Este documento presenta un caso ético sobre el derecho a morir de un hombre llamado Federico García que sufría de esclerosis lateral amiotrófica. Federico pasó tres años postrado en una cama sin poder moverse ni comunicarse, dependiendo de una máquina respiratoria. Expresó en repetidas ocasiones su deseo de que se retirara el respirador para poder morir, lo cual planteó un conflicto ético para los médicos entre respetar su voluntad o continuar el tratamiento. Finalmente, su familia y médicos acordaron retirar el
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
33 vistas13 páginas
Este documento presenta un caso ético sobre el derecho a morir de un hombre llamado Federico García que sufría de esclerosis lateral amiotrófica. Federico pasó tres años postrado en una cama sin poder moverse ni comunicarse, dependiendo de una máquina respiratoria. Expresó en repetidas ocasiones su deseo de que se retirara el respirador para poder morir, lo cual planteó un conflicto ético para los médicos entre respetar su voluntad o continuar el tratamiento. Finalmente, su familia y médicos acordaron retirar el
Este documento presenta un caso ético sobre el derecho a morir de un hombre llamado Federico García que sufría de esclerosis lateral amiotrófica. Federico pasó tres años postrado en una cama sin poder moverse ni comunicarse, dependiendo de una máquina respiratoria. Expresó en repetidas ocasiones su deseo de que se retirara el respirador para poder morir, lo cual planteó un conflicto ético para los médicos entre respetar su voluntad o continuar el tratamiento. Finalmente, su familia y médicos acordaron retirar el
Este documento presenta un caso ético sobre el derecho a morir de un hombre llamado Federico García que sufría de esclerosis lateral amiotrófica. Federico pasó tres años postrado en una cama sin poder moverse ni comunicarse, dependiendo de una máquina respiratoria. Expresó en repetidas ocasiones su deseo de que se retirara el respirador para poder morir, lo cual planteó un conflicto ético para los médicos entre respetar su voluntad o continuar el tratamiento. Finalmente, su familia y médicos acordaron retirar el
Descargue como PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 13
Antropología filosófica I
CUESTIONES DE BIOÉTICA PARA ENTENDER EL PROBLEMA DE LA PERSONA
Indicaciones: En equipo, según se ha divido, contestar a la pregunta qué es la bioética y cuáles son los principios fundamentales en los que se edifica (solo mencionarlos), esta información debe estar respaldada por una fuente de carácter científico. Posteriormente, deben de realizar la lectura del caso ético que se presenta, de este deben realizar un análisis netamente filosófico, con una extensión considerable, desde lo conocimientos previos que tienen de conceptos como es: muerte, dignidad, vida, persona, ética, libertad, y demás términos que se relacionen con el tema. Este trabajo se tiene que entregar, de preferencia a computadora y siguiendo las normas tipográficas, a las 13:00hrs, debe ir engrapado junto con las hojas del caso a analizar. Derecho a morir Juan Pablo Beca, Mila Razmilic Narración El día que Federico García murió, el viento no soplaba, no llovía, era como si el invierno se hubiese detenido para honrar con un minuto de silencio al recién partido. Allí en la cama, con los ojos cerrados, su expresión permanecía neutra, no se podría asegurar que la muerte le diera paz, pero sí que alivió su sufrimiento. Llevaba tres años postrado en una cama, sin emitir sonido, incapaz de exteriorizar en un grito audible la frustración que la parálisis total de su cuerpo le imponía. No ansiaba la muerte porque amaba la vida y a su familia, pero la idea de morir le parecía menos cruenta que la de existir como un monumento viviente. El congelamiento no era lo que le helaba el alma, sino la conciencia de esa desconexión. Se le venía a la mente con frecuencia la imagen de una marioneta a la que le cortaron los hilos y aborrecía la idea de sentirse prisionero en su propio cuerpo. No era el primero en su familia en sufrir esclerosis lateral amiotrófica (ELA), su hermana había fallecido un par de años atrás luego de rechazar la ventilación mecánica como medio de soporte vital. No la juzgaba, pero tampoco la entendía del todo: esa determinación suponía para él una mezcla de libertad y cobardía. Sabía que la muerte era inevitable, sin embargo no estaba dispuesto a darle una mano: él optó por la ventilación mecánica. Tres años pasaron desde entonces, y aun cuando en retrospectiva no estaba arrepentido, esa primera apreciación no era la misma: veía en la muerte algo bello y a la vez trágico. Quienes le conocieron aseguran que fue un hombre en extremo racional y controlador. No es que fuese obsesivo, sino simplemente consciente de que su estado lo concreto de las acciones cotidianas eran lo que lo mantenían con lucidez. Recurrentemente soñaba con su cuerpo desgarrado, abriéndose, y que de los escombros su alma emergía en miles de pedazos que al entrar en contacto con el aire se evaporaban. Esto no le producía aversión en absoluto, más bien lo consolaba saber que el alma no estaría eternamente confinada a la carne. La enfermedad había evolucionado de manera rápida desde su diagnóstico hace 4 años. Pensaba en la frase “los ojos son las ventanas al alma” y su literalidad en su caso lo agobiaba, llegando a marearlo: eran lo único que se mantenía ajeno a la enfermedad, aislados, lo único que aún consideraba suyo. Sus movimientos oculares eran censados por una máquina capaz de transformarlos en lenguaje por medio de la activación de un teclado. La comunicación era precaria, pero efectiva. Manifestó de esta manera a cada miembro de su familia y a sus cuidadores, de manera muy segura, que no valía la pena vivir así y que el retiro del respirador era su voluntad. Mantuvo por dos meses esta petición. ¿Sería su muerte algo poético? No había forma: nada de poético tenía estar conectado a una máquina con su máscara para respirar por él, alimentado por una sonda, paralizado, y parpadeando para hacerse escuchar. Magdalena, su mujer desde hace 24 años, había sido testigo de su encarcelamiento, y bien se podría decir que se convirtió en su compañera de celda. Sus tres hijos parecían vivir la situación en perfecta simbiosis. Federico quería que fuese ella quien desconectara el ventilador, mas la petición de ser verdugo no coincidía con la visión de emancipadora que él tenía. Compartían una religión. Sin embargo la muerte y su enfermedad eran algo que muchas veces superaban su fe. Admitir la muerte como opción en vida era más natural para Federico que continuar viviendo como un muerto, por lo que una vez reunida su familia no se cuestionaron su voluntad. Faltaba aun considerar la opinión de los médicos. Para ellos implicaría una cuestión de validez moral, un conflicto entre el deber de tratar al enfermo con todo lo disponible o la petición de retiro del tratamiento lo cual lo llevaría a la muerte. Federico reconocía y agradecía las concesiones que sus médicos, ya por largo tiempo, hacían por él. Pero no estaba dispuesto a tranzar: su voluntad, el último vestigio de su autonomía tenía que ser respetada, aún cuando supusiese un conflicto para ellos. Se acordó, después de un difícil análisis en varias reuniones, aceptar su solicitud. Se iniciaría con medidas de sedación para evitar la angustia respiratoria y Federico no podía estar más de acuerdo: sería una horrible burla que lo único que sientiese en los últimos tres años fuese el sufrimiento provocado por la resistencia de su cuerpo a partir. Quería marcharse en silencio, como durmiendo, y que en el recuerdo de su familia la línea entre la vida y la muerte se fundiera hasta hacerla imperceptible. Se celebró, como era habitual, una misa en su habitación, pero esta vez acompañado además de sus amigos más cercanos, un kinesiologo, una enfermera y cuidadores. Asombraba la serenidad de todos los presentes, reflejando en sus semblantes algo más que la pena del duelo anticipado: era la resignación de una muerte concebida y la tranquilidad de la paz por venir. El día que Federico García murió, el viento no soplaba, no llovía, era como si el invierno se hubiese detenido para honrar con un minuto de silencio al recién partido. Allí en la cama, con los ojos cerrados, su expresión permanecía neutra, no se podría afirmar que la muerte le diera paz, pero sí que alivió su sufrimiento. Antropología filosófica I CUESTIONES DE BIOÉTICA PARA ENTENDER EL PROBLEMA DE LA PERSONA Indicaciones: En equipo, según se ha divido, contestar a la pregunta qué es la bioética y cuáles son los principios fundamentales en los que se edifica (solo mencionarlos), esta información debe estar respaldada por una fuente de carácter científico. Posteriormente, deben de realizar la lectura del caso ético que se presenta, de este deben realizar un análisis netamente filosófico, con una extensión considerable, desde lo conocimientos previos que tienen de conceptos como es: muerte, dignidad, vida, persona, ética, libertad, y demás términos que se relacionen con el tema. Este trabajo se tiene que entregar, de preferencia a computadora y siguiendo las normas tipográficas, a las 13:00hrs, debe ir engrapado junto con las hojas del caso a analizar. Fernanda y Rodrigo: el retrato de una realidad Fernanda esperaba impaciente que entrara el Dr. Hernández: no podía evitar la emoción y la ansiedad que preceden a una ecografía, aun cuando no era su primer, sino segundo embarazo. A su lado Rodrigo seguía de pie, sólo habían pasado unos minutos desde que la enfermera los había hecho pasar, pero para Fernanda la espera siempre era eterna y más aun cuando se encontraba en la camilla recostada con esas batas tan características que no cierran en la espalda y que dejan la extraña sensación de estar “expuesta al mundo”. Había sufrido un par de episodios de metrorragia a las 6 semanas, razón por la cual la habían dejado en reposo y con tratamiento hasta hoy que se cumplía la semana número 12 de gestación. Se abrió la puerta de la consulta y al ver la sonrisa del doctor, Fernanda de inmediato respiró más tranquila. Rodrigo, muy compuesto, le extendió la mano y ambos se saludaron cordialmente. Fernanda no dejaba de sonreír, la maternidad la cautivaba con todos sus matices: los kilos de más, los vómitos matutinos, su cuerpo moldeándose para dar forma a una nueva vida, incluso el gel helado que cubría ahora su vientre. Pero algo andaba mal, el doctor llevaba demasiado rato meditabundo y en silencio, y al escudriñar su rostro no pudo evitar descubrir cierta desazón. Rodrigo pareció notar algo parecido: -Doctor ocurre algo? Un poco sobresaltado respondió: la verdad es que la imagen revela una discordancia entre el tamaño del embrión y la edad gestacional, o sea lo que quiero decir es que el porte de su hijo no es el que debería para esta etapa del embarazo. Sin embargo no es nada por lo que alarmarse de sobremanera, significa que estaremos más pendientes, y haremos un par de estudios, les parece? -Claro doctor, lo que usted estime conveniente. Entre las semanas siguientes se demostró una placenta anormal, hiperrefringente con ovarios quísticos y gonadotrofinas elevadísimas. Esto último produjo en Fernanda una tirotoxicosis secundaria, la que se trató con propiltiouracilo. La espera hasta la semana 16 pareció eterna y, aunque Fernanda se sentía mejor, su esperanza de que no hubiese problemas se hacía cada vez más fuerte. Sin embargo el hallazgo ecográfico de una anomalía en el cráneo era indicador de una posible alteración cromosómica. Ambos aceptaron continuar el estudio de modo que se realizó una amniocentesis y un FISH que confirmaron una triploidía XXX para todas las células analizadas. El Dr. Hernández les explicó detalladamente que lo que mostraban los análisis era un feto incompatible con la vida y que cuando naciera podía no mostrar alteraciones físicas considerables. Pero el problema radicaba en que tendría un retardo severo del crecimiento y una vez producido el parto sería incapaz de vivir más de minutos. -¿Pero, ni siquiera unas horas? No le pido un día, sólo horas… -No, me temo que no. Fernanda incrédula miraba fijamente su abdomen, Rodrigo de pie a su lado tenía una mano apoyada sobre su cabeza y la otra sobre su hombro. Todo era pena y desconcierto. Para Fernanda esto era irreal, no podía ser…¿cómo?, si ella sentía todo ¿cómo no se dio cuenta? Luego de un rato en el que el doctor les dio cierto espacio para asimilar el primer golpe, Rodrigo lo miró, y agregó: -Doctor ¿Qué sugiere? -La verdad es que existe la posibilidad de que continuando el embarazo se ponga en riesgo a Fernanda. Interrumpiéndole con cierto temblor en la voz, Rodrigo preguntó: -Cómo doctor…riesgo?, qué clase de riesgo? -En estos casos la madre puede sufrir una pre- eclampsia y posterior eclampsia, que en términos concretos son crisis hipertensivas que hasta pueden llegar a ser mortales para la madre. Ambos palidecieron, Fernanda no dejaba de mirar hacia su vientre. -O sea doctor, lo que usted sugiere es que terminemos con el embarazo?. Pero si yo me siento bien…no he tenido ningún problema, no he tenido dolores de cabeza…nada de nada. No podría estar mejor. -Fernanda, puede que no se haya manifestado aun, pero continuar en este estado puede llevarte a una crisis hipertensiva en la que las posibilidades de revertirla son bastante bajas. Yo sé que es muy difícil de enfrentar todo de una vez: la noticia del embarazo con un feto enfermo y el riesgo para tu salud. Pero entiende que como médico tengo el deber de explicarte directamente como son las cosas. Se fueron de la consulta en un estado de automatismo total. Ya en su casa se sentaron a almorzar, la muerte ocupando el tercer asiento, como un invisible y silencioso convidado de piedra al que ninguno quería nombrar por miedo a que de un momento a otro se materializara. Masticaban la comida con lentitud, como si los movimientos rítmicos hicieran más tolerable la tarea y dejaran espacio para que la mente se ocupara en otras cosas. Decidieron entre ambos hablarlo con sus padres y amigos, necesitaban consejo y exteriorizar aquellos temores que no se permitían decir. El aborto les pareció a todos la respuesta más lógica, pero la sensación de tener un corazón de plomo no se aliviaba en ninguno de los dos padres. Finalmente asumieron el riesgo de esperar, bajo vigilancia médica muy cercana, sin plantearse la posibilidad de interrumpir el embarazo si no había ya una preeclampsia establecida. Eso ocurrió a las 21 semanas de gestación, con alza de presión arterial y proteinuria elevada. La indicación de interrumpir el embarazo ya no admitía discusión, lo que ellos comprendieron y con dificultad aceptaron. Hospitalizada hace un par de horas, el momento había llegado y una vez más la realidad los golpeaba de manera implacable. Sonrieron cansadamente: el proceso había sido largo y mentalmente agotador, aun sabiendo que no había otro escenario posible y a pesar de estar tranquilos con la decisión, no podían dejar de sentir una pena infinita. Antonia nació por una microcesárea con 320 grs., fue bautizada por su padre, vestida, tomada y acariciada por Fernanda y Rodrigo, y falleció a los pocos minutos de vida. Fue velada y sepultada al otro día por sus padres, hermana y familiares cercanos. Con pena pero en paz, expresaron después que su hija será siempre parte de sus vidas. Antropología filosófica I CUESTIONES DE BIOÉTICA PARA ENTENDER EL PROBLEMA DE LA PERSONA Indicaciones: En equipo, según se ha divido, contestar a la pregunta qué es la bioética y cuáles son los principios fundamentales en los que se edifica (solo mencionarlos), esta información debe estar respaldada por una fuente de carácter científico. Posteriormente, deben de realizar la lectura del caso ético que se presenta, de este deben realizar un análisis netamente filosófico, con una extensión considerable, desde lo conocimientos previos que tienen de conceptos como es: muerte, dignidad, vida, persona, ética, libertad, y demás términos que se relacionen con el tema. Este trabajo se tiene que entregar, de preferencia a computadora y siguiendo las normas tipográficas, a las 13:00hrs, debe ir engrapado junto con las hojas del caso a analizar. Daniela Mi nombre es Eugenia, trabajo como cuidadora de la “casa de acogida” que pertenece a una fundación de ayuda social que recibe “niños” que van de cinco a veinticinco años con discapacidad severa para cuidarlos durante el día y permitirle a las madres que trabajen. Lo que les voy a contar no es un cuento, no es una historia, sino más bien un fragmento de la vida de una amiga, Daniela… Los niños tienen muy claro que tienen una misión. Ellos dicen que Dios los trajo al mundo por una razón particular, y que hasta que no la cumplan seguirán entre nosotros…Eso fue lo que pasó con Daniela: ella cumplió su misión, y por eso hoy los niños cantan para despedirla, teniendo claro que “ella les lleva la ventaja, ella está con Dios, y que por eso no tenemos que estar tristes”. Si tan solo se pudiese ver el mundo con esos ojos…Lo que le pasó a Daniela es algo que aún no logro entender del todo...lo acepto con la resignación y el consuelo que la fe me entrega, pero si soy honesta no puedo dejar de cuestionar lo ocurrido… sé que no hay culpables, no lo busco tampoco, pero sí siento que hay responsables… Daniela fue una de las “fundadoras” de la casa de acogida, fue una de las primeras personas en pertenecer a ella…no alcanzó a cumplir los veinticuatro años. Tenía un retraso mental profundo, una displasia motora que le dificultaba caminar y ya en el último año se movía sólo en silla de ruedas. Hablaba poco…las palabras básicas como mamá, papá, pero eso jamás impidió que se hiciera entender…la comunicación de los afectos en ella parecía suplir y más aún superar el lenguaje de las palabras. Sufría de cuadros respiratorios frecuentes, sobre todo en el invierno. La verdad es que no recuerdo un invierno sin que Daniela tuviera una bronquitis, y ya en junio del año pasado, un poco después de salir de vacaciones fue hospitalizada por una bronconeumonía. Primero estuvo en la posta de un hospital público, pero como no había disponibilidad de camas la trasladaron a otro centro, donde su condición se agravó. La epidemia de gripe H1N1 estaba en su punto más álgido, con la consecuente limitación de cupos en cuidado intensivo. Daniela estuvo en la UCI, grave e inconciente y después de 10 días conectada a respirador se indicó traqueotomía que Angélica, su madre, autorizó firmando una especie de formulario. Yo personalmente tenía mis reservas, no he tenido buenas experiencias con niños con traqueotomía…, pero bueno, la mamá ya lo había aceptado y el doctor fue tajante al decir que era necesario por las secreciones y para poderla sacar del respirador. En esos casos es mejor simplemente confiar. Pocos días después presentó una infección cuya causa nunca aclararon, pero después de eso una vorágine nos arrastró a todos. Daniela pasó un período de un par de semanas de agravaciones que iban y venían, hasta que finalmente presentó una mejoría, recuperó conciencia y fue desconectada del respirador. Ilusoriamente creí que lo peor había pasado, se suponía que la darían de alta en poco tiempo. La última vez que la vi así fue un Jueves. Cuando regresé el lunes Daniela estaba grave otra vez inconsciente, y la ayudaban a respirar con una bolsa que llamaron “ambú”. En algún momento durante el fin de semana el tubo de la traqueotomía se tapó con secreciones impidiendo la oxigenación cerebral. Lo descubrieron cuando ya era muy tarde … y a esas alturas no había un respirador disponible.. Recuerdo a la doctora llamando a otros hospitales para que la recibieran, y no fue hasta muchas horas después que Daniela fue trasladada a otro centro en estado crítico y posible muerte cerebral. Ahora, mientras escribo esto se me viene a la mente la imagen de la enfermera ayudando a Daniela con esa bolsa con oxígeno. En la UCI del otro hospital estuvo diez días y en el transcurso de ellos, la verdad es que era todo muy extraño. Atención por parte del cuerpo médico jamás faltó, eso lo tengo claro. Sin embargo era muy difícil lograr que los doctores dijesen algo, incluso a veces parecía que nos evitaban. Ahí las enfermeras fueron cruciales en establecer una relación más cercana y en apoyarnos. Finalmente se confirmó y después se le comunicó a los padres que Daniela estaba en muerte cerebral. Aunque hasta entonces el diagnóstico no se había dado de manera oficial, Angélica me comentó luego que ella “siempre lo había sentido”. Daniela fue desconectada del ventilador, y fue así que pudimos verla partir, con sus papás a los pies de la cama dándole un adiós silencioso. Nosotros, los niños y las demás tías, esperábamos en la casa de acogida para su velorio. Les aseguro que cualquiera que haya pasado ese día por la vereda del frente de la casa de acogida no se hubiese imaginado jamás que adentro había un velorio. Daniela fue recibida por los niños entonando una canción de bienvenida. Las paredes cubiertas en tules rosados y morados daban la impresión de estar metido dentro de un globo de chicle, y la comida, música y sonrisas eran un simple reflejo de la personalidad de esta amiga a quien decíamos adiós. , o mejor dicho hasta siempre. Antropología filosófica I CUESTIONES DE BIOÉTICA PARA ENTENDER EL PROBLEMA DE LA PERSONA Indicaciones: En equipo, según se ha divido, contestar a la pregunta qué es la bioética y cuáles son los principios fundamentales en los que se edifica (solo mencionarlos), esta información debe estar respaldada por una fuente de carácter científico. Posteriormente, deben de realizar la lectura del caso ético que se presenta, de este deben realizar un análisis netamente filosófico, con una extensión considerable, desde lo conocimientos previos que tienen de conceptos como es: muerte, dignidad, vida, persona, ética, libertad, y demás términos que se relacionen con el tema. Este trabajo se tiene que entregar, de preferencia a computadora y siguiendo las normas tipográficas, a las 13:00hrs, debe ir engrapado junto con las hojas del caso a analizar. Bárbara, una posible donante de órganos Tomás por favor contesta, por favor –pensaba Camila, mientras con cada repetición del tono de espera del teléfono se sumaba un poco de angustia. Por favor, por favor –murmuraba como un mantra –por favor por favor–. Entonces del otro lado la voz adormilada de Tomás contestó: –Qué pasa Camila, son las 2 de la mañana…no estoy para tus leseras. Mordiéndose la lengua respiró profundo. – Tomás cállate, ¡se llevaron a la mamá a la clínica! – ¿Qué le pasó? contestó al tiempo que estaba fuera de la cama, con esa rapidez tan característica de la urgencia, con esa mecanización tan propia del miedo. – No sé, que importa eso ahora… nos vemos allá. Me llevo a Pablo también, está muy choqueado… él encontró a la mamá en el suelo. – Ya ya, un beso… voy para allá! La puerta del ascensor se abrió al lobby del quinto piso y de golpe salió un hombre de unos 24 años, Tomás, con su cara alargada, pómulos marcados y mandíbula cuadrada, su pelo oscuro y revuelto. Giraba la cabeza en todas direcciones buscando algo, pero sin mirar realmente, como cuando se observa el reloj distraídamente y no se llega a ver la hora. Una mujer caminó hacia él, de pronto ella se dejó caer, y por un segundo pareció que los hermanos se sostenían mutuamente. Camila tenía los ojos grandes y oscuros, como dos pozos profundos, la cara alargada de su hermano, pero sus rasgos eran suaves, femeninos. Él la miró, y bastó eso para que le dijera: está estable, pero en estado crítico. El médico me dijo que tenía una trombosis tardía de la arteria hepática. Se quedó callada. Tomás le sostuvo la mirada y Camila consciente de su real inquietud agregó: sí, necesita otro trasplante… Hace cinco días que Bárbara estaba hospitalizada en una cama de la UCI, a sus 47 años, producto de una hipertensión endocraneana porque el aneurisma que le habían encontrado hace unos años se había roto. Fue operada suturando la base del aneurisma pero sangró masivamente después. A un lado de su cama estaba Alberto, su marido y al otro, sus hijos María Antonia y Eduardo. La miraban ahí postrada, tan indefensa, viva en el sentido estricto de la palabra, pero realmente sin ninguna posibilidad de volver a “vivir”. Habían sido días difíciles: la intervención quirúrgica, la consecuente espera, la expectación y ansiedad, el miedo, el nerviosismo in crescendo, la recuperación que trae consigo el alivio momentáneo y luego la recaída, la espiral que una vez que comienza no acaba hasta alcanzar el fondo. El problema estaba en que ellos no habían llegado a ese fi nal, tal vez una vez abajo tendrían algún alivio, pero por ahora lo único que conocían era esa angustia constante de la incertidumbre que acompaña la caída. Manuela, la coordinadora de trasplantes estaba teniendo una semana complicada. Hace unos días había reingresado una paciente que necesitaba su tercer trasplante de hígado producto de una trombosis de la arteria hepática y ya estaba califi cada como urgencia o prioridad médica en la lista nacional de receptores de órganos. Hasta ahora no había un donante compatible. Conocía a Carolina hace tres años, desde su primer trasplante, y había llegado a conocer y a querer a sus hijos. Ahora ella volvía por una tercera oportunidad. Caminaba por el pasillo hacia la UCI cuando esa mañana le informaron que había una posible donante, faltando aun la confi rmación de la muerte encefálica. Como siempre, un sentimiento de preocupación la invadía: es duro ver a un nuevo paciente en esta situación postrado en una cama, con todo el universo que eso implica. Su calidad de coordinadora de trasplante había incrementado en ella esta cualidad, convirtiéndola en una persona con una sensibilidad distinta, no en una mera procuradora de órganos como tal vez su ofi cio hacía parecer, sino más bien en una “posibilidad de vida”. Estudió el caso de la nueva paciente y ya en su conocimiento confi rmó que la mujer en esa cama, Bárbara, era una posible donante. Ahora viene lo difícil pensó, con la emoción que trae esta nueva opción, pero al mismo tiempo con la pena de saber que para salvar una hay que aceptar la pérdida de otra. Carolina y Bárbara se encontraban en camas enfrentadas, compartiendo cada instante en la misma UCI, ambas en un suspenso de sus vidas. Ya en la sala de espera, vio a Tomás y Camila, quienes aguardaban en el sillón más alejado, ambos tomándose un café, y mirando de cuando en cuando a Pablo, su hermano menor, quien sentado casi al borde del sillón tenía la mirada perdida. Sonrieron con cortesía y sin mucha emoción. Pensé que nunca más te veríamos –bromeó Tomás–, un poco para quitar la escarcha que la situación dejaba sobre sus cabezas. Manuela se quedó callada un rato y luego les dijo: Tenemos una posible donante y ustedes ya saben cómo es esto… tendremos que comprobar la compatibilidad y esperar la decisión de los familiares. Esperanzados y sin tener nada más que decir, ambos, Tomás y Camila agradecieron a Manuela. Bárbara era efectivamente una donante compatible para Carolina. Ahora sólo faltaba el consentimiento de Alberto, junto a sus hijos. Manuela se reunió con ellos una hora más tarde para explicarles los procedimientos para confi rmar la muerte encefálica, puesto que es un proceso riguroso que requiere de tiempo y precisión. A continuación les habló de la libertad que tenían para tomar la opción de donar, sin dejar de mencionar la carga emocional que implica y el rol que juega el tiempo en estas decisiones. El esposo y los hijos comprendieron y aceptaron que Bárbara no volvería a la vida. Aun cuando era un escenario probable, no por eso es menos duro. La donación fue algo que les causó dudas, en particular a María Antonia y a Alberto, pues la información que tenían hasta entonces era escasa, y no era un tema que hubieran tocado en familia. Eduardo preguntó quién recibiría los órganos y si existía la posibilidad de que estos salvaran a la enferma trasplantada de hígado que estaba en la cama de enfrente de su madre. Había notado la gravedad de su estado, y había visto a los hijos de Carolina. No pudo evitar sentirse identifi cado con ellos, aun cuando el resultado fi nal fuese el opuesto. La posibilidad de dar vida, a través de una muerte, aunque fuese la de su madre, era una opción que no podía dejar de considerar. Manuela respondió que efectivamente eso era probable, pero quedó muy preocupada porque en general donante y receptor no tienen contacto, siempre se evita este tipo de situaciones para proteger la intimidad de cada parte, para no enfrentar escenarios tan contrastantes, para respetar el dolor, la libertad de decisión y al mismo tiempo permitir la alegría de la familia del receptor. Antropología filosófica I CUESTIONES DE BIOÉTICA PARA ENTENDER EL PROBLEMA DE LA PERSONA Indicaciones: En equipo, según se ha divido, contestar a la pregunta qué es la bioética y cuáles son los principios fundamentales en los que se edifica (solo mencionarlos), esta información debe estar respaldada por una fuente de carácter científico. Posteriormente, deben de realizar la lectura del caso ético que se presenta, de este deben realizar un análisis netamente filosófico, con una extensión considerable, desde lo conocimientos previos que tienen de conceptos como es: muerte, dignidad, vida, persona, ética, libertad, y demás términos que se relacionen con el tema. Este trabajo se tiene que entregar, de preferencia a computadora y siguiendo las normas tipográficas, a las 13:00hrs, debe ir engrapado junto con las hojas del caso a analizar. Las opciones de Felipe Se abrió la puerta y de la sala de reunión de su hospital, salieron los doctores con sus delantales blancos inmaculados, intercambiando impresiones sobre la jornada que les precedía. Parecían cansados, como si las horas se hubiesen impregnado en sus rostros ensombreciéndolos, pero aun así caminaban satisfechos. Se miraban unos a otros, y en esos breves segundos de contacto se percibía un acuerdo tácito, una sensación de entendimiento, como si tras la puerta de la oficina del comité hubiesen dejado encerrada una respuesta que les había costado asir, una respuesta esquiva, compleja. La mañana se había extendido en esa habitación, o más bien el tiempo parecía haberse suspendido: Nunca es fácil hablar de la vida, y tampoco lo es deliberar sobre limitar tratamientos a pacientes terminales. -Señor y señora Medina, yo sé que es difícil, y créanme no intento imponer mi voluntad ni ser condescendiente cuando lo digo, pero entiendo su situación… -Qué puede saber usted!? Explíqueme qué puede llegar a entender…No es su hijo el que puede morir. – Hmm, Unidad de cuidados intermedios…, dígame usted por qué mi hijo no se merece los cuidados intensivos?…Acaso quieren ocupar su cama? Es eso, no? Una cama desocupada para llenar…, más plata para el hospital…Respóndame! -Pero señora Medina- masculló el Dr. Aguilar, al tiempo que el marido espetó: -Ustedes son unos asesinos y esto no tiene nombre! Asesinos y mercenarios! Roberto Aguilar intentó articular una palabra, pero su boca quedó suspendida en el acto: los labios entreabiertos, la mirada convulsa. No podía creer cómo se había desarrollado todo, cómo hace solo una hora se encontraba tan resuelto, tan firme en sus argumentos, tan confiado en que lograría que los Medina entendieran que la condición de su hijo, sumada a la situación del recurso cama del hospital, se estaba haciendo insostenible. Se quedó ahí pasmado mientras por el pasillo las figuras de sus recientes interlocutores desaparecían. No sé que más hacer…que más?…Asesino.. Jamás en todos estos años pensé que me tildarían de matasanos. Ja! Es un poco irónico no? …cómo vamos a querer, incluso buscar la muerte…es absurdo! Felipe no va a curarse, simplemente no lo hará y su cama, por más crudo y inmisericordioso que suene, podría ser utilizada por pacientes que sí tienen posibilidades verdaderas de vivir… Aparte, tampoco le estamos negando su salud, él no la tiene…y honestamente estar conectado a ventilación desde los dos meses de edad de vida,¿ acaso esto se puede llamar vivir? Y por cuánto tiempo más puede seguir eternamente con un apéndice plástico invadiendo su cuerpo?... Nos tildan de asesinos, de comerciantes…no, no, fue aun peor. La palabra que usó fue mercenario, vil mercader de almas. Acaso no entienden que ningún bien puede existir en postergar algo que per se es inviable? Felipe no va a sobrevivir, su sentencia está plasmada en su genoma, y forzar los minutos, las horas o los días no le entregan más vida, sino simplemente postergan lo inevitable. De nuevo pienso en la palabra mercenario y me descoloca, me corroe, la siento como cáustica…acaso no entiende que el mundo es así: los recursos son limitados y nuestras necesidades infinitas…el pez grande contra el pez chico. La vida y la economía, ridículo mezclarlas…y, sin embargo, que más puedo hacer? Tampoco le negamos el cuidado y hasta el ventilador…, simplemente queríamos reubicarlo en cuidados intermedios … Qué tiene esa palabra que les parece tan aborrecible a los Medina? Se le veía deambular a Roberto Aguilar por su oficina agitado, ojeroso y con una mueca de amargura que reflejaba la perturbación que la acusación de homicida había tenido sobre él. Fue así como lo encontró María Eugenia al abrir la puerta: un poco ido, inmerso en sus cavilaciones, y luchando silenciosa pero incesantemente contra los demonios invisibles. -Pero hombre qué te pasa? -El caso Medina. -Eso mismo venía a preguntarte. Cómo te fue con los padres? -Y bueno…no muy bien que digamos. Se fueron un poco molestos y nada... se quedó con las palabras colgando de los labios, y luego añadió: lo único que te puedo decir es que al parecer estás frente a un asesino. Esto no fue dicho con sorna, si no más bien con profunda tristeza, con cansancio. -Roberto, esto no pasa por ti. Todos en el comité acordamos que era lo mejor, por favor analiza los hechos…, y tomando un papel que estaba sobre la mesa añadió: “Paciente de siete meses de edad, hospitalizado desde los dos meses, sometido a ventilación mecánica previo diagnóstico de síndrome de Werning Hoffman. Considerado como paciente crónico, irreversible y de manejo complejo. Desde el punto de vista de la motricidad el niño es incapaz de moverse, está consciente, sonríe frente a determinados estímulos y llora si se asusta. Permanece con traqueostomía y alimentación enteral por sonda. Está colonizado por gérmenes multiresistentes, situación esperada para un paciente que lleva más de un año en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI)” -Créeme que a estas alturas ya me sé ese papel de memoria! -Entonces Roberto, cuál es el problema si tú lo tienes tan claro? -Y que a ti no te acaban de decir asesino a sueldo. -Mira Roberto, acá las responsabilidades no recaen sobre una sola persona. La decisión la tomamos en conjunto, por consenso, considerando todos los matices del caso. Sabes muy bien que no fue fácil, y que al comité le llevó más que dos horas llegar a esta recomendación. Los dos tenemos muy claro que Felipe no se va a mejorar y que la única razón por la que es considerado un paciente crónico, y se le mantiene en ventilación mecánica, es porque fue diagnosticado después de su conexión a ventilación mecánica. Piensa por un segundo en otros pacientes terminales a los cuales se les diagnosticó condiciones de pronóstico fatal antes; ellos no tuvieron entonces el problema de estar conectados.. Tienes más que claro que existe un consenso a nivel clínico de no conectar a ventilación mecánica a niños con diagnóstico de enfermedades irrecuperables en su etapa terminal. Así que por favor no te martirices más. Aguilar la miraba en silencio. Sabía que tenía razón, pero el nudo en el estómago no se deshacía. Lo correcto era derivar a Felipe a cuidados intermedios, no por un tema de recursos, sino porque la proporcionalidad del caso así lo dictaba, y sin embargo… -Roberto, no me mires así. -Sé que tienes razón. Tengo claro que el embarazo cursó como de alto riesgo y que se tuvo que recurrir a cerclaje del cuello uterino para evitar el aborto. Los antecedentes, los riesgos, los hechos los manejo a la perfección, pero es la cantidad de emociones la que es más difícil de sobrellevar. Jamás pensé que los Medina podían reaccionar así. En mi cabeza siempre tuve la noción de que entenderían que buscamos lo mejor para su hijo, y tampoco es que sea un iluso, ni imaginaba que me abrazarían y accederían sin mayor explicación pero, honestamente, lo que ocurrió hace un rato… Una semana después apareció el Dr. Aguilar algo abstraído, caminado por un pasillo del cuarto piso al que solía escaparse cuando quería tomar un respiro, cuando necesitaba un paréntesis de la realidad. La notificación del tribunal acerca del caso Medina le había sido dada hace un par de días, y simplemente no podía entender cómo habían sucedido las cosas. En su cabeza la frase escrita en letra imprenta “Orden de no innovar” le daba vueltas, y no podía dejar de preguntarse si esto era realmente lo mejor. La verdad es que él no lo veía así; la orden de no innovar implicaba que Felipe debía permanecer en su actual ubicación sin posibilidad de traslado a Intermedio o sala mientras no existiese la autorización judicial correspondiente, y esto era exactamente lo que Aguilar y el comité querían evitar. Antropología filosófica I CUESTIONES DE BIOÉTICA PARA ENTENDER EL PROBLEMA DE LA PERSONA Indicaciones: En equipo, según se ha divido, contestar a la pregunta qué es la bioética y cuáles son los principios fundamentales en los que se edifica (solo mencionarlos), esta información debe estar respaldada por una fuente de carácter científico. Posteriormente, deben de realizar la lectura del caso ético que se presenta, de este deben realizar un análisis netamente filosófico, con una extensión considerable, desde lo conocimientos previos que tienen de conceptos como es: muerte, dignidad, vida, persona, ética, libertad, y demás términos que se relacionen con el tema. Este trabajo se tiene que entregar, de preferencia a computadora y siguiendo las normas tipográficas, a las 13:00hrs, debe ir engrapado junto con las hojas del caso a analizar. La decisión de mi madre Exposición del caso María Eugenia es una viuda de 60 años, con un lupus eritematoso diseminado de muchos años de evolución, con recurrencias progresivamente más severas. Tiene, además, una enfermedad celíaca no bien controlada y un deterioro físico avanzado. Hospitalizada en esta oportunidad en sopor superficial, muy desnutrida, con reagudización del lupus y lesiones de piel y mucosas sangrantes. Su estudio demostró una insuficiencia renal progresiva que hoy presenta una leve mejoría. Sin embargo, tiene signos de encefalopatía y alta probabilidad de necesitar apoyo de diálisis renal que le permita comenzar un proceso largo para recuperar su salud. El equipo médico manifiesta que la paciente rechaza tratamientos de manera reiterativa. María Eugenia ha sido una persona inteligente, exitosa en su vida y muy independiente. Vive sola con ayuda doméstica y tiene el apoyo de su hija y uno de sus hermanos. Es evidente que la condición de María Eugenia, tiene un impacto sobre su familia y por lo tanto resulta necesario discutir las decisiones sobre su futuro. Andrea, única hija de María Eugenia, se enfrenta a una de las decisiones más difíciles, no sólo para ella como familiar directo, sino para cualquier persona. La duda es hasta qué punto se deben respetar los deseos de un ser querido en etapa terminal y los posibles límites del derecho que cada uno tiene para rechazar tratamientos cuando está en juego su vida. El difícil trance de Andrea “Yo creo que hay que luchar por la vida, pero considero que no hay que forzar la vida. Mi mamá comparte mis creencias… Es de noche y tengo miedo de tomar decisiones erróneas, siento aprensión por el mañana y sobre todo, incertidumbre por María Eugenia Amenábar, mi madre. A sus 60 años espera la muerte como quien espera a un amigo lejano, un amigo a quien conoce desde siempre, pero al que aguarda con esa reserva que crea la distancia. Tengo nostalgia del ayer, de su sonrisa segura y de la autonomía que proyectaba al caminar. Hoy sólo quedan sombras de lo que fue, como una acuarela mojada por la lluvia, como una foto un poco velada. Detrás de su boca ahora ulcerada, su piel rasgada por la enfermedad y su cuerpo macilento, quedan pequeños vestigios de la grandeza de antaño. Los doctores dicen que posiblemente necesite apoyo de diálisis renal y que este último brote de lupus fue de gran impacto, pero podría recuperarse de él. Aun así, ella se niega terminantemente a recibir tratamientos mayores y diálisis. Yo le he prometido respetar su voluntad, aunque no la comparta o me duela. Y sin embargo hoy dudo, no porque cuestione su discernimiento ni porque desconfíe de su criterio o de la lucidez con la que cada día responde a la misma pregunta, sino porque, a final de cuentas, su rotunda negativa culminará en un eterno adiós.” Amor que trasciende más allá de la muerte “Hace ya 2 días que no puedo verla, aunque en realidad es ella la que no quiere verme. Insiste en que los doctores hablen con Fernando, su hermano, pues piensa que él tiene un mejor entendimiento de su voluntad. Así me lo ha dicho ella y yo también lo creo. Y es que debe de existir entre ellos algún acuerdo tácito, un se creto compartido, algo que lo convierte en un mejor representante de su voz, aun cuando legalmente esto me corresponde. Hoy la visitó el neurólogo, el Dr. Rebolledo, y de lo que conversamos entendí que se encontraba lúcida pero que sus respuestas en muchas ocasiones parecían confusas y ambiguas, como si de alguna manera fuese consciente de sus olvidos, que intenta enmascarar con evasivas. Parece estar desorientada en el tiempo y esto la convierte en una paciente que, según los médicos, no está en condiciones de tomar decisiones sobre su tratamiento. No puedo negar que me siento tentada de declarar a mi madre incapacitada y asumir la responsabilidad de mantenerla con vida. Es mi madre, la quiero, la quiero viva, la quiero ahora, la quiero siempre… pero, debo respetar lo que ella expresó cuando no tenía comprometido su discernimiento. Si ella no quería que le aplicasen medidas extraordinarias, debo respetar su decisión”. Un epílogo en paz “Ayer, después de 3 días, después de tanto esperar que quisiera verme y de haberme resignado a la idea de un adiós en su ausencia, de un adiós a distancia… por fin pude verla. El Dr. Borquez, que ha estado con nosotros a lo largo de todo el proceso, salió al pasillo y se me acercó, con una expresión que ahora recuerdo muy significativa, pero que en ese instante me pareció de una impenetrabilidad total. Me miró y me dijo que mi madre le había pedido que entrase a verla. Mi estómago y corazón dieron un brinco. Accioné la manilla con mis manos temblorosas y entré. Estaba lúcida, me sonrió, logró comunicarse conmigo y yo pude expresarle la intensidad con que siempre la he querido. Casi sin palabras nos dijimos mucho, nos reconciliamos y quedamos en paz. Y ahora estoy aquí. Vuelve a ser de noche y mamá ha muerto. Ha muerto tranquila y sin dolor. Tuvo un infarto de miocardio y decidimos con los especialistas que no fuese trasladada a cardiología para estudio y posible intervención coronaria. Asumí que no tenía sentido prolongar lo inevitable. ¿Qué ganaríamos sometiéndola a procedimientos que simplemente prolongarían su vida durante unos minutos cansados, minutos que ya hace tiempo que habían declarado una sentencia? Estuve con ella hasta el último instante, a su lado, como no estuvimos en años. Es de noche y creo que ésta fue la mejor despedida definitiva”. Equipo 1 Equipo 2 Equipo 3 Equipo 4 Equipo 5 Equipo 6
Iñaki Jorge Gustavo Luis Miguel Daniel
Brayan Ramón Reyes Carlos Ángel García Daniel Daniel Edy Maricarmen Jesús Sergio Misael Castillo Eduardo Juan De Raúl Osvaldo Icú Brayan Raquel Dios José Ramón Jorge Josué González Guadalupe Pérez Antonio Rodrigo Luis Jaime Roque Alberto Ángel Daniel Ramón