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Caimari

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Noticias del mundo.

Leer diarios en la era del cable submarino


(Buenos Aires, 1874 - 1900)

Lila Caimari
Conicet/ U. de San Andrés

“La cuestión de Samoa. Agitación en Nueva Zelandia”; “Los portugueses en


Luanda”; “Incendiario preso en Hamburgo”; “Emisión de billetes hipotecarios en
Cuba”; “Estreno de Miretta en el Savoy Theatre – Gran éxito”; “El atentado
contra el marqués de Cubas”; “Impuestos a las lanas en Estados Unidos. Proyecto
rechazado”; “Huelga de hortelanos en Madrid”. El lector que el 4 de julio de 1894
miraba distraído la sucesión de títulos en la sección “Telegramas” de La Nación
difícilmente imaginaba las rutas que había recorrido esa miscelánea de grageas que
amenizaba su desayuno en Buenos Aires. La publicación en los matutinos era, en
verdad, el punto de llegada de una relampagueante travesía que incluía tramos del
océano Índico, el Mar Rojo, el Mediterráneo, escalas (y reenvíos) a Marsella, París,
Madrid, Londres, Lisboa, Madeira, Cabo Verde (o acaso: Cádiz, Tenerife, Dakar),
Pernambuco, Rio de Janeiro y Montevideo. Sí sabía el lector - porque se lo
recordaban los mismos diarios, titulando la columna “Telegramas” - que esa
sucesión de breves era el resultado de una transformación reciente en la
circulación de noticias internacionales, transformación que debía mucho a la
incorporación del cable a la red de comunicaciones, ya muy modificada a lo largo
del siglo por la navegación a vapor.

Este trabajo se interroga sobre los diarios sudamericanos del tardío siglo XIX, a
partir de la pregunta por los efectos del telégrafo submarino. Luego de una breve
descripción del tendido mundial del que el sistema regional formaba parte, analiza
las lógicas de la circulación de noticias internacionales y, en particular, el papel de
Havas – la primera agencia de prensa europea que cableaba noticias a la región.
Por último, se examinan dos dimensiones del “efecto cable”: los cambios en el
espectro espacial de cobertura, y el proceso de aceleración de circulación de
noticias. El estudio se apoya en la consulta del archivo de Havas y, en particular,
en la correspondencia entre los operadores parisinos y sus representantes del
Bureau Amérique du Sud en Buenos Aires y Montevideo.1 Este material ha sido
cruzado con una muestra de diarios de Buenos Aires conocidos por su vocación
modernizadora, aunque un cotejo preliminar con diarios comparables de Rio de
Janeiro sugiere que mucho de lo que se alojaba en estas publicaciones se repetía en
matutinos de otras ciudades–puerto de la región.

1 Archives Nationales de Paris, Fondo Havas, 5 AR 37-42 y 5 AR, 203-214.

1
Los cables submarinos y la distribución internacional de noticias

En América del Sur, la repentina disponibilidad de un stock cotidiano de


información sobre eventos ocurridos pocas horas antes en países muy lejanos
remonta a fines de la década de 1870. Semejante acceso – desmesurado, casi
mágico – es, antes que nada, una manifestación del cambio en la estructura del
sistema global de comunicaciones inaugurado con la instalación de cables
submarinos. Comenzamos, entonces, por el descubrimiento, en 1837, de la
capacidad que contiene la electricidad para separar los contenidos simbólicos del
soporte material de la información de larga distancia, mediante la transmisión
codificada a través de un hilo. Hasta entonces, las noticias circulaban tan
rápidamente como el más rápido medio de locomoción. Al independizar
comunicación y transporte, el hallazgo introduciría un elemento crucial de la vida
moderna, y la reformulación de la relación tiempo/espacio.
El efecto no fue inmediato, sin embargo, ni sus términos tan absolutos. En los
mismos años de experimentación con la transmisión eléctrica, la tradicional
concepción de la diseminación informativa - aquella asociada al desplazamiento de
los cuerpos - experimentaba cambios de por sí extraordinarios. Aun antes de la
revolución industrial, los sistemas de correo europeos habían logrado acelerar sus
tiempos mediante la multiplicación de postas. En la Francia de comienzos del
siglo XIX, por ejemplo, se priorizaba el relevo de caballos en carruajes con
correspondencia por sobre otras circulaciones.2 Esta asignación de jerarquías
indica la emergencia de una demanda de separación creciente de ritmos entre los
desplazamientos de información, por un lado, y de cuerpos y mercancías, por
otro.

Gracias a la combinación de las innovaciones asociadas al vapor y la persistente


presión social por la difusión más rápida de noticias, las comunicaciones se
aceleraron como nunca antes en las décadas siguientes. Entre 1820 y 1860, el
ferrocarril y la navegación lograron reducir drásticamente los tiempos, a la vez que
se generó un nuevo marco de previsibilidad en el ritmo de los flujos. Con toda su
espectacularidad, el telégrafo se inscribe en el marco de esta modificación previa
de la ecuación tiempo/espacio. En el contexto europeo, ese proceso fue incluso
más decisivo que el que depararía la circulación autónoma de los símbolos. Los
indicadores reunidos por Kaukiainen hablan de una reducción general de los
tiempos a un tercio, o menos. Según las distancias y frecuencias de despacho, esto
significa que ya antes del telégrafo, mucha correspondencia llegaba a destino al día
siguiente de su envío, o con demoras tan cortas que la nueva tecnología no
modificaría los ritmos más que de manera marginal.3

2 Studeny, L’invention de la vitesse, Paris, 178-193.


3
Kaukiainen, “Shrinking the World”, 1-28.

2
La ruptura fue más decisiva para las distancias intercontinentales. El límite de la
velocidad de los medios de transporte se había corrido extraordinariamente, pero
en 1870 ya mostraba el fin de sus posibilidades de expansión. Los tiempos de
desplazamiento se habían reducido como nunca, efectivamente, pero habían
perdido elasticidad, y de hecho se mantendrían casi sin cambios en lo sucesivo: en
las grandes distancias, la geografía mostraba así su solidez irreductible. La
escapatoria a la tiranía de los espacios sólo podía provenir de la independencia del
soporte material. En otras palabras, del envío de mensajes codificados por medio
de pulsos eléctricos a través de hilos: de la comunicación por transmisión. El
telégrafo no eliminaría del todo el peso de la geografía, como veremos, pero sí
alteró profundamente los ritmos de la información de larga distancia. Más
importante: abrió paso a una nueva lógica de esa circulación, replanteando los
términos del sistema existente, cuya evolución - aun impresionante - se había
mantenido dentro del tradicional paradigma que unía transporte y comunicación.4

La posibilidad de separar el flujo de símbolos y de cuerpos provenía de


operaciones abstractas y difíciles de comprender al ojo del profano: como tantos
aspectos de la electricidad, sus efectos tenían una dimensión de misterio y
maravilla. Pero el telégrafo pronto daría pruebas muy concretas de su potencial
para intervenir en la realidad a través de anécdotas espectaculares, como las de
ladrones que luego de huir exitosamente en barco o en tren, encontraban a la
policía esperándolos en la estación de llegada: la persecución de delincuentes fue
una de las aplicaciones más precoces y expresivas de la nueva tecnología.5
Celebrados en la prensa masiva, estos primeros ejemplos confirmaban al más
escéptico no solamente la factibilidad de la separación entre flujos materiales y
simbólicos, sino también la posibilidad de control de los primeros por los
segundos. Nadie lo entendió mejor que las elites gobernantes europeas, cuyos
intereses ganarían mucho gracias a la información cotidiana sobre rebeliones
políticas en las distantes colonias y detalles sobre transacciones bursátiles en las
plazas principales. Pero para operar su milagro, la desmaterialización de la
comunicación requería primero de una muy material infraestructura, que era cara y
compleja.

Lo que sería una red de alcances planetarios comenzó en 1850 uniendo las costas
de Francia (Calais) e Inglaterra (Dover), y se fue desarrollando en las tres décadas
siguientes. Los cinco continentes, y regiones distantes dentro de esas masas
continentales, quedaron ligados de maneras precarias y falibles primero, y cada vez

4 La escala de la bibliografía sobre el telégrafo y sus implicancias económicas, políticas y


culturales impide dar cuenta de este corpus en los límites del presente trabajo. Una temprana y
celebrada conceptualización sobre el significado de este proceso en: Carey, “Technology and
Ideology”. Las implicancias del principio de desmaterialización han sido exploradas en:
Wenzlhuemer, “The dematerialization of telecommunication”.
5 También en Sudamérica: la utilización policial del telégrafo fue uno de los principales usos

tempranos por parte de los estados, que se sirvieron del sistema regional de cables para controlar
la expulsión de extranjeros. Galeano, Criminosos viajantes, 208.

3
más eficaces luego. La estructura de este tendido - una obra audaz y riesgosa, que
absorbió con voracidad los excedentes de capital industrial, y que por eso estuvo
ampliamente dominada por empresas británicas – reflejaba las prioridades de sus
hacedores. Los cables conectaron, primero, los puertos europeos entre sí. La
demora relativa en dar el primer paso al resto del mundo refleja la magnitud de las
dificultades técnicas, como la longitud de los cables requeridos y el indispensable
aislamiento de la humedad (un ambicioso proyecto transatlántico inaugurado en
1858 fue declarado inutilizable casi inmediatamente).6 Ante estas dificultades, y
mientras se sucedían los intentos de sumergir los hilos telegráficos, Gran Bretaña
inauguraba una línea terrestre a la India, que demostró cabalmente los riesgos que
implicaba someter los mensajes a decenas de retransmisiones en territorios,
jurisdicciones y lenguas dispares, y confirmó la necesidad de buscar alternativas.
La exploración de soluciones técnicas para sumergir los cables continuó, entonces,
impulsada por las elites de los estados imperiales - ansiosas por asegurar
comunicación instantánea con sus posesiones en África y Asia - y por los hombres
de negocios, que anhelaban la conexión con Nueva York. Para ellos sería el primer
triunfo: en 1866, un cable unió por fin las dos costas del Atlántico, conectando
directamente la red europea con los puertos norteamericanos.

Hito fundamental en la historia de la red global de comunicaciones, el “Great


Atlantic Cable” confirmó que la aspiración a reducir el espacio a nivel planetario
era factible, y aceleró el desarrollo del sistema. La red intercontinental se expandió,
desde entonces, a paso firme, siempre liderada por empresas británicas – y en
particular, por la Eastern Telegraph Company y sus numerosas subsidiarias. Se
incorporaron el sudeste asiático, la costa de China y Japón, Australia y Sudáfrica.
En 1870, Gran Bretaña quedaba finalmente unida a la India mediante un cable
submarino. Como afirman Headrick y Griset, fuera del Atlántico norte - donde las
empresas norteamericanas compitieron exitosamente con las británicas luego de la
apertura del primer cable – la historia de la telegrafía mundial es en buena medida
la historia de la Eastern, del emprendedor-magnate del telégrafo John Pender.
Hacia fines de esa década, todos los continentes estaban conectados en un sistema
de 64.000 millas náuticas, que en 1900 serían 190.000. Para entonces, el espacio de
la comunicación global se había separado casi por completo del espacio geográfico
y de navegación.7

La incorporación de América del Sur a esta red fue parte del mismo proceso. La
pieza maestra del sistema sudamericano - un cable que partía de Carcavellos
(Lisboa) hasta Madeira, desde allí a San Vicente (islas Cabo Verde), para llegar a
Pernambuco en 1874 – demandó de un esfuerzo técnico y económico sustantivo.

6 Sobre los aspectos técnicos del tendido de cables submarinos: Bright, Submarine Telegraphs.
7 Wenzlhuemer, Connecting the Nineteenth-Century World, 128. En 1892, el 66% de ese sistema estaba
en manos de compañías británicas, y la Eastern y sus asociados controlaba más del 45% del
sistema mundial. Headrick y Griset, “Submarine Telegraph Cables”. En 1898, trece cables en
funcionamiento cruzaban el Atlántico norte.

4
La obra estuvo a cargo de la misma empresa que había ejecutado el tendido
transatlántico norte, la Telegraph Construction & Maintenance Co. Largamente
anticipada en la prensa y ansiada por las dirigencias político-económicas de la
región, la pieza necesitaba funcionar en armonía con un sistema regional que
conectaba las ciudades puerto, y luego, cada una de ellas con los sistemas
nacionales terrestres que ya estaban en marcha.

En el momento de inauguración del cable transatlántico Sur, el sistema de


conexiones telegráficas internacionales de la región tenía algunas piezas
importantes. Una línea submarina había unido Montevideo y Buenos Aires en
diciembre de 1866, y desde entonces funcionaba intensamente.8 Gran impulsor
del telégrafo, Sarmiento inauguró junto a su par chileno, Errázuriz, una conexión
trasandina que unió Villa María y Valparaíso (1872), tramo de importancia
estratégica para la futura conexión entre los sistemas Atlántico y Pacífico, según
veremos.9 Mientras se posaba el cable que cruzaba el océano, otros hilos iban
conectando las ciudades costeras de Brasil (algunas de ellas ya estaban conectadas
por líneas terrestres construidas por el estado). Simultáneamente, avanzaba la línea
que unía Buenos Aires con Rio de Janeiro, vía Montevideo. El tramo costero del
sistema sudamericano estuvo en manos de subsidiarias de la empresa madre del
tendido mundial, la Eastern Telegraph Company, que basó su sistema de gestión
en la creación de compañías regionales por todo el mundo. (Hacia fin de siglo, el
amalgamiento de las empresas parciales en una sola, la Western Telegraph
Company, culminó con la formación de un Western Group en 1899, equivalente
al Eastern Group original.) El tendido se conectaba de Brasil a Europa con la
conexión Lisboa-Londres, en manos de la misma empresa.

El sistema sudamericano nacía, así, dentro de la estructura Euro-céntrica y


Londres-céntrica que matrizaba el flamante sistema internacional del cable
decimonónico.10 Su segunda marca estructural residía en el lugar crítico acordado
al tendido costero brasileño-uruguayo, donde se gestionaba la circulación de
información desde y hacia Europa, y de donde partían los circuitos de distribución
regional.

8 El cable, de menos de 20 millas, conectó Punta Lara y Colonia del Sacramento, y continuaba
con 160 km. de hilo aéreo hasta Montevideo. La construcción estuvo a cargo de la Compañía
Telegráfica del Río de la Plata (The River Plate Telegraph Company), con sede en Glasgow. Para
evitar los frecuentes cortes de la línea terrestre durante enfrentamientos políticos, se terminó
construyendo en 1873 una línea submarina que unía Montevideo y Colonia. Este tramo del
trabajo se basa en la pormenorizada reconstrucción del proceso de tendido y financiamiento del
sistema sudamericano de Ahvenainen, The European Cable Companies, 31; Reggini, Sarmiento y las
telecomunicaciones, 96.
9 La línea Villa María-Valparaíso estaba en manos de la Transandine Telegraph Company,

nombre adoptado por la empresa inglesa Clark and Co., con sede en Buenos Aires y Liverpool.
Además del cruce trasandino, unía Villa María con Rosario; Ahvenainen, The European Cable
Companies, p. 35.
10 Sobre la estructura del sistema de cables decimonónico: Wenzlhuemer, Connecting the Nineteenth-

Century World, 97-156.

5
Londres-Lisboa-sistema Atlántico, 1874.

Largamente anticipada, la inauguración del cable Lisboa-Pernambuco implicaba la


ansiada conexión instantánea con el mundo - un mundo tácitamente europeo. Sin
embargo, la incorporación relativamente tardía de América del Sur hacía que dicho
acceso significase bastante más, pues en Lisboa la línea transatlántica empalmaba
con una red que ya se extendía a Hong Kong, Shangai y Japón, y que muy pronto
llegaría a Australia.
Nacido en torno al eje Atlántico, el sistema sudamericano se complejizó
rápidamente en virtud del tendido de una línea de comunicación a lo largo de la
costa del Pacífico. La Central and South American Company (CSAC), controlada
por el magnate norteamericano Scrymser, prolongó hasta Callao (Perú) el tendido
que en 1881 conectó Galveston (Texas) con Veracruz, uniendo las costas de los
dos océanos por tierra. Allí empalmaba con una línea del grupo Pender, que
llegaba hasta Valparaíso. En 1882 había, entonces, una conexión Pacífica completa
entre el norte y el sur del continente. Esa conexión alcanzaría su máxima
importancia una década más tarde, cuando la empresa de Scrymser logró el
control y activación mayor de la rama mediante el tendido de un cable adicional
que unió Panamá y Valparaíso, con una decena de escalas intermedias. A partir de
1891, este sistema estuvo en condiciones de competir con el atlántico gracias a la

6
compra del cable Trasandino inaugurado dos décadas antes.11 Así se abría una ruta
alternativa para los flujos informativos ultramarinos, que unía América del Sur con
Estados Unidos y Europa por el oeste, en una estructura triangular que competía
con la conexión por la vía atlántica, y sería de importancia vital en la lógica de
circulación de noticias en la región.

Sistemas Atlántico y Pacífico, 1891.

El tendido inicial del cable sudamericano revela de inmediato la heterogeneidad


constitutiva de la conexión global. Mientras puertos y ciudades costeras se
conectaban a la red, otras se mantenían fuera del circuito: como en otras regiones
del mundo, el telégrafo agudizaba las sincronías y asincronías de la modernidad. A
los contrastes dentro de cada país – una dimensión que espera estudios detallados
- hay que agregar países enteros, como Colombia, excluidos de la grilla durante
esta primera etapa.

Como en otras regiones adonde llegaba el cable, la armonización de las sucesivas


fases del sistema, y del sistema con los medios de comunicación pre-existentes -
que seguirían siendo fundamentales - transitó por un período largo de
exploración, de ensayo y error. En este lapso, que se extendió hasta los inicios del

Britton y Ahvenainen, “Showdown in South America”; Winseck y Pike, Communication and


11

Empire, 80; Ahvenainen, The European Cable Companies, 96.

7
siglo XX, el cable afectó muchas dimensiones de la vida política, económica y
social.

Los cables transmitían información para tres consumidores: la prensa, a la que


proveía de noticias; los estados, que echaron mano del telégrafo submarino para
relaciones diplomáticas, control de posesiones lejanas y movimientos de tropas en
guerras coloniales; y empresas comerciales y navieras, que necesitaban datos sobre
cosechas, circulación de mercancías y seguimiento de las plazas bursátiles. En
teoría, el sistema también estaba abierto a los particulares, pero el precio de los
despachos limitó drásticamente este acceso. Los estudios sobre los ámbitos
afectados por el nuevo sistema de comunicación han crecido mucho en los
últimos años, con dos núcleos principales: la historia de las batallas políticas y
económicas por el control del sistema (“struggle for control model”), donde el
caso sudamericano resulta de interés por la singular batalla entre capitales ingleses
y norteamericanos; y la historia de los usos del cable para fines de dominio
imperial - o resistencia a dicho poder - (“circuits of news model”), que refiere
principalmente a los efectos en el marco del imperio británico.12

Cuando se trata de la relación entre la emergencia del cable y la prensa, las


investigaciones se han ocupado de la constitución de un mercado de noticias que,
hacia fines del siglo XIX, se distribuyó entre cuatro grandes actores, cada uno con
base en un país: Reuters (Inglaterra), Havas (Francia), Wolff (Alemania) y
Associated Press (Estados Unidos). Las tres agencias europeas, y el conglomerado
de agencias norteamericanas, firmaron sucesivos convenios de distribución
territorial de influencias que, para evitar duplicación de cobertura, gastos y
esfuerzos, garantizaban zonas de colaboración y espacios exclusivos para cada
una, en un marco tenso que mezclaba cooperación y competencia.13

Más allá de los cambios introducidos en cada negociación, importa identificar la


zona de influencia más estable de estas grandes potencias informativas, que en el
caso de Havas incluía a las regiones “latinas” de Europa, como Italia y España
(donde operaba mediante las agencias subsidiarias FABRA y STEFANI). A partir de
la apertura del cable Lisboa-Pernambuco, la red sudamericana quedó incorporada
al “territorio Havas”. En cada instancia y hasta el fin del sistema de “territorio
reservado”, en la década de 1920, la agencia francesa mantuvo esta prioridad en
todas las negociaciones (Associated Press controlaba, en el cambio del siglo XIX,
el mercado de noticias estadounidense, mexicano y centroamericano. Luego de la
Guerra Hispano-Cubana, avanzó hacia Cuba, Puerto Rico).14

12 Winseck, “Globalizing Telecommunications”, 35.


13 Los límites y condiciones de estos derechos fueron diseñados en cada contrato, en 1876, 1889,
1893, 1902, etc. Wolff, “Structure, fonctionnement et évolution du marché international des
nouvelles”.
14 Hasta 1876, los territorios sudamericanos eran compartidos en sociedad entre Havas y Reuters.

Havas abrió oficinas en nueve ciudades sudamericanas: Para (hoy Belem), Pernambuco (hoy

8
América del Sur ingresó en la grilla Havas gracias a una permisiva definición de lo
“latino”. La ausencia de España y Portugal como actores relevantes en el nuevo
negocio de la distribución internacional de noticias le permitió extenderse sin
oposiciones. También ayudaba el interés de Reuters - la otra gran agencia mundial,
a la vez aliada y competidora - en expandirse hacia Egipto y el mercado asiático, y
en desarrollar un sistema de cooperación e intercambio para las zonas más
periféricas de su cobertura. Así, América del Sur se incorporaba al sistema como
un territorio sometido a influencias de relativa baja intensidad, “extensión” de la
impronta de Havas en el sur de Europa.

Como en otras regiones, la (muy incipiente) historia del cable en la prensa


sudamericana se ha planteado preguntas vinculadas al sesgo político-ideológico de
las noticias o los efectos del nuevo régimen de circulación de información
comercial y bursátil.15 Aunque es todavía poco lo que se conoce, comienza a
delinearse una historia del derrotero de Havas en sus territorios sudamericanos.16
De todas las perspectivas posibles, que son muchas, se abordarán aquí
dimensiones de este cambio que atañen a la historia cultural de la prensa. En otras
palabras: la prensa en tanto objeto material de consumo masivo, objeto que marca
ritmos, construye identidades y representaciones del mundo, y alimenta
sensibilidades en la vida cotidiana. Como sugiere el párrafo inicial del trabajo, se
observará especialmente el caso porteño, con la esperanza de abrir, a partir de allí,
una reflexión sobre los efectos del cable en la experiencia de lectura de diarios de
los habitantes de las grandes ciudades sudamericanas.

Diarismo es el término que los contemporáneos usaron para nombrar la explosión


en la oferta y consumo de prensa ocurrida en la ciudad de Buenos Aires a partir de
la segunda mitad del siglo XIX.17 Lo que comenzó expresando la renovación de la
vida política y la vitalización de la opinión pública adquirió, a partir de las décadas
de 1870 y 1880, rasgos parecidos a los de la prensa en otras grandes urbes del
mundo: la transformación de la escala y el perfil del público lector (gracias a las
campañas de alfabetización), la profesionalización creciente del periodismo (que se
autonomizó de sus patrones políticos), el impulso modernizador de los diarios,
que tomaron medidas para diversificar su oferta con vistas a un nuevo público de
masas.18 Los cambios en este plano son muchos: en la diagramación (que con el

Recife), Salvador de Bahia, Rio de Janeiro, Santos, Montevideo, Buenos Aires, Lima y Valparaíso.
Sobre Havas: Palmer, Des petits journaux aux grandes agences, cap. 3; Frédérix, De l’agence d’information
Havas; Lefebure, Havas.
15 El trabajo general más informativo es el de Díaz Rangel, La información internacional en América

Latina. Sobre el sesgo filo-francés de la información en los albores de la Primera Guerra Mundial:
Sánchez, “Pendientes de un hilo”.
16
Sobre la empresa Havas en América del Sur: Desbordes, “Migrations et réseaux
d’information”; “L’information internationale en Amérique du Sud”.
17 Wasserman, “Notas sobre el diarismo”; Sabato, La política en las calles, cap. 2; Halperin Donghi,

José Hernández y sus mundos, 145.


18 Sobre la modernización de los diarios de Buenos Aires: Román, “La modernización de la

prensa periódica”; Cane, The Fourth Enemy, cap. 1; Servelli, A través de la República, cap. I. Sobre la

9
tiempo fue incluyendo ilustraciones, y luego fotografías), en la diversificación de
contenidos (incluida la incorporación de folletines al pie de la página), en el
incremento de la publicidad… Como sugieren las investigaciones disponibles, el
creciente recurso a corresponsales remotos y la suscripción a los servicios de la
agencia Havas, constituyeron blasones distintivos de los diarios que apostaban a la
modernización.

Una nueva lógica de circulación de noticias

La Nación, 11 de julio de 1877. “Telegramas directos de Europa”:

“La Nación acaba de celebrar un contrato para RECIBIR DIARIAMENTE,


por intermedio de la Agencia Havas-Reuter, TELEGRAMAS DE
EUROPA, conteniendo las noticias de los más importantes sucesos políticos
que en el viejo mundo ocurran.”19

¿Qué significaba la suscripción a una agencia de prensa europea en 1877? Primero:


que el diario podía demostrarse moderno publicitando la incorporación del
trascendental dispositivo de noticias del que tanto se hablaba. Quienes ingresaban
al roster de Havas - La Nación, La Prensa, La Patria Argentina - celebraban el
inminente acceso “directo” al mundo, acceso del que era importante excluir a los
competidores, y a los numerosos diarios que querían aprovechar del servicio sin
pagar sus costos (los actores dominantes del mercado de prensa nunca lograron
controlar este uso “parasitario” del abono al cable transatlántico).

La rutilante novedad se manifestó en un formato bien modesto, sin embargo,


apenas un recuadro de pocos centímetros, un rincón de la página sábana que en
modo alguno trastornaba la economía de la diagramación o el punto de vista del
diario.

“Telegramas de la Agencia Havas.

“VIENNA, Julio 16. Según los telegramas recibidos del teatro de la guerra, los
Rusos han tomado la ciudad fortificada de Nicopoli (margen derecha del
Danubio, Bulgaria) a pesar de la tenaz resistencia opuesta por los Turcos.”20

Este laconismo reflejaba las gigantescas dificultades del sistema, comenzando por
las económicas. Si bien la agencia Havas era, junto a Reuters, uno de los polos de

ampliación del público lector: Prieto, El discurso criollista, 27-82. Sobre la profesionalización del
periodismo: Laera, “Cronistas, novelistas”.
19 La Nación, 11 de julio de 1877, 1. Énfasis original.
20 La Nación, 18 de julio de 1877, 1.

10
la cartelización de noticias de la temprana era del cable, la naturaleza de sus
operaciones era muy desigual: la trama de su impronta era heterogénea, con
intensidad mayor en el centro de su área de influencia (que ha sido más estudiado)
que en sus periferias (que apenas se conocen). Para ejercer el lugar preferencial en
los circuitos sudamericanos, la agencia dependía de un sistema de transmisión que
era complejísimo. Nunca antes, en efecto, la distancia entre el punto de emisión
(París) y el de recepción (Rio, Montevideo, Buenos Aires) había tenido semejante
escala. Los intercambios epistolares entre los operadores de Havas son piezas del
aprendizaje de las reglas de navegación en una telaraña precaria e incierta, donde la
decisión sobre rutas, atajos y combinaciones de tramos va cambiando según se
agregan opciones, se rompen o reparan líneas y se modifican tarifas.

Las posibilidades de la agencia, como las de los corresponsales remotos de los


diarios, dependían de las empresas de cable, cuyos precios y condiciones estaban
sometidos a negociaciones periódicas. “Usted ve a qué dificultades materiales nos
enfrentamos, y aun así, no hay que reclamar demasiado fuerte ante las compañías
inglesas, porque correríamos el riesgo de tirar abajo todo el edificio actual, tan
penosamente levantado”, dice una carta interna en 1898 a propósito de retrasos en
los telegramas. “Una vez más, estamos en manos de los ingleses”. 21 El contraste
con Reuters es claro. La agencia inglesa había nacido en el corazón de un sistema
de cables de matriz Londres-céntrica, y se beneficiaba de muchas maneras de esta
colocación. En ese caso, la relación con la empresa que dominaba el sistema
telegráfico mundial, la Eastern Telegraph Co, estaba tramada de acuerdos de
beneficio mutuo y trato preferencial.22 Igualmente dependiente de las rigurosas
lógicas de circulación del sistema, Havas no gozaba de este acceso. No solamente
debía negociar una y otra vez sus condiciones de utilización del cable con la
empresa inglesa, sino que muy pronto instaló el “bureau Havas Amérique du Sud”
en Londres: todo lo que se despachaba a Sudamérica desde París debía pasar
primero por allí.

Entre 1876 y 1883 no hubo modificaciones en las tarifas entre Europa y la costa
este de América del Sur. ¿Qué noticia justificaba el exorbitante costo de un cable?
He aquí otro aprendizaje, hecho a fuerza de ensayos y errores. “Los despachos a
América del Sur son oro y diamante. Antes de anunciar por cable en quince
palabras la masacre de una misión francesa en Brasil o una revolución en Uruguay,
se mira con atención el estado de las cajas.”23 Las transmisiones oscilaban entre las
80 y 90 palabras por mes, y fueron aumentando lentamente, aunque en 1882 no
llegaban a 200.24 La presión que ponían semejantes precios planteaba a cada paso

21 Carta de Havas- Paris a Gasser, 21 de junio de 1898, 213; 7 de noviembre de 1899, 448 v.,
Fondo Havas, 5 AR 37 3.
22 Silberstein-Loeb, The International Distribution of News, 164.
23 Frédérix, De l’agence d’information Havas, 140.
24 Carta de Havas al representante en Buenos Aires, Baccani, 6/10/1882, 5 AR 37 1, 98.

11
la pregunta por los criterios de selección, y el agente que cableaba demás se
exponía a duras reprimendas de sus superiores.

Gracias a la guerra de tarifas entre los sistemas de circulación Atlántico y Pacífico


– y, sobre todo, a la política de competir en base a un alto volumen de
transmisiones a bajo precio - el número de mensajes de la red de la costa este se
triplicó entre 1884 y 1894.25 Recién entonces pudieron flexibilizarse los criterios
selectivos, permitiendo una presencia más sustantiva de los telegramas en la
prensa cotidiana.

Todo esto obliga a volver sobre las periodizaciones disponibles para pensar el
cambio, en la medida en que cualquier ponderación del efecto del cable debería
tomar en cuenta lo gradual (lo no instantáneo) del fenómeno. A la cronología
tecnológica - que fija una fecha en la inauguración de la pieza maestra
transatlántica en 1874 - y a la de la historia de la prensa - que insiste en un hito
con los primeros diarios que firman contrato con Havas, en 1877 – se oponen las
inflexiones efectivas en las páginas de los diarios, que describen un desarrollo más
largo, donde la novedad es a la vez anterior y posterior a estas fechas. Anterior,
pues, como veremos, el ritmo de circulación de noticias internacionales se vio
trastornado desde la puesta en marcha del sistema en diversos puntos del globo.
Posterior, pues la incidencia plena del cable en la economía informativa de los
diarios no se manifestó hasta pasada una década de la inauguración del sistema
sudamericano, cuando la coordinación de circuitos regionales e internacionales, y
la baja de tarifas, permitieron que la nueva modalidad de comunicación se fuera
manifestando más decisivamente. En la década de 1890, los telegramas del
exterior ocupaban entre dos y cuatro de las siete columnas de la página de
apertura de La Nación.

Interrogantes adicionales surgen al cotejar los estudios sobre las esferas de


influencia asignadas en los carteles de las agencias de prensa – donde se describe el
monopolio informativo de Havas en América del Sur – y la presencia marginal de
los cables de dicha agencia en las secciones “Telegramas” de los principales diarios
porteños, inclusive los abonados. Veamos algunas singularidades del lugar de esta
agencia en la región, y las lógicas del nuevo negocio informativo.

Al hacerse cargo de la distribución de noticias en América del Sur, Havas se


comprometía a prestar un servicio clave en sociedades con las cuales el vínculo
“latino” estaba lejos de ser decisivo o natural. Sin duda, su preeminencia en la
región necesitaba de más construcción y persuasión que la de Reuters en la India –
donde gozaba de un virtual monopolio - o la misma Havas en otros países de su
“roster” como España, Italia o Marruecos. De hecho, los diarios sudamericanos se
referían a Havas como un agente importante y prestigioso pero eminentemente

Winseck y Pike, Communication and Empire, 83; Britton y Ahvenainen, “Showdown in South
25

America”. Ahvenainen, The European Cable Companies, cap. VII.

12
externo, con el que el trato era desconfiado y crítico. También lo era el de los
gobernantes de la región, que firmaban contratos con la empresa con vistas a la
difusión de noticias positivas sobre sus países.26

La agencia funcionaba con representantes europeos, y se apoyaba en figuras cuyos


lazos con la metrópolis parisina se mantenían firmes.27 Una de las objeciones que
fue ganando importancia era, precisamente, el sesgo franco-fílico de la cobertura
ofrecida. Havas era una empresa privada, pero estaba íntimamente ligada al estado
francés y a sus intereses. Es este pacto de nacimiento lo que le permitía, por
ejemplo, mantener la prioridad de acceso a las noticias oficiales de su país.28 A
pesar de la inmensidad del territorio asignado en el reparto de influencias, la
agencia no apostó a intensificar significativamente su presencia, ni se preocupó en
establecer distinciones internas en el servicio ofrecido en el subcontinente. De
hecho, la correspondencia entre los directivos alude periódicamente a la
posibilidad de “abandonar” América del Sur, cuyo servicio resultaba tan
complicado de gestionar y daba tan escasas ganancias. Si esto no ocurrió, es acaso
porque la inclusión de tan vasto territorio en el mapa de influencias contribuía a
sellar un estatus de agencia global, y a fortalecer posiciones en el cartel. Ese estatus
se mantuvo, en buena medida, gracias a la falta de competencia por parte de la
otras grandes agencias, absorbidas en la expansión en otras regiones del mundo.
Terminaría en el temprano siglo XX, con el ascenso irresistible de las empresas
norteamericanas de noticias.

La anexión de América del Sur representaba, para Havas, un botín y muchos


problemas, comenzando por la cuestión de la brecha lingüística. La política de la
agencia era que todas las operaciones internacionales funcionaran en francés, por
lo que cada telegrama de Europa implicaba una traducción en el punto de llegada,
fuese éste lusófono o hispanófono. Este requisito complicaba y demoraba las
operaciones. Ciertamente, el poliglotismo era un desafío nuevo, ligado a la
repentina expansión global de la escala de distribución de noticias. Pero la
aceptación del francés como lengua informativa no era equivalente en países
como Hungría o Rumania (también en el “roster” Havas) y en continentes de
abrumadora uniformidad lingüística, como América del Sur. Si el francés era la
lengua del prestigio, aceptado en el mundo científico o diplomático, era inviable
en el periodismo comercial. Su estatus era muy distinto al de Reuters en la India,
por ejemplo, donde la lengua de la agencia estaba inscripta en la historia y las
tradiciones. La francofonía planteaba, además, un problema operativo para la

26 El contrato firmado por el canciller Alcorta y el representante Gasser, por ejemplo, incluía una
cláusula que aludía al compromiso de promoción de imagen positiva de la nación argentina,
“quedando siempre bien entendido que ese servicio no contenga nada que sea contrario a los
intereses franceses de la Agencia Havas.”; “Buenos Ayres, Contrat avec le Gouvernement
Argentin”, 26/12/1900; Fondo Havas, 5 AR/ 428.
27 Desbordes, “Migrations et réseaux d’information”.
28
Palmer, Des petits journaux aux grandes agences.

13
agencia misma, en la medida en que agregaba una mediación a las operaciones
telegráficas, de por sí mediadas por un sistema que funciona por transmisión, que
implicaba la traducción del lenguaje codificado (desmaterializado) al lenguaje común.
En transmisiones de larga distancia, donde los costos eran un factor crítico,
abundaban los códigos internos para ahorrar palabras, que agregaban otra
traducción – otra práctica habitual en las nuevas agencias globales. La brecha
idiomática complicaba el seguimiento de las operaciones por la casa central. Para
ilustrar éxitos o fracasos, el representante en la región, Gasser, enviaba recortes de
diarios cariocas, montevideanos o porteños. Una vez tras otra, eran rechazados
con irritación: en París todos estaban ocupados, sin tiempo para leer esos
materiales, enviados sin traducción previa.29

Luego: la demanda de noticias no refería solamente a los eventos políticos en las


capitales europeas – que Havas, con sus decenas de corresponsales, cubría con
solvencia – sino también a las noticias para los inmigrantes que se estaban
instalando en las ciudades-puerto sudamericanas. Esto requería de una cantidad de
desvíos y descentramientos en relación a las lógicas del sistema de distribución que
resultaban caros y laboriosos. Su detalle ilustra los nuevos efectos de dislocación, y
la disociación radical en relación a las lógicas espaciales tradicionales.

Para enviar noticias de España – una demanda elemental de los diarios


sudamericanos, y un país de cobertura tempranamente asignado a Havas - el
sistema era singularmente disfuncional. “Nunca mandamos por España”,
explicaban un operador en 1881. “Todos nuestros paquetes para el Brasil o el
Plata van vía Falmouth-Lisboa, la más cara pero la más correcta en la
transmisión.”30 La economía de los cables llevaba las noticias por donde había
rutas confiables, lo cual no solamente requería de hilos telegráficos sino de nodos
eficientes de reemisión y tarifas especiales de prensa. Como no había tal cosa para
los envíos de Madrid a Sudamérica, todo despacho a Buenos Aires pasaba primero
por París siguiendo una ruta interna vía Bilbao. Los “paquetes” cotidianos que
enviaba Havas salían de París a Londres – centro del sistema, regulador del ritmo
de reenvíos a todo el mundo - para ingresar a la ruta Lisboa-Madeira-Pernambuco.
Quienes operaban sabían que cada escala era una demora adicional, y un riesgo de
errar en la retransmisión. (Las reyertas por errores y malas traducciones
constituyen un capítulo central de la correspondencia entre los operadores del
cable).
En ocasiones, la colocación incómoda de Havas en relación a las demandas de los
abonados sudamericanos se volvía insostenible. La Guerra hispano-cubana de
1898 desnudó el problema como nunca antes: “Esta cuestión de los cables es

29 Carta de Havas-París a Gasser, 19/1/1898, 5 AR 37 3, 138 y 146. La correspondencia de


Havas contiene instrucciones y pequeños diccionarios internos para la decodificación en el punto
de llegada.
30 Carta de Havas-París, 19/7/1881, 5AR 37 1.

14
verdaderamente para nosotros de una dificultad desesperante”, se disculpaban las
autoridades ante sus operadores en América del Sur, que reclamaban noticias
frescas y confiables.31 Es que para las novedades de Cuba (otro territorio “propio”
en virtud de su vínculo colonial con España) Havas dependía de Associated Press,
que alimentaba el sistema de noticias vía Reuters. La ruta sudamericana de la
información sobre la guerra era por demás contraintuitiva: Nueva York/
Londres/ París/ Londres/ Lisboa/ Madeira/ Pernambuco/ Buenos Aires. No
solamente planteaba demoras, sino que arrastraba el sesgo original, marcado por
las directivas del estado norteamericano, que censuraba el contenido de la
información. No sorprende que, en este caso también, los diarios confiaran más
en sus propios corresponsales. Cuando Havas finalmente incorporó un servicio de
cables “directos” de Madrid a América del Sur, esto significaba que la agencia
subsidiaria, FABRA, cablearía a Londres sin pasar por París, para emprender la ruta
Atlántica desde allí.32 “Para mejorar la situación, habría que organizar un servicio
directo de Nueva York y de La Habana, y un servicio al menos más seguido de
Madrid.”, decían las autoridades de París, anticipando medidas por venir. “Todo
lo que hagamos sin hacer esto es un mero paliativo y no podemos estar en
condiciones de luchar contra los diarios que de abonados disidentes se han
transformado en verdaderos competidores.”33

“Los diarios de América del Sur parecen tener muchas exigencias. Pretenden tener
noticias especiales a horas fijas”.34 La queja se repite. Cuando se incorporó el
servicio de cable, y mientras se iban ajustando sus mecanismos, en las décadas de
1880 y 1890, la prensa sudamericana estaba en pleno proceso de modernización y
expansión, como hemos visto. El Jornal do Commercio (Rio de Janeiro), La Prensa y
La Nación (Buenos Aires) - para nombrar a algunos de los principales - eran
actores mayores en el negocio, en ciudades donde el consumo estaba creciendo
exponencialmente. A fines del XIX, estos tres diarios tenían sus propios
corresponsales en Europa, y negociaban con firmeza las condiciones de su
relación con la agencia francesa. Como indica la correspondencia entre Gasser
(representante en América del Sur) y sus superiores en París, la pérdida de alguno
de estos “nombres” de la grilla era considerada una calamidad mayor. Y esa
calamidad ocurría regularmente: el roster de abonados sudamericanos era volátil, y
estaba lejos de reflejar la estabilidad que provendría de una situaciónn monopólica
o de una prensa por completo dependiente. Los diarios se abonaban y
desabonaban según su conveniencia y la evaluación de los servicios prestados. La
agencia, por su parte, debía hacer esfuerzos denodados por recuperar a los más
prestigiosos.

31 Carta de Havas-París a Gasser, 13/5/1898, 5 AR 37 3, 183.


32 Desbordes, “How Havas Lost the War”.
33 Carta de Havas-París a Gasser, 7/1/1898, AR 37 3, 117.
34 Carta de Havas-París a Gasser, 22/7/1897, 5AR 37 3, 77.

15
Esta puja transcurría en el marco de la tensión constitutiva del mercado de la
prensa comercial. Por un lado, se imponía el mandato de maximización de acceso
a la información, impulsando a los diarios a abonarse a las grandes agencias,
únicas capaces de ofrecer recursos informativos de escala global. Por otro,
arreciaba la competencia entre los diarios de la propia zona de influencia, que
exigía la posesión exclusiva de dicha información.35 Ni siquiera empresas de la
escala de Reuters lograban imponer su monopolio en sociedades con tradiciones
de prensa robustas y competitivas, como Australia.36

La situación de Havas y sus abonados sudamericanos es comparable. Y si había


una diferencia, iba en el sentido de su menor poder relativo. Es sintomática, por
ejemplo, la evolución del lugar de la agencia en las páginas de los principales
diarios de Buenos Aires. La modalidad inicial de inserción de las noticias de cable,
con su título “Agencia Havas”, se fue tornando en una rutina de peso más
relativo, y su impronta se desdibujó rápidamente allí donde la escala de las
operaciones de los diarios era mayor. Incluso cuando se mantenía la suscripción,
la primera y más extensa información internacional consignada provenía de
corresponsales propios. Por razones de competencia mutua, el detalle era
subrayado cada día en el encabezamiento de las secciones “Telegramas” de La
Prensa y La Nación: “Corresponsales Particulares de LA NACIÓN (vía Madeira)”;
“Servicio especial y exclusivo para LA PRENSA, recibido por los cables de la
Compañía…” En la década de 1890, demostrar autonomía en relación a la gran
agencia, competir con la agencia, y ganarle en algunas primicias, era más
importante que la asociación a su nombre. Se abría una nueva era para los
corresponsales.

Las exhibiciones de independencia y el poder efectivo de ciertos diarios en la


competencia por la primicia no deberían distraer del poder indirecto de las grandes
agencias en el establecimiento de un orden noticioso, pues también se ejercía a
través del sistema de aquellos corresponsales que tanto material sacaban de los
diarios europeos. Si en este sistema con múltiples mediaciones y dificultades
intrínsecas de reclamo de propiedad Havas describía las prácticas clandestinas de
reenvío de su información como pura pérdida, lo cierto es que la reutilización de
sus contenidos contribuía a consolidar una capacidad para establecer jerarquías de
agenda y sesgos informativos. A pesar de las quejas y la competencia de los diarios
más fuertes, Havas no dejó de ser, directa o indirectamente, un agente clave en la
composición sudamericana de un menú de noticias del mundo.

35 Silberstein-Loeb, The International Distribution of News, cap. 6.


36 Putnis, “Reuters in Australia”.

16
Noticias del mundo

“Nosotros no hemos inventado el telégrafo interoceánico,


pero somos los primeros que vamos a enseñar el modo de utilizarlo diariamente”
La Nación, 11 de julio de 1877.

“Telegramas”, “Telegrafía”, “Boletín telegráfico”: así se llamaba esa sección de los


diarios sudamericanos donde se agrupaban noticias cuyo vínculo mutuo era el
vehículo de transmisión. Por la vía de corresponsales y agencias, cada día llegaba a
los matutinos sudamericanos materiales de una red de escala planetaria. El secular
régimen de escasez de contenidos, donde llenar las páginas era un desafío
cotidiano, daba paso a uno de abundancia y superabundancia. Era cada vez más
raro encontrar comentarios como el de La Patria Argentina, cuando afirmaba:
“Escaso en acontecimientos ha sido el día de ayer. Ningún crimen, ninguna
novedad política, ningún horrible asesinato, ningún robo ni herida”, porque el cable
se encargaría de avisar que en alguna parte, cada día había crisis política, bombas,
terremotos y horribles asesinatos.37 Se abría, así, un sistema de oferta permanente,
donde el problema no era llenar páginas sino decidir qué recortes y qué
selecciones llegarían a esas páginas. Criterios de jerarquización más estrictos
comenzaron a informar el armado cotidiano. Observemos cómo se desplegaban,
en este nuevo marco, las representaciones del mundo.

Estructurados en torno al eje atlántico y las ciudades costeras, los caminos


submarinos de circulación de información reforzaban las configuraciones previas,
basadas en el sistema de transporte a vapor - que a su vez había mantenido las
lógicas espaciales del sistema de navegación de la era pre-industrial. Cuando los
diarios porteños anunciaron la inauguración de su servicio telegráfico con Havas,
pronosticaban la reducción radical y permanente de la distancia con Europa. En
toda evidencia, el cable iba a agudizar el sesgo atlántico y eurocéntrico que había
matrizado los contenidos internacionales de los diarios sudamericanos desde sus
orígenes. Sería importante, sin embargo, no cerrar las conclusiones en esta
constatación, pues el cable reservaba toda una serie de efectos no previstos.

Veamos un diario moderno, La Nación o La Prensa, cuando el sistema ya estaba


funcionando a pleno. Fuertemente jerarquizada en su organización geográfica, la
columna “Telegramas” ponía en primer lugar las novedades de la “gran política”
europea, y muy en particular, de la francesa: “Viaje de [ministro] Casimir Perier a
Lyon”, “El proceso de los 30 anarquista en París”, “El mensaje presidencial en
Francia”, etc. Luego, en sucesión intercalada, había noticias de Inglaterra,
Alemania, España, Portugal e Italia. Si no había guerras ni grandes eventos que
reportar, se hablaba de crímenes, bombas, duelos o accidentes ocurridos en esos

37 La Patria Argentina, 7 de enero de 1879, 1. Cursiva original.

17
países: las violencias espectaculares y las catástrofes naturales tuvieron desde el
principio un lugar preferencial en la escala de prioridad telegráfica.

Menos predecible, por menos presente en los discursos celebratorios de la


novedad conectiva, es la proporción de contenidos dedicados a la actualidad
política y económica de países de la región: Uruguay, por supuesto, pero también
Brasil, Chile, Perú y Ecuador. La énfasis (que excluía, por ejemplo, a Bolivia,
Paraguay o Colombia, por donde no pasaba la gran ruta informativa) sigue de
cerca las dos vías sudamericanas de las noticias y sus escalas costeras. Los trabajos
interesados en el modelo de análisis “circuitos de noticias” han detectado los usos
“revertidos” que hicieron las sociedades coloniales, utilizando lo que era un
instrumento de control imperial para atizar el sentimiento nacionalista y anti-
imperialista.38 Estos debates y líneas interpretativas provienen de análisis de los
usos del telégrafo en territorios del imperio británico, como vimos. Me gustaría
expandir la noción de “circuitos de noticias” al estudio de regiones menos
sistemáticamente marcadas por la impronta imperial, admitiendo la hipótesis de
que, en Sudamérica, el cable intervino de manera sustantiva en la circulación
regional de información.

Por inclusión y sustracción, los circuitos de media distancia operaron muy


directamente en la composición cotidiana del mundo relevante. La estructuración
de un espacio informativo sudamericano (por oposición a los espacios antillano,
mexicano o centroamericano, ligados al polo norteamericano) tuvo su clave de
bóveda en la costa brasileña, donde radicaban los nodos de reenvío al resto del
sistema. La repentina visibilización de Brasil es muy nítida en las columnas de
“Última Hora” de La Patria Argentina, por ejemplo El diario de los hermanos
Gutiérrez mantenía la jerarquía imperante en el orden de los telegramas: noticias
de Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y España primero - a menudo atribuidas a
Havas. Luego, una porción considerable de la columna estaba dedicada a breves
de Pernambuco, Rio de Janeiro, Bahia, Santos o Rio Grande do Sul. La presencia
regular de estos nombres en las noticias internacionales es el reflejo del
corresponsal propio, que en los tempranos años 1880 cableaba cotidianamente
novedades de la víspera de las ciudades costeras del país vecino. Esta selección era
seguida de largos párrafos fechados en Montevideo, la mayor parte de los cuales
volvían a hablar de Europa, ya que transmitían los contenidos de paquetes
llegados por barco.

Por cierto, el nuevo eje noticioso brasileño era una amplificación del constituido
previamente entre Buenos Aires y Montevideo. El cable rioplatense inaugurado en
1866 no solamente había introducido una conexión casi instantánea allí donde el
intercambio de información siempre había sido sustantivo. También había

38 Winseck, “Globalizing Telecommunications”.

18
transformado a Montevideo en distribuidor de noticias llegadas por barco. Desde
allí, los corresponsales de cada diario retransmitían a Buenos Aires,
rejerarquizando y redireccionando, las noticias de origen portuario. A partir de
1872, y gracias al telégrafo trasandino, la información partía de inmediato a la
costa Pacífica.

He aquí otra línea de uso intensivo, que explica la presencia de Chile en noticias
internacionales de última hora, antes de la consolidación del acceso sudamericano
a la red global. La escalada que condujo a la Guerra del Pacífico (1872-1883), por
ejemplo, fue cubierta muy competitivamente y al instante por los diarios porteños,
gracias a los telegramas enviados por corresponsales en Valparaíso (el sesgo de
esta información, fuertemente dependiente de fuentes chilenas, es un efecto de la
flamante línea telegráfica trasandina que no puede ser explorada en este trabajo,
pero que merece investigaciones futuras).

Como hemos visto, a partir de 1891, esta misma línea permitía la incorporación
del tendido de la costa pacífica al sistema general, integrando las principales
ciudades de las dos costas del subcontinente. La novedad dejó huellas palpables en
los diarios de Buenos Aires, donde era ya evidente que la circulación de noticias
internacionales excedía, en espectro geográfico y nivel descriptivo, los “paquetes”
de la agencia Havas. A esas alturas, La Prensa había agregado a sus corresponsales
en Rio y Valparaíso, uno en Lima. Las columnas con información proveniente de
estas ciudades eran más largas y detalladas, más redactadas que los cortos sobre
Europa, reflejo de tarifas más desahogadas y menor presión codificadora en el uso
del nuevo medio.

Así pues, mientras seguían las noticias del affaire Dreyfuss, los lectores porteños se
enteraban de la última manifestación contra el alcohol en Santiago o del conato
revolucionario en Lima. La regularidad de las noticias provenientes de Uruguay,
Brasil, Chile y Perú – o más precisamente, de las principales ciudades costeras de
dichos países - sugiere una modificación en el horizonte geográfico cotidiano, al
que ingresaron las urbes-puerto de la región.

Por supuesto, estas eran inflexiones en el marco de la novedad más evidente, y la


más esperada, que era la expansión de noticias de cualquier región del planeta,
anticipada muchas veces en las visiones utópicas de la globalidad instantánea del
cable. En rigor, los lectores rioplatenses se habían acostumbrado a recibir noticias
de países remotos antes de que los paquetes informativos del cable los trajeran
cada día hasta las redacciones de los matutinos porteños, pues a lo largo del siglo,
el transporte a vapor había achicado mucho el mundo. En la década de 1860, las
primeras conexiones submarinas asiáticas habían introducido noticias del devenir
de algunas ciudades orientales a Europa, y por su intermedio habían ingresado –
tangencialmente - en los envíos de noticias a vapor. A fin de siglo, cuando el

19
sistema de cables estaba funcionando plenamente, su espectacular capacidad
conectiva se exhibía cada día en una miscelánea de pequeñísimas noticias
provenientes de otras geografías.

La referencia a países vecinos se insinuaba, efectivamente, junto a la de comarcas


remotas, en un despliegue que reflejaba la geografía de los acuerdos Havas-
Reuters. El abono a una gran agencia garantizaba una provisión inédita de material
publicable que provenía de la expansión del espectro noticioso de lo inmediato
(esta posibilidad explica su persuasividad, más allá de las rebeliones y
competencias de diarios locales). Tras este servicio había una red de
corresponsales incomparablemente mayor a la que era capaz de sostener un diario,
no importa cuán poderoso. Sin duda, La Nación competía seriamente con Havas
en Londres y París. Pero no podía siquiera contemplar una presencia en Calcuta,
Sydney o Shangai - aunque esos mismos corresponsales sudamericanos sí podían
levantar la información de los diarios franceses y cablearla como propia.
Todo esto tiende a confirmar la naturaleza estructuralmente mediada -
escasamente autónoma, dependiente en su raíz del punto de vista europeo - del
nuevo acceso de los lectores sudamericanos a la información sobre el mundo no-
europeo occidental. Como han mostrado varios trabajos recientes, el orientalismo
periférico latinoamericano era un sustrato previo al sistema de comunicación de fin
de siglo, allí donde las noticias internacionales siempre habían estado mediadas
por Europa.39 ¿Qué novedad que traía en este plano la nueva forma de conexión?

Que las primeras noticias ofrecidas por Havas a sus flamantes clientes de La
Nación fuesen breves sobre los avances de la guerra entre rusos y turcos, en
comarcas que requerían de precisiones elementales sobre su locación, era quizás
un anuncio de lo que el cable reservaba. Primero, la primacía de noticias bélicas.
Luego, la visibilización de una Europa acaso menos familiar a los lectores: Havas,
que tenía oficinas en San Petersburgo y Bucarest, cablearía muchas noticias de
esas ciudades, noticias de relevancia desigual: “Monedas de aluminio en Rusia”,
“El cólera en San Petersburgo”, “Desórdenes en Bulgaria”, etc.40

Mientras tanto, asomaba una nueva profusión de sueltos fechados en lugares más
lejanos aun. La abundancia de noticias del mundo asiático y africano era un
subproducto impensado de la nueva expansión colonial. Lo oriental fin-de-siglo
ingresaba a los diarios rioplatenses asociado a una prioridad de lo diplomátic y
bélico – es decir, al peligro subyacente de guerra imperial entre potencias
centrales, y por lo tanto, a las tensiones en el seno de los estados dominantes:

39 Entre las minorías letradas, el acceso a relatos de viajeros europeos o latinoamericanos en


China o Egipto había ido cristalizando en visiones negativas, donde lo exótico oriental había
quedado asociado al despotismo y la barbarie. Taboada, “Un orientalismo periférico”.
40 La Nación, 12/4/1894, 1; 19/7/1894, 1.

20
“Los italianos se apoderan de Kassala”; “China y Japón. La actitud de Rusia.
Derrota de los chinos. Escuadras francesa, alemana é inglesa. El capitán del Kow-
hung. Temores en Berlín”; “Combate inminente en Corea. Inglaterra se declara
neutral. Correspondencia de los gabinetes de Londres y Wáshington. Actitud de
Rusia”, etc.41 En otras palabras: hablar del Lejano Oriente, de Egipto, la India o
Etiopía era, en cierto modo, otra manera de seguir hablando de Europa.

Ahora bien: la profusión de lo remoto-instantáneo, que proclamaba triunfante las


posibilidades del sistema, muestra hasta qué punto el nuevo caudal de información
circulaba por zonas muy indirectamente conectadas a su lugar de origen, lejanas a
los centros (europeos) para los que había sido concebida. Y sugiere que la
circulación global de breves estaba informada por lógicas que no eran
exclusivamente político-económicas.

“Constantinopla, viernes 13. Enlace del jedive con una hija del gran sultán”;
“Calcuta, viernes 13. Tempestad en el mar de las Indias.”42 En el marco de la
férrea jerarquización socio-política de la información, la nueva globalidad
informativa revelaba tendencias rizomáticas que mostraban a cada paso el
riesgo de desjerarquización caótica. Los criterios eran conocidos para la prensa
comercial. Interesaba, por sobre todo, la violencia: accidentes, terremotos,
bombas, crímenes. También, lo extraño, lo vulgarmente llamativo. A veces, lo
apenas notable. A menudo, lo banal. El cable había extendido la red de captar
materiales a todos los escenarios de lo noticiable, donde la novedad del temblor
en China convivía con el caballo desbocado en Memphis, la ola de frío en
Estocolmo, el conato revolucionario en Belfast y el cometa en Rio Grande do
Sul.

Este emergente del sistema de comodificación de la noticia había aparecido para


quedarse. Si las breves permanecieron a pesar de su desconexión referencial y la
ostensible irrelevancia de sus contenidos, es también porque resultaban
funcionales a la nueva economía de la prensa comercial. Los diarios se veían
provistos de una serie inagotable de materiales de reserva, que podían incluir o no
según las necesidades diagramáticas del día. Los envíos de agencias y
corresponsales diluían de este modo la ansiedad de los espacios vacíos, que desde
inicios del siglo había impuesto el ritmo de la prensa cotidiana rioplatense.43 Por
su parte, Havas resolvía con noticias “basura” sus dificultades para encontrar
contenidos de interés para los clientes sudamericanos, manteniendo con este
material el privilegio tarifario con la Western Telegraph Co., que a fines del siglo
funcionaba sobre la base de 6000 palabras por mes. Como explicaba muy
pragmáticamente el administrador en 1897: como no había manera de reunir

41 La Nación, 26/7/1894, 5.
42 La Nación, 14/4/1894, 1.
43 Goldgel, Cuando lo nuevo conquistó América, 77.

21
suficientes noticias relevantes para llenar tal cuota, y era mejor no llamar la
atención de las empresas inglesas, se aconsejaba cablear las irrelevantes.44
Se había pasado, entonces, de un régimen de ahorro de palabras a uno que debía
funcionar a pleno, donde la escasez de noticias “que valgan el cable” se subsanaba
con paquetes de información sobre cualquier cosa, de cualquier parte. La
economía del telégrafo submarino, y los intereses de sus operadores (las empresas
que lo gestionaban, las agencias internacionales que lo utilizaban para servir a sus
abonados) habían producido una modalidad de circulación que se distanciaba del
correo a vapor no solamente en velocidad y extensión, sino también en el
repertorio de contenidos.

Los materiales informativos que arribaban por vapor traían, típicamente, bolsas de
correspondencia privada y estatal, y diarios del punto de partida y las escalas: es
decir, materiales que remitían a un marco espacial relativamente definido,
concebidos con cierta direccionalidad. A fines del siglo, el cable agregó una
porción no desdeñable de contenidos fruto de la repetición descontextualizada de
emisiones remotas. Estos materiales circulaban por el sistema, rebotando en
reenvíos sucesivos, multiplicándose de los centros a los nodos y de los nodos a las
estaciones receptoras, para volver a dispararse en circuitos regionales,
reorganizándose y acomodándose, para emerger en las páginas de matutinos de
acá y allá. Se hacían tangibles, así, las operaciones de un sistema de micro-
informaciones donde la guerra Boer circulaba bajo los océanos junto a lo exótico-
oriental (la hija del gran sultán) y lo banal fragmentario (la tormenta en la India, las
monedas en San Petersburgo). Cada día, estas partículas llenaban los intersticios
de los diarios de las ciudades de la costa sudamericana, produciendo un efecto de
globalidad de lo cotidiano donde lo cercano y lo lejano, lo grande y lo diminuto
quedaban implícitamente insertos en un canvas de escala planetaria.

El mundo: modelo para armar

La comunicación por transmisión redujo dramáticamente los lapsos entre


despacho y recepción: lo que antes se medía en semanas y días, pasó a horas y
minutos. La aparición y consolidación de esta posibilidad casi mágica se tradujo,
no obstante, en un proceso extendido, hecho de pequeñas aceleraciones parciales
en distintos puntos del sistema. A medida que se avanzaba, la medición del tiempo
cobró centralidad inédita. Como apunta Wenzlhuemer, la ecuación
tiempo/distancia no sólo no perdió relevancia con el telégrafo, sino que se tornó
más crítica que nunca.45 El significado de la novedad - una proceso de aceleración
que involucró combinaciones de ritmos y tiempos - se precisó a lo largo de las tres
últimas décadas del siglo.

44 Carta de Havas-París a Gasser, 27/1//1897, 5 AR, 37 3, 17v.


45 Wenzlhuemer, Connecting the Nineteenth-Century World, cap. 5

22
Como vimos, el altísimo costo de transmisión inicial inhibió el uso del cable
transatlántico por varios años después de su triunfal inauguración. Aun los diarios
que apostaron a costear el abono a una agencia internacional, no ganaron en los
inmediato más que la incorporación de una escueta sección en una página sábana
que seguía dependiendo esencialmente de la información llegada por transporte a
vapor. Esta circulación no era en “flujos” sino en “paquetes”, una sucesión de
entregas donde las noticias arribaban como en oleajes, y se distribuían con la
misma celeridad en los diarios que en la correspondencia postal, pues ambos
soportes participaban de la misma economía de circulación informativa. Al final
del siglo, la prensa mantenía largas secciones cuyo encabezamiento indicaban el
origen portuario de las noticias: “Correo de Europa. Valija del Orione”, “Correo
de Europa. Valija del Danube”, etc. La columna desplegaba, así, el contenido de
una “valija” de información miscelánea: “La peste en Oporto”, “Campaña de
socialistas belgas”, “Plan revolucionario en Servia”, etc. Según fuera el ritmo de
llegada de paquetes sucesivos, su explotación duraría más o menos (en las
ecologías informativas escasas del temprano siglo XIX, una “valija” alimentaba los
diarios durante semanas).

Con la aceleración de los ritmos de circulación del transporte a vapor, esos


despliegues incluían precisiones cada vez más detalladas sobre el alcance temporal
de la valija de diarios y correspondencia: “Fechas hasta el 15 de septiembre
próximo pasado”, “Fechas hasta el 21 de septiembre inclusive”, etc. En razón de
su distancia de los centros europeos de información, la brecha entre la noticia que
viajaba por cable y la que llegaba a América del Sur en “valija” mantuvo la
separación fundamental de los ritmos. Aun cuando la reducción de tarifas
permitió la expansión de los contenidos telegráficos, la información nunca
abandonó el marco de una temporalidad dividida, donde un extremo se medía en
horas y minutos, y el otro en semanas y días. Esto difería de las modalidades de
circulación en el marco europeo, donde la escala geográfica permitía la
combinación de distintos soportes – telégrafo/ tren/ teléfono – en un proceso de
aceleración que se mantenía dentro de una misma escala temporal.46 Junto a las
“valijas” fechadas dos o tres semanas antes, en cambio, los diarios de Buenos
Aires publicaban noticias de lugares remotos, fechadas el día previo, o incluso el
mismo día: un efecto de la aceleración del cable era que podía aprovecharse la
diferencia horaria con Europa, y publicar en matutinos porteños lo que había sido
noticia un rato antes en diarios londinenses – el alarde dio a La Nación cierta
ventaja competitiva. En todo caso: la lectura de novedades del “Exterior”
implicaba conciencia de estas asincronías.

46 Barth, “Making the Wire Speak”, 252.

23
En verdad, el abanico de temporalidades que involucraba la información
internacional de fin de siglo era más heterogéneo que la distancia entre los ritmos
cortos y nerviosos del telégrafo, y las entregas más acompasadas de los “packs”
navieros. En el seno de esta aceleración a dos velocidades se coló toda una serie
de síncopas intermedias y aceleraciones segmentadas, que reflejaban el uso
intensivo de cables costeros y telégrafos terrestres regionales. La rueda de la
celeridad desmaterializada había empezado a rodar bastante antes de 1874.

Como vimos, la ruta de las noticias porteñas estaba mediada por escalas en
puertos brasileños y uruguayos. Allí, los “paquetes” eran distribuidos y las oficinas
telegráficas se encargaban de diseminar información – codificada, desmaterializada
- antes (o en lugar) de la llegada del mismo barco al Río de la Plata. Esto era así
desde 1866, cuando una miríada de corresponsales de diarios porteños instalados
en Montevideo transmitía por cable noticias descargadas de los vapores allí
desembarcados. A la aceleración de ese tramo final de la ruta transatlántica, hay
que agregar la del punto de partida. Hacia fines de la década de 1860, los diarios
europeos y las correspondencias semi-públicas que llegaban por barco,
incorporaban noticias transmitidas por los tramos de la red submarina en
funcionamiento, que conectaba Europa con Estados Unidos y países de Asia.
Luego, con la finalización del cable costero brasileño, muchos sueltos de
temporalidad intermedia reflejaban una trayectoria en segmentos a dos
velocidades: quince días de viaje Lisboa/Pernambuco, seguidos de dos o tres
horas de cable (a tarifa regional mucho más baja), que tocaba Rio, Santos o
Montevideo, la gran redistribuidoras rioplatense de noticias del Viejo Mundo. En
cuestión de minutos, las más importantes eran telegrafiadas a Valparaíso.

Evidentemente, el sistema implicaba ajustes sustantivos para los actores


involucrados en la producción de noticias internacionales - un rubro en sí mismo
novedoso. La legión de corresponsales en el exterior (el ultramarino, pero también
el regional) que en las dos últimas décadas del siglo creció desmesuradamente,
pasó a trabajar bajo una presión inédita, que se tradujo en una economía expresiva
del apuro, con alusiones a noches en vela, corridas al telégrafo, primicias y triunfos
de horas y minutos sobre los competidores. Estas habilidades incluían no
solamente el acceso a información de corresponsales y agencias del exterior, sino
también la lucha por cables y telegramas que circulaban en la esfera estatal, que en
los albores del sistema engrosaban la bolsa de novedades. El tono de crispación y
reiterada frustración que trasunta la correspondencia de los operadores de Havas,
donde cada demora era vivida como una derrota ante competidores más rápidos, y
donde abundan los retos a los operadores que no habían tomado conciencia del
cambio de velocidades y persistían en trabajar “tranquilamente”, es otro signo de
los tiempos.

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También había cambiado la experiencia de los lectores. Si en Buenos Aires las
noticias de Europa siempre habían sido consumidas con conciencia implícita de la
brecha temporal, los diarios del fin de siglo obligaron a procesar contenidos que
además de haber acortado dicha brecha, debían componerse a partir de conjuntos
más complejos de fragmentos asincrónicos. La reducción de los tiempos y la
presión competitiva se habían combinado para cortar sucesivamente la narración
de noticias en pleno desarrollo, antes enviadas en piezas narrativas más largas y
lineales. Esta lectura refraccionada era más exigente, por cierto, en la medida en
que requería de un ojo atento a las fechas de despacho, y el ordenamiento de la
relación lógica y cronológica entre los datos de breves y los detalles de las
columnas, publicados contiguamente. También involucraba el paso repetido de la
lectura entrecortada de telegramas, al estilo narrativo de los despachos que seguían
llegando por correo de superficie, pasando por los estilos intermedios del circuito
regional. Junto a las demandas compositivas que enfrentaba quien seguía las
grandes historias del momento, el cable invitaba a otra forma de lectura, distraída
y esencialmente superficial, en el recorrido de las partículas inconexas de cada día.

Quién podía dudarlo: el cable había cumplido su promesa, acercando el mundo a los
diarios de Buenos Aires. La oferta de noticias se había vuelto más rápida en
circulación y ambiciosa en espectro espacial. Pero también, más confusa,
fragmentaria y difícil de procesar. Al culminar el siglo, la prensa era más moderna,
y no solamente en el sentido material que proclamaban sus líderes. También se
había modernizado la experiencia perceptiva, subjetiva e identitaria de su
consumo.

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