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CRÍTICA DE LAS TEORÍAS SOCIOLÓGICAS DEL DESARROLLO

Guy Bajoit
Febrero del 2006

Objeto
El objeto del presente trabajo es presentar un inventario y una crítica de las respuestas, diversas y
contradictorias, que los sociólogos han aportado, desde más o menos cincuenta años, a la cuestión del
(sub)desarrollo. ¿Cómo explicar, a partir de la sociología, las enormes – y además, crecientes –
desigualdades de desarrollo entre las sociedades humanas? ¿Cómo explicar que, entre los diferentes
países del mundo, algunos son más dinámicos que otros en lo que concierne la producción de
riquezas? ¿Cómo explicar que, en un país dado, este dinamismo es más fuerte en ciertas épocas de
su historia que en otras? Dicho de otra manera, ¿cómo explicar el flujo y el reflujo de la dinámica de
desarrollo en las colectividades humanas?
Para encontrar respuestas a estas interrogantes, he hecho, entre medio de los sociólogos del
desarrollo, ¡una “encuesta” – una larga encuesta que comenzó hace cuatro décadas y que todavía no
está terminada! – para conocer sus respuestas a las preguntas siguientes:
1. Causa: ¿Cuál es la causa principal del subdesarrollo? ¿Cuál es el principal obstáculo al
dinamismo de desarrollo?
2. Definición: ¿Cuál es la definición del desarrollo? ¿Qué significa “desarrollar” una colectividad
humana?
3. ¿Qué hacer?: ¿Qué hay que hacer para desarrollar? ¿En qué consiste una buena política de
desarrollo?
4. ¿Quién?: ¿Cuál es el actor principal (el piloto) del proceso de desarrollo en una colectividad?
5. Ejemplos: ¿Cuáles son los ejemplos históricos de intentos de desarrollo, con esta política y bajo
la conducción de este actor?
6. Cooperación: ¿En qué debe consistir una buena política de cooperación al desarrollo?
Como era de esperar, a estas preguntas, no he encontrado una, sino varias respuestas diferentes,
muchas veces opuestas, aún si también complementarias. Hice, primero, un trabajo de inventario: a
medida que las recolectaba, he clasificado las respuestas en tradiciones intelectuales distintas, en
“paradigmas” diferentes, que he llamado “teorías del desarrollo”. Encontré así cinco grandes
concepciones según el “motor” del proceso de desarrollo que los autores privilegian: el desarrollo por la
modernización, por la revolución, por la competencia, por la democracia y por la identidad cultural.
En si mismo, estas divergencias entre los autores exigen algunas aclaraciones. ¿Por qué hay tantas
teorías distintas? Sin entrar aquí en los detalles de esta cuestión muy compleja, quiero hacer dos
comentarios al respecto:
- ¡Nunca todos los sociólogos están de acuerdo entre ellos sobre una sola respuesta a una
pregunta, cualquiera que sea! Como lo hace el fotógrafo – que reduce a dos dimensiones unos
objetos que tienen tres – los sociólogos también, en su mirada sobre el objeto complejo que es la
sociedad, tienen tendencia a reducirlo a un punto de vista simple, privilegiando ciertas variables y
ciertos de sus aspectos. Por supuesto – como es también el caso con la fotografía – cada
discurso sociológico revela una parte pertinente de la realidad, pero, al revelarla, en el mismo
gesto, esconde otras dimensiones que también pertenecen a esta realidad y serian igualmente
pertinentes para comprenderla. Como todas las ciencias (trátese de las ciencias de la naturaleza
como de las del hombre), la sociología mira la “realidad” por el intermediario de sus paradigmas,

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y estos paradigmas están estrechamente ligados al modelo cultural imperante en las sociedades
donde esta ciencia nació y se desarrolló.
- Al considerar las concepciones del desarrollo que voy a presentar en seguida, aparecerán
también sus vínculos, no solamente con el modelo cultural de la modernidad en general, sino
también con sus ideologías, con las vías concretas de la industrialización de los países del Norte,
y hasta con las coyunturas especificas que marcaron la historia de estos países en el curso de
los cincuenta últimos años. ¡Por la naturaleza misma de su objeto, la sociología es una ciencia
muy “encarnada” – quizá demasiado – en su siglo! Los sociólogos – sean del Norte o del Sur:
¡importa poco donde nacieron! – parecen haber reflejado en sus concepciones teóricas y sus
análisis, los grandes cambios que han afectado los actores de la industrialización, en lucha entre
ellos para ver triunfar sus intereses y sus proyectos. Existe, visiblemente, un lazo de
“complicidad ideológica” – no necesariamente intencional ni consciente – entre las concepciones
sociológicas del desarrollo, proyectadas hacia los países del Sur, y las vías de la
industrialización, promovidas en el Norte por los grandes actores implicados en ella: vía
nacionalista del Estado nación, vía liberal de la burguesía internacionalista, vía comunista del
partido revolucionario y vía social-demócrata del movimiento obrero y socialista. Esta
complicidad ideológica nos permite comprender las divergencias entre las respuestas que los
sociólogos aportaron a las cuestiones mencionadas más arriba y, por lo tanto, sus divergencias
sobre las concepciones del desarrollo.
Presentaremos ahora, de manera muy sintética, nuestro inventario de las teorías sociológicas del
desarrollo; después, tomaremos distancia de ellas, las criticaremos e intentaremos proponer una visión
alternativa que permite ir más allá del “reduccionismo” imperante actualmente en la sociología en
general, y en particular en la que se dedica a la cuestión, tan importante, del desarrollo.

Inventario

Las dos primeras concepciones: 1950-1975

El contexto
Recién después de la segunda guerra mundial, los sociólogos comenzaron a construir una
problemática sociológica alrededor de la cuestión del desarrollo. Por supuesto, el problema – las
desigualdades entre los países del Sur y del Norte – existía antes, mucho antes, pero no era
“problematizado”: no había conceptos para pensarlo, datos empíricos comparativos, cátedras e
institutos universitarios, coloquios, revistas, investigaciones respecto al ese tema... Este hecho llama la
atención: ¿por qué? ¿Cual es la relación entre la aparición de esta “problematización” del desarrollo y
la coyuntura económica, política y cultural de la posguerra?
Como bien se sabe, esta coyuntura se caracterizó por el surgimiento de dos potencias nuevas, las
que liberaron el mundo del fascismo: los Estados-Unidos y la Unión Soviética. Las naciones europeas,
más bien, habían perdido la guerra – salvo Gran Bretaña, pero que no la pudo ganar sola. Estas dos
nuevas potencias hegemónicas se dieron una vocación mundial y quisieron reorganizar el orden
internacional (Yalta, 1945). Por lo tanto, ellas exigieron, directamente o por intermediario de la ONU, el
fin del modelo colonial, establecido al final del siglo XIX y controlado por los países de Europa
occidental, sobre todo por Gran-Bretaña y Francia. Apoyados por estas nuevas potencias, los
movimientos de liberación nacional se despertaron en las colonias. Los británicos y los franceses,
como también los otros Estados europeos, perdieron poco a poco sus colonias: India (1947), China
(1949), Indonesia (1950), Egipto (1952), Indochina (1954), Tunes, Marueco (1956) ...; y después todos
los países africanos (1960-65), terminando por las antiguas colonias portuguesas (1974). Así, en un
poco más de dos décadas, se acabó el modelo colonial y una gran cuantidad de “nuevas naciones” se
constituyeron.

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Pero, las dos nuevas potencias necesitaban un proyecto para justificar su política – y su rivalidad –
en el Sur1 ; este proyecto fue – y sigue siendo – el desarrollo, ya sea por la vía capitalista o por la vía
socialista, los dos caminos que ellas mismas estaban practicando. Fundamentaron este proyecto en la
ciencia – en virtud de la cual, para resolver un problema, se precisa “conocerlo científicamente”. La
economía y la sociología les ofrecieron su “label” ideológico, la legitimidad detrás de la cual podían
esconder sus intereses políticos y económicos. Con decir esto, no quiero insinuar que los sociólogos y
los economistas, que aceptaron entrar en este “juego”, fueron cínicos: los que adhieren a una ideología
son, por lo menos en gran parte, personas sinceras, que creen realmente en lo que están haciendo.
Pero, en el mismo tiempo, esta sinceridad es una forma de ceguera. Ellos inventaron, pues, el
desarrollo como objeto de ciencia, y conceptualizaron las dos vías que fueron las primeras “teorías” del
desarrollo.

El desarrollo por la modernización


Causa
El subdesarrollo es un problema cultural: la mentalidad tradicional impuso, desde muchos siglos,
costumbres culturales (concepciones del mundo, modos de organización y de vida, tipos de
tecnología…), que son incompatibles con la modernidad y que resisten a su penetración. Las formas
tradicionales de solidaridad (familia, clan, tribu, etnia) perjudican el funcionamiento moderno de la
sociedad. Resulta difícil, y a veces imposible, organizar una explotación agrícola, una empresa
industrial, un sistema bancario, una red de intercambios comerciales, una administración pública, un
régimen político, un ejército, una escuela, un hospital, una familia..., en fin, una nación moderna, con
individuos que siguen compenetrados por valores, normas, pensamientos y sentimientos tradicionales.
La ecuación moderna “tiempo = dinero = trabajo” no se ha generalizado todavía en el espíritu de la
gente del Sur. Hay que reconocerlo: la concepción “mística y religiosa” del mundo es incompatible con
la concepción “técnica y científica”. Nosotros (las sociedades del Norte) lo sabemos bien: nos costó
también dos o tres siglos para resolver este problema; la creencia en el Progreso, el Trabajo, la
Ciencia, la Razón, la Igualdad, la Libertad, la Democracia, la Nación ... se demoró mucho tiempo antes
de entrar en nuestra propia mentalidad. ¡Por lo tanto, no es realista esperar que las nuevas naciones
del Sur adopten la modernidad en veinte años!
Definición
Si esta “fotografía” está buena – y, por supuesto, ¡lo es si los actores se la creen! – la condición
esencial del desarrollo es el paso progresivo y controlado de la sociedad tradicional a la sociedad
moderna, es decir un proceso de modernización.
¿Que hacer?
Una política de modernización es una tarea larga y compleja. Hay que dotar el país de las
infraestructuras necesarias para favorecer los intercambios y la integración entre todas sus partes
constitutivas. Hay que aumentar la productividad de la agricultura, y por esto imponer, contra las
resistencias de los grandes propietarios, una reforma agraria. Hay que generalizar el uso de la moneda
como medio de comercio, de ahorro y de inversiones. Hay que desarrollar algunas empresas
industriales importantes, sobre todo las que permiten trasformar las materias primas antes de
exportarlas y las que permiten sustituir ciertas importaciones por producciones locales. Hay que cubrir
el país entero con administraciones públicas competentes, dirigidas por funcionarios honestos y

1 Desde cinco siglos, los paises hegemónicos del Norte han necesitado de alguna justificación para
controlar y dominar los del Sur : los Españoles y los Portugueses lo hicieron en nombre de la
“cristianización” ; los Británicos y los Franceses, en nombre de la “civilización” ; los Estados-Unidos y
la Unión Sovietica, en nombre del “desarrollo”; y hoy, después del fin de la tensión entre el Este y el
Oeste, lo hacen en nombre de la “seguridad” del mundo, en lucha contra la pobreza y el terrorismo.

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preocupados del interés general. Hay que formar un buen ejército capaz de defender las fronteras, y
unas fuerzas de orden para proteger la paz interna. Hay que planificar el desarrollo de las ciudades
para contener y controlar el inevitable proceso de éxodo rural. Hay... muchas cosas que hacer! Pero,
sobre todo, hay que cambiar la mentalidad de la gente, y por esto, el sistema escolar es la base
esencial de todo el proceso: las nuevas generaciones son las más decisivas para el éxito del
desarrollo. Además de todo esto, si posible, hay que instaurar la democracia política y social. Si
posible! Porque, en general, no lo es, por lo menos, no en lo inmediato: los nuevos ciudadanos tienen,
primero, que aprender a convivir en el respeto de las instituciones de la nación.
¿Quien?
Si este proceso es largo y delicado, es a causa de las resistencias de los actores tradicionales que
se oponen a la modernización, pero también por los comportamientos inadaptados de los que siguen
obedeciendo a pautas antiguas de conductas. Por lo tanto, en un primer tiempo, el proceso tiene que
ser pilotado, con mano firme, por un Estado fuerte, dirigido por unas elites modernizadoras,
habitualmente formadas en los países del Norte. En un segundo tiempo, cuando se considera que la
modernización está en buen camino, la gestión de la economía tiene que pasar en las manos de una
burguesía nacional, que se ha formado en la primera etapa, y que sigue trabajando en colaboración
estrecha con el Estado.
Ejemplos
La mayoría de los países asiáticos (India, Indonesia, Corea del Sur, Taiwán...), árabes (Egipto, Siria,
Tunes...), africanos (Senegal, Costa de Marfil, Nigeria...) y latinoamericanos (Argentina, Chile, Uruguay,
Brasil...) intentaron – en algún momento de su historia, entre 1950 y hoy –, practicar esta política.
Siempre el tono dominante de los actores fue un nacionalismo, moderado o radical, mezclado con una
dosis más o menos importante de populismo. Los resultados fueron diversos: desde el fracaso
evidente (Zaire), hasta un éxito relativo (Egipto, Argentina, Chile...), que permitió a algunos pasar a la
segunda etapa (Corea del Sur, Taiwán, Malasia...).
Cooperación
Ayudar estos intentos significa trabajar en estrecha colaboración con las elites del Estado, es decir
practicar una asistencia técnica (más o menos interesada según los casos). Reforzar la educación es,
quizá, lo mejor que se puede hacer; pero también las políticas de salud, la modernización del Estado,
la reforma de la agricultura, la industrialización...

El desarrollo por la revolución


Causa:
Aquí, el fotógrafo se puso detrás del objeto, y nos revela todo lo que escondía, intencionalmente o
no, la primera fotografía. Los partidarios de esta concepción están convencidos que la causa principal
del subdesarrollo no es interna, sino externa, y que no se trata de un problema cultural, sino político.
Si los países del Sur son menos desarrollados que los del Norte, es porque estos últimos organizan y
mantienen un verdadero pillaje sistemático de las riquezas nacionales de los primeros. El imperialismo,
perpetrado con la complicidad interna de las clases dominantes de los países dependientes, es el
verdadero responsable de su incapacidad de desarrollarse. El imperialismo es un “monstruo” que tiene
varias caras que se complementan: económica, política e ideológica.
Para perpetrar su pillaje económico, los países del Centro hegemónico utilizan varios métodos. Los
tres principales son los siguientes:
- La división internacional del trabajo. Los países del Norte conservan la exclusividad de la
producción de los bienes acabados (con alto valor agregado) y obligan los países del Sur a
seguir siendo productores de materias primas; el intercambio entre estos dos tipos de productos
sobre los mercados internacionales es desigual: los precios de los productos acabados son más
estables y tienen tendencia a subir, mientras que los de las materias primas, además de ser muy
erráticos, tienden a bajar (salvo el petróleo, después de 1973);

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- Las inversiones de las empresas multinacionales. Estas empresas ejercen un chantaje sobre los
Estados dependientes (que necesitan inversiones y empleos) para conseguir condiciones mucho
mejores que las que tienen en los países del Centro: salarios e impuestos mucho más bajos,
libertad de utilización de sus beneficios... Por lo tanto, al instalarse en el Sur, las multinacionales
aumentan su capacidad competitiva y realizan unas utilidades mucho más importantes, sin tener
ninguna obligación de reinvertirlas en estos mismos países: se trata de una forma particular de
explotación de la clase trabajadora de un país por la burguesía de otro, con la complicidad de los
Estados que sirven de intermediario;
- El endeudamiento excesivo. Los Estados dependientes se han endeudado, sobre todo después
de 1973, cuando hubo abundancia de petrodólares sobre los mercados financieros: en aquella
época, las condiciones de los préstamos eran favorables. El uso de este dinero, por las clases
dominantes parasitarias del Sur, no fue muy productivos (gastos de prestigio, desviación de
fondos, corrupción...); por lo tanto, algunos años después, tuvieron que conseguir nuevos
préstamos para devolver los primeros: y las condiciones eran mucho menos interesantes. De
esta manera, por el exceso de endeudamiento, muchos países dependientes pierden una buena
parte del valor de sus exportaciones, que no puede servir para fomentar su desarrollo.
Este pillaje económico esta sostenido activamente por un imperialismo político e ideológico:
- Del punto de vista político, los Estados y las empresas del Norte usan de diversos métodos para
lograr un fin muy claro: poner “amigos” en el poder en los países del Sur que les interesan;
sostener el poder cómplice de ciertos personajes políticos, militares, empresarios, que les
garantizan la continuidad del pillaje económico; aplastar cualquier intento de las fuerzas de
oposición que quisieran limitar o poner fin a esta dominación. Para alcanzar este objetivo, todos
los medios son buenos: sostener campañas electorales, comprar votos en la ONU, financiar
golpes de Estado, enseñar métodos de lucha antisubversiva, fomentar guerra civil, organizar
bloqueos económicos, intervenir directamente con fuerzas armadas, declarar abiertamente la
guerra...
- Del punto de vista ideológico, todas estas prácticas de ingerencia son justificadas por el discurso
imperialista, en nombre de “Causas” muy legítimas: la defensa de la democracia, de la libertad,
de los valores de la civilización cristiana, del socialismo, de los derechos humanos, de la lucha
contra la tiranía, la pobreza, contra el terrorismo, etc. Además, el Norte difunde en el Sur
millones de mensajes culturales (por los medios de comunicación de masa) que manipulan los
cerebros de la gente, haciéndolos desear vivir como se vive en los países del Norte.
Definición
Si esta foto es buena – y claro que, par muchos, lo es – la condición esencial del desarrollo tiene que
ser un proceso de liberación nacional (contra el imperialismo) y social (contra las clases dominantes
internas).
¿Qué hacer?
La llave de este proceso es política: antes que nada, hay que tomar el control del Estado. Pero
¿cómo? Algunos prefieren la vía democrática (como Allende en Chile), otros, convencidos que por está
vía solo se toma el gobierno y no el Estado, prefieren la vía armada (como el FSLN en Nicaragua).
Pero, entre estos últimos, también hay muchos caminos divergentes. ¿Partido de masa o partido de
cuadros? Si se apoya en la masa ¿sobre los obreros o sobre los campesinos? ¿Con o sin incluir las
clases pobres de las ciudades? ¿Con o sin las “clases medias”? ¿Con o sin el apoyo de una burguesía
nacional leal a los intereses del país? Aquí se han encontrado, con divergencias y convergencias, los
grupos “foquistas” de las guerrillas urbanas y rurales, los comunistas, los trotskistas, los maoístas, los
socialistas, los radicales, los socialdemócratas, los nacionalistas...
Una vez resuelto el problema central de la toma del poder, otra etapa comienza: la realización de un
programa de modernización. Este proyecto es muy parecido a el del modelo anterior, pero, sin
embargo, con una diferencia esencial: se trata aquí de un programa revolucionario, es decir – por lo
menos, en principio – al servicio de los intereses de las clases populares, de los campesinos, de los

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obreros, de las capas más desposeídas del pueblo. La preocupación esencial del nuevo poder político
no es fortalecer una burguesía nacional con la intención de confiarle la gestión de la economía, sino de
planificar, desde el Estado, un control estrecho sobre la producción y el uso social de las riquezas, con
el afán de restaurar una verdadera independencia nacional.
¿Quién?
Si el Estado modernizador es fuerte, el Estado revolucionario lo es todavía más. En general, se trata
de un poder absoluto, a veces escondido detrás de un aparente “juego” democrático (con partidos de
“oposición” controlados y elecciones sospechosas). Las élites revolucionarias del partido (o del frente)
que se apoderaron del Estado – muchas veces, después de años de lucha y con un costo humano muy
grande – hacen todo para conservarlo, por la fuerza si es necesario. Instalan su dominio, desde arriba
hacia abajo, sobre el conjunto de la sociedad: controlan todos los aparatos de poder (legislativo,
judicial, ejecutivo y represivo), las iniciativas económicas (agricultura, industria, banco, comercio), las
administraciones públicas, las organizaciones sociales (educación, salud, vivienda...) y también los
movimientos sociales (sindicatos obreros o campesinos, jóvenes, mujeres...). Y reprimen, más o menos
duramente, todos los individuos y grupos que no comparten su proyecto. Estas elites revolucionarias
no se dejan controlar por nadie, sino por ellas mismas, y, por lo tanto, su dedicación al interés general
depende de la honestidad de sus dirigentes y de la evolución de las relaciones – muchas veces
conflictivas – internas al partido o al frente.
Ejemplos
Si no tomamos en cuento los numerosos “falsos” intentos – en los cuales las “elites” que se apoderan
del Estado no son realmente revolucionarias, sino en su discurso –, los ejemplos interesantes son
pocos, pero significativos (China, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, Argelia, Vietnam, ...); pero hay
muchos otros menos exitosos (Laos, Camboya, Mozambique, Búrkina Faso…)
Cooperación
Por supuesto, el imperialismo y las viejas clases dominantes derrotadas no dejan de complotar
contra el nuevo régimen, esforzándose, por todos los medios, de crear las condiciones de su fracaso.
En consecuencia, estos intentos revolucionarios siempre han necesitado de un nuevo apoyo externo, y
lo buscaron, como es lógico, a través de unos acuerdos de cooperación con las potencias
hegemónicas rivales: principalmente la Unión Soviética pero también, aún si en menor medida, los
Estados social-demócratas europeos. Estos acuerdos con grandes potencias rivales, además de ser
inevitables, pueden ser muy ventajosos para alcanzar la consolidación del proyecto, pero también,
pueden presentar graves peligros : de una parte, vivir con ayuda externa es seguir dependiendo y, en
ciertos casos, esta “facilidad” dispensa el Estado de la tarea de implementar un verdadero proyecto de
diversificación de la economía, que permitiera al país de volverse realmente independiente (el caso de
Cuba por ejemplo) ; de otra parta, los nuevos “amigos” también son imperialistas y no siempre tienen
interés en ayudar a la construcción de esta autonomía (el caso de Afganistán por ejemplo).

Las tres concepciones siguientes: 1975-2005

El contexto
A partir de la década del 70, las concepciones de los sociólogos comenzaron a cambiar
significativamente2 : las dos primeras teorías del desarrollo perdieron poco a poco de su credibilidad y
nuevas ideas aparecieron. Diversas razones permiten comprender este cambio.
En el Sur, los intentos nacionalistas y socialistas no habían dado resultados muy duraderos ni
convencedores: fracasos económicos relativos de los intentos de reforma agraria y de industrialización
por substitución de las importaciones, incompetencia de los aparatos de Estado, difícil construcción de
las nuevas naciones, resistencias de las oligarquías, inestabilidad política, corrupción de los

2 No solamente en lo que concierne el desarrollo, sino también en todos sus otros campos de
preocupación.

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gobernantes, aumento de la pobreza tanto en el mundo rural como urbano… La tarea de desarrollar se
revelaba mucho más compleja de lo que se había imaginado, en el entusiasmo de las independencias,
veinticinco años antes.
En el Norte, la década del 1975-85 cambió radicalmente las perspectivas de futuro: se produjo una
grave crisis económica, provocada por la tercera revolución tecnológica (y agudizada por la crisis del
petróleo), con un aumento inquietante de la desocupación y de la exclusión social en las naciones
capitalistas, y con el derrumbo total de las economías de los países comunistas. La respuesta a esta
crisis, que convenía perfectamente a los intereses de los Estados Unidos y de los grandes
conglomerados multinacionales, fue la vuelta triunfante al (neo) liberalismo 3, considerado como
“pensamiento único”. Este cambio radical, todavía en curso, tuvo un sin número de consecuencias, en
todos los ámbitos de la vida colectiva4 :
- una nueva concepción del rol del Estado (criticado por ser el peor gestor posible de la economía,
y que tiene que ponerse al servicio del mercado),
- un nuevo contrato social (el Estado “providencia” es criticado por ser “asistencialista” y
demasiado caro en impuestos y en políticas sociales);
- un nuevo modo de producción (basado sobre el consumo, la competencia y la comunicación) ;
- un nuevo modo de socialización y de integración (fundado sobre el individuo, sujeto y actor de su
vida) ;
- un nuevo orden mundial, tanto económico (la globalización), como político (la superación de la
nación como base territorial del desarrollo) y cultural (la occidentalización del mundo).
Lo que más nos interesa aquí es que este cambio radical, esta verdadera mutación de las
sociedades occidentales, tuvo también como consecuencia el debilitamiento de las antiguas teorías del
desarrollo, y la imposición de otras concepciones: una primera, ampliamente dominante (el desarrollo
por la competencia) y dos otras que, poco a poco, se van reforzando (el desarrollo por la democracia y
por la reafirmación de las identidades culturales). Veamos ahora, más detenidamente, estas nuevas
concepciones.

El desarrollo por la competencia


Causa:
El desarrollo - ¿cómo no hemos demorando tanto en aceptar esta evidencia? – es, antes que todo,
un problema económico: se trata de aumentar la riqueza producida (el PIB por cabeza) para poder
mejorar, poco a poco, las condiciones materiales y sociales de vida de los pueblos concernidos. Pero,
la racionalidad económica, que tiene que producir esta riqueza, funciona mal, en la mayoría de los
países del Sur, por culpa de las interferencias nefastas de la lógica política y burocrática de los
Estados. Tomaremos dos ejemplos:
- Resulta totalmente irracional, del punto de vista de la economía, practicar una política
proteccionista: imponer aranceles sobre las importaciones, con el pretexto de proteger las
industrias locales contra la competencia externa, es un error grave, cuyo efecto consiste a
ofrecer a los dirigentes de estas industrias una prima a la mala gestión. Esta protección les
autoriza, en efecto, a no racionalizar y modernizar su producción : a tener personal excedente y
mal cualificado, a conservar un material obsoleto y poco productivo, a producir bienes y servicios
de mala cualidad, a trabajar exclusivamente para la demanda nacional, sin ser capaces de

3 Que habia sido abandonado por ser considerado como responsable de la gran crisis de los años 30,
y reemplazado por el proteccionismo y el intervencionismo estatal, de inspración keynesiana ! Cuando
sus intereses estan en causa, los hombres suelen perder la memoria ! Quizas, volveremos a Keynes,
después de la próxima gran catastrofe social !
4 He tratado de analizar estas consecuencias en : G. Bajoit, Le Changement social, Paris, Armand
Colin, 2003 ; traducción española : Todo Cambia, Santiago de Chile, LOM, 2003.

211
conquistar mercados externos... Protegerlas es mantener artificialmente en vida unas empresas
condenadas, es esconder su déficit financiero real, y es engañar a los consumidores locales.
- Pasa más o menos lo mismo, pero con otro mecanismo, con les empresas y con la mayoría
servicios públicos: como se sabe, son habitualmente deficitarios. Con el pretexto de servir el
interés general, cuestan a la colectividad – a los contribuyentes – más que el valor de sus
servicios. Tienen un personal pletórico e ineficaz, nombrado, no por su competencia, sino por su
lealtad hacia lideres políticos clientelistas. Se puede comprender que algunos de estos servicios
tengan que ser organizados por el Estado (la justicia por ejemplo). Pero la mayoría de ellos
podrían ser confiados, con gran beneficio para los usuarios, a unos operadores privados: el costo
seria menor y el servicio mejor.
Definición:
La condición esencial del desarrollo es la acumulación de riquezas que resulta del buen
funcionamiento de la racionalidad económica, es decir de la ley del mercado. Por lo tanto, la primera
tarea del Estado es de ponerse al servicio de esta racionalidad, creando las condiciones necesarias
para sostener las iniciativas privadas rentables. Volvemos (por esto se llama “neo”) a la creencia
básica del viejo liberalismo: no hay mejor gestores del interés colectivo que el que cuida bien su interés
individual.
¿Qué hacer?:
Privatizar todo lo que se puede, es decir todo lo que es susceptible de producir utilidades bajo el
control de agentes económicos privados: desde luego, todas las empresas de comunicación
(televisión, radio, teléfono, correo, ferrocarriles, líneas aéreas, autopistas y rutas), pero también los
servicios de vivienda, de salud, de educación, de previsión social... Sin embargo, las actividades que
no pueden ser rentables tienen que quedarse bajo la responsabilidad del Estado o de organizaciones
delegadas (las ONG por ejemplo).
Racionalizar el Estado es decir reducir sus costos. Estos costos, en efecto, implican impuestos sobre
los beneficios de las empresas y cargas sociales sobre los salarios; por lo tanto, reducen la
competitividad sobre los mercados externos. Esta racionalización implica una revisión del estatuto de
los agentes de la función pública (reducción del numero de funcionarios, evaluación de su trabajo, alza
de su productividad) y una reducción del costo de los servicios públicos (los que no pueden ser
privatizados) y de las políticas sociales (solidaridad instituida del colectivo con sus miembros que no
tienen ingresos suficientes).
Especializar la economía: exportar la más grande cuantidad posible, participar en los intercambios
mundializados, firmar tratados de libre comercio. Por esto, hay que invertir en los bienes (y si posible
en los servicios) por los cuales el país tiene ventajas comparativas, y abandonar progresivamente la
producción local de los que se pueden comprar más baratos y mejores en el mercado internacional.
Equilibrar los balances comerciales (importar menos, exportar más) y financieras (renegociar la
deuda externa) para controlar la inflación.
Responsabilizar los individuos: hay que ayudar los que lo necesitan (a cargo de la solidaridad
instituida), pero, con el objetivo de restaurar, lo antes posible, su capacidad de ser autónomos, de
reintegrarse en el mercado con capacidad competitiva, con calificaciones técnicas y humanas, con
creatividad e imaginación.
¿Quién?:
Por supuesto, el Estado viene aquí a jugar un rol secundario, aún si sigue muy importante. Son las
élites innovadoras privadas locales, guiadas por las grandes organizaciones internacionales (FMI, BM,
OMC, OCDE, G8...), las que tienen que pilotar el proceso.
Ejemplos:
A partir de los años 1980, esta concepción del desarrollo se impone y se generaliza, en todos los
países occidentales, más los países del Este europeo (después de la caída del modelo soviético), y
también en una mayoría de países del Sur: todos los países latino-americanos (Chile siendo el caso
más exitoso), asiáticos (con sus cinco « dragones » triunfantes) y africanos (sin resultados muy

212
relevantes!). China y el mundo musulmán, parecen ser polos de resistencia a esta mundialización; sin
embargo, no hay que confundir el discurso con la realidad: el conservar una retórica comunista no
impide que China participa, y con un éxito bastante significativo, a este modelo; lo mismo pasa con
ciertos países musulmanes (los de África del norte y los de la península arábica por ejemplo).
Cooperación:
La cooperación pasa fundamentalmente por los acuerdos bilaterales y multilaterales entre Estados,
que han firmado un sin numero de tratados de libre comercio. Si las ONG siguen teniendo aquí una
cierta importancia, es en la medida que participan del modelo y promueven iniciativas económicas
rentables (por ejemplo las microempresas). Los que siguen haciendo “asistencia” quedan a fuera del
modelo: sus intervenciones financieras no sirven sino para mantener en vida unas organizaciones
dependientes, que no contribuyen en nada al desarrollo.

El desarrollo sustentable
Como era de esperar, los observadores del modelo de la competencia no tardaron en darse cuenta
que, por lo menos, si se aplica en todo su rigor, no era “sustentable”. A lo mejor, la competencia libre
puede ser un factor estimulante del progreso entre actores de fuerzas más o menos iguales, pero
cuando se aplica a las relaciones entre actores muy desiguales, en la gran mayoría de los casos, sirve
mucho más los intereses de los más fuertes y termina por hundir aún más los débiles en sus
problemas. Tres fueron las críticas al modelo neoliberal:
- Su costo social: para aumentar la competitividad de las empresas, los gestores del modelo
tienden a reducir lo más posible los impuestos y el costo de la mano de obra; por lo tanto, este
modelo tiene tendencia a aumentar la desigualdad social, incluso cuando los resultados
económicos son buenos (como en Chile por ejemplo). Es cierto que “desigualdad” no significa
necesariamente “pobreza”, “desocupación” o “exclusión social”; pero, cuando la aplicación del
modelo produce malos resultados económicos y, por consiguiente, desordenes sociales (como
en Argentina, por ejemplo), estas tres plagas, si, se expanden considerablemente.
- Su costo ecológico: por el mismo motivo (la competitividad), los partidarios del modelo tienen
tendencia a preocuparse lo menos posible de las “externalidades negativas” de su actividad
sobre el medio ambiente: explotación excesiva de recursos naturales no renovables, polución de
la naturaleza o de las ciudades, peligros para la seguridad y la salud...
- Su costo cultural: los mensajes culturales siguen obligatoriamente las prácticas económicas,
porque el éxito de la economía depende del deseo de la gente de ser buenos consumidores,
competidores y comunicadores: el modelo económico va acompañado de su ideología, es decir
de un modo de pensar y de vivir, de un “american way of life”, que se esta generalizando en el
mudo entero y que destruyen la rica diversidad de las culturas humanas.
Por supuesto, los partidarios del modelo neoliberal pretenden esforzarse por limitar estos costos:
hablan de “responsabilidad social de la empresa”, se comprometen a respetar normas, códigos éticos...
Pero la lógica del modelo impide, o por lo menos limita, estos esfuerzos, y por lo tanto, la práctica no
corresponde al discurso. En la práctica, al funcionar con todo su rigor, el modelo neoliberal parece bien
generar necesariamente estos tres tipos de costo, porque los recursos financieros que los Estados
dedican a la justicia social, a la protección del medio ambiente y a la preservación de la identidad
cultural se traducen inevitablemente en impuestos para los contribuyentes y en ingresos para los
trabajadores y los usuarios, es decir en factores negativos del punto de vista de la competitividad de
las empresas. Por lo tanto, en un mundo abierto, donde la competencia es considerada como el motor
del desarrollo, los empresarios privados – estas elites innovadoras sobre las cuales descansa el éxito
del modelo – no pueden prosperar sin reducir estos impuestos y estos ingresos salariales al mínimo
posible, lo que implica que se despreocupen de estos tres tipos de problema. Y esta despreocupación
es precisamente lo que hace que este modelo no es sustentable.
A mi parecer, existen dos corrientes de pensamiento alternativo al modelo neoliberal, dos “teorías”,
en parte complementarias, pero también opuestas, para concebir un modelo de desarrollo sustentable.

213
La primera se inspira del viejo modelo social-demócrata y confía en el rol central de la democracia; la
secunda, que se presenta como una nueva utopía, preconiza la reafirmación de la identidad cultural de
los pueblos del Sur. Les vamos examinar ahora.

El desarrollo por la democracia


Causas
El desarrollo es, antes de todo, un problema social. El modelo de la competencia, por su lógica
misma, tiende a despreocuparse del interés general: por lo tanto, genera desigualdades y, en la
mayoría de los casos, desocupación y exclusión; al exacerbar la competencia entre los individuos,
destruye las formas de solidaridad entre las clases sociales; al promover el consumo, hunde la gente
en la apatía, en el individualismo y en la soledad: todos corren para consumir y pagar sus deudas. Al
final, este modelo fabrica millones de individuos aislados y alienados (muchos de ellos, excluidos) y
que se sienten solos y disgustados (o por lo menos, desinteresados) por la ciudadanía.
Pero, tal como no lo enseña la experiencia histórica, ninguna clase gestora se dedica a ser dirigente
(es decir preocupada del interés general), si no se encuentra obligada de serlo por la presión ejercida
sobre ella por los movimientos sociales y políticos del pueblo en lucha, de la sociedad civil organizada
y reivindicativa. Es una constante de la historia: un pueblo que se deja dominar es dominado. Por lo
tanto, la llave del desarrollo – es decir del mejoramiento de las condiciones materiales y sociales de
vida de la gente – esta en la restauración de la democracia política y social. El desarrollo verdadero –
el que no se limita a un mero crecimiento económico – siempre fue ligado a la democracia. Los países
más democráticos fueron los que más se desarrollaron, y los más desarrollados son también los más
democráticos: hay entre los dos una relación de fecundación recíproca. Y este círculo virtuoso se
explica por el hecho que la democracia, al reconocer los movimientos sociales y políticos y al instituir
los conflictos en una sociedad civil fuerte y activa, obliga las clases gestoras de la economía y los
Estados a redistribuir los beneficios del crecimiento económico, a traducirlos en mejoramiento real de
las condiciones de vida de todos, es decir, a preocuparse del interés general.
Definición
La condición esencial del desarrollo es el un proceso de democratización política y social de la
sociedad.
¿Qué hacer?
Comenzar, por supuesto, por restaurar una verdadera democracia política, es decir, desde luego,
suprimir las dictaduras ejercida ya sea por las fuerzas armadas, por los partidos (o los frentes) o por
cualquier líder carismático que sea. La restauración de la plena ciudadanía del pueblo y su
participación vigilante al control del poder político es la primera tarea. Muchos países, del Sur, pero
también del Norte, no conocen una verdadera democracia: muchas veces, esta es solamente una
apariencia, pero, en los hechos, está traicionadas por los gobernantes, con el acuerdo tácito de los
ciudadanos apáticos.
Pero la democracia no es solamente política: también es social. Los múltiplos grupos sociales que
componen la sociedad – trabajadores del campo y de la ciudad, clases medias, mujeres, grupos
étnicos, jóvenes, pobladores... – tienen que crear organizaciones para representar, expresar y negociar
sus intereses y sus proyectos (función reivindicativa) y para proponer al Estado soluciones a los
problemas del desarrollo de la colectividad (función proyectiva).
¿Quién?
Los movimientos políticos y sociales populares (obreros, campesinos, mujeres, jóvenes, pobres,
grupos étnicos…) y sus elites dirigentes son los garantes de la sustentabilidad del proceso de
desarrollo.
Ejemplos
Desde los años 1980, y más aún 1990, muchos países abandonaron los regímenes dictatoriales e
intentaron restaurar la democracia política y social. Los ejemplos son números, sobre todo en Afrecha
y en América Latina. El proceso, sin embargo, es lente y difícil, y los resultados no son siempre muy

214
concluyentes, sobre todo en Afrecha. Observamos sin embargo los progresos de esta tendencia en
ciertos países latinoamericanos, como Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, ...
Cooperación
La cooperación es practicada, sobre todo por las ONG, desde mucho tiempo, con miles de
organizaciones y de proyectos: concientización y educación de las “bases”, sindicalismo obrero o
campesino, movimientos de pobladores, de mujeres, de jóvenes, formación de grupos de presión en
las clases medias, movimientos étnicos...popular, organizaciones económicas populares…

El desarrollo por la identidad cultural


Causa
Volvemos al punto con el cual hemos comenzado: la causa del subdesarrollo es bien cultural. Pero
volemos al revés: la mentalidad tradicional, en lugar de ser el peor enemigo del desarrollo es aquí, al
contrario, ¡su mejor amigo!
Efectivamente, si los resultados de tantos esfuerzos para “desarrollar” los pueblos del Sur fueron tan
decepcionantes, es porque los modelos que se aplicaron para promoverlo, tuvieron todos el efecto de
destruir o, por lo menos, de perjudicar, su identidad cultural. Todos estos modelos, como es fácil
mostrarlo, son “occidentocentristas”: fueron imaginados por los países del Norte, sobre la base de su
historia, de su experiencia de la industrialización.

¿Quién? El Estado La sociedad civil


¿Qué hacer?
MODERNIZACIÓN COMPETENCIA
Vía capitalista Estado y burguesía nacional Elites neoliberales
Modelo nacionalista Modelo liberal

REVOLUCIÓN DEMOCRACIA
Vía socialiste Dirigentes revolucionarios Movimientos sociales
Modelo comunista Modelo social-demócrata

En estas condiciones, era de esperar que estos modelos sean ineficaces en el Sur porque son
inadaptados a las culturas de los pueblos a los cuales están destinados. Finalmente, la causa del
subdesarrollo persistente es el imperialismo cultural.
Además, considerado globalmente, no tiene ningún sentido incitar toda la populación del mundo a
vivir según el modo de vida occidental, según el “american way of life”. No solamente es indeseable,
pero es imposible: el planeta (por la polución, pero también por el agotamiento de las reservas de
agua, de energía...) no soportaría la generalización del “desarrollo”, tal como ha sido concebido hasta
ahora. Por lo tanto, “desarrollarse”, de ninguna manera, puede consistir en subir de rango en la
clasificación – ya sea del Banco Mundial o la del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo –
de los países del mundo según su “Producto Interior Bruto” por cabeza. Querer imitar los modelos que
fueron exitosos en los países del Norte para alcanzar su modo de vida es una peligrosa locura5.

5 Como siempre lo dice mi amigo antropólogo Michael Singleton : “si todos los Chinos tendrian un
‘autito’, aún si fuera muy pequeño, no habria más ollo en la capa de ozono ; simplemente, no habria
más capa de ozono”! Pero se podria decir lo mismo a proposito del agua, del petrolio, del gaz, de las
minas de todos los metales...

215
Definición
La principal condición del desarrollo es el respeto de la identidad cultural de los pueblos concernidos.
Cada pueblo, a partir de su cultura, de su historia, de su memoria, tiene que concebir y realizar el
proyecto de desarrollo que corresponde a su identidad. Por lo tanto, no hay modelo universal.
¿Qué hacer?
La base territorial del desarrollo es local (no nacional) y cultural (no política). Esta idea cambia
radicalmente el orden mundial: el mundo actual – aún si no siempre fue así – es un conjunto de
espacios nacionales, gobernados por fuerzas políticas formando Estados. La solución transitoria, que
permitiría pasar de un orden al otro, seria la federalización entre las diversas identidades culturales que
componen cada nación. Solución difícil, por supuesto, porque el riesgo existe de desencadenar un
conjunto de conflictos étnicos, para delimitar estas entidades territoriales, muchas veces mezcladas y,
además, dispersas en naciones distintas. Sin embargo, la tendencia actual es, efectivamente, a la
descentralización del poder político de los Estados nacionales y la creación de regiones relativamente
autónomas. Por lo tanto, no es completamente utópico imaginar negociaciones en este sentido.
Una vez constituida, cada comunidad autónoma tendría que concebir su propio proyecto de
desarrollo local. Esto implicaría la recuperación y la reafirmación orgullosa de su historia, de sus raíces
culturales – incluso, y quizás sobre todo, de su religión –, de las costumbres y los conocimientos
(incluso técnicos: tecnología apropiada) de sus ancestros, de su manera de vivir y de concebir el
mundo (de gestionar la vida colectiva en todos sus aspectos). Sin embargo, el proyecto no seria ni
fundamentalista, ni integrista: todo, en el pasado, no es rescatable. Se trataría de seleccionar en la
cultura antigua y en la cultura moderna las “maneras de hacer” (de gestionar la socialización de los
miembros de la colectividad, la producción de los bienes y servicios, la protección del orden político
interno, la institucionalización del contrato social, los intercambios con el mundo externo...) compatibles
(o no demasiado incompatibles) con un proyecto de vida colectiva en el mundo de hoy.
¿Quién?
Las élites culturales de la comunidad parecen ser las más indicadas para tomar en sus manos un
modelo de esta naturaleza: los viejos, los sabios, los hombres de religión, los artistas, en fin, los menos
alienados y contaminados por la cultura occidental.
Ejemplos
No existe (todavía) ningún caso empírico que podría ser considerado como un ejemplo de esta
concepción del desarrollo y, por lo tanto, no es exagerado afirmar que se trata de una utopía. Sin
embargo, si se trata de un modelo utópico, no es por ser irrealizable: de existir grupos sociales que
creen en el y se pelean para imponerlo en la práctica, podría ser realizado. Se trata de una utopía, más
bien, en el sentido de un horizonte que, si bien es difícil alcanzarlo, alimenta constantemente los
sueños y las acciones de los hombres para mejorar sus condiciones actuales de vida. Y, de hecho,
esta idea según la cual el desarrollo depende del respeto de la identidad cultural está bien presente,
hoy en DIA, en numerosos países del mundo (Japón, China, India, en los países musulmanes... pero
también en la corriente regionalista que atraviesa los países de la Unión Europea. De una cierta
manera, se trata de una forma de resistencia, más o menos violenta, a la mundialización cultural,
económica y política, de una reafirmación de lo local frente al la dominación aplastante de lo global.
Cooperación
Si tomamos esta concepción al pie de la letra, la cooperación (del Norte) al desarrollo (del Sur), no
solamente no puede aportar ninguna una solución, pero es nefasta, porque es parte del problema. Por
lo tanto, es mejor no intervenir, ni con ideas, ni con tecnología, ni con personal, y sobre todo, no con
dinero.

Propuesta alternativa
Después de este (breve) inventario de las teorías actuales, con los cuales los sociólogos abordan la
problemática del desarrollo, llegamos al momento de tomar distancia.

216
Comenzaremos por recordar la metáfora de la machina fotográfica. Podemos hacer la hipótesis,
bastante razonable a mí parecer, que estas cinco fotos son buenas: cada una dice algo de la verdad;
pero no son más que fotos: cada una esconde mucho de la verdad. No creo que se puede salir de este
dilema rechazando todas las fotos, en nombre de una “verdad científica” ... que nadie, nunca
encontrará; pero tampoco, podemos salir con una formula fácil: “hay que tomar un poco de todas, y
mezclarlas”! Pienso que hay que intentar, modestamente, pero con osadía, de inventar algo nuevo...
pero que no sea, simplemente, ¡una sexta foto!
Tenemos que tomar muy en serio esta evidencia: el desarrollo es un fenómeno que exige, para
producirse, la reunión de una serie de condiciones, a la vez complementarias y contradictorias y, por
esta razón, es un proceso muy complejo. Trataremos de identificar estas condiciones, a partir de los
logros de un medio siglo de reflexión y de investigación sociológica. Pero, en este esfuerzo, me parece
también esencial tomar distancia de esta idea recibida, de este postulado tan fácilmente aceptado,
según el cual el desarrollo seria un fenómeno ligado a la industrialización y a la modernidad. Importa
reconocer que, en todas las épocas históricas, mucho antes de la época moderna, han existido
colectividades desarrolladas y otras que lo eran menos o nada: la desigualdad de desarrollo es un
hecho tan viejo como el mundo.
Si aceptamos estas dos primicias, podemos proponer una definición: la condición esencial del
desarrollo es la capacidad de una colectividad humana de resolver los problemas vitales de su
vida colectiva, de manera eficaz y legitima.
Vamos a comentar cada parte de esta definición. Pero antes, haremos remarcar que ella no implica,
a priori, ninguna idea de modernización: los Romanos, los Aztecas, los Tutsis...también supieron hacer
esto, y no tenemos ninguna razón que nos autoriza a pretender que lo hicieron ni mejor ni menos bien
que los norteamericanos de hoy. Precisamos ahora nuestra definición:

“La capacidad de una colectividad...”


Nos referimos, primero, a la competencia de sus élites (económicas, políticas, sociales, culturales...)
para proponer e imponer al colectivo, soluciones a los problemas de la vida común: es un hecho,
siempre estas soluciones son propuestas e impuestas por las elites. Pero ellas no actúan en un vació
social y cultural. Su capacidad de imaginar soluciones y de llevarlas a la práctica depende mucho de
sus relaciones con el pueblo, la sociedad civil, los ciudadanos, los trabajadores... Estos pueden asumir
pasivamente o aceptar activamente, pero también pueden querer controlar la gestión de las élites,
reivindicar, sabotear, rebelarse contra ellas y, a veces, destruirlas. Por lo tanto, esta capacidad del
colectivo para resolver problemas depende de la cualidad de la relación entre los actores: elites y
pueblos. Ciertas relaciones favorecen, estimulan esta capacidad; otras, al contrario, la debilitan y la
destruyen.

“de resolver los problemas vitales de la vida colectiva...”


Hago la hipótesis que toda colectividad humana – horda, clan, tribu, étnia, feudo, ciudad, región,
nación, emperio... –, para poder seguir existiendo en tanto que tal, para poder reproducirse en el
tiempo, tiene que resolver por lo menos cinco problemas vitales6 (los llamo “vitales” porque si uno de
ellos no esta resuelto, ello afecta la resolución de los otros y, por lo tanto, la supervivencia del grupo).
- Hay que administrar la producción de la riqueza de modo tal que la colectividad produzca más
bienes que los que consume (Pvvc 1);
- Hay que administrar el orden interno: de otra manera, la colectividad se debilita y sus
miembros viven en la inseguridad permanente (Pvvc 2);
- Hay que administrar la socialización de los roles sociales y su integración, porque, sin división
del trabajo, la colectividad no puede adaptarse a su medio y asegurar su continuidad de
generación en generación (Pvvc 3);

6 Para más detalles, ver G. Bajoit, Todo Cambia, op. cit.

217
- Hay que administrar el consenso y la solidaridad entre las categorías sociales con diferentes
intereses y proyectos, sin lo cual la sociedad corre el riesgo de ser destruida por la violencia
interna (Pvvc 4);
- Hay que administrar las relaciones con otras colectividades, sin lo cual se corre el riesgo de
estar constantemente amenazados o en guerra (Pvvc 5).
Lo que nos importa aquí es mostrar que la gestión de cada uno de estos problemas vitales implica la
resolución de una contradicción, a la cual se ven confrontados los actores en sus relaciones (de
colaboración y de conflictos entre ellos). Tratemos de explicitar estas contradicciones, tales como se
presentan en las colectividades nacionales en el mundo de hoy:
- en el Pvvc 1: hay que acumular riqueza (teoría 1 y 3), pero, también, hay que distribuirla para
mejorar las condiciones de vida de todos (teoría 4) ;
- en el Pvvc 2: hay que respetar la democracia política y social (teoría 4), pero, también, se
necesita un Estado fuerte (teoría 1 y 2) ;
- en el Pvvc 3: Hay que modernizar (teoría 1 y 2), pero, también, hay que preservar la identidad
cultural (teoría 5) ;
- en el Pvvc 4: Hay que satisfacer los intereses de los movimientos sociales y grupos de presión
mas influyentes (teoría 4), pero, también, hay que respetar a las minorías de todo tipo (teoría 5) ;
- en el Pvvc 5: Hay que recuperar el control de las riquezas nacionales (teoría 2), pero, también,
hay que participar en los intercambios mundializados (teoría 3).
Cada contradicción implica la búsqueda, por parte de las élites, pero en sus relaciones con el pueblo,
de unas soluciones aceptables, que les parezcan eficaces y legítimas para ambos. Se trata, por
supuesto, de compromisos delicados, difíciles a construir y más aún a practicar y a conservar; lo que
nos permite comprender por qué el desarrollo, siendo un proceso tan complejo, puede ser muy
dinámico en ciertas épocas, y después, perder poco a poco este dinamismo y desvirtuarse.

“de una manera eficaz y legítima”.


A medida que la tierra se va poblando – pasando de, solo 300 millones de humanos en la época de
Jesús-Cristo, a más o menos 6.000 millones ahora, es decir veinte veces mas – la densidad de los
intercambios económicos, políticos y culturales entre las colectividades va aumentando
vertiginosamente. Además, es banal recordarlo, con las tecnologías de la comunicación, el proceso de
globalización está progresando rápidamente. Ninguna colectividad puede escapar a estos hechos.
Por lo tanto, las soluciones a los problemas vitales de la vida colectiva (la manera de producir, de
mantener el orden interno, de socializar sus miembros, de instituir el contrato social, de relacionarse
con las otras), practicadas en cualquiera colectividad, están constantemente confrontadas con las
soluciones practicadas por las otras. No fue siempre así: en el siglo II o III, que los chinos, los Mayas y
los Romanos hayan gestionado su vida colectiva según métodos totalmente distintos no tenía ninguna
importancia, porque no tenían relaciones entre ellos. Pero, a lo largo de dos mil años de historia, esta
situación ha ido cambiando paulatinamente y, hoy, si las maneras de vivir pueden seguir siendo
distintas, tienen que ser (más o menos) iguales en eficacia y en legitimidad. ¿Por qué?
En virtud de una “ley” histórica, el grupo menos eficaz termina por caer bajo la dominación del más
eficaz, y la probabilidad para que esto ocurra depende mucho de la densidad de los intercambios. Los
hombres son así. Con su inagotable imaginación, siempre han buscado los medios (armas,
tecnologías, productos, ideas...) para dominarse los unos a los otros. Por lo tanto, cada colectividad
puede seguir eligiendo sus maneras de gestionar su vida común, pero a condición que sean lo
suficientemente eficaces para resistir al apetito insaciable de dominación de los demás.
De otra parte, con la misma globalización de los intercambios, la nación esta dejando
progresivamente de ser la base territorial sobre la cual la vida común esta organizada. Miles de
tratados ligan las naciones entre ellas y limitan la soberanía nacional de cada una. Ya no vivimos en
una época de “no ingerencia en los asuntos internos de las naciones soberanas” (principio que nunca
fue realmente aplicado en los hechos, pero si, vigente en el derecho). Hoy, cada nación tiene cuentas

218
que rendir a la llamada “comunidad internacional”. Esta evolución implica el advenimiento de unas
normas de conducta legítimas, que pretenden ser comunes al conjunto de la humanidad: derechos
humanos, código de “buena conducta” en relación al medio ambiente, al trato de los trabajadores, a la
cualidad de los productos y de los servicios, etc. Son “grandes principios” que se impusieron en los
discursos, pero que también se están imponiendo, poco a poco, en el derecho internacional y en los
hechos, a pesar de muchas resistencias de los Estados y de los agentes económicos. Por lo tanto, se
producen escándalos mundiales cuando alguna nación no las respeta en su manera de gestionar la
vida colectiva.

Conclusión
Con esta definición nueva del desarrollo, podemos volver ahora a las preguntas con las cuales
hemos abierto esta reflexión. ¿Cuándo y por qué, en una colectividad cualquiera, se produce un
proceso dinámico de desarrollo que le permite mejorar las condiciones materiales y sociales de vida de
su populación? La respuesta seria: este proceso se produce cuando, en esta colectividad, aparece una
élite local, que logra establecer con su pueblo una relación de colaboración y de conflicto, gracias a la
cual pueden ser (re)inventadas y aplicadas unas soluciones eficaces y legítimas a los grandes
problemas vitales de la vida colectiva.
Pero ¿por qué aparece semejante élite local en tal colectividad y no en tal otra, en tal momento y no
en tal otro? y ¿cuándo logra establecer y mantener en el tiempo esta relación fecunda con su pueblo?
Dicho de otra manera, ¿por qué se produce este “circulo relacional virtuoso” del cual depende la
dinámica del desarrollo?
A pesar de cuatro décadas de reflexión, debo reconocer, humildemente, ¡que no tengo una
respuesta teórica a esta pregunta! Analizando caso por caso, puedo comprender por qué, en tal
colectividad, en tal momento, este circulo virtuoso se produjo, se reprodujo, estimuló el desarrollo
durante un tiempo más o menos largo (un año, diez, cien años...), y después se desvirtuó y se apagó
totalmente, perdiendo, en muchos casos, una gran parte de los beneficios conseguidos. Esta evolución
se ha producido docenas de veces en los países del Sur, en los cincuenta últimos años. Pero, producir
la teoría sociológica de este hecho, todavía me parece imposible. Dejaremos está cuestión abierta.
Solo quisiera terminar por una observación.
Me parece que, en general, las elites (económicas y políticas) están dispuestas a promover el interés
general, solo cuando este no entra en contradicción con sus intereses particulares (la plata, el poder, el
prestigio, el placer). Es cierto que, de vez en cuando, aparecen elites altruistas – aún si el altruismo es
un comportamiento muy complejo, que tampoco se reduce a una actividad gratuita: obedece también
(aún si no exclusivamente) a un interés personal diferido en el tiempo. Sin embargo, en la mayoría de
los casos, las elites son más bien particularistas: promueven el interés del colectivo cuando tienen la
oportunidad de promover al mismo tiempo sus intereses específicos. En este caso, invierten tiempo,
energía, imaginación y dinero para promover ambos intereses en el mismo tiempo. Pero, si aparece
unas contradicciones duraderas entre los dos, no resisten mucho tiempo: dejan de invertir en el bien
público, se corrompen, reprimen y se enriquecen vergonzosamente.
De ser así, resulta difícil obligar una élite local (dueños de capitales o de empresas, personajes
políticos...) a preocuparse del interés general. Si el pueblo (organizado en movimientos sociales, en
grupos de presión, en partidos políticos...) exige demasiado, reivindica mucho, provoca muchos
conflictos, la élite puede reaccionar de tres maneras: - reprimir; - negociar compromisos, inventando
nuevas soluciones al problema planteado; - o ... abandonar su proyecto e desinvertir. Todo el problema
es saber como manejar la relación de cooperación y de conflicto entre la élite y el pueblo, de manera a
instituir una negociación permanente, que permita a la vez conservar el impulso de la élite y una
satisfacción razonable de las demandas del pueblo.

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