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Expediente Garcia Prieto PDDH

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Exp.

SS-0725-95

Caso Ramón Mauricio García Prieto Giralt

Informe dictado con fecha 22 de Junio de 2005.

Presentación

El 10 de junio de 1994 fue asesinado, en la ciudad de San Salvador, el joven empresario


Ramón Mauricio García Prieto Giralt.

Las investigaciones impulsadas por autoridades policiales, fiscales y judiciales se vieron,


desde un inicio, viciadas por graves omisiones y hasta por deliberadas obstrucciones de
justicia. Esta situación ocasionó que los familiares de la víctima, durante varios años,
demandaran permanentemente verdad y justicia, así como el establecimiento de
responsabilidades para las autoridades que han contribuido a la impunidad de este crimen.

Los esfuerzos de la familia García Prieto Giralt, por más de una década, han permitido
descubrir a todos cuan difícil es aún el camino de la obtención de justicia en El Salvador,
cuando ésta se enfrenta al muro de la impunidad institucionalizada.

Dos personas, a quienes se les imputó participación material en el asesinato de Ramón


García Prieto Giralt, fueron condenadas judicialmente. Existen abundantes elementos
para presumir que ambos pertenecían a una estructura armada ilegal, la cual actuaba con
colaboración o participación directa de autoridades policiales.

De hecho, diversas informaciones vinculan a tal estructura con la perpetración de


asesinatos selectivos de personas, políticamente motivados.

Las autoridades estatales salvadoreñas nunca impulsaron investigaciones tendentes a


investigar esta organización criminal, por lo que el caso se ventila ahora ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos de la OEA.

El presente informe especial registra la historia de la búsqueda de justicia en el caso


García Prieto Giralt y las graves irregularidades cometidas por diversas autoridades
responsables de la investigación.

1
Las obligaciones de aplicar justicia en este caso siguen vigentes para el Estado
salvadoreño, como se sostendrá en el presente informe, a través del cual se espera
contribuir a la recuperación de la verdad respecto de éste y otros homicidios conexos.

La verdad, principio y horizonte de la justicia, es la garantía única para que ésta


prevalezca, a pesar de todo, sobre los oscuros intereses de un poder que ha instaurado la
impunidad en El Salvador, en desmedro de la plena vigencia de los derechos humanos.

I. Reapertura del caso en la Procuraduría para la Defensa


de los Derechos Humanos

A. Pronunciamiento institucional de 1996

1. El 23 de julio de 1996, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (en


adelante esta Procuraduría o la PDDH) emitió una resolución de fondo sobre el caso
del joven empresario Ramón Mauricio García Prieto Giralt, ejecutado
arbitrariamente el 10 de junio de 1994, en la ciudad de San Salvador.

En dicha resolución, esta Procuraduría consideró que el homicidio era atribuible a


grupos armados ilegales o irregulares, los cuales contarían con el apoyo de estructuras
de amplio poder financiero y logístico, al grado de ser capaces de garantizar la
impunidad sobre el caso y desarrollar una permanente persecución a los familiares de
la víctima.

Declaró la PDDH, también, la afectación a los derechos a la tutela judicial efectiva y a


la seguridad personal, en perjuicio de la familia García Prieto Giralt e instó al Estado
salvadoreño a realizar una investigación seria de la estructura armada ilegal que
cometió el crimen, exhortando a un mayor esfuerzo para individualizar a todos los
responsables.

B. Nueva denuncia de la familia García Prieto Giralt

2. Mediante petición escrita de fecha 14 de septiembre de 2001, los señores Mauricio


García Prieto Hirlemann y Gloria Giralt de García Prieto, padres de Ramón Mauricio,
solicitaron la reapertura de su caso ante esta Procuraduría.

Según los términos de su nueva petición, durante varios años el proceso de


investigación y el juzgamiento del crimen se desarrollaron con afectaciones a su

2
derecho a conocer la plena verdad sobre el crimen, así como a su derecho de acceder a
una justicia efectiva; lo anterior, a causa de negligencias u omisiones inexcusables del
Estado de El Salvador. Dentro de tales omisiones se contaría la negativa a investigar
la autoría intelectual del homicidio.

3. La petición del matrimonio García Prieto Giralt, en su escrito de septiembre de 2001,


agregaba los siguientes datos:

a. Con relación al homicidio de Ramón Mauricio García Prieto había sido


condenado como autor material el señor José Raúl Argueta Rivas, antiguo
miembro de la Fuerza Armada e informante de la extinta Comisión Investigadora
de Hechos Delictivos (en adelante “la Comisión Investigadora” o la CIHD). El
señor Argueta Rivas, en la vista pública en la cual se le condenó, señaló como
autores del asesinato de Ramón Mauricio a un hombre conocido como “René
Díaz Ortiz” y a otra persona conocida por “Zaldaña”, ambos ex policías, no
obstante lo cual la Fiscalía General de la República omitió realizar investigaciones
sobre estas personas.

b. El Estado omitió investigar a los restantes autores materiales e intelectuales del


asesinato de Ramón Mauricio. La familia García Prieto Giralt interpuso, en razón
de ello, una demanda ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la
que fue admitida el 07 de noviembre de 1996.

A raíz de las recomendaciones realizadas por la Comisión Interamericana de


Derechos Humanos al Estado salvadoreño, el caso fue reabierto y se produjeron
investigaciones respecto de los mencionados “René Díaz Ortiz” y “Zaldaña”.

c. Fue así iniciado un nuevo proceso judicial en el Juzgado Tercero de Instrucción de


San Salvador. La vista pública se llevó a cabo el día 25 de mayo de 2001, en la
cual se condenó como autor material del homicidio a Julio Ismael Ortiz Díaz,
persona que habría utilizado la identidad de “René Díaz Ortíz” y ex miembro de
la desaparecida Policía Nacional, a quien se le había imputado con anterioridad
dirigir una banda delincuencial. La condena del señor Ortiz Díaz tomó como base
el reconocimiento de Carmen Estrada, viuda de Ramón Mauricio y testigo
presencial del homicidio.

d. También fue señalado en el proceso como presunto autor material el ex detective


conocido como “Zaldaña”, cuyo nombre real es Carlos Romero Alfaro, integrante
de la CIHD, instancia que posteriormente fue convertida en la nueva División de
Investigación Criminal (en adelante DIC) de la Policía Nacional Civil (en adelante
la PNC) y quien paradójicamente “dirigió”, de facto, las investigaciones del
crimen de Ramón Mauricio García Prieto.

3
Según los términos de la denuncia, el detective Romero fue sobreseído, sin que se
investigara a profundidad su probable participación en el homicidio de Ramón
Mauricio García Prieto.

e. El Estado, según los denunciantes, no realizó las investigaciones necesarias para


identificar y procesar al o los presuntos autores intelectuales del homicidio, por lo
que éstos continuaban en la impunidad. Lo anterior, pese a nueva denuncia
interpuesta por la familia García Prieto Giralt ante la Fiscalía General de la
República, el día 06 de junio de 2003, en la cual expresaron sospechas que el
General retirado Mauricio Ernesto Vargas tuviese responsabilidad intelectual en el
crimen.

f. Las amenazas y vigilancias por sujetos desconocidos que han afectado la


seguridad de la familia García Prieto Giralt y las cuales iniciaron desde los
primeros esfuerzos por el esclarecimiento del crimen, han continuado de manera
sistemática hasta la fecha.

g. Expresaron, también, los esposos García Prieto Giralt, su preocupación por el


incumplimiento de las recomendaciones dictadas por esta Procuraduría en su
informe del 23 de julio de 1996.

C. Denuncia del señor Julio Ismael Ortiz Díaz

4. Por otra parte, el 03 de septiembre de 2002, el señor Julio Ismael Ortiz Díaz,
condenado por el homicidio de Ramón Mauricio García Prieto Giralt, y recluido en el
Centro Penal de Quezaltepeque, dirigió una nota a esta Procuraduría, en la cual
denunciaba que su condena era fraudulenta y que existirían personas de gran poder
económico y un alto funcionario del Estado con interés de perjudicarle.

5. En su denuncia, el señor Ortíz Díaz señaló lo siguiente:

a. En el mes de octubre de 1996 se le detuvo por la comisión del delito de robo, el


cual nunca cometió. Agregó que tuvo conocimiento que fabricaron pruebas en su
contra y que un “testigo clave” lo incriminó porque le ofrecieron pagarle una gran
cantidad de dinero. A partir de esa fecha la Fiscalía General de la República (en
adelante la FGR o la Fiscalía General) intentó responsabilizarlo del homicidio de
Ramón Mauricio García Prieto.

4
b. Su abogada defensora sufrió seguimientos y vigilancias, así como intervenciones
telefónicas.

c. El proceso judicial pasó a un tribunal en San Marcos, Departamento de San


Salvador, y el 20 de enero de 1998 se le extendió la carta de libertad por parte del
citado tribunal a su compañera de vida. Sin embargo, ésta no se hizo presente al
Centro Penal de Quezaltepeque, lugar donde se encontraba recluido, debido a que
agentes policiales “acordonaron” el Centro Penal y vigilaban a toda persona que
llegaba.

Tres días después, un agente de la FGR obtuvo una nueva carta de libertad en el
tribunal en el cual había sido procesado, quien se presentó al citado centro penal,
y se lo llevó –al señor Ortiz- en un carro patrulla hasta unas instalaciones
policiales por imputársele la muerte del señor Ramón García Prieto Giralt. Este
hecho tuvo gran cobertura en los medios de comunicación social.

d. Concluyó manifestando que todo el proceso judicial fue un complot en su contra,


y que incluso le ofrecieron dinero si incriminaba a “x funcionario público”, pero
él se negó. Por todo lo expuesto solicitaba la investigación de esta Procuraduría
sobre la vulneración a sus derechos.

D. Reapertura del caso

6. En vista de lo anterior, esta Procuraduría procedió a la reapertura del expediente


registrado bajo el número SS-0725-95, el cual contiene las verificaciones
institucionales sobre el caso, llevándose a cabo las nuevas diligencias que se
estimaron necesarias.

Por tanto, de conformidad a sus facultades establecidas en el artículo 194.I, ordinales


1°, 2°, 11° y 12° de la Constitución de la República, así como en los artículos 42 y 43
de la Ley que rige a esta Institución, la suscrita Procuradora para la Defensa de los
Derechos Humanos emite el presente informe, sobre la base de los resultados
obtenidos.

II. El crimen impune y la verificación de la PDDH hasta 1996

A. Hechos de la ejecución extrajudicial

7. Según las investigaciones e información recabada por esta Procuraduría, el día 10 de


Junio de 1994, a eso de las 15:00 horas, Ramón Mauricio García-Prieto Giralt (32

5
años de edad), se conducía en compañía de su esposa Carmen Alicia Estrada de
García-Prieto (26 años en ese entonces), quienes llevaban consigo a su hijo de apenas
cinco meses de edad.

Habían salido de su vivienda para dirigirse a una sucursal del Banco Cuscatlán situada
sobre el Paseo General Escalón de la ciudad de San Salvador. Ramón Mauricio retiró
del Banco la cantidad aproximada de treinta mil colones, operación bancaria que tardó
unos quince minutos. Posteriormente, la víctima, su esposa e hijo, se dirigieron en el
vehículo familiar a casa de las señoras Alita y Esther Giralt, tías de Ramón Mauricio,
situada la vivienda de las mencionadas en Pasaje Verde, entre la 7ª y 9ª Calle
Poniente de la misma Colonia Escalón. Antes de salir de su residencia para efectuar la
transacción bancaria, Ramón sostuvo comunicación telefónica con sus tías, acordando
en ese momento que las visitaría.

Al llegar al Pasaje Verde ya referido, a eso de las 15:20 horas, Ramón Mauricio bajó
del automóvil y ayudó a su esposa para cargar al niño; mientras se conducía del auto
hacia la entrada de la vivienda fue interceptado por un sujeto vestido de negro, quien
apareció desde unos arbustos; éste le amenazó directamente con un arma de fuego
corta, colocándola en su cabeza y diciendo “te voy a matar”.

Ramón Mauricio retrocedió hacia la parte trasera del vehículo sin que el sujeto dejara
de apuntarle con su arma, entonces un segundo sujeto intervino, también portando
arma de fuego corta, apuntando ésta hacia el pequeño de cinco meses. La víctima les
pidió a los sujetos que se tranquilizaran, pero el segundo de los sujetos mencionados
procedió a golpearlo en distintas partes del cuerpo; mientras, Ramón trataba de
proteger al niño y logró entregarlo a su esposa, en tanto uno de los sujetos lo
despojaba de una bolsa de cuero donde portaba el dinero recién retirado del Banco y
contenía también una pistola que la víctima en ningún momento intentó utilizar. El
primero de los sujetos que se presentó (el que vestía de negro) disparó contra Ramón
en la cabeza y luego en el abdomen; éste cayó inmediatamente al suelo sin
conocimiento.

8. La evidencia testimonial reveló que los agresores se encontraban en el sitio del hecho
antes de la llegada de Ramón García-Prieto y que huyeron en un vehículo color gris,
donde un tercer sujeto, el conductor, les esperaba a una cuadra del lugar.

El padre de Ramón, el Señor Mauricio García-Prieto Hirlemann, avisado


telefónicamente del atentado se presentó de inmediato, ya que reside en un lugar
cercano al sitio del crimen. Encontró a su hijo mortalmente lesionado, mientras le
subían a un vehículo cuyo conductor prestaba auxilio para conducirlo a un hospital.

6
En el sitio de los hechos, un desconocido se acercó a Mauricio García-Prieto
Hirlemann y tocándole el hombro le manifestó que vio al conductor del vehículo en
que huyeron los agresores y notó que le faltaban los dedos de una mano; el hombre
que manifestó lo anterior nunca fue identificado. Don Mauricio García-Prieto
Hirlemann, en dicho momento, también observó la presencia de un miembro de la
Policía Nacional debidamente uniformado, quien omitió tomar providencia alguna
para preservar la escena del delito u obtener información inicial.

9. Ramón García-Prieto fue conducido al hospital privado más cercano, donde falleció a
eso de las 20:00 horas. En las instalaciones de dicho hospital se presentó la Jueza
Décimo Quinta de Paz de San Salvador, Nora Victorina Montoya, quien efectuó el
reconocimiento del cadáver. Con posterioridad, por disposición de ley, las diligencias
de investigación pasarían al conocimiento del Juez Quinto de lo Penal de San
Salvador, entonces el Doctor Andrés Pineda Chicas.

B. Resultados de la verificación de la PDDH hasta 1996

10. Con fecha 23 de julio de 1996, la entonces Señora Procuradora para la Defensa de los
Derechos Humanos, Doctora Victoria Marina Velásquez de Avilés, dictó resolución
en torno a la ejecución extrajudicial de Ramón Mauricio García Prieto Giralt e hizo
público el resultado de sus verificaciones.

Los aspectos más relevantes del proceso que fueron verificados por esta Procuraduría,
en ese entonces, se desarrollarán en los siguientes párrafos.

11. La DIC de la PNC, unidad élite de las investigaciones criminales del Estado, designó
personal policial al caso hasta el día 04 de julio de 1994 –transcurrido casi un mes
desde la ejecución extrajudicial de Ramón-, siendo los detectives responsables los
señores Marco Antonio Viana Castillo y Fermín Sánchez López. Pese a ello, los
policías designados no dirigieron realmente la investigación del caso, pues la misma
fue conducida con mayor protagonismo por otro detective no designado formalmente:
el señor Carlos Romero Alfaro. No existió control o intervención de agentes fiscales
en la investigación. Tales circunstancias fueron aceptadas públicamente con
posterioridad por el propio detective Romero Alfaro.

12. La DIC, por otra parte, identificó a los autores materiales del asesinato de Ramón
García Prieto como José Raúl Argueta Rivas y Pedro José Sánchez Guerrero,
concluyendo como principal hipótesis que el móvil del crimen fue el robo. Tales
imputaciones y conclusión carecían de mayores elementos probatorios, pues se
sostenían sobre la única base de información proporcionada por supuestas “fuentes

7
confidenciales” cuya identidad, procedencia y confiabilidad se mantuvieron en
secreto.

El Juez Quinto de lo Penal de San Salvador, doctor Andrés Pineda Chicas, jamás
verificó la certeza o falsedad en el dicho de estas “fuentes confidenciales”. Tampoco
la DIC registró en el expediente que hubiese realizado diligencias en orden a
confirmar la información de tales fuentes secretas.

13. No obstante lo anterior, luego de un proceso judicial que se prolongó por


aproximadamente dos años, el detenido José Raúl Argueta Rivas fue condenado como
autor material del homicidio de Ramón Mauricio, fundamentalmente sobre la base del
reconocimiento efectuado por la viuda de la víctima, Carmen Alicia Estrada. Pedro
Sánchez Guerrero, quien no fue reconocido por la señora Estrada, fue absuelto.

Extrañamente, antes de su detención, Argueta Rivas jugó un importante papel en la


identificación del detective de la DIC Carlos Romero Alfaro como uno de los autores
del homicidio del señor Darol Francisco Velis Castellanos, dirigente de la oposición
política y ex líder guerrillero, cuyo homicidio fue parte de una serie de ejecuciones
políticas ocurridas en los años iniciales del post conflicto armado salvadoreño. El ex
detective Romero Alfaro sería condenado por el homicidio de Velis con posterioridad
(en el año 2001).

El señor Argueta Rivas, en virtud de lo anterior, adujo que su incriminación en el caso


García Prieto se trataba de un acto de venganza promovido por el detective Romero
Alfaro.

14. A su vez, Romero Alfaro afirmó, al ser detenido, que su incriminación en el caso
Velis era un acto de venganza de Raúl Argueta Rivas, por haber sido él [Romero
Alfaro] quien lo incriminó como autor material del homicidio de Ramón García
Prieto.

15. Además de la retardación de justicia, la investigación oficial y el proceso judicial se


vieron afectados por diversas anomalías, tales como la ausencia de inspección ocular
oportuna en el sitio del homicidio, omisión de la que fue responsable la Jueza Décimo
Quinta de Paz de San Salvador, quien llevara a cabo la diligencia diecinueve días
después del homicidio, cuando ya no era posible obtener evidencia física no
contaminada en la escena del crimen. La viuda de García Prieto afirmó, asimismo,
que la víctima recibió una lesión de arma de fuego en el abdomen, la cual no fue
registrada en el reconocimiento médico forense.

16. Otra anomalía fue la ausencia de investigaciones serias respeto de dos carnés
calificados como falsos por la PNC, decomisados al imputado Argueta Rivas, en los

8
cuales se le acreditaba como Sargento Detective del Estado Mayor Conjunto de la
Fuerza Armada y otro como “Sargento de las Fuerzas Especiales”. Extrañamente,
tales carnés desaparecieron del expediente judicial y sólo fueron reintegrados tras
varios requerimientos de la PDDH, sin que el Juez de la causa –el doctor Pineda
Chicas- diese explicaciones sobre su paradero.

17. Igualmente, esta Procuraduría estableció que los familiares de Ramón García Prieto
Giralt eran víctimas de actos de intimidación y coacción recurrentes, los cuales
afectaban su seguridad, tales como amenazas u hostigamientos telefónicos,
persecución en vehículos, vigilancias de sujetos desconocidos vestidos de civil, entre
otros actos similares.

En una ocasión, el señor Mauricio García Prieto Hirlemann pudo fotografiar a uno de
los sujetos que les vigilaban y al vehículo en que éste se conducía, resultando ser el
individuo un miembro de la División de Investigación Criminal de la PNC. Una
Jefatura de la DIC adujo que dicho detective, junto a otros policías de la misma
División, realizaban diligencias correspondientes a otro caso, el cual no tenía
vinculación alguna con la familia García Prieto. La PNC y la FGR nunca efectuaron
investigaciones para determinar la veracidad de tal respuesta oficial.

C. Conclusiones de la PDDH en su informe de 1996

18. Los aspectos más relevantes de la resolución del 23 de julio de 1996 se describen a
continuación.

La PDDH dio por establecida la violación al derecho a la vida en perjuicio de Ramón


Mauricio García Prieto Giralt, por muerte arbitraria consumada, considerando que
existían suficientes elementos para atribuir la responsabilidad de la ejecución
extrajudicial a “Grupos Armados Irregulares, cuyo actuar es del conocimiento y
tolerancia del Estado”. Al respecto, esta Procuraduría consideró lo siguiente:

“De las características del hecho en que fue asesinado el señor RAMÓN
MAURICIO GARCÍA PRIETO GIRALT, puede establecerse claramente que el
móvil del crimen era el homicidio y no el robo, ya que la víctima no opuso
resistencia alguna a entregar el dinero, ni realizó acciones de defensa que motivaran
una agresión semejante por parte de los hechores. Si bien la motivación política del
asesinato no puede ser establecida según los resultados de nuestra investigación,
resulta claro que los asesinos constituían un pequeño grupo operativo cuya
actuación era muy “profesional” en la perpetración de este tipo de ilícitos. La
comisión del asesinato y robo, así como la huida de parte de los asesinos se

9
desarrolla con tal libertad de movimientos, que puede presumirse que otros sujetos
les brindaban apoyo en el área del asesinato; así también, el sitio y momento del
mismo permiten deducir que la víctima había sido objeto de algún tipo de
seguimiento anterior, siendo el caso que, además, los asesinos seleccionaron una
situación en la cual la víctima se encontraba en condiciones de extrema indefensión,
pues se conducía con su pequeño hijo en brazos. Tales elementos denotan la
existencia de una planificación y capacidad logística de parte de los hechores, que
debieron seleccionar cuidadosamente el lugar y momento más adecuado para la
perpetración y demostraron suficiente capacidad operativa para desarrollarla sin
mayores obstáculos.”

19. Esta Procuraduría consideró que la perpetración del crimen correspondía a una
fenomenología de la violencia delincuencial descrita por el Grupo Conjunto para la
Investigación de Grupos Armados Ilegales con Motivación Política (en adelante el
Grupo Conjunto) y que se manifestaba en el país durante el período en que fue
ejecutado Ramón Mauricio.

La resolución de la PDDH trajo a cuenta que el Grupo Conjunto concluyó, en su


informe final del mes de Julio de 1994, lo siguiente:

“(…) las condiciones necesarias para la sobrevivencia de grupos armados ilegales


con motivación política y estructuras del crimen organizado son complementarias,
pues los objetivos pueden, fácilmente, trasladarse de uno a otro campo de acción”
y que “esas condiciones se relacionan con la colaboración y/o tolerancia de
miembros de algunas instituciones del Estado que brindan cobertura, garantías de
impunidad y hasta apoyo logístico y operacional a esas estructuras ilegales; con
un ambiente de corrupción generalizado en algunos sectores de la sociedad; y con
el temor y la desconfianza en ciertas instituciones que aún persiste en gran parte
de la población”1.

20. Dio por establecida la PDDH, también, la violación al derecho a la seguridad personal
en perjuicio de Mauricio García Prieto Hirlemann, Gloria Giralt de García Prieto y
Carmen Estrada viuda de García Prieto, por acciones de coacción e intimidación
promovidas por Grupos Armados Irregulares. Las intimidaciones fueron consideradas
por esta Procuraduría de tal magnitud y periodicidad, que las mismas permitían
presumir que el grupo de sicarios implicados en el caso se encontraban vinculados a
una estructura mayor, de considerable capacidad o poder financiero y logístico, la
cual se veía favorecida con un alto grado de impunidad.

1
Informe del Grupo Conjunto, Capítulo IV, 1.2, estructuras.

10
21. Lo anterior se vio agravado al establecerse la participación de un miembro de la DIC
–Carlos Romero Alfaro- respecto de graves irregularidades en la investigación del
caso García Prieto Giralt, mientras las investigaciones llevadas a cabo por la
ONUSAL le implicaban en uno de los asesinatos políticos más conmocionantes del
período: el de Francisco Velis. Igualmente resultó preocupante para esta Institución
que se evidenciara la presunta participación de otro miembro de la DIC en acciones
de vigilancia intimidatoria en contra de la familia García Prieto Hirlemann, sin que el
incidente se hubiese investigado debidamente.

La resolución de fondo de la PDDH, dictada en 1996, con relación a estas


circunstancias, consideró lo siguiente:

“A todas estas características operativas del asesinato, deben sumarse las


posteriores y continuas violaciones al derecho a la seguridad y privacidad personal
sufridas por la familia García Prieto, que han tenido carácter sistemático y son
producto de su persistir en la adecuada aplicación de la justicia y el respeto de las
garantías a un debido proceso legal en las investigaciones. Tal posibilidad de
acción, que supone vigilancias y seguimientos constantes, así como la posible
participación de miembros de la Policía Nacional Civil en tales hechos violatorios,
hace presumir gravemente que la responsabilidad en el asesinato trasciende a un
pequeño “grupo operativo” aislado y que, por ende, el grupo que ejecutó el crimen
debe estar vinculado a una mayor estructura ilegal armada, con fuerte capacidad
financiera, política, operativa y logística, siendo el caso que tal estructura en
ningún momento ha sido investigada por la autoridad policial o judicial
competente, lo que redunda en una alarmante impunidad.”

22. La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, en la resolución citada,


señaló la afectación del debido proceso legal en las investigaciones en perjuicio de la
familia García Prieto Giralt, por diversas irregularidades que incluyeron:

 Actuaciones ilícitas de investigadores del caso, especialmente las derivadas de


la intervención del detective Carlos Romero Alfaro.

 Uso de “fuentes confidenciales” que abrieron la posibilidad de un fraude


procesal dentro del caso.

 Omisión de investigar el delito de falsedad material, establecido mediante la


portación de dos carnés de identidad por Raúl Argueta Rivas, según los cuales
era miembro de fuerzas especiales del Estado Mayor de la Fuerza Armada
salvadoreña.

11
 Omisión de investigar efectivamente los actos de amenazas e intimidaciones
sufridas por la familia García Prieto Giralt, especialmente la posible comisión
de una de estas acciones por elementos de la DIC.

 Omisión de investigar la vinculación del grupo de sicarios que cometió el


asesinato de Ramón Mauricio respecto de una estructura mayor, cuya
actuación pudiese gozar de la tolerancia o aquiescencia del Estado, al menos,
de funcionarios de la Policía Nacional Civil.

La responsabilidad sobre las omisiones de investigación señaladas, fueron atribuidas


tanto a las autoridades policiales como al Doctor Andrés Pineda Chicas, Juez Quinto
de lo Penal de San Salvador, quien dirigió el proceso hasta la condena de Argueta
Rivas.

23. En la misma resolución de 1996, esta Procuraduría dio por establecida la violación al
debido proceso legal por retardación de justicia, atribuyendo responsabilidad al
mencionado Juez, doctor Andrés Pineda Chicas.

Similar responsabilidad se atribuyó a la Jueza Décimo Quinta de Paz de San Salvador,


licenciada Nora Montoya, por retardar la inspección en la escena del crimen durante
diecinueve días, lapso de tiempo que volvió inútil tal diligencia.

24. La recomendación más importante de la PDDH, en su resolución de fondo sobre el


caso García Prieto Giralt, se refirió al incumplimiento del Estado salvadoreño
respecto de su obligación indelegable de investigar, procesar y sancionar a los
responsables de la violación a la vida de Ramón Mauricio García Prieto, así como al
incumplimiento del Estado a su deber de garantizar la plena vigencia de los derechos
humanos mediante el ejercicio de una tutela judicial efectiva.

Expresamente, esta Procuraduría manifestó:

“Siendo que hasta la fecha las investigaciones policiales y judiciales no señalan


con exactitud a los autores intelectuales de la ejecución arbitraria del señor Ramón
Mauricio García Prieto y a los responsables de las coacciones e intimidaciones de
la familia de la víctima, por la forma poco diligente con que se ha procedido,
acarrea la responsabilidad del Estado por incumplimiento del deber de garantía en
la investigación de violaciones a derechos humanos; por lo que se recomienda a
los Órganos Auxiliares de la Administración de Justicia y al Órgano Judicial,
conducir las investigaciones con seriedad y en estricto cumplimiento de la
Constitución, tratados internacionales y leyes, en lo relativo a los derechos
humanos. Asimismo, se les recuerda a dichas autoridades, que la responsabilidad
de investigar por parte del Estado, debe asumirse en cualquier caso con eficiencia,

12
como un deber jurídico propio y especialmente cuando se presume la
participación delincuencial de grupos armados irregulares, cuyas características
delictivas, conforme al patrón histórico en nuestro país, están encaminadas
precisamente a ocultar a los autores intelectuales y configurar situaciones de
impunidad.”

III. Responsabilidad de un escuadrón de la muerte o “estructura armada ilegal”


en la ejecución extrajudicial de Ramón García Prieto Giralt

25. Otras investigaciones realizadas en la década anterior llegaron a resultados que


permiten sostener la existencia, en esa época, de estructuras armadas ilegales e
impunes, de amplia capacidad logística y operativa, dedicadas a la ejecución
extrajudicial de personas y que gozaban de la tolerancia del Estado como ocurrió en
el caso de Ramón Mauricio. No fue ajena a este fenómeno la participación directa de
agentes del Estado en algunas de tales estructuras.

Particular relevancia cobraron diversas investigaciones de la Misión de Naciones


Unidas en El Salvador (ONUSAL y MINUSAL), dentro de las cuales se incluyó la
referida al mismo caso García Prieto (1994-1995). Así también, la verificación
realizada por esta Procuraduría respecto del homicidio del dirigente de la ex guerrilla
Darol Francisco Velis (1998), también vinculada al caso García Prieto.

Por su parte, el carácter sistemático de la violencia contra la vida de personas en el


período que va de 1992 a 1994, así como la responsabilidad de estructuras ilegales
armadas como las aquí aludidas en este fenómeno de violencia, fue investigada por el
“Grupo Conjunto para la investigación de grupos armados ilegales con motivación
política en El Salvador”, el cual presentó su informe en el mes de julio de 1994.

Esta Procuraduría estima oportuno referirse a los resultados de las investigaciones


citadas, en virtud de su aporte para la compresión de la impunidad que ha prevalecido
en gravísimas violaciones a los derechos humanos ocurridas durante ese período,
similares a la que nos ocupa en el presente informe.

A. Investigaciones de ONUSAL

26. Con fecha 24 de agosto de 1995, siguiendo instrucciones de la Señora Procuradora


para la Defensa de los Derechos Humanos en ese entonces, el Jefe del Departamento
de Investigación de la PDDH, licenciado David Ernesto Morales, solicitó
formalmente a la Oficina de la Misión de Naciones Unidas en El Salvador

13
(MINUSAL), copia de las investigaciones realizadas por esa instancia en el caso
Ramón García Prieto Giralt.

MINUSAL respondió favorablemente con fecha 28 de agosto de 1995, a través de la


doctora Rosemarie Bornand Jarpa, funcionaria de la Misión, quien remitió a esta
Procuraduría copia de los reportes de verificación e investigación realizados por la
Oficina Regional de San Salvador (ORSS) de la ONUSAL. Dichos reportes no
consignan su fecha de elaboración, pero sus contenidos aluden a hechos verificados
con referencia a las fechas en que éstos tuvieron lugar; además, relacionan
información concreta cronológicamente ordenada.

27. En sus investigaciones preliminares, la ORSS descartó el móvil político en el


homicidio de Ramón García Prieto y consideró que la motivación posible era el robo.
En principio, esta evaluación respondía a las circunstancias del delito y al perfil de la
víctima: un joven empresario desvinculado de actividades políticas partidarias, quien
el día de su homicidio efectuó una transacción bancaria.

Pese a lo anterior, la ORSS concluyó que muy probablemente los autores del
homicidio eran miembros de la División de Investigación Criminal (DIC) de la PNC,
quienes junto a otras personas civiles y ex policías nacionales fueron señalados
también como presuntos responsables de ejecuciones y atentados políticos,
especialmente dirigidos en contra de miembros de la ex guerrilla del FMLN2. Para ese
entonces, la DIC se encontraba conformada por ex miembros de la Comisión
Investigadora de Hechos Delictivos3.

28. De hecho, la ONUSAL realizó una investigación conjunta para el caso de Ramón
García Prieto y para el caso de la ejecución extrajudicial de Francisco Velis, dirigente
del FMLN asesinado el 25 de octubre de 1993. Una de las evaluaciones de la ORSS
remitida a esta Procuraduría, refiere la razón de esta investigación conjunta:

2
La ex guerrilla salvadoreña, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), luego de
los Acuerdos de Paz constituida en partido político, estuvo conformada por cinco organizaciones: el Partido
Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC), las Fuerzas Populares de Liberación (FPL);
las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL); el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y las Fuerzas
Armadas de la Resistencia Nacional (FARN).
3
La Comisión Investigadora de Hechos Delictivos (CIHD), al igual que la Unidad Ejecutiva
Antonarcotráfico (UEA), se habían conformado como unidades especializadas de investigación con
antelación al fin del conflicto armado interno; sin embargo, todo su personal fue seleccionado de la Fuerza
Armada y de los Cuerpos de Seguridad, por lo que siempre mantuvieron una composición militar. En
violación a los Acuerdos de Paz de 1992 y de la nueva Ley Orgánica de la PNC, ambas unidades fueron
incorporadas completamente a la nueva Policía Nacional Civil, constituyendo respectivamente las
Divisiones de Investigación Criminal y Antinarcóticos. Tanto la CIHD como la UEA, se encontraban
severamente cuestionadas por violaciones a los derechos humanos; de hecho, la CIHD, según la Comisión
de la Verdad, promovió un fraude procesal en orden a proteger a los responsables de la masacre de seis
sacerdotes jesuitas y dos de sus empleadas, ocurrida a manos de la Fuerza Armada en 1989.

14
“Los mencionados casos comenzaron a ser verificados e investigados por la
ORSS, desde el mismo momento en que ambos se produjeron, el primero de ellos
el 25/10/93 y el segundo el 29/06/94 aunque este último se produjo el día 10 del
mismo mes pero no fue denunciado ante la ORSS y la Procuraduría de DD.HH.
hasta dicha fecha.
No obstante en los primeros días del mes de Octubre del pasado año de 1994, se
comenzó a investigar los mismos juntamente, al estar ambos relacionados, no en
cuanto al móvil sino a los supuestos autores que participaron en ellos, en calidad
de responsables materiales e inductores, para la comisión de dichos asesinatos.
Esta relación se obtiene primeramente de una información recibida del
responsable de la Comisión de Presos Militares, la cual verificada oportunamente
con diferentes testigos va perfilando con el transcurso de estos tres meses la
autenticidad de dicha información, existiendo una muy probable implicación de
personas vinculadas a la División de Investigación Criminal de la PNC que en
unión de otras civiles, algunas de ellas ex policías nacionales hubieran participado
directa e indirectamente en los asesinatos y posiblemente en otros hechos
delictivos.”

29. La ORSS constató que, en fecha 25 de julio de 1994, la DIC adujo haber identificado
al asesino de Ramón García Prieto a través de una “fuente confidencial”. Según los
detectives, Raúl Argueta se dedicaba a vigilar personas que retiraban fuertes sumas de
dinero en los bancos para luego asaltarles, con lo cual los investigadores de la DIC
presumieron el robo como móvil del crimen. También verificó la Misión que Argueta
fue detenido por orden administrativa el 16 de agosto del mismo año, siendo
reconocido categóricamente como uno de los sicarios por la viuda de Ramón
Mauricio, Carmen Alicia Estrada y por dos testigos presenciales más.

30. Luego de la detención de Argueta, la ORSS registró que se produjo casi un mes de
inactividad investigadora por parte de la DIC, hasta que el 12 de septiembre de 1994
nuevamente una “fuente confidencial”, presuntamente manifestó que Argueta sostenía
vínculos con un grupo delincuencial del cual formaba parte Pedro José Sánchez
Guerrero. Un testigo presencial, quien posteriormente evidenció contradicciones en su
testimonio4, reconoció en fotografía a Sánchez como partícipe en el homicidio de
Ramón Mauricio.

31. La ORSS constató que Sánchez Guerrero fue detenido el 05 de diciembre de 1994 en
el mercado Sagrado Corazón de San Salvador, casi un mes después que el Juez
Quinto de lo Penal dictara su orden de detención; el Jefe de la DIC, doctor Roberto
Mendoza, adujo que lo tenían “localizado” desde varios días atrás, pero que no
procedieron a detenerlo porque se hacía acompañar de “escoltas fuertemente
4
Esta situación motivó a que la ORSS presumiera que el testigo fue inducido por los investigadores de la
DIC.

15
armados”. La señora Carmen Estrada viuda de García Prieto descartó plenamente
reconocerle como uno de los autores del crimen y Sánchez fue absuelto por un
tribunal de jurado.

Sobre la detención de Sánchez, el reporte de la ORSS concluyó la existencia de


anomalías en la actuación de la DIC:

“Nuevamente sorprende la actuación de la DIC, siendo en este caso concreto,


cuando surgen nuevas preguntas del por qué, el operativo policial, no se amplió a
la también detención de los otros individuos, según la DIC, fuertemente armados,
que supuestamente acompañaban en todo momento al detenido. Igualmente,
durante el transcurso de la investigación y el uso de repetidas ‘fuentes
confidenciales’, manifestaron que el mismo estaba implicado en un asalto a la
empresa Gigante Express, sin embargo, nada relacionado con éste hecho se ha
mencionado ni se ha tratado de verificar con el detenido. En la manifestación del
propio Director de la DIC, se percibe que a aquél se le pretende dar un cierto
“halo” de delincuente al frente de una poderosa banda de asaltantes.”

Una evaluación de la ORSS posterior a la detención de Pedro Sánchez Guerrero


expresa la preocupación de dicha oficina porque luego de la captura de los dos
imputados [Argueta y Sánchez], se habían dado por concluidas las investigaciones
policiales “a pesar de existir otra persona implicada, como es aquella todavía sin
identificar, que permaneció a bordo del vehículo, mientras ocurrían los hechos.
Asimismo el no reconocer la viuda de la víctima a éste último detenido [Sánchez
Guerrero] hace aumentar las dudas ya manifestadas por la ORSS en informes
anteriores, de la participación de aquél [Sánchez Guerrero] en el hecho, habiéndose
conseguido su implicación y detención en una reiterada recepción y utilización de
informaciones confidenciales, que de ser ciertas no se han explotado totalmente (…)”.

32. Otro tema llamativo, verificado por la ORSS, fue que esta oficina sostuvo entrevistas
con una persona que sufrió el robo de objetos de cuantioso valor en su residencia;
dicha persona, posteriormente, recibió informaciones provenientes de internos de un
centro penal, en el sentido que podían identificar a los autores del robo; las mismas
personas le manifestaron que podían aportar datos sobre los autores del asesinato de
Ramón García Prieto.

A finales de noviembre de 1994, la citada víctima del robo recibió el mensaje de una
persona que se identificó como “Israel”, quien le propuso una cita en un restaurante
de la capital, a fin de proporcionarle información en los temas antes aludidos,
presuntamente para obtener recompensa por la recuperación de los artículos robados.
La víctima del robo dio aviso a la ONUSAL y ésta Oficina, a su vez, al Jefe de la
DIC, Roberto Mendoza, quien propuso un dispositivo encubierto de la policía para

16
identificar y dar seguimiento al supuesto informante. No obstante lo anterior, el Jefe
de la DIC, momentos antes del encuentro y en forma repentina, decidió no desplegar
el dispositivo policial, sugiriendo que la persona denunciante se entrevistara a solas
con el denominado “Israel” y que después trabajaran un retrato hablado. Además, la
victima del robo recibió una llamada de “Israel” quien le manifestó que, en camino de
la reunión, unos sujetos le habían interceptado y le conminaron a no proporcionar la
información, por lo que se sentía atemorizado, aunque insistió en sostener la reunión,
a la cual la víctima del robo no acudió por temor a su seguridad.

Sobre lo anterior, una evaluación interna de la ORSS expresó:

“En la verificación e investigación de éste caso, se siguen observando


irregularidades y produciéndose situaciones que aumentan las sospechas de la
implicación en el mismo de detectives de la DIC.
Cabe mencionar, entre otras, las siguientes observadas en la última semana: El
22/09/94 el testigo Crespín Coreas, reconoce fotográficamente al imputado
Pedro Antonio Guerrero. La última fecha en que la ORSS estudió las
diligencias policiales en la DIC fue el 30/09/94 y esta Acta de Reconocimiento
no constaba en las mismas. Aún con todo contra dicho individuo existe una
orden de detención desde el día 9 del presente mes, no habiéndose llevado a
cabo la misma por falta de personal y medios, según manifiesta la DIC.
El hecho más extraño y sospechoso se produce el pasado viernes 18/11/94, al
no aprovechar la DIC la oportunidad de avanzar en la investigación de al
menos un delito de robo y de despejar o afirmar una posible conexión con el
caso [García Prieto], existiendo la posibilidad de alguna “filtración” del
contacto, produciéndose la interceptación y amenazas a la persona que pudiera
haber facilitado alguna información en ambos casos.”

33. Los informes de la ORSS verificaron, por otra parte, las actuaciones irregulares del
detective Carlos Romero Alfaro en las investigaciones del caso García Prieto, las
cuales incluyeron la búsqueda de una fotografía de Raúl Argueta Rivas con uno de
sus compañeros de unidad. Es oportuno destacar, también, que la ORSS registró la
recepción de información que vinculaba a un detective de la DIC conocido como
“Zaldaña” y a un ex policía nacional conocido como “René Díaz Ortiz”, como
responsables del homicidio de Ramón García Prieto.

Por ejemplo, en los meses posteriores al homicidio de Ramón Mauricio


informaciones diversas, algunas provenientes de personas recluidas en centros
penales, señalaron la participación de elementos policiales en el asesinato, incluyendo
a dos sujetos conocidos como “Zaldaña” y “René Díaz Ortiz”. No obstante, estas
informaciones pretendían señalar como móvil del crimen problemas personales o
pasionales, involucrando a familiares de la víctima. Luego de algunas verificaciones y

17
análisis detallado de la información, la ORSS consideró que tales móviles carecían de
fundamento.

Así también, el día 28 de septiembre de 1994, la ORSS recibió información de una


persona que, en ese momento, “solicitó el anonimato” y quien expresó lo siguiente:

“En el asesinato de Ramón Mauricio García Prieto, estarían involucrados


funcionarios de la Policía. Uno de ellos actualmente en la PNC, trabajando en la
Comisión Investigadora de Hechos Delictivos de San Benito, conocido como
Sargento Zaldaña “Choco Tony” y como dato identificativo, al mismo le faltan
cuatro dedos de la mano derecha.
Otro de ellos sería un ex – PN de nombre RENE DIAZ ORTIZ, que actualmente
se dedica a la venta de relojes en la zona centro de San Salvador. Que con los
citados estarían relacionados en actividades delictivas, un individuo conocido
como “Largo” un tal Ramírez, amigos de RENÉ DÍAZ ORTIZ, pero no
pertenecientes a la PN. El tercer detective, supuestamente implicado sería un tal
MAURICIO el cual se encuentra actualmente trabajando en la DAN, procedente
de la DIC.
Los dos detectives primeramente mencionados, según la fuente, habrían sido
autores del intento de asesinato de un Capitán de la PN conocido como “El
Muñeco”.
En relación con el asesinato de García Prieto, los autores del mismo se conducían
en un vehículo color metálico con vidrios polarizados, de cuatro puertas, del cual
descendieron dos sujetos, siendo uno de ellos compañero del sargento Zaldaña,
quedándose éste dentro del carro, el cual fue conducido una cuadra abajo a esperar
a sus compañeros.
El que disparó contra la víctima se parece a ARGUETA RIVAS y al Sargento
Zaldaña lo conoce porque le faltan unos dedos en la mano derecha”5.

34. Finalmente, es oportuno mencionar que la ORSS registró, también, un perfil del
imputado y posterior condenado por el homicidio, Raúl Argueta Rivas, en el contexto
de dos entrevistas personales. Éste manifestó, con fecha 19 de octubre de 1994, que
desde el año de 1980 se desempeñó como “informante” de la Guardia Nacional, la
Policía Nacional, la Policía de Hacienda y la Unidad Ejecutiva Antonarcotráfico
(UEA). Afirmó que los carnés falsos que portaba el día de su detención se los había
facilitado un Capitán llamado “Gustavo” de la S-II del Estado Mayor de la Fuerza
Armada. También expresó Argueta que estuvo de alta en la Primera Brigada de
Infantería durante los años 1985 a 1987 y que, siendo informante de un detective de la

5
Este informe de la ONUSAL adolece de la deficiencia que no consta en el mismo la identidad del
informante que solicitó el anonimato, lo que afecta la posibilidad de confirmación de su testimonio.

18
DIC, de indicativo “Franklin”6, le proporcionó información sobre el asesinato del
líder del FMLN Francisco Velis, la cual inculpaba a dos detectives conocidos como
“Zaldaña” y “René Díaz Ortiz”, a partir de lo cual Franklin no quizo saber más del
asunto. Adujo ser inocente del asesinato de García Prieto.

En una segunda entrevista, Argueta Rivas admitió haber desempeñado otras funciones
militares como: informante de inteligencia de la Sección II de la Primera Brigada de
Infantería durante los años 1988 a 1989; motorista privado del Mayor Zelaya
Domínguez de la Policía Nacional en los mismos años y Subsargento en la
Comandancia Local de la Fuerza Aérea en San Martín (Dpto. de San Salvador) en el
año de 1989.

B. La existencia de una estructura armada ilegal vinculada a la CIHD

B.1 La conexión del caso García Prieto con el homicidio de Francisco Velis
Castellanos y los atentados a la diputada Nidia Díaz

35. Darol Francisco Velis Castellanos, de 35 años de edad, dirigente del FMLN, fue
asesinado en la ciudad de San Salvador el 25 de octubre de 1993, por dos sujetos que
le interceptaron mientras bajaba de su vehículo junto a su hija de dos años de edad, a
quien se disponía a dejar en la guardería “Centro de Desarrollo Infantil”. Uno de los
sujetos le asestó un disparo en el cráneo que le causó la muerte inmediata frente a su
hija7.

36. Las investigaciones realizadas por ONUSAL revelaron la participación del detective
de la DIC conocido como “Zaldaña” y del presunto sargento de la Policía Nacional
“René Díaz Ortiz” como presuntos autores, en complicidad con al menos dos
personas más. Raúl Argueta Rivas participó como “informante” de la DIC durante las
pesquisas que llevaron a imputar a “Zaldaña” y “Rene Díaz Ortiz” el asesinato de
Velis, como ha sido ya relatado.

Lo anterior ha permitido inferir que, muy probablemente, la estructura armada ilegal


que realizó el crimen de Francisco Velis haya perpetrado, a su vez, el homicidio de

6
“Franklin”: pseudónimo utilizado por el detective de la CIHD-DIC, Edgar Guzmán Urquilla, responsable
de las investigaciones en el caso Velis.
7
Las similitudes del modus operandi de este crimen, con el utilizado en el homicidio de Ramón Mauricio
García Prieto, no dejan de ser altamente llamativas: dos sicarios que cometen el homicidio, un tercero que
espera en el vehículo para la fuga a una cuadra del lugar, selección de un momento de alta vulnerabilidad
de las víctimas, mientras están junto a un menor hijo (a), entre otros.

19
Ramón García Prieto. Por otra parte, las evidencias judiciales que esta estructura fue
responsable de los atentados contra la vida de la diputada María Marta Valladares
(Nidia Díaz), en los meses de febrero y mayo de 1994, lleva a la presunción que este
grupo operativo se dedicaba en forma sistemática a realizar ejecuciones
extrajudiciales de personas.

37. Uno de los imputados que fue condenado por el asesinato de Francisco Velis,
Arnoldo Martín Martínez, facilitó un vehículo para cometer uno de los atentados en
contra de la diputada Díaz. Poco tiempo antes de participar en el asesinato de Velis,
Martín Martínez se desempeñaba, al igual que Raúl Argueta Rivas, como informante
de la CIHD en el caso de otro asesinato político: el de Oscar Grimaldi Burgos,
miembro del aparato logístico de la organización FPL-FMLN8.

38. Las investigaciones seguidas en los casos de Francisco Velis y Nidia Díaz
demostraron cuan poderosa e impenetrable era y es la impunidad de esta estructura
armada ilegal, la cual operó como un “escuadrón de la muerte” de la posguerra para
cometer crímenes políticos; pues el aparato investigativo policial del Estado se utilizó
en función de mantener impunes sus crímenes, mediante la tolerancia o
encubrimiento ejercido por importantes jefaturas policiales y ante la más extrema
pasividad fiscal y judicial.

En tal sentido, la impunidad que signó los casos del dirigente Velis y la diputada Díaz
resulta de particular importancia para explicar la impunidad consecuente en el
homicidio de Ramón García Prieto.

La posible coincidencia de autores en los tres casos mencionados parece conducir no


sólo a personas que delinquen y a quienes una ineficaz justicia no puede perseguir,
sino también parece conducir al posible uso de estructuras estatales (como la CIHD),
para ejecutar ilícitos y garantizar impunidad sobre los mismos, aún cuando tales actos
u omisiones hubiesen servido al aberrante propósito de la eliminación física de
personas.

Los detalles de la verificación realizada por esta Procuraduría respecto del caso del
homicidio de Francisco Velis y atentados a la diputada Nidia Díaz se detallan a
continuación.

B.2 Las investigaciones fraudulentas de la CIHD-DIC en el caso Velis

39. Según estableció esta Procuraduría en su oportunidad, las investigaciones sobre el


homicidio de Francisco Velis dirigidas por la Comisión Investigadora de Hechos
8
También es llamativa la similitud de la labor de “informante y sicario” de Arnoldo Martín Martínez en los
casos Grimaldi-Velis, con la desempeñada por Raúl Argueta Rivas en los casos Velis-García Prieto.

20
Delictivos (CIHD), posteriormente convertida en la nueva DIC de la PNC,
constituyeron un enorme fraude de información y estuvieron orientadas a mantener la
impunidad de los asesinos, pues atribuyeron el homicidio de Velis a una persona
llamada Carlos Arturo Zaldaña Ayala, quien en realidad fue un soldado fallecido en
el año de 1982, once años antes del atentado que cegó la vida de Francisco Velis9.

40. Diversos jueces que conocieron del caso como titulares del Juzgado Segundo de lo
Penal de San Salvador fueron responsables de dar valor procesal a este fraude, pues
no realizaron las mínimas diligencias de verificación sobre las investigaciones de la
CIHD. Uno de tales jueces fue el doctor Andrés Pineda Chicas (quien conoció del
caso de Ramón García Prieto como Juez Quinto de lo Penal).

La información verificada por la PDDH para el caso de Velis demostró un claro


“encubrimiento” de la CIHD-DIC a los crímenes cometidos por la estructura armada
implicada.

41. Darol Francisco Velis Castellanos era uno de los fundadores de la organización
PRTC, integrada al FMLN desde la formación de ese frente guerrillero. Ostentaba
una posición de liderazgo y tenía asignado un trabajo político de seguimiento a los
Acuerdos de Paz en materia de seguridad pública, lo que incluía verificar la inminente
violación a tales Acuerdos que supondría el traslado de todo el personal de la
Comisión Investigadora de Hechos Delictivos a la nueva DIC de la PNC y de la
Unidad Ejecutiva Antinarcotráfico a la nueva DAN de la PNC 10. Había recibido
amenazas y seguimientos y, extrañamente, los trámites para que la policía le prestase
seguridad personal se habían retrasado. Su asesinato, como es evidente, estuvo
políticamente motivado.

Aunque el crimen se produjo ante numerosos testigos, luego que la DIC trabajase y
mantuviera en régimen de protección a algunos de ellos, sus declaraciones resultaron
disímiles, lo que hace pensar que pudieron estar inducidos o coaccionados. Al menos
uno de los testigos presenciales más relevantes, manifestó a la PDDH haber sufrido
amenazas y coacciones por los investigadores de la DIC.

Por otra parte la PNC permitió la contaminación de la escena del crimen y los
resultados del laboratorio criminalístico (formado también por ex miembros de la
CIHD) arrojó vacíos importantes, incluso presentando contradicciones sobre las
características de ciertas evidencias respecto a lo constatado por ONUSAL.

9
Ver resolución SS-1968-93 de la PDDH, de fecha 20 de marzo de 1998, caso del homicidio de Francisco
Velis y los atentados a Nidia Díaz y Cruz Elías Cortez.
10
Entrevista a la diputada del PARLACEN, María Marta Valladares de fecha 22 de abril de 2004. El
traslado del personal completo de la CIHD a la nueva DIC y de la UEA a la DAN de la PNC, se produjo en
el mes de enero de 1994, poco más de tres meses luego del asesinato de Velis.

21
42. Los investigadores asignados por la CIHD, posteriormente DIC, fueron Edgar
Guzmán Urquilla (“Franklin”) y Ramón Arístides Díaz Ramos. Las irregularidades
cometidas por los investigadores fueron de tal magnitud, que la PDDH presumió que
utilizaron información falsa con el objeto de confundir las investigaciones. El mayor
fraude consistió en la presentación de “Carlos Arturo Zaldaña Ayala” como uno de
los asesinos de Francisco Velis.

En el año de 1998, esta Procuraduría comprobó fácilmente que Zaldaña Ayala fue un
soldado que falleció en el año de 1982, pese a lo cual el supuesto occiso había
obtenido documentos de identidad con posterioridad a esa fecha y que, incluso, había
sido detenido después del homicidio de Velis. Por tanto, resultaba obvio que otra
persona usurpaba la identidad del fallecido Zaldaña Ayala. La CIHD-DIC,
inexplicablemente, no realizó indagaciones al respecto, pese a la facilidad con que
esta información podía obtenerse.

43. Con fechas 24 de febrero y 19 de mayo de 1994, sujetos armados atacaron a tiros el
vehículo de la Diputada Nidia Díaz, concentrando su línea de fuego en la parte trasera
del automóvil de vidrios polarizados, donde habitualmente la diputada tomaba
asiento. Afortunadamente, en ambas ocasiones la señora Díaz no viajaba en su
vehículo. El motorista y miembro de su seguridad personal, Cruz Elías Cortez, resultó
lesionado levemente en cada uno de los atentados.

La investigación de los ataques al vehículo de la Diputada Díaz fue asignada a la


CIHD; esta instancia recibió información del Grupo Conjunto para la Investigación de
Grupos Armados Ilegales, en el sentido que uno de los vehículos utilizados para el
segundo atentado pertenecía a una persona identificada como Arnoldo Martín
Martínez, encontrándose en poder de un sargento de la Policía Nacional de Mejicanos
los documentos del vehículo. Tal sargento proporcionó información acerca que
Martín Martínez había sido detenido en la ciudad de Santa Ana, por robo. La CIHD
verificó que efectivamente Martínez, el supuesto Arturo Zaldaña Ayala y otras
personas fueron detenidos en el referido departamento por tentativa de robo, pero
fueron liberados en sede judicial. Las fotografías de los detenidos en Santa Ana
fueron mostradas a testigos de los atentados y éstos identificaron a una persona
llamada Jesús Escobar Peña como uno de los participantes en los hechos.

Los investigadores Urquilla y Díaz Ramos (del caso Velis) trasladaron el contenido
del acta que contiene la información de los detenidos de Santa Ana, simulando una
diligencia propia (el caso de los atentados a Nidia Díaz era trabajado por otro equipo
de la CIHD), lo cual les permitió mostrar fotografías de estas personas a testigos del
caso Velis. A resultas de ello, según la CIHD, los testigos identificaron a Arnoldo
Martín Martínez y al supuesto “Arturo Zaldaña Ayala” como los asesinos de Velis.

22
Tal reconocimiento les permitió cerrar el caso. Obviamente, sólo Arnoldo Martín
Martínez fue detenido y juzgado.

B.3 La presunta participación de efectivos policiales en la ejecución de Velis

44. En febrero de 1995 se produjo un acontecimiento procesal importante, ya que la


testigo Juana del Carmen Henríquez Rivas, con acompañamiento de ONUSAL,
compareció al tribunal de la causa y declaró haber escuchado la planificación del
asesinato de Velis en una reunión de cuatro personas en un cafetín para el cual
trabajaba; asimismo, que fue testigo de una reunión posterior al crimen, en el mismo
negocio, donde tales personas comentaban acerca de los resultados de la operación.
Al menos dos de los participantes eran clientes habituales y conocidos de la testigo: el
sargento “Zaldaña” y el sargento “René Díaz Ortiz”, ambos policías; identificaba a
“Zaldaña”, asimismo, como una persona a quien “le faltaban los dedos de una mano”.
Juana Henríquez admitió haber proporcionado esta información a Raúl Argueta Rivas
en una ocasión anterior a su comparecencia judicial.

45. La testigo reconoció en rueda de fotografías al detective de la DIC Carlos Romero


Alfaro como el “sargento Zaldaña”; también reconoció a Arnoldo Martín Martínez
como uno de los participantes de las reuniones dichas. Las diligencias policiales
fueron seguidas por un equipo independiente especialmente designado por el Director
de la PNC, ante la gestión de ONUSAL, conformado por miembros de la corporación
que no provenían de la CIHD. El equipo policial designado al caso se quejó de
seguimientos intimidatorios realizados en su contra por personal de la CIHD-DIC.

46. La Fiscalía General de la República fue en extremo negligente, pues no promovió la


judicialización del reconocimiento de Romero Alfaro efectuado en sede policial;
tampoco el juez de la causa, Daniel Romero, promovió tal verificación.

El reconocimiento en sede judicial, por tanto, no se realizó en vista que la testigo


abandonó el país debido al riesgo que su vida corría. El juez de la causa dictó orden
de detención en contra de Carlos Romero Alfaro con fecha 15 de marzo de 1995 y
con fecha 16 del mismo mes, ordenó al Director de la PNC poner al imputado a
disposición del tribunal.

47. No obstante, Romero Alfaro se fugó, presuntamente con tolerancia del entonces Jefe
de la DIC, Doctor Roberto Mendoza Jerez, pues el imputado se presentó incluso a las
instalaciones de esa División policial con fecha 20 de marzo de 1995.

23
El Jefe de la División de Seguridad Pública de la PNC, Subcomisionado Elías Julián
Belloso, tuvo en sus manos la orden judicial de detención en contra de Romero desde
el día 20 de marzo de 1995, pero la remitió materialmente a la DIC hasta el día 22 del
mismo mes. El día 20, Romero Alfaro se habría presentado a las instalaciones de la
DIC y retirado de la misma sin contratiempos. Belloso adujo que notificó verbalmente
al jefe de la DIC, Roberto Mendoza Jérez, sobre la orden de detención, desde el
mismo día 20 de marzo; Mendoza lo negó.

El Director General de la PNC en ese entonces, Ing. Rodrigo Ávila, expresó


públicamente que el Dr. Mendoza tenía conocimiento de la orden judicial. La Fiscalía
General de la República realizó una investigación sobre la fuga de Romero,
atendiendo denuncia interpuesta por dirigentes del FMLN, llegando a la conclusión
que ninguno de los funcionarios mencionado tuvo responsabilidad alguna. La PDDH
objetó que tal investigación fiscal fue deficiente.

48. Un grupo de agentes policiales seleccionados bajo la supervisión de ONUSAL y


provenientes de la sociedad civil (no provenían cuotas de la Fuerza Armada o el
FMLN), constituyeron el Departamento de Investigación del Crimen Organizado
(DICO) de la PNC en el año 199411. El grupo fue encargado de la localización y
captura de Carlos Romero Alfaro; de esta forma, se estableció que el prófugo se
encontraba en los Estados Unidos, país en el cual ingresó en forma legal el 23 de
marzo de 1995. Romero fue detenido y deportado a El Salvador en el mes de marzo
de 1996, donde fue juzgado por el homicidio de Francisco Velis.

En enero de 1996, poco antes de la deportación de Romero Alfaro, el DICO presentó


al testigo Joaquín Paredes, quien declaró en sede policial y judicial haberse
desempeñado como “informante” de la CIHD-DIC. Afirmó que fue testigo de una
reunión, en la misma sede de la Comisión, en la cual se planificaba el homicidio de
Francisco Velis, realizando tal actividad los detectives Carlos Romero Alfaro (alias
“Zaldaña”), el investigador Díaz Ramos (alias “Perica”), el investigador de apellidos
Flores Guardado (alias “Flash”) y el motorista de nombre Gilberto, conocido como
“Weiser”. Aseguró que el día del asesinato de Francisco Velis este grupo le “ordenó”
presentarse a las oficinas de la CIHD porque realizarían “un trabajo”, pero que se
presentó muy tarde en tal ocasión y dichos investigadores ya habían salido, por lo que

11
El DICO fue creado a partir de una recomendación del Grupo Conjunto para la Investigación de Grupos
Armados Ilegales, que sugirió la creación de una unidad policial especializada para investigar a este tipo de
estructuras. Sin embargo, el Gobierno nunca permitió que el DICO ejerciera tal labor. No obstante, el
DICO realizó actividades de relevancia, entre ellas la investigación de un “escuadrón de la muerte” que
realizaba ejecuciones con fines de “limpieza social” en 1995, demostrando la participación de miembros de
la PNC. Luego de estos avances, el personal del DICO fue acosado laboralmente y trasladado, además que
se designaron jefaturas no idóneas para la naturaleza del Departamento. Finalmente, el DICO perdió su
perfil logrado de credibilidad e imparcialidad, volviéndose una instancia tan poco confiable como la misma
DIC.

24
decidió esperarles. Testificó que los mencionados retornaron ya avanzada la mañana
de ese día a las oficinas, en una actitud de cierto nerviosismo.

Declaró que Díaz Ramos le manifestó con posterioridad que “el trabajo” fue asesinar
a Velis. El testigo afirmó haberse escondido durante mucho tiempo de estas personas,
pues consideraba que su vida corría extremo peligro en razón de la información que
poseía.

La comparecencia del testigo Paredes trajo como consecuencia que se dictaran, en el


mes de enero de 1996, órdenes de detención en contra de los ex miembros de la DIC
José Gonzalo Flores Guardado, Ramón Arístides Díaz Ramos y Gilberto Sánchez.
Flores Guardado se había desempeñado como investigador del homicidio de Oscar
Grimaldi Burgos (en el cual era informante Arnoldo Martín Martínez) y Díaz Ramos
como investigador del propio caso de Francisco Velis.

De tales órdenes de detención únicamente fue posible hacer efectiva la de Gonzalo


Flores Guardado, quien para ese momento desempeñaba labores de inteligencia como
miembro de la Brigada Especial de Seguridad Militar.

49. En verificaciones posteriores realizadas por esta Procuraduría, se estableció que con
fecha 14 de febrero de 2000, el Juez Segundo de Instrucción de San Salvador (antes
Segundo de lo Penal), dictó sobreseimiento a favor de los imputados Flores
Guardado, Díaz Ramos y Sánchez, invocando el principio indubio pro reo, pues la
única prueba en su contra presentada en sede judicial por las instancias policiales y
fiscales era la declaración del testigo Joaquín Paredes.

Asimismo se estableció que, tras la resolución de la PDDH que demostró la


inexistencia de Carlos Arturo Zaldaña Ayala, las autoridades policiales sostuvieron
que la identidad de este fallecido fue suplantada por una persona llamada Julio
Manuel Hernández Castellanos, de 37 años de edad, quien poseía antecedentes
delictivos. Sin embargo, esta segunda persona tampoco fue localizada jamás, ni su
participación en el homicidio establecida en modo alguno por las investigaciones
policiales ni fiscales, por lo que se llegó a dudar incluso de su existencia.

El supuesto imputado Hernández Castellanos fue absuelto definitivamente en


ausencia.

B.4 Desenlace judicial del caso Velis

50. A través de sentencia judicial dictada con fecha 04 de octubre de 2001, la cual
consigna el resultado de la vista pública del caso, los imputados Arnoldo Martín
Martínez y Carlos Romero Alfaro fueron condenados a veinte años de prisión por el

25
homicidio de Francisco Velis. El imputado Jesús Escobar Peña a diez años de prisión
por el delito de homicidio en tentativa en perjuicio del señor Cruz Elías Cortez
(motorista de la diputada Nidia Díaz que conducía el vehículo de ésta en ambos
atentados).

No se investigó ni procesó nunca a otros autores, aunque resultaba evidente que más
autores materiales e intelectuales estuvieron involucrados en los crímenes. Jamás se
investigó las responsabilidades de autoridades policiales ni judiciales respecto de las
informaciones falsas vertidas en el proceso, las coacciones a testigos o las
negligencias investigativas. Tampoco se investigaron seriamente las
responsabilidades por la fuga de Carlos Romero Alfaro.

Poco tiempo después de dictada la sentencia, Carlos Romero Alfaro obtuvo su


libertad al verse favorecido por una disposición legal, hoy reformada, la cual otorgaba
un cómputo mayor al tiempo real de cumplimiento de la sentencia, en el caso que la
persona privada de libertad se hubiese mantenido como “reo sin sentencia” más allá
de los plazos procesales previstos en la ley.

C. La violencia y la impunidad sistemáticas en el post conflicto armado salvadoreño

C.1 El terror de los “escuadrones de la muerte” jamás investigados ni juzgados, pareció


resurgir con nueva fuerza.

51. La ejecución de Ramón García Prieto no es un hecho aislado de violencia e


impunidad. Su muerte tuvo lugar, por el contrario, en un período muy convulso
(1992-1994), signado por una violencia política y común de carácter sistemático.
Ramón Mauricio no estuvo solo en la tragedia de su victimización, ni sus familiares
en el desasosiego de la impunidad. Decenas o centenares de otras víctimas les
acompañaron.

52. Durante los primeros meses de “la paz” reinó una relativa calma en el país; el período
coincidió con el inicio de las investigaciones de la Comisión de la Verdad (COVER),
entidad creada por los Acuerdos de Paz suscritos en la ciudad de México el 27 de
abril de 1991 y cuya misión fue “la investigación de graves hechos de violencia
ocurridos desde 1980, cuyo impacto sobre la sociedad reclama con mayor urgencia el
conocimiento público de la verdad”12.

12
El Secretario General de la ONU designó como integrantes de la Comisión a los Señores Belisario
Betancur (ex Presidente de Colombia), Reinaldo Figueredo Planchar (ex Ministro de Relaciones Exteriores
de Venezuela) y Thomas Buergental (ex Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos).

26
No obstante, aún antes que fuese entregado el Informe de la COVER, especialmente a
partir del segundo semestre de 1992, se produjeron en el país una serie de actos
violentos donde era presumible la motivación política; tales actos fueron reiterados y
de tal gravedad, que pueden enmarcarse dentro del concepto de una práctica
sistemática.

Tal tipo de violencia incluyó amenazas de muerte, vigilancias por sujetos


desconocidos, secuestros, interrogatorios extralegales, golpizas y, también, numerosas
ejecuciones extrajudiciales, arbitrarias o sumarias de personas. Dicha violencia se
prolongaría, al menos, hasta finales del año 1994.

Dentro de las víctimas se contaron militantes e incluso dirigentes prominentes de la


ex guerrilla del FMLN, así como dirigentes comunales o sindicales. Otros hechos
tuvieron características de una “limpieza social” y además, en muchos de los casos se
adjudicaron responsabilidad escuadrones de la muerte “específicos”, como el Ejército
Secreto Anticomunista y la Brigada “Maximiliano Hernández Martínez”. También
fueron asesinados algunos miembros de la Fuerza Armada vinculados a labores de
inteligencia.

53. El modus operandi de estos hechos fue extremadamente coincidente con el seguido
por los “escuadrones de la muerte” que aterrorizaron a la población durante el
conflicto armado: comportamiento que revelaba planificación, seguimientos y
vigilancias previas, uso de vehículos polarizados, impunidad, presunta participación
de miembros de cuerpos policiales, entre otras características. El tema de la
persistencia en el accionar de los escuadrones de la muerte, en esta ocasión en
tiempos de paz, se abrió entonces de nuevo al debate público.

54. En el medio de este resurgir de la violencia, precisamente el día 15 de marzo de 1993,


la COVER presentó su informe “De la locura a la esperanza: la guerra de 12 años en
El Salvador”. En dicho informe, la Comisión registró haber recibido una enorme
cantidad de denuncias sobre graves hechos de violencia causados por los
“escuadrones de la muerte”; asimismo, obtuvo en 817 de los casos, testimonios
directos acerca de víctimas de secuestros, desapariciones y ejecuciones
extrajudiciales, arbitrarias o sumarias ocurridas entre 1980 y 1991 cometidos por tales
escuadrones13.

La COVER identificó algunas estructuras especialmente temibles que conformaron


escuadrones y recomendó su investigación exhaustiva, en orden a procesar a los
responsables, dentro de los cuales incluyó grupos de empresarios que los financiaron.
También consideró que la justicia y la nueva PNC no estaban en condiciones de llevar
13
Comisión de la Verdad. De la locura a la esperanza: la guerra de 12 años en El Salvador. IV Casos y
patrones de violencia. D. Asesinatos de los escuadrones de la muerte. 1993.

27
adelante esta tarea y sugirió que el Gobierno buscase ayuda internacional
especializada.

Cinco días después de presentado el Informe de la COVER, la Asamblea Legislativa


dictó la “Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz”, la cual legalizó
la impunidad a favor de los responsables de crímenes de guerra y crímenes de lesa
humanidad ocurridos durante el conflicto armado interno, incluyendo los crímenes
cometidos por los escuadrones de la muerte.

Las recomendaciones de la COVER fueron abrumadoramente incumplidas por el


Estado y las estructuras de los escuadrones de la muerte no fueron, por ende,
realmente desmontadas; sus miembros y personas que los financiaban nunca fueron
investigados ni juzgados.

C.2 La instalación de un “Grupo Conjunto para la investigación de grupos armados


ilegales”.

55. El debate sobre el “resurgir” de los escuadrones de la muerte en la inmediata


posguerra, alcanzó su punto álgido con el asesinato de Darol Francisco Velis, como
ya se dijo.

Poco antes de la ejecución extrajudicial de Velis (01 de octubre de 1993), la


Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos había realizado un llamado
de atención nacional sobre el resurgimiento de la violencia política en el país,
proponiendo la creación de una comisión extrajudicial de investigación.

En carta dirigida al Secretario General de la ONU, fechada 03 de noviembre de 1993,


el Director de la División de Derechos Humanos de la Misión de Observadores de la
ONU en El Salvador (ONUSAL), señaló su preocupación porque “las violaciones a
los derechos humanos con motivación política se habían vuelto más directas” y
recordó la preocupación del propio Secretario General, respecto de la existencia de
grupos armados ilegales “cuyos métodos parecían repetir las pautas de conducta que
habían imperado anteriormente”14.

De esta forma, por iniciativa del señor Secretario General de la ONU, fue creado el
“Grupo Conjunto para la Investigación de Grupos Armados Ilegales con Motivación
Política en El Salvador” (en adelante el Grupo Conjunto), el cual estuvo compuesto
por el entonces Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, por un

14
Informe del Grupo Conjunto, op cit., 1994, I.1.B, Resurgimiento de la violencia en 1993.

28
representante del Secretario General de la ONU y por dos representantes del
Gobierno15. El mandato del Grupo Conjunto se definió de la siguiente manera:

“tendrá una identidad institucional propia y su propósito será ayudar al Gobierno


de El Salvador a aplicar la recomendación de la Comisión de la Verdad en el
sentido que se emprenda una investigación a fondo de grupos armados ilegales. A
este respecto se entenderá por grupos armados ilegales el fenómeno descrito en las
recomendaciones del informe de la Comisión de la Verdad.”16

56. El Grupo Conjunto tomó como su punto de partida la siguiente recomendación de la


Comisión de la Verdad:

“entre los instrumentos más atroces de la violencia que conmovió al país durante
los últimos años, estuvo la acción de grupos armados particulares que actuaron
con toda impunidad. Es necesario adoptar todas las medidas que sean precisas
para asegurarse del desmantelamiento de los mismos. A la luz de la historia del
país, en este campo la prevención es imperativa. El riesgo que tales grupos
renueven su acción siempre existe. La Comisión recomienda que se emprenda
de inmediato una investigación a fondo a este respecto y que se solicite, por los
canales que la confidencialidad de la materia impone, el apoyo de la policía de
países amigos que estén en condiciones de ofrecer, dado el aún incipiente
desarrollo de la Policía Nacional Civil salvadoreña.” (negrillas agregadas)

57. El Grupo Conjunto presentó su informe a la nación con fecha 28 de julio de 1994,
cuando habían transcurrido apenas un mes y dos semanas desde la ejecución de
Ramón García Prieto, cuyo homicidio, como resultara obvio, no pudo ser objeto de la
investigación del Grupo en ejercicio de su mandato.

Los anexos confidenciales del Informe, los cuales no se hicieron públicos, fueron
entregados al señor Presidente de la República, doctor Armando Calderón Sol y al
señor Fiscal General de la República, doctor Romeo Melara Granillo.

15
Las personas que integraron el Grupo Conjunto fueron el doctor Carlos Mauricio Molina Fonseca,
Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos; el doctor Diego García Sayán, Director de la
División de Derechos Humanos de ONUSAL, así como los doctores Juan Jerónimo Castillo y José Leandro
Echeverría, nombrados por el Presidente de la República. El segundo de ellos falleció por causas naturales
antes de la finalización del mandato del Grupo Conjunto.
16
Ibid. I.2, Integración y mandato del Grupo Conjunto.

29
C.3 Algunos casos ilustrativos contenidos en el Informe del Grupo Conjunto
58. El panorama de la violencia común y política del post conflicto armado salvadoreño y
descrito en el informe final del Grupo Conjunto, ha proporcionado una idea de la
magnitud, gravedad y carácter sistemático de tal violencia.

En efecto, de los resultados investigativos del Grupo Conjunto puede colegirse la


continuidad en ese período de crímenes perpetrados por escuadrones de la muerte;
aunque el Grupo se esforzó por afirmar que se trataba de un fenómeno diferente de
violencia, argumentando que, a su juicio, las estructuras que operaban en los
noventas y desde las cuales se activaba la violencia política, se habían “mimetizado”
en la delincuencia común y organizada, claro está, aún con la colaboración o
“protección” de agentes estatales17. Más adelante se reflexionará sobre este tema.

Algunos de los más relevantes ejemplos de esta violencia que fueron descritos por el
Grupo Conjunto, ilustran el contexto de recurrentes violaciones a los derechos
humanos e impunidad imperante durante aquellos años, los cuales precedieron y
podrían explicar no sólo el homicidio, sino la situación particular de impunidad en el
caso García Prieto.

Lo anterior, en tanto que el homicidio de Ramón Mauricio, la impunidad posterior y


la permanente persecución a los familiares de la víctima, es únicamente explicable
desde el supuesto de responsabilidad de una estructura ilegal o escuadrón de la muerte
activo para ese entonces y jamás investigado como tal.

59. A los efectos del presente informe, particular importancia cobra examinar diversos
ejemplos del patrón de las ejecuciones extrajudiciales, arbitrarias o sumarias de
personas contenidos en el informe del Grupo Conjunto, ocurridas en el período que va
de 1992 a inicios de 1994, sin dejar de recordar que dicho informe incluye la
descripción de otras prácticas igualmente deleznables cometidas por este tipo de
grupos armados tales como amenazas a muerte, vigilancias, secuestros, golpizas e
interrogatorios extralegales.

Algunos de los casos más significativos de ejecuciones extrajudiciales, arbitrarias o


sumarias registrados por el informe del Grupo Conjunto, se refieren a continuación:

60. Homicidio de un alto funcionario de la PDDH

17
Tomando muy en cuenta esta “fusión” de actividades criminales comunes y políticas, el Grupo Conjunto
afirmó una clara diferenciación entre los “escuadrones de la muerte” que operaron en los ochentas, respecto
de las estructuras armadas ilegales de los noventas. No obstante lo anterior, la característica de combinar
acciones de delincuencia común y política ya era un patrón de comportamiento de los escuadrones de la
muerte que operaron en los ochentas, como lo demostró la Comisión de la Verdad.

30
José Eduardo Pineda Valenzuela fue lesionado gravemente el día 31 de julio de
1992. Era un alto funcionario de la PDDH y sufrió un atentado con arma de fuego
en su vivienda, sin que los agresores robaran objetos de valor. Pineda se había
desempeñado como fiscal del caso jesuitas y observador de la PDDH en las
investigaciones sobre la Masacre de El Mozote18. La víctima murió tiempo
después luego de semanas en cuidados intensivos hospitalarios. El Grupo
Conjunto consideró insuficientes las investigaciones de la Comisión de
Investigación de Hechos Delictivos, de la Fiscalía y del Juez competente.

61. Ejecuciones de personas pertenecientes a la Fuerza Armada.

Juan Adalberto Ayala Rivas, fue ejecutado el 13 de agosto de 1992. Era miembro
del Batallón de Inteligencia Militar. Transitaba en una carretera en el interior del
país, junto a su hijo de 5 años y su motorista, cuando fueron interceptados por otro
vehículo, desde el cual les dispararon; al intentar desviarse el motorista perdió el
control y se estrelló contra una vivienda. En esas circunstancias los asesinos se
acercaron y ejecutaron al señor Ayala, sin lesionar a su hijo y acompañante. Ayala
fue miembro durante varios años del FMLN y posteriormente se incorporó a
labores de inteligencia del ejército del Gobierno. Las investigaciones del Grupo
Conjunto dejaron abiertas como posibles hipótesis que el crimen tuviese como
móvil un “ajuste de cuentas” por su deserción al FMLN, no descartando la
posibilidad de la participación de ex combatientes de dicha organización como
responsables o, como segunda hipótesis, que Ayala, quien desarrollaba labores de
inteligencia política, se hubiese convertido en un efectivo con acceso a
información de tal envergadura que se creyese necesaria su eliminación.

José Mauricio Quintana Abrego, fue ejecutado el día 16 de abril de 1993. Era un
ex - asesor civil en temas de inteligencia del Estado Mayor Conjunto de la Fuerza
Armada. Fue secuestrado en un vehículo rojo y ejecutado posteriormente; se
encontró con las manos maniatadas hacia atrás. Investigaciones de la familia
señalaron a un alto jefe militar como responsable; por tal motivo fueron
hostigados y vigilados permanentemente, al grado que debieron abandonar el
país19.

18
La Masacre de El Mozote ocurrió en el caserío del mismo nombre y lugares aledaños, los días 11 al 13 de
diciembre de 1981, cuando tropas del Batallón de Infantería “Atlacatl” ejecutaron a centenares de
campesinos civiles, entre mujeres, niños, adultos y adultos mayores. El operativo se desarrolló en
aplicación de una estrategia militar denominada “tierra arrasada”, la cual se fijó como objetivo militar el
exterminio masivo de civiles.
19
No deja de ser llamativa la similitud de la persecución a la familia Quintana respecto de la sufrida por la
familia García Prieto Giralt.

31
Jaime Remberto Domínguez, fue ejecutado el día 23 de julio de 1993. Era
Capitán de la Fuerza Armada. Siete sujetos presuntamente implicados en el
asesinato fueron detenidos por robo, pero cuatro de ellos liberados posteriormente
por orden judicial. Con antelación, el Capitán Domínguez había sufrido el robo de
su vehículo, enterándose que el mismo se encontraba en las instalaciones de la
Unidad Ejecutiva Antinarcotráfico (UEA) instancia policial del Gobierno, motivo
por lo cual el Capitán interpuso denuncia judicial. El Grupo Conjunto encontró
elementos para suponer que miembros de la FAES y de la UEA podrían ser
responsables de la ejecución. Los familiares de la víctima y el juez que conoció
del caso del robo se vieron acosados con amenazas a muerte.

62. Ejecución de miembros de la organización FPL-FMLN.

Juan Francisco García Grande, fue ejecutado el 20 de junio de 1993. Era


miembro de las FPL-FMLN en temas logísticos. Fue encontrado muerto en su
automóvil con un disparo de arma calibre 38 en el cuello. No le encontraron
documentos ni prendas de valor. En los días próximos a su ejecución, al menos
tres miembros más del aparato logístico de las FPL-FMLN sufrieron atentados.

Oscar Grimaldi Burgos, fue ejecutado el 19 de agosto de 1993. Era miembro del
aparato logístico de las FPL-FMLN. EL Grupo Conjunto consideró que su
asesinato obedeció a móviles políticos, pero se había tratado de disimular el
mismo como un delito común, mediante el uso de sicarios. El “informante”
Arnoldo Martín Martínez colaboró en la investigación y señaló como autor
material del crimen a Salvador Guzmán Pérez. Guzmán sería ejecutado antes de
su captura.

Salvador Guzmán Pérez, ejecutado el 26 de octubre de 1993. Era el presunto


sicario de Oscar Grimaldi Burgos. Identificado como tal por Arnoldo Martínez, de
quien se comprobó posteriormente su actuación como sicario de Francisco Velis.
La víctima [Guzmán Pérez] gestionaba colaborar en el caso Grimaldi con la
ONUSAL. Cuando resultaba inminente su captura y eventual colaboración en el
caso, fue asesinado. Curiosamente, se le ejecutó un día después que a Francisco
Velis.

63. Ejecución o tentativas de muerte de militantes y dirigentes de la organización PRTC-


FMLN.

Darol Francisco Velis Castellanos fue ejecutado el 25 de octubre de 1993. Era


dirigente y fundador del PRTC-FMLN. Fue ejecutado frente a su hija de dos años
de edad, al momento que la dejaba en una guardería de San Salvador. Perpetraron

32
el crimen dos sujetos, uno de los cuales amenazó a Velis mientras el otro le asestó
un disparo en la cabeza. Los sujetos se dieron a la fuga tranquilamente y se
dirigieron a un vehículo que les esperaba a una cuadra del lugar. Existían
seguimientos previos y actos de intimidación hacia Velis y hacia el entorno de la
Guardería; acerca de esta última circunstancia se identificó a un miembro de la
Fuerza Armada de El Salvador (FAES), quien jamás fue investigado seriamente.
Las imputaciones sobre la autoría material del homicidio recaerían,
posteriormente, en el “informante” de la CIHD-DIC Arnoldo Martín Martínez; en
el detective de la DIC Carlos Romero Alfaro y en un sargento de la
posteriormente disuelta Policía Nacional, conocido como René Díaz Ortíz. Otro
“informante”, Raúl Argueta Rivas, jugó un papel clave para contactar a la testigo
de cargo a finales del año 1994.

Manuel de Jesús Acevedo y Remberto Antonio López, fueron ejecutados el 08 de


noviembre de 1993. El primero de ellos miembro del PRTC-FMLN y motorista
de dos altos dirigentes del mismo partido: María Marta Valladares (Nidia Díaz) y
Francisco Jovel (Roberto Roca). Fueron encontrados en una cancha de basketball
con un disparo en el cráneo cada cuerpo. No existía un vínculo aparente entre
ambas víctimas. La esposa de Acevedo, también empleada del FMLN, había
sufrido amenazas a muerte para que dejase su trabajo. Sobre la base de
declaraciones de testigos, el Grupo Conjunto encontró elementos suficientes para
presumir que el crimen fue perpetrado por efectivos de la Policía Nacional,
quienes habrían depositado el cuerpo de Acevedo junto al de López para
confundir las pesquisas.

José Mario López Alvarenga, fue asesinado el 09 de diciembre de 1993. Era un


alto dirigente y fundador del partido PRTC-FMLN. Fue asesinado a pocos metros
de la casa de su madre e hijo. Su guardaespaldas también fue lesionado. Los
sicarios habrían efectuado una acción de robo a una anciana frente a la víctima del
homicidio, lo que generó versiones que su muerte fue circunstancial y no política.

Diputada María Marta Valladares (Nidia Díaz), dirigente y fundadora del PRTC-
FMLN, así como su motorista, Cruz Elías Cortez Pineda, sufrieron atentados
cometidos por sujetos armados los días 24 de febrero de 1994 y 19 de mayo de
1994, frente a la residencia de la primera en la ciudad de San Salvador. La
diputada no se conducía dentro del vehículo durante los atentados; sobrevivió a
ambos atentados, milagrosamente, su motorista y guardaespaldas, Cruz Elías
Cortez, en gran medida debido a que los sicarios dirigieron el fuego hacia el área
trasera del vehículo de vidrios polarizados, donde presumían que viajaba
Valladares. La fecha del primero de los atentados, otro miembro del PRTC-
FMLN, quien residía en la misma zona que la diputada Valladares, recibió

33
amenazas de muerte en contra de los militantes de ese partido, suscrita por un
presunto escuadrón de la muerte.

El vehículo en que se cometió el segundo de los atentados, había sido adquirido


por Arnoldo Martín Martínez, como ya se dijo ex “informante” de la CIHD-DIC
en el caso Grimaldi Burgos y autor del homicidio de Velis junto a Romero Alfaro.

64. Masacre de varias personas cometida por hombres que desarrollaban labores de
inteligencia para un Regimiento Militar.

Ejecución colectiva de siete personas en el cantón Primavera, del Departamento


de Santa Ana, ocurrida el 11 de diciembre de 1993. Las víctimas formaban parte
de un grupo de diez personas capturadas esa noche por el comando de ejecución.
Los sicarios catearon posteriormente la vivienda de un dirigente local del FMLN,
en donde depositaron los documentos de identidad de las víctimas. La Policía
departamental capturó esa misma noche a Adán de Jesús Alvarado, sargento del
Regimiento de Caballería, a Rafael Cardona, soldado del mismo Regimiento y a
Miguel Alvarado, civil, hermano del primero. Adán Alvarado aseguró que esa
noche cumplía una misión en la zona y que tenía facultades de retirar armamento
de guerra de su unidad militar. La FAES entorpeció las investigaciones. El Grupo
Conjunto concluyó que la Sección II del Regimiento de Caballería ordenó
“realizar una investigación” en el cantón Primavera esa noche y comprobó la
existencia de actividades ilegales armadas dentro de la FAES.

IV. Verificación de la PDDH sobre el desarrollo ulterior


del caso García Prieto Giralt (período 1996 - 2004)

65. Esta Procuraduría también procedió a verificar el desarrollo ulterior del caso Ramón
García Prieto, desde el pronunciamiento institucional del 23 de junio de 1996. Los
resultados de tal verificación establecen que, tras la condena de Raúl Argueta Rivas y
absolución de Pedro Sánchez Guerrero, se detuvieron las investigaciones del Estado
acerca del homicidio de Ramón Mauricio.

Sin embargo, sucesivas recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos


Humanos (en adelante la Comisión Interamericana) en los años de 1997 y 2001,
posibilitaron el avance de algunas diligencias fiscales y policiales en torno al caso.

34
Los sucesos más relevantes en torno a la investigación de la ejecución extrajudicial de
Ramón García Prieto, durante el período que va del año 1996 al año 2004, se describe
a grandes rasgos en los apartados siguientes.

A. Adopción de medidas cautelares por la Comisión Interamericana en 1997 y las


actuaciones estatales consiguientes

A.1 Reinicio de la investigaciones en 1997

66. El 22 de octubre de 1996 Gloria y Mauricio García Prieto, Carmen Estrada de García
Prieto, Lourdes García Prieto, junto con el Instituto de Derechos Humanos de la
Universidad Centroamericana (IDHUCA) y el Centro por la Justicia y el Derecho
Internacional (CEJIL), presentaron denuncia ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos por la ejecución extrajudicial de Ramón Mauricio García Prieto y
la persecución sufrida por sus familiares, tal como se describirá en el Capítulo VI del
presente informe.

67. En fecha 17 de junio de 1997 la Comisión Interamericana solicitó al Gobierno de El


Salvador la adopción de las medidas cautelares necesarias para salvaguardar la vida e
integridad personal de los miembros de la familia García Prieto, abogados y testigos;
también recomendó que se iniciara una exhaustiva investigación para identificar y
sancionar a los responsables de los actos intimidatorios en contra de la familia, así
como la investigación y sanción de otros responsables en la muerte de Ramón
Mauricio García Prieto Giralt.

Tal solicitud de la Comisión Interamericana fue comunicada a nuestro país a través


del Ministerio de Relaciones Exteriores, entidad que a su vez lo hizo del
conocimiento del Ministro de Seguridad Pública. El 26 de agosto de 1997, dicho
Ministro, señor Hugo Barrera, informó al Ministro de Relaciones Exteriores que había
ordenado al Director de la Policía Nacional Civil, ingeniero Rodrigo Ávila, que
adoptara las medidas necesarias para darle cumplimiento a lo requerido por la citada
Comisión.

68. La PNC como respuesta a la petición antes citada, proporcionó seguridad personal a
Gloria y Mauricio García Prieto, Carmen Estrada de García Prieto, Lourdes García
Prieto, así como a miembros de IDHUCA, asignándoles agentes de la División de
Protección de Personalidades Importantes (PPI) de la misma entidad policial.

35
Asimismo, la DIC de la PNC, a través del Departamento de Investigación del Crimen
Organizado (DICO), tomó nuevas declaraciones a los familiares de Ramón Mauricio
García Prieto Giralt.

Por su parte, la Fiscalía General de la República con base en las nuevas declaraciones
de las víctimas, reactivó la investigación del caso. Los fiscales Oscar Antonio Castro
Ramírez y Pedro José Cruz Rodríguez, con fecha 01 de octubre de 1997 giraron
instrucciones al jefe del DICO sobre la práctica de determinadas diligencias
encaminadas a promover la investigación sobre el homicidio del señor García Prieto
Giralt, tales como realizar un retrato hablado con la testigo Carmen Estrada de García
Prieto, así como obtener por cualquier medio legal los libros de control de entradas y
salidas de personal y vehículos de la División de Investigación Criminal y de la sede
central de la extinta Policía Nacional los días 9, 10 y 11 de junio de 1994.

69. Posteriormente, en fechas 24 de noviembre de 1997 y 15 de enero de 1998, los


fiscales asignados al caso solicitaron la práctica de otras diligencias a la misma
unidad policial. Entre ellas destacó la solicitud de la práctica de un “reconocimiento
en rueda de fotografías” a la señora Carmen Estrada de García Prieto por haber
manifestado ésta que podría reconocer a otro de los autores materiales del asesinato
de su esposo.

El día 19 de enero de 1998 la señora Estrada de García Prieto reconoció a Julio


Ismael Ortiz Díaz como otro de los autores del hecho delictivo en comento, lo que
permitió posteriormente fundamentar su orden de captura por imputársele el asesinato
de Ramón García Prieto.

No obstante, es importante señalar que la privación de libertad de Ismael Ortiz Díaz


no se produjo como consecuencia de pesquisas e investigaciones efectivas (policiales
y fiscales) desarrolladas en el caso de Ramón García Prieto; sino que se produjo en
virtud que el señor Ortiz fue detenido por su presunta participación en otros hechos
delictivos de gravedad, siendo que su captura fue notoria y pública, por lo cual tuvo
amplia cobertura en los medios de comunicación.

70. En otro aspecto, con relación al arma de fuego que portaba Ramón García Prieto el
día de su ejecución extralegal y la cual fuera sustraída por los autores del crimen, ésta
se encontraba registrada –copia del respectivo carné se encuentra agregada al proceso
judicial- en el Ministerio de la Defensa Nacional a nombre de Ramón Mauricio
García Prieto Giralt, la cual se describía como una pistola marca “glock”, número de
serie 9 CA787, nueve milímetros, color negro.

El Jefe del Departamento de Investigación del Crimen Organizado de la DIC solicitó


al Jefe de la Oficina de Registro de Armas del Ministerio de la Defensa Nacional, en

36
fecha 24 de septiembre de 1997, informara cuáles armas se encontraban registradas a
nombre de Ramón Mauricio García Prieto Giralt. Con fecha 03 de octubre de 1997,
respondió el Director de Logística del mismo Ministerio, expresando que dicha arma
no se encontraba registrada a nombre de Ramón Mauricio García Prieto Giralt.

Con fecha 06 de octubre de 1997, el Jefe del DICO requirió nuevamente al Ministerio
de la Defensa Nacional, a fin que informara a nombre de quien se encontraba
matriculada el arma antes descrita. Respondió el Director de Logística manifestando
que no aparecía registrada a nombre de ninguna persona.

No obstante, la anterior información proporcionada por el Ministerio de la Defensa


Nacional era evidentemente contradictoria con los datos que constaban en el proceso
(copia del permiso extendido por el mismo Ministerio), en el cual se autorizaba a
Ramón Mauricio García Prieto Giralt a portar el arma descrita. Ninguna autoridad
policial, fiscal o judicial emprendió investigación alguna en torno a verificar este
incidente.

A.2 Juicio contra Ismael Ortiz Díaz

71. El 20 de enero de 1998 el fiscal asignado al caso de la investigación de la muerte de


Ramón Mauricio García Prieto Giralt y de las amenazas a sus familiares, licenciado
Pedro José Cruz Rodríguez, dictaminó que con base en la prueba obtenida por la
Fiscalía General de la República hasta ese momento, era procedente que se emitiera
una orden administrativa de detención en contra de Julio Ismael Ortiz Díaz por el
asesinato de Ramón Mauricio García Prieto. Esta resolución fiscal se fundamentó
como sigue:

“ vistas y analizadas las presentes diligencias extrajudiciales, que tuvieron su


origen en solicitudes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en
resolución de la PDDH relativas al caso en comento, es necesario advertir que en
relación a la investigación del asesinato en Ramón Mauricio García Prieto Giralt
se ha logrado un avance significativo muy concreto, el cual consiste en el hecho
que, teniendo como base lo declarado por la señora Carmen Alicia Estrada de
García Prieto, quien dijo poder reconocer al otro sujeto que observó el día de los
hechos, a quien describe y relaciona como el que colocó un arma a su menor hijo
y habiendo identificado mediante reconocimiento en rueda de fotografías al
sospechoso Julio Ismael Díaz Ortiz, es concluyente al afirmar que éste último es
responsable por el delito de Asesinato en perjuicio del señor Ramón Mauricio
García Prieto Giralt, junto con el ya condenado por este hecho José Raúl Argueta
Rivas, ambos como autores materiales del referido delito.”

37
72. Con base en el citado dictamen fiscal, el mismo día 20 de enero de 1998, el
licenciado José Mauricio Rodríguez Herrera, jefe de la División de Investigación
Criminal de la Policía Nacional Civil, dictó una orden de detención contra Julio
Ismael Ortiz Díaz.

El 21 de enero de 1998, el Jefe del Departamento de Investigación del Crimen


Organizado de la División de Investigación Criminal, Subinspector Oscar Rutilio
Nuila, giró una comunicación al Director del Centro Penal quezaltepeque,
informándole sobre la orden de detención que dicha unidad policial había girado
contra Julio Ismael Ortiz Díaz, por tener conocimiento que el mismo se encontraba
recluido en ese centro penitenciario a la orden del Juez de lo Penal de San Marcos.
Por esta razón, le solicitó que de manera inmediata le informara cuando se le ordenara
la libertad al referido imputado por el juez que ventilaba el caso, a efecto de hacer
efectiva la orden de detención.

Ese mismo día, 21 de enero de 1998, se le notificó en el interior del Centro Penal
quezaltepeque al señor Ortiz Díaz la orden de detención que se había girado en su
contra.

De igual forma, en esa misma fecha se solicitó a la Procuraduría General de la


República que asignara un abogado defensor para el imputado Ortiz Díaz. El 22 de
enero de 1998, se le nombró como defensor al licenciado Rodolfo Agustín Rivera
Mancía.

73. El día 23 de enero de 1998 se hizo efectiva la orden de detención en contra de Julio
Ismael Ortiz Díaz en el Centro Penal quezaltepeque por parte de la DIC de la PNC, al
tener conocimiento que ese día sería puesto en libertad –según consta en el acta de
detención respectiva- y fue llevado a la sede de dicha División policial. No se le tomó
declaración indagatoria debido a que el Procurador General de la República informó
que el defensor público asignado al caso no podría hacerse presente a dichas
instalaciones policiales para la práctica de la diligencia, por encontrarse realizando
otras actividades laborales.

Ese mismo día fue remitido al Juzgado Décimo Tercero de Paz, por órdenes giradas
por los fiscales asignados al caso, licenciados Pedro José Cruz Rodríguez y Oscar
Antonio Castro Ramírez, al Jefe del Departamento de Investigación del Crimen
Organizado. Los fiscales fundamentaron tal decisión en los términos siguientes:

“ (…) Que en relación a la reapertura de la investigación del Asesinato del señor


García Prieto Giralt, ésta se inició por solicitud de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, debido a denuncia interpuesta por la Familia García Prieto

38
ante esa instancia internacional, solicitud en la cual se resuelve profundizar y
determinar penalmente quiénes son todos los responsables del delito en cuestión,
debido a que en la primera investigación sobre el hecho sólo se logró establecer la
responsabilidad penal del imputado JOSE RAUL ARGUETA RIVAS,
actualmente condenado a treinta años de prisión por el Asesinato del señor García
Prieto Giralt, Sentencia impuesta por el Juzgado Quinto de lo Penal de San
Salvador.

Sobre esta reapertura se han practicado varias diligencias, las cuales si bien no han
determinado la totalidad de responsables por el delito en referencia, si han
establecido los elementos de juicio suficientes para determinar que uno de los que
acompañó al imputado Argueta Rivas al momento de Asesinar al señor Ramón
Mauricio García Prieto es el señor JULIO ISMAEL ORTIZ DIAZ.

La representación Fiscal fundamenta la imputación objetiva del individuo JULIO


ISMAEL ORTIZ DIAZ principalmente en la declaración de la señora CARMEN
ALICIA ESTRADA DE GARCIA PRIETO, quien como ofendida y TESTIGO
PRESENCIAL DE LOS HECHOS, manifestó en sus declaraciones que podría
reconocer perfectamente al segundo sujeto que ella vio junto al imputado Argueta
Rivas al momento que daban muerte en forma violenta al ahora occiso Ramón
Mauricio García Prieto, dando las características físicas de dicho sujeto.

Consta además la declaración del testigo HECTOR ARMANDO ESTRADA,


quien manifestó que al entrevistarse con el condenado Argueta Rivas, éste le
manifestó que en el hecho en mención había participado un individuo de nombre
RENE DIAZ ORTIZ, quien mediante información proporcionada por esta Fiscalía
se supo que utilizaba el nombre de JULIO ISMAEL ORTIZ DIAZ, procediéndose
por ello a obtener datos generales del citado individuo.

Se practicó también reconocimiento en rueda de fotografías, en donde la testigo


CARMEN ALICIA ESTRADA DE GARCIA PRIETO RECONOCIO A JULIO
ISMAEL ORTIZ DIAZ COMO OTRO DE LOS ASESINOS DE SU ESPOSO,
probándose así la participación de Ortíz Díaz en el delito referido, por lo que debe
remitirse dicho individuo a las autoridades judiciales correspondientes, no
obstante deben continuarse las investigaciones judiciales respecto a este caso, a
efecto de deducir responsabilidad penal tanto para otros autores materiales como
para posibles autores intelectuales, si los hubiera (…)

En relación a la investigación de Amenazas en perjuicio de José Mauricio García


Prieto Hirlemann y otros, la misma Comisión citada con anterioridad, solicitó al
Estado salvadoreño que inicie una exhaustiva investigación para identificar a las
personas responsables de los actos de intimidación contra la familia García Prieto,

39
y sobre la misma se han practicado varias diligencias, sin embargo no se ha
logrado aún determinar participación alguna, quedando a su vez diligencias de
averiguación pendientes, por lo que es necesario, seguir investigando tales actos, a
efecto de deducir responsabilidades.”

74. En el Juzgado Décimo Tercero de Paz, el imputado Ortiz Díaz rindió su declaración
indagatoria, en la cual no se responsabilizó del delito que se le imputaba y manifestó
que consideraba que tanto la Policía Nacional Civil como la Fiscalía General de la
República lo había presionado en este caso para que aceptara como ciertos los hechos
que se le atribuían; adujo que mientras se encontraba en el Centro Penal
quezaltepeque fue visitado por miembros de la DIC, así como por el fiscal Pedro José
Cruz Rodríguez, quienes le hacían todo tipo de preguntas con el fin de “involucrarlo”
en la muerte del señor García Prieto Giralt.

El Juez Décimo Tercero de Paz, licenciado Rafael Antonio González Núñez, decretó
la detención provisional del imputado Ortiz Díaz y solicitó a la PNC que se otorgara
protección a los testigos del caso.

El proceso judicial pasó al conocimiento del Juzgado Tercero de Instrucción, a cargo


de la licenciada Virginia Paredes de Dueñas, quien con fecha 15 de agosto de 2000,
de conformidad al proceso penal hoy derogado, dictó una resolución de “elevación a
plenario” para el imputado Julio Ismael Ortiz Díaz. Como se abordará más adelante,
en la misma resolución sobreseyó al ex detective Carlos Romero Alfaro (ampliamente
mencionado supra), a quien se había atribuido participación en el hecho como
conductor del vehículo en que se desplazaron los sicarios.

75. En cuanto a las amenazas y hostigamientos denunciados por los señores García Prieto
Giralt, la jueza Paredes de Dueñas los declaró como ciertos, pero expresó que no fue
posible individualizar penalmente la responsabilidad sobre tales hechos; literalmente,
la señora Jueza expresó lo siguiente:

“Es necesario determinar dentro de la presente resolución, en lo referente a las


persecuciones de la cual fue objeto la familia GARCÍA PRIETO (…). No obstante
los elementos al analizarse en su conjunto denotan que les asiste la razón a los
señores García Prieto, en cuanto al inobjetable hecho de las intimidaciones
sufridas; no así en las imputaciones ambiguas e indirectas efectuadas las que han
resultado improbables.

Por todo lo anterior es que se sostiene la existencia de tales intimidaciones y


persecuciones en la familia García Prieto, pues no es normal la intranquilidad
sufrida a consecuencia de la presencia de los sujetos extraños a su alrededor
vigilando sus pasos, de la cual no tenemos la certeza de su procedencia,

40
ciertamente la lógica o algún aspecto subjetivo en la investigación indica que
pudiese estar involucrados estructuras de poder, pero el aspecto objetivo de toda
investigación, el probatorio propiamente tal; nos obliga a concretizar sujetos
activos, a identificarlos, lo que no ha sido posible por una variedad de motivos
(…)

Por lo que estima la suscrita que no existiendo la identificación de los sujetos


activos ni en su mínima aproximación, no es procedente emitir resolución al
respecto, la que en todo caso hubiese sido una certificación a la institución fiscal
para que iniciara en legal forma el procedimiento (…).”

76. El día 25 de mayo de 2001 se llevó a cabo la “vista pública” en la cual el jurado
declaró culpable a Julio Ismael Ortiz Díaz por el delito de homicidio en Ramón
García Prieto.

Con fecha 07 de junio de 2001, la Jueza Tercera de Instrucción, licenciada Virginia


Paredes de Dueñas, dictó en consecuencia su fallo condenando al imputado Julio
Ismael Ortiz Díaz a sufrir la pena de treinta años de prisión, por el delito de
“asesinato” tipificado en el artículo 154 inciso segundo del Código Penal derogado.

La señora jueza, en la sentencia condenatoria (apartado relativo a los “criterios de


individualización”) estimó que, a su juicio, el motivo para asesinar a Ramón Mauricio
García Prieto Giralt fue el robo:

“en cuanto al móvil que lo llevó a delinquir a juicio de la suscrita el Robo fue
una de las circunstancias que se habían mentalizado ejecutar los sujetos que
atacaron al señor GARCÍA PRIETO GIRALT, entre ellos el imputado ORTIZ
DIAZ, tuvo determinante participación, por lo que es la ambición de obtener
dinero de una forma fácil, a costo y riesgo de cualquier persona (…) se tiene
conocimiento que el imputado laboró en la extinta Comisión de Investigación
de Hechos Delictivos, una figura que precisamente desapareció por
atribuírseles muchas ilegalidades, arbitrariedades y en general violaciones a
los derechos humanos.”

La aludida sentencia fue apelada ante la Cámara Tercera de lo Penal de la Primera


Sección del Centro por la parte defensora. En fecha 19 de julio de 2001, la
Cámara confirmó el fallo del Juzgado Tercero de Instrucción.

La parte defensora interpuso recurso de casación ante la Sala de lo Penal de la


Corte Suprema de Justicia, el cual fue declarado inadmisible en fecha 22 de
agosto de 2001.

41
77. Es importante mencionar que en el proceso judicial en que se ventilaba el homicidio
de Darol Francisco Velis, se produjeron diversas tentativas por establecer si el señor
Ismael Ortiz Díaz era el mismo “René Díaz Ortiz”; no obstante, las mismas se vieron
recurrentemente frustradas. Los testigos que manifestaron haber conocido a “René
Díaz Ortiz” fueron el ex Jefe de Investigaciones de la DIC, Teniente José Luis Preza
Rivas y el reo Raúl Argueta Rivas. El primero de ellos jamás compareció a los
reconocimientos; el interno Argueta Rivas lo hizo en varias ocasiones, pero las
diligencias se frustraron ante la negativa del señor Ismael Ortiz de participar. Argueta
Rivas se negó a seguir colaborando luego de sufrir un atentado contra su vida dentro
del centro penitenciario en que se encontraba recluido.

La resolución de esta Procuraduría acerca de la ejecución extrajudicial de Francisco


Velis (SS-1968-93) dictada el 20 de marzo de 1998, sobre este punto consignó lo
siguiente:

“(…) En el curso de las investigaciones judiciales, tanto el ex Jefe del


Departamento de Investigaciones de la CIHD, Teniente José Luis Preza Rivas,
como el reo Raúl Argueta Rivas, ya anteriormente mencionado, han declarado que
conocen a la persona que utiliza el nombre de René Díaz Ortiz, señalado por la
testigo Juana Henríquez como partícipe en el asesinato de Francisco Velis.

(…) Con fecha 14 de enero de 1997, la Fiscalía General de la República hizo del
conocimiento del juez de la causa [de Velis], entonces el Dr. Andrés Pineda
Chicas, que existían elementos de juicio para presumir que el sujeto conocido
como René Díaz Ortiz era en realidad Julio Ismael Ortiz Díaz, recluido en ese
momento en el Centro Penal quezaltepeque, a la orden de otro tribunal por delito
de asociaciones delictivas. La Fiscalía basaba su presunción en que Ismael Ortiz
es un ex sargento de la Policía Nacional y ex miembro de la Dirección Nacional
de Inteligencia y habiéndose demostrado en el proceso que no existe registro
alguno en el Instituto de Previsión Social de la Fuerza Armada, sobre afiliado de
nombre René Díaz Ortiz, puede suponerse que tal es un indicativo utilizado por
Julio Ismael.

De esta forma, en base a las declaraciones mencionadas (…) la Fiscalía solicitó al


Juez Pineda ordenara reconocimiento en rueda de reos con los testigos José Luis
Preza Rivas y Raúl Argueta Rivas, a fin de establecer si Julio Ismael Ortiz Díaz y
René Díaz Ortiz son la misma persona.

(…) Por más de un año, el Juez Pineda omitió resolver la petición fiscal sobre la
rueda de reos, hasta que esta Procuraduría requiriera informe sobre los motivos
del retardo. El Juez Pineda Chicas señaló el día 22 de diciembre de 1997 para la
realización de la rueda de reos.

42
(…) El reconocimiento en rueda de reos del 22 de diciembre de 1997 se vio
frustrado al omitir el Juez Pineda nombrar un defensor que asistiera a Ortiz Díaz,
lo que provocó la negativa de éste a participar de la diligencia. La diligencia fue
reprogramada para el 20 de enero de 1998.

El reconocimiento se vio frustrado de nuevo en esta segunda fecha, debido a que


el Juez Pineda omitió requerir oportunamente la colaboración del Juzgado Quinto
de lo Penal de San Salvador, a fin que autorizara el traslado del reo Argueta Rivas
hacia el lugar en que se efectuaría el reconocimiento.

Cabe destacar que en ninguna de las fechas señaladas se hizo presente el testigo
José Luis Preza Rivas, por lo que la diligencia únicamente se hubiese realizado
con la participación del testigo Raúl Argueta Rivas.”

Finalmente, como ya se dijo, Argueta Rivas se negó a seguir compareciendo a las


tentativas de reconocimiento, en virtud de haber sufrido una paliza en el Centro Penal
donde se encontraba recluído.

A.3 Imputación en contra del ex detective Carlos Romero Alfaro

78. En el mismo proceso judicial contra Julio Ismael Ortiz Díaz se procesó a Carlos
Romero Alfaro, ex detective de la DIC ampliamente referido con anterioridad, como
otro de los presuntos autores materiales del asesinato de Ramón Mauricio García
Prieto Giralt. Esta imputación penal se basó en la declaración ante el Juzgado Tercero
de Instrucción que rindiera el señor Mauricio García Prieto Hirlemann, en la cual
manifestó que al sujeto que conducía el vehículo en el cual se dieron a la fuga los
asesinos de su hijo “le faltaban unos dedos de una mano”; además, que luego al
encontrarse indagando en la DIC de la PNC sobre el caso de su hijo, pudo apreciar
que al detective Carlos Romero Alfaro presentaba tal característica física.

La Jueza Tercera de Instrucción le notificó al procesado Carlos Romero Alfaro la


imputación de la cual era objeto. El ex detective Romero Alfaro nombró un
abogado defensor y rindió su declaración indagatoria en dicho tribunal, en la que
no se responsabilizó por el hecho que se le imputaba.

La misma funcionaria judicial, en la resolución mediante la cual elevó a plenario


el caso contra Julio Ismael Ortiz Díaz, sobreseyó provisionalmente a Carlos
Romero Alfaro, quien nunca estuvo guardando detención por el caso de Ramón
García Prieto. La Jueza fundamentó el sobreseimiento de la siguiente manera:

43
“ (…) luego se citaron algunos testigos claves en cuanto a esta investigación,
como es el caso de miembros de la extinta Comisión Investigadora de Hechos
Delictivos, que luego se convirtió en la División de Investigación Criminal de
la Policía Nacional Civil, grupo de los cuales formó parte Carlos Romero
Alfaro, entre estos tenemos a Roberto Mendoza Jerez, Marco Viana Castillo,
José Mauricio Paredes Calderón, Milton Oswaldo Escalón Fuentes, José Luis
Preza Rivas, Miguel Antonio Ayala Romero, Mario René Ortiz Fabián, José
Luis Tobar Prieto, Edgar Urquilla Guzmán y Jaime Francisco Vigil Recinos,
sin que se haya establecido ningún elemento de juicio en su contra, de igual
manera se cotejaron vehículos que disponía la extinta Policía Nacional a fin de
verificar si en alguna salida de comisión había participado el imputado
mencionado en el mes de junio de mil novecientos noventa y cuatro lo cual no
pudo verificarse, todo en relación al señalamiento que hizo el señor García
Prieto Hirlemann, ya que solo contamos con el dicho del mencionado ofendido
y de una manera indirecta, en donde no obstante las investigaciones efectuadas
han resultado insostenibles los argumentos del agraviado…”

79. Pese a estas valoraciones de la señora Jueza Tercera de Instrucción, el Instituto de


Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”
(IDHUCA), en su Informe Especial sobre el caso “García Prieto” 20, afirmó la
existencia de anomalías en la investigación del caso, especialmente en lo relativo
a la presunta participación de Carlos Romero Alfaro en el asesinato de Ramón
Mauricio García Prieto. Concretamente, el IDHUCA señaló:

“A fin de confirmar las sospechas sobre la participación de Romero


Alfaro y otras estructuras criminales al interior de la Policía y la Fuerza
Armada, los fiscales y la Jueza del caso “García Prieto” requirieron en
varias ocasiones información importante para el esclarecimiento del
mismo. Sin embargo, los resultados fueron desalentadores ya que sólo
encontraron silencio, evasivas y respuestas tan absurdas como el afirmar
que la información no se podía proporcionar por estar ‘en desorden’, que
no se encontraba por ‘haberse extraviado los libros’ o que no ‘tenían las
llaves de los archivos’.

Cuando sí se logró encontrar alguna información, la misma estaba


tergiversada. Por ejemplo, en el libro de salidas de la División de
Investigación Criminal aparecía registrado que el día del asesinato de
Ramón Mauricio, Romero Alfaro salió a investigar un caso a bordo del
vehículo placas 175-901, de las 8:45 a.m. hasta la 1:00 p.m., siendo su

20
Caso “García Prieto”, Colección “Verdad y Justicia” n° 2, IDHUCA, Julio de 2002.

44
destino San Salvador. Sin embargo, en el mismo libro se hacía constar que
ese día, el mismo vehículo había sido utilizado por otros investigadores
desde las 8:45 a.m. hasta las 3:00 p.m. para la realización de diligencias en
el occidental departamento de Santa Ana.”

80. Al respecto de lo señalado por IDHUCA, antes relacionado, esta Procuraduría


verificó en el proceso judicial en comento que efectivamente autoridades
militares, quienes tenían a su cargo los archivos que habían pertenecido a la
Policía Nacional, mostraron poca colaboración, y más bien, obstaculizaron la
investigación sobre los movimientos de miembros del Batallón San Benito, de la
Policía Nacional, en la fecha en que fuera asesinado Ramón Mauricio. A
continuación describiremos las diligencias judiciales más importantes que denotan
esta falta de colaboración.

Los fiscales Pedro José Cruz Rodríguez y Oscar Antonio Castro Ramírez,
solicitaron al Juzgado Tercero de Instrucción, en fecha 12 de abril de 1999, la
realización de algunas diligencias tendientes a investigar a los otros autores del
crimen contra Ramón Mauricio García Prieto Giralt:

“(…) consta en el juicio que el Ministerio de la Defensa Nacional ha enviado


la lista de planillas del personal que laboraba en el Batallón San Benito de la
extinta Policía Nacional, sin embargo las fotocopias que se recibieron en el
tribunal están borrosas y no se distinguen algunos nombres, por lo que es
necesario para obtener los nombres de las personas que aparecen en la planilla,
que se realice inspección ocular en la referida planilla, para obtener
certeramente los nombres requeridos.

Es a su vez importante que se inspeccionen en la referida cartera estatal los


libros de entradas y salidas de personal de el Batallón San Benito durante el
mes de junio del año de mil novecientos noventa y cuatro”

Con base en el requerimiento fiscal antes relacionado, la Jueza Tercera de


Instrucción solicitó al Ministro de la Defensa Nacional, en fecha 27 de abril de
1999, autorización para inspeccionar los archivos que fueron llevados por la
Policía Nacional en el mes de junio de 1994, los cuales se encontraban a cargo de
ese Ministerio luego de la extinción de dicho cuerpo de seguridad.

Ese mismo día, 27 de abril de 1999, se presentaron tanto la Jueza Tercera de


Instrucción, licenciada Virginia Lorena Paredes de Dueñas como el fiscal
asignado al caso, licenciado Pedro José Cruz Rodríguez a las instalaciones del
Ministerio de la Defensa Nacional, donde luego de entrevistarse con varios
oficiales, les fue informado que no les había sido posible encontrar el libro de

45
“entradas y salidas” del personal y tampoco el libro de “novedades diarias”
correspondiente al mismo período, del Batallón San Benito, debido a que la
información proveniente de la Policía Nacional y de esa Comisión se encontraba
completamente desordenada. Luego de ser requerido por la jueza verificar los
registros respectivos, se le informó que se encontraban en las instalaciones de la
“Fuerza Naval”.

En fecha 18 de mayo de 1999, se presentaron a las instalaciones de la “Fuerza


Naval” la Jueza Tercera de Instrucción y el licenciado Oscar Antonio Castro
Ramírez, fiscal asignado al caso, a fin de obtener la autorización respectiva para
inspeccionar los archivos que se encontraban en ese lugar. Tal diligencia no fue
posible, debido a que diversos funcionarios de la “Fuerza Naval” expusieron que
no contaban con la potestad para decidir si les permitían el ingreso o no, además
que no poseían las llaves, sino que todo estaba a cargo de personal del Estado
Mayor Conjunto de la Fuerza Armada, entre otros argumentos.

Asimismo esta Procuraduría verificó que en el mismo proceso judicial corre


agregado una copia del libro de salidas y entradas de la División de Investigación
Criminal de la Policía Nacional Civil, de fecha 10 de junio de 1994, en el cual
consta –tal como lo consignara IDHUCA en su Informe sobre este caso- que
Carlos Romero Alfaro salió a investigar un caso a bordo del vehículo placas 175-
901, de las 8:45 a.m. hasta la 1:00 p.m., en San Salvador, y en ese mismo libro se
hacía constar que ese día, el mismo vehículo había sido utilizado por otros
investigadores desde las 8:45 a.m. hasta las 3:00 p.m. para la realización de
diligencias en Santa Ana.

81. Respecto a las declaraciones de ex miembros de la CIHD en el juicio, el IDHUCA


reportó en la publicación ya citada, lo siguiente:

“Al Tribunal fueron citadas las personas que fungían como jefes de la
División de Investigación Criminal al momento del crimen.

El primero que compareció fue Roberto Mendoza Jerez, el 23 de


noviembre de 1998; éste ocupaba, en junio de 1994, el cargo de Asesor
Jurídico Ejecutivo de la mencionada División policial y meses después
pasó a ser el Jefe de la misma. Mendoza Jerez negó haber obstaculizado
las investigaciones sobre la ejecución de Ramón Mauricio y aseguró que
no tenía responsabilidad alguna en las mismas hasta noviembre de ese año,
cuando fue nombrado Jefe de la División de Investigación Criminal.

Esta última afirmación de Mendoza Jerez es contradictoria con


declaraciones de otros testigos, entre ellos José Mauricio Paredes Calderón

46
quien se desempeñaba como Jefe de la División de Investigación Criminal
cuando ocurrió el crimen. Paredes Calderón compareció al Tribunal el 11
de diciembre de 1998 y aseguró que desde el primer momento Mendoza
Jerez le solicitó autorización para darle seguimiento al caso, argumentando
“ser amigo de la familia”.

A.4 Imputación por autoría intelectual en el homicidio

82. En sus declaraciones ante el Juzgado Tercero de Instrucción, los señores José
Mauricio García Prieto Hirlemann y Gloria Giralt de García Prieto, los días 29 de
septiembre y 30 de octubre de 1998 respectivamente, manifestaron que consideraban
al General Mauricio Ernesto Vargas y al concuño de éste, el ingeniero Roberto
Hernán Puente, como los presuntos autores intelectuales del homicidio de su hijo,
debido a que con anterioridad al hecho criminal tuvieron problemas con ambos, a
causa de la compraventa fallida de un terreno propiedad de los señores García Prieto.

En concreto, los señores García Prieto Giralt expusieron que en el año de 1987
pactaron un contrato de “promesa de venta” a favor del ingeniero Roberto Hernán
Puente, sobre un inmueble conocido como “finca El Carmen”, ubicado en la ciudad
de Chinameca, departamento de San Miguel, por el precio de un millón doscientos
mil colones. Este inmueble se encontraba gravado con una hipoteca a favor de la
institución financiera “Banco Agrícola”.

Ambas partes convinieron que el ingeniero Puente pagaría una parte de la venta el día
de la celebración del contrato de promesa de venta –lo cual se efectuó-, mientras la
cantidad restante la pagaría al Banco Agrícola a efecto de cancelar el valor de la
hipoteca; asimismo, el ingeniero Puente se encargaría de gestionar ante el Banco que
autorizaran la venta a su favor y, luego de ello, perfeccionarían la compraventa. Días
después de tomar el acuerdo anterior, el ingeniero Puente les manifestó que del
negocio jurídico participaría el General Mauricio Ernesto Vargas.

Pasados algunos meses, una vez vencido el plazo estipulado en el contrato de


promesa de venta, los señores García Prieto constataron que el ingeniero Puente no
había abonado a la hipoteca, según lo pactado, por lo que le solicitaron dejar sin
efecto el contrato realizado. El ingeniero Puente accedió a tal petición, pero exigió
que le fuese entregada tres veces la cantidad de dinero que él pagó a los señores
García Prieto, entre otras condiciones. Estos propusieron que tomara la cosecha de
café de la finca del año siguiente, como una forma de cancelar lo que se les solicitaba,
lo cual efectivamente hizo el ingeniero Puente.

47
Transcurrido el tiempo establecido, el señor Puente se negó a entregarles la finca y a
dejar sin efecto el contrato, incumpliendo el acuerdo, por lo que los señores García
Prieto tomaron posesión en forma pacífica de su propiedad. El ingeniero Puente se
molestó con esta acción y les llamó en diversas oportunidades exigiendo la entrega
del dinero de forma prepotente y amenazante, haciendo alarde además de ser
“concuño del General Vargas”.

A fin de solucionar esta situación, el matrimonio García Prieto Giralt se reunió en tres
oportunidades con el general Vargas y el ingeniero Puente; en la última de tales
reuniones, los señores García Prieto accedieron a trasladar la propiedad de otros
bienes a nombre del ingeniero Puente, acordándose que éste haría los trámites de
traspaso correspondientes, situación con la cual se daba por terminado el conflicto.
Los señores García Prieto afirmaron que este traspaso de las propiedades acordadas
nunca se materializó, pues el ingeniero Puente no volvió a comunicarse con ellos.
Coincidentemente, varios días luego de la reunión final aquí citada, fue quemado un
terreno propiedad de la señora Gloria Giralt, el cual colinda con una propiedad del
ingeniero Puente; expresaron los señores García Prieto sus sospechas que éste tuviese
responsabilidad en el incidente.

Los señores García Prieto manifestaron presumir que lo antes descrito motivó al
ingeniero Puente a promover el homicidio de su hijo Ramón Mauricio, con la
colaboración del General Vargas, quien ostentaba un enorme poder político en ese
entonces.

83. Debido a los señalamientos anteriores, la Jueza Tercera de Instrucción citó a declarar
en calidad de testigos a Mauricio Ernesto Vargas y a Roberto Hernán Puente en el
mismo proceso judicial en que se ventiló el homicidio de Ramón García Prieto.
Ambos rindieron sus declaraciones con fechas 19 de marzo y 22 de marzo de 1999
respectivamente.

El General Mauricio Ernesto Vargas manifestó que tuvo conocimiento que su


concuño, Roberto Hernán Puente, celebró un contrato de “promesa de venta” con los
señores García Prieto en el año de 1987, el cual nunca se perfeccionó; que intervino
para ayudar a que dicho contrato se resolviera a petición de su concuño, pues éste le
solicitó concretamente que le ayudara a gestionar ante el Banco Agrícola la
autorización y traslado de la compraventa a su nombre. Manifestó recordar el
General, que se llegó al arreglo que pagarían con unos “lotes” y luego no supo nada
más sobre el caso. Expresó que se reunió en tres oportunidades con los señores García
Prieto y, en términos generales, se sentía satisfecho por haber logrado que ambas
partes llegaran a un arreglo y que todo hubiese terminado felizmente. El General
Vargas afirmó no saber nada más acerca del caso; dijo no tener problemas con la
familia García Prieto y no conocer a los ya condenados como autores materiales del

48
asesinato de Ramón Mauricio. Negó tener vínculo alguno o influencias sobre
miembros de la actual Policía Nacional Civil, ni sobre el ámbito de la seguridad
pública.

El ingeniero Roberto Hernán Puente, por su parte, manifestó en su declaración


judicial que celebró un contrato de “promesa de venta” con José Mauricio García
Prieto Hirlemann en el año de 1987, pero luego de pasados unos catorce meses desde
la celebración de ese contrato, los García Prieto le manifestaron que ya no querían
venderle el inmueble, además que no cumplió [el señor Puente] con lo acordado, en
razón que el Banco Agrícola nunca le autorizó la venta. A fin de dar por finalizado el
contrato, el señor Puente declaró haber solicitado a la familia García Prieto que le
pagaran una determinada cantidad por la inversión efectuada en la finca, pero ellos no
aceptaron. Previo a ello, había intervenido el señor Mauricio Ernesto Vargas, quien es
su concuño, a petición de los García Prieto, para que el General les ayudara a través
de sus “influencias” en el Banco Agrícola, a fin que se les autorizara la venta del
inmueble.

Expresó que se reunió junto al señor Vargas y los señores García Prieto en varias
oportunidades, tratando de llegar a un acuerdo, pues el General Vargas era amigo de
los García Prieto, aunque no tenía ningún interés en el inmueble. Agregó que llegaron
al acuerdo que le pagarían lo adeudado con otros inmuebles, pero que este traspaso
nunca se perfeccionó, debido a que los señores García Prieto nunca realizaron las
acciones necesarias para ello. Adujo que la situación descrita le ocasionó un gran
perjuicio económico, pero en ningún momento utilizó su relación familiar con el
General Vargas para atemorizar o intimidar a los señores García Prieto. Manifestó ser
el representante legal de la sociedad El Carmen y que el General Vargas nunca había
formado parte de tal entidad.

84. En informe público citado supra, el IDHUCA consignó que las declaraciones de los
señores Puente y Vargas presentaron una serie de contradicciones, respecto de las
negociaciones que estaban llevando a cabo con la familia García Prieto Giralt. Sobre
ello dicho informe literalmente refiere:

“En la misma (declaración), éste (Mauricio Ernesto Vargas) expresó respecto a la


“Promesa de venta” de la finca firmada entre la familia García Prieto Giralt y su
concuño Roberto Puente, que él nunca formó parte de la negociación; sin
embargo, aseguró haber intervenido para que se deshiciera la mencionada
“Promesa de venta” aclarando que fue su concuño quien le pidió gestionar en el
Banco Agrícola Comercial la agilización del crédito solicitado. Agregó que su
intervención fue en calidad de ‘mediador, buen oficiante o su similar’ ya que la
pugna era entre Puente y los García Prieto Giralt, considerando que la misma
había ‘acabado felizmente’.

49
Tres días después de la declaración de Vargas, el 22 de marzo, Roberto Hernán
Puente rindió su testimonio cayendo en algunas contradicciones respecto a lo
expresado por su concuño. Puente aseguró que Vargas “intervino a sugerencia de
la familia García Prieto, ya que según éstos el General Vargas podía hacer uso
de sus influencias para que en el Banco les aprobaran el traspaso de la deuda”;
asimismo, sostuvo que su concuño no había tenido ningún interés en el negocio en
cuestión y negó haberles dicho a los García Prieto Giralt que el que estaba
realmente interesado en el negocio era Vargas”.

85. Asimismo, esta Procuraduría verificó que en el proceso judicial, la Fiscalía General
de la República presentó copia de la carta enviada por el Ingeniero Roberto Hernán
Puente y el General Mauricio Ernesto Vargas –firmada por ambos- a la Junta
Directiva del Banco Agrícola Comercial con fecha 24 de marzo de 1988, en la cual
dichas personas manifestaron que estaban realizando “negociaciones de compra venta
con los señores José Mauricio García Prieto y otros sobre una finca de café
denominada El Carmen”, situada en el volcán de San Miguel, la cual se encontraba
gravada con primera hipoteca a favor de dicho Banco, por lo que solicitaban se les
trasladara el saldo de lo adeudado por los García Prieto, con el mismo plazo e interés.

La Jueza Tercera de Instrucción resolvió admitir la carta dirigida al Banco Agrícola


Comercial antes relacionada y con base en ello citar nuevamente a los señores Vargas
y Puente, en virtud que, tal como fuera señalado por la Fiscalía General de la
República, las deposiciones de ambos evidentemente se contradecían con los términos
de ese documento. Asimismo, ordenó solicitar a la presidencia del Banco Agrícola
Comercial que informara sobre “la calidad de supuestos deudores solidarios que
ostentaron los señores Mauricio Ernesto Vargas y Hernán Puente Rivas, en una
propiedad hipotecada a nombre de Mauricio García Prieto Hirlemann, ubicada en el
volcán de San Miguel, conocida como El Carmen y si en definitiva ocurrió el traslado
de la deuda”.

El Banco Agrícola Comercial respondió, en fecha 02 de diciembre de 1999,


expresando que no constaba en sus registros que los señores Vargas y Puente
hubiesen sido “deudores solidarios” en préstamos otorgados por el Banco con
garantía de la mencionada propiedad.

86. La Jueza Tercera de Instrucción, en la resolución de fecha 15 de agosto de 2000,


mediante la cual llevó a juicio a Julio Ismael Ortiz Díaz y sobreseyó a Carlos Romero
Alfaro, razonó que pese a la investigación llevada a cabo en el proceso penal a su
cargo, no había sido posible encontrar las pruebas que permitiesen imputar al general
Mauricio Ernesto Vargas o al ingeniero Roberto Hernán Puente Rivas como los

50
autores intelectuales del asesinato de Ramón Mauricio García Prieto Giralt. Citamos
textualmente esta resolución judicial:

“Es necesario determinar dentro de la presente resolución, en lo referente a las


persecuciones de la cual fue objeto la familia GARCÍA PRIETO, en particular los
señores JOSÉ MAURICIO GARCÍA PRIETO HIRLEMAN, CARMEN ALICIA
DE GARCÍA PRIETO y GLORIA GIRALT DE GARCÍA PRIETO, ya que en el
presente proceso penal se encuentran una gama de declaraciones testimoniales,
que en su unión se determina que dicha familia fue con anterioridad y
posterioridad al hecho objeto de persecución e intimidación por sujetos que
aparentemente formaban parte de las instituciones del Estado, haciéndose dichas
intimidaciones cuando miembros de la familia casualmente se encontraban fuera
de sus residencias en unas ocasiones y en otras no, pero es de hacer notar que el
tribunal no descarta la existencia, de las persecuciones e intimidaciones y que bajo
la hipótesis de la familia GARCÍA PRIETO, pudieron haber sido ordenadas por el
o los autores intelectuales del asesinato de RAMÓN MAURICIO, la cual no ha
sido posible verificar pese a todas las diligencias que para tal efecto se realizaron
en su oportunidad a fin de encontrar sujetos responsables; es decir, no se han
incorporado elementos probatorios que los individualicen, por lo que el tribunal
no puede emitir resolución alguna incriminando o absolviendo a determinada
persona, ciertamente los señores García Prieto, de folios 632 a 658, vierten
algunos elementos que este Juzgado trató por todos los medios de corroborar para
el caso, no pudo comprobarse que el General Vargas Valdés y el Ingeniero
PUENTE RIVAS haya tramitado negociaciones del inmueble propiedad de la
familia García Prieto, pues el Banco Agrícola a folios 1255 lo negó (…)”

Es importante traer a cuenta que luego de esta resolución judicial, no se realizó


ningún otro tipo de investigaciones por parte de autoridades policiales, fiscales y
judiciales en torno a individualizar a los autores intelectuales del homicidio de Ramón
García Prieto.

87. Los señores García Prieto Giralt exigieron a la Fiscalía General de la República en el
año 2003 –tal como se describirá infra- la continuación y conclusión de las
investigaciones pendientes; especialmente solicitaron que se procediera a indagar los
vínculos de los dos condenados por este caso con estructuras de la Policía Nacional
Civil y del Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada, así como el cargo y las
funciones que realizaba el General Mauricio Ernesto Vargas en 1994 y el personal a
su cargo.

51
B. Adopción de medidas cautelares por la Comisión Interamericana en 2001 y
actuaciones estatales consiguientes

88. Tras la condena de Ismael Ortiz Díaz en junio de 2001, las investigaciones estatales
en torno al homicidio de Ramón García Prieto se detuvieron nuevamente,
permaneciendo en impunidad un tercer sujeto que conducía el vehículo en que se
desplazaron los sicarios, también permanecieron en impunidad los posibles autores
intelectuales del crimen.

El 15 de noviembre del 2001, la Comisión Interamericana recibió en audiencia a los


peticionarios y al Estado de El Salvador. Cinco días después de la audiencia (20 de
noviembre de 2001), la CIDH adoptó nuevamente medidas cautelares urgentes a
efectos de proteger la vida e integridad física de Mauricio García Prieto, Gloria de
García Prieto y sus asesores jurídicos.

A raíz de esta solicitud de adopción de medidas cautelares, la Policía Nacional Civil


reinició la investigación del caso con fecha 03 de diciembre de 2001. El entonces
Director de la Policía Nacional Civil, señor Mauricio Sandoval, solicitó al
Subcomisionado Vladimir Alberto Cáceres, Jefe de la Región Metropolitana de la
PNC, que atendiera una comunicación de la Secretaría de Estado, en la cual se
informaba que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos – a través de la
audiencia realizada el 15 de noviembre de 2001- había recomendado al Estado
salvadoreño que investigara los atentados que había recibido la familia García Prieto
y que le brindara medidas de protección. El Subcomisionado Cáceres nombró una
comisión policial investigadora del caso.

89. La Fiscalía General de la República reabrió el caso. Se asignó al agente fiscal Jorge
Orlando Cortez Díaz, quien solicitó con fecha 17 de diciembre de 2001 al jefe de la
División Regional Metropolitana de Investigación de la PNC, que la “comisión
investigadora” realizara las siguientes diligencias en un plazo de quince días:

 Levantar un acta en la cual los ofendidos autorizaran a la Fiscalía General de


la República para iniciar la acción penal correspondiente.

 Solicitar al Jefe de la División de Protección de Personalidades Importantes


(PPI) de la PNC, que informara sobre la nómina de agentes brindaron
seguridad a los señores García Prieto Giralt.

 Entrevistar a los agentes de la División de PPI Carlos Eleazar García


Hernández y Luis Alonso Ramos, a fin que manifiesten si durante el tiempo
que dieron protección a la familia García Prieto Giralt, escucharon u

52
observaron algunas amenazas en contra de los ofendidos, o si éstos habían
sido objeto de seguimiento por parte de personas particulares.

 Solicitar al Jefe de la División de PPI copias certificadas de informes o


novedades presentadas por los agentes asignados, durante el tiempo que
brindaron seguridad a la familia García Prieto Giralt.

 Solicitar informe al Director General de la PNC acerca de si el inmueble


propiedad de Roberto Bukele, ubicado contiguo a la residencia de la familia
García Prieto Giralt, fue arrendado a la PNC.

 Solicitar al Inspector General de la PNC, informe sobre el avance de las


investigaciones efectuadas respecto de la denuncia interpuesta el día 04 de
mayo de 2001 por los señores García Prieto.

El día 08 de enero de 2002, el licenciado Cortez Díaz solicitó a esta Procuraduría que
se nombrase a un delegado institucional que estuviese presente en diligencias que la
institución fiscal practicaría en torno al caso en comento. Similares solicitudes
efectuaron en días posteriores, agentes del DICO de la PNC.

No obstante lo anterior, esta Procuraduría constató que las diligencias policiales y


fiscales se efectuaban sin conocimiento de la familia García Prieto Giralt, a quienes
las citadas autoridades habían omitido informar de las diligencias, con lo cual
evitaban indebidamente la presencia de sus abogados durante las mismas. Además, las
autoridades de la FGR y el DICO pretendían la sola presencia de “observadores” de la
PDDH en diligencias específicas de recepción de declaraciones, sin informar sobre el
desarrollo general de la investigación.

La PDDH optó por no participar de tales “observaciones” aisladas, a fin de evitar que
la presencia institucional de esta Procuraduría fuese utilizada simplemente para
legitimar un proceso investigativo inducido e impulsado al margen de los ofendidos
en el caso; especialmente dado los antecedentes de afectaciones al debido proceso
recurrentes en las actuaciones policiales y fiscales, tanto en este como en otros casos
de alta relevancia nacional.

90. La Fiscalía General de la República, con fecha 22 de enero de 2002 entrevistó a los
agentes Luis Ernesto García Domínguez y José Ulises Alemán Galvez, quienes
prestaban seguridad personal al señor Mauricio García Prieto Hirlemann y a la señora
Gloria Giralt de García Prieto, respectivamente. Ambos manifestaron en sus
entrevistas que nunca observaron ni escucharon nada de lo que los señores García
Prieto afirmaban que les sucedía.

53
Con fecha 09 de agosto de 1999, el agente Juan Antonio Hernández informó que
prestó seguridad a la familia García Prieto desde el mes de agosto de 1999 hasta
febrero de 2002, período durante el cual nunca observó ningún hecho de amenazas o
seguimientos en perjuicio de dicha familia, y agregó que por ello consideraba que sus
vidas no corrían ningún riesgo y que la seguridad que se les brindaba por tanto era
innecesaria. En similares términos declararon 7 agentes más, quienes fueron citados
por la FGR en calidad de testigos.

En contraposición a los declarantes anteriores, el día 20 de febrero de 2002, la agente


Alina Isabel Arce manifestó que el día 01 de abril de 1998 fue asignada como
seguridad personal de la señora Gloria Giralt de García Prieto por un período de tres
meses; que durante este tiempo reportó algunas novedades por escrito y verbalmente
al Jefe de la Sección de Protección a Víctimas y Testigos. Expresó que en una
oportunidad conducía el vehículo el señor Mauricio García Prieto junto a su esposa,
cuando un carro tipo camioneta se abalanzó sobre ellos obligando al conductor a
salirse de la carretera, lo cual considera la misma agente policial fue un hecho
intencional para poner en peligro la vida de los señores García Prieto.

Asimismo, la agente Arce reportó que los días 04 y 05 de junio de 1998,


encontrándose en la habitación que le habían asignado en la residencia de los señores
García Prieto, pudo escuchar varios disparos en los alrededores de la casa. Un
vigilante privado de la zona le informó que había observado a un taxi pasar por el
lugar y efectuar los disparos de arma de fuego.

Respecto al posible arrendamiento por la PNC de un inmueble propiedad del señor


Roberto Bukele, el doctor Posada Sánchez, Jefe de la Unidad Jurídica de la PNC
informó que tal propiedad no fue arrendada porque el señor Bukele no presentó toda
la documentación necesaria. Al respecto, la Jefa de la Unidad de Asuntos Internos de
la PNC, Subcomisionada Zoila Uribe, informó al Subdirector de la PNC que tal
arrendamiento estuvo en estudio, pero nunca se concretó. La misma Subcomisionada
informó sobre la procedencia de tres números telefónicos, reportando que uno de ellos
pertenecía a la PNC de San Lorenzo, otro a una casa comercial y el otro era
inexistente.

91. Con fecha 03 de abril de 2002, el licenciado Cortez Díaz, informó al Fiscal General
de la República sobre el estado de la investigación del delito de amenazas, afirmando
que las “direcciones funcionales” giradas a la Policía Nacional Civil habían sido
cumplidas, pero que era necesario continuar la investigación a fin de individualizar al
responsable del delito de amenazas.

Resulta llamativo que, según la dirección funcional inicial, la FGR solicitó a la PNC
que tomara entrevista en calidad de testigo a los agentes de la División PPI Carlos

54
Eleazar García Hernández y Luis Alonso Ramos, quienes brindaron seguridad a la
familia García Prieto. Dentro de todo el expediente, se buscó las dos entrevistas,
encontrando únicamente la del primer agente mencionado, quien no aportó ningún
elemento a la investigación, pues al contrario, manifestó que el servicio de protección
y seguridad a la familia García Prieto era “innecesaria” ya que consideraba que “sus
vidas no corrían ningún peligro”. Contradictoriamente, el agente Luis Alonso Ramos,
a quien no se le tomó entrevista en calidad de testigo, es uno de los pocos agentes que
reportaban en sus informes diarios algún tipo de “novedades”; por ejemplo, el referido
agente en una oportunidad informó a su superior que fue testigo del seguimiento del
que cual había sido objeto la licenciada Gilma Pérez, abogada del IDHUCA y
responsable del caso García Prieto ante dicho Instituto en ese momento.

El día 10 de julio de 2002, el fiscal Jorge Orlando Cortez Díaz, solicitó nuevamente al
Jefe de la División Regional Metropolitana de Investigaciones de la PNC, que se
realizaran las siguientes diligencias: solicitar al Sistema de Emergencias 911 de San
Miguel que informara si el día 26 de abril de 2002, a las patrullas que se encontraban
asignadas al “plan para contrarestrar el robo y hurto de vehículos” les fueron
asignadas armas de grueso calibre, específicamente al grupo de agentes que fueron
ubicados en el equipo 03-051; solicitar a la empresa SERTRACEN que informara
sobre los vehículos que aparecían registrados a nombre de los señores García Prieto;
solicitar a la División PPI que remitiera certificación del libro de novedades que para
el caso llevaban los agentes asignados a brindar seguridad a los abogados de
IDHUCA; finalmente, entrevistar a los agentes que brindaron seguridad a los
abogados de IDHUCA, especialmente en los últimos seis meses.

En el expediente fiscal no consta si tales diligencias fueron o no realizadas;


obviamente, tampoco existe referencia a los eventuales resultados obtenidos.

Esta Procuraduría constató que luego de la anterior solicitud de “dirección funcional”


la Fiscalía General de la República no emitió dictamen final sobre lo investigado y,
consecuentemente, tampoco inició acción penal; por el contrario, el caso
prácticamente se archivó hasta el mes de junio del año 2003, cuando los señores
García Prieto Giralt interpusieron nueva denuncia, siendo el caso que el expediente de
investigación únicamente fue utilizado para extender certificaciones y no para efectos
de investigación, como se expondrá a continuación.

C. La denuncia del 06 de junio de 2003 y las peticiones ante la Asamblea Legislativa


en 2004

92. Con fecha 06 de junio de 2003, José Mauricio García Prieto Hirlemann y Gloria
Giralt de García Prieto presentaron a la Fiscalía General de la República una nueva
denuncia sobre el asesinato de su hijo Ramón Mauricio García Prieto, a fin que esta

55
institución realizara las diligencias iniciales de investigación y en su caso, promoviera
la acción penal correspondiente respecto de los autores intelectuales de tal delito,
dado que éstos seguían gozando de impunidad.

En la citada denuncia, el matrimonio García Prieto Giralt, pidió la realización de las


siguientes diligencias por parte de la FGR:

“ 1. Solicitar certificación de la causa … que se instruyó en el Juzgado Quinto de


Instrucción contra el imputado José Raúl Argueta Rivas.

2. Solicitar certificación de la causa 110-98 que se instruyó en el Juzgado Tercero


de Instrucción contra el imputado Julio Ismael Ortiz Díaz.

(….)
5. Se indague exhaustivamente los vínculos de los dos condenados por el crimen
con estructuras de la Policía Nacional, Policía Nacional Civil y Estado Mayor
Conjunto de la Fuerza Armada.

(…)
7. Se indague en el Banco Agrícola, la gestión realizada por los señores Mauricio
Ernesto Vargas y Roberto Puente para la aprobación de la compra de la finca “El
Carmen” propiedad de nuestra hija Ile María García Prieto Giralt..

8. Se investigue exhaustivamente el cargo y funciones públicas y privadas


desempeñadas por el señor Mauricio Ernesto Vargas durante mil novecientos
noventa y cuatro, así como el personal que tenía a su cargo.

9. Se investigue la desaparición de la inscripción del arma que portaba Ramón


Mauricio el día del crimen, de los registros del Estado Mayor Conjunto de la
Fuerza Armada de El Salvador.

10. Conforme a la documentación relacionada, así como a otros datos que se


obtengan, diseñar una estrategia de investigación que conduzca a la
individualización de la persona o personas que hayan ordenado la muerte de
Ramón Mauricio, así como a su enjuiciamiento y condena.”

Esta Procuraduría por su parte, a fin de verificar el avance de las investigaciones


fiscales en torno a la nueva denuncia de los señores García Prieto antes relacionada,
solicitó sin éxito en diversas oportunidades, durante el mes de febrero de 2004,
acceder al expediente que al efecto llevaba la Fiscalía General de la República. Se
informó que el caso se encontraba asignado a los licenciados Allan Hernández y
Hernán Cortez, ambos de la Unidad contra el Crimen Organizado.

56
Es importante consignar que el licenciado Allan Hernández manifestó a esta
Procuraduría que el expediente fiscal estaba materialmente a cargo del señor Fiscal
General de la República, quien no se encontraba en el país en ese momento, lo cual
hacía imposible el acceso al mismo. Agregó que, en todo caso, no contenía ninguna
nueva información, ya que las únicas diligencias que se habían realizado a esa fecha –
05 de febrero de 2004 – habían sido la solicitud de las certificaciones de los
expedientes judiciales de las dos personas condenadas por el asesinato de Ramón
Mauricio García Prieto Giralt.

Finalmente, después de reiteradas iniciativas de la PDDH, verificadores de esta


Institución tuvieron acceso al expediente fiscal hasta el día 05 de marzo de 2004. El
mismo se encontraba “archivado” en un antiguo edificio utilizado por la Fiscalía
General de la República, sin ninguna supervisión y en evidente descuido y desorden
en sus folios.

La información contenida en el expediente permitió verificar que, efectivamente, la


Unidad contra el Crimen Organizado había solicitado a la Unidad de Vida de la
misma institución fiscal la certificación de los expedientes de Julio Ismael Ortiz Díaz
y José Raúl Argueta Rivas, las cuales fueron proporcionadas en fecha 23 de junio de
2003.

Luego de esta solicitud no se habían practicado diligencias tendientes a investigar al


autor intelectual del homicidio de Ramón Mauricio, ni siquiera aquellas solicitadas
expresamente en su denuncia por el matrimonio García Prieto Giralt.

93. El día 12 de mayo de 2004, los señores José Mauricio García Prieto Hirlemann,
Gloria Giralt de García Prieto y José Benjamín Cuéllar Martínez, este último en su
calidad de Director del IDHUCA, presentaron a la Asamblea Legislativa de El
Salvador una solicitud para que requiriera de la Fiscalía General de la República la
continuación de las investigaciones para identificar al autor intelectual del homicidio
de su hijo Ramón Mauricio García Prieto Giralt. Tal solicitud fue formulada en los
términos siguientes:

“(…) Tanto a nivel policial, fiscal y judicial hemos manifestado, desde hace
varios años, nuestra firme sospecha que la autoría intelectual del asesinato
recae en Mauricio Ernesto Vargas así como en su concuño, Roberto Puente;
sin embargo, no se ha realizado ninguna investigación que confirme o
desvirtúe tal sospecha, ni se ha determinado que otras personas fueron las
responsables intelectuales de semejante atrocidad.

57
Si bien durante el proceso contra Julio Ismael Ortiz Díaz, la Fiscalía General
de la República realizó algunos intentos destinados a indagar el móvil del
crimen y la relación de los sicarios con el presunto autor intelectual, lo cierto
es que esos primeros esfuerzos se paralizaron a partir de la gestión del actual
Fiscal General, ya que pese a nuestros múltiples llamados para lograr justicia
ya que el crimen es de aquellos perseguibles de oficio, la institución del
Ministerio Público bajo su mando no continuó profundizando sobre los
indicios existentes de autoría intelectual. Así entonces, el 6 de junio del año
recién pasado presentamos una denuncia dirigida al Fiscal General de la
República requiriendo la realización de investigaciones tendientes a la
individualización, juzgamiento y sanción de los responsables de la muerte de
Ramón Mauricio que todavía se encuentran impunes. En la misma fecha
solicitamos a la señora Procuradora para la Defensa de los Derechos Humanos
un pronunciamiento institucional sobre la violación de los derechos a la
verdad y a la justicia, el cual había sido requerido desde el 14 de septiembre de
2001.

(…)
A partir de nuestra denuncia antes citada, hemos sido atendidos únicamente en
una ocasión –en enero del presente año- por los fiscales asignados al caso. (…)

Pese a que hemos solicitado información de las diligencias de investigación y


acceso al expediente fiscal, a menos de un mes para que prescriba la acción
penal la Fiscalía General de la República no ha dado respuesta a nuestras
peticiones ni ha presentado requerimiento alguno a las autoridades judiciales.
Eso nos hace temer que se está dejando pasar el tiempo a propósito, para que
se consolide la impunidad a favor de quienes ordenaron el asesinato de nuestro
hijo.

Por otra parte, el 5 de marzo del presente año los abajo firmantes
comparecimos a una audiencia ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos. El Estado de El Salvador fue representado -entre otros- por el señor
Secretario General de la Fiscalía General de la República, Miguel Francia. En
esa ocasión el representante fiscal acusó directamente a las víctimas de
empeñarse en denunciar al señor Vargas, argumentando –falsamente- que José
Mauricio García Prieto y Mauricio Ernesto Vargas habían sido “íntimos
amigos”. Además, sostuvo que las acusaciones contra esta persona habían sido
“desestimadas judicialmente”, cuando en realidad nunca se ha investigado ni
procesado a Mauricio Ernesto Vargas, lo cual hace concluir que hay interés
marcado de la Fiscalía General de la República en abstenerse de investigar la
autoría intelectual del crimen.

58
Por lo antes expuesto solicitaron a la Asamblea Legislativa que requiriera al Fiscal
General de la República, licenciado Belisario Amadeo Artiga Artiga, que
proporcionara información sobre las diligencias realizadas a partir del 6 de junio del
año próximo pasado, así como los resultados obtenidos en las mismas y de las razones
por las cuales se les había negado el acceso al expediente fiscal.

Finalmente solicitaron a la Asamblea Legislativa que diese seguimiento a las


actuaciones realizadas por la Fiscalía General de la República, aun después de
cumplido el plazo para la prescripción de la acción penal en este caso -período que se
cumplió con fecha 10 de junio de 2004 – a fin de verificar si incurrió en omisión de
investigar a los autores intelectuales del asesinato de Ramón Mauricio.

94. Con posterioridad a la petición descrita, el día 07 de junio de 2004, esta Procuraduría
giró una comunicación oficial al Fiscal General de la República, en la cual confirmó
que las verificaciones de la PDDH establecieron la ausencia de diligencias fiscales en
el caso García Prieto desde la denuncia interpuesta por la familia en 2003. Por tal
razón, esta Procuraduría recomendó al Fiscal General que procediera de manera
inmediata a la realización de diligencias pertinentes en orden a establecer la autoría
intelectual del asesinato, especialmente las solicitadas por el matrimonio García
Prieto Giralt en su denuncia del día 06 de junio de 2003.

95. El día 09 de junio de 2004, un rotativo nacional publicó declaraciones del señor Fiscal
General de la República21, según las cuales el caso García Prieto cumplía el plazo de
prescripción de la acción penal con fecha 10 de junio de 2004, lo cual cerraba
oficialmente las investigaciones. Según dicha nota periodística, el señor Fiscal
General expresó: “Este es un esfuerzo que debe realizarse de manera seria. Los
familiares sugieren algunas posibles incriminaciones a algunas personas. No hemos
encontrado una prueba fehaciente que nos permita hacer una acusación” (…) “La
investigación llevó a la condena de dos personas como autores materiales. De parte
del Estado hubo una respuesta adecuada”.

96. Como resultado de la petición de la familia García Prieto ante la Asamblea


Legislativa, la Comisión de Justicia y Derechos Humanos de ese Órgano de Estado
abrió una investigación y requirió un informe especial sobre el caso a la Procuraduría
para la Defensa de los Derechos Humanos, mediante escrito de fecha 22 de junio de
2004.

La citada Comisión anexó a su comunicación dirigida a esta Procuraduría, copia de


respuesta presentada por el Estado de El Salvador a la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos de fecha 16 de diciembre de 2003.

21
“El Diario de Hoy”, pág. 14, 9 de junio de 2004.

59
V. La persecución a la familia García Prieto Giralt

97. La familia García Prieto Giralt ha denunciado ante esta Procuraduría que los
incidentes de amenazas, intimidaciones, hostigamientos y persecución en su contra,
han sido constantes hasta la fecha (2005) a pesar de la insistencia de autoridades
fiscales o policiales en el sentido de afirmar que tales hechos son inexistentes22.

Muchos de estos incidentes se han denunciado públicamente (ante los medios de


comunicación) y ante las autoridades competentes.

98. La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, por su parte, ha


verificado diversos hechos relevantes de la persecución e intimidación en perjuicio de
la familia García Prieto Giralt, constatando plenamente que algunos de ellos tuvieron
lugar; asimismo, que en muchos otros casos verificados existía información con
certidumbre y objetividad suficiente para dar paso a las investigaciones policiales y
fiscales pertinentes.

Algunos incidentes verificados por esta Procuraduría, referidos a hechos que han
afectado la seguridad personal de la familia García Prieto Giralt, se detallan a
continuación:

a. El día 04 de agosto de 1998, Mauricio y Gloria García Prieto fueron atacados


por sujetos desconocidos mientras éstos caminaban a la orilla de la playa “El
Cuco”, en el departamento de San Miguel. Los sujetos se encontraban
escondidos detrás de una pequeña embarcación en la playa y desde ahí
dispararon al matrimonio. El ataque fue repelido por miembros de la División
de Protección de Personalidades Importantes –PPI– de la Policía Nacional
Civil. Los esposos García Prieto, afortunadamente, resultaron ilesos del
atentado.

b. El 30 de noviembre de 1998, un agente asignado a la seguridad de la señora


Gloria Giralt de García Prieto informó que el día 26 del mismo mes y año, se

22
Paradójicamente, pese a sus afirmaciones, el Estado salvadoreño proporcionó a la familia García Prieto
Giralt protección policial, a través de la Sección de Protección a Víctimas y Testigos de la División de
Protección a Personalidades (PPI) desde el 06 de enero de 1998, como medida cautelar solicitada por la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en razón de acciones persecutorias denunciadas ante
dicha instancia internacional. Sin embargo, como se verá más adelante, muchos de los policías asignados
desempeñaron una función de afectación a la estabilidad emocional de la familia y negaron la existencia de
hechos intimidatorios en contra de la misma. Ello propició que la familia García Prieto Giralt desistiera de
contar con protección policial.

60
dirigieron a la residencia de los señores García Prieto, ubicada en la ciudad de
San Miguel; al llegar, la empleada doméstica les informó que había recibido
varias llamadas anónimas extrañas.

c. El 10 de diciembre de 1999 los señores Mauricio García Prieto y Gloria Giralt


de García Prieto llegaron a la finca “El Carmen”, propiedad de una de sus
hijas, ubicada en el cantón Conacastal, jurisdicción de Chinameca,
departamento de San Miguel, cuando personas del lugar les informaron que
dos sujetos vestidos de negro, con los rostros pintados y visiblemente
armados, llegaron a una finca vecina a preguntar por Mauricio García Prieto,
asegurando que le buscaban “como a una aguja para matarlo”. El matrimonio
se acompañaba de dos agentes de la División PPI de la PNC: Carlos Eleazar
García Hernández y Luis Alonso Ramos, con quienes se dirigieron al puesto
de la PNC ubicado en “Las Placitas”, siendo atendidos por el agente Medina,
con Orden Numérico Institucional 100094, quien les expresó que no había
porqué preocuparse ya que la Patrulla de Reconocimiento de Largo Alcance
(RECONDO) se encontraban en la zona y realizando maniobras; que estos
efectivos andaban vestidos igual que los hombres descritos, así que
“probablemente algún amigo militar de Mauricio le mandaría decir esto”.

Los señores García Prieto denunciaron lo anterior en nota de fecha 13 de


diciembre de 1999, dirigida al General Juan Antonio Martínez Varela,
entonces Ministro de la Defensa Nacional, en la cual solicitaban una
exhaustiva investigación, sin embargo, nunca se obtuvo respuesta por parte del
señor Ministro.

d. El 02 de mayo de 2001, los esposos García Prieto se entrevistaron con el


licenciado René Domínguez, entonces Sub Director General de la Policía
Nacional Civil, para denunciar que habían recibido llamadas telefónicas cuyos
números eran registrados en el identificador de llamadas y los cuales
pertenecían al puesto de la PNC de San Lorenzo, departamento de San
Vicente, a un taller mecánico de dicha localidad y al sistema de emergencias
de la misma PNC. Que en dichas llamadas se recibían insultos y silbidos por
parte de sujetos desconocidos.

A petición del Subdirector de la PNC, los señores García Prieto interpusieron


la denuncia de estos hechos ante el Inspector General de la PNC, doctor
Romeo Melara Granillo.

Las víctimas no fueron informadas de los resultados de la investigación


prometida por los funcionarios mencionados; sin embargo, después de esta

61
reunión se continuaron recibiendo el mismo tipo de llamadas, aunque los
números telefónicos ya no quedaban registrados en el identificador.

e. El día 28 de octubre de 2001 esta Procuraduría recibió declaración de los


señores José Mauricio García Prieto Hirlemann y Gloria Giralt de García
Prieto, quienes reiteraron que continuaban siendo objeto de seguimientos y
vigilancias por parte de personas desconocidas, presuntamente miembros del
Organismo de Inteligencia del Estado y de la Policía Nacional Civil.

f. La familia García Prieto Giralt denunció, además, ante la Comisión


Interamericana, que el día 14 de noviembre de 2001 (un día antes que la
Comisión recibiera en audiencia a los peticionarios y a representantes del
Estado de El Salvador) se recibieron llamadas telefónicas en la casa de
habitación de los esposos García Prieto, en las cuales insultaban al personal
doméstico y les decían “se quieren morir”.

La familia también denunció ante la CIDH que en el mes de marzo de 2002,


en ocasión que el señor García Prieto salió a caminar con su empleado Juan
Ulises González Portillo, un sujeto desconocido le hizo señales al señor
González, indicándole que le disparara en la nuca a Mauricio García Prieto. El
empleado reportó el incidente varios días después.

g. Así también, el matrimonio García Prieto Giralt denunció ante la Comisión


Interamericana que, a partir de los últimos meses de 2002, recibieron llamadas
telefónicas en las que colocaban grabaciones con la voz de una de sus nietas,
en ese entonces de tan solo cinco años de edad. Lo anterior causó gran
preocupación a la familia ya que, en otras llamadas, sujetos desconocidos
preguntaban por la niña, utilizando el nombre de ésta.

h. En los primeros meses de 2005, el señor Mauricio García Prieto fue objeto de
un atentado en el que hombres armados que lo esperaban, sin mediar palabra
lo tiraron al suelo, le pusieron un revolver en el pecho y le quitaron su arma,
sin que posteriormente le robaran otra pertenencia23.

VI. El proceso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos

99. Como se ha referido supra, con fecha 22 de octubre de 1996 Gloria y Mauricio
García Prieto, Carmen Estrada de García Prieto, Lourdes García Prieto –padres, viuda
y hermana de Ramón Mauricio, respectivamente–, junto con IDHUCA y CEJIL
23
Denuncia pública del señor Mauricio García Prieto en el programa “Sembrando Futuro” de la emisora
radial YS-UCA, de fecha 10 de febrero de 2005.

62
presentaron denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por la
ejecución arbitraria de Ramón Mauricio García Prieto y la persecución por ellos
sufrida, debido a que tales hechos constituyen violaciones a derechos consagrados en
la Convención Americana sobre Derechos Humanos (en adelante la Convención
Americana o Pacto de San José).

Los peticionarios solicitaron el inicio del trámite correspondiente de acuerdo a los


términos de la Convención, que se requiriera al Estado de El Salvador iniciar una
investigación seria y efectiva con relación a las amenazas y seguimientos en contra de
Mauricio, Gloria y Carmen de García Prieto, así como que se requiriera al Estado de
El Salvador para que proporcionase todas las medidas de seguridad posibles a la
familia García Prieto Giralt.

100. Con fecha 20 de junio de 1997, la Comisión Interamericana solicitó al Gobierno


de El Salvador la adopción de las medidas cautelares necesarias para salvaguardar la
vida e integridad personal de los miembros de la familia García Prieto, abogados y
testigos; que se iniciara una exhaustiva investigación para identificar y sancionar a los
responsables de los actos intimidatorios en contra de la familia, así como también que
se procediera a la investigación y sanción de otros responsables en la muerte de
Ramón Mauricio García Prieto.

La Comisión Interamericana, mediante informe número 27/99, de fecha 9 de marzo


de 1999, decidió declarar admisible la denuncia presentada y continuar con el análisis
de fondo. En el mismo informe, la Comisión se puso a disposición de las partes con el
objeto de alcanzar una solución amistosa “fundada en el respeto de los derechos
consagrados en la Convención Americana”.

101. El 20 de agosto de 1999, la familia García Prieto se dirigió a la Ministra de


Relaciones Exteriores, licenciada María Eugenia Brizuela de Ávila, a fin de iniciar el
proceso de solución amistosa, para lo cual solicitaron: el nombramiento de un enlace
oficial entre el Estado y los peticionarios; facilitar las condiciones para que personas
residentes en el extranjero que tuvieran conocimiento sobre el caso pudieran rendir
sus declaraciones; y, finalmente, que se designara a personal idóneo de la Policía
Nacional Civil dotados de los recursos necesarios para obtener una pronta aclaración
de los hechos.

El Estado no dio respuesta a las solicitudes de la familia García Prieto, razón por la
cual, el 29 de mayo de 2001, los peticionarios informaron a la Comisión
Interamericana sobre la infructuosidad del proceso de solución amistosa, requiriendo
por ello la continuación del trámite.

63
102. El 15 de noviembre del 2001, la Comisión recibió nuevamente en audiencia a
Gloria y Mauricio García Prieto, a CEJIL, al IDHUCA y a una delegación del Estado
de El Salvador. Cinco días después de la audiencia (20 de noviembre de 2001), la
CIDH adoptó nuevamente medidas cautelares urgentes a efectos de proteger la vida e
integridad física de Mauricio García Prieto, Gloria de García Prieto y sus asesores
jurídicos.

El 26 de septiembre de 2003, la familia García Prieto Giralt, el IDHUCA y CEJIL


presentaron un escrito a la CIDH solicitando la emisión del informe de fondo en el
caso, de conformidad al artículo 50 de la Convención Americana. En el mismo se
argumentaba la violación al derecho a la vida en perjuicio de Ramón Mauricio García
Prieto Giralt, en virtud que las personas vinculadas eran agentes estatales y que el
Estado no actuó con la debida diligencia para investigar la ejecución de Ramón; la
violación al derecho a la integridad personal de Ramón Mauricio, José Mauricio,
Gloria de García Prieto y otras personas; así como la violación a las garantías
judiciales y a la protección judicial, entre otros derechos.

103. Con fecha 14 de octubre de 2003, la CIDH solicitó al Estado de El Salvador las
observaciones adicionales sobre el fondo del caso, fijando el plazo de dos meses para
tal efecto.

El Estado de El Salvador contestó a la CIDH en fecha 16 de diciembre de 2003, en el


sentido que se tuviera por opuesta la pretensión de la parte demandante –matrimonio
García Prieto Giralt- para que se emitiera el Informe de fondo y que se valorara la
“posición responsable asumida por el Estado en la protección de los derechos de las
personas involucradas en el caso” y que por lo tanto la CIDH procediera al cierre
definitivo del proceso.

El Estado salvadoreño formuló tal petición, argumentando lo siguiente:

a. La parte demandante pretendía convertir el homicidio de su hijo en un caso


emblemático de derechos humanos con el fin de “llamar la atención
pública nacional e internacional” y “descalificar el trabajo del Estado”.
Ello se debía a la “frustración” que experimentaban los señores García
Prieto Giralt por no poder “controlar situaciones como lo hacían en el
pasado”.

La parte demandante estaba acostumbrada a “buscar privilegios y


componendas” y como muestra de esa actitud había solicitado al
Ministerio de Relaciones Exteriores que se nombrara a una persona de alto
nivel para que sirviera de enlace oficial entre ellos y el Estado, asimismo
que se nombrara un “fiscal especial” para su caso, es decir, que

64
“pretendían que el Estado privilegiara el caso (…) sin querer entender que
el límite del derecho de un grupo o personas es también igual al que tienen
otros”.

b. Resultaba “desconcertante” para el Estado salvadoreño la actitud de los


demandantes de no querer reconocer el papel desempeñado por la justicia
salvadoreña en el caso, pues fueron condenados dos personas como los
autores del hecho.

Sobre las sospechas de participación de Carlos Romero Alfaro, alias


“Zaldaña”, el Estado afirmó que “fue José Raúl Argueta Rivas quien lo
responsabilizó y al ser interrogado por la representación fiscal sobre los
hechos respondió con mentiras, las cuales fueron desvirtuadas por dicha
representación, por lo que a Romero Alfaro nunca se le incriminó la
comisión de tal hecho”.

c. Respecto de la “insistencia” de la parte demandante de la existencia de


autores intelectuales, no se ha podido comprobar nada puesto que los
señores García Prieto Giralt no aportaron la prueba necesaria para ello.
Sobre el señalamiento del General Mauricio Ernesto Vargas como
presunto autor intelectual, el mismo declaró judicialmente no ser
responsable de este hecho criminal, y por tanto el Estado afirma que con
base en tal declaración no es posible hacer imputación alguna.

d. Con las investigaciones “amplias y competentes” llevadas a cabo sobre la


muerte de Ramón Mauricio García Prieto Giralt, el Estado concluye que el
motivo para tal hecho criminal fue el robo.

e. En la época en que sucedió el hecho funcionaba en nuestro país la División


de Derechos Humanos de ONUSAL, con el propósito de verificar la
situación de los derechos humanos y a tal efecto publicaban informes
periódicos, sin embargo en el Informe XI (marzo – junio 1994) “no
aparece registrada ninguna denuncia sobre la muerte del señor Ramón
Mauricio García Prieto, aún cuando la familia tuvo la oportunidad de
transmitirle el caso”.

f. No existía fundamento para afirmar que el Estado de El Salvador violó el


derecho a la vida establecido en el Artículo 4.1 de la Convención
Americana en perjuicio de Ramón García Prieto Giralt, porque “las
personas directamente vinculadas con ese hecho eran delincuentes
comunes y el Estado, a través de las autoridades competentes, realizó las

65
debidas diligencias al investigar, procesar y condenar a los autores
materiales.”

Si bien es cierto en los procesos policiales contra José Raúl Argueta Rivas
y Julio Ismael Ortiz Díaz se demostró su “situación laboral”, ello “no
puede llevar a un convencimiento pleno, que ellos hayan actuado bajo
órdenes superiores para el cometimiento de dicho hecho y si que hayan
actuado por iniciativa propia, aprovechándose de los trabajos
desempeñados y la utilización de credenciales falsas”.

g. Con referencia a la denuncia contra el General Vargas y el señor Puente


presentada el 6 de junio de 2003, ante la Fiscalía General de la República
por el matrimonio García Prieto, la misma “no arroja indicios” sobre la
participación de los mismos como autores intelectuales.

h. El proceso judicial siguió siempre en investigación, por lo que no es cierto


que el caso ha avanzado únicamente a raíz de las peticiones de la CIDH,
como lo sostiene la parte demandante.

El Estado salvadoreño ha informado a la CIDH, respecto a la “atención


institucional esmerada y constante del caso y el curso de las diligencias
seguidas a nivel investigativo y procesal, razón por la cual puede
concluirse que se llevó a cabo una investigación exhaustiva, adecuada y
diligente, que llevó al esclarecimiento del hecho y la condena de los
responsables”.

i. El Estado salvadoreño ha protegido el derecho a la integridad física,


síquica y moral de José Mauricio García Prieto Hirlemann, Gloria Giralt
de García Prieto, su hija María de los Ángeles García Prieto de Charur, su
nuera Carmen Alicia Estrada viuda de García Prieto y de dos asesores
legales del IDHUCA al asignarles personal policial que los custodiaba y
no ha habido en ningún momento injerencia arbitraria o abusiva en su vida
privada.

La División de Protección de Personalidades Importantes de la Policía


Nacional Civil “asumió claramente su responsabilidad, enmarcada bajo las
normas éticas policiales y el trabajo del personal calificado asignado a la
protección del matrimonio García Prieto, era constantemente supervisado
y evaluado”. Hubo cambio constante del personal policial asignado a
petición del señor García Prieto Hirlemann “porque a su modo de ver
algunos no llenaban sus expectativas (….) La labor encomendada al
personal de seguridad ha sido velar por la seguridad de la familia García

66
Prieto y se tiene conocimiento que hubo algunos incidentes, pero más que
todo provocados por el señor José Mauricio García Prieto Hirlemann, por
actuaciones de prepotencia, malacrianza hacia los agentes y por tratar de
manipularlos…”

j. El matrimonio García Prieto manifiesta que “previo y después de la muerte


de su hijo [comenzaron a ser víctimas de hechos contra su seguridad
personal y patrimonial] y a continuación relatan acerca de supuestos
hechos como [observación repetida], [seguimientos y vigilancia] e
[incendios varios en plantaciones de café propiedad de la familia].

El Estado salvadoreño “lamenta que con respecto a muchos de los hechos


señalados, se quieren aparentar que tienen conectividad con el asesinato
del señor García Prieto Giralt y su utilización se ha venido manejando de
forma interesada, a efecto de crear un ambiente ante la Honorable
Comisión, para que determine la responsabilidad del Estado aún cuando
este no la tenga”.

k. Como parte del proceso de investigación se han entrevistado a 34 agentes


de la División de Protección de Personalidades Importantes, quienes “en
forma general y resumida manifiestan que en ningún momento ha estado
en peligro la vida de los denunciantes y por el contrario se puede apreciar
la existencia de elementos suficientes para establecer una manipulación de
los hechos, con el propósito de aprovecharlos para dar curso legal a su
pedimento ante la Honorable Comisión”.

VII. Consideraciones de la PDDH

A. Sobre la resolución de la PDDH del 23 de julio de 1996

A.1 Violación a la vida.

104. Debe recordarse que mediante resolución de fecha 23 de julio de 1996, esta
Procuraduría dio por establecida la violación al derecho a la vida en perjuicio de
Ramón Mauricio García Prieto Giralt, por muerte arbitraria consumada,

67
considerando que existían suficientes elementos para atribuir la responsabilidad de la
ejecución a “Grupos Armados Irregulares, cuyo actuar es del conocimiento y
tolerancia del Estado” (itálica agregada).

La acción de muerte arbitraria o extrajudicial consumada, denota la acción de un


funcionario o agente del Estado, intencional o culposa, que provoca la muerte de una
persona sin que medie la legítima defensa o el uso proporcionado de la fuerza; o de
una persona privada que actúa con el consentimiento, la ayuda o la aquiescencia de
funcionarios o agentes del Estado; ambas situaciones en ausencia de un proceso legal
real, o en presencia de un proceso simulado, o con afectación al debido proceso24.

Se entiende vulnerado, en este tipo de casos [muertes arbitrarias consumadas o


fallidas] el derecho de toda persona a no ser privada de la vida, a estar a salvo de
atentados contra su vida y a no ser amenazado de ser privado de la misma.

105. Es importante recordar, también, que en la citada resolución del 23 de julio de


1996, esta Procuraduría expresó su convicción acerca que el móvil más probable del
grave crimen que aquí nos ocupa fue la eliminación física de la víctima:

“De las características del hecho en que fue asesinado el señor RAMÓN
MAURICIO GARCÍA PRIETO GIRALT, puede establecerse claramente
que el móvil del crimen era el homicidio y no el robo, ya que la víctima no
opuso resistencia alguna a entregar el dinero, ni realizó acciones de
defensa que motivaran una agresión semejante por parte de los hechores…
así también, el sitio y momento del mismo [el homicidio] permiten deducir
que la víctima había sido objeto de algún tipo de seguimiento anterior,
siendo el caso que, además, los asesinos seleccionaron una situación en la
cual la víctima se encontraba en condiciones de extrema indefensión, pues
se conducía con su pequeño hijo en brazos. Tales elementos denotan la
existencia de una planificación y capacidad logística de parte de los
hechores, que debieron seleccionar cuidadosamente el lugar y momento
más adecuado para la perpetración y demostraron suficiente capacidad
operativa para desarrollarla sin mayores obstáculos.”

Por otra parte, esta Procuraduría señaló la probable responsabilidad en la


ejecución de Ramón García Prieto de una estructura armada ilegal, de
considerable capacidad logística y operativa:

24
Manual para la calificación de violaciones a los derechos humanos; Procuraduría para la Defensa de los
Derechos Humanos, octubre de 1997.

68
“A todas estas características operativas del asesinato, deben sumarse las
posteriores y continuas violaciones al derecho a la seguridad y privacidad
personal sufridas por la familia García Prieto, que han tenido carácter
sistemático y son producto de su persistir en la adecuada aplicación de la
justicia y el respeto de las garantías a un debido proceso legal en las
investigaciones. Tal posibilidad de acción, que supone vigilancias y
seguimientos constantes, así como la posible participación de miembros de
la Policía Nacional Civil en tales hechos violatorios, hace presumir
gravemente que la responsabilidad en el asesinato trasciende a un pequeño
“grupo operativo” aislado y que, por ende, el grupo que ejecutó el crimen
debe estar vinculado a una mayor estructura ilegal armada, con fuerte
capacidad financiera, política, operativa y logística, siendo el caso que tal
estructura en ningún momento ha sido investigada por la autoridad policial
o judicial competente, lo que redunda en una alarmante impunidad.”

Los elementos descritos, por tanto, permiten concluir que la muerte de Ramón
Mauricio García Prieto Giralt constituye una ejecución extrajudicial, realizada
presuntamente por miembros de una estructura armada ilegal.

106. La Organización de las Naciones Unidas ha enfatizado, vehemente y


reiteradamente, la importancia de la protección al derecho a la vida. En su folleto
informativo N° 11, referido a las actividades del Relator Especial de la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o
arbitrarias, se trae a cuenta lo siguiente:

“Se ha afirmado que el derecho a la vida es el más importante y fundamental


de los derechos humanos. En realidad, constituye la fuente de la que manan
todos los derechos humanos, por lo que merece el mayor de los respetos.
Al terminar la segunda guerra mundial e iniciarse el proceso de
descolonización, la comunidad internacional estableció los cimientos de la
promoción y protección de los derechos humanos con la proclamación de la
Declaración Universal de Derechos Humanos. Reconociendo la ‘dignidad
intrínseca’ y ‘los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la
familia humana’, la Asamblea General de las Naciones Unidas consagró el
derecho a la vida en el artículo 3 de la Declaración Universal, al decir que
‘todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su
persona’.
Así, la Declaración Universal constituyó, dentro de las Naciones Unidas, el
paso inicial y fundamental hacia la protección constante y creciente de los

69
derechos humanos y, en particular, el derecho a la vida. El derecho a la vida
fue ulteriormente incluido en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, cuyo artículo 6 reitera que ‘el derecho a la vida es inherente a la
persona humana’. En el mismo artículo se afirma que ‘este derecho estará
protegido por la ley’ y que ‘nadie podrá ser privado de la vida
arbitrariamente’.
Como resultado de todo ello, la promoción y protección del derecho a la vida,
garantizado en varios instrumentos internacionales, no se considera ya una
cuestión que corresponda exclusivamente a la jurisdicción interna de cada
Estado, sino una cuestión de interés internacional. Los Estados tienen la
obligación de asegurar que sus órganos respetan la vida de las personas en el
ámbito de su jurisdicción.”

En tal sentido, la Relatoría Especial de la ONU estima que las ejecuciones


extrajudiciales, arbitrarias o sumarias que deben ser objeto de examen desde su
mandato, incluyen las violaciones del derecho a la vida cometidas por las autoridades
del Estado, como la policía, las fuerzas de seguridad y las fuerzas armadas, y por
otros grupos o individuos que cooperan con el gobierno o son tolerados por éste.

Sobre tales “grupos o individuos” tolerados por los gobiernos, el folleto informativo
11 de la ONU ya citado, ha expresado lo siguiente:

“Estos grupos operan al margen de las fuerzas de policía civil y militar, pero
se consideran agentes del Estado pues con frecuencia son creados y
supervisados por las autoridades para operar en situaciones de conflictos o
disturbios internos.”

107. Los elementos enunciados permiten a esta Procuraduría ratificar la


declaratoria de afectación a la vida expresada en la resolución institucional de 1996
en el presente caso.

Por tanto, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos debe declarar
nuevamente la violación al derecho a la vida en perjuicio de Ramón Mauricio García
Prieto Giralt, por ejecución extrajudicial ocurrida el día 10 de junio de 1994, atribuida
a grupos ilegales armados que actuaron, al menos, como ya se dijo, bajo la tolerancia
o aquiescencia de autoridades policiales, siendo altamente probable además la
participación de policías activos en las actividades delictivas de dicha “estructura”.

En ese orden de ideas, la PDDH difiere de lo expresado por la señora Jueza Tercero
de Instrucción de San Salvador, licenciada Virginia Paredes de Dueñas, quien en

70
sentencia condenatoria de fecha 07 de junio de 2001 en contra de Ismael Ortíz Díaz,
por el homicidio de Ramón García Prieto Giralt, consideró que:

“(…) en cuanto al móvil que lo llevó a delinquir a juicio de la suscrita el Robo


fue una de las circunstancias que se habían mentalizado ejecutar los sujetos
que atacaron al señor GARCIA PRIETO GIRALT, entre ellos el imputado
ORTIZ DIAZ, tuvo determinante participación, por lo que es la ambición de
obtener dinero de una forma fácil, a costo y riesgo de cualquier persona, la
causa que motivó a delinquir al procesado, es decir la ambición, la codicia, por
tener más bienes de los que sus posibilidades le pueden generar, sin importarle
dañar bienes jurídicos aun de mayor trascendencia que el patrimonio mismo,
se tiene conocimiento que el imputado laboró en la extinta Comisión de
Investigación de Hechos Delictivos, una figura que precisamente desapareció
por atribuírseles muchas ilegalidades, arbitrariedades y en general violaciones
a los derechos humanos, ese antecedente laboral influyó en la conducta
delictiva e impune del procesado ya que su actuar delictivo se remonta hasta
en aquellos tiempos en que la seguridad pública estaba a cargo de la extinta
Policía Nacional.”

108. La anterior afirmación judicial, tan categóricamente formulada, omitió


indebidamente considerar diversos factores, tales como la probable pertenencia de los
autores materiales a una estructura dedicada a la eliminación de personas, presunción
ampliamente documentada en diversas investigaciones citadas en el presente informe.
También omitió tomar en cuenta que, si en gran medida este último extremo [la
responsabilidad presunta de un “escuadrón de la muerte”] no ha sido plenamente
demostrado ni desmentido, ello es en razón de graves negligencias, omisiones e,
incluso, manipulaciones ejercidas por autoridades policiales, fiscales y judiciales
responsables de la investigación, dentro de las cuales destacan negativamente las
actuaciones de funcionarios de la Comisión Investigadora de Hechos Delictivos,
transformada posteriormente en la DIC de la PNC.

En este sentido, es pertinente concluir que no es un análisis objetivo aquél que


privilegia el móvil del robo en el presente crimen, considerando el homicidio como
una circunstancia que sobrevino pero fue inesperada, pues tal interpretación conlleva
el riesgo de soslayar elementos de información relevantes que apuntan a la probable
responsabilidad de la mencionada estructura armada ilegal en el crimen. Dicha
hipótesis también soslaya la presunta implicación de miembros de la DIC y policías
nacionales en la “estructura”; así como los actos de encubrimiento efectuados desde
instancias gubernamentales en orden a mantener la impunidad de este caso y de otros
homicidios.

71
A.2 Violación a la tutela judicial efectiva e incumplimiento al deber estatal de investigar,
procesar y sancionar

109. En la citada resolución del 23 de julio de 1996 esta Procuraduría señaló graves
afectaciones en el cumplimiento al deber indelegable del Estado de investigar,
procesar y sancionar a los responsables de la violación a la vida en perjuicio de
Ramón García Prieto Giralt, atribuible tal responsabilidad a las autoridades policiales,
fiscales o judiciales que intervinieron como responsables del caso.

110. Esta Procuraduría debe recordar que los incumplimientos de mayor gravedad
en que incurrieron las autoridades policiales de la Comisión Investigadora de Hechos
Delictivos (CIHD) y posteriormente División de Investigación Criminal (DIC) de la
PNC, señalados en la citada resolución de la PDDH, son los siguientes:

a. Actuaciones ilícitas de investigadores del caso, especialmente las realizadas


por el detective Carlos Romero Alfaro. Debe tenerse, además, a los
investigadores designados formalmente como responsables de permitir y
validar las actuaciones de Romero Alfaro.

b. Uso de “fuentes confidenciales” que abrieron la posibilidad de un fraude


procesal dentro del caso.

c. Omisión de investigar debidamente el delito de falsedad material, establecido


mediante la portación de dos carnés de identidad, presuntamente falsos, por el
imputado Raúl Argueta Rivas, según los cuales era miembro de fuerzas
especiales del Estado Mayor de la Fuerza Armada salvadoreña. Si bien por
este delito fue condenado Argueta Rivas, la procedencia u origen de la
falsificación, o la probable intervención de militares en el ilícito no fue
investigada. Respecto de tal omisión investigativa, debe tenerse por
compartida la responsabilidad de las autoridades fiscales y judiciales.

d. Omisión de investigar efectivamente los actos de amenazas e intimidaciones


sufridas por la familia García Prieto Giralt, especialmente la posible comisión
de una de estas acciones por elementos de la DIC - PNC.

e. Omisión de investigar la vinculación del grupo de sicarios que cometió el


asesinato de Ramón Mauricio respecto de una estructura mayor, cuya
actuación pudiese gozar de la tolerancia o aquiescencia del Estado o, al
menos, de funcionarios de la Policía Nacional Civil.

72
La responsabilidad directa sobre tales violaciones recae sobre el detective Carlos
Romero Alfaro, quien en la práctica condujo las investigaciones del caso García
Prieto. Igualmente son responsables el instructor y secretario de actuaciones
designados por la CIHD – DIC para el caso, Marco Antonio Viana Castillo y Fermín
Sánchez López, en tanto permitieron y validaron las actuaciones de Romero Alfaro.

Debe tenerse por responsables, asimismo, a los entonces Jefes de la CIHD y DIC de la
PNC que conocieron del caso, siendo sucesivamente los Doctores José Mauricio
Paredes y Roberto Mendoza Jerez, así como al Jefe del Departamento de
Investigaciones de la CIHD - DIC, teniente José Luis Preza Rivas.

Pese a que la resolución de la PDDH del 23 de julio de 1996 fue certificada al señor
Fiscal General de la República, al Director General y al Inspector General de la
Policía Nacional Civil, así como a la Unidad Disciplinaria de la misma corporación
policial, la PDDH no recibió informe alguno que demostrase que las citadas
afectaciones al debido proceso hubiesen sido investigadas.

111. Sobre las actuaciones de la Fiscalía General de la República (FGR), respecto


de haber incumplido su deber indelegable de investigar, procesar y sancionar a los
responsables de la ejecución extrajudicial de Ramón García Prieto, de conformidad a
la resolución de la PDDH del 23 de julio de 1996, es importante destacar que tal
institución del Ministerio Público dio plena validez a las investigaciones policiales
viciadas que han sido descritas, sin promover la debida constatación sobre la
veracidad de las mismas.

Acerca de lo anterior, resulta oportuno recordar que la FGR es la institución


competente para investigar los delitos, según su mandato conferido en el artículo 193
de la Constitución de la República, en los artículos 83 y 84 del Código Procesal Penal
y en el Reglamento Relativo a la Dirección Funcional del Fiscal General de la
República en la Policía Nacional Civil.

Específicamente el artículo 193, numerales 2 y 3 de la Constitución, otorga a la FGR


el rol de promover, de oficio o a petición de parte, la acción de la justicia en defensa
de la legalidad; de igual forma, le corresponde dirigir la investigación del delito, sin
perjuicio de la autonomía del juez en la investigación de los hechos sometidos a su
conocimiento.

112. Si bien el ejercicio de la “dirección funcional” de la FGR al momento de la


ejecución extrajudicial de Ramón García Prieto estaba comprendido como parte de su
mandato constitucional y se encontraba reglamentado; el mismo no fue ejercido de
forma periódica y sistemática sino hasta la entrada en vigencia de la actual legislación

73
procesal penal (1998), en la cual se le otorgó a la FGR, expresamente el monopolio
del inicio de la acción penal y de las primeras diligencias de investigación.

No obstante lo anterior, tal modernización de la legislación procesal penal en 1998, no


es un justificativo para que la instancia fiscal actuase con extrema pasividad y
tolerancia, otorgando confiabilidad a investigaciones policiales que, a simple vista,
presentaban claras afectaciones al debido proceso y utilizaban como evidencia
categórica, información que no era verificable (tal es el caso de la derivada de
“fuentes confidenciales”).

Similar responsabilidad debe deducirse para la autoridad fiscal, de cara a aquellas


informaciones que podrían haber llevado a una mayor profundidad en las
investigaciones o a una mayor efectividad en sus resultados, ante las cuales la FGR
omitió promover las diligencias pertinentes (como en el caso de los carnés
presuntamente falsos portados por Argueta Rivas al momento de su detención).

113. Por otra parte, debe tomarse en cuenta que la FGR formalizó su participación en la
investigación designando fiscales específicos para el caso García Prieto. No obstante,
dichos fiscales evitaron ejercer la “dirección funcional” de la investigación
eficientemente; lo anterior puede concluirse en razón que, a pesar de mostrarse parte
en el juicio, los agentes fiscales que lo hicieron intervinieron únicamente para requerir
diligencias que habían perdido su relevancia o que eran de menor importancia.
Obviamente, dichos agentes fiscales nunca promovieron investigaciones tendentes a
investigar la probable implicación de una estructura armada ilegal en el crimen.

114. Esta Procuraduría expresa su preocupación por cuanto la extrema pasividad fiscal
para intervenir en las investigaciones, contribuyeron a la impunidad de los autores
materiales e intelectuales de la ejecución extrajudicial de Ramón García Prieto.

De conformidad a la resolución de esta Procuraduría, dictada el 23 de julio de 1996,


debe tenerse como responsables del incumplimiento al deber del estado de investigar
procesar y sancionar, así como de afectación al derecho de acceso a la justicia y a la
verdad en perjuicio de la familia García Prieto Giralt, al entonces Fiscal General de la
República, doctor Romero Melara Granillo, así como a los agentes fiscales
específicos que han sido mencionados supra.

El actual Fiscal General de la República, licenciado Belisario Amadeo Artiga, se


encuentra en la obligación de establecer las responsabilidades en que hayan incurrido
tales funcionarios, por las afectaciones al debido proceso legal aquí aludidas.

74
115. Sobre la actuación de funcionarios judiciales y su incumplimiento al deber
indelegable del Estado de investigar, procesar y sancionar a los responsables de la
ejecución extrajudicial de Ramón García Prieto, es pertinente mencionar que pese a
que la resolución de esta Procuraduría fue certificada oportunamente a la Corte
Suprema de Justicia, al Consejo Nacional de la Judicatura y a la Comisión sobre la
Aplicación de la Ley de la Carrera Judicial, la PDDH no recibió informe alguno que
diese cuenta de eventuales investigaciones respecto de la responsabilidad en que
incurrió en este caso concreto el entonces Juez Quinto de lo Penal de San Salvador,
doctor Andrés Pineda Chicas, quien al igual que la FGR legitimó judicialmente las
investigaciones policiales irregulares de la CIHD-DIC y omitió confirmar la
veracidad de las mismas, entre otras graves afectaciones al debido proceso.

Tampoco esta Procuraduría recibió informe acerca del incumplimiento reiterado de la


Ley de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos por parte del juez
Pineda Chicas, pues dicho juzgador omitió rendir los informes requeridos en su
oportunidad por esta Institución.

En igual manera, la Corte Suprema de Justicia jamás informó a la PDDH sobre alguna
investigación con relación a la responsabilidad de la entonces señora Jueza Décimo
Quinta de Paz de San Salvador, licenciada Nora Montoya, a causa de la retardación en
la práctica de una inmediata inspección en la escena del crimen, lo que pudo haber
ocasionado pérdida de evidencias materiales.

Lo anterior permite a esta Procuraduría presumir que las afectaciones al debido


proceso ocasionadas por las referidas actuaciones judiciales, permanecen en
impunidad hasta la fecha.

116. Respecto al caso de la Jueza Décimo Quinta de Paz, obviamente su omisión de


practicar oportunamente la inspección en el lugar de los hechos no es justificable, ni
siquiera por las razones invocadas por la misma funcionaria, quien hiciera constar en
el proceso respectivo que, tal omisión, tenía como finalidad esperar a “recabar más
prueba al respecto, para presentarse al lugar de los hechos, con suficientes elementos
de juicio que permitan la realización de una investigación fructífera en las
investigaciones, y así si se diera el caso ordenar posteriormente una reconstrucción de
los hechos que den más luz a la investigación (…)”25.

No obstante lo anterior, es pertinente traer a cuenta que, tanto la omisión de


inspecciones oportunas en el lugar de los hechos e incluso la no realización de las
mismas, fue una deficiencia común en la administración de justicia de la época y lo

25
Resolución judicial de fecha 28 de junio de 1994, Folio 19.

75
sigue siendo en la actualidad. En efecto, tales errores judiciales se producían
sistemáticamente, en el contexto del proceso penal anterior a la reforma de 1998; tal
sistema penal – procesal penal era de corte inquisitivo y privilegiaba la figura de un
juez a la vez “investigador” y “juzgador”, lo que redundaba en graves deficiencias
investigativas.

Debido a ello, si bien la omisión judicial de promover una inspección ocular


inmediata en el lugar de los hechos reviste gravedad, debe tenerse la responsabilidad
de la jueza, a criterio de esta Procuraduría, delimitada a esa omisión en concreto
únicamente.

Tal aclaración es oportuna, a efectos de diferenciar la responsabilidad de la Jueza


Décimo Quinta de Paz, respecto de la responsabilidad por violaciones al debido
proceso en que incurrió el Juez Quinto de lo Penal, doctor Andrés Pineda Chicas,
quien sistemáticamente afectó el debido proceso en el caso, mediante reiteradas
irregularidades que incluyeron violaciones a la ley de la PDDH, favoreciendo con ello
la situación de impunidad imperante que ha sido descrita en el presente informe, de
forma evidentemente deliberada.

A.3 Incumplimiento de las recomendaciones dictadas por la PDDH

117. Resulta evidente para esta Procuraduría, en virtud de todo lo expuesto, que han
sido incumplidas las recomendaciones dictadas en su resolución del 23 de julio de
1996, sobre todo aquellas recomendaciones referidas al adecuado cumplimiento del
deber estatal de investigar, procesar y sancionar a los autores materiales e
intelectuales de la ejecución extrajudicial de Ramón García Prieto y de los actos de
coacción e intimidación en perjuicio de los familiares de la víctima.

También ha sido incumplida la obligación estatal de investigar las responsabilidades


de funcionarios policiales, fiscales o judiciales que fuesen responsables de violaciones
al derecho a un debido proceso en el presente caso, los cuales han sido mencionados,
vulnerándose con ello el derecho de acceso a la justicia y a la tutela judicial efectiva
de los miembros de la familia García Prieto Giralt.

118. Con especial énfasis debe señalarse que se ha incumplido por el Estado
salvadoreño, la recomendación de fondo dictada por la PDDH en la resolución de
1996, la cual literalmente dice:

“Siendo que hasta la fecha las investigaciones policiales y judiciales no señalan


con exactitud a los autores intelectuales de la ejecución arbitraria del señor Ramón

76
Mauricio García Prieto y a los responsables de las coacciones e intimidaciones de
la familia de la víctima, por la forma poco diligente con que se ha procedido,
acarrea la responsabilidad del Estado por incumplimiento del deber de garantía en
la investigación de violaciones a derechos humanos; por lo que se recomienda a
los Órganos Auxiliares de la Administración de Justicia y al Órgano Judicial,
conducir las investigaciones con seriedad y en estricto cumplimiento de la
Constitución, tratados internacionales y leyes, en lo relativo a los derechos
humanos. Asimismo, se les recuerda a dichas autoridades, que la responsabilidad
de investigar por parte del Estado, debe asumirse en cualquier caso con eficiencia,
como un deber jurídico propio y especialmente cuando se presume la
participación delincuencial de grupos armados irregulares, cuyas características
delictivas, conforme al patrón histórico en nuestro país, están encaminadas
precisamente a ocultar a los autores intelectuales y configurar situaciones de
impunidad.”

Claro está que, como ha reconocido la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la


de investigar es una obligación estatal de medio o comportamiento, que no es
incumplida por el mero hecho que la investigación no arroje un resultado
satisfactorio. Sin embargo, como la misma Corte Interamericana ha señalado, la
investigación de violaciones a los derechos humanos “debe emprenderse con seriedad
y no como una simple formalidad condenada de antemano a ser infructuosa. Debe
tener un sentido y ser asumida por el Estado como un deber jurídico propio y no como
una simple gestión de intereses particulares, que dependa de la iniciativa procesal de
la víctima o de sus familiares o de la aportación privada de elementos probatorios, sin
que la autoridad pública busque efectivamente la verdad. Esta apreciación es válida
cualquiera sea el agente al cual pueda eventualmente atribuirse la violación, aun los
particulares, pues, si sus hechos no son investigados con seriedad, resultarían, en
cierto modo, auxiliados por el poder público, lo que comprometería la responsabilidad
internacional del Estado”26.

119. El incumplimiento a las recomendaciones efectuadas supone una vulneración del


derecho de los familiares de Ramón Mauricio García Prieto Giralt, a ser protegidos en
la conservación y defensa de sus derechos (art. 2 de la Constitución); igualmente,
tales personas han visto violentados sus derechos a las garantías judiciales y a la
tutela judicial efectiva (artículos 8.1 y 25 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos). Por su parte, el Estado salvadoreño con tal actuación, ha
incumplido su deber indelegable de investigar y sancionar (art. 1.1 de la Convención
Americana y 2.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos);
violaciones a derechos fundamentales que, como se ha relatado en el presente
informe, persisten en la actualidad.

26
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Velásquez Rodríguez, párrafo 177, 1988

77
En virtud de lo anterior, es necesario para esta Procuraduría reiterar los términos de la
resolución dictada el día 23 de julio de 1996, relativa al caso de la ejecución
extrajudicial de Ramón Mauricio García Prieto Giralt, especialmente en lo
concerniente a aquellas recomendaciones que promueven el pleno acceso a la verdad
y a la justicia para la familia García Prieto Giralt.

En tal sentido, el Estado salvadoreño aún continúa, en la actualidad, sin cumplir su


obligación de dar efectivo cumplimiento a las recomendaciones de la PDDH
contenidas en la resolución SS-0725-95, de fecha 23 de julio de 1996 y que han sido
detalladas en los apartados anteriores.

B. Sobre la responsabilidad de una estructura armada o “escuadrón de la muerte”


en las ejecuciones extrajudiciales de Ramón García Prieto y de otras personas.

B.1 Las investigaciones de ONUSAL

120. Es oportuno destacar que los reportes de investigación de la ONUSAL remitidos a


esta Procuraduría, en agosto de 1995, fueron producidos por una instancia
internacional e independiente, cuya misión fue ejercida en el contexto de los
Acuerdos de Paz suscritos por el Gobierno de El Salvador y el FMLN27.

Si bien los documentos citados no constituyen informes oficiales de la Misión de la


ONU en El Salvador, no debemos olvidar que los mismos fueron remitidos a esta
Procuraduría por vía oficial, como se ha relacionado supra; por tanto, para esta
Procuraduría la información en ellos contenida se encuentra investida de la seriedad y
credibilidad que caracterizaron las gestiones de dicha Misión en El Salvador.

Además, un valor excepcional de tales informes, lo constituye el hecho que


MINUSAL, durante el ejercicio de su mandato, gozó de amplia credibilidad entre la
población salvadoreña, lo que le permitió a sus oficiales obtener el acceso a
declaraciones e informaciones que hubiesen sido de muy difícil acceso a otras
instancias de investigación.

27
La Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL), verificó ampliamente el
seguimiento a los Acuerdos de Paz en El Salvador hasta finales de abril de 1995. Posteriormente, a
solicitud del Secretario General de la ONU y con anuencia de la partes suscriptoras, se conformó un equipo
de buenos oficios y seguimiento a la agenda pendiente de los Acuerdos, de menores dimensiones, la cual se
denominó Misión de Naciones Unidas en El Salvador (MINUSAL), que prolongaría su mandato hasta abril
de 1996, dando continuidad a la misma la Oficina de Naciones Unidas para la Verificación (ONUV) hasta
el mes de diciembre del mismo año.

78
Sin perjuicio que diferentes puntos de vista o diversas experiencias permitan señalar
aciertos y desaciertos en la labor verificadora de la ONU en El Salvador (por otra
parte una experiencia inédita); no se puede dejar de admitir que dicha Misión aportó
una labor de gran valía en el establecimiento de la Paz en El Salvador, a lo cual debe
sumarse la probada independencia y profesionalismo que demostraron muchos de sus
funcionarios.

121. Las investigaciones de la Oficina Regional de San Salvador (ORSS) de la


ONUSAL establecieron seriamente la presunción que los autores del homicidio de
Ramón García Prieto coincidían con los autores de la ejecución extrajudicial del
dirigente del FMLN Darol Francisco Velis, ocurrida esta última en octubre de 1993.

En concreto, dichas investigaciones documentaron la presunta responsabilidad de dos


policías conocidos como “Zaldaña” y “René Díaz Ortiz” en ambas ejecuciones;
además, que estas personas formaban parte de un grupo organizado integrado por
miembros de la DIC de la PNC, ex policiales nacionales y personas civiles28.

122. Las investigaciones de la ORSS registraron preocupación sobre la confiabilidad


del trabajo policial desarrollado por la CIHD-DIC en el caso García Prieto, muy
especialmente por el uso de “fuentes confidenciales”, cuyos datos presuntamente
aportados no fueron investigados en aspectos relevantes ni en su totalidad.

Por ejemplo, llamó la atención de la ORSS que los imputados Raúl Argueta Rivas y
Pedro José Sánchez Guerrero, fuesen detenidos sobre la base de “fuentes
confidenciales”, presentándolos como peligrosos criminales que formaban parte de
bandas delincuenciales bien organizadas; sin embargo, fuera de la imputación, la DIC
no realizó acciones efectivas para investigar hechos delictivos de las supuestas
bandas, ni la participación de los imputados y otros presuntos miembros en diversos
crímenes que se les atribuían.

Especial preocupación causó a la ORSS el caso del imputado Pedro José Sánchez,
posteriormente absuelto del crimen, en tanto el propio Jefe de la DIC, doctor Roberto
Mendoza Jerez29, adujo que el mismo no era detenido prontamente debido a que se

28
Como fue citado supra, una evaluación contenida en la documentación remitida, señala sobre la
participación de estas personas lo siguiente: “verificada [la información] oportunamente con diferentes
testigos va perfilando con el transcurso de estos tres meses la autenticidad de dicha información, existiendo
una muy probable implicación de personas vinculadas a la División de Investigación Criminal de la PNC
que en unión de otras civiles, algunas de ellas ex policías nacionales hubieran participado directa e
indirectamente en los asesinatos [de Velis y García Prieto] y posiblemente en otros hechos delictivos”.
29
El Doctor Roberto Mendoza Jerez, al momento del homicidio de Ramón García Prieto se desempeñaba
como asesor de la DIC y, siendo persona conocida por la familia García Prieto tuvo acceso a las
investigaciones con antelación a su nombramiento como Jefe de dicha División. Su conocimiento,

79
movilizaba “con escoltas fuertemente armados” y que estaban involucrados tales
sujetos en un asalto a la empresa Gigante Express; siendo el caso, no obstante, que la
DIC no promovió la detención de los restantes sujetos armados, ni promovió
indagaciones sobre la responsabilidad de los mismos en el asalto a la citada empresa.

En similares términos expresó su preocupación la ORSS sobre la cancelación, por


parte del doctor Mendoza Jerez, de un operativo encubierto en que se identificaría y
daría seguimiento a una persona que ofreció aportar datos sobre un robo importante y
sobre la muerte de Ramón García Prieto (Capítulo III, numeral 32 del presente
informe).

123. De acuerdo a las informaciones registradas en los reportes de la ORSS, el Jefe de


la DIC y sus investigadores habrían omitido diligencias propias de sus funciones, las
cuales hubiesen conducido a una más efectiva investigación de las “bandas
delincuenciales” a las que presuntamente pertenecían los imputados; por el contrario,
tales funcionarios policiales denotaban interés por restringir el caso tan sólo a la
participación de éstos en el homicidio de Ramón García Prieto.

La presunción dicha se ve agravada, en razón que las investigaciones de la DIC, tal


como lo registró la ORSS y verificó posteriormente la PDDH, fueron detenidas una
vez se contó “con un culpable”, como si tal circunstancia fuera un justificante para
cerrar el caso; constituyendo esta actitud (la de suspender las investigaciones), una
constante reiterada tras las detenciones de Raúl Argueta Rivas y Pedro Sánchez
Guerrero en 1994 y tras la detención de Ismael Ortiz Díaz en 1998.

De tal forma, las autoridades policiales parecen haber estado más interesadas en
“cerrar el caso” presentando uno o dos culpables, que en investigar estructuras
criminales armadas de peligrosidad, lo cual pudo haber favorecido la impunidad de
los restantes involucrados en el homicidio de Ramón García Prieto, quienes pudieron,
además, estar implicados en otros delitos graves.

124. A juicio de esta Procuraduría, son de tal gravedad las omisiones de investigación
policial constatadas por la ORSS de la ONUSAL, que las mismas permiten a esta
Procuraduría presumir que existió tolerancia de las autoridades de la DIC, respecto
del actuar de las estructuras armadas ilegales a las cuales habrían pertenecido los
imputados o que, al menos, la DIC señaló a grupos delincuenciales no vinculados a
este crimen específico, con el fin de encubrir a otras personas implicadas en la
ejecución de Ramón García Prieto.

tolerancia y participación en las irregularidades que ocurrieron durante la investigación, provocaron el


rechazo de la familia García Prieto Giralt respecto de sus actuaciones y omisiones. De hecho, tales
irregularidades fueron denunciadas por la familia García Prieto y, como aquí se consigna, registradas en
informes de investigación de la ONUSAL.

80
B.2 La impunidad respecto de las ejecuciones arbitrarias en el post conflicto salvadoreño
(caso ilustrativo: Darol Francisco Velis)

125. El caso de la ejecución extrajudicial de Darol Francisco Velis reveló la existencia


de un grupo ilegal armado que contaba con participación y apoyo de miembros de la
Comisión Investigadora de Hechos Delictivos (CIHD), convertida posteriormente en
la División de Investigación Criminal (DIC) de la PNC30.

Las investigaciones de la ONUSAL y el desarrollo del proceso judicial en el caso


Velis, demostraron la existencia de esta estructura armada ilegal y la vinculación de la
CIHD-DIC de la PNC en la misma. Tales investigaciones [de la ONUSAL], además
de las propias desarrolladas por esta Procuraduría en 1998, han demostrado también la
actuación ilícita de la citada Comisión para encubrir el homicidio de Velis.

126. Como fue expuesto en el Capítulo III, numerales 44 y siguientes del presente
informe, la ORSS de la ONUSAL concluyó una posible participación del detective de
la DIC conocido como “Zaldaña” y del presunto sargento de la Policía Nacional
“René Díaz Ortiz”, en complicidad con al menos dos personas más, en la ejecución
extrajudicial de Francisco Velis. “Zaldaña” resultaría ser el detective de la CIHD-
DIC, Carlos Romero Alfaro.

Tales imputaciones son las que han permitido inferir que, muy probablemente, la
estructura armada ilegal que realizó el crimen de Francisco Velis haya perpetrado, a
su vez, el homicidio de Ramón García Prieto.

De hecho, es el principal implicado en el homicidio de Velis [Romero Alfaro], quien


dirigió indebidamente las investigaciones del caso García Prieto; por otra parte, el
segundo imputado condenado por la ejecución de García Prieto sería uno de los
homicidas de Velis, identificado como “el sargento René Díaz Ortíz”, pseudónimo
que habría utilizado el ex policía nacional Ismael Ortiz Díaz.

Así también, el primero de los condenados por el asesinato de Ramón García Prieto
[Argueta Rivas], como se ha reiterado, intervino en las investigaciones del asesinato
de Velis, ganando la confianza de la testigo principal ante quien se identifico como

30
Tal como ha sido relacionado, el traslado de personal de la CIHD a la DIC se efectuó pese a los graves
antecedentes de dicha Comisión en la perpetración de fraudes procesales (ver caso Masacre de la UCA -
1989-, ya citado). Asimismo, consultar el “Informe sobre las irregularidades de la PNC y el funcionamiento
de la ANSP presentado por ONUSAL el 15 de julio de 1994 en cumplimiento del acuerdo complementario
del día 19 de mayo de 1994; edición de Naciones Unidas sobre la ejecución de los Acuerdos de Paz en El
Salvador, capítulo X.

81
policía y trasladando la información a la propia CIHD. Argueta atribuyó
posteriormente a Carlos Romero Alfaro y René Díaz Ortiz, participación en el
homicidio de Ramón Mauricio García Prieto.

127. Por otra parte, las evidencias judiciales que la misma estructura armada ilegal
intervino en los atentados contra la vida de la diputada María Marta Valladares (Nidia
Díaz) en los meses de febrero y mayo de 1994, han llevado a la presunción que este
grupo operativo se dedicaba en forma sistemática a realizar ejecuciones
extrajudiciales de personas. De hecho ambos atentados fueron investigados en la
misma causa judicial, dada su vinculación.

La posible coincidencia de autores en los tres casos parece conducir no sólo a


personas que delinquen y a quienes una ineficaz justicia no puede perseguir, sino
también al posible uso de estructuras estatales (como la CIHD), para ejecutar ilícitos y
garantizar impunidad sobre los mismos, aún cuando tales actos u omisiones hubiesen
servido al aberrante propósito de la eliminación física de personas.

Por tanto, la impunidad que signó los casos del dirigente Velis y la diputada Díaz,
resulta de particular importancia para explicar la impunidad consiguiente en el
homicidio de Ramón García Prieto.

B.3 La tolerancia y probable participación de la CIHD-DIC en la ejecución


extrajudicial de Francisco Velis

128. Esta Procuraduría considera que existen indicios contundentes respecto a que la
ejecución extrajudicial de Darol Francisco Velis Castellanos, ocurrida el 25 de
octubre de 1993, fue realizada por una estructura ilegal armada, la cual actuando
como un “escuadrón de la muerte” perpetró el homicidio con fines políticos.

Al respecto, deben ser atentidas las presunciones de la ORSS de ONUSAL, en el


sentido que dicha estructura armada ilegal estaría conformada por miembros de la
DIC y ex policías nacionales, además de personas civiles. No debe olvidarse que fue
demostrada judicialmente la participación en la ejecución de Velis del investigador
Carlos Romero Alfaro, miembro de la División de Investigación Criminal.

Dicha estructura armada ilegal, según las investigaciones judiciales y extrajudiciales


que han sido citadas, se involucró en la eliminación física de personas por
motivaciones políticas, aunque, como resulta obvio, las personas identificadas como
partícipes de estos crímenes debieron pertenecer al “último eslabón” operativo en la

82
cadena de tal violencia sistemática, fuere directamente como sicarios o brindando
apoyo a los mismos.

Es altamente probable, también, que esta estructura ilegal armada hubiese participado
en una serie de atentados que tuvieron como objetivo la ejecución extrajudicial de
miembros de la alta dirigencia del “Partido Revolucionario de los Trabajadores
Centroamericanos” (PRTC), organización integrante del FMLN. La información
judicializada refiere la participación de esta estructura al menos en los casos del
homicidio de Velis y los atentados a Díaz.

Efectivamente, durante un período de pocos meses, la alta dirigencia del PRTC sufrió
una cadena de atentados: Francisco Velis fue ejecutado extrajudicialmente en octubre
de 1993; Mario López Alvarenga fue asesinado a pocos metros de la casa de su
madre, en la ciudad de San Salvador, en diciembre del mismo año31; también en
diciembre de 1993, el Presidente de República, Alfredo Cristiani, ordenó súbitamente
un incrementó en la seguridad del máximo líder del PRTC, Francisco Jovel, en virtud
de un atentado inminente32. Durante los meses de febrero y mayo de 1994, como se ha
relatado, se produjeron las tentativas de ejecución extrajudicial de la diputada Nidia
Díaz. Todos los afectados eran fundadores del PRTC – FMLN.

129. Otro factor de relevancia, como se expondrá a continuación, lo constituye la


conducción fraudulenta de las investigaciones policiales por parte de la CIHD - DIC,
en orden a encubrir la posible participación de miembros de la propia CIHD en
crímenes atribuidos a la “estructura”. Esta circunstancia permite concluir, como será
evidente, que existió tolerancia y colaboración de agentes estatales respecto de las
actuaciones delictivas del grupo armado implicado en los crímenes aludidos en este
informe33.

31
El caso de Mario López Alvarenga fue incluido por el Grupo Conjunto en el sumario de casos respecto
de los cuales consideró necesaria una mayor profundización de las investigaciones por parte de los órganos
competentes del Estado, a fin de establecer la presunta motivación política de su perpetración, ya que las
investigaciones propias del Grupo no resultaban suficientes para afirmar o desmentir categóricamente tal
motivación.
32
Entrevista con la diputada del Parlamento Centroamericano María Marta Concepción Valladares,
conocida como Nidia Díaz, de fecha 22 de abril de 2004.
33
Un ejemplo de esta situación lo constituye el hecho que el investigador policial del caso Velis, Edgar
Guzmán Urquilla, habría recibido información de Raúl Argueta Rivas en relación a la participación de
“Zaldaña” y “René Díaz Ortiz”, siendo el caso que ocultó tal información relevante, sin proceder a realizar
las investigaciones necesarias.

83
B.4 Las investigaciones fraudulentas de la CIHD-DIC en el caso Velis (colaboración
estatal para encubrir el crimen).

130. Las investigaciones policiales del caso Velis, son un ejemplo de la colaboración
del Estado salvadoreño en orden a favorecer la impunidad de la estructura criminal
implicada. En efecto, la información verificada por la PDDH (resolución SS-1968-93,
ya citada), demostró un claro “encubrimiento” de la CIHD-DIC para favorecer a los
responsables del homicidio de Velis.

De conformidad a dicha resolución de esta Procuraduría, las más graves afectaciones


al debido proceso durante la investigación en el caso, fueron las siguientes:

a. Se produjo un manejo negligente de la escena del crimen por parte de la policía,


pues la misma no fue protegida. Existieron contradicciones entre las
características de las evidencias dactilares constatadas por ONUSAL y las
descritas en los informes dactiloscópicos policiales de la CIHD.

b. Al menos uno de los testigos principales del homicidio recibió “presiones” y


coacción por parte de miembros de la CIHD; es probable que los testigos hayan
sido inducidos, dado que la información proporcionada por los mismos es disímil
e incoherente en diversos aspectos de la descripción del homicidio34.

c. Los investigadores de la CIHD responsables del caso Velis, simularon una


diligencia policial en el Departamento de Santa Ana, la cual fue realizada
verdaderamente por otro equipo investigador que trabajaba en el caso de los
atentados a la diputada Nidia Díaz. El acta de la diligencia, en la cual se
identificaba a un grupo de detenidos por una tentativa de robo, fue transcrita
literalmente por los investigadores del caso Velis –Guzmán Urquilla y Díaz
Ramos- simulando que éstos la habían realizado.

34
Al respecto, en su resolución SS-1968-93, dictada en el mes de marzo de 1998, esta Procuraduría señaló:
“Por sí mismo, el origen de las contradicciones que rodean a los reconocimientos no podría explicarse más
que hipotéticamente, si no existiera información fidedigna que deja en evidencia la afectación psicológica
de los testigos por parte de los investigadores de la CIHD. En este contexto debe entenderse el hecho que al
ser entrevistados por esta Procuraduría, los testigos presenciales en su mayoría dijeron no recordar las
diligencias que efectuaron, ni siquiera aquellas en las que reconocieron positivamente a imputados, fuere en
fotografía o en persona; además no pudieron explicar las contradicciones emanadas de sus descripciones
(…) La preocupación es mayor, en cuanto se ha relacionado información acerca que se vio expuesta la
seguridad de los testigos en las ruedas de reos ordenadas por el juez Dr. Daniel González Romero y las
coacciones sufridas por uno de los testigos, a quien se aisló e incomunicó por varias semanas, llegándose al
extremo de amenazarle con involucrarlo en el crimen y ofrecerle dinero por parte de los investigadores del
caso.”

84
Dicha simulación les permitió a los investigadores mostrar fotos de los detenidos
en Santa Ana a los testigos presenciales del caso Velis, obteniendo las
identificaciones positivas de Arnoldo Martín Martínez y del “soldado fallecido”
Carlos Arturo Zaldaña Ayala.

d. Los investigadores de la CIHD-DIC identificaron al asesino de Francisco Velis


como Carlos Arturo Zaldaña Ayala, quien en realidad fue un soldado fallecido en
el año de 1982, once años antes que Velis muriera. Diversos jueces que
conocieron del caso como titulares del Juzgado Segundo de lo Penal de San
Salvador, fueron responsables de dar valor procesal a este fraude, pues no
realizaron las mínimas diligencias de verificación sobre las investigaciones de la
CIHD. Uno de tales jueces fue el doctor Andrés Pineda Chicas (quien conoció del
caso de Ramón García Prieto como Juez Quinto de lo Penal).

e. El Juez Daniel González Romero, Segundo de lo Penal de San Salvador, se negó a


realizar una reconstrucción en el lugar de los hechos; además, omitió promover
una confrontación de testigos presenciales del crimen, la cual resultaba necesaria
para esclarecer las aparentes contradicciones entre los mismos, entre otras graves
negligencias, como la de verificar las investigaciones policiales irregulares que se
han descrito y la atribución del homicidio a un fallecido. Otros jueces que
conocieron del caso tendrían similar responsabilidad, incluyendo al juez Andrés
Pineda Chicas, como ya se dijo.

131. Esta Procuraduría estima oportuno destacar que la participación de policías en la


ejecución extrajudicial de Francisco Velis, fue un hecho establecido procesalmente
sólo debido a la intervención oportuna de la ONUSAL, instancia que realizó
indagaciones independientes y favoreció la comparecencia de testigos en condiciones
mínimas de seguridad.

132. Por tanto, la participación de agentes estatales en los crímenes que nos ocupan no
fue establecida, en modo alguno, como resultado de una investigación seria y efectiva
del Estado, en ejercicio de su deber indelegable de investigar estos delitos. Por el
contrario, el Estado salvadoreño más bien actuó con extrema pasividad y tolerancia e,
incluso, en el caso de la CIHD-DIC, con acciones ilícitas de encubrimiento, siendo de
tal magnitud tales irregularidades, que difícilmente las mismas hubiesen tenido lugar
sin la aquiescencia y permisividad de las Jefaturas de la Comisión Investigadora.

Sobre este punto, ilustrativo resulta el ejemplo de la comparecencia fallida de la


testigo Juana Henríquez, a fin de efectuar el reconocimiento de los imputados Romero

85
Alfaro y Martín Martínez en sede judicial; tal comparecencia no llegó a producirse, a
causa de la negligencia de las autoridades fiscales y judiciales35.

B.5 La fuga de Carlos Romero Alfaro.

133. La controversial fuga de Carlos Romero Alfaro, contra quien se giró orden de
detención judicial en 1995, trajo serias dudas con relación a que existió interés de
diversos funcionarios por evitar la detención o facilitar su fuga.

De hecho, el juez de la causa, quien ordenó la detención desde el 16 de marzo de


1995, fue informado de la fuga de Romero hasta el día 25 de abril del mismo año.
Con antelación, desde la primera semana de marzo de 1995, el asesor jurídico de la
PNC, Romeo Benjamín Barahona, así como los fiscales designados al caso, Miguel
Guerra Quevedo y Juan Miguel Juárez, se habían opuesto a la detención
administrativa de Romero Alfaro.

Por su parte, el entonces Jefe de la División de Seguridad Pública de la PNC,


Subcomisionado Elías Julián Belloso, tuvo en sus manos la orden judicial de
detención desde el día 20 de marzo de 1995, pero la remitió materialmente a la DIC
hasta el día 22 del mismo mes. El día 20, Romero Alfaro se habría presentado a las
instalaciones de la DIC y retirado de la misma sin contratiempos. Belloso adujo que
notificó verbalmente al jefe de la DIC, Roberto Mendoza Jérez, sobre la orden de
detención, desde el mismo día 20 de marzo; Mendoza lo negó. El Director General de
la PNC en ese entonces, Ing. Rodrigo Ávila, expresó públicamente que el Dr.
Mendoza tuvo conocimiento de la orden judicial oportunamente.

La Fiscalía General de la República realizó una investigación sobre la fuga de


Romero Alfaro, atendiendo denuncia interpuesta por dirigentes del FMLN, llegando a
la conclusión que ninguno de los funcionarios mencionados tuvo responsabilidad
alguna en el incidente. La PDDH objetó que tal investigación fiscal fue deficiente36.

35
Al respecto, en la resolución de esta Procuraduría supra citada, relativa al caso Velis, se ha expresado:
“Similar importancia reviste la situación de la testigo Juana del Carmen Henríquez Rivas, quien no fue
requerida con la celeridad que ameritaba el caso, para concluir las diferentes diligencias derivadas de su
declaración, siendo que las mismas no llegaron a realizarse por desconocerse el paradero de la testigo. La
responsabilidad de esta omisión recaería en los Drs. Daniel González Romero y Hermógenes Fuentes, el
segundo amonestado por la Cámara Segunda de lo Penal de la Primera Sección del Centro en razón de no
haber agotado los medios de localización de la testigo. Sobre el particular, la suscrita [Procuradora Para la
Defensa de los Derechos Humanos] desea hacer notar que la declaración de la señora Henríquez ponía en
grave riesgo su seguridad personal, lo que hacía más urgente la actuación judicial oportuna.”
36
Ver resolución PDDH SS-1968-93, dictada el 20 de marzo de 1998, ya citada.

86
No debe olvidarse que, ante la inminente detención de Carlos Romero Alfaro,
miembros de la CIHD-DIC se presentaron al Juzgado Segundo de lo Penal de San
Salvador, pretendiendo acceso indebido a las diligencias judiciales; asimismo, que
miembros de la misma Unidad realizaron seguimientos intimidatorios en un vehículo
oficial en contra del equipo policial responsable de la identificación y detención de
Romero Alfaro.

Las circunstancias anteriores motivan a esta Procuraduría a expresar su preocupación,


en el sentido que la fuga de Carlos Romero Alfaro se produjo a causa de, al menos,
reiteradas negligencias de importantes jefaturas policiales, circunstancia que refuerza
la hipótesis de una actitud de tolerancia o encubrimiento de los miembros de la
estructura armada implicada, por parte de funcionarios policiales.

B.6 La imputación en contra de otros miembros de la DIC (ex CIHD).

134. También debe tenerse en cuenta la relevancia que cobró en el caso Velis la
intervención del testigo Joaquín Paredes, quien declaró en sede policial y judicial
haberse desempeñado como “informante” de la DIC (ex CIHD).

Paredes afirmó ser testigo de una reunión, en la misma sede de la DIC (ex CIHD), en
la cual se planificaba el homicidio de Francisco Velis, realizando tal actividad los
detectives Carlos Romero Alfaro (alias “Zaldaña”), el investigador Díaz Ramos (alias
“Perica”), el investigador de apellidos Flores Guardado (alias “Flash”) y el motorista
de nombre Gilberto, conocido como “Weiser”. Aseguró que la participación de tales
miembros de la PNC en el homicidio le fue reconocida por Díaz Ramos con
posterioridad.

Únicamente se concretó la detención de José Gonzalo Flores Guardado, quien fuera el


investigador del caso Grimaldi Burgos [en el que participó “el informante” Arnoldo
Martín Martínez y fue ejecutado el presunto sicario de Grimaldi]. Tal como se dijo
supra, los imputados fueron sobreseídos luego de cuatro años, en vista de contarse
únicamente con la declaración de Paredes en su contra.

Al respecto, esta Procuraduría estima que la decisión judicial de sobreseer, aplicando


el principio indubio pro reo, es legalmente correcta; no obstante, destaca que la
“duda” en este caso, es consecuencia directa de la indolencia y falta de interés estatal
por investigar las actividades y organización de la presunta estructura criminal que se
vio implicada en las ejecuciones extrajudiciales que aquí nos ocupan.

87
Esta afectación al deber indelegable del estado de investigar y sancionar, debe tenerse
por efectuada en perjuicio de las víctimas y sus familiares, quienes obviamente han
sufrido la vulneración del acceso a una justicia efectiva; pero también debe entenderse
tal afectación en perjuicio de los imputados, quienes si bien se vieron sobreseídos,
cargaron en su contra la persecución penal por más de cuatro años, además que su
inocencia no quedó fehacientemente aclarada.

B.7 La presunta estructura ilegal armada o “escuadrón de la muerte” implicada en el


caso Velis no fue investigada.

135. Las circunstancias expuestas, llevan a esta Procuraduría a concluir que existen
elementos suficientes para presumir que miembros de la DIC podrían haber sido parte
de la estructura ilegal armada implicada en el caso de Velis y posiblemente en el de
Ramón García Prieto.

Más claro resulta para la PDDH que tal entidad [la CIHD-DIC] se encargaba
posteriormente de garantizar la impunidad de los responsables, mediante el manejo
irregular de las investigaciones e, incluso, mediante el uso del fraude procesal,
mediando al menos tolerancia por parte de diversas jefaturas policiales.

136. No se puede dejar de señalar, asimismo, que el modo ilícito de proceder en las
investigaciones policiales y en las actuaciones fiscales y judiciales, afectó también
las garantías al debido proceso de los imputados, incluso de aquellos que llegaron a
ser condenados en los juicios por las ejecuciones extrajudiciales de Francisco Velis y
Ramón García Prieto.

Evidente resulta tal afectación de garantías judiciales en el caso de la retardación para


aplicar la justicia; pero son especialmente atentatorios el uso de “fuentes
confidenciales”, como ocurrió en los casos de Raúl Argueta Rivas y Pedro José
Sánchez; así como la simulación de diligencias que no fueron realmente efectuadas,
como en el caso del acta que sirvió de base a los investigadores Urquilla y Díaz
Ramos para inculpar a Arnoldo Martín Martínez.

C. El carácter reiterado y sistemático de una violencia tolerada por el Estado


(investigación del Grupo Conjunto)

C.1 Continuidad de la “guerra sucia” e impunidad de los escuadrones de la muerte.

137. Como se ha referido supra, Ramón García Prieto no estuvo solo en la tragedia de
su victimización, ni sus familiares en el desasosiego de la impunidad. Decenas o

88
centenares de otras víctimas les acompañaron, pues su muerte tuvo lugar en el
período 1992-1994, en el cual se produjo una continuidad de la “guerra sucia” de los
años ochentas en El Salvador, aunque los hechos de violencia no alcanzaron las
dimensiones masivas de la época correspondiente al conflicto armado.

Tal continuidad de la “guerra sucia”, se enmarcó en la actuación de grupos ilegales


armados, los cuales, utilizando el modus operandi tradicional de los escuadrones de la
muerte, perpetraron actividades ilícitas que incluyeron amenazas de muerte,
vigilancias por sujetos desconocidos, secuestros, interrogatorios extralegales, golpizas
y numerosas ejecuciones extrajudiciales, arbitrarias o sumarias de personas.
Agravando la situación anterior, se demostró la práctica de actividades ilícitas de
inteligencia por parte de la FAES37.

La violencia de este período incluyó delitos con evidente motivación política y afectó,
mayormente, a personas que fueron opositores del Estado durante el conflicto armado,
pero también se manifestó en forma de venganza privada o como forma de garantizar
la impunidad en la investigación de delitos comunes. El Grupo Conjunto, asimismo,
documento casos en los cuales no descartaba la participación de miembros o ex
miembros del FMLN durante el conflicto armado.

Este contexto de violencia originó un amplio debate público sobre la persistencia de la


violencia política en el país y, más específicamente, sobre la continuidad del accionar
de los fatídicos escuadrones de la muerte, los cuales fueron instrumentos de terror
durante la década del conflicto armado, utilizados por la FAES y por grupos de civiles
de considerable poder político y económico. Todo parecía indicar que tales
estructuras de terror continuaban activas, desatando una nueva ola de violencia
política en el período post acuerdos de paz.

138. Precisamente en el mes de marzo de 1993, la Comisión de la Verdad (COVER)


presentó su informe “De la locura a la esperanza: la guerra de 12 años en El
Salvador”, en el cual describió con objetividad e imparcialidad las expresiones
terribles de la violencia ocasionada por los escuadrones de la muerte38.

La COVER recomendó al Estado salvadoreño la realización de una investigación


especial en el caso de “los escuadrones”, a fin de superar la impunidad de los mismos;
empero, consideró que la entonces naciente PNC no tendría la capacidad de asumir

37
Como ya fue citado con antelación, el Grupo Conjunto estableció que en una operación de esta naturaleza
se produjo la masacre de seis personas, en el cantón Primavera del departamento de San Ana, en diciembre
de 1993. Al respecto, consultar informe de Grupo Conjunto, Caso tipo “Ejecución sumaria colectiva,
cantón Primavera, departamento de Santa Ana. Actividades ilegales de inteligencia por parte de la Fuerza
Armada; págs. 35-38.
38
Informe de la COVER, op cit. Asesinatos de los escuadrones de la muerte, pág. 132.

89
una tarea de tales dimensiones, por lo cual se volvía necesaria la colaboración
internacional.

Lamentablemente, el Estado salvadoreño respondió al informe de la Comisión de la


Verdad con la aprobación de una “auto amnistía” amplia, absoluta e incondicional que
derogó los derechos de las víctimas de crímenes de guerra y de lesa humanidad
ocurridos con antelación a 1992. Dicha amnistía se formalizó a través de la “Ley de
Amnistía General para la Consolidación de la Paz” (LAGCP), aprobada por el decreto
486 del 20 de marzo de 1993; el nuevo decreto amplió los términos de una primera
amnistía dictada en enero de 1992, también violatoria de los derechos de las víctimas,
pero la cual permitía la posibilidad de impulsar algunos juicios ejemplares.

139. La modalidad de auto - amnistía representada por la LAGCP, se produjo en un


contexto de especial debilidad del sistema judicial salvadoreño. El sistema de justicia,
en efecto, se encontraba no sólo desprovisto de la capacidad para investigar las graves
violaciones a los derechos humanos anteriores a los acuerdos de paz, sino incluso
para investigar seria y eficientemente los hechos de la inmediata post guerra.

Al respecto, la COVER destacó en su informe final de 1993, lo siguiente39:

“Un elemento que destaca dolorosamente en esa realidad [la derivada de la


necesidad de sancionar a los culpables], es la notoria deficiencia del sistema
judicial, lo mismo para la investigación del delito que para la aplicación de la
ley, en especial cuando se trata de delitos cometidos con el apoyo directo o
indirecto del aparato estatal (…) Si el poder judicial hubiera funcionado a
satisfacción, no sólo se habrían esclarecido oportunamente los hechos que ha
debido investigar la Comisión, sino que se habrían aplicado las sanciones
correspondientes. En ese sentido, la incapacidad de los tribunales de aplicar la
ley a hechos de violencia cometidos bajo la cobertura, directa o indirecta, del
poder público, forma parte integral de la realidad en la cual esos hechos
tuvieron lugar y es inseparable de ellos.

Cabe, entonces, preguntarse, si el Órgano Judicial está en capacidad de


satisfacer, en condiciones de igualdad, los imperativos de la justicia. Vista la
situación con serenidad, no puede darse una respuesta positiva a esta
interrogante. La estructura judicial es todavía sustancialmente la misma frente
a la cual sucedieron los hechos descritos en el presente Informe.”40

39
Informe de la COVER, Op. Cit.
40
La COVER recomendó una reforma judicial de gran magnitud, la cual incluía la dimisión en pleno de los
magistrados que integraban la Corte Suprema de Justicia en ese momento y un proceso de “depuración
judicial”. Las recomendaciones de la COVER en este sentido nunca fueron cumplidas en sus aspectos
esenciales.

90
140. Es pertinente recordar que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha
recomendado al Estado salvadoreño, en diversas ocasiones, dejar sin efecto la
LAGCP, en virtud de su incompatibilidad con la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. Esta Procuraduría, igualmente, ha exhortado al Estado para que
dé cumplimiento a dicha recomendación de la Comisión Interamericana41.

141. En vista que la “guerra sucia” del período 1992-1994, se caracterizó por la
operatividad de estructuras ilegales armadas que, actuando como “escuadrones de la
muerte” y bajo un manto de impunidad, cometieron graves delitos en perjuicio de la
vida, integridad, libertad y seguridad de numerosas personas; y tomando en cuenta
que tales estructuras se constituyeron como una prolongación, con características
propias de la post guerra, del actuar de tales escuadrones, resulta de gran relevancia
citar la descripción que hace de tal fenómeno la Comisión de la Verdad.

A continuación se presenta una breve descripción de los resultados de investigación y


conclusiones a que arribo la COVER, respecto de la actuación de los escuadrones de
la muerte durante la década del conflicto armado salvadoreño.

C.2 Los escuadrones de la muerte que actuaron durante el conflicto armado (informe de
la COVER).

142. Los escuadrones de la muerte constituyeron poderosas estructuras vinculadas y


toleradas por el Estado, las cuales se erigieron como un instrumento de terror para el
pueblo salvadoreño durante muchos años. En su informe final, la Comisión de la
Verdad describió con objetividad las características de estas estructuras y la violencia
perpetrada por los escuadrones de la muerte.

143. La COVER recibió una enorme cantidad de denuncias sobre graves hechos de
violencia causados por los escuadrones de la muerte; asimismo, obtuvo en 817 de los
casos testimonios directos acerca de víctimas de secuestros, desapariciones y
ejecuciones ocurridas entre 1980 y 1991 cometidos por dichas estructuras criminales.

La Comisión de la Verdad caracterizó a los escuadrones de la muerte de la siguiente


manera:

41
Ver informes de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos respecto de la impunidad en
los casos de la ejecución extrajudicial de Monseñor Oscar Arnulfo Romero y de las ejecuciones
extrajudiciales de seis sacerdotes jesuitas y dos colaboradoras en la Universidad Centroamericana José
Simeón Cañas; ambos reportes del año 2002.

91
“Entre 1980 y 1991 se llevaron a cabo en forma sistemática y organizada,
violaciones a los derechos humanos por parte de grupos que actuaban como
escuadrones de la muerte. Se trata de la organización de grupos de personas
usualmente vestidas de civil, fuertemente armadas, que actuaban
clandestinamente y ocultaban su afiliación e identidad. Secuestraban a
miembros de la población civil y de grupos rebeldes. Torturaban a sus rehenes,
los hacían desaparecer y usualmente los ejecutaban.

Los escuadrones, ligados a estructuras estatales por participación activa o por


tolerancia, alcanzaron un control de tal naturaleza que sobrepasó los niveles de
fenómeno aislado o marginal para convertirse en instrumento de terror y de
práctica sistemática de eliminación física de opositores políticos. Muchas de
las autoridades civiles y militares que actuaron durante los años ochenta,
participaron, promovieron y toleraron la actuación de estos grupos. Pese a que
no ha sido evidente la presencia de estructuras aún latentes de estas
organizaciones clandestinas, éstas podrían reactivarse cuando en altas esferas
de poder se formulan advertencias que podrían reanudar en El Salvador una
guerra sucia. Y siendo el fenómeno de los escuadrones el patrón por
excelencia de esa guerra sucia que terminó por destruir casi cualquier vestigio
de un Estado de Derecho durante el conflicto armado, se debe asumir en el
Estado salvadoreño no sólo una actitud alerta y resuelta para prevenir el
surgimiento de este fenómeno, sino solicitar la cooperación internacional para
su total y absoluta erradicación.”

144. La Comisión de la Verdad describe el fenómeno de los escuadrones de la muerte,


como una expresión de violencia con profundas raíces en la historia contemporánea
de El Salvador, a lo largo de la tradición de autoritarismo y represión política que
predominó en el país durante los diversos regímenes militares del siglo XX. Sin
embargo, destacó que a partir de 1979, tras el golpe reformista de militares jóvenes,
dio inicio un nuevo período de extremada violencia:

“Miembros del ejército, de la Policía de Hacienda, de la Guardia Nacional y


de la Policía Nacional formaron “escuadrones” para erradicar a sus enemigos.
Grupos privados y semi oficiales también estructuraron sus propios
escuadrones o se vincularon con las estructuras prevalecientes en el seno de la
Fuerza Armada… Es oportuno decir que, si bien es posible diferenciar los
escuadrones de la Fuerza Armada de los escuadrones de civiles, muchas veces
las fronteras entre ambos se desdibujaban… El carácter clandestino de estas
acciones permitía esconder la responsabilidad estatal sobre dichos actos y
creaba un ambiente de impunidad total para los asesinos que trabajaron en los

92
escuadrones. Esta mentalidad y ejercicio concreto de impunidad, es un peligro
para la sociedad salvadoreña.”42

145. La Comisión de la Verdad formuló las siguientes conclusiones y recomendaciones


respecto al fenómeno de los escuadrones de la muerte:

a. El Estado de El Salvador, a través de la actuación de miembros de la Fuerza


Armada y/o de funcionarios civiles, es responsable de haber participado,
promovido y tolerado el funcionamiento de los escuadrones de la muerte que
atacaron en forma ilegal a los miembros de la población civil.

b. Las instituciones salvadoreñas deben concentrar esfuerzos en investigar la


conexión estructural que se ha comprobado entre los escuadrones y
organismos del Estado. Hay duda y preocupación, en particular por el hecho
que centenares de ex miembros de la defensa civil quedan armados en el
campo. Esta gente, fácilmente podría movilizarse para nuevos actos de
violencia en el futuro, si no están claramente identificados y desarmados.

c. Es de especial importancia llamar la atención sobre el abuso reiterado


cometido por los servicios de inteligencia de las fuerzas de seguridad y de la
Fuerza Armada. Es altamente necesario para el futuro de El Salvador, que el
estado ponga atención al uso del servicio de inteligencia y la explotación de
este brazo del gobierno para identificar personas para matarlas o
desaparecerlas. Una investigación debe llevar tanto a un saneamiento
institucional del servicio de inteligencia como a la identificación de los
responsables de esta práctica aberrante.

d. La falta de una actuación efectiva por parte del sistema judicial, se constituyó
en factor que cimentó el manto de impunidad que cubrió y continúa
amparando a miembros y promotores de los escuadrones de la muerte en El
Salvador.

e. Es necesario aclarar la relación entre miembros de la empresa privada y


algunas familias adineradas, con el financiamiento y uso de los escuadrones
de la muerte.

f. El gobierno debe reconocer que por razones de su estructura organizativa y la


posesión de armas, existe el grave peligro que los escuadrones de la muerte
puedan incurrir, como se ha comprobado en algunos casos, en actividades
ilegales como narcotráfico, el tráfico de armas y secuestros extorsivos.

42
Informe de la COVER, op cit.

93
g. El caso de los escuadrones de la muerte en El Salvador es de tal importancia,
que requiere una investigación especial. Particularmente de una actuación más
resuelta por parte de instituciones nacionales con colaboración y asistencia de
instancias extranjeras que tengan información sobre este tema. Para verificar
una serie de violaciones concretas y para ubicar la responsabilidad será
necesario investigar los graves hechos de violencia cometidos por escuadrones
de la muerte caso por caso.

C.3 La instalación del Grupo Conjunto

146. Como se ha explicado en el presente informe, el Grupo Conjunto fue integrado en


un momento en que la impunidad se había consolidado en El Salvador, no sólo por la
total renuncia de los poderes estatales a investigar las violaciones a los derechos
humanos ocurridas durante el conflicto armado interno de los años ochentas, sino
también debido a las amplias amnistías dictadas en los años de 1992 y 1993;
especialmente esta última, en la cual el Estado mostró un profundo desprecio por las
recomendaciones de la COVER.

147. Por iniciativa del señor Secretario General de la ONU, ante el nuevo escenario de
violencia política, se conformó el Grupo Conjunto para la investigación de Grupos
Armados Ilegales con motivación política en El Salvador, en el mes de diciembre de
1993. El Grupo Conjunto, no obstante, inició la instalación de su equipo técnico hasta
el mes de febrero de 1994.

La necesidad de constituir el Grupo Conjunto, como es común en este tipo de


comisiones extrajudiciales, respondía a la ineficacia del Estado salvadoreño para
ejercer la debida tutela judicial ante la continuidad de la violencia política en la post
guerra de los años noventas.

El Grupo Conjunto estuvo compuesto por el entonces Procurador para la Defensa de


los Derechos Humanos, Doctor Mauricio Molina Fonseca, por el Jefe de la División
de Derechos Humanos de la ONUSAL, Don Diego García Sayán y por dos
representantes del Gobierno designados por el Presidente Alfredo Cristiani, los
Doctores José Leandro Echeverría y Juan Jerónimo Castillo.

El mandato del Grupo Conjunto se definió de la siguiente manera:

“(…) tendrá una identidad institucional propia y su propósito será ayudar al


Gobierno de El Salvador a aplicar la recomendación de la Comisión de la

94
Verdad en el sentido que se emprenda una investigación a fondo de grupos
armados ilegales. A este respecto se entenderá por grupos armados ilegales el
fenómeno descrito en las recomendaciones del informe de la Comisión de la
Verdad.”43

Pese a tan amplio mandato, el Grupo Conjunto delimitó sus actividades investigativas
únicamente para casos ocurridos después del 16 de enero de 1992.

C.4 El informe del Grupo Conjunto: características de la violencia en el período 1992-


1994.

148. De forma irrefutable, el Grupo Conjunto estableció la existencia de grupos


armados irregulares que, de forma organizada y con gran capacidad logística y
financiera; gozando, además, de altos niveles de impunidad, ejercieron la violencia
política de forma sistemática durante los primeros años de la post guerra salvadoreña.

Las características organizativas de estos grupos y de la violencia que ejercieron,


fueron descritas por el Grupo Conjunto en los siguientes términos:

“Más allá de los casos específicos recogidos, y con fundamento en los


elementos de juicio obtenidos en sus investigaciones, el Grupo Conjunto está
en condiciones de afirmar que hay indicios serios sobre la existencia actual de
estructuras ilegales armadas, que operan en la clandestinidad, con amplia
capacidad logística, económica y política, integradas por particulares y
dependientes del Estado (civiles y miembros de las fuerzas de seguridad).

Estas estructuras muestran un importante nivel de organización, tanto a nivel


urbano como rural. Del análisis de las mismas puede concluirse que poseen la
suficiente capacidad como para permanecer en estado latente y activarse en la
coyuntura que estimen adecuada, utilizando medios violentos para la
consecución de objetivos políticos. Como se ha dicho, se percibe la
integración de estos grupos a complejas redes del crimen organizado, de forma
tal que en su accionar parecen conciliarse operaciones políticamente
motivadas con aquellas que persiguen fines delincuenciales comunes.

Esas condiciones se relacionan con la colaboración y/o tolerancia de miembros


de algunas instituciones del Estado, que brindan cobertura, garantías de
impunidad y hasta apoyo logístico y operacional a esas estructuras ilegales;

43
Informe del Grupo Conjunto, I.2, Integración y mandato del Grupo Conjunto.

95
con un ambiente de corrupción generalizado en algunos sectores de la
sociedad; y con el temor y la desconfianza en ciertas instituciones que aún
persisten en gran parte de la población.”

149. El enorme poder económico y logístico de estos grupos, su vinculación con el


crimen común y organizado, así como la protección estatal de la que gozaron, son
factores que explican en gran medida la impunidad que les ha favorecido durante más
de una década.

Como resulta notorio, las características de la ejecución extrajudicial de Ramón


Mauricio García Prieto Giralt, la impunidad sobreviniente y la persecución por años a
sus familiares, en la medida que éstos han buscado la verdad y la justicia, son
coincidentes con la caracterización de la violencia ocasionada por las estructuras
ilegales descritas por el Grupo Conjunto y sus consecuencias.

Algunas citas del informe final del Grupo Conjunto que destacan estas coincidencias,
son las siguientes:

 “En la actualidad, existen grupos armados ilegales, que cometen ejecuciones


sumarias, amenazas y otros actos de intimidación por motivos políticos. Dichos
grupos están conformados, financiados, dirigidos o apoyados por una minoría de
la sociedad. No obstante, no son fácilmente detectables por el temor que generan
entre la población, o porque obedecen o cuentan con el apoyo o tolerancia de
algún agente del Estado.”44

 “Para el Grupo Conjunto es evidente que se ha producido un proceso de mutación


y atomización de aquellas estructuras violentistas tradicionales hacia nuevas
formas organizativas, en un contexto diferente tanto a nivel nacional como
regional.”45

 “Por varias vías de diferente naturaleza, el Grupo Conjunto ha recibido


informaciones que le permiten fundar la tesis que la violencia política se mueve y
se mimetiza en el sub mundo del crimen organizado y la delincuencia común.

En cuanto al crimen organizado, son reiteradas las referencias al narcotráfico, el


lavado de dinero, los secuestros extorsivos y el robo de carros, entre otras
actividades ilícitas. Esta organización criminal se perfila como la base económica
y logística para mantener estructuras potencialmente aptas para la consecución de
objetivos políticos a través del empleo de la violencia.

44
Ibid, III. Aproximación al fenómeno investigado; Caracterización preliminar, p. 21.
45
Ibid, III. Aproximación al fenómeno investigado; Mutación de las estructuras del pasado; p. 21.

96
Por su parte, la delincuencia común es terreno fértil para escoger sicarios
dispuestos a realizar cualquier “trabajo” a cambio de una suma de dinero. En ese
orden, no puede soslayarse, como una consecuencia del conflicto armado que
conmovió al país, la presencia de un gran número de personas formadas
exclusivamente para la guerra, que arrastran todavía los traumas de una época
brutalmente violenta, y que no encuentran ubicación en el proceso iniciado a partir
de los Acuerdos de Paz.

Parece razonable sostener que es imposible que estructuras criminales organizadas


como las que actúan en el presente puedan sobrevivir sin la cobertura que les
brinden algunos miembros de alta en los cuerpos de seguridad (…)

Asimismo, el sistema judicial, por acción u omisión, sigue brindando los


márgenes de impunidad que esas estructuras necesitan (…)

En el mismo sentido, el volumen de las operaciones de estas organizaciones


criminales deja entrever el involucramiento de sectores que manejan fuertes
cantidades de dinero, sin perjuicio del conocido “delito de cuello blanco”, cuyo
combate siempre resulta de difícil abordaje por el sistema judicial-policial, en la
medida que se necesita enfrentarse a poderosos intereses.”46

150. En el ámbito de la responsabilidad del Estado y la seguridad pública, el Grupo


Conjunto destacó la participación de miembros de las fuerzas armadas o las fuerzas
de seguridad en la actividad de estos grupos ilegales armados.

Los casos de Ramón Mauricio García Prieto Giralt y Darol Francisco Velis, junto a
otros crímenes conexos relacionados con estas ejecuciones extrajudiciales que han
sido descritos en el presente reporte, a juicio de esta Procuraduría, encajan
perfectamente en la caracterización concluida por el Grupo Conjunto.

Concretamente, el Grupo Conjunto afirmó:

 “Si bien el Grupo Conjunto no ha encontrado indicios para afirmar que la


existencia de estos grupos ilegales obedezca a una política de Estado, esto no
quiere decir que los mismos sean totalmente ajenos al aparato estatal, ya que,
como antes se destacó, se han recogido elementos que señalan como integrantes
de esas estructuras clandestinas a miembros de alta en la Fuerza Armada y la
Policía Nacional, o a personas que ocupan cargos públicos. Asimismo, puede
afirmarse que algunas de estas actividades ilegales estarían dirigidas, apoyadas,

46
Ibid, III.3, Aproximación al fenómeno investigado; Crimen organizado, delincuencia común y violencia
política; p.23.

97
encubiertas o toleradas por miembros de la institución castrense, policial, del
órgano judicial o municipal.”47

151. Esta Procuraduría considera relevante, igualmente, citar las conclusiones


establecidas por el Grupo Conjunto desde la perspectiva de la victimología:

 “La victimología de la violencia política tiene también características especiales


en relación con diferentes zonas del país.

En el área rural, el accionar de las estructuras ilegales analizadas se dirige,


fundamentalmente, a la defensa de intereses tradicionales locales, los que podrían
verse lesionados ante la nueva coyuntura política y social que se comenzó a
consolidar a partir de los Acuerdos de Paz. De esta forma, las víctimas de la
violencia (en forma de ejecuciones sumarias, amenazas de muerte u otros actos de
amedrentamiento) son dirigentes políticos o sociales locales, y, muchas veces,
ciudadanos sin mayores responsabilidades en sus respectivas organizaciones, pero
que aparecen como “puntos de referencia” para los vecinos de su localidad. De
esta forma se genera una sensación de temor e inseguridad que paraliza cualquier
iniciativa que, en principio, pueda enfrentarse a esos intereses tradicionales.

En el mismo orden, al trasladarse el examen a las áreas urbanas, se percibe una


victimología más selectiva. La violencia con fines políticos se dirige, en estos
casos, fundamentalmente contra personas con responsabilidades relevantes en sus
respectivas organizaciones, o con antecedentes de participación en el conflicto
armado.

La “violencia privada”, cuyo objetivo se encuentra en motivaciones personales o


venganza, es otro ingrediente que no puede dejarse de lado en la comprensión
cabal del fenómeno analizado (…) Evidentemente esta situación responde a una
ética violentista que tiene sus orígenes en décadas de enfrentamiento entre los
salvadoreños, que llegó a su punto más dramático durante el conflicto armado
(…)”48

 “Como se reitera en el presente informe, la violencia políticamente motivada


puede en la época actual no mostrarse con rasgos tan definidos y específicos como
en los años previos y durante el conflicto armado. Se advierte en varios casos el
encubrimiento del móvil real en el hecho criminal con supuestas acciones propias
de la delincuencia común u organizada, lo cual no parece extraño en la medida
que, según las informaciones recogidas, son muchas veces delincuentes comunes

47
Ibid, III.4, La responsabilidad del Estado y la Seguridad Pública; p.25.
48
Ibid, III. 6; Victimología; p. 26 y 27.

98
los brazos ejecutores de los atentados, quienes, al mismo tiempo, recogen su
“botín de guerra” procediendo al robo de objetos de valor de la víctima.”49

152. Sobre los derechos de las víctimas a la justicia y la obligación indelegable del
Estado respecto de investigar crímenes como los descritos en el presente informe, el
Grupo Conjunto puntualizó claramente lo siguiente:

“Con fundamento en el deber de garantía, es exigible al Estado la investigación


eficiente y la posterior sanción de los autores en todos los casos en que se
transgrede el orden jurídico. Ese deber se torna específico cuando se está frente a
hechos en los que aparecen elementos de juicio razonables para sostener su
motivación política.”50

(…)
“Ahora ya es de el tiempo que la investigación y posterior represión penal de este
tipo de hechos criminales, sean asumidas plenamente por las instituciones
nacionales competentes, con el apoyo comprometido de toda la sociedad
salvadoreña.”51

C.5 Conclusiones y recomendaciones del Grupo Conjunto

153. Las principales conclusiones y recomendaciones del Grupo Conjunto que, en lo


concerniente al presente informe especial, interesa destacar a esta Procuraduría son
las siguientes:

“(…)
9- El resultado del trabajo asumido por el Grupo Conjunto en ejecución de su
mandato no le permite presentar ante el pueblo salvadoreño conclusiones
terminantes. No obstante, el Grupo puede afirmar que se han recogido indicios
suficientes para sostener razonables elementos de juicio en cuanto a la acción de
grupos y personas que en la actualidad continúan optando por el recurso a la
violencia para la obtención de resultados políticos. Esa información, que
identifica personas y situaciones concretas, es un punto de partida fundamental
para que las instituciones nacionales competentes, en cumplimiento de sus
facultades legales, profundicen las investigaciones y, en su caso, establezcan las
responsabilidades penales correspondientes.

49
Ibid, IV.1, Patrones para el proceso de investigación; 1.1, p 30.
50
Ibid, IV.1, Patrones para el proceso de investigación; 1.1, p.30.
51
Ibid, V. Conclusiones y recomendaciones; 5; p.56.

99
10- De acuerdo con las investigaciones realizadas, el grupo Conjunto estima que
el fenómeno de la violencia política en el presente tiene características propias que
pueden identificarse, más allá de la complejidad de la temática. La información
recogida permite afirmar que existen elementos sólidos para sostener que no
puede desligarse la amplia red del crimen organizado que azota al país, en las
cuales hay indicios de participación activa de efectivos de alta de la FAES y de la
Policía Nacional, de muchas de las acciones de violencia con fines políticos.

(…)
18- Como se adelantó en este Informe, el Grupo Conjunto expresa su convicción
que una situación de la envergadura de la abarcada por su mandato exige una
actividad permanente. Asumir y resolver en forma consistente esta problemática
no puede estar sujeta a plazos sino a resultados, para lo cual un trabajo sofisticado
es urgente y necesario. Ello requiere de los recursos humanos y técnicos
adecuados así como del marco jurídico que dote a los organismos encargados de
llevarla adelante de todas las facultades procesales y sustanciales aptas para llegar
a un resultado consistente. Por su misma naturaleza, una tarea de este tipo
necesariamente debe ser llevada adelante por las instituciones nacionales y
competentes, rodeadas del apoyo y control de todos los sectores de la sociedad.

(…)
20- Es ese orden de ideas, el Grupo Conjunto entiende necesario fortalecer, en
primer lugar, los mecanismos de investigación policial, creando dentro de la
División de Investigación Criminal de la Policía Nacional Civil una Unidad
Especial dedicada a tratar este fenómeno. Esa Unidad Especial podría tener las
siguientes características:

a) Los criterios de selección de su personal tendrían que garantizar la necesaria


confianza en los diferentes sectores sociales y políticos, así como eficiencia
técnica en el desempeño de sus funciones investigativas. Se estima
conveniente que los antecedentes de los miembros de esta unidad sean
debidamente analizados, pues así lo aconsejan los requerimientos de la
adecuada confianza que la ciudadanía ha de tenerle a esta unidad especial.

b) Los efectivos deben recibir una completa y adecuada especialización, dado la


temática compleja sobre la que trabajarán. Indudablemente, el delito con
motivación política tiene características especiales, lo que implica que la
investigación deba integrar elementos más amplios que los requeridos en casos
de criminalidad común. Para este efecto se podrían introducir cursos
adecuados de especialización al interior de la Academia Nacional de Seguridad
Pública así como actividades de actualización y “reciclaje” permanentes al

100
interior de la Policía Nacional Civil. La asesoría técnica y cursos de
especialización en el extranjero, en este orden de ideas, pueden ser
especialmente provechosos (…)”

154. Como se ha citado, las conclusiones del Grupo Conjunto son categóricas, en el
sentido que fueron establecidas identidades de personas y existencia de grupos
organizados concretos que ejercían violencia ilegal con fines políticos. La exhortación
a la obligación estatal de investigar a tales grupos ha quedado muy en claro.

Por otra parte, también el grupo conjunto fue claro al concluir acerca de la
participación de funcionarios del Estado, especialmente miembros de fuerzas
policiales o del ejército, bajo cuya participación o amparo actuaban tales grupos.
Aunque válido es aclarar que el Grupo Conjunto no se refirió a miembros de la nueva
Policía Nacional Civil, sino a integrantes de la aún existente Policía Nacional.

En tal sentido, la PDDH estima oportuna la recomendación de crear una unidad


policial especializada para la investigación de estas estructuras ilegales que
perpetraban la violencia ilegal de la inmediata post guerra; aunque con menor énfasis,
tal recomendación se encuentra en sintonía con la recomendación de la COVER, en el
sentido que los escuadrones de la muerte requerían de una investigación
especializada, aunque la citada Comisión consideró que la institucionalidad
salvadoreña no estaba todavía preparada para enfrentar semejante desafío.

155. Empero, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos debe lamentar
profundamente que las conclusiones y recomendaciones del Grupo Conjunto hayan
sido desestimadas e incumplidas totalmente por el Estado salvadoreño, tal como
ocurrió en el caso de la Comisión de la Verdad.

El Estado prácticamente ignoró la existencia de estructuras armadas ilegales que fue


señalada por el Grupo Conjunto e incumplió su deber indelegable de investigarlas.

Si bien la presión internacional que implicaba la representación de Naciones Unidas


en el Grupo Conjunto llevó a la integración del Departamento de Investigación del
Crimen Organizado (DICO) dentro de la PNC, en aparente cumplimiento a la
recomendación 20 del informe del Grupo supra citada, también es cierto que el
Gobierno evitó asignarle la investigación de los casos mencionados en el informe a tal
unidad especial.

Es más, como ha sido mencionado, una vez el DICO arrojó resultados policiales
efectivos sobre actuaciones criminales de grupos ilegales armados que no estaban
contenidos en el informe del Grupo Conjunto (como en los casos del Comando
Sombra Negra y la captura de Carlos Romero Alfaro), varios de sus miembros fueron

101
acosados y sus jefaturas desnaturalizadas, hasta convertir el DICO en una unidad no
confiable e inefectiva.

C.6 Comentario de la PDDH sobre la labor del Grupo Conjunto

156. Como ha sido expuesto, la urgencia y legitimidad de crear una comisión


extrajudicial de investigación, como lo fue el Grupo Conjunto, esta fuera de toda
duda, dadas las características de la violencia ejercida por grupos irregulares tolerados
o protegidos desde el Estado en la inmediata post guerra salvadoreña.

Por otra parte, es importante para esta Procuraduría destacar que las investigaciones
realizadas por el Grupo Conjunto le merecen confiabilidad y considera que las
mismas fueron realizadas con profesionalismo.

Los resultados investigativos del Grupo deben tenerse por objetivos, pues además son
coincidentes con otras investigaciones realizadas por instituciones de derechos
humanos, incluyendo esta Procuraduría.

En tal medida, el informe final del Grupo Conjunto para la Investigación de Grupos
Armados Ilegales con Motivación Política en El Salvador, ha cobrado en la actualidad
una relevancia histórica que no puede soslayarse, pues recoge información vital
obtenida en el período mismo en que ocurrieron los hechos criminales que investigó.

Prueba de lo anterior es que su informe final es una herramienta de gran utilidad para
contextualizar crímenes de lesa humanidad, como las ejecución extrajudicial que ha
constituido el objeto del presente informe especial.

No obstante esta importancia histórica de los resultados investigativos obtenidos por


el Grupo Conjunto, esta Procuraduría no puede dejar de disentir respecto de algunos
enfoques y conclusiones a las cuales arribó dicho Grupo en su informe público final,
así como de ciertos posicionamientos que adoptó respecto de su propio mandato.

Tales discrepancias se detallan a continuación.

Discrepancia sobre la desestimación del término “escuadrones de la muerte”

157. El Grupo Conjunto, como se ha mencionado, desestimó utilizar el término


“escuadrones de la muerte” para identificar la violencia política ejercida por los
grupos irregulares que actuaron en la inmediata posguerra, pues consideró que éstos

102
ejercían la violencia desde formas organizativas que variaban en ciertos aspectos
respecto de los típicos “escuadrones” de los ochentas52.

Esta Procuraduría discrepa de tal conclusión del Grupo Conjunto por las razones que
se exponen a continuación.

Aunque el contexto de la violencia política y la delincuencia en la inmediata


posguerra haya sufrido cambios respecto de la década anterior, como consecuencia de
las particularidades de ese momento histórico; resulta innegable que la violencia de
los grupos irregulares durante el período 1992 – 1994, reunía también características
muy similares a los “escuadrones de la muerte” descritos por la COVER, dentro de las
cuales destacan las siguientes:

 Utilizaron una organización clandestina.


 Estuvieron conformados por efectivos militares o policiales y por personas
civiles.
 Perpetraron crímenes de lesa humanidad (como la ejecución de personas) de
forma sistemática.
 Estuvieron vinculados con funcionarios de estado y fueron tolerados o
encubiertos también por instancias estatales, especialmente policiales y
militares.
 Gozaron de una injustificable impunidad.
 Ejercieron la violencia con fines políticos.

Además de todo lo anterior, debe tenerse en cuenta las similitudes en el modus


operandi de estos grupos con los escuadrones de la muerte de la década anterior.

Por otra parte, el parámetro del Grupo Conjunto referido a la vinculación de los
grupos ilegales armados con la delincuencia común y organizada, como factor
diferenciador es relativo, pues los escuadrones de la muerte de la década de los
ochentas también se caracterizaron por realizar acciones de delincuencia común y
organizada, tales como secuestros y acciones extorsivas53.

52
Al respecto el Grupo Conjunto estimo que “existe en el presente una modificación sustancial en la
organización y el accionar de los grupos armados ilegales con motivación política, en relación a lo que
puede definirse como el modelo “clásico” de sus operaciones en el país, en especial durante los años
ochenta.” Ver Informe final del Grupo Conjunto, II.1; 1.1; p. 21.
53
Para el caso, el mismo Grupo Conjunto registró que: “En abril de 1986, salió a la luz pública evidencias
que implicó a civiles y militares en una red de secuestros y extorsión, cuyo modus operandi se asemejaba al
utilizado por los escuadrones de la muerte. // Después de una minuciosa investigación, la Policía Nacional,
con el apoyo del FBI y la policía venezolana (IVEPO), capturó a un grupo de personas que se había
dedicado a secuestrar a empresarios entre los años 1983 y 1986 para cobrar fuertes sumas de dinero a
cambio de su libertad. // Las investigaciones llevaron a la identificación de varias personas, íntimamente
relacionadas con actividades de los denominados “escuadrones”, algunas de las cuales fueron puestas a

103
Discrepancia sobre el cumplimiento de la recomendación de la COVER referida a
grupos armados ilegales

158. El Grupo Conjunto asumió como su mandato el cumplimiento de la


recomendación de la COVER respecto de emprender a fondo una investigación sobre
los grupos armados ilegales.

De por sí esta misión implicaba la presunción de continuidad de los escuadrones de la


muerte, en tanto los mismos jamás fueron investigados y la impunidad de sus
dirigentes e integrantes fue garantizada por el Estado.

No obstante lo anterior, el Grupo Conjunto se esforzó por negar tal posibilidad de


continuidad, pese a las coincidencias de las actuaciones de los escuadrones del pasado
con los de la posguerra, tal como fue referido en la sección anterior.

Pero, además, las recomendaciones generales de la Comisión de la Verdad fueron


categóricas en reivindicar los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación de
las víctimas, así como en enfatizar las obligaciones del sistema de justicia salvadoreño
de investigar las graves violaciones a los derechos humanos contenidas en su informe,
dentro de las cuales destacan las cometidas por escuadrones de la muerte y que
incluyen el caso mismo del magnicidio del Arzobispo de San Salvador, Monseñor
Oscar Arnulfo Romero.

El cumplimiento de las recomendaciones dictadas por la Comisión de la Verdad no


puede entenderse al margen de esa exhortación genérica, ni en desatención a la
inderogable obligación estatal de investigar los crímenes de lesa humanidad y los
crímenes de guerra ocurridos durante el conflicto armado salvadoreño, pues la
responsabilidad de los autores de tales atrocidades no puede evadirse por medio de
restricciones indebidas a la responsabilidad penal, tales como la amnistía y la
prescripción, como ha sostenido en reiteradas oportunidades esta Procuraduría54.

disposición de la justicia; otras se encuentran aún prófugas. Existen informaciones concretas que hacen
referencia a la participación de altos miembros del Órgano Judicial para obstaculizar el normal trámite de
los procesos”. Ver Informe final del Grupo Conjunto; II; 1.5;c; p. 20.
54
Ver informes especiales de la PDDH sobre la impunidad en los casos de la ejecución arbitraria de
Monseñor Oscar Arnulfo Romero (2002); de las ejecuciones de seis sacerdotes jesuitas y dos colaboradoras
de la Universidad Centroamericana (2002) y caso sobre la desaparición de las hermanas Ernestina y Erlinda
Serrano Cruz (2004).

104
De tal forma, una comisión extrajudicial de investigación, aunque tuviese el mandato
de investigar crímenes políticos impunes de similar naturaleza, no podía considerarse
creada en atención a cumplir recomendaciones de la COVER, si restringía de
antemano su mandato a crímenes posteriores al mes de febrero del año 1992.

159. Por tales razones, esta Procuraduría estima que las actuaciones del Grupo
Conjunto no pueden tenerse como un esfuerzo que dio cumplimiento a la
recomendación de la COVER de investigar y llevar a la justicia a los dirigentes y
miembros de los escuadrones de la muerte que actuaron durante el conflicto armado
salvadoreño.

Tal recomendación de la COVER, en vista de ello, continúa siendo incumplida por el


Estado, al igual que muchas otras recomendaciones de la Comisión de la Verdad de
gran relevancia para la democracia del país.

Sobre la omisión de pronunciarse acerca del contexto general de impunidad

160. Tal como se ha citado en el presente informe, la COVER destacó la deteriorada


situación de un sistema de justicia incapaz de superar la impunidad en El Salvador, en
tanto dicho sistema actuó como el gran cómplice de la tragedia salvadoreña sufrida
durante el conflicto armado. Por tal razón, recomendó apoyo internacional para las
investigaciones de los escuadrones de la muerte y una depuración profunda del
sistema de justicia que jamás tuvo lugar.

Pese a que las deficiencias investigativas estatales fueron señaladas en diversos casos
contenidos en el informe del Grupo Conjunto, éste omitió conclusiones y
recomendaciones sobre la problemática estructural de la justicia salvadoreña y su
complicidad en la impunidad insuperable de los crímenes de la post guerra
salvadoreña.

161. El Grupo Conjunto no se pronunció acerca de la vigencia de la Ley de Amnistía


General para la Consolidación de la Paz de 1993, instrumento que había garantizado
la impunidad de los miembros y dirigentes de los escuadrones de la muerte en El
Salvador. Esta omisión es inexplicable, aún en el supuesto que el Grupo Conjunto
careciera de mandato para investigar el pasado, pues el actuar de los mencionados
escuadrones en los años ochentas conforma el marco histórico de análisis del Grupo,
al grado que se encuentra ampliamente descrito en su informe final.

105
El Grupo Conjunto también omitió pronunciarse sobre el traslado del personal de la
Comisión Investigadora de Hechos Delictivos y la Unidad Ejecutiva Antinarcotráfico,
a fin de conformar las nacientes División de Investigación Criminal y la División
Antinarcóticos de la PNC. La gravedad de tal incidente ponía en tela de juicio el
proceso mismo de creación de una nueva policía democrática en El Salvador, tal
como los hechos descritos en el presente informe lo han demostrado.

C.7 Omisión de promover investigaciones sobre la base del informe confidencial del
Grupo Conjunto

162. Tal como se refirió en el presente informe, el Grupo Conjunto decidió no imputar
públicamente responsabilidades personales sobre aquellos a quienes identificó como
miembros de las estructuras ilegales armadas, en razón que “no se han realizado las
diligencias judiciales que lo habilitan”55.

Por lo anterior, no incluyó nombres en su informe final. No obstante, el Grupo


Conjunto entregó el informe a altos funcionarios de Estado, para que éstos realizaran
las investigaciones pertinentes, en los siguientes términos:

“(…) de acuerdo a las facultades del Grupo Conjunto, en el mismo acto de


entrega de este Informe y en forma reservada, el desarrollo total de sus
investigaciones, incluyendo los nombres de las personas identificadas y la
documentación obtenida, es puesto a disposición del Sr. Presidente de la
República, el Sr. Vice Ministro de Seguridad Pública y el Sr. Fiscal General de
la República para que se continúen y profundicen las investigaciones
realizadas. Al mismo tiempo, se entregan las informaciones referidas a la
Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y a la Misión de
Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL), a los
efectos de la supervisión y verificación correspondientes.”

Esta Procuraduría debe lamentar que las citadas autoridades no promovieron, como se
ha referido, la continuidad y profundización de las investigaciones del Grupo
Conjunto, sosteniendo con ello la impunidad respecto de los crímenes de lesa
humanidad y graves delitos que los integrantes de los Grupos Irregulares Armados o
“escuadrones de la muerte” de la post guerra ocasionaron.

163. En lo tocante a esta Procuraduría, la Señora Procuradora para la Defensa de los


Derechos Humanos debe lamentar que el citado Informe reservado del Grupo
55
Informe del Grupo Conjunto, op cit., IV, Indicios sobre la existencia de Grupos Armados Ilegales en el
período abarcado por el Grupo Conjunto, p. 28.

106
Conjunto no fue encontrado en los archivos de la Institución que ahora dirige, lo que
ha imposibilitado cualquier verificación de su contenido.

En efecto, durante la gestión de la Doctora Beatrice Alamanni de Carrillo, se ha


tenido conocimiento que, durante el año 1995, en la gestión de la Procuradora
Doctora Victoria Marina Velásquez de Avilés, se realizaron procesos de búsqueda de
tal Informe en los archivos institucionales, con resultados infructuosos, pues no se
estableció el paradero del mismo.

Igualmente, desde el año 2002, esta Procuraduría ha promovido el ordenamiento y


clasificación del archivo general de la Institución, así como de los archivos del
Despacho de su titular, en vista de la caótica situación de los mismos encontrada
luego de la crisis institucional del período 1999-2001, de los terremotos ocurridos
también en 2001 y de diversos traslados de las oficinas por éstas y otras causas.

La búsqueda del “Informe reservado” que el Grupo Conjunto habría entregado a la


PDDH en julio de 1994, realizada en la gestión institucional actual, confirma los
resultados obtenidos en 1995, en el sentido que dicho Informe muy probablemente no
fue incorporado a los archivos institucionales en aquél momento.

D. Sobre la impunidad en el caso de la ejecución extrajudicial de Ramón Mauricio


García Prieto Giralt (Período 1996 – 2004).

164. Tal como fue registrado en el presente informe, se ha establecido claramente por
parte de esta Procuraduría que, tras la condena de Raúl Argueta Rivas y absolución de
Pedro Sánchez Guerrero, se detuvieron las investigaciones del Estado acerca del
homicidio de Ramón Mauricio García Prieto Giralt y que las investigaciones
posteriores sólo tuvieron lugar como reacción a sucesivas recomendaciones de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos en los años de 1997 y 2001.

En efecto, luego de la condena de Raúl Argueta Rivas, el Estado dio por concluido el
caso García Prieto Giralt, omitiendo cumplir con su obligación de investigar a los
restantes partícipes de la ejecución extrajudicial.

El caso fue reabierto únicamente hasta que la Comisión Interamericana recomendó


una investigación exhaustiva, en junio de 1997, partiendo de nuevas declaraciones de
los familiares de la víctima, dentro de las cuales destacó la elaboración del retrato
hablado de uno de los sicarios por parte de la señora Carmen Estrada de García Prieto.
La reapertura del caso fue productiva, en la medida que se capturó y condenó al
segundo de los autores materiales. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la captura

107
del señor Ortiz Díaz fue más bien el resultado de una contingencia y no de un
esfuerzo estatal serio por encontrarle.

165. En esta etapa (años 1997-1998) las víctimas, acompañadas de IDHUCA,


insistieron para que fuesen promovidas diligencias de investigación en contra de un
presunto tercer autor material, el ex detective Carlos Romero Alfaro, así como en
contra de presuntos autores intelectuales.

El apoyo de los fiscales específicos asignados permitió, sobre esa base, que se
realizaran diligencias de relativa importancia que, aunque de un limitado alcance,
llegaban más allá de las escasas indagaciones anteriores, lo cual esta Procuraduría
estima positivo. Empero, estos esfuerzos también se vieron limitados por la falta de
colaboración de autoridades policiales y militares, o por deficiencias en actuaciones
judiciales.

166. Respecto del alcance limitado de las investigaciones del período 1997 - 98, es
importante para esta Procuraduría destacar que no se realizaron investigaciones
tendentes a establecer la participación de una estructura ilegal armada en el crimen;
tampoco se dedujeron responsabilidades a las autoridades policiales, fiscales y
judiciales por las graves violaciones al debido proceso que ocasionaron con
anterioridad.

Por otra parte, sobre las investigaciones relacionadas a la persecución sufrida por la
familia García Prieto Giralt, las cuales también fueron requeridas por la Comisión
Interamericana, debe decirse que las mismas fueron más bien superficiales, pese a la
certeza de la existencia de actos de amenazas, coacciones e intimidaciones que fueron
reconocidas incluso en la sede judicial.

Una vez se obtuvo la condena del señor Ismael Ortiz Díaz como autor material, las
investigaciones fueron cerradas nuevamente por el Estado, hasta que la Comisión
Interamericana dictó nuevas medidas cautelares a favor de la familia García Prieto
Giralt en 2001; no obstante, las investigaciones del caso a partir de entonces se
limitaron a las amenazas e intimidaciones en perjuicio de la familia García Prieto; en
modo alguno las investigaciones se dirigieron a profundizar en el esclarecimiento de
la ejecución extrajudicial de Ramón García Prieto56.

167. Finalmente, una tercera denuncia penal interpuesta por las víctimas en el mes de
junio de 2003, fue desatendida por la Fiscalía General de la República, sin
fundamento jurídico válido desde la perspectiva de los derechos humanos.

56
Como agravante, debe señalarse que incluso las investigaciones relativas a la persecución de la familia
García Prieto adolecieron igualmente de violaciones al debido proceso, circunstancia que será comentada
más adelante.

108
En resumen, resulta claro para esta Procuraduría que la generalizada impunidad en el
caso García Prieto, a lo largo de once años, tiene su raíz en la ausencia de voluntad
estatal por establecer plenamente la verdad en el homicidio que nos ocupa, situación
que se ha visto agravada por las siguientes circunstancias:

a. Por existir elementos de información que permiten sentar la hipótesis de la


participación de una estructura armada ilegal en el crimen, la cual actuó con el
modus operandi que caracterizó el accionar de los escuadrones de la muerte en El
Salvador.

b. Por existir elementos de información en el sentido que tal estructura armada ilegal
recibió colaboración de la Comisión Investigadora de Hechos Delictivos
(posteriormente DIC de la PNC), a fin de mantener la impunidad de sus crímenes,
lo cual se expresa en las diversas actuaciones irregulares o violatorias del debido
proceso que han sido detalladas a lo largo del presente informe.

c. Por la manifiesta tolerancia de Jefaturas policiales y fiscales, así como de jueces,


en las graves negligencias, omisiones de investigación e incluso encubrimientos
que se han producido a lo largo del caso.

d. Por la posible vinculación de la estructura armada ilegal o escuadrón de la muerte


implicado con otros graves crímenes, incluyendo ejecuciones de personas
motivadas políticamente, tal como lo han demostrado las investigaciones en el
caso de la ejecución extralegal de Darol Francisco Velis, en el cual se produjo un
claro encubrimiento de la DIC (ex CIHD) debido a la participación de miembros
de esa unidad policial en los crímenes.

e. Por los reiterados incumplimientos a la Ley y recomendaciones de la Procuraduría


para la Defensa de los Derechos Humanos, instancia que ha exigido el respeto de
las garantías procesales, el esclarecimiento de la verdad y el acceso a la justicia
para las víctimas.

168. En vista de todo lo anterior, es posible para la PDDH concluir que el Estado
salvadoreño no cumplió plenamente con su deber de investigar, procesar y sancionar
a todos los responsables materiales e intelectuales de la ejecución extrajudicial de
Ramón Mauricio García Prieto Giralt, vulnerando así los derechos de la familia
García Prieto Giralt a la verdad, a las garantías judiciales y a la protección judicial.

El detalle de estas consideraciones y conclusiones se presenta a continuación.

109
D.1 Impunidad prevaleciente tras la reapertura de las investigaciones en 1997

169. Como se ha insistido, tras la condena de Raúl Argueta Rivas el 22 de julio de


1996, el Estado salvadoreño se negó a investigar las responsabilidades de los restantes
autores materiales y posibles autores intelectuales de la ejecución extrajudicial de
Ramón García Prieto.

Tampoco acató el estado las recomendaciones de la PDDH, omitiendo establecer las


responsabilidades de funcionarios estatales por trasgresiones al debido proceso y a la
Ley de la Procuraduría.

170. Resulta en extremo evidente que el Estado de El Salvador impulsó nuevas


indagaciones sobre el caso únicamente hasta que le fueron requeridas por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, lo cual fue reconocido expresamente por la
propia Fiscalía General de la República57.

Tal instancia de la OEA, como se ha relacionado, con fecha 20 de junio de 1997


solicitó al Gobierno salvadoreño adoptar medidas cautelares para proteger la vida e
integridad personal de Mauricio García Prieto Hirlemann, Gloria Giralt de García
Prieto y Carmen Estrada vda. de García Prieto; además, le requirió de forma especial
en tal ocasión que iniciara una “exhaustiva investigación para identificar a las
personas responsables de los actos de intimidación contra la familia García Prieto, a
efecto de conducir a la identificación y sanción de los responsables de estos actos” y
le solicitó, asimismo, que se continuara “con la investigación para identificar a todas
las personas que intervinieron en el asesinato de Ramón Mauricio García Prieto
Giralt”.

El resultado de las nuevas investigaciones, como ya se dijo, fue positivo aunque


limitado. Positivo en cuanto se obtuvo el juicio y la condena de un segundo autor
material; además, porque se realizaron diligencias de cierta relevancia a las que
anteriormente el Estado se negó, tales como tentativas de inspección en registros
policiales y recepción de imputaciones en contra de posibles autores intelectuales.

Limitadas porque en las nuevas investigaciones se omitió indagar sobre aspectos


esenciales al caso y porque el impulso de las mismas pareció depender de la
insistencia de las víctimas y de la voluntad que brindaron los agentes fiscales
asignados al caso para realizar ciertas diligencias, esfuerzos que enfrentaron la falta

57
Resolución fiscal de fecha 20 de enero de 1998, suscrita por el agente fiscal Pedro Cruz Rodríguez, en la
cual textualmente se dice: “vistas y analizadas las presentes diligencias extrajudiciales, que tuvieron su
origen en solicitudes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en resolución de la PDDH”.

110
de colaboración de otras autoridades estatales y deficiencias en ciertas actuaciones
judiciales.

Sobre el juicio y condena contra Ismael Ortiz Díaz

171. Sobre el juicio al imputado Ismael Ortiz Díaz, la Procuraduría para la Defensa de
los Derechos Humanos considera necesario destacar los siguientes aspectos

a. Detención y condena del señor Ortiz

172. Si bien la detención y posterior condena del señor Ismael Ortiz Díaz constituyeron
avances positivos en el caso, también es destacable, como se ha dicho, que tales
logros no son el producto de acciones efectivas del Estado en las investigaciones del
caso García Prieto Giralt.

De hecho, la información relevante fue aportada de nuevo por los familiares de la


víctima, como en el caso del retrato hablado, el reconocimiento en rueda de
fotografías y las declaraciones ya mencionadas, lo cual contrasta con la inexistencia
de información relevante que resultase de pesquisas policiales y fiscales.

Además, la detención y posterior reconocimiento del señor Ortiz Díaz no fueron el


resultado de acciones de búsqueda por parte de las autoridades policiales y fiscales,
sino más bien fue el resultado de una contingencia, cual fue la detención del señor
Ortiz por hechos delictivos diferentes, lo que ocasionó que fuese exhibido
públicamente en los medios de comunicación.

En vista de ello, es lamentable que la detención y reconocimiento del señor Ortiz


fuese producto de una afectación al debido proceso en perjuicio del entonces
imputado, cual fue la indebida exhibición de su persona ante la prensa nacional como
un peligroso líder de una banda delictiva, imputación de la que sería sobreseído casi
inmediatamente.

Pese a las circunstancias dichas, esta Procuraduría estima oportuno considerar que el
acto concreto de la detención del señor Ortiz por su participación en el homicidio de
Ramón García Prieto, fue posible en razón del interés que los fiscales Castro y Cruz
Rodríguez mostraron en esta diligencia específica, sin el cual probablemente el
entonces imputado hubiese sido liberado y se hubiera dado a la fuga.

111
b. Retardación de justicia

173. El señor Ismael Ortiz Díaz fue condenado por un tribunal del jurado hasta el día
25 de mayo de 2001, siendo emitida la sentencia condenatoria con fecha 07 de junio
del mismo año.

En tal sentido, el señor Ortiz recibió una condena judicial dos años y cuatro meses
después de su detención, excediendo con creces los plazos establecidos en el
procedimiento penal aplicable, por lo que tanto las víctimas del homicidio de Ramón
García Prieto como el propio señor Ortiz Díaz fueron víctimas de la retardación de la
justicia.

Respecto al criterio de la señora Jueza Tercera de Instrucción, con relación a que el


móvil de los agresores de Ramón García Prieto Giralt era el robo, esta Procuraduría
ha fundamentado ampliamente su desacuerdo, por las razones que han sido expuestas
detalladamente supra.

c. Omisiones de investigación de una estructura ilegal


armada

174. Llaman la atención de esta Procuraduría diversas omisiones cometidas por los
investigadores fiscales y policiales relacionadas a la participación del señor Ortiz
Díaz, especialmente las siguientes:

 No se indagó sobre su probable participación en una estructura ilegal armada, la


cual estaría vinculada a la Comisión Investigadora de Hechos Delictivos y
posterior DIC de la PNC.

 Sobre lo anterior, es destacable que los agentes fiscales no promovieron


diligencias tendentes a establecer si el señor Ismael Ortiz Díaz era el mismo
“René Díaz Ortiz”, implicado en el asesinato de Francisco Velis, aun cuando los
fiscales Cruz y Castro adujeron contar con información referida a que se trataba
de la misma persona (remisión del imputado ante Juez del 23 de enero de 1998).

 En el mismo orden, tampoco se promovieron investigaciones sobre las acciones u


omisiones de Jefes y personal de la DIC (ex CIHD) en graves irregularidades,
tales como el procedimiento de vigilancia a la familia García Prieto por personal
de la DIC; la vinculación de Ismael Ortiz Díaz con Carlos Romero Alfaro en
unidades de la extinta Policía Nacional; las actuaciones irregulares de Romero
Alfaro en el caso Ramón García Prieto; la tolerancia de las Jefaturas de la DIC (ex
CIHD) en tales actuaciones; la relación de Raúl Argueta Rivas como “informante”
de la CIHD; la relación de Argueta Rivas con personal militar que le facilitó

112
carnés de identificación falsos como miembro de las fuerzas especiales del Estado
Mayor de la FAES; la probable participación de Argueta Rivas en unidades
militares donde operaban reconocidamente escuadrones de la muerte durante el
conflicto armado interno; entre otros aspectos.

d. Omisión de investigar seriamente persecución a


familiares

175. Esta Procuraduría ha constatado que, en el período aquí aludido, tampoco se


investigó seria ni efectivamente los diferentes actos de amenazas, coacciones,
persecuciones e intimidaciones en contra de miembros de la familia García Prieto
Giralt, tal como se ha expuesto enfáticamente en el presente reporte.

Fuera de diversas indagaciones superficiales, normalmente dirigidas a obtener


información sobre números telefónicos o placas de vehículos, cuyos resultados no se
utilizaron para “ir más allá” en el camino de descubrir las autorías de la persecución a
la familia García Prieto; no existen diligencias de investigación efectivas para
establecer las responsabilidades delictivas correspondientes.

En tal sentido, el Estado salvadoreño ha incumplido la recomendación de la Comisión


Interamericana dictada el 17 de junio de 1997.

Un aspecto importante a considerar sobre este incumplimiento, es que en la medida en


que el Estado salvadoreño se negó a investigar la participación de un escuadrón de la
muerte en el crimen y se negó a investigar las responsabilidades por participación o
encubrimiento del crimen por parte de autoridades policiales, se agravó la condición
de vulnerabilidad de la familia García Prieto Giralt, pues los autores del crimen
principal gozan de una impunidad que les permite ahora intimidar a dicha familia sin
reparos.

e. Conclusión de la PDDH sobre esta etapa del proceso

176. En vista de todo lo anterior, esta Procuraduría concluye que, si bien - como
consecuencia de las recomendaciones de la Comisión Interamericana - las autoridades
policiales y fiscales reiniciaron las investigaciones en el caso García Prieto en el año
de 1997, logrando la detención y posterior condena del señor Ismael Ortiz Díaz como
autor material; tales circunstancias no son producto de acciones efectivas por parte
del Estado para establecer la verdad en el caso y, por otra parte, las actuaciones
estatales se limitaron al reconocimiento en rueda de fotografías del imputado Ortiz
Díaz por parte de la viuda del joven García Prieto, pero evitaron investigar todos
aquellos aspectos que vinculan el crimen y al mismo señor Ortiz con una estructura

113
ilegal armada que actuaba como escuadrón de la muerte en el contexto de la post
guerra salvadoreña.

En igual medida el Estado no promovió seriamente investigaciones para establecer la


responsabilidad en los actos de amenazas, coacciones e intimidaciones que ha sufrido
por más de una década la familia García Prieto Giralt.

Sobre las investigaciones en contra de Carlos Romero Alfaro

177. Debe reconocerse que la información judicializada, mediante la cual se generó la


imputación de Carlos Romero Alfaro como autor material de la ejecución de Ramón
García Prieto, correspondía a una presunción denunciada por el padre de la víctima,
por lo cual en sí misma no tenía fuerza probatoria en términos procesales.

No obstante lo anterior, tal información generó una obligación de investigar seria y


efectivamente tal participación, obligación que fue incumplida por las autoridades
responsables de la investigación.

178. De hecho, la investigación de la presunta participación del señor Carlos Romero


Alfaro, al igual que en el caso de Ismael Ortiz, adoleció de graves deficiencias. Esta
Procuraduría estima relevante destacar los siguientes aspectos relevantes de esta
situación:

a. La señora Jueza Tercera de Instrucción citó como uno de los fundamentos para
sobreseer a Carlos Romero Alfaro que, pese a la declaración de Jefes y ex
compañeros de Romero Alfaro en la DIC (ex CIHD), no se habían encontrado
elementos de juicio suficientes para involucrarle en el homicidio de Ramón García
Prieto.

La superficialidad de la afirmación judicial resulta notoria para esta Procuraduría,


pues es obvio que los ex Jefes y ex investigadores de la DIC – CIHD presentarían
declaraciones tendentes a encubrir cualesquiera vinculaciones del señor Carlos
Romero Alfaro en conductas delictivas, ya que es la citada instancia policial la
que presuntamente brindó cobertura e impunidad a la estructura implicada en el
asesinato de Francisco Velis y de Ramón García Prieto.

En efecto, así lo han demostrado las propias investigaciones tergiversadas por la


citada CIHD en orden a encubrir delitos graves, como ha sido ejemplificado
ampliamente en el caso de Darol Francisco Velis Castellanos. Baste el ejemplo del
investigador Edgar Guzmán Urquilla, alias “Franklin”, quien fue uno de los

114
declarantes a favor de Carlos Romero Alfaro en el caso García Prieto y de quien
debe recordarse es el autor del fraude procesal que derivó en la imputación del
crimen de Velis a un soldado fallecido once años antes del atentado al
mencionado ex líder guerrillero.

b. Por otra parte, la notoria inexistencia de investigaciones policiales, fiscales y


judiciales respecto de la existencia de una estructura ilegal armada que actuaba
bajo el amparo estatal de la DIC (ex CIHD) y a la que presuntamente pertenecía el
detective Carlos Romero Alfaro, ha hecho incurrir a tales autoridades en un
injustificable incumplimiento a su deber internacional de garantía.

Resulta obvio para esta Procuraduría, en tal sentido, que las investigaciones
relativas a la imputación del señor Romero Alfaro, carecieron de seriedad y, en la
medida que no se dirigieron a esclarecer las actuaciones ilícitas de dicha
estructura ilegal, estaban condenadas de antemano a resultar infructuosas

c. Otro aspecto importante por destacar, es la pasividad de la señora Jueza Tercera


de Instrucción y de los fiscales asignados al caso, respecto de la falta de
colaboración de las autoridades militares para la inspección de registros
documentales, las cuales en algunas ocasiones se constituyeron en una real
obstaculización de la investigación, tal como ha sido descrito en el presente
reporte.

Sobre las investigaciones en contra de presuntos autores intelectuales

179. Esta Procuraduría considera que las diferentes características del homicidio de
Ramón García Prieto Giralt, tales como el modus operandi del crimen, la implicación
de una estructura armada ilegal y la impunidad posterior, tan claramente evidenciada
esta última en la ausencia de voluntad estatal para esclarecer el mismo; son todos
factores concluyentes que permiten afirmar la existencia de autores intelectuales en el
citado homicidio, quienes ostentaron u ostentan un considerable poder político y,
además, ejercían influencia sobre las estructuras policiales que han sido relacionadas
con el homicidio y la impunidad ulterior.

Sin embargo, no es posible para esta Procuraduría determinar la identidad de tales


autores intelectuales, ni está en su naturaleza constitucional impulsar investigaciones
paralelas de los delitos que sustituyan aquellas que debiesen desarrollar las instancias
competentes, como la Fiscalía General de la República y la Policía Nacional Civil.

115
180. No obstante, la PDDH estima oportuno referirse a dos aspectos relativos a la
investigación realizada por las autoridades judiciales, policiales y fiscales, respecto de
la presunta autoría intelectual en el caso del homicidio de Ramón García Prieto Giralt:

a. Las investigaciones realizadas por las citadas autoridades fueron mínimas y, a


juicio de esta Procuraduría, deficientes, pues se limitaron a recibir declaración a
las personas señaladas por la familia García Prieto Giralt como los presuntos
autores intelectuales y a requerir del Banco Agrícola Comercial un informe sobre
si tales personas, los señores Mauricio Ernesto Vargas y Roberto Hernán Puente,
habían tenido la calidad de “deudores solidarios” ante dicho Banco, “en una
propiedad hipotecada a nombre de Mauricio García Prieto Hirlemann, ubicada en
el volcán de San Miguel, conocida como El Carmen y si en definitiva ocurrió el
traslado de la deuda”, a lo cual el Banco respondió negativamente.

Como resulta evidente a esta Procuraduría, la única diligencia de investigación


impulsada sobre este punto es inexcusablemente deficiente, pues en ningún
momento los familiares de Ramón Mauricio denunciaron que los señores Vargas y
Puente tuvieron la calidad de “deudores solidarios” ante el Banco Agrícola
Comercial, por lo que debía ser evidente de antemano para las autoridades
judiciales y fiscales, que la respuesta del mencionado Banco sería negativa.

b. Esta Procuraduría estima que, más allá de la identidad de la persona a quien se


impute la autoría intelectual, ésta debe ser investigada respecto de su potencial
capacidad de influencia institucional, política o económica sobre la estructura
armada ilegal que habría perpetrado el crimen y, concretamente, sobre las
actividades ilícitas de la Comisión Investigadora de Hechos delictivos y posterior
División de Investigación Criminal vinculadas a tal estructura.

A este respecto, destaca la ausencia de investigaciones sobre la denuncia que la


familia García Prieto Giralt presentara al Fiscal General de la República en el mes
de junio de 2003 y en la cual solicitaron que fuese investigado el cargo político o
público que ostentó el General Mauricio Ernesto Vargas en los primeros de la
posguerra salvadoreña y quiénes fueron los miembros de su equipo de trabajo.

Un dato vinculado a esta situación lo constituye el hecho que el General Mauricio


Vargas, con posterioridad al año 1992, se desempeñó como Delegado del
Presidente de la República para dar seguimiento a los Acuerdos de Paz, siendo tal
época durante la cual se produjo la transición institucional que va del fin de la
vieja Policía Nacional hacia la conformación de la nueva Policía Nacional Civil58.

58
Al respecto, el Dr. Gino Costa, miembro de la Misión de la Organización de las Naciones Unidas para El
Salvador, como asesor del señor Álvaro de Soto, refiere lo siguiente: “La función protagónica de los
militares en la creación del nuevo sistema de Seguridad Pública no se limitó a Rivas y Flores. En efecto,

116
D.2 Impunidad prevaleciente luego de las medidas cautelares de la Comisión
Interamericana de 2001

181. Es oportuno traer a cuenta que, tras la condena del señor Ismael Ortiz Díaz en
Junio de 2001, las investigaciones estatales en torno al homicidio de Ramón Mauricio
García Prieto Giralt se detuvieron nuevamente, permaneciendo en impunidad un
tercer autor material, así como los posibles autores intelectuales del crimen.

El caso se reabrió sólo a causa de las medidas cautelares impuestas por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos en noviembre de 2001, a fin de proteger la vida
e integridad de la familia García Prieto Giralt y de sus asesores jurídicos.

Sin embargo, tal reapertura del caso, en modo alguno conllevó a investigaciones
estatales dirigidas a esclarecer a los autores materiales e intelectuales del homicidio
de Ramón García Prieto que aún permanecían en impunidad. Las diligencias
policiales y fiscales practicadas, se limitaron a los hechos vinculados a la persecución
que afectaba a los miembros de la familia García Prieto Giralt.

A juicio de esta Procuraduría, la descrita omisión de continuar con la investigación de


dicho homicidio, acarrea responsabilidad del Estado salvadoreño por la continuación
del incumplimiento a su deber de investigar, procesar y sancionar a los demás autores
del crimen.

182. Por otra parte, respecto de las diligencias practicadas en torno a la persecución a la
familia García Prieto Giralt, es importante destacar que estas se limitaron
prácticamente a la recepción de una serie de entrevistas a los agentes asignados a la
seguridad personal de los señores García Prieto Giralt. Durante dichas entrevistas, la
mayoría de tales agentes adujeron que los hechos de amenazas o atentados contra la
integridad denunciados eran falsos, además de atribuir conductas negativas a los
miembros de la familia.

Extrañamente, los agentes policiales a cargo de la seguridad de la familia García


Prieto Giralt, quienes sí habían confirmado que se había producido hechos

entre 1992 y 1996, el general Mauricio Vargas, representante de la Fuerza Armada en la comisión de
diálogo gubernamental, integró el equipo de gobierno encargado de supervisar la ejecución de los acuerdos
de paz, primero como encargado de los temas de seguridad y, a partir de junio de 1994 –cuando Óscar
Santamaría asumió el Ministerio de Relaciones Exteriores-, como “asesor de la Presidencia de la República
para los Acuerdos de Paz”. La Policía Nacional Civil de El Salvador (1990-1997), Dr. Gino Costa; UCA
Editores, 1997; p. 194.

117
atentatorios de la seguridad de sus custodiados, no fueron llamados a declarar durante
las investigaciones.

Otra circunstancia que esta Procuraduría desea destacar, es que el entonces Director
General de la PNC, señor Mauricio Sandoval, designó como responsable de las
diligencias derivadas de las medidas cautelares impuestas por la Comisión
Interamericana en 2001, al Subcomisionado Vladimir Cáceres, un ex miembro de los
cuerpos policiales que extinguieron los Acuerdos de Paz y ex compañero de Carlos
Romero Alfaro en la Comisión Investigadora de Hechos Delictivos.

183. Esta Procuraduría constató, asimismo, que las diligencias de investigación de los
hechos que afectaban la seguridad personal de los miembros de la familia García
Prieto Giralt fueron archivadas, sin que la Fiscalía General de la República presentará
dictamen o requerimiento a ninguna autoridad judicial.

En virtud de lo anterior, la PDDH concluye que las autoridades fiscales y policiales


no demostraron ningún interés real en investigar diligentemente el caso de las
afectaciones a la seguridad personal de los miembros de la familia García Prieto
Giralt y, por el contrario, es posible presumir que realizaron actuaciones parcializadas
para desvirtuar los hechos denunciados que, en incumplimiento al deber de garantía,
jamás investigaron. Evidencia de ello lo constituye el manejo parcializado de las
entrevistas a los agentes policiales que custodiaron a los miembros de la familia que
han sido referidas.

D.3 Impunidad prevaleciente luego de la denuncia penal de 2003

184. Respecto de las actuaciones fiscales posteriores a la denuncia interpuesta por el


matrimonio García Prieto Giralt en junio 2003, esta Procuraduría ha verificado que la
Fiscalía General de la República no le dio trámite alguno a la misma, en la cual se
incluía la petición de diligencias concretas de investigación, en orden a establecer la
responsabilidad de presuntos autores intelectuales del homicidio de Ramón García
Prieto Giralt.

Con la descrita omisión de tramitar la denuncia de junio de 2003, tanto el señor Fiscal
General de la República, licenciado Belisario Amadeo Artiga como los fiscales
asignados al caso, Allan Hernández y Hernán Cortez, incurrieron nuevamente en
responsabilidades por violaciones a un debido proceso, concretamente por el hecho
violatorio de denegación de justicia.

118
185. Por otra parte, esta Procuraduría estima oportuno referir que, durante la
verificación de las afectaciones al debido proceso que han sido establecidas en el
presente informe, el agente fiscal Allan Hernández obstaculizó las labores de
investigación que la PDDH realizaba, retardando indebidamente el acceso al
expediente fiscal del caso.

Al respecto, debe traerse a cuenta que tal entorpecimiento constituye un claro


incumplimiento a la ley de la PDDH, el cual debiese acarrear las sanciones a que haya
lugar, de conformidad al articulo 46 de la Ley especial que rige a esta Procuraduría, el
cual dice textualmente:

“Toda persona que impidiere, coartare u obstaculizare en cualquier forma, no


enviare los informes que la Procuradora le solicite, negare su acceso a
expedientes, lugares, documentos e investigaciones necesarias para el
cumplimiento de sus atribuciones, incurrirá en las responsabilidades penales o
administrativas correspondientes.”

La obstaculización a la labor verificadora de esta Procuraduría antes descrita, se vio


agravada por cuanto de la simple lectura del expediente fiscal, luego que se tuvo
acceso al mismo, aunado a lo manifestado por el mismo licenciado Allan Hernández,
se constató la inexistencia de investigaciones, como fuera relatado con anterioridad,
así como el evidente desorden en que dicho expediente se encontraba.

186. También es pertinente recordar que esta Procuraduría, con fecha 07 de junio de
2004, recomendó al señor Fiscal General de la República que procediese a “realizar
de forma inmediata las diligencias pertinentes en orden a establecer la autoría
intelectual del asesinato de Ramón Mauricio García Prieto Girat, especialmente las
solicitadas por el matrimonio García Prieto Giralt en su denuncia del 6 de junio de
2003”. También se le requirió a dicho funcionario que informara a la PDDH sobre las
actuaciones fiscales que fuesen realizadas.

Los requerimientos realizados por esta Procuraduría el 07 de junio de 2004 han sido
desatendidos por la Fiscalía General de la República hasta la fecha.

Por el contrario, el Fiscal General de la República manifestó públicamente que


cerraría definitivamente las investigaciones del caso García prieto Giralt por
cumplirse el plazo de la prescripción con fecha 10 de junio de 200459.

Con base en tal información y a los antecedentes del caso descritos en el presente
informe, resulta claro para esta Procuraduría que la Fiscalía General de la República

59
Ver “Caso de García Prieto va al archivo”, El Diario de Hoy, miércoles 09 de junio de 2004, p.14.

119
dejó correr el tiempo previsto en la legislación procesal penal para la prescripción de
la acción penal en el delito de asesinato, de forma deliberada, con el fin de invocar tal
figura penal como un mecanismo para el cierre definitivo del caso.

187. Sobre la decisión fiscal respecto de aplicar la prescripción de la acción penal en el


caso que aquí nos ocupa, es pertinente manifestar que, a juicio de esta Procuraduría,
tal figura restrictiva de la responsabilidad penal es inaplicable ante graves violaciones
a los derechos humanos, como en el caso de las ejecuciones extrajudiciales de
personas. Sobre este aspecto, se ahondará infra.

D.4 Incumplimiento al deber de garantía del Estado

188. Como ha sido reiterado en el presente informe, las diversas deficiencias,


omisiones e impunidad que signaron las actuaciones estatales en el curso de las
investigaciones de la ejecución extralegal de Ramón Mauricio García Prieto Giralt,
son constitutivas de un incumplimiento del Estado de El Salvador a su deber de
garantizar plenamente la vigencia de los derechos humanos de las víctimas en este
caso.

189. En su memorable sentencia del caso Velásquez Rodríguez, del 29 de julio de


1988, la Corte Interamericana de Derechos Humanos definió claramente el concepto
del deber de garantía en los siguientes términos:

“166. La segunda obligación de los Estados Partes es la de "garantizar" el


libre y pleno ejercicio de los derechos reconocidos en la Convención a toda
persona sujeta a su jurisdicción. Esta obligación implica el deber de los
Estados Partes de organizar todo el aparato gubernamental y, en general, todas
las estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder
público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y
pleno ejercicio de los derechos humanos. Como consecuencia de esta
obligación los Estados deben prevenir, investigar y sancionar toda violación
de los derechos reconocidos por la Convención y procurar, además, el
restablecimiento, si es posible, del derecho conculcado y, en su caso, la
reparación de los daños producidos por la violación de los derechos humanos.

167. La obligación de garantizar el libre y pleno ejercicio de los


derechos humanos no se agota con la existencia de un orden normativo
dirigido a hacer posible el cumplimiento de esta obligación, sino que comparta
la necesidad de una conducta gubernamental que asegure la existencia, en la

120
realidad, de una eficaz garantía del libre y pleno ejercicio de los derechos
humanos.

(…)
172. Es, pues, claro que, en principio, es imputable al Estado toda violación a
los derechos reconocidos por la Convención cumplida por un acto del poder
público o de personas que actúan prevalidas de los poderes que ostentan por su
carácter oficial. No obstante, no se agotan allí las situaciones en las cuales un
Estado está obligado a prevenir, investigar y sancionar las violaciones a los
derechos humanos, ni los supuestos en que su responsabilidad puede verse
comprometida por efecto de una lesión a esos derechos. En efecto, un hecho
ilícito violatorio de los derechos humanos que inicialmente no resulte
imputable directamente a un Estado, por ejemplo, por ser obra de un particular
o por no haberse identificado al autor de la transgresión, puede acarrear la
responsabilidad internacional del Estado, no por ese hecho en sí mismo, sino
por falta de la debida diligencia para prevenir la violación o para tratarla en los
términos requeridos por la Convención.

(…)
176. El Estado está, por otra parte, obligado a investigar toda situación en la
que se hayan violado los derechos humanos protegidos por la Convención. Si
el aparato del Estado actúa de modo tal que la violación quede impune y no se
restablezca, en cuanto sea posible, a la víctima en la plenitud de sus derechos,
puede afirmarse que ha incumplido el deber de garantizar su libre y pleno
ejercicio a las personas sujetas a su jurisdicción. Lo mismo es válido cuando
se tolere que los particulares o grupos de ellos actúen libre o impunemente en
menoscabo de los derechos humanos reconocidos por la Convención.

177. En ciertas circunstancias puede resultar difícil la investigación de hechos


que atenten contra derechos de la persona. La de investigar es, como la de
prevenir, una obligación de medio o comportamiento que no es incumplida por
el solo hecho que la investigación no produzca un resultado satisfactorio. Sin
embargo, debe emprenderse con seriedad y no como una simple gestión de
intereses particulares, que dependa de la iniciativa procesal de la víctima o de
sus familiares o de la aportación privada de elementos probatorios, sin que la
autoridad pública busque efectivamente la verdad. Esta apreciación es válida
cualquiera sea el agente al cual pueda eventualmente atribuirse la violación,
aun los particulares, pues, si sus hechos no son investigados con seriedad,
resultarían, en cierto modo, auxiliados por el poder público, lo que
comprometería la responsabilidad internacional del Estado.”

121
Lejos de cumplirse tales estándares internacionales, las investigaciones en el caso
García Prieto Giralt fueron en extremo deficientes y limitadas. Por otra parte, se
impulsaron sólo en la medida que eran exigidas por instancias nacionales e
internacionales de derechos humanos, como el IDHUCA, la Procuraduría para la
Defensa de los Derechos Humanos, la ONUSAL o la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos.

E. Sobre la presunta afectación al debido proceso en el caso de la detención de


Ismael Ortiz Díaz

190. Como se relacionó al inicio de la presente resolución, el 03 de septiembre de


2002, el señor Julio Ismael Ortiz Díaz, condenado por el homicidio de Ramón
Mauricio García Prieto Giralt, y recluido en el Centro Penal quezaltepeque, dirigió
una nota a esta Procuraduría denunciando que su condena era fraudulenta y que
existían personas de gran poder económico y un alto funcionario del Estado con
interés de perjudicarle, por todo lo cual solicitaba la investigación de esta
Procuraduría sobre la vulneración a sus derechos.

Con base en dicha denuncia esta Procuraduría verificó el proceso judicial en contra
del señor Ortiz Díaz respecto de la legalidad y el respeto al debido proceso en su
detención, y con base en tal información considera que la actuación de la Fiscalía
General de la República, representada por los fiscales Pedro José Cruz Rodríguez y
Oscar Antonio Castro Ramírez, en este caso contaba con los indicios suficientes –
declaraciones de testigos, reconocimiento en rueda de fotografías- que permitían
formular la imputación de Julio Ismael Ortiz Díaz en la muerte de Ramón Mauricio
García Prieto Giralt y ordenar así su detención, tal como fuera fundamentado en los
dictámenes fiscales que al efecto suscribieron, en el marco de su mandato de dirigir la
investigación del delito.

Al respecto de la captura del señor Díaz Ortiz, mediante orden administrativa, el día
que iba a ser puesto en libertad por otro proceso penal seguido en su contra, la PDDH
considera que tal actuación no constituye una violación a su derecho a la libertad
personal o a sus garantías procesales, sino más bien reflejó celeridad y eficacia en la
investigación del delito por parte de la Fiscalía General de la República, pese a que,
como ya se relacionó supra, esta actuación fiscal haya derivado más bien de una
casualidad, cual fue que el señor Ortiz Díaz estaba siendo procesado por otro delito
que tuvo amplia cobertura por los medios de comunicación social.

122
Por todo lo ya expuesto, esta Procuraduría no ha encontrado elementos que permitan
concluir que se haya producido violación a los derechos procesales del señor Julio
Ismael Ortiz Díaz.

No obstante, como se ha manifestado supra, es lamentable que la detención y


reconocimiento del señor Ortiz fuese producto de una afectación al debido proceso en
perjuicio del entonces imputado, cual fue la indebida exhibición de su persona ante la
prensa nacional como un peligroso líder de una banda delictiva, imputación de la que
sería sobreseído casi inmediatamente.

191. Finalmente debemos referirnos a que el señor Ortiz Díaz denunció también a esta
Procuraduría que, mientras fue detenido y procesado, su abogada defensora sufrió
seguimientos y vigilancias, así como intervenciones telefónicas.

Al respecto, es preocupante para esta Procuraduría que tales circunstancias no hayan


sido investigadas tampoco por la Fiscalía General de la República, por lo que a la
fecha subsiste la obligación de tal instancia de aclarar los hechos y garantizar
plenamente la seguridad personal tanto del señor Ismael Ortiz Díaz como de su
abogada defensora.

F. Sobre la persecución a la familia García Prieto Giralt

192. En el informe de PDDH de 1996 se concluyó, tal como se relacionara supra, que
los familiares de Ramón García Prieto Giralt fueron víctimas de actos de intimidación
y coacción recurrentes, los cuales afectaron su seguridad; tales hechos estuvieron
constituidos por actos de amenazas anónimas u hostigamientos telefónicos,
persecución en vehículos, vigilancias por sujetos desconocidos vestidos de civil, entre
otros actos similares.

Las intimidaciones fueron consideradas por esta Procuraduría de tal magnitud y


periodicidad, que las mismas permitían presumir que el grupo de sicarios implicados
en el caso se encontraban vinculados a una estructura mayor, de considerable
capacidad o poder financiero y logístico, la cual se veía favorecida con un alto grado
de impunidad.

Esta Procuraduría reitera en esta ocasión las conclusiones de la resolución


institucional de 1996 y considera, con base en la información obtenida, que con
posterioridad a esa fecha han continuado los hostigamientos telefónicos, las
vigilancias por parte de sujetos desconocidos e incluso atentados contra la vida de
Ramón Mauricio García Prieto Hirlemann y Gloria Giralt de García Prieto. Estos

123
hechos han colocado a las víctimas en un estado de victimización permanente y
persecución.

También es procedente enfatizar que las intimidaciones sufridas por la familia García
Prieto Giralt fueron declaradas como ciertas por parte de la Jueza Tercera de
Instrucción, licenciada Virginia Paredes de Dueñas, tal como se consignó en la
resolución mediante la cual dicha funcionaria “elevó a plenario” el juicio contra Julio
Ismael Ortiz Díaz.

193. Resulta notable para la PDDH que tales circunstancias de persecución en perjuicio
de la familia García Prieto Giralt hayan continuado, a pesar que en dos ocasiones la
Comisión Interamericana dictara medidas cautelares a su favor en los años 1997 y
2001.

Al respecto, como fue señalado con antelación, esta Procuraduría lamenta que tales
hechos no hayan sido investigados con seriedad por parte del Estado y que, por el
contrario, se hayan conducido investigaciones parcializadas en contra de los propios
miembros de la familia García Prieto Giralt, las cuales a partir del año 2001
estuvieron a cargo del Subcomisionado Vladimir Cáceres, ex miembro de las
unidades policiales a las cuales perteneció el detective Carlos Romero Alfaro.

Especialmente debe lamentar la PDDH, que las investigaciones realizadas


prácticamente estuvieron compuestas por entrevistas a diversos agentes asignados a la
seguridad personal de los señores García Prieto Giralt, los cuales se dedicaron a negar
la existencia de los hechos de persecución, tanto en sus reportes policiales como en
sus deposiciones fiscales.

La periodicidad de estas aseveraciones de los agentes policiales, así como la exclusión


de agentes que afirmaban que sí se habían producido incidentes de afectación a la
seguridad de la familia, llevan a esta Procuraduría a presumir que las declaraciones y
reportes aludidos respondían a una política sistemática de negar la existencia de los
actos de intimidación y persecución contra la familia García Prieto Giralt, a fin de
evitar el establecimiento de responsabilidades estatales en las graves negligencias de
investigación que han sido descritas en el presente informe especial.

Finalmente, esta Procuraduría lamenta que la Fiscalía General de la República no


emitió ningún dictamen final sobre lo investigado en el caso de las afectaciones a la
seguridad de los miembros de la familia García Prieto Giralt y, consecuentemente,
tampoco inició acción penal alguna.

124
G. Sobre la respuesta del Estado en el proceso internacional seguido ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

194. A efectos de emitir el informe de fondo sobre el caso de Ramón Mauricio García
Prieto Giralt, con base en una petición de la parte demandante, la Comisión solicitó al
Estado de El Salvador las observaciones adicionales sobre el fondo del caso. El
Estado de El Salvador contestó a la CIDH solicitando el cierre del caso debido a que
ya se había investigado eficazmente y juzgado a los responsables.

Esta Procuraduría muestra su profunda preocupación por los argumentos y


afirmaciones absolutamente contrarias a la verdad y a la ética, invocadas por el
Estado salvadoreño en su informe ante la CIDH con fecha 16 de diciembre de 2003,
como se desarrollará a continuación.

En su informe, el Estado salvadoreño concluyó, categóricamente, que las autoridades


policiales, fiscales y judiciales que conocieron del caso a lo largo de casi diez años
investigaron oportunamente el homicidio de Ramón Mauricio; juzgaron y condenaron
a los culpables del hecho criminal y protegieron adecuadamente la vida e integridad
de la familia García Prieto Giralt, sosteniendo con ello que sus actuaciones en tal
sentido fueron legítimas y apegadas al debido proceso; de hecho, el Estado consideró
que las investigaciones en torno al homicidio se encontraban satisfactoriamente
agotadas y concluidas.

Más aún, el Estado salvadoreño consideró que le brindó protección a la familia García
Prieto Giralt de forma eficaz y oportuna, pese a considerar que no fue necesario,
puesto que sus vidas o su integridad nunca estuvieron en riesgo, al grado de
considerar que algunos vehículos considerados por los denunciantes como
“sospechosos” pertenecían “a la misma familia García Prieto”.

La anterior afirmación pone de manifiesto que el Estado considera que las


“amenazas” contra el matrimonio García Prieto Giralt nunca existieron, e incluso, de
haber existido, habrían sido provocadas por las mismas víctimas con el fin de
manipular el caso. Ello resulta altamente preocupante para esta Procuraduría, pues
evidentemente si el Estado mismo ha negado la existencia de actos intimidatorios
contra los García Prieto, resulta obvio que tampoco ha investigado la responsabilidad
sobre los mismos y que existe una voluntad estatal de desproteger y mantener en
situación de inseguridad a dicha familia.

La situación anterior se agrava, si se toma en cuenta que las autoridades policiales


salvadoreñas no ofrecen ya garantías de imparcialidad y confiabilidad para brindar la

125
necesaria seguridad a los miembros de la familia García Prieto Giralt, en vista de las
irregulares actuaciones que ya han sido descritas.

195. Para esta Procuraduría resulta inaceptable que el Estado se refiera a las víctimas
como personas que pretenden manipular el caso, acostumbradas a actuar según sus
influencias, que han utilizado la muerte de su hijo para tomar venganza, pues además
las califica de personas violentas y malcriadas, entre otras afirmaciones; tales
aseveraciones son atentatorias de los derechos fundamentales de los miembros de la
familia García Prieto Giralt, particularmente de su dignidad y honor.

Resulta, asimismo, inaceptable, que el Estado invocase la imposibilidad de investigar


a los autores intelectuales del asesinato de Ramón García Prieto, debido a que la
familia de la víctima no “aportó la prueba necesaria para ello”.

Al respecto, es oportuno recordar al Estado salvadoreño que como parte del deber de
garantía, en la investigación de violaciones a derechos humanos, la “carga de la
prueba” corresponde al Estado mismo, especialmente cuando los presuntos
responsables son funcionarios del Estado – o han actuado bajo tolerancia del Estado -,
pues la víctima no puede asumir o procurar el acercamiento de pruebas por la
violación denunciada que no operan en su poder, o no podrían estarlo sin la
colaboración del Estado mismo. Este criterio ha sido acogido por el derecho
internacional de los derechos humanos en su práctica protectiva.

Respecto que la muerte de Ramón Mauricio no constituye una violación al derecho a


la vida, pues se trató de un hecho de delincuencia común, cuyo móvil era el robo, por
lo cual no existe responsabilidad alguna por parte del Estado; ampliamente se ha
concluido en la presente resolución que la muerte de Ramón Mauricio García Prieto
Giralt constituye una ejecución extrajudicial, realizada presuntamente por miembros
de una estructura armada ilegal que habría actuado, al menos, bajo la tolerancia o
aquiescencia de autoridades policiales, pero siendo altamente probable también que
policías activos formasen parte de la referida estructura armada.

196. Respecto del móvil del homicidio, esta Procuraduría ha concluido que no es un
análisis objetivo aquél que privilegia la hipótesis que la motivación del crimen fue el
robo, pues tal interpretación conlleva el riesgo de soslayar elementos de información
relevantes que apuntan a la probable responsabilidad de la mencionada estructura
armada ilegal en el crimen. Dicha hipótesis también soslaya la presunta implicación
de miembros de la DIC y policías nacionales en la “estructura”; así como los actos de
encubrimiento efectuados desde instancias gubernamentales en orden a mantener la
impunidad de este caso y de otros homicidios.

126
Podemos concluir que, además de lo expuesto, a través de su informe ya citado ante la
Comisión Interamericana, el Estado mismo ha puesto en evidencia su finalidad de
mantener en impunidad a los autores intelectuales del homicidio y sus probables
vínculos con el aparato estatal de aquél momento; también ha puesto en evidencia su
voluntad de no procesar a funcionarios señalados como responsables de violaciones a
derechos humanos en el mismo caso.

Más allá de las responsabilidades de los funcionarios individualmente considerados,


lo sostenido por el Estado ante la CIDH contraría los principios éticos y jurídicos que
deberían sustentar la actividad estatal y que están consagrados expresamente en la
legislación penal y procesal penal y en la normativa internacional vigente para El
Salvador.

H. Sobre los derechos de las víctimas

197. En el informe sobre la impunidad en el asesinato del Arzobispo Oscar Romero,


esta Procuraduría trajo a cuenta el reporte del Relator Especial, Sr. M. Cherif
Bassiouni, presentado a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU60; en el cual
se proponen principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas de
violaciones graves de los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Como un corolario al contexto de impunidad descrito en este informe, citamos


algunos de los fundamentales preceptos que propone el señor Bassiouni,
especialmente aquellos referidos al derecho de acceso a la justicia y a la reparación.

Esta Procuraduría exhorta a las autoridades del sistema de justicia salvadoreño, sobre
todo a las mencionadas como responsables de violaciones a los derechos humanos en
este informe, para que retomen estos principios, como un paradigma esencial de su
labor pública.

198. Sobre el derecho de las víctimas de acceder a la justicia, el informe del Sr.
Bassiouni concluye que:

“El derecho de la víctima a acceder a la justicia comprende todas las acciones


judiciales, administrativas o de otra índole que ofrezca el derecho interno o
internacional en vigor. El derecho interno debería garantizar las obligaciones
de respetar el derecho individual o colectivo a acceder a la justicia y a un juicio

60
M. Cherif Bassiouni; Informe final presentado en virtud de la resolución 1999/33 de la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU: “El derecho de restitución, indemnización y rehabilitación de las víctimas
de violaciones graves de los derechos humanos y las libertades fundamentales”.

127
justo e imparcial previstas en el derecho internacional. Con tal fin, los Estados
deberían:
a) Dar a conocer, por medio de mecanismos oficiales y privados, todos los
recursos disponibles contra las violaciones de las normas internacionales
de derechos humanos y del derecho internacional humanitario;
b) Adoptar, durante los procedimientos judiciales, administrativos o de otra
índole que afecten a los intereses de las víctimas, medidas para reducir al
mínimo las molestias a las víctimas, proteger su intimidad según proceda,
y garantizar su seguridad, así como la de sus familiares y la de los
testigos, contra todo acto de intimidación o represalia;
c) Utilizar todos los medios diplomáticos y jurídicos apropiados para que las
víctimas puedan ejercer su derecho a interponer recursos y obtener
reparación por las violaciones de las normas internacionales de derechos
humanos o del derecho internacional humanitario.”

199. Sobre el derecho de las víctimas a una reparación y sobre las formas de
reparación, debemos destacar, del informe del Señor Bassiouni, las siguientes
conclusiones:

“Se tratará de obtener una reparación suficiente, efectiva y rápida para


promover la justicia, remediando las violaciones de las normas internacionales
de derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Las
reparaciones serán proporcionales a la gravedad de las violaciones y al daño
sufrido (...)
De conformidad con su derecho interno y sus obligaciones internacionales, y
teniendo en cuenta las circunstancias del caso, los Estados deberían dar a las
víctimas de las violaciones de las normas internacionales de derechos
humanos y del derecho internacional humanitario una reparación en forma de:
restitución, indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de no
repetición.
La restitución, que, en la medida de lo posible debería devolver a la víctima a
la situación anterior a la violación de las normas internacionales de derechos
humanos o del derecho internacional humanitario, comprende el
restablecimiento de la libertad, los derechos, la situación social, la vida
familiar y la ciudadanía de la víctima; el retorno a su lugar de residencia, la
reintegración en su empleo y la devolución de sus propiedades.
Debería indemnizarse todo perjuicio evaluable económicamente que fuera
consecuencia de una violación de las normas internacionales de derechos
humanos o del derecho internacional humanitario, tal como:
a) El daño físico o mental, incluido el dolor, el sufrimiento y la angustia;
b) La pérdida de oportunidades, incluidas las de educación;
c) Los daños materiales y la pérdida de ingresos, incluido el lucro cesante;

128
d) El daño a la reputación o a la dignidad; y
e) Los gastos de asistencia jurídica o de expertos, medicinas y servicios
médicos, psicológicos y sociales.

La rehabilitación debería incluir la atención médica y psicológica, así como


servicios jurídicos y sociales.

La satisfacción y garantías de no repetición deberían incluir, cuando fuere


necesario:
a) La cesación de las violaciones continuadas;
b) La verificación de los hechos y la difusión pública y completa de la
verdad en la medida en que no provoque más daños innecesarios a la
víctima, los testigos u otras personas ni sea un peligro para su seguridad;
c) La búsqueda de los cadáveres de las personas muertas o desaparecidas y
la ayuda para identificarlos y volverlos a inhumar según las tradiciones
familiares y comunitarias;
d) Una declaración oficial o decisión judicial que restablezca la dignidad,
reputación y derechos de la víctima y de las personas más vinculadas
con ella;
e) Una disculpa, que incluya el reconocimiento público de los hechos y la
aceptación de responsabilidades;
f) La aplicación de sanciones judiciales o administrativas a los
responsables de las violaciones;
g) Conmemoraciones y homenajes a las víctimas;
h) La inclusión en los manuales de enseñanza de los derechos humanos y
del derecho internacional humanitario, así como en los libros de texto de
todos los niveles de una relación fidedigna de las violaciones cometidas
contra los derechos humanos y el derecho internacional humanitario;
i) La prevención de nuevas violaciones:
i) asegurando un control efectivo de las fuerzas armadas y de
seguridad por la autoridad civil;
ii) limitando exclusivamente la competencia de los tribunales militares
a los delitos específicamente militares cometidos por personal
militar;
iii) fortaleciendo la independencia del poder judicial;
iv) protegiendo a los profesionales del derecho, de la información y de
otros sectores conexos, y a los defensores de los derechos humanos;
v) impartiendo y fortaleciendo de modo prioritario y continuo
capacitación en materia de derechos humanos a todos los sectores
de la sociedad, y en particular a las fuerzas armadas y de seguridad
y a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley;

129
vi) fomentando el cumplimiento de los códigos de conducta y las
normas éticas, en particular las normas internacionales, por los
funcionarios públicos, incluido el personal de policía, prisiones,
información, salud, servicios de psicología y sociales y fuerzas
armadas, además del personal de empresas; y
vii) creando mecanismos para vigilar la resolución de conflictos y la
intervención preventiva.”

I. La prescripción es inadmisible en casos de violaciones a derechos inderogables

200. En el caso de la ejecución extrajudicial del señor Mauricio García Prieto Giralt, la
Fiscalía ha sostenido que no pueden desarrollarse más investigaciones ni sancionar a
más responsables por cuanto, de acuerdo a las disposiciones de nuestro procedimiento
penal, ya ha transcurrido el tiempo previsto para su prescripción.

Desde el punto de vista del derecho de los derechos humanos, no es válida la


pretensión de declarar prescrito este caso. Cuando se trata de la violación de
derechos inderogables, como el derecho a la vida, la protección contra la tortura o
la protección contra las desapariciones forzadas – de conformidad a los términos
del artículo 4 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y del artículo
27 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos – el Estado no puede
aplicar disposiciones de derecho interno que tengan como intención o consecuencia
la desprotección de las víctimas o sus familiares. De otra manera, al limitar las
responsabilidades estatales por amnistías o prescripción, se estaría negando efecto
a la característica de inderogabilidad de estos derechos humanos, con la
consecuente inobservancia de las obligaciones internacionales de respetar los
derechos fundamentales y de garantizar a las víctimas una adecuada protección
judicial.

201. En efecto, como ha sostenido la Corte Interamericana de Derechos Humanos:

“Son inadmisibles las disposiciones de amnistía, las disposiciones de


prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad que
pretendan impedir la investigación y sanción de los responsables de las
violaciones graves de los derechos humanos tales como la tortura, las
ejecuciones sumarias, extralegales o arbitrarias y las desapariciones forzadas,
todas ellas prohibidas por contravenir derechos inderogables reconocidos por
el Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
(...)

130
La Corte estima necesario enfatizar que, a la luz de las obligaciones generales
consagradas en los artículos 1.1 y 2 de la Convención Americana, los Estados
Partes tienen el deber de tomar las providencias de toda índole para que
nadie sea sustraído de la protección judicial y del ejercicio del derecho a un
recurso sencillo y eficaz, en los términos de los artículos 8 y 25 de la
Convención. Es por ello que los Estados Partes en la Convención que adopten
leyes que tengan este efecto, como lo son las leyes de autoamnistía (y las
disposiciones de prescripción, agregaríamos nosotros), incurren en una
violación de los artículos 8 y 25 en concordancia con los artículos 1.1 y 2 de la
Convención. Las leyes de autoamnistía conducen a la indefensión de las
víctimas y a la perpetuación de la impunidad, por lo que son manifiestamente
incompatibles con la letra y el espíritu de la Convención Americana. Este tipo
de leyes impide la identificación de los individuos responsables de violaciones
a derechos humanos, ya que se obstaculiza la investigación y el acceso a la
justicia e impide a las víctimas y a sus familiares conocer la verdad y recibir la
reparación correspondiente” – itálicas agregadas –61.

202. La II Conferencia Mundial de Derechos Humanos (1993) también reconoció que


ninguna disposición legal – sin hacer diferencia entre amnistías, indultos, prescripción
o excluyentes de responsabilidad – debe tener como consecuencia la impunidad de las
violaciones graves a los derechos fundamentales. Por tal razón, exhortó a los Estados
a "derogar la legislación que favorezca la impunidad de los responsables de
violaciones graves de los derechos humanos, (...) y sancionar esas violaciones"62.

203. La carencia de validez de cualquier norma legal que produzca la impunidad de


graves violaciones a los derechos humanos ha sido también destacada por notables
estudiosos del derecho internacional de los derechos humanos. El Juez Sergio García
Ramírez, en su voto razonado sobre el caso Barrios Altos ha dicho:

“Es inadmisible la impunidad de las conductas que afectan más gravemente


los principales bienes jurídicos sujetos a la tutela de ambas manifestaciones
del Derecho internacional. La tipificación de esas conductas y el
procesamiento y sanción de sus autores --así como de otros participantes--
constituye una obligación de los Estados, que no puede eludirse a través de
medidas tales como la amnistía, la prescripción, la admisión de causas
excluyentes de incriminación y otras que pudieran llevar a los mismos
resultados y determinar la impunidad de actos que ofenden gravemente esos
bienes jurídicos primordiales. Es así que debe proveerse a la segura y eficaz
sanción nacional e internacional de las ejecuciones extrajudiciales, la

61
Caso Barrios Altos (Chumbipuma Aguirre y otros Vs. Perú) Sentencia de 14 de marzo de 2001. Serie C
No. 75, párrafos 41 Y 43
62
Naciones Unidas, Declaración y Programa de Acción de Viena (1993), parte II, párr. 60.

131
desaparición forzada de personas, el genocidio, la tortura, determinados delitos
de lesa humanidad y ciertas infracciones gravísimas del Derecho
Humanitario”63.

En resumen, lo afirmado por estos y otros analistas del derecho de los derechos
humanos sobre las amnistías puede aplicarse, mutatis mutandis, a las disposiciones
normativas sobre prescripción o excluyentes de responsabilidad – como la
obediencia debida – por cuanto su efecto es el mismo: negar la justicia y la verdad a
las víctimas de graves violaciones a los derechos humanos. Por lo demás, al igual
que las amnistías, la prescripción en estos casos supone el incumplimiento de las
obligaciones de respeto, garantía, investigación y reparación que el Estado tiene en
estos casos.

204. La Corte Interamericana ha sido vehemente al sostener que:

“El Estado está, por otra parte, obligado a investigar toda situación en la que se
hayan violado los derechos humanos protegidos por la Convención. Si el aparato
del Estado actúa de modo que tal violación quede impune y no se restablezca, en
cuanto sea posible, a la víctima en la plenitud de sus derechos, puede afirmarse que
ha incumplido el deber de garantizar su libre y pleno ejercicio a las personas
sujetas a su jurisdicción. Lo mismo es válido cuando se tolere que los particulares o
grupos de ellos actúen libre o impunemente en menoscabo de los derechos
humanos reconocidos en la Convención”64.

VIII. Declaraciones, conclusiones y recomendaciones

205. Sobre la base de todo lo anterior, y de conformidad a sus facultades


establecidas en el artículo 194, Romano I de la Constitución de la República, la
señora Procuradora para la Defensa de los Derechos Humanos, declara, concluye
y recomienda:

A. Sobre la resolución de la PDDH del 23 de julio de 1996

A.1 Sobre la violación a la vida.

206. Concluye que la muerte de Ramón Mauricio García Prieto Giralt constituye una
ejecución extrajudicial, realizada presuntamente por miembros de una estructura
63
Voto razonado del Juez S. García Ramírez en el caso Barrios Altos. Op. cit. párrafo 13.
64
Corte I.D.H., Caso Velásquez Rodríguez , Sentencia de 29 de julio de 1988, Serie C No. 4, párr. 176.
Corte I.D.H., Caso Godínez Cruz, Sentencia del 20 de enero de 1989, Serie C No. 5, párr. 187.

132
armada ilegal que habría actuado, al menos, bajo la tolerancia o aquiescencia de
autoridades policiales, pero siendo altamente probable también que policías activos
formasen parte de la referida estructura armada, tal como ha sido expuesto en el
presente informe.

Ratifica los términos de la resolución de esta Procuraduría dictada el 23 de julio de


1996, en el sentido que los elementos de información obtenidos en el caso, sumados a
las características del modus operandi del homicidio de Ramón García Prieto Giralt,
permiten concluir que el móvil del atentado fue privar arbitrariamente de la vida a la
víctima.

Difiere de lo expresado por la señora Jueza Tercero de Instrucción de San Salvador,


licenciada Virginia Paredes de Dueñas, quien en sentencia condenatoria de fecha 07
de junio de 2001 consideró que el móvil del crimen fue simplemente el robo, tal como
lo habían sostenido las investigaciones irregulares de la ex CIHD – DIC.

Considera que tal afirmación judicial, tan categóricamente formulada, omitió


indebidamente considerar diversos factores, tales como la probable pertenencia de los
autores materiales a una estructura dedicada a la eliminación de personas, presunción
ampliamente documentada en diversas investigaciones citadas en el presente informe.
También omitió tomar en cuenta que, si en gran medida este último extremo [la
responsabilidad presunta de un “escuadrón de la muerte”] no ha sido plenamente
demostrado ni desmentido, ello es en razón de graves negligencias, omisiones e,
incluso, manipulaciones ejercidas por autoridades policiales, fiscales y judiciales
responsables de la investigación, dentro de las cuales destacan negativamente las
actuaciones de funcionarios de la CIHD.

Concluye, por tanto, que no es un análisis objetivo aquél que privilegia el móvil del
robo en el presente crimen, considerando el homicidio como una circunstancia que
sobrevino pero fue inesperada, pues tal interpretación conlleva el riesgo de soslayar
elementos de información relevantes que apuntan a la probable responsabilidad de la
mencionada estructura armada ilegal en el crimen. Dicha hipótesis también soslaya la
presunta implicación de miembros de la DIC y policías nacionales en la “estructura”;
así como los actos de encubrimiento efectuados desde instancias gubernamentales en
orden a mantener la impunidad de este caso y de otros homicidios.

A.2 Sobre el incumplimiento de las recomendaciones dictadas por la PDDH

207. Declara que las verificaciones efectuadas por esta Procuraduría, han demostrado
que las irregularidades procesales establecidas en la resolución de la PDDH del 23 de

133
julio de 1996, no fueron investigadas ni sancionadas por las autoridades competentes,
mediante los procedimientos administrativos o penales a que hubiere lugar. Con ello,
se configuró un contexto de impunidad que desfavoreció aún más la búsqueda de la
plena verdad y de la justicia en el caso de la ejecución arbitraria de Ramón Mauricio
García Prieto Giralt.

Da por incumplidas, en razón de lo anterior, las recomendaciones dictadas por esta


Procuraduría en la citada resolución, especialmente la expresa recomendación de
realizar seria y eficazmente todas aquellas diligencias de investigación encaminadas a
determinar la responsabilidad intelectual del homicidio de Ramón García Prieto, así
como la posible participación de una estructura ilegal armada de amplia capacidad
financiera, logística y operativa, la cual habría sostenido nexos con la Comisión de
Investigación de Hechos Delictivos y la División de Investigación Criminal de la
PNC en ese entonces.

Declara incumplida también la obligación de las diferentes instancias del Estado


pertinentes, en el sentido de promover la investigación de lo actuado por aquellos
funcionarios que causaron violaciones al debido proceso en el presente caso, hayan
sido individualizados expresamente o no por esta Procuraduría, en su resolución de
fecha 23 de julio de 1996.

Afirma que la investigación de los presuntos ilícitos o anomalías que afectaron el


debido proceso en el presente caso, con independencia a que resultaren responsables
autoridades policiales, fiscales o judiciales, es aún hoy en día, una obligación
pendiente de ser cumplida por el Estado.

Recomienda, en vista de lo anterior, que tales actuaciones indebidas sean investigadas


con pleno respeto a las garantías judiciales y aplicando las sanciones a que hubiere
lugar de conformidad a la Constitución y la Ley. Asimismo, que se establezcan las
responsabilidades a que haya lugar por el incumplimiento a las recomendaciones de la
PDDH que han sido referidas.

B. Sobre la responsabilidad de una estructura armada o “escuadrón de la muerte”


en las ejecuciones extrajudiciales de Ramón García Prieto y de otras personas.

B.1 Sobre las investigaciones de ONUSAL

208. Estima que los reportes internos de la Oficina Regional de San Salvador de la
ONUSAL, cuyas copias fueron remitidas oficialmente a esta Procuraduría en 1995,

134
sustentan claramente la hipótesis que el joven Ramón Mauricio García Prieto Giralt,
muy probablemente fue asesinado por sicarios pertenecientes a una estructura armada
ilegal de la cual participaban policías activos, ex miembros de la Policía Nacional y
personas civiles; siendo también altamente probable que dicha estructura fuese la
misma que se implicó en la ejecución extralegal del dirigente del FMLN, Darol
Francisco Velis, hecho vinculado a otros crímenes de violencia política durante el
período.

Considera fundados los señalamientos de los investigadores de la ORSS, respecto de


graves irregularidades en las investigaciones del caso que fueron conducidas por la
DIC (ex CIHD), especialmente respecto del interés de presentar a los imputados
Argueta y Sánchez Guerrero como peligrosos delincuentes que lideraban bandas
organizadas, pero omitiendo investigaciones para esclarecer diversos delitos que les
eran atribuidos, pues de hecho ni siquiera se produjeron investigaciones para
determinar las personas y formas de organización de la presunta estructura
delincuencial a la que habrían pertenecido los imputados.

Le mueve a especial preocupación, respecto de lo anterior, las acciones u omisiones


del entonces Jefe de la DIC, Doctor Roberto Mendoza Jerez, relacionadas en los
informes de los investigadores de la ORSS, en orden a justificar o validar tales
irregularidades, tal como ha sido expuesto en el presente informe.

Presume que, dada la gravedad de las irregularidades de la actuación policial que han
sido descritas por la ORSS de la ONUSAL, existió al menos tolerancia y
colaboración de miembros de la DIC de la PNC en ese momento, a fin de encubrir la
responsabilidad de la estructura armada ilegal que, actuando como “escuadrón de la
muerte”, habría estado implicada en los asesinatos de Ramón Mauricio García Prieto
Giralt y Darol Francisco Velis Castellanos.

Expresa su preocupación, asimismo, en vista que miembros de la propia DIC podrían


haber integrado o dirigido tal estructura armada ilegal, tal como se demostró en las
investigaciones penales del caso Velis.

B.2 Sobre la impunidad respecto de las ejecuciones arbitrarias en el post conflicto


salvadoreño (caso ilustrativo: Darol Francisco Velis)

209. Estima que las investigaciones judiciales en el caso de la ejecución de Darol


Francisco Velis, tal como ha sido relacionado, demostraron la existencia de una
estructura armada ilegal que, actuando como escuadrón de la muerte, se dedicaba a la
eliminación física de personas, frecuentemente con motivaciones políticas.

135
Considera que dicho escuadrón de la muerte habría tenido vinculaciones con la DIC
ex CIHD de la Policía Nacional Civil, tanto mediante la participación directa (caso de
Carlos Romero Alfaro) como a través del encubrimiento de sus crímenes por medio
de procedimientos de investigación fraudulentos y manipulados.

Destaca la existencia de informaciones referentes a la participación de los mismos


implicados en los casos de Francisco Velis y Ramón García Prieto, lo que le lleva a
presumir que la misma estructura armada ilegal sería la responsable de ambos
homicidios.

Sobre lo anterior, le resulta notorio que el ex miembro de la DIC condenado por el


asesinato de Velis, el investigador Carlos Romero Alfaro, fue quien condujo
irregularmente y sin nombramiento formal, las investigaciones sobre el homicidio de
Ramón García Prieto; igualmente le es llamativo el señalamiento de “René Díaz
Ortiz” como autor en ambos homicidios y las consiguientes negligencias policiales,
fiscales y judiciales en orden a determinar si dicha persona es en realidad el ex policía
Ismael Díaz Ortiz, condenado por el asesinato de Ramón Mauricio García Prieto.

Destaca, igualmente, la participación de supuestos informantes confidenciales de la


DIC – ex CIHD en los casos de Velis y García Prieto, quienes posteriormente
resultaron implicados como sicarios en homicidios posteriores. Por ejemplo, Arnoldo
Martín Martínez actuaba como informante en el caso del asesinato del miembro del
FMLN Oscar Grimaldi Burgos65, cuando él mismo perpetró la ejecución de Francisco
Velis; igualmente Raúl Argueta Rivas se desempeñaba como informante del caso
Velis, cuando se estableció su participación en la ejecución de Ramón García Prieto.
Tal situación le lleva a presumir la participación en la estructura criminal que nos
ocupa, de personas que desempeñaban el rol delictivo de ser “informantes” y
“sicarios” en diversos casos de ejecuciones extrajudiciales.

Destaca, por otra parte, que a través de la participación de Arnoldo Martín Martínez
es posible presumir que la citada estructura ilegal vinculada a la DIC - ex CIHD,
estuvo implicada en los dos intentos fallidos de ejecución extralegal que sufrió
directamente el señor Cruz Elías Cortez Pineda y que estaban dirigidos a lograr el
asesinato de la diputada por el FMLN María Marta Valladares, conocida como Nidia
Díaz, ocurridos durante el primer trimestre de 1994, pocas semanas antes del
asesinato de Ramón García Prieto.

Externa su alarma por el hecho que las investigaciones de la CIHD – DIC en el caso
Velis llegaran a tal nivel de fraude procesal, que fue presentado como responsable
65
La persona señalada por Martínez como sicario de Grimaldi, fue asesinado también extrañamente cuando
resultaba inminente su entrevista por miembros de la ONUSAL, tal como se ha relatado.

136
una persona fallecida once años antes del atentado; asimismo, que tal fraude procesal,
entre muchas otras irregularidades descritas en el presente informe, no hayan sido
jamás investigadas por las autoridades competentes, a pesar de mediar resolución de
esta Procuraduría y recomendaciones del Grupo Conjunto para que las mismas fuesen
esclarecidas.

Lo anterior le lleva a presumir que miembros de la DIC podrían haber sido parte de la
estructura ilegal armada implicada en el caso de Francisco Velis y posiblemente en el
de Ramón García Prieto.

Más claro le resulta que la ex CIHD – posterior DIC, fue una entidad que se encargó
de garantizar la impunidad de los responsables de los crímenes aludidos en el presente
informe, mediante el manejo irregular de las investigaciones e, incluso, mediante el
uso del fraude procesal, mediando al menos tolerancia por parte de diversas jefaturas
policiales. Un ejemplo claro de lo anterior, lo constituyó la evasión de la justicia por
parte del detective Carlos Romero Alfaro en 1995, a causa de las negligencias
cometidas por altas jefaturas policiales.

No puede dejar de señalar, asimismo, que el modo ilícito de proceder en las


investigaciones policiales y en las actuaciones fiscales y judiciales aquí descritas,
afectó también las garantías al debido proceso de los imputados, incluso de aquellos
que llegaron a ser condenados en los juicios por las ejecuciones extrajudiciales de
Francisco Velis y Ramón García Prieto.

Evidente le resulta tal afectación de garantías judiciales en el caso de la retardación


para aplicar la justicia; pero son especialmente atentatorios el uso de “fuentes
confidenciales”, como ocurrió en los casos de Raúl Argueta Rivas y Pedro José
Sánchez; así como la simulación de diligencias que no fueron realmente efectuadas,
como en el caso del acta que sirvió de base a los investigadores Urquilla y Díaz
Ramos para inculpar a Arnoldo Martín Martínez.

Recuerda al Estado que la obligación de investigar los ilícitos aquí expuestos que aún
no hayan sido juzgados, es un deber actual de las autoridades policiales y fiscales.

Recomienda, en razón de lo anterior, realizar las investigaciones pertinentes, a fin de


establecer responsabilidades y evitar que se repitan en el futuro este tipo de
actuaciones ilegales y hasta delictivas que han violentado el debido proceso, pues las
mismas son muy similares a las que tuvieron lugar durante el conflicto armado
interno que sufrió el país y las que permitieron la impunidad respecto de atroces
crímenes.

137
B.3 Sobre el carácter reiterado y sistemático de una violencia tolerada por el Estado
(investigación del Grupo Conjunto)

210. Concluye que, en el período 1992-1994, se produjo en El Salvador una


continuidad de la “guerra sucia” que imperó durante la década de los años ochentas
en El Salvador, aunque los hechos de violencia no alcanzaron las dimensiones
masivas de la época correspondiente al conflicto armado.

Estima que tal continuidad de la “guerra sucia”, se caracterizó por la actuación de


grupos ilegales armados, los cuales, utilizando el modus operandi tradicional de los
escuadrones de la muerte, perpetraron actividades ilícitas que incluyeron amenazas de
muerte, vigilancias por sujetos desconocidos, secuestros, interrogatorios extralegales,
golpizas y sistemáticas ejecuciones extrajudiciales, arbitrarias o sumarias de personas.

Le resulta evidente que la violencia de este período incluyó delitos con evidente
motivación política y afectó, mayormente, a personas que fueron opositores del
Estado durante el conflicto armado, pero también se manifestó en forma de venganza
privada o como forma de garantizar la impunidad en la investigación de delitos
comunes.

Concluye que los casos de Ramón Mauricio García Prieto Giralt y Darol Francisco
Velis, junto a otros crímenes conexos relacionados con estas ejecuciones
extrajudiciales, los cuales han sido descritos en el presente reporte, encajan
perfectamente en la caracterización de la violencia descrita por el Grupo Conjunto
sobre la actuación de grupos armados ilegales en El Salvador.

Lamenta profundamente que las conclusiones y recomendaciones del Grupo Conjunto


hayan sido desestimadas e incumplidas totalmente por el Estado salvadoreño, tal
como ocurrió en el caso de la Comisión de la Verdad.

Particularmente lamenta que el Estado salvadoreño prácticamente ignoró la existencia


de estructuras armadas ilegales que fueron señaladas por el Grupo Conjunto e
incumplió su deber indelegable de investigarlas.

Recomienda, por tanto, que en el momento actual el Estado promueva el


cumplimiento, tanto a las recomendaciones que en su oportunidad dictara la Comisión
de la Verdad, como a las formuladas por el Grupo Conjunto, especialmente las
dirigidas a evitar la impunidad de los integrantes y dirigentes de estas estructuras de
naturaleza aberrante.

138
Estima que no es posible el avance verdadero hacia una democracia en El Salvador,
en tanto se mantenga la impunidad de crímenes de lesa humanidad descritos por las
mencionadas comisiones extrajudiciales de investigación, lo que vuelve
impostergable que sean retomadas sus recomendaciones a fin de darles efectivo
cumplimiento.

211. Expresa que las investigaciones realizadas por el Grupo Conjunto le merecen
confiabilidad y considera que las mismas fueron realizadas con profesionalismo, por
lo que los resultados investigativos de dicho grupo deben tenerse por objetivos, pues
además son coincidentes con otras investigaciones realizadas por instituciones de
derechos humanos, incluyendo la Procuraduría para la Defensa de los Derechos
Humanos.

Discrepa, empero, de algunos enfoques de fondo y conclusiones a los que arribó el


Grupo Conjunto en su informe público final, así como de ciertos posicionamientos
del mismo respecto de su mandato.

Estima, respecto de lo anterior, que la violencia de los grupos irregulares durante el


período 1992 – 1994, reunía también características muy similares a los “escuadrones
de la muerte” descritos por la COVER, dentro de las cuales destacan las siguientes:
utilizaron una organización clandestina; estuvieron conformados por efectivos
militares o policiales y por personas civiles; perpetraron crímenes de lesa humanidad
(como la ejecución de personas) de forma sistemática; estuvieron vinculados con
funcionarios de estado y fueron tolerados o encubiertos también por instancias
estatales, especialmente policiales y militares; gozaron de una injustificable
impunidad; ejercieron la violencia con fines políticos.

Concluye que las actuaciones del Grupo Conjunto no pueden tenerse como un
esfuerzo que dio cumplimiento a la recomendación de la COVER de investigar y
llevar a la justicia a los dirigentes y miembros de los escuadrones de la muerte que
actuaron durante el conflicto armado salvadoreño, en tanto su mandato se restringió a
hechos posteriores a 1992.

Declara, a causa de lo anterior, que tal recomendación de la Comisión de la Verdad


continúa siendo incumplida por el Estado, al igual que muchas otras recomendaciones
de dicha Comisión de gran relevancia para la democracia del país.

Lamenta que el Grupo Conjunto haya omitido pronunciarse sobre el grave estado de
impunidad imperante en el país, especialmente el derivado de la vigencia de la Ley de
Amnistía General para la Consolidación de la Paz de 1993 y las violaciones a los
Acuerdos de Paz en materia de seguridad pública, especialmente las vulneraciones a
tales acuerdos ocasionadas por el traslado de los ex miembros de la Comisión

139
Investigadora de Hechos Delictivos y de la ex Unidad Ejecutiva Antinarcotráfico a la
nueva Policía Nacional Civil.

C. Sobre la impunidad en el caso de la ejecución extrajudicial de Ramón Mauricio


García Prieto Giralt (Período 1997 – 2004).

C.1 Sobre la Impunidad en el período 1997 - 2001

212. Concluye que la generalizada impunidad en el caso García Prieto, a lo largo de


once años, tiene su raíz en la ausencia de voluntad estatal por establecer plenamente
la verdad sobre tal ejecución extralegal.

Declara, en vista de ello, que el Estado salvadoreño no cumplió plenamente con su


deber de investigar, procesar y sancionar a todos los responsables materiales e
intelectuales de la ejecución extrajudicial de Ramón Mauricio García Prieto Giralt,
vulnerando así los derechos de la familia García Prieto Giralt a la verdad, a las
garantías judiciales y a la protección judicial.

Recuerda, al respecto, que tras la condena del señor Raúl Argueta Rivas el 22 de julio
de 1996, el Estado salvadoreño se negó a investigar las responsabilidades de los
restantes autores materiales y posibles autores intelectuales de la ejecución
extrajudicial de Ramón García Prieto.

Recuerda, igualmente, que el Estado tampoco acató las recomendaciones de la


PDDH, omitiendo establecer las responsabilidades de funcionarios estatales por
trasgresiones al debido proceso y a la Ley de la Procuraduría y sólo impulsó nuevas
indagaciones a requerimiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
en 1997.

213. Reconoce que fue un avance positivo el juicio y condena del señor Julio Ismael
Ortiz Díaz como el segundo autor material del homicidio de Ramón García Prieto; no
obstante, debe traer a cuenta que tal detención no fue el resultado de acciones de
búsqueda por parte de las autoridades policiales y fiscales, sino más bien fue el
resultado de una contingencia, cual fue la detención del señor Ortiz por hechos
delictivos diferentes, lo que ocasionó que fuese exhibido públicamente en los medios
de comunicación.

Declara que tanto los familiares del joven Ramón Mauricio García Prieto Giralt, como
el señor Julio Ismael Ortíz Díaz, fueron víctimas de retardación de justicia, por cuanto

140
la condena a este último se produjo dos años y cuatro meses después de su detención,
excediendo con creces los plazos establecidos en el procedimiento penal aplicable.

Destaca como graves omisiones en las investigaciones seguidas contra el señor Ortiz
Díaz, que no se indagara sobre su probable participación en una estructura ilegal
armada, la cual estaría vinculada a la Comisión Investigadora de Hechos Delictivos y
posterior DIC de la PNC; asimismo, que los representantes fiscales no promovieran
diligencias tendentes a establecer si el señor Ismael Ortiz Díaz era el mismo “René
Díaz Ortiz”, implicado en el asesinato de Francisco Velis, aun cuando los fiscales
Cruz y Castro adujeron contar con información referida a que se trataba de la misma
persona.

Lamenta, igualmente, que no se hayan promovido investigaciones sobre las acciones


u omisiones de Jefes y personal de la DIC (ex CIHD) en graves irregularidades, tales
como el procedimiento de vigilancia a la familia García Prieto por personal de la DIC;
la vinculación de Ismael Ortiz Díaz con Carlos Romero Alfaro en unidades de la
extinta Policía Nacional; las actuaciones irregulares de Romero Alfaro en el caso
Ramón García Prieto; la tolerancia de las Jefaturas de la DIC (ex CIHD) en tales
actuaciones; la relación de Raúl Argueta Rivas como “informante” de la CIHD; la
relación de Argueta Rivas con personal militar que le facilitó carnés de identificación
falsos como miembro de las fuerzas especiales del Estado Mayor de la FAES; la
probable participación de Argueta Rivas en unidades militares donde operaban
reconocidamente escuadrones de la muerte durante el conflicto armado interno; entre
otros aspectos.

214. Concluye que con posterioridad a 1997, el Estado tampoco investigó seria ni
efectivamente los diferentes actos de amenazas, coacciones, persecuciones e
intimidaciones en contra de miembros de la familia García Prieto Giralt, tal como se
ha expuesto enfáticamente en el presente reporte.

Reconoce que la información judicializada, mediante la cual se generó la imputación


de Carlos Romero Alfaro como autor material de la ejecución de Ramón García
Prieto, correspondía a una presunción denunciada por el padre de la víctima, por lo
cual en sí misma no tenía fuerza probatoria en términos procesales.

Lamenta, empero, que la obligación de investigar por parte de las autoridades fiscales
al señor Carlos Romero Alfaro, se hayan dirigido prioritariamente a recibir las
declaraciones de ex jefes y compañeros de dicha persona en la CIHD y en la DIC. Al
respecto, le resulta notorio que tales ex compañeros de trabajo presentarían
declaraciones tendentes a encubrir cualesquiera vinculaciones del señor Romero
Alfaro en conductas delictivas, ya que es la citada instancia policial la que

141
presuntamente brindó cobertura e impunidad a la estructura implicada en el asesinato
de Francisco Velis y de Ramón García Prieto.

Concluye, por tanto, que las investigaciones relativas a la imputación del señor
Romero Alfaro, carecieron de seriedad y estaban condenadas de antemano a resultar
infructuosas, en la medida que no se dirigieron a esclarecer las actuaciones ilícitas de
una estructura ilegal armada, la cual pudo actuar como escuadrón de la muerte en
ciertos casos de eliminación de personas.

Lamenta, también, por otra parte, la notoria pasividad de la señora Jueza Tercera de
Instrucción y de los fiscales asignados al caso, respecto de la falta de colaboración de
las autoridades militares para la inspección de registros documentales; las cuales en
algunas ocasiones se convirtieron en una real obstaculización de la investigación.

215. Considera que las diferentes características del homicidio de Ramón García Prieto
Giralt, tales como el modus operandi del crimen, la implicación de una estructura
armada ilegal y la impunidad posterior, tan claramente evidenciada esta última en la
ausencia de voluntad estatal para esclarecer el homicidio; son todos factores
concluyentes que permiten afirmar la existencia de autores intelectuales en la citada
ejecución extrajudicial, quienes ostentaron u ostentan un considerable poder político
y, además, ejercían influencia sobre las estructuras policiales que han sido
relacionadas en el propio homicidio y en la impunidad ulterior.

Declara, empero, que no es posible para esta Procuraduría determinar la identidad de


tales autores intelectuales, ni está en su naturaleza constitucional impulsar
investigaciones paralelas de los delitos que sustituyan aquellas que debiesen
desarrollar las instancias competentes, como la Fiscalía General de la República y la
Policía Nacional Civil.

Es de la opinión, no obstante, que las investigaciones en torno a la participación de las


personas señaladas como autores intelectuales fueron mínimas y en extremo
deficientes, siendo el caso que la única diligencia promovida fue requerir información
a una entidad bancaria en términos totalmente inadecuados, lo que hacía prever que se
obtendría información que no sería útil al proceso.

Estima que, más allá de la identidad de la persona a quien se impute la autoría


intelectual, ésta debe ser investigada respecto de su potencial capacidad de influencia
institucional, política o económica sobre la estructura armada ilegal que habría
perpetrado el crimen y, concretamente, sobre las actividades ilícitas de la Comisión
Investigadora de Hechos Delictivos y posterior División de Investigación Criminal
vinculadas a tal estructura.

142
Destaca, a este respecto, la ausencia de investigaciones sobre la denuncia que la
familia García Prieto Giralt presentara al Fiscal General de la República en el mes de
junio de 2003 y en la cual solicitaron que fuese investigado el cargo político o público
que ostentó el General Mauricio Ernesto Vargas en los años inmediatos a la post
guerra salvadoreña y quiénes fueron los miembros de su equipo de trabajo.

Recomienda a las autoridades policiales y fiscales de El Salvador, en razón de todo lo


anterior, que promuevan investigaciones en torno a la responsabilidad de una
estructura ilegal armada dedicada a la eliminación de personas, vinculada a la extinta
Comisión Investigadora de Hechos Delictivos y a la División de Investigación
Criminal de la PNC, en el caso de la ejecución extrajudicial de Ramón Mauricio
García Prieto.

Recomienda que cualesquiera imputados o personas que pudieran relacionarse con el


delito, sean investigadas desde la perspectiva de su potencial vinculación a tal
estructura criminal.

C.2 Sobre la impunidad posterior al año 2001

216. Recuerda que, tal como ocurrió en 1996, tras la condena del señor Ismael Ortiz
Díaz en el año dos mil uno, las investigaciones estatales en torno al homicidio de
Ramón Mauricio García Prieto Giralt se detuvieron nuevamente, permaneciendo así
en impunidad un tercer autor material, así como los posibles autores intelectuales del
crimen.

Considera evidente que el caso se reabrió sólo a causa de las medidas cautelares
impuestas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en noviembre de
2001, a fin de proteger la vida e integridad de la familia García Prieto Giralt y de sus
asesores jurídicos.

Lamenta, sin embargo, que tal reapertura del caso en modo alguno conllevó a
investigaciones estatales dirigidas a esclarecer la identidad de los autores materiales e
intelectuales del homicidio de Ramón García Prieto que aún permanecían en
impunidad.

Declara que la descrita omisión de continuar con la investigación de dicho homicidio,


acarrea responsabilidad del Estado salvadoreño por la continuación del
incumplimiento a su deber de investigar, procesar y sancionar a los demás autores del
crimen.

143
Lamenta , respecto de las diligencias practicadas en torno a la persecución a la familia
García Prieto Giralt posteriores a 2001, que éstas se limitaran prácticamente a la
recepción de una serie de entrevistas a los agentes asignados a la seguridad personal
de los señores García Prieto Giralt y que durante dichas entrevistas, la mayoría de
tales agentes adujeran que los hechos de amenazas o atentados contra la integridad
denunciados eran falsos, además de atribuir conductas negativas a los miembros de la
familia, lo que le lleva a presumir que tales declaraciones fueron inducidas.

Destaca que, durante las citadas investigaciones, fueron cometidas otras


irregularidades, como excluir las declaraciones de agentes policiales que reportaron
actos de intimidación o agresión en contra de miembros de la familia García Prieto
Giralt o la designación como responsable de las investigaciones de un ex oficial de las
unidades policiales a las que perteneció Carlos Romero Alfaro.

Concluye, en razón de lo expuesto, que las autoridades fiscales y policiales no


demostraron ningún interés real en investigar diligentemente el caso de las
afectaciones a la seguridad personal de los miembros de la familia García Prieto
Giralt y, por el contrario, es posible presumir que realizaron actuaciones parcializadas
para desvirtuar los hechos denunciados que, en incumplimiento al deber de garantía,
jamás investigaron.

Recomienda, por tanto, a las autoridades policiales y fiscales salvadoreñas, establecer


las responsabilidades en que habrían incurrido las personas responsables de la
investigación estatal con posterioridad a la reapertura del caso en el año 2001.

Recomienda, además, impulsar investigaciones serias, efectivas e imparciales, para


esclarecer los actos de persecución sufridos por la familia García Prieto Giralt durante
varios años.

C.3 Sobre la impunidad posterior al año 2003

217. Concluye que se ha establecido por la Procuraduría para la Defensa de los


Derechos Humanos que la denuncia presentada ante el Fiscal General por la familia
García Prieto Giralt en junio de 2003, no fue tramitada conforme a ley, pues no se
promovió diligencia alguna de investigación, pese a que en la citada denuncia se
solicitaba la realización de diligencias concretas propias de la función fiscal.

Declara que con la descrita omisión de tramitar la denuncia de junio de 2003, tanto el
señor Fiscal General de la República, licenciado Belisario Amadeo Artiga como los
fiscales asignados al caso, Allan Hernández y Hernán Cortez, incurrieron nuevamente

144
en responsabilidades por violaciones a un debido proceso, concretamente por el hecho
violatorio de denegación de justicia.

Declara que, durante la verificación de las afectaciones al debido proceso que han
sido establecidas en el presente informe, el agente fiscal Allan Hernández obstaculizó
las labores de investigación que la PDDH realizaba, retardando indebidamente el
acceso al expediente fiscal del caso, situación que le hace incurrir en las
responsabilidades a que alude el artículo 46 de la Ley de la Procuraduría para la
Defensa de los Derechos Humanos.

Declara que la Fiscalía General de la República incumplió las recomendaciones


dictadas por esta Procuraduría con fecha 07 de junio de 2004, mediante las cuales se
exhortó al señor Fiscal General a “realizar de forma inmediata las diligencias
pertinentes en orden a establecer la autoría intelectual del asesinato de Ramón
Mauricio García Prieto Giralt, especialmente las solicitadas por el matrimonio García
Prieto Giralt en su denuncia del 6 de junio de 2003”.

Considera, respecto a la aplicación de la prescripción en el caso García Prieto Giralt,


dadas las circunstancias descritas en el presente reporte, que la autoridad fiscal
deliberadamente omitió continuar con las investigaciones, dejando transcurrir el
tiempo previsto en la legislación procesal penal para la prescripción de la acción
penal por el delito de asesinato, con el fin de invocar tal figura penal como un
mecanismo para el cierre definitivo del caso.

Recomienda, por tanto, a la Fiscalía General de la República, proceder a dar trámite a


la denuncia presentada en el mes de junio de 2003 por la familia García Prieto Giralt,
especialmente porque, de conformidad al derecho de los derechos humanos vigente
para El Salvador, no es aplicable la figura de la prescripción a crímenes de lesa
humanidad como las ejecuciones extrajudiciales de personas.

E. Sobre la presunta afectación al debido proceso en el caso de la detención de


Ismael Ortiz Díaz

218. Llega a la conclusión que la Fiscalía General de la República, en el incidente


concreto de la detención del señor Julio Ismael Ortiz Díaz, contaba con los indicios
suficientes que permitían formular la imputación en contra de Julio Ismael Ortiz Díaz
por la muerte de Ramón Mauricio García Prieto Giralt, por lo cual resulta procedente
ordenar así su detención, siendo destacable en tales indicios la participación de una de
las familiares sobrevivientes.

145
Considera, asimismo, que la captura del señor Ortiz Díaz mediante orden
administrativa girada el mismo día que iba a ser puesto en libertad en otro proceso
penal seguido en su contra, no constituye una violación a su derecho a la libertad
personal o a sus garantías procesales, sino más bien reflejó celeridad y eficacia en la
investigación del delito por parte de la Fiscalía General de la República.

Declara, por tanto, que no ha encontrado elementos que permitan concluir que se haya
producido violación a los derechos procesales del señor Julio Ismael Ortiz Díaz.

Lamenta no obstante, que la orden de detención del señor Ortiz Díaz por el caso
García Prieto Giralt, se haya visto precedida de un procedimiento policial indebido,
en el cual se le exhibió públicamente ante los medios de comunicación por otros
delitos, de los cuales fue sobreseído prontamente.

No obstante lo anterior, considera preocupante que el señor Ortiz Díaz refiriera que su
abogada defensora sufrió seguimientos y vigilancias, así como intervenciones
telefónicas, sin que las autoridades fiscales o judiciales hubiesen promovido
investigaciones sobre tales hechos.

Recomienda, en razón de lo anterior, al señor Fiscal General de la República, a que


confirme si las afectaciones a la seguridad de dicha abogada continúan en la
actualidad y, en caso así ocurriese, adoptar las medidas oportunas para garantizar su
seguridad personal, así como la del señor Ortíz Díaz si fuere necesario.

F. Sobre la persecución a la familia García Prieto Giralt

219. Reitera las conclusiones de la resolución institucional de 1996 y considera, con


base en la información obtenida, que con posterioridad a esa fecha han continuado los
hostigamientos telefónicos, las vigilancias por parte de sujetos desconocidos, entre
otros hechos similares, en perjuicio de miembros de la familia García Prieto Giralt.

Recuerda que las intimidaciones sufridas por la familia García Prieto Giralt fueron
declaradas como ciertas por parte de la Jueza Tercera de Instrucción, licenciada
Virginia Paredes de Dueñas, tal como se consignó en la resolución mediante la cual
dicha funcionaria “elevó a plenario” el juicio contra Julio Ismael Ortiz Díaz.

Expresa su preocupación porque tales circunstancias de persecución en perjuicio de la


familia García Prieto Giralt hayan continuado, a pesar que en dos ocasiones la
Comisión Interamericana dictara medidas cautelares a su favor en los años 1997 y
2001.

146
Lamenta que tales hechos no hayan sido investigados con seriedad por parte del
Estado y que, por el contrario, se hayan conducido investigaciones parcializadas en
contra de los propios miembros de la familia García Prieto Giralt, las cuales a partir
del año 2001 estuvieron a cargo del Subcomisionado Vladimir Cáceres, ex miembro
de las unidades policiales a las cuales perteneció el detective Carlos Romero Alfaro.

Lamenta, también, que las investigaciones realizadas prácticamente estuvieron


compuestas por entrevistas a diversos agentes asignados a la seguridad personal de
los señores García Prieto Giralt, los cuales se dedicaron a negar la existencia de los
hechos de persecución, tanto en sus reportes policiales como en sus deposiciones
fiscales y que se haya omitido recibir declaración a ciertos agentes que reportaron que
incidentes de tal naturaleza habían tenido lugar.

Reitera su exhortación a las autoridades policiales y fiscales de El Salvador, a fin que


realicen investigaciones serias, eficaces e imparciales, con el objeto de establecer la
responsabilidad por los actos de persecución sufridos por la familia García Prieto
Giralt durante varios años.

G. Sobre la respuesta del Estado en el proceso internacional seguido ante la


Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

220. Manifiesta su profunda preocupación por los argumentos y afirmaciones


absolutamente contrarias a la verdad y a la ética, invocadas por el Estado salvadoreño
en su informe ante la CIDH con fecha 16 de diciembre de 2003.

Rechaza las afirmaciones del Estado en el sentido que las “amenazas” contra la
familia García Prieto Giralt nunca existieron y que, incluso, de haber existido, habrían
sido provocadas por las mismas víctimas con el fin de manipular el caso.

Califica de inaceptable que el Estado se refiera a las víctimas como personas que
pretenden manipular el caso, acostumbradas a actuar según sus influencias, que han
utilizado la muerte de su hijo para tomar venganza, llamándoles personas violentas y
malcriadas, entre otras afirmaciones; pues tales aseveraciones son atentatorias de los
derechos fundamentales de los miembros de la familia García Prieto, particularmente
a su dignidad y al honor.

Recuerda al Estado que, como parte del deber de garantía, en la investigación de


violaciones a derechos humanos la “carga de la prueba” corresponde al Estado
mismo, especialmente cuando los presuntos responsables son funcionarios del Estado
–o al menos han actuado bajo tolerancia del Estado-, pues la víctima no puede asumir

147
o procurar el acercamiento de pruebas por la violación denunciada que no operan en
su poder, o no podrían estarlo sin la colaboración del Estado mismo.

Recomienda al Estado salvadoreño que se retracte de sus afirmaciones aquí aludidas,


pues estas son atentatorias contra la dignidad de la familia García Prieto Giralt;
además, le recomienda expresar ante tales personas las disculpas necesarias e
impulsar seriamente el cumplimiento de sus obligaciones constitucionales, legales e
internacionales en materia de derechos humanos, las cuales incluyen el deber
indelegable de investigar, procesar y sancionar a los responsables de los reprochables
actos de persecución en contra de la familia García Prieto Giralt.

H. Sobre los derechos de las víctimas

221. Trae a cuenta el reporte del Relator Especial, Sr. M. Cherif Bassiouni, presentado
a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU66; en el cual se proponen principios
y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas de violaciones graves de los
derechos humanos y las libertades fundamentales, especialmente el derecho de
acceder a la justicia y de obtener una reparación.

Exhorta a las autoridades del sistema de justicia salvadoreño, sobre todo a las
mencionadas como responsables de violaciones a los derechos humanos en el
presente informe, para que retomen estos principios, como un paradigma esencial de
su labor pública.

I. La prescripción es inadmisible en casos de violaciones a derechos inderogables

222. Considera que, desde el punto de vista de los derechos humanos, es inaceptable
declarar prescrita la acción penal por la ejecución extralegal de Ramón Mauricio
García Prieto Giralt, de conformidad a las obligaciones internacionales del Estado
salvadoreño, especialmente las derivadas de los artículos 4 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y 27 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos.

Exhorta, por tanto, al Fiscal General de la República, a continuar con la persecución


penal del autor material del homicidio y de los autores intelectuales que permanecen

66
M. Cherif Bassiouni; Informe final presentado en virtud de la resolución 1999/33 de la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU: “El derecho de restitución, indemnización y rehabilitación de las víctimas
de violaciones graves de los derechos humanos y las libertades fundamentales”.

148
en impunidad, pues la declaratoria de prescripción en el presente caso niega la
característica de inderogabilidad del derecho a la vida de Ramón Mauricio y del
derecho a la protección judicial de sus familiares.

Lo anterior, en razón que ante un caso de ejecución extrajudicial, en la cual ha estado


implicada presuntamente una estructura ilegal armada dedicada a la eliminación física
de personas, no son aplicables disposiciones de derecho interno que pretendan la
desprotección de las víctimas y sus familiares.

Declara que la aplicación de la prescripción en el caso de homicidio de Ramón


Mauricio García Prieto Giralt, es atentatoria de las obligaciones de respeto, garantía,
investigación y reparación por parte del Estado salvadoreño.

IX. Notificaciones

223. Sobre la base del mandato que la Constitución y la Ley conceden a la


Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, procédase a lo siguiente:

1. Notifíquese la presente resolución a los padres de Ramón Mauricio García


Prieto Giralt, señor Mauricio García Prieto Hirlemann y señora Gloria Giralt
de García Prieto, en su calidad de víctimas de los hechos narrados en el
presente informe.

2. Notifíquese a la señora Carmen Alicia Estrada, en la misma calidad.

3. Notifíquese a los señores José Raúl Argueta Rivas y Julio Ismael Ortiz Díaz,
condenados por el homicidio de Ramón Mauricio García Prieto Giralt.

4. Notifíquese al Señor Presidente de la República, licenciado Elías Antonio


Saca.

5. Notifíquese al Señor Presidente de la Asamblea Legislativa, licenciado Ciro


Cruz Zepeda.

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6. Notifíquese al Señor Presidente de la Corte Suprema de Justicia, doctor
Agustín García Calderón.

7. Notifíquese a los señores Magistrados de la Corte Suprema de Justicia en


pleno.

8. Notifíquese al Señor Fiscal General de la República, licenciado Belisario


Artiga Artiga.

9. Notifíquese al Señor Director de la Policía Nacional Civil, Comisionado


Ricardo Meneses.

10. Notifíquese a la licenciada Virginia Paredes de Dueñas, quien fungía como


Jueza Tercera de Instrucción de San Salvador.

11. Notifíquese a la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa.

12. Certifíquese al Consejo Nacional de la Judicatura, al Departamento de


Investigación Judicial de la Corte Suprema de Justicia y al Departamento de
Auditoría Fiscal de la Fiscalía General de la República, a fin que inicien los
procedimientos de su competencia que estimen pertinentes.

13. Certifíquese el presente informe al Señor Relator Especial sobre Ejecuciones


Sumarias o Arbitrarias de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, a
los efectos que la información aquí contenida sea tomada en cuenta en su
informe anual.

14. Certifíquese el presente informe a la ilustrada Comisión Interamericana de


Derechos Humanos de la Organización de los Estados Americanos, para que
de conformidad con su mandato convencional, estatutario y reglamentario,
adopte las acciones que considere oportunas en orden a promover la más
amplia vigencia de los derechos humanos en El Salvador.

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15. Notifíquese al Director del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad
Centroamericana “José Simeón Cañas”, Don Benjamín Cuéllar.

16. Hágase del conocimiento de las diversas personas e instancias pertinentes que
hayan sido relacionados en el presente informe.

17. Hágase del conocimiento de la sociedad salvadoreña en general.

Dado en la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, ciudad de San


Salvador, a los veintidós días del mes de junio de dos mil cinco.

Dra. Beatrice Alamanni de Carrillo


Procuradora para la Defensa de los Derechos Humanos

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