Altar para Dios
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Al día de hoy, Dios sigue tratando con el ser humano para que se dé cuenta que los
procesos a los que El nos expone sirven para evidenciar lo que tenemos dentro y cambiarlo.
¿Por qué el interés de Dios en cambiarnos?
Al día de hoy, Dios sigue tratando con el ser humano para que se dé cuenta que los
procesos a los que El nos expone sirven para evidenciar lo que tenemos dentro y cambiarlo.
¿Por qué el interés de Dios en cambiarnos? Porque cada vez que El
quiera hacer una transformación, es porque lo quiere llevar a otro
nivel de vida donde le pueda confiar algo más.
Por ejemplo, ¿cuántos de los padres que están acá se han dado cuenta
que tienen un hijo que ha manifestado ser un malagradecido, que
usted le ha hecho un bien, se ha esforzado, etc. y él no lo ha
agradecido? Yo fui un hijo malagradecido, lo reconozco. Eso es parte
de una naturaleza que como seres humanos tenemos. Ahora le voy a
hablar a los hijos. En el proceso de ser hijos, nos hemos dado cuenta que no hemos sido
agradecidos con nuestros padres. El problema es cuando yo como hijo persisto en eso. Un
hijo agradecido es el que honra a sus padres con sus buenas notas, el que cuida las cosas de
la casa, el que los padres le piden algo y lo hacen, etc.
¿Por qué le hablo de esto? Ahora que soy papá, yo lo entendí mejor. A mí, el pastor me
decía: “En la vida hay varias maneras de aprender: Están los que Dios les dice por su
Palabra lo que deben hacer y lo obedecen, ellos van bien, espero que tú seas uno de ellos.
Están los que no quieren entender porque Dios les habla, entonces la vida les hace entender
por las malas. ¿Cuántos han aprendido por la vida? Diga conmigo: “La vida me da
sorpresas, sorpresas me da la vida”. Y están los que nunca aprenden, esas son otras
personas. Ni Dios, ni la vida les enseña nada, ya no hay cómo decirles, se acaban los
consejos. Personas que ya no sé ni qué decirles, y si les trato de decir algo, no sirve de
nada. Pero cuando están en un momento de crisis, muy mal, pareciera que le escucharon
todo y lo van hacer, pero es saliendo y vuelven a lo mismo. Diga conmigo: necedad.
Dios les da la oportunidad, la vida los trata como la vida trata y ni aun así. A veces como
hijos o como trabajadores no hemos sido agradecidos. Existen trabajadores malagradecidos,
espero que usted no sea uno de esos. Lo peor que puede existir es una persona a la que le
confían algo y no agradece. Yo he hablado con jefes que me dicen: “Yo le ayudé, le pagué
el parto a su esposa, le hice un súper, etc. Y resulta que ese “lindo” trabajador le fue a poner
una denuncia al Ministerio de Trabajo. Ser malagradecido es lo peor que puede existir.
También existe el cónyuge malagradecido, ahí no voy a dar ejemplos, pero la enseñanza es
la misma.
En algunos momentos de mi vida, han llegado personas que me han hecho un bien y
me he dado cuenta que he sido malagradecido. Sé que ha habido personas a quienes no
he correspondido el bien que me han hecho y me he arrepentido por ello, por lo que tengo
que tomar una acción para cambiarlo. Algunas de ellas son mis padres, amigos que he
tenido; otras, como el pastor y su esposa, que me han formado durante tantos años. Pero
tengo que reconocer que han llegado personas a mi vida para que yo sea agradecido con
ellos. ¿Por qué todo esto? Porque no puedo pretender ser agradecido con Dios a quien no
miro, sin ser agradecido con las personas a quienes sí miro. Dios ha puesto a su alrededor
personas que han traído un bien a su vida y espero que haya sabido agradecerles. Porque
eso de tener un corazón agradecido es algo que viene tratando Dios con los seres humanos
desde el comienzo de la creación. En el Reino de Dios no es suficiente con decir “gracias”,
hay que demostrarlo.
Diez hombres a punto de morir, con lepra, sucios, inmundos, tenían una enfermedad que se
relacionaba con el pecado. No podían entrar a la ciudad, estaban aislados por su
enfermedad. Sucede que estos diez leprosos andaban juntos, y aconteció que iban
caminando y coincidieron con el caminar de Jesús, y le dijeron: “ten misericordia y
sánanos”. El tuvo misericordia y les dijo: “vayan y preséntense al sacerdote”. Ni siquiera
oró por ellos. Diga conmigo: “Obediencia”. Estando ellos leprosos, durante el camino
fueron sanados. Todos diríamos: “Terminó el tiempo de prueba de estos leprosos, ahora son
sanos, bendito el Señor”. Pero el tiempo de prueba no terminó desde que la lepra
desapareció de su cuerpo. Porque ahí comenzaba el proceso de demostrar lo que en el
corazón tenían. De ellos, sólo uno regresó, un samaritano. Este tenía otra forma de adorar a
Dios, pero fue sano. De todos, sólo él regresó para darle gloria a Dios y agradecerle.
Lo peor de la vida es ser como los nueve que no regresaron. Y eso nos pasa. Hace poco,
doblé mis rodillas y le dije a Dios que yo quería que ese día no lloviera. Había algo que si
llovía, tenía problemas. Además, le pedí otras cosas y Dios me respondió. No llovió. Pero
¿sabe cuál fue mi error, sabiendo que Dios me había respondido? Le agradecí hasta el día
miércoles, eso sucedió un sábado. ¿Por qué no agradecerle en el momento? Y han habido
personas que me han hecho un bien y no he sido agradecido.
Yo aprendí esto de una forma muy dura, pero aprendí a ser una persona agradecida. Antes,
el orgullo tomaba el control de mi corazón. Cada vez que Dios me bendecía, yo me alejaba.
Lo peor en la vida es ser una persona que no sabe agradecer cuando Dios y las personas le
hacen un bien. Salir de casa, casarse y no decir gracias a nuestros padres, es ser
malagradecido. El corazón más agradecido es el que aun recibiendo maldad y daño, sabe
agradecer. Es aquel que en medio de la adversidad, da gracias y le dice a Dios que sabe que
es temporal. ¿Sabe para quiénes es eterno el desierto? Para los rebeldes. Porque cuando
entran en él, se los traga y se les vuelve eterno. Por eso, Dios dice: “Sé obediente, sigue mis
preceptos, haz caso, sigue mis mandamientos, camina recto, no te apartes de mis palabras”.
Pero se los dice antes de que entren a la tierra prometida.
Uno es diferente, o sea cambia, antes que Dios lo bendiga. ¡Ahí comienza la prosperidad,
ahí cambia la vida!
¿Quién era esta persona? Era Holger Nisson, que a una temprana edad puso en práctica los
valores heredados de sus padres.
¿Cómo distribuyó Holger Nisson su fortuna? La dejó toda a los trescientos habitantes de su
pequeña aldea, Kracklinge. Cada habitante, entre los dieciocho y sesenta y cinco años de
edad, recibió diez mil dólares. «Dios dejó una herencia para todos —expresó Nisson en su
testamento—. Yo también deseo dejar la mía para todos.»
Entre todas las virtudes que el ser humano puede tener, las que más satisfacción producen
son la generosidad y la gratitud. La persona que es agradecida sabe recrearse con el sol de
la mañana, sabe apreciar los favores del día y sabe disfrutar del descanso en la noche. Tal
persona vive en armonía con todos.
Y la persona que agradece cada favor que se le hace es también una persona que sabe dar.
Ya sea que tenga mucho o poco, el dar es, para ella, su mayor satisfacción. Esta es la
persona que le ha encontrado el verdadero sentido a la vida.
Quizá sea así porque fue Dios quien le enseñó al hombre estas virtudes. El pasaje de la
Biblia que más se cita trata sobre este gran don de Dios: «Porque tanto amó Dios al mundo,
que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga
vida eterna» (Juan 3:16).
A todos nos conviene adoptar como práctica diaria estas dos grandes virtudes: el dar y el
agradecer. Son virtudes que vienen de Dios. Fue Él quien nos enseñó a dar, entregando en
sacrificio vivo a su propio Hijo. A nosotros nos toca, ahora, corresponder dándole nuestra
vida.