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Revolución francesa
La Revolución francesa (en francés:
Révolution française) fue un conflicto social y
político, con diversos periodos de violencia, que
Revolución francesa
convulsionó Francia y, por extensión de sus Révolution française
implicaciones, a otras naciones de Europa que
Parte de las revoluciones atlánticas
enfrentaban a partidarios y opositores del sistema
conocido como el Antiguo Régimen. Se inició con
la autoproclamación del Tercer Estado como
Asamblea Nacional en 1789 y finalizó con el golpe
de Estado de Napoleón Bonaparte en 1799.

Si bien después de que la Primera República cayó


tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, la
organización política de Francia durante el
siglo  xix osciló entre república, imperio y
monarquía constitucional, lo cierto es que la
revolución marcó el final definitivo del feudalismo Prise de la Bastille (1789), de Jean-Pierre Houël.1 ​
y del absolutismo en el país,2 ​ y dio a luz a un Contexto del acontecimiento
nuevo régimen donde la burguesía, apoyada en
Fecha 5 de mayo de 1789-9 de
ocasiones por las masas populares, se convirtió en
la fuerza política dominante. La revolución socavó noviembre de 1799
las bases del sistema monárquico como tal, más Sitio Francia
allá de sus estertores, en la medida en que lo Gobierno previo
derrocó con un discurso e iniciativas capaces de Gobernante Luis XVI
volverlo ilegítimo.
Forma de Monarquía absoluta
Según la historiografía clásica, la Revolución gobierno
francesa marca el inicio de la Edad Gobierno resultante
Contemporánea al sentar las bases de la Forma de Monarquía constitucional y,
democracia moderna, lo que la sitúa en el corazón gobierno posteriormente, otras formas de
del siglo  xix. Abrió nuevos horizontes políticos
gobierno
basados en el principio de la soberanía popular,
que será el motor de las revoluciones de 1830, de
1848 y de 1871.3 ​

Antecedentes ideológicos
Los escritores ilustrados del siglo  xviii, filósofos, politólogos, científicos y economistas,
denominados comúnmente philosophes, y a partir de 1751 los enciclopedistas, contribuyeron a
minar las bases del derecho divino de los reyes. La filosofía de la Ilustración ha desempeñado pues
un rol significativo en el giro que tomaron estos eventos históricos pero su influencia debe relatarse
de modo más matizado: acordarle demasiada importancia a los preceptos filosóficos nacidos
durante ese siglo se revelaría como una carencia mayúscula de fidelidad historiográfica.

La corriente de pensamiento vigente en Francia era la Ilustración, cuyos principios se basaban en


la razón, la igualdad y la libertad. La Ilustración había servido de impulso a las Trece Colonias
norteamericanas para la independencia de su metrópolis europea. Tanto la influencia de la
Ilustración como el ejemplo de los Estados Unidos sirvieron de «trampolín» ideológico para el
inicio de la revolución en Francia.

Causas
Los historiadores generalmente ven las causas subyacentes de la
como impulsadas por el fracaso del Antiguo Régimen para
responder a la creciente desigualdad social y económica. El
rápido crecimiento de la población y las restricciones causadas
por la incapacidad de financiar adecuadamente la deuda pública,
dieron lugar a una depresión económica, desempleo y altos
precios de los alimentos.4 ​ Combinado con un sistema fiscal
regresivo y la resistencia a la reforma de la élite gobernante, el
resultado fue una crisis que Luis XVI no pudo manejar.5 6​ ​

Bajo Luis XIV, la corte de Versalles se había convertido en el


centro de la cultura, la moda y el poder político. Las mejoras en
la educación y la alfabetización a lo largo del siglo  xviii
significaron audiencias más grandes para los periódicos y
El Tercer Estado cargando al
revistas, con logias masónicas, cafeterías y clubes de lectura que
Primer y al Segundo Estado.
proporcionaron áreas donde la gente podía debatir y discutir
ideas. El surgimiento de esta llamada "esfera pública" llevó a
París a reemplazar a Versalles como centro cultural e intelectual,
dejando a la Corte aislada y con menos capacidad de influir en la opinión.7 ​8 ​

Además de estos cambios sociales, la población francesa creció de 18 millones en 1700 a 26


millones en 1789, convirtiéndose en el Estado más poblado de Europa; París tenía más de 600 000
habitantes, de los cuales aproximadamente un tercio estaban desempleados o no tenían trabajo
regular. Los métodos agrícolas ineficientes significaban que los agricultores nacionales no podían
mantener estos números, mientras que las redes de transporte primitivas dificultaban el
mantenimiento de los suministros incluso cuando había suficientes. Como resultado, los precios de
los alimentos aumentaron en un 65 % entre 1770 y 1790, pero los salarios reales aumentaron solo
en un 22  %.9 ​ La escasez de alimentos fue particularmente perjudicial para el régimen, ya que
muchos atribuyeron los aumentos de precios a la incapacidad del gobierno para evitar la
especulación. En la primavera de 1789, una mala cosecha seguida de un invierno severo había
creado un campesinado rural sin nada que vender y un proletariado urbano cuyo poder adquisitivo
se había derrumbado.

El otro gran lastre para la economía fue la deuda estatal. Las visiones tradicionales de la
Revolución francesa a menudo atribuyen la crisis financiera de la década de 1780 a los grandes
gastos de la guerra anglo-francesa de 1778-1783, pero los estudios económicos modernos muestran
que esto es incorrecto. En 1788, la relación entre la deuda y la renta nacional bruta en Francia era
del 55,6 %, en comparación con el 181,8 % en Gran Bretaña. Aunque los costos de los préstamos en
Francia eran más elevados, el porcentaje de los ingresos fiscales dedicados al pago de intereses era
aproximadamente el mismo en ambos países.10 ​

Sin embargo, estos impuestos los pagaban predominantemente los pobres de las zonas urbanas y
rurales, y los parlamentos regionales que controlaban la política financiera bloquearon los intentos
de repartir la carga de manera más equitativa. El impasse resultante frente a la angustia económica
generalizada llevó a la convocatoria de los Estados Generales, que se radicalizaron por la lucha por
el control de las finanzas públicas. Sin embargo, ni el nivel de la deuda estatal francesa en 1788, ni
su historia previa, pueden considerarse una explicación del estallido de la revolución en 1789.11 ​
Aunque Luis no fue indiferente a la crisis, cuando se enfrentó a la oposición, tendió a retroceder.
La Corte se convirtió en el blanco de la ira popular, especialmente la reina María Antonieta, que fue
vista como una espía austríaca derrochadora, y acusada de la destitución de ministros
«progresistas» como Jacques Necker. Para sus oponentes, las ideas de la Ilustración sobre la
igualdad y la democracia proporcionaron un marco intelectual para abordar estos problemas,
mientras que la Revolución estadounidense fue vista como una confirmación de su aplicación
práctica.12 ​

Estados Generales de 1789

Los Estados Generales estaban formados por los representantes de cada estamento. Estos estaban
separados a la hora de deliberar, y tenían solo un voto por estamento. La convocatoria de 1789 fue
un motivo de preocupación para la oposición, por cuanto existía la creencia de que no era otra cosa
que un intento, por parte de la monarquía, de manipular la asamblea a su antojo. La cuestión que
se planteaba era importante. Estaba en juego la idea de soberanía nacional, es decir, admitir que el
conjunto de los diputados de los Estados Generales representaba la voluntad de la nación.

El tercer impacto de los Estados Generales fue de gran tumulto político, particularmente por la
determinación del sistema de votación. El Parlamento de París propuso que se mantuviera el
sistema de votación que se había usado en 1614, si bien los magistrados no estaban muy seguros
acerca de cuál había sido en realidad tal sistema. Sí se sabía, en cambio, que en dicha asamblea
habían estado representados (con el mismo número de miembros y con un solo voto) el clero
(Primer Estado), la nobleza (Segundo Estado) y el resto de la población (Tercer Estado,
principalmente la burguesía y el campesinado). Inmediatamente, un grupo de liberales parisinos
denominado «Comité de los Treinta», compuesto principalmente por gente de la nobleza, comenzó
a protestar y agitar, reclamando que se duplicara el número de asambleístas con derecho a voto del
Tercer Estado (es decir, los «Comunes»). El gobierno aceptó esta propuesta, pero dejó a la
Asamblea la labor de determinar el derecho de voto. Este cabo suelto creó gran tumulto.

El rey Luis XVI y una parte de la nobleza no aceptaron la situación. Los miembros del Tercer
Estamento se autoproclamaron Asamblea Nacional, y se comprometieron a escribir una
constitución. Sectores de la aristocracia confiaban en que estos Estados Generales pudieran servir
para recuperar parte del poder perdido, pero el contexto social ya no era el mismo que en 1614.
Ahora existía una élite burguesa que tenía una serie de reivindicaciones e intereses que chocaban
frontalmente con los de la nobleza (y también con los del pueblo, cosa que se demostraría en los
años siguientes).

La Asamblea Nacional Constituyente (1789-1791)


Cuando finalmente los Estados Generales de Francia se
reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789 y se originaron las
disputas respecto al tema de las votaciones, los miembros del
Tercer Estado debieron verificar sus propias credenciales,
comenzando a hacerlo el 28 de mayo y finalizando el 17 de
junio, cuando los miembros del Tercer Estado se declararon
como únicos integrantes de la Asamblea Nacional: esta no
representaría a las clases pudientes sino al pueblo en sí. Si bien
El Juramento del Juego de Pelota,
invitaron a los miembros del Primer y Segundo Estado a
obra de Jacques-Louis David.
participar en esta asamblea, dejaron en claro sus intenciones de
proceder incluso sin esta participación.

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