Caimari
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Lila Caimari
Conicet/ U. de San Andrés
Este trabajo se interroga sobre los diarios sudamericanos del tardío siglo XIX, a
partir de la pregunta por los efectos del telégrafo submarino. Luego de una breve
descripción del tendido mundial del que el sistema regional formaba parte, analiza
las lógicas de la circulación de noticias internacionales y, en particular, el papel de
Havas – la primera agencia de prensa europea que cableaba noticias a la región.
Por último, se examinan dos dimensiones del “efecto cable”: los cambios en el
espectro espacial de cobertura, y el proceso de aceleración de circulación de
noticias. El estudio se apoya en la consulta del archivo de Havas y, en particular,
en la correspondencia entre los operadores parisinos y sus representantes del
Bureau Amérique du Sud en Buenos Aires y Montevideo.1 Este material ha sido
cruzado con una muestra de diarios de Buenos Aires conocidos por su vocación
modernizadora, aunque un cotejo preliminar con diarios comparables de Rio de
Janeiro sugiere que mucho de lo que se alojaba en estas publicaciones se repetía en
matutinos de otras ciudades–puerto de la región.
1
Los cables submarinos y la distribución internacional de noticias
2
La ruptura fue más decisiva para las distancias intercontinentales. El límite de la
velocidad de los medios de transporte se había corrido extraordinariamente, pero
en 1870 ya mostraba el fin de sus posibilidades de expansión. Los tiempos de
desplazamiento se habían reducido como nunca, efectivamente, pero habían
perdido elasticidad, y de hecho se mantendrían casi sin cambios en lo sucesivo: en
las grandes distancias, la geografía mostraba así su solidez irreductible. La
escapatoria a la tiranía de los espacios sólo podía provenir de la independencia del
soporte material. En otras palabras, del envío de mensajes codificados por medio
de pulsos eléctricos a través de hilos: de la comunicación por transmisión. El
telégrafo no eliminaría del todo el peso de la geografía, como veremos, pero sí
alteró profundamente los ritmos de la información de larga distancia. Más
importante: abrió paso a una nueva lógica de esa circulación, replanteando los
términos del sistema existente, cuya evolución - aun impresionante - se había
mantenido dentro del tradicional paradigma que unía transporte y comunicación.4
Lo que sería una red de alcances planetarios comenzó en 1850 uniendo las costas
de Francia (Calais) e Inglaterra (Dover), y se fue desarrollando en las tres décadas
siguientes. Los cinco continentes, y regiones distantes dentro de esas masas
continentales, quedaron ligados de maneras precarias y falibles primero, y cada vez
tempranos por parte de los estados, que se sirvieron del sistema regional de cables para controlar
la expulsión de extranjeros. Galeano, Criminosos viajantes, 208.
3
más eficaces luego. La estructura de este tendido - una obra audaz y riesgosa, que
absorbió con voracidad los excedentes de capital industrial, y que por eso estuvo
ampliamente dominada por empresas británicas – reflejaba las prioridades de sus
hacedores. Los cables conectaron, primero, los puertos europeos entre sí. La
demora relativa en dar el primer paso al resto del mundo refleja la magnitud de las
dificultades técnicas, como la longitud de los cables requeridos y el indispensable
aislamiento de la humedad (un ambicioso proyecto transatlántico inaugurado en
1858 fue declarado inutilizable casi inmediatamente).6 Ante estas dificultades, y
mientras se sucedían los intentos de sumergir los hilos telegráficos, Gran Bretaña
inauguraba una línea terrestre a la India, que demostró cabalmente los riesgos que
implicaba someter los mensajes a decenas de retransmisiones en territorios,
jurisdicciones y lenguas dispares, y confirmó la necesidad de buscar alternativas.
La exploración de soluciones técnicas para sumergir los cables continuó, entonces,
impulsada por las elites de los estados imperiales - ansiosas por asegurar
comunicación instantánea con sus posesiones en África y Asia - y por los hombres
de negocios, que anhelaban la conexión con Nueva York. Para ellos sería el primer
triunfo: en 1866, un cable unió por fin las dos costas del Atlántico, conectando
directamente la red europea con los puertos norteamericanos.
La incorporación de América del Sur a esta red fue parte del mismo proceso. La
pieza maestra del sistema sudamericano - un cable que partía de Carcavellos
(Lisboa) hasta Madeira, desde allí a San Vicente (islas Cabo Verde), para llegar a
Pernambuco en 1874 – demandó de un esfuerzo técnico y económico sustantivo.
6 Sobre los aspectos técnicos del tendido de cables submarinos: Bright, Submarine Telegraphs.
7 Wenzlhuemer, Connecting the Nineteenth-Century World, 128. En 1892, el 66% de ese sistema estaba
en manos de compañías británicas, y la Eastern y sus asociados controlaba más del 45% del
sistema mundial. Headrick y Griset, “Submarine Telegraph Cables”. En 1898, trece cables en
funcionamiento cruzaban el Atlántico norte.
4
La obra estuvo a cargo de la misma empresa que había ejecutado el tendido
transatlántico norte, la Telegraph Construction & Maintenance Co. Largamente
anticipada en la prensa y ansiada por las dirigencias político-económicas de la
región, la pieza necesitaba funcionar en armonía con un sistema regional que
conectaba las ciudades puerto, y luego, cada una de ellas con los sistemas
nacionales terrestres que ya estaban en marcha.
8 El cable, de menos de 20 millas, conectó Punta Lara y Colonia del Sacramento, y continuaba
con 160 km. de hilo aéreo hasta Montevideo. La construcción estuvo a cargo de la Compañía
Telegráfica del Río de la Plata (The River Plate Telegraph Company), con sede en Glasgow. Para
evitar los frecuentes cortes de la línea terrestre durante enfrentamientos políticos, se terminó
construyendo en 1873 una línea submarina que unía Montevideo y Colonia. Este tramo del
trabajo se basa en la pormenorizada reconstrucción del proceso de tendido y financiamiento del
sistema sudamericano de Ahvenainen, The European Cable Companies, 31; Reggini, Sarmiento y las
telecomunicaciones, 96.
9 La línea Villa María-Valparaíso estaba en manos de la Transandine Telegraph Company,
nombre adoptado por la empresa inglesa Clark and Co., con sede en Buenos Aires y Liverpool.
Además del cruce trasandino, unía Villa María con Rosario; Ahvenainen, The European Cable
Companies, p. 35.
10 Sobre la estructura del sistema de cables decimonónico: Wenzlhuemer, Connecting the Nineteenth-
5
Londres-Lisboa-sistema Atlántico, 1874.
6
compra del cable Trasandino inaugurado dos décadas antes.11 Así se abría una ruta
alternativa para los flujos informativos ultramarinos, que unía América del Sur con
Estados Unidos y Europa por el oeste, en una estructura triangular que competía
con la conexión por la vía atlántica, y sería de importancia vital en la lógica de
circulación de noticias en la región.
7
siglo XX, el cable afectó muchas dimensiones de la vida política, económica y
social.
Havas abrió oficinas en nueve ciudades sudamericanas: Para (hoy Belem), Pernambuco (hoy
8
América del Sur ingresó en la grilla Havas gracias a una permisiva definición de lo
“latino”. La ausencia de España y Portugal como actores relevantes en el nuevo
negocio de la distribución internacional de noticias le permitió extenderse sin
oposiciones. También ayudaba el interés de Reuters - la otra gran agencia mundial,
a la vez aliada y competidora - en expandirse hacia Egipto y el mercado asiático, y
en desarrollar un sistema de cooperación e intercambio para las zonas más
periféricas de su cobertura. Así, América del Sur se incorporaba al sistema como
un territorio sometido a influencias de relativa baja intensidad, “extensión” de la
impronta de Havas en el sur de Europa.
Recife), Salvador de Bahia, Rio de Janeiro, Santos, Montevideo, Buenos Aires, Lima y Valparaíso.
Sobre Havas: Palmer, Des petits journaux aux grandes agences, cap. 3; Frédérix, De l’agence d’information
Havas; Lefebure, Havas.
15 El trabajo general más informativo es el de Díaz Rangel, La información internacional en América
Latina. Sobre el sesgo filo-francés de la información en los albores de la Primera Guerra Mundial:
Sánchez, “Pendientes de un hilo”.
16
Sobre la empresa Havas en América del Sur: Desbordes, “Migrations et réseaux
d’information”; “L’information internationale en Amérique du Sud”.
17 Wasserman, “Notas sobre el diarismo”; Sabato, La política en las calles, cap. 2; Halperin Donghi,
prensa periódica”; Cane, The Fourth Enemy, cap. 1; Servelli, A través de la República, cap. I. Sobre la
9
tiempo fue incluyendo ilustraciones, y luego fotografías), en la diversificación de
contenidos (incluida la incorporación de folletines al pie de la página), en el
incremento de la publicidad… Como sugieren las investigaciones disponibles, el
creciente recurso a corresponsales remotos y la suscripción a los servicios de la
agencia Havas, constituyeron blasones distintivos de los diarios que apostaban a la
modernización.
“VIENNA, Julio 16. Según los telegramas recibidos del teatro de la guerra, los
Rusos han tomado la ciudad fortificada de Nicopoli (margen derecha del
Danubio, Bulgaria) a pesar de la tenaz resistencia opuesta por los Turcos.”20
Este laconismo reflejaba las gigantescas dificultades del sistema, comenzando por
las económicas. Si bien la agencia Havas era, junto a Reuters, uno de los polos de
ampliación del público lector: Prieto, El discurso criollista, 27-82. Sobre la profesionalización del
periodismo: Laera, “Cronistas, novelistas”.
19 La Nación, 11 de julio de 1877, 1. Énfasis original.
20 La Nación, 18 de julio de 1877, 1.
10
la cartelización de noticias de la temprana era del cable, la naturaleza de sus
operaciones era muy desigual: la trama de su impronta era heterogénea, con
intensidad mayor en el centro de su área de influencia (que ha sido más estudiado)
que en sus periferias (que apenas se conocen). Para ejercer el lugar preferencial en
los circuitos sudamericanos, la agencia dependía de un sistema de transmisión que
era complejísimo. Nunca antes, en efecto, la distancia entre el punto de emisión
(París) y el de recepción (Rio, Montevideo, Buenos Aires) había tenido semejante
escala. Los intercambios epistolares entre los operadores de Havas son piezas del
aprendizaje de las reglas de navegación en una telaraña precaria e incierta, donde la
decisión sobre rutas, atajos y combinaciones de tramos va cambiando según se
agregan opciones, se rompen o reparan líneas y se modifican tarifas.
Entre 1876 y 1883 no hubo modificaciones en las tarifas entre Europa y la costa
este de América del Sur. ¿Qué noticia justificaba el exorbitante costo de un cable?
He aquí otro aprendizaje, hecho a fuerza de ensayos y errores. “Los despachos a
América del Sur son oro y diamante. Antes de anunciar por cable en quince
palabras la masacre de una misión francesa en Brasil o una revolución en Uruguay,
se mira con atención el estado de las cajas.”23 Las transmisiones oscilaban entre las
80 y 90 palabras por mes, y fueron aumentando lentamente, aunque en 1882 no
llegaban a 200.24 La presión que ponían semejantes precios planteaba a cada paso
21 Carta de Havas- Paris a Gasser, 21 de junio de 1898, 213; 7 de noviembre de 1899, 448 v.,
Fondo Havas, 5 AR 37 3.
22 Silberstein-Loeb, The International Distribution of News, 164.
23 Frédérix, De l’agence d’information Havas, 140.
24 Carta de Havas al representante en Buenos Aires, Baccani, 6/10/1882, 5 AR 37 1, 98.
11
la pregunta por los criterios de selección, y el agente que cableaba demás se
exponía a duras reprimendas de sus superiores.
Todo esto obliga a volver sobre las periodizaciones disponibles para pensar el
cambio, en la medida en que cualquier ponderación del efecto del cable debería
tomar en cuenta lo gradual (lo no instantáneo) del fenómeno. A la cronología
tecnológica - que fija una fecha en la inauguración de la pieza maestra
transatlántica en 1874 - y a la de la historia de la prensa - que insiste en un hito
con los primeros diarios que firman contrato con Havas, en 1877 – se oponen las
inflexiones efectivas en las páginas de los diarios, que describen un desarrollo más
largo, donde la novedad es a la vez anterior y posterior a estas fechas. Anterior,
pues, como veremos, el ritmo de circulación de noticias internacionales se vio
trastornado desde la puesta en marcha del sistema en diversos puntos del globo.
Posterior, pues la incidencia plena del cable en la economía informativa de los
diarios no se manifestó hasta pasada una década de la inauguración del sistema
sudamericano, cuando la coordinación de circuitos regionales e internacionales, y
la baja de tarifas, permitieron que la nueva modalidad de comunicación se fuera
manifestando más decisivamente. En la década de 1890, los telegramas del
exterior ocupaban entre dos y cuatro de las siete columnas de la página de
apertura de La Nación.
Winseck y Pike, Communication and Empire, 83; Britton y Ahvenainen, “Showdown in South
25
12
externo, con el que el trato era desconfiado y crítico. También lo era el de los
gobernantes de la región, que firmaban contratos con la empresa con vistas a la
difusión de noticias positivas sobre sus países.26
26 El contrato firmado por el canciller Alcorta y el representante Gasser, por ejemplo, incluía una
cláusula que aludía al compromiso de promoción de imagen positiva de la nación argentina,
“quedando siempre bien entendido que ese servicio no contenga nada que sea contrario a los
intereses franceses de la Agencia Havas.”; “Buenos Ayres, Contrat avec le Gouvernement
Argentin”, 26/12/1900; Fondo Havas, 5 AR/ 428.
27 Desbordes, “Migrations et réseaux d’information”.
28
Palmer, Des petits journaux aux grandes agences.
13
agencia misma, en la medida en que agregaba una mediación a las operaciones
telegráficas, de por sí mediadas por un sistema que funciona por transmisión, que
implicaba la traducción del lenguaje codificado (desmaterializado) al lenguaje común.
En transmisiones de larga distancia, donde los costos eran un factor crítico,
abundaban los códigos internos para ahorrar palabras, que agregaban otra
traducción – otra práctica habitual en las nuevas agencias globales. La brecha
idiomática complicaba el seguimiento de las operaciones por la casa central. Para
ilustrar éxitos o fracasos, el representante en la región, Gasser, enviaba recortes de
diarios cariocas, montevideanos o porteños. Una vez tras otra, eran rechazados
con irritación: en París todos estaban ocupados, sin tiempo para leer esos
materiales, enviados sin traducción previa.29
14
verdaderamente para nosotros de una dificultad desesperante”, se disculpaban las
autoridades ante sus operadores en América del Sur, que reclamaban noticias
frescas y confiables.31 Es que para las novedades de Cuba (otro territorio “propio”
en virtud de su vínculo colonial con España) Havas dependía de Associated Press,
que alimentaba el sistema de noticias vía Reuters. La ruta sudamericana de la
información sobre la guerra era por demás contraintuitiva: Nueva York/
Londres/ París/ Londres/ Lisboa/ Madeira/ Pernambuco/ Buenos Aires. No
solamente planteaba demoras, sino que arrastraba el sesgo original, marcado por
las directivas del estado norteamericano, que censuraba el contenido de la
información. No sorprende que, en este caso también, los diarios confiaran más
en sus propios corresponsales. Cuando Havas finalmente incorporó un servicio de
cables “directos” de Madrid a América del Sur, esto significaba que la agencia
subsidiaria, FABRA, cablearía a Londres sin pasar por París, para emprender la ruta
Atlántica desde allí.32 “Para mejorar la situación, habría que organizar un servicio
directo de Nueva York y de La Habana, y un servicio al menos más seguido de
Madrid.”, decían las autoridades de París, anticipando medidas por venir. “Todo
lo que hagamos sin hacer esto es un mero paliativo y no podemos estar en
condiciones de luchar contra los diarios que de abonados disidentes se han
transformado en verdaderos competidores.”33
“Los diarios de América del Sur parecen tener muchas exigencias. Pretenden tener
noticias especiales a horas fijas”.34 La queja se repite. Cuando se incorporó el
servicio de cable, y mientras se iban ajustando sus mecanismos, en las décadas de
1880 y 1890, la prensa sudamericana estaba en pleno proceso de modernización y
expansión, como hemos visto. El Jornal do Commercio (Rio de Janeiro), La Prensa y
La Nación (Buenos Aires) - para nombrar a algunos de los principales - eran
actores mayores en el negocio, en ciudades donde el consumo estaba creciendo
exponencialmente. A fines del XIX, estos tres diarios tenían sus propios
corresponsales en Europa, y negociaban con firmeza las condiciones de su
relación con la agencia francesa. Como indica la correspondencia entre Gasser
(representante en América del Sur) y sus superiores en París, la pérdida de alguno
de estos “nombres” de la grilla era considerada una calamidad mayor. Y esa
calamidad ocurría regularmente: el roster de abonados sudamericanos era volátil, y
estaba lejos de reflejar la estabilidad que provendría de una situaciónn monopólica
o de una prensa por completo dependiente. Los diarios se abonaban y
desabonaban según su conveniencia y la evaluación de los servicios prestados. La
agencia, por su parte, debía hacer esfuerzos denodados por recuperar a los más
prestigiosos.
15
Esta puja transcurría en el marco de la tensión constitutiva del mercado de la
prensa comercial. Por un lado, se imponía el mandato de maximización de acceso
a la información, impulsando a los diarios a abonarse a las grandes agencias,
únicas capaces de ofrecer recursos informativos de escala global. Por otro,
arreciaba la competencia entre los diarios de la propia zona de influencia, que
exigía la posesión exclusiva de dicha información.35 Ni siquiera empresas de la
escala de Reuters lograban imponer su monopolio en sociedades con tradiciones
de prensa robustas y competitivas, como Australia.36
16
Noticias del mundo
17
países: las violencias espectaculares y las catástrofes naturales tuvieron desde el
principio un lugar preferencial en la escala de prioridad telegráfica.
Por cierto, el nuevo eje noticioso brasileño era una amplificación del constituido
previamente entre Buenos Aires y Montevideo. El cable rioplatense inaugurado en
1866 no solamente había introducido una conexión casi instantánea allí donde el
intercambio de información siempre había sido sustantivo. También había
18
transformado a Montevideo en distribuidor de noticias llegadas por barco. Desde
allí, los corresponsales de cada diario retransmitían a Buenos Aires,
rejerarquizando y redireccionando, las noticias de origen portuario. A partir de
1872, y gracias al telégrafo trasandino, la información partía de inmediato a la
costa Pacífica.
He aquí otra línea de uso intensivo, que explica la presencia de Chile en noticias
internacionales de última hora, antes de la consolidación del acceso sudamericano
a la red global. La escalada que condujo a la Guerra del Pacífico (1872-1883), por
ejemplo, fue cubierta muy competitivamente y al instante por los diarios porteños,
gracias a los telegramas enviados por corresponsales en Valparaíso (el sesgo de
esta información, fuertemente dependiente de fuentes chilenas, es un efecto de la
flamante línea telegráfica trasandina que no puede ser explorada en este trabajo,
pero que merece investigaciones futuras).
Como hemos visto, a partir de 1891, esta misma línea permitía la incorporación
del tendido de la costa pacífica al sistema general, integrando las principales
ciudades de las dos costas del subcontinente. La novedad dejó huellas palpables en
los diarios de Buenos Aires, donde era ya evidente que la circulación de noticias
internacionales excedía, en espectro geográfico y nivel descriptivo, los “paquetes”
de la agencia Havas. A esas alturas, La Prensa había agregado a sus corresponsales
en Rio y Valparaíso, uno en Lima. Las columnas con información proveniente de
estas ciudades eran más largas y detalladas, más redactadas que los cortos sobre
Europa, reflejo de tarifas más desahogadas y menor presión codificadora en el uso
del nuevo medio.
Así pues, mientras seguían las noticias del affaire Dreyfuss, los lectores porteños se
enteraban de la última manifestación contra el alcohol en Santiago o del conato
revolucionario en Lima. La regularidad de las noticias provenientes de Uruguay,
Brasil, Chile y Perú – o más precisamente, de las principales ciudades costeras de
dichos países - sugiere una modificación en el horizonte geográfico cotidiano, al
que ingresaron las urbes-puerto de la región.
19
sistema de cables estaba funcionando plenamente, su espectacular capacidad
conectiva se exhibía cada día en una miscelánea de pequeñísimas noticias
provenientes de otras geografías.
Que las primeras noticias ofrecidas por Havas a sus flamantes clientes de La
Nación fuesen breves sobre los avances de la guerra entre rusos y turcos, en
comarcas que requerían de precisiones elementales sobre su locación, era quizás
un anuncio de lo que el cable reservaba. Primero, la primacía de noticias bélicas.
Luego, la visibilización de una Europa acaso menos familiar a los lectores: Havas,
que tenía oficinas en San Petersburgo y Bucarest, cablearía muchas noticias de
esas ciudades, noticias de relevancia desigual: “Monedas de aluminio en Rusia”,
“El cólera en San Petersburgo”, “Desórdenes en Bulgaria”, etc.40
Mientras tanto, asomaba una nueva profusión de sueltos fechados en lugares más
lejanos aun. La abundancia de noticias del mundo asiático y africano era un
subproducto impensado de la nueva expansión colonial. Lo oriental fin-de-siglo
ingresaba a los diarios rioplatenses asociado a una prioridad de lo diplomátic y
bélico – es decir, al peligro subyacente de guerra imperial entre potencias
centrales, y por lo tanto, a las tensiones en el seno de los estados dominantes:
20
“Los italianos se apoderan de Kassala”; “China y Japón. La actitud de Rusia.
Derrota de los chinos. Escuadras francesa, alemana é inglesa. El capitán del Kow-
hung. Temores en Berlín”; “Combate inminente en Corea. Inglaterra se declara
neutral. Correspondencia de los gabinetes de Londres y Wáshington. Actitud de
Rusia”, etc.41 En otras palabras: hablar del Lejano Oriente, de Egipto, la India o
Etiopía era, en cierto modo, otra manera de seguir hablando de Europa.
“Constantinopla, viernes 13. Enlace del jedive con una hija del gran sultán”;
“Calcuta, viernes 13. Tempestad en el mar de las Indias.”42 En el marco de la
férrea jerarquización socio-política de la información, la nueva globalidad
informativa revelaba tendencias rizomáticas que mostraban a cada paso el
riesgo de desjerarquización caótica. Los criterios eran conocidos para la prensa
comercial. Interesaba, por sobre todo, la violencia: accidentes, terremotos,
bombas, crímenes. También, lo extraño, lo vulgarmente llamativo. A veces, lo
apenas notable. A menudo, lo banal. El cable había extendido la red de captar
materiales a todos los escenarios de lo noticiable, donde la novedad del temblor
en China convivía con el caballo desbocado en Memphis, la ola de frío en
Estocolmo, el conato revolucionario en Belfast y el cometa en Rio Grande do
Sul.
41 La Nación, 26/7/1894, 5.
42 La Nación, 14/4/1894, 1.
43 Goldgel, Cuando lo nuevo conquistó América, 77.
21
suficientes noticias relevantes para llenar tal cuota, y era mejor no llamar la
atención de las empresas inglesas, se aconsejaba cablear las irrelevantes.44
Se había pasado, entonces, de un régimen de ahorro de palabras a uno que debía
funcionar a pleno, donde la escasez de noticias “que valgan el cable” se subsanaba
con paquetes de información sobre cualquier cosa, de cualquier parte. La
economía del telégrafo submarino, y los intereses de sus operadores (las empresas
que lo gestionaban, las agencias internacionales que lo utilizaban para servir a sus
abonados) habían producido una modalidad de circulación que se distanciaba del
correo a vapor no solamente en velocidad y extensión, sino también en el
repertorio de contenidos.
Los materiales informativos que arribaban por vapor traían, típicamente, bolsas de
correspondencia privada y estatal, y diarios del punto de partida y las escalas: es
decir, materiales que remitían a un marco espacial relativamente definido,
concebidos con cierta direccionalidad. A fines del siglo, el cable agregó una
porción no desdeñable de contenidos fruto de la repetición descontextualizada de
emisiones remotas. Estos materiales circulaban por el sistema, rebotando en
reenvíos sucesivos, multiplicándose de los centros a los nodos y de los nodos a las
estaciones receptoras, para volver a dispararse en circuitos regionales,
reorganizándose y acomodándose, para emerger en las páginas de matutinos de
acá y allá. Se hacían tangibles, así, las operaciones de un sistema de micro-
informaciones donde la guerra Boer circulaba bajo los océanos junto a lo exótico-
oriental (la hija del gran sultán) y lo banal fragmentario (la tormenta en la India, las
monedas en San Petersburgo). Cada día, estas partículas llenaban los intersticios
de los diarios de las ciudades de la costa sudamericana, produciendo un efecto de
globalidad de lo cotidiano donde lo cercano y lo lejano, lo grande y lo diminuto
quedaban implícitamente insertos en un canvas de escala planetaria.
22
Como vimos, el altísimo costo de transmisión inicial inhibió el uso del cable
transatlántico por varios años después de su triunfal inauguración. Aun los diarios
que apostaron a costear el abono a una agencia internacional, no ganaron en los
inmediato más que la incorporación de una escueta sección en una página sábana
que seguía dependiendo esencialmente de la información llegada por transporte a
vapor. Esta circulación no era en “flujos” sino en “paquetes”, una sucesión de
entregas donde las noticias arribaban como en oleajes, y se distribuían con la
misma celeridad en los diarios que en la correspondencia postal, pues ambos
soportes participaban de la misma economía de circulación informativa. Al final
del siglo, la prensa mantenía largas secciones cuyo encabezamiento indicaban el
origen portuario de las noticias: “Correo de Europa. Valija del Orione”, “Correo
de Europa. Valija del Danube”, etc. La columna desplegaba, así, el contenido de
una “valija” de información miscelánea: “La peste en Oporto”, “Campaña de
socialistas belgas”, “Plan revolucionario en Servia”, etc. Según fuera el ritmo de
llegada de paquetes sucesivos, su explotación duraría más o menos (en las
ecologías informativas escasas del temprano siglo XIX, una “valija” alimentaba los
diarios durante semanas).
23
En verdad, el abanico de temporalidades que involucraba la información
internacional de fin de siglo era más heterogéneo que la distancia entre los ritmos
cortos y nerviosos del telégrafo, y las entregas más acompasadas de los “packs”
navieros. En el seno de esta aceleración a dos velocidades se coló toda una serie
de síncopas intermedias y aceleraciones segmentadas, que reflejaban el uso
intensivo de cables costeros y telégrafos terrestres regionales. La rueda de la
celeridad desmaterializada había empezado a rodar bastante antes de 1874.
Como vimos, la ruta de las noticias porteñas estaba mediada por escalas en
puertos brasileños y uruguayos. Allí, los “paquetes” eran distribuidos y las oficinas
telegráficas se encargaban de diseminar información – codificada, desmaterializada
- antes (o en lugar) de la llegada del mismo barco al Río de la Plata. Esto era así
desde 1866, cuando una miríada de corresponsales de diarios porteños instalados
en Montevideo transmitía por cable noticias descargadas de los vapores allí
desembarcados. A la aceleración de ese tramo final de la ruta transatlántica, hay
que agregar la del punto de partida. Hacia fines de la década de 1860, los diarios
europeos y las correspondencias semi-públicas que llegaban por barco,
incorporaban noticias transmitidas por los tramos de la red submarina en
funcionamiento, que conectaba Europa con Estados Unidos y países de Asia.
Luego, con la finalización del cable costero brasileño, muchos sueltos de
temporalidad intermedia reflejaban una trayectoria en segmentos a dos
velocidades: quince días de viaje Lisboa/Pernambuco, seguidos de dos o tres
horas de cable (a tarifa regional mucho más baja), que tocaba Rio, Santos o
Montevideo, la gran redistribuidoras rioplatense de noticias del Viejo Mundo. En
cuestión de minutos, las más importantes eran telegrafiadas a Valparaíso.
24
También había cambiado la experiencia de los lectores. Si en Buenos Aires las
noticias de Europa siempre habían sido consumidas con conciencia implícita de la
brecha temporal, los diarios del fin de siglo obligaron a procesar contenidos que
además de haber acortado dicha brecha, debían componerse a partir de conjuntos
más complejos de fragmentos asincrónicos. La reducción de los tiempos y la
presión competitiva se habían combinado para cortar sucesivamente la narración
de noticias en pleno desarrollo, antes enviadas en piezas narrativas más largas y
lineales. Esta lectura refraccionada era más exigente, por cierto, en la medida en
que requería de un ojo atento a las fechas de despacho, y el ordenamiento de la
relación lógica y cronológica entre los datos de breves y los detalles de las
columnas, publicados contiguamente. También involucraba el paso repetido de la
lectura entrecortada de telegramas, al estilo narrativo de los despachos que seguían
llegando por correo de superficie, pasando por los estilos intermedios del circuito
regional. Junto a las demandas compositivas que enfrentaba quien seguía las
grandes historias del momento, el cable invitaba a otra forma de lectura, distraída
y esencialmente superficial, en el recorrido de las partículas inconexas de cada día.
Quién podía dudarlo: el cable había cumplido su promesa, acercando el mundo a los
diarios de Buenos Aires. La oferta de noticias se había vuelto más rápida en
circulación y ambiciosa en espectro espacial. Pero también, más confusa,
fragmentaria y difícil de procesar. Al culminar el siglo, la prensa era más moderna,
y no solamente en el sentido material que proclamaban sus líderes. También se
había modernizado la experiencia perceptiva, subjetiva e identitaria de su
consumo.
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