George Steiner. El Erudito
George Steiner. El Erudito
George Steiner. El Erudito
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unos contra otros con desenfrenada malevolencia sobre cosas que a los profanos les parecen
puntos en debate minúsculos, a menudo risibles. El gran Lorenzo Valla no fue el único
humanista del Renacimiento que tuvo que echar a correr como alma que lleva el diablo después
de una biliosa controversia textual. La filosofía, la musicología y la historia del arte, por
depender de mínimas sutilezas de percepción y juicio, son especialmente propensas a estas
rachas de incriminación y aborrecimiento mutuos. Como su centro permanente está en las
antigüedades y en los archivos, pueden contagiar a sus adeptos una modalidad de aversión
extraña y sin vida. En un ensayo clásico sobre A. E. Housman (1938), Edmund Wilson hizo la
aguda sugerencia de que la violencia macabra de A Shropshire Lad ha de verse en conjunción
con la ferocidad burlona de los doctos artículos y reseñas del profesor Housman sobre filología
griega y latina. Ambas tienen su origen en el esteticismo, enclaustrado y comprimido, del erudito
de Cambridge. Como la de T. E. Lawrence, una variante de Oxford, cuyo ascetismo aísla a un
escritor de las "grandes fuentes de la vida" y puede alimentar una necesidad patológica de
crueldad. Hoy, Edmund Wilson tal vez se hubiera sentido libre para sacar jugo a su idea
señalando el tema compartido y clandestino de la homosexualidad académica. Poetas como Pope
y Browning han captado el tufillo a sadismo que hay en la academia. Algunos comediógrafos y
novelistas también. El crimen de Sylvestre Bonnard, de Anatole France, trata con ligereza el tema,
que se tiñe de un terror desnudo en la obra breve de Ionesco La lección. Fantaseando sobre la
acción en el exterior, en el mundo "real", tejiendo elevados sueños sobre la secreta centralidad, la
oculta importancia de los trabajos en los que ha enterrado su existencia -unos trabajos que la
inmensa mayoría de sus congéneres juzgarían totalmente marginales y socialmente
despilfarradores si supieran de su existencia-, el erudito puro, el maestro catalogador, puede
alimentarse de odio. En el plano ordinario, exorcizará su irritación en la maldad ad hominem de
una reseña de libro, en el arsénico de una nota a pie de página. Dará rienda suelta a sus
resentimientos en las blandas traiciones de una recomendación o informe de examen ambiguos y
en el círculo de escorpiones de un comité de titularidades. La violencia permanece en el terreno
de lo formal. (Steiner, 2009: 56-60).
STEINER, George (2009) George Steiner en The New Yorker. México DF, Fondo de
Cultura Económica-Ediciones Siruela.