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Artículo de investigación
RESUMEN La situación de calle es, para muchos, una de las expresiones más
crudas de precariedad, pobreza y vulnerabilidad. El presente trabajo plantea
una aproximación a las experiencias y estrategias de supervivencia de mujeres
en situación de calle a partir de herramientas conceptuales aportadas por el
enfoque de “activos-vulnerabilidad-estructura de oportunidades” (AVEO), con
la finalidad de generar una lectura comprensiva de las especificidades de esta
población. Para ello, se realizó un contraste entre la literatura y una serie de
entrevistas a mujeres en situación de calle de la ciudad de Ibagué, Colombia.
Se identificaron algunos de factores de vulnerabilidad y de violencia de género,
y se describieron brevemente tres estrategias de supervivencia que propenden
Este trabajo está sujeto a una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional Creative Com-
mons (CC BY 4.0).
_________________________
1. Artículo de investigación producto del proyecto de investigación titulado “Identidad, recono-
cimiento y marginalidad. Caracterización de la Situación de Calle en Ibagué” con código 19-497-
INT, aprobado y financiado en convocatoria interna de proyectos de la Dirección de Investigaciones
(DIRI), Universidad de Ibagué.
Para el presente trabajo, se contó con el apoyo de la Fundación Communitas. Su trabajo de campo se
adelantó con la colaboración de estudiantes del Programa de psicología de la Universidad de Ibagué,
integrantes del semillero de Investigación “Desde el margen”.
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por el uso de diferentes activos con tal de afrontar las necesidades básicas en el
día a día, tales como el uso de la oferta institucional existente, el recurso a las
interacciones y las relaciones sociales y afectivas como forma de satisfacer las
exigencias vitales inmediatas y el uso del cuerpo como un activo. Se evidencia
una racionalidad práctica que orienta las formas de vida en la calle, a partir de
la cual las mujeres logran sobrevivir en el marco de sus vulnerabilidades consa-
bidas. Se concluye que es necesario continuar con la identificación de los facto-
res de vulnerabilidad específicos de cada contexto territorial con tal de plantear
intervenciones que amplíen y fortalezcan la estructura de oportunidades, y de
esa forma, pensar en intervenciones que no se limiten al asistencialismo y la
negación de la agencia de los actores. También, se abre la discusión de la ade-
cuación del enfoque para analizar el papel de elementos como el cuerpo.
ABSTRACT Homelessness is, for many, one of the crudest expressions of pre-
cariousness, poverty, and vulnerability. This paper presents an approach to
homeless women's experiences and survival strategies based on the concep-
tual tools provided by the approach of the "assets-vulnerability-opportunities
structure" (AVEO) approach, in order to generate a comprehensive reading of
this population' s specificities. To this end, we contrast the literature and a se-
mi-structured interview series with homeless women in the city of Ibagué, Co-
lombia. We identify some of the vulnerability and gender violence factors, as
well as to briefly describe three survival strategies in which the use of different
assets is advocated to meet basic daily needs, such as the use of the existing
institutional offer, the use of social and affective interactions and relationships
as a way of satisfying immediate vital demands, and the use of the body as an
asset. It is concluded that there is practical rationality that guides the ways of
life on the street, from which women manage to survive within the framework
of their known vulnerabilities. Ultimately, it is necessary to identify the specific
vulnerability factors of each territorial context to propose interventions that
have an impact on expanding and strengthening the structure of opportunities,
thus making it possible to think of interventions that do not fall back on wel-
fare and the denial of the actors' agency. It also opens the discussion about the
approach’s adequacy to analyze the symbolic elements’ role, such as the body.
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Introducción
La situación de calle representa, para muchos, una de las expresiones más crudas de
la pobreza y la desigualdad (Impacta, 2019; Nieto y Koller, 2015). Según Cabrera et
al. (2007), este fenómeno no se limita a las ciudades, también aparece en la ruralidad,
además, es extensivo a países centrales y periféricos (Biscotto et al., 2016), por lo que
puede entenderse presente en la generalidad de las sociedades contemporáneas. No
obstante, se entiende que, al menos en Colombia, se presenta desde cerca de medio
siglo y se enfatiza con los procesos de gentrificación urbana (Ministerio de salud de la
República de Colombia [MinSalud], 2021).
En materia normativa, Colombia, de manera similar a otros países de la región, ha
presentado un avance en materia de políticas públicas sociales de carácter afirmativo
con respecto a esta población (MinSalud, 2021), proceso que ha tenido sus inicios
durante la década de los 90’s, coincidente con la promulgación de la constitución polí-
tica del 91. De esta forma, se ha avanzado en el reconocimiento de sus especificidades
y en la consecuente promulgación de marcos generales y medidas de protección de
derechos (cfr. Ley 1641 de 2013; MinSalud, 2018).
Aunque es posible entrever una amplia variedad de formas de vida asociadas con
la calle, que varían de acuerdo con el grado de permanencia y a la proporción de
actividades realizadas en este espacio (Ley 1641 de 2013; Sentencia C-385 de 2014),
se entiende de manera general que la situación de calle conlleva a la exposición a un
sinnúmero de incertidumbres ligadas a la satisfacción de necesidades básicas, a las
posibilidades de salir de ésta, establecer y avanzar en el proyecto de vida. La litera-
tura referente a Latinoamérica parece coincidir en que las personas en situación de
calle suelen ser objeto y sujeto de vejaciones y menosprecios que ponen en riesgo su
integridad f ísica, psíquica y generan daños a nivel material, relacional y simbólico
(Del Monte, 2018; Ministerio de desarrollo social y familia [MIDESO], 2012). A nivel
psicológico prevalecen la depresión, ansiedad, estrés, ideaciones suicidas, pérdida de
sentido de vida, insomnio, aislamiento social, uso de drogas, abuso sexual (Nino et al.,
2009; Patrício et al., 2019). En adición, se tiene que las personas en situación de calle
suelen presentar una aceleración en el proceso natural de envejecimiento, deterioro
biopsicosocial (MIDESO, 2012; Patrício et al., 2019).
En particular, las mujeres en situación de calle son uno de los segmentos poblacio-
nales al que menor atención se le ha prestado en investigación y en política pública.
Dadas múltiples mediciones, se entiende que su presencia es minoritaria, cerca del
12% (MinSalud, 2021)2. En adición, la configuración de la vida en la calle para el caso
_________________________
2. Para Cabrera et al. (2007), la cantidad de mujeres en situación de calle podría estar mal calculada,
pues en la mayoría de las mediciones no se tiene en cuenta a aquellas que se encuentran en casas
o refugios de protección a víctimas de violencia intrafamiliar ni las que son “nómades” entre las
diferentes viviendas de familiares y allegados.
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agresiones personales (Celic, 2016; Meert et al., 2003; MIDESO, 2011; Ministerio de
salud de Colombia [Minsalud], 2018). En adición, se han llevado a cabo medidas que
buscan aportar a la consolidación de funcionamientos en aras de fortalecer la vincu-
lación social, de allí que se articulen facilidades para adquirir o mejorar la vivienda
personal o familiar (MIDESO, 2018), opciones de educación formal y para el trabajo
(Gadalmes et al., 2020; Peñas et al., 2008), acompañamiento psicosocial para el proce-
so de drogodependencia (Suárez-García, 2017), entre otras, dentro de la premisa de
la superación de la situación de calle (Impacta, 2019; Minsalud, 2018).
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dientes a la marginalidad, que se evidencia a nivel de los individuos y los grupos a par-
tir de “Malas condiciones habitacionales, insuficientes activos en recursos humanos
dentro de las familias, alimentación escasa y de poca calidad, alta permeabilidad a los
vicios sociales, precario control y atención de la salud y una baja autoestima… [que
se acompañan de] … contenidos mentales: una visión desesperanzada, la ausencia de
imágenes que asocien esfuerzos con logros y el convencimiento que con los activos
que poseen no hay beneficios en la integración a la sociedad”4 (Kaztman, 1999, p. 27).
En ese sentido, vale la pena visibilizar la configuración de vulnerabilidades y opor-
tunidades que acarrea vivir en la calle. En especial, de aquellas poblaciones minorita-
rias, como las mujeres, las cuales suelen ser agrupadas dentro de la población general,
lo que incide en la invisibilidad de sus necesidades específicas, limitando la oferta
de servicios sociales y predisponiendo a una mayor vulnerabilidad de las mujeres en
situación de calle (Biscotto et al., 2016; Silva y Passarella, 2015). Por su parte, Evans y
Forsyth (2004) señalan un diferencial en la movilización de soportes institucionales
que parecen tener mayor eficiencia en evitar que las mujeres entren en la situación de
calle, sin embargo, esto no aplica para el caso de las disidencias de género (Campos y
Moretti-Pires, 2018; Mendes et al., 2019).
La vulnerabilidad derivada por la limitación de activos y la precarización de opor-
tunidades encuentra resonancia con las actuales complejidades para la integración y
participación social de individuos y sectores históricamente excluidos, en especial,
dada la profundización y pluralización de las desigualdades y fragilidades (CEPAL,
2010; Dubet, 2020) a causa de los procesos de mercantilización de la vida como prin-
cipal mecanismo de acceso a derechos. Esto conlleva mayores grados de responsabi-
lización individual sobre la satisfacción de sus necesidades y derechos, a la vez que
redunda en el aumento de la confluencia de múltiples desigualdades en torno al indi-
viduo (Dubet, 2020).
Dado lo anterior, se hace necesario contrastar la literatura a nivel empírico para el
caso latinoamericano, en particular, el colombiano. Por ello, planteamos una aproxi-
mación a las experiencias de mujeres en dicha situación, con tal de identificar factores
que limiten sus recursos y oportunidades, a la par con poder describir algunas de sus
estrategias de supervivencia. Se anticipa que la vida en este entorno precarizado pare-
ce plantear situaciones de demanda constante a las mujeres en cuya resolución suele
_________________________
4. En otro trabajo, se ha empleado la denominación de “factores de vulnerabilidad cognitiva” rela-
cionados con la permanencia en calle, como forma de agrupar factores tales como la desesperanza,
la falta de control de las propias conductas y emociones, la dependencia y culpabilización de otros
como una limitación para la toma de responsabilidad, el fatalismo y la derelicción como respuestas
emocionales ante la percepción de abandono e inestabilidad, que reproducen la vulnerabilidad ante
exigencias externas socioeconómicas tan fuertes como las que comprenden la situación de calle
(Zabala-Sandoval y López-Parra, 2021).
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involucrarse el recurso a diferentes tipos de soportes que pasan por la relación con
sus cuerpos y la instrumentalización de las relaciones afectivas y sexuales (Biscotto et
al., 2016; Lanzarini, 2000).
Método
_________________________
5. Ibagué, capital del departamento del Tolima, es considerada una ciudad intermedia, tiene más de
medio millón de habitantes. A nivel de la oferta de servicios sociales para atender la situación de
calle, Ibagué cuenta con dos hogares de paso con una capacidad aproximada de 150-180 personas,
los cuales brindan alimentación 2 veces al día, acceso a espacios para el aseo y para pernoctar. En
adición, están las jornadas móviles ejecutadas por la Alcaldía municipal, que comprenden medidas
de identificación, afiliación a servicios de salud y atención sobre violencia de género.
6. Parque ubicado cerca al centro histórico, económico y administrativo de la ciudad de Ibagué y
cercano al terminal de transportes, es reconocido como uno de los puntos clave de concentración y
tránsito de habitantes de y en calle.
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Participantes
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Tabla 1
Relación de participantes.
Código Edad Origen Ocupación Motivo Tiempo Estado Hijos Educación
de en calle civil
llegada
S1(+~) 46 Ibagué, Trabajo Ruptura No Soltera 4 hijos, Sin edu-
años Tolima sexual familiar reporta vive con cación
los dos
meno-
res
S2 (*^) Cerca Venezuela Venta Migración, 2 años No 1 hijo No reporta
de 30 ambulante problemas reporta
años económi-
cos
S3 (*^) Cerca Colombia, Venta Ruptura 12 años Casada 2 hijos Sin
de 45 pero no ambulante familiar educación
años reporta
ciudad
S4 (*^) 49 Huila, Reciclaje, No reporta No No No No reporta
años Tolima venta reporta reporta reporta
ambulante
S5 (*^) 44 Espinal, Reciclaje Siempre ha Más de 5 No No No reporta
años Tolima estado en años reporta reporta
calle
Convenciones: + (participó en entrevista), * (participó en grupo focal), ¬~ (parque Andrés López de
Galarza), ^ (Hogar de paso).
Fuente: Elaboración propia.
Resultados
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La literatura evidencia que las violencias de género son reproducidas muchas veces
en el seno de la familia de origen y de la pareja conyugal (Meyer, 2015). Esto se ve
pronunciado por la limitación en la oferta de servicios sociales que respondan a sus
necesidades específicas y la amenaza constante de violación y agresiones. De esa ma-
nera, la vulnerabilidad en las mujeres en situación de calle se traduce en la exposición
crónica a violencias de género que constituyen amenazas ante la vida misma, a la par
que se experimenta la limitación en activos/capitales (materiales, humanos y sociales)
que coadyuvan al ingreso y dificultan la superación de la situación de calle.
Una revisión simple de la literatura evidencia como las calles implican riesgos para
la vida misma, implicando una mayor pluralidad en el caso de las mujeres7. Vivir en
la intemperie, con capitales reducidos genera una alta vulnerabilidad en la medida
en que los individuos cuentan con pocas opciones para responder a las vicisitudes y
desaf íos sociales. Para Biscotto et al. (2016), las mujeres presentan aun mayor fragili-
dad ante un contexto permeado por prejuicios, violencias y desigualdades de género,
que reducen el cumplimiento efectivo de derechos, a través de servicios sociales que,
muchas veces responden a necesidades generalizadas a partir de estudios hechos con
poblaciones mayoritarias8, es decir, masculinas. Así, la invisibilidad de sus necesida-
des específicas resulta en un factor que aumenta la vulnerabilidad de las mujeres en
situación de calle, en la medida en que, para la institucionalidad, se hace más dif ícil
diseñar políticas y tomar medidas que respondan efectivamente a las particularidades
de esta población (Díaz Aliaga, 2021; Silva y Passarella, 2015).
Otra diferencia está en la experiencia de violencias de género. Algunas de ellas
se hacen evidentes al contrastar las razones generales de ingreso a la calle, que para
el caso de Ibagué son el consumo de sustancias psicoactivas (SPA) (24%), violencia
intrafamiliar (23%), dificultades económicas (21%) y desilusiones afectivas (18%) (Al-
caldía Municipal de Ibagué, 2018). Es de notar que buena parte (41%) dice haber en-
trado en esta situación por razones familiares o afectivas. En el caso de las mujeres, se
refleja experiencias tempranas de abuso f ísico y mental en la infancia, maltrato, acoso
sexual, exposición al crimen (Evans y Forsyth, 2004) y subyugación sistemática que se
mantienen en la realidad social de las calles (Biscotto et al., 2016).
_________________________
7. Alguna noción nos aporta la voz de S5, quien dice, “para ser sincera, yo siempre he vivido en la
calle, siempre he pagado mi pieza. Ahora estoy aquí, en el hogar de paso, porque estoy mal ahorita.
Y pues pa’ dormir en la calle está como duro, la llovizna, obviamente peligro, porque corre más
peligro una mujer que un hombre. Ellos también corren peligro, pero más una mujer que un hom-
bre” (S5, hogar de paso, grupo de discusión, 2019).
8. En datos del 2018, se reporta un total de 624 personas en situación de calle, 553 hombres (88,6%)
y 71 mujeres (11,4%) (Alcaldía Municipal de Ibagué, 2018).
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Violencia de género
Entre tanto, Souza et al. (2016) entienden que la vulnerabilidad específica al género
responde a una construcción perpetuada por generaciones a través de instituciones
como la familia. Los autores refieren a vulnerabilidades con base en el género soste-
nidas por prácticas de violencia f ísica, económica y simbólica que son legitimadas
y trivializadas. Estas aumentan la privación de derechos de las mujeres, en especial,
vulneran sus posibilidades de valerse por sí mismas, reducen su margen de indepen-
dencia, autonomía y decisión sobre sí. De ahí que no sea extraño evidenciar experien-
cias de violencia similares en las biograf ías de madres a hijas, que dejan cicatrices y
marcas f ísicas, psicológicas y emocionales.
_________________________
9. Esto es algo que pudimos explorar con más detalle en otros trabajos (Zabala-Sandoval y López-
Parra, 2021).
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A su vez, algunos estudios muestran que los primeros cinco meses viviendo en la
calle, las mujeres reportan gran temor a ser violadas (Biscotto et al., 2016). Esto fue
unánime en el reporte de nuestras participantes, aunque no siempre afirmaron temer
por su propia seguridad, muchas veces sintieron preocupación por las más jóvenes11.
La vida en las calles parece plantear situaciones constantes a las mujeres en cuya re-
solución suele involucrarse directa o indirectamente la relación con sus cuerpos y su
sexualidad (Biscotto et al., 2016).
Aunque minoritaria, según el censo de habitantes de calle de la ciudad (Alcaldía
Municipal de Ibagué, 2018), la incidencia de la prostitución se eleva a cerca del 25%
para el caso de las mujeres en situación de calle. Es de resaltar que, entre nuestras
participantes, algunas admiten con dificultad haberla ejercido y la mencionan como
una actividad indeseada, que produce “dinero maldito”, genera dependencia, baja de
autoestima, las hace proclives a agresiones f ísicas, a enfermedades de transmisión
sexual y al estigma social, de la misma forma que se ha encontrado en otros estudios
(Maqueda, 2009).
Sin embargo, las reducidas opciones para dejar esta actividad se estrechan por
factores inherentes a sí mismas, como la edad, el grado de educación, y factores del
mercado, así como la precaria oferta laboral de la ciudad de Ibagué (Zabala-Sandoval
y López-Parra, 2021), que entre el 2019-2020 presentó una tasa de desempleo entre
el 16-20%, siendo una de las mayores del país. Así nos lo hacen saber la generalidad
de las participantes, en particular S1, de 46 años, quien hábilmente establece una re-
lación entre su edad y la estructura de oportunidades a nivel de empleabilidad, como
un factor que limita sus opciones y la hace más proclive a descartar la idea de llevar
a cabo sus estudios.
…porque de pronto a la edad que [yo] termine de hacer una carrera, sí, se
me va a dificultar para trabajar, ahí tocaría estudiar y conseguir un buen
empleo, no más, para hacer una carrera siempre se me dificulta por la edad,
porque ahorita la edad es fundamental para trabajar (S1, parque Galarza,
entrevista, 2018).
_________________________
11. A propósito, S3 manifiesta sus sospechas con respecto a la suerte que le aguarda a las mujeres
más jóvenes en la calle:
Moderadora: ¿Conocen gente cercana a ustedes en la calle que haya desaparecido?
S3: Sí, una muchacha súper bonita que estaba enamorada de mí y nunca volvieron a ver esa mucha-
cha.
Moderadora: ¿Qué crees que le pasó?
S3: Pues yo creo que, como son muchachas tan jóvenes, se juntan con las personas que menos pien-
sas y acaban haciéndoles daño. (S3, hogar de paso, grupo de discusión, 2019).
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La consideración sobre la edad que hace S1, quien para el momento de la entrevis-
ta se desempeñaba en el trabajo sexual, nos lleva a considerar que este factor implica
una cuenta regresiva, en la que se ha de tomar en cuenta al cuerpo, como un recurso
que se desgasta, se agota o deteriora. A su vez, según nos cuenta la misma participan-
te, este desgaste incide en la reducción de la tarifa que se logra cobrar por su servicio
y, por lo tanto, su valor como activo tiende a disminuir. La edad también marca la
competencia en el campo del trabajo sexual, que se experimenta en la disputa por
lugares privilegiados por su visibilidad, exposición a las vicisitudes del clima, por las
facilidades que ofrecen en cuanto a protección y huida y por el tipo de clientela a la
que tienen acceso.
Finalmente, la vulnerabilidad de las mujeres en calle devela carencias estructurales
expresadas en la falta de medidas de apoyo para la superación de la situación de calle.
Como ya se vio, la mayoría de la oferta institucional tiene por objeto las necesidades
básicas y, en menor medida, el fortalecimiento de habilidades laborales, descuidando
casi por completo la modificación de las estructuras de oportunidades12.
La vida en las calles es una vida de incertidumbre, te expone a una gran
vulnerabilidad. La vida en las calles es una vida paradójica. Mientras que
los sentimientos de libertad convergen, está permeada por sentimientos de
encerramiento, vulnerabilidad, falta de futuro. El lugar de la gente que vive
en las calles es siempre un lugar "inexistente" a los ojos de la sociedad, es
un lugar de marginación, de eliminación de los derechos de ciudadanía13
(Souza et al., 2016, p. 8).
En definitiva, las desigualdades de género en el caso de las mujeres en situación de
calle se hacen evidentes en la precaria existencia y acceso a servicios sociales y garan-
tías a sus derechos, la invisibilidad de sus necesidades específicas, la continuación de
las violencias a través de instituciones familiares, policiacas, el riesgo constante a la
violación, la violencia de pareja y la hipersexualización de sus cuerpos.
Ante las múltiples fuentes de vulnerabilidad identificadas, llama la atención los diver-
sos casos de mujeres que logran sobrevivir por muchos años en la calle. Esto es un
hecho que podría entenderse como un fuerte indicio acerca de la capacidad pragmá-
tica de los individuos para afrontar desaf íos sociales y vitales extremos de manera es-
_________________________
12. S3 nos comenta. “Sí, digamos, yo fui hace poco a pedir trabajo en un restaurante y no me dieron
[…] por mal vestida. Vea, la gente no se quiere meter con uno por [estar] mal vestida…” (S3, hogar
de paso, grupo de discusión, 2019).
13. Traducción propia.
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tratégica. Una estrategia se entiende como la articulación de formas de acción con tal
de generar y movilizar activos para aprovechar las oportunidades y alcanzar una meta
(Kaztman, 1999). Estas se traducen en comportamientos observables de individuos y
grupos que buscan hacer frente a la inseguridad acerca de su bienestar.
En particular, y siguiendo a Moser (1996, citado por Kaztman, 1999), es posible
diferenciar entre estrategias de supervivencia y estrategias de movilidad e integración
social. Las primeras son aquellas en las que los actores movilizan recursos “para redu-
cir su vulnerabilidad a situaciones de riesgo […] se trata, en general, de respuestas de
corto plazo a cambios en el entorno inmediato que se apoyan fuertemente en el capi-
tal social”14 (Kaztman, 1999, p. 31). Las segundas se hacen evidentes en “la existencia
de planes de largo plazo que aseguren la inversión continuada en los activos de capital
humano requeridos para aprovechar las estructuras de oportunidades de la sociedad
moderna” (Kaztman, 1999, p. 31).
En ese sentido, trataremos de dar algunas pistas acerca de posibles estrategias de
supervivencia, por lo que iniciaremos con los riesgos inmediatos y urgentes a los que
se ven expuestas las mujeres en situación de calle. Por ejemplo, el temor por la pro-
pia vida y a ser violadas, deriva de un riesgo palpable ante los múltiples actores que
pueden efectuar algún daño, entre los cuales destacan parejas y exparejas sentimen-
tales, autoridades (policías, guardias de seguridad privada, etc.), vecinos del barrio en
que se pernocte, otras personas en situación de calle (incluyendo hombres y mujeres,
aunque con diferentes motivaciones) y básicamente cualquier persona intolerante
ante la existencia de la otredad a su ideología o fe15.
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cial vulnerabilidad a partir de políticas de género. Sin embargo, los hogares de paso
también suelen implicar exigencias para los usuarios en aras de tratar de garantizar
la seguridad, de allí que existan requisitos en términos de identificación, presenta-
ción y aseo personal, requisas anti-armas y anti-drogas, códigos de comportamiento
que pueden incluir sistemas de sanciones detalladas, calendario de actividades, entre
otras. Esto da pie para que algunas personas en situación de calle eviten recurrir al
uso de albergues por el papel de estas instituciones dentro de las lógicas de control
social, identificación, reducción de su autonomía y sensación de libertad.
La contraparte de esta estrategia básica está en el reconocimiento del Estado como
agente que sustenta o regula la oferta de servicios sociales, por lo que tiene una inci-
dencia clave en al menos “dos aspectos adicionales que tienen impacto directo sobre
la estructura de oportunidades en tanto regulador por excelencia de las otras dos es-
feras, mercado y sociedad, y por su efecto vinculante y a veces compulsorio entre las
mismas” (Kaztman, 1999, p. 247). Así, recae sobre el Estado la exigencia de incentivar
o asumir la oferta de servicios sociales a partir de la generación y cumplimiento de
políticas públicas (Minsalud, 2018; 2021), constituyendo la figura del pobre, como
aquel que, dada su pertenencia a la sociedad general, tiene en el “derecho de asisten-
cia” la posibilidad de pedir y obtener ayuda de parte de la comunidad o del Estado,
quien asume el “deber de asistencia” (Simmel, 2014).
Por otra parte, una opción no institucionalizada está en agruparse con otras mujeres
en situación de calle con tal de brindar protección recíproca, por lo que compartir
tiempos, espacios y actividades, como trabajar, movilizarse e incluso dormir se tor-
nan en opciones viables, en especial en los primeros meses de adaptación a la calle
(Biscotto et al., 2016).
En esta misma línea, Matulic et al. (2020) afirman que es común que las mujeres
realicen alianzas con algunos hombres como forma de huir de la violencia familiar y
como estrategia para obtener protección de la violencia sexual en la calle. Para Lan-
zarini (2000), esto podría darse con tal de buscar reducir el riesgo de daño a la inte-
gridad f ísica al facilitar recursos materiales como alimentos, vivienda, entre otros.
Sin embargo, es claro que esto aumenta la dependencia con respecto a la figura mas-
culina y da paso a la posibilidad, ya explorada anteriormente, de violencia doméstica
(Rodríguez, 2020). De manera similar, el estudio de Lanzarini (2000) evidencia el uso
estratégico de las relaciones de pareja por parte de las mujeres, lo cual se ve comple-
mentado con la posibilidad de generar una distribución de actividades de cuidado que
suelen reproducir los roles de género tradicionales. A su vez, Evans y Forsyth (2004)
coinciden en señalar esta como una estrategia exclusiva de las mujeres, quienes en-
tran y salen de relaciones como forma de sobrevivir a la calle.
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Evans y Forsyth (2004) también afirman que las mujeres suelen contar con ma-
yores contactos familiares a los que pueden recurrir con tal de obtener ayuda, e in-
cluso recurren a transitar de casa en casa de amigos o en instituciones de acogida,
siendo este un punto también mencionado por Cabrera et al. (2007). El recurso de
las relaciones lleva cierta instrumentalización del otro al plano de los afectos, en el
que se está en riesgo permanente de ser usado para fines ajenos, incluso a través de
métodos violentos, por lo que se vigila y administran las relaciones con pares, amigos
y familiares como fuentes de recursos (González, 2010). De esta manera, vigilar las
interacciones con otros en el sentido de regular la propia conducta puede servir para
evitar ser agredidos; así nos lo deja saber S5.
Entrevistadora: ¿Alguna vez has sido agredida en la calle?
S5: No, nunca.
Entrevistadora: ¿Nadie te ha golpeado o de pronto insultado?
S5: No, para nada.
Entrevistadora: ¿Por qué crees que ha sido esto S5?
S5: Porque yo no me meto con nadie ni nada. (S5, Hogar de paso, grupo
focal, 2019).
Una alternativa, quizá complementaria, está en el recurso de agresión. Es posible
distinguir entre la predisposición para la misma en dos variantes, la primera, a partir
del porte de armas, como recurso material ante alguna eventualidad (Biscotto et al.,
2016); la segunda, con la emergencia de conductas de huida.
Pues yo como en el mismo caso, pero a mi si me han pasado cosas, me han
amenazado y con cuchillos y todo eso que ya uno se ve muerto. Y no es que
uno sea gallina, sino que, como dicen en mi tierra “le toca a uno correr de
ver”, sino salgo a correr y me dejo dar ¡jum!… Es que si yo veo que a mí me
amenazan con un cuchillo y yo no tengo con que defenderme y me atacan,
me matan. Me ha tocado arrancar a correr y salir buscando ayuda ¡no ve que
es mi vida y me da miedo! (S4, hogar de paso, grupo focal, 2019).
La agresión también puede aportar a la subsistencia a través de la búsqueda de re-
cursos para satisfacer sus necesidades básicas, en este caso, a través de la competencia
por los limitados recursos materiales y sociales, que se configura de manera diferen-
cial entre hombres y mujeres. Para los hombres, más allá de las reales posibilidades
de agresión por parte de las mujeres, ellas no suelen ser vistas como una amenaza
directa. En cambio, para las mujeres, inclusive sus congéneres son marcadas como
competencia directa y fuentes de agresiones f ísicas y sexuales.
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16. Nuestras participantes refieren al reciclaje como una actividad de toda la vida “yo toda la vida he
reciclado, ese es el trabajo mío” (S5, hogar de paso, grupo de discusión, 2019).
17. S4 reconoce el valor de estos contactos, “pues la verdad hay veces que, porque recogemos en las
canecas así muy rara la vez que nos llamen de una casa ‘venga señora lleve esto’” (S4, hogar de paso,
grupo de discusión, 2019). Por otra parte, S5 habla de la posibilidad de combinar actividades, “Yo
mantengo, reciclando, trabajando, haciendo una cosa, haciendo la otra” (S5, hogar de paso, grupo
de discusión, 2019).
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VULNERABILIDADES Y ESTRATEGIAS DE SUPER VIVENCIA DE MUJERES EN SITUACIÓN DE CALLE
2019). Los largos desplazamientos, la exposición al clima, a tener que cargar peso y a
la comida desechada por otros suelen tener impacto en las extremidades, en especial
las inferiores, en la espalda y producen cierta agudeza en los sentidos, como audición,
olfato, visión y tacto, en tanto resultan útiles para identificar materiales y alimentos
de interés (Del Monte, 2018). Se evidencia una predisposición para el desgaste, que
incide en el aumento de su vulnerabilidad en la medida en que disminuye o restringe
el bienestar de uno de sus principales activos, como lo es el cuerpo mismo.
En un contexto competitivo e implacable como la calle, donde la cotidianidad gira
alrededor de la supervivencia, ocupar el cuerpo se torna en una estrategia recurrente
para la obtención del sustento; en las mujeres en situación de calle, esto tiene implica-
ciones en el grado de dependencia y el detrimento de la estabilidad laboral, emocional
y psicológica. En adición, se tienen efectos negativos en la autoestima y la autoper-
cepción de las mujeres en situación de calle, quienes son conscientes de su desgaste
corporal y de las limitaciones para su autocuidado: “me da pena, por los dientes, no
los tengo, sin bañarme, porque no tengo cepillo, no tengo crema” (S4, hogar de paso,
grupo focal, 2019).
Un segundo grupo de estrategias de supervivencia que hacen uso del cuerpo como
principal activo, está en aquellas que no buscan la obtención de recursos materiales,
ni siquiera de protección. Antes bien, nuestros datos no nos permiten ahondar esta
categoría, pero la literatura parece apuntar a dos usos del cuerpo, el primero ocupa el
consumo de SPA como forma de evadir o de sobrellevar la realidad (Evans y Forsyth,
2004). Esto se logra con la alteración de la conciencia gracias a la distorsión de sensa-
ciones y la aparición de estados alterados de la mente.
Una segunda forma de uso del cuerpo es reportada por Jiménez-Molina (2020),
gracias al caso de Violeta, una adolescente de 17 años, en situación de calle, quien re-
curre a las autolesiones no suicidas como una solución a la angustia que experimenta.
Según el autor, esta estrategia no ha de leerse en clave psicopatológica. Además, esta
práctica va más allá de la simple función de regulación emocional, antes bien, com-
prende “una forma de auto-activación corporal, psíquica y social, una práctica que
permite a los individuos asegurar la continuidad de su experiencia ordinaria, de sentir
que ellos tienen el control ´sobre sí mismos y sobre su vida”18 (Jiménez-Molina, 2020,
párr. 58). En otras palabras, la fragilidad estructural lleva a los individuos a poner
en práctica estrategias paradójicas para hacer del mundo un lugar vivible, como una
afirmación de sí que no incluye a los otros.
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18. Traducción propia del original: “une forme d’auto-activation corporelle, psychique et sociale,
une pratique qui permet aux individus d’assurer la continuité de leur expérience ordinaire, de sentir
qu’ils ont le contrôle sur eux-mêmes et sur leur vie”.
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Conclusión
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Esta discusión permite afirmar algunas de las vulnerabilidades más comunes para
el caso de las mujeres en situación de calle, entre las que resaltan la exposición a
precariedades y a la vida criminal desde temprana edad y a lo largo de la biograf ía,
planteando como central la articulación de precariedades de diferentes dimensiones
que se interrelacionan de manera compleja, facilitando la llegada a la situación de ca-
lle y dificultando su superación. También están las violencias de género reproducidas
por instituciones como la familia, la limitación en la oferta de servicios sociales que
respondan a sus necesidades específicas y la amenaza constante de violación y agre-
siones por parte de una amplia pluralidad de actores. En resumen, la vulnerabilidad
en las mujeres en situación de calle se entiende compleja y de múltiples fuentes a lo
largo de la vida, de manera tal que debe ponerse en discusión la exposición crónica a
violencias de género como uno de los factores de mayor incidencia en las dificultades
para obtener y movilizar recursos para evitar o superar la situación de calle.
Dentro de algunas de las estrategias de supervivencia que se articulan como for-
mas de acción que buscan dar respuesta a situaciones críticas en el presente, está
el uso de la oferta institucional, la cual implica cierto capital social traducido en el
conocimiento de los servicios sociales y en disposiciones para cumplir los requisitos
de acceso. En adición, se tiene el recurso a las relaciones e interacciones, como una
estrategia compuesta en la que se llega a instrumentalizar el afecto de familiares y
parejas con tal de obtener seguridad y recursos básicos, a la par de que se plantea las
posibilidades del uso de conductas ligadas a la agresión, la huida y la evitación en las
interacciones cotidianas.
Se evidencian dos estrategias de uso del cuerpo como activo, la primera, refiere al
cuerpo como un capital que debe gastarse con tal de obtener lo necesario para sobre-
vivir, de allí que el desgaste del cuerpo necesariamente entre dentro de la ecuación
de las actividades económicas de diversa índole; la segunda, refiere a usos del cuerpo
como un elemento que permite experimentarse en control de la propia vida, a través
del uso de SPA, para evitar la carga de ansiedad asociada a las adversidades diarias y
así poder sobrellevarlas, o bien a manera de una activación corporal como forma de
estar en control de la situación, aunque sea por un instante. Frente a este aspecto, se
hace necesaria una contrastación empírica que nos permita dar mayor profundidad
sobre esto, a la vez que, aparece relevante ahondar en la potencia analítica que ofrece
el enfoque asumido en el presente texto, a la vez que explorar otras perspectivas que
permitan articular funciones que vayan más allá de lo material, como lo simbólico y lo
(auto)relacional, como se hace explícito en el caso mencionado de Violeta (Jiménez-
Molina, 2020).
Para finalizar, resta decir que la perspectiva presentada en el presente texto cons-
tituye un ejercicio que, de ninguna manera busca ser exhaustivo y que dista mucho
de una sistematicidad adecuada, y cuya única pretensión es la de conectar algunas
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Referencias
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Sobre el autor
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