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Kerigma

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interior MAYO 2013_int. REV.

diciembre 2006-grafo 17/04/13 21:50 Página 471

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LOS LENGUAJES DE LA FE
EL KERIGMA,
CORAZÓN DEL MENSAJE CRISTIANO
Severino Lázaro Pérez, sj*

Fecha de recepción: abril de 2013


Fecha de aceptación y versión final: abril de 2013

Resumen
Es necesario hoy recuperar el kerygma dentro del complejo proceso de la evangeli-
zación. No se puede entender la acción misionera de la Iglesia sin este elemento ke-
rigmático que anuncia de palabra y con las obras que la vida, muerte y resurrec-
ción de Cristo es la salvación para la humanidad. Es preciso comprender en qué
consiste este kerigma, de qué elementos se compone y cuál es su significado profun-
do y su actualidad. En tiempos de crisis, la Iglesia debe preguntarse por el modo
en que mejor se transparente la verdad de la fe y por los mínimos necesarios para
que la proclamación del evangelio transforme la vida de las personas.
PALABRAS CLAVE: primera evangelización, encuentro fundante, inculturación,
testimonio, compasión.

* Párroco de la parroquia «San Francisco Javier y San Luis Gonzaga». La Ventilla


(Madrid). <sblazarosj@gmail.com>.

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Kerygma: the core of the christian message


Summary
It is necessary, today, to find kerygma within the complex process of evangeliza-
tion. The missionary activity of the Church cannot be understood without this
kerygmatic element that announces that the words and works of Christ’s life,
death and resurrection are the salvation of humanity. It is essential to understand
what this kerygma is, the elements that constitute it and its deeper meaning and
timeliness. In times of crisis, the Church must ask itself how to best reveal the
truth of faith and the minimum conditions required for the proclamation of the
Gospel to transform people’s lives.
KEY WORDS: first evangelization, founding experience, inculturation, testi-
mony, compassion.

Siempre recordaré esa escena de la película Mejor imposible en la que el


protagonista, Melvin, en un momento de desesperación por la atracción
que siente hacia Carol, la camarera, sin conseguir ser correspondido, ha-
blando con su amigo Simon le dice: «No sé, estoy encallado, no puedo
volver a mi antigua vida, ella me ha expulsado de mi vida». Creo que es-
ta frase resume el objetivo del proceso evangelizador que queremos exa-
minar en este artículo. El encuentro con Cristo, meta del Kerigma, ten-
dría que expulsarnos de la vida anterior, no pudiendo ya volver a ella.
Eso es lo que San Pablo confiesa que le pasó (Flp 3,7-8).
Hablar de la evangelización es hablar de «un proceso complejo y con ele-
mentos variados» (Evangelii nuntiandi, 24). ¿Dónde se inserta a lo largo
de ese proceso el anuncio del Kerigma?
Con la palabra Kerigma ha ocurrido en nuestro tiempo lo mismo que
con tantas palabras religiosas: perdieron su significado y se convirtieron
en un esqueleto vacío de musculatura y de vida, dejaron de usarse. Lo
más grave, con todo, es que hasta la misma acción pastoral de la Iglesia
ha prescindido de ella. En el pasado, porque no había alejados de la fe,
todos debían y querían estar dentro. Estar fuera era la perdición. Y en el
presente, porque la Iglesia, habiendo perdido todo su radio de influen-
cia social, y mermadas sus fuerzas evangelizadoras, decidió apostar más

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por la formación catequética de los de dentro que por el anuncio misio-


nero a los de fuera. A día de hoy, estos últimos han pasado, de «alejados»,
a ser unos completos desconocidos en el campo de la evangelización1.
¿Dónde se inserta el Kerigma en la propuesta catequética de la Iglesia?
La fase kerigmática ha quedado reducida a mero preámbulo o antesala
de la verdadera evangelización llevada a cabo en el catecumenado2. Y sin
embargo, toda la rica tradición pastoral de la Iglesia siempre ha distin-
guido claramente tres fases en su acción pastoral: una primera acción
más misionera, una acción catequética y una acción pastoral, ligando el
anuncio kerigmático a la primera.
Pues bien, así descritas las cosas, lo que entendemos por «Kerigma» ven-
dría a situarse en esa primera fase de la acción pastoral de la Iglesia y alu-
diría a ese primer anuncio explícito de la Buena Nueva del Evangelio en
sus puntos más nucleares o centrales, como son la pasión, muerte y re-
surrección de Jesús.
En el presente artículo queremos clarificar los elementos de que se com-
pone y profundizar en el significado y actualidad de cada uno de ellos
para la actual praxis evangelizadora de la Iglesia.

1. Qué debemos entender por un anuncio kerigmático del Evangelio

La Evangelii nuntiandi, al referirse al primer anuncio, ese que se hace a


los que están lejos, dice: «La Iglesia lleva a efecto este primer anuncio de
Jesucristo mediante una actividad compleja y diversificada, que a veces

1. Hace poco, en una reunión de sacerdotes, hablando de la marcha del programa pas-
toral, con claro énfasis y enfoque misionero, en el que la diócesis de Madrid se en-
cuentra metida en el presente curso, Misión Madrid, se nos decía que las activida-
des programadas se estaban realizando, pero que con ellas no se está llegando a la
gente de fuera.
2. Basta ver el elenco de nombres con que se le designa para concluir esto que deci-
mos: «Primer Anuncio» (Directorio General de Catequesis, n. 61) «Precatecumena-
do» (Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, nn. 9-13), «Catequesis kerigmáti-
ca o pre-catequesis». Se asocia también a otros términos tales como «Primera Evan-
gelización», «Pre-evangelización», «Evangelización».

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se designa con el nombre de “Pre-evangelización”, pero muy bien podría


llamarse Evangelización, aunque en un estado inicial e incompleto»
(Evangelii nuntiandi, 51). Por el contrario, en el comienzo de la vida de
la Iglesia, el Kerigma guardaba relación con la proclamación del corazón
de la fe, el acontecimiento más novedoso acaecido en la historia del
hombre y del mundo: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
Anteriormente, el decreto Ad Gentes, del Concilio Vaticano II, ya se ha-
bía pronunciado en esa misma línea al decir que en ese anuncio prime-
ro está la razón de ser de la Iglesia (Ad Gentes, 1).
¿Cuáles son los elementos que caracterizan este primer anuncio o Kerig-
ma? Sin querer ser exhaustivos, sí podríamos aludir a varios de ellos:
• El anuncio kerigmático de la fe se vincula de una manera especial a
una situación de primera evangelización, bien por la falta de conoci-
miento de la Buena Nueva o bien porque el anuncio hecho en el pa-
sado y la vida en que este se manifiesta se fue «adelgazando», hasta
perder todo su fuelle y su fuste.
• Hablar de Kerigma es hablar de un anuncio que tiene como desti-
natario a todos los hombres, sin distinción ni fronteras de ningún ti-
po. Al entroncar con el encargo dado por Jesús a su Iglesia (Mt
28,19-20), podríamos decir que esta dimensión misionera de la fe es-
tá en el centro del Evangelio.
• Al guardar estrecha relación con el primer anuncio, es importante su
conexión y enlace con la vida de los hombres. La propuesta kerig-
mática tiene que enlazar con las problemáticas y esperanzas de los
hombres a los que se dirige.
• El contenido de lo que se proclama en el Kerigma hace referencia a
lo más nuclear o fundamental de la fe: el anuncio de la muerte y re-
surrección de Jesucristo como acontecimiento novedoso y de gracia
con el que Dios irrumpe en el mundo y en la historia, y la acogida o
rechazo que el destinatario hace en relación a él. Se abre así ante el
evangelizando la puerta o la opción de la fe.
¿Cómo reformular estos acentos o características del anuncio kerigmáti-
co de acuerdo con la situación que hoy le toca vivir a nuestra Iglesia y a

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nuestro mundo? ¿Puede ayudar la recuperación del Kerigma a esa labor


evangelizadora que la Iglesia tiene que seguir desempeñando en nuestros
días?

2. El nuevo contexto para la evangelización

La relevancia y oportunidad actual para la recuperación de un anuncio


más kerigmático de la fe viene de la mano de la situación por la que es-
ta atraviesa en nuestro contexto actual. De todos es sabido el marco de
profunda crisis que rodea todo este asunto. Crisis en un triple nivel:
– Crisis institucional de la Iglesia, responsable de la tarea evangeliza-
dora. Una institución que ofrece muy pocos visos de credibilidad.
– Crisis en la transmisión de la fe, por la falta de apoyo de la sociedad
en general, y de la familia y la escuela en particular; también por la
situación de ignorancia religiosa que atravesamos, hasta el punto de
hacer imposible la experiencia de Dios.
– Crisis de Dios, como resultado de la emancipación lograda por todo
lo creado. Dios se ha vuelto innecesario en el plano intelectual, en el
práctico y en el vital. La ciencia, la técnica y la sociedad del bienes-
tar, con sus inmensas posibilidades, han ocupado su lugar.
Lo relevante o novedoso de estos últimos años es que esta crisis así descri-
ta no solo está afectando a los de fuera de la Iglesia, sino también a los de
dentro. Es aquí donde está la posible explicación del fracaso de todos los
planes pastorales de los últimos años. En todas las llamadas a la nueva
evangelización siempre se presuponía que la Iglesia seguía siendo una ins-
titución fuerte y con una fe viva como para emprender o llevar a cabo el
reto misionero que el mundo demandaba. Pero esto es justamente lo que
estamos viendo que hace aguas por todos lados. Hasta el punto de poner-
se en duda la misma identidad «creyente» de los llamados «cristianos»3.

3. J. MARTÍN VELASCO, «La experiencia de Dios en esta Iglesia y en este mundo».


Apuntes manuscritos de una charla dada hace unos días a un grupo de sacerdotes
de la diócesis de Madrid.

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Si esto es así, ¿bastaría la propuesta de una Nueva Evangelización que se


proclame con un nuevo ardor, nuevos métodos o nuevo lenguaje? ¿No ten-
dríamos que bajar un peldaño en esta propuesta y trabajar los presu-
puestos y términos en los que acontece la experiencia de Dios? ¿No ten-
dríamos que aplicar una terapia de choque y despertar en los «supuestos»
creyentes y en aquellos que quieran serlo la pasión por ese Dios de cuya
existencia y necesidad se duda en nuestra sociedad? ¿No tendríamos que
atrevernos a poner en duda esa fe que se nos transmitió un día, pero que
se ha vuelto «increíble» para muchos y lánguida en su expresión para
otros muchos?
Parecería que el panorama presente y futuro de la fe, tanto si miramos
dentro de la Iglesia como si echamos la vista a nuestro mundo, reclama
una vuelta a sus fundamentos o cimientos, donde se hace necesario ese
encuentro fundante con el Kerigma de la fe y una toma de posición con
respecto a él.

3. Un anuncio abierto a todos los hombres

La situación de fuerte indiferencia instaurada en nuestra sociedad y la


debilidad con que se vive la Iglesia a nivel de efectivos y de convicción
hacen que, desde hace ya años, se venga sintiendo muy fuertemente la
tentación del repliegue. Queriendo o sin querer, se ve bien y hasta con
criterios evangélicos concentrar todas las fuerzas y medios en aquellas
personas que llaman a la puerta o están en el camino de la iniciación cris-
tiana o en aquellas obras apostólicas a las que llaman grupos de personas
que sintonizan con nuestra fe y que se muestran deseosos y hasta cola-
boradores en esto de la evangelización. No digo que no haya motivos que
justifiquen este repliegue, pero lo que no se puede ignorar es que con ello
se está renunciando a esa dimensión más misionera y universal de la
evangelización para la que la Iglesia fue fundada por Jesús: anunciar el
Evangelio a todos los hombres, a todos los pueblos4.

4. Resulta de gran actualidad y un criterio de fino discernimiento para dilucidar las


presencias que tenemos que mantener como Iglesia, en este periodo de «reajuste

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Cuando se habla de «todos» en esta fase kerigmática de la evangelización,


se muestra el deseo de llegar más allá de los que se aproximan a la puer-
ta de la Iglesia o participan ya de la vida sacramental que esta ofrece. La
variedad de destinatarios no tiene fin: a los alejados, a los descristianiza-
dos, a los de otras religiones, a todos los bautizados, a los ateos, a los que
no practican, a las muchedumbres, a toda la variedad de comunidades y
movimientos (cf. Evangelii nuntiandi, 51-58).
Partiendo de este presupuesto, ¿qué tipo de anuncio será el que tenga-
mos que hacer para llegar a todos los hombres? Creemos que el mensaje
que llega a todos, sin excepción, es la misericordia y la compasión5. La
misericordia y la compasión de Jesús hacían que todos se sintieran aco-
gidos por Él, que todos encontraran en Él una mano abierta o un brazo
extendido al que agarrarse en cualquier situación por la que pasaran.
Es la cara más amable y con mayor poder de atracción del anuncio. Si el
objetivo que persigue el Kerigma es la vuelta a Dios de la persona, hay
que decir que nada produce más conversiones al cristianismo que el ejer-
cicio cristiano de la misericordia. Frente a él, nadie, ni las instituciones

apostólico» que le está tocando vivir, el recordar estas palabras de Pablo VI: «A lo
largo de veinte siglos de historia, las generaciones cristianas han afrontado periódi-
camente diversos obstáculos a esta misión de universalidad. Por una parte, la ten-
tación de los mismos evangelizadores de estrechar bajo distintos pretextos su cam-
po de acción misionera. Por otra, las resistencias, muchas veces humanamente in-
superables, de aquellos a quienes el evangelizador se dirige. Además, debemos cons-
tatar con tristeza que la obra evangelizadora de la Iglesia es gravemente dificultosa,
si no impedida, por los poderes públicos [...] No obstante estas adversidades, la
Iglesia reaviva siempre su inspiración más profunda, la que le viene directamente
del Maestro: ¡A todo el mundo! ¡A toda criatura! ¡Hasta los confines de la tierra! Lo
han hecho nuevamente en el Sínodo, como una llamada a no encadenar el anun-
cio evangélico, limitándolo a un sector de la humanidad o a una clase de hombres
o a un solo tipo de cultura» (cf. Evangelii nuntiandi, n. 50).
5. «La primera tarea de la Iglesia consiste en anunciar el mensaje de la misericordia.
Justamente en la actual situación, en la que muchos viven como si Dios no existie-
ra, este mensaje no puede dejarse arrinconar en vías y escenarios secundarios. An-
tes bien, la Iglesia tiene que avanzar hasta el centro del mensaje evangélico, situan-
do en primer plano el mensaje del Dios misericordioso» (cf. W. KASPER, La miseri-
cordia, clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander 2012, 155).

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ni las personas, por muy alejadas que se muestren de lo religioso, per-


manecen indiferentes.
¿Qué es la misericordia? Es el amor de Dios que abarca y rodea a toda la
humanidad sin excepción. Y ello por tres razones: a) Porque no entien-
de de credos ni de culturas ni de apellidos ni de edad, sino que quiere
que todo hombre viva. b) Porque no juzga nunca, sino que detrás de
cualquier situación o acción, por condenable que sea, ve la persona a sal-
var y recuperar. Y c) porque se dirige o muestra siempre predilección por
el ser humano más caído o que se halla en peores condiciones, quedan-
do incluidos en él todos los demás.
Así expresado, se entiende que sea el mensaje más verdadero del Evan-
gelio, porque en él se encuentra la verdad más profunda de Dios con la
verdad más profunda del ser humano6. Solo la misericordia devuelve a
Dios y al hombre su verdadero rostro e identidad. Nunca Dios es más
Dios que cuando se compadece del hombre enfermo o vilipendiado, y
nunca el hombre es más hombre que cuando interrumpe su camino pa-
ra atender a su prójimo caído y masacrado.

4. Un anuncio hecho desde la vida del creyente


y para la vida de los hombres
Todos los documentos de la Iglesia referidos al tema de la evangelización
ponderan el testimonio como una de las mediaciones privilegiadas para
la iniciación en la fe. Decía Juan Pablo II en la Redemptoris missio que «el
testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la mi-
sión» (n. 42). La Evangelii nuntiandi de Pablo VI habla de él como «la
proclamación silenciosa» (n. 21). Y el decreto Ad Gentes afirma que el
testimonio es una tarea u obligación de «todos los cristianos, donde
quiera que vivan...» (n. 11).
Difícilmente nuestro decir sobre Dios o el Evangelio va a ser creíble si a
esa palabra no le acompaña de forma coherente nuestra vida. Esta forma

6. Ibid., 157.

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de lenguaje es la que tiene que hacerse visible en nuestra evangelización


primera o anuncio kerigmático. ¿Qué queremos decir cuando hablamos
de testimonio como forma de evangelizar a los que no son cristianos o
se muestran indiferentes a nuestra forma de vida?
– Hablamos, en primer lugar, de una presencia de los cristianos o
agentes de evangelización en medio de la vida y de la gente a la que
hay que evangelizar (Ad Gentes, 11). Partiendo de aquí, puede en-
tenderse que una predicación o proclamación del Evangelio que
quiera llegar a todas las personas y pueblos va a exigir de la Iglesia y
de los cristianos un ejercicio externo e interno de «salir del propio
amor, querer e interés» que decía San Ignacio de Loyola.
– A menudo, el evangelizar a través de nuestra vida no va a requerir de
nosotros un testimonio explícito de nuestra fe o de nuestro señor Je-
sús, sino un estar donde está la gente y un hacer bien las tareas y res-
ponsabilidades más cotidianas que nos traemos entre manos. Ese fue
el camino elegido por el mismo Jesús para manifestarnos el amor de
Dios, y ese ha de ser el nuestro si queremos seguir sus pasos7.
– Solo este estar donde está la gente y haciendo lo que ellos hacen nos
descubrirá en el discurrir de los días las grietas u oportunidades que
hagan propicia una evangelización más explícita. Llegado el mo-
mento, esta habrá de usar y adaptarse a las categorías lingüísticas y
culturales de sus destinatarios y atender a sus aspiraciones, interro-
gantes y problemas más personales y sociales.
Se trata, como vemos, de un proceso de evangelización por incultura-
ción. Solo un proceso así pone las bases para una auténtica evangeliza-
ción. Pues si nuestro testimonio se acredita en la vida cotidiana, la mis-

7. «Estoy seguro, la función misionera de la mayoría de los cristianos en lo concreto


no tendrá una relación directa con el trabajo misionero de la Iglesia en sentido pro-
pio..., y esto en ninguna forma militará contra el hecho de una básica orientación
de cada cristiano a la dimensión misionera de la Iglesia. Solo esta básica orientación
podrá ser más concretamente actualizada en función de la situación de vida de ca-
da persona, en función de su llamada directa a través de la Iglesia y en función de
su individual y propia llamada de la gracia» (cf. K. RAHNER, The practice of faith. A
handbook of contemporary spirituality, SCM Press, London 1985, 88).

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ma que la de las personas que queremos evangelizar, ello va a permitir


que dicha gente, al vernos, redescubra que eso que le fascina de nosotros
también está a su alcance, que no tienen que buscarlo lejos, porque lo
tienen dentro en forma de gracia de Dios latente que estaba esperando
el momento oportuno para su aparición.
Solo esta forma de evangelización empodera a la persona destinataria del
Evangelio y le convierte, con el tiempo, en sujeto de su propia vida es-
piritual, siendo capaz de discernir los auténticos valores cristianos en me-
dio de esas situaciones vitales y culturales que le ha tocado vivir8.

5. Un anuncio de la irrupción salvífica de Dios


en la muerte y resurrección de Jesús

Si algo otorga identidad a la etapa de la primera evangelización o más ke-


rigmática, es el anuncio explícito del Kerigma cristiano: «...en este pe-
riodo se hace la evangelización, o sea, se anuncia abiertamente y con de-
cisión al Dios vivo y a Jesucristo, enviado por él para salvar a todos los
hombres, a fin de que los no cristianos, al disponerles el corazón el Es-
píritu Santo, crean, se conviertan libremente al Señor y se unan con sin-
ceridad a él...» (Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, 9). Ninguno
de los pasos anteriores se entendería como fase de la evangelización si no
estuviera referido y se comprendiera desde el anuncio explícito de la sal-
vación llevada a cabo por Dios en su Hijo Jesús9. Este es el corazón del
anuncio kerigmático. A este anuncio están referidos los Kerigmas más ci-

8. La importancia de convertir cuanto antes a los destinatarios de la evangelización en


sujetos de su propia vida espiritual, para poder decidirse a favor o en contra de la
propuesta evangélica, es tanto más urgente cuanto que no es el presupuesto común
de la evangelización que se suele practicar. Desgraciadamente, en la acción pastoral
y catequética seguimos dando más importancia a los contenidos y conocimientos
(catequesis doctrinal) que al hecho de posibilitar que dicha persona se encuentre con
Dios y sea sujeto de su propio camino espiritual (catequesis mistagógica).
9. «No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina,
la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios» (Evan-
gelii nuntiandi, n. 22).

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tados del Nuevo Testamento, tanto las predicaciones de Pedro (Hch


2,14-33; 3,12-26; 10,34-35) como las de Pablo (1 Co 15,3-11; 1 Tes
1,9-10; Hch 14,15-18).
Escribo estas líneas al término de la Semana Santa, con el recuerdo aún
muy vivo de la fuerza que la muerte y resurrección de Jesús, corazón de
todo Kerigma, sigue teniendo para las personas que se abren a él. Es es-
ta reciente experiencia la que me lleva a preguntar no tanto por los con-
tenidos que este anuncio tiene que integrar, más allá de ese misterio cen-
tral10, cuanto por los mínimos que una proclamación así tiene que reu-
nir para seguir produciendo los efectos transformadores que logró en la
primera comunidad cristiana.
– Estando este verano en Santiago de Cuba, ayudando en diversas pa-
rroquias, en una de ellas se me acercó la señora Aida, catequista, y
me dijo: «Padre, llevo muchos años dando catequesis, pero hay pala-
bras y fórmulas de nuestra religión que no acabo de entender y que
siempre que las he preguntado o me las preguntan no encuentro res-
puesta satisfactoria. ¿Podría decirme que significa la palabra “Salva-
ción”? ¿De qué nos salva Jesús? ¿Qué quiere decir que nos salva de la
muerte y de nuestros pecados? ¿Qué es pecado? ¿Cómo explicar la re-
surrección?» Después de hablar con ella largo rato, me preguntaba yo
si se podía ser creyente de verdad sin hacerse esas preguntas y desear
encontrar esas respuestas. ¡Algo falla en nuestra acción pastoral cuan-
do ni los catecúmenos ni los alejados formulan cuestiones de ese tipo,
sino las referidas a temas mucho más marginales: el celibato de los cu-
ras, la economía de la Iglesia, la demostración de los milagros...!
– Dice Hugo Rahner que la palabra «Kerigma» se define por dos co-
sas: a) Tiene que ser la predicación o el anuncio de la buena noticia
que Dios quiso revelarnos en la persona de Jesús. Y b) esa buena no-
ticia tiene que anunciarse en la forma (historia de salvación) en que
Dios quiso revelárnosla. Esto es, teniendo siempre presente que to-

10. Una muestra de las distintas propuestas que se han hecho puede verse en J.
GEVAERT, El primer anuncio. Proponer el Evangelio a quien no conoce a Cristo,
Sal Terrae, Santander 2004, 130-138.

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dos los acontecimientos de nuestra vida y de nuestra historia, ocurra


lo que ocurra, no son más que una pedagogía o camino hacia Cristo11.
¡Cuántas veces traicionamos estos dos aspectos en la predicación que
la Iglesia hace de Dios...! ¿Cómo es posible que tanta gente se haya ido
de la Iglesia o no se aproxime a ella por miedo o desconfianza de Dios?
¿Qué Dios anunciamos? ¿Cómo es posible que los cristianos tengamos
una visión tan pesimista y negativa de nuestro mundo, de nuestra his-
toria, de nuestra vida, si todo en ellas, ocurra lo que ocurra, nos lleva-
rá a encontrarnos con ese Cristo resucitado que nos espera?
– Recogiendo el adagio de Santo Tomás de que «la fe termina en la co-
sa misma, no en el enunciado»12, me cuestiono el acierto de muchas
de las homilías que hago. Entiendo que el objetivo de todas ellas ten-
dría que ser acercar a los que escuchan al encuentro personal con ese
Jesús capaz de entregar su vida y resucitar por amor nuestro. Pero me
quedo preocupado cuando constato que, la mayoría de las veces, lo
que centra el interés de la gente que escucha y del sacerdote que pre-
dica es la anécdota de la homilía.
– Pero «la cosa misma» del Kerigma de nuestra fe no acaba en el en-
cuentro con ese Cristo muerto y resucitado, sino en nuestro deseo de
abrirnos (convertirnos) a él. Esto es, consentir que en nosotros el po-
der de su resurrección active el deseo de querer vivir como Jesús cru-
cificado, amando hasta el extremo a nuestro prójimo. Una vez que la
proclamación de la muerte y resurrección de Jesús despierta en no-
sotros ese deseo de querer ser para los demás y para nuestro mundo
otros Cristos, la primera evangelización o etapa kerigmática ha lle-
gado a su fin.
– Para que el anuncio del Kerigma cristiano (el Cristo de la fe o de la
proclamación de la Iglesia) no devenga pura abstracción o ideología,
esto es, no se vuelva un anuncio de algo que no sabemos qué es, a
quién se refiere y para qué puede servirnos, es necesario que dicha

11. Cf. H. RAHNER, A theology of proclamation, Herder and Herder, New York 1968,
13.
12. Citado por J. MOINGT, El hombre que venía de Dios, vol. 1, Desclée de Brouwer,
Bilbao 1995, 178.

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proclamación no se despegue en ningún momento de los misterios


de la vida del Jesús histórico y de las preguntas acuciantes de la gen-
te a las que debe intentar responder.
– Ahora bien, a la inversa, el anuncio del Jesús histórico y la respuesta
a las preguntas de los hombres –mucho más las de un mundo como
el nuestro, que pone en cuestión a Dios– solo pueden encontrar su
sentido pleno y salvador en el anuncio o proclamación del Kerigma
cristiano, que reza así: en ese Jesús de Nazaret, crucificado, Dios
irrumpió de forma inaudita y rompedora, resucitándolo para salva-
ción de toda la humanidad.

6. Conclusión: en la escuela de los grandes evangelizadores

Todo esto que hemos intentado decir en este artículo se resume muy grá-
ficamente en una anécdota que se cuenta de uno de los grandes heraldos
del Evangelio que la historia ha dado a la Iglesia: San Francisco Javier.
En una de sus estancias en Malaca (una de las islas de las antiguas Indias
Orientales), tuvo un encuentro con una expedición de comerciantes por-
tugueses recién venidos de Japón. Con ellos venía Angiro, un habitante
de aquellas islas. Javier, en su ansia por llevar más lejos todavía la Pala-
bra de Dios, preguntó a Angiro si se harían muchos cristianos en Japón
en caso de que se fuera con él a aquellas tierras. A lo que Angiro le res-
pondió diciendo que «los de su tierra no se harían cristianos luego, di-
ciéndome que primero me harían muchas preguntas y verían lo que les
respondía y lo que yo entendía, y sobre todo, si vivía conforme a lo que
hablaba; y si hiciese dos cosas, hablar bien y satisfacer a sus preguntas, y
vivir sin que me hallasen en qué me reprender, que en medio año, des-
pués que tuviesen experiencia de mí, el Rey y la gente noble y toda otra
gente de discreción, se harían cristianos, diciendo que ellos no son gen-
tes que se rigen sino por razón»13.

13. J.I. TELLECHEA, Los sueños de Francisco Javier, Sígueme, Salamanca 2006, 126.

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484 severino lázaro pérez, sj

Este mismo es el reto de la primera evangelización que tenemos por de-


lante en nuestro continente. Frente a nosotros y con nosotros tenemos a
mucha gente «japonesa» deseosa de saber qué tenemos que decirles sobre
Jesús, deseosa de hacernos muchas preguntas acerca de nuestra fe y ex-
tremadamente atenta por ver si lo que anunciamos o proclamamos nos
lo creemos de verdad, es decir, lo vivimos.

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RICARDO BLÁZQUEZ PÉREZ


Del Vaticano II
a la Nueva Evangelización

280 págs.
P.V.P.: 17,50 €

El arzobispo de Valladolid está convencido de que el Concilio buscó la re-


novación de la Iglesia volviendo a sus orígenes y mirando a su misión en
nuestro tiempo; y desde ahí traza el camino hasta la Nueva Evangeliza-
ción. La Iglesia necesita escuchar de nuevo el mandato misionero del Se-
ñor y confiarse al poder del Espíritu Santo: Id al mundo entero, a todas
las regiones y pueblos, a todos los sectores de la humanidad, a todas las
edades; unas veces las puertas están abiertas, y otras cerradas o solo en-
treabiertas; hay experiencia de desierto y añoranza de oasis y de patria.
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J. SERAFÍN BÉJAR
Cinco razones para creer
Experiencias
de la desproporción

120 págs.
P.V.P.: 10,00 €

El ser humano está abierto a un horizonte de plenitud que por sí mismo


no puede saciar. Eso hace que el hombre, en palabras del autor, sea un ser
desproporcionado, poseedor de un corazón inquieto, siempre insatisfe-
cho, permanentemente abierto a ese horizonte de abundancia. El autor
nos propone releer las huellas de tal desproporción en nosotros como cin-
co auténticos preludios para la fe: el deseo, la historia, el sentido, el ros-
tro y el exceso. Para ello entrelaza teología, filosofía, literatura y cine, in-
tentando evocar en el lector la presencia ineludible del misterio.

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