Claudia
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I. INTRODUCCION
1 Eran éstos: Arenas cle S. Juan, Argamasilla de Alba, Camuilas, Consuegra, He-
rencia, Madridejos, Manzaneque, Quero, Tembleque, Turleque, TJrda, Villacañas, Villafran-
ca de los Caballeros, Villarta de S. Juan, Ruidera, los castillos de Cervera, Guadalerza,
Pefiarroya, Villaverde, el santuario de Sta. María del Monte y otra serie de encomiendas
distribuidas por el resto de Espaíia y algunos pueblos que alternativamente estaban some-
tidos a sus dominios.
²
AJ finalizar el siglo XVIII, Alcázar de Stut Juan, se sostenia sobre esta
base estadística, tal y corno espceifican las conocidas «Relaclonen topográ-
ficas del Cardenal Lorenzana» 2: El ailo 1786 tenía 2.200 vecinos, equiva-
lentes a 11.000 almas aproximadamente, nómero relativamente el _más alto
en su historia, a excepción de los 18.000 que tuvo en 1530. A partir de
e.sta feeha, por las epidemias, la guerra de in Independencia y la decaden-
eía general del pueblo, se inicia uii laro deseenso que no volverá a recu-
perar hasta el. afto 1900 como consecuenein del estableeimiento del ferro-
carri13.
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II. FUNDACION DE LA REAL SOCIEDAD ECONOMICA
²²
tilla las Ordenanzas para su estudio, que aprobaba definitivamente el Rey
el 22 de octubre del mismo ario, firmando la Real Cédula en El Escorial9.
²
teria, todos índividuos de la Junta, y habiendo asistido asimismo al altai,
de mi orden, todos los ordenados de ambas parroquias.
5
a este gobernador, para que los destine con arreglo a la Real Ordenanza de
vagos, y al mismo fin, para que no aleguen excusa, la misma Junta les
proporcionará trabajos en que se empleen y trabajen, corno en efecto en la
última que se ha hecho, se han pensado y proyectado algunos que al mis-
mo tiempo sirvan de utilidad y de adelantamiento en este dicho pueblo» 11.
²
en la junta de sus referidos stibditos, mandando a estos desemperien los
cargos y que V. E. concurra por su parte en lo que se le ofrezca» 13.
Lorenzana, buen conocedor de las intrigas palaciegas y de la tradicional
falta de entendimiento entre sus curiales y las Ordenanzas Militares, prefirió
dejar en manos de los responsables de la administración diocesana, celosos
guardianes de los derechos del Arzobispo, todo un mundillo de chismes
y sutiles disquisiciones sobre la precedencia o sobre los derechos de la mitra
en las vicarías manchegas. De todos rnodos, antes de firmar las Ordenanzas
pasó a su Consejo de la Gobernación el examen de la cuestión para que no
le culpasen de haber descuidado los derechos arzobispales frente a la juris-
dicción privilegiada del Gran Prior. En este sentido, se sometían al dicta-
men del Consejo, el cual determinó el 24 de noviembre de 1785 que
tanto el vicario como el fiscal de Alcázar no debían firmar las referidas
Ordenanzas pues no quedaba a salvo la jurisdicción ordinaria y diocesana
al atribuirse el Gran Prior facultades sobre personas e instituciones que,
aunque pertenecían a sus facultades por razón del territorio, caían indi-
rectamente bajo la subordinación del Arzobispo. Esta resolución del Consejo
sería la que diese fuerza, arios después, para que el vicario pudiese justifi-
car su inhibición para no asistir a las reuniones de la Sociedad Económica.
² ²
El analfabetismo pesaba como rémora contra la cual venían clamando
los ilustrados. El nivel que se pedía no era muy alto cuando tan baja era
la cota de la sociedad que se deseaba promocionar, los medios tan escasos
y las dificultades tan arduas que vencer. La Junta debía facilitar la crea-
ción de escuelas primarias, sufragar sus gastos y mentalizar a los padres
para que enviasen a sus hijos a dichos centros. Fruto inmediato del funcio-
namiento de la Junta de Alcázar fue la creación de una escuela de nifios
y otra de nifias. El vicario diocesano, D. José Pérez García, comunicaba
a la curia de Toledo tan feliz proyecto en los siguientes términos:
15 Del Vic. diocesano, D. José Pérez García, al Secretario de Lorenzana. ADT., etc.
16 Id.
17 ORDENANZAS, O. C. , art. III y IV.
² ²
En Alcázar existían dos hospitales, uno en cada parroquia, pero fueron
reunidos en uno, bajo el título de Ntra. Sra. de los Angeles, ante la deca-
dencia experimentada por las rentas de ambos.
V. ACTIVIDAD Y DECADENCIA
²²
En enero de 1790, D. Jerónimo de Mendinueta comunicaba al Carde-
nal Lorenzana la situación creada por el vicario eclesiástico y los clérigos de
Alcázar. El vicario se había negado a asistir a las reuniones por juzgar que
la jurisdicción diocesana quedaba menospreciada al no ocupar el asiento
que como representante del Arzobispo le correspondía. La estrechez del lugar
de las reuniones obligaba a colocar en lugar preferente el sitial del presi-
dente, mientras que los asientos del vicario del Priorato y del Arzobispado
respectivamente quedaban relegados a los primeros puestos pero junto a los
EDQFRVGHORVGHPiVUQLHPEURV&RPRHO*UDQ3ULRUQXQFDOOHJyD‡DVLVWLU
como presidente nato, su lugar era ocupado por el vicario del Gran Prior.
Esto daba lugar a que el vicario de la diócesis, D. José Pérez García, se
sintiese postergado ante su rival, vicario como él, pero en este caso por
encima de la jurisdicción diocesana. El Sr. Mendinueta lamentaba «los gran-
des beneficios que perdía la humanidad de Alcázar por una frivolidad in-
justa y despreciable por parte del vicario», cuando escribió a Lorenzana
pidiendo su mediación en tan enojoso pleito. He aquí cómo exponía tex-
tualmente los hechos:
«Emmo. Seííor. Muy serior rnío: Entre los negocios de la secretaría del
Serenísimo Sr. Infante D. Pedro, de que estoy eneargado por resolución de
S. M., he hallado el del establecimiento de la Junta de Caridad, Sociedad
Económica y Policía cle la Villa de Alcázar de San J uan, hecho por el Se-
fior Infante D. Gabriel y aprobado por Real Cédula de 22 de octubre de
1786. He visto la importancia de esta 013ra y lo bien que pareció a V.E.
en su creación, prometiéndose todos aquel fruto a que aspiraba el caritativo
celo de S. A. y que desea siempre S. E.
²
»En los principios faltó en Alcázar paraje dispuesto para la celebración
de juntas, y mientras se habilitaba sala correspondiente, con los adornos y
decencia necesaria, a que contribuyó gustosamente S. A., se tuvieron en
una estrecha pieza donde apenas cabían los vocales y por consiguiente hubo
necesidad de poner en el testero la silla del vicario unida a la del gober-
nador. Habilítóse la sala de juntas y pusiéronse bancos a los lados con la
silla del presidente en medio de la cabecera. Desde entonces, por esta nove-
dad, dejó de concurrir el vicario y los demás que le seguían, suspendiéndose
las juntas.
»Bien creo que el vicario lo habrá hecho por atención a su empleo y
no por pura personalidad, pero es sensible que, de un princípio de ningún
valor y transcendencia, se sigan consecuencias tan contrarias al público bien,
mayormente cuando no hay razón para la queja, ni puede dudar el vicario
que por su carácter y circunstancias le tratarán los vocales con la prefe-
rencia y atención que se merece.
V. E. sabe la infiuencia que dignamente tienen en los pueblos los su-
periores eclesiásticos y el clero, con especialidad en los asuntos de devoción
y caridad. Se halla también persuadido de los grandes efectos de las Soci e-
dades patrióticas, pues las promueve, fomenta y auxilia con el más fer-
voroso celo. En esta atención, espero y le suplico, se sirva tomar las provi-
dencias que tenga por conveniente a fin de que su vicario de Alcázar
concurra a dichas juntas sin detenerse en distinción de asiento, y que con
sus sübditos y dependientes ayude a aquel establecimiento, o se dignará
V. E. prevenirse lo que gastase para que, por parte de S. A. nada quede
que hacer en alivio de los pobres, cuyo socorro desea con igual piedad
que V. E.» 22.
22 H'
' -HUyQLPRGH0HQGLQXHWDÄVHFUHWGHO,QIDQWH'3HGURD/RUHQ]DQD0D
drid, 26 de oct. de 1790. ADT., etc.
²
el ario 1804 consultando D. Anacleto Meoro, párroco de Sta. Quiteria de Al-
cázar, al Cardenal Borbón sobre a quién de los dos párrocos ide Alcázar debía
corresponder la obligación de asistir a los enfermos del hospital que quedaba,
hacía una breve historia de aquel conato de actividad de la Junta de Cari-
dad y Sociedad Económica, a través de la cual podemos inferir que apenas
si sus frutos fueron ostensibles, y casi ni se recordaba ya en el pueblo el
nombre, atribuyéndose los pocos frutos al emperio de las autoridades y al
ínflujo del Gran Prior. «Ya consta a V. E., decía el memorial, que en esta
villa hay dos parroquias, la una con el título de Sta. María, y la otra con
el de Sta Quiteria. En aquélla existe un hospital llamado de Ntra. Sra. de
los Angeles, con dotación suficiente para la continua curación de quince
enfermos. En ésta hubo otro, cuya fundación se dirigía al mismo efecto,
pero hace veinte y cinco o treinta arios que por disposición de los seriores
que en aquel tiempo componían el ayuntamiento de esta villa y aprobación
del Serenísimo Serior Infante D. Gabriel se destinó para casa de labor,
donde los nirios se enseriaban a trabajar y no ser ociosos, y los ancianos,
inútiles para otros trabajos, con poca fatiga ganaban lo necesario para su
sustentación sin la incómoda necesidad de mendigar. Pero aún en los mis-
mos principios de su fundación o por otra cualquier causa, este tan útil y
ventajoso establecimiento, dio en tierra y ya no ha quedado más que la me-
moria». ".
La verdad era que el recuerdo era tan vago que ya no podían precisar
ni la fecha exacta ni las causas de su decadencia, achacando sin más pre-
cisiones, a la administración o «a otras causas».
CONCLUSION
²
En realidad, éstas y principalmente las «otras causas» que indicaba el
mencionado párroco, no eran sino las comunes que influyeron también en la
ruina de otras muchas Sociedades Económicas. En efecto, la postración ge-
neral del país era tan profunda, que hacía inútiles o poco eficaces las me-
didas tomadas a tan corto plazo. De hecho, muchos obispos esparioles se mos-
traron siempre muy eseépticos ante el movimiento general de mesianismo
de muchos arbitristas 24.