Informe Educacion Sostenibilidad Espana
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Informe Educacion Sostenibilidad Espana
Reflexiones y propuestas
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Índice
1. PRESENTACIÓN 4
3. LA ENSEÑANZA NO UNIVERSITARIA 12
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 45
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1. Presentación: Unos nuevos
objetivos para un nuevo mundo que
debe ser sostenible: “Educación para
la sostenibilidad”
Nadie osaría enfrentarse a alguno de estos colosos sin tener una formación y
entrenamiento adecuado, por este motivo Jeffrey D. Sachs señala que la inversión
más productiva que se pueden realizar para hacer frente a los problemas de
insostenibilidad del Planeta es apostar por la gente. Por el poder transformador y
de cambio que tienen las personas que saben manejar herramientas de
intervención. La educación es sin ninguna duda la herramienta clave y fundamental
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que facilita que un niño pueda evolucionar a un adulto con capacidades de aplicar
soluciones sostenibles en su vida cotidiana. Personas educadas en la sostenibilidad
apostaran por soluciones sostenibles. Una educación, como la que impera en la
actualidad, basada en modelos de desarrollo que consideran la biosfera como una
fuente ilimitada de recursos solo puede llevar a las generaciones futuras a
precipitarse al vacío en medio de la ascensión. La educación en la sostenibilidad es
una apuesta clave.
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2. De la Educación Ambiental a la
Educación para la Sostenibilidad
Nadie pone en duda que el ser humano ha conseguido impactar en el sistema tierra
desde sus profundidades hasta la atmósfera, pasando por su relieve y sus
componentes biológicos, de tal forma que en el mundo científico se discute en la
actualidad la definición de una nueva era geológica llamada Antropoceno. Los
sistemas sociales, económicos, políticos y culturales han desestructurado los
sistemas naturales, superando su capacidad de resistencia y adaptación y poniendo
en serio peligro el equilibrio dinámico de todos ellos. Esta crisis ecológica global es
ante todo una crisis civilizatoria en la que hay implicados valores, ideas,
perspectiva y conocimiento (Orr, 1994); esto es, una crisis de educación, aunque
no solamente en la educación.
La educación entraña un tesoro fue el título del informe coordinado por Jacques
Delors (1996) en la Comisión Internacional por la Educación para el Siglo XXI que
presentaba y razonaba la educación como una utopía necesaria que caminaba
desde la comunidad de base a la sociedad mundial en la búsqueda de la cohesión
democrática y social. Además, proponía que la educación durase toda la vida de
cara a hacer visible la necesidad de preservar la aldea planetaria en la que todos
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convivimos, en la que es imprescindible educar para la sociedad global. Abogaba
por el abandono del aprender a conocer y a hacer por el aprender a vivir junto con
los demás. Desde su publicación se han hecho visibles algunas de sus propuestas.
Sin embargo, el camino por recorrer es todavía muy largo si queremos llegar a
aquella intención. La educación es una estrategia con gran poder de
transformación, pero si solamente va ligada a intervenciones y acciones
transformadoras. Educar en la acción es la base para crear ciudadanos activos y
capaces de enfrentarse con éxito a los grandes retos mundiales.
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Quienes vivimos en el mundo occidental utilizamos los distintos contenedores que
clasifican los residuos domésticos, disfrutamos de carriles-bici, aprendemos en los
centros de interpretación, vemos como se comienzan a usar vehículos eléctricos,
aumenta progresivamente el uso de fuentes renovables, colaboramos con proyectos
de desarrollo en países empobrecidos. Nos congratulamos de que aumenten las
opciones de comida ecológica en mercados y restaurantes, nos asociamos y
creamos redes para obtener productos ecológicos, nos asociamos políticamente
para encauzar la indignación y tratar de cambiar las cosas, estamos viendo los
primeros edificios bioclimáticos, tenemos a nuestro alcance medicamentos
genéricos, las empresas quieren lograr y exhibir sus estándares ambientales, los
bancos de alimentos han tenido que multiplicar sus almacenes, han surgido los
primeros aparatos sin obsolescencia programada, aumenta la legislación
ambiental… Al mismo tiempo, nos preguntamos si estos cambios los ha producido
el propio sistema socioeconómico por sí mismo o ha tenido algo que ver la presión
de sectores sociales cada vez más formados. Sea de una forma o de otra, el
tratamiento sanador de la educación ambiental –aunque valioso y efectivo en
algunos casos- ha resultado insuficiente para frenar las enfermedades que aquejan
al Planeta, a nuestro medio ambiente. Sería interesante iniciar una reflexión
profunda sobre el camino recorrido hasta la fecha para identificar los principios
activos que permitan a la medicina educativa ser más potente y eficaz. Con este
informe pretendemos llevar a cabo una primera aproximación a este análisis. Los
ámbitos de actuación de la educación para la sostenibilidad son muy diversos, por
ese motivo se ha optado en esta primera entrega en centrar el trabajo en la
dimensión del sistema educativo formal tanto de la enseñanza obligatoria como en
el ámbito universitario.
A pesar de los avances descritos, la crisis que sacudió España hace unos diez años
supuso un duro castigo para los más de 10.000 educadores ambientales que de
forma activa dinamizaban desde hacía décadas estas actividades y programas. En
los años más duros de la crisis, decenas de equipamientos y empresas de
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educación ambiental cerraron y cerca de la mitad de estos profesionales fueron a
engrosar las cifras del paro. Personas que llevaban más de una década liderando
programas excelentes de educación ambiental, en ocasiones en pésimas
condiciones laborales, vieron sus ilusiones perdidas por el empuje de un modelo de
desarrollo totalmente insostenible. Pero, no solo se vieron perjudicados ellos, la
educación ambiental perdió también todo el bagaje de experiencia y conocimientos
construidos con años de práctica de dichas personas. Pero cada vez es mayor el
número de personas y colectivos que piensan que la salida de la crisis y el futuro de
la sociedad española solo pueden pasar por aplicar soluciones y modelos que sean
sostenibles. En ese escenario, los educadores ambientales y su papel en la
Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) serán fundamentales, pues deberán
liderar la transición a esos nuevos modelos que son la base de una nueva economía
y de un mayor bienestar para todos los españoles.
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los primeros. Los ODM definían 8 objetivos: 6 de carácter social, 1 de contenido
más ambiental y 1 de cooperación. Los 17 nuevos ODS incorporan 7 objetivos
sociales, 5 ambientales, 5 de bienestar y calidad de vida (con un claro componente
económico) y 2 de cooperación y fomento de la paz. Otro de los cambios
fundamentales entra las dos agendas es que la primera iba dirigida a los países
pobres y la segunda es objetivo para todos los países, si bien cada uno elige sus
prioridades y como solucionar sus problemas, de acuerdo con el marco acordado de
los ODS. Aunque estos tienen sus deficiencias y también sus críticas, suponen un
cambio profundo en la concepción de las enfermedades que aquejan el Planeta. No
se puede abordar la solución de los problemas de pobreza o malnutrición si no se
tratan de forma conjunta con los retos de la deforestación o la gestión de las
grandes ciudades o del cambio climático. Los problemas son globales y necesitan
abordajes y soluciones globales. La integración entre las posibles soluciones
económicas, sociales y ambientales son fundamentales si queremos elaborar
tratamientos eficaces que permitan hacer frente de forma clara a los retos
mundiales.
Para ello resulta conveniente revisar los resultados obtenidos por España en el
informe mundial de cumplimiento de los ODS de 2017, elaborado por la red
Sustainable Development Solutions Network, en nuestro país, Red Española de
Desarrollo Sostenible. España no obtiene en ningún objetivo de ODS una luz verde
en su desarrollo, si bien alcanza valoraciones de notable alto en los cinco objetivos
sociales (pobreza, hambre, sanidad, educación e igualdad), las puntuaciones en los
objetivos de contenido más ambiental (cambio climático, vida marina y terrestre)
obtiene notas de suspenso o de un simple aprobado. Sin duda estos procesos de
evaluación anual permiten identificar carencias y señalar donde es necesario
intensificar los esfuerzos para mejorar.
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que participan de forma progresiva en redes para la construcción de
capacidades múltiples y expanden la influencia de la educación para la
sostenibilidad.
La gestión cotidiana de los centros educativos y universidades se basa
cada vez más en principios de sostenibilidad: muchos centros van
realizando algunos esfuerzos significativos para incorporar la
sostenibilidad en los procesos de gestión de recursos como consumos de
agua, electricidad, residuos, en estrategias/protocolos de compra verde,
etc.; así como trabajos en valores de solidaridad, justicia social o
equidad. Para ello se han desarrollado herramientas compartidas y
marcos de evaluación y elaboración de informes de sostenibilidad,
seguidos de la reorientación de las prácticas de enseñanza y aprendizaje.
Los centros educativos han ido incorporando a distintos niveles la
sostenibilidad en la docencia y el currículo: tanto las actividades
aisladas como los programas específicos en educación ambiental y
educación para la sostenibilidad han ido en aumento y, cada vez más,
todos los alumnos reciben actividades formativas, académicas o
extraacadémicas, relacionadas con un modelo de desarrollo basado en
prácticas más sostenibles.
De forma más específica, las universidades actúan como modelos de
referencia en nuestras sociedades, declaran y expanden su compromiso
público por medio, principalmente, de una investigación responsable
con los problemas ambientales y sociales de su entorno. Las
instituciones de educación superior, y también los colegios e institutos,
empiezan a extender el valor y el impacto de sus enseñanzas e
investigaciones a nivel local, actuando como catalizadores de cambio en
sus comunidades más próximas.
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3. La enseñanza no universitaria
Parece fuera de toda duda que el tratamiento que en la escuela se haya dado a
cuestiones relacionadas con el medio ambiente habrá influido en la cultura de la
sostenibilidad de los ciudadanos, en particular de los más jóvenes. Aunque sea a
modo de síntesis, merece la pena detenerse un poco en los antecedentes escolares
de la EDS (Educación para el Desarrollo Sostenible). Durante los últimos decenios,
la escuela ha trabajado esta temática, o similares, en forma de lecciones
ambientales o proyectos de participación/intervención. Asimismo, en la formación
de la cultura de la sostenibilidad en los jóvenes, ha podido intervenir todo aquello
que se transmite informalmente en el día a día en el centro escolar. Ambos
aspectos se combinan con lo que se vive en la sociedad. Con todo ello, el alumnado
construye su propia formación. Hasta dónde llega un ámbito escolar u otro social es
difícil de separar (OCDE, 2007 y MECD, 2012). Desde que en 1992 entró en vigor la
Logse, los contenidos que podríamos llamar ecológicos o simplemente
ambientalistas tuvieron entidad propia en los currículos de la enseñanza obligatoria,
dentro del Área de Conocimiento del medio natural, cultural y social. En sucesivas
reformas educativas, se introdujeron matices, casi siempre conceptuales, para que
el alumnado desarrollase competencias en el conocimiento y la interacción con el
mundo físico. Los contenidos se agrupaban en bloques tan acordes con esa
intención de EDS como “el entorno y su conservación” o “la diversidad de los seres
vivos” en Primaria; en Secundaria habría que resaltar “Los seres vivos y su
diversidad” en la materia Ciencias de la Naturaleza, que parecían indicar que se
buscaba “una visión integradora del ser humano con su entorno mediante el
estudio de las interacciones e interdependencias entre las personas y el medio
ambiente”, así decía también la LOE (Ley Orgánica de Educación, 2006). Sin
embargo, se aprecia en todas las leyes una disfunción importante entre lo que se
postula en la introducción referido a cuestiones ambientales y de sostenibilidad con
los contenidos de aprendizaje que se proponen en cada uno de los cursos y
materias. Además, la Lomce (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa,
2013) trajo la separación del Área de Conocimiento del medio en Ciencias sociales y
naturales, y las modificaciones del Área de Ciencias de la Naturaleza de ESO
(Educación Secundaria Obligatoria), lo que dejó entrever que los legisladores no
entendían la interdependencia entre naturaleza y sociedad. Hay que recordar que la
Logse introducía en la cultura escolar la apuesta de los Temas Transversales –
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Educación ambiental, Educación para el consumo, etc. – que tan cargados de
actitudes y valores estaban para educar hacia la sostenibilidad. Desgraciadamente,
no tuvieron la reflexión crítica ni el desarrollo posterior que se merecían. Como
consecuencia, no se logró la transversalidad que tanto necesitaba la escuela para
estar más relacionada con la sociedad a la que pertenecía y que esta tanto le
hubiera agradecido en la formación de una cultura de la sostenibilidad. Sí que
llevaron a realizarse en las escuelas e institutos actuaciones concretas de
sensibilización, tanto a lo largo del curso como haciéndolas coincidir con una fecha
significativa (día del medio ambiente, día de la movilidad, semana verde o de la
sostenibilidad, etc.). Esas buenas intenciones y el conjunto de actuaciones suelen
quedar en algo episódico, y por tanto no encaminan a la necesaria coordinación
entre investigación sobre educación ambiental e innovación (Caride, 2008).
Además, la formación del profesorado en estos temas, que recibió un verdadero
impulso, era difusa y estaba sujeta a la intencionalidad de quienes gestionaban los
departamentos de educación en cada momento y comunidad autónoma. Tampoco
se preguntaban los diseños curriculares si buscaban unas éticas de mínimos, si
valoraban distintas posiciones a la hora de ver la relación entre sociedad y
educación (Gutiérrez Pérez, 2009). Hubiera sido conveniente también saber si se
apostaba por un escenario más instrumental, si se deseaba cuestionar el modelo,
acaso completarlo y cambiarlo con esferas públicas alternativas (Meira, 2009).
Además, son pocos los centros que han incorporado la sostenibilidad, y la
educación en este sentido, como uno de sus ejes en su Proyecto Educativo
(Martínez Huerta, 2010).
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3.2 La gestión ambiental de los colegios e institutos como base de
intervención y aprendizaje colectivo hacia la sostenibilidad
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En la práctica, ya se reconoce la calidad de los proyectos que superan ciertos
criterios mediante alguna acreditación, que dota de visibilidad y reconocimiento
social a la calidad demostrada (una titulación, una placa, una bandera, un olivo, un
azulejo…). En otras ocasiones se concede alguna ayuda económica, se abre la
posibilidad de participar en alguna red de trabajo donde intercambiar y enriquecer
las experiencias u otro tipo de incentivo. En España, hay diversas acreditaciones de
la calidad en EDS: Escola Verde (Catalunya), Eskola Jasangarria-Escuela Sostenible
(Euskadi), Centres Ecoambientals (Illes Balears), Centro hacia la Sostenibilidad (La
Rioja), Escuela para la Sostenibilidad (Palencia), Agenda 21 Escolar (Albacete), etc.
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líneas de trabajo cada vez más sólidas con población excluida (Melendro, Murga-
Menoyo y Cano, 2011) o la que se hace desde “#EA26”, un punto de encuentro
entre educadores y educadoras ambientales en las redes sociales (Navarro et al.,
2016). También ha sido importante en este proceso de formación la ayuda del
Centro Nacional de Educación Ambiental, el Ceneam, y su Carpeta informativa, de
suscripción gratuita durante mucho tiempo y ahora accesible íntegramente en su
versión on-line, que ha significado tanto un nexo de unión entre quienes buscan
actuaciones de sostenibilidad como una fuente documental y un escaparate para
hacer visibles acciones educativas en las que fijarse.
Además, hay que subrayar que son varios los programas y proyectos de EA de
iniciativa pública o particular que desarrollan los centros educativos: Agenda 21
Escolar (Albacete, Galicia, Madrid, Málaga, País Vasco, Santa Eulalia, San Feliu de
Llobregat…), Aldea (Andalucía), Centres ecoambientals (Illes Balears), Escoles
Verdes (Catalunya), Centros Educativos hacia la Sostenibilidad (La Rioja), Escuelas
Sostenibles (Navarra), Educar hoy por un Madrid más Sostenible (Ayuntamiento de
Madrid), Escuelas para la Sostenibilidad (Palencia), Proyecto RedECOS (Canarias),
Escoles + Sostenibles (Barcelona), etc. En general, son proyectos donde la
comunidad educativa trabaja en la puesta en marcha de experiencias educativas
que tratan de desarrollar la cultura de la sostenibilidad de modo transversal; donde
se generan relaciones dialógicas entre alumnado, docentes, familias e instituciones
en la realización de diagnósticos escolares o municipales con el fin de proponer
medidas de mejora en clave de sostenibilidad en ámbitos como puedan ser la
gestión de los residuos, del agua o de la energía, la biodiversidad del entorno, la
movilidad, el consumo responsable, una alimentación saludable y solidaria, etc.,
que favorecen la gestión sostenible, la participación democrática y la innovación
curricular en los centros educativos y la mejora de la vida municipal. Por ahora, no
podemos aportar datos sobre el porcentaje de centros que se adhieren a estas
propuestas en cada comunidad autónoma y el grado de implicación con que lo
hacen. Merece la pena conocer las experiencias que se recogen en Un viaje por la
educación ambiental en España (García y Sampedro, 2006) en el que se cuenta la
participación de los centros educativos en programas promovidos por las diferentes
administraciones, así como la aportación hecha desde la Agenda 21 Educativa en el
marco de la cumbre Río+20, en la publicación Ideas: Iniciativas de Educación
Ambiental para la Sostenibilidad (Melendro, Murga-Menoyo y Cano, 2011).
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acciones transformadoras hacia sociedades sostenibles. Se configura como una red
de redes con intereses y objetivos comunes, como comunidad de experiencias y
creación de conocimiento que integra los esfuerzos, recursos y planes conjuntos de
las diferentes redes. Cuenta con la colaboración y ayuda del Cniie (Centro Nacional
de Innovación e Investigación Educativa) y del ya mencionado Ceneam.
Por otra parte, la Red de Escuelas Asociadas a la Unesco trabaja los grandes
desafíos que afronta la humanidad: la paz, el deterioro el medio ambiente, la
enorme diferencia entre ricos y pobres, la crisis de los valores morales; cuenta con
210 centros. Además, hay 542 centros escolares que forman parte de la red
internacional de eco-escuelas, casi 13.000 docentes y más de 155.000 estudiantes.
También debemos citar aquí el Proyecto EURONET50/50MAX, apoyado por la
Comisión Europea y que intenta movilizar el ahorro energético en los edificios
públicos; es desarrollado por 114 centros educativos españoles. A estas
interesantes modalidades de intervención habría que añadir el proyecto de
formación en red, creado por ESenRED en la plataforma para el profesorado
europeo eTwinning, que bajo el título de Sustainability Education Network Service
Etwinning (SENSE group); aglutina a cerca de 1.500 docentes en la búsqueda de
nuevas aproximaciones.
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vida social. Esta falta de argumentación no favorece que el alumnado tome
conciencia sobre la verdadera situación en la que se encuentra el Planeta con
respecto al agua disponible, al tipo de energía que se requiere, al consumo y sus
repercusiones, a la generación del cambio climático o a la biodiversidad. Así es muy
difícil que se fomenten actitudes y comportamientos para un cambio ecosocial. En
algunos casos sí que se alude al respeto/cuidado de la naturaleza con la que
estamos en contacto, que ya estaba presente en los currículos españoles desde la
Logse. En otros, como en la materia de 4º de ESO, en el bloque “Ecología y medio
ambiente” se habla de “los impactos y valoración de las actividades humanas”.
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que no se puede terminar la ESO sin conocer realmente lo que supone el cambio
climático, por poner solo un ejemplo (González Reyes, 2017). Es posible que sea
debido a que esos adolescentes que cursan enseñanza secundaria mantengan una
disrupción en los valores, creencias y comportamientos sostenibles que,
posteriormente y en parte, se recuperan con la edad (Pol y Castrechini, 2013). Este
hecho, según los autores, no parece tan atribuible a una disminución de programas
de educación ambiental o para la sostenibilidad en esa etapa educativa sino a
características propias de la adolescencia y al contexto social externo al mundo
escolar (Sandoval, 2012).
Como consideración final respecto al ámbito curricular, hay que tener en cuenta
que el currículo Lomce es anterior a la concertación de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (2015) por lo que, evidentemente, no aparece ninguna referencia a este
asunto. Se podría afirmar que algunos aspectos de los ODS seleccionados para este
informe sí aparecen como contenido, pero no en la misma forma ni con parecida
intención, ni mucho menos como proponen los indicadores para su evaluación que
desarrollan cada uno de ellos.
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fundamentales que los niños y niñas tienen derecho a ser consultados, escuchados
y a que su opinión sea respetada en todas las cuestiones relacionadas tanto con sus
derechos como con las decisiones que les afecten. En la propia Convención, los
artículos 12 al 15 están dedicados explícitamente a la participación de la infancia en
la vida social, e incluso el 29 habla de la educación para la ciudadanía responsable:
(a) Preparar al niño para asumir una vida responsable en una sociedad
libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de sexos y
amistad entre todos los pueblos, grupos étnicos, nacionales religiosos y
personas de origen indígena.
Un centro educativo que desarrolle EDS es una comunidad escolar que enseña para
el futuro, que forma parte de una cultura de la complejidad, que utiliza el
pensamiento crítico, que aclara valores, que vive y siente el medio ambiente y que
actúa responsablemente buscando la sostenibilidad. Como consecuencia ofrece una
educación innovadora, en la que se revisan la organización, el funcionamiento, la
gestión, la participación democrática, las áreas, la metodología y el papel del
profesorado, y que fomenta, en consecuencia, la colaboración en redes locales,
regionales o globales. Para completar la respuesta a las complejas dimensiones de
la crisis ambiental, es imprescindible la acción social, la participación activa en la
comunidad, en movimientos sociales, sentirse partícipes de una ciudadanía global.
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4. La contribución de la universidad
a la educación para la sostenibilidad
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sostenible. Pero el hecho de adherirse a una de estas declaraciones o iniciativas
asegura el desarrollo de acciones de sostenibilidad universitaria), ni seguramente
todas las actividades de sostenibilidad de las universidades quedan enmarcadas en
algunas de estas cartas o programas de acción. Una reciente investigación a escala
mundial (Lozano et al, 2015) revela que muchas universidades se han
comprometido a realizar esfuerzos en sostenibilidad universitaria, aunque, en
general, la implementación de la sostenibilidad en las universidades sigue siendo
compartimentada y no integrada de forma holística en toda la institución.
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características de la misma, y su contexto. En esos primeros años se identificó una
cierta evolución en la materialización del compromiso de las universidades públicas
españolas por la sostenibilidad (Alba, 2007): Se identificaban actuaciones puntuales
en los sectores de gestión ambiental, que se complementaban con acciones de
sensibilización y de forma paralela se promovían actuaciones de “ambientalización”
curricular e investigación ambiental. O también procesos más estructurados de
intervención, en el que la puesta en marcha de órganos de participación (tipo
comisión de medio ambiente), la elaboración de planes ambientales o de
sostenibilidad y, sobre todo, la creación de una unidad de coordinación y ejecución
de las acciones de esos planes consolidaron los programas de sostenibilidad en las
universidades españolas durante los primeros años del Siglo XXI. Cada universidad
ha escogido pues la estrategia deseada, en función de sus características y el
contexto en el que se enmarca. Es importante remarcar que el empuje de
determinadas personas en cada universidad, a los que en la literatura en EDS se
conoce como champions (Lozano, 2006 y Ferrer-Balas et al, 2008, entre otros), a
veces desde la representación institucional y otras a nivel técnico o simplemente
voluntario, ha sido determinante no sólo para que se desarrollen esas estrategias,
sino para decantarlas por una u otra tipología y facilitar la realización de actividades
de un tipo u otro.
Según los datos del estudio del grupo de trabajo de evaluación de la sostenibilidad
universitaria de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE)
de 2011 para la elaboración de un sistema de indicadores e seguimiento de las
políticas universitarias de sostenibilidad, las universidades españolas presentan un
mayor avance en actuaciones relacionadas con la sensibilización ambiental de la
comunidad universitaria, o con la gestión de los residuos y el desarrollo de
prácticas docentes relacionadas con la sostenibilidad. En menor medida han
desarrollado programas sobre responsabilidad social de la institución, la evaluación
del impacto ambiental que ocasionan las actividades e instalaciones universitarias,
la gestión del agua o la aplicación de políticas de compra verde. En cuanto a sus
políticas de sostenibilidad, todas las universidades que participaron en el estudio
contaban entonces con un responsable político de estos temas, generalmente
vicerrector/a, y en la mitad de los casos asociado a la temática de infraestructuras.
Aparece también en una mayoría de universidades una unidad encargada de estos
asuntos, pero con gran diversidad en su composición, algunas de ellas sin personal
específico asociado. Aunque es difícil identificar un presupuesto específico para
actuaciones de medio ambiente, sostenibilidad y responsabilidad social, en buena
parte de ellas existía. El compromiso con estas materias es alto, y en algunas
universidades está presente incluso en los Estatutos. Se puede afirmar que existe
una institucionalización de las políticas de sostenibilidad en las universidades
españolas, que como rasgo significativo a otros países donde han existido
programas de fomento desde ministerios u otras organizaciones, parte de las
iniciativas particulares en cada universidad, a menudo impulsadas con pocos
recursos.
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creciendo de forma progresiva pasando desde las 19 que asistieron a la cita
inaugural en la UAM en 2003, a las más de 40 que participan asiduamente en la
actualidad a sus reuniones semestrales. Más de 60 de las 75 universidades que
componen la CRUE han participado en alguna ocasión en las actividades de esta
comisión. Estos números ponen de manifiesto el importante papel que está
desempeñando esta comisión en la dinamización e incorporación de las políticas de
sostenibilidad en las universidades españolas. A ello han ayudado: (1) sus
encuentros semestrales, (2) la actividad de sus grupos de trabajo que abordan
distintos proyectos y líneas de acción como el ya mencionado para la evaluación de
la sostenibilidad universitaria, o los de “sostenibilización” curricular, movilidad,
universidades saludables, prevención de riesgos, urbanismo universitario o
participación y voluntariado ambiental; (3) la elaboración de estudios específicos
que permiten hacer un diagnóstico de los compromisos de las universidades
españolas con la sostenibilidad y (4) la redacción de directrices sobre temáticas
variadas- desde la cultura preventiva, la “sostenibilización” curricular o la movilidad
sostenible- que, aprobadas en la Asamblea General de Rectores de la CRUE son
transmitidas a todas las universidades. Todos estos trabajos han permitido poner
de manifiesto el importante papel que están desempeñando las universidades
españolas en la dinamización de una cultura sobre la sostenibilidad, aunque se
precise una mayor investigación y análisis de la influencia real que tienen en la
puesta en marcha de actuaciones avanzadas por parte de las universidades
españolas.
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sus propuestas siguen totalmente vigentes, y acompasarlo a la necesaria
implementación de la Agenda 2030 en las universidades españolas. Para ello, la
conexión entre comisiones sectoriales de la CRUE, como la de sostenibilidad y
cooperación, es imprescindible, como lo es en cada una de las universidades.
Otra tendencia destacable en los últimos años es el cada vez mayor interés de las
universidades españolas por la evaluación de sus actuaciones de contribución a la
sostenibilidad ambiental por su participación en evaluaciones externas. Se destacan
los numerosos esfuerzos realizados por rendir cuentas en forma de memorias o
informes de actividades, pero algunos casos con verdaderos procesos de evaluación
de los planes de acción utilizando indicadores y fomentando la participación de la
comunidad universitaria en la propia evaluación. Además, existe buena experiencia
de universidades españolas en la certificación de sus sistemas de gestión ambiental
mediante las ISO-14000 o el reglamento EMAS. Por otro lado hay que hacer
mención a las memorias sobre responsabilidad social universitaria, en la que la
Universidade de Santiago de Compostela fue pionera con la publicación de su
primera memoria de RSU en 2003, a la que se han ido sumando otras
universidades con publicaciones más o menos periódicas: En 2011 se encontraron
cinco universidades con memoria de RSU publicada (Larrán, 2012) y, en 2012,
nueve (Alonso-Almeida et al, 2015), todas ellas siguiendo las indicaciones del
Global Report Initiative (GRI). Pero la mejor muestra del creciente interés de las
universidades españolas en ver reconocidos sus programas de sostenibilidad
ambiental es su participación en el denominado World University Ranking
GreenMetric, aparecido en 2010, está impulsado por la Universidad de Indonesia.
En él, las universidades españolas han aumentado su participación en los últimos
años, pasando de las ocho que participaron en la edición de 2011 a la veintena que
lo hace en las últimas ediciones. Una muestra del esfuerzo por obtener un
reconocimiento externo a las actuaciones de sostenibilidad universitaria. Y que, en
parte, se encuentra en consonancia con el auge de las evaluaciones y
acreditaciones de calidad universitaria, por medio de las agencias de calidad. Si
bien no existe un programa específico para evaluar las actividades de sostenibilidad
o responsabilidad social universitaria, tímidamente se van considerando estos
ámbitos en las evaluaciones y acreditaciones de los sistemas institucionales de
garantía de calidad pero no en las evaluaciones del personal docente o en las de las
titulaciones, a excepción del criterio de excelencia sobre compromiso ambiental y
sostenibilidad que propone la Dirección de Evaluación y Acreditación de la Junta de
Andalucía en el proceso de evaluación para la renovación de la acreditación de sus
titulaciones. Aunque sea un tímido paso, alumbra un camino de gran interés, al
incorporar los temas ambientales y de sostenibilidad en el core universitario,
superando la gran brecha existente entre iniciativas de educación para la
sostenibilidad y la función académica de la universidad.
Cómo acabamos de ver, las acciones técnicas de gestión ambiental ha sido uno de
los principales orígenes de la contribución universitaria a la sostenibilidad. De uno u
otro modo, las universidades se han preocupado por crear campus agradables para
el estudio y la investigación, siguiendo incluso modelos norteamericanos de
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ordenación que, a primera vista, generan un buen número de impactos
ambientales. A pesar de esto, el desarrollo de actuaciones de gestión ambiental en
las universidades españolas ha llevado una evolución creciente, a pesar o gracias a
la crisis, como veremos más adelante. En el estudio del grupo de trabajo de
evaluación de la sostenibilidad universitaria de la CRUE de 2011, se recogen las
actividades más comunes en el área de gestión ambiental en las treinta y una
universidades estudiadas. Entre estas actividades destacamos para cada uno de los
ámbitos clásicos de los programas ambientales de las universidades las siguientes:
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producen y otras que solo lo hacen para los más comunes como son el papel
y los toners.
- Compra verde: Se introducen cláusulas ambientales en los contratos de
obras, servicios o suministros. Los contratos de los servicios de limpieza,
cafetería y jardinería son en los que más se encuentran este tipo de criterios.
La disponibilidad de productos con criterios de sostenibilidad (comercio justo,
realizados con materiales reciclados, etc.) para venta o regalo institucional,
así como su utilización en la organización de eventos o cursos es ya una
práctica común en buena parte de las universidades estudiadas.
- Evaluación del impacto ambiental de las actividades universitarias: El
seguimiento de este impacto se suele realizar a través del cálculo de
indicadores de gestión ambiental, aunque algunas universidades van más allá
y analizan el impacto a través de indicadores más globales como son la huella
ecológica, de carbono o, directamente, de emisiones de gases de efecto
invernadero.
A modo de conclusión, se destaca los pasos importantes que han comenzado a dar
las universidades españolas por tener una gestión de su actividad diaria con un
mínimo impacto ambiental. En los más de 20 años de políticas de sostenibilidad
universitaria se reconocen luces y sombras, como, por ejemplo, la crisis ha
ayudado al ahorro. Sin embargo, también ha visto mermadas otras partidas
presupuestarias incluso ha hecho desaparecer unidades de sostenibilidad,
principalmente, sus actividades de sensibilización y educación ambiental. Estas
actividades darían frutos más duraderos en ahorros por el cambio de hábitos, por
no hablar de la posible tendencia, una vez “superada” la crisis, a reproducir
conductas que aumenten el impacto ambiental. Es así, que todas estas medidas
técnicas han de verse acompañadas por medidas de sensibilización y educación,
para aumentar sus efectos y sobre todo hacerlas más eficaces educativamente, por
el entorno universitario en el que se desarrollan. Por otro lado, no podemos perder
de vista la necesaria conexión de la universidad con su contexto, de cara a asumir
mensajes y prácticas de un modo más cómodo, por ejemplo, gestionando los
residuos de la misma manera que el ayuntamiento en el que se ubica la
universidad.
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sostenibilidad, mediante convocatorias o premios a proyectos que mejor integran la
sostenibilidad en su investigación o que han tenido por objeto los centros
universitarios. En general, se considera que se lleva a cabo menos investigación
sobre sostenibilidad que la de carácter ambiental. En sólo tres universidades de las
contempladas en la investigación de la CRUE se han realizado estudios para tratar
de medir la investigación ambiental o de sostenibilidad producida en su
universidad, suponiendo un valor en torno al 15% del total de investigación
realizada en los tres casos. Por otro lado, se está haciendo hincapié no sólo en la
investigación sobre el medio ambiente como objeto de estudio, incluso
referenciando al caso concreto de la propia universidad, sino también a las
consecuencias ambientales de las investigaciones: así se han “ambientalizado”
proyectos fin de carrera, diseñando guías para facilitar esta “ambientalización”. Por
último, se muestra una cierta preocupación hacia la gestión ambiental de la
investigación, como muestra que cerca de una decena de universidades estudiadas
tienen algunos de sus centros, institutos o laboratorios certificados en sistemas de
gestión ambiental.
28
de la relación con el entorno y su programa principal fue el de Campus de
Excelencia Internacional, con el que se pretendía tanto mejorar el entorno como la
calidad de vida de los universitarios. La atención de las autoridades universitarias
acerca de la calidad de las universidades ha estado habitualmente decantada hacia
las actividades docentes. Se le ha dado menor atención al concepto de calidad
total, en especial a las condiciones y calidad de vida, al nivel de seguridad de los
edificios docentes y de investigación, en especial de los laboratorios de prácticas y
de investigación de los departamentos y facultades universitarios, y elementos de
protección de la salud de los estudiantes y trabajadores. Por eso, con este
programa, se pretendía fomentar actuaciones específicas de mejora de las
universidades en materias como el medio ambiente, la sostenibilidad, la seguridad
y la salud en los laboratorios, las actividades culturales, las viviendas y las
residencias universitarias. Los proyectos deberían incluir innovaciones en el terreno
de la sostenibilidad y de la gestión ambiental, las condiciones de seguridad y salud
en el trabajo, y una atención especial a los miembros de la comunidad universitaria
con discapacidades y, en general, de la responsabilidad social universitaria.
29
participación en estos temas, realización de encuestas de carácter general (que sí
son comunes para temas específicos como la movilidad) y programas de
voluntariado ambiental. En prácticamente todas las universidades se reconocen
créditos académicos por este tipo de actividades, que suelen realizarse tanto a lo
largo del curso como haciéndolas coincidir con una fecha significativa (día del medio
ambiente, día de la movilidad, semana verde o de la sostenibilidad, etc.). Y esta
conexión vía créditos académicos de actividades “extracurriculares” lo que nos
permite hablar de las curriculares, de suma importancia dado la función sustantiva
de las instituciones de educación superior.
30
Engagement through Service-Learning Within Higher Education in Europe” o la Red
Estatal de Docencia Universitaria, cuyo próximo congreso en el próximo mes de
noviembre se ocupará de la “Universidad y Desarrollo Sostenible: experiencias de
aprendizaje que comprometen el futuro.” Sin duda son señales de que la EDS en la
docencia está ganando importancia e impulso en la universidad española.
Aun así, tanto en los informes internacionales, como en los estudios de diagnóstico
de las universidades españolas se detecta que la dimensión en la que se aprecian
más barreras y dificultades para incorporar los temas de sostenibilidad en estas
instituciones es el ámbito de la docencia. Del estudio del grupo de trabajo de
evaluación de la sostenibilidad universitaria de la CRUE de 2011 se aprecia que
muchas ofertan cursos especializados en EDS y sostenibilidad, pero muy pocas han
integrado la sostenibilidad de una forma transversal en todos los grados con el
objetivo de que todos sus alumnos puedan recibir una formación mínima en los
grandes retos de la sostenibilidad. Los estudiantes que actualmente se encuentran
en la universidad son los profesionales que en el futuro van a liderar los cambios en
el ámbito público y privado. Si no conseguimos que incorporen en su profesión una
visión que impulse un desarrollo más sostenible y equilibrado estamos perdiendo la
oportunidad de sentar unas bases sólidas para el futuro. Es evidente que los
estudiantes son el principal público destinatario de las actividades de educación
ambiental, sin embargo, de un tiempo a esta parte, cobra mayor importancia el
papel clave que en esa transmisión de valores, conceptos, actitudes y prácticas
tiene el profesorado universitario. Es así como actividades educativas que estaban
dirigidas a los alumnos vayan incluyendo también al personal académico y de
servicios, y no sólo a aquellos de facultades de educación, como forma de
transmitir estas acciones educativas a los futuros docentes. Pues como ya se ha
visto, son los que han pasado por las facultades de económicas, ciencias, derecho,
etc., los que gobiernan los estados o dirigen las organizaciones que nos han llevado
a la actual situación de insostenibilidad.
Así, una de las dimensiones que más se están trabajando en los últimos años es la
identificación de las competencias, habilidades, capacidades o destrezas específicas
en materia de EDS que deberían tener los profesores universitarios. Existen
estudios y trabajos específicos (Aznar y Ull, 2009; Barrón et al, 2010; Aznar et al,
2014, y Murga-Menoyo, 2014, Ull, 2014 y Cebrián y Junyent, 2015) que señalan
que los profesores universitarios deberían adquirir competencias en educación para
la sostenibilidad, tales como el pensamiento crítico, la comprensión de sistemas
complejos, la imaginación de escenarios de futuro o la toma de decisiones de
manera participativa para ser efectivas correas de transmisión de la EDS. En esta
línea se ha desarrollado recientemente un proyecto Erasmus, titulado University
Educators for Sustainable Development (UE4SD) en el que ha trabajado una red de
53 universidades de 33 países europeos, entre ellas cinco españolas: Universidad
Autónoma de Madrid, Universitat Autònoma de Barcelona, Universitat de Girona,
Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea y Universidad de Granada.
Entre los productos de este proyecto, se ha identificado la situación global del
desarrollo profesional de profesores universitarios para implicarles en la
incorporación de la EDS en su docencia (UE4SD, 2014). Los resultados muestran
como España se encuentra, al igual que los países del Sur y del Este de Europa, en
un estado de muy bajo desarrollo de proyectos e iniciativas en este sentido y los
educadores universitarios carecen de oportunidades de desarrollo profesional en
31
EDS. El proyecto también identifica que algunos educadores universitarios
comienzan a abordar temas de contenidos en sostenibilidad, pero no reflexionan
sobre su práctica o enfoques pedagógicos.
Para poder hacer frente a estas carencias este proyecto también ha identificado y
seleccionado ejemplos de 13 buenas prácticas que se están desarrollando en
distintas universidades europeas y que pueden servir de referencia para ser
implantadas en las españolas (UE4SD, 2015). Una de las iniciativas ha consistido
en desarrollar un proyecto piloto en cuatro para generar experiencias de cambio
institucional permanente e identificar propuestas que puedan facilitar a las
universidades a dar pasos más firmes en esta línea de trabajo (UE4SD, 2016)
Una reciente tesis doctoral analiza las actuaciones de participación que están
desarrollando en este campo 27 universidades españolas (León, 2015). Identifica
los distintos órganos de participación que estas han puesto en marcha como
comisiones de calidad ambiental, comités de gestión o política ambiental, grupos de
trabajo sobre ahorro energético o mesas de movilidad. Estos son algunos de los 22
órganos participativos identificados en el estudio y a los que asisten representantes
de todos los estamentos universitarios, incluido personal técnico y de los equipos
de gobierno de las universidades. Sin duda, estas iniciativas son un buen indicador
de los movimientos y luces que aparecen en el panorama universitario, pero
cuando se analizan con más detalle las opiniones de los implicados en estas
experiencias mediante entrevistas, se pone de manifiesto las limitaciones de estos
procesos tanto por el peso decisorio que les otorga la propia universidad, como por
la limitada motivación de todos los agentes implicados. Al final estos procesos se
quedan reducidos a la participación de muy pocas personas altamente motivadas e
implicadas, cuando la mayoría de la comunidad universitaria mantiene una actitud
pasota y desentendida.
32
los futuros líderes en la práctica participativa es sentar unas bases firmes para
construir una sociedad más comprometida con la adopción de decisiones justas,
sostenibles y equilibradas.
33
que están contribuyendo activamente a la integración de la sostenibilidad en las
universidades. En esta investigación se identifica la existencia de estructuras y
proyectos innovadores y con excelentes resultados que pueden servir de ejemplo y
referencia; la cooperación entre estudiantes, profesores, investigadores y
administrativos en proyectos específicos y la existencias de personas
comprometidas que lideran procesos; un funcionamiento flexible de la universidad
con un enfoque de gestión abierta, compartida y colaborativa; la existencia de
mecanismos eficaces para monitorear los procesos de progreso hacia la
sostenibilidad, etc. Como factores externos se señalan la presión positiva que
generan los rankings o universidades que están liderando estos cambios; la
participación en redes nacionales o internacionales; los programas de
financiamiento externo y proyectos internacionales en colaboración o la reputación
y prestigio diferenciador que para la institución significa apostar por estos temas.
Muchas de las universidades españolas que participaron en los proyectos de
campus de excelencia internacional incorporaban la sostenibilidad como una
dimensión estratégica.
Muchos son los problemas y retos a los que nos enfrentamos, pero ya hay un
camino importante recorrido y también son muchos los proyectos puestos en
macha y los factores de éxito identificados que pueden servir de detonantes para
producir cambios estables y duraderos en las universidades.
34
5. Líneas de actuación futuras:
Educando para una Sociedad más
Sostenible
Los estudios llevados a cabo sobre los riesgos ambientales suelen proporcionar
excelentes diagnósticos de los problemas y enfermedades que aquejan a la
sociedad, pero se extienden poco en la propuesta de soluciones reales y al alcance
de todos. El tiempo se nos echa encima si queremos asegurar la sostenibilidad
colectiva en términos de igualdad. El diagnóstico nos indica que la biosfera y las
sociedades que la habitan padecen problemas de funcionamiento, incluso
enfermedades, que no pueden esperar a que se le realicen más pruebas
diagnósticas del estado de su salud. Los achaques, dolencias e indisposiciones
tienen tal magnitud e importancia que si no se empieza a aplicar remedios urgentes
y eficaces los diagnósticos no servirán de mucho. Por este motivo es importante
identificar y definir las acciones y medidas que nos pueden permitir hacer frente
con mayor resolución a los grandes retos mundiales; de manera especial en el
ámbito educativo. La educación, como se indicaba en el informe Delors, entraña un
tesoro y ese tesoro debemos encontrarlo entre todos, cuidarlo con delicadeza para
que se incremente y llegue a todos. La educación es por tanto una apuesta
imprescindible y el mejor proyecto con el que cuenta la sociedad para generar
transformaciones profundas y permanentes para hacer frente a sus principales
retos y problemas. La educación, en palabras de Irina Bokova, Directora General de
la UNESCO, produce un potente efecto catalizador sobre el bienestar de los
individuos y el futuro de nuestro Planeta. Una sociedad con un mayor nivel
educativo está más capacitada para enfrentarse con éxito a la gestión de los
recursos de su entorno y a disfrutar de una mayor calidad de vida. Para ello, es
imprescindible que el sistema educativo español sea más sensible e incorpore en
sus guarderías, colegios, institutos y universidades nuevas enfoques más
estrechamente relacionadas con los retos ambientales y sociales a los que nos
enfrentamos. Las siguientes propuestas pueden servir de orientación u hoja de ruta
para este incremento de sensibilidad.
35
hay que introducir para que la enseñanza que se imparte en las aulas
sea más cercana a los problemas que los alumnos se encuentran en la
calle y a los que deben responder profesionalmente implicándose en la
búsqueda de soluciones y alternativas. Para conseguirlo el compromiso
por la sostenibilidad debe guiar la labor tanto de las administraciones
educativas como de consejos escolares, equipos directivos, claustros,
asociaciones de familias, de estudiantes y toda la comunidad
educativa. Pero la responsabilidad principal debe partir de los
gobiernos y sus instituciones educativas que deben implicarse en hacer
e implementar planes coherentes para integrar en todas las etapas del
sistema educativo una EDS universal, en cooperación tanto con el
sector privado como con los académicos y la sociedad civil.
2. En este sentido, no debemos pasar por alto la Meta 4.7 de los ODS
acordados en asamblea por las Naciones Unidas (NN.UU., 2015) en
septiembre de 2015 que postula que de aquí a 2030, se debería
asegurar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y
prácticos necesarios para promover el DS, entre otras cosas mediante
la educación para el DS y los estilos de vida sostenibles, los derechos
humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y
no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad
cultural y la contribución de la cultura al DS. La educación que
promueve todo lo anterior desarrolla la capacidad de intervención de
los estudiantes en el entorno y está dirigida a la acción transformadora
que implemente dichos objetivos. Es, por tanto, trabajar en valores de
futuro, lo que supone un cambio ético de la sociedad teniendo el
horizonte en la cultura de la sostenibilidad.
36
ODS deberían incorporarse, tanto en el currículum de la formación
básica como en todos los grados de formación universitaria, como una
temática obligatoria para ser trabajada lo mismo a partir de
conocimientos, como de actitudes y acciones transformadoras del
mundo que nos rodea. Para ello es necesario que los desarrollos
curriculares sean más abiertos en las etapas de la educación
obligatoria. En Educación Primaria y los primeros cursos de Secundaria
los ODS como proyecto educativo podrían ser acogidos en varias
materias, también en forma de proyectos del centro, adaptados a las
problemáticas más visibles o más sentidas, con una dimensión
progresiva. Los nuevos 17 ODS podrían configurar un escenario de
consenso ideal para sentar las bases de una nueva asignatura para los
últimos cursos de Educación Secundaria, en Bachillerato y Formación
Profesional cuyos contenidos fueran coherentes y compartidos por
todos los agentes políticos y sociales, dado que existe un consenso
mundial sobre los ODS. Esa posible asignatura “Cultura de la
sostenibilidad” sería en realidad algo similar a la malograda “Educación
para la ciudadanía” pero debería entender cultura en el sentido de
cultivo, basado en el hecho de aprender a aprender, para entender y
gestionar lo que trae la vida cotidiana en su dimensión cercana y
lejana y aquello que debemos proyectar para el futuro.
37
2030. Para ello sería recomendable su reubicación administrativa
dentro de un departamento más global e interdisciplinar.
38
seminarios heterogéneos, tan escasos en este momento. La escuela
puede/debe ser el gran escenario para el desarrollo de la cultura de la
sostenibilidad donde se produzca la interconexión con la universidad
investigadora.
39
identifican proyectos de éxito y de buenas prácticas en centros con una
trayectoria consolidada, o estrategias que permiten evitar las barreras
y obstáculos a los que se han enfrentado, suponen una buena escuela
de aprendizaje para que otros centros que están dando sus primeros
pasos puedan avanzar más rápido y de forma más eficaz. Las mejoras
y avances de los que empiezan son también acicate y ejemplo para los
más veteranos en este terreno. También es importante fortalecer las
relaciones entre diferentes agentes educativos y sociales para
identificar proyectos comunes y sinergias de colaboración, lo que es
una excelente estrategia de transformación social. En las últimas
décadas los programas de educación ambiental extracurriculares han
desempeñado un importante papel de estrecha colaboración con los
programas formales. Muchas de estas iniciativas han sido impulsadas
por educadores desde entidades públicas, ongs o incluso empresas que
han realizado una oferta diversificada de actividades en contacto
directo con el medio. Se deben recuperar y profundizar en estas vías
de descubrimiento e implicación directa en el conocimiento y acción
con el entorno más próximo.
40
instituciones educativas pueden convertirse en el faro que ilumine los
cambios sociales de los barrios y comunidades donde se encuentran.
Para ello deben perder el miedo a saltar los muros de sus instituciones,
elaborar propuestas de cambios valientes y compartidos, que lleguen a
los agentes sociales próximos pero también a las instituciones
municipales, regionales, estatales o internacionales, para generar un
impacto positivo en el entorno próximo y en la esfera global.
ENSEÑANZA NO UNIVERSITARIA
41
Es también recomendable incentivar el desarrollo de proyectos de
trabajo en Educación Primaria y los primeros cursos de Secundaria
acogidos en varias materias, también en forma de proyectos del centro,
adaptados a las problemáticas más visibles o más sentidas, con una
dimensión progresiva, centrados en que los alumnos sean verdaderos
agentes de cambio. Los centros educativos deben abrir sus puertas a
estudiar la biodiversidad, el cambio climático, la deforestación y la
desertificación, la migración y las guerras, la problemática del agua,
nuestro modelo de consumo y sus consecuencias, las causas de los
problemas ambientales, la crisis de los cuidados, la feminización de la
pobreza, la necesidad de educación y salud, la situación de otros niños y
niñas como ellos en otras partes del Planeta, etc.
ENSEÑANZA UNIVERSITARIA:
42
Los estudiantes universitarios son los líderes del futuro, si perdemos la
oportunidad de comprometerlos con los 17 retos de bienestar recogidos
por la agenda 2030, estaremos perdiendo a toda una generación de
referencia que será difícil de recuperar. La universidad debe hacer una
apuesta clara por educar hacia opciones de futuro sostenible. Para ello
debe elaborar cursos obligatorios de carácter transversal con
planteamientos comunes, pero también módulos específicos adaptados a
las características de cada grado, máster o curso de especialización. La
implicación del profesorado universitario en esta tarea colectiva es un
paso fundamental y de gran relevancia. No se podrá avanzar en la
aplicación de la sostenibilidad en la universidad si no se cuenta con un
profesorado motivado para abordarlo con sus alumnos.
43
de los proyectos de responsabilidad y cooperación social. Si la
universidad no da ejemplo a otras instituciones creando vicerrectorados
de gestión en los que se integra la sostenibilidad en su dimensión
ambiental, social y económica, difícilmente otras instituciones públicas o
privadas con más dificultades lo podrán llevar a cabo.
Como síntesis final, es importante reconocer la importancia que tiene el apostar por
la educación como herramienta de transformación para avanzar en la creación de
sociedades más sustentables, pero también hay que reforzar la idea que una
educación sin acción, sin una implicación directa, sin la intervención en la
resolución de problemas y conflictos es una educación sin alma. Emulando a Gandhi
podríamos concluir que la educación en la sostenibilidad es a la acción y a la
intervención como el árbol a la semilla. No hay educación transformadora si no hay
educación que genera cambios sociales, ambientales o económicos. Este es nuestro
gran reto de futuro.
44
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