El Extraño (Adaptación) - Lovecraft
El Extraño (Adaptación) - Lovecraft
El Extraño (Adaptación) - Lovecraft
(H. P. Lovecraft)
1
primera representación mental de una persona viva fue la de
algo semejante a mí, pero marchito y deteriorado como el
castillo. Para mí no tenían nada de grotescos 1 los huesos y los
esqueletos esparcidos por las criptas 2 de piedra cavadas en
las profundidades de los cimientos. En los libros aprendí
todo lo que sé. No recuerdo haber escuchado en todos esos
años voces humanas, ni siquiera la mía; ya que, si bien había
leído acerca de la palabra hablada nunca se me ocurrió
hablar en voz alta. Mi aspecto era una cuestión ajena a mi
mente, ya que no había espejos en el castillo y me limitaba a
verme como semejante a las figuras juveniles que veía
dibujadas o pintadas en los libros. Tenía conciencia de la
juventud a causa de lo poco que recordaba.
Afuera, tendido en el pútrido 3 foso, bajo los árboles
tenebrosos y mudos, solía pasarme horas enteras soñando lo
que había leído en los libros; recordaba verme entre gentes
alegres, en el mundo soleado allá, en los campos floreados
interminables.
A través de crepúsculos sin fin, soñaba y esperaba, aún
cuando no supiera qué. Hasta que en mi negra soledad, el
deseo de luz se hizo tan deseoso que resolví escalar la torre,
aunque me cayera; ya que mejor era ver un instante el cielo y
morir, que vivir sin haber contemplado jamás el día.
1
Grotescos: ridículo, extravagante.
2
Criptas: lugar subterráneo en que se acostumbraba a enterrar a los muertos.
3
Pútrido: podrido, corrompido.
2
A la húmeda luz crepuscular, subí los viejos escalones de
piedra hasta llegar a un nivel dificultoso, y de allí en
adelante, trepando por pequeños entrantes donde apenas
cabía un pie, seguí mi peligrosa ascensión. Horrendo y
peligroso era aquel cilindro rocoso. Pero más horrenda aún
era la lentitud de mi avance, ya que por más que trepase, las
tinieblas que me envolvían no se evaporaban, y un frío nuevo
me invadía. Tiritando de frío me preguntaba por qué no
llegaba a la claridad, y, de haberme atrevido, habría mirado
hacia abajo. Empecé a pensar que la noche había caído de
pronto sobre mí y en vano tanteé con la mano libre en busca
del resguardo de alguna ventana por la cual espiar hacia
afuera y arriba, y calcular a qué altura me encontraba.
De pronto, al cabo de una interminable y espantosa
ascensión a ciegas por aquel precipicio, sentí que la cabeza
tocaba algo sólido; supe entonces que debía haber llegado a
la terraza o a alguna clase de piso. Alcé la mano libre y, en la
oscuridad, palpé un obstáculo, descubriendo que era de
piedra e inamovible. Finalmente mi mano, tanteando
siempre, halló un punto donde la valla cedía y reanudé la
marcha hacia arriba, empujando aquello con la cabeza, ya
que utilizaba ambas manos en mi cauteloso avance. Arriba
no apareció luz alguna y, a medida que mis manos iban más
y más alto, supe que por el momento mi ascensión había
terminado, ya que la puerta daba a una entrada que conducía
a una superficie plana de piedra, de mayor circunferencia
3
que la torre inferior. Me deslicé sigilosamente 4 por el recinto
tratando que la pesada piedra no volviera a su lugar, pero
fracasé en mi intento. Mientras yacía exhausto sobre la
tierra, oí el alucinante eco de su caída, pero con todo tuve la
esperanza de volver a levantarla cuando fuese necesario.
Creyéndome ya a una altura prodigiosa 5, muy por encima de
las odiadas ramas del bosque, me incorporé fatigosamente y
tanteé la pared en busca de alguna ventana que me
permitiese mirar por vez primera el cielo y esa luna y esas
estrellas sobre las que había leído. Pero ambas manos me
decepcionaron, ya que todo lo que hallé fueron amplias
estanterías de mármol cubiertas de espantosas cajas
alargadas. Más reflexionaba, y más me preguntaba qué
extraños secretos podía albergar aquel alto espacio
construido a tan inmensa distancia del castillo subyacente.
De pronto, mis manos tropezaron inesperadamente con el
marco de una puerta. Estaba cerrada, pero haciendo un
supremo esfuerzo superé todos los obstáculos y la abrí hacia
adentro. Hecho esto, me invadió el éxtasis 6 más puro jamás
conocido; a través de una verja de hierro, y en el extremo de
una corta escalera de piedra, brillando en todo su esplendor,
estaba la luna llena, a la que nunca había visto antes, salvo
en sueños y en vagas visiones que no me atrevía a llamar
recuerdos.
4
Sigilosamente: silenciosamente, con cautela.
5
Prodigiosa: maravillosa, extraordinaria.
6
Éxtasis: estado del alma enteramente embargada por un sentimiento de
admiración, alegría, etc.
4
Seguro ahora de que había alcanzado la cima del castillo,
subí rápidamente los pocos escalones que me separaban de
la verja; pero en eso, una nube tapó la luna haciéndome
tropezar, y en la oscuridad tuve que avanzar con mayor
lentitud. Estaba todavía muy oscuro cuando llegué a la reja
que hallé abierta tras un cuidadoso examen.
El panorama en sí era tan simple como asombroso, ya que
consistía meramente en esto: en lugar de una impresionante
vista de copas de árboles desde una altura imponente, se
extendía a mí alrededor, al mismo nivel de la verja, nada
menos que la tierra firme.
Medio inconsciente, la abrí y avancé mareado por la senda de
piedras que se extendía en dos direcciones. Por aturdida y
caótica que estuviera mi mente, permanecía en ella ese deseo
de luz; ni siquiera el descubrimiento de momentos previos
podía detenerme. No sabía, ni me importaba, si mi
experiencia era locura, enajenación 7 o magia, pero estaba
resuelto a ir en pos de luminosidad y alegría a toda costa. No
sabía quién o qué era yo, ni cuáles podían ser mi ámbito y
mis circunstancias; sin embargo, a medida que proseguía mi
inestable marcha, un recuerdo latente hacía mi avance no del
todo casual. Sin rumbo fijo por campo abierto, caminaba
unas veces sin perder de vista el camino, otras
abandonándolo para internarme, lleno de curiosidad, por
campos en las que sólo alguna ruina8 ocasional mostraba la
7
Enajenación: fuera de sí, entorpecido en el uso de la razón.
8
Ruina: restos de uno o más edificios arruinados.
5
presencia, en tiempos remotos, de una senda olvidada. En un
momento dado tuve que cruzar a nado un rápido río cuyos
restos de bloques de piedras agrietados y mohosos hablaban
de un puente mucho tiempo atrás desaparecido.
Habían transcurrido más de dos horas cuando llegué a lo que
aparentemente era mi meta: un venerable castillo cubierto
de enredaderas, enclavado en un gran parque de frondosa
arboleda, de alucinante familiaridad para mí, y sin embargo
lleno de intrigantes novedades. Lo que observé con el
máximo interés y deleite fueron las ventanas abiertas,
inundadas de brillante claridad y que enviaban al exterior
ecos de los más alegres banquetes. Adelantándome hacia uno
de ellos, miré al interior y vi un grupo de personas
extrañamente vestidas, que conversaban entre sí con gran
jarana9. Como jamás había oído la voz humana, apenas sí
podía adivinar vagamente lo que decían. Algunas caras
tenían expresiones que despertaban en mí remotísimos
recuerdos; otras me eran absolutamente ajenas.
Salté por la ventana y me introduje en la habitación,
brillantemente iluminada.
La pesadilla no tardó en venir, ya que, no bien entré, se
produjo una de las más aterradoras reacciones que hubiera
podido creer. No había terminado de cruzar el umbral 10
cuando se extendió entre todos los presentes un inesperado y
súbito terror, de horrible intensidad, que desdibujaba los
9
Jarana: diversión bulliciosa y alborotada.
10
Umbral: paso primero y principal o entrada de cualquier cosa.
6
rostros y arrancaba de todas las gargantas los gritos más
espantosos. El desbande11 fue general, y en medio del griterío
y del pánico varios sufrieron desmayos, siendo arrastrados
por los que huían enloquecidos. Muchos se taparon los ojos
con las manos y corrían a ciegas llevándose todo por delante,
derribando los muebles y dándose contra las paredes en su
desesperado intento de ganar alguna de las numerosas
puertas.
Solo y aturdido en el brillante recinto, escuchando los ecos
cada vez más apagados de aquellos espeluznantes gritos,
comencé a temblar pensando qué podía ser aquello que me
acechaba12 sin que yo lo viera. A primera vista, el lugar
parecía vacío, pero cuando me dirigí a una de las alcobas creí
detectar una presencia... un amago de movimiento del otro
lado del arco dorado que conducía a otra habitación, similar
a la primera. A medida que me aproximaba a la arcada 13
comencé a percibir la presencia con más nitidez; y luego, con
el primero y último sonido que jamás emití -un aullido
horrendo que me repugnó-, contemplé en toda su horrible
intensidad el inconcebible, indescriptible monstruo que, por
obra de su mera aparición, había convertido una alegre
reunión en un grupo de delirantes fugitivos.
No puedo siquiera decir aproximadamente a qué se parecía,
pues era un compuesto de todo lo que es impuro, espantoso,
11
Desbande: desparramarse, huir en desorden.
12
Acechaba: hacer un artificio para hacer daño a alguien.
13
Arcada: conjunto de serie de arcos de puentes, etc.
7
indeseado, anormal y detestable. Era una fantasmagórica
sombra de podredumbre, decrepitud 14 y desolación; la
pútrida y viscosa imagen de lo dañino; la atroz desnudez de
algo que la tierra misericordiosa debería ocultar por siempre
jamás. Dios sabe que no era de este mundo -o al menos había
dejado de serlo-, y, sin embargo, con enorme horror de mi
parte, pude ver en sus rasgos carcomidos, con huesos que se
entreveían, una repulsiva y lejana reminiscencia de formas
humanas; y en sus enmohecidas y destrozadas ropas, una
indecible cualidad que me estremecía15 más aún.
Estaba casi paralizado, pero no tanto como para no hacer un
débil esfuerzo hacia la salvación: un tropezón hacia atrás que
no pudo romper el hechizo en que me tenía apresado el
monstruo sin voz y sin nombre. Mis ojos, embrujados por
aquellos asquerosos ojos transparentes que los miraban
fijamente, se negaban a cerrarse. El terrible objeto, tras el
primer impacto, se veía ahora más confuso. Traté de levantar
la mano y anular la visión, pero estaba tan anonadado 16 que
el brazo no respondió por entero a mi voluntad. Sin
embargo, el intento fue suficiente como para alterar mi
equilibrio y, tambaleándome, di unos pasos hacia adelante
para no caer. Al hacerlo adquirí de pronto la angustiosa
noción de la proximidad de la cosa, cuya inmunda
respiración tenía casi la impresión de oír. Poco menos que
14
Decrepitud: suma vejez.
15
Estremecía: ocasionar sobresalto en el ánimo de alguien.
16
Anonadado: causar gran sorpresa o dejar desconcertado a alguien.
8
enloquecido, pude no obstante adelantar una mano para
detener a la apestosa imagen, que se acercaba más y más,
cuando de pronto mis dedos tocaron la extremidad
putrefacta que el monstruo extendía por debajo del arco
dorado.
No chillé. Supe en ese mismo instante todo lo ocurrido;
recordé hasta más allá del terrorífico castillo y sus árboles;
reconocí el edificio en el cual me hallaba; reconocí, lo más
terrible, el odio que se erguía ante mí cuando me miraba,
mientras apartaba de los suyos mis dedos manchados.
Como entre sueños, salí de aquel edificio fantasmal y maldito
y eché a correr rauda y silenciosamente a la luz de la luna.
Cuando retorné al mausoleo de mármol y descendí los
peldaños, encontré que no podía mover la trampa de piedra;
pero no lo lamenté, ya que había llegado a odiar el viejo
castillo y sus árboles. Ahora cabalgo junto a los fantasmas,
burlones y cordiales, al viento de la noche, y durante el día
juego entre las catacumbas de Nefre-Ka, en el lejano y
desconocido valle de Hadoth, a orillas del Nilo. Sé que la luz
no es para mí, salvo la luz de la luna sobre las tumbas de roca
de Neb, como tampoco es para mí la alegría, salvo las fiestas
de Nitokris bajo la Gran Pirámide; y, sin embargo, en mi
nueva y salvaje libertad agradezco casi la amargura de la
alienación17.
17
Alienación: enajenación.
9
Pues aunque el olvido me ha dado la calma, no por eso
ignoro que soy un extranjero; un extraño a este siglo y a
todos los que aún son hombres. Esto es lo que supe desde
que extendí mis dedos hacia esa cosa detestable surgida en
aquel gran marco dorado; desde que extendí mis dedos y
toqué la fría superficie del espejo.
10