Maria 1
Maria 1
Maria 1
Madre de Dios
Afirmar que María es la Madre de Dios, es afirmar al mismo tiempo que Jesús es Dios y
hombre verdadero. Por esta maternidad divina el Salvador pudo realizar su obra redentora.
Él lleva a término la salvación de la humanidad y María es el instrumento humano por el
cual Él se hace hombre y es por ello que decimos que María está asociada íntimamente a
la misión salvadora de nuestro Señor.
Madre nuestra
La Virgen es nuestra Madre, por voluntad expresa del Señor, pues Él nos la entregó,
cuando estaba en la Cruz, con estas palabras: "Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a
quien amaba, que estaba allí, dijo a su Madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dice al
discípulo: He ahí a tu madre" (In. 19,26-27).
Desde entonces Juan la tomó por madre y con él nosotros, los cristianos de todos los
tiempos. Por eso tenemos una madre en la tierra y otra en el Cielo. La maternidad espiritual
de María es la relación más sublime de la Virgen con nosotros; por esa relación somos sus
hijos y, por ella, nos sentimos protegidos y amparados.
El Papa San Juan Pablo II enseña esta verdad católica explicando cómo la Madre de Cristo,
encontrándose al pie de la Cruz en el centro mismo del misterio pascual del Redentor, es
entregada al hombre -a cada uno- como madre. Por consiguiente, esta nueva maternidad
de María, engendrada por la fe es fruto del nuevo amor, que maduró en ella
definitivamente junto a la Cruz, por medio de su participación en el amor redentor del
Hijo (cfr. Enc. Redemptoris Mater n.23).
* Con relación a los infieles: es Madre porque está destina-da a engendrarlos a la vida de
la gracia, y obtiene para ellos las gracias actuales que los disponen a recibir la fe y la
justifi-cación.
* En relación con los fieles: que están en gracia habitual o santificante: es su Madre en
sentido pleno, puesto que han recibido por su intercesión la gracia santificante y la caridad,
y vela por ellos con tierna y maternal solicitud para que per-severen en ese estado y crezcan
en caridad.
* De los fieles que están en pecado mortal: es su Madre en tanto que vela por ellos,
obteniéndoles las gracias necesarias para hacer actos de fe y de esperanza que los dispongan
a la conversión.
* Respecto a los bienaventurados que en el cielo gozan de Dios: María es su Madre por
excelencia, ya que los guió y condujo hasta su Hijo y no pueden ya perder la vida de la
gracia gozando de la visión beatífica.