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Claudia

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LA REAL SOCIEDAD ECONOMICA DE AMIGOS DEL PAIS

DE ALCAZAR DE SAN JUAN

I. INTRODUCCION

La Villa de Alcázar de San Juan polarizaba en torno suyo unos catorce


pueblos de su comarca sobre los que ejercía jurisdicción 1. En las últimas
décadas del siglo XVIII era cabeza de partido, capital del Gran Priorato
de S. Juan en Castilla y León y residencia del Vicario y Arcipreste de la
Dignidad Arzobispal de Toledo.
Los Grandes Priores instaron constantemente para conseguir la dobb,
jurisdicción (temporal y espiritual) a cuyos deseos se opusieron tenazmente
los Arzobispos de Toledo hasta la famosa Concordia de 1698 en la que se
dictaminó que el tribunal prioral, para resolver litigios, se establecería en
Consuegra, mientras Alcázar seguiría siendo la sede del Vicario eclesiástico
y representante del Arzobispo de Toledo. Según sus cláusulas, el vicariato
se ejercería sobre lo espiritual y pastoral, mientras lo temporal seguiría
bajo la alta dirección del Gran Prior. A pesar de todo, las continuas fric-
ciones y conflictos jurisdiccionales no dejarán de molestar hasta la comple-
ta desaparición de esta duplicidad de jurisdicción en 1875.

1 Eran éstos: Arenas cle S. Juan, Argamasilla de Alba, Camuilas, Consuegra, He-
rencia, Madridejos, Manzaneque, Quero, Tembleque, Turleque, TJrda, Villacañas, Villafran-
ca de los Caballeros, Villarta de S. Juan, Ruidera, los castillos de Cervera, Guadalerza,
Pefiarroya, Villaverde, el santuario de Sta. María del Monte y otra serie de encomiendas
distribuidas por el resto de Espaíia y algunos pueblos que alternativamente estaban some-
tidos a sus dominios.

²
AJ finalizar el siglo XVIII, Alcázar de Stut Juan, se sostenia sobre esta
base estadística, tal y corno espceifican las conocidas «Relaclonen topográ-
ficas del Cardenal Lorenzana» 2: El ailo 1786 tenía 2.200 vecinos, equiva-
lentes a 11.000 almas aproximadamente, nómero relativamente el _más alto
en su historia, a excepción de los 18.000 que tuvo en 1530. A partir de
e.sta feeha, por las epidemias, la guerra de in Independencia y la decaden-
eía general del pueblo, se inicia uii laro deseenso que no volverá a recu-
perar hasta el. afto 1900 como consecuenein del estableeimiento del ferro-
carri13.

Había dos parroquins, la de Stn. María y la de Sta. Quiteria, servidas


por .un amplio cabildo de elérígos entre párrocos, coadjutores y capellanea
de sangre. El Convento de PP. Observantes de S. Franeisco poseía un Estu-
dio de Teología y Artes para los miembros de la Orden «al que asisten al-
gunos hijos de este p1eblo»4, Existían tres bospitales, uno parn hombres,
otro para mujeres y el Wroero para transeúntes. Sus rentas, se especificaba,
eran tan tortas que «están los pobres con mucha inromodidad y escasa asis-
tencia ». Las eniermedadcs más corrientes de la eornarca eran las elásieas
tercianas, cuya epidemia de 1781 arrebató numerosas víctimas.

El terreno se calificaba de muy árido, pero muy bueno. Sus productos


se centraban en el Lro. etlada, eenteno, vino y neeite. Habia nno fábriea
de salitre «la más útil y ruejor rine hay en .el reino, fun.dada en 1518.».
Sus habitantes eran juzgados de «lliiil perspicacia singular, hábiles para el
comercio y prontos para uodo». Sólo había tres días de feriaS, el -8. de scp-
iiembrc creil donde se surten sus vecinos de maderas, esparto, telas de lien-
zo, lana y seda. que son los imicos géneros que traen varios mcreaderes de
Madrid y Toledo y alguno plata labrada Los eordobesesu

2 Un estudio y transeripción de las referidas «Relaciones», por lo que se refiere a


Alcázar de S. Juan, puede consultarse en LÓPEZ-RONILLA RODRÍGUEZ, Carlos, «Una des-
cripción de Alcázar de San Juan en el siglo XVIII», en Revigta de Estudios Manchegos,
año 1951.
3 Una estadística demográfica puede verse en el trabajo antes citado, pág. 20. Pese
a que las Ordenanzas aludan a una alta demografía en los siglos anteriores, debe inter-
pretarse como una manera muy comón en la época de subrayar la decadencia presente
recurríendo a las glorias del pasado.
4 Una enumeración del clero de esta villa así como otros datos, podrá consultarse
en un trabajo próximo nuestro sobre «Las vicarías eclesiásticas de La Mancha al finalizar
el Antiguo Régimen».
5 LÓPEZ-RONILLA, o. c., pág. 22.

56
II. FUNDACION DE LA REAL SOCIEDAD ECONOMICA

Por aquellos arios y, ante «las noticias repetidas de la decadencia que


esa Villa padece», decía el Gran Prior D. Gabriel Antonio 6, decidió volun-
tariamente y sin petición ninguna por parte de sus súbditos, fundar una
institución que reuniese los objetivos generales y comunes de las Sociedades
Económicas de Amigos del País, las llamadas Juntas de Caridad y toda
clase de instituciones benéficas y asistenciales que había ya establecidas en
otras ciudades y pueblos de Esparia 7.

El aire renovador y reformista del reinado de Carlos III había llegado


a La Mancha a través, principalmente, del Conde de Floridablanca y del
Cardenal Lorenzana, concretándose en la funclación de las Reales Socieda-
des Económicas de Ciudad Real, La Solana y Valdeperias, así como la erec-
ción de la Real Casa de la Caridad de la capital y una serie de estableci-
mientos de esta índole en pueblos del Partido de Alcázar, como era el
Monte Pío cle Labradores de Consuegra y fábricas de seda en Herencia y
Villacarias B.
Los trámites para la aprobación de sus estatutos fueron tan rápidos por
haber sido elaborados por los propios allegados al Conde de Floridablanca.
El 2 de febrero de 1786, el mismo Floridablanca pasaba al Consejo de Cas-

6 D. Gabriel Antonio, Infante de Esparia y Gran Prior de Castilla y León en la


Orden de S. Juan de Jerusalén, nació en 1752. Era hijo de Carlos III, contrajo matrimo-
nio con M.a Ana Victoria de Portugal. Murió en 1788.
7 Real Cédula en que S. M. aprueba la Junta de Caridad, Sociedad Económica y
Policía fundada en la Villa de Alcázar de S. Juan por el Serenísimo Seííor Infante Dn.
DEULHO*
* UDQ3ULRUGH&DVWLOOD\HyQHQOD2UGHQGH6DQ-XDQGH-HUXã
/ DOpQ
Madrid,
1786, por la Viuda de Ibarra, Hijos y Compariía, 46 págs., art. VIII. Citaremos en lo
sucesivo por ORDENANZAS.
8 Remitimos a nuestro trabajo, de próxima aparición: «Arbitrismo y reforma duran-
te la Hustración en La Mancha: La Real Casa de Caridad de Ciudad Real», en Revista
del Instituto de Estuclios Manchegos, Ciudad Real, 1975. También en E SP ADAS BUR GO S,
Manuel, «Ciuclad Real y su Sociedad Económica de Amigos del País», en Cuadernos del
Instituto de Estudios Manchegos, II (1973), págs. 177-184.
Hacemos constar el interés manifestado por D. Francisco Aguilar Pirial al conocer la
existencia de esta Sociedad Económica de Alcázar de San Juan, razón por la cual no la
incluyó en la reciente guía del investigador publicada en colaboración con Paula de De-
merson y Jorge Demerson, bajo el título Las Sociedades Econórnicas de Amigos del País
en el siglo XVIII, San Sebastián, 1974.

²²
tilla las Ordenanzas para su estudio, que aprobaba definitivamente el Rey
el 22 de octubre del mismo ario, firmando la Real Cédula en El Escorial9.

El Gran Prior deseaba que las autoridades civiles y eclesiásticas del


partido fuesen directamente responsables en el programa de reformas que
proponía. En este sentido se dirigió a su gobernador del Priorato, al ayun-
tamiento de la Villa, a los jueces, párrocos, cabildos eclesiásticos, comuni-
dades religiosas y vecinos de Alcázar proponiendo el establecimiento de
una Junta que a la vez que mirase por una más racional y eficaz benefi-
cencia, fomentase la agricultura, la industria y el comercio, desarraigando
los vicios, plantando santas costumbres y contribuyendo al florecimiento
general de la villa.

La Junta se componía del propio Gran Prior y protector, el Infante


D. Gabriel de Borbón, como presidente, el Gobernador del Priorato como
representante suyo, el Vicario del Arzobispado de Toledo, los dos párrocos-
priores de Sta. Maria y Sta. Quiteria, el Regidor Decano del Ayuntamiento,
el Síndico general del común, los dos fiscales, tanto el eclesiástico como el
real, y dos vecinos del pueblo elegidos por la Junta entre los más distin-
guidos de la Villa. El Vicario de la Dignidad Prioral, aunque residente en
Consuegra, era miembro nato de la Junta a la que podía asistir cuando se
encontrase en Alcázar.

El clía 1 de enero de 1787, el Vicario eclesiástico de Alcázar escribía


a la curia diocesana de Toledo para comunicar el optimismo que reinaba
en el pueblo por este nuevo establecimiento:
«En acción de gracias a Dios Nuestro Serior, y para manifestar y pu-
blicar a estas gentes este nuevo estahlecimiento (a que se da principio
desde hoy, primer día dcl ario) y que todos, sin distinción de clases contri-
buyan a que tenga su debido efecto tan piadosa e importante obra, se ha
celebrado en el tercer día de Pascua, en la parroquia de Sta. Quiteria, una
función de iglesia con misa y sermón, estando S. M. patente en toda la
misa (a cuyo fin se me pasó el correspondiente oficio y en atención a las
circunstancias que concurrían y que no había tiempo para pedir licencia
a S. E., no tuve reparo en permitirlo). Han asistido a esta función los tri-
bunales, comunidades, cabildos eclesiásticos, cuerpo de milicias, todos indi-
viduos de la Junta, doce pobres que vistió la rnisma Junta, dándoles tam-
bién a cada uno cuatro reales para que comiesen en aquel día, y todo el
pueblo, de forma que no he visto ni se puede dar mayor concurso en él.
He cantado yo la misa, habiendo hecho de diácono el prior de Sta. María,
de subdiácono el promotor fiscal interino, y de orador el prior de Sta. Qui-

9 ORDENANZAS. La Cédula va inserta al final de las referidas Ordenanzas.

²
teria, todos índividuos de la Junta, y habiendo asistido asimismo al altai,
de mi orden, todos los ordenados de ambas parroquias.

«Concluida la misa, se cantó el «Te Deum», y por último a su se-


guida, se restituyó y llevó procesionalmente con concurso de todo el pueblo
(a que acompafié yo de capa ) la Virgen de los Angeles al Sto. Hospital
de la misma advocación, en que está colocada y se venera dicha santa
imagen, patrona del mismo hospital y patrona también que se ha nombrado
de esta Junta de Caridad por todos sus individuos, con cuyo motivo se
trasladó a la expresada iglesia de Sta. Quiteria, para que como patrona,
estuviese presente a dicha función. De modo que todo se ha procurado
hacer con la mayor solemnidad y con efecto se ha logrado, así con con-
eurso, aceptación y contento de todo el pueblo» 10.

III. PRIMERAS JUNTAS Y DIFICULTADES

Las primeras reuniones se celebraron en el mismo Ayuntamiento, ante


la imposibilidad cle encontrar local especial y en tanto se preparaba el de-
finitivo edificio donde radicase la institución.
Presidió las juntas el gobernador y teniente vicario del Gran Priorato,
procediéndose a la creación de los siguientes cargos: Mayordomo o teso-
rero de caudales y fondos, pedidores encargados de recabar limosnas por los
barrios de aquéllos que espontáneamente habían ofrecido su colaboración
económica, pues se prohibía expresamente por las Ordenanzas toda colecta
de puerta en puerta.
Se designaron 16 diputados de barrio (cuatro eclesiásticos y doce se-
glares), cuatro por cada barrio de los cuatro en que fue dividido el pueblo.

Las funciones de estos visitadores era examinar las auténticas y verda-


deras necesidades de los vecinos y ponerlas en conocimiento de la Junta,
«para que acuerde su socorro y cuide de que se destierre la ociosidad, y
que estos vecinos se apliquen al trabajo e industria, requiriéndolos para
que tomen destino u ocupación honesta, no teniéndola, dando de todo cuenta
a la Junta, la que en caso necesario, pasará el correspondiente oficio

10 Alcázar, 1 de enero de 1787, Del Vicario a la Secretaría de Cámara del Arzobis-


pado de Toledo. Archivo Dlocesano de Toledo (ADT ), Fondo Lorenzana, Sección «Casas
de Caridad», leg. sin ordenar. Adv ertimos que toda la documentación y eitas que se
hacen se refieren siempre a esta fuente documental.

5
a este gobernador, para que los destine con arreglo a la Real Ordenanza de
vagos, y al mismo fin, para que no aleguen excusa, la misma Junta les
proporcionará trabajos en que se empleen y trabajen, corno en efecto en la
última que se ha hecho, se han pensado y proyectado algunos que al mis-
mo tiempo sirvan de utilidad y de adelantamiento en este dicho pueblo» 11.

Pero junto al entusiasmo de la mayor parte de sus miembros y del


vecindario en general, existían una serie de dificultades originadas por la
duplicidad jurisdiccional del Arzobispo y del Gran Prior. Ya el primero de
noviembre de 1786, cuando comunicaba el secretario del Infante desde San
Lorenzo a Toledo la decisión de establecer la Junta de Caridad, hacía saber
a la curia toledana, que la referida institución había de sostenerse econó-
micamente de los fondos del pósito de la gobernación, así como de los bie-
nes de todas las cofradías existentes en Alcázar y que, desde aquel momento,
quedaban suprimidas, para ser destinadas a los referidos fines 12. Tal pó-
sito se declaraba propio de la jurisdicción del Gran Prior así como se erigía
el propio Infante en árbitro para destinar todos los bienes que creyese opor-
tuno para el sostenirniento de la Casa de Caridad de Alcázar. Su vinculación
a la Real Familia había acelerado el proceso de aprobación de los estatutos
así como le daba seguridad y fuerza en estas determinaciones. Más aún,
era su voluntad «ver con brevedad en ejercicio la obra». Asimismo, y al
margen de las prevenciones que había hecho el Consejo de la Goberna-
ción del Arzobispado, se ordenaba que el vicario diocesano del Partido y el
fiscal eclesiástico debían ser miembros natos de la Junta, lo mismo, que
los dos párrocos de la ciudad. El Infante, a través de su secretario, D. Mi-
guel Cuber, se redujo a enviar las Ordenanzas a Lorenzana, sabiendo que
ningún obstáculo podría oponerse a su decisión, a no ser la protesta de la
curia:

«Por razón de haber de intervenir en el establecimiento los súbditos de


V. E. y particularmente por el gusto que V. E. tendrá en cosa tan del
servicio de Dios y beneficio de sus fcligreses, rne manda S. A. darle parte
de esta creación y pedirle en su real nombre, tenga a bien la inclusión

11 Del Vic., D. José Pérez García, al Secr. de Lorenzana. Alcázar, 1 de enero de


1787. ADT. Fondo Lorenzana. Casas de Caridad, leg. 1.
12 Sólo en Alcázar existían 11 cofradías que celebraban 13 fiestas anuales, de las
cuales 8 tenían aprobación eclesiástica y 8 carecían de aprobación. Todas sumaban unos
ingresos anuales por valor de 9.600 reales de vellón. Si atendemos al número de las del
partido de Alcázar, el total era el siguiente: Cofradías, 72; fiestas anuales, 244, con un
valor de 60.155 reales. (Datos tomaclos del ADT, etc.). Existe también publicada esta
lista en PÉREZ VALERA. Isabel, «Ciudad Real en el siglo XVIII», en Rev. de Estudios
Manchegos, 1955.

²
en la junta de sus referidos stibditos, mandando a estos desemperien los
cargos y que V. E. concurra por su parte en lo que se le ofrezca» 13.
Lorenzana, buen conocedor de las intrigas palaciegas y de la tradicional
falta de entendimiento entre sus curiales y las Ordenanzas Militares, prefirió
dejar en manos de los responsables de la administración diocesana, celosos
guardianes de los derechos del Arzobispo, todo un mundillo de chismes
y sutiles disquisiciones sobre la precedencia o sobre los derechos de la mitra
en las vicarías manchegas. De todos rnodos, antes de firmar las Ordenanzas
pasó a su Consejo de la Gobernación el examen de la cuestión para que no
le culpasen de haber descuidado los derechos arzobispales frente a la juris-
dicción privilegiada del Gran Prior. En este sentido, se sometían al dicta-
men del Consejo, el cual determinó el 24 de noviembre de 1785 que
tanto el vicario como el fiscal de Alcázar no debían firmar las referidas
Ordenanzas pues no quedaba a salvo la jurisdicción ordinaria y diocesana
al atribuirse el Gran Prior facultades sobre personas e instituciones que,
aunque pertenecían a sus facultades por razón del territorio, caían indi-
rectamente bajo la subordinación del Arzobispo. Esta resolución del Consejo
sería la que diese fuerza, arios después, para que el vicario pudiese justifi-
car su inhibición para no asistir a las reuniones de la Sociedad Económica.

IV . PROGRAMA ECONOMICO Y BENEFICO-SOCIAL

Las constituciones propugnaban una serie de medidas encaminadas a


desterrar la mendicidad y ia ociosidad del pueblo fomentando la agricul-
tura y serialando, como uno de los medios concretos para favorecer ésta, la
creación de un Monte Pío de labradores a semejanza del que funcionaba en
Consuegra con óptimos resultados.
Se quería trazar un amplio plan de repoblación forestal, principalmente
de moreras, para el aprovechamiento de la seda en manufacturas de este
género, tal y como se estaba haciendo en Herencia y Villacarias.
La promoción de la agricultura debería desembocar en un desarrollo de
la industria y del comercio, «sin lo que el pueblo más agrícola jamás ven-
clrá a ser rico», se decía con visión clarividente ".

13 De D. Miguel Cuber, Secretario del Infante D. Gabriel, a Lorenzana. S. Loren-


zo de El Escorial, 1.° de nov. de 1786. ADT., etc.
14 ORDENANZAS, 0. c., art. VIII.

² ²
El analfabetismo pesaba como rémora contra la cual venían clamando
los ilustrados. El nivel que se pedía no era muy alto cuando tan baja era
la cota de la sociedad que se deseaba promocionar, los medios tan escasos
y las dificultades tan arduas que vencer. La Junta debía facilitar la crea-
ción de escuelas primarias, sufragar sus gastos y mentalizar a los padres
para que enviasen a sus hijos a dichos centros. Fruto inmediato del funcio-
namiento de la Junta de Alcázar fue la creación de una escuela de nifios
y otra de nifias. El vicario diocesano, D. José Pérez García, comunicaba
a la curia de Toledo tan feliz proyecto en los siguientes términos:

«Ultimarnente se han creado asimismo los demás oficios que previenen


las ordenanzas y al instante se van a poner también en él un maestro de
nifios y maestra de nirias en quienes concurran las cualidades necesarias
para este encargo y desemperio, con eI buen fin de atender a Ia crianza y
educación de los niños y niñas, de que en la mayor parte dependen sus
buenas inclinaciones, costumbres y progresos, mayormente en esta villa, en
que se advierte rnucha necesida4 en punto a educación, costurnbres e
instrucción en la doctrina cristiana» 15.

La euforia de los componentes de la Junta se extendió muy pronto a


otros sectores del pueblo hasta el punto de que los PP. Trinitarios de aque-
Ila villa quisieron también renovar intelectualmente su convento con la
erección de un centro de estudios eclesiásticos para capacitar a los novicios
y a cuantos aspirasen a la carrera sacerdotal.
«De resultas de este establecimiento proseguía el vicario, estos PP. Tri-
nitarios, desde principio de afro establecen en su convento aula de gramá-
tica, retórica e historia, y creo piensan poner también prontamente aula de
moral. Que todo es muy útil y necesario en esta referida villa» 16.

Si bien estas metas eran altas, había un programa bien concreto e


inaplazable como era el constituido por los mendigos y enfermos. La canti-
dad de mendigos, unos verdaderos y otros falsos, constituían un grave pro-
blema para discernir a unos de los otros. De ahí que las Ordenanzas esta-
bleciesen una serie de celadores de barrio para conocer las erdaderas ne-
cesidades, un certificado médico para atender a los verdaderamente enfer-
mos y una atención preferente a los necesitados de la villa y su término
para evitar el abuso de los forasteros 17.

15 Del Vic. diocesano, D. José Pérez García, al Secretario de Lorenzana. ADT., etc.
16 Id.
17 ORDENANZAS, O. C. , art. III y IV.

² ²
En Alcázar existían dos hospitales, uno en cada parroquia, pero fueron
reunidos en uno, bajo el título de Ntra. Sra. de los Angeles, ante la deca-
dencia experimentada por las rentas de ambos.

Para el sostenimiento de este centro asistencial se asignaron las fineas,


rentas y emolumentos que poseían los dos, Ios fondos del llamado pósito de
gobernación, algunas limosnas en especie que correspondían al Infante-Prior
en calidad de «tercias», deudas atrasadas de dichos capítulos, limosnas y
ofrendas voluntarias de los vecinos y cuestaciones públicas que debían ha-
cerse los martes y los jueves. Se pensó además que un fondo importante lo
podían constituir las memorias y fundaciones pías que había en las dos pa-
rroquias y las cofradías y gremios cuyas rentas tenían unos gastos superfluos
y totalmente arbitrarios.

En cuanto a mendigos debía prohibirse la limosna callejera, excep-


tuados los frailes mendicantes, procurando crear puestos de trabajo sufi-
cientes para impedir que el paro fuese la causa que expusiesen algunos de
los muchos que justificaban así su modo de vivir ".

Un punto muy importante, en el programa de renovación y promoción


social de la villa, lo constituía la higiene y la salud pública. Se mandaba
la limpieza de las calles y del pueblo en general 19. Estas medidas profilác-
ticas se ordenaban muy especialmente en lo que concierne al cuidado de los
enfermos, encomendados a una familia que debía vivir en el mismo hospi-
ta12°, y a los dos médicos de la villa que llevarían gratuitamente la asis-
tencia a los enfermos ".

V. ACTIVIDAD Y DECADENCIA

Si hemos de juzgar la actividad de la Sociedad Económica y Junta


de Caridad por los frutos que consiguió, desde el primero de enero de 1787
hasta finales de 1789 en que aparecen los primeros síntomas de desavenen-
cias surgidas entre sus propios componentes, hemos de concluir que éstos
fueron tan escasos corno inapreciables y prácticamente nulos.

18 Id. arts. X, XI y XL.


19 Id. art. VIII.
20 Id. art. XXV.
21 Id. art. XXXII.

²²
En enero de 1790, D. Jerónimo de Mendinueta comunicaba al Carde-
nal Lorenzana la situación creada por el vicario eclesiástico y los clérigos de
Alcázar. El vicario se había negado a asistir a las reuniones por juzgar que
la jurisdicción diocesana quedaba menospreciada al no ocupar el asiento
que como representante del Arzobispo le correspondía. La estrechez del lugar
de las reuniones obligaba a colocar en lugar preferente el sitial del presi-
dente, mientras que los asientos del vicario del Priorato y del Arzobispado
respectivamente quedaban relegados a los primeros puestos pero junto a los
EDQFRVGHORVGHPiVUQLHPEURV&RPRHO*UDQ3ULRUQXQFDOOHJyD‡DVLVWLU
como presidente nato, su lugar era ocupado por el vicario del Gran Prior.
Esto daba lugar a que el vicario de la diócesis, D. José Pérez García, se
sintiese postergado ante su rival, vicario como él, pero en este caso por
encima de la jurisdicción diocesana. El Sr. Mendinueta lamentaba «los gran-
des beneficios que perdía la humanidad de Alcázar por una frivolidad in-
justa y despreciable por parte del vicario», cuando escribió a Lorenzana
pidiendo su mediación en tan enojoso pleito. He aquí cómo exponía tex-
tualmente los hechos:
«Emmo. Seííor. Muy serior rnío: Entre los negocios de la secretaría del
Serenísimo Sr. Infante D. Pedro, de que estoy eneargado por resolución de
S. M., he hallado el del establecimiento de la Junta de Caridad, Sociedad
Económica y Policía cle la Villa de Alcázar de San J uan, hecho por el Se-
fior Infante D. Gabriel y aprobado por Real Cédula de 22 de octubre de
1786. He visto la importancia de esta 013ra y lo bien que pareció a V.E.
en su creación, prometiéndose todos aquel fruto a que aspiraba el caritativo
celo de S. A. y que desea siempre S. E.

»Parecía que estaban prevenidos los motivos que podían suspender su


ejereicio, pero se ha visto que un pequeño accidente ha frustrado las mejo-
res ideas. Este ha sido dejar de asistir a las juntas el vicario que V. E.
tiene en dicha villa, y a su ejernplo, los eclesiásticos, por parecerle que se
desairaba su carácter, no teniendo asiento distinguido, que han resistido los
dernás vocales, por ser ejemplar desconocido en las demás sociedades del
Reino.

»V. E. habrá visto por el ejemplar de la citada Real Cédula, que el


presidente de las juntas es el Sr. Gran Prior, y en su nombre como te-
niente suyo, el gobernador que fuere del Priorato, a cuya jurisdicción se
asignaron los asuntos de la Sociedad para hacer efectivas sus providencias.

»Síguese el nombramiento de individuos natos (en que es comprendido


el referido vicario) y nada se trata de graduación de asientos porque sería
embarazoso el que la hubiera para el misrno instituto de ejercicio de la ca-
ridad, no dudándose que entre personas distinguidas se darían unos a otros
el lugar que la atención pública pide.

²
»En los principios faltó en Alcázar paraje dispuesto para la celebración
de juntas, y mientras se habilitaba sala correspondiente, con los adornos y
decencia necesaria, a que contribuyó gustosamente S. A., se tuvieron en
una estrecha pieza donde apenas cabían los vocales y por consiguiente hubo
necesidad de poner en el testero la silla del vicario unida a la del gober-
nador. Habilítóse la sala de juntas y pusiéronse bancos a los lados con la
silla del presidente en medio de la cabecera. Desde entonces, por esta nove-
dad, dejó de concurrir el vicario y los demás que le seguían, suspendiéndose
las juntas.
»Bien creo que el vicario lo habrá hecho por atención a su empleo y
no por pura personalidad, pero es sensible que, de un princípio de ningún
valor y transcendencia, se sigan consecuencias tan contrarias al público bien,
mayormente cuando no hay razón para la queja, ni puede dudar el vicario
que por su carácter y circunstancias le tratarán los vocales con la prefe-
rencia y atención que se merece.
V. E. sabe la infiuencia que dignamente tienen en los pueblos los su-
periores eclesiásticos y el clero, con especialidad en los asuntos de devoción
y caridad. Se halla también persuadido de los grandes efectos de las Soci e-
dades patrióticas, pues las promueve, fomenta y auxilia con el más fer-
voroso celo. En esta atención, espero y le suplico, se sirva tomar las provi-
dencias que tenga por conveniente a fin de que su vicario de Alcázar
concurra a dichas juntas sin detenerse en distinción de asiento, y que con
sus sübditos y dependientes ayude a aquel establecimiento, o se dignará
V. E. prevenirse lo que gastase para que, por parte de S. A. nada quede
que hacer en alivio de los pobres, cuyo socorro desea con igual piedad
que V. E.» 22.

El Cardenal Lorenzana no sólo instaba al vicario para que conjugase


estos fines patrióticos con la defensa de los derechos de la jurisdicción dio-
cesana, sino que mandaba librar a favor de la Sociedad Económica de Al-
cázar la cantidad de mil reales de vellón.
El vicario por su parte, en la exposición y defensa que hacía de su
postura, auguraba una corta vida a la recién fundada Sociedad. «Por el
conocimiento que tengo de este pueblo, decía, considero alguna dificultad
y subsistencia de esta Casa de Caridad y Sociedad Económica». Tal juicio,
iba mezclado con un desmedido celo por defender .sus prerrogativas más
que las puramente diocesanas. A renglón seguido afiadiría que, vencidas
estas dificultades, volvería la Junta a su primitiva euforia y «a fomentar
aquel primer celo y actividad de lo que se pueden prometer felices progre-
sos». Por desgracia tales progresos no eran sino meros deseos. En efecto,

22 H'
' -HUyQLPRGH0HQGLQXHWDÄVHFUHWGHO,QIDQWH'3HGURD/RUHQ]DQD0D
drid, 26 de oct. de 1790. ADT., etc.

²
el ario 1804 consultando D. Anacleto Meoro, párroco de Sta. Quiteria de Al-
cázar, al Cardenal Borbón sobre a quién de los dos párrocos ide Alcázar debía
corresponder la obligación de asistir a los enfermos del hospital que quedaba,
hacía una breve historia de aquel conato de actividad de la Junta de Cari-
dad y Sociedad Económica, a través de la cual podemos inferir que apenas
si sus frutos fueron ostensibles, y casi ni se recordaba ya en el pueblo el
nombre, atribuyéndose los pocos frutos al emperio de las autoridades y al
ínflujo del Gran Prior. «Ya consta a V. E., decía el memorial, que en esta
villa hay dos parroquias, la una con el título de Sta. María, y la otra con
el de Sta Quiteria. En aquélla existe un hospital llamado de Ntra. Sra. de
los Angeles, con dotación suficiente para la continua curación de quince
enfermos. En ésta hubo otro, cuya fundación se dirigía al mismo efecto,
pero hace veinte y cinco o treinta arios que por disposición de los seriores
que en aquel tiempo componían el ayuntamiento de esta villa y aprobación
del Serenísimo Serior Infante D. Gabriel se destinó para casa de labor,
donde los nirios se enseriaban a trabajar y no ser ociosos, y los ancianos,
inútiles para otros trabajos, con poca fatiga ganaban lo necesario para su
sustentación sin la incómoda necesidad de mendigar. Pero aún en los mis-
mos principios de su fundación o por otra cualquier causa, este tan útil y
ventajoso establecimiento, dio en tierra y ya no ha quedado más que la me-
moria». ".
La verdad era que el recuerdo era tan vago que ya no podían precisar
ni la fecha exacta ni las causas de su decadencia, achacando sin más pre-
cisiones, a la administración o «a otras causas».

CONCLUSION

La Junta de Caridad, Sociedad Económica y Policía de Alcázar de


San Juan no es sino uno de tantos intentos de reforma proyectados por los
ilustrados del siglo XVIII que no llegó a fructificar práctica y eficazmente
y cuyo programa pertenece ya a la historia del arbitrismo espariol. Culpar
sólo de su decadencia a la falta de entendimiento entre las propias autori-
dades locales, como lo atribuían en la secretaría del Gran Prior, al «genial
de sus naturales», como serialaba el vicarío, o a la malversación de fondos,
como insinúa el párroco de Sta. Quiteria, nos parece excsivamente simple.

23 De D. Anacleto Meoro a Borbón. Alcázar, 9 de oct. de 11104. ADT. Fondo C.


Borbón, leg. 26 (s. f.).

²
En realidad, éstas y principalmente las «otras causas» que indicaba el
mencionado párroco, no eran sino las comunes que influyeron también en la
ruina de otras muchas Sociedades Económicas. En efecto, la postración ge-
neral del país era tan profunda, que hacía inútiles o poco eficaces las me-
didas tomadas a tan corto plazo. De hecho, muchos obispos esparioles se mos-
traron siempre muy eseépticos ante el movimiento general de mesianismo
de muchos arbitristas 24.

Los buenos deseos e intentos de los ilustrados para regenerar a la so-


ciedad espariola, se veían dinamitados automáticamente y en su propia raíz
por las propias contradicciones del Antiguo Régimen.
Leandro HIGUERUELA DEL PINO

Colegio Universitario de Ciudad Real

24 Constestación de los obispos al Memorial de los pobres de Lorenzana. ADT. Fon-


do Lorenzana, Casas de Caridad, leg. 1.

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