :
trat�ndose de cosas ciertas, como es el supuesto legal, no es posible
que haya equivalentes (aunque otra cosa se diga en el art. 595) ;
por donde la disposici�n s�lo puede ser aplicable en casos como los
de los art�culos 610, 2152, etc., con relaci�n a cosas gen�ricas o cuan
titativas. De todos modos, ser� el acreedor quien deber� empezar
por acreditar la circunstancia de tal equivalencia, que es posible
en las cosas que se determinan cuantitativamente
(arroz, az�car,
vino, etc.), y que es menos f�cil en las que se determinan gene-
ricamente (un caballo, etc.), por lo mismo que las primeras son
fungibles, al paso que las segundas no lo son.
Pero considero que si, tanto en este supuesto como en el del
art�culo 579, se admite y prueba la equivalencia a que el c�digo se
refiere, lo que no ha de ser muy f�cil, entonces, y por aplicaci�n de
los principios generales del c�digo (art.
505), que tienden al cum
plimiento in natura de la obligaci�n, el deudor estar� obligado a
ello, lo mismo que el acreedor en su caso. Y creo que la soluci�n no
tiene por qu� variar si la cosa equivalente
pertenece a un tercero,
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 227

y el deudor pretende adquirirla a su costa para darla en pago de


la que deb�a, o si el acreedor exige del tercero, con la voluntad de �ste
claro est�, que le sea dada en pago esa cosa a costa del deudor. De
ah� que no sea posible aceptar en sentido alguno el fallo de la C�
mara de comercio (75, 187) seg�n el cual en la obligaci�n de dar no

procede la intimaci�n al deudor bajo apercibimiento de facultar a


-otro para cumplirla por �l: ello supondr�a que no existe la equiva
lencia referida, siendo as� que el acreedor encuentra que la hay, y
<me se viola la norma fundamental del art�culo 505 (advierto, de
paso, que llama la atenci�n el fallo en otro sentido: el acreedor re

clamaba de un adquirente que otorgase la escritura de aceptaci�n


que cuadraba, lo que es un riguroso hacer, bajo apercibimiento de
que el mismo acreedor aceptase por el deudor renitente ; y el tribu
nal hall� que lo que estaba en juego era una obligaci�n ele entregar
dinero, cual es el precio de la adquisici�n).
Finalmente, en lo que toca a da�os e intereses, el c�digo
nada precept�a, lo que significa que lo deja librado a los principios
generales. Y estos no ofrecen duda en el sentido dicho : art�culos
506-11, 2174 y ss., etc.
315. Caso de deudor no culpable. Si el deterioro no es im

putable al deudor, cosa que �ste deber� probar para destruir la


presunci�n legal en su contra, y para lo cual s�lo es admisible la
justificaci�n del casus (n� 308), el acreedor tiene tambi�n un de
recho alternativo: o disuelve el v�nculo, o lo mantiene recibiendo
la cosa en el estado en que se encuentre y diminuci�n propor
con

cional del precio. En ning�n caso tiene derecho a indemnizaci�n,


por lo mismo que el deudor imputable. Tal derecho alterna
no es

tivo se explica,
porque �l es el �nico juez para decidir acerca de
sus propias
conveniencias, y porque, al fin y al cabo, no es �l quien
debe cargar con los deterioros de la cosa sino su
due�o, el deudor,
por aquello de que res perit domino, que tambi�n ha recibido
apli
caci�n en el supuesto del art�culo 579.
Por lo
dem�s, esto del deterioro es materia circunstancial. Si
el acreedor ha contratado con conocimiento del
estado de la cosa,
por deteriorada que �sta se encuentre en el momento de la entrega^
y siempre que se trate de los mismos deterioros
que ten�a cuando
fu� objeto de la obligaci�n,
aqu�l nada puede pretender, por lo
mismo que ha sido m�s o menos t�cita la intenci�n de
adquirir la
cosa tal cual se hallaba. Esto es
elemental. El c�digo trae aplica
ciones de tal principio en m�s de un
supuesto: apunto el de las
cosas dadas en locaci�n
(art. 1514 y sus concordantes). Claro
�est� que ser� de cargo del deudor la
prueba de que el deterioro
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
228

exist�a ya cuando se convino al respecto, y de que el acreedor lo ha


conocido o debi� conocerlo.
3o Aumentos. �

31.6. Aumentos � stricto sensu �. �

Ahora
los riesgos inversos: los de los aumentos, frutos y mejoras.
Lo primero est� legislado en el art�culo 582 : Si la cosa
se hu

biere mejorado o aum�ntetelo, aunque no fuese por gastos que en


ella hubiere hecho el deudor, podr� �ste exigir del acreedor un ma
yor valor, y si el acreedor no se conformase, la obligaci�n quedar�,
disuelta.
He aqu� un ejemplo de la hip�tesis: vendo un lote de terreno-

contiguo a por efecto del aluvi�n m�s o menos r�pido, el


un r�o ;
lote ha aumentado su fondo en unos metros entre el momento del
convenio y el ele la entrega; yo puedo reclamar del acreedor, o com
prador en el caso, el mayor valor consiguiente. He aqu� otro ejem
plo: vendo un campo liso; al ir a entregarlo me encuentro con que
un ocupante, por error o por intrusi�n, lo ha plantado y poblado;

yo (que tengo el derecho de quedarme con lo plantado y poblado,.


seg�n principios comunes: art. 2588-9), puedo reclamar del com
prador ese mayor valor. Et sic de coeteris.
Pero sup�ngase esta hip�tesis : vendo una casa o un campo cual

quiera ; entre el momento del convenio y el de la entrega se ele-


creta (y hasta, acaso, llega a realizarse) el trazado de una calle o
camino contiguo a lo vendido, o la construcci�n de un puente sobre
el r�o pr�ximo o de un ferrocarril cercano, ele tal suerte que en
virtud de ello, el valor de la casa o campo aumenta en forma res
petable. �Puedo yo reclamar ese mayor valor? Este mayor valor
�es un �aumento� en los t�rminos del art�culo? Nuestra jurispru
dencia ha resuelto acertadamente que no (cons. C�m. civ., 14, 473).
Es � la cosa � lo que debe haber aumentado, no el valor de la mis
ma. Es verdad que si res perit
domino, tambi�n debe ser verdad,.
mutatis mutandis, el principio contrario de que res crescit domino.
Pero de ello nada se sigue, pues siempre se trata de la cosa, cuando- ,

aepi� no hay m�s que mayor valor. Tampoco es concebible la ana


log�a, pues en pa�ses nuevos como el nuestro, en que el valor de las
cosas var�a tanto, ele conformidad con lo violento de nuestros pro
gresos y de nuestros retrocesos financieros, resultar�a un tanto tra
bada la vida econ�mica en la diminuci�n de la circulaci�n de valores
cpie se contendr�a en la nulidad de ventas as�, ya porque el bien
se

ha valorizado, ya porque se ha desvalorizado. Mejor es el trata


miento contrario, que es tambi�n igualitario: la valorizaci�n no-

puede invocada por el deudor


ser
para exigir un mayor precio o

la anulaci�n ele la operaci�n; la desvalorizaci�n serlo por


no puede
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 229

tal ma
�el acreedor para pretender menor precio o la anulaci�n. De
est�n
nera se tiende a lo que conviene a los intereses generales, que

�n el sentido de la validez y mantenimiento


de las operaciones.

317. Frutos. La materia de los frutos est� contemplada


en el art�culo 583: Todos los frutos percibidos, naturales o civiles,


mas los fru
�mies de la �radici�n de la cosa, per�enecen al deudor;
tos el d�a de la tradici�n pertenecen al acreedor.
pendientes
del principio de que
Hay tambi�n aqu� una mera aplicaci�n
derecho com�n. Ya
�res perit (o crescii) domino. De ah� que sea de
se lo ha visto materia de condici�n : art�culos 548-57. Y los ar
en

t�culos 2423 a 6, que repiten lo mismo en materia de posesi�n,


ex

plican le* preceptos an�logos sentados en casos de posesiones espe


ciales: locaci�n, usufructo, etc.
Los art�culos 2329 (con su nota), 2330 y 2424, puntualizan el
concepto de los frutos naturales y civiles. Los primeros corresponden
a, las producciones peri�dicas o regulares de cosa, sin que �sta
una

se altere : las cosechas de un terreno, los cortes de un bosque, etc.


Los segundos corresponden a las rentas (de un capital, de un alqui
ler, etc.) o a los salarios, que son, unos y otras, tambi�n produccio
nes peri�dicas que revisten car�cter igual al de los frutos natura

les. Las producciones que no son peri�dicas, que por eso alteran la
substancia, pues llegan a concluir con ella (es el caso ele todas las
minas y afines), son productos y no frutos, y resultan perfectos
accesorios, cuando no parte integrante, del suelo : de ah� su r�gimen
distinto con relaci�n al de los frutos, en algunos casos como el del
usufructo (art. 2866) y el de la misma locaci�n (art. 1495).
318. Mejoras. Lo relativo a mejoras est� legislado en

forma incidental en el art�culo 582. � Aunque � la mejora no se


haya debido a gastos hechos por el deudor, �ste podr� reclamar el
mayor valor consiguiente. �Quiere eso decir que siempre que las
mejoras sean debidas a gastos hechos por el deudor, tendr� �ste ese
derecho? Es bien dudoso. Si el deudor tuviera t�tulo para intro
ducir en la cosa vendida, por ejemplo, las mejoras que le parecie
ran oportunas, el acreedor podr�a resultar muy perjudicado : o se
r�an de mucho valor, o alterar�an la cosa y destruir�an las miras
que tuvo al adquirirla, etc. Sobre todo, el deudor empezar�a por
violar su obligaci�n primaria de conservar la cosa tal como se en
contraba el d�a del contrato (n� 305). Y es esa cosa, y no otra, la
que el acreedor ha adquirido.
Es evidente. El precepto no quiere decir sino que el deudor
tiene derecho al mayor valor de cualquier mejora no arbitraria
con relaci�n al deudor, que no entra�e un acto imputable a �ste.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
930

aunque sea obra de la naturaleza o de terceros. La �nica mejora


cpie respecto del deudor es concebible, es la que resulte impuesta
por la necesidad, la llamada de conservaci�n de la cosa, y a eme se

refiere el inciso inicial del art�culo 591, siempre cpie, adem�s, im


plique un mayor valor en la cosa. La aplicaci�n anal�gica del ar
t�culo 1408 es de rigor, pues el supuesto de fondo es id�ntico.
B. Obligaci�n para restituir cosa a su due�o. 31 9. Preno �

ciones. �

La teor�a de los riesgos es m�s' f�cil en las obligaciones:


cpie tienen por fin restituir una cosa cierta a su due�o, pues la re

laci�n jur�dica es m�s elemental.


Cabe observar, desde luego, c�digo no es todo lo claro
que el

cpie habr�a sido conveniente en lo cpie toca al distingo entregas dispo


siciones cpie se refieren a estas obligaciones y las que aluden a
las anteriores. Empieza mencion�ndolas en el art�culo 584, y no
vuelve a especificarlas en los siete preceptos siguientes en que las
legisla, como dando por sentado que se trata de algo de toda obvie
dad. S�lo el buen sentido conduce a admitir que esos siete art�culos
se refieren a ellas. En Freitas, cpie es el modelo al respecto, no
existe tal juego dislocado : todo lo concerniente
riesgos en a los
cada una de las dos formas obligatorias, est� contemplado en una.
serie de incisos correspondientes a dos art�culos distintos (903-4),
por donde el pensamiento resulta meridiano. Pero esto es un simple
defecto t�cnico, crue no puede conducir a desconocer el sentido de
los mandatos legales.
319 a. P�rdida total. Siguiendo el orden antes adoptado..

podemos comenzar por la p�rdida.


Los art�culos 584-5 legislan el doble supuesto posible: Si lee
obligaci�n fuere (fuese) de dar una cosa cierta con el fin de resti
tuirla a su due�o, g �a cosa se perdiese sin culpa del deudor, la cosa
se pierde para su due�o, salvo (s) los derechos de �ste hasta el dha
de la p�rdida, y la obligaci�n quedar� disuelta; Si se pierde la cosa

por culpa del deudor (,) se observar� lo dispuesto, en el art�culo 579.


No hay nada m�s claro ni justo. Presto mi caballo a X, o se
lo dejo en dep�sito, y uu rayo lo mata : X es irresponsable, y no
tiene nada que devolverme ni indemnizarme (cons. C�m. civ. �
en J. I'., YI 913,
132). Pero ello es as� cuando esa irresponsabilidad
epiede acreditada : mientras as� no se haga, como la presunci�n de
culpa existe contra el obligado (n� 110), �ste debe indemnizarme.
Por lo dem�s, puede ocurrir alg�n caso de p�rdida total en que
haya lugar a la devoluci�n de los restos : lo no destruido en un auto
m�vil, lo no cpiemado en una casa, etc. (cons. C�m. civ. en el fallo
antes citado).
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 231

el
Y la analog�a, en el supuesto ele la culpa del deudor, con

caso ele la otra forma de obligaciones, es tan evidente que excluye


la necesidad decualquier ilustraci�n : sea que yo tenga que recibir
recibirla porque la he
una cosa que he prestado, sea cpie tenga que
manera cuando no se
comprado, siempre se me perjudica de igual
me entrega lo debido.
Tambi�n hay que precisar la disposici�n legal en otro sentido.
El c�digo exime de responsabilidad al deudor si la cosa perece � sin
culpa� del mismo. Lo propio hace en los supuestos an�logos del
las situaciones afines de la obligaci�n de
deterioro, etc., as� como en

constituir transferir derechos reales (art, 579-81).


o

�Qu� quiere ello decir concretamente? Lo que ya


conocemos:

del dete
el deudor no es culpable ni responsable cuando el hecho
ha
rioro o c�ela p�rdida se debe a caso fortuito (art. 513-4). Y ya se
visto queel casus entra�a algo m�s que la pura inculpabilidad del
deudor (n� 121 ; Exner, op. cit., 107 y ss. y 127 y ss. ; Polacco, 84) De .

consiguiente, el obligado deber� acreditar el correspondiente caso


fortuito, que en principio supone un hecho exterior de car�cter
extraordinario y de prueba notoria, para que su responsabilidad
cese. De otra suerte, la ley vendr�a a corregir aqu�, sin explicaci�n

ni motivo alguno, las disposiciones fundamentales y ampliamente

comprensivas de los recordados art�culos 513-4. Ello sin perjuicio


del r�gimen particular que corresponde al casus en estas obligacio
nes: como ya tengo advertido (n� 121a), la obligaci�n del deudor
nace aqu� del hecho de la posesi�n o tenencia de la cosa, no propia

mente del contrato (seg�n es el caso con las obligaciones anteriores),

por donde la responsabilidad se hace menos intensa, la relatividad de


la fuerza mayor es m�s admisible, y la simple inculpabilidad puede
excusar.

Y la observaci�n para los aludidos supuestos restantes.


valga
320. P�rdida parcial. Algo semejante hay que decir en ma

teria de p�rdida parcial, que tambi�n ha omitido el


c�digo: la p�r
dida inimputable, cosa que deber� acreditarse por el deudor, ser�
de cargo del acreedor o propietario ; la p�rdida imputable dar� lu
gar a la consiguiente indemnizaci�n, sea que el acreedor quiera re
cibir la parte no perdida, sea que prefiera no recibirla. En el pri
mero de estos dos supuestos, la indemnizaci�n se limitar� propor
cional mente, de conformidad con el principio del art�culo 519. En
el segundo, el acreedor deber� probar, salvo lo que en contrario se

disponga en circunstancias especiales, como en el comodato o en el


dep�sito, cpie tiene efectivo inter�s en no recibir la porci�n no

perdida, ya porcme es pecpie�a, ya porque, aun no


si�ndolo, la fina-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
232

lidad econ�mica y jur�dica que representaba la cosa entera no puede


ser llenada con ese resto (es un libro al cual falta una p�gina im

portante, es una obra en la cual se ha perdido un tomo, etc.), pre


cisamente porque en principio la resoluci�n no est� autorizada por
el c�digo (art. 1204).
321 Deterioros.
. En materia de deterioros, el c�digo es expl�
cito en los art�culos 586-7: Si se deteriorare (deteriorase, o dete
riorara) sin culpa del deudor, su due�o la recibir� en el estado en
que se halle (en que se hallase) y no quedar� el deudor obligado a
ninguna indemnizaci�n; Si se deteriorare (deteriorase) por culpa
del deudor, se observar� lo dispuesto en el art�culo 581.
En cuanto a lo primero, tenemos siempre la aplicaci�n del prin

cipio de que res perit domino (cons. C�m. civ. 2a en R. L. 3 II, .,

1086). En cuanto a lo segundo, bastar�a con repetir lo que tengo


dicho a prop�sito del art�culo 585, pues las circunstancias son funda
mentalmente parejas : el acreedor recibe tanto perjuicio en una ad
quisici�n como en una restituci�n, cuando se le entrega s�lo una parte
de la cosa debida. Por lo dem�s, aqu�, como en otros supuestos, el
legislador ha hecho bien en derogar el citado precepto del art�culo
1204, al autorizar la resoluci�n del respectivo contrato, pues ello res
ponde mejor a la presunta intenci�n de las partes, y morigera la
rigidez poco recomendable del temperamento �nico cpie dicho ar
t�culo consagra.
322. Aumentos. �

Nada de
particular hay que decir respecto
ele los aumentos (que no consistan en mejoras, bien entendido),
tambi�n contemplados en el art�culo 589, donde parece que se los
sinonimiza con aqu�llas, pues se habla de aumentos debidos al di
nero o al trabajo del tenedor, como se hiciera antes en el art�culo

582 a prop�sito ele la obligaci�n para transferir o constituir dere


chos reales.
Si se producidos por el trabajo o con el di
trata de aumentos

nero, o mediante ambas cosas, del tenedor, no hay por qu� variar
la soluci�n dada en punto a mejoras, pues tales aumentos lo son.
Si se trata de aumentos espont�neos (aluvi�n, etc.), por aplicaci�n
del principio de que la cosa aumenta para su due�o, el aumentr
corresponder� al propietario, sin que al respecto sea concebible de
recho alguno por parte del tenedor a la respectiva propiedad ni a
ninguna indemnizaci�n: lo primero es tambi�n consecuencia del
principio de la accesi�n (art. 2513 y art, 2571 y ss., aplicados en
materia de dep�sito: art. 2210, de comodato: art. 2271, de usufructo:
art. 2687-9, de prenda: art. 3232, etc.) ; lo segundo se explica ante
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 233

la obvia circunstancia de crue ei tenedor no ha sufrido perjuicio


alguno.
323. Frutos. �
En cuanto a frutos, el art�culo 590 resuelve
naturales o civiles, pertenecen al
el punto: Los fru�os percibidos,
deudor, poseedor de buena fe. El deudor que
hubiese
pose�do^ de
los frutos percibidos
mala fe, est� obligado a restituir la cosa con
y pendientes,
sin tener derecho a indemnizaci�n alguna.
de poseedor es
Desde luego hay que observar que el concepto
a restituir una
tomado aqu� en su m�s lata acepci�n. El obligado
un comodatario, un usufruc
cosa a su due�o, como un depositario,

tuario, etc., no .poseedor : art�culo 2461 y sus concordantes,


es un

entre los cuales es importante el art�culo 2351.


Se habla, pues, de
situaci�n de hecho, y en el
poseedor, simplemente para calificar la
sentido de que ese poseedor es un mero tenedor.
Dada esa analog�a de hecho con la verdadera posesi�n, surge
la aplicaci�n de los principios de �sta respecto de los frutos : art�culos
2423-38. S�lo hay que observar con respecto al tenedor de mala
fe, que precisa entender el precepto ele que no tendr� derecho
a

indemnizaci�n alguna. Con ello alude el c�digo a los frutos mismos,


y no a otra cosa : el propietario los recibir� sin pagar nada por su

valor.
Pero si el tenedor ha hecho gastos para producirlos y cose
charlos, entonces tendr� derecho a que se le pague tales gastos :
art�culos 2438. De otra suerte, el propietario vendr�a a enrique
cerse a costa de aqu�l, que ya bastante castigado se encuentra al
no poder realizar en los frutos su tiempo perdido ni sus atenciones
y esperanzas.
Finalmente, el tenedor ser� ele buena fe siempre que no se
halle en mora para la restituci�n de la cosa. Ser� de mala fe en el
caso contrario. Y es de cargo del acreedor o propietario la prueba
de la mala fe del deudor, por lo mismo que �ste tiene todo el de
recho del mundo para ampararse en la sabia presunci�n del ar

t�culo 2362.
324.Mejoras. Tambi�n es expreso el c�digo en lo que toca

a mejoras: Si hubiere (si


hubiera, o hubiese) mejoras o aumento (s),
que con su dinero o su trabajo, o con el de otros (con los de otros)
por �l, hubiere hecho .el deudor que hubiese pose�do la cosa de buena
fe, tendr� derecho a ser indemnizado del justo valor de las mejoras
necesarias o �tiles, seg�n la avaluaci�n que se hiciere al tiempo de
la restituci�n, siempre que no se le hubiese prohibido hacer
mejoras.
Si las mejoras* fueren (fueran) voluntarias, el deudor,
aunque fue
se poseedor de buena fe, no tendr� derecho a indemnizaci�n
alguna.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
234

Si el deudor fuese poseedor de mala fe, tendr� derecho a ser indem


nizado de las mejoras necesarias (art. 589).
Lo dicho debe ser entendido sin perjuicio ele lo cpie el c�digo
resuelve en especiales, como las del comodatario, depo
situaciones
sitario, locatario, usufructuario, etc., particularmente en las dos
�ltimas, que tienen legislaci�n abundante y precisa al respecto:
art�culos 1533 y ss., 2224-87, 2874-81 y ss., etc., y en correlaci�n con
lo cpie se dispone a prop�sito de cualquier poseedor en los art�culos
2427 y ss.
En principio, el tenedor, sea de buena fe o no, s�lo tiene de
recho respecto de las que resulten obra suya, por lo mismo
mejoras
que si no el acreedor vendr�a a enriquecerse a su costa. Las que
no impliquen su obra, corresponden plenamente al acreedor o pro
pietario, por aquello de que las cosas se mejoran o deterioran para
su due�o, sin perjuicio, claro est�, de la responsabilidad del due�o

para con el tercero autor de la mejora.


Si es de buena fe, tiene derecho en todos los casos : las mejoras
necesarias y las �tiles, le ser�n abonadas por lo que valgan el d�a
de la restituci�n; las mejoras voluntarias no clan derecho a indem

nizaci�n, pero autorizan el que el tenedor se las lleve, a menos que


el quitarlas implique el deterioro de la cosa o su destrucci�n como
valor econ�mico, que s�lo existe mientras la mejora est� en la cosa

(por ejemplo, una pintura mural), seg�n se desprende de textos


como los de los art�culos 1539, inciso 5o, 49-51, 1620, etc., y a menos

que el propietario se allane a pagarlas, caso en el cual el tenedor


carece de derecho para llev�rselas.
Si es de mala fe, entonces el legislador le impone un castigo
civil, si bien dentro de ciertos l�mites : como la ley s�lo menciona
las mejoras necesarias, por aquello de cpie quocl de uno dicit de al
tero negat, o inclusio unius exclusio alterius, resulta que el derecho
del tenedor se limita a ellas. Es discutible que ello sea justo como
criterio invariable: si el tenedor ya pierde todos los frutos, por lo
mismo que no puede derivar derechos de su acto il�cito, el acreedor
o propietario viene a enriquecerse a costa
ajena, al hacerse due�o,
sin ninguna indemnizaci�n, de las mejoras �tiles, en que el tenedor
ha invertido valores. Por lo menos debi� autorizarse la indemniza
ci�n por el importe no de la avaluaci�n de las mejores, sino por el
del desembolso que han importado para aqu�l, exactamente como
se resuelve en materia de frutos
(art, 2438).
C. �

325. Concepto de la mejora. "Lo que es delicado es el


concepto mismo de las mejoras necesarias, �tiles o voluntarias. En


vano el art�culo
591, repetido parcialmente en el art�culo 2427, nos
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 235

da la f�rmula te�rica (y tradicional: Digesto, L, 16�, 49) en estos


t�rminos: Son mejoras necesarias aquellas sin las cuales la cosa no
podr�a ser conservada. Son mejoras �tiles, no s�lo las indispensa
bles para la conservaci�n de la cosa, sino tambi�n las que sean de

manifiesto provecho para cualquier poseedor de ella. Son mejoras


voluntarias las de lujo o recreo, o de exclusiva utilidad para
mero

el que las hizo. Siempre queda lo grave de su aplicaci�n circuns


tancial. As�, la estanter�a empotrada en la pared para una biblio
teca, un jard�n, el decorado de una casa, etc., pueden ser mejoras
�tiles o voluptuarias. Todo es cuesti�n de punto de vista. Es impo
sible separar lo objetivo de lo subjetivo, que parece lo caracter�s
tico entre unas y otras, en casos as�. Las pericias ser�n de rigor. De
acuerdo con ellas y con sujeci�n a las contingencias, el juez tendr�
que resolver en cada caso ocurrente.
IV. Efectos respecto de terceros. ��

A. Tradici�n. �

Io. ��

326. Prenociones. Antes de pasar al estudio de los efectos con


relaci�n a terceros de la obligaci�n de dar cosas ciertas, en el doble

aspecto hasta ahora considerado, conviene precisar el sentido ge


neral de una disposici�n de toda importancia, la del art�culo 577, �

que s�lo refiere


se a las obligaciones que tienen por fin constituir
un derecho real.
Seg�n ese art�culo, antes de la tradici�n de la cosa, el acreedor
no adquiere sobre ella ning�n derecho real.

He aqu� concretada su significaci�n: el simple contrato por el


cual el propietario se obliga a constituir un derecho real sobre su
>
cosa en favor del acreedor, no basta
para hacer adquirir a �ste tal
derecho real. Ese acreedor es tal cual : un mero acreedor. De con

siguiente, apenas si est� vinculado personalmente con el propieta


rio, o deudor: no es propietario, si se trata de una venta; no es
usufructuario, si se trata de un usufructo; etc. Tiene derecho a la �
cosa, al derecho real de que se arguya, mas no un derecho en la
o

cosa. Tiene as�, un derecho personal


(creditorio, de obligaci�n) con- ^
tra el deudor no tiene un derecho real. Para que pueda llegar a

tener este derecho, es menester que se le haya hecho tradici�n (en


trega) de la cosa, es indispensable que se lo haya puesto legalmente
en posesi�n de la cosa. Es lo del precepto y de
que resulta sus di
versos concordantes, particularmente de los art�culos 2377 y ss., 3-
2601 y ss., 3265, etc.
Y en la nota del codificador a ese art�culo 577 se explica bien
claramente el objeto que con ello se persigue : consumar, en el hecho, -�

objetivamente, ante el mundo, lo puramente intencional y subjetivo


del contrato. Porque en materia de derechos reales se
presenta una
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
236

situaci�n muy distinta de la que corresponde a los derechos per


sonales o creditorios : en �stos basta el contrato, por lo mismo que v-

no hay otros interesados que los contratantes, desde que el v�nculo


va jugar s�lo entre ellos; en aqu�llos, la situaci�n de propietario,
a

de usufructuario, etc., no s�lo existe entre las partes sino tambi�n


con relaci�n a todos, desde que contra todos puede ser invocado el

respectivo derecho. En otros t�rminos, quien es acreedor lo es con


respecto al deudor tan s�lo; quien es propietario o usufructuario^
lo es con respecto a todo el mundo. De ah� que en materia real se

requiera, una exterioridad, una visibilidad, una objetividad que e�


legislador ha cre�do encontrar en la tradici�n.
2o Su cr�tica. �

327. Su desubicaci�n. �

Lo primero que
cabe apuntar al respecto es la desubicaci�n del precepto. Nada tiene
que hacer en materia obligatoria, donde s�lo se contempla v�nculos ^
de car�cter personal. Todo su juego est� all� en los derechos reales.
Por eso no hay necesidad de un an�lisis detenido, y sobrar�
con su examen general (cons., fuera de las obras de derecho com�n,

Coviello, Trascrizione, 2 vol., 1897 ; Garc�a Guijarro, Bases del de


recho inmobiliario, 1911 ; A. Proc�s, La iranscription, 1912 ; Vene-
zian, II disegno di legge Scialoja sulla trascrizione en Rivista di
diritto commerciale, 1910, 509 y ss. ; T. Siciliani, La trascrizione in
rapporto all'azione pauliana, 1912; A. Griovene, II negozio giurid-ico
rispet�o ai terzi, 1917, 59 y ss. E. Th�dy, La publicidad en el r�gi

men hipotecario, 1902).

328. No es un medio de publicidad. Veamos, ante todo, si


la tradici�n llena el objeto de exterioridad, de publicidad, que ase


gure ante el p�blico la situaci�n jur�dica de una cosa, que permita
a terceros contratar con libertad respecto de una cosa, que autorice
al mundo a previamente a cpii�n pertenece esa cosa y cu�l
conocer

es la suma de garant�as jur�dicas que en ella se encuentra. No es

preciso advertir que se trata de cosas inmuebles, pues las muebles


tienen su r�gimen propio, el del art�culo 2412 : su enajenaci�n no
requiere t�tulo alguno, pues el hecho de la posesi�n es el �nico t�tulo
concebible.
Es demasiado evidente que el romanismo del codificador lia
implicado toda una involuci�n jur�dica en el caso: la tradici�n,
con toda la cohorte de sus proyecciones, no es un medio de publi
cidad de nada.
Por de pronto, apenas si se verifica entre las partes, pues bastan
la entrega y el recibo para que cpiede consumada (art. 2377), me
diante actos materiales de de ellas con asentimiento de
cualquiera
la otra (art. 2379), o mediante actos posesorios, que pueden con-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 237

se tenga,
sistir en simple �ocupaci�n, de cualquier modo que
la
todo I>
bastando hacerla en alguna de sus partes� (art. 2380-4),
las partes;
cual supone: Io que no exige m�s presencia que la de
toma de po
2" que se trata de un acto fugaz, el necesario para la
ser probado por
sesi�n; 3o y que, como simple hecho que es, puede
dos lo que resulta muy vidrioso para determinar el car�c
testigos,
ante la circunstancia
ter de propietario de nadie, particularmente
de que la propiedad inmueble sea la propiedad sagrada para nues

tro c�digo.
Ojal� fuera eso -s�lo.
La tradici�n ambigua, por lo menos abstracta. Implica la
es

transmisi�n de un derecho real, pero �de qu� naturaleza ser� �ste* K


Bien puede transmitirse por la tradici�n un simple derecho de usu
fructo como todo un derecho de plena propiedad: art�culos 2601 y
2820. M�s a�n: el derecho del locatario supone, para su ejercicio,
la posesi�n o tenencia de la cosa, a cuyo efecto es indispensable la
consiguiente entrega o tradici�n: art�culo 1514. Lo mismo hay que
decir materia de comodato: art�culo 2255. De ah� que la tradi
en

ci�n hasta pueda entra�ar la transmisi�n de un simple derecho


personal de uso, como estos dos.

Adem�s, falta en contados supuestos: en el constituto po


no

sesorio y en la traditio brevi manu : art�culos 2387 y 2462, inciso 3o ;


en la divisi�n del condominio, que es puramente declarativa y no

traslativa de los correspondientes (art. 2695) ; y, sobre


derechos

todo, en la transmisi�n hereditaria (art. 3265 y sus concordantes,


como los art. 3282 y 3410 y ss.). Lo propio hay que decir con rela

ci�n a varios derechos reales que no suponen la posesi�n ele la cosa


a que se refieren: tal pasa con las servidumbres
negativas (no abrir
ventanas, no levantar una pared, etc.), y aun con no. pocas positi
vas, como la de vista o la de recibir aguas de los predios superiores,
y tanto que hasta pueden ser constituidas por simple destino del
padre ele familia o por disposici�n testamentaria (art. 2978) ; tal
pasa con el derecho de hipoteca, que requiere otra cosa bien dis
tinta para poder tener efecto contra terceros (art. 3135) ; etc.
Es verdad que en la mayor�a de esos casos de la tradici�n, hay
un t�tulo de por medio : el contrato, el testamento, o lo que fuere
(una sentencia, etc.). Pero ello nada tiene que ver con la tradi
ci�n. Tan cierto es que guarda independencia con relaci�n a ella:
ni en tocios los casos en que hay tradici�n hay t�tulo (una locaci�n
ordinaria, etc.), ni, viceversa, en todos los casos en
hay t�tulo
que
hay tradici�n (mandato general, etc.: art. 1184, inc. 3o,
6o, etc.).
Por lo dem�s, las menciones del t�tulo son palabras y no hechos
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
238

cuando lo que la ley quiere no son declaraciones sino � actos mate


riales � de tradici�n bien concreta (art. 2378-9).
329. Se liga con otros principios poco sanos. Fuera de ello, �

con tocio ello, el romanismo de la tradici�n est� ligado en el c�digo


con otros romanismos aun m�s crudos y perniciosos. Eso del dominio
� perpetuo � y que � subsiste independientemente del ejercicio
que
se pueda hacer de �l� (art. 2510), en cuya virtud nema plus juris.
ad alium �ransferre poies� quam et ipse habet (art. 2603 y 3270) ;
eso de las amenazas ocultas de una prescripci�n suspendida (art.
3966-9-70-2-80, etc.), de las nulidades posibles y de los consiguientes
efectos retroactivos (art. 787, 1051, 3600-1, 3955, etc.), en cuya
virtud parecen procedentes acciones recuperatorias y reivindicato
r�as de muchos �rdenes (art. 966 y ss., 1847, 1855, 2777 y ss., etc.);
todo eso dista de implicar seguridad alguna en materia de tradici�n
y de derechos reales, todo eso siembra la desconfianza, que se re
suelve en un relativo retraimiento para las transacciones y en lo one
roso de los precios e intereses de los capitales dados sobre inmue

bles, todo eso entra�a el defecto m�s importante que el c�digo


contiene.
Lo que es peor es que una jurisprudencia poco atinada preten
de la aplicaci�n literal de tales preceptos, para concluir admitiendo
las expresadas acciones recuperatorias contra terceros de perfecta
buena fe y que han satisfecho el precio de lo que han adquirido,
so pretexto de que el c�digo no ha especificado lo contrario. Eso es

criterio jur�dico ! Cabalmente habr�a que resolver a la inversa : la


acci�n contra terceros as�, es improcedente, mientras no haya un
texto que inequ�vocamente y en forma expl�cita disponga otra cosa.
Como que los terceros son el inter�s general, son la sociedad misma.
Y como que entre el inter�s particular del reivindicante (que siem

pre tiene su acci�n personal contra quien le haya hecho perder un


bien), y el tercero, que representa la seguridad en las transaccio
nes y el inmenso valor colectivo que se contiene en la circulaci�n
econ�mica, no puede caber la menor duda (cons. Colmo, T�cnica
legisla�iva del c�digo, 41, y Reivindicaci�n contra terceros de bue
na fe en la Revista jur�dica y de ciencias sociales, 1917, p. 32 y ss.).

Felizmente, algo se ha entrado ya en esa v�a, al proscribirse poco a


poco las acciones recuperatorias en punto a donaciones inoficiosas
(cons. C�m. civ., 186, 5, y 204, 200, y en J. T 1910, 736; C�m. .,

civ. 2a en J. T'., VI�911, 137; C�m. fed. en 3. T VII|911, 66; etc.):


.,

apena hacer constar, sin embargo, que en la jurisprudencia plena-


ria de las c�maras civiles se ha llegado a lo antijur�dico de que s�lo
no hay acci�n reivindicator�a en
punto a colaci�n y entre eohere-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 239

contra terceros cuando se


cleros, art�culo 3477, pero que debe haberla
trate de la acci�n ele reducci�n del art�culo 3955 (J. T ., VI] 912, 132;
R.L. 3., I, 403).
330. La tradici�n en Roma. �

Es que se ha desvirtuado el
medio de transferir
papel de la tradici�n. En Roma serv�a
como

las cosas nec


la propiedad no cmiritaria, sobre tocio con relaci�n a
la in jure
mancipi, fuera del formalismo ele la mancipatio y de
exclu�an cual
cessio, que eran relativas a las cosas mancipi y que
De ah� que rigor implicase la transmisi�n
quier tradici�n. en no

del derecho real de propiedad, sino en forma indirecta : el tenedor


de una cosa in bonis era m�s bien un poseedor, que pod�a rechazar
las acciones del reivindicante mediante excepciones personales (de
dolo, de re� venditae el traditae, etc., pues su propiedad legal
no

se consolidaba sino con el transcurso del t�rmino para


la usucapi�,

era un modo epiiritario de adquisici�n. Y no pod�a haber


sido
que
de otra suerte (sin perjuicio de la evoluci�n ulterior del derecho
romano) : la tradici�n no transmite sino la posesi�n, la posibilidad
f�sica de usar y gozar ele la cosa, por hecho que es,
cuanto, como

no puede implicar otra cosa que el hecho consiguiente de esa po

sesi�n. Por eso le es totalmente ajeno cualquier elemento de dere


cho y de publicidad, que por la fuerza de las cosas ninguna relaci�n
guardan. con ella.
A eso se reduce el � gran principio de la tradici�n que la sabi
dur�a de los estableci� �, como se complace en arg�ir nues
romanos

tro codificador contra el legislador franc�s que no la consagrara,


sin percatarse de la circunstancia de que en el c�digo franc�s s�lo
se dispon�a con relaci�n a las partes y no con respecto a terceros, y
sin parar mientes en la circunstancia de que entre las partes no
puede haber otra soluci�n decorosa que la que el legislador franc�s
adoptaba, por lo mismo que entre ellas no hay nada m�s que lo espi
ritual del contrato y del v�nculo, y por lo mismo que eso de la tra
dici�n s�lo puede jugar, en el pensamiento de nuestro codificador,

para con los terceros.


Lo epie esm�s grave, y que revela que nuestro codificador no
estaba en el pleno dominio del asunto, es que �ste pretende apoyarse
en Freitas, a quien efectivamente cita, siendo as� que para Freitas
la tradici�n no era el hecho romanista de la transmisi�n
posesoria
(salvo, claro
est�, en materia ele
muebles), sino la
inscripci�n del de
recho en lo que �l llamaba Registro conservatorio (nota al art�cu-
901 y art�culo 3809 de su Esboqo).
Es cierto que otra cosa parecer�a inducirse de lo que el juris^
consulto brasile�o dijera en otra obra (Consolidac�o das leis civis).
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
240

que precedi� a la del Esbogo. No es ello del tocio exacto : en las p�


ginas clxxxii y siguientes de la introducci�n, y en las notas a los
art�culos 531, 884 y 908, en que discurre sobre la tradici�n, hace
notar que en punto a inmuebles reg�a la ley hipotecaria de 1864, que

exig�a la inscripci�n en el registro respectivo, para que el derecho


real constituido pudiera tener efecto contra terceros. Fuera de eso,
el Esbogo, que nuestro codificador conoci� y tuvo presente, se pro
nunci� en este �ltimo sentido. Y aun fuera de ello, una noci�n m�s
cabal de los intereses en juego y de los medios de conciliarios y hacer
lo? respetar, debi� conducir a aqu�l a una soluci�n mucho m�s satis
factoria, como lo condujo en materia de hipotecas.
3o Registros de derechos reales,
� �

a) Criterio al respecto

de nuestro codipicador. �

331 . Falta de catastro. �

Cabe juzgar
el criterio de nuestro codificador, consignado en la nota al art�culo
577 y precisado al fin del t�tulo de la hipoteca.
Sus razones para oponerse a la instituci�n del registro de dere
chos inmobiliarios, pueden- reducirse a cuatro.

Es verdad que � carecemos del catastro de la propiedad in


mueble � ; pero no hay necesidad de �l en los registros personales
como el ele Francia, yley hipotecaria espa�ola de 1861,
como el de la
de la cual se tom� lo pertinente por nuestra ley org�nica de los
tribunales. Por lo dem�s, conviene observar que si el catastro es
una operaci�n costosa en tiempo y en dinero, pues puede insumir

decenas de a�os, no es menos cierto : Io que sus ventajas compen


san con exceso, a la larga, todos inconvenientes ; 2o que
esos en pa�ses
nuevos el nuestro, en
como dividida,
que la propiedad est� poco
sobre todo la p�blica y la rural, al extremo de que hay extensiones
de 20, 50 y aun 200 leguas que pertenecen a un solo due�o, la tarea
queda en (aun en nuestros d�as corresponden m�s
mucho facilitada
de 33 hect�reas de tierra promedial a cada habitante; en la �poca
de la sanci�n del c�digo habr�an correspondido cerca de 300).
332. Carencia de personal t�cnico. La circunstancia de que

no hubi�ramos dispuesto del � personal t�cnico necesario � para lle

var los registros, era por lo menos contradictoria en el legislador,

que no la tuvo en cuenta al instituir el registro para las hipotecas


en todo el pa�s. De otra parte, habr�a habido all� una falla inhe
rente a nuestra condici�n de pueblo en formaci�n, para la pol�tica,

para la cultura, para la .educaci�n, etc. ; sin contar con que preci
samente hay que contribuir a formar el personal adecuado, y que
el medio al efecto no estriba en omitir las instituciones que cuadren.
333. Si las de c�digos complejos �.

leyes registro son �

Tampoco vale la observaci�n ele que las leyes de registro implican


OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 241

de 200 art�cu
� c�digos complejos � : la ley prusiana no tiene m�s
los ; los ele nuestra ley no pasan de 70 ; los del c�digo alem�n apenas
si llegan a 100; y los del c�digo suizo s�lo suman 35.
334. El ataca el derecho de propiedad. �
Menos
registro no

insistir que el registro � ataca en sus fundamentos


corresponde en

el- derecho de propiedad�, en cuanto el registrador que se niegue a


inscribir t�tulo, y obligue as� al interesado a un
un pleito, puede
vender o gravar su
perjudicar a �ste, que no podr� mientras tanto
inmueble como quer�a. La observaci�n es poco jur�dica y bien pe
ele hipo
que�a. Desde luego, lo mismo puede acontecer en materia
su registro obli
tecas, no obstante lo cual el codificador instituy�
se niega
gatorio. Adem�s, la responsabilidad de un registrador que
sin derecho a inscribir un t�tulo en forma, no es cosa del otro
mundo, y puede ser hecha efectiva sin dificultad y con toda efi
ciencia (recurri�ndose a los jueces para que la ordenen, demand�n-
close al registrador por da�os y perjuicios, etc.).
b) Breve estudio de los registros. 335. Utilidad y desar

mon�as de nuestros registros. �

En conclusi�n, no hay raz�n al

guna en codificador, y el registro era, como


favor del criterio del
result�, indispensable y plenamente factible, pues s�lo en �l se ten�a
la verdadera y �nica posibilidad de que los interesados pudieran
conocer la situaci�n de un inmueble (si bien en la forma deficiente

y personal que se ver� dentro' de poco).


Tan honda y vital es esa necesidad que hemos debido darnos
una legislaci�n al efecto, bastante desubicacla por cierto (est� con
tenida enley org�nica de los tribunales), que malgrado todas sus
la
deficiencias y fallas, llena exigencias de primer orden.
Seg�n esa ley, en el registro que al efecto se crea deben ser
inscriptos los t�tulos (contratos, sentencias, etc.) que contengan
transmisiones, constituciones, modificaciones o extinciones ele los
derechos reales ele dominio, de usufructo, de uso, de habitaci�n, ele
hipoteca, ele servidumbres, etc. (art. 226), para que as� tengan efecto
contra terceros (art, 239), sin que esa inscripci�n valide los actos

que por las leyes puedan estar sujetos a cualquier nulidad (art. 244).
Algo parecido han hecho casi todas las provincias, aun antes
que se dictase dicha ley para la capital federal, epie han adoptado
leyes de registro para los derechos reales correspondientes a los in
muebles de sus respectivas jurisdicciones.
Lo que es m�s fuerte es que tanto la �eyx federal como las pro
vinciales, pueden atacadas por inconstitucionales : la primera
ser

porqu� no es una ley nacional sino local, siendo as� que, por con
templar materias civiles, al extremo de modificar el C�digo civil
Colmo, Oblig. �
T. I. 1S
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
242

es parte integrante de �ste y debe ser �nica para tocio el pa�s; las
segundas, porque invaden atribuciones federales, al pretender legis
lar sobre materia civil, que es del resorte exclusivo ele la Naci�n

(art. 67, inc. 11�, de la Constituci�n nacional).


Con ello y todo, son tan positivos los servicios que han prestado
y otras, particularmente la federal, que a nadie
una se le ha ocu

rrido la insensatez de ese tiquismiquis hermen�utico, ante las con

trarias ventajas de la situaci�n real.


Lo malo es que tales leyes no son arm�nicas con el c�digo. Las
locales no pueden tener .fuerza legal contra �ste de (art. -31
la misma constituci�n), de suerte que podr�n ser desconocidas. La
federal implica un juego concurrente con el c�digo : seg�n �ste, la
tradici�n opera la transferencia del derecho real ; seg�n aqu�llas,
lo que la opera es la inscripci�n. Pero uno y otra se refieren a su

puestos distintos : el c�digo, a las partes, por lo mismo que con rela
ci�n a terceros la ley org�nica de los tribunales, como posterior
que le es, lo ha derogado a tal respecto ; y la le3r, a los terceros. De
ah� que puedan ocurrir situaciones curiosas : A enajenar un derecho
real a X y luego a Z ; si X tiene tradici�n y ha inscripto antes que
Z, ser� propietario por el doble concepto, y as� frente a A y frente
a Z ; si X tiene tradici�n, y Z ha inscripto su derecho antes que �l,

X ser� propietario respecto de A, mas no respecto de Z ni de los


terceros en general ; en el supuesto ele que la tradici�n de X sea
anterior a la inscripci�n ele Z (y con mayor raz�n en el caso con
trario), el verdadero propietario entre ambos es Z y no X, ya que
el primero, Z, puede hacer valer su derecho contra el segundo, y no

viceversa; etc.
Por lo dem�s, hay que observar que por importantes eme sean
los servicios prestados por la ley del registro, ellos distan de ser
completos: esas prescripciones escondidas, esas nulidades ocultas,
etc., siempre permanecen amenazantes. V�ase este ejemplo, epie es de
vida corriente : A enviuda, por donde los bienes conyugales le perte
necen en condominio con la sucesi�n ele su
c�nyuge ; pero se simula
casado, y pocos d�as despu�s ele su viudez vende a X parte de esos
inmuebles, en virtud de su car�cter de administrador de la sociedad
conyugal, como si fuera casado (cosa que declaran los testigos y
hace constar el escribano) ; m�s tarde, los herederos del c�nyuge
premuerto descubren esa venta, y piden su nulidad, en raz�n de que
el c�nyuge sup�rstite no ha tenido capacidad para realizarla. Cal

c�lese, as�, la situaci�n de los pobres terceros aclquirentes a t�tulo


oneroso y de toda buena fe.
Es epie nuestro registro tiene una falla fundamental : es perso-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 243

nal, y no real. Puede decir si una persona dada tiene inscriptos


inmuebles a su nombre o es titular ele un derecho de hipoteca, usu

fructo, etc. puede decir si tal o cual inmueble est� o no gra


Pero no
los
vado por un derecho real ni a qui�n pertenece. Se lo lleva por
nombres ele las personas que inscriben derechos, y no con
relaci�n

& los inmuebles a que tales derechos se refieren. De ah� que no haga
otra cosa que ser una simple expresi�n resumida de los t�tulos res-

jpectivos, pues rio se entra a averiguar la legitimidad del derecho que

se inscribe, por lo mismo que faltan


los antecedentes indispensables.

Y ele ah� el art�culo 244, seg�n el cual el derecho mal constituido


sigue tal cual, malgrado cualquier inscripci�n.
336. Registro en Alemania. partes, sobre

No es as� en otras

todo en Alemania, que es el pa�s modelo al respecto. All� los registros


son reales (tambi�n son personales a la vez). Para ello se ha practi

cado previamente operaci�n ele capital importancia : el catastro


una

de todos los inmuebles. Tal operaci�n supone varias cosas : el estudio


geod�sico, sobre el terreno, de cada propiedad, para determinar su
ubicaci�n geogr�fica con respecto a puntos invariables (tal cerro,
-tal r�o, tal meridiano, etc.), sus dimensiones, etc.; y el an�lisis jur�
dico de los t�tulos respectivos, en toda la suma de sus anteceden
des, transmisiones, etc> para determinar la propiedad, y las afec
taciones consiguientes, de los inmuebles. De tal suerte se tiene
una delimitaci�n precisa y plenamente objetiva de la situaci�n f�sica

y de la condici�n jur�dica de cada una de las propiedades contenidas


en el territorio. As�, cuando alguien pretende vender o gravar un
inmueble dado, no hace m�s que ir a los correspondientes registros,
que contienen toda la historia de las mutaciones y modificaciones de
�ese inmueble, a partir de la primera inscripci�n, para conocer su
estado jur�dico. De ah� que el t�tulo respectivo no sea la escritura
o el
testamento, sino la inscripci�n. De ah� que, sean cuales fueren
las circunstancias ocultas, no hay m�s propietario que el que figure
como tal en los registros. Y de ah� que una inscripci�n valide el con

siguiente derecho y d� pie para rechazar cualquier pretensi�n con


traria, sin perjuicio de las acciones cpie el verdadero due�o o titular
pueda tener contra quien lo ha perjudicado, y aun contra el mismo
Estado, en el caso de que el registrador, por error o negligencia, haya
inscripto mal un t�tulo.
registros germ�nicos son obligatorios : todo aquel que quiera
Los
constituir, modificar, etc., un derecho real inmobiliario, tiene cpie re
currir al registro, pues no hay otro medio legalmente eficaz. La ope
raci�n se verifica mediante lo que se llama el contrato abstracto de
enajenaci�n (Saleilles, Obligation, 3 a 5; Huebner, Germanic Pr�vate
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
244

Law, 34), en cuya virtud las partes interesadas manifiestan que cons
tituyen tal o cual derecho real en estas o aquellas condiciones. De
ello se toma debida nota en ios respectivos registros, despu�s de ana
lizadas las correspondientes circunstancias (si el propietario es tal

y se encuentra en condiciones ele realizar el acto, si el inmueble est�.


libre, etc.), y con la inscripci�n queda consumado el contrato real..
como lo llaman los alemanes, ele constituci�n del derecho.

337. Sistema Torrens. �

Es menester advertir que en Aus


tralia se propuso, hacea�os, un registro de igual car�cter real, pero*
voluntario. Aquel que quisiera acogerse al registro, no ten�a m�s.
cnie dirigir una solicitud al efecto, acompa�ando los t�tulos corres

pondientes. Un doble y complejo examen, topogr�fico y jur�dico, si


gue a esa presentaci�n. Acreditada as� la legalidad de la solicitud,
se ordena todav�a una publicaci�n en los peri�dicos oficiales, para.

que los terceros interesados deduzcan en tiempo las acciones que


crean contra la pretensi�n del solicitante. Si nada se observa, se

practica la inscripci�n, y se entrega al interesado un certificado que


viene a ser su t�tulo definitivo, y que es eficaz contra quienquiera,

aunque se pruebe lo ilegal de la inscripci�n, sin perjuicio ele la


responsabilidad del Estado por la inscripci�n errada. Una vez regis
trado un inmueble, las operaciones que se refieran al mismo son mu
cho m�s sencillas. Quien desee enajenarlo o gravarlo no tiene sino�

que dirigir la correspondiente solicitud al registro, acompa�ando


su certificado y el contrato respectivo (en modelos ya formulados
por la oficina), y con las firmas de las partes legalizadas ante el
juez de paz local, y aun ante un testigo cpie luego se ratifique ante
el jefe del registro, quien, despu�s de hallar que todo est� en forma,
.procede a verificar la inscripci�n cpie cuadre: si es venta total, en
dosa el certificado en favor del adquirente ; si es venta parcial, otorga
un certificado propio al
adcpiirente, y practica en el del enajenante
las anotaciones respectivas ; si es una hipoteca, se hace la anotaci�n

que corresponde en el registro y en el t�tulo del propietario ; etc.


La circunstancia de cpie ese registro (conocido por Act Torrens,
Ley Torrens, en homenaje al recuerdo de su creador, Sir Robert
Torrens) voluntario, era debida a dos circunstancias princi
fuese
pales: una social f econ�mica, jur�dica, etc.), determinada en el i.
fondo por la falta de un catastro adecuado; y otra psicol�gica, en
-

la /
cuya virtud se quer�a marchar progresivamente, hacer entrar
instituci�n en la conciencia general, mostrar sus ventajas positivas,
hasta que llegase la oportunidad de hacerla obligatoria.
La instituci�n tom� cuerpo en casi todas las �provincias�
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 24�

hasta difundirse otras colonias brit�nicas, en el


australianas, en

protectorado franc�s de T�nez y en el Brasil.


Sus m�ritos han sido varios. Los gastos ele inscripci�n son redu

cidos, salvo en lo eme respecta a la primera inscripci�n: aun as�, en


conjunto resultan muy inferiores a los ordinarios de la escritura
corriente entre nosotros, dado lo elemental de la operaci�n del endo
so de los t�tulos. La seguridad de los derechos, la rapidez de las ope

raciones y la movilidad ele los valores inmuebles (casi ecpiiparable


.-a la. de los muebles, y en cuya virtud la proverbial pesantez ele
las

nuestras epieela disipada poco menos cpie del todo), han redundado

en beneficio general.
Es cierto que existe el peligro inscripciones equivocadas
ele las

y del posible despojo de un verdadero propietario.


Pero una insti
tuci�n cualquiera no debe ser juzgada en ese sentido, a menos epie se
trate ele errores ele fondo y que impliquen un peligro colectivo. Al
fin y al cabo, el error es inherente al hombre. Tambi�n hay muchas
escrituras que no traducen la realidad. Lo que es m�s, en �stas el
error puede ser m�s grave y repetido, por lo mismo que faltan los

elementos t�cnicos que se tiene en aquel registro. Por lo dem�s, baste


con apuntar que las indemnizaciones que ha debido abonar el Esta
do por inscripciones erradas, apenas si han alcanzado a un d�cimo
de la reserva que al efecto se crea por la misma ley, y que se forma
con una peepie�a porci�n ele los derechos ele
inscripci�n.
c) Tendencias de reforma entre nosotros. �

338. Iniciativa
de 1904. �

No, pues. El
registro de los derechos reales, y de todo
�cuanto entra�e sus efectos (los privilegos sobre inmuebles, etc.)
era una necesidad capital. Hoy no lo es
tanto, porque tenemos re
gistros. Pero hay no poco que andar todav�a. Ante todo, es precis�
coordinar los registros locales y el federal, para unificarlos en una
ley nacional, por lo mismo epie se trata de materia civil. Y ese re
gistro nacional y �nico debe entra�ar las ventajas posibles ele -los
registros reales. Sin perjuicio de que por ahora el registro obliga
torio sea personal, puede instituirse el registro voluntario
seg�n el
sistema Torrens, hasta que llegue la oportunidad ele generalizarlo
y hacerlo obligatorio, lo que exigir� largas d�cadas.

Hay que advertir que ya entre nosotros se pens�, hace var�es


a�os (en 1904), en. instituir el sistema Torrens, pues un
diputado
present� un proyecto en ese sentido a la respectiva c�mara. La co
rrespondiente comisi�n tuvo el relativo tino de solicitar la opini�n
de instituciones y personas entendidas, entre las cuales hizo
figurar
al Colegio nacional de escribanos, a la Facultad ele derecho
y al di
rector del Registro de la propiedad.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
246

Apena un poco, a prop�sito, tener que apuntar que el mejor


de los tres informes no fu� el de la Facultad, que se inspir� en el

que le precediera del Colegio de escribanos. El mejor fu� el del ex


presado director, que revel� no s�lo pensamiento jur�dico, sino tam
bi�n un buen esp�ritu cr�tico, adem�s de una versaci�n muy seria.
sobre el t�pico de los registros.
339. Cr�ticas de que fu� objeto. Prescindiendo de detalle*

(entre los cuales figuran errores de muchos g�neros, como aquel en


que incurre por la Facultad de derecho al sostener que el sistema
se

Torrens supone el catastro), la observaci�n de fondo que se ha hecho�


contra dicho proyecto por las tres instituciones mencionadas, con

siste epie �ste es inconstitucional. Se dice que la constituci�n.


en

garantiza el derecho de propiedad (art. 17), del cual no se puede


ser privado sino por sentencia fundada en ley o por expropiaci�n
p�blica. Pues bien, cuando en el registro se inscribe como de A un
inmueble que realmente pertenece a B, �ste ha perdido su derecho*
de propiedad, que se convierte en el derecho a la indemnizaci�n
contra el Estado por esa inscripci�n errada. De consiguiente, hay
all� una privaci�n de propiedad que no encuadra en la consti
tuci�n.
La observaci�n simplemente infantil. La propiedad que la.
es

constituci�n garantiza es la propiedad establecida en las misina*


leyes, desde que aquella no la caracteriza, y desde que deja a la*
leyes la reglamentaci�n consiguiente. Es verdad que las leyes deben
encuadrarse dentro del marco constitucional, respetando sus prin
cipios ele fondo y su esp�ritu, como con tanto tes�n ha insistido el
precitado director del registro en su meritorio informe El registro-
de la propiedad inmueble, 1905, p. 197. Pero en el sistema Torren*
no se hace otra cosa cpie respetar el
principio de la propiedad, pue*
todo en �l se reduce a reglamentarlo. Nada puede implicar en con
trario la circunstancia de que en una inscripci�n errada exista el
desapoderamiento del verdadero propietario : eso no entra�a la subs
tituci�n de la propiedad privada por la colectiva del Estado, como*
se da en decir, que, como due�o y se�or de todos los inmuebles, de

clara en nombre ele su eminente, transferida, la propiedad


dominio
del perjudicado en favor del que ha logrado la inscripci�n. Todo lo

que hay en ello sin contar que se trata de un simple y eventual


accidente, epie mal puede decidir contra el fondo del asunto, que
es lo �nico que debiera interesar es que la propiedad queda reco

nocida en tales y cuales condiciones. � O se negar� que las leyes no


pueden imponer requisitos sobre el r�gimen inmobiliario? ,;Q"e
hace, si no, el mismo C�digo civil, cuando dispone que quien ha po-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 247

la propiedad
se�elo por 30 � 10 a�os un inmueble ele otro, adquiere
due�o?
del mismo? �No hay all� un desapoderamiento del leg�timo
del respeto de la pro
�No hay all� un atentado contra el principio
Tan no hay nada de eso, que a nadie se le ha
ocurrido
piedad?
de prescripci�n.
tachar de inconstitucional el C�digo civil en materia
dentro
Lo mismo hace el sistema Torrens: garantiza la propiedad
como el c�digo ;
de las normas de fondo que estatuye, exactamente
la propiedad prescripta, aqu�l de
y as� como �ste declara perdida
se ha
clara perdida la propiedad inscripta a nombre de otro (que
se lla
hecho s.obre la base de publicaciones adecuadas, en las cuales
del
maba a los interesados para que impugnasen las pretensiones
al
interesado que quer�a su inscripci�n, y que adem�s deja acci�n
nada
perjudicado para reclamar da�os y perjuicios proporcionados ;
de lo cual ocurre en materia de prescripci�n).
340. Intereses que her�a. �

Lo que m�s ha obstado a la adop


ci�n del proyecto no ha sido eso, no ha podido ser eso, sino otras cir

cunstancias muy distintas.


Su contenido, desde luego, es de un orden tan t�cnico que
asusta no poco a nuestros legisladores, que como los de todo el

mundo, por lo dem�s, si bien en grado m�s o memos superior


��

carecen de preparaci�n al respecto, y no se desviven sino por lo

que represente capital pol�tico (elecciones, interpelaciones,


litera
tura un tanto f�cil, vanidad de �xitos oratorios y el resto consi

guiente). Adem�s, implicaba un vuelco en el r�gimen formal de la


transmisi�n inmobiliaria: las escrituras p�blicas iban a desaparecer
al respecto. De ah� la explosi�n de invectivas del respectivo gremio.
Y hay que confesar tambi�n que el proyecto no entra�aba las me

jores virtudes legislativas, si se prescinde de la idea que lo inspi


raba : un lenguaje excesivamente zurdo, cargado de incorrecciones
de todos los �rdenes, saturado de ambig�edades y sinonimias peli
grosas ; una t�cnica jur�dica en que no se consultaba gran cosa la
adecuada metodolog�a, la no repetici�n de preceptos, la org�nica
unidad del conjunto, ni la armon�a que sus preceptos deb�an guar
dar con el C�digo civil (salvo, claro est�, en aquellos casos en que
se lo modificaba intencionalmente)
; todo ello, malgrado ser mera
mente externo, le quit� autoridad y auspicio, particularmente ante
nuestros juicios primerizos y emp�ricos, que se deslumhran ante de
fectos secundarios, y ha sido una fuerte causa para que muriera
como de inanici�n una iniciativa que respond�a a un prop�sito de la

m�s importante actualidad.


341. Otras iniciativas. �

Debo agregar que con posteriori


dad han surgido otros proyectos sobre reorganizaci�n del registro
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
248

inmobiliario, ya por iniciativas privadas, ya por iniciativas de miem


bros de algunas instituciones oficiales (como la Facultad de dere
cho), ya en proyectos legislativos como el presentado en la c�mara
de diputados en noviembre 11 ele 1917. Algunos ele ellos, como este
�ltimo, s�lo implican una modificaci�n externa del registro .actual
(se lo congloba con el ele hipotecas y con el de mandatos, y se intro
duce alteraciones y agregados ele detalle). Otros han estribado en
la adopci�n del sistema Torrens, ya sobre la base ele un catastro, ya
sin catastro alguno (cons. F. A. Berra, El registro de la propiedad
inmueble, 1904 y 1905; J. Blanco, La propiedad inmobiliaria, 1909,
Transmisi�n inmobiliaria, 1912, y Esiad�siica -inmobiliaria, 1915).
Hay epie confiar en epie el ejemplo del Brasil, cuya ley sirvi�
tanto de modelo (junto con la australiana ele que derivaba) a nues
tro proyecto de 1904, no ha de tardar en ser seguido, para bien del

derecho, de la propiedad y del pa�s. Nos sobrar�a al efecto con los


ejemplos de los proyectos que en sentido an�logo han formulado
Francia e Italia, y que se puede ver en la R. T. D. C, 1909, 195
y ss., y 1910, 693 y ss., cuyos principios s�lo requerir�an una ade
cuada adaptaci�n.
B. Concurrencia de acreedores. �

1". �

342. Planteo de las

hip�tesis. �

Lo dicho nos va a habilitar para comprender los efectos

respecto de terceros de las obligaciones de dar cosas ciertas.


Tambi�n deberemos hacer la distinci�n }'a formulada a otros
respectos, seg�n que la obligaci�n tenga por fin' constituir un dere
cho real o restituir la cosa a su due�o.
Comenzando por las primeras, corresponde establecer dos sub-
distinciones, seg�n que la cosa sea mueble -o inmueble, y seg�n que
en cada uno de esos supuestos concurran diversos acreedores a nin

guno de los cuales se ha hecho tradici�n, o bien medie la circunstan


cia ele epie haya' hecho tradici�n de la cosa a uno ele ellos.
se

Tenemos, as�, una doble hip�tesis ele fondo: o se trata ele


constituir (o transmitir) un derecho real; o se trata de restituir una
cosa. Cada una ele esas dos hip�tesis se desdobla : la cosa es mueble ;
la cosa es inmueble. Y en cada una ele las cuatro hip�tesis qu� as�
resultan, corresponde distinguir seg�n que concurran diversos acree

dores a ninguno ele los cuales se ha hecho tradici�n, o seg�n que


concurran distintos acreedores y medie tradici�n hecha a uno de
ellos.
He aqu� el cuadro:
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 249

Se ha hecho tra-
\ dici�n a un acre
Cosa mueble. edor.

f Concurren diver
Constituir o tra sos acreedores.
! ferir un derech :ho /
real. Se ha hecho tra-

i Inmueble.
[
'
dici�n a un
edor.
acre-

j� Concurren diver-
sos acreedores.
Efectos de las
obligaciones res / Se ha hecho tra-
pecto de terceros l dici�n a un acre-
r edor.
Cosa mueble.
diver-
) Concurren
sos acreedores.
[
Restituir una cosa
a su due�o. Se ha hecho tra
dici�n a un acre
edor.
Inmueble.
Concurren diver
sos acreedores.

2" Constituci�n o transferencia de derecho real.


a) Cosa
mueble. �

343. Se ha hecho tradici�n a un acreedor. �

El art�cu

lo 592 legisla la primera de esas ocho hip�tesis: Cuando la obliga


ci�n sea de dar cosas ciertas con el fin de transferir o constituir
derechos reales, y la cosa es mueble, si el deudor hiciere tradici�n
de ella a otro, por transferencia de dominio o constituci�n de
-

prenda, el acreedor, aunque su t�tulo sea de fecha anterior, no


tendr� derecho contra los poseedores de buena fe, sino solamente
contra los de mala fe. La mala fe consiste en el conocimiento de la

obligaci�n del deudor.


La hip�tesis no es sencilla.
Desde luego, la ley prefiere al acreedor que ha sido puesto en

posesi�n de la cosa, aunque su t�tulo sea de fecha posterior, siempre


que ese acreedor sea de buena fe, lo que se presume (art. 2362, 4008,
etc.) : es que a su respecto se ha consumado la relaci�n jur�dica (ya
ha dejado de ser acreedor com�n, pues con la posesi�n se ha con
vertido en. acreedor prendario o en propietario), y tiene el mejor de
los t�tulos en su mano para repeler cualquier reivindicaci�n, como
es el de esa posesi�n (art. 24.12). De ah�
que si el acreedor sin pose
si�n es el que ha comprado la cosa, nada podr� �ste contra el"

acreedor prendario a quien ella ha sido entregada, a menos que se
allane a pagarle la deuda respectiva. De ah� lo contrario, o lo mis
mo, respecto del acreedor prendario, si quien tiene la posesi�n no
es �l sino el
comprador.
En seguida, el acreedor perjudicado podr� demandar por da�os
e intereses al deudor, de acuerdo con los principios generales
(art. 520-1).
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
250

Hay que advertir que existen otras circunstancias


que puede en

ocurrir la hip�tesis. ley La se limita al doble supuesto del acreedor


prendario y del comprador, pero s�lo a t�tulo ilustrativo. Los que
tienen privilegios sobre los muebles, como lo tiene el acreedor preii-
.dario, aunque no posean como �ste un derecho real declarado, pue
den obrar lo mismo que el acreedor prendario : tal pasa con el loca
dor, el posadero, el acarreador, etc., seg�n puede verse en los ar
t�culos 3883 y siguientes.
Por lo dem�s, la ley entiende aqu� por t�tulo el acto jur�dico
de que emana el derecho del acreedor : un contrato, un testamen

to, etc. Lo relativo a lo anterior o posterior del t�tulo es asunto de


prueba, cpie cpieda sujeto a los principios generales (cons. los ar
t�culos 1190 a 4).

Ello, si el tercero es de buena fe, lo que se presume (arg. de


los art. 2362, 4008, etc.).
Si es de mala fe, entonces el c�digo acuerda al acreedor acci�n
directa contra �l.
�Qu� acci�n puede ser esa? Parece imposible que sea real, por
lo mismo que ese acreedor no es propietario ni ha adquirido sobre
la cosa derecho real alguno, pues por ^hip�tesis no se le ha hecho
tradici�n.
Pero si no tiene acci�n real jure propio, �puede tenerla por
aplicaci�n del art�culo 1196, en cuj-'a virtud est� en condiciones de
ejercer en su beneficio los derechos que el enajenante posea contra
el tercero?
Lo dudo. El mismo enajenante carece de cualquier derecho
contra el tercero, pues ha perdido la posesi�n. M�s a�n : ni siquie
ra personal para anular el contrato, por lo mismo que
posee derecho
no es �l quien puede invocar la circunstancia (art. 1049).

Lo �nico que procede es que el acreedor perjudicado solicite


esa nulidad, ya que nuestro art�culo le da t�tulo al efecto. Con tal

motivo, y por aplicaci�n del art�culo 1051, el acreedor podr� recla


mar subsidiariamente, adem�s de la indemnizaci�n que cuadra, el

derecho real que persigue (hago constar que alg�n autor nacional
pretende, por razones bien confusas, que dicha acci�n real).
es

344. No se ha hecho tradici�n a nadie. �

La segunda hip�tesis
est� contemplada en el art�culo 593 : Si la cosa fuere mueble, y con
curriesen diversos acreedores, a quienes el mismo deudor se hubie
se obligado a entregarla, sin haber hecho tradici�n a ninguno de

ellos, ser� preferido el acreedor cuyo t�tulo sea de fecha anterior.


La hip�tesis es sencilla. Por ejemplo, me comprometo a vender
tal o cual m�quina, reloj, caballo, etc., a X. Luego, y antes de en-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 251

tregar la cosa vendida a �ste, tambi�n la vend�la


Z. Los dos acree

dores pretenuen contra m� la entrega de lo vendido.


La ley debe
acreedor
sacrificar a uno de ellos, y opta, como es natural, por el
si ha
posterior tiempo. Todo, claro est�, sin perjuicio de que,
en
o de
lugar (si el segundo acreedor no ha contratado conociendo,
indi
biendo conocer, la obligaci�n precedente del deudor, lo que
car�a cpie ha tomado a su riesgo la posible ineficiencia de la suya),
intere
segundo acreedor recurra contra el deudor por da�os
e
ese

ses culpables o dolosos, seg�n cuadre.


Lo propio corresponde sentar

si los acreedores son de distinta calidad, dir� as� : el del t�tulo


ante
etc.
rior, o posterior, es comprador; el otro es acreedor prendario,
b) Cosa inmueble. 345. Hay tradici�n en favor de un

acreedor. La tercera hip�tesis lo est� en los art�culos 594-5:


Si la cosa fuere inmueble y el deudor hiciere tradici�n de ella


a otro con el fin de transferirle el dominio, el
acreedor no tendr�
derecho contra tercero que hubiese ignorado la obligaci�n prece
dente del deudor; pero s� contra los que sabi�ndola hubiesen tomado
posesi�n de la cosa; y Si la tradici�n se hubiere hecho a persona de
buena fe, el acreedor tiene derecho a (de) exigir del deudor otra
cosa equivalente, y todos los perjuicios e intereses.

tambi�n, en el fondo, la misma, soluci�n que en materia de


Es

muebles, y la �nica racional.


Pero corresponde anotar: Io que se supone en la ley que el
acreedor puesto en posesi�n de la cosa es un leg�timo propietario
(cons. art, 2791, y C�m. fed. en R. L. 3'., VII, 605) ; 2o que el acree
dor perjudicado no ha probado la mala fe de aqu�l ; 3o que es inex
plicable la disposici�n que autoriza al acreedor perjudicado para
exigir otra cosa, cuando las cosas ciertas, y mucho menos los in
muebles, no son fungibles ni equivalentes, pues se caracterizan indi
vidualmente, sobre todo cuando nac�a ha dicho en tal sentido en
materia de muebles, y que as� no cabe interpretarla, como ya he
dicho antes en ocasi�n an�loga, sino con relaci�n a aquellos casos,
c�modos de los art�culos 610-3, 2152, etc., en que la cosa cierta haya
sido originariamente un g�nero o una cantidad ; 4o que el acreedor
deber� empezar por demostrar la perfecta equivalencia, si la hay,
de la cosa que pretende con la antes debida, para que su acci�n sea
procedente ; 5� que los perjuicios e intereses a que tiene derecho
el acreedor en tal supuesto, se limitar�n los de la utilidad espe
a

rada cuando obtenga otra cosa ecpiivalente, por lo mismo que no


puede alegar p�rdida sufrida ; 6o eme los principios no var�an si son
otros derechos reales los que est�n en juego, en vez del de dominio,
que es el de la hip�tesis legal, y que as� el derecho de usufructo con-
252 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

sumado por la tradici�n, debe ser preferido al an�logo derecho ante


rior en favor ele X, a quien no se ha hecho tradici�n ; 7o que es emi
nente en estas juego ele la ley de registro y de la consi
cosas el
guiente inscripci�n, seg�n tengo advertido (n� 326 y ss. y 335), pues
lo decisivo no es el derecho del acreedor, o adquirente, frente al deu
dor o enajenante, sino frente a los terceros.
346. No hay tradici�n en favor de nadie. La cuarta hip� �

tesis est� legislada en el art�culo 596 : Si la cosa fuera inmueble, y


concurriesen diversos acreedores a quienes el mismo deudor se hu
biese obligado a entregarla, sin que a ninguno de ellos le hubiese
hecho tradici�n de, la cosa, ser� preferido el acreedor cuyo instru
mento p�blico sea de fecha anterior.
Es la misma soluci�n crue en el caso del bien mueble. S�lo hay-
diferencias ele expresi�n : � instrumento p�blico � por � t�tulo �. Es
que los inmuebles s�lo pueden ser enajenados, o gravados con dere
chos reales, en actos constantes en escritura p�blica ((p�e es lo que
debi� decir el c�digo, seg�n se dispone en otra parte : art. 1184,
inc. 1"). De ah� cpie sea insostenible la pretensi�n de un comenta
rista nacional de epie el boleto de compraventa hecho en escritura
p�blica es igual a la escritura de compraventa, El boleto contiene
no un contrato de compraventa, sino una simple promesa de contra-
hendo, ele celebrar ulteriormente ese contrato, lo que se resuelve
en un contrato especial, en el contrato ele � hacer � a que expl�cita
mente se refieren los art�culos 1185-7. De consiguiente, el boleto no

es, ni puede ser, � t�tulo � legal para la � cosa


�, como lo es la escri
tura ele compraventa.
3o Restituci�n de una
a) Cosa mueble.
cosa a su due�o. � �

347. Tradici�n a un acreedor. La quinta hip�tesis est� conten�-,


piada en el art�culo 597 : Con relaci�n a terceros, cuando la obliga


ci�n de dar cosas ciertas tuviere por fin restituirlas a su due�o, si la
cosa es mueble y el deudor hiciere tradici�n de ella a otro (que el

due�o) por transferencia de dominio o constituci�n de prenda, el


acreedor (de dominio, el propietario) no iendr� derecho contra los

poseedores de buena fe, sino solamente cuando la cosa le haya sido


robada o se hubiese perdido. En todos (los) casos lo tendr� contra
los poseedores de mala fe.
La explicaci�n del precepto se contiene en el principio funda
mental del art�culo 2412, por donde cabe omitirla aqu� (cons. los si
guientes preceptos, entre otros, en que nuestro art�culo ha sido apli
cado: 2212, 2272 y ss., 2765 y ss., 3883 y ss., 3898 y ss. ; etc.).
348. No hay tradici�n. �

El art�culo 598 regla la sexta hip�


tesis : Si la cosa fuere mueble y concurrieren acreedores a quienes
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 253

el deudor se la entrega de ella por transferencia de do


obligase a

minio o constituci�n de prenda, sin haber hecho tradici�n de la


cosa, es preferido el acreedor a quien pertenece el dSminio de ella.
Yerdad que el precepto no est� bien redactado. As�, por ejem
plo, estar�a mejor : � Si la cosa fuera mueble y concurriesen diver
sos acreedores con derecho preferido el propie
a su posesi�n, ser�
tario siempre que no se haya hecho tradici�n de ella a ning�n acree
dor �. Hay no s�lo m�s correcci�n gramatical y literaria, sino tam
bi�n m�s justeza jur�dica, pues el � acreedor a quien pertenece el
dominio de ella � es algo m�s que un acreedor, es el titular del de
recho real de dominio, es el propietario.
Por lo dem�s, la disposici�n se explica sin dificultad. El pro
pietario es no s�lo el � acreedor � ele t�tulo m�s antiguo (como en
las hip�tesis de los art, 593-6), sino tambi�n el acreedor m�s
propiamente acreedor, por lo mismo que es el due�o. Ello sin per
juicio de las acciones personales por da�os e intereses ele los acree
dores perjudicados por el deudor que contrata sobre una cosa como
si fuese suya, cuando es ajena y debe ser devuelta a su due�o (v. gr.,
el depositario o comodatario que pretende vender o
pignorar la cosa
que se le ha dado en dep�sito o en pr�stamo).
b) Cosa inmueble. 349. Derechos reales o posesorios en

favor de terceros. En materia de inmuebles (hip�tesis s�ptima


y octava), el c�digo s�lo contiene una disposici�n, la del art�culo


599: Si la cosa fuere inmueble, el acreedor tendr� acci�n real con
tra terceros que. sobre ella hubiesen ^aparentemente adquirido de
rechos reales, o que la tuvieren en su posesi�n por cualquier contrato
hecho con el deudor.
La circunstancia, y con ella el preceptores f�cilmente
expli
cable. El � acreedor todo
propietario � ; y como en materia
� es un �

de inmuebles se requiere t�tulo


(art. 2601-2), y el propietario lo
tiene, resulta f�cil la explicaci�n de lo real de su acci�n (art. 2513
y 2758 y ss.). Mucho m�s si se tiene en cuenta
que el mero tenedor
de un inmueble (locatario, depositario, usufructuario, etc.),
mal
puede disponer de �l, por lo mismo que, al rev�s ele lo que acontece
en materia de donde
muebles, la posesi�n vale por t�tulo de domi
nio, carece de tal t�tulo de dominio. De ah� no que pueda transferir �

su
propiedad, epie supone una escritura p�blica en forma (art
1184, inc. 1").
Pero la disposici�n es demasiado
general. El mero tenedor de
un inmueble puede en m�s de un caso
transferir su
tenencia, y aun la
posesi�n, y hasta constituir derechos reales sobre el
de los l�mites de
mismo, dentro
facultades : art�culos 1583,
2870, 2980,' etc Lo
sus
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
254

que en ella se quiere decir, entonces, es que el tenedor no puede


exceder en tales casos de la �rbita ele sus atribuciones (subalquilar
o conceder una servidumbre por m�s tiempo que el del derecho de

locatario o de usufructuario de que �l mismo goce). Y es natural


lo real ele la acci�n del due�o en tales casos, por lo mismo que tiene
al efecto el derecho real de propiedad, que aqu�lla no hace m�s
que poner en ejercicio. No acontece as� en los otros supuestos de
los muebles, porque el �nico t�tulo al efecto es la posesi�n, y �l la

ha perdido. Ni siquiera acontece lo propio en punto a inmuebles,


en las hip�tesis de obligaciones para constituir derechos reales, ya

que el acreedor que los hubiera adquirido s�lo tendr�a un derecho


personal, por cuanto no habi�ndosele hecho tradici�n no ha llegado
a ser propietario (art, 577). Y si lo transmitido es la posesi�n, enton

ces nos hallamos en plena acci�n reivindicator�a (art. 2758 y ss.).

350. Concurrencia de acreedores. Lo dicho corresponde,


en su fondo, a la hip�tesis de los casos anteriores en que el deudor

hace tradici�n de la cosa a un tercero, y que en �ste se resuelve


en la constituci�n de derecho real por el deudor en favor de
alg�n
terceros, o en la transmisi�n de la tenencia o la posesi�n del inmueble.

comprende por qu� no ha habido necesidad de contemplar


Se
la hip�tesis de que el deudor (tenedor, etc.) pueda sufrir el con
curso de varios acreedores sobre la propiedad de la cosa, pues �l

jam�s habr�a podido transferirla, por carecer ele t�tulo al efecto.

SECCI�N 3a

OBLIGACIONES DE HACER Y DE NO HACER

I. Hacer. �

A. �

351. Concepto. cpi� debe.


Ya he dicho
entenderse por obligaci�n de hacer : es aquella cuya prestaci�n con
siste en un hecho o acto que no entra�e ning�n dar, vale decir, que
no implique la transferencia de una cosa (n� 24), a menos que esa

transferencia (entrega, tradici�n, etc.) sea un simple accesorio del


hecho o acto fundamental. Es, t�picamente, la que se contiene en
la prestaci�n de un servicio (profesional, etc.), o en la ejecuci�n
de una obra (una casa, un libro, un puente, un camino, etc.), par
ticularmente cuando el locador o empresario no pone los corres
pondientes materiales (cons. Pothier, Obligations, 38 y 41; Demo
lombe, XXIY, 488 y ss. ; Bauclry, XI, 429 y ss. ; Kossel, Droit fede
ral des obligations, 171-2; Schneider y Fick, I, 221 y ss. ; Carboni,

Obbligazione, 128 y ss. ; Polacco, 'Obbligazione, 125 bis; Dalloz, v


OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 255

702 y ss., Suppl�ment, 207 y S�nchez


Obligation, R�perioire, ss. ;

Rom�n, IV, 88 y ss.).


B. Cumplimiento. �

Io Modo. �

352. Principio. �
El prin
cipio esencial de estas obligaciones est� en el art�culo 625: El obli
gado a hacer, o a prestar alg�n servicio, debe ejecutar el hecho en
(un) tiempo propio, y del modo en que fu� la intenci�n de las par
tes que el hecho se ejecutara (y en el modo en que las partes hayan
convenido). Si de otra manera lo hiciere, se tendr� por no hecho, o
podr� destruirse lo que fuese mal hecho.
Prescindamos de lo relativo al tiempo, que est� legislado m�s
en general en los art�culos 750 a 5, y limit�monos a lo del modo,

que es capital en estas obligaciones, a diferencia de


lo que ocurre
con las de dar, en las cuales lo primordial es la cosa misma en que

estriba la prestaci�n, 3^QJjdnicd^^ por lo mismo que


ese modo no va a desvirtuar la prestaci�n. Aqu� lo modal del hecho

forma parte indisoluble del hecho mismo : no hace el libro pro


me

metido quien me escribe un libro de cosas adocenadas; no me hace


el puente de maniposter�a convenido quien me hace un puente de
hierro o de barcas ; no me hace el camino acordado, quien lo hace
entre los puntos X y Z, cuando yo lo quer�a entre los puntos A y B ;
no me hace la casa prometida quien pretende endosarme un ade
fesio inart�stico ; etc.
353.
Interpretaci�n del mismo. Tal intenci�n de las partes

puede, como cualquier manifestaci�n de voluntad, ser expresa o


t�cita (art. 915), y queda sujeta a la prueba consiguiente, que es
tar� a cargo ele
quien pretenda que el hecho no ha sido realizado
de acuerdo con el modo que cuadraba, y que deber� ser acreditada
en forma (art. 1190 a
4), por lo mismo que se trata de algo que
es parte
integrante ele la obligaci�n, en cuanto la condiciona y ca
racteriza.
La
penalidad ele la ley contra el obligado que viola esa inten
ci�n relativa al modo, es bastante severa : lo efectuado � se tendr�
por no hecho �, y el acreedor podr� pedir que se destruya lo mal
hecho.
Evidentemente, la ley se coloca all� en el supuesto de crue la
alteraci�n del modo sea de importancia. Si el precepto fuera a ser

aplicado literalmente, se llegar�a a positivas enormidades: so pre>-


texto de una leve diferencia la calidad del
en papel del libro, se

podr�a dejar sin efecto toda una edici�n; por raz�n de un simple
matiz en el color de la pintura, habr�a que repintar de nuevo todo
un
edificio; en virtud de la diferencia en mil�metros del filete de
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
256

la cornisa ele un mueble ele lujo, el acreedor podr�a resistirse al


recibo del mismo ; etc.
354. Qu� debe entenderse por � modo �.
aqu� El buen sen �

tido indica que los defectos modales deben revestir cierto car�cter
y una relativa amplitud, para cpie puedan ser causa de la sanci�n
legal. Todo ser� cuesti�n de circunstancias, sobre la base de pericias
adecuadas. El criterio judicial debe tener al efecto en cuenta lo
cnie sea m�s o menos habitual, particularmente en aquellos casos

en que la prestaci�n no puede ser substituida con otra, como ocu

rrir�a con el puente o el camino, que s�lo pueden interesar al acree


dor, a diferencia de lo que ocurre con el cuadro, la estatua, el
mueble ele lujo, etc., crue el deudor puede esperar, al quedarse con
ellos por efecto del justificable rechazo del acreedor, colocar en
otra oportunidad (cons. C�m. civ. Ia en G. F., VII 1 916, 154, y

13|VII|917).
Por lo dem�s, en eso del modo entran no pocas cosas : el fin *

econ�mico epie persegu�a el acreedor ; la calidad de los materiales


.empleados; la calidad de la obra de mano; las mismas virtudes es
t�ticas, cuando se trate de cosas ele arte o de cosas o hechos en que
el arte cuente ; etc. Y el. juicio final deber� tener en consideraci�n
el conjunto de esas circunstancias, para resolver si la prestaci�n
defectuosa no llena, con todo, las diversas miras utilitarias y art�s
ticas del acreedor, aunque haya deficiencias secundarias que en la
pr�ctica pueden resultar despreciables ; m�xime si se tiene en cuenta
crue el principio de tener por no hecho o de destruir lo hecho tiene

cpie ser excepcional, por lo mismo que entra�a algo como una nu
lidad (art, 1037), o la desaparici�n de un valor econ�mico que por
ser tal debe ser respetable.

2o. �

355. �poca. En cuanto a lo del � tiempo propio �,


los jueces deber�n se�alarlo si no est� fijado por las partes (arg.
del art. 1635; C�m. civ. l!l en G. F 21 1 IX 1 917).
.,

3o. �

356. Personalidad del hecho. Lo atingente a lo per


sonal o no ele la obligaci�n de hacer, pudo ser omitido, pues resulta


de derecho com�n (art. 505 y 730). Nada nuevo agregan los art�cu
los, cpie aqu� se limitan a repetir ese principio. Son los siguientes:
El hecho podr� ser ejecutado por otro que el obligado, a no ser que
la persona del deudor hubiese sido elegida (para hacerlo) por su

industria, arte o cualidades personales (art. 626) ; Si el deudor no


quisiere o no pudiere ejecutar el hecho, el acreedor puede exigirle
la ejecuci�n forzada, a no ser que fuese necesaria (la) violencia con
tra la persona del deudor. En este �ltimo caso, el acreedor poden
ser
pedir perjuicios e intereses (art. 629) ; Si ed hecho pudiere
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 257

ejecutado por otro, el acreedor podr� ser autorizado a ejecutarlo


s� o por tercero, o solicitar los per
por cuenta del deudor, por
un

juicios e intereses por la inejecuci�n (de la obligaci�n) (art. 630).


No tengo por qu� repetir lo dicho acerca de las razones que

fundamentan la no compulsi�n forzosa en la obligaci�n de hacer;

ni lo cpie toca a la circunstancia de que en principio cualquier obli


gaci�n, sea de dar o ele hacer, puede ser ejecutada por otro que
el deudor (cuando �ste no la ejecuta y el acreedor quiere su cum

plimiento), personal del hecho debe ser demostrado por


pues lo
de estos
quien lo pretenda (supra, n� 49). Obs�rvese la aplicaci�n
en el c�digo
principios en las obligaciones de hacer m�s comunes
(art. 1641).
C. Incumplimiento. �

357. Da�os e intereses : diversidad de

principios. �

importante a estos respectos es lo relativo a los


Lo
da�os e intereses. Desde luego, se nota que el art�culo 630 corrige al
anterior. Seg�n el 629, el acreedor puede pedir esos da�os y per
juicios cuando el deudor no quiera o no pueda ejecutar el. hecho;
seg�n el art�culo 630, el acreedor puede hacer cumplir la obliga
ci�n por s� o por tercero, o pedir tales da�os. En el primer art�culo
parecer�a que el acreedor tuviera un solo derecho : pedir los da�os ;
en el segundo, que tuviese un derecho alternativo : o el cumplimiento

por otro, o los da�os.


358. Soluci�n que corresponde. Tal �

disparidad puede ser


aclarada ante los principios ya expuestos (n� 50) y ante el art�culo
631: El deudor puede exonerarse del
no cumplimiento de la obli
gaci�n, ofreciendo satisfacer los perjuicios e intereses.
Esto �ltimo quiere decir que la soluci�n de los da�os es mera
mente subsidiaria, un como mal necesario, de que se echa mano
cuando cualquier otra soluci�n, en especie o in natura, resulta obje
tivamente imposible. Es lo que tambi�n surge del principio de fondo
del art�culo 505, que coloca en �ltima instancia dicha soluci�n de
los da�os.
Y los aludidos principios ense�an que, como las convenciones
se hacen para cumplirse (art.
1204), como el cumplimiento supone
la efectiva prestaci�n debida, y como el acreedor no ha contratado
da�os e intereses sino una prestaci�n dada, �ste no puede ser obli
gado a recibir una indemnizaci�n en lugar del cumplimiento de la
obligaci�n, siempre que, claro est�, no se demuestre que la persona
del deudor es indispensable. De ah� que el art�culo 629 deba ser
subordinado al art�culo 630, epie es el que mejor respeta el princi
pio del art�culo 631.
Viceversa, el deudor tampoco podr�a pretender la indemnizaci�n

Colmo, Oblig. �

T. I. 17
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
258

ante la negativa o la imposibilidad del deudor para cumplir (a


menos cpie acreditase lo personal de la obligaci�n). El deudor le

opondr�a las mismas consideraciones : � los contratos se hacen para


cumplirse ; he contratado una obligaci�n y no una indemnizaci�n �,
etc. De ah� que el acreedor tuviera que recurrir previamente al
cumplimiento por otro.
Por lo dem�s, tal cumplimiento por otro algo bien relativo.
es

Cuando hubiera razonable dificultad para conseguir ese tercero, o


cuando la dilaci�n ya sufrida hiciera in�til o no totalmente �til
el cumplimiento especie; cuando, en una palabra, se agravase
en

la situaci�n del acreedor ante el cumplimiento en especie, la indem


nizaci�n debe imponerse como soluci�n que restablezca el estado de
cosas- que habr�a correspondido al cumplimiento en tiempo. Ello a

menos que se trate de perjuicios secundarios, que pueden ser com

pensados mediante una indemnizaci�n adecuada, despu�s de aquel


cumplimiento en especie. Todo ser� materia de circunstancias y de
prueba : bastar� que el acreedor demuestre que tal cumplimiento
le perjudica, para que la indemnizaci�n proceda ; el deudor que sos
tenga eme tal perjuicio es nimio, y que el cumplimiento en especie
repara lo fundamental de la situaci�n, por lo cual la indemnizaci�n
por separado de dicho perjuicio puede ser admitida junto con el
cumplimiento, deber� a su turno justificar, con m�s rigor todav�a
que el acreedor en su caso, los extremos indispensables para eme el
juez admita una soluci�n que puede resultar compleja y pesada,
Pero quede como cierto el principio de fondo : la soluci�n de
los da�os e intereses es s�lo subsidiaria, y no procede sino cuando
se demuestre, por quien as� pretenda, que el cumplimiento in natura,

por el deudor o por tercero, es objetivamente imposible, o tan in


conveniente epie implique en el hecho un positivo incumplimiento.
359. Imperio de los principios generales. Es lo que resulta

de los principios esenciales en punto a obligaciones (art. 505-81-7,


608 y ss., etc., y sobre tocio el art. 631), en materia de pago (art.

730-40-1, etc.), en cuanto a contratos (art. 1204), etc. Es lo que


surge de la nota del codificador sobre el art�culo 629, donde repro
duce en tal sentido la opini�n de Marcad�, y donde llega a citar
leyes ele Partidas epie corroboran aquel criterio. Es lo que se ha
resuelto en alg�n caso: C�m. civ. 2il en R. L,. 3., II, 327. Y es lo que
dimana de la buena ciencia, particularmente contempor�nea, como
puede verse en Demolombe, XXIV, 488, en Huc, VII, 135, en
Bauelry, XI, 431, en Colin y Capitant, II, 19 y 20, etc., en la cual
se se�ala con
energ�a, malgrado lo literal del art�culo 1142 del c�
digo franc�s (id�ntico en su fondo a nuestro art, 628), lo subs�-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 259

diario de los da�os y lo previo del cumplimiento en especie (mas


-abajo, n" 895, vuelvo a insistir sobre el punto).
360. Cr�tica de nuestra jurisprudencia. De ah� que no sea

ele
posible aprobar la jurisprudencia, tan corriente entre nosotros,
ele obligaci�n de hacer no
que el incumplimiento imputable
una

intereses (C�m. civ. Ia en


tiene otra soluci�n que la de los da�os e
O. F.,2|V|917 4|VII|917;
y C�m. civ. 2�' en X|912, 271, y
3. T .,

C�m. com., 85,437, en G. F'., 2|VI|917; C�m. fed.


XIIJ9T4, 240; y
Rosario ,/. I'., XI 1 914, 109, etc.), hasta sostenerse que el perju
en

dicado no tiene necesidad ele exigir el cumplimiento (C�m. civ., 169,


172). Tal criterio ha sido literalmente aplicado en materia de boletos
de compraventa (que entra�an una obligaci�n de hacer escritura p�
blica: art. 1186-7), como se puede ver en diversos fallos contenidos
en la 3. T. (C�m. civ. 2a, 1912, septiembre, p. 203; C�m. civ. I1',
1912, octubre, p. 250; C�m. fed., 1913, abril, p. 29; etc.), al extremo
�de que se ha llegado a sentar que ni siquiera puede pedirse crue el

juez otorgue la escritura por el obligado renitente como ser�a ele


rigor, pues no habr�a mejor tercero al efecto, en raz�n de que la
firma ele una escritura no supone condici�n personal alguna : C�m.
civ., 164, 128; C�m. civ. Ia en 3. T ., VIII|911, 175.
Observo cpie esto �ltimo s�lo es concebible cuando haya se�al
de por medio, en virtud ele que la se�al entra�a un pacto comisorio
.seg�n nuestroc�digo (art. 1189 y 1202). Pero si no hay se�al, aun
cuando se haya adelantado a cuenta de precio una parte del valor
de compra (C�m. civ. 2a en J. T XI �912, 154, y en R. L. 3., VI,
.,

$3), entonces la resoluci�n es improcedente, y el cumplimiento efec


tivo por tercero es de ley imperativa.
Por lo dem�s, en materia de da�os e intereses la ley no con

sagra disposici�n especial alguna respecto de la obligaci�n ele hacer,


que as� se rige por los principios generales. De ah�: Io que no sea
menester probar la culpa del obligado, pues ella se presume como
en toda obligaci�n positiva (n� 110), sin perjuicio de que �ste des

truya la presunci�n mediante la prueba en contrario (cons. S. C,


30, 348) ; 2o que el deudor que pretenda la culpa del acreedor deber�a
justificarla (C�m. civ., 146,, 145) ; 3o que no haya mora, sin inter
pelaci�n (C�m. civ., 38, 83; 35, 242) ; 4� cpie sea menester acreditar
los da�os (C�m, civ., 146, 145; 178, 373) ; etc.
361 Si procede la acci�n ejecutiva.
.
Hago constar que por

razones procesales a cpie ya he aludido en oportunidades an�logas,

la obligaci�n de hacer no autoriza el procedimiento ejecutivo (art,


474 del c�digo procesal; C�m". civ., 45, 125; C�m. com., 94, 34;
�C�m. civ. 2a en G. F 21|III|917), ni, por lo mismo, puede fundar
.,
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
260

^un pedido de embargo de un inmueble y sus frutos (C�m. civ., 130,,


216). Sin embargo, se ha reaccionado un poco, y con raz�n: pro
cede tal embargo en la medida del precio satisfecho de la cosa no-
escriturada (C�m. civ. Ia en 3. A., I, 208), como procede si se trata
ele asegurar con �l lo dado a cuenta de precio (C�m. civ. 2" en
3. A., III, 48).
D. 362. Imposibilidad del hecho.

Los art�culos que que�

dan por estudiar tambi�n pudieron ser omitidos, pues son de de


recho ordinario. He aqu� sus textos : Si el hecho resultare imposible
sin culpa del deudor, la obligaci�n queda extinguida para ambas:

parles, y el deudor debe volver al acreedor lo que por raz�n de ella.


hubiere recibido (art. 627: C�m. civ., 118, 193; C�m. civ. 2!i en
J. T., 1912, diciembre, p. 236) ; Si la imposibilidad fuere por culpa:-
del deudor, estar� �ste obligado a sa�isfacer al acreedor los perjui
cios e intereses (art, 628). El primero de ambos est� contenido en el
precepto general del art�culo 888. El segundo, en el 889.
Y en cuanto a este �ltimo, recu�rdese que la soluci�n de los.
da�os e intereses debe ser entendida en el sentido dicho con rela
ci�n al art�culo 629, con el cual aqu�l guarda tan estrecha afinidad.
Nada dice el c�digo sobre la culpa del acreedor. Lo que quiere
decir que regir�n entonces los principios generales (cons. C�m.
civ. Ia en G. F'., 11|IX|917).
II. No hacer. A. 363. Prenociones.
� �
La obligaci�n de �

no hacer no reviste mayor importancia, particularmente en derecho-

civil, ante lo elemental de su juego, que estriba en una actitud


puramente negativa.
Todo se reduce a determinar las consecuencias ele la violaci�n
del no hacer que entra�a, sobre todo los supuestos en que
en ese

no hacer consiste no ya en tolerar el acto del acreedor, sino en una

directa y personal omisi�n (no derribar un �rbol, no levantar una


pared, no establecerse con un negocio dentro de un radio o en un
plazo dados, no revelar un secreto industrial o comercial, etc.), que'
es la m�s frecuente y la �nica que aqu� contempla el legislador

(las restantes son frecuentes en las servidumbres, como las de vista,


recibir aguas, acueducto, tr�nsito, etc., por m�s que al respecto no-
quepa propiamente el concepto de obligaci�n : art. 497 ) .

B. Omisi�n imposible. �
Io. �

364. Principios. �

Seg�n
que
la violaci�n contenida en el hacer contrario al no hacer ele la obli
gaci�n, sea imputable o no, rigen los art�culos 633-4 o el art�culo
632, cuyos textos son como sigue : Si el hecho fuere ejecutado por
culpa del deudor, el acreedor tendr� derecho a (de) exigir que se
destruya lo que se hubiese hecho, o que se le autorice para eles-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N DETERMINADA 261

fuere posible destruir lo que


se
iruirlo a costa del deudor; Si no
_

a (de) pedir los perjui


hubiese hecho, el acreedor tendr� derecho
del hecho) ; y Si la obli
cios e intereses (que le trajere la ejecuci�n
gaci�n fuere hacer, y la omisi�n del hecho resultare impo
de no

hubiese sido obligado a ejecu


sible sin culpa del deudor, (o si �ste
extingue como en el caso del art�culo 627.
tarlo), la obligaci�n se
el ar
No hav dificultad cuando la violaci�n es inimputable:
Todo lo que interesar�
t�culo 888 resuelve cumplidamente el punto.
de acuerdo con los prin
en el caso es esa misma inimputabilidad :

779 y ss. y 784


cipios generales (n� 110; adde Chiovenda, Principii,
y ss.), el acreedor
deber� probar el hecho, la violaci�n de la obliga
la responsabi
ci�n del deudor, para que con ello resulten la culpa y
acredite
lidad de �ste perjuicio de que luego el mismo deudor
; sin
su inimputabilidad, no obstante
el hecho consumado, para lo cual

deber� patentizar la eximente legal del casus (supra, nos 121-1 a).
2o Media la culpa del deudor.

365. Soluci�n alternativa. �

Si la imputabilidad del deudor est� acreditada, entonces viene la


soluci�n doble que el c�digo consagra : o la destrucci�n de lo hecho,
cuando ello es posible (la pared ha sido levantada, el negocio que
ser abierto lo ha sido, etc.) o la indemnizaci�n, cuando

no pod�a
la destrucci�n es imposible (un secreto industrial ha sido divul

gado, etc.), que es lo que ocurre en materia delictual, donde se viola


una obligaci�n ele no hacer (no calumniar, no atacar los derechos

individuales, etc.). Advierto, a prop�sito, que la jurisprudencia se


mantiene en su criterio de que el mero incumplimiento (o la con
siguiente violaci�n del no hacer) se resuelve en da�os e intereses:
�C�mara civil, 62, 323; C�mara civil 2a en 3. T'., 1912, mayo, p. 194;
C�mara de comercio, 31, 400; etc. En alg�n caso, sin embargo, ha
sentado cpie la obligaci�n debe ser cumplida aunque afecte dere
chos de terceros : C�mara civil, 97, 109.
366. Si la mora existe de pleno derecho. Interesa apuntar

la circunstancia de que los da�os e intereses parecen debidos por


la mera ejecuci�n del hecho violatorio : � el acreedor tendr� derecho
a pedir los perjuicios intereses que le trajere la ejecuci�n del
e

hecho �, dice el final del" art�culo 634. De donde se seguir�a que no


hay necesidad de interpelaci�n para que el deudor incurra en mora.
En derecho franc�s indiscutible el asunto, pues hay un texto
es

expl�cito (el del art. 1145: �Si l'obligation esi de ne pas faire,
celui qui y contrevient doit les dommages et int�r�ts par le seul
fait de la coniraveniion �) : lo mismo pasa en otros c�digos, como el
suizo (art. 98, inc. 2o) y el brasile�o (art. 961). Creo, no obstante lo
.ambiguo de nuestro art�culo 624, que igual soluci�n corresponde entre
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
262

nosotros: la interpelaci�n tiende al cumplimiento en las obligaciones


positivas ; en estas obligaciones negativas la interpelaci�n carecer�a
de objeto, pues ese cumplimiento (no hacer) es inconcebible, desde que

ya est� hecho lo contrario ; en otros t�rminos, el no hacer violatorio en

las obligaciones positivas es un no hacer que dura y que puede ce


sar con el hacer de la prestaci�n que cuadre; el hacer violatorio en

las obligaciones negativas es un hecho instant�neo, que no dura (se-


comprende lo convencional de estas expresiones), y que puede no*
cesar por virtud del mero no hacer ulterior (por ej., se ha cometido�

un delito civil, se ha revelado un secreto, etc.). De ah� la conclusi�n de-.

Saleilles (Code civil allemand, edici�n del � Comit� de l�gislation


�trang�re � del ministerio de Justicia de Francia, I, 407 ) quien, al ,

comentar el art�culo 284, hace notar cpie el citado c�digo no es ex

pl�cito al respecto, lo que no obsta a que tal mora deba ser admitida^.
por raz�n de que � si el deudor ejecuta lo que le est� prohibido, re
sulta de ello un incumplimiento, y no un retardo en el mismo �.
III. �

367. Las � astreintes � de la jurisprudencia francesa. �

Cabe agregar una consideraci�n final: la jurisprudencia francesa


se pronuncia, hace mucho, en un sentido especial en materia de
indemnizaci�n respecto de estas obligaciones de hacer o de no hacerr

imponiendo una multa al deudor por cada d�a de retardo ,en el


cumplimiento de su obligaci�n (hacer lo prometido, destruir lo hecho
indebidamente). Algunos autores la critican. Tal pasa con Demo
lombe, XX IV,. 494; Huc, VII, 136 y 145; Baudry, XI, 440; Colin
y Capitant, II, 34-5. Otros la auspician: Planiol, II, 210; Esmein,.
en R. T. D. ('., 1903, 5 y siguientes. La jurisprudencia francesa ha.

llegado a aplicarlas contra una mujer casada, como medio de obligar


la a volver al hogar conyugal que abandonara (R. T. D..C, 1911,.
799, �or,, jurisprudencial n� 11, y 1914, 390, n. 24). En alg�n otro
caso le ha asignado funciones hasta preventivas : R. T'., 1912, 504,

nota jurisprudencial n� 16, y 1916, 99, nota 3 (en el n� 55 he dado

algunas citas respecto del derecho italiano : adde Chironi, Colpa con-
trattuale, 270 y ss., y Colpa exira-contrattuale, 435).
� Ser�a admisible entre nosotros ese sistema de las � astreintes � ?

No lo dudo, siempre epie el acreedor empezara por aceptar esa for


ma de la indemnizaci�n epie se le debe. En primer lugar, porque-
ha.v en �l una positiva indemnizaci�n : se resarce al deudor del per
juicio que �ste sufre con la demora. En segundo lugar, porque me

diante tal multa se tiende a obtener del deudor el cumplimiento-


in natura de su obligaci�n, que eslo que interesa por sobre todo.
ele acuerdo, con principios indiscutibles como los de los art�culos.
505 y 631.
obligaciones de prestaci�n indeterminada 263

Pero casi seguro que nuestros jueces se negar�n a admitirlo.


es

El argumento m�s probable en tal sentido estriba en que la medida


no est� autorizada por las leyes, entendi�ndose que lo estar�a s�lo

en el caso expl�citamente consagrada ; cuando lo con


de haber sido
trario es lo cierto, desde epie est� permitido todo cuanto no est�
prohibido (art. 19, inc. 2o, de la constituci�n, aplicado por el c�digo
m�s de una vez, como puede verse, por ejemplo, en los art. 52-3).
Tambi�n cabr�a observar que entra�a una pena, y que nulla poena
sine lege; pero es dable replicar que no implica pena alguna, desde
eme contiene un mero suced�neo de la indemnizaci�n, y desde que
propende a que se cumpla la obligaci�n debida : si, pues, no es una

pena dicha indemnizaci�n, mal puede serlo esa multa que viene a
reemplazarla y que importa toda una subrogaci�n real, que es de
perfecto derecho (infra, n� 646).

"
cap�tulo v

OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA

SECCI�N Ia

PRENOCIONES

368. Cuadro de tales obligaciones. �

A las obligaciones de
prestaciones ciertas se contraponen las no ciertas o indeterminadas.
Ya se ha visto m�s arriba (n� 302) dos cosasal respecto: Io la
gradaci�n que cabe en esa
indeterminaci�n, y que va de la obliga
ci�n facultativa a la de dar sumas de dinero, al trav�s de la pro
gresi�n de la alternativa, de la de g�nero limitado, de la de
g�nero y de la de cantidad, sin contar las complejidades progre
sivas y entremezcladas de una obligaci�n facultativa o alternativa
con prestaciones de dar y de hacer, de obligaciones gen�ricas com
puestas o ligadas a obligaciones alternativas o de cantidad, etc.;
2o la falta metodol�gica en
que ha incurrido el c�digo, que comienza
por las de g�nero, sigue con las de cantidad y las de dar sumas de
dinero, para terminar con las alternativas y las facultativas (las
de g�nero limitado se encuentran como perdidas en un
precepto
incidental, el del art. 893), casi en orden inverso al que habr�a co

rrespondido.
369. La prestaci�n debe ser determinable. �

Tal indetermina
ci�n es relativa. La prestaci�n es siempre determinable, mediante lo
que se llama elecci�n, opci�n individualizaci�n de la prestaci�n.
o

Si esa determmabilidad fuera imposible, no habr�a


obligaci�n por
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
2gq

falta de prestaci�n. He aqu� la indeterminaci�n m�s absoluta : dar


algo, cpie puede entra�ar lo que se quiera, pues todo ser� algo,
as� se trate de 100.000.000 de pesos como de un grano ch trigo. No
hay all� voluntad concretable ni seria.
En la pr�ctica no es f�cil deslindar lo tolerable y lo inadmisible,
lo determinable y lo indeterminable. � Ser�a determinable la obliga
ci�n de dar viviente, que podr�a
un ser ser una simple c�lula como un

le�n salvaje ? duda, no se podr�a ver all� una manifestaci�n se


Sin
ria. Lo mismo cabe decir de la obligaci�n de dar un animal o una
pla��a, y aun de la de dar un ver�ebrado, ni siquiera un ma
m�fero, o la ele dar una pla��a crip��gama y aun una �al�fi�a, pol
lo mismo que la amplitud de los respectivos g�neros abarca ex
tremos tan remotamente distintos. Ya no cabe decir lo propio cuando
el g�nero abarca una relativa homogeneidad: ciar un caballo, dar
un eucalipfo, pues entonces cabe conciliar todo en un t�rmi
no medio equidistante de los extremos correspondientes. Pero
asci�ndase en la gradaci�n, y d�gase si es admisible el g�nero
de los sol�pedos, a que pertenece el de los caballos : en tales supues
tos la determinabilidad debe ser inducida sobre la base de las cir
cunstancias, de los intereses econ�micos en juego, de los usos y cos

tumbres imperantes al respecto ; cabalmente, sobre los motivos que


hacen inaceptables las indeterminaciones m�s amplias antes in
dicadas.
En resumen, la gradaci�n es insensible, y no admite l�nea fija
entre lo determinable y lo indeterminable. De ah� la potestad del
magistrado para apreciar las circunstancias y resolver en cada caso.

370. En qu� estriba la determinaci�n. �

Lo que conviene
apuntar es que la determinaci�n
indispensable es en todos los casos.

En las obligaciones ciertas, ella consiste en la indivi


ele dar cosas

dualizaci�n de la cosa, por lo mismo que, siendo cierta, ninguna es


igual a otra : por eso habr�a indeterminaci�n, y faltar�a obligaci�n,
en la promesa de dar una casa o un �erreno, aun en la de dar una

casa o un terreno en la ciudad de Buenos Aires, y aun en la de dar


una casa o un �erreno la calle tal entre las de cual y cual de esta
en

ciudad, pues en ninguna de tales promesas hay la cosa cierta que


cuadra. En las facultativas basta expresar cu�l es la prestaci�n
principal y cu�l la facultativa. En las alternativas corresponde espe
cificar cada una prestaciones respectivas. En las de g�nero
de las
limitado, ese g�nero (�un caballo de mi estancia, un caballo del po
trero A de mi estancia, un caballo de tal marca o tal pelo de mi
estancia �, etc.) y la cantidad. Lo propio cuadra en las de g�nero no
limitado, pues, por ejemplo, no ser�a concebible la obligaci�n de
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 265

solo como en un
entregar � eucaliptos �, que podr�a resolverse
en uno

convenida
mill�n (salvo, claro est�, cuando la cantidad hubiera sido
a�o dado,
t�citamente : se estipula la entrega de eucaliptos para un
pero existen antecedentes de que
en
sin especificarse la cantidad,
cada uno de los a�os anteriores se trataba de unos 5000 eucaliptos;
o bien est� sobreentendido que se
trata de los eucaliptos destinados
estancia formar el arbolado de una
a poblar el casco de una o a

calle o camino; etc.). En las ele cantidad, tambi�n procede la doble

de la cantidad y del g�nero : � 1000 hectolitros de vino.


especificaci�n
500 sillas �, etc.

SECCI�N 2a

OBLIGACI�N FACULTATIVA

I. Prenociones. Concepto y origen.


371. Comencemos, �

entonces, por la obligaci�n facultativa, cpie el c�digo ha definido,


sin necesidad alguna, en el art�culo 643: Obligaci�n facultativa es
la que no teniendo por objeto sino una sola prestaci�n, da al deudor
la facultad de substituir esa prestaci�n por otra.
He aqu� un ejemplo concreto : � lego a X 1000 $, pero mi here
dero podr� entregar en cambio de esta suma mi terreno de la calle
tal y n�mero cual�; o bien, �me obligo a dar este autom�vil,, con
reserva del derecho de desobligarme entregando en su lugar tal o

cual terreno o la suma de 10.000 $ �.

La denominaci�n es Delvincourt, que en su Cours


debida a

(II, 131) as� se expresa: �J'appelle obligation � facultative�, celle


qui a pour objet une chose d��ermin�e, ma�s avec la facul�� pour le
d�bi�eur d'en payer une autre a la place �. Pero la obligaci�n era
ya conocida en derecho romano, donde se hablaba, por ejemplo, del
derecho que ten�a el comprador de una cosa adquirida por menos
de la mitad ele su precio, para pagar la diferencia del precio en vez
de restituir lo comprado (Digesto, XLII, Io, 6, p�rr. Io). Son los
jurisconsultos posteriores quienes la precisaron, indicando que la
prestaci�n substituible estaba in fac�ltale solutionis y no in obliga-
tione (como lo est�n todas las prestaciones alternativas). Delvin
court no hizo m�s que trasladar la expresi�n accidental al concepto
mismo de la obligaci�n.
372. Casos legales. Se trata de una obligaci�n bastante

rara, sobre todo en materia convencional: es poco admisible que un

acreedor la acepte, pues siempre entra�a una ventaja para el deu


dor. De ah� epie apenas si se la vea en los testamentos. Ello sin
contar los supuestos en que la misma ley parece consagrarla, par-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
9gg

ticularmente con respecto a las personas cpiienes puede demandar


a

ei acreedor en ciertos casos en que se modifica de alguna manera la


situaci�n originaria de la obligaci�n: v�ase los de los art�culos 676
(concordante con el art. 3497), 1375,. inciso 3o, 1713, 1854, 1968,
2533-69-70, 2779, 2854, 3163, etc., en los cuales se ver� c�mo, en
una forma o en otra, el derecho de un acreedor se encuentra am

pliado en el sentido de que puede optar por otra soluci�n que la

propia o com�n, o c�mo la obligaci�n de un deudor se halla igual


mente morigerada en cuanto �ste puede cumplirla en otra forma

que la ordinaria.
Quiero advertir que en el caso del art�culo 2779 prefiero ver, mal-
grado lo literal de sus t�rminos, un derecho �nico, con otro subsi
diario, antes que un derecho alternativo. He dado las razones en
mi recordado trabajo Reivindicaci�n contra terceros (Revista jur�
dica, 1917, 32 y ss.) : de otra suerte, y no obstante esa literalidad,
se desvirtuar�a el esp�ritu del c�digo, que por sobre tocio quiere la

protecci�n de los terceros de buena fe y adquirentes a t�tulo one


roso. Si, pues, tal derecho no es alternativo, se encuentra en situa

ci�n parecida al derecho facultativo, con la limitaci�n de que la


opci�n no corresponde al acreedor sino al tercero, que podr� obligar
al reivindicante a que ante todo se dirija contra el enajenante o
sus herederos. No ignoro cu�nto va a chocar esta manera de ver

ante los criterios imperantes, pero no me arredra la circunstancia.


Tambi�n debo observar cpie no creo que correspondan a obli
gaciones (o derechos) de este g�nero los casos que cita Baudry (XII,
1048), excepto el primero ele ellos, pues son t�picamente alternati
vas, con la agravante de que el caso del art�culo 120 del C�digo de
comercio (corresponde al del art. 651 del nuestro), y que dicho
autor halla remar quable, lo es mucho menos, pues ni siquiera entra
�a derecho alternativo alguno, sino una simple y �nica potestad.
373. Bibliograf�a. En cuanto a bibliograf�a, puede verse,

adem�s del autor citado : Girare!, 469, nota 1 ; Pothier, Obligations,


243-4; Toullier y Duvergier, III, 2a parte, 700-1; M�ur�on, II, 1238;
Duranton, XI, 154 y siguientes ; Larombi�re, II, 542-3 ; Demolombe,
XXVI, 30 y siguientes; Dalloz, R�pertoire, v� Obligation, 1332 a 4;
Planiol, II, 711 y siguientes; Giorgi, IV, 443 y siguientes; Lomo-
naco, I, 71; Crescenzio y Ferrini, 216; Polacco, Obbligazioni, 41;
Windscheicl, II, 255, notas 5 y 5a; Crome, Teorie fondamentali, 6,
particularmente notas 4 y 11.
II. Efectos. A. 374. Entra�a sola Por
una prestaci�n.

� �

ln dem�s, su nombre es de impropiedad saltante, y hasta


una con

tradictoria (como dice fa-


Maynz, II, 91) : eso ele una obligaci�n �
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 267

cultativa � eoncilia gran cosa con lo exigible de toda obliga


no se

ci�n y ele cualquier derecho.


Pero el sentido de la expresi�n es claro. Lo que no es muy
claro

es el concepto epie entra�a, seg�n


se ver� m�s adelante (n� 382),
cuando estudiemos la obligaci�n alternativa, con la cual ofrece
tantos puntos de contacto.
hay m�s prestasola
En la obligaci�n facultativa no que una

ci�n, que la que por eso se


es llama principal. La otra, la accesoria,
est� corno ella in obligatione, desde que el acreedor carece de
no

cualquier derecho al respecto. De ah� que todo cuanto se diga rela


tivamente a tal obligaci�n, deba ser referido a la prestaci�n prin
cipal.Tal es la regla del art�culo 644: La naturaleza de la obliga
ci�n facultativa se determina �nicamente por la prestaci�n princi
el objeto deella). Y de ah�, una vez establecida la
pal (que forma
existencia de esa obligaci�n principal, todas las diferencias entre
la obligaci�n facultativa y la alternativa.
B. �

375. Esa lo que debe pedirse.


prestaci�n es Del prin �

cipio de fondo del art�culo 644 dimanan casi todos los preceptos
en obligaci�n est� legislada.
epie la
Desde luego, el del art�culo 646 : El acreedor de una obligaci�n

facultativa puede, en la demanda de pago, no comprender sino la


pres�aci�n principal. Mejor dicho, el acreedor s�lo puede pedir la
prestaci�n principal, por lo mismo que es lo �nico que le es debido.
C. Principal o accesoria nula o extinguida. � �
376. Princi
pios. �

seguida, el juego alterno de la nulidad de la principal


En
sobre la accesoria, o viceversa.
Si la principal es nula o se ha extinguido, la accesoria o facul
tativa tambi�n se anula o se extingue. En cambio la nulidad o ex
tinci�n de la facultativa en nada influye sobre la principal, de tal
suerte cpie la obligaci�n se convierte en pura. Es lo que se dispone
en los art�culos 645-7-9-50, aplic�ndose el
principio general del ar
t�culo 525 : Cuando la obligaci�n facidiativa es nula por un vicio
inherente a la prestaci�n principal, lo es tambi�n aunque la presta
ci�n accesoria no tenga vicio alguno; La obligaci�n facultativa se
extingue cuando (la cosa que forme el objeto de) la prestaci�n prin
cipal perece sin culpa del deudor, antes que �ste se haya constituido
en mora, o
porque se hubiese hecho imposible su cumplimiento, aunque
(el objeto de) la prestaci�n accesoria no hubiese perecido, y fuese
posible su entrega; No tendr�n influencia alguna sobre la prestaci�n
principal, ni la p�rdida o deterioro de la cosa, ni la imposibilidad
del hecho o de la omisi�n (que constituye el objeto) de la prestaci�n

accesoria; La nulideid del acto jur�dico por motivo (del objeto) de


DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
268

la prestaci�n accesoria no induce nulidad en cuanto a la prestaci�n

principal.
377'. Observaciones diversas. �

Los preceptos transcriptos


no est�n todo lo bien redactados que ser�a de desear, pero no dejan
de ser claros por eso.
Cabe hacer varias advertencias.
Ante todo, la prestaci�n principal, lo propio que la accesoria,
puede no consistir en dar, sino tambi�n en hacer o en no hacer. No
habr�a raz�n alguna para sostener lo contrario. Si el c�digo se re

fiere al dar, porque supone la situaci�n m�s com�n. Como se ha


es

visto, el art�culo 649 contempla tal situaci�n respecto de la accesoria.

Despu�s, en el art�culo 647, lo mismo cpie en el correlativo pre

cepto del art�culo 649, se alude a la. imposibilidad f�sica (la cosa se
pierde o se destruye o inutiliza) como a la legal (la cosa es puesta
fuera del comercio, por ejemplo en virtud de una ley que estanque
la correspondiente mercader�a, o que prohiba transacciones a su
respecto).
Luego, en materia de deterioro de la prestaci�n principal (siem
pre que, claro est�, dicha prestaci�n sea relativa a una cosa), lo pro
pio que en punto a p�rdida parcial, habr� que estar a los principios
generales del art�culo 580 y siguientes, por lo mismo que nada se
ha dispuesto aqu� en contrario.
En seguida, que la obligaci�n accesoria no influye sobre la

principal ni aun cuando sea nula. Esto parece contradecir en parte


la regla general del art�culo 526, seg�n el cual las cl�usulas acce
sorias que sean imposibles o prohibidas implican la nulidad de la
obligaci�n principal. No' hay tal, sin embargo. Seg�n advert� opor
tunamente (n� 297), esa nulidad s�lo es concebible cuando la obli

gaci�n accesoria sea medio, condici�n, raz�n, etc., de la principal,


cosa que no se tiene en la obligaci�n facultativa.

378. Prestaci�n principal imposible por culpa del deudor.�


Finalmente, el deterioro o la p�rdida son siempre imputables al
deudor, seg�n las normas comunes, a menos que �ste destruya la
presunci�n legal en su contra, demostrando que el da�o, se ha pro
ducido sin culpa alguna de su parte.
De otra suerte ser� responsable en los t�rminos del art�culo
648: Si (el objeto de) la prestaci�n principal hubiere perecido, o se
hubiese hecho imposible por culpa del deudor, el acreedor puede
pedir el precio de la que ha perecido o la cosa que era el objeto de
la prestaci�n accesoria.
La verdad que se trata de una disposici�n poco jur�dica.
Su primer precepto, desde luego, debe ser entendido ele acuerdo
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 269

con los principios generales, que aqu� no han sido derogados. En


de la pres
tal virtud, el acreedor no s�lo tendr� derecho al precio
de la
taci�n perecida o imposible, sino tambi�n a la indemnizaci�n
utilidad esperada, por lo mismo que la obligaci�n incumplida por
hechos imputablesdeudor, da derecho a los da�os e intereses, que
al
506-
abarcan ese doble concepto ele la p�rdida y de la utilidad (art.
ordinario
11-9). Es que el c�digo parece colocarse en el supuesto ,

tes
de una obligaci�n que dimane de un acto gratuito (donaci�n,
los
tamento, etc.), caso en el cual no se responde en principio por
da�os e intereses meramente utilitarios gananciales, por lo mismo
o

que faltar�a en el caso el correspondiente elemento intencional, desde


no se trata de un acto de especulaci�n como en los
contratos
que
onerosos.

Lo m�s grave se encuentra segundo precepto : el acreedor


en el

puede, a su voluntad, pedir el precio de la prestaci�n perecida o


imposible, o bien la prestaci�n accesoria. Esto �ltimo es incompren
sible. Esa prestaci�n no le es debida, por lo mismo que no est�
in obligatione, sino tan s�lo in fac�ltate solutionis. De ah� que ca
rezca el acreedor de cualquier derecho al respecto. Y de ah� que el

c�digo haya convertido en el caso la obligaci�n facultativa en una


obligaci�n alternativa, con derecho de elecci�n en favor del acree
dor, ya que, en principio, se resuelve como en �sta (art. 638-41).
Con todo, cabe justificar en cierta medida la disposici�n legal.
As� como en otros supuestos (art. 2152-3 3780, etc.) ha consagrado
el c�digo en favor del acreedor el derecho de pedir otra especie o
cantidad, no obstante haber quedado individualizadas las anterio
res especie o cantidad ; de igual suerte, en el fondo, ha podido sentar

aqu� que lo � equivalente � de la prestaci�n principal se lo ten�a a


la mano en la prestaci�n accesoria, ya que tal equivalencia, sobre
tocio con relaci�n al deudor, no pod�a ser discutida, por lo mismo
que hab�a empezado por establecerla al reservarse el derecho de
substituirla a la principal.
De todos modos, el precepto resulta excepcional, pues no armo
niza con el concepto esencial de la obligaci�n facultativa. De ah�
que no proceda su aplicaci�n anal�gica. Y de ah� que deba ser res
tringido al supuesto expl�citamente legislado, al de la p�rdida o
imposibilidad totales de la prestaci�n principal. Si la p�rdida o la
imposibilidad son meramente parciales, o si la prestaci�n s�lo ha
sufrido deterioros, unos y otras imputables al deudor, habr� que
hacer jugar los principios generales, entre los cuales es
expreso el
del art�culo 581, sin tocarse para nac�a la prestaci�n accesoria.
D. 379. Cu�ndo se vuelve obligaci�n determinada.
Que-


DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
270

da un punto �cu�ndo la obligaci�n facultativa deja


por estudiar:
ele ser tal para convertirse en una obligaci�n ordinaria o pura, o,
lo que es igual, �cu�ndo desaparece la indeterminaci�n, lo faculta
tivo ele esta obligaci�n, y se le substituye lo determinado y cierto
de la obligaci�n pura?
Es singular que el. c�digo no diga, ni por alusi�n, una sola pa
labra al respecto.
Ya he adelantado, en las generalidades del n�mero 369, la solu
ci�n : debe haberse verificado la elecci�n
opci�n que cuadra por
u

parte del deudor. Una vez elegida la prestaci�n, la restante (o las


restantes, pues cabe una situaci�n compleja) deja de ser debida,
Lo delicado es precisar el sentido de tal elecci�n u opci�n:
cu�ndo la hay, en qu� estriba.
Reservo el estudio para m�s adelante, a prop�sito de la obli

gaci�n alternativa (n� 395 y ss.) : no s�lo porque el asunto es all�


contemplado por la ley, sino tambi�n porque, ciado lo af�n de la
obligaci�n facultativa con la alternativa (n� 382), cuanto se diga
con relaci�n a �sta, que es la com�n, sirve para la otra (art. 16).

SECCI�N 3a

OBL I G ACI�N ALTERNATIVA

I. Prenociones. �

A. �

y formas.
380. M�s usual
Concepto �

que la obligaci�n facultativa, y tambi�n m�s compleja y dif�cil, es


la obligaci�n alternativa, definida en el art�culo 635 sobre el modelo
de Savigny: Obligaci�n alternativa es la que tiene por objeto una
de entre muchas prestaciones independientes y distintas las unas
de leis otras en el t�tulo, de modo que la elecci�n que deba hacerse
entre ellas, quede desde el principio indeterminada (cons. la biblio

graf�a citada para la obligaci�n facultativa, a la cual cabe agregar


Ruce�, Natura giuridica delle obbligazioni alternative, en Rivista
italiana per le scienze giuridiche, 1906, XVI, Io).
He aqu� ejemplos que ilustran esa caracterizaci�n : � me obligo
a entregar este caballo o este carruaje � o bien, � lego a Fulano

10.000 $ o una renta vitalicia ele 100 $ mensuales � ; etc. En tales

obligaciones hay m�s eleprestaci�n, pero el pago de las mismas


una

se har� con una sola de esas prestaciones.

Los ejemplos puestos, son elementales, pues s�lo muestran en


bulto el juego ele la obligaci�n. Pero no abarcan todos los casos po
sibles. Cabr�a suponer hip�tesis como las siguientes : � me obligo a
dar tal coche, o tal caballo, o tal suma de dinero � ; o bien, � lego a I u-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 271

la�o dos de las siguientes cosas: un terreno ele tal extensi�n y ubi
caci�n, o una casa en tal calle y n�mero, o la suma de 20.000 $, o
una renta vitalicia ele 200 $ mensuales, o mi biblioteca � ; o bien, to
los caballos A y B mi biblioteca � o bien � la construc
dav�a, � o ;
me debe
ci�n de una casa y el usufructo de un campo, o el cr�dito que

y la propiedad ele mi f�brica � ; etc. De consiguiente, la alternativa

puede caber no ya entre dos prestaciones tan s�lo, sino entre tres o diez
o cincuenta. Adem�s, no es forzoso que el pago deba ser hecho
con ^

una sola ele las prestaciones contenidas en la alternativa : puede


ser

hecho con dos o m�s, siempre que haya c�mo elegir, esto es, siempre
eme exista la correspondiente alternativa. Ni tampoco es menester
una puede ser
que las prestaciones sean ele igual naturaleza, pues ^
de dar (cosa cierta, gen�rica, cuantitativa, etc.) y otra puede estri
bar en hacer o no hacer. Y ni siquiera es indispensable que la alter
nativa s�lo exista entre dos o m�s prestaciones, pues tambi�n es
concebible en las simples modalidades obligatorias : � lego 100 $ que
mi heredero puede pagar el a�o 1918 o el a�o 1919 � ; o bien, � me
reservo el derecho de pagar esta obligaci�n en Buenos Aires o en

Tucum�n � Es lo que resulta de los art�culos 636 y 641.


; etc.
De ah� los defectos de la definici�n legal. No es preciso que las

prestaciones sean � muchas � : dos, tres o cuatro, por ejemplo, no son


� muchas �, malgrado lo cual autorizan alternativas cabales. Tam
poco es menester que el objeto � de la obligaci�n se concentre en

una sola de tales prestaciones, pues bien puede ocurrir que deba re

ferirse a dos o m�s de ellas. Finalmente el � objeto � de la obliga


ci�n no est� constituido por la prestaci�n, o las prestaciones, que ser
vir� para pagarla ; todas las prestaciones ele la alternativa consti
tuyen tal objeto, pues sin distinci�n se encuentran in obligatione,
ya que el pago puede ser hecho con cualcpiiera de ellas. Es inmediata

consecuencia de esto el que el deudor no podr�a elegir la mitad de
una y la mitad de otra, suponiendo
que fueran as� partibles, porque
ello no responder�a ni a la intenci�n ele las partes ni a la esencia de
la obligaci�n, que supone una (o dos o m�s, seg�n cuadre) ele entre
varias prestaciones, y cuyo pago es indivisible (art, 742). De ah�
�el art�culo 636: El obligado alternativamente a diversas
prestaciones,
s�lo lo est� a cumplir con una de ellas �ntegramente, sea la presta
ci�n de una cosa o de un hecho, o del lugar del pago, o de cosas, hechos
y lugar de la entrega (cons. C�m. civ., 101, 318).
B. Afinidades. 381. Con la de g�nero.

Creo in�til repetir


que entre las prestaciones pueden caber todas las especies: ele dar
cosas ciertas o
cantidades, de hacer, ele no hacer, etc. S�lo hay una
limitaci�n al respecto: las prestaciones deben ser �independientes y
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
272

distintas �, vale decir, espec�ficas y no gen�ricas. En estos ejemplos, i


� me obligo a dar un libro de mi biblioteca, lego uno de mis caballos,

clono uno de los barriles de vino de mi bodega �, etc., no hay obliga- a


ci�n alternativa sino de g�nero (muy limitado, como se ver� m�s
adelante, n� 401), por cuanto las prestaciones no est�n especificadas:
lo estar�an, y la obligaci�n quedar�a alternativa, si se consignara:
� me obligo a dar uno de estos caballos (el caballo A, o el caballo B,
�^
o el caballo C, etc.) ; lego uno de estos libros (el libro X, o el libro Y,

o el libro Z, etc.) ; dono uno ele estos barriles de vino de mi bodega

(el barril de vino blanco, o el barril de vino Jerez, o el barril de vino


Oporto, etc.) �. �Por qu�? Es que la obligaci�n alternativa supone
prestaciones � distintas � (aunque alguna de ellas sea un g�nero) ;
la obligaci�n de g�nero, por limitado que �ste sea, implica una rela
tiva homogeneidad entre los individuos del mismo : un caballo, en T"
principio, es igual a otro caballo, un barril de vino equivale a otro

barril de vino ; etc.


Sin embargo, y como se ve por los ejemplos citados, no hay
diferencia esencial alguna entre la obligaci�n de g�nero y la alter
nativa. �Qu� m�s pr�cticamente el que se diga dono uno
puede dar
de los libros de mi biblioteca (que pueden ser 5000 como 50) o uno
de los barriles de vino de mi bodega (que pueden sumar 50 como 5),
en vez de decir dono uno de estos 5 � 50 libros o barriles, cuando en

esta especificaci�n se incluya todo lo que se contiene en la biblioteca


o en la bodega? Tanto en una forma como en otra, el acreedor ven

dr�a a tener exactamente el mismo derecho.

Hay, pues, una gradaci�n, que se ver� mejor cuaudo se estudie


la obligaci�n ele g�nero, que, como todas las gradaciones, no admite ,

l�neas fijas ele separaci�n. De ah� que no sea posible decir d�nde ^
,/
l empieza la de g�nero o donde concluye la alternativa. Esta es tanto
m�s t�pica cuanto m�s heterog�neas sean sus prestaciones. La de
g�nero es tanto m�s pr�stina cuanto m�s homogeneidad exista entre
los individuos del mismo (cons. Crescenzio y Ferrini, 217).
382. Con la facultativa. Algo muy an�logo hay que decir

con relaci�n a la facultativa. En ambas existe esta situaci�n com�n;


el deudor puede pagar con una de las determinadas prestaciones que
j
""en una u otra obligaci�n se contengan. De ah� la natural dificultad
para precisar si en una circunstancia en que alguien deba pagar
a

su arbitrio con una de dos prestaciones, el respectivo deudor esta

obligado alternativa o facultativamente (cons. Crescenzio .y Fe


rrini, 216).
Las reglas, en situaciones de hecho como �stas, son poco menos
crue in�tiles, pues todo depende de las contingencias y modalidades
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 273

de cada caso, cuya apreciaci�n queda as� librada al criterio judicial,


ele conformidad con las pruebas que al efecto se haya aportado. Muy
en general cabe apuntar que cuando se paralelice las prestaciones,
bien
mediante expresiones inequ�vocas (dar esto o aquello, o si no
muestren
esto, bien aquello, o todav�a ya esto, ya aquello, etc.), que
una disyuntiva cabal, habr� obligaci�n alternativa. Cuando,
al con
el de
trario, se fije desde luego una prestaci�n, y luego se acuerde
recho de poder substituirla con otra, ser� m�s posible ver una obli
gaci�n facultativa.
En los dudosos habr�a que estar, como de ordinario, en
casos

favor de la libertad, e interpretar la situaci�n en favor del deudor.


Ue ah� que correspondiera concluir en el sentido de que la obligaci�n

equ�voca oambigua quedase como facultativa y no como alternativa,


ya que la primera es menos onerosa para
el deudor. Y de ah� lo
criticable de la soluci�n contraria que el c�digo ha consagrado en
el art�culo 651: En caso de duda (sobre) si la obligaci�n es alter-A
nativa o facultativa, se tendr� por alternativa.
383. Con la condicional. �

Menos dificultad ofrece la distin


ci�n entre la obligaci�n alternativa y la condicional, que algunos
autores franceses (Demante y Colmet de Santerre, V, 115 bis; Mar-
cacl� y Pont, IV, 1189) han pretendido. Razonan �stos como sigue:
la prestaci�n cierta que va a resultar de la elecci�n est� subordi
nada a la condici�n ele si es elegida, o de si no se elige la otra.
La confusi�n es evidente. En la obligaci�n condicional hay in-
certidumbre acerca de la obligaci�n misma, que existir� o no seg�n
que la condici�n' se cumpla. No hay nada de ello en la alternativa,
cpie es una obligaci�n actual desde el momento en que surge : de ah�
que el consiguiente derecho sea evidente, y que lo �nico que le falte
sea su individualizaci�n (cons. Demolombe, XXVI, 34; Baudry, XII,

1052 ; Windscheid, II, 255, n. 3 ; Crome, Teorie fondamentali, 6,


n. 4; Ricci, VI, 136; Polacco, Obbligazioni, 42 ; Crescenzio y Pe-
rrini, 218).
Pero no vale la pena insistir sobre el t�pico. Hay en ello una
como ejercitaci�n escol�stica, en que suelen complacerse los autores,

que no se resuelve pr�cticamente en nada, pues sobra el buen sentido


para disipar cualcpiier dificultad al respecto.
C. �

�; 384. Casos legales. Los casos legales de obligaciones


o derechos alternativos son m�s numerosos que los


an�logos en ma
teria facultativa.
Los que tengo anotados, a partir del libro de las obligaciones, y
sin pretensi�n alguna ele agotar la enumeraci�n, son los siguientes :
art�culos 580-1-7, 610-1-2-3-5-9-33, 748, 1215-6,- 1412-3-20-30-89, 1519

Colmo, Oblig. �
T. I. �

18
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
274

y siguientes, 1559 y siguientes, 1709, 1837, 2123-8-30-74, 2482, 2536-


89-96, 2900-2, 3159, 3603, etc.
Tambi�n los hay en otros c�digos y leyes. Puedo hacer caso
omiso de ellos, lo mismo que de los de la alternativa personal conte
nidos en las obligaciones indivisibles y solidarias. Me bastar� citar,
como ejemplos, los art�culos 4o, inciso 3o, 410, 477, 516, etc., del c�digo

procesal para la Capital y los territorios, los art�culos 216, 469, 726,
1232 y siguientes, etc., del C�digo de comercio, el del art�culo 49 ele
la ley 4349 sobre jubilaciones y pensiones, el del art�culo 27 de la
ley 9521 sobre warrants, los de los art�culos 15-7 de la ley 9688 sobre
accidentes del trabajo, etc.
Haj" que tener cuidado, sin embargo. En m�s de un caso el c�
digo precept�a alternativamente s�lo en la forma.
T�mese, por ejemplo, el art�culo 630. Si se lo mira aisladamente,
el acreedor de una incumplida obligaci�n de hacer, puede, cuando el
hecho es ejecutable por un tercero, o pedir esta ejecuci�n o reclamar
da�os e intereses. Tal piensa, en el fondo, Bevilaqua (C�digo civil
commentado, IV, 24-5) a prop�sito del an�logo art�culo 880 del c�digo
,

civil brasile�o. Y no puede ser as�. El principio general y de fondo


del art�culo 505 lo demuestra : la ejecuci�n por tercero es previa a
la indemnizaci�n, que as� no procede sino cuando tal ejecuci�n es
imposible. Y el art�culo 631 establece con bastante energ�a el pre
cepto de que los da�os e intereses no son la soluci�n, sino una solu
ci�n, que s�lo procede en defecto de cumplimiento, por el deudor o
por tercero, de la obligaci�n (como se ve, por lo dem�s, en los ar
t�culos 433-4 supra, n� 358).
En el art�culo 1202 se tiene underecho facultativo y no alter
nativo :
quien dio
quien o recibi� la se�al no est� obligado alterna
tivamente perderla o a cumplir; por donde el perjudicado por el
a

incumplimiento no puede pedir, contra el omiso, que �ste opte, como


en el supuesto de. una obligaci�n
alternativa, pues no hay de por
medio sino una obligaci�n �nica, cual es la ele cumplir el contrato,
que el demandado puede substituir por la de la p�rdida de la se�al
( o el pago del duplo, en su caso, que es lo mismo ) Ya he apuntado, .

a prop�sito (n�
186), que no es �ste el criterio corriente.
En el art�culo 1837 hay tambi�n una obligaci�n facultativa, en
cuanto el donatario con cargo puede substituir la obligaci�n �nica

que tiene de alimentar al donante menesteroso, por el cumplimiento


de otra prestaci�n, para �l subsidiaria, como es la de la entrega de
los bienes donados o la del pago del valor ele los mismos si los ha ena

jenado.
D. �

385. Alternativas aparentes. �

Conviene no confundir
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA
275

con la obligaci�n alternativa ciertas obligaciones ele apariencia en


ga�osa. En estos ejemplos, � lego a Fulano 100 � 200 $ ; me obligo a
dar uno o dos de estos cinco barriles de vino, de estos seis de
cerveza,
de estos tres de co�ac, de estos cinco de whisky de estos siete de
y
cherry brandy �, existen esas apariencias. En el
primero de ellos no
hay alternativa alguna, desde que es ele suponer que si el deudor
elige, pagar� la suma menor, y crue si es el acreedor
quien elige,
pedir� la suma mayor : de consiguiente, la elecci�n no quedar�a � in
determinada �, como quiere el art�culo 635. En el
segundo hay alter
nativa en un solo sentido : s�lo habr� que pagar con uno o con dos
de los cinco barriles ele licores, seg�n quien tenga el derecho ele ele
gir, conn en el caso
anterior; de modo que la alternativa existe no
con relaci�n al n�mero de los barriles, sino en punto a la calidad
del licor.
Por lo dem�s, todo ello es cuesti�n de circunstancias y de prue
ba. Sup�ngase que se dice � me obligo a pagar 100 $ al contado o
200 $ dentro de un a�o�: ni al acreedor ni al deudor les va a ser
indiferente una u otra soluci�n, por cl�nele
dable suponer que cabe.
es
elecci�n entre ambas. Lo mismo se
podr�a arg�ir con relaci�n al
segundo ejemplo : � dar� uno o dos de estos cinco barriles de
licores,
seg�n que el acreedor no me integre la colecci�n de mis medallas
con la que me
falta, o que me la integre �.
II. Riesgos. A. Principios comunes.

Io. 386 Todas



las prestaciones son debidas. La circunstancia de que todas las


prestaciones alternativas sean debidas mientras no


se haya prac
ticado la correspondiente
elecci�n, que entonces individualiza la
prestaci�n y convierte en pura o de
prestaci�n cierta a la obliga
ci�n
alternativa, hace que el acreedor, en el supuesto com�n de
la elecci�n
corresponda al deudor, deba pedir todas las pres
^iie
taciones en la forma alternativa
que cuadra,
desde que no puede
exigir ninguna de ellas en particular. Otra cosa sucede en la obli
gaci�n facultativa : el acreedor no tiene derecho sino
a la presta
ci�n
principal, que lo �nico que as�
es
puede pedir.
2o. �

387. Solidaridad real entre las


prestaciones. Esa �

misma
circunstancia, de que todas las prestaciones sean debidas o
est�n m
obligatione, tiene otra consecuencia-, entre esas
prestaciones
viene a establecerse solidaridad real u objetiva, que tiene con
una

relaci�n a aqu�llas los mismos efectos


que la solidaridad personal'.-
o
subjetiva en las obligaciones solidarias. As� como en
�stas todos
tos deudores son
efectivamente tales ante el
camar el
acreedor, que puede re
pago contra cualquiera de ellos
et
a
elecci�n, y as� como
su
pago (o el acto jur�dico que
equivalga: novaci�n, remisi�n obje-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
276

tiva, etc.) hecho por uno de los deudores


extingue la obligaci�n soli
daria ; as� tambi�n todas las prestaciones de la obligaci�n alterna
tiva son debidas al acreedor (alternativamente, bien entendido) r

hasta que practicada la elecci�n de la prestaci�n con que se haya-


de hacer el pago, se extinga la obligaci�n alternativa. En unas y
otras hay una conjunci�n que solidariza, ya a las personas, ya a las,

prestaciones. En ambas hay una elecci�n. En las dos, una vez prac
ticada esa elecci�n definitiva, la conjunci�n desaparece.
Tal es el concepto de la solidaridad real, que un autor alem�n,.

Fitting, no ha tenido mucha dificultad en descubrir en la obligaci�n


alternativa, que viene as� a ser paralelizada con la solidaria, y que
-

han admitido luego casi todos los autores : Demolombe, XXVI, 8 y


119; Bauclry, XII, 1044 y 1118; Saleilles, Obligation, 9, nota 5; etc.
3� Prestaci�n imposible. �

388.
Principios. La teor�a d�

los riesgos en esta obligaci�n difiere seg�n que sea el deudor o el


acreedor quien tenga el derecho de elegir la prestaci�n (supondr� el
caso m�s com�n, de la elecci�n entre prestaciones y no entre dos o

m�s modalidades, como lugar, �poca, etc., ele la obligaci�n) con la


cual la obligaci�n va a quedar pagada.
Desde luego, hay situaciones comunes, que corresponden al do
ble supuesto.
Primero, la de la
prestaci�n imposible : es una cosa eme ha sido
puesta fuera del comercio, es un servicio que por razones de salud.
no podr� prestar el designado al efecto
(pintar un cuadro, compo
ner una partitura, etc.), y epie nadie puede efectuar en su reem

plazo, etc. Despu�s, la de todas las prestaciones imposibles (o pere


cidas). En el primer supuesto rige el art�culo 638, que reza como si
gue : Si una de las prestaciones no pod�a ser objeto de la obligaci�n, la
otra es debida al acreedor. En el segundo impera el art�culo 642:
Si las prestaciones se han hecho imposibles sin culpa del deudor, la-
obligaci�n queda extinguida. Se supone en ambos casos que el deu
dor no es responsable (cosa que tendr� que demostrar, para destruir
la presunci�n legal en su contra) de la p�rdida o de la imposibilidad
de las prestaciones. Poco importa que sea el acreedor quien tenga
el derecho de elegir. Los principios comunes son aqu� de rigor (art.
579 y 888), por lo mismo que la obligaci�n alternativa no deja de
ser una obligaci�n, y mal
puede ser objeto de un tratamiento espe
c�fico y propio en materia de responsabilidad. Lo propio hay que
decir con relaci�n a la p�rdida parcial o al deterioro inimputables
que impliquen en el hecho una imposibilidad total.
Precisa tener en cuenta respecto del art�culo 638 que en �l se

contempla el supuesto m�s com�n, el de la alternativa entre do�


obligaciones de prestaci�n indeterminada
277

prestaciones. Si la alternativa existiera entre tres, el perecimiento


o la imposibilidad ele una de ellas
dejar�a la obligaci�n siempre con
su car�cter, con la �nica limitaci�n de
que ahora la alternativa s�lo
cabr�a entre dos prestaciones y no entre tres como antes. Si la alter
nativa existiera entre, cuatro o cinco
prestaciones, el
perecimiento
o. la imposibilidad de dos ele ellas, en nada desvirtuar�a la obliga
ci�n, que permanecer�a alternativa con relaci�n a las
prestaciones
�que subsistieran. Y as� de seguida.
389. Aplicaci�n
las llamadas hipotecas a oro.
en
Y es ele �

observar que en este art�culo 638 finca el


eje civil de la jurispru
dencia relativa a lo que se ha dado en llamar
hipotecas a oro, que
tanto ha convulsionado nuestra vida
jur�dica.
He aqu� el texto de la cl�usula
se hab�a generalizado en
que
casi todos los
pr�stamos hipotecarios hechos por compa��as extran
jeras, com�nmente francesas o belgas: �La devoluci�n del
capital
ser� efectuado en monedas met�licas de
sellado efectivo y so
oro
nante, o en giros sobre Par�s (o
Amberes, etc.), a opci�n del aeree-'
dor, con exclusi�n de todo papel u otra moneda creada o
por crear
se �, etc.
(excluyo detalles, as� como la insistencia con
que se
repet�a que eLpago s�lo podr�a ser hecho en oro o en
giros elecci�n a
delacreedor).
Pues bien, las leyes de
emergencia dictadas con motivo de la
conflagraci�n (n- 9481-3, 9506, etc.), particularmente
aquellas que
clausuraron la Caja de conversi�n en
punto a la entrega de oro
pues se quer�a salvaguardar la
garant�a de nuestras emisiones de . -

papel moneda (que importan m�s ele mil millones


de pesos) y las
que prohibieron cualquier
exportaci�n de oro, con excepci�n 'de las
peque�as cantidades para personal de los viajeros, convirtieron
uso
en legalmente imposible de los dos �nicos extremos de
uno
la indi
cada alternativa. De ah�
que, seg�n es de derecho
gaci�n se concentrase en la otra
com�n, la obli
prestaci�n, y. dejase de ser alter
nativa para convertirse en
obligaci�n de prestaci�n cierta (Wind-
-heid, II 255, n. 12; Dernburg,
II, 27, c; Crome, Teorie fon-
a; Sale�leS' 0hU9a�0n>
doTuTtulie'
dor no tuviese
que pagar sino en
*' **>� Y d6 ah� *� * **
giros, como se resolvi�
* mUCh� m�S
non� iST0 ^^
el,Tnt� e�mplej0- Pero a
PUnt� ^ V�Sta alte-ati-- Y
nos�tros

U'ZI
a �T
soluci�n indicada,
i
la que ha prevalecido en
que es
tal sentido, en

nuestra inris
Prudencia (C�m. civ. T en R.
L.J., IX, 863, y en J. A., I 60) y
neg� en reuniones plenarias ele las
dos c�maras civiles n
dos oca
�iones distintas y repetidas (G. F., 21IIVI917 / A Jo? ?
hesitacionel
v TT
** de algunas
y
^M^L^^^
DE LAS obligaciones en si mismas
278

la �nica correcta. Advierto, a prop�sito, dos cosas : Ia que un fallo-

aparentemente adverso de la C�mara civil Ia (G. F'., 3|X|917), se-

explica porepie en el caso se trataba de pesos oro sellado, y porque


adem�s no mediaba la alternativa de los giros; 2a que el recurso
federal contra las sentencias de las c�maras en pleno, fu� rechazado^
por la Suprema Corte (G. F 5|X|917, y 3. A., II, 849). Y esa juris
.,

prudencia plenaria ha continuado siendo aplicada, aun por la C�mara


civil 2a, en los casos ordinarios : cons�ltese fallo de este tribunal en
3. T., II|918, 65.
Todo estriba en determinar si efectivamente se tiene en las refe
ridas leyes la imposibilidad haga desaparecer
que la
prestaci�n en
oro. Y es dif�cil no verla. Es verdad que alg�n acreedor lleg� a'
ofrecer el oro necesario, y hasta por el precio corriente, al deudor,,
para que �ste lo adquiriese y pagase luego con �l. Pero no se trata
de eso. Las leyes de emergencia consagraron m�s que una imposibi
lidad material una imposibilidad legal, en cuya virtud el comercio
y la exportaci�n de oro quedaban prohibidos, cosa que no puede
discutirse, m�xime ante la circunstancia de que las compa��as acree
doras eran todas extranjeras.
Se comprende la insistencia de los acreedores. El pago en giros.
les habr�a representado una p�rdida m�s o menos indirecta, Supo
niendo que el pr�stamo fuera de 100.000 $ oro, al deudor le habr�a
bastado emplear, para el pago en giros, poco m�s de 70.000 % oro o
de 160.000 $ papel, por raz�n de que el franco, que val�a 20 centavos
oro en �pocas normales, s�lo costaba unos 14 o 15 centavos en la.

�poca de la guerra.
Pero tal circunstancia no pod�a ser decisiva. Lo cierto es que
el deudor pagaba el total de su obligaci�n, entregando los 500.000
francos acleudados. Si �stos ten�an menor poder adquisitivo por
raz�n de su depreciaci�n, ello ser�a as� en Europa, donde son mo
neda, y no en nuestro pa�s, donde no hay m�s moneda que la de-
nuestras leyes.
Es verdad que se quiso por dichos acreedores hacer derivar la
soluci�n en otro sentido : toda obligaci�n a oro puede ser satisfecha
en moneda nacional (art. 11 de la ley de moneda). Pero no se tenia

en cuenta : 1� que ello es as� con relaci�n a las obligaciones a oro-

nacional, y no con respecto a las de oro extranjero (francos, etc.),


que no es moneda en el pa�s; 2o que la cl�usula estipulada exclu�a
bien en�rgicamente la moneda nacional.
Tambi�n es verdad cpie se lleg� a sostener que esa exclusi�n era
ilegal, porque lo relativo a moneda es de orden p�blico y no puede
ser ele arbitrio privado. Pero es evidente el error. Las partes piie-
obligaciones de prestaci�n indeterminada 279

como A puede estipular


den convenir lo que quieran al respecto : as�
100 francos epie recibe entregar� un caballo
o
(pie en cambio de los
de bien convenir en epie entregar� francos
libros, puede
una partida
Lo que es irrenunciable no es eso sino esto
y no pesos nacionales.
i la substituci�n de la moneda nacio
otro, que est� fuera ele cuesti�n
cosa o valor
nal por otra moneda extranjera, considerada no como
moneda y con poder chancelatorio como la nuestra, e
im
sino como
en el caso era cabalmente
puesta a un deudor nacional ; siendo que
invo
lo contrario lo que ocurr�a, pues era el deudor nacional quien
caba tal derecho, y no el acreedor quien pretend�a la correlativa

obligaci�n.
Del punto de vista de los principios no cabe discusi�n. Ahora,
con que debemos tratar al capital ex
que ello implique el cuidado
tranjero, etc., es asunto de otro orden, y que no juega inmediata
mente en aparte de que, ante todo, debemos cuidar nuestras
el caso,

leyes y soberan�a (cons. sobre el tema: Drago, Pinero y Paunero,


Hipotecas a oro; Acevedo y C�rcano, Hipotecas a oro; Saavedra La,-
mas, Pr�stamos hipotecarios; Bec�, Pago de hipotecas
de moneda

extranjera) .

B. Si el deudor elige. �

390. Principio sobre el -derecho de


elecci�n. Supondremos, primero, que el deudor elige, ya que tal es

la regla adecuada, por. lo mismo que en principio conviene favorecer


al deudor en cualquier obligaci�n. Lo dice el art�culo 637: En las
obligaciones alternativas, corresponde al deudor la elecci�n de la pres
taci�n (de uno de los objetos comprendidos en la obligaci�n) ; cons.
C�m. civ., 169, 81, y 180, 81, as� como C�m. civ. 2a en R. L. 3'., III,
72, donde se ha aplicado el principio, concordante con el del art�cu
lo 601, en un interesante caso hereditario.
Hay que apuntar que el c�digo s�lo contempla el supuesto de
la p�rdida total. De ah� que en materia de p�rdida parcial o de dete

rioros, haya que referirse a los principios ordinarios.


391 Imposibilidad de una prestaci�n.
. He aqu� el texto que

legisla todos los casos de p�rdida: Si uno de los objetos prometidos


no pudiese realizarse aunque sea por culpa del deudor, o por otra

causa cualquiera, debe prestarse el que ha quedado. Si ninguno de

ellos puede prestarse, y el uno ha dejado de serlo por culpa del deu
dor, �ste tiene la obligaci�n de entregar el valor del �ltimo que hu
biese dejado de poder ser prestado (art. 639 : cons. C�m. civ., 164, 29).
En verdad que la disposici�n est� lejos ele hallarse bien redac
tada : se trabuca prestaci�n por objeto (que supone cosa material, y
que excluye las prestaciones que estriben en hacer o en no hacer),
y se establece unas concordancias o correlaciones ele lo m�s raras.
de las obligaciones en si mismas
2go

As�, por ejemplo, estar�a mejor : � Si una de las prestaciones se ha


vuelto imposible aunque sea por culpa del deudor, se deber� la que
haya quedado. Si todas se han hecho imposibles, y el deudor es
responsable con respecto a una de ellas, �ste tiene la obliga
ci�n de entregar el valor de la �ltima que hubiese podido ser
prestada �.
El primer precepto es consecuencia del art�culo anterior, 638,

que no hace m�s que sancionar el principio de la concentraci�n, en


cuya virtud la obligaci�n se concentra progresivamente en las pres
taciones que van subsistiendo, hasta convertirse en una obligaci�n
ordinaria o pura, de dar una cosa cierta, o de hacer o no hacer algo
determinado, cuando s�lo subsiste una ele las prestaciones.
Y el principio se explica aqu� porque no se hace m�s que inter

pretar la intenci�n del deudor. Este puede razonar as� : � yo deb�a


las prestaciones A y B ; es verdad que la prestaci�n A se ha perdido
o hecho imposible por mi culpa ; pero como yo no la hubiera elegido

para el pago en caso de haber subsistido, mal puedo ser responsable


a su respecto, por lo mismo que el acreedor no puede invocar dere

cho alguno sobre lo cpie jam�s le habr�a correspondido �. De ah� que


la obligaci�n se concentre en la prestaci�n epie quede (supongo, como
siempre, el caso m�s ordinario), y se convierta en una obligaci�n de
dar una cosa cierta (o ele hacer o no hacer algo, seg�n cuadre).
392. Imposibilidad de todas las prestaciones. El segundo�

precepto se justifica tambi�n por efecto ele ese principio de la con


centraci�n. Poco importa que una ele las dos prestaciones se haya
perdido por culpa del deudor, ni que la culpa ele �ste exista con
relaci�n a la �ltima cpie quedara. Siempre es cierto que la obliga
ci�n se concentra en esa �ltima prestaci�n, como en el supuesto pre
cedente. La �nica diferencia admisible es �sta: si es la �ltima pres
taci�n la que *e ha perdido o hecho imposibleculpa del deudor,
por
�ste deber� no s�lo el valor de ella,como se dice en la ley, sino tam

bi�n los da�os e intereses consiguientes, pues la obligaci�n se hab�a


convertido en obligaci�n de dar cosa cierta (o de hacer o no hacer
algo determinado), por donde ser�n aplicables los principios corres
pondientes (art. 579 y 628).
C. Si el acreedor elige. �

393. alguna pres


Imposibilidad de
taci�n. Las situaciones cambian si es el acreedor quien elige.
��

Tambi�n a este respecto, el c�digo s�lo contempla la p�rdida


total de la prestaci�n. De .ah� que el resto (p�rdida parcial, deterio

ros, mejoras, frutos, etc.) quede sujeto a los principios comunes.


El texto que rige sobre el punto es el del art�culo 641: Cuando
la elecci�n fuere dejada al acreedor, y una de las cosas se hubiese
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 281

perdido culpa del deudor, el acreedor podr� reclamar, o la cosa


por
se ha perdido. Si se han perdido
que ha quedado, o el valor de la que
las dos cosas por culpa del deudor, el acreedor puede reclamar el
'valor de la una o de la otra. Lo mismo se observar� si las prestacio
nes que comprende la obligaci�n no fuesen de entregar cosas, esti
m�ndose. entonces por el juez el valor de la que, elegida por el acree

dor, no puede prestarse.


Las razones del precepto son de toda obviedad. El deudor no

puede por su imputable desnaturalizar la obligaci�n alterna


hecho
tiva y convertirla en pura o de prestaci�n cierta, pues con ello
quitar�a al acreedor tocio un derecho, el de la elecci�n de la presta
ci�n. Por eso puede �ste pedir el valor de la que se ha perdido, o el
ele cualquiera de ellas cuando las dos se han perdido.
394. Observaciones complementarias. Hay que agregar al

texto dos observaciones principales. He aqu� la primera : el acreedor

puede exigjr no s�lo el valor de la prestaci�n, sino tambi�n los da�os


e intereses consiguientes, por lo mismo que ello es de derecho com�n

(art. 506-11-9), que aqu� no se ha derogado. He aqu� la segunda:


la ley supone la circunstancia ordinaria de que la alternativa abar
que s�lo dos prestaciones; si abarca tres o m�s, aunque dos de ellas
se perdieran por culpa del deudor, la situaci�n se regir�a por el pri

mero ele los dos preceptos del art�culo 641, y el acreedor podr�a pedir

a su voluntad el valor ele cualquiera de las prestaciones perdidas

(con los da�os e intereses), o cualquiera de las prestaciones que sub


sistieran (cons. Ricci, VI, 147).
Y conviene apuntar el siguiente fallo de la C�mara de comercio

(29, 414) : El deudor debe pedir al acreedor que tiene derecho de


.elecci�n, que practique �sta, pues si no debe someterse a la forma
y �poca que aqu�l se�ale (otro tanto podr�a decirse respecto del deu
dor omiso en elegir, cuando le correspondiera tal
derecho).
Es observable su justicia. No se ve c�mo el deudor pueda con
vertirse en todo un arbitro ele la situaci�n. La justicia privada su
pone, dentro de nuestro r�gimen jur�dico y social, un precepto legal
que la autorice. Lo m�s que puede pedir es que el juez lo autorice
para practicar la elecci�n en defecto del renitente, titular del derecho
(art. 766). Y el juez �podr� o no autorizarlo, seg�n las circuns
tancias.
III. Elecci�n. �

A. Concepto.
395. Doctrinas corrientes.

Corresponde estudiar ahora el concepto de la elecci�n : � cu�ndo la


hay? �en qu� consiste?
Esa elecci�n (que volveremos a encontrar en las
obligaciones de
g�nero y en las de cantidad, si bien a este �ltimo respecto con otro
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
232

nombre), que individualiza la prestaci�n y cpie hace desaparecer la


obligaci�n de prestaci�n indeterminada para convertirla en obliga
ci�n de prestaci�n cierta, puede estribar en tres actos distintos: el
deudor (supongo siempre la circunstancia ordinaria) separa la pres
taci�n con que va a hacer el pago, o bien dirige al respecto una de
claraci�n al acreedor signific�ndole que le va a pagar con tal o cual jk
prestaci�n, o bien realiza el pago efectivo entregando para ello una
de las prestaciones debidas. De ah� las tres doctrinas posibles, que
los autores alemanes han sistematizado (cons. Saleilles, Obligation,
11), y que respectivamente han denominado de la separaci�n, de la +~
declaraci�n y de la entrega. Al efecto Ihering les hab�a precedido
con una larga disertaci�n (Ob se wat-ion sur la th�orie des risques
dans le contrat de vente), que figura en el tomo II de sus (Euvres
choisies, 87 y siguientes, particularmente a partir de la p�gina 125.
Algunos autores franceses, como Baudry (XII, 1066), han adoptado
el principio del gran maestro ele G-ottingen, que sostiene que el genus
debido no se convierte en species, no queda individualizado, sino me
diante la efectiva entrega de la cosa (lo mismo llega a admitir el
italiano Ricci : VI, 140). El c�digo alem�n resuelve, en materia
de obligaci�n alternativa, cpie esa individualizaci�n queda hecha \s
mediante la debida declaraci�n dirigida por quien tenga el derecho
de elecci�n a su contraparte (art. 263). En el c�digo suizo se sigue
la doctrina francesa de que los riesgos de la prestaci�n son a cargo
del acreedor desde el momento en que la obligaci�n se contrae
(art. 71-2 y 185).
396. Soluci�n ante nuestro derecho. Entre nosotros hay


una serie m�s o menos encontrada de principios aplicables. Desde

luego, el del art�culo 577 : los peligros y beneficios son de cargo y en


provecho del deudor, y no pasan al acreedor sino mediante la tra
dici�n. En seguida, el silencio del c�digo en los art�culos en que habla ^
de la elecci�n respecto de obligaciones alternativas o de g�nero. Des

pu�s, el art�culo 609, aplicable por analog�a, en cuya virtud la can- 4-


. tidad debida queda individualizada cuando haya sido contada, pe
sada o medida, seg�n cuadre, � por el acreedor � (v. art. 1342). Luego,
la nota del codificador al art�culo 637, seg�n la cual � una declara
ci�n verbal no le obligar�a (al deudor, cpie manifestase qu� presta- l.
ci�n resuelve elegir), y puede cambiar de idea hasta que haya cum
plido la prestaci�n �. Finalmente, el art�culo 672 dispone que la
obligaci�n alternativa ser� divisible o indivisible seg�n sea la pres
taci�n cierta a pagarse, por virtud de la � opci�n del acreedor, o del 1
deudor con conocimiento del acreedor �.

Parecer�a, as�, epie se hubiera adoptado en el c�digo la doctrina


OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 283

de Ihering : dicha nota es expl�cita como el art�culo 577, y en su


tan

virtud la individualizaci�n quedar�a hecha con la entrega.


No creo, con todo, que sea esa la soluci�n que corresponda. Una
cosa es el riesgo, otra cosa es el derecho de elecci�n. El acreedor
no

ser� propietario de la cosa debida sino cuando la tenga en su pose


si�n. Pero no se trata de eso. Lo que est� en juego es esto otro : a

partir de qu� momento la obligaci�n indeterminada se ha convertido


en obligaci�n de prestaci�n cierta, para poder aplicarle entonces los

principios ele esta �ltima, en que igualmente el acreedor no es pro


pietario sino desde que se le haya hecho tradici�n de la cosa. � Cu�n
do, pues, el genus (en que encuadra la obligaci�n alternativa) se
convierte en speciesf �cu�ndo la prestaci�n queda individualizada?
Hay que decidirse entre las tres soluciones antes indicadas. La
de la entrega o tradici�n debe ser descartada sin miramiento, pues
�sta no juega para nada en el car�cter de acreedor o deudor de una
obligaci�n. Lo mismo hay que decir de la de la separaci�n : �sta

podr�a ser hecha sin conocimiento del acreedor, por donde podr�a
caber la impugnaci�n de �ste y el pleito consiguiente ; fuera de ello,
no se encontrar� en el c�digo (ni, en general, en el derecho compa

rado) ning�n auspicio de esa soluci�n. Queda la de la declaraci�n,


que es la �nica que considero admisible. Est� en juego una relaci�n
de derecho puramente personal, y no se concibe que ella no pueda
ser fijada mediante una manifestaci�n de voluntad, cuando esto es

de riguroso principio (arg. del art. 1197 y de los art. 898 y 1040).
Tal soluci�n puede ser apoyada en varias circunstancias. La
nota al art�culo 637, al excluir la declaraci�n verbal, parece referirse
a una simple manifestaci�n de voluntad no
dirigida al acreedor, o
todav�a no recibida por �ste, �nica retractable seg�n los principios
(art. 875, 1150, etc.). Freitas, que tanto ha contado en nuestro c�
digo, dispone en el inciso Io de su art�culo 912, que la elecci�n del
deudor debe ser hecha � con conocimiento del acreedor � (la ele �ste,
en su caso, supone el conocimiento del
deudor, pues no se la concibe
sino manifestada al mismo) ; en el art�culo 922, en materia de obli
gaciones cuantitativas, estatuye que las cantidades quedan indivi
dualizadas � despu�s que fuesen contadas, pesadas o medidas por el
acreedor, o con su intervenci�n o aprobaci�n � ; y en el art�culo 957,
inciso 5o, al hablar ele la elecci�n en materia de obligaciones alterna
tivas, tiene una referencia expresa al citado art�culo 912, inciso 2�,
que especifica el concepto de la elecci�n en punto a obligaciones.
gen�ricas. Finalmente, nuestro art�culo 609 (parcialmente repetido
en el art.
1342), no deja lugar a dudas: si las cantidades quedan in
dividualizadas cuando son contadas, pesadas o medidas por ei aeree-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
284

dor, porque, evidentemente, �ste conoce la circunstancia y est� al


es

cabo ele la situaci�n que as� se crea con la prestaci�n espec�fica que
habr� ele servir para satisfacer su cr�dito; y el texto del art�culo
expresamente refiere la obligaci�n alternativa, al hablar
672, que se a

de la elecci�n del deudor conocimiento del acreedor �, es dema


� con

siado claro para mostrar que en el caso no hay otra circunstancia


jur�dica que una mera manifestaci�n o declaraci�n de voluntad
(cons. Giorgi, IV, 340; Polacco, 44 ; Windscheid, II, 255, n. 9 ; Crome,
Teorie f ondamentali, 6, n. 16; Zaehariae- Crome, II, 280, n. 8).
B. Efectos. �
397. Principio. Hay que apuntar todav�a dos

cosas a prop�sito de la elecci�n.


La primera observaci�n tiene que ver con los efectos de la
elecci�n.
Por de contado, el efecto fundamental estriba en individualizar
la prestaci�n y en convertir la obligaci�n alternativa en obligaci�n
de prestaci�n cierta. De ah� que s�lo a partir de entonces resulte exi

gible la obligaci�n, a menos que haya alg�n t�rmino; y que, por lo


mismo, proceda la v�a ejecutiva (si se tiene documento al efecto:
art. 465 del c�digo procesal para la capital federal y los territorios),

seg�n se ha resuelto respecto de obligaciones ele g�nero (C�m. com.,


32, 99), lo cnie puede aplicarse a cualquier obligaci�n de prestaci�n
ineieterminacla por la identidad fundamental de cualquiera de ellas.
398. Retroactividad. Pero �a partir de cu�ndo es ello as�?

Concretamente: �la elecci�n tiene efecto retroactivo, en cuya virtud


la obligaci�n viene a quedar como pura d�sele que la obligaci�n se

contrajo? �o no lo tiene, y s�lo desde el momento de la elecci�n hace


que esa conversi�n se opere?
El asunto carece entre nosotros de la importancia pr�ctica que
tiene en derecho franc�s, por lo mismo epie en nuestro c�digo la
convenci�n de que nazca la obligaci�n no engendra derecho real
alguno, que s�lo va a surgir con la tradici�n. Apenas si esa impor
tancia pr�ctica puede jugar en materia de riesgos (mejoras, aumen
tos, frutos, deterioros, etc.), que habr� que computar con relaci�n
al d�a en que la obligaci�n se contrajo o al de la elecci�n, seg�n que
ese efecto retroactivo se produzca o no, por lo mismo que el derecho

del acreedor a la cosa elegida nacer� en uno de esos dos momentos,

ya que 'hasta la elecci�n s�lo ten�a un derecho indeterminado.


Considero que la retroactividad de la elecci�n se impone, en
virtud del expresado principio de la concentraci�n (cons. Saleilles,
Obligation, 10 ; Baudry, XII, 1074 ; Giorgi, IV, 435 ; en contra, Lau-
rent, XVIII, 240 ; Ricci, VI, 138 ; Crescenzio y Ferrini, 202 ; Segovia,
I, 159, n. 1), por lo mismo que el acreedor es tal a partir del momen-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 285

to en obligaci�n ha empezado a existir, y por lo mismo que la


que la
elecci�n no puede haber entra�ado la virtualidad de crear su derecho
de tal, sino apenas de fijarlo con relaci�n a la species debida, que as�
viene a corresponderle desde ab initio. Por lo dem�s, tal retroacti
vidad s�lo puede jugar entre las partes, de conformidad con lo dis
puesto en el art�culo 579 y siguientes, pues con relaci�n a terce
ros s�lo es concebible cuando �stos sean de mala fe, vale decir, ha

a la cosa adqui
yan conocido la obligaci�n del deudor con respecto
rida (art. 592 y ss.).
C �

399. Elecci�n en obligaciones peri�dicas. La segunda �

se contiene en el art�culo 640: Cuando la obligaci�n alternativa con

sista en prestaciones anuales, la opci�n hecha para un a�o no obliga


peira los otros
He aqu� la hip�tesis : A es acreedor alternativo de prestacio
nes anuales que consisten en una pensi�n mensual de tantos pesos
o en la renta anual que produzca una cualquiera ;
casa o un campo
si elprimer a�o ha
elegido (por
se el deudor
por �l, seg�n corres o

ponda), la pensi�n mensual, el a�o siguiente se puede elegir la renta


anual, para volverse a cambiar la elecci�n en el a�o subsiguiente, y
as� de seguida.
Es que cada per�odo es mirado con toda independencia, por
donde el acreedor no viene a tener derecho a una sola obligaci�n
alternativa, sino a tantas obligaciones alternativas cuantos sean los
,

a�os en juego.
Por lo dem�s, ello ser� as� cuando nada en contrario resulte
de las circunstancias, cosa que tendr�a que demostrarse
por quien
pretendiera un r�gimen distinto del establecido en el precepto del
art�culo 640, que viene a entra�ar toda una
presunci�n. Cabe ver
el supuesto en situaciones parecidas a la del art�culo 3772:
cuando,
por ejemplo, se disponga por el testador que lega durante diez a�os
la renta de tal casa o campo o una suma
mensual, para que sean
entregadas al legatario al cabo de ese plazo, no es posible ver all�
prestaciones anuales o mensuales, sino una prestaci�n �nica, en que
no proceder�a
aquel juego independiente.

SECCI�N 4a

OBLIGACI�N DE GENEBO

I. Caracterizaci�n. 400.

Principios.
Henos ya en la obli

gaci�n de g�nero, que el c�digo llama �de dar cosas inciertas no


fungi�les�, como para distinguirlas ele las ele dar
cantidades, que
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
286

tambi�n son obligaciones gen�ricas, pero que son relativas a cosas

fungibles, o, lo eme ser�a m�s exacto, m�s fungibles epie aqu�llas,


ya cpie hay menos individualidad y m�s caracteres comunes entre
un az�car o vino y otro az�car u otro vino, que entre un libro
un

o un caballo y otro libro u otro caballo.

Se entiende por g�nero (o especie, como tambi�n se suele decir)


el ele individuos que tienen ciertos caracteres comunes. En
conjunto
tal virtud se determinan las diversas clasificaciones zool�gicas, bo
t�nicas, etc., que parten del individuo
remontarse, al trav�s
para
de toda una serie de tipos, familias, �rdenes, grupos, clases, etc.,

epie representan progresivamente g�neros m�s y m�s extensos, hasta


el g�nero supremo, genus summum, que no se contiene en ning�n
otro g�nero, y que viene a ser lo m�s extenso, as� como el individuo,

species �nfima, representa lo menos extenso, y, por eso, lo m�s com


prehensivo.
De ah� lo relativamente ambiguo de la expresi�n g�nero, pues
hay g�nero y g�nero : una especie cualquiera es g�nero con relaci�n
a las subespecies que comprende, y viene a ser especie (o subespe-

cie) con respecto a los g�neros ulteriores en que est� contenida. Por
eso hay g�neros m�s amplios o m�s extensos que otros. He aqu� un

g�nero : un autom�vil, que viene a ser especie de este otro : veh�culo,


y que es g�nero con relaci�n a autom�vil de carga. Lo mismo d�gase
de este concepto : libro de geograf�a. Es g�nero respecto de estos
otros: libro de geograf�a argentina, que a su turno es g�nero de
�ste : libro de geograf�a argentina para escolares, etc. Y es especie,
y subespecie en distintos grados, de los siguientes : libro de ciencia
natural, libro de ciencia, libro, publicaci�n, etc.
401 . � G�nero
y � g�nero limitado �.
� Y en derecho se �

agrava el asunto ante la circunstancia de lo convencional de la idea


de g�nero. Cuando alguien promete dar un caballo de su estancia,
un libro de su biblioteca o un barril de su bodega, promete una cosa

gen�rica, pues se refiere a una prestaci�n que tomar� de entre un


conjunto m�s o menos extenso de individuos, y entiende hablar de
ese conjunto como de una colecci�n de individuos cpie presentan

caracteres semejantes o comunes, .exactamente como los bi�logos en


tienden discurrir sobre tipos, �rdenes y todo el resto.
Por eso es imposible establecer una l�nea divisoria entre lo que
pueda ser mirado como g�nero limitado y lo que pueda ser g�nero
ilimitado, pues tocio es cuesti�n ele m�s o menos: un libro de geo
graf�a de la secci�n A de mi biblioteca, es limitado, pero no tanto
como un libro de
geograf�a f�sica de la secci�n A de mi biblioteca,
y m�s limitado que un libro de geograf�a de mi biblioteca, o un libro
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 287

de mi biblioteca, o un libro de las bibliotecas de Buenos Aires, o

un libro de las bibliotecas de laArgentina. hasta llegarse al sim


. .

viene a ser
ple libro, que ser�a al respecto el g�nero supremo, si bien
especie de objeto o de cosa, que, a su turno, son algo.
Y as� como antes hemos hallado que no era posible distin

guir netamente la obligaci�n alternativa de la de g�nero limitado


(n� 381), ahora nos encontramos con lo mismo entre la de g�nero
limitado y la ele g�nero; por donde, si se extrema las cosas, tam
poco es dable separar la alternativa
de la de g�nero.

Tenemos, por eso, que volver a lo convencional del asunto. La .

obligaci�n de g�nero es la cpie tiene por objeto una prestaci�n cpie


corresponde a una colecci�n, conjunto o � g�nero � de cierta ampli
tud, dentro de nuestros h�bitos y costumbres habladas. Ser� de g�
nero limitado la obligaci�n prestaci�n corresponda a un con
cuya

junto reducido de individuos. Ser� alternativa la obligaci�n cuyas


prestaciones, individualmente determinadas, y m�s o menos homo
g�neas o heterog�neas, constituyan un conjunto de toda limitaci�n,
pues en la pr�ctica ser� muy rara una alternativa entre m�s de
dos o tres prestaciones.
II. �

402. Elecci�n. En las obligaciones de g�nero nos


encontramos tambi�n con el problema de la elecci�n. Nada tengo

que agregar a lo dicho (n� 395 y ss.), acerca de lo que tal concepto
entra�a pr�cticamente.
S�lo hay que apuntar los dos preceptos del c�digo que regulan
su ejercicio. Son los de los art�culos 601-2 : Si la obligaci�n que se

hubiese contra�do fuere de dar una cosa incierta no fungible, la


elecci�n de la cosa corresponde al deudor; Para el cumplimiento de
estas obligaciones, el deudor no podr� escoger cosa de la peor cali-
deid de la especie, ni el acreedor la de mejor calidad cuando se hu
biese convenido en dejarle la elecci�n:
Lo primero es intuitivo, y se funda en la misma raz�n que
determina al legislador a reconocer igual derecho al deudor en ma
teria de obligaci�n alternativa (supra, n� 390; y C�m. civ. 2a en
R. L. 3., III, 77). Lo segundo tiende a
interpretar la intenci�n
presunta de las partes, y a imprimir el consiguiente viso de seriedad
a la
elecci�n, que de otra suerte se resolver�a en pretensiones impro
pias o exageradas.
III. Efectos. �

A. Antes de la elecci�n. �

403. Regla. ��

Los efectos de esta obligaci�n pueden anteriores


ser o posteriores
a la elecci�n.
He aqu� el precepto que rige el primer supuesto: Antes de la
individualizaci�n de la cosa no podr� el deudor eximirse del cum-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
288

plimiento de obligaci�n por p�rdida o deterioro de la cosa, por


la
fuerza mayor o caso fortuito (art. 604; v�ase el an�logo art. 894).

Es que, se dice, ge �us nunquam perit (cons. S. C, 56, 265), por


donde siempre resulta posible el cumplimiento. En vano alegar�a
el deudor que una inundaci�n ha causado la muerte de todos los
caballos de su estancia, para eximirse de la obligaci�n ele prestar
los 50 � 500 caballos prometidos. El acreedor le contestar�a que si
no los tiene, debe buscarlos en otra parte y procur�rselos, pues �l
no ha convenido en recibir 50 � 500 caballos � de su estancia �, sino
en general 50 � 500 caballos.
404. Obtemperaci�n de la misma. �

Ser� bueno entenderse


sin embargo. Cuando el g�nero es limitado y perecen todos los in
dividuos de ese g�nero, la obligaci�n queda disuelta, seg�n textual
mente se dispone en el art�culo 893 '(Cuando la obligaci�n tenga

por objeto la entrega de una cosa incierta, determinada entre un


n�mero de cosas ciertas de la misma especie, queda extinguida si se
perdiesen todas las cosas comprendidas en ella por un caso fortuito
o de fuerza mayor) Pues bien, en la obligaci�n de g�nero se tiene
.

la misma situaci�n: se promete �una cosa incierta, determinada


entre un n�mero de cosas inciertas �. Una y otra se caracterizan
como obligaciones con objetos unum de certis o incertum ex certis.

Es verdad que se contestar que en el caso del art�culo


puede
893 hay un � n�mero � dado de cosas ciertas de entre las cuales la
prestaci�n debe ser sacada, al paso que ese n�mero no existe en la
obligaci�n de g�nero. Pero la observaci�n pesar�a poco. Desde lue
go, en la obligaci�n unum o incertum de certis del art�culo 893, no
es forzoso que se establezca el � n�mero � de las cosas ciertas, por lo

mismo que la limitaci�n puede ser t�cita, lo propio que cualquier


manifestaci�n de voluntad (art. 915.) : as� tanto valdr�a decir �dar�
uno de los mil libros de mi biblioteca o uno de los mil caballos de mi
estancia �, como decir � dar� uno de los libros de mi biblioteca o uno

de los caballos de mi estancia �. En seguida, y por eso mismo, tal limi


taci�n t�cita puede ser concebida en mil formas en las obligaciones
de g�nero. Yo, caba�ero, entiendo siempre vender los caballos de
. mi estancia, y no cualesquier caballos : si, pues, he prometido 5000 ca
ballos, y si tocios mis caballos se han perdido en una inundaci�n, bien
puedo invocar tal eximente, para, ampar�ndome en el texto del
art�culo 893, considerar disuelta mi obligaci�n al respecto. Todo es
tribar�a en que yo demostrase, por los antecedentes y dem�s cir
cunstancias, que ha habido convenci�n t�cita sobre dicha limita
ci�n. M�s a�n: fuera ele ese art�culo 893, podr�a argumentar que
el art�culo 604 se refiere a circunstancias ordinarias : yo, caba�ero,
obligaciones de prestaci�n indeterminada 289

he perdido s�lo 500 � 2000 de mis 5000 caballos ; o bien, yo no soy


de
caba�ero, y me procuro los caballos que vendo en la provincia
Buenos Aires o en todo el pa�s; etc. De ah� que lo extraordinario
total de mis caballos pueda entrar en el ar
ele aquella p�rdida no

t�culo susodicho. M�s todav�a: aun suponiendo que yo no fuera

caba�ero, la circunstancia de que una peste violenta hubiera con

cluido con provincia o del pa�s, podr�a autorizar


los caballos ele la
la disoluci�n de mi obligaci�n, pues ser�a poco concebible que yo
tuviera que ir a buscarlos a otros pa�ses, y acaso al viejo hemisferio.
Es lo que podr�a ocurrir si el gobierno, en atenci�n al estado de

guerra, llegase a requisar todos los caballos del pa�s, y a ponerlos


as� fuera del comercio: contra el acreedor de Francia o del Jap�n
que me reclamase los 5000 caballos que le he prometido, bien podr�a
yo invocar el principio de eme todo el g�nero ha perecido, y de que
as� nuestra obligaci�n ha quedado disuelta, pues era t�cita la esti
pulaci�n ele que los caballos prometidos deb�an proceder del pa�s.
En resumen y conclusi�n, el principio del art�culo 604 es fun
dado con relaci�n circunstancias ordinarias y cuando se trate de
a

los g�neros m�s extensos ; de otra suerte, cabe invocar o el principio


del art�culo 893, o lo extraordinario de la circunstancia que ha he
cho perecer todo el g�nero que t�citamente se tuvo en mira. De ah�
que todo se reduzca a hechos y a pruebas consiguientes, para que
en cada caso el juez aprecie y resuelva (cons. sobre el casus en esta

obligaci�n, la nota jurisprudencial de C. Pagani en R. D. Comm.,


IX, 577, as� como G. Osti en R. D. Civ., 1918, Impossibilit� della
prestazione, n� 45).
B. Despu�s de la elecci�n. 405, La prestaci�n queda

individualizada. Una vez practicada la elecci�n, la obligaci�n


deja de ser g�nero. Es lo que dispone el art�culo 603: Despu�s de


individualizada la cosa por la elecci�n (del deudor o del acreedor),
se observar� lo
dispuesto respecto a las obligaciones de dar cosas
ciertas, cabalmente porque entonces la obligaci�n de g�nero se ha
convertido en una obligaci�n de dar cosa cierta (este caballo, tal
libro, etc.: cons. S. C, 96, 260).
406. Esa individualizaci�n es s�lo de principio. Pero esto �

es as� tan s�lo en


principio, pues parece que el mismo c�digo se en
carga de modificar el r�gimen general' de la obligaci�n de dar cosa
cierta. Es lo que pasa en materia de donaciones o legados de
g�nero
(art. 2151-2 y 3780), si bien por aplicaci�n, que ya he explicado
(n� 309), de una norma de esa obligaci�n de dar cosa cierta, en
cuya virtud se identifica con lo �equivalente� de los art�culos
579-81, otro individuo del g�nero.
Colmo, Oblig. �

T. I. lq
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
290

Es dudoso epie tal pensamiento del art�culo 605 : La obli


sea el

gaci�n de dar cos�is inciertas no fungibles, determinadas s�lo por


su especie o (y) cantidad, da derecho al acreedor para exigir el cum

plimiento de la obligaci�n con los perjuicios e intereses de la mora


del deudor, si hubiese incurrido en ella, o para disolver la obligaci�n
con indemnizaci�n de perjuicios e intereses.

Se trata de un deudor moroso. Pero no se dice en qu� consiste >

su mora : � en elegir ? � en entregar lo elegido ? Si lo primero, la dis


posici�n es explicable, aunque entra�e la derogaci�n del principio
del art�culo 1204, que ya hemos visto en otras oportunidades (art,
580 y ss.), por lo mismo que el deudor est� obligado por un g�nero

todav�a, y por lo mismo que �ste no perece. Si lo segundo, el pre


cepto no concuerda con el del art�culo 603, pues en materia de dar
cosas ciertas la mora del deudor no da derecho al acreedor para
pedir la disoluci�n de la obligaci�n (art. 508 y 1204), y los textos
derogatorios de este �ltimo, como los citados (art. 2151-2 y 3780),
son de interpretaci�n estricta, cabalmente por ser excepcionales.
Considero que hay que atenerse a lo primero, pues se est� all�
m�s ele acuerdo con los principios, como los indicados y como, sobre
todo, los de la obligaci�n de cosa cierta. Y tal es la soluci�n eme se
tiene expl�citamente en Freitas (art. 914, inc. Io), epie es la fuente
inmediata ele nuestro precepto.

SECCI�N 5a

OBLIGACI�N DE CANTIDAD

I. �

407. Caracterizaci�n. �

El art�culo 606 define esta obli


gaci�n: Tai obligaci�n de dar cantidades de obligaci�n decosas es la
dar cosas que consten de (que se determinen por) n�mero, peso o
medida. En otros t�rminos, es la obligaci�n cuya prestaci�n sea
una cosa fungible (o muy fungible: n� 400), o, sobre todo, una cosa

consumible, que es la que propiamente se determina cuantitativa


mente, por el peso, el n�mero o la medida, como el arroz, el vino, el
az�car, el dinero, etc.
A prop�sito, me remito a lo dicho en punto a obligaciones de

g�nero sobre el art�culo 604, para sostener tambi�n respecto de


la obligaci�n ele cantidad crue puede caber una limitaci�n t�cita
sobre el g�nero, en cuya virtud el total perecimiento del mismo pue
da implicar la disoluci�n de la obligaci�n. Es lo que pasar�a si, por
ejemplo, se perdiera todo el az�car de mi ingenio o todo el vino de
mi bodega; y, en campo m�s extenso, si el gobierno reepiisara todo
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 291

el az�car o el vino del pa�s, para desobligarme con relaci�n a un

comprador extranjero.
II. Efectos. �

A. �
408. Antes de individualizada. �

Sus
604
efectos antes de la elecci�n est�n determinados en el art�culo
visto en materia ele
.

{concordante con el art�culo 894), que ya hemos


obligaciones g�nero, y que es aqu� perfectamente aplicable, pues
ele
todas esas cosas son g�neros (adem�s ele ser cantidades). De
ah�

cine el c�digo no haya considerado


necesario repetir ahora la norma,
aut quantitas nunquam perit) En
<que es de derecho com�n (genus
.

todo caso, el precepto del art�culo 607 puede ser aplicado al res
el d,eudor debe
pecto. Al disponerse en �l que en estas obligaciones,
dar, en lugeir y tiempo propio, una cantidad correspondiente al ob
jeto de la obligaci�n, de la misma especie y calidad, cabe entender
epie se refiere al citado principio, en el
sentido ele que mientras no
-est� individualizada la prestaci�n, mientras la elecci�n correspon
diente no haya sido practicada, el deudor no puede liberarse de la
obligaci�n alegando p�rdidas en la especie debida, por lo misino que
la especie es, de ordinario, inextinguible, por donde siempre deber�
dar la � cantidad correspondiente al objeto de la obligaci�n �.
B. Despu�s de individualizada. �

1" Elecci�n. �

409. En

qu� consiste. �

elecci�n, en cuya virtud, se individualiza la


La

prestaci�n hasta entonces indeterminada, est� legislada especial


mente en el art�culo 609 : Las cantidades quedar �tn individualizadas
�orno cosas ciertas, despu�s que fuesen contadas, pesadas o medidas

por el acreedor (en el art. 1342 se ha omitido esto �ltimo en mate


ria de compraventa).
�Es �sa una elecci�n distinta de la que hemos visto en materia
de obligaciones alternativas o de g�nero? S� y no, seg�n se mire.
Como acto externo, s� ; como expresi�n de voluntad, no. Lo que la
ley quiere es que el acreedor conozca la individualizaci�n operada
mediante el peso, la medida o el recuento. Tan cierto es que basta
r�, seg�n acontece de ordinario, que tales operaciones sean practi
cadas no por el acreedor sino presencia. De ah� a sostener que
en su

bastar� el conocimiento del acreedor sobre esas operaciones, para

que la individualizaci�n quede consumada, no hay m�s que un paso.


Es lo que ocurrir�a cuando el deudor informase al acreedor, que ha
pesado, contado o medido lo que le deb�a y que se lo remite por
ferrocarril, etc., envi�ndole, si
cuadra, la respectiva carta de porte
(cons. el art. 463 del c�digo comercial, en el cual se lleva el asunto
m�s lejos todav�a : se
consagra �l que tales actos contienen lo cpie se
en

llama tradici�n � simb�lica �, la cual implica as� la entrega y la trans


misi�n del derecho de propiedad), Y tal es la soluci�n que corres-
292 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

ponde, pues hay raz�n alguna para alterar la norma que ya se


no

ha visto en punto a obligaciones que al respecto son tan afines, como


la alternativa y la de g�nero.
410. Sus efectos generales. Despu�s de individualizada la

prestaci�n, la obligaci�n de dar cantidades se convierte, lo propia


que la alternativa o la de g�nero, en una obligaci�n de dar cosa.
cierta, por lo mismo que la prestaci�n es una cosa cierta, y debe
regirse por los principios de �sta. Es verdad que no hay al respecta
un texto como el del art�culo 603, que as� dispone en materia de

obligaci�n de g�nero, pero el precepto del art�culo 609, que dice que
con la elecci�n las cantidades quedar�n � individualizadas �, no

puede autorizar duda alguna, sobre todo si se tiene en cuenta que


se trata de algo que es de derecho com�n y de simple buen sentido.

Tal es el principio, sin perjuicio de que, seg�n se ha visto a

prop�sito de las obligaciones an�logas en los art�culos 2151-2, .3780,.


etc., el c�digo lo modifique m�s de una A^ez en los art�culos que-
completan el r�gimen de estas obligaciones. Lo que es conveniente
apuntar es crue esas derogaciones deben ser interpretadas con estric
tez y limitadas a los supuestos expl�citamente contemplados, ya que
entra�an disposiciones excepcionales.
2o Obligaciones para constituir un derecho real. �

411..
Supuestos legales. Distingamos con el c�digo, seg�n eme la obli

gaci�n tenga por objeto constituir o transferir un derecho real (en


caso de venta, de prenda, etc.), o restituir una cantidad recibida

(en pr�stamo, en dep�sito, etc.), y comencemos con la primera, ad


virtiendo que el c�digo se refiere a los supuestos ele la p�rdida o
deterioros totales o parciales, y alude, en alg�n caso al menos, a la-
circunstancia de que el deudor sea o no responsable de esos riesgos.
Primer supuesto : p�rdida o deterioro totales e imputables. He
aqu� el texto : Si la obligaci�n tuviere por fin constituir o trans
ferir derechos reales, y la cosa ya individualizada se perdiese o de
teriorase en su totalidad por cidpa del deudor, el acreedor tendr�,
derecho para exigir igual cantidad de la misma especie y calidad,.
con m�s los perjuicios e intereses, o para disolver la obligaci�n con

indemnizaci�n de perjuicios e intereses (art. 610).


Segundo supuesto : p�rdida, o deterioro parciales y tambi�n im
putables. El texto es el del art�culo 612 : Si se perdiese o deteriorase
s�lo en parte por culpa del deudor, el acreedor tendr� derecho para
exigir la entrega de la cantidad restante y no deteriorada, y (de) lee
correspondiente a la que faltare o estuviere deteriorada, con los
perjuicios e intereses, o para disolver la obligaci�n con indemniza
ci�n de perjuicios e intereses.
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 293

Tercer supuesto deterioro totales y no imputables.


: p�rdida o

o los
El c�digo silencia la por donde habr� que aplicar:
hip�tesis,
el c�digo est�
principios ele los art�culos 578-80 ; o los principios que
en los art�culos
consagrando en este cap�tulo, como se ha visto ya
Me
�10-2 y en los relativos a obligaciones alternativas y gen�ricas.
me
�quedo con primera interpretaci�n, no precisamente porque
la
limite a aceptar el imperio exclusivo de los principios generales,
como los de dichos art�culos 578-80,
sino porque la contraria inter
de
pretaci�n no contar�a en su favor ni con preceptos excepcionales
est�
car�cter an�logo: lo de la equivalencia de los art�culos 579-81
limitado supuestos de culpa; y en supuestos en que no haya
a los

culpa, el mismo c�digo establece como soluci�n en aquellos preceptos


y en el art�culo 611, o el
mantenimiento de la obligaci�n rebus sic
stantibus, o la disoluci�n della misma.
Cuarto supuesto : p�rdida o deterioro parciales y tambi�n inim-
putables. Est� contemplado en el art�culo 611: Si se perdiese o
se

deteriorase s�lo en parte, sin culpa del deudor, el acreedor tendr�


derecho para exigir la entrega de la cantidad restante y no dete
riorada, con diminuci�n proporcional del precio si estuviese fijado,
�o para disolver la obligaci�n.
412. Observaciones. �

Hay que observar varias cosas res

pecto de esas tres disposiciones.


Antetodo, que se ha omitido lo cpie corresponda a aumentos,
mejoras, frutos, etc., en los l�mites que en el caso habr�an cua
drado, por donde procede el imperio de los principios comunes
{art, 582-3, etc.).
En seguida, que seguimos presenciando derogaciones del prin
cipio del art�culo 1204, en cuya virtud la misma ley autoriza la
resoluci�n de los contratos, siquiera porque el principio de la � equi
valencia � de los art�culos 579-81, jam�s recibe mejor aplicaci�n
que mediante la entrega de otra cantidad igual y de la misma espe
cie y calidad que la debiela y no pagada por motivos imputables, lo
que se inspira en la regla de fondo del art�culo 505 (que quiere el
cumplimiento en especie y no con substitutos).
Despu�s, que eso de p�rdida o deterioro parciales o totales, lo
propio que la culpa, ser� materia de prueba, salvo lo que corres
ponda respecto de presunciones legales por p�rdidas totales o por
culpa en obligaciones positivas, a cargo del acreedor, y mediante pe
ricias adecuadas en lo com�n, de los casos.

Finalmente, que lo de la indemnizaci�n de perjuicios e intereses


pudo ser omitido en los casos de culpa del deudor, por lo mismo que
es de derecho com�n (art. 511-9).
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
294

3� Obligaci�n de restituir. �

413. Supuestos legales. �

Esos
mismos supuestos tenemos en las otras obligaciones de restituir
una cantidad recibida.
Elprimero est� legislado en el art�culo 613 : Si la obligaci�n-'.
tuviese por fin restituir cantidades recibidas, y la cantidad estuviese-
ya individualizada) y se perdiese o deteriorase en el todo por culpen.
del deudor, el acreedor tendr� derecho para exigir otra igual canti
dad (cantidad igual) de la misma especie y calidad (,) con los perjui
cios e intereses, o su valor con los perjuicios e intereses.
El segundo lo est� en el art�culo 615 : Si se perdiese o se dete
riorase s�lo en parte por culpa del deudor, el acreedor tendr� de
recho para exigir la entrega de la cantidad restante no deteriorada^
y (de) la correspondiente a la que faltare o estuviere deteriorada,..
con los perjuicios e intereses, o para exigir la entrega ele la canti

dad restante, no deteriorada, y el valor de la que faltare o estuviere


deteriorada, con los perjuicios e intereses, o para disolver la obli
gaci�n con indemnizaci�n de perjuicios e intereses.
El tercero ha sido tambi�n omitido. De ah� que, y en virtud
ele las razones antes apuntadas para la situaci�n an�loga en materia
ele obligaciones para constituir o transferir un derecho real, corres
ponda el imperio de los principios generales (art. 585-6), con tanta.
mayor raz�n cuanto que en el
simplemente ele una.
caso se trata
cantidad destinada a ser restituida y que se ha perdido o deterio
rado, despu�s de individualizada, sin culpa del deudor (por ejem
plo, es un acreedor prendario, a quien se le pierde o deteriora la-
cosa por robo o por incendio absolutamente fortuitos).

El cuarto lo est� en el art�culo 614 : Si se


perdiese s�lo en parte
sin culpa del deudor, el acreedor s�lo podr�i exigir la entrega de la
cantidad restante. Si se deteriorase s�lo en parte sin culpa del deu
dor, el acreedor recibir� la parte no deteriorada con la deteriorada
en el estado en que se hallaren.
Hay otro
supuesto m�s, que no hemos visto en las obligaciones
de dar cantidades para constituir o transferir un derecho real. Es
el del art�culo 608 : Si la obligaci�n tuviere por objeto restituir
cantidades de recibidas, el acreedor tiene derecho a (de) exigir
cosas

del deudor moroso otra igual cantidad (cantidad igual) de la misma


especie y calidad (,) con los perjuicios e intereses, o su valor (con los
perjuicios e intereses: art. 508), seg�n el valor corriente en el lugar
y d�a del vencimiento de la obligaci�n.
Se trata, evidentemente, del deudor moroso en devolver la can
tidad recibida, est� ya individualizada o no la respectiva presta
ci�n, pues tan moroso ser�a en uno como en otro supuesto, y tan
obligaciones de prestaci�n indeterminada 295

resultar�a el acreedor en cualquiera ele ellos. En ese


perjudicado
caso se determinar� por peritos (o por informes de las correspon

dientes instituciones: Bolsa de cereales, C�mara de comercio, etc.)


el valor que esa especie de cosas ten�a cuando debi� ser devuelta, y
no el el d�a ele la efectiva devoluci�n (arg. del art. 619,
epie tenga
concordante, con los art. 750 ypara fijar as� la indemni
ss. y 2251),
zaci�n en cuanto a la p�rdida sufrida por el acreedor, que bien pudo
vender al d�a siguiente dicha especie y aprovechar el precio cpie
entonces reg�a.
Elprincipio no puede ser extendido al deudor moroso en una
obligaci�n de dar cantidades para constituir o transferir un derecho
el
real, pues en parte alguna ha consagrado el c�digo al respecto
derecho del acreedor para exigir tal valor ; este acreedor s�lo puede
reclamar la entrega de la cantidad adeudada, de acuerdo con el
principio del art�culo 1204. Pero en el fondo las situaciones vienen
a corresponderse : la indemnizaci�n que pida el acreedor en tal caso

deber� ser fijada con relaci�n al valor de la especie el d�a en que


debi� ser prestada, pues cabe admitir que el adquirente habr�a po
dido entonces enajenarla por ese precio, por donde se habr�a perjudi
cado consiguientemente.
414. Observaciones. �

Los cuatro supuestos que se ha visto


merecen en principio las mismas observaciones formuladas con re
laci�n a los semejantes de las obligaciones de dar cantidades para
constituir o transferir un derecho real. De ah� que pueda omitirlas.
Pero cabe se�alar que en los de las obligaciones para restituir
cantidades recibidas, las soluciones adoptadas por el legislador son
m�s complejas. En los art�culos 608-13 se tiene la del A^alor deesas
cantidades, que puede reclamar el acreedor. Y en el art�culo 615
se consagra en favor de �ste una soluci�n alternativa entre nada
menos Hay al respecto dos razones de fondo.
que tres extremos.
Ante todo, el propietario es algo m�s que un acreedor, por donde
exige mayores miramientos. Y luego, el" obligado a restituir puede .

ser un comodatario o
cualquier otro usuario gratuito, por donde es
dable imaginar en su contra una responsabilidad m�s fuerte.
III. 41 5. Cr�tica de la metodolog�a y el casuismo legales.

Tambi�n hay que apuntar lo arbitrario de la metodolog�a seguida


en el articulado
legal, que cabe comparar con la aqu� adoptada.
Por �ltimo, incomoda un poco tanto casuismo, en cuya virtud el
c�digo no ha hecho m�s que repetir in�tilmente los principios so
bre da�os e intereses y los que corresponden a las obligaciones de
dar cosas ciertas. Todo habr�a podido reducirse a dos o tres
precep
tos: el deudor no puede eximirse de la obligaci�n por
p�rdida en
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
296

la especie, mientras �sta no hubiese sido individualizada ; la indi


vidualizaci�n consiste en el peso, medida o recuento de la
especie,
con conocimiento clel acreedor
; individualizada la
especie, imperan
los principios de la obligaci�n ele ciar cosas ciertas, con la modifi
caci�n de que el � equivalente � del cumplimiento espec�fico de los
art�culos 579-81 y del principio del art�culo 505, en caso de culpa
del deudor, consistir� en la. entrega de otra cantidad igual de la
misma especie y calidad; finalmente, cuando haya que restituir
cantidades, el acreedor podr� reclamar contra el deudor culpable, a
su voluntad, otra cantidad igual o su valor en el d�a en que debi�

ser devuelta, con da�os e intereses. M�s: la similitud entre las obli
gaciones alternativas y las de g�nero y de cantidad es tan saltante que
bien se habr�a podido legislar el conjunto de las mismas en disposi
ciones comunes, como se hace en los modernos c�digos alem�n y suizo
(no as� en el brasile�o, a cuyo respecto ha perdurado no poco el auto-
brizado ejemplo de Freitas) ; sin perjuicio de disponerse lo conducente
en las situaciones excepcionales en que (como en las del valor co

rriente, de que el g�nero o la cantidad no perecen, etc.), se impon�a


la legislaci�n particularizada de cada especie de obligaci�n, lo que
habr�a cabido en el hueco de una mano.

SECCI�N 6a

OBLIGACI�N DE DINERO

I. Prenociones. �

416. Su importancia. �

Es esta la obliga
ci�n m�s frecuente, no s�lo porque es tan com�n en los
pr�stamos
(simples, prendarios, hipotecarios, etc.), sino tambi�n porque entra
en todas las operaciones del contrato de cambio (letras, pagar�s,
etc.), porque es el eje del movimiento bancario (descuentos, che
ques, etc.), y porque se la encuentra como contraprestaci�n obligada
en todos los contratos onerosos, cuyo precio es siempre en dinero

(venta, locaci�n, servicio, etc.). De ah� que resulte la m�s impor


tante (cons., en cuanto a lo jur�dico de �sta obligaci�n, Dernburg,

II, 26 ; Windscheid, II, 256 ; Crome, Teorie fondamentali, 8 ; Po


lacco, 76 y ss. ; J. M. Moreno, Obras jur�dicas, I, cap. I ; la bibliograf�a
francesa e italiana debe ser consultada a prop�sito del mutuo, por
ejemplo, en Guillouard, X, 1 y ss., en Baudry, XX, 595 y ss., en
Rieci, IX, 198 y ss., etc. ; algo semejante pasa con los comercialistas,
como Lyon-Caen y Renault, IV, 693 y ss., Thaller, 1060 y ss., Vi

vante, IV, 1563 y ss., Cosack, II, 65 y ss., etc.).


417. Es una obligaci�n de cantidad. Es una simple especie

OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 297

el dinero puede
de laobligaci�n de dar cantidades de cosas, aunque
cosa sino por su car�cter representativo,
no ser propiamente una
con el papel moneda y con
la
como ocurre con la moneda ele papel,
al portador,
moneda fiduciaria, y con mayor raz�n que los t�tulos
un t�tulo al portador por excelencia.
pues ese dinero es
Lo es en doble sentido. Primero principios no
en cuanto los
ser�n apli
derogados de la obligaci�n gen�rica, que la comprende,
la disposici�n
cables en subsidio, seg�n, es de buen sentido. De ah�
del art�culo 616: Es aplicable a las obligaciones de dar sumas de
dar cosas
dinero (,) lo que se ha dispuesto sobre las obligaciones de
canti
inciertas no fungibles, s�lo determinadas por su especie (y
de cosas no indivi
dad), y sobre las obligaciones de dar cantidades
dualizadas. Despu�s, en cuanto puede ser espec�ficamente una obli
la
gaci�n de dar cantidades de cosas, cuando se haya estipulado
lo mismo
entrega de un dinero particular sin curso en el pa�s, por
dinero viene ser menos un valor que una merca
que entonces ese a

der�a o una cosa. Es lo que se resuelve en el art�culo 617 : Si por


el acto por el que se obligaci�n (,) se hubiere estipu
ha constituido la
lado dar moneda que no sea de curso legal en la Rep�blica, la obli
gaci�n debe considerarse como de dar cantidades de cosas (de ah�
ni sea
que estipulada una moneda as� especial, no se pueda pagar,
posible exigir el pago, sino en esa moneda : C�m. civ., 82, 130 ; C�m.
com., 63, 155 ; sin que obste el precedente del art�culo 3o de la ley
1734, que autorizaba a pagar en moneda nacional las obligaciones de
moneda �especial�, pues all� se alude a moneda de curso legal).
II. El dinero. 418. Car�cter y funciones.

A. �

Lo pro �

pio de la obligaci�n de dar dinero se concentra en dos puntos fun


damentales. El primero (repito a Savigny, que ha consagrado al
efecto un magistral estudio en su Droit des obligations, II, p�rrafo
40 y ss.) estriba en determinar el valor que corresponde al dinero

prometido, cuando ese valor ha cambiado entre el momento en que


la obligaci�n se contrae y el momento de su pago, o, m�s amplia

mente, el valor del cualquier deuda en dinero, lo que conduce a la


tesis m�s general de la idea del dinero. El segundo es relativo a los
intereses (que corresponden a los da�os y perjuicios comunes, raz�n
por la cual �stos son improcedentes: C�m. civ., 140, 185) que puede
devengar una deuda de dinero incumplida.
Comencemos por el primero.
El dinero es, desde luego, un denominador com�n de todos los
valores, y, de consiguiente, una medida de los mismos: una cosa se
paga e� dinero, un servicio se retribuye en dinero, una indemniza
ci�n se aval�a en dinero, etc. Adem�s, el dinero entra�a ese mismo
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
298

valor que mide, como ocurre con la moneda llamada met�lica por
antonomasia, que en oro o en plata contiene tal valor. Ambas fun
ciones obedecen a un acuerdo m�s o menos t�cito, en cuya virtud
todos reconocen esos t�tulos al dinero, por donde cualquiera que lo

tenga sabe que podr� colocarlo debidamente, pues nadie habr� de


negarse a recibirlo, cabalmente porque todos esperan hacer lo mismo.
Esa communis opinio, esa creencia general tiene adem�s el auspicio
de la autoridad p�blica, que no s�lo concurre a imponerlas, sino que
tambi�n llega a garantir las funciones del dinero. De ah� que, en
general, el dinero tenga eficiencia plena en el respectivo pa�s. Cuan
do el dinero, que representa la riqueza del pa�s, traduce una fuerte

potencialidad econ�mica, entonces puede trascender al exterior y


alcanzar a imponerse. Es lo que com�nmente ha pasado con el di
nero ingl�s. Al contrario, cuando la riqueza general (bienes dispo

nibles, circulaci�n de los mismos, conducta de los gobernantes, con


fianza imperante, etc.) presenta alg�n desmedro, entonces se tiene
el espect�culo de que ni en el propio pa�s se reconozca, sino en dosis

limitadas, aquellas virtudes econ�micas y jur�dicas en el correspon


diente dinero.
B. Especies de moneda. �

419. Met�lica. �
En cuanto a la
substancia del dinero, o sea, la materialidad del mismo, ha habido
variaciones. En general se ha recurrido a las cosas que todos nece
sitan o desean, por lo mismo que la opini�n com�n sobre su valor
las hac�a as� intercambiables: la sal (de ah� salario), las ovejas (pe
cunia-, de ah� valor pecuniario; v. Ihering, Esprit du droit romain,
I, 13, n. 69), etc., fueron las moiieclas m�s primitivas. Cuando el
intercambio se hizo m�s intenso y extenso, fu� preciso recurrir a
monedas m�s transportables, y que por eso implicasen fuertes va
lores en vol�menes reducidos. Se ech� as� mano de los metales:
hierro, bronce los
romanos), etc., hasta que se lleg� a la plata
(como
y al oro, que entra�an en fuerte proporci�n las dos condiciones in
dicadas, adem�s de resultar tan maleables, tan fraccionables, tan
poco oxidables y tan duraderos. Al fin se ha concluido en casi todos
los pa�ses por centralizar el dinero en el oro, por ser el metal que
mejor se presta en aquellos sentidos, y ya que el juego de un doble
patr�n monetario introduc�a perturbaciones en los valores corrien
tes de las cosas, cuando las alteraciones de valor que sufr�an la
plata y el oro no resultaban concordantes (cons. Schoenberg, Scienza
delle finanze, italiana, III, 35 y ss. ; Schmoller, Prin
trad.
cipes d'�conomie politique, III, 141 y ss. ; Gide, Principes, lib. I i,
cap. II a IV, y Cours, 335 y ss. ; AVolowski, Vor et l'arejent,
ap�ndice, 101 y ss. ; Stanley Jevons, La monnaie, cap. III, VII,
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 299 .

XVI Marx, El capital, trad. de J. B. Justo, cap. I a III ; L. Walras,


;
Th�orie de la monnaie, 1886; Alcorta, Estudios sobre el curso for
zoso, cap. I; D. Lamas, Reforma monetaria, 1913;
J. B. Justo, Estu
dios sobre la moneda, 1912 ; J. A. Terry, Pro jet de loi sur la reforme
mon�taire dans la R�publique Argentine, 1905; Oliver, Cuestiones
financieras, cap. I; los seis tomos de Proyectos financieros y estudios
monetarios, publicados en 1910 a 12 por la C�mara de diputados, a
prop�sito de una proyectada reforma, y en los cuales se contienen los
citados trabajos de D. Lamas y de J. B. Justo) ; etc.
420. Fiduciaria. Fuera de esa moneda, que contiene en s�

misma el valor qu� se le reconoce, se ha echado mano de otras espe

cies, que se podr�a llamar simb�licas o meramente representativas :


la fiduciaria (en cobre, en n�quel, etc.), para los peque�os cambios ;.

y la de papel, para evitar lo inc�modo del transporte ele la moneda


de oro o plata en casos de fuertes pagos. La fiduciaria, o moneda
de vell�n, se acu�a en sumas reducidas (20 centavos por habitante
para las de cobre entre nosotros : art. 4o de la ley de moneda, n� 1130,.
ele noviembre 5 de 1881), porque no conteniendo el valor que re

presenta, viene a resultar un puro cr�dito, de que no es dable abusar,.


sin perjuicio del mismo, ya que su existencia desmedida desvalori
zar�a la verdadera moneda, lo que redundar�a en desmedro de todos
los valores. Y lo molesto de su volumen y peso hace que no se pueda
estar obligado a recibirla sino en proporciones limitadas (art. 6o de
dicha ley).
421. De papel. La moneda de papel, que llena los fines de

la moneda efectiva, por m�s que en s� no entra�e ning�n valor,,


tambi�n representa una deuda del emisor, que es com�nmente el
Estado, o cualquier bancor cuando no muchos bancos, autorizado
al efecto. Esa deuda estriba la promesa de pago en favor del por
en

tador de un billete cualquiera, de la suma en oro (o plata) en �l


fijada. Se tiene as� lo que se llama la conversi�n. Cuando las con
vulsiones econ�micas son m�s o menos intensas, se llega a decretar
la inconversi�n, o el curso forzoso, ele la moneda de en papel, que
tonces se convierte
papel moneda, cuyo valor adquisitivo se hace.
en

tanto m�s reducido cuanto m�s intensa es la convulsi�n


que se sufre.
Es lo que se tiene en el agio : lo que antes se un adquir�a por peso,
por ejemplo, hoy no puede adquirir* sino por dos o tres, pues el
se

papel moneda se ha depreciado en la mitad o en los dos


tercios, etc.,
de tal suerte que el peso en oro
que antes era cambiable con un peso
papel, hoy no lo es sino en aquellas proporciones, cjue indican el pre
mio o el agio del oro. Tal pasa cuando los saldos comerciales son
desfavorables pa�s, cuando el gobierno del mismo emplea los*
a un
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
500

fondos en obras improductivas, cuando se abusa del cr�dito en la


emisi�n inconsiderada de la moneda de papel, cuando la gesti�n
financiera ele los gobiernos es deshonesta o malsana, cuando las in
dustrias locales tiene auge ni asidero, cuando la deuda p�blica
no

obliga a pagos que son todo un drenaje monetario, etc. : en todos


esos casos, el oro que debiera responder al pago de la deuda crue

se contiene en la moneda de (por efecto


papel, emigra o se retrae

de la ley de Gresham), y existe as� en cantidades exiguas, cuando


no deja de existir del todo; por donde cabe imaginar el valor de

una moneda que no se funda en un valor positivo y de rescate

efectivo.
III. Doctrinas sobre el valor de una suma de dinero.

A. �

422. Enunciado de las mismas. �


Ahora es la oportunidad de con-

siderar el problema que nos interesa de inmediato : cu�l es el valor A


efectivo de una suma de dinero.
Son tres las soluciones entre las cuales cabe elegir.
Desde luego se tiene la del vedorjnominal (legal, escrito,
ex-�

temo, etc.), seg�n la cual la moneda vale lo que en ella se dice.


As�, una moneda cuyo valor escrito sea de 5 pesos, valdr� cinco
pesos. En seguida, la del valor real (interno, met�lico, etc.), en cuya
virtud moneda vale lo que contiene en s� misma de metal pre
una

cioso: la citada de 5 pesos, valdr� 2 � 3 (o 6 u 8, si cabe), seg�n


que el oro en ella contenido importe 2 � 3 pesos. Finalmente, la
del valor corriente (de cambio, comercial, bancario, burs�til, etc.),
seg�n la cual una moneda no vale sino lo que se le reconoce en las
transacciones usuales.
Es menester advertir que en la vida normal esos tres valores
corren parejos : el valor nominal corresponde a la realidad, pues

hay efectivamente 5 pesos de oro en la moneda susodicha ; y el valor


corriente no hace m�s que interpretar esa doble situaci�n ele un
valor nominal que traduce la realidad. Cuando los azares econ�mi
cos trastornan la respectiva situaci�n, entonces s� hay discordan-)C
cia entre la realidad y la apariencia escrita, entonces s� surge el
valor puramente de uso o corriente. Y es entonces cuando hay que
pronunciarse en uno de dichos tres sentidos.
B. �

423. Valor nominal. �

nominal, como todo lo


El valor

que es puramente nominal, y as� contrapuesto a lo real, s�lo tiene


virtualidad dentro de ciertos l�mites. Los gobiernos y las leyes pue
den ordenar cpie tal moneda valga 5 en vez de 3 o de 4, que es el
valor cpie le asigna el p�blico, si se mantienen dentro de imposicio
nes tolerables. Ese valor nominal ser� tanto m�s tolerado cuanto
m�s se aproxime al valor efectivo, y cuanto m�s respeto inspiren la
OBLIGACIONES de prestaci�n INDETERMINADA 301 :

seriedad del gobierno o la solidez financiera del pa�s. Es as� c�mo,


ejemplo, ha podido dictarse nuestra ley de noviembre 4 de
por
1899, por la cual se autorizaba la conversi�n de los billetes de banco,
�poca que ni la Caja de
que ser�an cambiados por oro, en una en

conversi�n ni el pa�s dispon�an de oro y en que est�bamos abocados


a un conflicto internacional. Y es tambi�n as� c�mo ha podido sub
sistir, sin mayores protestas, el decreto de noviembre de 1881, por
el cual se fija el valor de las monedas extranjeras, a pesar de que
ese valor haya oscilado frecuentemente durante el decurso de tantos
lustros. En uno como enpotencialidad econ�mica del
otro caso, la

pa�s, por encima de todo, que ha inspirado confianza, unida, en el


segundo, a lo secundario de los perjuicios sufridos, ha podido per
mitir un r�gimen que las circunstancias ambientes no habr�an auto
rizado por s� solas.
Pero cuando los gobiernos pretenden llevar demasiado lejos./
tales imposiciones, la doctrina del valor nominal carece de asideros
serios. Todo el mundo conoce la depreciaci�n que en la
pr�ctica
sufre una moneda ante dificultades internas o externas que parali
zan el comercio y las industrias, que siembran la desconfianza, que
encarecen la vida, etc. En vano dispondr�n las leyes que el p�blico
tome esas monedas por el valor en ellas escrito. La realidad econ�- .

mica tiene leyes propias muy superiores a todas las leyes de los
gobiernos. Se las tomar� por su valor escrito, pero se aumentar�

en el doble o el triple el valor de las mercader�as, servicios, etc. Es


queda desconfianza p�blica, como todo cuanto es asunto de concien
cia colectiva, no es fruto de promesas ni de leyes, sino de crudas ^
realidades ambientes: si �stas son de inseguridad y retraimiento,
lo que se requiere, para hacerlas desaparecer, no son leyes sino
pre
disponentes positivos que permitan la acci�n, que traigan consigo
la tranquilidad El criterio de que los gobiernos y las leyes pue
...

den lo que quieren, hace mucho, a partir de Maquiavelo


(que ha
mostrado, en su Principe y en sus Discursos sobre Tito Livio, c�mo
el determinismo pol�tico, lo propio que
cualquier determinismo co
lectivo, viene desde
abajo, tiene sus ra�ces en el pueblo), que ha
dejado de sociolog�a una verdad. Las leyes y los gobiernos
ser en .

s�lo pueden aquello que est� en el criterio, en las costumbres


y en
^
las exigencias de la poblaci�n. Es lo que luego mostrara Comte en
su Cours, lo que
probara Spencer en su Sociolog�a, en su Introduc
ci�n da ciencia social y en no pocos ensayos, y lo
a
que es communis
opinio en la sociolog�a contempor�nea, como puede verse en las obras
de Gumplowicz, Giddings, Warcl, Tarde, Durkheim, Marinis, Worms,
De Greef, Pareto, etc. Lo mismo pasa en derecho, sobre todo a partir
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
302

de Savigny, seg�n se observar� en el Esprit du droit romain de


Ihering, y en las obras ele buena filosof�a jur�dica, como las ele
Brugi, Filomusi-Guelfi, Vanni, D�mogue, Dragedles,, etc., sin con-
\ tur el criterio ele fondo que en tal sentido es com�n entre los juris
consultos de m�s nota, como Saleilles o Gierke, por ejemplo. De
ah�, pues, que aquella soluci�n deba ser desechada, malgrado haya
podido ser sostenida por Pothier (Pr�t de consomption, 36, t. III, p.
38 de sus CEuvres en la edici�n ele Merlin), y no obstante haya sido
consagrada en alguna codificaci�n moderna (como la civil francesa:
art. 1895). Bastar�a, en todo caso, con la lecci�n de los hechos, ante
tal criterio de casi todas las leyes antiguas, como las de Indias entre

nosotros (IV, 24�, 4, 7, 8, etc.), y ante el de las emisiones inconside
radas que, a ra�z de la paz europea ele 1918, han desvalorizado vio
lentamente la moneda de varios pa�ses dirigentes del viejo mundo.
C. �

424. Valor real. La soluci�n del valor real (que, como


se comprender�, s�lo puede caber respecto ele la moneda de oro o

plata, por ser la �nica cpie tiene ese valor ; al paso que la del valor /.
nominal puede caber con relaci�n tambi�n, indirecta, a la moneda
de papel) ser�a poco pr�ctica. Es casi imposible determinar ese

valor, que depende del desgaste sufrido por la moneda con el uso,
de la cantidad de cobre (la tolerancia legal: art. 2o de nuestra ley
monetaria) que entre en la aleaci�n, etc. Adem�s, complica el asunto
en el supuesto de que una deuda en oro debiera ser convertida en .

papel, cosa que es permitida (art. 11 de la ley susomentada), pues


no habr�a una medida com�n de valor entre dos monedas tan radi
calmente distintas,
D. Valor corriente. �

425. Su justificaci�n. �

Queda, as�,
la soluci�n del valor corriente, que me parece la �nica sostenible.
Una moneda tiene otro valor que el que le reconoce la confianza^
no

p�blica. Una moneda no tiene m�s valor que el que ella misma con
sigue imponer, conjunto de factores econ�micos
y que resulta del
que trasuntan el estado del pa�s correspondiente. Es el valor de
hecho, es el valor de la realidad. Y el derecho cumple su misi�n
cuando procura interpretar esa realidad y cuando logra dar forma
a la ense�anza experimental e insubstituible de los hechos, m�xime si

estos hechos son mera consecuencia de leyes tan objetivas como fa


tales del dinamismo ambiente.
426. Sus inconvenientes. �

La �nica falla que es dable en

contrar en esta
soluci�n, es la de la relativa inestabilidad de
ese .

valor, que puede dar margen a p�rdidas o ganancias inesperadas.


As�, por ejemplo, alguien na comprado en Alemania una partida
de autom�viles por un importe de 100.000 marcos, cuando el marco
obligaciones de prestaci�n indeterminada 303

val�a
val�a 25 centavos oro de nuestra moneda, al paso que s�lo
20 centavos el d�a en que debi� hacerse el pago; o bien, alguien
�stos
recibe un pr�stamo hipotecario de 100.000 francos, cuando
val�an 20 centavos cada uno, mientras que su valor ha aumen
oro

tado 5 centavos el d�a en que el pago debi� ser hecho. Si suponemos


en moneda nacional
eme en el primer caso el pago pudo ser hecho

o en marcos, resultar� que el deudor ele los


100.000 marcos corres

5000 $ podr� adquirir los marcos por


pondientes ganar� oro, pues
su valor corriente, por donde s�lo tendr� que desembolsar 20.000 $
vez de los 25.000 que habr�an sido menester si el valor del
marco
en

no hubiese descendido. Al rev�s en el segundo caso, si el pago debe


ser hecho en francos: los 100.000 francos habr�an representado
20.000 $ oro; pero su encarecimiento exige ahora el desembolso de
25.000 $. Lo propio ha pasado en el asunto de las llamadas hipote
cas a oro, de que me he ocupado m�s arriba (n� 389).
De ah� que tal soluci�n se preste a la especulaci�n y al mismo

juego sobre esas posibles diferencias.


Es exacto. Pero ello ser� as� s�lo en �pocas anormales, en que
los trastornos econ�micos acarreen dichas diferencias de valor en

la moneda, pues en la vida normal �stas se reducen a proporciones


m�nimas y en circunstancias un tanto excepcionales.
De tocios modos, en la falla de la soluci�n est� su mismo m�rito,
pues ese valor corriente trasunta el valor positivo, como ocurre con
cualquier mercader�a, que tambi�n cambia de valor, al paso qu�
los otros no corresponder�an a la verdad de las circunstancias. De
otra parte, los interesados pueden prevenir los cambios m�s o me
nos bruscos de valor, estipulando que el pago sea hecho
ya en el
acto, ya en tal o cual lugar, ya en esta o aquella especie de moneda
con exclusi�n de toda otra, etc.
427. Su adopci�n por el c�digo. �

Tales son los principios.


Afeamos ahora la soluci�n del c�digo.
Est� en el art�culo 619 Si la
obligaci�n del deudor fuese de
:

entregar una suma de determinada especie o calidad de moneda


corriente nacional, cumple la obligaci�n dando la especie designada,
u otra
especie de moneda nacional (,) al cambio que corra en el lugar
(y) el d�a del vencimiento de la obligaci�n.
Desde luego, se excluye el supuesto ele la moneda que no tenga
curso en el
pa�s, que no sea � moneda corriente �, porque entonces
se trata de una
obligaci�n de dar una cantidad de cosas y no de
'

dar una suma de dinero. Y ya se ha visto la soluci�n al respecto en


el art�culo 617.
Y hay necesidad de apuntar
no
que la �nica � moneda corriente
DE LAS obligaciones en si mismas
304

nacional � la
argentina, prefijada por nuestras leyes (n� 1130, �
es

3321, 3505, 3871, etc.), pues cualquier moneda extranjera, que antes
tuvo curso legal entre nosotros, ha dejado de poseer virtud chan-
celatoria y de ser � moneda �, por raz�n de haberse cumplido con
exceso, desde hace mucho, el requisito del art�culo 7o de la primera
de las citadas leyes (que el pa�s tuviera acu�ados 8 millones de
pesos oro y 4 millones de' pesos plata).
En segundo lugar, se acuerda al deudor el derecho alternativo,

y a su elecci�n (art. 637), de pagar en la moneda nacional estipu-1*"


lada (oro sellado, por ejemplo) o en otra moneda igualmente na
cional (en billetes bancarios). La explicaci�n no es dif�cil: para

nosotros, tan moneda la otra; por donde el acreedor


es la una como

carecer�a de cualquier raz�n para oponerse a recibir la de papel


por la de oro, o viceversa. Ello sin perjuicio de lo que en contrario
hubieran estipulado las partes, lo que deber� acreditarse en forma
por quien pretenda esa derogaci�n de la ley.
En tercer lugar, se consagra la doctrina del valor corriente. Es
la adoptada por Savigny, y la que sancionara Freitas en su Esbogo
(art. 931). Sus excelencias parecen indudables, si se tiene en cuenta
que las m�s recientes y mejores codificaciones tambi�n la han acep
tado: c�digo alem�n, art�culo 244; c�digo suizo de las obligaciones,
art�culo 84; c�digo brasile�o, art�culo 947.
En cuarto y �ltimo lugar, ese valor corriente se determina de
acuerdo con el cambio que corra en el lugar y d�a del vencimiento*
de la obligaci�n. Lo del lugar se explica porque debiendo ser hecho
all� el pago, todo lo concerniente al mismo debe sujetarse a las con
tingencias ah� imperantes, interpret�ndose al efecto la intenci�n
presunta de las partes. Lo del d�a del vencimiento tambi�n se jus
tifica el valor que la suma debida ten�a en el momento en que se
:

contrajo, es un valor de obligaci�n y no de pago; el valor de la


suma en el d�a del pago efectivo es puramente accidental y puede
prestarse a la mala fe, ya que previ�ndose baja
una o en
un alza
el cambio, el deudor o el acreedor podr�an respectivamente inventar

argucias para demorar el cumplimiento de la obligaci�n, a la espera


de la baja o el alza que les hicieran ganar; el valor del d�a del pago
es el valor de verdadero pago, pues determina el poder adquisitivo
o de cambio en el instante puede exigir el pago,
en que el acreedor
y con relaci�n al cual, de consiguiente, �ste ha concertado, o podido
concertar otras operaciones sobre la base de ese cr�dito (cons. S. C,

23, 483 ; 29, 298 ; 37, 70 ; 52, 234 ; 60, 158 ; 74, 197 ; C�m. civ., 44,
24; 62, 114; 65, 382; 68, 120; 162, 72).
428. Concepto legal del valor corriente. Pero hay que en- �
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 305

tenderse del concepto del valor corriente. En el c�digo se


acerca

habla del valor ele cambio � que corra � en dicho momento y lugar,
vale decir, el valor de cotizaci�n, el valor burs�til, que muda
d�a

a d�a. Y tal es el sentido que el concepto


tiene en las fuentes del

precepto: Savigny, Obligations, II, 37 y siguientes, 64 y siguien


tes, etc. En cambio, algunas decisiones jurisprudenciales (S: C, 51,
373) se han pronunciado en otro sentido: se han basado en el de
creto ele diciembre 2 de 1881, as� como en otro posterior de septiem
bre 24 de 1887, que � reconoce � el valor de las monedas extranjeras
con curso en el pa�s, reglamentando al efecto el art�culo 12 de
la

ley monetaria, seg�n el cual el Poder ejecutivo deb�a � ensayar y


publicar el t�tulo y verificar el peso � de dichas monedas extran
se sostiene que el valor corriente de tales mo
jeras. En tal virtud
nedas no es el de su curso plaza, no es el de su coti
o cambio en la
zaci�n en la Bolsa, sino el fijado en aquellos decretos.
Habr�a, pues, clesarmon�a entre el c�digo y la ley de moneda.
Seg�n el primero, la obligaci�n pagable en determinada moneda
nacional, puede ser satisfecha en otra moneda nacional al cambio
71er d�a y del lugar del pago. Seg�n la ley monetaria, la obligaci�n
TTe pagar en moneda extranjera puede ser cumplida en moneda na
cional de acuerdo con el valor que aqu�lla tenga seg�n el decreto
de equivalencia fijada por el Poder ejecutivo (art. 11 y 12 de la
ley 1130). No habr�a entre ambas m�s diferencia, fuera de la indi
cada, que �sta : el c�digo regir�a para las obligaciones en moneda
nacional, cpie se pagar�an seg�n el valor burs�til o de cambio ; la
ley de moneda regir�a para las obligaciones en moneda extranjera,,
que se abonar�an seg�n el valor legal o nominal se�alado en dicho
decreto.
429. Conciliaci�n de Considero que hay en ello
preceptos. �

evidente error. Los citados art�culos 11 y 12 de la ley 1130 han


contemplado una situaci�n transitoria : la de los contratos � exis
tentes � en la" �poca de la ley, y la de los contratos que se celebrasen
despu�s hasta tanto el gobierno hubiera � acu�ado � la cantidad
fijada, de 8 millones de pesos oro y de 4 millones de pesos plata
(siendo de observar que la cantidad de oro existente en el pa�s fu�
en
1910, por ejemplo, de m�s de 250 millones de pesos oro, y ha
llegado en marzo ele 1918 a 414.690 millones). De otra parte, la
moneda extranjera no es para nosotros moneda legal, sino una sim
ple mercader�a, a menos de tratarse.de contratos que deban cele
brarse fuera del pa�s (art. 8* de la ley 1130), como expresamente
se
dispone en nuestro art�culo 617: de consiguiente, debe ser tra
tada como cualquier mercader�a, por donde el valor corriente
que
Colmo, Oblig. �

T. I 20
306 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

le resulta aplicable es el de cambio, el de mercado o plaza, como si


se arguyera de az�car o vino.
Por lo dem�s, este principio, lo propio cpie los restantes del

c�digo, rige no s�lo con relaci�n a la moneda hoc sensu de las leyes
citadas. Tambi�n aplicar� se cualquier a chancelatorio otro medio

epie los poderes p�blicos creen dentro de sus atribuciones: bonos de


pavimentaci�n, bonos de obras domiciliarias (v�ase, a prop�sito, las
leyes 4391, 4815 y 7091, para los primeros, y las leyes 4158, 6385,
etc., para los segundos). De ah� crue quien tenga tales bonos y quiera
pagar una deuda de pavimentaci�n o de obras domiciliarias, pueda
hacerlo entregando la cantidad respectiva de bonos, o la equivalen
cia en moneda nacional seg�n el valor ele cambio o burs�til que ellos
tengan en el d�a y lugar en epie el pago deba ser hecho.
430. No hay tasa legal (usura).
^ IV. Intereses. A. El
� �

segundo punto importante es el relativo a los intereses (cons. De


molombe, XXIV, 612 y ss. ; Baudry, XI, 494 y ss, ; Windscheid, II,
257-8 ; Dernburg, II, 28 a 30 ; Crome, 9 ; Giorgi, II, 124 y ss. ; Lo-

monaco, I, 107 ; Polacco, 139 y ss. ; Cosack, I, 26, III ; R. T. 1). C,


1914, 598; etc.; en cuanto a lo econ�mico del asunto, Gicle, Princi
pes, lib. III, p. 2a, cap. II, y Cours, 654 y ss. ; Schmolleij,,
III, 189 y ss.).
S� sabe que entra�an la indemnizaci�n de da�os propia de las
obligaciones de dinero : en este sentido cons�ltese Brugi y Carne-
lutti, en dos distintas notas jurisprudenciales que han publicado en
la R. D. Comm,, IV, 126 y XII, 561, as� como C�mara civil, 140, 185.
El c�digo contiene al respecto cuatro disposiciones: son las de
los art�culos 621 a 4.
Seg�n el primero ele ellos, la obligaci�n puede llevar intereses
y sonv�lidos los que se hubiesen convenido entre deudor y acreedor. ,

No hay, pues, entre nosotros, tasa legal de intereses. De ah�

que tampoco se conozca ante nuestra ley civil el inter�s usurario


(cons. Saleilles, D�claration de volont�, 274 y 292 y ss. ; G. Rotondi
en R. D. Civ., III, 237 y ss. F. Degni en R. D. Comm. VIII, 954, y

nota jurisprudencial en XVI, 2a, 634) : las partes pueden convenir el


inter�s cpie quieran, por elevado que sea (C�m. civ., 504, -370; C�m.
civ. 2a enE. L. 3., IV, 89).
Es dudosa la conveniencia de tal soluci�n. La nota del codi
ficador no convence: no es exacto epie el inter�s var�e en nuestro

pa�s tanfuertemente que impida su fijaci�n. Lo �nico cierto U


de
(pie var�a algo m�s que en los pa�ses de finanzas consolidadas y
sedentaria vida econ�mica, precisamente porcpie nuestras finanzas,
como todo entre nosotros, est�n sujetas a las relativas brusqueda-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 307

des de nuestros impresionismos e imprevisiones, adem�s de hallarse


subordinadas a las exigencias intensas de obras p�blicas y ele ser
vicios generales que imponen empr�stitos onerosos y deudas siem
ele que el tipo
pre en aumento. De ah� la circunstancia correlativa
del inter�s comercial y b�ncario sea siempre en nuestros pa�ses su
perior a los ele los pa�ses europeos. Fuera ele ello, los precedentes
nos condenan. Sin contar los de Alemania, Suiza, Francia, etc., cpie

;:son pa�ses en situaci�n financiera distinta ele la nuestra, cabe apun

tar los de casi todos los pa�ses americanos, a los cuales.se agrega el
m�s reciente del c�digo civil brasile�o (art. 1062), as� como el del
c�digo civil de Venezuela (art, 1820), que han fijado un inter�s
legal. De ah� que m�s de una vez se haya presentado proyectos le
gislativos en este sentido (apunto epie una ley ele Indias, IX, 6o, .61,
lo fijaba en el 5 % anual contra los � cargadores � de estas re

giones).
La verdad es cpie tales proyectos han respondido menos al deseo
de consagrar un inter�s legal cpie al de fulminar el inter�s usurario,
pues las dos cosas no son fatalmente correlativas, en raz�n del posi
tivo abuso que de este �ltimo se hace entre nosotros. Los medios
al efecto excogitados son m�s o menos dif�ciles deaplicar. Se echa
mano de tantas sutilezas yr argucias, que es casi imposible descubrir
'el pr�stamo usurario en el simulado pacto de retroventa o en la
aumentada suma del pr�stamo a ser restituido. De ah� epie lo que
m�s se requiera en el caso no sean disposiciones legales abundosas
y aparatosas, pueden resultar frustr�neas en la pr�ctica, sino
que
tino jurisprudencial que sepa distinguir entre lo cpie es l�cito o
moral y lo que no lo es. Por eso cabe alabar la jurisprudencia a cpie
ya he aludido (n� 176), que, no obstante la falta legal de la fulmi
naci�n usuraria, ha llegado a condenarla, so pretexto ele envolver
una causa deshonesta que las leyes castigan (art. 502; en un fallo

comercial, 8, 175, se ha resuelto que los intereses usurarios no obli


gan al fiador, que s�lo entiende obligarse por los corrientes). Y
por eso el Congreso ele ciencias sociales celebrado en Tucum�n, no
se pronunci� por la condena de la
usura, pues crey� bastante con
una disposici�n como la del art�culo 138 del
c�digo civil alem�n, en
cuyo m�rito corresponder�a declarar nulos, como contrarios a las

buenas1" costumbres, aquellos actos en que abusando una ele las par
tes de su superioridad respecto ele la otra, o por raz�n de situaci�n

angustiosa, o ele ligereza, de inexperiencia, o motivos an�logos, ob


tenga de �sta o de un tercero una promesa o una prestaci�n, siem
pre' que, seg�n las circunstancias, exista desproporci�n considerable
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
308
!

entre las ventajas respectivas � (Memoria del Congreso americano de-


ciencias sociales, p. 640). 7^
B. C�mputo. �

Io. �

431. An�lisis de los principios. �

El
art�culo 622 contempla la deuda ele intereses : El deudor morosa

debe los intereses que estuviesen convenidos


(en la obligaci�n).,
desde el vencimiento de ella. Si no hag intereses convenidos, debe
los intereses legales que las leyes especiales hubiesen determinado^
Sino (Si no) se hubiere fijado el inter�s legal, los jueces determi
nar�n el inter�s que debe abonar.
En el primer inciso se deroga, sin raz�n alguna, una regla ge
neral como la del art�culo 509, seg�n la cual no hay mora sin inter
pelaci�n (cons. C�m. civ., 184, 350, y 202, 326). Por suerte que la dis
posici�n se limita al supuesto de que hayan sido estipulados los.
intereses y el t�rmino del pago de la obligaci�n (lo que no obsta a

que cierto comentarista nacional pretenda que los intereses no esti


pulados tambi�n son debidos desde el vencimiento de la obligaci�n).
Sin esos dos requisitos, el principio resultar� inaplicable. Lo mismo-
pasa en materia comercial, cuyo c�digo no ha derogado ese principio,.
salvo en casos particulares, como el del art�culo 737 en punto a inte
reses de letras (pagar�s, etc.), que son debidos desde el protesto-
(C�m. civ. Ia en R. L. 3'., IV, 840).
En lo que toca al segundo inciso, cabe apuntar que jam�s se ha
dictado la ley general cpie fije tales intereses ; y que el C�digo de
comercio precept�a en su art�culo 565 que los intereses moratorios,,.
cuando no seha convenido la tasa, ser�n los que cobren los bancos.

p�blicos, vale decir, entre nosotros, el Banco de la Naci�n.


En cuanto al tercer inciso, la pr�ctica ha conducido a la solu
ci�n adoptada por el C�digo de comercio :
se solicita informe del
Banco de la Naci�n, acerca del inter�s corriente en sus descuentos.
o pr�stamos, que viene a ser el que cobra el banco, y con arreglo

a ese inter�s se liquida la correspondiente deuda. Es que se trata

del inter�s t�pico, por lo mismo que corresponde al de la institu


ci�n oficial de cr�dito. Adem�s, se lo determina con arreglo al inte
r�s que el banco cobra, y no con relaci�n al que paga, porque repre
senta el inter�s que habr�a debido abonar el deudor si hubiese recu

rrido al banco. Es lo que se ha resuelto en no contados casos : 8. C.,.


23, 368 y 483; 24, 142 y 290; 105, 159; etc.; C�m. civ., 117, 113;
119, 409 ; etc. ; C�m. com. en J. A., I, 240.

2o Aplicaciones jurisprudenciales. ��

432. Suponen deuda,


l�quida. �

Tambi�n hay que tener presente una serie de observa


ciones.
Ante todo, que no proceden intereses sino por cantidad l�quida�

i
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 3Q9
l

por lo mismo que c�mputo supone la base de una deuda fija :


su

S. C, 9, 339; etc.; C�m. civ., 59, 80; 74, 342; 89, 196; 107, 241;
116, 360; 144, 423; C�m. civ. Ia en J. T., V|912, 136, en G. F .,

XI|917, 116 y 162, y XII|917, 306, y en J. A., II, 38, y III, 212.
Como se sabe, no es as� en derecho comercial : art. 561 ; C�m. com.
en G. F., XII|917, 333.

Puede ello ser discutido ante los principios. As� como sostendr�
m�s adelante (n� 786) que un cr�dito no deja de ser cr�dito porque
no est� liquidado, y debiera ser compensable, as� sostengo crue la

deuda de intereses puede corresponder a un cr�dito il�quido, con


la natural condici�n ele que se lo liquide en forma: el deudor no
era menos deudor en el momento de la demanda o de la mora, epie
un obligado por suma determinada.
Como consecuencia de esa circunstancia de la liquidez, no pro
ceden intereses enobligaci�n
una de hacer: C�m. com. en G. F'.,
25|V|917. Tampoco proceden respecto de honorarios no justiprecia
dos (C�m. civ. Ia en J. T V|912, 136). .,

Guarda afinidad conlo precedente lo relativo a la deuda sin


plazo: no devenga intereses mientras el plazo no haya sido fijado,
pues hasta entonces exigible, seg�n dir� dentro de poco: C�
no es

mara civ., 82, 395; 96, 292; 97, 278; 100, 388; 135, 191; 171, 230:
.173, 144; etc.
Lo mismo digo de la obligaci�n para cuando el deudor
mejore
de fortuna (pueda pagar, tenga
bienes, etc.). Los intereses no, co
rren mientras la deuda no sea
exigible. Y no lo es hasta cuando no
-se haya fijado el
plazo para el pago, y a partir del vencimiento de
-�ste (art. 620 y 752). M�s a�n: no ser�n debidos desde
que el deu
dor mejore de fortuna, como se dice en
alg�n fallo (S. C, 22, 385),
sino desde que el deudor est� en
mora, mediante la debida inter
pelaci�n.
433. Implican la mora. �

Los intereses no son debidos sino


a partir de la mora, cuando no se ha estipulado plazo para el pago
de la obligaci�n. La disposici�n del art�culo 622 es
excepcional, y
debe ser limitada a sus t�rminos estrictos, seg�n dije poco ha. De
ah� que corresponda volver los
a
principios generales.
En materia judicial, la mora existir� desde cpie
haya noti se
ficado al deudor la consiguiente
demanda, ordinaria o ejecutiva �

A C, 93, 113; 99, 365; en G. F., 16�II|917 ; en J. A., III, 13- etc �

C�m. fed. en 67. F,


3|X|916, y en J. T.,~ XI|914, 32; C�m. civ, 15l'
361; 177, 104; etc.; C�m. civ. Ia en G. F..,
8|VIII|917, y en ./. T.,
XII|914, 201; C�m. civ. 2a en R. L. 3., VI, 696, en G. F .' 10\IX\9l�',
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
320

y XIJ917, 108; C�m. com. en G. F ., 12|VIIIJ916, 1�|VII|917P


17|VILI|917, 6�X|917, XIJ917, 75, y en /. T., 1910, 209; etc.
434. Deben ser pedidos. �

Los intereses deben ser pedidos:


expl�citamente, por lo mismo que no son ele vida ordinaria, y por
lo mismo que el silencio induce o su no existencia o su renuncia de
parte del acreedor: S. C, 86, 305: C�m. civ., 126, 151; 182, 129;
etc. Alg�n tribunal, como la C�mara civil Ia (en 3. A., II, 46) ha.
sostenido que en supuestos en que los intereses est�n preceptuados,.

ya por las partes }~a por la ley (a este �ltimo respecto se tiene el
caso del art�culo 737 del c�digo mercantil, que hace correr los inte

reses desde el protesto), no es menester pedirlos. Prefiero la soluci�n

opuesta : los intereses correr�n desde la fecha se�alada, pero bajo>


la condici�n de qu� se los pida. Es esto m�s liberal y m�s ajustado
a las circunstancias : las disposiciones contractuales o legales deben
ser interpretadas seg�n lo intencional y no en su muerta literalidad^
Es lo que han resuelto, a prop�sito de casos como el- del indicado
art�culo, otros tribunales : C�m. civ. 2a en 3 A., I, 460, y la misma. .

C�m. civ. Ia en 3. A., II, 759 (la cual 3Ta hab�a aceptado el principio
en alg�n fallo anterior: R. L. 3., V, 366), de conformidad con el ar

gumento del art�culo 3862 de Freitas.


435. Obligaci�n de plazo descaecido. �

No creo que corres

ponda insistir acerca ele los intereses en obligaciones de plazo des


caecido. Ya me he
pronunciado al respecto (n� 293, y C�m. civ.
Ia en 3. A., III, 213). Baste con recordar que el descaecimien
to no es el vencimiento, en esto de intereses : el t�rmino que
falte para que se integre el plazo establecido, no puede ser
computado, aun cuando se haya convenido en que la deuda pue
da ser exigida �ntegramente. Por ejemplo, debo 10.000 $ en
hipoteca, a dos a�os, bajo la condici�n de pagar por adelantada
los trimestres de los intereses : si suponemos que he dejado de pagar
en tiempo un per�odo de intereses, y que por eso el acreedor, de

acuerdo con una cl�usula, de la escritura, me demanda por el pago


total de la obligaci�n, y hace descaecer el plazo por mi culpa, no
por eso podr� reclamar los intereses correspondientes a los per�odos.
que falten para completar los dos a�os. Ello a menos, como se com
prender�, que se lo haya estipulado expresamente, cosa (pie los
acreedores dejan pocas veces de hacer.
Es que los intereses corresponden al � uso � de un capital. Y
esos intereses posteriores no corresponden a ning�n uso, por lo mis

mo (pie el acreedor
exige la devoluci�n del capital prestado (S. G.r
89, 45).
C. Anatocismo. 436. Principio prohibitivo.

El art�culo �
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 311

asunto ele mucha importancia, el inter�s compuesto,


623 legisla un

o anatocismo: No se deben intereses de los intereses, sino por obliga


autorice la
ci�n posterior, convenida entre deudor y acreedor, que
acumulaci�n ele ellos ed capital, o cuando liquida la deuda judicial
mente con los intereses, el juez mandase pagar la suma que
resul

tare, y el deudor fuese moroso en hacerlo.


He aqu� la hip�tesis excluida: contraigo una deuda y con
en que el inter�s de 8 por ciento se capitalizar� cada seis me
vengo
ses ocada. a�o, hasta el pago total. Ese inter�s compuesto es nulo. La
raz�n es ele toda obviedad. La capitalizaci�n de intereses es dema
siado onerosa, sobre todo cuando produce al cabo de per�odos
se

breves (cada tres meses, cada mes, etc.). Todo el mundo sabe c�mo
una .suma con intereses as� capitalizados (vale decir, acumulados
al capital al fin de cada per�odo, para convertirse en capital y pro
ducir a su turno, con el capital primitivo, nuevos intereses), se
duplica, triplica, etc., en t�rminos nada extensos y cada vez mucho
m�s reducidos. De consiguiente, el deudor epie admite tal capitali
zaci�n ha celebrado un contrato poco menos que ruinoso. Y ello

prueba: o cpie �ste no ha previsto la ulterior situaci�n, o que ha


aceptado la cl�usula por raz�n de angustioso apremio. En cual
quiera de esos supuestos, la ley hace bien en pronunciarse por la
nulidad, pues se ha explotado o la ignorancia o una evidente infe
rioridad del deudor, lo que es altamente inmoral (S. C, 120, 9;
C�m. civ., 184, 190; C�m. civ. 2a en /. A., II, 910, y III, 223; C�m.
com. en 3. A., I, 900, y en G. F
VI|916, 252).
.,

436 \ Aplicaci�n del principio a los intereses punitorios sobre


cuotas de intereses. �

Debo advertir que se ha hecho una opor


tuna aplicaci�n del principio en lo que se llama cl�usula de inte
reses punitorios sobre cuotas ele intereses satisfechos
tiempo,
no en

en cuya virtud el deudor que no abone una cuota de intereses (de


bidos por raz�n de un pr�stamo, hipotecario o simple, etc.), y sea
as� moroso, tendr� la obligaci�n suplementaria ele pagar uno
(o
dos o m�s) por ciento mensual sobre el importe de esa
cuota, que
suponi�ndola de 100 $ se aumenta a 101 o a 102 por mes, seg�n
que el inter�s punitorio sea de 1 o ele 2 por ciento. El anatocismo
es
evidente, pues media lo t�pico de un inter�s capitalizado de
antemano y convertido en factor de otros intereses.
He aqu� los fallos que tengo anotados al C�m. civ. 2a
respecto :

en 3.
A., U, 265 ; C�m. civ. Ia en 3. A., III, 213.
437. Excepciones del principio. S�lo dos
hip�tesis
en

es
admitido el anatocismo: en el de la convenci�n a
posteriori, y en
el de una deuda con intereses judicialmente liquidada"-"
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
312

Laprimera se explica por las razones que impiden la conven


ci�n a priori. Cuando un deudor liquida su obligaci�n por capital
e intereses, y conviene (expl�citamente, bien entendido) en que el
respectivo total produzca nuevos intereses, act�a sobre algo conocido,
puede prever la situaci�n ulterior, y est� en condiciones de prepa
rarse para afrontarla (cons. 8. C, 21, 529; C�m. civ., 33, 235;
113,
218; 116, 326; 122, 40; C�m. com., 16, 5; 65, 268).
La segunda viene a ser en su fondo id�ntica a la primera: el

deudor sabe que el total del capital y de los intereses acumulados


van a producir en conjunto nuevos intereses, por donde la m�s ele

mental previsi�n le indica que su mora va a perjudicarlo en una


medida determinada o f�cilmente determinable. Pero se requiere
al efecto que el deudor est� en mora respecto del pago de esa �,suma

epie resultare simple circunstancia de que el juez condene al


�. La
deudor a pagar el capital adeudado y los intereses debidamente
acumulados, no pone al deudor en mora, por aplicaci�n del art�culo
509. Estar� en mora cuando el juez, interpretando las circunstan

cias, prefije al deudor


plazo para que pague, y cuando adem�s
un

el acreedor haya instado el procedimiento en demanda de ese pago,


mediante notificaciones, interpelaciones o simples requerimientos
privados. En una palabra, la mera condena del deudor no hace
que el deudor sea moroso : es siempre indispensable, por lo mismo
que nada en contrario dispone la ley, la mora ex homine, por obra
del acreedor cpie prueba haber exigido el pago de la suma predicha.
Es de observar, adem�s, que la Suprema Corte ha resuelto (105,
159) que la capitalizaci�n por sentencia debe estar ordenada en
�sta, lo que me parece excesivo, pues seg�n el art�culo 623 bastar�
con que se condene al deudor al pago del capital e intereses para

epie entienda que el deudor moroso debe intereses con relaci�n


se

al importe de aquellas dos sumas (cons. S. C, 98, 220 y 278).


D. 438. Extinci�n.

Finalmente, el art�culo 624 legisla


una situaci�n de derecho com�n: El recibo del capital (otorgado)


por el acreedor sin alguna
reserva sobre los intereses, extingue la
obligaci�n del deudor
respect� de ellos. No hay all� sino una mera
aplicaci�n del principio del art�culo 525, que, a su turno, es un
caso del principio de que cualquier derecho accesorio, sea creditorio

o no, se extingue con el derecho principal (cons. S. C, 22, 385; 119,

389; 120, 5; en G. F 16|II|917; en J. A., I, 10; en 3. T., II|918,


.,

19; C�m. fed. en G. F'., 3|XI916).


Por lo dem�s, el art�culo no distingue. Poco importar�, enton
ces, que se trate de intereses moratorios o de intereses estipulados.
Y en verdad que no hav raz�n para distinguir : la circunstancia
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 313

de que el acreedor nada diga sobre los intereses que le son debidos,
hace suponer o que le han sido ya satisfechos o que renuncia a ellos.
Todo sin perjuicio de lo que en contrario pueda resultar de las
convenciones entre las partes. Lo que cabe apuntar es que el acree
dor no podr�a pretender la prueba de que ni le han sido abonados
los intereses ni de que ha renunciado a su cobro, como pretendiendo
desvirtuar el imperio del art�culo 624. En �ste no dice que se
se

presume en tal caso dicho pago o la expresada renuncia : lisa y lla


namente se dispone extingue � la obli
que ese recibo del capital �

gaci�n accesoria de los intereses. Lo que as� debe demostrar, enton


ces, el acreedor, no es ninguna de esas circunstancias negativas, sino
la circunstancia positiva de que se ha � reservado � su derecho sobre
los intereses, que es la hip�tesis del c�digo, en lo cual estar� sujeto
a los preceptos pertinentes (art. 1190 y ss.).

V. Lugar y �poca del pago. A. 349. Lugar.


� �

Las disposi �

ciones restantes del c�digo sobre esta obligaci�n de dar sumas de di


nero, pudieron ser perfectamente omitidas, pues est�n legisladas en
otras partes. Son las que se refieren al lugar y a la �poca del pago,

que se contempla con m�s generalidad y con mejor tino en los cap�
tulos II y III del t�tulo Del pago.
Lo relativo al lugar est� legislado en los dos �ltimos incisos
del art�culo 618 : Si no estuviere
designado el lugar en que se ha
de cumplir la obligaci�n, ella debe cumplirse en el lugar en que se
ha contra�do. En cualquier otro caso la entrega de la suma de di
nero debe hacerse en el lugar del domicilio del deudor al
tiempo
del vencimiento de la obligaci�n.
Basta comparar estas disposiciones con su fuente (Savigny,
Obligations, II, 128) y con las del art�culo 747, para alcanzar sus
fallas. Dice el c�digo que si no se designa lugar, la obligaci�n ser�
pagada en el lugar en que se ha contra�do, y que � en cualquier otro
caso� lo ser� en el domicilio del deudor: es
imposible concebir ese
�otro caso�, ya que la primera hip�tesis (de no haberse
fijado lu
gar) abarca todos los casos posibles, y ya que la �nica hip�tesis
contraria (la de haberse designado lugar por las partes) no
puede
ser comprendida en la
disposici�n legal, por lo mismo que es de
autonom�a individual, que prevalece sobre Cualquier ley o
c�digo
(art. 1197). Lo cpie se ha querido decir es otra cosa: la obligaci�n
de entregar una suma de dinero
que sea la contraprestaci�n de un
cuerpo cierto que debe ser entregado en lugar preciso, debe ser
cumplida en el lugar de la entrega de esa contraprestaci�n, pues se
trata de un acto que � se liga por su naturaleza a un
lugar deter
minado en el espacio �, como dice Savigny. Es lo
que resulta del
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
314

art�culo 747 y de preceptos afines como el del art�culo 1424 (v. lo


que dir� m�s adelante: nos 592 y ss.).
B. �poca. �

440. Obligaci�n sin plazo. �

Lo relativo al tiem

po en obligaci�n ha de ser pagada, est� contemplado en varias


que la
disposiciones. Desde luego, en el inciso Io de ese mismo art�culo 618:
Si no estuviere determinado en el acto por el que se ha constituido-
la obligaci�n, el d�a en que 'debe hacerse la entrega del dinero, el
juez se�alar� el tiempo en que el deudor deba hacerlo (S. C, 67,
119; C�m. civ., 59, 128; 96, 292; 143, 296; 166, 119; C�m. com.,
88, 230).
El precepto est� repetido en el art�culo 751. Es �ste uno de
los pocos supuestos en que es dable ver en nuestro c�digo algo pare
cido al plazo de gracia. No hay tal, sin embargo. Se trata de un
plazo breve (nuestros tribunales, por aplicaci�n de la ley de Par
tidas citada por el codificador en la nota, lo limitan a diez d�as), in
dispensable para cpie el deudor pueda procurarse los fondos nece
sarios, ya que �stos no se hallan siempre a la mano, y por raz�n de
que quod sine elle debetur, present� debetur, por donde en cualquier
momento puede ser demandado el deudor para que pague. Pero
este plazo es el com�n u ordinario, pues puede variar seg�n los usos

y costumbres con relaci�n a cada especie de obligaci�n (C�m. civ.,


24, 174), o seg�n los antecedentes y constancias del juicio (C�m.
civ., 60, 66) o seg�n la intenci�n presunta de las partes ante una
situaci�n de crisis (C�m. civ. 2a en R. L. 3'., IV, 863). Por lo dem�s,
esa fijaci�n de plazo supone que la obligaci�n es sin plazo : de ah�

que no lo sea aquella en que el deudor pueda pedir pr�rroga (C�m.


civ., 50, 243), ni la obligaci�n de plazo vencido y no cobrada
(C�m. civ., 180, 87).
441. Obligaci�n para cuando el deudor �pueda�. El ar �

t�culo 620, repetido en el art�culo 752, legisla otra hip�tesis: Si la


obligaci�n autorizare al deudor para satisfacerla cuando pudiese,
o tuviese medios de hacerlo, los jueces (,) a instancia de parte, desig-

narc�n el tiempo en que deba hacerlo.


Es evidente que esa potestad judicial debe estar subordinada
a la condici�n implicada en el plazo incierto que en el caso ve la

ley : que el- deudor pueda pagar, tenga medios, mejore de fortuna,
est� en condiciones de pagar, obtenga tal o cual herencia o ganan
cia, etc., siempre que, claro est�, haya transcurrido un plazo pru
dencial, como para suponerlo t�citamente convenido, dentro del
cual el deudor ha � podido � o � debido � mejorar de fortuna o rea
lizar la ganancia que esperaba, pues de otra suerte el deudor podr�a
prorrogar a su arbitrio y m�s o menos indefinidamente dicho ter-
OBLIGACIONES DE PRESTACI�N INDETERMINADA 315.

mino so pretexto de no haber mejorado de fortuna, etc. (supra,


n" 272).
ser� el acreedor deba probar el
Por lo dem�s, quien que

deudor est� en condiciones de poder pagar: suministrada esa prue


haberse estipulado el t�rmino
ba, aunque sea al d�a siguiente de
incierto, el deudor estar�a obligado a pagar.
Debo hacer constar que pr�ctica no se insiste mayormente
en la

en la prueba ele esa condici�n, pues se pide


lisamente cpie el juez

se�ale el t�rmino. Y los jueces fijan entonces el plazo de acuerdo con


lo expuesto poco m�s arriba.
442. Estas obligaciones pueden exigidas ejecutivamente.

ser

Tambi�n hay que hacer constar acerca de estos dos preceptos, sobre
todo acerca primero, que nuestra jurisprudencia ha oscilado
del

(supra, n� 272, e infra, n� 623). Antes exig�a todo un juicio ordi


nario para la fijaci�n del t�rmino judicial para el pago, no obstante
que se tratase de una obligaci�n debidamente
reconocida o que cons
tase en escritura p�blica (S. C, 82, 86; C�m. civ., 43, 137; 60, 311;

62, 303; 70, 56; 82, 64; 101, 167; 130, 122; 161, 328;" 171, 160, etc.).
Y m�s de una vez ha admitido que la acci�n ejecutiva es posible,
mediante el previo reconocimiento : todo se reduce a precisar el t�r
mino, y a intimar luego (y aun al propio tiempo: C�m. civ. Ia en R.
L. 3., IV, 519) al deudor para que pague; con lo cual, transcurrido
in�tilmente el t�rmino fijado, se libra mandamiento de embargo como
en los casos comunes: C�m. civ., 145, 190 (se trataba tan s�lo de
citar al deudor para que reconociera su firma) ; 154, 372 y 434. Y
no tengo por qu� observar que esta �ltima jurisprudencia es la ade

cuada y sana: la otra se inspira en un expedienteo pesado y forma


lista, que obliga a dos demandas sucesivas y no surge de ninguna
de nuestras leyes de fondo ni de forma.
Nada puede implicar en contrario lo dispuesto en el art�culo
66 del C�digo de procedimientos para la Capital y los territorios,

seg�n el cual toda contienda que no tenga tr�mite especialmente


fijado en la ley, debe ser substanciada en juicio ordinario ; pues no
se puede
aplicarla al caso, en que no media � contienda �, por lo
mismo que s�lo se quiere pedir el reconocimiento de una firma y la
fijaci�n del plazo legal cpie cuadra.
Tampoco se puede arg�ir, como se ha hecho, con la circuns
tancia de que la deuda no ser�a en el caso ejecutiva. Sobre que este
requisito es exigido en un supuesto que no corresponde al caso (para
la confesi�n en juicio: art. 465, inc. 3o del citado
c�digo procesal),
cabe advertir que de eso precisamente se trata: de convertir en exi-
DE LAS OBLIGACIONES -EN SI MISMAS
316

gible unaobligaci�n cpie no lo es, para luego, cuando llegue a serlo,


demandarla o ejecutarla.
443. Obligaci�n para cuando el deudor �quiera�. Queda �

una hip�tesis final, que el c�digo no ha contemplado : la del pago

para cuando el deudor lo tenga por conveniente, para cuando a �ste


le parezca, para cuando �l quiera, etc.
Siempre que la expresi�n no entra�e una condici�n meramente
potestativa (n� 220), caso en el cual la obligaci�n es nula (art. 542),
y siempre que seg�n los antecedentes y dem�s circunstancias sea
posible ver all� una obligaci�n seria, tales expresiones deben ser mi
radas como equivalentes de las anteriores : cuando mejore de for
tuna, cuando pueda, etc. De ah� que sea dable ver en ellas meros
plazos inciertos, que deber�n regirse por el principio del art�culo
620 (supra, n� 271).
Es lo que se ha resuelto en un caso muy an�logo. Se trataba
de una obligaci�n a pagarse cuando le fuera c�modo al deudor:
C�m. civ. 2a en R. L. 3., II, 869.

CAP�TULO vi

OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE

SECCI�N Ia

PRENOCIONES

444. Cuadro de tales obligaciones. Las obligaciones pueden'


'

ser, con relaci�n a los sujetos, simples o compuestas, seg�n (pie los
sujetos sean lo uno o lo otro, exactamente como pasa en las obliga
ciones con relaci�n a la prestaci�n.
Hasta ahora hemos supuesto la obligaci�n simple o*iucompleja,
que tiene s�lo un deudor y un acreedor.
El supuesto complejo que vamos a contemplar, se diversifica
en varias formas.
Puede haber disjunci�n o conjunci�n entre los sujetos, y tal
disjunci�n o conjunci�n puede existir del laclo ele los deudores, o
del ele los acreedores, o de ambos a la vez.
La conjunci�n o mancomunaci�n puede ser com�n o solielarui,
seg�n que el derecho (o la obligaci�n, en su caso) pueda ser exigido
en su totalidad o s�lo en parte por los acreedores o contra los deu
dores. Es lo que se dispone en el art�culo 690, si bien no en toda la
plenitud de lo dicho : La obligaci�n que tiene m�s de un acreedor o
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE ^\J

m�s de deudor, y cuyo objeto es


un una sola prestaci�n, es obliga
ci�n mancomunada, que puede ser o (ser) no solidaria.
Aun en puede caber la hip�tesis de
la mancomunaci�n com�n
((lie el derecho pueda ser exigido por cualquiera de
los acreedores o-

contra cualquiera de los acreedores, seg�n que la prestaci�n obli

gatoria sea. o no susceptible de fraccionamiento. Pero la circuns


tancia obedece en este caso no a la calidad del v�nculo, como en la
mancomunaci�n solidaria, sino a la naturaleza de la prestaci�n, que
puede o no ser partes. Tan cierto es ello que en la man
dividida en

comunaci�n solidaria poco importa, para poder ejercerse el derecho-


en su totalidad, que la prestaci�n sea o no divisible.
El respectivo cuadro ser�a como sigue :

/ Activamente i
) Pasivamente ) Prestaci�n divisible
Disjunta j Activay pa- ) Prestaci�n indivisible
sivamente I
. .
\ t Prestaci�n di-
Obligaci�n com- ) �

, ,
\ v;sjbie
re�a- \ l Activamente / Com�nmente i
pleja con prestaci�n in
don a los suje- I ) \) ( divisible
*

\ Mancomunada < Pasivamente

/
) )i c i!�j�
-

Solidaria-

{V Prestaci�n
�, -Ku
di-

( Activa y
sivamente
pa-
\
mente
/
potaci�n
divisible
in-
v

He aqu� las ejemplificaciones que pueden ilustrar prima facie


cada uno de esos aspectos.
Obligaci�n : A debe pagar 100 $ a X o
dis junta activamente
a Z. Obligaci�n dis junta pasivamente : A o B deben pagar 100 $ a

Y. Obligaci�n dis junta activa y pasivamente : A o B deben pagar


100 $ a X o Z. En esos tres casos la prestaci�n es divisible. Si en
vez de los 100 $ se debiera un caballo, la prestaci�n ser�a indi

visible.
Obligaci�n mancomunada activamente : A debe 100 $ a X y Z.
(o bien a X, Y y Z, pues los acreedores, como los deudores en su
caso, pueden ser, lo propio que en las obligaciones disjuntas, dos,.
tres, diez, etc.). Obligaci�n mancomunada pasivamente: A, B y G
deben 100 $ a X. Obligaci�n mancomunada activa y pasivamente:.
ii/B deben 100 $ X y Z. En cada uno de esos tres supuestos,.
a

la mancomunaci�n ser� solidaria cuando cualquiera de los acree


dores pueda reclamar contra cualquiera de los deudores la totalidad
de los 100 $. Ser� com�n, cuando un acreedor no pueda exigir sino-
la parte que en el total le corresponda. Y en esta mancomunaci�n
com�n, habr� divisibilidad cuando, como en los ejemplos puestos,.
la prestaci�n pueda ser fraccionada ; habr� indivisibilidad en caso>
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
ypg

contrario (la prestaci�n consiste en un autom�vil, en un cuadro,


en una partitura musical, etc.).
445. Entra�an indeterminaci�n del sujeto. �

En general, los
precedentes supuestos entra�an una situaci�n af�n con otra que ya
conocemos. As� la
prestaci�n,
como mediante la cual
una obligaci�n

ha de ser satisfecha, puede quedar indeterminada entre dos o m�s


prestaciones durante el per�odo epie transcurre entre el momento en

que la obligaci�n nace y aqu�l en que se la cumple (como se ha


visto a prop�sito de obligaciones facultativas, alternativas, de g�
nero, de cantidad, etc.), tambi�n puede presentarse la misma inde
terminaci�n entre los sujetos, activo o pasivo, y no ya entre las pres
taciones, de una obligaci�n cualcpiiera.
En tal virtud, el acreedor solidario, el disjunto, etc., puede
cobrar a cualcpiiera de los deudores. Lo mismo puede hacer el acree
dor de una obligaci�n indivisible (no acaece lo propio con el acreedor
ele una obligaci�n divisible, pues el cr�dito, o la deuda, se fracciona
en tantas partes in clepen clientes cuantos sean los deudores, como se

ver� a prop�sito del art�culo 674). Lo mismo hay que observar si


la pluralidad o indeterminaci�n existe de parte de los acreedores:
el �nico deudor obligado puede pagar a cualquiera de los acreedo
res. De consiguiente, as� como se �eleg�a� la prestaci�n mediante
la cual o6 iba a hacer el pago, con lo cual se determinaba o indivi
dualizaba la prestaci�n y se hac�a que la obligaci�n fuese en ade
lante de prestaci�n cierta, as� tambi�n la determinaci�n del sujeto
indeterminado deber� hacerse mediante unprocedimiento an�logo,
de elecci�n �, cpie entra�e el que la
� obligaci�n sea de sujeto igual
mente cierto.
Tal indeterminaci�n puede ser m�s o menos intensa. En los

ejemplos antes puestos me he limitado a la indeterminaci�n m�s


elemental: la que existe entre los deudores (o acreedores, en su
a

caso). Puede haberla entre cuatro, como entre diez o cincuenta,


aunque cierto que
es se hace tanto m�s rara cuanto mayor es la
indeterminaci�n.
Y en derecho civil no se la conoce as�, sino, en principio, en las
comunidades hereditarias : un deudor fallece y deja dos o m�s he
rederos obligaci�n cualquiera. Tambi�n se la tiene en forma
en una

legal para m�s de un caso, no muy frecuente, de obligaciones soli


darias (art, 1081 y sus concordantes, 1945, 2067, 2281, 3870, etc.), as�
como en lo algo m�s frecuente de las convenciones privadas. hn

cambio, es bastante com�n en derecho comercial, donde cobra carac


teres de toda intensidad, no s�lo porque la solidaridad es en �l casi
una norma legal, sino sobre tocio por el juego preponderante de los
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 319

papeles a la orden (letras, pagar�s, conocimientos, p�lizas, vales,


cheques, t�tulos de acciones o ele obligaciones sociales, etc.) : en tales
la indeterminaci�n existe virtualmente en relaci�n a tocia
papeles
el mundo, como ocurre con el tenedor de una letra en la cual se ha
dejado en blanco el nombre del aceptante (art, 599, inc. 4o, y sus
concordantes), o como pasa en la situaci�n an�loga del endoso en
blanco, o seg�n acontece con el � portador � de un documento trans
misible por la mera entrega (art, 742), que puede ser quienquiera,
en principio, y que resulta el positivo acreedor.

Pero nosotros deberemos omitir esta indeterminaci�n comer

cial, pues nos ajena, ya epie todo cuanto concierna a papeles


resulta
enclosables o al portador es ele car�cter y jurisdicci�n mercantiles
(art. 8", inc, 4o, del respectivo c�digo), y habremos por eso de con
centrar el estudio en lo m�s peque�o c�e la indeterminaci�n civil.

SECCI�N 2:l

OBLIGACI�N DISJUNTA

446. Su auge en derecho moderno. �

Quiero empezar, ante


todo, por la de las obligaciones que he llamado � disjuntas �, siquie
ra por lo que son poco notorias y por lo que est�n cobrando un auge
cada vez m�s acentuado.
El supuesto de la disjunci�n no era frecuente, particularmente
en su forma activa (del laclo ele los acreedores), y sobre todo en la
doble forma, activa y pasiva, de los acreedores y los deudores. No
se la conceb�a sino testamentariamente. Se dec�a que era dif�cil que
alguien estipulase que lo que deb�a, cobrar o pagar pudiera ser res
pectivamente pagado a �l o a otra persona, o cobrado por �l o por
otro. Supondr�a ello, se agregaba una fuerte confianza en favor de
la otra persona. En vez ele ello, se conclu�a, se echa mano de otros
recursos : si el mismo acreedor no va a poder cobrar la deuda, da

poder a un tercero para que en su nombre y representaci�n la cobre ;


si es el deudor cpiien cree que no va a poder pagar, buscar� una

pr�rroga o una renovaci�n, ya que no le ser� f�cil hallar quien se


preste a pagar en su reemplazo.
Pero la complejidad de las relaciones econ�micas es tal, que
todo surge y todo se traduce en derecho. Bien puede ocurrir, por
ejemplo, que el deudor, previendo que no podr� pagar su deuda,
estipule el derecho alternativo en favor del acreedor, de epie �ste
cobre en nombre de aqu�l lo cpie le debe un tercero: as�, A debe
a B 100 $, y conviene en
cpie B podr� cobr�rselos a �l o bien a X
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
,^20

(cpie debe 100 $ aA, con lo cual se extinguen all� dos obligaciones:
la de A para con B, y la de X para con A). Y es m�s com�n, sobre
todo en derecho contempor�neo, la faz activa : A es tenedor de ac

ciones de tal sociedad, o deposita una suma cualcpiiera en un


banco,.
pero hace anotar las acciones o el dep�sito a nombre alternativo
(o disjuntivo) de �l y de un tercero (su mujer, su hijo, su ami
go, de tal suerte que los dividendos de las
etc.), acciones, y aun el
valor de �stas (si est�n vencidas y son exigibles), o los intereses del
dep�sito, y el mismo importe del dep�sito (si cuadra), pueden ser

cobrados por A o por el tercero indiferentemente.


Y hago constar que el caso, que es bastante frecuente en los.

pa�ses de vida econ�mica intensa y modernizada (y en sociedades


an�nimas, acciones, en dep�sitos bancarios, etc.), como Inglaterra
en

o los Estados Unidos, se ha presentado ya entre nosotros : A tiene

unas acciones o un dep�sito bancario a su nombre y al nombre al

ternativo de B, de tal suerte que cualquiera de ellos puede disponer


del correspondiente derecho ; fallece luego A, o bien fallece B ; el
acreedor sobreviviente ha querido cobrar las acciones o retirar el
dep�sito despu�s de fallecido el coacreedor, y se ha encontrado con
que la sociedad an�nima o el banco se han negado al correspon
diente pago, pretexto de que el coacreedor fallecido era esposo
so

(o esposa) del reclamante, por donde el valor de las acciones o del


dep�sito pertenec�a en adelante a la sucesi�n del muerto, en cuya
virtud s�lo podr�an disponer ele �l los respectivos herederos.
447. Su falta de caracterizaci�n legal. Debo observar que

nuestro c�digo, lo propio que los dem�s, nada dispone respecto de


esta obligaci�n disjunta, acaso porque no era usual, acaso por-

que sus principios encuadran en los de derecho com�n, ya que en


el fondo viene a resolverse en una obligaci�n solidaria. Sin em

bargo, Freitas lleg� a consagrarle una disposici�n en su Esbogo


(art. 1104), aunque es cierto que en ella se limit� a una simple refe
rencia doctrinaria, pues en parte alguna desenvolvi� los principios.
relativos al juego de las mismas.
Pero 3^a que en el derecho romano se la ha conocido, en aquello
ele las instituciones .illi aut Mi do, lego... Lo mismo pasa en
. .

Pothier (Obligations, n� 259, p. 65 de la edici�n Merlin), que se


pone en el caso de que mon h�ritier donnera au carmes ou aux ja-
cobins une somme de cent livres. Y Demolombe (XXXVI, 103) no
ha hecho m�s que reproducir tales precedentes, si bien controvir- .

tiendo las soluciones, pues cree, y con raz�n, que todo es asunto de

circunstancias, de intenci�n y ele prueba, para determinar si esos


OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 321

legados deben ser considerados como dis juntos o como conjuntos,


vale decir si la part�cula o equivale a la part�cula, y.
448. Equivale a una obligaci�n solidaria. Considero que, en

la
general, y salvo esas circunstancias, cpie habr�a que acreditar,
obligaci�n dis junta es una obligaci�n solidaria, pues tiene todos
sus

caracteres: cualcpiier acreedor (o todos juntos, si as� se prefiere


reclamar la totalidad de la prestaci�n
por los acreedores) puede
contra el deudor com�n (supongo el caso m�s ordinario de la dis
junci�n entre los acreedores).
Tal aproximaci�n, y repito que hablo en general y sin perjuicio
de las circunstancias especiales, puede ser derivada en otras formas,
que ya he insinuado. La obligaci�n
dis junta es una obligaci�n alter
nativa en su fondo : en �sta la alternativa se refiere a la prestaci�n,
en aqu�lla se refiere a los sujetos. Viceversa, en la obligaci�n alter
nativa hay una disjunci�n real u objetiva, que en la disjunta es
personal o subjetiva. Y ya se ha visto, adem�s, c�mo la obligaci�n
alternativa entra�a una solidaridad real (n� 387).
449. Aplicaci�n de tal criterio a los dep�sitos bancarios alter
nativos. �

He sostenido en mi art�culo Obligaciones con acreedores


alternativos (publicado en la Revista jur�dica, 1916, p. 583 y ss.), a
prop�sito de los casos a que me he referido m�s arriba, y donde estu
dio con detenimiento el punto, cpie el coacreedor puede exigir directa
mente el pago de las acciones o del dep�sito, sin esperar en modo

alguno a que se liquide la sucesi�n del coacreedor premuerto, por


lo mismo que �l tiene un derecho propio y no sucesorio, desde que
se presenta como acreedor o propietario, como adstipulator que es

(v. n� 572), y no como heredero del fallecido.


En tal sentido se ha pronunciado la C�mara comercial (J. A.,
II, 108), a pesar de la jurisprudencia adversa de nuestras c�maras
civiles : la 2a lleg� a sentar que ios dep�sitos alternativos son comu
nes, y pertenecen as� a los depositantes por igual (R. L. 3'., III,

875), lo que equivale a hacer de una disjunci�n toda una conjun


ci�n; la Ia (R. L. 3., VIII, 591) sostuvo que el dep�sito correspon
d�a s�lo a uno de los depositantes, padre del otro, ya que �ste, como
menor de edad, no
pod�a serlo, m�xime no habi�ndose probado que
tuviera fondos propios. Esto �ltimo puede ser admisible, y entrar
en las circunstancias a
que antes me he referido. Fuera de ellas, el
dep�sito alternativo o clisjunto es solidario.
450. Objeci�n posible. Todo lo m�s que puede decirse en

contra ele esta tesis es que si el coacreedor fallecido es


esposo (o
padre, o hijo, etc.) del reclamante, �ste viene a recibir un derecho
que es en realidad sucesorio, por donde viola la ley fiscal del im-

-Colmo. Oblig. �

T. I. 21
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
322

puesto a las herencias. Cabe contestar: Io que eso es


hipot�tico, pues
el acreedor premuerto puede no pariente
ser reclamante; del 2o que
aun en el caso ele serlo, el reclamante, que pod�a exigir en vida de
su coacreedor el pago ele las acciones o del dep�sito, en su calidad
de acreedor y propietario, mal puede perder su condici�n de tal por
fallecimiento del coacreedor, por muy pariente suyo que sea; 3o que.
eso de los derechos fiscales es un asunto externo, que nada puede
decir contra el fondo del asunto y contra la naturaleza del derecliu
en juego ; 4o que, en todo caso, bastar�a con imponer un derecho a

los dep�sitos o a las acciones


(como ya se ha hecho : art, 20 de la
ley 10.361), para que todo se conciliara, exactamente como acontece
en materia de sociedades an�nimas (el propietario de un fuerte es

tablecimiento comercial o industrial no quiere dejar librada, la suerte


del mismo, a su muerte, a los azares de una sucesi�n, siempre engo
rrosa y poco perita, y transforma el establecimiento en una sociedad

an�nima, en que figuran como principales socios �l y sus eventuales


herederos, y en que el capital est� representado por acciones trans
misibles por simple entrega), en las cuales se viene a esquivar el im
puesto sucesorio, pero se paga en cambio el impuesto casi equiva
lente de la constituci�n ele la sociedad.

SECCI�N 3"

MANCOMUNACIOlSr SIMPLE

ART�CULO 1

PRESTACI�N DIVISIBLE

I. Prenociones. �

451. Observaciones
metodol�gicas. En �

atenci�n a lo dicho, de epie los principios de la obligaci�n disjunta


no difieren de los cpie corresponden a la obligaci�n alternativa o a

la solidaria, puedo limitar a lo expuesto lo que corresponde sobre

ella, y pasar a la mancomunada, que es m�s frecuente, advirtiendo


que no contemplo el supuesto ele que la prestaci�n en aqu�lla
sea

indivisible, pues esto ser� materia de un estudio general, cuyas no


ciones no pueden ser adelantadas, y que, por raz�n de encuadrar en
lo ordinario, realizar� dentro del estudio de esta �ltima.

Hago constar, de entrada, lo arbitrario de la metodolog�a


del c�digo, cpie consagra t�tulos independientes a las obligaciones di
visibles e indivisibles, a las simplemente mancomunadas y a las so
lidarias, epie vincula a estas dos �ltimos en un ep�grafe com�n : Ve
las obligaciones con relaci�n a las personas (adem�s de incluir en
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 323

ello unasunto, el Del reconocimiento de las obligaciones, cpie nada


liene cpie ver, ni remotamente, con la simple mancomunaci�n y la
solidaridad), y que repite in�tilmente una serie de preceptos (del
cap�tulo de las obligaciones divisibles en el cap�tulo de las obligacio
nes simplemente mancomunadas, etc.)

Se incurre, as�, en una serie de fallas. Se establece una como


.antinomia entre las obligaciones divisibles o indivisibles y las simple
mente mancomunadas, cuando pueden ser lo mismo. Se paraleliza
situaciones que debieran estar subordinadas, ya que las obligaciones
divisibles o indivisibles son meros aspectos, casos o especies de la
-obligaci�n mancomunada. Se destruye el organismo y la unidad que
tocio ello tiene, pues la solidaridad y la divisibilidad o indivisi
bilidad son subdivisiones de la mancomunaci�n. Se tropieza con toda
una teor�a de superfetaciones, que no s�lo aumentan el n�mero ele

los dispositivos legales, sino cpie pueden dar pie para interpretaciones
encontradas, ya que m�s ele una vez, como se ver�, se cpiiere
legislar un mismo punto mediante preceptos no del todo concordantes.
JjJt sic ele coeteris.
452. Concepto. �

Sigamos dicho orden y comencemos por la


himple mancomunaci�n (o mancomunaci�n no solidaria, que es la
otra especie). Y, dentro de ella, empecemos por el supuesto m�s senci
llo de la prestaci�n divisible. Es lo que pasa en supuestos como los

-siguientes : A .debe 100 $ a X, Y y Z, si se quiere ver el caso de la


"mancomunaci�n activa ; o bien A, B y C deben 100 $ a X, si se
quiere contemplar el caso ele la mancomunaci�n pasiva; ya que el
-supuesto ele la doble mancomunaci�n, sobre ser sumamente raro, no
tiene de propio sino lo complejo de la situaci�n, pues sus principios
son los que corresponden a los de la mancomunaci�n activa
y ele la
pasiva a la vez, debidamente conjugados, (cons. S�nchez Rom�n,
IV, 47yss.).
La respectiva caracterizaci�n ha quedado hecha m�s arriba (en
los nos 26 y 444) : la obligaci�n es divisible cuando la correspondiente
prestaci�n lo sea, Es lo que dispone el primer inciso del art�culo
667: Las obligaciones son divisibles (,) cuando tienen por objeto
prestaciones susceptibles de cumplimiento parcial. De suerte cpie lo
decisivo en el caso es la prestaci�n: a la divisibilidad de ella est�
subordinada la divisibilidad ele la respectiva obligaci�n, que enton
ces puede ser cumplida por partes.

De ah� que lo delicado del asunto se resuelva en la determinaci�n


"

de ese concepto ele la divisibilidad de la prestaci�n.


453. Importancia pr�ctica. �

Pero antes de pasar al juego


de estas obligaciones, hay epie dar cuenta del art�culo 673 : Las
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
324

obligaciones divisibles, cuando hay un solo acreedor g un solo deudor^


deben cumplirse como si fueran obligaciones indivisibles. El' acreedor
no puede ser obligado a recibir pagos parciales, ni el deudor-
a hacerlos.
Esto es consecuencia de un punto de vista que nada tiene que
ver con prestaci�n y de la correspondiente:
la indivisibilidad de la
obligaci�n, sino con el pago ele la obligaci�n. De ah� que su lugar
natural est� en el t�tulo del pago, donde, por lo dem�s, hay la dispo
sici�n que cuadra (es la del art. 742). Y menos tiene que ver con.
la obligaci�n mancomunada, que estamos estudiando, por lo mismo-
que ella supone complejidad en los sujetos de la obligaci�n.
II. Formas. �

454. Prestaci�n de dar. �


Entrando ya en

el estudio del aludido juego obligaci�n divisible, cabe apuntar


de la

cpie si la prestaci�n consiste en cosas, no hay mayor dificultad. El


art�culo 2326 da la pauta: Son cosas divisibles (,) aquellas que sin-
ser destruidas enteramente pueden ser divididas en porciones reales,

cada una de las cuales forma un todo homog�neo y an�logo tanta-


(con relaci�n) a lees otras partes como a la cosa misma. Y el art�culo-
669 integra la noci�n respecto de las obligaciones de dar, que siem
pre suponen prestaciones de cosas : Las obligaciones de dar son-
divisibles cuando tienen por objeto (entregas de) sumas de dinero
o de otras'1 cantidades, o cuando teniendo por objeto (la entrega de)

cosas inciertas no fungibles, comprenden un n�mero -de ellas de la

misma especie que sea igual al n�mero de acreedores o deudores, o


a su m�ltiple (m�ltiplo).

De modo que todas las prestaciones de dar que se determinen


cuantitativamente resultan divisibles : as�, lo que se cuenta, se pesa.
o se miele, como el dinero, el arroz, el az�car, el vino, etc., es t�pica

mente divisible. Es lo -que pasa con todas las cosas fungibles, como-
son �sas, y como no ser�an los terrenos o casas, que tambi�n pueden

ser computados por medida, pues no pueden ser materia de rec�proca.

substituci�n. Y es lo que pasa con cosas no fungibles, pero gen�ricas,


cuando haya proporci�n entre su n�mero y el de los acreedores, o
el de los deudores en su caso, sin tener que fraccionarse ninguna de
sus unidades: A, por ejemplo, debe dos caballos a B; fallece luego

A dejando dos herederos ; a pesar de que cada caballo no sea divi


sible (pues dividirlo ec{uivaldr�a a destruirlo, y a violar la regla del
art�culo 2326, por lo mismo que sus partes no ser�an an�logas entre
s� ni menos con relaci�n al entero), la doble prestaci�n viene a serlo,

por la homogeneidad de sus contenidos parciales, por donde cada


heredero se liberar� entregando al acreedor un caballo. Viceversa*.
A debe a B ocho libros; fallece B dejando cuatro herederos; cada.
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 325

uno de �stos puede reclamar contra el deudor dos libros. Pero esto
ser� as� materia sucesoria cuando la herencia haya sido dividida
en

el acreedor prefiera dividir su acci�n


y repartida, o bien cuandeT
entre los distintos herederos, pues entonces cada uno de �stos

responde por su parte. Si la herencia no ha sido dividida, el acreedor


puede demandar a la sucesi�n misma, que es la persona jur�dico-
patrimonial del causante, sin necesidad de fraccionar su acci�n:
..art. 3490; C�m. civ., 33, 415.
455. Prestaci�n de hacer. Si la prestaci�n consiste en he

chos, no hay m�s regla que la del art�culo 670 : Las obligaciones de
hacer son divisibles cuando tienen por objeto (la prestaci�n d�)
hechos determinados solamente por un cierto n�mero de d�as de
trabajo, o cuando consisten en un traba jo, dado, seg�n determinadas
medidas expresadas obligaci�n (en el contrato), como la cons
en la
trucci�n de un muro estipulada por metros; pero cuando la cons
trucci�n de una obra no es por medida, la obligaci�n es indivisible.
Vale decir, que esta larga y mal construida disposici�n significa
�que la obligaci�n de hacer ser� divisible ^cuando la prestaci�n sea
determinable cuantitativamente, lo mismoque la de dar en su caso :
tales ser�an las de servir como dom�stico, dar lecciones de ingl�s
�o de matem�ticas, cavar tierra, cortar le�a, etc., que no tienen

unidad indescomponible como las de servir en un banquete, ense


�ar tal o cual cosa en ingl�s, hacer un pozo, podar �rboles dados,
etc. As�, fallecido el. acreedor de la obligaci�n, el deudor seguir�a

obligado para con cada uno de. los herederos del mismo en la
parte respectiva, para cortar lo correspondiente del bosque, des
montar el terreno, etc. No cabe decir lo propio con relaci�n al
servicio dom�stico o a las aludidas ense�anzas, no porque las pres
taciones respectivas no sean sino por otras razones aje
divisibles,
nas a ello : lo personal del v�nculo hace que la relaci�n jur�dica
se acabe con el fallecimiento del acreedor, pues al deudor no le
puede ser indiferente servir o ense�ar a uno como a dos o tres,
'

j, sobre todo, a un acreedor tolerante o atrayente como a otros


-acreedores que pueden no tener tales virtudes.
456. Prestaci�n de no hacer. Si la
prestaci�n es de no ha

cer, la norma legal es la del art�culo 671 : En las obligaciones de no


hacer, la divisibilidad o indivisibilidad de la. obligaci�n se decide por
el car�cter natural de la prestaci�n, en cada caso particular Lo .

que quiere decir que para el c�digo no hay regla fija como en los
anteriores supuestos. Sin embargo, nada habr�a costado seguir
el eriterio.de los art�culos 669-70, y decir que ser� divisible cuando
tambi�n se determine cuantitativamente: las obligaciones de no
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
326

cortar le�a, de no sacar agua, de no desmontar terreno, de no


levantar una pared, etc., comprenden prestaciones divisibles, en
cuya virtud se puede exigir, de cada uno ele los herederos del deu
dor fallecido o por cada uno de los herederos del acreedor pre-
muerto, el cumplimiento parcial que cuadre (si suponemos que el
terreno de donde no deb�a extraerse la
le�a, el agua, etc., ha sido
dividido entre los herederos del acreedor, o que el deudor ha de
jado dos o m�s herederos obligados a respetar su obligaci�n).
457. Prestaci�n alternativa. El art�culo 672 contempla un

supuesto que pudo ser omitido sin dificultad: Las obligaciones alter
nativas que tienen por objeto prestaciones de naturaleza opuesta, no
son consideradas como divisibles o indivisibles sino despu�s de la-
'

opci�n del acreedor, o del deudor con conocimiento del acree


dor. Es obvio, por lo mismo que la prestaci�n -determinada
s�lo existe a partir de la elecci�n que la individualiza (n� 370).
458. El principio es el de la divisibilidad. �

Tales son los.


supuestos legales.
La observaci�n fundamental que cabe al respecto es la de que
se ha dejado sin soluci�n lo que m�s interesaba, por ser lo m�s.
general, y as� lo m�s
propio de la ley. Es esto : en principio � qu�
tenemos1? una obligaci�n, as� en general, �es divisible o indivisible ^
Ac�dase a la experiencia diaria y al consiguiente buen sen
tido, y se hallar� que todo en el mundo es divisible. El tiempo y
el espacio, que son respectivamente los padres de los hechos y de
las cosas, son esencialmente divisibles. Y la divisibilidad de la
materia, que es lo esencial en las cosas, lo es hasta el infinito, se
g�n todo un postulado de la m�s alta filosof�a cient�fica. Si en de
recho hay algo de indivisible, es porque se trata de puntos de
vista meramente intencionales y de conveniencias econ�micas,.
como se lo ha visto en las alusiones antes formuladas respecto de
los terrenos y casas y de los servicios de la
ense�anza^ y como se.
o

ver� m�s adelante, en los n�meros 464 y siguientes.


Tal es la norma de fondo, que aceptan, o postulan, no pocos
buenos autores: Ortolan, III, 1825; Savigny, I, 338; Toullier y.Du-
vergier, III, 2a, 751-61; Duranton, XI, 269-77; Demante y Colmet de
Santerre, V, 157; Marcado y Pont, V, 640; Demolombe, XXVIr
513; Aubry y Rau, IV, 298; Baudry, XII, 1108-9; Giorgi, I, 233;
Lomonaco, I, 424 ; Crescenzio y Ferrini, 166 ; Zachariae-Cromer
II, 281 ; Planiol, II, 715 ; Colin y Capitant, II, 195 ; etc. Advierto
epie lo propio cabe decir de los romanistas franceses y belgas, por
m�s que hayan desvirtuado no poco el asunto, al mezelar las teo
log�as franceses que veremos m�s adelante (n� 464 y ss.) con la*
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 32J

doctrinas romanas:Molitor, I, 230; Maynz, II, 277; Van Wetter,


XJurso, II, 337, y Obligations, I, 55. Y debo apuntar que Pothier
(Obligations, 290) no se decide a sentar regla general en ning�n
sentido, pues encuentra que cualquier obligaci�n puede ser indis
tintamente divisible o indivisible, seg�n las circunstancias.
Hay que observar que esa opini�n de los autores franceses e
italianos tiene su explicaci�n positiva: los respectivos c�digos
disponen, en sus art�culos 1221 y 1205, que la obligaci�n indivisible
aparece como excepcional con relaci�n a la divisible, que se rige por
las normas de fondo de los art�culos 1220 y 1204.
Y vale la pena hacer constar que tal criterio dista de ser ab
soluto. No son contados los autores que, al descender de la

regi�n de los principios, afirman que si la obligaci�n de dar


puede ser generalmente divisible, la de hacer es indivisible
(Dernburg, II, 24; Crome Teorie fondamentali, 4, n. 33). Ni fal
tan otros que no se pronuncian en sentido alguno : Rodi�re, De
da solidante et de Vindivisibilit�, 334 y ss. ; AVindscheid, II, 253.
Pero en nuestro derecho no puede ponerse en tela de juicio
la soluci�n que indico. No s�lo cuenta en su favor con los aludidos
principios de raz�n y con los precedentes jur�dicos indicados, sino
que se apoya en todo un texto. El art�culo 691 establece, con

efecto, que la obligaci�n mancomunada se divide : y la norma es


tan amplia, que abarca la obligaci�n con prestaci�n divisible o

indivisible, sin establecer distingo alguno.


De consiguiente, cabe sentar la regla de que cualquier obliga
ci�n, sea de dar, de hacer o de no hacer, es en principio divisible,
salvo la prueba en contrario, que deber� ser suministrada por
quien pretenda destruir tal presunci�n.
De ah� los defectos particulares de las reglas de los art�culos
669-70-1, que ni siquiera dicen si una obligaci�n de dar o de hacer
es o no divisible en general
(recu�rdese que el art�culo 671 no da
norma fija alguna para la de no hacer), pues se limitan a
consignar
que ser� divisible en estos y aquellos supuestos.
Por lo dem�s, esa soluci�n general que adopto no se cohones
ta solamente con principios filos�ficos
y con la amplia norma del
art�culo 691, pues tiene especiales asideros legales. Los art�culos
669-70-1 entra�an normas limitadas a cada una de las especies
de obligaciones; al paso que la regla del art�culo 667 es
general,
y debe por eso prevalecer para los supuestos no espec�ficamente
contemplados en aqu�llos. De ah� que cualquier prestaci�n sus
ceptible de cumplimiento parcial, convierta en divisible a la res
pectiva, obligaci�n. Y de ah� que, como las prestaciones son gene-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
328

ra�mente susceptibles de ese fraccionamiento, las obligaciones re

sulten divisibles. No hay sino que dar un paso para sentar la regla
concordante con relaci�n a cada una de las especies de obliga
ciones : obligaciones ele dar, de hacer o de no hacer son divisi
las
bles. Apenas si cabr�a oponer la disposici�n del art�culo 680, que
parece haber consagrado la norma opuesta con relaci�n a la obli
gaci�n de hacer, pero que siempre cabe subordinar a las normas
m�s amplias de los art�culos 667 y 691, sobre todo, si se tiene en
cuenta el extremado casuismo de los art�culos 679-81-3 (este �ltimo
se halla contradicho, y con m�s exactitud, en otros preceptos, como

los de los art. 3028 y sus concordantes, y en la nota del codificador


al art. 3007), que prueba que el legislador ha querido precisar y
limitar los casos de las obligaciones indivisibles.
III. Efectos. A. Fundamentales.

459. Principios.

El �

efecto fundamental de la obligaci�n divisible es el de fraccionarse


en tantas obligaciones distintas e independientes cuantos sean los

acreedores, o los deudores en su caso : A debe 300 $ a X, Y y Z, o


bien A, B y C deben 300 $ a X ; quiere decir que A debe 100 $ a X.
otros 100 a Y y otros 100 a Z ; o que A debe 100 $ a X, que B debe a
X otros 100 $ y que C tambi�n debe 100 $ a X.
Es lo que se dispone en los art�culos 674-91 : Si la obligeici�n
se contrae entr� muchos acreedores y un s�lo deudor, o entre muchos
deudores y un solo acreedor, la deuda se divide entre ellos por partes
iguales, si de otra manera no se hubiese convenido ; En las obliga
ciones simplemente mancomunadas, el cr�dito o la deuda se divide
en tantas partes iguales como deudores o acreedores haya, si el

t�tulo constitutivo de la obligaci�n no ha establecido partes desigua


les entre los interesados. Las partes de los diversos acreedores o
deudores se consideran como que (se considerar� cpie las partes
de los diversos acreedores o deudores) constituyen otros tantos er�
ditos o deudas distintos los unos de los otros.
Presc�ndase de lo de � muchos � acreedores o deudores del
art�culo 674 (bastan dos para que la obligaci�n deje de ser incom
pleja y resulte mancomunada), as� como de la repetici�n que esos
art�culos envuelven, y se tiene la norma indicada : cada deuda par
cial, o cada cr�dito en su caso, es una deuda distinta de las otras. De
ah� el juego independiente que pueden tener, y que se congloba
en los llamados efectos accidentales de la obligaci�n mancomunada.

En tal virtud, es elemental que cada acreedor no puede recla


mar sino la parte que le corresponde, como el acreedor no puede

exigir de cada deudor, si tal es el caso, m�s que la fracci�n a que


�ste queda obligado. De ah� la obviedad de los art�culos 675-93:
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 329

�Si en obligaciones divisibles hubiere muchos acreedores o muchos


las
deudores (originarios o por sucesi�n), cada uno de los acreedores
s�lo tendr� derecho para exigir su parte en el cr�dito; y el deudor
a uno solo de los acreedores, no
que hubiese pagado toda la deuda
quedar� exonerado de (la obligaci�n de) pagar la parte de cada
acreedor (de cada uno ele los otros acreedores) ; y rec�procamente,
cada uno de los deudores s�lo podr� estar obligado a pagar la parte
lo dem�s
que le corresponda en el cr�dito, y podr� repetir todo
que hubiere peigado (contra el acreedor a quien le hubiese pagado
con exceso). Siendo el objeto de la obligaci�n simplemente manco

munada (,) una cosa divisible, cada uno de los deudores est� obli
gado solamente a su parte en la deuda, y cada uno de los acreedores
puede s�lo (s�lo puede) demandar (pedir, exigir, reclamar, etc.) su
parte en el cr�dito. El deudor que pagase �ntegra la deuda no ser�
subrogado en los derechos del acreedor contra los otros deudores^
� Hay all� un evidente exceso de af�n legif erativo ! � Nada menos
que dos repeticiones se tiene en estos preceptos : no s�lo est� ya
dicho lo que ellos disponen en los art�culos 674-91, sino que se
llega a repetirlo por partida doble. La sobriedad legislativa entra�a
t�tulos que aqu� no hau sido extraordinariamente respetados !
460. Excepci�n aparente. Lo interesante respecto del art�cu

lo 675 (o del art, 693) es la aparente excepci�n del art�culo 676: Ex


cept�ase de la �ltima parte del art�culo anterior, el caso en que uno

de los deudores o uno de los coherederos tuviese a su cargo el pago


de toda la deuda, ya en virtud del t�tulo de la obligaci�n, o por
haberse as� determinado en la divisi�n de la herencia, en cuyo caso
el deudor podr� ser demandado por el todo de la obligaci�n, salvo
sus derechos respecto a los otros codeudores o coherederos.
�Quiere decir esta disposici�n (no bien redactada) que hay all�
realmente unaexcepci�n � ? En modo alguno. Se tendr�a un caso

ele substituci�n de deudor, que fatalmente exigir�a la aquiescencia


del acreedor, pues de otra suerte los deudores
dispondr�an de algo, el
cr�dito, que no es suyo. Es ello as� en materia de novaci�n (art.
814-5), as� como en punto a cesi�n de la deuda (c�digo alem�n,
art, 415; c�digo suizo" de las
obligaciones, art, 176; etc.), que expla
yar� m�s adelante (nos 762 y ss. y 1097).
Es lo que tambi�n resulta del mismo precepto, malgrado la
apariencia contraria de su expresi�n excepcional : el acreedor
� podr� � demandar
por el todo al codeudor �nico que se haya fijado,
� salvo sus derechos � contra los dem�s.
De consiguiente, hay all�
para, el acreedor una facultad o un derecho, no una
obligaci�n, en
cuya virtud tiene potestad para demandar, como antes, a cada
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
330

codeudor por su parte en la obligaci�n, o bien al deudor �nico por


el total de la misma. Y es lo que se resuelve en casos particulares:
en 1742, inciso 3U, con respecto a las deudas sociales; en
el art�culo
el art�culo 3497, con relaci�n a las deudas hereditarias ; en el art�culo

433, inciso Io, del C�digo de comercio, para con las deudas de una
sociedad mercantil ; etc.
Precisa hacer notar que la circunstancia de que el acreedor
concentre su acci�n contra el deudor �nico, puede inhabilitarlo para
demandar luego a los dem�s deudores, ni aun por las partes que
antes les incumb�an: si el acreedor ha aceptado a ese deudor como

�nico obligado y ha exonerado expresamente a los dem�s


deudores,
ha novado la obligaci�n primitiva, epie as� ha
extinguido; por
se

donde su derecho s�lo existe en la nueva obligaci�n y contra el

respectivo deudor �nico. En tal sentido corresponde entender la


expresi�n � salvo sus derechos respecto a los otros codeudores � : la
ley supone que la primitiva obligaci�n no ha sido novada (cons.
los citados art. 814-5).
461. La divisi�n se hace en partes iguales. Volviendo al

principio, es menester se�alar la circunstancia de que la obligaci�n


mancomunada se divide en � partes iguales � entre los acreedores o
los deudores, seg�n cuadre. Es ello intuitivo : corresponde a las
situaciones ordinarias, y postula el hecho de que si los interesados
tuvieran partes distintas en la deuda o en el cr�dito, habr�an tenido
buen cuidado de hacerlo constar en el t�tulo (contrato, etc.) respec
tivo (C�m. civ., 165, 224; C�m. civ. 2a en G. F'.,
18|IX|916).
Tal es la situaci�n com�n. Pero no es ello absoluto : bien puede

ocurrir, como pasa tan frecuentemente en las sucesiones, en las so


ciedades y en los condominios y dem�s participaciones, que las par
tes de cada deudor o acreedor no sean iguales, caso en el cual cada

obligado responde por su parte, como ha resuelto la C�mara civil 2o


en J. T., VII 913, 221, y
1 X|913, 169. De ah� que la presunci�n legal
en aquel sentido pueda ser destruida mediante prueba en contrario

a cargo de quien as� pretenda. Esa prueba resultar� de las conven


ciones y estipulaciones pasadas entre los cointeresados, como se
precept�a en el art�culo 691, y como se vuelve a preceptuar en todo
un art�culo, el 692 (El t�tulo de la constituci�n de la obligaci�n
puede hacer que la divisi�n del cr�dito o de la deuda no sea en por
ciones iguales, sino a prorrata del inter�s que cada uno de ellos (de
los deudores o acreedores) pueda tener en la asociaci�n o comunidad
a la cual se refiere el cr�dito o la deuda), que in�tilmente repite el

concepto ; o bien, como se dispone en el inciso 2" del art�culo 689,


aplicable por analog�a (art. 16), ele la �causa� de la obligaci�n
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 331

conjunta, de las � relaciones � que existan entre los vinculados y

de las restantes � circunstancias � particulares de cada caso. A estos

�ltimos respectos corresponde hacer notar cpie trat�ndose de la


prueba de una obligaci�n, no ser� admisible cualquier medio pro
batorio, como pasa en los meros hechos, sino que precisar� sujetarse
a los requisitos de los art�culos 1190 a 4.
462. Acciones recursorias. �

Es de advertir que si alguno de


los deudores paga m�s que lo que debe, ya por error, ya volun
tariamente, ya porque no puede probar ante el acreedor que su
obligaci�n es inferior a la porci�n viril que la ley presume, ya
porepie est� obligado por partes iguales ante los terceros, sean
cuales fueren las porciones en que los obligados est�n vinculados
entre s� (como ocurre en m�s ele un caso: art. 1747, 3498, etc.), en
tonces procede en su favor la acci�n recursoria contra sus coobliga-

clos, para repetir de cada uno de ellos la porci�n que al respecto


les incumba en el exceso satisfecho por aqu�l.
No s�lo es ello de principio general en materia de enrique
cimiento (art. 784 y ss. y 2304 y sus concordantes), sino que est�
aplicado particularmente en supuestos fundamentalmente id�nti
cos a �ste, como son los de los art�culos 689 y 716-7, con relaci�n a

las obligaciones indivisibles y a las solidarias.


Pero existe entre el supuesto en estudio y esos otros dos, una .

diferencia importante : el deudor que ha pagado de m�s no se


subroga en los derechos del acreedor por ese exceso contra sus co
deudores (art. 693, inc. 2o), al paso que se subrogan legalmente
los deudores indivisibles o solidarios que satisfagan �ntegramente
la deuda (art. 768, inc. 2o). Tal es la regla, sin perjuicio de que
otra cosa pueda resultar de las circunstancias y proceda con
siderar a dicho coobligado divisible que paga de m�s como inclu�-
do en el supuesto del inciso 3o del citado art�culo 768, a cuyo efecto
me remito a lo que dir� a
prop�sito de tal disposici�n. Tambi�n
hay que tener en cuenta que en supuestos (como los ele dichos art.
1747 y 3498) en que el codeudor est� obligado a pagar por la ley
m�s que lo que deba, bien puede invocarse el texto del inciso 2o del
art�culo 768, pues efectivamente ha pagado una deuda � a que es
taba obligado con otros �, lo mismo que un deudor indivisible o

solidario, y en raz�n de que la obligaci�n en principio divisible


no era tal en la
porci�n en que ha estado obligado a pagar el
aludido exceso.

B. �

463. Accidentales. �

Los llamados efectos accidentales de


�la obligaci�n en estudio, derivan necesariamente de la circuns
tancia de que cada cr�dito o deuda parcial sea distinto e inde-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
332

pendiente con relaci�n a los otros. De ah� cpie la prodigalidad le


gislativa del c�digo al respecto resulte completamente innecesaria.
Es lo que pasa con los art�culos 677-8-94-5-6-7-8, cuyos textos
van a continuaci�n: Si uno o varios de los codeudores fueren insol-

-v entes, los otros codeudores no est�n obligados a satisfacer la parte

de la deuda que a aqu�llos correspond�a (art. 677) ; La suspensi�n


de la prescripci�n respecto a alguno de los deudores, no aprovecha
-ni perjudica a los otros acreedores o deudores (art. 678) ; La insol-
�vencia de uno de los deudores debe ser soportada por el acreedor,
�y no por los otros deudores (art, 694) La suspensi�n de la pres

cripci�n que tenga lugar por parte de uno (ocurrida en favor de


uno) de los acreedores (solamente) no aprovecha a los otros, y reci
,

proca-mente, cuando la prescripci�n es suspendida respecto de uno


de los deudores (solamente) la suspensi�n no puede ser opuesta a
,

los otros (art. 696, repetido, como el 678, en el art. 3981) ; Los actos
emanados de uno solo.de los acreedores, o dirigidos contra uno s�lo
de los deudores, que interrumpan la prescripci�n, no aprovechan
a los otros eicreedores, y no pueden oponerse a los otros deudores

(art. 695, repetido en los art. 3991-5-6) ; La mora o culpa de uno de


losm deudores no tiene efecto respecto de los otros (art. 697) ; Cuan
do en la obligaci�n simplemente mancomunada hubiere una cl�u
sula penal, no incurrir� en la pena sino el deudor que contraviniese
-a la obligaci�n, y solamente por la parte que le correspond�a (co

rresponda, o correspondiera) (en la obligaci�n) (art. 698).


Los supuestos de tales art�culos son de toda obviedad. Cua
tro coherederos deben a A 100 $ por una deuda del causante: si
nno de ellos insolvente, el acreedor carga con la insolvencia,
es

del mismo modo que cargar�a con la insolvencia de uno de sus


tres o cuatro deudores no coherederos, pues en uno como en otro
�aso se trata de obligaciones independientes. Si uno de los acree

dores es menor ele edad, la prescripci�n se suspende (art. 3966) :


esa suspensi�n ele la prescripci�n no existe respecto de los dem�s

acreedores (que no son menores de edad), y tampoco perjudica


a los otros deudores, pues se trata de obligaciones personales y

distintas. Lo mismo en materia de interrupci�n de la prescripci�n:


la interrumpe el acreedor A, que hace reconocer su cr�dito por
el deudor, o la interrumpe el acreedor com�n contra uno de los
deudores, X; en el primer caso, A tan s�lo puede invocarla; en
el segundo, s�lo se la puede alegar contra X. Si el codeudor X es
moroso o culpable, no por eso lo son sus deudores Y y Z; por

donde los da�os e intereses s�lo proceder�n contra X, a menos,


-claro est�, que Y o Z tambi�n lo sean, pero en virtud de circunti-
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE
333;

tancias que les sean personalmente imputables. Lo relativo a la


cl�usula penal responde a las mismas consideraciones, sin contar
con que el art�culo 698 contempla una hip�tesis ya legislada con an

terioridad (art, 661).

ARTICULO II

PRESTACI�N INDIVISIBLE

I. Criterios franceses. �

A. �

464. Su exposici�n. �

Es me

nos f�cil el estudio de la


obligaci�n mancomunada con prestaci�n.
indivisible. No precisamente porque su esencia y su juego entra�en
complejidades o cosas abstrusas, pues todo ello puede ser inducido
a contrario de lo epie se acaba de ver a prop�sito de las opuestas.

obligaciones mancomunadas con prestaci�n divisible, sino porque


los criterios de fondo no est�n uniformados, y porque en el misme>
c�digo habremos de encontrarnos con soluciones no siempre felices�
ni del todo concordantes (cons! Maynz, II, 277 ; Savigny, Obliga
tions, I, 29 y ; Girare!, 739 y ss. ; Mourlon, II, 1281 y ss. ; Mar
ss.

cado y Pont, IV, 627 y 'ss. ; Demolombe, XXVI, 501 y ss. ; Huc,.
VII, 336 y ss.; Baudry, XII, 1312 y ss,; Hudelot y Metman, 354;.
Planiol, II, 780 y ss. ; Colin y Capitant, II, 211 y ss. ; Rodi�re, De la^
solidante et de Vindivisibilit�, 1852; Giorgi, I, 233 y ss. ; Lomo-
naco, I, 78 y ss. ; Crescenzio y Ferrini, 125 y ss. y 173 y ss. ; S�n
chez Rom�n, IV, 93 y ss. ; Valverde, III, 59 y ss. ;
Carboni, 98 y ss. �,.
Polacco, 36 ; Rossel, Droit federal des obligations, 149 y ss. ; Arn�,,,
Le obbligazioni divis-ibili e indivisibili, 1901;
Freitas, Esbogo, nota-
relativa al art. 984; Bevilaqua, IV, 33 y ss.).
Al derecho franc�s debemos todo lo que hay de encontrado
y
metaf�sico en el asunto, al extremo de que los primitivos comenta
dores (Toullier, Duranton, etc.) no la han
entendido, como con
fiesa Toullier (III, 782). Los principios del
respectivo c�digo no-
son m�s que la traducci�n de
Pothier, quien, a su turno, se ha limi
tado a sintetizar, no siempre
fielmente, la obra de un gran esp�ritu.
abstracto, Dumoulin, cpie consagr� a la materia un tratado entero,
cuyo solo t�tulo (Extricatio labyrinti dividid et individui) da alg�n.
pavor, y que se propuso desenmara�arla mediante el auxilio ele cla
ves e hilos
(� .decem claves.
. .
et tria veluti Thescei fila.
. .

�), . .

que nos permitieran guiarnos al trav�s del respectivo laberinto y


que nos llevaran a dominar el
correspondiente � turbulentior pro- ,
fu ndior et periculos�or pelagus �.
En el c�digo franc�s una
obligaci�n es indivisible: Io cuando
su prestaci�n � no es susceptible de ejecuci�n
parcial, bien sea ma-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
334

ferial o intelectual� (art. 1217); 2o cuando, aunque la prestaci�n


sea divisible, se ha querido la ejecuci�n integral (art. 1218) ; 3C
cuando, no obstante prestaci�n, la intenci�n de
la divisibilidad de la
los interesados ha excluido la ejecuci�n parcial, (art. 1221, inc. 5�).
Los autores franceses dicen que hay all� tres especies o formas de
indivisibilidad: la natural, epie corresponde a la del art�culo 1217;
la convencional, como es la del art�culo 1218 ; y la solutione tantum
(al mero efecto del pago), que es la del inciso 5o del art�culo 1221.
Lo propio se tiene en el fondo en Pothier. Para �ste (Obliga
tions, I, n� 292 y ss., p. 80 y ss. de la edici�n Merlin) lo indivi
sible (individuum) reviste tres formas: el individuum contr�ctil,
el individuum obligatione y el individuum solutione. Las respecti
vas f�rmulas las del c�digo franc�s, que casi se limit� a copiar
son

literalmente al gran jurista.


Lo peor es que Pothier pretende haber resumido la doctrina
de Dumoulin, cuando no es exacto. Para �ste no hay tres especies
o formas de indivisibilidad, sino una sola : la de la prestaci�n no

susceptible de cumplimiento parcial. S� admite que las caus�is de


la indivisibilidad pueden ser varias: �sta puede nacer ex natura

(de la naturaleza de la prestaci�n), o ex vol�ntate (de la intenci�n


de las partes). La primera es real y necesaria; la segunda es con
vencional y accidental.
Hasta aqu� las nociones de Dumoulin son claras. Lo obscuro
viene enseguida. La indivisibilidad natural puede ser absoluta o
relativa, seg�n cnie lo sea en cualquier sentido o con relaci�n a la
finalidad (econ�mica, etc.) de la respectiva prestaci�n. Es absoluta
(y s�lo con relaci�n a ella habla Dumoulin de indivisibilidad nece
saria) la obligaci�n ele constituir una servidumbre predial (tal es
el ejemplo que constantemente repiten Dumoulin y Pothier) : lo es
materialmente, en cuanto (sup�ngase una servidumbre de paso),
cualquier limitaci�n del terreno por donde la servidumbre deba
ejercerse la inutiliza y desvirt�a en el todo ; lo es intelectualinente,
en cuanto el derecho de paso de cada uno de los herederos del titular
del fundo dominante, no se concibe en partes, ya que el derecho
de paso que consistiera en un medio o en un tercio, s�lo permitir�a
el paso en un medio o en un tercio, lo que equivaldr�a pr�cticamente
.a no tener derecho alguno de paso, por lo mismo que no ser�a posible

llegar al camino p�blico, r�o, lo que fuere, hasta el cual el paso


o

resulta �til. Es relativa la indivisibilidad de una obra cualquiera:


un cuadro, una estatua, un libro, un puente, un canal, un edifi
cio, etc., y no s�lo la construcci�n del edificio a crue exclusivamente
.aluden aquellos maestros: lo es con relaci�n a la finalidad que esa
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 335

obra (est�ticamente, econ�micamente, socialmente, etc.),


consulta
desde que el cuadro o el edificio valen como cuadro o como edificio,

y no como suma ele trabajo incorporado en ellos, de tal suerte que


mientras no est�n terminados no son el cuadro, el edificio o el
puente, pues la finalidad a que responden no recibe satisfacci�n,
por mucho que la prestaci�n en
s� pueda ser divisible (alguien pue
de hacer en el edificio la obra ele maniposter�a; otro, la de carpin
ter�a ; otro, la de la pintura ; -etc. ; es as� c�mo, tambi�n, un libro o
un retrato valen como tales, en cuanto libro o retrato, sin que les

falte ni una p�gina ni un dibujo o color, malgrado cuantitativamen


te vengan a resultar una suma ele labor que, como todo lo que entra�e

cantidad, es divisible : un cap�tulo m�s otro, la cabeza del retrato


m�s las manos y el fondo, etc.).
B. Sus errores. �

465. S�lo hay dos fuentes de indivisibi


lidad. �

Quiere esto
decir, entonces, que la indivisibilidad relativa
es una indivisibilidad convencional, y no tx natura, pues la pres
taci�n es naturalmente divisible: lo �nico de indivisible en. ella es

lo cpie responde a la intenci�n presunta ele las partes, que han, que
rido un algo entero, en su integral plenitud. De ah� que esa indivi
sibilidad relativa ele Dumoulin (que corresponde a la obligacional
del art�culo 1218 del c�digo franc�s y al individuum obligatione de

Pothier), no tenga diferencia alguna conla indivisibilidad cpie nace


ex vol�ntate (eme corresponde al individuum solutione de Pothier
y a la indivisibilidad del art�culo
1221, inciso 5o, del c�digo fran
c�s), pues la relativa tambi�n nace de la voluntad, por donde tan
convencional es la una como la otra. Apenas si cabe apuntar que
la. indivisibilidad relativa existe siempre en la obligaci�n de ejecu
tar una obra o ele entregar algo que se caracterice en su integridad,
al paso que la indivisibilidad solutione es accidental, pues la res
pectiva prestaci�n no entra�a la aludida finalidad ni. la consiguiente
unidad, por donde tal indivisibilidad debe ser convenida expl�ci
tamente; se ve, as�, lo m�s general de la primera (tal finalidad es
suponible en cualquier acreedor), y lo m�s personal ele la segunda
(la finalidad existe para ese acreedor particular), y por tanto se
columbra lo externo y nada �ntimo de la diferencia.
Pero se alcanza, en seguida lo nuanc� del distingo. Siempre
epieda por establecer, en los casos ocurrentes, cu�ndo existe tal fina
lidad, y cu�ndo, de consiguiente, corresponde admitir una indivi
sibilidad relativa o una indivisibilidad solutione tantum, o, lo cpie
es
igual, cu�ndo es dable presumir la t�cita convenci�n del cum
plimiento �ntegro, y cu�ndo no es permitido presumirla. Por
ejemplo, la obligaci�n de entregar una m�quina puede ser divisible
336 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

o indivisible, seg�n tal criterio, ya relativamente, ya solutione tan-


tum, pues, de acuerdo con las circunstancias, es concebible que se
haya supuesto la entrega de la m�quina armada y en condiciones
de funcionar, o la entrega de las distintas partes de la misma a ob
jeto de que sea armada por el acreedor ele ella (o porque es un
t�cnico, o porque es de uso, particularmente en punto a m�quinas
sencillas, etc.). Lo propio cabr�a decir respecto de una prestaci�n
esencialmente cuantitativa : por ejemplo, una partida de carb�n
puede ser intencionalmente ( contractualmente, obligacionalmente)
indivisible, cuando se postule m�s o menos t�citamente el que se
trata del carb�n indispensable para alimentar las m�quinas de una
f�brica dada y durante un tiempo cualquiera, o para que un buque
realice un viaje determinado ; pues de nada le servir�a al
acreedor el que uno o dos de los herederos del deudor pre-
muerto le entregasen la parte de carb�n que les corresponde, si con

ello el acreedor no tiene todo el carb�n que le hace falta y que ha


adquirido, y con el cual podr�a llenar las exigencias de su f�brica o
hacer efectivo el viaje de su buque.
En conclusi�n, los factores de la indivisibilidad no pueden ser

sino dos : la naturaleza y la intenci�n de los interesados.


Tal es el primer error de la doctrina francesa. � Ojal� fuera
el �nico !
466. Hay una sola indivisibilidad: la material. �

El segundo
error estriba distinguir dos clases ele indivisibilidad : la mate
en

rial y la intelectual (art. 1217 del respectivo c�digo). En tal vir


tud una prestaci�n puede ser divisible intelectualmente sin que
lo sea materialmente. Tambi�n puede ser indivisible en los dos
sentidos (es la indivisibilidad absoluta), como pasa en la obliga
ci�n relativa a una servidumbre real. Pero toda divisibilidad mate
rial supone la divisibilidad intelectual.
El error puede ser inducido de los mismos ejemplos con que
los autores franceses, tanto antiguos como contempor�neos, preten
den ilustrar las correspondientes hip�tesis, particularmente en ma
teria ele indivisibilidad absoluta (total, necesaria, ex natura, a la
vez material y civil). El ejemplo constante de Dumoulin y Po
thier se refiere a una servidumbre real o predial, sobre todo a la
ele paso (la forma que han querido darle algunos autores recien

tes, � la obligaci�n de constituir una servidumbre predial �, carece


verse m�s abajo, en. los nos 467-71). Los autores modernos agregan

de sentido serio, como lo ha mostrado PIuc, VII, 339, y como puede


otros; entregar un caballo, no turbar la posesi�n, etc.
Es verdad crue un caballo es materialmente indivisible, pues
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 337

dividirlo equivaldr�a caballo, como valor y como


a. destruirlo como

finalidad, que es lo que en derecho importa. Pero no es cierto que


lo sea intelectualmente. Como epie puede ser materia de condominio :
dos o m�s herederos, por ejemplo, resultan copropietarios por par
tes indivisas del caballo; en tal caso, cada uno de los herederos
del deudor del caballo puede desobligarse, si de eso se trata, en
tregando al acreedor la parte indivisa que en tal propiedad le co
rresponde, por donde �ste viene a tener el todo de la propiedad
cuando cada uno de los herederos le haya abandonado su parte
respectiva; etc. Lo cpie es m�s fuerte, en otros supuestos puede
caber no s�lo esa divisibilidad intelectual (o civil, como se da tam
bi�n en llamarla), sino la misma divisibilidad material o natural:
una servidumbre
ya se ha visto c�mo es cierto cpie hay m�s de
predial (desmontar terreno, sacar agua, cortar le�a, etc.) que puede
ser divisible (n� 458) ; el mismo deber de no turbar la posesi�n
puede ser cumplido en parte, como tambi�n puede ser parcialmen
te violado, por obra de cualquiera de los herederos de quien pre
tend�a derechos posesorios sobre un terreno, en cuanto cada uno
cumple �con el mismo deber en la medida que le incumbe, o sos
tiene las pretensiones del causante en lo que respecta a la propor
ci�n de su t�tulo hereditario.
467. Lo que interesa es la prestaci�n y no el derecho. �

Es
que, y anoto aqu� un tercer error del criterio franc�s, se contempla
dos asuntos que no son homog�neos : la derecho prestaci�n y el ane

xo. A lo primero corresponder�a la inclivisibilidacl material o na

tural; a segundo, la inclivisibilidacl intelectual o civil.


lo
Ante tocio, el derecho anexo a la prestaci�n juega en un �mbito
cpie no es el de las obligaciones sino el de los derechos reales. En
una obligaci�n no hay otra cosa que acreedor y deudor. En los
derechos reales es d�nele cabe hablar de propietario, poseedor, etc.
De ah� que los ejemplos franceses sobre la servidumbre predial, la
propiedad del caballo, etc., carezcan de sentido serio, por lo mismo
(pie en nuestro derecho � no hay obligaci�n que corresponda a de
rechos reales� (art. 497, inc. 2o), por donde resulta inconcebible
eso de � la
obligaci�n de constituir una servidumbre predial�.
Luego, del punto de vista del derecho, no puede haber nada en
el mundo que no sea divisible intelectualmente
(idealmente), seg�n
resulta de la circunstancia de la instituci�n del condominio (por
contrato, hereditario, etc.), que cabalmente estriba en la propiedad
pro indiviso de cualcpiier cosa o derecho.
468. Est�n en juego derechos creditorios y no derechos reales.

El �ltimo error, engranado con los (pie


preceden, dimana de ese
Colmo. Oblig. �

T. I. 22�
338 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

maridaje imposible entre dos divisibilidades incongruentes. Su


p�ngase que muere el deudor de un caballo, dejando dos o m�s he
rederos, cada uno de los cuales � entrega � su derecho de condo
minio al acreedor: �ha recibido �ste con ello la prestaci�n, el caballo?
� Qu� es lo que interesa en el caso al acreedor : el derecho te�rico
de la.propiedad caballo, del o el caballo
mismo, en el cual se en

cuentra incorporado ese derecho ? � Qu� tiene pr�cticamente en sus

manos el acreedor a quien se le entrega el derecho de propiedad del


caballo y no el caballo?
Como se ve, la doctrina francesa, que puede conducir a absur
dos semejantes, no entra�a sentido serio. enton No es ele extra�ar,
ces, que la jurisprudencia francesa haya incurrido en enormidades
jur�dicas, como las que apunta Huc (VII, 344), por lo mismo que
se ha visto obligada a barajar conceptos sencillamente contradic
torios y hasta vac�os de sentido.
469. Conclusi�n. La conclusi�n de este

examen (cuyo an�


lisis detenido llevar�a muy lejos, y que se puede ver en una larga

nota de Freitas, Esboco, art. 984, aludida por nuestro codificador


en la nota al art, 679) es la siguiente:! no hay m�s que una sola

indivisibilidad, la que se refiere a la imposibilidad de poder cum


plir en partes una obligaci�n, y que estriba en la no divisi�n de
la prestaci�n obligatoria. Y ello puede deberse a dos circunstan
cias: a la naturaleza de la prestaci�n (cualquier cosa cierta, como
un caballo, cpie por virtud natural tiene una entidad indescompo

nible), o a la intenci�n m�s o menos expresa o t�cita de las partes,


que han querido el cumplimiento integral, no obstante' la posibili
dad material en contrario, por raz�n ele (pie s�lo con esa integra-
lidacl se llena una finalidad (econ�mica, social, cient�fica, art�stica,
etc.), como pasa en las obligaciones de entregar un terreno dado,
una casa determinada, etc., o de pintar un cuadro, construir un
puente o un edificio, etc.
De ah� que s�lo quepa admitir una sola indivisibilidad: la
material, por lo mismo que lo que est� en juego es una prestaci�n,
y el derecho ulterior que va anexo a la misma una vez realizada. f
no

Es lo que se ha concluido por admitir en la misma Francia,


como puede verse en el art�culo 56, inciso 3", de la proyectada
Jey
sobre obligaciones, elaborada por la secci�n IX ele la comisi�n post
guerra, que, en el seno ele la convenci�n internacional ele la paz, esta
preparando una como alianza legislativa de varios pa�ses vencedo
res (puede verse dicho proyecto en la R. D. Civ., XI, 125 y ss.).

II. Principios del c�digo. �

470. Soluci�n que admite� Ta I


es la soluci�n de nuestro c�digo; art�culo 667. Tal es La
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 339

del derecho romano:Maynz, II, 277; Savigny, Obligations, I, 337


y ss.'y 359 y ss. ; Ortolan, III, 1816; Girarcl, 739; Dernburg, U,
24;
Windscheid, Pandette, II, 299; Crome, Teorie fondamentali, 4, 3",
v 20; Molitor (I, 230 y ss.) y Van Wetter (I, 55) son poco claros,
seg�n advert� m�s arriba. Y,, lo que es peor, o mejor, tal es la solu
ci�n de los mismos autores franceses: Duranton, XI, 250; Domante
y Oolmet de Santerre, V, 152; Marcael�, IV, 630; Demolombe,
XXVI, 507; Iluc, Vil, 336 y ss. ; Planiol, II, 781; etc. Es verdad,
con todo, que algunos autores franceses, como Toullier (III, 2" parte,
'

750 y ss.), Aubry y Rau (IV, p�rrafo 301) y Bauclry (XII, 1312 y
ss.), se han limitado al comentario legal y no nos han dado sus
cient�ficos puntos ele vista como aqu�llos.
A la luz de tal criterio,' que es, repito, el del c�digo, ana
licemos los textos legales que muestran el juego de la obligaci�n
indivisible.
471. Cr�tica de la prodigalidad legal. �

Cabe criticar, desde


luego, la habitual prodigalidad legif erativa del codificador.
Ya he dicho que bastaba con la regla general del art�culo 667,
y que, en todo caso, habr�a sobrado con decir que las obligaciones
de dar eran divisibles, con tales y cuales excepciones particulares,
y que las de hacer y de no hacer tambi�n lo eran con �stas y aqu�
llas limitaciones.
En el c�digo se viola tal norma en dos sentidos. En algunos
casos parece que se quisiera invertir la situaci�n (copi�ndose a
Savigny, que tanto ha sido seguido en este punto), eonio ocurre en
el del art�culo 680, seg�n el cual son igualmente indivisibles las

obligaciones ele hacer, con excepci�n de las comprendidas en el eir-


t�culo 670, cuyo contenido y significaci�n no es dable entender lite
ralmente sino con arreglo a los principios, seg�n he dejado expli
cado m�s arriba (n" 455). Y luego se la viola con repeticiones in
necesarias y con omisiones inexplicables, cuando no con expresiones
sin sentido. En vez de darse las reglas. que cupieran con respecto a
cada especie ele obligaci�n, como se ha hecho con la ele hacer en el
art�culo 680, dici�ndose cu�ndo la de ciar o la de no hacer es indi
visible, se desciende a todo un casuismo cpie es poco jur�dico. En el
art�culo 679 se dispone que t�ela obligeici�n de dar un cuerpo cier
to es indivisible; en el art�culo 681 se
estatuye epie la obligeici�n de
entregar es -indivisible, cuando la tradici�n tenga el car�cter de un
mero hecho (,)
que no fuese de los designados en el art�culo 670,
o fuese une; daci�n no
comprendida en el art�culo 669; y en el ar
ticulo 683 se precept�a cpie la obligeici�n que tiene
por objeto la
creaci�n de una servidumbre predial es indivisible.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
340

* La del art�culo 679


norma es de car�cter puramente general,,
y no absoluto, por lo mismo epie tiende a interpretar la intenci�n
presunta de las partes.-� Cuando esa intenci�n no sea en tal sentido,,
lo que puede resultar de las circunstancias (por ejemplo,
en una.

m�quina, que por costumbre, o por lo simple de sus �rganos, se.


entrega en partes), cada uno de los herederos del deudor premuer-
to se libra de su obligaci�n entregando su parte en la prestaci�n,.

siempre (pie, claro est�, todos los herederos obligados concurran a


lo mismo para que las prestaciones parciales sumen la prestaci�n.
total. Lo epie es cierto es que el deudor tendr�a que probar esas.

circunstancias, pues de otra suerte lo condenar�a la presunci�n.


contenida en el precepto, (pie se refiere a lo que es de ordinario.'
En el art�culo 681 obligaci�n que hasta ahora.
conocemos una

ignor�bamos. Las obligaciones son ele dar, de hacer o de no hacer


(art. 495). Ahora sabemos ele una obligaci�n �de entregar�. Pero-
si se lee el precepto se ver� que esa nueva obligaci�n no es tal: o
es una obligaci�n de hacer (cuando tiene � el car�cter de un mere*
hecho�) o de dar (cuando �fuese una daci�n�). As� y todo, la
disposici�n es observable en m�s de un sentido : tocia obligaci�n dea
entregar es de dar, por lo mismo que no se entrega sino una cosa;
fuera de ello, en el supuesto de que se la concibiera en un hacer,,
su regla est� ya en el art�culo 680 ; finalmente, bajo ese nombre-

equ�voco nos encontramos con la norma general de la obligaci�n de


dar, a cuyo respecto se ha incurrido en el defecto del art�culo 680,.
en cuanto parece establecerse que el principio es en el sentido de

que la obligaci�n de dar es indivisible, cuando lo contrario es lo�


positivo. i

Y el art�culo 683 es triplemente criticable : Io no hay obliga


ci�n cpie corresponda a un derecho real (art, 497), por donde no es
admisible esa obligaci�n de crear una servidumbre predial; 2o si
se epiiere decir que la obligaci�n contractual epie deriva en favor

ele quien haya estipulado en su beneficio una servidumbre predial,


es indivisible, se dice algo cpie es de la m�s supina ininteligencia

(si se trata de obligar al � deudor � de la servidumbre a que res


pete el contrato, hay un asunto puramente contractual de por me
dio ; si se trata de compeler al deudor a que respete la servidumbre-
en los t�rminos convenidos, hay un asunto que, sobre no tener que

ver con el derecho de las obligaciones sino con los derechos reales,

corresponde al ejercicio del derecho de servidumbre, y que se ca


racteriza por la naturaleza de �sta) ; 3o si, finalmente, se quiere
significar (y es �ste el �nico sentido cpie cuadra) que la servidum
bre predial es indivisible, cabe contestar cpie adem�s ele conten�-
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO U M�LTIPLE 341

es el
piarse all� un derecho y no una prestaci�n obligatoria (que
'

contradic
supuesto legal: art. 667), se incurre en una evidente
mismo c�
ci�n, pues hay no pocas servidumbres reales que para el
digo son t�picamente divisibles (supra, n� 458).
Para terminar con estas generalidades, corresponde apuntar
cuatro preceptos legales.
472. Obligaci�n garantida con un derecho real. �

Desde lue-
�o el del art�culo 682 : obligaciones, sean divisibles <\
Cuando las
indivisibles, tengan por accesorio una prenda o hipoteca, el acree
dor no est� obligado a devolver la prenda ni a alzar (levantar, can
celar) la hipoteca, en todo o en parte, mientras (que) el total de la
�deuda no fuese (sea) pagado.
Es que la garant�a qu� se contiene en el accesorio ele la prenda
o hipoteca, grava com�nmente a una cosa cierta, que es por s� in

divisible. Adem�s, y por interpretaci�n ele la voluntad presunta de


las partes, sobre todo del acreedor, se tiende a que �ste mantenga
todas las garant�as posibles, a objeto de obligar as� al deudor a que
cumpla con su obligaci�n principal. De ah� que el deudor epie pa
gue una parte ele la deuda, no pueda pretender que se disminuya
la prenda o la hipoteca en proporci�n a lo pagado : la prenda o la

hipoteca subsisten en el todo sobre la cosa (o las cosas) afectada.


Por lo dem�s, esa regla de que la prenda o la hipoteca est tota in
tato et tota in qualibet parte, est� repetida en preceptos especiales,
como los de los art�culos 3112-88 v 3229-33, as� como en la sit�a-
ci�n an�loga de cpiien tenga derecho de retenci�n (art. 3941) ; y
es materia perfectamente convencional, de tal suerte
que las partes
pueden convenir en la divisi�n de los indicados grav�menes (nota
del codificador al art. 3112), seg�n es tan frecuente en punto a hi
poteca, en cuya virtud se afecta especialmente tal o cual parte del
�campo hipotecado, o tal. o cual inmueble de los diversos dados en
garant�a, para responder a porciones determinadas de la obligaci�n.
473. Obligaci�n indivisible sobre un objeto com�n. En se �

guida, el del art�culo 684: Las obligaciones indivisibles no pueden


constituirse (ser constituidas) respecto de un objeto com�n (a mu
chos), sino con el consentimiento de todos los cond�minos.
La soluci�n evidente, por lo mismo que el t�tulo, o el dere
es

cho, de cada condomino es parcial y no total. Por lo dem�s, la dis


posici�n est� mejor ubicada en el t�tulo del condominio, donde se^
la repite (art, 2680 y sus
concordantes), ya que est� en juego la
potestad jur�dica de los cond�minos con relaci�n a la cosa com�n.
474. Abstenciones. Y despu�s, el del art�culo 685: Toda,

abstenci�n indivisible hace indivisible la obligaci�n. S�lo el autor


I)E LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
342

de la violaci�n del derecho debe soportar la indemnizaci�n (que pue


da exigir el acreedor, quedando libres de satisfacerla los otros co

deudores.
Heaqu� una disposici�n nada clara.
Excluyamos, por de pronto, su primer inciso, que no hace sin�
repetir lo ya conocido (art. 667), vale decir, que la obligaci�n ser�
divisible o indivisible seg�n (pie la respectiva prestaci�n sea lo�
primero o lo segundo. Si, pues, la prestaci�n de no hacer, o la abs
tenci�n, es indivisible, la correspondiente obligaci�n tendr� que ser
tambi�n indivisible.
Lo dif�cil est� en el segundo inciso : si hay varios deudores
en una obligaci�n, el acreedor no tiene derecho por la correspon
diente indemnizaci�n sino contra el autor ele la violaci�n, pues
sus codeudores quedan libres ele satisfacerla �.

No es precisamente lo cpie dice Savigny (Obligations, II, 404),.


de quien el precepto, como casi todos los de este cap�tulo, ha sido-
tornado. Lo (pie �ste afirma es que el acreedor tiene derecho, como
en toda obligaci�n indivisible, contra cualcpiiera de los codeudores;.

y que, por excepci�n, el deudor que pague puede repetir la totali


dad de lo abonado contra el codeudor culpable, de tal suerte que
sea �ste solo quien cargue con la indemnizaci�n, al rev�s de lo que

acontece en las obligaciones restantes (de dar o ele hacer), en que


la indemnizaci�n se reparte entre todos los codeudores. Con todor
prefiero la soluci�n del c�digo, como m�s liberal. Por lo dem�s,
Ja consiguiente indemnizaci�n (en dinero) es esencialmente perso
nal y divisible, y mal puede ser mirada como solidaria o indivi
sible,
475. por cargas reales.
Obligaciones Finalmente, quiero- �

apuntar lo relativo al art�culo 2689, que m�s de una vez ha sido-

mal interpretado por nuestros tribunales, que ven en �l una solida


ridad �impl�cita�, cuando no contiene sino un precepto.de pura
indivisibilidad (C�m. civ. Ia, en ./. T 1912, febrero, p. 95; C�m..
.,

civ. 2a en G. F XIIJ917, 273, y en 3. A., II, 444 y 909; cons., sin


.,

embargo, C�m. civ. Ia, in re Soldati cjPietranera, La Naci�n de


14|XI|915)-.
La solidaridad es simplemente insostenible.
Es verdad que dicho art�culo dispone que enlas cargas reales
epie graven a una cosa en condominio, cada condomino responde
por el todo de la �deuda�.
Pero cabe replicar: 1" que una literal y aislada
interpretaci�n
como �sa, resulta de lo menos recomendable ante la ciencia y el
buen sentido (recu�rdese lo de los romanos: incivile est, nisi tota
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 343

lege perspecta, eiliqua part�cula ejus proposita judicare, as�


una

como otras reglas afines del Digesto, I, 3", 19, 20, etc., que
reco

mendaban atender la mens legis, la vatio legis, etc., como, por lo


dem�s, se repite en las Partidas: 1", 1, 13); 2" que la soli
daridad es impresumible, y s�lo puede ser admitida en casos categ�
ricos y con declaraci�n � expresa � de la solidaridad por la ley
(art. 701), lo que aepi� est� lejos de ocurrir; 3" que la disposici�n
se refiere no a la deuda sino a la carga (al derecho real), como
resulta de los art�culos 682, 3007-112-233-498, etc., (pie dicho ar
t�culo 2689 se limita a repetir ; 4" que as� consta en las fuentes deL
precepto: Pothier (Soci�t�, 188, p. 446 del t. II de la edici�n Mer
lin), que expl�cita y repetidamente se refiere a la carga y no a la
deuda; 5" que sobra con observar las legislaciones civiles, para ver
que en situaciones as� se alude ala carga y no a la deuda: art�culos
673 a 84 del
c�digo italiano, a 11 del alem�n, 646
741 a 58 y 1008

y ss. del suizo, 623 y ss. del brasile�o, etc. ; 6" que se concibe que
el acreedor hipotecario pueda perseguir al condomino o coheredero
a quien se le ha adjudicado la cosa afectada, no s�lo por la carga

entera, sino por la misma deuda �ntegra, porque ello es de derecho


com�n (art, 676, 3162 y ss., 3497, etc.), sin que en nada intervenga
la pretendida regla de que una deuda hipotecaria es indivisible o
solidaria ; 7o que la demostraci�n se corona con la communis opinio
imperante entre los buenos jurisconsultos, particularmente entre
los, que pueden ser mirados como fuentes m�s o menos indirectas de
nuestro precepto y los del derecho contempor�neo (Persil, Privil�

ges et hypoth�ques, 1820, I, 145 a 7, y Reg� me hypoth�quaire, II,


265-6 ; Grenier, Traite des hypoth�ques, 1824, I, 170 ; Martou, Pri
vil�ges et hypoth�ques, II, 692 a 5; Troplong, Privil�ges et hypo
th�ques, II, 387 y ss. ; Aubry y Rau, 3a ed, II, 284, 3", 4a ed, II,
284, 3"; Guillouard, Privil�ges et hypoth�ques, II, 637, y III, 1532 y
ss.; Baudry, XII, 1322, y XXIII, 901; Planiol, I, 3005; Colin y
Capitant, I, 762 y ss. ; Ricci, X, 137; Segovia, II, 145, n. 40; etc.),
todos los cuales distinguen plenamente entre carga y
deuda, y
centralizan en la primera, con exclusi�n de la segunda, lo indivi
sible de su car�cter.
III. Efectos. �

A. Fundamentales.Principio.

476. �

Pero estoy invadiendo el terreno ele los efectos de la


obligaci�n in
divisible. Son �stos, como los ele la obligaci�n divisible, y como los
de cualquier obligaci�n
mancomunada, fundamentales o acci
dentales, seg�n que se refieran a las consecuencias comunes a toda

obligaci�n de su g�nero, o bien a las que por accidente pueden pro


ducirse en el seno de las mismas.
m: LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
344

El efecto fundamental est� determinado en el art�culo 686:

Cualquiera (originarios, o los que lo sean por suce


de los acreedores
si�n o por contrato), puede exigir de cada uno (cualquiera.) de los
codeudores, o de sus herederos, el cumplimiento �ntegro de la
obligaci�n indivisible.
Desde luego, la correcci�n del determinativo � cada uno � por
el de � cualquiera � es ele toda obviedad. La obligaci�n es �nica,
como la prestaci�n que constituye su objeto. De ah� cpie el acree
dor quede desinteresado desde que la obligaci�n le sea cumplida
por cualcpiiera de los obligados. Si pudiera exigir la prestaci�n
de � cada uno � de �stos, vendr�a a tener toda una serie de dere

chos, cuando no es titular sino de uno solo. Es lo que resulta del


concepto de la obligaci�n indivisible (art. 667, inc. 2o), del argu
mento a contrario de los art�culos 674-5 y 691-3, del contexto del
art�culo 685, ele la alusi�n directa del art�culo 689 (ac�pite), de
la doctrina de todos los autores y del simple buen sentido.
La raz�n del precepto no es abstrusa. El acreedor tiene dere
cho a la prestaci�n entera y al consiguiente cumplimiento integral,
cabalmente porque la prestaci�n no es susceptible de cumplimiento
parcial, y porque el fin jur�dico a epie responde la obligaci�n no
queda satisfecho sino con el cumplimiento total. Ello por lo que
toca al aspecto pasivo (hay pluralidad deudores). En cuan
de
to al supuesto activo, es concebible que cualquiera de los acree

dores pueda exigir la prestaci�n �ntegra, por lo mismo que el


deudor no podr�a dividirla sin destruirla o sin desvirtuar dicha
finalidad.
Lo que parece fuerte es epie el acreedor pueda exigir la pres
taci�n contra un deudor que acaso no la posea (se trata, por ejem
plo, de un caballo, que se pide a X, por ejemplo, y que est� en
poder de otro de los codeudores). Pero la inteligencia de la ley
no deja de ser clara. El acreedor reclama contra quien se lo debe.
Si el deudor no est� en situaci�n de cumplir, debe, a menos que
prefiera someterse a la soluci�n del cumplimiento forzado (si es
posible) o a la consiguiente indemnizaci�n (art. 505), exigir la
cosa del codeudor epie la posea, a objeto de poder as� entregarla
-

al acreedor.
477, Citaci�n de Hay que observar que en el
garant�a. �

supuesto de la mancomunaci�n activa, resulta un poco peligroso


el que cualquier acreedor pueda reclamar por s� la prestaci�n. Su
raz�n que toca su
derecho en tal sentido se explica por una no a

t�tulo de acreedor, desde que �l es tal s�lo por una parte, sino por
raz�n de la imposibilidad de dividir la prestaci�n. De ah� que pue-
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 345

da caber abuso de parte de ese acreedor, en perjuicio de sus co

acreedores. Por eso en los c�digos modernos se establece recaudos

enfavor de �stos: el deudor debe pagar a todos los acreedores en


conjunto (c�digo alem�n, art. 432), o liberarse respecto de todos
los coacreedores (c�digo suizo, art. 70), o puede exigir del acree

dor reclamante cauci�n ele ratificaci�n de los dem�s acreedores

(c�digo brasile�o, art. 892, inc. 2o). Algo semejante resuelve el


mismo c�digo franc�s en su art�culo 1225 (seguido por el italiano
en el art. 1208) : el deudor demandado para el pago puede exigir
que se cite a sus coobligados para que concurran, a menos que por
las circunstancias (posee el caballo debido, etc.) sea �l solo quien
deba efectuarlo (cons. Calamandrei, La chiamata in garant�a,
1913, 8).
478. Derecho de prevenci�n. Tambi�n precisa tener pre

sente que el coacreedor que exija el pago antes que los dem�s, goza
del derecho de prevenci�n (que volveremos a encontrar en materia
de solidaridad: n� 495), en el sentido de que el deudor no podr�
pagar sino a ese acreedor que ha prevenido. Es lo que se estatuye
en el art�culo 731, inciso 2o. Y es lo que en el fondo viene a co

rresponder a la elecci�n en las obligaciones de prestaci�n indetermi


nada, pues destruye, como ella, la indeterminaci�n, y hace que
la obligaci�n se vuelva cierta.
En verdad que no hay raz�n alguna que justifique ese como
premio otorgado al acreedor m�s diligente o m�s �vido. Me remito
a las razones que en tal sentido aduzco en el n�mero indicado, pues

no resulta indispensable insistencia


alguna, m�xime cuando se trata
de textos categ�ricos.
B. Accidentales. �
479. Remisi�n. �

En materia de efectos
accidentales, el
c�digo no ha sido abundoso esta vez. Los �nicos ar
t�culos que los contemplan son estos dos (sin contar preceptos dise
minados en otras partes, como el art. 810 en punto a novaci�n,
o el del. art. 851 en materia de transacci�n, y de que har� m�
rito poco m�s abajo, en los nos 481-2) : S�lo por el consentimiento de
todos los acreedores (,) puede remitirse la obligaci�n indivisible,- o
hacerse una quita de ella (art. 687) ; Prescrita una deuda indivisi
ble por uno de los deudores contra uno de los acreedores, aprovecha
a. todos los
primeros, y perjudica a los segundos; e interrumpida la
prescripci�n por uno de los acreedores contra uno de los deudores,
aprovecha a todos aqu�llos y perjudica a todos �stos (art. 688).
Presc�ndase de lo defectuoso de la redacci�n, particularmente
en el
segundo de estos art�culos, ni se insista en que la remisi�n
de que habla el primero de ambos no difiere de la
quita que en el
1)E LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
346

mismo menciona, y que no es m�s que una remisi�n parcial, y se


se

notar� epie las disposiciones son claras y explicables.


El derecho anexo a la prestaci�n pertenece a todos los acree
dores y no a cualquiera ele ellos. De ah� que no pueda disponer de
�l ninguno de los acreedores en particular, ni aun cuando hable en
nombre y representaci�n de sus coacreedores (a menos, claro est�,
que �stos le hayan ciado poder al efecto, caso en el cual el acreedor
hablar�a no como acreedor sino como mandatario).
Pero el acreedor puede remitir o quitar (perdonar) su propio
cr�dito indiviso, su parte en el cr�dito total, pues a tal respecto es
titular exclusivo. Es verdad que los deudores seguir�an obligados
por la prestaci�n �ntegra, siempre en raz�n de que no es posible
dividirla. Pero ello no impedir�a al deudor el ejercicio de su
derecho respecto de lo perdonado, ya para hacer embargar la cosa

debida, ya para pedir garant�a de pago de lo cpie le co


rresponde, etc.
480. Prescripci�n. El precepto del art�culo 688 se explica

en su primer inciso, en cuanto puede ocurrir que el curso de la

prescripci�n haya sido suspendido en favor ele uno de los acreedo


res o interrumpido por uno de ellos, y en cuanto el cese de la sus

pensi�n o de la interrupci�n haga correr de nuevo el t�rmino has


ta consumarse el de la prescripci�n : �sta viene entonces a tener
efecto no s�lo contra dicho acreedor sino contra todos, a menos que
exista alguna otra suspensi�n o interrupci�n respecto de otro
acreedor.
Lo extensivo de tales suspensivos o interruptivos de
efectos
la prescripci�n (lo primero est� legislado en eLart. 3982; y lo se
gundo, en el "art�culo en estudio y en el art. 3996) se justifica, seg�n
se pretende, ante la circunstancia ele que siendo la obligaci�n indi

visible, no se concibe un r�gimen diverso en cuya virtud la pres


cripci�n exista en favor de un deudor y no de los dem�s, o en con
tra de un acreedor y no de los restantes, pues en el primer supues
to la obligaci�n ser�a siempre exigible en su totalidad contra los
deudores no beneficiados, como en el segundo podr�an los acreedo
res no perjudicados reclamarla tambi�n en su integralidacl.

Sin embargo, no chocar�a la soluci�n contraria. As� como un


acreedor puede perdonar apenas su parte en la deuda, y as� como
ese perd�n no excluye el derecho de los dem�s acreedores para
reclamar la prestaci�n �ntegra, sin perjuicio del derecho parcial del
deudor perdonado (supra, n� 479), tambi�n es admisible (pie la

prescripci�n pueda consumarse en favor de un deudor, cuando se


trate de situaciones puramente personales y no objetivas, como se-
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 347"

r�an las de la suspensi�n de la prescripci�n, (pie ha existido con

respecto a los otros deudores y no con relaci�n al deudor del su

puesto. Al fin y al cabo, lo del cumplimiento �ntegro de la obli

gaci�n fio tiene epie ver con ella posean los


el derecho total epie en

acreedores o con la obligaci�n integral que tengan en la misma los


deudores, sino con la circunstancia puramente externa de lo indi
visible ele la obsta, entonces, a que el derecho de
prestaci�n.' Nada
uno de los acreedores pueda haberse perdido, sin (pie ocurra lo

propio con el dedos dem�s acreedores. ViceA'ersa, nada impide


que uno ele los deudores se haya liberado, y que los restantes con
tin�en obligados. Todo sin perjuicio de (pie cuando se trate de
circunstancias objetivas, como pueden ser las de la interrupci�n
de la prescripci�n, por lo mismo (pie el derecho de cualcpiier acree
dor para poder exigir la prestaci�n (lo que se supone es hecho en
beneficio de todos los acreedores), o el derecho de reclamarla con
tra cualquiera de los deudores (lo (pie implica que, en el concepto
del legislador, tal demanda viene a resultar hecha contra todos los
deudores personificados en aqu�l), se mantenga, sin muchos visos
de legitimidad por cierto, el efecto extensivo ele los actos corres
pondientes (algunos ele los cuales, como el del reconocimiento del
derecho del acreedor por uno de los deudores: art. 3989, es ele ca
r�cter bien personal y subjetivo, seg�n apunto en el n" 498).
481. Novaci�n. �

En materia de novaci�n el pre


tenemos
cepto del art�culo 810, ante el cual la novaci�n realizada entre el
acreedor y uno de los deudores de una obligaci�n indivisible, ex

tingue la obligaci�n erga opines.


De suerte que los deudores que no han tomado parte en la no
vaci�n, no s�lo quedan desobligados.de la deuda primitiva, lo pro
pio (pie el deudor que la ha efectuado, sino tambi�n respecto de la
nueva, en que no han sido partes y que s�lo obliga a dicho deudor.
En general, la soluci�n es poco admisible. Ser� raro el su
puesto en (pie un acreedor entienda
desobligar a los deudores res
tantes al novar la obligaci�n originaria.
De ah� (pie el precepto deba ser interpretado con doble estric
tez: con la que cuadra en punto a novaci�n, y con la que corres
ponde a una soluci�n tan poco normal como la del citado art�culo.
Mucho m�s si se tiene en cuenta: 1" que la intenci�n del acreedor
puede no corresponder a novaci�n alguna; 2" que nuestro precepto
un tiene m�s
paternidad conocida que el art�culo 1127 del Esboco
de Freitas, pues 'ni el
c�digo franc�s ni ninguno ele los anteceden
tes ,le que el codificador ha. servido le prestan asidero; 3o que
se
no se ve
por qu� no se ha limitado los efectos de la novaci�n a las
348 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

partes, dej�ndose intacta la obligaci�n primitiva con relaci�n a los


dem�s deudores.
Por lo dem�s, dicho art�culo se limita al supuesto de la manco
munidad pasiva, o de los deudores. Si �sta existiera entre los acree
dores, la novaci�n realizada por uno ele ellos con el deudor com�n,
no podr�a ser regida por una regla tan excepcional como la
cpie
�contemplamos. De ah� que correspondiera atenerse a los princi
pios generales : res �nter olios acta, aliis nec nocet nec prodest.
482. Transacci�n. �

Esta soluci�n se refuerza ante la cir


cunstancia positiva ele cpie en punto a transacci�n se la adopta sin
restricciones, tanto en el sentido activo como en el sentido pasivo:

La transacci�n hecha por uno de los interesados, reza el art�culo


�851, ni perjudica ni eiprovecha a tercero ni a los dem�s interesadas,
�aun cuando las obligaciones sean indivisibles.
483. Mora y culpa. En cuanto a los dem�s efectos acci

dentales, habr� que atenerse a los principios generales (cons.


Crome, 20, 2o).
En materia de de
culpa, tenemos el texto del art�culo
-mora o

697, que no distingue si en la obligaci�n mancomunada hay pres


taci�n divisible o indivisible. De ah� que no responda por los res
pectivos da�os e intereses sino el deudor moroso o culpable, y con
relaci�n al acreedor a cuyo respecto sea lo uno o lo otro (Winscheid,
II, 299, 8). Lo mismo cabe decir de la pena estipulada
n. (art.
698), siempre que ella contenga una prestaci�n divisible (art, 661).
Lo propio corresponde sentar en materia de insolvencia de uno de
los deudores: el acreedor carga con ella. Nada cabe inducir. a con

trario del art�culo 677, epie as� precept�a en punto a obligaciones


divisibles, al paso que nada se dice en lo cpie toca a las indivisibles:
el v�nculo, el t�tulo, el derecho, es siempre igualmente parcial, tanto
en unas como en otras obligaciones, con la �nica diferencia de que
en las indivisibles hay derecho para exigir
�ntegro por ra el pago
z�n de lo externo de la indivisibilidad de la prestaci�n. La trans
formaci�n de la obligaci�n por cambio en la prestaci�n, aunque sea
debida a culpa de uno de los deudores (por ejemplo, uno de �stos
mata el caballo debido), modifica plenamente la situaci�n, cuando
la nueva prestaci�n, como ser�a esa de los da�os e intereses lega
les, que siempre se pagan en dinero, es divisible : en tal caso no hay
sino una suma ele derechos parciales, sin perjuicio de la indemni
zaci�n epie proceda contra el deudor culpable ; vale decir, que en
supuestos as�, por aplicaci�n de los principios generales y por vir
tud de lo dispuesto en el citado art�culo 697, el valor de la p�rdida
es reclamable contra todos los deudores o por todos los acreedora
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE <��$

en las proporciones que cuadre, y el valor de la utilidad dejada det

percibir (que propiamente resulta personal) s�lo es re-


es lo que

clamable contra el deudor culpable (cons. Demolombe, XXVI, 621)..


484. Cosa juzgada. La misma soluci�n procede en materia.

de cosa juzgada: �sta es personal, y no favorece ni perjudica sino�


a los que han sido partes en el juicio. As�, cuando
la demanda de.

un acreedor es rechazada, cualcpiier otro acreedor puede deducir


demanda, sin que se pueda alegar en su contra por el deudor la-
cosa juzgada del juicio anterior. Viceversa: la cosa juzgada en
el

juicio del acreedor contra uno de los deudores, no podr�a ser ale
gada por aqu�l contra los dem�s deudores, ni podr�a ser opuesta
por �stos. Es que el derecho de cada acreedor, lo mismo que la

obligaci�n de cada deudor, es meramente parcial, a pesar de cpier


por raz�n ele lo indivisible de la prestaci�n, se pueda exigir el paga
�ntegro, pues esto nada dice en favor del t�tulo del acreedor sobre el
cr�dito, ni ele la carga o gravamen del obligado sobre la deuda.
(cons. en contra, Larombi�re, II, 798; Chironi y Abello^ I, 682-
Giovene, 18, 6; en favor y en contra a la vez, Rodi�re, De la soli-
darit�, 370 ; en favor, Demolombe, XXVI, 628 y ss. ; Gatti, Giudicato-
civile, 154 ; Crome, Parte gen�rale, 47, n. 108 ; Zachariae-Crome, I,,
153,n. 27; Giorgi, I, 264; etc.).
C. 485. Acciones recursorias.
��

Despu�s de los efectos de-


la obligaci�n entre acreedor y deudores o entre acreedores y deudor,.


vienen los efectos recursorios entre los acreedores o entre los deu
dores : los de los primeros se resuelven en el derecho que tienen
los acreedores cpie no han sido pagados contra el que lo ha sido ;.
los de los segundos consisten en el derecho del deudor que ha pa
gado para repetir contra sus codeudores las partes que les in
cumban.
El asunto est�
reglado en el art�culo "689 : Las relaciones de losr
acreedores conjuntos entre s�, o de los deudores conjuntos entre s�r
despu�s que uno de ellos hubiese cumplido (despu�s de cumplida)
una obligaci�n divisible o
indivisible, se reglar cin de la manera si
guiente : Io cada uno de los acreedores conjuntos debe pagar una-
cuota igual o desigual, designada en los t�tulos de la
obligaci�n, o
en los contratos
que entre s� hubiesen celebrado; 2o sino (si no)
hubiere t�tulos, o si nada se hubiese prevenido sobre la divisi�n del
cr�dito o ele la deuda entre los acreedores y
(o) deudores conjun
tos, se atender� a la de haberse contra�do la
causa
obligaci�n con
juntamente, a las relaciones de los interesados entre s�, y a las (de
m�s) circunstancias de cada uno de los casos; 3o sino (si no) fuese
�posible reglar las relaciones de los eicreedores o deudores
conjuntos:
DJS LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
350

entre s�, se entender� que son interesados en partes iguales, y que


-cada persona constituye nu acreedor o un deudor.
El precepto es claro, malgrado sus fallas ele redacci�n.
En principio, la obligaci�n se divide, activa o pasivamente se

g�n cuadre, en tantas partes iguales cuantos sean los acreedores o


los deudores. Es la soluci�n cpie procede, porque corresponde a
las circunstancias ordinarias. Y las leyes no se hacen para los casos
raros (Digesto, I, 3�, 3 a 5; L, 17", 64; etc.; Partidas, T, XXXIV,

36). De ah� que se tenga en el precepto tocia una presunci�n, de


tal suerte que quien pretenda destruirla tendr� que aportar la

prueba que corresponda (supra, n" 458). En atenci�n a esa prue


ba, y seg�n lo que resulte ele las consiguientes circunstancias, di
chas partes podr�n ser diferentes y hasta apenas aparentes.
Sea comofuere cada parte, lo cierto es que el deudor que haya
pagado totalmente ha venido a pagar una deuda parcialmente aje
na. De ah� su derecho recursorio, para obligar a los dem�s codeu
dores que le reembolsen lo qu� ha
a pagado de m�s. Hay all� una
condictio indebiti que se rige en el caso por principios especiales,

y no por 790, inciso 6" ; pues media un pago con


el del art�culo

subrogaci�n (art. 768, inc. 2"), en cuya virtud el derecho del deu
dor subrogado es el mismo que contra �l ten�a el acreedor, a quien
ahora aqu�l reemplaza jur�dicamente, contra sus antiguos acree
dores y en. las medidas que correspondan.
Lo propio hay que decir con relaci�n al acreedor que haya

percibido la totalidad del cr�dito : cobra m�s (pie lo que le corres


ponde, y debe devolver a sus coacreedores las porciones respectivas.
De ah� el derecho de �stos para demandarlo recursoriamente, en
virtud de los derechos y mediante las acciones que en cada caso

consocios, coherederos, condominos, etc.


procedan : como como como

SECCI�N 4a

MANCOMUNACI�N SOLIDAEIA

. ART�CULO I

GENERALIDADES

Concepto legal y bibliograf�a.


486. El art�culo 699 define �

en los siguientes t�rminos la obligaci�n solidaria : La obligaci�n


macomunacla es solidaria, cuando la totalidad del objeto de ella

puede, en virtud del (correspondiente) t�tulo constitutivo o de


una,

disposici�n de la ley, ser demandada por cualquiera de los acree


dores o a cualquiera ele los deudores.
OBLIGACIONES DE SUJETO" COMPLEJO O M�LTIPLE 35J

Es rica la bibliograf�a, sobre esta materia. Como siempre, me'


limitar� a las principales fuentes legislativas, directas o indirectas,
y a ciertas obras de positiva
autoridad y bien accesibles: Deman-

geat, Les obligations solidaires en droit romain, 1858 ; Maynz,


II, 271; Savigny, I, 16 y ss. ; Girare!, 740 y ss. ; "Windseheid, II, 293
y ss. ; Dernburg, II, 70 a 75; Domat, t. I, parte Ia, lib. III, t�t. III:
Pothier, Obligations, 258 y ss. ; Toullier y Duvergier, III, 2a parte,.
702 y ss. ; Duranton, XI, 158 y ss. ; Marcado y Pont, IV, 392 y ss. ;
Demante y Colmet ele Santerre, V, 127 y ss. Mourlon, II, 1240 y

ss. ; Aubry y Rau, IV, 297 bis y ter; Demolombe, XXVI, 116 y ss. ;

Huc, VI �, 295 y ss. ; Baudry, XII, 1107 y ss. ; Hudelot y Merman,


330 ; Planiol, II, 722 y ss. ; Colin y Capitant, II, 197 y ss. ; Rodi�re,
De la solidante et de rindivisibilit�, 1852 ; Saleilles, Obligations, 114
y ss. ; Huebner, Germanic Pr�vate Law, 80-1; Crome, Teorie fonda-
mentali, 19 ; Giorgi, I, 83 y ss. ; Lomonaco, I, 72 y ss. ; Crescenzio
y Perrini, 383 y ss. ; S�nchez Rom�n,. IV, 50 y ss. ; Valverde, III,
44 y ss. ; Carboni, 76 y ss. ; Rossel, Droit federal des obligations,
195 y ss. ; Schneider y Fick, I, 276 y ss. ; Bevilacpia, Direito das
obrigac�es, 24, y C�digo civil commentado, IV, 42 y ss. ; Dalloz, v�
Obligations, R�pertoire, 1335 y ss., y Suppl�ment, 546 y ss.
487. Definici�n de Demolombe. �

Como advierte Demolombe


(XXVI, 119), a prop�sito ele definiciones corrientes en la doctrina,
an�logas a la de nuestro art�culo 699, y cpie repite el art�culo 1197
del c�digo franc�s, all� se caracteriza la solidaridad por sus efectos,
mas no en su esencia: se dice qu� se puede hacer o pedir, y no

por qu� se lo puede. Tan cierto es ello que tal definici�n podr�a
convenir perfectamente a la obligaci�n indivisible (cons. art. 686).
De ah� (pie el maestro citado nos ci� la definici�n siguiente : en
la obligaci�n solidaria hay �una conjunci�n de tal car�cter que las
partes aferentes en la obligaci�n a cada uno de los -acreedores o a
cada uno de los deudores, en lugar de dividirse se condensan,
de suerte que forman tantas obligaciones i nclivi duales como acree
dores o deudores haya, sin perjuicio ele que al propio tiempo
formen todas juntas, en el haz que las liga, una obligaci�n �nica
para cuya extinci�n bastar� con una sola prestaci�n �. Con ello
hace resaltar Demolombe la como antinomia cpie entra�a la
obligaci�n solidaria: la multiplicidad y la unidad; la multiplicidad
de los v�nculos y la unidad ele fondo ele la obligaci�n
(pues hay
una prestaci�n �nica en que todos esos v�nculos se concentran y
re�nen), en cuya virtud tales v�nculos tienen una relativa inde
pendencia, como se ver� dentro ele poco (n� 489), y pueden jugar
diversamente, malgrado se refieran todos a la misma obligaci�n.
!DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
352

488. Afinidades conobligaci�n indivisible.


la La verdad es

epie con esta definici�n y todo, el asunto no se aclara gran cosa.


Esa relativa multiplicidad y unidad, lo mismo que la independencia,
en el juego de los distintos v�nculos, tambi�n existen, si bien en

menor (y a veces en mayor) grado, en las obligaciones indivisibles.

De ah� que no se yea en qu� se distinguen �stas de las solidarias. Es.


cierto epie se dir� que en las obligaciones indivisibles se tiene la
raz�n en lo indivisible de la prestaci�n, en el elemento objetivo
de la obligaci�n ; al paso cpie en las solidarias se la tiene en consi
deraciones ele otro orden, como es la intenci�n de las partes o la
voluntad del legislador.
Con ello no har�amos otra cosa que alejar la dificultad sin
resolverla. Desde luego, en la obligaci�n indivisible tambi�n existe
ese elemento intencional, seg�n se ha visto en punto a la obliga

ci�n de dar alg�n cuerpo cierto o de ejecutar una obra (nos 465 y
ss.). Al rev�s, hay una solidaridad, la activa, cpie jam�s es legal (art..
700). Fuera de ello, tanto en materia ele inclivisibilidacl como
de solidaridad, la ley no hace m�s que interpretar la voluntad
presunta de las partes; de suerte que siempre queda por explicar
por qu� en un caso la ley habla de solidaridad, y por qu� en otro
caso habla de indivisibilidad.

Aunque seprecise el asunto dici�ndose que la ley habla de


indivisibilidad cuando haya prestaciones no divisibles, y de solida
ridad cuando se trate de obligaciones en epie, con independencia
de la naturaleza divisible o no de las respectivas prestaciones, se-
quiere favorecer al deudor, para que pague a cualquiera ele los.
acreedores (sin contar con que se tratar�a de un beneficio muy
dudoso), o beneficiar al acreedor (para que pueda cobrar a cual
quiera ele los deudores), y aun cuando se insista en que con ello
se tiende a la rapidez, a la liquidaci�n m�s f�cil de las obligaciones;

siempre permanece como indiscutible el hecho fundamental ele que


tanto en las obligaciones indivisibles como en las solidarias, el
acreedor puede cobrar al deudor que quiera, como el deudor puede
pagar al acreedor que le parezca, sin contar que pocos de Ios-
en no

efectos accidentales, unas y otras se conducen de igual modo. De


ah� cpie proceda poner en tela de juicio el criterio de fondo que
pretende distinguir entre ambas. Tan cierto parece ello que en
algunos c�digos contempor�neos, como el alem�n, unas y otras obli
gaciones est�n legisladas en un cap�tulo com�n (que en ese c�digo
se titula �Pluralidad de deudores o de acreedores�), y que algunos

autores, como "Windscheid (II, 299), hablan de solidaridad al re


ferirse a la �indivisibilidad como no faltan otros (p. ej., Mackeldey,.
,
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE
353

330, n. 7) que consideren cpie una de las fuentes de la


obligaci�n so
lidaria en derecho romano era la de la indivisibilidad de la prestaci�n.
Por eso, con relaci�n al c�digo no hay m�s criterio que el de los
fines de unas obligaciones y otras, pues en su esencia se comportan
de igual manera. Y de ah� que la caracterizaci�n de Demolombe
nada ilustre acerca del posible distingo entre ambas, que presentan
en su fondo la misma unidad o igual multiplicidad, si bien con dife

rencias graduales (que se ver� cuando las compare con precisi�n,


nos 531-2). Baste decir que, para el c�digo, la obligaci�n solidaria

suele extenderse a los mismos v�nculos, sobre todo porque en ella


prevalece el elemento intencional.
489. Lo �nico y lo plural de sus aspectos. Esto �ltimo se

lo nota especialmente en los art�culos 702-3 : La obligaci�n no deja


de ser solidaria, cuando debi�ndose una (sola y) misma cosa (pres
taci�n), ella sea para alguno de los acreedores o para alguno de los
deudores obligaci�n pura (y simple), y para otros obligaci�n con
dicional o a plazo, o pagadera en otro lugar ; Aunque uno de los
acreedores fuese incapaz de adquirir el derecho o contraer la obliga
ci�n, �sta no dejar� de ser solidaria para los otros. La incapacidad
s�lo puede ser opuesta por el acreedor o deudor incapaz.
Es que la unidad esencial de la obligaci�n, centralizada en la
prestaci�n, casi nunca absorbe lo no personal o no esencial : la
calidad de los v�nculos (puros, a t�rmino, condicionales, con cargo,
etc.), las modalidades externas (lugar del pago, etc.), y la misma
condici�n (capacidad, etc.) de los sujetos, juegan con independencia
respecto de cada uno de �stos, si bien no siempre, como se ver� en
os
los n 497 y siguientes y 516 y siguientes. En s�ntesis, y en prin
cipio, todo cuanto sea subjetivo o externo, como lo indicado, perma
nece ajeno a lo esencial de la obligaci�n, que es �nica, y as� com�n

para todos (cons. "Windscheid, II, 293, n. 1; Crome, Teor�e fon-


dmnentali, 19, III).
490. Su car�cter excepcional. Hay que anotar el car�cter

excepcional de la solidaridad: o agrava la situaci�n del deudor,


epie puede ser perseguido por la misma obligaci�n por diversos
acreedores ; o puede perjudicar al acreedor posiblemente �nico en
la realidad, aunque no en la apariencia, ya que otro acreedor
podr�a cobrar el cr�dito e impedir a aqu�l el ejercicio de su derecho
(el acreedor que ha cobrado es insolvente, se ha ausentado, etc.).
De ah� que no se la pueda presumir. Y de ah� la regla del art�culo
701: Para que la obligaci�n sea solidaria, es necesario que en ella
(en el t�tulo respectivo) est� expresa la solidaridad por (en) t�r
minos inequ�vocos, ya
oblig�ndose in soliclum, o cada uno por el
Colmo, Oblig. �

T. I. 23
354 L)E LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

todo, o el uno por los expresamente la ley la haya


otros, etc., o que
declarado solidaria. Es que, en atenci�n a lo dicho, la solidaridad
es rara, sobre todo en derecho civil, y por eso puede ser admitida

tan s�lo cuando sea categ�rica, o � expresa �, como dice la ley

(C�m. civ., 23, 175; 69, 287; 153, 306; C�m. com., 5, 5; 46, 327;
C�m. civ. 2a en 3. T., 1914, agosto, p. 232, y en R. L. 3., V, 906;
C�m. civ. Ia en 3. A., II, 51).
Por lo dem�s, y ante expresiones ambiguas, ser�n las circuns
tancias las que decidir�n si cabe reconocerla. La ley indica varios
modos en esas expresiones, aun el romanista in solidum, cpie, como
se ver� luego (n� 529), no corresponde, etimol�gica e hist�rica
mente, al concepto de la obligaci�n solidaria del c�digo (que en
derecho romano se llamaba �correal �, por relaci�n a la res debida :
d�o rei promittendi o d�o re� creclendi, si no hab�a m�s que dos
deudores o acreedores; o bien co-rrei
(corrci) promittendi o correi
debendi, si eran m�s de dos). Quiere ello decir que no hay para
el c�digo expresiones sacramentales o formularias ; como cuadra,
pues tocio se reduce, como siempre en derecho, a un problema ele
intenci�n. Por eso se explica el � etc. � de la ley. Las partes
pueden echar mano de las expresiones que prefieran : todo lo que
se les pide es que sean claras y que no dejen lugar a duda. Si
�sta no desapareciera ante las circunstancias aludidas, lo menos

que debe hacer el juez es pronunciarse en el sentido ele la regla y


no de la excepci�n, declarando que la mancomunaci�n es simple y

no solidaria, por lo mismo que ello corresponde a lo frecuente y

ordinario (recu�rdese, a prop�sito ele esto �ltimo, aquella ley de


Partidas seg�n la cual las leyes no son hechas para casos raros:
7a, XXXIV, 36, y aquella otra que manda que � los juclgadores de-
uen ayudar a la libertad�: 7a, XXXIV, 1).

Corresponde advertir que en este art�culo 701 el. c�digo se coloca


en un solo punto ele vista, el de la solidaridad ele los deudores,

que es el m�s com�n pero epie no es el �nico. De ah� que la norma

legal pueda extendida por analog�a (art. 16) a la solidaridad


ser

de los acreedores. En tal virtud, �stos pueden igualmente emplear


esas expresiones (� cualquier acreedor podr� cobrar el tocio �, � cual

quier acreedor podr� cobrar por los otros �, etc.). En el n�mero 448,
a prop�sito, he dejado estudiado el punto ele si es solidario el
cr�dito que se contiene en las acciones inscritas o en los dep�sitos
bancarios hechos a nombre alternativo de dos o m�s personas. Lo
propio he hecho en el n�mero 475 respecto del art�culo 2689.
491. Cu�ndo surte el fuero federal. �

Quiero tambi�n apun


tar, entre estas generalidades, que el fuero federal es improcedente
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 355

obligaciones solidarias, cuando entre los acreedores o


�n punto a

ios deudores haya- alguna persona a cuyo respecto dicho fuero sea
la excepcional ele tal fuero s�lo puede ser admitido cuando
ajeno:
resulte indubitable (S. C, 27, 329; 66, 161; en 3. A., III, 10 ;
��m. com., 58, 45; E. Acevedo D�az (h.), Codificaci�n del derecho

federal, 13). '

Tal es la regla invariable que aplican nuestros tribunales,


sea un tanto fuerte el que sola persona, ele entre cinco o
una
aunque
�diez, pueda subordinar a su condici�n el resto ele los sujetos, epie

constituyen el inter�s m�s importante.

ARTICULO II

SOLIDARIDAD ACTIVA

I, Fuentes. �
492. Nunca
pueden ser legales. Hay dos/ �-

especies fundamentales de solidaridad, como se ha visto: la activa,


con relaci�n a los sujetos activos o acreedores; y la pasiva, que
estudiaremos por separado, y que el c�digo legisla p�lenmele con
.aqu�lla, por donde incurre en m�s de una confusi�n.
La solidaridad activa tiene como fuente �nica la voluntad,
seg�n resulta de los art�culos 699 y 700. He aqu� el texto del segundo
de ellos: La solidaridad puede tambi�n ser constituida por testa
mento, por decisi�n judicial, que tenga fuerza de cosa juzgada, o
�puede resultar de la ley respecto de los deudores.
Desde luego, la ley jam�s pronuncia la solidaridad activa
�en ning�n precepto, de acuerdo con la disposici�n final ele ese
art�culo 700, que s�lo se refiere al respecto a la solidaridad pasiva.
En seguida, el �t�tulo constitutivo� del art�culo 677 y el
� testamento � del art�culo 700, no hacen m�s que aplicar la norma

de fondo del art�culo 1197, pues se trata ele asuntos privados en que
la autonom�a individual es soberana.
493. Ni judiciales. Lo dif�cil est� en la expresi�n � por de

cisi�n judicial � del art�culo 700, en cuya virtud parecer�a que


los jueces pueden declarar solidaria una obligaci�n que no lo fuese
realmente. Ser�a prodigioso. El juez debe resolver seg�n los
� hechos
alegados y probados por las partes �, y fundarse � en la
ley �, como respectivamente se dispone en los art�culos 217 y 59 a
63 del c�digo procesal. En otros
t�rminos, el juez declara el dere
cho, y no lo crea, pues se limita a decir que la relaci�n jur�dica era,
al tiempo de la
demanda, y no es, al tiempo de la sentencia, de tal
o cual
naturaleza, seg�n lo alegado y probado. Si, pues, la
obligaci�n no era solidaria al tiempo de la demanda, si el interesado
DE las obligaciones en si mismas
356

no ha demostrado que cuando contrajo se le imprimi� (por


se la
convenci�n o por voluntad del testador, seg�n cuadre) tal car�cter,.
no se ve c�mo el juez por su cuenta pueda declararla solidaria.

Tal es la doctrina que se contiene en el criterio de todos los,


tratadistas de derecho procesal, epie afirman que las sentencias
'

judiciales son meramente declarativas y no constitutivas del.


derecho, como puede verse en Manresa y Reus, Ley de enjuicia
miento civil, I, 198 y 205 ; Caravantes, II, 1082 ; Mortara, I, 13 �

Mattirolo, V, 3 Chiovenda, Principii, 135-6-45-79, y Nuovi saggi�


33 y 41 a 43 ; Rocco, La sentenza civile, 44, 55 y 56 ; Gatti,.


DelVautorit� del.giudicato civile, 187; Garsonnet, Traite de proc�
dure, II, 117 ; etc. (v�ase las citas an�logas hechas en el n� 635, a.
las cuales se puede agregar Windscheid, II, 297, n. 5 ; Dernburg, IIr
72; Segovia, I, 178, n. 3).
Es que el codificador ha tomado dicho precepto ele Savigny

(Obligations, I, 17, e), que no puede haberse referido sino a


los pronunciamientos judiciales que interpretaban una convenci�n
en litigio o una disposici�n legal (cons. la nota 1 ele los traductores.

de Savigny, en el t. I, p. 160, as� como Maynz, II, nota 15 de la

p. 60)', y epie, aun fuera ele ello, se refiere a una judicatura, como
la romana, esencialmente pretor iana o creadora ele derechos (re
cu�rdese lo ele supplendi y corrigendi el derecho del Digesto: l,
Io, 7), siendo as� que nuestro derecho es positivo o legal, y
no jurisprudencial (acide la siguiente bibliograf�a al respecto: De-

mangeat, 358-9; Molitor, II, 1165; "Wetter, I, 51, n. 24; Ortolan,


III, 1274 y 1704; Girarcl, 1012 y ss.).
II. Efectos. A. Fundamentales.

494. Principio.

Los. �

efectos de la obligaci�n solidaria activamente pueden ser, como en


toda obligaci�n, fundamentales o necesarios, o bien secundarios o
accidentales.
Elefecto fundamental est� indicado en el art�culo 705: El acree
dor, o cada acreedor, o los acreedores juntos pueden exigir el pago de
la deuda por entero contra todos los deudores solidarios junta

mente, o contra cualquiera de ellos. Pueden exigir la parte que a


un solo deudor corresponda (inc. Io y 2o).
El c�digo supone la doble solidaridad, activa y pasiva que
es sumamente rara. Nosotros supondremos lo m�s ordinario y

claro, de que s�lo haya solidaridad activa. De ah� que el. texto
transcrito deba ser modificado como sigue : � Cualquier acreedor,.
o todos los acreedores juntos, puede exigir el pago por entero de
la

deuda contra el deudor, o bien la parte del acreedor reclamante �-


En el art�culo 706 tenemos el pendant del precepto anterior:
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 357

El deudor puede pagar la deuda a cualquiera acreedores, si


de los

tintes no hubiese sido demandado por alguno de ellos, y, la obliga


extinguida respecto de todos. Pero si hubiese sido
ci�n queda
demandado por alguno de los acreedores, el pago debe hacerse a �ste.

Tal es cualquier acreedor puede reclamar


la doble situaci�n:

su parte o el pago �ntegro, como pueden pedirlo dos o m�s o


todos juntamente; viceversa, el deudor puede pagar a cualquiera
de los acreedores, con una sola limitaci�n, cual es la de que no
haya prevenido en la demanda uno de �stos, pues entonces la ley
hace surtir a esa demanda el efecto ele la � elecci�n � en toda

obligaci�n indeterminada (n� 370), lo que la convierte en deter


minada o cierta, o bien, en otro sentido an�logo, tal prevenci�n
entra�a algo como un embargo ele la deuda o cr�dito en favor del
acreedor demandante, que es el �nico que puede en adelante
�cobrar y el �nico a quien el deudor debe pagar.
495. La prevenci�n. �

Hay dos observaciones principales que


hacer al respecto.
La primera se refiere a embargo contenido
ese derecho como de
en la prevenci�n de uno de los acreedores. Es, como dicen los
autores franceses, algo como un prix de la tourse, el premio de
la carrera, en favor del acreedor m�s diligente o m�s �vido, y que
no se justifica jur�dicamente. Se desvirt�a la obligaci�n solidaria
y hasta ele simple mancomunaci�n, por lo mismo que a partir de
esa prevenci�n no hay m�s que un acreedor frente al deudor : el

acreedor que ha prevenido. Y se puede perjudicar a los coacree


dores restantes : el deudor, que se ve privado del derecho de elegir
el acreedor a epiien pueda pagar, e incomodado por la demanda
del acreedor preveniente, puede ser inducido a crear dilaciones y

obst�culos, a provocar gastos, a hacer correr intereses, a agravar


la situaci�n, hasta llegarse a la posible insolvencia del mismo;

cuando, si hubiera podido conservar aquel derecho, habr�a podido,


mediante la actitud m�s tolerante ele los restantes acreedores,
mantener el statu quo de sus intereses, hasta acaso pagar
todo lo debido.
De ah� cpie algunos buenos c�digos recientes, como el alem�n
(art. 428), fulminen ese derecho de prevenci�n, si bien algunos
otros, como el suizo ele las obligaciones (art. 150, inc. 3o) y el
brasile�o (art. 899), no han hecho lo propio.
496. Citaci�n de los coacreedores del demandante. �

La se

gunda observaci�n es relativa a la circunstancia de que en estas


obligaciones, que en las indivisibles, no hay derecho de
menos

exigir la concurrencia de todos los acreedores para que el deudor


DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
358

pueda hacer un pago que lo libere totalmente. El art�culo 706 es

expreso : el pago hecho a un acreedor


extingue � la obligaci�n

� respecto de todos �. Y el c�digo alem�n no ha repetido aqu� la

disposici�n que en tal sentido hab�a adoptado en su art�culo 432


con relaci�n a la obligaci�n indivisible. Tampoco los c�digos.
franc�s e italiano tienen al respecto disposiciones como las citadas.
en el n�mero 477 respecto de esta �ltima obligaci�n.
B. Accidentales. 497. P�rdida fortuita de la prestaci�n-

Los efectos secundarios o accidentales son variados.


He aqu� un primer supuesto : la cosa debida perece. Si esta
ocurre sin culpa del deudor, la regla del art�culo 578, repetida en

el art�culo 888, debe imponerse : no hay prestaci�n, mal puede


haber obligaci�n. Es lo que dispone el art�culo 709 : Si la cosa-
objeto de la obligaci�n ha perecido sin culpa del deudor, la obli
gaci�n se extingue para todos los acreedores solidarios. De m�s-
est� advertir que lo propio debe pasar cuando la cosa se ha hecho
imposible jur�dicamente, sin haber perecido propiamente (por
ejemplo, una ley la pone fuera del comercio), o cuando se ha
deteriorado en forma tal que resulta in�til: las normas ordinarias
(del art, 580 y sus concordantes), a menos que se trate de una

p�rdida o de un deterioro meramente parciales, tienen por qu�


no

ser alteradas. Y lo mismo hay que resolver cuando la prestaci�n


consista en un hecho, que se ha vuelto imposible sin culpa del.
deudor: art�culo 627.
497 a. P�rdida o deterioro culpables
prestaci�n. de la
Si la �

prestaci�n se pierde o deteriora totalmente por culpa del deudor,.


entonces, de acuerdo con los principios comunes, la obligaci�n se
transforma en la ele pagar los da�os e intereses consiguientes- ,

(siempre epie, evidentemente, no se trate de una prestaci�n substi


tuible por otra o no quepa el cumplimiento -in natura por un
tercero). Es lo que, seg�n parece, se ha epierido resolver en el
art�culo 711 : IjU indemnizaci�n de p�rdidas e intereses en el casa
del art�culo anterior, podr� ser elemandada por cualquiera de los:

acreedores, del mismo modo que el cumplimiento de la obligaci�n


principal. � Parece �, digo, porcpie el � art�culo anterior � a que
en �l se alude, s�lo contempla el supuesto de la solidaridad pasiva.

Es que se ha copiado a Freitas en forma fragmentaria y salteada,,


como puede verse en los incisos Io y 2o del art�culo 1014 del Esbogo-

Pero el asunto no puede ofrecer dificultad, pues adem�s de lo


literal del texto de nuestro art�culo 711, su precepto es ele derecho
com�n, por donde resultar�a aplicable en su principio o en lo-
an�logo de su contenido (art. 16).
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 359

interrupci�n de la prescripci�n. En
498. Suspensi�n o ma

teria de prescripci�n aqu� un solo texto repetido en el ar


tenemos

t�culo 3994: el del art�culo 713, seg�n el cual cualquier acto que
interrumpa la prescripci�n en favor de uno de los acreedores o en
contra ele uno de los deudores, aprovecha o -perjudica (respecti
vamente) a los dem�s, No es as� en materia de suspensi�n, como se
observa en el art�culo 3981 y en la nota respectiva del codificador.
Esta antinomia se justifica, seg�n la doctrina corriente, ante
la circunstancia ele lo subjetivo ele la suspensi�n y lo objetivo de
la interrupci�n; por donde la primera m�s tiene que ver con el
v�nculo que con la obligaci�n, al rev�s ele la segunda, Por mi parte,
considero aplicable aqu� lo dicho a prop�sito de la obligaci�n
indivisible (n� 480) : si se trata de un acto interruptivo efectiva
mente objetivo (una demanda, la toma de posesi�n de la cosa

debida, etc.), la disposici�n tiene visos de fundada; si se trata de


actos no objetivos (un reconocimiento, etc.), Sel precepto no
resulta sostenible.
499. Fallecimiento de un acreedor. �

En el art�culo 712 se

contempla otro supuesto accidental : Si


falleciere alguno de los
acreedores o deudores, dejando mcis deheredero, cada uno de
un

los coherederos no tendr� derecho a exigir o recibir, ni estar� obli

gado a pagar (,) sino la cuota que le corresponda en el cr�dito o en


la deuda, seg�n su haber hereditario.
Por ejemplo, fallece el coacreedor A, dejando tres herederos :
X, Y y Z. �Qu� derechos tienen �stos contra el deudor que estaba
obligado, para con A y otros dos acreedores m�s, por 900 $? Como
el causante A pod�a exigir el todo, los 900 $, y no solamente su
parte (300 $), por lo mismo cpie se trata ele una obligaci�n solida
ria, resultar� que cada uno de los herederos (que supondremos
son del mismo
grado, y, de consiguiente, con igual t�tulo o � haber �
hereditario), podr� exigir 300 $ y no tan s�lo 100.
Hay que advertir que en la pr�ctica las cosas no pasan as�.
Cualquier heredero puede pedir en nombre de la sucesi�n, y no en
su nombre particular, cuando �sta no tiene un administrador ge
neral, que el deudor pague a la sucesi�n la totalidad de lo debido,
por lo misino que la sucesi�n es jur�dicamente el causante (art.
34.90).El supuesto legal, entonces, corresponde a la situaci�n pos-
tenor a la divisi�n sucesi�n indivisa y
hereditaria, cuando as� la
�nica ha desaparecido, para substitu�rsele la personalidad plural
de cada uno de los herederos.
Por lo dem�s, la disposici�n se explica. La solidaridad exist�a
entre A y sus coacreedores frente al deudor com�n, y no entre los
3(J0 1JE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

herederos del acreedor premuerto. De ah� que contin�e como an

tes (art. 1195), entre la sucesi�n ele ese acreedor y.dos dem�s co

acreedores originarios, o entre las sucesiones ele los diversos acree


dores premuertos y los acreedores sobrevivientes.
500. Demanda de intereses. No creo que �

sea aplicable lo
dispuesto en materia de intereses en el art�culo 714, que se refiere a

la solidaridad pasiva: la demanda de intereses los har� correr tan


s�lo en favor del acreedor demandante. No hay texto, ni expreso
ni impl�cito, disponga lo propio en punto a solidaridad activa.
que
Por tanto, la interpretaci�n debe ser en favor de la libertad. No
podr�a sostenerse que deba aplicarse por analog�a el texto del ar
t�culo 714, pues se trata de una pena civil. La analog�a s�lo podr�a
caber dentro de un principio com�n, como en el supuesto del ar
t�culo 711. Tampoco cabe arg�ir con el principio del art�culo 525,
ni siquiera con la norma de fondo del art�culo 523 : el primero
subordina lo accesorio a lo principal s�lo en materia de � extin- .

ci�n �, y no de creaci�n ; y el segundo no dispone que la suerte


de la obligaci�n accesoria est� indisoluble y permanentemente liga
da a la de la principal (cons. Aubry y Rau, IV, 304). Y bas
tar�a con favor de la tesis que sostengo, que las modali
observar en

dades o aspectos ele la obligaci�n pueden variar con relaci�n a cada


acreedor (art. 702-3), sin que por eso se desvirt�e el car�cter �nico
de la obligaci�n solidaria.
Y la aludida � analog�a � del art�culo 711 debe ser mantenida,
a mi juicio, en su estricta literalidad : es
aplicable a las dos solida
ridades, porque es general, pero s�lo con relaci�n a las � p�rdidas
e intereses �, y no en materia de � intereses
�, ya que, malgrado su
fondo com�n, se trata de cosas espec�ficamente distintas (la misma
ley las legisla por separado y en forma diversa), y ya que no puede
haber pena sin texto expl�cito.
501 Cosa juzgada.
.
Tampoco se dice nada a prop�sito de

la cosa juzgada.
Sin insistir en el. estudio del asunto, por lo que se vincula tan
�ntimamente con el derecho procesal, cabe anotar que entre nos
otros no hay nada expreso al respecto, ni en el c�digo ni en las le

yes de procedimientos. Ello a menos que se quiera se�alar el caso


del fiador, contra el cual no vale la cosa juzgada pronunciada res

pecto del deudor principal (art. 2020), aunque se trate de un. fia
dor solidario, lo epie parece poco sostenible, pues el fiador, por

muy solidario cpie sea, es por sobre tocio un fiador (art. 2004), vale,

decir, un obligado accesoriamente (art. 1986), cosa que no es dable


ver en un acreedor solidario, epie es un acreedor bien principal. Es
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 3(�1

verdad que ocurrir�a diversamente si el fiador fuese principal pa


es porepie tal fiador est� asimilado a un verdadero
gador; pero
deudor solidario (art. 2005) .
^

De ah� que precise echar mano del derecho comparado, par


ticularmente del derecho franc�s en que tanto se ha inspirado nues
tro codificador, seg�n puede verse en las notas del mismo. Y en
este derecho, despu�s de no pocas hesitaciones y contradicciones, el
asunto parece haberse uniformado en el sentido de que la cosa juz
gada tiene virtud extensiva con respecto a los dem�s acreedores,.
para favorecerles o perjudicarles, seg�n cuadre, siempre que haya
sido pronunciada en virtud de fundamentos ele car�cter
objetivo, y
as� por razones de car�cter subjetivo o personal, que
general, y no
s�lo existan con relaci�n al acreedor litigante. As�, por ejemplo,
el acreedor invocaba la suspensi�n de la prescripci�n en su favor;
en tal caso, y suponiendo que la prescripci�n opuesta por el deudor

no hubiese prosperado por ese motivo, nac�a impedir�a a �ste vol

ver a alegarla en el juicio que le siguiera otro acreedor, por lo


mismo que la suspensi�n s�lo beneficia al acreedor en cuyo favor
existe (art. 3981). Lo mismo habr�a cpie decir si se tratase de un
t�rmino, una condici�n, etc., vale decir, ele cualquier circunstancia
epie fuera relativa al v�nculo, cabalmente porque todo ello es perso
nal. Al rev�s, si se trata de una interrupci�n de la prescripci�n:
seg�n el art�culo 713, los actos correspondientes favorecen a todos
los acreedores ; por donde, si en la demanda del. acreedor A se ha
juzgado que no ha habido tal interrupci�n, el deudor podr�a ale
gar esa sentencia en el juicio que quisiera seguirle otro acreedor.
Lo propio hay que decir para circunstancias an�logas : falta de
prueba, negligencia en el tr�mite del juicio, etc. (cons.-Larombi�re,
II, sobre el art. 1198, n� 15 ; Duranton, XI, 175 ; Aubry y Rau,
IV, 298 bis, n. 10; Rodi�re, 109; Demolombe, XXVI, 191; Bau-
dry, XII, n� 1159; Planiol, II, 729; Colin y Capitant, II, 208;
Giorgi, I, 107; Zachariae-Crom�, II, 278, n. 14; Crome, Parte ge
n�rale, 47, n. 101 y ss. Gatti, Giudicato civile, 153).

La raz�n en cpie se funda tal soluci�n dimana del principio


de fondo de que cualquier acreedor puede exigir el pago, como el
deudor puede pagar a quien le parezca. Si tiene t�tulo para exi
girlo (supondremos lo primero, que es lo ordinario), puede hacerlo
tanto privada como judicialmente. Y si tiene
potestad para de
mandar en juicio la obligaci�n, debe cargar con la consecuencia de
la posible p�rdida del
mismo, no s�lo con relaci�n a s� propio sino
tambi�n con relaci�n a sus coacreedores, cuando el asunto se
per
diera por una circunstancia que le fuese imputable.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
362

Siempre quedar�a por explicar esto �ltimo. Se concibe que


�l deba cargar con todas las consecuencias del juicio, por lo misino
que media un acto que le es propio. Pero no se ve c�mo deban car

gar con ellas los otros acreedores, cpie no han intervenido en el


juicio, y cpie, acaso, ni lo han autorizado ni siquiera conocido (v�ase
lo epie digo enfine el in del n� 508, donde sostengo que la cosa

juzgada es personal; conf. Crome, Teorie fondamentali, 19, n. 80).


Al respecto se echa mano ele una doctrina, llamada de la re

presentaci�n (que nuestro codificador menciona m�s de una vez

en sus notas: v�ase las de los art 706-11-4, etc.), en cuya virtud
cada acreedor es considerado como mandatario representante de
o

sus coacredores, y a la luz de la cual se quiere explicar los efectos


accidentales de la obligaci�n solidaria. Ya dir� algo a su respecto,
m�s adelante y en general (nos 533-5).
III. Extinci�n. �

502. Principio. �

La
obligaci�n se extin
gue mediante el pago, como se ha visto (art. 706). El pago es la
soluci�n com�n, pero no la �nica. En el art�culo 724, que dista
de completo, figuran otros siete medios extintivos de las obli
ser

gaciones, que pueden ser reducidos a seis, ya que el �ltimo, el de


la imposibilidad, ha sido especialmente contemplado en el art�culo
709. Y se trata de saber si esos medios extintivos tienen la misma
virtud que el del pago.
El art�culo 707 nos dar� la respuesta: Tai novaci�n, (la) com

pensaci�n, (la) confusi�n o (la) remisi�n de la deuda, hecha por


cualquiera de los. acreedores, y con cualquiera de los deudores, ex
tingue la obligaci�n. De tal suerte que si el deudor es a la vez acree

dor de uno de los acreedores, puede compensar su deuda con su

cr�dito en la medida que


corresponda. M�s a�n : no s�lo puede com
pensarla con ese acreedor, a la vez deudor suyo, sino tambi�n con
cualquier otro acreedor. Lo mismo en los otros supuestos : el deudor
nova la obligaci�n con el acreedor A, o lo hereda (y re�ne as�, por

confusi�n, la doble calidad de acreedor y deudor con respecto al


mismo cr�dito: art. 862), o bien es beneficiado por la remisi�n o el
perd�n de la deuda que dicho acreedor le hace ; en cualquiera de
esos supuestos no s�lo puede oponer las respectivas novaci�n, con

fusi�n y remisi�n con respecto al acreedor A, sino tambi�n con


respecto a cualquiera de los acreedores restantes, }^a que tales
actos realizados por � cualquiera � ele los acreedores extinguen � la �

obligaci�n, y no la parte de obligaci�n que corresponda al acree


dor que en dichos actos haya intervenido.
503. Transacci�n. Hay cpie observar no pocas cosas.

Desde luego, ese art�culo 707 es incompleto, pues nada se dice


OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE -�Q'�

en �l de la transacci�n, para limitarnos a los medios extintivos


mencionados en aquel art�culo 724. Pero el art�culo 853 contempla
el caso : la transacci�n celebrada por uno de los acreedores puede
ser invocada por los otros, mas no puede serles opuesta sino por

� su � parte en el cr�dito. Vale decir, los acreedores cpie no transi

gieron pueden aprovecharse de la transacci�n celebrada por su


compa�ero, si les conviene y lo quieren ; pero el deudor no puede
alega ida en contra de ellos, sino por la parte del acreedor que tran
sigi� (el cr�dito sigue siendo el mismo, y con car�cter solidario, para
esos acreedores, mas con deducci�n de la parte que corresponde al

acreedor eme transigiera : as� discurren Aubry y Rau, 3a ed., III,


298, n. 13, y 421, n. 4, crue son la fuente de ese art, 853). Hay que
preguntarse si esto es serio, y si el c�digo tiene derecho de consagrar
soluciones tan acomodaticias. O hay transacci�n para todos, o no
la hay sino para el epie transigi�. De ah� lo. fundado de las cr�ticas
de Demolombe (XXVI, 187), a prop�sito de una situaci�n an�loga
en el c�digo franc�s (m�s adelante, no 519 a 521, me extender� en
w

detalle sobre el tema).


504. Novaci�n y daci�n en pago. En seguida, en materia.

de novaci�n el precepto est� especialmente repetido para esta soli


daridad en el art�culo 809.
Despu�s, la daci�n en pago, o, como dice el c�digo, el � pago por
entrega de bienes� (art. 779), que, seg�n la doctrina corriente, en
tra�a novaci�n (infra, n� 684), y que, por sobre todo, es un

pago �, debe tener, por uno u otro concepto, particularmente por
el segundo, el mismo efecto extintivo, en virtud de lo dispuesto
en los art�culos 706-25-79.
505. Compensaci�n. Luego, en punto a compensaci�n, el

precepto no se halla especialmente repetido, con respecto a esta


solidaridad, pues el art�culo 830 s�lo contempla el supuesto de la
solidaridad pasiva. Pero el texto del art�culo 707 no deja lugar a
dudas. Adem�s, la compensaci�n es un pago, pues el art�culo 818,
inciso 2o, estatuye que ella extingue � con fuerza de pago �, la obli
gaci�n. Y todav�a, como entre nosotros la compensaci�n es legal,
vale decir, se produce por el solo ministerio de la ley, sin necesi
dad alguna ele manifestaci�n de voluntad del
interesado, que no
tiene por qu� alegarla, como se ver� m�s adelante (n"s 806 a
8), re
sultar� que cuando el coacreedor con relaci�n al cual no exista
per
sonalmente la compensaci�n, pretenda cobrar la deuda al
obligado,
se encontrar� con �ste le dir� la
que epie obligaci�n est� ya extin
guida por efecto de la compensaci�n o � pago � ocurrida con rela
ci�n al coacreedor respectivo.
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
3g4

506. Confusi�n. �

Ahora, en cuanto a la confusi�n, el c�digo


se ha corregido en el art�culo 866. La confusi�n no es una compen
saci�n ni un sino, como se ver� (n� 849 y ss.), una simple
pago,
imposibilidad ele obrar, en cuya virtud no es concebible que una
persona se cobre o se pague a s� propia, cuando re�ne, por herencia
o lo que fuere, la doble calidad de acreedora y de deudora con re

laci�n a la misma Obligaci�n. De ah� que implique una circunstan


cia eminentemente personal y subjetiva, que s�lo tiene que ver con
el v�nculo y no con lo objetivo de la obligaci�n. Por ello no ex

tingue propiamente la obligaci�n, y apenas si inhabilita para la ac


ci�n que habr�a cuadrado. Y por eso sus efectos se reducen en la
medida, en epie se opera, As�, si uno de los tres acreedores de una
obligaci�n solidaria de 300 $ llega a heredar al
deudor, o, vice
versa, si el deudor hereda a uno de esos acreedores, la obligaci�n

queda reducida a $:200 el coacreedor heredero no podr�a cobrar


los 300, porque como heredero del deudor representa a �ste en la

proporci�n en que luego debiera responder a sus coacreedores, des


pu�s de cumplida la obligaci�n, por donde as� se solventa en un
s�lo acto ambas circunstancias (en vez de cobrar los 300 $* y devol
ver luego 100, todo se liquida en una vez si se reduce su derecho a

cobrar directamente el saldo, 200 $) ; y el deudor cpie hereda a un


coacreedor viene a resultar coacreedor en la parte respectiva
{100 $), por donde no puede estar obligado sino por la diferencia.
507. Remisi�n. Finalmente, en lo que toca a la remisi�n,

o perd�n, de la deuda, la ley no es clara, Si el art�culo 707 es cate

g�rico, los art�culos 881-4 no lo son, como tampoco lo son las fuentes
del art�culo 707. Desde luego, el art�culo 881 es privativo de la
solidaridad pasiva, por donde mal puede ser extendido a la activa
que es su antinomia. Adem�s, el art�culo 884 s�lo contempla un
caso de remisi�n: -el de la remisi�n t�cita, y aun dentro de �sta, el

de la remisi�n por entrega del documento original. Y las fuentes


del citado art�culo 707 no prestan a �ste un asidero decisivo. Es
verdad que Pothier (n� 4 del p�rrafo 260, y n� 266, de sus Obliga
tions) asimila al pago la remisi�n total. Pero en el p�rrafo 275,
al referirse a la solidaridad pasiva, distingue perfectamente entre
la remisi�n objetiva y la subjetiva, al decir cnie la remisi�n extingue
la obligaci�n � si le cr�ancier, par cette remise, a cu �ntention
d'�teindre la dette en total �, y que, si al contrario, � son �ntention
o, �t� seulement d'�teindre la dette quant � la part pour iaquelle

celui, a qui il en a fait remise, en �tait tenu vis-�-vis de ses cod�bi-


teurs, et de d�charger du surplus de la dette la personne de ce d�bi-
teur, la dette ne laissera pas de subsister pour le surplus da�� la
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 355

personnes de ses cod�biteurs � (t. I, p. 69 y 70 de la edici�n Mer


Es m�s fuerte el asunto respecto de Savigny, a cpiien con tan
lin).
ta seguridad cita el codificador en la nota de dicho art�culo 707.

Este no s�lo distingue entre remisi�n objetiva y remisi�n


subjetiva,
sino que llega a sentar (p. 190 del t. I ele sus Obligations) cpie ni
siquiera es admisible la primera en la obligaci�n solidaria activa
(lo mismo en la pasiva: p. 195), si uno ha de atenerse � a la nature
vraie du rapport de corr�alit� (cons. Winclscheid, II, 295, n,

4 y 5; Zachariae-Crome, II, 278, n. 12 a).


En conclusi�n : la remisi�n no puede extinguir la obligaci�n en
nuestro c�digo, sino cuando sea objetiva o cuando se trate de la es

pecial del art�culo 884. La presunci�n com�n (salvo el caso de ese


art�culo) es en el sentido de cpie la remisi�n hecha es personal, y as�,
limitada al derecho parcial del renunciante ; de suerte que quien pre
tenda lo contrario deber� demostrarlo, para destruir esa presunci�n.
Tal regla dimana del esp�ritu del c�digo y corresponde al sentido

com�n, en cuya virtud las renuncias (y una remisi�n lo es : art. 876)


no pueden ser presumidas y deben ser interpretadas estrictamente

(art. 874).
IV. 508. Excepciones que puede oponer el deudor.

? Las �

excepciones cpie puede oponer el deudor al acreedor que lo demande


para el cumplimiento de la obligaci�n, pueden ser de dos clases : las
que se refieren a la calidad del v�nculo que lo liga con el acreedor
demandante, y las que se refieren a lo objetivo de la obligaci�n �ni
ca. Son as� subjetivas o personales y objetivas o comunes. Es lo que
se dispone en el art�culo 715 : Cada uno de los deudores puede oponer

a la acci�n del acreedor, todas las excepciones que sean comunes a

todos los codeudores. Puede oponer tambi�n las que le sean persona

les, pero no las que lo sean a los dem�s deudores. Es verdad que este
art�culo s�lo contempla la solidaridad pasiva. Pero lo com�n de la
situaci�n, y la fuerza de los principios generales (art. 699, 702-3), no
dejan lugar a duda sobre su aplicaci�n anal�gica (art. 16).
Son personales todas las que se ligan con el v�nculo : el t�rmino
estipulado, la condici�n o el cargo fijados, el lugar de pago convenido,
la capacidad del demandante, etc. Son comunes las que tienen que
ver con la obligaci�n en su aspecto objetivo : la prestaci�n, la nuli

dad del t�tulo (en un contrato sin formas legales, etc., y siempre que
el deudor pueda alegarla: art, 1048-9), el" t�rmino o la condici�n
acordados con respecto a todos, etc., lo mismo que el pago hecho o los
dem�s medios extintivos del art�culo 707 (en la medida indicada en
el estudio de los mismos).
Precisa advertir ciue de entre las personales, hay algunas que
366 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

tienen efectos parcialmente extensivos o generales. Es lo que pasa


con la confusi�n y con la remisi�n (que no sea in rem sino in perso-

-nam). Ya se ha visto (art, 866) que si el deudor hereda a uno de los


acreedores, sigue obligado solidariamente como antes respecto de los
acreedores Sobrevivientes, pero con deducci�n de la parte en que �l
lia venido a ser tambi�n acreedor. Lo propio ocurre en materia de
remisi�n : si uno de los acreedores perdona al deudor su cr�dito, su
parte en el cr�dito com�n, el deudor seguir� obligado solidariamente,
con relaci�n a los acreedores deducci�n de lo per
restantes, pero con

donado, por lo mismo que si pagase la totalidad tendr�a luego derecho


de reclamar contra esos acreedores la parte del acreedor que le per
don�, y cpie le pertenece a �l y no a ellos. Y lo mismo puede acontecer
en (art. 853), seg�n dije m�s arriba (n� 503).
materia de transacci�n
No tengo por qu� repetir, a prop�sito, lo expuesto sobre la ex

cepci�n de la cosa juzgada (n� 501). En la moderna doctrina fran


cesa prevalece, como excepci�n com�n, siempre epie, evidente
mente, la sentencia se haya fundado en circunstancias tambi�n ob
jetivas y comunes. En el c�digo .alem�n, art�culo 425 in fine, es
personal. En tal sentido se pronuncian Savigny, I, 211 ; Dernburg,
'74, 4; Zachariae-Crome, II, 278, n. 14; no as� Domat, loe. cit., nota
a su regla V de la secci�n II, ni Windscheid, II, 295, n. 7 y 8.

Creo por mi parte cpie es personal en principio, de acuerdo


con lo que he dicho en el n�mero citado. S�lo hay que exceptuar
los casos expresamente legales en que se atribuya virtud extensiva
o general a tal o cual circunstancia o efecto: el pago (art, 705-6),

la novaci�n (art. 707 y 809), la compensaci�n (art. 707), la remi


si�n del art�culo 884, la transacci�n (en favor de los acreedores:
art.. 853), el perecimiento de la prestaci�n (art. 709), la indemni
zaci�n de p�rdidas e intereses en el caso del art�culo 711, la inte
rrupci�n objetiva (art. 713), etc.
V. �

509. Acciones recursorias. Cumplida la obligaci�n, y


suponiendo lo ordinario de pago stricto sensu, vienen las accio-


un

�nes recursorias de los acreedores que no han cobrado contra el que


lia recibido el pago. Es lo que se dispone en el. art�culo 708: El
�acreedor que hubiese cobrado el todo o parte de la deuda, o que hu
biese hecho remisi�n de ella,
quita o queda responsable a (para
a �stos corresponda, dividido
�con) los otros acreedores de la parte que
el cr�dito entre ellos.
As�, en una obligaci�n de 300 $, el acreedor que cobre el total
del cr�dito deber� reembolsar a sus coacreedores las partes (pie a
�stos correspondan. � Cu�les son esas partes ? Ya lo sabemos, por
lo que hemos visto en los casos �ntimamente an�logos de los ar-
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE
357

t�culos 674-89-91. partes ser�n iguales, a menos que, lo


Dichas
lo sostenga, resulte lo contrario del
que deber� probarse por quien
t�tulo ele la obligaci�n de los antecedentes y dem�s circunstancias
o

de la misma. Es lo epie se estatuye en el art�culo 717, cuyo texto


transcribir� m�s adelante (n� 523).
Tal acci�n recursoria ser� de naturaleza diversa, seg�n la cali
dad de cada obligaci�n : puede ser cpie se trate del precio ele una
cosa vendida en com�n, o del importe de un pr�stamo tambi�n

com�n, o ele un cr�dito social, etc.


Por lo dem�s, el art�culo 708 podr�a prestarse a duelas. Se
dice en �l cpie si el acreedor cobra o perdona la deuda en parte, debe
responder a los otros acreedores. Es posible, siempre que lo cobra
do o lo perdonado sea superior al derecho .que ten�a ese acreedor.
De otra suerte, �l no cobra o perdona sino lo que es suyo, y mal
puede tener cpie responder para con nadie de lo cpie le pertenece.
VI. 510. Renuncia de la solidaridad.

Hay que hacer una �

observaci�n final. La solidaridad ele una obligaci�n es una simple


modalidad en el v�nculo. De ah� que esa modalidad pueda desapa
recer sin detrimento ele la obligaci�n misma, si bien �sta vendr�a a

epiedar como obligaci�n com�n y no ya solidaria.


Se explica as� el principio del art�culo 704: La obligaci�n
solidaria perder� su car�icter en e^ �nico caso de renunciar el acree
dor expresamente a la solidaridad, consintiendo en dividir la deuda
entre cada uno de los deudores. Pero si renunciare a la solidaridad
s�lo en provecho de uno o de algunos de los deudores, la obligaci�n
continuar� solidaria para los otros, con deducci�n de la cuota co

rrespondiente al deudor dispensado de la solidaridad.


Cierto que este art�culo s�lo mira la solidaridad pasiva. Pero,
en virtud ele las mismas razones de fondo aducidas a proposit� de
las excepciones que puede oponer el deudor (n� 508), no puede
ser dudosa su
aplicaci�n anal�gica, por donde bastar� con parafra
searlo respecto de la solidaridad activa, alterando convenientemen
te sus t�rminos de referencia.
As�, la obligaci�n dejar� ele ser soli
daria cuando expresamente se renuncie a la consiguiente ventaja.
Y dejar� ele serlo en la medida de la
respectiva renuncia. Si todos
los acreedores han renunciado a
ello, dejar� ele serlo con relaci�n a
todos. Si s�lo uno o parte de los acreedores la han
renunciado,
subsistir� con respecto a; los restantes.
Lo que ininteligible la final del art�culo 704:
es es disposici�n
si se renuncia a la solidaridad en favor de uno o ele algunos de los
deudores, la obligaci�n contin�a solidaria para los otros, � con de-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
368

ducci�n de la cuota correspondiente al deudor dispensado de la


solidaridad �.

�Qu� tiene que ver la renuncia de la solidaridad con la renun

cia del cr�dito f Es concebible que si el acreedor perdona al deudor


A la parte de �ste en la deuda total, s�lo pueda cobrar a los de
m�s acreedores la diferencia entre el total y esa parte. Pero si el
acreedor ha renunciado a lo solidario de la obligaci�n con respecto
al deudor A, no ha entendido renunciar a cobrar �ste la parte de
a

su deuda, sino tan s�lo a no cobrarle, como habr�a podido antes de


la renuncia, la totalidad de la misma. De ah� que, habiendo renun

ciado a la solidaridad a su respecto, conserve su derecho solidario


e �ntegro con relaci�n a los dem�s deudores, por lo mismo que jam�s
ha renunciado en favor de nadie a un solo centavo en el cr�dito

que le corresponde.
Es notable que la disposici�n an�loga del c�digo franc�s, tan
criticada por los respectivos comentaristas (Demolombe, XXVI,
460; Huc, VII, 326; Baudry, XII, 1281; Planiol, II, 774; etc.),
haya subsistido en Freitas (art. 1021) y haya logrado consagraci�n
en el c�digo, confundi�ndose dos cosas tan distintas como la renun

cia a la solidaridad y la renuncia a la obligaci�n misma. Ya el


c�digo italiano hab�a corregido el error (art. 1195), en que no rein
ciden los c�digos alem�n y suizo. De ah� que llame la atenci�n lo
dispuesto en aquel sentido por el" c�digo brasile�o (art. 912).
De consiguiente, lo irracional del precepto no puede ser exten
dido a la solidaridad activa que estudiamos, donde ser� menester
atenerse a los principios generales. En su virtud, la renuncia a la
solidaridad hecha por uno o algunos de los acreedores, nada induce
contra el derecho de los acreedores restantes, que siempre conti
n�an acreedores solidarios y por el total del cr�dito contra el
como

deudor. Este s�lo podr�a invocar tal renuncia en contra del acreedor
o los acreedores que la hubiesen hecho, y en cuanto �stos pretendieran
cobrarle solidariamente el cr�dito, pues s�lo pueden hacerlo en la
forma com�n y parcial ele los art�culos antes citados (674-89-91).

ARTICULO III

SOLIDARIDAD PASIVA

I. Prenociones. �

-511. Importancia. �
La solidaridad pa
siva, o ele los
deudores, es la m�s frecuente, aunque tambi�n resulte
gravosa y poco liberal, si bien en otro sentido : en la activa, el deu
dor com�n puede ser perseguido por cualquier acreedor y por el
todo de la deuda, cuando acaso no est� realmente obligado sino
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 369

para con uno de acreedores, o cuando no debe efectiva


sus diversos
mente a cada uno de sus positivos acreedores sino partes iguales;
en la pasiva, cualcpiier deudor puede ser perseguido por el acree

dor com�n, cuando cpliz� no hay verdaderamente m�s que un s�lo


obligado, o cuando cada deudor no es tal en lo objetivo ele los he
chos, y contra lo que aparece en el t�tulo de la obligaci�n, sino por
una fracci�n.
Pero las relaciones econ�micas y jur�dicas ele la mancomuna

ci�n solidaria se han desarrollado sobre su base, por donde no cabe


controvertir un fen�meno que, por ser social, es natural y fatal
como cualquier fen�meno.
512. Fuentes. �

De ah� que, adem�s de


poder tener las mis
mas fuentes que la activa, la voluntad humana (ya se ha visto que

la decisi�n judicial, malgrado el texto del art�culo 700, no puede


serlo ante nuestras leyes), cuente con otra: la ley. As� se dispone
en los art�culos 699 y 700, como se dispone en todos los c�digos co

nocidos. A prop�sito, los c�digos suizos tambi�n admiten la ley como


fuente de solidaridad activa, si bien en casos contados : c�d. civ., art.
215, 342 y 663 ; c�d. de las oblig., art. 264, 399, etc.
He aqu� una lista de las principales disposiciones en epie el

C�digo civil consagra la obligaci�n solidaria: 912, 1081, 1661, 1945,


2003, 2281, 3870. En el c�digo comercial la lista es mucho m�s
numerosa : art, 140, 250, inciso 2�-88-98, 301 a 4-11-24-37-53-77 in fine-

. 83-5-8-9, 421-38 in fime-80, 735-6-41, 836-76, 1278, inciso 2o, etc. Y


es relativamente com�n en las leyes administrativas:
puede verse,
entre otras que tienen alguna afinidad con el derecho civil, las Or
denanzas ele Aduanas (art. 157, 863 y 1031), la de organizaci�n de
la municipalidad (art. 68), la de contabilidad (art. 26), la de or
ganizaci�n del Banco de la Naci�n (art. 21), la de prenda agraria
(art, 17), etc.
El estudio de todos estos preceptos de solidaridad no delictual
debe ser hecho dentro de las instituciones de que forman parte, por
lo mismo que responden a circunstancias especiales. Lo general o
com�n de los mismos est� comprendido en lo fundamental de toda
solidaridad. Ello sin perjuicio de que haya que insistir, como lo
har�, acerca de algunos t�picos de relativa amplitud, como son los
de la solidaridad cambiar�a
y de la solidaridad en derecho comer

cial. Baste sentar que, en


principio, la ley consagra esta solidaridad
en todos
aquellos supuestos en que cpiiere una liquidaci�n r�pida
de la situaci�n
creada, mediante la facilidad que el acreedor tenga
para, poder cobrar a cualquiera de sus deudores mancomunados.
512 a. Multas en violaciones del sellado fiscal. �

Como es

Colmo, Oblig. ��
T. I. o�
370 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

sabido, cualquier acto jur�dico debe ser extendido en un documento


en que se satisfaga el
impuesto de papel sellado, que, en general,
es del uno por mil sobre el
importe de la correspondiente obligaci�n
(ley 10.361, art. 1" y 2o), so pena de una multa del d�cuplo contra
� cada uno � de los que admitan, presenten, otorguen o autoricen

los respectivos documentos (art. 56).


Nuestra anterior jurisprudencia impon�a al presentante en

juicio de un documento as�, la obligaci�n de pagar todas las multas,


sin perjuicio del derecho de repetir contra los coobligados las partes
que les incumb�an: C�m. civ., 46, 114; 65, 430; 87, 157; 127, 393;
168, 38 ; 171, 205 ; etc. ; C�m. com., 21, 41 y 312 ; 38, 338 ; 78, 162 ;
87, 295; 95, 202; V, 125; etc.
Con intenci�n o sin ella, se aplicaba al caso el principio del
art�culo 1081, en cuanto en �l se consagra la solidaridad de los
codeudores.
El error es evidente. La
repetici�n en tal supuesto no habr�a
procedido (art. 1082). Por encima de ello, dicho art�culo se refiere
al � delito �, y no a cualquier acto il�cito ; y en el acto il�cito que
no sea delito aqu�l no impera (art. 1108). Y puede no haber delito,

acto doloso o fraudulento, en la omisi�n del sellado (a menos que


se pruebe lo contrario), cuya noci�n de hecho, en la poblaci�n, dista

de ser general, y cuya apreciaci�n justa no resulta f�cil ni aun, para


los mismos juristas. No se arguya con el precepto del art�culo 6"
del C�digo penal, seg�n el cual la intenci�n de delinquir es presu
mida: se trata all� de un delito criminal, y presunciones as� no pue
den ser extendidas por analog�a.
De ah� lo m�s fundado de la reciente jurisprudencia : la multa
en el sellado no se rige por las disposiciones del delito (C�m. civ.,

178, 275; etc.) ; tampoco es solidaria, por donde el que presente el


documento multable s�lo est� obligado a pagar su multa propia,
sin perjuicio de que el expediente se paralice hasta que todas las
multas est�n satisfechas (C�m. civ., 153, 136; etc.; C�m. com., 96,
229; etc.; C�m.. fed., 6, 75; C�maras civiles en pleno, R. L. 3.,
VII, 453).
II. Efectos. ��

A. Fundamentales. �

513. El principio. �

El efecto fundamental de . la solidaridad pasiva est� fijado en el ar

t�culo 705: El acreedor... el pago de la deuda por en


puede exigir
tero contra todos ios deudores solidarios juntamente, o contra cual

quiera de ellos. Pueden exigir la parte que a un solo deudor corres

ponda. Si reclamasen el todo contra uno de los deudores, y (�ste)


insolvente, puede reclamarlo contra (cualcpiiera de)
resultase los

dem�s. Si hubiese reclamado s�lo la parte (correspondiente a uno


OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 37I

o m�s deudores), o de otro modo hubiesen consentido en la divisi�n


reclamar
respecto de un deudor (o de dos o m�s deudores), podr�n
li
j>\ todo contra los dem�s, con deducci�n de la parte del deudor
bertado ele la solidaridad.
La disposici�n no es todo lo clara que habr�a cuadrado. Se lo .

en los entrepar�ntesis indicados. Fuera ele


notar�, por de pronto,
esto, se incurre en ella en la confusi�n que ya se ha visto a prop�sito
del art�culo 704 y con respecto a la renuncia de la solidaridad.
Consentir en la divisi�n de la deuda solidaria es renunciar a la

solidaridad tan s�lo, y no perdonar la deuda. Si, pues, el acreedor


renuncia a la solidaridad en favor del deudor A o del deudor B, o
de ambos, ello nac�a tiene que ver con su derecho solidario contra
los deudores restantes, a los cuales podr� reclamar solidariamente
�el total de la deuda, por lo mismo crue no ha remitido- la parte ele
nadie. ley ha de querer suponer que se trata del perd�n de la
La
deuda de A o de B, o de ambos, o bien que el acreedor ha recibido
de �stos las partes correspondientes. Si ello no ha ocurrido, la si
tuaci�n se resuelve en el derecho ele simple mancomunaci�n epie el
-acreedor tiene para cobrar contra A o contra B, o contra ambos, sola
mente la parte que a �stos incumbe, por lo mismo cpie con rela
ci�n a ellos ha renunciado a lo solidario de la obligaci�n, sin per
juicio de quesolidaridad subsista por el todo de la deuda
esa con

tra los deudores no exonerados ele la solidaridad.


514. La prevenci�n. Precisa hacer notar que el art�culo

�en estudio consagra algo as� como un derecho de prevenci�n a la

inversa,, an�logo en su fondo al preceptuado en punto a solidari


dad activa (art, 706, inc. 2o). Es lo que resulta de estas expresio
nes: �si reclamase el todo contra uno de los
deudores, y (�ste)
resultase insolvente, puede reclamarlo contra los dem�s �. De
�suerte que una vez demandado uno de los deudores, el acreedor no
puede demandar a ninguno ele los otros, mientras el requerido no
resulte insolvente. La disposici�n puede ser explicada en varios
sentidos: el acreedor tiene derecho de elegir el deudor a quien va a
demandar; una vez practicada esa �elecci�n�, la solidaridad des
aparece (la indeterminaci�n se extingue, para substitu�rsele la
determinaci�n del sujeto � elegido �, exactamente como pasa en la
�elecci�n de la prestaci�n alternativa: n�
397; v. nos 370 y 445),
y la obligaci�n se concentra en la persona de dicho deudor, si
quiera porque los codeudores restantes pueden contar con que �ste
va a
pagar la deuda, por donde bien pueden considerarse desliga
dos, seg�n las probabilidades ordinarias,
y, sin el reato de tal obli
gaci�n, estar en condiciones de dedicarse a otros negocios, ele des-
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
372

preocuparse de aquella atenci�n, etc. jurisprudencia de


De ah� la
nuestros tribunales (C�m. civ., 115, 42; C�m. com., 62, 247), en
cuya virtud el acreedor carece de acci�n contra los codeudores de
mandados mientras no conste la insolvencia del requerido (advierto�
igual soluci�n
crue se tiene en materia cambiar�a : art. 669 del c�digo�
comercial ) .

garant�a de los codeudores.


51 5. Citaci�n de �

En lo que con
cierne al derecho de garant�a, que se pretende en derecho franc�s.
(Demolombe, XXVI, 316; Baudry, XII, 1204) y en derecho ita
liano (Giorgi, I, 145; Calamandrei, La chiamata garant�a, 8)r in
(en cuya virtud el deudor demandado para el pago puede oponer
la excepci�n dilatoria de la garant�a que le deben sus codeudores,.

por raz�n de epie todos �stos son rec�procamente fiadores o garan


tes, a los efectos ele que concurran al pago exigido), es menester ob
servar (pie en nuestro derecho no existe ninguna disposici�n en
cpie tal excepci�n pudiera ser fundada,
B. 516. Accidentales.

Los efectos accidentales est�n con


�-

templados casi en su totalidad.


El art�culo 705 estatuye, como se ha visto, cpie la insolvencia:
ele uno de los deudores (o, claro est�, de dos o m�s) no es soportada
por el acreedor, que siempre puede reclamar el todo ele la deuda
contra los acreedores solventes.
El art�culo 710 dispone que si la cosa ha perecido por el he
cho o culpa de uno ele los deudores, o se hallase �ste constituido'
en mora, los otros codeudores est�n obligados a pagar el equiva
lente de la cosa. No hay nada m�s incorrecto en la forma que este
art�culo. Lo que en �l se quiere decir es que la culpa o la mora
de uno de los deudores obliga a todos a pagar los consiguientes-
da�os e intereses ; y que si la cosa perece por culpa de uno de ellos,.
todos est�n obligados solidariamente a la respectiva indemnizaci�n-
De ah� el precexito an�logo del art�culo 714: La demanda de
intereses entablada contra uno de los deudores solidemos, hace co

rrer los intereses


respecto de todos.
En el supuesto ele que la cosa perezca sin culpa de nadie, en

tonces, por aplicaci�n de los principios generales (art. 578), de los


cuales el art�culo 709 para la solidaridad activa no es m�s eme un

simple caso, la obligaci�n se extingue (art. 888). Si s�lo ha habido-


p�rdida parcial, tambi�n inimputable, o deterioro parcial de igual
car�cter, estaremos en la situaci�n ya vista en punto a solidaridad
activa (n� 497).
Es lo que viene a aclararse en el art�culo 711 que le sigue: La
indemnizaci�n de p�rdidas e intereses en el caso del art�culo ante-
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 373

rior, podr� ser demandada por cualquiera de los acreedores, del mis

modo (esto es, solidariamente) que el cumplimiento de la obli


mo

gaci�n principal.
Nada hay que agregar a lo dicho en solidaridad activa,
punto a

el caso en que fallezca uno de los deudores dejando m�s de un


�n

heredero, contemplado en el art�culo 712 (supra, n� 499) : bastar�

adaptarlo a esta solidaridad pasiva.


Lo propio cuadra decir en materia de interrupci�n de la, pres
la
cripci�n en contra de uno de los deudores, o de suspensi�n de
misma en favor de uno de ellos (art. 713 y 3994, y art. 3981, res
pectivamente).
C. �

51 7. Excepciones. ��

Y lo mismo corresponde sentar en lo


las excepciones puede un deudor al acreedor
que toca a que oponer
demandante, as� como en lo que concierne personal o
a la virtud
extensiva de la cosa juzgada (nos 501 y 508, respectivamente). Agre
gar� aqu� que nuestros tribunales han sentado (C�m. civ. Ia en J.
A., III, 127), por primera y �nica vez lo segundo; y que lo contra
rio, creo que con raz�n, resuelven los italianos (R. D. Civ., VIII,
542, y X, 408 ) y los suizos ( Schneider y Fick, I, art. 145, n. 7 )
,
.

A prop�sito, hago constar cpie la Suprema Corte ha aplicado en

alg�n caso (67, 32) el principio ele cpie el deudor demandado no pue
de oponer las excepciones que sean personales a uno de sus codeu
dores. Y no creo necesario agregar que en principio la cosa juzgada es
personal, a menos ele situaciones que por la ley (con raz�n o sin
ella), como las indicadas en el n�mero 508, entra�an car�cter ge
neral o com�n : tales son las de los art�culos 705-10-1-3-4, 810-30-53,
etc., cumplidamente entendidos. Por lo dem�s, puede consultarse:
Larombi�re, II, art. 1208, � 18 y ss. ; Crescenzio y Ferrini, 749 ; Dern
burg, II, 73, e; Windscheid, II, 295, n. 8; Crome, 19, n. 57.
D. Extinci�n. Io. �

518. El principio.

Ya se ha visto �
<.

que la extinci�n de la obligaci�n solidaria est� sometida en el c�digo


a un r�gimen casi uniforme : los mismos medios
que extinguen la
obligaci�n de solidaridad activa, extinguen la pasiva (art. 705-7).
Tales son el pago, la novaci�n, la
compensaci�n, la confusi�n y la
remisi�n.
2o Transacci�n. 519. Soluci�n

legal. �

En cuanto a la
transacci�n, recu�rdese el juego de doble cara del art�culo 853, en

cuya virtud, si media solidaridad pasiva, el deudor que no ha


transigido puede aprovecharse ele la transacci�n celebrada por uno
de sus
codeudores, si as� ve convenirle, sin que el acreedor pueda
opon�rsela (ni aun por la parte del deudor que transigi�)
; y que,
en caso de solidaridad activa, el deudor no puede oponer al aeree-
374 DE LAS OBLIGACIONES B� SI MISMAS

elor con quien sino parte el cr�


no
transigi�, � por su en

dito (por la parte que en el cr�dito tenga acreedor), la transac


ese

ci�n celebrada con otro acreedor. Por ejemplo, y para referirme a


la solidaridad que nos interesa, se debe una mercader�a que vale.
100.000 $ por parte ele cuatro deudores solidarios, y se celebra una
transacci�n por el acreedor com�n con el codeudor A, en cuja,
virtud el acreedor se conforma con recibir mercader�a por 60.000 $.
tan s�lo ; si luego se presenta el acreedor demandando a otro codeu

dor, B, por ejemplo, el acreedor no puede invocar contra �ste la


transacci�n epie lia celebrado con A, y B puede alegarla totalmente.
en su contra.
520. Su inconsecuencia. ��

Ya dije que esto es poco serio


(n� 482) : o hay transacci�n para acreedor y deudores, o no la hay
para nadie.
Lo que es peor es que nuestro art�culo entra�a otra inconse
cuencia (en que, verdad es, ha incurrido tambi�n su fuente: Au-
Jiry y Rau, 3a ed., III, 421, n. 4). Si se trata de solidaridad pa
siva, como la (pie estudiamos aqu�, un codeudor cualcpiiera puede
alegar la transacci�n en su totalidad contra el coacreedor que lo de
mande, sea el mismo deudor que transigi�, sea otro distinto; en
cambio, el acreedor no puede alegar la transacci�n sino contra el.
deudor con quien transigi�, por donde a los dem�s deudores s�lo

podr� demandarlos en virtud de la obligaci�n originaria, sin per


juicio de que �stos, si quieren, le opongan la transacci�n. Todo
esto resulta no s�lo poco serio, sino tambi�n escasamente inteligi
ble. En tal virtud, y con relaci�n al ejemplo puesto, el acreedor
podr� demandar al deudor A por los 60.000 $ de la transacci�n,
pues con ella se extingui� la obligaci�n primitiva a su respecto
(art. 850) ; a los dem�s deudores no los puede demandar sino por los-
100.000 $ de la obligaci�n primitiva, a menos que �stos le opongan
la transacci�n celebrada con A, esto es, que como la transacci�n,.
de que declaran aprovecharse, ha extinguido la primitiva obligaci�n-,
ahora no s�lo no deben 100.000 $ sino 60.000, sino que, adem�s, ya
no deben solidariamente (a menos que expresamente se haya man
tenido la solidaridad), por donde cada deudor s�lo cpieda obligado
por 15.000 $.
Como se ha visto, no es esa la situaci�n en materia de solidari
dad activa: el acreedor que' no realiz� la transacci�n puede in
vocarla contra el deudor com�n, y �ste }*a no puede alegarla total
mente en tal caso (s�lo puede hacerlo contra el acreedor con quien

transigiera) sino �por su parte en el cr�dito�, esto es, por la parte.


epie coi-responda a ese acreedor.
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 375

�Qu� quiere decir esto? Es ello de bien dif�cil sentido.


Puede entenderse que el deudor alega la transacci�n para ami
norar, en la demanda que por
la obligaci�n originaria le entabla

el acreedor que no transigi�, primitiva obligaci�n :


el monto ele la

as� demandado por los 100.000 $, pretender�a invocar la transac


ci�n en el sentido de que, extinguida la primitiva obligaci�n por la
transacci�n efectuada, ahora no debe sino una obligaci�n com�n y
donde dicho acreedor s�lo puede reclamarle la
por 60.000 $, por
cuarta parte, o sea 15.000 $ ; o bien que, reducida la obligaci�n de
100.000 �j� a 60.000 por la transacci�n celebrada, �l, deudor, que de
sea aprovecharla, no puede estar obligado sino por 90.000 $, pues

el acreedor debe perjudicarse en los 10.000 que le corresponden, ya

que por la transacci�n .cada acreedor queda como renunciando a


esa

cantidad ; o bien, todav�a, en el sentido de que, extinguida la primi


tiva obligaci�n por efecto de la transacci�n verificada, y habi�ndose
limitado la deuda, en cuya virtud los otros acreedores vienen a
perdonarle 30.000 $, el acreedor demandante s�lo puede cobrar la
diferencia entre estos 30.000 $ y los 100.000 de la obligaci�n, o la
diferencia entre esos 30.000 $ y los 60.000 de la nueva obligaci�n.
He querido detenerme, pues acaso resulte posible imaginar
otras soluciones.
Lo que deseo apuntar es epie ni en los antecedentes se encon
trar� la precisi�n ele expresiones y de hip�tesis cpie concreten el
sentido del precepto. Puede v�rselo, desde luego, en Aubry y Rau,
(pie son la fuente inmediata ele nuestro art�culo y ele la nota del
codificador (tonto y lugar citados), y cuya doctrina en los juristas
franceses era corriente
Duranton, XI, 176-7, as� como XVIII, 417-
:

20; Troplong, Transactions, 125-6; Demante y Colmet de Santerre,


VIII, u� 284 bis, II y III; Pont, Petits contrats, II, n 673 a 5; etc. s

S�lo un autor contempor�neo (Huc, XII, 317) rechaza las razones


en que se funda dicho
distingo, si bien sin desconocer la justicia de
la soluci�n. Guillouard (Transactions, 99)
y Baudry (XXII, 1299)
siguen la doctrina com�n. Todo lo que se puede afirmar al respecto
es que la
ley mira a la transacci�n, que no implique novaci�n, como
una especie de
remisi�n, por donde le hace producir los efectos de
�sta cuando in personam.
es

521. Soluci�n que cuadra. En tal


virtud, considero que la


soluci�n m�s aproximada a la
ley no es en el fondo, ninguna
de las tres indicadas. La transacci�n no es obligatoria para el
acreedor reclamante, por donde � puede � o no invocarla, y en el
caso no la invoca. De
otro laclo, el deudor puede alegarla contra
ese acreedor
por la parte ele �ste en el respectivo
� cr�dito vale �,
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
376

decir, en el cr�dito de la
obligaci�n primitiva; y como la parte que
en ese cr�dito ten�a el reclamante era de un cuarto, o
sea, de 25.000
pesos (supongo lo normal), y la transacci�n s�lo existe a este res
pecto para �l, de este cr�dito podr� reclamar la consiguiente por-
porci�n (10.000 $), y del restante podr� pedir la totalidad (75.000
pesos), pues con relaci�n a esta parte del �cr�dito� no lo liga
la transacci�n.
3o. �

522. Novaci�n y otros medios. �

Por lo dem�s, el c�
digo ha confirmado, ampliado o restringido el alcance del art�culo
707 en m�s de un supuesto.
El art�culo 810 lo confirma en punto anovaci�n. Lo mismo pasa
"

en materia decompensaci�n, en el art�culo 830 : el deudor deman-


dado no s�lo puede oponer en compensaci�n lo que le deba a �l
mismo ese acreedor, sino tambi�n lo que �ste adeude a cualquier
otro de los coobligados. Ya no ocurre lo propio en lo cpie toca a-
confusi�n: �sta es personal, y as�, s�lo parcial. En su virtud, si el
acreedor hereda a uno de los deudores, o uno de los deudores he
reda al acreedor, los deudores restantes permanecen obligados soli
dariamente como antes, pero no ya por el total de la deuda, sino por
la diferencia entre ese total y la parte confundida, por lo mismo
que si la pagasen �ntegra tendr�an derecho, como resulta del art�culo
866, para repetir contra el codeudor �confundido� la parte que a
�ste incumb�a, y por lo mismo que en vez de echarse mano de dos
operaciones para liquidar una situaci�n, es mucho mejor resolverla
con una sola. Y en cuanto a la remisi�n, no creo necesario repe

tir lo dicho m�s arriba (n� 507), en el sentido de que s�lo cuando
se trate de una remisi�n objetiva (y a menos que medie el caso
especial del art. 884), la remisi�n de cpie hablan los art�culos 707 y
881 puede tener efecto extintivo con respecto a todos.
Finalmente, la daci�n en pago tiene virtud tambi�n extintiva,
por ser un � pago �, y en atenci�n a las dem�s razones (pie he con

signado en el n�mero 504 a prop�sito de la solidaridad activa,


E. Acciones eecursorias. �

523. Principio. �

Lo com�n es

que la deuda solidaria sea tal s�lo beneficio del acreedor, y que
en

los diversos deudores no est�n realmente obligados sino por una


parte igual en De ah� que cuando uno de ellos la pague
la deuda.

�ntegramente, pague m�s crue lo que efectivamente debe, por donde


le corresponde el respectivo recurso contra sus codeudores, para ha
cerse reembolsar de �stos lo cpie ha pagado de m�s y por ellos. Es
lo que se dispone en los art�culos 716-7: La obligeici�n contra�da
solidariamente respecto de los acreedores, se divide entre los deu
dores, los cuales entre s� no est�n obligados sino a (por) su parte
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 377

Las relaciones de los codeudores y acreedores solida


(y porci�n).

rias entre s� (, despu�s) que hubiesen pagado la deuda por entero,


o (despu�s) que la hubiesen recibido, se reglar�n como est� dispuesto
en el art�culo 689. Si alguno de los deudores resultare insolvente, la

repartir� entre todos los solventes y el que hubiese hecho


p�rdida se

el pago.
He aqu� la hip�tesis concreta: el deudor solidario A, que paga
toda la obligaci�n, puede repetir contra cada uno de sus codeudores la
ser mayor o menor, seg�n
parte �pie les incumba. Esa parte puede
las circunstancias. En principio, es igual para todos (art. 674-91),
salvo la prueba en contrario a cargo de quien as� pretenda. Es lo
en materia de sociedad (art. 1747
que puede ocurrir, por ejemplo,
se ha convenido por los socios
y concordantes), si suponemos que
en pagar solidariamente una deuda social. Y hasta puede aconte

cer que el deudor solidario que ha pagado pueda repetir la integra-

lidad de lo por �l desembolsado, como pasar�a en el supuesto de un


fiador obligado como principal pagador (art. 2005 y 2029 y ss.).
Si uno de los codeudores es insolvente, todos los codeudores, inclu
sive el que ha hecho el pago, deben soportar tal insolvencia : supo
niendo que la deuda solidaria fuera de 100 $ y que los deudores fue
sen cinco, el obligado que la ha satisfecho puede repetir contra cada
uno de los deudores restantes 20 $ ; pero si uno de �stos es insolvente,
los 20 $ a cargo del mismo deben ser repartidos entre los cuatro deu
dores solventes, por donde el que ha pagado s�lo podr� cobrar de cada
uno de sus tres coobligados solventes la cuarta parte de 20 $, vale

decir, 5 $, pues �l tambi�n debe soportar la insolvencia, y as� car


gar con los 5 $ restantes.
Llama la atenci�n, a prop�sito, el siguiente fallo de la C�mara
'

civil (94, 27) : no procede la imposici�n de costas en caso de resis


tencia del codeudor demandado en casos as�. No se ve por qu� no
cuadre la condena en costas ele un deudor que se resiste sin derecho,
y acaso de mala fe. El principio general del art�culo 221 del c�digo
procesal para la Capital y los territorios, que corresponde a la nor
ma de fondo del art�culo 519 del
C�digo civil, no tiene por qu� su
frir excepci�n alguna en el. caso : ese deudor ser� pasible de las cos
tas como cualquier demandado (n� 716).
524. Naturaleza de la acci�n. La naturaleza de la acci�n

del deudor que paga y cpie le corresponde contra sus coobligados,


variar� seg�n las circunstancias, como ya tengo advertido para ca
sos an�logos. Pero aqu� ese deudor puede ampararse en un pre
cepto especial. El art�culo 768, inciso 2o, le acuerda una subroga
ci�n legal en los derechos del acreedor primitivo, a quien as� sucer
DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
378

de, y cuyapersoner�a jur�dica viene a ocupar ministerio legis. De


ah� que pueda ejercitar contra sus antiguos codeudores la misma
acci�n que ten�a aepiel acreedor originario. Y de ah� que los co
deudores puedan oponerle las mismas excepciones que habr�an po
dido hacer valer contra el acreedor (C�m. civ., 153, 43). No hay
m�s que una sola limitaci�n de su derecho, aparte la indicada (de

que seg�n las circunstancias s�lo podr� repetir lo que ha pagado de


m�s,, epie podr� ser toda la deuda o una parte de ella, como cuadre) :
es la que se contiene en el art�culo 716.La acci�n recursoria que le
corresponde no es solidaria. La solidaridad exist�a entre los' deu
dores y el acreedor. Desaparecido el acreedor, la solidaridad tam
bi�n desaparece, por lo mismo que han cesado las razones y motivos
que le dieran nacimiento. De otra suerte, el deudor que ha pagado
podr�a repetir contra cualcpiiera ele sus codeudores todo el exceso
de lo cpie �l hadesembolsado; este otro deudor podr�a hacer lo mis
mo contra cualcpiiera ele los deudores restantes ; y as� de seguida

hasta llegarse al �ltimo deudor. Ser�a muy complicado. La solu


ci�n que se impone es la de la ley : el deudor que ha pagado s�lo
puede repetir contra cada coobligaclo la parte correspondiente, para
lo cual no forzoso que deduzca tantas acciones como deudores
es

haya, pues bien puede demandar colectivamente a todos ellos, ya


cpie, como subrogado en la personer�a del acreedor, los demanda por
una obligaci�n �nica y al. solo efecto de dividirla como corresponde.
F. �

525. Renuncia de la solidaridad. �

Ya he dicho el juicio
cpie merece 704, relativo a la renuncia de la solidaridad
el art�culo
(n� 510), cpie el c�digo ha venido a complicar todav�a con lo dis
puesto en el in fine del art�culo 705. Renunciar a la solidaridad, y
renunciar a la obligaci�n aunque sea en parte, son dos cosas bien
distintas, cpie el c�digo ha confundido. De ah� que el inciso 2" de
dicho art�culo 704 deba ser entendido con sujeci�n a lo expresado
en el in fine del inciso Io : no se trata de la renuncia a la solidaridad

tan s�lo, sino tambi�n del hecho de que esa renuncia implica la re
nuncia al cr�dito en favor ele uno o m�s de los deudores, o bien el
pago por �stos de las partes cpie les incumb�an. S�lo entonces cabe
admitir la deducci�n de esas partes en favor de los otros deudores.

ART�CULO IV

PRINCIPIOS GENERALES

I. �

526. Importancia y fines de la solidaridad. �

La impor
tancia de la solidaridad puede ser inducida ante lo hasta aqu� ex

puesto.
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 379

trate ele la activa o la


Esa importancia var�a, seg�n que se

pasiva.
La primera agrava tan fuertemente la situaci�n del deudor,
coacreedor, cpiiz� al acree
porque puede perjudicar a
un
(o acaso
otra
dor �nico y verdadero), que las leyes se niegan a reconocer
fuente de ella que la voluntad humana. De ah� que la misma ley
no sea a pesar de que algunos c�digos modernos, como los
fuente,
dos c�digos suizos (v�ase 512), hayan iniciado la
las citas del n�

tendencia contraria. Es que la situaci�n de hecho se va imponien


do. Si algunos c�digos contempor�neos, como el japon�s, ni siquiera
la legislan, de acuerdo con el principio hasta ahora corriente ele su
car�cter relativamente excepcional (Baudry, XII, 1129; Planiol,
II, 725; etc.), en cambio otros c�digos todav�a m�s modernos, como
el alem�n, el suizo y el brasile�o, la contemplan bien expl�citamente,
pues han visto que tambi�n responde a
intereses tan respetables
como los de la solidaridad pasiva: en tal virtud, o bien se da satis

facci�n al deudor, que reclama el derecho de poder pagar la totali


dad de su obligaci�n a esta o aepiella persona; o bien, lo cpie es m�s
com�n, se atiende a la exigencia del acreedor originario, que, sin
necesidad de otorgar tocio un poder, estipula que el pago podr� ser
hecho indiferentemente a �l o a otra persona, acaso porcpie prev�
que puede estar ausente en el momento en que la obligaci�n se
venza, acaso porque quiere evitar las dificultades y engorros ele todo
un juicio sucesorio si �l llegara, a ello
morirse, acaso porque con

solventa la obligaci�n que ten�a para con esa otra persona, a cpiien
as� viene a pagar con el cr�dito que �l tiene contra su deudor pro
pio, etc. Ya se ha visto un ejemplo de esto en el n�mero 446.
De ah� que la solidaridad activa responda, como la
pasiva, a
los dos fines que Savigny indica (Obligations, I, 240-1): segu
ridad y comodidad en la demanda de pago. Si la segunda de
ambas es m�s com�n en las leyes, es porepie hasta ahora la historia
y la misma tradici�n jur�dicas, sobre la base del derecho romano,
se han orientado en ese sentido. Pero no hay motivo alguno, en el
fondo, para distinguir, al respecto, pues una y otra consultan los
mismos �rdenes ele intereses.
IT. Si hay m�s de una especie de solidaridad. �

527. Crite
rios de algunos autores franceses. �

En derecho franc�s se discute


si hay m�s de especie de solidaridad.
una

Aubry y Rau lo afirman, lo mismo que Mourlon. Para los


primeros (IV, 298 ter) hay solidaridad perfecta o plena en todos
aquellos casos en que la ley no hace m�s
cpie respetar la voluntad,
expresa o
presunta, de los interesados: de ah� que lo sea en materia
I)E LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS
380

convencional y en supuestos como los de nuestros art�culos 1945,


2281, 3870, as� como en los de la solidaridad cambiar�a
(art. 735-6
del c�digo comercial). Es
imperfecta plena (s�lo surte
o menos

los efectos fundamentales de la solidaridad perfecta, no as� los

accidentales) en todos los casos en que esa intenci�n volitiva falta:


es lo que pasa cuando se vuelve a casar una madre tutora sin
convocar previamente el consejo de familia, o cuando la ley impone
la responsabilidad indeterminada de todos los colocatarios de una
casa destruida o incendiada, etc. ; en otros t�rminos, cuando la
responsabilidad solidaria es de car�cter civilmente penal o puni-
torio, como acontece en el supuesto general de nuestro art�culo 1081
y de sus diversos concordantes (942, 1661, etc.).
Para Mourlon (II, 1258 y ss.) la solidaridad es perfecta
cuando existe entre personas que se conocen, cpie guardan rela
ciones frecuentes, que tienen un inter�s com�n, que mutuamente
� se han elegido � : tal es la de la madre tutora }r su segundo

marido, y tales son casi todos los dem�s casos ele la solidaridad
cpie Aubry y Rau llaman intencional o convencional. Es imperfecta
cuando existe entre personas cpie no se encuentran en aquellas

situaciones, pues se trata de individuos extra�os entre s�: tal


ocurre con la de los colocatarios, con la de los coautores de un
delito civil, con la d� los firmantes de una letra de cambio, etc.
Como se ve, para Mourlon es imperfecta la solidaridad de los
obligados cambiariamente, al paso epie ella es perfecta para Aubry
y Rau. Viceversa, la solidaridad perfecta que Mourlon encuentra
entre la madre tutora y su segundo marido, es imperfecta, para

Aubry y Rau.
528. En principio la solidaridad es �nica. Casi todos los �

autores franceses (y con mayor raz�n los italianos: Giorgi, I, 182

y ss. ; Crescenzio y Ferrini, 392, b; P. Bonfante en R. D. Comm.,


XIV, 685; v., sin embargo, Lomonaco, I, 76) rechazan el distingo y
afirman que no hay m�s que una especie de solidaridad, pues el

c�digo no establece diferencia alguna en el juego de la solidaridad


�nica que consagra y legisla : Demante y Colmet de Santerre, V,
209; Demolombe, XXVI, 287 y ss. ; Baudry, XII, 1296; Planiol,
II, 777 ; Huc, 330-1 ; Beudant, 720 y ss. ; si bien no faltan autores
que, en una forma u otra, con alcances m�s o menos diversos, se han
plegado a aquel concepto de la doble solidaridad (Marcado, IV, 593;
R-odi�re, De la solidarit� et de l'indivisibilit�, 168 y ss.).
Considero que entre nosotros corresponde la misma soluci�n :
no hay m�s epie una solidaridad.
'
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 381

Pero ello principio general, y no en regla absoluta.


es as� en

Cabe el rechazo de la solidaridad imperfecta, en cuanto en ella


se

a la cpie se llama
quiera ver una especie de solidaridad paralela
perfecta, en cuanto se tienda a ver en ella todo un principio ; pero
en el derecho
no cabe negar (pie en nuestro derecho, lo propio cpie

franc�s, hay casos ele solidaridad en que las normas comunes no

tienen aplicaci�n total. Tal acontece en dos supuestos importantes:

en el de los delitos civiles, y en el de la solidaridad cambiar�a. En


materia de delitos civiles (art. 1081 y sus concordantes) no existe
la acci�n recursoria cpie corresponde al deudor que paga, contra
sus coacreedores para hacerlos concurrir proporcionalmente (art.
1082). En punto a solidaridad cambiar�a se tiene, en el protesto,
un requisito especial para poder conservar la acci�n cambiar�a
contra los diversos coobligados (exceptuado el aceptante, y que-
daudo a salvo los derechos ele fondo, y no cambiados, que seg�n
el caso correspondan al tenedor contra quien sea su deudor

efectivo), seg�n se dispone en el art�culo 714. Adem�s, en esta


materia cambiar�a las acciones recursorias son de car�cter total

y no parcial, por lo mismo que el verdadero obligado es uno solo

(el librador o el aceptante, seg�n cuadre) : de ah� epie el avalista


oel endosante que haya satisfecho importe, ha pagado �ntegra
su

mente, por donde su derecho ele repetici�n, hasta llegar al �nico

obligado, tiene que ser tambi�n �ntegro.

529. Nuestro derecho ignora la obligaci�n � in solidum �. �

Es que todav�a domina en derecho civil la tradici�n romana de. las


obligaciones correales y las obligaciones in solidum, como puede verse

en la menci�n cpie de esta expresi�n se hace en el art�culo 701 de


nuestro c�digo, y sobre todo en no contadas disposiciones de leyes
especiales (v�ase, por ejemplo, los art. 157, 863 y 1031 de las Or
denanzas de Aduana).
Est� determinado hoy epie en ese derecho toda obligaci�n que
pod�a ser reclamada �ntegramente por cualquiera ele los acreedores
o contra
cualquiera de los deudores, independientemente de la calidad
divisible indivisible de la prestaci�n, era in solidum. Era simple
o

mente in solidum aquella en que se deb�a la misma prestaci�n por


t�tulos independientes : ya jur�dicos, como cuando dos o m�s personas
se obligaban separado a lo mismo, seg�n acontece hoy en materia
por
cambiar�a; ya punitorios (la ley obligaba a los coautores de un
delito, a los comandatarios cpie violaban el mandato, etc., a una
reparaci�n, etc.), de tal manera que el cumplimiento de la obligaci�n
por uno solo de los deudores la extingu�a con respecto a todos �stos,
sin derecho de repetici�n. La obligaci�n era eorrealmente in solidum
382 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

cuando surg�a en virtud de un acuerdo ele voluntades, de tal suerte


que la obligaci�n misma, no ya la prestaci�n, ven�a a ser �nica : de
ah� los efectos accidentales, que pod�an obligar a todos los
deudores,
y no tan s�lo a aquel directamente ligado al hecho correspondiente;
y de ah� las acciones recursorias contra el acreedor que hubiera
cobrado o contra los codeudores que no hubiesen pagado.
As�, a las
obligaciones simplemente in solidum
vendr�an a
corresponder, casi, las de la solidaridad "que dichos autores dan
en llamar imperfecta. Y a las obligaciones correales vendr�an a
corresponder, poco m�s o menos, las que hoy se donominan solida
rias en tocios los c�digos.
Sea ele ello lo que fuere en derecho romano, lo cierto es que en

derecho moderno no se establece distingo alguno de principio en

materia de solidaridad, aunepieadmita, por excepci�n, juegos


se

especiales en determinados v�nculos solidarios, que en su fondo se


caracterizar�an en derecho romano por obligaciones simplemente in
solidum (cons., a prop�sito del derecho romano, Molitor, I, 256-7;
Van "Wetter, Obligations, I, 54 (que combate el distingo; lo mis
mo hace en su Curso: II, 336); Sohm, 74; Maynz, II, p�rr.
271, n. 5 y Observaci�n final; Savigny, Obligations, I, 153-4
y 217 y ss. ; Rodi�re, op. cit., 168 a 175 ; Demolombe, XXVI,
118 ; Girard, 756 y ss. ; Dernburg, Pandette, II, 71 ; Windscheiel,

Pandette, II, 298 ; etc. ; Crome, Teorie fondamental-i, 19, nota a de los
traductores ; Crescenzio y Ferrini, 385 y ss., creen que la obligaci�n
in solidum y la correal eran lo mismo).
Por eso concluyo que entre nosotros todos los casos de solidaridad
�establecidos en las leyes se rigen por los principios comunes, que
acabamos de dejar analizados. As�, en los supuestos de los art�culos

1945, 2281 y 3870, los comandatarios, prestatarios o albaceas ser�n


deudores solidarios obligados por una deuda �nica, en la cual se
producir�n todos los efectos fundamentales y accidentales que he
mos visto.
La �nica excepci�n de derecho civil, pues est� consagrada, es
la ele los delitos (art. 1081-2). En derecho comercial se tiene la de
la solidaridad cambiar�a, en los t�rminos indicados m�s arriba.
530. Solidaridad comercial. A prop�sito de la solidaridad

cambiar�a, conviene apuntar que entre nosotros el principio del


art�culo 701, seg�n el cual la solidaridad no puede ser presumida, es
tambi�n de aplicaci�n en derecho comercial. En derecho franc�s podr�
discutirse el asunto, por raz�n de ciertos antecedentes particulares.
Pero entre nosotros falta cualquier antecedente en tal sentido. De
ah� que, habi�ndose adoptado en el mismo c�digo mercantil (art. 1) la
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 383

soluci�n de que ese c�digo es ele excepci�n con respecto al C�digo


civil y no habi�ndose derogado en �l dicho principio, �ste resulte
com�n. Poco importa la circunstancia de que el c�digo comercial haya
consagrado muchos casos legal (seg�n se ha visto
de solidaridad

en el n" 512). Todos esos casos son particulares, y deben, por eso,
ser de interpretaci�n estricta y limitados al expl�cito supuesto que

en cada uno de "ello se contempla. Yerran, pues, los autores


nacio

nales que repiten el estribillo franc�s de que en derecho comercial


� la solidaridad es ele regla � (tal Obarrio, Curso de derecho comercial,

I, 408). La solidaridad mercantil no es la norma en nuestro derecho,


sino la excepci�n (cons. Colmo, Prescripci�n en derecho comercial,
220 y ss.). Lo �nico cierto es que la tendencia se acent�a en favor
de esa tesis en contempor�neas : por ejemplo, los
las codificaciones

c�digos de Italia, de Rumania y ele Portugal declaran que siempre


(pie dos o m�s personas resulten coobligadas en una misma relaci�n
mercantil, el v�nculo respectivo ser� solidario, como tambi�n hab�a
dispuesto entre nosotros el doctor Segovia en el art�culo 119 de su
Proyecto de c�digo de, comercio, en que tanto siguiera al c�digo
comercial italiano. Pero todo ello se consigue mediante leyes, que
entre nosotros faltan hasta ahora.
ITI. Solidaridad e indivisibilidad. �

531
Difieren por la causa.
.


Ya he apuntado m�s de una vez las afinidades que existen entre
la mancomunaci�n solidaria y la mancomunaci�n com�n en una
s
obligaci�n de prestaci�n indivisible (u 444-5 y 488) : en una y otra
existe el derecho por parte de cualquiera de los acreedores, o la
obligaci�n por parte ele los deudores, seg�n cuadre, al cumplimiento
�ntegro cualquiera ele los deudores o en favor de cualquiera
contra
de los acreedores, con lo cual la obligaci�n se extingue para todos,
sin perjuicio de las ulteriores acciones recursorias epie correspondan.
La diferencia m�s acentuada cpie existe entre ambas se refiere, en
principio no absoluto, al predominio de un elemento puramente
intencional en las solidarias, y de una circunstancia objetiva, la
imposibilidad de dividir la prestaci�n, en las indivisibles (cons. Cres
cenzio y Ferrini, 184 y 393; Segovia, I, 166, n. 2). Y recu�rdese, a

prop�sito, lo dicho en los nos 465 y ss. y 488: no hay raz�n de


fondo alguna para distinguir entre solidar iclacl e indivisibilidad:
por eso es concebible la legislaci�n unitaria de ambas modalidades,
como se ha hecho en el
c�digo alem�n, sin perjuicio de que se la
acomode y se distinga en m�s de un detalle.
Pero esto es as� en principio cient�fico. En el c�digo hay
una bicefal�a acentuada: una y otra responden a un elemento
intencional ; pero en la solidaridad se hace caso omiso de la pres-
384 DE LAS obligaciones en si mismas

taci�n, y en la indivisibilidad este elemento es, si no �nico, por lo


menos preponderante.
De ah� que tengan distinta causa, Y ele ah� esta consecuencia:
si la obligaci�n indivisible se convierte en la de pagar da�os e
intereses, como la prestaci�n ya no es indivisible, sino perfectamente
divisible, la obligaci�n se hace tambi�n divisible y se fracciona en
tantas obligaciones cuantos sujetos activos o pasivos existan. Al rev�s
en la solidaria : si se transforma en la de pagar da�os e intereses, no
por eso deja de ser solidaria, pues el car�cter solidario del v�nculo
nada tiene cpie ver con la naturaleza ele la prestaci�n, y tanto
que
com�nmente la obligaci�n solidaria tiene por objeto una suma de
dinero (art. 711).
532. Difieren por los efectos. �

Tambi�n var�an, y en sentido


alterno, con respecto a los efectos accidentales, cpie a veces son m�s
graves en la obligaci�n solidaria, y que otras (las menos) lo son en

las indivisibles. El fallecimiento de uno ele los acreedores o de uno de


los deudores la
obligaci�n indivisible, en nada desvirt�a el derecho
en

de los primeros o la obligaci�n de los segundos : cualquiera ele los


herederos del acreedor fallecido podr�a reclamar la prestaci�n �ntegra,
por lo mismo que no puede ser dividida ; viceversa, el acreedor
originario podr�a exigir de cualcpiiera de los antiguos deudores y
de cualquiera de los herederos del deudor premuerto, la prestaci�n
�ntegra, por la misma raz�n. No es as� en punto a solidaridad, seg�n
se recordar� (art. 712).

Pero en lo que hace a lo com�n de los dem�s efectos accidentales,


hay mayor estrictez en la obligaci�n solidaria, si se except�a lo
relativo al derecho de prevenci�n, que tambi�n existe en la indivisible
(art. 731, inc. 2o), y lo que toca a la suspensi�n de la prescripci�n
(art. 3981-2). As�, la. novaci�n, la compensaci�n, la remisi�n, etc.,
sin contar la daci�n en pago, extinguen la obligaci�n solidaria erga
omnes, aunque el hecho de la compensaci�n o la transacci�n s�lo exis
ta con relaci�n a uno s�lo de los sujetos m�ltiples. No es as� en la

obligaci�n indivisible, por lo mismo que el coacreedor.no tiene derecho


a toda la prestaci�n, como el codeudor no est�
propiamente obligado
por la prestaci�n �ntegra : lo �nico cpie hay es que el pago no puede
ser exigido ni hecho sino �ntegramente, por virtud de la imposibilidad

de hecho de partir la prestaci�n. De ah� la norma del art�culo 687,


cpie puede ser tomada como una simple expresi�n de esa regla de
fondo. Lo mismo corresponde sentar en punto a la culpa, a la mora,
etc., as� como en lo que toca a las excepciones que cabe oponer por
uno de los deudores o contra cualcpiiera de los acreedores.

De consiguiente, y ante principios y textos que parecen claros,


OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 385

dentro de las afinidades de fondo que he se�alado, el art�culo 668


parece estar dem�s: La solidaridad estipulada no da a la obligaci�n
el car�cter de indivisible, ni la indivisibilidad ele la obligaci�n tu
hace solidaria.
Lo que cierto, y lo he observado ya, es epie la prodigalidad
es

legislativa pudo ser morigerada, como se ha hecho en el c�digo


alem�n. Ambas obligaciones tienen caracteres comunes : consagrados
�stos, habr�a bastado con especificar luego los propios.
Por lo dem�s, y como se comprender�, acpi� s�lo me he limitado
a exponer las diferencias legales, que son bien criticables o poco
sostenibles, seg�n se ha visto en el curso del estudio y seg�n se
colegir� ele lo cpie apunto en el n� 536).
IV. LA DOCTRINA FRANCESA DE LA REPRESENTACI�N. 533. Su eX-

posici�n. �

'Es dif�cil dar explicaci�n satisfactoria de los efectos


una

accidentales de la obligaci�n solidaria, en cuya virtud el acto o la


circunstancia de car�cter personal con respecto a uno de los acree
dores o a uno ele los deudores, tiene virtud extensiva, y beneficia o
perjudica, seg�n cuadre, a todos los acreedores o deudores.
No cabe argumentar con la unidad de la obligaci�n, crue exigir�a
un tratamiento igual para todos; por lo mismo que esa unidad es

objetiva, al paso que aqu� se trata de lo subjetivo de los actos de uno


de los deudores o de los acreedores.
Entonces se ha echado mano por los autores franceses de una

teor�a especial. Se dice que cada


acreedor, o cada deudor, seg�n
cuadre, es representante de sus compa�eros, por donde el acto
celebrado por cualquiera de ellos lo es en representaci�n de los dem�s.
Y como el acto del mandatario es acto del mandante (art.
1930-46),
resulta epie el acto viene as� a pertenecer a todos (cons. Aubry y Rau,
298 bis; Demolombe, XXVI, 144 y ss. y 341 y ss. ;
Baudry, XII,
n� 1213 ; Beudant, 688 y ss. y 706 y ss. ; 750
Planiol, II, y ss. ; Colin y
Capitant, II, 207 ; Costesco, Obligations solidaires, 133 y ss. ; Crome,
19, III. Lo mismo pasa en derecho italiano: Giorgi, I, 192 y ss. ; Lo-
monaco, I, 74; Ricci, VI, 149. Puede consultarse, adem�s, Crome,
Parte gen�rale, 47, c, y n. 106 ; Zachariae-Crome, II, 278, notas
11,
17 y 20 a).
Es lo que en el fondo acepta Giovene (II negozio giuridico
rispetto ai terzi, 18, A, 6), que no hace m�s que aplicar aqu� sus pos
tulados de la � acci�n refleja indirecta �, cuya virtud
en
explican
se
los efectos extensivos de los actos
jur�dicos en punto a
concordato, a
indivisibilidad, etc. El codeudor (o, en su caso, el acreedor) en cabeza
de quien no se hecho jur�dico, como la compensaci�n, etc.,
opera un

aprovecha del cpie se opera en cabeza de uno ele sus compa�eros (o


Colmo, Oblig. �

T. I. 9E-
386 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

se perjudica, seg�n cuadre), no porque medie representaci�n ni nada


parecido, sino porque todos los deudores o acreedores se bailan en
igualdad de situaci�n, lo (pie supone que, ya directamente, ya indi
rectamente, todos vengan a quedar en esa situaci�n cuando medie un
acto objetivo que les concierne indeterminadamente.
534. Su cr�tica. �

Se ha observado dos cosas contra esta ex

plicaci�n. Ante todo, que no se concibe mandato


rec�proco entre
un

coacreedores o codeudores que acaso ni se conocen. Tal pasar�a, por

ejemplo, en el caso de la solidaridad cambiar�a: el librador puede


residir en Inglaterra, el aceptante puede estar en Buenos Aires, el
endosante puede ser de R�o de Janeiro, etc. Pero se ha contestado
que no se tratar�a ele un mandato convencional sino legal : es la ley
quien los convierte en rec�procos mandantes y mandatarios. As� y
todo, siempre queda por explicar el por epi� ele ese mandato: si la
ley quiere la virtud extensiva de los actos puramente personales
�tiene, acaso, necesidad alguna de echar mano de una explicaci�n
general? �no le basta con limitarse a sentar el correspondiente dispo
sitivo? De consiguiente, sus preceptos responden, menos (pie a

exigencias conceptuales, a necesidades pr�cticas. Si, pues, estatuye


que el perd�n de la deuda hecho por un acreedor o en beneficio de
uno de los deudores perjudica a todos los acreedores o aprovecha a

todos los deudores, no tiene por (pi� recurrir a la idea del mandato
rec�proco : en ese caso lo har� porque quiere una liquidaci�n r�pida
de un v�nculo tan oneroso como el solidario; en otros casos (demanda
de intereses o interrupci�n de la prescripci�n contra uno de los
deudores), lo har� porque quiere favorecer al acreedor (v. n" 526).
La segunda observaci�n es m�s concreta. Se tratar�a de un
mandato poco serio: en la solidaridad activa, cada acreedor tendr�a

poder ael conservandam et perpetuandam non ad minuendam obiiga-


,

tioncm ; en la solidaridad pasiva ocurrir�a lo mismo, por donde cada


deudor es mandatario de sus compa�eros a objeto de conservar la,

obligaci�n, no a objeto de hacerla menos onerosa. Lo poco serio de


tal mandato surge ele la circunstancia ele que resulta ele pura conve
niencia y en beneficio exclusivamente del acreedor. � Se concibe un
mandato semejante, en cuya virtud los deudores en vez ele ayudarse
mutuamente van a ayudar al acreedor y a perjudicar sus propios
intereses? Si es admisible el mandato entre los acreedores, en cuyo
m�rito ninguno de �stos puede hacer nada en perjuicio de los

compa�eros, es intolerable el mandato cpie puedan darse los deudo


res para que la culpa o la mora de uno ele ellos da�e a todos los

dem�s.
Encuentro fundadas las dos cr�ticas. Pero me parece m�s decisiva
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 387

la observaci�n de que tal doctrina de la representaci�n


tiene dos

-defectos cardinales: es de derecho moderno (diga en contrario


ni
cuanto quiera Baudry), y tanto que ni Dumoulin, ni Domat
c�
el mismo Pothier (cons., p. ej., su n" 273), los padres del
la
digo franc�s, particularmente en esto de la solidaridad,
han conocido; y es exclusivamente francesa, aunque se haya
infiltrado en el derecho de los pa�ses que se han inspirado en el
el
c�digo franc�s, como puede verse en Giorgi (I, 108 y 181) para
derecho italiano, en las notas de nuestro codificador a los art�culos
texto expreso (art. 161) del c�digo civil egipcio. A
706-11-4, y en un

�este �ltimorespecto cabe observar que los autores alemanes ni men


cionan tal teor�a (salvo alguna rara excepci�n), y que Giorgi en
realidad se pronuncia por razones de car�cter utilitario (para �l la

solidaridad es toda en beneficio del acreedor) antes que por efecto

de la representaci�n. Por lo dem�s, Huc es uno de los pocos autores


franceses (con G�ny, M�thode el' interpretaron, 74) que rechazan
sin hesitar la aludida doctrina (VII, 318) : seg�n �l, los deudores
son rec�procamente garantes o fiadores los unos de los otros, por

donde vienen a quedar obligados en la misma medida que el deudor


que haya contra�do una nueva responsabilidad (arg. de nuestro
art, 1582).
Esta explicaci�n, sobre ser mucho m�s sensata, es bastante
m�s jur�dica, Pero ofrece el inconveniente de limitarse a la solida
ridad pasiva. Con tocio, no hay raz�n alguna para no extender sus

principios a la solidaridad activa, como lo hacen P. Pon�ante y A.


Sraffa en un art�culo que han publicado en la R. D. Comm. (1914,
905), en el cual sostienen que la solidaridad no es otra cosa que una
fianza mutua (a punto que ya Domat, t. I, parte Ia, lib. III, t�t. III,
sec. II, nota a su regla V, negaba a los codeudores el car�cter de

fiadores rec�procos).
concluir, por eso, que en cualquiera de las formas de la
Cabe
solidaridad las leyes precept�an seg�n criterios m�s o menos oportu
nistas, y no de acuerdo con' principios de fondo. Acaso presienten que
lo objetivo es general y as� extensivo, al rev�s de lo subjetivo (que
s�lo aprovecha o perjudica al acreedor o deudor en cuya cabeza se

produce el respectivo hecho). Pero difieren en la apreciaci�n: para


unos, como el codificador franc�s, la compensaci�n es subjetiva ; para
otros, como el nuestro, es objetiva ; lo propio se puede afirmar res
pecto de la remisi�n, la cosa juzgada, la interrupci�n de la prescrip
ci�n, etc.
Y si se quiere un principio b�sico para los casos dudosos, habr�
que sentarlo en el sentido de que los efectos ele la solidaridad deben
388 DE LAS OBLIGACIONES EN SI MISMAS

ser en general personales. De ah� que no corresponda presumir la


contrario, cpie debe estar limitado al pago y los actos que m�s inme
a

diatamente le equivalgan: daci�n, novaci�n, remisi�n por entrega del


documento privado, imposibilidad objetiva y nulidad por defectos-
formales o por motivo il�cito (v�ase lo dicho en los nos 501-8-17).
535. Su imperio en nuestro c�digo. �

En cuanto a las notas


aludidas de nuestro codificador, que- parecen inspirar los preceptos.
legales, debo apuntar : Io que todas ellas dejan intacta la solidaridad.
activa, pues se refieren tan s�lo a la pasiva ; 2". (pie, lo propio que las
notas restantes, ellas no tienen, ni pueden tener, frente a los textos-

legales, otro valor cpie el de un simple antecedente psicol�gico y


cient�fico, y resultan ele eficiencia interpretativa asaz secundaria ante
los factores hermen�uticos de las conveniencias ambientes y de la
lecci�n experimental del derecho comparado (cons. Colmo, T�cnica
legislativa del c�digo, 82).
V. �

536. Tendencias modernas en punto a solidaridad. �

A
prop�sito comparado, cabe se�alar una como lucha
de este derecho
en las tendencias legislativas.

La mayor�a de las codificaciones actuales, por raz�n de haberse

inspirado en el c�digo franc�s y por no ser propiamente contempo


r�neas, mantienen la virtud extensiva de los efectos accidentales, al
extremo de que en alguna de ellas (la espa�ola: art. 1141, inc. 2o) se

dispone textualmente cpie las acciones entabladas contra un deudor


perjudican a los dem�s deudores, y que el recordado art�culo 161
del c�digo civil egipcio consagra expl�citamente la doctrina o el
principio de la representaci�n. En cambio, las codificaciones m�s
recientes, particularmente la alemana, propenden a relajar el v�nculo
solidario y a personalizar dichos efectos accidentales; basta ver
el art�culo 425.
Pero, vaya por la compensaci�n, tambi�n es cierto que se

inclinan multiplicar los casos de solidaridad legal, de acuerdo con


a

las exigencias contempor�neas, tan febriles, que imponen liquida


ciones, f�ciles y r�pidas. De ah� cpie el c�digo alem�n consagre la
solidaridad con relaci�n a los coobligados en un mismo contrato, as�
como, con respecto a los coherederos por las deudas sucesorias (art.

427 y 2058). Lo mismo pasa, en principio, en el c�digo suizo ele las

obligaciones (art, 50-5, 181, 308, 403-25-40-78-83-96-7, 544-64-5-93-8,


600-23-67-9-70-3-4-6-89-90, 714-67, 808-27-36-8-41, etc.), y en el mismo-
C�digo civil (art, 429, 603-39, etc.). Apena un poco hacer constar
que el c�digo civil brasile�o no se ha inspirado en esos principios li
berales: si bien es cierto que dispone que ning�n deudor puede agra
var convencionalmente la situaci�n de los dem�s deudores (art. 907),
OBLIGACIONES DE SUJETO COMPLEJO O M�LTIPLE 389

rio lo es menos que acuerda virtud extensiva y general a hechos tan

personales como los de la mora (art. 902-9), siendo as� cpie en ma

teria de culpa s�lo responde el deudor imputable (art. 908) (1).

(1) Reconocimiento de las obligaciones. ��

537. Su desubicaci�n en el

c�digo. �

Hago constar que esta parte del c�digo, titulada De las obligacio
nes con relaci�n a las personas, la cual las
obligaciones simplemente
en manco

munadas y las solidarias ocupan los dos primeros � t�tulos �, se remata con un

t�tulo final relativo al � reconocimiento de las obligaciones �.


Su desubicaci�n es evidente. Ese reconocimiento nada tiene que hacer con
la obligaci�n considerada en cuanto a las personas. Basta ver su caracteriza
ci�n en el art�culo 718 : El reconocimiento de una obligaci�n es la declaraci�n

por la cual una persona reconoce (manifiesta, hace constar, expresa, etc.) que
-est� sometida a una obligaci�n respecto de otra persona. No hay all� nada de

-com�n ni obligaci�n solidaria, ni con la obligaci�n de mancomunaci�n


con la

simple, ni obligaci�n mirada con relaci�n a lo complejo de sus sujetos,


con la
;sino con las manifestaciones de voluntad, o con las fuentes convencionales (lato

sensu) de las obligaciones, o con la prueba de las mismas.


538. Qu� puede verse en un reconocimiento. �

Es que el reconocimiento
de una. obligaci�n puede ser mirado en uno de los tres sentidos
siguientes, como
-ense�a Saleilles (Obligation, 264) : Io o como una mera confesi�n, que acuerda
al acreedor nada m�s que un medio para probar su derecho; 2o o como una

�convenci�n, en cuya virtud el que reconoce se obliga a no controvertir la prueba


que la misma contiene, si bien en ella no hay nada distinto del t�tulo primitivo
de la obligaci�n; 3o o como un t�tulo nuevo al cual se liga exclusivamente la

obligaci�n respectiva. En el primer caso hay un simple medio de prueba; en el


segundo, un contrato; en el tercero, una promesa de deuda, vale decir, uno de
los tantos aspectos de la promesa de deuda, un hermano jur�dico de los arre
glos de cuentas, de las letras y- dem�s papeles de la asignaci�n comercial (va-.
les, pagar�s, etc.), en los cuales se hace constar una obligaci�n destituida de
su causa, esto
es, una obligaci�n abstracta, y en donde todo se reduce a hacer
figurar el deudor, la prestaci�n y (a veces, no siempre, como ocurre en las pro
mesas al
portador) el acreedor.
Esto �ltimo es lo que se tiene en el c�digo alem�n, art�culo 780 y siguien
tes, donde se legisla, el reconocimiento entre una de las tantas � diversas rela
ciones obligatorias �, precediendo al mandato de
pago, a las obligaciones al
portador, etc., despu�s de haberse legislado la venta, el cambio y los dem�s con
tratos conocidos, as� como la promesa de
recompensa, la indivisi�n, la tran
sacci�n, etc., y donde se asimila el reconocimiento a cualquier promesa abstracta, p
siempre que tambi�n sea abstracto, con la natural limitaci�n de que en tal su
puesto debe constar por escrito, a objeto de que su existencia no pueda ser
puesta en duda. Si se trata de un reconocimiento causal, en qne se hace
constar el origen de la
obligaci�n y sus dem�s caracter�sticas (por ejemplo,
en el caso en el
que deudor confiese deber 100 $ que A le ha prestado en tal
o cual
oportunidad, o que corresponden al precio de un servicio o de una mer-
cader�a), entonces basta un reconocimiento cualquiera, aun verbal, y todo se
reduce a un asunto de
prueba.
SEGUNDA PARTE

EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

CAP�TULO I

PAGO

SECCI�N Ia

PRENOCIONES

544. Enumeraci�n de los diversos medios extintivos. �

Antes
de pasar al estudio ele la transmisi�n, activa y pasiva, de las obli
gaciones, y siguiendo el m�todo corriente en la legislaci�n y en la
cienciacontempor�neas, que tambi�n viene a ser en su fondo el
del c�digo, corresponde analizar lo relativo a la extinci�n ele las
mismas, legislada en la segunda (y �ltima) parte de la secci�n pri-

Ese reconocimiento abstracto del c�digo alem�n, como no implica circuns


tancia alguna respecto
con a la obligaci�n a que. pueda corresponder (por ejem
plo, cuando se declara en mi testamento reconocer una deuda en favor de al
guien, o cuando se hace constar en un documento que el firmante debe a alguien
una suma cualquiera), y como as� viene a ser el verdadero y �nico t�tulo que

tiene en su favor el acreedor, se rige por principios especiales. El reconocimiento-

prueba est� sujeto a la contraprueba, as� como a todo cuanto condiciona los
medios probatorios. El reconocimiento-contrato puede quedar sin efecto si se-
demuestra que contiene una obligaci�n sin causa (art. 500 de nuestro c�digo).
El reconocimiento-t�tulo s�lo puede ser desvirtuado en m�rito de un enrique
cimiento sin causa: ya acredit�ndose que la respectiva obligaci�n respond�a a
una. causa existente y desaparecida o a una causa futura no realizada (art. 79S

de nuestro c�digo), ya justific�ndose que responde a una causa il�cita (art. 794
del mismo c�digo), ya demostr�ndose un error admisible (art. 784-96); sin que

pueda admitirse, como en el caso del reconocimiento-contrato, la prueba de la


simple falta de causa, por cuanto la causa existe en el mismo reconocimiento,.
que es el t�tulo exclusivo del derecho y de la consiguiente obligaci�n.
539. El reconocimiento del c�digo es una mera prueba. �

�Cu�l de esos-

reconocimientos el de nuestro c�digo? el respectivo estu


es Prescindamos, en

dio, de los art�culos 719-20-1, que rezan como sigue: El acto delsreconorimicn-

i
pago 391

mera del libro segundo del c�digo, que versa sobre �los derechos
las relaciones civiles �, vale decir, sobre los derechos
personales en
de obligaci�n.
Los medios extintivos cpie el c�digo contempla est�n especifi
cados en el art�culo 724, cuyo texto es el siguiente : Las obligaciones

to de las obligaciones est� sujeto a todas las condiciones y formalidades de los

actos jur�dicos. El reconocimiento puede hacerse por actos entre vivos o por

disposici�n de �ltima voluntad, por instrumentos p�blicos o por instrumentos


El reconocimiento t�cito resultar� de
privados, y puede ser expreso o t�cito.

pagos- hechos por el deudor. Todos ellos son de derecho com�n, y resultan as�
innecesarios: el art�culo 719 est� comprendido en los principios de los art�culos
944 y siguientes; el art�culo 720 lo est� en los de los art�culos 914 y siguien
tes y 974; y el art�culo 721 est� expresado con m�s amplitud y propiedad en

el art�citlo 918 y sus concordantes (particularmente en los art. 1145-6).


Los que propiamente contemplan lo espec�fico del reconocimiento, aparte
la definici�n del art�culo 718, son los dos �ltimos: 722-3. He aqu� sus textos:
El acto del reconocimiento debe tener la causa de la obligaci�n original, su im

portancia, y el tiempo en que fu� contra�da.


Si el acto del reconocimiento

agrava la prestaci�n (la obligaci�n) original, o la modifica en perjuicio del deu

dor, debe estarse simplemente al t�tulo primordial, sino (si no) hubiese -una

nueva y l�cita causa de deber.

Quiere decir, desde luego, que nuestro reconocimiento


c�digo no es el del

alem�n, sino el causal Quiere tambi�n decir que se trata no del re-
y com�n.
co?.'ocimiento-contrato u obligaci�n, en que no es menester la expresi�n de causa

alguna, (art. 500), sino del puro reconocimiento-prueba, ya eme, seg�n el ar


t�culo 723, el deudor puede probar �a falta, total o parcial, de causa del mismo

(hay que prescindir, a prop�sito, de casos particulares, como el del art�culo


3788, relativo al reconocimiento testamentario, que no es, con evidente mal jui
cio, ni lo uno ni lo otro, ni siquiera un reconocimiento, pues' se lo presume un
legado).
540. Nuestro reconocimiento y el �recognitif � franc�s.
acte �

Estas con

clusiones surgen igualmente si se estudia nuestra ley con relaci�n a sus fuen

tes, que, como se ve, por las citas del codificador, residen en el derecho fran
c�s. En �ste el acte recognitif del art�culo 1337, lo mismo que el acte co�fir-
�matif del art�culo 1338, tiende, �no a
comprobar actualmente la convenci�n o

el hecho cualquiera que genera un derecho �, sino que �


supone, por el contra

rio, establecido ese derecho �, por donde solamente acredita � sea el reconoci
miento que de �l hacen las partes interesadas, sea su voluntad de darle la
fuerza que pod�a faltarle en raz�n de los vicios de su origen � (Demante y
Colmet de Santerre, Y, 306). Uno y otro acte est�n legislados en el cap�tulo de
la prueba de las obligaciones.
Es lo que tambi�n resulta de sus fuentes remotas, las del derecho romano,
cuyo primitivo receptum y cuyo ulterior y pretoriano pacto de constitutum, m�s
ten�an que ver con el
juego de las acciones y del procedimiento con el del
que
convenio que entra�aban: Van Wetter, I, 70 a 73; Girar�, 602 a 608.
I 'ero hay una fuerte diferencia entre el acte del
recognitif c�digo fran-
392 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

se extinguen: por el pago; por la novaci�n; por la compensaci�n;


por la transacci�n; por la confusi�n', por la renuncia de los dere
chos del acreedor', por la remisi�n de la deuda; por la imposi
bilidad del pago (cons. S�nchez Rom�n, IV, 404 y ss. ; Lom�naco,
II, 110: Crescenzio y Ferrini, 472 y ss.)."

c�s y nuestro reconocimiento. En derecho franc�s es indispensable la presen


taci�n del t�tulo primordial, a menos que su tenor haya sido reproducido o a

menos de varios reconocimientos conformes y con posesi�n de treinta a�os. Qui


z� por lo muy criticado de esa disposici�n (Delvincourt, II, 185, texto y n. 4;

Toullier, V, 2a parte, 314; Duranton, XIII, 263; B'onnier, II, 782 y ss.; etc.),
que violaba disposiciones contrarias del mismo c�digo franc�s, como las de los
art�culos 695 y 1320, nuestro codificador no se decidi� a exigir lo mismo (Beu-

dant, 1014 y ss., cree justificable la doctrina del c�digo franc�s).


Entre nosotros, pues, el t�tulo en que conste el reconocimiento prueba la

obligaci�n, siempre que en �l se exprese la causa, la importancia y la �poca


de la misma.
540 a. Reconocimiento y obligaci�n sin causa. �

Es verdad, con todo,


que tales requisitos no se armonizan
gran preceptocosa con el de nuestro
art�culo 500, seg�n el cual, y de acuerdo con el m�s elemental buen sentido, la
causa, debe ser presumida, por lo mismo que no es concebible que nadie vaya

a
obligarse si realmente no es deudor. V�ase c�mo ese resabio feudal de la
exigencia del t�tulo originario, que apuntan los comentaristas franceses, ha
llegado a infiltrarse en parte en nuestro derecho.
Una buena interpretaci�n debe tender a restringir todo lo posible la nor
ma del art�culo 722, que tanto choca contra principios del m�s riguroso y cien

t�fico derecho, y limitar la aplicaci�n del mismo a los supuestos estrictos en

que se trate de un reconocimiento.


As�, cuando un testador mande pagar
servicios debidos, mercader�as recibidas, etc., o cuando por actos entre vivos
se diga, por ejemplo, � pag�ese 100 $ a Fulano � o � debo 100 $ a Zutano �,
habr� que pronunciarse en el sentido de que en tales casos no hay un recono
cimiento sino una obligaci�n sin causa, pues no se ha querido otorgar un docu
mento de prueba de la obligaci�n, sino hacer constar lisa y llanamente la obli

gaci�n misma, por donde el art�culo aplicable no ser� el 722 sino el 500 .

541. Reconocimiento judicial. Y esa interpretaci�n es tanto m�s per


mitida cuanto que nos encontramos aqu� en el terreno com�n de lo sustantivo


y lo adjetivo del asunto, en cuya virtud tambi�n tienen su palabra las leyes
procesales, que pueden ampliar y hasta modificar al c�digo.
En este mismo se admite la prueba de la confesi�n, que no es otra cosa

que la del reconocimiento, y hasta con sujeci�n a lo que se disponga en los ci


tados c�digos procesales (art. 1190, inc. 3o). Y en el C�digo de procedimientos

que rige para la Capital y los territorios, la confesi�n judicial figura como
prueba eminente, como la probatio probatissima del derecho tradicional. De
ah� que nuestros tribunales hayan podido resolver que constituye plena prueba

(C�m. civ., 66, 189), sea cual fuere la importancia de los derechos en juego
(C�m. civ., 173, 11). Y de ah� que se haya llegado a equipararle la confesi�n
ficta (pronunciada en rebeld�a del absol vente que no comparece) : >S'. C, 82,
pago 393

545. /Tal enumeraci�n no es completa en el c�digo. �

Cabe

apuntar, por ele pronto, que tal enumeraci�n es in�til, pues esa
contiene otra cosa epie cada uno de los medios
segunda parte no

enunciados. Tambi�n se puede observar que dista de ser completa.

Faltan: el t�rmino extintivo o resolutorio (art. 567), la condici�n

380; 87, 177; 90, 14; C�m. civ., 45, 180; 51, 14; 54, 179; 59, 358; 64, 240;
339 ; 73, 185. Por eso tal
75, 178; 75, 185; 129, 270; 143, 73; C�m. com., 61,
confesi�n ficta puede, por ejemplo, interrumpir la prescripci�n (C�m. com. en
J. A., I, 479), acreditar la falta de causa de la obligaci�n (C�m. com. en G. F.,
C�m. civ. G. F., etc. Es verdad, sin embargo,
30|1X|917; v. 2% en
18�X|917) ;

que a este �ltimo respecto la moderna jurisprudencia es, con toda raz�n, m�s
tenida cuenta ante
temperada : la prueba ficta que as� resulta no- puede ser en

lo positivo de documentos y dem�s constancias del expediente, pues no hay


ficci�n que pueda sobreponerse a realidad alguna; al extremo de que basta
la negativa categ�rica contenida en la contestaci�n de la demanda para que
esa prueba deba ser desechada (C�m. civ., 173, 284; C�m. civ. 2a en B. L. J .,

I, 707, y en J. A., I, 715), a menos de circunstancias opuestas (C�m. civ. la en


G. F., 25|X|917).
Debo agregar las siguientes observaciones jurisprudenciales: Ia equivale a
confesi�n judicial la que se haya hecho en otra contienda distinta de aquella
en que el confesante es actualmente demandado (C�m. civ., 75, 171), a meno�
que se trate de un reconocimiento t�cito de pagos parciales y por obligaci�n
distinta (S. C. en 67. F., 21 1 IX 1 917) ; 2a no hay confesi�n ficta contra menores
y de parte del c�nyuge sup�rstite (por aplicaci�n de uno de los incisos del ar
t�culo 297: C�m. civ. 2a en G. F., 17|IV�917) .

542. Reconocimiento extrajudicial. La confesi�n extrajudicial no es


una confesi�n ni un reconocimiento hoc sensu, pues no tiene las garant�as y


la personalidad de la judicial, por lo mismo que es justificada mediante otras

pruebas (documentos, presunciones y, sobre todo, testigos). De ah� que no ofrez


ca nada de
particular (cons. c�d. procesal citado, art. 138; Caravantes, II, 856;
Eicci, II, 234; Lessona, I, 565 y ss.; C�m. civ., 168-90; 172, 95; C�m. fed. en
J. A., I, 16; etc.).
Como se comprender�, esto se refiere a la mayor o menor dificultad para
acreditar en tal confesi�n la existencia del reconocimiento. Justificado �ste, y
con �l la obligaci�n, corresponde aplicar en su plenitud los principios del

c�digo, que no s�lo no distinguen, sino que, adem�s, por sobre todo se refieren
al reconocimiento privado, vale decir, al cpie es hecho fuera de juicio.
543. Conclusi�n. Se ve, entonces, a qu� queda reducido lo restrictivo

de los art�culos 722-3, aun en el terreno del puro reconocimiento: establecidas


la causa, la importancia
y el tiempo de la obligaci�n, ser� de cargo del deudor
la prueba de que en �l se
agrava la obligaci�n primitiva, exactamente como en
cualquier supuesto en que se quiera desvirtuar la causa o demostrar la ausencia
de la misma. Y fuera de ello, el acreedor
podr� recurrir a la prueba testimo
nial, ante un reconocimiento escrito, y aun constante en documento privado,
sean cuales fueren el
origen o la ca\isa de la obligaci�n y el monto de la
misma (art. 1191), como ya se ha resuelto: C�m. civ.,
77, 165.
394 � EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

(art. 528), la muerte o la incapacidad del deudor en lasobliga


ciones de hacer y en todos los v�nculos de car�cter personal (art.
1640-3, 1758-9, 1963, inc. 3" y 4", etc.), la nulidad (art. 1050), la
prescripci�n (art. 3947), etc.
La verdad es que no ha
podido serla. Primero, porque varios
de esos medios generales, como pasa con los de la muerte o
no son

la incapacidad y con casi todos los restantes. Despu�s, porque algunos


de ellos, como la nulidad, no son privativos ele las obligaciones,
desde que son comunes a cualquier acto jur�dico.
Pero cierto que en dicha enumeraci�n se incurre en este �l
es

timo defecto. La transacci�n, lo mismo que la renuncia, la imposi


bilidad y la confusi�n, distan mucho de ser privativas de las obli
gaciones. Basta ver los art�culos 842 y respecto de la transac
ss.

ci�n, el art�culo 872 (este �ltimo concordante con el principio del


art. 19) y sus numerosos concordantes
(2924-33, 3047, 3193, 3345 y
ss., etc.) respecto de la
renuncia, los art�culos
2604, 2934 y ss., 3051,
etc., respecto de la imposibilidad, y los art�culos 2928, 3055 y ss.,
etc., respecto de la confusi�n; todos los cuales prueban que cual
quier derecho, sea creclitorio o no, puede ser objeto de ellas.
546. Clasificaci�n de esos medios. Todos esos medios, y nos

atendremos a los del art�culo 724, pueden ser reducidos a dos

fundamentales, seg�n (pie en ellos haya prestaci�n o no, esto es,


seg�n cpie .el acreedor reciba satisfacci�n o no, y pueden ser cen
tralizados en estos dos : el pago y sus equivalentes, y el no pago,
entendi�ndose el concepto � pago � en su m�s amplia acepci�n. Hay
pago en el pago stricto sensu, en la novaci�n, en la compensaci�n,
en la transacci�n y en la confusi�n. No lo hay, en la renuncia (y
en la remisi�n, que es la renuncia de los derechos creditorios o de

obligaci�n), y en la imposibilidad, si bien es cierto que en esta


�ltima puede ni haber obligaci�n.
547. No todos los medios tienen los mismos efectos. �
Pero
esto tiene escasa importancia pr�ctica. De mayor inter�s es esto

otro: si los distintos medios extintivos tienen los mismos efectos.


Cabe apuntar de entrada que no. Unos obran de pleno dere
cho : por el mero hecho de que se produzcan o existan, la extinci�n
obligatoria, se opera. Tal pasa en todos los del art�culo 724: ya se
ver�, m�s adelante, n�mero 806 y siguientes, si la compensaci�n,
contra lo que se pretende por algunos, obra tambi�n entre nosotros,
de pleno derecho, como creo. Otros no obran de pleno derecho:
mientras no los invoque el interesado, mientras �ste no los alegue
y los haga valer, la extinci�n no se produce, porque el medio no exis
te. Es lo epie se tiene en materia de nulidad relativa (art. 1048), de
PAGO 395

pacto comisorio en derecho comercial, (art. 216) y en compraventa


civil (art. 1375, inc. 3o), de prescripci�n (art. 3962 a 3), etc. Podr�
el acto ser nulo, podr� haber la expresada condici�n o cl�usula reso
lutoria, podr�, la obligaci�n estar astron�micamente prescrita :
mientras el interesado no declare que quiere la nulidad, o que
opta por la resoluci�n, o que opone la prescripci�n cumplida, mien
tras, de consiguiente, no exista esa manifestaci�n de voluntad, no
habr� nulidad, ni resoluci�n, ni prescripci�n.

SECCI�N 2a

PAGO EN GENERAL

I. �

548. Concepto y requisito. �

El concepto pago tiene


cuatro acepciones jur�dicas. Ya se ha visto la m�s amplia : hay

pago siempre que la obligaci�n se extinga (sin anularse o resolver


se), ya mediante un pago propiamente tal, ya mediante una
novaci�n, una compensaci�n, etc., que le equivalen. Otra acepci�n,
m�s estricta, es la del art�culo 725: El pago es el cumplimiento (de
la prestaci�n que hace el objeto) de la obligaci�n, ga �e trate de una

obligaci�n de hacer (o de no hacer), ya de una obligaci�n de dar.


As�, paga quien cumple directamente con lo debido : ejecutando el
hecho; dejando de efectuar un acto o entregando la cosa. Otra
acepci�n, todav�a m�s estricta, es la que se tiene en la del pago de
las obligaciones de dar, y que es la corriente en el c�digo, como
puede verse en muchos art�culos del mismo. Y existe una �ltima, '

en cuya virtud hay pago en el cumplimiento de las obligaciones

de ciar sumas de dinero. Es esta la m�s estricta, y la que se tiene


en el concepto vulgar, acaso
porcpie lo ordinario es epie se deba
dinero, que es lo m�s com�n y corriente en la vicia (el mismo c�digo
la adopta mucho m�s ele una vez: art. 756-70, etc.).
De m�s est� observar que la acepci�n que corresponde es la
segunda, a menos de disposici�n contraria, pues el pago est� legis
lado sobre la base de la acepci�n fijada en el citado art�culo 725.
De consiguiente, se trata del pago-cumplimiento, sea cual fuere
la obligaci�n. Y por tanto, se trata de un acto
que supone,
indispensablemente, la existencia de esa obligaci�n, -y que entra�a
la extinci�n regular de la misma. Esto se lo
dispone en los c�di
gos corrientes (c�d. franc�s, 1235; c�d. italiano, 1237;
etc.), en
los siguientes t�rminos : � todo
pago implica una deuda �. De ah�
que el pago que no responda a una deuda (el pago por error, el
pago sin causa, etc., de los art. 784 y ss.), no sea un
pago y resulte
396 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

nulo; por donde puede ser repetido, como se ver� en oportunidad


(n� 693 y ss.).
Si alguien sostiene que no es indispensable la existencia de
una deuda previa para
cpie exista un pago v�lido (C. Scuto, Natura
giuridica del pagamento, en R. D. Comm., XIII, 353 y ss., n� 11, y
Natura giuridica e fondamento della ripetizione delVindebito, en
la R. I). C, IX, 1 y ss. y 145 y ss., nosl a 13), lo hace de puntos
de vista que, sobre ser discutibles, resultan propios del derecho
italiano.
El principio firme es que el pago de lo no debido no es un

pago y puede ser repetido : si alg�n en excluye la repe


caso se

tici�n, no es porque se d� validez al pago mismo, sino porque la


acci�n no es ejercible por motivos de otro orden (median terceros,
el accipiens de buena fe ha consumido lo entregado, etc.) que nada
dicen del car�cter y la funci�n del pago, sino con relaci�n
acerca

a los efectos de la transmisi�n ele un derecho (cpie existe en el


pago realizado, como en muchos otros actos).
II. Qui�n puede pagar. �

A. �

549. Prenociones. �

Son
varias las personas epie pueden pagar, aunque prima facie disuene
un poco eso de poder pagar una obligaci�n, que parece contra
dictorio.
Es epie, en obligaci�n, sobre todo del punto de
principio, la
vista activo, es menos un v�nculo, menos una relaci�n individual,-
que un inter�s y un patrimonio en juego. De ah� la relativa inde-
pendizaci�n que ella afecta en muchos supuestos: el cr�dito puede
ser cedido, el t�tulo al portador (que no es m�s que una obligaci�n)

hasta se comporta como una cosa (art. 731, inc. 2o, y 2313 del C�digo
civil y art, 742 del c�digo comercial), etc., sin que por ello se
desvirt�e el car�cter del derecho creditorio. >

De ah� que el romanismo obligaci�n en el de


subjetivo de la
recho primitivo, vaya siendo substituido progresivamente en el
derecho moderno por una objetividad creciente, que llega a culmi
nar aun en el aspecto pasivo con la cesi�n de deudas de los c�

digos alem�n y suizo, seg�n se ver� oportunamente (infra, n" 1090


y ss.).
Y de ah� que al acreedor le sea indiferente, en principio, la

persona, de quien le haga el pago. Lo epie le interesa es el hecho


mismo del pago, es la realizaci�n del valor econ�mico que en la

obligaci�n ten�a pendiente, es el acrecentamiento patrimonial que


ese cumplimiento entra�a.
B. �

550. El deudor. �

Claro est� que desde luego puede


pagar el deudor obligado. De ah� la regla del art�culo 726 : Pueden
PAGO 39T

hacer el pago todos los deudores que no se hallen en estado de ser

tenidos como incapaces, y todos los que tengan alg�n in


personas
ter�s en el cumplimiento de la obligaci�n.
-

Observar�, ante tocio, que en este art�culo se puntualiza una


circunstancia que- no debe ser generalizada: la relativa a la
capacidad del deudor epie paga.
Es que se supone, de acuerdo con la doctrina tradicional de

precepto dimana, todo pago no s�lo hay un acto


que el que en

sino adem�s verdadera convenci�n: el deudor ofrece


jur�dico, una

el pago; el acreedor acepta esa oferta.


Y puede no alguna : tal pasa con el manda
haber bilateralidad.
tario que cumple, y as� paga. M�s a�n: puede ni mediar un acto
jur�dico, seg�n acaece con la obligaci�n de no hacer, cpie bien pue
de ser cumplida v�lidamente, esto es, pagada, por los herederos
menores o incapaces del deudor premuerto (cons. Crome, Teorie-
fondamentali, 24, n. 13; Scuto, op. cit., en R. D. Comm., n� 2 y ss.).
C. �

551 Los interesados.


.
Y apuntar� despu�s cpie en el

art�culo se indica qu� otras personas pueden pagar: las que tengan
inter�s (jur�dico, bien entendido). Tal pasa con el aclcpiirente de
una cosa donada con cargos y que quiere impedir a su respecto la

revocaci�n de ella por incumplimiento del cargo (art. 1857), con


el fiador (art. 2029 y ss.), con el tenedor de un inmueble hipotecado
que procura impedir la venta que persigue el acreedor (art. 3163 y
ss.), etc.
Las respectivas razones son de toda obviedad : en el caso del
fiador hay un verdadero obligado, por m�s que lo sea subsidia
riamente ; en los casos deladquirente de una cosa donada con cargos.
o del tenedor de un inmueble hipotecado, hay una situaci�n de
intereses creados que la ley debe respetar, siempre que, seg�n es
el supuesto, se d� al acreedor la satisfacci�n a que tiene dere

cho, y siempre que, de otra parte, en el caso del cargo proceda la


acci�n contra ese adquirente, que es un perfecto tercero (n� 260, y
art. 1851 y ss.).
D. Los terceros. �

1� Cuando pueden. �

552, Principios.
El art�culo 727 extiende tal derecho plenamente ex
a los terceros
tra�os a la obligaci�n. He aqu� sus t�rminos : El pago puede
hacerse tambi�n por un tercero con asentimiento del deudor (,) y
aun ignor�ndolo �ste
(, y queda la obligeici�n extinguida con todos
sus accesorios
y garant�as). En ambos casos, ri que hubiese hecho
el pago puede pedir al deudor el valor de lo que hubiese dado
en
pago. Si hubiese hecJw el pago antes del vencimiento de la
deuda, s�lo tendr� derecho a ser reembolsado desde el d�a del
398 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

vencimiento (cons. C�m. civ. 2a, en J. T., agosto de 1913, p. 244, a

prop�sito del pago, hecho por el adquirente de una casa, de una

multa fiscal adeudada por el vendedor).


Y los art�culos 728-9 van todav�a m�s lejos: en el primero
sedispone epie el tercero puede pagar aun contra la voluntad del
deudor; y en el segundo, que tambi�n puede pagar contra la del
acreedor. He aqu� sus textos respectivos: El pago puede tambi�n
ser hecho por un tercero contra la voluntad del deudor. El que as�
lo hubiese verificado tendr� s�lo (s�lo tendr�) derecho a cobrar del
deudor aquello en que le hubiese sido �til el pago. .El acreedor �

est� obligado a aceptar el pago hecho por un tercero, ya pagando a


nombre propio, ga a nombre del deudor; pero no estar�, obligado a
subrogar en su lugar al que hiciere el pago.
553. Excepciones. Por lo dem�s, me remito a lo dicho

supra �n" 49), acerca del derecho general de un tercero para pre
tender cumplir con una obligaci�n. El principio general (art. 505,
inc. 2o) es en el sentido afirmativo: cualquiera puede cumplir por
un deudor.
Si el acreedor
pretende que la persona del deudor ha sido
para �l un motivo determinante, y que nadie puede cumplir
en la forma en que �ste lo habr�a hecho, deber� acreditarlo, pues

eso no es lo com�n, y las leyes no se hacen para casos raros. Y las ra

zones en cpie el acreedor se funde al efecto pueden ser de �rdenes

diversos: aptitudes art�sticas del deudor (se trata ele un cuadro,


de una escultura, ele una partitura musical, etc.), virtudes t�cnicas

(se trata de un puente no ordinario, de un pleito valioso o dif�cil,


etc.), solvencia (el acreedor puede acreditar (pie el tercero no
ofrece garant�as bastantes para las posibles acciones de evicci�n o
ele redhibici�n), prestaciones irreemplazables (caballos de tal marca,
vinos ele esta o de aquella f�brica, etc.), o cualquier otra circuns
tancia an�loga.
Lo �nico que se le puede exigir al acreedor es (pie pruebe su
inter�s jur�dico, por lo mismo que est�n en juego cosas de tal
car�cter. Y es jur�dico todo aquello que, como lo expuesto, se
resuelva en inconvenientes que desvirt�an los supuestos m�s o

menos expresos o presuntos correspondiente obli


que rodean a la

gaci�n, en cuya virtud la prestaci�n correspondiente va a resultar


desmerecida, cuando no desnaturalizada. Si, por ejemplo, adujera
que �l se hab�a obligado con el deudor por consideraciones perso
nales para con �ste, a epiien quer�a beneficiar con un negocio de

provecho, y que por eso no puede guardar tal consideraci�n en favor


PAGO 399

del tercero, har�a m�rito de circunstancias puramente personales,


nada objetivas, que dif�cilmente podr�an serle admitidas.
Ante ello, enalguno resulta necesario el precepto del
modo

art�culo 730: Si la obligaci�n fuere ele hacer, el acreedor no est�


obligado a recibir el pago (por la prestaci�n del hecho o servicio)
ele un tercero, si hubiese inter�s en que sea ejec�tetelo por el mismo
deudor. No s�lo se repite en �l un principio general, sino que
vuelve a consignarse lo ya dicho particularmente en punto a obliga
ciones de hacer en el art�culo 626.
Y no creo necesario advertir que el acreedor que se niegue sin
derecho a recibir el pago ofrecido por un tercero, incurrir� en la
consiguiente mora accipiendi (supra, n" 97 y ss.), exactamente como

si el pago le hubiera sido ofrecido por el deudor en persona, pol


lo mismo que est� � obligado � a aceptarlo, y ya que as� viola la res

pectiva obligaci�n .

2" (J�vio pueden pagar. �

554. Si caben -distingos. �

De lo

preceptuado en los art�culos 727


9, resulta : 1" cpie el pago puede
a

ser hecho con asentimiento del deudor, con ignorancia del mismo y

aun contra su voluntad ; 2" que tambi�n puede serlo contra la


'

voluntad del mismo acreedor ; 3" que el tercero puede pagar en


nombre del deudor o en nombre propio.
Veamos si esos distingos responden a exigencias positivas y
a fines dignos de protecci�n.

Se dice que el tercero que paga en nombre propio realiza un


acto de especulaci�n : por ejemplo, quiere gozar ele los ping�es in

tereses epie redit�a la suma debiela ; y cpie el tercero epie paga


en nombre del deudor efect�a m�s bien un acto de beneficencia en

favor del mismo, a cpiien, por razones de amistad o de considera


ciones personales ele cualquier orden, procura librar de las exigen
cias y apremios del acreedor.
De ah� el buen ojo con que miran los c�digos, sobre el modelo
franc�s, art�culo 1236, al que paga en nombr� del deudor : conviene
siempre favorecer los actos generosos, que aun en materia econ�mi
ca son
prenda ele educaci�n y ele auge solidarios. Por eso, y no obs
tante lo sibilino de la citada disposici�n del c�digo franc�s (in fine
del art. 1236, concordante con la del art. 1238 del c�digo italiano),
en cuya virtud se admite el pago por un tercero que obra a nombre
propio �siempre que �ste no se subrogue en los derechos del acree
dor �
(subrogaci�n que por derecho franc�s no ocurre legalmente
sino en casos
excepcionales, y que convencionalmente no est� prohi
bida, sino al contrario, art. 1250, sea que el tercero pague a nombre
del deudor o a nombre
propio), los respectivos autores y tribunales
400 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

han concluido en el sentido de que el tercero que paga a nombre

propio, y que as� realiza un acto de especulaci�n y no de beneficencia,


debe ser tratado con rigor epie el que pague en nombre del
m�s
obligado (cons. Aubry y Rau, IY, 316, n. 9; Demolombe, XXVII,
65-6 ; Huc, VIII, 57 ; Baudry, XII, 1395 a 7 ; Beudant, 777 ; Giorgi,

VII, 125-6 ; Lomonaco, II, 34 ; Ricci, VI, 251 ; Crescenzio y Ferrini,


421; etc.).
Del punto de vista de la subrogaci�n convencional, no hay en
nuestro derecho tal dificultad: ning�n tercero, ya pague a nombre

propio, ya pague a nombre del deudor, puede obligar al acreedor a


epie le subrogue (art. 729). En cambio, tenemos una complicaci�n
cpie dichos c�digos ignoran : es la que se refiere a la subrogaci�n
legal (art. 768, inc. 3o), que a mi juicio no corresponde a -quien pa
gue en nombre propio, sino, a lo sumo, a quien pague en nombre del
deudor, seg�n dir� m�s adelante (n� 660 y ss.).
555. Car�cter del pago por terceros. No ser� f�cil deter

minar, en lo concreto de los hechos, si el tercero ha pagado en nom


bre propio o en nombre del deudor. Creo, ante ello, que la presun
ci�n debe inclinarse segundo sentido : se favorece al tercero
en el
con la posible subrogaci�n (lo cual, adem�s de estimular el movi
miento y la circulaci�n de los valores, cuenta con el apoyo de alg�n
precepto af�n: art. 769, inc. final); y no se perjudica al deudor,
epie sigue obligado como antes. De consiguiente, ser� el tercero quien
tendr� cpie probar lo contrario, si lo pretende, para destruir as� tal
presunci�n. Con m�s raz�n, el deudor deber� probar, si lo pretende,
epie el tercero ha pagado contra su voluntad: se trata de un hecho
positivo cpie �l alega y en cpie as� es demandante, por donde le
resultan aplicables los conocidos preceptos sobre el onus de la prueba :
adore non probante, absolvitur reus; ei incumbit probatio qui dicit,
non ei qui negat.
556. Pago contra la voluntad de acreedor y deudor.

Hay
que hacer menci�n de circunstancia que el c�digo no contem
una

pla : en el supuesto de que tanto el acreedor como el deudor se nie


guen al pago que quiera hacer el tercero �.tiene �ste derecho de efec
tuarlo? El art�culo 728 dice que s�, pero refiri�ndose tan s�lo a la
negativa del deudor. Y el art�culo 729 dice lo propio con relaci�n
a la negativa particular del acreedor. Queda, pues, intacto lo con
cerniente a la doble negativa de ambos.
Creo que en tal caso el tercero carecer�a de cualquier derecho.
El art�culo 728 es concebible porque la ley quiere el beneficio del
acreedor. Y el art�culo 729 tambi�n lo es, porque la ley quiere el
beneficio del deudor. De ah� que ni el acreedor pueda imponerse
PACK) 401

contra los derechos del deudor, ni �ste pueda lo propio contra los
del acreedor. Pero cuando ni uno ni otro est�n en conflicto, cuando
no consulta el beneficio ele ninguno de los sujetos de la obliga
se

ci�n, el tercero es un perfecto extra�o al invadir jurisdicciones to


talmente ajenas y en que no se consulta el favor de ninguno ele los
interesados sino el propio: la obligaci�n tiene aspectos objetivos, es
verdad; pero en esencia es un v�nculo personal (epie no es lo mismo
que individual), que no puede ser equiparado a una cosa.

3" Acciones del tercero que paga.


557. Contra el acree

dor __
Los efectos del pago por terceros, son relativamente com

plejos.
Distingamos, seg�n que se refieran al acreedor desinteresado o

al deudor por quien se ha pagado o cuya deuda se extingui� res

pecto del antiguo acreedor.


Con relaci�n al acreedor no hay otros efectos que los del mero

pago : puede exigir de �ste el correspondiente recibo, como


el tercero

puede, desde luego, seg�n se ha visto, obligarlo a cpie reciba el


pago, a, menos que el acreedor demuestre su inter�s jur�dico en lo
individual de la obligaci�n y del respectivo cumplimiento.
V sea (pie el tercero pague a nombre del deudor o a nombre

propio, no puede compeler al acreedor a que lo subrogue en los de


rechos de �ste contra el deudor(art. 729) .

558. Contra el deudor (acci�n �de in rem verso�). Los �

efectos importantes se producen con relaci�n al eleudor, contra el


cual pretender� el tercero recobrar lo que ha desembolsado.
Sus acciones en tal caso variar�n de acuerdo con las situacio
nes creadas.
Si ha
subrogado (convencional o legalmente), puede ejer
se

cer, en la medida de su desembolso, las mismas acciones que ten�a


el acreedor, cabalmente porque, como subrogado, como sucesor ele

�ste, lo representa y tiene al respecto la personer�a que el acreedor


ten�a: as�, si el deudor estaba obligado por un pr�stamo, por el
precio de un servicio o de una cosa, etc., el subrogado ejercer�
contra �l, respectivamente, la acci�n de mutuo� la de locaci�n de

servicio, la de compraventa, etc.


Si no ha sido subrogado en los derechos del acreedor, entonces,
como no es sucesor ele
�ste, ejerce jure proprio contra el deudor la
acci�n de enriquecimiento cpie cuadre seg�n las circunstancias : ya
la simple condictio indebili (repetici�n del
pago hecho), autoriza
da por el inciso 2� del art�culo 727 ; ya la negotiorum
gestio del ar
ticulo 2298, si el asunto puede ser encuadrado en el
principio del
art�culo 2288 (como ocurrir� cuando el tercero haya pagado a nom-

Colmo, Oblig. �

T. I. 26
402 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

bre del deudor) ; ya, cuando el tercero pague a nombre propio o no

pueda ser considerado un gestor (art. 787, inc. 3", y 2301 a 3), U
actio de in rem verso empleo �til, indicada en el art�culo 728
del
y completada en los art�culos 2306-9 (en cpie vienen a resumirse las
dos anteriores, y todas las cpie corresponden al enriquecimiento
sin causa, por lo mismo que en aqu�llas no se hace m�s que repetir
contra el deudor beneficiado el importe del beneficio que se le ha

procurado). Lo que hay es que este beneficio puede ser total o no:
si lo es, se tiene un derecho de repetici�n pleno, como en el supuesto
del inciso Io del citado art�culo 727; si no lo es (se ha pagado la
deuda antes de tiempo, se ha pagado m�s que lo que se deb�a, se ha
pagado intereses ya satisfechos o todav�a no exigibles, etc.), enton
ces el derecho de repetici�n se limita al favor efectivamente reci

bido por el deudor. Claro est� cpie ser� el deudor quien deber� de
mostrar epie el beneficio recibido no responde al desembolso hecho

por el tercero: mientras as� no se haga, �ste tendr� derecho de re


petir todo cuanto pruebe haber desembolsado (cons. C�m. civ., 129,
229 ; C�m. civ. Ia en G. F., 3�VIII|917, y en J. A., II, 48, 611 y 903 ;
C�m. fecl. en J. A., 1,-625; con la advertencia de cpie en varios de
esos fallos se contempla dicha acci�n fuera del pago ; acide, II. Lou-

bert, L'actian de �in rem verso�, en Revue critique, 1912, 396,


as� como lo pertinente de las obras epie cito en el n�mero 690; y
t�ngase bien presente que esta versio m rem reviste en derecho mo
derno el aludido car�cter general, malgrado lo muy particular y li
mitado de su contenido en el derecho romano : cons. Wetter, III,
193; Girard, 669; F. Leone L'az�one d'arricchimento, 13 y ss. y 69;
S. Riccobono en R. D. Comm., XV, 410 y ss.).
E. Capacidad para pagar, �
Io Casos comunes. �-

559. Prin
cipio. ��

Quien paga, sea el deudor, sea un tercero, realiza un acto

jur�dico (ordinariamente, sobre todo en los pagos cpie entra�en la


transferencia de unacosa, o, en general, la bilateralidad de su oferta
y aceptaci�n: supra, n� 550). De ah� que requiera en el pago
se

todo cuanto es indispensable en un acto jur�dico : capacidad, obje


to l�cito, etc. �A qu� vienen, entonces, las disposiciones de los ar
t�culos 726-37-8 que repiten preceptos as� de derecho com�n?
560. Pago hecho por deudor insolvente. Ya se ha visto el

texto del art�culo 726. He aqu� los de los otros dos : El pago hecho

por el deudor insolvente en fraude de otros acreed&res(,) es de, nin


g�n valor. Cuando por el pago deba transferirse la p-ropiedad de

la (una) cosa, es preciso para su �validez(,) que el que lo hace sea pro
pietario de ella y tenga capacidad ele enajenarlo,. Si el pago fuese
de una suma de dinero o de otra (una) cosa que se consuma por el
PAGO 403

'.uso puede
no ser repetido contra el acreedor que la haya consimiido
de buena fe.
En cuanto al art�culo 737 hay que observar : 1� cpie es nulo cual

quier acto fraudulento, y no ya solamente el pago (art. 954) ; 2o que

�es nulo cualquier acto de un insolvente, y no tan s�lo el pago (art.


1040 y ss.) ; 3o epie en el acto fraudulento ni siquiera es menester
la incapacidad del agente (art, 961 y ss.) 4� cpie lo del �ning�n �

valor � puede no ser cierto, pues es perfectamente v�lida la trans


misi�n onerosa ele la prestaci�n recibida, el pago fraudulento a
en

un tercero de buena fe (art, 970). De ah� que ni lo del � deudor in


solvente � ni lo ele �fraudulento� digan nada ele nuevo, ni, menos

.a�n, ele bueno (cons. sobre el art�culo el caso jurisprudencial ele una

-cesi�n hecha por undeudor insolvente, ele la C�m. civ. 2" en J. T.,

1914, junio, 239; C�m. civ. 2o en R. L. J'., IV, 948; la C�m. civ. 2",
�en G. F'., 11JXJ916, ha sentado, con raz�n, epie la renovaci�n o es

peras concedidas no inducen insolvencia).


561 . Calidad de propietario. �

En cuanto al art�culo 738 :

1" que ello no es cierto en materia de muebles 2412 y sus con


(art.
cordantes, 550-97, 2272, 2767, etc.), a menos epie medie mala fe en
-el poseedor, o se trate ele muebles robados o perdidos ; 2o epie ni si-
�quiera es fundado en materia ele inmuebles, como ocurrir�a en el
supuesto de un propietario aparente de perfecta buena fe, epie los
ha adquirido en forma y los ha transmitido a un tercero de buena
fe y por acto oneroso (art. 2777 y sus concordantes: por ejemplo, el
heredero a cpiien se le ha hecho una donaci�n cpie luego resulta
inoficiosa, y que la vende a un tercero ; o bien el de un sujeto cpie
-compra por escritura p�blica un inmueble a alguien que se titula
�asado y que. resulta viudo ; etc. ; v�ase lo cpie sobre el fondo de
este t�pico digo en el n�705) ; 3o epie el dinero y las cosas con
sumibles son cosas muebles, y est�n as� bajo el amparo del gran pre
cepto del art�culo 2412.
2o Cr�dito embargado. �

562. Principio. Fuera ele ello,


aun

el pago hecho por un deudor capaz puede ser nulo, por raz�n de una

especial incapacidad de derecho. Tal ocurre en el supuesto del ar

t�culo 736 : Si la deuda estuviese pignorada o embargada judicial


mente, el pago hecho al acreedor no ser� v�lido. En este caso la nu

lidad del pago aprovechar� solamente a los acreedores ejecutantes o


demandantes, los que se hubiesen constituido la
o a.
prenda, a quie
nes el deudor estar� obligado a pagar de nuevo, salvo su derecho a

repetir contra el acreedor a quien pag� (cons. S. C, 22, 169).


He aqu� el doble supuesto de la ley : A debe 100 $ a B ; B debe
100 $ (o s�lo 50 �,
500) a C; �ste hace intimar judicialmente a A
404 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

�.que no pague a B lo que le debe, pues �l, C, es acreedor de 1>, y


quiere cobrarse (.totalmente o en parte, seg�n cuadre) sobre el
cr�dito de.B A; o bien A
contra debe 100 $ a B, �ste da a C en
.prenda (en cauci�n, como se dice en lenguaje
corriente) el t�tulo
de ese cr�dito, por raz�n de que C le presta, sobre tal garant�a, una
suma cualcpiiera, y C, que encuentra que B no le paga la
deuda,.
hace intimar judicialmente a A que no pague �ste lo cpie adeuda a.
B, pues �l, O, trata d� cobrarse sobre su importe lo cpie B le debe.
En ambos casos, esa intimaci�n implica el embargo de la deuda, vale
decir, la in disponibilidad de la misma por parte del deudor, que. no-
podr� pagar en adelante sino a quien. y c�mo se resuelva por el juez.
Y en los dos casos, C hace uso de un derecho evidente, cuyo ejercicio>
se contiene en lo que se llama la acci�n subrogatoria (art, 1196),,
en cuya virtud el acreedor puede. ejercer en su provecho las acciones.

que su deudor tenga contra terceros de quienes sea a su turno


acreedor.
563. Elembargo debe ser judicial. Ante todo, la intima

ci�n, o^el embargo, debe ser judicial. Es cpie la intimaci�n, o el


embargo, es una orden, que s�lo puede ser dictada por la autoridad
competente del juez, por lo mismo que es relativa a controversias
jur�dicas. Sin embargo, hay casos de embargos tan efectivos como
los judiciales, y (pie s�lo tienen origen privado. Es lo (pie pasa en
los supuestos de los art�culos 693, 748 y ss., 808, etc., del c�digo
comercial ; y lo que puede ocurrir en los de los preceptos ya vistos
del C�digo civil (art, 731, inc. 6o, y art, 732). Pero esto es excepcio
nal. De ah� que, a menos de disposici�n contraria de las mismas le
yes, el principio del art�culo 736 deba imponerse.
564. La indisponibilidad es relativa. Dejando ele lado lo�

relativo al concepto de la � pignoraci�n �, sin�nimo con el de la.


prenda (art, 2076, 3210-37-8, 3755, etc.), cabe apuntar que la indis-
ponibilidad que se produce con el embargo no es absoluta sino rela
tiva: s�lo aprovechan ele ella los que han pedido y logrado el em
bargo (C�m. com. en G. F,, 19|VII�916, y en R. L. J'., IV, 191). Y
as�, en el caso de que el deudor A hubiese pagado a B lo (pie le adeu
daba, no obstante el embargo pedido por C, s�lo �ste podr�a pedir la
nulidad del pago hecho por A, o, lo epie es igual, obligar a �ste (o a
B, en defecto de A) a que le pagara a �l, C, el importe de aquello en
que con tal pago le hubiese irrogado perjuicio. D, por ejemplo, que
es otro acreedor de B y que no hab�a pedido ni logrado embargo al

guno, no podr�a pretender la nulidad del pago hecho por A, por


lo

mismo (pie no existiendo la indisponibilidad a su respecto, mal pue-


PAGO 405

de invocar un derecho que no ha tenido la precauci�n de crearse,

como ha hecho A.

Ello no impide que D, u otro cualquiera, tambi�n embargue el


cr�dito de B contra A, siempre que tenga derecho al efecto, vale de
cir, siempre que sea acreedor de B. Pero entonces la indisponibilidad
del cr�dito con relaci�n a D s�lo existir� a partir de tal embargo,
esto es, a contar del momento en que se haya hecho la debida notifi
caci�n al deudor A. De suerte cpie los pagos que �ste haya podido
hacer con anterioridad a dicha notificaci�n, ser�n v�lidos (salvo el
�caso de mala fe ele A, lo que es de regla, com�n: art. 1077), no

obstante el ulterior embargo, contra D y contra quienquiera que


haya embargado despu�s de esos pagos.
565. La indisponibilidad es parcial. �

Todo ello parece evi


dente. Lo que no lo es es lo que sigue: practicado" un embargo (o
dos o m�s), la indispemibilidad que de ellos resulta �es total o par
cial? Sup�ngase que el cr�dito de B contra A es de 1000 $, y que
� lo embarga por 100, y D por 200 ; � podr�a A pagar a B por lo
menos los 700 de la diferencia, o bien estar�a obligado a no hacer

�a �ste pago- alguno, ni aun por un centavo 1

Los autores franceses e italianos resuelven, con relativa Unifor

midad, y de acuerdo con la jurisprudencia corriente en su pa�s,


que la indisponibilidad es total, aunque" parezca innecesario y poco
equitativo, pues no se concibe que por 10 $ haya derecho para ha
cer indisponibles 100 � 1000 � 10.000
(cons. Demante y Co�met de
Santerre, V, 181 bis, IV y ss. ; Demolombe, XXVII, 209 y ss. ; Huc,
VIII, 27; Bauelry, XII, 1458; Planiol, II, 466; Colin y Capitant,
U, 86 a 88; Crome, Teorie fondamentali, 23; Zachariae-Crome, II,
"298, n. 13 ; etc. ; as� como Giorgi, VII, 56 ; Lomonaeo, II, 114 in fine;
Rieci, VI, 255, y Crescenzio y Ferrini, 421, no se pronuncian
para el derecho italiano).. La raz�n que invocan al efecto es la
siguiente: si la indisponibiliclad no fuera total, y el deudor A pu
diera, de consiguiente, pagar al acreedor la diferencia posible en
tre el total del cr�dito de �ste
y el de los embargos, dejando un
margen prudencial para costas e intereses eventuales en favor de
los embargantes,
podr�a ocurrir que despu�s del pago de esa di
ferencia al acreedor B, hubiera acreedores ele �ste que em
otros

bargasen, como C, el cr�dito del mismo contra A. Ahora bien, en


nuestro derecho, a diferencia de lo que antes pasara (prior tem-
pore, potior jure!), y de lo que acontece en el moderno derecho
germ�nico (art. 803-4 del respectivo c�digo procesal), la prelaci�n
de los embargos no crea derecho preferente alguno (S. C.,. 13, 205;
91, 396; C�m. civ., 88, 95; 91, 77; 101, 197; 105, 256; 128, 35; S.C.
EXTINCI�N DE LAS iOBLIGACIOKKS
406;

B. A-, VII; 10, .396), ya que los


embargantes posteriores, para evitar
que los que les han precedido puedan absorber para s� solos todo-
e.l cr�dito embargado, concursan al deudor, con lo cual todos los-
acreedores del mismo, sean cuales fueren las fechas de los respecti
vos cr�ditos y de los embargos
trabados, concurren proporcional-
mente (salvo lo excepcional ele los acreedores privilegiados) sobre-
el haber com�n, seg�n el art�culo 761 y ss. del c�digo procesal para.
la Capital y los territorios y el art�culo 3922 del C�digo civil, y de-
acuerdo con el art�culo 131 ele la ley de epiiebras mercantiles (fuera..
de concurso si hay derecho preferente, con relaci�n al. orden de ano
taci�n en el registro de los distintos embargos : C�m. civ., 200, 196 ~

C�m. civ. Ia en J. T XI �911, 160). En tal virtud, el acreedor G�


.,

epie ha embargado en tiempo, se ver�a obligado a sufrir el concurso-


de los acreedores que se han presentado despu�s que el deudor ha.
tenido tiempo de pagar la aludida diferencia al acreedor B, si la
indisponibilidad producida por el embargo de aepi�l fuera sola
mente parcial. Si �sta es total, el deudor A no ha podido hacer

pago alguno despu�s ele trabado el embargo por obra de C, quien-


as� no se ver� perjudicado por la ulterior presentaci�n ele otros.
acreedores de B, el deudor de todos ellos.
566. Cr�tica de la opini�n contraria. �

Encuentro poco gene


rosa soluci�n, y hasta lejos de ser del todo jur�dica.
la
Desde luego, resulta fuerte que, como ya tengo observado, una.
deuda de. 10 $ pueda hacer indisponible a otra de 100 � ele 10.000..
La acci�n no puede ir m�s all� del inter�s o derecho epie le sirven
de base (Garscnnet, I, 298), y el acreedor por 10 $.lo es por 10 $ y
no por 100 ni por 10.000.
En segundo t�rmino, la posibilidad ele otros embargos ulterio
res es una, mera eventualidad, que mal puede prevalecer sobre la cir

cunstancia positiva y actual del derecho de B sobre la diferencia.


entre su cr�dito y la de su propio acreedor.
En tercer t�rmino, y aun admitiendo esa posibilidad, nadie-

puede afirmar epie los embargos ulteriores puedan perjudicar efecti


vamente al embargante anterior, desde que, no estando concursado
el. deudor C, todos los acreedores del mismo tienen expedita su ac
ci�n contra �ste, sin necesidad alguna de recurrir al cr�dito ele?
mismo contra A.
En cuarto t�rmino, si esos acreedores consideran que la res
ponsabilidad de B est� limitada pecuniariamente al cr�dito expre

sado, deben ser lo suficientemente diligentes para embargarlo en

tiempo o para pedir sin. dilaci�n el concurso de B, con lo cual se


PAG.O 407

el embargo ele cualquier bien de B en favor de todos los


produce
acreedores del mismo.
En cpiinto t�rmino, tambi�n se perjudica a A, a quien se obliga,
acaso contra sus intereses, a dilatar el pago de su obligaci�n
venci

da, y a quien no le enredar�a otra soluci�n cpie la engorrosa de


una

consignaci�n judicial de lo debido, para librarse as� de otros embar


gos y de otras conservaciones de
derechos (ele los embargantes) que
Je son plenamente indiferentes.
En sexto y �ltimo t�rmino, en nuestro derecho procesal, toda

ejecuci�n, y aun un simple embargo preventivo, debe ser despachada


por cantidad l�quida (art. 451 y
475 del c�digo para la Capital y
los territorios), lo que supone la limitaci�n del consiguiente derecho
al respectivo importe.
Por lo dem�s, tal rigor de la indisponibilidad total supondr�a
un texto expreso. Y ese texto no est� consignado en ley alguna,
567. Lo dicho no excluye la mala fe. Lo dicho no excluye,

como ya he advertido, los actos de mala fe del deudor A, que, por

ejemplo, sabe que D, tambi�n acreedor de B, est� tramitando el


embargo del cr�dito, y se apresura, para perjudicar a D, a pagar a
'

B la susodicha diferencia ; o que sabe, o debe saber, cpie B est� pr�


ximo a ser concursado, no obstante la cual le hace pagos. En virtud
de lo dispuesto en el citado art�culo 1077, de lo estatuido en el ar
t�culo 961 y siguientes y de lo preceptuado en el art�culo 76 y si
guientes de la ley de quiebras (cpie son meras aplicaciones de aqu�
llos, y que as� pueden ser invocados por analog�a, art. 16), esos
actos dolosos o fraudulentos pueden ser anulados, con lo cual los
derechos de los acreedores epiedan o pueden siempre quedar en sal
vo, sin necesidad alguna de echar mano ele interpretaciones draco
nianas y de recursos no autorizados.
III. A QUI�N SE DEBE PAGAR, �

A. GENERALIDADES. �

568. El
principio. Pasando del pago al

cobro, ele lo activo a lo pasivo, ya


no es dable hablar ele derecho o facultad, precisamente porcpie la
obligaci�n se caracteriza como un inter�s o un bien que s�lo co

rresponde al acreedor. De ah� que la ley ya no diga � a qui�n se


puede pagar �, como hablaba a prop�sito de los epie � pod�an pa
gar �, sino a epii�n se debe pagar �. As� reza el art�culo 731 : El pago
debe hacerse: T a la persona a cuyo favor estuviere constituida la
obligaci�n (,) sino (si no) hubiese cedido el cr�dito, o a su leg�timo
representante, cuando lo hubiese constituido para recibir el pago, o
cuando el acreedor no tuviese la libre administraci�n de sus
bienes;
2 a cualquiera de los
acreedores, si la obligaci�n fuese indivisible
o
solidaria, (y) si el deudor no estuviese demandado por alguno de
408 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

ellos; 3" a cada uno de los


coacreedores, seg�n la cuota que les co
rresponda, si la obligaci�n fuese divisible, y no fuese solidaria; 4� si
el acreedor o coacreedor hubiese fallecido, a sus leg�timos sucesores

por t�tulo universal, o a los herederos, seg�n la cuota que a cada uno
perteneciere, no siendo la obligaci�n indivisible>�; 5" a los cesionarios
o subrogados, legal o convencionalmente; 6o al que
presentase el
t�tulo del cr�dito, si �ste fuese de pagar�s al portador, salvo el caso
de hurto o de graves sospechas de no pertenecer el t�tulo al porta

dor; 7o al tercero indicado para poder hacerse el pago, aunque lo


resista el- acreedor, y. aunque a �ste se le- hubiese pagado una parte
de la deuda. -

569. Su cr�tica general. �

Es bien inc�modo este af�n cons

tructivo, tan eminentemente te�rico y doctrinario (muy propio de


Freitas, cuya sugesti�n nuestro codificador s�lo ocasionalmente lo
gr� resistir), en cuya virtud, y como se hace en los tratados cient�
ficos, particularmente en los de ense�anza, se quiere presentar cada
instituci�n o relaci�n jur�dica en la totalidad ele sus proyecciones.
No se tiene en cuenta que en derecho tocio es rec�procamente fin y
medio, lo mismo que en cualquier cosa org�nica y que entra�e siste
ma" y unidad. Y se olvida que lo esencial en legislaci�n es ser

breve, para as� ser claro; como lo es ser �nico, para no resultar
contradictorio. �Qu� necesidad hay de expresar, como se hace en el
art�culo, que el pago debe hacerse en tales y cuales condiciones al
cesionario, al subrogado, al acreedor solidario o simplemente man
comunado, al heredero, etc., si todo ello est�^ dicho en las oportuni
dades respectivas? �Para qu� servir�an, los t�tulos de la cesi�n, de
la subrogaci�n, de la solidaridad, etc., sino para contener en ellos lo

especial de las respectivas,, situaciones 1 Basta, entonces, con que


cada instituci�n o relaci�n sea legislada en sus principios propios,

para que tocio se concilie e integre mutuamente, y para que cada


una ele ellas contenga lo cpie le es espec�ficamente privativo, sin
interferencias no siempre arm�nicas, y sin repeticiones tan poco
serias.
570. Observaciones exeg�ticas. �

Por ello, s�lo me limitar� a

observaciones incidentales con relaci�n al art�culo transcrito.


En el inciso Io se quiere hablar, per�frasis no del
en una

todo feliz, del acreedor originario. Si ha


cedido el cr�dito, entonces
rigen los art�culos 1457-8 y sus concordantes. El leg�timo repre
sentante de epie en �l se habla, puede ser no s�lo quien ha sido
constituido a efecto de recibir el pago tan s�lo, sino quienquiera que
tenga poder o representaci�n general o especial en que encuadre
el de recibir pagos (art, 1879-80 y ss. ; cons. S. C, 21, 300, y C�m.
pago 409

civ., 94, 244), as� aqu�l que tenga poder t�cito al efecto
como todo

(art, 915 y 1874), cuales son los cajeros de banco, los dependientes
ele comercio, los � empleados del acreedor que acostumbran cobrar
el mandatario aparente (arg. de los
por �l� (C�m. com., 82, 180),
art. 1933-4-8-67, etc., y S. C, 102, 4 y 18 cons. J. Cort�s, III, 101 y

a un falso procurador) etc. En cuanto al


ss., acerca del pago hecho ,

acreedor incapacitado, �ste obra por intermedio de sus represen


tantes necesarios (art. 56).
En el inciso 2" se repite disposiciones que ya conocemos: ar
t�culos 686 y 705-6. Lo �nico de nuevo es el agregado en cuya
virtud el criticable derecho ele prevenci�n consagrado en favor del
acreedor solidario, ha sido extendido al acreedor de prestaci�n indi
visible (supra, n� 495).
En el inciso 3o tambi�n nos encontramos con algo ya visto : ar
t�culos 675-93.
Lo mismo .
hay que decir con relaci�n al inciso 4o : art�culos
675-86. Lo �nico de nuevo es lo de � sucesores por t�tulo universal �,
contrapuesto a lo de �herederos �, como si en nuestro derecho hu
biera otros sucesores por t�tulo universal que no fueran los herederos
(supra, n" 61). Por lo dem�s, ello est� consignado donde corres

ponde: art�culo 3485 y ss.

Lo propio es preciso sentar respecto del inciso 5o: art�culos


767 y 1457-8, yparte el inciso 1" de este mismo art�culo 731.
en

Lo efectivamente nuevo, aparte el natural principio del inciso


1�(de que el pago debe ser hecho al acreedor, cosa que se pudo
omitir, pues.es ele rigor: art�culo 505 y sus concordantes), se en
cuentra en los dos incisos finales.
B. Casos particulares. �

571 . T�tulo al portador. �

El pri
mero ele ellos,
corresponde a una materia que entre nosotros
de es

derecho mercantil (art, 8o, inc, 4", del respectivo c�digo), y debe
regirse por los principios adecuados, seg�n la especie particular de
papel o documento de que en cada supuesto se trate (art. 598 y ss.,
739-42-98, ettc, del mismo c�digo).
El portador ser� o no propietario o acreedor efectivo, habr�
recibido o no el documento al solo objeto de recibir su pago, ser�
o no un
delegatario o un mero agente. Todo ello cuenta poco en el
caso: el hecho de
que sea portador le da t�tulo para cobrar v�li
damente, y por taiit" de exigir el correspondiente pago, m�s o
menos como el tenedor de una cosa mueble tiene en su favor, y
respecto de terceros, la presunci�n de propietario
ser y de repeler
cualquier acci�n reivindicator�a (art, 2412). >

No tengo por qu� desarrollar la teor�a de los t�tulos al portador,


410 extinci�n de las obligaciones

y me remito a las
siguientes autoridades: Savigny, Obligations ,

II," 62 y"ss. ; Saleilles, Obligation, 267 y ss. ; Vidari, III, 2076 y ss. ;
Vivante, III, 1437 y ss. ; Navarrini, II, 363 y ss. ; Thaller, 889 y
ss., y De la nature juridique du titre de cr�dit, 1907 ; etc., para no
citar los tratados especiales ele Wahl, Bruschettini, etc.
Por lo dem�s, la restricci�n contenida en nuestro inciso contra
un tenedor sospechoso, es perfectamente explicable y de derecho
corriente : art. 2771, y art. 804 del c�digo comercial.
572. � Adjectus solutionis gratia �. El segundo consagra

un principio que es tradicional en derecho: el del eidjectus solu-

tiones gratia. Su sanci�n legislativa es de toda obviedad : no s�lo se


respeta con ello la voluntad privada, que es soberana (art, 1197),
sino cpie adem�s se propende a fines pr�cticos, pues es posible eme
el acreedor haya designado al tercero para que obre como man
datario de �l, o para pagarle una deuda cpie �l, acreedor, tiene
para con ese tercero, caso en el cual se simplifica tr�mites y hasta
se solventa con un solo acto dos obligaciones.

De ah� las cortapisas que el precepto legal contiene : aunque


el acreedor se niegue despu�s a que el deudor pague al tercero,
el deudor podr� hacer al mismo el pago, y deber� hacerlo si el
tercero no est� designado conjuntamente con otro tercero o con el
mismo acreedor, sino como sujeto �nico epie puede recibir el pago.
Es que ese tercero puede ser un interesado jur�dico (como en el
supuesto indicado de que sea acreedor del acreedor de la obligaci�n
en juego : A debe a B 100 $ ; B debe a su turno 100 $ a C ; B con

viene con A en cnie los 100 $ que �ste le debe los pague a C), eme
ha aceptado esa soluci�n, y que as� es parte en la obligaci�n (art.

504), caso en el cual resulta, m�s que un adjectus o �tercero indi


cado �, un verdadero eiclstipulator y sujeto convencional. Si, pues,
el deudor se niega a pagar al tercero, puede perjudicar a �ste,
'

quien, acreedor cpie ha venido a ser, tiene contra el deudor las


como

mismas acciones del acreedor primitivo, ya para compelerlo, ya para


hacer cumplir a su obligaci�n por un tercero (si cuadra), ya,
costa la
en efecto de todo ello, para exigir da�os e intereses (art. 505) (cons.

sobre el adjectus: Savigny, II, 59, I; Molitor, I, 69, y II, 970; Dern

burg, II, 55, 3, 6) ; Windscheid, II, 342, n. 34; Wetter, Obligations, I,


el
5, I, 2o, y Curso, II, 287; Crescenzio y Ferrini, 421; cons. sobre
adstipulator, Molitor, I, 55 a 66 ; Ortolan, III,"l378 y ss. ; Dernburg,
II, 18, 2; Windscheid, II, 316; Wetter, Obligations, I, 5, I, 2o, y II,
98, I, C).
Es bueno observar cpie el eidjectus, o tercero simplemente indi
cado para el pago, y el aeUtipidator, aunque tengan el mismo
:'
�-"-"
pago 411

difieren
derecho fundamental de recibir, y hasta de exigir, el pago,
no El adstipulator, que es tal por la misma convenci�n o por
poco.
su aceptaci�n ulterior, es parte en la misma obligaci�n; el adjectus
no lo es, a tal punto que la indicaci�n de su persona podr�a ser
materia de
por aplicaci�n de principios notorios
en
revocada,
estipulaci�npor terceros (art. 1161 a 3). La literalidad aparen
temente contraria de nuestro inciso es enga�osa : el buen sentido
ense�a que la irrevocabilidad a (pie en �l se alude, es la relativa

al tercero que ha aceptado la indicaci�n, cpie por eso es parte. Es lo


en estipulaciones as�, por ejemplo, en materia ele
que se ve a diario
se/mros en favor ele terceros: el derecho estipulado en beneficio
del

tercero es esencialmente revocable por el constituyente, mientras el


tercero no lo haya aceptado (o ratificado, cpie en el fondo es lo

mismo), a menos que el constituyente o estipulante haya convenido


lo contrario con el promitente (el asegurador), pues ello ser�a de
derecho com�n (cons. c�digo alem�n, art. 332; c�digo suizo de
las obligaciones, art. 112, inc. 3"; c�digo brasile�o, art. 1100).
Por lo dem�s, nada corresponde apuntar aepi� sobre las rela
ciones entre el adjectus o el adsiipulator y el acreedor (acci�n re-
cursoria de �ste contra aqu�llos, etc.), pues son ajenas al pago y
al deudor, que es lo cpie por ahora nos interesa.
573. Acreedor putativo. .

En todos los casos del art�culo 731


se paga, en una otra, al acreedor, por lo menos a quien
forma u

tiene todas las apariencias legales ele serlo, aunque en realidad no


sea as� (como podr�a acontecer, en el supuesto del inciso 6�, con un

portador que hubiese adquirido el t�tulo en virtud ele una causa no

jur�dica, pues lo ha hallado, o hurtado, o lo lia falsificado,


lo ha
etc., en condiciones tales cpie no es posible alimentar sospecha
alguna, al respecto). Los art�culos 732-3, que parecen consagrar
excepciones con relaci�n a ese principio de que el pago debe ser

hecho al acreedor, no hacen m�s que confirmarlo.


He aepi�, desde luego, Jos textos correspondientes : El pago
hecho al que est� en posesi�n del cr�dito es v�lido, aunque el
poseedor sea despu�s vencido en juicio sobre la propiedad de la
deuda. El pago hecho a un tercero (que no tuviese poder para

�recibirlo), es v�lido en cuanto se hubiese convertido en utilidad


del acreedor, y en el todo, si el eicrcedor lo ratificase^
En el primero de ellos se trata del acreedor aparente o puta
tivo, como en el del recordado inciso 6o del art�culo 731, que no
es m�s
que una aplicaci�n ele ese art�culo 732. Es, por ejemplo,.
alguien que ha adepiirido el cr�dito pro herede o pro legato, en
virtud de un testamento cpie luego se anula, o que lo tiene pro emp-
412 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

tore (como cesionario) o pro soluto (como subrogado en un pago


por �l hecho), etc., y por raz�n de actos que despu�s han sido
anulados. De consiguiente, se trata del �nico acreedor que puede
contar, del acreedor que parece serlo. Es lo epie an�logamente pasa
en materia comercial, a prop�sito de
papeles a la orden o al por
tador : es posible que el endosatario haya fraguado el endoso en su
favor (le han dado la letra para cobrarla, y ha llenado el blanco del
endosatario con su nombre), o que el portador lo sea sin t�tulo
jur�dico ; con todo, y a menos de sospechas fundadas sobre el
fraude o el dolo, el pago que se les ha hecho es v�lido (art, 691 y
ss. y 809 y ss. del c�digo respectivo). Lo mismo puede ocurrir en
un pago civil : el acreedor aparente puede haber simulado de tal

suerte la persona del acreedor efectivo, ya falsificando Ja firma, ya

presentando documentos (substra�dos o fraguados) de identidad,


etc., que no ha sido dable abrigar sospechas al respecto. Se trata,
pues, de circunstancias y hechos epie caben en lo humano, y a nadie
es posible exigirle que lleve sus previsiones m�s all� de lo que es

humano (cons. nota jurisprudencial de B. Brugi en R. D. Comm.

XIII, 686 y ss.).


Por eso mismo hay derecho para reclamarle las precauciones
que entran en lo humano observar si el acreedor tiene aspecto de
:

tal seg�n las circunstancias, pedir al mismo pruebas de iden


tidad, etc.
Y esto deber� eontraprobado por quien lo pretenda, vale
ser

decir, por el acreedor verdadero, cuando haya habido un pago a


un acreedor aparente. El deudor que ha pagado se ampara en su
buena fe, que siempre se presume, seg�n he apuntado m�s de una
vez en el curso de .este estudio (arg. ele los art, 2362, 4008, etc.).
574. Pago a terceros ratificado por el acreedor. En el se�

gundo ele aquellos dos art�culos tambi�n viene a pagarse al acreedor':


si el acreedor ratifica el pago hecho al tercero, convierte por ello a
�ste en parte interesada en la obligaci�n, pues la ratificaci�n tiene
efecto retroactivo al d�a del pago (art, 1936, 2304, etc.) ; .y si el
pago hecho al tercero ha beneficiado al acreedor (pag�ndose, por
ejemplo, deuda de �ste para con el tercero), se tiene con ello
una

un pago que equivale al que se hubiese hecho al mismo acreedor, por

cuanto en una u otra forma se ha incorporado al patrimonio de


�ste un valor econ�mico igual Hay que adver
al beneficio recibido.
tir que en tal caso ser� de cargo del deudor la prueba de dicho
beneficio, pues ele otra suerte se habr�a pagado a un extra�o (cons.
sobre el art., S. C, 27, 441 ; 49, 373 ; C�m. com., en J. T 1914, mayo-,;
.,

237 ; C�m. fed. en J. A.. I, 632).


PAGO 413

C. Capacidad para recibir un pago. �

575. Principio. �

El

acreedor que recibe un jur�dico (art, 944 y ss.).


pago realiza un acto

De ah� (pie deba ser persona capaz, etc. Y de ah� las disposiciones
de los art�culos 734-5-9, cuyos textos son como sigue: El pago no
puede hacerse a persona impedida de administrar sus bienes. S�lo
ser� vcil-ido en cuanto se hubiese convertido en su utilidad. �

Si el
acreedor capaz de contraer la obligaci�n se hubiese hecho incapaz
de recibir el pago, el deudor que sabiendo la incapacidad sobre-
viniente se lo hubiese hecho, no extingue la obligaci�n (�El pago
hecho a un incapaz, no extingue la obligaci�n si el deudor
acreedor
conoci� o pudo conocer esa incapacidad �. Lo que est� dispuesto �

sobre las personas q%ie no pueden hacer pagos es aplicable a las


que no pueden recibirlos.
Las tres disposiciones, aparte sus fuertes defectos de redac
ci�n (particularmente en el caso del art. 735), son totalmente
in�tiles, pues se limitan a repetir preceptos notorios. Ello sin
contar con que la del art�culo 739 es simplemente ininteligible,.
desde que no se concibe tal paral elizaci�n del acreedor y deudor,
sino en cuanto uno y otro deben ser capaces; y sin insistir en la
circunstancia de que, dentro de tal acepci�n, los art�culos 734-5
repiten su contenido, como el art�culo 735 es una reproduc
ci�n del 734.
576. Pago � �til � hecho a un incapaz. �

Por lo dem�s, cabe


apuntar: Io que el pago hecho al acreedor incapaz es v�lido, mien
tras no s� pruebe la doble circunstancia de que el acreedor
era incapaz y de que el deudor ha conocido, o podido o debido
conocer, esa incapacidad (art. 1045-6) ; 2o que la nulidad s�lo
proceder� en cuanto el pago no haya redundado en utilidad del

acreedor, por aplicaci�n del principio ele que nadie puede enriepie-
cerse sin causa a costa de otro, y del cual son meros casos o aspectos
los supuestos de los art�culqs 728-84 y siguientes, 2298, 2306, etc.

(cons. C�m. civ., 95, 387).


Lo dif�cil ser� la determinaci�n concreta de lo que pueda
entenderse en cada caso pago �til
general,
por � �. En cabe observar
que lo �til puede no
aprovechamiento econ�mico
referirse sino al
del pago, en cuya virtud el patrimonio del acreedor ha recibido
un
proporcionado acrecentamiento. As�, cuando el acreedor ha
pagado otra deuda con el importe de lo cobrado, o cuando se ha_
costeado con ello su alimentaci�n, o cuando ha adquirido otros
�bienes, etc.,
ha �utilizado� el pago recibido. Por muy incapaz epie
en efecto sea, se ha
comportado al respecto como la persona :m�s
capaz. Pero, si, al contrario, ha disipado en juego y diversiones o-
414 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

en cosas superfluas o regaladas el


importe ele lo recibido, la utilidad
210 existe, porque el acrecentamiento patrimonial no se ha verificado'

(cons. S. C, 27, 441).


Tales son las reglas generales, tan f�ciles como todas las reglas
en su noci�n te�rica, y tan dif�ciles como todas las reglas en su

juego positivo. Por ejemplo, el acreedor epie gastase en bebidas o


en viajes el importe ele lo recibido �invertir�a �tilmente el
pago que
se le ha hecho? S� y no, seg�n las circunstancias. Si tales viajes o
vicios no son excesivos y le resultan habituales, c\e tal suerte que
se habr�a dejado seducir lo mismo por ellos aun cuando no se le

hubiese pagado, la inversi�n habr�a sido �til, por cuanto con ese
importe ha evitado el empleo de lo igual y tomado de su propio y
anterior patrimonio. Si, al rev�s, dichos vicios o viajes han sido
Tin lujo, cpie rio* se habr�a procurado con su dinero propio (porque

no lo hubiera tenido a su disposici�n, porque no se le habr�a des

pertado el deseo con lo actual del incentivo epie entra�a el pago


recibido, etc.), entonces no se podr�a hablar de una utilizaci�n
patrimonial del pago, y el acreedor estar�a obligado a pagar otra
rvez, mejor dicho, cpiedar�a siempre obligado al pago epie no ha
hecho v�lidamente (cons. Crome, Teorie fondcimentali, 24, n. 43; F.
Leone, L'azione d'�rricchimento, 84; Ripert y Tesseire en R. T.
J). C, 1904, 780 y ss.).
Probados los extremos que imponen la nulidad del pago hecho
& un incapaz, el acreedor tendr�a que justificar lo �til de la inver

si�n hecha por �ste, pues de otra suerte el pago es nulo. Cualquier
medio probatorio le servir� al efecto, pues se trata de simples
hechos epie no pueden estar sujetos a las trabas ele los art�culos
1190-4, epie son relativos a los contratos.

SECCI�N 3a

PEUEBA, MODO Y GASTOS DEL PAGO

I. Los principios. �

577. Obviedad o repetici�n de los mismos.


Este cap�tulo c�digo (en el cual reza as�: �De lo que se


del
debe dar en pago �) pudo ser omitido casi por completo, pues en �l
no se hace m�s epie repetir disposiciones de derecho com�n o ya

consagradas con anterioridad.


El deudor, dice el art�culo 740, debe entregar al acreedor la
misma cosa a cuya entrega se oblig�. El acreedor no puede ser
obligado a recibir una cosa por otra, aunque sea de igual o mayor
valor. Se reproduce, pues, el precepto del art�culo 505, inciso 1".
pago .
4x5

Lo (pie m�s, el art�culo subsiguiente, 74.1, es m�a mera superfe-


es

taei�n con respecto a �l: Si la obligaci�n fuere de hacer, el acreedor


tampoco podr� ser obligado a recibir en pago la ejecuci�n de otro
hecho (,) que no sea el de la obligaci�n; pues entra�a un mandato
id�ntico, que no habr�a sido necesario, y que, en todo caso, se pudo
formular unitariamente dici�ndose que el deudor est� obligado a
la prestaci�n (de dar o de hacer) estipulada o convenida. Lo cpie
es peor es que no s�lo este misino art�culo 742 contiene ya en
se

dicho precepto del art�culo 505, y en el del art�culo 625 y ss., sino

que, adem�s, al resultar limitado o casuista, deja en claro lo de las


prestaciones de no hacer, a cuyo respecto, y por no existir una
disposici�n especial como aqu�lla, parecer�a cpie el deudor pudiera
substituir su no hacer por otro, lo eme ser�a simplemente inconcebi
ble ante los principios expresados.
Por lo dem�s, el principio de que el deudor debe prestar lo

convenido, y no otra cosa � hecho, es elemental, desde que el acuerdo


ele voluntades no puede ser desvirtuado por el acto unilateral de
ninguno ele los interesados (art. 1200). Poco importa la circuns
tancia de que la prestaci�n que se ofrezca en cambio de la debida
sea de m�s valor que, �sta: no s�lo se altera lo convenido, sino que

se puede perjudicar al acreedor, ya cpie �ste puede haber consultado

un fin econ�mico o jur�dico cpie s�lo podr� satisfacer con la


presta
ci�n fijada y no con otra alguna, y ya que, al fin y al cabo, lo del
valor de una prestaci�n cualcpiiera no es forzosamente objetivo y

general, sino bastante subjetivo y especial, por donde para A


puede ser ele mucho valor una prestaci�n que para B vale poco
a no vale
nada, y viceversa.
De m�s estar� observar que, fuera de toda estipulaci�n, el

principio tiene que ser el mismo. Si el juez manda pagar una indem
nizaci�n debida por un delito o un cuasidelito, el dinero de la
respectiva prestaci�n (art. 1068) no, podr�a ser substituido por un,
terreno o una casa, por ejemplo, sino con la conformidad del
acreedor.
578. Pago de dinero mediante documentos. �

Y es bueno te
ner en cuenta que si la obligaci�n es de dar dinero, el pago tiene
que ser hecho en dinero: la entrega de un ele un cheque
pagar� o
no entra�a un pago, por lo mismo cpie esos documentos no son
dinero sino meras promesas o mandatos de pago, cuyo cobro no es

seguro. De ah� lo resuelto al �ltimo respecto por la C�mara de co


mercio (44, 380 ; v�ase el art�culo 813, as� como la nota del codifica
dor, y lo cpie sobre el mismo dir� m�s adelante, en el n� 753). Con
mayor raz�n hay que decir lo propio si el documento dado en
416 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
1

pago est� firmado no por el deudor sino por terceros (C�m. com.

en G. F. 18 1 IX 1 916). ,

579. Desubicaci�n de otros preceptos. �

Hay otra serie de


preceptos in�tiles o mal ubicados.
He aepi� los primeros : art�culos 743 a 5. Y el desubicado es

del art�culo 746.

Dejo por ahora de lado los art�culos


743-4, pues suponen el
conocimiento previo del art�culo 742, en que se contienen, y observo
que el art�culo 745 s�lo puede contar como una simple referencia
que en modo alguno era indispensable: 'Si el pago consistiese en
la entrega de cosas determinadas, o de cosas inciertas o de cosas
fungibles o no fungibles, se observar�n las disposiciones contenidas
en el t�tulo De las obligaciones de dar. Obs�rvese, a prop�sito, la
sinonimia entre cosa determinada y cosa cierta, la de cosas inciertas
con cosas inciertas no fungibles, y la de cosas fungibles con canti

dades de cosas y sumas de dinero ; as� como lo ininteligible de la


expresi�n de cosas no fungibles, que s�lo pueden ser las cosas
ciertas y las cosas gen�ricas (�stricto sensu).
II. Prueba del pago. 580. Presunci�n en pagos peri�dicos.


-
El art�culo 746 nada tiene que ver con el contenido del cap�tulo.
En Freitas figura en un cap�tulo especial, relativo a la forma y a la

prueba del pago, cpie nuestro c�digo no ha incorporado (es el art.


1110 del Esbogo, reproducido en el art. 943 del c�digo brasile�o, que
tambi�n contiene un t�tulo an�logo), cabalmente porque se refiere
a una presunci�n probatoria, seg�n cabe (colegir ele su texto:
Cuando el pago deba ser. hecho en prestaciones parciales y en pe
r�odos determinados, el pago hecho por el �ltimo per�odo hace
presumir el pago ele los anteriores, salvo la prueba en contrario.
De ah� cpie, no cabiendo en ninguno de los cap�tulos especiales que
nuestro c�digo ha consagrado al pago, su ubicaci�n natural hubiera
sido entre las generalidades con que empieza este t�tulo del pago
en aqu�l.
Por lo dem�s, la disposici�n en s� misma es bien sabia. Nadie
epie pague alquileres o rentas peri�dicas, pensiones o salarios men
suales, etc., tiene que estar obligado a guardar todos, los recibos de
los per�odos satisfechos, que podr�an ser bien numerosos. Y como
es presumible epie nadie cobre un per�odo sin haber cobrado los

precedentes, pues no cabe suponer lo excepcional y raro, la ley as�


dispone, dejando a salvo el derecho del acreedor para demostrar
lo contrario (cons. S. C, 15, 365; C�m. civ., 164, 232; C�m. civ. Ia
en R. L. J., I, 573)

Hay epie advertir epie ese principio est� derogado en m�s


PAGO 417

de una ley especial. Tal pasa en la de contribuci�n territorial para

la Capital y los territorios, y en alguna otra de car�cter igual


mente fiscal. Ello se debe a que se quiere no tanto proteger al
fisco como impedir qu� los deudores del mismo (por raz�n de lo

dif�cil que es en todas de los libros- correspon


partes la � lleva �

dientes, particularmente entre nosotros, donde faltan registros en


forma y donde las dilaciones por parte de las oficinas receptoras
son tan frecuentes), puedan evitar el pago de obligaciones en que los
atrasos resulten casi inevitables.

Qui�n debe probar y con qu� medios.


581. Debo observar, �

a prop�sito y en general, que el pago es ya un mero � hecho � ya

un acto jur�dico, seg�n tengo expuesto (n� 550), y que, como tal,

est� sujeto a los requisitos de las pruebas consiguientes: el pago


que sea un simple hecho, podr� ser acreditado mediante cualquier
medio probatorio ; el pago que sea un acto jur�dico estar� sujeto a
las trabas de los art�culos 1190 a 4.
De conformidad con los principios generales que as� le son

aplicables, prueba del pago deber� ser suministrada por quien


la
lo alegue, vale decir, por el antiguo deudor (o por sus representan
tes o causahabientes, seg�n cuadre). Es lo que tienen resuelto
nuestros tribunales en muchos casos, tanto en ejecuciones como
en juicios ordinarios: S. C, 18, 413 ; 81, 118 ; C�m. civ., 81, 329 ; 85,

225; 128, 388; 144, 380; 167, 100; 175, 163; C�m. com., 52, 155;
61, 277; 68, 282; 70, 62; 71, 408; 93, 323, ,/. T., YJ913, 214; C�m.
eiv. T en R. L. J./VIII, 617.
Nada implica la circunstancia de que sea un tercero quien
haya pagado. Demandado el deudor por el pago, deber� acreditar
el pago hecho por aqu�l, exactamente como si �l mismo hubiese

pagado, como ha resuelto la C�mara de comercio (82, 301). De otra


suerte, le bastar�a con alegar el pago hecho por el tercero para
quedar desobligado, con lo cual, si el hecho no fuera cierto, perju
dicar�a al acreedor. Sobre todo, �ste le prueba su calidad de
acreedor; el deudor que pretende haber dejado ele ser tal, tiene a
su cargo la
prueba de lo que a su turno afirma. Todo sin perjuicio
de que si efectivamente el tercero ha pagado y el acreedor consigue
cobrar nuevamente del deudor, que no pudo justificar acpiel pago,
el antiguo deudor pueda
repetir luego lo cnie ha resultado pagar
indebidamente (art. 792-3, y nb 707).
582. Pruebas especiales. En principio, quien paga tiene

derecho de exigir el correspondiente recibo (documento en que el


acreedor manifiesta hab�rsele cumplido la obligaci�n deb�dale: ya
el hecho, ya la
cosa, ya la suma, etc.). Tambi�n puede exigir la
Colmo, OM�r. �

T. I. 2T
418 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

entrega del documento en que conste la obligaci�n, si se trata de


un cumplimiento integral (c�digos alem�n y suizo, art, 371 y 88,
respectivamente). De otra parte, hay casos en epie no es menester
la firma de recibo alguno : la devoluci�n del
documento en que
conste la deuda (letra, pagar�, vale, etc.), suple cualquier medio, por
lo mismo que el acreedor se despoja ele la prueba de su cr�dito, y

por lo mismo que la posesi�n del documento por parte del deudor
hace suponer el pago del respectivo importe, seg�n es de vida
corriente (tal se dispone en el art. 945, ac�pite, del c�digo brasi
le�o; y tal viene a resolverse en nuestro art, 877, seg�n dir� m�s
adelante, en el n� 882).
Pero esto �ltimo hay que entenderlo adecuadamente: la pose
si�n del pagar� o vale, o lo que fuere, hace presumir el pago del
pagar� o del vale, y nada m�s. Si, pues, alguien debe una suma
por raz�n de mercader�as compradas o de dinero recibido en
pr�stamo, y luego pretende demostrar el pago de tal suma mediante
la presentaci�n de un pagar� o vale, puede no probar nada con
eso (como se ha resuelto: C�m. civ., 157, 69), pues hay que de
mostrar, ante todo, que el pagar� o vale corresponde a dicha deuda,
que fu� otorgado en pago de la misma. Si no se establece esa co
rrespondencia, o, para hablar t�cnicamente, la identidad de causa o
fuente obligatoria, entre el documento y la deuda aludida, y si el
deudor no tiene recibo en forma del pago de �sta, la obligaci�n
subsiste y el deudor tendr� que pagarla. Ello sin perjuicio de que,
si cuadra, entable luego la acci�n de repetici�n que le corresponda
por el doble pago, o por lo no causal del segundo pago (art.
792-3, y n� 707).
Es bueno tener presente cpie el pago de obligaciones constantes
en escritura p�blica, debe ser hecho tambi�n en escritura p�blica,

con excepci�n de los pagos parciales o de intereses o alcpiileres


(art. 1184, inc. 11�), cosa que se explica sin dificultad.
III. El pago de�e ser total. �
583. Principio. �
En con

secuencia, lo �nico que interesa cap�tulo del c�digo es el


en este
art�culo 742: Cuando el acto (el t�tulo) de la obligaci�n no autorice
los pagos parciales, no puede el deudor obligar al acreedor a que
acepte en parte el cumplimiento de la obligaci�n.
El principio es tan claro como el an�logo del art�culo 570: el
acreedor puede tener inter�s en no recibir los pagos parciales, ya
por raz�n de que le ser�an in�tiles (ha adquirido diez caballos para
un servicio dado, y se le quiere entregar dos o tres, con los cuales

nada pr�ctico har�a ; o bien ha comprado una partida de az�car que


ya ha revendido en totalidad, y se le quiere dar s�lo una parte que
pago 419

m comprador no recibir�a; etc.), ya porque goza de intereses apre-

�iables, etc.
Pero �y la inversa? �La obligaci�n es indivisible tan s�lo con
relaci�n al acreedor? No cabr�a sostenerlo. Tambi�n el deudor
puede tener inter�s bien respetable en el cumplimiento �ntegro :

-espera conseguir tiemj>o y de una vez la correspondiente pres


en

taci�n, sin exponerse a diligencias y atenciones m�ltiples y engo


en el art�culo 673,
rrosas, etc. Es lo que, por lo dem�s, se precept�a
-que viene a hacer in�til al cpie estudiamos.
Este art�culo, como cualquier otro, es de mero principio. De

�consiguiente, las circunstancias pueden inducir otra soluci�n que


la contenida �l, siempre que de ellas resulte una presuposici�n
en

m�s o menos. t�cita (ele acuerdo con los usos, etc.) en el sentido de
o en ambos,
�pie el pago parcial es admisible en uno u otro sentido,
ya contra el deudor, ya contra el acreedor, ya con
relaci�n a los dos
& la vez.

Es lo que ocurrir�a, por ejemplo, con la compra de una partida


�de carb�n para alimentar una usina cualquiera : si antes se ha con
venido en que el carb�n fuese suministrado a medida que se lo pi
diera por el adquirente (que no ten�a dep�sitos para guardar toda
la partida comprada para un a�o, etc.), auncpie nada se haya dicho
.ad respecto en un segundo convenio en que tambi�n se haya negociado
-otra partida a�o, cabr� suponer la misma soluci�n.
para un ,

Lo cpie es positivo es que el art�culo 742 imperar� siempre,


por lo mismo que es uri principio general, y -que quien pretenda
destruir la presunci�n que en �l se contiene, tendr� a su cargo la
prueba correspondiente, seg�n es de derecho com�n.
584. Cr�dito parcialmente l�quido. �

Los otros dos art�culos


-antes citados, 743-4, son meras aplicaciones del principio susodicho,
por donde no habr�an sido necesarios. He aqu� sus textos: Si la
deuda fuese en parte l�quida y en parte il�quida, podr� exigirse por
elacreedor, y deber� hacerse el pago por el deudor (y deber� ha
berse por el deudor, el pago) de la parte l�quida, aun antes de que

pueda tener lugar (hacerse) el pago de la que no lo sea. Si se - �

debiese una suma de dinero con intereses, el pago no se estimar�


�ntegro sino pag�ndose todos los intereses con el capital.
Lo primero es de toda evidencia: se trata de una deuda exi
gible, cuya parte il�quida no puede ser pagada, por lo mismo que
no est� determinada en su monto. As� ocurrir�a, por ejemplo, en
una cuenta corriente
liquidada y saldada, salvo en lo cpie concierne
-a un rubro que corresponde a situaci�n dudosa (por raz�n de
una

�diferencia no establecida de cambio internacional, o por efecto de


420 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

intereses no computados o mal estimados, etc.), o en una doble


indemnizaci�n exigida en un mismo juicio, una de las cuales, aun
que admitida, no estuviese determinada por raz�n de que su monto-
depende de un peritaje previo, etc. En cualquiera de eso&

supuestos desaparece la raz�n del art�culo 742, vale decir, la de que


el pago parcial no puede hacerse ni exigirse, porque desvirtuar�a la
intenci�n presunta de las partes, en cuya virtud la prestaci�n
constituye un todo homog�neo y �nico. Aqu� no pasa lo mismo :.
esa homogeneidad y unidad no existen, como lo acredita el hecho
objetivo de que parte de la prestaci�n sea l�quida, y de (p�e no lo�
sea la otra parte.
585. Cr�dito con intereses. �

No es menosevidente lo segun
do. El pago parcial del capital ir�a contra el principio del art�culo
742. Y el pago, aunque completo, ele los uitereses, ni siquiera ser�a
un pagoparcial, por lo mismo que no se amortiza nada del capital..
Ello sin perjuicio, claro est�, de que el pago, aun parcial, de los
intereses, pueda ser hecho con todo t�tulo y validez. Es lo que
ocurrir�a, cuando, seg�n la convenci�n o la intenci�n acreditada de
los interesados, el Capital produjera (como acontece en todos los.
pr�stamos hipotecarios) intereses peri�dicos, que as� ser�an exigi
bles al vencerse cada uno de los per�odos respectivos. Lo que la
ley contempla en nuestro art�culo esel supuesto de que sean exigi
bles tanto los intereses como el capital; mientras que en los casos
aludidos s�lo son exigibles los intereses, pues el capital no lo es;
sino al cabo de alg�n plazo.
586. Excepciones legales del principio. Es preciso advertir

que en m�s de un supuesto la misma ley deroga el principio del


art�culo 742, y admite casos de pagos parciales.
Es lo que parece en el supuesto de la imputaci�n legal de un
pago (art. 778 in fine: v. n� 679), as� como en el de la compen
saci�n (art, 818, inc. 2o), lo mismo que en el de la fianza conjunta
(prestada, respecto de una misma obligaci�n divisible, por dos c*
m�s fiadores: art. 2024; si bien en tal caso no hay sino una apli
caci�n de un principio general, como es el de los art. 675-91), y
lo propio que en el del pago con beneficio de competencia (art,.
799)., o en el de los cr�ditos parcialmente l�epiiclos (art. 743).
Todos esos casos, cumplidamente entendidos, se explican en
virtud de circunstancias particulares : el de la compensaci�n, para
evitar un doble pago in�til ; el de la imputaci�n, porque hay asen
timiento t�cito al respecto por parte del acreedor; el de la fianza
conjunta, porque responde a principios generales y a la misma
PAGO 421

intenci�n presunta del acreedor; y el del beneficio de competencia,


por razones de
humanidad que est�n por encima de todo.
Por lo dem�s, es obvio que las partes, seg�n ya tengo advertido,

pueden estipulado, expresa o t�citamente (art. 915), los pagos


haber

parciales (cons. Baudry, XII, 1479).


IV. Gastos del pago. 587. Prenociones.

Quiero agregar

-someras observaciones sobre los gastos del pago, que el c�digo ha

omitido.
�A qui�n son ellos?
cargo de
En la mayor�a de las codificaciones son de cargo del deudor:
c�digo franc�s, art�culo 1238 ; italiano, 1250 ; alem�n, 369 ; brasi
le�o, 946; etc. Es singular, a prop�sito, que nada consignara
Freitas. Y es ello de doctrina corriente : Baudry, XII, 1512 ; Colin
y Capitant, II, 80; Giorgi, VII, 25; Crome, Teorie fonddmen-
�ali, 11, n. 4.
Pero es as� s�lo a presunci�n, pues responde a lo
t�tulo de
normal de nuestras costumbres en tal sentido, particularmente con
relaci�n a una obligaci�n de dar, y sin perjuicio de la prueba cpie
�n contrario pueda suministrar quien pretenda destruirla.

Hasta se agrega, como acontece en los dos �ltimos c�digos, que


�i la deuda se dividiera (entre los herederos del acreedor, o en
tre varios cesionarios, etc.), el exceso que resultara en los gastos

�que originariamente hubiera debido satisfacer el deudor, debe


ser soportado por los acreedores. No hay nada m�s sensato ni

justo.
588. Importancia pr�ctica. La importancia pr�ctica del

�asunto puede ser inducida ante la inmediata observaci�n de que la

<entrega. de una prestaci�n puede suponer gastos de transporte, de


-que el recibo del pago, implica la satisfacci�n de un impuesto fiscal
(que puede llegar al 1 por ciento en alg�n caso, como es el del art. 24
de la ley de sellos n� 10.361), etc.
589. Obligaci�n de dar. Quid juris?

Ante todo, y refiri�ndome a obligaciones de dar, ser� menester


aplicar en cada caso el precepto especial que lo rija, si lo hay: tal
pasa en los de los art�culos 462, 765, 1415-24, 1515 y ss.-61, 1948-9,
2224, 2287, etc., o en el del art�culo 717, inciso 4�, del c�digo
mercantil, etc.
Si el caso no est� legalmente resuelto, que es lo ordinario,
corresponde acudir a los principios generales, a los precedentes,
al derecho
comparado, a la doctrina, a la jurisprudencia, etc.
Quiz� baste con lo primero. Corno el pago debe ser �ntegro (art.
i40-4), y como dejar�a de serlo si el acreedor tuviera que soportar
422 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

la diminuci�n que implican los gastos respectivos, resulta as� que-


debe cargar con ellos el deudor.
Tal es, por lo dem�s, nuestra tradici�n, tan protectora de los
derechos del acreedor. Y tal es la costumbre corriente.
S�lo except�o a este �ltimo respecto lo que hace al pago del-
sello fiscal que se pone en los recibos de pago : entre nosotros lo*

paga el acreedor. Pero eludo que llegue a extenderse a casos como.-


el del art�culo 24 de la ley citada, aunque a mi juicio habr�a la.
misma, raz�n para decidir, por donde tambi�n debiera satisfacerlo
el acreedor.
590. Obligaci�n de hacer. �

Lo dif�cil es lo relativo a obli


gaciones de hacer : ir
trabajara en tal parte, lo que supone gastos-
de viaje; ejecutar una obra, que puede implicar desmontes pre

vios, alquileres de locales para guardar herramientas, etc.


A tales respectos ser� indispensable averiguar la intenci�n!
de los interesados y consultar los usos y costumbres, (pie,. claro est�,,.
deber�n ser acreditados por quien los invoque. As�, por ejemplo,,.
el trabajo a hacerse en el domicilio (hogar, oficina, taller, f�brica,.
� estancia �, etc.) del acreedor, supone que los gastos inmediatos.
(materia prima, �tiles, etc.) son de cargo de �ste.
Fuera de ello, y muy en principio, considero que encuadra.
m�s en el esp�ritu de nuestra ley cpie tales gastos, cuaudo nada
se ha convenido, deben ser. efectuados por el deudor a su costa,

591 Conclusi�n general.


. La soluci�n

sentada es tradi
cional : Eseriche, II, v� Paga, 673 (edici�n de 1847); Goyena, ar
t�culo 1092. Es singular, a prop�sito, (p�e nada digan Laserna y
Montalb�n, Fern�ndez Elias, Bravo, ni el mismo Guti�rrez Fer
n�ndez, etc., en sus respectivos tratados de derecho civil, espa�ol'
anterior al c�digo de 1888.
De ah� nuestra jurisprudencia, que obliga por los gastos: al
deudor com�n (C�m. civ., 112, 208) ; al locador, en una mensura.
(C�m. civ., 122, 305) ; al futuro comprador mediante boleto (por-
sus gastos de viaje para la firma de la escritura: C�m. civ. 2a en

�. L. J'., VIII, 59), etc. Cons�ltese, a prop�sito ele mensura, C�


mara civil, 82, 28; 184, 226; etc. En cuanto a la deuda de sellos y
multa por violaci�n de la respectiva ley, es jurisprudencia que el
sello debe ser pagado por quien presente el documento y origine?
las actuaciones (C�m. civ. Ia en J. T., XIIJ911, 207), .y que la
multa, contra lo epie antes se sosten�a (C�m. civ., 168, 38; 171, 205:
176, 344; etc.) no es solidaria, por donde no puede ser cobrada
�ntegra a quien presente el documento, a menos que �ste quiera.
hacer proseguir el juicio, pues se divide entre los firmantes y
PAGO 423

C�m, civ., 178, 275). A este �ltimo


responsables (C�m. fed., 6, 75;
reproducido lo que digo en el n� 512a.
respecto doy por

SECCI�N 4*

LUGAR DEL PAGO

ARTJCULO I

OBLIGACIONES CONTRACTUALES

T. �

592. Prenociones. �

Las reglas de fond� est�n


consig
nadas en el art�culo 747 : El pago debe ser hecho en el lugar
designado en la obligaci�n (en el t�tulo de la obligaci�n). Si no
hubiese lugar designado', y se tratase de un cuerpo cierto (y deter
minado) (,) deber� hacerse donde �ste exist�a al tiempo de contraerse
la obligaci�n. En cualquier otro caso, el lugar del pago ser� el del
domicilio del deudor al tiempo del cumplimiento de la obligaci�n.
Basta comparar este precepto con los dem�s cpie se refieren
al mismo asunto, para comprender lo exacto del calificativo que

le he dado: es de fondo.
Se establece en�l cpie, ante todo, una obligaci�n exigible es

en ellugar convenido. Luego se dispone que, fuera dellugar con


venido, una obligaci�n es exigible �n el domicilio del deudor (es
lo que tami�b se estatuye, salvo detalles, en las leyes procesales:
art. 4o, inc. 4�, del c�digo procesal para la Capital y territorios).
El inciso 2o es particular : alude al supuesto de cpie medie
un cuerpo cierto. Lo propio cabe decir de los art�culos
748-9, que
respectivamente contemplan los casos de que el deudor mude de
domicilio o de que se trate del precio de una cosa. Y lo mismo
es dable afirmar de los art�culos 1212-3 : el
primero de ambos repite
lo dicho en el art�culo 747 (con leves diferencias que aqu� no tienen

importancia) ; el segundo precisa al inciso final del art�culo 747,


y lo confirma plenamente. En cuanto a lo aparentemente con
tradictorio del art�culo 618, ya me he explicado oportunamente:
su precepto debe ser entendido con
arreglo al del art�culo 747 (cons.
C�m. com. en 67. F.,
13|I|917), m�xime si se tiene en cuenta que
las fuentes de ese art�culo 618, el Digesto y las Partidas, no se
recomiendan por lo modernas y adelantadas.
Estudiemos, pues, dos
disposiciones fundamentales, que
esas

evidentemente se refieren a obligaciones contractuales, o convenidas,


para hacerlas jugar en sus principios y en sus limitaciones. Ya
424 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

dir� luego algunas observaciones sobre casos particulares en ese

mismo g�nero de obligaciones, as� como sobre obligaciones no con

tractuales y sobre supuestos ajenos al C�digo civil.


II. Lugar designado. A.
Principio : la designaci�n

593.
puede ser expresa o t�cita. Parecer�a, de entrada, que el primer

inciso de nuestro art�culo, expresa o virtualmente repetido en los


art�culos 748-9 y 1212, pudo ser omitido, pues resulta de derecho
com�n (art. 1197), en cuanto la voluntad, privada es soberana en
asuntos as�.
Y es la verdad : la constituci�n o elecci�n de � domicilio �

del pago, o mejor, del obligaci�n debe ser cumpli


lugar en que una

da, es una manifestaci�n de voluntad, que puede ser perfectamente


t�cita o presunta (art. 915).
Pero se ha querido, y con raz�n, recalcar en esta situaci�n .

particular el principio de fondo, ante lo frecuente e importante


de la misma.
De ah� lo acentuado de nuestra jurisprudencia: cuando haya
designaci�n, expresa o t�cita, del lugar en que una obligaci�n debe
ser cumplida, el derecho es exigible en ese lugar (S. C, 12, 380; 42,

30; 45, 101; 57, 300; 58, 185; 81, 60: 92, 380; 107, 226; 113, 152,
356 y 392 ; 114, 14, 210 y 261 ; 116, 46 y 196 ; 117, 54 ; 118, 341 ; en
J. T., 1910, 493, II�912, 5 y 8 ; en G. F 31|III|917; etc.; C�m. fed. .,

en J. T.,
VI|912, 26; etc.; C�m. com., 46, 81; etc.; C�m. civ., 75,
54; 126, 363; etc.; cons. el caso, interesante en otro sentido, re
suelto por la C�m. civ. Ia en J. T XI 1 912, 127). .,

B. Designaci�n t�cita. �

Io. �

594. Puede resultar de la in


tenci�n. �

Tambi�n
dable apuntar que hay designaciones no
es

ya t�citas sino apenas indirectas. As�, el lugar fijado para la firma


de la escritura correspondiente a un contrato que previamente se
hizo constar en un simple �boleto�, determina la exigibilidad,
privada o judicial, de la escrituraci�n de ese boleto y del respectivo
contrato: S. C. en J. T., IIIJ914, 11.
Es verdad, a prop�sito, que el boleto no es el contrato. Pero
es tambi�n verdad que lo promete, pues entra�a la promesa de
contrahendo en forma la obligaci�n a que en �l se hace referencia.
Y como, seg�n la jurisprudencia que hoy predomina, y con raz�n,
la escrituraci�n que en tal caso cuadra no es la del boleto sino
la del mismo contrato ; resulta que acpiella designaci�n de lugar
para la firma de la escritura, acarrea la de la- escrituraci�n forzosa
que de tal suerte se pide.
2o Puede resultar de las circunstancias. �

595. Princi
pio. �

Y no hay que olvidar que la designaci�n del lugar puede no


% PAGO 425

resultar de expresiones empleadas por los interesados en. las res


pectivas convenciones, sino de las mismas modalidades plenamente
objetivas, que suponen una intenci�n que se acomode a ellas. Es
lo que el mismo c�digo resuelve en m�s de un caso, al tener en

cuenta como elementos ele criterio al efecto, ya � la naturaleza


d�la obligaci�n� (art. 1212), ya �las circunstancias� (art. 1213),
y al disponer concretamente que
la entrega de un cuerpo cierto debe
ser hecha en el lugar en que �ste se encontraba cuando la obligaci�n

fu� contra�da (art. 747, inc. 2o), que el pago del precio de una
cosa debe ser hecho en el lugar en que se haga la tradici�n de esa

cosa (art. 749), etc.


596. Pago de inmueble. Estudiemos, entonces, esas situa

ciones especiales de las � circunstancias � o ele la � naturaleza �


de la obligaci�n. Y empecemos por lo relativo a la obligaci�n de
entregar un cuerpo cierto, del art�culo 747, inciso 2".
En este caso, el lugar del pago es el de ese cuerpo cierto, o,

mejor, el del lugar donde � exist�a al tiempo de contraerse la obli


gaci�n � ; por ejemplo, un campo o una casa, que hayan sido objeto
de una locaci�n o de una compraventa, deben ser entregados donde
est�n, por lo mismo que no pueden ser transportados (v�ase el art.
1410, por ejemplo, en punto a compraventa).
Varias observaciones hay que hacer a este respecto.
No se puede discutir, salvo siempre lo que en contrario hayan
acordado las partes, lo que toca a inmuebles que deban ser entre
gados. La raz�n apuntada es tan poderosa como cuanto dimana
de circunstancias objetivas. Tal se dispone, por lo dem�s, en Sa
vigny (Obligations, II, 128) y en Freitas (art. 1058).
Si en vez de una obligaci�n de dar se trata de una obligaci�n
de hacer (cultivar un campo, construir un edificio, trabajar en un
establecimiento comercial o industrial, etc.), creo que tambi�n es
dable sostener epie el cumplimiento de las correspondientes obliga
ciones debe ser hecho en el campo, en el terreno, en ei negocio, etc.,
por lo mismo que no es concebible en otro lugar, y por lo mismo que
fatalmente la presunta intenci�n de las partes, por raz�n de la
� naturaleza de la obligaci�n �, como dice el art�culo 1212, o por
virtud de � las circunstancias �ele que habla el art�culo 1213, no
puede haber sido en otro sentido.
597. Pago de mueble cierto. �

M�s a�n. Si en vez de inmue


bles se trata de muebles�regir� igualmente dicho inciso?- Parece
que s�, ya que el c�digo habla en �l como admitiendo la posibilidad
de cpie el cuerpo no exista en el mismo lugar al tiempo de contraerse
la obligaci�n y al
tiempo de ser �sta exigible (lo mismo pasa en
426 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

materia de compraventa: art. 1410). Freitas se pronuncia expl�ci


tamente en tal sentido (art. 1059). No as� Savigny (op cit., 129).
�Qu� resolver? Prescindamos del supuesto de muebles inmovili
zados (porque entonces son inmuebles), as� como de las circunstan
cias que pudieran inducir soluciones especiales. Razonando en gene
ral, considero que el pensamiento legislativo es aqu� poco claro : el
inciso, malgrado sus expresiones, se refiere a los inmuebles, que
son las �nicas cosas siempre � ciertas � o individualizadas, al paso

que las cosas muebles son con bastante frecuencia cosas gen�ricas o
cuantitativas, que deben ser ulteriormente determinadas o indi
vidualizadas.
De suerte que el precepto debe ser limitado a los muebles
individualizados : tal caballo, esta cosecha ele az�car o de vino, etc.
Los muebles no individualizados estar�n sujetos a los principios
generales del lugar elegido o del domicilio del. deudor.
Y aun con respecto a los muebles individualizados, el texto
es simplemente interpretativo de la voluntad de las partes, por
donde s�lo establece una presunci�n susceptible de ser contrapro
bada, A diferencia ele lo que pasa en punto a inmuebles, los
muebles, por muy determinados cpie sean, pueden ser transpor
tados. Y es posible haya sido tenido en mira m�s o menos
que ello
t�cita por las partes (cons. Demolombe, XXVII, 278; Hue, VIII,
42; Baudry, XII, 1505; etc.). Esta interpretaci�n es tanto m�s
segura cuanto que tiene en su apoyo los principios generales alu
didos (lugar designado o domicilio del deudor), que obligan a
interpretar restrictivamente todo cuanto implique la derogaci�n
de los mismos. Lo mismo digo de las costumbres y usos, en cuya
virtud, por ejemplo, las casas de pegocio suelen llevar por su
cuenta al domicilio del comprador las mercader�as adquiridas, al
contado o a cr�dito, para el consumo.
598. Precio de cosa enajenada. Vayamos a la disposici�n

del art�culo 749: Si el pago consistiese en una suma de dinero,


como precw de alguna cosa enajenada por el acreedor, debe ser

hecho en el lugar de la tradici�n de la cosa, no habiendo lugar


designado, salvo si el pago fuese a plazos.
El precepto se recomienda por su sensatez: quien adquiere
una cosa que deba ser entregada en el lugar en epie exista, se
traslada al correspondiente lugar para recibirla, y, evidentemente,
lleva el importe de lo que por ella (como comprador, como mutuario,
etc.) deba abonar. La forzosa correlaci�n entre lo uno y lo otro
determina la unidad del lugar para, ambos cumplimientos. Es
lo epie tambi�n se dispone en los art�culos 1411-24, donde la dispo-
pago 427

sici�n.est� m�s desarrollada e integrada, a prop�sito de la com

praventa.
La excepci�n consignada para el supuesto de que el adquirente
de la cosa deba pagar su precio a plazo, se explica porque, por
raz�n de ese t�rmino, queda desvirtuada la aludida correlaci�n
y la consiguiente
unidad. De ah� cpie a tal respecto se vuelva a los-

principios generales, de acuerdo con los cuales el precio ser� exigible


en el domicilio del deudor del precio (art. 747,
inc. 3o, y 1212),
como textualmente se dispone en dicho art�culo 1424 para el caso

del comprador.
599. Precio de otras prestaciones. �
Pero quiero apuntar que
el mismo principio del art�culo 749 debe ser limitado a las cosas

inmuebles, los muebles ciertos y de relativa importancia que


o a

supongan la intenci�n ele su entrega in situ. Por eso agregu�


antes

la. frase � una cosa que deba ser entregada en el lugar en que
exista �. Aducir�a, al efecto, las mismas consideraciones que expuse

poco m�s arriba con relaci�n al inciso 2� del art�culo 747. Los
muebles propiamente tales, no tienen ubicaci�n forzosa. Y es de
uso que se los entregue en el domicilio del adquirente, salvo lo
relativo las compras manuales. De ah� que
a deba ser ese principio

interpretado de acuerdo con los preceptos m�s flexibles y razonables


de los art�culos 1212-3.
Y puedo no circunstancia an�loga a
insistir acerca de una

otra ya se�alada. Cuando el pago de una suma de dinero corres

ponda no s�lo a un inmueble sino a cualquier prestaci�n de lugar


fijo (construcci�n de edificio, cultivo de un campo, desempe�o
un

de un cargo en un negocio o en una oficina, etc.), el lugar del

respectivo cumplimiento, y en virtud de las razones que determinan


el principio del art�culo 749, debe ser el mismo que el que corres
ponde a la contraprestaci�n respectiva, siempre que no pueda
arg�irse al respecto la circunstancia excepcional de cpie ese pago
sea a plazo.

600. Plazo de hecho. Finalmente, considero que debe ser-


equiparada a la circunstancia del plazo convenido, la del plazo de


hecho. Por ejemplo, el adquirente de un inmueble adquirido al
contado y epie no paga, su precio en virtud de pretextos que conducen
al acreedor a admitirle dilaciones y esperas, podr� ser compelido
al pago del precio en el lugar de su domicilio. Como en el supuesto

legal, ha desaparecido aqu� lo correlativo y unitario del lugar


del cumplimiento de las dos obligaciones, por donde ser� menester
volver a los principios generales.
C. Observaciones complementarias. 601. Lugar desig- �
428 extinci�n de las obligaciones

nado y juez competente. �


Es conveniente hacer resaltar la �ntima
relaci�n que puede existir entre el lugar del cumplimiento de una

obligaci�n y la jurisdicci�n correspondiente, en cuya virtud es


competente el juez de ese lugar de cumplimiento para la consi
guiente acci�n judicial.
Se alcanza el por xpi�. La respectiva demanda no entra�a
otra cosa que la exigibilidad compulsiva o forzosa de la obligaci�n,

que se substituye a la voluntaria y privada (art, 505, inc. 2o y 3").


Si el deudor iba cumplirla all� voluntariamente, tanto habr� de
a

importarle cumplirla forzadamente.


Es verdad que los autores franceses (y aun alg�n romanista,
como Van "Wetter, I, 7, p. 35) sostienen que la simple indicaci�n

del lugar en crue el pago ha de ser hecho, no entra�a por s� la


constituci�n de un domicilio contractual a los efectos de la compul
si�n forzosa, de la demanda judicial, para el cumplimiento de la
misma. Es lo que ocurrir�a si se dijera, por ejemplo : � la deuda
ser� abonable en Mendoza � ; � el precio de lo comprado ser� satis
fecho en Tucum�n �. Tal es la doctrina imperante: Aubry y Rau,
I, 146, notas 3 y 4; Demolombe, I, 374; Baudry, I, 1040; Planiol, I,
601 ; Dalloz, Suppi�ment, V, vc Domicile �lu, n�mero 41. Es que,
se dice, convenir un lugar para el pago no implica otra cosa que

eso, y no la renuncia a la competencia o al fuero judicial.


Sin embargo advierto que seg�n el c�digo civil franc�s de
procedimientos (art, 420, inc. 3o), el acreedor puede demandar
.ante el juez del lugar en que � el pago debe ser hecho �. Cierto
que la disposici�n s�lo rige para lo comercial, seg�n dispone el
c�digo y seg�n se ha resuelto constantemente (Tissier, Darras y
Desfontaines, Code de proc�dure civile, I, 1046, n� 1). Pero ya
se acusa all� una tendencia que no tiene por cpi� no ser genera

lizada.
Tan cierto es esto que nuestro citado c�digo procesal (art. 4",
inc. 4o) dice algo m�s que lo que le hice decir poco ha: las acciones
personales son deducibles ante el juez del domicilio del demandado o

del lugar del contrato si all� reside el demandado aunque sea ac


cidentalmente, s�lo � a falta de � lugar convenido para el cumpli
miento de la obligaci�n. Quiere ello decir epie el primer lugar es
el del cumplimiento referido (como se ha resuelto no contadas
veces: cons., por ejemplo, C�m. com. en J. A., I, 487, y como se

dispone en el art�culo 91 del c�digo procesal italiano), y que los


otros dos (domicilio, o residencia en el lugar del contrato) son
meramente subsidiarios.
602. El c�digo y las leyes procesales. �

Es menester obser-
PAGO 429

var prop�sito de la competencia judicial en


a las demandas por

cumplimiento, que en estas cosas nos hallamos en lo equidistante


entre el derecho civil y el derecho procesal, y que, de consiguiente,.
es concebible que los c�digos locales de procedimientos tengan
en

esta materia disposiciones que no se ajusten del todo a las del

c�digo, seg�n lo ha hecho el c�digo para la Capital y los terri


torios premencionado art�culo 4o.
en el
602 \ Caso de obligaciones rec�procas. Y no es �
necesaria
la
apuntar que en un contrato puede haber dos deudores, que a

vez son acreedores mutuos, por donde puede resultar que el deudor
A sea demandable en un punto cpie no sea aquel en que lo es

por �l su deudor y acreedor B, y viceversa (Crome, Teorie fonda-


mentali, 13, II) ; ni que, de consiguiente, todo lo que dir� en ade
lante se referir� a la hip�tesis m�s sencilla de un solo deudor.
III. Domicilio del deudor. �
A. Domicilio com�n. � �
603. Es.
una regla amplia y fuerte. Es ya tiempo de contemplar el

segundo principi� de fondo : cuando no haya lugar designado para


el cumplimiento de una obligaci�n, ella es exigible en el domicilio
que el deudor tenga en el momento en que deba ser cumplida (art,.
747, inc. 3o).
La disposici�n es bien
fundamental, aunque subsidiaria con
relaci�n a la anterior del lugar designado (inc. 1� del mismo art.
747) : se resuelve en la mera aplicaci�n de un principio m�s general
(art. 100), y es de norma en materia de acciones judiciales (recor
dado art, 4o, inc. 4o, del c�digo procesal para la Capital y los te
rritorios.
La jurisprudencia a su respecto es bien abundante : cons�ltese^
por ejemplo, S. C, 12, 425 ; 33, 222 ; 38, 323 ; 53, 55 ; 61, 291 ; 62,
151; 101, 390; 102, 425; etc.; C�m. com., 12, 415; 48, 99; 87, 200;
96, 41; en G. F., 25|V|917 y 7|X(917; etc.; C�m. civ., 43, 106; 73r
388 (no obstante tratarse de inmuebles); 130, 176; 135, 348; 155,

5; 176, 52; 190, 131; 193, 296; 196, 341; etc.; C�m. civ. Ia en G. F.,
15 1 II 1 917; etc.
Bien entendido, se trata aqu� del. domicilio real, efectivo,
del obligado.
Y" es preciso tener en cuenta que la regla es tan ampl�a
y fuerte, en su esfera, como la del lugar designado en la suya: en
falta de lugar se�alado por las partes, surge inmediatamente ese-
domicilio del deudor. Ello a tal extremo que la C�mara de comercio-
(R. L. J., II, 1107) ha podido sentar que no obstante ser exigibler
una letra en el
lugar en que ha sido firmada (art. 606. inc. 2�, C�d.
com.), el acreedor puede exigir su pago en ei domicilio del deudor,.
430 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

pues lo primero es un favor legal eme �ste


puede renunciar, para
acogerse a la norma com�n del domicilio del obligado.
Creo,prop�sito, epie
a esta jurisprudencia es generalizable : el
acreedor puede optar, a menos cpie lo contrario resulte de las cir

cunstancias, entre el domicilio especial que, como en el caso de dicho


art�culo 606, fijen las leyes, y el ordinario de nuestro art�culo 747,
inciso 3o. S�lo admito la natural excepci�n del domicilio convenido,
pues �ste obedece a un acuerdo bilateral que no puede ser dejado
sin efecto por una. sola de las partes, a menos que se pruebe por
qui�n lo alegue que tal elecci�n no ha sido hecha en beneficio de
ambas partes sino en favor de una sola, esto es, de aquella que
pretende renunciarlo para ampararse en la regla del domicilio real
(Aubry y Rau, I, 146, n. 17; Demolombe, I, 376; Huc, I, 393;
Baudry, I, 1048 ; Planiol, I, 604 ; Colin y Capitant, I, 416 ; Dalloz,
Buppl�ment, V, v� Domicilc �lu, n� 24 ; C�m. civ. Ia en J.
'

A., II, 581).


604. Deudor que cambia de domicilio. Pero tal regla �

no es absoluta : Io las � circunstancias � o la � naturaleza � de la


obligaci�n pueden indicar un lugar especial, epie no sea el del
indicado domicilio del deudor, como se ha visto, y como se precept�a
en el art�culo 1212 y en el art�culo 1213; 2o el acreedor puede
conservar el derecho que correspondiera, seg�n tales � circuns
tancias �, para exigir el cumplimiento en el domicilio que el deudor
ten�a cuando la obligaci�n fu� contra�da, sin perjuicio de cpie pueda
hacer uso, alternativamente y a su, elecci�n, del derecho para
pedirla en el del domicilio � actual � del deudor.
A ello refieren los aludidos art�culos y el art�culo 748. Va
se

el texto de este �ltimo: Si el deudor mud�se de domicilio, en los


casos en lugar de �ste fuese el designado para el pago, el
que el
acreedor podr� exigirlo (,) o en el lugar del primer domicilio o en el
del nuevo (del deudor).
No se puede poner en tela de juicio la sensatez de este art�cu
lo : el deudor no puede determinar, por su solo hecho de mudar de
domicilio, un cambio de jurisdicci�n.
Pero �ser� ello as� tan s�lo cuando el x^rimitivo lugar del pago
fuera el del domicilio �antiguo� del deudor? Considero que no,
seg�n ya he advertido m�s arriba: si la obligaci�n era exigible en
un lugar designado por las circunstancias, y en cuanto no medie

un cuerpo cierto, el acreedor, sin perder su primitivo derecho de

pedir su cumplimiento en ese lugar, puede exigirla en el del domi


cilio � actual �.

Por lo dem�s, y como he dado a entender, no es forzoso que


^
pago 431

ae trate del domicilio � designado.� por las partes : la designaci�n


puede dimanar de las circunstancias o de la misma ley.
605. S�ntesis de las normas aplicables. Y del �

conjunto de,
estos 748 y 1212-3, viene a resultar que: Io cuando el
art�culos,
deudor cambie de domicilio, y se trate de una obligaci�n exigible
� en el domicilio �, del mismo (se lo ha � designado � por las partes,

o est� �designado� por la ley), el acreedor puede pedir el cum

plimiento en cualquiera de los dos domicilios, el antiguo o el actual


(art, 748) ; 2o cuando se celebra un contrato sin designarse lugar
de cumplimiento y sin que ese lugar surja de la � naturaleza � de
la obligaci�n, �sta es exigible en el domicilio � antiguo �, aunque
el deudor haya cambiado de domicilio (art. 1212) ; 3o prevalece el
'

domicilio � actual � en la obligaci�n contractual contra�da fuera


del domicilio del deudor, siempre que las � circunstancias � no in
diquen otro lugar (art. 1213).
Como se ve, las disposiciones no son del todo concordantes ni
homog�neas, pues dan margen, ante la complejidad de las mismas,
a distingos y sutilezas de escasa seriedad. Cons. a prop�sito del
lugar del contrato (art, 1212, concordante con el art. 618), S. C,
65, 74; en J. T., 1910, 971; etc.; C�m. com., 40, 269; etc.; C�m.
civ., 47, 21 ; 120, 117 ; 121, 417 ; 184, 228 ; etc.
B. Domicilio de elecci�n. �

606. Es tambi�n un domicilio


judicial. �

Veamos ahora c�mo ha jugado en nuestra jurispru


dencia, y con relaci�n a dos �rdenes principales de casos, lo relativo

al domicilio especialmente constituido, vale decir, al llamado do


micilio de elecci�n.
Nuestro c�digo dispone que el domicilio de derecho (a que
equivale el domicilio elegido en una convenci�n cualcpiiera) deter
mina la consiguiente competencia de los jueces del lugar acordado
(art. 100) ; que las personas pueden elegir ese domicilio (art. 101) ;
y que el domicilio elegido � implica la extensi�n de la jurisdicci�n
que no pertenec�a sino a los jueces del domicilio real de las perso
nas� (art. 102). Y son de estilo en las escrituras hipotecarias,
cl�usulas como �sta : � el deudor constituye domicilio en la casa
de tal calle y n�mero de tal ciudad, para el cumplimiento de todas las
obligaciones cpie contrae �.
Pues bien, en algunos casos los tribunales han visto en cl�u
sulas as� todo un domicilio a los efectos de la competencia judicial :

S. C. en J. T.,
V|913, 25; C�m. civ. Ia en J. T� IX|912, 127, IVJ913,
120, en G. F., 19|II|917, y en J. A., II, 51; C�m. com. en G. F.f
22|IV|917 y 9|VI|917, en J. A., I, 751 (aqu� se trataba del domicilio
constituido, o indicado, al pie de una letra de cambio), y en G. F'.,
432 extinci�n de las obligaciones

22|VI|917 y 9|V|917; C�m. civ. 2a en J. A., 1, 62 y 446 y II, 604.


En otros casos, no se ha querido verlo: C�m. civ. en J. T., 1910,
273; C�m. com., en R. L. J ., VIII, 56, y en J. A., II, 80
(se trataba de casos en que exist�a la cl�usula indicada). En cuanto
a los' casos de domicilios indicados al pie de un documento cani-

biario, tambi�n se ha negado por la C�mara federal (R. L. J., IX,


913) y por la C�mara de comercio (R. L. J., IX, 784, y J. A., I,
252, 516 y 904) el car�cter de domicilio constituido, para deter
minar la competencia judicial, a la aludida designaci�n de domi
cilio, que s�lo vale a los efectos del protesto o del pago voluntario.
Quid jurisf El asunto es delicado, como todo lo que depende
de las circunstancias y lo que corresponde a una dif�cil investiga
ci�n de la voluntad presunta de las partes.
Me parece m�s sencillo en el supuesto de los documentos cam-
biarios: no hay en ellos sino una mera indicaci�n de domicilio, que
deja la voluntad
indeterminada, y que, de consiguiente, ante la duda
que genera, no puede ser interpretada contra el deudor. Con mayor
raz�n hay que decir lo propio del domicilio as� � indicado � al
margen de un contrato civil (C�m civ., 203, 305), por lo mismo
que el acto no es tan habitual como en una letra ni puede tener
el sentido convencional que en �sta suele entra�ar.
En el supuesto de la cl�usula, creo que en general hay que
interpretarla como una constituci�n ele domicilio legal para todos los
efectos privados judiciales. As� ha resuelto la C�mara de co
y
mercio en otro caso af�n (J. A., I, 487). Y as� reza, por lo dem�s,
la cl�usula : � constituyo domicilio �, no as� vagamente, sino � en
la calle tal, n�mero cual �, y adem�s � para el cumplimiento de todas
mis obligaciones �. Me parece tan categ�rica la expresi�n que no
debe dar margen a duda (cons. Salvat, I, 756 y ss., y nota de L.
Anastasi en J. A., I, 252, que estudian el asunto sin resolverlo).
607. Puede no serlo en ciertas circunstancias. �

Cabe apuntar
que la jurisprudencia cpie no ve en el caso una constituci�n de
domicilio al efecto del juicio, sino una mera y literal extensi�n de la-
jurisdicci�n territorial, puede ser cohonestada por las circunstan
cias particulares: la cl�usula pudo no estar redactada en la forma
que he indicado ; acaso se ha tratado de una evidente supercher�a,
determinada por lo formulario y como perdido de la cl�usula, o por
el hecho de que el deudor ni se ha dado cuenta de lo que firmara,
o por la circunstancia de que el respectivo edificio (del domicilio
constituido) estaba inhabitado o destruido, etc.
608. No implica renuncia del fuero federal. �

Por lo dem�s,
esa constituci�n de domicilio nada induce acerca de la renuncia
PAGO 433

que en ello se quiera ver del fuero federal: puedo constituir domi
cilio en Mendoza, sin que por eso entienda abandonar el derecho
me corresponda ele ser demandado all� ante lo federal. Es lo
que
se ha resuelto: S. C. en G. F'., 7|XII|917. Ello a menos de existir
que
una verdadera renuncia del fuero, como ocurrir�a cuando se dijera,
se da jurisdicci�n a los jueces �locales� (S. C.
por ejemplo, que
en ./. T. XJ911, 17), y siempre que la expresi�n entrecomillada no

suponga calidad (los jueces de fuero com�n, civil o comercial, son


� locales �, en. oposici�n a los del fuero federal epie son. � naciona

les�), sino mero sentido geogr�fico o de lugar (cons. C�m. com. en

/, A., III, 296).


609. Desaparece posterior juicio universal.
ante un Final �

mente, el domicilio constituido o elegido queda sin efecto, seg�n la


Suprema Corte (122, 308, y en J. A., III, 4), por la formaci�n
posterior ele un juicio universal, como ocurre cuando el deudor
fallece o se concursa.

Se debe esto a lo en�rgico e imperativo del domicilio legal en

casos tales, pues median razones ele inter�s com�n para todos los
acreedores, cpie, por lo mismo, deben prevalecer sobre la raz�n
especial del acreedor con domicilio de elecci�n. De ah� que los
respectivos textos legales no admitan distingo ni excepci�n : son los
art�culos 3284 del C�digo civil, 58 de la ley ele quiebras, 634 y
718 del c�digo procesal, etc.
610. �

No se transmite a los sucesores particulares. �


A

prop�sito de domicilio constituido


elegido, corresponde dilucidar
o

el punto que sigue : suponiendo que el deudor hipotecario, por ejem


plo, epie ha constituido ese domicilio, vende su propiedad a un
tercero, con asentimiento del acreedor, y el adquirente carga con
las obligaciones del deudor primitivo en las mismas condiciones que
reg�an para el vendedor y primer deudor; en tal supuesto, el domi
cilio que constituyera el vendedor �vale contra el comprador?
La C�mara civil 2a resolvi� que no (G. F., 18 1 III 1 917). La
C�mara civil Ia sent� que s� (G. F r|III|917 y 6|VI|917). Y ante .,

tal divergencia, las c�maras en pleno han fallado por la afirmativa


(-/. A., II, 475). La jurisprudencia posterior es en este sentido:
C�m,. civ. 2a en ,/. A., III, 150.
Del punto de vista de la literal estrictez, esta jurisprudencia
plenaria resulta justificada: quien se hace cargo ele una obligaci�n
en las condiciones
originarias, adopta no s�lo la forma del pago y
el tipo de ios
intereses, por ejemplo, sino tambi�n lo atingente a
la �poca, al lugar,
etc., de dicho pago, y, ele consiguiente, lo relativo
al domicilio
que el deudor primitivo constituyera.

Colmo, Oblig. �

T. 1. 28
434 extinci�n De las obligaciones

Quiero advertir, con todo, que la interpretaci�n no puede


ser admitida sino en supuestos categ�ricos. Cuando cpiepa duda,
habr� epie pronunciarse en favor del domicilio real del deudor, que
es la regla de fondo en estas
T�ngase en cuenta, al efecto,
cosas.

que dicha constituci�n de domicilio suele figurar entre las �ltimas


cl�usulas ele la escritura, lejos, y como perdida, del cuerpo del con
venio, donde figuran las condiciones del' pr�stamo y del pago; que
as� la gente m�s entendida puede no parar mientes en la circuns
tancia, y aparecer adoptando un domicilio en que ni siquiera
pensara ; que, fuera de ello, los prestatarios del caso son individuos
com�nmente profanos o incultos, pues se trata de pr�stamos hechos
por grandes sociedades o compa��as que especulan con el dinero del
pobre; finalmente, que es tan personal, o individual y subje
tivo, esto del domicilio, que es dif�cilmente concebible su adopci�n
en. el caso por el sucesor, y que nada cuesta extender al respecto
la jurisprudencia en tal sentido establecida con relaci�n a la excep
ci�n de arraigo (C�m. civ. en La Naci�n ele 10 1 VIII 1 909; C�m. com.
en J. A., III, 184).

Por lo dem�s, la raz�n apuntada es la �nica cpie cabe aducir: el

prestatario ha asumido el pr�stamo en las condiciones primitivas.


Lo digo porcpie no debe mencionarse alguna otra raz�n, que

aparece en los mismos fallos, cual es la ele que el domicilio elegido


tiene efecto contra los sucesores singulares. Ya he dicho que ello es
falso: ninguna obligaci�n se transmite, en principio, a los sucesores
singulares (n� 66).
Hago constar epie la jurisprudencia sobre � transmisi�n � del
domicilio elegido tambi�n ha reca�do en otros casos en que no se
trataba de venta ni ele ning�n acto oneroso: el deudor de un pr�s
tamo hipotecario, con domicilio constituido, donaba el inmueble'

afectado, y el acreedor se ve�a obligado a perseguir el inmueble


-contra el donatario y sucesor singular: C�m. civ. Ia en G. F 1917, .,

6|VI, 19|ViI, 7JVIII y 18|VIII.


Y no es advierta que valen a este respecto la
menester que
jurisprudencia plenaria y las observaciones precedentes.
IV. Casos particulares. 611. D�nde es exigible un cr�dito

hipotecario. �

Quiero contemplar ahora, antes de dar una s�ntesis


final de este intrincado asunto, varias situaciones especiales.
Ante todo, el del lugar en epie es judicialmente exigible un

cr�dito hipotecario.
Parece mentira que haya de ocuparme sobre una materia as�,

que se dir�a ajena al derecho de obligaciones.


Y es ah� donde est� el error de varios fallos. Es verdad que
pago 435

el derecho de hipoteca es real. Pero es tambi�n verdad : 1" (pie es


un derecho accesorio (art, 524 y sus concordantes), en cuanto, al
mismo t�tulo que la fianza, la prenda, etc., sirve de garant�a de
un principal, como es el del respectivo pr�stamo (o cr�dito
derecho
2" que la acci�n hipotecaria contra el deudor
que le equivalga) ;
(v no contra terceros poseedores) tiende al cobro del pr�stamo, y

s�lo subsidiariamente al ejercicio del derecho real de la hipoteca;


3" que todo derecho, y la correlativa acci�n, se caracteriza por �s�
mismo, sin epie en nada lo altere esencialmente lo que tenga de
accesorio (Grarsonnet, I, 320) ; 4� que es indiscutible lo personal o
creditorio del derecho para exigir del deudor hipotecario el pago
<le su obligaci�n.
Han sostenido que la acci�n hipotecaria (esto es, deelu-
es real
cible ante el juez del lugar donde est� el bien afectado), los siguien
tes tribunales: la S. C, 123, 145, en R. L. J'., IX, 85 (en este caso la
deudora era una sucesi�n), y en G. F'., V|916, 81; la C�m. fed. La
Plata, en J. T'., XII|911, 75; la C�m. 2a La Plata en R. L. ,/., IX,
62; etc. Afirman que es personal, y as� dediicible en el domicilio
�del deudor: la S.C., 119, 397, en R. L. J'., IX, 409 (el deudor estaba

concursado), y en J. A., III, 4 (mediaban ese deudor concursado


y un domicilio especial) ; la C�m. civ., 184, 106; 188, 230; 192. 374;
la C�m. civ. Ia en R. L. J VII, 726 ; etc.
.,

612. El cr�dito hipotecario que corresponda a una sociedad


an�nima, es de jurisdicci�n comercial. Tambi�n apunto, a pro

p�sito, que los tribunales divergen en la apreciaci�n del car�cter,


civil o comercial, ele la. acci�n hipotecaria deducida por una sociedad
an�nima, En virtud del juego encontrado de principios del c�digo
mercantil, como los art�culos 8o, incisos 1� y 6", y 282, inciso 2", los
tribunales civiles sostienen que es civil, y los comerciales han con
cluido por uniformarse en el sentido ele que es comercial : cons.,
entre muchos fallos, C�m. civ., 102, 177; C�m. civ. Ia en J. T.
VIII 1 914, 106, en G. F ., 21 � II 1 918, y en J. A., I, 662; C�m. civ. 2*
en J. A., I, 672; C�m. com. en G. F., 23IVII917 y 31X1917, y en R.

L. J., X, 192.
Considero epie los tribunales comerciales est�n en lo cierto*. Y.
mas de una vez le han dado raz�n las c�maras civiles, particular
mente la segunda. No s�lo son m�s categ�ricos los textos, sino que
la soluci�n
simplifica las cosas,, pues ser�a anormal una sociedad
mercantil que realizara actos civiles. Adem�s, la tendencia universal.
hacia la comercialidad de los inmuebles es indiscutible.
613. Casos de jurisdicci�n internacional y de ejecuciones. �
436 extinci�n de las obligaciones

Tambi�n Corresponde se�alar algunas soluciones particulares core


respecto a obligaciones contractuales.
Desde luego, las de los art�culos 1215-6, seg�n las cuales: 1"'
las de los contratos epie deban ser ejecutados en el pa�s, son exi
gibles y demandables aqu� aun cuando el deudor no est� domiciliado
en la Rep�blica; 2o las ele los contratos a cumplirse fuera del
pa�s^
son demandables en el pa�s si el deudor est� en �l domiciliado
(cons. C�m. civ. Ia y C�m. com. en -/. A., I, 400, y II,. 101, res
pectivamente).
En seguida: 1� crue el juez de una ejecuci�n es competente
para entender en el ulterior juicio ordinario de repetici�n ele lo�
pagado en aquel (S. C. en J. A., I, 9) ; 2� que los honorarios profe
sionales, como accesorios del juicio, son exigibles en el juicio en que-
se han devengado (S. C. en J. A., 11, 7) ; 3o que el juez de lo cri
minal es competente para entender en la ejecuci�n de las conde
naciones civiles epie haya impuesto (indemnizaci�n, costas, etc.) :,.
J. Cort�s, II, 307 y ss. ; art�culos 143 y ss., 411 y ss., 425 y ss., 496,,
etc., del c�digo ele procedimientos penales.
614. Casos de disposiciones o de leyes especiales. En lo

dicho, y salvo algunas excepciones, me he referido a lo general


del asunto.
Pdr eso no debe considerarse
excluido, bien al contrario,
lo que sea especial. Lo es, en el mismo c�digo, lo relativo a la com
praventa (art. 1410-24), al dep�sito (art. 2216), etc. Lo es en otros
c�digos, como el mercantil : por ejemplo, a prop�sito del pago o
entrega de la cosa vendida (art. 461-2), de la devoluci�n de un?
pr�stamo (art. 559), del pago de una letra de cambio (art, 606 y
C�m. com. en G. F., 5 1 XI! 916), etc. Y lo es, con mayor raz�n, en
las leyes particulares: ele redenci�n de capellan�as (art, 1�), de wa-
rrants (art. 27), de accidentes del trabajo (art. 15), ele prenda

agraria (art, 16), etc.


V. �

615. S�ntesis final. �

En cuanto a lo com�n ele estas�

obligaciones contractuales, creo conveniente una s�ntesis.


La obligaci�n es exigible: Io ante todo, en el lugar estipulado-
de
expresa o t�citamente (art, 747, inc. 1�, y 1212); 2� en defecto
ello, donde corresponda seg�n la � naturaleza � ele la obligaci�n o
las � circunstancias �, que autoricen a presumir una voluntad
impuesta objetivamente (art, 1 212.-3, 747,. inc. 2o, y 749); 3" ese
lugar puede ser el de la facci�n del contrato, cuando en esa �poca
ten�a all� su domicilio el deudor (art. 1212 y 618) ; 4" cuando nada
de ello resulte, en el domicilio epie el deudor tenga en el momento-
de ser exigible la obligaci�n (art. 747, inc. 3�, y 1212); 5" cuando
PAGO 437

no haya lugar se�alado ni por las partes, ni por las leyes ni


la obligaci�n sea exigible en el domicilio
por las circunstancias, y
que ten�a el
deudor en el momento ele formarse el contrato, el
-acreedor puede, si el deudor cambia de domicilio, exigir el cumpli
miento en cualquiera de los dos domicilios (art. 748) ; 6o en prin
cipio ocurre lo propio en cualquier otro supuesto, a menos que lo
contrario resulte de la intenci�n demostrada de las partes (n� 603).

ARTICULO J.�

O BUG ACIONES EXTR\CONTR ACT�A LES

616. Legados. �

No trae el c�digo disposiciones relativas a


las obligaciones extraeontraetuales, que as� cpieclaii sometidas a los
principios generales.
En materia ele legados, el c�digo convierte al legatario de cosas
-determinadas en propietario de ellas, aunque no se le haya hecho
tradici�n, desde la muerte del causante (art, 3766). Es visible aqu�
la influencia francesa: como es sabido, en derecho franc�s basta
la simple manifestaci�n de voluntad �

aqu� actualizada por dicha


muerte para cpie se opere la tradici�n de lo vendido, etc. Y es obvia

la contradicci�n en epie el c�digo incurre : en nuestro derecho no


se adquiere derecho real alguno por el simple hecho ele la conven

ci�n, o del testamento en su caso, sino mediante t�tulo (convenci�n,


etc.) y tradici�n ulterior (art. 577, 2524, inc, 4o, 2601, 3265, etc.).

Fuera de tan evidente error, el aludido legatario viene a tener


una acci�n real de propietario que es ajena a nuestro objeto.
�� �

Cualquier otro legatario es un simple acreedor del heredero


(o de la sucesi�n), a quien debe pedir la entrega de su legado
.(exceptuado el de liberaci�n: art. 3769), como se dispone en los
art�culos 3767-8. En tal virtud, y salvo lo cpie en contrario haya
dispuesto el causante, la demanda debe ser deducida ante el juez
respectivo (art. 3284, inc. 3o).
617. Actos il�citos. �

En materia de obligaciones delictuales,


como ellas
implican una reparaci�n, o restituci�n, antes que una
verdadera indemnizaci�n, puede ocurrir que tengan as� � lugar �
cierto, y resulten exigibles en el lugar del acto il�cito, por aplica
ci�n del principio general del
argumento de los art�culos 747, inciso
2�, 749. 1212 y 1213 (cons. Crome, Teorie fondamentali, 13, n. 28).
De ah� que nuestros tribunales hayan podido resolver cpie la
respectiva acci�n es deducible ante el juez del lugar del da�o o
del hecho il�cito: S.
C, 68, 76; 72, 95; 83, 258; 86, 205; 90, 38; 91,
11: 92, 173; etc.; C�m. fed. en J.
T., V|913, 30, y XI|914, 29; C�m.
438 extinci�n de las obligaciones

fed. Paran� en J. A., I, 390; C�m. civ., 79, 60; etc.; C�m. com.,..
12, 415; etc.
Fuera de ello �

y fuera de supuestos particulares, como


los de los art�culos 90, 4o, inciso del c�digo civil, y 205 del c�digo.
mercantil. �

la
obligaci�n delictual es ele car�cter eminentemente
personal. Y como no puede suponer designaci�n alguna de lugar
de su exigibiliclad, por lo mismo cpie no es convencional, ser� de-
mandable en el domicilio actual del deudor : art. 747, inc. 3" ; Po

lacco, 63; S. C; 71, 322; etc.

SECCI�N 5a

�POCA DEL PAGO

�. �

618. No hay plazo fijado. �

A estos respectos nos en

contraremos con muchas reglas


conocidas, que nuestro codi
ya
ficador, seg�n su habitual prodigalidad, ha anticipado.
Corresponde distinguir: no hay plazo fijado; lo hay.
En el primer supuesto, que es el corriente, el pago es exigible;
en cualquier momento: quod sine die- debetur, proesenti debetur-
(Digesto, L, 17�, 14).
No es esto precisamente lo que dispone el c�digo. �Su art�culo
751 dice que sino (si no) hubiese plazo designado, se observar� lo
dispuesto en el art�culo 618. Y se recordar� cpie este art�culo pre
cept�a que en tal caso � el juez se�alar� el tiempo en que el deudor �
deba pagar. Pero, seg�n advert� oportunamente (n� 440), en el
fondo no se desvirt�a la regla antes sentada: en cualcpiier momento�
puede el acreedor exigir el pago ele una obligaci�n sin t�rmino:
si se ve precisado a recurrir judicialmente, entonces los jueces fijan
el t�rmino (C�m. civ. 2a en G. F., 14|III|917 y 14|VII|917), que ordi
nariamente es de diez d�as, ele acuerdo con la ley de Partidas citada
por el codificador en la nota a dicho art�culo 618, y que, por lo dem�s,.
viene a consultar exigencias pr�cticas, cuales son las de poner al deu
dor en condiciones de poder procurarse los fondos necesarios-
Tambi�n advert� en esa oportunidad (pie tal fijaci�n ele plazo, que
po equivale a un plazo de gracia, se hace en juicio ejecutivo y
sumario, seg�n la jurisprudencia actual, y contra lo que antes se
hab�a resuelto por la misma de que fuese menester todo un juicio�
ordinario (todav�a se est� por lo antiguo en varios fallos: S. C. en
G. F., 16JIXI917; C�m. civ, l11 en ,/. T., VII1912, 142; S�. T.
Corrientes en R. L. J,, VII, 440; C�m. com. A., II, 69). Y
en J.
recu�rdese que la C�mara civil Ia (R. L. J., IV, 519) ha resuelto*
pac; o
439

pueden ser simult�neas la fijaci�n del plazo y la condena


que
ci�n al pago.
Por lo dem�s, ser� ele buen tino discernir en la pr�ctica lo epie
sea una obligaci�n sin plazo. El simple hecho de que en el t�tulo

respectivo no se haya consignado expl�citamente un plazo, no induce


por ello la ausencia
de �ste, que puede resultar t�cita o presunti

vamente, de acuerdo con las circunstancias, seg�n acontece con


cualquier manifestaci�n ele voluntad (art. 915). Por ejemplo, la
obligaci�n convenida en Buenos Aires de pagar en. Mendoza por
giro postal, supone el plazo necesario para obtener el giro y para
expedirlo al menos por el primer tren ; la obligaci�n de cortar una
cosecha, implica la oportunidad correspondiente (�poca de la cose
cha, etc.) ; la ele ejecutar una obra entra�a el t�rmino para obtener
los materiales y para realizar los trabajos consiguientes; etc.
Pero como esos plazos t�citos resultan un tanto indeterminados,
sobre todo en casos como el �ltimo de los citados, en casos com
plejos el acreedor har� bien en recurrir a los jueces para cpie fije,
de acuerdo con pruebas y peritajes adecuados, el plazo dentro del
cual la obligaci�n debe ser cumplida. Es lo que el mismo c�digo
resuelve a prop�sito de locaci�n de obras (art. 1635).
II. Hay plazo fijado. �

A. Plazo cierto. �

Io. ��

619. Cu�n
do vence. �

Si hay plazo se�alado, corresponde subdistinguir,


seg�n que se trate de un plazo cierto o ele un plazo incierto.
Si el plazo es cierto, estaremos en los supuestos de los art�culos
570 a 3, que el c�digo repite en buena parte en los art�culos 753 a 5.
En virtud ele ellos, y por raz�n de que el plazo existe en favor
de las dos partes en la obligaci�n, ni el acreedor puede exigir el

pago antes del vencimiento, ni el. deudor puede hacerlo (lo que no

impide que se pueda pedir al respecto un embargo preventivo : art.


443, inc, 2o del. c�digo procesal; C�m. civ. 2a en /. A., III, 389).
2o Descaecimiento. ��

620, Por concurso. Se except�la de


ello el supuesto en que se opere un descaecimiento del plazo.

Hay descaecimiento cuando el deudor se concursa, ya que


entonces el estado ele licpiiclaci�n general que el concurso supone,
obliga a que todos los cr�ditos puedan ser realizados, aparte de
que el hecho del concurso destruye en su fundamento el plazo, que
supone confianza en el deudor. De ah� el texto del art�culo 753,
an�logo al art�culo 572 : Puede el acreedor exigir el pago eintes del
plazo, cuando el deudor se hiciese insolvente, formando concurso
de acreedores. S� la deuda
fuese solidaria, no ser� exigible con
tra los codeudores
solidarios(,) que no hubiesen provocado el con
curso.
440 extinci�n le las obligaciones

decir que la insolvencia de hecho del deudor


Quiere no pro
duce el descaecimiento. Es indispensable que ella conste judicial
mente. Y nada. mejor al efecto cpie el concurso: quien se concursa,
o se deja concursar, es seguramente porque es insolvente ; mientras
que no todo insolvente llega al
concurso, si, por raz�n de su>

conducta y cr�dito, puede obtener renovaciones y esperas que le


permitan actividades m�s o menos fecundas.
Pero el mismo personal. En la ley se dice que
concurso es

no alcanza a los codeudores solidarios, a menos que �stos lo hayan

provocado. Esta limitaci�n o excepci�n debe ser entendida. No es


epie la ley fulmine la caducidad, o descaecimiento, contra el codeu
dor solidario cpie provoca (pide, solicita) el concurso de uno de sus
codeudores, pues ello carecer�a de sentido, desde que ese codeudor
habr�a actuado en su calidad particular ele acreedor de su compa
�ero, caso en el cual es un perfecto tercero con relaci�n a su vincu
laci�n solidaria. Lo �nico que est� en juego e's que la caducidad
no se produce sino contra el codeudor que provoque el concurso,

vale decir, que sea concursado.


Por lo dem�s, la disposici�n est� repetida en la ley de quiebras

(art. 23), si bien se dispone en ella epie los codeudores y fallidos


estar�n obligados a dar fianza. Algo semejante se tiene en punto
a sociedad mercantil: la quiebra del socio colectivo (y es sabido
que los responden solidariamente por las deudas de una
socios
sociedad colectiva: art. 302) no induce ni la' quiebra de la sociedad
ni la ele sus consocios (art. 4� de la misma ley).
Tal excepci�n debe ser extendida a las fiadores. No. puede
caber discusi�n con respecto a los que sean, principales pagadores,
desde que est�n equiparados a los deudores solidarios (art. 2005).
A fortiori hay epie resolver lo propio con relaci�n a los fiadores
solidarios, que no dejan de ser fiadores (art. 2004) ; y con mayor
raz�n corresponde decidir lo mismo respecto de los fiadores sim
ples, que tienen el derecho de excusi�n previa de todos los bienes
del deudor (art. 2012 y ss.). Por lo dem�s, no podr�a caber duela,
aun fuera de ello. Por accesoria que sea la obligaci�n del fiador,
ella juega con relativa independencia respecto de la principal,

seg�n es de regla (supra, n� 294 y ss.). De ah� que no existiendo


el descaecimiento, mal pueda
para �l las razones que han generado
el
tener que sufrir las consecuencias de �ste, y mal pueda perder
nom
plazo de que goce. Tan cierto es ello cpie puede oponer � en su
bre personal�, vale decir, en su propio beneficio, �todas las ex
entre
cepciones� que habr�an correspondido al deudor (art. 2021),
las cuales figurar�a, desde luego, la no exigibilidad actual de su
PAGO 441

deuda. As� se dispone en el art�culo 85 de la ley de cpiiebras


mercantiles.
621. Por remate de bienes afectados. Tambi�n hay des �

caecimiento en supuestos como el del art�culo 754, repetido y com


plementado parcialmente en los art�culos 3158 a 61 con relaci�n
a la aqu� su texto : Puede tambi�n el acreedor exigir
hipoteca. He

el pago antes del plazo, cuando los bienes hipotecados o dados en


prenda(,) fuesen (tambi�n) obligados por hipoteca o prenda a otro
acreedor, y por el cr�dito de �ste se hiciese remate de ellos en

ejecuci�n de sentencias pasadas en cosa juzgada (cons. C�m. civ.


2a en J. A., II, 445).
La mala redacci�n del art�culo impide la claridad de su
no

sentido. Supone que un bien hipotecado o dado en prenda en


favor de A, tambi�n ha sido hipotecado o dado en prenda en favor
ele B, y que A, por ejemplo, cuyo cr�dito vence antes que el de B,
ejecuta y remata el bien afectado ; en tal caso, B, malgrado la no
exigibilidad actual de su cr�dito, cpie todav�a no est� vencido, puede
pedir el pago inmediato de su cr�dito (claro est� que despu�s que
A se haj^a cubierto en capital, intereses y gastos sobre el saldo que
quede, si tiene al efecto derecho preferente).
Y es evidente que as� deba ser. Ese producido disponible se

subroga objetivamente en el bien afectado, y debe responder como


�ste al cr�dito de B. Adem�s, no habr�a raz�n alguna para impedir
que B no pudiese disponer de �l. en seguida, por mucho que su
cr�dito no est� vencido: la raz�n del plazo correspondiente ha
desaparecido, exactamente como en el supuesto del art�culo 753,
por donde cuadra que desaparezca el efecto con la causa; fuera de
ello, la inactividad ele ese producido, que es dinero, ser�a perjudicial
para todos, ya que el deudor no puede contar con �l, y ya que el
acreedor no podr�a darle aplicaci�n.
622. Por diminuci�n de garant�as. Conviene recordar que

en los citados art�culos 3158' a


61, hay otros casos en que se produce
el descaecimiento contra el deudor hipotecario, por raz�n de que,
como en los anteriores supuestos, se conduce en forma que desvirt�a
la confianza epie implicaba el t�rmino que se le acordara. Tal pasa
cuando destruye o desmejora el inmueble en perjuicio de los dere
chos del acreedor, cuando 'enajena los muebles accesorios al
inmueble afectado, etc.
En materia de prenda, donde no pueden ocurrir esos hechos,
por lo mismo que la cosa, no est� en posesi�n del deudor, hay otro
caso de descaecimiento. Es el art�culo 3215: el acreedor que
del
est� obligado a restituir al verdadero due�o la cosa que recibiera
442 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

en prenda crey� pertenec�a al deudor, puede exigir de �ste


y epie
otra cosa de
igual valor; bien entendido que si �ste se niega, y el
acreedor no cpiiere compelerlo (art, 505), la exigibilidad de la
obligaci�n principal (devoluci�n de lo recibido en pr�stamo o de
la suma adeudada) es de rigor, aunque el respectivo plazo no est�
vencido.
Pero en el supuesto ele que el acreedor usase la cosa dada en
prenda o la deteriorase, el art�culo 3230 s�lo autoriza al propie
tario a pedir el secuestro o dep�sito judicial ele la cosa, por donde
el descaecimiento ocaducidad resulta improcedente.
En punto a anticresis, el c�digo no tiene m�s disposici�n
especial epie la del art�culo 3258 : cuando el acreedor anticr�tico
abuse � de sus facultades �, deteriorando el inmueble, el propietario
puede pedir el descaecimiento del plazo contra aqu�l, en el sentido
ele que le devuelva el inmueble,., y sin que por su parte pueda
exigirle el pago ele lo debido sino al vencimiento del t�rmino
respectivo. En.
cualquier otro supuesto habr� epie estar a los indi
cados principios relativos a los actos conservatorios.
B. Plazo incierto. �

623. Para cuando el deudor


pueda �. �

Si el plazo es incierto, corresponde, como ya he advertido, que


se lo determine, lo (pie se consigue mediante el recurso al juez.

El c�digo no contempla aqu� sino una sola hip�tesis, en el


art�culo 752: Si por el acto (en el t�tulo) de la obligaci�n se auto
rizare ed deudor para hacer el pago cuando pudiese o tuviese medios
de hacerlo, se observar� lo dispuesto en el art�culo 620.
Hay all� una simple repetici�n, y no una referencia, que pudo-
ser omitida, pues nada de nuevo contiene. De ah� que pueda
remitirme a lo dicho con motivo ele ese art�culo 620 (n� 441). Bastar�
con recordar que es de cargo del acreedor la prueba de que el
deudor ha mejorado de fortuna o tiene medios (C�m. com., 2,
221), y que en alg�n caso la Suprema Corte ha recomendado la
interpretaci�n de todos los antecedentes, para que no se deje a la
voluntad del deudor la �poca del pago, y para que, as�, la obligaci�n.
resulte seria, o no se trabuepie en condicional (18, 447).
624. Para cuando el deudor � quiera �. No se ha tenido en

cuenta otra hip�tesis, acaso por lo muy rara: aquella en que el


deudor promete pagar cuando quiera.
Ya he dicho que mientras tal obligaci�n no deba ser ni irada
como condicional, y equivalente a esta otra, si quiero, caso en el

cual ser�a nula (art. 542), y mientras quepa mirarla como una
obligaci�n de plazo incierto (lo que ser� de regla, desde que, en
general, no cabe concebirla en otro sentido, pues por presunci�n
pago 443

com�n entra�a un acto serio), habr� que aplicar al caso el principio


del art�culo 618, inciso Io, y del art�culo 620. De ah� que corresponda
pedir judicialmente la fijaci�n del t�rmino dentro del cual el deudor
� debe � querer, con subordinaci�n a las
circunstancias, en cuya
virtud ese � querer � puede ser equiparado a un simple � poder � o
tener medios. Advierto, sin embargo, que en Freitas hay otra solu
ci�n: seg�n el art�culo 1066 del Esboco, el pago de una obligaci�n as�
concebida s�lo puede ser exigido despu�s del fallecimiento del
deudor ; lo que me parece poco racional y menos jur�dico, ante la cir
cunstancia de que ese � querer � debe ser condicionado por la situa
ci�n del deudor, (pie bien ha debido querer en vida por raz�n de

disponer, hasta con exceso, ele los medios correspondientes.


C. �
625. No hay descuento en un pago anticipado. En el �

art�culo 755 se contiene


disposici�n una com�n a cualcpiier plazo,.
cierto o incierto: Si el deudor quisiere hacer pagos anticipados (,) y
el acreedor recibirlos (Si el deudor cpiiere hacer pagos anticipados,.
que el acreedor le acepta), no podr� �ste ser obligado a hacer des
cuentos (no epieclar� �ste obligado a hacer descuentos).

Supone la ley que el deudor epie pague antes del vencimiento


puede pretender que, por raz�n de procurar al acreedor una ven
taja anticipada, se compense la ventaja que �l procura a �ste con
una diminuci�n proporcionada de capital o ele intereses, y resuelve

lo contrario.
Lo hace con toda raz�n. Es posible que ello implique un

beneficio para el acreedor, (pie viene as� a disponer de su cr�dito


antes de lo esperable. Pero si el deudor se decide a ello, no ha de
ser seguramente en su perjuicio. En tocio caso, nada le cuesta

convenir, por escrito o como cuadre, lo conducente. La mera cir


cunstancia de que nada haya hecho constar, induce una igualdad
de condiciones jur�dicas para ambas partes, que la ley no hace
m�s (pie sancionar.
Y hasta pudo la ley omitir el precepto, por lo mismo que las
renuncias no pueden ser presumidas (art. 874). Lo que no cpiiere
decir que dicho convenio de renuncia no pueda ser t�cito (art, 873),
sino que las circunstancias en cuya virtud epiepa admitirlo tienen
que serfuertes y hasta evidentes, por lo mismo que tienden a

destruir la presunci�n ele ley.


-444 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

SECCI�N 6a

PAGO POK CONSIGNACI�N

I. Generalidades. �

626. Cu�ndo
procede. P�gase por �

�consignaci�n, dice el art�culo 756, haci�ndose dep�sito judicial de


~la suma que se debe.
La consignaci�n puede tener
lugar (procede), agrega �l ar-
i�culo 757 : 1� cuando el acreedor quisiera recibir el pago ofre
no

cido por el deudor; 2" cuando el acreedor fuese incapaz de recibir


el pago ed tiempo que (en el momento en. que) el deudor ejuisiere
hacerlo (cons. C�m. civ. Ia en R. L. J., IX, 382) ; 3o cuando el acree
dor estuviese ausente (cons. C�m. civ. Ia en J. T XI 1 914, 137) ; 4.� .,

cuando fuese dudoso el derecho del acreedor a (para) recibir el


pago(,) y' concurrieren otras personas a exigirlo (del deudor), o
cuando el acreedor fuese desconocido ; 5o cuando la deuda fuese em
bargada o -retenida en poder del deudor, y �ste quisiera exon�reme
del dep�sito; 6o cuando se hubiese perdido el t�tulo de la deuda; 1�
cuando el deudor del precio de inmuebles adquiridos por �l, quisiera
redimir las hipotecas con que se hallasen gravados. V�ase, a prop�
sito, los principales concordantes (casi siempre meras repeticiones)"
de cada uno de estos incisos: Io art�culos 1430-1; 2o art�culos 734-5;
-3o art�culo 3203; 4o y 5o art�culo 736; 6o art�culo 731, inciso 6";
7� art�culos 1433 y 3196.
Esta larga y casuista disposici�n no dice m�s epie lo siguiente:
� Procede la consignaci�n en todos los casos en
que el. deudor no
.pueda hacer un pago v�lido �. Y entra�a el dem�rito de su casuis
mo, epie, como tocio casuismo, est� lejos de agotar las eventualidades
^posibles; al paso cpie �stas enredar�an comprendidas en la generali
dad de la regla cpie acabo de sentar, y epie corresponde, poco m�s o
�menos, a la del art�culo 372 del c�digo alem�n.
Tal es la situaci�n: el deudor quiere liberarse, y halla que
-circunstancias ele hecho (la negativa o la ausencia del. acreedor,
�etc.-) o de derecho (incapacidad del acreedor, etc.) se lo impiden.
Como no es posible que esa situaci�n perdure, pues redunda en su
da�o (se ve obligado a cargar con lo debido, cuyos riesgos siguen de
su cuenta, etc.), es menester echar mano ele un recurso epie haga

-efectivo el derecho epie tiene � de obtener la liberaci�n corres

pondiente (art, 505, inc. final).


De ah� viene la consignaci�n o pago judicial ele lo adeudado.


El deudor se presenta al juez epie corresponda, con un escrito en
pago
445.

la circunstancia que lo obliga al pago judicial, y


que hace constar
con el cual acompa�a, si cuadra, lo que debe, para concluir pidi�ndo

se haga saber al acreedor la consignaci�n verificada, o para cpie se-

la notifique a los diversos interesados (acreedores, embargantes,


etc.), a fin de que ventilen ante el tribunal sus derechos correspon
dientes.
627. Falta establecimiento para las consignaciones.
un Va �

rias observaciones hay que hacer respecto de estas generalidades.


Desde luego, una que propiamente jur�dica. Se trata de
no es

la necesidad de una oficina especial para las consignaciones, de


que carecemos. S�lo la tenemos en materia de consignaciones de
sumas de dinero : seg�n la ley org�nica del. Banco ele la Naci�n

(art. 15), los dep�sitos judiciales deben ser hechos en �ste, quien.
entrega el comprobante del dep�sito verificado, que se acompa�a
luego con el escrito en epie se detalla los motivos del mismo (con
signaci�n, embargo, o lo que fuere).
Y es, adem�s de ingrata, bien inc�moda la situaci�n act�a L
cpie obliga a convertir a veces las oficinas de los tribunales en lu
gares de dep�sito ele objetos consignados, o, lo que es m�s frecuente,.
a echar mano ele depositarios especiales y m�ltiples, que, sobre-
carecer bien a menudo ele las aptitudes indispensables, ofrecen.
el inconveniente de una variedad que 110 responde a buen seguro a
lo sencillo y uniforme ele lo epie corresponder�a,
628. Amplitud de los principios sobre consignaci�n. En se �

gundo lugar, la ele que el c�digo, 110 obstante referirse en el art�culo


756, lo mismo que en los siguientes, a la consignaci�n., m�s coiiiiul.
la de una suma debiela, consagra en ellos los principios comunes a
cualquier consignaci�n, sin perjuicio de cpie luego, en. los art�culos.
764 a 6, dedique preceptos especiales para ciertas consignaciones^
II. Requisitos. 629. Casi no los hay en el c�digo.

En �

tercer lugar, la ele epie la consignaci�n legislada est� reducida a un


m�nimo de requisitos, en que no se consulta exigencias positivas. En
derecho franc�s, por ejemplo, la consignaci�n es un recurso �ltimo,,,
de (pie se echa mano cuando se ha agotado los recursos directos y
previos. Estos consisten en lo que se llama las � ofertas reales �,
en cuya virtud el deudor ofrece al
acreedor, por intermedio de un
funcionario judicial epie no conoce nuestra organizaci�n sino en
el nombre, un huissier o
ujier, lo cpie le adeuda. S�lo ante lo
negativo de tales � ofertas � hay derecho para el dep�sito judicial,.
a menos de casos
particulares especificados en las mismas leyes.
Se comprende la prudencia ele ese requisito de las ofertas-
reales. De otra manera se llega a lo abusivo ele nuestra situaci�n z
446 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

un deudor (pie cpiiere fastidiar a su acreedor se presenta a los


jueces alegando cnie �ste no ha epierido recibirle el pago, y ciando
en consignaci�n lo debido; con lo cual, y aunque no sean ciertos
los hechos o circunstancias que al efecto aduzca, obliga al acreedor
a perder tiempo y a gastar dinero para poder entrar en posesi�n
de lo pagado as� judicialmente.
Y no cabe esperar otra cosa. Como no es siempre posible
obligar al deudor a epie pruebe que el acreedor se ha opuesto a
recibirle el pago, por lo mismo que se trata de un hecho negativo,
y en raz�n ele epie aqu�l no est� obligado a ninguna diligencia
previa, noqueda otra soluci�n que la ele aceptar
como verdad lo

opie el deudor diga en su escrito de consignaci�n.


Ello no excluye, sin embargo, que si el acreedor prueba que
jam�s se ha negado, como se pretende por el deudor, y que �ste
nunca le -ofreci� el pago privado, el primero tenga derecho a los

da�os y perjuicios consiguientes, de acuerdo con los principios


generales (art, 507-19) y por aplicacicVn anal�gica de lo dispuesto
en el art�culo 759.
630. Jurisprudencia aj respecto. Es lo que
explica, en parte,

las hesitaciones y contradicciones de nuestra jurisprudencia. En


algunos casos se ha resuelto que la consignaci�n verificada, antes de
�cualquier reepierimiento del acreedor, es v�lida, y surte, de consi
guiente, los efectos del pago (C�m. civ. 2" en J. T II �913, 89) ; .,

lo que no encuadra en ninguno de los supuestos del art�culo 757, y


lo que, as�, s�lo ser�a admisible en el caso del acreedor moroso, se
g�n lo expuesto m�s arriba (n� 97 y ss.), que ni siquiera se tiene
aqu�, pues no ha mediado requerimiento alguno.
En cambio, la C�mara civil Ia exige, para que proceda la con

signaci�n hecha so pretexto de que el acreedor se ha negado a


recibir el pago, epie se pruebe tal negativa (J. T V|913, 102) : .,

lo que no le ha impedido fallar luego lo contrario (J T mismos .


.,

mes y a�o, 135) respecto del pago ele alcpiileres que el acreedor
deb�a ir a cobrar en el domicilio del deudor, y en raz�n ele que
�ste no hab�a probado haberlo hecho.
631 Se reducen a los de cualquier pago.
.
Los �nicos recpii- �

sitos establecidos en nuestro c�digo son los del art�culo 758 : La


consignaci�n no tendr� (la) fuerza ele pago(,) sino concurriendo
en cuanto a las personas, objeto, modo y tiempo, todos los requi

sitos sin los cuales el pago no puede ser v�lido. No concurriendo


�estos requisitos, el acreedor no est� obligado a aceptar el ofreci
miento del pago.
Ya se ha visto cu�les son los requisitos relativos a las personas,
pago 447

en los art�culos 726 y siguientes : qui�n puede pagar, a qui�n se debe

pagar, capacidad de las partes,


etc. En cuanto al objeto, los art�culos

740 a 6 disponen que no es dable cambiar la


prestaci�n debida por
otra, aunepie �sta sea �mejor� que aqu�lla (en lo cual se com
prende la circunstancia de que el pago ele sumas de dinero no puede
ser- hecho con documentos: n� 578, y C�m. civ., 116, 404), y que

tampoco es admisible el pago parcial. Con esto se integra lo relativo


al modo del pago. En cuanto al tiempo del mismo, dan raz�n los
art�culos 750 a 755: es bueno advertir, a tal prop�sito, que la con
signaci�n posterior a la demanda de pago es por ello improcedente
(C�m. civ. Ia en G. F'., 27|VII�917 y 22J1XJ917, y C�m. com. en
J. T., 1910, 478), y epie por lo mismo no interrumpe el curso de
los intereses y hace cargar con las costas al deudor (C�m. com. en
G. F., lljl|917), seg�n es de regla en cualcpiier consignaci�n hecha
fuera, de tiempo (C�m. com. en J. T'., 1910, 1204; cons. C�m. civ.,
188,211).
Se observar� que el art�culo 758 olvida la menci�n del lugar
del pago, que se rige por los art�culos 747 a 749 y sus concordan
tes (618, 1212-3, etc.).
A prop�sito, el juez competente tiene que ser el del lugar
en que el pago debi� ser hecho : art. 4�, inc. 4o, del c�digo proce

sal para la Capital y los territorios; C�m. civ. en -/. T 1910, 397. .,

En cuanto al requisito de los intereses, epie por ser de


derecho com�n la ley no ha tenido por qu� mencionar expresamente,
y que puede encuadrar en lo relativo al modo del pago, no hay
mayor necesidad ele insistir: cons. C�m. civ., en J. T 1910, 47; etc.
.,

Se comprende todas esas exigencias: la consignaci�n es un


pago, por donde ha de reunir todos los requisitos de �ste.
.
Por lo dem�s, y como se comprender�, la jurisprudencia es
abundante y variada al respecto. A los fallos ejemplificativos antes
citados, se puede agregar los que a t�tulo igualmente ilustrativo
cito a continuaci�n: C�m. civ., 55, 39; 147, 167; etc.: C�m. com.,
42, 5; 44, 144; 54, 128; etc.; C�m. civ. Ia en J. T XIIJ912, 170, y
.,

en G. F.,
2|III|917; C�m. fed. en J. T., XI|914, 190; etc.
632. La consignaci�n debe ser judicial. Es preciso advertir

que la consignaci�n legislada en el c�digo es la judicial, esto es,


la hecha en juicio, ante los jueces, como se estatuye en el precepto
de fondo del art�culo 756, como se repite en otros (art, 759-64-6,

etc.), y como resulta ele los art�culos 760 y siguientes, cpie se refie-
ren al
juicio, a la sentencia del juez, etc. As� se ha resuelto : S. C.
B. A. en R. L. J., VI, 309 ; C�m. com., 34, 61, y en G. F'., 5|II|917 ; etc.
fe�S,Es verdad que la consignaci�n hecha privadamente puede surtir
448 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

los mismos efectos, cuando ello responda a lo convenido o a las I


circunstancias (cons. C�m. civ., 149, 226), y siempre que no se

la haga en un Banco
(o lo que fuere) distinto del fijado, como ha
resuelto la C�mara civil Ia en R. L. J'., I, 271. *-�
Fuera de ello, la consignaci�n debe ser judicial. Es un recurso

liberatorio de que se echa mano cabalmente porcpie los medios


privados imposibles
son de hecho o ele derecho
(art. 757). Y sus-
efectos requieren el auspicio de la autoridad, cuya imparcialidad,
seguridad, etc., no es dable hallar en las personas ele aepi�llos que
pudieran servir de agentes particulares de consignaciones.
633. Mora del acreedor y pago por consignaci�n. En cuarto �

lugar, es bueno puntualizar que aqu� est� en juego no propiamente


la mora del acreedor, ele que he hecho m�rito en otra oportunidad
(n� 97 y ss.), sino el derecho de liberaci�n que el deudor persigue
\al querer cumplir con su obligaci�n. Lo cpie es cierto es eme esa.
mora puede dar derecho al deudor para consignar y liberarse,
si bien no es forzosa, seg�n pasar�a en los casos de los incisos 2o a 7o" I
del art�culo 757.
III. Efectos. �

A.. Desde cu�ndo se producen. �


634. Con
signaci�n no impugnada. En lo que concierne a los efectos de

la consignaci�n, el art�culo 759 precept�a lo conducente': La con


signaci�n (hecha por dep�sito judicial,) que no fuese impugnada
por el acreedor, surte todos los efectos del verdadero pago. S�
fuese impugnada(,) por no tener todas las condiciones debidas, sur
te los efectos del pago(,) desde el d�a de la sentencia que la declare

legal.
Ante tocio, la consignaci�n v�lida (y lo es aunque el deudor se
reserve el derecho ele repetir el pago que hace, pues la consignaci�n

es hecha � a las resultas � del juicio ; C�m. civ. Ia en /. A., I, 56, y III,

361; C�m. civ. 2a en G. F 12|XII�917, y en /. A., II, 65) es un pago


.,

(C�m. civ. Ia en G. F'., 21|X|917). De ah� que, a partir del mo


mento respectivo, el deudor deje de ser tal, lo mismo cpie el

acreedor, que se convierte en propietario de lo consignado. Y de


ah� que los riesgos sean a cargo de �ste, por aplicaci�n de prin
cipios comunes (art. 577 y sus concordantes, y el interesante
caso resuelto por la Suprema Corte, 77, 223, a prop�sito ele
fondos robados despu�s de consignados), ya que la consignaci�n
equivale a una entrega o tradici�n. Con ese pago cesa la mora
anterior del obligado, dejan ele correr los intereses (S. C, 14, 312;
34, 187; g�m. com., 70, 207), etc.
635. Consignaci�n impugnada y declarada v�lida. Lo que �

es inadmisible es el principio del inciso* 2� del art�culo: si la


pago
449

consignaci�n impugnada y el acreedor impugnante resulta ven


es

cido, la validez de aqu�lla se computa a partir de la sentencia. Es


algo inconcebible. Si el acreedor no la impugna, vale desde que
es hecha. Si la impugna sin raz�n, tambi�n debiera valer desde

igual momento, por lo mismo que la impugnaci�n indebida est�


demostrando que acpi�lla era legal y v�lida desde que fu� hecha,
y por lo mismo que la impugnaci�n infundada debe equivaler a la
ausencia de toda impugnaci�n. Es simplemente intolerable que
el deudor, cpie ha cumplido con tocio lo que le incumb�a, deba
cargar las consecuencias de la torpeza del acreedor.
con

Nos encontramos aqu� con una falla legal que ya hemos visto
en otra oportunidad^ (art. 700), en virtud, si se quiere inter
cuya

pretar literalmente el precepto, parecer�a que el c�digo considera


a las sentencias como creadoras y no como meramente declarativas ?v

ele derechos.No tengo por qu� repetir lo entonces expuesto. Baste


con que advierta que la sentencia no hace m�s epie pronunciarse

sobre los derechos en. juego, ya para admitirlos, total o parcial


mente, y& para rechazarlos. De ah� que no pueda crear ning�n
derecho no contenido en la litis, sino determinar los mismos dere
chos alegados y de conformidad con lo probado' (secundum alie gata
et probata). Si, pues, la sentencia declara v�lida una consignaci�n,
es porque �sta lo era desde que se la hizo, y no porque venga a

serlo a partir ele la sentencia. Y si la consignaci�n es v�lida desde


que es hecha, debe surtir sus efectos a contar ele ese preciso ins
tante y no de ning�n otro. Es lo que se resuelve en el caso particu
lar del art�culo 1611, y lo epie se dispone en los art�culos 764 a 6.
� Cu�l es este instante ? Hay en ello un asunto en que los prin
cipios procesales son decisivos. El simple hecho ele consignar
judicialmente no implica la consignaci�n que cuadra. Es menester
notificar la consignaci�n al acreedor, para que �ste se entere de las
circunstancias y concurra a hacer valer sus derechos, ya para aceptar
la consignaci�n, si la encuentra en forma, ya para impugnarla.
De consiguiente, y prescindiendo del supuesto ele que impugne
con �xito la consignaci�n
verificada, caso en el cual no hay legal
mente consignaci�n alguna (art, 758; C�m. civ., 156, 315; 159, 259;

163, 310; 175, 75; C�m. civ. Ia en J. T., VII|913, 143), sea que
el acreedor acepte la consignaci�n, sea cpie la impugne y se la declare

v�lida, siempre va a resultar que a partir del momento en que �sta


le fu� notificada, ha podido disponer de lo consignado, por donde
la tradici�n que corresponda (art, 577 y 2377 y ss.) ha existido.
desde ese instante.
Es lo que, por lo dem�s, resulta de la aplicaci�n de los puros

Colmo, Oblig. �

T. 1. 29
450 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

principios procesales y lo que resuelve


particular del
se en el caso

art�culo 764. Es la
notificaci�n, propiamente la demanda, h
no

que entra�a la traba del pleito (Manresa y Keus, Ley ele enjuicia
miento civil, II, 93 y ss. ; Caravantes, II, 573; infra, n" 941),
y lo
que as� hace correr los intereses,
interrumpe la prescripci�n, etc.
Y es lo que se resuelve en nuestra
jurisprudencia m�s constan
te : C�m. civ., 70, 314; 74, 205; 153, 213; C�m. civ. 1" en J. T.,
X|913, 199.
B. �

636. Riesgos de la prestaci�n. �

De consiguiente, los
riesgos de la cosa se transfieren desde entonces al acreedor, por
lo mismo que �ste ha dejado de ser tal para convertirse en propie

tario ; la mora del deudor, si la hab�a, cesa a contar del mismo ins
tante ; etc.
637. Mora y ofertas reales.
C. �

Por las razones antes �

apuntadas, entre nosotros no es concebible la controversia de los


autores franceses relativa la circunstancia' ele que sean las ofertas
a

reales o bien la consignaci�n judicial, lo que haga cesar la mora


del deudor y lo (pieimplique la transferencia de los riesgos (cons,
Garsonnet, VII, 2721-2) : entre nosotros no hay otro medio de libe
raci�n que el ele la 'consignaci�n.
D. 638. Gastos de consignaci�n.

El art�culo 760 con

templa un efecto accesorio de la consignaci�n: el relativo a los


gastos que la misma ha
implicado. Si el acreedor no impugnare la
consignaci�n, o (si) fuese vencido en la oposici�n que hiciere, los
gastos del dep�sito y las costas judiciales serein a su ce.tr go. Ser�n
a cargo del deudor, si (�ste) retirase el dep�sito(,) o (si) la con-
's�gnaci�n se juzgare ilegal.
Es discutible el derecho del C�digo civil para legislar sobre

puntos como �stos, que son de orden rigurosamente procesal. En


todo caso, es principio corriente en nuestro derecho ele proce
dimientos (art, 221, inc. 2", del respectivo c�digo para la Capital y
los territorios) cpie el juez puede eximir al vencido ele la obli

gaci�n de pagar las costas o gastos del vencedor, cuando encuentre


m�rito al efecto, en raz�n de que ha tenido aparente derecho para
litigar, o por tratarse ele un asunto dif�cil o complicado, o por
lo novedoso del punto de derecho, etc. No hay al respecto m�s

excepciones que la del art�culo 24 de la ley 4128, que se refiere a los


incidentes, y no a los juicios principales como ser�a el de una
consignaci�n, y la del. art�culo 507 del c�digo procesal, que con-
�cierne a un juicio tan especial como el ejecutivo (cons. lo que digo
respecto ele costas en el n� 716). De ah� que el rigorismo inflexible
de nuestro art�culo 760 no resulte del todo justificado ante los pre
PAGO
451

ceptos de fondo del derecho procesal que invade y que nosrige, y


controvertido la luz de principios.
(pie hasta pueda
ser a esos

A veces, y por aplicaci�n de nuestro precepto civil, se ha hecho


cargar con las costas judiciales al acreedor que acepta la consigna
ci�n: C�m. civ., 99, 239; C�m. com., 46, 101. En. general se las hace
soportal' al vencido: S. C, 91, 237; C�m. civ., 44, 70; 54, 225; 169,
61; C�m. civ. Ia en J. 1 '., X|912, 243; C�m. civ. 2a en G. F 13jVLT| .,

917 ; C�m. com., en la misma publicaci�n, IV|913, 241. Puede verse,


.adem�s, los fallos siguientes: C�m. civ., 178, 100; C�m. com., 83, 73.
E. Retiro de la consignaci�n. 639. Consignaci�n no acep

tada o no declarada v�lida. Estas generalidades de la consigna


ci�n terminan con. un punto que vamos a estudiar en seguida : el


retiro de la consignaci�n.
Mientras el acreedor no hubiese aceptado la consignemi�>.n,
o no hubiese reca�do declaraci�n judicial teni�ndola por v�lida,
podr� el deudor retirar la cantidad (prestaci�n) consignada. La
obligaci�n en tal caso renacer� con todos sus accesorios (art. 761).
La disposici�n, malgrado sus expresiones, es clara. Si el
acreedor ha aceptado la consignaci�n, el pago queda hecho, pues el
mutuo acuerdo ele voluntades est� consumado. Es la suerte de todas
las manifestaciones de voluntad (art. 1150 y ss. y 1197-200). De
�otra manera, el deudor vendr�a a disponer de algo (pie ya no le
pertenece. Es lo que se ha resuelto : C�m. civ., 71, 158 ; C�m.
�com. en J. T., X|914, 190.
Si el acreedor ha
impugnado la consignaci�n, entonces la
controversia correspondiente queda subordinada a la � el eclar aci�n
judicial � sentencia que cuadra en todo juicio, epie es la cpie va a
o

fijar la situaci�n, declarando la validez o la nulidad de la consig


naci�n. De ah� que mientras esa sentencia no exista, se est� en
el supuesto de la consignaci�n no aceptada, a que se refiere el

primer inciso del art�culo. Pronunciada la sentencia cpie declara


la validez ele la consignaci�n, con ella se suple la manifestaci�n
de voluntad cpie oportunamente debi� hacer A acreedor aceptando
la consignaci�n, por donde �sta viene a cpiedar aceptada.

Evidentemente, esa � declaraci�n judicial � o sentencia tiene


-que ser irrecurrible. Esto ocurre cuando no se ha apelado ele la ele
primera instancia, o cuando, recurrida �sta, la de segunda instancia
se ha pronunciado en el sentido de la validez susodicha. De otra
manera, hay propiamente sentencia, por lo mismo epie el juicio
no

contin�a: as�, la apelaci�n interpuesta por cualcpiiera ele las partes


contra la sentencia de primera instancia, deja el asunto como estaba,
esto es, en
pleito; por donde siempre podr� el deudor retirarla
452 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

consignaci�n, mientras no se dicte sentencia por ese tribunal de


apelaci�n.
Si el deudor retira la consignaci�n, el art�culo dice que la
obligaci�n � renace �. Es mucho m�s claro el sentido que la pro
piedad de la expresi�n. La obligaci�n no renace, por lo mismo-
que no hab�a � muerto �, vale decir, cpie no se hab�a extinguido.
La extinci�n no puede operarse sino con el pago, o con la consig- .

naci�n aceptada o declarada v�lida por sentencia firme, cpie equivale-


ai pago (art. 758-9). Y
aqu� no hay ni lo uno ni lo otro, ya que>
se trata del retiro de la consignaci�n, epie s�lo puede ser hecho
cuando la consignaci�n no ha sido aceptada por el acreedor ni
declarada v�lida por sentencia, Lo �nico que ocurre, de consi
guiente, es cpie la consignaci�n se tiene por no hecha; por donde-;
la obligaci�n, cpie subsist�a con ella en la respectiva contienda
judicial, vuelve a su estado anterior a la consignaci�n.
640. Consignaci�n aceptada o declarada v�lida. Ya he dicho� �

que la sentencia que declare la validez de la consignaci�n, equivale-


a la declaraci�n de aceptaci�n de la misma que debi� hacer oportu

namente el acreedor. En su virtud los derechos de las partes-.


quedan definitivamente fijados, y no pueden ser alterados sino
por. acuerdo de las mismas (art. 1200).
De ah� la inmediata ininteligibilidad del art�culo 762 : Si ha-
habido sentencia declarando
(que ha declarado), v�dida la con
signaci�n, el deudor no puede retirarla, ni con consentimiento del
acreedor, en perjuicio de sus codeudores o fiadores.
Si hay sentencia firme, el deudor no puede retirar la consig
naci�n, como nospodr�a retirarla en el supuesto ele que el acreedor
la hubiera aceptado, por lo mismo que ya no le pertenece
lo consignado.
Lo que entonces quiere decir la ley (cons. el art. 1262 del
c�digo franc�s, cpie es su fuente) es que el deudor puede retirarla.
si el acreedor consiente ; exactamente como podr�a hacerlo si se
tratase ele una consignaci�n aceptada por �ste, y como podr�a.
hacerlo en cualquier otro supuesto posible, de acuerdo con los.
citados art�culos 1197-200.
Si ese acuerdo se consignaci�n es retirada, los
produce y la
derechos de los codeudores o fiadores epiedan indemnes : la validez
de la consignaci�n implica el pago ele la respectiva-^obligaci�n,,
que as� ha quedado extinguida, por lo cual con ella se han extin
guido las obligaciones accesorias de los garantes, etc. (art. 525).
M�s aun : los codeudores y fiadores han podido considerar, con
todo derecho, que esa extinci�n definitiva les dejaba libertad de
PAGO
453

acci�n para consagrarse a otras actividades y obligaciones; por


donde la subsistencia de la obligaci�n primitiva podr�a perjudi
carles. En s�ntesis, la extinci�n ele la obligaci�n, por efecto de la
consignaci�n declarada v�lida, es un hecho objetivo, epie, por ser
tal, beneficia a todo el mundo; el retiro de la consignaci�n es un

hecho personal, que s�lo puede gravitar sobre sus autores.

Hay epie hacer constar que el art�culo 762 est� in�tilmente


en el art�culo 763 epie le subsigue : Si declarada v�lida la
repetido
consignaci�n, el etcreedor consiente (en) que el deudor la retire, no
puede, para el pago de su cr�dito, aprovecharse de las garant�as
o seguridades que le compet�an ; y los codeudores y fiadores que-

�dar�n libres.
IV. Consignaciones especiales. �

641.
Cuerpo cierto a en
tregarse donde est�. Las consignaciones especiales contempladas
��

por el c�digo son las relativas a los cuerpos ciertos y a las cosas

indeterminadas a elecci�n del acreedor.


La que se refiere a los cuerpos ciertos abarca dos hip�tesis,

;.-seg�n cpie la cosa deba ser entregada o no donde se encuentre al


vencimiento de la obligaci�n.
El art�culo 764legisla lo- primero : Si la deuda fuese de un
-cuerpo cierto (,) que deba ser entregado en el lugar en que se
�encuentre, el deudor deber�, hacer intimaci�n judicial al etcreedor
�para que lo reciba; y desde entonces la intimaci�n surte todos los
�efectos de la consignaci�n. Si el acreedor no lo recibe, la cosa
debida puede ser depositada en otra parte con autorizaci�n
judicial.
Claro est� que lo previo es lo cpie toca a la determinaci�n
del punto ele si efectivamente el cuerpo cierto adeudado debe ser
�entregado en el lugar en que se encuentra. Los principios cpie rigen
sobre ellugar en que una obligaci�n debe ser cumplida, no tienen
por qu� ser repetidos aqu� : baste recordar el juego m�s o menos
encontrado de los art�culos 618, 747-8, 1212-3, as� como las faculta
des consagradas en los art�culos 1215-6, sin contar situaciones espe
ciales como la del art�culo 1410.
La forma de la consignaci�n, mediante intimaci�n judicial
para que el acreedor reciba lo adeudado, explica porcpie el
se

transporte de los cuerpos ciertos no es siempre posible (median


inmuebles), y, sobre todo, porque en la intimaci�n se tiene lo judi
cial, esto es, lo bien comprobado y lo eventualmente coercible de
la situaci�n, epie se resuelve en la obligaci�n del acreedor de recibir
lo que le 'debido donde est� cosecha in situ, la mercader�a
es
(la
454 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

en el negocio del
vendedor, etc.). De ah� que haya debido adoptarse-
una soluci�n
general.
Sin embargo, en la pr�ctica, donde se consulta exigencias
que
dimanan de los hechos, se suele admitir el dep�sito judicial de las.
cosas debidas y pagadas en consignaci�n, cuando no son ele volumen

o inc�modas. Hasta en materia de inmuebles, la consignaci�n de-


una casa (por un inquiliilO que se muda y cpie cpiiere
entregarla
.judicialmente) puede ser hecha ante los tribunales: al efecto s�-
entrega las llaves respectivas, por aplicaci�n anal�gica del ar
t�culo 2385.
En el supuesto de que el acreedor se niegue a recibir la cosa,..
el deudor pedir� el nombramiento de un depositario especial, por
lo mismo que no hay entre nosotros ning�n establecimiento oficial
de consignaciones, como se tiene en Francia, en Alemania, etc. Por

supuesto cpie lo del traslado a � otra parte �, ele cpie hace m�rito-
la ley, s�lo es concebible en materia de muebles.
642. Cuerpo cierto a entregarse donde no est�. El art�culo �

765 legisla la segunda hip�tesis : Si la cosa se hallase en otro lugar-


que aquel en que deba ser entregada, es et (de) cetrgo del deudor
transportarla adonde deba ser entregada, y hacer entonces la inti
maci�n al acreedor para que la reciba.
Como se comprender�, este art�culo puede referirse sino
no

a cosas muebles, pues en �l se contempla la posibilidad de su.


transporte.
Una vez transportada la cosa por el deudor al lugar convenido
(cosecha, en estaci�n de ferrocarril o en vagones; mercader�a, en
los dep�sitos del puerto; etc.), se echa mano de la intimaci�n, si no
se excogita el procedimiento m�s expeditivo, cuando se trate de cosas

poco voluminosas, de los dos recursos a la vez: de la consignaci�n


misma en las oficinas del juzgado, y ele la intimaci�n.
Quiero apuntar dos observaciones.
Ante tocio, que en los casos de la llamada tradici�n, simb�lica

(art, 463 del c�digo comercial), la consignaci�n de la cosa puede


ser suplida por la de las llaves, facturas, etc., epie implican la

entrega efectiva.
Y despu�s, que en los supuestos de inmuebles entregables.
tambi�n simb�licamente (una casa, que lo es mediante la entrega
de las llaves respectivas), debe imperar nuestro art�culo : lo entre-
gable, y as� consignable, no es propiamente el inmueble en s�
mismo, sino en el medio, las llaves, que entra�an la posibilidad
efectiva de su posesi�n; y ese medio es en el caso una cosa esen
cialmente mu ebl e.
PAGO
455

643. Cosas indeterminadas. La consignaci�n de cosas inde


terminadas a elecci�n del acreedor, est� contemplada en el art�culo


766: Si la cosa indeterminada y a elecci�n del acreedor,
debida fuese
el deudor debe hacerle intimaci�n judicial para que haga la
elecci�n. Si rehusare hacerla, el deudor podr� ser autorizado por
el juez peira �sta, el deudor debe hacer la intima
verificarla. Hecha

ci�n al acreedor para que la reciba, como en el caso ele la deuda de


cuerpo cierto (cons. C�m. com., 29, 414).
Ante todo, la cosa indeterminada puede ser alternativa, de

g�nero (limitado o indefinido) y de cantidad (supra, n� 368). La


prestaci�n facultativa no es indeterminada, por lo mismo que es
�nica y as� cierta (art, 644).
En seguida, la intimaci�n judicial para que el acreedor haga
la elecci�n que le corresponde (tal es el supuesto, desde que no se
concibe la necesidad de la intimaci�n si el derecho de elecci�n

corresponde al deudor, seg�n es de regla: art. 601-37) no equivale


a la intimaci�n para reciba �ste la cosa, pues s�lo prepara,
que
mediante la individualizaci�n de la prestaci�n cierta a que ella tien
de, la ulterior tradici�n o entrega. De ah� que el deudor que quiera
hacer una consignaci�n en forma, deba pedir sucesivamente ambas
cosas: que se intime al acreedor que practique la elecci�n, y
luego que reciba la cosa elegida. De otra suerte, la simple elecci�n

que haga el acreedor s�lo tiene la virtud de convertir en determi


nada o ele prestaci�n cierta la obligaci�n ele prestaci�n indetermi
nada incierta que hasta entonces exist�a. Y se comprender� que
o

ello nada juega con relaci�n a los riesgos (art. 577), que ser�n siem
pre de cargo del deudor mientras no se consigne la species, la cosa

cierta que resulte adeudar.


Despu�s, la intimaci�n que corresponde en materia de canti
dades debe ajustarse a lo jur�dico de las circunstancias. En ellas
el. acreedor no propiamente derecho de elecci�n, ya que �sta
tiene
es concebible entre cosas diferentes, y ya que en las cantidades se

trata de cosas fungibles (supuestas, claro est�, la especie y calidad

estipuladas) en que todo es igual a todo. Como se recordar�, el


derecho del acreedor consiste en presenciar la operaci�n de -contar,
pesar o medir la cantidad adeudada (supra, n� 409).

Finalmente, siempre queda la posibilidad de la alternativa de


los. art�culos 764-5, ya que tambi�n es concebible el que la entrega
deba, ser hecha donde est�n las prestaciones indeterminadas (caballo
a tomarse de entre los de tal potrero, az�car a tomarse en el mismo
ingenio o
almac�n, etc.), o en otra parte, epie tambi�n puede ser

el domicilio del acreedor.


456 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

644. Obligaci�n de hacer.


Se habr� observado que el c�digo

s�lo se ha referido
a la consignaci�n de obligaciones de
dar, y que
nada ha dicho respecto ele las de hacer y de no hacer.
Hay al respecto un motivo general epie es casi intuitivo: la
consignaci�n no se concibe sino donde quepa la entrega de algo,
de una cosa u objeto, en que no encuadran ni el hacer ni el
no hacer.
Ello no quiere decir, sin
embargo, cpie el deudor d� una
obligaci�n de hacer no tenga c�mo liberarse, lo propio que el de
una obligaci�n de dar, cuando el acreedor se resiste a aceptarle

la correspondiente prestaci�n: por ejemplo, se trata de un abogado


con cpiien se ha convenido el patrocinio de un asunto, a quien
luego se niega los datos del respectivo juicio ; o es un empleado a
quien se le cierra la. oficina o el negocio en que trabaja ; o es un
pintor encargado de un retrato, cuyo modelo le deniega las foto
graf�as que cuadran o no quiere posar ; etc.
Entre nosotros no cabe otra consignaci�n cpie la demanda, si
se quiere interpretar cerradamente el principio del art�culo 757.

Ello es as�, a mi juicio, en cuanto el deudor pretenda libe


rarse de la obligaci�n, en cuanto pretenda pagarla. : s�lo entonces

procede lo judicial del art�culo 756, como se ha visto en los art�culos


758-9. Y aun. as�, habr� que tener en cuenta los principios de fondo
de los art�culos 505 y sus concordantes y 1204, para que pueda
darse por rescindido el contrato cpie al respecto exista, si ello 'se
pretendiera por el deudor perjudicado. Dentro de tales limitacio
nes, la consignaci�n se tendr�a por hecha con la notificaci�n de
la demanda. Es verdad, a prop�sito, que ah� no se tendr�a un
cumplimiento efectivo, como en el supuesto ele una obligaci�n de
dar, sino una simple promesa de cumplimiento ulterior. Pero es
que las circunstancias no autorizan otra soluci�n: �l hecho no puede
ser prestado sino en su lugar y momento, y es eso, cabalmente, lo que

ha hecho imposible el acreedor.


Es bueno recordar que la obligaci�n de hacer puede ser

enga�osa : el encargado de una partitura, de un cuadro, de una


estatua, etc., cpie ha logrado terminar su obra, epieda luego obli
gado a un dar (el cuadro, la partitura, etc.), que es perfectamente
consignable (supra, nos 24-5).
Y no hay necesidad de demanda ni de intervenci�n judicial
si lo que el deudor persigue no es su liberaci�n sino acreditar la
mora del acreedor. De conformidad con el principio de nuestro
art�culo 509, que creo aplicable al supuesto (n� 98), el deudor puede
echar mano ele cualcpiier medio, escrito o verbal, al efecto, con
pago
457

de epie luego pueda


est�, probarlo, producir la
.cargo, claro para
mora del acreedor en las condiciones y con las consecuencias antes

�expuestas (n� 100).


Obligaci�n de no hacer.
645. En cuanto a la consignaci�n
- �

de una obligaci�n ele no hacer, se alcanza c�mo ni siepiiera quepa


imaginarla: sea que tenga epie tolerar, sea que deba efectivamente
no hacer (no abrir un negocio, no plantar �rboles, etc.), la situaci�n

del deudor siempre se resuelve inactividad que basta man


en una

tener para que el cumplimiento exista, y para que as� no haya


necesidad de exigirlo ni imponerlo (cons., sobre estas consigna

ciones, Baudry, XII, 1626; Crome, Teorie fondamentali, 17, 6o).

SECCI�N 7a

PAGO CON SUBROGACI�N

I. Generalidades sobre la subrogaci�n. �

646. Concepto. �

En materia de pago con subrogaci�n nos encontramos con una ins


tituci�n de toda amplitud, que corresponder�a a la parte general de
un c�digo civil.
Me refiero a la subrogaci�n, que consiste en la substituci�n jur�
dica en cuya virtud una cosa (lato sensu) o una persona vienen a
ocupar respectivamente el lugar ele otra cosa o persona, de tal suerte
que en adelante est�n sujetas a las mismas condiciones en que se

encontraban la cosa la persona substituidas (cons. G.


o Peronacci,
La surrogazione nel diritto civile italiano, 1910).
647. Subrogaci�n objetiva. �-

Hay, as�, subrogaci�n objetiva


o subjetiva, seg�n que se trate de cosas o de personas.
En el mismo c�digo hay ejemplos de subrogaci�n objetiva, por
mucho epie en ellos no se emplee esta expresi�n (acaso se deba a tal
�circunstancia el que no se la haya reconocido en alg�n caso por
nuestros tribunales: v., a prop�sito, en La Naci�n del 19|IX|918,
un fallo de la C�m.
com., que niega la transmisi�n subrogatoria de
un
privilegio). Tal ocurre en los supuestos de los art�culos 124,
519-79-81-95, 610-26, etc., 1247-58, 2152, 2785, 3110, 3893, 3915-8,
etc., as� como en el art�culo 1163 del c�digo comercial, donde la pala
bra es empleada, y en el cual se tiene adem�s los casos de los art�cu
los 1211, 1361, etc. Lo mismo pasa en no contadas leyes especiales:
art�culo 14 ele la de expropiaci�n (n� 183), art�culo 16 de la de
warrants (n� 9521), art�culo 4o de la de prenda, agraria (n� 9644),
art�culo 51 de la de sellos (n� 10361), etc. (cons. Aubry y Rau, VI,
575; R. D�mogue, De la subrogation r�elle, 1901; A. Henry, De la
subrogation r�elle, 1913).
458 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

648. Subrogaci�n subjetiva. �

Los casos de subrogaci�n sub


jetiva son tambi�n diversos. La m�s eminente es la de la sucesi�n
hereditaria : el heredero � contin�a � la persona del causante, a

quien representa activa y pasivamente en todos sus derechos y


obligaciones, exactamente como si se tratase de �ste (art. 3417 y
concordantes). Despu�s se tiene los distintos y numerosos supues
tos de la sucesi�n por t�tulo singular, com�nmente contractual, a
que
se refieren el art�culo 3263, inciso 2�, y sus
concordantes, de entre
los cuales cabe apuntar los m�s generales de los art�culos 3266 a
8, que deben ser entendidos con muchas limitaciones, pues si entra
�an �sucesi�n�, y as� subrogaci�n lato sensu, no implican supuestos
de subrogaci�n en el concepto espec�fico que cuadra (nu 62 y ss.). El
m�s notorio y frecuente de tales supuestos es el de la cesi�n, de dere
chos, particularmente creditorios, en cuya virtud el cesionario viene
a quedar colocado en la misma situaci�n que el cedente con respecto-

ai derecho transmitido (art. 1458). Sigue a la cesi�n el pago por


subrogaci�n epie vamos a estudiar, y cpie tiene las m�ltiples apli
caciones que va a verse en derecho civil y cpie cabe observar en

derecho comercial (art, 704, 1370, etc.).


649. Efectos de y otra: la substituci�n
una no es absoluta. �

Conviene hacer notar que la substituci�n aludida no es jam�s abso


luta, ni aun en materia sucesoria, donde se verifica la subrogaci�n
m�s completa. En �sta no son transmisibles los derechos inherentes
o personales, seg�n principio que ya conocemos (art. 498), epie vere

mos nuevamente a prop�sito de la cesi�n ele derechos (art. 1445), y

que generaliza el citado art�culo 3417. M�s aun : dentro de los


mismos derechos transmisibles pueden caber modificaciones que
dimanan del juego fatal ele un individuo que no deja de ser distinto
del causante : eslo epie pasa en punto a la buena fe posesoria para
la percepci�n de frutos (art, 2358), al rev�s de lo que ocurre con la

relativa a la prescripci�n de la cosa (art. 4004).


Tal acontece en punto a subrogaci�n objetiva : el premio del

seguro que substituya a la casa incendiada o destruida o al buque


se

naufragado, sigue afectado, como la casa o el buque, al derecho


hipotecario que a tales respectos tuviera el acreedor, pues representa
a esas cosas, en ^uanto es � su � mismo valor econ�mico (art, 3110

del C�digo civil y 1361 del c�digo comercial) ; lo epie no impide

epie ese premio sea una cantidad., una suma de dinero, y no


una

casa ni un buque, y lo que as� implica que, fuera de esa represen

taci�n econ�mica y de la funci�n de garant�a que entra�a, deba


ser considerado como un simple derecho creditorio en todo cuanto

se refiera a su propia naturaleza. De consiguiente, tal substi-


PAGO 459

tuei�n no acarrear� un cambio de jurisdicci�n (federal o local,.


comercial o civil), ni alterar� el privilegio del acreedor, etc., pues
casa o el
en todo ello la suma de dinero puede comportarse como la

buque representados. Pero determinar� consecuencias inherentes a

la naturaleza ele la prestaci�n : tal pasar� en materia de


riesgos, por
ejemplo, epie son distintos en una y en otra clase de prestaciones.
Lo propio hay que decir respecto ele la subrogaci�n subjetiva..
Si ello es as� en la m�s intensa de tales subrogaciones, como es la
hereditaria, seg�n se ha visto poco m�s arriba, cabe suponer lo que
ocurre en las menos acentuadas, como son todas las restantes, ele las

cuales puedo contemplar la m�s decisiva, como es la contenida en la


cesi�n de derechos, ya que el cesionario, por aplicaci�n de lo dis
puesto en los art�culos 1458-69, reemplaza poco menos cpie del tocio
al cedente, seg�n dir� en oportunidad (nos 1044 y 1062).
Pues bien, malgrado lo relativamente completo y en�rgico de
tal substituci�n,, siempre caben diferencias: el cesionario es, jur�di
camente, la � persona � del cedente, pero es otro � individuo � :
puede ser mujer casada, ser extranjero, tener otro domicilio, etc.
650. La subrogaci�n y el fuero federal. De ah� nuestra ju

risprudencia en punto a fuero federal cuando media una cesi�n.


Es verdad que se empez� por excluir en absoluto ese fuero, so pre
texto de epie siendo �l excepcional y de orden p�blico, no epiedaba
librado al arbitrio de los individuos el hacerlo procedente o excluirlo
mediante cesiones : art. 8" de la ley n� 48 S. C, 9, 225 ; 13, 315 ; 17,

325; 18, 419; 19, 426; 21, 66; 24, 151; 29, 433; 54, 51; 58, 329; 81,
339_; 97, 284; etc.; C�m. fed., 4, 11; C�m. civ., 74, 431; etc. De
ah� (pie se exigiera en tales fallos cpie el derecho perteneciera origi
nariamente a un extranjero o a un domiciliado en otra provincia. Y
de ah� que en otros fallos se recabara la doble condici�n de epie el
cedente y el cesionario pudieran invocar los dos el fuero, para que
�ste resultase procedente: S. C, 23, 726; 32, 155; 33, 326; 48, 37;
59, 354 ; 66, 46 ; 69, 103 ; 71, 356 ; 90, 336 y 443 ; 93, 33 ; 94, 122 :
etc. Lo mismo lia sentado la C�mara federal, 6, 193. Pero, sin contar

alg�n fallo diverso (S. C, 58 432), la jurisprudencia de nuestra


Corte parece haberse orientado al fin en otro sentido m�s jur�dico :
la cesi�n exclu�ble es la que no importa una transmisi�n del derecho,
la que s�lo entra�a una simple delegaci�n para el cobro, la que
es una
apariencia ele cesi�n ; si hay positiva cesi�n, no se v� por
(pi� haya de establecerse diferencia alguna entre ella y una com
praventa o una donaci�n, en las cuales el comprador o el donatario
son tan sucesores
y subrogados, en el fondo, como el cesionario, y
pueden invocar el fuero. Es lo epie hago constar m�s adelante-

\
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
460

(n� 1041), adonde me remito. Y as� como puede invocarlo el com


prador (S. C, 31, 160), lo propio puede hacer un cesionario, haya
�arreglado cuentas� con el acreedor (S. C, 35, 113) o no.
Con mayor raz�n el endoso puede surtir ese fuero, si el endo
satario es extranjero o est� domiciliado en "otra provincia. No s�lo
.median las mismas razones ele fondo (el endosatario es un sucesor.
pero es tocio un propietario, como el comprador), sino que se tiene
la circunstancia de que el endoso no es una cesi�n, seg�n tengo apun
tado m�s de una vez : Thaller, 1462-3 ; Vidari, VII, 6576 ; Soraui,
I,. 94; Bensa, Bonelli, y otros, III, 110; Navarrini, III, 1264; Lyon-
Caen y Renault, IV, 130 ; Obarrio, II, 147 ; Segovia, II, 2104 ;
Malagarriga, IV, 143. De ah� lo resuelto: S. C, 48, 202; 95, 233; etc.
651 La subrogaci�n y la excepci�n de arraigo.
. En virtud �

de los mismos principios esenciales, se ha sentado que la excepci�n


de arraigo que pueda proceder contra el titular originario de un
-derecho, por raz�n de no estar domiciliado en la Capital (art, 85
del respectivo c�digo), no es admisible contra el correspondiente
-cesionario, pues por sucesor que �ste sea y por m�s que tenga los
mismos derechos que el cedente, no cabe suprimir lo personal o
individual de la circunstancia de que �ste sea vecino de la Capital,
y ele que as� haga ella improcedente la excepci�n: S. G, 30, 321 y
386; C�m. civ., 66, 309, y en La Naci�n ele 10|VIII|909; C�m. com.
-en J. A., III, 184; etc.

II. Generalidades sobre el pago con subrogaci�n. �

652. Con

cepto. �

Tales los principios generales de la


subrogaci�n.
Veamos ya lo que toca al pago con subrogaci�n, caracterizado
en el art�culo 767: El pago con subrogaci�n tiene lugar (Hay pago

con subrogaci�n) (,) cuando lo hace un tercero(,) a quien se trans


miten todos los derechos del acreedor. La subrogaci�n es convencio
nal o legal. La subrogaci�n convencional puede ser consentida, sea

por el acreedor (,) sin intervenci�n del deudor, sea por el deudor (,)
sin el concurso de la voluntad del acreedor.
653. Fundamento: objetividad de la moderna obligaci�n. �

No creo necesario ilustrar con ejemplos la hip�tesis, pues ya he

dicho lo bastante cuando analic� m�s arriba lo del pago por ter
ceros (n� 552 y ss.). Pero s� hay epie insistir acerca del fundamento

y el car�cter de la instituci�n.
En toda legal o convencional, se verifica un
subrogaci�n, sea

pago, el que hace el tercero. Pues bien, ese pago tiene eme extinguir
la obligaci�n, si hemos de aplicar principios ele tocia obviedad (art,
724 y ss.). �C�mo se concibe, entonces, que extinguida una obliga
ci�n pueda subsistir en favor de ese tercero, que en adelante ser�
pago 4gp

el acreedor, exactamente en los t�rminos en cnie lo era el acreedor-

primitivo y desinteresado?
Es que el romanismo de la obligaci�n, l� he dicho ya, va desapa
reciendo poco a poco, en virtud ele tendencias m�s utilitarias o

positivas que conducen a mirar en la


obligaci�n un bien patrimonial
antes que un v�nculo entre individuos, y que hacen colocar en grado
eminente lo objetivo de la misma, su prestaci�n, por encima de lo-
subjetivo de ella, las personas del acreedor y del mismo deudor.
Por eso lo cpie era inconcebible en el primitivo derecho romanor
la substituci�n de esas personas por otras sin que se alterase la
obligaci�n, es hoy una perfecta realidad, al extremo de epie en

algunos c�digos, como el alem�n y el suizo, se admite hasta la del


deudor, cosa que nuestro c�digo ignora. El mismo derecho romano-
empez� a embarcarse en tal evoluci�u. Si al principio cualquier
substituci�n ele sujetos implicaba una ,novaei(�n, vale decir, la
extinci�n de la obligaci�n primitiva y su reemplazo por la nueva
en cabeza del sujeto substituido ; m�s tarde se lleg� a solucionen

transaccionales y m�s o menos intermedias o t�midas, en cuya virtud,,


y s�lo del punto de vista activo, ele la cesi�n de derechos o del
cambio ele acreedor, se miraba al cesionario no como un nueva'
acreedor, sino como un continuador de la personalidad del substi
tuido. Al efecto se le autoriz�, desde luego, para que compeliera a
�ste a epie le cediera sus acciones contra el deudor; posteriormente,.
se arrib� a suprimir esa como investidura
judicial, pues se lo mira
como un mandatario del acreedor substituido, si bien en su
beneficio personal, procurator in rem suam, de tal suerte que ven�a
a representar al acreedor
desplazado, por lo mismo cpie ejerc�a Ios-
derechos ele �ste, pero en un asunto en que era titular exclu
sivo ( ii0' 1022).
Ese natural hibridismo (cpie se ha vuelto a ver en muchos otros.
supuestos: en el contrato de cuenta corriente, cuya individualidad
se ha negado con tanto
tes�n, seg�n puede verse en Vidari, V, 4228-
y siguientes ; que todav�a hace de la herencia un asunto de sucesi�n
personal, como entre los romanos, en vez de verse en ella lo que
cuadra, una transmisi�n patrimonial; que se opone a la voluntad.
unilateral, y que quiere involucrarla en la contractual; etc.), en cuya
virtud cualquier instituci�n nueva debe encuadrar en las categor�as-
formales y como procustianas del jus r&ceptum; es un efecto m�s o
menos necesario de la resistencia que levanta todo lo que es nuevo.
No se ni en derecho m en nada. Tambi�n es cierta
maiTha^ajaltos.
que los principios admituioTiio son los �nicos en lo derecho, por
mismo (pie �ste evoluciona seg�n el ritmo de la general
evoluci�n,,.
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
462

por donde ha de acomodarse las condiciones de vida que �sta va a

imponiendo y a que debe dar satisfacci�n, so pena de resultar des


adaptado y malo (cons. Ihering, Etudes compl�mentaires, IV
27 y ss.).
654. Corresponde excluir cualquier ficci�n de ese fundamento.
��
Lo extraordinario es epie esos principios romanistas
perduren^
todav�a hoy en nuestro caso, como si el derecho romano fuese el
derecho civil, y como si la vida
exigen no tuviera en la actualidad

cias, culturales solidarias, para apuntar lo m�s t�pico, que los


y
romanos, ni por sospecha conocieron.

Digo esto a prop�sito de los que (como nuestro mismo codifica


dor : nota al art: 767) quieren ver en la subrogaci�n una ficci�n (cons.

Colmo, T�cnica legislativa del C�digo civil, 107; a lo que se puede


agregar Huc, VIII, 52). Caracterizar una instituci�n como ficci�n'*
(como ha hecho alg�n tribunal nuestro, por ejemplo, la S. C. B. A.,
VI, 2, 526), en virtud de que no encuadra en los principios tradi
cionales, es dar prueba de una de estas dos cosas : o que la instituci�n
es arbitraria, o cpie los principios no responden a necesidades reales.

Y como lo primero debe ser descartado, pues nadie niega lo conve

niente, y hasta indispensable, de la subrogaci�n, no cpiecla sino lo


segundo. Pero entonces camb�ese esos principios, que, por encima
de todo, deben ser no romanistas sino jur�dicos. �A qu� conduce eso
de que el pago hecho por el tercero extingue la obligaci�n (por lo
cual hay epie admitir la ficci�n ele que la extinci�n no se ha consu
mado, y a objeto de fomentar la subrogaci�n, que no existir�a si el
tercero no viniese a ocupar la situaci�n del acreedor desinteresado y
a gozar en los mismos t�rminos de los derechos que a este corres

pond�an) ? �No sobra con decir que la persona del deudor es indife
rente (tal es el supuesto: se trata de aquellos casos en que el. pago

puede ser hecho por un tercero), de tal suerte que puede cambiar
de individuo sin que la obligaci�n, se altere, ya que lo importante en
�sta es el valor patrimonial que representa, y ya que ese valor sub
siste como antes?
Nada, pues,
I
de ficci�n : la subrogaci�nt~}
es una instituci�n tan
'��a^^,' "Il i. lili* l
ii '>'"'� _ jm>i li^

jur�dica y positiva como cualquier instituci�n que se impone. Si


no se ajusta a los principios, crue, se. aj3jmioclen �stos a ella, como

cuadra, por lo mismo que la realidad es ella, epie dimana ele


los hechos y de la vida, v no los principios, que son meros conceptos
y categor�as mentales que carecen de todo valor si no sirven para,

interpretar esa realidad.


655. Car�cter: es una sucesi�n a t�tulo singular. �

En cuanto

.& su car�cter, puede verse en los autores franceses ( particularmente


PAGO
463

en Demolombe, XXVII, 317 y ss., y en Huc, VIII, 46), los varios


sistemas: para unos, la subrogaci�n es una cesi�n ele derechos; para

otros, no es m�s que la transmisi�n ele los accesorios del cr�dito pri

mitivo en favor del subrogado, cuyo derecho ele fondo es nuevo y


distinto, por lo mismo (p�e el anterior ha sido extinguido con el pago
hecho ; para otros, es un pago con relaci�n al acreedor y una .cesi�n
respecto del deudor ; para otros, hay que distinguir seg�n cpie la
subrogaci�n sea legal o convencional, y aun, dentro de �sta, seg�n
que seaconvenida por el acreedor o por el deudor.
No hay por qu� detenerse en el examen de ellos : abundan al
respecto el casuismo y el romanismo, y no escasea lo propio del
derecho franc�s. S� hay que advertir que las- doctrinas de esos auto
res deben ser tomadas cum grano sal�s, cosa que no siempre hacen
nuestros juristas nacionales, pues en mucho m�s de un supuesto son
inaplicables entre- nosotros.
La subrogaci�n es una sucesi�n a t�tulo singular, por donde
le son subsidiariamente aplicables los principios correspondientes

(art. 3263 y sus concordantes). En su virtud se substituye el acree


dor de una obligaci�n por otro que le ha pagado el respectivo im
porte. Por efecto de tal substituci�n, el nuevo acreedor viene a tener,
en los l�mites apuntados, los mismos derechos que ten�a el acreedor

primitivo. Y como se trata de la substituci�n del acreedor, no de la


del deudor, resulta la mayor afinidad entre ella y la cesi�n, cpie
consiste en la transmisi�n del cr�dito por el acreedor en favor de
un tercero, y que como ella entra�a el simple cambio de acreedor.
656. Utilidad. �

Por lo dem�s, esta subrogaci�n es de una

utilidad tan incontestable como la que resulta del hecho ele que
ninguna legislaci�n ignore. la
Conviene al deudor, cpie puede librarse ele un acreedor inc�
modo, substituy�ndole otro m�s tolerante.
Conviene, al mismo acreedor, que de tal suerte encuentra quien
le pague lo que se le debe.
No perjudica a los otros acreedores (pie el deudor pueda tener,
por lo mismo que sus derechos permanecen inalterados.
Y representa actividades econ�micas, y hasta solidarias y bene-
ficentes, que toda ley debe estimular y favorecer.
III. Principios especiales sobre el pago con subrogaci�n. �
A.
Subrogaci�n legal. �

1". �

657. Principio. �

El mismo c�digo ha
dicho, sin necesidad
alguna, pues ello es cloctriiiarismo puro, cpie est�
siempre de m�s en las leyes, que la subrogaci�n puede ser legal o
convencional. Estudiemos por separado cada una de ellas, y comen
cemos por la
primera.
464 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

Est�legislada en los siguientes t�rminos (art, 768) : La subro


gaci�n tiene lugar (se verifica) (sin dependencia de la cesi�n expresa
del acreedor) (,) a favor: Io del que siendo acreedor paga a otro
acreedor que le es preferente; 2o del que paga una deuda al (a)
que
estaba obligado con otros o por otros; 3o del tercero no interesada

que hace el pago, consinti�ndolo t�cita o expresamente el deudor, o


ignor�ndolo; 4� del que adquiri� (adquiere) un inmueble, y paga al
acreedor que tuviese hipoteca sobre el mismo (inmueble); 5o del
heredero que admiti� (acepta) la herencia con beneficio de inventa
rio, y paga con sus propios fondos la deuda de la misma.
En general, la misma ley consagra la subrogaci�n en favor
ele ciertos terceros y deudores m�s o menosindirectos, que vienen a
estar obligados por la deuda, ya por v�nculos jur�dicos, ya por
circunstancias de hecho, a objeto ele favorecerles, simplificando o>
ahorrando tr�mites, y por raz�n ele que en el fondo vienen a pagar
una deuda que no les era personal. El perjuicio que reciben con
motivo ele ese pago, queda compensado en parte, en cuanto, como<
subrogados por la ley misma, pueden ejercer ipso jure los derechos
que ten�a el acreedor desinteresado. Si la ley no dispusiera as�, y si
siempre fuera necesaria la subrogaci�n convencional, se seguir�a que
tales pagos ser�an poco frecuentes, ya que no siempre se decide uno
a los tr�mites que supone toda subrogaci�n convencional, aparte de

que en m�s de un caso el mismo acreedor se negar�a a acordarla.


Fuera de ello, se irrogar�a perjuicios positivos a los deudores, y aun
al tercero que pagase, que no podr�a ejercer otros derechos que los-
cpie jure proprio le correspondiesen, sin las garant�as y privilegios
posibles del cr�dito pagado.
2o.�

658. Acreedor preferente. �

Dentro de tal principio,


resultan plenamente justificables casi todos los incisos.
En el primero se tiene, por ejemplo, la subrogaci�n en favor
del segundo acreedor hipotecario que paga al acreedor hipotecario en
primer t�rmino, a efecto de venir a quedar colocado como �l en pri
mer lugar; o bien en favor del acreedor que paga a otro acreedor

con privilegio o que tiene un privilegio superior al su}ro (un acreedor

com�n o quirografario paga a otro acreedor prendario o por gastos


funerarios, o un acreedor por gastos de �ltima enfermedad paga a otro
acreedor por gastos de justicia, etc. ; cons. C�m. com. en R. L. J.r
VIII, 430; C�m. civ. en J. T., 1910, 368 ; C�m. civ. 2* en G. F., XI|917r
57, y en J. A., I, 428). Lo propio hay que decir en favor del acreedor
hipotecario que paga un impuesto fiscal adeudado por el due�o de
la finca que aqu�l ejecuta, a fin ele que se pueda extender la escritura
de venta de la misma (ya (pie, como es sabido, las leyes de contri-
PAGO 465

buci�n territorial, ele obras domiciliarias, etc., prohiben que ning�n


escribano otorgue escritura de constituci�n o transferencia de dere
chos reales, sin el certificado previo, entre otros, de que la propiedad
correspondiente no adeuda tales impuestos) : extra�a no poco que
se haya podido resolver lo contrario (C�m. civ. 2a en /. A., II, 908;

v. en contra, y en favor de mi tesis, S. C. en -/. A., III, 514).

3o. �

659. Deudor obligado con otros o por otros. En el �

segundo se tiene la subrogaci�n en favor del deudor solidario o


indivisible que paga la deuda entera, o en favor del fiador que paga

por el deudor (art. 693 y 2029; C�m. civ., 89, 147, y 169, 265; C�m.
com., 12, 133 ; C�m. civ. 2a en R. L. J .,
VII, 453, a prop�sito de multa
en sellado satisfecha por uno ele los obligados ; C�m. com. en G. F .,

18|VIII|917, respecto de impuestos pagados por otro que el deudor


originario, que m�s encuadra en el inc. 3o). No ocurre lo propio con
respecto al codeudor de una obligaci�n simplemente mancomunada
y de prestaci�n divisible, por raz�n de que entonces cada codeudor
est� obligado por una deuda independiente y propia (art. 693). S�
ocurre en materia cambiar�a, seg�n se recordar�, cabalmente por

que los coobligados en ella son solidarios (cons., a prop�sito, nota


jurisprudencial de C. Bonelli en R. D. Comm., 1910, 344).
Pero hay que advertir dos cosas en materia de obligaciones
indivisibles y de solidaridad com�n : lu que la solidaridad y la indi
visibilidad existen respecto
con al acreedor primitivo tan s�lo, por
donde el codeudor que haya pagado la deuda �ntegra no puede quedar
subrogado en la solidaridad o indivisibilidad (art. 689 y 716), y
por donde la subrogaci�n s�lo consistir� al respecto en el ejercicio del
mismo derecho epie ten�a el acreedor desinteresado (si la obligaci�n
dimanaba ele una venta, ele una sociedad o de un mandato, ejercer�,
como dicho acreedor, las acciones pro emptore, o pro socio o pro
mandati que cuadren; y no la de simple repetici�n, que equivaldr�a
a una ordinaria condictio
-indebit�) ; 2o que, aun dentro de ello, la
subrogaci�n debe ser limitada a las cuotas que sus codeudores le
adeuden, desde que �l mismo, como deudor cpie tambi�n era, estar�
obligado a soportar, seg�n los casos, su contribuci�n propia (mismos
art. y art. 717), como, por lo dem�s, se precept�a en al art�cu
lo 771, inciso 3o.
De acuerdo con tales principios, no ser� dif�cil alcanzar las
razones en cuya virtud a veces se admite la subrogaci�n
y a veces
se la
niega. Debe ser admitida en casos como los de los art�culos
1591-2, 1926, 2096, etc., por raz�n de que en ellos la ley subroga
al locador en la personalidad del sublocador con relaci�n al subloea-

tano, y viceversa, en la medida de los respectivos derechos y obliga-


Golmo, Oblig. �

T. T. 3a
466 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

ciones, lo mismo cpie al mandante al substituto la del


o en
mandatario,
y lo propio que al adquirente en la del enajenante con respecto a rm
enajenante anterior. Puede discutirse, a prop�sito, si ocurre lo
propio en el art�culo 1645: deplorando no poder detenerme en el
asunto, hago constar mi opini�n afirmativa, pues hay estrecha ana
log�a entre ese supuesto y los de los art�culos antes citados, cosa
que por lo dem�s se acepta en derecho franc�s (Demolombe, XXV,
124 y ss. ;Baudry, XI, 645). cambio,En cabe verla
en los casos
no

de los art�culos 1752, 1857, 1949 ; etc. : el socio que paga una deuda.
social queda comprendido en el supuesto general del art�culo 693,
inciso 2o ; el tercero que se allana a. cumplir por el donatario el cargo
cpie a �ste incumb�a, no es un coobligado, como tampoco lo es el
mandatario que adelanta de sus fondos personales el pago de obliga
ciones del mandante. Si en los �ltimos supuestos es posible ver sub
rogaci�n, no ser� en m�rito de este inciso que estudiamos, sino, en
todo caso, por efecto del cpie subsigue, cpie se refiere cabalmente a
los terceros no interesados.
4o Tercero no interesado. �

660. Cr�tica de la norma legal. �

Y hago constar, desde luego, prop�sito de ese inciso, mi discon


a

formidad con su soluci�n. Esa subrogaci�n acordada al tercero no


interesado epie paga hasta con ignorancia del deudor, no es justi
ficable: ni ante los principios, ya que, seg�n lo dicho, el favor de la
subrogaci�n legal es concedido a ciertos deudores u obligados, a
quienes se quiere compensar en alguna forma por raz�n de un pago
que les ha resultado obligatorio, cosa que en nada puede ocurrir
en nuestro caso; ni ante la legislaci�n y la doctrina, pues ning�n

c�digo la consagra ni autor alguno la auspicia.


Quiz� no digo en esto �ltimo toda la verdad. El inciso ha sido
tomado del proyecto de Garc�a Goyena, cuyo art�culo 1117, inciso 2",
acuerda la subrogaci�n legal al tercero no interesado � que pague,
consiti�ndolo expresa o t�citamente el. deudor �. En la p�gina 140
del tomo III puede verse los fundamentos de la disposici�n : seg�n
ellegislador espa�ol, en tal caso hay � mandato expreso o t�cito del
deudor �, que ha querido librarse de un acreedor inc�modo y colocar
en su lugar, mediante � un pacto t�cito sobre la subrogaci�n �, a

dicho tercero.
Como se ve, en G-oyena no tenemos nada que innove sobre los

principios : cualquier manifestaci�n ele voluntad puede ser expresa


o t�cita (art. 915), por donde tambi�n puede ser t�cito ei convenio

de la subrogaci�n, que nada cuesta admitir, ya que la subrogaci�n


convencional es perfectamente jur�dica. Pero entonces el precepto
est� desubicado : se trata de una subrogaci�n convencional y no legal.
pago 467

De ah� que hubiera bastado agregar al art�culo 770 algo como lo


� La subrogaci�n por el deudor ser� admitida en todos
que sigue :
los casos en cpie el tercero pague con su conocimiento expreso o
t�cito �.
661. Limitaciones de esa regla. �

Fuera de
ello, la amplitud
del inciso es tan acentuada que la correspondiente pregunta debe
�ser invertida: en vez de preguntarse cu�ndo queda subrogado el ter

cero que paga, habr�a que preguntar cu�ndo no lo queda, ya que,

seg�n dicho inciso, lo que era excepcional viene a convertirse en


regla. No queda libre sino un supuesto: el del deudor que se opone a
�que el tercero pague, que corresponde al del art�culo 728, donde
se

niega la subrogaci�n a ese tercero, que s�lo tiene, como advert� en


oportunidad, la etctio de in rem verso, para repetir el importe de la
utilidad efectiva que con su pago ha procurado al deudor.
Considero que, dado lo expl�cito del precepto, no es posible limi
tarlo en el sentido epie le diera Goyena. Y en atenci�n a lo expuesto
en el n�mero 554, en cuya virtud nuestro c�digo distingue, de acuerdo

�con sus fuentes, seg�n que el tercero pague en nombre del deudor

o en nombre propio, y seg�n que as� realice un acto de beneficencia

o un negocio, para tratar al primero con mayores miramientos que

ni segundo ; concluyo que, adem�s del caso en que el tercero pague


'contra la voluntad del deudor, a que acabo de referirme, no quepa
ver subrogaci�n en favor del tercero que sin esa oposici�n pague

�& nombre propio, y siempre que no resulte un comprador o cesio

nario del cr�dito (pues en tal supuesto y por aplicaci�n del art�culo
769, resultar�a un subrogado legal, que tendr�a, art�culo 1458, los
.mismos derechos que el acreedor desinteresado).
No veo otra manera de restringir la excesiva amplitud de un
precepto que ha sido muy meditado por el codificador.
no

662. Jurisprudencia al respecto. Lo que es m�s, nuestros


tribunales lo han llevado demasiado lejos,llegado �


pues han
aplicarlo en su simple literalidad: la C�mara ele comercio (90, 179)
ha sentado que el deudor que paga una deuda de su acreedor, queda
-subrogado y puede compensar su antigua deuda con su nuevo cr�dito
{lo que puede ser cierto s�lo sobre la base de que en cualquier caso
queda subrogado el deudor epie pague una deuda ele su acreedor, cosa
que no creo se pueda demostrar) ; y la C�mara civil (179, 147)
consagr� el derecho subrogatorio con igual amplitud en favor ele
Cualquier tercero (cons. tambi�n: C�m. civ. 2a en J, T .,

VIH 1 914, 184).


5o. �

663. Adquirente de un bien hipotecado. �

El inciso
cuarto, repetido en los art�culos 2151 y 3185, es de obviedad : el pobre
468 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

adquirente ele bien


hipotecado, que se ve competido a pagar al
un

acreedor para evitar la ejecuci�n y remate cpie �ste


persigue, bien*:
puede quedar subrogado en los derechos del acreedor, ya que merece-
consideraci�n ante el perjuicio que sufre. Pero el precepto parece-
poco pr�ctico. �De cpi� le sirve la subrogaci�n, si la propiedad es
suya y si la hipoteca no puede ser extendida a otras posibles propie
dades del deudor? En el supuesto de que haya una sola hipoteca,..
le servir�a de muy poco (intereses, etc.), pues su acci�n contra el\
deudor ser�a meramente Lo
pr�ctico del asunto surgir�,
personal.
cuando haya un segundo acreedor hipotecario: el tercer poseedor-
que haya pagado al primer acreedor, queda subrogado en los derechos.
de �ste, por donde, como acreedor hipotecario en primer t�rmino que
as� viene a ser, tiene derecho preferente contra el de segundo t�rmino,..
para cobrarse antes que �ste su desembolso sobre el producido de la
venta, (si se ha consumado) o sobre el valor del inmueble.
Por lo dem�s, poco importa que > el tercer poseedor haya conocido
o no la existencia de tales hipotecas. La ley no distingue, desde-
luego. Ni tendr�a raz�n para distinguir, pues el tercer poseedor no*
se perjudica menos en un caso que en otro, y bien ha podido contar-

eon epie el deudor pagar�a a su vencimiento la respectiva hipoteca.

6o. �

664. Heredero beneficiario. La disposici�n del inciso-


quinto, repetida en el art�culo 3374, responde a consideraciones que


no son de derecho estricto, o no tan estricto como en los casos res

tantes (excepto el del inc. 3o). Quien acepta una herencia con benefi
cio de inventario, quiere excluir la confusi�n de personalidades y pa
trimonios epie se opera con la aceptaci�n com�n (art, 3373 y 3417) _

De ah� que el heredero beneficiario que pague una deuda sucesoria,�


pague una deuda ajena ; por donde, a lo sumo, debiera encontrarse
en el caso del inciso 3o. Sin embargo, el precepto es tradicional y
corriente. Como dice Huc (VIII, 76), �la ley ha cpierido estimular
al heredero a que pague, por raz�n, de epie la liquidaci�n de una
sucesi�n beneficiar�a es tanto m�s complicada y cargada ele gastos-
cuanto m�s numerosos sean sus acreedores �, por lo cual dichos
pagos har�an m�s f�cil y menos costosa tal liquidaci�n.
Es innecesario que advierta que fuera de los cinco incisos del
art�culo 768, hay otros casos de subrogaci�n legal. Ya se ha visto-
varios de ellos en el C�digo civil. c�digo comercial
En el se tiener
entre otros, los de los art�culos 525, 704, 1180, etc.
B. Subrogaci�n convencional. �

Io Por el acreedor.

665. Principio, Pasando ya a la subrogaci�n convencional, comen


z�remos por la convenida con el acreedor, y que el c�digo legisla en


estos t�rminos (art, 769) : La subrogaci�n convencional tiene lugar
PAGO A fi Q

se. verifica) (,) cuando el etcreedor recibe el pago de un tercero, y

�{& quien) le transmite expresamente todos sus derechos respecto de


la deuda. En tal caso la subrogaci�n ser� regida por las disposi
ciones sobre la cesi�n de derechos.
666. Requisitos. El �nico requisito que se

exige es el de lo
expreso de la subrogaci�n. Es que la subrogaci�n es algo excepcio

nal, ya que, de regla, el pago hecho debe extinguir la obligaci�n. Y


lo excepcional no debe ser presumido, seg�n es ele norma elemental,
^en derecho como en todo. De ah� que el mero recibo de pago que el
acreedor d� al tercero, no contenga esa convenci�n subrogatoria

(cons. el caso af�n resuelto por la C�m. civ., 165, 251). Por lo dem�s,
poco importar� que no se emplee la palabra � subrogaci�n � : siempre
que resulte evidente la doble intenci�n de transferir y recibir los
derechos del acreedor, la subrogaci�n existir�. Por suerte, en el
�derecho moderno no hay f�rmulas aunque haya formas. As�, sobrar�a
con expresiones como �stas : � cedo � o � transfiero mis derechos �,
�� substituyo � o � coloco al tercero
lugar �, etc. en mi
Se trata en ello del requisito especial de la subrogaci�n. Lo
-que implica que quedan intactos los requisitos comunes (escritura
p�blica, si cuadra, objeto l�cito, capacidad, etc.) cpie corresponden
-a cualquier acto jur�dico y hasta a un contrato como es �se.

Conviene apuntar que el acreedor no est� obligado a subrogar


,al tercero (art. 729), ni puede estarlo: la iniciativa del tercero es
espont�nea, por donde, al querer �ste meterse en terreno ajeno,
deber� acomodarse a las circunstancias.
. Tampoco es necesaria la presencia, ni menos el consentimiento,
del deudor en esa convenci�n subrogatoria, desde cpie lo �nico en
.juego son los derechos del acreedor y del tercero. Todo lo que �l
puede hacer es negarse al pago que el tercero quiera hacer, para que
as� �ste, en el caso de no obtener subrogaci�n por parte del acreedor,
no la
consiga por obra de la ley (art. 728 y 768, inc. 3�). Lo que se
�dice en contrario en un fallo de la Suprema Corte (13, 32) no puede
referirse a la subrogaci�n que estudiamos, en epie s�lo se contempla el
cambio de acreedor, y no el de deudor, que es el supuesto del fallo.
Fuera ele eso, el fallo contiene propiamente un caso de novaci�n, y
no de cesi�n ele deuda.
En el c�digo franc�s
requiere, adem�s, cpie la subrogaci�n
se

sea hecha en el acto del


pago (art. 1250). Se quiere evitar con ello
fraudes posibles : el tercero que no obtuvo la subrogaci�n cuando
pag�, y que as� no goza de los privilegios, etc., de que gozaba el
acreedor desinteresado, podr�a, ex post facto, simular una subro
gaci�n antedatada y perjudicar de tal suerte a otros acreedores que
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
470

sin ello habr�an tenido mejor derecho que �l. No creo que entre
nosotros deba exigirse eso mismo, porque ya tenemos la
regla
general en el art�culo 1035: si la subrogaci�n consta en documento
sin fecha cierta, no podr� ser opuesta a terceros ; si consta en docu
mento p�blico, la antedata es imposible, tal es la
presunci�n, pues,
es 'poco concebible la complicidad de los funcionarios
correspondien
tes (cons. art. 979).
667. Es en su fondo una cesi�n de derechos. Hay que hacer-

una advertencia de relativa importancia con resiiecto a la


subroga
ci�n convenida con el acreedor. Seg�n el ac�pite del art�culo 768 y
seg�n el texto expreso del art�culo 769, inciso 2", esa subrogaci�n
es regida por las disposiciones de la cesi�n, por donde epieda
equi
parada a �sta. Lo que cpiiere decir cpie, fuera de la excepci�n del
art�culo 771, inciso 1", los principios ele la cesi�n le ser�n aplicables t
as�, el subrogado deber� notificar el pago hecho, como el cesionario�
(art. 1459) ; el acreedor debe garantir al tercero la existencia y legi
timidad del cr�dito (art, 1476) ; el pago debe constar por escrito*
(art, 1454) si se trata de un cr�dito litigioso, podr� ser pagado en

las condiciones del art�culo 1455 ; la notificaci�n debe ser hecha en


instrumento p�blico, para epie el pago pueda ser opuesto a terceros
(art. 1467) ; etc.
Fuera de ello, la subrogaci�n no -es una cesi�n, sino en cuanto,
como �sta, importa una sucesi�n o substituci�n de sujeto acreedor.

y con. caracteres espec�ficos que le son propios.


De ah� que no proceda admitir el criterio de m�s de un�
de nuestros autores nacionales, que, sobre el modelo de los autores:.
franceses (que establecen toda una serie de diferencias entre la
subrogaci�n y la cesi�n, en virtud de que el respectivo c�digo no
contiene una disposici�n como la de nuestro art�culo 769), preten
den distinguir en muchas formas la subrogaci�n de la cesi�n (al

guno ele ellos despu�s de haber sostenido lo contrario pocas p�ginas


antes), cosa epie entre nosotros no ser�a exacto sino cuando no mediase
una subrogaci�n acordada con el acreedor.

Aun en los supuestos excluidos (subrogaci�n convenida con el


deudor, o subrogaci�n legal), los principios de fondo, como he
apuntado, son comunes: siempre hay una sucesi�n o substituci�n
de acreedor. Y fuera de ello, casi todos los preceptos indicados de
'
la cesi�n ser�an aplicables, ya por analog�a, ya por generalidad: la
notificaci�n ser� indispensable, pues si no el deudor puede pagar al
acreedor originario en perjuicio del subrogado (art. 1468) ; ni la
notificaci�n ni el pago podr�an constar en documento com�n (arL
PAGO 47.1

el acreedor estar�a obligado a garantir al tercero (art, 2089


1035) ;
sus concordantes) ; etc.
y
668. Criterio para distinguir si hay cesi�n o subrogaci�n. �

Lo delicado ser� distinguir en el. hecho cu�ndo habr� subrogaci�n


convenida con el acreedor o cu�ndo habr� cesi�n. El hecho objetivo
es com�n a las dos situaciones : el acreedor libera al deudor mediante

un dinero que recibe del tercero ; y la


expresi�n externa puede ser
bien, ambigua (por ejemplo, las siguientes: �conste cpie habi�ndome
pagado A 60 $ por la obligaci�n de 100 $ que me debe X, declaro
liberado �ste y transfiero a A mis derechos sobre el cr�dito �, o
a

� substituyo a A en mis derechos �, o � coloco a A en mi lu


gar �, etc.).
Salvo lo que de las circunstancias resulte, y ele las cuales quepa
inducir la intenci�n de las partes, para admitir lo primero o lo
segundo, considero que en general habr� que pronunciarse en favor
de la cesi�n, si de algo han ele servir al efecto las lecciones expe
rimentales y maestras de los hechos. Lo cpie ele ordinario ocurre no
es un pago con subrogaci�n, sino una cesi�n ; no un acto ele bene

ficencia y liberalidad, sino un negocio. Tal es la vida. Tal es el mundo.

Hay valores econ�micos ele por medio, que son siempre el primum mo-
vens ele la actividad correspondiente. Todo sin. perjuicio, como he di

cho, de que acuerdo con las circuns


proceda admitir lo contrario, de
tancias, cpie tendr�an cpie ser bien claras y decisivas para poder des
truir aquella presunci�n, que no por no estar consagrada en la ley es
menos real que otra preceptuada.

2" Por el deudor, �

669. El principio y justificaci�n.


su El �

art�culo 770contempla la segunda y �ltima hip�tesis de la subroga


ci�n convencional, vale decir, la consentida por el deudor: La subro
gaci�n convencional puede hacerse tambi�n por el deudor, cuando
paga la deuda (de una suma ele dinero) con otra cantidad que ha
tomado prestada, g subroga ed prestamista en los derechos y acciones
del acreedor primitivo.
No es forzoso, desde luego, que esta subrogaci�n pueda veri
ficarse tan s�lo en ese caso : el deudor epie consienta en que el tercero
pague propio dinero la deuda de aqu�l, bien puede acordarle
con su

la correspondiente subrogaci�n, sin necesidad alguna de complicar


las cosas oblig�ndose al deudor a cpie ante todo contraiga un pr�s
tamo y a que luego pague a su acreedor. Habr�a eadem ratio en los
dos supuestos.
Lo epie parece extraordinario es cpie el deudor venga como a

disponer de
algo cpie no es suyo, el cr�dito en cpie est� obligado. No
hay tal, sin embargo. El no dispone sino ele lo propio: acordar al
472 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

tercero la subrogaci�n. El cr�dito no es tocado por �l. Es el acreedor


quien dispone del mismo, aceptando su pago.
Por lo dem�s, en esto, como en todo, las exigencias pr�cticas
han forzado la mano del legislador, que ha debido sancionarlas. En
los autores franceses est�n ellas explicadas : deudores que hab�an
afectado su propiedad cuando los intereses legales estaban, por ejem
plo, a 12 por ciento, ten�an todo el deseo de redimir la respectiva
hipoteca cuando esos intereses hab�an bajado al 10 por ciento; como
no dispusieran de dinero para pagar al acreedor, y como careciesen

de otro bien para afectarlo y pagar a aqu�l con el correspondiente

importe, se dieron ma�a para conseguir el dinero de un tercero, bajo


la doble condici�n ele elesinteresar con �l al acreedor y de subrogar
en su lugar al prestamista.

670. Requisitos. Por ello se exige en el c�digo franc�s una


serie de requisitos, epie nuestro c�digo ignora : Io la especificaci�n


del origen y destino de los fondos con los cuales el deudor paga al
acreedor ; 2� la menci�n del empleo de los mismos en desinteresar a
dicho acreedor ; 3o la forma de la escritura p�blica.
Se ha querido evitar con ello fraudes posibles, como los indicados
supra (n� 666), en cuya virtud se fraguase a posteriori subrogacio
nes simuladas y antedatadas, para hacer subir en grado a
alguien en
perjuicio de otro. No vale insistir al respecto, que se puede ver en
los autores franceses : Io porepie las circunstancias actuales no son

las que dieron margen a la instituci�n, ya que el cr�dito, sobre


todo territorial, es hoy tan f�cil ; 2o porque es una instituci�n
francesa, que no ha trascendido a raz�n por la
otras legislaciones,
cual, acaso, Freitas no la ha legislado, por lo mismo que ha depen
dido de circunstancias especiales ; 3o porcpie entre nosotros, sobre
no haber tasa legal, ni menos obligatoria, de intereses, el art�culo
1035 salva, en m�rito de lo expuesto m�s arriba (n� 667), cual
quier peligro.
IV. Efectos del pago con subrogaci�n. �

671 .
Hay en prin
cipio unasubstituci�n de persona. Los efectos de toda subro

gaci�n est�n catalogados en el art�culo 771 : La subrogaci�n legal o


convencional (,) traspasa al nuevo acreedor todos los derechos(, ac
ciones y garant�as ) del antiguo acreedor, tanto contra el deudor prin
cipal y codeudores, como contra los fiadores, con las modificaciones
siguientes: Ia el subrogado no puede ejercer los derechos (, y ac

ciones) del acreedor, sino hasta la concurrencia de la


que suma

�l ha desembolsado realmente para la liberaci�n del deudor; 2a el

efecto de la subrogaci�n convencional puede ser limitado a ciertos


derechos (y acciones) por el acreedor, o por el deudor que la consien-
PAGO 473

te; 3a la subrogaci�n legal(,) establecida provecho de los que han


en

pag�elo una deuda a la cual estaban obligados con otros, no los


autoriza a ejercer los derechos (y las acciones) del acreedor contra
sus coobligados, sino hasta la concurrencia de la parte (,) por la cual

c�ela uno de estos �ltimos estaba obligado a contribuir para el pago


de la deuda.
Dejemos de laclo observaciones de detalle o externas: hay su-

perfetaci�n en la doble expresi�n de derechos y acciones �, pues


la acci�n no es otra cosa cpie el ejercicio judicial del derecho, de


tal suerte que donde hay derecho hay acci�n y que no se concibe
una acci�n cpie no corresponda a un derecho (Garsonnet, I, 289;
cons., sinembargo, Mortara, I, 12, y Chiovenda, Principii, 43 y ss.) ;
la disposici�n del. inciso 2o, sobre estar mal redactada, en raz�n

de que la subrogaci�n convencional no es consentida por el acreedor


o por el deudor tan s�lo, desde que, como convenci�n que es,

tambi�n supone el consentimiento del tercero, habr�a podido ser


omitida, por ser de derecho com�n (art, 1197) ; y la del inciso 3�,
que repite lo preceptuado en los art�culos 689 y 716-7, olvida epie
en la subrogaci�n no se comprende tampoco lo indivisible o lo
solidario ele la obligaci�n, seg�n tengo advertido m�s arri
ba (n� 659).
Vayamos al principio, y nos encontraremos con la norma de
fondo que corresponde : la subrogaci�n transfiere en favor del
tercero el mismo derecho que ten�a el acreedor desinteresado, de
suerte que aqu�l podr� ejercerlo exactamente en las condiciones en
que �ste habr�a podido hacerlo. Es lo que ya hemos visto al carac
terizar la subrogaci�n, donde he hecho notar las naturales limita
ciones que ello tiene (nos 648-9). As�, el subrogado goza de las
ventajas (privilegios, fianzas, intereses y dem�s accesorios: cons.,
sin embargo, a este �ltimo respecto, C�m. civ., 165, 251; etc.) de
que gozaba el acreedor primitivo, y tiene un derecho de compra
venta, de mandato, etc., como el cpie ten�a ese acreedor.
672. S�lo se repite lo desembolsado. La limitaci�n que�

ahora agrega la ley en el inciso 1", es justificada: el tercero ha


obtenido epie el. acreedor libere al deudor mediante el pago que
aqu�l le hace de 80 $, por ejemplo,- por la deuda de 100 $ que
ligaba ambos; en tal supuesto el tercero no puede exigir del
a

deudor sino los 80 $ que �l ha desembolsado efectivamente, y no los


100 a cuyo respecto �ste cpied� liberado con relaci�n al primitivo
acreedor, de tal suerte que la subrogaci�n s�lo se verifica dentro
.

de ese l�mite, tanto contra el mismo deudor como contra los posibles
fiadores. La explicaci�n que corresponde tiene que ver m�s con
474 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

razones hist�ricas, relativas al


origen de la subrogaci�n, eme con
motivos estrictamentejur�dicos: la subrogaci�n, como acto civil
que es en nuestro caso, y como determinada por un esp�ritu de
beneficencia, resulta un acto gratuito y no ele especulaci�n; por
donde el tercero que pudiera repetir el importe total del cr�dito,
malgrado �l hubiera desembolsado s�lo una parte, vendr�a a realizar
todo un negocio incompatible con la situaci�n, y debe conformarse.
con no resultar perjudicado, a cuyo efecto le basta con repetir
lo que haya pagado (cons. C�m. civ. en. J. T., 1910, 368).
Como es sabido, no ocurre lo propio en materia de cesi�n,
donde tambi�n hay una subrogaci�n o sucesi�n de acreedores: el
cesionario, que ecp�vale al tercero en la subrogaci�n hoc sensu,
puede exigir del deuelor el monto �ntegro del cr�dito, aunque �l
lo haya adquirido por una suma �nfima y aun gratuitamente (art.
1434-8-58, etc.). Es que la cesi�n, como contrato que es, aun cuando
se verifique gratuitamente (ya que el cedente procura beneficiar
en este �ltimo caso al cesionario o cuasiclonatario), supone en aquel

sentido un acuerdo que quedar�a desvirtuado si se limitase el dere


cho del cesionario para cobrar el importe total del cr�dito.
Fuera ele ello, repito, la subrogaci�n implica una substituci�n
de individuos y no de personas, y deja intacto lo cpie corresponde
a la naturaleza y alcances del derecho, dentro de los l�mi
tes referidos.
De ah� que no sea posible concebir las hesitaciones y contra
dicciones ele autores de tanto fuste como Demolombe, que despu�s
de haber admitido (XXVII, 325-6, como repite m�s adelante, 636)
que en la subrogaci�n se transmite al tercero el mismo derecho epie
ten�a el acreedor originario, llega a decir que el cr�dito del nue
vo acreedor o subrogado es distinto ele el del acreedor primitivo,

y est� sujeto por eso a la prescripci�n ordinaria de treinta a�os


(nos 336-8). Algo semejante cabe sostener contra un fallo de la
C�mara civil (95, 270), seg�n el cual hay que justificar �plena
mente � las relaciones ele derecho entre el subrogado y el deudor :
tales relaciones son obra de la ley (subrogaci�n legal y subrogaci�n
consentida por el acreedor), pues el deuelor s�lo en un caso (el del
art. 770) puede ser parte al efecto.
673. Concurrencia del subrogante y el subrogado. �
En el
art�culo 772 se consagra otra disposici�n relativa a los efectos
de la subrogaci�n. Si el subrogado en lugar del acreedor hubiere
hecho un pago parcial, y los bienes del deudor no aleonaren a
pagar la parte restante del acreedor y la del subrogado, �istos concu-
pago 47�
rrir�n igual derecho por la parte que se les debiese (C�m.
con

civ. 2a en J. A., I, 428).


Este precepto pudo ser omitido sin dificultad. Supone lo si
guiente: que el tercero desinteresa al acreedor s�lo parcialmente
(y no que hace un � pago parcial �, como dice el c�digo, pues bien
puede liberar totalmente al deudor con un pago parcial, seg�n
se ha visto poco m�s arriba), y que luego deben concurrir, el ter

cero por lo que ha desembolsado, y el acreedor por la parte insoluta,

sobre los bienes del deudor concursado o insolvente. eJSn tal caso,.
ambos literalmente, vale decir,
concurren en perfecto pie de igual

dad, sin preferencia ni privilegio alguno en favor ele uno u otro.


Es ello evidente, pues los dos cr�ditos son id�nticos en su natu

raleza, como se dispone en los principios de fondo de los art�culos.


767, inciso Io, y 771 ac�pite. Por lo dem�s, es lo epie se resuelve en
el supuesto an�logo del concurso del cedente parcial y del cesionario
sobre los bienes del deudor cedido (art. 1475).
V. 674. Subrogaci�n y acci�n subrogatoria.

La subroga �

ci�n implica la transmisi�n, en favor del que ha pagado, del mismo


derecho esencial, u objetivo, que ten�a el acreedor a_cpiien acra�l
ha desinteresado, en la medida del desembolso hecho.
De ah� epie no sea posible entender en su literalidad alg�n
fallo en cuya virtud se pretende cpie no es posible la repetici�n
contra terceros sin subrogaci�n previa (C�m. civ. Ia en G. F'.,

14|HI|917). La subrogaci�n no es una garant�a de la acci�n de


repetici�n, as� en general, pues el t�tulo al efecto es incontroverti
ble : radica en la llamada actio de in rem verso del art�culo 727 y sus

concordantes, o mejor, en el hecho del enriquecimiento sin causa,


que genera a esa acci�n: as�
la condictio indebiti y en
en los dem�s
casos de repetici�n ele pago (art. 784 y ss.)
; as� en la actio negotio-
rum gestio (art�culo 2298 y concordantes)
; as� en las acciones �tiles
del depositario (art. 2224), del comodatario (art, 2287), del espe-
cificador (art. 2568), del edificador o del plantador (art. 2588), etc.
La subrogaci�n es, pues, t�tulo al solo efecto no de repetir, sino-
de ejercer el derecho de repetici�n en las mismas condiciones que
el titular originario, cosa cpie no corresponde a los que tienen la
acci�n com�n del enriquecimiento. Eso es todo.
Lo que dicho fallo lia debido decir, entonces, no es que la
acci�n de repetici�n sea inconcebible sin subrogaci�n previa, sino ��

que (por tratarse, como ocurr�a, de da�os no probados contra el


tercero a quien se demandaba), la acci�n cnie en nombre de un
acreedor se pretenda ejercer contra el deudor de �ste, supone la
previa subrogaci�n del actor en los derechos ele dicho acreedor,

\
EXTINCI�N DE LAS
4:76 OBLIGACIONES

cosa que se liga con el principio del art�culo 1196, ajeno a nues
tro asunto y que no creo sostenible (v. n� 724).

SECCI�N 8U

IMPUTACI�N DEL PAGO

675. Concepto. �
En materia de imputaci�n de pago, el c�
digo se coloca en los tres supuestos cpie corresponden : la imputaci�n
puede hecha,
ser ante todo, por el deudor; despu�s, por el acreedor;
-en defecto de
ambos, la hace la ley (S. C, 19, 10).
Consiste la imputaci�n en la declaraci�n de voluntad, expresa
o t�cita, en cuya virtud se manifiesta cpie con tal pago se
cpiiere-
extinguir �sta o aqu�lla de las dos o m�s obligaciones ele igual
naturaleza que tiene el deudor para con el mismo acreedor.
676.
Requisitos. Supone, pues, varios requisitos : 1� que

el deudor est� obligado por m�s de una deuda, pues de otra suerte
la imputaci�n no tiene sentido, por lo- mismo que no hay elecci�n
posible ; 2" _que esas obligaciones existan respecto de un mismo
acreedor, pues sino tampoco ser�a factible la elecci�n ; 3o que las deu
das sean de igual naturaleza, ya que no se concibe la imputaci�n de
una suma de dinero sobre una obligaci�n de dar cosas o dehacer, ni
es imaginable el posible prorrateo entre obligaciones heterog�neas.
Tales reepiisitos est�n contenidos en la norma de fondo del
-art�culo 773: Si las obligaciones par-a con un solo etcreedor (,)
tuviesen por objeto prestaciones de la misma naturaleza, el deuelor
tiene la facultad de declarar al tiempo de hacer el pago, por cu�l
de ellas debe entenderse que lo hace. Y est�n complementados por
los de los art�culos 774-6-7, que respectivamente disponen: La
elecci�n del deudor no podr� ser (recaer) sobre deuda il�quida, ni
sobre la que no sea de plazo vencido. Si el deudor debiese capital

con intereses, no puede, sin consentimiento del acreedor, imputar

�el pago al principal. El pago hecho por cuenta de capital e inte


reses, se imputar� primero a los intereses, a no ser que el etcreedor


diese recibo por cuenta del capital.
Todo ello es justificable ante los principios generales del c�digo.
Desde luego, la deuda il�quida (de monto no determinado)
-obsta, seg�n el c�digo, por raz�n de su indeterminaci�n cuantita
tiva (cons. C�m. com., 49, 373; 67, 26; 93, 191). Verdad que tal
raz�n no alcanza a ser ni media raz�n: puede siempre suponerse un
l�mite de m�s o menos (por ejemplo, en una indemnizaci�n de da�os
sin
y perjuicios), por donde el pago dentro de tales l�mites (y
PAGO
477.

perjuicio ele las posibles acciones ulteriores, por integraci�n de lo


que falte o por repetici�n de lo que sobre) es perfectamente conce
bible. Y la ele plazo no vencido no es exigible, por donde resulta
no ser una deuda actual.
excepci�n relativa a los intereses responde a la intenci�n
La

presunta de las partes, sobre todo a la del acreedor, epie es quien


debe haber impuesto su voluntad: el pago parcial imputado al
capital implicar�a una diminuci�n ele renta (cons. C�m. civ., 178,.
49; C�m. com., 65, 268).
Por lo dem�s, ser� asunto de circunstancias el determinar en
cada caso si las deudas son homog�neas o no. �Lo ser�an, por ejem
plo, dos deudas una de las cuales produce el 7 por ciento de-
inter�s, al paso cpie la otra s�lo produce el 6 por ciento? La homo
geneidad de fondo puede no desvirtuar la heterogeneidad accesoria.
Y ya se ve, en punto a intereses, c�mo el mismo c�digo hace

prevalecer en alg�n caso lo �ltimo sobre lo primero. Repito que


todo ser� materia ele determinaci�n circunstancial, que tienda a.
descubrir la intenci�n ele las partes. En principio, y con relaci�n
al ejemplo puesto, la homogeneidad debiera ser excluida, pues el
acreedor tiene inter�s en que se conserve- la deuda que m�s-
le redit�a.

Imputaci�n por el deudor.


677. Ya se ha visto que el ar

t�culo -773 legisla el caso de la imputaci�n hecha por el deudor,,


a cpiien se le reconoce derecho primordial al efecto (S. C, 58, 289 )..

Esta imputaci�n especial supone requisitos propios : Io que el


pago hecho extinga por lo menos m�s de una obligaci�n, pues si
no ocurrir�a
que el deudor podr�a, pagando 100 $, querer imputar
v

ese pago a una deuda ele 200 $, siendo as�


que est� obligado por
otra de 100, y ya cpie el principio de la inclivisibilidacl de la

obligaci�n, y del consiguiente pago, es siempre ele rigor (art. 742)


~

2o que la imputaci�n sea hecha en el momento de verificarse el

pago. Esto �ltimo no debe ser entendido literalmente. Lo que


la ley cpiiere es cpie el deudor pueda hacer en tiempo esa imputa
ci�n. Si, pues, nada ha dicho al efectuar el pago, bien puede hacer
luego la imputaci�n, siempre (pie el acreedor no la haya verificado,
por lo mismo eme no se seguir�a con ello perjuicio alguno y se
consultar�a el beneficio liberal del deudor. Si el acreedor manifes
tase, en tal �l. ya hab�a
supuesto, cpie efectuado la imputaci�n,
entonces s� carecer�a el deuelor ele todo derecho, pues lo ejercer�a
extempor�neamente (cons. sobre la irrevocabiliclad de la impu
taci�n, S. C, 19, 23).
Esa imputaci�n, o elecci�n, del deudor, lo mismo epie la del
478 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

acreedor, es manifestaci�n de voluntad, vale decir, una dec�a


una -

raci�n, que, como en el supuesto de la elecci�n en las


obligaciones
alternativas o ele g�nero (supra, n� 396), debe ser comunicada al
interesado, de acuerdo con los principios an�logos ele los art�culos
1149 a 53, para surtir efecto ya desde que se la remite ya desde
que se la recibe. Y sujeta a
como no est� forma alguna, se rige
por los principios generales (art. 974, 1184, etc.).
678. � Quid � por el acreedor. El art�culo 775 contempla

el supuesto de la imputaci�n que haga el acreedor: Cuando el deu


dor no ha (no hubiera) escogido una de las deudas l�quidas y vencidas .

para la imputaci�n del pago, y hubiese aceptado recibo del acreedor,


imputando (en que �ste imputase) el pago a alguna de ellas especial
mente, no puede pedir se impute en cuenta de otra (a otra), a
menos que haya mediado dolo, violencia o sorpresa por parte
del etcreedor.
Lo relativo al dolo o a la violencia debi� ser omitido, pues es

de derecho com�n (art. 931 y ss., 936 y ss. y 954). Lo de la sorpresa


es un tanto original. Es �sta la �nica vez en que el c�digo echa

mano de tal expresi�n, tomada del c�digo franc�s, art�culo 1255;

por donde no hay c�mo precisar su concepto. Huc (VIIIj 83) da


una explicaci�n satisfactoria : � consiste, no en maniobras enga�o

sas, sino en la prontitud con. la cual el acreedor se aprovecha de


un error del deudor para hacerle aceptar una imputaci�n epie le

ser�a perjudicial� ~fv. Segovia, I, 202, n. 42). Yo no corregir�a


sino en esta forma: �... se aprovecha de la omisi�n del deudor,
etc. � ; por lo mismo que se supone el caso en que el deudor no ha
hecho imputaci�n alguna,
679. � Quid � por la ley. En el supuesto de que ninguna

de las partes haga la imputaci�n, la ley se encarga ele llenar la


deficiencia, siempre dentro de los principios: No expres�ndose en �l
recibo del acreedor a qu� deuda se hubiese hecho la imputaci�n del
pago, debe imputarse entre las de plazo vencido, a la m�s onerosa
al

(para el) deudor, o porque llevara intereses, o porque hubiera pena


constituida por falta de cumplimiento de la obligaci�n, o por
mediar prenda o hipoteca, o por otra raz�n semejante. Si las deudas
fuesen de igual naturaleza, se imputar� a todas a prorrata
(art. 778).
Se trata, como se ve, de favorecer en lo posible al deudor, a
quien se procura liberar siempre de las obligaciones m�s gravosas
(S. C, 24, 391; 58, 289; C�m. civ., 135, 263; C�m. com. en G. F-,
10IVIIII916, 16IXIII916 v
10jV|917).
Tal es el principio, que debe ser ajustado a los dem�s que
pago
479

rigen en el supuesto. As�, cuando haya deudas con intereses, habr�


siempre que empezar la imputaci�n respecto de los intereses (art.
777), para seguir luego, si cabe, con el capital de la obligaci�n que
pueda ser m�s onerosa.

ley
Nuestra distingue, como el c�digo franc�s, entre deudas
no

m�s antiguas o menos antiguas; por donde no se


presenta entre
nosotros el peque�o problema ele si por deuda m�s antigua hay que
entender la que naci� antes o la que venci� antes (cons. C�m. com.,
45, 362). Esto o aquello poco habr� de importar: si lleva intereses
la que naci� antes, �sta ser� la m�s onerosa.

Si tocias las deudas de


igual naturaleza, entonces se pro
son

rratea el pago entre ellas, para distribuirlo proporcionalmente. Es


�ste uno ele los casos en que la misma ley viola el principio de la
indivisibilidad del pago (art. 742). Y lo hace sin raz�n alguna.
Se habr�a consultado lo mismo los intereses del deudor y del acree
dor, imput�ndose el pago a las deudas cubribles, e imput�ndose lue
go el resto a cualquiera ele las no cubiertas.

SECCI�N 9a

PAGO POR ENTREGA DE BIENES

680. Concepto. �

El art�culo 779 caracteriza esta forma de


pago: El pago
queda hecho (,) cuando el acreedor recibe volun
tariamente por pago ele la deuda, alguna cosa que no sea dinero
en substituci�n de lo que se le deb�a entregar, o del hecho
que se
le deb�a prestar.
681. Requisitos. Supone, pues, el c�digo: Io epie se trata

de cualquier prestaci�n : de dar, de hacer o de no hacer ; 2" que,


contra lo dispuesto en el art�culo 740, se entrega en pago una

prestaci�n distinta de la debida ; 3o que la prestaci�n que se c�a en


pago no es dinero ; 4" que el acreedor recibe voluntariamente esa

prestaci�n en pago ele la cpie se le debe.


Los dos primeros puntos no ofrecen dificultad.
No cabe decir lo mismo respecto del tercero. Una persona
debe una partida ele az�car o de vino, o un caballo, un terreno,
o

etc., o bien la construcci�n ele un edificio o la ejecuci�n de cual


quier obra, y en vez ele lo adeudado entrega en pago una suma de
dinero. �Por qu� no se podr�a ver en ello una elaci�n en pago? No
se ve la raz�n en cuya virtud cupiera resolver diversamente. De
ah� (p^ en ning�n autor se encuentre semejante distingo o limi-
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
480

taci�n: Baudry, XII, 1684 y ss. ; Planiol, II, 522 y ss. ;


Giorgi;
VII, 229 bis y 298 y ss.
Es que el c�digo se coloca en el supuesto de que lo debido sea
una deuda stricto sensu, vale decir, una prestaci�n en
dinero; por
donde la entrega de dinero en pago de una suma de dinero equi
vale a su mejor dicho, es su pago, sea
pago, cual fuere la modifi
caci�n (perd�n total o parcial de intereses, remisi�n parcial del
capital, etc.), que al respecto se introduzca, pues ello ser�a mera
mente accesorio y en nada desvirtuar�a el fondo del asunto, corno-
ocurre cuando se da en pago otra prestaci�n que la debida: res-

pro re, pro pecunia o pro facto; o bien factum pro facto, pro re o
pro pecunia; o tambi�n nomen juris pro re, pro pecunia o
pro facto.
En cuanto al cuarto y �ltimo punto, se concibe la exigencia:
el acreedor tiene derecho de exigir que se le d� en pago lo debido'
(art. 740), por donde s�lo mediante su consentimiento puede caber
otra soluci�n. Evidentemente, lo propio hay que decir respecto del

deudor, que tampoco puede ser compelido a entregar otra pres


taci�n que la debida. Pero la ley se coloca en el supuesto de que
el deudor empieza por querer pagar con otra prestaci�n, y dispone
que su consentimiento debe ser integrado con el del acreedor.
682. Capacidad. C�moda daci�n en pago supone la renun

cia de la prestaci�n debida, y entra�a por eso un acto que no es


de vida normal, el c�digo ha debido disponer lo conducente en
materia de facultades ele los mandatarios al respecto, de acuerdo
con los principios de fondo (art. 874, 1881, inc. 2o y 4o, 1888, etc.).

De ah� el precepto del art�culo 782 : Los representantes del acree


dor, sean necesarios o voluntarios, no est�n autorizados para acep
tar pagos por entrega de bienes; a menos que tengan poder al
efecto, si se trata de representantes voluntarios, o que sean auto
rizados por el juez competente, si se trata de tutores y curadores.
(art. 443, inc. 5o y 9o, y 475).
683. Sus inconvenientes en nuestro derecho. Hay que ha �

cer notar que esta forma de pago es com�n, sobre


relativamente
todo en las afectaciones hipotecarias, y particularmente en �pocas
de crisis : el deudor no puede seguir sirviendo la deuda, y antes
de exponerse al remate de la propiedad, conviene con el acreedor
en ci�rsela en pago de lo adeudado.
Y conviene apuntar epie los acreedores toman precauciones
al respecto, en cuya virtud disimulan la daci�n en pago y hacen
aparecer una venta. No quieren exponerse a las consecuencias
posibles del art�culo 787, seg�n el cual, interpretado literal y torpe-
PAGO
481

mente, el propietario de una cosa ciada en pago de una obligaci�n,


podr�a llevar su acci�n contra terceros adquirentes a t�tulo oneroso

y de buena fe. De ah� que se mire como un tanto vidrioso el t�tulo


de propiedad de una cosa que dimane de una daci�n en pago.
684. Implica novaci�n por cambio de oujeto. La dat�o in �

solutum implica doble


operaci�n, aunque se la realice en un
una

solo acto: la renuncia del acreedor (y del deudor, claro est�) a la


prestaci�n debida, y la aceptaci�n de otra prestaci�n en reemplazo
de aqu�lla. Es, cabalmente, lo que pasa en materia de novaci�n

por cambio de prestaci�n : el acreedor conviene con el deudor en


que se substituya a la prestaci�n debida otra prestaci�n distinta
(art. 801-12). La �nica diferencia que hay entre ambas situaciones,
es de car�cter externo y totalmente secundario : en la novaci�n
objetiva por cambio de prestaci�n, la nueva obligaci�n subsiste por
alg�n t�rmino; en la dat�o in solutum la nueva obligaci�n vive un
breve instante, el lapso de tiempo que necesariamente transcurre,
aunque sea por minutos o segundos, entre el doble convenio de
renuncia de la antigua prestaci�n y de aceptaci�n de la nueva, y
el de la realizaci�n de la entrega o del pago.
De ah� que sea doctrina corriente, y plenamente admisible,
el que la dat�o in solutum entra�e novaci�n por cambio de pres

taci�n, si bien m�s o menos fulm�nea: Baudry, XII, 1685; Planiol,


II, 523 ; cons. Crome, Teorie fondamentali, 25.
Y de ah� la consecuencia del art�culo 783 : Si el acreedor fuese
vencido en juicio sobre la propiedad de la cosa dada en pago, tendr�
derecho para ser indemnizado como comprador, pero no podr�
hacer revivir la obligaci�n primitiva. Como en la novaci�n, la
obligaci�n primitiva ha quedado extinguida, por la nueva y ful
m�nea que se le ha substituido. De consiguiente, la evicci�n de
la cosa dada en pago deja intacta la extinci�n operada, y s�lo
puede dar margen a la consiguiente indemnizaci�n. Es lo que se
repite en el art�culo 2114, y lo que se entiende, en materia de redhi
bici�n, en el art�culo 2180. De ah� lo inexplicable, ante el derecho
de nuestro c�digo, de un fallo de la Suprema Corte
(24, 177), seg�n el
cual una vez revocada la daci�n en pago, la obligaci�n revive con todos
sus accesorios. Ello ser�a exacto en un solo supuesto : el de la nuli
dad de la daci�n, que obra retroactivamente (art. 1050).
685. Instituciones que le son afines. �
En las situaciones'
m�s frecuentes, las cpie el c�digo tiene en
que son
mira, en que
se transfiere una cosa con valor en s� en pago de una suma ele
dmero, el acto tiene las m�s estrechas afinidades exteriores con la
compraventa: hay consentimiento, hay precio (lo debido) y hay
Colmo, Oblig. �

T. I. .
31
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
482

cosa (la que se entrega) ; por donde se est� de lleno en las normas

de los art�culos 1323-6.


Es lo que explica que en sus efectos generales la datio in
solutum sea equiparada a una compraventa, como se ha visto en

los art�culos 2114-80. Y es lo que da la clave del art�culo 781:


Si determinase el precio
se por el cual el acreedor recibe la cosa
en pago, sus relaciones con el deudor ser�n juzgadas por las reglas

del contrato de compraventa. Esto mismo se repite en el art�culo


1325 (cons. a prop�sito, C�m. civ., 194, o tomo 2o de la 7a serie,
p. 5; C�m. fed. Paran� en J. T., VII 1 914, 75).
Evidentemente, no es menester que se exprese en una datio
in solutum que se recibe la cosa por tal o cual precio, para estarse
en el supuesto del art�culo 781. Bastar� que se diga que se recibe la
cosa en pago de la suma adeudada, sin necesidad de que se men

cione la expresi�n � precio �. Lo que la ley quiere es que la cosa


dada en pago corresponda a una suma determinada de dinero. Con
eso sobra, pues las palabras no ser�an all� m�s elocuentes que las

circunstancias objetivas.
El art�culo 780 no puede ofrecer dificultad alguna, y hasta

pudo ser omitido, no s�lo por estar contenido en otros preceptos


(art. 1435-6-92), sino tambi�n por derivar de los principios gene
rales (art, 2155 y ss.). He aqu� su texto: Si la cosa (la prestaci�n)
recibida por el acreedor fuese un cr�dito a favor del deudor, se
juzgar� (el acto) por las reglas de la cesi�n de derechos (C�m.
civ. 2a en J. A., I, 467).
Supone el c�digo que el deudor tiene en su favor un cr�dito
contra un tercero, y que lo da en pago a su propio acreedor, en

reemplazo de la prestaci�n a que estaba obligado. A, por ejemplo,


debe a B un terreno o una suma de dinero, y en vez de entregarle
lo debido le da el cr�dito que tiene contra X.

SECCI�N 10a

REPETICI�N DEL PAGO INDEBIDO

I. Principios sobre el enriquecimiento sin causa. �


686.

Heterogeneidad de los mismos en el c�digo. �


En este cap�tulo
el c�digo incluye uno de los aspectos m�s importantes de lo que
se llama cuasicontrato en el derecho tradicional, y de lo que se

denomina enriquecimiento sin causa en el derecho moderno, que


los recientes
c�digos el no -poder incluir entre ellos al
(apena
respecto, el brasile�o) han contemplado con sistema y generalidad,
PAGO
483

seg�n puede verse en el alem�n (art. 812 a 22) y en el suizo


de las obligaciones (art. 62 7). Otros aspectos figuran en los
a

..art�culos 582-8-9-91 y sus concordantes (1384, 1539 y ss., 2224-87,


.etc.) en materia de mejoras, en el art�culo 727 y ss. a prop�sito
�del pago hecho por un tercero, en el art�culo 2297 y ss. en punto
a la gesti�n de negocios, en el art�culo 2306 y ss. a prop�sito del

empleo �til, en el art�culo 2568 y ss. respecto de la especificaci�n,


en el art�culo 2583 y ss. acerca ele la avulsi�n, en los art�culos 2587

�y ss. y 2594 y ss. con relaci�n, respectivamente, a la edificaci�n y a la


plantaci�n y la adjunci�n, etc.
La bibliograf�a, a prop�sito, es rica. Me limitar� ala que sigue:
Windscheid, II, 421 y ss. ; Saleilles, Obligatiem, 340 y ss. ; G. Ri-
jpert y M. Tesseire, en R. T. D. C, 1904, 727 y ss. ; Schneider y
Eick, I, 174 y ss. ; F. Leone,. L'azione d'arricchimento, 1915 ; C. Scuto,
-Natura giuridica e fundamento della ripetizione deWindebito, en
R. D. Civ., 1917, 1 y ss. y 145 y ss. ; S. Riccobono, en Ti. D. Comm.,

XV, 410 y ss. (la obra de II. Vizioz, La notion du quasi contrat, 1912,
�es excesivamente jurisprudencial; lo mismo cabe decir de otra obra

posterior, L'enriehissement sans cause, 1916, de E. Vergniaud; por


.m�s que ambas, sobre todo la segunda, se recomienden por lo cons-
.tructivo del m�todo y del criterio).
687. Necesidad de unificarlos. Como se ha visto, se trata

de disposiciones completamente dislocadas no s�lo en espacio sino


hasta en caracterizaci�n (unas corresponden a los derechos credi-
.torios; otras, a los reales; etc.), que no guardan sistema alguno, y
-que presentan, por sobre todo, el grave inconveniente de resultar
�casuistas, y de no agotar, por lo mismo, el n�mero indefinido de
los casos que la pr�ctica puede ofrecer.
En todos ellos corresponde la aplicaci�n de un principio que
�es corriente -en derecho contempor�neo positivo, y que los autores

�tradicionales han debido admitir e invocar como un jus receptum


indispensable, para poder fundamentar las soluciones que cuadran,
�como tambi�n han hecho los tribunales mucho m�s de una vez

(C�m. civ. Ia en 7. T'., IX|912, 125, y III|913, 74; etc.), y como

-admiten Leone (n� 49 y ss.), Riccobono (n� 22) y Scuto (59 y ss.)
para el derecho italiano, as� como Ripert y Tesseire para el de
recho franc�s (731 y ss.). Es el siguiente: �nadie puede enrique
cerse sin causa leg�tima a costa de otro �. En tal virtud, el perju
dicado por un enriquecimiento sin causa tiene acci�n contra el que
se ha
enriquecido a su costa, para repetir contra el mismo el importe
de aquello en que se ha enriquecido. Tal acci�n es la que se llama
�de in rem verso, que ya hemos visto en el art�culo 728, y de la
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
484

cual no son sino aplicaciones la actio negotiorum gestio del


meras

art�culo 2297 y sus concordantes, las de repetici�n de pago indebido-.


que vamos a estudiar (que corresponden a las diversas condic-
tiones del derecho romano) y las dem�s que proceden en materia
de empleo �til, de plantaci�n, etc. (ya he puntualizado, a prop�sito,,
en el n�mero 558, que el derecho romano es aqu� enga�oso: el
derecho moderno ha generalizado en ella una acci�n que en aqu�l
era bien circunscrita).

Pero dicho principio no est� consagrado en parte alguna del


c�digo, por m�s cpie parezca hacerse uso del mismo en los supuestos
citados. De ah� que s�lo quepa admitirlo por v�a interpretativa.
(aunque no falte alg�n fallo en que se pretenda que la repetici�n.
s�lo es admisible � en los casos especialmente previstos en la ley �r
como se ha resuelto por la C�m. civ., 84, 166), sobre todo por
extensi�n anal�gica de los preceptos particulares dictados, coronada.
por consideraciones de doctrina, de derecho comparado, y hasta,,
si se quiere, de equidad, si �sta tiene alg�n sentido concreto en
derecho (v. n� 76; adde, Gr�ny, M�thode d'interpr�tation, 163).
Tal es el defecto de fondo de nuestro c�digo, que, por lo dem�s,..
peca en ese sentido con bastante frecuencia. No ocurre lo propio-
en los c�digos citados, en los cuales no s�lo se ha dado cuerpo al

enriquecimiento sin causa, sino que se ha estatuido la regla general


y comprensiva que cuadraba (en el alem�n, se la tiene en el art..
812; en el suizo, en el art. 62), sin perjuicio de descenderse luego
a las hip�tesis m�s concretas y frecuentes. Lo cpie es m�s, Freitas
hab�a dado ya la pauta en su Esboco. Al hablar ele las obligaciones-
que nacen de actos l�citos que no son contratos, y al referirse as�
con toda amplitud a los cuasicontratos en el art�culo 3400, sent�
las siguientes normas relativas a los efectos que en tales casos
cab�a admitir : � Io cada cual quiere lo que le es �til ; 2� nadie
debe enriquecerse sin justa causa en perjuicio de terceros; 3o el que

quiera el provecho de un acto, debe someterse a sus consecuencias �.

Acaso el cariz abstracto o te�rico de esos preceptos, tan propio


del d octrinarismo de casi toda la obra del Esboco, ha obscurecido
lo constructivo y creador del contenido de los mismos, y no ha sedu
cido gran cosa para la adopci�n consiguiente.
688. Car�cter general del enriquecimiento. Y es evidente �

la necesidad de la regla general a cpie aludo. Por numerosos que


sean los casos en que el c�digo parece aplicarla, jam�s podr� con

templar todos los supuestos posibles. V�ase, por ejemplo, fuera de


no pocos casos jurisprudenciales que analizar� dentro ele poco, los-

siguientes: A vende a B unas semillas que �ste siembra en el


PAGO
485

�campo que alquila de X; en el supuesto ele cpie B no pague el


valor de esas semillas, �tendr�a acci�n A contra X para repetir
contra �l el monto del enriquecimiento que recibe con la mencionada
siembra ? ; o bien este otro : A" se enriquece con la, entrega que le
hace B ele una cosa cualquiera y que pertenece a X ; si suponemos

que esa cosa no ha sido dada en pago sino regalada, y que X


pretende recuperarla contra A, lo har� menos como reivindicante
(media cosa mueble, etc.), que por aplicaci�n de los princi
pios del enriquecimiento. Lo que est� en juego no es propiamente
una acci�n de dominio, revocatoria o reivindicator�a,
_
sino una
..acci�n de mera utilidad, como lo probar�a la circunstancia de que
ella ser�a posible aunque el dominio de X se hubiera extinguido
(A transform� la cosa, la cambi� por otra, la convirti� en cualquier
valor, etc), pues se har�a efectiva sobre el nuevo valor substituido
a la cosa.

Y hasta ser�a indispensable tal regla para evitar criterios de


apariencia tan rara como el de un fallo de la C�mara civil. Ia (G. F.,
15|III|917), que ya he considerado m�s arriba.
689. Su afinidad con los cuasicontratos. Pero yo no tengo

por qu� desenvolver toda una teor�a a prop�sito de los cuasicon


tratos o del enriquecimiento, pues, como se ha visto, el asunto es

complejo y de car�cter m�s general que el que corresponde al


estudio de la repetici�n del pago indebido. Me basta, entonces, con
se�alar los principios de fondo, a efecto de que sea posible la
apreciaci�n que cuadra en una de sus fases, como la que vamos

a estudiar.
Advertir� que los cuasicontratos algunos autores bas
son para
tante numerosos (Toullier, VI, 17), y que la mayor�a de los autores

corrientes, a pesar de que en los c�digos inspirados en el modelo


franc�s no se conozca otros cuasicontratos que los de la repetici�n
-del pago indebido y de la gesti�n de negocios, incluyen entre ellos,
de acuerdo con el antiguo derecho, la aceptaci�n de una tutela (o
de una. c�ratela), la aceptaci�n de una herencia, la comunidad (y,

naturalmente, el condominio, que es su aspecto principal), etc.,


seg�n puede verse en Domat, I, lib. II (donde se estudia m�s
de una decena de formas); Pothier, 113; Duranton, XIII, 631;
Demante y Colmet de Santerre, V, 348 bis; Marcado, V, 255; Au
bry y Rau, IV, 440 ; Larombi�re, V, 535 ; Zaehariae- Crome, II, 410 �

Planiol, II, 813 ; etc. En cambio, otros autores, sobre la huella de


Demolombe, XXXI, 39, sostienen que son pocos los cuasicontratos,
al extremo de que m�s ele uno de ellos ha llegado a decir que no son
sino los dos
contemplados por el c�digo : Laurent, XX, 309 ; Huc,
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
486

VIII, 375; Baudry, XIII, 2789; Giorgi, V, 8 y 9. Hago constar, a,


prop�sito, que en el c�digo franc�s (art. 1371), lo mismo que en el
italiano (art. 1140), hay una caracterizaci�n general del cuasicon
trato ; por donde bien cabe sostener que en esos derechos se ha segui
do las aguas del derecho tradicional, por mucho que no se haya.

legislado especialmente sino dos ele sus aspectos.


Entre nosotros no hay caracterizaci�n legal alguna: de ah�
que en nuestro derecho quepa afirmar con todo fundamento que-
no existe una doctrina de los cuasicontratos ; que, adem�s, los �nicos-
llamados cuasicontratos los dos
indicados; y que, por-
legislados son

�ltimo, los restantes cuasicontratos


corresponden a un r�gimen;
puramente legal, por donde las respectivas obligaciones tienen por
fuente no al cuasicontrato sino a la ley, que, en realidad, tambi�n�
viene a ser la fuente �nica de las obligaciones que imponen el pago>
indebido y la gesti�n de negocios, por lo mismo que, no habiendo
acuerdo de voluntades al respecto, no puede quedar otra fuente-
que la legal, la cual, por lo dem�s, y como siempre, se limita a inter
pretar, bien o mal, la intenci�n presunta de los que resultan as�
vinculados, o, lo que mejor, a conciliar intereses en conflicto y
es

a resolver en favor del m�s importante de ellos.

Y no tengo por qu� insistir en la caracterizaci�n del cuasi


contrato. No es legal, entre nosotros, como tengo advertido, mal-

grado ciertas expresiones del codificador (nota a al t�tulo De lasr


obligaciones en general, y notas a los art. 498, 2288, etc.). Fuera des
ello, es una noci�n de escaso valor jur�dico : los romanos la intro
dujeron casi por esp�ritu ele simetr�a, para paralelizar la situaci�n
con los delitos y los cuasidelitos, sin tener en cuenta que si en �stos.

hay un fondo com�n, el del da�o imputable fuera de un contrato,,


en aqu�llos no hay nada de com�n, pues lo caracter�stico del
contrato, la voluntad, puede faltar absolutamente en el llamado-
cuasicontrato, ya que el hecho que genera la obligaci�n no ha sido-
querido por el obligado, y, lo cpie es m�s, tampoco puede haberlc*-
sido por el mismo acreedor (cons. Wetter, III, 190; G-irarcl, 391
y 609; etc.). De ah� que esas analog�as externas o incidentales
mal

puedan caracterizar en su esencia a ninguna instituci�n (cons. O,


Scuto y S. Riccobono, en sus trabajos citados, nos 29 y 4, res
pectivamente).
Tambi�n conveniente apuntar una observaci�n eme no es
es

s�lo terminol�gica. El enriquecimiento, sobre precisar directamente


la instituci�n, es de amplitud bien superior al cuasicontrato, ya
que �ste supone lo subjetivo de una voluntad presunta, al paso
que aqu�l implica lo objetivo del empobrecimiento sin causa de un
PAGO
487

costa de otro. De ah� que m�s conveniente el


patrimonio a sea

primero de ambos conceptos, pues, seg�n lo dicho (n� 653) y lo


que se ver� m�s adelante (nos 1022 y ss. y 1090 y ss.), el concepto

y las funciones
de la obligaci�n suponen factores econ�micos y pa
trimoniales mucho m�s que motivos psicol�gicos
personales. y
690. Su fundamento. ��

En cuantoprincipios b�sicos
a los
del enriquecimiento, me remito al recordado trabajo de Ripert y
Tesseire, cpie es lo m�s sistem�tico y lo mejor de lo que al respecto
conozco, y a cuyo respecto las cr�ticas ele Leone (n� 61) no me
resultan convincentes.
Seg�n aquellos autores, que en el citado trabajo no han hecho
m�s que aplicar y desenvolver las ideas matrices de sus respectivas
tesis doctorales (cuyo an�lisis ha sido hecho por G�ny en la Revue
trimestr�elle de droit civil, 1902, 812 y ss.), el enriquecimiento
puede aplicarse a la luz de tres doctrinas : la de la gesti�n anormal,
la del. cuasi delito, y la objetiva que ellos proponen. La primera, que
es la corriente, debe ser descartada sin miramiento : una gesti�n

anormal deja de ser gesti�n ; aparte de que quien enriquece a


otro no lo hace siempre, bien lejos de ello, con la mira de gestionar
una negocio de �ste, seg�n puede verse en materia de mejoras (art.

582 y sus m�ltiples concordantes), de especificaci�n, de adjunci�n,


etc., as� como en el ejemplo antes puesto del vendedor de semillas
sembradas en terreno que no era del comprador ele ellas. La

segunda, que es la de Planiol (II, 806-12), seg�n la cual el enri ,

quecimiento viene a ser il�cito para el enriquecido, por lo mismo


que carece de causa, tampoco es admisible : adem�s de que el delito
supone el dolo o, al menos, la
culpa del obligado, cosa que no

ocurre en punto a enriquecimiento, ya que el enriquecido nada ha


hec�o para procurarse el beneficio que recibe por el hecho exclusivo
de quien lo enriquece ; resulta que en materia delictual se responde
por todo el da�o que recibe el perjudicado, mientras que en punto
a enriquecimiento s�lo se responde por el importe del enrique
cimiento (que bien puede ser muy inferior al empobrecimiento
sufrido por aqu�l, como puede verse en los art. 727 y ss., 785 y ss.,
2297 y ss., etc.). La tercera, que es la que dichos autores proponen,
es una
especie de pendant ele la moderna doctrina del riesgo pro
fesional en materia de accidentes de trabajo, seg�n la cual el patr�n
responde por la simple raz�n de que es �l quien crea el riesgo : de
igual suerte, dicen ellos, quien crea el beneficio debe aprovechar
de �l; por donde el que enriquece, que es quien crea ese beneficio,
debe poder recuperar el importe del enriquecimiento. De ah� que,
seg�n los mismos, la f�rmula de enriquecimiento deba ser cam-
488 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

biacla: en vez de decirse que �nadie puede


enriquecerse a cos
ta de otro�, corresponde sentar �todo bocho
que del hombre
que procure otro
a un
enriquecimiento, da derecho al autor del
mismo para repetirlo �.

Hago constar que cabr�an otras doctrinas. De ellas me limitar�


a contemplar la de la llamada equidad (es la de Leone, n" 59 y la
de Riccobono, n� 22) : es equitativo que
quien se enriqueoe
sin derecho,est� obligado a devolver el beneficio o
provecho recibido.
Pero esto de la equidad es tan el�stico, tan poco
preciso, que
dentro de ello, como dentro de cualquier cosa que, como ella, sea
de subjetiva apreciaci�n, pueden caber todos los criterios
y las
soluciones m�s diversas y hasta contradictorias. Ello sin contar
estas dos circunstancias m�s positivas: Ia tocio el derecho es
hijo
de la equidad, en cuanto es expresi�n ele lo justo, por donde nada
habr�a all� de privativo para el enriquecimiento ; 2a fuera do ello,
siempre queda por explicar por qu� es equitativa la acci�n do
repetici�n, cu�les son los factores concretos que determinan al legis
lador para consagrarla (por donde se ve que la explicaci�n de la
equidad apenas si trasladar�a, el asunto, pues ella misma requiere
la explicaci�n que se busca).
691. Sus requisitos. Ripert y Tesseire descienden luego al

an�lisis de las condiciones de aplicaci�n del principio del enrique


cimiento. Son tres: 1" una relaci�n de causalidad entre el enri

quecimiento procurado y el hecho quien lo


de ha creado; 2" la
determinaci�n cuantitativa del enriquecimiento, a objeto de que
resulte fijado el de lo que el beneficiado debe devolver; '�'>
importe
la circunstancia de cpie el enriquecimiento no tenga causa.
Las dos condiciones extremas son las fundamentales: debe
acreditar el actor que por su hecho ha enriquecido al demandado,
y debe resultar que ese enriquecimiento no ha obedecido a
una

causa jur�dica. En s�ntesis, debe quedar justificado el enrique


cimiento sin causa en el doble aspecto de fondo de su contenido: el

enriquecimiento falta de causa.


y la
Observo, a prop�sito, que para Leone los extremos ser�an mil
complejos: 1� falta de justa causa; 2" r^.rjuicuv�) empobrecimiento,
del actor; 3o beneficio, o enriquecimiento, del demandado; 4"~rt4�r-
ci�n de causa a efecto entre el beneficio y el perjuicio; 5" v�nculo
jur�dico entre las partes.
Y se notar� que los cuatro primeros se reducen a I"- 1"-
son cireun�
que admito: el emjij3bre^4mieTrt^^y_d enriquecimiento
tancias correlativas y en relaci�n, causal. En cuanto al �
resulta extra�o: el v�nculo que se pretende es inconcebible, ',">�
pa~go 489

lo mismo que no hay convenci�n, y, sobre todo, por cuanto es

posterior enriquecimiento, ya que es �ste quien deter


al hecho del
mina ia acci�n de repetici�n. De ah� que con ello se postule el
.asunto y se incurra en una petici�n de principio : cabalmente se
trata de saber si tal hecho importa o no un enriquecimiento, y si,
en tal virtud, hay o no derecho (u obligaci�n, o v�nculo).
S�lo apuntar� que ese �ltimo requisito parecer�a tener im

portancia cuando el hecho generador de enriquecimiento no fuese


obra del empobrecido ni del enriquecido, sino de un tercero : A ,

como gestor confesado u oculto, o actuando en nombre e inter�s


bien de Z X
propios, enriquece a X con un (regala a una cosa que
Z le diera pr�stamo
en odep�sito; paga
en una deuda de X
con

fondos de Z; etc.). Entonces el problema est� desplazado, adem�s


de complicado: pueden mediar derechos reales inmobiliarios y ac
ci�n reipersecutoria ; puede haber noticia, de parte del enriquecido,
de que lo que se le daba era ajeno, caso en el cual el acto puede ser
anulado ; puede mediar un acto gratuito que perjudica al empobre
cido, y que es as� revocable ; etc. Lo que es cierto es que en tales
supuestos no s�lo hay enriquecimiento sin causa, sino tambi�n un
acto nulo o anulable o revocable, etc. ; ni se puede hablar de falta
de causa, por cuanto, si el acto no se anula o no es revocado, el pago
o la donaci�n de A en favor de X es todo un acto jur�dico, y as�

una causa plena (nos 9 y 708), que queda fuera de la hip�tesis, y

que, de otra parte, inhabilita al empobrecido para pedir nada, por


lo mismo que ese acto es res �nter alios (art. 503, 1161 a 3, 1195,
etc.), a menos que, seg�n tengo advertido, logre la nulidad o la
revocaci�n del mismo (cons. Ripert y Tesseire, 768 y ss.).
691 a. Su juego y efectos. Desde luego, faltar� causa cuan

do no medie una fuente jur�dica (contrato, ley, etc.), seg�n indico


en los n�meros 9 y 708 antes citados. En los casos ambiguos ser�
preciso un poco de tino para distinguir d�nde est� el inter�s im
portante: si en favorecer al enriquecido, o en beneficiar al empo
brecido. El principio de la repetici�n debe ser respetado, por ra
z�n de su car�cter fundamental, si no median factores decisivos:
la ley excluye la repetici�n en los casos de prescripci�n o de cadu
cidad de t�rminos, por ejemplo, as� como en los de causa il�cita,
malgrado lo cual a este �ltimo respecto proceden distingos como los
que indico en los n�meros 720-1.
El perjuicio del actor es materia de
apreciaci�n: en cuanto le

represente una p�rdida patrimonial (gastos hechos, da�os sufri

dos, etc.; ser�a discutible la utilidad no realizada), su acci�n es

innegable.
490 EXTINCI�N D� LAS OBLIGACIONES

Algo parecido hay que decir respecto del beneficio del enrique
cido. Conviene apuntar que no es indispensable aumento
un
positi
vo de su patrimonio : bastar�a con una ventaja pecuniaria
(se le ha
ahorrado un gasto, evitado una p�rdida, etc.), pues en definitiva tanto
beneficia lo uno como lo otro.
La acci�n es de car�cter
personal (y tal era su caracter�stica
eminente en derecho romano), como lo acredita la circunstancia
de fondo de que lo reclamable no sea propiamente una cosa sino un
valor, seg�n puede verse en casi todos los art�culos citados en el
n�mero 686.
No creo que subsidiaria, y que as� s�lo proceda en de
sea ella
fecto ele la acci�n reivindicator�a, y por raz�n de que �sta no pueda
ser ejercida (cons. Scuto, 7 y ss. ; Leone, 47 y 94; Ripert y Tessei

re, 790-1; etc.). Puede resultarlo en el hecho, si el perjudicado en


cuentra que no le es posible reivindicar su cosa mal enajenada "a
terceros (tal el caso del art. 787), pero no lo es en la ley. El in
teresado ejercer� la acci�n que viere convenirle, pues est�n en jue
go dos cosas : su derecho real mal transferido, o, en su defecto, el
perjuicio que se le ha irrogado. Pero es �l el arbitro de la situaci�n
(advierto que seg�n Savigny, Sistema, IV, Ap�ndice XIV, � V,
en derecho romano la condictio � aparece siempre supliendo la rei

vindicaci�n perdida�).
Finalmente, en el n�mero 703 y siguientes discurrir� acerca de
-si el enriquecimiento debe ser permanente, o si basta que se haya
producido aunque no haya durado.
II. 692. Hip�tesis generales del c�digo.

Es tiempo ya �

de limitar estas consideraciones generales y previas, y de entrar


en el estudio inmediato que nos concierne.
El c�digo se coloca en este cap�tulo en tres situaciones fun
damentales Ia la del pago hecho por error ; 2a la del pago hecho
:

sin causa ; 3a la del pago hecho en virtud de una causa il�cita. A


lo primero corresponden los art�culos 784 a 91 ; a lo segundo, los
art�culos 792-3 ; a lo tercero, los art�culos 794-5. En los art�culos
finales, 796 a 8, extiende esos principios a las obligaciones putati
vas y las liberaciones dadas por error, que son meras
a analog�as
de la primera figura o especie del pago repetible.
En ellas se' tiene lo que en derecho romano se llamaba las condic-
tiones, acciones de contenido complejo y de caracteres dudosos en
su origen, pero que luego se fueron orientando
progresivamente en
el sentido de consagrar lo que hoy llamamos el enriquecimiento

ileg�timo, esto es, el derecho de reclamar contra alguien lo que


hab�a obtenido sin derecho y en perjuicio del actor (cons. el her-
pago 491

moso Ap�ndice XV, antes citado, del Sistema de Savigny; Dern


burg, II, 138 y ss. ; Molitor, II, 840 y ss. ; Wetter, III, 190 y 198 y ss. ;
Girare!, 609 y ss. ; Saleilles, Obligation, 346 y ss. ; etc.). Eran va
rias: la condictio ob rem, la sine causa, la causa data causa non
secuta, la ob causam finitam, la ob turpem vel injustam causam, la
triticaria, la furtiva, etc., que dejo expuestas en orden bien arbi
trario e incompleto. Todas ellas eran restringidas en sus alcances,
aunque despu�s pudieran obedecer a un fondo com�n (Equum est
nem�nem cum alterius detrimento et injuria fieri locupletiorem,
3omo reza una de las � reglas de derecho � del Digesto, L, 17�, 206,,

que ha sido reproducida en la ley 17, t�tulo XXXIV de la � se


tena � Partida, en estos t�rminos : �... ninguno non deue enri-

queszer tortizeramente con da�o de otro � ) : como cualquier otra


norma del derecho romano, y de todos los' derechos as� espont�neos

y naturales, fueron surgiendo paulatinamente, ante la fuerza de


los hechos y a ra�z de cada necesidad concreta, sin sujeci�n a nin

g�n principio general, que, fatalmente, tiene que serles posterior.


asi. nuestro pago por error corresponde a la condictio indebiti;

nuestro pago sin causa, a la mayor�a de las condictiones (ob rem,


sine causa, ceiusa datorum, causan finitam, etc.) ; nuestro pago por
causa il�cita, a la condictio ob turpem vel injustam causam; etc.

III. Pago por error. �

A. Generalidades. �

693. Principio.

Empecemos por la primera de las tres situaciones de fondo an


tes indicadas, cuyo texto legal es como sigue: El que por un error
de hecho o de derecho(,) se creyere deudor, y entregase alguna
cosa o cantidad (una prestaci�n) en pago, tiene derecho a (de)
repetirla del que la recibi� (art. 784; cons. S. C, 24, 333; 77, 41;
82, 289; C�m. civ., 45, 399; 136, 46; 164, 225; C�m. com., 2, 63, y
en J. T.,
II|913, 136; C�m. civ. Ia en G. F., 6|VII|917 ; C�m. civ. 2a
en G. F.,
XI|917, 57, y 30|IX|917; etc.).
La repetici�n supone,* as�, estas dos cosas : Ia que todo pago
implica una obligaci�n exigible, por donde .resulta nulo el pago
que no la entra�e (supra, n� 548, donde controvierto la opini�n en^
contrario de C. Scuto en Civ., 1917, 1 y ss., nos 1 a 13) ; 2a
R. D.
que la acci�n de nulidad va aqu� envuelta en la de repetici�n, que
implica a la vez la de recuperaci�n de lo pagado, y se funda en el
error, cosa que es de derecho com�n (art. 924 y ss. y 954).
Debo advertir que el citado Scuto pretende que tampoco es
admisible el error como requisito para la repetici�n (nos 36 y ss. y
56) : para �l basta con que se acredite la falta de obligaci�n.
La cr�tica me parece infundada. Por de pronto, parece con
tradictorio en aqu�l sostener esto �ltimo, cuando antes ha insistido
-492 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

tanto en quening�n pago supone forzosamente


la existencia de
una obligaci�n (nos 1 13).
a Fuera de ello, basta observar eme a
lo sumo habr�a un asunto de palabras: el autor llama falta de obli

gaci�n a lo que se llama aqu� error, pues precisamente esa falta de


obligaci�n es la que va a alegar el actor, ya que en ella se contiene
-el error que le ha inducido a un pago no debido.
694. Prueba del error. �

Supone, pues, aparte las condicio


nes de fondo antes indicadas, el
quien ha pagado, que
error de
�de consiguiente, acreditado. �Por qui�n1? Parecer�a que
debe ser

por el enriquecido, desde que el actor no podr�a demostrar el hecho


negativo de su error, vale decir, que no deb�a. Y hasta se podr�a
-arg�ir con el precepto romanista de que ei incumbit probatio qui
dicit non ei qui negat. La soluci�n contraria se impone. El mero
hecho del pago acredita la obligaci�n, desde que nadie paga sin
�star obligado : C�m. civ., 174, 158 y 416. Adem�s, el art�culo
500 favorece al enriquecido : no es �l quien debe probar que
la obligaci�n ten�a causa jur�dica (por donde no ser�a admisible
�error alguno) ; es el acreedor quien debe probar que no la tiene.

Es verdad que se pretende todav�a por algunos que la prueba

negativa, sobre todo cuando es indefinida, es imposible o muy dif�cil.


Pero ello entra�a un asunto de hecho, que en nada puede desvir
tuar los principios jur�dicos en juego, aparte de que tal pretensi�n
-es poco sostenible en derecho moderno (cons. Bonnier, I, 39 a 42;
Oarsonnet, II, 701 Lessona, I, 140 ; Chiovenda, Principii, 784 y

ss.). Por lo dem�s, lo negativo del caso es una pura apariencia. Le


sobrar� al actor con demostrar el hecho positivo contrario al nega
tivo del error, para hacer resaltar su error y su derecho. As�, A
debe 100 $ por raz�n de una partida de az�car que ha comprado
�o de un vestido que se ha. hecho : si en vez de pagar una vez

paga dos veces, o si en vez de pagar 100 $ paga 120, podr� probar
-el doble pago con los recibos oportunos; o podr� justificar lo exce
sivo del pago con la cuenta de 100 $ que le pasara. Todo se redu se

cir� a demostrar que ese doble pago es efectivamente tal, pues ha


servido para extinguir una misma obligaci�n, y que el pago ex
cesivo tambi�n es tal, pues corresponde a una obligaci�n de menor

importe. Lo mismo ocurre en otros supuestos: debe probar lo


condicional de la cumplimiento actual de la
obligaci�n y el no

condici�n, o bien que lo debido era tal prestaci�n siendo as� eme
ha pagado con otra, o bien que la elecci�n le correspond�a en una
obligaci�n indeterminada y que ha pagado dejando la elecci�n al
acreedor, etc. Por lo dem�s, y trat�ndose de obligaciones, la prueba
debe estar sujeta a las trabas de los art�culos 1190 a 4, por donde
PAGO 493

el actor podr� echar mano de cualquier medio probatorio, que-


no

s�lo procede en la justificaci�n de meros hechos (cons. sobre la


prueba de la acci�n de repetici�n, C�m. civ., 97, 265; 162, 401; 168,.
175 y 282; 174, 146; C�m. com. en G. �7.,19|IX|917; C�m. civ. 2a-
en �. F., 26|IX|917).
695. La admisibilidad del error de derecho. �

Lo que parece
fuerte es que el error de derecho sea invocable. Se sabe que en_

principio no lo es (art. 923). Y tampoco lo era en materia de repe


tici�n de pago en el derecho romano,
seg�n puede verse en Savigny
(Syst�me, II, Ap�ndice VIII; Scuto, n� 40).
Pero en el texto de dicho art�culo 923, lo mismo que en la nota.
con que el codificador lo ilustra y en la que pone respecto de este
art�culo 784 en estudio, y lo propio que en otros supuestos en que
ha admitido la excusa del error de derecho (art. 858, 3428, etc.),
se tiene la explicaci�n (que por lo dem�s surge de lo contingente
del asunto, que obliga a ponderar diversos intereses en conflicto,.

como apunt� en el n� 691 a) : el puede ser-


error de derecho no

invocado para procurarse un beneficio o para eludir alguna res


ponsabilidad, porque de otra suerte se perjudicar�a a terceros o se
alterar�a la seguridad que supone la actividad jur�dica. En ma
teria de repetici�n no hay nada de ello : el actor procura reparar
un perjuicio que ha sufrido y el demandado o enriquecido no tiene-

de qu� quejarse, por lo mismo que, habi�ndose enriquecido sin cau


sa, en nada se perjudica al devolver el importe del enriquecimiento-
(cons. un caso resuelto por la C�m. 2a La Plata en J. A., I, 776).
B. Aplicaciones. �

Io Casos en que procede la repetici�n. �

696. Exposici�n de los mismos. El c�digo desciende a la aplica


ci�n del principio en una serie de casos. Son los del art�culo 790:
Habr� tambi�n error esencial (con lugar a la repetici�n), aunque el
deudor lo sea efectivamente, en los casos siguientes : Io si la obliga
ci�n fuese condicional, y el deudor pagase antes del cumplimiento
de la condici�n; 2o si la obligaci�n fuese de dar una cosa cierta, y
el deudor pagase al acreedor (,) entreg�ndole una cosa por otra;
3o si la obligaci�n fu-ese de dar una cosa incierta, y s�lo determinada

por su especie (y por su cantidad: art. 605), o si fuese la obligaci�n


alternativa (,) y el deudor pagase en la suposici�n de estar sujeto
a una obligaci�n de dar una cosa
cierta, o entregando (o entregase)
al acreedor todas las cosas comprendidas en la alternativa; 4o si
la obligaci�n fuese alternativa compitiendo (y correspondiese) al
deudor la elecci�n, y �l hiciese el pago en la suposici�n de co
rresponder la elecci�n al acreedor; 5o si la obligaci�n fuese de hacer
o de no
hacer, y el deudor pagase prestando un hecho por otro, o
494 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

absteni�ndose de un hecho por otro; 6" si la obligaci�n fuese divi


sible o simplemente mancomunada (simplemente mancomunada),
y el deudor la pagase en su totalidad (como si fuese solidaria).
Hay que observar: Io esta
disposici�n es simplemente
que
ejemplificativa, como resulta de su contexto (� Habr� tambi�n error,
esencial. �), y deja intacta la regla general del art�culo 784 (v�a
. .

se el insostenible fallo contrario de la C�m. civ.,


84, 166) ; 2o que,
as�, procede la condictio indeoiti en cualquier otro supuesto en que
haya un pago hecho por error (se paga dos veces una misma deuda,
se paga m�s que lo debido, se paga con dos o m�s prestaciones de

la obligaci�n alternativa o de g�nero, cuando s�lo se deb�a una o


dos; etc.) ; 3o que todas esas ejemplificaciones pudieron ser omitidas,
pues se contienen en la regla del art�culo 784; 4o que no pocas de
ellas est�n consignadas en otras partes (la del inciso Io, en el ar
t�culo 547 ; la del inciso 2o, en el art�culo 927, lo mismo que las de
los incisos 3o y 5o ; la del inciso 4o, en el art�culo 924 ; y la del inciso

6o, en los art�culos 675 y 924) ; 5o que varias de las mismas pudieron
ser condensadas (en los incisos 2� y 5o hay error en la prestaci�n;

en los incisos 3o, 4o y 6o hay error sobre modalidades �ntimas, como

en el inciso Io, que implican una desvirtuaci�n del contenido o de

la naturaleza de la obligaci�n) ; 6o cpie no es cierto, contra lo que


se expresa en el ac�pite del art�culo, que quien, pague en los casos

indicados sea deudor efectivo, pues su calidad de deudor se refiere


a una obligaci�n que no es la pagada, como lo acredita la circuns

tancia de que pueda repetir el pago que � por error � antes ha ve


rificado ; 7o que no vale la pena insistir en el estudio de cada una
de ellas, pues nada hay que agregar a los principios antes expuestos
a prop�sito de la norma general precitada del art�culo 784 (cons.

sobre el inc. 6o, C�m. Com. en G. F., 9 1 III 1 917).


697. principio de la repetici�n del pago
Excepci�n legal. �
El
hecho por error, tiene una excepci�n natural : la del art�culo 785.
Seg�n �ste, el derecho de repetir lo entregado cesa(,) cuando el
acreedor ha destruido el documento que le serv�a de t�tulo (a conse
cuencia del pago); pero le queda a salvo el derecho al que ha pa
gado (,) contra el deudor verdadero.
De otra suerte, el acreedor podr�a encontrarse con que la prue
ba de su derecho contra el verdadero deudor fuese imposible, por
virtud de la destrucci�n del documento que la acreditaba. Y como
el deudor ha quedado liberado respecto de su acreedor, viene as�
a, enriquecerse a costa del tercero que pag� ; por donde �ste
tiene derecho de repetir contra �l lo que corresponda, de
acuerdo con los citados art�culos 727-8. La acci�n que en tal caso
pago 495

da subrogatoria del
compete contra el deudor no puede ser ar
le
t�culo 768, inciso 3o, por lo mismo que no ha entendido pagar una

deuda ajena, sino la de in rem verso ordinaria, pues se est� en el


supuesto. Tampoco le corresponde la de negotiorum gestio, como
se pretende en la nota
del codificador, por lo mismo que no ha

tenido intenci�n alguna de gestionar un negocio ajeno (art. 2289).


Bien es verdad, por lo dem�s, que sea cual fuere la acci�n, en los
-casos comunes se llegar� a los mismos resultados pr�cticos
con

cualquiera de ellas.
2o. �

698. Casos en que no procede la repetici�n. �

En cam

bio, en el art�culo 791 se cataloga una serie de casos que no hay


en

error esencial �, y en que, de consiguiente, no


� procede la repe
tici�n : No habr� error esencial, ni se puede repetir lo que se hubiese
pagado, en los casos siguientes: Io cuando la obligaci�n fuere a
plazo (,) plazo; 2o
y el deudor pagase antes del vencimiento del
cuando se hubiere pagado una deuda que (ya) se hallaba
prescrita;
3o cuando se hubiere pagado una deuda cuyo titulo era nulo, o
�anulable (,) por falta de forma, o (por) vicio en la forma; 4o cuan
do se pagare una deuda (,) que no hubiese sido reconocida en juicio
por falta de prueba; 5o cuando se pagare una deuda (,) cuyo pago
no tuviese derecho el acreedor a demandar en juicio (una deuda
que el acreedor no pudiera reclamar en juicio), seg�n este c�digo;
6� cuando con pleno conocimiento se hubiere pagado la deuda
de otro.
Aqu� la superfetaci�n todav�a m�s innecesaria que en los
es

casos del art�culo 790. Todas las disposiciones del art�culo est�n ya
consagradas: la del inciso Io, en el art�culo 571 (cons. Scuto, 67) ;
las de los incisos 2� 5o, en los incisos 2o a
a 5o del art�culo 515 y
en el art�culo 516 (cons. Scuto, 58 y 68 y ss., que sinonimiza el
pago voluntario de nuestro art. 516 con el pago consciente, contra
lo que sostengo en el n�mero 85, y que llega a asimilar la obliga
ci�n natural a un deber de conciencia, como pretendo en el n� 78) ;
y la del inciso final, en m�s, en
los art�culos 727-8-30. Lo que es

estos preceptos se tiene mayor propiedad de expresi�n : puede verse,

por ejemplo, el del art�culo 571, que parcialmente contradice al


inciso Io de nuestro art�culo, en -cuanto no es cierto que no proceda
en algunos casos la
repetici�n del pago hecho antes del vencimiento
del plazo, como ocurre cuando se paga con desconocimiento del
t�rmino. M�s todav�a: si se hubiera querido consignar un precepto
al respecto, habr�a bastado con la disposici�n general del inciso 5�,
en la cual se contienen todas las
anteriores; o, lo que habr�a sido
mejor, hacer una simple referencia a los art�culos indicados.
496 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

De ah� que no tenga por qu� insistir en explicaciones de dichos


incisos, ya cpie basta con remitirse a lo dicho respecto de sus con

cordantes, estudiados oportunamente.


S�lo quiero advertir respecto del inciso final: Io que si bien
un pago beneficente como ese no entra�a donaci�n para nuestro
c�digo (art. 1791, inc. 6", contempla uno de sus aspectos), lo
que
cpie es discutible aun ante los propios principios adoptados por
aqu�l, no es menos dudoso que implica el mismo esp�ritu de libera
lidad que una donaci�n; 2� que, de consiguiente, no cabe presu
mirlo (arg. del art. 1818) ; 3o que en tal virtud, quien pague una deu
da tiene por eso
ajena solo el respectivo derecho de repetici�n contra.
el deudor liberado ; 4o que si el demandado pretende la existencia
del aludido prop�sito beneficente, debe demostrarlo, pues correspon
de destruir la natural presunci�n que hay en su contra (cons. Scuto,.
49 y ss.).
3o Jurisprudencia. �
699. Intereses estipulados.
no Vaya �

mos, entonces, a las principales aplicaciones jurisprudenciales de


los principios, varias de las cuales resultan poco sostenibles. Hago
constar, a prop�sito, que en m�s de un caso no me ser� dable distin
guir con claridad debida si se trata de un pago por error o de un
pago sin causa: la comunidad de origen de uno y otro se compa
decen- escasamente con nuestras categor�as conceptuales ; por lo
dem�s, la importancia pr�ctica del asunto es peque�a, pues los dos
se rigen en su fondo por normas iguales.

No hay error de derecho en el pago de intereses no esti


pulados, dice la Suprema Corte (95, 347). En otros t�rminos, el
pago de intereses no estipulados, no es repetible. Es de observarse-
que no hay raz�n alguna, fuera de las comunes a cualquier repe
tici�n, para excluir la repetici�n de intereses no debidos. Hayase
pagado esos intereses por error de hecho o de derecho, estamos
siempre en la regla del art�culo 784 que la autoriza, por lo mismo-
que no distingue, ni ten�a por qu� hacerlo, entre capital e intereses.-
Fuera de ello, las excepciones del art�culo 791 deben ser interpreta
das con estrictez, dada su � odiosidad �, y mal pueden ser extendi
das ni por analog�a.
Ello sin perjuicio de lo que pueda ser privativo del derecho
mercantil, cuyo c�digo excluye la repetici�n del pago � espont�neo �
de intereses no estipulados (art. 566) : sin contar lo poco jur�dico de-
una disposici�n as�, cabe observar que es ella de car�cter especial, y

que, de otra parte, la � espontaneidad � del precepto, concordante


con el � pleno conocimiento � ele nuestro art�culo 791, inciso 6o, no

puede ser presumida (media la raz�n general antes dada, y la par-


pago
497

ticular del articul� 218, inciso 5o, del c�digo comercial), y debe ser

acreditada por el demandado que la alegue.


En cuanto al mismo derecho civil, cabe apuntar que el pre

cepto de nuestro art�culo 2249 dista de prestar asidero a tal juris


prudencia: todo lo que en �l se dispone es que el mutuario que

haya pagado intereses no estipulados, � no est� obligado a continuar


pag�ndolos en adelante �. Queda as� intacto lo relativo al derecho
de repetir pagados. Y lo es tanto m�s cuanto que dicho
los intereses
art�culo ha suprimido la prohibici�n de repetir esos intereses no
estipulados y pagados, que figura en la fuente (c�digo franc�s, art.
1906), siguiendo el ejemplo de Freitas (art. 2220), que si bien
mantuvo la prohibici�n la desvirtu� al acordar la repetici�n en
virtud de error demostrado (conf. Segovia, I, 615, n. 17).
700. Impuestos fiscales declarados ilegales. Algo seme

jante hay que decir en materia de impuestos fiscales. Nuestros tri


bunales suelen ser demasiado complacientes al respecto para con el
erario, si bien por razones de inter�s p�blico que pueden ser en-
comiables.
As� resultan m�s oplausibles los fallos de la Suprema
menos

Corte (102, 204; 107, 134 y 240; en J. T., IIIJ914, 12; en R. L. J'.,
V, 121; en J. A., II, 4) y de otros tribunales (C�m. fed, en J. A.,
I, 816; C�m. civ., 171, 388; etc.), seg�n los cuales no se puede
repetir el pago de un impuesto si no se ha protestado al satisfa
c�rselo, o, como tambi�n se ha resuelto (C�m. civ., 135, 179),
cuando se trate de impuestos municipales pagados durante varios
per�odos.
En una y otra de esas dos formas o situaciones, median
circunstancias (falta de protesta, constancia en el pago) que pueden
inducir la espontaneidad o el pleno conocimiento antes aludidos.
Con m�s raz�n cabe sostener lo propio ante fallos como �ste:
no procede la
repetici�n respecto de cargas (alumbrado, barrido,
aguas, etc.) que no son impuestos sino servicios, pues entonces el
enriquecimiento se producir�a al rev�s (en favor del beneficiado
por el servicio), como se ha resuelto por la Suprema Corte en G. F.,
XIIJ917, 345, y antes por la C�m. civ. 2a en /. T., XI|912, 211.
Lo que es inadmisible es la rotundez de ciertos fallos que ex

cluyen como en absoluto el derecho de repetici�n en materia de


impuestos fiscales: C�m. civ. 2a en J. T., VI|914, 248.
El principio, fuera de las situaciones aludidas, es que la repe
tici�n procede cuando se paga lo no debido, a menos que medie
el pleno conocimiento del inciso 6o
(cons. C�m. civ., 133, 25). De
ah� consecuencias como las
siguientes : no se requiere protesta previa
Colme, Oblis. �

T. I. 3a
498 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

cuando la repetici�n ele pago de un impuesto se refiere a un exceso


por error de liquidaci�n (C�m. civ. 2a en R. L. J'., VI, 451; cons.
C�m. civ. 2a en J. A., III, 384) ; los impuestos cobrados por cual
quier repartici�n p�blica, y que no correspondan a un derecho im
positivo de �sta, pueden ser repetidos, bien entendido, siempre que
no medie la circunstancia antes contemplada, cual es la del posible

enriquecimiento al rev�s, el del deuelor, eme se beneficia con un


servicio.
701. Actos nulos o anulados. �

Seg�n la Suprema Corte


(108, 291), quien paga indebidamente y por error s�lo tiene la
respectiva acci�n de repetici�n y no la de nulidad, a menos que
el pago haya sido hecho en virtud de un acto nulo. Me parece

obvio, y no insisto.
Seg�n la C�mara civil (145, 406), no es repetible el pago hecho
en virtud de un contrato, aunque se declare que no exist�a el dere
cho pagado. Quisiera yo saber, a prop�sito, en qu� preceptos
legales puede fundarse un derecho as�. Convenido que quien paga
prueba por eso solo que debe, y que, de consiguiente, mal puede
repetir lo pagado (n� 581). Pero aqu�, no se trata de eso, pues
consta que � el derecho no exist�a �. Si, pues, se lo ha pagado, no
ha sido en virtud de un contrato que no lo contiene, sino apenas
con motivo ocasional, y aparente, de tal contrato. Media, entonces,
o error o falta de causa. Y el t�tulo para la repetici�n resulta
indudable.
C. �

702. Contra qui�n procede la acci�n. hay duda


No

posible en los casos ordinarios : la acci�n ser� procedente contra


quien recibi� el pago indebido, pues �ste viene a resultar el deudor
u obligado.

Pero ser� bueno distinguir qui�n es efectivamente el que lo


ha recibido y que as� resulta obligado a la devoluci�n : el mandante,
por ejemplo, responde por los actos del mandatario (art. 1930-46),
el heredero responde por los del causante (art. 3417), etc.
Fuera de esas situaciones generales, ya se ha visto alg�n caso
particular en que el obligado no es quien ha recibido el pago, sino
quien se ha beneficiado con ese pago : en el caso del art�culo 727 y sus
concordantes, la acci�n no es posible contra el que ha recibido el
pago sino contra el deudor desinteresado. Lo mismo corresponde
sentar para casos como 785, en que media error: el
el del art�culo
deudor desobligado es quien puede ser pasible de la acci�n de re
petici�n.
Se lo comprende f�cilmente: el acreedor pagado en tales casos

no es el beneficiado, pues era un acreedor positivo ; es el deudor,


pago
4y9

desinteresado por un pago que �l no ha hecho, quien debe responder


<cons. C�m. civ., 80, 405).
D. Qu� se repite. 1". �

703.
Principio.

M�s delicado es el

punto relativo a la medida de la .condictio. � Qu� se puede repetir ?


�lo dado en pago, o lo recibido en pago?, �el importe del empobre
cimiento del que pag�,, o el importe del enriquecimiento del que recl
in� el pago?
Parece balad� la pregunta, hay correlaci�n aparente
porque
-entre lo uno y lo otro : uno se enriquece en la medida en
que el
otro empobrece ; por
se donde en cualquiera de las dos formas

siempre se va a repetir lo mismo.


Es ello exacto si se mira el asunto con relaci�n al enriqueci
miento procurado el momento de hacerse el pago. Pero hay que
en

demostrar que es �se el momento que debe ser tenido en cuenta. Ya


se ha visto cpie no es as� en alg�n
precisamente en aquel en
caso,
que el c�digo consagra la actio de in rem verso (art. 728), lo mismo
-que en los de los art�culos 733-4 : en esos supuestos se repite no lo
dado en pago, sino el monto de la utilidad procurada, porque es
-cabalmente lo que contiene el enriquecimiento. Si, en tales casos,
?el tercero ha pagado m�s que lo epie el deudor deb�a, o si el incapaz
ha disipado lo recibido en pago, la acci�n se reduce en esas propor
ciones (C�m. civ. Ia en G. F., 16 1 III 1 917), al extremo de que en
el �ltimo caso puede no proceder en- medida alguna (cuando el

incapaz ha disipado la totalidad del pago).


Algo parecido hay que decir con respecto a lo general de la
�condictio indebiti : � se repite el monto del enriquecimiento procu
rado en el momento del pago, o bien el importe del enriquecimiento
�actual? Sup�ngase que el enriquecido ha enajenado, por t�tulo
oneroso o gratuito, lo recibido en pago, o que ha llegado a des

truirlo o a disiparlo: �podr�a siempre el que pag� tener acci�n


�contra el enriquecido? En el primitivo proyecto del c�digo alem�n
(cons. Saleilles, Obligation, 345) se dispon�a que la medida de la
acci�n estaba determinada por el enriquecimiento actual, vale decir,
por el enriquecimiento que subsist�a en el momento en que ella era
ejercitada (es lo que se resuelve en el c�digo suizo de las obliga
ciones: art. 64). En el �ltimo proyecto del mismo, transformado
en
c�digo, se modific� el principio (art. 812-8), al extremo de que
el enriquecido est�
obligado a devolver no s�lo el importe de lo
que recibi�, sino tambi�n el de los frutos que pudiera haber per
cibido.
Entre nosotros no se seguido tal criterio (que es el que pre
ha
tenden, con pleno rigor, Ripert y Tesseire, R. T. D. C, 1904, 786 y
500 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

ss.). El c�digo ha adoptado una posici�n como intermedia entre-


las doctrinas opuestas : no basta el enriquecimiento inicial, ni es,
preciso el enriquecimiento permanente.
El principio est� en el art�culo 784: se repite lo dado en

pago. Lo mismo se dice luego, en los art�culos 786-8, a prop�sito de


accipientes de buena fe o d� mala fe.
Evidentemente, se supone all� la permanencia en el patrimonio
del accipiens de la prestaci�n pagada. Pero nada cuesta suponer
cpie esa prestaci�n rio subsiste en especie, que ha servido para cual
quier otra utilizaci�n (ha sido vendida, y con el producto se ha
adquirido otra cosa; etc.), de suerte que se la encuentra en su valor,
como subrogada en cualquier otra ventaja econ�mica o pecuniaria...

En tal caso, la repetici�n ser�a procedente por el respectivo valor:


la subrogaci�n objetiva operada implica una mera substituci�n^.
que en nada desvirt�a lo jur�dico del asunto (nos 647r9).
Fuera de ello, la permanencia puede quedar excluida en nues
tro derecho. Contra lo admitido en el c�digo alem�n, el enriquecido-

puede haber deteriorado, y aun destruido, por un hecho suyo, la


cosa recibida en pago, y no estar obligado a ninguna indemnizaci�n,.

a menos que el deterioro o la destrucci�n hayan redundado en su

utilidad (ha utilizado en otra casa los materiales ele la que hizo-
derribar; ha colocado en otra m�quina el motor ele la crae desarm�;;
etc.) : art. 2431. Lo mismo se dispone en el c�digo civil brasile�o r
art. 966.
Pero en esto voy invadiendo el terreno de lo particular del.
asunto. Entremos en �l, distinguiendo con el c�digo, seg�n que el
enriquecido sea de buena fe o de mala fe.
2" Deudor de buena pe. �

704. Si posee lo recibido. �

Los;
art�culos 786-7 legislan la t�rminos, res
primera hip�tesis en estos

pectivamente : El que recibi� el pago de buena fe(,) est� obligado-


a restituir igual cantidad que la recibida (la prestaci�n recibida, o-

su equivalente, seg�n corresponda), o la cosa que se le entreg� (,)

con los frutos pendientes (, pero no los consumidos). Debe ser consi

derado como el poseedor de buena fe. Si el que de buena fe reci


bi� en pago una cosa ra�z, la hubiese enajenado por t�tulo oneroso-
o por t�tulo lucrativo?, el que hizo el pago puede reivindicecrla ele

quien la tuviese. (� Quien pague por error con una cosa ra�z recibi
da de buena fe y enajenada a tercero, podr� reivindicarla contra
�ste � ).

El art�culo 786 resulta claro. Quien recibe en pago indebido


una prestaci�n, y est� por eso obligado a devolverla, se encuentra

en la situaci�n de un poseedor, que detiene la cosa con �nimo de


PAGO 501

due�o y que luego tiene que restituir (en especie, si procede; o en su

valor, si no) al efectivo due�o o titular. De ah� el imperio del art�cu

lo 2422 y siguientes, y, dentro de la situaci�n, del art�culo 584 y si

guientes.
dem�s, la buena fe se presume (art. 2362), por donde
Por lo
el actor que pretenda lo contrario deber� probarlo. Y la buena fe
del enriquecido cesa desde el momento en que se le notifique la
demanda de repetici�n (art. 2433).

Es conveniente observar lo diminuto del art�culo 786, que no


comprende en su literalidad el pago de una obligaci�n de hacer o
de no hacer as� como la repetici�n en que incurre al disponer que

no son debidos los frutos consumidos sino los pendientes, cosa que

sobra, ya que el enriquecido es un poseedor, y ya que ello es de


regla para todo poseedor (art. 2423 a- 6).
705. Si lo ha enajenado. En cuanto al art�culo 787, hay

que hacer resaltar la grave falla que entra�a: esa acci�n reiperse-
�cutoria contra terceros que pueden ser de la m�s perfecta buena fe,
�es toda una ignominia jur�dica. Eso es atentar contra la seguridad

general, contra los intereses colectivos, en nombre de derechos in


dividuales. Eso es trastornar todo principio econ�mico. Eso es
echar por tierra el movimiento de los valores, al sembrarse la des
confianza con tales acciones ocultas, mucho m�s cuando la acci�n
contra el tercero puede ser totalmente innecesaria, ya que el enri

quecido puede ser solvente y responder con la respectiva indem


nizaci�n.
Me detengo, En otros trabajos m�os he demostrado que el gran
"principio del respeto de los terceros ha sido consagrado por el c�digo
�en disposiciones de fondo y bien repetidas
(art. 549-50-2-92-4-7, 762,
875, 968-96, 1018-9-34-5-65, 1194-5, 1229-60, 1459-67, 1575, 1664,
1713-4-42, inc. 5�-54-68, 1855 a 7-66, 1936 a 8-43-4-64-7-8-90, 2130,
2310, 2412-3-32 y ss., 2568 y ss.-87, y ss.-94 y ss.-2671, 2767, 3149,
3217, 3348, 3429-30, 3894-5, 3902-7-8-27-32-67-8-78, etc.) ; que es a la
luz de ellos, y no de los preceptos literales de casos como el de nuestro

art�culo, c�mo debe interpretarse el esp�ritu dominante en el c�digo,


en conformidad con los fines que �ste tiende a favorecer ; y que de
�otra suerte se har�a del c�digo un �rgano de estancamiento y de
retroceso legislativo, econ�mico y social, en vez de hacerse de �l lo
que cuadra : un instrumento de desarrollo y de auge de la actividad
general (cons. mi T�cnica legislativa del C�digo civil argentino, 39
.y ss., y mi art�culo Reivindicaci�n contra terceros adquirentes, publi
cado en la Revista jur�dica y de ciencias sociales, 1917, 32 y ss.).
Y no tengo por qu� insistir en estas tres cosas : Ia que la reivin-
502 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

dicaci�n no s�lo para m�


improcedente contra un tercero ad
es

quirente ele buena fe y a t�tulo oneroso, sino que, aun en los cas�se
en que sea ella admisible, su car�cter subsidiario
(es procedente
s�lo cuando el perjudicado no logre la indemnizaci�n cpie le co
rresponde contra el enajenante o sus herederos) resulta meridia
no ante preceptos como los de nuestros art�culos
1481, 2779, etc.;
2a que el enriquecido est� obligado a bonificar al empobrecido
en la medida de la utilidad reportada, si ha dispuesto de la cosa

en todo o en parte y ha recibido por ello cualcpiier valor en


cambio;
3a que esto mismo ocurre si ha destruido o deteriorado la cosa por
un hecho suyo, y ha obtenido con ello
cualquier utilidad,, seg�n
tengo advertido en el n�mero precedente y seg�n se estatuye en
el art�culo 2431.
3". �

706. Deudor de mala fe.


Si ha habido mala fe en el

c[ue recibi� el pago, debe restituir la cantidad o la cosa (la presta


ci�n o su importe) con los intereses o los frutos que hubiese pro
,
.

ducido podido producir


o desde el d�a del pago. Debe ser conside
rado como el poseedor de mala fe (art. 788; C�m. civ. 2a en G. F.,

4|X�917).
Si le� cosa se ha deteriorado
destruido, aunque sea por caso'
o

fortuito, el que la recibi� de mala


fe en pago(,) debe reparar su
deterioro o su valor, a no ser que el deterioro o p�rdida de ella hu
biera (n) tambi�n de haber sucedido (,) estando en poder del que
la entreg� (art. 789).
Ambas disposiciones son casi totalmente in�tiles. Habr�a so
brado con decir que quien recibe de mala fe una prestaci�n en pago,.
ser� considerado poseedor de mala fe, cuando aquella consista en
una cosa, para epie as� le fuesen aplicables las disposiciones de los.

art�culos 2435-7-8, etc., (pie aqu�llas repiten.


IV. Pago -sin causa. �

A. Generalidades. �

707. Principio.
��

El pago sin causa legislado en nuestro c�digo, y en el cual se


contiene la mayor�a de las condictiones romanas antes citadas, pue
de existir en tres situaciones seg�n el art�culo 792: El pago efec
tuado sin causa, o por una causa contraria a las buenas costumbres,
como tambi�n el que se hubiese obtenido por medios il�citos, puede
ser repetido, haya sido o no hecho por error; vale decir, cuando se
lo hace sin causa hoc sensu, cuando es contrario a las buenas cos

tumbres, o obtenido por medios il�citos.


cuando es

El pago sin causa hoc sensu es el legislado en el art�culo 793:


El pago debe ser considerado hecho sin causa, cuando ha tenido lu
gar en consideraci�n a una causa futura (,) a cuya realizaci�n se

opon�a un. obst�culo legal, o que de hecho no se hubiese realizado, o


PAGO 503

que fuese consideraci�n de (a)


en una causa existente pero que hu
biese cesado de existir.
Es el pago sin causa, por lo mismo que falta
�ste, propiamente,
la causa en cuya virtud se hizo el pago. Las otras dos especies del
art�culo 792 no corresponden estrictamente a un pago sin causa, por
lo mismo que hay causa, aunque il�cita. Y en raz�n de
regirse
�stas por principios espec�ficos y propios, conviene separarlas, como
no hay causa alguna, ni l�cita ni
lo hago, de los supuestos que en

il�cita. Por eso mismo involucrar� ambas formas en un estudio co

m�n, desde que lo capital en ellas es el juego de un antecedente

il�cito, ya en la causa de- la obligaci�n, ya en los medios de que se

ha echado mano para obtener el pago.


708. entiende por causa.
Qu� se Comenzando por el pago �

sin causa, debo decir que por causa se entiende aqu� la fuente ju
r�dica de la obligaci�n, como se precept�a en la regla general del
art�culo 499 : un contrato cualquiera, una convenci�n, un testa

mento, un precepto legal, etc. Si ese contrato, o esa convenci�n o


ese testamento, supuestos existentes o v�lidos, resultan no existir

o ser nulos, o se declara inconstitucional o ilegal la ley o la orde


nanza hecho, entonces se paga en virtud de
que determin� el pago
una causa que no es tal. Por ejemplo, alguien compra una partida
de az�car, cuyo precio paga ; antes que ese az�car sea entregado, el
gobierno lo requisa (por razones de carest�a, de guerra, etc.), y
dispone su monopolio por el Estado, por donde el vendedor no po
dr� entregarlo, por cuanto ha sido puesto fuera ele comercio. Lo mis
mo en otros supuestos : se hace una donaci�n por causa de matrimo
nio, y �ste no se (art. 1238) ; se compra una casa, cuyo precio
realiza
se paga, y que no puede ser entregada porque se quem� o se de
rrumb�; o se adquiere una cosecha esperada (no el alea de la cose
cha, pues entonces se tratar�a de un contrato aleatorio : art. 1332,
que no es m�s que una aplicaci�n del principio general del art.
1173), cuyo precio se satisface, y que se pierde por un accidente
meteorol�gico, por incendio, etc. La donaci�n hecha o los pagos de
precio verificados en tales supuestos, carecen de causa, pues han
respondido a un matrimonio o a una compra que no se han realiza
do o que han dejado de existir.
709. Qu� debe entenderse por pago sin causa. Hay que �

advertir que el pago sin causa que estudiamos no existe tan s�lo
en los
supuestos del art�culo 793. En �ste no se hace m�s que pre
cisar con relaci�n a casos especiales, el principio del art�culo 792,
donde se alude en general al pago sin causa. De consiguiente, hay
pago sin causa siempre que se haga un pago en virtud de una causa
504 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

que no existe, porque es aparente, falsa, etc., por lo mis


porque es

mo que �no hay obligaci�n sin causa�


(art. 499). As�, cuando al
guien firma un documento por pura complacencia en favor de un
amigo apremiado, que luego pretende cobrarlo como si tradujera
una positiva obligaci�n, el firmante, cpie se vea obligado a
pagar
por raz�n de no poder acreditar la complacencia y la consiguiente
falta- de causa, ante lo expeditivo del juicio ejecutivo, podr� repetir
ese pago en juicio ordinario en que demuestre la complacencia
y
en que haga resaltar "la falta de causa de la ostensible obligaci�n.

710. Qu� corresponde probar. Lo que es interesante hacer


notar al respecto es que aqu�, a diferencia de lo que ocurre en


materia de pago por error, no hay necesidad de invocar error algu
no. Es que el error est� contenido, precisamente, en la ausencia de
la causa en cuya virtud se ha hecho el pago. Probada, entonces, esa
falta de causa, queda en plena luz el error consiguiente (acaso se
ha referido a esta situaci�n, sin deslindarla de la precedente, el
autor antes citado, C. Scuto, que sostiene, en los nos 36 y ss. y 56,
la innecesidad del error para que la repetici�n proceda, pues para
�l basta con demostrar la ausencia de obligaci�n: v. supra, n� 693).
Por lo dem�s, al actor le convendr� sacar el asunto del terreno
de lo negativo en materia de prueba. Es dif�cil acreditar que una
obligaci�n no tiene causa, como es dif�cil acreditar cualquier cir
cunstancia negativa, particularmente si es de car�cter indefinido.
Tendr� que proceder, como en punto a error, en el sentido positivo
contrario al supuesto en el pago : si se ha pagado el precio de una
obra o de un servicio, por ejemplo, habr� que justificar que esa
obra no ha sido entregada o que dicho servicio no ha sido prestado;
si se ha hecho una donaci�n en vista de matrimonio que no se
un

ha realizado por impedirlo una circunstancia legal (se tratar�a de


.

un matrimonio entre personas que no pueden casarse) o porque de


hecho no se ha realizado, habr� que patentizar el impedimento le
gal o la no matrimonio; etc. Todo, siempre de los
celebraci�n del
supuestos de fondo de cualquier enriquecimiento, particularmente
el de la prestaci�n hecha y que se quiere repetir.
B. Aplicaciones jurisprudenciales. 711. Impuestos fis�

cales declarados ilegales. Como se comprender�, las aplicacio


nes jurisprudenciales del pago sin causa son tan frecuentes como

las del pago por error. Fuera de fallos que s�lo tienen valor gene
ral (C�m. civ., 112, 109; 141, 403; C�m. civ. Ia en J. T ., IV|912,
F ., 8|VII|917; C�m. civ. 2a J. T.,
100, VIIJ914, 142, y en G.
y en

IV|914, 230 y V|914, 205, as� como en R. L. J., IV, 912; C�m. com.,

48, 416; 79, 329; etc.), epuiero contemplar los que revisten mayor
pago
505

inter�s. Puedo no insistir, desde


luego, acerca de la repetici�n de los
impuestos fiscales declarados luego ilegales. Los he estudiado a la
luz de los principios del pago por error, que en su fondo concuerdan,
seg�n advert�, con los del pago sin causa. Pero debo advertir que
ese error estriba cabalmente en la ulterior falta de causa, en cuan
to el impuesto viene a carecer de causa, como era la ley u ordenanza
de su creaci�n, por lo mismo que �sta es juzgada inv�lida.
712. Gastos funerarios. �

En cambio, quiero hacer resaltar


algunos fallos sobre un punto fundamentalmente af�n. Me refiero
a los gastos funerarios hechos por terceros, y al derecho de repeti

ci�n que a �stos corresponde contra los legalmente obligados al


-respecto.
Es verdad, ante todo, que el asunto no tiene propiamente que
ver con el pago sin causa, sino en un sentido lato, esto es, en cuanto

el pago ha sido hecho sin obligaci�n contractual o legal. Y es ver


dad que m�s se refiere al enriquecimiento en general (art. 2306),
pues se trata de un simple pago hecho por un tercero en beneficio
del obligado (art. 727 y ss. y 2307-8). Pero la circunstancia de que
medie esa aludida falta de causa, y de que haya aqu� algo m�s que
un pago, ya que �ste es precedido por el acto en cuya virtud se

contrae la consiguiente obligaci�n ( el � trato � del servicio f �ne-

bre, etc.), que entra�a una �causa� lato sensu, me deciden, m�s o
menos ileg�timamente, a ubicarlo en este lugar.

Los fallos a que me refiero


los que sientan que tales gastos
son

s�lo pueden ser repetidos en lo que guarden proporci�n con la for


tuna o situaci�n econ�mica del muerto, o con la � calidad de las per
sonas y los usos del lugar � (C�m. civ. Ia en J. T ., III 1 913, 74, y en

J. A., III, 370), pues s�lo en tal medida resultan � �tiles �, en raz�n
de que corresponden a lo que habr�an debido gastar los herederos o
legalmente obligados. De ah� otras aplicaciones jurisprudenciales
an�logas, que exigen una interpretaci�n � estricta � al efecto ( C�m.
civ. Ia en /. A., III, 133).
713. Compras por mujer casada. Se ha resuelto que mal-

grado sea nula la compra de joyas hecha por una mujer casada y
no autorizada
por su marido, la sociedad conyugal debe responder
por el precio de las mismas, si no prefiere devolver las joyas, siem
pre que no se haya probado la ulterior enajenaci�n de �stas por
la mujer (C�m. civ. Ia en J.
T., IX|912, 125).
Creo que en lo relativo este fallo es una perla, y por eso no
he dudado en analizarlo, malgrado no se refiera sino al
enriqueci
miento en general, y no obstante no guardar relaci�n estrecha con
el pago sin causa estudiando el acto ser� nulo como
que vengo :
EXTINCI�N DE LAS
506 OBLIGACIONES

compra; pero nulo y todo, no deja de entra�ar un enriquecimiento


para la sociedad conyugal. (Leone estudia con alg�n detenimiento,
en el n� 87 y ss. de su citada obra, la acci�n de enriquecimiento

con relaci�n a la mujer casada).

Quiero observar al respecto ; 1� desde luego se plantear�a el


problema, que aqu� no nos concierne, d� que la compra de tales
joyas no suponga, como la de art�culos para el. consumo o la de
gastos usuales (vestidos, etc.), la autorizaci�n t�cita o presunta del
marido, como ocurrir�a si las joyas fuesen de escaso valor y de uso
habitual en las circunstancias ; 2o la acci�n de enriquecimiento es
indiscutible (y en el fallo se invoca el principio), pues est�n lle
nados tocios sus requisitos (n� 691.) ; 3o el supuesto de que el marido
opte por la devoluci�n de las joyas, debe ser excluido cuando ha
mediado autorizaci�n, t�cita o presunta, por el marido despu�s de
la compra, pues ello importar�a una ratificaci�n con efecto retroac
tivo (arg. del art. 2304, que consagra el principio del art�culo 1936
aqu� aplicable por raz�n del art. 1870, inc. Io) ; 4o la incapacidad
de la mujer casada es muy distinta de la del menor adulto, no obs
tante la aparente asimilaci�n de ambas en el art�culo 55, pues, como

tengo ya advertido (n� 19), la de la primera es de derecho, al paso


que la del segundo es de hecho, por donde el concepto de lo � �til �
de un gasto o inversi�n (art. 734) debe ser entendido con m�s la
titud respecto de la mujer casada, por lo mismo que ella (supongo
que es mayor) tiene la plenitud psicol�gica de � intenci�n, discer
nimiento y libertad � del art�culo 897, que no existe en un menor
por adulto que sea; 5o en tal virtud bastar�a que se demostrase
no

que la mujer enajen� las joyas, para que la repetici�n fuera im


procedente, si a la vez no se demostrase cpie el importe no entr�
en el patrimonio de la sociedad conyugal.

714. Orden judicial. �

La repetici�n procede aunque haya


mediado orden judicial, dicen varios fallos de la C�mara civil (71,
254; 154, 157; etc.).
Se excluye, evidentemente, el supuesto del pago hecho por el
litigante vencido al vencedor, pues media la cosa juzgada. Y se lo
excluye aun cuando se pruebe que la sentencia es err�nea o es de
bida a defectos de prueba, pues en tales casos queda apenas una
obligaci�n natural (art, 515, inc. 4o), que por definici�n no
es

exigible.
Entendidos los fallos como cuadra, con relaci�n a sujetos que
no pueden invocar la cosa juzgada, su justicia es indiscutible.
Mal-

grado asomos en contrario, que ya se ha visto en diversos casos (n01


33, 493, 635, etc.) y que severa en otros (n� 942 y ss., etc., la senten-
PAGO 507

cia judicial nopuede ser �causa� v�lida, por s� sola, para ning�n
ni obligaci�n alguna, pues no es fuente ele v�nculos jur�dicos, ya
pago
se limita a � declarar � el derecho de acuerdo con las fuentes
que
legales y las consiguientes pruebas del mismo. Si, pues, y por un

error posible, un juez manda pagar una suma con dinero que es

m�o, no deudor, el pago que as� se haga puede ser plena


siendo yo
mente repetido por m�, pues carece ele causa.
715. Actos nulos. El pago que se haya hecho en virtud de

un acto jur�dico cpie luego es declarado nulo, puede ser repetido,

pues obviamente carece de causa: �sta era el contrato, y el contrato

deja de ser tal.


Pero, como ya tengo advertido (n" 701), hay aqu� menos una
acci�n de repetici�n que una mera consecuencia de la nulidad del
acto jur�dico : por aplicaci�n de lo dispuesto en art�culos conocidos
(1050 y ss.), las partes deben ser restituidas al statu quo ante.
Es verdad, con todo, que los principios sobre repetici�n resul
tan plenamente aplicables, sicpiiera por analog�a.
716. Costas del juicio ejecutivo. Hago constar que nuestra

jurisprudencia se ha pronunciado en el sentido de que las costas


pagadas en el juicio ejecutivo no son repetibles. As�, alguien es
demanclable ejecutivamente, y resulta condenado por raz�n de no
haber podido probar su derecho, dado lo limitado de las defensas
y de las pruebas consiguientes ; y luego, en el juicio ordinario a
que tiene derecho (art. 500 del c�digo procesal para la Capital y
los territorios), demuestra sus t�tulos y obtiene la condena de su
antiguo ejecutante: �ste, seg�n dichos fallos (C�m. civ., 126, 255;
166, 181 y 268), debe devolver al antiguo ejecutado el importe de
lo que le pagara, pero no el ele las costas en que fu� condenado su

actual demandante (art. 507 del mismo c�digo).


Creo mala esa jurisprudencia, contra la cual se ha comenzado
a reaccionar.
Seg�n el art�culo 786, el deudor tiene que devolver
lo recibido : tal es el principio, que s�lo tiene las limitaciones apun
tadas de los art�culos 728-33-4, etc. Fuera de ello, lo expeditivo del
juicio sumario no puede ser un �bice contra el actor : su ejecutante
sab�a, o deb�a saber, que es lo mismo, epie carec�a de acci�n, y que
s�lo triunfar�a provisionalmente. Y en derecho, como en todo,
triunfa quien triunfa en definitiva, tiene derecho quien lo posee
m�s all� de las cortapisas limitadas de ciertas instituciones como
ia del juicio ejecutivo. Y es lo
cpie pasa : el juicio ejecutivo es me
ramente provisional, y no causa instancia ; por eso deja intacto
ln relativo al derecho de
fondo, a ventilarse en el ulterior juicio
.ordinario; por eso tiene efectivamente derecho cpiien triunfe en
�508 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

este juicio, donde se discute con


amplitud, y donde se define la si
tuaci�n de los interesados.
De consiguiente, el pago de tales costas resulta un
pago sin
causa, en cuanto carece de ella, pues la causa estribaba en una

disposici�n legal (la que prescribe la imposici�n de costas contra


el vencido en la ejecuci�n) que cede ante otra disposici�n
legal de
m�s fondo, como es la de nuestros art�culos 499 y 792.
Admito, sin embargo, una excepci�n : como las costas son una
norma procesal, y tienen as� su fuente o � causa � en la misma
ley,
y �sta, bien entendida como va si�ndolo en la jurisprudencia mo
derna, s�lo exime de ellas a quien litigue con fundamento por lo
menos aparente (media � raz�n probable o un � caso novedoso
�, �,
o un asunto de � puro derecho resulta
�, etc. ) que cuando
, el eje
cutante ha tenido todo el derecho para demandar ejecutivamente,

y no puede ser inculpado de aprovecharse de lo expeditivo del juicio


para lograr una sentencia provisional que �l sab�a no estaba desti
nada a durar,
admisible que no tenga por qu� devolver tales cos
es

tas, que han sido la indemnizaci�n de sus gastos y trabajos (cons.


�obre el punto de fondo de las costas, R. Japiot, en R. T. D. G,

1914, 535 y ss. ; S. C. en J. T., XII|914, 7 ; C�m. civ., 181, 150; 187,
-

34; 189, 161 y 367; 191, 198; 192, 226; 193, 15; 195, 64; 196, 231;
��m. civ. Ia en J. T XIIJ914, 139, en R. L. J I, 855, y en J. A.,
., .,

I, 672 y 674, y II, 211; C�m. civ. 2a en J. T'., XII 1 914, 243, y en
J. A., I, 425; C�m. com. en G. F
XI|917, 53, y en J. A., I, 498,
.,

�94 y 915, y III, 414; etc.; S. de la Colina, I, 516 y ss.).


V. Pago il�cito. �

A. �

71 7. Principios. �

En materia de
pago con causa il�cita, el c�digo consagra dos disposiciones que se

reducen a una sola. Son las de los art�culos 794-5: Es tambi�n he


sito sin causa(,) el pago efectuado en virtud de una obligaci�n(,)
�,uya causa fuese contraria a las leyes o al orden publico; a no ser
que fuese hecho en ejecuci�n de una convenci�n (,) que debiese pro
curar a cada una de las partes una
ventaja il�cita, en cuyo caso
�(caso en el cual) no podr� repetirse. El pago hecho por una causa

-contraria a las buenas costumbres, puede repetirse cuando s�lo hay


torpeza por parte del que lo recibe, aunque el hecho o la omisi�n
en virtud de la cual (en cuya virtud) el pago ha sido efectuado, hu

biese sido cumplido. Si hay torpeza por ambas partes, la repetici�n


no tiene lugar (no es admitida,) aunque el hecho no se hubiese rea

lizado,
B. �

718. Cu�ndo procede la repetici�n. �


Es posible la re

petici�n cuando no hay ilicitud con respecto al que ha hecho el


pago, aunque el que lo recibi� hubiera cumplido con el hecho en
PAGO
509<

cuya virtud ese pago fu� realizado. Tal ocurre en los casos en que
alguien promete y da a otro una suma de dinero, por ejemplo, para
abstenga de acto inmoral
(deje de ir a las- carreras,
que �ste se un

abandone una inconducta cualquiera, etc.), o bien para que mude


de religi�n o se case 'con una persona dada, etc.; o bien, todav�a,.
cuando el que hace el pago lo efect�a como pena contra s� propio
en el caso de incurrir en un acto reprobable, etc. Ya se ha viste>
a prop�sito, cada unoele estos supuestos cuando estudi� lo il�cito-
de la condici�n, tanto en su aspecto positivo como en su faz nega

tiva, y, con circunstancias, tanto respecto del


relaci�n a ambas

acreedor como con relaci�n al deudor (supra, nos208 a 217).


C. 719. Cu�ndo no procede.

No es posible la repetici�rt

cuando la ilicitud existe con relaci�n al mismo que pag� y cpie lue
go la pretende. Es lo que pasa en punto a deudas de juego (art.
2063), y en todos los supuestos en que se haga el pago en raz�n.
de una convenci�n il�cita para los dos vinculados (una sociedad

para explotar un mal lugar, o para traficar en contrabandos, o-


para establecer un negocio de loter�a clandestina; un convenio en
cuya virtud alguien se compromete, mediante una remuneraci�n,
a conseguir en favor de otro una improcedente excepci�n militar,,

como ha resuelto la C�m. civ. 2a en J. T., II]913, 97; etc.), pues-

media la � torpeza � de la ley, que habla roman�sticamente, tanto-


de parte de quien recibe el pago como de quien lo hace. En materia
de sociedad y de mandato (art, 1659 y 1891), se tiene otras aplica
ciones del principio.
D. Qu� se entiende por causa il�cita. 720. Distingos pro �

cedentes. Es bueno, como siempre, no exagerar. Hay torpeza y


torpeza: la hay leve o insignificante, en la mera indelicadeza o en


la simple incorrecci�n ; la hay grave, en la inmoralidad y en el
delito. Ser�a cosa fuerte que, so pretexto de lo il�cito de una in
correcci�n indelicadeza, quien recibi� el pago pudiera invo
o una

car el principio de la no repetici�n, y no s�lo resultase enriqueci�n

dose a costa ajena, sino, adem�s, cometiendo �l un acto m�s inmo


ral que el de quien le pagara : por ejemplo, qued�ndose con el dine
ro que se le dio
para que lo jugase a las carreras en nombre y bene
ficio del dador. De otra parte, la admisi�n de la repetici�n puede-
ser un
mejor medio, para luchar contra la inmoralidad, que el re
chazo de la misma, como ocurrir�a precisamente en el caso in
dicado.
Advierto que tal es el criterio de fondo que tiende a prevale
cer, como puede verse en m�s de un fallo de la jurisprudencia fran
cesa : R. T. I). C, 1911, 453, nota jurisprudencial n� 22 ; 1913, 417,,
510 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

nota 16 ; Cons. Ferrara, Negozio illecito, 117 y 12 y


ss. y supra nos
ss. y 210 y ss.
721. Lo propiamente inmoral. Por lo dem�s, tengo

no
por
qu� insistir acerca de lo que en estos casos es esencial: la determi
naci�n m�s o precisa y concreta ele
menos lo que debe entenderse
por orden p�blico, buenas costumbres, etc., pues no har�a sino re

petir lo que ya tengo expuesto a prop�sito del principio de fondo


del art�culo 502. Basta con que advierta que trata de
se un proble
ma circunstancial, vale decir, ligado a las modalidades de tiempo,
de lugar, de actos, de personas, etc., que en cada caso condicionan
la situaci�n, y a cuyo respecto requiere una buena dosis de tino
se

y de cultura para que la apreciaci�n judicial que cuadre sepa, inter


pretar las exigencias ambientes.
Si, dentro de ello, me decidiera
puntualizar las respectivas
a

normas de fondo, no sabr�a hacer nada mejor que sintetizar el ad

mirable comentario de Saleilles (D�claration de volont�, 251 y ss.)


sobre el art�culo 138 del c�digo alem�n, que fulmina con la nulidad
al acto que atente contra las buenas costumbres, y que es aplicable
en su integralidad a nuestro c�digo (se lo puede
comparar con lo qu�
he dejado dicho en el n� 14, y con lo que ense�an Crome, Teorie
fondamentali, 5, II; Ferrara, Negozio illecito, 3 a 7; etc.). En tal
virtud dir�a : Io que el juez, que de ordinario se atiene a la volun
tad declarada, y no va a buscar los m�viles de la misma, en esta
materia se exorbita, por mandato de la misma ley, pues los inves
tiga m�s all� de ese contenido formal del acto, y se convierte as� en
un legislador ; 2" que lo il�cito de la causa no puede ser encontrado

en los m�viles remotos del acto, sino en los


inmediatos, pues de
otra suerte no habr�a nada de seguro en las transacciones jur�dicas

(un individuo que compra un rev�lver para matar a alguien, realiza


una compraventa perfecta; quien se hace
prestar dinero para ad
quirir una casa de mal vivir, es un mutuario plenamente jur�dico;
etc.), siempre que el que pretenda la repetici�n no est� ligado por
esos m�viles que ha conocido y a cuya realizaci�n ha procurado
contribuir; 3o que las buenas costumbres del c�digo suponen un
ideal ele moralidad ambiente que puede tener su expresi�n en los
usos y costumbres generales en materia jur�dica, por donde no cua

dra contemplar la moral te�rica de los libros de lo que debiera o

ser, sino la moral viva y actual ele la conducta y d� lo que es ; etc.


VI. Otras hip�tesis. 722. Obligaciones putativas.

Des �

pu�s de lo relativo a la repetici�n del pago indebido, el c�digo


contempla lo concerniente a las obligaciones putativas, en que no
hay pago alguno realizado, sino tan s�lo la creaci�n de una obliga-
PAGO
511

ci�n, car�cter de deudor y del de acreedor, en


la asunci�n del
virtud de circunstancias que no corresponden a la realidad.
A tal respecto no hace m�s cpie aplicar los principios del pago
se trata de una creaci�n err�nea.
por error, pues
He aqu� los textos: Lo dispuesto en este cap�tulo es extensivo a

las obligaciones puteitivas, aunque el pago no se haya


verificado; y

as�, el que por constituy� acreedor de otro que tambi�n


error se

por error se constituy� deudor


(de aqu�l), queda obligado a resti
tuirle el respectivo documento de cr�dito, y a darle liberaci�n por
otro instrumento de la misma naturaleza.
Cuadra observar cpie no es forzoso que el error exista de am
bas partes : puede muy bien ocurrir que el � acreedor � no sufra
error alguno, y que ele mala fe acepte que alguien se constituya

endeudor suyo. En tal caso, y por aplicaci�n de los principios en


materia de pago por error (art. 788-9), que no son sino consecuen
cias de los principios generales en materia de
responsabilidad (art.
1109), el titulado acreedor no s�lo estar�a obligado a lo que dispone
el art�culo, sino que tambi�n podr�a ser pasible de una indem
nizaci�n.
Tambi�n hay que observar que la doble operaci�n, restituir
el t�tulo del cr�dito y dar liberaci�n por otro instrumento, puede
no ser necesaria. Es lo que pasa cuando el cr�dito consta en ins
trumento que se entrega al deudor
privado, (art. 877). Como ese
documento contiene la �nica prueba de la obligaci�n, su entrega
al deudor implica la extinci�n de �sta.
723. Liberaciones dadas por error. �

Los mismos principios


del pago por error rigen el supuesto contrario : el de la liberaci�n
�dada por error, que el c�digo legisla en los art�culos 797-8 en estos
t�rminos: El que por acept� una liberaci�n de su acreedor,
error

que tambi�n por error se la dio, queda obligado a reconocerlo nue

vamente como (a su) acreedor por la 7?iisma deuda, con las mismas
garant�as y por instrumento de igual naturaleza (S. C, 16, 362). �

No obstante la liberaci�n dada por error, el verdadero acreedor ten


dr� derecho a demandar a su deudor en los t�rminos del anterior
art�culo, s� la deuda no estuviere vencida, y servir� de nuevo t�tulo
de cr�dito la sentencia que en su favor se pronuncie. Si la deuda
estuviese ya vencida (,) podr� demandar su pago.
Repito lo dicho en punto a obligaciones putativas : no es

indispensable el doble error, pues basta con que lo sufra en este


caso el
acreedor, que es quien pretende el restablecimiento del ver
dadero statu quo ante; y si el deudor es de mala fe, podr� adem�s
ser pasible de una indemnizaci�n.
512 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

Por lo los dos preceptos se reducen a una sola cosa: el


dem�s,
acreedor tiene derecho de pedir el indicado
restablecimiento, y, en
caso de ser exigible la
obligaci�n, de pedir el pago de la misma.
Claro est� que, como en el supuesto del pago por error y como en el
de la obligaci�n putativa, deber� justificar su error, echando mano
al efecto de las pruebas positivas que tiendan a patentizar la
situaci�n.
VIL Observaciones generales. �

724-. Acci�n subrogatoria


y repetici�n de pago. �

En lo dicho hasta aqu� me he referido a

la hip�tesis com�n de una repetici�n ordinaria, mediante el ejer


cicio de la respectiva actio de in rem verso. Y m�s de una vez he
dado a entender que el acreedor subrogado (cesionario, etc.) no
ejerce ninguna acci�n de tal especie, sino la misma del acreedor
originario, a quien �l substituye jur�dicamente.
Es ello evidente y no requiere explicaci�n ni insistencia.
Aqu� deseo referirme" a otra situaci�n af�n : a la de los acree

dores que ejercen #por su deudor la acci�n (de pago, para quedar
nos en la hip�tesis que nos concierne por ahora) que �ste pueda
tener contra terceros (X, acreedor de A, pretende que B le pague
a �l lo que adeuda a A). Y s�lo quiero mencionar, como de paso:
Io que no hay aqu� propiamente una acci�n de repetici�n, pues no
media error ni falta de causa, sino el ejercicio de la misma acci�n
que corresponde al acreedor A contra su deudor B, por parte de
los acreedores de A y en beneficio de los mismos ; 2o que nuestros.
juristas se han embarcado al respecto en una jurisprudencia que
no acepto puedo discutir aqu�, pues corresponde al estudio
y que no

de los actos jur�dicos (entre nosotros al de los contratos, por lo


desubicado del respectivo precepto, como es el del art. 1196), al
sentar que no hay acci�n de repetici�n contra terceros sin previa

subrogaci�n (C�m. civ. Ia en G. F., 14 1 III 1 917), con lo cual se


plantea el problema de que los acreedores tengan o no en tal caso
que hacerse subrogar judicial y previamente para ejercer la acci�n
de su deudor.
Nuestros tribunales, por ejemplo, est�n por lo segundo: C�m.
civ., 29, 14; 85, 170; 99, 227; 164, 392; 176, 70; etc., no obstante
que no haya en el c�digo, ni indirectamente, disposici�n legal algu
na que imponga tal restricci�m

Lo com�n de los autores, sobre todo contempor�neos, sostienen'


que no es menester ninguna subrogaci�n judicial, pues basta, y
sobra, con la legal : Mass� y Verg� en Zaehariae, III, 554 ; Larom-
bi�re, I, 700; Demolombe, XXV, 106; Huc, VII, 186 ; Baudry, XI,
634; Planiol, II, 289; Colin y Capitant, II, 46; Garsonnet, I, 311,
PAGO
513

n. 5; Giorgi, II, 239; Crome Teorie fondamentali, 23, 310; Cantoni,


L'azione surrogatoria, 19 ; etc.
725. Prescripci�n de la acci�n de
repetici�n. He aqu�, ahora, �

algunas otras observaciones comunes a cualcpiier repetici�n de pago.


La acci�n respectiva se prescribe a los diez a�os : S. C, 102,

104; 108, 291; C�m. civ., 158, 89; 168, 187 y 225 (v�ase los dem�s
fallos que cito en el n� 955).
Se comprende por qu� : no estando sometida a prescripci�n
especial, encuadra en la
general
norma del art�culo 4023 (en el
c�digo suizo de las obligaciones prescribe al a�o :
se art. 67 )
.

No se podr�a decir que quien repite lo pagado por error o sin


causa, ejerce al rev�s la misma acci�n que habr�a tenido su � acree
dor �. Precisamente, la acci�n procede porque no se deb�a, porque
no hab�a causa (fuente, contrato, etc.). De ah� que no sea con
tractual.
Por lo dem�s, hay que entenderse. En los supuestos en que el
actor pretende � repetir � como subrogado (art. 768 y ss., etc.), ejer
ce el mismo derecho que correspond�a al antiguo acreedor, a quien
representa y cuya personalidad contin�a (n� 671). La acci�n,
entonces, no es de repetici�n, sino de cobro directo, exactamente
como la que ejerce el cesionario, que es tambi�n un subrogado ; y

la prescripci�n que cuadra es la propia de esa acci�n y no la de


la repetici�n (Colmo, Prescripci�n en derecho comercial, 578).
726. Ante qu� juez corresponde entablar esa acci�n. Seg�n �

nuestra jurisprudencia, la acci�n de repetici�n es de car�cter civil,


sea cual fuere la naturaleza de la deuda extinguida con el pago

que se quiere repetir (C�m. civ., 126, 337 ; 146, 240; C�m. com., 80,
73), y aunque el sujeto demandado sea una sociedad an�nima (C�m.
civ. Ia en J. A., III, 32).
Es discutible tal soluci�n, malgrado cuente con apoyos respe
tables, por ejemplo, el de Cosack (I, 22). Lo com�n ele los comercia-
listas se pronuncia en sentido contrario con respecto a los pagos
mercantiles (Vivante, I, 32 y' 94; Vidari, I, 36; Lyon-Caen y Re
nault, I, 177 ; Manara, Atti di commercio, 68 ; Majorana, Prescrizio-
ne in materia di commercio, 3 a 5 ; Saija, Prescr�zione in ma
teria commerciale, 10; Navarrini, I, 177-8; Segovia, I, 47) ; si bien
los civilistas suelen querer reivindicar la preferencia civil, como
ocurre en Pugliese (Prescr�zione estintiva, 304 bis).

Hay que discutir una obligaci�n, un contrato, de car�cter


mercantil (sea �l nulo, o falso, o lo que fuere), cuya naturaleza se
determina seg�n el respectivo c�digo, y cuyas pruebas (testigos,
documentos privados, libros de comercio, etc.) entra�an proyec-
Colmo, Oblig. �

T. I. 3&
514 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

orones que el derecho civil ignora. Ser�a extraordinario que el actor


pudiera ser privado de favores as�, que contra �l ha podido aducir
su actual deudor ; mucho m�s si se tiene en cuenta que la acci�n
de repetici�n es una mera y fatal consecuencia del pago hecho, y al
cual est�, as�, necesaria e �ntimamente ligada (n� 296).
Ello a menos que se alegue la inconstitucionaliclad de ley,
una

etc., en esa demanda de


repetici�n. En tal caso, y por aplicaci�n de
principios propios de nuestro derecho, los tribunales competentes son
los federales: C�m. fed. en J. A., II, 372, y III, 443.
El asunto, por suerte, no tiene m�s importancia pr�ctica que
�sa : sea civil o comercial, la prescripci�n se consumar�a siempre a
los diez a�os, pues tal es el t�rmino ordinario en nuestros dos
c�digos.
Y tiene la natural limitaci�n antes apuntada : cuando la � repe
tici�n � sea ejercida por un subrogado, entonces est� en juego el
mismo derecho que correspond�a al acreedor primitivo, por donde
el actor deber� proceder ante los mismos tribunales, y en id�nticas
condiciones, que ese acreedor anterior a quien ha sucedido y cuya
personalidad jur�dica representa y contin�a, pues propiamente no
ejerce repetici�n alguna.

SECCI�N 11a

PAGO CON BENEFICIO DE COMPETENCIA

727. Su concepto y car�cter humanitario. Beneficio de com �

petencia, dice el art�culo 799-^ es ei que se concede a ciertos deudo


res (,) para no obligeirseles a pagar m�s de lo que buenamente
puedan, de jando (se)les en consecuencia lo indispensable para una
modesta subsistencia, seg�n su clase y circunstancias, y con cargo
de devoluci�n (para) cuando mejoren de fortuna.
Es, por tanto, un favor legal determinado por consideraciones
de pura humanidad, en cuya virtud se reconoce cpie por encima
de lo econ�mico de las vinculaciones obligatorias y del inter�s pecu
niario del acreedor, est�n otras cosas m�s importantes, mucho m�s
importantes: el derecho a la subsistencia del pobre deudor, que
antes cpie tener cpie pagar deudores tiene que vivir
a sus � Des . . .

pu�s se pretender� cpie el C�digo civil s�lo regla, en materia de


obligaciones, asuntos de car�cter patrimonial !
Ese principio de humanidad, admitido en todos los c�digos
del mundo, tiende, lo que es mejor, a ser extendido. Todo el � ajuar
ele una casa � est� excluido por el mismo c�digo (art, 2323, repe-
tido o aplicado en el art.
3763) clel concepto econ�mico-jur�dico
de muebles, y no est� sujeto, de consiguiente, a las obligaciones del
respectivo propietario. Es lo que tambi�n se hace en el art�culo
480 del C�digo de procedimientos para la Capital federal y los te
rritorios. Es lo cpie igualmente se ha hecho en materia ele sepulcros,
que son inejecutables, salvo en circunstancias explicables (cuando
se reclame su precio de venta o de construcci�n), seg�n el art�culo

12 de la ley 4128. Es lo que tambi�n se hace en materia de bien


de familia (el homestead saj�n, el hofrecht germ�nico y holand�s),
adoptado por los modernos c�digos, sobre la imitaci�n del ejemplo
norteamericano, como el c�digo venezolano (art, 614 a 24), el bra
sile�o (art, 70 a 3), etc., y que otros pa�ses han consagrado en leyes
especiales (Francia, por ejemplo, seg�n ley de julio 12 ele 1909), en
cuya virtud el hogar de una persona, comprendi�ndose en ello los
muebles y el mismo inmueble, queda exento, dentro de condiciones
dadas y salvo excepciones como las antes indicadas a prop�sito ele los
sepulcros, de ejecuci�n por parte de los acreedores del due�o o
titular del mismo (supra, n� 53).
728. Otras leyes han ampliado el principio del c�digo. �

Es
bueno que advierta que entre nosotros se ha dictado la ley del
hogar (n� 10.241) con respecto a la peque�a propiedad rural de
pertenencia del Estado, � como un amparo y una donaci�n del
gobierno a la familia argentina � (art. Io). En su virtud se lo puede
constituir en lotes que var�an entre 20 y 200 hect�reas, aclquiribles
�tsin escritura p�blica y mediante un simple � boleto de estado � y
el respectivo plano (art. 6o) ; tales lotes son inembargables e incesi-
bles fsalvo la transmisi�n a otra familia, y exceptuados los frutos,
que lo son hasta la mitad: art. 2o), como son indivisibles, a menos
que todos los interesados, la � familia � del art�culo 3o, sean mayores
y convengan en su divisi�n (art, 4o) ; etc. Con ello se ha realizado
una aspiraci�n evidente, que tan de relieve hab�a puesto Avellaneda

desde 1865 con su famoso libro Estudios sobre las leyes de tierras
p�blicas.
Tambi�n se ha hecho algo parecido en otras leyes, en que se
declara inembargables e inejecutables, en todo o en parte, diversos
derechos: v�ase los art�culos 9o y 10 de la ley de pensiones mili
tares, que excluyen cualquier cesi�n o embargo de �stas ; el art�culo
55 de la ley 4349, relativa a las jubilaciones y pensiones,
epie tambi�n excluye toda cesi�n al respecto, y que s�lo autoriza eL
embargo por la cuarta parte ; los art�culos Io y 2o de la ley 9511 de
inembargabilidad de sueldos, salarios, pensiones y jubilaciones, cpie
prohiben todo embargo o cesi�n de sueldos, etc., inferiores a 101 $, y
516 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

que los permiten proporciones de 5, 10, 15, 20 y 25 por ciento^


en

seg�n que se trate de sueldos de $ 101 a 150, de 151 a 200, de


201 a 300, de 301 a 500 y de 500 arriba; el art�culo 13 de la ley
9688 sobre accidentes del trabajo, que declara inembargable e ince--
sible el total ele la respectiva indemnizaci�n; etc.
729. Qui�nes y en qu� condiciones pueden invocarlo. �

Vol
viendo a nuestro asunto inmediato, cabe apuntar que el sentido
del art�culo 799 m�s claro que sus expresiones. Dicho favor no
es

es concedido tan s�lo a la persona del deudor. Como resulta del


f�n que con �l se persigue, comprobado por el texto del citado ar
t�culo 2323, se trata de no colocar en situaci�n dif�cil de vida a la
familia del deudor, esto es, al conjunto de personas que conviven.
con el deudor y a quien �ste debe alimentos (art. 2953).
Por lo dem�s, no ser� el acreedor quien deber� demostrar que-
el deudor tiene bienes suficientes para satisfacer su obligaci�n,.
pues ello se Si, pues, el deudor pretende que el acreedor-
presume.
trata de ejecutar bienes exceptuados, deber� suministrar la prueba.

correspondiente, a menos que se trate de sueldos, pensiones, etc.,.


pues a tales respectos las mismas leyes disponen lo conducente, se
g�n acabo de puntualizar. Claro est� que cualquier medio probato
rio bastar� al efecto, por lo mismo que se trata de simples hechos.
En cuanto a lo de la � modesta subsistencia seg�n su clase y
condiciones �, es un asunto circunstancial y de pura apreciaci�n.
Hay familias cuyas necesidades efectivas resultan cosa superflua.
con relaci�n a otras familias : el arte puede ser un lujo o un medio-

de vida ; la cultura es simplemente indispensable para esp�ritus,


selectos, al paso que es pr�cticamente in�til para el ignaro ; etc.
Finalmente, el deudor que pretenda acogerse al beneficio no-
tiene m�s que probar que se encuentra en alguno de los supuestos
de ley. Si el acreedor pretende a su turno que aun as� el beneficio
no corresponde, pues el deudor se ha hecho indigno de �l, tendr�.

que acreditarlo, para lo cual, y por tratarse de simples hechos,.


podr� echar mano de cualquier medio probatorio.
730. Entra�a un t�rmino suspensivo. Considero que no cabe

ver en tal beneficio un perd�n o una remisi�n de la deuda. No hay


en �l otra cosa que una espera o dilaci�n, sujeta a un t�rmino in

cierto, que se regir� por el principio de los art�culos 620 y 752, y


que tiene la virtud de suspender el curso de la prescripci�n, seg�n
ocurre en materia de t�rmino (art, 3957). Es verdad, a prop�sito,.

que este art�culo s�lo habla del plazo cierto. Pero ello nada
im

plica, desde que el plazo incierto es tan plazo como el cierto (art-
567, inc, Io), y s�lo difiere de �ste en lo accidental y externo ele nc*
PAGO
517

estar determinado. Cabe agregar que el art�culo 3957 se explica


el plazo, hay un momento fijo para el c�mputo
porque siendo cierto
de la prescripci�n, el t�rmino tiene un �vencimiento�, cosa cpie
no ocurre en el plazo incierto, cuyo vencimiento puede depender (en

los casos 618-20) de una previa prefijaci�n. Por lo dem�s,


de los art.
la nota del codificador no deja duda acerca del sentido del art�culo ;

y las fuentes
de �ste (el art. 2257 del c�digo franc�s), interpre
tadas por la doctrina y la jurisprudencia, no hacen m�s que confir
mar lo dicho, como puede verse en Troplong, De la prescr�ption,

II, 802 (Duranton, a pesar de la cita del codificador, nac�a dice al


respecto: XXI, 332) : Aubry y Rau, II, 213, nota 8, no aluden al
t�rmino incierto, y s�lo dicen lo que consigna la citada nota del
-codificador, que se ha limitado a copiarlos ; en cambio, son bien
�expresos, como Troplong, Huc, XIV, 425, y Baudry, XXV, 390,
as� como la jurisprudencia (Dalloz, v� Obligaiion, R�pertoire, 36,
770, Suppl�ment, 13, 504).
Pero ser� bueno entenderse : la prescripci�n no corre mientras
�el deudor no � mejore de fortuna �, pues tal circunstancia deter
mina a la ley a negar acci�n actual al acreedor, y correr� desde que
�el deudor haya mejorado de fortuna; de suerte que si esto se ha

producido al a�o de haber logrado el deudor que el juez lo ampare


�con el beneficio de competencia, y la deuda se prescrib�a a los dos

a�os, la acci�n que el acreedor deduzca despu�s de esos tres a�os


posteriores al otorgamiento de dicho beneficio, estar� prescrita,
Y tambi�n conviene apuntar que, seg�n luego dir� (n� 921), si
transcurren diez a�os desde la concesi�n del beneficio, cualquier
acci�n est� prescrita, haya mejorado o no de fortuna el deudor:
la obligaci�n de plazo incierto, como es �sta, queda asimilada por
la ley a la obligaci�n sin plazo (art. 618-20 y 751-2), y por nuestra
ley (art. 4023) no hay obligaci�n que pueda durar m�s de diez a�os.
731 Deudores que el c�digo protege.
.

Se trata, repito, de un
favor legal. De ah� que el c�digo no lo acuerde sino a quien lo
merezca. Es lo que se dispone en el art�culo 800 : El acreedor est�

obligado a conceder este beneficio : Io a sus descendientes o ascen


dientes (,) no habiendo �stos (siempre que �stos no hayan) irrogado
�al acreedor ofensa alguna de las
clasificadas entre las causas de
desheredaci�n; 2o a su c�nyuge (,) no estando divorciado por su
�culpa (a menos que �ste no sea culpable del divorcio) ; 3o a sus
hermanos, con tal que no se hayan hecho culpables para con el
acreedor ele una ofensa igualmente grave que las indicadas como
causa de desheredaci�n
respecto de los descendientes o ascendientes;
-4o a sus consocios en el mismo caso; (,) pero s�lo en las acciones rec�-
518 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

�procas que nazcan del contrato de


sociedad; 5o al donante, pero s�lo
en cuanto se trate de hacerle
cumplir la donaci�n prometida; 6o al
deudor de buena fe que hizo cesi�n de bienes, y es perseguido en.
los que despu�s ha adquirido, para el pago completo de la deuda
anterior a la cesi�n, ( ;.) pero s�lo le deben este beneficio los acreedo
res a cuyo favor se hizo (� Al deudor de buena fe que ha cedido sus-

bienes, por parte de los acreedores en cuyo favor fu� hecha la.
cesi�n, y en cuanto se trate de hacerle cumplir obligaciones ante
riores a la misma � ) .

Como se ve, en todos los supuestos, que comienzan por ser


es].! eciales, y que se generalizan en el inciso final, se trata de acree
dores y deudores entre los cuales existen v�nculos superiores a los.
econ�micos de una obligaci�n hoc sensu. Por eso mismo, cuando
tales v�nculos han sido relajados por la inconducta del deudor, la
raz�n ele la ley desaparece, y, con ella, la disposici�n correspon
diente, seg�n pasa en los cuatro primeros incisos, y seg�n debiera.
pasar en los dos incisos finales, donde se ha omitido la restricci�n,,..
que, por ser tal, y en cuanto importa una pena, no puede ser admi
tida por v�a interpretativa (se ha resuelto, a prop�sito del inc. 6�,
que el fallido con causa criminal abierta no goza del beneficio, pues
no resulta de buena fe: C�m. civ. Ia en J. A., 'II, 902).

Por lo dem�s, las disposiciones concordantes explican e inte


gran las de nuestro art�culo, al extremo de que en alg�n caso la
desvirt�an, como ocurre con el art�culo 80 de la ley de matrimonio-
( corresponde al antiguo art. 217 del c�digo), que da derecho a
cualcpiiera de los esposos divorciados, culpable o no, y que no tenga.
medios de subsistencia, para exigir del otro que los tenga que << le
provea de lo preciso � al respecto. As�, en los art�culos 3747-8 m
tiene el cat�logo de hechos en cuya virtud el ascendiente o el des
cendiente pueden desheredar ; en el art�culo 1733 se repite el inciso
4o con relaci�n a los socios �

en los art�culos 1790-2 se muestra que


la donaci�n simplemente prometida no surte efecto alguno, y que,,
de consiguiente, no hay donaci�n mientras no se la haya aceptado
(a menos de los casos especiales del art. 1818), y en los art�culos:.
1800-37 se da la raz�n de nuestro inciso 5o y se precisa la forma.
en que el donatario puede cumplir con la obligaci�n que por el

mismo se le impone.
732. La enumeraci�n no es limitativa, �

Punto final: la enu

meraci�n del art�culo 800 jes limitativa1? �s�lo pueden invocar el


beneficio los deudores expl�citamente mencionados en �l?
De acuerdo con la estrictez de los principios, corresponde con
testar afirmativamente. El deudor no deja ele ser tal mientras no>
NOVACI�N
519

pague. obligado a pagar con todos


Y est� sus bienes, que son la

garant�a general de sus obligaciones.


Pero cabe observar: Io cpie, felizmente, el inciso 6o ha sacado

el asunto de lo muy limitado o casuista de los anteriores incisos,


de la familia y de v�nculos personales ele car�cter
para volar, fuera
muy especial, a lo ampliamente humano de cualquier deudor que
se haya concursado ; 2o que las dem�s leyes citadas han extendido
ese criterio humanitario en distintas formas ; 3o epie, as�, se trasunta
un esp�ritu cpie est� m�s de acuerdo con el moderno solidarismo ele
la vida (n� 29) ; 4o que, en tal
virtud, los buenos jueces sabr�n
c�mo interpretar con relativa generosidad cada uno de dichos inci

sos, para extenderlos progresivamente a las analog�as menos me


diatas, y hasta para crear prudentes generalizaciones sobre la base
de los mismos (cons. acerca de esto, G�ny, M�thode; Fadcla y Ben
sa, en Windscheid, I, n. r a t; Chiovenda, Principii, 69 y ss.).

CAPITULO II

NOVACI�N

I. Prenociones. �

733. Concepto. �

La novaci�n es la trans
formaci�n de una obligaci�n en otra, dice el art�culo 801 ; en el
cual se insiste en el prurito de las definiciones te�ricas, que resultan
plenamente in�tiles ante el texto de los preceptos en que la insti
tuci�n juega y se desenvuelve y que la precisan con la debida
correcci�n, con la agravante de que en el caso se trata de una
definici�n tan esquem�tica o concisa que en nada ilustra acerca
del respectivo contenido (no indico bibliograf�a, porque tendr�a que
limitarme a lo corriente, y porque, fuera de la escasa importancia
pr�ctica de la materia, n� 770, cito la que cuadra en las ocasiones
del n� 751 y ss., que son las que ofrecen m�s positivo inter�s).
� Es la transformaci�n de una obligaci�n en otra �, se dice.
Muy bien, pero � qu� se entiende en el caso por � transformaci�n � ?
Ya se ver� que si toda novaci�n implica esa transformaci�n, no toda
transformaci�n acarrea novaci�n. Esto �ltimo puede v�rselo, desde
luego, en el art�culo 812, inciso 3o : los cambios, o � transformacio
nes � en el
tiempo, en el lugar o en el modo del pago, en todo cuan
to sea accesorio o
externo, dejan intacta la obligaci�n. Y se lo ha
visto, como se lo ver�, aun en los cambios esenciales : puede cambiar
el acreedor (en el pago con subrogaci�n, en la cesi�n de derechos,

etc.), como puede cambiar el deudor (en la cesi�n de deudas: infra,


n� 1090 y
ss.), sin que haya novaci�n alguna.
520 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

De suerte cpie habr�a que definir la novaci�n m�s o menos en


estos t�rminos : � hay novaci�n cuando en una obligaci�n se altere
uno o m�s de sus requisitos o modalidades esenciales,
siempre que,
contra lo que se presume, tales alteraciones respondan al prop�sito
de extinguir la obligaci�n y de substituirle una nueva y distinta �.

Pero ello quedar� m�s claro cuando conozcamos el juego de la


novaci�n, pites supone elementos de juicio que por ahora no tene
mos. Entonces se ver� c�mo en algunos casos ( en la novaci�n
llamada objetiva) dicha intenci�n resulta palmaria ante el hecho del
cambio, y c�mo en otros, en los de la novaci�n subjetiva, es cabal
mente lo contrario lo que ocurre.

734-. Especies. �

Baste conlo expuesto para condenar la defi


nici�n legal, que nada dice, y pasemos a otra cosa: a las especies
de novaci�n.
Ya se ha visto : es objetiva, cuando el cambio se produce con

relaci�n a uno de los elementos


objetivos (la prestaci�n, la causa,
etc.), seg�n establecer� m�s adelante (n� 749 y ss.) ; y es subjetiva,
cuando la persona del deudor o la del acreedor, o la de ambos a
la vez, es substituida por otra (nos 761 a 766).
Y en el derecho tradicional, a partir del romano, se pretende
otras especies: la novaci�n voluntaria o convencional, que. es la del

c�digo ; y la novaci�n necesaria, casi podr�amos decir legal, que


se produce por efecto de las mismas leyes, cuando se deduce en

juicio una acci�n, y que se contiene en el llamado cuasicontrato de


la litis cont estadio (de la traba del pleito por demanda y contesta
ci�n), as� como en la sentencia, que, se pretende, da nacimiento a la
actio judicati propia de ella y distinta de la acci�n que originaria
mente correspond�a al derecho.
Hago constar que rechazo esa novaci�n necesaria, y que me

remito lo que dir� a


a su respecto dentro de poco (nos 751-2).
735. La novaci�n no es conocida en los hechos. �

Y debe te
nerse en cuenta que, en la realidad de los hechos, la novaci�n es

pr�cticamente desconocida. Lo que los interesados realizan son

actos de compraventa, de cesi�n, de extinciones y modificaciones, de


delegaciones de todos los �rdenes, etc., en los cuales ni por sospecha
se hallar� la palabra � novaci�n �. Lo �nico de cierto es que en tales
actos puede ocurrir la circunstancia de la incompatibilidad entre
una obligaci�n preexistente que se extingue, y la obligaci�n nueva

epie la reemplaza. Es ese hecho, es tal circunstancia lo que deter


mina la novaci�n, esto es, el doble efecto extintivo y creador de
obligaciones. De ah� lo dif�cil de la apreciaci�n consiguiente. Y de
ah� lo atinado del criterio que al efecto procede.
NOVACI�N
521

II. Requisitos. A.�

736. Enumeraci�n de los mismos.


� �

De lo antes dicho resulta que la novaci�n supone cuatro requisitos


espec�ficos: Io la obligaci�n que llamaremos anterior, destinada a
extinguirse; 2o la obligaci�n que llamaremos nueva, que causa la
extinci�n de la primera y que la reemplaza; 3o la capacidad de par
te de cada uno de los interesados para realizar esa novaci�n, que
envuelve un acto jur�dico, una convenci�n extintiva ; 4o la voluntad

de substituir una obligaci�n por otra, de crear una obligaci�n dis


tinta, esto es, ele novar.

B. Obligaci�n anterior que sirva de causa. �

737. Qu� se

entiende por � causa �. �


El principio del
primer requisito est� en
el inciso Io del art�culo 802 : La novaci�n supone una obligaci�n
anterior que le sirve de causa.
Esta noci�n de la causa debe explicada de conformidad con
ser

la norma del art�culo 499, en el sentido de fuente, o, lo que es igual,


de causa eficiente o generatriz, bien lejos de la teolog�a francesa de
la causa metaf�sica e indefinible de la obligaci�n contractual. As�,
dicha obligaci�n anterior sirve de causa en cuanto, seg�n el recor
dado art�culo 499, la nueva deriva de ella, en cuanto la nueva di
mana de una relaci�n jur�dica preexistente. Tal es la �nica acepci�n

que cuadra, y que corresponde a la que ya hemos encontrado a


prop�sito del pago sin causa (supra, n� 708). De ah� que proceda
excluir al respecto la otra noci�n de causa, consagrada en el art�culo
502, que s�lo tiene sentido si se mira en ella lo �nico que cuadra:
la causa (contractual, pues a ello se refiere dicho art. 502) es il�cita,
cuando el objeto, o el motivo del contrato, es il�cito, como ense�an
los m�s autorizados autores contempor�neos (Huc, VII, 78 y ss. ;
Baudry, XI, 321 y ss. ; Planiol, II, 1037 y ss. ; etc.).
738. No la hay en obligaci�n extinguida, o nula. Si, pues, �

la novaci�n supone una obligaci�n previa, resultar� que cuando �sta


no exista
legalmente, no habr� novaci�n.
Es lo que ocurre cuando esa obligaci�n anterior es nula o
estaba ya extinguida. Tal se dispone en el inciso 2o de ese mismo
w

art�culo 802: Si la obligaci�n anterior fuese nula, o se hallaba (ha


llase) ya extinguida el d�a (en) que la posterior fu� (fuera) con-
tret�da, no habr� novaci�n. As�, una obligaci�n pagada no puede
ser
novada, por lo mismo que no existe. Lo propio ocurre si la
obligaci�n anterior es nula. Pero aqu� habr� que ser muy meti
culoso, pues es sabido que nuestro codificador no ha dado prueba
de mucho criterio ni de excesiva sagacidad al legislar la nulidad,
donde ha trabucado una serie de cosas, y en cuya virtud ha hecho
de la nulidad de la de la relativa y de la anula-
manifiesta, absoluta,
522 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

bilidad, una confusi�n tan fuerte que conduce a ver en todo ello co
sas distintas, cuando en
rigor son lo mismo. En principio, y de paso,
pues no puedo detenerme, un acto es nulo o es v�lido. Eso es todo.
La nulidad puede aparecer manifiesta o ser oculta, pero es siempre
la misma nulidad. La nulidad puede ser pedida por cualquiera y
hasta ser declarada de oficio por el juez, o bien s�lo puede ser pedida
por la parte interesada; pero es siempre, en el fondo, la misma
nulidad, esto es, que el acto respectivo carece de valor y efec
tos. Y la anulabilidad no es otra cosa que la nulidad : lo que tiene
de propio es que implica una nulidad
manifiesta, y que en el
no

c�digo no obra retroactivamente (art. 1046).


Fuera de ello, y dejando una �ltima teolog�a (francesa) sobre
los actos inexistentes como distintos de los nulos (y que no son otra
cosa que los actos nulos absolutamente : cons. Saleilles, D�claration

de volont�, 325 y ss. ; Huc, I, 201; Baudry, XIII, 1929; Beudant,


279 y ss. ; Planiol, I, 332 ; Colin y Capitant, I, 79-80 ; Capitant, 289 ;

Zacharlae-Crome, I, 126, n, 2; Crome, Parte gen�rale, 22, n. 4; Val-


verde, I, 508, n. 1; Gian turco, I,. 63; Chironi y Abello, I, 494; Sal-
vat, I, 2107) ; hay que decir que si se quiere interpretar literalmen
te nuestro c�digo, el principio de dicho inciso 2o no es aplicable a
una obligaci�n anulable, como ser�a la contra�da por un incapaz

accidental o por un individuo violentado, etc. (art. 1045), por lo


mismo que el acto anulable es v�lido mientras no haya sido anulado,
y por lo mismo que la nulidad que de �l se pronuncie s�lo contar�
a partir de la sentencia respectiva (art. 1046), a diferencia del
acto relativamente nulo, que, si es v�lido mientras no se declare su
nulidad (lo mismo que el acto de la llamada anulabilidad relativa),
tan pronto como se lo declare nulo es considerado tal desde que
naci�, pues la correspondiente declaraci�n tiene efecto retroactivo
(art, 1050).
739. Puede haberla seg�n las circunstancias. Por lo dem�s, �

eso es as� en principio. Sup�ngase que la novaci�n ha sido hecha


con noticia de la nulidad, y hasta por el �nico individuo que pod�a

pedirla : no s�lo cabe ver, seg�n las circunstancias, una renuncia al


pedido de talnulidad, sino tambi�n una confirmaci�n del acto, que,
como es sabido, puede ser t�cita (art. 1061). Por ejemplo, una
mujer casada contrae una obligaci�n sin venia marital, y luego se
nova la obligaci�n por un nuevo deudor (art. 814-5) que co
noce acpiella circunstancia y que tiene motivos para suponer que

ni el marido ni la mujer (�nicos que pueden alegar la nulidad:


art�culo 58 ele la ley de matrimonio) habr�n de pedirla: �podr�a
decirse en tal caso que la obligaci�n en juego es propiamente nula?
NOVACI�N
523

�no ser�a
de rigor la aplicaci�n del art�culo 1046, si se cpiiere en
tender la anulabilidad como cuadra? Sup�ngase, tambi�n, que al
guien contrae obligaci�n en cualquiera de los supuestos del
una

art�culo 1042, que, evidentemente, se refiere a casos de nulidad


relativa, y que, luego, cesada la correspondiente incapacidad (una
mujer casada que enviuda, un menor adulto que se hace mayor,
etc.), nova la obligaci�n que� antes contrajera: �no se estar�a
plenamente en* un caso de confirmaci�n de la nulidad primitiva
(art. 1059) ?
Claro est� que todo ser� asunto de prueba. Quien pretenda

que no hay novaci�n, tendr� que probar la nulidad de la obligaci�n


novada. Quien pretenda que hay novaci�n deber� acreditar, o la
renuncia a la acci�n de nulidad o la confirmaci�n del acto nulo. En

principio, nulidad, cpie es una medida tan rigurosa, sobre todo


la
si se cpiiere hacerla jugar retroactivamente y aun contra terceros
(art, 1050-1), no es presumida (art. 1037) : de ah� que quien la
invoque deba empezar por demostrarla sin dejar lugar a duda
'

alguna.
740. La hay en una obligaci�n natural. La obligaci�n natu

ral no es una obligaci�n hoc sensu. De ah� que no pueda servir de


causa, Pero eso es la regla. Entre sus efectos excepcionales cabe
admitir el de que pueda servir de causa en materia de novaci�n.
Habr�a, desde luego, una raz�n an�loga en el fondo a la que se
tiene en materia de obligaci�n nula : puede ser que resulte, seg�n las
circunstancias, que si la nova quien puede alegar el � vicio � (la
prescripci�n, la falta de forma en el t�tulo respectivo, etc.), ello
implique una renuncia al respecto ( que bien puede ser t�cita : art.
873, inc, 2o), y hasta un reconocimiento (art. 720), semejante a una
confirmaci�n, siempre que no encuadre en el supuesto del art�culo
517 ; o bien que si la nova un tercero, �ste tome sobre s� la chance
o el azar de que el deudor de ella le oponga dicho vicio. Adem�s, el
art�culo 2057 parece no dejar duela: al prohibir la novaci�n de la
obligaci�n natural con causa il�cita, como la ele juego, autoriza por
implicancia la de las restantes (quod de uno dicit, de altero n'egeit >-
inclusio unius, exclus�o alterius; ubi lene volnit, dixit, ubi noluit,
tacuit; cons. las notas del codificador a los art. 515 y 802).
Creo que cabe sentar estas reglas : Io que la novaci�n de una
obligaci�n natural es en principio v�lida ; 2o que quien pretenda lo
contrario deber� demostrar su error, en ciwa virtud crey� que se
trataba de una obligaci�n civil ; 3o que cuando el que nova es un
tercero, puede servir como elemento de interpretaci�n, aparte las
circunstancias propias de cada caso, el que se contiene en el valor
-524 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

de la obligaci�n nueva, que si corresponde, poco m�s o menos, al de


la anterior, inducir� la convicci�n de que se ha considerado a �sta
-como v�lida o civil, y que si es de una
desproporci�n evidente al
respecto, har� suponer que el tercero ha tenido en cuenta el alea o
�albur de que el deudor pudiera alegar la invalidez ele su obligaci�n
natural, por donde la causa de la novaci�n no vendr�a a estar en
la obligaci�n anterior sino en ese* alea, y por donde la novaci�n
debiera subsistir contra todo.
741. Obligaci�n condicional. �

El art�culo 808 contempla otro


�caso en
que hay novaci�n por insubsistencia de la obligaci�n
no

anterior: Tampoco habr� novaci�n (,) si la obligaci�n condicional se


-convierte en faltase la condici�n de la primera. Supone el
pura, y
�c�digo que la obligaci�n anterior es condicional, y que la nueva
es pura: si llega a no cumplirse la condici�n de aqu�lla, no hay

obligaci�n anterior, y por eso tampoco hay novaci�n (cons. S. C,


72, 358; C�m. civ. 2a en J. T VIII|914, 174).
.,

Lo mismo que en los supuestos de la obligaci�n nula o de la

natural, eso es as� en principio, y salvo lo que resulte de las cir-


-cunstancias, cosa que deber� probarse por quien lo alegue.
Si, pues, lo novado no es la obligaci�n pura que se esperaba,
sino la misma obligaci�n condicional, vale decir, el azar -de que
la condici�n se cumpliera o no, entonces la causa de la novaci�n no
es sino ese alea, esto es, la obligaci�n condicional misma, tal como

se encontraba cuando se la nov� e independientemente del cum

plimiento o el incumplimiento de su condici�n. As�, por ejemplo,


es presumible que si se debe condicionalmente 100 $ y se le substi

tuye una obligaci�n pura cuya prestaci�n vale tambi�n 100 $, se ha


tenido en mira la obligaci�n pura que se esperaba en aqu�lla; y
�que si se le substituye una obligaci�n pura cuya prestaci�n vale 20 $
(� 40: cuesti�n de circunstancias), se ha tenido en cuenta el azar y
la posibilidad de que la condici�n no se cumpla.
Por lo dem�s, no creo que haya lugar a distinguir entre la
obligaci�n condicional suspensiva y la resolutoria, pues, contra la
opini�n corriente, toda condici�n es por definici�n suspensiva, por
donde el distingo carece de raz�n (supra, n� 197).
C. Obligaci�n nueva. �

742. Si es nula o se anula. �

El se

gundo requisito estriba en la substituci�n de una nueva obligaci�n


a la anterior que con ella se extingue (cons. S. C, 85, 92, y C�m.
com. en J. A., II, 487), y que es as� distinta de esta �ltima; por

donde la juzgada pronunciada respecto de la extinguida o


cosa

novada, no puede valer con relaci�n a la obligaci�n nueva, desde


que no hay identidad de �causa� (C�m. civ., 124, 243).
NOVACI�N
525*

Corresponde hacer a tal respecto observaciones an�logas a las.

precedentes.
Si la nueva obligaci�n es nula,
aplicaci�n de lo dispuesto-
por
en el art�culo 1050 la novaci�n no se habr� producido, y la anterior

obligaci�n seguir� subsistiendo (claro est� que excluyo la obligaci�n


de nulidad absoluta, que s�lo en apariencia, y mientras no conste
su vicio, puede servir de causa ; y que en lo tocante a la obligaci�n.

de nulidad relativa, a que me he referido aqu�, la nulidad de la no


vaci�n surgir� cuando aquella nulidad sea pedida y declarada). Si.
es anulable, la novaci�n lo ser� tambi�n y en los mismos t�rminos:.

de ah� que mientras no se declare esa nulidad, la novaci�n subsista.


Si es natural (por ejemplo, hay un vicio de forma en la respectiva.
convenci�n), tambi�n es admisible la novaci�n: si la obligaci�n na
tural puede servir de causa de la novaci�n, seg�n se ha visto poco-
ha, tambi�n debe servir de efecto; y si s�lo se prohibe (art. 2057)
la novaci�n de una obligaci�n natural il�cita, y se la autoriza as�
con relaci�n a la l�cita, no se ve por qu� haya que distinguir seg�n.

que la obligaci�n natural sea la anterior o la nueva.


Pero en todos esos supuestos habr� que tener en cuenta las.
circunstancias. Desde luego, las partes deber�n someterse a la nor
ma general en los casos en que es dable admitir en principio la.
novaci�n. Para destruirla tendr�n que probar su error : han cre�do-
v�lida una obligaci�n que no lo era, o han supuesto civil una obli
gaci�n que s�lo era natural. Y la parte que pretenda contraprobar-
deber� demostrar, que, seg�n las circunstancias (expresiones de la
convenci�n, valor de la nueva obligaci�n, etc.), se substituy� inten-

cionalmente a la^ obligaci�n v�lida o civil una obligaci�n inv�lida o


natural, pues se hab�a querido cargar con el alea de que la nulidad.
o la invalidez
pudieran o no ser pedidas y declaradas.
743. Si es condicional. Lo mismo hay que decir si la nueva-

obligaci�n es condicional. Desde luego, no hay novaci�n. Tal se-


precept�a en el art�culo 807, en- correlaci�n con lo dispuesto en el
art�culo 808 para el supuesto contrario: Cuando una obligaci�n pura.
se convierta en otra
obligaci�n condicional, no habr� novac��n(,)
si llega a faltar la condici�n puesta en la segunda (, y quedar� sub
sistente la primera).
Ello esas� en principio, y a menos que se pruebe que se tuvo-
en mira, lo condicional de la obligaci�n, y que se tom� ert
nueva

cuenta la posibilidad del incumplimiento de la respectiva condici�n,.

pues entonces la obligaci�n nueva ser�a no una obligaci�n condicio


nal sino una obligaci�n aleatoria, epie es tambi�n un valor econ�-
526 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

mico y una realidad jur�dica, como lo acreditan los art�culos 1173,


1404-6, etc., en materia ele compraventa.
D. -�

744. Capacidad. El tercer


requisito se refiere a la
capacidad.
En el art�culo 805 tiene el
principio de fondo : S�lo pueden
se

hacer novaci�n (en las obligaciones,) los que pueden pagar y los

que tienen capacidad para contratar; o, lo que es igual, todas las


personas epie no sean incapaces ele hecho o ele derecho (art, 1160),
ya que para el pago no se exige otra capacidad que la ordinaria para
contratar (art. 726), salvo lo muy particular de los art�culos 736-8.
El representante del acreedor no puede hacer novaci�n de la

obligaci�n (no puede novar) si no tuviere (si no tiene) poderes es


peciales, dice el art�culo 806 (cons. C�m. civ. 2a en J. A., III, 230).
Con m�s propiedad el inciso 2o del art�culo 1881 establece lo propia
con relaci�n al deudor y al acreedor, por lo mismo que no distingue.

Y es innecesario advertir cpie esa disposici�n rige tanto para los

representantes voluntarios como para los necesarios (tutores, cura


dores, padres de familia, administradores sociales, albaceas, etc.:
art. 1870).
La raz�n del precepto es de obviedad : la novaci�n implica una
renuncia (la relativa a la obligaci�n anterior), que supone poder
especial (dicho art. 1881, inc. 5"), y entra�a un acto ele disposici�n
excepcional, que no puede por eso caber dentro ele un poder or
dinario.
Por lo dem�s, la prohibici�n s�lo existe con relaci�n a las

obligaciones ya existentes en el momento en que el mandato nace.

Las que hayan derivado ele actos del mismo mapdatario, podr�n
entonces ser novadas ; lo que no parece del todo congruente con la

prohibici�n de fondo, pues el mismo peligro existe en ambos


supuestos.
solidaridad, ya se ha visto que cualquiera de
En materia de
los deudores o cualquiera de los acreedores puede novar (art. 707
el
y nos 504-22). Nada agrega, entonces, el art�culo 810, que repite
precepto con respecto a los primeros : La novaci�n entre el acreedor
y uno de los deudores por obligaciones solidarias o indivisibles,
ex

tingue la obligeici�n de los otros codeudores (cons. C�m. com. en


J. T., IV|912, 195).
E. Voluntad de novar. �

Io Principios generales. �
745.
la
Voluntad expresada. El cuartoy �ltimo recpiisito implica

voluntad de novar. El art�culo epie lo legisla es el 812 (inc. Io y

2o) : La novaci�n no se presume. Es preciso que la voluntad de las

partes se manifieste cletramente en la nueva convenci�n, o que la


novaci�n
527

existencia de la anterior obligaci�n sea incompatible con la nueva.


De consiguiente, la voluntad o intenci�n de novar surgir� en
dos supuestos: Io cuando los interesados la expresen sin dejar elu
da- 2" cuando, en defecto de expresi�n, resulte que las dos obliga
ciones en juego se excluyen mutuamente, son rec�procamente in
compatibles (cons. C�m. civ. Ia en R. L. J IV, 335).
.,

Dejemos ele lado lo primero. La intenci�n de novar no difiere


ele cualquier intenci�n convencional, salvo lo relativo a su no

presunci�n: siempre se trata de descubrir en qu� sentido y


con cu�les alcances alguien ha querido obligarse. De ah� que
el asunto se refiera al problema general de la interpretaci�n de
las convenciones, a cuyo respecto nuestro C�digo civil (a diferencia
del franc�s, que fuera su modelo: art. 1156 y ss., y que el c�digo
alem�n ha seguido en su art. 133) ha sido omiso, por donde el asunto
se rige por los principios de toda interpretaci�n, y no puede ser

estudiado aqu� (v. algunas citas bibliogr�ficas en el n� 732).


746. Incompatibilidad. �

Lo m�s importante, entonces, es lo

segundo: hay novaci�n cuando la segunda obligaci�n sea incompa


tible con la primera, vale decir, cuando resulte que no se ha querido
contraer una segunda obligaci�n sin extinguir otra ya existente,

o, lo cpie es igual, cuando sea patente que la nueva obligaci�n es


creada en reemplazo de la anterior que con ella se quiere extinguir
(cons. .S�. G, 22, 106; C�m. civ., 56, 269).
Bien se alcanza, as�, lo circunstancial del asunto, pues esa
incompatibilidad es un hecho, que, como tal, se resuelve en un pro
blema de apreciaci�n en cada caso, con arreglo a las contingencias
clel mismo. Como normas generales al respecto, se tiene : 1� ante todo,
la disposici�n legal de que la novaci�n no se presume, por donde en
los casos dudosos habr� que desecharla (cons. S. C, 21, 25; 37, 119;
C�m. civ., 121, 139; C�m. com., 71, 281; C�m. civ. Ia en J. T.,
2|VI|917; C�m. civ. 2a en R. L. J V, 893, y en J. T., XI|914, 190) ;
.,

2o que la enumeraci�n de los casos en que se produce novaci�n (in


ciso final del citado art. 812, que transcribo en el n� 749, y art. 807-8
y 814 a 7 : se muda el � objeto principal �, la � causa �, la � condi
ci�n�, el deuelor o el acreedor), y en que se quiere ver tal incompa
tibilidad, debe, por lo mismo, ser considerada taxativa o limitativa,
lo que excluye su extensi�n o supuestos an�logos ; 3o que dichos casos

revelan, dentro de su c�rculo restringido, que s�lo hay novaci�n


cuando se altera uno (o m�s, a la vez) de los elementos esenciales o
�ntimos de la obligaci�n ; 4o que cuando el cambio en tal sentido se
produzca por el mismo deudor, en acuerdo con el acreedor, es m�s
admisible la simple substituci�n, sin novaci�n, del sujeto, ya que,
528 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
\

por aplicaci�n de los principios de que las liberalidades no se presu


men y de que la duda debe ser interpretada en favor de la libertad,
resulta poco sostenible que el deudor vaya a asumir, sin una nueva
causa debendi, otra obligaci�n destinada a existir junto con la
pri
mitiva, y ya que ello corresponder� a lo com�n de la intenci�n de
las partes, que, como tengo dicho, ni piensan en la novaci�n; 5o eme

cuando el cambio se produzca por la intervenci�n de un tercero (que


quiere suceder al acreedor o al deudor), la aludida presunci�n se
hace m�s fuerte, porque lo normal es que si paga la deuda quiera.
realizar o un subrogaci�n
pago con o, lo que es m�s probable, una
v
cesi�n de derechos (supra, n� 668), y que, si procura substituirse al
deudor, constituy�ndose deudor en reemplazo de �ste, pretenda su-
cederle mediante una plena cesi�n de deudas, seg�n dir� m�s ade
lante (n� 1098), en vez de contraer una deuda distinta, y, sobre todo,.
de contraer una obligaci�n propia que se junte con la del deudor,.
de tal suerte que as� el acreedor venga a tener dos deudores en vez
de uno ; 6o que la novaci�n por cambio de prestaci�n ser� la que
com�nmente habr� de ofrecer menos dudas, porque es obviamente
incompatible en una misma obligaci�n ele prestaci�n �nica, el entre
gar, por ejemplo, un caballo o dinero y prestar un servicio o dar un.
terreno, respectivamente, ya que el caballo ser� un valor equi
valente al del servicio, como lo ser� el del dinero con el del terreno,.
y ya que no se habr� demostrado, tal es la hip�tesis, una causa.
debendi ulterior; 7o que lo propio, si bien no tan evidentemente,

por lo complejo, del asunto, cabe afirmar en punto al cambio de


causa, pues no se concibe que se pueda deber una misma prestaci�n a
t�tulo de comodatario y de depositario o de vendedor y de locatario.
747. Alteraciones externas. Lo que es indudable es que los;

cambios que se refieran a elementos no esenciales (o �ntimos, como>


el de la condici�n: art. 807-8) jam�s entra�an novaci�n (C�m. com.'
en G. F., 4�III|917). As�, A conviene en que su deudor B le pague
dentro de a�o lo que deb�a abonarle dentro de dos meses o ya
un

actualmente ; o faculta al deudor para que le pague en Buenos Ai


res lo que deb�a abonarle en Tucum�n (o al rev�s, claro est�) : en

ninguno de tales supuestos habr� novaci�n. Lo propio corresponde


sentar respecto de los accesorios de la obligaci�n (S. C. B. A. en B.
Tj.J., V, 503). Por ejemplo, el acreedor acuerda con el deudor en
aumentar, modificar, suprimir, agregar, etc., garant�as (fianzas, hi
potecas, prendas, etc.), intereses, etc.: en ninguno de esos supuestos-
hay novaci�n, pues lo esencial de la obligaci�n permanece intocado,
y mal puede ser afectado por lo accesorio de dichas circunstancias.
M�s aun : la suma ele los accesorios y de las modalidades ( excep-
NOVACI�N
529

tuada la condici�n) no constituye lo principal o lo esencial de la


obligaci�n, que tiene sus caracteres propios e independientes : si,
pues, estipulase simult�neamente todas las alteraciones de lugar,
se

tiempo, modo, intereses, garant�as, etc., tampoco habr�a novaci�n,


en conjunto vinieran a ser tales altera
por muy importante que
ciones, pues lo esencial no ha sufrido modificaci�n alguna.
748. Prueba de la intenci�n o la incompatibilidad. En cuan �

to a la prueba de esa voluntad o intenci�n, hay que observar : Io que


si se trata de una objetiva (casos del art. 812, inc. 2o),
novaci�n
bastar� con acreditar el cambio de objeto o de causa, para que la
novaci�n deba ser admitida, pues all� los hechos hablan con su elo
cuencia incontrovertible y hacen in�til cualquier expresi�n, a tal
extremo que aun cuando las partes dijeran que no por cambiar el

objeto o la causa entienden por eso novar, la novaci�n se impondr�a


lo mismo, ya que nenio contra factum suum venir� potest (Huc,

VIII, 115) ; 2o que, fuera de esos casos de novaci�n objetiva, dicha


intenci�n debe manifestarse claramente � en la nueva convenci�n �

(lo quequiere decir � en el documento � que la contiene, pues se


no

ir�a con ello contra principios de fondo de nuestro derecho proba


torio, art. 1190 a 4, que debieran ser derogados expl�cita y cate
g�ricamente para poder dejar de ser aplicados).
III. Especies. �

A. Novaci�n objetiva. �
Io. �

749. Cambio
de En virtud de lo expuesto, y para ser claros, co
prestaci�n. �

mencemos por distinguir, seg�n que se trate de una novaci�n obje

tiva, epie es la contemplada en el art�culo 812, o de una novaci�n


subjetiva, que es la legislada en los otros tres art�culos antes citados.
Empezando por la primera, veamos, desde luego, la novaci�n
que puede contenerse en el cambio del objeto hoc sensu, de la pres
taci�n obligatoria, siguiendo as� el orden prefijado al respecto
en el inciso final del antes citado art�culo 812, que reza como sigue :

Las estipulaciones y alteraciones en la primitiva obligaci�n que no


hagan (toquen, afecten, etc.) al objeto principal, o a su causa, como
respecto (como son las que se refieren) al tiempo, (al) lugar o (al)
modo del cumplimiento, ser�n consideradas como que s�lo modi
fican la obligaci�n, pero (y) no que la extinguen.
Plantear� al efecto algunos ejemplos.
Alguien est� obligado alternativamente, y conviene con el
acreedor en pagar con una de las prestaciones adeudadas : no habr�a
novaci�n, sino simplemente individualizaci�n de la prestaci�n. Lo .

mismo ser�a si se debiera un caballo y se conviniera en pagar con

este o aquel caballo. La .habr�a cuando se alterase laprestaci�n mis


ma, pero entonces estar�amos dentro de los principios generales.
Colmo, Oblig. �
T. I 34
530 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

As�, la supresi�n de una de las prestaciones alternativas (o el agre


gado de una o m�s a las anteriores), lo propio que la. restricci�n o el
aumento del g�nero, en su caso, en nada desvirtuar�a la obligaci�n.

Alguien debe 1000 $, y conviene en pagar al acreedor, o a sus


herederos, una renta mensual de 100 $ durante dos a�os, en vez de
dichos 1000 $. No hay novaci�n: hay una doble modificaci�n de
cantidad y de tiempo, que en nada desvirt�a lo esencial del asunto.
Alguien debe 10.000 $, y conviene en pagar una renta vitalicia
de 100 $ mensuales. Hay novaci�n, pues la obligaci�n cierta se ha
convertido en una obligaci�n aleatoria, en cuya virtud puede ocu
rrir que el deudor no pague m�s que un solo per�odo, si, como es
posible, el acreedor fallece en seguida.
Lo mismo corresponde decir en el caso de que alguien deba
una renta, aunque vitalicia, y la substituya por un usufructo: son

dos objetos distintos, pues la renta se paga siempre en dinero


(art. 2074), al paso que el usufructo (a menos de lo excepcional de
que sea relativo a una suma de dinero) consiste en el derecho de
usar y gozar de una cosa.

Heaqu� algunas aplicaciones jurisprudenciales al respecto.


Quien acepta la promesa de que se le pagar� con inmuebles
una deuda de dinero, realiza novaci�n por cambio de objeto (S. C,

93, 68). El ofrecimiento aceptado de recibir muebles en pago de


dinero, entra�a lo propio: C�m. civ. Ia en G.F., 16|VII|916.
Es evidente. De ah� lo inexplicable de fallos como el siguiente:
el acreedor que acepta que su deudor le pague con trabajos en vez
de pagarle con el dinero debido, no" nova la obligaci�n (S. G, 37,
264). Yo quisiera saber qu� diferencia va entre aceptar dinero, in
muebles o muebles, seg�n ocurre en los dos fallos anteriores, en vez
de trabajos, como ocurre en el �ltimo.
Es que la novaci�n (que, en verdad, es casi una quinta rueda
en el derecho: n� 770) no nos es muy conocida. De ah� resoluciones
un tanto extra�as, como la del citado fallo de la Suprema Corte,

que, adem�s, ha sustentado doctrinas no aceptables en el fallo


del
tomo 93, p�gina 68, acerca de la subsistencia de la obligaci�n novada
cuando el deudor no cumple con la obligaci�n nueva.
2o Cambio de causa. 750. Principio.

Debo observar que�

en los anteriores supuestos, de la transformaci�n de una deuda en

una renta vitalicia o del cambio de una renta por usufructo,


un

hay no s�lo cambio de objeto, como he apuntado, sino tambi�n alte-


-

raci�n de causa: lo que antes se deb�a a t�tulo de prestatario o

�comprador o a t�tulo de renta vitalicia, respectivamente, ahora se


lo debe a t�tulo de renta o de usufructo, que son convenciones o
NOVACI�N
531

�causas espec�ficamente distintas. De ah� que, como en el ejemplo


jantes puesto, de la conversi�n de dep�sito
un
pr�stamo o vice
en

versa, siempre que se deba una misma prestaci�n


por virtud ele una
fuente jur�dica distinta de la que correspond�a a la primitiva obli

gaci�n, haya novaci�n por cambio ele causa (cons. S. T. Tucum�n,


'.enE. L. J ., IV, 332).
751 . � Litis contestatio �. �

Lo
delicado, como en materia de
objeto, no es el principio, sino su aplicaci�n.
Se sostiene, por ejemplo, que la litis contestatio, esto es, la
"traba de una contienda judicial por demanda y contestaci�n, im
plica novaci�n por cambio de causa. Se invoca al efecto la tradici�n
romana, sobre la base de un texto de las Institu�as de Gayo (lib. III,

p�rr. 180), y se resuelve, en consecuencia, que como la litis tiene


la virtud de ligar a las dos partes en el juicio, que deben seguirlo y
terminarlo tal como ha sido trabado, la obligaci�n (o las obligaciones
rec�procas) que las vincula ya no dimana de la causa antigua u ori
ginaria, sino de ese juicio, que se ha substituido as� al t�tulo pri
mitivo.
Es bueno hacer constar que el texto que se cita no es claro,
.y que la novatio necessaria que en tal virtud se quiere, dista de ser
tal, como puede verse en no contados autores (Poste, Elements of
�rom�n law by Gaius, 420 y
) algunos de los cuales llegan a negar
ss. ,

-el efecto novativo que se pretende en la litis contestatio, como pasa


con Demangeat (Obligations solidaires en droit romain, 65 y ss.
y 419 y ss.) y con Maynz (II, in fine del p�rr. 379), y como m�s
'Categ�ricamente ocurre con Grirard (p. 701) y con Windscheid
(I, 126, n. 1) y Fadda y Bensa (en "Windscheid, I, n. A). En todo
-caso, se trata del juicio romano, y no del nuestro, que obedece a
principios tan distintos, entre los cuales no figuran, como en aqu�l,
las f�rmulas sacramentales y solemnes que implicaban, como en la
stipulatio, toda una creaci�n jur�dica (v. infra, nos 940-1, y cons.
�Savigny, V, CCLXXIX, 1 y 9; Chiovenda, Principii, 624 y ss. y
(659 y ss. ; etc.; y cons. contra el romanismo en lamovaci�n, nota ju

risprudencial de B. Brugi, en R. D. Comm., XI, 845).


Basta observar que, en nuestro derecho la litis contestatio no

implica otra cosa que un asunto de orden puramente procesal: el


pleito �queda concluso para la prueba�, como dice el art�culo 103
-del c�digo nacional de procedimientos, por donde da pie para la

�excepci�n de litispendencia (art. 84, inc, 3o), y hace pasible de las


-costas a quien lo abandone (art. 434), que, adem�s, puede estar
sujeto al juicio de rebeld�a en su contra (mismo art,). En nada de
-�ello hay algo que tenga que ver con el cambio ele prestaci�n, de su-
532 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

jeto, etc., que es lo �nico que puede producir novaci�n (cons. m�


-

Prescripci�n en derecho comercial, 245 y ss., y lo que dir� en el


n� 769; adde Gianturco, Sistema, I, 89).

752. Sentencia. Tambi�n se pretende por muchos que la


sentencia judicial importa otra novaci�n. El acreedor, en tal virtud,


deriva su t�tulo no del acto originario, sino de la sentencia, que es;
coercitiva, que supone el imperium, que, por lo mismo, resulta un
-

t�tulo propio y bien distinto del anterior y privado, al cual se


substituye.
Al efecto invoca diversos textos romanos, eme se procura.
se

modernizar y adaptar a nuestro derecho contempor�neo. Y se olvida


dos cosas : Ia que esos textos son poco categ�ricos, al extremo de que
resultan a contradictorios, y que, a lo sumo, 's�lo demuestran
veces

que la sentencia entra�a alguna innovaci�n en el derecho, en cuanto-


le actualiza eso de la coercibilidad y del imperium (que virtual-
mente se contienen en cualquier derecho, y cpie, as�, todo derecho su

pone), sin que de ello se siga la novaci�n que se tiene cuando se-
cambia una obligaci�n por otra ; 2a que en el mejor de los supuestos,
tales pasajes romanos tienen su explicaci�n, lo propio que los de
la litis contestatio, en las caracter�sticas solemnes y sacramentales
del respectivo derecho, que llegaba a considerar como distintos dos.
derechos id�nticos que entraban en categor�as jur�dicas diferentes-
(la stipulatio, por ejemplo, era stipulatio y no pr�stamo, compra
o lo que fuere, pues el acto correspondiente hab�a pasado por el

molde de aqu�lla y en �l se hab�a transformado).


Pero no puedo detenerme en estas cosas. S�lo hago constar lo
epie sigue : Io que es imposible ver en la sentencia de nuestro de
recho novaci�n alguna, por lo mismo que el juez debe pronunciar
se sobre lo � alegado y probado �, para decir si se ha demostrado el

pr�stamo, o. la compra, o lo que fuere, y as�, para limitarse a


� declarar �, y nunca a crear, el derecho de las partes tal como �stas-
lo han invocado*}^ justificado (art, 216-7 del c�digo procesal para la
Capital y los territorios) ; 2o que ya he rozado el punto m�s de-
una vez, particularmente a prop�sito del art�culo 700 (supra, nf>
493), donde he insistido acerca de la funci�n puramente declarativa,,

y jam�s creadora, de la sentencia (y a menos de sentencias � consti

tutivas �, cpie no cuadran pecuniarios, y cpie por eso no


en asuntos

contemplo: v. Chiovenda, Principii, 179 y ss.), y que adem�s he pro


curado cimentar con citas de autores contempor�neos; 3o que los
mismos tratadistas llegan a desconocer esa novatio neces-
romanos

seiria de la sentencia (Maynz, I, 141; Poste, en su citado estudio


de las Institu�as de Gayo, 421; Girard, 704; Windscheid, 1, 129^
NOVACI�N
533

n. Padda y Bensa en Windscheid, I, n. E, 1195 ; sin contar


4-5 ;

a Savigny, V, CCLXXXI ;
4o que es ello aun m�s cierto en derecho

contempor�neo, de parte de codificaciones, como la procesal germ�


nica (art. 894: �La declaraci�n de voluntad queda prestada al
convertirse en juzgada mediante la sentencia�), que han cpie-
cosa

rido sacudir expl�citamente cualcpiier sugesti�n romanista como


esa, y de parte
de autores como los que cito en mi Prescripci�n en
derecho comercial, 249 y siguientes, o como los que especifico m�s
adelante (n� 944), siendo de observar a este �ltimo prop�sito que
los m�s modernos y autorizados suelen desautorizar la supervivencia
de tal anomal�a, seg�n pasa con Gianturco, Sistema, I, 90, con Chiro
ni y Abello, 677, con Padda y Bensa, nota E del tomo I de Wind
scheid, con Chiovenda, Principii, 135-6-45-79, etc., y Nuovi saggi, 33
y 41 a 3, o con L. Lordi en R. D. Comm., VIII, 2a parte, 671 ; etc.
Hago constar que nuestros tribunales admiten el efecto nova-

tivo de la sentencia, seg�n se ver�


en el n�mero 946, entre muchos

.-otros; malgrado lo cual se ha resuelto que no lo hay en la sentencia


dictada en juicio ejecutivo (C�m. civ. Ia en G. F., 9 1 II 1 917), ni en la
del juicio en que se rechace un pago por consignaci�n (C�m. civ.,
174, 298).
753. Entrega de documentos en pago. Tampoco hay nova

ci�n por cambio de causa en los supuestos en que el deudor entrega


-documentos (vales, pagar�s, cheques, letras, etc.) en pago de lo
�debido. Es lo que se dispone en el art�culo 813 : Si el acreedor (,) que
tiene alguna garant�ei particular o privilegio en seguridad de su
cr�dito, acepta(se) de su deudor billetes subscriptos en pago de
la deuda, no hace novaci�n de (no nova por ello) la primera obli

gaci�n, si la causa de la deuda fuese la misma en una y otra obli


gaci�n. (�La entrega de billetes subscriptos en pago de una deuda.
no importa novaci�n de �sta
�).
Tengo ya estudiado el punto en mi citada obra Prescripci�n en
^derecho comercial (251 y ss.), y bien puedo excusarme por ello de
cualquier insistencia al respecto.
Baste con hacer notar: Io que ese documento no es propiamente
un
pago, por lo mismo que no es moneda, sino una promesa de pago,
que se har� efectiva o no ; 2o que, adem�s de no extinguirse con esa
entrega del documento la primitiva obligaci�n, como se ve, no se
observa incompatibilidad alguna entre la deuda a que responde
el documento y el documento
mismo, ya que en �ste no hay otra cosa
(pie una constancia- de la misma deuda ; 3o que aun en el supuesto
de que el documento orden al
otorgado sea comercial (es a la o

portador), no por eso deja de entra�ar una simple promesa de


534 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

pago ni ele referirse a una deuda civil (es el supuesto), por donde s�
cabe admitir que s�lo sea demandable dicho documento en lo co

mercial, al paso que la deuda mismo lo ser�a en lo civil, no cabe ver

un cambio de causa, que es lo �nico que est� en juego y contra.


lo cual nada implica un cambio de jurisdicci�n; 4o que tal es la
doctrina que parecen imponer las mismas circunstancias, ya que la.
letra responde a una obligaci�n preexistente, y ya que lo comercial
de su car�cter s�lo obedece a circunstancias formales o externas-.
(razono del punto de mira del derecho civil), cuales son las de ser
a la orden o al portador, lo que explica que pueda presentar esa.

doble faz que le hace entra�ar una obligaci�n civil y representar


una obligaci�n mercantil, y que as� la sujeta, seg�n se la mire, como-

documento o como obligaci�n, a dos leyes, a dos jurisdicciones, a dos-


prescripciones, etc. ; 5o que si no faltan autores, antiguos o moder
nos, que suelen admitir el efecto novativo en tal supuesto (Durantom.
XII, 287; Vidari, V, 4347, y VII, 7213; Sorani, II, 571; etc.), 1�.
com�n ele la doctrina y la jurisprudencia, malgrado no se cuente
en el respectivo derecho con una disposici�n como la de nuestro*-

art�culo 813, lo excluye : Merlin, R�pertoire, XI, 634 ; Larombi�re^


III, 527 ; Marcado y Pont, IV, 768 ; Demolombe, XXVIII, 297 ; Hucr
VIII, 113 ; Baudry,, XIII, 1732 ; Lyon-Caen y Renault, IV, 85 y 505-
bis ; Thaller, 1299; Lomonaco, II, 137; Crescenzio y Ferrini, 855;;.
Giorgi, VII, 398 y ss. ; Vivante, III, 1119 ; Navarrini, III, 1199 ; Bo-
laffio, 257 y 324 y ss. ; Zachariae-Crome, 303, n. 6 ; Crome, Teorie
fondamentali, 342-3; Fadda, en R. D. Comm., VII, 2a parte, 125; L�.
Mossa, en la misma revista, XIII, 2a parte, 298;, I. La Lumia, en
igual publicaci�n, XIV, 509 y ss. (donde, estudia el punto dentro-
ele un an�lisis de fondo de las relaciones entre una obligaci�n y e�
documento cambiario que le responda) ; J. Cort�s, II, 377 y ss.
(el c�digo suizo de las obligaciones es expreso en el sentido que sos
tengo : art. 116; adde Bensa, Bonelli, y otros, III, 20).
Hay cpie tener en cuenta, sin embargo, que el texto de nuestro
art�culo es menos general que lo que voy suponiendo hasta aquL
El c�digo se coloca en el. supuesto de que se trate de una deuda

garantida particularmente, o privilegiada. Parecer�a que, por aque


llo de que ubi lex voluit, dixit; ubi noluit, tacuit, quedase excluido-
de su precepto todo el enorme conjunto de supuestos en que se trate-
de deudas comunes.

Bienlejos de ello. Estos razonamientos a contrario o por sim


ple inferencia, suelen' ser los menos jur�dicos. En todo caso, son
demasiado inmediatos para que resulten profundos y fundados. E�
lo que aqu� pasa. Si se acude a la fuente del art�culo (Marcad�, IV,.
NOVACI�N
535

ver� eme se trata ele proteger al acreedor que tiene un


768), se

una fianza, con un privilegio de vende


cr�dito as� garantido (con
Si acreedor recibe
dor, ele locador, etc.). ese en pago (en promesa
de pago, est� mejor dicho) un documento de los indicados, puede
seguir contando con que la garant�a o el privilegio subsiste, pues
la deuda no ha sido novada y sigue siendo la misma. De suene que,

y contra lo
sostenido por alg�n otro autor franc�s (Duranton, XII,
287), la obligaci�n primitiva se conserva tal cual, pues la entrega del
documento no la extingue, ni siquiera la modifica, Y de modo que

nuestro principio, analizado en su raz�n, es una mera aplicaci�n


ele otro principio general : la entrega de billetes firmados en pago
de una deuda no importa novaci�n de �sta.
Es as� de asombrarse ante fallos de nuestros tribunales

que lian resuelto lo contrario, como se suele resolver estas cosas :

dogm�ticamente y sin conocimiento del asunto (C�m. civ. en La


Naci�n de 5 1 VII 1 1 909, por ejemplo) . Por suerte que lo m�s acentuado
de nuestra jurisprudencia es en el sentido que sostengo : S. C, 15,
209; C�m. com., 55, 411; 66, 34; en J. T 1910, 22; en G. F'., .,

10�II|917; C�m. civ. 2a en R. L. J VII, 404, y en J. A., III, 49 y


.,

229; etc.
754. Cuenta corriente. � -
Para concluir con la novaci�n por
cambio de causa, debo apuntar que la cuenta corriente mercantil im
porta novaci�n (art. 775 del respectivo c�digo). De suerte que los
cr�ditos que constituyen su activo son cr�ditos de cuenta corriente,
sea cual fuere su origen (entraron por raz�n de un pr�stamo hecho,
de un precio debido, etc. ) Razones utilitarias, determinadas por
.

la uniformidad del r�gimen de tal contrato, han conducido a esa

soluci�n, que consulta ventajas rec�procas de simplificaci�n, de expe-


ditez, etc., que son el alma de los negocios.
3o Cambios en las modalidades. �
755. Condici�n. �

Des
pu�s de lo expresado, poco resta por decir respecto de los cambios
en la naturaleza de la obligaci�n, ya que el objeto y la causa de la
misma casi la agotan.
Ya se ha visto que la condici�n, por mucho que sea una pura
modalidad, implica novaci�n (art. 807-8). Es que juega tan �nti
mamente, por lo que puede entra�ar la misma inexistencia de la
obligaci�n condicional, en cuanto se la haya querido mirar como
pura, que equivale a una transformaci�n de fondo y total.
756. Cargo. No corresponde decir lo propio en materia de

cargo y de t�rmino.
El cargo es una simple limitaci�n econ�mica (supongo el caso
ordinario de que figure en un acto gratuito), es la relativa onero-
536 EXTISTCi�iN uj� LiAH UBLiIGAClONES

sidad de la prestaci�n a modo


epie se
contrapone y que en alguno
queda desvirtuada. Tan cierto ello que
respectivo derecho
es el
puede quedar adquirido aunque el cargo
desaparezca (art. 565), lo
que no ocurre en punto a condici�n (art. 548-55).
Por eso no dejan de extra�ar algunas opiniones contrarias
(Giorgi, VII, 393). Acaso se refieren a supuestos en que la ley
asimila el cargo a una condici�n (seg�n se ve en materia de dona
ciones, y como puntualic� en el n� 251). Pero entonces ya no se
trata de cargo sino de condici�n, por donde siempre estamos en
lo normal.
757. T�rmino. Est� expresamente excluido en el art�cu

lo 812, cosa que no acontece con el cargo. No puede, entonces, ofre


cer dificultad alguna, Es que no hay nada menos �ntimo o m�s
externo : sea cual fuere la �poca en que deba ser pagada una obli
gaci�n, deja
no �sta de permanecer la
misma, aunque eventualmente
pueda extinguirse alg�n accesorio, como ser�a la hipoteca que la
garantiera en el supuesto de nuestros art�culos 3151-97.
De ah� que resulten muy poco sostenibles fallos como los si
guientes : hay novaci�n en la espera por tiempo indeterminado
(C�m. com., 98, 294) ; por la elemental raz�n de que el plazo no
deja de ser tal porque var�e entre un d�a o veinte a�os, o porque
sea cierto o incierto (art. 566-7 y arg. del art. 573). En cambio,
hay que aprobar fallos como estos otros : el pago por cuotas no
implica novaci�n de la obligaci�n que era pagable �ntegramente
(C�m. civ., 29, 344; 131, 413), como no la hay en el hecho de cam
biar los plazos del pago (C�m. civ. Ia en J. T VI|912, 147), ni en .,

la falta de exigencia del pago al vencimiento del plazo (C�m.


civ., 180, 87).
757 a. Concordato. �

Ni creo que merezca consideraci�n espe


cial esta circunstancia : el acreedor que obtiene un concordato que
no importe una remisi�n m�s o menos parcial de sus deudas, sino
una simple pr�rroga para el pago de lo insoluto �nova sus obliga
ciones? �las nova cuando media remisi�n parcial?
Sostengo que en ninguno de los dos supuestos hay novaci�n,
La raz�n de fondo es la de siempre: la novaci�n no se presume, o
debe resultar de una incompatibilidad entre dos obligaciones: en el
caso, tal es la hip�tesis, nada han dicho los acreedores en el sentido
de substituir a sus cr�ditos primitivos otros cr�ditos nuevos; ni, de
otra parte, se ve qu� incompatibilidad existe entre una obligaci�n
disminuida s�lo cuantitativamente o prorrogada, y la originaria,
que siempre es por un suministro de mercader�as, por un pr�stamo,
por intereses, etc., y que deja inalteradas las garant�as de la misma
novaci�n 537

(cons. ley de quiebras). As�, los fallos en que se ha


art. 32-3 de la

querido ver esa novaci�n (C�m. com., 50, 32, y en G. F XIIJ917, .,

293) no son fundados: cons. Vidari, IX, 8438-544; Lyon-Caen y Re


nault, VII, 626 (y III, 41) ; Calamanclrei, II, 661 y 731; Thaller y
Percerou, II, 1363-4 ; Bensa, Bonelli y otros, VIII, 713 ; Bolaffio, 534,
4o; Mart�n y Herrera, Convocaci�n de acreedores, 89.
Observo que los cpie admiten la novaci�n aducen razones po
bres: la remisi�n acordada a un deudor libera a los fiadores, cosa
que no pasa en la remisi�n concordataria (no se tiene en cuenta que

ello esaccesorio, y que, adem�s, la remisi�n concordataria es for


zosa y no voluntaria) ; los acreedores tienen derecho a un dividendo

y no a la deuda primitiva (como


si ese dividendo no fuera una

parte de dicha deuda, y no entra�ase as� los mismos caracteres..


jur�dicos de fondo que ella) ; etc.
758. T�tulo formal. Tampoco hay novaci�n en el cambio de
�-

t�tulo formal de la obligaci�n, que, por ejemplo, antes no constaba


en t�tulo alguno y ahora consta en un reconocimiento escrito, o que

antes constaba en un documento privado y ahora consta en una


escritura p�blica. Ello entra�a modificaciones probatorias y proce
sales, en cuya virtud la prueba queda m�s o menos facilitada y la
v�a ejecutiva m�s o menos expedita, pero nada m�s. Y en ello no
�cabe ver nada que implique una transformaci�n �ntima de la obliga
ci�n (la C�m. com., 7, 519, ha resuelto lo contrario, pero en el
caso mediaba un cambio de deudor).

759. Obligaci�n civil que se vuelve comercial. ; Y ya se ha


visto que tampoco es dable ver novaci�n en el cambio de una deuda


civil que pasa a, ser comercial, como en el caso de otorgarse un docu
mento comercial en pago de una deuda civil. La deuda es siempre
la misma, pues el cambio de jurisdicci�n no la afecta en nada de su

fondo. De ah� que sea dable admitir el doble


juego consiguiente,
si ha lugar, a que antes he aludido : si media documento
comercial,
a la orden o al trate de obligaci�n fun
portador, malgrado se una

damentalmente civil, el deudor podr� ser demandado (por la obliga


ci�n de ese documento comercial v�lido) de acuerdo con las leyes
mercantiles y ante la jurisdicci�n comercial; ello sin perjuicio de
que si el documento ha perdido su virtud cambiar�a (no se lo ha
protestado, etc.: art. 652-66, 714, etc.), o si se decide al juicio ordi
nario ulterior, pueda, como corresponde, si la obligaci�n originaria
es civil,
ajustarse a las leyes civiles, y as� deducir su acci�n ante los
respectivos tribunales, invocar la correspondiente prescripci�n, etc.
760. Otros cambios accesorios. �

Menos es dable verla en su

puestos de alteraciones meramente accesorias : garant�as, tipos de


538 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

intereses (C�m. civ. Ia en J. T., VII912, 147), renuncia a un pacto


de retroventa (auncpie lo contrario ha resuelto la C�m. civ., 37, 55),
transacci�n (que no entra�e a la vez novaci�n, como ocurre si media
cambio de prestaci�n, de causa, de acreedor, de deudor, etc., caso
en elcual resulta explicable el fallo de la C�m. com., 42,
261), re
nuncia a la solidaridad (que s�lo implica el cobro en cuotas, por
donde no es sostenible el fallo adverso de la C�m. civ., 77, 34), etc.
Lo propio hay que decir en el caso en que el deudor se limite -a
reconocer su deuda : C�m. com. en J. A., II, 646, malgrado se haya

resuelto lo contrario en otros fallos que citar� en los n�me


ros 948 a 50.
B. Novaci�n subjetiva. �

Io. �

761. Generalidades. �

Pa
semos ya a la novaci�n
subjetiva. Puede ella ocurrir
sola, seg�n es
de ordinario, juntamente o con cualquiera (o con dos o m�s a la

vez) de las formas de la novaci�n objetiva. Pero en estos �ltimos-


supuestos ya no se tratar�a de una novaci�n subjetiva, sino de dos
o m�s novaciones, entre las cuales la subjetiva.

Supongamos, entonces, lo m�s com�n y simple, ele una novaci�n


puramente subjetiva, ya que las novaciones complejas son una suma
de novaciones simples, y suponen la dilucidaci�n previa de las nor
mas que a �stas son propias.

La hay cuando cambia el deudor o cuando muda el acreedor,


o, lo que es dif�cil pero no imposible, cuando a la vez cambien el
deudor y el acreedor.
2o Cambio de deudor. �
762. Delegaci�n. �

Contemplemos
los dos �rdenes ele casos, y empecemos por la substituci�n del
deudor.
Est� legislada en los art�culos814-5, cpie corresponden a las dos
formas externas que puede revestir, esto es, a la delegaci�n y a la

expromisi�n.
He aqu�, desde luego, el texto del primero de ellos : La dele
gaci�n (,) por la que un deudor da a otro que se obliga hacia el
acreedor, no produce novaci�n (,) si el acreedor no ha declarado
expresamente su voluntad de exonerar al deudor primitivo. Supone
la ley que, por ejemplo, A debe 100 $ a B, y que A propone a B que
X se constituya deudor en su reemplazo, cosa que se acepta por
B y por X. En tal caso, hay novaci�n si B ha declarado expresa
mente que A queda desobligado. Si no, la delegaci�n no es perfecta :
A contin�a siendo deudor y X es un deudor adjectus; de tal suerte
que B viene a tener ahora dos deudores en vez de uno (cons. sobre
el consentimiento del deudor, nota jurisprudencial de R. Mossa en.

R. D. Comm., XII, 865).

i
NOVACI�N 539

Hay cpie hacer constar que esta novaci�n es un simple aspecto


de unainstituci�n mucho m�s amplia, la delegaci�n, lato sensu, en
el delegante, encarga a otra, el delegado,
cuya virtud una persona,
hacer una prestaci�n a un tercero, el delegatario
que haga o prometa
o acreedor (cons., p. ej., Planiol, II,
551 y ss. ; Colin y Capitant, II,
107 y ss. ; Hubert, Th�orie de la d�l�gation, 1899 ; en lo comercial, v.

nota ele G. Pacchioni en R. D.


Comm., VIII, 779). Puede haber
delegaci�n sin obligaci�n anterior (pido a alguien cpie pague por
m� una deuda, sin que el delegado sea mi deudor, pero en el supuesto
de que gozo ante �l de cr�dito ; o bien, lo que es tan frecuente, que
un Banco d� a alguien, delegatario o acreedor, una carta de cr�dito

contra diversos Bancos, delegados, para que en �stos se pague al


delegatario hasta la concurrencia ele la suma expresada en ella por
el delegante). Y puede haberla con obligaci�n anterior: A me debe
100 $, y yo le pido que pague por m� los 100 $ que adeudo a B, de
tal suerte que as� quedan extinguidas dos obligaciones con un. solo
pago (la que tiene A para ;conmigo, y la epie yo tengo para con B).
En la novaci�n por delegaci�n, donde no hay pago sino mera
asunci�n de una" deuda, pueden presentarse ambas situaciones: el
delegado me debe a m� los 100 $ que ahora se compromete a pagar
a X, a cpiien yo se los debo ; o bien el delegado me hace un favor, ya

por consideraciones personales, ya por raz�n de mi cr�dito, al cons


tituirse deuelor en mi lugar.
Repito que si el delegatario o acreedor no declara � expresa
mente � que el delegante o primitivo deudor queda desobligado, la

delegaci�n es imperfecta, y no hay novaci�n, pues el primitivo deu


dor sigue si�ndolo, juntamente con el nuevo. La delegaci�n ser�
perfecta (del punto de vista del tecnicismo corriente, que no con
cuerda gran cosa con los intereses del acreedor, para cpiien la dele
gaci�n ser� tanto m�s perfecta cuanto m�s numerosos sean los deu
dores que le procure) s�lo cuando dicha declaraci�n exista: enton
ces hay novaci�n
y cambio de deudor (S. C, 11, 378; 72, 358; 84r
122; C�m. civ., 107, 27; 128, 147; C�m. civ. Ia en J.T., V|913, 88r
y en G. F., 15|II|917 y XIIJ917, 77 ; C�m. com. en J. T., 1910, 22, y
en G.
F., XII|917, 132; etc.).
Es lo que tambi�n se resuelve en otras disposiciones particu
lares: puede tomarse como ejemplo la del art�culo 433 del c�digo
comercial. En cuanto a la del art�culo 3447 del C�digo civil, cabe
observar que no se exige en tal caso la declaraci�n expresa de la
exoneraci�n, si bien no se la excluye : ella se contiene en el hecho de
que los acreedores � abandonen los t�tulos conferidos por el difun
to �, con lo cual se la ve en ese hecho sin necesidad de menci�n
y
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
540

particular (cons., a prop�sito, un fuerte estudio acerca de esa pre


tendida novaci�n, en la R. D. Civ., IV, 808 y ss., de G. Corte-Eima).

Lo que deseo apuntar aqu� es que lo expreso de la declaraci�n


no tiene por qu� ser tan s�lo con relaci�n a lo verbal o a lo escrito:
hay manifestaci�n expresa de voluntad en � signos inequ�vocos �,
como ser�an los movimientos de cabeza, un apret�n ele manos, etc.'

(art. 917 y 1145; Giorgi, III, 160-1; etc.). Por eso han podido
resolver en tal sentido los tribunales italianos, cabalmente a prop�
sito de la delegaci�n (R. D. Civ., IV, 246).
Por lo dem�s, ser� el deudor primitivo quien deber� probar que
ha habido novaci�n, de acuerdo con lo dispuesto en los art�culos
1190 a 4, por lo mismo que se trata ele obligaciones y no de sim
ples hechos.
763. Expromisi�n. �

El art�culo 815 legisla la segunda forma


de la novaci�n por cambio de deudor, en estos t�rminos : Puede ha-
-cerse la novaci�n por otro deudor que substituya al primero, igno

r�ndolo �ste, si el acreedor declara expresamente que desobliga al


deudor precedente, y siempre que el segundo deudor no adquiera
subrogaci�n legal en el cr�dito.
Supone la ley que el tercero se presenta espont�neamente a
-asumir la obligaci�n del deudor, sin delegaci�n de �ste, y en virtud
de propia expromisi�n. Y, como en la hip�tesis anterior, se requiere
la manifestaci�n expresa del acreedor sobre la exoneraci�n del deu
dor primitivo, para que haya novaci�n, pues de otra suerte se ten
dr�a el agregado de un nuevo deudor al precedente que continuar�a
si�ndolo. Se exige, adem�s, que el nuevo deudor no resulte subro
gado � en el cr�dito �. He aqu� algo incomprensible. El nuevo deu
dor, o expromitente, no desinteresa al acreedor, no paga la deuda:
s�lo la asume, al constituirse deudor en substituci�n del primitivo
que desaparece. � C�mo puede haber subrogaci�n, entonces, si no
hay pago alguno (art. 767), y si, adem�s, la subrogaci�n supone en
nuestra ley no el cambio de deudor sino el cambio de acreedor (mis
mo art. y art. 769-70) ? Es que nuestro c�digo, como sus modelos,
ha intuido aqu� una instituci�n que no ha sabido precisar y que es
de vida corriente, al extremo de que los c�digos modernos, como el
alem�n y el suizo, seg�n se ver� m�s adelante (n� 1090 y ss.), la han
consagrado, cual es la de la cesi�n de deudas (y no de cr�ditos), en
cujTa virtud cabe la subrogaci�n pasiva, y el consiguiente cambio de
deudor, sin que se vea en ello novaci�n alguna. Si, pues, el nuevo
deudor fuera colocado � en el lugar � del primitivo, o la deuda se
� transfiriese � al nuevo
deudor, o se hiciera cualquier manifestaci�n
de las que importan subrogaci�n (supra, n� 668), habr�a cesi�n de
NOVACI�N -

54J

deuda y no novaci�n. Para que �sta exista, entonces, resulta me

nester la ausencia de cualquier subrogaci�n o de sticcess�o in loco

[hoc sensu). De ah� la restricci�n legal.


Por lo dem�s, conviene apuntar: Io que la declaraci�n del
acreedor en desobligue al deudor primitivo, debe ser-
cuya virtud se

no s�lo expresa sino tambi�n categ�rica, por lo mismo que la nova

ci�n no se presume (art. 812, inc. Io) ; 2o que en la duda se enten


der� que no hay novaci�n, sino que la expromisi�n no implica otra
cosa que una simple y subrogatoria substituci�n ele deudor, vale

decir, una cesi�n de deuda, pues esto es m�s com�n y mucho m�s
beneficioso (es de vida relativamente ordinaria; corresponde mejor
a la intenci�n de las partes ; simplifica la operaci�n, ya que es todo-

un problema eso ele si ha habido novaci�n, de si la obligaci�n primi

tiva ha sido o no transformada, esto es, extinguida y substituida.


por la nueva, etc.) ; y se reduce a un simple cambio de individuos.
que en nada altera la unidad y la esencia de la obligaci�n (infra^
nos 1098-9) ; 3o que poco importa el que el deudor primitivo co

nozca el hecho de la expromisi�n, siempre que ello no implique una

delegaci�n t�cita (cons. art, 918, 1145, 1870 y 2288), pues la ex


promisi�n no dejar� por eso de ser tal, por donde la limitaci�n de
que esta ha de ser hecha � ignor�ndolo � el deudor primitivo, ca
rece de sentido serio ; 4o que, de toda suerte, haya novaci�n por

delegaci�n o por expromisi�n, la situaci�n no var�a, pues se trata.


de circunstancias externas cpie en nada desvirt�an, ni siquiera

modifican, el fondo del asunto, por lo mismo que en uno y otro�


caso hay cambio de deudor bajo la condici�n de que el primitivo

sea exonerado.
En cuanto a jurisprudencia sobre esta novaci�n por cambio de
deuelor, me limitar� a citar la que tengo anotada, pues no da pie
para observaciones ni desenvolvimientos : C�m. civ. Ia en R. L. J'.,
IX, 572, en G. F., 7[XI|916, y en J. A., I, 175; C�m. civ. 2a en
R. L. J., IX, 574 ; C�m. com. en R. L. J'., VIII, 555, y en G. F.r

19|X|916 y 21|XI|917.
764. Efecto com�n a las dos formas. �

En el art�culo 816 se

tiene una disposici�n com�n a las dos formas de novaci�n por cam
bio de deudor: La insolvencia del deudor substituido (,) no da de
recho al acreedor para reclamar la deuda del (contra el) primer
deudor, a no ser que el deudor substituido fuese incapaz ya (ya
incapaz) ele contratar por hallarse fallido.
Verdad que se la pudo suprimir sin inconveniente. No se con
cibe, desde
luego, c�mo podr�a el acreedor reclamar nada contra el
primitivo deudor, si �ste ha epiedado exonerado de la obligaci�n,.
542 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

como es la
hip�tesis (si no ha habido novaci�n, pues todo se ha
reducido al agregado de un segundo deudor, entonces s� conserva el
acreedor su derecho contra el primer deudor, pero no por raz�n de
la insolvencia del nuevo, sino en virtud de su derecho inalterado).

Adem�s, si el nuevo deudor estaba fallido al novar la obligaci�n,


el acto es nulo (art. 1042), por donde la nulidad declarada volver�a
las cosas a la situaci�n previa (art. 1050). Finalmente, la disposi
ci�n ser�a diminuta: en todos los casos en que se anule la
novaci�n,
la obligaci�n primitiva revive, o, mejor dicho, no ha dejado de sub
sistir (art. 1050).
3o. �

765. Cambio de acreedor. �

El art�culo 817 contempla


la novaci�n por cambio de acreedor : Habr� novaci�n por substituci�n
de acreedor en el �nico caso de haberse hecho con consentimiento del
deudor el contrato (la convenci�n) entre el acreedor precedente y
el que lo substituye. Si el contrato fuese hecho sin consentimiento
del deudor, no- habr�, novaci�n (,) sino cesi�n de derechos.
La disposici�n es clara. Pero no resulta completa. En el hecho
de que un tercero desinterese al acreedor para substitu�rsele en la
obligaci�n, puede verse tres cosas :
pago Ia subrogaci�n,
un con si se

llena, los requisitos del art�culo 769, y si el tercero no realiza un

acto de especulaci�n sino ele beneficencia o de consideraci�n para


con el deudor (supra, n� 668) ; 2* una cesi�n de
derechos, si el acto
es un negocio, la compra del cr�dito (art.
1434), que ser� lo ordina
rio ; 3a una novaci�n, si hay consentimiento del deudor y no cabe ver
ninguna de las dos cosas anteriores.
En general, y salvo lo que resulte ele las circunstancias, que
deber�n ser por eso categ�ricas, aunque no expl�citas, habr� que ver
en ello una cesi�n de cr�ditos, pues esto es lo corriente : el cambio

de acreedor entra�a un acto de especulaci�n, y adem�s, por lo que


mantiene el cr�dito tal cual era, responde mejor a la intenci�n pre
sunta del tercero. Si no es dable lo m�s com�n y presumible de
ver

una cesi�n, ser� preferible orientarse hacia el pago con subrogaci�n,


siempre que lo desembolsado corresponda, poco m�s o menos, al
valor de la obligaci�n, por lo mismo que con ello se excluye la com

plicaci�n, que no puede entrar en la mente simplificadora de los


interesados, de la novaci�n. S�lo en �ltima instancia habr� que
admitir la novaci�n.
4o. 766. Cambio de deudor y de acreedor.

Ya he adver �

tido que no es forzoso que la novaci�n se produzca por el cambio


de uno solo de los aludidos requisitos esenciales: pueden concurrir
dos o m�s ele ellos, al extremo de que caben a la vez los subjetivos
y los objetivos (por ejemplo, A, acreedor de B, conviene con �ste
novaci�n 543 ,

en que pague a X lo que le debe, y X acepta que en vez de dinero

se le d� una etc.).
casa,
De consiguiente, es imaginable el caso en que haya cambio de

deudor y de acreedor en un mismo acto novativo. Puede verse, por


v�a de ilustraci�n, un caso resuelto por la C�mara civil Ia (en J. T.,
IV 1 912, 127) : X y Ca dan en arrendamiento una finca a A y a B;
se disuelve la sociedad y se hace cargo de ella X de los arrenda
tarios s�lo queda A; el fiador de los arrendatarios ha dejado de ser
tal, pues X no es la sociedad en cuyo favor se dio la fianza. Es
bueno advertir que este fallo debe tomado
en bruto, pues
ser as�,
por las circunstancias puede resultar posible que X sea un mero

subrogado de la antigua sociedad, lo mismo que A con relaci�n a A


y B juntos. De otra parte, el asunto se complica ante principios
peculiares de la fianza: art. 2042-7, etc.

locaci�n, tenemos un fallo (C�m. civ. 2a, en J. T.,


En materia de

VIII|914, 166) seg�n el cual el cambio de propietario de la finca


arrendada no entra�a novaci�n. En el art�culo 1498 se tiene la
explicaci�n debida, que expondr� m�s adelante (nos 1093 a 5). Y no
la hay en sentido alguno : dado lo bilateral de la locaci�n, cada parte
es a la acreedora y deudora de la otra, por donde el doble cam
vez

bio personal del acreedor y deudor que se tiene en el nuevo propie


tario, se resuelve en una cesi�n de cr�dito y en una cesi�n de deuda.
IV. Efectos. �

767. Fundamentales. �

Los efectos funda


mentales de la novaci�n, sea ella objetiva o subjetiva, est�n consig
nados en el principio del art�culo 803 : La novaci�n extingue la
obligaci�n principal con sus accesorios (,) y las obligaciones acceso
rias. El acreedor sin embargo puede (puede, sin embargo), por una
reserva expresa, impedir la extinci�n de los privilegios e hipotecas

�del antiguo cr�dito, que entonces pasan a la nueva. Esta reserva


no exige la intervenci�n de la
persona respecto de la cual es hecha.
Dejemos de lado el primer inciso, que se limita a repetir prin
cipios comunes (art. 724 y art. 524-5).
Lo interesante est� en los dos incisos finales.
Ante todo, es concebible la subsistencia de los indicados acce

sorios mediante una � reserva expresa �, por lo mismo que hay all�
una convenci�n que equivaleley (art, 1197). Lo que se
a toda una

requiere es que tal reserva sea � expresa � : se trata de derogar un

principio de ley (la novaci�n extingue la obligaci�n con todos sus


accesorios), por donde no cabe admitir al respecto voluntades t�citas
ni presuntas (art. 918).
Y luego, parece grave el precepto del inciso �ltimo. � Qu� se
quiere decir en �l? Simplemente que cuando la novaci�n se opere
544 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

entre el acreedor y un tercero, o entre el acreedor y el deudor, de


tal suerte que cambie la persona del deudor o la del
se
acreedor, no

hay necesidad de requerir no ya el consentimiento, sino ni aun la


mera � intervenci�n
de la persona que va a quedar obligada para.

que dichos accesorios reservados subsistan, pues bastar� que la re


serva sea hecha entre los que realizan la novaci�n.

Eso es De otra suerte, se llegar�a a enormidades, si el


todo.
precepto fuese extendido a los terceros extra�os a la novaci�n (fia
dores, deudores hipotecarios, etc., que hubiesen garantido la primera.
obligaci�n). Freitas es expreso al respecto en su art�culo 1125.
Nuestro c�digo ha supuesto que bastaba con los principios generales,
seg�n los cuales los contratos (o las convenciones en general) no-
perjudican a terceros (art. 1161 y 1195, inc. final). De ah� el ar
t�culo 2047, que declara extinguida la fianza de una obligaci�n
novada, malgrado la reserva que al respecto se haya formulado. Y
de ah� la norma an�loga del art�culo 804: El acreedor no puede
reservarse el derecho de prenda o hipoteca de la obligaci�n extin

guida, si los bienes hipotecados o empe�ados (dados en prenda) per


tenecieren a terceros que no hubiesen tenido (sido) parte en la.
novaci�n.
768. Accidentales. �

En cuanto a los efectos accidentales, el


c�digo s�lo consigna tres art�culos.
Cabe omitir el estudio de los dos primeros (809-10), pues ya.
los hemos visto a prop�sito del art�culo 707. Bastar�, pues, con
transcribir sus textos : La novaci�n entre uno de los acreedores soli
darios y el deudor, extingue la obligaci�n de �ste para con los otros-
acreedores. La novaci�n entre el acreedor y uno de los deudores

por obligaciones solidarias o indivisibles, extingue la obligaci�n de-


Ios otros codeudores.
El tercero de los art�culos aludidos es el 811 : La novaci�n entre
el acreedor y los fiadores, extingue la obligaci�n del deudor prin--
cipal. En la nota del codificador se da la raz�n del precepto : no la

vaci�n, como equivalente del pago, debe extinguir la obligaci�n, lo


mismo que �ste. Con mayor raz�n ocurrir�a lo propio si la novaci�n
fuese realizada entre el deudor principal o directo y el acreedor,
con la agravante de que tal novaci�n extinguir�a no s�lo la obliga
ci�n, sino tambi�n la misma fianza, aunque hubiese reserva expresa
(art. 803, 2042-7).
Y. Observaciones generales. �

A. ��

769 Qu� era la nova


ci�n en derecho romano. �

Con lo dicho cpieda agotado el estudio


particular de. la novaci�n. Es tiempo, entonces, de pasar a algunas
consideraciones generales sobre ella.
novaci�n 545

Desde luego, conviene apuntar, contra el romanismo de nuestro


c�digo y de nuestros autores, que la novaci�n del derecho romano
era algo bien distinto de la novaci�n del derecho moderno. En �ste
lo propiamente esencial es la voluntad o la intenci�n de novar, ya

que la voluntad es el gran principio de las vinculaciones obligato


rias.
aqu�l, por lo menos hasta la conocida constituci�n de Jus-
En
tiniano (que ha sido la fuente del derecho ulterior), lo capital no era
la voluntad de las partes sino el formalismo solemne del derecho
en cuya virtud una obligaci�n quedaba novada, aun contra la inten

ci�n de las partes, cuando hab�a transfusio atque traslatio de- esa
obligaci�n en el molde ritual de la stipulatio o de cualquier otra
instituci�n an�loga (la litis contestatio, etc.), que le imprim�a sus
caracteres propios, y que, de consiguiente, implicaba novaci�n m�s
formal que de fondo, m�s legal que convencional (cons. Demolombe,
XXVIII, 232 y ss. ; Colin y Capitant, II, 103 ; Windscheid, II, 353,
n. 2 y 3 b; Crescenzio Ferrini, 496 y ss.).
y
B. 770. Escasa importancia de la novaci�n.

Hay que se �

�alar, despu�s, la escasa importancia de la novaci�n. Poco a poco


ha ido imponi�ndose, del lado activo de los sujetos, la cesi�n, que
conserva el derecho tal cual, con todas sus garant�as y accesorios, y

que excluye esa complejidad de una extinci�n y una creaci�n, de


la desaparici�n de los accesorios, etc. Del lado pasivo, la cesi�n de

deudas, que responde a los mismos fines, se ha dado su lugar, hasta


ser admitida en los c�digos recientes (entre los cuales apena no po

der incluir el brasile�o), como el suizo de las obligaciones (art. 175


a 83) y el alem�n (art. 414 a 19). Del punto de vista objetivo, la
daci�n en pago substituye eficazmente a la novaci�n por cambio de
objeto. S�lo queda, entonces, la novaci�n por cambio de causa.
Pero �sta responde a principios de derecho com�n : se ha querido con
ello celebrar un nuevo contrato o convenio, o no.
De ah� la tendencia jurisprudencial francesa a limitar cada
vez m�s la admisi�n de una instituci�n tan
poco pr�ctica, para ver
en su lugar otras
instituciones, como las indicadas, m�s en conso
nancia con las exigencias contempor�neas de simplicidad, de expe-
ditez, de seguridad, etc. Y de ah� que el c�digo alem�n (inspirado
en
Windscheid, II, 353, n. 12) no la legisle, por lo mismo que, sobre
contemplar sus substitutivos m�s eficaces, no tiene por qu� referirse
a algo
que entra en el arbitrio privado y convencional (como ser�a
entre nosotros: art. 1197). Lo mismo pasa en el c�digo suizo, que
s�lo la admite en los saldos reconocidos de la cuenta corriente (art.
116-7; cons. Schneider y Fick, I, 249 y ss.). Tal es, por lo dem�s,
Colmo, Obltg. �-

T. I 35
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
546

el criterio
contempor�neo: Saleilles, Obligat�on, 74 y ss. ; Huc, VIII,
103; Planiol, II, 530; Colin y Capitant, II, 104.
C. Instituciones afines. �

771
Confirmaci�n y reconoci
.

miento. Finalmente, hay que insistir un tanto sobre las afinida


des de la novaci�n con otras instituciones.

Quien nova una obligaci�n cuya nulidad podr�a pedir, confirma


esa obligaci�n nula o anulable. Pero tal novaci�n entra�a algo m�s

que una confirmaci�n : en �sta no se hace sino validar el acto, que


permanece tal cual; en acpi�lla se agrega, algo, como es la creaci�n
de la obligaci�n nueva (art, 801 y 1065).
En igual sentido difiere del reconocimiento : �ste no entra�a

sino, como se ha visto otorgamiento de la prueba


(supra, n� 539), el
de una obligaci�n que no sufre modificaci�n alguna (art. 718 y
ss.) ; al paso que el reconocimiento que pueda haber en una obliga
ci�n que no conste debidamente, se corona con la creaci�n de una
obligaci�n nueva sobre la base de la extinci�n de la reconocida,
772. Daci�n en pago, subrogaci�n y cesi�n. Las afinidades

m�s fuertes existen con la elaci�n en pago, con la subrogaci�n, con

la cesi�n de cr�ditos y con la cesi�n de deudas.


En la daci�n en pago (supra, n� 684) hay una novaci�n ins
tant�nea, por lo mismo que el pago inmediato
extingue la obliga
ci�n nueva que se ha convenido. En la novaci�n, adem�s de haber
casos que nada tienen que ver con el cambio de prestaci�n, la obli

gaci�n nueva subsiste por alg�n tiempo, pues su pago no es inme


diato.
Pero esto carece de toda importancia pr�ctica.
El" pago subrogaci�n se parece a la novaci�n por cambio
con

de acreedor : en aqu�l hay de espec�fico cpie puede ser legal (art.

768), al paso que la novaci�n siempre es convencional, adem�s de


que supone la subsistencia de la misma obligaci�n pagada; en la
novaci�n por cambio de acreedor se requiere el consentimiento del
deudor y se excluye tocia subrogaci�n, pues la obligaci�n primitiva
queda extinguida y la nueva es otra bien distinta.
La cesi�n de derechos (a la que el c�digo asimila el pago con
subrogaci�n convenido entre el acreedor y un tercero: art. 769)
entra�a un especulaci�n, que no existe en la subrogaci�n (de
acto ele
ah� que el cesionario pueda cobrar el cr�dito �ntegro : art. 1458 y sus
concordantes, al paso que el subrogado s�lo cobra lo por �l des
embolsado : art, 771, inc. Io), adem�s de implicar una perfecta suce
si�n, como la subrogaci�n, en cuya virtud el cr�dito no se ha extin
guido y pasa tal cual al nuevo acreedor (art, 1458) ; mientras que
la novaci�n por cambio de acreedor, con la cual aqu�lla se parece,
COMPENSACI�N
547

supone, como toda novaci�n, extinci�n de una obligaci�n y crea

ci�n de otra. en su reemplazo.


An�logas consideraciones explican las diferencias entre la ce

si�n de deudas y la novaci�n por cambio ele deudor (art. 814-5),


jseg�n ya he apuntado en los n�meros 762 a 4.

CAPITULO III

COMPENSACI�N

I. Generalidades. �

A. �

773. Concepto. �

Sup�ngase esta
-situaci�n : A debe 100 $ a B, por un pr�stamo que �ste le hizo, o por
-cualquier otra causa, y B debe 100 $ a A, por raz�n de una cosa que
le ha comprado o por un servicio que �ste le prestara; o bien A
debe 100 $ a B, �ste, a
y su turno, debe 50 o 200 $ a A.

Si fu�ramos a aplicar los principios ordinarios, A tendr�a epie


pagar a B lo que le debe, y �ste debiera pagar a A lo que a su vez
le adeuda, Pero el sentido pr�ctico conduce a una soluci�n mucho
m�s f�cil. �Qu� necesidad tiene ele pagar A a B, si �ste debe pagarle
tambi�n? Con evitar el pago rec�proco, d�ndolo por hecho (o mejor,
reteniendo cada uno lo que adeude: n" 786), se llega al mismo
resultado. En el primer ejemplo, las dos deudas mutuas quedan
extinguidas, por ser ele igual valor. En el segundo, la extinci�n
se opera hasta la concurrencia de la menor : en el
primero de sus dos
supuestos, A quedar� debiendo 50 $ a B ; en el segundo, ser� �ste
quien continuar� como deuelor de A por 100 $.
He ah� la compensaci�n (com [cum,] pensare; ponderar, equi
librar, jur�dicamente hablando), cuya definici�n legal, contenida en
�el art�culo 818 (bien in�til por cierto, pues las restantes disposiciones
la precisan con mejor propiedad), resulta clara: La compensaci�n
de las obligaciones tiene lugar (se verifica) cuando dos personas por
derecho propio (,) re�nen la calidad de acreedor y deudor rec�pro
camente, cualesquiera que sean las causas de una y otra deuda. Ella
extingue con fuerza de pago(,) las dos deudas, hasta donde alcance
la -menor, desde el tiempo en que ambas comenzaron a coexistir.
B. Importancia. 774. En la cuenta corriente.

Despu�s �

del pago, es �ste el medio extintivo m�s importante


(cons. T. Cu-
turi, Trattato delle compensazioni nel diritto civile italiano, 1909).
Juega tan decisivamente' en materia comercial, que ha dado
pie a toda una instituci�n contractual moderna, como la de la cuenta
-corriente (art, 771 y ss. del respectivo c�digo), por lo mismo
que
extinci�n de las obligaciones
548

los comerciantes est�n relaciones tan frecuentes que por fuerza-


en

conducen a vincularlos rec�procamente y a convertirlos en mutuos;.


deudores y acreedores (cons. Bensa, Bonelli y otros, III, pp. 861-2) _

Lo propio hay que decir en materia bancaria, donde tambi�n


se tiene una cuenta corriente especial, determinada por el juego d�
los descuentos, de los giros, de los dep�sitos, etc. (art. 791 y ss.).
775. En los cambios internacionales. �

En materia ele comer


cio internacional (exportaci�n e importaci�n, cambios, etc.) es;
simplemente indispensable. Sin ella, ser�a menester el transporte-
de valores de un pa�s a otro, para el pago de las respectivas deudas -

lo que supone gastos y tiempo, sin contar los riesgos. En su virtud,.


se establece los saldos respectivos, y apenas si, a menos que todav�a.

ese saldo sea llevado a otro ejercicio, resulta menester el transporte-

del valor correspondiente. Ello sin contar lo relativo a lo que se da.


en llamar la balanza comercial, que permite ponderar el juego de-

las importaciones y exportaciones de cada pa�s, para determinar su


capacidad productora o su sujeci�n a la producci�n ajena, seg�n
que lo que se exporte sea superior o inferior a lo que se importe-
(cons. Schmoller, Principes d'�conomie politique, III, 148 y ss. ;
Gide, Principes, lib. II, cap. V, y Cours, 390 y ss. ; A. Bunge, Inter
cambio econ�mico de la Rep�blica Argentina, 1918, 7 y ss.).
776. En las c�maras compensadoras. Y en materia finan

ciera, dentro de cada pa�s, en cpie se contiene el juego compensador


de los cheques y dem�s papeles de cambio de los diversos bancos,.
es de inter�s simplemente primordial. En tal virtud se ha originada

la especial instituci�n ele las � Clearing �louses �, o � Casas de com


pensaci�n �, en las cuales se centraliza, dentro de cada plaza ban
caria m�s o menos importante, la compensaci�n entre los cr�ditos y
las deudas mutuas de los mismos; mas no con respecto a los distintos;.
bancos entre s�, sino con relaci�n a la � Clearing �, que es la inme
diata deudora o acreedora de cada banco asociado, sin perjuicio de
que, en el fondo, sean dichos bancos los verdaderos sujetos, pues los
saldos o diferencias que la � Clearing � pague son efectuados con
dinero de los bancos, los positivos deudores, as� como los cr�ditos.
epie le correspondan van a ir a parar, fatalmente, a los bancos-
epie sean acreedores.
Nacidas, hace ya d�cadas, en los Estados Unidos,.
varias
donde el movimiento de valores es tan intenso, y extendidas a todo-
el mundo, han logrado carta de ciudadan�a en nuestro c�digo mer
cantil (art. 834-5), con el nombre de � C�maras compensadoras�, y
se han implantado decisivamente en nuestra vicia bancaria. La C�
mara compensadora de la
metr�poli, aunque no totalmente indepen-
COMPENSACI�N 549

dizada, pues funciona en el local de (el m�s importante,


un banco
�como es el de la Naci�n), existe desde
1902, y ha llegado a compensar
valores por 27.000.000.000 de pesos en 1918 (cons. A. B. Mart�nez,
Annuaire �conomique et financier de la R�publique Argentine, 1913 ;
etc.) : calc�lese as� cu�nta tarea se ha evitado, cu�nto nume
rario efectivo ha sido economizado, etc.
C. Especies. 777. Convencional.

'La compensaci�n puede


ser convencional, facultativa, voluntaria, reconvencional y legal.

Dejemos la convencional, pues es de derecho com�n i las partes


pueden declarar compensadas dos obligaciones cualesquiera, por lo
mismo que al respecto son arbitras supremas (art. 1197). As� po
dr�an convenir en que el servicio que A debe a B quede compensado
�con el caballo o los 100 $ que �ste adeuda al primero, sean cuales

fueren los valores respectivos o las calidades de las correspondientes

prestaciones.
778. Facultativa. La compensaci�n fe�cultativa, un tanto
�-

frecuente, es la que puede ser opuesta por una sola de las dos partes
rec�procamente deudoras y acreedoras, por raz�n de existir al res
pecto una ventaja que s�lo esa parte puede renunciar. Por ejemplo,
yo debo caballo �, y mi acreedor me debe � un caballo de
� un

-carrera�; es evidente que yo podr�a oponer en compensaci�n mi

propio cr�dito, y que eso no podr�a ser hecho por mi deudor. Algo
parecido ocurre cuando el plazo de una de las deudas existe en favor
de unasola de las partes, que as� tiene facultad para renunciarlo
j para alegar el cr�dito o la deuda consiguiente contra la deuda o
�el cr�dito opuestos. Lo propio se tiene si no hay estricta recipro
cidad entre las deudas. Es lo que pasa en el supuesto del art�culo
$29 : el deudor no podr�a oponer a su acreedor la compensaci�n del
cr�dito del fiador contra �ste cambio, el fiador puede hacerlo,
; en

aunque no sea deudor directo del acreedor, sino un simple garante.


779. Judicial. La compensaci�n voluntaria, tambi�n llamada

judicial, es la que se alega, u opone, en los juicios, o la que, fuera


�de �stos, es invocada por el interesado, que pretende ampararse en
ella mediante una declaraci�n dirigida a su acreedor y deudor. Es
la compensaci�n com�n, como nuestra compensaci�n legal, librada
no a la
ope legis sino a la voluntad, no al secreto sino a la plena
-conciencia, Y es la que por ello adoptan las modernas codifica
ciones, como la alemana y la suiza, aunque no la brasile�a, seg�n
dir� dentro de poco.
En su virtud, quien crea tener contra su deudor un cr�dito que
.juzgue compensable, hace saber a �ste que invoca esa compensaci�n,
�en cuyo m�rito su
propia deuda para con aqu�l se extingue (o a
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
550

partir ele tal momento, o, como se resuelve en el c�digo alem�n, st


contar retroactivamente desde que ambos cr�ditos fueron compen
sables : art. 889 ; pero nunca, seg�n pretende Lomonaco, 11^..
441-2, desde la sentencia que la admita), con lo cual, y sin secreto-
alguno, viene a conseguirse pr�cticamente los mismos efectos oue se-
quiere en la compensaci�n legal.
780. Reconvencional. compensaci�n llamada reconven

La
cional es la que s�lo se puede alegar ante la justicia y en juicio
ordinario, pues supone pruebas complejas (del cr�dito mismo, de su
monto, etc.), particularmente cuando quien la invoca es acreedor-
por una obligaci�n il�quida. Es, en parte, la del supuesto contem
plado en el art�culo 831: Para oponerse la compensaci�n, no esr
preciso que el cr�dito al cual se refiere se tenga por reconocido. Si'
la compensaci�n no fuera admitida, podr�t el deudor alegar todas-
las defensas que tuviere.
Por ejemplo, yo debo a alguien 100 $, y soy demandado para,
su pago. Si me considero acreedor del demandante, por raz�n de
un servicio que le he prestado y cuyo precio debe ser determinado.

por arbitros (art. 1627), o por virtud de una acci�n de da�os e


intereses, o por el 'importe de mejoras que como inquilino he efec
tuado en casa de aqu�l (art, 1546-80), etc., yo puedo oponer en com
pensaci�n, hasta la concurrencia de lo que me corresponda, si es-
inferior a lo que adeudo, ese cr�dito, por muy il�quido que sea. En
el curso del juicio llegar� la oportunidad de establecer su liquidez,.
mediante las pruebas, pericias o arbitrajes que cuadren seg�n los
casos. De otra suerte correr�a yo el riesgo de tener que pagar lo
que debo, y de estar obligado a esperar, dura-nte toda la secuela.
del juicio, para poder cobrar, o, lo cpie es peor, para que el deudor-
tomase sus precauciones y pudiera burlar mi derecho, desaparecien-
co o enajenando sus bienes.

Hay que hacer constar, a prop�sito, que las leyes procesales


contemplan un supuesto an�logo al de esta compensaci�n, en lo que se
llama demandas reconvencionales (art. 101-2 del c�digo para la Ca

pital y los territorios). Pero en estas demandas hay algo m�s que-
una compensaci�n. Com�nmente, el demandado niega todo derecho
al actor, y pretende, por el contrario, que es �l quien lo tiene. De
ah� epie se convierta en demandante a su turno, y que el juicio
contenga dos demandas rec�procas. Lo que es cierto es que si ambas:
partes establecen derechos, entonces se verifica la compensaci�n
sus

en la. medida que


corresponda.
De todas suertes, hay all� una acci�n, una demanda, que no-
puede ser impl�cita, ni siepiiera deducida incidentalmente (C�m-
COMPENSACI�N 551

civ., 121, 139), sino expresa (C�m. civ., 136, 41), y que debe ser

substanciada en forma (C�m. civ., 142, 252; C�m. com., 55, 373)
como toda demanda.
781. Legal. �

La legal es la que se opera por el simple minis


terio de la ley, que declara compensadas dos deudas desde el mo
mento en que coexistan y sean ambas exigibles, aunque las partes
nada hayan dicho al respecto y ni siquiera hayan tenido conoci
miento de esa circunstancia.
Tal es la soluci�n del
c�digo franc�s (y de los c�digos que lo
han imitado), seg�n la opini�n concorde de la doctrina y la juris
prudencia : Merlin, R�pertoire, III, v� Compensation, II ; Toullier y
Duvergier, IV, Ia parte, 344 ; Duranton, XII, 454 y ss. Demante y

Colmet de Santerre, V, 241 bis; Marcad� y Pont, IV, 816; Larom-


bi�re, III, 620; Aubry y Rau, IV,. 328 (III, 328, en la edici�n del
codificador) ; Demolombe, XXVIII, 648 y ss. ; Huc, VIII, 143 ;
Baudry, XIII, 1861 y ss. ; Planiol, II, 586 ; Colin y Capitant, II,
115; Dalloz, R�pertoire y Suppl�ment, v� Obligation, 2743 y ss., y
1184 y ss., respectivamente ; etc, Lo mismo pasa en derecho italiano :
Ricci, VI, 14 ; Giorgi, VIII, 5 ; Lomonaco, II, 157 ; Crescenzio y
Ferrini, 485 ; etc.
En esas codificaciones se ha interpretado" literalmente el con

cepto romano de que la compensaci�n obraba ipso jure. Ya se ver�,


dentro de poco (n� 808), que el sentido que cuadra a tal expresi�n
debe ser otro.
Y debo apuntar tambi�n parece aplicable entre nosotros
que
dicha literalidad de sentido : resulta ello de lo en�rgico del inciso
final de nuestro art�culo 818 y de los antecedentes de ese precepto
(infra, n� 806 a 8 ; en contra, Mart�n y Herrera, en Revista jur�
dica, 1915, 19 y ss.).
782. Afinidades entre las distintas compensaciones. Tales �

son los principios de fondo de las distintas compensaciones. En el


curso del estudio que va a seguir, sobre la compensaci�n legal, que

constituye, como se ha visto, la compensaci�n t�pica del c�digo,


tendr� oportunidad de apuntar diferencias entre �sta y las dem�s.
Aqu� bastar� con observar : Io que la compensaci�n facultativa, que
tiene alguna semejanza con la compensaci�n voluntaria legislada
por los c�digos alem�n y suizo, y que se produce por declaraci�n
unilateral de voluntad dirigida por el oponente de ella al acreedor
y deudor contra quien pretende hacerla valer, s�lo surte sus efectos
a partir del momento en
que se la alegue, por lo mismo que depende
de una manifestaci�n volitiva, y, as�, no obra de pleno derecho
como la legal (sin embargo, en el c�digo alem�n tiene efec-
552 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

to retroactivo al d�a en que las dos obligaciones comenzaron

a coexistir 389 ; pero es porque en �l se alude a lo com�n,


: art.

y no a lo excepcional de lo que en nuestro derecho puede implicar


compensaci�n facultativa), al paso que la compensaci�n legal se
cuenta a partir. del momento de la coexistencia de ambas deudas,
sin que nada en implique la circunstancia de que precise
contrario
� oponerla � o � alegarla �, pues ello tiene un sentido que puntua

lizar� en el n�mero 806 ; 2o que la compensaci�n reconvencional s�lo


puede surtir efecto desde la notificaci�n de la demanda, por raz�n
de que tambi�n depende de una manifestaci�n volitiva, que s�lo ha
existido para el reconvenido cuando le ha sido notificada (y sin
contar que faltar�a en l�quido de la compensaci�n legal) ;
el caso lo
3o que la excepci�n de compensaci�n admisible en juicio ejecutivo
(art. 448, inc. 8o, antes citado) se refiere a la compensaci�n legal
y no a la judicial, pues supone lo l�quido del cr�dito respectivo;
4o que, de consiguiente, la compensaci�n � judicial � concebible en
nuestro derecho es la que se alegue en juicio ordinario.
II. R�GIMEN DE NUESTRA COMPENSACI�N. A. REQUISITOS. �- �

1�. �

783. Su exposici�n. Los requisitos de la compensaci�n le


gal son cinco : 1� que las dos deudas sean fungibles ; 2o que, adem�s,
sean l�quidas ; 3o que, tambi�n, sean exigibles ; 4o que haya recipro

cidad por t�tulo propio en la doble situaci�n de acreedores y deudo


res ; 5o que, por �ltimo, se trate de deudas que, aun cuando re�nan

todos esos requisitos, no est�n exceptuadas de la compensaci�n. Es


lo que se dispone en los art�culos 818-9-20-2 con respecto a los cuatro
primeros requisitos, y en los art�culos 823 a 6 con relaci�n al �ltimo.
Verdad que esos cuatro primeros requisitos no impon�an tanta
abundancia legiferativa, en que se los repite innecesariamente, pues
todo pudo ser dicho con simplicidad en una disposici�n �nica, que
adem�s habr�a ofrecido la ventaja de resultar mucho m�s clara.
He aqu� los textos de los art�culos 819-20-2, respectivamente:
Para que se verifique la compensaci�n, es preciso que la cosa debida
por una de las partes (,) pueda ser dada en pago de lo que (le) es
debido por la otra; que ambas deudas sean subsistentes civilmente;
que sean l�qi�idas; ambas exigibles; de plazo vencido, y que si fuesen
condicionales se halle cumplida la condici�n. Para que la compen�

saci�n tenga lugar (se verifique), es preciso que ambets deudas con
sistan en cantidades de dinero, o en prestaciones de cosas fungibles
entre s�, de la misma especie y (de la misma) calidad, o en cosas in
ciertas no fungibles, s�lo determinadas por su especie, con tal que
la elecci�n pertenezca respectivamente a los dos deudores. Para que �

se verifique la compensaci�n (,) es necesario que los cr�ditos y las


COMPENSACI�N 553

deudas se hallen expeditos, sin que un tercero tenga adquiridos de


rechos (,) en virtud de los cuales pueda oponerse leg�timamente.
Pr esc�ndase de los defectos de puntuaci�n (particularmente en
el art. 819), y se observar�: 1� que la fungibilidad est� requerida
en los art�culos 819 y 20 ; 2o que la liquidez lo est� dos veces en el

art�culo 819 ; 3o que la exigibilidad lo est� cinco veces en ese mismo


art�culo: a) deudas exigibles; b) de plazo vencido; c) de condici�n
cumplida; d) deudas civilmente subsistentes; e) deudas que pue
dan ser dadas en pago), y otra vez en el art�culo 822; etc.
Por lo dem�s, casi todos esos requisitos son explicables ante el
�criterio adoptado: la compensaci�n extingue la obligaci�n �con
fuerza de pago� (art. 818), por donde viene a ser un pago lato
sensu. De ah� que no pueda ser compensada una obligaci�n que no

pueda ser pagada (cons. sobre los indicados requisitos, C�m. civ. Ia
en G. F., 27|I|917, y los fallos particulares que cito en el n� 788).

2o. �

784. Fungibilidad. Comencemos por la fungibilidad.


Se trata, evidentemente, de la fungibilidad mutua: el arroz es


una cosa fungible, lo mismo que el vino, pero el arroz y el vino

no son fungibles entre s�; en cambio lo es el precio de ladrillos su

ministrados, en relaci�n a la deuda de un pagar�, y puede ser ale


gado en compensaci�n (C�m. com. en J. T'., IVJ913, 237), pues los
dos cr�ditos consisten en dinero.
En cuanto al juego particularizado de este requisito, los prin
cipios generales bastar�n. Debo, por ejemplo, 100 $ a A, quien a
:su turno me debe 100 $ o un caballo : podr� compensar si la elecci�n

en la alternativa me corresponde (arg. del art. 821). Si debo 100 $


a A, quien me debe 100 $ con facultad de liberarse entreg�ndome

un caballo, la compensaci�n no es alegable por mi parte mientras

la prestaci�n no haya sido individualizada, por lo mismo que no


se sabe con cu�l de las
prestaciones el deudor va a pagar (ya me
nos que la fungibilidad exista con relaci�n a todas ellas). Por lo
dem�s, es bien entendido que para el mismo deudor no podr�a haber
all� compensaci�n legal, sino facultativa, aunque se quisiera refe
rirla a la prestaci�n principal: la circunstancia de que s�lo �sta se
encuentre in obligatione, no impide que, mientras la prestaci�n no

haya sido elegida, la obligaci�n siga siendo indeterminada (n� 397).


Bien pudo omitirse, entonces, la disposici�n del art�culo 825,
en cuanto en ella se
excluye la compensaci�n con respecto a las
obligaciones de hacer (en que naturalmente quedan incluidas las de
no
hacer). Los hechos son, por definici�n, lo mismo que cualquier
prestaci�n cierta, individuales y no fungibles.
Cabe contemplar a estos respectos la siguiente situaci�n: A,
554 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

locatario de B, ha dado a �ste el importe de dos o m�s per�odos de


alquileres en garant�a del arrendamiento, y luego deja de pagar
alguno de los per�odos; si B lo demanda, �puede B oponer en com
pensaci�n lo que A le adeuda como depositario de la fianza en efec
tivo que aqu�l le entregara ai comienzo?
Tal como est� puesta la pregunta, corresponde contestar que
,

no: A se crear�a as� un medio para dejar sin efecto la garant�a que

diera, y que por eso no es exigible, pues si luego deja de abonar


otros per�odos, B no tendr�a c�mo asegurarse o indemnizarse. El

importe dado en garant�a es una fianza, y no un pago de al


quileres, y s�lo es exigible al extinguirse el contrato.
Pero B podr�a oponer en compensaci�n, contra la demanda por
devoluci�n de la garant�a, lo que A le debiera por alquileres, pues
bien puede renunciar a su propio favor (ya que eso es de regla en
la compensaci�n facultativa, y ya que en el caso se tratar�a de una
compensaci�n as�). Con mayor raz�n podr�a hacerlo despu�s de
fenecido el contrato de arrendamiento, pues la garant�a ha cadu
cado, y con ello B resulta un deuelor com�n.
Tambi�n podr�a el mismo A invocar la compensaci�n en este
�ltimo supuesto, y por la misma raz�n.
Los fallos al respecto de nuestros tribunales parecen contradic

torios, porque se colocan en las distintas situaciones, que, como se


ha visto, no pueden ser resueltas -id�nticamente :
cons., por ejemplo,
C�m. civ. 2a G.
F., 4|V|917 y 23|X|917.
en

3o Liquidez. 785. Su concepto.


Pasemos a la liquidez.

Una deuda es l�quida cuanto su existencia es cierta y cuando


su monto est� determinado. As�, quien presta un servicio no es por
eso acreedor por deuda l�quida, aunque se lo haya reconocido, sino

cuando su precio haya sido fijado : si no lo ha sido previamente por


las mismas partes, debe ser determinado por arbitros (art. 1627),

por donde s�lo a partir de este momento lo ser�. Quien se cree con
derecho a una indemnizaci�n, tampoco es acreedor por deuda l�qui
da : desde luego debe justificar ese derecho, y despu�s tiene que
hacer fijar el monto de la indemnizaci�n.
De consiguiente, este requisito de la liquidez se liga, en su
primer aspecto, con el de la exigibilidad, y a �l hay que referirse,
para dejarle, en el segundo, lo que le es propio: lo determinado del
importe de la obligaci�n.
786. Su cr�tica. Hay que observar que no es de f�cil expli

caci�n su exigencia. Por il�quida que sea una deuda, no deja por
eso de ser una deuda. Y si la compensaci�n se opera de pleno

derecho, aun en Ja ignorancia de los interesados �por epi� no admi-


COMPENSACI�N 555

tirla malgrado no haya liquidez, si �sta puede reducirse a un asunta


secundario de pericia o de contabilidad? De otra suerte, se puede
llegar a situaciones abusivas. Debo a A 500 $ por una deuda l�quida,.
y soy acreedor del mismo por un servicio o por una indemnizaci�n

eme, hasta prima facie, pueden importar 5 o 50 mil pesos : la com


pensaci�n no se produce porque mi cr�dito es il�quido ; por donde yo
puedo verme obligado a pagar lo que adeudo, y tener que exponer
me a todo un juicio ulterior, en que puedo ir a pura p�rdida contra.

un deudor trapacero, para establecer su liquidez. De ah� que los-


citados c�digos alem�n y suizo, lo propio que el japon�s, no exijan
tal requisito.
Es que en nuestro derecho, como en su modelo franc�s (seguido
todav�a en el moderno c�digo brasile�o), se quiere hacer de la com
pensaci�n una simple forma del pago, cuando no es sino una ga
rant�a de pago,. mediante la retenci�n de lo que uno debe, y en raz�n
de que con ello se obliga a la contraparte a que acepte la situaci�n
as� creada, en cuya virtud reconozca que no tiene derecho de exigir
el pago de lo que se le adeuda, por lo mismo que ella tambi�n adeuda.
La compensaci�n es, entonces, m�s bien un contrapeso que evita todo
pago, antes que una extinci�n que supone un doble pago (cons. S�
lenles, Obligation, 60). Tal es la soluci�n que el c�digo ha con
sagrado expl�citamente en alg�n caso (art. 2223).
787. Su importancia pr�ctica. �

Es bueno, con todo, no exa


gerar entre nosotros la importancia del requisito. Quien tenga un
cr�dito il�quido contra su acreedor, no tiene m�s que hacerse de
mandar para poder oponer la compensaci�n judicial o reconvencio
nal, de que ya hice m�rito (art. 831). Lo �nico que en ello puede
perjudicarle es que tal compensaci�n existir� s�lo a partir de la.
notificaci�n ele la correspondiente demanda o reconvenci�n; de
suerte que si �sta ha sido practicada cuando su demandante se en
contraba ya fallido, s�lo podr� ser admitido en el pasivo del concurso-
por el. importe del respectivo dividendo y no por el del mismo
cr�dito (art. 828). Y si el acreedor por suma il�quida es demandado
ejecutivamente, no podr� alegar compensaci�n, por raz�n de lo
dispuesto en el citado art�culo 488, inciso 8o, del c�digo procesal,.
seg�n el cual el t�tulo del cr�dito que se quiera alegar en com
pensaci�n debe ser igualmente ejecutivo, esto es, que, adem�s de
corresponder a una obligaci�n l�quida, llene los requisitos del
art. 465 del mismo
c�digo- art. 475; S. C, 32, 325; 53, 263; etc.;
C�m. civ., 70, 318; 138', 341; en /. T'., 1910, 714; C�m. civ. Ia en
J. T.,
IX|913, 156; C�m. com., 19, 258; 93, 189; en G. F 28|IX|916;
.,

etc.; C�m. fed. en J. T., IYJ912, 43; etc.


.556 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

Ni aun con respecto a la estricta compensaci�n legal cabe


exagerar el requisito. Cuando la liquidez dependa de una simple
operaci�n aritm�tica o de un examen somero de libros o -papeles
s(en una rendici�n de cuentas, por ejemplo, o en un c�mputo de inte
reses), no puede decirse que el requisito no est� llenado. Es un
-asunto de circunstancias y de apreciaci�n. De otro modo se dar�a

pie a que se alegase hasta meros detalles de centavos para im


pugnar la liquidez. Y ni las leyes ni los tribunales existen para
favorecer la sutileza o la mala fe. De ah� la doctrina corriente en los
-autores Demolombe, XXVIII,
: 522 y
Huc, VIII,
ss. ; 154 ;
Baudry,
XIII, 1833; Giorgi, VIII, 22 (Lomonaco, II, 354, no es conclu

iente ni claro ; Ricci, VI, 311, repudia la soluci�n, por temor a lo


arbitrario). Y de ah� que la doctrina y la jurisprudencia se vayan
inclinando m�s y m�s en el sentido que propicio : cons. las vigoro
sas razones de Ascoli (en R. D. Civ., XI, 303 y ss.), a prop�sito del

fallo concordante de un tribunal italiano, y C�mara civil Ia en J.


A., II, 425.
Tan cierto es ello que el mismo c�digo consagra una soluci�n que
encuadra en tales principios: Cuando ambas deudas no son paga
deras en el mismo lugar, s�lo puede oponerse la compensaci�n abo
n�ndole) las costas del pago en el lugar en que deba verificarse.
Es cpie lo esencial no debe quedar perjudicado por lo accesorio.
4o Exigibilidad. 788. Principio.

La exigibilidad de la

�obligaci�n excluye los cr�ditos a plazo, condicionales y naturales,


que por definici�n no son exigibles.
Tambi�n quedan excluidos los cr�ditos embargados, de acuerdo
con lo dispuesto en el art�culo 822. Pero ello ser� as� en los temi
mos expuestos en el estudio del art�culo 736 (supra, nos 571 a 6), en

el cual se prohibe el pago de una deuda embargada. Se recordar�


que entonces sostuve que la indisponibilidad resultante era relativa
'{s�lo exist�a con relaci�n al embargante) y parcial (limitada al im
porte del embargo), y no absoluta ni total. Dada la asimilaci�n de
fondo que nuestro c�digo establece entre el pago y la compensaci�n,
considero que no hay por qu� variar las respectivas soluciones (cons.
sobre la liquidez y la exigibilidad, C�m. civ., 6, 164 ; 81, 150 ; 106,
254; 109, 50; 152, 230; 166, 160; 167, 117; 171, 144 y 153; C�m.
com., 2, 165; 51, 174; 68, 410; en G. F., 26|VIII|916, 26|V|917 y
-3JXJ917, C�m. civ. Ia en G. F'., 15|VII|917; etc.; sobre la obligaci�n
prescrita, C�m. com., 1, 366; sobre la obligaci�n condicional, C�m.
civ., 137, 397 ; sobre las deudas suspendidas por las moratorias del
-anterior derecho de quiebras, C�m. com., 43, 101 ; 44, 380 ; 46,
173; sobre los cr�ditos litigiosos, C�m. fed. en G. F'., 5|.V|917; etc.).
COMPENSACI�N 557

789. No la hay en la producida por quiebra. �

El t�pico m�s-
y dif�cil estos respectos es el de la exigibiliclad deter
importante a

minada por la quiebra de uno de los deudores.


El art�culo que contempla el asunto dispone como sigue: El
deudor o acreedor de un fallido s�lo podr� alegar compensaci�n en*
cuanto a las deudas que antes de la �poca legal de la falencia ya
exist�an (,) y eran exigibles y l�quidas; mas no en cuanto a las deu
das contra�das, o que se hicieren exigibles y liquid�is (,) despu�s de lar
evoca legal de la quiebra. El deudor del fallido (,) en este �ltimo

caso, debe pagar a la masa lo que deba, y entrar por su cr�dito en-
el concurso general (del fallido) (art. 828). Hay que advertir que el
art�culo 86 de la ley de quiebras mercantiles se reduce a repetir,.
con relaci�n a las falencias comerciales, el precepto que antecede,.

y que el art�culo 116 de esa misma ley se limita a aplicarlo a los


aclquirentes de las cosas vendidas en dichas falencias (cons. el caso-
resuelto por la C�m. com., 61, 154, la cual, en otro caso, 52, 212, ha
sentado, y con raz�n, que el cr�dito que se alegue en compensaci�n
debe haber sido verificado, por aplicaci�n de principios como los d�
los art�culos 54 y ss. de la actual ley de quiebras ; cons tambi�n C�m.
com. en G. F .,V|916, 4, y en J. A., I, 484 y 904; C�m. civ. Ia en�
J. A., I, 400 ; F. Mart�n y Herrera, La compensaci�n en caso de quie
bra, en Revista jur�dica, 1914, 137 y ss., 1915, 11 y ss. ; Vidari,.
VIH, 7596; Lyon-Caen y Renault, VIII, 216 a 8 ; Thaller, 1845-6
y 1984 a 7 ; Calamandrei, Del fallimento, I, 160-1 ; Thaller y Per-
cerou, II, 862 y ss. ; Bensa, Bonelli y otros, VI, 255 ; nota jurispru
dencial de G. Sacerdoti en R. D. Comm., III, 225).
Para ilustrar el principio, cabe suponer hip�tesis como las-
siguientes: A es acreedor de B por una obligaci�n exigible, como�
B lo es de A por otra an�loga ; o bien A es acreedor de B por una.

obligaci�n todav�a no exigible, y B lo es de A por otra obligaci�n


exigible o no. Sup�ngase que B se concursa. En el primer supuesto^
tal concurso no perjudica a A, pues la exigibilidad anterior de su
cr�dito ha hecho que la compensaci�n legal se produjera en los-
t�rminos comunes. En el segundo supuesto, la exigibilidad deter
minada por el concurso (art. 572 del C�digo civil; art. 81 ele la ley
de quiebras comerciales) no equivale a la exigibilidad producida
por el vencimiento del t�rmino, como se ha explicado m�s arriba
(nos 287-93), pues importa un simple descaecimiento, consagrado-
ai solo efecto ele la liquidaci�n forzosa y total que impone el estado
de falencia. Si, pues, el cr�dito de A se hace exigible por ese descae
cimiento, la compensaci�n no se produce : tendr� que pagar a la
masa (personificaci�n jur�dica del
concurso) lo que deba, y entrar
558 -EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

por sucr�dito, para participar en el dividendo que le corresponda


como a cualquier acreedor com�n.

790. Cr�tica de esa Esto parece injusto. La ga


soluci�n. �

rant�a ele pago que supone el contrapeso de dos deudas rec�procas,


y el derecho de retenci�n que en tal virtud corresponde a cada uno
de los mutuos deudores y acreedores, quedan defraudados ante una
soluci�n as� (supra, n� 786 ; a lo que cabe agregar Saleilles, Obli-
gation, 62, as� comoHuc, VIII, 156). Y en su virtud se puede llegar
.& extremos bien injustificables : puede ser cpie ninguna de las dos
deudas sea exigible en el momento en que se produce la falencia,
a pesar de lo cual A deber� pagar la totalidad de la suya y entrar
en el prorrateo por la del fallido ; o puede ocurrir que se trate de
deudas conexas (A es acreedor del fallido por el precio de un ser
vicio que le ha prestado o de una cosa que le ha vendido y entregado
antes que el concurso se produjera, al paso que su cr�dito ha resul
tado exigible por el aludido descaecimiento ; o bien es acreedor por
un pr�stamo hecho al fallido o por el pago que hizo de una deuda

de �ste, y a cuyo respecto la exigibilidad no se habr�a producido


sino en �poca posterior a la de la falencia), en cuya virtud se llega
a la inconsecuencia de que los acreedores cpie tengan derecho de
retenci�n (no se ha entregado la obra o la cosa) o alg�n privilegio
(como vendedor), pueden cubrirse perfectamente, al paso que
el
tienen cpie limitarse a lo pobre del dividendo otros acreedores que
se encuentran en igual situaci�n ele fondo y que no gozan de tales

derechos o favores. De ah� que las buenas leyes de quiebras, como


la alemana (art. 54) admitan la compensaci�n de las deudas a t�r
mino o condicionales (siempre que, claro est�, en este �ltimo caso
se cumpla la condici�n), aunque actualmente no sean exigibles sino

por efecto del mero descaecimiento.


Por lodem�s, este principio ele la no compensaci�n de las
deudas que sean exigibles por descaecimiento, tiene limitaciones, y
hasta excepciones, de varios �rdenes, como la de la cuenta co
rriente mercantil (art. 777, inc. 3o), o la ele la materia cambiar�a
(art. 645-6-72 del respectivo c�digo).
5o Reciprocidad de las calidades de deudor y acreedor. a). �

791. Obligaci�n solidaria. Pasemos al tercer requisito: la


reciprocidad por t�tulo propio de la doble calidad ele deudores y


�acreedores.
Ya se ha visto que los art�culos 707 y 830 constituyen una
excepci�n al respecto: el deudor solidario puede invocar la compen
saci�n por lo que el acreedor adeude a otro ele los codeudores; vice
versa, el deuelor puede alegarla contra uno de sus acreedores solida-
COMPENSACI�N 559

rios por lo que le adeude otro de estos acreedores. Ya me he expla


yado al respecto (supra, n06 505 y 517), por donde puedo no insistir'
Baste con advertir que no hay excepci�n en ello si se sostiene que
la compensaci�n es un medio no personal sino objetivo (como el
pago o la novaci�n), y que s�lo cabe admitirla dentro del criterio,
que me parece m�s adecuado, de que no es un pago y de que
se

resuelve, como la confusi�n y la remisi�n in personam, en una si


tuaci�n meramente subjetiva.
b). �

792. Fianza. �

El principio de la reciprocidad (consig


nado en el art.
818, recordar�)
como se tiene confirmaci�n y
am

pliaciones (o restricciones) en varios otros casos.


Desde luego, en el del art�culo 829 : El fiador, no s�lo puede com

pensar la obligaci�n que le nace de la fianza (,) con lo que el acree


dor le deba, sino que tambi�n puede invocar y probar lo que el .

acreedor deba al deudor principal (, para causar la compensaci�n


o el pago de la obligaci�n) Pero el deudor principal no puede in
.

vocar como compensable su obligaci�n (,) con la deuda del acreedor

al fiador.
Esto �ltimo es de toda obviedad, pues se limita a repetir el
principio.
En lo primero hay que distinguir, seg�n que el fiador alegue
contra el acreedor el cr�dito propio o el cr�dito del deudor principal.
Lo primero es ele derecho com�n: s�lo entra�a un efecto ajeno al
asunto, cual es el de la acci�n recursoria del fiador, que as� com

pensa con propio una deuda ajena, contra el deudor liberado (art.
lo
2029). Lo segundo no implica una derogaci�n del principio: el
fiador no alega la deuda del acreedor para con el deudor jure pro-
prio, sino en virtud del principio general del art�culo 1196, en
cuya virtud los acreedores pueden ejercer en su provecho los dere
chos del deudor, cosa que el c�digo repite (en este precepto y en los
fundamentales de los art. 2021-2) por raz�n del favor con que
mira a los fiadores.
No hay distinguir si el fiador es o no solidario, pues el
que
fiador solidario no deja por eso de ser fiador (art. 2004). Otra
cosa ocurre si el fiador se ha obligado como principal pagador, pues

entonces es un perfecto deudor solidario (art. 2005), caso en el cual


queda sujeto a los principios de los art�culos 707 y 830.
c) Cesi�n. 793. Cr�dito contra el cedente, posterior a la

cesi�n. En materia de cesi�n, el art�culo 826 precept�a que No


son compensables entre el deudor cedido o


delegado y el cesionario
o
delegatario, los cr�ditos contra el cedente o delegante que sean
posteriores a la cesi�n notificada o a la delegaci�n aceptada. Quiere
�560 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

decir cpie si A cede a B el cr�dito que tiene contra X, �ste (deudor


cedido, delegado) no puede oponer a B (cesionario, delegatario) la
compensaci�n del cr�dito que �l, X, tenga contra A (cedente, dele
gante) y que haya nacido (o se haya hecho exigible, pues tanto da)
despu�s que X ha sido notificado de la cesi�n o despu�s que la ha
aceptado. La soluci�n es forzosa, pues A y B son personas distintas,
por donde mal puede cargar B con la deuda de A.
794. Cr�dito anterior y-sin cesi�n consumada. Hay que ad

vertir, a prop�sito, que en los art�culos 1469-74 se contempla otras


hip�tesis, relativas a la compensaci�n posible por raz�n de cr�ditos
ya existentes, y exigibles, antes que la cesi�n quede perfecta o des
pu�s de ello.
Mientras la cesi�n no se ha perfeccionado (por la notificaci�n
de ella al deudor, cedido, o por la aceptaci�n de la misma por parte-
de �ste: art. 1459), el acreedor es el cedente, mejor dicho, la cesi�n
no existe para el deudor cedido : de ah� que �ste
pueda oponer al
cesionario (que para �l no es tal) no propiamente las excepciones
que podr�a oponer al cedente, su �nico acreedor, sino la defensa de
fondo de que ese cesionario no es jur�dicamente nadie para �l, y
carece as� de cualquier derecho a su respecto. Ello a' menos
que cua
dre ver en la acci�n del cesionario la notificaci�n exigida por la ley
(citado art. 1459), caso en el cual entonces procede la aplicaci�n
estricta del art�culo 1469 : antes de ese momento el deudor eed ido-
puede haber pagado al acreedor, o puede haber novado con �ste
la obligaci�n, o puede haber sido favorecido por el mismo con un
t�rmino para el pago o con una remisi�n parcial o total, etc., aunque
todo ello haya ocurrido despu�s de consumada la cesi�n entre el
cedente y el cesionario, y aun cuando haya habido as� mala fe de
parte del cedente (siempre que no la haya tenido el deudor cedido:
art. 1462) ; por donde el cesionario vendr�a a querer cobrar un
cr�dito no exigible o que ya no existe (infra, n� 1062).
795. Cr�dito anterior y con cesi�n consumada. Despu�s de �

consumada la cesi�n respecto del deudor cedido, �ste puede oponer


al cesionario las mismas excepciones epie ten�a contra el cedente,.
por raz�n de que el cesionario, como subrogado en los derechos del
cedente, es la misma persona jur�dica que �ste al respecto: si la
deuda era nula (por vicio en la forma del t�tulo, por incapacidad
del deudor, etc.), seguir� siendo nula; si estaba prescrita, conti
nuar� tal cual; etc. Todo sin perjuicio de que en la aceptaci�n
mediante la cual la cesi�n se haya perfeccionado, no quepa ver un
acto jur�dico cpie implique una confirmaci�n de la posible nulidad

(art. 1059 y ss.), o un reconocimiento epie interiumpa la prescrip-


COMPENSACI�N 5�1

ci�n en curso(art. 3989), o una renuncia de la prescripci�n cumpli


da (art. 868 y ss.y 3965), etc.
Pero en este caso se except�a la compensaci�n. De suerte cpie
el cr�dito eme el deuelor cedido pudiera tener contra el cedente, s�lo
existe respecto de �ste, y el cesionario no tiene por qu� cargar con
obligaciones ajenas. La soluci�n parece incongruente con el prin
cipio del art�culo 818 : si la compensaci�n se opera de pleno derecho,
por el solo ministerio de la ley, y aunque el interesado no co
nozca el hecho de la misma, el deudor no tiene por qu� formular

reservas al respecto cuando recibe la notificaci�n de la cesi�n o


cuando la acepta. La compensaci�n, as�, se ha producido, y la con
siguiente extinci�n del derecho del cedente se ha verificado � con la
fuerza de un pago � seg�n los t�rminos de este art�culo. Por tanto,
el cedente ha transmitido cr�dito que ya no exist�a.
un Y no se ve
c�mo el cesionario pueda invocarlo.
Se tiene aqu� un buen argumento en favor de la tesis de que
el c�digo no ha sancionado la compensaci�n legal, y de que la com
pensaci�n legislada en el c�digo no obra de pleno derecho sino por
v�a de alegaci�n (excepci�n, oposici�n, reconvenci�n, etc.).
Sin embargo, bien cabe admitir que el c�digo ha querido con
sagrar una excepci�n explicable con respecto a dicho principio. La
circunstancia ele que el deudor cedido nada diga ni reserve al ser
notificado de la cesi�n o al aceptarla, induce en su contra la renun
cia de la compensaci�n legal producida. Si ya es fuerte cosa el que
la compensaci�n se verifique ocultamente entre las partes, es m�s
fuerte que tal circunstancia pueda perjudicar a un tercero como es el
cesionario. El deudor cedido est� obligado a ser expl�cito, haciendo
constar la compensaci�n en dichos momentos, para poner en guardia
al cesionario, y para dar a �ste ocasi�n y tiempo de que recurra
contra el cedente. Su omisi�n debe perjudicarle a �l, deudor cedido,
que es imputable, y no al cesionario, que es inocente. De ah� que
la ley vea en su omisi�n la renuncia indicada, cosa que, por lo dem�s,.
es perfectamente
admisible, pues por muy legal que sea la compen
saci�n, no hay de por medio otra cosa que intereses privados en
juego.
d). �

796. T�tulos a la orden. El art�culo 827, seg�n el cual


Trat�tndose de t�tulos pagaderos a la orden, no podr� el deudor


compensar con el endosatario (,) lo que le debiesen los endosadores
precedentes, se explica porque en los documentos a la orden o al por
tador, el endoso o la transmisi�n no entra�an una cesi�n (art. 1438),
seg�n es corriente en estas materias, que son de derecho mercantil
(cons. Saleilles, Obligation, 272 y 280; Vidari, VII, 6576-7; Lyon-
Colmo, Oblig. �
T. I %&
562 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

Caen y Renault, IV, 111; Thaller, 1463; Sorani, I, 94; Vivante, III,
1123 y ss. y 1161 ; Navarrini, III, 1164
; Bensa, Bonelli y otros, III,
110 ; Gabba, Questioni, II, 153 y ss. ; Bolaffio, 279 y ss. ; G. Bonelli en
R. D. Comm., VI, 513 y ss. ; A. Arcangeli en R. D. Comm.', VIII, 173,
346 y 437 ; Segovia, II, n. 2104 ; Obarrio, II, 147 y 314 ; Malagarriga.
IV, 143; etc.).
De ah� lo dispuesto en el art�culo 324 del c�digo comercial
italiano, en el art�culo 796 del c�digo civil alem�n, en el art�culo 468
del c�digo suizo de las obligaciones, etc. Y ele ah� la regla de nuestro
art�culo 735 (c�digo comercial), seg�n la cual cada uno de los
obligados en un documento a la orden (sea letra, pagar�, vale, etc.:
art. 741) contrae una obligaci�n � distinta y personal �, y no cedida.
En tal sentido hay que entender lo dispuesto en los art�culos 624-

76, que de otra suerte ir�an contra todo buen principio. Y hay que
tener en cuenta que si en el endoso hay una transmisi�n (cosa que
se discute : para algunos, como Cosack, Droit commercial, II, � 48,

20, hay un simple mandato de pago ; o una pura delegaci�n, al


decir de Thaller), no por eso hay cesi�n: �sta supone la subrogaci�n,
la como investidura de la personalidad del transmitente en la del
adquirente, al paso que no toda transmisi�n (como la de las cosas
muebles) la incluye. En otros t�rminos, la transmisi�n es un g�nero
de que la cesi�n es una especie ; por donde si en toda cesi�n hay
transmisi�n, no en cualquier transmisi�n es dable encontrar una
cesi�n ni una subrogaci�n.
e). �

797. Sociedad. En materia de sociedad tenemos dispo


siciones expl�citas, aunque no del todo arm�nicas : los cr�ditos socia


les son sociales tan s�lo ; las deudas sociales son a la vez deudas de los
socios. Parece, as�, que del punto de vista activo la ley distingue
entre la personalidad de la sociedad y la de los socios ; y que en el
sentido pasivo confunde las de �stos con la ele aqu�lla (art. 1712-
3). De consiguiente, el socio que sea acreedor de una persona que
adeuda algo a la sociedad de que aqu�l es miembro, no puede oponer
a �ste la compensaci�n, pues la deuda del tercero para con la socie

dad es propia de �sta y no pertenece a socio alguno, ni a�n por la


parte que a �ste pueda corresponder en la sociedad (art. 1749), a
menos, claro est�, que ese tercero pretenda hacer efectivo su cr�dito
social sobre los bienes propios de dicho socio (C�m. com., 46, 321).
En cambio, si A es acreedor social y al propio tiempo deudor de uno
de los socios, puede oponer a �ste la compensaci�n (C�m. com.,
94, 181).
La verdad que el asunto dista ele tal sencillez. Ya me he expla
yado al respecto en mi trabajo Personalidad de las sociedades (pu-
compensaci�n 553

blicado en los Anales de la Facultad de


derecho, 1915, V, 2a parte,
74 y ss.). A �l me remito para los respectivos desenvolvimientos.
Aqu� me bastar� con decir : Io que un socio no responde inmediata
mente por una obligaci�n social, por lo mismo que la sociedad tier.e

patrimonio propio y es persona independiente y distinta (dentro ele


ciertos l�mites, entre los cuales se encuentra el terreno obligacional),
�seg�n resulta de los art�culos 1702-3-4-7-14 y ss., etc., que no
s�lo contraponen la sociedad y los socios, sino que tambi�n hablan
del dominio que la sociedad tiene sobre sus bienes, etc. (de ah� un
fallo de la C�m. civ. 2a, R. L. J'., IV, 1056, seg�n el cual un socio
que sea acreedor de la sociedad, y as� tercero, art. 1711, no puede
..alegar compensaci�n contra la sociedad) ; 2o que, por tanto, procede
tambi�n en materia civil la aplicaci�n del art�culo 443 del c�digo
mercantil, seg�n el cual los acreedores sociales est�n obligados a
�excutir los bienes sociales antes de dirigirse contra los de los socios ;
�3o que, as�, la responsabilidad de los socios es s�lo subsidiaria, en
cuanto los acreedores sociales no alcancen a cubrirse con el produ
cido de los bienes de la sociedad ; 4� y que, en tal virtud, los terceros
no pueden alegar compensaci�n contra un socio por lo que deban a

la sociedad, sino despu�s que hayan excutido los bienes sociales sin
>
llegar -a- cubrirse (cons. en contra, Lomonaco, II, 154).
/). 798. Concurso.

Algo parecido se tiene en materia de


-��

concurso. A debe 100 $ a B, que se concursa ; en el remate de los bie

nes del concurso A compra algo, y pretende compensar su deuda


�con el cr�dito que ten�a contra el concursado. No podr�a hacerlo. El
concursado y el concurso (la masa) son dos entidades distintas. Esa
masa est� compuesta por el conjunto de los acreedores del concur

sado, que gestionan en su inter�s la liquidaci�n de los bienes de


aqu�l (art. 116 de la ley de quiebras; Segovia, III, 4859).
g). 799. Matrimonio

Es m�s compleja la situaci�n en ma


teria matrimonial : A debe 100 $ a X mujer de Z, y es a la vez acree


dor de Z por 100 $ ; o bien A es acreedor de cualquiera de los c�nyu-
.ges, y es deudor de la sociedad conyugal de los mismos (o viceversa).
�Cabr�a la compensaci�n en tales casos? Evidentemente no, pues se
trata de personas distintas. Las obligaciones de la mujer (siempre
que no haya obrado, claro est�, como administradora ele la sociedad
conyugal: art. 1275, inc. 3o) son propias de ella, lo mismo que las
del marido, pues cada uno de ellos tiene, o puede tener, sus bienes
propios, que no s�lo pueden ser independientes entre s�, sino que
hasta lo son con relaci�n a los bienes de la sociedad conyugal (cpie
constituyen otro patrimonio aparte: art. 1263 y ss.). Ello sin per
juicio de lo que especialmente se dispone en los art�culos 1275, in-
564 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

ciso 3o, 7-81, etc., pues hay que distinguir, fuera de ese principio
b�sico, la doble situaci�n de que el marido queda personalmente-
obligaclo por sus gestiones como administrador de la sociedad con
yugal, y de que tambi�n lo obliga en igual forma la administraci�n.
de su mujer, as� como la de que el administrador de la sociedad
conyugal obliga a �sta.
h). 800. Honorarios judiciales.

He aqu� otra situaci�n: A


demanda a B, y obtiene contra �ste sentencia favorable y con costas;...


el abogado (o el procurador, o el perito, etc.) de A �puede alegar-
contra B, que lo ha demandado particularmente, lo que �ste adeuda.

por efecto de la condenaci�n en costas?


Las c�maras, civiles y comercial, han resuelto en ciento y un
casos cpie entre dicho abogado y B no hay v�nculo alguno por
raz�n de las costas ; que el abogado es un locador ele servicios de-
A, y no de B ; que, de consiguiente, es A quien le adeuda su hono
rario, y no B ; que si �ste debe las costas, es en favor de A, que es:
quien lo ha vencido (cons. C�m. civ., 190, 102; etc.).
Sup�ngase, tambi�n, que A (menor de edad, y representado
por su padre C), como vencedor judicial con costas contra B, eje
cuta a �ste por las costas ; � podr�a B alegar compensaci�n por k>

epie le debe el padre de A?


Evidentemente no. A y C son dos personas jur�dicas bien dis
tintas. Si C ha intervenido en el juicio de A contra B, lo ha hecho
no jure proprio, no como C, sino jure alieno, como representante

legal de A.
Es lo que se ha resuelto, si bien no en m�rito de las;
mejores razones, en alg�n caso : C�m. com. en J. A., II, 651.
B. Obligaciones no compensables. �

801. Ciertas deudas.


p�blicas. �

Cabe limitar a lo expuesto las


principales aplicaciones
del principio de la
reciprocidad por t�tulo propio ele la doble con
dici�n de acreedores y deudores, y pasar al �ltimo de los requisitos
de la compensaci�n legal: el de las deudas exceptuadas de tal com
pensaci�n, aunque re�nan todos los requisitos anteriores.
Figuran, desde luego, las deudas p�blicas, contempladas en
el art�culo 823 : Las deudas y cr�ditos entre particulares y el Estada
no son compensables en los casos siguientes : 1� si las deudas de los

particulares proviniesen de remates de cos�is del Estado, o de rentas


fiscedes, o si proviniesen de contribuciones directas o indirectas,' o-
(de alcance) de otros pagos que deban hacerse en las aduanas, como
derechos de almacenaje, dep�sito, etc.; 2� si las deudas y los cr�ditos
no fuesen del mismo departamento o ministerio; 3o en el caso en que

los cr�ditos de los particulares se hallen (hallasen) comprendidos en-


COMPENSACI�N 565

la consolidaci�n de los cr�ditos contra el Estado, que hubiese orde


nado la ley.
Hay en este precepto no poco del vampirismo fiscal de la tra
dici�n, epie el codificador, malgrado su esp�ritu inicial (nota al
art. 58), no ha logrado desarraigar. Son tan numerosas las excep
ciones consignadas con relaci�n a las deudas p�blicas que resulten
compensables, cpie de hecho son la regla, por donde el verdadero
principio es que las deudas p�blicas no son compensables (cons., a
prop�sito, R. Bonnard, De la compensation comme mode d'extinction
des cr�ances publiques, 1911).
Es verdad que las rentas p�blicas pueden ser indispensables,
con mejor t�tulo que lo indispensable de un derecho privado. Tam
bi�n es verdad que cuando el cr�dito privado y la deuda p�blica
:no corresponden a un mismo departamento (a una misma tesorer�a,

o caja, como se dice en el c�digo alem�n: art. 395), se dar�a pie a

complicaciones enojosas. Y no lo es menos que las deudas consoli


dadas, en que se hallen comprendidos los cr�ditos particulares,
obstan a cualquier compensaci�n, por lo mismo que la deuda conso
lidada es una deuda por definici�n no exigible (G. J�ze, Scisnce des
finances, 324 y 583 ; Schoenberg, Sci�nza delle finanze, trad. de L.
Ensebio, III, 26)". As� y todo, es dif�cil comprender la amplitud de
las excepciones, en cuya virtud no es dable compensar casi ninguna
deuda p�blica, para llegarse a resultados un poco peque�os : el Es
tado cobra su cr�dito, y ma�ana estar� obligado a devolverlo por
raz�n de la ejecuci�n seguida en su contra. Lo �nico que en esto
hay de bueno es que el particular no puede abrigar temor por la
insolvencia o la trapacer�a del Estado. Por lo menos, tal debe ser
la presunci�n. . .

Con todo, es conveniente limitar la excepci�n a lo estricto. En


el concepto de � Estado � no se podr�a comprender sino a la Naci�n.
A lo sumo si cabe incluir en �l a las provincias, si se quiere insistir
-en que la Rep�blica Argentina es una federaci�n o una confedera

ci�n. De consiguiente, ni las municipalidades ni ninguna otra per


sona jur�dica, por p�blica que sea, entran en la excepci�n, a menos

que, evidentemente, otra cosa se disponga en las leyes respectivas.


802. Obligaci�n del despojante. �

El art�culo 824 contiene


otras excepciones: No es compensable la obligaci�n de pagar da�os
e intereses
por no poderse restituir la cosa de que el propietario o
poseedor leg�timo hubiese sido despojado, ni la de devolver un dep�
sito irregular. En el primer supuesto se contempla el caso de que
�alguien ha despojado a otro de la cosa que �ste pose�a, y que,
�despu�s de haberla destruido, consumido, enajenado, etc., y obligado
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
566

como viene aquedar as� a pagar la correspondiente indemnizaci�n:


(art. 579-85), pretende compensar ese importe de la indemnizaci�n
con lo que el despojado le adeude a su turno. En el segundo se
mira el del depositario, que pretende compensar lo que debe res
tituir con lo que el depositante le adeude.
Ambas son explicables. El despojante tiene una obligaci�n
primordial: restituir lo despojado (spoliatus ante omnia restituen-
dus!). Y mal puede derivar derechos de un acto il�cito, y hasta,
plenamente delictual, como es el de su despojo (art. 1077 y sus-
concorclantes, entre los cuales no sobran varias normas romanas,,
particularmente las del t�tulo � de cliversis regulis juris � del libro-
L del Digesto, como aquella de que nemo ex suo delicto meliorent-
suam conditionem facer� potest). Por lo dem�s, ser� bueno distin
guir en cada caso si el � despojado � es realmente tal, esto es, si
es poseedor leg�timo, como dice la ley, y si el � despojante � no se

ha limitado a hacer uso de la justicia privada que le corresponde


(art 2470).

803. Dep�sito irregular. La obligaci�n de restituir un dep�


sito irregular es menos justificable. Lo depositado pasa a ser de


propiedad del depositario, que no est� obligado a devolverlo in na
tura sino en especie o g�nero (art. 2220). De ah� que resulte un
deudor com�n, exactamente como si se hubiera obligado (por venta,
o lo que fuere) a entregar una cantidad de cosas gen�ricas. Pero-
eso es lo externo. En el dep�sito hay un acto de pura confianza...

que la ley quiere hacer respetar por sobre todo. El depositario, as�,.
debe � restituir � un dep�sito, mucho m�s que � pagar � una canti
dad debida. S�lo cabe la natural excepci�n de que su acreedor sea
deudor por igual concepto, vale decir, como depositario a su turno*-

por una cantidad fungible como la que se le debe (art. 2223), pues
entonces el motivo legal de la confianza que el c�digo quiere hacer-

respetar desaparece, por lo mismo que existe de ambos lados y se


compensa (arg. del art. 510). Pero en este caso la compensaci�n
se opera por v�a de una mutua retenci�n, como se dispone en este-

art�culo, con lo cual se acredita la tesis sostenida m�s arriba (n� 786),
de que la compensaci�n es, antes que un pago mutuo, un no pago*

rec�proco, determinado por la retenci�n de lo que cada obligado-


adeuda,
804. Alimentos. �

En el art�culo 825 se contiene otra excep


ci�n: No soncompensables las deudas de alimentos, ni las obliga
ciones de ejecutar alg�n hecho.
Podemos prescindir ele la obligaci�n de hacer, (pie no es una
excepci�n, seg�n ya he advertido (n� 784), por lo mismo que un
compensaci�n
567

hecho, lo propio que cualcpiier prestaci�n cierta, es individual e

infungible.
Lo incompensable ele la deuda de alimentos responde a lo indis

pensable de �sta (art, 374). Primum vivere! Ser�a extraordinario


que quien deba- prestarme alimentos me saliera con que compensa
'esa obligaci�n con la que yo le debo por un servicio prestado o por
una adquisici�n cualquiera, y me dejara as� morir de hambre. Por
lo dem�s, el art�culo 372, que no hace m�s epie repetir una ley del
Digesto (la 43 del libro L, t�t. 16), determina el concepto de los
alimentos.
Pero creo que corresponde limitar el precepto a los alimentos
actuales o futuros, por lo mismo que son los �nicos que revisten
aquel car�cter de necesidad. alguien me debe alimentos
Si, pues,
vencidos, que por cualquier raz�n no me ha pagado (acaso porque
yo mismo no he sido diligente para cobrarlos), tal circunstancia
desaparece, y la obligaci�n consiguiente entra en el g�nero de una
obligaci�n ordinaria y sale del campo de las exceptuadas. S� que
hay autoridades que sostienen lo contrario (Crome, Teorie fonda-
mentali, 372, n. 93). Pero la ratio legis (Digesto, I, 3o, 20) me
parece decisiva. Adem�s, tenemos en tal sentido el precepto an�
logo del art�culo 1453, que s�lo prohibe la cesi�n de los alimentos
futuros.
805. Salarios obreros, pensiones, etc. Es de derecho contem

por�neo la excepci�n relativa a los sueldos (obreros, administrativos,


etc.), que entre nosotros se ha conglobado en la ley 9511, de octubre
2 de 1914, en cuya virtud los salarios inferiores a 100 $ resultan
totalmente inembargables (por simple presunci�n son de car�cter
alimentario en su plenitud), y lo son en proporciones que van desde
el 5 por ciento hasta el 25 por ciento, seg�n que pasen de $ 101, 151,

201, 301 y 500. Lo propio se tiene en varias otras leyes (de pensiones
militares, de pensiones y jubilaciones civiles, de accidentes del tra
bajo, del hogar, etc.) que he citado en los n�meros 53 y 728.
Pero falta al respecto lo expl�cito en materia de compensaci�n.
Aunque se excluye el embargo, la enajenaci�n y la afectaci�n a
terceros �por derecho alguno� (art, Io de la ley citada), es dif�cil
ver en ello la
excepci�n relativa a la compensaci�n, si se quiere
insistir en criterios hermen�uticos cerrados o literales. Con una

dosis bien simple de buen sentido, e interpret�ndose la ley por


sus
prop�sitos de fondo, cabe hacer entrar en lo de � afectaci�n �
la compensaci�n, para concluirse que esos salarios (pensiones, ju
bilaciones, etc.) son incompensables en la misma medida en que
son
inembargables e incesibles.
568 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

Quiero agregar, a
simple curiosidad hist�rica, que
t�tulo de
nuestro derecho colonial (Leyes de Indias, IX, 8o, 22) prohib�a la
compensaci�n y cualquier � rescuentro � en las deudas de aver�as.
C. Efectos. �
Io Obra de pleno derecho. �
806. Principio
civil. �

Es tiempo ya de terminar con la compensaci�n, pasando al


estudio de sus efectos.
El efecto de fondo ha quedado indicado la
compensaci�n legal
:

obra de pleno derecho, y aunque las partes ignoren el hecho respec


tivo (n� 781).
Adem�s, por lo que � obra con fuerza de pago � (art. 818, inc.
2o), extingue la obligaci�n, lo propio que un pago, con todos sus
accesorios (intereses, garant�as, etc.).
Es verdad que algunos art�culos del mismo c�digo inducir�an
una soluci�n contraria : el art�culo 821 habla de � oponer � la com

pensaci�n, lo mismo que el art�culo 831, como otros art�culos (828-9)


hablan de � invocarla �, etc. Lo que es m�s, el asunto
alegarla �, �

se complica ante lo dispuesto en la ley procesal para la Capital y

los territorios (art. 488, inc. 8o) : la compensaci�n figura entre las
excepciones aducibles en el juicio ejecutivo (no as� en la ejecuci�n
de sentencias: art. 539; si bien no han faltado decisiones jurispru '

denciales que hayan llegado a admitirla aun en este supuesto, como


puede verse en los fallos que cito m�s adelante, n� 808).
Cabe contestar: Io que el principio de fondo del c�digo, por
malo que sea, es el del inciso final del art�culo 818, y que, por lo
mismo, con arreglo a su contenido orientador deben ser entendidos
los que legislan situaciones particulares.; 2o que casi todos esos
art�culos (821-9-30-1, 1474) se refieren a compensaciones excepcio
nales, que no corresponden plenamente a la legal, seg�n se ha visto
en el curso de su estudio ; 3o que hay otros preceptos en que dicho

principio se repite, como son los de los art�culos 819-20-2, etc. ; 4o


que, en todo caso, lo que se opone no es el derecho sino el hecho de
la compensaci�n, como lo acredita la circunstancia de que el mismo
pago deba ser alegado, pues el deudor que pretende eximirse del
cumplimiento de una obligaci�n debe acreditar el hecho de su libe
raci�n, sea �l cual fuere (cons. Baudry, XIII, 1804, in fine, y lo que
dir� en el n� 808).
807. Limitaci�n procesal. Por lo dem�s, esto nada induce

acerca de lo que puedan resolver las legislaciones procesales, en lo

que toca a la excepci�n de compensaci�n y al momento de alegarla.


Puede la compensaci�n obrar ipso jure, podr�n no disponer
nada en contrario dichas legislaciones de forma, y sin embarg�les
bien posible que la forma y �poca de alegar el hecho de la compen-
COMPENSACI�N 569

saci�n (como el del pago, en su caso) est�n sujetas a disposiciones


particulares. Ya dir�, en los n�meros cpie van a subseguir, lo que
se ha consagrado en la capital- federal, por la respectiva ley de

procedimientos y por la jurisprudencia, sobre tales circunstancias.


Aqu� deseo apuntar tan s�lo que, como advert� a prop�sito de con
signaci�n (n� 638), nos hallamos en el terreno como ambiguo del
derecho civil y del derecho procesal, por donde es perfectamente
�concebible que los principios del primero afecten formas distintas
en el segundo.

Tan posible es ello que el mismo C�digo civil ha modificado su

principio de fondo : malgrado obre de pleno derecho la compen


saci�n, no es ella alegable por el deudor cedido contra el cesionario,
si no ha expresado reservas adecuadas al consumarse la cesi�n (art.
1474), pues ha visto en tal omisi�n algo como una renuncia a la
compensaci�n antes producida. Lo mismo podr�an ver las leyes
procesales en otras circunstancias an�logas, como parece verla la
que rige en la Capital cuando se trate de ejecutar una sentencia.
808. La compensaci�n legal en el derecho moderno. �

En la
legislaci�n contempor�nea se ha abandonado la compensaci�n legal,
como puede verse en los c�digos alem�n y suizo (art, 388 y 120, res

pectivamente), aunque el c�digo brasile�o constituya una excepci�n


inexplicable (art. 1009). En esos c�digos la compensaci�n es volun
taria, en el sentido de que no se produce mientras no se la invoque,
mediante declaraci�n dirigida a la parte contra la cual se quiere
oponerla: es, para emplear una expresi�n corriente, un medio extin
tivo que, al igual del pacto comisorio en materia de compraventa
(art. 1375, inc. 3o), o del pacto comisorio en derecho comercial (art.
216), o de la prescripci�n (art. 3964), no obra de pleno derecho, sino
por manifestaci�n de voluntad del interesado.
Se comprende lo superior de esta soluci�n. Esa compensaci�n
legal que puede obrar ocultamente, contra la posible intenci�n de
los interesados, responde a exigencias atendibles. Por lo dem�s,
no

el sistema de la compensaci�n legal arranca de una p�sima interpre


taci�n de textos romanos, que hablaban de que la compensaci�n obra
ba �ipso jure�. En ellos se ha inspirado Pothier (Obligations, n�
635), para afirmar literalmente lo propio, sin distinguir el sentido
de tales expresiones. Como dice Windscheid (II, 349, n.- 10), todo
lo m�s que en ellas cabe ver es que la compensaci�n se verifica ipso
jure, y no que la extinci�n se produce ipso jure. En otros t�rminos,
la compensaci�n (alegada, opuesta, declarada) tiene la misma virtud
que el pago : como �ste, extingue la obligaci�n, sin necesidad alguna
de que se la sancione o consagre judicialmente. Es una excepci�n,
'

EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES


570

como puede serlo la del pago, en cuya virtud el demandado para


el cumplimiento de una obligaci�n, puede oponer la compensaci�n
en que quiere ampararse, con lo cual no hace m�s
que invocar el
derecho que le asiste por efecto del hecho de la compensaci�n (cons.
Dernburg, II, 62, III; Windscheid, loe. cit.; Giorgi, VIII, 37;
Lomonaco, II, 157 ; Beudant, 870 ; Baudry, XIII, 1804 ; Crescen
zio y Ferrini, 484, p. 812 y ss. ; etc., algunos de los cuales, Windscheid
sobre todo, explican los diversos sistemas ideados al respecto).
Con ello y todo, nuestro c�digo parece no dejar lugar a eluda. Y
as� se ha pronunciado nuestra jurisprudencia m�s de una vez en
los pocos casos en cpie se ha discutido el asunto: S. C. B. A., 3, 321;

7, 13; C�m. civ. en el Bolet�n judicial, n� 3792.


Produci�ndose, pues, de pleno derecho, no requiere alegaci�n
alguna en cuanto derecho, pues no depende de ninguna manifesta
ci�n de voluntad, sino en cuanto hecho : as� como ser�a condenado a
pagar el demandado que no alegase el hecho del pago que hubiera
realizado con anterioridad, tambi�n lo ser�a el demandado que no
invocase la compensaci�n. De consiguiente, mientras no haya sen
tencia definitiva, el demandado podr� alegarla, siempre que la haya
hecho valer al contestar la demanda (sin que al efecto sea menester
la expresi�n formularia o sacramental de � compensaci�n �, seg�n
es de regla en cualquier manifestaci�n de voluntad, que hasta puede

ser t�cita: art. 915; C�m. civ., en el Bolet�n judicial, n� 3792; v. n�

780) y la haya justificado en el curso de la prueba. De otra suerte,


se entender�, como en el supuesto del art�culo 1474, que ha renun

ciado a ella (as� se ha resuelto cpie no cabe oponerla en la estaci�n


del alegato: C�m. com., 1, 284).
2�.

809. La compensaci�n en ejecuciones judiciales. �

Se
recordar�, a prop�sito, que en juicio ejecutivo es admisible en las
condiciones del art�culo 488, inciso 8o, del C�digo de procedimientos
para la Capital y los territorios (supra, n� 782).
Tambi�n se tendr� presente que en el juicio de apremio, o de
ejecuci�n de sentencias, no es aducible : art�culo 539 del mismo c�di
go, que no la incluye entre las excepciones correspondientes. Es lo
que, por lo dem�s, ha resuelto nuestra m�s constante jurisprudencia :
S. C, 32, 354; C�m. civ., 66, 171 ; 76, 13; 98, 294; 138, 101; 178, 273;
193, 266; 195, 175; C�m. civ. 2a en J. A., II, 904; C�m. com., 90,
217, en G. F 10|II|917 y 22|IV|917, y en ,/. A., III, 443.
.,

Ello sin perjuicio de que se haya fallado lo contrario en otros


casos, particularmente en punto a ejecuci�n por honorarios o costas
judiciales, cuyo auto de estimaci�n o regulaci�n se ha epierido equi
parar a toda una sentencia : C�m. civ., 192, 345 ; C�m. civ. 2a en
COMPENSACI�N 5JT_

la C�mara de comercio, despu�s de haber resuelto


G. F., 30|XI|917;
que alegable (G. F'., 9�VI�917 y 18|VIII|917) ha sentado que lo
no es

es (J. A., II, 492), por raz�n de que, seg�n ella, la compensaci�n

equivale al pago, y puede ser opuesta como pago. Lo propio ha re


suelto, m�s recientemente, la C�mara civil Ia (J. A., III, 33).
En materia federal, donde realmente existe el juicio de apre

mio, tampoco parece procedente, pues no la menciona el art�culo


315 de la ley respectiva. Ello no ha obstado a que se la haya admi
tido por alg�n.tribunal : C�m. fed. Paran� en J. T 1910, 344. .,

Considero perfectamente admisible la soluci�n corriente en


materia de ejecuci�n de sentencia ejecutiva u ordinaria : quien no
ha opuesto la compensaci�n al ser citado de remate o al contestar
la demanda, debe ser mirado como que la ha renunciado.
Pero es inaceptable la soluci�n de que no pueda opon�rsela.
en la ejecuci�n de un auto de regulaci�n. El deudor no ha tenido

oportunidad alguna de alegarla, como la han tenido los deudores


en las ejecuciones comunes o en las demandas ordinarias : mal se le

puede privar, entonces, de una defensa que jam�s ha renunciado.


3".
,
809 \ Algunas observaciones complementarias.

Por lo �

dem�s, observo : Io cpie la compensaci�n s�lo tiene � fuerza � de pago


en cuanto a sus efectos (art. 818, inc. 2o), sin que sea un pago, como

lo acredita la doble circunstancia de que el c�digo la legisle en

cap�tulo distinto de el del pago, y de que el C�digo de procedimientos


especifique en su art�culo 488 las dos formas, pago y compensaci�n,
por separado ; 2o que una sentencia y un auto de regulaci�n no son
tradicional ni t�cnicamente cosas sin�nimas, bien al contrario, pues
toda sentencia (ordinaria o ejecutiva, interlocutoria o definitiva)
resuelve una contienda, al paso que el auto de regulaci�n s�lo se
limita, sin resolver ning�n punto jur�dico, a fijar cuantitativamente
una mera situaci�n ele hecho (cons. Merlin, VIII, v� Jugement, I;

Dalloz, misma palabra, R�pertoire, XIX, 7 a 9, Suppl�ment, IXr


7 y ss. ; Manresa y Reus, I, 89 y ss. ; S. de la Colina, II, 736 ; Gar-

sonnet, III, 1042 y ss., Mortara, I, 65 y ss. ;- Chiovenda, 800 y ss. ; A.


Rocco, La sentenza civile, 61 y ss. ; etc.).
No creo necesario insistir acerca de estos otros puntos en mate
ria de efectos de la compensaci�n : Io que los jueces no pueden
declararla de oficio (C�m. civ. 2a en R. L. J'., I, 388) ; 2o que no
habr� compensaci�n si no se la prueba por cpiien la alegue (C�m.
com. en G. F., 10 VIII
[ 1 916).
El primero es de derecho com�n. Los jueces se pronuncian
sobre lo alegado o pedido, y no tienen por qu� suplir los hechos (no
el derecho) silenciados u omitidos por las partes. Es ello tan fuerte
.572 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

>que la misma prescripci�n, malgrado responder a factores ele orden


p�blico, no puede ser suplida de oficio por los jueces (art. 3964).
El segundo es tambi�n ele derecho ordinario desde el mismo
�derecho romano : quien afirma una circunstancia o hecho, tiene que
suministrar la prueba respectiva (Bonnier, I, 36; Ricci, I, 30;

Lessona, I, 101; Chiovenda, 779).


D. �

81 0. La compensaci�n y el derecho de retenci�n. Hay


que insistir un momento de las afinidades entre la compen


acerca

saci�n y la retenci�n, que tan de relieve han puesto los autores


-( Guillouard, Nantissement, 320-1; Huc, VII, 169; Baudry,
XXII, 220; etc.), particularmente los alemanes (Saleilles, Obli-
gation, 60 y ss.), aunque no con unanimidad, seg�n puede verse
-en Windscheid (II, 351, n. 6; cons. Crome, Teorie fondamentali,
27, n. 3).
El derecho de retenci�n se resuelve en la potestad de no en

tregar una cosa ajena, mientras no se pague al respectivo tenedor lo


que se le debe por raz�n de la misma cosa (art. 3939). Es, as�, una
.garant�a de pago. -

Lo propio, en el fondo, se tiene en materia de compensaci�n:


se retiene lo debido, no tanto para obtener el pago del cr�dito opuesto

(seg�n acontece en la retenci�n), como para realizarlo o darlo por


realizado, o, si se prefiere, para no realizar, con derecho, el propio
pago. Hay, pues, una retenci�n en toda compensaci�n. Pero
tambi�n hay algo m�s. Desde luego, tal retenci�n no responde a
los mismos objetivos que consulta la retenci�n ordinaria : en �sta
-se quiere obtener un pago efectivo, hecho el cual se debe devol

ver lo retenido ; en aqu�lla no se quiere pago efectivo alguno, ca

balmente para no tener que entregar lo debido. Adem�s, la reten


ci�n supone deudas conexas, que no son forzosas, ni siquiera comu

nes, en la compensaci�n. Finalmente, entre nosotros el problema


es menos intenso que en derecho germ�nico, porque en �ste la com

pensaci�n obra por v�a de declaraci�n (de � excepci�n�, dicen algu


nos: Dernburg, II, 64; Windscheid, II, 349, n� 2), lo mismo que la re

tenci�n; al paso que entre nosotros la compensaci�n se produce de


pleno derecho, a diferencia de la retenci�n, por donde s�lo puede
-admitirse todo ello con relaci�n a la compensaci�n voluntaria, como
�es la del c�digo alem�n.
TRANSACCI�N
573:

CAP�TULO IV

TRANSACCI�N

I. Prenociones. �

81 1 . Su cr�tica de conjunto en el c�digo. �

En esta materia de la transacci�n nos encontramos con uno de Ios-


defectos de fondo del c�digo, que he hecho resaltar en mi T�cnica

legislativa (140). Es el de la ausencia en el codificador de plan


org�nico y de idea de conjunto sobre el c�digo, lo que le ha condu
cido a repeticiones bien acentuadas, de las cuales es un simple
modelo la que aqu� se contiene. Nada menos que treinta art�culos des
tina el legislador a la transacci�n, duplicando la cantidad de pre
ceptos de sus modelos constantes c�digo franc�s se le consagra.
(en el
quince art�culos; en Freitas, diez y siete), y haciendo como un mo
numento jur�dico ele algo que entra en los principios generales,.
como se ver� dentro de poco y seg�n resulta de las circunstancias de

que en el c�digo alem�n se le dedique un solo precepto (art, 779) y


de que el c�digo suizo ele las obligaciones la ignore como entidad

espec�fica.
El codificador, siguiendo com�nmente a Aubry y Rau, ha viste
en ella todo un contrato, y le ha impreso el consiguiente car�cter h

inicial. Como todav�a no ten�a contemplada la materia de los con


tratos, ha cre�do indispensable precisar reglas sobre capacidad,
objeto, etc., cpie luego ha repetido casi en totalidad al legislar sobre i-
contratos en general. Y es evidente su error. La transacci�n, com�
la novaci�n y como el pago, es un acto jur�dico, es una convenci�n

liberatoria, no un contrato, pues extingue obligaciones, en vez de


hacerlas contraer (que es, hasta en la palabra, lo propio de un con
trato), y no guarda diferencia alguna de fondo con relaci�n a la
novaci�n o a la renuncia.
De ah�, entonces, que haya c�mo ser breve
an�lisis, pues;
en su

bastar� con insistir sobre lo caracter�stico (cons. Domat, I, 123 y


ss., que la estudia como � manera de terminar o prevenir los jui
cios'�; Pothier, Vente, 646-7; Troplong, Cautionnement et transac
tions; Guillouard, Cautionnement et transactions ; Huc, XII, 273 y
ss. ;
Bauclry, XXI, 1199 y ss. ; Zachariae-Crome, II, 398 y ss. ; Ricci,
IX, 107 y ss. ; A^alvercle, III, 574 y ss. ; Bevilaqua, Obrigag�es, 173 y
ss., y C�digo civil commentado, IV, 179 y ss. ; Oum� Kendjiro, De
la transaction en droit frangais compeir� avec le code civil ital�en et
le pro jet du Code civil
japonais, 1889).
574 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

812. Concepto y car�cter de fondo. �

La transacci�n es un

acto jur�dico bilateral, por el cual las partes, haci�ndose concesiones


rec�procas, extinguen obligaciones litigiosas o dudosas, seg�n reza

el art�culo 832.
Cabe apuntar, desde luego, que la transacci�n es un medio
extintivo de cualquier relaci�n jur�dica : se puede transigir sobre
derechos creditorios, sobre derechos reales y sobre derechos
como

hereditarios (art. 844-6 y, sobre todo, 849). De ah� que no est�


bien ubicada aqu� entre el derecho ele las obligaciones. Y de ah�

que hubiera correspondido legislarla entre los actos jur�dicos en


general. Tambi�n cuadra observar que se la mira en sentido estricto,
como medio extintivo particular ele cualquier derecho, y lejos ele

la acepci�n com�n que la equipara a un negocio (contrato o con


venci�n de cualquier orden, en cuya virtud se habla de transacciones
mercantiles, financieras, etc.).
813. Requisitos. Supone dos requisitos propios: Io que re

caiga sobre derechos litigiosos o dudosos ; 2o cpie entra�e concesiones


rec�procas.
Si los derechos a que se refiere no son litigiosos o dudosos,
habr� reconocimiento o renuncia, seg�n que se desista de las pre
tensiones propias o que se admita las contrarias (S. C, 53, 75).
Si no hay concesiones rec�procas, entonces el acto deja de ser
bilateral y se convierte en unilateral y gratuito : as�, no existe
transacci�n en el convenio en que se reconoce un cr�dito y se deter
mina el modo de su cobro (S. C, 30, 532).
� Qu� importancia tendr�a el que dejase de entra�ar uno cual
quiera de tales requisitos? La verdad que no ser�a muy grande.
Desde luego, toda transacci�n contiene un reconocimiento (art.
836), bien parecido a una renuncia (art, 840-50-4-6, etc.). Fuera de
ello, no quedar�a sino lo relativo a lo bilateral y oneroso de la tran
sacci�n, que se resuelve en la importancia general que entra�a cual
quier acto bilateral (cons. Demolombe, XXIV, 24; Huc, VII, 4, y
XII, 276 a- 8; Baudry, XI, 16; Planiol, II, 953; Giorgi, IV, 204 y
ss. y 209 y ss. ; Lomonaco, I, 8 ; C�m. civ. Ia en J. T
X|913, 114). .,

II. Caracteres. �

A. �

814. Generales. �

En cuanto a sus

caracteres generales, es una convenci�n sinalagm�tica, o bilateral,


onerosa (por eso mismo) y consensual, pues no est� sujeta a otras
formas que las ordinarias. Los art�culos 832-3 y 7 autorizan tales
conclusiones. Ya se ha visto el texto del primero de ellos. He aqu�
el de los dos restantes aplicables a las transacciones t�elas las
: Son
disposiciones sobre los contratos (,) respecto a la capacidad de con
tratar, al objeto, modo, forma, prueba y nulidad de los contratos,
transacci�n
575

con las excepciones y modificaciones contenidas en este t�tulo. �

Lm
validez de las transacciones est�
sujeta a la observancia de for
no

malidades extr�nsecas; pero las pruebas de ellas est�n subordinadas


a las disposiciones sobre las pruebas de los contratos. Ya se ver�,
a prop�sito, c�mo muchas disposiciones cpie van a seguir habr�an

sido in�tiles, pues est�n repetidas en el t�tulo de los contratos en


general (aparte de que lo es el mismo art�culo 833, ante los art�culos
944 y ss., cabalmente porque la transacci�n es un acto jur�dico antes
que un contrato). Y obs�rvese la repetici�n que se contiene en el
art�culo 837 respecto del art�culo 833.
B. Espec�ficos. 81 5. Si es indivisible.

Sus caracteres es

pec�ficos est�n indicados en preceptos bien dislocados.


Es, desde
luego, indivisible: Las diferentes cl�usulas de una
transacci�n son indivisibles, y cualquiera de ellas que fuese nula,
�o que se anidase, deja sin efecto todo el acto de la transacci�n
(art.
834; C�m. civ., 113, 405). De ah� la consecuencia del art�culo 847:
la transacci�n que verse a la sobre el estado de la persona (pro
vez

hibida en el art.
845) y sobre intereses pecuniarios subordinados a
ese estado (permitida por el art. 846), es nula en el tocio, por lo
mismo que lo es en parte.
Cabe advertir que este car�cter no es propiamente espec�fico,
pues cualquier contrato o convenci�n se halla en igual caso. V�ase
en confirmaci�n de ello lo que se dispone en los art�culos 923 y ss.
a prop�sito del error (sobre el acto mismo, sobre la prestaci�n, sobre
la calidad de �sta, sobre las modalidades
obligatorias, etc.), y en
los art�culos 1037 y ss. (en materia ele nulidad, particularmente en
�el art. 1039), as� como en muchos otros (1153-76, 1331, etc., respecto
de consentimiento y objeto contractuales y de cosa vendida; 2125-
77, etc., a prop�sito de evicci�n y de redhibici�n parciales) : en todos
esos supuestos se considera a los
respectivos actos jur�dicos como
indivisibles, por lo mismo que lo parcial del asunto juega org�nica
mente con todo el resto, por donde el obligado no se habr�a vincu
lado sin esa circunstancia de la nulidad, el objeto, la evicci�n, etc.
De ah� que la transacci�n no tenga por qu� diferir. Cuando se
trate de una cl�usula
importante, dir� as� (y ello es asunto de
circunstancias y de prueba), como las indicadas, la transacci�n se
anular� en el todo. Cuando se trate de una cl�usula perfectamente
secundaria y separable, la anulaci�n de la misma no tiene por qu�
acarrear la. nulidad de lo
principal y del conjunto (arg. del art.
525 y sus concordantes
; Guillouard, Transactions, 20 ; Huc, XII, 335

Ricci, IX, 110; Messineo, Teor�a delVerrore ostativo, 86).


816. Es declarativa. El segundo car�cter espec�fico de la

576 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

transacci�n es el devirtud puramente declarativa, como una sen


su

tencia : Por la transacci�n no se transmiten, sino que se declaran o


reconocen derechos (que hacen el objeto de las diferencias sobre que
ella interviene). La declaraci�n o reconocimiento de esos derechos
no obliga al que la hace
garantirlos,
a ni le
impone responsabilidad
alguna en caso de
evicci�n, ni forma un t�tulo propio en que fundar
la prescripci�n (art. 836). Quiere decir que aquel que se queda con
el derecho litigioso o dudoso, por efecto de una transacci�n, no lo
recibe de su contraparte, pues �sta no lo ha renunciado en su favor,
sino crue se ha limitado a decir, a declarar, que se lo reconoce.
No recibiendo, pues, el favorecido, derecho alguno de su con
trario, que tampoco se lo transmite, mal puede estar obligado el
segundo a garantir un derecho que jam�s ha tenido ni transferido,.
pues la evicci�n (o la redhibici�n, en su caso) s�lo es concebible en
los actos de transmisi�n (sin contar lo particular de la divisi�n de-
un condominio, que se explica por otras razones bien distintas),
como se dispone en los art�culos 2089 y ss. De ah� la consecuencia,,
forzosa del inciso 2o del mismo art�culo 836, repetido en los art�culos.
854 y 2115. Y de ah�, tambi�n, la otra consecuencia contenida
en ese mismo inciso : el favorecido no es un sucesor del contrario,.

por donde mal puede invocar en su favor las circunstancias de


prescripci�n (posesi�n, tiempo, etc.) que a este habr�a corres
pondido si se hubiera quedado con la cosa.
Pero ya se ha visto que el c�digo no es muy consecuente al
respecto. En varios art�culos considera como renunciante, y, as�,
como transmitente, al que transige en favor de su contrario (840-

50-4-6, etc.). Evidentemente, se trata de expresiones que no corres


ponden al concepto, pues adem�s de contenerse en el art�culo 836
el principio de fondo, los art�culos 854 y siguientes, lo mismo que el
citado art�culo 2115, est�n mostrando cu�l es el sentido que a dichas
expresiones corresponde (cons. Huc, XII, 322 a 4). >

817. Si equivale a la cosa juzgada. En tercer lugar, la tran


sacci�n tiene autoridad de cosa juzgada (art. 850, inc. final; C�m.
civ. 2a en J. T., VIII|913, 303).
Es extraordinario ese efecto de espejismo jur�dico, en cuya
virtud se confunde dos instituciones radicalmente distintas en su

esencia, por raz�n de ciertas analog�as externas entre ambas.


En la nota del mismo codificador art�culo, tomada, como-
a este
casi siempre, de los comentaristas franceses, figura la mejor confu
taci�n del principi� de que la transacci�n es una sentencia (ya Tro
plong, 129 y ss., se�alaba al respecto nada menos que cinco diferen
cias). Y sin embargo, se insiste en repetir esa nonada. Baste con
TRANSACCI�N
577

apuntar : Io que la sentencia es dictada por un juez, mientras que la


transacci�n es celebrada entre privados; 2o que la sentencia puede
ser apelable, al paso que la transacci�n no lo es ; 3o que la sentencia
entra�a el imperium, esto es, la coerci�n, y que la transacci�n ni re
motamente lo supone, sino al mismo t�tulo que cualquier convenci�n
(art, 1197) ; 4o que la sentencia, como acto judicial que es, se anula
en virtud de motivos muy distintos ele una transacci�n, que tiene los
suyos (art. 857 y ss.) ; etc.
Toda la analog�a que hay entre la sentencia y la transacci�n
estriba en que una y otra pueden extinguir un pleito (de ah� la

regla IX de Domat, que miraba la transacci�n no como acto extin

tivo, sino como expediente o medio procesal). Pero es as� s�lo cuan

do la transacci�n verse sobre un derecho en juicio, cosa cpie bien

puede ocurrir, si, por ejemplo, se transige sobre un derecho me


no

ramente dudoso, caso en el cual la transacci�n es excluyente de

cualquier juicio. Adem�s, ese efecto lo tiene cualquier otro medio


extintivo el deudor demandado paga o reconoce lisamente el dere
:

cho, o bien el actor renuncia a la acci�n, etc. �Qu� queda, entonces,


de priyativo para la transacci�n en punto a su sonada autoridad de
cosa juzgada? (cons. Guillouarcl, Transactions, 93 y ss. ; Huc, XII,
320; Baudry, XXI, 1290-1; Ricci, IX, 115).
818. Es de interpretaci�n estricta.
Como cuarto y �ltimo

car�cter espec�fico, puede apuntarse el de la estrictez de su interpre


taci�n (art. 835) : Las transacciones deben interpretarse estricta
mente. No reglan sino las diferencias respecto de las cuales los
contratantes han tenido en realidad intenci�n de transigir, sea que
esta intenci�n resulte expl�citamente de los t�rminos de que se han
servido, sea que se reconozca como una consecuencia necesaria de lo

que sehalle expreso (v�ase el art. 1198, y cons. S. C, 23, 390 ; C�m.
civ., 91, 78; C�m. com. en G. F ., 2|VIII|917).
La raz�n del precepto es obvia. Aunque la ley no vea en la
transacci�n una renuncia, en el hecho puede existir �sta, como lo
acredita la circunstancia ya referida de que el mismo c�digo eche
mano de la
respectiva expresi�n. De ah� que la interpretaci�n deba
ser
estricta, pues las renuncias no pueden ser presumidas (art. 874).
Aun fuera de ello, es siempre de aplicaci�n el conjunto de princi
pios romanos que ense�an a pronunciarse en favor de la libertad
y no de la obligaci�n (Digesto, L, 17�, leyes 20, 106, 122, etc. : li
bertas inestimab�is res est!, libertas �mnibus rebus favorabilior
est!) y que propenden a beneficiar al que va a perder no al que
va a ganar
(in re obscura melior est favere repetitioni, quam ad-

Colmo, Oblig. �
T. I ?>7-
578 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

ventitio lucro: Digesto, L, 17�, 41, fr. 1) : cons. Partidas, VII, 34�,
1; C�m. com. en J. A., II, 280.

III. Especies. �

A. �

819. Privada.
transacci�n, lo � <
La
he indicado ya, puede ser privada y judicial, seg�n que recaiga, sobre
un derecho fuera de juicio o que est� en pleito.

Nada corresponde apuntar acerca de la privada. Es una con


venci�n (�acto jur�dico bilateral�, la denomina el art�culo 832,
como no queriendo emplear aquel t�rmino, cpie no es de uso en el

c�digo), y, por tanto, una manifestaci�n ele voluntad como cual


quiera otra. Apenas si .cuadra observar epie el c�digo la convierte
en un contrato en todo lo relativo a sus elementos o requisitos (ca

pacidad, objeto, modo, forma, prueba, nulidad), como expl�cita


mente se dispone en el art�culo 833 antes citado y en sus diversos
concordantes (837-57, etc.).
Cumple agregar, a prop�sito, que no habiendo dispuesto nada
la ley, la forma y la prueba de tal transacci�n quedan sujetas a los
principios generales (cons. el inc. 8o del art. 1184), y que, de consi
guiente, puede no resultar de un documento �nico, sino de la
correspondencia cambiada entre las partes, como apunta Ricci (IX,
113 bis),
B. Judicial. 820. El principio y sus explicaciones.

Otra �

cosa ocurre con la transacci�n judicial, directamente contemplada

por el c�digo en el art�culo 838 : Si la transacci�n versare sobre de


rechos ya litigiosos (,) no se podr� hacer (la) vellidamente sino pre
sent�ndola al juez de la causa, firmada por los interesados. Antes
que las partes se presenten al juez exponiendo la transacci�n que
hubiesen hecho, o antes que acompa�en la escritura en que ella cons
te, la transacci�n no se tendr� por concluida, y los interesados po-
dr�tn desistir de ella.
No resulta de f�cil explicaci�n este precepto. Entendido lite
ralmente querr�a decir que un derecho litigioso no puede ser tran
sigido privadamente ; lo que es simplemente una enormidad a que no
presta asidero ning�n principio jur�dico. Por muy en juicio que
est� un derecho, no deja de ser por eso un derecho, que, como cual
quier otro, es de arbitrio plenamente privado (art. 1197). No es
ese el sentido, sino este otro : el derecho litigioso que haya de ser

transigido judicialmente, s�lo podr� serlo mediante la presentaci�n


respectiva al juez del pleito ; de suerte que antes de ello no hay
transacci�n, aunque conste en un escrito (cons. S. C. en J. T 1910, .,

826; C�m. civ., 33, 92; 61, 202; 74, 11; 89, 110; 100, 314; 1.26, 22;
150, 645; C�m. com., 71, 125). Aun as� no es admisible el art�culo,
pues se resuelve en hacer de esa presentaci�n, que es una mera for-
TRANSACCI�N
579

maliciad externa, todo un requisito para la perfecci�n del convenio,


que, se lo ha visto ya, es eminentemente consens�a! Si todav�a el
-c�digo reservase juez la potestad de aprobar la transacci�n (como
al
-se hace en la pr�ctica, sin necesidad ni derecho, pues no hay ley

que la imponga), se concebir�a la. exigencia. Pero la funci�n pura


mente pasiva del juez al respecto, dista mucho ele autorizarla.
821 Explicaci�n que adopto.
. Parecer�a que el sentido del

principio dimanara de otros textos an�logos. Se supone cpie se trata


de una transacci�n sujeta a formalidades (por ejemplo, la de la
�escritura p�blica: art. 1184, inc. 8o) que no han sido llenadas, pues
la transacci�n consta en un documento privado o en el escrito ju
dicial que las partes han redactado y firmado de com�n acuerdo
para presentarlo luego al juez. La presentaci�n del documento

privado, oescrito, viene a suplir el defecto de forma pues


del
�-con la presentaci�n acpi�llos se convierten en actuaciones judi
ciales, y, as�, en instrumentos p�blicos (art. 979, inc. 4o). Y mien
tras la presentaci�n no haya sido efectuada, se tendr� apenas un

proyecto de convenio, una promesa de contrahendo, que, como todas


las de su g�nero, s�lo entra�a la obligaci�n de hacer ele que habla
<el art�culo 1185 (la C�m. civ. 2a, R. L. J'., III, 595, parece estar en
�contra de esta interpretaci�n). Todo sin perjuicio de que se est�
*en un caso como el del art�culo 1186, pues entonces ni siquiera se

tendr�a tal promesa. Y esto �ltimo ser� asunto de circunstancias y


de la prueba consiguiente.
Pero es que el mismo c�digo autoriza a cualquiera de las partes
*a desistir de la transacci�n mientras no se la haya presentado al
juez, aunque conste en escritura.
consiguiente, es preferible la interpretaci�n anterior (in fine
De
del n� 820) : se trata de una transacci�n que se quiere celebrar ju

dicialmente, por donde lo judicial no existir� mientras la transac


ci�n no haya sido presentada en juicio.
En s�ntesis: las partes interesadas pueden transigir cuando y
como les parezca, siempre que llenen las formas legales del art�culo
1184, aunque se trate de derechos en juicio. La transacci�n ser�
v�lida por el mero hecho del acuerdo o la convenci�n. Si, adem�s,
-han querido realizar una transacci�n judicial, el acto no tendr� va
lidez, aunque haya sido redactado en escritura, mientras no se lo
haya presentado al juez; pues por insostenible que este requisito;
pueda ser ante los principios, es de rigor legal.
IV. Quienes pueden transigir. 822. Principios.

Casi todas �

las disposiciones relativas a las personas que pueden transigir pu


dieron ser omitidas, pues resultan de derecho com�n, o est�n repe-
580 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

tidas en otras partes, y son bien casuistas (cons. respecto de los s�ndi
cos en los mercantiles, C�m. com. en J. T XII|914, 308)..
concursos .,

Son, por su orden, las siguientes : No se puede transigir a nom


bre de otra persona sino con su poder especial, con indicaci�n de los
derechos u obligaciones sobre que debe versar la transacci�n, o cuan
do el poder facultare expresamente para (todos los actos que et

poderdante pudiera celebrar, incluso el de) transar (transigir) : art...


839, mejor precisado en los art. 1880-1, inc. 3�-2-4. No pueden liacer �

transacciones, dice el art�culo 841 : Io los agentes del ministerio*


p�blico, tanto nacionales como provinciales, ni los procuradores de
las municipalidades (disposiciones precedentemente citadas, en
correlaci�n con la del art. 1870, inc. Io) ; 2o los colectores o emplea
dos fiscales de cualquier denominaci�n (,) en todo lo que respecta ar
las rentas p�blicas (mismas concordancias) ; 3o los representantes o-

agentes de person�is jur�dicas, en cuanto a los derechos y obligado*--


nes de esas personas, si para la transacci�n no fuesen legalmente

autorizados (mismas concordancias, con la substituci�n del inc. Io"


por el 2o del art. 1870) ; 4� los albaceas, en cuanto a los derechos y
obligaciones ele la testamentar�a, sin autorizaci�n del juez compe
tente, con previa audiencia de los interesados (mismas concordan
cias e inc. 7o del art. 1870) ; 5o los tutores con los pupilos que se-
emanciparen, en cuanto a las cuentas de la tutela, aunque fuesen.
autorizados por el juez (art, 134, 450, inc. 3o, y 465) ; 6o los tutores yr
curadores en cuanto a los derechos de los menores incapaces, si no-'
fuesen autorizados por el juez, con audiencia del ministerio d�-
menores (art. 443, inc. 5o, y 475) ; 7o los menores emancipados (art�

134-5, inc. 6o).


Queda una �ltima disposici�n, la del art�culo 840 : No puede-
transigir el que no puede disponer de los objetos que se abandonan
en todo o en parte.

823. Observaciones. �

Este �ltimo art�culo confirma la tesis-

que vengo sosteniendo : aunque la transacci�n sea declarativa para


la ley, en el hecho envuelve una renuncia o un acto que se le parece
mucho. En tal virtud exige la capacidad de disponer del bien
se

a cuyo respecto se transige, pues de hecho hay en ello una enaje

naci�n. Por lo dem�s, esa capacidad no difiere de la ordinaria (art..


1160), ya cpie las disposiciones de los art�culos 1357 y ss., 1441,.
etc., son de car�cter especial, y mal puede extenderse una disposi
ci�n excepcional restrictiva (Digesto, las citadas disposiciones que
favorecen la libertad, en el libro L, t�t. 17�, leyes 20, 106 y 122, repe
tidas en otra ele las Partidas, 7a, XXXIV, 1).
Huelga, entonces, cualcpiier explicaci�n o comentario, que
TRANSACCI�N 581

�corresponder�a en el estudio directo de las citadas disposiciones.


Baste con la observaci�n general de cpie todas las restricciones antes
�consignadas se explican ante la circunstancia de que la transacci�n
-envuelve en el hecho una renuncia o abandono de derechos, por don
de, como en el caso de la renuncia (art. 874), se requiere poder
-especial, o capacidad plena, seg�n los casos. En cuanto a la prohi

bici�n fulminada contra el tutor en el inciso 5o, que debe ser


subordinada al precepto del art�culo 465, es de inteligencia inme
diata : el tutormantiene, tal es la
presunci�n, demasiada autoridad
sobre el de ella; y el juez puede ser v�ctima
pupilo, y puede abusar
de una sorpresa por parte de un tutor poco escrupuloso.

V. Objeto. -A. 824. Principio.


� �

Igual observaci�n de �

fondo cabe respecto del objeto de las transacciones : casi todos los
preceptos consagrados est�n de m�s.
He aqu�, desde luego, el principio, que en el c�digo figura al
final del respectivo cap�tulo: En todos los dem�s casos (no excep
tuados o prohibidos) se puede transigir sobre toda clase de derechos,
�cual (es) quiera que sea(n) su especie y naturaleza, y ctifnque estu
viesen subordinados a una condici�n (art. 849).
El precepto sobra, pues nada de nuevo contiene. Como que est�

-permitido todo cuanto no sea prohibido (art. 53, que no hace m�s
�que repetir el principio constitucional del art, 19, inc. 2o). Y como
que, por lo dem�s, ya se tiene io necesario en el art�culo 953. De
(

-ah� que, en principio, se pueda transigir sobre cualquier derecho.


B. Excepciones. �
825. Bienes �extra commercium�. �

Lo
mismo hay que decir con relaci�n a los bienes extra commercium, cu
yo principio especial se quiere consignar en el art�culo 844 (que no
�es otra cosa
que el precitado art. 953), y cuyas aplicaciones de los
art�culos 843-5 y 8 vienen a resultar una doble o triple superfeta-
��i�n. He aqu� los textos respectivos en el orden expuesto: Las cosas
que est�n fuera del comercio, y los derechos que no son susceptibles
�de ser materia de una convenci�n, no pueden ser objeto de las tran
sacciones. No se puede transigir sobre cuestiones de validez o nu

lidad, de matrimonio, a no ser que la transacci�n sea a favor del


matrimonio. No se puede transigir sobre contestaciones rela

tivas a la patria potestad, o a la autoridad del marido, ni sobre


el propio estado de familia, ni sobre el derecho a reclamar el estado

�que corresponda a las personas, sea por filiaci�n natural, sea por
filiaci�n leg�tima. No puede haber transacci�n sobre los derechos

eventuales a una sucesi�n; ni sobre la sucesi�n de una persona viva.

Hay que observar : Io que en los art�culo 2336 y siguientes se es


tatuye acerca de las cosas cpie est�n en el comercio, si bien dichos
582 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

preceptos deben ser limitados a los � objetos corporales susceptibles.


de valor� (art. 2311) ; 2o que el susodicho art�culo 953 extiende el
precepto a los hechos (en que entran los contratos y cualesquiera.
convenciones: art. 896) ; 3o que el art�culo 1167 se refiere a ese art�cu
lo 953 en materia de contratos ; 4o que, as�, una transacci�n, como
acto jur�dico que es, o como contrato que puede ser (lato sensu, esto-
es, como convenci�n, ya que en el c�digo se suele establecer sinonimia.
entre ambos conceptos Colmo, T�cnica legislativa del c�digo, 247 in.
:

fine, y 259 tambi�n in fine), no puede versar sobre derechos no pecu


niarios ; 5o que, ele consiguiente, todo cuanto se dispone acerca de la
exclusi�n del estado de las personas, resultaba obvio ; 6o que, por lo
dem�s, es evidente que en nuestro derecho, lo propio que en el de todo
el mundo civilizado, el estado de las personas corresponde a una ins
tituci�n (la familia) que es de derecho p�blico, y as� irrenunciable-
art. 5o, 19, 872, etc.), sin contar con cpie ello est� preceptuado expl�
citamente en m�s de un supuesto (art, 66 y concordantes de la ley
de matrimonio, art. 262 del c�digo, etc.) ; 7a que, por tanto, ni se-
concibe la#transacci�n en favor del matrimonio, que autoriza el ar
t�culo 843 (tomado ele Troplong, 69), pues el matrimonio est� fuera
de toda potestad privada; 8o que no se alcanza la ampliaci�n del ar
t�culo 849 respecto de los derechos condicionales, pues ellos no dejany.

por ser condicionales, de ser derechos y de representar un valor (arg_


del art. 1168) ; 9o que la prohibici�n relativa a las sucesiones futuras.,
est� mejor en el art�culo 1175.
826. Intereses pecuniarios ligados al estado personal. Por �

razones an�logas, el art�culo 846 (seg�n el cual La transacci�n es-

permitida sobre intereses puramente pecuniarios subordinados at


estado de una persona, aunque �ste sea contestado, con tal que al
mismo tiempo la transacci�n no verse sobre el estado de ella), tam
bi�n resulta in�til, pues repite el contenido del art�culo 844, que, a.
su turno, es una reedici�n del art�culo 953 (cons. sobre el art., C�m,.

civ. 2a en J. T VIII 1 911, 166).


.,

En cuanto al art�culo 847, habr� que distinguir, malgrado lo


absoluto de su texto, que es como sigue : Si la transacci�n fuese si
mult�nea sobre los intereses pecuniarios y sobre el estado ele la per
sona, ser� de ning�n valor, hayase dado un solo precio, o una sola.
cosa, o bien un precio y una cosa distinta por la renuncia del es
tado (,) y por el abandono de los derechos pecuniarios. Ello ser� as�
cuando la transacci�n sea efectivamente indivisible (art, 834), pues-,
bien puede ocurrir que lo uno sea separable de lo otro y que no-
haya raz�n para establecer una relaci�n de dependencia entre ambas-.
cosas, particularmente cuando el dador del precio o de la cosa acepte-
TRANSACCI�N
5g3

qUe lo dado se impute tan s�lo lo


pecuniario de los derechos. Lo
a

aconseja no s�lo el buen sentido (n� 815), que no puede ver en la


transacci�n nada distinto de una convenci�n cualquiera, sino tam
bi�n precedentes an�logos, como es el del art�culo 1176.
827. Acciones en materia delictual. Finalmente, la acci�n

civil sobre indemnizaci�n del da�o causado por un delito puede ser
objeto de las transacciones ; pero no la acci�n para acusar y pedir
el castigo de los delitos, sea por la parte ofendida, sea por el mi
nisterio p�blico (art. 842).
Este precepto, casi repetido en el art�culo 1097, entra igual
mente en los principios : la acci�n criminal es de orden p�blico, por
donde las partes interesadas mal pueden tener potestad alguna ; la
acci�n por indemnizaci�n es puramente pecuniaria, y encuadra en
el principio del art�culo 1197.
Por lo dem�s, la misma acci�n criminal puede ser renunciada
cuando corresponda a delitos privados, como son los de adulterio,
etc. (art. 141 del C�digo penal), precisamente en virtud del car�cter
de dichos delitos, siempre que esa renuncia sea gratuita. Si fuese
onerosa, o se tratara de una transacci�n, se transigir�a sobre algo
que est�, no propiamente fuera del comercio, sino contra todo prin
cipio de honestidad y correcci�n : habr�a all� la explotaci�n del
delincuente, que pagar�a una inmoralidad, la del lesionado, por don
de cabr�a aplicar los art�culos 502 y sus concordantes (entre los
cuales se tiene los art. 530 y 937-53).
VI. Efectos. �
A. �

828. Fundamentales. �
El efecto de
fondo est� indicado en el art�culo 850 : La transacci�n extingue los
derechos (y obligaciones) que las partes hubiesen renunciado, y tie
ne para con ellos la autoridad de la cosa juzgada.
Dejemos de lado esto
�ltimo, que ya ha sido estudiado (n� 817),
y observemos que el principio es com�n a cualquier otro medio

extintivo, por lo mismo que la transacci�n tambi�n lo es. Esa extin


ci�n alcanza, entonces, a todos los accesorios (intereses, garant�as,
etc.).
B. Accidentales. �
829. En obligaci�n simplemente manco
munada. �

Despu�s de ello, el c�digo consagra un precepto que


habr�a sobrado. Es el del art�culo 851 La transacci�n hecha por
:

uno de los interesados, ni


perjudica ni aprovecha a tercero ni a los
dem�s interesados, aun cuando las
obligaciones sean indivisibles. Lo
primero es evidente: art�culos 1161 y 1195, inciso final, que con
sagran el principio tradicional de que res �nter alios acta, aliis nec
nocet nec prodest. Lo segundo (los dem�s interesados, aun en obli

gaciones indivisibles) tambi�n pudo ser omitido: los interesados en


EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES
584

una obligaci�n divisible (y no solidaria) son extra�os entre s� (art.


691, inc. 2o) y los que lo son en una obligaci�n indivisible no tienen

m�s v�nculo que el de lo externo y accidental de lo no fraccionable


de la prestaci�n, por donde, y lo mismo eme los anteriores, son en
rigor tantos deudores
independientes cuantas sean las correspon
dientes personas (supra, 476 y ss.).
830. En obligaci�n solidaria. En materia de solidaridad, se

conoce lo arbitrario de la soluci�n del c�digo, que ya he criticado : La

transacci�n hecha con uno de los deudores solidarios aprovecha a los


otros, pero no puede serles opuesta: y rec�procamente, la transac
ci�n concluida con uno de los acreedores solidarios puede ser invo
cada por los otros, mas no serles opuesta sino por su parte en el
cr�dito (art, 853). Es ello poco serio. La transacci�n, lo mismo que
cualquier otro medio extintivo, debe ser categ�rica: o favorece a
todo el mundo, o perjudica a todo el mundo. Es bueno observar,
adem�s, que tal como est� concebido el precepto, se hace de la
transacci�n en materia solidaria medio extintivo que no obra
un

de pleno derecho, sino potestativamente (como la prescripci�n, etc.) ;


de suerte que demandado uno de los deudores, podr� �l a su voluntad
ampararse en la transacci�n celebrada por su compa�ero, sin que
el acreedor pueda opon�rsela, o que, si quien demanda es uno de
los acreedores que no transigi�, estar� facultado para alegar la
transacci�n realizada por uno de sus compa�eros, sin que el deudor
pueda invocarla contra la voluntad de aqu�l sino por la parte de
ese acreedor (por lo dem�s, me remito a lo dicho m�s extensamente

en los nos 503 y 519-21; cons. respecto del inc. Io, A. Pietri, hijo, El

c�digo civil de 1916, 457).


831. En fianza. El art�culo 852, seg�n el cual v�a transacci�n

entre el acreedor y el deudor extingue la obligaci�n del fiador, aun

que �ste estuviera ya condenado al pago por sentencia pasada en


cosa juzgada, es, en su fondo, una simple consecuencia del principio

general (art. 850; C�m. civ., 114, 168), pues la fianza es una obli
gaci�n accesoria que desaparece con la principal (art. 525). Lo
propio se dispone en el art�culo 2042. La circunstancia de que el
fiador est� ya condenado al pago, nada implica: la obligaci�n del
fiador no deja de seraccesoria, pues la sentencia es mera
por eso

mente declarativa. Fuera de ello, el principio del favor con que las

leyes miran al fiador, podr�a explicar, lejos de todo texto positivo,


aquella disposici�n : si el acreedor acepta una transacci�n con el
deudor, no obstante poder cobrar inmediatamente al fiador ya con
denado, cabe suponer que con ello ha renunciado a la fianza (y se
sabe que la renuncia puede ser t�cita: art. 873), y que, como en el
TRANSACCI�N
585

caso de la novaci�n (art, 2047), con ello se extingue la obligaci�n


accesoria.
832. En evicci�n. ��

En los art�culos 854 a 6 elc�digo con


templa situaciones que pudieron jugar al lado del principio del
art�culo 836, pues se refieren, m�s o menos indirectamente, al ca-

r�cter declarativo de la transacci�n.


Este art�culo 836 obliga a la garant�a del derecho transi
no

gido, por lo mismo que no hay transmisi�n de �l por parte de quien


lo reconoce en favor de quien se queda con el mismo. En aquellos tres
art�culos se insiste, sin necesidad alguna, acerca de supuestos en
;
que tal garant�a es debida, despu�s de repetirse en el primero de
ellos el citado art�culo 836.
He aqu� el texto de esos tres art�culos por su orden : La evicci�n
de la cosa renunciada por una de las partes en la transacci�n, o
transferida a la otra que se juzgaba con derecho a ella, no invalida
la transacci�n, ni da
lugar a la restituci�n de lo que por ella se
hubiese recibido. Xa parte que hubiese transferido a la otra alguna

cosa como suya en la transacci�n, si el poseedor de ella fuese ven

cido en juicio, est� sujeta a la indemnizaci�n de p�rdidas e intereses;


pero la evicci�n sucedida no har� revivir la obligaci�n extinguida
en virtud de la transacci�n. Si una de las partes en la transacci�n

adquiriere un nuevo derecho sobre la cosa renunciada o transferida


a la otra que se juzgaba con derecho a ella, la transacci�n no impe

dir� el ejercicio del nuevo derecho adquirido.


Prescindiendo de los diversos defectos de redacci�n de estas
disposiciones (Colmo, T�cnica legislativa del
c�digo, 262), el conte
nido de las mismas es claro : en el art�culo 854 se dispone,, como en

punto a daci�n en pago (art. 783), que la extinci�n producida por


la transacci�n es definitiva, aunque una de las partes perdiera por
evicci�n la cosa o derecho que se le reconoci� por la otra; en el
art�culo 855 se precept�a que el
transigente que transmita un dere
cho que no fu�
objeto de la
transacci�n, y que as� corresponda al
precio (a lo oneroso) de la respectiva concesi�n, responde por la
evicci�n de ese derecho, cabalmente porque al respecto no hay reco
nocimiento (como en la transacci�n) sino una transferencia, por don
de la aplicaci�n de los art�culos 2089 y ss. habr�a sido de rigor ; y en
el art�culo 856 se resuelve que el derecho que despu�s de la tran
sacci�n se adquiera sobre lo transigido, puede ser hecho valer.
Todo ello es derecho com�n. Se lo ha visto respecto del precepto
de fondo del art�culo 836. En cuanto a que la evicci�n del derecho
transferido como precio de la transacci�n no hace revivir la obliga
ci�n extinguida, por �sta, es de toda obviedad: no s�lo se tendr�a
586 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

al efecto elprincipio del art�culo 850, y disposiciones an�logas como


la del art�culo 783, sino que cabr�a argumentar con todo un prin
cipio b�sico, como es el del art�culo 1204, seg�n el cual los contratos
se hacen para ser cumplidos y no para ser disueltos. Y en lo que
toca, al art�culo 856, su contenido no es privativo de la transacci�n,
sino de cualquier acto an�logo : el derecho cpie uno adquiere sobre
una cosa debe ser ejercible, pues de otra manera deja ele ser de

recho.
VIL Nulidad. �

A. �

833. Principios. �

En punto a nulidad
de las transacciones, tampoco hallaremos grandes novedades, si se

except�a la que indicar� dentro ele poco (n� 836).


Las transacciones hechas por error, dolo, miedo, violencia o
falsedad de documentos, son nulas, o pueden ser anuladas en los
casos en que pueden serlo los contratos que tengan estos vicios. As�
dispone el art�culo 857,' en una redundancia
evidente, ante dispo
siciones generales como las ele los art�culos 923 y siguientes, 931 y
siguientes, 936 y siguientes, 954, 1045 y siguientes, etc.
Lo mismo hay que decir con relaci�n a los art�culos 858 a 60,

que contemplan supuestos en que la transacci�n est� viciada por


error obtativo o esencial, y que encuadran en el principio general

del art�culo 929 y sus concordantes. He aqu� sus textos: La tran


sacci�n es rescindi�le cuando ha tenido por objeto la ejecuci�n de
un t�tulo nulo (�cuando es hecha en cumplimiento o en ejecuci�n
de un t�tulo nulo �, dicen los modelos : el c�digo franc�s y Aubry y

Rau), o de reglar los efectos de derechos que no ten�an otro princi- �

p�o que el t�tulo nulo que los hab�a constituido, hayan o no las partes
conocido la nulidad del t�tulo; o lo hayan supuesto v�lido por error de
hecho o por error de derecho. En tal caso, la transacci�n podr� s�lo
(s�lo podr�) ser mantenida (,) cuando expresamente se hubiese tra
tado de la nulidad del t�tulo (art. 858). La transacci�n puede ser

rescindida por el descubrimiento de documentos de que no se tuvo co


nocimiento al tiempo de hacerlo, cuando resulta de ellos que una de las
partes no ten�a ning�n derecho sobre el objeto litigioso (� transigido �,
pues bien puede haber sido dudoso tan s�lo y no haber estado en jui
cio o litigio) (art. 859 ; C�m. civ., 162, 261) Es tambi�n rescindible
.

la transacci�n sobre un pleito (sobre un derecho en pleito) que estu


viese ya decidido por sentencia pasada en cosa juzgada, en el caso
(en) que la parte que pidiese la rescisi�n de la transacci�n hubiese
ignorado la sentencia que hab�a concluido el pleito. Si la sentencia
admitiese alg�n recurso, no se podr� por ella anular la transacci�n
(art. 860).
B. Observaciones. �

834. � Nulidad � y � rescisi�n �. �

Ob-
TRANSACCI�N
587

s�rvese, ante todo, cnie en cada uno ele esos supuestos se habla de
rescisi�n, y no ya de nulidad como en el del art�culo 857. Pero el
sentido ele la expresi�n es el mismo en todos ellos: el codificador no

siempre distingue nulidad, resoluci�n, rescisi�n, extinci�n, di


entre

soluci�n, etc. (cons. Colmo, T�cnica legislativa del C�digo civil,


244-5).
835. Concepto del � t�tulo �. �

En lo que hace al art�culo 858r


cabe apuntar varias cosas. luego, Desde expresi�n que la
� � t�tulo

puede significar tanto el documento formal en cpie consta el respec


tivo derecho, como el acto, jur�dico de que �ste emana, y que, contra
lo que afirmo en mi citada obra (240), aqu� entra�a la segunda
acepci�n, por lo mismo que se trata de ejecutar un acto en cumpli
miento de ese t�tulo, lo que no se concibe sino con relaci�n al acto
jur�dico que ha generado el derecho consiguiente.
836. Si es invocable el error de derecho. Despu�s, que el �

error de derecho que al respecto se admite por la ley, carece de toda

justificaci�n : tal error no es invocable para � impedir los efectos


legales de los actos l�citos� (art, 923), sino cuando medie un enri
quecimiento sin causa (art, 784), que aqu� no ocurre. El precepto
fu� tomado de la tercera eclicicui de Aubry y Rau, que luego se corri-
gieron al respecto (3a ed., III, 422, n. 10; 4a ed., IV, 422,
n. 5). Tal es la opini�n corriente en derecho franc�s: Guillouardr
Cautionnement et transactions, 455 y ss. ; Huc, XII, 326 ; Baudry,
XXI, 1248; Planiol, II, 2300; Colin y Capitant, II, 720 (RiecL
IX, 120, condena al c�digo italiano, que en su art�culo 1772 pro-
libe la admisi�n al respecto del error de derecho). Y no podr�a ser
de otra suerte: habr�a que decidir lo mismo, si no, con respecto a
cualquier acto jur�dico realizado en virtud de un error de derecho,.
que efectivamente puede perjudicar ; por donde el art�culo 923, que
prohibe alegarlo, vendr�a a quedar desvirtuado. Si, pues, alguien
transige sobre la base de un testamento que sea nulo (por ejemplo,,
un testamento
hol�grafo sin fecha), en la creencia de que es v�lido,.
realiza una transacci�n inatacable : sibi imputet su ignorancia, o su
imprevisi�n al no hacerse asesorar. Finalmente, cuando las partes
han transigido en plena conciencia del vicio del t�tulo, entonces no
hay nulidad legal. Pero esto, como todo lo anterior, es asunto de
prueba: quien alegue el error deber� acreditarlo. Por lo deni�s,.
esa excepci�n del error de
derecho, por ser excepci�n y por ir con
tra principios jur�dicos
indiscutibles, debe ser restringida a sus t�r
minos expl�citos, y jam�s podr� ser extendida.
837. Otras observaciones. �

En lo que concierne al art�culo


859, no hay cpie limitar su principio a los t�rminos expresos del
588 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

mismo. Puede ocurrir que el documento que se descubra mantenga


alg�n derecho : en tal supuesto, y como se trata de vicios de consen
timiento por error, se estar� a los principios generales, en cuya
virtud el acto podr� ser anulado, en totalidad o en parte, seg�n
^cuadre (art, 1039; Messineo, op. cit., 86).
Y en lo que respecta al art�culo 860, la limitaci�n del inciso
.final se explica porque la nulidad que se pretenda podr� ser ale
gada ante el tribunal de apelaci�n. De ah� que haya que entender
�el precepto : nuestra Suprema Corte no es un tribunal de apelaci�n
sino en casos limitados (art. 3o y 6o de la ley 4055). De consi

guiente, el recurso cpie procediera ante ella, y que no fuese el de


-apelaci�n, no cabr�a en el precepto.
C. �

838. Transacci�n sobre cuenta litigiosa. �

Lo dispuesto
�en el art�culo 861 es claro : La transacci�n sobre una cuenta litigiosa
no podr� ser rescindida por descubrirse en �sta errores aritm�ticos.
Las partes pueden demandar su rectificaci�n, cuando hubiese error
en lo dado, o cuando se hubiese dado la parte determinada de u��

suma(,) en la cual hab�a un error aritm�tico de c�lculo.


Estamos siempre dentro de los principios, tanto del art�culo
857 como del art�culo 927 de que aqu�l es mera aplicaci�n. El error
�cuantitativo puede ser causa de nulidad cuando es determinante
del consentimiento (art. 927). En una transacci�n no lo es, porque
resulta accesorio : lo esencial es que se ha querido transigir sobre
una cuenta litigiosa, por donde si ha habido error de c�lculo bastar�

�con repararlo y reducir proporcionalmente la prestaci�n onerosa

que se haya hecho en virtud de la transacci�n as� disminuida. Si


el derecho a cuyo respecto se ha transigido no se concreta en una

�uenta, sino en cualcpiier otra cosa, entonces se estar� de lleno en


el supuesto del art�culo 927 : la transacci�n podr� ser anulada por

error, cuando la magnitud supuesta no corresponda a la realidad,


y cuando la diferencia consiguiente tenga tal importancia que pueda
autorizar la conclusi�n de que ha sido factor determinante del con

sentimiento (cons. Messineo, op. cit., 78).


VIII. �

839. Afinidades. �

Ya se ha visto las afinidades de


la transacci�n el reconocimiento y la renuncia (nos 813-6-8-23) :
con

la transacci�n implica un reconocimiento que suele tener los efectos


de una renuncia ; pero, a diferencia del reconocimiento y de la re

nuncia, es un acto bilateral y adem�s se refiere a derechos litigiosos

o dudosos (v�ase, a renuncia, infra, nos 870-3).


prop�sito de la
De otra parte, -la transacci�n puede envolver una serie bien
compleja de relaciones que le sirvan de medios: enajenaciones, obli
gaciones nuevas, etc., al extremo de que alg�n autor, como Giorgi
CONFUSI�N 5gO�

hace de ella contrato �com�n�,


cual, como en. el
(III, 35) un en

la sociedad, en el compromiso, etc., puede caber cualcpiier acto jur�


dico. De ah� que sus concesiones rec�procas puedan entra�ar, err
cuanto no sean relativas al derecho transigido, pagos, compensacio
nes, novaciones, remisiones, etc., que ser� preciso distinguir con cui
dado, para aplicarles, dentro del asunto de fondo de la transacci�n,.
las disposiciones que les son espec�ficamente propias.
Y en la Revue trimestrielle de droit civil, 1904, 797 y siguientes,
se encontrar� un art�culo de Lessona en que �ste niega, contra la opi

ni�n tradicional, y a mi juicio con raz�n, que el juramento decisorio


sea una transacci�n (cons. Savigny, V,. CCCXII ; Maynz, I, 154;.

Girare!, 1004 ; Pothier, Obligations, 916 y ss. ; Hue, VIII, 357 bis-8 ;.
Guilloiiard, 26; Baudry, XXI, 1204; Garsonnet, III, 879 y ss. -r
Gianturco, Sistema, 84 ; Ricci, II, 272 ; Lessona, II, 113 a 9 ; Chioven
da, Principii, 821; etc.).
Cabe omitir su estudio, que no es de importancia y cpie es m�s.
propio del derecho procesal.

cap�tulo v

CONFUSI�N

I. Prenociones. �
840. Concepto. �

La confusi�n sucede-
cuando se re�nen en una misma persona, sea por sucesi�n
universal o por cualquier otra causa, la calidad de acreedor y deu

dor; o cuando una tercera persona sea heredera del acreedor


y (del) deudor. En ambos confusi�n extingue la deu
casos la
da esn todos sus accesorios (art. 862). As�, el deudor hereda al
acreedor, o viceversa, o bien alguien hereda al deuelor y al acreedor :
en la persona del heredero se re�ne la doble condici�n de acreedor
y de deudor, por donde ese heredero viene a resultar a la vez aeree- .

elor y deudor de s� propio, por confusi�n en su persona de los dos-


t�tulos (no indico bibliograf�a porque la confusi�n s�lo tiene impor
tancia en casos particulares, como los de los nos 850-1, donde est�.
citada ) .

Tiene, como se ve, alguna semejanza con la compensaci�n, en

el hecho externo de que se contraponga en una misma persona la.


doble calidad de acreedor y de deudor. Pero entra�a la diferencia
fundamental de que en la confusi�n hay m�s cpie
no una sola per
sona en juego, por lo mismo que s�lo hay un cr�dito y una deuda;-
590 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

al paso que en la compensaci�n hay dos acreedores y deudores mu

tuos, pues existen dos cr�ditos y deudas.


841 .
Acepciones. �

Es bueno
distinguir esta confusi�n de otra
que se tiene en derechos
reales, mejor dicho, en materia, de cosas,
que nada tiene que ver con ella, y que suele ser sin�nima de mezcla
y de uni�n (art. 2599-600).
842. Amplitud de su contenido. �
Y es bueno hacer notar que
la confusi�n que nos interesa no es privativa de los derechos credi
torios u obligacionales. En las convenciones relativas a derechos rea
les (usufructo, servidumbre, hipoteca, etc.), tambi�n puede produ
cirse: a veces se la denomina especialmente (en materia de usufructo

se la llama consolidaci�n: art.


1270, 2928-9), y a veces se la deno
mina tambi�n confusi�n (art. 1607, 3057-8, 3181). Lo que es cierto
es que aqu� se trata de la confusi�n especial de los derechos obliga

cionales, sin perjuicio de que, a prop�sito, se consigne los principios


de fondo de toda confusi�n. De ah� que, como en el supuesto de la

transacci�n, hubiera correspondido legislarla, en sus caracteres gene


rales, a prop�sito de la extinci�n de los actos jur�dicos.
II. C�mo se produce. A. �

843. A t�tulo singular.


Por �

lo dem�s, la confusi�n, lato sensu, puede producirse en dos formas:

por sucesi�n universal o � por cualquier otra causa �, vale decir,


en t�rminos precisos, por sucesi�n singular.

Lo primero es lo m�s com�n. Lo segundo es relativamente tan

poco ordinario que algunos han llegado a negar su realidad. Creo,


con Crome (Teorie fondamentali, p�rr. 29, n. 4), cpie la confusi�n

a t�tulo singular es no s�lo posible sino tambi�n de vida real: quien

compra un cr�dito contra s� propio, lo extingue por confusi�n, pues


viene a resultar deudor de s� mismo (por ejemplo, el librador o
endosante de una letra que llega a ser tenedor leg�timo de �sta, o el
emisor de un t�tulo al portador que ha llegado a adcpiirirlo le
galmente).
Conviene, sin embargo, no exagerar la nota: quien' adquiera
una c�dula hipotecaria, que corresponda a su pr�stamo, no extingue

por eso la hipoteca (aun en el supuesto de que hubiera adquirido


todas las c�dulas respectivas) ; pues la c�dula tiene un valor inde
pendiente y propio, por mucho que represente el valor hipotecario
del pr�stamo respectivo, en cuya virtud juega auton�micamente.
Es lo que tambi�n puede ocurrir a prop�sito de documentos a
la orden o al portador, con relaci�n a la obligaci�n fundamental a
que puedan responder. En el razonamiento anterior he supuesto
que la confusi�n cambiar�a se produce cuando el girante, el endo
sante, etc., resulta tenedor de la letra (o del documento que fuere:
C0NEUSI0N
591

pagar�, vale, cheque, acci�n, etc.), en cuanto no puede ser deudor


o acreedor de s� mismo. Pero si se tiene en cuenta que la letra

responde, por ejemplo, a un pr�stamo de dinero o a un saldo de


cuenta corriente, la posesi�n leg�tima ele la misma extinguir� por
confusi�n las obligaciones y derechos cambiarlos inherentes al do
cumento, sin que de ello se siga que extinga la obligaci�n por el
pr�stamo o por el saldo referido. Tan cierto es ello que el ejecutado

puede haber triunfado en la ejecuci�n de la letra (por ejemplo, ha


opuesto la prescripci�n trienal del art�culo 848, inciso 2o, del c�digo
mercantil), y, no obstante, quedar sujeto a la acci�n del derecho de
fondo, que acaso 110 es demandable
ejecuci�n tan fulmi en una

nante como la de una letra, o no se prescribe sino en plazos m�s


�extensos (en el caso, las prescripciones ser�an de diez o de cineo
a�os, respectivamente).
Ser� bueno, pues, distinguir en cada caso si hay confusi�n o
no: la habr� cuando el mismo derecho el que se posea y el que
sea

se reclame por el acreedor ; no la habr� cuando se trate de dos dere

chos distintos, como ocurre en el segundo orden de casos (en mi obra


Prescripci�n en derecho comercial, 755 y ss., estudio detenidamente
ese paralelismo de la doble acci�n del documento y de la relaci�n

de fondo, que suponen los papeles- valores ; v. en esta obra, n.� 753).
B. A t�tulo universal. Io. 844. Principio.

Es de
� �

obviedad. El hederero (y ya he dicho, n�mero 61, que en nuestro


derecho no hay m�s sucesor universal que el heredero), contin�a
la persona del difunto; es, jur�dicamente, la persona de �ste (art.
3417). Al heredar, pues, quien era acreedor o deudor del causante,
se convierte en acreedor o deudor de s� mismo. Como esto es incon
cebible en el hecho, pues nadie puede cobrarse o pagarse a s� propio,
y resulta as� una imposibilidad, la obligaci�n tiene que extinguirse.
2o Excepciones. �

845. Heredero beneficiario. �

Bien dis
tinta es la situaci�n del heredero con beneficio de inventario. Es lo
que se estatuye en el art�culo 863 sucede (,) aunque
: La confusi�n no

concurran en una persona la calidad, de acreedor y deudor por t�tulo

de herencia, si �sta se ha aceptado con beneficio de inventario. Lo


propio repite en el art�culo 3373, que a su turno es una repetici�n
se

del art�culo 3371, inciso 2o. La explicaci�n es f�cil: el heredero


simple es un continuador ele la persona del difunto, por donde ambas
personas y patrimonios se refunden en una sola persona y patri
monio (art. 3417) ; el heredero beneficiario procura evitar esa refun
dici�n patrimonial, pues no quiere verse obligado a tener que pagar
deudas sucesorias con sus bienes propios, sino con los que reciba en
herencia.
592 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

846. Separaci�n de patrimonio. Lo mismo ocurre, no ya con.


relaci�n al heredero, en materia de separaci�n de patrimonios,


que
pueden pedir los acreedores de la sucesi�n y los legatarios contra los.
acreedores particulares d�los respectivos- herederos, para ser paga
dos sobre los bienes sucesorios con preferencia a estos �ltimos (art,
3433-6-45). Es verdad que los herederos no gozan, en tal situaci�n,,
de la calidad de beneficiarios, como los que solicitan y obtienen el
beneficio de inventario, y que as� resultan herederos comunes, lo-
que los obliga a responder ultra vires de las obligaciones de la suce
si�n, pues a sus respectos hay confusi�n de patrimonios. Pero pre
cisamente, la separaci�n de patrimonios tiende a evitar tal confusi�n
de patrimonios con relaci�n a los acreedores sucesorios y legatarios-
que la pidan y consigan: para ellos hay dos patrimonios distintos,
como son el hereditario y el de los herederos. En tal virtud, el cr�
dito que el heredero tenga contra la sucesi�n, se extinguir� por
confusi�n, pues para �l los dos patrimonios, el hereditario y el pro
pio, son uno solo, por lo mismo que es heredero puro. Y la deuda
que tenga en favor de la sucesi�n resultar� un bien de �sta, que
entrar� a constituir el respectivo acervo hereditario, sobre cuyo im
porte habr�n de cobrarse los expresados acreedores y legatarios, con
toda preferencia sobre los acreedores personales del heredero.
847. Estado heredero. �

Tambi�n hay que advertir que cuan


do el fisco es heredero, por raz�n de que no haya herederos naturales,
tampoco se produce la confusi�n. El fisco viene a resultar un he
redero beneficiario, pues s�lo est� obligado por las deudas sucesorias,
lo propio que �ste, con los bienes hereditarios, ya, que al efecto el
Estado (el Consejo nacional de educaci�n, en virtud de lo dispuesto
en el art. 44, inc. 10�, de la ley 1420 sobre educaci�n
com�n, as�
como en el art. 6o de la ley 4124 sobre redenci�n de capellan�as) no

recibe los bienes sino previo inventario y tasaci�n judiciales


(art. 3589).
C.�

848. Puede ser total o parcial. �

La confusi�n ser� total


o parcial seg�n que sea relativa a la integralidad del cr�dito respec

tivo o a una fracci�n del mismo. Es evidente. Bien pudo omitirse,.


pues, la disposici�n del art�culo 864 que as� precept�a : La confusi�n-
puede tener efecto (,) o respecto a toda la deuda (,) o respecto s�lo'
a una parte de ella. Cuando el acreedor no fuese heredero �nico
del deudor, o el deudor no fuese heredero �nico del acreedor, o cuan
do un tercero no fuese heredero �nico de acreedor y deudor, habr�
confusi�n proporcional a la respectiva cuota hereditaria. El c�digo
no es un tratado de elementos jur�dicos, ni, menos todav�a, un dic

cionario de primeras letras del derecho.


Confusi�n
593

[II. Efectos. �

A. Fundamentales. �

Io. �

849. �Extin
El efecto de la confusi�n est� indicado
gue � la obligaci�n.

en

el inciso final del art�culo 862 : se extingue la deuda con todos sus

accesorios. Es el efecto propio de cualquier medio extintivo.


2o Opini�n contraria. �

850. Razones en que se apoya.


Sin
embargo, los autores sostienen que no es as�. Corrigiendo un prin
cipio romano, seg�n el cual confusio nutg-is eximit personam eib obli-
(jatiom, quam extinguit obligationem, dicen que confusio non ex-
tinguit obligationem, sed mag�s eximit personam ab actione: Demo
lombe, XXVIII, 716; Huc, VIII, 176; Baudry, XIII, 1905; Pla
niol, II, 601; Colin y Capitant, II, 123; Giorgi, VIII, 105; Ricci,
VI, 325; Lomonaco, II, 163; S�nchez Rom�n, IV, 422; etc.
Se fundan en la circunstancia de hecho ele que nadie es deudor
ni acreedor de s� propio, en cuya virtud es inconcebible que alguien
pueda pagarse a s� mismo.
Malgrado el cr�dito y la consiguiente
deuda subsistan, no hay acci�n posible; por donde aunque no huya,
extinci�n ele derecho, hay exenci�n de acci�n.
851. Confutaci�n de las mismas. �

A m� me parece quehay
en ello un simple juego de
palabras, y que el sentido jur�dico se
halla bien ausente en tales expresiones. Si no hay acci�n, es porcpie
no hay derecho ; si hay derecho, debe haber acci�n. Como cpie �sta
no es otra cosa que el mismo derecho : Savigny, IV, CCV ; Manresa y

Reus, I, 7; Zaehariae, III, 542; Aubry y Rau, VIII, 746; Garsonnet,


I, 289 ; Chironi y Abello, I, 587-8 ; Gianturco, 72 y Zachariae-Crouie,
I, 134 ; Windscheid, I, 113, y nota l, p. 679 ; Crome, Parte gen�rale,
41, n. 7; etc. (cons., sin embargo, Chiovenda: Principii, 43; Nuovi
saggi, 33-4; Mortara, I, 12; Capitant, 99). La circunstancia de que
en la confusi�n no haya un pago ni nada equivalente (como en la

compensaci�n, en la novaci�n o en la transacci�n) nada induce: en


el perd�n tampoco hay pago alguno, lo que no impide que haya una
perfecta extinci�n. Por lo dem�s, ese distingo entre el hecho y el
derecho es simplemente inimaginable : el derecho no es m�s que la
traducci�n en normas de los hechos, pues procura interpretarlos y
sancionarlos, como ocurre en el matrimonio, en la herencia y en todo,
que son derechos porque son hechos (sociales, generales, constan
tes, etc., bien entendido).
Es verdad que se arguye con preceptos como el de nuestro
art�culo 867 : Si la confusi�n viniese a cesar por un acontecimiento
posterior que restablezca la separaci�n de las calidades de acreedor
y deudor reunidas la misma persona, las partes interesadas ser�n
en

restituidas a los derechos temporalmente extinguidos ( , y a todos los


accesorios de la obligaci�n). Por ejemplo, A hab�a heredado a B,
Colino, Ohlig. �
T. I 38..
594
*
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

de quien era deudor, por donde su obligaci�n anterior se ha con

fundido con su derecho actual como representante del acreedor;


pero luego se anula su t�tulo hereditario (el testamento ten�a vicios
de forma, o en una sucesi�n intestada se han presentado herederos
de grado preferente, etc.) ; la confusi�n operada cesa, y A vuelve
a ser deudor de B, o, lo que es igual, de los herederos de �ste. Se
afirma, en tal virtud, que ello prueba que la obligaci�n no estaba
propiamente extinguida, como lo demuestra el hecho de revivir ; y
se concluye que lo �nico que hab�a era la imposibilidad de hecho de

que A pudiera cobrarse o pagarse a s� propio.


Considero que todo ello es fantas�a. Cualquier acto nulo deja
las cosas como De ah� que en el art�culo 867
estaban: art, 1050.
no haya nada de privativo para la confusi�n, sino simplemente la

aplicaci�n de un principio bien general. Si, por ejemplo, la


novaci�n se hubiera hecho sobre obligaci�n nula (art. 802), o
una la
compensaci�n se hubiese producido respecto de un cr�dito falso, o

el pago se hubiera realizado sobre la base de un derecho ya extin

guido, las respectivas nulidades (acreditadas y declaradas) har�an


que en el primer caso no hubiera novaci�n, que en el segundo no
existiese compensaci�n y que en el tercero procediera la repetici�n
de lo pagado ; por lo mismo que, como en el supuesto de la confusi�n,
s�lo ha habido novaci�n, compensaci�n o pago aparentes y no reales
(cons. Crescenzio y Ferrini, 503).
852. Obtemperaciones adecuadas. La confusi�n extingu�,

pues, la obligaci�n, lo mismo que el pago, la novaci�n, etc.


Ello no impide que pueda jugar accidentalmente en forma
distinta ele la cpie corresponde a otros medios extintivos. As�, cuan
do la confusi�n se produce por raz�n de que un hijo (o cualquier
otro heredero: forzoso, no forzoso o testamentario), hereda al padre
de quien es deudor, el importe de la antigua deuda, ahora extin
guida por confusi�n, debe ser imputado a la porci�n hereditaria de
ese heredero. Por ejemplo, A fallece dejando un caudal de 100, a
repartirse entre cuatro herederos, uno de los cuales, B, era deudor
del causante por 20 ; como as� el caudal viene a ser de 100 m�s los
20 de dicho cr�dito, la parte de cada heredero es de 30, por donde
B s�lo recibir� 10, por lo mismo que ya � recibe � 20 en el monto
de deuda que no ha pagado ni paga (art. 3469). La misma solu
su

ci�n, mutatis mutand�s, corresponde en el supuesto de que el here


dero sea acreedor del causante : si B lo era de A por 20, el. caudal
de 100 se reduce lo que har� que cada heredero s�lo reciba 20,
a 80,
pues hay que empezar pagando a B su cr�dito de 20. Es que una
cosa es la obligaci�n, otra cosa es el derecho hereditario : el heredero
CONFUSI�N
595

-era deudor, o acreedor, del causante, por donde muerto �ste lo es de


la sucesi�n del mismo ; lo que hace que la confusi�n deba limitarse a
�im propio derecho, y no pueda perjudicar a los dem�s coherederos,
-que tampoco podr�an perjudicarlo a �l si fuera acreedor.
Por razones semejantes, la confusi�n no impedir� epie se

compute el cr�dito, o la deuda en su caso, para determinar la leg�


tima de los herederos forzosos, o, lo que es igual, la porci�n dispo
nible: si el causante es acreedor de uno de los herederos, la porci�n
disponible, y las consiguientes leg�timas, aumentar�n proporcional-
rnente; si es deudor, se reducir�n en los mismos t�rminos,
B. Accidentales. 853. Entre acreedor y deudor con rela

ci�n al fiador. �

En lo que toca a los efectos secundarios de la con

cusi�n, el c�digo contempla diversas situaciones.


En el art�culo 865 se refiere a la confusi�n deudor y
entre
acreedor con respecto al fiador, y a la confusi�n entre acreedor y
fiador con respecto al deudor : La confusi�n del derecho del acree

dor con la
obligaci�n del deudor, extingue la obligaci�n accesoria
-del fiador; mas la confusi�n del derecho del acreedor con la obli

gaci�n del fiador, no extingue la obligaci�n del deudor principal.


Todo ello es intuitivo. Adem�s, el art�culo 525 hace in�til al
"precepto.
854. Entre deudor y fiador. Pero se omite el supuesto en

'que haya confusi�n entre deudor y fiador (el primero hereda al


segundo, o viceversa). �Qu� ocurre? Desde luego parece cpie ello
nada implica : el individuo es a la vez deudor y fiador, por donde el
�acreedor puede demandarlo a cualquiera de esos dos t�tulos.
Si s�lo fuera eso, el asunto no tendr�a importancia. Sup�n
gase que el fiador hab�a dado en garant�a alguna hipoteca o prenda
;y aun una subfianza (un fiador de �l mismo) : la confusi�n operada

.�extingue todos esos accesorios? De aplicarse literalmente el in fine


del art�culo 862, habr�a que concluir afirmativamente. Lo mismo
habr�a que decir en virtud del texto del art�culo 525. Pero estos
art�culos contemplan situaciones de principio, por lo misino que son
reglas puramente generales y no absolutas, por donde la aplicaci�n
de los mismos debe quedar subordinada al juego org�nico de otras
disposiciones que los condicionan.
Es lo que aqu� pasa. La confusi�n extingue la obligaci�n por
que nadie puede pagarse ni cobrarse a s� mismo. Hay all� una im
posibilidad objetiva y fatal, que la ley no puede menos epie respetar
~y sancionar. Pero en el supuesto a que me refiero no existe tal
imposibilidad : si es imposible que nadie sea su propio fiador, por
lo mismo que ya lo es, no lo es que el deudor d� en garant�a una
EXTINCI�N
'

596 DE LAS OBLIGACIONES

prenda o hipoteca o una fianza. De


consiguiente, lo que en tal sen
tido hubiese dado el fiador, hoy deudor, no tiene por qu� desapare
cer. De ah� la sensatez del art�culo 2048, que expl�citamente lo-
dispone.
Es f�cil, ante lo dicho, resolver el punto que estudia Demo
lombe en el n�mero 734 del citado tomo XXVIII:
A, deudor de Xt
hereda a B, fiador de la obligaci�n; o bien B hereda a. A. Sup�ngase:
que A ten�a en su favor alguna excepci�n personal, que el fiador no-
puede alegar (art. 2020) : si X demanda a A (o a B, seg�n cuadre)
considerando a �ste deudor, la excepci�n puede serle opuesta; si lo-
demanda como fiador, la excepci�n no procede, a menos que se sosten
ga que la obligaci�n del fiador se ha extinguido por confusi�n.
Quid jurist Como la raz�n de la confusi�n no existe en el casor
pues no hay imposibilidad alguna en que una persona pueda tener-
en ciertos casos m�s de una personalidad (el heredero tiene su per

sonalidad propia y la del difunto ; el tutor, como cualquier otro-


representante legal o voluntario, tiene tambi�n la suya y la de quien
representa), resulta concebible que el demandado como fiador no
pueda oponer la excepci�n aludida, por mucho que sea heredero
del deudor.
855. En obligaci�n solidaria. �

En materia de solidaridad se-

tiene el art�culo 866 : La confusi�n entre uno de los acreedores soli


darios y el deudor, o entre uno de los codeudores solidarios y el
acreedor, s�lo extingue la obligaci�n correspondiente a ese deudor o-
acreedor, y no las partes que pertenecen a los otros coacreedores o

codeudores.
Ya he estudiado este precepto, que no armoniza con el del ar

t�culo 707, y he dado las razones para justificarlo (n0 506).


856. En obligaci�n simplemente mancomunada. Nada se �

dice en materia de obligaciones simplemente mancomunadas. Pero-


Ios principios generales bastan. Si la prestaci�n es divisible, hay

independencia entre los cr�ditos o deudas parciales (art. 691, inc,


final) : de ah� que la confusi�n del. acreedor con uno de los deudo
res, o del deudor con uno de los acreedores, s�lo extinga el cr�dito
o la deuda propios de ese acreedor o deudor. Si la prestaci�n es
indivisible, no hay motivo para variar la soluci�n de fondo : la ex
tinci�n ser� parcial. La �nica limitaci�n admisible es la que res

ponde al car�cter de la prestaci�n: los deudores restantes quedar�n


obligados por el todo, o bien los acreedores podr�n pedir como antes.
el pago �ntegro, sin perjuicio de que en las acciones recursorias haya

que limitar los respectivos derechos. Por ejemplo: A, acreedor de


una obligaci�n indivisible, hereda a uno ele los deudores, B: A podr�
RENUNCIA
597

reclamar siempre la totalidad


como de lo debido, sin perjuicio de

que luego responda por la parte que le incumbe como deudor

parcial, y por lo que as� ha venido a cobrar de m�s.


C. �

857. Si obra retroactivamente. �

No creo necesario in
sistir sobre un punto que preocupa gravemente a lo com�n de los
autores: si la confusi�n anulada o desparecida obra retroacti
vamente.
No hay nada de especial que decir al respecto.
Cuando se la anule (y a tanto puede equivaler en nuestro c�
digo resolver, rescindir, disolver, etc. : Colmo, T�cnica legislativa del
�c�digo, 125), habr� retroactividad (art. 1050). Si no hay nulidad
ni cabe admitir la retroactividad, lo cpie ser� raro (se cede un de
recho extinguido por confusi�n, etc.), entonces el derecho no revive
propiamente, sino que vuelve a nacer a partir de ese instante, por
donde la confusi�n ha existido hasta �l sin anularse ni resolverse
(tal podr�a ocurrir en casos como el del art�culo 1046, si se lo en

tiende literalmente).

CAP�TULO VI

RENUNCIA

SECCI�N Ia

RENUNCIA EN GENERAL

I. Prenociones. �

858. Amplitud de su contenido y meto


dolog�a. �

En materia de renuncia, el c�digo revela, como en punto


a transacci�n y confusi�n,
a y hasta
mayor evidencia,
con las fallas
de sumetodolog�a, pues a. prop�sito de las obligaciones legisla una
instituci�n que corresponde a la extinci�n de cualcpiier derecho.
As�, cabe renunciar la posesi�n (art. 2454) lo mismo que cualquier
derecho real (art. 2607, 2933, 3047, 3227, etc.), como se puede re
nunciar derechos hereditarios (art. 3379 y ss.) o la prescripci�n
adquirida (art. 3965), y, en general, cualquier derecho que entre
en la autonom�a individual
(art. 19). De ah� lo dispuesto., en el
art�culo 872 : Las personas (capaces de hacer una renuncia) pueden
renunciar a todos los derechos establecidos -en su inter�s
particular,
�aunque sean eventuales o condicionales; pero no a los derechos con
cedidos (,) menos en el inter�s particular de las personas (,) que en,
mira del orden
p�blico (, los cuales no son susceptibles de ser el
598 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

objeto de una renuncia) , que se limita a repetir el precepto del ar

t�culo 5�, y que textualmente alude a en. cualquier derecho (cons.


punto a renuncia, Atzeri-Vacca, Delle rinunzie secondo il c�dice
civile italiano, 1915; Windscheid, I, 846 a 90, nota de Faclda y Ben
sa, lo mejor que conozco sobre el t�pico).
De consiguiente, debi� legisl�rsela a prop�sito de los actos.
jur�dicos, ya que entre nosotros, malgrado los precedentes de Sa
vigny y de Freitas, no hay una parte general en cpie el c�digo haya
contemplado lo com�n de todas las instituciones y relaciones ele!
derecho civil.
, Es eso lo obligado a consagrar luego todo un t�tulo-
que ha
especial para la renuncia propia ele los derechos creditorios, llamada
remisi�n (o perd�n, como se dice en el c�digo alem�n), como es el
que subsigue al ele la renuncia.
859. Sinonimias. ���

Debe tenerse presente las abundantes-.


sinonimias cpie envuelve en nuestro c�digo este concepto de la
renuncia, en cuya virtud se le suele equiparar la abdicaci�n, la.
repudiaci�n, el abandono, el desistimiento, el no uso, etc., seg�n.
puede verse en los art�culos 320, 443, inciso 4�, 480, 964, 1184, inciso
6o, 2924, 3059, 3804-5-7-8, 3987, etc.
II. Caracteres. �

860. Es unilateral. �

Diversos son los ca

racteres de la renuncia, que ser� menester precisar para poder ca

racterizarla, ya que el c�digo no lo ha hecho especialmente.


Desde luego, es unilateral, en el sentido de que basta la ma

nifestaci�n de voluntad del renunciante para cpie haya renuncia^,


sin necesidad de que �sta tenga cpie ser aceptada por nadie. _

Es verdad que, seg�n la ley, la obligaci�n queda extinguida.


no simple renuncia sino mediante la aceptaci�n de la misma.
por la
(art. 868, inc. 2�). Pero eso nada arguye contra el principio. Aparte-
ele que en ese inciso el c�digo se refiere a cierta renuncia, la de una

obligaci�n, como resulta de su mismo texto, cabe observar : 1� que


no se ve la necesidad de tal aceptaci�n, desde que lo �nico en juego-

es la situaci�n del renunciante y no la del posible beneficiario; 20,


,

que en el supuesto ele que el renunciante se incapacitara o falleciera


despu�s de su renuncia y antes de la aceptaci�n de la misma, resul
tar�a cpie por falta ele tal aceptaci�n debiera ten�rsela por no exis
tente (arg. del art. 1149), lo que ser�a ir contra la intenci�n del
renunciante y del posible beneficiario; 3� cpie si las ofertas contrac
tuales requieren esa aceptaci�n (art. 1149) es porcpie suponen la
doble obligaci�n de las partes, o, por lo menos, la de una de ellas,.
cosa que no ocurre en el caso ; 4o que el mismo c�digo tiene ejemplos

de lo epie sostengo, como pasa en el supuesto del art�culo 2^60.7, que


RENUNCIA
599

no para la validez del abandono de una cosa, que alguien se


exige,
haya apropiado �sta; 5� que, ele consiguiente, todo lo epie dicha
aceptaci�n implica es otra cosa muy distinta de la existencia y va
lidez de la renuncia, cual es la de su irretractabilidad, como se
dispone en el art�culo 875 (que le hace producir efectos antes de su
aceptaci�n) y en sus diversos concordantes (3348, 3806, etc.), y como
es de principio con toda manifestaci�n ele voluntad (arg. del art.
1150 y sus diversos concordantes).
861. Es abdicativa. Es consecuencia de

ese car�cter funda


mental el que la renuncia sea simplemente abdicativa y no trasla
tiva. Esto �ltimo implicar�a una transferencia o enajenaci�n, vale
decir, el de dos voluntades ; al paso que lo primero s�lo
concurso

supone, en lo que concierne a la renuncia, la voluntad del renun


ciante. No siendo, pues, una convenci�n, no est� sujeta a forma
alguna, puede consistir en el simple hecho del abandono (como
y
en materia ele cosas), ni tampoco debe ser reglada en sus efectos.

espec�ficos por las disposiciones relativas a los contratos. Todo sin


perjuicio, claro est�, ele las limitaciones que son necesarias en m�s
de un supuesto : por ejemplo, cuando sean importantes los derechos
en juego, la ley exige formas dadas que atestig�en sin dejar eluda

la voluntad respectiva (art. 1184, inc. 6o, 3345, etc.) ; la renuncia del
art�culo 870 es un legado (n� 869) ; etc.
862. El beneficiario no es sucesor del renunciante. �

De ah�

que el eventual beneficiario de la renuncia (antiguo deudor, cohere

dero, ocupante, etc.) no sea un sucesor del no hay


renunciante, pues
relaci�n jur�dica entre ambos. S�lo cabe excluir los supuestos en que
la renuncia est� asimilada a una donaci�n o legado (art. 870 y sus

concordantes), pues entonces el beneficiario es un donatario o


legatario del renunciante, y puede invocar en su favor las sibilinas
disposiciones de los art�culos 3265 y siguientes. Y est� de m�s adver
tir que si ello esa�n m�s cierto respecto de las renuncias onerosas
(art. 869), es porque �stas son renuncias en el nombre, pues envuel
ven un perfecto contrato bilateral (cons. en cuanto a la renuncia de
la prescripci�n cumplida, Ricci, V, 153).
.. 863. Es de derecho estricto. �

Tales son sus caracteres de

fondo, 0113^0 an�lisis detenido se puede ver en elN estudio que S.


Lessona ha publicado en la Revue trimestrielle de droit civil (1912,
361 y ss.) con el t�tulo Essai d'une th�orie gen�rale de la r�noncia-
tion en droit civil, y en el cual se pretende (la renuncia
un tercero

puede versar sobre derechos futuros) que no me parece propio de


ella en nuestro derecho, pues cualquier convenci�n puede referirse
.

a derechos as�
(art. 1168), como, por lo dem�s, se repite aqu� en el
600 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

art�culo 872. En tal virtud, y luego de advertir cpie las indicadas


conclusiones figuran, antes que en el art�culo de Lessona, en una
de las sabias notas que Fadda y Bensa han agregado a su traduc
ci�n de las Pandette de "Windscheid (I, 854 y ss. ; conf.
Carrara;
III, 7), quiero considerar, por lo af�n de las cosas, entre los carac
teres de la renuncia, una caracter�stica relativa al criterio de su

interpretaci�n.
Lo restrictivo ele la interpretaci�n de la renuncia, es de obvie
dad. Nemo res sitas jactare fucile praesumitur, dec�an ya los roma
nos. El instinto de conservaci�n, individual o patrimonial, est� bien
arraigado en el hombre ; por donde es poco concebible el esp�ritu de
liberalidad que la renuncia supone. De ah� que, tanto en la renun
cia expresa como en la t�cita, sea menester excluir cualquier volun
tad ambigua, y limitarla a lo que sea de evidencia. Y de ah� lo funda
do del art�culo 874, que es fundamental : La iivtenci�n de renunciar no
se
presunie^jyla�ntervretcici�n de los actos que induzcan a probartiT
debe ser restrictiva (cons. C�m. com., 81, 301; jTTT,
C�m. civ. Ia en

IX|913, 130, y en R. L. J ., VII, 760).


Es lo que tambi�n se precept�a en la materia bien af�n de las
donaciones : art. 1818. Pero en este art�culo se consagra, al lado
de la presunci�n de fondo en tal sentido, presunci�n contraria la
para supuestos especiales. Considero que
estas presunciones son
tambi�n admisibles en materia de renuncia (art. 16), siempre que
se empiece por demostrar que se est� en tales casos especiales, con

lo cual se destruir�a la presunci�n de fondo de que la renuncia no


puede ser presumida. �al

864. Concepto. La renuncia es, entonces, una �manifesta


ci�n de voluntad en cuya virtud se hace salir del propio patrimonio


un derecho actual, o se impide el ingreso al mismo de un derecho

futuro, sin necesidad alguna de transmitir el derecho a un tercero �.


En tal definici�n se tiene dichos caracteres : la renuncia es unila
teral, pues no entra�a m�s voluntad que la del renunciante; y es
abdicativa, por lo mismo que, siendo unilateral, no implica trans

misi�n del derecho renunciado.


III. Elementos. �
865.
Qui�n puede renunciar. �
Veamos
ahora c�mo jueg*a en el c�digo.

�Qui�n, desde luego, puede renunciar? El art�culo 868 regla


el punto : Toda persona capaz de dar o de recibir a t�tulo gratuito,
puede hacer o aceptar la renuncia gratuita de una obligaci�n. He
cha y aceptada la renuncia, la obligaci�n queda extinguida.
De consiguiente, los art�culos 1804 a 9 son los aplicables al caso.
Y es natural que as� sea. La donaci�n es el tipo de los actos gratui-
'"'
RENUNCIA 601

tos. pauta con relaci�n a �stos,


De ah� que d� la entre los cuales ltf >

renuncia figura eminentemente, pues se resuelve, como la donaci�n,


on un empobrecimiento.
Pero hayque observar que el art�culo se refiere expl�citamente
a la renuncia de una obligaci�n, esto es, de un derecho creditorio. La
aludida p�sima metodolog�a del c�digo hace que en este t�tulo de la

renuncia, que se cualquier derecho seg�n se ha visto, se


refiere a

incluya, en un p�le-m�le jur�dicamente indecoroso, m�s de una dis


posici�n, como la presente, de contenido limitado y especial.
Y como el texto es categ�rico, no cabe extenderlo : la restricci�n
s�lo es admisible, entonces, con relaci�n a la renuncia de los dere
chos creditorios ; por donde en lo cpie toca a cualquier otra renuncia,
y salvo lo que en contrario se disponga especialmente, habr� cpie
estar a los principios generales, de acuerdo con los cuales pueden
renunciar todos aquellos a quienes no les est� prohibido hacerlo
(art. 53 y 1160).
En cuanto a la disposici�n final, que requiere la aceptaci�n
de la renuncia, ya he explicado su sentido (n� 860) : ello nada tiene
que hacer con la renuncia sino con la irretractibilidad de la misma.
Por lo dem�s, aun respecto de los mismos derechos creditorios o de
obligaci�n, a que el precepto se refiere, hay situaciones en cpie tal
aceptaci�n es inconcebible. Es lo que pasa con los derechos al por
tador, asimilados a las cosas muebles (art. 2313) : bastar�, pues, a
su respecto, con una simple abdicaci�n o abandono (art. 2607). Y

es lo que en el fondo pasa, seg�n dir� m�s adelante (n� 876a),


con. cualquier remisi�n.

866. Forma y prueba de la renuncia. El art�culo 873 legisla


lo atingente a la forma: La renuncia no est� sujeta a ninguna forma


exterior. Puede tener lugar (verificarse, realizarse) aun t�tcita-
mente, a excepci�n de los casos en que la ley exige que sea mani
festada de una manera expresa.
Es lo epie, en el fondo, se precept�a por el art�culo m�s gene
ral sobre cualquier manifestaci�n, de voluntad (915), con dos limi
taciones: se except�a los casos en que se requiere renuncia expresa
(por ejemplo, los de los art. 704, 814-5, etc.), y los de renuncia
presunta (art. 874), esto es, los de renuncia t�cita que se quiera
ver en la inacci�n o el silencio del acreedor ; con lo cual s�lo queda

en pie la renuncia t�cita


que es dable inducir de los actos positivos
del mismo.
De consiguiente, fallos como el de la C�mara comercial (33, 210),
en que se dice que la renuncia debe ser expresa, tienen que ser limi
tados al supuesto estrictamente contemplado (cons. sobre renuncia
�02 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

t�cita, S. C 97, 357 ; C�m. civ., 70,


., 76 ; y sobre la innecesidad de
la forma, 8. C, 80, 18).
Como nada se dice en materia de prueba, habr� que estar a los
principios comunes. Si la renuncia es relativa a derechos credito

rios, los art�culos 1190 a 4 ser�n plenamente aplicables.


867. Derechos renunciables. �

Ya se ha visto que cualquier


derecho privado puede ser renunciado (art. 872).
Lo dif�cil al respecto ser� la determinaci�n concreta de lo que
deba entenderse por derecho privado, o, lo cpie es igual, por derecho
renunciable. Creo qiWno tengo por qu� extenderme al respecto,
pues me bastar� referirme a lo dicho a prop�sito de la situaci�n

an�loga del art�culo


502, o del art�culo 794, donde he puntualizado
lo relativo al orden p�blico, a la licitud y a la moral y buenas cos
tumbres. De ah� que sobre con repetir que se trata de apreciacio
nes circunstanciales, que por eso pueden variar seg�n las �pocas y

lugares, y que el principio es el de la potestad de renunciar, dada


la organizaci�n individualista de nuestra sociedad civil, por donde
s�lo ante disposiciones categ�ricas o ante exigencias de toda magni
tud habr� que pronunciarse en el sentido de la irrenunciabilidad.
IV. Renuncias especiales, 868. Onerosas. �

Los princi �

pios expuestos se refieren a la verdadera renuncia, esto es, a la gra


tuita, sin perjuicio de que tambi�n sean aplicables a las restantes,
en cuanto nada en contrario se disponga especialmente, o en cuanto

no se opongan a lo espec�fico y propio de ellas.

Las que contempla, el c�digo son tres.


En el art�culo 869 se alude a la renuncia onerosa : Cuando la re

nuncia se hace por un precio (o una' prestaci�n cualquiera) , la


,

capacidad del que la hace y la de aqu�l a cuyo favor es hecha, se


determinan seg�n las reglas relativas a los contratos por t�tulo
oneroso.

Es verdad que en el art�culo s�lo se habla de la capacidad de


las partes. Pero no lo es menos que una renuncia onerosa es renun
cia de nombre, pues si inedia un precio se tiene un cambio. De ah�
lo bilateral del asunto, por lo mismo que hay obligaciones rec�procas
(art. 1138). Y de ah� la
aplicaci�n al caso de los principios gene
rales, en materia de prueba y forma, de efectos, etc. (art. 1021, 1144
y ss., 1197, 1201, etc.).
869. Testamentarias. �

En el art�culo 870
legisla la renun se

cia hecha en testamentos : La renuncia hecha en disposiciones ele


�ltima voluntad, es un legado (y se reglar� por las leyes sobre los
legados) .

En verdad que no se ve la l�gica en esta disposici�n. El legado


RENUNCIA
603

es una donaci�n hecha en testamento. De


consiguiente, la renuncia
hecha por acto entre vivos debiera ser una donaci�n, siendo as� que
el art�culo 1791 dispone expl�citamente lo contrario. �Por qu�, en
tonces, equivale a legado la renuncia hecha en acto por causa de
muerte, como el testamento?
Pero la disposici�n, aunque poco justificable ante los principios,
es clara y no admite dudas. En su virtud la renuncia hecha en

testamento no es abdicativa, sino traslativa, como la donaci�n. Tam


bi�n es cierto que, salvo en lo tocante a la entrega de lo renunciado
(art. 3768, con la excepci�n del art�culo 3769), �l favorecido es titu
lar del respectivo derecho desde la muerte del testador, sin necesidad
de aceptaci�n, cpie se presume (art. 3766), a menos que se trate

de la renuncia de derechos indeterminados, como en los casos de


los art�culos 3756 a 61.
870. De derechos litigiosos o dudosos. �

Finalmente, en el ar

t�culo 871 se contempla el supuesto de la renuncia sobre derechos

litigiosos o dudosos : Si la renuncia por un contrato oneroso se re


fiere a derechos litigiosos o dudosos, le ser�n aplicadas las reglas de
las transacciones. Con toda evidencia :
aunque la transacci�n im
plique reconocimiento y no renuncia, en el hecho envuelve una
renuncia, la ele las propias pretensiones ; por donde, con un nombre
o con otro, implica una � concesi�n �, que en el caso tambi�n entra�a

la renuncia, por lo mismo cpie �sta es hecha en favor especial de


alguien (v. supra, nos 813-6-8-23).
Pero lo delicado no es eso, sino otra cosa. En la transacci�n
hoc sensu no hay garant�a de evicci�n, etc. (avt. 836-54), cabal
mente por su car�cter declarativo y no traslativo. En la renuncia
onerosa dichagarant�a corresponde, precisamente porque, contra su
esencia de fondo, deja de ser abdicativa y unilateral para conver
tirse en traslativa, y bilateral : de ah� el imperio de los art�culos
2089 y siguientes y del argumento del art�culo 869. Cuando, pues,
existan � concesiones � en un asunto litigioso o dudoso � epi� corres
ponde ver: renuncia o transacci�n? Tocio ser� materia de cir
cunstancias y de prueba y* apreciaci�n. Las expresiones de que se
sirvan los interesados podr�n dar la pauta, porque es ele suponerse
que las empleen conscientemente. Pero ello no es siempre decisivo. Si
entre los mismos especialistas del derecho se suele confundir institucio
nes m�s o menos
afines, en cuya virtud se trabuca las expresiones res
pectivas, cabe suponer las fallas de los profanos en punto a len
guaje jur�dico. De ah� que, como siempre, resulte menester acudir
a lo
objetivo de las circunstancias (antecedentes, intenci�n real, he
chos, etc.), para poder inducir la soluci�n positiva, siempre en de-
-604 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

manda de aquella sabia norma del Digesto (I, 3�, 17), repetida en
las Partidas (Ia, I, 13), seg�n la cual se ir� leyes non hoc est, verba
earum t enere, sed vim ac potestatem, a
cuyo efecto la ratio conven-
.tionis (mismo libro y t�tulo, ley 20), dentro de la tota conventione
perspecta (mismo libro y t�tulo, ley 24), servir� de buen criterio.
Y la soluci�n hace tanto m�s dif�cil cuanto que el criterio
se

que cuadre en cualquiera ele ambos sentidos, es el mismo : la inter


pretaci�n es restrictiva tanto en materia de transacci�n (art. 835)
-como de renuncia (art. 874), por cuanto reconocer un derecho ajeno
o renunciar un derecho propio vienen a equivaler, ya cpie en ambos
-casos hay un acto contrario a los intereses de uno. Considero, con

todo, que, salvo lo particular ele las circunstancias,


siempre que y
no se llegue a una renuncia presunta, no autorizada por el c�digo

(art. 874), cuando la ambig�edad subsista y la duda no pueda ser


�disipada, ser� m�s prudente inclinarse en el sentido de la transac-
�ci�n, por ser ello m�s liberal y definitivo, en cuanto excluye toda
responsabilidad ulterior, y por consultarse con ello el principio de
�que benigniora pra efe-renda sunt (Digesto, I, 3o, 18 ; L, 17�, 9,
-55; etc.).
V. Efectos. 871 Principio.

. No hay por qu� insistir acer


ca de los efectos ele la renuncia. Con ella la obligaci�n � queda ex


tinguida � (art. 868, inc. 2o), por supuesto que con todos sus acce
sorios (art. 525).
872. Retractaci�n de la renuncia. �

El art�culo 875 admite la


retractaci�n de la renuncia: La renuncia- puede ser retractadla
mientras que no hubiere sido
aceptada por la persona a cuyo favor se
hace, salvo los derechos adquiridos por terceros, a consecuencia de
la renuncia, elesde el momento en que ella ha tenido lugar (se ha
verificado) hasta el de su retractaci�n.
Esta disposici�n prueba lo unilateral de la renuncia. Es cierto

que habla de aceptaci�n, pero es porque evidentemente se refiere


:a la posibilidad ele su revocaci�n o retractaci�n. Lo importante es que

la retractaci�n no tiene efecto retroactivo, lo que implica que la


renuncia ha existido hasta el momento en que se la ha retractado, As�,
yo renuncio a mi demanda contra A, o a mi derecho de hipoteca con

tra el mismo, cosa que sabe X, quien en tal virtud, y no obstante no


rnediar aceptaci�n alguna de la renuncia por parte de quien va a
resultar beneficiado, mi deudor A, cree en la solvencia de �ste y le
hace un pr�stamo o realiza con �l un negocio cualcpiiera en que �ste
�contrae obligaciones que suponen su solvencia, la cual, a su tumo,

implica la existencia en su favor del derecho que he renunciado. Si,


j�ues, luego pretendo yo retractar mi renuncia;, podr� hacerlo, porque
RENUNCIA
605

nadie la ha aceptado, pero podr� perjudicar


no el derecho que X ha

adquirido de creer en la solvencia de A, a quien consideraba liberado


a mi respecto, por donde mi retractaci�n valdr� s�lo en cuanto no

atente as� contra X.


VI. Afinidades. 873. Con el reconocimiento.
� �

Las insti
tuciones m�s afines con la renuncia (sin contar entre ellas las
renuncias especiales, como es la de los derechos creditorios, lla
mada remisi�n, que estudiaremos en seguida) son el reconocimiento,.
la transacci�n y la clonaci�n.
Difiere del reconocimiento en m�s ele un sentido, no obstante-
lo com�n cpie con �l tiene ele
implicar un empobrecimiento propio :
el reconocimiento es declarativo (art. 718), en cuanto fija el derecho-
respectivo con relaci�n al momento en que ha nacido, al paso que
la renuncia no lo es, pues sus efectos se computan a partir del mo
mento en cpie es hecha (arg. del art. 875) ; el reconocimiento es-
hecho en favor de alguien, mientras que la renuncia puede no im
plicar ese beneficio de un tercero (art. 718 y 320, 2607, etc.) ; no se
concibe un reconocimiento oneroso, pues ello ecpiivaldr�a a una
transacci�n (art. 832-6), siendo as� que la renuncia puede serlo
(art. 869) ; etc.
874. Con latransaqci�n. Con la transacci�n entra�a tam

bi�n lo igual del empobrecimiento propio, pues en tal sentido la


transacci�n, es un reconocimiento. Pero las diferencias son saltanr
tes: toda transacci�n bilateral y onerosa, mientras que la renun
es

cia es unilateral y gratuita ; cuando la renuncia es onerosa, todav�a


difiere de la transacci�n en epie no supone derecho litigioso o dudoso ;.
aun en el supuesto de que estas situaciones existan, la asimilaci�n
entre la renuncia y la transacci�n es s�lo de principio (art, 871),

pues ello no excluye que la verdadera transacci�n sea puramente


declarativa (art. 836), cosa que jam�s es propia ele la renun
cia, etc.
875. Con la donaci�n. �

Y tiene de com�n con la donaci�n su

car�cter gratuito. Pero se distingue de �sta en muchos sentidos: la


donaci�n es contrato, y as� consensualmente bilateral, pues requiere
aceptaci�n (art, 1789-92, etc.), al paso que la renuncia es con no

trato seg�n se ha visto ; la clonaci�n se aplica tan s�lo a las cosas.


(art, 1799), y la renuncia puede versar sobre cualquier derecho
(art. 872), por donde no son donaci�n todas las renuncias del ar
t�culo 1791 (aunque m�s de una de ellas sea donaci�n perfecta en
el hecho, como la del inciso 6o) la donaci�n es traslativa, la renun
;
cia es
abdicativa; etc.
�06 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

SECCI�N 2a

EEMISION

I. Concepto. �
876. Es la renuncia de un derecho creditorio.

La remisi�n de la deuda, lo he dicho ya, no es otra cosa queda


renuncia de un derecho creditorio. As� resulta del contexto de las
respectivas disposiciones, de la nota del codificador al art�culo 876,
de las fuentes (sobre todo Aubry y Rau, 3a ed., III, 323, 2, y 4a ed.,

IV, 323, B ) y del texto del art�culo citado : Lo dispuesto en los cua
,

tro art�culos primeros del t�tulo anterior es aplicable a la remisi�n


de la deuda hecha por el acreedor.
Lo �nico que precisa advertir al respecto es epie siendo la remi
si�n una especie de un g�nero, le son aplicables todas las reglas del
g�nero, y no s�lo cuatro ele las
mismas, como se precept�a en el
art�culo susodicho, en cuanto no est�n derogadas particularmente
por las propias de ella. Es lo que expl�citamente dicen Aubry y
Rau (p�rrafos citados n n. 18 y 19, y n. 20, respectivamente).
876 \ Se rige por los principios de la renuncia. De consi �

guiente, todo cuanto concierne a la renuncia en materia de capaci


dad, prueba, especies, etc., rige con relaci�n a esta renuncia de dere
chos creditorios. Lo propio hay que afirmar en lo que toca al criterio
interpretativo que cuadra al respecto, y en lo que hace a la retracta
ci�n de tal renuncia.
Y lo mismo cabe sostener con relaci�n a lo unilateral y abdi
cativo de aqn�lla. Nac�a obsta lo relativo del derecho creditorio, que
s�lo existe respecto del deudor, cuya renuncia, de s�loconsiguiente,
�ste va a aprovechar. Fuera de que hay derechos creditorios que son
tan absolutos como los mismos derechos reales, seg�n acontece con
los t�tulos al portador (supra, n� 865), la indicada relatividad nada
dice, pues no es ella quien est� en juego. Lo que en el caso importa
es el desistimiento, el abandono, el empobrecimiento, etc. ; en una

palabra, la situaci�n del renunciante. Todo lo que implica la acep


taci�n (expresa o t�cita, por lo dem�s, seg�n es de norma: art. 915)
es la irrevocabilidad de la renuncia o remisi�n, que existe por efecto

de su mera exteriorizaci�n (nns 860-72). Es verdad que Pothier


sostiene lo contrario (Obligations, 614), pero en virtud de razones
que en derecho moderno son poco sostenibles, seg�n puede verse
en el art�culo de S. Lessona (supra, n� 863), si bien debo apuntar

que el derecho tradicional (Giorgi, VII, 308; Lomonaco, II, 140;


RENUNCIA
607

Baudry, XIII, 1767; etc.), en cpie figuran Ricci (VI, 302, no obs
tante haber sostenido antes, V, 153, que la renuncia a la prescrip
ci�n es abdicativa y no traslativa) y el mismo Saleilles (Obligation,
72 in fine)', sigue sosteniendo la tesis de Pothier, de cpie la renuncia
de un derecho relativo es t�ela una convenci�n liberatoria, que su

pone esencialmente la doble voluntad del renunciante y del bene


ficiario. Y as� resuelven, aun en nuestra �poca, los tribunales fran
ceses: R.T. D. C, 1912, 188, nota jurisprudencial 29.
Considero insostenible tal punto de vista en derecho moderno.
A las autoridades que he expuesto en el referido n�imero 860, puedo
agregar la de Crescenzio y Ferrini (494), que aceptan para la remi
si�n, no ya parala renuncia en general, el car�cter unilateral cpie
�creo le cuadra.
La �nica diferencia entonces, entre la renuncia y la remisi�n,
es la relativa, a la forma : la renuncia no est� sujeta a formas (art.
873), pero s�lo principio, pues hay limitaciones m�s o menos ge
en

nerales o especiales (art. 1184, inc. 6o, 3345, etc.). Y tales limitaciones
no existen en materia de remisi�n, aunque ella sea expresa. He aqu�
el texto: no hay forma especial para (hacer) la remisi�n expresa (,)
aunque la deuda conste de (en) un documento p�blico (art. 885).
Es bueno advertir que esta �ltima disposici�n no resulta muy justi
ficable: por fuerte que pueda ser el deseo de favorecer la remisi�n
y de beneficiar al deudor, precisa tener en cuenta que cuando se
trate de renuncias expresas, ser� imprudente dejar de lado, y como
sin importancia, lo relativo a la prueba de la remisi�n, que siempre
resulta dif�cil o vidriosa cuando medien intereses ele alguna mag
nitud.Por suerte que ello nada dice respecto de terceros, por lo
mismo eme a �stos no los obliga lo que no conste en documento
p�blico, o, por lo menos, lo que no conste en documento privado de
fecha cierta (art. 1035). Como quiera, la seguridad de un derecho
es inherente a la prueba f�cil e incontrovertible del mismo : el resto

es arbitrariedad, fragilidad y desconfianza. Menos mal que en el


caso interviene un factor de liberalidad generosa, que tiene su parte
�poiideradora de plausible.
II. Remisi�n t�cita por entrega del documento de la deuda.

A. �

877. Principio. �

El c�digo se particulariza respecto de la


remisi�n de que ella es muy frecuente, sobre todo
t�cita, por raz�n
en la forma de la entrega al deudor del documento en que consta
la deuda.
El art�culo 877 la caracteriza en estos t�rminos: Habr� remi
si�n de la deuda, cuando el acreedor entregue voluntariamente al
deudor el documento original en que constare la deuda, si el deudor
608 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

no alegare que la ha pagado. Es lo que ocurre en la vida ordinaria,.


sobre todo comercial: el acreedor entrega al deudor el pagar�, la
letra o lo que fuere ; con lo cual, y sin necesidad de recibo alguno ni
de comprobante particular de ninguna especie, el primero se des

poja de la prueba que ten�a de su cr�dito, que, por lo mismo, no


podr�a demandar en juicio, a menos que cupiera, lo cpie no es com�n,.
la prueba testimonial (art. 1193), y a menos que quisiera arrostrar
las contingencias del juicio criminal consiguiente.
B. Requisitos. 878. Debe tratarse del documento original y

�nico. Del mismo art�culo surgen las condiciones o requisitos de


tal remisi�n.
Se requiere que se trate del documento original. Es lo que pasa.
cuando el documento es privado, por lo mismo que es �nico. Si
no es original, y se copia o testimonio, la situaci�n es
trata de una

otra. El art�culo 879 la contempla y resuelve : Si el documento de


la deuda fuere un documento protocolizado (Si la deuda constase
en un documento protocolizado), y su copia legalizada (�copia au

torizada � dice el art, 1006, y repite el art. 215 de la ley org�nica de


los tribunales) se hallare en poder del deudor sin anotaci�n del

pago o remisi�n del cr�dito, y el original se hallase tambi�n sin ano


taci�n de pago o remisi�n firmada, por el acreedor, ser� a (de)
cargo del deudor probar que el acreedor se lo entreg� por remisi�n-
de la deuda. En otros t�rminos, la entrega del documento original
hace presumir la remisi�n, mientras que la de la copia autorizada
(� testimonio �, como se dice en lenguaje corriente) de un documento
protocolizado no la hace presumir. Las dos soluciones son sensatas : el
deudor que recibe el documento original tiene en su mano la prueba
�nica de la obligaci�n, por donde cabe suponer que el acreedor que
se lo ha dado jam�s podr�a cobr�rsela ; el deudor que tenga un testi

monio del documento protocolizado carece de tal prueba, desde que


poco le costar�a al acreedor hacerse otorgar otro testimonio (art..
1007-8 y art, 216-7 de la ley precitada).
879. La entrega ha de ser voluntaria. En segundo lugar,�

se requiere que la voluntaria. Si ha sido hecha por error,.


entrega sea

estar�amos en el supuesto del art�culo 797. Si ha existido p�rdida o


hurto, como nadie puede derivar derechos de un acto il�cito (Diges
to, L, 17�, 134, fr. 1), bastar� con que se acredite tales circunstancias
para cpie el deudor no pueda ampararse en el principio del ar

t�culo 877.
879 a. Debe hecha por el acreedor.
ser En tercer lugar, es �

indispensable cpie la remisi�n sea hecha por el acreedor, por lo mis


mo que es el titular del respectivo derecho. La (p�e se hiciera por
RENUNCIA
609

otra persona no podr�a por eso entra�ar remisi�n alguna, Y aun


cuando la haga quien sea acreedor efectivo, ser� preciso tener en
cuenta las circunstancias. Si la obligaci�n es simplemente manco
munada, la remisi�n hecha por uno de los acreedores s�lo tiene efec
to con relaci�n a ese acreedor (art. 687-91). Si es solidaria, entonces
nos encontramos con la situaci�n ya contemplada a prop�sito del
art�cub 707 (n� 507). En tal caso se tiene la disposici�n del art�culo
884: La remisi�n por entrega del documento original, en relaci�n a

los fiadores, coacreedores solidarios o deudores solidarios, produce


los mismos efectos que la remisi�n expresa. Se recordar� que en
tonces sostuve que la remisi�n hecha por uno de los acreedores soli
darios, y malgrado lo dispuesto en el art�culo 707, tiene efecto contra
todos los acreedores s�lo cuando sea in rem, esto es, objetiva, de la
deuda misma, y no in personam o subjetiva, vale decir, de la parte
del cr�dito que corresponda a ese acreedor; que en la duda, y por
aplicaci�n de los principios (art. 874), habr� que estar por la remi
si�npersonal; que tal es el criterio en una de las mejores fuentes del
c�digo al respecto, como es Savigny (Obligations,
I, 189 y ss.) ; que
en el caso del art�culo 884 es concebible ese efecto extensivo o ge
neral, por lo mismo que nohay nada m�s objetivo que la entrega
del documento original y �nico que acredita la deuda; etc.
880. Debe ser hecha al deudor. En cuarto y �ltimo lugar,

la remisi�n debe ser hecha al deudor, precisamente porque es el


beneficiario por raz�n de ser el obligado. Si se trata de un deudor
simplemente mancomunado, la remisi�n se limitar� a su parte (art.
antes citado). Si se trata de un deudor solidario, los art�culos 881-4

reglan el asunto. He aqu� el texto del primero de ellos : La remisi�n


hecha al. deudor, produce los mismos efectos jur�dicos que el pago
respecto a sus herederos(,) y a los codeudores solidarios. No tengo
por qu� repetir lo antes dicho : ello ser� as� cuando se trate de una
remisi�n in rem u objetiva, Lo �nico de diverso que admito es que
ante lo categ�rico y general de este art�culo, concordante con lo

igual del art�culo 707 (cosa que no ocurre con relaci�n a los acree
dores solidarios, pues lo general del art�culo 707 est� confirmado
s�lo parcialmente por el art�culo 884, que contempla cierta remisi�n,
la t�cita, y aun, dentro de ella, la que se resuelve en la entrega del
documento original), la apreciaci�n queda m�s restringida: no ser�
el deudor quien tendr� que probar que se trata de una remisi�n

objetiva, sino el acreedor que deber� justificar que se trata de una

remisi�n subjetiva.
C. 881 Prueba de los requisitos.

. En cuanto �

a la prueba
de cada uno de esos cuatro requisitos, habr� que estar a los princi-
Oolmo, Oblig. ��

T. I. 39
610 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

pios generales. Lapresunci�n legal existe en favor del deudor que


posea el documento original. Si el acreedor pretende que lo ha per
dido, que lo ha entregado por error, que le ha sido substra�do, etc.,
deber� justificarlo, para poder destruir as� la presunci�n de ley,
que, se comprender� sin dificultad, es juris tantum, vale decir, sus
ceptible de ser contraprobada (Lessona, V, 114, sostiene que es juris
et de jure, lo mismo que Merlin, R�pertoire, XIII, v� Pr�somp-

tion, III, y lo propio que otros autores: es que miran el efecto libe
ratorio, que aqu� no contemplo). De ah� lo dispuesto en el art�culo
878: Siem.pre que el documento original de donde resulte (donde
conste) la deuda (,) se halle en poder del deudor, se presume que el
acreedor se lo entreg� voluntariamente, salvo el derecho de �ste a
probar lo contrario. No es necesario advertir, a prop�sito, que todos
los medios probatorios ser�n admisibles en el caso, por lo mismo que
se trata de simples hechos y no de contratos u obligaciones que los

supongan.
D. 882. Car�cter de la liberaci�n: �pago o remisi�n?
� �

Pero
queda por determinar el car�cter de la liberaci�n que resulta del he
cho de que el deudor tenga en su poder el documento original: �se
inducir� que lo tiene por remisi�n, o que lo posee por haber pagado
la deuda ? La importancia pr�ctica del asunto no puede ser negada :
si hay remisi�n, se tiene un acto gratuito, que puede ser revocado
(art. 967), que supone capacidades adecuadas (art, 868), etc.; si
hay pago, se tratar� de un acto oneroso, que no puede ser revocado
sino en situaciones especiales (art. 968), etc.
Como la remisi�n es bien rara (nenio res suas jactare facile
praesumitur!) y como, por eso, no se la puede presumir (art. 874),
,

habr� que atenerse a lo com�n de los hechos, en cuya virtud quien


entrega al deudor el documento original de la deuda lo hace porque
el respectivo importe le ha sido satisfecho ; por donde corresponde
presumir el pago y no la remisi�n. De ah� que incumba al acreedor
(o a sus herederos, o a sus acreedores, seg�n cuadre) la contra
prueba de que ha habido remisi�n y no pago.
Tal es, me parece, la soluci�n adoptada por el c�digo: si es
verdad que el art�culo 877 dispone que hay remisi�n, no es menos
cierto que tal presunci�n queda destruida por la mera � alegaci�n �
del deudor cpie sostenga haber pagado ; de suerte que en el hecho la
verdadera presunci�n es la de pago y no la de remisi�n, pues bas
tar� con dicha alegaci�n, que se puede descontar casi en absoluto,
para que la presunci�n legal se invierta.
Tai es la soluci�n expresa del c�digo civil brasile�o (art, 945).
Y tal es la doctrina de no contados autores: Aubry y Rau, IV, 208;
RENUNCIA
gii
/ �
\

Demolombe, XXVII, 435; Baudry (con alguna hesitaci�n), XIII,


1782 ; Colin y Capitant, II, 126 ; etc. Es verdad que algunos auto
res dejan el asunto dentro de los principios generales, y no se de

ciden a admitir presunci�n en ninguno de ambos sentidos (Huc,


VIII, 137; Planiol, II, 614; Lomonaco, II, 142; Ricci, VI, 306; etc.),
y que otros, como Giorgi (VII, 323), llegan a presumir la remisi�n
y no el pago ; pero corresponde tener en cuenta que en los c�digos
franc�s e italiano no se tiene, como entre nosotros, disposici�n alguna
que faculte al deudor para alegar el pago (que tambi�n se tiene en
Freitas, art. 1226, de donde la nuestra ha sido tomada).
Lo �nico que en contra es dable aducir, dimana de una falla
metodol�gica : tal principio est� mal ubicado en el cap�tulo de la
remisi�n, y debi� figurar por eso en el del pago. Pero fallas as� son
bien frecuentes en nuestro c�digo, seg�n se ha visto m�s de una vez
en el curso de esta obra, y seg�n cabe observar m�s en grande en mi

T�cnica legislativa del c�digo, 53 y siguientes.


Hago constar que en nuestra jurisprudencia tenemos ambas
soluciones: es una remisi�n (S. C, 13, 18), y es un pago (C�m.
com., 7, 139).
III. Efectos. �

A. �

883. Fundamentales. �
La remisi�n
tiene, cualquier medio extintivo, y por serlo, el efecto funda
como

mental de extinguir la obligaci�n con todos sus accesorios. No se


lo dice especialmente, como se ha hecho en otros supuestos (art, 727
y concordantes, 803, inc. Io, 18-32-62, etc.), pero resulta de los prin
cipios generales (art. 724 y 525).
B. Accidentales. �

884. Remisi�n en favor del deudor o del


fiador. �
En cuanto a sus efectosespeciales, s�lo hay que insistir
con relaci�n
los fiadores y al
a deudor prendario, pues ya he estudia
do lo que concierne a los deudores o acreedores mancomunados soli
daria o simplemente (supra, n�* 507 y 518). �

La remisi�n hecha al deudor principal (,) libra a los fiadores;


pero la que se ha hecho al fiador (,) no aprovecha al deudor, dice el
art�culo 880. Es evidente: extinguida la deuda, por la remisi�n he
cha, mal puede mantenerse una obligaci�n accesoria, como es la de
la fianza, respecto de una obligaci�n principal que no existe (art.
525 y 1986-94, 2042, etc. ; C�m. com., 2, 102 ; en otro fallo de este
mismo tribunal, J. T., XI �914, 239, se ha aplicado el principio en
un caso de remisi�n
por adjudicaci�n de bienes). Por la raz�n in
versa, o, lo que es igual, por la misma raz�n, la remisi�n hecha al
fiador es puramente personal, pues lo accesorio no influye sobre lo
principal sino cuando es il�cito (art, 526), y porque bien se concibe,
como es com�n por lo
dem�s, una obligaci�n sin fianza.
612 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

885. � Quid � con relaci�n a cofiadores o subfiadores. �

Pero la
remisi�n hecha al fiador puede beneficiar a los cofiadores. Es lo que
se estatuye en el art�culo 882 : La remisi�n hecha a uno de los

fiadores aprovecha a los dem�s fiadores, sino en


no la medi
da de la parte que correspond�a al fiador que hubiese obtenido
la remisi�n. Evidentemente, se supone el simple
caso de fiadores
mente mancomunados en una obligaci�n de
prestaci�n divisible, pues.
entonces rigen los principios generales de los art�culos 674-91, en

cuya virtud la deuda (de la fianza) se divide en tantas partes cuan


tos sean los obligados o fiadores. Si, pues, la fianza es por 100 $ y
la han garantido dos fiadores, como cada uno de �stos es fiador s�lo
por la mitad, resulta que la remisi�n acordada a uno de ellos deja.
intacta la obligaci�n del otro por la mitad restante. Otra cosa ser�a,
si la prestaci�n fuese indivisible : el acreedor podr�a recurrir por el
todo contra el fiador no exonerado, sin perjuicio del natural derecho-
de �ste para repetir el exceso contra el deudor (art. 686). Lo mis
mo hay que decir el supuesto de que los fiadores se hubieran
en

obligado solidariamente entre s�, y a menos de tratarse de una remi


si�n objetiva : lo dicho a prop�sito ele los art�culos 707 y 881-4 reci
bir�a aplicaci�n, claro est� que con sujeci�n a lo espec�fico de la
fianza, en cuya virtud no hay acciones recursorias entre los fiadores.
sino de �stos contra el deudor, salvo casos como el del art�culo 2037-
Por lo dem�s, la exoneraci�n del fiador supone la del subfiador
(fiador del fiador), de acuerdo con los principios comunes, por lo
mismo que la obligaci�n del fiador es principal con respecto a la
del sub�iador.
�^886. Remisi�n lograda por el fiador mediante precio. �

Todo
ello parece claro. Pero no lo es lo del art�culo 883 : Si el fiador hu
biese pagado al acreedor una parte de la oblicjac��n para obtener su- .

liberaci�n, tal pago debe ser invrrutad,o sobr/> la deuda; pero si el


acreedor }iubieseJiecho_ despu�s remisi�n de la deuda, el 'fiador no
puede repetir la_pa�tejgue_hu'biese pagado.
He aqu� el supuesto : A me debe 100 $, a cuyo respecto B se-
ha constituido fiador ; B quiere librarse de la fianza y me ofrece para
ello 20 $ que yo le acepto ; en tal virtud, si se quiere interpretar
cerradamente el precepto, lo que B me paga debe ser imputado a la.
deuda, de suerte cpie yo no podr� exigir del obligado directo
sino 80 $.
887. Cr�tica del c�digo a este respecto. Hay all� algo que �

clama contra el buen sentido. El fiador me paraofrece una suma

cpie yo lo descargue de su obligaci�n, pues quiere conservar su libertad


de acci�n trabada por dicha fianza. Con ello vengo a disminuir la.
RENUNCIA
613

seguridad de mi cobro, me hago cargo del riesgo de la insolvencia


posible del deudor, adem�s de que presto un servicio de valor pecu
niario al fiador � porjqu�, entonces, nojouede valer dinero_ese riesgo
:

que tomo_ v ese servicio que rrresto'? Los art�culos 953, 1168-9 y
1623^7no dejan margen a duda alguna: la contraprestaci�n que
corresponde al precio que el fiador me paga, existe bien positiva
mente.
Resulta inconcebible que el c�digo la
haga consistir en la
diminuci�n de la deuda, con lo cual
no s�lo duplica la contrapres

taci�n � mi cargo, sino que la extiende a un tercero ajeno a la con

venci�n, que mal puede derivar derechos de un acto en que no es

parte (art. 1160-95, inc. final).


Ser�a irracional, entonces, entender el art�culo en ese sentido :

el fiador que paga su exoneraci�n presta un servicio al deudor. De


ah� que corresponda entenderlo literalmente: el fiador que paga al
acreedor � una parte de la obligaci�n � es el que se encuentra en el
supuesto legal. Y esto es concebible: puede ser que el deudor sea
un insolvente, y que el acreedor no tenga grandes probabilidades de
cobro ni contra el mismo de tal suerte que acepte de �ste el
fiador,
pago de una parte de la deuda bajo condici�n de que con ello el
fiador quede libre; tambi�n puede ocurrir que el acreedor haya que
rido no 20'$ seguros en vez de 100 problem�ticos como en
ya tomar
el supuesto que precede, sino guardar consideraci�n al deudor, y
tomar en doble concepto lo que el fiador le pagaba.
Tal es la doctrina que ya sosten�a Pothier (Obligations, 618),
siguiendo ense�anzas de Dumoulin, si bien admitiendo un distingo
que entre nosotros no corresponde, pues nuestro c�digo no condena
la usura (suponiendo que de ella cupiera hablar en el caso), seg�n
el cual tal pago por el fiador era l�cito cuando el acreedor ten�a mo
tivos para dudar de la solvencia y responsabilidad del deudor. Y
tal es la doctrina un�nime contempor�neo : Duranton,
en derecho
XII, 379; Demante y Colmet de Santerre, V, 238 bis; Demolombe,
XXVIII, 469; Huc, VIII, 141; Guillouard, Cautionnement, 218;
Baudry, XIII, 1798; Giorgi, VII, 329; Lomonaco, II, 147; Ricci,
VI, 307. Es singular que nada hayan dicho al respecto Toullier (IV,
Ia parte, 332), ni Aubry y Rau (IV, 205), y que el combativo y libe
ral Marcado (IV, 813-4) se haya mostrado tan conservador.
888. Remisi�n en materia de prenda. �

Los dos preceptos le


gales relativos a la prenda son claros y explicables: La devoluoi�n
voluntaria que hiciere el acreedor de la cosa recibida en prenda,
causa s�lo la remisi�n del derecho de prenda, pero no la (remisi�n)

de la deuda (art. 886). La existencia de la prenda en poder del



614 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

deudor hacer presumir la devoluci�n voluntaria, salvo el derecho del


acreedor a (para) probar lo contrario (art. 887).
Lo primero es una simple consecuencia de los art�culos 525 y
874: la interpretaci�n de la renuncia debe ser estricta, por donde

hay que limitarla a lo menos, como es en el caso la garant�a pren


daria con relaci�n a la deuda misma (C�m. com., 64, 256). Y lo
segundo es una repetici�n del principio del art�culo 878. De ah� que.
uno y otro precepto resulten meras aplicaciones de normas genera

les, y no requieran examen particular.

CAP�TULO VII

IMPOSIBILIDAD

I. G-en eral-id ades. �


889. Concepto. �

Varias de las disposi


ciones de este t�tulo han sido ya estudiadas en distintas oportuni
dades. De ah� que baste con darles organismo y con establecer las.
referencias que cuadren.
Como nadie est� obligado lo
imposible (impossibilium nulla.
a

est obligatio, dec�an ya los romanos: Digesto, L, 17�, 185), resulta

que La obligaci�n se extingue cuando la prestaci�n que forma la


materia (el objeto) c�e ella, viene a ser f�sica o legalmente imposible
sin culpa del deudor (art. 888) : cons., adem�s de las obras corrien
tes, G. Osti, Revisione critica della teor�a sulla impossibilit� della
prestazione, en R. D. Civ., X, 209 y ss., 313 y ss. y 417 y ss. ; A.
Giovene, Impossibilit� della prestazione, en R. D. Comm., XVI, 675
y ss., XVII, 302 y ss. y 402 y ss.
El principio es evidente : no hay obligaci�n sin prestaci�n, pues-.
�sta es un requisito esencial de aqu�lla (arg. de los art. 495, 953 y
1168-9, y supra, n� 23 y ss.).
890. M�s que extinguir la obligaci�n, la disuelve. Lo que no �

lo es del todo es el precepto mismo. En �l se dice que la obligaci�n

queda � extinguida �, al paso que en otros (578-82-4, 605-10 a 2-5r


etc., sin contar los que se refieren a los contratos, como los art�culos

que cito en la p�gina 245 de mi T�cnica legislativa delc�digo) se dice


que queda � disuelta �. Pero esto tiene mayor
no importancia, pues-
el sentido est� precisado en otro art�culo (895), cuyo texto es como

sigue: En los casos en que la extingue por imposibili


obligaci�n se

dad del pago, se extingue no s�lo para el deudor, sino tambi�n-

para el acreedor (,) a quien el deudor debe (de) volver todo lo que
hubiese recibido por (con) motivo de la obligaci�n extinguida. As�,,
IMPOSIBILIDAD
615

cuando el comprador de una casa, que luego se incendia


(antes, por
supuesto, de haberse hecho entrega de ella), o de caballo, que se
un

enferma o muere, ha pagado el precio ele lo adquirido, puede repe


tirlo, pues la imposibilidad es extintiva para las dos partes. En tal
virtud, no hay obligaci�n, y el pago carece de causa (art. 793). Lo
eme implica que la imposibilidad afecta a todos los interesados, y por

eso � disuelve � el v�nculo.


Ello sin perjuicio de que en caso de imposibilidad superve
niente, la disoluci�n no obre retroactivamente con respecto' a las

obligaciones que duran : una locaci�n de servicios, un


cosas o de
mandato, una sociedad, suministro de mercader�as (alimentos
un

para una familia, carb�n o materia prima para una f�brica, etc.).
En supuestos as�, y siempre que se trate de obligaciones cuantita
tivas o divisibles, lo cumplido subsiste y es v�lido hasta el momento
de la imposibilidad. Utile per inutile non vitiatur, podr�a decirse.
Es que tal criterio es de simple buen sentido. Por lo dem�s, la ex
clusi�n de los pagos parciales se refiere a los voluntarios, no a los
legales, como se ha visto (n� 586), ni a los forzosos, como ser�an los
de tales ejemplos, que les equivalen (art, 16).
891. Fundamento. �

Lo que es dif�cil en esto, como en casi


todo, no es la inteligencia del principio mismo sino su fundamento
y alcance, vale decir, su aplicaci�n.
Es sabido que en la doctrina corriente, tan impregnada de
romanismo y de fetichismo por el derecho del acreedor, la exclusi�n
de responsabilidad obligaci�n, se fundan
y la extinci�n de la misma
en lo natural de las circunstancias exteriores : si no hay prestaci�n,

no puede haber obligaci�n ; si hay caso fortuito, no puede haber impu

tabilidad ni responsabilidad. De ah� que, seg�n acontece en materia


de caso fortuito (como apunt� oportunamente: n� 119), con el cual
tan �ntimamente se liga nuestro asunto actual, la imposibilidad deba
ser absoluta (no superable por esfuerzo alguno) y objetiva (no
debida a ning�n hecho del obligado). De consiguiente, la imposi
bilidad relativa, aunque exija esfuerzos considerables y despropor
cionados, no puede excusar. Lo mismo hay que decir de la subjetiva :
enfermedad, etc., del deudor (cons. Osti, op. cit., 20 a 23).
A esa doctrina objetiva se contrapone la subjetiva de aquellos

que miran no ya la prestaci�n sino la actividad del obligado. En tal


virtud arguyen que lo que �ste ha prometido no es propiamente
una prestaci�n sino un objetivo o fin, no cabalmente el hecho mis

mo del cumplimiento sino una actividad o una suma de esfuerzos

al efecto. Por ello cuando esa actividad o suma de esfuerzos exceda


en medida chocante de lo normal y corriente, y cuando, as�, el fin
616 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

prometido no logrado con los medios que, con relaci�n


pueda ser

a las circunstancias especiales de cada caso, proceda admitir como

los que en grado m�ximo haya podido prometer intencionalmente el


deudor, la imposibilidad existe y debe ser admitida.
Como se ve, en esta doctrina la norma r�gida de la doctrina
objetiva es condicionada e individual, la prestaci�n es substituida
por el fin (recu�rdese que ello se refiere a toda una tesis de fondo de
Ihering), lo exterior reemplazado por lo personal, etc.
es

No deseo contemplar doctrinas intermedias (por ejemplo,


"Windscheid exige la imposibilidad objetiva cuando se trate de una
imposibilidad originaria, esto es, que haya precedido al v�nculo;
cuando medie una imposibilidad superveniente, sostiene que basta
con la subjetiva: II, 264, n. 1 y 2, y 315).

Dir� por mi parte que el nexo obligatorio supone lo doble


de lo objetivo (prestaci�n, o fin si se prefiere) y de lo subjetivo (ac
tividad del obligado para cumplir con lo prometido), y que en tal
virtud no es posible hacer caso omiso de ninguno de los dos aspectos,
pues ambos entran, juntamente, indivisiblemente, como presuposi
ciones del mismo. Por lo mismo, la doctrina que corresponde adop
tar debe ser objetiva y subjetiva a la vez.
Puede ella ser formulada, a mi ver, en los siguientes t�rminos:
la norma general tiene que ser la objetiva, pues es la de la doctrina
en que el c�digo se ha inspirado, como puede verse por las notas

del codificador; pero tal norma debe ser condicionada seg�n las cir
cunstancias que la individualicen y que correspondan a la intenci�n
presunta de las partes, que es lo que siempre tiene en mira la ley
(es lo que tambi�n sostengo a prop�sito de lo bien af�n del caso
fortuito: nos 121 y 121a). Lo primero se justifica ante el hecho de
que lo com�n de las obligaciones no estriba en una prestaci�n de
diligencia o actividad por el deudor, sino en la procuraci�n (entrega,
etc.) de la prestaci�n misma, lo que explica lo preponderantemente
� materialista � y objetivo de las normas de los art�culos 513 (v. n�

121) y 888 (que habla de imposibilidad �f�sica�, adem�s de la le


gal). Lo segundo dimana de la misma ley, que en mucho m�s de un
supuesto ha modificado los aparentemente r�gidos principios de fon
do de dichos preceptos: a los art�culos que en tal sentido he citado
en el n�mero 121 a, cabe agregar, entre muchos otros, los art�culos

1517-72, 2945, etc., que muestran que, particularmente en las obli


gaciones de restituir, lo subjetivo del casus puede ser tenido en
cuenta, la simple falta de culpa puede constituir el casus, la pre
sunci�n de culpa contra el obligado queda invertida, etc.
Tal es la conclusi�n a que arribo, y que en sus l�neas esenciales
IMPOSIBILIDAD
617

�concuerda la de Osti y con la de Giovene en sus trabajos susodi


con

chos, n�meros 11, 48 y 53 para el primero, y R. D. Comm., XVII,


304-13, para el segundo (cons. Barassi, II, 47).
892. Cu�ndo hay imposibilidad. De consiguiente, el con

cepto de la imposibilidad es algo bien complejo.


Descartemos, desde luego, la imposibilidad legal, pues ya me
he explicado m�s de una vez acerca de los principios que deben go
bernarla, cuando analic� los art�culos 502-30, 794, etc., en los n�meros
12 y siguientes, 209 y siguientes, 721 y siguientes, etc. (v. art. 953,
2336-7, etc., a prop�sito de cosa fuera de comercio; art. 1626-55,
1891, etc., acerca de actos o fines il�citos; C�m. civ. 2a en J. T'.,
VI 1 912, 206, en punto a imposibilidad resultante de una ordenanza
municipal, etc.). Baste con recordar que es il�cito lo que sea contra
rio a las leyes, a la moral o buenas costumbres, al orden p�blico y,
a veces, a las � conveniencias � o � intereses � generales. Y sobra
con recordar que la respectiva apreciaci�n implica un criterio cir
cunstancial y variable, a menos de textos legales categ�ricos, que
tengan en cuenta la vida ambiente, con sus costumbres y usos, con
sus tendencias y gustos, con sus ideales m�s o menos definidos, etc.,
para todo lo cual no se requiere tanto principios como ilustraci�n,
tino y tacto.
Hay que ello, a la imposibilidad f�sica, que en
referirse, por
tra�a factores tan cambiantes seg�n los casos : por ejemplo, la pres
taci�n a entregarse es una casa que se derrumba, un autom�vil que
se incendia, un animal que se enferma, un cuadro que se deteriora,

etc.; o bien se trata de un hecho a realizarse por el deudor, que


se enferma o fallece, etc.

Y precisa contemplarla especialmente, porque es dudoso que el

legislador haya incluido en la respectiva expresi�n todo su pensa


miento: la imposibilidad f�sica es la imposibilidad material, exte
rior, plenamente objetiva, lo que excluir�a la imposibilidad personal.
Sin insistir mayormente sobre el t�pico, pues a prop�sito de
prestaciones de cosas tenemos una disposici�n especial, la del art�cu
lo 891, que estudiar� dentro de poco, y por cuanto lo circunstancial
del asunto excluye cualquier regla m�s o menos fija, cabe apuntar:
Io que la imposibilidad debe ser entendida en cuanto, aun fuera de
lo total de la falla (derrumbe, incendio, muerte, etc.), el defecto

implique el malogro del fin econ�mico, est�tico, etc., que se tuvo o


se pudo tener en
mira, y que es as� �nico e indescomponible, seg�n
dije a prop�sito de p�rdida de la cosa (n� 310) ; 2o que los casos
citados por el doctor Segovia a tal respecto (I, 232) son demasiado
particulares para que entra�en una norma; 3o que poco importar�
618 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

que la falla estribe circunstancias de calidad, de cantidad, de


en

tiempo, etc., si la finalidad aludida no puede ser lograda ; 4o que la


imposibilidad subjetiva no puede ser excluida, sobre todo en las
obligaciones que suponen la especial actividad o diligencia del obli
gado, no s�lo por las razones generales antes dichas, sino porque,
cabalmente, lo objetivo est� aqu� en el conjunto de factores que no
permiten que esa actividad se ejerza (enfermedad, muerte, privaci�n
de libertad, etc), y porque, por eso, el mismo c�digo as� resuelve m�s
de una vez (cons. a prop�sito de obligaciones de hacer, los art. 627-8,
1640-2, etc.; Osti, op. cit., 47 y 53).
893. Amplitud de su car�cter j metodolog�a. Corresponde

hacer notar que la imposibilidad, lo propio que la mayor�a de los


medios extintivos, seg�n se ha visto, no es privativa del derecho
creditorio. El derecho, como disciplina de la actividad humana, s�lo
puede referirse a hechos o cosas en que tal actividad pueda ejercer
se, por lo mismo que no esm�s que la acci�n traducida en normas:
cuando esa actividad no puede ser ejercida por circunstancias obje
tivas que l� obstaculizan, mal puede haber derecho donde no hay
hecho. As�, tambi�n se pierde la posesi�n por imposibilidad (art.
2451 y ss.), lo mismo que el dominio (art, 2604 y ss.), el usufructo
(art. 2934 y ss.), las servidumbres (art. 3051 y ss.), etc.
De consiguiente, la imposibilidad ha debido ser legislada en la
parte general relativa a los actos jur�dicos o a los hechos, como una
de las formas, que, con la renuncia, la confusi�n, la transacci�n, etc.,
puede extinguir cualquier derecho. Todo sin perjuicio de que luego
se consagrase con relaci�n a los derechos creditorios, lo que fuese

privativo de �stos al respecto.


II. Imposibilidad culpable. �

894. Principio. �
Es requisito
fundamental de la imposibilidad suponga culpa de
el que �sta no

parte del obligado Lo dice expl�citamente el art�culo 888, que has


.

ta resulta in�til ante los principios : art. 578-84, 627, etc. ; cons.
S. C, 76, 195 ; C�m. civ., 94, 252 ; C�m. Ap. Mendoza en J. A., II,
157, que resolvi�, con raz�n, no ser procedentes en tal caso los da�os
e intereses.
igualmente innecesario del art�culo 889, que aparece
De ah� lo
como excepci�n respecto del anterior y que no es otra cosa que repe

tici�n de normas conocidas. He aqu� su texto : Si la prestaci�n se


hage imposible por culpa del deudor, o si �ste se hubiese hecho res
ponsable de los casos fortuitos o de fuerza mayor, sea en virtud de
una cle�usula que lo cargue (cargase) con los peligros que por ellos

vengan (viniesen), o sea por haberse constituido en mora, la obliga


ci�n primitiva, sea de dar o de hacer (o de no hacer), se convierte
imposibilidad
619

en la de pagar da�os e intereses (cons. C�m. com. en J. A., III, 262).


Esta disposici�n debe ser integrada con la del art�culo 892: El
deudor (,) cuando responsable de los casos fortuitos sino cons
no es

tituy�ndose en mora, queda exonerado de pagar da�os e intereses,


si la cosa que est� en la imposibilidad de (que le es imposible) en
tregar a consecuencia de un caso fortuito, hubiese igualmente perecido
en poder del acreedor. Malgrado este art�culo se refiera tan s�lo a
la obligaci�n de dar, su principio es de car�cter general, por donde

puede ser extendido a las obligaciones de hacer y de no hacer : de


ah� que el obligado a ejecutar una obra, por ejemplo, quede libre de
toda indemnizaci�n, no obstante su mora, si prueba que la ulterior
imposibilidad (el gobierno ha requisado los materiales, ha ordenado
la conscripci�n, etc.) se habr�a producido lo mismo aunque no hu
biese estado �l en mora.

Todo sin perjuicio de los derechos del acreedor durante esa

mora y hasta el momento en que la imposibilidad surja. La respon


sabilidad que queda excluida es la del incumplimiento, por lo mismo
que es imposible. Y ello impide no epie el obligado haya sido moroso
hasta ese instante en que la
imposibilidad ocurre (a menos que la
misma mora haya sido producida por un caso fortuito : art. 513 ) .

895. Si se resuelve en da�os e intereses. Es en este art�culo,


tan diminutamente redactado por lo dem�s, donde se encuentra toda


la novedad del asunto, que, en el fondo, puede caber en el principio
del art�culo 513. Fuera de ello, no se hace m�s que repetir disposi
ciones conocidas : art. 508 y ss.-79 y ss., 628-33, etc.
Lo que es m�s, se los repite deficientemente : es inexacto que la
imposibilidad culpable o imputable se resuelva en una indemniza
ci�n. Ya lo he dicho m�s arriba (nos 50 y 309-57). El principio
es el del cumplimiento in natura :
ya compeli�ndose al obligado,
cuando no medie fuerza contra su persona; ya recurri�ndose a un

tercero cpie ejecute el hecho por cuenta del deudor, siempre cpie,
seg�n es de regla, que por eso se presume, no se requiera al efecto
lo personal del hecho del obligado (sus condiciones art�sticas o t�c
nicas, etc.). Es lo que se precept�a en la norma fundamental del
art�culo 505, y lo que se confirma en muchas otras, como son las de
los art�culos 579-85, 629-30, y en el principio general en materia de
contratos del art�culo 1204, que resuelve que los contratos son hechos
para que se cumplan y no para que se disuelvan, al extremo de que
el art�culo 631 llega a sentar cpie el obligado no puede pretender
exonerarse � ofreciendo satisfacer los perjuicios e intereses �. Por
lo dem�s, al sostener este punto de vista no hago sino seguir a De

molombe, quien ha insistido con mucha energ�a en tal sentido con


620 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

respecto a unadisposici�n an�loga del c�digo franc�s (XXIV, 488


y ss.) : lo mismo hacen Huc (VII, 135) ; Ricci (VI, 147), etc. Nues
tra jurisprudencia es, como ya tengo observado (n� 360), inflexible
en aquel sentido : S. C, 74, 163
; C�m. civ., 118, 193 ; C�m. com., 91,
14; etc.
III. Imposibilidades especiales. �
A. Cosa cierta. �

896.
Principio. �

Despu�s de estas situaciones generales, el c�digo des-


-ciende a situaciones especiales, como las de dar cosa cierta (art. 890-
1), de dar cosas inciertas de g�nero limitado (art. 893) y de dar
�cosas ampliamente gen�ricas (art. 894), dejando el resto (cantida

des, etc.) para los principios comunes.


Tampoco aqu� habremos de tropezar con muchas novedades.
Comenzando por las obligaciones de dar cosa cierta, el art�culo
$90 dispone que Cuando la prestaci�n consiste en la entrega de una
cosa cierta, la obligaci�n se extingue por la p�rdida de ella, y s�lo se

convierte en la de satisfacer da�os e intereses en los casos del ar


t�culo 889. Los art�culos 578 y siguientes son mucho m�s completos
y precisos, ya que, adem�s de contemplar las diversas contingencias
(restituir una cosa a su due�o, transferir o constituir un derecho
real, p�rdida y deterioro, derechos hasta el momento de la p�rdida,
etc.), no estatuyen la obligaci�n inmediata de los da�os e intereses,
pues empiezan por facultar al acreedor para pedir � equivalentes �
de la prestaci�n cuando ello es posible. De consiguiente, el art�culo
$90, como casi todos los del t�tulo, pudo ser omitido sin incon
veniente.
897. Cu�ndo est� � perdida �. �

El art�culo siguiente, 891, nos

da el concepto de la � p�rdida � de la cosa : La cosa que deb�a darse (,)


s�lo se entender� perdida en el caso (en) que se haya destruido
completamente (,) o (que) se haya puesto fuera de comercio, o
{que) haya desaparecido de un modo que no se sepa de su existencia.
JEn los art�culos 2450-1, 2604 (y nota del codificador), etc., se tiene

supuestos de p�rdida f�sica; en los art�culos 2336 a 8, 2606-10, etc.,


se tiene" supuestos de p�rdida legal. Por lo dem�s, y seg�n advert�
-en otras oportunidades (nos 310 y 892), el concepto de la p�rdida f�si

ca es de lo m�s amplio. No es forzosa la p�rdida hoc sensu (extrav�o,


desaparici�n, etc.), ni siquiera la destrucci�n (incendio, muerte,
etc.). Puede haber p�rdida en un deterioro (vicio de calidad, en
fermedad), que afecte no ya a lo org�nico de la cosa sino a lo
funcional de la misma, en cuya virtud no sea posible llenar los fines
econ�micos y jur�dicos (que pueden ser cient�ficos, bibliogr�ficos,
est�ticos, etc., seg�n los intereses en juego y de acuerdo con la in
tenci�n expresa, o presunta de los interesados) que se tuvo en mira
IMPOSIBILIDAD
621

al respecto, y siempre que tal falla implique un defecto de fondo


o tan importante que pr�cticamente convierta en in�til a la cosa.

Todo ser� materia de circunstancias y de prueba, por donde no cabe


regla general al respecto : en cada caso habr� que resolver, de confor
midad con las modalidades propias. Recu�rdese,
prop�sito, el con
a

cepto de la substancia en materia de usufructo (nota del codifica


dor, tomada de Demolombe, al art�culo 2807) ; as� como lo que es
dable entender por vicio redhibitorio (art. 2164), que tanta afinidad
guarda con esto de los deterioros.
897 \ Cosa extraviada o substra�da. �

Es bueno precisar lo
relativo a la desaparecida �.
cosa �

Dentro de los principios que vengo sustentando, debe mediar


una desaparici�n objetiva, o, lo que es igual, debe tratarse de una

desaparici�n que no suponga culpa alguna del obligado, pues s�lo en


ello se contiene el verdadero casus y la consiguiente exenci�n de
responsabilidad.
Por eso extrav�o, la substracci�n, y cualcpiier otra circuns
el
tancia an�loga, no pueden implicar tal desaparici�n ni la legal
imposibilidad, a menos que, evidentemente, se trate de cosas indi
viduales y �nicas : el deudor estar�a obligado a la entrega de otra
cosa igual, o, en su defecto, al pago de la respectiva indemnizaci�n.

Para que lo objetivo surgiera y la inculpabilidad pudiera ex


cusar, ser�a menester que el obligado acreditara no s�lo el hecho-
del robo o del extrav�o, para referirme a lo m�s com�n, sino sus ca
racter�sticas de un robo no com�n ni previsible o evitable, vale decir,.
de un robo extraordinario y absolutamente inevitable (bandas ar
madas, etc.). Es lo que m�s particularmente he puntualizado en
punto al caso fortuito (n� 121; cons. Osti, op cit., 17 a 20).
Por lo dem�s, estoy contemplando la situaci�n general. Va
he expresado que hay casos especiales que se rigen por normas pro
pias (art. 1517-72, 2212-72, 2431, etc.), como se ver� en este mismo
t�pico de la imposibilidad a prop�sito de las obligaciones unum de
certis, en el n�mero que subsigue.
B. Cosa gen�rica. �

898. G�nero limitado. �

En el art�culo
893 contempla una situaci�n que ya conocemos : Cuando la obliga
se

ci�n tenga por objeto la entrega de una cosa incierta, determinada


entre un n�mero de cosas ciertas d-A la misma especie, quedan ex
tinguidas si se perdiesen todas las sas comprendidas en ella (por
<

un caso fortuito o de
fuerza mayor). Este ser�a uno d�los supues
tos : me obligo a vender 10 caballos de mi marca o de tal o cual (po
trero de los de mi estancia, o bien me obligo a entregar 10 libros �fe
mi biblioteca; si una inundaci�n ahoga todos los caballos de mi
622 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

marca o los de los potreros indicados, o si un incendio destruye mi


biblioteca, las citadas obligaciones quedan extinguidas. Es evideu-
te. Ya se lo ha visto cuando estudiamos la obligaci�n de g�nero (n�

401). Por lo dem�s, el principio mismo est� consagrado en otra


parte. En el art�culo 642 se dispone que cuando las diversas pres
taciones alternativas se han hecho imposibles, la obligaci�n se ex
tingue, pues carece de objeto. Y tal principio habr�a servido para el
caso, dado lo muy af�n de la obligaci�n alternativa con la de g�nero
limitado (supra, n� 381).
Quiere decir que a este respecto los principios de fondo son los
mismos de siempre: lo excusable es lo absoluto y lo objetivo de
la imposibilidad.
S�lo hay una limitaci�n, qu� propiamente no es tal: el deudor
queda siempre obligado mientras todo el g�nero tenido en mira no
se pierda. En, el ejemplo antes puesto, mis caballos pueden ser 5000,

y todos ellos est�n in obligatione; de suerte que si llego a perderlos


todos menos los diez prometidos, esos diez que sobrevivan pertenecen
al acreedor.
No hay en el supuesto, como se ve, sino una aplicaci�n parti
cular de que genus nunquam perit, condicionada por su solo aspecto
cuantitativo, como apunt� en oportunidad (n� 401).
899. G�nero ilimitado. �

Y en el art�culo 894 se habla de la


obligaci�n deg�nero lato sensu: Si la obligaci�n fuese de entregar
cosas inciertas no fungibles, determinadas s�lo por su especie (y

cantidad), el pago nunca se juzgar� imposible, y la obligaci�n se


resolver� siempre en indemnizaci�n de p�rdidas e intereses.
Lo �ltimo no es cierto ante los principios : n� 895. Si el pago
no es imposible, porque genus nunquam perit, el acreedor podr� hacer

adquirir en otra parte, y por cuenta del deudor, la cantidad de


cosas debidas; y deber� hacerlo, si el deudor lo exige, por lo mismo

que lo del cumplimiento in natura es un principio que obliga


a las dos partes (n� 50), a menos, claro est�, que el acreedor de

muestre que ello le irroga p�rdidas irreparables de tiempo, o que,


en general, ese cumplimiento in natura y por intermediarios no con

sulta los intereses en juego ni la intenci�n de los interesados.


Por lo dem�s, eso de que 'genus nunquam perit es ele valor con
vencional. Hay g�neros (o especies) y g�neros. Hay, por ejemplo,
especies que se extinguen poco a poco : libros antiguos o raros, � mu
litas � (Dasypus sexcintus), etc. Hay otras que aumentan progre
sivamente. Hay algunas que son m�s o menos locales : el �and�, etc.
Hay otras que son pr�cticamente universales : el caballo, etc. Ser�
preciso, entonces, condicionar cada caso con arreglo a las cireunstan-
PRESCRIPCI�N
r 623

cias. Adem�s, corresponder� tener cuenta, como ya he advertido


(n� 404)', la intenci�n de las partes, para determinar si, expresa o
t�citamente, no se ha limitado el g�nero.

CAP�TULO VIII

PRESCRIPCI�N

SECCI�N Ia

PRESCRIPCI�N EN GENERAL

ART�CULO I

CONTENIDO DE FONDO

I. Prenociones. �

900. Observaci�n metodol�gica. �

Como
se ha visto, el
c�digo no incluye la medios
prescripci�n entre los
extintivos de las obligaciones (art, 724). Eso est� bien y est�
mal. Est� bien, porque la prescripci�n no es privativa de los dere
chos creditorios, desde que extingue cualquier derecho (art. 3947).
Est� mal, porque, adem�s de haber legislado aqu�l varios medios
extintivos de igual car�cter general (renuncia, confusi�n, transac
ci�n, imposibilidad, etc.), motivo por el cual no hubiera empeorado
la situaci�n con hacer lo mismo respecto de la prescripci�n, no es
menos cierto que una de las grandes especies de �sta, la extintiva, se

aplica eminentemente a los derechos creditorios.


La prescripci�n est� legislada, como se sabe, en la �ltima sec
ci�n del libro final, bajo un largo t�tulo (De la adquisici�n y p�rdida
de los derechos reales y personales por el transcurso del tiempo),
que no quiere decir otra cosa que De la prescripci�n. No se ha
sabido donde inclu�rsela, y se la ha incorporado a dicho libro, que
trata sobre � los derechos reales y personales �, destinado en rigor
al derecho sucesorio, que se paraleliza, bien incorrectamente, con
los privilegios y con la prescripci�n. Su mejor ubicaci�n, ya que
nuestro c�digo no tiene un libro general, habr�a sido entre los actos

jur�dicos. En los buenos c�digos contempor�neos (exceptuado el


del Brasil), figura en ese libro general, por lo mismo que, lo propio
que el privilegio, se refiere a cualquier derecho. Y en tal libro se
contempla lo com�n de las relaciones jur�dicas en sus elementos de
fondo (personas, cosas y hechos o actos), sin perjuicio de que luego,
en los libros
especiales, se disponga lo conducente a prop�sito de lo
particular de las prescripciones de ciertos derechos reales o perso-
624 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

nales. Es lo que tambi�n se ha hecho, si bien parcialmente, en el


plan de estudios del derecho civil que rige en la Facultad de de
recho de la Universidad de Buenos Aires desde 1910, pues la pres
cripci�n es estudiada
segundo en el curso (derechos reales) y en el
tercero (derechos creditorios), aunque no se ha tenido el tino de-
dejar para el primer curso las generalidades comunes a ambas es

pecies.
901. Su estudio sumario en esta obra. �

Estas dos circuns


tancias, desubicaci�n metodol�gica de la instituci�n en el c�digo y
estudio previo que ya tiene de las aludidas generalidades de la.
se

prescripci�n, quitan todo derecho para insistir en el estudio de la


materia, por lo cual bastar� con nociones un tanto sumarias. Por lo
dem�s, puedo referirme, por mi parte, a lo que tengo expuesto en
mi obra Prescripci�n en materia comercial, cuya primera parte
versa sobre las susodichas generalidades, en la cual me he explayado

conbastante detenimiento al respecto.


902. Concepto. Prescindamos, entonces, de la prescripci�n

adquisitiva, que en principio se refiere a las cosas, por m�s que tam
bi�n abarque derechos reales (aunque no todos: art, 3948 y 4015, y
art. 3017, etc.), y se halla as� fuera de nuestro asunto, que, de con

siguiente, s�lo se vincula con la otra especie de prescripci�n, la,


liberatoria o extintiva (art. 3947, inc. 2o). Aun as�, hay que limi
tarse a la prescripci�n de los derechos creditorios, ya que esta.
misma prescripci�n liberatoria o extintiva puede referirse a dere
chos reales (art. 2924-42-69, 3059, 3197, 4019-38, etc.).
Y podremos, entonces, caracterizarla a la luz de los art�culos
3947-9 y 4017, como � la extinci�n de un derecho creditorio por el
transcurso inactivo del t�rmino legal �.
902 a. Bibliograf�a. mucho lo que cuadra indicar de-

No es

especial al respecto : habr�a que repetir la cita de la mayor�a de las


respectivas obras fundamentales.
A este prop�sito bastar� con apuntar lo m�s notorio o emi
nente : Troplong, los dos de G-uillouard, el tomo XIII
los dos tomos de
de Marcado, el tomo XXXI de Laurent, el tomo XXV (o XXXVIII,.
en la �ltima edici�n) de Baudry, lo pertinente del tomo VIII de

Aubry y Rau, o del tomo XIV de Huc, o del tomo V de Ricci, el


tomo de Mirabelli (Della prescr�zione) en el tratado de Fiore, etc..
Manual de Zaehariae la
Crome aparte lo que le

consagra en su

estudia en el � 43 de su Parte gen�rale; Chironi y Abello, en las


p�ginas 684 y ss. ; etc. Y no hay por qu� referirse especialmente a
las obras ele Planiol, Colin y Capitant, Schneider y Fick, etc., pues
ello es tambi�n de obviedad.
PRESCRIPCI�N
625

En cuanto a tratados
especiales, me limito a citar los siguien
tes: Vazeille, Des prescriptions (2 tomos) ; L�ger, Th�orie gen�rale
de la prescription extinctive, 1898 ; Pugliese, La prescr�zione nel
diritto civile italiano, 2a ed.,. 1914 (2 tomos: el Io, para la prescrip
ci�n adquisitiva; el 2o, para la extintiva).
Por lo que toca al derecho comercial, y para no insistir con
la cita que sobra de lo pertinente de tratados conocidos (Vidari,
Vivante, el volumen de L. Mortara en el tratado II c�dice di com
mercio italiano commentato de A. Ascoli, L. Bolaffio y otros, etc.),
me limitar� a estas dos obras: M. Saija, La prescr�zione in materia

commerciale, 1904; G-. Majorana, La prescr�zione in materia di com

mercio, 1912. Tambi�n puedo remitirme a las monograf�as espe


ciales que cito en mi susodicha Prescripci�n en materia comercial.
903. Si s�lo entra�a una excepci�n. Con la definici�n antes

dada se excluye la limitaci�n, tan corriente en derecho, de que la


prescripci�n s�lo entra�a 'una excepci�n (art, 3949), como se ha re
suelto entre nosotros, al menos con relaci�n al juicio ejecutivo : C�m.

com., 46, 5; 69, 375; 91, 404.


Es que tal limitaci�n procede : s�lo da pie para una excep
no

ci�n en las circunstancias ordinarias, como acontece con relaci�n a


cualquier medio extintivo de las obligaciones, seg�n puede verse
en el art�culo 488 del c�digo procesal para la Capital y los territo

rios; pero eventualmente, y como ya tengo apuntado (n� 48), puede


dar margen a una acci�n (exigir recibo del acreedor desinteresado,
compeler a �ste a que cancele el gravamen que respond�a a la deuda,
etc.). Es lo que se dispone, en general, en el art�culo 505, lo que
se sostiene en la buena ciencia (Pugliese, II, 153), y lo que, aun

cuando indirectamente, se ha resuelto por la C�mara comercial (35,


191), seg�n la cual la prescripci�n como acci�n es un juicio nuevo,
que debe por eso ser iniciado ante el juez en turno.
Por lo dem�s, el deudor, que paga adquiere un derecho: el de
su liberaci�n. Fuera intolerable que pudiese poseer un derecho a
que no correspondiera una acci�n (Garsonnet, I, 290; Chironi y
Abello, 587 y ss. ; Crome, Parte gen�rale, 41 ; Chiovenda, Principii,
43 y ss. ; citas restantes del n� 851).
II. Fundamento. �
904. No entra�a presunci�n alguna ni mo

tivos individuales. �

Se ha querido fundar la prescripci�n en sen

tidos bien diversos.


Desde luego se tiene el criterio de aquellos cpie miran m�s o

menos inmediatamente, pretendiendo que median al efecto mo

tivos de orden individual: ya una presunci�n de abandono del


derecho por parte del acreedor, ya una pena infligida al acreedor

Colmo, Oblig. � �-
T. I. 40
626 EXTINCI�N de las obligaciones

negligente, ya una � presunci�n legal de una causa leg�tima y ante


rior de liberaci�n�, como dice Mourlon (III, 1753), a quien sigue
Huc (XIV, 309 y ss.) ; d�ndose a entender que se presume que en el
plazo transcurrido la deuda ha sido extinguida, o mediante pago o
alg�n equivalente, o med�ante remisi�n, etc.
Lo grave es que en ello suelen complicarse autores que, sin
embargo, ven justo. As�, Domat (en el como pr�logo de su secci�n
relativa a la prescripci�n: I, 272) nos habla de que se presume que
quien deja de ejercer un derecho es, o � porque ha sido despojado
de �l por alguna justa causa�, o porque �le ha sido pagado, o ha
reconocido que nada se le deb�a�. Y Vazeille (I, 3) nos arguye
con � fuertes presunciones � que vienen a justificar la prescrip
ci�n. Sin embargo, Domat dice luego (loe. cit., n� II de los �som-
maires �) que �les prescriptions ont �t� �tablies pour le bien pu-
blic �, etc. Y Vazeille nos mostrar�, en el niismo n�mero antes cita
do, que la prescripci�n es un medio de � confianza �, de � cr�dito �
y de � seguridad � sociales, pues en su virtud es posible la � especu
laci�n audaz � y la � estabilidad en las fortunas �.

904 a. Responde a exigencias de orden p�blico. �


Y es en tal
terreno donde hay que colocar el asunto. Los aludidos factores indi
viduales son cosa subalterna y mezquina casi siempre en derecho,
particularmente en materia de prescripci�n. Sobre que nuestro

c�digo ha barrido cualquier presunci�n a estos respectos, como


con

se ver� m�s adelante (nos 911-7), es oportuno advertir que entre dos

intereses individuales en juego, la ley no tiene por qu� preferir el


del deudor al del acreedor, pues ambos se equivalen. Si, pues, sacri
fica a uno de ellos, no lo hace, a buen seguro, en obsequio del otro,
sino en atenci�n a un inter�s superior, que no puede ser m�s que
el colectivo o general de la sociedad.
Nadie ha dicho mejor que la sabidur�a romana (Digesto,
XLVI, 3o, 1) : la prescripci�n ha sido -impuesta por el �bono publi
co �, por el fundamental inter�s de los negocios, de la seguridad y

firmeza de la vida econ�mica, de la necesidad de que cualquier rela


ci�n termine ; para que la actividad no se sienta reatada por la
indecisi�n durante largo plazo, y para que la expansi�n y el auge
sean una realidad y, as�, una condici�n de vida de la sociedad
entera,
Tal es el criterio imperante en la buena ciencia
jur�dica, y que
conviene hacer resaltar con citas de autoridad, siquiera para que
nuestros tribunales no sigan invocando, como lo hacen (infra, nos

936-7, etc.), aquellos factores individuales. Puede consultarse, en


tre muchas obras, las siguientes: Savigny, IV, 237; Marcad�, XIII,
PRESCRIPCI�N
627

3; Laurent, XXXII, 5; Baudry,, XXV, 28; Aubry y Rau, VIII,


771 (son �stos la fuente del
c�digo, y resultan bien expresos en el
sentido que propicio) ; Ricci, V, 142 a 144; Mirabelli, 4; Pugliese,
II, 11 ; Chironi y Abello, 585-6 ; Crome, Parte gen�rale, 38, p. 344 ;
Capitant, 342 y ss. ; Windscheid, I, 105 ; Fadda y Bensa resultan,
como siempre, simplemente luminosos (en Windscheid, I, 1073 y

ss.); Planiol, II, 630-91; Colin y Capitant, II, 143; Lessona, V, 114;
rtc. ; cons. entre nosotros, Malagarriga, V, 330-1.
905. Por eso es irrenunciable. �

De ah� varias consecuencias.


Desde luego, la prescripci�n no puede ser renunciada de ante
mano: art�culo 3965; C�m. civ. 2a en J. T ., 196. De otra
Aa|912,
suerte, el prop�sito de la ley quedar�a desvirtuado: tal renuncia se
convertir�a en una regla de estilo, como apunta el mismo codi
ficador.
Otra cosa ocurre con respecto a la renuncia a posterior� de la
prescripci�n ya cumplida. En tal caso media un derecho particular
del deudor, de que �ste puede disponer ad libitum. Ello sin per
juicio de que, de acuerdo con normas bien conocidas, sus acreedo
res pidan la revocaci�n de tal renuncia, si les perjudica : art. 961-

7, etc.
906. Sus plazos no pueden ser ampliados. Equivaldr�a a

una renuncia m�s o menos parcial la pr�rroga de los plazos lega

les de prescripci�n, pues siempre se vulnerar�a el fin ele la ley,

que, por ser de orden p�blico, no puede quedar a merced de la


autonom�a privada.
Esto no puede ofrecer dudas.
Pero las ofrece la situaci�n inversa: �podr�an ser reducidos o
limitados esos plazos, por convenci�n de partes 1 La doctrina imperan
te es casi un�nime en sentido afirmativo : cons., por ejemplo, Giorgi,

VIII, 225 y 300 ; Baudry, XXV, 62 ; Guillouard, I, 321 a 3 ; Crome,


Parte gen�rale, 43, n. 68 ; Colin y Capitant, II, 150 ; Vivante, IV,'
5225; Malagarriga, V, 336 y.'ss. ; de los autores antiguos, Troplong,
De la prescription, I, 44, y Marcado, XIII, 22. En los �ltimos tiem
pos se ha comenzado a poner en tela de juicio tal criterio, que no
puedo entrar a discutir : cons. Huc, XIV, 323, y notas jurispruden
ciales de A. Ascoli en R. D. Civ., I, 542; V, 538; IX, 526 a 9 ; F.
Degni en R. D. Comm., VIII, 653 y ss.
Debo agregar que en nuestros tribunales se est� por lo primero
(los plazos pueden ser abreviados) : C�m. com., 74, 183; en R. L. J.,
IV, 1007; en G. F., VI|916, 243 ; y en J. A., I, 502 y 911, y II, 113.
Y en tal sentido resuelve el c�digo alem�n (art, 225), no as� el

c�digo suizo de las obligaciones (art. 129).


628 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

Por lo dem�s, la prohibici�n de la renuncia anticipada de la


prescripci�n no debe ser extendida
aquellos supuestos en que,,.
a

sin mediar renuncia, hay una como pr�rroga del t�rmino legal. Es

lo que ocurre si las partes han fijado t�rmino a la exigibilidad de


la obligaci�n, o* si ha mediado alg�n acto interruptivo de parte del
mismo deudor (que ha reconocido el derecho del acreedor durante.
el curso de la prescripci�n).
Se alcanza el por qu�. En el primer supuesto no hay derecho*
exigible hasta que el respectivo t�rmino, o la condici�n en su caso,.
no se cumpla; y ya dir� que no hay prescripci�n sino en punto a

derechos exigibles, a derechos con acci�n (n� 919). �n el segundo^


median actos, los llamados interruptivos, que, adem�s de no impli
car ninguna renuncia anticipada, desvirt�an el fundamento de la

prescripci�n, que quiere seguridad y situaciones definidas, y que


aqu� se las tiene con el mismo acto del deudor que reconoce el dere
cho y sabe as� a qu� atenerse, o con el hecho del acreedor (demanda

notificada, etc.), que entra�a la misma virtualidad. i

907. La irrenunciabilidad es de orden civil y no procesal. �

Obedeciendo la irrenunciabilidad a consideraciones de inter�s p�


blico, se comprende c�mo y por qu� entra�a principios de fondo que
no pueden ser derogados por los c�digos locales de procedimientos.

La prescripci�n es un medio extintivo, como el pago o la compen


saci�n, por ejemplo, que corresponde al derecho y al c�digo civiles.
Y en este caso particular de la prescripci�n, el respectivo juego>

procesal debe estar sujeto a los postulados esenciales de la institu


ci�n misma, que s�lo se contienen, repito, en la ley civil. Ya se
yer�, a prop�sito, c�mo debe decirse lo propio acerca de algo af�n,.
la alegaci�n u oposici�n de �a prescripci�n (n� 910 a).
908. La prescripci�n convencional es renunciable de antema
no. �

Ya se ha visto que los t�rminos legales de prescripci�n pue


den ser abreviados por convenci�n de partes (n� 906). Esa pres
cripci�n as� convencional, que otros califican de caducidad, responde
a intereses privados y no puede estar sujeta, en punto a renuncia

anticipada, a la restricci�n que estudio, que precisamente se inspira


en el fin de orden p�blico de la prescripci�n legal. De ah� que pueda

ser renunciada de antemano, siempre que, evidentemente, s�lo est�

ella en juego, pues se vulnerar�a lo atingente a la prescripci�n legal


si se renunciara, por ejemplo, durante diez a�os a una prescripci�n
convencional de dos a�os, cuando la correspondiente prescripci�n le
gal fuera apenas de cinco a�os.
909. Puede ser opuesta en cualquier estado del juicio. Es �

esta otra consecuencia del fundamento de la prescripci�n. La pres-


PRESCRIPCI�N
629

�erupci�n cumplida es un derecho, cualquier derecho,


que, como

todo momento,
puede ser invocado en despu�s de contestada la
aun

demanda y aun en segunda instancia, claro est� siempre que resulte


probada (art, 3962; cons. C�m. fed. en J. A., III, 17). Tan respe
tables son los derechos que consulta, que se llega a soluciones excep
cionales como �sta : S. C, 62, 134 ; etc. ; C�m. civ., 8, 253 ; 68, 315,
caso en el cual se aleg� la prescripci�n al informarse in voce ante

la C�mara ; 95, 367 ; 121, 315 ; etc. ; C�m. com., 66, 326 85, 212 y �

,229; etc.
Es obvio que la' alegaci�n no procede si se ha renunciado antes
,a la prescripci�n, seg�n dir� en el n�mero 948. Tal renuncia es

una simple manifestaci�n de voluntad, que, por lo mismo, puede


ser expresa o t�cita (art. 915). De ah� lo resuelto atinadamente, si
bien no siempre, por nuestros tribunales : la renuncia expresa impide
toda alegaci�n (C�m. civ. Ia en R. L. J'., II, 141), lo mismo que la
renuncia t�cita (que se puede contener en la evasiva al contestarse
la demanda o al absolverse posiciones, etc. : C�m. civ. Ia en R. L. J .,

VII, 185, y en J. T., IX|912, 173; Ricci, V, 152).


910. Su oposici�n en juicios ejecutivos. El c�digo procesal

para la Capital y los territorios permite alegarla como excepci�n


-en las ejecuciones ordinarias, al citarse de remate al deudor (art. 488,

inc. 5o), vale decir, al notificarse a �ste la demanda ejecutiva contra �l


-deducida y al exig�rsele que exprese sus defensas. En las ejecuciones
de sentencias se puede alegar la prescripci�n de la � ejecutoria � (art.
539, inc. 2o), esto es, como dir� m�s adelante (n� 947), la prescrip
ci�n com�n del derecho ventilado en juicio, y que pueda haberse
�cumplido, ya antes de la respectiva demanda, ya despu�s de con
denado el deudor. Es singular a este respecto que nada diga la ley
federal de procedimientos sobre el derecho innegable que correspon
de al obligado para invocar la prescripci�n en el juicio de apremio
(art. 315), que comprende el de la ejecuci�n de sentencias.
Y quiero agregar que la Suprema Corte de Buenos Aires ha
resuelto (Vil, 10), con buen tino y contra nuestra C�mara civil
(185, 402), que en materia de honorarios judiciales la prescripci�n
puede ser alegada en la respectiva ejecuci�n, aunque nada se haya
dicho al pedirse regulaci�n.
91 0 a. La oposici�n es de orden civil y no procesal. Es esto �

evidente, por las mismas razones dadas en el n�mero 907 acerca de


la irrenunciabilidad.
De ah� estas consecuencias : Ia los c�digos locales de procedi
mientos pueden derogar
no nuestro art�culo 3962
(S. C. B. A. en

R. L. J'., VII, 272) ; 2a la prescripci�n convencional responde a inte-


630 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

reses puramente privados, y encuadra as� en una defensa com�n,,.


de que, por consiguiente, s�lo puede echarse mano en la estaci�n
oportuna y �nica de la contestaci�n de la demanda, ordinaria o eje
cutiva (C�m. com. 55, 311, y en R. L. J'.,
IV, 483).
III. Car�cter. �

91 1
Es extintiva y
. no presuntiva. Hay �

que se�alar, adem�s, el car�cter de nuestra


prescripci�n. En dere
cho franc�s (italiano, etc.) se admite ciertas prescripciones presuntas,
fundadas en una presunci�n de que el pago de la respectiva obli
gaci�n ha sido hecho, por lo mismo que es habitual exigirlo sin de
mora; en cuya virtud el acreedor, que reclame el pago y pretenda
que �ste no ha sido efectuado, puede deferir al deudor el juramento
en tal sentido. Tal ocurre con la prescripci�n ele ciertos cr�ditos
ordinarios y de no mayor cuant�a (se trata de honorarios profe
sionales y del comercio al menudeo), contemplados por el citado
c�digo franc�s en los art�culos 2771 a 3, y que corresponde a la de
nuestros art�culos 4032-5.
Entre nosotros no hay prescripciones presuntivas. Todas son

eminentemente extintivas : basta el transcurso inactivo del termine


para que la prescripci�n quede cumplida, por donde no se puede
,

deferir nada al juramento del deudor: art. 4017-8. Y es bueno


que as� sea. No hay raz�n, por de pronto, para distinguir entre
unas prescripciones' y otras. Adem�s, ese juramento implica una
coerci�n, en cuya virtud se coloca al deudor entre su deber de con
ciencia y sus conveniencias. Finalmente, el deber de conciencia que
da en salvo, pues el deudor puede o no ampararse en la prescripci�n-
consumada.
912. No requiere buena fe. Tampoco se requiere buena fe

(art. 4017, inc. 2o), que tanto papel tiene en la prescripci�n adqui
sitiva (art. 3999 y ss.). Se comprende por qu�: cualquier deudor
es fatalmente de mala fe, en el sentido de que sabe (o debe saber,,

que es lo mismo) que adeuda y no ha pagado. Y lo importante no es-


la circunstancia personal de la buena o mala fe del deudor, sino-
la necesidad de que todo tenga un t�rmino en la vida (cons. C�m.
civ., 30, 80), como lo tiene la misma prescripci�n adquisitiva, mal-
grado medie mala fe,seg�n he puntualizado en el n� 904 a.
y .

913. No obra de pleno derecho. La prescripci�n no obra de


pleno derecho. Mientras el deudor no la invoque, no hay prescrip


ci�n. La ley respeta la conciencia individual, pues no faltan deudo
res honestos que renuncien- a ella. De ah� que los jueces no puedan

suplirla de oficio (art. 3964; S. C, 14, 38; C�m. civ., 159, 238), esta
es, declararla sin cpie el interesado la haya alegado.
Pero esto �ltimo puede prestarse a equ�vocos. Como se tratar�a
PRESCRIPCI�N
631

en ello de una manifestaci�n de voluntad, y como tocia manifestaci�n


as� puede t�cita y resultar de cualquier forma de expresi�n o de
ser

actos que la entra�en (art, 915), cabe sostener que no hay forma
alguna para oponerla (art. 974; C�m. civ., 156, 127), ni requiere
especificaci�n, pues basta con lo indudable de la intenci�n respectiva
(S. C, 100, 31; Ricci, V, 150).
914. No implica condenaci�n costas.
Tambi�n cabe apun
en �

tar que cuando el actor es vencido por raz�n de una prescripci�n

alegada, la regla del art�culo 221 del c�digo de procedimientos


para la Capital y los territorios, ha sido aplicada
tino, al dispo
con

nerse que las costas no son de cargo del actor: C�m. civ., 159, 168;

C�m. civ. Ia en J. T., VIII 1 912, 203, en G. F. 2 �VII 1 916, y en J. A.,


III, 41 ; C�m. civ. 2a en G. F., 28|IX|916 ; C�m. com. en ./. A., I, 502 ;
'

8. T. Tucum�n en R. L. J III, 678. .,

Se alcanza el por qu�. La prescripci�n es un asunto de con


ciencia en el caso. El actor no est� obligado a saber que el obligado
va a oponerla. De ah� que su buena fe est� en salvo, mucho m�s si
se tiene en cuenta que su derecho, fuera de la prescripci�n cumplida,

era perfecto.

IV. �

91 5. Sujetos de la prescripci�n. Nada hay que decir


respecto de las personas, que pueden prescribir y de las personas


contra las cuales se puede prescribir. Los art�culos 3947, inciso Io, y
3949 no distinguen. Si tocios los derechos � personales �, entre los
cuales figuran los creditorios, son prescriptibles, quiere decir que los
respectivos sujetos activos y pasivos pueden aprovecharse de ella
o resultar perjudicados por la misma, tr�tese de personas naturales

o jur�dicas, y sean �stas privadas o p�blicas (as�, a este �ltimo res

pecto, la Naci�n puede oponerla: S. C. en J. A., III, 107).


V. Derechos prescriptibles. 916. Principio.

Tampoco �

hay que insistir acerca de los derechos sujetos a prescripci�n. Los


art�culos citados, lo propio que los art�culos 3952 y 4019, no dan
pie para exceptuar ning�n derecho creditorio. S�lo quedan como
imprescriptibles ciertos derechos relativos al estado personal y algu
nos derechos reales, cuya explicaci�n no nos compete.

As�, es prescriptible la acci�n para pedir la escrituraci�n de un


inmueble, aunque el � comprador � est� en posesi�n del mismo :
C�m. civ. 2a en R. L. J'., V, 115.
Lo propio cabe decir de la acci�n por cobro de la multa en el
sellado, aunque incomprensiblemente haya resuelto lo contrario la
C�mara civil (150, 783), despu�s de haber admitido (132, 130) que se
prescribe a los diez a�os (como ocurre hoy por ley: art. 78 de la ley
10.361).
632 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

Y igualmente prescriptible la inhibici�n contra un deudor,


es

aunque otra cosa haya sentado la c�mara federal (J. A., I, 380).
Por eso la C�mara civil 2a (R. L. J'., V, 270) ha sostenido con raz�n
que, prescrita la deuda, el obligado puede pedir el levantamiento de
su inhibici�n (poco importa que en el caso �sta fuera
voluntaria). La
inhibici�n (como el embargo, etc.) es un derecho que dimana del
respectivo derecho creditorio, y mal puede durar m�s que �ste: es
verdad que la ley org�nica de los tribunales dispone quedas inscrip
ciones de embargo o de inhibici�n no se extinguen respecto de ter
ceros sino por su cancelaci�n (art. 226, inc. 6o, y 225) ; pero, como dir�

poco m�s adelante (n� 955 a), ello es as� con relaci�n a terceros y no
en cuanto a las partes, pues para �stas la inscripci�n es innecesaria,

desde que contiene un medio de publicidad que s�lo interesa a los


ajenos a la consiguiente relaci�n jur�dica, como son los terceros.
De otra parte, aun para los terceros el cumplimiento de la pres
cripci�n, una vez acreditado, autoriza para pedir la cancelaci�n del
embargo o la inhibici�n, cabalmente porque estos grav�menes son
consecuencia de un derecho que ha dejado de existir.
916 \ Las � rei merae facultatis �. Se arguye, sin embargo,

que las facultades, rei merae facultatis, son* tambi�n imprescripti


bles, pues se refieren a derechos inalienables. El asunto es abstruso
y De ah� que baste con referirme a lo dicho en mi citada obra
raro.

sobre Prescripci�n en materia comercial y a los siguientes autores,


adem�s de los que all� cito Guillouard, I, 488 y ss., y II, 515 y ss. ;
:

Baudry, 161 y ss. y 274 y ss. ; Giorgi, VIII, 230 y ss. ; Ricci, V,
148; Windscheid, I, 1082 y ss. (n. de Fadda y Bensa) ; nota juris
prudencial de A. Sraffa en R. D. Comm,, I, 457 ; C�m. civ. 2a en
R. L. J'., V, 65, en que se sostiene la imprescriptibilidad de las fa
cultades del mandatario.
917. Las excepciones judiciales. Igualmente se afirma que

son imprescriptibles las excepciones. No es ello extra�o ante lo


inmediato de juicios que concluyen as�: la prescripci�n se aplica a
las acciones, las- excepciones no son acciones, de consiguiente No ...

lo es tanto en razonamientos como �ste : mirada la excepci�n como


una defensa (cons. Savigny, IV, CCLIII y ss. ; Windscheid, I, n. s,

696 y ss., de Fadda y Bensa; Crome, Parte gen�rale, 43, 6), y en


cuanto as� corresponde a un estado permanente, la prescripci�n no

puede cumplirse, por lo mismo que el tiempo queda excluido. As�,


quien ha pagado puede oponer la excepci�n (defensa) de pago en
cualquier tiempo.
Pero es que aun en tal sentido el asunto parece un poco infantil :
la excepci�n o defensa resulta in�til, o porque la prescripci�n se ha
PRESCRIPCI�N
633

cumplido o porque la extinci�n se ha operado en otra forma (me


diante un pago en el caso).
Aun dentro del asunto mismo, el individuo que ha pagado
puede alegar cuando quiera la excepci�n de pago, as� hayan trans
currido dos a�os como cincuenta.
�Evidentemente! Pero cuando
se trate de una excepci�n, como la de compensaci�n por ejemplo, que

envuelve el ejercicio de un derecho activo (y no pasivo, como el del pa


en otros t�rminos, la excepci�n alegada es una
go hecho), cuando,
acci�n efectiva, entonces se est� en los principios comunes, y tal
excepci�n est� sujeta a prescripci�n como cualquier acci�n.
VI, 917 a. Electos de la prescripci�n.

Es efecto necesario�

de la prescripci�n el de extinguir el respectivo derecho.


La palabra es empleada en el art�culo 515, inciso 2o. En el
principio del art�culo 3947 se dice que el derecho queda perdido, y
en su inciso 2o se habla de que el deudor queda liberado. Este �ltimo

concepto es el que se tiene en otra norma de fondo: la del art�culo


4017. La expresi�n com�n es la de la misma prescripci�n: el dere
cho (o la acci�n) se prescribe.
Pero es indiscutible lo extintivo de tal efecto, sean cuales fue
ren las expresiones de- que el legislador se valga. No s�lo resulta
ello de los principios esenciales, sino que tambi�n surge de las sino
nimias legales de todos los conceptos aludidos (Colmo, T�cnica le

gislativa, 246).
Por lo dem�s, no tengo por qu� recordar que tal efecto extin
tivo se refiere tan s�lo a lo civil y exigible de la obligaci�n. Y es
f�cilmente explicable, ante su car�cter y fundamento, que nada ar

guya respecto del deber de conciencia del deudor, que siempre queda
con una obligaci�n natural a su cargo (citado art. 515, inc. 2o; cons.,

a prop�sito, en Windscheid, I, 1144 y ss., otra sabia nota de Fadda


y Bensa).
VIL Afinidades. �
91 8. Con la caducidad. �
No insisto acer

ca de las semejanzas y diferencias entre la prescripci�n y la cadu

cidad, porque ello tiene importancia en derecho civil. En los


escasa

n�meros 72 a 90 de mi Prescripci�n en derecho comercial he puntua


lizado el asunto con relaci�n al derecho mercantil. Aqu� me bastar�
con apuntar que es una breve e intensa prescripci�n, ya legal, ya

convencional, modificable por voluntad de partes, relativa a ciertas


acciones preliminares y que no se suspende ante circunstancia algu
na. Y quien desee penetrar mejor el t�pico, deber� consultar la bi

bliograf�a ulterior, de entre la cual aconsejo la que sigue: Gui


llouard, I, 42 y ss. ; Huc, XIV, 316 a 8 ; Baudry, XXV, 36 y ss. ;
Giorgi, VIII, 225 y ss. ; Chironi y Abello, 690 a 3; Crome, Parte
634 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

gen�rale 38, n. 4 y ss. ; Zaehariae- Crome, 1, 137 ; Saija, 50 y ss. (que es


tudia el asunto con docto detenimiento) ; J. M�dica, Teor�a della
decadenza nel diritto civile italiano, 1906.
91 8 a. Con el no uso. �

Tampoco insisto sobre an�logas afinida


des entre la prescripci�n y el no uso, si bien por otra raz�n. Es �sta:
para m�, prescripci�n y no uso resultan lo mismo. S�lo admito una
limitaci�n: varios derechos reales extinguibles por la prescripci�n libe
ratoria son susceptibles de uso, como ocurre con los de usufructo, con
los de servidumbres activas, etc. ; en cambio, los derechos creditorios
rara vez lo son (derechos del locatario, del comodatario, etc.). De ah�

que, en principio, s�lo quepa hablar de no uso con respecto a los


primeros.
Y esa conclusi�n que adopto, que es tambi�n la de Fadda y
Bensa (Windscheid, I, 1081-2), tiene plena confirmaci�n en el c�
digo, que habla del no uso y de la prescripci�n en sinonimia evi
dente, como puede verse en los art�culos 2924 y 3065 para lo
primero, y en los art�culos 2942, 3048-61-2-6, etc., para lo segundo.
Ello al extremo de que la sinonimia es bien frecuente en un mismo
art�culo, pues se habla indiferentemente de no uso despu�s de ha
berse razonado sobre prescripci�n, o viceversa: art. 3059-60-3-4, etc.

ART�CULO II

REQUISITOS

I. Momento inicial. �

919. Principio. ��
Varios son los re

quisitos prescripci�n. El de m�s fondo es el relativo al trans


de la
curso del t�rmino, a cuyo respecto es indispensable el c�mputo del

mismo (nos 281 a 5). Y ese c�mputo supone: Io la determinaci�n


del momento inicial ; 2o la no suspensi�n del t�rmino ; 3o la no inte
rrupci�n del mismo.
�Cu�ndo comienza la prescripci�n? Si la prescripci�n extin
gue un derecho creditorio, o la correspondiente obligaci�n,
como se

ha visto, debe empezar a correr desde que ese derecho exista, o, lo


que es igual, desde que tal derecho sea exigible. De ah�
la norma:
corre desde que haya actio nata, que corresponde al jus nato, por

lo mismo que la acci�n no es otra cosa que el ejercicio del derecho,

por donde acci�n y derecho expresiones forzosamente correla


son

tivas: Garsonnet, I, 289; Gianturco, Sistema, I, 72; Chironi y


Abello, 128 a 30 y 588; Zachariae-Crome, I, 134; Crome, Parte
gen�rale, 41; Fadda y Bensa, n. I, al final, en el t. I, lib. II, de
Windscheid; cons. la definici�n de la actio en la Instituto de Justi-
PRESCRIPCI�N
635

niano, IV, 6o, ac�pite; y apunto que en derecho m�s reciente se


controvierte esa sinonimia, hasta llegarse a reconocer en la acci�n
una esencia y una autonom�a propias: Mortara, I, 12; Chiovenda,
Principii, 43, y Nuovi Saggi, 33-4, Capitant, 99-100 ; etc. (v. otras
citas en el n� 851).
Es lo que se resuelve en el c�digo : en el art�culo 3956 para los.
derechos creditorios en general, que se prescriben � desde la fecha
del t�tulo de la obligaci�n �, pues se supone lo ordinario ele que se
trate ele cr�ditos sint�rmino, y porque entonces tales cr�ditos son
exigibles desde que nacen (quod sine die debetur, praesenti debe-
tur!) ; en el art�culo 3957, para los cr�ditos condicionales o a plazo,
que se prescriben desde el cumplimiento de la condici�n o el venci
miento del t�rmino, esto es, desde que sean exigibles (cons. respecto
del plazo, C�m. civ., 182, 179) ; en ese mismo art�culo, para la acci�n
de evicci�n, que se prescribe � desde el d�a de la evicci�n � ; en el
art�culo 3960, para los obligados a rendir cuentas, � desde que cesa
ron en sus respectivos cargos�; etc. (cons. sobre el principio de
fondo, Savigny, IV, CCXXXIX a XLI; Crome, Parte gen�rale,
43, 1 ; Zachariae-Crome, I, 143 ; Fadda y Bensa, en Windscheid,
I, 1089 y ss.; Saija, 59 y ss.).
920. Excepciones. Tal es el principio general, que rige

para todos los supuestos en que nada se disponga diversamente. Y


se dispone diversamente en dos �rdenes de circunstancias excep

cionales, y, as�, ele car�cter limitado y de interpretaci�n estricta.


Auncpie ambas circunstancias tengan el mismo efecto esencial, hacer
que la prescripci�n no corra, una de ellas, la de la suspensi�n, me
rece consideraci�n aparte, siquiera por su importancia. De ah� que
por ahora me limite a la otra. Consiste ella en la imposibilidad de
obrar en que se encuentra el acreedor, por raz�n de no conocer,
con derecho y sin imputabilidad, la existencia del derecho en su

favor. Es lo que ocurre en materia de nulidades ocultas. En tales


casos (art. 4030-33, etc.) la prescripci�n no corre sino desde que el
vicio fu� conocido (o desde que debi� o pudo serlo, cabe agregar, pues
aqu�, como en todo, se requiere la diligencia y previsi�n ordinarias :
jura vigilantibus et non dormientibus succurrunt!)
921 . Estas deben encuadrar en el t�rmino ordinario. �
Obser
vo que as�, y de
aun acuerdo con el fundamento de orden p�blico de
la prescripci�n, creo dable sostener que si han transcurrido
que es

diez a�os desde la existencia del vicio, y del consiguiente derecho


de nulidad, la prescripci�n debe darse por consumada auncpie na
se haya conocido esa existencia. El t�rmino m�ximo de prescripci�n
es entre nosotros de diez a�os (art, 4023), lo que quiere decir que
-;636 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

la ley no concibe prescripciones m�s extensas. Yprescrip


como esa

ci�n decenal es la ordinaria


o com�n, resulta de car�cter general,

por donde son especiales las restantes, que, por lo mismo, deben ser
interpretadas restrictivamente. Adem�s, el principio, tambi�n ge
neral, del c�mputo del t�rmino, es el de la actio nata: por eso los
-preceptos que, como los citados art�culos 4030-33, lo derogan, deben
ser interpretados estrictamente, pues son excepcionales, y han de

encuadrar en la norma de fondo. Tal es la soluci�n repetida que se


tiene en los c�digos alemanes (art. 124, 852, etc., del C�digo civil; art.
61, 113, 236, etc., del c�digo comercial), y que han consagrado los
tribunales italianos en casos an�logos: R. D. Civ., III, 564-5; R. D.
Comm., IX, 2a, 512. Lo propio acaece en el c�digo suizo de las
obligaciones : art. 60, 67, etc. Y lo mismo se resuelve en las codifi
caciones que admiten las breves prescripciones presuntivas, las cua
les quedan absorbidas en la prescripci�n ordinaria (Vivante,
IV, 2224). -

Quede esto en claro. Admito que en los supuestos de los art�cu


los 4030-33, etc., toda prescripci�n est� consumada despu�s de diez
a�os, porque hay derecho, aunque se lo ignore y se est� en imposi
bilidad de obrar, y en raz�n de que precisa poner alg�n t�rmino
ifatal a la consiguiente acci�n, que hasta podr�a ser deducida, si no,
despu�s de cincuenta u ochenta a�os, so pretexto de que el vicio
no fu� conocido antes. Pero no admito lo propio con relaci�n a los
derechos a t�rmino (salvo el caso de los art. 620 y 752, como dir�
o condicionales, que por definici�n no son
�en el n� 955)
exigibles,;
y as� no resultan prescriptibles, sino a contar del momento en que

el t�rmino se venza o la condici�n se cumpla. En una palabra: en


�el primer orden de casos hay derecho exigible, y por eso debe haber
prescripci�n; en el segundo no lo hay, por donde mal puede correr
prescripci�n alguna.
922. Prueba del momento inicial. Por lo dem�s, hay que

lener en cuenta que el modo ordinario de c�mputo ser� el del


art�culo 3956, que, lo dije ya, establece al respecto la regla general
y de fondo. De consiguiente, hay en �l una presunci�n en que podr�
ampararse el deudor. El acreedor que pretenda que el t�rmino
no empez� a correr sino en �poca posterior a la normal, esto es,

porque estuvo imposibilitado para obrar, deber� probarlo, para


destruir as� esa presunci�n en su contra (C�m. civ. Ia en R. L. 3 V, .,

463 y 511; cons. la nota jurisprudencial n� 33 que se contiene en

la R. T. D. C, 1907, 109).
923. Casos jurisprudenciales. �

Quiero agregar algunas ob


servaciones jurisprudenciales sobre el momento inicial.
PRESCRIPCI�N
637

No veo por qu� el t�rmino para ejecutar en virtud de un docu


mento privado, s�lo
pueda desde que �ste adquiera fuerza
correr

el derecho del actor no nace de esa


ejecutiva (S. C, 13, 18), ya que
fuerza ejecutiva sino del documento. Tampoco apruebo que el de
recho a cobrar una suma s�lo empiece a prescribirse desde que �sta
haya sido liquidada (C�m. civ., 166, 304) : la deuda era exigible (en
el sentido de reclamable, demandable) antes de la liquidaci�n; y
�sta no agrega sino lo externo de la determinaci�n de su monto.
En cambio, hallo bueno este otro fallo: las obligaciones con

tractuales prescriben a partir de la fecha del contrato, sino a


no se

contar de la del cumplimiento del mismo (C�m. civ., 150, 385). Es.
que tales obligaciones no son exigibles, y as� no son prescriptibles,.
sino desde que deban ser cumplidas (art. 3957: cons. sobre la obli
gaci�n a plazo, S. C, 87, 193 ; sobre la obligaci�n condicional, C�m.
civ, 111, 122; 173, 392).
V�ase algunos otros casos, que bastar� citar, y cuya justicia
resulta, ante lo dicho, bien discutible en m�s de un caso : la pres
cripci�n ele la acci�n por simulaci�n de venta de una finca, empieza
desde la fecha en que fu� presentado el informe del contador
en que se alud�a a dicha enajenaci�n (C�m. civ. 2a en R. L. J'.,
V, 301) ; la de la acci�n pauliana contra un quebrado, por enajena
ci�n de un inmueble durante el per�odo � sospechoso �, desde la
presentaci�n del informe del contador (C�m. civ. 2a en R. L. J'.,
VIII, 911) ; la del cobro de la diferencia entre el honorario pagado
y el regulado, desde la fecha de la regulaci�n (lo que no es justo,
pues el pago entra�a un reconocimiento que interrumpe y que as�
fija un nuevo momento inicial, como se ver� en el n� 948), y la del
pago indebido desde que se hizo el pago (C�m. civ. Ia en J. T'.,

XIIJ914, 161, y en R. L. J'., VI, 179) ; la de la acci�n por el cobro


del saldo de una deuda hipotecaria no data del vencimiento de la
hipoteca, ni del d�a de la Agenta del inmueble en la ejecuci�n seguida
por el acreedor, sino desde que se aprob� la respectiva liquidaci�n
(C�m. civ, 197, o t. V de la 7a serie, 311; S. C. en J. A., II, 570), o
desde que se remat� el inmueble (C�m. fed. en J. A., I, 630) ; la del
cobro de una deuda � para cuando el deudor mejore de fortuna �,
desde que se pruebe esta circunstancia (C�m. civ. 2a en G. F., 20|V|
917), sin perjuicio de lo dicho en el n�mero 921; la relativa a actos.
il�citos cometidos por directores de sociedades an�nimas, desde que
se conoci� dichos actos (C�m. com. en J. A., II, 630) ; en cuanto a la
prescripci�n de derechos correspondientes a actos sucesivos (casos
de nuestros art. 4032-5: visitas m�dicas, suministros de mercader�as,
etc.), cons. C�m. civ. Ia en R. L. J'., VIII, 487 ; C�m. civ. 2a en la mis-
638 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

ma publicaci�n, III, 189, V, 156 ; C�m. com. en J. A., II, 279 ; etc., as�
como lo que dir� m�s adelante (n� 984).
II. Suspensi�n. 924.

Concepto. Hay suspensi�n de la


prescripci�n cuando su t�rmino deja de correr por raz�n de cir


cunstancias de distinto orden, que en principio se resuelven, como
ya he dicho, en la imposibilidad de obrar. M�s estrictamente, es el
favor que en tal sentido concede la ley a los incapaces (art. 3966-
9-70-2-3, etc. ; cons. C�m. civ, 11, 123 ; 27, 214 ; etc. ; C�m. civ. Ia en
R. L. J., III, 610; C�m. civ. 2a en J. A., I, 57, y en J. T.,
II|918, 58;
etc.) ; si bien en ciertos casos, como en los dos �ltimos art�culos cita
dos, responda a consideraciones de otro g�nero (la necesidad de
liquidar en forma unitaria situaciones complejas, como la de una
herencia o la de una administraci�n tutorial, etc.).
Unas y otras, sobre todo las �ltimas, son bien discutibles: el
inter�s colectivo que la prescripci�n consulta, viene a quedar pos
puesto al inter�s particular del incapaz, del heredero beneficiario
o del tutor; y el individualismo romanista de la regla de que contra

non valentem agere non currit praescriptio (cons, a prop�sito, Pu

gliese, nota jurisprudencial en R. D. Comm., IX, 2a, 713), incom


prensible en nuestra �poca de vida solidaria y de exigencias sociales,
llega a contar con una fuerza y una preponderancia poco leg�timas.
Lo que es peor, en el caso de los citados art�culos 3972-3, no existe
motivo de fuerza mayor, dir� as�, como en los restantes, para sus
pender el curso de la prescripci�n. Aun en los supuestos de los
incapaces, la prescripci�n bien puede correr, sin perjuicio del dere
cho que a �stos corresponda contra sus representantes legales desi
diosos u omisos que han dejado consumar la prescripci�n.
925. Es de car�cter excepcional. Por tales razones de fondo,

corresponde observar que la suspensi�n es de car�cter excepcional.


No lo dice el c�digo, que p�le-m�le dispone que aqu� se suspende
y que all� no suspende; pero resulta del car�cter y fundamento
se

de la prescripci�n, de la circunstancia de que en no contados su


puestos no se suspenda la prescripci�n en favor de incapaces o im
posibilitados de obrar (art. 3967-8-71-4-6 a 9, etc.; v. sobre el art,
3799, S. C, 37, 306) y del esp�ritu director del codificador (nota al
art. 3980). De ah� lo restrictivo ele la apreciaci�n de los casos en

que la suspensi�n exista, en cuya virtud cabe sentar la regla ele que
la prescripci�n corre contra todo el mundo, a menos que especial
mente se haya dispuesto lo contrario (cons. Ricci, V, 165; Huc,

XIV, 415 a 7 ; Baudry, XXV, 417 ; Planiol, II, 678 ; Colin y Capi
tant, I, 889 y ss, y II, 152-3 ; Zachariae-Crome, II, 140 ; Saija, 70
y ss. ; Fadcla y Bensa en Windscheid, I, 1134 y ss. y 1137
PRESCRIPCI�N
639

y ss.). Y de ah� que se haya podido resolver con raz�n (C�m.


civ, 66, 279) que la prescripci�n corre contra los menores en vida
de los padres de los mismos, o aunque se pruebe que el tutor fu�
negligente (fallo citado de la. C�m. civ. Ia), interpret�ndose ade
cuadamente los principios de la prescripci�n y los art�culos 3966-8.
Ello sin perjuicio del recurso que corresponda a esos menores con
tra el padre omiso o negligente, que es de derecho com�n.
926. La imposibilidad de obrar debe serextraordinaria y
objetiva. �

En virtud de esas propias razones, se tiene motivo su


ficiente para reducir a sus t�rminos el precepto del art�culo 3980
(tomado de Aubry y Rau) : las dificultades de hecho a que en �l se

alude, y que han imposibilitado para ejercer en tiempo el respectivo


derecho, tienen que ser extraordinarias y objetivas, como ocurrir�a
en un intimidaci�n (C�m. civ. Ia en J. A., I, 182), y deben
caso, de

corresponder a lo que se llama caso fortuito o fuerza mayor (supra,


y 891-2). De otra suerte, bastar�a con aducir la ausencia
a
nos 121-1

(debida acaso a viajes de descanso, cuando


placer), y se
no de
autorizar�a contiendas indefinidas por raz�n ele alegaciones de cual
quier especie y que nunca faltan, para desvirtuar la p�rdida de un
derecho (cons. Windscheid, I, 1137 y ss, nota de Fadda y Bensa).
927. Jurisprudencia. Es lo que ocurre en no contados su

puestos ante nuestros tribunales, tan dados a lo contemplador de los


derechos individuales y tan poco propensos a lo m�s espiritual de la
consagraci�n de los derechos colectivos y superiores a que la prescrip
ci�n obedece. As�, se ha resuelto que el retardo en pronunciar senten
cia suspende la prescripci�n (S. C, 96, 189), lo mismo que la nece
sidad del tr�mite de la venia ante el Congreso para demandar al
Estado (C�m. fed. en G. F'., 4jX|917; en contra, S. C. en J. T.,
VII|912, 15), y que la demora en notificar una demanda no puede
perjudicar al actor inimputable, por donde la prescripci�n no queda
cumplida en el �nterin (C�m. com, serie en n�mero romanos, II, 548) ;
como si no cupieran recursos contra lo primero (pedir se dicte sen

tencia, responsabilizar al juez que falla tard�amente), o si, en el


segundo supuesto, el actor no tuviera c�mo entablar su demanda
previa al s�lo objeto de interrumpir la prescripci�n, o si, en el
�ltimo caso, no quedara al actor libre su acci�n contra el culpable
de tal demora.
Hasta se ha llegado a sentar que el mes de feria no debe ser

tenido en cuenta para el c�mputo (S. C, 14, 379) ; olvid�ndose al


respecto que el actor puede deducir demanda, al solo efecto de in
terrumpir la prescripci�n, ante cualquier juez incompetente, aunque
640 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

sea un juez de paz (art. 3986), y que en los mismos tribunales ordi
narios hay jueces, durante la feria, para asuntos de urgencia.
928. No debe exceder del t�rmino ordinario. Y repito lo �

antes dicho a prop�sito del momento inicial : cuando la suspensi�n


dure diez a�os, la prescripci�n quedar� cumplida. Bien seguro estoy
de que esto parecer� demasiado fuerte. Y bastante convencido quedo
de que encontrar� muy pocos partidarios. Pero si se ha de entender
la prescripci�n como cuadra, y si se quiere respetar su fundamento,
habr� que pronunciarse en tal sentido.
929. Prueba de la suspensi�n. No creo necesario advertir

que quien pretenda que la prescripci�n ha sido suspendida, deber�


acreditarlo, seg�n es de principio com�n: ei incumbit pr�batio qui
dicit. .Al acreedor le bastar� con justificar su derecho y el debido
.

transcurso del t�rmino. El deudor tendr� que demostrar el hecho


en cuya virtud ese t�rmino ha quedado total o parcialmente in
utilizado.
III. Interrupci�n. �
A. Prenociones. �
930. Concepto y
efectos. La
interrupci�n

de la
prescripci�n entra�a una cir
cunstancia com�n con la suspensi�n : como �sta, prolonga el t�rmino-

respectivor Pero media una diferencia acentuada : el plazo que pue


da haber corrido hasta el momento en que surge la circunstancia
que autoriza la suspensi�n, es siempre computable, de suerte que
cuando cese la suspensi�n el t�rmino s�lo requiere su integraci�n..
As�, se suspende a los dos a�os una prescripci�n de cinco, y la.
suspensi�n dura tres a�os : la prescripci�n se habr� cumplido tres
a�os despu�s que la suspensi�n haya cesado, pues han corrido los
cinco a�os en dos etapas de dos y de tres. En cambio, el t�rmino'
corrido hasta el momento en que la prescripci�n sea interrumpida
queda jur�dicamente aniquilado, por donde no es computable, y por
donde es necesario el transcurso �ntegro del plazo, a partir de la
interrupci�n (o de la �ltima interrupci�n, si ha habido m�s de una),,
para que la prescripci�n se cumpla. Es lo que se dispone, respec
tivamente, en los art�culos 3983 y 3998. Y es lo que hace decir que
la suspensi�n � adormece � la prescripci�n, al paso que la interrup
ci�n la � mata �.

La diferencia explicable.
es bien
La
suspensi�n funda, con raz�n o sin ella, en la imposibilidad
se

de obrar del deudor: como tal imposibilidad no ha existido sino a


contar de tal momento hasta otro momento dado, la circunstancia
no puede ser invocada m�s all� del plazo comprendido entre esos

dos momentos, y el t�rmino antes corrido debe ser as� computado.


La interrupci�n destruye en su misma esencia el fundamento-
PRESCRIPCI�N
641

de la prescripci�n: la
ley quiere la seguridad de los obligados, la
libertad de la acci�n y la consiguiente brevedad en los plazos du
rante los cuales es compatible el derecho personal del acreedor con
la restricci�n del deudor, que debe satisfacer su obligaci�n en un
t�rmino prudencial. Cuando media un acto interruptivo (el acree
dor reclama su cr�dito, el deudor reconoce su deuda, etc.), el obliga
do sabe a qu� atenerse, conoce que el derecho es mantenido, desapa
rece el � silencio � o la � inacci�n � que determinan el cumplimiento

de la prescripci�n (art. 4017), y aqu�l se halla en condiciones de


poder afrontar, como antes, la situaci�n que siempre perdura : en
s�ntesis, la seguridad y la firmeza sociales que en la prescripci�n
se consulta (n� 914 a) quedan deslindadas y bien afirmadas, as� para

el pasado como para el futuro. De ah� que si el t�rmino era de cinco


a�os y la interrupci�n se produjo en tiempo, al a�o o a los cuatro
a�os y once meses, sea menester el transcurso �ntegro de los cinco
a�os de la prescripci�n, desde el acto interruptivo, para que el
derecho se extinga.
931 Prueba.
. Es bien evidente que quien alegue la interrup

ci�n deber� probarla, exactamente como en el caso de la suspensi�n :


C�m. civ, 158, 62, y 173, 387. Se trata de un hecho cuya existencia
debe ser acreditada, seg�n es de norma corriente, ya que el acreedor
se ampara en la presunci�n legal aneja al decurso del t�rmino para

la prescripci�n, que s�lo puede ser destruida mediante prueba en


contrario, que podr� ser de cualquier especie, pues se trata de sim
ples hechos, por m�s que la C�mara civil haya sostenido en alg�n caso
(114, 48) que no procede la testimonial.
De consiguiente, el fallo sobre un punto af�n dictado por la
C�mara civil Ia (J. T'., IX|914, 106), de que quien alegue la prescrip
ci�n debe probar el momento inicial de la misma, ha de ser enten
dido en cuanto se alegue un momento inicial de car�cter particular
y que no encuadre en las normas generales del c�digo, por lo
mismo que se pretende destruir la presunci�n legal al respecto.
B. Actos interruptpvos. Io Del acreedor.
�-

a) En qu��

932. El los limita la �demanda�. El


consisten. c�digo a

acto interruptivo puede emanar del acreedor, del deudor o de ambos.


Es singular que el c�digo no mencione interruptivo
como acto

que emane del acreedor, sino a (art. 3986). Lo que


la �demanda�
es m�s, la refiere al
�poseedor�, por donde ^resulta contemplar tan
s�lo la prescripci�n adquisitiva. De aplicarse el precepto en su lite
ralidad, se llegar�a a todo un esc�ndalo jur�dico: la prescripci�n
extintiva no podr�a ser interrumpida por el acreedor ni aun me
diante demanda judicial.

Colmo, Oblig. �

T. I. 41
642 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

Nuestros tribunales han aplicado la disposici�n en su princi


pio, y con evidente motivo. No s�lo han entendido que el precepto
debe ser extendido a las dos especies de prescripci�n, sino que ade
m�s han ampliado el concepto de � demanda � en el sentido que
cuadra, esto es, viendo una demanda interruptiva de la prescripci�n
(pues de eso se trata) en cualquier reclamo, judicial o extrajudicial,
del acreedor contra el deudor, que implique el pedido del pago del
respectivo cr�dito.
933. En ella caben la acci�n ejecutiva y cualquier pedido ju
dicial equivalente. �

As�, la demanda ejecutiva est� equiparada


a la ordinaria, lo mismo que cualquier intimaci�n judicial (un em

bargo preventivo debidamente notificado, etc. ; C�m. fed. en R. L. J.,


IX, 73, y en G. F'., 4|III�917 ; S:. C. en G. F XIJ917, 1; C�m. civ. 2a
.,

en R. L. J'., II, 1057; S. C. B. A. en R. L. J., VIII, 272; etc.). De


entre esos pedidos o intimaciones cabe se�alar el pedido de reco
nocimiento de firma, que es aqu� t�cnicamente una demanda (C�m.
com. en J. A., II, 947), y que entra�a eficacia interruptiva (C�m.

civ. en /. T., 1910; 1139; C�m. fed. en J. T., 1910, 103; etc.). No
as� el embargo de un cr�dito contra un tercero (A es acreedor de
B y embarga el cr�dito que �ste tiene contra X, para lo cual hace
intimar a �ste), seg�n ha resuelto la C�mara civil l)1 en
J. A., III, 41 : la soluci�n es de toda justicia, si se la entiende cum
plidamente, y como fu� el caso, en cuanto ese embargo no entra�a
una intimaci�n contra el' obligado, o en cuanto al menos no sea sub

seguido por la notificaci�n que del mismo se haga al deudor. En este


mismo fallo se ha resuelto, tambi�n con justicia, que la notificaci�n
de la cesi�n de un cr�dito no interrumpe la prescripci�n en curso,
pues no se ve en tal acto el reclamo, el pedido o la � demanda � de
pago que muestre la actividad conservadora del derecho por parte
del acredor (cons. Vazeille, I, 205).
934. Tambi�n cabe cualquier reclamo privado. M�s a�n:�

cualquier reclamo privado (epistolar, telegr�fico, verbal, etc.) equi


vale a la � demanda � interruptiva, siempre que, claro est�, se lo
acredite debidamente. Es lo que han aceptado no pocos fallos : C�m.
civ, 81, 251 ; 91, 395 ; 141, 276 ; 145, 282, etc. C�m. civ. 2a en J. T.,
VI 1 912, 196; etc. Es lo que parece sentar el c�digo suizo de las
obligaciones (art. 135, inc. 2o), que habla en general de �poursui-
te�, y lo que textualmente resuelven el c�digo espa�ol (art. 1793)
y el c�digo italiano (art, 2125). Y es, tambi�n, lo que. propician
Fadda y Bensa (Windscheid, I, 1121 y 1131).
Es verdad que hay m�s de un fallo en contra, La C�mara civil,

despu�s de haber sentado que las gestiones extra judiciales interrum-


PRESCRIPCI�N
643

lo contrario (45, 382, y 169, 131, respectivamente; en


pen, resuelve
este �ltimo sentido ha vuelto a pronunciarse
luego; 181, 28, y en
J. A., III, 368; conf. Malagarriga, V, 348). La Suprema Corte es
irreducible : s�lo admite la demanda judicial, o el
poco menos que
acto judicial que le equivalga (15, 58; 19, 354; 23, 557; 27, 355;
:37, 18; 97, 357; 103, 155; 111, 65; etc.). En ella se ha inspirado la
C�mara federal (VII, 28).
935. � Quid � de la gesti�n administrativa. Algo de seme �

jante ocurre en punto a las gestiones administrativas, no contem


pladas expl�citamente en el c�digo : la Suprema Corte ha resuelto
muchas veces que no interrumpen (103, 155; 164, 183; 111, 65;
en J. T., 1910, 624; IIIJ912, 24; VI|912, 14; XI 1 914, 10; etc.; en R.

L. J., V, 936, y VIII, 690; en G. F 21|IX|917 y 15|III|919; en J.


.,

A., III, 107), lo mismo que la citada C�mara federal (en J. T II [ .,

914, 17). Sin embargo, m�s tarde ha sentado que las diligencias pre
paratorias del juicio no interrumpen � si en ellas no ha tenido inter
venci�n el deudor � (3 T'., VIII914, 25), lo que es colocarse en lo ra
.

zonable del asunto, pues de eso se trata, de que el deudor est� al cabo
*de la actividad del acreedor, para saber a qu� atenerse; por donde
poco importar� que tal actividad sea judicial, administrativa o pri
vada, pues en cualquier supuesto tiende a lo mismo, a conservar el

derecho, y no atacar a mansalva al deudor.


Con mucho m�s tino han resuelto otros tribunales (C�m. com,
'91, 251) que las actuaciones administrativas interrumpen, siempre
-que, claro resulten conocidas por el deudor.
est�,
En cambio se ha sentado, tambi�n con raz�n, que la demanda
�criminal no interrumpe (C�m. civ, 179, 102) : es ella independiente
de la civil (art. 1096), con las �nicas limitaciones, que nada tienen

que ver con el fondo del asunto, del art�culo 1101.


&) Si LA DEMANDA REQUIERE NOTIFICACI�N.

936. Principio.

Pasemos a otra situaci�n bien curiosa en nuestro mundo ju


risprudencial.
Aparte circunstancias secundarias (las apuntadas poco m�s
;arriba : sobre la referencia limitada al poseedor, la de que la deman
da puede ser interpuesta ante juez incompetente, aunque �sta sea
nula por la forma y aunque el demandante sea incapaz, etc.), dicho
:art�culo 3986 entra�a problema resuelto diversamente entre nos
un

otros: la demanda no notificada �interrumpe la prescripci�n? En


:mi obra antes citada doy una serie de razones para sostener que la
demanda no notificada no es demanda ni interrumpe (n� 176 y ss.).
-Me remito a lo que all� digo.
advertir que lo m�s juega no es el
Aqu� bastar� con que
644 .'� EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

acreedor sino el deudor, por lo mismo que el primero es un indivi


duo y representa un derecho privado, al paso que el segundo es la
sociedad misma, es la seguridad y firmeza de las relaciones, es la
actividad econ�mica no trabada, etc. De otra suerte se llegar�a
a la enormidad de que bastar�a con probar que el acreedor ha tenido^

y manifestado el deseo de cobrar al deudor, sin dirigirse a �ste en


tal sentido, para que eso tambi�n implicara toda una �demanda�.
Aun con relaci�n a la demanda judicial �se .concebir�a lo interrup
tivo de una notificada y deducida en Jujuy o en la.
demanda no

Gran China, por ejemplo, respecto de un deudor domiciliado en


Buenos Aires? Por lo dem�s, el argumento de los art�culos 1148-
50-4, aplicable por analog�a (art. 16), pues tales preceptos con
es

sagran la regla de fondo sobre manifestaciones de voluntad, que


requieren su notificaci�n.
Es que nuestros tribunales parten del expl�cito supuesto de
que la prescripci�n se funda en una presunci�n de abandono del
derecho por parte del acreedor, y dicen que con la demanda, aunque
no notificada, �ste demuestra no abandonar su derecho y desvirt�a

as� aquella presunci�n. El supuesto es bien errado, como se ha


visto m�s arriba (nos 904-4 a), donde dejo acreditado que no hay na
da m�s desacreditado que esa concepci�n del abandono del derecho-
sobre el fundamento de la prescripci�n.
Tambi�n cabe apuntar que de acuerdo con el criterio de buena.
parte de nuestra jurisprudencia, cualquier acto privado (carta, te
legrama, reclamo verbal, etc.), como se admite, vendr�a a tener la
misma eficacia que la demanda. Y as� como �sta requiere notifi no

caci�n, la carta o telegrama no mandados (y aun simplemente escri


tos), lo propio que el reclamo formulado en un mon�logo consigo
mismo (siempre que se lo pudiera probar), tendr�an virtud interrup
tiva, pues no requieren, lo mismo que la demanda, el conocimiento
del deudor. Ser�a simplemente absurdo, para no emplear la cali
. .

ficaci�n m�s en�rgica que cuadra.


En conclusi�n, cualquier manifestaci�n de voluntad de parte
del acreedor, que implique el reclamo o la conservaci�n de su dere
cho en curso de prescripci�n, sea ella privada o judicial, debe ser
dirigida (hecha conocer, notificada, etc.) al deudor. S�lo entonces
tiene virtud interruptiva, pues s�lo en tal forma se deja al deudor
en la seguridad de su situaci�n, pues s�lo en tal forma se consigue

que el deudor no pueda ser sorprendido en sus iniciativas ni trabado


en su libertad. Y se recordar� que en tales circunstancias estriba
el fundamento de la prescripci�n (n� 904 a), con lo cual se admitir�.
PRESCRIPCI�N
645

fundamentos ellos
-que desparecidos desaparezca
esos o razones, con

la prescripci�n (cons. Fadda y Bensa, en Windscheid, I, 1125).


937. Jurisprudencia. �

La jurisprudencia al respecto era en


tre nosotros contradictoria hasta poco ha. Casi todos los tribunales
resolv�an que la mera interposici�n de la demanda bastaba para
interrumpir : S. C, 42, 316 ; 78, 197 ; 84, 118 ; 87, 403 ; 89, 441 ; 91,

403; en G. F ., 30|XI|916 ; etc. ; C�m. fed. J.


A., I, 628 y 814, y II,
en

379 ; etc. ; C�m. civ, 61, 285 ; 153, 123 ; 164, 292 ; 191, 58, 88 y 405 ;
192, 21 ; etc. ; C�m. civ. Ia en J. T., XII|914, 142 ; en R. L. J., V, 684,
y IX, 878; etc.; C�m. civ. 2a en J. T IX|914, 183; en G. F'., 6|VII|
.,

917 ; etc.
En cambio, los tribunales de comercio se hab�an mantenido sis
tem�ticamente, y para m� con toda raz�n, en la soluci�n opuesta:
la demanda que interrump�a era la notificada, y a partir ele su noti
ficaci�n (C�m. com, 37, 5; 55, 5 y 311; 62, 52; 70, 203, en que se
exigi� que la notificaci�n fuera hecha por edictos ; 73, 168 ;
�91, 93; 93, 222; 95, 344; 97, 20; en /. T X|912, 367; en G. .,

F 10|XII|916; etc.). La misma C�mara civil se pronunci� en igual


.,

�sentido alguna vez: 174, 421.


A contar de pocos a�os atr�s, y acaso con motivo del cambio
entre los miembros de la C�mara comercial, que parece ha implicado
un an�logo cambio en el criterio, la jurisprudencia es uniforme en el

primer sentido: C�m. com. en R. L. J'., IV, 483, y X, 207; en J. A.,


II, 113 y 491; etc. (Malagarriga, V, 342 y ss, est� conforme con
<esta jurisprudencia).
Lo que es de extra�ar es que la C�mara de lo comercial se
ha inclinado hacia la jurisprudencia m�s acentuada, sin mayor justi
ficaci�n de su nueva actitud. Es concebible el influjo que pueda
ejercer tribunal, como es la
nuestro m�s alto Suprema Corte. Pero
ello no habr�a obstado a una explicaci�n oportuna. Me temo que se
haya sufrido una sugesti�n al respecto, y que no se haya estudiado
detenidamente, como cuadraba, una variaci�n semejante, que alte
raba una situaci�n que era como un derecho adquirido, cual se ten�a
el
,en la jurisprudencia constante que en contrario hab�a sostenido
tribunal mercantil. Y quiero advertir que para J. Cort�s (V, 270),
la notificaci�n ele la demanda es indispensable para que la inte
rrupci�n se produzca (sin que obste la circunstancia de cpie �l se
refiriera a la prescripci�n adquisitiva).
c) Demanda rechazada, desistida o caduca. 938. Principio. �


Es necesario tener presente el art�culo 3987, seg�n el cual la

interrupci�n por demanda judicial tendr� por no sucedida � si


� se

-el actor desiste de ella, o si el demandado es absuelto o si la instan-


646 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

cia ha perecido o caducado. Todo ello se explica por la simple raz�n*


de que no ha habido demanda v�lida en ninguno de los tres casos,,
sin excluir aqu�l en que el demandado es absuelto, porque esta mis
ma circunstancia est� indicando que la demanda no proced�a, por
donde la respectiva sentencia no hace m�s que declarar tal
hecho,,
que, por lo mismo, debe ser referido al momento de la demanda.
Por lo dem�s, en materia de perenci�n de instancia habr� que tener-
en cuenta la ley n�mero 4550, de julio 9 de
1905, seg�n la cual los-
juicios, pleitos, etc., perecen o caducan a los dos a�os en primera.
instancia y al a�o en segunda, todo sin perjuicio de la prescripci�n
de la acci�n misma, que se rige por sus principios propios*
939. Jurisprudencia. Tambi�n hay que tener en cuenta al

respecto: Io que si la demanda rechazada por raz�n de incom


es

petencia del
tribunal, la interrupci�n se ha operado lo mismo, pues,
la actividad interruptiva no es por eso menos real, y ya que la de
manda ha podido ser interpuesta al solo efecto de interrumpir la
prescripci�n (art. 3986; C�m. civ, 95, 349; C�m. com, 55, 311) ; 2a"
qu� lo propio ocurre si se rechaza la demanda provisionalmente
(por raz�n de una excepci�n dilatoria, etc.), o se deja a salvo los.
derechos del actor (C�m. civ. Ia en J. T., XII 1 913, 171, y en R. L. J.y

IV, 519; cons. S. C.B. A. en R. L. J., IV, 667) ; 3o que tambi�n in


terrumpe la demanda nula por defectos de forma (mismo art. 3986),,.
por la raz�n antes apuntada; 4o que lo mismo cuadra decir de la
notificaci�n igualmente nula, seg�n ya tengo advertido (cons.
C�rn. com. en G.'F., 3|IV|919, y en J. A., III, 77; A. Sraffa.
en R. D. Comm., X, Ia, 446 y ss.), y de cualquier acto ju
dicial an�logamente nulo (C�m. com. en J. A., III, 182) ; 5o
que no entra�an, por eso, virtud interruptiva los actos judiciales
(demanda, notificaci�n, intimaci�n, embargo, etc.) que sean nulos
por defectos de fondo, como se ha resuelto (C�m. fed. en J. A., I,
374; etc.), pues entonces no hay legalmente demanda ni notifica
ci�n, no s�lo en cuanto al derecho ventilado, sino ni aun respecto-
de la prescripci�n, por lo mismo que la nulidad declarada vuelve-
las cosas a su estado primitivo (art. 1050) ; 6o que es consecuencia
de ello y del principio del art�culo 3987 (el rechazo de la demanda.

y la consiguiente absoluci�n del demandado, dejan sin efecto la


interrupci�n aparentemente efectuada), el que los recursos ante la,
Suprema Corte, desestimados por �sta, no interrumpen, pues no hay
vicio formal a tal respecto (S. C. en J. T'., XI 1 913, 53) ; 7o que re
sulta bien abundante la jurisprudencia relativa a los juicios parali
zados y a la perenci�n de la instancia, por lo cual me limitar� a
citar algunos de los respectivos fallos (S. C, 51, 243; 55, 58; 64,,
PRESCRIPCI�N
647

338; 87, 75; etc.; C�m. civ, 86, 28; 142, 380; 150, 90, etc.; C�m. civ.
Ia en J. A., III, 41; etc.; C�m. com, 32, 145; 55, 288; 61, 324; etc.),
y me bastar� remitirme a los art�culos Io y 7o ele la ley correspon
diente (n� 4550).
d) Efectos de la llamada � litis contestatio �. 940. El �

principio tradicional. Tambi�n, y prop�sito de los juicios para


lizados y de las sentencias judiciales, corresponde insistir un poco


acerca de puntos no bien conocidos ni mejor resueltos en nuestra

jurisprudencia.
Apunto, ante todo, que en nuestro derecho no es dable admitir
el pretendido principioromanista de que la traba del pleito, litis
contestatio, entra�e ninguna novaci�n; por donde el derecho respec
tivo, malgrado haber sido deducido en juicio, no sufre alteraci�n
alguna y queda as� sujeto a la prescripci�n que le correspond�a
(n� 751).
941. Soluci�n que corresponde. Es verdad que se arguye

con el derecho romano, seg�n el cual la litis contestatio implicaba


una � novatio necessaria �. Pero es f�cil confutar el argumento : Io
la litis contestatio era toda una f�rmula, que, como la
stipulatio en
su caso, y por el mero hecho de su formalismo y del molde jur�dico
particular que as� entra�aba, a lo sumo acarreaba una modificaci�n
formal y externa, pues el derecho se hab�a vaciado en ese molde y
asum�a los caracteres del mismo ( Sohm, 55, I, y 80, II ; Van Wetter,
Curso, I, 128, y II, 516, n. 10; Girard, 703-4 y 1012), sin que de ello
se siguiera ninguna novaci�n (Demangeat, Obligations solidaires en
droit romain, 65 y ss. y 419 y ss. ; Windscheid, I, 126, n. 1 ; Fadda
y Bensa, en Windscheid, I, 1181, n. A) ; 2o que nuestro derecho dista
leguas de ning�n formalismo, y mal puede inspirarse en principios
que le son antit�ticos (cons. Sai ja, 35 a 42, que estudia detenida
mente el asunto; V. Majorana, 18) ; 3o que por ello ha podido sentar

Savigny (V, 258) que �no tiene justificaci�n alguna la doctrina de


ciertos autores modernos, para los cuales la novaci�n resultante de la
litis contestatio es una instituci�n del derecho justini�neo y aun del
derecho actual �, y que en derecho moderno la traba del pleito se pro
duce no por la litis contestatio sino por la �insinuaci�n� o
romana

notificaci�n de la demanda (V, CCLXXIX, 1 y 9), lo que es de prin


cipio cualquier
en (Windscheid, I, 126, n. 4 y 5, y nota B
derecho
de Fadda y Bensa, 1182 y ss. ; Gianturco, I, 89 ; Mortara, I, 277 ;

Garsonnet, II, 661; Chiovenda, Principii, 624-5; etc.), lo mismo


que en el nuestro (Manresa y Reus, II, 93, 2o; Caravantes, II, 573,
2o; S. de la Colina, I, 492, discurre en sentido insostenible por lo
contradictorio).
648 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

De consiguiente, la m�xima romana de que actiones quae tem-


pore pereunt semel inductae in judicio salvae permanent, no quiere
decir sino que la prescripci�n no se cumple respecto de los derechos
reclamados juicio, porque
en los actos de
procedimiento que sirven
para desarrollar el pleito son
todos interruptivos, por lo mismo que
muestran la actividad del acreedor frente al deudor; pues si el jui
cio se paraliza no hay acto interruptivo, al extremo de que, de
acuerdo con la ley de perenci�n de instancia antes citada, el mismo
juicio queda como tal jur�dicamente muerto.
Es prodigioso, sin embargo, el poder de sugesti�n romanista,
aun en la �poca actual y en tribunales que se habr�a tomado por

cient�ficos. En su virtud, basta una cita del Digesto, por ejemplo.


para dar por tierra con el derecho positivo y con el mismo sentido
com�n.
Aun en nuestros d�as seafirma por alg�n magistrado, en un
fallo que en s�
justo: es C�m. com. en J. A., III, 264 (seg�n el cual
la acci�n prescribe, malgrado la demanda deducida, si ha trans
se

currido despu�s de esa demanda el t�rmino legal) que nuestro codi


ficador ha seguido el principio de dicho m�xima ; de suerte que a no
mediar la susodicha ley de perenci�n de la instancia, el derecho de
ducido en juicio no se prescribir�a nunca.
e) Efectos de la sentencia. �

942. El principio tradicional.



Lo que acabo de decir de la demanda y de la litis contestatio es

aplicable a la sentencia.
As�, el derecho demandado en juicio y reconocido por sentencia,
sigue siendo el mismo derecho que antes. La sentencia no tiene
virtud novativa alguna para transformarlo. De consiguiente, la
acci�n es tambi�n siempre la misma : no dimana de la sentencia, que
no es un derecho, sino del derecho mismo, no creado sino declarado

por �sta. De ah� que, con sentencia y todo, el curso de la prescripci�n


ulterior sea el de siempre, y que, por lo mismo, el derecho reconocido
en ella, que antes del juicio se prescrib�a al a�o o a los cinco a�os,

por ejemplo, deba prescribirse despu�s de ella en id�nticos plazos.


943. Argumentos contrarios del mismo derecho romano. �

Esto parece intuitivo e incontrastable. Pero eso es la apariencia.


El infantilismo romanista hace en esto, como en todo, verdaderos
estragos.
Ya se ha visto, a prop�sito (n� 752), c�mo no contados autores
ven una novatio necessaria en la sentencia del pretor, aunque ello
tenga contradictores (Molitor, II, 1027 ; Van Wetter, III, 234 in
fine; Girard, 703; Poste, Elements of rom�n law by Gaius, 180; etc.).
En el mejor de los supuestos, se trata de instituciones que no son
PRESCRIPCI�N
g^q

las nuestras : el formalismo


(lo propio ocurr�a en la stipulatio, esen
cialmente formal), la exterioridad, la solemnidad, etc., daban raz�n
de fen�menos jur�dicos que nuestro derecho, �ntimamente inten
cional y no formal, ignora en absoluto. �Se concibe as� una apli
caci�n al mismo de principios romanistas?
944. Argumentos de autoridad en su contra Fuera de ello, �

y en lo directo del asunto, la sentencia se limita a hacer constar

(secundum all�gala probata, para hablar roman�sticamente), el


et
derecho tal como se lo ha pedido y acreditado. � Declara �, pues, el
derecho (y tal es la expresi�n textual de nuestro art. 216 del c�d.
procesal) ; no lo crea, ni menos lo nova. Pero ya me he extendido
m�s de una al respecto (nos 33, 493, 635, etc.). Aqu� podr�a
vez

agregar las siguientes citas de autoridad, pues no quiero extender


me en un estudio que para m� sobra : Vazeille, Prescripiions, I, 202 ;

Troplong, Prescription, II, 883 ; Marcado, XIII, 251 ; Mortara, Ma-


nuale di procedura, I, 13; Garsonnet, III, 1121, y VI, 2554 (que si
admite que la actio- judicati se prescribe a los treinta a�os del t�rmi
no ordinario, lo hace por razones propias del derecho franc�s, donde

se tiene textos al efecto) ; Savigny, V, CCLXXXI; Windscheid, I,

129; Zaehariae- Crome, II, 303, n. 1; Ricci, V, 208; Crome, Parte


gen�rale, 47, n. 19 y 20 ; Fadda y Bensa, n. E del t. I, 1195, de las
Pandette de Windscheid; C. Fadda en R. D. Comm., 1909, I, 125;
Cogliolo, Derecho privado (trad. espa�ola), 166; Vidari, IX, 9096
y ss. (Vivante, malgrado afirmar, en el n� 2229 de su tomo IV, que la
sentencia no entra�a novaci�n, inexplicablemente sostiene que da
margen a una prescripci�n distinta, ordinaria y civil!) ; Majorana,
18 (pasible de an�loga observaci�n) ; Sai ja, 21 a, 34 y 43 a 49 (en
estudios muy doctos, si bien no del todo claros) ; Colmo, Prescrip
ci�n en materia comercial, 245 y ss. ; Esmein, Des effets des
d�cisions de justice sur la reconna�ssance et la cr�ation des droits,
1914 ; Chiovenda, Principii, 135-6-45-79, y Nuovi saggi, 41 a 3 ; nota

jurisprudencial de L. Lordi en R. D. Comm., VIII, 671 (en contra,


en esa misma publicaci�n, notas jurisprudenciales de M. Ricca-Bar-

beris y de C. Pagani: II, 118 y 329; V, 209; XI, 18).


Observar� que Zaehariae (V, 847) nada dice al respecto, y que
sus anotadores, Mass� y Verg�, resultan ambiguos en la nota 23 de

ese p�rrafo; que Guillouard (Prescription, I, 291) y Huc (XIV,


406) sostienen lo contrario sin razones; que la misma falla es im
putable a Baudry (XXV, 552-3), que es adem�s cabalmente con
tradictorio ; y que entre nosotros s�lo ha estudiado el asunto
S. de la Colina (II, 748), que se inclina a la soluci�n que propicio.
945. Otras confutaciones. �

Tambi�n quiero apuntar : Io que


650 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

la teolog�a de que la sentencia, o la llamada actio judicati, es un


simple resabio romanista mal interpretado, pues las acciones judi
ciales (de los ediles y de los pretores) se prescrib�an en Roma, du
rante la �poca del buen derecho, al a�o (Van Wetter, Curso, I,
141,
y Obligations, III, 239 ; Girard, 728 ; etc.) ; 2o que Savigny demuestra,
en el p�rrafo citado, como antes hiciera respecto de la litis con

testatio, que no hay raz�n alguna para sostener la opini�n de que


sea � aplicable todav�a al procedimiento actual la novaci�n del anti

guo derecho romano � (cons, adem�s, su p�rr. 258, n. /) ; 3o que


todo lo que en apoyo puede aducirse es una ley del C�digo (VII, 39�,

9), en favor de quien �se vio imposibilitado por algunas circuns


tancias de terminar el litigio �, lo que demuestra que se trata de
un beneficio especial y motivado, y no general y cient�fico ; 4o que

ser�a fuerte cosa el que se pretendiera fundar derecho en decisiones-


del C�digo, vale decir, en una codificaci�n de decadencia y re
gresi�n.
946. Algunas aplicaciones jurisprudenciales. �

Deploro no
poder detenerme en el estudio del asunto, que es en s� hermoso y que
se impondr�a para desvirtuar lo poco sensato de nuestra jurispru

dencia predominante, contra la cual el �nico tribunal que ha procu


rado reaccionar era, hasta poco ha, el de la C�mara comercial. En los
siguientes fallos se sostiene que la actio judicati s�lo se prescribe a los
diez a�os: S. C, 59, 309; 92, 285; C�m. civ, 55, 36 y 314; 94, 351;
109, 63 y 80 ; C�m. com, 41, 188 ; 51, 363.
Lo que es peor, se ha llevado el criterio a casos en que los
intereses gremiales deben haber aportado alguna sugesti�n. Me
refiero a regulaciones de honorarios de los abogados, procura
las
dores, tasadores, etc. Los honorarios de todos ellos se prescriben,
en principio, a los dos a�os:� art. 4032. Y los tribunales resuelven

que esa prescripci�n se refiere a los honorarios no regulados, pues-


una vez estimados judicialmente, hay de por medio una � senten

cia �, que, como toda sentencia, s�lo puede estar sujeta a la pres
cripci�n ordinaria: C�m. civ, 96, 37; 98, 116; 131, 412; 149, 277;.
161, 222 ; 237 y 274 ; 167, 366 y 382 ; 165, 306 172, 315 ; C�m. civ.

Ia, en /. T., VIII|914, 127. Advierto que la C�mara civil ha llegado a


asimilar a la sentencia el reconocimiento por cantidad l�quida, lo
que es simplemente inimaginable : 127, 206. Y la C�mara comercial
ha llegado a sentar (en J. A., I, 902) que el reconocimiento de una
obligaci�n, hecho � por escrito y en un instrument� p�blico �, crea un
nuevo t�tulo � y hace que la prescripci�n procedente sea la decenal

ordinaria (cons, a prop�sito, los art. 846, 847, inc. Io, y 849 del res
pectivo c�digo).
PRESCRIPCI�N
651

Por suerte que no faltan algunos fallos en el sentido que sos


tengo : C�m. fed. en J. T., V|912, 42. Y la C�mara comercial ha senta
do (Bolet�n judicial, n� 3591) que los honorarios de
abogados se pres
criben a los dos a�os del citado art�culo 4032, inciso Io, aunque est�n
regulados.
947. Cr�tica de nuestra jurisprudencia. Ya contemplar�

este punto en los n�meros 961-7. Aqu� debo advertir: Io que el crite
rio tendr�a que ser extendido a los supuestos an�logos, de escri
banos, etc., como ya se ha hecho con los m�dicos (C�m. civ, 163,
318; C�m. civ. 2a en J. A., II, 916), y con los procuradores (C�m.
civ, 187, 210), lo que as� mostrar�a a la evidencia el consiguiente
absurdo; 2o que, aun dentro de tal criterio, la equiparaci�n de un
auto de regulaci�n de honorarios a una sentencia, es poco sosteni-

ble, como lo he demostrado en el n�mero 809, y como resulta de las


contradicciones jurisprudenciales en materia de compensaci�n (mis
mo n�), que se admite a veces en la ejecuci�n por honorarios, y

que otras veces se proscribe ; 3o que nuestra jurisprudencia ha pre


tendido cimentarse en el art�culo 539, inciso 2o, del c�digo procesal
para la Capital y los territorios (tal disposici�n, a prop�sito, est�
repetida en casi todos los c�digos an�logos de nuestra provincias),
que habla de prescripci�n � de la ejecutoria �, por donde, se dice,
la misma ley distingue entre la prescripci�n com�n y la de una
sentencia.
Contesto este �ltimo argumento: a) es prodigioso c�mo una
simple palabra puede dar cuenta, ante ciertos criterios, de todo un
sistema legislativo, como es el de nuestro c�digo, que s�lo admite
novaci�n cuando haya cambios de deudor, de acreedor, de objeto
o de causa (art. 812 y ss.), y que hace de ella un asunto de pura i

intenci�n (citado art. 812), para ver en el caso una novaci�n sui
generis y formalista en la sentencia; o) que la expresi�n puede ser-
correctamente, interpretada en el sentido de que como el derecho es
ahora ejecutorio, cosa que no ocurr�a antes de la sentencia, su ejecu
ci�n, contenida en la respectiva � ejecutoria �, est� sujeta a pres
cripci�n, por donde no cabe pedirla si se ha dejado transcurrir el
t�rmino al efecto, como era el de su prescripci�n; c) que ello se re
fuerza ante la circunstancia de que la novaci�n no se presume (art.
812, inc. Io), y de que, as�, no cabe admitirla sino ante textos evi
dentes, de lo cual dista leguas el del recordado art�culo 539; d) que,
por lo dem�s, las fuentes de la susodicha disposici�n (que en su faz
remota estriban en la ley 63 de Toro y en la ley 5a, t�t. 8o, lib. XI de
la Nov�sima Recopilaci�n, seg�n las cuales la prescripci�n de una
ejecutoria se consumaba a los diez a�os), no s�lo han dejado de ser
652 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

ley para nosotros, que tenemos prescripciones especiales en el C�digo


civil, y que en lo procesal hemos derogado las leyes espa�olas (art.
814 del c�digo procesal para la Capital, y art. 374 de la ley n� 50),
sino que tambi�n han dejado de serlo para la Pen�nsula, al extremo
de que no han sido reproducidas ni en las mismas leyes espa�olas
de enjuiciamiento, y de que en la legislaci�n de la madre patria,
aun anterior a la vigente, dicha ley de Toro s�lo era aplicable en

defecto de prescripciones especiales, pues, como apunta Caravantes


(III, 1202), �la cualidad ejecutiva no puede durar m�s que la
obligaci�n� (cons. Manresa y Reus, IV, 168-9).
2o Del deudor. �

948. Concepto del reconocimiento. �

Los ac

tos interruptivos que emanan del deudor quedan comprendidos en el


reconocimiento que �ste haga de su obligaci�n (art. 3989; cons. Fad
da y Bensa, en Windscheid, I, 1109 y ss.). En ese reconocimiento
se incluye cualquier manifestaci�n de voluntad, expresa o t�cita,

escrita o verbal (art. 915 y sus concordantes: 719


974), en a 21 y

cuya virtud el deudor se confiese tal, ya directa, ya indirectamente,


pues con ello queda acreditado que no cuenta con la prescripci�n
y que subordina su actividad al pago de su obligaci�n. Cualquier
prueba ser� admitida al respecto, pues se trata de simples hechos.
949. Aplicaciones jurisprudenciales. Puede consultarse so

bre el reconocimiento interruptivo ele prescripci�n : S. C, 14, 45 ; 21,


85; 91, 132; 96, 260 y 328; 104, 185; etc.; C�m. civ, 173, 443;
174, 158 ; etc. ; C�m. civ. Ia en R. L. J., VI, 310, y VIII, 184 ; etc. ;
��m. civ. 2a en J. T., VI|914, 277; etc.; C�m. com. en J. T., II|913,
135, en G. F 12|XII|916, y en J. A., I, 916; etc.; C�m. fed. en
.,

G. F., 5|V|917 ; etc. ; S. C. B. A. en R. L. J VIH, 272 etc.


.,

Y hago constar que la C�mara civil (150, 246), concorde con


la c�mara an�loga de Mercedes, provincia de Buenos Aires (J. A.,
I, 297), ha resuelto que el reconocimiento del cr�dito del actor hecho
al contestar la demanda no impide la ulterior alegaci�n de la pres

cripci�n cumplida.
Es ello simplemente insostenible, porque es plenamente antiju
r�dico : el reconocimiento interrumpe la prescripci�n, dice nuestro
art�culo, vale decir, deja sin efecto todo el t�rmino hasta entonces
corrido, y hace que se requiera un nuevo t�rmino �ntegro para que
la prescripci�n se opere (art. 3998).
Es verdad que la prescripci�n puede ser alegada en cualquier
estado del juicio. Pero nadie lo niega. Lo que cuadra es entenderlo :
puede ser alegada siempre que se haya negado el derecho del actor,
siempre que no se haya reconocido la obligaci�n correspondiente. De
otra manera, el art�culo 3989 vendr�a a ser cosa muerta por in-
PRESCRIPCI�N
ggg

aplicable. Son bien expresos en tal sentido los c�digos franc�s (arte
2224) e (art. 2110).
italiano
reconocimiento, que puede ser t�cito y aun presunto, como
Y tal
he apuntado, cabe en la contestaci�n evasiva de la demanda (C�m.
civ, 161, 361; art. 100, inc. Io, del c�digo procesal para la Ca
pital y los territorios), como se lo contiene en la confesi�n al absol
verse posiciones (que hasta implica una renuncia de la prescripci�n

cumplida : C�m. com, 39, 57 ; 46, 250 ; etc. ; cons. C�m. com. en J. A.r
I, 479), y en la misma confesi�n ficta (supra, n� 541).
950. Observaciones complementarias. Agregar� las si �

guientes observaciones sobre el reconocimiento : Io hay m�s de un


fallo sobre el reconocimiento t�cito, aparte los de la confesi�n ficta a
que antes me he referido (S. C. B. A. en R. Lj. J'., III, 116 y 576;
C�m. civ. 2a en la misma publicaci�n, V, 115, y VIII, 679) ; 2o ya he-
dicho que el mero pedido de reconocimiento de firma de un docu
mento, interrumpe, no porque sea un reconocimiento sino porque
entra�a una demanda (n� 933 ; cons. C�m. com. en J. A., I, 233, y la
respectiva nota 132) ; 3o tambi�n he advertido en el n�mero 946 que
el reconocimiento no implica un t�tulo propio, pues no contiene otra
cosa que una declaraci�n o una confesi�n sobre un estado de cosas

que por esocambia, y epie en tal virtud es totalmente condena


no

ble la jurisprudencia cpie cito en �el n�mero 983, seg�n la cual el re


conocimiento entra�a una como virtud novativa y altera por tanto
la prescripci�n ; 4o que el reconocimiento no requiere, como acto
unilateral que es (arg. del n� 860), la aceptaci�n, ni siquiera la noti
ficaci�n o el conocimiento delacreedor, por donde ser� tal siempre
que se pueda probarlo-,- aunque se lo haya expresado ante terceros
(cons. mi Prescripci�n en materia comercial, nrs 208-99; C�m. civ.
2a en III, 112; S. T. Entre R�os en la misma publicaci�n,
R. L. J'.,

IX, 607) ; 5o que el pedido de plazo que formule el deudor al acree


dor para el pago de su obligaci�n, es un reconocimiento evidente y
entra�a virtud interruptiva (C�m. com. en J. T'., 1910, 471).
3� Tjei acreedor y el deudor: compromiso arbitral.

95^

Y los actos interruptivos que emanan de las dos partes est�n cen
tralizados en el compromiso, hecho en escritura p�blica, en cuya
virtud sometan ellas su asunto a la decisi�n de arbitros (art, 3988;
cons. C�m. com,
82, 49).
Es de observar, a prop�sito, varias cosas: Ia si se trata de
un compromiso ad referendum, y que no es luego ratificado o san

cionado, podr� no haber compromiso legal, por lo mismo cpie falta lo


esencial de la voluntad de uno de los interesados, o no se ha llenado
la forma de la escritura, etc., pero podr� valer como acto inte-
I

"654 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

rruptivo de la prescripci�n (si los firmantes tienen capacidad para


peconocer una
deuda, aunque no la tengan para celebrar un com
promiso arbitral: v�ase, a prop�sito, art. 1881, inc. 3o y 17�), ya
que para esto sobra, como en el caso de la demanda nula o ante
juez
Incompetente, con el hecho de la
interrupci�n, que no ha dejado de
consumarse y que independiente de aquellos formalismos y requi-
es

sitos; 2a as�, puede ser plenamente insostenible, seg�n las circuns


tancias, el fallo contrario de la Suprema Corte (en J. T., VII 1 912,
15) ; 3a poco importar� la circunstancia de que entra�e o no un com
promiso el documento, p�blico o privado, en que las partes resuelvan
algo sobre el derecho en curso de prescripci�n, pues siempre media
�o el reclamo del
acreedor, o el reconocimiento del deudor, o ambas
cosas, y siempre se tiene con ello lo indispensable para interrumpir ;
4a nada puede implicar la circunstancia de que el c�digo parezca re
ferirse en dicho art�culo a los derechos reales, pues, exactamente co
mo en el supuesto del art�culo 3986, su
disposici�n es fatalmente de
principio.
C. Efectos de la interrupci�n. �

952. En obligaciones para


lelas. �-

Ya se ha visto los efectos de la suspensi�n y de la inte


rrupci�n con relaci�n a los coobligados solidaria o simplemente
(nos 463-80, 498 y 516). Bastar�, entonces, con recordar los precep
tos legales que el c�digo ha consagrado aqu� al respecto : art. 3981-2

para la suspensi�n, art. 3991-4-5-6 para la interrupci�n. Es que la


suspensi�n y la interrupci�n son personales: a persona ad perso
nam, ab actione ad actionem, a quantitate ad quantitatem, non fit
interruptio, nec active nec passive. En los art�culos citados se tiene
una muestra de varias excepciones, particularmente respecto de la

indivisibilidad, la solidaridad y algunas otras modalidades an�lo


gas, cuyos principios no hay por qu� repetir. Puede verse, a prop�si
to, C�m. civ, 116, 5, seg�n la cual no hay efecto extensivo de heredero
�a coheredero en la interrupci�n operada contra el primero. Lo mis

mo pasa entre deudores solidarios (C�m. com, 93, 110), o entre la

sociedad y el socio (C�m. com, 70, 166), etc.


953. Enobligaciones principales y accesorias. En el art�cu

lo 3997 se precept�a que la demanda contra el deudor principal in


terrumpe la prescripci�n no s�lo con respecte a �ste sino tambi�n
con relaci�n al fiador, mas no viceversa. Lo propio ocurre en punto

a reconocimiento, como se dispone en el mismo art�culo, y tiene que

ocurrir en cualquier hecho que entra�e virtud interruptiva (gesti�n


administrativa, reclamos extra judiciales, etc.), de conformidad con
lo sustentado m�s arriba (nos 932 a 5) y con el principio del art�cu
lo 525.
PRESCRIPCI�N
655

De ah� lo resuelto por la C�mara comercial (Bolet�n judicial,


n� 3497) : la demanda o interrupci�n relativa a lo principal, que en el

caso era una suma de dinero, se extiende a lo accesorio, que en el

caso eran intereses.


Pero esto puede ser as� s�lo en principio, y no como regla
absoluta. Por que est�n las dos obligaciones, por subordina
ligadas
da que est� la accesoria a la principal, hay entre ambas una relativa
independencia, como lo
prueba la misma ley: si el capital debido lo
es por mercader�as suministradas, por un pr�stamo, etc., se prescri

bir� al a�o, a los dos a�os, a los cuatro a�os o a los diez a�os (art.
4035, inc. 4o, y 4023, y art. 847, inc. Io, y 849 del C�d. com.) ; al
paso que los intereses pueden estar sujetos a la prescripci�n de cinco
a�os del art�culo 4027, inciso 3o, cuando se los adeude peri�dica
mente, o bien a la ordinaria del art�culo 4023 (C�m. civ, 172, 217)
cuando no se haya convenido la fecha de su pago.
Si, pues, alguien me debe un capital prescriptible en diez a�os
y productivo de intereses a pagarse trimestralmente, y yo he dejado
de cobrar los intereses correspondientes a los �ltimos siete a�os,
por m�s que demande al deudor por el pago del capital,
la interrupci�n que con ello se produzca nada implica con relaci�n
a los intereses prescriptos (los correspondientes a los dos primeros

a�os de los siete transcurridos), y s�lo surtir� efecto con relaci�n a


los restantes (cons. un fallo italiano en R. D. Comm., XI, 2a 577).
Considero por ello que nuestra regla del citado art�culo 3997
debe ser adecuadamente entendida: en cuanto la acci�n principal
envuelva o implique la accesoria, el efecto interruptivo contenido
en la primera podr� ser extendido a la segunda. De ah� lo muy
discutible de la soluci�n legal en lo que toca al fiador (el c�digo es
pa�ol, por ejemplo, no la admite: art. 1975) : la obligaci�n de �ste
es accesoria de la principal, pero juega con bastante independencia

en punto a las personas obligadas; por donde resulta incomprensible

que la acci�n deducida contra el deudor, y no notificada al fiador,


pueda entra�ar efecto interruptivo contra �ste (cons, a prop�sito
de los principios, Mirabelli, 101 y ss. ; Ricci, V, 198 y ss. ; Pugliese,
II, 117 y ss. ; Guillouard, I, 264 y ss. ; Baudry, XXV, 539 y ss. ; Cro
me, Parte gen�rale, 476 y ss. ; nota jurisprudencial de G. Pugliese
en R. D.
Comm., XI, 577 y ss.).
656 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

SECCI�N 2a

T�RMINOS DE PRESCRIPCI�N

ART�CULO I

PRESCRIPCI�N ORDINARIA

954. Car�cter y amplitud. �

La
prescripci�n es ordinaria o
especial, seg�n que se trate de derechos no contemplados particular
mente o legislados espec�ficamente.
La ordinaria es de diez a�os (art. 4023). En este plazo se pres
cribe cualquier derecho no sometido a prescripci�n propia. Se al
canza la relativa amplitud del plazo : precisa tener en cuenta
que en
su seno caben todos los derechos no mirados especialmente,
y que
tales derechos pueden ser importantes. Por lo dem�s, el t�rmino es
bien prudencial : los treinta a�os del derecho romano y de la mayor�a
de los c�digos, resultaban explicables cuando las comunicaciones-
(ferrocarriles, vapores, tel�grafos, etc.) eran poco menos que impo
sibles; hoy carecer�an de cualquier asidero (V. Scialoja propicia, en
la R. D. Civ., I, 3 y ss, la reducci�n de todos los t�rminos de pres
cripci�n del c�digo civil italiano). Resulta singular, as�, que en
c�digos recientes se consagre prescripciones largas : es de treinta a�os
en los c�digos alem�n (art. 195) y brasile�o (art. 177). Es sabido
que en nuestro derecho comercial tambi�n es de diez a�os, aunque
sin el distingo entre presentes y entre ausentes (art. 846). Lo mis
mo pasa en el c�digo suizo de las obligaciones (art. 127) y en el

c�digo comercial italiano (art. 917). En el c�digo mercantil de Ale


mania nada se ha dispuesto especialmente, por donde rige la civil
de treinta a�os. En el brasile�o es de veinte a�os (art. 442).
Esta prescripci�n ordinaria es la general. De ah� que deba ser
interpretada con amplitud (C�m. com. en G. F VJ916, 93). Las
.,

especiales, por lo mismo que son tales, son de interpretaci�n estricta,


y deben ser limitadas a los derechos expl�citamente legislados.
954 a. Derechos novados o transigidos. �

Y de ah� que, por

ejemplo, el derecho que haya sido novado se prescriba seg�n el t�r


mino propio que le corresponda, y no seg�n el t�rmino que cuadraba
al derecho extinguido, pues el derecho que subsiste no es este �ltimo
sino aqu�l, esto es, no el antiguo sino el nuevo.
Lo propio cabe decir en punto a transacci�n, que � extingue �
el derecho transigido (art, 724, inc. 4o, 832-50), y puede dar margen.
a otros derechos, que son tambi�n nuevos e independientes. Por
PRESCRIPCI�N
657

eso hapodido resolverse (C�m. com. en J. T XI j 912, 292) cpie un


.,

pagar� transigido ya no se prescribe a los tres a�os del art�culo 848,


inciso 2o, del c�digo mercantil.
Todo sin perjuicio de cpie esos derechos � nuevos � puedan even-
tualmente ser de la misma naturaleza que el derecho novado o transi

gido, caso en el cual, claro est�, la prescripci�n ser�a la


misma, si
bien empezar�a a correr desde la novaci�n o la transacci�n ocurridas.
954 b. Repetici�n de pago y da�os e intereses delictuales. �

De consiguiente (y sin contar las prescripciones decenales de


leyes
especiales, como la de sellos, art. 78), hay toda una larga serie de
derechos sujetos a esta prescripci�n, que paso a expresar en los casos
m�s importantes.
La repetici�n del pago, seg�n ya advert� m�s arriba (n� 725) :
S. C, 108, 291 ; C�m. civ, 125, 391 ; 136, 46 ; 145, 406 ; 150, 85 ; C�m.
civ. Ia en G. F 6[VII|917; C�m. civ. 2a en R. L. J'., VI, 123; C�m.
.,

com, 63, 155; etc. En ella encuadra la repetici�n de los honorarios


abonados por el vencedor en .un juicio a su letrado, a su represen
tante, a su perito, etc., contra el condenado en las costas : C�m. civ,
132, 76 (v, sin embargo, n� 268).
Los da�os e intereses no delictuales, pues se arguye que el ar
t�culo 4037 s�lo puede referirse a los delictuales : C�m. civ, 170, 273.
En tal virtud se incluye en esta regla los da�os por desalojo inde
bido (C�m. civ, 54, 211), los que adeude el cedente al cesionario
por motivo de evicci�n (C�m. civ. 2a en J. T., IX|914, 226), etc. (v.
n� 1013).

955. Deuda de plazo indeterminado. La obligaci�n de pagar


para cuando el deudor tenga bienes o mejore de fortuna: C�m. civ,


58, 195 ; 177, 49. Observo que estos fallos no parecer�an fundados :
sea ella a t�rmino (como he sostenido : n� 272) o a condici�n, lo cierto

es que en cualquiera de ambos supuestos la prescripci�n no corre

sino desde que el plazo o la condici�n se cumplan (art. 3957). Sin


embargo, no es as�. Media una circunstancia especial y superior : la
indicada en el n�mero 921 (ninguna prescripci�n debe exceder de
diez a�os en nuestro derecho), ligada con la del car�cter de esta obli
gaci�n (n�s 441 y 623), que, mientras no se le fije plazo, est� equi
parada a una obligaci�n sin t�rmino (art. 620 y 752), y queda as�
sujeta al principio del art�culo 3956. De consiguiente, se prescribe a
partir del momento enla contrae, o, lo que es ordinariamente
que se

igual, a contar de la fecha del t�tulo de la obligaci�n, como precept�a


dicho art�culo.
Embargos e inhibiciones.
955 a. �

El derecho contenido en un

embargo, pero computado el t�rmino entre ausentes: C�m. civ, 136,


Colmo, Oblig. �

T. I.
658 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

186. La Suprema Corte sostiene (40, 281) que el


embargo no se
prescribe, pues debe ser cancelado
forma. Afirmo, por mi parte,
en

que el embargo no entra�a propiamente un derecho, y mal puede


desvirtuar el t�rmino de prescripci�n que corresponde al derecho
por �l garantido o asegurado : si, pues, este derecho se prescribe a los
cinco a�os o al a�o, el embargo no puede subsistir m�s all� de esos
cinco a�os o del a�o, respectivamente. No veo c�mo un
embargo, me
nos que una sentencia, pueda modificar el derecho.

Lo propio hay que decir respecto de una inhibici�n


(incapaci-
taci�n para enajenar inmuebles, etc., dictada judicialmente contra
un deudor que no paga, y que se anota en el
registro correspondien
te : art. 474 y concordantes del c�digo procesal citado, y art. 226, inc.

6o, y 255 de la ley org�nica de los tribunales) : alg�n fallo ha sentado


que la inhibici�n caduca a los diez a�os, por aplicaci�n de este art�cu
lo 4023 (C�m. civ. 2a en J. A., II, 934) ; alg�n otro adopta el punto
de vista contrario (C�m. com. en J. A., I, 488).
Pero es bueno entenderse.
Las inscripciones (de embargo, de inhibici�n, etc.) no caducan
respecto de terceros sino por su cancelaci�n o por el acto que le
equivalga (art, 255 de dicha ley org�nica). De consiguiente, la ins
cripci�n de un embargo, etc., no prescribe, con rela
caduca, no se

ci�n a terceros, cabalmente porque no es un derecho, sino un simple


acto. Otra cosa ocurre si, como he insinuado, se trata de las partes

y se demuestra que el derecho en cuya virtud se ha pedido el em


bargo o la inhibici�n est� prescrito : entonces el deudor tiene t�tulo,
aunque la prescripci�n se haya consumado al a�o de la inscripci�n,
para pedir que el embargo o la inhibici�n sean cancelados. Y es de
esto de lo que debe tratarse, y no de otra cosa (cons. C�m. civ, 197,
311 ; C�m. civ. 2a en R. L. J'., V,' 270 ; C�m. fed. C�rdoba en </. T.,
1910, 1143, y XII|912, 117).
Es verdad, sin embargo, que nada obstar�a a que se estatuyera
legalmente que la inscripci�n caduca al cabo de diez a�os, por ejem
plo. Pero no hay ley alguna en tal sentido (v. supra, n� 916).
955 b. Otros derechos. �

Los intereses que no deban ser pa

gados en per�odos de un a�o o de menos tiempo : C�m. civ, 172,


217 (los excluidos se prescriben a los cinco a�os: art. 4027, inc. 3o).
Advierto, a prop�sito, que la C�mara comercial ha resuelto (88, 120)
que los intereses estipulados a posteriori no est�n sujetos a la pres
cripci�n de lo principal (cons. art, 847, inc. 2o, del c�digo mercantil).
Los derechos de cumplimiento de contrato (S. C, 67, 144; C�m.
civ. Ia en R. L. J IV, 519 ; y aunque medie pagar� si �ste no es co
.,

brado : C�m. civ. Ia en G. F XIJ917, 164) y de resoluci�n del mismo


.,
PRESCRIPCI�N
659

�('C�m. civ, 168, 192), as� como el de pedir la entrega de la cosa com
prada (C�m. civ, 51, 432), el de exigir la escrituraci�n de las pro
mesas de contrahendo (S. C. en J. T., III|912, 24; C�m. civ, 158,

343; 169, 51; 187, 59), y el de pedir la falsedad (no la nulidad) de


un contrato (C�m. civ, 175, 142: mediaba usurpaci�n de estado
civil).
No tengo por qu� repetir que no creo que la actio judicati tenga

prescripci�n propia y encuadre as� en la decenal ordinaria (nos 912


a 7). A los fallos all� citados en aquel sentido, cabe agregar los que

siguen: C�m. fed, en R. L. J'., VIII, 464; C�m. com. en J. A., I, 79


y 501; C�m. civ. Ia en J. A., I, 41; C�m. civ. 2a en J. A., II, 904.
Ya he dicho que es tendencia bien predominante en nuestros
tribunales la de sujetar a diez a�os la prescripci�n de los honorarios
regulados a los letrados (n� 946). Sin perjuicio de que dilucide el
asunto m�s adelante (n� 961), hago constar estos otros fallos en tal
sentido, que tan de inmediato se liga con lo relativo a la actio judi
cati: C�m. fed. en 3. T 1910, 989; C�m. civ. Ia en G. F
., ., 8�IX�917;
C�m. com. en la misma publicaci�n, 14|IX|917, y en J. A., II, 638.
Tambi�n entran en esta prescripci�n decenal : Io los derechos
.aduaneros (C�m. fed. en J. A., III, 118), las multas aduaneras (S.
C. en G. F'., 18|IX|917), y las acciones por defraudaciones aduaneras
(S. C. en J. A., I, 813) ; 2o los sueldos de los administradores (ma
yordomos, etc.) de una estancia, pues no son los �jornaleros� del
art�culo 4035, inciso 5o (C�m. civ. 2a en R. L. J'., I, 710) ; 3o los ho
norarios de arquitectos o ingenieros-arquitectos (C�m. civ. Ia en R.
L. J., X, 327, en G. F. 20|XII|916, y en J. A., II, 54; C�m. civ. 2a en
J. A., II, 444) ; 4o la acci�n de dep�sito (C�m. com. en J. A., II, 279) ;
�5o la acci�n de rendici�n ele cuentas (C�m. civ. 2a en R. L. J'., V, 766 :
en el caso se trataba de la acci�n de una hija contra su madre admi

nistradora; C�m. civ. 2a en 3. A., III, 377) ; 6o la acci�n contra el


mandatario por las sumas que el mandante le entregara (C�m. civ. Ia
en J. A., I, 203) ; 7o la acci�n por el saldo personal contra el deudor

^hipotecario (C�m. civ, 197, 311; C�m. fed. en J. A., I, 630, y III,
15: es el t�rmino para la devoluci�n de cualquier pr�stamo) ; 8o la
acci�n para el pago de la medianer�a (C�m. civ. Ia en G. F 2jIX� .,

'916) y para el de los da�os causados por una pared medianera mal
hecha (C�m. civ. Ia en R. L. 3., VII, 292) ; 9o la acci�n de reducci�n
o aumento de
precio por defecto o exceso de �rea en lo vendido (S. T .

Tucum�n en R. L. 3., III, 285; C�m. civ. 2a en 3. A., II, 436) ; etc.
Me he detenido, porque la enumeraci�n ser�a muy larga (v.
otros casos en C�m. civ, 136, 360; S. C. en G. F 14|I�917). Como
.,

que habr�a que mencionar cada uno de los derechos posibles, ya que
660 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

los art�culos que contemplan prescripciones especiales son bien-


contados.
956. Caso de ausencia. �

Debo advertir que los diez a�os de


nuestro art�culo 4023 pueden doblarse en caso de ausencia del
acreedor (no as� en materia comercial: art. 846 del respectivo >

c�digo).
Pero lo
excepcional. De ah� que proceda la prueba de tal
eso es

ausencia por quien la alegue (S. C. en G. P'., 30JVJ9I7). Y de ah�


cnie no sea dable presumirla (cons, sin embargo, C�m. civ. Ia en

R. L. 3., VI, 360).


Por lo dem�s, advierto que el concepto de la � ausencia � est�
precisado en el art�culo 3999 : est� ausente el acreedor que no � ha
bita � la misma provincia que el deudor. Tambi�n hago constar que-
en caso de tratarse de una ausencia parcial, el art�culo 4002 solu

ciona el problema: cada dos a�os de ausencia se contar�n por uno-


de presencia.

ARTICULO II

PRESCRIPCIONES ESPECIALES

I. Derechos creditorios. �

A. �

957. Prenociones.- �

Las
prescripciones especiales var�an entre cinco a�os y tres meses, si se
except�a la del art�culo 4025 (acci�n rec�proca entre el ex tutor y
sus pupilos, que tambi�n es de diez a�os, como la ordinaria), pues

tenemos que limitarnos a las que sean relativas a derechos credi


torios. Esto nos obliga a cpie descartemos las de los art�culos 4025-

9-42-3, que se familia; las ele los art�culos.


refieren al derecho ele
4021-2-6-38-9, relativas a reales; y las ele los art�culos
derechos
4020-4-34, propias del derecho sucesorio. Nos quedan, entonces, las.
de los art�culos 4027-32-5-6-40-1, que contemplan especialmente de
rechos obligacionales ; y las de los art�culos 4030-1-3-7, que, aun cuan
do sean m�s amplios, pues legislan sobre actos jur�dicos de cualquier-
especie, son de aplicaci�n eminente en materia obligacional, ya que el
acto jur�dico m�s frecuente e importante es el contrato.
B. Prescripci�n de cinco a�os. 958. Principios.

Comien �

zo por los derechos creditorios, y as� por el art�culo 4027, que sujeta

a cinco a�os la prescripci�n de las pensiones alimenticias y arrien

dos, y de todo cuanto deba ser pagado por a�os o en per�odos m�s.
'

breves.
Se observar� pensiones alimenticias y los arriendos no
cnie las
tienen la limitaci�n contenida en la disposici�n final: aunque deban
pagarse en per�odos de m�s de un a�o (cada dos a�os, por ejemplo),
PRESCRIPCI�N
661

� -quedan comprendidas el precepto : cons. sobre los arriendos, S. C.


en

en R. Tj. 3 ., V, 956. El t�rmino se computa, claro est�, a partir del


vencimiento ele tales plazos, pues s�lo en esos momentos hay derecho
exigible (art. 3956-7) y consiguiente actio nata (n� 919; A. Pietri,
hijo, El c�digo civil de 1916, 526).
Por lo dem�s, en dicha disposici�n final quedan comprendidos
"los intereses que deban ser satisfechos por a�os o por per�odos m�s
-cortos (C�m, civ. Ia en G. F., 4|VIII|917; v�ase, sin embargo, C�m.
fed. en 3. T., XII � 911, 92), aunque sean hipotecarios (C�m. civ, 138,.
371), y aunque no est� prescrita la obligaci�n principal (C�m. civ.
Ia en 3.
A., II, 591) ; y los sueldos que no sean los de los art�culos
4032, inciso 3o, y 4035, incisos 2o, 3o y 5o (como se ha resuelto
en alg�n caso : C�m. civ, 74, 377 ; en cuanto a las aludidas excep

ciones, v�ase lo que digo en el n� 980).


959. Excepciones. En cambio, no encuadran los capitales
��

determinados cuyo pago ha sido luego convenido en plazos peri�di


cos, esto es, en cuotas : C�m. civ, 102, 39 ; 112, 229 ; etc. ; C�m. civ. Ia
en 3. T., VI
�914,' 191 C�m. civ. 2a en R. L. 3., V, 270 ; Ricci, V, 250 ;

Pugliese, II, 183. Se comprende por qu�: la ley supone que se trata
de per�odos originarios, vale decir, de tantas deudas independientes
como per�odos ; al paso que aqu� se trata de una deuda �nica, a cuyo

respecto s�lo hay una divisi�n no obligacional sino de pago, sin con- �

tar con que se trata de per�odos limitados en n�mero, lo que hace

imposible la acumulaci�n indefinida de per�odos que la ley procura


�evitar con esta prescripci�n.
No creo que respecto de intereses corresponda entre nosotros
distinci�n alguna: sean ellos convencionales, moratorios o legales,
quedan sujetos a esta prescripci�n, siempre que, claro est�, se de
venguen en plazos anuales o m�s breves. Puede haber dificultades
en derecho franc�s (donde se habla, art. 2277, de intereses de sumas

�prestadas) o en derecho italiano (donde se discurre, m�s en general,


de intereses de sumas debidas: art. 2144; cons. Ricci, V, 251; Pu
gliese, II, 171; nota jurisprudencial de B. Brugi en R. D. Comm.,
XI, 2a, 976) : en el nuestro ellas carecer�an de toda raz�n, pues el
texto legal se refiere a todo lo que deba pagarse en los expresados

per�odos.
Ya no digo lo propio respecto del inter�s capitalizado, por lo
mismo que ha dejado de ser inter�s para convertirse en capital.
Tampoco encuadran los frutos que deba el poseedor de mala
fe: aunque se los recoja peri�dicamente, son debidos como deuda
�nica o total, como indemnizaci�n, al propietario o reivindicante.
Pero s� entran los impuestos anuales (semestrales, ete.), siem-
662 EXTINCI�N- DE CAS OBLIGACIONES

pre cpie no se estatuya prescripciones especiales en las respectivas


leyes. Lo mismo hay que decir de los dividendos pagables en los
susodichos per�odos, a que medie una sociedad an�nima o
menos

un establecimiento comercial (art. 847, inc. 2o, del c�digo mercan


til). Lo propio ocurre en materia de renta vitalicia; etc.
C. Prescripci�n de. dos a�os. �

Io Gente de pobo. �

o). �

960. Concepto de � empleado � en la administraci�n de justicia. �

En el art�culo 4032 contempla, en principio, los cielitos corres


se

pondientes a las profesiones liberales.


Desde luego, los de la gente ele foro: jueces arbitros, conjueces,

abogados, procuradores y empleados en la administraci�n do justi


cia, cuyos �honorarios o derechos� se prescriben a los dos a�os.
Aplicado el principio en su literalidad, resultar�a �pie los em
pleados administrativos (jueces, secretarios y dem�s personal subal
terno) estar�an comprendidos en el precepto: sus sueldos, entonces, se
prescribir�an a los dos a�os, al paso que la regla es, como se ha visto
(art. 4027), que se prescriban a los cinco a�os. Al rev�s, los dem�s
funcionarios judiciales (tasadores, peritos de cualquier g�nero) no
est�n comprendidos en �l, pues ni son jueces, etc., ni tampoco son
�empleados� en la administraci�n ele justicia: es lo que se ha re
suelto m�s de una vez (C�m. civ. en Bolet�n judicial, n" 3358 v
n� 3596; C�m. fed. en la misma publicaci�n, n" 4117).
Considero que las dos soluciones son erradas.
Lo es la primera, porque el contexto del art�culo est� mostrando
a la evidencia cpie se trata ele honorarios o derechos, y no de sueldos.
Lo es la segunda, porque ese mismo contexto est� proclamando
epie se trata no de � empleados � administrativos sino de las personas
� empleables � en las funciones judiciales, como son los cuatro �rde

nes expresados en primer t�rmino, y como son, evidentemente, lo

tasadores, int�rpretes, inventariadores, contadores, etc.


Hago constar, a prop�sito, que hay fallos en este sentido, que
pueden ser contrapuestos a los antes citados: la Suprema Corte ha
resuelto (90, 136) que el honorario ele un agrimensor por m�a mea
sura judicial se prescribe a los dos a�os ele nuestro inciso. Lo propio
ha resuelto la C�mara civil (74, 208; en un caso semejante (conf.
C�m. fed. Paran-, en J. T 1910, 345 j. .,

b) Abogados. �

961. Honorario regulado. �

En cuanto a los

abogados, hay que formular diversas observaciones.


Ante todo, descarto en absoluto la teolog�a de que los honorario�

regulados s�lo pueden, prescribirse a los diez a�os (n� 946), com
sigue sosteniendo: C�m. fed. en R. L. 3., VIH, 464, y en ./. '/', 1910
I-
989; C�m. civ. Ia en J. T XI 911, 172, y II 918, 48, y en ./. .1,
.,
PRESCRIPCI�N
gg3

41, etc., al extremo de habersellegado a sentar que la simple petici�n


judicial para la regulaci�n del honorario, tiene la misma virtud que
la sentencia (C�m. civ, 192, 300). Contra cosas como esta �ltima,
no hay razonamiento posible.

962. Pleito fenecido. �

En segundo lugar, la ley distingue

seg�n que el abogado haya terminado el juicio o haya cesado en su


ministerio antes de esa terminaci�n. En el primer supuesto, la pres
cripci�n corre desde que el pleito haya fenecido � por sentencia o
transacci�n � (y no desde la presentaci�n del �ltimo escrito que el
letrado firmara : C�m. civ. Ia en 3. A., I, 41 y 881 ; cons. C�m. civ. Ia
en G. F., 2|II|917, y en /. T II|918, 48; C�m. fed. Paran� en 3. T.,
.,

1910, 2016; S. C. B. A., VII, 8, 103; etc.).


Y es evidente que ese fenecimiento supone algo definitivo : una
sentencia irrecurrible, una sentencia de segunda instancia (ambas
debidamente notificadas), o una transacci�n judicial debidamente
presentada (art. 838).
963. Cesaci�n del patrocinio. En el segundo de esos casos, la

prescripci�n corre desde la aludida cesaci�n, haya sido o no regu


lado el respectivo honorario (cons. C�m. civ. Ia en 3. T., V|911, 104) :
nada importa que el cliente haya fallecido, si el letrado continu�
en el patrocinio de sus intereses (C�m. civ, 194, 242) ; tampoco es

de importancia el que el letrado no aparezca firmando los escritos,


pues cabe presumir, (salvo, naturalmente, la prueba en contrario) que
su direcci�n contin�a mientras no aparezca en autos otro letrado
que le haya substituido (C�m. civ. Ia en 3. I'., II 1 918, 48; C�m.
civ. 2a en 3. A., III, 383).

964. Pleito continuado. �

t�rmino, la misma ley


En tercer
establece otro distingo : cuando el abogado devenga honorarios en un
juicio en que sigue su patrocinio, la prescripci�n es no ya de dos
a�os sino de cinco -(salvo siempre lo que haya convenido con su
cliente sobre la �poca del pago, lo que es de derecho com�n: art.
3957).-
Ello supone, evidentemente, que se trata de honorarios regu
lados con motivo de cualquier incidente, y no del honorario no regu
lado que pueda corresponder al letrado por cada uno de los actos
(demanda o contestaci�n, diligencias probatorias, etc.) de su patro
cinio, pues si no se llegar�a al absurdo de que en el juicio que durase
m�s de cinco a�os (lo que no deja de ser frecuente entre nosotros),
el letrado pudiera tener honorarios prescriptos. Por lo dem�s, la
locaci�n que se contiene en la tarea del abogado es com�nmente una
locaci�n de obra y no de servicios (Baudry, XIX, 3175; XXI, 377
y ss.), pues patrocina un juicio en su individualidad y no en la suma
664 extinci�n de las obligaciones

de actos respectivos, y el respectivo pago exigible, seg�n precepto


es

legal (art, 1636) aplicable por analog�a (art, 16), al terminarse


la obra.
Y hay que hacer notar que
inciso contiene la refutaci�n deci
ese

dida de la teolog�a de que el honorario regulado se prescribe, seg�n


nuestra jurisprudencia tradicional, a los diez
a�os, pues lo sujeta
a cinco a�os. Lo mismo se tiene en el inciso 2o: el pleito fenecido
por sentencia entra�a �sta, para
en la parte victoriosa, la regula
ci�n de dicho honorario, malgrado lo cual la prescripci�n es de
dos a�os.
Se comprende por qu� el t�rmino es aumentado de dos a cinco
a�os : el contacto que mantiene el letrado con el cliente en el asunto
de �ste proseguido por aqu�l, implica fatalmente actos interruptivos,
privados y judiciales (conversaciones, escritos, etc.), que habilitan
al deudor para conocer su situaci�n, adem�s de que supone un
plazo
t�cito en cuya virtud el cliente y el letrado se comportan como si
hubieran convenido en pagar los honorarios en conjunto a la termi
naci�n del juicio. Y la
ley entiende que ese t�rmino de cinco a�os
es bastante para limitar dentro de �l tales presunciones interruptivas
o de plazo t�cito.
965. Honorario extrajudicial. En cuarto lugar, la ley no

establece distingo alguno en cuya virtud quepa la pretensi�n de que


en ella s�lo se contempla el honorario judicial,
y de que, por tanto,
el honorario extrajudicial queda sujeto a la prescripci�n ordinaria.
No cabe discutir el asunto cuando unos y otros correspondan a un
� pleito �. Y creo que tampoco procede la controversia cuando no
medie juicio o asunto judicial: si la ley habla de pleito, es porque
supone lo ordinario ; pero por encima de todo habla de honorario,
que es de car�cter general y amplio, seg�n puede verse en la dispo
sici�n fundamental y dominante del inciso Io.
966. Honorario en juicios voluntarios. En �

quinto lugar, con

sidero fundada la jurisprudencia que comprende en nuestro art�culo


los honorarios devengados en una gesti�n judicial de car�cter volun
tario, malgrado no haya juicio o pleito de por medio (como una
sucesi�n, un concurso, un diligenciamiento de exhorto, etc.), pues
la ley no distingue : C�m. civ. 2a en /. T 1910, 1834. .,

967. Jurisprudencia. En cuanto a nuestra jurisprudencia,


puedo apuntar: Io que (contra m�s de un fallo que admite al res


pecto la prescripci�n decenal, como el de la C�m. civ. Ia en 3 T., .

XI 1 911, 127), puede verse respecto de la prescripci�n de dos a�os,


los siguientes fallos, entre muchos otros, de la C�mara civil : 91, 427 ;

110, 9; 106, 152; 143, 38; 149, 277; 166, 152; de la C�mara civil 2a
PRESCRIPCI�N
665

en IV, 175 ; y de la C�mara comercial : 87, 318, y en 3 A.,


R. L. 3 ., .

III, 274 (donde se dice cpie nuestro inciso s�lo es aplicable a la ac


ci�n para pedir regulaci�n) ; 2o que la prescripci�n corre desde que
el honorario ha sido �estimado� o regulado (C�m. civ. en Bolet�n
judicial, n� 3065), cosa que juzgo inaceptable, como digo en el n� 963,
fuera del caso a que me refiero en el n� 964 ; 3o que la C�mara civil

(137, 178 ; 163, 11) ha concluido por admitir que la prescripci�n de los
honorarios de un letrado se refiere a los judiciales como a los extraju-
diciales (conf. S. C. B. A. en R. L. 3., III, 621; en contra C�m. civ. 2a
en R. L. 3 ., I, 604) ; 4o que esa misma C�mara civil ha aplicado la

prescripci�n de cinco a�os con relaci�n


juicios no terminados y aun
a

que est�n para sentencia (168, 333; 171, 432; cons, adem�s, los si
guientes fallos de ese tribunal: 96, 272, y 151, 312) ; 5o que esa pres
cripci�n quinquenal s�lo puede computarse, como he dicho (n� 964), a
partir de las respectivas regulaciones, pues en tal supuesto no hay ho
norario alguno mientras no haya mediado regulaci�n ; 6o que, de consi
guiente, los fallos de la C�mara civil (14, 390; 15, 561) que estable
cen que el momento inicial debe ser referido a la aparici�n en juicio

de otro letrado patrocinante, no se refieren al supuesto legal, que


habla de pleito � proseguido por el mismo abogado �, por donde mal
pueden prescribirse en cinco a�os y deben estar sujetos a los dos
a�os de la regla de fondo del ac�pite de la disposici�n legal (inc. Io
del art. 4032), que no distingue entre pleito terminado o inconcluso;
7� que el fallo de la C�mara civil (125, 279; cons. 127, 201, y 184,
205, seg�n el cual la conformidad que exprese �l patrocinado con
la cuenta de honorarios del letrado, excluye las prescripciones espe
ciales de nuestro inciso y hace procedente la ordinaria del art�culo
4023, por raz�n de que tal conformidad entra�a novaci�n), resulta
simplemente insostenible ante los principios de la novaci�n (n� 750
y ss.), ya que no hay en ella ning�n cambio esencial en la respectiva
obligaci�n, y ante el principio del art�culo 4036, que, como dir� m�s
adelante, -n�mero 981 y siguientes, no supone novaci�n alguna ni
interrupci�n que desvirt�e la prescripci�n en curso.
968. Honorarios como costas contra el vencido. �

Punto final.
Nuestro precepto se refiere, sin duda, al honorario que el cliente debe
a su letrado. Lo que por tal concepto deba cobrar el vencedor al ven

cido con costas, no es un � honorario � sino una indemnizaci�n, que,


por no tener plazo especial al respecto, se prescribir� en el t�rmino
ordinario (C�m. fed. La Plata en 3. T., 1910, 1431; C�m. fed. en

B.L. 3., VIII, 464).


Prefiero otra soluci�n, que me parece m�s jur�dica. Esas costas
son un mero accesorio del cr�dito principal, y deben prescribirse
666 �
.
EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

por eso en el t�rmino que a �ste corresponda. Es lo que se ha resuelto


por alg�n tribunal : C�m. civ, 185, 324.
Y considero dif�cil que se pueda poner en duda el car�cter

accesorio de tal obligaci�n.


Si lo cualquier indemnizaci�n (n� 296), en cuanto representa.
es

una consecuencia del incumplimiento de una obligaci�n, debe serlo


tambi�n esta indemnizaci�n contenida las costas, en cuanto es
en

igualmente una consecuencia de la p�rdida del pleito, y, por lo mis


mo, un efecto de la obligaci�n general que se tiene de no demandar
sin derecho firme o por lo menos probable (con esto excluyo el argu
mento de quienes, como R.
Japiot, en R. T. D. C, 1914, 532-3, afir
man que las costas pueden no implicar una deuda principal).
c). �

969. Procuradores. �

Es poco lo que cuadra apuntar


respecto del honorario de los procuradores, pues se rige por los
mismos principios que acabo de dejar expuestos con relaci�n a

los de los letrados.


Bastar� observar: Io que puede consultarse los siguientes
con

fallos, de entre varios otros, respecto del principio de fondo: S. G,


41, 193 ; C�m. civ, 24, 163, y en el Bolet�n judicial, n� 3602 ; C�m. civ.
2a en R. L.
3., IV, 175 ; 2o que admito el fallo de la C�mara civil (127,
317; cons. C�m. civ, 187, 210), seg�n el cual la ley s�lo contempla
en nuestro art�culo 4032 al procurador
judicial, y no a cualquier
representante o mandatario, por la simple raz�n de que el � procu- -

rador� es, por definici�n (art. 1870, inc. 6o y sus concordantes; art.
14 y ss. del C�digo de procedimientos para la Capital y los territo

rios) el mandatario o apoderado para los juicios; 3o que no requieren


explicaci�n los fallos en que se sienta que el t�rmino correr� ya desde
la revocaci�n o la renuncia del procurador (C�m. civ, 17, 74; 190,
73 ; 192, 347 ) ya desde la fecha de l� �ltima diligencia en que aqu�l
,

haya intervenido (C�m. civ, 139, 409; C�m. com, 87, 323), ya
�desde la terminaci�n de sus gestiones� (C�m. civ, 189, 178; 192,
339) ; 4o que no resulta explicable el fallo de la C�mara civil en
cuya virtud se resuelve que la prescripci�n del honorario de los pro
curadores es siempre de dos a�os, aunque haya sido regulado (en
raz�n de que el respectivo derecho no nace ele la ejecutoria, auto o
sentencia en que se contiene dicha regulaci�n, sino del contrato de
locaci�n de servicios que lo liga con el ex representado : Bolet�n
judicial, n� 3591), pues exactamente en la misma situaci�n se en
cuentra el abogado, no obstante lo cual es constante la jurispruden
cia civil de que su honorario regulado s�lo puede prescribirse a los
diez a�os (n� 961).
d). �

970. Escribanos. �

Nada de particular hay que se�a-


PRESCRIPCI�N
667

lar con respecto a la


prescripci�n de los honorarios de los escribanos

(inc. 2o del art. 4032).


Se trata de los honorarios por las escrituras y dem�s instru
mentos que autoricen, y que se prescriben desde el d�a del respectivo^

otorgamiento, pues por el arancel que rige al respecto tienen dere


chos l�quidos exigibles a partir de entonces.
y
Si se tratase de trabajos judiciales (inventarios, testimonios de
libros comerciales, etc.), entonces son �peritos�, antes que escri
banos, y entran en la condici�n de los � empleados en la administra
ci�n de justicia � de que habla el inciso Io, y como se ha resuelto res
pecto de peritos en general (C�m. civ. 2a en 3. A., I, 209), cuyos hono
rarios se prescriben desde la presentaci�n del trabajo y no desde la
regulaci�n: Es verdad que la prescripci�n ser� siempre ele dos
a�os, pero el c�mputo tendr� que ser acomodado convenientemente.
2o. 971. Agentes de negocios.

Tampoco hay nada que


observar acerca de los � agentes de negocios � del inciso 3o, fuera


de esto : esos agentes son com�nmente corredores, comisionistas, etc.,

por donde epiedan sujetos a la ley comercial (inc. 3o, 5o, etc., del
art. 8o del respectivo c�digo).
Por lo dem�s, y con relaci�n a los casos en que el agente no es
comerciante o asimilado (median inmuebles, etc.), apunto que la
C�mara federal ha resuelto (8, 358) que el precepto se refiere a los
agentes de negocios propiamente tales, esto es, que son profesionales,
y no a las personas que por accidente han servido de intermediarios
en una operaci�n.
3o. �

972. Profesiones m�dicas. �

En cuanto al inciso final


del art�culo 4032, sujeta a la prescripci�n bienal los ho
que tambi�n
norarios de los m�dicos, cirujanos, boticarios y � dem�s que ejercen
la profesi�n de curar � (en que encuadran las parteras, los veteri
nario?, los due�os de sanatorios : C�m. civ. 2a en R. L. 3 VII, 859,
.,

etc. ; no as� los curanderos, � manos santas �, etc., que no son profe
sionales legales), apuntar�: Io cnie s�lo con buena voluntad cabe ad
mitir la inclusi�n de los boticarios entre los profesionales del � arte
ele curar �, pues, en cuanto due�os de farmacias, son perfectos co

merciantes; 2o que la teolog�a de que el honorario regulado sola


puede prescribirse a los diez a�os, ha sido extendida alguna vez al
honorario m�dico (C�m. civ, 163, 318; v�ase otros fallos citados.
en el n� 947) ; 3o que puede verse un fallo de la C�mara civil 2a (en

3. T., IX 1 913, 273) relativo al honorario m�dico prescriptible a


los dos a�os ele la ley; 4o que, por �ltimo, el principio legal acer
ca del c�mputo del t�rmino (a partir de �los actos que crea
ron la deuda �, vale decir, a. contar de cada visita, c�nsul-
�'668 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

ta, etc., de cada suministro de medicamentos, etc.), parece claro,


desde que se trata de servicios o actos independientes y separables,
que dan margen a cr�ditos igualmente independientes y separables,
a menos que lo contrario resulte de las circunstancias, en
cuya vir
tud el m�dico ha asistido, por ejemplo, en una enfermedad completa,
pues entonces el plazo correr�a desde la �ltima asistencia, en raz�n
de lo �nico que viene a ser el conjunto de sus visitas ( C�m. civ. Ia en
J. A., III, 309; C�m. civ. 2a en R. L. 3., III, 189, y en G. F.,

13|IX�917).
Esto -�ltimo ha sido modificado en m�s de un caso: el momento
Inicial no es el de la �ltima visita, sino el del fin de la enfermedad
(C�m. civ. Ia en R. L. en G. F'.,
XI|917,
3., V, 156, y VIII, 487, y
65). Es ello discutible: el �fin de la enfermedad� es de lo m�s in
determinado que pueda haber ; adem�s, la curaci�n puede haber con
tinuado sin la asistencia ulterior del m�dico (cuando no se ha hecho
m�s que seguir aplicando sus prescripciones), lo que no supone su
� asistencia � actual, y lo que indica que su misi�n hab�a terminado

y cpie su honorario era exigible.


Encuentro m�s razonable este otro criterio:' el momento inicial
es el del �ltimo d�a del a�o en que los servicios fueron prestados (o
en que se termin� de prestar los servicios en una enfermedad entera
o total). Es el que en rigor se aplica en el fallo citado de la C�mara
civil Ia (en R. Ij. 3., VIII, 487; cons. otro fallo del mismo tribunal
en J. A., III, 32). Y se justifica ante la circunstancia de que es cos

tumbre que los m�dicos no presenten sus cuentas de honorarios sino


a fin de a�o.

C. �

Prescripciones de un a�o. �

Io Casos diversos. �

973.
Posaderos y fonderos. �

Pasemos ya a la prescripci�n anual del


.art�culo 4035.
En el inciso 1� contempla
se los cr�ditos de los posadores y fon
deros, por la comida, habitaci�n, � etc. � que dan (cons. C�m. civ. 2a
-en G. F., 21|XI|916).
Se comprende, entonces, a los due�os de casas ele pensi�n, de ho
teles, de casas amuebladas, etc., esto es, de todos aquellos estableci
mientos en que habitual o profesionalmente se da comida, habita
ci�n, etc.
En el � etc. � de la ley no cabr�an, por ejemplo, los pr�stamos
en dinero hechos por el due�o de esas casas a los pensionistas, pues

-ello no entra en lo propio de �stas. S� encuadrar�an los cr�ditos por


las bebidas, por los vicios comunes (tabaco, etc.) y por los suminis
tros que fueran connaturales con el car�cter de cada casa, as� como,
PRESCRIPCI�N
669

por ejemplo, los cr�ditos por dep�sito de objetos que no fueran de


uso personal del pensionista.
Y nac�a
hay que decir acerca del momento inicial de las respec
tivas prescripciones, cpie es el ele los principios comunes, sin perjui
cio ele lo espec�fico del art�culo 4036 a cpie me referir� dentro de
poc�.
974. Due�os de colegios. �

En el inciso 2o
sujeta a la mis se

ma prescripci�n los cr�ditos ele los due�os de colegios o � casas de


pensi�n �, por la � pensi�n � ele los alumnos o por el precio del
� aprendizaje �.

Evidentemente, las casas ele pensi�n a que se alude son las


de pensi�n escolar o ense�ante, como resulta del contexto del ar
t�culo, y como puede verse en la fuente inmediata del mismo (Go-
yena, 1973, inc. 2o).
De tocias suertes, el asunto tendr�a poca importancia, pues la
prescripci�n ser�a siempre de un a�o, como se ha visto para el
inciso Io.
975. Maestros en ciencias o en artes. �

En el inciso 3o se

ntinalos cr�ditos de los maestros de ciencia y (�o� estar�a mejor,


aunque el sentido no es dudoso) artes, por el estipendio mensual que
se les paga.
No es f�cil determinar el sentido del concepto � maestros en

ciendas o en artes �.-


Nuestro art�culo est� tomado casi literalmente deGoyena (art.
1972), quien cita las fuentes de cada uno de sus incisos. Y el c�digo
sardo, por ejemplo, habla en su art�culo 2400 de � maestros y profe
sores de ciencias y artes �, lo que corresponde a nuestro inciso 2o ; lo-

mismo el napolitano (art, 2177), el de Vaud (1672), el de Luisiana


(3499) y el holand�s (2005), todos los cuales se han limitado a copiar
el c�digo franc�s (art. 2771).

� En qu� se distinguen, entonces, estos � maestros � de los del


inciso 2o ? Descartados los � due�os de colegios � de esta disposi
ci�n, ya que no pueden ciar margen a confusi�n, tenemos dos clases
de maestros en dos preceptos de un mismo art�culo (en los c�digos.
modelos figuran en dos art�culos distintos y con prescripciones tam
bi�n diversas: puede verse los art. 2271 y 2272 del c�d. franc�s).
Parecer�a que los del inciso 2a son los maestros hoc sensu, los-
de ense�anza intelectual, pues el legislador los junta con los due�os
de � colegios �, que no tienen otra funci�n ; y cpie los del inciso 3o
son los maestros de � ciencias � aplicadas : de � artes �, de oficios, de

industrias, etc.
No lo hallo admisible. El � artesano � est� contemplado en el
<670 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

inciso 5o, y puede no trabajar � mensualmente �, pues suele hacerlo


por prendas o piezas, a destajo.
Considero que se trata en uno y otro inciso de cualesquier maes
tros que � ense�en �, y que se alude en ambos al precio de su ense
�anza, con la �nica diferencia de que en el inciso 2o
no se habla de

ninguna forma especial de remuneraci�n, al paso que en el inciso 3o


se menciona expl�citamente el estipendio � mensual �. Esta misma
diferencia existe en los c�digos modelos. Ser� o no sensata y justifi
cada, pero existe.
2o Comercio para el consumo. 976. Qu� se comprende en

-el precepto. Los dos incisos que quedan son los m�s importantes.

En el primero de ellos, 4o del art�culo, se legisla sobre todo los


�cr�ditos de los comerciantes al menudeo, para el consumo : � tende
ros o almaceneros �, que � venden a otros cpie no lo son, o que, aun

si�ndolo, no hacen (ejercen) el mismo tr�fico �.


Dada la acepci�n amplia de los conceptos � almac�n � o � tien
da � en el lenguaje castellano, y cpie no es la restringida que entre
nosotros tienen, hay cpie generalizar el precepto con relaci�n a

cualquier establecimiento que vende art�culos para el consumo (li


brer�as, ferreter�as, casas ele m�sica, etc.). La venta entre casas de
negocios de tr�fico distinto no es una venta para el consumo: en tal
-virtud, y no estando sujeto a prescripci�n especial el respectivo cr�
dito (a menos que se trate de supuestos comerciales: art. 847, inc. Io,
849 y 854 del respectivo c�digo: C�m. com. en G. F 10|II�917 y.,

11|II|917, y en /. A., I, 254), regir�a la ordinaria del art�culo 4023.


De acuerdo con lo dicho, encuentro fundada la jurisprudencia

que encuadra en este inciso los cr�ditos de los sastres, por la ropa
hecha o de medida que � venden � aunque la confeccionen : C�m. civ.,
155,11 ; C�m. com, 55, 430.
977. Suministros de mercader�as que est�n excluidos., Es -r-

bueno observar sobre este inciso 4o que si en �l se contempla sumi


nistros de mercader�as, se lo hace con relaci�n a ciertas circuns
tancias, como las apuntadas. De ah� que no cualquier suministro
de mercader�as quede en �l comprendido. Es lo que pasa con los
hechos por los constructores, cabalmente porque no son mercaderes,
tenderos ni almaceneros, sino, por sobre todo, locadores de servicios :
C�m. civ, 81, 329; C�m. civ. Ia en 3. T'., VIII|913, 153. En tal caso,
si el constructor es comerciante, rige el art�culo 849 del c�digo mer
cantil: C�m. com. en 3. A., I, 479. Lo propio hay que decir de los
suministros de los boticarios: son de car�cter especial, y tienen su
reg�a propia (art. 4032, inc. 4o).
978. Los casos ser�n com�nmente mercantiles. �

Por lo de-
'

PRESCRIPCI�N
671

m�s, en lo com�n de las situaciones esos cr�ditos ser�n mercantiles


(art, 8o, inc. Io, del c�digo comercial), seg�n advert� poco m�s arriba ;
con la agravante de que en materia de compraventa se tiene los re

cordados art�culos 847, inciso Io, y 849, que sujetan a cuatro y a dos
a�os, respectivamente, ciertas deudas de venta (cuando medie cuenta
aceptada y liquidada, o cuando se trate ele venta al fiado y sin docu
mento escrito). M�s aun: ante esos distingos de la ley mercantil,
resulta que en una venta con documento escrito, que no sea una
cuenta de venta, de mercader�as destinadas a ser revendidas, el cr�
dito del vendedor tiene que prescribirse a los diez a�os de la prescrip
ci�n ordinaria ( que es entre nosotros com�n a lo civil y a lo comer
cial), seg�n lo anticip� m�s arriba con relaci�n al C�digo civil, pues
no encuadra en ninguna de las prescripciones especiales de los tres

preceptos citados (Colmo, Prescripci�n en materia comercial, 443).


3o. �

979. Locaci�n de servicios manuales. �

En el inciso 5o
se atiende a los cr�ditos de las locaciones de servicios manuales : de
criados (�sirvientes�, entre nosotros: �mucamos�, � valets �, por
teros, cocineros, �ni�eras�, etc.), jornaleros y oficiales mec�nicos,
ya por los mismos servicios hoc sensu, ya por las � hechuras �.

Los conceptos son amplios y bastante precisos: no son jornale


ros los constructores de edificios (C�m. civ, 104, 200), ni, en ge
neral, los empresarios (C�m. com. en 3. I'., IX|913, 411). Tampoco
lo son los administradores de establecimientos : C�m. civ, 153, 27. En
�stosquedan comprendidos los mayordomos � de � estancias � :

C�m. civ, 8, 119 ; 13, 60 ; 14, 5 ;etc. En cambio, considero que los
sueldos de peones de establecimientos rurales (cabanas, chacras,
etc.) est�n involucrados: as� se ha resuelto por la Suprema Corte
de la provincia de Buenos Aires (II, 9,120) ; y v�ase estos fallos de
la C�mara civil 1.a relativos a peones: en /. T., VII 1 914, 161; en G.
F., 3|III|917 y 4|IXJ917.
II. Observaciones sobre las prescripciones bienales y anua

les. �

Io. �

980.
Pagos peri�dicos y suministros excluidos de
ellas. �

Ahora, algunas observaciones finales.


Los salarios de que habla el inciso 3o del art�culo 4032, as� como

los del inciso 5o del art�culo 4035 y los estipendios mensuales o las

pensiones de los' incisos 3o y 2o de este mismo art�culo, son prestacio


nes peri�dicas.

Pues bien, seg�n se ha visto, el art�culo 4027 sujeta a la pres


cripci�n de cinco a�os a obligaciones as�. De ah� una aparente anti
nomia : si se las mira como prestaciones peri�dicas, la prescripci�n es

de cinco a�os; si se las contempla como salarios de agentes de ne

gocios o de obreros, etc., ser� de un a�o.


672 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

Evidentemente, la
regla del art�culo 4027 es general ; las de los
art�culos 4032-5 especiales. De consiguiente, y por acpiello de
son

que in toto jure generi per speciem derogatur (Digesto, L, 17�, 80),
�stas deben ser aplicadas con exclusividad en los supuestos especial
mente legislados.
Lo propio cuadra decir en punto a suministros, seg�n tengo
ya advertido poco m�s arriba (n� 977).
2o Interrupci�n de esas prescripciones. �

981. El principio..
?

Viene, ahora, la
disposici�n del art�culo 4036 : En todos los
casos

de los tres art�culos


anteriores, corre la prescripci�n (,) aunque se
hayan continuado los servicios, y s�lo dejar� de correr (,) cuando*
haya habido ajuste de cuenta aprobada por escrito, vale o escritura
p�blica, o hubiese mediado demanda judicial que no haya sido ex
tinguida.
982. Su g�nesis y explicaci�n. Es un precepto raro, e inme

diatamente ininteligible,
En derecho franc�s, como en el de los pa�ses que lo han seguido,.

y lo mismo que en el Proyecto de Goyena, las prescripciones de


nuestros art�culos 4032-5, que corresponden a las de los art�culos-
2271 a 3 del primero, y a las de los art�culos 1972-3 del �ltimo, son
meramente presuntivas, esto es, se hallan fundadas en una presun
ci�n de pago, vale decir, se presume que, seg�n es de regla en la
vida, han sido oportunamente satisfechas por el deudor. De ah�
los art�culos 2275 del c�digo franc�s y 1975 del mencionado Pro
yecto, en cuya virtud se faculta al acreedor, que pretende que no le
han sido abonados sus cr�ditos, para deferir al juramento del deu
dor la confirmaci�n o la destrucci�n de tal presunci�n: si el deudor
jura que la ha pagado, la obligaci�n queda extinguida, no por pres
cripci�n sino por pago; si jura que no la ha pagado, no hay pres
cripci�n alguna, Y de ah� los art�culos 2274 y 1974, respectivamen
te, de las susodichas codificaciones, seg�n las cuales la prescripci�n
queda interrumpida cuando medie reconocimiento escrito de la deu
da; pues entonces no s�lo se mata el t�rmino corrido, sino que, ade
m�s, se transforma la prescripci�n "presuntiva, que hasta entonces
corr�a, por una prescripci�n com�n, en virtud de que la presunci�n
cpieda desvirtuada ante un documento contrario, y en cuyo m�rito
el t�rmino ser� el ordinario.
983. Su cr�tica. �

Nuestro c�digo ha
dispuesto que ninguna
prescripci�n sea presuntiva, seg�n tengo ya apuntado (art. 4017-8),
y proscribe esa deferencia de cualquier juramento. Por eso no ha.
reproducido los premencionados art�culos 2275 o 1975. Pero ha in
currido en el desliz jur�dico de repetir los otros dos (2274 o 1974),.
PRESCRIPCI�N
673

que entre nosotros carecen de todo


sentido, pues cualquier medio
interruptivo tiene en nuestro derecho los mismos efectos : � matar �
el plazo corrido, y hacer cpie a partir de ellos deba correr
�ntegra
mente el t�rmino que cuadre. As�, la prescripci�n ser�
siempre la
misma : de dos a�os o de un a�o, sea cual fuere el medio
interruptivo
que haya operado, aun en el caso ele sentencia, que, como tengo
expresado m�s de una vez, no implica novaci�n ele la obligaci�n ( Col
mo, op. cit., 485 y ss.).
De consiguiente, si en derecho franc�s (italiano,
etc.) o en el
Proyecto de Goyena tales reconocimientos escritos o judiciales entra
�an novaci�n, en nuestro derecho carecen de cualquier virtualidad
en ese sentido. Y por ello el art�culo 4036 est�
completamente de
m�s en su segunda parte ; lo que no empece que nuestra jurispruden
cia lo aplique en su literalidad : C�m. civ. Ia en R. L. 3 VII, 785, y .,

en 3. A., I, 851.

984. Su eficiencia pr�ctica. S�lo contiene eficiencia pr�cti


ca en su primera parte, en cuanto estatuye cpie la


prescripci�n corre
aunque los servicios hayan continuado.
Esto significa que el jornalero, por ejemplo, cpie tiene mensua
lidades o per�odos devengados, o el mercader que tenga cr�ditos por
efectos vendidos en distintas oportunidades, malgrado uno y otro
hayan continuado prestando servicios o suministrando mercader�as
al mismo deudor, pueden encontrarse con que la quincena o mesada
tal, o el suministro correspondiente a esta o aquella fecha, se en
cuentren prescritos, por haber transcurrido m�s de un a�o desde que
esos cr�ditos fueron exigibles. Es que dichos per�odos o suministros
son independientes, y constituyen tantos cr�ditos diversos cuantos

per�odos o suministros haya. Todo sin perjuicio de que las partes


hayan alterado, expl�cita o impl�citamente, el momento inicial de la
prescripci�n: por ejemplo, si el almacenero ha convenido con el
consumidor en que los suministros fuesen pagados al cabo de cada
tres o seis meses, la prescripci�n no podr� correr sino al vencimiento
de tales plazos, pues s�lo a partir de entonces son exigibles los cr�
ditos (cons. C�m. civ. 2a en R. L. 3., IV, 1029).
Por lo dem�s, la disposici�n habr�a sido innecesaria : habr�an
conducido lo mismo a consagrar su norma los principios generales
(cada uno de los expresados per�odos o suministros constituye un
contrato, de locaci�n de servicios o de compraventa, por donde da
margen a un derecho propio y a la consiguiente acci�n), y los prin
cipios an�logos (en materia ele mancomunidacl, el art�culo 691; en
punto a obligaciones peri�dicas, el art�culo 4027 ; en punto a inte
rrupci�n, la regla ele cpie ab actione ad etctione non fit interruptio,
Colmo, Oblig. �

T. I. 13
674 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

que el c�digo ha aplicado en m�s de un caso, como ocurre en los


art�culos 525, 650, 653, etc., respecto de las obligaciones
accesorias,
en los art�culos 640, 746 y sus sobre
concordantes, presunciones, o
no presunciones, en materia de
pagos peri�dicos, etc.).
985. Su alcance extensivo. De ah� que no corresponda in

sistir sobre una circunstancia un poco externa. En el art�culo 4036


se dispone que el aplicable a las prescripciones de los
precepto es

� tres art�culos anteriores �. Hay un evidente error : dos de esos ar


t�culos se refieren a la acci�n pauliana y a cierta actio injuriarum,
en ninguna de las cuales puede presentarse el supuesto de actos

independientes y de prescripciones separadas. Lo que se ha entendido


es repetir los preceptos del c�digo franc�s y de Goyena, que se

refieren a las prescripciones de nuestros art�culos 4032 y 5.


Resulta as� que el art�culo 4032 parecer�a excluido. Y lo est�,
si se atiende a la literalidad de la expresi�n. Pero los aludidos prin
cipios generales y an�logos no pueden ofrecer dificultad: el art�culo
4036 ser� siempre aplicable en los supuestos del art�culo 4032, no

precisamente como art�culo, sino como simple condensaci�n de otros


principios no menos legales, seg�n se acaba de ver.
E. Prescripciones de meses. �

Io Evicci�n. �

986. Se la
limita a la compraventa. �

En el art�culo 4040 se sujeta a la pres


cripci�n de seis meses la acci�n alternativa del comprador de una
cosa con � carga o servidumbre no aparente � (� y de que no se hizo
menci�n el contrato �, agrega in�tilmente la
en ley), para rescindir
el contrato o para exigir da�os e intereses.
Mucho mejor habr�a sido decir, por ejemplo: prescriben
�se

por seis meses las acciones de evicci�n �. Se habr�a comprendido,


as�, no s�lo las de la compraventa, sino las de cualquier contrato,
y aun las que proceden, fuera de contratos hoc sensu, en las divisiones
de condominios o de bienes comunes (art. 2090). Se habr�a omitido
lo de �no aparente�, pues s�lo se responde de lo oculto (art. 2091,
2103-4-6). Se habr�a abarcado los supuestos en que, no obs
tante lo aparente de la carga, hay responsabilidad por evicci�n (art.
2101-2). Se habr�a prescindido de la menci�n del aludido derecho
alternativo, ya que ello es de ley (art. 2118 y ss, 2125 y ss, 2128 y
ss, etc.). Et sic de coeteris.
987. Evicci�n en otros contratos. �

Pero nuestro art�culo es

categ�rico, y no puede ser extendido :las acciones de evicci�n epie no


sean relativas a la compraventa, se prescribir�n a los diez a�os del
art�culo 4023, pues no tienen prescripci�n especial o propia (as�, la
de indemnizaci�n que debe el cedente de derechos hereditarios al
cesionario excluido de su calidad de tal: C�m. civ. 2a en R. L. 3.,
PRESCRIPCI�N
675

VI, 865). Nada obstan los art�culos 2114 a16 y 2131, que asimilan
la evicci�n en materia ele elaci�n en pago, ele transacci�n o de per-
multa, la de la compraventa, ni los art�culos 1435
a
y 2158, que ha
cen regir los principios de esta misma en punto a cesi�n de dere

chos. Esa asimilaci�n no puede ser trasladada del r�gimen


de la
acci�n, que lo
contemplado
es dichos art�culos, a la prescripci�n
en

de las mismas, que es independiente de lo general de acpi�l. Se re


querir�a al efecto un precepto legal propio, ya que la prescripci�n
no puede ser establecida ni por analog�a ni
por inferencia,
988. Momento inicial. El t�rmino debiera ser computado,

�en rigor, desde la fecha ele la tradici�n (que ha venido a consumar el

respectivo contrato),- por lo mismo que, no respondiendo el enaje


nante sino de los defectos anteriores o contempor�neos, debe tratarse
de un vicio ya existente en esa �poca, y por lo mismo que con el
�defecto hay derecho, y con �ste hay acci�n y, as�, prescripci�n.
Pero este rigorismo ha ele ser muy dif�cilmente admitido: se
pretender�, y no sin alg�n viso de raz�n, que s�lo hay actio nata
con la turbaci�n actual y efectiva, y no con el
simple defecto o con
una turbaci�n apenas latente o eventual. En tal virtud se sostendr�
que no habr� prescripci�n sino desde que la carga o defecto se haya
^manifestado, o desde que se notifique al adquirente la pretensi�n
reivindicatoria o la demanda por el pago de la hipoteca o del afir
mado, etc. (cons. S. C. en R. L. 3 ., VI,- 291).
Aun as�, y de conformidad con lo expuesto m�s arriba (n� 919),
-observo: Io que los seis meses deber�n computados
ser a partir del
-contrato, a menos que el
adquirente pruebe que la turbaci�n se
produjo, o que �l conoci� el vicio, con posterioridad, y siempre que
el vendedor no contrapruebe que lo conoci�, o pudo o debi� cono-
leerlo, con anterioridad ; 2o que, de acuerdo con lo dicho en el n�mero
921, seg�n lo cual las imposibilidades de obrar deben encuadrar en
el t�rmino de la prescripci�n ordinaria, que absorbe los de cualquier

"prescripci�n especial, el principio de fondo es el de que el momento


inicial se computa a partir del hecho de la evicci�n (como se estatuye
�en el art. 3957),
por donde si el adquirente conoce el defecto diez
��os despu�s de la adquisici�n, se encontrar� con su derecho
prescrito.
989. Sentido del precepto legal. Por lo dem�s �es cierto

que el art�culo s�lo rige para la responsabilidad de rescisi�n o d�


indemnizaci�n por la carga, y no para la responsabilidad que surja
despu�s de producida y declarada la evicci�n?
As� lo pretende alg�n autor nacional. Y as� ha resuelto la Su
prema Corte (114, 117).
676 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

Yo no comprendo tal sutileza. El c�digo no distingue. Lo que


esm�s, el distingo carecer�a de sentido : en un caso como en otro lo �

que prueba que son lo mismo se trata de la responsabilidad


gene
rada por la evicci�n, que, por tanto, se extingue, sean cuales fueren-
los aspectos modales de cada caso, a los seis meses de producida.
En tal virtud considero que el derecho del adquirente
para
demandar al enajenante por rescisi�n del contrato o por indemniza
ci�n ele da�os intereses, se extingue en el semestre de ley; y que
e

el derecho para exigir el importe de la indemnizaci�n declarada


por
sentencia, tambi�n se extingue a los seis meses de la notificaci�n-
de �sta.
Bastar�a observar: Io que el mismo precepto legal habla
con

de la responsabilidad por la indemnizaci�n (�rescindir el contrato


o pedir indemnizaci�n�); 2o que cuando el legislador ha querido-
plazos m�s largos en situaciones afines, no se ha percatado en ha
cerlo bien expl�citamente (art, 3513).
2o Redhibici�n. 990. Se la limita a la compraventa.

En �

el art�culo 4041 se tiene la prescripci�n de las acciones redhibito-


rias, que se extinguen a los tres meses, tanto la redhibitoria hoc
sensu como la quant� minoris.

Hay que observar, ante todo, que s�lo se contempla en �l las ac


ciones reclhibitorias materia de compraventa, por donde las pro
en

pias de los dem�s contratos se prescribir�n a los diez a�os. Antino


mias as� son fatales en cualquier legislaci�n casuista e inorg�nica,,
como la nuestra.
Es verdad que en el art�culo 2180 se equipara a la acci�n redhi
bitoria stricto la que procede
sensu en la daci�n en pago, en los'
contratos innominados, en los remates oadjudicaciones (no forzosas,..
pues entonces no procede acci�n alguna: art, 2171), en las permutas,
en las donaciones y en las sociedades. Pero eso es tan s�lo con re
laci�n al r�gimen general de la acci�n, contemplado en los art�culos
2172 a 9, en dispone acerca de la prescripci�n. De
los cuales nada se

ah� que, como en el precedente supuesto an�logo de la evicci�n, no*


proceda la extensi�n del precepto a la prescripci�n, pues �sta, por
raz�n de lo excepcional de su car�cter (es de orden p�blico, seg�n se-
ha visto : n� 904 a), supone textos legales expresos.
991 Requisitos.
. En segundo t�rmino, hay que postular todo lo�
�-

relativo a la acci�n misma : los vicios deben reunir los cuatro recpri-
sitos del art�culo 2164, y pueden estribar en defectos de calidad como
en fallas de cantidad ; la prueba de los mismos es de cargo del adqui

rente, lo propio que la de la identidad de la cosa adcpiirida, etc.


Puedo prescindir de ello, cpie es de derecho com�n, sobre todo porque.
PRESCRIPCI�N
677

*en mi materia comercial, n�meros 384 a 434, me he


Prescripci�n en

.extendido abundantemente al respecto.


992. Momento inicial. En tercer lugar, como la ley nada

precept�a acerca del momento inicial de la


prescripci�n, habr� que
atenerse a los principios generales: el vendedor se amparar� en los
tres meses contados desde el contrato (art. 3956) ; el comprador pro
bar� que el vicio surgi� o fu� conocido con posterioridad, caso en el
cual la prescripci�n s�lo empezar� a correr desde entonces ; y si han
pasado diez o m�s a�os desde el contrato, la prescripci�n se habr�
consumado, exactamente, y a fortiori, como en el supuesto de la evic
ci�n, pues la prescripci�n decenal absorbe y purga todo.
Yo llegar�a a sostener que en un t�rmino breve, seis meses o
un a�o, debiera extinguirse cualquier acci�n redhibitoria, haya
sido conocido o no el defecto dentro de tal plazo. Se trata de asuntos
de hecho y de importancia, no siempre principal, cuya prueba es poco
menos que imposible al cabo ele plazos largos. t

Pero esto no es sostenible en el c�digo : el comprador podr�


alegar, y probar, que conoci� el vicio (anterior, etc., claro est�) des
pu�s de uno o cinco a�os del contrato ; por donde los tres meses de
ley s�lo correr�n a contar de entonces, y podr� hacer responsable
al vendedor, dentro de las dificultades de hecho ele tan largo t�rmino,

ya que le ser� pr�cticamente imposible la prueba de los aludidos


-extremos del art�culo 2164, que hacen procedente la acci�n, sobre
todo con relaci�n, a lo anterior o lo contempor�neo del vicio :
cons. C�m. fed. en /. T., XI|911, 53; C�m. com. en 3. T 1910, 817.
.,

P. �

993. Otras prescripciones en el c�digo y en leyes ajenas


al mismo. �

Con lo expuesto queda agotado el estudio, bien su


mario por cierto, de los casos ole prescripci�n de derechos puramen
te obligacionales contemplados por la ley en este t�tulo de la pres

cripci�n.
Quiero advertir al respecto varias cosas : Io que hay en el c�digo
�otros casos de prescripci�n, como, por ejemplo, los de los art�culos

.2244, etc., en materia estrictamente obligacional, los de los art�culos


2456-73-93, 2924, 3059, etc., en punto a los llamados derechos reales,
los de los art�culos 3350, 3513, etc., en derecho sucesorio, etc. ; 2o crue
tambi�n los hay en las leyes especiales, como puede verse, entre mu
chos otros, el de la prescripci�n del derecho para reclamar la indem
nizaci�n por un accidente del trabajo (art. 19 de la respectiva ley
n� 9688; cons. S. C. en G. F'., 3|XII|916), el del art�culo 21 de la ley

10.505 sobre trabajo a domicilio (que sujeta a un a�o, como en el caso

precedente, la acci�n para reclamar el salario), el de los impuestos


y multas de papel sellado (es de diez a�os seg�n el art�culo 78
678 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

de la respectiva ley; cons. C�m. fed. en 3. A., I, 33), el del art�cu


lo 433 de las Ordenanzas de los de los art�culos 44 y 55 de
aduana,
la ley 3973 sobre patentes de invenci�n y marcas de f�brica (cons.
S. C. en R. L. 3., VII, 935; C�m. fed. en 3. A., II, 879), etc. ; 3o que
es bueno distinguir entre los simples t�rminos de duraci�n ele una
obligaci�n o de un contrato, como son los de los art�culos 1320-1-81-93,,,
1400, 1505, 1610, 2613-4-93, 3197, 3880, incisos 2o a 4o, 3883-7-90-5,.
3925-36, etc., que s�lo tienen ele com�n con nuestra prescripci�n h>
del transcurso de un t�rmino, y que no entra�an lo correlativamente-
liberatorio y adquisitivo ele aqu�lla (se trata all� de meras caducida
des, seg�n lo dicho en el n�mero 918).
II. Derechos no forzosamente creditorios. �

A. Actos nu

los. �

Io. �

994. Se excluye la nulidad absoluta. �

Pasemos a es

tudiar algunos preceptos que malgrado no se refieran especialmente


al derecho creditorio, en la pr�ctica se resuelven en ello. Aludo a los.
art�culos 4030-1-3-7, sobre todo al primero y al tercero, que contem
plan los actos jur�dicos en general, de los cuales, como es sabido,,.
los contratos son los m�s frecuentes e importantes.
El primero de ellos sujeta a dos a�os la prescripci�n de la ac
ci�n de nulidad de los actos jur�dicos � por violencia, intimidaci�n^.
dolo, error o falsa causa �, que correr�n � desde que la violencia o*
intimidaci�n hubiese cesado, y desde que el error, el dolo o (la)
falsa causa fuese conocida� (fuesen conocidos).
Desde luego, el art�culo s�lo puede ser aplicado en los supues
tos en que se trate de ejercer una � acci�n � de nulidad. De ah� que los,
actos de nulidad absoluta, epie no suponen acci�n alguna o anulabili
dad (sino la de la simple advertencia, cuando no sea manifiesta: art.,
1047), no envuelven tampoco ninguna prescripci�n: no habiendo ac
to, mal puede haber derecho a su respecto, y mal puede correr pres
cripci�n respecto de un derecho cpie no existe. Es lo que se ha re
suelto alguna vez: C�m. civ, 13, 254 (se trataba de un caso en

que el procurador en un juicio compr� los derechos cpie gestionaba) -,..


C�m. civ. 2a en R. L. 3., I, 578, y IX, 268 ; C�m. fed. en la misma
publicaci�n, IV, 997.
2o. �

995. No hay que distinguir entre acto nulo y acto anu


lable. �

Tambi�n precisa observar que no cabe el distingo entre


actos anulables y actos de nulidad relativa. No obstante lo dispuesto-
en la
ley (art. 1041
1045),
a 4 y unos y otros est�n sujetos a una.
acci�n de nulidad, y ser�n v�lidos mientras no se los declare nulos

(v. supra, n� 738). La �nica diferencia positiva, y


,
poco justificable,,
es la de los art�culos 1046 y 1050 : el acto anulable produce efectos
declare la nulidad ; el acto nulo
'

hasta el momento en �pie se no>


PRESCRIPCI�N
679

produce efecto alguno (salvo los de los art. 1053 5 y


a 1056), pues
la nulidad opera retroactivamente.
Eigualmente corresponde apuntar epie la nulidad de los actos
jur�dicos mercantiles tiene su prescripci�n propia. Es ella de cua
tro a�os (art. 847, inc. 3o; cons. C�m. com. en R. L. 3., VIII, 155, y
en 3. A., II, 647). No deja de llamar la atenci�n, a
prop�sito, que
el t�rmino sea m�s extenso que el que rige en lo civil, cuando los
plazos son siempre m�s breves en materia comercial, que es, por defi
nici�n, fijeza y rapidez.
3o Jurisprudencia. �

996. Aplicaciones del principio. �

Nuestra jurisprudencia ha aplicado el precepto en varios sentidos:


S. G, 56, 428; C�m. civ, 28, 135; 29, 25; 60, 349; 151, 235;
169, 331; 174, 421; 176, 245; 178, 194 (se trataba de la nulidad de
venta de cosa ajena, y de los da�os y perjuicios consiguientes) ; etc. ;
C�m. civ. Ia en G. F 9|II|917, y en 3. A., I, 182; C�m. civ. 2a en
.,

G. F., 24|IX|916 y 18jX|917, y en 3. A., I, 443.


997: Si el principio es limitable a los contratos. Merecen�

observaci�n particular algunos fallos que paso a estudiar.


La Suprema Corte (108, 291) ha sentado que nuestro art�culo
no se refiere a cualquier acto jur�dico sino a los contratos. Creo
que el sumario no responde al fallo. En �ste se rechaz� la prescrip
ci�n invocada porque se trataba de una repetici�n de pago, que se
rige por los principios expuestos en los nos 725 y 955, cabalmente

porque tal repetici�n no es ning�n acto jur�dico. Y es evidente


que la falsa causa, la violencia, etc., pueden existir tambi�n en cual
quier convenci�n liberatoria, en un testamento, en una estipulaci�n
de derechos reales, etc., que no son contratos hoc sensu (n� 32).
998. Si abarca los actos falsos. En cambio, creo acertado

el fallo de la C�mara civil (175, 142) seg�n el cual el art�culo no


reza con los actos falsos, y no ya nulos (se trataba de un caso en

que medi� usurpaci�n de estado civil). Mas considero que ello debe
ser as� porque en el caso no hay acto alguno, esto es, se tiene un caso,

pr�cticamente, de nulidad absoluta. De ah� que tampoco haya de


recho o acci�n, ni prescripci�n alguna, salvo lo que, de acuerdo
con el art�culo 1056, pueda resultar de los hechos consumados y

en cuanto en ellos no se quiera involucrar la existencia o legalidad

del acto.
Observar�, a prop�sito, que nada cabe inducir, en contra de
lo dicho, por lo que sentido opuesto se resuelve
en en un casoan�logo,
como es el del art�culo 85, inciso 3o, de la ley de matrimonio, que se
explica en virtud de razones particulares, como son las contenidas
en lo personal e �ntimo de las relaciones conyugales (lo que da pie
680 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

para que el c�nyuge agraviado sea el �nico que pueda apreciarlas),


y como son las que se resuelven en el inter�s de la ley para la vali
dez de cualquier matrimonio.
999. Si comprende las declaratorias de herederos. Igual �

mente estimo ajustado a derecho un fallo de la C�mara civil Ia (3.

T., X|912, 231), en cuya virtud se ha sentado que una declaratoria


de herederos no est� sujeta a nuestro art�culo, por no ser un acto
jur�dico.
1000. Si se refiere a la acci�n de los terceros. �

Pero es dis
cutible un fallo de la C�mara federal (3. T., IV|914, 226; cons. S. C.
B. A. en IV, 853), seg�n el cual el art�culo 4030 s�lo puede
R. L. 3'.,
referirse a las partes vinculadas en el acto jur�dico, y no a los ter
ceros. Observo : Io que mal pueden invocar derechos los terceros
respecto de un contrato o un acto jur�dico, cuando �stos no ligan
sino a los interesados (art. 504, 1161 a 3, 1195, etc.) ; 2� que si se
trata de terceros que han aceptado o ratificado el acto, entonces ya
no son tales y se convierten en partes, por donde el precepto les
ser� aplicable en su plenitud ; 3o que si se trata de los acreedores que
pretenden ejercer la acci�n subrogatoria del art�culo 1196, como
ejercen los derechos del deudor, por lo mismo que se subrogan en la
personalidad de �ste, se encuentran en la misma situaci�n que el
deudor cuyos derechos ejercen; 4o que si se trata de los acreedores
que procuran hacer revocar los actos ele su deudor (art. '961 y ss.),
entonces no nos encontramos en el supuesto del art�culo 4030, sino
en el del 4033, que contemplar� dentro de poco ; 5o que si se trata de

sucesores, estos no son terceros hoc sensu, y se rigen por los princi
pios que he expuesto en los n�meros 58 y siguientes.
4o. �

1001. Momento inicial. �

En varios de los fallos antes


citados puede verse lo relativo al momento inicial de la prescripci�n,
lo mismo que en el siguiente: C�m. civ. 2a en J. T, VI(914, 277.
El t�rmino se computar� desde la fecha del acto, seg�n es de
norma (art. 3956). Quien pretenda destruir tal presunci�n deber�
probar que s�lo ha conocido el vicio, o que ha cesado la violencia, en
�poca posterior a la de esa fecha. Con eso y todo, creo que transcur
rridos diez a�os desde la fecha del acto, cualcpiier derecho cmeda
prescrito (n� 921).
B. Actos de incapaces. Io Prenociones.

1002. Principio �

legal. �
En el art�culo 4031 se estatuye la misma prescripci�n bie
nal para la acci�n de nulidad de las � obligaciones � contra�das por
las mujeres casadas, por los menores y por los � incapaces bajo c�
ratela �.

La prescripci�n corre, con relaci�n a la mujer casada, desde


PRESCRIPCI�N
681

la disoluci�n del matrimonio ; con relaci�n a los menores y a los


incapaces, desde cpie, respectivamente, lleguen a la mayor edad o

salgan de la c�ratela.
1003. Si s�lo se refiere a derechos creditorios. �

La verdad
que se trata ele un precepto poco feliz
forma y sentido. en su

Comencemos por una observaci�n general. En �l s�lo se habla


de las � obligaciones contra�das � por la mujer casada, y luego se
reproduce ese concepto en el pronombre � la � con que se inicia el
inciso relativo a los menores y a los incapaces.
Parecer�a, as�, que s�lo se tratara de los contratos, pues en
sentido estricto obligaci�n �
una contra�da � no puede nacer sino de
un contrato (n� 32). Y se seguir�a, de ah�, cpie las dem�s vincula
ciones jur�dicas (convenciones liberatorias, acuerdos modificativos
de contratos, estipulaciones de derechos reales, etc.), no estar�an com
prendidas en el precepto legal, pues no nacen de un contrato.
No creo fundada tal interpretaci�n.
Desde luego, las fuentes del precepto (Goyena, 1184, quien cita
a su turno el art. 1304 del c�digo franc�s) no distinguen en ese sen

tido: no s�lo en ellas el contrato es sin�nimo de convenci�n (art.


973 y 1101 de Goyena y del c�digo franc�s, respectivamente), sino
que, adem�s, admiten expl�citamente las obligaciones � reales �, que
nuestro c�digo excluye en su art�culo 497, como puede verse en los
art�culos 1025 y siguientes de Goyena.
En seguida, nuestro mismo codificador ha dado del contrato

(art. 1137) una definici�n que ser�a la t�pica de la convenci�n, y no


ha distinguido entre lo uno y lo otro, malgrado expresiones inciden
tales (v�ase sus notas a los art�culos 499, 506, 1137, etc.), y nos habla
por ah� (art, 1140 a 2) ele contratos �reales�.
Finalmente, y por sobre todo, el mismo c�digo legisla positiva
y concretamente el asunto, al hablar de � derechos � y de � obliga
ciones � a prop�sito de derechos reales, como lo hace en punto a
usufructo, a uso, a habitaci�n y a servidumbres, y al mencionar ex
presamente la � deuda � o el � cr�dito �, y al contemplar las situacio
nes de � deudor � o � acreedor � en materia ele prenda, anticresis,

hipoteca, etc. (art, 2862 y ss, 2910 y ss, 3018 y 3036 y ss, 3157 y
ss, 3224 y 3245 y ss, etc.).
De consiguiente, considero que el precepto se refiere acualquier
acto jur�dico de car�cter convencional, en cuya virtud el incapaz
resulte deudor o acreedor, medien o no derechos estrictamente per
sonales o creditorios.
2o Mujer casada. 1004. Se trata de la acci�n que a ella

le compete. �

Distingamos, ahora, las tres hip�tesis del art�culo,


682 EXTINCI�N" DE LAS OBLIGACIONES

que habla de mujeres casadas, de menores y de incapaces bajo c�

ratela.
En cuanto las
primeras, hay que entender la ley en el sentido
a

de que s�lo contempla la acci�n de nulidad que compete a la misma


mujer, o a sus representantes legales (herederos, subrogados, etc.).
No habr�a en ese criterio sino una mera aplicaci�n de los art�culos

3969-70, que declaran suspendida la prescripci�n a su respecto, o en


las relaciones particulares entre c�nyuges, durante el matrimonio..
La acci�n del marido (art, 58 de la ley de matrimonio) se pres
cribir�a a los diez a�os (por no haber prescripci�n especial), que,
como sostengo, debieran ser computados desde la fecha del acto (n0'

919) ; cabalmente porque �l no est� impedido, cohibido, como la mu


jer, para ejercerla. Es lo que se ha resuelto en un caso de venta.
de un inmueble propio de la mujer, realizada por �sta sin autoriza
ci�n marital: la C�mara civil (173, 59) ha sentado que la acci�n de
nulidad de ese acto, deducida por el marido diez a�os despu�s del
mismo, estaba prescrita para �ste. Y la C�mara comercial (14, 239)
ha resuelto que los dos a�os de la ley corren aunque el marido haya
conocido o no la nulidad del acto.
1005. Momento inicial. �

Lo que es fuerte es que el t�rmino


s�lo se cuente desde la � disoluci�n del
matrimonio, que no es lo

mismo que la disoluci�n de la sociedad conyugal (art. 81 y 84 y ss,


de la ley de matrimonio, y art. 1291 del c�digo, respectivamente).
Baste observar que la mujer divorciada o separada de bienes,
recobra casi �ntegramente (supongo que es mayor) su capacidad,
limitada por el matrimonio (art, 73 de la ley citada, y 1302. del c�
digo). Lo propio ocurre cuando la mujer es administradora de la
sociedad conyugal : art. 1284, 1309, etc.
De consiguiente, el c�mputo legal dista de ser fundado, al
resultar tan estrecho. Esto no quiere decir que proceda cambiarlo:
es demasiado categ�rico para que entra�e m�s de una interpreta

ci�n, sobre todo en asunto de prescripci�n en que median intereses


tan importantes (n� 904 a).
3o Menores. �

1006. Se trata s�lo de los p�beres. �


En cuanto
a los menores, considero que se impone una distinci�n: los imp�
beres tienen incapacidad absoluta (art. 54, inc. 2o) ; los adultos tie
nen incapacidad relativa (art. 55, inc. Io). De consiguiente, los pri
meros no son � personas �, del punto de vista del ejercicio de los de
rechos: de ah� que el acto realizado por ellos carezca de uno de los
fundamentos indispensables del mismo, esto es, de uno de los sujetos
de la consiguiente relaci�n, y as� no exista, legalmente hablando. Los

segundos, adem�s de que pueden realizar v�lidamente m�s de un


i
PRESCRIPCI�N
goo

acto (testar, hijos naturales, casarse, etc. : art. 131, 286,.


reconocer

3614, 'etc. ; y art. 10, 13, etc., de la ley de matrimonio), pueden


obrar en muchos otros, previas ciertas formalidades o autoriza
ciones (art. 284, y art. 10 y ss. del c�digo mercantil, etc.), y
aun quedar obligados naturalmente por sus actos propios (art.
515, inc. Io).
No se insista en la similitud verbal entre
incapacidad absoluta
y nulidad absoluta. Vayase al fondo del asunto, y se encontrar�
que la incapacidad absoluta es excluyente de toda personalidad. En
cambio, la relativa lo es tan s�lo en cierta medida: limita la capaci
dad y la personalidad, pero no la apaga. M�s aun: en el articula
55 se ecpripara (ya he dicho, n� 19, en qu� sentido) la incapacidad
del menor adulto con la de la mujer casada. Ahora bien, la incapa
cidad ele �sta s�lo puede ser alegada por ella o sus representantes
(herederos, marido, etc.). Tal es la regla en punto a nulidad rela
tiva: art. 1048. Y tal debe ser la conclusi�n anal�gica (art. 16)
respecto del menor adulto (cons. Segovia, I, 23, n. a).
1007. Momento inicial. La prescripci�n corre, bien enten

dido epie con relaci�n a los menores y a sus derechohabientes, desde


la mayor edad.
Se supone con ello que el menor est� entonces en condiciones
de poder ejercitar con eficacia sus derechos.
De consiguiente, la emancipaci�n por el matrimonio no equivale
a la mayor edad, y nada influye sobre ese c�mputo. No deja de
entra�ar esto una antinomia legal, ya que el emancipado debiera
tener derechos al respecto en la medida de su capacidad (art, 134-5).
Advierto que la emancipaci�n comercial es completa, en los l�mites
del respectivo negocio (art. 12 del c�d. mercantil), y con raz�n.
Es de observar que la Suprema Corte ha aplicado este art�culo,
con relaci�n a los menores, en un fallo (76, 243) en que, adem�s, ha

estudiado la respectiva prescripci�n bajo el derecho anterior al c�


digo ; y que en el fallo del tomo 91, p�gina 397, el mismo tribunal
ha resuelto, si bien en virtud de principios que no admito, pues el
precepto es general y no autoriza distinciones, que esa prescripci�n
bienal no se aplica a la nulidad de la enajenaci�n de inmuebles per
tenecientes a menores y no hecha en nombre de �stos.
4o Incapaces bajo c�ratela. indispensable la

1008. No es

c�ratela actual. En cuanto a los � incapaces bajo c�ratela � (de


mentes, sordomudos que no saben darse a entender por escrito, etc.),.


la ley se presta a un equ�voco que no responde a su esp�ritu. No es
menester que tales incapaces est�n efectivamente bajo c�ratela: se
trata, ele los que se hallan en condiciones de estarlo, aunque realmente
684 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

lio lo est�n.
De otra suerte resultar�a que el incapaz que no tuviera
curador actual, en el momento en que realizara, un acto jur�dico (me
jor dicho; �contrajera una obligaci�n�, como reza la ley), no de
biera ser comprendido en nuestro precepto; por donde la prescrip
ci�n, que tendr�a que ser la ele diez a�os, correr�a desde la fecha del
acto (art. 3956), por lo mismo que tampoco ser�a aplicable el art�culo

3966, que expl�citamente se refiere a los incapaces � que se hallen


bajo una c�ratela �.
1009. Incapacidad judicialmente declarada. Considero que �

si la incapacidad ha sido declarada, la incapacidad absoluta que en


el caso cuadra (art. 54, inc. 3o a 5o), da margen, como en el supuesto
de los menores imp�beres, a una nulidad absoluta. En tal caso no
hay prescripci�n, pues no hay acto ni, por tanto, derecho pres
criptible.
Pero admito una obtemperaci�n. Estos incapaces pueden ser
perfectamente capaces en el hecho : es un demente con intervalo
l�cido, es un sordomudo que llega a saber darse a entender por escri
to, es un ausente declarado que reaparece. De ah� que proceda la
contraprueba respecto de esa presunci�n legal, como autoriza el
mismo c�digo en punto a testamento (art. 3616, inc. final).
Tal obtemperaci�n no cabr�a con relaci�n a los menores im
p�beres, que jam�s podr�an realizar un acto, o contraer una obli
gaci�n, en las condiciones, psicol�gicas y legales, de capacidad de un
demente mejorado o de un sordomudo que alcanza a saber ex
presarse.
1010. Momento inicial. �

El momento inicial de la prescrip


ci�n queda fijado a partir de aqu�l en que el incapaz � sale � de la
c�ratela.
La ley se coloca el supuesto legalmente ordinario, que segu
en

ramente no concuerda con el pr�cticamente ordinario: de que el


-

demente o bajo c�ratela. En tal caso no hay nada


sordomudo est�
de m�s sensato que su disposici�n.
Pero si el incapaz no est� bajo c�ratela, tal raz�n no existe y el
precepto resulta inaplicable. De ah� que, en este supuesto, la pres
cripci�n deba correr de acuerdo con los principios: desde la fecha
del acto (art. 3956), ya que ninguno de los art�culos relativos a la
suspensi�n de la prescripci�n contempla el caso, y a menos que una
como enfermiza sensibler�a en favor de los derechos individuales,

que ya he condenado m�s arriba (n� 925), noquiera extender anal�

gicamente disposiciones como la del art�culo 3966, o hacer entrar en

juego lo excepcional del art�culo 3980.


C. Acci�n pauliana. �
1011. Principio y aplicaciones del
PRESCRIPCI�N
6S5

mismo. �
La acci�n
pauliana se prescribe en un a�o, � contado des
de el d�a en que el acto tuvo lugar (se realiz�), o desde cpie los acree
dores tuvieron noticia del hecho� (art. 4033).
El precepto es claro. De ah� que basten pocas observaciones, cpie
ser�n eminentemente jurisprudenciales. -

Desde luego, en los fallos siguientes se tiene aplicaciones de su


disposici�n de fondo: C�m. civ, 71, 202; 169, 324; C�m. civ. 2a en
G. F., 18|IX|917.
La C�mara comercial ha resuelto que el t�rmino de un a�o
permanece inalterado aunque haya mediado clemanela judicial (22,
204). Es lo conforme a derecho (n� 941), y lo epie dicho tribunal
siempre consagraba, con buen tino, en situaciones as�.
1012. Momento inicial. Como se ve, el c�digo lo indica en

dos formas: o el del d�a del acto que se quiere revocar, o el del d�a
en epie los acreedores tuvieron noticia del mismo.
Sostengo, como siempre, que el
primer momento es el ordinario :
de ah� que la acci�n intentada despu�s de un a�o de realizado el acto,
est� prescrita. Si los acreedores pretenden que no lo han conocido
sino con posterioridad, tendr�n que probar ese momento especial v
es lo que he sentado en la norma general del n�mero 919 y en las

especiales del n�mero 920, lo que se ha resuelto m�s de una vez


(C�m. civ, 95, 208; 96, 207; 145, 289; etc.), y lo que, m�s o menos
impl�citamente, lse ha consagrado en otros casos (S. C, 56, 428; C�m.
civ, 103, 25; etc.).
Y, tambi�n como siempre, afirmo que la acci�n deducida despu�s.
de diez a�os de efectuado el acto que se quiera revocar, queda del
todo prescrita, pues la prescripci�n decenal absorbe cualquier otra,
por donde poco importar� que los acreedores hayan conocido la exis
tencia del acto al d�a siguiente ele esos diez a�os (n� 921).
D. Delitos y cuasidelitos. �
Io Se trata de cualquier acto

extracontractual. �
1013. Principio, �

Nos queda, finalmente,


una disposici�n nada f�cil : la del art�culo 4037, que sujeta a la pres

cripci�n anual la acci�n por injuria o calumnia, as� como, en gene


ral, la de reparaci�n del da�o causado por animales � o por delitos
o cuasidelitos �.

Ante todo, hay que precisarla.


Los conceptos � delito � o � cuasidelito � pueden tener en la ley
dos sentidos: uno general, en cuya virtud todo aqu�l que proceda
con intenci�n da�osa o incurra en culpa, medie o no un contrato,.
comete un delito o un cuasidelito, respectivamente; otro especial, en

cuyo m�rito s�lo hay delito o cuasidelito en los actos extracontractua-


les en que medien dicha intenci�n o dicha culpa.
'686 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

No cabe duda de que el acto realizado con intenci�n dolosa o


con negligencia, no es m�s ni menos il�cito fuera de un contrato que
dentro de �l. En cualquiera de ambas situaciones existe la violaci�n
de obligaciones, contractuales legales, de buena fe, de honestidad,
o

etc. Es lo que he procurado demostrar m�s arriba (n� 113), a prop�


sito de la necesaria unidad de toda culpa.
Pero aqu� no se trata de eso, de lo que debi� ser, sino de otra
cosa, de lo que es. En el c�digo s�lo se habla de delito fuera de todo
contrato, y casi como en oposici�n a �ste : art�culo 499 y su nota,
as� como la nota a del codificador al t�tulo De las obligaciones en ge
neral, y art�culos 1066 y siguientes, 1107, etc. ; y las mismas reglas
de los art�culos 901 y siguientes, que parecer�an comunes a cualcpiier
acto il�cito, han sido especialmente ampliadas y concretadas en pun
to a delitos (art. 1073 y ss.), a cuasidelitos (1108 y ss.), y a la culpa
contractual (art, 511 y ss. y 519 y ss.).
De consiguiente, la acci�n de � da�os � contemplada en nuestro
art�culo 4037, no comprende los da�os e intereses (p�rdidas e inte
reses, etc.) que puedan nacer de un acto jur�dico. Es lo que tambi�n
resulta de la fuente del art�culo (Goyena, art. 1976), as� como de
las fuentes de este �ltimo, que Goyena cita en el respectivo comen
tario (el c�digo de Luisiana, y sobre todo la ley de Partidas a crue
-alude el codificador en su nota a nuestro precepto, que habla de
� deshonrra � y del �tuerto� consiguiente).

1014. Jurisprudencia favorable. Por eso considero ajustada


a derecho la jurisprudencia que excluye de este art�culo 4037 la

acci�n por da�os e intereses contractuales, o, m�s en general, los


da�os y perjuicios que no obedezcan a un delito o a un cuasidelito:
S. C, 97, 137 (a prop�sito de los da�os e intereses por incumpli
miento y violaci�n de un contrato de arrendamiento) ; 116, 288;
etc. ; C�m. civ. 54, 211 (respecto de los da�os y perjuicios emergen
tes de un desalojo que luego fu� judicialmente declarado ilegal, y
-en raz�n de que el auto que ordena el desalojo no entra�a ni un

delito ni un cuasidelito : cons, a prop�sito, los fallos afines del mismo


tribunal, 166, 334; 167, 21; 170, 273; 174, 285; 182, 30) ; C�m. com,
28, 359 ; 62, 258 (en ambos fallos se. trata de los da�os e intereses por
incumplimiento o mal cumplimiento de un transporte terrestre, cuyas
� acciones �, as� en general, no est�n sujetas a prescripci�n especial

de ninguna especie, si se omite casos sueltos de caducidad, como los


de los art�culos 183, 200-3 del c�digo comercial, por donde encuadran
en la prescripci�n decenal ordinaria) ; en G. F'., XII 1 917, 349 (en

este caso se trataba del incumplimiento de un contrato) y 21|V�I[

516, y en 3. A., III, 262 (indebida distribuci�n de dividendos por


PRESCRIPCI�N
687

los liquidadores de unasociedad) ; C�m. civ. Ia en 3. T III � 912,


.,

139; en G. F .,XII|917, 261 (tambi�n se trataba, de incumplimiento


de contrato) ; C�m. civ. 2a en R. L. 3., VI, 865 (indemnizaci�n debida

por el cedente de derechos hereditarios al cesionario epie resulta ex

cluido de la sucesi�n) ; etc.


1015. Jurisprudencia adversa. �

Debo observar que no ad


mito un fallo de la C�mara civil
(128, 229), seg�n el cual la acci�n
por los da�os y perjuicios correspondientes a las inconiQdidades cau
sadas por un establecimiento industrial, tampoco entra en nuestro ar
t�culo 4037.
Aunque la instalaci�n de tal establecimiento haya sido debi
damente autorizada por la municipalidad, el da�o no emerge me
nos, en nuestras leyes, de la culpa del correspondiente due�o, cpie
nada ha contratado con el damnificado, que pudo instalarse en otra
parte, que pudo adoptar precauciones mejores, etc. Tan cierto es

ello que el c�digo expl�citamente esa acci�n (art. 2619).


consagra
Hay all� un acto extracontractual y culpable, que, hasta por defini
ci�n, es un cuasidelito (art, 1108 y sus concordantes), y cpie, por lo
mismo, cabe literalmente en dicho art�culo 4037.
Menos puedo aprobar otro. fallo de la C�mara civil (150, 465)
seg�n el cual la acci�n de da�os y perjuicios subsidiaria de una ac
ci�n reivindicator�a, contra la municipalidad, por raz�n de una tor
peza o un abuso de �sta, no encuadra en el art�culo 4037, y queda
sujeta a la prescripci�n decenal. La acci�n es evidentemente delic
tual, esto es, seg�n los principios sentados precedentemente, nace
de un acto il�cito extra�o a cualcpiier contrato.
1015 a. Conclusi�n. En s�ntesis

(y dejando de lado los


fallos en que se ha aplicado el fondo del art�culo : S. C, 50, 13 ; 70,
355 ; 95, 322 ; C�m. civ, 24, 84 ; 25, 421 27, 214 ; 50, 204 ; 111, 233 ;

113, 42 ; 129, 284 ; 139, 350 ; 145, 5 ; 169, 137 ; 171, 46 ; 196, 310 ; etc. ;
C�m. com. en G. F'., 25|IX|918; etc.), la responsabilidad que se con
trae por una demanda ilegal no entra en este art�culo, si esa demanda
se funda en un contrato, sea ella ele desalojo, como en los casos

antes citados, sea de escrituraci�n reclamada por el cedente en su


favor y en perjuicio del cesionario (S. C. B. A., VII, 10, 290), sea
de cualquier otro orden (C�m. civ, 182, 30; etc.).
No porque medie al efecto la circunstancia, que se ha adu
cido m�s de una vez, ele que la sentencia que ordene el desalojo o
condene a la escrituraci�n o al pago que resulten ilegales, no es
un acto il�cito, sino porque la acci�n ha derivado de un contrato,

por mucho que haya derivado mal. En otros t�rminos, el t�tulo del
damnificado no nace de la sentencia que lo ha condenado, sino de
688 EXTINCI�N DE LAS OBLIGACIONES

la acci�n de su demandante y actual deudor, ya que la sentencia


se ha limitado a consagrar la pretensi�n de �ste.
De ah� que cualquier incumplimiento contractual o cualquier
activa violaci�n contractual, queden fuera de nuestro art�culo y se
rijan por los principios generales que ata�en a los contratos, y que
en el caso se concentran en el art�culo 4023 sobre la
prescripci�n
decenal.
La acci�n de desalojo y la acci�n ele cumplimiento contractual,
para atenerme a lo t�pico, nacen del respectivo acuerdo volitivo (art..
505 y ss, 1204, 1610, etc.). La acci�n deducida en tal virtud podr�
ser ilegal, pero no por eso es menos una acci�n fundada en el con

trato.
Otra cosa ser�a si se dedujera una acci�n so pretexto o con-

motivo de un contrato, de suerte que no tuviera en �ste su causa

eficiente y generadora, sino apenas su ocasi�n o su mera apariencia..


En tal caso no se tratar�a de una acci�n contractual sino de un.
verdadero acto il�cito, y el imperio del art�culo 4037 ser�a indu
bitable. Es lo que ocurre enuna repetici�n ele pago. Es lo que pasa--

r�a con el transportador que substrajera las cosas transportadas.


La verdad es que el distingo supone tino para no confundir
lo que sea causa con lo que resulte simple motivo u ocasi�n. Las-
circunstancias, y la consiguiente prueba, ser�n decisivas. Al in
t�rprete le basta con apuntar el principio : su aplicaci�n le es inme
diatamente ajena.
2o Momento inicial. �

1016. Es en principio el del acto. �

Nada se dice c�digo sobre el comienzo de esta prescripci�n.


en el
Debemos atenernos, as�, a los principios generales (n� 919 y ss.). De
ah� que la prescripci�n corra desde el momento del hecho : C�m. fed,,
4, 417 ; C�m. civ, 80, 49 ; C�m. civ. Ia en R. L. 3., VII, 269, y en 3.
A., III, 368 ; S. T. Tucum�n en R. L. 3., III, 678 ; C�m. 2a La Plata
en R. L. 3., VIII, 266 ; etc.

Sin embargo, varios fallos han sentado que el t�rmino empieza a


correr desde que el actor conoci� el hecho (S. C, 56, 428; etc.; C�m.

civ, 52, 54 ; 162, 431 ; C�m. civ. Ia en R. L. 3., VII, 292 ; C�m. civ. 2a
en G. F.,
3|X|917, y en 3. A., I, 687 ; S. T. Tucum�n en el fallo que
acabo de citar, donde se admite alternativamente el momento del he
cho o el momento de su noticia). Lo que es igual, por lo menos en el
fondo, tambi�n se ha sentado que no corre sino desde cuando el per
judicado ha podido apreciar las consecuencias nocivas del hecho
(C�m. com. en G. F XII 1 917, 251).
.,

�Es ello legal? No lo creo. No s�lo no existe disposici�n propia


en tal sentido, sino que tampoco la hay con car�cter general. Los
PRESCRIPCI�N
689

preceptos favorables a tal punto ele vista son contados y bien par
ticulares (art. 4030-3-4, etc.).
tanto, s�lo mediante la aplicaci�n del art�culo 3980,
Por lo

y siempre que se pruebe la � dificultad o imposibilidad de hecho � del


actor, as� como la diligencia del
mismo, una vez libre de trabas,
cosa que deber� establecerse clara y categ�ricamente en cada caso,
ya que se impone al respecto el criterio restrictivo que nace del
car�cter de la prescripci�n (n� 904 a) y de lo excepcional de dicho
art�culo 3980 (n� 926) ; s�lo entonces cabr�a dilatar el momento ini
cial con relaci�n al de la noticia que el actor haya tenido o debido, �

o podido tener �

del hecho y del da�o.


Aun as�, la prescripci�n decenal debe absorber todo, de suerte
que si el interesado no ha conocido el da�o dentro de los diez a�os de

producido el hecho il�cito, su acci�n se encontrar� plenamente pres


crita (n� 921).
1017. Ese principio no cambia aunque medie contienda ju
dicial. Parece mentira que sea menester insistir acerca de esto:

nuestros tribunales han llegado a sentar que cuando media pleito,


la responsabilidad por el hecho il�cito no existe sino a partir de la
respectiva sentencia. As�, la C�mara civil ha sentado que en materia
de responsabilidad solidaria, la prescripci�n no corre sino desde la
sentencia que haya establecido tal solidaridad (65, 263) ; que la
responsabilidad por un embargo luego declarado ilegal, no se pres
cribe desde la fecha del embargo sino desde la terminaci�n del juicio
en que ese embargo fu� decretado (124, 196), o bien desde la fecha

de la sentencia que despu�s declar� la ilegalidad del mismo (162,


88). Esto �ltimo tambi�n ha sido sentado por la C�mara comercial
en un fallo nada antiguo (I, 276), y por la C�mara civil 2a en
R. L. 3 I, 31 ; v�ase, a prop�sito, el criterio an�logo de la C�mara
.,

comercial en un caso que figura en el Bolet�n judicial, n�mero 6468.


No tengo por qu� rebatir semejante punto de vista, pues ya lo
he hecho m�s de Me bastar� apuntar : en cuanto a la soli
una vez.

daridad, que �sta mal puede nacer de sentencia alguna, por lo mismo
que los jueces no pueden declarar solidaridad que no preexista en
una disposici�n de ley o en una convenci�n (n� 493) ; que se concibe

que la prescripci�n embargo ilegal no corra sino a


en el caso del
partir de la terminaci�n del juicio en que se lo decret�, siempre que
en el juicio hayan mediado los actos interruptivos, debidamente noti

ficados al interesado, de que he hecho m�rito en el n�mero 941,


pero no cabe decir lo propio acerca de ese momento inicial que se

quiere trasladar a la sentencia que declara la ilegalidad del embargo,


pues no se puede declarar ilegal un embargo que efectivamente no

Colmo, Oblig. �

T. I. 44
690 EXTINCI�N. DE LAS OBLIGACIONES

lo sea, por donde la preexistido a la sentencia. En


ilegalidad ha
s�ntesis, y de acuerdocon lo sentado antes (n� 919) : desde que
hay
violaci�n, hay derecho ; desde que hay derecho, hay acci�n ; desde
que hay acci�n, hay prescripci�n en curso. Es lo que alguna vez se
ha resuelto: C�m. civ, 80, 49.
1018. Esta prescripci�n anual no cambia porque medie sen
tencia. Lo que es peor es que el criterio que vengo criticando

se hace sentir en otras formas conexas.


As�, la de que la sentencia es como un Jord�n lus-
preconcepci�n
tralizador que todo renueva y cambia, ha sido extendida al caso.
En su virtud se ha fallado que la acci�n anual del art�culo 4037

desaparece cuando se demanda en juicio y se obtiene sentencia favo


rable, pues entonces media la actio judicati que s�lo se extingue en
el t�rmino decenal ordinario (C�m. civ, 165, 68).
No discuto el punto, pues nada tengo que agregar a lo dicho en
la debida oportunidad general (n� 942 y ss. ; Glasson, I, 577 ; Japiot,
153 a 7 y 623 a 5).
3o Interrupci�n. �

1 01 9. No la hay en la simple presentaci�n


de la demanda. �
No tengo muchas observaciones que hacer con res

pecto a la interrupci�n de la prescripci�n.


Prescindo de fallos enpretende que la simple inter
que se

posici�n de la demanda basta para interrumpirla (C�m. civ, 153,


123), pues ya he analizado el asunto (nos 936-7) en su -faz general.
1020. Tampoco la hay en la demanda criminal. Pero aplau �

do otros fallos, bastante sostenidos, del mismo tribunal, en que se sos


tiene, y con raz�n, que la demanda criminal no interrumpe la pres
cripci�n sobre la responsabilidad civil (124, 36 y 134; 141, 397; 154,
103; 200, 304; C�m. civ. Ia en R. L. 3., VII, 269; etc.), aunque el
interesado haya dejado a salvo en el juicio criminal su derecho por
esto �ltimo (175, 414). Se trata de dos juicios independientes (art.

1096), que pueden ser deducidos,, aunque no resueltos, sin subordi


naci�n alguna (art. 1101).
Creo, con todo, que en este �ltimo supuesto no hay que entender
las cosas literalmente.
Esa importa una notificaci�n al deudor de que el acree
reserva

dor mantiene vivo su derecho, entra�a una actividad o gesti�n para


la conservaci�n de su derecho. Y es sabido (n� 934) que la pres
cripci�n queda interrumpida ante cualquier acto del acreedor que
implique circunstancias as� (intimaciones extra judiciales, gestiones
privadas para el pago, etc.). .

Si pues, tal reserva, o cualquier otro acto an�logo, ha sido


efectivamente notificada al deudor, hay interrupci�n. Poco importa
PRESCRIPCI�N
691

que se la haga en un juicio criminal : lo incompetente del juez nada


induce contra las �demandas� interruptivas (art. 3987). Todo ser�
entonces, asunto de circunstancias. De ah� que los fallos citados,
sobre todo el �ltimo, deban ser entendidos convencionalmente: en
ouanto en el juicio criminal no quepa ver actos interruptivos con
relaci�n a la prescripci�n del derecho civil.
Hago constar que la C�mara federal ha sentado que la deman
da criminal interrumpe la
prescripci�n civil (9, 114), cosa cnie,
seg�n se acaba de ver, no es de aprobarse as� en general.
1021. Ni en la reivindicaci�n previa. Igualmente considero

errado el siguiente fallo de la Camera federal (Bolet�n judicial, n�


3949) : si la acci�n de da�os y perjuicios tiene como previa a la
reivindicator�a, y en �sta se ha reservado el acreedor su derecho por
los da�os, la prescripci�n no corre sino despu�s de terminada la
reivindicaci�n.
S�lo cabe admitirlo en cuanto dicha reserva implique un acto
interruptivo (de gesti�n, de notificaci�n, etc.: n� 934), y en cuanto
despu�s de ese acto interruptivo no haya transcurrido inactivamente
el a�o de ley. De otra suerte, bastar�a con la reserva para que el
juicio de reivindicaci�n, que puede durar un a�o como uno o dos
quinquenios, mantuviera vivo el derecho por los da�os, lo que ser�a
simplemente absurdo.
TERCERA PARTE

TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

1022. Esquema hist�rico. ��

Ya he dado las normas de fondo


(al explicar la novaci�n: n� 769 a 72) sobre la transmisi�n, activa y
pasiva, de las obligaciones.
Bastar�, pues, un resumen.
El derecho romano la ignor� durante bastante tiempo, si se

except�a, claro est�, la contenida en la sucesi�n hereditaria, que


deb�a abarcar, como abarcaba, cualquier derecho. Lo personal del
v�nculo obligatorio se opon�a a que la obligaci�n pudiera ser trans
mitida : el acreedor era tal s�lo respecto del deudor, y viceversa ; la
obligaci�n era menos un valor econ�mico que una sujeci�n personal
(recu�rdese lo de la prisi�n contra el que no pagaba, y aun lo de-
cortar en pedazos el cuerpo del deudor y lo de arrojarlos al T�ber,..

seg�n en las mismas XII Tablas se mandaba). Por eso mismo, cual
quier cambio en los sujetos implicaba la extinci�n de la obligaci�n
y la creaci�n de otra en favor del nuevo acreedor o en contra del
nuevo deudor. La consiguiente novaci�n era por tanto forzosa.
Poco a poco, y ante las exigencias de la misma vida (la novaci�n

implicaba la extinci�n de los accesorios : garant�as, privilegios, in


tereses, etc., adem�s de ser compleja; y los subsidios del adjectus o�
del adstipulator, n� 572, eran o previos o demasiado individuales y
diminutos), se lleg� a la cesi�n de derechos, mediante expedientes
que no' desvirtuasen la exterioridad de los principios : el cesionario,.
dir� para abreviar, no era tal, sino que se hac�a ceder las acciones
del cedente, que continuaba aparentemente como acreedor, y ven�a
a ser as� un procurator in rem suam (representante del acreedor en

cosa propia), vale decir, gestionaba un derecho legalmente ajeno en

su provecho personal (cons. Pothier, Tente, n� 551: t. I de la edici�n


TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES
693

Merlin, 412; Molitor, II, 1181 a 5; Wetter, Curso II, 348 y Obli
gations, I, 66, I y II ; Dernburg, Pandette, III, 47 y ss. ; Windscheid,
Pandette, II, 329; Girard, 732-3; Saleilles, Obligation, 74 y ss. ;
Diego y Guti�rrez, 141 y ss. ; Crescenzio y Ferrini, 395).
De ah� que dable afirmar que si bien los romanos han
sea
pre
parado nuestra actual cesi�n de derechos, no la han conocido
propia
mente como instituci�n espec�fica y propia, y han ignorado la trans
misi�n particular de las obligaciones, pues s�lo la han admitido den
tro del juego de la transmisi�n integral de un patrimonio por efecto
�de sucesi�n hereditaria.
Y cabe concluir que la verdadera elaboraci�n de la instituci�n,

particularmente en la faz de la transmisi�n pasiva de las obligacio


nes, es obra del derecho
posterior, sobre todo de las pr�cticas germ�
nicas (Saleilles, Obligation, 79 ; Diego y Guti�rrez, 233 y ss.) y de los
modernos jurisconsultos de Alemania.
1023. Importancia del asunto. No cabr�a negarla un minuto.

Lo ense�a la experiencia : no hay nada m�s frecuente que la transmi


si�n de un derecho, especialmente en su faz activa, por lo mismo que
.se lo hace jugar como una cosa, en cuanto, como ella, es un valor,

y en cuanto, de consiguiente, lo mismo que ella no tiene por qu�


variar. Y lo corona una reflexi�n bien somera: esa transmisi�n es de
lo m�s sencillo, pues sobra con el acto convencional, que se resuelve
en la mera substituci�n de
individuo por otro, con respecto a un
un

�derecho que permanece inalterado. Apenas si es menester, exacta


mente como en la transferencia de una cosa, una formalidad suple
mentaria (notificaci�n del deudor activa, adhesi�n
en la transmisi�n
del acreedor en la transmisi�n pasiva) que equivalga en su fondo a
la de la tradici�n de los objetos corporales o a la del registro de los
-derechos inmobiliarios.
Y las leyes deben exigencias de la vida, como
inspirarse en las
ha sido �sta del traspaso de los derechos, y adoptar los principios
que representen simplicidad de formas, econom�a de tiempo, expe-
clitez los actos, etc.
en

La instituci�n es hoy, pr�cticamente uni


por eso,' de derecho
versal: no s�lo responde a sanos principios, como se ver�, y como

cabe inducir de la circunstancia de que los sujetos de una obligaci�n


son lo secundario �sta, que m�s se caracteriza como valor econ�-
en

:mico que como relaci�n personal, por donde lo propiamente impor


tante en ella es la prestaci�n, lo objetivo de la misma; sino que
"tambi�n consulta ventajas de simplificaci�n, de intenci�n, etc., que
-benefician a todo el mundo y no perjudican a nadie.
1024. Concepto de la transmisi�n. �

Parece innecesaria la
694 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

definici�n respectiva, ante lo dicho: hay transmisi�n de derechos o>


de obligaciones siempre que un derecho o una obligaci�n pasen del
titular u obligado a otra persona, de tal suerte que �sta pueda
ejercer ese derecho en los mismos t�rminos en que pod�a hacerlo el
titular primitivo, o est� sujeta en iguales condiciones que el obligado-
originario. En otros t�rminos, hay transmisi�n siempre que un de
recho o una obligaci�n cambien de sujeto sin alterarse. De ah� que
haya transmisi�n, como ya se ha visto, en materia de pago con su
brogaci�n, en el contrato espec�fico de cesi�n, en la sucesi�n heredita
ria, etc. Y de ah� que la transmisi�n sea una instituci�n de car�cter
general, que se refiere a cualquier derecho, sea creditorio o real, sus
ceptible de enajenaci�n (no inherente a la persona, etc.). M�s aun,.
con relaci�n a los meros derechos creditorios, la transmisi�n es algo*

mucho m�s amplio que la cesi�n, que es una especie de ella, lo propio
que la subrogaci�n, etc., y requiere, por lo mismo, consideraci�n
general que consulte ese car�cter. Es lo que explica que en los.
c�digos contempor�neos, como el alem�n, el suizo de las obligaciones-
y el brasile�o, se la contemple en tal sentido, por m�s que se tome
como tipo su especie m�s importante, cual es la de la cesi�n.

1 024 a. Bibliograf�a.�

Es riqu�sima. En los autores franceses,.

italianos, espa�oles, etc., se la encontrar� a prop�sito de la compra


venta, pues en los respectivos c�digos no se conoce m�s que la cesi�n
de derechos, que, adem�s, figura como simple cap�tulo del expresado*
contrato, al extremo, de que los tratadistas de obligaciones en general
la ignoran aun dentro de tal limitaci�n. Es lo que pasa con Beudant,,
con Lomonaco, etc. Ya no ocurre lo propio en los autores m�s mo
dernos, que han dado cuerpo independiente y unidad total a las dos
cesiones, seg�n puede verse, por ejemplo, en Valverde (III, 153 y
ss.), en Crescenzio y Ferrini (loe. cit.), etc. Lo mismo hay que de
cir de los romanistas, malgrado el ejemplo en contrario que ya diera
Mackeldey (333 y ss.), seguido por los contempor�neos: Molitor, II,
1181 y ss. ; AVetter, Curso, II, 348 y ss, y Obligations, I, 66 y ss. ;
Sohm, 87 ; Girard, 731 y ss. ; etc.
Puede consultarse, entre muchas otras obras, las siguientes : Tro

plong, De la vente, II, 877 y ss. ; Demante y Colmet de Santerre, Vil,.


133 y ss. ; Aubry y Rau, IV, 359 ; Guillouard, De la vente et de
V�change, II, 737 y ss. ; Huc, X, 203 y ss, y su tratado especial De la
cession et de la transmissi�n des cr�ances, 1894, 2 vol. ; Baudry r

XVII, 748 y ss. ; Crome, Teorie fondamentali, 21; Zachariae-Cromer


II, 339; Planiol, II, 389 y ss. ; Colin y Capitant, II, 164 y ss. ; Gior
gi, VI, 44 y ss. ; Ricci, VII, 254 y ss. ; Rossel, 227 y ss. ; Schneicler y
Fick, I, 295 y ss. ; Bevilaqua, IV, 225 y ss. ; etc.
CESI�N DE CR�DITOS

CAP�TULO I

CESI�N DE CR�DITOS

SECCI�N Ia

ELEMENTOS

I. Prenociones. �

1025. Concepto. �

Nuestro c�digo s�lo le

gisla espec�ficamente la cesi�n, a la cual mira como uno de los diver


sos contratos, como tambi�n hiciera el mismo Freitas, junto con la
sociedad conyugal (err�neamente mirada como un contrato, cuando
es todo un r�gimen legal), la~ compraventa, etc.
De ah� su definici�n del art�culo 1434: Habr� cesi�n de cr�dito (,)
cuando una de las partes se obligue transferir
a a la otra parte el
derecho que le compete contra su deudor, entreg�ndole el t�tulo del
cr�dito, si existiese.
1026. Amplitud. Pero su aplicaci�n extensiva o anal�gica

a los dem�s actos particulares de transmisi�n, no puede ser dudosa :

(l�)se trata de la transmisi�n m�s frecuente, y as� t�pica, que por


tanto da la pauta, lo acredita la circunstancia de que el mismo
como

c�digo le asimile otras formas de transmisi�n (art, 769, 780, etc.) ;

(2�jel art�culo 16 no tiene por


qu� no ser aplicado.
Hay algo m,�s importante que esto sobre el alcance de la cesi�n
legislada. Si nos atenemos al encabezamiento del t�tulo y a la defi
nici�n legal, que expresamente hablan de cesi�n �de cr�ditos�, y si
contemplamos la inmensa mayor�a de los cincuenta art�culos consa
grados a la cesi�n legislada, que repetidamente se refieren al cr�dito,
cabr�a concluir que s�lo se mira los derechos creditorios.
Considero, sin embargo, que no es tal la soluci�n que cuadra.
Los art�culos 1441-4-5-7-9 a 53, particularmente el art�culo 1444,
est�n demostrando que se alude a cuahqu�CT_derechq cesible o enaje
nable, sea creditorio o real. Y la verdad que no hay por qu� distin
guir. relativo, ejercible contra alguien (un usufructo,
Todo derecho
una servidumbre, una hipoteca, una reivindicaci�n, etc.), se encuen

tra en igual pie jur�dico: es un valor contra un obligado o res


ponsable. Lo que es cierto es que el derecho m�s com�nmente relativo
es el creditorio, por donde se explica que el c�digo lo contemple prefe-

dem�s, tal es la soluci�n expresa del c�digo ale


-

rentemente. Por lo
m�n (art. 413), seguida por el c�digo brasile�o (art. 1078) ; y en el
c�digo suizo se llega a legislar, lo mismo que en el alem�n, la cesi�n
696 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

contractual de patrimonios enteros


(art. 181). En el peor de los
supuestos, y como tengo advertido, la aplicaci�n anal�gica de tales
principios a los derechos no creditorios, habr�a sido de rigor (citado
art. 16).
II. Derechos cesibles. �

A. �

1027. Principio.�

En cuanto
a los derechos que pueden ser objeto de cesi�n, el c�digo desciende a
un casuismo bien inc�modo e in�til. Habr�a sobrado con se�alar
aquellos que no pueden serlo, para que as� se estuviera dentro de la
regla de que est� permitido todo cuanto no est� prohibido (art. 953
y 1167 a 9).
Bastar�, pues, con reproducir las disposiciones relativas a los
derechos cesibles.
Todo objeto incorporal, todo derecho y toda acci�n sobre una

cosa que se encuentra en el


comercio, pueden ser cedidos, a menoSt
que la causa (no) sea contraria a alguna prohibici�n expresa o impl�
cita de la ley, o al t�tulo mismo del cr�dito (art. 1444, en el cual
habr�a sobrado con decir � todo derecho �, pues en ello se comprende
el objeto incorporal y la acci�n, as� como lo de lo l�cito de la causa).
Los cr�ditos condicionales (,) o eventuales, como los cr�ditos exi
gibles, los aleatorios, a plazo, o litigiosos, pueden ser (el) objeto de una
cesi�n (art. 1446, que nada agrega al concepto de bienes o derechos
del art. 2312 ; cons. sobre cesi�n aleatoria, nota jurisprudencial de B.
Brugi en R. D. Comm., XVII, 101).
Conviene apuntar, a prop�sito, un fallo de la C�mara civil Ia
(G. F'., V|916, 58), seg�n el cual la cesi�n de una promesa de venta,
cuando no se ha pagado ninguna cuota por el cedente, es nula (se
trataba de una venta de tierra p�blica, que tiene r�gimen propio : ley
4167, art. 33 del respectivo decreto reglamentario).
Observo, respecto de la doctrina o del principio general de ese
fallo :(j3 qne la cesi�n indicada no es nula, pues la promesa
de venta entra�a un derecho, por lo mismo que dimana de una
convenci�n que lo produce, por donde estamos en las normas comu
nes
(2$ que puede ser nula si es dolosa, etc., pero no porque se refiera
a una simple promesa ;C3�J que, aun fuera de supuestos que anulen

la convenci�n de cesi�n, como los aludidos, �sta puede ser ineficaz,


porque la convenci�n es bilateral, y porque as� el eventual compra
dor es no s�lo acreedor del eventual vendedor, sino tambi�n su deu
dor, por lo cual la cesi�n entra�a la transferencia de derechos y de
obligaciones, y en raz�n de que la transferencia de una obligaci�n
supone siempre la aquiescencia del acreedor, sea que la transmisi�n
entra�e novaci�n (como se ha visto, n� 764), sea que no la entra�e
(como se ver� m�s adelante: n� 1098).
CESI�N DE CR�DITOS
697

Los derechos sobre futuras, como los frutos naturales o


cosas

civiles de un inmueble, pueden igualmente ser cedidos con anticipa


ci�n (art. 1447).
.

Tampoco tenemos aqu� nada de nuevo con relaci�n a los prin


cipios. Se trata de derechos comunes.
Y resulta inexplicable, ante esos dos preceptos, un fallo de la

Suprema Corte de Buenos Aires (VII, 4, 349), seg�n el cual es


nula la cesi�n de derechos eventuales sobre objetos particulares.
Pueden tambi�n cederse los cr�ditos que podr�an resultar de
convenciones aun no concluidas, como tambi�n los que resultaren de
convenciones ya concluidas (art. 1448, en que se repite no s�lo los
principios de fondo, sino los especiales antes consagrados : los cr�ditos
que correspondan a convenciones no concluidas son futuros o aleato
rios, y ya se ha hablado de ellos en los art. 1446-7 ; y los que dimanen
de convenciones concluidas son exigibles, y de ellos se han ocupado
'
los art. 1434-44 y 6).
B. Excepciones. �

1028. Derechos inherentes. �

Los dere
chos no varios preceptos del c�digo o de
cesibles est�n indicados en

leyes especiales. Comencemos por los del c�digo.


Las acciones fundadas sobre derechos inherentes a las personas,
o quecomprendan hechos de igual naturaleza, no pueden ser cedidas
(art. 1445). Concretamente, los derechos inherentes no pueden ser
cedidos: ni las acciones son algo propio, sino el derecho mismo; ni
hay, jur�dicamente, hechos que no sean derechos, pues la antinomia
carece de sentido y la sinonimia resulta por eso in�til. Pero aun as�
no conocemos nada de nuevo: art. 498, 1195-6, etc. La disposici�n

pudo, entonces, ser omitida.


1029. Alimentos. puede cederse el derecho a alimentos

No

futuros; ni el derecho adquirido por pacto de preferencia en la com


praventa (art. 1453). Aparte el maridaje imposible entre los ali
mentos y el pacto de preferencia, cabe se�alar : /�) que ya he expli
cado por qu� a mi juicio se excluye, con raz�n, el derecho sobre ali
mentos devengados (n� 804) ;f�)que en el art�culo 1396 se hab�a esta
blecido ya. la prohibici�n respecto del pacto mencionado^0 que, no
revistiendo ese car�cter, personal o inherente, los pactos afines de
ellos ser
rrtrpyenta^de^ reventa y de mejor comprador, pueden
cedidos (art. 1386-91-6)7"
1030. Otros derechos alimentarios. Es prohibida la cesi�n

de los derechos de uso y habitaci�n, las esperanzas de sucesi�n, los


montep�os, las pensiones militares o civiles, o las que resulten de
reformas civiles o militares, con la sola excepci�n de aquella parte
que por disposici�n de la ley(,) pueda ser embargada para satisfacer
698 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

obligaciones (art. 1449). Este precepto es simple consecuencia o


aplicaci�n del que fulmina la cesi�n de los derechos alimentarios (art.
1453), pues en todos los supuestos a que en �l se alude (con la �ni
ca excepci�n de las sucesiones
futuras, a cuyo respecto se tiene ya
la prohibici�n general del art�culo 1175), se trata de cr�ditos de
ese car�cter. Por lo dem�s, los art�culos 2959-63 repiten la prohi
bici�n en materia de derechos de uso o de habitaci�n, y la ley 9511
estatuye acerca de la proporci�n, variable progresivamente, desde
el 5 por ciento hasta el 25 por ciento, en que pueden ser embargados
los sueldos y pensiones superiores a 100 pesos mensuales, con lo cual
se ha modificado las disposiciones hasta entonces vigentes de las

leyes respectivas: de pensiones militares (n� 4707), y de pensiones t

y jubilaciones civiles (n� 4349).


Finalmente, cabe apuntar dos cosas : Io que por aplicaci�n ana
l�gica del art�culo 1453, que s�lo excluye los alimentos � futuros �,
hay que entender que nuestro art�culo se refiere a las pensiones,
etc., que sean futuras, pues s�lo entonces tienen car�cter alimentario,
como ya se ha resuelto (C�m. civ, 96, 235) ; 2o que el poder irrevo

cable para el cobro de pensiones as�, es una cesi�n disimulada, y


por eso nulo (C�m. civ. 2a en G. F V| 916, 266; C�m. com. en 67. P'.,
.,

20 1 IX 1 916), sin perjuicio de que lo contrario resulte de las circuns


tancias o pueda ser probado por el apoderado.
1031. Derechos excluidos en leyes especiales. Hay que re �

cordar, a prop�sito, m�s de una ley especial que contiene disposicio


nes afines con la de este art�culo. De entre las m�s notorias o inte
resantes, la ley 9688, sobre accidentes del trabajo, que declara total
mente incesible la indemnizaci�n que corresponda ; y la
en tales casos

ley 10.241, del hogar, cuyo art�culo 2o estatuye lo propio respecto del
hogar. Lo primero se explica con facilidad : el obrero ser�a v�ctima,
por raz�n de su pobreza o de su apremio, de los especuladores, que
le comprar�an su derecho por bien poca cosa. Y lo segundo obedece
a la circunstancia de que el hogar es una necesidad fundamental pa

ra el obrero rural ( de eso se trata : del hogar rural ) sin contar su ,

utilidad para la poblaci�n de nuestros desiertos, para la intensifica


ci�n de nuestras industrias madres, etc. ; por donde, y en raz�n de
implicar un acto gracioso por parte del gobierno, as� como una fun
ci�n de � amparo � de la familia argentina, seg�n se dispone en el
art�culo Io de la misma ley, resulta un elemento, el elemento, de vida,
en el n�
y encuadra as� m�s bien en el art�culo 1449, transcrito
mero 1030.
III. Sujetos del contrato. �
A. �

1032. Principio. �
En
los art�culos 1439 a 43, as� como en los art�culos 1450 a 2, se establece
CESI�N de cr�ditos
699

lo relativo a las personas quepueden ser cedentes o cesionarias. Cabe


al respecto una observaci�n an�loga a la sentada respecto de los
derechos cesibles o incesibles : habr�a bastado con decir qui�nes no

pueden serlo, ya que la


capacidad se presume y no tiene as� por qu�
ser expresada a cada paso (art, 52 y 1160). En vez de ello, se ha des
cendido a toda una prodigalidad legislativa, en que no s�lo se repite
el principio aludido, sino que se llega a repetir preceptos particula
res consignados uno o dos art�culos antes.

El art�culo 1439 da la pauta, innecesaria por lo dem�s, acerca


de las personas que pueden celebrar el contrato de cesi�n : Los que
pueden comprar y vender, pueden adquirir y enajenar cr�ditos por
t�tulo oneroso, no habiendo ley que expresamente lo prohiba.
De consiguiente, la regla es, como siempre, la de la capacidad;

puede vender quien sea capaz ele disponer de sus bienes, como puede
comprar quien sea capaz de obligarse (art. 1357).
De ah� que las incapacidades tengan que ser interpretadas res
trictivamente- ( odia sunt restringenda!), esto es, limitadas al supues
to expl�citamente legislado.
Y de ah� que, seg�n se ha resuelto (C�m. civ, 168, 325), un

abogado pueda ceder su honorario al procurador que con �l ha inter


venido en el juicio en que dicho honorario fuera devengado. No hay
disposici�n civil que prohiba tal cesi�n, ni a ella se opone el art�culo
66 del ap�ndice del c�digo procesal para la Capital y los territorios,
ni el art�culo Io de la ley 3094, que prohiben los pactos de quota litis
(igualas, etc.), pues en el caso no habr�a nada de ello.
B. Excepciones. 1033. Menores emancipados.

Los art�cu �

los restantes de los ocho citados se refieren a los que no pueden


celebrar la cesi�n.
Desde luego, en el art�culo 1441 se vuelvedecir lo ya sentado
a

�en el art�culo 1439 : No puede haber cesi�n de derechos entre aque


llas personas que no pueden celebrar entre s� el contrato de compra
y venta. En el art�culo 1440 se repite lo ya establecido en el art�culo
135: Except�ame (de la regla del art, 1439) los menores emancipa
dos, que no pueden, sin expresa autorizaci�n judicial, ceder ins
cripciones de la deuda p�blica nacional o provincial, acciones de
compa��a de comercio o industria, y cr�ditos que pasen de quinientos
pesos; en el cual, como en el art�culo 135, parece no establecerse
morte para las citadas inscripciones o acciones, sino tan s�lo para los
cr�ditos ordinarios, lo que no es de aprobarse, pues no hay diferencia
alguna entre unas y otros.
1 034. Mandatarios de personas jur�dicas y empleados p�blicos.

En los art�culos 1442-3, repiti�ndose prohibiciones ya establecidas
TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES
�C� ^00
materia de compraventa (art. 1361), se contempla funcionarios
/JFjkn
que no pueden ser cesionarios de derechos contra las personas jur�
dicas que representan o contra las administraciones que gobiernan,
�cabalmente porque mediar�a en ello un conflicto de deberes con inte
reses, que la ley, con buen tino, resuelve en favor de los primeros.
He aqu� el texto del primero de ambos: Tampoco puede haber cesi�n
(hacerse cesi�n, cederse derechos) a los administradores de estableci-
.mientos p�blicos, (o) de corporaciones civiles o religiosas, de cr�ditos
contra esos establecimientos (o corporaciones) ; ni a los administra
dores particulares o comisionados, de cr�ditos de sus mandantes o
comitentes; ni (se puede hacer cesi�n) a los abogados o procuradores
judiciales ( ,) de acciones de cualquier naturaleza (,) deducidas en los
procesos en que ejerciesen o hubiesen ejercido sus oficios; ni a los
dem�s funcionarios de la administraci�n de justicia, de acciones ju
diciales de cualquier naturaleza (,) que fuesen de la competencia
-del juzgado o tribunal en que sirviesen. He aqu� el del segundo : Es
prohibida toda cesi�n a (en favor de) los ministros del Estado, go
bernadores de provincia, empleados en las municipalidades, de cr�
ditos contra la Naci�n, o contra cualquier establecimiento p�blico,
corporaci�n civil o religiosa; y de cr�ditos contra la provincia en
*que los gobernadores funcionaren, o de cr�ditos contra las municipa
lidades a los empleados en ella.
Presc�ndase de la ortograf�a y de la sintaxis, en que habr�a no
poco que decir, y se observar� m�s de una cosa, aun fuera de lo dicho.
Esos dos largos art�culos, en el supuesto de que hubieran sido nece
sarios, pudieron ser concebidos, en general, m�s o menos as� : � No
puede ser cesionario ning�n representante, funcionario o empleado,
cuando se trate de cr�ditos contra sus representados o las entidades
~a que ellos pertenezcan o hayan pertenecido, o que de ellos dependan

o hayan dependido �. De tal suerte se habr�a evitado esa longanimi


dad palabrera, y se habr�a excluido los peligros del casuismo. A este
respecto es de observar, por ejemplo :(l�y que lo pret�rito s�lo est�
mencionado respecto de los abogados y procuradores, por donde los
ex ministros o gobernadores pueden ser cesionarios de cr�ditos como

los aludidos ;(2�jque hay muchos funcionarios nacionales y provinciales


crue. no son gobernadores ni ministros, y que se encontrar�an en
la
misma situaci�n que �stos (subsecretarios, oficiales mayores, etc.) ;

H3�)que no se habr�a llegado a la literal enormidad de prohibir la


cesi�n de un derecho contra la municipalidad o la iglesia de Bue
nos Aires, por raz�n de que el cesionario fuera ministro, gobernador

-o funcionario municipal en cualquier provincia ; etc.

1035. Representantes necesarios en la familia y en las suce-


CESI�N DE CR�DITOS 701

siones. �

Va el texto de los otros tres art�culos precitados : Es prohi


bido al marido ceder las inscripciones de la deuda p�blica (,) nacio
nal o provincial, inscrita a nombre de la mujer, sin consentimiento
expreso de ella si fuese mayor de edad, y (o) sin consentimiento de
ella y del juez del lugar si fuese menor (art. 1450) ; Es tambi�n
prohibido a padres ceder esas inscripciones que est�n a nombre
los
de los hijos (que se hallen bajo su poder), sin expresa autorizaci�n
del juez del territorio (del juez competente) (art, 1451) ; En todos los
casos en que se les prohibe vender a los tutores, curadores o adminis

tradores, albaceas y mandatarios, les es prohibido hacer cesiones-


(art. 1452).
Pocas observaciones merecen estos preceptos : en el art�culo 1450

(aplicado en alg�n caso: C�m. fed. en 3. T'., IV 1 914, 62) se repite


lo dicho en los art�culos 1249-50, aunque no se mencione el conte
nido de este �ltimo, y se consagra un buen derecho en favor de la

mujer menor, cuyo consentimiento puede ser suplido, sino inte


no

grado, por el del juez, desde que no se lo puede excluir ; en el art�culo-


1451 se reproduce la prohibici�n del art�culo 297, sin decirse nada
acerca del consentimiento del hijo (lo que se explica, pues la situa

ci�n de �ste con respecto al padre es muy distinta de la de la mujer


con relaci�n a su marido) ; y en el art�culo 1452 surge de nuevo la

norma del art�culo 1441, que la hace totalmente in�til.

IV. Otras caracter�sticas del contrato. �


A. �
1036. Ca
racteres de fondo. �
En cuanto caracteres, el contrato de ce
a sus

si�n es consensual, seg�n resulta de la definici�n del art�culo 1434.


Ser� oneroso gratuito, y as� bilateral o unilateral, seg�n que haya
o

contraprestaci�n o no: el c�digo nada dice al respecto, por donde-


habr� que atenerse a las circunstancias, sin perjuicio de que en
general quepa presumir lo primero, pues la gratuidad es rara (arg.
de los art. 1437 y 1818).
B. Forma. Io. �
1037. Principio.
� Es un contrato formal,.

seg�n dispone el art�culo 1454: Toda cesi�n debe ser hecha por
es

derecho
crito, bajo pena de nulidad, cualquiera que sea el valor del
cedido, y aunque �l no conste de (en) instrumento p�blico o privado
(cons. C�m. civ. Ia en 3. A., I, 656).
No se alcanza la raz�n en cuya virtud se ha derogado los prin
cipios generales (art. 1180 y ss.), pues el contrato de cesi�n
no es-

Claro
m�s, ni menos, que cualquier otro contrato de enajenaci�n.
est�, por lo dem�s, que ese � escrito � deber� ser escritura p�blica
en los casos de los incisos Io, 6o y 9o del art�culo 1184 ; y que
la vo

luntad de las partes puede fijar otros requisitos (as�, las acciones
702 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

de una sociedad deben ser


*

cedidas de acuerdo con los respectivos


estatutos: C�m. civ. G.
en F., 24|IX|916).
Y como la forma es de inter�s p�blico, resulta que la consiguien
te violaci�n tiene que entra�ar una nulidad absoluta. Es lo eme
se ha resuelto : C�m. civ, 163, 100 ; etc.
2o Excepciones. �
1 038. Derechos litigiosos o dudosos. �

Es
teprincipio genera] queda modificado en el art�culo 1455: Excep
t�ame las cesiones de acciones (derechos) litigiosas (,) que no pue
den hacerse (,) bajo pena de
nulidad, sino por escritura
p�blica, o
por acta judicial hecha en el respectivo expediente; y los t�tulos
al portador (,) que pueden ser cedidos por la tradici�n de ellos.
La disposici�n se explica a medias : por tratarse de un derecho
litigioso, esto es, constante en un juicio, y sujeto as� a la potestad
judicial, se concibe que se requiera dicha acta, aunque ello no sea
forzoso, pues el juez no es parte ni interesado en el derecho. Lo que
no se justifica es que se paralelice una simple acta judicial (constancia

de la cesi�n convenida por las partes ante el juez), con toda una
escritura p�blica, ni, viceversa, una escritura solemne con una suma
ria acta judicial, si se tiene en cuenta que el derecho puede ser
de importancia bien escasa (500 $) o asaz cuantiosa (500.000 $).
Varias observaciones caben al respecto.
Desde luego, nuestro art�culo ha sido aplicado con bastante fre
cuencia: C�m. civ, 13, 77; 100, 340; 146, 83; 178, 345; etc.; C�m.
civ. 2a en G. F., Y|916, 266, y en 3. A., I, 216; C�m. com, 2, 183;
9, 530 ; etc.
Extra�a no poco ^cierto fallo, antiguo por lodem�s, de la C�mara
civil (19, 406), seg�n el cual el cesionario de derechos litigiosos no es

parte en el juicio mientras no se reconozca el derecho del cedente:


ello implica trabucar las cosas, pues si el cedente era parte, mal-
grado lo litigioso del derecho, y cabalmente al efecto de hacerlo de
clarar, no se ve c�mo no pueda serlo en igual forma y sentido el
cesionario, que sucede al cedente en las mismas condiciones, y a
quien, de consiguiente, el derecho le es transmitido con id�nticos
caracteres de litigiosidad (art. 1458-69 y sus concordantes, y n� 1044-
62 y ss.).
En cambio, es de aplaudir la jurisprudencia que se ha iniciado
(C�m. civ. Ia en G. �., 8 1 IX 1 917), seg�n la cual el � acta � requerida
por nuestro art�culo puede ser reemplazada por un
escrito debida
mente firmado (y ratificado, si es menester) por las partes, pues tan
�acto � p�blico es ese escrito como dicha acta (art. 979, inc. 4o). Y

desapruebo la jurisprudencia siguiente: la cesi�n de un cr�dito liti


gioso no queda perfecta por el acta de nuestro art�culo, sino por
CESI�N DE CR�DITOS
703

la aprobaci�n judicial de la misma (C�m. civ. 2a 3.


en A., III, 390).
No hay solo texto en el c�digo, ni directo ni
un
indirecto, que autorice

tal conclusi�n.
1038 a. Si puedencedidos por un inhibido.
ser He acpi� aho �

ra la observaci�n m�s fuerte: la cesi�n ele derechos mobiliarios en


litigio �puede ser hecha por un cedente cpie est� inhibido?
La C�mara civil 2a ha resuelto afirmativamente en m�s de un

caso 3. A., II, 919). Se funda en que la incapa


(3. T., IX|912, 208;
cidad que dicha inhibici�n implica s�lo es relativa a los derechos
inmobiliarios, pues el registro respectivo s�lo se refiere a inmuebles
(art. 226, inc. 6o, 247, inc. 4o, etc., de la ley 1893). De ah� que no
pueda ser extendida sin texto expreso.
No faltan fallos adversos, que he de mencionar en otra opor
tunidad (n� 1063 a), as� como este otro de la C�m. civ, 129, 198:
se fundan en que el art�culo 226 de dicha ley, lo mismo que el ac�pite

del t�tulo respectivo, habla en general de inhibiciones, sin limitarlas


a derechos inmobiliarios ; en que varios otros art�culos de la misma
ley contemplan derechos no inmobiliarios, como el del art�rculo 231,
que se refiere a los derechos derivados de la
locaci�n, que, seg�n es
sabido, ni siquiera entra�a un derecho real (nota del codificador al
art. 1498) ; y en que otras disposiciones igualmente legales (las de
los art. 461-74, etc., del c�digo procesal para la Capital) hablan de la
� inhibici�n general de vender o gravar bienes �, en lo cual se abarca

derechos mobiliarios.
Por mucho que me repugne la
soluci�n, creo que tal inhibici�n
no incapacita en el caso. Una incapacidad no puede ser admitida
sino sobre la base de disposiciones expresas. Lo dice bien
positiva
mente el art�culo 52. Lo mismo ocurre en materia de nulidad, que
no puede ser declarada sino en los casos legales (art. 1037). Y es

para m� evidente que nuestro registro es de derechos inmobiliarios


tan s�lo, como resulta de lo expl�cito de sus textos de fondo.
Es verdad que hay disposiciones ambiguas, pero de ah� a lo
categ�rico y expreso de la ley va distancia, sin contar que en alg�n
caso se trata de derechos inmobiliarios por excelencia : tal pasa con

el que deriva de la locaci�n, que ser� personal para el c�digo, pero


que dicha ley convierte en real. Y los textos generales, como los de
los art�culos 461-74, deben ser entendidos con relaci�n a los especiales
que organizan el registro y que por eso entra�an sentido m�s cabal.
1039. Derechos a excepci�n relativa a los t�tu
la orden. �

La
los al portador, se liga con la an�loga excepci�n establecida en otros
art�culos (1438 y 1456), donde as� debi� figurar, si, lo cpie hu
biera sido mejor, no se hubiese preferido contemplarla espec�fica-
704 TRANSMISI�N- DE LAS OBLIGACIONES

mente. Ese art�culo 1456 dispone que Cuando la cesi�n fuere hecha
por instrumento particular, podr� tener la forma de un endoso; mas
no tendr� los efectos
especiales designados *en el C�digo de comercio,
si los t�tulos del cr�dito no
fuesen pagaderos a la orden. Sin insistir
al respecto, pues se trata de asuntos mercantiles
(art. 8, inc. 4o, del
respectivo c�digo), hay que advertir que en el endoso de los docu
mentos a la orden (malgrado
expresiones literales como la del art�cu
lo 624 de este �ltimo c�digo) no hay una
cesi�n, por mucho que haya
una transmisi�n o
sucesi�n, seg�n puede verse comparando el ar
t�culo 1459 del C�digo civil con los art�culos 624 a 6 del
c�digo mer
cantil, el art�culo 1474 con los art�culos 735 y 736, inciso 2o,
y el
art�culo 1476 con los art�culos
616-21-5; por donde cabe concluir que
el endosatario es un obligado principal y no derivado, que el cedente
no garantiza la aceptaci�n, que el deudor no puede alegar compen
saci�n contra el endosatario por lo que le adeuden los endosantes.
anteriores, etc., y puede sostenerse, as�, que si hay cesi�n en un endo
so, es ella bien distinta de la com�n (v�ase lo dicho al en el
respecto
n" 796, y adde Delamarre y Le Poitvin, V, 266 y ) Giorgi, VI, 212-
ss.

Bensa, Bonelli y otros, III, 27 a 34 y 110 ; la C�m. com. ha aplica


do literalmente, en 3. T 1910, 962, el citado art. 624; la S. G,
.,

95, 233, ha resuelto en cambio que a los efectos del fuero federal, y
por las razones que expondr� en el n�mero 1041, el endoso no es
una cesi�n).

1 040. Derechos al portador. Con mayor raz�n hay que decir


lo propio respecto de t�tulos al portador, equiparados


pr�cticamente a
una cosa, en los cuales ni
siquiera es dable ver un contrato, seg�n teo
r�as modernas aplicadas por c�digos como el alem�n (art. 793
y ss.)
y el brasile�o (que expl�citamente lo dice: art. 1505 y ss.) : cons. Sa
vigny, Obligations, II, 62 y ss. ; Ihering, Eludes complementares, IVr
43, n. 20 ; Saleilles, Obligation, 270 y ss. ; Vidari, III, 2090 y ss. ; Lyon-
Caen y Renault, IV, 771 y ss. ; Thaller, 889 y ss. ; Vivante, III, 1438-
y ss. ; Navarrini, II, 363 y ss. ; Gabba, Questioni, 153 y ss. ; etc.
C. 1041. La cesi�n de derechos ante el fuero federal.

Antes de pasar al estudio de los efectos de la cesi�n, quiero decir


algunas breves palabras acerca del fuero federal en punto a ella.
Como es sabido, seg�n el art�culo 8o de la ley n�mero 48, sobre
jurisdicci�n y competencia de los tribunales nacionales, la jurisdic
ci�n federal es improcedente si el derecho demandado no � pertenece
originariamente, y no por cesi�n o mandato � a quien lo reclame.
La Corte ha variado de jurisprudencia en distintas formas: ya
exigiendo que el cedente fuese extranjero, ya exigiendo la extran
jer�a en cedente y cesionario, ya rechazando la acci�n por la mera
CESI�N DE CR�DITOS
705

circunstancia de mediar un derecho cedido,


ya distinguiendo seg�n
que la cesi�n implicase la transferencia del derecho
en propiedad o

no (cons. Furnus, B�squedas jur�dicas, 1 y ss.).


Esta �ltima jurisprudencia es la que debe prevalecer. La cesi�n
de la ley se refiere como resulta de su

equiparaci�n con el man


dato los supuestos en que el cesionario lo es en
a
apariencia, pues

representa los derechos y la personalidad del cedente. El verdadero


cesionario es lo mismo que un comprador, un donatario, un permu
tante, etc., tiene, como �stos, un derecho que en ese sentido legal
y
es perfectamente originario (cons, sin embargo, S. C. en 3. T'.,
II|918, 9).

SECCI�N 2a

EFECTOS

ART�CULO I

ENTRE LAS PARTES

1042. Basta la simple convenci�n. �

En materia de efectos
de la cesi�n, hay que distinguir seg�n que se refieran a las partes
o a terceros.
Entre las partes, los efectos de la cesi�n (que cabe centralizar
en el desapoderamiento del cedente en favor del cesionario, esto es,
en la transferencia del derecho, en el cambio de titular de �ste), se
consuman por la simple convenci�n, desde que ella es consensual,
salvo lo relativo a la forma. Resulta as� de la definici�n del art�culo
1434, y se lo integra en propiedad de un cr�
los art�culos 1457-8 : La
dito pasa al cesionario por el efecto de la cesi�n, con la entrega deli
t�tulo si existiere ; La cesi�n comprende por s� la fuerza ejecutiva del
t�tulo que comprueba el cr�dito, si �ste la tuviere, aunque la cesi�n
estuviese bajo firma privada, y todos los derechos accesorios (, como
la fianza, hipoteca, prenda, los intereses vencidos y los privilegios del
cr�dito que no fuesen meramente personales,), con la facultad de
ejercer (,) que nace del cr�dito que exist�a.
En s�ntesis, mucho m�s clara : el cedente deja de ser titular del
cr�dito desde el mismo instante en que la cesi�n se verifique, y el
cesionario, que pasa a serlo, es un sucesor del cedente respecto del
derecho que permanece inalterado. As�, si el derecho era privilegia
do, seguir� si�ndolo; si devenga intereses, �stos corresponden al ce
sionario; si hab�a corrido una mitad del t�rmino para la prescrip
ci�n, �sta se consumar� como antes ; etc.
Colmo, Oblig. �

T. I. 4.5
706 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

1043. No es menester la
entrega del t�tulo. Conviene apun

tar que cuando el cr�dito consta en


alg�n documento, la entrega de
�ste no viene a llenar en el caso el papel de la tradici�n en
punto
a cosas (art. 577) : lo que
equivale a ese requisito es la notificaci�n
o la aceptaci�n de la
cesi�n, como expresamente se dispone en el
art�culo 1467 ; por donde lo de la entrega del t�tulo es una mera
consecuencia o un simple accesorio, exactamente como ocurre con los
*

t�tulos de los inmuebles, que no juegan nada esencialmente en los


respectivos (cons. C�m. com, 3, 17; Ricci, V, 259).
contratos
Tambi�n corresponde observar que lo de la fuerza ejecutiva del
cr�dito se explica a la luz del art�culo 465 del c�digo procesal para
la Capital y los territorios, donde se nos dice cu�les son los documen
tos que traen aparejada ejecuci�n.
1044. El cesionario es un subrogado. Qui erg ello decir eme

el cesionario se substituye jur�dicamente al cedente, para ocupar en


su reemplazo la misma situaci�n que a �ste correspond�a. Es lo pro

pio de toda subrogaci�n (n� 649). Cons. S. C. en G. F 11|IX|917 y .,

29|IX|917, y en 3. A., I, 10, y II, 570 ; C�m. civ. en G. F., V�916, 108 ;
C�m. civ. Ia en G. F ., 4�X|917; C�m. com. en G. F ., 12|I|917, 24|I|
917, y 7|II|917.
Tal es principio, que no tiene m�s limitaciones que las
el
naturales de los derechos personales o intransferibles (art. 498, 1444,

etc.), y a que me referir� m�s adelante (n� 1062, a prop�sito ele las
excepciones que el deudor puede oponer al cesionario).
De ah� que:(l�}<;el donatario de derechos de socio en una compa
��a minera, no sea cesionario ni
pueda exigir rendici�n de cuentas a
la sociedad (S. C, 92, 289; C�d. civ, art. 1671; C�d. de min, art.
322) l^2\ el cesionario no pueda ejercer acciones antes renunciadas
por el cedente (C�m. civ, 150, 154) ; 3o el cesionario no responda
por los honorarios anteriores a la cesi�n debidos por el cedente ( C�m.
civ, 150, 739; 153, 220; 178, 106), ni por ninguna otra obligaci�n
de �ste (C�m. civ, 104, 409), a menos que la, conociera y as� la hu
biese aceptado t�citamente (C�m. civ, 160, 163),. o a menos que
el cedente se haya exonerado por contrato de todo gasto ( C�m. civ.
Ia en G. F., 10 �XII �916) ; 4o el cesionario de derechos hereditarios ten

ga personer�a para intervenir en la sucesi�n (C�m. civ. 2a en G. F.,

4|XI�916; se ha resuelto lo contrario, a mi juicio con raz�n, por ese


mismo tribunal, en 3. A., II, 265, respecto del cesionario parcial),
aunque fallos anteriores se la han negado (C�m. civ, 158, 253), ya
que el cesionario es un subrogado en los derechos
sucesorios o patri

moniales, y ya que no pretende nada que toque a lo personal del


CESI�N DE CR�DITOS
707

car�cter hereditario del cedente (sic. C�m. civ, 196, 5, y C�m. civ.
1* en 3. A., II, 213).
1045. No
responde por las obligaciones del cedente. Corres �

ponde se�alar algunas observaciones respecto del precedente punto


tercero.
En �l anoto los fallos que eximen al cesionario del pago de
las obligaciones del cedente, relativas al derecho cedido (honorarios
de abogados, etc., devengados con motivo de la dilucidaci�n o lo
que fuere del derecho transferido; etc.). Hay otros en los cuales
se ha resuelto cabalmente lo contrario: C�m. civ. Ia en G. F'.,
7|VIII|
917, y en /. A., I, 407.
Esa antinomia es perfectamente concebible, ya que las cir
cunstancias pueden decidir en uno u otro sentido.
Considero, sin embargo, que como criterio general corresponde
adoptar el primero : el cesionario no responde por las obligaciones
del cedente. Este le transmite derechos y no obligaciones. Aunque
-se trate de un patrimonio integral, como el de la herencia, que nece

sariamente supone lo doble de su activo y su pasivo, la situaci�n no


var�a : el cesionario de ella entiende, as� en general, adquirir un bene
ficio y no una carga ; y si es verdad que est� obligado por los derechos
reales que graven a los respectivos inmuebles, ello se explica por
otros principios, bien ajenos a cualquier cesi�n, como son los del

registro, etc. Por lo dem�s, nuestro c�digo ignora una transmisi�n


as� de las obligaciones, como dir� dentro de poco (n� 1090 y ss.), y
mal puede admit�rsela, y menos contra la intenci�n de las partes, en
elpresente caso. Todo lo que conoce es la novaci�n por cambio de
-deudor (art. 814-5), que siempre supone la intervenci�n bien activa
del acreedor, cosa que aqu� no ocurre.
En vano se arg�ir�a, en punto a cesi�n de herencia, con el
art�culo 3475. Los acreedores de la herencia tienen expedito su dere
cho contra el heredero, que es su verdadero deudor. En todo caso,
debieron presentarse en tiempo y embargar los derechos hereditarios,
para as� impedir la cesi�n de los mismos.
Fuera de ello, no pueden

invocar derecho contra el cesionario, pues el derecho de ellos no es


mal puede entra�ar acci�n reiper-
real (tal es el supuesto), y
refiere los acreedores
secutoria. dem�s, dicho precepto
Por lo se a

hereditarios (del causante, ele la sucesi�n), y en nuestro caso se trata

de los acreedores de los herederos cedentes.


Ni siquiera admito el criterio de que el cesionario responda por
las obligaciones �inherentes� al derecho transmitido (C�m. civ,
�inhe
160, 170). En nuestro derecho no hay ninguna obligaci�n
inc. 2o). Si,
rente�, pues cualquier obligaci�n es personal (art. 497,
708 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

pues, se trata de una carga en realidad inherente, es porque no>


media una obligaci�n sino un derecho real. El cesionario ser� res
ponsable tal caso, mas no como cesionario, sino como cualquier
en

tercero que detenta una cosa afectada por un derecho real.

Todo, sin perjuicio, claro est�, de lo que en contrario


pueda
resultar de las circunstancias: el cesionario ha aceptado, expresa
o t�citamente, el hacerse cargo de tales deudas del cedente; la,
aceptaci�n puede ser presunta, si se demuestra que el cesionario ha
conocido, o debido conocer, la existencia de dichas obligaciones, y
nada ha estipulado al respecto ; etc. Es lo que sostengo para una
situaci�n an�loga (n� 1104), a prop�sito de las deudas de una casa:
de negocio.
1046. Aparente excepci�n en materia de privilegios. Es di �

f�cil explicar la limitaci�n relativa a los privilegios. En el c�digo-


no hay privilegios � meramente � personales, y que no sean suscep

tibles de ser transferidos con el cr�dito como accesorios de �ste (art..


3877). De consiguiente, la expresi�n debe referirse a otra cosa: lo
que no se transmite con el cr�dito es lo puramente personal de la
situaci�n del acreedor o cedente (por ejemplo, �ste era menor, por-
donde a su respecto no corr�a la prescripci�n; o bien pod�a alegar
la nulidad del cr�dito, en raz�n de violencia ejercida contra �l
por el deudor; etc.). De otra suerte, la ley carece ele sentido.
1047. Cualquier parte puede ejecutar actos conservatorios. �

Siempre en cuanto a las partes, el c�digo consagra en los art�culos-


1472-3 disposiciones concordantes y explicables: Aunque no este
hecha la notificaci�n o aceptaci�n del traspaso del cr�dito, el cesio
nario puede ejecutar todos los actos conservatorios, respecto de ter
cero, del cr�dito cedido; El cedente conserva hasta la notificaci�n (,)
o la aceptaci�n de la cesi�n, el derecho, de hacer, tanto respecto de

terceros (,) como respecto del mismo deudor, todos los actos conser
vatorios del cr�dito. No hay aqu� sino una simple consecuencia o*
aplicaci�n del principio del art�culo 546 : el cesionario es como un
acreedor bajo condici�n suspensiva (si notifica o requiere la acepta
ci�n), y el cedente un acreedor bajo condici�n resolutoria (o sus
pensiva de car�cter negativo : si no se llena una de dichas forma
lidades) ; por donde cualquiera de ambos tiene los indicados dere
chos conservatorios. Por lo dem�s, me remito a lo dicho oportuna
mente (n� 233) acerca de lo que deba entenderse por acto con
servatorio.
1 047 a. �

Ni el deudor ni los acreedores del cedente pueden


oponerse a la cesi�n. �

Corresponde advertir: Io que el deudor


no puede oponerse a la cesi�n, no s�lo porque as� resulta de los.
CESI�N DE CR�DITOS
-nq

principios (art. 1434-57),sino porque la cesi�n est� asimilada al


pago con subrogaci�n convencional (art, 769), y en �ste se dispone
expresamente cpie el consentimiento del deudor es innecesario (art.
767 ; lo que es negado por Bemmelen, 194-5, para quien no se debiera
prescindir de consentimiento del deudor cedido), cosa
ese
que, por
lo dem�s, concuerda con los principios sobre el pago (art.
727-8) y
es de jurisprudencia (C�m. civ, 90, 208; 92, 286; 153, 243; C�m.
com, 83, 159) ; 2o que tampoco pueden oponerse los acreedores del
-cedente, pues �stos pueden garantirse mediante el embargo del cr�
dito (art. 1465), como tambi�n se ha sentado (C�m. civ, 119, 387)
;
3o que el mismo cedente carecer�a de cualquier derecho para
oponer
se a que el deudor aceptara la cesi�n o se notificase de
ella, pues
la � perfecci�n � del contrato con relaci�n al cesionario es un bene
ficio para �ste, de que �l bien puede despojarse y que mal puede
invocar un tercero como lo es al respecto el cedente. Sobre todo, la
ulterior notificaci�n o aceptaci�n operar�an con efecto retroactivo
entre las partes, y dejar�a sin efecto la � contraorden � del cedente

(art, 1161 a 3 y 2304, cuya aplicaci�n anal�gica es indudable) cons, �

.& prop�sito, C�m. com, 84, 132.

ART�CULO II

RESPECTO DE TERCEROS

I. Prenociones. �

1 048. Se requiere notificaci�n al deudor o

aceptaci�n por �ste. Los efectos respecto de terceros no se pro


ducen sino mediante debida noticia de la cesi�n por parte del deudor
cedido. As� precept�a en el. art�culo 1459 : Respecto de terceros
se

que tengan (un) inter�s leg�timo en contestar (oponerse a) la cesi�n


para conservar derechos adquiridos despu�s (antes) de ella, la propie
dad del cr�dito no es transmisible al cesionario (,) sino por la notifica
ci�n del traspaso al deudor cedido, o por la aceptaci�n de la trans
ferencia de parte de �ste.
Quiere decir que, no obstante existir la cesi�n entre las partes,
-�sta no surte efecto alguno respecto de terceros sino cuando hayan
mediado las aludidas notificaci�n o aceptaci�n. De suerte que los
terceros (y el .mismo deudor, que en cierta medida tambi�n lo es,
como dir� en el n� 1057: C�m. civ. 2a en 3. A., II, 623) podr�n ale

gar la nulidad o inexistencia de la cesi�n respecto de ellos, mal-


grado �sta se haya consumado entre cedente y cesionario, y sin per
juicio de que, en tal virtud, el cesionario pueda exigir del cedente
-el precio de la cesi�n, de conformidad con lo dispuesto en materia de
710 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

pago sin causa (art. 793), siempre que tal omisi�n no pueda serie-
imputada.
1049. Eaz�n de la exigencia. La raz�n de la exigencia no

es clara. Algunos (como Crome, Teorie fondamentali,


21, n. 21) dicen
que la notificaci�n o aceptaci�n equivale a una publicidad de la
� cesi�n para los terceros, algo as� como la que se tiene en los registros
a prop�sito de derechos reales. Por eso no ha faltado quien preten
diera extender tales registros a la anotaci�n de las cesiones; sin te
nerse en cuenta que en materia de derechos
relativos, particularmente
creditorios, el derecho s�lo existe contra una persona dada, que
puede estar en un punto del globo como en cualquier otro, al paso
que el objeto de los derechos reales inmobiliarios tiene situaci�n
fija. Otros sostienen, con m�s fundamento, y es lo que pasa a pleno-
en el c�digo alem�n, que la formalidad responde a la mera circuns

tancia de que el deudor sepa en adelante a qui�n debe pagar (cons.


Windscheid, II, 331, n. 8 ; Saleilles, Obligation, 88 y ss. ; Huc, Xr
216 a 20; Planiol, II, 1614 a 6; Giovene, II negozio giuridico ris-
petto ai terzi, 115).
1 050. Qui�n puede notificar o requerir la aceptaci�n. Nada �

dice la ley acerca de qui�n debe notificar o requerir la aceptaci�n-


De consiguiente, podr� hacerlo el cedente lo mismo que el cesionario-
En rigor es �ste quien tiene el deber de hacerlo, por lo mismo que lo

que est� en juego es un derecho y un inter�s de �l y no del cedente.


De ah� que la presunci�n de imputabilidad, en caso de omisi�n, deba
recaer sobre el cesionario, a menos que lo contrario conste de la.

convenci�n entre �l y el cedente o dimane de las circunstancias com

probadas.
Tambi�n creo podr�a ser cumplida por cual
que la formalidad
quier otro interesado (acreedor del cesionario), pues siempre esta
r�amos dentro de los principios (art. 1196).
Lo que es cierto es que mientras no haya notificaci�n o acepta
ci�n, la cesi�n no existe respecto del deudor cedido, y menos con
relaci�n a otros terceros.
'

1051. En qu� ha de consistir la formalidad. �

En el art�culo-
1460 el c�digo dice, desde luego, en qu� puede consistir la notifica
ci�n : La notificaci�n de la cesi�n ser� v�lida, aunque no sea del
instrumento de la cesi�n, si se le hiciere saber al deudor la conven
ci�n misma de la cesi�n, o la substancia de ella. Ser� materia de
circunstancias : bastar�a con hacer saber al deudor que � Fulano es
titular de tal derecho en su contra �, que � tal derecho en su contra
ha sido cedido a Fulano �, que � tal derecho en su contra pertenece
a Fulano �, etc. : as�, en la demanda en que el cesionario reclama el
CESI�N DE CR�DITOS
711

cr�dito, se contiene una notificaci�n cabal (C�m. com. en 3. T'., VII |


913, 225) ; por donde no cabe oponer al cesionario la falta de notifi
caci�n (C�m. civ. 2a en R. L. 3., VI, 644; n� 1057). Nada se dice en
punto a aceptaci�n, que, por ello y con mayor motivo, queda sujeta a
la apreciaci�n circunstancial: sin llegarse a la expresi�n �acepto la
cesi�n �, puede verse aceptaci�n en cualquier manifestaci�n del deu
dor en que �ste declare que � reconoce � a Fulano como titular o

cesionario de tal derecho en su contra, o que � no se opone � a la


cesi�n, o que � se adhiere
cesi�n, � a la etc.
aun : tanto la no M�s
tificaci�n como la
aceptaci�n pueden ser simplemente t�citas, seg�n
es de regla (art. 915). La �nica excepci�n que se tiene al
respecto,
es la del in fine del art�culo 1467, que, por lo dem�s, no se refiere al
deudor.
1052. No basta el mero conocimiento que el cesionario haysj
tenido de la cesi�n. �
De otra parte, la formalidad de la notifica
ci�n o aceptaci�n parece ser efectivamente una formalidad, vale de
cir un requisito de forma sine quo non, si se admite la literalidad
del art�culo 1461 El conocimiento que el deudor cedido hubiere
:

adquirido indirectamente de la cesi�n, no equivale a la notificaci�n


de ella, o a su aceptaci�n, y no le impide excepcionar (alegar) el
defecto del cumplimiento de las formalidades prescritas. El pre
cepto es fuerte : A, deudor de B, sabe que �ste ha cedido su cr�dito
a X, si bien no por una notificaci�n � directa � ; no obstante lo cual
puede pagar v�lidamente al antiguo acreedor B, por lo mismo que la
cesi�n no legalmente a su respecto. Ser� menester proceder
existe
con tino, y limitar esta disposici�n a las situaciones perfectamente

categ�ricas, por lo mismo que, seg�n se ha visto, y seg�n resulta de


los art�culos 1459-67 y 70, la formalidad del documento p�blico s�lo
existe respecto de los terceros que no sean el deudor, pues con rela
ci�n a �ste imperan las normas generales de cpie la manifestaci�n de
voluntad puede ser't�cita y aun presunta (art. 915 y concordantes),
si bien no indirecta. Siempre, entonces, que, de conformidad con las
circunstancias debidamente acreditadas, no resulte dable ver una
directa aceptaci�n o notificaci�n t�cita, y siempre que, adem�s, no
resulte la mala fe del deudor (que, por ejemplo, paga a un acreedor
en trance de insolvencia o cosa as�), s�lo entonces, y en �ltima solu

ci�n, cabr� aplicar el art�culo 1461.


1053. La formalidad es innecesaria si media mala fe. �

Es lo

que cabe afirmar, fuera de esos principios generales, ante el imperio


de otros principios, como los relativos a la mala fe, en cuya virtud
nadie puede fundar derechos en su delito (Digesto, L, 17�, 134, p�
rrafo Io). De ah� las reglas de los art�culos 1462-3: Si los hechos y
712 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

Zas circunstancias del caso demostrasen de parte del deudor una co


lusi�n con el cedente, o una imprudencia grave, el traspaso del cr�di

to, aunque no estuviese


notificado ni aceptado, surtir� respecto de �l
todos sus efectos, dice el primero de los dos art�culos citados. Por

ejemplo, el deudor sabe, o debiera presumir por las circunstancias (an


tecedentes, avisos anticipados, etc.), que el acreedor ha cedido el dere
cho, no obstante lo cual, y so pretexto de que la cesi�n no le ha sido
notificada, paga al cedente, que sabe est� por caer en falencia o por
ausentarse, en perjuicio del cesionario: en tal supuesto, y acredi
tados los extremos por �ste, la ley manda tener por cumplida la
formalidad; por donde el cesionario podr� reclamar el importe de
su deudor, sin perjuicio del derecho de repetici�n
derecho contra el
que a �ste corresponda contra el acreedor, dentro de los t�rminos
del pago sin causa o con causa il�cita. O tambi�n, A sabe que el
cr�dito o derecho que contra �l tiene X, ha sido cedido por �ste a
Z, aunque no ha mediado ninguna aceptaci�n o notificaci�n en for
ma: si A paga a X despu�s de ello, los acreedores de Z, que hayan

embargado el cr�dito aun con posterioridad a ese pago, podr�n


obligar a A en los t�rminos del art�culo 736, siempre que prueben
que A conoc�a la actual o muy posible insolvencia de X y estaba al
cabo de la cesi�n, pues en tal circunstancia ella ha existido para el
deudor, que en su m�rito no ha podido hacer pago alguno a quien ya
no era su acreedor.
1 054. Conciliaci�n de preceptos legales. Lo que ser� dif�cil

habr� de ser la prueba indicada, que, con toda obviedad, deber� su


ministrar quien pretenda la circunstancia de que el deudor ha paga
do de mala fe, conociendo la cesi�n o intentando perjudicar al cesio
nario o a los acreedores del cedente; o que ha pagado incurriendo
en una � imprudencia grave �, como reza el precepto, vale decir,

debiendo o pudiendo saber con facilidad la insolvencia del cedente,


el hecho de la cesi�n consumada entre �ste y el cesionario, etc.
Y a tales respectos ser� preciso tener en cuenta el juego encon
trado de principios que en s� son claros : el art�culo 1461 exige el
requisito de la directa notificaci�n o aceptaci�n, por donde el simple
hecho de que el deudor conozca (por terceros, etc.) la cesi�n, no le
impide pagar al cedente, que para �l es su �nico acreedor legal ; y el
art�culo 1462 hace pasible al deudor de mala fe o gravemente im
prudente, de la consiguiente responsabilidad.
Considero que entre los dos extremos interpretativos a que se
refiere Guillouard (De la vente et de V�change, II, 781) que se tiene
en derecho franc�s y que se podr�a pretender entre nosotros, dada

la similitud de las situaciones legales, cabe una soluci�n intermedia


CESI�N DE CR�DITOS
713

que d� satisfacci�n a lo de la �imprudencia grave� de cpie habla


nuestro art�culo, inspirado por completo en Aubry y Rau,
y que
Baudry (XVII, 792) querr�a excluir : los simples rumores, los cono
cimientos imprecisos, etc., implican la noticia de la cesi�n, mucho
no

m�s si no media la actual o posible falencia o ausencia, etc., del ceden-


te; los avisos concretos (aunque no procedan directamente del cesiona
rio), unidos a la noticia que el deudor tenga de esas eventuales
falencia o ausencia, pueden no implicar el dolo nix la intenci�n de
perjudicar al cesionario o a los acreedores del cedente, y revelar,
con todo, una inconducta poco usual, y as� una falta de importan
cia, sus efectos,
que en y seg�n notorias leyes romanas : Digesto, L,
16�, 213 (fr. 2), 223 y
226, es asimilable al dolo.
1055. Caso de cesionarios sucesivos. Soluci�n an�loga, no

id�ntica, se tiene en el art�culo 1463: La disposici�n anterior es


aplicable a un segundo cesionario culpable de mala fe, o de una
imprudencia grave, y (en cuya virtud) la cesi�n (,) aunque no es
tuviese notificada o aceptada, podr�a opon�rsele por el solo conoci
miento que de ella hubiese adquirido. Es la soluci�n que en el fondo
se tiene a prop�sito de la transmisi�n de una misma cosa a dos o m�s

adquirentes sucesivos (art. 592 y ss.).


Malgrado la asimilaci�n legal entre las dos disposiciones, cabe
apuntar que ella es as� s�lo en principio. Tan cierto es ello cnie en
este art�culo se habla expl�citamente del mero conocimiento (como en
el citado art. 592) de la cesi�n anterior, cosa que no se expresa en
el art�culo 1462, a cuyo respecto son concebibles los distingos indi
cados.
Es
singular que este mayor rigor que creo encontrar en el ar

t�culo 1463, Guillouard (op. cit., II, 782) lo quiera ver contra el ce

sionario en el supuesto del art�culo 1462.


II. C�MO JUEGA LA FORMALIDAD. �

A. QUI�NES SON TERCEROS.


1056. Prenociones. �
En lo que precede se ha visto c�mo juega
el requisito d� la notificaci�n con respecto al deudor cedido : no est�
sujeta a forma alguna (sin perjuicio de que la aconsejen las circuns
tancias; por ejemplo, cuando el deuelor es un Banco: C�m. com. en
J. A., II, 959), por donde rigen a su respecto los principios comunes;
y responde al solo objeto de hacerle conocer la persona que es ahora
titular del cr�dito, a fin de que as� pueda hacer el pago v�lido que
cuadra (art. 1459-68).
Es que el deudor no es tercero sino con relaci�n al contrato que
celebran el cedente y el cesionario. En lo que toca a las relaciones
que lo ligan por raz�n de su deuda, y que, consumado aqu�l, van
a desenvolverse entre �l y el nuevo acreedor, dista de ser tercero, a
714 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

tal extremo que es parte integrante de tales relaciones, es


ya que
el deudor de la obligaci�n.
Distinta es la situaci�n de los � otros interesados � a que se
refiere la ley en el art�culo
1467, que transcribir� dentro de poco,
pues ellos son extra�os tanto a la convenci�n celebrada entre cedente
y cesionario, como a la notificaci�n de la misma hecha al deudor ce
dido, y como a las relaciones entre �ste y el cesionario que ha prac
ticado la notificaci�n (o que, en su caso, ha requerido la aceptaci�n
de ley).
Esto de la mano, a puntualizar el problema previo
lleva, como

de las personas que puedan ser consideradas � terceros � (cons. Guil-


louard, op. cit., II, 771 ; Baudry, XVII, 788 y ss. ; Crescenzio y Fe-
rrini, 414; Giovene, 116-7).
1057. Son los segundos cesionarios y los acreedores del ce-
dente. En general, tiene que serlo todo aqu�l que no es parte

en ella (el cedente y el cesionario), ya por actuaci�n


personal, ya
por representaci�n legal o voluntaria, seg�n es de norma com�n.
Y se ha visto tres clases de personas cpie en el caso interesan
(pues no vale la- pena contemplar a los totalmente extra�os), y que

pueden ser consideradas tales : el deudor cedido, un segundo cesiona


rio y los acreedores del cedente, a que respectivamente se refieren los
art�culos 1460 a 2, 1463 y 1464-5.
Pero la calidad de tercero del deudor es muy secundaria : s�lo
es concebible, como ya he advertido (nos 1049-56), a los efectos del
art�culo 1468, en cuanto, mientras la cesi�n no exista a su respecto,
puede pagar, como siempre, al cedente, que es su acreedor (cons. C�m.
civ, 181, 123 ; C�m. civ. 2a en /. A., II, 623). Por eso, y en tal sentido,
bien ha podido resolver la Suprema Corte (en 3. A., III, 203) que la
notificaci�n es requerida no para el deudor, sino para los terceros.
En cambio la de los segundos cesionarios, a los cuales cabe agre-

gar los acreedores del cedente, es de toda magnitud, porque la cesi�n


va a surtir efecto contra ellos, y no ya respecto de ellos, seg�n pasa

con el deudor.
Y �stos pueden tener fuerte inter�s en sostener la inexistencia
o nulidad de la cesi�n y de la notificaci�n o aceptaci�n. Y como es
norma com�n que los documentos tienen que ser fehacientes (p�
blicos, o privados de fecha cierta: art. 995 y 1035) respecto de �ter
ceros �, de ah� que el citado art�culo 1467 exigencia del
imponga la
� acto p�blico � con relaci�n a esos otros interesados. He aqu� su
texto: La notificaci�n y (o) aceptaci�n de la transferencia(,) causa
el embargo del cr�dito a favor del cesionario, independientemente
de la entrega del t�tulo (constitutivo) del cr�dito, y aunque un ce-
CESI�N DE CR�DITOS
715

sionario anterior hubiese estado en posesi�n del t�tulo; pero no es


eficaz respecto de otros interesados (,) si no es notificado (notificada
o aceptada) por un acto (en un documento) p�blico.
Algo parecido se tiene en el art�culo 1470: si hay dos o m�s
cesionarios, ley la acuerda
preferencia a quien de ellos haya notifi
cado primero � aut�nticamente �, o haya obtenido en igual forma
la aceptaci�n de la transferencia.
Y recordar� que tal restricci�n, de lo p�blico o aut�ntico de
se

la notificaci�n o la aceptaci�n, no existe con relaci�n al deudor (art.


1459-60).
De ah� que el cesionario que no acredite la cesi�n en su favor en
debida forma, mediante notificaci�n constante en � acto � p�blico,.
no sea tal para ninguna de esas personas
(otros posibles cesionarios,
los acreedores del cedente, etc.), y carezca contra ellos de cualquier
derecho : S. C, 49, 418 ;58, 160 ; etc. ; C�m. civ, 60, 84 ; 103, 291 ; 191,
145 C�m. com,
; etc. ; 14, 265 etc.

B. Forma de la notificaci�n o aceptaci�n. �

1058. Por qu�


se exige documento p�blico o � aut�ntico
deplorable el
�. �
Es
juego de principios no del todo congruentes al
respecto. En general,.
basta con un documento que pueda inspirar fe, para lo cual sobra
con un instrumento p�blico cualquiera o con un documento
privado
de fecha cierta, seg�n se ha visto. De consiguiente, la exigencia del
� acto p�blico � del art�culo 1467 �
excluye el documento privado de
fecha cierta ? Y la de la aceptaci�n � aut�ntica � del art�culo 1470
�implica la exclusi�n del documento privado y la del documento
p�blico que no sea aut�ntico ?
Ante todo, la distinci�n entre acto p�blico y acto aut�ntico es
inadmisible entre nosotros, que no conocemos otra cosa que documen
tos o instrumentos privados y p�blicos. De ah� que tampoco proceda
antinomizar el acto aut�ntico con privado sino en un
el sentido : el
acto aut�ntico hace fe, el acto privado no hace fe (con relaci�n a.

terceros) sino cuando es de fecha cierta. Y si por acto aut�ntico se


entiende cualquier acto que merezca fe, entonces ni cabe al respecto
distingo alguno entre el instrumento p�blico y el privado de fecha
cierta (art. 1026-35).
Es que el c�digo, siguiendo a Aubry y Rau (3a ed, III, 359 bis),
que no hacen m�s que repetir el texto del c�digo franc�s (art, 1690) ,

quiere exigir el � acto � p�blico (n�tese lo incorrecto de esta expre


si�n, que se emplea por � documento �, � instrumento �, etc., y de
que me sirvo para no variar la redacci�n del c�digo). Puede admi
tirse, como creo, que no hay motivo para ello, por lo menos as� en
general, pues habr�a bastado para la mayor�a de los casos (cr�ditos
716 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

�que no pasasen de 1000 pesos, para seguir la pauta del


1184) un art,
documento privado de fecha cierta, que hubiera consultado las exigen
cias de todo el mundo. Es cierto, sin embargo, que el documento
p�
blico se presta menos a controversias ; pero entonces � para qu� sirven
esos instrumentos privados?

1059. El documento privado de fecha cierta no bastar�a. �

Ni cabe insinuar la interpretaci�n en favor del instrumento privado


de fecha cierta, partiendo de los principios (art. 1035) y echando ma
no de la ambig�edad aparente del art�culo 1467. Las fuentes son
categ�ricas, lo mismo que las expresiones. Y en derecho franc�s no
hay m�s documento aut�ntico que el p�blico (art. 1317).
1060. Caso de cesionarios sucesivos. Finalmente, el ar

t�culo 1470 deja lugar a m�s de una duda. V�ase su texto : En el con
curso de dos cesionarios sucesivos del mismo cr�dito, la preferencia

corresponde al primero que ha notificado la cesi�n al deudor, o ha


obtenido su aceptaci�n aut�ntica, aunque su traspaso sea posterior
en fecha.

Ante todo, lo singular del calificativo parecer�a indicar que s�lo


la aceptaci�n debe ser aut�ntica, y que la notificaci�n puede constar
en documento privado y hasta ser meramente verbal.

Sin embargo, la paridad de circunstancias y motivos exigir�a el


mismo tratamiento para una y otra. Pero como las restricciones no
pueden ser extendidas anal�gicamente (Digesto, I, 3o, 14 y 18; L, 17�,
9, 20, 55, 106, 122, 155, p�rr. Io, 192 p�rr. Io, etc.), y como, por lo
dem�s, las fuentes del art�culo- (Aubry y Rau, 3a ed, III, 359 bis,
texto y nota 25, 4a ed, IV, 359 bis, texto y nota 31 ; Marcad�, VI, 330

y ss.) distan de ser expl�citas al respecto, cabe concluir: Io que la


autenticidad debe ser limitada aceptaci�n ; 2o que la notificaci�n
a la

quedar�, en este caso, sujeta a los principios generales (sobre todo del
�art. 1035, relativo a la fuerza contra terceros de los documentos pri

vados, que deben ser de fecha cierta) ; 3o que con ello no se irroga
perjuicio a nadie, pues ya tengo advertido que tanta fe merece un
documento p�blico como un documento privado indubitable.
En seguida, esto otro : si la aceptaci�n aut�ntica es posterior a la
notificaci�n privada de fecha cierta, esta prevalece sobre aquella,
pues la calidad formal de tales actos nada induce. Pero ello ser� as�
�en las relaciones particulares entre los cesionarios. Con relaci�n a
otros interesados (acreedores del cedente), el art�culo 1467 exige, co

mo se visto, una notificaci�n en documento p�blico. De ah� que el


ha
-cesionario proceder� con tino, para evitar cualquier contratiempo, si
notifica o requiere la aceptaci�n siempre en documento p�blico.
CESI�N DE CR�DITOS
717

Advierto que nuestro art�culo ha sido aplicado en su fondo : C�m.


civ, 178, 354; 179,407.
C. Efectos anteriores a la notificaci�n o aceptaci�n. Io
Respecto del deudor. �

1 061 . Puede pagar al cedente. �

Veamos
ahora los efectos de la cesi�n misma, antes y despu�s de perfeccionada
respecto de dichos terceros.
Comencemos por el deudor.
El deudor cedido queda libre de la obligaci�n, por el pago hecho
al cedente antes de la notificaci�n o aceptaci�n del traspaso (art..
1468), no obstante lo consumado de la cesi�n entre cedente y cesiona
rio, y salvo lo dispuesto en el art�culo 1462.
Es evidente. El deudor no tiene por qu� suponer que su acreedor
ha cedido el cr�dito, y paga, de consiguiente, a quien es su �nico
acreedor. De ah� que, malgrado �ste haya dejado de serlo, ello na
ocurra para el deudor. Se trata de un pago hecho de buena fe
a un acreedor putativo, por donde el principio del art�culo 732 es
ele rigurosa aplicaci�n. Todo, evidentemente, sin perjuicio de las ac
ciones del cesionario perjudicado, contra el cedente que as� cobra lo
que ya no le corresponde.
Otra cosa ocurrir�a, con no menor evidencia, si el pago fuera
hecho despu�s de notificada la cesi�n (o despu�s que se la tuviera
por consumada respecto del deudor) : C�m. com. en 3. A., II, 959.
1062. Excepciones que puede oponer al cesionario. Est�n �

indicadas en el art�culo 1469 en estos t�rminos: El (el deudor) puede


(igualmente) oponer al cesionario cualquiera otra causa de extinci�n
de la obligaci�n, y toda presunci�n de liberaci�n contra el cedente,
antes del cumplimiento de una u otra formalidad, como tambi�n las-
mismas excepciones y defensas que pod�a opo'ner al cedente. Supone
la ley que el cesionario se dirige directamente al deudor para cobrarle
el cr�dito, en lo cual se contendr�a la notificaci�n del caso: en tal

supuesto, el deudor puede alegar que ha pagado al acreedor poco an


tes, o que �ste le ha perdonado la deuda, o que su deuda estaba com
pensada con un cr�dito cpie a su vezten�a contra el acreedor, etc..
(C�m. civ, 157, 255; C�m. en 3. T ., 1910, 961, y en G. F ., 27j

III|917).
No hay por recordar que entre esas
qu� excepciones no puede
figurar la de la inexistencia o nulidad ele la cesi�n, so pretexto de
que �sta no le ha sido notificada previamente. Como ya tengo apun
tado (n�S 1051-7), tal notificaci�n se contiene cabalmente en la de
manda de pago que le es hecha por el cesionario.
1063. Excepci�n de inhabilidad de t�tulo.

En tal virtud, 1&


excepci�n de inhabilidad de t�tulo, si la demanda fuera ejecutiva,.
718 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

resultar�a tambi�n improcedente : la � habilidad �, eficacia, del t�tulo


del cesionario contra el deudor, resultar�a de la demanda misma, en la
cual entra la notificaci�n de la cesi�n, que se pretender�a que falta.
Ello sin contar con otra circunstancia propia del juego de una
acci�n ejecutiva. Es �sta: la aludida inhabilidad s�lo se refiere al
t�tulo externo, al documento en que conste la obligaci�n, y no a sus
requisitos de fondo, cuya discusi�n, por lo dif�cil y pesada, s�lo es con
cebible en el juicio ordinario ulterior. Tal pasar�a con las defensas
de falta de causa, carencia de acci�n, confusi�n, imposibilidad de la
prestaci�n, etc. Es lo que resulta de los art�culos 465-88 del c�digo
procesal para la Capital y los territorios. Y es lo que resuelve nuestra
jurisprudencia, si bien no siempre : C�m. civ, 136, 402 ; 166, 160 ; etc. ;
C�m. com, 76, 287; etc.; C�m. civ. Ia en /. T II|918, 48; etc.
.,

1 063 a. Excepci�n fundada en la inhibici�n del cedente. �

Hago constar que se ha resuelto : Io que el deudor cedido puede oponer


la nulidad de la cesi�n en virtud de la inhibici�n del cedente: C�m.
civ. 2a en R. L. 3 ., 644 ; 2o que la escritura de cesi�n no puede ser
VI,
opuesta a los acreedores del cedente si no fu� inscrita oportunamente

(C�m. civ, 123, 5).


Dejo de lado lo peculiar al primer supuesto : entre las excepciones
del art�culo 1469 no figura ni remotamente la que all� se contiene.
Pero como se supone que hay all� una nulidad, no cabr�a duela al

respecto, ante lo dispuesto en los art�culos 1048 y 1196.


De suerte que los dos supuestos entra�an el problema com�n de
si los que est�n inhibidos pueden o no ceder derechos.
No habr� de estudiarlo. Ya lo he hecho con anterioridad, en el
n�mero 1038 : all� he dejado sentado que, a mi juicio, la inhibici�n
no incapacita en nuestras leyes para ceder derechos no inmobiliarios,

pues ella es restringida en tal sentido y mal puede ser interpretada


extensivamente sin texto expreso. Poco importa el hecho de que pue
da haber m�s peligro en la cesi�n de un derecho creditorio de 100.000
o de
pesos, por ejemplo, que en la de un derecho inmobiliario de 5000
500 pesos : las leyes son categ�ricas. En todo caso, nada cuesta cam
inarlas, y disponer que cualquier derecho que sea transferido por
escritura p�blica requiera el certificado previo del registro acerca de
la capacidad del transmitente.
En cuanto al fallo de que la cesi�n nopuede ser opuesta a terce-
tos mientras la respectiva escritura no haya sido inscrita, s�lo cabe
observar que consecuencia del criterio de fondo que combato :
es una

supuesto que cualquier derecho, mobiliario o inmobiliario, implique


la capacidad del transmitente, y la no inhibici�n del mismo ; resulta
evidente que cualquier t�tulo, y as� el de la escritura de cesi�n, queda
CESI�N DE CR�DITOS 7-j q

sujeto al del art�culo 239 de la citada


principio ley org�nica de los
tribunales, seg�n el cual los actos jur�dicos cpie deban ser inscritos
s�lo surtir�n efecto contra terceros a partir de la ins
respectiva
cripci�n. Pero queda por justificar la base de tal construcci�n, en cuan
to a que sea cierto que la ley obliga a inscribir actos jur�dicos relativos
a derechos mobiliarios, cosa que no admito.
2o Respecto de los acreedores del cedente. �

1064. Los prin


cipios. �
En cuanto a los terceros que no el
sean
deudor, particular
mente en lo que toca a los acreedores del
cedente, los respectivos de
rechos quedan indemnes mientras haya notificaci�n o aceptaci�n.
no

De ah� que La notificaci�n o aceptaci�n de la cesi�n ser� sin


efecto
(no tendr� efecto, no surtir� efecto) cuando haya un embargo (he
cho) sobre el cr�dito cedido; pero la notificaci�n (o aceptaci�n) tendr�
efecto respecto de otros acreedores del cedente, o de otros cesiona
rios que no hubiesen pedido el embargo (o que no hubiesen
todav�a notificado o requerido la aceptaci�n) (art, 1465). Pero este
precepto se integra con el del art�culo 1471 : Los acreedores del ce-
dente pueden, hasta la notificaci�n- del traspaso del cr�dito, hacer
embargar el cr�dito cedido; pero una notificaci�n (,) o aceptaci�n
despu�s del embargo, importa oposici�n al que ha pedido el embargo,
1065. Conciliaci�n de los mismos. �

Parecer�an contradicto
rias estas dos disposiciones: seg�n el art�culo
1465, la notificaci�n o
aceptaci�n posterior a un embargo, no surte efecto ; seg�n el art�culo
1471, esa notificaci�n importa oposici�n contra el embargante. Todo
se concilia en este sentido : la notificaci�n o
aceptaci�n posterior al
embargo no surte efecto pleno, pues si implica la transferencia del de
recho en favor del cesionario, como es ele regla, ello es sin perjuicio
ele los embargantes (arg. del art. 736), que, a su turno, tienen que
reconocer al cesionario como a otro acreedor del deudor com�n, por

donde corresponde ver un embargo en la consiguiente notificaci�n o


aceptaci�n (art. 1467; C�m. civ, 196, 5). El cesionario es, pues, dos
cosas : cesionario, o propietario del derecho cedido ; y acreedor por

el respectivo importe. No puede ser lo primero sino con relaci�n a


lo no embargado ya por los otros acreedores (supra, n� 1064), por ra
z�n del art�culo 1465, pues la cesi�n no exist�a a�n para esos acreedo
res embargantes : de ah� lo resuelto por varios fallos en tal sentido

(C�m. civ, 64, 110; 141, 145; C�m. com, 75, 182; 78, 226; 89, 423).
Pero puede ser lo segundo, por virtud del art�culo 1471, para concu
rrir con todos los embargantes sobre el cr�dito. Y esto es de derecho
com�n, siempre cpie el deudor haya sido concursado, pues en tal su
puesto la fecha de los embargos no crea privilegio alguno (art. 3922
del C�d. civ. y 761 del c�d. proc. para la Capital y territorios), por
720 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

lo cual todos los acreedores comunes quedan en igual pie y se cubrir�n


proporcionalmente sobre el cr�dito del deudor. Es lo que se ha resuel
to por la C�mara civil en m�s de un caso : 122, 198 ; 178, 178, 85 ; etc.
1 066. Notificaci�n o aceptaci�n. Por lo dem�s,

hay que ob
servar que entre nosotros no cabe el distingo que el c�digo franc�s

establece en su art�culo 1295, acerca de la notificaci�n y la aceptaci�n,


en cuanto asigna a �sta efectos m�s en�rgicos contra el deudor, parti

cularmente en materia de compensaci�n. En nuestro derecho una y


otra surten iguales efectos, aunque no se pueda negar que hay
en la aceptaci�n algo de m�s acentuado que en la simple notificaci�n,.

pues en aqu�lla se tiene una intervenci�n activa del deudor que en


�sta ni remotamente existe.
D. Efectos posteriores a la notificaci�n o aceptaci�n. �
1*
Respecto del cesionario. �

1067. La formalidad importa un em

bargo del derecho. �

Veamos ya c�mo juega la misma notificaci�n o

aceptaci�n, despu�s de consumada la cesi�n.


Con relaci�n alcesionario, la notificaci�n y (o) aceptaci�n de la
transferencia^,) causa el embargo del cr�dito a favor del cesio
nario, independientemente de la entrega del t�tulo constitutivo-
(en que conste: el t�tulo no es el cr�dito; apenas si lo prueba) del
cr�dito, y aunque un cesionario anterior hubiese estado en posesi�n
del t�tulo; pero no es eficaz respecto de otros interesados (,) si no es-
notificado (o aceptado) por un acto p�blico (art. 1467). Dejemos-
de lado esto �ltimo, ya estudiado, y observemos : Io que la entrega del
t�tulo no es requisito para la perfecci�n del contrato, no obstante h>
aparentemente contrario de los art�culos 1434 y 1457, como no lo es
en un contrato de compraventa, etc., y como no tiene por qu� serlo-

(n� 1043) ; 2a que la notificaci�n o aceptaci�n importa embargo, lo


que confirma la anterior interpretaci�n de la cuasiantinomia
entre

los art�culos 1465 y 1471 ; 3a que aqu� no se hace sino lo que se ha


hecho con la tradici�n de cosas en los art�culos 592 y siguientes, en
cuanto es propietario no quien primero contrata sino quien antes ob
tiene la tradici�n, o consigue notificar o requerir la aceptaci�n; 4a
que el art�culo est� mal redactado, pues
tiene omisiones y expresio
nes impropias.
1068. Concurrencia de cesionarios. �

Consecuencias de ese

los art�culos 1466-70:


principio, por lo menos en buena parte, son

Si se hubiese(n) hecho notificaciones (dos o m�s notificacio


muchas
nes o aceptaciones) de una cesi�n en el mismo d�a, los diferentes
cesionarios quedan en igual l�nea, aunque las cesiones se hubiesen
hecho (efectuado) en diversas horas, pues lo que vale es la notifica
ci�n o aceptaci�n y no la cesi�n, y ya que los t�rminos se cuentan
CESI�N DE CR�DITOS
721

por d�as y no por horas (art. 27) ; En el concurso de dos cesionarios


sucesivos del mismo cr�dito, la preferencia corresponde al primero
que ha notificado la cesi�n al deudor, o ha obtenido su aceptaci�n
aut�ntica, aunque su traspaso sea posterior en fecha.
2o Respecto del deudor. �

1 069.Excepciones que puede opo


ner al cesionario. �

Con relaci�n al deudor, aparte el efecto de fon


do de que �ste viene a ser tal respecto del cesionario, el art�culo 1474
legisla lo relativo a las excepciones
puede oponer al nuevo acree
que
dor: El deudor puede oponer al cesionario (,) todas las excepciones
'

que pod�a hacer valer contra el cedente, aunque no hubiese hecho


reserva alguna al ser notificado de la cesi�n, o aunque la hubiese

aceptado pura y simplemente, con solo la (con la sola) excepci�n de la


compensaci�n.
El principio plenamente explicable. El cesionario es un
es

� individuo � distinto del cedente, pero es la misma � persona �,


pues se ha verificado al respecto una subrogaci�n personal, en cuya
virtud el primero sucede al segundo, para ocupar el lugar jur�dico de
�ste. De ah� que todo cuanto se refiera a la persona jur�dica del
cedente, sea aplicable al cesionario que ahora le representa. Es la
virtud de la subrogaci�n personal: n� 645 y ss. Y de ah� que todo
cuanto, fuera de esa personer�a, se refiera a los individuos (naciona
lidad, domicilio, excepci�n de arraigo, condici�n de mujer casada,
etc.), tenga que ser individual: ya me he explayado, a prop�sito, en
punto a lo individual de la excepci�n de arraigo, de la procedencia
o no del fuero federal, etc. (nos 491, 650-1, etc.).

Lo que es criticable es que el deudor conserve su derecho pleno


malgrado su silencio al ser notificado o, lo que es peor, al aceptar,
para oponer excepciones de que no hizo menci�n en tales circuns
tancias: por ejemplo, el cr�dito se hab�a extinguido por novaci�n o

por confusi�n, o hab�a sido aminorado por efecto de pagos parciales


anteriores, etc.
Aubry y Rau, que son la fuente inmediata de nuestro art�culo
(3a ed, III, 359 bis, texto y n. 40), resultan m�s claros: tal silencio
es explicable con relaci�n a excepciones que no sean de � puro inter�s

privado � del cesionario, pues en tal caso es dable presumir, � seg�n


las circunstancias �, que el deudor ha querido renunciar t�citamente
con su silencio a hacerlas valer.
Es lo que, por lo dem�s, resuelve el c�digo en una situaci�n
an�loga (art. 1462, y nos 1053-4). Y es lo que, m�s concretamente,
admiten Aubry y Rau en su 4a edici�n, IV, 359 bis, texto y notas
54-5 (el deudor cedido �pourrait �tre-condamn� a reparar le pr�ju-
dice caus� au cessionnaire par son acceptation, si, d'a-pres les circons-
46
Colmo, Oblig. �

T. I.
722 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

lances, elle elevad �ire consid�r�e comme constituant de sa part une

faute ou une grave imprudence �) ; Baudry, XVII, 846 y ss.;


Guillouard, De la vente et de V�chancje, 821 ; etc. ; cons. Huc, X, 229;
Crescenzio y Ferrini, 416 ; Crome? Teorie fondamentali, 21, n. 68 �

C�m. civ, 183, 239; 202, o 10 de la serie VII, 62).


1070. La
excepci�n de compensaci�n. Es una de las que, a

juicio de Aubry y Rau, figura entre las de � inter�s privado � del


deudor: de ah� que su silencio, al ser notificado o al aceptar, suponga
la consiguiente renuncia.
Parece ello singular: la excepci�n obra de pleno derecho, m�s
en derecho franc�s (art. 1290) que en el nuestro
(art. 818, y n� 806 y
ss.), exactamente como un pago o una novaci�n; por donde se dir�a
innecesaria cualquier reserva.
No insisto sobre el punto, que ya tengo estudiado (n� 795). S�lo
advertir� que la soluci�n legal es plausible, pues obre o no de pleno
derecho la compensaci�n, se trata siempre de un derecho privado,
que, como tal, es perfectamente renunciable.
1071. La excepci�n de pagos parciales hechos al cedente. �

Lo propio hay que decir con relaci�n a la prueba de tales excepcio


nes admisibles, pues de otra suerte resultar�an te�ricas o in�tiles.

Es lo que ocurre con los recibos de pagos totales o parciales:


el cesionario se presenta a cobrar el importe del cr�dito (100 $, por
ejemplo), y el deudor cedido le muestra recibos otorgados por el
cedente con anterioridad a la cesi�n, en cuya virtud la deuda ha
quedado reducida a 50 � 20 pesos, o aparece extinguida por com
pleto.
.1 072. Esos pagos pueden ser probados con recibos privados. �

Es verdad que se arguye que tales documentos, cuando son privados,


no pueden obligar a los sucesores singulares sino a partir de la fe

cha cierta de los mismos (art. 1035).


Cabe contestar: Io que dicho art�culo 1035 se refiere a los sim
ples sucesores o causahabientes (donatario, comprador, etc.), como
son los que el c�digo contempla en lo general de los art�culos 3266

a 8, y no a especiales que son subrogados, como el cesio


los sucesores
nario o el que paga con subrogaci�n convencional o legal, y que se
substituyen, respecto del derecho correspondiente, en la personali
dad del antiguo titular del mismo, de suerte que vienen a continuarla
y a colocarse as� en la misma situaci�n jur�dica (art.
1458-69-74, y n�
1044) ; 2o que, de otra suerte, carecer�an ele sentido, en nuestro caso,
la disposici�n del art�culo 771 para los subrogados hoc sensu, y las
de los art�culos 1434-58-74, que respectivamente declaran epie tales
derecho que el primitivo titular y en con-
personas ejercen el mismo
CESI�N DE CR�DITOS nno

diciones id�nticas, en principio, a las que a �ste correspond�an; 3o


que en derecho franc�s se precept�a (art. 1322) que el instrumento
privado, una vez reconocido, obliga a las partes y a los sucesores
universales y particulares, por donde s�lo quedan desobligados los
�pie sean terceros (art. 1328) ; 4o que, fuera de ese precedente indi
recto de nuestro derecho, seguido por el c�digo italiano (art. 1320
y
1327), los autores franceses e italianos excluyen especialmente de
esos terceros a los cesionarios, malgrado los consideren terceros
(cosa
-que estoy lejos de aprobar), seg�n puede verse en Duranton, XVI,
504 ; Aubry y Rau, 3a ed, III, 359 dis i texto y n. 42, 4a ed, IV, 359 bis,
n. 28, y VIII, 756, n. 113 ; Larombi�re, IV, sobre el art�culo
1318,
n�mero 23 ; Demolombe, XXIX, 539 ; Guillouard, De la vente et de
l'�change, II, 822 ^Baudry, XIII, 2378, y XVII, 847; Planiol, II,
437; Colin y Capitant, II, 235, B; nota jurisprudencial n� 18 en
R. T. D. C, 1907, 605; Lomonaco, III, 210, 2) Giorgi, I, 349, y VI,

122 ; Crescenzio y Ferrini, 415, p. 552, y 523 ; Lessona,III, 296 ; Giove-


.ne, 132; etc. (es ele observar, con tocio, opie no faltan opiniones contra
rias, o por lo menos un tanto ambiguas : Bonnier, II, 701 ; Laurent,
XIX, 335 ; Huc, VIII, 256 ; Ricci, Prove, I, 122, y Corso, VII, 265 ; Sal-
vat, I, 1734, no llega a pronunciarse; etc.) ; 5o que, adem�s, nosotros
podr�amos invocar m�s de un texto an�logo, como ocurre en el caso
del art�culo 1574 (tomado de Freitas: art. 2420-6), y en los de los
art�culos 1594-5, que dan plena eficacia, contra los � terceros � a que
.aludo, a los recibos privados de pago ; 6o que si bien tal soluci�n
puede resultar peligrosa, pues al deudor no le costar�a ponerse en
connivencia con el acreedor para fraguar recibos y defraudar as� al
cesionario, lo propio acontecer�a en la soluci�n opuesta, en cuya
virtud se desconociera los recibos y pagos efectivos del deudor; 7o
que en parte alguna se estila el imprimir fecha cierta a los recibos,
cabalmente por lo repetido y lo com�nmente insignificante de los pa
gos, cosa que, por lo dem�s, est� autorizado por la misma ley (art.
1184, inc. 11�) ; 8o que por ello, el cesionario debe amolelarse a tal
situaci�n, sabiendo que se halla expuesto a adquirir un cr�dito que
puede haber sido pagado en todo o en parte; 9o que, por lo dem�s,
nada le costar�a tomar precauciones, e informarse previamente, ante
el acreedor y el deudor, acerca de la subsistencia del cr�dito ; 10� que,

finalmente, lo dicho no puede excluir el derecho del cesionario con


tra los recibos dolosos o fraudulentos, ya que es de norma, bien

repetida en este trabajo, que nadie puede derivar derechos ele sus

(nos 1053-4 y 1069, a que me remito).


actos il�citos
1073. El punto es menos discutible en derecho comercial. �

Por lo dem�s, el asunto es menos discutible en materia comercial. Es


724 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

casi jus receptum, al respecto, que nuestro art�culo 1035 rige enrno

la vida mercantil: Bonnier, II, 702; Ricci, II, 125; Lessona, III,.
309 ; Vidari, III, 2397-8 ; Vivante, IV, 1591 y ss. Thaller, 1703 y

2251 ; Lyon-Caen y Renault, III, 58 ; Bensa, Bonelli y otros, I, 247 y


ss. ; etc.
Se comprende por qu�. El derecho comercial es casi la ant�tesis.
del formalismo y de la pesantez civiles. Ha surgido precisamente
en demanda de expeditez, de simplificaci�n, de confianza, etc. De ah�
que procure excluir todo cuanto lo trabe o demore. Y de ah� que-
la escritura p�blica s�lo resulte exigida en algunos casos, y que el
documento privado tienda a substituirla progresivamente, como pue
de verse a prop�sito de letras de cambio (y dem�s papeles que le-
son asimilados: vales, pagar�s, etc., a la orden), de p�lizas de se

guros, de cartas de porte y p�lizas de netamente-, etc. (art. 504-99,.


626, 800, 1028, 1122-55, etc., y sus respectivos y numerosos concor
dantes).
Es lo que explica que algunos c�digos mercantiles, como el ita
liano (art. 55), contengan al respecto y en tal sentido una disposici�n
general. /

Cierto es que el nuestro no tiene una disposici�n as�. Pero no-


creo que sea antijur�dico generalizar ese conjunto de preceptos parti

culares, aplic�ndose el criterio anal�gico de nuestro art�culo 16 y


consult�ndose el esp�ritu del c�digo comercial y las exigencias d�
la vida mercantil (cons. Segovia, I, n. 753; Siburu, IV, 840; Salvatr
I, 1729 y ss.).
1074. Jurisprudencia a estos respectos. Hago constar, a

prop�sito, que nuestra jurisprudencia se ha pronunciado, en general,.


de acuerdo con lo que sostengo : los documentos privados del cedente
tienen fecha cierta contra el cesionario (C�m. civ, 17, 174; C�m..
civ. Ia en Revista del notariado, VIIJ919; etc.), a menos que �ste
los ignore y acepte instrumentos p�blicos emanados de las partes
(C�m. civ, 106, 202; 143, 288), pues en tal caso hay ocultaci�n de
parte de �stas, y, de consiguiente, un acto doloso que no merece-
amparo.
En cuanto a excepciones comunes que el deudor puede opo
las
ner al cesionario, puede verse los fallos de la Suprema Corte, 14, 41 ;.

88, 139 ; etc. ; los de la C�mara civil, 17, 174 ; 70, 318 ; 152, 200, 319 ; y
los de la C�mara comercial, 49, 62 ; 55, 411 ; en 3. A., I, 78 ; etc. Es-
de observar que en otros de la C�mara civil (167, 387, y 176, 264) se

llega, a exigir que el deudor que tenga alguna excepci�n que alegar, la
exprese al ser notificado de la cesi�n, para poder luego oponerse a
ella.
Esto no concuerda con el art�culo 1474, que no requiere reserva al-
CESI�N DE CR�DITOS
-79=

-guna, 110 ya en materia de notificaci�n, sino ni aun en la


punto a

aceptaci�n pura. De ah� que corresponda entenderlo en el sentido


antes apuntado : cuando tal silencio del deudor implique dolo, o, por
lo menos, una culpa grave que pueda serle asimilada, entonces des
aparece el derecho de oponer esas excepciones, pues tal silencio en
tra�a unamanifestaci�n t�cita de voluntad de consentir no s�lo la
�cesi�n sino tambi�n el pago de la deuda al cesionario (art. 915-8-9).
En lo que toca a la compensaci�n, el c�digo s� exige la aludida
reserva del deudor al ser notificado o al aceptar: C�m. civ, 5,
79;
133, 401; 134, 181; 150, 59; 170, 245.
3o. �

1075. de cedente y cesionario en concurrencia.


Respecto

Con relaci�n al cedente y al cesionario a la vez, el art�culo 1475


-dispone que el cesionario parcial de un cr�dito no goza de ninguna
�preferencia sobre el (pedente, a no ser que �ste le
haya acordado ex
presamente la
prioridad, le
haya de otra manera garantizado el
o

cobro de su cr�dito. La disposici�n es tan obvia que pudo ser supri


mida (art. 1197). Por lo dem�s, esa preferencia no ser�a un privi
legio (art. 3876), o, en todo caso, lo ser�a en las relaciones exclusivas
del cedente y el cesionario, y sin perjuicio ele los derechos de terceros
{acreedores del cedente, etc.).
4o Respecto del cesionario y de los acreedores del cedente,

�-

1 076. Principio en caso de Finalmente, con relaci�n


concurso. �

-a los acreedores del cedente y a los dem�s cesionarios, tenemos el

juego complejo de los art�culos 1464-5-71, junto con el ele los princi
pios generales y el de otros de derecho procesal.
Descartemos el primero de aquellos: En caso de quiebra del ce-
dente, la notificaci�n de la cesi�n, o la aceptaci�n de ella, puede ha
cerse despu�s de la cesaci�n de pagos; pero ser�a (ser�) sin efecto

respecto a los acreedores de la masa fallida, si se hiciese despu�s.


�del juicio de la declaraci�n de quiebra. Quiere decir que mientras
el cedente no est� concursado (declarado tal por los jueces), la noti
ficaci�n o aceptaci�n surtir�n efecto aunque aqu�l est� en cesaci�n
de pagos, siempre que ello no sea notorio para, el cesionario, pues
entonces podr�a proceder la acci�n revocatoria del art�culo 961,
m�xime ante la circunstancia de que el art�culo 969 presume el
fraude en tal situaci�n (cons. los art�culos an�logos de la ley de
quiebras comerciales: 76 y ss.). Una vez declarado en concurso, en

tonces no aceptaci�n alguna, a partir de la fecha


cabe notificaci�n o

la cesaci�n
respectiva, y sin perjuicio de que la �poca efectiva de
de pagos sea. fijada para una fecha anterior a aqu�lla.
1077. Ejemplo de la situaci�n. En cuanto al juego de los

.aludidos principios, hay que verlo con relaci�n a una hip�tesis


con-
726 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

creta que facilite la


ilustraci�n de los mismos. Por ejemplo, A cede a
B un cr�dito de 6000 pesos que tiene contra C antes de consumada la
;
cesi�n respecto de terceros, X, acreedor de A, embarga ese ^r�dito
por 3000 pesos, y despu�s de consumada la cesi�n, Z, otro acreedor de
A, tambi�n embarga el mismo cr�dito por otros 3000 pesos. � Qu� se
sigue ?
En derecho franc�s se haexcogitado toda una serie de sistemas,
que se puede ver en Aubry y Rau (IV, 359 bis, n. 45), Guillouard,,
(De la vente et de V�change, 855 y ss.), Huc (X, 223), Baudry
(XVII, 859 y ss.), Planiol (II, 1.628), R. T. D. C, 1906, 487 y ss,
etc., as� como en Giorgi (VI, 124).
Desde luego, hay que descartar al segundo embargante, con rela
ci�n al cesionario : embarga un cr�dito que ya no pertenec�a al ce-
dente- (art. 1465 y 1471; C�m. civ, 196, 354). De consiguiente, el
cesionario s�lo puede sufrir el concurso del primer embargante,
pues su notificaci�n o la aceptaci�n posteriores a ese embargo im
portan oposici�n contra el embargante (art. 1471). Pero es que
ocurre la complejidad de que entre los acreedores embargantes (que

no sean cesionarios, pues �stos revisten una dualidad de propie

tarios y acreedores que aquellos no tienen, como se ha visto m�s


arriba, n� 1065, y como resulta de los art. 1459-67) poco importa la
fecha del embargo (art. 3922). De ah� que si el cesionario queda
indemne por 4000 pesos, por lo mismo que X s�lo embarg� la mitad del
cr�dito, y por lo mismo que todo embargo es limitado y no total (arte
736,' y su an�lisis en los nos 571 a 6), X tendr� cpie sufrir la con
currencia de Z sobre los 2000 pesos que �l solo ha hecho indisponibles,.
pues es el �nico que embarg� en tiempo.
1078. Principios que la rigen. �

V�se, as�, cu�les son los prin


cipios en juego : Io el acreedor cpie embarga antes de consumada la.
cesi�n, embarga en tiempo y hace indisponible erga omnes el importe-
de lo que embargue (art. 736 y 1465) ; 2o la notificaci�n * acepta
ci�n posteriores a ese embargo, importan otro embar^gej^j��4ido en-
favor .deLeesioiiario (art. 1467 y 1471, inc. 2o) ; 3o los embargos
posteriores a la notificaci�n o aceptaci�n no pueden perjudicar al
cesionario (art. 1471, inc. Io) ; 4o entre acreedores comunes, poco im
porta la fecha de los embargos (art. 3922; cons, por ejemplo, C�m..
civ. 2a en /. A., III, 387).
1079. Sistemas de soluci�n. �

He aqu� el cuadro dejos cinco


sistemas principales, concretados con relaci�n al ejemplo antes pues
to de un cr�dito de 6000 pesos, y de dos embargos, uno anterior y otro-

posterior a la cesi�n consumada, de 3000 cada uno:


CESI�N DE CR�DITOS
727

Primer embargante Cesionario Segundo embargante

ler sistema 2000 $ 4000 $


2o �

1000 4000 1000 S


3er � 1000 + 500 4000 500 1000
4o � t. 1500 3000 1500
5o � 1500 4000 500

El primer sistema salva los derechos del cesionario, y as� el ter


cer principio, pero viola el cuarto principio, pues no se ve por qu� el
segundo embargante no haya de percibir nada ni aun sobre lo hecho
indisponible por el acreedor que embarg� en tiempo.
El segundo sistema consulta todos los principios. Pero ofrece
el inconveniente de una injusticia. Quien ha hecho indisponible la
cantidad ha sido el primer embargante. El segundo embargante no
ha sido diligente. �Por qu� ha de cargar el primero con la negli

gencia del segundo ? Pero esto no parece jugar gran cosa ante los
principios, que quedan indemnes. Al fin y al cabo, la situaci�n
puede presentarse en mil otras oportunidades, bien fuera de cual
quier cesi�n, pues resulta de las contingencias de la vida : puede
cualquier acreedor embargar �tilmente un bien del deudor, que luego
se concursa; los dem�s acreedores del concursado, aunque no hayan

practicado embargo alguno, van a concurrir con aquel sobre el bien


embargado.
El tercer sistema viola el principio tercero, al establecer en favor
del primer embargante una bonificaci�n, a costa del cesionario, por
el importe del perjuicio que aqu�l sufre con la concurrencia del

segundo embargante. Se razona m�s o menos as�: si los dos embar


gantes hubiesen procedido en tiempo, habr�an embargado por 6000
pesos, por donde se habr�an repartido con el cesionario los 6000 pe
sos del cr�dito : 3000 para �ste y 1500 para cada uno de aqu�llos. No

ha sido as�, pues el �nico embargo �til ha hecho indisponible s�lo un


tercio del cr�dito (el primer acreedor, que embarga la mitad del
cr�dito, s�lo puede recibir la mitad de lo que corresponde al cesiona
rio, que ha embargado por el total ; por donde el cr�dito se divide en
tres partes, de las cuales el cesionario toma dos, y el acreedor una),
esto es, 2000 pesos, sobre cuyo importe el primer embargante sufre el
concurso delsegundo por igual, por donde s�lo le corresponden 1000
pesos, y se perjudica as� en 500 pesos, que deben serle bonificados por
el cesionario.
El cuarto sistema consulta el cuarto principio, la igualdad ele

perjudica al
los acreedores, pero viola el tercer principio, pues se
728 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

cesionario por un embargo posterior a la cesi�n consumada, y en cuya


virtud �ste no llega a recibir los dos tercios del cr�dito.
El cpiiiito sistema salva el escr�pulo de equidad que se en
cuentra en el segundo. Si los dos acreedores hubiesen embargado en

tiempo, lo indisponible habr�a sido la mitad del cr�dito, por donde


cada uno de ellos habr�a recibido un cuarto del mismo (1500 $).
Ahora bien, el �nico que ha embargado en tiempo es X, que as� tiene
derecho a ese importe, 1500 pesos. Y como lo indisponible ha sido un
tercio del cr�dito, y quedan as� 500 pesos, representan lo que en rigor
corresponde a Z.
Pero esta equidad de la soluci�n tiene su compensaci�n con la
inequidad opuesta: el segundo embargante recibe menos que el pri
mero. Es verdad que se present� tard�amente. Mas tambi�n es ver
dad que es tan acreedor como el otro, y que aquella circunstancia
dice poco, pues es contingencia de la vida. En todo caso, la soluci�n
no se apoya en ning�n principio legal. De ah� que reafirme la
anterior convicci�n, de que el �nico sistema admisible en nuestro
derecho es el segundo.
Por lo dem�s, y como se comprender�, todo esto no juega sino
en caso de concurso del deudor, pues es s�lo entonces cuando procede

el prorrateo. Si el deudor no est� concursado, la indisponibilidad


producida por cualquier embargo es s�lo relativa, esto es, surte efecto
con respecto al epie embargue y en el orden de los embargos (supra,

n� 562 v ss.).

ART�CULO III

GARANT�A

I. Disposiciones especiales. �
1080. Observaciones metodo
l�gicas. �
Para concluir con la cesi�n, s�lo quedan dos puntos: el
de la garant�a, y el de las afinidades de la cesi�n con otras insti
tuciones.
El c�digo consagra primero los art�culos 1476 a 84, no pocos
a lo
de los cuales est�n repetidos en los art�culos 2155 a 63, donde se
contempla el asunto en lo m�s racional del t�tulo general de la evic
ci�n. Es que los modelos del c�digo (Aubry y Rau y el c�digo fran
c�s) no contienen un t�tulo general como el aludido, por donde
estudian la evicci�n a prop�sito de cada contrato, por lo menos con
relaci�n a los t�picos. Nuestro codificador no ha sabido sacudir del
todo tal sugesti�n : si bien ha evitado hablar de la cesi�n hereditaria
(que en rigor no es una cesi�n: Crome, Teorie fondamentali, 21, notas
115-6, sino en cuanto a los derechos, pues el c�digo ignora, al menos
CESI�N DE CR�DITOS
729

en principio, la cesi�n de deudas), como se hace en los modelos, ha


incurrido, sin necesidad alguna, en la aludida repetici�n, y en
el
defecto metodol�gico de contemplar la citada garant�a fuera de su
lugar.
1081. Cesi�n gratuita. El art�culo 1484 (Si la cesi�n

fuese
gratuita, el cedente no ser� responsable para con el cesionario, ni
por la existencia del cr�dito cedido, ni por la solvencia del deudor
sin perjuicio de la cesi�n hecha de mala fe arg. de los art.
:
2146, inc.
2o, 1437 y2157) es in�til: art. 2089, no hay evicci�n
pues enning�n
acto gratuito.
1082. Cedente de buena fe. �

Distingue el c�digo seg�n que


el cedente sea de buena fe, lo que se presume, o de mala fe, cosa que
tendr�a que probar el cesionario.
Si es de buena fe, los art�culos 1476-7 dan la pauta : El cedente
de buena fe responde de la existencia y legitimidad del cr�dito (de
recho) al
tiempo de la cesi�n, a no ser que lo haya cedido como dudo
so; pero no responde de la solvencia del deudor o de sus fiadores, a
no ser que la insolvencia fuese anterior
y p�blica, cosa que deber�
acreditarse por el cesionario, .quien adem�s tendr� que demostrar
que el cedente ha conocido, o debido o podido conocer, tal insolven
cia, caso en el cual el cedente ya no ser�a de buena fe.
Son numerosos los casos en que el precepto ha recibido aplica
ci�n: C�m. civ, 20, 197; 61, 90; 64, 178; 127, 56; 165, 261; 172,
102; C�m. civ. 2a en 3. T., VIIIJ914, 154, en R. L. 3., V, 170, y en
J. A., I, 467 ; C�m. com. en 3.T., VIII|913, 320.
Observo que en un fallo de la C�mara civil (70, 373) se ha resuel
to que el cedente no se libra de la responsabilidad en la cesi�n de un
cr�dito litigioso, si en la cesi�n no consta que la existencia del mismo
es dudosa. Creo que cabe aceptar la doctrina de tal fallo. Cr�dito
(o derecho) litigioso y cr�dito dudoso no son cosas sin�nimas. Si,
pues, el cedente transfiere comosimplemente litigioso un cr�dito du
doso, no es de buena fe, y le ser� aplicable no este art�culo 1476, sino
el art�culo 1478 o el art�culo 1480, seg�n las circunstancias.

aqu� ahora el texto del art�culo 1477 : Si el cr�dito no exis


He
t�a al tiempo de la cesi�n, el cesionario tendr� derecho a la restitu
ci�n del precio pagado, con indemnizaci�n de p�rdidas e intereses,
mas no tendr� derecho para exigir la diferencia entre el valor nomi

nal del cr�dito cedido (que vale 100 $, por ejemplo), y el precio de
la cesi�n (lo compr� por 20 $, por ejemplo). El art�culo 1479
(mal ubicado, pues subsigue a un precepto y precede a otro en que
se alude al cedente de mala fe, y cuya inteligencia no ofrece duda

si se acude a su fuente, art�culo 2199, inciso Io, del Esboco de Frei-


730 TRANSMISIOjn un; i, AS OBLIGACIONES

tas) regla dicha indemnizaci�n, concretando para el caso las normas


comunes (art. 519-20) : Si la deuda exist�a
y no hubiese sido pagada
en tiempo, la responsabilidad del cedente se limita a la restituci�n

del precio recibido, y al pago de los gastos hechos con ocasi�n del
contrato. Es que en �l se debe suponerse, que el cesionario
supone, o

ha sido diligente en cobrar el cr�dito, no obstante lo cual no lo ha


logrado por raz�n de la s�bita insolvencia del deudor: hay all� una
aplicaci�n del principio contenido en el in fine del art�culo 1476,
pues en principio el cedente no responde de esa solvencia, y porque
lo actual de la misma al tiempo de la cesi�n, por mucho que fuese
ignorada, es un vicio que resulta anterior a �sta (art. 2091-4-5, etc.)..
1083. Cedente de mala fe. Los art�culos 1478-80 contemplan

al cedente de mala fe: Del cedente de mala fe(,) podr� el cesionario


exigir la diferencia del valor nominal del cr�dito cedido (,) y el
precio de la cesi�n (C�m. civ, 172, 102; 82, 167) ; Si el cedente fuese
de mala fe(,) sabiendo (por saber) que, la deuda era incobrable,
ser� responsable de todos los perjuicios que hubiese ocasionado al
cesionario, pues este caso de mala fe es m�s grave que los comunes,
por donde en �stos s�lo tiene derecho en el sentido del art�culo 1478,
y en nuestro caso especial tiene ese mismo derecho y todos los dem�s
que le corresponden seg�n los principios generales (art. 521).
II. Disposiciones comunes. 1084. Excusi�n previa de los

bienes del deudor. Hay disposiciones comunes para los dos su


puestos.
Desde luego, la del art�culo 1481 : El cesionario
puede recu no

rrir contra el cedente en los casos expresados, sino despu�s de haber


excutido (embargado y vendido) los bienes del deudor, las fianzas o
hipotecas establecidas para seguridad del cr�dito (cons. C�m. civ,
173, 126). Es que, seg�n se sabe, la responsabilidad por los da�os e
intereses es subsidiaria, y s�lo procede cuando el cumplimiento
directo (in natura y contra, el obligado) es objetivamente imposi
ble (n� 50).
1085. Cesaci�n de la responsabilidad. Y despu�s, los art�cu

los 1482-3, sobre cesaci�n de la responsabilidad por la evicci�n: El


cesionario pierde todo derecho a la garant�a de la solvencia actual o
futura del deudor, cuando por falta de las medidas conservatorias, o
por otra culpa suya, hubiese perecido el cr�dito, o las seguridades
que lo garantizaban, por lo mismo que la imposibilidad del cobro,
o

lo que fuere, se debe a un hecho o circunstancia que le es personal


mente imputable; La simple pr�rroga del t�rmino acordado al deu
dor por el cesionario, no le priva de sus derechos contra el cedente,
a menos que conste que el deudor era solvente al tiempo de la exi-
CESI�N DE CR�DITOS

gibilidad del cr�dito. Este art�culo no tiene sentido: si la


simple
pr�rroga no perjudica �a qu� viene esa
limitaci�n, de que ocurrir�
lo contrario si el deudor solvente cuando aqu�lla fu� concedida?
era

En el modelo (Aubry y Rau, 3a ed, III, p�rrafo inicial ele la p. 319)


se dice � insolvente � donde nuestro art�culo dice �
solvente �, porque
dichos autores sostienen que esa
pr�rroga hace perder al cesionario
su derecho contra el cedente. He ah� margen,
entonces, para dos
interpretaciones: la literal, y la de honesto y recto sentido.

ARTICULO IV

AFINIDADES

I. 1086. Con las cesiones especiales.


En cuanto a las afi


nidades de la cesi�n, los art�culos 1435 a 8 establecen


diversas re
glas: Si el derecho creditorio fuese cedido por un precio en dinero,
o rematado, o dado en pago, o adjudicado en virtud de ejecuci�n de
una sentencia, la cesi�n ser�
juzgada por las disposiciones sobre el
contrato de compra y venta(,) que no fuesen modificadas en este
t�tulo (art, 1435) ; Si el cr�dito fuese cedido por (Si se hubieran cedi
do el derecho por) otra cosa con valor en
s�, o por otro derecho cre
ditorio, la cesi�n ser� juzgada por las disposiciones sobre el contrato
de permutaci�n (,) que no fueren modificadas en este t�tulo
(art.
1436) ; Si el cr�dito fuese cedido gratuitamente, la cesi�n ser� juz
gada por las disposiciones del contrato de donaci�n (,) que igual
mente no fuesen modificadas en este t�tulo (art. 1437)
; Las dispo
siciones de este t�tulo no se aplicar �tn a las letras de cambio
(a la,
orden), pagar�s a la orden, acciones al portador, ni a acciones y dere
chos que -en su constituci�n tengan designado un modo
especial de
transferencia (art. 1438: S. C, 16, 485; C�m. com. en 3. T 1910, .,

802), como suele ocurrir con las acciones nominativas ele las socieda

des an�nimas (art. 330, C�d. de com.), a cuyo respecto se suele exigir
en los respectivos estatutos la
aprobaci�n de la cesi�n por el direc
torio de la sociedad interesada.
Nada corresponde puntualizar sobre todos esos preceptos, cpie
pudieron ser omitidos dada su obviedad. S�lo
advertir�, ele paso,
que la sucesi�n que se tiene en materia de endoso, y que el c�digo
de comercio califica incorrectamente de cesi�n (art. 624), ha sido ya
estudiada (nos796 y 1039), por donde cabe no insistir al respecto.
II. Con la compraventa. 1087. Principios.

La afinidad �

m�s fuerte es la que se tiene en materia de compraventa, no s�lo

porque es tan com�n el r�gimen de �sta en la cesi�n (art. 1435-9-


732 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

41, etc.), y aun en la forma indirecta de la afinidad con la permuta


{art. 1436), que es tan af�n con la compraventa (art, 1490 a 2), sino,
sobre todo, porque hay puntos esenciales ele contacto entre ambos
-contratos, -particularmente en lo que toca a los derechos sobre los
cuales pueden recaer las correspondientes obligaciones. As�, el ar
t�culo 1444 habla de que cualquier � objeto incorporal � o � derecho �
puede ser cedido, y el art�culo 1447 legisla la cesi�n de derechos
sobre � cosas � futuras. Ahora bien, aunque en la compraventa se
arguya sobre �cosas� (art. 1323-7 y ss.), nos encontramos con que
otros art�culos autorizan la compraventa de � derechos � que no son
cosas (art. 1331-2-89, 1404-5, etc.), como son el �alea� (azar, suerte,

�eventualidad, etc.) respecto de una cosa sujeta a riesgo, o la parte


indivisa de un derecho en condominio, etc., y como es la � llave �
(clientela, cr�dito, etc.) de una casa de negocio, etc. (v�ase adem�s
la nota del codificador al art. 1323, y otros art�culos, como el 1361,
-que hablan de la compra no de cosas sino de �bienes �, etc.)
� Cu�ndo, pues, hay compraventa, y cu�ndo hay cesi�n ? Sin
Insistir mayormente al respecto, ya que los principios aplicables
ser�an en el fondo los mismos, dadas las referencias legales antes
Indicadas, cabe sostener que hay compraventa siempre que se trate
�de un derecho absoluto, auncpie no sea cosa, y habr� cesi�n cuando
medie un derecho relativo. Por ejemplo, cuando yo adquiero la parte
Indivisa de un condomino o la cosecha aleatoria de alguien, compro,
'

pues el derecho en juego es un derecho de propiedad y as� absoluto.


Cuando adquiero el derecho de un locatario, de un usufructario, de
un titular de servidumbre activa, etc., realizo una cesi�n, pues se

"trata de derechos exigibles con relaci�n a personas determinadas (el

locador, el nudo propietario, el due�o del predio sirviente, etc.), lo


que supone la notificaci�n (o la aceptaci�n) de ese � deudor �, como
en el caso de un cr�dito, que es un derecho relativo eminente. De
�suerte que, y ateni�ndonos a lo externo, en la compraventa s�lo hay
dos personas (comprador y vendedor), y en la cesi�n hay tres, pues
no prescindir del deudor.
cabe
1088. Aplicaciones. De acuerdo con tales principios, no es

dif�cil juzgar el siguiente fallo : el � cesionario � de un boleto de


compraventa pretende, en raz�n de que el � cedente � le ha � vendido
sus derechos y acciones � emergentes de ese boleto, obligar al cedente

por virtud de que la escrituraci�n no se realiz� en los treinta d�as


convenidos en el boleto(C�m. civ. Ia en 3. T'., XJ912, 200).
Hay all� una perfecta cesi�n, pues median derechos plenamente
�creditorios (los que dimanan de la promesa de contrahendo contenida
�en el boleto: art. 1185-7), que son la esencia misma de los derechos
TRANSFERENCIA DE DEUDAS
733

relativos. De otra parte, y como se resolvi�, el asunto de la escri


turaci�n concierne a las partes ligadas por el boleto, y no por la
cesi�n: de ah� que el cesionario venga a ser una de como lo ellas,
era el cedente, y que la otra parte no sea el cedente sino el � vendedor �

(o el comprador, seg�n los casos) de la propiedad a que el boleto-


se refiera. Si, pues, el cesionario se cree con derecho por la no
escrituraci�n del contrato prometido, debe demandar, no al cedente,
que ya no es parte, sino a su contraparte (vendedor o comprador
futuro), exactamente como lo habr�a hecho el cedente si no hubiera.
transferido sus derechos.
1089. Si los derechos pueden ser rematados. �

Observaci�n
final: �los derechos cesibles, pueden ser vendidos en remate?
La pregunta parece ociosa : cederlos es venderlos, y la venta na

deja de ser tal porque se realice en privado o en remate. Es decisivo.


La preguntaresponde la circunstancia de que cierta juris
a

prudencia pretende que tales derechos no son vendibles en remate.


Otra cosa han dicho la C�mara civil (150, 739 ; 160, 170) y la C�ma
ra comercial (G. F'., 16 1 III 1 917).

Estoy por la afirmativa y, por tanto, con esta �ltima jurispru


dencia. No hay raz�n legal alguna que se oponga. Todo lo que media
son sentimentalismos (intrusi�n posible de extra�os en una sucesi�nr
etc.), que jur�dicamente dicen poco o nada (cons. Furnus, B�sque
das jur�dicas, 129 y ss.).
Por lo dem�s, el mismo c�digo habla, y no en una sola oportuni
dad, de � remate � de derechos : art. 1435, 1756, etc.
Y es de vida corriente, lo que est� por encima de toda sutileza
de juristas, el hecho de que, por ejemplo, el titular de un contrato de

arrendamiento, en vez de cederlo a persona determinada, lo saque


a remate, exactamente como si se tratara de una cosa, y cabalmente
porque de hecho juega como una cosa.

CAP�TULO II

TRANSFERENCIA DE DEUDAS
V

I. Generalidades. �
moderno y su necesidad.
1090. Su origen

Es �sta una instituci�n de derecho bien moderno. El primer


c�digo que le ha reconocido existencia ha sido el alem�n (art. 414 a
9), seguido despu�s (en la revisi�n de 1911) por el c�digo suizo-
poco
de las obligaciones (art, 175 82), aunque no por el c�digo brasile�a
a

(cons, adem�s de las obras generales, como las de Baudry, Planiolr


734 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

Colin y Capitant, etc., o las menos generales ele Saleilles, etc. : Ihering,
Etudes compl�ment aires, IN, 499 y ss. ; Giorgi, VI, 47 a 49 ; Car-
lioni, 5 y ss. ; Roguin, 227 y ss. ; Crescenzio y Ferrini, 418-9 y
Ap�ndice III ; Diego y Guti�rrez, 141 y ss. ; Schneider y Fi�is, I,
"309 y ss.

En verdad que parece audaz e injustificable : ceder una deuda.


i C�mo ! El deuelor no es due�o de la deuda, ya que �sta no es otra
cosa que el aspecto pasivo o negativo de algo bien activo y positivo,

el cr�dito, que s�lo pertenece al acreedor.


Es exacto. Pero es bueno entenderse. As� como es concebible
la novaci�n por cambio ele deudor (art. 814-5), bien es dable admitir
ese cambio ele deudor sin que haya novaci�n ; ya cpie, al fin y al cabo,

la situaci�n econ�mica var�a, pues el acreedor siempre tiene un


no

deudor, y ya que lo importante en la obligaci�n, lo he dicho m�s de


una vez, no es propiamente lo relativo a los sujetos sino lo concer

niente a la prestaci�n, a lo objetivo de la obligaci�n.


Son los hechos, los factores m�s eminentes del derecho, quienes
han forzado la mano, aqu� como en todo, para hacer admitir como

derecho-disciplina lo que era derecho-fen�meno. La novaci�n es


complicada : juegan dos obligaciones, supone sutilezas sin fin para
determinar la intenci�n de novar, etc. De ah� que no responda a la
intenci�n presunta de las partes. �Por qu� no ver, en vez de una
novaci�n, una simple subrogaci�n en la deuda, una mera sucesi�n
en la obligaci�n pasiva, sin que �sta se altere, exactamente como se

tiene una subrogaci�n en el cr�dito y una cesi�n de derechos ?


1 091 Su justificaci�n.
. La transici�n es, coma se ve, insen

sible. Nada ha costado a los autores alemanes, que son los que han
creado la teor�a respectiva, separar en dos elementos jur�dicos dis
tintos el aspecto pasivo y el aspecto activo de una obligaci�n, para
hacerlos jugar con relativa independencia (cons. Saleilles, Obliga

tion, 81 y ss. ) .

La deuda, pues, como valor pasivo en una obligaci�n, como


gravamen de un patrimonio, puede ser cedida, transferida a otra
persona que substituya al deudor primitivo en los mismos t�rminos
en que �ste se encontraba obligado. Lo que hay de diferente con rela

ci�n a la cesi�n de derechos, es que �sta puede hacerse sin consen


timiento (aunque requiera conocimiento) del deudor, por lo mismo
que dispone de �l su titular o propietario, el acreedor; al paso que
en la cesi�n de deudas no es posible prescindir de ese consentimiento,

cabalmente porque el deudor y el tercero que la realizan no son los


titulares del consiguiente derecho.
"

.1092. Puede ser relativa a una deuda no creditoria. ��


Con-
TRANSFERENCIA DE DEUDAS
735

viene, antes de entrar en el estudio detallado del


asunto, puntualizar
�"-�presi�n de fondo : cesi�n de � deuda �, que es la m�s usual, o
cesi�n ele obligaci�n, que es su sin�nima.
Podr�a creerse epie s�lo puede caber tal cesi�n respecto ele las
obligaciones creclitorias, donde hay efectivamente deuda y obliga
ci�n. Y tiene por qu� ser as�. De
no la misma suerte que la
cesi�n de derechos puede comprender, y comprende en nuestro c�di
go, cualquier derecho relativo, esto es, que corresponda ejercer con
tra persona determinada (supra, n� 1087), no se ve por cpi� ni c�mo
no pueda ocurrir lo propio con relaci�n a lo pasivo de tales derechos,

que vienen a ser, as�, deudas u obligaciones lato sensu. De consiguien


te, un usufructuario o usuario, que puede ceder su derecho, tambi�n
podr�a ceder su obligaci�n, ya que, por lo bilateral de su relaci�n
jur�dica, es a la vez acreedor y deudor (art, 2870 y 2959). Et sic
de coeteris.
II. Deudas comunes. �

A. Si la cesi�n es admisible en nues

tro derecho. �

1093. Encuadra en los principios del c�digo. �

Comencemos por la cesi�n m�s frecuente, la de simples deudas ais


ladas, y veamos, desde luego, si es procedente en nuestro derecho.
No cabe observar que la instituci�n no est� legislada en nuestro

c�digo, y que por eso no ser�a legal. El c�digo entiende legislar tocia
la vida civil. Por eso prohibe jueces dejen de fallar so pre
que los
texto de obscuridad o insuficiencia de las leyes, pues en tales supuestos

hay que acudir a los principios an�logos y a las normas generales


� del derecho � (art. 16). Y es elemental que entre esas normas gene

rales est�n los principios de raz�n, las conquistas del derecho com
parado y del derecho cient�fico, etc. Fuera de ello, que tambi�n se
podr�a justificar ante el principio de que est� permitido o autorizado
tocio cuanto no est� prohibido (art. 19 de la Const, y 53 del c�d.),
cabr�a replicar la circunstancia de que esto de la cesi�n de deudas
con

es un asunto de orden privado, que, por lo mismo, es de arbitrio

individual (art, 1197) ; por donde la voluntad o intenci�n ele las


partes es soberana, y merece leyes y los jueces
todo el. respeto de las

(cons. G�ny, M�thode d �nterpr�tation, 171; Planiol, II, 398; Diego


'

y Guti�rrez, op. cit., 131 y ss. y 336; Pacchioni,


La succesione sin-

golare nei clebiti e le teorie germanistiche sul concetto delV obbliga


zione, en R. D. Comm., IX, 1045 y ss, y XI, 82 y ss.).
M�s positivo que eso ser�a esto otro : nuestro c�digo no conoce, .

por lo menos en principio, otra cosa que la novaci�n por cambio ele

deudor, seg�n resulta de los citados art�culos 814-5. Cuando, pues,


una obligaci�n cambia ele sujeto pasivo, podr�a pretenderse cpie en la

duda habr�a que inclinar la soluci�n en el sentido de la novaci�n y


-

736 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

no de lacesi�n, por lo mismo que ante todo corresponde encuadrar


la interpretaci�n dentro de los textos legales. Tambi�n niego la
consecuencia. La novaci�n no se presume (art. 812). De ah� que
no sea atinado admitirla sino en casos categ�ricos. M�s aun: la
novaci�n es un asunto de intenci�n (mismo art.), lo propio que la
cesi�n. Cuando, entonces, la intenci�n no resulte patente, habr� que
inclinarse a lo m�s com�n, como es eso de la simple cesi�n.
Por lo dem�s, la cesi�n es un hecho de vida corriente. Cuando
alguien se hace cargo de la deuda de otro, con asentimiento del acree
dor, ni por sospecha piensa en realizar dos actos : extinguir la deuda
del obligado, y asumir �l en reemplazo de ella una nueva y distinta.
Lo que entiende efectuar es simplemente substituir al deudor, para
ocupar el lugar del mismo en una obligaci�n que no tiene por qu�
alterarse.
Tan cierto es ello que la novaci�n ha obedecido, seg�n tengo
apuntado, no a consideraciones de hecho sino a preconcepeiones de
logismo cerrado y formulario : supuesto el romanismo de lo personal
del v�nculo obligatorio, resultaba imposible concebir la substituci�n
de uno de los respectivos sujetos (aun del mismo acreedor) sin ver
en ello una obligaci�n distinta. Pero el hecho de la novaci�n est�
demostrando que fu� menester recurrir a alg�n arbitrio para respon
der a la exigencia, impuesta por el curso de las cosas, del cambio de
cualquiera de tales sujetos. El derecho moderno no es formulario-
como el romano, y no tiene por qu� acudir a sutilezas t�cnicas : ve

una simple cesi�n, y no puede menos que sancionarla.

1 094. El c�digo la contempla m�s de una vez. �

Por lo dem�s,
el mismo c�digo la ha admitido y legislado, sin quererlo, por la in
consciente y fatal sugesti�n de lo real del fen�meno, en m�s de un.
caso particular. Ya se lo ha visto en materia de usufructo y de uso,

bien, lejos de la sucesi�n hereditaria, �nica forma en que el derecho


tradicional concibe la transmisi�n obligatoria. Lo mismo pasa en
materia de locaci�n : es ello as� en la directa cesi�n de los consiguien
tes derechos y obligaciones (art. 1583 y ss.), y, hasta fuera de cual

quier convenci�n, en el caso de venta de la finca arrendada, en


cuanto el adquirente debe cargar con el gravamen u obligaci�n que
se contiene en el contrato de arrendamiento que el primitivo pro

pietario ten�a celebrado (art. 1498). Igual cosa ocurre en punto a.


hipoteca: aun prescindiendo del efecto reipersecutorio que corres
ponde al acreedor contra el tercer adquirente del inmueble afectado,,
que se explica por virtud de principios de los derechos reales, aun
fuera de ello, hay efectos, como los de los art�culos 3164-72, que sol�
se justifican ante una transmisi�n de la obligaci�n personal o re�a-
TRANSFERENCIA DE DEUDAS
737

tiva de la deuda misma, como es el de los t�rminos de cnie gozaba


el deudor originario y de que puede aprovecharse el adquirente, y
como es el m�s avanzado de que dicho adquirente puede estar obli

gado por la deuda no ya tan s�lo el bien


afectado, sino hasta
con

con sus bienes


propios, oblig�sisatisfacer
� se el cr�dito �, esto es,
a

si carg� con la deuda, lo que es una cesi�n t�pica. Pasa lo mismo en


otros supuestos : me. bastar� referirme al del art�culo 676 (y sus con
cordantes, sobre todo el art.3497), en cuya virtud los distintos obli
gados en una deuda conjunta pueden
� delegar � un deudor com�n

y �nico, ante el cual el acreedor tiene acci�n por el total de la obli


gaci�n antes partible; y sobra con apuntar el del art�culo 1929, en
cuyo m�rito el mandante oculto, que es un perfecto tercero para los
que contrataron con el mandatario, puede ser obligado por �stos.
1095. Responde a una intenci�n indudable. Cuando alguien �

repito, encarga a otro que se constituya deudor en su reemplazo,


ninguno de �stos ni el respectivo acreedor entienden � novar �. Esta
expresi�n b�rbara corresponde a una instituci�n igualmente b�rba
ra:' no es producto de los hombres ni de los negocios, sino de los

juristas, del primitivo formalismo romano. En cambio, la sucesi�n


creditoria u obligatoria es impuesta por los hechos, por la actividad
de la gente m�s inculta, hasta de los mismos ni�os, que la realizan
sin dificultad, en sus peque�as � operaciones �, bien lejos de cual
quier sugesti�n t�cnica, y bien cerca del alcance fundamental del
acto.
A cada paso se hace uno cargo de la deuda de otro. Y no hay
nada m�s com�n que la compra � en comisi�n � de una propiedad
rematada o vendida en forma privada: en su virtud, A encarga a B
que la adquiera dando su propio nombre, si bien expresando inde
terminadamente que la compra � en comisi�n �, esto es, por cuenta
de un tercero que no especifica, .y que luego de consumado el acto
es quien se presenta a reclamar la escrituraci�n correspondiente.

Hasta se llega a comprar una hipotecada,


propiedad en trance de ser

exactamente en las mismas condiciones: el verdadero comprador se

presenta al acreedor hipotecario para pedir el otorgamiento de la


escritura a su nombre. Uno y otro son deudores subrogados, que
substituyen al deudor primitivo, y que est�n a leguas de extinguir la
obligaci�n del deudor primitivo y de crear en su reemplazo la obliga
ci�n nueva que asumen.

Por lodem�s, al vendedor, lo mismo que al acreedor hipotecario,


le es indiferente, en principio no absoluto, claro est�, la persona que
: lo que le interesa es el
compre o se constituya deudora hipotecaria
hecho de la compra o de la constituci�n hipotecaria, lo cpie lo decide

47
Colmo, Oblig. �

T. I.
738 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

no es la persona del deudor sino el acto mismo, en cuanto, en prin


cipio, repito, lo mismo va a pagar el precio de la adquisici�n o va a
devolver el pr�stamo hipotecario, el deudor A que el deudor B.
B. 1 096. Si puede ser substituida por la cesi�n de derechos.


Cabe discutir en otro sentido, indicado por Planiol (II, 396).
He aqu� la hip�tesis : B debe 100 pesos a X y es acreedor de Z por
otros 100 pesos (quiero suponer lo m�s sencillo), en cuya virtud hay
dos cr�ditos y dos deudas correlativas, que suponen dos extinciones
distintas. El asunto puede simplificarse elimin�ndose a B, que es a
la vez acreedor y deudor. Ello puede ser conseguido mediante la
cesi�n que �ste haga a su acreedor X del cr�dito que tiene contra Z,
caso en el cual hay una perfecta cesi�n de cr�dito. Tambi�n puede
ser logrado mediante la cesi�n de la deuda del mismo B, que tomar�

Z a su cargo para pagarla en reemplazo de aqu�l, a cuyo respecto Z

quedar� liberado de su propia obligaci�n.


Se ve que en una o en otra forma se obtiene la eliminaci�n de B,
y la doble situaci�n queda reducida a una sola: X es acreedor �ni
co de Z.
� Paraqu� sirve, entonces, la cesi�n de deuda si la de cr�dito
la reemplaza?
Sirve de mucho. X puede tener inter�s en mirar a Z como
deudor por el cr�dito que �l, X, ten�a contra B (est� garantido, goza
de intereses, etc.), y no por el cr�dito que �ste ten�a contra Z, que
no ofrece tales ventajas, y que, adem�s, puede estar sujeto a un

breve t�rmino de prescripci�n (por ejemplo, es uno de los contem


plados en el art�culo 4035, que se prescribe al a�o), al paso que el
de X contra B se prescribe a los diez a�os del art�culo 4023, por
raz�n de no tener prescripci�n especial (por ejemplo, es un pr�s
tamo). Si, pues, Z es deudor de X por el mismo cr�dito que �ste
ten�a contra B, es porque ha habido cesi�n de deuda (Z ha tomado
a su cargo la deuda de B) ; si lo es como cesionario de B, es porque

�ste le ha transferido su derecho contra Z, por donde ha habido


cesi�n d� cr�dito.
C. �
1097. C�mo puede verificarse.� La cesi�n puede efec
tuarse lo mismo que la respectiva novaci�n: por expromisi�n o por,
delegaci�n, siempre que conste el asentimiento del acreedor y del
expromitente o del delegado, aunque no sea menester el del deudor.
Como quiera, supone un convenio con el acreedor, ya expreso, ya
t�cito, seg�n es de regla (art. 915 y 176 del c�digo suizo), pues no es
dable prescindir de su voluntad, por mucho que se tienda a limitarla
al m�nimo indispensable (Saleilles, Obligation, 106).
D. Efectos. �

1098. Respecto de partes y de terceros. �

Los
TRANSFERENCIA DE DEUDAS
739

efectos de la cesi�n existen, con relaci�n al deudor y al subrogado,


desde el momento en que se hayan puesto de acuerdo, exactamente
como pasa en la cesi�n de derechos (art. 1457-8).

Pero esa cesi�n puede existir respecto del acreedor sino a


no

partir de su asentimiento: C�m. com en G. F'., 7|VII| 917 ; C�m. civ.


2a en R. L. 3., IX, 514 ; S. T. Entre R�os en R. L. 3., VII, 773 ; sin em
bargo, la C�mara civil Ia ha pretendido que ese asentimiento no es
necesario (R. L. 3'., VII, 297), lo que es inadmisible. Mientras tanto es
dable ver en ella : o una estipulaci�n por terceros ( como es el acree
dor), sujeta a los principios comunes (art. 1161-2) ; o una oferta
colectiva, todav�a no notificada ni aceptada, de los dos deudores al
acreedor; o bien, como ocurre en el c�digo alem�n (art. 415), un con
venio provisional que llega a ser definitivo por la adhesi�n del acree
dor, en cuanto �sta importa una confirmaci�n, con efecto retroactivo
(art. 1065), del acto hasta entonces nulo a su respecto, o en cuanto
importa la ratificaci�n del art�culo 1162, que tambi�n surte ese mis
mo efecto retroactivo (arg. de los art. 1936, 2304, etc.).

Aun con relaci�n a las mismas partes, lo transmisible no puede

llegar, seg�n es de norma com�n (supra, nos 649 y 1028), a lo que sea
inherente a la persona. De ah� que el nuevo deudor no puede oponer
al acreedor sino las- excepciones objetivas que habr�an correspondido
al deudor originario: por ejemplo, la compensaci�n que �ste hubiera
podido hacer valer, entrar�a plenamente en el caso, como, por lo
dem�s, se resuelve en el c�digo alem�n (art. 417; cons. el art. 179
del c�digo suizo).
1099. Respecto de la misma deuda. Y, tambi�n como en

materia de cesi�n, la transmisi�n se verifica respecto de lo principal


a menos que estas
y de sus accesorios (intereses, garant�as, etc.),
garant�as (fianza, prenda, hipoteca, etc.) hayan sido dadas por ter
con relaci�n al
ceros, que pueden no tener inter�s alguno en garantir
nuevo deudor, y cuyo asentimiento resulta por eso indispensable (art.

1161-2 y art. 418 y 178 de los c�digos alem�n y suizo).


E. �

1100. Conclusi�n sint�tica, Tales son los principios


de fondo de la cesi�n de obligaciones, que, seg�n se ve, no es otra


cosa que el reverso jur�dico de la cesi�n de derechos, y que por
eso

�debe gobernarse, dentro de su especialidad, por las normas esenciales


de la misma : envuelve, como la cesi�n, una sucesi�n a t�tulo singular,
una subrogaci�n contractual, con la �nica diferencia
de que se refiere

no a lo activo de la obligaci�n sino a lo pasivo de la


misma.

III. Patrimonios integrales. �


A, �
1101. Generalidades.

Entre las cesiones m�s importantes de obligaciones, se encuentran
las que se contienen en la enajenaci�n de patrimonios integrales : por
740 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

ejemplo, en la venta de un establecimiento industrial o comercial,


con todo su activo y pasivo (cons. las obras citadas en los nos 29-1

Fadda y Bensa, n. b, n� 44 y ss. del t, I,
p. 2a de Windscheid � Bou-
taud y Chabrol, Traite general des fonds de commerce et d'
indus
trie, 1906; Bouvier-Baugillon, De la. vente ct du nmitissement des
fonds de commerce, 1909 ; Moutier y Faucon, De la vente et du nantis-
sement des fonds de commerce, 1909; Bouchet, De la vente ct du
nantissement des fonds de commerce, 1913; G. A. Tend�, Universitu-
tes rerum, 220 y ss.).
Lo propio ocurre en la adjudicaci�n de bienes de un concursado
en favor de los acieedores del mismo
(art, 36-8 de la ley de quiebras;
C�m. civ. Ia en 3. A., III, 27), o en la � adquisici�n � de una sociedad
(art. 433 del c�digo comercial), o en la enajenaci�n de un buque
(art. 865 y 1377-8 del mismo c�digo), etc., pues se trata de la trans
ferencia de patrimonios integrales.
B. Venta de casas de negocio ante nuestro derecho. �

1102.
Principios legales. En �

nuestro derecho, como en el derecho ele to


dos los pa�ses civilizados, se ha puesto en tela de juicio m�s de una

vez los caracteres de ese contrato, sobre todo con relaci�n a la res

ponsabilidad del adquirente por las deudas que constituyen el pasivo


del establecimiento. Y Sraffa ha consagrado al asunto, sosteniendo
lanegativa al respecto, un erudito trabajo en sus Studi di diritto
commerciale, 83 y siguientes.
Prescindamos de lo que en el caso sea ajeno a nuestro tema de
fondo : el adquirente no ha conocido todas las deudas, aunque haya
tomado a su pasivo ; el adepiirente no ha tomado a su car
cargo ese

go el pasivo; se ha. publicado en los diarios (por tres d�as, seg�n es


de estilo entre nosotros) el aviso de la venta y el llamado que se
hace a los acreedores para cpie vengan a hacer valer sus derechos;
se ha levantado un inventario en forma, del activo y del pasivo, o

no se ha hecho nada en tal sentido ; etc. (pues ya me explayar�, en el

n�mero que subsigue, acerca de estas circunstancias). Lo que nos


interesa es saber si en esa adquisici�n hay o no, entre otros efectos,
una cesi�n ele deudas. Los c�digos alem�n y suizo (art. 419 y 181,

respectivamente) no ven otra cosa. Pero consagran una limitaci�n


explicable: el acreedor, por m�s que haya consentido la venta,' no
pierde sus derechos contra el vendedor, no obstante que los adquiera
contra el comprador. De ah� cpie venga a tener dos deudores (soli

darios, dice el c�digo suizo, cosa que tambi�n se entiende en el c�digo


alem�n, como afirma Saleilles en el n� 111 de su citada obra), centra
cualquiera de los cuales podr� hacer efectivo el cobro de su cr�dito,
TRANSFERENCIA DE DEUDAS 741

si bien el c�digo alem�n no obliga al adquirente sino con lo ad


quirido.
Creo que tal es la soluci�n que entre nosotros corresponde. Los
art�culos 676, 2870 y 3497, del C�digo civil, y los precedentemente
citados del c�digo comercial, entre otros, consagran el principio de
fondo*: cuando alguien toma a su cargo la deuda de otro, puede ser
demandado por el respectivo acreedor, sin perjuicio de que �ste
mantenga su derecho contra el deudor primitivo. Ni creo que sea
admisible la observaci�n de que la solidaridad no se presume, por
donde mal podr�a v�rsela sin disposici�n legal (art. 701) : por el
mero hecho de que dos o m�s personas adeuden alternativamente una

misma' prestaci�n, como ser�an los dos deudores de nuestro caso,


hay solidaridad, seg�n ya tengo expresado (n� 448).
1 1 02 a. En principio, el adquirente no carga con las deudas
del enajenante. �

Lo dicho debe ser entendido con relaci�n al su

puesto en que el adquirente se ha hecho cargo, expresa o t�citamente,


de las deudas aludidas.
Cuando nada se ha
convenido, cuando nada cabe presumir
en tal sentido (el enajenante ha omitido indicaci�n al respecto, acaso

las ha ocultado dolosamente, etc.) �es posible tambi�n ver una trans
misi�n de deudas? �es admisible que se pueda obligar al adquirente
por las deudas relativas al negocio contra�das por el anterior pro
pietario ?
No lo creo. La casa de negocio es una universidad jur�dica, pero
no es una persona ni un sujeto de derecho (nos 19
y 22). De otra
parte, es de esencia lo personal de la obligaci�n (n� 47 y ss.). Ni se
arguya con la circunstancia de que el heredero responde por todas
las deudas de la sucesi�n, pues no hay paridad. El t�tulo del here
dero es universal: por eso tiene derechos y obligaciones igualmente
universales. El t�tulo de un adquirente de casa de negocio es par
ticular : de ah� que, lo propio que un legatario de parte al�cuota o
un sucesor singular, deba permanecer extra�o a obligaciones en que

no ha sido parte (n� 61 y ss. ; nota jurisprudencial de A. Ascoli en

R.D. Civ., NI, 671).


Tampoco es sostenible esta otra asimilaci�n: un legatario o un
donatario responden, al menos dentro del l�mite de su adquisici�n
(art. 1837, 3499-501) : el legatario y el donatario son adquirentes
gratuitos; el comprador de una casa de negocio es adquirente
oneroso.

De suerte que no veo c�mo se pueda responsabilizar al sucesor


por las deudas del autor en la venta de un establecimiento mercan
til, ni, en general, en la enajenaci�n de una universalidad as� (a
742 TRANSMISI�N DE LAS OBLIGACIONES

menos de
disposiciones especiales, como las relativas a la venta de
un buque, un patrimonio de
concursado, etc.), mientras no se de
muestre que el adquirente ha cargado con ellas. Todo estribar� en

probar que ha conocido las deudas, o que ha debido o podido cono


cerlas (mediante publicaciones, mediante el examen de los libros
respectivos, etc.), que existe de su parte la correspondiente asunci�n
o que al menos cabe presumirla en su contra.

Esta conclusi�n negativa es la m�s corriente, como puede verse


en el citado estudio de Sraffa, en la nota b, n�mero 45 de Fadda
y
Bensa en Windscheid, I, 2a, etc. (cons. nota jurisprudencial de G.
Pacchioni en R. D. Comm., IX, 66 y ss.).
1103. Costumbre. Como se comprender�, el asunto es de

orden bien pr�ctico, y ha debido presentarse, como ha ocurrido,.


tambi�n entre nosotros.
Desde
luego, es costumbre, seg�n ya he advertido, que la venta
de un negocio se anuncie por los interesados, com�nmente por ambos,,
durante tres d�as en uno o dos peri�dicos de la localidad, requiri�n-
dose a los acreedores del vendedor o cedente para que en tal t�rmino
se presenten a hacer valer sus derechos, que, pasados los tres d�as,.
caducar�n al respecto.
Y cabe observar que, por general que tal costumbre pueda serr
no puede tener fuerza de ley, por ser una costumbre contra legem

(art. 17 del C�digo civil, y art. I y V del c�digo comercial; cons.


G�ny, M�thode d'�nter pr�tation, 116 y 129), por lo mismo que se

crea una caducidad opuesta a los principios legales en punto a

obligaciones (art. 505 y sus concordantes y 724 y sus concordantes).


1 1 04. Jurisprudencia. �

En segundo lugar, la jurisprudencia.


se ha encontrado m�s de una vez frente a situaciones como �sas, y
ha tenido que resolverlas.
As�, ha sentado que la compra de un negocio implica novaci�n
(C�m. com, 96, 197), lo que es muy discutible ante los principios
(n� 764). Tambi�n adquirente como un cesionario
ha considerado al
de las deudas a que estaba obligado el vendedor, cuando ellas cons
taban en los libros : C�m. civ, 156, 162 ; C�m. com, 23, 254 ; 58, 57 ;.
etc. Y adem�s ha consagrado que en lo relativo a los cr�ditos que
exist�an en favor del vendedor, el adquirente tiene derecho de co
brarlos (C�m. com, 43, 353), y que puede cobrarlos hasta sin nece
sidad de justificar la cesi�n especial de los mismos, pues se la entiende
incluida en la cesi�n del patrimonio que el negocio constituye (C�m.
civ, 108, 251). Y en un fallo m�s reciente (G. F 27|V|917) ha .,

sentado que los socios que se hacen cargo del activo y pasivo de una
sociedad, pueden sin m�s � accionar � contra los deudores.
TRANSFERENCIA DE DEUDAS
743

Como se ve, los fallossiempre concordantes. Es que se


no son

trata de asuntos no estrictamente legales, por donde los criterios de

apreciaci�n pueden variar. Adem�s, median circunstancias (se toma


o no a cargo todo el activo y pasivo,
hay libros debidamente llevados,
las deudas y los cr�ditos constan o no en el inventario
practicado,
hay c�mo imputar al adquirente la negligencia en que incurriera al
no cerciorarse cumplidamente acerca de las deudas
que era dable
presumir., cabe ver una asunci�n t�cita en su contra, etc.), que
pueden diversificar los aspectos modales de los distintos casos.
Si cabe regla general, y con prescindencia de los supuestos
una

legalmente contemplados (como los antes citados, y, en general, en


todos aquellos en que media una adquisici�n gratuita: art. 1837-9-
54, 3499, 3501, etc.), es �sta: el adquirente de un patrimonio, o de
una parte de un patrimonio, no responde por las deudas de su

autor o transmitente, a menos que medie asunci�n expresa o t�cita


de su parte, pues entiende adquirir un bien, un beneficio, y no una
carga o un perjuicio.
De otra parte, y en los casos en que esa asunci�n es admisible,
la novaci�n debe ser descartada, salvo lo que en contrario resulte y
se demuestre por quien lo alegue : lo excepcional no puede ser
presu
mido. Y el acreedor tiene en tal supuesto dos acreedores alternativos, .

o solidarios, que es lo mismo.

1105. Necesidad de una ley al respecto. Es deplorable la�

circunstancia de que carezcamos de preceptos legales sobre la ma


teria.
Ya ha visto los que consagran los c�digos alem�n y suizo.
se Y
observo que casi todos los pa�ses del Viejo Mundo, en los cuales no

se tiene
c�digos tan modernos, han suplido la deficiencia mediante

leyes especiales, como ha ocurrido en Francia con la de marzo 17


de 1919.
Nada costar�a dictar entre nosotros algo parecido : se trata de

cosas corriente, y que, adem�s y por suerte, no suponen


de vida
grandes dificultades jur�dicas de elaboraci�n ni comprometen in
tereses.
Todo lo que existe en pa�s es un simple art�culo (12)
nuestro
de la ley de sellos, que con mero prop�sito fiscal obliga a inscribir

en el registro de comercio la venta de una casa de negocio.


�NDICE ALFAB�TICO

Abandono. �

v. Renuncia.
Abdicativa. �

Btenuncia, 861; �

remisi�n, 876a.
Abogados. �

Prescripci�n de sus honorarios, 961 y ss.;


incapacidad en

la cesi�n, 1034.
Absoluto. �

v. Aotos nulos; derechos absolutos; indisponibilidad ; nulidad.


Abstenci�n. Prestaci�n, 23;
� �

obligaci�n indivisible, 474.


Abstracto. Culpa, 106.

Abuso del derecho. Culpa, 111. �

Accesorio de una obligaci�n, se transmite


con �sta, 65; �

obligaci�n de

dar, 304; novaci�n, 755 a 60.


v. Obligaci�n accesoria.
Accidentes del trabajo.
Culpa', 111; indemnizaci�n
� �

no compensable,
728; indemnizaci�n

no cesible, 1031.
Acci�n. Obligaci�n en general, 48;

prescripci�n, 903. �

v. Demanda; excepciones ; sentencia.


Acci�n de evicci�n. �

v. Evicci�n.
Acci�n de � in rem verso�. �

Pago, 558.
v. Repetici�n del pago indebido.
Acci�n de redhibici�n. �

v. Redhibici�n.
Acci�n de repetici�n. Eepetici�n de

pago, 704 y ss.;


prescripci�n, 725

y 954b;

juez competente, 726.


v. Acci�n de � in rem verso >>.

Acci�n ejecutiva. Condici�n, 240;



obligaci�n de hacer, 361; obliga �

ci�n de plazo indeterminado, 442;


interrupci�n de la prescripci�n, 933.


Acci�n indirecta. �

v. Acci�n subrogatoria.
Acci�n oblicua. �

v. Acci�n subrogatoria.
Acci�n pauliana. �

Obligaci�n condicional, 234;


obligaci�n a plazo, 275;


prescripci�n, 1011-2.
Acci�n � quanti minor� �. �

v. Redhibici�n.
Acci�n redhibitoria. �

v. Redhibici�n.
Acci�n reipersecutoria.

v. Tercero.

Acci�n remisoria. Obligaci�n divisible, 462;



obligaci�n indivisible, 485; �

obligaci�n solidaria activa, 509; obligaci�n solidaria pasiva, 523-4


v. Repetici�n del pago indebido.

Acci�n subrogatoria. Obligaci�n condicional, 234;



obligaci�n a plazo, �

275 afinidades con la subrogaci�n, 674;


. _
repetici�n de pago, 724. �
DE LAS
746 OBLIGA uiUJN ES EN GENERAL

Acciones. Del tercero que paga, transacci�n sobre acciones delic


557-8;

tuales, 827.
v. Acci�n.
Acciones contractuales. �

v. Contrato.
Acciones delictuales. ��

v. Actos il�citos; cuasidelito; delito.


Acepciones. �

Obligaci�n, 6; �

condici�n, 195; confusi�n, 841;


� �

renun

cia, 858.
Aceptaci�n. �

Ofertas indeterminadas, 36 y ss.; �

consignaci�n, 634 y ss.;


cesi�n, 1048 y
y 1066. ss.

Acreedor. Efectos de la obligaci�n, 49 y ss.;


�-

mora, 97 y ss. y

102; �

culpa, 114-5; cl�usula penal, 167;


��

hecho il�cito condicional,


216; �

hecho potestativo condicional, 218; obligaci�n �

condicional, 232 y ss.;


obligaci�n de plazo indeterminado, 270 a 2; �

plazo en general, 275


y ss. ; concurrencia en obligaci�n de dar, 342 y ss. ;
��

pago, 550;
� �

oposici�n al pago por tercero, 556; acci�n en su contra del tercero �

que le paga, 557; putativo, 573; mora y pago por consignaci�n,


� �

633; subrogaci�n convencional,


665 y ss. ; imputaci�n del pago, �

678; novaci�n subjetiva, 765-6;


��

compensaci�n, 791 y ss.; confu �

si�n, 853-5-6; remisi�n-

t�cita, 879a;

interrupci�n de la prescripci�n, �

932 y ss. y 951.


v. Acreedores ;cedente; cesionario; coacreedor; due�o y cada una de
las
especies formas de la obligaci�n aqu� no especificadas; de hacer;
o

de no hacer; facultativas; alternativa, etc.


Acreedor preferente. v. Acreedor privilegiado.
- �

Acreedor privilegiado. Subrogaci�n legal, 658.


���

Acreedor putativo. Pago, 571. �

Acreedores del cedente. No pueden oponerse a la cesi�n 1047a;



son ter �

ceros en la
cesi�n, 1057; �
efectos de la cesi�n antes de consumada a

su respecto, 1064 a 6;

efectos de la cesi�n despu�s de consumada a

�su respecto, 1076 y ss.


Act Torrens. �

v. Torrens.
�Acte recognitif� del derecho franc�s* 540.
� Actio judicati �. �

v. Sentencia.
Acto anulable ��

-y obligaci�n natural, 86.


v. Acto nulo; nulidad.
Acto anulado. �

v. Acto nulo; nulidad.


Acto de liberalidad. �

cumplimiento de una obligaci�n natural, 84.


En el
Acto nulo. Obligaci�n natural, 86; repetici�n de pago, 701; pago sin
� �

causa, 715; novaci�n, 738-9 y 742;


prescripci�n, 994 y ss. �

v. Nulidad.
Actos conservatorios. �

Obligaci�n condicional, 233;


obligaci�n a plazo,
275;

cesi�n, 1047.
Actos de administraci�n. �

Obligaci�n condicional, 237;



retroactividad

condici�n, 242.
de la
Actos de disposici�n. Obligaci�n condicional, 238;

retroactividad de la

obligaci�n a plazo, 276.


condici�n, 242; �

Actos de incapaces. �

Incapaces.
v.

Actos entre vivos. �

Condici�n, 245.
Actos falsos. �

Prescripci�n, 998.
�ndice alfab�tico
7�l�

Actos gratuitos. �

Condici�n, 245-6.
v. Gratuitas.
Actos il�citos. Como fuente de
obligaci�n,

32 a 35; lugar de

su pa^o '
6,17; �

prescripci�n, 1013 y ss.

v. Cuasidelito; delito.
Actos interruptivos de la prescripci�n, 932 y ss.
Actos �mortis causa�.
Condici�n, 246;

renuncia 869.

Actuaciones. �

v: Acci�n ejecutiva; demanda; gesti�n administrativa; intima


ci�n judicial.
Adhesi�n. �

v. Contrato de adhesi�n.
Adjectus. �

Tercero designadopara recibir el pago, 572.


Administraci�n. �

v. Actos de administraci�n.
Administrativo. �

v. Gesti�n administrativa.
Adquirente de bien hipotecado.
Subrogaci�n legal, 663.

Adquirente de un
patrimonio. integral. �

En principio no con las deu


carga
das conexas, 1101 y ss. �

� Adstipulator �. �

Pago, 572.
Adulto. �

v. Menor adulto.
Afinidades. �

Derecho civil y otros derechos


privados, 2;
obligaci�n civil

y obligaci�n no
civil, 5; y fuente, 9;

causa
hacer, 24-5;

dar ysu �

cesores universales con


legatarios y sucesores particulares, 62; obliga

ci�n natural, 74; culpa contractual y culpa delictual, 109 y ss.;


caso

fortuito y fuerza mayor, 117; cl�usula penal y multa penitencial, 183;


cl�usula penal y se�al o arras, 184 a 7; condici�n y plazo incierto,


205 a 7 y 266 y ss.; cargo y condici�n, 249;


cargo y consejo o

ruego, 250; obligaci�n de prestaci�n determinada


y obligaci�n de
prestaci�n indeterminada, 303; obligaci�n alternativa y obligaci�n de

g�nero, 381; obligaci�n alterna y obligaci�n facultativa, 382;


obli �

gaci�n alterna y obligaci�n condicional, 383; obligaci�n disjunta y


obligaci�n solidaria, 448; obligaci�n solidaria y obligaci�n indivisible,


488 y 531-2; fianza y obligaci�n solidaria, 534;


acte recognitif y �

reconocimiento de las obligaciones, 540; reconocimiento y obligaci�n


sin causa, '540a; adjectus y adstipulator, 572;


mora del acreedor y


pago por consignaci�n, 633; subrogaci�n consentida por el acreedor y


cesi�n de derechos, 667-8; subrogaci�n y


acci�n subrogatoria, 674; �

pago por entrega de bienes con novaci�n y compraventa, 685-6; acci�n �

subrogatoria y repetici�n de pago, 724; novaci�n �

con confirmaci�n, re
conocimiento, daci�n en pago, cesi�n, subrogaci�n, 771-2; entre las �

distintas compensaciones, 782; compensaci�n y derecho de retenci�n,


810; nulidad
��

y rescisi�n de transacci�n, 834; transacci�n con reco


nocimiento, renuncia, juramento decisorio, 839; renuncia con reconoci


miento, transacci�n y donaci�n, 873 a 5; prescripci�n con caducidad


y con no uso, 918-8"; cesi�n �

y cesiones especiales, 1086; cesi�n y �

compraventa, 1087-8; cesi�n �

y transferencia de deudas, 1096.


de negocios. Prescripci�n de sus honorarios, 971.
Agentes

Agravio moral. �

v. Da�o moral.

fortuito, 128-9;
Caso caso fortuito en la cl�usula penal; 180;
Alegaci�n.

medios extintivos de obligaciones, 547; compensaci�n, 806. �

v. Oposici�n; excepci�n; impugnaci�n.


748 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Alimentario. v. Bienes
ejecutables; derechos cesibles.

no

Alimentos. �

Compensaci�n, 804; prescripci�n, 958 y incesibilidad, 1029.



v. Bienes no ejecutables; pago con beneficio de competencia.


Alquileres. Prescripci�n, 958.

Alteraciones. Novaci�n, 747 y


ss.

v. Cambio.
Alternativo. Condici�n, 201;

cumplimiento de�

la condici�n, 226; �

obli
gaci�n, 380 y ss.; obligaci�n disjunta, 448;
�-

dep�sito- bancario, 449.


Ampliaci�n de plazos. Prescripci�n, 906.

Anatocismo, 436 y ss.


Animales. Como sujetos de derechos, 20.
�-

A�os. Plazo, 280;


prescripci�n, 957 y ss.


Aparente. Obligaci�n alternativa, 385.


Arbitral. y. Compromiso arbitral.


-<�

Arquitectos. Prescripci�n, 955b.


��

Arraigo. Subrogaci�n, 65.1;


cesi�n, 1069. �

Arras. �

v. Se�al.
Arrendamientos. Prescripci�n,

958.
Arriendos. �

Prescripci�n, 958.
Artes. �

v. Maestro en ciencias o en artes.


Artesanos. �

Prescripci�n de, sus derechos, 975-9.


Asociaciones. �

Como sujetos de derechos, 20.


� Astreintes �, 55 y 367.
Aumentos. �

Retroactividad de la condici�n, 242; �

obligaci�n de dar, 316


a 8 y 322.
Ausencia. ��

Prescripci�n, 956.
Aut�ntico. �

v. Documento p�blico.

Bancario. �

v. Dep�sito bancario.
Beneficiario. �

Cargo, 251 y ss.; �

renuncia, 862; ��

remisi�n, 876".
v. Heredero beneficiario.
Beneficio de competencia, 727 y ss.

v. Bienes no ejecutables.

Beneficio de inventario. Subrogaci�n, 664;


confusi�n, 845. �

Bibliograf�a. Obligaci�n natural, 70;


culpa, 104; da�os e intereses,


� �

131; obligaci�n facultativa, 373; obligaci�n solidaria, 486;,- pres


��- � �

cripci�n, 902a; transmisi�n de las obligaciones, 1024a.


Bien de familia. No ejecutable, 53 y 727-8;


incesible, 1031. ��

Bienes � extra commercium �. Transacci�n, 825.


Bienes no ejecutables. Generalidades, 53;


beneficio de competencia, �

727-8; compensaci�n, 805.


Bilateral. �

v. Unilateral.
Boletos de compraventa. �

Da�os, 141.
Boticarios. �

Prescripci�n de sus derechos, 972-7.


Buena fe. Tradici�n, 343 y repetici�n de 704-5; prescrip

ss.; pago,
� �

ci�n, 912; evicci�n en


la cesi�n, 1081.
v. Culpa; dolo; mala fe.

Buenas costumbres. �

v. Moral.
�NDICE ALFAB�TICO
749

Buque. �

Como sujeto de derechos, 21; �

efectos de su
enajenaci�n sobre
las deudas conexas, 1101 y ss.

Caducidad. �

Afinidades con la prescripci�n, 918; �

de la demanda e inte
rrupci�n d-e la prescripci�n, 938.
v. Descaecimiento.
Calidad de propietario en el que paga,
561;

culpa, 111.
C�maras compensadoras. �

Compensaci�n, 776.
Cambio �

de domicilio para el pago, 604; de prestaci�n la novaci�n,


en

749;

de causa en la novaci�n, 750 y ss.; �

de accesorios en la nova

ci�n, 747 y 760; de modalidades en la 755 y ss.;


novaci�n,

��

de su

jeto en la novaci�n, 762 a 6.


Cambios internacionales. �

Compensaci�n, 775.
Cantidad. �

v. Obligaci�n de cantidad.

Capaces. �
v. Capacidad.
Capacidad. �

Pago, 559 y ss.; �

recibir un
pago, 575 y ss.;

transacci�n,
822-3; �

renuncia, 865; �

prescripci�n, 915; ��

cesi�n, 1032 y ss.

Incapacidad.
v.

Capacidad de derecho. v. Menor adulto; mujer casada.


Capacidad de hecho. v. Menor adulto; mujer casada.


Capital. v.�

Cuotas; intereses.
Capitalizaci�n de intereses, 436 y ss.

Car�cter �

no puramente econ�mico del derecho civil, 29;


de la obliga
ci�n natural
cumplida, 84; da�os, 133; cumplimiento

hecho �

del

condicional, 222; dinero, 418; excepcional de la obligaci�n


� �

solida

ria, 490; pago por tercero, 555;


pago con subrogaci�n, 655;


enri �

quecimiento sin causa, 689; transacci�n, 812; liberaci�n


por con

fusi�n, 849 y ss.; liberaci�n por remisi�n, 882;


imposibilidad, 893; �

prescripci�n, 911 y ss.; suspensi�n de la prescripci�n,


925; pres

cripci�n ordinaria, 954.


Caracteres. Transacci�n, 814 y ss.;

renuncia, 860 y ss.; remisi�n,


� �

876a;

cesi�n, 1036 y ss.

Caracterizaci�n obligaci�n en el c�digo, 4;


de la caso fortuito, 119 y �

ss.; hecho condicional incierto, 204;


obligaci�n del g�nero, 400-1; �

de obligaci�n disjunta, 447-8.


obligaci�n cantidad, 407;

Carga. �

v. Cargo.'
Carga real. �

v. Derecho real.

Cargo, 247 y ss.; novaci�n,



756.
Cartas. - �-

v. Requerimiento.
Casa de negocio. �

v. Establecimiento mercantil.
Casamiento. �

v. Matrimonio.
Caso fortuito, 116 y ss.;

cl�usula penal, 180.

v. Imposibilidad.
Casos legales. �

v. Legal.
Descaecimiento del plazo, 292;

obligaci�n de cantidad,
Casuismo legal. �

415 .' sujetos de la cesi�n, 1032 y ss.


obligaci�n indivisible, 471;

� Casus �. �

v. Caso fortuito.
331.
Catastro. �

Registros de derechos reales,


750 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Causa. �

Requisito de la obligaci�n, 8 y ss.; �

factor de indivisibilidad o
de solidaridad, 531; pago sin causa, 707 737 y ss.;
novaci�n,

y ss.;

cambio en la novaci�n, 750 y ss.


Causa aparente, 11.
Causa falsa, 11.
Causa il�cita. Especies o formas, 12;

ilicitud �

hoc sensu, 13; �

moral y
buenas costumbres, 14; orden p�blico, 15;
� �

intereses y convenien
cias generales, 16; pago il�cito, 717 y ss.

v. Ilicitud.
Causa licita. �

Concepto, 9; �

afinidades, 9; �

requiere expresi�n,
no 10.
Cedente. �

Capacidad, 1032 y ss. y 1063a; �

derechos y obligaciones gene


rales, 1042 y ss.; efectos de la cesi�n

resconsumada, 1075 y ss.; �

ponsabilidad por evicci�n, 1080 y ss.


Celibato. Condici�n, 213.

Cesaci�n. Mora del deudor, 96;


mora del acreedor, 101;


de patroci �

nio y prescripci�n del honorario del abogado, 963; responsabilidad


por evicci�n en la cesi�n, 1085.


v. Extinci�n.
Cesionario. �

Efectos de la cesi�n, 1042 y ss.; �

cesionarios sucesivos en la

aceptaci�n o notificaci�n de la cesi�n, 1055-60; �

puede ser tercero en

una cesi�n, 1057; �

efectos de la cesi�n despu�s de consumada, 1067-8

y 1075 y ss.

Cesi�n de derechos, 1025 y ss.; �

subrogaci�n consentida por el acreedor,


�67-8; afinidades con la

novaci�n, 772; �

compensaci�n, 793 a 5 y

1070; �

afinidades con la transferencia de deudas, 1096.


Cesi�n de deudas. �

v. Transferencia de deudas.
Cesiones especiales. �

Afinidades con la cesi�n com�n, 1086.


Ciencias. �

v. Maestros en ciencias o en artes.

Cierto. �

Plazo, 265 y ss.;


lugar del pago de un mueble cierto, 597; �

plazo fijado para el pago, 618 y ss.; consignaci�n de cosa, 641-2.


v. Obligaci�n de prestaci�n determinada.


Circunstancias �

indicativas del lugar del pago/ 595 y ss.

Cirujanos. �

Profesiones
v. m�dicas.
Citaci�n �

garant�a en obligaci�n indivisible, 477;


de de coacreedores en �

obligaci�n solidaria, 496; de codeudores en obligaci�n solidaria pa


siva, 515.
Civil. �

v. C�digo civil; obligaci�n civil.

Cl�usula penal, 163 y ss.; obligaci�n divisible, 463.


� Clearing Houses �. Compensaci�n, 776.


��

Coacreedor. v. � Adjectus solutionis gratia�; obligaci�n disjunta; obligaci�n


indivisible; obligaci�n solidaria activa.

Codeudor. �

plazo, 293 y 620;


Descaecimiento del retiro de la consigna �

ci�n, 640; subrogaci�n legal,



659.
v. Obligaci�n disjunta; obligaci�n indivisible; obligaci�n solidaria' pasiva.

ante las leyes procesales en punto a lugar del pago, 602;


C�digo civil �

irrenunciabilidad de la prescripci�n, 907; oposici�n de la prescripci�n,


910a; si autoriza la transferencia de deudas, 1091 y ss.


C�digo de procedimientos. v. Leyes procesales.


Cofiador. Remisi�n, 885.



�NDICE ALFAB�TICO
751

Colegios. Prescripci�n, 974.


Comercial. Solidaridad, 530;


� �

novaci�n, 760; �

prescripci�n, 978-95; �

prueba de pagos parciales hechos al cedente mediante recibos priva


dos, 1071.
v. Fuero comercial; valor patrimonial.
Comercio para el consumo. �

Prescripci�n, 976 y ss.

Comienzo. �

v. Momento inicial.

Compensaci�n, 773 y ss.; acreedor, 101; del


mora
culpa, 115; da�os,

� �

112-33-44a; obligaci�n solidaria activa, 505 y 791;


obligaci�n soli

daria pasiva, 522 y 791; cesi�n, 793 a 5


y 1070.
Compensaci�n legaL 781 y ss.
Competencia. v. Jurisdicci�n; juez competente ; pago con
beneficio de com

petencia.
Competente. �

v. Juez competente.

Complejo. �

v. Obligaci�n de sujeto complejo o m�ltiple.


Compraventa. �

Afinidades con el pago por entrega de bienes, 685; - �

pres
cripci�n de la evicci�n, 986; �

prescripci�n de la redhibici�n, 990; �

afinidades con la cesi�n, 1087-8.


v. Boletos de compraventa.
Compromiso Interruptivo de
arbitral. �

la prescripci�n, 951.
Compulsi�n. v. Medios

de compulsi�n.

C�mputo. Da�os, 135 y ss.;


plazo, �

281 y ss.; �

intereses, 431 y ss.

Comunidad. �

Obligaci�n indivisible, 473.


Concordato. �

Novaci�n, 757a.
Concreto. �

Culpa, 106.
Concurrencia de acreedores. Tradici�n, 342; subrogaci�n, 673; ce
� �

sionarios, 1068.
Concurso de acreedores. �

compulsi�n, 56;
Medio de descaecimiento �
del

plazo, 288 y 620; compensaci�n, 789-98;


cesi�n, 1076 y ss. �

v. Concurrencia; insolvencia ; quiebra.

Condici�n, 192 y ss.; sujeta a plazo, 274;


novaci�n, 741-3 y 755.


Condici�n alternativa, 201.


Condici�n casual, 199.
Condici�n conjuntiva, 201.
Condici�n expresa, 200.

Condici�n il�cita, 209 y ss.; �


en una cl�usula penal, 169;

en obligaci�n
accesoria, 297.
Condici�n mixta, 199.
Condici�n negativa, 198.
Condici�n positiva, 198.
Condici�n potestativa, 199.
Condici�n resolutoria, 196-7.
Condici�n suspensiva, 196-7.

Condici�n t�cita, 200.


del pago.
�Condictio�. v. Acci�n de

repetici�n; repetici�n
Condominio. �

Obligaci�n indivisible, 473.


Confesi�n. �
v. Reconocimiento.
Confesi�n extrajudicial, 542.

Confesi�n judicial, 541.


DE LAS
752 OBLIGACIONES EN GENERAL

Confirmaci�n �

de acto
nulo o anulable y cumplimiento parcial de
obliga
ci�n
natural, 86; afinidades con la novaci�n, 771.

Confusi�n, 840 y ss.; obligaci�n solidaria activa, 506 y 855;


obligaci�n

solidaria pasiva, 522 y 855.


Conjuntivo. Condici�n, 201;

cumplimiento de la condici�n, 226;


obli �

gaci�n de sujeto complejo o m�ltiple, 444 y ss.


Conjunto. �

v. Conjuntivo.
Consejo. �

Afinidades con el cargo, 250.


Conservaci�n �

de cosa en obligaci�n de dar, 305; �

obligaci�n de canti
dad, 411-2.
v. Actos conservatorios.

Consignaci�n, 626 y ss.


Consignaciones especiales, 641 y ss.

Constituir derechos reales. �

Obligaci�n de dar, 307 y ss.; �

concurrencia
de acreedores, 342 y ss.

Constructores. Prescripci�n

de sus derechos, 977.


Consumo. �

v. Comercio para el consumo.

Contienda. ��

v. Acci�n; juicio; �litis contestatio�; pleito; sentencia.


Contrato. �

Fuentes deobligaciones, a 35; indemnizaci�n por resoluci�n,


32 �

148; �

prescripci�n de la acci�n de cumplimiento, 955b; prescripci�n ���

de la acci�n de evicci�n, 987; prescripci�n de la acci�n


redhibitoria,
990; prescripci�n de actos nulos que no sean contratos, 997;

pres

cripci�n de la acci�n de terceros, 1000.


v. Culpa contractual; da�os e intereses.

Contrato de adhesi�n. Caso de voluntad unilateral, 44.


Convencional. Mora,

90 y ss.; da�os e intereses, 163;


plazo, 264; � �

compensaci�n, 777; prescripci�n, 908.


Conveniencias generales. v. Intereses generales


Corporaciones. Como

sujetos de -derecho, 20.


Correal. �

Obligaci�n solidaria, 490.


Corriente. v. Cuenta corriente; valor corriente.

Cosa. �

Como sujeto de derecho, 20 y 21; p�rdida, 310; �equivalente�


� �

en obligaci�n de dar, 314a.

Cosa cierta. Consignaci�n, 641-2;


imposibilidad, 896 a 7a.


��

v. Obligaci�n de prestaci�n determinada.


Cosa enajenada. Lugar del pago de su precio, 598.

Cosa extraviada. Imposibilidad, 897a.


Cosa gen�rica. Imposibilidad, 898.


v. Obligaci�n de g�nero.

Cosa incierta. �

Consignaci�n, 643.
v. Obligaci�n de g�nero ; obligaci�n de cantidad; obligaci�n de prestaci�n
indeterminada.
Cosa indeterminada. �

v. Cosa incierta.
Cosa inmueble. �

v. Inmueble.
Cosa juzgada. �

Obligaci�n indivisible, 484;


obligaci�n solidaria activa,


501; �

obligaci�n solidaria pasiva, 508;


transacci�n, 817.
Cosa mueble. �

v. Mueble.
Cosa perdida. �

v. P�rdida.
Costas. �
Parte de la indemnizaci�n, 151;

repetici�n de costas en ejecu-


�NDICE ALFAB�TICO n~n
IDO

cienes, 716; prescripci�n, 914;


-

prescripci�n de ellas cuando corres-


ponden a
honorarios, 968.
v. Gastos.
Costumbre. -

Forma y condiciones de
enajenaci�n de patrimonios integra- to
les, 1103.
Cr�dito. Concepto, 4;

embargado, 562 y

ss.
Cr�dito l�quido. Pago, 583.

v. Deuda
l�quida; liquides.
Cr�ditos fiscales.
Compensaci�n, 801.

Cr�ditos privilegiados. v. Privilegios.


Criterios. �

v. Doctrinas.
Cuasicontrato. -

Como fuente de
obligaci�n, 32 a
35; -

afinidades con el
enriquecimiento sin causa, 689.
Cuasidelito. Como fuente de �

obligaci�n, 32 a
35; �

lugar del pago, 617- �

prescripci�n, 1013 y ss.


'� v. Culpa delictual.

Cuenta corriente.
Novaci�n, 754;

compensaci�n, 774.

Cuerpo Cierto. �

v. Cosa cierta.
Culpa, 104 y fortuito, 116 y ss.;
ss.;

caso
c�mputo de los da�os,

139 y ss.; obligaci�n de dar, 307 y ss. y 319 y ss.;


obligaci�n �

de hacer, 357 y
ss.; obligaci�n de no hacer, 365-6;

obligaci�n

facultativa, 378; obligaci�n alternativa, 390 y ss.;


obligaci�n

de g�nero, 403 y ss. ;


obligaci�n de cantidad, 411 y ss. ;

obliga

ci�n divisible, 463;


obligaci�n indivisible, 483;

obligaci�n solida

ria activa, 497a;


obligaci�n solidaria pasiva, 516;

imposibilidad

894 y ss.

Culpa contractual, 109 y ss.


Culpa de ambas partes, 115.
Culpa del acreedor, 114.
Culpa del deudor, 106 y ss.
Culpa delictual, 109 y ss.
Cumplimiento forzoso o compulsivo de

la obligaci�n, 49 y ss.; parcial


de una obligaci�n natural, 86; no excluido por la cl�usula penal, 166;



no acumulable por el acreedor con la cl�usula, penal, 167; condici�n,


222 y ss. 231; cargo, 258 60; obligaci�n de hacer, 352 y ss.;

y a

prescripci�n, 955b.
v. Vencimiento.
Cuotas. �-

Prescripci�n, 959.
Cuotas de intereses, 436a.

Daci�n en pago.

v.Pago por entrega de bienes.


Da�o, 131 y ss.; �

moral, 154 y ss.; �

cl�usula penal, 173 y ss.

v. Da�os e intereses.
Da�os e intereses, 88 y ss.; �

soluci�n subsidiaria toda


obligaci�n, 50;
en �

obligaci�n de hacer, 357 y ss.; �

obligaci�n solidaria activa, 497a; �

imposibilidad, 895;

prescripci�n, 955b y 1013 y ss.

Da�os y perjuicios. �

v. Da�os e intereses; da�os y perjuicios delictuales.


Da�os y perjuicios delictuales. �

Prescripci�n, 954b y 1013 y ss.

Colmo, Oblig. �
T. I. 48
754 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Dar. �

Especie de prestaci�n, 23; diferencias la de 24 y 25.


hacer,

con

v. Obligaci�n de dar.
� Datio in solutum �. �

v. Pago por entrega de bienes.


Deber de conciencia. �

Como explicaci�n de la obligaci�n natural, 75 y 78-9;


��

prescripci�n, 913.
Decisi�n judicial. �

v. Sentencia
judicial; declarativa; de oficio.
Declarativa. �

Sentencia, 33, 493, 635, 752, 942 y ss.; transacci�n,


8.16.
Declaratoria de herederos. �

Prescripci�n, 999.
Deferir el juramento. �

Monto de la indemnizaci�n de da�os, 148; �

pres
cripci�n, 911-82.
De hecho. �

Plazo respecto del lugar del pago, 600.


De � in rem verso�. �

v. Acci�n de �in rem verso�

Delegaci�n. �

Novaci�n subjetiva, 762; cesi�n de deudas, 1097.


Delito. �

Fuente de obligaci�n, 32 a 35; da�o moral, 161; � �

lugar del
pago, 617; �

transacci�n, 827; prescripci�n, 1013 y ss.


v. Culpa delictual.
Demanda. Interrupci�n de la prescripci�n, 932 y ss. y 1019 y ss.

v. Acci�n ejecutiva; gesti�n administrativa; intimaci�n judicial; reclamo;

requerimiento.
Demanda criminal. �

Efecto interruptivo sobre la prescripci�n de la acci�n

civil, 1020.
Demanda de intereses. �

Obligaci�n de dinero, 431 y ss.; �

obligaci�n soli
daria activa, 500; �

obligaci�n solidaria pasiva, 516.


Demanda reivindicator�a. �

Efecto interruptivo sobre la prescripci�n de la


acci�n por da�os, 1021.
Dementes. Prescripci�n relativa

a sus actos, 1008 y ss.

Demolombe. Da�os
intereses, 145a;
���

eobligaci�n solidaria, 487. �

De oficio. Compensaci�n, 809a;


prescripci�n, 913. �

De pleno derecho. Condici�n, 244;


���
mora en obligaci�n de no hacer, 366;

medios extintivos de las obligaciones, 547; compensaci�n, 806 y ���

prescripci�n, 913.

ss.;
Dep�sito bancario. Alternativo, 449.

Dep�sito irregular. Compensaci�n, 803.


�� �

Derecho. no juega en la obligaci�n indivisible, 467.


Obligaci�n, 4;
� �

v. Cr�dito.
Derecho alem�n. �
Da�os e intereses, 144;

cl�usula,
penal, 174; registro �

de derechos reales, 336;


promesa de deuda, 538; transferencia



de

deudas, 1090.
Derecho civil. �

Afinidades, 2;

no es puramente econ�mico, 29;


abona

la obligaci�n natural, 74.


v. C�digo civil.
Derecho comercial. �

v. Comercial.
Derecho creditorio. �

v. Cr�dito; derechos no creditorios.

Derecho de elecci�n. �

v. Elecci�n.
Derecho de habitaci�n. �

Incesible, 1030.
v. Prevenci�n.
Derecho de prevenci�n. �

Derecho de propiedad y registros, 334; pago, 561.


Derecho de retenci�n. �
Afinidades con la compensaci�n, 810.
Da�os de dolo, 143; astreintes, 55 y 367;

Derecho franc�s.


en caso
�NDICE ALFAB�TICO
755

obligaci�n indivisible, 464 y ss.; especies


de solidaridad, 527; �

la
representaci�n en la obligaci�n solidaria, 533 a 5; �

reconocimiento de
las obligaciones, 540.
Derecho germ�nico. �

v. Derecho alem�n.
Derecho moderno. �

Obligaciones naturales, 73 a 5; da�os de


en
dolo,

caso

144; auge de la obligaci�n disjunta, 446�


compensaci�n, 808;

transferencias de deudas, 1090.


Derecho natural. �

Como criterio de explicaci�n de la obligaci�n natural, 77.


:Derecho personal. �

v. Derecho real; objetividad de la obligaci�n.


Derecho privado. �

Afinidades, 2.
Derecho real. �

No debe influir el
juego del derecho creditorio, 65;
en �

obligaci�n de dar, 307 y ss.; no


juega en la obligaci�n indivisible,

468; que garantiza una


obligaci�n, no hace a �sta indivisible, 475.

v. Constituir derechos reales; transferencia.de derechos reales.


Derecho romano. Sujeto de derecho, 20;

fuentes de las obligaciones, 32;


voluntad unilateral, 37; obligaci�n natural, 72 y 73;


culpa, 107;

caso fortuito, 119;. tradici�n, 330.; novaci�n, 769; interrup


� � � �

ci�n de la prescripci�n por litis contestatio, 940; duraci�n de la �

prescripci�n de un derecho admitido por sentencia, 942 y ss.; transmi �

si�n de obligaciones, 1022.


"Derechos. �

Nuestra cesi�n es de derechos y no s�lo de cr�ditos, 1026; �

pueden ser rematados, 1089.


v. Acreedor; deudor; sucesores; transmisibilidad; objeto.

Derechos absolutos. No pueden ser materia de cesi�n, 1087;


no pueden �

ser materia de transferencia de deudas, 1092.

"Derechos a la orden. �

v. T�tulos a la orden.
"Derechos al portador. �

v. T�tulos al portador.
Derechos cesibles, 1027 y ss.

Derechos dudosos. �

v. Derechos litigiosos.
Derechos incesibles, 1028 y ss.
Derechos inherentes. Son intransmisibles,
��

60; �

son incesibles, 1028.


"Derechos inmobiliarios. �

v. Inmueble.
Derechos litigiosos. �

Transacci�n, 813; �

renuncia, 870; �

cesi�n, 1038.

Derechos mobiliarios. �
v. Mueble.
Derechos no creditorios. �

Prescripci�n, 994 y ss.; �

prescripci�n en actos

deincapaces, 1002 y ss.

Derechos posesorios. �
v. Inmueble.
Derechos prescriptibles en el plazo ordinario, 954 y ss.

Derechos relativos. Son los �nicos que pueden ser materia de cesi�n, 1087;

son los que pueden ser materia de transferencia de deudas,


1092.

intereses, 435; 620 a 2;


Plazo, 287 y ss.; pago,


Descaecimiento.

prescripci�n, 918.
Descuento. �poca de

pago, 625.
De tercero para recibir el pago, 572; �

de lugar del pago,


Designaci�n. �

593 y ss.

Despojante. �

Compensaci�n, 802.

Despojo. �

v. Despojante.
de dar, 313 y ss. y 321;

obligaci�n solidaria ac
Deterioro. �

Obligaci�n
tiva, 497a.
756 �E LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Determinable. �

v. Obligaci�n de prestaci�n indeterminada.


Determinaci�n de la
prestaci�n obligatoria, 370;

obligaci�n facultativa,,
379; sujeto de obligaci�n compleja, 444-5.

Determinado. Prestaci�n, 26;


plazo, 270 a 3; obligaci�n de


presta

ci�n determinada, 298 y ss.


Deuda. �

Concepto, 4; transferencia,

1090 y ss.

Deuda de juego. �

v. Obligaci�n natural.
Deuda l�quida. �

Intereses, 432.
v. Cr�dito l�quido; liquidez.
Deudas del cedente. �

No pasan al cesionario, 1045.


Deudas fiscales. �

v. Cr�ditos fiscales.
Deudas privilegiadas. Privilegios. �

v.

Deudas p�blicas. fiscales.


v. Cr�ditos
Deudor. Efectos de la obligaci�n, 48;

mora, 90 y ss. y 102; culpa,.


� �

106 y ss. y 115; cl�usula penal, 166;


hecho il�cito condicional, 216;. �

hecho potestativo condicional, 218-20; obligaci�n condicional, 235-6; �

obligaci�n a plazo indeterminado, 270 a 2; plazo en general, 275 y ss.;


culpa en obligaci�n de dar, 307 y ss. y 319 y ss.; oposici�n al pago-


por tercero, 555; acci�n en su contra


del tercero que paga, 558;


insolvente, 560; imputaci�n del pago, 677;


repetici�n del pago,. �

704-6; beneficio de competencia, 727 y ss.;


,

novaci�n subjetiva, 762 ��-

y ss.; compensaci�n,

791 y ss.; confusi�n, 853 y ss.; remisi�n



t�cita, 880-4; interrupci�n de la prescripci�n, 948 y ss. y 951.


v. Obligaci�n de hacer; obligaci�n de no hacer; obligaci�n facultativa;

obligaci�n alternativa; cedente, cesionario; codeudor; deudor cedido^


Deudor cedido. No puede oponerse a la cesi�n, 1047a;

aceptaci�n o no �

tificaci�n de la cesi�n, 1048 y ss.; efectos de la cesi�n antes de la


aceptaci�n o la notificaci�n, 1061 y ss.; efectos posteriores a la acep �

taci�n o la notificaci�n, 1069 y ss.

Deudor insolvente. �

Pago, 560.
D�as. �

Plazo, 281 y ss.

Diferencias. Afinidades.

v.

Diligencias conservatorias. v. Actos conservatorios. �

Diminuci�n de garant�as. Descaecimiento del plazo,�

290 y 622.
Dinero. �

Indemnizaci�n com�n, 147; �

cl�usula
penal, 177;

obligaci�n
de dinero, 418 y ss.; �

pago mediante documentos, 578.


v. Moneda.

Disjunta. �

Condici�n, 201; �

obligaci�n, 446 y ss.

Disoluci�n. �

De la obligaci�n de dar, 307 y ss.;


imposibilidad, 890.
v. Extinci�n ; resoluci�n.

Disposici�n. v. Actos de administraci�n.


Disposici�n testamentaria.

Plazo, 267 a 9.
v. Actos �mortis causa�.

Divisibilidad. Obligaci�n divisible.


v.

Divisible. Prestaci�n, 26;



cl�usula penal, 182. �

v. Obligaci�n divisible.

Divisi�n de obligaci�n divisible, 461.


Doctrinas. Obligaci�n natural, 72 a 75;


culpa, 106 �

y ss.;

caso fortui
119 de los da�os, 135 da�o moral, 154 y
c�mputo

to, y ss.;

y ss.;
�NDICE ALFAB�TICO
757

ss.;

elecci�n
obligaci�n alternativa, 395;
en
valor del dinero 422 �

francesas en obligaci�n
y ss.; indivisible, 464;

francesas en espe �

cies de solidaridad, 527; de la representaci�n, en la


obligaci�n solida
ria, 533 a 5; concurso en caso de

cesi�n, 1079.
Documento aut�ntico. �

y. Documento p�blico.
Documento privado. Aceptaci�n o notificaci�n

de la cesi�n, 1059-60; �

pagos parciales hechos al cedente, 1072-4.


v. Forma prueba.
o

Documento p�blico. Aceptaci�n


o notificaci�n de la cesi�n respecto de ter


ceros, 1058-60.
v. Forma o prueba.

Documentos en
Obligaci�n de dinero, 578;
pago.

novaci�n objetiva,
753; �

remisi�n
t�cita, 877 y ss.
Dolo. �

Generalidades, 103; da�os, 142 y ss.


��

v. Mala fe.
Domicilio. Condici�n, 211; lugar del pago, 603 y

ss.

Domicilio de elecci�n. Lugar del pago,


606 y ss.
Domicilio especial. �

v. Domicilio de elecci�n.
Dominio. �

v. Derecho de
propiedad; registros.
Donaci�n. �

Obligaci�n natural, 79 y 84; afinidades la 875.


renuncia,

con

Dudoso. �

Derechos litigiosos.
v.

Due�o. �

Obligaci�n de dar, 319 y ss.

v. Acreedor.
Due�os de colegio. �

Prescripci�n, 974.

Econ�mico. Beneficio de competencia;


v. car�cter del derecho civil; da�o


moral; obligaci�n natural.
.Efectos. �

De la
obligaci�n, 47 y ss.; de la obligaci�n natural, 84 a 87;
� �

del
deudor, 95; mora del condici�n, 232 y ss.;
mora
^.creedor, 100;
� �

cargo, 259 a 60; plazo, 286 y ss.; descaecimiento del plazo, 293;
� � �

obligaci�n de dar, 304 a 6 y 307 y ss.; obligaci�n facultativa, 374


y ss.; obligaci�n alternativa, 386 y ss.;


elecci�n en obligaci�n al

ternativa, 395 y ss.; obligaci�n de


g�nero, 403 y ss.; obligaci�n de �

cantidad, 408 y ss.; obligaci�n divisible,


459 y ss.; obligaci�n in �

divisible, 476 y ss.; obligaci�n solidaria activa, 494 y ss.;


obliga �

ci�n solidaria pasiva, 513 y ss. ; medios extintivos de las obligaciones,


547 y ss.; consignaci�n, 634 y ss.; subrogaci�n, 649; pago con


� �

subrogaci�n, 671 a 3; enriquecimiento sin causa, 691a;



novaci�n �

novaci�n en general, 767-8; compensaci�n, 806


subjetiva, 764; y ss.;

transacci�n, 828 y ss.; confusi�n, 849 �

y ss.; renuncia, 871-2; � �

prescripci�n, 917a; suspensi�n ��


de la prescripci�n, 930; interrupci�n �

de la prescripci�n, 930-52-3; litis contestatio en prescripci�n, 940-1;



sentencia sobre la prescripci�n, 942 y ss.; cesi�n, 1042 y ss. ;


acep

taci�n o notificaci�n de la cesi�n, 1061 y ss. ; transferencia de deu


das, 1098-9.
:Bfectos accidentales. �

Obligaci�n divisible, 463;


obligaci�n indivisible,
obligaci�n solidaria activa, 497 ss.; obligaci�n soli-

479 a 84;

y
758 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

daria pasiva, 516; novaci�n, 768; transacci�n, 829 y ss.;



con �

fusi�n, 853 y ss.; remisi�n, 884 �

y ss.
Efectos fundamentales. Obligaci�n divisible, 459 a 62;

obligaci�n indi �

visible, 476 a 8; obligaci�n solidaria activa, 494 a 6;


obligaci�n.

solidaria pasiva, 513 a 5; novaci�n, 767; transacci�n,- 828;



con

.

fusi�n, 849 y ss.; remisi�n, 883.


Ejecuci�n de bienes afectados. Descaecimiento del plazo, 289.


Ejecuciones. Lugar �

del pago, 614; repetici�n de costas, 716; ��

com

pensaci�n, 809-9a; oposici�n de la prescripci�n, 910.


��

v. Acci�n
ejecutiva; bienes no ejecutables.
Ejecutivo. Ejecuciones.

v.

Elecci�n. Obligaci�n alternativa, 390 y ss.;


obligaci�n de g�nero, 402^: �

obligaci�n de cantidad, 409 y ss. ; de domicilio para el pago, 606 y ss..


Elementos. De la obligaci�n, 7 y ss.


��

v. Causa; fuentes; prestaci�n; sujeto.


Emancipaci�n. v. Menores emancipados.

Embargo de un cr�dito impide su pago, 562 y ss.;


interrupci�n de la. �

prescripci�n, 933; prescripci�n ordinaria, 955b;


��

lo hay para el ce

sionario que notifica o hace aceptar la cesi�n, 1067.


v. Bienes no ejecutables.

Empleados. Prescripci�n, 960;


incapacidades en la cesi�n, 1034.


v. Salarios.
Empleados p�blicos. �

Capacidad en la cesi�n, 1034.


Empresarios. �

v. Constructores.
Enajenaci�n. �

Repetici�n de pago, 705.


v. Tradici�n.

Enriquecimiento sin causa, 686 y ss.;


da�o moral, 158.


v. Cuasicontrato.

Entrega �

de accesorios en obligaci�n de dar, 304; �

de cosa debida en lu

gar y tiempo, 306; del t�tulo en la


-i�
cesi�n, 1043.
v. Tradici�n ; documentos en p&go.

Enumeraci�n �

del c�digo en punto a obligaci�n natural, no es limitativa,..


83;

medios de extinci�n de las obligaciones, 544-5; �

beneficio de

competencia, 732.
�poca. v. �poca del

pago; plazo;, tiempo.


�poca del pago, 618 y ss.
Equidad. Como criterio de

explicaci�n de la obligaci�n natural, 76.


Equivalente. En obligaci�n 'de dar, 314a.

Error. Obligaci�n natural, 85;


obligaci�n a plazo, 280;


repetici�n �
del'.

pago, 693 y ss.; liberaci�n, 723.


Error de derecho. Repetici�n del pago, 695;


transacci�n, 836. �

Error de hecho. �

v. Error.
Escribanos. �

Prescripci�n de sus honorarios, 970.


Escuelas. �

v. Colegios.
Especies. �

Prestaci�n, 23-6; culpa, 105; da�os, 134;


condici�n, 19<5
� �

cargo, 247; plazo, 262 y ss.;


obligaciones, 298; dinero�.



y ss.;

419 a 21; moneda, 419 a 21;


obligaci�n divisible, 454;



solidari �

dad, 527 y ss.; novaci�n,�


734 y 749 y ss.; compensaci�n, 777 y ss.;. �

transacci�n, 819 y ss.; prescripci�n, 902.��


�NDICE ALFAB�TICO
759

Establecimiento mercantil. Como sujeto �

de derecho, 21; �

efectos de su

enajenaci�n sobre las deudas conexas, 1101 y ss.


Estado. Heredero, 847.

v. Cr�ditos fiscales;
impuestos.
Estado personal. Transacci�n, 826.

Estipulaci�n por terceros. �

Caso de voluntad
unilateral, 41.
Estipendio. �

v. Salarios.
Estrictez. �

v. Interpretaci�n.
Evicci�n. �

Da�os e
intereses, 140; transacci�n, 832;

prescripci�n, 986;

cesi�n, 1080 y ss.

Excepci�n. Obligaci�n en general, 48;


prescripci�n, 903-17.

v. Alegaci�n; acci�n;
arraigo; compensaci�n; cosa juzgada; inhabilidad
de t�tulo; oposici�n.
Excepciones. Obligaci�n solidaria activa, 508;

obligaci�n solidaria pa

siva, 517; �

del deudor antes de consumada la 1062


cesi�n, a 4; �

del
deudor despu�s de consumada la 1069
cesi�n, y ss.

v. Arraigo; cosa
juzgada; inhabilidad de t�tulo.
Excusi�n. Evicci�n en la cesi�n, 1084.

Ex�gesis. Obligaciones naturales, 82;


pago, 570.

Exigibilidad. �

Compensaci�n, 788 y ss.

v. Bienes no ejecutables ; lugar del pago.


Exner. �

Su doctrina sobre el caso fortuito, 120.


Expreso. �

Condici�n, 200; �

plazo, 263.
Interpretaci�n; presunci�n.
v.

Expromisi�n. Novaci�n subjetiva, 763;


� �

cesi�n de deudas, 1097.


Externo. �

Cambio de la
novaci�n, 747 y 755 y ss.
Extinci�n. �

De la
obligaci�n principal respecto de la cl�usula penal, 168; �

obligaci�n accesoria, 296; obligaci�n facultativa o principal, 376 a 8;


intereses, 438; solidaridad activa, 502 y ss.;


.-
��

solidaridad pasiva, �

518 y ss.; obligaciones,


544 y ss.

v. Disoluci�n; resoluci�n; vencimiento.

Extintivo. Car�cter de la confusi�n, 849 y ss.;


car�cter de la prescrip �

ci�n, 904-11-82-3.
v. Extinci�n; medios extintivos.

� Extra commercium �. �

v. Bienes � extra commercium �.

Extrajudicial. �

Requerimiento en la mora, 92-8; �

confesi�n, 542; �

reco

nocimiento, 542.
Extraordinario. �

v. Caso fortuito; imposibilidad ; momento inicial de la pres

cripci�n; suspensi�n de laprescripci�n.


Extrav�o. �

v. Cosa extraviada.

Facultades. �

Prescripci�n, 916a.
Facultativa. �

Compensaci�n, 778-82.
v. Obligaci�n facultativa.
Falsedad. �

v. Actos falsos.
Fallecimiento �

de coacreedor en obligaci�n solidaria, 499; �

de codeudor

en obligaci�n solidaria, 516.


760 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Familia. �

Bien de familia, 53; �

beneficio de competencia, 731; �

ce

si�n, 1035.
Fecha cierta. �

v. Documento privado; recibo.


Federal. �

v. Fuero federal.
Ferrocarriles. �

v. Caso fortuito.
Fiador. Obligaci�n natural, 87;

obligaci�n accesoria, 295 a 7;


dea �

caecimiento del plazo, 293 y 620; retiro de la consignaci�n, 640;



compensaci�n, 792; transacci�n, 831; �

confusi�n, 854; remisi�n,



884-6-7.
Fianza. �

Compensaci�n, 792; �

transacci�n, 831; �

prescripci�n, 953.
v. Fiador; garant�a.
Ficci�n. Pago con subrogaci�n, 654.

Ficto. Cumplimiento de la condici�n,


228.
Fiduciaria. Moneda, 420.

Fines. �

v. Funciones.
Fiscal. �

v. Cr�ditos fiscales.
Fisco. �

v. Cr�ditos fiscales
Fonderos. �

Prescripci�n, 973.
Forma. ��

Requerimiento, 92; �

renuncia, 866; �

cesi�n, 1037 y ss.; �

acep
taci�n o notificaci�n de la cesi�n, 1058 a 60.
Formas. �

v. Especies.
Fraude. �

v. Dolo; mala fe.


Frutos. �

Retroactividad de la condici�n, 242; obligaci�n de dar, 317-23.


Fuentes. Afinidades, 9;
� �

de las obligaciones, 32 y ss.; de la obligaci�n


indivisible, 465; de �

la obligaci�n solidaria activa, 492-3; de la �

obligaci�n solidaria
pasiva, 512.
Fuero comercial. Exigibilidad de un cr�dito hipotecario perteneciente a

una sociedad an�nima, 612; repetici�n del pago indebido, 726.


Fuero federal. Obligaci�n solidaria, 491;


domicilio de elecci�n, 608; � �

subrogaci�n, 650; cesi�n, 1041. �

Funcionarios. Capacidad en la cesi�n, 1034.


Funciones. Cl�usula penal, 165;


obligaci�n de dar, 301; �

dinero, 418: �

solidaridad, 526.
v. Car�cter.
Fuerza mayor. �

v. Caso fortuito.
Fundaciones. �

Como sujetos de derecho, 20.


v. Promesa de fundaci�n.
Fundamento. intereses, 132;
Da�os pago con subrogaci�n, 653-4;

e

enriquecimiento sin causa, 690; imposibilidad, 891; prescripci�n,


� �

904 y ss.

Funerario. �

v. Gastos funerarios.
Fungibilidad. �

obligaciones de g�nero o
Prestaci�n en de cantidad, 400-7;

requisito de la compensaci�n, 784.


Fungible. v. Fungibilidad.

Futuro. Hecho condicional, 202-3;


condici�n, 202-3. �
�NDICE ALFAB�TICO
761
-Garant�a �
de
obligaci�n natural, 87;
una
descaecimiento del plazo, 290;

obligaci�n indivisible, 477; obligaci�n solidaria activa, 496;


obligaci�n solidaria pasiva, 515.


v. Diminuci�n de garant�as; citaci�n de
garant�a; evicci�n; redhibici�n,
Gastos. Del pago, 587 y ss.;
consignaci�n,

638.

v. Costas; gastos funerarios.


Gastos funerarios. �

Pago sin causa, 712.


G�nero. Obligaci�n de g�nero.

v.

-G�nero ilimitado, 401;


imposibilidad, 899.

v. Obligaci�n de g�nero.

G�nero limitado, 401; imposibilidad, 898.


v. Obligaci�n de g�nero.

Gesti�n administrativa. �

Interrupci�n de la prescripci�n, 935.


�Gratuito. �

858 y ss.;
Renuncia, evicci�n en la cesi�n, �

1081; �

afinida
des de la cesi�n com�n con la cesi�n
gratuita, 1086.
v. Acto gratuito.

Habitaci�n. �

Domicilio;
v. derecho de habitaci�n.
Hacer. �

Afinidades, 24-5.
v. Obligaci�n de hacer.
Hecho imposible, 362.

:Hecho condicional, 194; requisitos, 202 y ss.


Hecho il�cito. Condici�n, 209 y ss.


v. Causa il�cita;
ilicitud; pago il�cito.
Heredero beneficiario. Subrogaci�n legal, 664; 845.
confusi�n,

Herederos. Prescripci�n respecto


de su
declaratoria, 999.
v. Sucesores universales.
Hijos. Cesi�n de sus derechos, 1035.

Hipoteca. v. Adquirente de bien hipotecado; cr�dito hipotecario; derecho


real.

Hipotecas a oro. �

Obligaci�n alternativa, 389.


"Hogar. �

v. Bien de familia.
� Homestead �. �

v. Bien de familia.
Honorario regulado. Prescripci�n, 955b-61.

Honorarios de abogados. Prescripci�n, 961.


Honorarios extrajudiciales de abogados. Prescripci�n, �

965.
"Honorarios judiciales. Compensaci�n, 800.
��

Horas. Plazo, 285.


Hoteleros. �

v. Posaderos.

"Huelga. �

Caso fortuito, 125-6.


Humanitario. �

Bienes noejecutables, 53; �


beneficio de competencia,
727-8; �

bienes no compensables, 805;


bienes incesibles, 1031.


v. Moral.

Ihering. �

Su tesis sobre lo no patrimonial de la prestaci�n, 31.

Ilegal. �
v. Ilicitud; impuesto ilegal.
ilicitud. �
De la causa obligaci�n, 12 y ss. y 720;

cl�usula penal
762 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

que entra�econdici�n, 169; cl�usula penal que no


entra�e condici�n,
170; cargo, 254;

repetici�n del pago, 717 y ss.


Imposibilidad de la obligaci�n, 889 y ss.


v. Caso fortuito;
imposibilidad de obrar; imposible.
Imposibilidad de obrar. �

Momento inicial de la prescripci�n, 919; �

sus

pensi�n de la
prescripci�n, 926.
Imposible. Condici�n, 209 y ss.;

hecho condicional, 209 y ss.;


cargo,

255-6; hecho en general, 362;


omisi�n, 364 y ss.; �

prestaciones

alternativas, 388 y ss.; obligaci�n en general, 889 y ss.


Imp�ber. v. Menor imp�ber.


Impuesto ilegal. Pago por error, 700;


pago sin causa, 711.


Impuestos p�blicos. Compensaci�n, 801;


prescripci�n, 959. �

v. Repetici�n del pago indebido.

Impugnaci�n. Consignaci�n, 634-5.


Imputabilidad, 88 y ss. y 99.


v. Culpa; da�o e intereses; dolo;
indemnizaci�n; mora.
Imputaci�n del pago, 675 y ss.

Incapaces. Para pagar, 559 y ss.;


para recibir pagos, 576;


�-

pago por

entrega de bienes, 682; novaci�n, 744; �

transacci�n, 822-3; �

re

nuncia, 865; prescripci�n


relativa a sus autos, 1002 y ss.; cesi�n, �

1033 y ss.

v. Sujetos de derecho; menor adulto; mujer casada ; dementes ; sordo


mudos.
Incapacidad. �

v. Incapaces.
Incendio. �

Casofortuito, 123.
Incierto. �

Condici�n, 204 y ss.; hecho condicional, 204 y ss.;


plazo, �

205
ss. y 265 y ss. ; �poca del pago, 623-4; consignaci�n de cosa, 643.
� �

y
v. Obligaci�n de prestaci�n indeterminada; indeterminado ; plazo.
Inconmensurable. �

v. Da�o moral.
Incompatibilidad. Novaci�n, 746.

Incumplimiento. Obligaci�n en general,


��

49 y ss.; �

cl�usula penal, 178;


���

obligaci�n de hacer, 357 y ss.


Cumplimiento.
v.

Didebido. v. Repetici�n del pago indebido.


Didemnizaci�n, 146 y ss.


v. Civil; culpa; da�os e intereses; dolo; mora; pena.

Dideterminaci�n. v. Determinaci�n ; obligaci�n de prestaci�n indeterminada;


obligaci�n de sujeto complejo o m�lti/ple.


Indeterminado. Prestaci�n, 26;

plazo, 270 a 3; �poca del pago, 623-4;


� �

de un derecho a plazo, 955.


prescripci�n
v. Incierto; obligaci�n de prestaci�n determinada; obligaci�n de sujeto

complejo o m�ltiple; plazo.


Didisponibilidad. Relativa y parcial de un cr�dito embargado, 564-5.

Individualizaci�n. v. Determinaci�n ; elecci�n.


Indivisibilidad. Solidaridad, 488 y 531-2.


v. Indivisible; obligaci�n indivisible.


cl�usula penal, 181; condici�n, 222;


Indivisible. Prestaci�n, 26;




transacci�n, 815.
v. Obligaci�n indivisible.
�NDICE ALFAB�TICO
763

Dihabilidad de t�tulo. �

Contra el cesionario, 1063.


Inherente.. �

v. Derechos inherentes.
Inhibici�n. Prescripci�n ordinaria, 955b;

capacidad de

un inhibido para
ceder, 1038a; excepci�n contra el cesionario, 1063a.

Inhibido. �

v. Inhibici�n.
Diiciaci�n. �

v. Momento inicial.
Inmoral. Da�o moral, 157; il�cito, 717 y
� �

pago
=
ss.

v. Ilicitud; moral.
Dimueble. �

Obligaci�n de dar, 345-6 y 349-50; �

lugar de pago, 596.


�In rem verso �. �

v. Acci�n de � in rem verso �.

Insolvencia. �

Descaecimiento del plazo, 288 y 620; �

del deudor que paga,


560; obligaci�n divisible,

463.
Concurso; quiebra.
v.

Instancia. v. Oposici�n de la

prescripci�n; perenci�n de instancia.


Ditenci�n. �

v. Voluntad.
Diteresado. �

Pago, 551.
Inter�s compuesto, 436 y ss.

Intereses. �

Obligaci�n de
dinero, 430 y ss.; �

obligaci�n solidaria activa,


500; �

obligaci�n solidaria pasiva, 516; �

modo del pago, 585; re �

petici�n de su pago, 699; prescripci�n, �

958.-9.
Intereses generales. �
Ilicitud a su respecto en la causa obligatoria, 16.
Datereses punitorios, 436a.
Internacional. ��

v. Jurisdicci�n ; cambios.

Interpelaci�n. �
v. Demanda; intimaci�n; requerimiento.
Interposici�n de la demanda. �

v. Demanda.

Diterpretaci�n. - �

renuncia, 863;
Transacci�n, 818; remisi�n, 876a.
� �

Interrupci�n de la prescripci�n, 930 y ss.; obligaci�n divisible, 463; � �

obligaci�n indivisible, 480 y 952; obligaci�n .solidaria activa, 498 y


952; obligaci�n solidaria pasiva, 516 y 952;


�-

prescripciones bienales ��

y anuales, 981 y ss.; prescripci�n en delitos y cuasidelitos, 1019.


��-

Interruptivo. v. Actos

interruptivos ; interrupci�n de la prescripci�n.


Ditimaci�n judicial. Interrupci�n de la prescripci�n, 933.
��

v. Acci�n ejecutiva; demanda.


Irrenunciable. �-

Renuncia, 867;

prescripci�n, 905-7-8.
Dretroactividad. �

v. Retroactividad.

prescripci�n, 958; incesib�i-


Compensaci�n, 805;

Jubilaciones. �

dad, 1030.
v. Bienes ejecutables.
no

fuente de solidaridad, 493 y 512; �

reconocimien
Judicial. Plazo, 264;

to, 541; embargo de un cr�dito para impedir


� su pago, lugar
563; �

para la exigibilidad de
una obligaci�n, 606-7; consignaci�n,

632; �

compensaci�n, 779; honora


judicial, 714;

y orden

pago sin causa

interrupci�n de la prescripci�n, 933 ;


transacci�n, 820-1;

rios, 800;

1009.

incapacidad declarada o no, y prescripci�n,


v. Privado.
Juego. �
v. Deudas de juego.
764 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Juez competente. Indemnizaci�n, 150;


� �

lugar designado

para el pago,
601; �

cr�dito hipotecario, 611; repetici�n del pago, 726.


Juicio ejecutivo. �

v. Ejecuciones.
Juicio fenecido. Prescripci�n de honorarios de abogados, 962.

Juicios voluntarios. Prescripci�n del honorario del abogado, 966.


Juicio universal. Desvirt�a el domicilio de elecci�n, 609.


Juramento. Afinidades con la transacci�n, 839.


Jurisdicci�n. Exigibilidad de un cr�dito hipotecario, 611;


internacional �

y lugar del pago, 613.


v. Fuero comercial; fuero
federal; juez competente.
Jurisprudencia. Caso fortuito, 122 y ss.;
�-

se�al y cl�usula penal, 185 a


7; �

condici�n y plazo incierto, 206; plazo, 279; da�os e intereses


� �

en obligaci�n de de 432
hacer, 360; c�mputo intereses,

y ss.; re �

quisitos de la consignaci�n, 629 y ss. ; repetici�n del pago por error,


699 y ss.; �

pago sin causa, 711 y ss.; momento inicial de la pres


cripci�n, 923; �

suspensi�n de la prescripci�n, 927; notificaci�n de la �

demanda interruptiva de la prescripci�n, 939; efecto de la sentencia ��

sobre la prescripci�n, 946-7; reconocimiento interruptivo de la pres


cripci�n, 950; prescripci�n de honorarios de abogados, 967;


pres

cripci�n en actos nulos, 996 y ss.; prescripci�n en delitos y cuasidelitos,


1014-5; prueba de pagos parciales en materia de cesi�n, 1074;


ena �

jenaci�n de patrimonios integrales, 1101 a 5.

allegado. �

Lugar de su pago, 617.


Legal. �

Mora, 94; plazo, 264; �

obligaci�n facultativa, 372;


obliga �

ci�n alternativa, 384; imputaci�n del


pago, 679; compensaci�n, �

781 y ss., y 806 y ss.


v. De pleno derecho.

Legatario de parte al�cuota. �

No es sucesor universal, 61.


Letrado. �

v. Abogado; honorarios.

Ley. �

Como fuente de obligaci�n, 32 a 35; �

como fuente de solidaridad,


492 y 512.
v. Legal.
'

Ley de sellos. �

violaciones, 512a.
Multa en sus

Leyes especiales. Lugar del pago, 614;


- �

beneficio de competencia, 728;


� �

compensaci�n, 805; prescripci�n, 993.


Leyes procesales. Lugar del pago, 602;


compensaci�n, 807; irrenun


� �

ciabilidad de la prescripci�n, 907; oposici�n de la prescripci�n, 910a.


Liberaci�n por error, 723;



remisi�n t�cita, 882.

v. Extinci�n. _

-Liberalidad. �

v. Acto de liberalidad.

L�cito. �

v. Il�cito; licitud.
Licitud. �

Causa obligatoria, 8 y ss.; �

condici�n, 209 y ss.; �

hecho condi

cional,. 209 y ss.

Limitativo. �

v. Enumeraci�n.
:.Liquidez. �

Intereses, 432; pago, 583;


compensaci�n, 785�

y ss.

L�quido. �

v. Cr�dito l�quido; deuda l�quida; liquidez.

-Litigioso. �

v. Derechos litigiosos.
�NDICE ALFAB�TICO
rjn-

� Litis contestatio�. �

Novaci�n objetiva, 751; interrupci�n de la pres


cripci�n, 940-1 y 1017.


� Lock-out �. �-

Caso
fortuito, 127.
Lugar. Entrega de cosa debida, 306;� pago

de obligaci�n de dinero, 439;


pago en general, 592 y ss.

Lugar designado para el pago, 593 y ss.

Maestros en ciencias o en artes. Prescripci�n, 975.


Mala fe. Tradici�n, 342 y ss.;


pago de cr�dito

embargado, 567;

re

petici�n de pago, 706; �

aceptaci�n o notificaci�n de la cesi�n, 1053; �

evicci�n en la cesi�n, 1083.


v. Buena fe; dolo.
Mancomunaci�n, 444 y ss.

Mancomunaci�n simple. �

v. Obligaci�n divisible; obligaci�n indivisible.


Mancomunaci�n solidaria. �

v. Obligaci�n solidaria.

Mandatarios. �

Eecibo de un
570; capacidad la 1034-5..
pago, cesi�n,

en

Manual. �

v. Obrero.
Marido. Prescripci�n en actos de la mujer casada, 1004;

1035.
cesi�n,

Matrimonio. Condici�n; 211;


compensaci�n, 799.

Mayordomos. Prescripci�n, 955b-79.


Medidas conservatorias. �

v. Actos conservatorios.
Medios de compulsi�n, 51 y ss.

Medios de extinci�n de las obligaciones, 544 y ss.

v. Extinci�n.

Medios de pago, 581.


Medios extintivos. �

v. Medios de extinci�n de las obligaciones.


Mejoras. �

Retroactividad de la condici�n, 242; -obligaci�n de dar, 318-24-5..


Menor adulto. �

Incapaz de hecho, 82; �

prescripci�n relativa a sus ac


tos, 1006.
v. Menoremancipado.
Menor emancipado. Capacidad en la cesi�n, 1033.

Menor imp�ber. Prescripci�n relativa a sus actos, 1006.


Menor p�ber. �

v. Menor adulto.
Mercader�as. ��

v. Comercio para el consumo; suministros.


Mercantil. �

v. Comercial.
Meses. Plazo, 282 y ss.;

prescripci�n, 986 y ss.

Met�lico. Moneda, 419.


penal, 164; condici�n, 189; cargo, 189;


Cl�usula

Metodolog�a.

obligaci�n accesoria, 294; tradici�n, 327; obli �

plazo, 189 y 261;



gaci�n de cantidad, 415; obligaciones mancomunadas, 451; recono �


cimiento de las obligaciones, 537; modo del pago, 579; renuncia,



prescripci�n, 900; evicci�n en la ce


imposibilidad, 893;

858;

si�n, 1081.
� Ministerio legis �. �
v. De pleno derecho.

Modalidades �

de la obligaci�n, 188 y ss.; �

cambio de ellas y novaci�n,


755 y ss.

v. Condici�n; cargo; plazo; obligaci�n accesoria.


766 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Modo. Obligaci�n de hacer, 352 y ss.;


pago, 577 y

ss.
v. Cargo.
Momento inicial de la prescripci�n.
Generalidades, 919 y ss.;

evicci�n,

988; redhibici�n, 992;


actos nulos, 1001;


actos de mujeres ca �

sadas, 1005; actos de menores, 1007;


actos de incapaces bajo cura-


tela, 1010; acci�n pauliana, 1012;


actos il�citos (delitos y cuasi


delitos), 1016 a 8.
Moneda, 418 y ss.
v. Dinero; obligaci�n de dinero.

Moneda de papel, 421.


Moneda fiduciaria, 420.
Moneda met�lica, 419.
Mora, 90 y ss.; cl�usula penal, 178-9; obligaci�n de no hacer, 366;


intereses, 433; �

obligaci�n divisible, 463; obligaci�n indivisible, 4S3;


del acreedor y

pago por consignaci�n, 633; ofertas reales, 637.


Mora de ambas partes, 102.


Mora del acreedor, 97 y ss.; �

consignaci�n, 633; �

ofertas reales, 637.


Mora del deudor, 90 y ss.
Moral. �

Como requisito en la causa obligatoria, 14; como contenido del


derecho civil, 29; de la obligaci�n natural, 75 y 78; condici�n, 214;



hecho condicional, 214.


v. Da�o moral; obligaci�n natural; pago con beneficio de competencia.
Mudarse. �

v. Cambio de domicilio.
Mueble. �

Obligaci�n de dar,
347-8; 343-4 y
lugar del pago, 597.

Muerte civil. No existe en nuestras leyes, 54.


Mujer casada. Incapaz de derecho, 82;


pago sin causa, 713;


� �

pres
cripci�n relativa a sus actos, 1004-5; cesi�n, 1035. �

Multa civil. Es rara, 55;


violaciones de la ley de sellos, 512a.'-


Multa penitencial. Afinidades con la cl�usula penal, 183.


INegativo. �

Prestaci�n, 26; �

condici�n, 198; �

cumplimiento de la con

dici�n, 224.
-No hacer prestaci�n, 23.
��

v. Obligaci�n de no hacer.
'

-No potestativo. Condici�n, 199;


hecho condicional, 218 a 21.


Notificaci�n. Demanda interruptiva de la prescripci�n, 936-7;


� �

cesi�n,
1048 y ss. y 1066.
No uso. �

Afinidades prescripci�n, 918a.


con la

"Novaci�n, 733 y ss.; obligaci�n indivisible, 481; obligaci�n solidaria �

ac

tiva, 504 y 768; obligaci�n �

solidaria pasiva, 522 y 768; pago


por
entrega de bienes, 684; prescripci�n, 940-1, 942 y ss., 954a.

Novaci�n objetiva, 749 y ss.


novaci�n subjetiva, 761 y ss.
-Nulidad obligaci�n principal respecto de la cl�usula penal, 168;
de la

obligaci�n accesoria, 296-7; de la obligaci�n facultativa o de la obli


gaci�n principal, 376 a 8; transacci�n, 833 y ss.;


prescripci�n, 994 y �

de la

cesi�n, por inhibici�n del cedente, 1063a.


ss.;
v. Acto nulo.
�NDICE ALFAB�TICO
767

Objetividad. �

Elementos de la obligaci�n, 23 y ss.;


obli
culpa, 111;

gaci�n, 653, 1022-90.


�Objetivo. �

Subrogaci�n, 647-9..
v. Objetividad; elementos de la
obligaci�n.
Objeto. Transacci�n, 824
renuncia, 867;

y ss.;

prescripci�n, 916 y ss.


v. Elementos de la obligaci�n; prestaci�n.

Obligaci�n accesoria, 294 y ss.; cl�usula penal, 168 y ss.;


no lo es la

cl�usula penal que asegura una obligaci�n relativa a


terceros, 171; �

o que sea natural, 172;


obligaci�n facultativa, 374 y ss.; efectos de

la interrupci�n de la prescripci�n, 953.

Obligaci�n alternativa, 380 y ss.

Obligaci�n a plaizo, 261 y ss.


v. Plazo.

Obligaci�n a t�rmino. v. Plazo.


Obligaci�n civil, 5; novaci�n, 760.


v. Obligaci�n natural.

Obligaci�n compleja, 298 y ss.


Obligaci�n compuesta, 299.
Obligaci�n con cl�usula penal. v. Cl�usula penal.

Obligaci�n condicional. Afinidades con la obligaci�n alternativa, 383;


� �

novaci�n, 741-3.
v. Condici�n.

Obligaci�n de cantidad, 407 y ss.


Obligaci�n de constituir derechos reales, 307 y ss.

v. Constituir derechos reales.


Obligaci�n de dar, 301 y ss.;

medios de compulsi�n, 51; �

gastos de

pago, 589.
Obligaci�n de dar cantidades de cosas. �

v.Obligaci�n de cantidad.
Obligaci�n de dar cosas ciertas. �
v. Obligaci�n de prestaci�n determinada.
Obligaci�n de dar cosa incierta no fungible. v.

Obligaci�n de g�nero.
Obligaci�n de dar cosas inciertas. �

v. Obligaci�n de prestaci�n indeterminada.

de dar de dinero. v. Obligaci�n de dinero.


Obligaci�n sumas

Obligaci�n de dinero, 416 y ss.


Obligaci�n de g�nero, 400 y ss.; �

afinidades con la obligaci�n alterna

tiva, 381.
G�nero ilimitado; obligaci�n de g�nero
Obligaci�n de g�nero ilimitado. v.

limitado.
G�nero limitado; obligaci�n de g�nero.
Obligaci�n de g�nero limitado. v.

de hacer, 351 y ss.; medios de compulsi�n, 52;


gastos de
Obligaci�n

590; �

consignaci�n, 644.
pago,
Obligaci�n de no hacer, 363 y ss.; medios de compulsi�n, 52;

consig
naci�n, 645.
Obligaci�n de prestaci�n determinada, 298 y ss.
368 y ss.
Obligaci�n de prestaci�n indeterminada,
444 y ss.
Obligaci�n de sujeto complejo o m�ltiple,
307.
Obligaci�n de transferir derechos reales,
v. Constituir derechos reales.
la tenencia, 303.
Obligaci�n de transferir el uso o
v. Transferir uso; transferir tenencia.
768 DE'LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Obligaci�n disjunta, 446 y ss.


Obligaci�n divisible, 451 y ss.; transacci�n, 829;

confusi�n, 856.

Obligaci�n en general, 1 y ss.


Obligaci�n facultativa, 371 y ss.; afinidades con la obligaci�n alterna

tiva, 382.
Obligaci�n indivisible, 464 y ss.; �

afinidades con la obligaci�n solidaria,.


488 y 531-2; transacci�n, 829; 856.
confusi�n,

Obligaci�n � in solidum�, 530.


Obligaci�n mancomunada, v. Obligaci�n divisible;

obligaci�n disjunta; obli


gaci�n indivisible; obligaci�n solidaria.
Obligaci�n modaL 188 y ss.
Obligaci�n nula. y. Acto nulo.

Obligaci�n para restituir cosa a su due�o, 319 y ss.


Obligaci�n principal. Cl�usula penal, 168 y ss.;

obligaci�n accesoria,.
294 y ss.; obligaci�n facultativa, 374 y ss.; prescripci�n, 953.

Obligaci�n pura, 191.


Obligaci�n putativa. �

Repetici�n de pago, 722.


Obligaci�n sin causa. �

Afinidades con el reconocimiento de obligaci�n, 540a..


v. Causa; pago sin causa.

Obligaci�n solidaria, 486 y ss.; obligaci�n alternativa, 387;


obligaci�n-

disjunta, 448; �

compensaci�n, 791; transacci�n, 830;


confu �

si�n, 855.
v. Obligaci�n alternativa ; obligaci�n disjunta; solidaridad.

Obligaci�n solidaria activa, 492 y ss.


Obligaci�n solidaria pasiva, 511 y ss.
Obligaciones del cedente no pasan al cesionario, 1045.

Obligaciones extracontractuales. Lugar de su pago, 616-7.


v. Actos
il�citos; contrato; cuasicontrato; cuasidelito; delito; fuentes de-
las
obligaciones.
Obligaciones inherentes. v. Derechos inherentes; efectos de las obligaciones..

Obligaciones mutuas. v. Obligaciones rec�procas.


Obligaciones naturales, 70 y ss.; cl�usula penal, 172;


novaci�n, 740. �

Obligaciones paralelas. Interrupci�n de la prescripci�n, 952.


v. Obligaci�n mancomunada.

Obligaciones peri�dicas, 399; pago, 580;


prescripci�n, 958-9-80.

Obligaciones prescritas. v. Obligaciones naturales.


Obligaciones rec�procas. Mora, 102;


lugar del pago, 602a.


Obligaciones subordinadas. v. Cl�usula


penal; obligaci�n principal; obliga


ci�n accesoria; obligaci�n facultativa.

Obtemperaciones legales. Da�os, 140;


cl�usula penal, 175-6.


Obreros. �

Prescripci�n de sus emolumentos, 979 y ss.


Observaciones exeg�ticas. v. Ex�gesis.

Observaciones t�cnicas. �
v. T�cnica.
Oferta a persona indeterminada.

Caso de voluntad unilateral, 43.


Oferta contractual. �

Caso de voluntad
unilateral, 42.
Ofertas reales �

y consignaci�n, 637.
Omisi�n. �

Prestaci�n, 23; imposible, 364 y ss.;


� �

obligaci�n indivi

sible, 474.
v. Abstenci�n; obligaci�n de no hacer.
�NDICE ALFAB�TICO
771

cuanto a su momento inicial, 921; �

absorbe las prescripciones especia


les en cuanto a su
suspensi�n, 928.
Prescripciones de cinco a�os, 958-9.
.Prescripciones de dos a�os, 960 y ss.; interrupci�n, 981

y ss.

Prescripciones de meses, 986 y ss.


.Prescripciones de un a�o, 973 y ss.; interrupci�n, 981 y

ss., y 1019 a 21.


Prescripciones especiales, 957 y ss., y 993.
Presentaci�n de la demanda. �

v. Demanda,
Prestaci�n, 23 lo �nico que interesa la
y ss.; obligaci�n indivisible,
��

en

467; �

cambio en la
novaci�n, 749 y ss.
Prestaci�n alternativa. Obligaci�n divisible, 457.

Prestaci�n de dar. Divisible, 454-8.


v, Obligaci�n de dar.
Prestaci�n de hacer. Divisible, 455-8.

v. Obligaci�n de hacer.

Prestaci�n de no hacer. Divisible, 456-8.


v. Obligaci�n de no hacer.

Prestaci�n determinada. v. Obligaci�n de prestaci�n determinada.


Prestaci�n divisible. Mancomunaci�n simple, 451 y ss.


Prestaci�n indeterminada. v. Obligaci�n de prestaci�n indeterminada.


Prestaci�n indivisible. Mancomunaci�n simple, 464 y ss.


Presunci�n. Causa obligatoria, 10;


culpa, 110; modalidad obligato


� �

ria, 190; pagos peri�dicos, 580;


renuncia, 863; prescripci�n,


� �

904-11-82-3.
.Prevenci�n. �

Obligaci�n indivisible, 478;


obligaci�n solidaria activa,


495; obligaci�n solidaria pasiva, 514.

Principio. �

v. Momento inicial.

Principios generales. Da�os �

en caso de dolo, 144a;


da�os e intereses en

obligaci�n de hacer, 359.


Prisi�n por deudas. �

compulsi�n, 54.
Medio de
Privado. �

Reclamo en la mora, 92; transacci�n, 810; �


reclamo inte �

rruptivo de prescripci�n, 934.


v. Derecho privado; documento privado; convencional ; judicial.

Privilegios. Obligaci�n accesoria, 296;


cesi�n, 1046. �

Proceso. �

v. Acci�n; juicio; �litis contestatio'�; pleito; sentencia.


Procuradores. Prescripciones

de sus honorarios, 969; incapacidades en �

materia de cesi�n, 1034.

Profesiones m�dicas. �

Prescripci�n de honorarios, 972.


209 y ss.; hecho condicional, 209 y ss.; �

ana
Prohibido. Condici�n,

tocismo, 436.
de recompen
fundaci�n, caso de voluntad unilateral, 38;

Promesa �

de
39.
sa, caso de voluntad unilateral,
v. Derecho de propiedad.
Propiedad.

requerimiento, 92; culpa, 110; caso � �

Causa obligatoria, 10;


Prueba. �

cumplimiento de la condici�n, 229;


da�os, 152;

fortuito, 130;

p�rdida 'de la cosa en obligaci�n de dar, 311;


la hay en el reconoci �

pago, 580 a 2; page por error,


miento de las obligaciones, 539;


694. pago sin causa, 710;


_ novaci�n, 748; �

renuncia, 866; �

momento inicial de la prescripci�n, 922; sus- �

remisi�n t�cita, 881;



DE LAS OBLIGACIONES
772 EN GENERAL

pensi�n de la prescripci�n, 929; interrupci�n de la


prescripci�n, 931;.
de pagos parciales en

caso de cesi�n, 1071 a 4.


P�ber. v. Menor adulto.

Publicidad de derechos reales, 311 y ss.; tradici�n, 328.



v. Registro.
P�blico. �

v. Documento p�blico; publicidad.


Putativo. �

v. Obligaci�n putativa.

Quiebra. �

Compensaci�n, 789-98.
v, Concurso de acreedores ; insolvencia.
Quien puede �

pagar, 549 y ss.;


transigir, 822-3; �

renunciar, 865; �

ser-

cedente o
cesionario, 1032 y ss.;

notificar la cesi�n o requerir su.

aceptaci�n, 1050.
v. Capacidad; incapaces ; sujeto del derecho.

Ratificaci�n. Pago a tercero, 574.


Real. �

v. Derecho
real; solidaridad; subrogaci�n objetiva.
Recibos privados. Pueden probar los pagos parciales hechos

al cedente,,
.. 1072 a 4.
Reclamo. �

v. Requerimiento.
Recompensa. �

v. Promesa de recompensa.
Reconocimiento �

de las
obligaciones, 537 y ss.; �

afinidades con la nova

ci�n, 771; afinidades


con la transacci�n, 839; �

afinidades con la re

nuncia, 873; interruptivo de la prescripci�n,


948 a 50.
Reconocimiento extrajudicial, 542.
Reconocimiento judicial, 541.
ReconvenCional. Compensaci�n, 780.
- �

Recursorio. �

v. Acci�n
recursoria; repetici�n de .pago.
Registros de derechos reales, 331 y ss.

Regulaci�n de honorarios. Prescripci�n, 955b-61.


� Rei merae facultatis �. Prescripci�n, 916a. �

Reivindicaci�n. �

v. Demanda reivindicator�a.
Relativo. �-

v. Actos nulos; derechos relativos; indisponibilidad; nulidad.


Religi�n. �

:
Condici�n, 212.
Remate de bienes afectados. Plazo, 289; pago, 621.
- � �

Remate de derechos. Es legal, 1089.


��
,

Remisi�n, 876 y ss.; obligaci�n indivisible, 479;


obligaci�n solidaria, �

activa, 507 y 879a; obligaci�n solidaria pasiva, 522 y 880.


Renuncia, 858 y ss.; solidaridad activa, 510;


solidaridad pasiva, 525; � �

del fuero federal en el domicilio de elecci�n, 608; afinidades con la �

transacci�n, 839; prescripci�n, 905-7-8.


Repetici�n del pago indebido, 686 y ss.; obligaci�n natural, 85; �


obli �

obligaci�n plazo, 280; obligaci�n divi


gaci�n condicional, 236; a � �

sible, 462; obligaci�n


indivisible, 485; obligaci�n solidaria activa,.


� *

solidaria pasiva, 523-4; tercero, 558;


509; obligaci�n pago por



subrogaci�n, 672; prescripci�n, 725,



954b.
�NDICE ALFAB�TICO
773
Doctrina francesa
533 aT�' respecto de la obligaci�n solidaria,
Representante. -

v. Mandatario
Requerimiento. _

Mm-n ^i ,i�, a
91
interrupci�n de
^ila
' *
9�'> ~

mora del creedor, 98; -

mieirupe�oii
prescripci�n, 934
-Requisitos
TofdafT del�l �bl�gaC��^ prestaci�n,
7 J
�-i
-

de la 27 y ss.; -

de

Condicional,
6
89''
UltereSeS9' C�Qd�C�>
-

202 7 �� -
hecho
202
InlZ8
~

Carg�' '
7J 53 a ~

548� consignaci�n, ***<" -

629 y ss.; -

consentida por el
Rogaci�n ^^
acreedor, 666; subrogaci�n
~

** **�'
_

consentida

d
ueb
uienes, 681 nel
o�l, �
'
676�
enriquecimiento sin causa, 691;
~


**> ^ �^
novaci�n 736- �

compensaci�n, 783 y ss.; transacci�n, 813; y'ss,-


-

remisi�n t�cita, 878 -

^
prescripci�n, 919 y ss.; prescripci�n de la acci�n redhibitoria, 991.

Rescisi�n.
Transacci�n,

834.
: Residencia. �

v. Domicilio.
Resoluci�n �

del contrato, �o autoriza


indemnizaci�n, 149.
Resolutorio. �

Condici�n, 196-7; �

hecho potestativo en condici�n ' 221-' �

plazo, 262.
.Responsabilidad. �

v. Abuso de derecho; culpa; da�os e


intereses; dolo; evic
ci�n; indemnizaci�n; mora.

Restituir cosa a su due�o. �

Obligaci�n de dar, 319 y ss. y 347 y ss.; �

obligaci�n de
cantidad, 413-4.
Retiro de la consignaci�n, 639 y ss.
Retractaci�n. Renuncia, 872.

Retroactividad. Condici�n, 241 a 3;


obligaci�n alternativa, 398;


confusi�n, 857. �

Riesgo profesional. Culpa, 111.


Riesgos. Obligaci�n condicional, 237;


obligaci�n de dar, 307 y ss.;


obligaci�n alternativa, 386 y ss.; consignaci�n, 636.


Ruego. Obligaci�n natural, 83;


y cargo, 250.

Salarios embargables o ejecutables, 53, 727-8, 805, 1031;


no �

compensa
ci�n, 805; prescripci�n, 958-75-9.

Sanatorios. v. Profesiones m�dicas.


Sellos. Ley de sellos.


��

v.

Semejanzas. v. Afinidades.

Sentencia �

como fuente de
obligaci�n, 33; como fuente de solidaridad,

493 y 512; consignaci�n, 635;



novaci�n objetiva, 752;. duraci�n � �

de la prescripci�n, 942 y ss., 955b; 961, 1018.


Se�a. �

v. Se�al.
Se�al. �
Afinidades con la cl�usula penal, 184 a 7.

Separaci�n de patrimonios. �

Confusi�n, 846.
�Serio�. �

Cargo, 257.

Servicios manuales.

v. Obreros.

Sin causa.

v. Causa; pago sin causa.

Sinonimias.

v. Acepciones.
v. Doctrinas.
Sistemas.

v. Torrens.
Sistema Torrens.
DE LAS OBLIGACIONES EN" GENERAL
774

Sociedad civil comercial,


o
sujeto de

como
derecho, 20; �

compensa^
ci�n, 797.
Sociedad an�nima. �

Lugar de exigibilidad de cr�ditos


sus
hipotecarios, 612,
Sociedad conyugal. �

v. Matrimonio.
Solemnidad. �

v. Forma.
Solidaridad. �

Prestaciones alternativas, 387; renuncia, 510 y "525;


co

mercial, 530.
v. Obligaci�n solidaria.
Sordomudos. �

Prescripci�n relativa o sus actos, 1008 y ss.

Subfiador. �

Remisi�n, 885.
Subjetividad. �

v. Objetividad.
Subjetivo. �

Subrogaci�n, 648-9.
v. Elementos de la obligaci�n.

Subrogaci�n, 646 y ss.; afinidades con la novaci�n, 772.


Subrogaci�n convencional, 665 y ss.


Subrogaci�n legal, 657 y ss.
Subrogaci�n psrsonal, 648-9.
Subrogaci�n real, 647-9.
Subrogado. Sucesores particulares, 62;

tercero que paga, �

554 a 9; �

transmisi�n del domicilio de elecci�n, 610.


Substituci�n. �

v. Subrogaci�n.
Sucesi�n. �

Subrogaci�n, 655-71; �

renuncia, 862; �

remisi�n, 876a; �

cesi�n, 1035.
v. Sucesores.
Sucesores. �

Efectos~de la
obligaci�n, 57 y ss.
Sucesores particulares. Subrogados, son verdaderos sucesores, 62;

no- �

subrogados, s�lo responden con lo que reciben, 65; sin que nada impli �

que el juego de los derechos reales, 66; y en principio no suceden,


66 y 68; sin que pueda arg�ir en contrario el precedente de Zaehariae,.


67; transmisi�n

del domicilio de elecci�n, 610; el cesionario es un �

subrogado, 1044.
Sucesores universales. Cargan con las obligaciones de su autor, 58;

s� �-

son varios, cargan por partes, 59; los derechos inherentes no se trans

miten, 60; no hay m�s sucesor universal que el heredero, 61.


Sueldos. �

v. Salarios.

Sujeto complejo. ��

v. Obligaci�n de sujeto complejo j m�ltiple.


Sujeto del derecho, 17 y ss.

Capacidad; incapaces.
v.

Sujeto m�ltiple. v. Obligaci�n



de sujeto complejo o m�ltiple.
Sujetos de la prescripci�n, 915.
Suma de dinero. v. Obligaci�n
��
de dinero.
Suministros. �

Prescripci�n, 977-80.
de la
prescripci�n, 934 y obligaci�n divisible, 463;

Suspensi�n

ss.; ,

obligaci�n indivisible, 480; �

obligaci�n solidaria activa, 498; obliga �

ci�n solidaria pasiva, 516.


Suspensivo. �

Condici�n, 196-7;

plazo, 262.
�NDICE ALFAB�TICO 775

T�cito. �

Condici�n, 200; �-plazo, 263; del pago,


designaci�n del lugar


594 y ss.;
remisi�n, 877 y ss.

Tasa legal. 430.


Intereses,

Tasadores. �

Prescripci�n, 960.
T�cnica jur�dica envuelta la personificaci�n jur�dica, 21;

en �

obligacio
naturales,
nes 81.
Telegrama, v. Requerimiento.

Teor�as. �

v. Doctrinas.
Tercero designado para recibir el pago. �

v. �Adjectus�; �adstipulator�.
Tercero interesado. v. Tercero.

Tercero no interesado.Subrogaci�n, 660-2.


Terceros. Efectos de la obligaci�n, 69;


cl�usula penal, 171; �

hecho �

il�cito condicional, 217; hecho potestativo condicional, 219;


cum �

plimiento del cargo, 260; tradici�n, 326


y ss.; registros de dere �

chos reales, 331 y ss. ; que paga, 552 y ss.;


que recibe un pago, 574;


subrogaci�n legal, 660 a 3; prescripci�n de su acci�n respecto de


un contrato, 1000; efectos de la cesi�n, 1048 y ss.


v. Estipulaci�n por terceros.


T�rmino. �

v. Plazo.
T�rmino ordinario. �

v. Prescripci�n ordinaria.
� Tertius adjectus solutionis gratia�. v. �Adjectus�;

* adstipulator �.

Testamentario. �

v. Actos �mortis causa�.

Tiempo. �

v. Plazo.
T�tulo. �

Novaci�n,, 758;

transacci�n, 835; �

su entrega en la cesi�n, 1043.

v. T�tulo singular; titulo universal; t�tulos a la orden; t�tulos al por

tador.
Caso de voluntad unilateral, 40; 571;

T�tulo al portador.

pago,
cesi�n, 1040.
compensaci�n, 796;

T�tulo de cr�dito. -^
v. T�tulos a la orden; t�tulos al portador.
T�tulo particular.

v. T�tulo singular.
T�tulo singular. �

Subrogaci�n, 655;

confusi�n, 843.

T�tulo universal. �

Confusi�n, 844 y ss.

Sucesores universales; herederos.


v.

T�tulos a la orden. Caso de voluntad unilateral,


40;

compensaci�n, 796;

cesi�n, 1039.
T�tulos perfectos. Plazo incierto o condici�n, 207.

337.
Torrens. Registro de derechos reales,

Total. Pago, 583 y


� ss.

v. P�rdida; confusi�n.
342 y ss.; cesi�n, 1043-9.
Obligaci�n de dar, 326 y ss., y

Tradici�n. �

Entrega; tercero; registro.


-

obligaci�n indivisible, 482 y ss, y 829;


811 y ss.;

obliga �

Transacci�n,
obligaci�n solidaria pasiva, 519 a
ci�n solidaria activa, 503 y 830;

21' 830. afinidades con la renuncia, 874;


_ prescripci�n, 954a. --

Obligaci�n de dar, 307 y ss.; concu �

Transferencia de derechos reales.


rrencia de acreedores, 342 y


ss.

1090 afinidades con la novaci�n, 772.


Transferencia de deudas,

y ss.;
de tenencia.

Obligaci�n de dar, 303.


Transferencia
303.
Transferencia de uso. �

Obligaci�n de dar,
DE LAS
776 OBLIGACIONES EN GENERAL

Transmisibilidad. �

Derechos en
general, 57 y ss.; �

obligaci�n a plazo, 277.


v. Sucesores.
Transmisi�n. �

v. Sucesores-; transferencia.
Transmisi�n de deudas. v. Transferencia

de deudas.

Unidad de la culpa, 113.


Unilateral. �

Renuncia, 860; remisi�n, 876a.


v. Voluntad unilateral.
Universal. �

v. Juicio universal ; t�tulo universal.


Universalidades. �

Como sujetos de derecho, 21.


Uso. �

Obligaci�n de dar, 303; �

derecho incesible, 1030.


v. No uso.

Usura. ��

Obligaci�n de dinero, 430.


�til. �

Pago, 576.

Valor corriente. �

Moneda, 425 y ss.


Valor de una suma de dinero, 422 y ss.
Valor nominal. �

Moneda, 423.
Valor patrimonial. �

De la prestaci�n, 28 a 31;

transacci�n, 826.
Valor real. �

Moneda, 424.
Vencimiento, �

Plazo
indeterminado, 273; �

plazo en general, 281 y ss.

Verbal. �

y. Requerimiento.
� Versio in rem �. �

v. Acci�n de � in rem verso �.

Voluntad. �

Como fuente de obligaciones, 34 y 35; �

de novar, 745 a 8.
Voluntad unilateral. �

Como fuente de obligaciones, 36 y ss.


Voluntario-. �

Pago de una obligaci�n natural, 85; �

entrega de documento
en remisi�n t�cita, 879.

Zaehariae. �

precedente en los efectos de la obligaci�n respecto


Como de
sucesores particulares, 67.

� Zweckvermogen �. Como sujeto de derecho, 20 y 21.



�ndice de textos legales

Las referencias corresponden a los n�meros de esta obra. Las que est�n en negrita,
son relativas a explicaciones importantes de la respectiva disposici�n legal;
las restantes contemplan explicaciones m�s o menos incidentales, correlacio

nes, etc.

Constituci�n

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros I Art. e inc. N�meros

17 339. 19 55, 212, 367, 824, ( 31 335.


1093. I 67, 11� 7, 335.

C�digo civil

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

5 858. 29 284, 285. 131 1006.


12, 825,
8 195. 52 367, 1032, 1038 a. 134 822, 1007.
14,1� 12, 13, 30. 53 55, 232,. 367, 824, 135 1007, 1033.
865, 1093. 241 5.
16 35, 90, .379, 461,
54 19. 262 825.
490, 497 a, 508,
1006. 265 5.
566, 863, 890, 54,2�
54,3� 1008. 270 83.
936, 964, 1006,
54,4� 1008. 284 1006.
1073, 1093.
1008. 286 1066.
17 1103. 54,5�
55 19, 82, 713. 297 1035.
18 13, 15.
1006. 320 859, 873.
19 5, 545, 825, 858. 55,1�
56 570. 327 5.
21 12, 14, 30.
63 20. 330 5.
. 23 281.
617. 372 804.
24 281., 90,4�
100 603, 606. 374 804.
25 282.
101 606, 391 160.
26 283. .

102 606, 412 5.


27 284, 1068.
'
.124 647. 443,4 859.
28 284,
DE LAS OBLIGACIONES'
778 EN GENERAL

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

443,5� 682, 822. 509,2C 90, 94. 531,3C 210, 213, 215, 316.
-443,9� 682. 510 90, 100, 102, 803. '
531,4< 210, 213, 215, 216.
450,3� 822. 511 89, 104 a 115, 309, 532 208, 216.
461 107. 378, 393,412,1013. 533 230. �

462 589. 512 104 a 115, 121, 131. 534 84.


464 264. 513 89, 95, 99, 116 a 535 226.
222,
465 264, 822, 823. 130, 180, 319a ,891, 536 226.
475 682, 822. .894, 895. 537 228.
480 859. 514 116 a 130, 319
a
538 228.
481 5. 515, ac. 70, 76, 77, 82, 85. 539 223, 225, 231.
495 23, 81, 298, 471, 515,1� 81, 82, 86. 540 224, 225, 231.
889. 515,2� 81, 82, 88, 698, 541 227.
496 7, 154. 917 a. 542 202, 217, 271, 443.
""""^

497 66, 67, 363, 467, 515,3� 81, 82, 86, 698 624.

471, 1003, 1045. 515,4� 81, 82, 88, 698,714. 543 241 a 243.
498 6, 60, 63, 68, 649, 515,5� 81, 82, 86, 698. 544 232.
�/
1028, 1044. 516 85, 87, 698. 545 193.
499 8, 9, 32, 708, 709, 517 86, 740. 546 233, 234, 275, \L047..
716, 1013. 518 31, 87. 547 236, 696.
500 6, 8, 9, 10, 538 a 519 89, 95, 111, 131 a 548 197, 237, 242, 317.
540a, 694. 138, 154, 296, 309, 549 238, 242, 705.
501 6, 8, 9, 10. 320, 378, 393, 412, 550 238, 242, 561, 705.
502 8, 9, 11, 12, 1E., 14, 523, 629, 647, 551 238, 242.
15, 30, 87, 103, 1013, 1082. 552 238, 242, 705.
175, 430, 721, 737, 520 111, 139 a 142, 143, 553 202.

193, 197,
>
827, 867, 89� a 145a, 343, : 1082. 554 231.
503 57 a 68, 691. 521 143 a 145a, 343, 555 231.
504 6, 69, 280,571,1000. 1083. 556 237, 242.
505,1� 25, 47, 49, 141, 522 163, 164. 557 237, 242, 317.
166, 185, 258, 476, 523 87, 168, 295, 5()0. 558 249, 251, 252, 255.
570, 571, 577, 622, 524 168, 295, 611, 767. 559 259a.

644, 895. 903, 525. 24, 87, 168, 257, 560 251, 252, 259a.
1015 a, 1103. 293, 296, 297, 375, 561 259, 264.
505,2� 47, 49, 141, 166, 438, 500, 640, 767, 562 252, 258.

185, 258, 476, 553, 815, 831, 853, 854, 563 260.

571, 601, 644 871, 883, 884, 888, 564 30, 253, 257, 297.
505,3� 25, 47, 50, 141,166, 953, 984. 565 255, 256, 756.
185, 258, 356, 358, 526 168 a 170, 254, 257, 566 204, 261, 262, 267r
359, 367, 384, 412, 296, 297, 377, 884. 699, 757.
415, 476, 571, �601, 527 81, 191, 226. 567 223, 265, 545, 730,.
644. 528 193 y ss., 202, 204, 757.

505,4� 48, 97, 626. 545. 568 265 a 269.

506 89, 103, 131, 238, 529 204. 569 24, 204, 266 a 269.
309, 378, 393 . 530 12, 14, 30, 202, 209, 570 278, 279, 583, 619.
507 103, 629. 215, 216, 245, 297, 571 280, 619, 698.
572 287 a 293, 619, 620,
508 89, 90, 95, 413, 895. 827, 892.
90 a 92, 179, 431, 531, ac. 210, 215, 216. 789.
509, ac.

437, 644. 531,1� 210, 211, 215, 216. 573 267, 268, 277, 619,,
80, 93. 531,2� 210, 212, 215, 216. 757.
509,1�
�NDICE DE TEXTOS LEGALES

Art. e inc. N�meros Art. inc.


e N�meros Art. e inc. N�meros
574 26, 237, 301 y ss. 608 96, 296, 359, 413, 638 37S, 388, 389.
575 24, 65, 295, 304. 414. 639 95, 391.
576 296, 306. 609 398, 409, 410. 640 399, 984.
577 65, 235 a 238, 326 610 95, 149, 296, 309, 641 7, 95, 97, 154, 378,.
yss., 396, 616,634, 314%345, 384, 411, 380, 393, 394.
635, 643, 1043. 412, 647, 890. 642 388, 898.
578 307 a 312, 411, 497, 611 296, 384, 411, 412, 643 26, 371 y ss.

516, 890, 894, 896. 890. 644 24, 374, 643.


579 95, 296, 307 a 312, 612 95, 149, 296, 384, 645 376, 377.
315, 319a, 388, 411, 412, 890. 646 375.
392, 398, 406, 411, 613 95, 296, 345, 384, 647 7, 154, 376, 377.
412, 415, 644, 802, 413, 414. 648 7, 154, 378.
895. 614 296, 413. 649 376, 377.
580 308, 313 a 315, 377, 615 95, 149, 296, 384, 650 376, 377, 984.
384, 406, 411, 497. 413, 414, 890. 651 372, 382.
581 95, 313 a 315, 319a, 616 131, 304, 417. 652 55, 163, 165, 178.
359, 384, 406, 411, 617 417, 427, 429. 653 169, 177, 984.
412, 415, 647. 618 270 273, 439, 440,
a 654 179.
582 316, 318, 322, 412, 442, 592, 605, 615, 655 140, 173, 174, 178r.
686, 690, 890. 618, 624, 730. 179.
583 317, 412. 619 413, 427. 656 161, 173, 174.
584 121a, 319 a 325, 620 6, 270 a 273, 432, 657 94, 133, 179.
704, 756, 890, 894. 441 a 443, 623, 658 143, 166, 183, 185..
585 95, 296, 319, 321, 624, 641, 730, 921, 659 166, 167, 178, 183.
413, 756, 802, 895.. 955. 660 176, 178.
586 321, 413. 621 175, 430. 661 181, 182, 463, 483.
587 95, 321, 359, 384. 622 6, 88, 94, 133, 431 662 181,
588 237, 686. a 435. 663 31, 168 a 170, 171,.
589 322, 324, 686. 623 6, 436 a 437. 296.
590
'

323. 624 24, 296, 438. 664 171, 296.


591 318, 325, 686. 625 352 a 355, 577. 665 168.
592 343, 398, 705, 1055, 626 60, 122, 258, 356 a 666 31, 87, 171, 172,.
1067. 360, 553, 644. 296.
593 344, 348. 627 121a, 362, 497, 892, 667 26, 181, 222, 452 a
594 345, 705. 894. 458, 470, 471,474,.
595 314a, 345, 647. 628 121a, 296, 362, 392, 476.
596 346, 348. 892, 895. 668 488, 531, 532.
597 347, 561, 705. 629 25, 356 a 360, 362, 669 454 a 458.

598 348. 895. 670 455 a 458.

599 349, 350. 630 296, 356 a 360, 384, 671 456 a 458.

600 303. 895. 672 396, 457.

601 26, 390, 402, 643. 631 141, 166, 358 a 360, 673 453, 583.
602 402. 367, 384, 895. 674 445, 459, 476, 509,
603 405, 406, 410. 632 364. 510, 523, 885.

604 403, 404, 407, 408. 633 364 a 367, 384, 895. 675 459, 460, 476, 570^.
605 96, 296, 406, 696, 634 296, 364 a 367. 586, 696.
890. 635 26, 380, 385. 676 372, 460, 475, 1094,,
606 26, 87. 636 26, 380. 1102.

607 303, 408. 637 390, 427, 643. 677 463, 483, 492.

V
780 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e me. N�meros

678 463. 711 497a, 500, 508, 516, 737 560.


679 458, 471. 531. 738 560, 561, 744. .

680 458, 471. 712 499, 516, 532. 739 575.


�681 458, 471. 713 498, 501, 508, 516, 740 7, 309, 359, 577,
682 472, 475. 517. 589, 631, 681.
683 458, 471. 714 500, 516, 517, 528. 741 359, 577.
"684 473. 715 508, 517. 742 222, 226, 380, 453,
685 474, 476. 716 462, 523,524, 659, 579, 583 a 586,
686 476, 486. 570, 885. 671. 677, 679.
'687 479, 532, 879a. 717 462, 509, 523, 524, 743 579, 584, 586.
688 479, 480. 659, 671. 744 579, 584, 589.
689 8, 461, 462, 476, 718 537, 539, 771, 873. 745 579.
485, 509, 510, 659, 719 539, 948. 746 579, 580, 984.
671. 720 539, 740, 948. 747 150, 306, 439, 592
'690 444. 721 539, 948. a 617, 631, 641.

�691 458, 459, 461, 476, 722 539 a 543. 748 384, 592, 593, 604,
509, 510, 523, 586, 723 539 a 543. 605, 6-15, 631, 641.
.

829, 856, 879a,885, 724 84, 502, 503, 544.a 749 592, 593, 595, 598,
984. 547, 652, 767, 883, 599, 615, 617, 631.
^692 461. 900, 954a, 1103. 750 306, 352, 413, 631.
693 459, 460, 462, 476, 725 84, 504, 548. 751 270 a 273, 440, 618,

570, 659. 726 550, 559, 560, 631, 730.


694 463. 744. 752 270 a 273, 432, 441,
�695 463. � 727 25, 552 558, 674,
a 623, 730, 921, 956.
696 463. 686, 690, 697, 698, 753 288, 293, 619, 620.
-697 463, 483. 702, 712,-883,1047a. 754 287, 289, 619, 621.
698 463, 483. 728 552 a 558, 576, 661, 755 279, 619, 625.
�699 486, 487, 492, 508, 666, 687, 697, 698, 756 97, 99, 100, 548,
512. 703, 716, 1047a. 626, 628, 632, 644.
700 487, 492, 493, 512, 729 97, 552 a 558, 666. 757 97, 99, 626, 630,
635, 752. 730 25, 60, 122, 356, 632, 633, 644.
701 475, 490, 530, 1102. 359, 553, 698. 758 97, 99, 631, 639,
702 489, 500, 508. 731 568 a 570, 573. 644.
703 489, 500, 508. 731,1� 570. 759 97, '99, 629, 632,
704 510, 513, 525, 866. 731,2� 478, 532, 549, 570. 634, 635, 639, 644.
705,lc 494, 508, 513, 517, 731,3� 570. 760 97, 99, 632, 638.
518, 570. 731,4� 61, 570. 761 97, 99, 639.
705,2� 494, 508, 513, 517, 731,5� 570. 782 07, 99, 460, 705,
518; 570.
-

731,6� 563, 570, 571, 573, 772.

705,3� 508, 513, 516, 517, 626. 763 97, 99, 640.
518, 525, 570. 731,7� 570, 572. 764 97, 100, 632, 635,
706 494, 496, 502, 504, 732 563, 573, 1061. 641, 643, 772.
508, 513, 570. 733 573, 703, 716. 765 97, 100, 589, 636,
707 502 a 508, 518 a 734 575, 576, 626, 703, 642, 643.
522;, 744, 768, 791, 713, 716. 766 97, 100, 394, 632,
855, 879a,880, 885. 735 575, 576, 626. 636, 643.
708 509. 736 562 a 567,, 626, 744, 767 570, 652 y ss., 673,
709 497, 502, 508, 516. _

788, 1053, 1065, 763, 1047a.


710 516. 1077, 1078. 768, ac. 657, 667, 725,
�NDICE DE TEXTOS LEGALES 781

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

772. 791,4� 698. 822 783, 788, 806.


768,1� 657, 658, 725. 791,5� 698. 823 801.

768,2� 462, 485, 524, 657, 791,6� 698, 699. 824 802.

659, 725. 792 8, 9, 10, 12, 14, 30, 825 784, 804.

768,3� 462, 551, 657, 660 34, 216, 307, 581, 826 793 a 795.
a 662, 666, 697, 582, 692, 707a716. 827 796.
725. 793 245, 307, 538, 581, 828 787, 789, 806.
768,4� 657, 663, 725. 582, 692, 707, 709, 829 778, 792, 806.
768,5� 657, 664, 725. 896, 1048. 830 505, 517, 522, 791v
769 555, 661, 665 a 7R4 14, 216, 538, 692, 806.

668, 725, 763, 765, 717, 867, 892. 831 780, 787, 806.
772, 1026, 1047a. 795 30, 216, 692, 717. 832 812, 814, 819, 873,
770 548, 660, 669, 670, 796 34, 538, 692, 722. 883, 954a.

725, 763. 797 723, 879. 833 814, 819.


671, 673, 1072. 798 72S. 834 815, 826.
771, ac.

799 264, 586, 727 730. 835 818, 870.


771,1� 667, 671, 672, 772.
a

771,2� 671. 800 731, 732. 836 813, 816, 832, 870,.
771,3� 659, 671. 801 684, 733, 771. 873, 874.
772 673. 802 8, 87, 737 a 740. 837 814, 819.
773 676, 677. 803 24, 767, 768, 883. 838 820, 962.
774 676. 804 767. 839 822.

678. 805 744. 840 813, 816, 822.


775
676. 806 744. 841 822.
776
807 742, 746, 747, 755. 842 515, 827.
777 676, 679.
808 232, 741, 746, 747, 843 825.
778 586, 679.
755. 844 812, �25, 826.
779 504, 680, 681.'
780 685, 1026. 809 504, 508, 768. 845 815, 825.
812, 815, 826.
782 682. 810 479, 481, 517, 522, 846

783 684, 832. 744, 768. 847 815, 826.


811 768. 848 825.
784 85, 462, 538, 548,
745 849 812, 824.
576, 674, 692 a 812 8, 9, 684, 733,
705, 836.
a 760, 763, 947, 850 520, 813, 816, 817,.
1093. 828, 831, 832,954a.-
785 690, 697, 702.
813 8, 9, 578, 753. 851 479, 482, 829.
786 34, 703, 704, 716.
852 831.
787 329, 683, 691a, 707, 814 260, 460, 739, 746,
708. 762, 772, 866, 1045. 853 503, 508, 517, 519
a 521, 830.
722. 1090, 1093.
788 703, 706,
854 813, 816, 832, 870..
789 708, 722.
815 260, 460, 739, 746,
762 a 764, 772, 855 832.
790, ac. 696.
698. 866, 1045, 1090, 856 813, 816, 832.
790,1� 236,
1093. 857 817, 819, 833, 834,.
790,2� 696. 838.
816 746, 764.
790,3� 696. 858 835.
817 746, 765. 694, 834,
790,4� 696.
818 505, 586, 773, 781, 859 834, 837.
790,5� 696.
696. 783, 792, 795,806 860 834, 837.
790,6� 485, 838.
a 809a, 883, 1070. 861
791 85, 698, 699.
819 276, 293, 783, 806. 862 502, 840, 849, 854,.
791,1� 280, 698. 883.
698.
820 783, 806.
791,2� 806. 863 845.
698. 821 784, 787,
791,3�
782 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

864 6, 848. 902 108.


107, 979 666.
865 853. 903 319.
145, 979,4' 821,
'
1038.
866 508, 508, 522, 855. 904 111, 319. 987 195.
867 6, 851. 905 111. 995 1057.
868 101, 228, 795, 860, 906 34, 111. 996 705.
885, 871, 882 .
907 133. 1001 195.
869 6, 862, 868, 870, 108. 1004
,909 107, 55.
873. 914 539. 1006 878.
870 861, 862, 869. 915 45, 1007 878.
93, 166> 190, .

871 870, 874. 1008 878.


200, 263, 353, 404,
-872 545, 825, 858, 863, 1012
570, 586, 593, 618, 195, 705.
867, 875. 660, 808, 866,876a, 1018 705.
-873 625, 740, 831, 866, 1019 705.
909, 913, 948,
876a. 1051, 1052, 1074. 1021 868.
874 128, 166, 507, 625, 917 762. 1026 1058.
682, 818, 823, 883, 918 86, 539, 763, 767, 1035 666, 670, 705, 876a,
866, 870, 879 ',882, 1074. 1057 a 106Q, 1072,
888. 919 1073.
86, 1074.
-

-875 396, 705, 860, 872, 923 85, 694, 815, 833, 1037 13, 170, 354, 739,
873. 836. 815, 1038a.
876 507, 876. 924 696. 1039
693, 300, 815, 837. .

�877 582, 722, 877, 882. 927 838. 1040


696, 19, 243, 396, 560.
878 881, 888. 929 833. 1041 995.
879 878. 931 1042 995.
103, 238, 242, 678, 82, 739, 764,
880 884. 833. 1043 343, 995.
881 507, 522, 880, 885. 936 833. 1044 995.
678,
882 885. 937 827. 1015 576, 738, 833, 995.
883 886, 887. 942 527. 1046
512, 576, 738, 739, 857,
884 507, 508, 522, 879a, 944 995.
35, 84, 243, 539,
880, 885. 575, 814. 1047 14, 30, 994.
885 876a. 949 82. 1048 508, 547, 1006,
886 888. 953 14, 27, 30, 154,172, 1063a.
887 888. 1049 508.
232, 254, 824, 825,
888 101, 121a, 129, 362, 1050
826, 827, 887, 889, 329, 343, 545, 684,
364, 388, 497, 516, 892, 1027. 715, 738, 739, 742,
889, 891, 894. 954 242, 560, 678, 693, 764, 851, 857, 939,
889 362, 893. 833: 995.
890 896. 957 11. 1051 739.
891 310, 892, 896, 897. 961 1053 995.
234, 238, 275, 560,
892 95, 96, 129, 130, 1054 995.
566, 905, 1000,
894. 1076. 1055 995.
893, 26, 404, 896, 898. 964 859. 1056 995.
894 403, 408, 896, 899. 966 329. 1059 795.
82, 86, 739,
895 307, 890. 967 905. 1061 739.
66, 84, 882,
896 825. 968 705, 882. 1063 82, 88, 172.
897 32, 85, 713. 969 1076. 1065 705, 771.
898 32, 35, 396. 970. 238, 560. 1066 5, 9, 94, 144, 1013.
900 85, 245- 973 141. 1067 103.
901 139, 1013. 974 92, 539, 677, 948. 1068 5, 154, 577.
�NDICE DE TEXTOS LEGALES
783
Art. e inc-
N�meros Art. inc.
e N�meros Art. e inc. N�meros
1069 34, 111. 1162 69, 280, 572, 1000,
1071 112. 671, 767, 770, 777,
1072
-
1047a, 1098, 1099. 817, 820, 827, 868,
32.
1163 69, 572, 1000,1047a.
1073 1075, 1093.
111, 1013. 1167 5, 27, 232, 825, 1200 577, 639, 640.
1075 5, 28, 29, 156, 161. 1027. 1201 90, 100, 102, 868.
1077 103, 228, 564, 566, 1168 5, 232, 825, 863, 1202 140, 141, 166, 184
802.
887, 889, 1027. a 187,
200, 296,
1078 34, 161. 1169 5, 27, 154, 887, 889, 360, 384.
1081 445, 502, 512a, 528, 1027. 1204 183, 185, 207, 313,
, 529. 1170 27. 320, 358, 359, 406,
1082 512a, 528, 529. 1172 245, 296. 412, 413, 644, 832,
1083 161. 1173 7, 200, 708, 743. 895, 1015a.
1096 935, 1020. 1174 296. 1206 12,-14, 16, 30
1097 827. 1175 825, 1030. 1212 592 a 599, 604, 605,
1101 1020. 1176 297, 815, 826. 615, 617, 641.
1107 5, 1013. 1177 296. 1213
i
\;-
592, 596, 599, 604,
1108 5, 28, 32, 111, 156, 1178 145a, 296. 605, 615, 617, 641.
161, 512% 1013, 1179 296. 1215 384, 613, 641.
1015. 1180 1037. 1216 384, 613, 641.
1109 34, 108, 111, 161, 1183 141. 1217 32.
722. 1184 821, 1058. 1219 32.
'

1114 120. 1
1184,1< 6, 141, 328, 346, 1229 705.
1116 120. 349, 582, 677, 1238 708.
1117 120. 1037. 1242 94.
1118 120 a 122. 1184,6C 859, 861, 876a. 1247 647.
1119 120 a 122. 1184,8� 819, 821. 1249 1035.
1124 120. .
-

1184,9< 1037. 1250 1035.


1133 120. 1185 141, 207, 346, 821, 1258 647.
1137 35, 1003. 1088. 1260 705.
1138 868. 1186 821. 1263 799.
1140 1003. 1187 141, 296, 346, 1088. 1270 842.

1141 1003. 1189 141, 184, 360. 1275,? 799.

1142 1003. 1190 153, 194, 343, 353, 1275,7 799.
1144 868. 438, 461, 540%576, 1281 799.

1145 763. 581, 748, 762. 1284 1005.


166, 539, 762,
1146 539. 1191 153, 543. 1295 1005.

1148 936. 1193 877. 1302 1005.

1149 860. 1194 705. 1309 1005.

860. 1195 60, 61, 69, 272,499, 1320 993.


1150 42, 396, 639,
691, 705, 767, 829, 1321 993.
1153 300, 815.
887, 1000, 1028. 1322 94.
1154 936.
1196 60, 234, 275, 343, 1323 685, 1087.
1155 296.
562, 674, 724, 792, 1325 685.
1156 42.
1000, 1028, 1050, 1326 24, 266, 685.
1160 19, 823, 865, 887,
1063a. 1327 7, 1087.
1032.
1197 32, 35, 128, 132, 1329 121, 296, 297.
1161 69, 171, 280, 572,
767, 829, 171, 177, 228, 278, 1331 296, 815, 1087.
691,
1047% 1098, 284, 396, 439, 492, 1332 708, 1087.
1000,
571, 593, 639, 640, 1336 218, 244.
1099.
DE LAS OBLIGACIONES
784 EN GENERAL

Art. e inc. N�meros Art. e i nc. N�meros Art. e inc. N�meros

1337 97. 1086. 1063% 1072.


1342 396, 409. 1439 1032, 1033, 1087. 1470 1052, 1057, 1058,
1349 219. 1440 1032, 1033. 1080, 1068.
1357 823, 1032. 1441 823, 1026, 1032, 1471 1064, 1065, 1067,
1361 1034, 1087. 1033, 1035, 1087. 1076 a 1079.
1366 236. 1442 1032, 1034. 1472 1047.

1370,1� 233. 1443 1027, 1032, 1034. 1473 1047.

1371,1� 233. 1444 1026, 1027, 1044. 1474 794, 806, 807, 808,
1372 197. 1445 649, 1028. 1039, 1069, 1074,
1373 197. 1446 232, 235, 1027. 1087.
1374 197. 1447 1026, 1027. 1475 673, 1075.

1375,1� 94. 1448 1027. 1476 667, 1039, 1080,


1375,3� 244, 372, 547, 808. 1449 1026, 1030, 1031. 1082.
1377 218, 244. 1450 1026, 1032, 1035. 1477 1082, 1087.
1381 993. 1451 1026, 1032, 1035. 1478 145a, 1082, 1083.
1384 686. 1452 1026, 1032, 1035. 1479 1082.
->

1386 1029. 1453 804, 1026, 1029, 1480 145a, 1082, 1083.
"

1389 1087. 1030. 1481 705, 1084.


1391 1029. 1454 667, 1037. 1482 1085.
1393 993. 1455 667, 1038. 1483 1085.
1396 1029. 1456 1039. 1484 1080, 1081.
1398 197. 1457 570, 1042, 1047a, 1489 384.
1400 993.
~
1067, 1098. 1490 1087.
1404 743, 1087. 1458 570, 648, 649, 661, 1491 1087.
1405 1087. 671, 772, 1038, 1492 685, 1087.
1406 743. 1042, 1072, 1098. 1495 317.
1408 305, 318. 1459 667, 705, 794, 1039, 1498 66, 766, 1094..
1410 596, 597, 614 641. 1048, 1052, 1056, 1501 30.
1411 598. 1057, 1077. 1505 13, 993.
1412 96, 149, 200, 384. 1460 1051, 1057. 1514 305, 315, 328.
1413 96, 149, 200, 207, 1461 1052, 1057. 1515 26, 589.
384. 1462 794, 1053, 1054, 1517 891, 897a.
1415 589. 1055, 1057, 1061, 1519 149, 200, 384.
1420 96, 149, 200, 384. 1069. 1525 107.
1424 439, 589, 598 614. 1463 1053, 1054, 1055, 1533 324.

1426 300. 1057. 1539 324.

1427 97. 1464 1057, 1076. 1540 264.

1465 1047a, 1057, 1064, 1541 264.


1430 97, 100, 101, 200,
1065, 1067, 1076 a 1542 264.
384, 626.
1079. 1546 780.
1431 97, 100, 626.
1433 626. 1466 1068. 1549 324.
1467 667, 705, 1043, 1551 324.
1434 671, 765, 1025,1036,
1051, 1052, 1056, 1559 384.
1042, 1047a, 1067,
1072. 1057 a 1059, 1060, 1561 589.
1564 100.
1435 685, 987, 1086,1087, 1065, 1067, 1077,
1089. 1078. 1570 122.

1468 1056, 1057, 1571 122.


1436 685, 1086, 1087. 667,
1061. 1572 122, 891, 897a.
1437 1036, 1081, 1086.
1574 1072.
1438 671, 796, 1039, 1469 649, 794, 1038,1062,
�NDICE DE TEXTOS LEGALES
785
Art. e inc. Niimeros Art. inc.
e N�meros Art. e inc. N�meros
"1575 705. 1747 462, 523. 1913 94, 133.
1580 780. 1749 797. 1926 659.
1582 534. 1752 659. 1929 1094.
1583 349, 1094. 1754 705. 1930 533, 702.
1591 659. 1756 1089. 1933 570.
1592 659. 1758 545. 1934 570.
1594 1072. 1759 107, 160, 545. 1936 574, 705, 713, 1098.
1595 1072. 1768 705. 1937 705.
1599 686. 1771 107, 160.. 1938 570, 705.
1607 842. 1789 .79, 84, 874. 1943 705.
1610 264, 993, 1015a. 1790 731. 1944 705.
1611 97, 100, 635. 1791 869.
79, 1945 445, 512, 527, 529.
1612 100. 1791,6� 84, 698. 1946 533, 702.
1620 324. 1792 731, 874. 1948 589.
1622 279. 1796 60. 1949 589, 659.
1623 26, 886. 1799 874. 1963,3� 60, 545.
1626 892. 1800 731. 1963,4� 545.
1627 780, 785,, 886. 1802 245. 1964 705.
1629 26. 1804 865. 1967 705.
570,

1635 355, 618. 1818 698, 731, 863, 1036. 1968 705.
372,
1636 964. 1837 21, 64, 384, 731, 1986 501, 884.
1640 60, 121a, 122, 545, 1102% 1104. 1990 705.
892. 1839 1104. 1994 884.
1641 60, 356. 1847 329. 2003 512.
1642 121% 892. 1849 195, 251. 2004 501, 620.
1643 545. 1850 251, 296. 2005 501, 523, 620, 792.
1645 659. 1851 195, 251, 551. 2012 87, 620.
1655 892. 1852 251. 2013,7� 87.
1659 719. 1854 21, 64, 372, 1104. 2020 501, 854.
1661 512, 527. i 1855 251, 260, 329, 705. 2021 620, 792,
'

1664 705. 1856 251, 260, 705. 2022 792.

1670 60. 1857 251, 260, 551, 659, 2024 586.

1671 1044. 705. 2029 523, 551, 659, 792.


1684 160. 1858 84. 2034 885.

1702 797. 1866 705. 2042 24, 296, 766, 768,


1703 797. 1870,1� 822. 831, 884.

1704' 797. 1870,2� 822. 2043 293.

1707 797. 1870,6� 969. 2044 293.

1709 384. 1870,7� 822. 2045 293.

1711 797. 1874 570, 713, 744, 763. 2047 766, 767, 768, 831.

1712 797. 1879 570. 2048 854.

1713 372, 705, 797. 1880 570. 2056 175.


797. 1881,2� 682, 744, 822. 2057 87, 740, 742.
1714 705,
1721 94, 133. 1881,3� 822, 951. 2063' 719.

1722 94, 133. 1881,4� 682, 822. 2067 445.

731. 1881,5� 744. 2074 749.


1733
1881,17� 951. 2076 564.
1735,4� 160.
1888 682. 2083 60.
1742,3� 460.
1891 719, 892. 2089 816, 832, 870, 1081.
1742,5� 705.
Colmo, Oblig.

T. I. 50
786 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. inc.


e �

N�mero*
2090 986. 2220 303, 803. 2337 892, 897.
2091 986, 1082. 2223 786, 803. 2338 897.
2093 6, 310. 2224 324, 589, 674, 686. 2351 323.
2094 1082! 2226,1'
'
278. 2358 649.
2095 1082. 2228 558. 2362 103, 152, 323, 343r
2096 659. 2236 454. 573, 704.
2097 132. 2240 303. 2377 326, 328, 635!
2101 986. 2244 993. 2378 326, 329.
2102 986. 2249 83, 279, 699. 2379 326, 328/329.
'

2103 986. 2250 303. 2380 326, 328.


2104 986. 2251 413. 2381 326.
2106 986. 2255 328. 2382 326.
2114 684, 987. 2261 30. 2383 326.
2115 816, 987. 2266 107. 2384 328.

106, 326,
2116 987. 2271 322. 2385 326, 641.
21 IS 986. 2272 121a, 347, 561,897a. 2386 326.
2121 140, 145a, 153. 2277 . 561. 2387 326, 328.
2123 384. 2281 188, 445, 512, 527, 2412 328, 343/347, 561�
2125 107, 310, 815, 986.- 529. 571, 705.
2126 300, 310. 2284 278. 2413 705.
2128 384, 986. 2285 278. 2422 242.
2130 384, 705. 2287 324, 589, 674, 686. 2423 317, 323, 704."
2133 145a. 2288 32, 763. 2424 317, 704.
2146 1081. 2289 697. 2425 317, 704.
2147 145a. 2291 107. 2426 317, 704.
2151 406, 410, 663. 2297 686, 687, 690. 2427 325.
2152 309, 314a, 345, 378, 2298 34, 558, 576, 674. 2431 121% 703, 705,897*.
406, 410, 647. 3301 558. 2432 705.
2153 378, 2302 558. 2433 704.
2155 685, 1080. 2303 558. 2435 706.
2157 1081. 2304 462, 574, 713, 1098. 2437 706.

2158 987. 2306 32, 558, 576, 686, 2438 323, 324, 706.
2162 145a. 712. 2444 242.
2163 1080. 2307 712. 2450 897.
2164 107, 897, 991, 992. 2308 712. 2451 893, 897.
2171 990. 2309 237, 558. 2454 858.
2172 990. 2310 705. 2456 993.
2174 384. 2311 154, 825. �� 2461 323.
2176 145a. 2312 1027. 2462 303.
3
2177 300, 310, 815. 2313 549, 865. 2462,3 328.

2180 684, 990. 2314 24. 2470 802.


2185 303. 2323 727, 728. 2473 993.

2202 106. 2227. 295. 2482 384.

2210 322. 2328 65, 295, 304. 2493 993.

2211 100. 2329 317. 2510 329.

897a. 2330 317. 2513 322, 349.


2212 121% 347,
2213 145a. 2331 304. 2518 24.
5
2216 614. 2332 304. 2524,4 616.

2336 897. 2533 20, 372.


2217 278. 825, 892,
�NDICE DE TEXTOS LEGALES

Art. e inc. N�meros Art. inc.


e N�meros Art. e inc. N�meros
2t36 384. 2874 324. 3109 232.
2568 674, 686, 705. 2881 324. 3110 24, 647, 649.
2569 372. 2894 6. 3111 24.
257 6 372. 2900 384. 3112 472, 475.
2571 24, 322. 2902 384. 3115 35.
2583 686. 2910 305, 1003. 3116 188, 235, 261, 275.
2587 686, 705. 2918 296. 3117 235.
2588 316, 674. 2920 60. 3135 328.
2589 316, 384. 2922 94. 3149 705.
2594 686, 705. 2924 545, 859, 902, 918a, 3151 757.
2596 384. 993. 3154 291.
2599 841. 2928 842.
545, 3156 233.
2600 841. 2929 842. 3157 1003.
2601 326, 328, 349, 616. 2933 858.
545, 3158 233, 621, 622.
2602 349. 2934 893.
545, 3159 384, 621, 622.
2603 329. 2942 902, 918a. 3160 621, 622.
2604 545, 893, 897. 2945 891. 3161 622.
287, 289, 621,
2606 897. 2946 94. 3162 475.
2607 858, 860, 865, 873. 2953 729. 3163 551.
372,
2610 897. 2963 1030. 3164 1094.
2613 993. 2969 60, 902. 3172 1094.
2614 993. 2972 60. 3181 842.
2619 1015. 2977 35. 3185 663.
2659 1030, 1092. 2978 328. 3187 24, 296.
2671 705. 2980 349. 3188 472.
2680 473. 2988 188, 261. 3193 545.
2687 322. 3007 458, 475. 3196 626.
2689 322, 475, 490. 3015 902. 3197 757, 902, 993.
2693 993. 3018 24, 303, 1003. 3203 626.
2695 328. 3028 458. 3204 35.
2756 24. 3036 1003. 3210 564.
2758 349. 3045 296. 3215 287, 289, 622.

2765 35, 347. �


3047 545, 858. 3217 705.
3048 918a. 3224 1003.
2767 561, 705.
3051 545, 893. 3227 858.
2771 571, 911.
2772 911. 3055 545. 3229 472.

2773 911. 3057 842. 3230 622.

2777 329. 3058 842. 3232 322.


3059 859, 902, 918% 993. 3233 472, 475.
2779 372, 705.
2785 647. 3060 918a. 3236 24, 296.
2791 345. 3061 918a. 3237 564.

2812 35. 3062 918a. 3238 564.

328. 3063 918a. 3239 35.


2820
261. 3064 918a. 3245 1003.
2821
310. 3065 918". 3257 264.
2841
372. 3066 918a. 3258 287, 289, 622.
2854
1003. 3068 303. 3263 57, 647, 655.
2862
317. 3082 303. 3265 326, 328, 616, 862,
2866
1102. 3108 303. 3266 6, 63 a 68, 647,
2870 349, 1092,
788 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. inc.


e N�meros

1072. 3716 61 3922 565, 1065, 1077,


3267 63 a 68, 647, 1072. 3717 61. 1078.
3268 63 a 68, 647, 1072. 3718 61. 3925 993.
3270 67, 329. 3719 61. 3927 705.
3279 20, 58. 3720 61. 3929 993.
3282 328. 3733 233. 3932 705.
3284,1

61, 609. 3747 731. 3938 291.

3284,3 616. 3748 731. 3939 810.
3345 545, 861, 876a. 3755 564. 3941 472.
3348 705, 860. 3756 870. 3943 296.
3350 993. 3761 870. 3947 545, 900, 902, 915,
3371,2

845. 3763 727. 917a�
3372 6. 3766 277, 616, 870. 3948 902.
3373 664, 845. 3767 616. 3949 902, 903, 915.
3374 664. 3768 616, 870. 3952 916.
3410 328. 3769 616, 870. 3955 329.
3417 58, 61, 272, 648, 3771 188, 267, 269, 277. 3956 272, 919 a 923, 955,
649, 664, 702, 844, 3772 267, 269, 399. 958, 992, 1001,
845. 3773 275. 1008, 1010.
3428 694. 3774 21, 251, 252, 260. 3957 729, 919, 955, 958,
3429 705. 3780 378, 406, 410. 964, 988.
3430 705. 3781 246. 3960 919.
3433 233, 234, 275, 846. 3788 539. 3962 547, 909 a 910.
3434 233, 234, 275. 3798 61. 3963 547.
3436 846. 3799 267. 3964 808, 809% 913.
3447 762. 3804 859. 3965 284, 795, 858, 905
3465 846. 3805 859. a 908.
3474 59. 3806 860. 3966 329, 924, 925, 1008,
3475 59, 1045. 3807 859. 1010.
3485 570. 3808 859. 3967 705, 925.
3490 454, 499. 3847 296. 3968 705, 925.
3497 460 ,
475 , 1094, 3870 445, 512, 527, 529. 3969 329, 924, 1004.
1102. 3876 1075 3970 329, 924, 1004.
3498 462, 475. 3877 65, 1046. 3971 925.
3499 61, 1102% 1104. o879 291. 3972 329, 924.
3501 1102% 1104. 3880 291, 993. 3973 924.
'
3513 987, 993. 3882,2< 195. 3974 925.
3535 61. 3883 343, 347, 993. 3976 925.
3591 32. 3887 993. 3977 925.

3598 195. 3890 993. 3978 705, 925.


3600 329. 3893 647. 3979 925.
3601 329. 3894 705. 3980 329, 925, 926, 1)10,
3603 384. 3895 705, 993. 1016.
3608 14, 30, 246. 3898 347. 3981 463, 498, 501, 516,
3609 246. 3902 6, 705. 532, 952.
3610 188, 246. 3907 705. 3982 480, 532, 952.
3614 3908 705. 3983 930.
19, 1006.
3616 1009. 3915 647. 3986 927, 932 a 947.
3714' 32. 3918 647. 3987 859, 938, 939, 1020.
�ndice de textos legales
789

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

3988 951. 1096.


1015a, 1016.
3989 480, 795, 948 a 950. 4024 957. 4034 957, 1016.
3991 463, 952. 4025 957. 4035 911, 922, 957, 973
3994 498, 516, 952. 4026 957. 982
a 979, a 985,
3995 463, 952. 4027 957, 958, 959, 960, 1096.
3996 463, 480*, 952. 980, 984. 4035,1� 33, 973, 974.
3997 953. 4027,1� 33. 4035,2� 33, 958, 974, 975,
3998 930, 949. 4027,2� 33. 980.
3999 912, 925, 956. 4027,3� 33, 953, 955b.
4035,3� 33, 958, 975, 980.
4002 956. 4029 957. 4035,4� 33, 953, 976 a 978.
4004 649. 4030 920, 921, 957, 994, 4035,5� 33, 955b, 958, 975,
4008 103, 152, 343, 573. a 1001, 1016. 979, 980.
4015 902. 4031 957, 994, 1002 a 4036 957, 967, 973, 981
4017 902, 911, 912, 917a, 1010. a 985.

930, 982. 4032 911, 922, 946, 957, 4037 954b, 957, 994, 1013
4018 911, 982. 960 a 972, 982 a a 1021.
4019 902, 916. 985. 4038 902, 957.
4020 957. 4032,1� 33, 961 a 969. 4039 957.
4021 957. 4032,2� 33, 970. 4040 33, 957, 986 a 989.
4022 957. 4032,3� �J3, 958, 971, 980. 4041 33, 957, 990 a 992.
4023 33, 725, 730, 921, 4032,4� 33, 972. 4042 957.

953, 954 a 956, 4033 920, 921, 957, 994, 4043 957.

967, '976, 987, 1000, 1011, 1012,

Ley de matrimonio

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

10 1006. 66 825. 85,3" 998.


13 1006. 73 1005. 107 35.
5. 80 731. 108 35.
50
1004. 81 1005.
54
739. 84 1005.
58

C�digo de comercio

AriL e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

I 1103. 183 285, 1014 301 512.


530,
V 1103 200 1014. 302 512, 620
203 1014. 303 512.
8,1� 612, 978.
205 617. 304 512.
8,3� 971.
1039. 216 200, 244, 384, 547, 311 512.
8,4� 445, 571,
808. 324 512.
8,5� 971.
218,5C 699. 327 512.
8,6� 612.
19. 250 512. 330 1086.
9
1006 282 612. 353 512.
10
1007. 288 512. 365 6.
12
512. 298 512. 366 6.
140
DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL
790

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

367 6. 626 1039, 1073. '834 776.


368 6. 645 790. 835 776.

377 512. 646 790. 836 512.


512. 652 759.

383 846 946, 954, 956.


385 512.. 666 759. 847,1� 946, 953, 976, 978.
388 512. 669 514. 847,2� 955b, 959.
389 512. 672 790. 847,3� 995.
421 512. 676 796. 848,2� 843, 954a.
433 460, 762, 1101. 691 573. 849 946, 953, 976, 977.
438 512. 693 563. 854 976.

443 797. 704 648, 664. 863 64.


461 614. 713 284. 865 1101.
462 614. 714 759. 876 512.
463 409, 642. 717,4C 589. 880 21,_64.
469 384. 726 384. 926,1� 21.
480 512. 735 512, 527, 796, 1039. 1020,1� 21.
504 1073. 736 512, 527, 1039. 1028 1073.
525 664. 737 431, 434. 1078,1� 285.
554 122. 739 571. 1079,1� 285.
559 261, 614. 741 284, 512, 796. 1122 1073.
561 432. 742 445, 549, 571. 1155 1073.
565 431. 748 563. 1163 647.
566 279. 771 774. 1180 664.
598 571. 775 754. 1211 647.
'
599 1073. 777,3' 790. 1232 64, 384.-

599,4 445. 791 774. .

1278,2� 512.
606 603, 614. 798 571. 1361 647.
616 1039. 800 1073. 1370 648, 649.
621 1039. 804 571, 1372 648, 649.
624 796, 1039. 808 563. 1377 1101.
625 1039. 809 573. 1378 1101.

Ley de quiebras

t. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

4 �
620. 38 1101. 83 293.

23 620. 58 609. 85 293, 620

32 757a. 71 19. 86 789.


33 757*. 76 566, 1076.' 116 789.
36 1101. 81 789. 131 565,

Ordenanzas de aduana

Art. e inc. N�mero

433 993.
�ndice de textos legales
"91

C�digo procesal
Lrt. e inc. N�meros Art. ,e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

4,3� 384. 138 542. 488,8� 782, 787, 806, 808,


4,4'- 150, 592, 601, 602, 216 752, 944. 809a.
603, 631. 217 492, 752. 500 716.
6 284. 220 148. 507 716.
638,
14 969. 221 523, 637, 914. 508

51.
22 285. 410 384. 516 384.
34 285. 434 751. 539 806, 808, 910, 947.
41 284.

443,2� 619. , 554 264.


59 493. 443,5� 233, 275. 564 51.
63 493. 451 566. 634 609.
66 442. 461 1038a. 718 56, 609.

66, a p�nd. 1032. 465 397, 442, 787, 1063. 735 291.
84,3� 751. 474 361, 955a, 1038a. 761 565, 1065.
-

85 651. 475 566, 787, 1043. 763 291.

-100,1� 949. 477 384. 814 947.


101 780. 480 53, 727.
102 780. 488,5( 903, 910, 1063.

Modificativa del c�digo procesal (Ley No 4128)

Art. e inc. N�mero Art. e inc. N�mero

.12 727 24 638.

Perenci�n de instancia (Ley No 4550)

Art. e inc. N�mero Art. e inc. N�mero

1� 938, 939. 7� 939.

Ley org�nica de los tribunales

N�meros
'

Art. e inc. N�meros _"i Art. e inc. N�meros


_Art. e inc.

916,. 955a. 247 233.


163,8� 284. 226,5�
878. 226,6� 1038a. 247,4� 1038a.
215
878. 231 1038a. 255 916, 955a
216
217 878. 239 335,-1063\
226 335. 244 335.

Ley federal No 48

Art. e inc. N�meros

8� 650, 1041.

No 50
Ley de procedimientos federales

inc. N�meros Art. e inc. N�mero


Art. e

910. 374 947.


315 809, .
DE LAS
792 OBLIGACIONES EN GENERAL

Ley federal No 3094

Art. e inc. N�mero

1� 1032.

Ley federal No 4055

Art. e inc. N�mero Art. e inc. N�mero

3� 837. 6a 837.

C�digo de miner�a

Art. e inc. N�mero

332 1044.

C�digo penal
Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

46 55. 67 19.
63 19. 141 827.

C�digo de procedimientos criminales

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

143 613. 425 613.


411 613. 496 613.

LEYES ESPECIALES

Aduanas

Art. e ine. N�meros Art. e inc. N�meros

57 55. 863 512, 528


157 512, 529. 1031 512, 528

Accidentes del trabajo

Art. e ine. N�meros i.rt. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros-,

1� 112. 13 53, 1031. 17 384..


4* 212. 15 384, 614. 19 993. ,

Afirmados
Numera

Leyes 4391, 4815 y 7091 429.

Agencias de colocaciones

Art. � inc. N�mero

10 55.
�ndice de textos legales
793,

Alcoholes

Art. e inc. N�mero

10 55.

Banco municipal de pr�stamos


Art. e inc. N�mero Art. e inc. N�mero

26 55. 27 55.

Capellan�as

Art. e inc. Numera Art. e inc. N�mero

1� 614. 6� 847.

Casas baratas

Art. e inc. N�mero

25 55.

Contabilidad

Art. e inc. N�mero Art. e inc. N�mero

15 627. 26 512.

Correcciones del C�digo civil

N�meros Numere

ey 527 142, 144. Ley 1196 142.

Correos

Art. e inc. N�mero

137

55.

Descanso dominical

Art. e inc. N�mero

6� 55.

Departamento del trabajo

Art. e inc. N�mero

8� 55.

Educaci�n com�n

Art. e inc. N�mero

44, 10� 847.


794 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Espec�ficos farmac�uticos
Art. e inc. N�mero

3� 55.

Expropiaci�n
Art. e ine. N�mero

14 647.

Ferrocarriles

Art. e inc. N�mero

80 55.

Hogar
Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

1� 728, 1031. 4� 728.


2� 53, 1031. 6� 728.

Impuestos internos

Art. e inc. N�mero

37 . . 55.

Inembarg�bilidad de salarios, pensiones, etc.

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�mero

1" 53, 728, 805, 1030. 13 728.


29 53, 728, 805, 1030.

Jubilaciones y pensiones

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

38 60. 55 728, 805.


49 384. 1030.

Juego

Art. e inc. N�mero

2� 55.

Justicia -de paz

Art. e inc. N�mero

13,3� � 51.
�NDICE DE TEXTOS- LEGALES
795

Leyes de emergencia

N�meros N�meros

Ley 9481 389. 9483


Ley 124, 389
Ley 9482 389. Ley 9506 389.

Marcas de f�brica

Art. e inc. N�mero

48 55.

Monedas

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

2� 424. 7� 427. 16 42
428,
3� 417. 8� 429. 16 55.
4� 420. 11 389, 424, varias 427.
Leyes
6� 420> 428, 429.-

Obras domiciliarias

N�mero

Leyes 4158 y 6835 429.

Org�nica de la municipalidad

Art. e inc. N�mero

68 512.

Org�nica del Banco de la Naci�n

Art. e inc. N�mero

21, 512.

Patentes de invenci�n

Art. e inc. N�mero Art. e inc. N�mero

44 993. 55 993.

Pensiones militares

Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

9� 728, 805, 1030. 10 728, 805, 1030.

Prenda agraria

inc. N�mero Art. e inc. N�mero Art. e inc. N�mero


Art. e

4� 647. 16 614. 17 512.


DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL
796

Registro civil

Art. e inc. N�mero

92 55.

Sellos

ixt. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros Art. e inc. N�meros

1� 512% 20 450. 56 512a.

2o 512a. 24 588, 589. 78 916, 954b,


12 1105. 51 647. 993.

Sistema m�trico

Art, e inc. N�mero

,
13 55.

Supresi�n de la prisi�n por deudas

Art. e inc. N�mero

1� 54.

Tarifas postales y telegr�ficas

Art. e ine. N�mero Art. e inc. N�mero

21 55. 33 55.

Tel�grafos

Art. e inc. N�mero

48 55.

Tierras

Art. e inc. N�mero

11 55.

Trabajo a domicilio

Art. e inc. N�mero

21 993.

Trabajo de mujeres y ni�os

Art. e inc. N�mero

7o 55.

Vinos

Art. e inc. N�mero

14 55.
�NDICE DE TEXTOS LEGALES 797

Warrants

Art. e inc. N�mero Art. e inc. N�meros

16 647. 27 384, 614

Leyes de Indias

N�mero -
N�mero N�mero

TV, 24% 4 423. IV, 24% 8 423. IX, 8�, 22 805.

IV, 24�, 7 423. IX, 6% 61 430.

DERECHO ESPA�OL

Par Udas

N�meros N�meros

870. 7% 34% 17 692.


Ia, 1% 13 475,
823. 7% 34% 36 485.
7a, 34�, 1 490,

Nov�sima recopilaci�n

N�mero

XI, 8�, 5 947.

DEEECHO ROMANO

C�digo justini�neo

N�mero

VII, 39�, 9 945.

Digesto

N�meros N�meros N�meros

T, 3�, 3 485. XLII, 1�, 6, 1 371. L,17�,14 618.


I, 3% 4 485. XLVI, 3% 1 904a. L,17% 20 818, 823, 1060
1, 3�, 5 485. L, 12� 37. L, 17�, 41 818.
I, 3% 14 1060. L, 16�, 13, 1� 310. L, 17% 55 93, 870, 1060.
I, 3% 17 870. L, 16�, 43 804. L,17�,64 485.
I, 3�, 18 93, 870, 1060. L,16�,49 325. L, 17�, 106 818, 823, 1060.
1, 3% 19 475. L, 16�, 75 144. L, 17�, 122 818, 823, 1060.
I, 3�, 20 475, 870. L, 16�, 213 107, 1054. L, 17% 134 879, 1053.
I, 3% 24 870. L, 16�, 223 107, 1054. L, 17% 155 93, 1060.
I, 5�, 1 7. L, 16�, 226 107, 1054. L, 17% 185 889.
3 4. L, 17�, 5 93. L, 17�, 192 93, 1060.
XIV, 7�,
XIV, 9�, 2 111. L, 17% 9 870, 1060. L, 17�, 206 692.
798 DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL

Institu�a de Gayo

N�mero
N�mero
III, 88 34. 180
III, 751.

Instituta de Justiniano

N�mero N�mero
De 13 IV, 6 919.
oblig., 3�, 4.

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