PONENCIA
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Arquitectura
proyecto e
investigación
Luis Polito
Contenido
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Facultad de Arquitectura y Urbanismo-Universidad Central de Venezuela
Caracas Venezuela/octubre 2008
Polito, L.
Semana Internacional de Investigación
Facultad de Arquitectura y Urbanismo
Resumen
Palabras claves
Proyecto, investigación, tipos de conocimiento, método científico, método de
proyecto, arquitectura.
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Introducción
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Al señalar la formación, es necesario volver a dividir. La formación atañe en su esquema más habitual a dos
sujetos: alumno y profesor. Los objetivos y tareas de cada uno son bien distintos.
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Aquí, cabe que nos preguntemos a que se refiere la idea de un proceso ortodoxo
de la ciencia. Señalar a esta, no significa hacer referencia a un único método. No todas
las ciencias ni todos los métodos son iguales. Así, que lo que se describe como una
primera posición, puede estar perfectamente solapando y confundiendo posiciones muy
diversas. Ya Aristóteles establecía tres tipos de conocimiento: teórico, práctico y poético
(Brito García, 2004: 11). Mario Bunge discrimina a las ciencias en formales y fácticas.
Sus métodos, procedimientos y problemas son bien diversos (Bunge, 1996). Otros tipos
de ciencias serían las sociales.
La segunda posición es descrita como aquella que sostiene que aunque la
arquitectura puede ser objeto de investigación científica, “presenta fenómenos que
pertenecen al mundo del sujeto” (Rodríguez y Mariño, 2005: 195). Se deben considerar
componentes intuitivos, “aunque no son comprobables matemáticamente” (Ídem).
Luego, se redondea la idea
Resultaría excesivo comentar aquí las ideas anteriores con cierto detenimiento.
Sólo comentaremos algunos particulares. Por una parte, parece conveniente contrastar
la idea formulada con el marco de la teoría del conocimiento. Johan Hessen, en su texto
dedicado a este tema, analiza las diversas posiciones epistemológicas de la relación
objeto-sujeto, uno de los asuntos fundamentales de todas las ciencias y de la filosofía.
El asunto toca a la posibilidad, al origen, a la esencia, a la forma y al criterio de verdad.
Las cinco cuestiones planteadas dan cuerpo a la estructura del libro, estableciendo
vínculos con las principales corrientes del conocimiento: dogmatismo, escepticismo,
relativismo, conocimiento intuitivo o racional (Hessen, 1980). Estas corrientes han sido
objeto de extensas deliberaciones y conforman el núcleo de la filosofía de la ciencia. En
este marco tan amplio y complejo, mencionar simplemente el “mundo del sujeto” sin
mayores elaboraciones y análisis es una reducción de un importante problema.
Antes de pronunciar frases rápidas sería conveniente destacar que la posibilidad
de investigación en el proyecto de arquitectura parece requerir una elaboración más
pausada, que considere los asuntos ya mencionados, y seguramente otros.
Veamos ahora como Mario Bunge caracteriza al conocimiento científico. Este, es
comunicable, metódico, verificable, sistemático, general, legal, explicativo, predictivo y
abierto. Su método y formas de trabajo son comunes, y nunca “ajenos”. De la lectura de
las tesis sostenidas, creemos que al final sólo se verifica una simple verdad: se hace
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cuesta arriba intentar incluir a la arquitectura dentro de las ciencias, para
inmediatamente después establecer sus particularidades y diferencias. Digámoslo de
otra manera: los métodos de la ciencia son los que son, no son propios o ajenos.
Nikos Salingaros, formado como científico, colaborador de Christopher
Alexander, y estudioso de la teoría de la arquitectura, realiza una fuerte crítica a Charles
Jencks, a la arquitectura de la deconstrucción y a ciertas intenciones que intentan
fundamentar la arquitectura en la ciencia. Así, Salingaros reproduce una cita y una
sentencia de Jencks: “Eisenman toma sus préstamos de la ciencia seriamente sólo a
medias” (Salingaros, 2004).
Como cabe esperarse, Salingaros replica: “la ciencia, de cualquier modo, no
puede ser tomada seriamente a medias” (Ídem). Más allá de la prudente observación, la
advertencia no hace más que corroborar lo señalado por Bunge: la ciencia es, antes
que todo, una forma de conocimiento. No es mejor o peor que otras. Lo que no admite
es que se la considere a medias.
No nos adentraremos mucho más en el artículo. Solo algo más. Después de
presentarnos lo que los autores entienden como los dos caminos posibles para el dúo
investigación-proyecto, concluyen escribiendo: “Hasta aquí, nada nuevo” (Rodríguez y
Mariño, 2005: 195).
Creemos que cabe decirse justamente lo contrario: si queremos indagar y
clarificar la relación entre proyecto e investigación, conviene no dar nada por sentado a
priori.
Así, explicaremos nuestra propuesta de trabajo: proponemos indagar antes que
sentenciar en cuanto a las relaciones entre el conocer y el hacer.
Por un momento, vislumbremos dos posibilidades extremas: o el pensar y el
hacer son dos actividades autónomas y completamente diferenciadas o, por el
contrario, estas son dos actividades que no se pueden separar: se piensa haciendo y se
hace pensando. Así, las relaciones entre el hacer y el conocer son el tema que nos
interesa escudriñar, e insistimos, no queremos de antemano suponer cuales son.
Por una parte nos proponemos escudriñar en -y entre- estas dos posibilidades
extremas (autonomía total o integración total) y probablemente encontraremos caminos
de encuentro, o no. Esto es lo que nos proponemos investigar. En segundo lugar, y esto
nos interesa también en forma particular, nos proponemos indagar en como y cuales
son las relaciones, formas de trabajo, preguntas y problemas que atañen a la relación
entre el conocer y el hacer arquitectura.
Uno de los autores que aborda el quehacer del arquitecto es el brasileño Joao
Rodolfo Stroeter. Arquitecto y docente, en 1994 publica Teorías sobre arquitectura, a
partir de la tesis de maestría que culminó en 1981. En 2005, aparece Forma y
arquitectura, una continuación en sus preocupaciones teóricas. En ambos, se analizan
en forma concienzuda las relaciones entre teoría y práctica, pero sobretodo se aborda
un tema fundamental del trabajo del arquitecto: el de la expresión simbólica. En forma
sintética Stroeter expone varios de los temas que han ocupado a la teoría de la
arquitectura durante el siglo XX. Además de esto, son constantes las referencias al
ámbito cultural en el que se desarrolla el proyecto. Igualmente son abundantes las
referencias a las manifestaciones de la literatura o la música.
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Sin ánimos de erudición, Stroeter nos sorprende cuando afirma que
El factor que establece la diferencia entre el método científico y el método del proyecto es
la manera de juzgar la corrección o adecuación de los resultados. La ciencia es un sistema de
conceptos y corresponde a la investigación experimental corregir los conceptos particulares. Es
en este aspecto que el método científico se aplica con mayor rigor. En el proyecto arquitectónico,
este examen se hace a través del uso, por la adecuación entre el problema a resolverse y la
solución encontrada. Es una comparación blanda, no sistemática, que por lo general, ni siquiera
se hace. Si la solución resulta inadecuada, el uso termina por adaptarse a ella por medio de la
improvisación. La ciencia por su parte, no acepta la improvisación. (Stroeter, 1997: 118)
Como vemos, Gombrich coincide con Stroeter, al señalar la dificultad de dar por
concluido el acto creativo. Para explicar esta circunstancia, Gombrich nos hace recordar
situaciones habituales a los que todos probablemente nos hemos enfrentado. Puede ser
el arreglo de unas flores o la combinación de nuestras prendas de vestir. De acuerdo a
unas particulares intenciones buscamos encontrar un equilibrio, una armonía, hasta
llegar al punto en que intuitivamente sabemos que no debemos “tocarlo más… ahora si
está perfecto” (Gombrich, 1984: 25).
Todo arquitecto se puede reconocer aquí. Cuando se proyecta, aunque se
puedan haber alcanzado a resolver algunas determinantes tangibles (tamaños,
recorridos, etc.), nos podemos perfectamente imaginar que el trabajo concluirá sólo
cuando tengamos la certeza de haber “acertado”. Es esta, una característica y forma
típica del método de la arquitectura.
Supongamos que el arquitecto está satisfecho, está convencido de que ahora si,
ha logrado su propósito. Sin embargo, el proceso de hacer arquitectura no ha concluido,
e inmediatamente se introducen las otras variables. Si la obra se realiza comienzan a
definirse las relaciones vivénciales y seguramente, a través de la crítica, las
cognoscitivas.
Cabe aquí una pregunta: ¿Las respuestas a la multiplicidad de todas estas
variables qué o quién las ofrece?, ¿Acaso un método científico?, ¿una teoría?, ¿el
público usuario?, ¿la reflexión o el ejercicio de la crítica?, ¿el compromiso ético?
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Como vemos, nuestra inquietud inicial puede derivar hacia otros territorios. Todos
estos aspectos deben ser considerados debidamente, independientemente que los
consideremos desde el ámbito de la investigación o en el de la práctica del proyecto.
Así como determinado método se confronta con una teoría, la forma y el método
de proyecto debe confrontarse con la propia arquitectura.
Sin embargo, que cosa sea y cual se la naturaleza de la arquitectura no parece
un asunto simple. Veamos, casualmente, dos posiciones bien distintas.
La primera de ellas es de Joao Rodolfo Stroeter, de quien ya hemos hablado. En
el capítulo dedicado a la crítica, de su obra de 2005, nos sorprende cuando señala que
Si esta idea nos sorprende en su crudeza, leamos ahora a Josep Muntañola, más
específicamente la frase con que abre el texto Arquitectura, modernidad y conocimiento,
de 2002
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empezamos a preguntarnos como la pretensión de un conocimiento científico de la
arquitectura, al cual le pediríamos que aspirase a ser universal, se vea acompañado de
la obra de un único arquitecto.
Por su lado, Stroeter incluye fotografías de arquitecturas de todos los tiempos
(desde el “Erecteion”, 421-406 a. C. hasta el Pabellón de Portugal en la Expo de Lisboa
de 1999, obra de Alvaro Siza). El autor del prólogo del libro, Julio Roberto Katinsky,
describe en pocas palabras uno de los atributos del libro
Su narración serena, yo diría incluso amable con la que trata las polémicas acerca de la
arquitectura a un nivel civilizado, en el cual todos son invitados a un convivio fraterno e
inteligente. (Stroeter, 2005: 9).
4-Mirando a la filosofía
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clásico”), de 1982 (Hereu, Montaner y Oliveras, 1994: 463-478), se apoya asiduamente
en cuatro filósofos contemporáneos franceses: Jean Braudillard, Michael Foucoult,
Jacques Derrida y Gilles Deleuze.
En los dos textos a los que nos hemos referido se revela una particular ansiedad
teórica o conceptual. Simultáneamente, se aspira a que el contacto entre arquitectura y
filosofía produzca alguna novedad, o al menos algún asombro.
Otra categoría arquitectónica más reciente es la de la deconstrucción, originada
en la exposición llamada “Deconstructivist Architecture” (1988) del Museo de Arte
Moderno de Nueva York. Los arquitectos incluidos fueron Rem Koolhaas, Peter
Eisenman, Frank O. Ghery, Eric Owen Moss, Zaha Hadid, Bernard Tschumi y Daniel
Libeskind. La exposición fue completada por un texto realizado por Philip Johnson,
publicado por el mismo museo.
Al igual que en el caso del postmodernismo, para esta nueva corriente
arquitectónica de variadas y complejas formas algunos intentaron elaborar su
correspondiente en términos de filosofía, en particular a partir del trabajo de Jacques
Derrida, quien bajo el término de deconstrucción desarrolló un método de análisis a
partir de Martin Heidegger. No vamos a analizar aquí las relaciones entre los sistemas
arquitectónicos y filosóficos. Solamente advertiremos que no debemos prestarnos a
confundir ambos fenómenos, solo por el hecho de ser designados por la misma palabra.
Esta misma advertencia que hacemos la podría hacer el propio Jacques Derrida,
quien se oponía al logocentrismo. Para Derrida, la construcción del conocimiento se ha
basado tradicionalmente en el predominio de la palabra y de la idea, mientras “el
sentido real del mundo permanece oculto” (Cristoph Delius et. alt. 2005: 111). Así, se
cuestiona el juego en el que algunos han querido participar: si le otorgamos poder
absoluto a la palabra, y si una sola de ella designa a dos fenómenos, esto significaría
que estos deben ser iguales. Al igualar los términos, en forma mecánica y a-crítica, se
establecen puentes y asociaciones entre experiencias diferentes; en este caso, entre la
arquitectura y la filosofía.
El texto de Eisenman da para más. Comenzando, señala que la arquitectura,
desde el renacimiento hasta la modernidad, “ha estado bajo la influencia de tres
ficciones –representación, razón e historia-“ (Hereu, Montaner y Oliveras, 1994: 464).
Para desarrollar esta idea, Eisenman argumenta, analiza la historia y cita a diversos
filósofos. En ocasiones a Foucault, en otras a Nietzsche. Así, afirma: “la razón demostró
ser una ficción”, citando a Morris Kline, un matemático (Hereu, Montaner y Oliveras,
1994: 468). Más adelante. Eisenman escribe
La reafirmación arquitectónica –la réplica- comporta una nostalgia por la seguridad del
conocimiento, la fe de la continuidad del pensamiento occidental”
(Hereu, Montaner y Oliveras, 1994: 469).
Después de estas palabras, Oscar Tenreiro ironiza, al afirmar que las cuatro
referencias maestras se han traducido en los tiempos actuales en cuatro docenas. El
bien definido panorama de la modernidad ha dado paso a la duda y a la disparidad.
La unidad conceptual y práctica se comienza a resquebrajar a mediados del
siglo XX. En este sentido, resulta muy revelador el contenido de la tercera y última parte
del libro Textos de arquitectura de la modernidad, una antología de textos significativos,
recogidos y comentados por Pere Hereu, Josep María Montaner y Jordi Oliveras. Bajo
el título de “La crisis de la modernidad” se recogen un conjunto de textos, en el que los
autores contrastan los “objetivos y planteamientos bastante similares” (Hereu, Montaner
y Oliveras, 1994: 287) previos a 1945, con la situación más reciente, en donde lo que
predomina es una “enorme diversidad de posiciones arquitectónicas y la disparidad de
focos de discusión y debate” (Ídem).
Aquí nos encontramos con las críticas del grupo “Team X” al interior de los CIAM,
sus propuestas de nuevas categorías, un texto de Sigfried Giedion sobre la obra de
Jörn Utzon, que es una suerte de justificación de la otrora incomprendida y poco
aceptada Opera de Sidney (piénsese en los acuerdos tácitos de la Weissenhof), las
inspiraciones en el patrimonio del pasado de Louis Kahn, y las nuevas visiones
filosofantes de Peter Eisenman. Así concluye el libro.
Con sus particularidades, el desarrollo de nuestra arquitectura se ha conducido
por caminos paralelos. Si en el marco internacional, se puede identificar claramente la
influencia del cuarteto de maestros modernos y sus planteamientos, se puede ver
también como esta fórmula funcionó para el ejercicio docente de nuestra facultad de
arquitectura. En la quinta y sexta década del siglo XX, los cursos de composición
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arquitectónica se daban en talleres, identificados por el nombre de los maestros que
establecían las líneas de conducción: Villanueva, Galia, Tobito, entre otros pocos. El
proceso de renovación, la subsiguiente creación de las unidades docentes y de los
sectores de conocimiento hasta llegar al momento actual, no ha sido sino un proceso
histórico en el que frecuentemente se clama por la integración de los conocimientos. En
un artículo realizado por el profesor y exdecano de la Facultad de Arquitectura y
Urbanismo, el arquitecto Eduardo Castillo, se señalan los problemas de la enseñanza
en 1968: ausencias de claros objetivos y falta de integración entre la asignatura de
composición arquitectónica y las materias teóricas (Castillo, 2005: 25). Las propuestas
de reestructuración se plantean la corrección de estos males, fundamentalmente la
“integración de la enseñanza en áreas comunes de conocimiento” (Castillo, 2005: 25).
El artículo concluye haciendo un llamado denunciando los frustrados intentos por lograr
tales fines. Al parecer, sin el cobijo de los viejos maestros, la enseñanza no parece
encontrar un camino más o menos unificado e integrado.
Sin adentrarnos más en el desarrollo de esta diversidad creciente, lo que se
puede constatar en la actualidad es que el arquitecto contemporáneo se encuentra sin
asideros sólidos. Las respuestas se tratan de encontrar en otras disciplinas, en los
vanos intentos por cargar de discursos teóricos a la práctica de la arquitectura, en la
validación de métodos, o en la pretendida integración entre las actividades de la
investigación y el diseño.
Resulta inquietante constatar que en todas estas búsquedas diversas lo que ha
quedado desdibujado es la propia arquitectura. Aun entendiendo que el artículo del
profesor Eduardo Castillo se ubica en el ámbito académico, creemos que resulta
revelador la ausencia absoluta de referencias a la propia arquitectura, en su dimensión
práctica y en su construcción real.
Aquí, vale la pena volver a mencionar a la Bauhaus, escuela de arquitectura en la
que perfectamente se pueden identificar estrategias académicas, aunque su aporte más
relevante y su propio objetivo y tema de discusión fue fundamentalmente la propia
arquitectura.
La misma ausencia se encuentra en el artículo de la profesora Carmen Dyna
Guitian. Aquí, el propósito de integración entre investigación y diseño debe conducir a la
“biografía proyectual”, un instrumento metodológico absolutamente individual que
permita hacer “coincidir al diseñador y al teórico” (Guitian, 1998: 12-13), con el único
objetivo de conseguir un “modelo propio”.
Algunas preguntas fundamentales quedan excluidas en esta propuesta de
trabajo: ¿a que tipo de arquitectura se aspira?, ¿no es importante considerar, en el
proyecto, una de las aspiraciones de nuestro oficio como lo es la interpretación e
incorporación de los aspectos colectivos, tal y como nuestro maestro Villanueva
propugnó y puso en obra?
Al final, creemos que es necesario rescatar uno de los apoyos fundamentales
para el trabajo del hacer y el pensar: la consideración de la propia arquitectura y de sus
valores más fundamentales.
Ciencia y método se pueden convertir en marcos útiles y necesarios para la
investigación y el conocimiento de la arquitectura. Digamos que este es el trabajo de la
teoría de la arquitectura.
Por otra parte, cabría considerar al trabajo del proyectar en forma autónoma al
marco de la investigación y, en cambio, permanentemente vinculado a la propia
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arquitectura. Así, el proyecto se entendería como ese proceso sintético cuyo fin es el de
armonizar los mundos materiales y humanos, tal como sugería Alvar Aalto en 1940.
Por ahora sólo tenemos una claridad y una firmeza. No corresponde a ningún
contenido. Si es alguna conclusión, sólo lo es en términos de procedimiento: conviene
adentrarse en el tema como si este fuera nuevo, sin dejar nada por sentado a priori.
Consideraciones finales
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5.2-La ciencia, por naturaleza, es analítica. La arquitectura, por naturaleza, es
sintética. Así, el proyecto arquitectónico no puede constituirse en ninguna forma de
investigación. Proyecto e investigación tienen objetivos distintos. Más que eso,
excluyentes. El proyecto solo comienza a configurarse cuando se abandona toda actitud
investigativa. Esto sucede porque en sus formas de proceder, la investigación analiza y
divide el o los problemas planteados. Al contrario, en el origen y desarrollo del proyecto se
debe perfilar la síntesis que apunta y anuncia a la obra.
5.3-Parte de los equívocos y de los problemas suscitados en torno a la relación
entre investigación y proyecto, derivan de un problema que pertenece a la academia, y no
necesariamente a la arquitectura misma. Para el docente, se vuelve natural la
investigación. Es su forma de elaborar y transmitir experiencia. Parece legítimo que el
docente investigue, y que este trabajo sea de índole científica. La discusión del valor de
este trabajo se hará en el marco de la ciencia y en el de la academia. Para el proyecto, la
discusión de su valor debe hacerse en el marco de la arquitectura.
Terminaremos compartiendo unas palabras que leímos hace ya algunos años. Nos
impactaron profundamente. Tienen que ver con Alvar Aalto, con cuyas palabras se da
inicio a este texto. La idea es de Gordon Best, y la encontramos en el ensayo titulado
“Método e intención en el diseño arquitectónico”. Leamos:
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