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Unidad II SUJETOS DE DERECHO

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II.

- SUJETOS DE DERECHO
1.- Sujetos y personas.
Derechos subjetivos. Hemos señalado que el Derecho no es un término unívoco pues, por un
lado, se presenta como un conjunto de normas que regulan la conducta humana dentro de la so-
ciedad, obligando al hombre a actuar de una manera determinada; mientras que, por el otro, es
utilizado para designar la facultad que aquellas normas conceden a los individuos para que estos
puedan lograr sus fines. Al primero de los conceptos se lo denomina “derecho objetivo” y al se-
gundo, “derecho subjetivo”.
Los derechos subjetivos son entonces las facultades que las normas jurídicas reconocen a

OM
las personas para que puedan satisfacer sus necesidades y exigir de las demás una determinada
conducta. En tal sentido, la definición más aceptada la proporciona Llambías al sostener que: “Es
la prerrogativa reconocida a la persona por el ordenamiento jurídico para exigir un determinado
comportamiento ajeno tendiente a la satisfacción de intereses humanos”.
Pero frente a todo derecho subjetivo surge, correlativamente, un deber subjetivo (obliga-
ción o deber jurídico). Así, el acreedor tiene el derecho subjetivo de exigir el pago al deudor y

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éste, a su vez, el deber subjetivo de pagar; el propietario de una cosa tiene el derecho de usar y
gozar de ella, en tanto los demás miembros de la comunidad tienen el deber subjetivo de respetar
ese derecho, de no perturbarlo y de no impedir su uso y goce.
DD
Relaciones jurídicas. El hombre, dentro de la sociedad, se relaciona en innumerables ocasiones
con otras personas. Cuando esas relaciones tienen relevancia jurídica, es decir, cuando tienen
importancia para el Derecho, estamos en presencia de “relaciones jurídicas”.
Se entiende por “relación jurídica” la vinculación entre personas, autorizada por el dere-
cho, que les impone un cierto comportamiento de índole particular; es decir, cuando existe una
coordinación entre el derecho de uno y el deber de otro, ordenada por el derecho positivo (por
LA

ej., las obligaciones que surgen de un contrato, de un testamento, o de la comisión de un delito).1


En todas las relaciones jurídicas encontramos como elementos esenciales los siguientes: el
Sujeto; el Objeto y la Causa, que es el nexo jurídico que une ambos elementos.
El sujeto puede ser “activo” o “pasivo”. El sujeto activo o titular de la relación jurídica es
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la persona que puede ejercer el derecho a que esta se refiere; es el titular del derecho, es decir,
aquel que en la relación jurídica ejerce una facultad o una potestad: por ej., el acreedor. Si se
trata del derecho de propiedad es quien puede usar, gozar y disponer de la cosa y exigir de los
demás integrantes de la sociedad el respeto de su derecho. El sujeto pasivo de la relación jurídi-
ca, en cambio, es quien debe soportar el ejercicio del derecho del titular; es quien está obligado


al cumplimiento de algo (dar, hacer o no hacer) en favor del titular del derecho, con el que se
encuentra unido por aquel vínculo jurídico: por ej. el deudor. Así, tratándose de una obligación
de dar una cosa, el sujeto pasivo es el deudor compelido a entregar dicha cosa al acreedor.2
Los sujetos de derecho son las personas entre quienes se establece la relación jurídica.
Por tanto, todos los sujetos de derecho son personas, pero no a la inversa. Persona significa
potencialidad, posibilidad; sujeto es la materialización y realización de esa posibilidad. Cuando
las personas intervienen en las relaciones jurídicas se hacen sujetos de ellas, convirtiéndose en
titulares de una relación jurídica.
Clases de personas. El Código regula dos clases de personas: personas humanas (de existencia
visible o físicas) y personas jurídicas (de existencia ideal, producto de una ficción legal).

1
Llambías, Jorge J. Tratado de Derecho Civil. Parte General. T. I, Bs. As., Perrot, 1995, p. 143.
2
Llambías, Jorge J. Op. cit. T. I, p. 239.

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Fundamento jurídico de la personalidad. La personalidad puede concebirse como una creación o
emanación del derecho positivo (según el positivismo), o bien como el reconocimiento necesario
de calidades que preexisten en el ser humano (jusnaturalismo).
Para el positivismo jurídico “persona” y “hombre” son dos realidades diferentes captadas
por conceptos también distintos: “persona” es un concepto jurídico construido por el derecho
para la obtención de sus propios fines; “hombre” alude a una realidad natural, el ser humano.
Pero siendo derecho lo que impone el legislador, cualquiera sea el sentido moral de la imposi-
ción, podría investirse con “personalidad” a otras realidades naturales distintas del hombre como
los animales o los muertos.

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En esta línea se encuentra Kelsen, para quien la persona, jurídicamente hablando, no es
algo concreto y externo al Derecho; es simplemente un centro de imputación de normas. De ahí
que Kelsen sostiene que la noción de persona no es esencial para el derecho, llegando así a su-
primir el concepto de persona, negando la idea de sustancia y también de la persona. Por ello
para esta postura no existen los derechos subjetivos y la persona es solo la unidad personificada
de sus derechos y sus deberes, equiparándose así el derecho subjetivo con el derecho objetivo, y
como según él estos son normas jurídicas, es “la personificación de un conjunto de normas jurí-

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dicas que por constituir derechos y deberes que contienen la conducta de uno y el mismo indivi-
duo, vienen a regular el comportamiento de ese individuo”.
Los postulados del jusnaturalismo son distintos. En el plano metafísico, sostiene que la sus-
DD
tancia es la única realidad permanente que no se confunde ni con sus elementos constitutivos ni
con sus accidentes (Aristóteles). La aptitud que constituye al hombre en persona del derecho, “le
viene al sujeto de sí mismo, de alguna calidad esencial existente en él que no es posible descono-
cer so pena de frustrar la libre actuación del hombre y con ello deformar la convivencia huma-
na”.3
LA

Para el jusnaturalismo, el derecho no es una creación arbitraria del legislador, sino una dis-
ciplina instrumental de la conducta al servicio de los fines humanos. El derecho no domina al
hombre, sino que, a la inversa, está a su servicio, desde que solo el hombre es el protagonista y
destinatario del derecho. De aquí que el ordenamiento jurídico no puede dejar de “reconocer” en
todo hombre la calidad de persona o sujeto de derechos. Pues siendo el derecho una disciplina no
autónoma, sino instrumental y auxiliar al servicio de los fines humanos, y enderezada al bien
FI

común, no puede dejar de reconocer al hombre, cualquiera sea su condición o raza, el carácter de
persona. Porque si a alguien se negase ese carácter padecería o se frustraría el bien común, que
es lo que conviene a todos, y la convivencia resultante no sería propiamente jurídica, sino arbi-
traria imposición de un sistema infrahumano de vida. Por tanto, el orden jurídico, para ser verda-


deramente tal, exige la calidad de persona en todos los hombres.4


Los derechos de la personalidad. Los derechos de la personalidad o derechos “personalísimos”
son las prerrogativas de contenido extrapatrimonial, innatos, inalienables, imprescriptibles, per-
petuas y absolutas desde que son oponibles “erga omnes” (contra todos), que corresponden a
toda persona por el hecho de ser tal, desde antes de su nacimiento y hasta después de su muerte,
y de las que no pueden ser privados ni por la acción del Estado ni por actos de los particulares so
pena de menoscabar los derechos de la personalidad. Estos derechos, al ser lesionados, y aun
cuando su contenido es extrapatrimonial, generan a favor de su titular una acción de resarcimien-
to económico. Según Cifuentes estos derechos se caracterizan por ser “subjetivos, privados, inna-
tos y vitalicios, que tienen por objeto manifestaciones interiores de las personas, y que por ser
inherentes, extrapatrimoniales y necesarios, no pueden transmitirse ni disponerse en forma abso-

3
Llambías, Jorge J. Op. cit. T. I, p. 246.
4
Llambías, Jorge J. Op. cit. T. I, p. 247.

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luta y radical”.5 Asimismo, y tal como lo expresara Llambías, se trata de “derechos innatos del
hombre, cuya privación importaría el aniquilamiento o desmedro de la personalidad”. 6 Para Ci-
fuentes, la negación de estos derechos sería “desconocer la dignidad de la persona”.7
El Código incorpora un régimen sistemático de los derechos de la personalidad, largamente
reclamado por la doctrina argentina; a ese fin ha tomado en consideración la incorporación a la
Constitución del derecho supranacional de derechos humanos, cuya reglamentación infraconsti-
tucional debe tener lugar en el Código Civil.
Los derechos de la personalidad en particular. Se pueden distinguir tres clases: A) Los derechos
primordiales de la persona física; B) Las libertades civiles; C) La igualdad civil.

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A) Derechos Primordiales.
1.- Derecho a la vida. La vida humana se encuentra protegida en nuestro derecho por disposicio-
nes de carácter penal y civil. En el plano civil, la protección se manifiesta por el derecho al re-
sarcimiento a favor de los deudos de quien ha sido privado de la vida, siendo indemnizables no
solo los daños directos, sino también otros daños de tipo indirecto.
2.- Derecho a la integridad personal. Se considera que todo daño a la integridad física (lesiones),

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de carácter permanente, ocasione o no un daño económico, debe ser indemnizado como valor del
que la víctima fue desposeída, aun cuando no ejerciera ninguna actividad lucrativa. Se indemniza
asimismo el daño estético, y lo que se refiere a su vida de relación, sin distinguir entre mujeres y
DD
hombres y aun cuando no ejerza una profesión artística. La integridad física está protegida tam-
bién en el código Penal que castiga el delito de lesiones.
Asimismo, el derecho a la integridad personal se extiende tanto al cuerpo como a las piezas
anatómicas una vez extraídas del cuerpo, mientras sea posible la identificación de éstas con dicha
persona. La información sobre las distintas partes del cuerpo y, en especial, los genes, forman
parte del derecho de la persona. Todo se incluye dentro del derecho a la autodeterminación, de lo
LA

que se deriva, además, que estos derechos están fuera del comercio. No tienen un valor económi-
co, sino afectivo, terapéutico, científico, humanitario o social.
3.- Derecho a la propia imagen. Toda persona puede oponerse a que se reproduzca su imagen y
también su voz, por cualquier medio que sea, por personas a quienes no se haya otorgado autori-
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zación expresa o tácita para tal fin. En nuestro derecho la imagen tiene una protección específica
en la Ley 11.723 de Propiedad Intelectual.
Por su parte, el art. 53 del Código dispone que para captar o reproducir la imagen o la voz
de una persona, es necesario su consentimiento, excepto en los siguientes casos: a) que la perso-
na participe en actos públicos; b) que exista un interés científico, cultural o educacional priorita-


rio, y se tomen las precauciones suficientes para evitar un daño innecesario; c) que se trate del
ejercicio regular del derecho de informar sobre acontecimientos de interés general. En caso de
personas fallecidas pueden prestar el consentimiento sus herederos o el designado por el causante
por testamento. Si hay desacuerdo entre herederos de un mismo grado, resuelve el juez. Pasados
veinte años desde la muerte, la reproducción no ofensiva es libre.
4.- Derecho a la intimidad. Es el derecho que permite sustraer a la persona de la publicidad o de
otras turbaciones a su vida privada, sin que nadie se entrometa o publique los hechos privados,
salvo que existan necesidades sociales o un interés público en hacerlo. Recibe protección directa
en el art. 19 de la C.N. y en los arts. 52, 1740 y 1770 del Código. Para ejercer la acción indemni-

5
Cifuentes, Santos. Elementos de derecho civil. Parte General. Buenos Aires, Astrea, 1992, p. 53.
6
Llambías, Jorge J. Op. cit. T. I, p. 275.
7
Cifuentes, Santos. Derechos personalísimos. Buenos Aires, Astrea, 1995, p. 109.

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zatoria en estos casos, se requiere: a) Que alguien haya perturbado de cualquier modo la intimi-
dad de la víctima; b) Que la perturbación haya sido efectuada arbitrariamente (art. 1770).
5.- Derecho al honor. El honor consiste en algo que anida en el sentimiento que cada uno tiene
de la propia dignidad y en la manera que tienen los extraños de captarla. La protección en mate-
ria penal permite incriminar los delitos de calumnia e injuria, y en el campo civil reclamar la
reparación del perjuicio sufrido y la adopción de medidas que impidan que perdure la ofensa.
El art. 51 establece la inviolabilidad de la persona humana quien en cualquier circunstancia
tiene derecho al reconocimiento y respeto de su dignidad. La persona humana lesionada en su
intimidad personal o familiar, honra o reputación, imagen o identidad, o que de cualquier modo

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resulte menoscabada en su dignidad personal, puede reclamar la prevención o reparación de los
daños sufridos, conforme al régimen de responsabilidad civil.
6.- Derecho a la autodeterminación informativa. Implica el reconocimiento de un derecho fun-
damental consistente en el “control de la información que sobre nuestras personas o bienes se
encuentran en poder de otra persona, incluso el propio Estado, tanto en bases de datos o archivos
automatizados como en archivos manuales y privados”.8 Nuestra Constitución Nacional a través
de su art. 43 consagra la acción de Habeas Data, regulada por la Ley 25.326.

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Para Cifuentes el derecho a los datos personales constituye un derecho autónomo y com-
plejo dentro de los derechos personalísimos, que reúne las características de innato, inherente,
esencial y privado, vitalicio, de objeto interior, relativamente disponible y autónomo, que pone
DD
en juego la dignidad de la persona, dado que la registración informática permite entrecruzar los
datos y acceder a una personalidad virtual que abarca todos los bienes de la persona a la vez:
intimidad, identidad, imagen, honor, cuerpo, salud, libertad y patrimonio.9
7.- Derecho de Rectificación o Respuesta. El Pacto de San José de Costa Rica prevé en su art. 14
que: “1. Toda persona afectada por informaciones inexactas o agraviantes emitidas en su perjui-
LA

cio a través de medios de difusión legalmente reglamentados y que se dirijan al público en gene-
ral, tiene derecho a efectuar por el mismo órgano de difusión su rectificación o respuesta en las
condiciones que establezca la ley. 2. En ningún caso la rectificación o la respuesta eximirán de
las otras responsabilidades legales en que se hubiese incurrido. 3. Para la efectiva protección de
la honra y la reputación, toda publicación o empresa periodística, cinematográfica, de radio o
FI

televisión tendrá una persona responsable que no esté protegida por inmunidades ni disponga de
fuero especial”.
8.- Derechos sobre el propio cuerpo. Participación en actos médicos. El consentimiento informa-
do (arts. 54 a 61).


Actos peligrosos. No es exigible el cumplimiento del contrato que tiene por objeto la realización
de actos peligrosos para la vida o la integridad de una persona, excepto que correspondan a su
actividad habitual y que se adopten las medidas de prevención y seguridad adecuadas a las cir-
cunstancias.
Disposición de derechos personalísimos. El Código admite la disposición de derechos personalí-
simos, siempre que ello no sea contrario a la ley, la moral o las buenas costumbres. El consenti-
miento para este tipo de actos no se presume, es de interpretación restrictiva, y libremente revo-
cable.

8
Ortiz-Ortiz, Rafael; “Habeas Data. Derecho fundamental y garantía de protección de los derechos de la personali-
dad”. Caracas, Frónesis, 2001, p. 10.
9
Cifuentes, Santos, “Derecho personalísimo a los datos personales”, LL 1997-E, p. 1323, y “Los datos personales
informáticos, un derecho autónomo personalísimo”, en J.A. 1994-IV p. 835.

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Actos de disposición sobre el propio cuerpo. Quedan prohibidos los actos de disposición sobre el
propio cuando ocasionen una disminución permanente de su integridad o resulten contrarios a la
ley, la moral o las buenas costumbres, excepto que sean para mejorar la salud de la persona, o
excepcionalmente de otra persona, conforme al ordenamiento jurídico. El consentimiento para
los actos no prohibidos no puede ser suplido, y es libremente revocable (art. 56). La ablación de
órganos para ser implantados en otras personas se rige por la legislación especial (Ley 24.193,
sus modificatorias y reglamentaciones).
Está prohibida también toda práctica destinada a producir una alteración genética del em-
brión que se transmita a su descendencia (art. 57).

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Investigaciones en seres humanos. La investigación médica en seres humanos mediante inter-
venciones, cuya eficacia o seguridad no están comprobadas científicamente, sólo puede ser reali-
zada si se cumple con los siguientes requisitos: a) describir claramente el proyecto y el método
que se aplicará en un protocolo de investigación; b) ser realizada por personas con la formación
y calificaciones científicas y profesionales apropiadas; c) contar con la aprobación previa de un
comité acreditado de evaluación de ética en la investigación; d) contar con la autorización previa
del organismo público correspondiente; e) estar fundamentada en una cuidadosa comparación de

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los riesgos y los beneficios previsibles para las personas que participan en la investigación y para
otras personas afectadas por el tema que se investiga; f) contar con el consentimiento previo,
libre, escrito, informado y específico de la persona que participa en la investigación, a quien se le
debe explicar, en términos comprensibles, los objetivos y la metodología de la investigación, sus
DD
riesgos y posibles beneficios; dicho consentimiento es revocable; g) no implicar para el partici-
pante riesgos y molestias desproporcionados en relación con los beneficios que se espera obtener
de la investigación; h) resguardar la intimidad de la persona que participa en la investigación y la
confidencialidad de su información personal; i) asegurar que la participación en la investigación
no resulte onerosa a los sujetos, así como el acceso a la atención médica apropiada en caso de
LA

eventos adversos relacionados con la investigación, la que debe estar disponible cuando sea re-
querida; j) asegurar a los participantes de la investigación la disponibilidad y acceso a los trata-
mientos que la investigación haya demostrado beneficiosos (art. 58).
Consentimiento informado para actos médicos e investigaciones en salud. Se entiende por “con-
sentimiento informado” para actos médicos e investigaciones en salud, la declaración de volun-
FI

tad del paciente emitida luego de recibir información clara, precisa y adecuada, respecto a: a) su
estado de salud; b) el procedimiento propuesto y los objetivos perseguidos; c) los beneficios es-
perados del procedimiento; d) los riesgos, molestias y efectos adversos previsibles; e) la explica-
ción de los procedimientos alternativos y sus riesgos, beneficios y perjuicios en relación con el
procedimiento propuesto; f) las consecuencias previsibles de la no realización del procedimiento


propuesto o de los alternativos; g) en caso de padecer una enfermedad incurable, o cuando se


encuentre en estado terminal, el derecho a rechazar procedimientos quirúrgicos, de hidratación,
alimentación, de reanimación artificial o al retiro de medidas de soporte vital, cuando sean extra-
ordinarios o desproporcionados en relación a las perspectivas de mejoría, o produzcan sufrimien-
to desmesurado, o tengan por único efecto la prolongación en el tiempo de ese estadio terminal
irreversible e incurable; h) el derecho a recibir cuidados paliativos integrales en el proceso de
atención de su enfermedad o padecimiento.
Ninguna persona con discapacidad puede ser sometida a investigaciones en salud sin su
consentimiento libre e informado, para lo cual se le debe garantizar el acceso a los apoyos que
necesite. Nadie puede ser sometido a exámenes o tratamientos clínicos o quirúrgicos sin su con-
sentimiento libre e informado, excepto disposición legal en contrario.
Si la persona se encuentra absolutamente imposibilitada para expresar su voluntad al tiem-
po de la atención médica y no la ha expresado anticipadamente, el consentimiento puede ser

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otorgado por el representante legal, el apoyo, el cónyuge, el conviviente, el pariente o el allegado
que acompañe al paciente, siempre que medie situación de emergencia con riesgo cierto e inmi-
nente de un mal grave para su vida o su salud. En ausencia de todos ellos, el médico puede pres-
cindir del consentimiento si su actuación es urgente y tiene por objeto evitar un mal grave al pa-
ciente (art. 59).
Directivas médicas anticipadas. La persona plenamente capaz puede anticipar directivas y confe-
rir mandato respecto de su salud y en previsión de su propia incapacidad. Puede también desig-
nar a las personas que han de expresar el consentimiento para los actos médicos y para ejercer su
curatela. Pero las directivas que impliquen desarrollar prácticas eutanásicas se tienen por no es-
critas. Esta declaración de voluntad puede ser revocada en todo momento.

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Exequias. La persona plenamente capaz puede disponer, por cualquier forma, el modo y circuns-
tancias de sus exequias e inhumación, así como la dación de todo o parte del cadáver con fines
terapéuticos, científicos, pedagógicos o de índole similar. Si la voluntad del fallecido no ha sido
expresada, o ésta no es presumida, la decisión corresponde al cónyuge, al conviviente y en su
defecto a los parientes según el orden sucesorio, quienes no pueden dar al cadáver un destino
diferente al que habría dado el difunto de haber podido expresar su voluntad (art. 61).

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La Ley 24.193 autoriza a disponer del cadáver humano para otros fines que los naturales, si
media autorización previa del titular del cuerpo o de sus parientes inmediatos. En cuanto al des-
tino de los restos mortales, debe atenderse ante todo a la voluntad -expresa o tácita- del causante,
DD
aun cuando pugne con la voluntad de sus parientes. Respecto del uso médico del cadáver, debe
tenerse en cuenta la voluntad del difunto.
Como luego se verá, el régimen argentino de trasplantes de órganos contempla en el Capí-
tulo VI los actos de disposición de órganos y material anatómico provenientes de personas falle-
cidas para ser implantados en otros seres humanos o con fines de estudio o investigación. El art.
LA

21 para el caso de muerte natural establece el orden de familiares legitimados para la disposición
en las hipótesis de ausencia de voluntad expresa del causante; y el art. 22 para el caso de muerte
violenta, faculta al juez a adoptar las medidas necesarias para localizar a los familiares del difun-
to, debiendo dentro de las primeras 6 horas del deceso requerir al médico forense a fin de dicta-
minar si los órganos o tejidos que resulten aptos para ablacionar no afectarán el examen autop-
siano. Dentro del mismo lapso el juez informará al Incucai o al organismo jurisdiccional corres-
FI

pondiente la autorización para llevar a cabo la ablación, a través de resolución judicial fundada,
con especificación de los órganos o tejidos autorizados a ablacionar de conformidad con lo dic-
taminado por el médico forense.
Nuestro Código Penal (Ley 11.719 t.o. 1984) omite insólitamente considerar como delitos


la profanación de tumbas, exhumación clandestina de un cuerpo o el robo de un cadáver, salvo


en los casos en que se pide un rescate, y solo contiene una norma específica sobre cadáveres en
el capítulo destinado al delito de extorsión, cuyo art. 171 dispone: “Sufrirá prisión de dos a seis
años, el que substrajere un cadáver para hacerse pagar su devolución”.
El código contravencional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Ley 1472) penaliza en
su art. 66 con multa o arresto la alteración de la identificación de las sepulturas, en tanto su art.
67 castiga con similares penas a quien inhumara o exhumara clandestinamente o profanare un
cadáver humano, violare un sepulcro o sustrajere y dispersare restos o cenizas humanos.
El código contravencional de la provincia de Buenos Aires (D.L. 8031/73 t.o. Decreto
181/87), castiga con multa: a) al que sustrajere un cadáver o sus cenizas; b) al que mutilare o
destruyere un cadáver sin autorización; c) al que profanare un cadáver (art. 64).

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No obstante la diversidad de estos derechos, su fundamento es único y “está dado por el re-
conocimiento de que la persona tiene un valor en sí misma, y como tal cabe reconocerle una dig-
nidad”.10
B) Las Libertades.
La libertad es la facultad reconocida a las personas de hacer lo que les plazca, y se empa-
renta estrechamente con la potestad de conducirse según su propia determinación, mientras no se
afecten derechos de terceros o situaciones tuteladas colectivamente.
1.- Libertad de movimiento. Prevista en el art. 14 de la C.N. que garantiza el derecho de entrar,
permanecer, transitar y salir del territorio argentino.

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2.- Libertad de las acciones. Prevista en el art. 19 de la C.N. que dispone que nadie está obligado
a hacer lo que la ley no manda ni privado de lo que ella no prohíbe.
3.- Libertad en la esfera doméstica. El art. 18 de la C.N. consagra la inviolabilidad del domicilio,
de la correspondencia epistolar y los papeles privados. El derecho penal castiga la violación de
domicilio y de secretos. Por su lado, el art. 19 de la C.N. dispone que las acciones privadas de los
hombres que de ningún modo ofendan al orden ni a la moral ni lesionen a un tercero, quedan

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reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los jueces.
4.- La libertad de conciencia y de religión. Tiene plena protección en el Código, que tiene por no
escritas las condiciones que afecten de modo grave las libertades de la persona, como la de elegir
DD
domicilio o religión, o decidir sobre su estado civil (art. 344). Asimismo la Convención Ameri-
cana de Derechos Humanos (CADH, Pacto de San José) prevé en su art. 12 que “Toda persona
tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión”, que implica conservar o cambiar su reli-
gión o creencias, así como profesarlas y divulgarlas, individual o colectivamente, tanto en públi-
co como en privado, sin que nadie pueda ser objeto de medidas restrictivas que puedan menos-
cabar esta libertad. Añade que los padres o tutores tienen derecho a que sus hijos o pupilos “reci-
LA

ban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. La liber-
tad de manifestar la propia religión y creencias “está sujeta únicamente a las limitaciones prescri-
tas por la ley y que sean necesarias para proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral pú-
blicos o los derechos o libertades de los demás”.
FI

5.- Libertad de Pensamiento y de expresión. El art. 14 C.N. consagra el derecho de publicar las
ideas por la prensa sin censura previa. Asimismo la CADH prevé en su art. 13: “1. Toda persona
tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de
buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya
sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de


su elección. 2. El ejercicio de tal derecho no puede estar sujeto a previa censura sino a responsa-
bilidades ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para ase-
gurar: a) el respeto a los derechos o a la reputación de los demás, o b) la protección de la seguri-
dad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas. 3. No se puede restringir el derecho
de expresión por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particula-
res de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de enseres y aparatos usados en la
difusión de información o por cualesquiera otros medios encaminados a impedir la comunicación
y la circulación de ideas y opiniones. 4. Los espectáculos públicos pueden ser sometidos por la
ley a censura previa con el exclusivo objeto de regular el acceso a ellos para la protección moral
de la infancia y la adolescencia, sin perjuicio de lo establecido en el inc. 2. 5. Estará prohibida
por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda apología del odio nacional, racial o reli-
gioso que constituyan incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra

10
Rivera, Julio C. “Instituciones de Derecho Civil. Parte General”. T. II, Bs. As., Abeledo-Perrot, 2000, p. 27.

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cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión,
idioma u origen nacional”.
6.- Derecho a la libertad personal. El Pacto de San José establece en su art. 7 que “1. Toda per-
sona tiene derecho a la libertad y seguridad personales. 2. Nadie puede ser privado de su libertad
física, salvo por las causas y en las condiciones fijadas de antemano por las constituciones políti-
cas de los Estados Partes o por las leyes dictadas conforme a ellas. 3. Nadie puede ser sometido a
detención o encarcelamiento arbitrarios. 4. Toda persona detenida o retenida debe ser informada
de las razones de su detención y notificada, sin demora, de los cargos formulados contra ella. 5.
Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario
autorizado por ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un

OM
plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe el proceso. Su libertad
podrá estar condicionada a garantías que aseguren su comparecencia en el juicio. 6. Toda perso-
na privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente, a fin de que
éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o detención y ordene su libertad si el
arresto o la detención fueran ilegales. En los Estados Partes cuyas leyes prevén que quien se ve
amenazado de ser privado de su libertad tiene derecho a recurrir a un juez o tribunal competente

.C
a fin de que decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho recurso no puede ser restringido ni
abolido. Los recursos podrán interponerse por sí o por otra persona. 7. Nadie será detenido por
deudas. Este principio no limita los mandatos de autoridad judicial competente dictados por in-
cumplimientos de deberes alimentarios”.
DD
C) La Igualdad.
El art. 16 C.N. dispone que “la Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de
nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son igua-
les ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la
base del impuesto y de las cargas públicas”. Ninguna norma asigna más ni mejores derechos en
LA

favor de una persona en desmedro de otra, por motivos políticos o de otro carácter. De ahí que
nuestras leyes repudian todo tipo de discriminación entre las personas que afecte el principio de
igualdad.
En particular, la Ley 23.592 (B.O. 5/9/88) dispone en su art. 1 que “Quien arbitrariamente
impida, obstruya, restrinja o de algún modo menoscabe el pleno ejercicio sobre bases igualitarias
FI

de los derechos y garantías fundamentales reconocidos en la Constitución Nacional, será obliga-


do, a pedido del damnificado, a dejar sin efecto el acto discriminatorio o cesar en su realización y
a reparar el daño moral y material ocasionados. A los efectos del presente artículo se considera-
rán particularmente los actos u omisiones discriminatorios determinados por motivos tales como


raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición económica,
condición social o caracteres físicos”. Su art. 3 castiga penalmente “con prisión de un mes a tres
años los que participaren en una organización o realizaren propaganda basados en ideas o teorías
de superioridad de una raza o de un grupo de personas de determinada religión, origen étnico o
color, que tengan por objeto la justificación o promoción de la discriminación racial o religiosa
en cualquier forma. En igual pena incurrirán quienes por cualquier medio alentaren o iniciaren a
la persecución o el odio contra una persona o grupos de personas a causa de su raza, religión,
nacionalidad o ideas políticas”.
Con referencia los locales de concurrencia pública, los arts. 4 y 5 de esta ley establecen “la
obligatoriedad de exhibir en el ingreso a los locales bailables, de recreación, salas de espectácu-
los, bares, restaurantes u otros de acceso público, en forma clara y visible el texto del artículo 16
de la C.N., junto con el de la ley. El texto señalado, tendrá una dimensión, como mínimo, de 30
cm. de ancho, por 40 de alto y estará dispuesto verticalmente. En el mismo al pie, debe incluirse
un recuadro destacado con la siguiente leyenda: “Frente a cualquier acto discriminatorio, usted

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puede recurrir a la autoridad policial y/o juzgado civil de turno, quienes tienen la obligación de
tomar su denuncia” (incorporados por Ley 24.782, B.O. 03/04/97).
A partir de la reforma del año 1994, en el art. 75 inc. 22), se incorporan a nuestra C.N. to-
dos los tratados internacionales sobre Derechos Humanos suscriptos por el país, entre los cuales
se destaca la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la
Mujer (CEDAW), adoptada por Resolución 34/180 de la Asamblea General de la O.N.U. del
18/12/79, que fuera suscripta por la República Argentina el 17/7/80, y aprobada mediante la Ley
23.179 (B.O. 3/6/85), así como también su protocolo facultativo mediante Ley 26.171 (B.O.
11/12/06). A los efectos de dicha Convención, la expresión discriminación contra la mujer deno-
tará toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resulta-

OM
do menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de
su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las
libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier
otra esfera.
Asimismo, mediante Ley 24.632 (B.O. 9/4/96), nuestro país aprobó la Convención Inter-
americana Para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, suscripta en Belem

.C
do Pará, República Federativa del Brasil, el 9/6/94. A los efectos de esta Convención debe en-
tenderse por violencia contra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su género, que
cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito pú-
blico como en el privado.
DD
La Ley 23.451 (B.O. 14/4/87) aprobó el Convenio Nº 156 de la Organización Internacional
del Trabajo sobre la igualdad de oportunidades y de trato entre trabajadores y trabajadoras con
responsabilidades familiares.
La Ley 14.467 (29/9/58), ratificó el Decreto-Ley Nº 11.595/56, aprobatorio del Convenio
LA

Nº 100 de la Organización Internacional del Trabajo, sobre igualdad de remuneración por trabajo
de igual valor.
En el orden nacional la legislación y las políticas de Estado procuran avanzar en la lucha
contra todas las formas de discriminación de la mujer. Así se pueden mencionar:
La Ley 13.010 (B.O. 27/9/47) estableció los derechos políticos para la mujer: “Las mujeres
FI

tendrán los mismos derechos y estarán sujetas a las mismas obligaciones que les acuerdan e im-
ponen las leyes a los varones argentinos”. A instancias de Eva Perón, se sanciona así la primera
ley por la que las mujeres se incorporaron y participaron como sufragantes en todo el país, a
quienes se les extendió la Libreta Cívica para tales efectos.


La Ley 24.012 de Cupo Femenino (B.O. 3/12/91) que reforma el Código Nacional Electo-
ral, dispuso que “Las listas que se presenten deberán tener mujeres en un mínimo del 30% de los
candidatos a los cargos a elegir y en proporciones con posibilidad de resultar electas. No será
oficializada ninguna lista que no cumpla estos requisitos”.
La Ley 24.417 (Protección contra la violencia familiar, B.O. 3/1/95), dispone: “Toda per-
sona que sufriese lesiones o maltrato físico o psíquico por parte de alguno de los integrantes del
grupo familiar podrá denunciar estos hechos en forma verbal o escrita ante el juez con compe-
tencia en asuntos de familia y solicitar medidas cautelares conexas. A los efectos de la ley se
entiende por grupo familiar el originado en el matrimonio o en las uniones de hecho”.
La Ley 24.576 (B.O. 13/11/95) garantiza como derecho fundamental de todos los trabaja-
dores y trabajadoras la promoción profesional y la formación en el trabajo en condiciones iguali-
tarias de acceso y trato (incorpora el capítulo VIII “De la Formación profesional” al título II de la
Ley de Contrato de Trabajo).

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El Decreto 1363/97 sobre Igualdad de Trato entre Agentes de la Administración Pública
Nacional (B.O. 9/12/97), que ordena la revisión de los regímenes que regulan la relación de em-
pleo público a los efectos de eliminar todas las normas de discriminación contra la mujer, la
igualdad de oportunidades para los trabajadores con cargas de familia, y la protección del rol
paterno, incorporando para la mujer el instituto del “estado de excedencia”, y estableciendo la
obligación por parte de los organismos de la Administración Pública Nacional de disponer la
creación o contratación de guarderías, cuando la cantidad de agentes con hijos en condiciones de
concurrir así lo justifique.
El Decreto 254/98 aprueba el Plan para la Igualdad de Oportunidades entre Varones y Mu-
jeres en el Mundo Laboral (B.O. 11/3/98)

OM
Ley 25.239, Título XVIII, establece un régimen especial de seguridad social para emplea-
dos/as del servicio doméstico (B.O. 31/12/99), en tanto la Ley 26.844 (B.O. 12/04/13) instaura
un régimen especial de contrato de trabajo en las relaciones laborales que se entablen con los
empleados y empleadas por el trabajo que presten en las casas particulares o en el ámbito de la
vida familiar, equiparando sus derechos a los del resto de los trabajadores comprendidos en la
Ley de Contrato de Trabajo.

.C
Ley 25.273 (B.O. 27/7/00) crea un Régimen Especial de Inasistencias Justificadas por ra-
zones de gravidez (embarazo) para alumnas que cursen los ciclos de Enseñanza General Básica,
Polimodal y Superior No Universitaria, en establecimientos de jurisdicción nacional, provincial o
DD
municipal. Las alumnas que presenten certificado médico de su estado y período de gestación y
alumbramiento, tendrán 30 inasistencias justificadas y no computables antes o después del parto,
pudiendo ser continuas o fraccionadas.
Ley 25.584 (B.O. 7/5/02) prohíbe en los establecimientos oficiales y privados de educación
pública de todo el país, de cualquier nivel y modalidad, adoptar acciones institucionales que im-
LA

pidan o perturben el inicio o prosecución normal de sus estudios a las estudiantes en estado de
gravidez o durante el período de lactancia y a los estudiantes en su carácter de progenitores. Las
autoridades educativas del respectivo establecimiento estarán obligadas, en cuanto a la estudiante
embarazada, a autorizar los permisos que, en razón de su estado, sean necesarios para garantizar
tanto su salud física y psíquica como la del ser durante su gestación y el correspondiente período
de lactancia (Texto según Ley 25.808, B.O. 28/11/03).
FI

Ley 25.673 (B.O. 22/11/02) que crea el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación
Responsable a nivel nacional, tiene como objetivos, entre otros: “a) Alcanzar para la población el
nivel más elevado de salud sexual y procreación responsable con el fin de que pueda adoptar
decisiones libres de discriminación, coacciones o violencia”.


Ley 25.674 (B.O. 29/11/02) de participación femenina en las unidades de negociación co-
lectiva (cupo sindical femenino). La representación femenina en los cargos electivos y represen-
tativos de las asociaciones sindicales será de un mínimo del 30%, cuando el número de mujeres
alcance o supere ese porcentual sobre el total de trabajadores. Cuando la cantidad de trabajadoras
no alcanzare el porcentaje mencionado, el cupo será proporcional a esa cantidad.
Ley 25.929 (B.O. 21/9/04) de Derechos de Padres e Hijos durante el Proceso de Nacimien-
to. Las obras sociales regidas por leyes nacionales y las entidades de medicina prepaga deberán
brindar obligatoriamente las prestaciones establecidas en esta ley, las que quedan incorporadas
de pleno derecho al Programa Médico Obligatorio. El art. 2º dispone que “Toda mujer, en rela-
ción con el embarazo, trabajo de parto, parto y postparto, tiene entre otros los siguientes dere-
chos: a) A ser informada sobre las distintas intervenciones médicas que pudieren tener lugar du-
rante esos procesos de manera que pueda optar libremente cuando existieren diferentes alternati-
vas. b) A ser tratada con respeto, y de modo individual y personalizado que le garantice la inti-

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midad durante todo el proceso asistencial y tenga en consideración sus pautas culturales. c) A ser
considerada, en su situación respecto del proceso de nacimiento, como persona sana, de modo
que se facilite su participación como protagonista de su propio parto”.
Ley 26.130 (B.O. 29/8/06) establece un Régimen para las Intervenciones de Contracepción
Quirúrgica, Ligadura de Trompas y Vasectomía, por el cual toda persona mayor de edad tiene
derecho a acceder a la realización de las prácticas denominadas “ligadura de trompas de Falopio”
y “ligadura de conductos deferentes o vasectomía”, sin cargo alguno, en los servicios del sistema
público de salud. Las obras sociales sindicales; las entidades de la seguridad social y las entida-
des de medicina prepaga tienen la obligación de incorporar estas intervenciones médicas a su
cobertura de modo tal que resulten totalmente gratuitas para el/la beneficiario/a.

OM
Ley 26.150 (B.O. 24/10/06) que establece que todos los educandos tienen derecho a recibir
educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y priva-
da de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y munici-
pal. A los efectos de esta ley, se entiende como educación sexual integral la que articula aspectos
biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos. Esta ley crea el Programa Nacional de Edu-
cación Sexual Integral, cuyos objetivos son: a) Incorporar la educación sexual integral dentro de

.C
las propuestas educativas orientadas a la formación armónica, equilibrada y permanente de las
personas; b) Asegurar la transmisión de conocimientos pertinentes, precisos, confiables y actua-
lizados sobre los distintos aspectos involucrados en la educación sexual integral; c) Promover
actitudes responsables ante la sexualidad; d) Prevenir los problemas relacionados con la salud en
DD
general y la salud sexual y reproductiva en particular; e) Procurar igualdad de trato y oportunida-
des para varones y mujeres.
La Ley 26.485 (B.O. 14/4/09) de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la
violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales,
tiene por objeto promover y garantizar: a) La eliminación de la discriminación entre mujeres y
LA

varones en todos los órdenes de la vida; b) El derecho de las mujeres a vivir una vida sin violen-
cia; c) Las condiciones aptas para sensibilizar y prevenir, sancionar y erradicar la discriminación
y la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus manifestaciones y ámbitos; d) El desarrollo
de políticas públicas de carácter interinstitucional sobre violencia contra las mujeres; e) La re-
moción de patrones socioculturales que promueven y sostienen la desigualdad de género y las
FI

relaciones de poder sobre las mujeres; f) El acceso a la justicia de las mujeres que padecen vio-
lencia; g) La asistencia integral a las mujeres que padecen violencia en las áreas estatales y pri-
vadas que realicen actividades programáticas destinadas a las mujeres y/o en los servicios espe-
cializados de violencia. Según esta ley se entiende por violencia contra las mujeres toda conduc-
ta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el


privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad
física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal,
incluyendo las perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Se considera violencia indirecta, a
los efectos de la presente ley, toda conducta, acción omisión, disposición, criterio o práctica dis-
criminatoria que ponga a la mujer en desventaja con respecto al varón. En cuanto a los tipos,
quedan especialmente comprendidos los siguientes tipos de violencia contra la mujer: 1.- Física:
La que se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo y
cualquier otra forma de maltrato agresión que afecte su integridad física. 2.- Psicológica: La que
causa daño emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo
personal o que busca degradar o controlar sus acciones, creencias y decisiones, mediante amena-
za, acoso, hostigamiento, restricción, humillación, deshonra, descrédito, manipulación o aisla-
miento. Incluye también la culpabilización, y actos tales como vigilancia constante, exigencia de
sumisión, coerción verbal, persecución, insulto, limitación del derecho de circulación o cualquier
otro medio que cause perjuicio a su salud psicológica y a su autodeterminación. 3.- Sexual:

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Cualquier acción que implique la vulneración en todas sus formas, con o sin acceso genital, del
derecho de la mujer de decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva a través
de amenazas, coerción, uso de la fuerza o intimidación, incluyendo la violación dentro del ma-
trimonio o de otras relaciones vinculares o de parentesco, exista o no convivencia, así como la
prostitución forzada, explotación, esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres. 4.- Econó-
mica y patrimonial: La que se dirige a ocasionar un menoscabo en los recursos económicos o
patrimoniales de la mujer, a través de: a) La perturbación de la posesión, tenencia o propiedad de
sus bienes; b) La pérdida, sustracción, destrucción o retención indebida de objetos, instrumentos
de trabajo, documentos personales, bienes, valores y derechos patrimoniales; c) La limitación de
los recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades o privación de los medios indis-

OM
pensables para vivir una vida digna; d) La limitación o control de sus ingresos, así como la per-
cepción de un salario menor por igual tarea, dentro de un mismo lugar de trabajo. 5.- Simbólica:
La que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y repro-
duzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la
subordinación de la mujer en la sociedad.
2. Comienzo y fin de la existencia de las personas humanas.

.C
A) Comienzo de su existencia. El art. 19 establece que la existencia de las personas humanas
“comienza con la concepción”, pudiendo desde entonces adquirir derechos o contraer obligacio-
nes. Estos “derechos y obligaciones del concebido o implantado en la mujer quedan irrevoca-
blemente adquiridos si nace con vida”. Pero si no nace con vida “se considera que la persona
DD
nunca existió. El nacimiento con vida se presume” (art. 21).
De esta manera, la concepción puede tener lugar en forma natural (seno materno) o me-
diante las técnicas modernas de reproducción humana asistida, tales como la inseminación artifi-
cial (introducción de esperma dentro del útero de la mujer a fin de lograr la fecundación) o la
fecundación in vitro (cultivo de óvulos en probetas a los que se agregan los espermatozoides;
LA

obtenida la fertilización externa se introduce el embrión en el útero).


La cuestión de la fecundación extrauterina. La solución propuesta por el derecho.
Por lo general, los avances científicos y tecnológicos no siempre están acompañados de so-
luciones legislativas y jurídicas. Es así que en relación a temas como el que nos ocupa existen
FI

vacíos legales que no obstante deben resolverse. A pesar de no ser tarea sencilla y de las aristas
que la reproducción humana asistida presenta, el derecho no puede ignorar la realidad.11
En estos casos el apotegma jurídico, elaborado por Ihering, “el derecho debe seguir a los
hechos” cobra plena virtualidad (CSJN, Fallos 172:21 y 241:291, entre otros), y significa aceptar


que la vida social es más amplia que el contenido del derecho y que, por lo tanto, éste debe estar
atento a los cambios sociales para cumplir con los fines que tiene asignado en toda organización
social; de lo contrario sólo será una expresión de deseos o de mandatos que no logra ejercer el
control ni la paz social.
Pese a la importancia y trascendencia que exhibe el tema de la fecundación extrauterina, en
nuestro país no existe a la fecha una legislación específica sobre la fecundación “in vitro” ni so-
bre el status jurídico del embrión ni sobre el número de embriones a implantar, su conservación o
el destino de los mismos. Sí se encuentra a estudio de la Cámara de Diputados de la Nación un
proyecto de ley que cuenta con un dictamen de mayoría y tres de minoría. 12 Sin embargo, la au-

11
CNCivil, Sala J., 13/9/2011, Causa 94282/2008. Autos: “P.A. c/ S.A.C. s/ Medidas Precautorias. Cuestión: medi-
da cautelar en protección de persona para 5 embriones crioconservados. Cita: Publicado digitalmente en edición de
fecha 21/09/2011, artículo bajo protocolo A00363550040 de Utsupra.com IUS II.
12
Conf. Kemelmajer de Carlucci, Aída; Herrera, Marisa; Lamm, Eleonora, “La reproducción médicamente asistida.
Mérito, oportunidad y conveniencia de su regulación”; La Ley 08/08/2011, p. 1.

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sencia de legislación concreta y específica no puede constituir un obstáculo para alcanzar solu-
ciones, las que se encuentran consagradas en los principios generales del Derecho, en nuestra
Constitución Nacional y en nuestro ordenamiento jurídico positivo.
El nuevo Código resuelve parcialmente esta cuestión, por un lado, al establecer en su art.
19 que la persona lo es desde la “concepción” sin otro aditamento, es decir, sin aclarar ni regular
cuál es el lugar donde se produce esa concepción, quedando así comprendidas tanto la concep-
ción natural como la extrauterina, y por el otro, al disponer en su norma transitoria segunda que
“la protección del embrión no implantado será objeto de una ley especial” (art. 9 Ley 26.994).
La solución aportada por el nuevo Código viene a zanjar una discusión largamente sosteni-

OM
da en la doctrina y la jurisprudencia pues ya no cabe duda que el legislador ha definido su volun-
tad al considerar persona al concebido, independientemente del proceso en el que haya tenido
lugar esa concepción, dejando a cargo de una ley especial la regulación de todo lo relativo al
embrión no implantado.
Antes de esta solución, se presentaba el problema de discernir si el concebido fuera del
seno materno debía o no ser considerado persona, en los términos del Código Civil entonces vi-
gente. Ello surgía del art. 70 del C.C. que establecía que “Desde la concepción en el seno ma-

.C
terno comienza la existencia de las personas...”. Por su parte, el art. 63 disponía que: “Son perso-
nas por nacer las que no habiendo nacido están concebidas en el seno materno”.
Si bien en la fecundación extrauterina no hay concepción en el seno materno, lo cierto es
DD
que el Código Civil anterior era del siglo XIX (Ley 340, sancionada el 25/09/1869; promulgada
el 29/09/1869 y publicada: R.N. 1863/69, pág. 513) cuando evidentemente era impensada la fe-
cundación “in vitro”. El texto se correspondía con la realidad imperante al tiempo de la sanción
del Código; el desarrollo de las modernas técnicas biomédicas de fecundación ectogénica (in
vitro) -desconocidas en aquel entonces- tornaban sin embargo indudable la afirmación que tam-
LA

bién el concebido fuera del seno materno debía ser considerado persona para el derecho.
Pero el hecho de que no hubiera concepción en el seno materno no era obstáculo para apli-
car el art. 70 por analogía en mérito de lo que disponía el artículo 16 del C.C.13
Se imponía así una interpretación del elemento gramatical -humanista y finalista- acorde
con la evolución de los avances científicos y congruente con el pensamiento del codificador de
FI

tutela de la vida humana (arg. arts. 63, 70, 72, 75 Cód. Civil anterior), superadora de una anti-
nomia manifiestamente discriminatoria que diferenciara la situación del concebido según el di-
verso lugar en que se produce el contacto fertilizante de las células germinales.14
La solución del codificador del siglo XIX -inspirada en el Esbozo de Freitas y el Código de


Prusia-, explicaba satisfactoriamente la tipificación penal del aborto premeditado (art. 85 Cód.
Penal) y la razón del por qué en los países en que existe la pena de muerte se suspende la ejecu-
ción de las mujeres encintas hasta después del parto.15
La doctrina nacional -de manera casi unánime- aprobaba el pensamiento de Vélez Sarsfield
respecto de la existencia de la persona desde el momento de la concepción.16 Sólo cabe citar co-

13
Rivera, Julio César. Instituciones de Derecho Cvil. Parte General; tomo I, 4ta. ed.; Lexis Nexis, 2001, p. 408.
14
Banchio, E., en Código Civil y leyes complementarias. Dir. Alberto J. Bueres, t. 1; Buenos Aires, Hammurabi,
2014, p. 454.
15
Llambías, Jorge J. Op. cit., T. I, p. 225. En la nota al art. 21 del Esboço afirma Freitas: “Si los que deben nacer no
son personas ¿Por qué razón existen leyes penales y policiales que protegen su vida preparatoria? ¿Por qué motivo
se pena el aborto? ¿Por qué motivo no se ejecuta la pena de muerte en la mujer embarazada y tampoco se la juzga en
el caso que merezca dicha pena sino sesenta días después del parto?”. La nota al art. 63 sigue ese desarrollo argu-
mental.
16
Llambías, Jorge. Op. cit, t. I. p. 225, a quien se sumaban Spota, López Olaciregui, Busso, y Rivera.

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mo excepción la opinión de Orgaz, para quien el equívoco de la solución del Código consistía en
asimilar “vida humana” con “persona humana”, siendo que mientras la primera comenzaría con
la concepción, la segunda requeriría de una vida “individual y autónoma”, que recién se produci-
ría con el nacimiento.17
Independientemente de ello, fue posible considerar que era persona de existencia visible
todo ente que presenta signos característicos de humanidad (art. 51 C.C. anterior), sin distinción
de cualidades y accidentes. Ello involucraría al concebido “in vitro” en virtud de su sustantividad
humana que la biología le reconoce desde el momento en que se produce la concepción, idéntica
a la del concebido en el seno materno. Para Zannoni “Una interpretación humanizante y finalista,
acorde con la evolución de los avances científicos de nuestro tiempo, desvanecería cualquier

OM
hipótesis de antinomia legal o discriminatoria en torno a la situación jurídica de los concebidos,
según fuere el diverso lugar en que acaece el contacto fertilizante de las células germinales”.18
Normas posteriores al Código Civil anterior reafirmaron esta interpretación de considerar
sujeto de derecho al concebido extracorporalmente. La ley 23.264 de filiación y patria potestad,
sancionada en 1985 cuando en Argentina ya se conocían y practicaban las técnicas de fecunda-
ción asistida, mantuvo el mismo criterio. Así el art. 264 del Código Civil anterior establecía que

.C
la patria potestad existe desde la concepción, sin requerir que ella acaezca en el seno materno. En
el Derecho Público Provincial encontramos antecedentes sobre la materia: la Constitución de
Córdoba, reformada en 1987, establece en su art 4, bajo el título inviolabilidad de la persona: “La
vida desde su concepción, la dignidad y la integridad física y moral de la persona son inviola-
DD
bles. Su respeto y protección es deber de la comunidad y, en especial, de los poderes públicos”.
En cuanto a la Constitución Nacional el denominado derecho a la vida no estaba expresa-
mente enunciado en la misma antes de la reforma del año 1994 pero sí constituía un derecho no
enumerado o implícito comprendido en su art. 33. Al respecto, es oportuno referir que la vida,
“más que un derecho, constituye una cualidad inseparable de la condición humana y presupuesto
LA

indispensable para su existencia”.19 Por lo tanto “sin el amplio reconocimiento del derecho natu-
ral de vivir no existe una Constitución personalista”.
Sin embargo, a partir de la reforma de 1994, el derecho a la vida es un derecho explícito.
Ello, por la incorporación de los Tratados Internacionales enumerados en el art. 75 inc. 22, los
que, en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional (art. 31); no derogan ar-
FI

tículo alguno de la Primera Parte de la Constitución y deben entenderse complementarios de los


derechos y garantías por ella reconocidos. En tal sentido, la CADH, incorporada a la Constitu-
ción por vía del art. 75 inc. 22, protege la vida desde la concepción, tal como surge de su art. 4
inc. 1, sin distingo alguno acerca del lugar en que ésta se produzca. La Convención sobre los


Derechos del Niño (Naciones Unidas), establece en su art. 1 que “el niño, por su falta de madu-
rez física y mental necesita protección legal, tanto antes como después del nacimiento”, habiendo
nuestro país formulado reserva al ratificar dicho tratado (Ley 23.849) señalando que “se entiende
por niño todo ser humano desde el momento de su concepción y hasta los 18 años de edad”.
Por su parte, la CSJN afirmó que “…El comienzo de la vida humana tiene lugar con la
unión de dos gametos, es decir con la fecundación; en ese momento, existe un ser humano en
estado embrionario”.20

17
Orgaz, Alfredo, Derecho civil argentino: personas individuales. 2ª ed., Córdoba, Ed. Assandri, 1961, pp. 37 y ss.
18
Zannoni, Eduardo. Inseminación artificial y fecundación extrauterina. Ed. Astrea, Bs. As., 1978, p. 90.
19
Badeni, Gregorio, “El derecho constitucional a la vida”, en El derecho a nacer de Badeni Gregorio y otros, Abe-
ledo-Perrot, 1993, pp. 29 y 31.
20
CSJN, 5/3/2002, “Portal de Belén - Asociación Civil sin Fines de Lucro c/ Ministerio de Salud y Acción Social de
la Nación s/ amparo”. “Fallos” 325-292.

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En el ámbito judicial, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil estableció que “en el
ordenamiento legal y constitucional argentino, la existencia de la persona comienza desde el
momento de la concepción, sea en el seno materno o fuera de él, a partir del cual la persona es
titular de derechos y obligaciones, entre ellos el derecho a la vida y a la integridad física y psí-
quica”.21 En ese orden, “la concepción se produce al momento de la fertilización, y desde ese
instante hay vida humana, conforme lo determinado por los arts. 63 y 70 del Código Civil y al
art. 4 apartado primero de la Convención Americana sobre Derechos Humanos”.22
Lo expuesto llevó a concluir, en coincidencia con la solución propiciada por la doctrina y
jurisprudencia mayoritaria de nuestro país, que la persona lo es desde la concepción, sea que esta
se produzca dentro o fuera del seno materno, y así lo estableció el nuevo Código.

OM
No obstante, por su trascendencia y proyección regional, se destaca la sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en la causa “Artavia Murillo”23 dictada en 2012,
la que si bien resuelve el caso concreto, impacta sobre todos los Estados del continente. El caso
se refiere a la responsabilidad internacional del Estado por las afectaciones generadas a un grupo
de personas a partir de la prohibición general en Costa Rica de practicar la técnica de fecunda-
ción in vitro (FIV), que fuera autorizada por Decreto Ejecutivo en 1995, luego anulado por la

.C
Sala Constitucional de la Corte Suprema el 15 de marzo de 2000. En el caso, la Corte reconoció
el derecho de las personas que, en uso de su libertad y autodeterminación, y según sus especiales
circunstancias de salud y sus convicciones, habían decidido someterse a procedimientos de ferti-
lización in vitro, quienes no debieron ser privadas del ejercicio de su libertad, lo que afecta ade-
DD
más el desarrollo de su personalidad, por lo que la decisión de Costa Rica que dispuso la inte-
rrupción del tratamiento médico, no solo resultó antijurídica y contraria a la Convención Ameri-
cana de Derechos Humanos, sino que además implicó un trato discriminatorio, lo que motivó la
fijación de indemnizaciones a favor de los reclamantes.
Pero lo sustancial en cuanto al tópico que nos interesa, fue la interpretación que hizo la
LA

Corte del art. 4.1 de la Convención Americana, que expresa: “Toda persona tiene derecho a que
se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de
la concepción…”. A partir del análisis del alcance de los arts. 1.2 y 4.1 de la Convención Ameri-
cana respecto a las palabras “persona”, “ser humano”, “concepción” y “en general”, la Corte
observa que el concepto de “persona” es un término jurídico que se analiza en muchos de los
FI

sistemas jurídicos internos de los Estados Parte. Sin embargo, para la interpretación del artículo
4.1, la definición de persona está anclada a las menciones que se hacen en el Tratado respecto a
la “concepción” y al “ser humano”, términos cuyo alcance debe valorarse a partir de la literatura
científica. Desde ese ángulo, advierte cómo la FIV transformó la discusión sobre cómo se enten-
día el fenómeno de “la concepción” pues dicha técnica refleja que puede pasar un tiempo entre la


unión del óvulo y el espermatozoide, y la implantación. Por tal razón, la definición de “concep-
ción” que tenían los redactores de la Convención Americana ha cambiado, dado que antes de la
FIV no se contemplaba científicamente la posibilidad de realizar fertilizaciones fuera del cuerpo
de la mujer. Respecto a la controversia acerca de cuándo empieza la vida humana, la Corte con-
sidera que se trata de una cuestión valorada de diversas formas desde una perspectiva biológica,
médica, ética, moral, filosófica y religiosa, y coincide con tribunales internacionales y naciona-
les, en el sentido que no existe una definición consensuada sobre el inicio de la vida. Sin embar-
go, para la Corte es claro que hay posturas que ven en los óvulos fecundados una vida humana
plena y que algunos de esos argumentos atribuyen ciertas características metafísicas a los em-

21
CNCiv., Sala I, 3/12/1999; La Ley, 2001-C, 824; J.A., 2000-III-630; ED, 185-412, con nota de Benavente, M. I.
“El comienzo de la vida. La protección jurisdiccional a la luz del derecho argentino vigente”.
22
Juzg. Federal Córdoba n° 3, 26/8/1999; LLC, 2000-263, con nota de Castellanos, S. F.; DJ, 2000-I-526.
23
CIDH, 28/11/2012, “Artavia Murillo y otros (Fertilización in vitro) vs. Costa Rica”, disponible en el sitio:
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_257_esp.pdf.

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briones. Pero ello no puede justificar que se otorgue prevalencia a cierto tipo de literatura cientí-
fica al momento de interpretar el alcance del derecho a la vida consagrado en la CADH, lo que
implicaría imponer un tipo de creencias específicas a otras personas que no las comparten.
No obstante lo anterior, la Corte procede a definir, de acuerdo con la CADH, cómo debe
interpretarse el término “concepción”, resaltando que la prueba científica concuerda en diferen-
ciar dos momentos esenciales y complementarios en el desarrollo embrionario: la fecundación y
la implantación, y observa que sólo al cumplirse el segundo momento se cierra el ciclo que per-
mite entender que existe la concepción. Teniendo en cuenta la prueba científica presentada por
las partes en el caso, la Corte constata que, si bien al fecundarse el óvulo se da paso a una célula
diferente con la información genética suficiente para el posible desarrollo de un “ser humano”, lo

OM
cierto es que si dicho embrión no se implanta en el cuerpo de la mujer sus posibilidades de desa-
rrollo son nulas. Si un embrión nunca lograra implantarse en el útero, no podría desarrollarse
pues no recibiría los nutrientes necesarios, ni estaría en un ambiente adecuado para su desarrollo,
de modo que la “concepción” no puede comprenderse como un momento o proceso excluyente
del cuerpo de la mujer, dado que no tiene ninguna posibilidad de supervivencia si la implanta-
ción no sucede. Prueba de ello es que sólo es posible establecer si se ha producido o no un emba-

.C
razo una vez implantado el óvulo fecundado en el útero, al producirse la hormona denominada
“Gonodatropina Coriónica”, que sólo es detectable en la mujer que tiene un embrión unido a ella.
Antes de esto es imposible determinar si en el interior del cuerpo ocurrió la unión entre el óvulo
y un espermatozoide y si esta unión se perdió antes de la implantación. Teniendo en cuenta lo
DD
anterior, el Tribunal entiende el término “concepción” desde el momento en que ocurre la im-
plantación, razón por la cual considera que antes de este evento no procede aplicar el artículo 4
de la Convención Americana. Asimismo, expresa que el objeto y fin de la cláusula “en general”
del art. 4.1 de la Convención es la de permitir, según corresponda, un adecuado balance entre
derechos e intereses en conflicto, bastando para el caso señalar que dicho objeto y fin implica
que no pueda alegarse la protección absoluta del embrión anulando otros derechos. Agrega
LA

además que de ninguno de los tratados internacionales en vigencia es posible sustentar que el
embrión pueda ser considerado persona en los términos del art. 4 de la CADH. Por eso la Corte
adjudica especial relevancia a la interpretación evolutiva para la resolución del caso, teniendo en
cuenta que la FIV es un procedimiento que no existía al momento en el que los redactores de la
Convención adoptaron el contenido del art. 4.1 de la Convención. Por tanto, la Corte interpreta
FI

que el embrión no puede ser entendido como persona para efectos del art. 4.1 de la CADH y
concluye, luego de un análisis de las bases científicas disponibles, que la “concepción” en el sen-
tido del art. 4.1 tiene lugar desde el momento en que el embrión se implanta en el útero, razón
por la cual antes de este evento no habría lugar a la aplicación del artículo 4 de la Convención.


Duración del embarazo. Época de la concepción.


Siendo la concepción un hecho biológico imposible de determinar con precisión, la ley es-
tablece un período presuntivo durante el cual esta se produce. Dicho lapso comprende los prime-
ros 120 días de los 300 anteriores al nacimiento, siendo esta presunción “iuris tantum”, es decir
que admite prueba en contrario. Dispone así el art. 20 que “Época de la concepción es el lapso
entre el máximo y el mínimo fijados para la duración del embarazo. Se presume, excepto prueba
en contrario, que el máximo de tiempo del embarazo es de trescientos días y el mínimo de ciento
ochenta, excluyendo el día del nacimiento”. Esta cuestión adquiere relevancia en los siguientes
casos: a) permite establecer si un hijo es o no matrimonial; b) en caso de que la viuda se case
antes de los diez meses del fallecimiento del marido anterior, para saber a quién pertenecen los
hijos; c) también depende de este momento la adquisición de derechos por herencia puesto que si
la sucesión se hubiera abierto antes de aquel momento, la persona no podía adquirir ningún dere-
cho.

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B) Fin de su existencia. El fin de la existencia de las personas humanas se produce por la muerte
de ellas (art. 93). Asimismo, para que se produzcan los efectos inherentes a la muerte de una
persona humana (disolución del vínculo matrimonial, transmisión de derechos, etc.), es necesario
que la muerte sea comprobada por los medios previstos en el Código: “La comprobación de la
muerte queda sujeta a los estándares médicos aceptados, aplicándose la legislación especial en el
caso de ablación de órganos del cadáver” (art. 94), siendo la prueba más importante la partida o
certificado de defunción expedida por el Registro Civil (art. 96).
En caso de muerte simultánea o conmoriencia el art. 95 establece que “Se presume que
mueren al mismo tiempo las personas que perecen en un desastre común o en cualquier otra cir-
cunstancia, si no puede determinarse lo contrario”.

OM
C) Prueba del nacimiento, de la muerte y de la edad.
El nacimiento y la muerte ocurridos en la República, sus circunstancias de tiempo y lugar,
el sexo, el nombre y la filiación de las personas nacidas o fallecidas, se prueba con las partidas
del Registro Civil (art. 96).
Si el nacimiento o la muerte ocurriesen en el extranjero, se prueban con los instrumentos

.C
otorgados según las leyes del lugar donde se producen, legalizados o autenticados del modo que
disponen las convenciones internacionales, y a falta de convenciones, por las disposiciones con-
sulares de la República. En estos casos los certificados de los asientos practicados en los regis-
tros consulares argentinos son suficientes para probar el nacimiento de los hijos de argentinos y
DD
para acreditar la muerte de los ciudadanos argentinos (art. 97).
Si no hay registro público o falta o es nulo el asiento, el nacimiento y la muerte pueden
acreditarse por otros medios de prueba (art. 98, 1ra. parte).
En cuanto a la determinación de la edad de las personas, si no es posible establecerla por
los medios indicados, se la debe determinar judicialmente previo dictamen de peritos (art. 99).
LA

Inscripción del nacimiento. La inscripción de los nacimientos con intervención de los progenito-
res deberá efectuarse dentro del plazo máximo de 40 días corridos contados desde el día del na-
cimiento. Vencido dicho plazo se inscribirá de oficio dentro del plazo máximo de 20 días corri-
dos. En el supuesto de nacimientos ocurridos fuera de establecimientos médico-asistenciales sin
FI

intervención de profesional médico, el Registro podrá admitir la inscripción cuando existan cau-
sas justificadas fehacientemente, hasta el plazo máximo de 1 año, previa intervención del Minis-
terio Público (art. 28, Ley 26.413). Vencidos estos plazos, la inscripción sólo podrá efectuarse
por resolución judicial (art. 29 de la misma ley).
El hecho del nacimiento se probará: a) Los nacimientos que contaron con atención médica


ocurridos dentro o fuera de los establecimientos médicos asistenciales públicos o privados, se


prueban mediante el certificado médico suscripto por el médico, obstétrica o agente sanitario
habilitado que hubiere atendido el parto, que debe respetar las características previstas en los
arts. 33 y 34 de la ley 26.413; b) Los nacimientos que no contaron con atención médica, ocurri-
dos fuera de un establecimiento médico asistencial, se prueban con el certificado médico emitido
por un establecimiento médico asistencial público que determinará el sexo y la edad presunta, y
en su caso un certificado médico del estado puerperal de la madre. Se requerirá, además, la de-
claración de 2 testigos que acrediten el lugar de nacimiento en la jurisdicción de que se trate, el
estado de gravidez de la madre y haber visto con vida al recién nacido, los que suscribirán el acta
de nacimiento (art. 32 de la misma ley).
A los fines de completar la identificación de la persona, los arts. 33 y 34 de la Ley 26.413
prevén que los Registros Civiles deben implementar un formulario “prenumerado”, denominado
"Certificado Médico de Nacimiento" en el que constará: a) De la madre: nombre; apellido, tipo y

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número de DNI, edad, nacionalidad, domicilio, y la impresión dígito pulgar derecha; b) Del re-
cién nacido: nombre con el que se lo inscribirá, sexo, edad gestacional, peso al nacer e impresión
plantal derecha si el nacimiento ha sido con vida; c) Tipo de parto: simple, doble o múltiple; d)
Nombre, apellido, firma, sello y matrícula del profesional médico u obstétrica o el agente sanita-
rio habilitado que atendió el parto; e) Fecha, hora y lugar del nacimiento y de la confección del
formulario; f) Datos del establecimiento médico asistencial: nombre y domicilio completos; g)
Observaciones. Los gobiernos locales proveerán a las Direcciones Generales del Registro Civil
los formularios de certificados médicos de nacimientos prenumerados y que reúnan en su estruc-
tura e impresión los requisitos de seguridad que garanticen su inviolabilidad, para su remisión a
los Registros Civiles. Las Direcciones Generales llevarán el control de su utilización.

OM
La inscripción del nacimiento deberá contener: a) El nombre, apellido y sexo del recién
nacido; b) Localidad y provincia, hora, día, mes y año en que haya ocurrido el nacimiento; c) El
nombre y apellido del padre y de la madre o, en el caso de hijos de matrimonios entre personas
del mismo sexo, el nombre y apellido de la madre y su cónyuge, y tipo y número de los respecti-
vos documentos de identidad. En caso de que carecieren de estos últimos, se dejará constancia de
edad y nacionalidad, circunstancia que deberá acreditarse con la declaración de 2 testigos de co-

.C
nocimiento, debidamente identificados quienes suscribirán el acta; d) Nombre, apellido, docu-
mento y domicilio del declarante; e) Marginalmente se consignará el número del DNI del ins-
cripto (art. 36 de la misma ley).
Si se tratare de un hijo extramatrimonial, no se hará mención del padre a no ser que éste lo
DD
reconociese ante el oficial público.
Si del certificado médico surgiera que se trata de una defunción fetal se registrará la ins-
cripción en el libro de defunciones; si del mismo surgiere que ha nacido con vida, aunque fallez-
ca inmediatamente, se asentarán ambos hechos en los libros de nacimientos y de defunciones,
respectivamente.
LA

Inscripción del fallecimiento. La inscripción de la defunción deberá hacerse dentro de los 2 días
hábiles del fallecimiento, ante el oficial público que corresponda al lugar en que ocurrió la mis-
ma. Transcurrido este plazo y hasta el plazo máximo de 60 días podrá por resolución o disposi-
ción de la dirección general autorizarse su inscripción, cuando existieren motivos fundados.
Vencido dicho plazo la inscripción deberá ser ordenada judicialmente (art. 60, Ley 26.413).
FI

Para inscribir el fallecimiento en el Registro Civil se requiere de un certificado médico que


acredite la muerte. El certificado médico de defunción deberá ser extendido de puño y letra, fir-
mado y sellado por el profesional interviniente. En lo posible deberá contener: a) El nombre y
apellido del fallecido; b) Lugar y fecha de nacimiento; c) Sexo; d) Nacionalidad; e) Domicilio


real; f) Tipo y número de documento nacional de identidad del fallecido; g) Indicación del esta-
blecimiento público o privado donde ocurrió el fallecimiento, si correspondiere; h) Causa inme-
diata, mediata y originaria de la defunción, o su imposibilidad por desconocimiento; i) Lugar,
día, hora, mes y año en que acaeció la defunción; j) Fecha y hora de expedición del certificado.
Si el profesional tuviese la imposibilidad de conocer la causa originaria de la defunción deberá
consignar expresamente esta circunstancia en el certificado. Si se desconoce la identidad del fa-
llecido, el certificado médico deberá contener el mayor número de datos conducentes a su identi-
ficación (art. 64, Ley 26.413).
Claro que lo expuesto anteriormente parte de la base de que existe el cadáver de la persona
sobre la cual certificar la defunción. Por ello el art. 98, 2do. párrafo, dispone que “Si el cadáver
de una persona no es hallado o no puede ser identificado, el juez puede tener por comprobada la
muerte y disponer la pertinente inscripción en el registro, si la desaparición se produjo en cir-
cunstancias tales que la muerte debe ser tenida como cierta”.

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D) Ausencia simple. Presunción de fallecimiento.
Ausencia simple (arts. 79 a 84). Cuando una persona ha desaparecido de su domicilio, sin tener-
se noticias de ella, y sin haber dejado apoderado, puede designarse un curador a sus bienes si el
cuidado de éstos lo exige. La misma regla se aplica si existe apoderado, pero sus poderes son
insuficientes o no desempeña convenientemente el mandato.
Es competente el juez del domicilio del ausente. Si éste no lo tuvo en el país, o no es cono-
cido, es competente el juez del lugar en donde existan bienes cuyo cuidado es necesario; si exis-
ten bienes en distintas jurisdicciones, el que haya actuado primero (prevenido).
Pueden pedir la declaración de ausencia y la designación de curador, el Ministerio Público

OM
y toda persona que tenga interés legítimo respecto de los bienes del ausente.
El presunto ausente debe ser citado por edictos durante cinco días, y si vencido el plazo no
comparece, se debe dar intervención al defensor oficial o en su defecto, nombrarse defensor al
ausente. El Ministerio Público es parte necesaria en el juicio. Si antes de la declaración de ausen-
cia se promueven acciones contra el ausente, debe representarlo el defensor. En caso de urgencia,
el juez puede designar un administrador provisional o adoptar las medidas que las circunstancias
aconsejan.

.C
Oído el defensor, si concurren los extremos legales, se debe declarar la ausencia y nombrar
curador. Para esta designación, el juez puede nombrar al cónyuge no separado de hecho, al con-
DD
viviente, a los hijos, padres o hermanos de la persona a proteger, según quien tenga mayor apti-
tud. Se debe tener en cuenta para ello la idoneidad moral y económica.
El curador sólo puede realizar los actos de conservación y administración ordinaria de los
bienes. Todo acto que exceda la administración ordinaria debe ser autorizado por el juez; la auto-
rización debe ser otorgada sólo en caso de necesidad evidente e impostergable. Los frutos de los
bienes administrados deben ser utilizados para el sostenimiento de los descendientes, cónyuge,
LA

conviviente y ascendientes del ausente..


Termina la curatela de los ausentes declarados: 1. Por la presentación del ausente, sea en
persona o por apoderado; 2. Por la muerte del mismo; 3. Por su fallecimiento presunto, judicial-
mente declarado.
FI

Presunción de fallecimiento (arts. 85 a 92). Cuando una persona se ausenta de su domicilio o


residencia, sin que se tengan noticias de ella durante un tiempo determinado, haya o no dejado
apoderado, la ley “presume” su fallecimiento, procediéndose a la declaración judicial respectiva
y a la fijación del día presuntivo de la muerte, previo cumplimiento de determinados pasos lega-
les. El término de la ausencia de la persona necesario para la presunción es de 3 años, contado


desde la fecha de la última noticia que se tuvo de la existencia del ausente. Dicho término se re-
ducirá a 2 años si por última vez se encontró en el lugar de un incendio, terremoto, acción de
guerra u otro suceso semejante capaz de originar la muerte, o participó de una actividad que im-
plique el mismo riesgo. El plazo se reduce a 6 meses si se hubiera encontrado en un buque o ae-
ronave naufragados o perdidos, a contar desde que el suceso ocurrió o pudo haber ocurrido.
Pueden pedir la declaración de muerte presunta y la designación de un curador para sus
bienes, cualquiera que tenga algún derecho subordinado a la muerte de la persona de que se trate
(cónyuge, presuntos herederos, el beneficiario de un seguro de vida, etc.), justificando los extre-
mos legales y la realización de diligencias tendientes a la averiguación de la existencia del ausen-
te. Resulta competente el juez del domicilio del ausente, o en caso en que no fuese conocido, el
juez del lugar en que existieren bienes del mismo (cfr. art. 2619).
El juez debe nombrar defensor al ausente o dar intervención al defensor oficial, y citar a
aquél por edictos una vez por mes durante seis meses. También debe designar un curador a sus

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bienes, si no hay mandatario con poderes suficientes, o si por cualquier causa aquél no desempe-
ña correctamente el mandato. La declaración de simple ausencia no constituye presupuesto nece-
sario para la declaración de fallecimiento presunto, ni suple la comprobación de las diligencias
realizadas para conocer la existencia del ausente.
Pasados los seis meses, recibida la prueba y oído el defensor, el juez debe declarar el falle-
cimiento presunto si están acreditados los extremos legales, fijar el día presuntivo del falleci-
miento y disponer la inscripción de la sentencia en el Registro Civil. Se fijará como día presunti-
vo de la muerte el último del primer año y medio en el primer caso, y en los otros casos, el día
del suceso (y si no está determinado, el día del término medio de la época en que ocurrió o pudo
haber ocurrido); o el del día de la última noticia del buque o aeronave perdidos, respectivamente.

OM
Cuando fuere posible, la sentencia determinará también la hora presuntiva del fallecimiento. En
caso contrario, se tiene por sucedido a la expiración del día declarado como presuntivo del falle-
cimiento.
Los herederos y los legatarios deben recibir los bienes del declarado presuntamente falleci-
do, previa formación de inventario. El dominio debe inscribirse en el registro correspondiente
con la prenotación del caso; puede hacerse la partición de los bienes, pero no enajenarlos ni gra-

.C
varlos sin autorización judicial.
Transcurridos cinco años desde el día presuntivo del fallecimiento, u ochenta años desde el
nacimiento de la persona, quedará sin efecto la prenotación prescrita pudiendo desde ese mo-
DD
mento disponerse libremente de los bienes. Si entregados los bienes se presenta el ausente o se
tiene noticia cierta de su existencia, queda sin efecto la declaración de fallecimiento, procedién-
dose a la devolución de aquéllos a petición del interesado.
La prenotación queda sin efecto transcurridos cinco años desde la fecha presuntiva del fa-
llecimiento u ochenta años desde el nacimiento de la persona. Desde ese momento puede dispo-
LA

nerse libremente de los bienes.


Si el ausente reapareciese podrá reclamar: a) la entrega de los bienes que existen en el es-
tado en que se encuentran; b) los bienes adquiridos con el valor de los que faltan; c) el precio
adeudado de los bienes enajenados; d) los frutos no consumidos.
E) Períodos legales en la vida de las personas físicas.
FI

a.- Personas por nacer. Son las personas humanas que, estando concebidas, aún no nacieron.
b.- Menores de edad y adolescentes (art. 25). Menor de edad es la persona que no ha cumplido
18 años. Después del nacimiento comienza el período de la minoría de edad, llamándose menor
adolescente a la persona que cumplió 13 años. En este contexto, el nuevo Código incorpora al


“adolescente” y elimina las categorías de “menor impúber” y de “menor adulto”.


El nuevo Código introduce modificaciones importantes en la capacidad de ejercicio de los
derechos de los menores de edad, a fin de adecuar el derecho positivo interno a la Convención
Internacional de los derechos del niño y a la Convención Internacional de las personas con dis-
capacidad. De allí la flexibilidad de las normas, las permanentes referencias a nociones como
“edad y grado de madurez”; la necesidad de que las restricciones a la capacidad estén legalmente
previstas; las facultades judiciales para la determinación de esas restricciones; la obligación del
juez de oír, tener en cuenta y valorar las opiniones de estas personas, etc. En este contexto, se
incorpora “el adolescente” y se elimina la categoría de menor adulto o púber, adecuando la edad
a la modificación operada en materia de mayoría de edad (18 años).
La división interesa desde el punto de vista de la capacidad, pues los menores de 13 años
tienen una incapacidad casi absoluta de ejercicio y los adolescentes una capacidad restringida.
Asimismo, la edad de 13 años marca la adquisición del discernimiento para los actos lícitos (art.

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261 inc. c). La línea de los 13 años es entonces la que marca la distinción entre los dos grupos
que conforman el universo de infancia: niños y adolescentes.
Ejercicio de los derechos por la persona menor de edad. La persona menor de edad ejerce sus
derechos a través de sus representantes legales. No obstante, la que cuenta con edad y grado de
madurez suficiente puede ejercer por sí los actos que le son permitidos por el ordenamiento jurí-
dico. En situaciones de conflicto de intereses con sus representantes legales, puede intervenir con
asistencia letrada. La persona menor de edad tiene derecho a ser oída en todo proceso judicial
que le concierne así como a participar en las decisiones sobre su persona (art. 26:1-3).
Ejercicio de los derechos por las personas adolescentes. Se presume que el adolescente entre 13

OM
y 16 años tiene aptitud para decidir por sí respecto de aquellos tratamientos que no resultan inva-
sivos, ni comprometen su estado de salud o provocan un riesgo grave en su vida o integridad
física. Pero en caso de tratamientos invasivos que comprometen su vida, salud o integridad físi-
ca, el adolescente debe prestar su consentimiento con la asistencia de sus progenitores; el con-
flicto entre ambos se resuelve teniendo en cuenta su interés superior, sobre la base de la opinión
médica respecto a las consecuencias de la realización o no del acto médico.
A partir de los 16 años el adolescente es considerado como un adulto para las decisiones

.C
atinentes al cuidado de su propio cuerpo (art. 26:4-6).
c.- Emancipación (arts. 27 a 30). Menores emancipados son aquellos que se liberan de la res-
ponsabilidad parental (antes patria potestad) y adquieren capacidad de obrar antes de la mayoría
DD
de edad. Sin embargo esta capacidad no es plena, sino que reconoce algunas restricciones como
se verá más adelante.
Antes de la reforma introducida por la Ley 26.579 (B.O. 22/12/2009) había dos formas de
emancipación: la llamada “legal” que se adquiría con el matrimonio de los menores y la “volun-
taria”, otorgada por quien ejercía la patria potestad. La emancipación voluntaria, que se adquiría
LA

por la llamada “habilitación de edad” cuando el menor había cumplido 18 años, actualmente ha
perdido relevancia práctica en virtud de haberse fijado la mayoría de edad justamente a los 18
años. Recordemos que, a diferencia de la legal, esta emancipación podía ser revocada cuando los
actos del menor demostraban su inconveniencia.
Actualmente la ley fija en 18 años la edad para contraer matrimonio (tanto las mujeres co-
FI

mo los varones), salvo autorización de sus representantes legales al menor que haya cumplido 16
años de edad o dispensa judicial que autorice su celebración al menor que no haya cumplido 16
años, o habiéndolos cumplido no contara con la autorización de sus representantes legales (art.
404). En tal sentido el art. 27 dispone que “La celebración del matrimonio antes de los dieciocho
años emancipa a la persona menor de edad”, quien en tal caso “goza de plena capacidad de ejer-


cicio con las limitaciones previstas en este Código”. La emancipación adquirida por el matrimo-
nio es irrevocable y no se pierde por la posterior declaración de nulidad del matrimonio “excepto
respecto del cónyuge de mala fe para quien cesa a partir del día en que la sentencia pasa en auto-
ridad de cosa juzgada”. No obstante, si algo es debido a la persona menor de edad con cláusula
de no poder percibirlo hasta la mayoría de edad, la emancipación no altera la obligación ni el
tiempo de su exigibilidad.
Respecto de las limitaciones señaladas, la persona emancipada no puede, ni siquiera con
autorización judicial: a) aprobar las cuentas de sus tutores y darles finiquito; b) hacer donación
de bienes que hubiese recibido a título gratuito; c) afianzar obligaciones. Asimismo, el emanci-
pado requiere autorización judicial para disponer de los bienes recibidos a título gratuito, la que
debe ser otorgada cuando el acto sea de toda necesidad o de ventaja evidente (arts. 28 y 29). Es
decir que los menores conservan la administración, la posesión y el goce de los bienes recibidos

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a título gratuito.24 Respecto de los bienes obtenidos a título oneroso y especialmente aquellos
procurados con el fruto de su trabajo, los menores tienen amplias facultades de administración y
disposición. Si la persona menor de edad ha obtenido título habilitante para el ejercicio de una
profesión, puede ejercerla por cuenta propia sin necesidad de previa autorización. Tiene la admi-
nistración y disposición de los bienes que adquiere con el producto de su profesión y puede estar
en juicio civil o penal por cuestiones vinculadas a ella (art. 30).
d.- Mayoría de edad. Se adquiere a partir de los 18 años de edad (art. 25), lo que en nuestro país
rige desde el 30 de diciembre de 2009 (Ley 26.579). Antes, según la Ley 17.711 de 1968, se ad-
quiría a los 21 años. Tiene como consecuencia habilitar a la persona para el ejercicio de todos los
derechos, posibilitando su plena actuación en la vida jurídica. De acuerdo con el art. 25, la mayo-

OM
ría de edad se adquiere el día en que la persona cumpliere los 18 años.
3.- Atributos de la personalidad.
Desde el punto de vista jurídico las personas poseen un conjunto de elementos constituti-
vos llamados también atributos. Estos elementos son necesarios, pues sin su concurrencia el ente
no podrá tener la calidad de persona; son también inalienables (no se pueden transmitir o transfe-
rir) e imprescriptibles (no se pierden por el transcurso del tiempo). Los atributos no son en sí

.C
mismos derechos sino presupuestos para que el sujeto pueda ser titular de derechos. Existen así
una serie de derechos vinculados o derivados de tales atributos como el derecho al nombre, dere-
chos derivados del estado de familia, etc.
DD
Tales facultades o atributos que la ley otorga a las personas son inseparables de ellas y
constituyen la base o esencia de su personalidad. En las personas físicas dichos atributos son: el
nombre, el estado, la capacidad, el domicilio y el patrimonio.
A) Nombre: es el modo más antiguo de designación e identificación de una persona dentro de la
sociedad en que vive. Es el atributo de la persona que sirve para designarla o individualizarla
LA

dentro de la sociedad, y se compone de dos elementos: el “apellido” que también es denominado


nombre de familia; y el “prenombre”, nombre propiamente dicho, también llamado nombre de
pila.
Régimen previo a la reforma: El Código Civil anterior se caracterizó por la falta de normas sobre
el nombre, pues Vélez Sarsfield omitió legislar sobre dicha materia. Frente a la omisión del có-
FI

digo, la costumbre se fue encargando de crear algunas reglas, por ejemplo, con relación a qué
nombres se podían poner a las personas. Asimismo, lo relativo a la organización y registro de los
nombres y nacimientos fue tarea a cargo de las parroquias. Las reglas establecidas por las cos-
tumbres, fueron tomadas parcialmente por distintas normas hasta llegar al 10 de junio de 1969 en


que se dictó el Dec. Ley 18.248, cuyas disposiciones reglamentaron todo lo relacionado con el
nombre y apellido de las personas.
Régimen legal vigente: El Código regula el nombre, actualizando el Dec. Ley 18.248, para ajus-
tar la regulación a principios constitucionales que priorizan el derecho a la identidad, a la auto-
nomía de la voluntad y a la igualdad. En concreto, se elimina la prohibición de aplicar prenom-
bres extranjeros entendiéndose que, en definitiva, la elección del prenombre corresponde a los
padres en cuya decisión la injerencia del Estado debe ser la menor posible. Se ha establecido de
manera expresa la posibilidad de poner nombres indígenas, en consonancia con el respeto por las
minorías y la creencia en el carácter pedagógico de la ley. Se introducen modificaciones sustan-
ciales en el apellido de las personas casadas permitiendo a cualquiera de los dos tomar el apelli-
do del otro, acompañado o no de la preposición “de”. Con apoyo en los principios mencionados,
se recepta el llamado “apellido de familia” con la limitación de que todos los hijos deben llevar

24
Borda, Guillermo A.; “Tratado de Derecho Civil. Parte General”. T. I, Abeledo Perrot, Bs. As., 1991, p. 461.

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el mismo apellido; ante la falta de una única solución en el derecho comparado y las críticas que
cada una de ellas ha merecido, se ha optado por el azar cuando los progenitores no se ponen de
acuerdo, por ser ésta la solución que mejor respeta el principio de igualdad. También se flexibili-
zan las normas sobre modificación, dando importancia a la identidad en su faz dinámica, por lo
que se amplían las posibilidades temporales y de legitimación.
Según el art. 62 del Código “La persona humana tiene el derecho y el deber de usar el pre-
nombre y el apellido que le corresponden”.
En cuanto a la elección del nombre, se establecen las siguientes reglas: a) corresponde a los
padres o a las personas a quienes ellos den su autorización para tal fin; a falta o impedimento de

OM
uno de los padres, corresponde la elección o dar la autorización al otro; en defecto de todos, debe
hacerse por los guardadores, el Ministerio Público o el funcionario del Registro del Estado Civil
y Capacidad de las Personas; b) no pueden inscribirse más de tres prenombres, ni apellidos como
prenombres, primeros prenombres idénticos a primeros prenombres de hermanos vivos; tampoco
pueden inscribirse prenombres extravagantes; c) pueden inscribirse nombres aborígenes o deri-
vados de voces aborígenes autóctonas y latinoamericanas.
El hijo matrimonial lleva el primer apellido de alguno de los cónyuges; en caso de no haber

.C
acuerdo, se determina por sorteo realizado en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las
Personas. A pedido de los padres, o del interesado con edad y madurez suficiente, se puede agre-
gar el apellido del otro. Todos los hijos de un mismo matrimonio deben llevar el apellido y la
DD
integración compuesta que se haya decidido para el primero de los hijos.
El hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial lleva el apellido de ese progenitor. Si la
filiación de ambos padres se determina simultáneamente, se aplica la solución del párrafo prece-
dente. Si la segunda filiación se determina después, los padres acuerdan el orden; a falta de
acuerdo, el juez dispone el orden de los apellidos, según el interés superior del niño.
LA

La persona menor de edad sin filiación determinada, es decir, los casos de hijos no recono-
cidos por ninguno de sus padres, debe ser anotada por el oficial del Registro del Estado Civil y
Capacidad de las Personas con el apellido que está usando, o en su defecto, con un apellido co-
mún. La persona con edad y grado de madurez suficiente que carezca de apellido inscripto puede
pedir la inscripción del que está usando.
FI

En cuanto a los cónyuges, cualquiera de ellos puede optar por usar el apellido del otro, con
la preposición “de” o sin ella. La persona divorciada o cuyo matrimonio ha sido declarado nulo,
no puede usar o seguir usando el apellido del cónyuge, salvo que, por motivos razonables, el juez
la autorice a conservarlo. A su vez, el cónyuge viudo puede seguir usando el apellido del otro


cónyuge mientras no contraiga nuevas nupcias, ni forme una unión convivencial.


Respecto de los hijos adoptivos, las reglas del nombre dependerán del tipo de adopción. En
la adopción plena, rigen las siguientes reglas: a) si se trata de una adopción unipersonal, el hijo
adoptivo lleva el apellido del adoptante; si el adoptante tiene doble apellido, puede solicitar que
éste sea mantenido; b) si se trata de una adopción conjunta, se aplican las reglas generales relati-
vas al apellido de los hijos matrimoniales; c) excepcionalmente, y fundado en el derecho a la
identidad del adoptado, a petición de parte interesada, se puede solicitar agregar o anteponer el
apellido de origen al apellido del adoptante o al de uno de ellos si la adopción es conjunta; d) en
todos los casos, si el adoptado cuenta con la edad y grado de madurez suficiente, el juez debe
valorar especialmente su opinión (art. 626). La adopción simple, a falta de petición expresa, se
rige por las mismas reglas de la adopción plena, pero el adoptado que cuenta con la edad y grado
de madurez suficiente, o los adoptantes, pueden solicitar se mantenga el apellido de origen, sea
adicionándole o anteponiéndole el apellido del adoptante o uno de ellos (art. 627 inc. d). En la
adopción de integración, el adoptado mantiene el apellido de origen, pues en esta adopción

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siempre se mantiene el vínculo filiatorio y todos sus efectos entre el adoptado y su progenitor de
origen, cónyuge o conviviente del adoptante (art. 630).
Uno de los caracteres del prenombre y del apellido es su inmutabilidad. Una vez inscripto
ya no puede cambiarse. Pero el principio de inmutabilidad no es absoluto y en ciertos casos ex-
cepcionales puede admitirse el cambio, modificación o supresión del nombre de una persona. La
regla es que existan justos motivos para ello y, en ciertos casos, además, autorización judicial.
Los casos donde se requiere la convergencia de justos motivos y autorización judicial son, entre
otros, los referidos a: a) el seudónimo, cuando hubiese adquirido notoriedad; b) la raigambre
cultural, étnica o religiosa; c) la afectación de la personalidad de la persona interesada, cualquie-
ra sea su causa, siempre que se encuentre acreditada. Se consideran justos motivos, y no requie-

OM
ren intervención judicial, el cambio de prenombre por razón de identidad de género y el cambio
de prenombre y apellido por haber sido víctima de desaparición forzada, apropiación ilegal o
alteración o supresión del estado civil o de la identidad (art. 69). Todo proceso judicial de cam-
bio de prenombre o apellido deben tramitar por el proceso más abreviado que prevea la ley local,
con intervención del Ministerio Público.
La ley otorga protección al nombre de las personas y así a quien le fuere desconocido el

.C
uso de su nombre, podrá demandar su reconocimiento y pedir se prohíba toda futura impugna-
ción por quien lo niega, ello mediante una acción de reclamación del nombre. Si el nombre que
pertenece a una persona fuese usado por otra para su propia designación, ésta podrá ser deman-
dada para que cese en el uso indebido. Cuando fuere utilizado maliciosamente para la designa-
DD
ción de cosas o personajes de fantasía y cause perjuicio moral o material, podrá también deman-
darse el cese del uso, todo ello a través de la acción de impugnación del nombre. En todos los
casos puede demandarse la reparación de los daños y el juez puede disponer la publicación de la
sentencia. Las acciones pueden ser ejercidas exclusivamente por el interesado; si ha fallecido,
por sus descendientes, cónyuge o conviviente, y a falta de éstos, por los ascendientes o hermanos
LA

(art. 71).
Asimismo, el art. 72 reconoce al titular de un seudónimo notorio las mismas acciones de
protección que resguardan al nombre. Además el art. 3 de la ley 11.729 de propiedad intelectual,
dispone que “los autores que empleen seudónimos podrán registrarlos adquiriendo la propiedad
de los mismos”. Para brindar tal protección, la norma requiere que el seudónimo haya adquirido
FI

notoriedad (art. 23 ley 11.729). De esta manera el titular del seudónimo puede impedir que otra
persona utilice la misma denominación como si fuera propia.
B) Estado. El estado de una persona es la posición jurídica que ella ocupa dentro de la sociedad
o con relación a un grupo de pertenencia como su familia. Está constituido por distintas cualida-


des (Ej.: ser argentino o extranjero, casado, soltero, conviviente, mayor o menor de edad, varón o
mujer, civil o militar, etc.).
El Estado Civil. En nuestro derecho la expresión “estado civil” se utiliza para determinar la posi-
ción jurídica de una persona dentro del grupo familiar (casado, soltero, conviviente, viudo, hijo,
primo, tío, etc.).
Prueba del Estado Civil. El estado de una persona determina una serie de derechos y obligacio-
nes (por ej., para probar el estado de casado, deberá probarse la existencia del matrimonio). Para
probar estos hechos constitutivos del estado civil, se crean los Registros correspondientes en los
cuales consta la realización de los matrimonios, los nacimientos, las defunciones, etc.
Organización del Registro Civil. Ley 26.413 (B.O. 8/10/08) organiza el Registro de Estado Civil
y Capacidad de las Personas.
Todos los actos y hechos que den origen y modifiquen al estado civil y la capacidad de las
personas, deberán inscribirse en los correspondientes registros provinciales, de la Nación y de la

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C.A.B.A., que llevarán en doble ejemplar los siguientes libros: de nacimientos, de matrimonios,
de defunciones, de reconocimientos y de incapacidades. Las adopciones simples se inscribirán
por nota de referencia con relación a inscripciones de nacimiento, transcribiéndose la parte dis-
positiva de la sentencia, lugar, fecha, juzgado y carátula del expediente. En las adopciones ple-
nas, se inmovilizará el acta de nacimiento original por nota marginal y se hará una nueva inscrip-
ción de nacimiento en los libros con todos los recaudos correspondientes.
Los testimonios, copias, certificados, libretas de familia u otros documentos expedidos por
los Registros que correspondan a inscripciones registradas en sus libros y que lleven la firma del
oficial público y sello de la oficina respectiva, son instrumentos públicos y crean la presunción
legal de la verdad de su contenido en los términos prescritos por el Código Civil.

OM
Las inscripciones sólo podrán ser modificadas por orden judicial. Por excepción, el director
del Registro Civil podrá, de oficio o a petición de parte, ordenar la modificación de dichas ins-
cripciones, cuando compruebe omisiones o errores materiales en las inscripciones de sus libros
de fácil comprobación, que surjan evidentes del propio texto o de su cotejo con otros instrumen-
tos públicos, previo dictamen legal y mediante resolución fundada.
La ley crea el Consejo Federal de Registros del Estado Civil y Capacidad de las Personas

.C
de la República Argentina, el que estará integrado por los directores generales de todas las pro-
vincias y de la C.A.B.A. y por un representante del Registro Nacional de las Personas. El Conse-
jo tendrá por finalidad: a) Vincular la relación funcional de todos los registros civiles del país; b)
DD
Intercambiar experiencias entre todas las direcciones generales; c) Establecer y unificar criterios
sobre la interpretación e implementación de la legislación vigente en materia registral; d) Actuar
de nexo en las relaciones ante el Registro Nacional de las Personas y los organismos nacionales e
internacionales que tengan vinculación por su actividad; e) Propender a la creación de la carrera
de registrador civil.
LA

C) Capacidad. Distinguimos la capacidad de derecho y la capacidad de ejercicio: la primera se


vincula a la titularidad y al goce de los derechos por la persona humana; la segunda a la posibili-
dad de ejercerlos por sí misma. La capacidad o incapacidad resulta indisponible para los particu-
lares, quienes no pueden modificarla, ya sea para ampliarla o para restringirla, pues es una mate-
ria que interesa al orden público (art. 12).
FI

1) Capacidad de derecho. La capacidad de derecho es la aptitud de toda persona humana para


ser titular de derechos y deberes jurídicos. La ley puede privar o limitar esta capacidad respecto
de hechos, simples actos, o actos jurídicos determinados (art. 22). Por ello, quien no goza de un
derecho determinado, tiene una incapacidad de derecho, y no puede ser el titular de él 25, de don-
de se sigue que la capacidad es la regla y la incapacidad es la excepción, y que no hay otras inca-


pacidades que las expresamente establecidas por la ley.


Limitaciones a la capacidad de derecho. Las incapacidades de derecho se instituyen en protec-
ción de ciertos intereses de la persona, pero nunca de modo general pues ello significaría negar el
concepto de sujeto de derecho propio de la persona humana. Además estas puntuales limitacio-
nes, calificadas como incapacidades de derecho, son establecidas por ley en relación a algunos
“hechos, simples actos o actos jurídicos determinados”, y se fundan en la protección del orden
público; por ello, en estos casos, “la incapacidad que ostenta la persona no puede ser suplida por
la actuación o intermediación de otra, tal como sí ocurre, en cambio, en la incapacidad de he-
cho”.26 La incapacidad de derecho es siempre relativa, referida a uno o más derechos determina-

25
Salvat, Raimundo; Tratado de Derecho Civil Argentino. Parte General, tomo I, 9na. ed. act. por Víctor N. Romero
del Prado, Tipográfica Editora Argentina, Bs. As., 1950, p. 407.
26
Fernández, Silvia E.; “Comentarios a los arts. 22 a 50” en Código Civil y Comercial de la Nación Comentado;
Marisa Herrera, Gustavo Caramelo y Sebastián Picasso (Directores). Edic. Infojus, Tomo I, Bs. As., 2015, p. 56.

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dos: “las incapacidades de derecho reposan siempre sobre una prohibición de la ley, la cual se
funda a su vez en el orden público”.27 La incapacidad de derecho nunca es absoluta, es decir que
la prohibición legal de ser titular no puede comprender a todos los derechos, y estará referida a
un derecho determinado pero nunca a todos ellos. A título ejemplificativo constituyen incapaci-
dades de derecho que impiden contratar: 1) Con personas determinadas: los esposos entre sí bajo
el régimen de comunidad (art. 1002 inc. d); los tutores no pueden celebrar contrato alguno con el
pupilo, aunque haya cesado la incapacidad, antes de la aprobación judicial de la cuenta final (art.
120); los curadores no pueden adquirir los bienes del incapaz; (art. 138); los progenitores no
pueden hacer contrato alguno con el hijo que está bajo su responsabilidad, excepto lo dispuesto
para las donaciones sin cargo previstas en el art. 1549. Tampoco pueden, ni aun con autorización

OM
judicial, comprar bienes de su hijo ni constituirse en cesionarios de créditos, derechos o acciones
contra su hijo; ni obligar a su hijo como fiadores de ellos o de terceros. (art. 689). No pueden
suceder por testamento: los tutores y curadores a sus pupilos, si éstos mueren durante la tutela o
curatela o antes de ser aprobadas las cuentas definitivas de la administración; el escribano y los
testigos ante quienes se haya otorgado el testamento, por el acto en el cual han intervenido; los
religiosos o líderes espirituales de cualquier culto que hayan asistido al causante en su última
enfermedad (art. 2482); 2) Respecto de cosas determinadas: los jueces, funcionarios y auxiliares

.C
de la justicia, los árbitros y mediadores, y sus auxiliares, los abogados y procuradores, respecto
de bienes relacionados con procesos en los que intervienen o han intervenido (art. 1002 incs. b y
c); los albaceas que no son herederos no pueden celebrar contrato de compraventa sobre los bie-
nes de las testamentarias que estén a su cargo (art. 1002 in fine); 3) A los comerciantes fallidos
DD
(en quiebra) sobre los bienes que correspondan a la masa concursal, ya que la quiebra impone el
desapoderamiento legal de los mismos, etc. No pueden contratar, en interés propio o ajeno, por sí
o por terceros, según sea el caso, los que están impedidos para hacerlo conforme a disposiciones
especiales, en este caso, la Ley de Quiebras 24.522 (art. 1001).
2) Capacidad de ejercicio. Es la aptitud para ejercer por sí mismo los derechos o contraer por sí
LA

obligaciones. “Toda persona humana puede ejercer por sí misma sus derechos, salvo las limita-
ciones expresamente previstas en el Código o en una sentencia judicial” (art. 23).
El Código de esta manera introduce en forma expresa el principio de capacidad de ejercicio
de la persona, de donde resulta que la capacidad es la regla y la incapacidad la excepción. La
referencia a las “limitaciones expresamente previstas” en el Código o en una sentencia judicial,
FI

comprende la situación de niños, niñas y adolescentes que no presenten las condiciones de edad
y madurez suficiente (que luego introduce el art. 26), así como también la de las personas mayo-
res de edad que pueden sufrir restricciones a su capacidad jurídica impuestas en una sentencia
judicial.


Tradicionalmente se han justificado las incapacidades de hecho o de ejercicio en la protec-


ción del sujeto, en virtud de ciertas condiciones de la persona (la minoría de edad y la condición
de salud mental) que la tornan vulnerable frente a terceros, exponiéndola a los riesgos de perjui-
cios o de abusos. Así, la restricción a la capacidad aparece fundada en la protección de la persona
por el ordenamiento, auxiliando la celebración y ejecución de los actos a través de mecanismos
de asistencia. De allí surge la figura del representante de la persona impedida de obrar; en el caso
de los menores de edad, sus representantes legales -padres o tutores-, y en el de las personas ma-
yores de edad, su curador.
El nuevo Código incorpora como principio la regla de la capacidad de ejercicio: toda per-
sona puede ejercer por sí los actos jurídicos, con las solas excepciones establecidas en la norma,
principio que se aplica tanto a los menores de edad como a las personas con discapacidad inte-
lectual o psicosocial. En el caso de los menores, el principio de capacidad está a tono con los

27
Salvat, Raimundo; op. cit., pp. 409/410.

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postulados de la Convención de los Derechos del Niño, que parte de considerar a estos como
sujetos de derecho y de la necesidad de orientación por parte de los adultos responsables para el
ejercicio de sus derechos, delineando su autonomía progresiva en relación a los actos concretos a
ejecutar por el niño (art. 5 CDN; art. 3 ley 26.061). En cuanto a las personas mayores con disca-
pacidad psicosocial y/o intelectual, el principio de ejercicio de la capacidad concuerda con las
normas internacionales, en especial con la Convención sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad, ley 26.378, particularmente con su art. 12, que sienta el principio de capacidad
jurídica de las personas con discapacidad; así como con el plexo normativo nacional preexistente
a partir de la Ley 26.657 de Salud Mental, en particular sus arts. 3, 5 y concordantes.
El principio de la capacidad, a su vez, tiene reconocimiento expreso en el Código: así al

OM
reconocer la posibilidad de ejercicio de actos por las personas menores de edad, conforme su
autonomía progresiva en relación al acto concreto de que se trate (art. 5 CDN; arts. 25, 26, 100 y
ccts. CCyCN) y al regular el principio de capacidad para las personas mayores de edad, con las
concretas limitaciones que puedan surgir de una sentencia judicial al determinar restricciones al
ejercicio de dicha capacidad (arts. 32, 38 y ccts. CCyCN).28
a.- Menores de edad y adolescentes. La directiva general del Código conforme su art. 26 es que

.C
la persona menor de edad ejerce sus derechos a través de sus representantes legales; no obstante,
la que cuenta con edad y grado de madurez suficiente puede ejercer por sí los actos que le son
permitidos por el ordenamiento jurídico. Tiene derecho a ser oída en todo proceso judicial que le
concierne así como a participar en las decisiones sobre su persona, y se presume que entre los 13
DD
y los 16 años tiene aptitud para decidir por sí respecto de los tratamientos que no resultan invasi-
vos, ni comprometen su salud o provocan un riesgo grave en su vida o integridad física. Asimis-
mo, a partir de los 16 años el adolescente es considerado como un adulto para las decisiones ati-
nentes al cuidado de su propio cuerpo.
b.- Mayores de edad: restricciones a la capacidad. El art. 31 del Código diseña el régimen de
LA

restricciones a la capacidad de los mayores de edad. En el régimen derogado, las personas mayo-
res de edad que, por razones de salud mental, corrieran el riesgo de otorgar actos perjudiciales a
su persona y/o patrimonio podían ser declaradas incapaces para todos los actos de la vida civil.
Esa declaración de interdicción traía aparejada la designación de un curador para la celebración
de todos los actos del interdicto. La ley 17.711 incorporó la figura de la inhabilitación para las
FI

personas cuya afectación mental no resultara tan gravosa (los “disminuidos en sus facultades
mentales”), la que si bien consideraba al enfermo como una persona capaz, exigía la intervención
de un curador para asistir al inhábil en la celebración de sus actos.
Mucho tiempo después se sancionó la Ley de Salud Mental -LSM- Nº 26.657 (B.O.


3/12/2010), que regula el derecho a la protección de la salud mental. Esta ley fue la consecuencia
del impacto de la doctrina de los derechos humanos en su aplicación a las cuestiones vinculadas
a la capacidad jurídica de las personas mayores de edad, y reconoce dos condicionantes para su
sanción: la Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de Discrimina-
ción contra las Personas con Discapacidad (Ley 25.280, B.O. 4/08/2000) y la Convención sobre
los Derechos de las Personas con Discapacidad CDPD (Ley 26.378, B.O. 9/06/2008). Esta últi-
ma convención constituye el primer tratado de consenso universal que aborda los derechos de las
personas con discapacidad desde la perspectiva de derechos humanos, y que adopta el modelo
social de la discapacidad. Este modelo importa un giro trascendental en la condición de las per-
sonas con discapacidad ya que deja de considerarlas portadoras de una patología que las “disca-
pacita” y enfoca la cuestión en el escenario social, “inadecuadamente preparado para su pleno
desarrollo”. Tanto la convención de la ONU (art. 12) como la Ley 26.657 (arts. 3 y 5) parten de
la regla de reconocer la capacidad de todas las personas, resultando su eventual discapacidad de

28
Fernández, Silvia E.; “Comentarios a los arts. 22 a 50”. Op. cit., pp. 57-58.

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las taxativas disposiciones que así lo justifiquen, como así también que las personas con discapa-
cidad tienen capacidad jurídica en igualdad de condiciones con las demás en todos los aspectos
de la vida.29
Bajo tal marco jurídico, el Código estipula en su art. 31 diversas directivas generales en la
materia. Tales principios son:
a) La capacidad general de ejercicio de la persona humana se presume, aun cuando se encuen-
tre internada en un establecimiento asistencial. La presunción exige un proceso en el que debe
probarse rigurosamente la situación contraria para permitir cualquier restricción a la capacidad.
No puede asimilarse internación con incapacidad, y ninguna internación puede implicar el cerce-

OM
namiento de la capacidad de la persona o la afectación de sus derechos personalísimos.
b) Las limitaciones a la capacidad son de carácter excepcional y se imponen siempre en benefi-
cio de la persona. La capacidad restringida supone que la persona conserva su capacidad, la cual
es limitada solo para determinados actos. La salud mental es entendida como un proceso deter-
minado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos,
cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la
concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona (art. 3, ley 26.657). La referencia

.C
al “beneficio de la persona”, da cuenta de que en ningún caso la restricción de la capacidad jurí-
dica puede tener otro fin que el respeto de sus derechos y la promoción de la autonomía personal,
conforme al art. 43 que, al definir las funciones de las figuras de apoyo designadas en favor de la
DD
persona con capacidad restringida, señala: “promover la autonomía y favorecer las decisiones
que respondan a las preferencias de la persona”. En concordancia con este principio, el art. 12 de
la CDPD establece la obligación del Estado de asegurar que “las medidas relativas al ejercicio de
la capacidad jurídica respeten los derechos, la voluntad y las preferencias de la persona”.
c) La intervención estatal tiene siempre carácter interdisciplinario, tanto en el tratamiento como
en el proceso judicial. El art. 3 de la LSM expresa que “se reconoce a la salud mental como un
LA

proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y


psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social
vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona”. De tal modo, no
es atributo ni poder exclusivo de la ciencia médico psiquiátrica la calificación de la existencia o
ausencia de salud mental, requiriéndose por el contrario intervenciones de carácter interdiscipli-
FI

nario. El concepto se completa con el art. 5 de la LSM que señala: “La existencia de diagnóstico
en el campo de la salud mental no autoriza en ningún caso a presumir riesgo de daño o incapaci-
dad, lo que sólo puede deducirse a partir de una evaluación interdisciplinaria de cada situación
particular en un momento determinado”. Como afirma Fernández, la necesidad de un abordaje


interdisciplinario que pone en pie de igualdad a psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales,


enfermeros y terapistas ocupacionales ha sido uno de los aspectos más polémicos de la LSM
26.657; sin embargo, ello no implica poner en juego las incumbencias de cada una de estas pro-
fesiones, aunque sí la hegemonía de algunas, fundamentalmente de la psiquiatría. Así, el eje del
tratamiento en salud mental deja de ser el psiquiatra y, acorde con el modelo social de la disca-
pacidad, pasa a ser el equipo interdisciplinario.30
d) La persona tiene derecho a recibir información a través de medios y tecnologías adecuadas
para su comprensión. Para visualizar los alcances de esta disposición, se puede recurrir al conte-
nido del término “comunicación” prevista en el art. 2 de la CDPD (Ley 26.378) que: “incluirá los
lenguajes, la visualización de textos, el Braille, la comunicación táctil, los macrotipos, los dispo-
sitivos multimedia de fácil acceso, así como el lenguaje escrito, los sistemas auditivos, el lengua-

29
Fernández, Silvia E.; “Comentarios a los arts. 22 a 50”. Op. cit., pp. 79-81.
30
Fernández, Silvia E.; “Comentarios a los arts. 22 a 50”. Op. cit., p. 83.

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je sencillo, los medios de voz digitalizada y otros modos, medios y formatos aumentativos o al-
ternativos de comunicación, incluida la tecnología de la información y las comunicaciones de
fácil acceso. Por ‘lenguaje’ se entenderá tanto el lenguaje oral como la lengua de señas y otras
formas de comunicación no verbal”. Ello a su vez concuerda con lo previsto en la LSM en cuan-
to al “derecho a ser informado de manera adecuada y comprensible de los derechos que lo asis-
ten, y de todo lo inherente a su salud y tratamiento, según las normas del consentimiento infor-
mado, incluyendo las alternativas para su atención, que en el caso de no ser comprendidas por el
paciente se comunicarán a los familiares, tutores o representantes legales” (art. 7 inc. j).
e) La persona tiene derecho a participar en el proceso judicial con asistencia letrada, que debe
ser proporcionada por el Estado si carece de medios. La garantía del debido proceso y el dere-

OM
cho de defensa en juicio, ambos de jerarquía constitucional, imponen que la persona pueda inter-
venir con asistencia letrada desde el inicio del proceso judicial. 31 En caso de carecer de medios,
la asistencia letrada deberá ser proporcionada por el Estado. Esta disposición concuerda con lo
establecido en el segundo párrafo del art. 36 del Código.
f) Deben priorizarse las alternativas terapéuticas menos restrictivas de los derechos y liberta-
des. Esta disposición es acorde a lo prescripto en el art. 7 inc. d) de la LSM que para toda perso-

.C
na con discapacidad mental dispone que tiene “derecho a recibir tratamiento y a ser tratado con
la alternativa terapéutica más conveniente, que menos restrinja sus derechos y libertades, promo-
viendo la integración familiar, laboral y comunitaria”.
DD
Limitaciones a la capacidad de ejercicio. Ejercer un derecho significa ponerlo en ejecución, y
quien lo ejerce puede disponer libremente de él. Cuando una persona humana goza de un dere-
cho, pero no puede ejercerlo por sí misma, lo afecta una incapacidad de ejercicio y solo puede
ejercer sus derechos por medio de sus representantes.
Distinguimos así por un lado la incapacidad de ejercicio, y por el otro las restricciones a la
LA

capacidad de ejercicio de los derechos. La primera resulta cuando para la persona humana queda
prohibido o le resulta imposible ejercer por sí misma todos sus derechos. Es también la que inha-
bilita a la persona para el ejercicio de todos sus derechos. La segunda sucede cuando la capaci-
dad está limitada a determinados actos, los cuales deben ser establecidos por ley. Es la que inca-
pacita a la persona para realizar ciertos actos, o la que establece condiciones para su ejercicio.
FI

2.1. Personas incapaces de ejercicio (art. 24). Son incapaces de ejercicio: a) la persona por na-
cer; b) la persona que no cuenta con la edad y grado de madurez suficiente (menores de edad); c)
la persona declarada incapaz por sentencia judicial, en la extensión dispuesta en esa decisión.
2.2. Personas con capacidad restringida y con incapacidad. El juez puede restringir la capaci-


dad para determinados actos de una persona mayor de 13 años (adolescente) que padece una
adicción o una alteración mental permanente o prolongada, de suficiente gravedad, siempre que
estime que del ejercicio de su plena capacidad puede resultar un daño a su persona o a sus bie-
nes. En relación con dichos actos, el juez debe designar el apoyo necesario que prevé el art. 43,
especificando las funciones con los ajustes razonables en función de las necesidades y circuns-
tancias de la persona. El o los apoyos designados deben promover la autonomía y favorecer las
decisiones que respondan a las preferencias de la persona protegida. Por excepción, cuando la
persona se encuentre absolutamente imposibilitada de interaccionar con su entorno y expresar su
voluntad por cualquier modo, medio o formato adecuado y el sistema de apoyos resulte ineficaz,
el juez puede declarar la incapacidad y designar un curador (art. 32).
Pueden solicitar la declaración de incapacidad y de capacidad restringida (legitimados): a)
el propio interesado; b) el cónyuge no separado de hecho y el conviviente mientras la conviven-
31
Olmo, Juan Pablo. “Capacidad” en Código Civil y Comercial de la Nación Comentado, Julio César Rivera y Gra-
ciela Medina (Directores), Tomo I, La Ley, Buenos Aires, 2014, p. 155.

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cia no haya cesado; c) los parientes consanguíneos dentro del cuarto grado; si fueran por afini-
dad, dentro del segundo grado; d) el Ministerio Público.
Durante el proceso, el juez debe ordenar las medidas necesarias para garantizar los dere-
chos personales y patrimoniales de la persona. En tal caso, la decisión debe determinar qué actos
requieren la asistencia de uno o varios apoyos, y cuáles la representación de un curador. También
puede designar redes de apoyo y personas que actúen con funciones específicas según el caso
(art. 34). Asimismo el juez debe entrevistar personalmente al interesado antes de dictar resolu-
ción alguna (principio de inmediatez durante el proceso). El Ministerio Público y, al menos, un
letrado que preste asistencia al interesado, deben estar presentes en las audiencias (art. 35). La
persona en cuyo interés se lleva adelante el proceso es parte; puede aportar todas las pruebas que

OM
hacen a su defensa y si ha comparecido sin abogado, se le debe nombrar uno para que la repre-
sente y le preste asistencia letrada en el juicio. La persona que solicitó la declaración puede apor-
tar toda clase de pruebas para acreditar los hechos invocados (art. 36).
La sentencia debe recabar en forma imprescindible y previa el dictamen de un equipo in-
terdisciplinario, y se debe pronunciar sobre los siguientes aspectos vinculados a la persona en
cuyo interés se sigue el proceso: a) diagnóstico y pronóstico; b) época en que la situación se ma-

.C
nifestó; c) recursos personales, familiares y sociales existentes; d) régimen para la protección,
asistencia y promoción de la mayor autonomía posible (art. 37). También debe determinar la
extensión y alcance de la restricción y especificar las funciones y actos que se limitan, procuran-
do que la afectación de la autonomía personal sea la menor posible. Asimismo, debe designar
DD
una o más personas de apoyo o curadores de acuerdo a lo establecido en el art. 32 del Código y
señalar las condiciones de validez de los actos específicos sujetos a la restricción con indicación
de la o las personas intervinientes y la modalidad de su actuación (art. 38). Una vez dictada, la
sentencia debe ser inscripta en el Registro Civil y se debe dejar constancia al margen del acta de
nacimiento. Desaparecidas las restricciones, se procede a la inmediata cancelación registral (art.
LA

39). La revisión de la sentencia declarativa puede realizarse en cualquier momento, a instancias


del interesado. En el supuesto de personas con capacidad restringida y con incapacidad (previsto
en el art. 32), la sentencia debe ser revisada por el juez aun sin petición de parte, en un plazo no
superior a 3 años, sobre la base de nuevos dictámenes interdisciplinarios y mediando la audiencia
personal con el interesado, siendo deber del Ministerio Público fiscalizar el cumplimiento efecti-
FI

vo del pedido de revisión judicial e instar, en su caso, a que ésta se lleve a cabo si el juez no la
hubiere efectuado en el plazo establecido (art. 40).
Internación. La internación sin consentimiento de una persona, tenga o no restringida su capaci-
dad, procede sólo si se cumplen los recaudos previstos en la legislación especial y las reglas ge-
nerales establecidas en el Código. En particular: a) debe estar fundada en una evaluación de un


equipo interdisciplinario de acuerdo a lo dispuesto en el art. 37, que señale los motivos que la
justifican y la ausencia de una alternativa eficaz menos restrictiva de su libertad; b) sólo procede
ante la existencia de riesgo cierto e inminente de un daño de entidad para la persona protegida o
para terceros; c) es considerada un recurso terapéutico de carácter restrictivo y por el tiempo más
breve posible; debe ser supervisada periódicamente; d) debe garantizarse el debido proceso, el
control judicial inmediato y el derecho de defensa mediante asistencia jurídica; e) la sentencia
que aprueba la internación debe especificar su finalidad, duración y periodicidad de la revisión.
Toda persona con padecimientos mentales, se encuentre o no internada, goza de los dere-
chos fundamentales y sus extensiones (art. 41).
Traslado dispuesto por autoridad pública. Evaluación e internación. La autoridad pública puede
disponer el traslado de una persona cuyo estado no admita dilaciones y se encuentre en riesgo
cierto e inminente de daño para sí o para terceros, a un centro de salud para su evaluación. En
este caso, si fuese admitida la internación, debe cumplirse con los plazos y modalidades estable-

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cidos en la legislación especial, en el caso, la LSM 26.657. Las fuerzas de seguridad y servicios
públicos de salud deben prestar auxilio inmediato.
Según la LSM, las internaciones se clasifican en voluntarias e involuntarias, siendo deter-
minante la existencia del consentimiento de la persona y su mantenimiento durante la interna-
ción, pues cuando este se pierde, la medida se torna involuntaria. También se torna involuntaria
la internación consentida en su origen, transcurrido el plazo de 60 días (art. 18 LSM).
A partir de la vigencia de la Ley 26.657, la internación de las personas ya no puede ser or-
denada judicialmente, ya que el ingreso de una persona al ámbito hospitalario para el tratamiento
de su afección solo puede ser determinado por el equipo interdisciplinario sanitario, previa eva-

OM
luación de la existencia de riesgo cierto e inminente -en caso de internaciones involuntarias- o
previo consentimiento informado del paciente -en caso de internación voluntaria-. De tal modo,
ya no resulta legalmente válido que un juez ordene la internación de una persona, mecanismo
que solo es viable, por necesario, en caso de que las autoridades sanitarias se nieguen a recibir a
la persona (art. 20 Ley 26.657). El rol de la justicia en este nuevo escenario es el control de la
internación, que abarca el de su fundamentación o justificación, motivos legítimos, condiciones,
duración y revisión periódica.32

.C
Sistemas de apoyo al ejercicio de la capacidad. Se entiende por apoyo cualquier medida de ca-
rácter judicial o extrajudicial que facilite a la persona que lo necesite la toma de decisiones para
dirigir su persona, administrar sus bienes y celebrar actos jurídicos en general. Las medidas de
DD
apoyo tienen como función la de promover la autonomía y facilitar la comunicación, la compren-
sión y la manifestación de voluntad de la persona para el ejercicio de sus derechos. El interesado
puede proponer al juez la designación de una o más personas de su confianza para que le presten
apoyo. El juez debe evaluar los alcances de la designación y procurar la protección de la persona
respecto de eventuales conflictos de intereses o influencia indebida. La resolución debe estable-
cer la condición y la calidad de las medidas de apoyo y, de ser necesario, ser inscripta en el Re-
LA

gistro de Estado Civil y Capacidad de las Personas (art. 43).


Actos realizados por persona incapaz o con capacidad restringida. Los actos de la persona inca-
paz o con capacidad restringida que contrarían lo dispuesto en la sentencia, posteriores a su ins-
cripción en el Registro Civil, son nulos. Los actos anteriores a la inscripción de la sentencia pue-
den ser declarados nulos, si perjudican a la persona incapaz o con capacidad restringida, y se
FI

cumple alguno de los siguientes extremos: a) la enfermedad mental era ostensible a la época de
la celebración del acto; b) quien contrató con él era de mala fe; c) el acto es a título gratuito. Si la
persona falleciera luego de otorgar actos entre vivos anteriores a la inscripción, estos no pueden
impugnarse, excepto que la enfermedad mental resulte del acto mismo, que la muerte haya acon-


tecido después de promovida la acción para la declaración de incapacidad o capacidad restringi-


da, que el acto sea a título gratuito, o que se pruebe que quien contrató con ella actuó de mala fe
(arts. 44 y 45).
Cese de la incapacidad y de las restricciones a la capacidad. El cese de la incapacidad o de la
restricción a la capacidad debe decretarse por el juez que la declaró, previo examen de un equipo
interdisciplinario integrado conforme a las pautas del art. 37, que dictamine sobre el restableci-
miento de la persona. Si el restablecimiento no fuera total, el juez puede ampliar los actos que la
persona puede realizar por sí o con la asistencia de su curador o apoyo (art. 47). Desaparecidas
las restricciones, se procede a la inmediata cancelación registral (art. 39).
2.3. Personas inhabilitadas. Pródigos (arts. 48 a 50). Pueden ser inhabilitados quienes por la
prodigalidad en la gestión de sus bienes expongan a su cónyuge, conviviente o a sus hijos meno-
res de edad o con discapacidad a la pérdida del patrimonio. A estos fines, se considera persona

32
Fernández, Silvia E.; “Comentarios a los arts. 22 a 50”. Op. cit., p. 107.

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con discapacidad, a toda persona que padece una alteración funcional permanente o prolongada,
física o mental, que en relación a su edad y medio social implica desventajas considerables para
su integración familiar, social, educacional o laboral. La acción sólo corresponde al cónyuge,
conviviente y a los ascendientes y descendientes.
La declaración de inhabilitación importa la designación de un apoyo, que debe asistir al in-
habilitado en el otorgamiento de actos de disposición entre vivos y en los demás actos que el juez
fije en la sentencia.
El cese de la inhabilitación se decreta por el juez que la declaró, previo examen interdisci-
plinario que dictamine sobre el restablecimiento de la persona. Si el restablecimiento no fuera

OM
total, el juez puede ampliar los actos que la persona puede realizar por sí o con apoyo.
Protección y representación de los incapaces. Los derechos del incapaz son ejercidos por otras
personas, que lo representan y obran en su nombre. Dice el art. 26: “La persona menor de edad
ejerce sus derechos a través de sus representantes legales”. La regla general en materia de inca-
pacidad es fijada por el art. 100 que expresa: “Las personas incapaces ejercen por medio de sus
representantes los derechos que no pueden ejercer por sí”. Y en tal sentido, son representantes de
los incapaces: a) de las personas por nacer: sus padres; b) de las personas menores de edad no

.C
emancipadas: sus padres. Si faltan los padres, o ambos son incapaces, o están privados de la res-
ponsabilidad parental, o suspendidos en su ejercicio: el tutor que se les designe; c) de las perso-
nas con capacidad restringida: el o los apoyos designados cuando, conforme a la sentencia, éstos
DD
tengan representación para determinados actos; de las personas incapaces en los términos del
último párrafo del art. 32: el curador que se les nombre (art. 101). Las personas con capacidad
restringida y las inhabilitadas son asistidas por los apoyos designados en la sentencia respectiva
y en otras leyes especiales.
Por otra parte es fundamental la actuación, tanto en el ámbito judicial como extrajudicial,
LA

del Ministerio Público de la Defensa, respecto de personas menores de edad, incapaces y con
capacidad restringida, así como de aquellas cuyo ejercicio de capacidad requiera de un sistema
de apoyos, que puede ser complementaria o principal. Es complementaria en todos los procesos
donde estén en juego intereses de personas menores de edad, incapaces y con capacidad restrin-
gida; la falta de intervención del Ministerio Público causa la nulidad relativa del acto. Es princi-
pal: a) cuando los derechos de los representados están comprometidos, y existe inacción de los
FI

representantes; b) cuando el objeto del proceso es exigir el cumplimiento de los deberes a cargo
de los representantes; c) cuando carecen de representante legal y es necesario proveer la repre-
sentación.
En el ámbito extrajudicial, el Ministerio Público actúa ante la ausencia, carencia o inacción


de los representantes legales, cuando están comprometidos los derechos sociales, económicos y
culturales.
Organización de la representación de los incapaces. La representación y cuidado del incapaz,
ha dado paso a la organización de instituciones de carácter universal: la responsabilidad paren-
tal, la tutela y la curatela. La autoridad encargada de fiscalizar la acción de los padres, tutores o
curadores, es en nuestro país la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia pertene-
ciente al Ministerio de Desarrollo Social de la Nación; los sistemas instaurados por la Ley de
Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes nº 26.061 (B.O. 26-10-
05), y por supuesto los jueces, quienes además aplican las normas contenidas en la Convención
Internacional de Derechos del Niño (aprobada por Ley 23.849, B.O. 22/10/90), que, como norma
internacional, se ha incorporado al derecho interno argentino desde la reforma constitucional de
1994 con rango supralegal.

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La Ley 26.061 creó con esos fines dos importantes organismos: el “Consejo Federal de Ni-
ñez, Adolescencia y Familia” (art. 45), presidido por el titular de la Secretaría Nacional de Ni-
ñez, Adolescencia y Familia, cuya función primordial consiste en concertar y efectivizar políti-
cas de protección integral de los derechos de las niñas, niños, adolescentes y sus familias, así
como ejercer la supervisión y control de las instituciones privadas de asistencia y protección de
derechos; y el “Defensor de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes” (art. 47), cuya
designación y remoción es competencia del Congreso Nacional, quien tiene a su cargo velar por
la protección y promoción de sus derechos consagrados en la Constitución Nacional, la Conven-
ción sobre los Derechos del Niño y las leyes nacionales.
Dicha ley consagra para los niños, niñas y adolescentes los siguientes principios, derechos

OM
y garantías:
1) Derecho a la vida. Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a la vida, a su disfrute, pro-
tección y a la obtención de una buena calidad de vida.
2) Derecho a la dignidad y a la integridad personal. Tienen derecho a la dignidad como sujetos
de derechos y de personas en desarrollo; a no ser sometidos a trato violento, discriminatorio,
vejatorio, humillante, intimidatorio; ni a ninguna forma de explotación económica, torturas, abu-

.C
sos o negligencias, explotación sexual, secuestros o tráfico. Tienen derecho a su integridad física,
sexual, psíquica y moral. El Estado debe garantizar programas gratuitos de asistencia y atención
integral que promuevan la recuperación de las niñas, niños y adolescentes.
DD
3) Derecho a la vida privada e intimidad familiar. Estos derechos no pueden ser objeto de inje-
rencias arbitrarias o ilegales.
4) Derecho a la identidad. Tienen derecho a un nombre, a una nacionalidad, a su lengua de ori-
gen, a saber quiénes son sus padres, a la preservación de sus relaciones familiares conforme a la
ley, a la cultura de su lugar de origen y a preservar su identidad e idiosincrasia, aun en caso de
LA

adopción plena (art. 605). El Estado debe facilitar y colaborar en la obtención de información de
sus padres u otros familiares procurando el encuentro o reencuentro familiar. Tienen derecho a
conocer a sus padres biológicos, y a crecer y desarrollarse en su familia de origen, a mantener el
vínculo personal y directo con sus padres, aun cuando estuvieran separados. Sólo cuando ello sea
imposible, en forma excepcional, tendrán derecho a vivir, criarse y desarrollarse en una familia
FI

alternativa o adoptiva, de conformidad con la ley.


5) Garantía estatal de identificación. Inscripción en el Registro Civil. Los Organismos del Estado
deben garantizar procedimientos sencillos y rápidos para que los recién nacidos sean identifica-
dos en forma gratuita, obligatoria, oportuna e inmediatamente después de su nacimiento, estable-


ciendo el vínculo filial con la madre, conforme al procedimiento previsto en la Ley 24.540 (Ré-
gimen de identificación de los recién nacidos; B.O. 22/09/95).
6) Derecho a la documentación. Las niñas, niños, adolescentes y madres indocumentadas, tienen
derecho a obtener los documentos públicos que comprueben su identidad, de conformidad con la
normativa vigente y en los términos que establece la Ley 24.540.
7) Derecho a la salud. Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a la atención integral de su
salud, a recibir la asistencia médica necesaria y a acceder en igualdad de oportunidades a los
servicios y acciones de prevención, promoción, información, protección, diagnóstico precoz,
tratamiento oportuno y recuperación de la salud. Toda institución de salud deberá atender priori-
tariamente a las niñas, niños y adolescentes y mujeres embarazadas.
8) Derecho a la educación. Tienen derecho a la educación pública y gratuita, atendiendo a su
desarrollo integral, preparación para el ejercicio de la ciudadanía, formación para la convivencia
democrática y el trabajo, respetando su identidad cultural y lengua de origen, su libertad de crea-

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ción y el desarrollo de sus competencias. Tienen derecho al acceso y permanencia en un estable-
cimiento educativo cercano a su residencia. Por ninguna causa se podrá restringir el acceso a la
educación. Aquellos con capacidades especiales tienen todos los derechos y garantías reconoci-
dos por la ley, además de los inherentes a su condición específica.
9) Gratuidad de la educación. La educación pública será gratuita en todos los servicios estatales,
niveles y regímenes especiales, de conformidad con lo establecido en el ordenamiento jurídico
vigente.
10) Prohibición de discriminar por causa de embarazo, maternidad y paternidad. Se prohíbe a las
instituciones educativas públicas y privadas imponer por estas causas medidas correctivas o san-

OM
ciones disciplinarias a las niñas, niños y adolescentes. La mujer privada de su libertad será espe-
cialmente asistida durante el embarazo y el parto, y se le proveerán los medios materiales para la
crianza adecuada de su hijo mientras éste permanezca en el medio carcelario, facilitándose la
comunicación con su familia a efectos de propiciar su integración a ella.
11) Medidas de protección de la maternidad y paternidad. Las medidas que conforman la protec-
ción integral se extenderán a la madre y al padre durante el embarazo, el parto y al período de
lactancia, garantizando condiciones dignas y equitativas para el adecuado desarrollo de su emba-

.C
razo y la crianza de su hijo.
12) Derecho a la libertad. Tienen derecho a su libertad personal, sin otros límites que los estable-
cidos en el ordenamiento jurídico y no pueden ser privados de ella arbitrariamente. La ubicación
DD
del niño o adolescente en un lugar de donde no pueda salir por su propia voluntad, debe realizar-
se conforme a la normativa vigente. Este derecho también comprende: a) Tener sus propias ideas
y creencias religiosas y ejercerlo bajo la orientación de sus padres o representantes legales; b)
Expresar su opinión en los ámbitos de su vida cotidiana (familia, comunidad y escuela); c) Ex-
presar su opinión como usuarios de todos los servicios públicos y en todos los procesos judicia-
LA

les y administrativos que los involucre.


13) Derecho al deporte y juego recreativo. Los Organismos del Estado con la activa participación
de la sociedad, deben establecer programas que garanticen el derecho de todas las niñas, niños y
adolescentes a la recreación, esparcimiento, juegos recreativos y deportes, debiendo asegurar
programas específicos para aquellos con capacidades especiales.
FI

14) Derecho al medio ambiente. Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a un ambiente
sano y ecológicamente equilibrado, así como a la preservación y disfrute del paisaje.
15) Derecho a la dignidad. Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a ser respetados en su
dignidad, reputación y propia imagen. Se prohíbe exponer, difundir o divulgar datos, informa-


ciones o imágenes que permitan identificar, directa o indirectamente a los sujetos de esta ley, a
través de cualquier medio de comunicación o publicación en contra de su voluntad y la de sus
padres, representantes legales o responsables, cuando se lesionen su dignidad o la reputación de
las niñas, niños y adolescentes o que constituyan injerencias arbitrarias o ilegales en su vida pri-
vada o intimidad familiar.
16) Derecho de libre asociación. Tienen derecho de asociarse libremente con otras personas, con
fines sociales, culturales, deportivos, recreativos, religiosos, políticos, laborales o de cualquier
otra índole, siempre que sean de carácter lícito y de conformidad a la legislación vigente. Este
derecho comprende, especialmente, el derecho a:
17) Derecho a opinar y a ser oído. Este derecho se extiende a todos los ámbitos en que se desen-
vuelven las niñas, niños y adolescentes; entre ellos, al ámbito estatal, familiar, comunitario, so-
cial, escolar, científico, cultural, deportivo y recreativo.

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18) Derecho al trabajo de los adolescentes. El Estado garantiza y reconoce su derecho a trabajar
con los límites que imponen la legislación vigente y los convenios internacionales sobre erradi-
cación del trabajo infantil, debiendo ejercer la inspección del trabajo contra la explotación labo-
ral. Este derecho podrá limitarse solo cuando la actividad laboral importe riesgo para el desarro-
llo, la salud física, mental o emocional de los adolescentes. El Estado, la sociedad y en particular
las organizaciones sindicales coordinarán esfuerzos para erradicar el trabajo infantil y limitar
todo trabajo que aun siendo legal impida o afecte su proceso evolutivo.
19) Derecho a la seguridad social. Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a obtener los
beneficios de la seguridad social. Los Organismos del Estado deberán establecer políticas y pro-
gramas de inclusión para las niñas, niños y adolescentes, que consideren los recursos y la situa-

OM
ción de los mismos y de las personas que sean responsables de su mantenimiento.
20) Garantías en procedimientos judiciales o administrativos. El Estado debe garantizar en cual-
quier proceso judicial o administrativo que los afecte, además de todos los derechos contempla-
dos en la CN, la Convención sobre Derechos del Niño, en los tratados internacionales ratificados
por el país, y en las leyes que se dicten, los siguientes derechos y garantías: a) A ser oído ante la
autoridad competente cada vez que así lo solicite; b) A que su opinión sea tomada primordial-

.C
mente en cuenta al momento de arribar a una decisión que lo afecte; c) A ser asistido por un le-
trado desde el inicio del procedimiento que lo incluya. En caso de carecer de recursos económi-
cos el Estado deberá asignarle uno de oficio; d) A participar activamente en todo el proceso; e) A
recurrir ante el superior frente a cualquier decisión que lo afecte.
DD
21) Principio de igualdad y no discriminación. Esta ley se aplicará por igual a todos las niñas,
niños y adolescentes, sin discriminación fundada en motivos raciales, de sexo, color, edad, idio-
ma, religión, creencias, opinión política, cultura, posición económica, origen social o étnico, ca-
pacidades especiales, salud, apariencia o impedimento físicos, de salud, del nacimiento o cual-
quier otra condición del niño o de sus padres o de sus representantes legales.
LA

22) Principio de efectividad. Los Organismos del Estado deberán adoptar todas las medidas ad-
ministrativas, legislativas, judiciales y de otra índole, para garantizar el efectivo cumplimiento de
los derechos y garantías reconocidos en esta ley.
23) Deber de comunicar. Los miembros de los establecimientos educativos y de salud públicos o
FI

privados y todo agente público que tenga conocimiento de la vulneración de derechos de niñas,
niños o adolescentes, deberá comunicarlo ante la autoridad administrativa local de protección de
derechos, bajo apercibimiento de incurrir en responsabilidad por dicha omisión.
24) Deber de recibir denuncias. El agente público requerido para recibir una denuncia de vulne-


ración de derechos de los sujetos protegidos por esta ley, ya sea por el afectado, o por cualquier
otra persona, está obligado a recibir y tramitar tal denuncia en forma gratuita, a fin de garantizar
el respeto, la prevención y la reparación del daño sufrido, bajo apercibimiento de considerarse un
grave incumplimiento de los deberes del funcionario público.
Otras situaciones.
1) Las enfermedades físicas en general, conforme al nuevo Código, han dejado de ser inca-
pacidades de derecho. Así las inhabilidades que el Código anterior establecía para los disminui-
dos en sus facultades mentales, ciegos y sordomudos, derivadas de la imposibilidad física que los
afectaba, ya no son causa de inhabilidad.33

33
En el régimen anterior los ciegos no podían ser testigos en instrumentos públicos (art. 990), ni otorgar, en ciertos
casos, testamento ológrafo o cerrado (arts. 3624 y 3665), ni ser testigos en testamentos (art. 3708). Los sordos, los
mudos y los sordomudos no podían otorgar testamento por acto público (art. 3651), ni ser testigos en los testamentos
(art. 3708). Los mudos no podían ser tutores (art. 398 inc. 2) ni curadores (art. 475 in fine).

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2) La incapacidad de los condenados por delito criminal no está contemplada en el CCyCN
sino en el Código Penal de la Nación. En tal sentido el art. 12 de dicho cuerpo establece que la
reclusión y la prisión por más de 3 años llevan como inherente la inhabilitación absoluta por el
tiempo de la condena (la que podrá durar hasta tres años más que esta), e importan la privación,
mientras dure la pena, de la patria potestad (hoy “responsabilidad parental”), de la administra-
ción de los bienes y del derecho de disponer de ellos por actos entre vivos. El penado quedará
sujeto a la curatela establecida por el Código Civil para los incapaces.
El condenado tiene obviamente restringida su libertad, pero goza de otros derechos como
el de trabajar. En ese orden el art. 11 del Código Penal dispone que “El producto del trabajo del
condenado a reclusión o prisión se aplicará simultáneamente: 1º. A indemnizar los daños y per-

OM
juicios causados por el delito que no satisficiera con otros recursos; 2º. A la prestación de ali-
mentos según el Código Civil; 3º. A costear los gastos que causare en el establecimiento; 4º. A
formar un fondo propio, que se le entregará a su salida. Relacionado con esta situación, la ley
24.660 de ejecución de las penas privativas de libertad dispone en su art. 2 que “El condenado
podrá ejercer todos los derechos no afectados por la condena o por la ley y las reglamentaciones
que en su consecuencia se dicten y cumplirá con todos los deberes que su situación le permita y

.C
con todas las obligaciones que su condición legalmente le impone”.
En lo que respecta a la remuneración del condenado, el art. 120 de esta norma establece
que el trabajo del interno será remunerado, salvo los casos de labores generales del estableci-
miento carcelario o comisiones que se le encomienden de acuerdo con los reglamentos (art. 111).
DD
Si los bienes o servicios producidos por el trabajo del recluso se destinaren al Estado o a entida-
des de bien público, el salario del interno no será inferior a las tres cuartas partes del Salario Mí-
nimo Vital Móvil. En los demás casos, o cuando la organización del trabajo esté a cargo de una
empresa mixta o privada, la remuneración será igual al salario de la vida libre correspondiente a
la categoría profesional de que se trate, pudiendo aplicarse las normas del convenio colectivo de
LA

trabajo que corresponda.


Dichos salarios serán abonados en los términos establecidos en la legislación laboral vigen-
te, y llevarán los descuentos por aportes y contribuciones correspondientes a la seguridad social.
La retribución neta resultante del interno, se distribuirá simultáneamente en la forma siguiente:
a) 10% para indemnizar los daños y perjuicios causados por el delito, conforme lo disponga la
FI

sentencia; b) 35% para la prestación de alimentos, según el Código Civil; c) 25% para costear los
gastos que causare en el establecimiento; d) 30% para formar un fondo propio que se le entregará
a su salida (art. 121). Cuando no hubiere indemnización que satisfacer, la parte correspondiente a
la misma anterior acrecerá el porcentaje destinado a la prestación de alimentos. Si el interno no
tuviere indemnización que satisfacer, ni debiera prestar alimentos, los porcentajes respectivos


acrecerán al fondo propio. Si el interno tuviere que satisfacer indemnización, pero no prestación
alimentaria, la parte que pudiere corresponder a ésta acrecerá el fondo propio. De la remunera-
ción del trabajo del interno, deducidos los aportes correspondientes a la seguridad social, podrá
descontarse en hasta un 20% los cargos por concepto de reparación de daños intencionales o cul-
posos causados en las cosas muebles o inmuebles del Estado o de terceros (arts. 121 a 129).
Desde el punto de vista político la condena a más de 3 años de prisión contiene las conse-
cuencias de la inhabilitación absoluta, que importará: “1º La privación del empleo o cargo públi-
co que ejercía el penado aunque provenga de elección popular; 2º La privación del derecho elec-
toral; 3º La incapacidad para obtener cargos, empleos y comisiones públicas; 4º La suspensión
del goce de toda jubilación, pensión o retiro, civil o militar, cuyo importe será percibido por los
parientes que tengan derecho a pensión” (art. 19, Código Penal).
3) Respecto de los comerciantes fallidos, la cuestión es discutible tras la reforma introduci-
da por ley 24.522 (Ley de Concursos y Quiebras).

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Al respecto señalan Fassi y Gebhardt que la sentencia de quiebra respecto del fallido “no
implica afectar su capacidad de hecho y de derecho; el quebrado habrá de sufrir múltiples inhabi-
lidades nacidas de la propia ley de concursos y de otros ordenamientos, pero ellas no constituyen
casos de incapacidades”.34
Maffía, por su lado, entiende que el fallido “no es un incapaz, ni de derecho ni de obrar. Su
capacidad genérica está acotada por plurales limitaciones, pero básicamente es un sujeto de dere-
cho con sus normales deberes, facultades, competencias, responsabilidades, etc.”. En su opinión,
y no obstante que en el plano procesal el fallido sufre el desapoderamiento prescripto en el art.
107 LCQ, subsiste su capacidad genérica “con determinadas –muchas, pero determinadas- res-
tricciones”, no siendo “representado ni sustituido por el síndico”.

OM
Para el citado autor, “la quiebra no conlleva consecuencias físicas para el deudor, salvo
la…lejana eventualidad del proceso penal. Las sanciones…se reducen virtualmente a un reperto-
rio punto menos que esteriotipado de prohibiciones en el aspecto material -digamos- de sus acti-
vidades posibles”. Así, entre las proscripciones en el orden negocial, puntualiza las siguientes:
“No puede ejercer el comercio, ni ser socio, administrador, síndico de sociedades; tampoco pue-
de ser factor (art. 244 Ley 19.550). No pueden ser directores ni gerentes de sociedades anónimas

.C
los fallidos hasta 10 años después de la rehabilitación (art. 264 inc. 2º, LSC)…De acuerdo con el
código aduanero, se le prohíbe desempeñarse como despachante. Tampoco martillero, escribano,
etc.”.35
DD
Agregamos que las personas quebradas no rehabilitadas no pueden ser tutores ni curadores
(art. 110 CCyCN).
D) Domicilio. El domicilio es el lugar que la ley fija como asiento o sede de la persona para la
producción de determinados efectos jurídicos. Es el asiento jurídico de la persona como centro
de imputación para el ejercicio de sus derechos y cumplimiento de sus obligaciones. Ello hace
LA

del domicilio un concepto objetivo pura y exclusivamente jurídico, dejando de lado la antigua
concepción subjetiva del domicilio de hecho según la cual el domicilio es aquel donde la persona
se encuentra presente. Por ello se debe distinguir el domicilio de la “residencia” (lugar donde la
persona habita en forma normal y habitual) y de la mera “habitación” (lugar de residencia acci-
dental y transitorio).
FI

El domicilio reviste gran importancia jurídica, toda vez que determina la competencia de
las autoridades en las relaciones jurídicas (art. 78); así, por ejemplo, en las sucesiones es compe-
tente el juez del último domicilio del causante; en el juicio de declaración de ausencia es compe-
tente el juez del último domicilio del ausente, etc.). Además en función del domicilio se determi-
na la ley aplicable (por ej., la capacidad se rige por la ley del domicilio de la persona; las suce-


siones se rigen por la ley del domicilio del causante, etc.). También en el domicilio de la persona
se efectúan y surten efecto legal las notificaciones que se realicen.
El domicilio puede cambiarse de un lugar a otro. Esta facultad no puede ser coartada por
contrato, ni por disposición de última voluntad. El cambio de domicilio se verifica instantánea-
mente por el hecho de trasladar la residencia de un lugar a otro con ánimo de permanecer en ella
(art. 77). El domicilio puede ser General o Especial. El primero se aplica a la generalidad de los
derechos y obligaciones; en cambio el segundo es excepcional y se aplica solo a ciertas relacio-
nes jurídicas determinadas.
a) Domicilio General: existen dos clases:

34
Fassi, Santiago C. y Gebhardt, Marcelo; Concursos y quiebras, 6ta. ed., Ed. Astrea, Bs. As., 1998, p. 268.
35
Maffía, Osvaldo J.; “El Juez del Concurso (XIV). La posición del fallido en el proceso”; Rev. Jur. El Derecho, nº
10.033, 27/6/00, p. 1, col. 1 y 2.

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1) Domicilio Real: conforme el art. 73 el domicilio real de la persona humana es el lugar de su
residencia habitual. Si ejerce actividad profesional o económica lo tiene en el lugar donde la
desempeña para el cumplimiento de las obligaciones emergentes de dicha actividad. Es el domi-
cilio que eligen las personas para vivir. Es el lugar donde la persona reside y tiene sus negocios.
La doctrina clásica señala que el domicilio real consta de dos elementos: a) el material, que es el
hecho de vivir en un lugar determinado (corpus) y b) el psíquico, que es la intención de vivir
permanentemente en ese lugar (animus).
2) Domicilio Legal: es un domicilio impuesto por la ley, fijado para determinadas personas, don-
de “la ley presume, sin admitir prueba en contrario, que una persona reside de manera permanen-
te para el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones” aunque de hecho no

OM
viva allí. El domicilio legal es forzoso, a diferencia del real que es voluntario. Sólo la ley puede
establecerlo, y sin perjuicio de lo dispuesto en normas especiales: a) los funcionarios públicos,
tienen su domicilio legal en el lugar en que deben cumplir sus funciones, no siendo éstas tempo-
rarias, periódicas, o de simple comisión; b) los militares en servicio activo tienen su domicilio en
el lugar en que lo están prestando; c) los transeúntes o las personas de ejercicio ambulante, como
los que no tienen domicilio conocido, lo tienen en el lugar de su residencia actual; d) las perso-

.C
nas incapaces lo tienen en el domicilio de sus representantes (art. 74).
El art. 47 del Dec. Ley 17.671 (B.O. 13/03/68) dispone que “se tendrá por domicilio el de-
finido por el Código Civil como domicilio real y por residencia habitual el lugar donde la perso-
na habite la mayor parte del año. La edad y el último domicilio anotado en el documento nacio-
DD
nal de identidad son los únicos válidos a los efectos militares y electorales que determinen las
leyes respectivas. Todas las personas de existencia visible o sus representantes legales, compren-
didas en la presente ley, están obligados a comunicar en las oficinas secciónales, consulares o
que se habiliten como tales, el cambio de domicilio, dentro de los treinta días de haberse produ-
cido la novedad”.
LA

Por Resolución Nº 797/12 (B.O. 20/04/12), el Registro Nacional de las Personas estableció
la emisión del DNI exclusivamente en formato tarjeta para todas las personas argentinas sea cual
fuere su domicilio (art. 1), disponiendo además que la Libreta de Enrolamiento (Ley 11386), la
Libreta Cívica (Ley 13.010) y la totalidad de los DNI (Ley 17761) mantendrán su plena vigencia
hasta tanto sus titulares soliciten un nuevo ejemplar (art. 4).
FI

b) Domicilio Especial: Es el lugar designado, ya sea por las partes interesadas o por la ley,
que corresponde a determinadas situaciones legales. Comprende el domicilio “contractual” (o
convencional o de elección) que es al que las partes eligen a los efectos de un contrato; el domi-
cilio “constituido” (o procesal) que se fija en un proceso judicial; el “comercial”, que fija el co-


merciante para el cumplimiento de las obligaciones derivadas de sus actividades mercantiles; el


“fiscal”, que se fija a los fines del cumplimiento de los deberes tributarios e impositivos, etc.
El art. 75 dispone que “Las partes de un contrato pueden elegir un domicilio para el ejerci-
cio de los derechos y obligaciones que de él emanan”. Se destaca que ese centro de imputación
puede ser fijado –por ej., a los efectos de un contrato- en un sitio distinto del domicilio de resi-
dencia efectiva de la persona y por ello se lo denomina domicilio especial, de elección o conven-
cional.
En cuanto al domicilio ignorado, la persona cuyo domicilio no es conocido lo tiene en el
lugar donde se encuentra, y si éste también se ignora en el último domicilio conocido (art. 76).
E) Patrimonio. El art. 2312 define al “patrimonio” como bienes materiales susceptibles de valor
e igualmente las cosas (objetos materiales susceptibles de tener un valor), se llaman bienes. El
conjunto de bienes de una persona, constituye su “patrimonio”. El desarrollo de este concepto
será tratado en unidades subsiguientes.

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4.- Normas de derecho internacional privado en materia de capacidad y domicilio.
En cuanto a la capacidad o incapacidad de las personas se aplica como principio general el
derecho de su domicilio. El cambio de domicilio de la persona humana no afecta su capacidad,
una vez que ha sido adquirida (art. 2616). La parte que sea incapaz de otorgar un acto jurídico
según el derecho de su domicilio, no puede invocar esa incapacidad si ella era capaz según el
derecho del Estado donde el acto ha sido celebrado, a menos que la otra parte haya conocido o
debido conocer esta incapacidad. Sin embargo, esta regla no se aplica a los actos jurídicos relati-
vos al derecho de familia, al derecho sucesorio ni a los derechos reales inmobiliarios (2617).
En lo que respecta al domicilio de las personas menores de edad, se encuentra en el país

OM
del domicilio de quienes ejercen la responsabilidad parental; si el ejercicio es plural y sus titula-
res se domicilian en estados diferentes, se consideran domiciliadas donde tienen su residencia
habitual. Pero no se considera domicilio el lugar donde el menor se encuentre sustraído o reteni-
do ilícitamente (2614). El domicilio de las personas sujetas a curatela u otro instituto equivalente
de protección es el lugar de su residencia habitual.
5.- Tutela y Curatela.

.C
Tutela en general. La tutela está destinada a brindar protección a la persona y bienes de un niño,
niña o adolescente que no ha alcanzado la plenitud de su capacidad civil cuando no haya persona
que ejerza la responsabilidad parental (art. 104). Rigen para la tutela los principios generales de
la responsabilidad parental establecidos en el art. 639 y sigts.
DD
El tutor es el representante legítimo del menor en todos los negocios civiles. Se trata de un
cargo personal, que no pasa a los herederos, del cual nadie puede excusarse sin causa suficiente,
y que se ejerce bajo la inspección y vigilancia del Ministerio Público de Menores.
La tutela puede ser ejercida por una o más personas, según lo que fuera más beneficioso al
niño, niña o adolescente. Si es ejercida por más de una persona, las diferencias de criterio deben
LA

ser dirimidas ante el juez que haya discernido la tutela, con la debida intervención del Ministerio
Público.
Los parientes obligados a prestar alimentos al menor, el guardador o quienes han sido de-
signados tutores por sus padres o éstos les hayan delegado el ejercicio de la responsabilidad pa-
FI

rental, deben denunciar a la autoridad competente que el niño, niña o adolescente no tiene refe-
rente adulto que lo proteja, dentro de los 10 días de haber conocido esta circunstancia, bajo pena
de no ser designados tutores y ser responsables de los daños y perjuicios que su omisión de de-
nunciar le ocasione al menor. Tienen la misma obligación los oficiales públicos encargados del
Registro Civil y otros funcionarios públicos que, en ejercicio de su cargo, tengan conocimiento


de cualquier hecho que dé lugar a la necesidad de la tutela (111).


Según el art. 110, no pueden ser tutores las personas: a) que no tienen domicilio en la Re-
pública; b) quebradas no rehabilitadas; c) que han sido privadas o suspendidas en el ejercicio de
la responsabilidad parental, o han sido removidas de la tutela o curatela o apoyo de otra persona
incapaz o con capacidad restringida, por causa que les era atribuible; d) que deben ejercer por
largo tiempo o plazo indefinido un cargo o comisión fuera del país; e) que no tienen oficio, pro-
fesión o modo de vivir conocido, o tienen mala conducta notoria; f) condenadas por delito doloso
a penas privativas de la libertad; g) deudoras o acreedoras por sumas considerables respecto de la
persona sujeta a tutela; h) que tienen pleitos con quien requiere la designación de un tutor. La
prohibición se extiende a su cónyuge, conviviente, padres o hijos; i) que, estando obligadas, omi-
ten la denuncia de los hechos que dan lugar a la apertura de la tutela; j) inhabilitadas, incapaces o
con capacidad restringida; k) que hubieran sido expresamente excluidas por el padre o la madre
de quien requiere la tutela, excepto que según el criterio del juez resulte beneficioso para el niño,
niña o adolescente.

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La tutela es conferida o por los padres o por el juez:
a) Tutela dada por los padres. Cualquiera de los padres puede nombrar tutor o tutores a sus hijos
menores de edad, sea por testamento o por escritura pública. Esta designación debe ser aprobada
judicialmente. Se tienen por no escritas las disposiciones que eximen al tutor de hacer inventario,
lo autorizan a recibir los bienes sin cumplir ese requisito, o lo liberan del deber de rendir cuentas.
Si existen disposiciones de ambos progenitores, se aplican unas y otras conjuntamente en cuanto
sean compatibles. De no serlo, el juez debe adoptar las que considere fundadamente más conve-
nientes para el tutelado (art. 106).
b) Tutela dativa o judicial. Ante la ausencia de designación paterna de tutor o tutores o ante la

OM
excusación, rechazo o imposibilidad de ejercicio de aquellos designados, el juez debe otorgar la
tutela a la persona que sea más idónea para brindar protección al niño, niña o adolescente, de-
biendo fundar razonablemente los motivos que justifican dicha idoneidad. Sin embargo la ley
impone algunas restricciones al juez, y así no puede conferir la tutela dativa: a) a su cónyuge,
conviviente, o parientes dentro del cuarto grado, o segundo por afinidad; b) a las personas con
quienes mantiene amistad íntima ni a los parientes dentro del cuarto grado, o segundo por afini-
dad; c) a las personas con quienes tiene intereses comunes; d) a sus deudores o acreedores; e) a

.C
los integrantes de los tribunales nacionales o provinciales que ejercen sus funciones en el lugar
del nombramiento; ni a los que tienen con ellos intereses comunes, ni a sus amigos íntimos o los
parientes de éstos, dentro del cuarto grado, o segundo por afinidad; f) a quien es tutor de otro
menor de edad, a menos que se trate de hermanos menores de edad, o existan causas que lo justi-
DD
fiquen (art. 108).
Tutela especial. Conforme al art. 109 los jueces darán a los menores tutores especiales en los
siguientes casos: a) cuando existe conflicto de intereses entre los representados y sus represen-
tantes; si el representado es un adolescente puede actuar por sí, con asistencia letrada, en cuyo
caso el juez puede decidir que no es necesaria la designación del tutor especial; b) cuando los
LA

padres no tienen la administración de los bienes de los hijos menores de edad; c) cuando existe
oposición de intereses entre diversas personas incapaces que tienen un mismo representante le-
gal, sea padre, madre, tutor o curador; si las personas incapaces son adolescentes, rige lo dispues-
to en el inciso a); d) cuando la persona sujeta a tutela hubiera adquirido bienes con la condición
de ser administrados por persona determinada o de no ser administrados por su tutor; e) cuando
FI

existe necesidad de ejercer actos de administración sobre bienes de extraña jurisdicción al juez
de la tutela y no pueden ser convenientemente administrados por el tutor; f) cuando se requieren
conocimientos específicos o particulares para un adecuado ejercicio de la administración por las
características propias del bien a administrar; g) cuando existen razones de urgencia, hasta tanto
se tramite la designación del tutor que corresponda.


Discernimiento de la tutela. Nadie puede ejercer las funciones de tutor, sea la tutela dada por los
padres o por los jueces, sin que el cargo sea discernido por el juez competente, que autorice al
tutor nombrado para ejercer sus funciones. La competencia para el discernimiento de la tutela
corresponde al juez del lugar donde el niño, niña o adolescente tiene su centro de vida.
Para el discernimiento de la tutela, y toda otra decisión relativa al menor de edad, el juez
debe: a) oír previamente al niño, niña o adolescente; b) tener en cuenta sus manifestaciones en
función de su edad y madurez; c) decidir atendiendo primordialmente a su interés superior.
Los actos practicados por el tutor a quien aún no se hubiere discernido la tutela, no produ-
cirán efecto alguno respecto del menor, pero quedan confirmados por el nombramiento, si de ello
no resulta perjuicio para el niño, niña o adolescente.
Discernida la tutela, los bienes del menor serán entregados al tutor después que hubiesen
sido inventariados judicialmente y avaluados. Si el tutor tiene un crédito contra la persona sujeta

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a tutela, debe hacerlo constar en el inventario; si no lo hace, no podrá reclamarlo luego, excepto
que al omitirlo haya ignorado su existencia (art. 115).
Si el tutor sucede a alguno de los padres o a otro tutor anterior, debe pedir de inmediato, al
sustituido o sus herederos, rendición judicial de cuentas y entrega de los bienes del tutelado.
Ejercicio y administración de la tutela. Quien ejerce la tutela es representante legal del menor en
todas aquellas cuestiones de carácter patrimonial. El tutor es responsable del daño causado al
tutelado por su culpa, por acción u omisión, en el ejercicio o en ocasión de sus funciones.
Quien ejerce la tutela debe observar los actos que le son prohibidos y aquellos que requie-
ren autorización judicial. En cuanto a los primeros, el tutor no puede, ni con autorización judi-

OM
cial, celebrar con su tutelado los actos prohibidos a los padres respecto de sus hijos menores de
edad. Antes de aprobada judicialmente la cuenta final, tampoco puede celebrar contrato alguno
con el pupilo, aunque haya cesado la incapacidad. En cuanto a los segundos, y además de los
actos para los cuales los padres necesitan autorización judicial, el tutor debe requerirla para los
siguientes: a) adquirir inmuebles o cualquier bien que no sea útil para satisfacer los requerimien-
tos alimentarios del tutelado; b) prestar dinero de su tutelado. La autorización sólo será concedi-
da si existen garantías reales suficientes; c) dar en locación los bienes del tutelado o celebrar

.C
contratos con finalidad análoga por plazo superior a tres años. En todos los casos, estos contratos
concluyen cuando el tutelado alcanza la mayoría de edad; d) tomar en locación inmuebles que no
sean la casa habitación; e) contraer deudas, repudiar herencias o donaciones, hacer transacciones
DD
y remitir créditos aunque el deudor sea insolvente; f) hacer gastos extraordinarios que no sean de
reparación o conservación de los bienes; g) realizar todos aquellos actos en los que los parientes
del tutor dentro del cuarto grado o segundo de afinidad, o sus socios o amigos íntimos están di-
recta o indirectamente interesados (art. 121).
El juez puede autorizar la transmisión, constitución o modificación de derechos reales so-
LA

bre los bienes del menor sólo si media conveniencia evidente. Los bienes que tienen valor afecti-
vo o cultural sólo pueden ser vendidos en caso de absoluta necesidad (art. 122). Luego de ser
cubiertos los gastos de la tutela, el dinero del tutelado debe ser colocado a interés en bancos de
reconocida solvencia, o invertido en títulos públicos, a su nombre y a la orden del juez. El tutor
no puede retirar fondos, títulos o valores sin autorización judicial. El juez también puede autori-
zar que los bienes sean transmitidos en fideicomiso a una entidad autorizada para ofrecerse pú-
FI

blicamente como fiduciario, siempre que el tutelado sea el beneficiario. Asimismo, puede dispo-
ner otro tipo de inversiones seguras, previo dictamen técnico.
El tutor tiene derecho a percibir la retribución que se fije judicialmente teniendo en cuenta
la importancia de los bienes del tutelado y el trabajo que ha demandado su administración en


cada período. La remuneración única no puede exceder de la décima parte de los frutos líquidos
de los bienes del menor de edad. Asimismo, el tutor tiene derecho a la restitución de los gastos
razonables hechos en su gestión, aunque de ellos no resulte utilidad al tutelado (art. 133). Los
gastos de rendición de cuentas deben ser anticipados por el tutor; pero le serán reembolsados por
el menor si son rendidas en debida forma. El guardador que ejerce funciones de tutela también
tiene derecho a la retribución. Pero el derecho del tutor a la retribución cesa: a) si nombrado por
un testador, éste ha dejado algún legado que puede estimarse remuneratorio de su gestión. Puede
optar por renunciar al legado o devolverlo, percibiendo la retribución legal; b) si las rentas del
pupilo no alcanzan para satisfacer los gastos de sus alimentos y educación; c) si fue removido de
la tutela por causa atribuible a su culpa o dolo, caso en el cual debe también restituir lo percibi-
do, sin perjuicio de las responsabilidades por los daños que cause; d) si contrae matrimonio con
el tutelado sin la debida dispensa judicial (art. 129).
Uno de los principales deberes del tutor es la rendición de cuentas, tanto en forma periódi-
ca como al cesar en su cargo mediante la cuenta final. Debe llevar cuenta fiel y documentada de

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las entradas y gastos de su gestión. Debe rendir cuentas: al término de cada año, al cesar en el
cargo, y cuando el juez lo ordena, de oficio, o a petición del Ministerio Público. La obligación de
rendición de cuentas es individual y su aprobación sólo libera a quien da cumplimiento a la mis-
ma. En cuanto a la rendición final, terminada la tutela, quien la ejerza o sus herederos deben en-
tregar los bienes de inmediato, e informar de la gestión dentro del plazo que el juez señale, aun-
que el tutelado en su testamento lo exima de ese deber. Las cuentas deben rendirse judicialmente
con intervención del Ministerio Público (art. 131). Si el tutor no rinde cuentas, no lo hace debi-
damente o se comprueba su mala administración atribuible a dolo o culpa, debe indemnizar el
daño causado a su tutelado. La indemnización no debe ser inferior a lo que los bienes han podido
razonablemente producir (art. 134).

OM
Extinción de la tutela. Conforme al art. 135 la tutela termina: 1° Por la muerte del tutelado, su
emancipación o la desaparición de la causa que dio lugar a la tutela; 2° Por la muerte, incapaci-
dad, remoción o renuncia aceptada por el juez, del tutor. En caso de haber sido discernida a dos
personas, la causa de terminación de una de ellas no afecta a la otra, que se debe mantener en su
cargo, excepto que el juez estime conveniente su cese, por motivos fundados.
Ocurrida la muerte del tutor, sus albaceas, sus herederos o, en su caso, el otro tutor, debe-

.C
rán ponerlo en conocimiento inmediato del juez de la tutela, y proveer entretanto las medidas
urgentes que las circunstancias exijan para protección de la persona y bienes del pupilo.
Asimismo, los jueces podrán remover los tutores por las siguientes causales: a) quedar
DD
comprendido en alguna de las causales que impide ser tutor; b) no hacer el inventario de los bie-
nes del tutelado, o no hacerlo fielmente; c) no cumplir debidamente con sus deberes o tener gra-
ves y continuados problemas de convivencia.
Están legitimados para solicitar la remoción el tutelado y el Ministerio Público. También
puede disponerla el juez de oficio. Durante la tramitación del proceso de remoción, el juez puede
LA

suspender al tutor y nombrar provisoriamente a otro.


Curatela. La curatela se rige por las mismas reglas de la tutela, salvo modificación expresa.
En nuestro derecho se asigna curador a la persona incapaz de cuidar su persona o adminis-
trar sus bienes. La principal función del curador es la de cuidar a la persona y los bienes de la
persona incapaz, y tratar de que recupere su salud. Las rentas de los bienes de la persona protegi-
FI

da deben ser destinadas preferentemente a ese fin (art. 138).


Personas que pueden ser curadores. La persona capaz puede designar, mediante una directiva
anticipada, a quien ha de ejercer su curatela. Los padres pueden nombrar curadores y apoyos de
sus hijos incapaces o con capacidad restringida, en los casos y con las formas en que pueden


designarles tutores. Cualquiera de estas designaciones debe ser aprobada judicialmente. A falta
de estas previsiones el juez puede nombrar al cónyuge no separado de hecho, al conviviente, a
los hijos, padres o hermanos de la persona a proteger según quien tenga mayor aptitud. Se debe
tener en cuenta a su respecto la idoneidad moral y económica (art. 139).
El curador de la persona incapaz es también tutor de los hijos menores de éste. Sin embar-
go, el juez puede otorgar la guarda del hijo menor de edad a un tercero, designándolo tutor para
que lo represente en las cuestiones patrimoniales (art. 140).
6.- Responsabilidad parental.
Introducción.36 La incorporación de los tratados de derechos humanos en el bloque constitucio-
nal (artículo 75, inc. 22, C.N.) ha tenido un fuerte impacto en las relaciones entre padres e hijos.

36
Fundamentos vertidos por la Comisión Redactora del Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la Nación.

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La igualdad de derechos entre hombre y mujer se encuentra expresamente consagrada res-
pecto a la crianza y educación de los hijos en el art. 16 de la Convención para la eliminación de
todas formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), con el objeto de satisfacer el derecho
de todo niño a mantener vínculo con ambos progenitores tras la ruptura de la unión entre los
adultos (arts. 9 y 18 de la Convención sobre los Derechos del Niño).
Por otro lado, la regla de la autonomía progresiva de niños, niñas y adolescentes ha permi-
tido pasar de una noción de potestad o poder de los padres sobre los hijos a la de responsabilidad,
cuyo ejercicio requiere tener en consideración, con respecto al hijo “la evolución de sus faculta-
des, dirección y orientación apropiadas para que el niño ejerza los derechos reconocidos en la
presente Convención” (art. 5, Convención sobre los Derechos del Niño) para que pueda “estar

OM
plenamente preparado para una vida independiente en sociedad y ser educado en el espíritu de
los ideales proclamados en la Carta de las Naciones Unidas y, en particular, en un espíritu de
paz, dignidad, tolerancia, libertad, igualdad y solidaridad” (Preámbulo de la convención citada).
También se debe tener en cuenta que la noción de “adolescencia” tiene entidad o conceptualiza-
ción jurídica, al ser considerada tal toda persona menor de edad entre los 13 y los 18 años.
El lenguaje, asimismo, tiene un fuerte valor pedagógico y simbólico; por esta razón, el Có-

.C
digo reemplazó la expresión “patria potestad” por la de “responsabilidad parental”, denomina-
ción que da cuenta de los cambios que se han producido en la relación entre padres e hijos. La
palabra “potestad”, de origen latino, se conecta con el poder que evoca a la “potestas” del dere-
cho romano centrado en la idea de dependencia absoluta del niño en una estructura familiar je-
DD
rárquica. Por el contrario, el vocablo “responsabilidad”, por tratarse de un conjunto de derechos
y deberes, implica una función destinada, primordialmente, a satisfacer el interés superior del
niño o adolescente.
Si los hijos tienen derecho a relacionarse con ambos padres por igual, el sistema legal que
mejor responde a este principio es el del ejercicio de la responsabilidad parental conjunta, convi-
LA

van o no los progenitores. Producida la ruptura, se pretende que ella incida lo menos posible en
la relación padres e hijos. Por ello, si cuando los progenitores convivían, ambos podían realizar
los actos cotidianos de manera indistinta, presumiéndose que lo realizado por uno cuenta con la
anuencia del otro, el mismo sistema puede ser sostenido después de la ruptura de la pareja. La
reforma deroga la regla del sistema unipersonal vigente en los supuestos de separación que ha
FI

dado lugar a la siguiente situación: uno de los progenitores (por lo general la madre) se queda a
cargo del hijo y al otro progenitor le queda un rol secundario y periférico; ambos roles se mues-
tran estereotipados y rígidos (madre cuidadora- padre proveedor), que no es acorde con la com-
pleja realidad familiar.


La responsabilidad parental compartida tiene un alto valor simbólico; la sola expresión


contribuye a que ninguno se sienta apartado ni excluido, más allá de que el sistema del Código
prevé o permite que los progenitores puedan acordar otro sistema o, incluso, ser decidido por el
juez cuando ello sea en el mejor interés del hijo. Concordante con ello, se deroga la preferencia
materna de la tenencia de hijos menores de 5 años porque tal prioridad: a) viola el principio de
igualdad; b) reafirma los roles rígidos y tradicionales según los cuales las madres son las princi-
pales y mejores cuidadoras de sus hijos; c) es contradictorio con la regla del ejercicio de la res-
ponsabilidad parental compartida; d) es incompatible con la ley 26.618 de matrimonio igualita-
rio.
La experiencia social y la praxis judicial muestran una significativa cantidad de casos en
los que, por diversas circunstancias, los progenitores dejan a sus hijos al cuidado de un tercero
(familiar o no, como, por ejemplo, un vecino). Estas situaciones no han sido previstas expresa-
mente por el ordenamiento jurídico que sólo aporta soluciones drásticas para aquellos supuestos
en que la separación del niño de su familia nuclear tiene visos de permanencia, como son la

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adopción o la tutela. El Código cubre este vacío al reconocer efectos jurídicos a las relaciones
entre el niño y los adultos temporalmente responsables de su cuidado, por delegación conjunta de
ambos progenitores o de uno de ellos.
Asimismo, y en contraposición al sistema anterior que priorizaba la figura de la tutela por
parte de un abuelo sobre su nieto en lugar de admitir el ejercicio de la responsabilidad parental –
con ciertas limitaciones- por los progenitores menores de edad, el Código regula un régimen de
ejercicio de la responsabilidad parental limitada por los progenitores adolescentes, con indepen-
dencia de que éstos hayan o no contraído matrimonio, fundado en el principio de autonomía pro-
gresiva, y reconoce que los progenitores adolescentes pueden llevar adelante los actos de la vida
cotidiana de los hijos, siendo ellos los protagonistas y principales responsables de dicha crianza,

OM
si bien con ciertas limitaciones referidas a los actos de gravedad o envergadura, para los cuales
se requiere el asentimiento de cualquiera de los progenitores de los padres adolescentes, sin la
necesidad de que uno de ellos deba ser designado previamente tutor de su nieto.
El Código enumera los diferentes deberes y derechos de los progenitores destacándose, a
modo de límite, el respeto por la autonomía progresiva del hijo, en especial cuando se trata de
derechos personalísimos. Se deroga el llamado “poder de corrección” por ser ésta una facultad

.C
más acorde con la noción de “patria potestad”; en cambio, se regula el derecho deber de los pro-
genitores de “prestar orientación y dirección”, para lo cual se requiere un “intercambio con el
hijo de acuerdo con cada etapa de su desarrollo”.
DD
Se diferencia el ejercicio de la responsabilidad parental del cuidado personal del hijo. El
cuidado personal es uno de los deberes y derechos de los progenitores que se derivan del ejerci-
cio de la responsabilidad parental y atañe a la vida cotidiana del hijo. En caso de ruptura de la
pareja (matrimonial o unión convivencial), el cuidado personal (término que reemplaza el de
“tenencia”, criticado mayoritariamente por la doctrina) puede ser compartido (regla) o unilateral
(excepción).
LA

El régimen compartido admite dos modalidades: el alternado (que supone que el hijo con-
vive un tiempo con cada uno de los progenitores) y el indistinto (según el cual ambos progenito-
res realizan las labores según las necesidades del grupo familiar, con independencia del lugar
donde el niño reside principalmente). El Código privilegia el último de los mencionados, por
considerar que es el que respeta mejor el derecho constitucional del hijo a “mantener relaciones
FI

personales y contacto directo con ambos padres de modo regular” (art. 9 de la Convención sobre
los Derechos del Niño), reafirmándose el principio de “coparentalidad”. Hasta la reforma, la cus-
todia personal compartida (mal llamada “tenencia compartida”) ingresaba en la práctica a través
de los acuerdos de los progenitores celebrados tras la ruptura de la pareja (matrimonial o no) por


aplicación del principio de la voluntad cuyo límite es “el interés superior del niño” (conf. art. 3
de la Convención sobre los Derechos del Niño y art. 3 de la ley 26.061). El Código respeta la
libertad de los padres para decidir cómo organizar la convivencia con el hijo, pero además orien-
ta al juez en que la regla debe ser la custodia compartida bajo la modalidad indistinta; en este
sentido, sigue la tendencia prevaleciente en el moderno derecho de familia comparado tal como
surge de la legislación vigente en España, Bélgica, Francia, Inglaterra y Gales, Italia, República
Checa, Suecia, diversas jurisdicciones de los Estados Unidos, Uruguay, Brasil, etc. De confor-
midad con lo expresado, se incentiva a los progenitores a elaborar un “plan de parentalidad” tras
la ruptura de la pareja; autonomía que la ley anterior preveía expresamente sólo para los hijos
matrimoniales y los supuestos de divorcio de los padres por presentación conjunta. Con fines
pedagógicos, se señalan los diversos aspectos que ese plan puede contener.
En el régimen anterior, en casos extremos, y por decisión judicial, la guarda podía ser otor-
gada a un tercero. El Código suple la carencia de normativa y regula la facultad de los jueces de
apartar, excepcional y temporalmente, a un niño de su familia nuclear cuando se verifica que su

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permanencia en este medio familiar resulta contraria a su interés superior. En definitiva, se trata
de regular las consecuencias jurídicas de medidas excepcionales como las previstas en los arts.
39 y siguientes de la Ley 26.061, que implican que el niño permanece transitoriamente en me-
dios familiares alternativos. De este modo, al establecer los deberes y derechos de los guardado-
res, se otorga seguridad jurídica a este tipo de situaciones complejas.
La obligación alimentaria es uno de los deberes a cargo de los progenitores que ha tenido
una importante evolución doctrinal y jurisprudencial gracias a la Convención sobre los Derechos
del Niño (art. 27), hoy con rango constitucional. El Código prevé que la obligación alimentaria
puede ser cumplida en dinero o en especie, según las posibilidades del o los alimentantes y las
necesidades del alimentado, tal como acontece en la práctica. Reconoce, en forma expresa, el

OM
valor económico de las tareas personales que realiza el progenitor que tiene a su cargo el cuidado
personal del hijo, por lo que debe ser considerado un aporte. También se regula la especial situa-
ción de la obligación alimentaria en los casos de custodia personal compartida en su modalidad
alternada, estableciéndose que si los recursos de ambos progenitores son equivalentes, cada uno
se hace cargo de la manutención del hijo durante el tiempo que permanezca con cada uno de
ellos; de lo contrario, se deberá tener en cuenta el caudal económico de cada uno.

.C
Uno de los temas más debatidos después de la sanción de la ley 26.579 (que establece la
mayoría de edad a los 18 años) es el relativo a la extensión de la obligación alimentaria hasta los
21 años, en particular, cuando los hijos continúan conviviendo con uno de los progenitores. Co-
mo regla, el deber alimentario se extiende hasta los 21 años de edad; nada debe probar el hijo
DD
que los reclama; es el padre que intenta liberarse el que debe acreditar que el hijo mayor de edad
puede procurárselos. Ahora bien, dado que los alimentos deben cubrir algunos gastos del hogar,
el Código concede legitimación al progenitor conviviente para obtener la contribución del otro al
sostenimiento de dichos gastos pues de lo contrario ellos recaerían exclusivamente sobre el pro-
genitor conviviente. Otra solución consiste en que las partes de común acuerdo, o el juez a pedi-
LA

do de parte, fije dos sumas: una para ser percibida por el progenitor conviviente para cubrir los
referidos gastos; la otra para ser percibida por el hijo para solventar sus gastos personales.
El Código también regula el caso de los alimentos a los hijos mayores de 21 años que pro-
siguen sus estudios, supuesto especial que ya ha sido reconocido jurisprudencialmente en algu-
nas oportunidades. El derecho comparado conoce varias soluciones; en algunos países, se otor-
FI

gan sin límite de edad, como en Francia, Italia, Suiza, España; en otros, se fija un tope etario
como en Panamá, Chile, Nicaragua, Perú, San Salvador, Costa Rica, Ecuador, etc. El Código
sigue esta última tendencia a los fines de lograr un equilibrio entre los derechos en pugna y el
posible abuso en el mantenimiento de los hijos mayores de edad.


Otro supuesto contemplado en varias legislaciones del moderno derecho comparado es el


de los alimentos a favor de la mujer embarazada, a quien se reconoce el derecho para solicitar
esa prestación al presunto padre. El Código también responde a los avances doctrinales y juris-
prudenciales al reglar la posibilidad de solicitar alimentos provisorios a favor del hijo no recono-
cido en el marco de un proceso de reclamación de paternidad, o aun antes cuando se acredita la
verosimilitud del derecho.
Otras cuestiones debatidas en la doctrina y la jurisprudencia son resueltas expresamente: se
admite la posibilidad de reclamar alimentos contra el obligado principal (los progenitores) y si-
multáneamente contra los ascendientes, debiéndose acreditar prima facie la dificultad del prime-
ro para cumplir con la obligación a su cargo. Se establece la retroactividad de la decisión que
resuelve sobre los alimentos, disponiéndose que son debidos desde el reclamo judicial o extraju-
dicial (entendiéndose que también involucra la mediación en aquellos ámbitos en los cuales este
tipo de resolución pacífica de conflictos es previa y forma parte de todo reclamo alimentario),
siempre que este reclamo extrajudicial se hubiera realizado dentro el año anterior a la iniciación

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de la demanda, evitándose así pretensiones abusivas. Se reconoce el derecho del progenitor que
realizó gastos que eran a cargo del otro progenitor a solicitar el reembolso de tales erogaciones.
Varias disposiciones receptan el principio fundamental de autonomía progresiva. En este
contexto, enumera de manera concreta diferentes deberes a cargo de los hijos, entre otros: a) res-
peto de sus progenitores; b) cumplir con las decisiones asumidas por sus principales responsables
cuando ellas no sean contrarias a su interés superior; c) prestar colaboración de acuerdo con su
edad y grado de madurez; d) cuidar de los ascendientes en todas las circunstancias en las que sea
indispensable contar con su auxilio. Se sustituye el deber de “obediencia” de los hijos por el de
cumplir con las decisiones asumidas por los progenitores en su beneficio, por ser ésta más acorde
con la noción de “responsabilidad parental”.

OM
Una gran cantidad de disposiciones del Código exigen recabar la opinión de los niños, ni-
ñas y adolescentes, agregándose que esta manifestación debe ser valorada de conformidad con la
edad y el grado de madurez. En consonancia con el principio de autonomía progresiva, se recepta
la siguiente relación inversamente proporcional: “a mayor desarrollo madurativo disminuye la
representación de los progenitores en el ejercicio de los derechos de los hijos” (conf. arts. 3, 5 y
12 de la Convención sobre los Derechos del Niño y arts. 3, 24 y 27 de la ley 26.061). Siguiendo

.C
las recomendaciones internacionales, no se establece una edad para que los niños sean escucha-
dos, siendo ésta un elemento a ser tenido en cuenta sólo a los fines de la valoración.
Uno de los temas que más debates ha generado en la Ley 26.061 es el relativo a la defensa
DD
técnica de niños y adolescentes mediante su intervención o participación activa, con su propio
patrocinio letrado, cuando existen intereses contrapuestos con los de sus progenitores. El Código
permite la actuación del “abogado del niño” cuando los niños y adolescentes lo soliciten de ma-
nera expresa, y en determinados supuestos o situaciones especiales, en particular, cuando involu-
cre a hijos adolescentes.
Sobre la base del principio de “democratización de la familia”, el Código regula ciertos as-
LA

pectos que involucran a la llamada “familia ensamblada”, es decir, aquella estructura familiar
originada en el matrimonio o en las convivencias de pareja, en la cual uno o ambos tienen hijos,
nacidos con anterioridad a esta unión. De este modo, se alude a las situaciones de segundas nup-
cias de viudos/as y divorciados/as, y aquellas otras en las cuales uno de los cónyuges es soltero y
el otro viudo o divorciado.
FI

Un capítulo particular se dedica a las funciones, derechos y deberes de los llamados “pro-
genitores afines”. Esta denominación sigue la más calificada doctrina nacional sobre el tema, que
designa con este término a los nuevos cónyuges o parejas de los progenitores; se recurre a un
vocablo ya existente en el Código anterior, como es el parentesco por afinidad, que establece


lazos de parentesco derivados del matrimonio y con los parientes consanguíneos del cónyuge, y
se lo extiende a las uniones convivenciales. En primer lugar, se reconoce el deber del cónyuge o
conviviente de un progenitor a cooperar en la crianza y educación de los hijos del otro, así como
la facultad de realizar actos de la vida cotidiana de estos niños, como, por ej., firmar boletines,
autorización para salidas extracurriculares, anotarlo en torneos recreativos, etc., destacándose
que esta “colaboración no afecta los derechos de los titulares de la responsabilidad parental” que
continúa en cabeza de los progenitores. Se reconoce el vínculo afectivo que se genera entre el
progenitor y los hijos de su pareja cuando conviven, otorgando ciertos derechos a los primeros
sin excluir los derechos y deberes de los progenitores como principales responsables de los hijos.
En este sentido, se prevé la posibilidad de delegar el ejercicio de la responsabilidad parental a
favor del progenitor afín cuando el o los progenitores no se encuentren en condiciones de cum-
plir plenamente con las funciones a su cargo por diversas razones como ser viajes, enfermedad,
etc. Por las implicancias jurídicas que se derivan, y en la misma línea que acontece en la delega-
ción del ejercicio de la responsabilidad parental a un tercero, el Código prevé que este acuerdo

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sea homologado judicialmente, salvo que el otro progenitor -el que no delega, el no conviviente-
esté de acuerdo con este traspaso temporario de responsabilidades. Se admite el ejercicio conjun-
to de la responsabilidad parental entre el progenitor que tiene a su cargo el cuidado del hijo y su
pareja matrimonial o conviviente, sobre el hijo del primero que vive con ambos. Este acuerdo: a)
exige homologación; b) si existe algún desacuerdo, se prioriza la decisión del progenitor del ni-
ño; c) se extingue con la ruptura del matrimonio o de la unión convivencial.
Desde una perspectiva sistémica e integral, algunas modificaciones sustanciales en aspec-
tos personales tienen incidencia en los de carácter patrimonial; de allí que el principio de auto-
nomía progresiva también se extiende a este último ámbito. El Código introduce varias modifi-
caciones en el plano patrimonial de la responsabilidad parental, destacándose por su relevancia

OM
los siguientes: (a) la presunción de que los hijos adolescentes cuentan con madurez suficiente
para estar en juicio conjuntamente con sus progenitores y aun de manera autónoma; (b) la posibi-
lidad de que un hijo adolescente pueda iniciar acción civil a pesar de la oposición de sus progeni-
tores; (c) la facultad de los hijos menores de edad de reclamar contra sus progenitores por sus
propios intereses, sin previa autorización judicial si cuentan con madurez suficiente; (d) la cele-
bración de contratos por parte de los progenitores en nombre de los hijos, pero dándoles a éstos

.C
la debida participación e información y (e) la presunción de que los hijos mayores de 16 que
ejercen oficio, profesión o industria están autorizados por sus progenitores para realizar válida-
mente actos relativos a esta labor.
Se deroga la figura del usufructo paterno porque si los hijos son sujetos de derechos dife-
DD
rentes a sus padres, los frutos de sus bienes no deben ingresar al patrimonio de sus progenitores,
sino que deben ser conservados y reservados para ellos. De este modo, la regla es que la renta de
los bienes de los hijos le corresponde a éstos, no debiéndose confundir con los bienes de los pro-
genitores; sólo de manera excepcional, los progenitores pueden disponer de ellas previa autoriza-
ción judicial y por razones fundadas en beneficio de los hijos, debiéndose rendir cuenta. Esta
LA

autorización no es necesaria cuando las rentas se destinen para gastos para la subsistencia y edu-
cación del hijo, los gastos derivados de la administración de estos fondos y gastos de enfermedad
o entierro de los hijos.
Se reconoce la facultad de los hijos de celebrar por sí ciertos contratos cuando se trata de
transacciones de escasa cuantía y pagados en efectivo relativos a la vida cotidiana, presumiéndo-
FI

se que son celebrados con la conformidad de los progenitores.


Los supuestos de extinción de la responsabilidad parental se modifican para estar en con-
sonancia con los cambios propuestos en otras instituciones que se vinculan de manera directa
con la responsabilidad parental, como la emancipación. Si bien la emancipación por matrimonio


-única que recepta la ley vigente- produce la plena capacidad civil, no lo es a los fines del ejerci-
cio de la responsabilidad parental por parte de los progenitores adolescentes, de acuerdo con los
fundamentos ya esgrimidos. El Código aclara de manera expresa que la adopción de integración
–se trate de un matrimonio o unión convivencial- no extingue la responsabilidad parental del
progenitor con el cual se tiene vínculo jurídico previo. Se restringen los supuestos de privación
de la responsabilidad parental, derogándose la posibilidad de que se extinga ipso iure por las
consecuencias o situaciones negativas que hayan acontecido con otros hijos, siendo necesario
indagar en cada caso si se observan o no las causales de privación con cada hijo, con indepen-
dencia de lo sucedido con el resto de los hijos. Se limita el supuesto de privación para las situa-
ciones de peligro a la salud física y psíquica del hijo, derogándose la noción de “moralidad” a la
cual aludía el texto anterior, siendo éste un concepto vago e indeterminado contrario a la mirada
estricta con la cual se debe analizar la figura de la privación de la responsabilidad parental.
Se señala de manera expresa que la privación tiene efectos a partir de la sentencia que la
declara, excepto cuando se deriva de la declaración judicial en estado de adoptabilidad, que rige

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desde esta decisión. Se introducen modificaciones a los supuestos de suspensión del ejercicio de
la responsabilidad parental en consonancia con los principios y propósitos que inspiran la Con-
vención sobre los Derechos de las personas con discapacidad y la ley 26.657. El Código recono-
ce que una persona puede sufrir la limitación de su capacidad para ciertos o determinados actos
pero eso no significa la automática imposibilidad de ejercer la responsabilidad parental sobre sus
hijos; de este modo, se deroga la suspensión de pleno derecho del ejercicio de la responsabilidad
parental que la declaración de insania o capacidad restringida producían en el régimen anterior.
Principios generales de la responsabilidad parental.
Concepto. La responsabilidad parental es el conjunto de deberes y derechos que corresponden a

OM
los progenitores sobre la persona y bienes del hijo, para su protección, desarrollo y formación
integral mientras sea menor de edad y no se haya emancipado.
Principios. La responsabilidad parental se rige por los siguientes principios: a) el interés superior
del niño; b) la autonomía progresiva del hijo conforme a sus características psicofísicas, aptitu-
des y desarrollo. A mayor autonomía, disminuye la representación de los progenitores en el ejer-
cicio de los derechos de los hijos; c) el derecho del niño a ser oído y a que su opinión sea tenida
en cuenta según su edad y grado de madurez.

.C
Figuras legales. Derivan de la responsabilidad parental las siguientes figuras legales: a) la titula-
ridad y el ejercicio de la responsabilidad parental; b) el cuidado personal del hijo por los progeni-
tores; c) la guarda otorgada por el juez a un tercero.
DD
Titularidad y ejercicio de la responsabilidad parental.
El ejercicio de la responsabilidad parental corresponde siempre, en principio, a ambos pro-
genitores. Sea que estos convivan, o aun caso de cese de la convivencia, divorcio o nulidad de
matrimonio, se presume que los actos realizados por uno cuentan con la conformidad del otro,
salvo los supuestos que requieren consentimiento expreso de ambos progenitores contemplados
LA

en el art. 645, o que medie expresa oposición. No obstante, por voluntad de los progenitores o
por decisión judicial, en interés del hijo, el ejercicio se puede atribuir a sólo uno de ellos, o esta-
blecerse distintas modalidades.
En caso de muerte, ausencia con presunción de fallecimiento, privación de la responsabili-
FI

dad parental o suspensión del ejercicio de un progenitor, la responsabilidad parental corresponde


al otro. En caso de hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial, corresponde al único proge-
nitor. Y en caso de hijo extramatrimonial con doble vínculo filial, si uno se estableció por decla-
ración judicial, corresponde al otro progenitor; sin embargo, en interés del hijo, los progenitores
de común acuerdo o el juez pueden decidir el ejercicio conjunto o establecer distintas modalida-


des (art. 641).


En caso de desacuerdo entre los progenitores, cualquiera de ellos puede acudir al juez
competente quien debe resolver previa audiencia de los progenitores con intervención del Minis-
terio Público. Si los desacuerdos son reiterados o concurre cualquier otra causa que entorpece
gravemente el ejercicio de la responsabilidad parental, el juez puede atribuirlo total o parcial-
mente a uno de los progenitores, o distribuir entre ellos sus funciones, por un plazo que no puede
exceder de 2 años. El juez también puede ordenar medidas de intervención interdisciplinaria y
someter las discrepancias a mediación.
Delegación del ejercicio. En el interés del hijo y por razones suficientemente justificadas, los
progenitores pueden convenir que el ejercicio de la responsabilidad parental sea otorgado a un
pariente, al cónyuge o al conviviente. El acuerdo con la persona que acepta la delegación debe
ser homologado judicialmente, debiendo oírse necesariamente al hijo. Tiene un plazo máximo de
un año, pudiendo renovarse judicialmente por razones debidamente fundadas por un período más

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con participación de las partes involucradas. Los progenitores conservan la titularidad de la res-
ponsabilidad parental, y mantienen el derecho a supervisar la crianza y educación del hijo en
función de sus posibilidades. Igual régimen es aplicable al hijo que sólo tiene un vínculo filial
establecido.
Progenitores adolescentes. Si los progenitores son adolescentes, estén o no casados, ejercen la
responsabilidad parental de sus hijos pudiendo decidir y realizar por sí mismos las tareas necesa-
rias para su cuidado, educación y salud. Quienes ejercen la responsabilidad parental de un pro-
genitor adolescente que tenga un hijo bajo su cuidado, pueden oponerse a la realización de actos
que resulten perjudiciales para el niño, y también intervenir cuando el progenitor omite realizar
las acciones necesarias para preservar su adecuado desarrollo. No obstante, el consentimiento del

OM
progenitor adolescente debe integrarse con el asentimiento de cualquiera de sus propios progeni-
tores si se trata de actos trascendentes para la vida del niño, como la decisión libre e informada
de su adopción, intervenciones quirúrgicas que ponen en peligro su vida, u otros actos que pue-
den lesionar gravemente sus derechos. En caso de conflicto, el juez debe decidir a través del pro-
cedimiento más breve previsto por la ley local. La plena capacidad de uno de los progenitores no
modifica este régimen (art. 644).

.C
Actos que requieren el consentimiento de ambos progenitores. Si el hijo tiene doble vínculo filial
se requiere el consentimiento expreso de ambos progenitores para los siguientes casos: a) autori-
zar a los hijos adolescentes entre 16 y 18 años para contraer matrimonio; b) autorizarlo para in-
gresar a comunidades religiosas, fuerzas armadas o de seguridad; c) autorizarlo para salir de la
DD
República o para el cambio de residencia permanente en el extranjero; d) autorizarlo para estar
en juicio, en los casos en que no puede actuar por sí; e) administrar los bienes de los hijos, ex-
cepto que se haya delegado la administración según lo previsto en el Código. En todos estos ca-
sos, si uno de los progenitores no da su consentimiento o media imposibilidad para prestarlo,
debe resolver el juez teniendo en miras el interés familiar. Cuando el acto involucra a hijos ado-
LA

lescentes, es necesario su consentimiento expreso (art. 645).


Deberes y derechos de los progenitores.
Reglas generales. Son deberes de los progenitores:
a) cuidar del hijo, convivir con él, prestarle alimentos y educarlo;
FI

b) considerar las necesidades específicas del hijo según sus características psicofísicas, aptitudes
y desarrollo madurativo;
c) respetar el derecho del niño y adolescente a ser oído y a participar en su proceso educativo, así
como en todo lo referente a sus derechos personalísimos;
d) prestar orientación y dirección al hijo para el ejercicio y efectividad de sus derechos;


e) respetar y facilitar el derecho del hijo a mantener relaciones personales con abuelos, otros pa-
rientes o personas con las cuales tenga un vínculo afectivo;
f) representarlo y administrar el patrimonio del hijo.
Prohibición de malos tratos. Auxilio del Estado. Se prohíbe el castigo corporal en cualquiera de
sus formas, los malos tratos y cualquier hecho que lesione o menoscabe física o psíquicamente a
los niños o adolescentes. Los progenitores pueden solicitar el auxilio de los servicios de orienta-
ción a cargo de los organismos del Estado.
Deberes y derechos sobre el cuidado de los hijos.
Cuidado personal. Se denomina “cuidado personal” a los deberes y facultades de los progenito-
res referidos a la vida cotidiana del hijo. Cuando los progenitores no conviven, el cuidado perso-
nal del hijo puede ser unilateral (asumido por un progenitor) o compartido (por ambos). El cui-
dado personal compartido puede ser alternado o indistinto. En el cuidado alternado, el hijo pasa
períodos de tiempo con cada uno de los progenitores, según la organización y posibilidades de la

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familia. En el indistinto, el hijo reside de manera principal en el domicilio de uno de los progeni-
tores, pero ambos comparten las decisiones y se distribuyen de modo equitativo las labores ati-
nentes a su cuidado.
A pedido de uno o ambos progenitores o de oficio, el juez debe otorgar, como primera al-
ternativa, el cuidado compartido del hijo con la modalidad indistinta, excepto que no sea posible
o resulte perjudicial para el hijo. En el supuesto de cuidado atribuido a uno de los progenitores,
el otro tiene el derecho y el deber de fluida comunicación con el hijo.
Cuidado personal unilateral. Deber de colaboración. En el supuesto excepcional en el que el cui-
dado personal del hijo deba ser unipersonal, el juez debe ponderar: a) la prioridad del progenitor

OM
que facilita el derecho a mantener trato regular con el otro; b) la edad del hijo; c) la opinión del
hijo; d) el mantenimiento de la situación existente y respeto del centro de vida del hijo. El otro
progenitor tiene el derecho y el deber de colaboración con el conviviente.
Asimismo, cada progenitor debe informar al otro sobre cuestiones de educación, salud y
otras relativas a la persona y bienes del hijo.
Plan de parentalidad. Los progenitores pueden presentar un plan de parentalidad relativo al cui-

.C
dado del hijo, que contenga: a) lugar y tiempo en que el hijo permanece con cada progenitor; b)
responsabilidades que cada uno asume; c) régimen de vacaciones, días festivos y otras fechas
significativas para la familia; d) régimen de relación y comunicación con el hijo cuando éste re-
side con el otro progenitor.
DD
El plan de parentalidad propuesto puede ser modificado por los progenitores en función de
las necesidades del grupo familiar y del hijo en sus diferentes etapas. Los progenitores deben
procurar la participación del hijo en el plan de parentalidad y en su modificación (art. 655).
Inexistencia de plan de parentalidad homologado. Si no existe plan de parentalidad o este no se
ha homologado, el juez debe fijar el régimen de cuidado de los hijos y priorizar la modalidad
LA

compartida indistinta, excepto que por razones fundadas resulte más beneficioso el cuidado uni-
personal o alternado. Cualquier decisión en materia de cuidado personal del hijo debe basarse en
conductas concretas del progenitor que puedan lesionar el bienestar del niño o adolescente no
siendo admisibles discriminaciones fundadas en el sexo u orientación sexual, la religión, las pre-
ferencias políticas o ideológicas o cualquier otra condición.
FI

Otorgamiento de la guarda a un pariente. En supuestos de especial gravedad, el juez puede otor-


gar la guarda a un pariente por un plazo de 1 año, prorrogable por razones fundadas por otro pe-
ríodo igual. Vencido el plazo, el juez debe resolver la situación del niño, niña o adolescente me-
diante otras figuras que se regulan en el Código.


El guardador tiene el cuidado personal del niño, niña o adolescente y está facultado para
tomar las decisiones relativas a las actividades de la vida cotidiana, sin perjuicio de que la res-
ponsabilidad parental quede en cabeza del o los progenitores, quienes conservan los derechos y
responsabilidades emergentes de esta titularidad y ejercicio (art. 657).
Deberes y derechos de los progenitores. Obligación de alimentos.
Regla general. Ambos progenitores tienen la obligación y el derecho de criar a sus hijos, alimen-
tarlos y educarlos conforme a su condición y fortuna, aunque el cuidado personal esté a cargo de
uno de ellos. La obligación de prestar alimentos a los hijos se extiende hasta los 21 años, excepto
que el obligado acredite que el hijo mayor de edad cuenta con recursos suficientes para proveér-
selos por sí mismo (658).
Contenido. La obligación de alimentos comprende la satisfacción de las necesidades de los hijos
de manutención, educación, esparcimiento, vestimenta, habitación, asistencia, gastos por enfer-

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medad y los gastos necesarios para adquirir una profesión u oficio. Los alimentos están consti-
tuidos por prestaciones monetarias o en especie y son proporcionales a las posibilidades econó-
micas de los obligados y necesidades del alimentado. Las tareas cotidianas que realiza el proge-
nitor que ha asumido el cuidado personal del hijo tienen un valor económico y constituyen un
aporte a su manutención.
El progenitor que falte a la prestación de alimentos puede ser demandado por: a) el otro
progenitor en representación del hijo; b) el hijo con grado de madurez suficiente con asistencia
letrada; c) subsidiariamente, cualquiera de los parientes o el Ministerio Público (art. 661).
Hijo mayor de edad. El progenitor que convive con el hijo mayor de edad tiene legitimación para

OM
obtener la contribución del otro hasta que el hijo cumpla 21 años. Puede iniciar el juicio alimen-
tario o, en su caso, continuar el proceso promovido durante la minoría de edad del hijo para que
el juez determine la cuota que corresponde al otro progenitor. Tiene derecho a cobrar y adminis-
trar las cuotas alimentarias devengadas. Las partes de común acuerdo, o el juez, a pedido de al-
guno de los progenitores o del hijo, pueden fijar una suma que el hijo debe percibir directamente
del progenitor no conviviente. Tal suma, administrada por el hijo, está destinada a cubrir los des-
embolsos de su vida diaria, como esparcimiento, gastos con fines culturales o educativos, vesti-

.C
menta u otros rubros que se estimen pertinentes (art. 662).
Hijo mayor que se capacita. La obligación de los progenitores de proveer recursos al hijo subsis-
te hasta que éste alcance la edad de 25 años, si la prosecución de estudios o preparación profe-
DD
sional de un arte u oficio, le impide proveerse de medios necesarios para sostenerse independien-
temente. Pueden ser solicitados por el hijo o por el progenitor con el cual convive; y debe acredi-
tarse la viabilidad del pedido (art. 663).
Hijo no reconocido. El hijo extramatrimonial no reconocido tiene derecho a alimentos proviso-
rios mediante la acreditación sumaria del vínculo invocado. Si la demanda se promueve antes
LA

que el juicio de filiación, en la resolución que determina alimentos provisorios el juez debe esta-
blecer un plazo para promover dicha acción, bajo apercibimiento de cesar la cuota fijada mien-
tras esa carga esté incumplida.
Mujer embarazada. La mujer embarazada tiene derecho a reclamar alimentos al progenitor pre-
sunto con la prueba sumaria de la filiación alegada.
FI

Cuidado personal compartido. En el caso de cuidado personal compartido, cada uno de los pro-
genitores debe hacerse cargo de la manutención cuando el hijo permanece bajo su cuidado, si
ambos cuentan con recursos equivalentes; si no son equivalentes, aquel que cuenta con mayores
ingresos debe pasar una cuota alimentaria al otro para que el hijo goce del mismo nivel de vida


en ambos hogares. Los gastos comunes deben ser solventados por ambos progenitores, de con-
formidad con lo dispuesto en el art. 658 (art. 666).
Hijo fuera del país o alejado de sus progenitores. El hijo que no convive con sus progenitores,
que se encuentra en un país extranjero o en un lugar alejado dentro de la República, y tenga ne-
cesidad de recursos para su alimentación u otros rubros urgentes, puede ser autorizado por el
juez del lugar o por la representación diplomática de la República, según el caso, para contraer
deudas que satisfagan sus necesidades. Si es adolescente no necesita autorización alguna; sólo el
asentimiento del adulto responsable, de conformidad con la legislación aplicable.
Reclamo a ascendientes. Pueden reclamarse alimentos a los ascendientes en el mismo proceso en
que se demandan a los progenitores, o en proceso diverso; además de lo previsto en el título del
parentesco, debe acreditarse verosímilmente las dificultades del reclamante para percibir los ali-
mentos del progenitor obligado (art. 668).

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Alimentos impagos. Los alimentos se deben desde el día de la demanda o desde el día de la in-
terpelación del obligado por medio fehaciente, siempre que se interponga la demanda dentro de
los 6 meses de la interpelación. Por el período anterior, el progenitor que asumió el cuidado del
hijo tiene derecho al reembolso de lo gastado en la parte que corresponde al progenitor no convi-
viente.
Deberes de los hijos.
Son deberes de los hijos: a) respetar a sus progenitores; b) cumplir con las decisiones de
los progenitores que no sean contrarias a su interés superior; c) prestar a los progenitores colabo-
ración propia de su edad y desarrollo y cuidar de ellos u otros ascendientes en todas las circuns-

OM
tancias de la vida en que su ayuda sea necesaria (art. 671).
Deberes y derechos de los progenitores e hijos afines.
Se denomina “progenitor afín” al cónyuge o conviviente que vive con quien tiene a su car-
go el cuidado personal del niño o adolescente.
Deberes del progenitor afín. El cónyuge o conviviente de un progenitor debe cooperar en la
crianza y educación de los hijos del otro, realizar los actos cotidianos relativos a su formación en

.C
el ámbito doméstico y adoptar decisiones ante situaciones de urgencia. En caso de desacuerdo
entre el progenitor y su cónyuge o conviviente prevalece el criterio del progenitor. Esta colabo-
ración no afecta los derechos de los titulares de la responsabilidad parental.
DD
Delegación en el progenitor afín. El progenitor a cargo del hijo puede delegar a su cónyuge o
conviviente el ejercicio de la responsabilidad parental cuando no estuviera en condiciones de
cumplir la función en forma plena por razones de viaje, enfermedad o incapacidad transitoria, y
siempre que exista imposibilidad para su desempeño por parte del otro progenitor, o no fuera
conveniente que este último asuma su ejercicio. Esta delegación requiere la homologación judi-
cial, excepto que el otro progenitor exprese su acuerdo de modo fehaciente.
LA

Ejercicio conjunto con el progenitor afín. En caso de muerte, ausencia o incapacidad del progeni-
tor, el otro progenitor puede asumir dicho ejercicio conjuntamente con su cónyuge o conviviente.
Este acuerdo entre el progenitor en ejercicio de la responsabilidad parental y su cónyuge o con-
viviente debe ser homologado judicialmente. En caso de conflicto prima la opinión del progeni-
FI

tor.
Este ejercicio se extingue con la ruptura del matrimonio o de la unión convivencial. Tam-
bién se extingue con la recuperación de la capacidad plena del progenitor que no estaba en ejer-
cicio de la responsabilidad parental (art. 675).


Obligación alimentaria. La obligación alimentaria del progenitor afín respecto de los hijos del
otro, tiene carácter subsidiario. Cesa este deber en los casos de disolución del vínculo conyugal o
ruptura de la convivencia. Sin embargo, si el cambio de situación puede ocasionar un grave daño
al niño o adolescente y el cónyuge o conviviente asumió durante la vida en común el sustento del
hijo del otro, puede fijarse una cuota asistencial a su cargo con carácter transitorio, cuya duración
debe definir el juez de acuerdo a las condiciones de fortuna del obligado, las necesidades del
alimentado y el tiempo de la convivencia (art. 676).
Representación, disposición y administración de los bienes del hijo menor de edad.
Representación. Los progenitores pueden estar en juicio por su hijo como actores o demandados.
Se presume que el hijo adolescente cuenta con suficiente autonomía para intervenir en un proce-
so conjuntamente con los progenitores, o de manera autónoma con asistencia letrada.

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Si uno o ambos progenitores se oponen a que el hijo adolescente inicie una acción civil
contra un tercero, el juez puede autorizarlo a intervenir en el proceso con la debida asistencia
letrada, previa audiencia del oponente y del Ministerio Público.
Juicio contra los progenitores. El hijo menor de edad puede reclamar a sus progenitores por sus
propios intereses sin previa autorización judicial, si cuenta con la edad y grado de madurez sufi-
ciente y asistencia letrada (art. 679).
Hijo adolescente en juicio. El hijo adolescente no precisa autorización de sus progenitores para
estar en juicio cuando sea acusado criminalmente, ni para reconocer hijos (art. 680).
Contratos por servicios de hijo menor o mayor de 16 años. El hijo menor de 16 años no puede

OM
ejercer oficio, profesión o industria, ni obligarse de otra manera sin autorización de sus progeni-
tores; en todo caso, debe cumplirse con las disposiciones del Código y de leyes especiales (art.
681). Inversamente, si el hijo es mayor de 16 años, los progenitores no pueden hacer contratos
por servicios a ser prestados por su hijo adolescente o para que aprenda algún oficio sin su con-
sentimiento y de conformidad con los requisitos previstos en leyes especiales (art. 682).
Presunción de autorización para hijo mayor de 16 años. Se presume que el hijo mayor de 16 años

.C
que ejerce algún empleo, profesión o industria, está autorizado por sus progenitores para todos
los actos y contratos concernientes al empleo, profesión o industria. En todo caso debe cumplirse
con las disposiciones del Código y de la normativa referida al trabajo infantil.
DD
Los derechos y obligaciones que nacen de estos actos recaen únicamente sobre los bienes
cuya administración está a cargo del propio hijo.
Contratos de escasa cuantía. Los contratos de escasa cuantía de la vida cotidiana celebrados por
el hijo, se presumen realizados con la conformidad de los progenitores (art. 684).
Administración de los bienes. Los progenitores ejercen en común la administración de los bienes
LA

del hijo cuando ambos estén en ejercicio de la responsabilidad parental. Los actos conservatorios
pueden ser otorgados por cualquiera de los progenitores. Esta disposición se aplica con indepen-
dencia de que el cuidado sea unipersonal o compartido (art. 685). Los progenitores pueden acor-
dar que uno de ellos administre los bienes del hijo; en ese caso, el progenitor administrador nece-
sita el consentimiento expreso del otro para todos los actos que requieran también autorización
FI

judicial (art. 687). En caso de graves o persistentes desacuerdos sobre la administración de los
bienes, cualquiera de los progenitores puede recurrir al juez para que designe a uno de ellos o, en
su defecto, a un tercero idóneo para ejercer la función (art. 688).
Excepciones a la administración. Corresponde exclusivamente al hijo y por tanto se exceptúan de
la administración por los progenitores los siguientes bienes: a) los adquiridos por el hijo median-


te trabajo, empleo, profesión o industria, que son administrados por éste, aunque conviva con sus
progenitores; b) los heredados por el hijo por indignidad de sus progenitores; c) los adquiridos
por herencia, legado o donación, cuando el donante o testador haya excluido expresamente la
administración de los progenitores.
Contratos prohibidos. Los progenitores no pueden hacer contrato alguno con el hijo que está bajo
su responsabilidad, excepto lo dispuesto para las donaciones sin cargo previstas en el art. 1549.
No pueden, ni aun con autorización judicial, comprar por sí ni por persona interpuesta, bienes de
su hijo ni constituirse en cesionarios de créditos, derechos o acciones contra su hijo; ni hacer
partición privada con su hijo de la herencia del progenitor prefallecido, ni de la herencia en que
sean con él coherederos o colegatarios; ni obligar a su hijo como fiadores de ellos o de terceros
(art. 689). Pero los progenitores pueden celebrar contratos con terceros en nombre de su hijo en
los límites de su administración, debiendo informar al hijo que cuenta con la edad y grado de

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madurez suficiente (art. 690). La locación de bienes del hijo realizada por los progenitores lleva
implícita la condición de extinguirse cuando la responsabilidad parental concluya (art. 691).
Actos que necesitan autorización judicial. Se necesita autorización judicial para disponer los bie-
nes del hijo. Los actos realizados sin autorización pueden ser declarados nulos si perjudican al
hijo.
Obligación de realizar inventario. En los 3 meses subsiguientes al fallecimiento de uno de los
progenitores, el sobreviviente debe hacer inventario judicial de los bienes de los cónyuges o de
los convivientes, y determinarse en él los bienes que correspondan al hijo, bajo pena de una mul-
ta pecuniaria a ser fijada por el juez a solicitud de parte interesada.

OM
Pérdida de la administración. Los progenitores pierden la administración de los bienes del hijo:
a) cuando ella sea ruinosa, o se pruebe su ineptitud para administrarlos. El juez puede declarar la
pérdida de la administración en los casos de concurso o quiebra del progenitor que administra los
bienes del hijo (art. 694); b) cuando son privados de la responsabilidad parental (art. 695).
Removido uno de los progenitores de la administración de los bienes, ésta corresponde al
otro. Si ambos son removidos, el juez debe nombrar un tutor especial (art. 696).

.C
Rentas. Las rentas de los bienes del hijo le corresponden a éste. Los progenitores están obligados
a preservarlas cuidando de que no se confundan con sus propios bienes. Sólo pueden disponer de
ellas con autorización judicial y por razones fundadas, en beneficio de los hijos. Los progenitores
DD
pueden rendir cuentas a pedido del hijo, presumiéndose su madurez (art. 697).
Utilización de las rentas. Los progenitores pueden utilizar las rentas de los bienes del hijo sin
autorización judicial pero con la obligación de rendir cuentas, cuando se trata de solventar los
siguientes gastos: a) de subsistencia y educación del hijo cuando los progenitores no pueden
asumir esta responsabilidad a su cargo por incapacidad o dificultad económica; b) de enfermedad
del hijo y de la persona que haya instituido heredero al hijo; c) de conservación del capital, de-
LA

vengado durante la minoridad del hijo (art. 698).


Extinción, privación, suspensión y rehabilitación de la responsabilidad parental.
Extinción de la titularidad. La titularidad de la responsabilidad parental se extingue por: a) muer-
te del progenitor o del hijo; b) profesión del progenitor en instituto monástico; c) alcanzar el hijo
FI

la mayoría de edad; d) emancipación, excepto lo dispuesto en el artículo 644; e) adopción del


hijo por un tercero, sin perjuicio de la posibilidad de que se la restituya en caso de revocación y
nulidad de la adopción; la extinción no se produce cuando se adopta el hijo del cónyuge o del
conviviente (art. 699).


Privación. Cualquiera de los progenitores queda privado de la responsabilidad parental por: a)


ser condenado como autor, coautor, instigador o cómplice de un delito doloso contra la persona o
los bienes del hijo de que se trata; b) abandono del hijo, dejándolo en un total estado de despro-
tección, aun cuando quede bajo el cuidado del otro progenitor o la guarda de un tercero; c) poner
en peligro la seguridad, la salud física o psíquica del hijo; d) haberse declarado el estado de
adoptabilidad del hijo.
En los supuestos previstos en los incisos a), b) y c) la privación tiene efectos a partir de la
sentencia que declare la privación; en el caso previsto en el inciso d) desde que se declaró el es-
tado de adoptabilidad del hijo (art. 700).
Suspensión del ejercicio. El ejercicio de la responsabilidad parental queda suspendido mientras
dure: a) la declaración de ausencia con presunción de fallecimiento; b) el plazo de la condena a
reclusión y la prisión por más de 3 años; c) la declaración por sentencia firme de la limitación de
la capacidad por razones graves de salud mental que impiden al progenitor dicho ejercicio; d) la

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convivencia del hijo con un tercero, separado de sus progenitores por razones graves, de confor-
midad con lo establecido en leyes especiales (art. 702).
Casos de privación o suspensión de ejercicio. Si uno de los progenitores es privado de la respon-
sabilidad parental o suspendido en su ejercicio, el otro continúa ejerciéndola. En su defecto, se
procede a iniciar los procesos correspondientes para la tutela o adopción, según la situación plan-
teada, y siempre en beneficio e interés del niño o adolescente (art. 703).
Rehabilitación. La privación de la responsabilidad parental puede ser dejada sin efecto por el
juez si los progenitores, o uno de ellos, demuestra que la restitución se justifica en beneficio e
interés del hijo (art. 701).

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Subsistencia del deber alimentario. Los alimentos a cargo de los progenitores subsisten durante
la privación y la suspensión del ejercicio de la responsabilidad parental (art. 704).
7.- Régimen del transplante humano. Ley 24.193 y modificatorias.
La ley regula lo relativo a la ablación de órganos y tejidos (extirpación de algún órgano o
parte del cuerpo) para su implantación entre seres humanos, y de cadáveres humanos a seres hu-
manos. Se excluyen de su tratamiento los tejidos naturalmente renovables, salvo la médula ósea.

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Las disposiciones más salientes de la ley, son las siguientes:
➢ La ablación podrá ser realizada cuando todos los otros medios y recursos disponibles se
hayan agotado y no haya otra alternativa terapéutica para la recuperación del paciente.
DD
➢ Los actos médicos sólo podrán ser realizados por profesionales médicos especializados y de
acreditada experiencia.
➢ Los médicos deberán informar de manera suficiente acerca de los riesgos de la operación,
sus secuelas, evolución y limitaciones resultantes. Luego de que el dador y receptor hayan com-
prendido la información, tomarán una decisión sobre los riesgos de esta operación.
LA

➢ El dador vivo tiene que ser persona capaz, mayor de 18 años de edad.
➢ El receptor de tejidos de un ser vivo debe ser pariente consanguíneo o por adopción hasta el
4to. grado del dador (padre, madre, hijo, hermano, etc.), o cónyuge o conviviente por el lapso de
3 años (o por 2 años si de dicha unión hubo descendencia). En caso de implantación de médula
FI

ósea, la limitación de parentesco solo rige respecto de los dadores vivos menores de 18 años,
quienes pueden donar previa autorización de su representante legal.
➢ El paciente deberá expresar su conformidad.
➢ En el caso de donación de órganos de personas fallecidas, podrá ser a favor de otros seres


humanos o para fines de estudio o investigación.


➢ En el caso de ausencia de voluntad expresa del fallecido mayor de edad, la decisión es to-
mada por los parientes presentes en el lugar del deceso, según el siguiente orden prioritario: 1)
cónyuge no divorciado; 2) hijos mayores de 18 años edad; 3) cualquiera de los padres; 4) cual-
quiera de los hermanos mayores de 18 años; 5) cualquiera de los nietos mayores de 18 años; 6)
cualquiera de los abuelos; 7) cualquier pariente consanguíneo hasta el 4º grado; 8) cualquier pa-
riente por afinidad hasta el 2º grado; 9) el representante legal, tutor o curador.
➢ La ley considera muerta a una persona por la verificación de modo acumulativo de los si-
guientes signos: 1) ausencia irreversible de respuesta cerebral con pérdida absoluta de la con-
ciencia; 2) ausencia de respiración espontánea; 3) ausencia de reflejos cefálicos y constatación de
pupilas fijas no reactivas; 4) inactividad encefálica corroborada por medios técnicos. Esta última
verificación no será necesaria en caso de paro cardioresporatorio total e irreversible.

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➢ La ley prohíbe la comercialización de órganos que conforman el cuerpo humano, y se re-
prime con prisión la promesa de efectuar retribuciones de valor pecuniario para el dador o para
terceros.
➢ El dador en ningún caso deberá atender los gastos que se vinculan con la ablación.
➢ Toda persona mayor de 18 años de edad, en pleno uso de sus facultades mentales, podrá
disponer para después de su muerte la ablación de órganos de su propio cuerpo para ser implan-
tados en seres humanos.
➢ En caso de fallecimiento de menores de 18 años, no emancipados, sus padres o su represen-
tante legal, exclusivamente, podrán autorizar la ablación de sus órganos o tejidos especificando

OM
los alcances de la misma. La falta de consentimiento de alguno de los padres eliminará la posibi-
lidad de autorizar la ablación en el cadáver del menor. Sin embargo, en ausencia de las personas
mencionadas precedentemente, se dará intervención al Ministerio Pupilar, quien podrá autorizar
la ablación (art. 19 ter Ley 24.193, t.o. art. 6 Ley 26.066 B.O. 22/12/05).
➢ La manifestación de la voluntad de ser donante (positiva o negativa) debe ser expresa, y
deberá constar en instrumentos tales como DNI, C.I. o Pasaporte. Por Ley 26.326 (B.O.

.C
26/12/07) los canales habilitados para receptar las expresiones de voluntad previstas en el artícu-
lo 19 de la Ley 24.193 de las personas capaces mayores de 18 años son los siguientes: a) Institu-
to Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (Incucai); b) Registro Nacional
de las Personas (Renaper); c) Registros del Estado Civil y Capacidad de las Personas; d) Autori-
DD
dades sanitarias jurisdiccionales, a través de los organismos jurisdiccionales y de los estableci-
mientos asistenciales públicos y privados habilitados a tal fin; e) Policía Federal; f) Correo Ofi-
cial de la República Argentina Sociedad Anónima.
➢ La ablación podrá efectuarse respecto de toda persona capaz mayor de 18 años que no haya
dejado constancia expresa de su oposición a que después de su muerte se realice la extracción de
LA

sus órganos o tejidos, la que será respetada cualquiera sea la forma en la que se hubiere manifes-
tado (art. 19 bis Ley 24.193, t.o. art. 5 Ley 26.066).
Esta disposición entrará en vigencia transcurridos noventa (90) días de ejecución de lo es-
tablecido en el artículo 13 de la ley 26.066, que modifica el artículo 62 de la ley 24.193. Art. 13
Ley 26.066. Sustitúyese en la ley 24.193, el texto del artículo 62 por el siguiente:
FI

“Artículo 62: El Poder Ejecutivo nacional deberá llevar a cabo en forma permanente, a través del
Ministerio de Salud y Ambiente y si así este último lo dispusiere por medio del Instituto Nacio-
nal Central Unico Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI), una intensa campaña seña-
lando el carácter voluntario, altruista, desinteresado y solidario de la donación de órganos y teji-


dos a efectos de informar a la población el alcance del régimen que por la presente ley se instau-
ra. Autorízase al Ministerio de Salud y Ambiente a celebrar convenios con otras entidades u or-
ganismos públicos o privados, nacionales o internacionales para el mejor cumplimiento de este
objetivo”.
La Resolución 48/2006 del INCUCAI (BO 7-2-06) dio por iniciada la campaña de infor-
mación a la población prevista en el art. 62 Ley 24193, modificado por el art. 13 de la Ley
26.066.
➢ El Correo Oficial de la República Argentina, a solicitud de cualquier ciudadano mayor de
18 años, expedirá en forma gratuita telegrama o carta documento al INCUCAI, con copia al Re-
gistro de Estado Civil y Capacidad de las Personas, en la que conste la notificación del remitente
de su negativa a donar los órganos. El Correo deberá dejar constancia en el DNI del remitente de
la notificación efectuada.

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➢ Por Resolución 736/2013 del Registro Nacional de las Personas (B.O. 03/06/13) se estable-
ce que la expresión de voluntad afirmativa o negativa a la ablación de órganos o tejidos de su
propio cuerpo, de aquellos ciudadanos mayores de 18 años que se hubieran pronunciado al res-
pecto al momento de la toma del trámite del DNI, quedará asentada en el frente del Documento
Nacional de Identidad.
➢ Crea el I.N.C.U.C.A.I. (Instituto Nacional Centro Único Coordinador de Ablación e Im-
plante).
Se trata de una entidad estatal de derecho público, con personería jurídica y autarquía insti-
tucional, financiera y administrativa, que funciona en el ámbito de la Secretaria de Política, Re-

OM
gulación y Relaciones Sanitarias dependiente del Ministerio de Salud de la Nación.
Es el organismo nacional responsable de la procuración y el trasplante de órganos y tejidos
en Argentina, fiscalizando el cumplimiento de lo establecido en la ley 24.193 de Transplante de
Órganos, que impulsa y coordina, el sistema conformado por los organismos jurisdiccionales
responsables de la procuración e implante de órganos en cada una de las provincias.
Entre sus funciones específicas están las de:

.C
- Normatizar, coordinar y fiscalizar las actividades relacionadas con: La procuración de órganos
y tejidos (donación); la distribución de órganos y tejidos; el implante de órganos y materiales
anatómicos en seres humanos.
DD
- Estudiar y proponer a la autoridad sanitaria las normas técnicas a que deberá responder la abla-
ción de órganos y tejidos.
- Coordinar la distribución de órganos y tejidos para trasplante a nivel nacional e internacional.
- Determinar si son apropiados los procedimientos para el mantenimiento de potenciales donan-
tes cadavéricos, diagnostico de muerte, acondicionamiento y transporte de los órganos.
LA

- Confeccionar y actualizar permanentemente las lista de espera de potenciales receptores de


órganos y tejidos.
- Efectuar el seguimiento de pacientes trasplantados con fines de contralor y estadísticos.
- Asesorar al PEN en lo concerniente a campañas de difusión masiva y concientización de la po-
FI

blación respecto de la temática.


Por su lado, el Decreto 512/95 (B.O. 17/04/95) reglamentario de la Ley 24.193, otorga el
poder de policía sanitaria referido a la ablación de órganos y tejidos para la implantación de los
mismos de cadáveres humanos a seres humanos y entre seres humanos, a las autoridades sanita-


rias jurisdiccionales, sin perjuicio de las competencias acordadas al INCUCAI por el artículo 44
de la Ley Nº 24.193.
Dicho Decreto considera como de técnica corriente las siguientes prácticas médico-
quirúrgicas: 1) Ablación e implantación de corazón, vasos y estructuras valvulares. 2) Ablación e
implantación de pulmón. 3) Ablación e implantación de hígado. 4) Ablación e implantación de
páncreas. 5) Ablación e implantación de intestino. 6) Ablación e implantación de riñón y uréter.
7) Ablación e implantación de elementos del sistema osteoarticular. 8) Ablación e implantación
de piel. 9) Ablación del globo ocular para la implantación de córneas y esclera. 10) Ablación e
implantación de tejidos constitutivos del oído medio y externo. 11) Ablación e implantación de
duramadre. 12) Ablación e implantación de órganos dentarios erupcionados y no erupcionados.
13) Ablación e implantación de elementos del sistema nervioso periférico. 14) Ablación e im-
plantación de médula ósea.

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Establece además que el INCUCAI llevará un registro actualizado de los equipos y profe-
sionales médicos autorizados por las autoridades sanitarias jurisdiccionales, así como también un
registro actualizado de la nómina de pacientes hemodializados, sus condiciones y características.
Asimismo, los servicios o establecimientos asistenciales públicos o privados, habilitados a
los fines de la Ley N° 24.193, llevarán los siguientes registros foliados y rubricados por la Auto-
ridad Sanitaria Jurisdiccional: I) Registro de dadores vivos sin mediar internación previa y para
después de su muerte. II) Registro de dadores, receptores y trasplantes. III) Registro de dadores
con internación previa. Por su lado, los servicios o establecimientos asistenciales públicos o pri-
vados, no habilitados a los fines de la Ley N° 24.193, llevarán los siguientes registros: I) Regis-
tro de dadores vivos sin mediar internación previa y para después de su muerte. II) Registro de

OM
dadores con internación previa.
Los asientos en los registros se harán cronológicamente y serán firmados por el Director
del servicio o establecimiento o por quien lo reemplace en el momento, quedando prohibido alte-
rar el orden de los mismos, dejar espacios en blanco, inutilizar, anular o arrancar folios, debiendo
las enmiendas, raspaduras o correcciones que se produzcan ser salvadas o explicadas a renglón
seguido.

.C
El INCUCAI aprobará el protocolo de consentimiento informado, a efectos de dar cumpli-
miento a las previsiones del artículo 13 de la Ley 24193. Con respecto a los donantes cadavéri-
cos, la información a las personas detalladas en el artículo 21 de la ley deberá ser suministrada
DD
por los profesionales intervinientes en el proceso de donación.
El precitado decreto establece que los órganos y/o materiales anatómicos que podrán abla-
cionarse de personas vivas serán los siguientes: a) Riñón, uréter. b) Piel. c) Elementos del siste-
ma osteoarticular. d) Órganos dentarios erupcionados y no erupcionados. e) Córnea: en caso de
enucleación del tumor y otra causa, estando la córnea en condiciones de ser injertada a otra per-
LA

sona. f) Médula ósea. g) Páncreas: se permite la resección parcial, acorde a las técnicas imperan-
tes al momento de la intervención, y únicamente si el receptor padece de diabetes juvenil grave,
con posible evolución terminal a corto plazo. Asimismo deberá diagnosticarse fehacientemente
la no predisposición en el donante de tal enfermedad. Esta intervención estará reservada para
centros con experiencia en trasplantes pancreáticos cadavéricos, cuyos resultados sean compati-
bles con las estadísticas internacionales. h) Hígado: se permite la resección segmentaria, acorde a
FI

las técnicas y condiciones clínicas del receptor imperantes en el momento de la intervención.


Esta intervención estará reservada a establecimientos con experiencias en trasplantes hepáticos
cadavéricos, cuyos resultados sean compatibles con las estadísticas internacionales. i) Pulmón:
El INCUCAI determinará los criterios técnicos para la selección de donantes y receptores, como


así también las condiciones que deberán reunir los establecimientos y equipos de profesionales
para poder llevar a cabo la práctica (Inciso incorporado por art. 1° del Decreto N° 239/2012 B.O.
22/2/2012).
Los supuestos concretos a que se refiere el párrafo 1, última parte del Artículo 18 de la Ley
son: a) Corazón. b) Riñón. c) Córnea. d) Hígado (Inciso incorporado por art. 2° del Decreto N°
1125/2000 B.O. 1/12/2000).
El art. 19 del decreto 512/95 establece las siguientes reglas con relación a la manifestación
de voluntad de donar órganos:
1. Toda persona capaz, mayor de 18 años podrá expresar su voluntad afirmativa o negativa
para después de su muerte respecto a la ablación de los órganos y/o tejidos de su propio cuerpo.
Dicha expresión de voluntad deberá ser manifestada por escrito, de conformidad con las modali-
dades previstas en el artículo 20 de la ley que se reglamenta pudiendo ser revocada, también por
escrito, en cualquier momento.

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2. De no encontrarse restringida la voluntad afirmativa de ablación, se entenderán abarca-
dos todos los órganos y tejidos del potencial donante.
3. De no condicionarse la finalidad de la voluntad afirmativa de ablación, se entenderán
abarcados los fines de implantación en seres humanos y los de estudio e investigación científica
(Artículo sustituido por art. 1° del Decreto N° 1949/2006 B.O. 3/1/2007).
Asimismo, cuando se ablacionen órganos y tejidos de aquellas personas que no hayan de-
jado constancia expresa de su oposición a que después de su muerte se realice la extracción, se
considerarán comprendidos todos sus órganos y tejidos abarcando los fines contemplados en la
ley de implantación en seres humanos y los de estudio e investigación científica (Artículo incor-

OM
porado por art. 2° del Decreto N° 1949/2006 B.O. 3/1/2007).
En caso de ausencia de las personas enumeradas en el artículo 21 de la Ley 24.193, la auto-
ridad competente (entendiéndose por tal al Director o profesional responsable del establecimien-
to en donde se encuentre el potencial donante) deberá requerir la intervención de la autoridad
policial correspondiente a efectos de su ubicación, con el objeto de que los mismos den cuenta o
testimonien la última voluntad del causante. Transcurridas seis (6) horas de producido el deceso
y ante la imposibilidad de localización de las personas señaladas precedentemente, se procederá

.C
conforme lo establecido en el Artículo 19 bis de la ley (Artículo sustituido por art. 1° del Decreto
N° 1949/2006 B.O. 3/1/2007).
A los fines de lo previsto en el Artículo 26 de la Ley, se entenderá que con la verificación
DD
de los signos establecidos en los TRES (3) primeros incisos del Artículo 23 de la Ley N° 24.193,
se dan las condiciones para la obligada denuncia del hecho al Director o persona a cargo del es-
tablecimiento.
El INCUCAI será la autoridad competente para autorizar los anuncios y/o publicidad de las
actividades contempladas en la presente Ley, manteniendo en reserva la identidad de los donan-
LA

tes y receptores de órganos y materiales anatómicos salvo que exista un interés legítimo a criterio
de ese Organismo. Se encuentran comprendidos y por consiguiente sujetos al requisito de previa
autorización, los anuncios y la publicidad que puedan realizar las asociaciones y entidades sin
fines del lucro, cualquiera sea su objeto y por cualquier título que fuere.
La inscripción de un paciente en la Lista de Espera de Órganos deberá ser formalizada por
FI

el médico tratante o por el jefe o subjefe de los equipos médicos autorizados en el marco de la
ley, con intervención de un equipo o profesional habilitado en el marco de esta Ley, cumpliendo
los requisitos técnicos o “criterios de inclusión” que a tal efecto determine el INCUCAI según
órgano o material anatómico.


La Ley 26.845 (B.O. 19/04/13), tiene por objeto promover en todos los niveles del sistema
educativo propuestas y acciones para la toma de conciencia sobre la relevancia social de la dona-
ción de órganos y tejidos para transplante, con carácter voluntario, altruista, desinteresado y soli-
dario. La autoridad de aplicación de la ley es el Ministerio de Educación de la Nación, en acuer-
do con el Consejo Federal de Educación y en coordinación con el Ministerio de Salud de la Na-
ción, siendo el INCUCAI el organismo asesor a todos los efectos previstos en la ley.

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