Las Imágenes de La Iglesia
Las Imágenes de La Iglesia
Las Imágenes de La Iglesia
Una imagen es una analogía en la que hay una semejanza entre ésta y la realidad a que se
refiere.
Una imagen se convierte en símbolo cuando pasa de ser una mera comparació n ló gica a tocar el
á mbito de los sentimientos o la afectividad.
Cuando la Iglesia se pregunta ¿Qué soy? Par dar respuesta va a mirar a lo que la define; es decir su
profundísimo vínculo con Dios. La Iglesia tiene su origen en Dios y en su llamado; en un llamado que
nos hace sus Hijos muy amados. Pero también en Él encuentra su sentido y su rumbo.
Cuando la Iglesia se pregunta por su ser, inexorablemente debe mirar a Dios. Un Dios que es Amor
y entrega, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Por ello la Iglesia se define a través de imágenes que muestren su profundísimo vínculo con el
Padre, siendo “Pueblo de Dios”; con el Hijo, siendo “Cuerpo de Cristo”; y con el Espíritu Santo,
siendo “Templo del Espíritu Santo”.
“Reino, pueblo, cuerpo, templo” y algunos otros son claramente símbolos. Un símbolo puede funcionar
también como modelo, especialmente cuando sirve para explicar o explorar datos. En los símbolos
bíblicos de la Iglesia no sólo se nos dice una verdad acerca de la Iglesia, sino que además se nos
invita al compromiso con la verdad contenida en el símbolo. Cada uno de los símbolos de la
Iglesia se fija en un aspecto o aspectos particulares del misterio. Uno solo no alcanza para terminar
de explicar la Complejidad de la Iglesia.
La Iglesia como pueblo de Dios
Esta categoría de “Pueblo de Dios”, hace emerger por encima de todas las diferentes metá foras de la
Iglesia la, superando así tanto la de “sociedad perfecta”1 tan presente antes del Concilio Vaticano II. Ya
que liga íntimamente la Iglesia a Israel, ayuda a dar relieve a la liturgia e insiste en la dimensió n
histó rica de la Iglesia como sujeto socio-histó rico concreto.
En efecto, la Iglesia es protagonista del misterio de Dios en cuanto Pueblo de Dios. Esta
dimensió n mistérica de la Iglesia no la orienta hacia lo mítico o puramente espiritual sino a la historia
y a la experiencia humana, constituyéndola como “sujeto histórico”2. Esto es fundamental, porque
desde un principio sirvió para expresar su autoconciencia; ademá s porque expresa con claridad su
íntima relación con Dios que se revela y con los hombres a los que ha sido enviada. (Profundo
vínculo con la Historia de salvación, en la que Dios de poco se va Revelando)
Utilización de este término en las primeras comunidades cristianas
En el momento inicial de la historia de la Iglesia, la imagen “Pueblo de Dios” ocupó un puesto central,
ya que desde un principio la Iglesia tuvo que identificar su sentido en una historia que la
precedía, y para ello le sirvió la categoría “Pueblo de Dios”, Este pueblo fue Israel.
1
Es sumamente útil para superar la dualidad entre clero y laicado.
2
Responde a la pregunta ¿De dónde vengo?
1
Utilización de este término en la Historia del Pueblo de Israel
El pueblo Judío se define a sí mismo como el “Pueblo elegido de Dios”. Quedan constituidos
como “pueblo” porque antes no eran más que un conjunto desvinculado de tribus y ahora por
la iniciativa de Dios, que los libera de la desgracia y la opresión de la esclavitud de Egipto. Por
eso son “Pueblo de Dios”.
El punto central, la alianza establecida en el Sinaí: Luego de ser liberados, ellos viven un
acontecimiento fundante en su conciencia de Pueblo. Este es el paso por el desierto durante cuarenta
añ os y la alianza del Sinaí, sellada por Moisés y los diez Mandamientos. La alianza no solo la llevan en
su cuerpo por la circuncisió n3, sino que ahora en su corazó n.
Para el pueblo Judío, la Alianza será siempre el punto de referencia para conservar la
identidad del pueblo a través de los siglos. La alianza individual con Abrahá n se hace directamente
colectiva en la “alianza del Sinaí”. Lo importante no es que se realice con un pueblo sino que la alianza
“constituye al pueblo” en su identidad y su misió n (Gn 19;24).
De cara a realizar su designio Dios elige un pueblo en medio de los pueblos del mundo. La
Iglesia primitiva entendió esta elección de modo adecuado: nunca de un modo exclusivista o
excluyente. No significa que el resto de los pueblos no sean de Dios o que Dios no sea Padre de todos
los hombres. La conciencia de elección no puede atentar contra la unidad radical del género
humano sino que ha de manifestarse como expresió n y servicio a esa unidad.
Para conocer o recordar sobre la Historia de Israel y su Alianza, les dejo el siguiente link de
consulta: https://www.instagram.com/tv/CaKcJi3KTZp/?igshid=YmMyMTA2M2Y=
La identidad y la función de ese pueblo quedan explicitadas desde una triple dialéctica propia
del dinamismo de la historia de la salvación.
El Dios creador de todos los hombres establece de este modo la ló gica del pueblo elegido: concentra
en él su llamada y establece una alianza, pero para enviarlo con la tarea y misión de servir a la
reconciliación y reunificación de todos los pueblos. De este modo Dios da un sentido al caminar en
el tiempo, porque a través de él, precisamente en cuanto pueblo, quiere comunicar algo que no
habían captado los sabios de otras tradiciones.
En la constitució n del pueblo y en su identidad es bá sica y central la “asamblea” (“Quehal”). Queahl
designa por ello más que pueblo: es el pueblo en toda su intensidad religiosa , es decir que “Ser
convocados” les da una identidad y pertenencia a Dios.
3
Preludio de esta alianza, hecha por Dios a Abraham.
2
Al mismo tiempo es preciso destacar los aportes novedosos del uso cristiano :
De una manera más clara, podemos ver que la Iglesia se hace heredera del título de
“Pueblo de Dios” (Continuidad) Pero desde una mirada superadora en Jesús. (Novedad
superadora) si nos centramos en la triple dialéctica.
3
Resumen de las Características de la Iglesia como “Pueblo de Dios”:
Algunas conclusiones:
La Iglesia debe ser vista siempre dentro de la dialéctica continuidad-discontinuidad
entre Antiguo y Nuevo Testamento: continú a la misma historia pero al mismo tiempo se
consuma y matiza por el mesianismo de Jesú s, por la novedad de la Pascua y por la efusió n del
Espíritu.
La Iglesia, como pueblo y asamblea, hace patente la dimensión comunitaria de la fe y de la
vida cristiana. Nadie puede decir “yo creo” sino en la sinfonía del “nosotros creemos”.
Al ser categoría previa y fundamental, pone en primer plano la igualdad básica de todos.
Todas las diversificaciones no pueden por ello acontecer má s que en el interior del pueblo y como
un servicio a su misió n.
Afirma a la Iglesia como sujeto histórico insertado en el peregrinar del conjunto de los
pueblos. Por ello no puede considerar ajena ninguna preocupació n o dimensió n de la existencia
colectiva de los pueblos.
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Cfr. (2 Cor. 6,16; Rom. 9,25; 1 Pe 2,10; Hb 8,10; Ap 21,3) Estos son textos que recogen los pasajes ya conocidos del
Antiguo Testamento (Os 2, 23-25; Jer 3, 31ss; Am 9,11ss).
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Recordando su componente eclesioló gico, establece a la Iglesia como peregrina: como no
puede convertir su propia provisionalidad en lo definitivo, la hace humilde y servicial para
entregar generosamente lo que ella ha recibido como gracia.