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Ojo - Semiología

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1.1.

Examen rutinario del ojo: anamnesis, disminución de la visión, miopía,


hipermetropía, astigmatismo, presbicia.
El ojo es un órgano complejo y delicado que
requiere de un cuidado adecuado para mantener una
buena salud visual. Un examen rutinario del ojo
consiste en una serie de pruebas que permiten
evaluar el estado de los diferentes componentes del
ojo y detectar posibles anomalías o enfermedades.
Una de las partes más importantes del examen es la
anamnesis, que consiste en una entrevista con el
paciente para recoger información sobre sus
antecedentes personales y familiares, sus hábitos
visuales, sus síntomas y sus expectativas. La
anamnesis ayuda al oftalmólogo a orientar el diagnóstico y el tratamiento.
Otra parte fundamental del examen es la medición de la agudeza visual, que es la capacidad
de distinguir los detalles de los objetos a diferentes distancias. La agudeza visual se expresa
en fracciones, siendo el numerador la distancia a la que se sitúa el paciente y el
denominador la distancia a la que una persona con visión normal puede leer las mismas
letras. Por ejemplo, una agudeza visual de 20/20 significa que el paciente puede leer a 20
pies lo mismo que una persona con visión normal. Una disminución de la agudeza visual
puede deberse a diversos factores, como la edad, las enfermedades oculares o los defectos
refractivos.
Los defectos refractivos son alteraciones de la forma o el tamaño del ojo que impiden que
los rayos de luz se enfoquen correctamente en la retina, produciendo una visión borrosa.
Los principales defectos refractivos son la miopía, la hipermetropía, el astigmatismo y la
presbicia.
La miopía es un defecto en el que el ojo es más
largo de lo normal o la córnea es demasiado curva, lo
que hace que los rayos de luz se enfoquen por
delante de la retina. Esto provoca que el paciente
vea mal de lejos pero bien de cerca. La semiología
de la miopía es la parte de la oftalmología que se ocupa de estudiar los signos y síntomas
que presenta el paciente miope. Entre ellos, se encuentran la visión lejana borrosa, la
fatiga ocular, las cefaleas y la tendencia a entrecerrar los ojos para ver mejor.
Los exámenes para diagnosticar la miopía son sencillos y consisten en medir la agudeza
visual y la potencia de refracción del ojo. El oftalmólogo puede utilizar una tabla
optométrica, un foróptero o un autorefractómetro para determinar el grado de miopía, que
se expresa en dioptrías negativas.
El abordaje de la miopía depende de las características y preferencias del paciente. Existen
diferentes opciones para corregir la miopía, como las gafas, las lentes de contacto, la
cirugía refractiva con láser o las lentes intraoculares. Estos tratamientos tienen como
objetivo modificar la curvatura de la córnea o el poder de enfoque del cristalino para que la
luz se proyecte correctamente sobre la retina
La hipermetropía es un defecto en el
que el ojo es más corto de lo normal o la
córnea es demasiado plana, lo que hace
que los rayos de luz se enfoquen por
detrás de la retina. Esto provoca que el
paciente vea mal de cerca pero bien de
lejos. La semiología de la hipermetropía
incluye síntomas como dificultad para leer, escribir o realizar otras tareas que requieren
una visión cercana, fatiga visual, dolor de cabeza, irritación ocular y estrabismo
convergente. Estos síntomas suelen aparecer o agravarse al final del día o después de un
esfuerzo visual prolongado.
Los exámenes para diagnosticar la hipermetropía son la refractometría, que mide el grado
de defecto refractivo mediante un aparato que proyecta un haz de luz sobre la córnea y
calcula el poder óptico necesario para enfocar los rayos sobre la retina; la retinoscopía, que
consiste en observar el reflejo de la luz en la retina mediante un instrumento llamado
retinoscopio y colocando diferentes lentes delante del ojo; y la oftalmoscopía, que permite
examinar el fondo del ojo y detectar posibles alteraciones en la retina, el nervio óptico o la
mácula.
El diagnóstico de la hipermetropía se basa en los resultados de los exámenes
mencionados y en la historia clínica del paciente. Se expresa en dioptrías, que son las
unidades que indican el poder óptico de las lentes necesarias para corregir el defecto
refractivo. La hipermetropía se clasifica en leve (hasta 2 dioptrías), moderada (entre 2 y 4
dioptrías) y alta (más de 4 dioptrías).
El abordaje de la hipermetropía depende del grado, la edad y las preferencias del
paciente. Las opciones más habituales son el uso de gafas o lentes de contacto, que
compensan el defecto refractivo y permiten una visión nítida a todas las distancias; o la
cirugía refractiva, que modifica la forma de la córnea mediante láser u otras técnicas para
corregir permanentemente la hipermetropía.
El astigmatismo es un defecto en el que la
córnea o el cristalino tienen una forma
irregular, lo que hace que los rayos de luz
se enfoquen en varios puntos de la retina.
Esto provoca que el paciente vea
distorsionadas las imágenes tanto de cerca como de lejos. El astigmatismo puede provocar
visión borrosa, cansancio visual, dolor de cabeza y dificultad para ver de cerca y de
lejos.
Para diagnosticar el astigmatismo, se debe realizar un examen oftalmológico completo
que incluya una prueba de refracción, que se realiza con la ayuda de un dispositivo llamado
refractómetro, que mide el grado y el eje del astigmatismo. También se puede usar una
lámina con un dibujo de líneas radiales llamada esfera o abanico astigmático, que permite
al paciente identificar qué líneas ve más nítidas y cuáles más borrosas.
El tratamiento del astigmatismo consiste en corregir la curvatura anormal de la córnea o el
cristalino mediante el uso de lentes correctivas o la cirugía refractiva. Las lentes correctivas
pueden ser anteojos o lentes de contacto, que compensan la forma desigual del ojo y hacen
que la luz se desvíe correctamente hacia la retina. La cirugía refractiva utiliza un láser para
remodelar la superficie de la córnea y eliminar el defecto óptico. Los tipos más comunes de
cirugía refractiva para el astigmatismo son el LASIK y el LASEK.
La presbicia o vista cansada es un defecto
asociado al envejecimiento, que consiste en la
pérdida de elasticidad del cristalino, lo que
dificulta su capacidad para cambiar de forma y
adaptarse a las diferentes distancias. Esto
provoca que el paciente tenga dificultades para
enfocar los objetos cercanos.
Los defectos refractivos se pueden corregir mediante el uso de gafas, lentes de contacto o
cirugía refractiva. El tipo de corrección más adecuado depende de las características y
preferencias del paciente, así como del grado y tipo de defecto refractivo. El oftalmólogo es
el encargado de realizar las pruebas necesarias para determinar la graduación y el tipo de
lente más apropiados para cada caso.
1.2. Dolor
El dolor ocular puede ser de origen superficial o
profundo. El dolor superficial suele ser intenso,
punzante y asociado a signos inflamatorios como
enrojecimiento, lagrimeo y fotofobia. Puede deberse a
traumatismos, cuerpos extraños, conjuntivitis,
queratitis, etc. El dolor profundo suele ser sordo,
opresivo y referido a la región orbitaria o frontal. Puede
deberse a glaucoma agudo, uveítis, neuritis óptica, etc.
El abordaje del dolor ocular depende de la causa subyacente y de la gravedad de los
síntomas. En general, se recomienda mantener una buena higiene ocular, evitar el uso de
lentes de contacto o maquillaje si hay inflamación o infección, aplicar compresas frías o
calientes según el caso, usar lágrimas artificiales o colirios antiinflamatorios o antibióticos
según prescripción médica y consultar con un oftalmólogo si el dolor persiste o se
acompaña de otros signos de alarma como pérdida de visión, fotofobia o enrojecimiento
intenso.
1.3. Visión de manchas
La visión de manchas o moscas
volantes es un síntoma frecuente que
consiste en percibir puntos negros o
sombras que se mueven con el
movimiento ocular. Puede ser normal
en personas con miopía o por el
envejecimiento del humor vítreo. Sin
embargo, también puede indicar una
alteración retiniana como un desgarro o
un desprendimiento.
La semiología consiste en identificar el tipo, la localización, la duración y la frecuencia de
las manchas, así como otros síntomas asociados, como dolor, enrojecimiento, destellos de
luz o pérdida de visión periférica.
Para examinar al paciente con visión en manchas, se debe medir la agudeza visual con y
sin corrección, utilizando una escala de Snellen o una tarjeta de optotipos. También se debe
evaluar el campo visual mediante la confrontación y el reflejo pupilar a la luz. Se debe
realizar una oftalmoscopia directa e indirecta para observar el fondo de ojo y detectar
posibles alteraciones en la retina, el vítreo o el nervio óptico.
El diagnóstico dependerá de los hallazgos clínicos y de la historia del paciente. Algunas de
las alteraciones más frecuentes que pueden causar visión en manchas son:
- Moscas volantes: son manchas oscuras o transparentes que flotan en el campo
visual y que se mueven con los movimientos oculares. Suelen ser causadas por el
envejecimiento del vítreo, que se licua y forma grumos de colágeno que proyectan
sombras en la retina. No suelen requerir tratamiento, salvo que sean muy molestas o
interfieran con la visión.
- Desprendimiento de retina: es la separación de la retina del epitelio pigmentario
subyacente, lo que provoca una pérdida irreversible de las células fotorreceptoras.
Se manifiesta por la aparición súbita de muchas moscas volantes, destellos de luz y
una cortina gris o borrosa que obstruye parte del campo visual. Es una urgencia
oftalmológica que requiere tratamiento quirúrgico.
- Migraña: es un trastorno neurológico que se caracteriza por episodios recurrentes
de dolor de cabeza intenso, acompañados o precedidos por síntomas visuales,
sensoriales o motores. Algunos pacientes presentan un aura migrañosa, que consiste
en ver manchas brillantes, líneas zigzagueantes o escotomas (áreas ciegas) en uno o
ambos ojos durante unos minutos antes del inicio del dolor. El tratamiento se basa
en analgésicos y fármacos específicos para la migraña.
El abordaje de la visión en manchas dependerá de la causa subyacente y de la gravedad de
los síntomas. En general, se recomienda consultar con un oftalmólogo ante cualquier
cambio repentino o persistente en la visión, sobre todo si se asocia a otros signos de alarma.
El pronóstico dependerá del diagnóstico y del tratamiento oportuno.
1.4. Visión doble (diplopía)
La diplopía es la percepción de dos imágenes de un mismo
objeto. Puede ser monocular o binocular. La diplopía
monocular persiste al tapar uno de los ojos y se debe a una
alteración en el medio refractivo (córnea, cristalino) o en la
retina (edema macular). La diplopía binocular desaparece al
tapar uno de los ojos y se debe a una alteración en la
alineación o en la movilidad de los globos oculares
(estrabismo, parálisis muscular).
La semiología de la diplopía consiste en identificar el tipo, la frecuencia, la duración y los
factores desencadenantes o agravantes de la misma. También se debe explorar la
presencia de otros síntomas asociados, como dolor ocular, ptosis palpebral, estrabismo o
alteraciones del campo visual.
Para examinar al paciente con diplopía se debe realizar una anamnesis detallada y una
exploración oftalmológica completa, que incluya la agudeza visual, la motilidad ocular, la
alineación ocular, la convergencia y la acomodación, el reflejo pupilar y el fondo de ojo.
Además, se debe valorar el estado neurológico del paciente, especialmente la función de los
pares craneales implicados en la movilidad ocular (III, IV y VI).
El diagnóstico de la diplopía se basa en la historia clínica y el examen físico. Se debe
determinar si la diplopía es monocular o binocular. La diplopía monocular persiste al cerrar
un ojo y suele deberse a causas oculares, como astigmatismo, cataratas, queratocono o
desprendimiento de retina. La diplopía binocular desaparece al cerrar un ojo y suele
deberse a causas neurológicas o musculares que afectan a la coordinación de los
movimientos oculares, como parálisis de nervios craneales, miastenia gravis, esclerosis
múltiple o traumatismos.
El abordaje de la diplopía depende de la causa subyacente. En general, se debe tratar el
problema que origina la diplopía y corregir el defecto refractivo si lo hay. En algunos casos
se puede recurrir a medidas paliativas como el uso de prismas ópticos, parches oclusivos o
toxina botulínica. En otros casos se puede requerir cirugía para corregir el estrabismo o
liberar la compresión del nervio afectado.
Las alteraciones frecuentes que pueden causar diplopía son las siguientes:
- Parálisis del nervio oculomotor (III par craneal): produce una diplopía binocular
vertical y horizontal, con ptosis palpebral y midriasis en el ojo afectado. Puede
deberse a aneurismas intracraneales, diabetes mellitus, ictus o tumores.
- Parálisis del nervio troclear (IV par craneal): produce una diplopía binocular
vertical y torsional, con dificultad para mirar hacia abajo y adentro. Puede deberse a
traumatismos craneales, esclerosis múltiple o tumores.
- Parálisis del nervio abducens (VI par craneal): produce una diplopía binocular
horizontal, con desviación interna del ojo afectado. Puede deberse a hipertensión
arterial, diabetes mellitus, ictus o tumores.
- Miastenia gravis: produce una diplopía binocular fluctuante y variable, con ptosis
palpebral y debilidad muscular generalizada. Se debe a un trastorno autoinmune que
afecta a la transmisión neuromuscular.
- Esclerosis múltiple: produce una diplopía binocular transitoria o recurrente, con
otros signos neurológicos como ataxia, parestesias o disartria. Se debe a una
enfermedad desmielinizante del sistema nervioso central.
1.5. Ojo rojo
El ojo rojo es un signo que indica una inflamación ocular. Puede afectar a diferentes
estructuras como la conjuntiva (conjuntivitis), la córnea (queratitis), la esclera (escleritis),
la úvea (uveítis) o el ángulo iridocorneal (glaucoma). El diagnóstico diferencial se basa en
el patrón de hiperemia (difusa o sectorial), la presencia de secreciones (serosas o
purulentas), el grado de dolor (leve o intenso) y otros signos asociados (fotofobia,
disminución de la visión, pupila irregular o plurito).
El examen físico debe incluir una medición de la
agudeza visual, una inspección de los párpados, las
pestañas, las glándulas lagrimales y el saco conjuntival,
una evaluación de la movilidad ocular y la pupila, una
tinción con fluoresceína para detectar lesiones corneales
o defectos epiteliales y una exploración con lámpara de
hendidura para valorar la córnea, la cámara anterior, el
iris y el cristalino. También se debe medir la presión
intraocular y realizar una oftalmoscopia para examinar el
fondo de ojo.
Las causas más frecuentes de ojo rojo son:
- Las conjuntivitis: se caracterizan por hiperemia conjuntival difusa, secreción
variable según la etiología (vírica, bacteriana, alérgica) y ausencia de dolor
importante.
- Las abrasiones corneales y los cuerpos extraños: producen dolor intenso,
fotofobia y disminución de la visión.
- Las uveítis: son inflamaciones del tracto uveal (iris, cuerpo ciliar y coroides) que
cursan con dolor moderado a severo, fotofobia, miosis y disminución de la visión.
- El glaucoma agudo de ángulo estrecho: es una urgencia oftalmológica que se
manifiesta por dolor severo, visión borrosa, halos alrededor de las luces y ojo rojo
congestivo con córnea opaca.
- Las escleritis: son inflamaciones de la esclerótica que se asocian a enfermedades
sistémicas y que provocan dolor intenso que se irradia a la frente o la mandíbula.
2.1. Examen de la conjuntiva: examen externo.
El examen de la conjuntiva es una prueba que se realiza para evaluar el estado de la
membrana mucosa que recubre el interior de los párpados y la parte blanca del ojo.
Para realizar el examen de la conjuntiva se debe observar el aspecto, el color, la
vascularización y la presencia de secreciones o cuerpos extraños. Se debe inspeccionar
tanto la conjuntiva bulbar, que cubre la esclera, como la conjuntiva tarsal, que se adhiere al
tarso palpebral. Para ello se puede usar una luz focal o una lámpara de hendidura, y se debe
evertir el párpado superior para ver la conjuntiva tarsal superior.
El examen de la conjuntiva permite detectar signos de inflamación, infección, alergia,
irritación o trauma. Algunas alteraciones comunes de la conjuntiva son la conjuntivitis, el
pterigión, el quiste conjuntival y la hemorragia subconjuntival. El examen de la conjuntiva
también puede revelar hallazgos relacionados con enfermedades sistémicas, como la
anemia, el hipertiroidismo o el síndrome de Sjögren.

La semiología de la conjuntiva consiste en describir los hallazgos observados en términos


de localización, extensión, intensidad y características. Por ejemplo:

 Conjuntiva bulbar hiperémica difusa con secreción mucopurulenta


 Pterigión nasal en ojo derecho que invade 2 mm de córnea
 Hemorragia subconjuntival inferior en ojo izquierdo sin compromiso visual

Estos datos pueden ayudar al diagnóstico y al tratamiento adecuado de las patologías


oculares.
2.2. Hiperemia, palidez, pinguécula, pterigón, equimosis, petequias, quemosis,
xerostalmia, quistes.
- Hiperemia: es el aumento del flujo sanguíneo en un
tejido u órgano, que puede causar enrojecimiento, calor e
inflamación. En el ojo, la hiperemia puede afectar a la
conjuntiva, la esclerótica o la córnea. Algunas causas de la
hiperemia ocular son las:
o Alergias
o Infecciones
o Traumatismos
o Exposición a agentes irritantes
o Sequedad ocular

Algunos de los signos y síntomas más comunes son:


o el picor
o el lagrimeo
o la sensación de cuerpo extraño
o la fotofobia
o la secreción purulenta

El diagnóstico de la hiperemia ocular se basa en la exploración física del ojo,


utilizando una lámpara de hendidura para observar con detalle la conjuntiva, la
córnea, el iris y el cristalino. También se puede medir la presión intraocular con un
tonómetro y realizar pruebas complementarias como cultivos, raspados o biopsias
si se sospecha de una infección o una lesión tumoral. El abordaje de la hiperemia
ocular depende de la causa que la origine. Si la hiperemia es causada por una
infección se pueden prescribir antibióticos o antivirales tópicos u orales. Si la
hiperemia es causada por una alergia se pueden prescribir antihistamínicos o
corticoides tópicos u orales. Si la hiperemia es causada por una hipertensión
ocular se pueden prescribir fármacos hipotensores oculares o realizar cirugía si hay
riesgo de glaucoma.
- Palidez: es la disminución del color rosado
normal de la piel o las mucosas, que puede indicar
una reducción del flujo sanguíneo o una menor
cantidad de hemoglobina en la sangre. La palidez
puede afectar a todo el cuerpo o a zonas localizadas. El examen físico de cabeza
permite evaluar:
o La piel de los párpados
o La abertura palpebral
o El ángulo interno del ojo
o La carúncula lagrimal
o La conjuntiva palpebral y bulbar
o La transparencia de la córnea
o El reflejo corneal
o La simetría y los movimientos de los globos oculares.

El examen oftalmológico con luz artificial permite evaluar el segmento anterior del
ojo (córnea, cámara anterior, iris, pupila y cristalino), haciendo incidir una luz
lateral u oblicua y una luz focal sobre una pequeña zona. La lámpara de hendidura
es un microscopio de bajo poder que permite examinar la porción anterior y
posterior del globo ocular con gran detalle. Se debe realizar una anamnesis detallada
y solicitar exámenes complementarios según el caso. Algunos exámenes que pueden
ser útiles son:
o Hemograma completo
o Perfil tiroideo
o Presión arterial
o Tonometría ocular
o Campimetría visual
o Tomografía computarizada
o Resonancia magnética de órbita y cerebro.

En el ojo, la palidez puede observarse en el párpado, la conjuntiva o el disco


óptico. La palidez ocular puede ser generalizada o localizada, según afecte a toda
la conjuntiva o solo a una parte.
Algunas causas de la palidez ocular generalizada son:
o La anemia
o Hipotensión
o El shock
o El hipotiroidismo

Algunas causas de la palidez ocular localizada son:


o El glaucoma
o Compresión vascular por tumor intraocular
o Inflamación del nervio óptico (neuritis óptica)
o Degeneración del nervio óptico (atrofia óptica)
- Pinguécula: es un crecimiento benigno de
color blanco amarillento que se forma en la
conjuntiva, cerca del borde de la córnea. Suele
aparecer en el lado nasal o temporal del ojo y
no invade la córnea. La pinguécula puede ser
causada por:
o la exposición crónica a la luz solar
o el viento
o el polvo
o la sequedad ocular

La pinguécula puede provocar:


o irritación
o lagrimeo
o sensación de cuerpo extraño
o molestia estética, pero por lo general no requiere tratamiento

Si los síntomas son severos, se pueden usar lágrimas artificiales o antiinflamatorios


tópicos. En casos raros, se puede extirpar quirúrgicamente. No se requieren pruebas
complementarias, salvo que se sospeche de una infección o una inflamación
asociada. Las alteraciones frecuentes que pueden asociarse a la pinguécula son el:
o pterigión: que es un crecimiento conjuntival que sí invade la córnea y puede
distorsionarla
o la pingüeculitis: que es una inflamación aguda de la pinguécula que
produce dolor, enrojecimiento y secreción ocular.
El abordaje de la pinguécula depende de la gravedad y la molestia que cause al
paciente. En muchos casos, no se necesita ningún tratamiento específico, solo
medidas preventivas como el uso de gafas de sol y lágrimas artificiales para
proteger y lubricar el ojo.
- Pterigión: es un crecimiento carnoso y vascularizado de la conjuntiva que se
extiende sobre la córnea, formando una masa triangular. Suele aparecer en el lado
nasal del ojo y puede afectar a uno o ambos
ojos. El pterigión puede ser causado por:
o la exposición crónica a la luz solar
o el viento
o el polvo
o la sequedad ocular
El pterigión puede provocar:
o irritación
o sensación de cuerpo extraño
o astigmatismo
o alteración de la visión
o molestia estética

El tratamiento del pterigión depende de su tamaño y sus síntomas. Se pueden usar


lágrimas artificiales o antiinflamatorios tópicos para aliviar las molestias. Si el
pterigión crece demasiado o afecta a la visión, se puede extirpar quirúrgicamente
con injerto conjuntival y/o uso de antimetabolitos.
- Equimosis: es una mancha de color morado o azulado
que se produce por la extravasación de sangre debajo de
la piel o las mucosas, debido a un traumatismo, una
enfermedad o un trastorno de la coagulación. En el ojo,
la equimosis se conoce como "ojo morado" y suele
afectar al párpado y al tejido periorbitario. La equimosis
ocular puede ser:
o Dolorosa
o producir picor
o lagrimeo
o visión borrosa
o limitar el movimiento del párpado y el globo ocular

La semiología de la equimosis ocular incluye la presencia de una mancha roja o


morada en el ojo, que puede ir cambiando de color con el tiempo. El diagnóstico de
la equimosis ocular se basa en la apariencia de la lesión y en las posibles causas que
la originan. El abordaje de la equimosis ocular depende de su etiología y de su
gravedad. El tratamiento consiste en aplicar frío local durante las primeras 48
horas y calor después para favorecer la reabsorción del hematoma. También se
pueden administrar medicamentos antiinflamatorios, antihistamínicos o antibióticos
según el caso. Algunas alteraciones frecuentes que pueden provocar equimosis
ocular son:
o la conjuntivitis
o el angioedema
o la retención de líquidos
o los efectos de los productos químicos en el globo ocular
- Petequias: son pequeñas manchas rojas o moradas que
aparecen en la conjuntiva, la membrana que cubre el
ojo y el párpado. Se deben a la rotura de los capilares sanguíneos por algún trauma,
infección, alergia, autoinmune, hematológica, medicamentosa o coagulopatía.
Suelen desaparecer solas en unos días, pero si persisten o se acompañan de otros
síntomas, se debe consultar al médico. La semiología de las petequias oculares
incluye el tamaño, la forma, la distribución y el color de las lesiones, así como la
presencia de otros síntomas asociados. Las alteraciones frecuentes que pueden
provocar petequias oculares son:
o las conjuntivitis
o las alergias
o los traumatismos
o las infecciones sistémicas
o las enfermedades autoinmunes
o los trastornos de la coagulación.
- Quemosis: es la hinchazón del tejido conjuntival debido
a la acumulación de líquido. Puede ser causada por
alergias, infecciones, irritación, inflamación,
angioedema o traumatismos. La quemosis puede
provocar molestias, irritación, lagrimeo y dificultad para
cerrar los ojos. Para examinar al paciente con quemosis ocular, se debe observar el
aspecto de la conjuntiva, el grado de hinchazón, el color del ojo y la presencia de
secreción o enrojecimiento de los párpados. También se debe preguntar al paciente
sobre posibles factores desencadenantes, como alérgenos, medicamentos o cirugías
recientes. El diagnóstico de la quemosis ocular se basa en la historia clínica y el
examen físico. En algunos casos, se puede realizar una prueba de alergia o un
cultivo de la secreción para identificar la causa específica. También se puede medir
la presión intraocular para descartar un glaucoma. Se trata con compresas frías,
antihistamínicos, antibióticos o corticoides según la causa. En casos graves puede
requerir cirugía para drenar el líquido. Las alteraciones frecuentes que se pueden
asociar con la quemosis ocular son:
o la conjuntivitis alérgica o infecciosa
o el angioedema hereditario o adquirido
o el síndrome de Stevens-Johnson
o el síndrome de quemaduras por fármacos con eosinofilia y síntomas
sistémicos (DRESS)
o la linfedema palpebral
o la obstrucción de las vías lagrimales.
- Xerostalmia: La xerostalmia ocular es una condición
que se caracteriza por la falta o la mala calidad de la
lágrima, lo que provoca sequedad e irritación en la
superficie del ojo. Puede tener múltiples causas, como:
o el envejecimiento
o el uso de ciertos medicamentos
o el síndrome de Sjögren
o la diabetes
o la radioterapia
o la deshidratación
Para examinar al paciente con xerostalmia ocular, se pueden realizar las siguientes
pruebas:
o Semiología: se evalúan los síntomas que presenta el paciente, como picor,
ardor, sensación de cuerpo extraño, enrojecimiento, fotofobia o visión
borrosa.
o Test de Schirmer: se mide la cantidad de lágrima que produce el ojo
mediante una tira de papel absorbente que se coloca en el borde del párpado
inferior durante unos minutos.
o Test de tinción con fluoresceína: se aplica una gota de un colorante
amarillo-verdoso que se adhiere a las zonas dañadas de la córnea y la
conjuntiva, y se observa con una lámpara de hendidura.
o Test de ruptura lagrimal: se mide el tiempo que tarda en romperse la
película lagrimal después de un parpadeo.
El diagnóstico de xerostalmia ocular se basa en los resultados de estas pruebas y en
la valoración clínica del oftalmólogo. El abordaje terapéutico depende de la causa y
la gravedad de la sequedad ocular. Las opciones más comunes son:
o Lágrimas artificiales: son gotas que imitan la composición de la lágrima
natural y que ayudan a hidratar y lubricar el ojo.
o Colirios específicos: son medicamentos que actúan sobre la inflamación, la
infección o el desequilibrio hormonal que pueden estar detrás de la
xerostalmia ocular.
o Tapones lagrimales: son pequeños dispositivos que se insertan en los
conductos lagrimales para reducir el drenaje de las lágrimas y mantener el
ojo más húmedo.
o Cirugía: en casos severos o refractarios al tratamiento médico, se puede
recurrir a la cirugía para cerrar los conductos lagrimales o para trasplantar
glándulas salivales al párpado.
Las alteraciones frecuentes que se asocian a la xerostalmia ocular son:
o Queratitis: es la inflamación o infección de la córnea, que puede causar
dolor, visión borrosa, úlceras o cicatrices.
o Conjuntivitis: es la inflamación o infección de la conjuntiva, que puede
provocar enrojecimiento, secreción, picor o sensibilidad a la luz.
o Blefaritis: es la inflamación o infección de los párpados, que puede originar
hinchazón, costras, irritación o pérdida de pestañas.
Quistes: son sacos llenos de líquido que se
forman en el párpado o en la superficie ocular.
Es una protuberancia que se forma en el párpado
debido a la obstrucción de una glándula sebácea
llamada glándula de Meibomio. Estas glándulas
producen el aceite que lubrica el ojo y evita la
evaporación de las lágrimas. El quiste ocular no es infeccioso ni maligno, pero
puede causar molestias, irritación, enrojecimiento o visión borrosa si es muy grande.
Pueden ser benignos o malignos, y su tamaño y localización varían. Algunos tipos
de quistes son:
o el orzuelo
o el chalazión
o el quiste dermoide
o el quiste de inclusión epitelial

La semiología del quiste ocular consiste en examinar el aspecto, la localización, el


tamaño, la consistencia y la sensibilidad del bulto. También se debe observar si hay
inflamación, secreción o sangrado asociados. El quiste ocular suele ser blando,
indoloro y se encuentra alejado del borde del párpado. Puede afectar al párpado
superior o inferior.
Para examinar al paciente con un quiste ocular se debe realizar una buena
iluminación y una lupa o un oftalmoscopio. Se debe palpar el párpado con cuidado
para valorar la movilidad y la adherencia del quiste. Se debe evertir el párpado para
ver la superficie interna y descartar otras lesiones. Se debe medir la agudeza visual y
la presión intraocular si hay sospecha de afectación corneal.
El diagnóstico del quiste ocular se basa en la historia clínica y el examen físico. No
suelen ser necesarias pruebas complementarias, salvo que haya dudas sobre la
naturaleza del bulto o se sospeche de una complicación. En estos casos se puede
recurrir a una ecografía, una biopsia o una tomografía computarizada.
El abordaje del quiste ocular depende de su tamaño, su evolución y los síntomas que
provoque. En muchos casos el quiste se resuelve espontáneamente o con medidas
conservadoras como compresas calientes, masajes suaves, limpieza de los párpados
y gotas o pomadas antibióticas o antiinflamatorias. Si el quiste persiste, crece o
molesta mucho se puede optar por un tratamiento quirúrgico que consiste en
extirparlo mediante una pequeña incisión.
Las alteraciones frecuentes que pueden asociarse al quiste ocular son:
o el orzuelo: que es una infección bacteriana de una glándula sebácea o de un
folículo piloso del párpado
o la blefaritis: que es una inflamación crónica de los párpados
o el acné rosáceo: que es una enfermedad cutánea que afecta a la cara y puede
obstruir las glándulas de Meibomio
o el cáncer de piel: que es un crecimiento anormal de las células de la piel que
puede afectar al párpado.
2.3. Agregación conjuntival: oftalmoangioscopia conjuntival.
La oftalmoangioscopia conjuntival es una técnica de exploración de la conjuntiva que
permite evaluar la presencia de agregación globular en los vasos conjuntivales. La
agregación globular es un fenómeno que ocurre cuando los eritrocitos se unen entre sí
formando cadenas o pilas que dificultan el flujo sanguíneo y aumentan la viscosidad de la
sangre. La agregación globular se relaciona con un aumento de la velocidad de
sedimentación globular (VSG), que es un marcador de inflamación sistémica.
Para realizar la oftalmoangioscopia conjuntival se utiliza un oftalmoscopio directo con un
filtro verde que resalta el color rojo de los vasos. Se examina la conjuntiva bulbar, que
recubre el globo ocular desde el limbo esclerocorneal hasta el fondo de saco conjuntival, y
la conjuntiva tarsal, que recubre el tarso o cartílago palpebral.
Se evalúa la distribución, el calibre, la tortuosidad y la permeabilidad de los vasos
conjuntivales, así como la presencia de hemorragias, exudados o infiltrados. Estos signos
son: la presencia de eritrocitos agrupados en forma de monedas o rosetas, la disminución
del calibre de los vasos conjuntivales, la alteración del color de la sangre (más oscura o
violácea) y la ausencia o disminución del pulso venoso.
La oftalmoangioscopia conjuntival es una técnica sencilla, rápida y no invasiva que puede
ser útil para detectar casos de inflamación sistémica o enfermedades que afecten la función
eritrocitaria, como:

 anemias
 policitemias
 alteraciones de la coagulación
 enfermedades autoinmunes

Sin embargo, su validez y consistencia dependen de la experiencia y el entrenamiento del


observador, así como de la comparación con otros métodos más objetivos y cuantitativos
para medir la VSG o la agregación globular.
2.4. Examen de la esclerótica.
La esclerótica es la capa externa del globo ocular, de color blanco y compuesta por fibras
de colágeno. Su función principal es proteger las estructuras internas del ojo y mantener su
forma y presión. La esclerótica está cubierta por la conjuntiva, una membrana mucosa que
lubrica el ojo, y perforada por el nervio óptico en su parte posterior.
El examen de la esclerótica consiste en observar:

 el color
 la transparencia
 la superficie
 la vascularización de este tejido

Se realiza con una buena iluminación y un oftalmoscopio o una lupa. El examen permite
detectar posibles alteraciones de la esclerótica, como:

 inflamación
 infección
 traumatismo
 degeneración
 tumores.

La esclerótica normalmente es de color blanco, opaco y liso. Puede presentar algunos vasos
sanguíneos superficiales que se desplazan con la conjuntiva al mover el ojo. Algunas
variaciones del color normal pueden ser:
- Azulado: se debe a una menor cantidad o
calidad de colágeno en la esclerótica, que
deja ver la coroides subyacente. Pue de
ser congénito o adquirido por
enfermedades como el síndrome de
Marfan o el síndrome de Ehlers-Danlos.
- Amarillento: se debe a un aumento de los depósitos de grasa en la esclerótica, que
ocurre con la edad o por enfermedades como
laxantelasma o la hiperlipidemia.
- Rojizo: se debe a una inflamación o irritación de la
esclerótica, que puede estar causada por condiciones
como la escleritis, la epiescleritis, la conjuntivitis o el
síndrome del ojo seco.
- Ictérico: se debe a una acumulación de bilirrubina en
la sangre, que se deposita en la esclerótica y le da un
tono amarillo verdoso. Puede indicar enfermedades
hepáticas como la hepatitis o la cirrosis.
El examen de la esclerótica también permite evaluar el
espesor y la elasticidad de este tejido. Una esclerótica
adelgazada puede provocar una protrusión del globo ocular, conocida como ectasia escleral.
Una esclerótica rígida puede dificultar el drenaje del humor acuoso, aumentando la presión
intraocular y favoreciendo el glaucoma.
El examen de la esclerótica es una parte importante de la exploración oftalmológica, ya que
puede revelar información sobre el estado general de salud del paciente y orientar el
diagnóstico y el tratamiento de diversas patologías oculares.
2.5. Examen de la córnea: opacidades y abrasiones.
La córnea es la capa transparente que cubre la parte frontal del ojo y que ayuda a enfocar la
luz. La córnea puede sufrir alteraciones que afecten a su transparencia, como opacidades o
abrasiones.
Las opacidades corneales son áreas de la córnea
que pierden su transparencia normal y se vuelven
más blancas o grises. Pueden deberse a diversas
causas, como infecciones, inflamaciones,
traumatismos, distrofias o cicatrices. Las
opacidades corneales pueden afectar a la visión si
interfieren con el paso de la luz al interior del ojo.
Las abrasiones corneales son rasguños o cortes en
la superficie de la córnea que pueden producirse por el
contacto con objetos extraños, como polvo, arena, virutas
de metal o lentes de contacto. Las abrasiones corneales
causan dolor, sensación de cuerpo extraño, lagrimeo,
enrojecimiento y s ensibilidad a la luz. Si no se tratan
adecuadamente, las abrasiones corneales pueden
infectarse y provocar úlceras corneales.
Para examinar la córnea, el oftalmólogo utiliza un instrumento llamado lámpara de
hendidura, que permite observar el ojo con una luz y una lupa. El oftalmólogo puede
aplicar unas gotas de un tinte llamado fluoresceína en el ojo para detectar las opacidades y
las abrasiones corneales. El tinte se adhiere a las zonas dañadas de la córnea y se ilumina
con una luz azul, lo que facilita su visualización.
El tratamiento de las opacidades y las abrasiones corneales depende de su causa y
gravedad. En algunos casos, se pueden usar medicamentos como colirios antibióticos,
antiinflamatorios o lubricantes para favorecer la curación y prevenir complicaciones. En
otros casos, se puede recurrir a procedimientos quirúrgicos como el láser o el trasplante de
córnea para restaurar la transparencia y la función de la córnea.
2.6. Reflejo corneal
El reflejo corneal es un parpadeo involuntario que se produce al estimular la córnea o la
conjuntiva con un objeto suave, como un algodón o un tejido. Es un reflejo protector que
evita el daño ocular por cuerpos extraños o luces intensas. El reflejo corneal implica la
participación de dos pares craneales: el nervio trigémino (V) y el nervio facial (VII).
El nervio trigémino es el responsable de la sensibilidad de la córnea y la conjuntiva, y envía
la señal aferente al tronco encefálico. El nervio facial es el encargado de la motilidad de los
párpados, y transmite la señal eferente desde el tronco encefálico hasta los músculos
orbiculares de los ojos. El reflejo corneal se puede evaluar tocando suavemente la córnea o
la conjuntiva con un algodón o un tejido, y observando si se produce el parpadeo bilateral.
La ausencia o disminución del reflejo corneal puede indicar una alteración del nervio
trigémino, del nervio facial o del tronco encefálico.
El reflejo corneal puede estar atenuado o ausente en las personas que usan lentes de
contacto de forma habitual. El reflejo corneal es una prueba semiológica útil para valorar el
estado neurológico de los pacientes, especialmente en los casos de coma o lesión cerebral.
2.7. Examen del iris. Examen de la pupila: Diámetros, arco reflejo pupilar. Reflejos
pupilares, fotomotor, consensual, acomodación. Anormalidades pupilares: amaurosis,
Marcus-Gunn, síndrome Argyll-Robertson, Síndrome de Horner.
El examen del iris y de la pupila es una parte importante de la exploración oftalmológica,
ya que permite evaluar la función del sistema nervioso autónomo y detectar posibles
anomalías o patologías que afecten a la visión o a otras estructuras del ojo. El examen de la
pupila consiste en medir el diámetro pupilar en condiciones de luz y oscuridad, así como
observar la forma, el color y la simetría de las pupilas. También se debe valorar el arco
reflejo pupilar, que es el conjunto de respuestas que tiene la pupila ante diferentes
estímulos.
Para realizar el examen del iris y de la pupila se deben observar los siguientes aspectos:
- Diámetros: se mide el tamaño de las pupilas en milímetros con una regla o una
escala pupilar, y se compara si son iguales o diferentes entre ambos ojos. El
diámetro normal de las pupilas varía entre 2 y 6 mm, siendo el promedio de 3.5 mm.
Una diferencia de tamaño entre las pupilas se llama anisocoria y puede ser normal
(hasta 1 mm) o indicar una alteración neurológica o farmacológica.
- Arco reflejo pupilar: se evalúa la respuesta de las pupilas a la luz, tanto directa
como consensual. La respuesta directa es la contracción de la pupila del ojo
iluminado, mientras que la respuesta consensual es la contracción de la pupila del
ojo no iluminado. Ambas respuestas deben ser rápidas e iguales en los dos ojos.
Para realizar el arco reflejo pupilar se utiliza una linterna o un oftalmoscopio y se
ilumina cada ojo por separado, observando el cambio de tamaño de las pupilas. Una
alteración del arco reflejo pupilar puede indicar una lesión en la vía aferente (nervio
óptico) o en la vía eferente (nervio motor ocular común) del reflejo.
Los reflejos pupilares son las respuestas que tiene la pupila ante diferentes estímulos. Los
principales reflejos pupilares son:
- Reflejo fotomotor: Es la contracción de la pupila al recibir luz directa o indirecta.
Se produce por la acción del sistema nervioso parasimpático, que inerva el músculo
esfínter de la pupila. Se puede evaluar proyectando una luz sobre un ojo y
observando la reacción de ambos ojos.
- Reflejo consensual: Es la contracción de la pupila del ojo no iluminado al recibir
luz en el ojo contralateral. Se debe a la conexión entre los núcleos pretectales de
ambos lados del cerebro, que reciben información de la vía aferente pupilar y envían
señales al núcleo de Edinger-Westphal, que es el origen de las fibras parasimpáticas
que llegan al músculo esfínter de la pupila.
- Reflejo de acomodación: Es la contracción de ambas pupilas al enfocar un objeto
cercano. Se produce por la acción conjunta del sistema nervioso parasimpático, que
inerva el músculo esfínter de la pupila, y del sistema nervioso somático, que inerva
el músculo ciliar, responsable de modificar la forma del cristalino para ajustar el
enfoque.
Las anormalidades pupilares son alteraciones en el tamaño, la forma, la reactividad o la
simetría de las pupilas que pueden indicar una lesión o una enfermedad en alguna parte de
la vía refleja pupilar. Algunas de las anormalidades pupilares más frecuentes son:
- Amaurosis: es la pérdida total o parcial de la visión en un ojo sin que haya una
lesión aparente en el mismo o también puede ser
debido a la ausencia de circulación de sangre a la
retina. Se puede deber a causas vasculares,
inflamatorias, traumáticas o tumorales. La pupila
del ojo afectado no reacciona a la luz directa pero
sí al reflejo consensual.
- Síndrome de Marcus-Gunn: es una alteración
congénita que se caracteriza por la elevación
involuntaria del párpado superior afectado al mover la mandíbula. La semiología del
síndrome incluye la observación de la ptosis palpebral en reposo y el fenómeno de
retracción o "guiño mandibular" al realizar movimientos de apertura, cierre,
lateralidad o protrusión de la mandíbula. Para examinar al paciente se debe evaluar
la simetría y la amplitud de las fisuras palpebrales, así como la presencia de
estrabismo, anisometropía o ambliopía asociados. El diagnóstico se basa en los
hallazgos clínicos y se puede confirmar con estudios electromiográficos que
demuestran la sincinesia entre el músculo pterigoideo externo y el músculo elevador
del párpado superior. El abordaje del síndrome depende de la severidad de la ptosis
y de las alteraciones visuales que pueda causar. El tratamiento puede ser
conservador, con medidas como el uso de gafas con crismas o parches oclusivos, o
quirúrgico, con técnicas como la resección del músculo elevador, la suspensión
frontal o la anastomosis entre el nervio facial y el nervio oculomotor. Las
alteraciones frecuentes que se pueden presentar en el síndrome de Marcus-Gunn son
el estrabismo, la anisometropía, la ambliopía, la diplopía y las complicaciones
postoperatorias como la asimetría palpebral, la lagrimeo o la infección.
- Síndrome de Argyll-Robertson: es una alteración del reflejo fotomotor en la que
las pupilas no reaccionan a la luz pero sí a la acomodación. Se debe a una lesión en
el área pretectal del mesencéfalo, que suele estar asociada a neurosífilis o diabetes.
- Síndrome de Horner: es una alteración del sistema
nervioso simpático que produce miosis (contracción
pupilar), ptosis (caída del párpado superior) y
anhidrosis (falta de sudoración) en el lado afectado. Se
debe a una lesión en alguna parte de la vía simpática,
que puede ser central (en el cerebro o el tronco
cerebral), preganglionar (en el ganglio cervical
superior) o postganglionar (en el plexo carotídeo).
2.9 Glaucoma, cataratas.
El glaucoma y las cataratas son dos enfermedades
oculares que pueden afectar la visión de forma diferente.
El glaucoma se produce po r un daño en el nervio
óptico, generalmente causado por un aumento de la
presión intraocular. Las cataratas se producen por una
opacidad del cristalino, que es la lente natural del ojo.
Ambas enfermedades pueden provocar una
pérdida progresiva de la visión, pero el glaucoma
suele afectar primero la visión periférica y las
cataratas la visión central. Los síntomas del
glaucoma pueden ser muy sutiles o inexistentes
hasta que la enfermedad está avanzada, mientras
que las cataratas suelen causar síntomas como:

 visión borrosa
 deslumbramiento
 dificultad para ver de noche
 cambios en la percepción de los colores

Para diagnosticar el glaucoma y las cataratas se requiere un examen oftalmológico


completo, que incluye una evaluación de:

 la agudeza visual
 la presión intraocular
 el fondo de ojo
 el ángulo de drenaje del humor acuoso
 el grosor de la córnea
Además, se pueden realizar otras pruebas específicas como:

 la perimetría o campimetría, que mide el campo visual


 la paquimetría, que mide el espesor de la córnea
 la gonioscopia, que examina el ángulo de drenaje del humor acuoso
 la oftalmoscopia, que observa el nervio óptico
 la biometría o ecografía ocular, que mide el tamaño y la forma del cristalino.

El diagnóstico del glaucoma se basa en la detección de un daño en el nervio óptico y/o una
pérdida del campo visual asociados a una presión intraocular elevada o a otros factores de
riesgo como la edad, los antecedentes familiares, la miopía, la diabetes o el uso de
corticoides. El diagnóstico de las cataratas se basa en la observación de una opacidad del
cristalino que afecta a la calidad y cantidad de luz que llega a la retina. El grado de
afectación visual dependerá del tipo, localización y extensión de las cataratas.
2.10. Agudeza visual, visión de colores.
La agudeza visual es la capacidad de percibir los detalles de los objetos a una determinada
distancia. La visión de colores es la capacidad de distinguir los diferentes tonos del espectro
cromático. Ambas funciones dependen de la integridad del sistema visual, desde la córnea
hasta la corteza occipital.
La semiología de la agudeza visual y la visión de colores se basa en la evaluación de los
síntomas y signos que el paciente presenta, así como en la realización de pruebas
específicas para medir estas capacidades. Algunos síntomas que pueden indicar alteraciones
de la agudeza visual o la visión de colores son:

 dificultad para leer


 reconocer rostros o ver objetos lejanos
 confusión o mezcla de colores
 ver manchas, destellos o halos alrededor de las luces
 dolor o molestia ocular

El examen de la agudeza visual se realiza con una tabla optométrica que contiene letras,
números o símbolos de diferentes tamaños, que el paciente debe identificar a una distancia
estándar. Se mide la agudeza visual para cada ojo por separado y luego para ambos ojos
juntos, con y sin corrección óptica si la tiene. El resultado se expresa en una fracción que
indica la distancia a la que el paciente ve el objeto (numerador) y la distancia a la que una
persona con visión normal lo vería (denominador). Por ejemplo, una agudeza visual de
20/40 significa que el paciente ve a 20 pies lo que una persona normal vería a 40 pies. La
agudeza visual normal es de 20/20.
El examen de la visión de colores se realiza con unas láminas que contienen círculos
formados por puntos de diferentes colores y tamaños, en las que se ocultan números o
figuras que el paciente debe reconocer. Estas láminas se conocen como test de Ishihara y
sirven para detectar el daltonismo o discromatopsia, que es la incapacidad para distinguir
algunos colores, especialmente el rojo y el verde. El daltonismo puede ser congénito o
adquirido por diversas causas, como enfermedades oculares, neurológicas o sistémicas.
El diagnóstico de las alteraciones de la agudeza visual y la visión de colores se basa en los
hallazgos del examen clínico y las pruebas realizadas, así como en la historia clínica y los
antecedentes personales y familiares del paciente. El diagnóstico permite determinar la
causa y el grado de afectación de estas funciones visuales, así como establecer el
tratamiento más adecuado para cada caso. El tratamiento puede consistir en el uso de lentes
correctivos, medicamentos, cirugía o rehabilitación visual, según el tipo y la severidad de la
alteración.
2.11. Examen del campo visual: campimetría por confrontación, alteraciones.
La campimetría por confrontación es una prueba sencilla y rápida que permite evaluar de
forma aproximada el campo visual del paciente comparándolo con el del examinador.
Consiste en que el paciente y el examinador se miren a los ojos, mientras el examinador
mueve un objeto (como un dedo o un pin rojo) hacia los lados, arriba y abajo, y le pregunta
al paciente si lo ve o no. El examinador debe cubrirse el ojo contralateral al que está
explorando el paciente, para evitar que su propio campo visual interfiera con el del
paciente.
La campimetría por confrontación puede detectar defectos de campo visual como:

 escotomas (áreas ciegas)


 hemianopsias (pérdida de la mitad del campo visual)
 cuadrantanopsias (pérdida de un cuadrante del campo visual), que pueden ser
causados por patologías neurológicas que afecten a la retina, el nervio óptico, el
quiasma óptico, las vías ópticas o la corteza visual.
La campimetría por confrontación tiene una sensibilidad y una especificidad limitadas, por
lo que no puede sustituir a la campimetría de Goldmann, que es una prueba más precisa y
objetiva que mide el campo visual mediante un instrumento llamado perímetro. La
campimetría de Goldmann permite crear un mapa detallado del campo visual del paciente y
detectar alteraciones más sutiles o localizadas. La campimetría por confrontación se utiliza
como una prueba de cribado o de seguimiento, pero para confirmar el diagnóstico y el
tratamiento se necesita la evidencia de la campimetría de Goldmann.
El diagnóstico de las alteraciones en el campo visual se basa en la correlación entre la
forma, el tamaño y la localización de los escotomas y la posible lesión que los origina.
Algunos ejemplos de alteraciones en el campo visual son:
- Hemianopsia homónima: pérdida de
la mitad derecha o izquierda del campo
visual de ambos ojos. Se produce por
una lesión en el lóbulo occipital
contralateral o en las vías ópticas
posteriores al quiasma óptico.
- Hemianopsia bitemporal: pérdida de
las mitades temporales del campo visual de ambos ojos. Se produce por una lesión
en el quiasma óptico que comprime las fibras que cruzan de un lado a otro.
- Hemianopsia nasal: pérdida de las mitades nasales del campo visual de ambos
ojos. Se produce por una lesión bilateral de las vías ópticas anteriores al quiasma
óptico.
- Cuadrantanopsia: pérdida de un cuadrante
del campo visual de ambos ojos. Se produce
por una lesión parcial del lóbulo occipital o
de las vías ópticas posteriores al quiasma
óptico.
- Escotoma central: pérdida de la visión en el
centro del campo visual. Se produce por una
lesión de la mácula o de la papila óptica.
- Escotoma periférico: pérdida de la visión en la
periferia del campo visual. Se produce por una
lesión de la retina periférica o del nervio óptico.
El examen de la campimetría por confrontación es una prueba sencilla, rápida y no invasiva
que se puede realizar en la consulta médica sin necesidad de equipamiento especial. Sin
embargo, tiene algunas limitaciones, como la falta de estandarización, la subjetividad del
paciente y del examinador, y la baja sensibilidad y especificidad para detectar defectos
sutiles o pequeños. Por eso, se recomienda confirmar los hallazgos con otras pruebas más
objetivas y precisas, como la campimetría computarizada.

Examen de los párpados, alteraciones.


Observe la posición de los párpados con relación a los globos oculares. Inspeccione todo lo
siguiente:

 Amplitud de la hendidura palpebral.

 Edema de los párpados.

 Color de los párpados.


 Lesiones.

 Estado y dirección de las pestañas.

 Idoneidad con los párpados cerrados

Compruebe sobre todo si le parece que los ojos sobresalen en exceso, si hay parálisis facial
o si el paciente esta inconsciente.
Para su examen, se comparan ambos lados. Una ligera asimetría cae dentro de lo normal.
Aspecto y coloración
En la piel de los párpados encontramos las mismas enfermedades (eccemas, exantemas,
úlceras, tumores) que en la que tapiza el resto de la cara. Su gran distensibilidad, junto a la
laxitud del tejido celular subcutáneo, permite acumular en cantidad sangre extravasada
(hematoma palpebral), gas (enfisema palpebral) o serosidad (edema palpebral). Este último
se reconoce fácilmente por inspección, pues abulta el párpado superior, redondea su borde
libre y borra los pliegues cutáneos transversales. La presión deja huella. Puede ser
unilateral o bilateral. El edema unilateral suele ser inflamatorio (salvo en los procesos
expansivos infraorbitarios) y obedecer a causas locales.
Entre las causas más frecuentes de edema palpebral unilateral, citaremos los siguientes
procesos:
1. Del propio párpado. Absceso, orzuelo, blefaritis (parasitaria, discrásica, vicios de
refracción).
2. Conjuntivales. Conjuntivitis aguda, sobre todo por gonococos; en la neumocócica y
la de origen alérgico, el edema queda localizado en el borde libre y respeta el resto.
3. Del aparato lagrimal. Dacrioadenitis (inflamación de la glándula), dacriocistitis
aguda o crónica agudizada.
4. Del globo ocular. Glaucoma agudo, iritis, uveítis.
5. De la cavidad orbitaria y senos venosos. Tumores, celulitis orbitaria difusa,
aneurisma arteriovenoso, tromboflebitis del seno cavernoso.
6. De los senos nasales accesorios. Sobre todo, la sinusitis frontal aguda, etc.
Causas más frecuentes de edema palpebral bilateral. El edema bilateral suele ser provocado
por causas extraoculares, salvo el motivado por una inflamación de la piel de la cara
(erisipela, lupus eritematoso agudo, etc.); es frío, fofo, azulado o blanquecino. Son sus
causas más frecuentes:
1. Aumento de la presión hidrostática de filtración. Ya sea en la vertiente arteriocapilar
(hipertensión arterial maligna avanzada, sofocos o exposición al calor, que
aumentan la filtración) como en la venular (decúbito [edema palpebral por exceso
de encamamiento; después de una larga anestesia en posición de Trendelenburgl),
tos ferina, compresiones mediastínicas, enfisema, obesidad, insuficiencia cardíaca
congestiva, etc.; en ocasiones, es más acentuada por la mañana al levantarse y cede
total o parcialmente en el transcurso del día.
2. Hipoproteinemia. Nefrosis, edemas de hambre o caquéctico, beri-beri.
3. Retención de agua y sodio. Nefritis, administración de corticoides (favorece la
retención tubular del sodio), síndrome de Cushing, síndrome de tensión
premenstrual, etc.
4. Perturbación de la permeabilidad capilar (disorosis). Con libre paso de plasma y
proteínas a los tejidos (edemas alérgicos, inflamatorios, angioneuróticos de
Quincke); en la anemia perniciosa, mixedema, etc., el trastorno del capilar es
causado por un deficiente aporte de oxígeno (hipoxidosis).
5. Parasitosis. Triquinosis (en el 80 % de los casos), enfermedad de Chagas (signo de
Romana), filariosis, etc.
6. Mononucleosis infecciosa. Afecta más el párpado superior (signo de Hoagland); es
poco frecuente (10 % de los casos)
7. Intoxicación arsenical.
8. Dermatomiositis. Integrando la «facies lila» de Fanconi.
9. Amiloidosis.
Con los años, la piel de los párpados se adelgaza y, a medida que la grasa subyacente
desaparece, se arruga; la pérdida de fibras elásticas de la piel y la disminución de la grasa y
del tono muscular dan lugar a la formación de las llamadas «patas de gallo», de bolsas bajo
los ojos y de pliegues en los párpados superiores; a medida que la grasa de la órbita
disminuye, el globo ocular se hunde.
Examen del aparato lagrimal
Técnicas de Exploración
Para evaluar la obstrucción del conducto nasolagrimal pida al paciente que mire hacia
arriba. Presione el párpado inferior cerca el canto medial, justo por dentro del ribete de la
órbita ósea, para comprimir el saco lagrimal
Inspeccione brevemente las regiones de la glándula y del saco lagrimal por si presentan
inflamación. Compruebe si hay lagrimeo o sequedad excesiva en los ojos.
Examen de la órbita
Tomografía Axial de la Órbita
La tomografía axial de la órbita es un método de analizar la órbita ocular por imágenes, este
examen utiliza rayos X para crear imágenes detalladas de los espacios en el cual está
contenido los ojos llamados órbitas, además estudia los ojos y los huesos circundantes.
Este estudio permite valorar rápidamente la estructura ósea en caso de sospecha
de fracturas por un evento traumático. Cuando se indica bajo la sospecha de tumores se
suele indicar con una sustancia de contraste (compuesto yodado), sugerimos informar de
alguna reacción alérgica a este componente.
Procedimiento de la Tomografía Axial de la Órbita
En el proceso de la tomografía axial de la órbita, el paciente se  acuesta sobre una mesa
estrecha que se desliza hacia el centro de un escáner. Únicamente la cabeza se ubica dentro
del escáner. Una vez dentro del escáner, el haz de rayos X de la máquina rota a su
alrededor.
Una computadora crea imágenes separadas de la zona del cuerpo, llamadas cortes. Estas
imágenes se pueden almacenar, observar en un monitor o imprimirse en una película. 
El paciente debe permanecer inmóvil durante el examen, ya que el movimiento ocasiona
imágenes borrosas. De igual manera, le pueden solicitar que contenga la respiración por
unos segundos.
El examen  tarda cerca de 30 segundos. El proceso completo tarda aproximadamente 15
minutos.
Técnicas básicas para la oftalmoscopia directa
Oftalmoscopia directa. Usted estará sentado en una habitación oscura. El proveedor de
atención médica llevará a cabo este examen proyectando un rayo de luz a través de la
pupila, con el uso de un instrumento llamado oftalmoscopio. Un oftalmoscopio es
aproximadamente del tamaño de una linterna. Tiene una luz y lentes diminutos y diferentes
que le permiten al proveedor observar la parte posterior del globo ocular.
Características generales del fondo del ojo normal; disco óptico, vasos retinianos, área
macular.
Disco óptico
Con el paciente mirando al frente, al infinito y abordándolo usted desde su lado temporal a
un ángulo de unos 15°, es la estructura redondeada, claramente definida, que debe
encontrarse en su campo de observación frente a usted. Note que está al mismo nivel de la
retina que lo circunda y que es plana o ligeramente excavada. En condiciones normales
nunca es procidente.
Forma.
El disco óptico tiene una forma ligeramente oval en sentido vertical, siendo el diámetro
vertical 7 a 10% mayor que el horizontal. Puede igualmente ser redondeada. Una
acentuación de la forma oval se correlaciona significativamente con astigmatismo corneal y
ambliopía.
Color
En general rosado-anaranjado. La mitad nasal siempre más coloreada que la temporal. Más
pálida en los miopes altos, más rosada en los hipermétropes. Su color varía con la
intensidad y brillantez de la luz empleada durante la exploración.
Margen o contorno.
El disco tiene dos polos: superior e inferior, y dos bordes: nasal y temporal.
Vasos retinianos.
Cuando ellos son normales, su pared es transluciente e invisible, así, que lo llamamos
«vaso» es en propiedad la columna de sangre que rellena su luz.
La arteria central de la retina (ACR) penetra al nervio óptico uno o dos centímetros por
detrás del globo y emerge en el disco óptico. La vena central de la retina (VCR), luego de
haber recogido la sangre, abandona al ojo también por el disco, ocupando siempre una
posición externa (o temporal) con respecto a la arteria.
Área macular
Está situada a unos 2 diámetros de disco del borde temporal del disco y a 1 diámetro por
debajo del mismo. Es horizontalmente ovalada y no tiene límites precisos
Alteraciones del fondo del ojo: hemorragias, exudados, edema de papila, cambios
arteriolares; cruces A-V, retinopatía diabética.
Nervio óptico
Coloboma del nervio óptico
Es un trastorno unilateral de origen congénito en el que hay falta de cierre adecuado de la
copa óptica fetal. En él se observa una fosita en el borde del nervio óptico llamado cono
inferior, el cual puede acompañarse de una distribución anómala de la salida de los vasos
retinianos y del coloboma de la coroides. Por debajo del nervio óptico se manifiesta una
zona blanquecina arqueada que corresponde al sitio del coloboma.
Persistencia de fibras mielinizadas
En condiciones normales la mielinización de las fibras del nervio óptico termina en la
lámina cribosa. En algunas personas hay persistencia de las fibras mielinizadas por delante
de su sitio de terminación habitual y son visibles con el oftalmoscopio. Se ven como haces
de fibras de color blanco con márgenes en forma de pluma que rodean al nervio óptico, lo
que produce que los márgenes se aprecien borrosos. Este hallazgo se considera una variante
anatómica y en nada interfiere con el buen funcionamiento del nervio óptico y de la retina
Neuritis óptica
Es un proceso inflamatorio, por lo general unilateral, del nervio óptico. Puede deberse a una
inflamación intraocular (uveítis), a tumores o enfermedades desmielinizantes del sistema
nervioso central, y puede ser producida por agentes tóxicos. Se caracteriza por una
disminución brusca de la agudeza visual de un solo ojo, con aparición de un defecto central
del campo visual. Con el oftalmoscopio se observa un disco óptico hiperémico, más rojo de
lo normal y con los bordes borrados. Hay pérdida de la excavación fisiológica y puede
haber algunas hemorragias en flama. Una neuritis óptica o papilitis puede dejar como
secuela una atrofia óptica parcial y alterar de manera definitiva la visión.
Papiledema
Es un edema del nervio óptico y, a diferencia de la neuritis óptica o papilitis, con frecuencia
es bilateral. Constituye quizá la entidad de mayor importancia diagnóstica para el médico
general. El papiledema se debe a aumento de la presión intracraneal y por tanto puede ser el
primer signo detectable de un tumor o de una hemorragia intracraneanos.
Atrofia óptica
En la atrofia óptica, el disco se observa de color blanco nacarado, de forma, bordes y
márgenes normales; la salida de los vasos es normal o ligeramente atenuada. La atrofia
óptica puede deberse a un proceso inflamatorio del nervio óptico (neuritis o papiledema).
Atrofia óptica glaucomatosa
Los bordes son normales, el tamaño de la excavación fisiológica es mayor y la salida de los
vasos es anormal, observándose rechazo de los vasos hacia el lado nasal.
Retina
Los cambios y alteraciones que pueden observarse en la retina son múltiples y con
frecuencia se acompañan de trastornos vasculares. Dentro de esos cambios, los que el
médico general encuentra con más frecuencia son la RETINOPATÍA
DIABÉTICA, la RETINOPATÍA HIPERTENSIVA y los PROBLEMAS OCLUSIVOS
VASCULARES.
Retinopatía diabética
La retinopatía diabética es una complicación de la diabetes que afecta los ojos. Es causada
por el daño a los vasos sanguíneos del tejido sensible a la luz que se encuentran en el fondo
del ojo (retina). Al principio, la retinopatía diabética puede no tener síntomas o solo
problemas leves de visión. Pero puede provocar ceguera.
Cualquier persona con diabetes tipo 1 o tipo 2 puede desarrollar este trastorno. Cuanto más
tiempo hayas tenido diabetes y menos te hayas controlado la glucosa en la sangre, mayor la
probabilidad de desarrollar esta complicación en los ojos.

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