Santos-Herceg, José - Muy - Rara - Vez - Un - Paper - Es - Un - Texto - Signi
Santos-Herceg, José - Muy - Rara - Vez - Un - Paper - Es - Un - Texto - Signi
Santos-Herceg, José - Muy - Rara - Vez - Un - Paper - Es - Un - Texto - Signi
José Santos Herceg: “Muy rara vez un paper es un texto Doctorado en Filosofía
significativo, normalmente es sólo un comentario” Magíster en Pensamiento
Contemporáneo
Diploma en Pensamiento
El martes 11 de julio a las 15 hrs., José Santos Herceg participará en una mesa redonda titulada “Literatura y
Contemporáneo
filosofía en América Latina”, junto a David Johnson (SUNY Buffalo, EE.UU. / U. Diego Portales). La actividad se Diploma de Honores
llevará a cabo en la Sala B-43 de la Biblioteca Nicanor Parra, Vergara 324, cuarto piso.
José Santos Herceg es Doctor en Filosofía por la Universidad de Konstanz, Alemania e investigador del Instituto de
Estudios Avanzados (IDEA) de la Universidad de Santiago. Autor de numerosos artículos y del libro Conflicto de
representaciones. América Latina como lugar para la filosofía (Fondo de Cultura Económica, 2010), además de co-
editor y co-fundador de la revista La Cañada, sobre pensamiento filosófico chileno. Recientemente organizó en el
IDEA el coloquio “Filosofía y dictadura en Chile”, que contó con una alta participación de público.
-Por cuestiones de orden práctico, yo creo. Y por la formación que te dan. Ahora lo he entendido desde otro lado,
porque he hecho de eso un objeto de estudio, pero la verdad es que la formación que tenemos los que entramos a
estudiar filosofía en Chile es fuertemente europeizante y muy germanocéntrica. Entonces, sin meditarlo mucho –
además yo trabajaba con un profesor que había estado estudiando en Alemania, era ayudante de él, hice la tesis
con él y me dijo desde el principio “oye, cuando termines tu tesis te vas a Alemania”-, postulé a unas becas, me las
gané y nos fuimos, con mi señora –que también hizo su doctorado allá- y una guagua. Dos más nacieron allá!
Hice un trabajo que fue bien evaluado pero no me dejó del todo conforme. Fue formativo, eso sí. Hice algo sobre
Kant, sobre la moral kantiana, etc., pero de hecho nunca lo quise publicar.
-Sí, pero hice una publicación electrónica, que era la alternativa más rápida y eso me permitía cumplir con el
requisito. Después escribí otras cosas sobre Kant, desde otro lado, más crítico. Y volvimos a Talca.
-¿A Talca?
-Sí, eso fue una cosa bien tortuosa. Defendí mi tesis en julio del 2000 y en agosto estaba entrando a hacer clases
en la Universidad Católica del Maule. Pensamos que era interesante probar a vivir fuera de Santiago, por los niños,
pero creo que finalmente fue una mala decisión. Así que empezamos a buscar salidas y al año y medio estábamos
de vuelta en Santiago. Trabajé un tiempo en la Alberto Hurtado y desde el 2005 trabajo en el Instituto de Estudios
Avanzados de la USACH, un lugar muy agradable, sobre todo por los temas en los que me empecé a involucrar a
mi vuelta a Chile. Dejé lo de la filosofía alemana! Recién llegado hice primero una traducción de Kant, luego
escribí un par de artículos para ocupar un material que ya tenía, y nada más.
-¿Por qué te empezaste a interesar en la filosofía latinoamericana y chilena? Has dicho que tuvo que ver con la
incomodidad de la llegada, sin embargo hay muchos que quizás sienten una incomodidad similar al llegar de sus
estudios de posgrado en el extranjero pero siguen haciendo lo mismo que hacían en Europa!
-Bueno, pero en Talca no se puede. Hay cuestiones tan básicas y prácticas como la falta de libros. En el año 2000
no había un despliegue de documentos virtuales como hoy, ni siquiera se podía acceder a libros digitales. Hoy
tengo una biblioteca digital en mi computador y la llevo para donde voy, pero en ese entonces eso estaba recién
empezando. Entonces contaba con una biblioteca que tenía, en filosofía, dos mil títulos. Y venía de una que tiene
seis pisos, donde tú necesitas un texto que no está (lo cual es raro) y lo tienes al día siguiente en tu escritorio!
Desde esas cuestiones de medios, que son muy básicas, hasta una pregunta que se instala y que tiene que ver con
qué sentido tiene hacer eso en Chile. Ok, hago un esfuerzo brutal y me mantengo en la primera línea de los
estudios kantianos estando en Chile, pero ¿tiene sentido hacer esa cuestión acá? Y me entró una duda que hizo
sinergía con el hecho de que la filosofía latinoamericana y la filosofía en Chile me venían dando vueltas en la
cabeza hace rato.
Casualmente, a finales de los 90, había un grupo de filósofos chilenos haciendo sus doctorados en Alemania.
Estaba Juan Ormeño, Mauricio Suárez, Eduardo Fermandois, Daniel Loewe y yo. Nos pusimos en contacto y la
idea era trabajar en torno a la filosofía en América Latina, en ese entonces desde el total desconocimiento! No
funcionó mucho, pero quedó instalada la cuestión y luego se me activó cuando volví acá. El 2001 me pidieron que
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hiciera un curso sobre esto en la U. Católica del Maule –había un ramo en la malla pero nadie sabía nada de
filosofía latinoamericana-, y ahí empecé a hacer las primeras lecturas, como para armar un curso de la nada. Así
fue como se fue articulando ese interés y luego fue ganando espacio, desplazando a lo alemán. En ese tiempo,
como te decía, estuve haciendo una traducción de los textos de Kant que después se publicaron y mientras tanto
empecé a leer a los latinoamericanos! Ese libro (se refiere a Conflicto de representaciones. América Latina como
lugar para la filosofía[1]) lo escribí entre el 2002 y el 2006. Finalmente se publicó el 2010, estuvo mucho tiempo en
espera de ser publicado. Y de ahí llegué por supuesto al tema de la filosofía en Chile! empecé de a poco a
estudiarla, más tarde armamos la revista La Cañada con mi socio Álvaro García.
-Jaksic[2] divide históricamente a los filósofos chilenos en profesionalistas y críticos, dependiendo entre otras cosas
del grado de involucramiento o aislamiento que hayan tenido respecto a la contingencia política. ¿Dónde te
situarías tú y cuál crees que es la relación óptima entre la actividad intelectual y la política?
-No estoy muy de acuerdo con la distinción de Jaksic, así que partamos por ahí!Y creo que a la larga él tampoco
está muy de acuerdo con su distinción. Se ve obligado a constatar desplazamientos. El caso de Jorge Millas, por
ejemplo, le complica el panorama. Millas es un profesionalista, después se desplaza al lado crítico, lo mismo
Humberto Giannini. Siguen siendo categorías, paradigmas ideales. El profesionalista como él lo describe
probablemente no existe en la realidad: un tipo completamente aislado, completamente profesional en el sentido de
especialista, aunque hay algunos que probablemente se acercan a eso. El más paradigmático podría ser un
Roberto Torretti, que está metido en la cosa de las matemáticas! Y por el otro lado tal vez Juan Rivano es el
paradigma del filósofo comprometido, como dice él, pero eso también tiene que ver con el hecho de que Jaksic fue
discípulo de Rivano. Usa esa distinción para leer toda la historia de la filosofía en Chile y creo que eso es forzar la
cuestión, no da para hacerlo.
-Una de las cosas interesantes que ocurre aquí es que hay sólo
tres libros sobre la historia de la filosofía en Chile. Uno es el de
Jaksic. Además está el libro de Escobar, que publica primero en
1976 y el 2008 lo reedita ampliado. Y en el 92 aparece el libro
de Cecilia Sánchez[3]. Esos son los únicos y son
completamente distintos entre sí. Al punto de que –esa es una
tesis que yo he sostenido en algún momento- hay 3 relatos
sobre esa cuestión y parecen historias diferentes, lo cual me
parece una riqueza: no hay una narración que sea “la” historia
de la filosofía en Chile. Lo que yo he intentado en algún
momento, pero sin las pretensiones de escribir un libro, es ver si
uno puede pensar una historia episódica de la filosofía en Chile.
Eso por inspiración sobre todo de un autor mendocino que se
llama Arturo Roig, que habla justamente de la historia de la
filosofía latinoamericana como una historia episódica, donde hay
irrupciones de pensamiento filosófico que él renuncia
expresamente a vincular en términos de causa y efecto,
simplemente constata irrupciones. Eso fue lo que hice en un
artículo[4] y funcionó bien, creo que es un poco así. Tiene que ver con renunciar a esa necesidad de algunos
historiadores de que la cosa sea lineal y coordinada. Yo haría una historia así y en ese contexto uno podría contar
la historia de la irrupción de las filósofas, por ejemplo, o la irrupción de los eventos institucionales relacionados con
la filosofía chilena, como puede ser la fundación de la Sociedad Chilena de Filosofía el 48, o la primera clase de
filosofía! Ahora, yendo a la otra pregunta que quedó pendiente!
-Sí, más que como una forma de ver la historia, me pareció interesante el esquema de Jaksic para preguntarte
cómo tú enfrentas la práctica de la filosofía!
-Hay una cosa que yo siempre le digo a mis alumnos: pienso que hay muchas maneras de instalarse en filosofía,
de ser filósofo, de dedicarse a la filosofía, y yo no voy a ser el que diga que hay algunas más correctas o menos
correctas, porque me parece que siempre es un gesto un poco violento, un poco dogmático. Lo que te podría decir
es que para mí hacer algo como lo que hace Torretti es muy fome, pero hay sin duda un valor y una necesidad en
eso, de hecho hay mucho valor, lo reconozco y lo aplaudo; pero yo me aburriría profundamente. Hay otros que
trabajan más en bibliotecas, yo no puedo trabajar en bibliotecas; no sé, hay modos. Hay algunos que están más
cerca de la docencia, otros que están más cerca de la escritura, pero creo que en la filosofía, como yo la concibo al
menos, hay espacio para todo eso. ¿Cómo me instalo yo? Procuro dedicarme a hacer aquellas cosas que para mí
tienen sentido, más allá de simplemente hacer la pega. O dicho por el otro lado: yo hago aquellas cosas que haría
igual aunque no me pagaran por hacerlas. De hecho hago un montón de cosas gratis, La Cañada por ejemplo me
cuesta plata, pongo de mi bolsillo para la edición! O sea yo trabajo en la edición, consiguiendo documentos, en la
administración de la página web, pero además pongo plata, no tiene financiamiento externo, sólo algunas
donaciones menores. Por supuesto que es un mal negocio, pero es un proyecto que tiene mucho sentido para mí.
Y es muy reconfortante hacerlo además porque es una revista que sólo tiene 3 años, 3 números y ha tenido unas
repercusiones brutales, nos llegan mails de todos lados, donde trabajan con ese material.
-Nosotros apostamos por no hacer ningún gesto de indexación, entre otras cosas porque queremos que los que
publican en la revista lo hagan porque les interesa hacerlo en esa revista, porque saben que se lee, porque ahí
ocurre un debate, no porque quieren puntos. Incluso en algún momento hemos bromeado en términos de que el
éxito total sería cuando alguien esté dispuesto a renunciar a los puntos con tal de publicar en La Cañada. Entonces
trato de hacer aquellas cosas que me hagan sentido y tengo un rechazo casi visceral a hacer cuestiones por
compromiso o por plata. A veces lo he hecho, porque es necesario!
-Bueno, es que yo no creo que la solución a los problemas sea poner una bomba, nunca lo he pensado. Alguien me
ha dicho que algunos artículos que yo he escrito son como pequeñas bombas, pero no es la intención; incluso
cuando hablo de las revistas ISI-Scielo[5] trato de matizar, no digo que sean el demonio, sólo que hay que ver bien
de qué se trata, y por lo tanto, justipreciarlas. Tiene que ver con la pregunta acerca de cómo trabajamos en esta
cuestión en Chile, de qué manera lo hacemos nosotros, los que nos dedicamos a eso, pero también en qué
condiciones institucionales tenemos que insertarnos. Lo mismo cuando hablo de la escritura de papers[6], me
parece que el tema no es dejar de escribir papers, sino que sea posible escribir en otros formatos también.
-Es que es un formato muy simple en realidad. Exige mucha claridad, hay un montón de manuales de cómo escribir
papers, que son muy divertidos. Eso fue lo que hice ahí, jugar con esos manuales! Pero yo quisiera que uno
pudiera escribir ensayos también, o poder escribir libros, y no ser presionado tan fuertemente en un formato. Y lo
mismo con el Fondecyt. Cuando yo hago una crítica de lo que se ha financiado en los 30 años que tiene el
Fondecyt[7], no quiero que el sistema desaparezca, quisiera que se perfeccionara. A mí me dicen que ataco las ISI
y después publico en ISI, pero es la misma idea, aportar a mejorar el sistema. Cuando critico el Fondecyt y digo
que sólo dan puntaje a las revistas ISI, no quiero que dejen de hacerlo, lo que quisiera es que asignen puntos a
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otros formatos!
-¿Qué propondrías?
-Me parece que hay un problema de administración: para evaluar proyectos y curriculums, no se puede estar
leyendo cada cosa que cada uno escribió, entonces se necesitan criterios externos, que te permitan decidir qué
publicaciones son más valiosas que otras. Pero quisiera que pudiéramos constituir una comisión acá, con los
investigadores y los editores de revistas. No es tan difícil, hay que tener la voluntad de hacerlo. En Europa lo
hicieron, ellos tienen su propio índice de revistas A, B, C, lo construyeron y por supuesto que no es perfecto y
siempre están criticándolo, pero podemos hacerlo acá también. En el Fondecyt se aceptan publicaciones ISI o
análogas y el grupo de estudio establece un listado de revistas análogas, pero la lata es que es el grupo, que son
esos 5 tipos no más, el que decide eso. Yo quisiera que fuera un poco más democrático, que todos los que
estamos involucrados en esta cuestión pudiéramos opinar y decir que esta revista nos parece análoga de ISI por
esta y estas razones! Entonces podríamos construir una comisión representativa. Cuando escribí el artículo sobre
Fondecyt se lo mandé a la consejera y le dije: te mando esto porque creo que te puede servir a ti para la toma de
decisiones.
-Eduardo Fermandois me decía que “es más fácil pillarle la lógica a un proyecto Fondecyt que escribir un texto
realmente enriquecedor sobre un tema determinado”[8]. ¿Qué crees que hace falta para que los filósofos escriban
un mayor número de textos “enriquecedores”, aunque no den puntos para Fondecyt?
-Yo creo que la institución complota para que uno no produzca cosas significativas –en ese sentido prefiero hablar,
de significativas, no de enriquecedoras-, cuestiones que tú puedas escribir y tengan repercusiones, generen un
debate –a eso me refiero con significativas. Por qué te lo digo: hay una institución, que no es sólo Fondecyt sino
también las universidades y las revistas académicas, que te exige escribir en este formato de paper, que como tú
ya sabes viene de las ciencias naturales y que tiene una estructura muy básica: no puede ser ambicioso, tiene que
ser muy simple. Y por lo tanto, muy rara vez un paper es un texto significativo, normalmente es sólo un comentario.
Por ejemplo, si revisas los índices de las revistas ISI en literatura, te vas a dar cuenta que siempre es “tal o cual
cosa en tal obra de tal autor”, y eso en filosofía es igual: “La voluntad libre en la fundamentación de la metafísica de
las costumbres de Kant”, por ejemplo. Entonces siempre son comentarios, uno podría llamarlos “glosas”, o
interpretaciones, pero son cosas mínimas y que para los estudiosos de Kant o de tal autor pueden tener relevancia,
pero sin duda no es un texto ampliamente significativo. Y eso puede existir, sin duda tiene valor. El problema es
cuando en Fondecyt te dicen que por ese trabajo te van a dar 10 puntos, pero cuando tu escribes un texto acerca
de la Ilustración en América Latina y sus implicancias en el desarrollo de la Filosofía en Chile, un texto que podrías
decir que va a dar que hablar y que ya no es un paper sino un artículo –yo hago esa distinción, un artículo no sólo
es más amplio sino que es más ambicioso-, y lo publicas en La Cañada, te dan 3 puntos! El otro día le decía a un
amigo que para mí escribir un paper es como publicar el trabajo previo, después de eso yo escribo el artículo. Y las
universidades ocupan los mismos criterios que Fondecyt. Entonces uno se ve forzado a escribir cuestiones que son
poco significativas. Una vez exponía sobre estos temas en Argentina y había un brasilero en el público que cuando
terminé de exponer me dijo “Mire, le encuentro toda la razón. Lo que yo le recomiendo a mis alumnos es que
publiquen en las revistas ISI y las cosas que les interesan las publiquen por otro lado. Entonces se mantienen
dentro del sistema y además hacen lo que les interesa”. Eso es lo que uno termina haciendo!
-Me imagino que para eso hace falta tener bastante tiempo.
- Y para eso hay que ser muy productivo, poder hacer 8, 10 artículos al año, poner 2 o 3 en revistas ISI para que te
dejen tranquilo en la universidad, poder postular a Fondecyt y hacer tu trabajo. Entonces me imagino yo –pero
puedo equivocarme- que en la medida en que vayamos criticando y cuestionando esa institucionalidad también va
a ir ocurriendo que se va a incentivar la producción de otro tipo de textualidad! Puede que no ocurra, porque
también es cierto que escribir papers es fácil y por lo tanto tú puedes hacer una buena carrera sin demasiado
talento, escribiendo papers. De repente te encuentras con sujetos que ganan proyectos Fondecyt regularmente,
que tienen una gran productividad, y cuando vas a ver lo que han hecho dices ¿qué aporte hay aquí? Incluso,
yendo más allá, dices: este gallo no ha dirigido tesis sobre el tema, no ha hecho ni un seminario sobre eso, no ha
instalado el tema en Chile, y sin embargo ha hecho una gran carrera, ha ganado mucha plata, etc. Esta es una de
las consecuencias negativas del sistema como está instalado hoy día. Yo lo conversé harto cuando estuve en el
grupo de estudio de Fondecyt: qué debemos entender por relevancia aquí, esta investigación ¿es relevante o no es
relevante? Una investigación puede ser relevante para los estudiosos de ese tema en particular, por ejemplo para
los estudios platónicos investigar sobre la tercera coma del cuarto párrafo de la Política puede ser muy relevante.
La pregunta es, si estamos administrando fondos estatales, qué es relevante para el desarrollo de la disciplina en
Chile.
-Es súper complicado. Una vez hice un experimento, en un texto que no está terminado, que fue preguntarme
justamente qué se entiende por relevancia, aplicado a los filósofos chilenos. La anécdota es la siguiente: me
escribe un colega contándome que Enrique Dussel está armando una especie de colección de filosofía
latinoamericana y le había encargado a él que vea lo relacionado con la filosofía en Chile. Entonces me pregunta
quiénes son para mí los 10 filósofos chilenos más relevantes. Yo le contesto, pesado, “no entiendo qué es lo que
estás diciendo con relevancia” y a propósito de eso me puse a escribir un texto que tiene como título provisorio
“Acerca de la imposibilidad de determinar quiénes son los filósofos chilenos más relevantes”. Porque si dices que
relevancia es fama, hay un listado con los tipos más famosos, pero si dices que relevancia es repercusión, no
coincide el listado con los que son más famosos, porque hay profesores como Pedro León Loyola, que es
probablemente uno de los tipos más relevantes para la filosofía en Chile, que no lo conoce nadie más que los que
fueron alumnos de él, para los cuales fue gravitante. Entonces encontré al menos 6 o 7 de estas formas de
entender relevancia y los listados respectivos. Y en Fondecyt pasa lo mismo, yo no estaría en condiciones de
definir qué tipo de investigación en filosofía es la más relevante, pero sí me parece que es una discusión que tiene
sentido que se de entre los mismos cultores de la disciplina y tiene sentido iniciar un trabajo de búsqueda de ciertos
criterios que nos permitan decidir qué tipo de filosofía es la que queremos desarrollar en y para Chile. A lo mejor
llegamos a la conclusión de que lo mejor es hacer una filosofía profesional, que parece ser el mensaje del estado
chileno cuando le dan el Premio Nacional a Torretti. ¿Esa es la filosofía que el estado quiere que hagamos? A lo
mejor llegamos ahí, pero mediado un proceso.
-En ese caso me parece más significativo el premio a la Carla Cordua, pero me da un poco de lata cómo se lo
dieron, porque lo postularon a él y fue como “ya, también a su señora”, me parece un gesto feo para ella!
-Yo lo encuentro muy machista. Y no me gusta porque ella tiene una labor que es re interesante, todo lo que ha
hecho a través de los diarios, una labor tardía en su desarrollo, pero que tiene que ver con empezar a trabajar una
filosofía mucho más en contacto con Chile, con el mundo, y de hecho, si preguntas fuera de los ámbitos
propiamente filosóficos, a ella la conoce todo el mundo y a Torretti no lo conoce nadie. Aparte que me hubiera
parecido muy interesante que le dieran el premio a una mujer, por ser una gran filósofa mujer, no a la señora de!
Esa habría sido la neta, como diría un mexicano, un premio que nunca ha tenido una mujer en Chile. Y hay un
montón de otros sujetos que hubieran podido tener ese premio! lo que pasa es que Torretti tiene esta visibilidad
internacional! Pero bueno, lo que pasó ahí es que se generó una pequeña polémica y a mí me encantan esas
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polémicas, porque dan cuenta que hay algo vivo. Como cuando Juan Manuel (Garrido) escribió esa carta y le
responden otra carta![9]
-Yo no habría defendido a Beyer por nada del mundo. Y de hecho la carta que firmaron Juan Manuel y algunos
otros me parece en algunas partes bien desafortunada, por algunas cosas que dice. No sé si por las mismas
razones por las cuales les pareció desafortunada a los que escribieron la contra carta, pero en principio me pareció
una carta desafortunada. Ahora, el gesto de escribir esa carta me pareció afortunado, pero no en términos del gesto
apoyar a Beyer, sino que!
-Eso fue lo que yo dije todo el rato: no estoy de acuerdo con esto pero me encanta que esta gente haya sido capaz
de decir públicamente “nosotros opinamos esto y estas son nuestra razones”. Se arriesgaron a que alguien les
dijera: sabes que, no. Entonces se generó esta polémica, que ojalá siguiera, a propósito del libro que sacaron
también.[10] Me gusta y para explicarte por qué me gusta me voy a remitir a una cuestión que decía Giannini:
nosotros tenemos filósofos, pero no tenemos filosofía. Y la razón que daba él para decir esa cuestión es que no hay
debate, no hay diálogo, conversación entre los filósofos, sino que cada uno funciona en su oficina, o en sus libros o
con sus textos, pero cuando ocurren estas cosas contradicen lo que dice Giannini, ahí hay un debate. Y sobre todo
me gusta que sea un debate sobre política, una cuestión muy contingente. Lo otro que me gusta, a propósito de
eso, es que la gente muestre sus cartas, porque en el mundo académico los tipos pretenden instalarse en un cierto
ambiente de objetividad científica, que a mí me ha parecido siempre que es una impostura, uno siempre tiene una
posición y una posición política. Desde ahí piensas y desde ahí escribes. Entonces que finalmente Juan Manuel o
Eduardo Molina o Boeri que también firmaban la carta, muestren cuál es su postura política, me parece estupendo,
porque uno sabe desde dónde hablan. Están opinando políticamente, y me gusta que estén opinando
políticamente. Puede ser perfectamente que uno de ellos haya apoyado a Beyer y esté en contra de Piñera, no
estoy diciendo eso, pero sí mostraron sus cartas y eso me agrada. Así como me agrada que los otros, los que
contestaron, también muestren sus cartas. Pasan cosas, eso es lo entretenido. Transcurrieron muchos años en que
parecía no pasar nada!
-¿Qué filósofos chilenos te han resultado iluminadores, o motivantes, dentro de lo que consideras una filosofía
latinoamericana “liberada”, no europeizante?
-Creo que es perfectamente posible hablar de una tradición liberacionista en Chile, en la línea de los que Jaksic
llama críticos. Pero no son necesariamente los que más me han gustado a mí. Esa historia se puede escribir y vale
la pena hacerlo, la historia de los filósofos críticos o liberadores, desde Bilbao hasta hoy. Ahora, ¿cuáles son los
autores que yo he estudiado? A mí me interesan sobre todo los desconocidos, siempre me han interesado. Así
como Bilbao es un tipo que me llama mucho la atención, veo que hay gente que está trabajando sobre Bilbao y lo
están haciendo bien, entonces ese es un lugar que yo abandono. Pero, por ejemplo, durante un tiempo estuve
estudiando a Jenaro Abasolo. Ese es un buen ejemplo para explicarte cuál es mi postura. Jenaro Abasolo es un
tipo que no conoce nadie, o que no conocía nadie. Es un poco posterior a Bilbao. Va a Europa, escribe unos textos
maravillosos sobre el Idealismo alemán, se lee a Kant, a Hegel y a Fichte en alemán –estamos hablando de la
segunda mitad del siglo XIX, donde aquí nadie leía en alemán, lo que se sabía de los alemanes era a través de
traducciones-, escribe un comentario a Hegel, un comentario a Kant, escribe un libro maravilloso que se llama La
personalidad política de la América del porvenir, que se publica póstumamente por sus hijas, pero que nadie
conoce, y lo único que encuentras como referencias a Abasolo son un par de comentarios de algunos autores
donde hablan de este tremendo filósofo lamentablemente desconocido.
-Es que ni siquiera hay canon, y de hecho mi pelea siempre ha sido anti-
canon. Pero en el caso de la filosofía chilena tenemos todavía el problema previo, ni siquiera tenemos canon. Los
que son conocidos son muy pocos. De hecho cuando empiezo mi curso de filosofía latinoamericana reto a los
cabros de cuarto año: nómbrenme 10 filósofos chilenos. Nunca llegan al quinto! No llegan, no los conocen.
Después de haber estudiado 4 años filosofía. Entonces, en esas condiciones, claramente no tenemos ni siquiera un
canon. Recién ahora, que se están haciendo reediciones, tenemos los libros, porque antes no teníamos ni siquiera
los libros. Yo inventé una vez un proyecto de una biblioteca de reediciones, que es lo que está haciendo ahora la
UDP, pero yo lo proyecté en el 2003. Nunca logré que la financiaran. Tengo como 7 u 8 textos que ya están
digitalizados, había conseguido a los prologuistas, que eran expertos en cada uno de los autores, pero nunca
conseguí que me dieran plata. Entonces armé una biblioteca virtual y ahí he ido subiendo muchos textos de
filósofos chilenos. Para que al menos el material esté disponible si a alguien le interesa. Pero uno no llega ni
siquiera al material si no sabe quiénes son. Hay una cuestión de difusión, que falta.
-Por el modo como están instalados los estudios de filosofía en Chile, una cuestión que yo he criticado
sistemáticamente. Hay una cierta manera que es muy acrítica en que se supone que debemos enseñar filosofía,
como si fuera “la” manera de enseñar filosofía, y que si tú te fijas, con muy pocos matices, es la misma manera en
que se enseña en todos lados en Chile. Sólo hay tres o cuatro carreras donde hay un curso que no sea de filosofía
europea y todas ellas son de filosofía latinoamericana. Pero por supuesto en ningún lugar enseñan filosofía china ni
filosofía africana! Todo lo que se enseña es filosofía europea, fuertemente alemana y francesa además, ni
siquiera española. Y en ese contexto los autores hispanohablantes ni siquiera aparecen en la bibliografía
secundaria. Si se hace un curso de filosofía del derecho no aparece Millas como literatura ni primaria ni secundaria,
pese a que tiene textos sobre el tema.
-¿Pero los profesores podrían incluirlos en la bibliografía de sus cursos si quisieran o no?
-Claro, pero no los conocen, la cuestión es reproductiva!Cuando yo volví de mi doctorado no te habría dado 10
nombres tampoco y ya era Doctor en Filosofía, se esperaba de mí que yo hiciera clases. ¿Qué iba a enseñar? Lo
que sabía. Habría enseñado a Kant, idealismo alemán! Por eso la cuestión es reproductiva. Y es reproductiva
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desde el año 1937 en que se instala el primer curso de filosofía regular en Chile, con el objeto de preparar
profesores de filosofía. El primer profesor de filosofía del Instituto Pedagógico es un alemán, él es el que arma los
estudios de filosofía, se llamaba Guillermo Mann, lo trajo el estado chileno especialmente para hacerse cargo de la
enseñanza de la filosofía en el Instituto Pedagógico. Y ese tipo forma gente que luego asume ese curso, lo amplía y
luego van a formar la facultad de filosofía, etc., etc. Después vuelven a traer alemanes: un sujeto muy central ahí es
Ernesto Grassi, que es un discípulo de Heidegger. Si estudias un poco la historia de la filosofía en Chile entiendes
por qué Heidegger es tan importante aquí en Chile! Como te digo, es en extremo reproductivo. Y quebrar esa
reproductibilidad implica un esfuerzo muy potente, de re-formarse, o des-formarse, empezar a sacarse cuestiones
de encima, que en alguna medida es lo que yo he venido haciendo desde el 2000. Porque hay mucho prejuicio
instalado, los alumnos que llegan al curso de filosofía latinoamericana llegan arriscando la nariz normalmente, qué
es esto de filosofía latinoamericana! Entonces hay que hacer un trabajo de poner en tela de juicio ciertos
supuestos que están ahí jugando acríticamente, atemáticamente.
-Pero por ejemplo, a propósito de lo que decía Giannini de que hay filósofos pero no hay filosofía, ¿qué es lo que se
está soslayando cuando se omite a los filósofos chilenos o latinoamericanos?
-Lo que pasa es que los filósofos acá tienen una doble militancia. Mira Giannini por ejemplo: Giannini es un gran
profesor de filosofía medieval y en la universidad tiene un lugar o hizo una carrera como el gran profesor de filosofía
medieval, pero su obra creativa no era estudiada hasta hace muy poco en la universidad. Él tiene su lugar como
profesor de filosofía medieval, tiene escritos como medievalista, pero su obra misma no es parte de lo estudiado.
Uno podría decir que él tiene un lugar como profesor de filosofía pero no como filósofo, y eso pasa en general con
todos. Entonces hay filósofos, yo estoy completamente de acuerdo con Giannini, y los hay muy buenos, pero no
estoy de acuerdo en que no hay filosofía. Porque me parece que no es suficiente que no hayan ciertos diálogos
para decir que no hay filosofía. Lo que no hay es un discurso acerca de la filosofía chilena. Octavio Paz, como el
año 45, decía respecto de la literatura latinoamericana –porque en ese tiempo no estaba claro si había una
literatura hispanoamericana o no, imagínate la duda, hoy sería impensable-, y él decía que la duda tenía que ver
con que no existía todavía el discurso crítico sobre la literatura hispanoamericana que inventara la literatura
hispanoamericana, sólo había obras. En el caso de la filosofía chilena creo que pasa más o menos lo mismo. Fuera
de estos tres libros y una lista de artículos que hasta el año 2010 cabían en una cara de una hoja, no había nada
escrito sobre filosofía chilena.
-¿Cuál es la necesidad de ponerle apellido a la filosofía, de que haya un discurso sobre la filosofía chilena, o un
discurso sobre la filosofía latinoamericana, si hay obras, si hay libros que se leen afuera? ¿Por qué tiene que haber
un discurso que unifique cosas que de repente no son unificables?
-El discurso puede ser justamente mostrar que no son unificables, da lo mismo. Pero entiendo tu pregunta, por qué
la necesidad de un discurso. Yo creo que es una necesidad para nosotros, para aquellos que nos dedicamos a la
filosofía. Tiene que ver con que es nuestra tradición, de la que nosotros formamos parte. En el libro (Conflicto de
representaciones. América Latina como lugar para la filosofía) cuento una anécdota, que fue muy fuerte para mí.
Cuando llegué a Alemania me entrevisté por primera vez con el que iba a ser mi profesor guía y el tipo me dice
“qué bueno que usted esté aquí, porque yo no sé nada sobre filosofía de América Latina y quiero que usted me
enseñe”. Él asumió que yo conocía mi tradición como él conocía la suya y yo sabía más de filosofía alemana que
de filosofía latinoamericana. Por primera vez tuve la sensación de ser un sujeto sin tradición, es como si te sacaran
el piso.
-Es dónde te sitúas. Cuando yo he hecho algunos seminarios de filosofía chilena es súper fuerte para los cabros
que se están formando tomar conciencia de que ellos son, por ejemplo, la tercera generación de filósofos
profesionales en Chile y de que hay una segunda generación, una primera generación y unos fundadores de todo
eso. Y de repente entienden por qué estudian tanto a Heidegger y entienden por qué se les enseña filosofía de esa
manera. Y de repente eres parte de algo. Esa es una necesidad, porque entonces tienes desde dónde hablar. De lo
contrario, eres algo así como un sujeto sin tierra, sin lugar, que habla de cuestiones que no tienen que ver con él y
que puede ser súper entretenido, pero no es más significativo que eso. Incluso, puedes dedicarte a Kant, pero
desde este lugar, como parte de esta tradición. Hay grandes comentaristas de Kant que son parte de nuestra
tradición. Entonces pienso que es una necesidad nuestra. Ni siquiera hemos tomado conciencia de esa necesidad,
pero en los últimos años noto claramente que esto ha ido cambiando. Por eso te dije que hasta el 2010 sólo había
una carilla de artículos, porque en los dos o tres últimos años ha habido una explosión de escritura sobre la filosofía
en Chile, no sólo en La Cañada. Incluso la Adolfo Ibáñez acaba de sacar un número especial de su revista sobre
filosofía chilena, han aparecido libros, lo que está haciendo la UDP con su editorial, todo eso ha ocurrido en los
últimos años y me parece que estamos en presencia de un giro. Me siento súper contento de ser parte de eso, de
estar viéndolo y de estar participando, porque creo que va a tener una repercusión tarde o temprano en las mallas
docentes, en la manera de en que se enseña filosofía y por lo tanto de aquí a unos años, esa fue siempre mi
esperanza, vamos a tener gente formada de otra manera, más comprometida con el desarrollo de la filosofía en
Chile.
-Y saliendo de los límites de la propia disciplina, ¿cómo ves a la filosofía dentro de la sociedad chilena, sus
relaciones con el “exterior”, por así decirlo?
-Es muy claro que hay una desconexión. El año 2011 me invitaron a hablar al Congreso Nacional de Filosofía, en
una plenaria, el último día. Yo había estado todo el congreso. Y empecé haciendo la siguiente constatación:
durante todo el año hemos tenido movilizaciones en este país por el tema de la educación. No se me ocurre que
podamos hablar de otra cosa, en realidad. Y vengo a este congreso y de todas las mesas –que no fueron pocas-
encontré sólo una en la que se habló de educación. Una muy buena mesa, donde estuvo Carlos Ruiz, Pablo Solari
y otros, que hablaron muy bien y contextualizaron la cuestión, fue espectacular. Pero es despreciable en términos
del contexto en que estábamos, ¡una mesa! Yo decía: ese debió haber sido el tema de todas las plenarias, al
menos. Mi pregunta era: cómo es posible que estemos acá hoy día pensando siquiera en otra cosa que no sea este
problema, qué nos está pasando como filósofos que este tema, que ha sido un asunto para la filosofía siempre, nos
está gritando en la cara y nosotros seguimos haciendo otra cosa, miramos para otro lado.
Yo creo que ahí pasan dos cosas: por un lado, que los filósofos en general, por la formación que tenemos, no
entendemos de qué forma podemos vincularnos con la sociedad. Por una forma de entender la filosofía
“hegelianamente”, esta idea de filosofía que uno ve claramente en Hegel que es la de un filósofo al margen,
mirando desde un palco, un sujeto que no interviene sino que simplemente mira de lejos y eventualmente
transforma eso en conceptos que son universales. Entonces encuentras sujetos que pueden hablar eventualmente
de educación, pero de una idea general de educación, desvinculada del caso chileno. Un tipo como Carlos Ruiz,
que habla de educación desde la situación chilena, es una excepción. Por otro lado, también creo que tenemos una
sociedad chilena que ha sido formada en un desconocimiento absoluto de qué cresta, perdonando la expresión,
pueda ser un filósofo. Tiene que ver con la manera en que se han instalado los estudios de filosofía en el colegio y
en todos lados. Tú le preguntas a cualquier tipo de la calle qué es un filósofo y para qué está ahí o qué función
pueda tener y te dice que es una profesión parasitaria, innecesaria, un poco ridícula, “son tipos muy pajarones”, hay
una especie de estereotipo y por lo tanto tampoco la sociedad sabe qué puede esperar de un filósofo. Yo lo veo
súper claramente en el Instituto de Estudios Avanzados. Van mucho de CNN o de TVN a entrevistar a todos mis
colegas, que son sociólogos, historiadores, y a nadie se le ocurre siquiera, si no les dice la misma persona que está
a cargo de las relaciones públicas, que un filósofo pueda ser un aporte para nada. Recuerdo hace un par de años
que les falló alguien que venían a buscar y les dijeron que me entrevistaran. Era sobre las huelgas de hambre.
Conversábamos con el periodista sobre las huelgas de hambre mapuche, etc., y terminada la entrevista el tipo
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José Santos Herceg: “Muy rara vez un paper es un texto significativo, normalmente es sólo un comentario” 06-06-13 22:27
apaga la grabadora y me dice “oye qué interesante, no pensé nunca que un filósofo podía ser interesante”.
-Bueno, mis disculpas gremiales: no todos los colegas son unas lumbreras, precisamente!
-No es una crítica al periodismo, es un estado de cosas de la sociedad chilena, que creen que nosotros! Bueno,
eso es parte del problema también, muchos (filósofos) hablan en difícil y eso les parece súper interesante, hacerse
los complicados! La filosofía es simplemente hacer de algo que todos hacemos, una actividad profesional. Todos
nos hemos preguntado alguna vez cómo distingo lo correcto y lo incorrecto, por lo tanto la reflexión moral es una
cuestión que está en todo el mundo, sólo que nosotros hacemos de eso nuestra actividad y revisamos la historia
del tema, pero es algo que nos atañe a todos. Y en un contexto tan adverso, en el que fundamentalmente nos
desprecian (cuando uno dice que se dedica a la filosofía te dicen “y para qué sirve eso”), en ese contexto tan
adverso es muy fácil que alguien diga “estos pelotudos se pueden ir un ratito a la cresta”. También hay una
reacción y hay muchos cuya reacción se transforma en ponerse en un plano de superioridad, gente que dice “yo te
hablo y ni siquiera vas a entender mis palabras”, una cuestión muy turbia, muy torpe. Pero de eso tomé consciencia
recién en Alemania, cuando hablando con unos amigos en la calle, que ni siquiera trabajaban en la universidad, me
preguntaron que hacía y les dije “Hago un doctorado en filosofía”, con temor y temblor, porque dices eso aquí y se
ríen de ti, y los tipos te dicen “Guauuu, qué bacán”, mucha admiración, genuina admiración, porque el filósofo en la
sociedad alemana tiene un lugar. Tampoco ganan mucha plata, pero están los filósofos y después los médicos, y
sin duda después los empresarios. Y acá estamos en un contexto tan adverso para los que nos dedicamos a las
humanidades en general, que es fácil que la gente reaccione mal. En Alemania los filósofos salen en los periódicos
permanentemente y los debates se llevan a cabo en los diarios que todos leen. Hay espacio para ellos y escriben
en un alemán que todo el mundo entiende. Es otro contexto. Por eso y probablemente otras razones más yo veo
que claramente hay un abismo entre los que nos dedicamos profesionalmente a la filosofía y el ciudadano común y
corriente. Finalmente es un problema a nivel de pedagogía! del modo en que se enseña la filosofía en los
colegios.
-Claro, además les quitaron horas! Lo interesante es que de repente hay cabros que están motivados y hacen
algo más, incluso proponen cosas y ahí ocurren cuestiones en esos colegios, de verdad ocurren. El año pasado
hubo una iniciativa que se llamó “Filosofía en los colegios” y la idea era generar eventos donde hubiera un profesor
universitario, un profesor de colegio y un alumno del colegio exponiendo. Y yo fui a un colegio espectacular, ahí al
lado de la Villa Francia. Y dije: les voy a hablar de filosofía a estos cabros de tercero y cuarto medio, de un colegio
que está al lado de una bomba de bencina que la queman cada vez que hay protesta! ¿De qué les hablo? Y les
fui a hablar de violencia. Les dije: les vengo a hablar de una cuestión que yo he pensado y ustedes han vivido, así
que acá vamos a conversar. Me tenían sentado en una mesa arriba, me bajé y me senté con ellos y empecé a
hablar de cómo entendemos la violencia, qué entendemos por víctima, quiénes son víctimas, y de repente
empezaron a hablar. Yo empecé a hablar a las 11 y te juro que eran las 2 de la tarde y no me dejaban irme.
Entonces ves que ocurren cosas. Yo les entregué un par de insumos teóricos, esto han pensado algunos autores,
esto es lo que pienso yo sobre la cuestión, a ver qué opinan ustedes. Y de verdad fue súper entretenido.
-¿Qué significa mirar “filosóficamente” un testimonio de prisión política? ¿Qué es trabajarlo “filosóficamente”?
- Si tú tomas los testimonios y los miras literariamente, dices: esto es un discurso literario y lo tratas como tal, haces
análisis estructurales, de figuras retóricas, etc. Se ha trabajado así, hay un par de libros sobre eso, algunos
artículos. También puedes trabajarlo desde el punto de vista histórico, como fuente, ver hasta qué punto los
testimonios funcionan como un documento. En ambos casos estás abordando el mismo objeto pero de distintas
perspectivas. Claramente, cuando lo abordas desde el punto de vista filosófico, es otra manera de verlo, en que ya
no te interesa por ejemplo dar cuenta de la verdad de lo ocurrido, porque entiendes que el testimonio es una cierta
representación de lo que ha ocurrido. No te interesa la historia en particular, pero sí te interesa ver qué categorías
aparecen ahí, qué es lo que ocurre con el ser humano en los contextos de los campos. Por ejemplo Agamben, que
estudia los campos de prisioneros, trabaja mucho con la categoría de lo que él llama “el musulmán”, un nombre
que acuñan los mismos testimoniantes, un nombre que circula en los campos, para referirse a aquel sujeto que ya
está tan deshumanizado que ni habla, ni come, lo golpean y no reacciona, un tipo que está en las últimas. Hay un
montón de reflexión que hace Agamben a propósito de esa figura y que tiene que ver con qué entendemos por
humanidad. A eso me refiero con abordar filosóficamente un testimonio, construir categorías, construir reflexión, a
propósito de ciertas realidades que sólo se dan ahí, en los campos de prisioneros. Y por eso que fue tan
sorprendente lo que ocurrió en el caso del Nacional Socialismo, porque ahí ocurrieron cosas que nadie imaginó
siquiera que podían llegar a ocurrir y que por lo tanto develaron ciertas cosas de lo humano que eran impensables,
conductas que sólo puedes ver ahí y te sorprenden porque dices “cómo pudimos llegar a este punto”, y pudimos,
entonces hay que pensarlo. Y en el caso de Chile ocurre lo mismo. Lo más sorprendente de todo es que cuando te
empiezas a meter en este mundo de los testimonios al principio dices “bueno, serán unos 7, 8 textos” y ya tengo un
tremendo listado. Hay mucho testimonio. Pero cuando tú tratas de averiguar quién ha trabajado esos testimonios,
sólo lo ha hecho algún grupo de literatura, pero casi nadie ha trabajado desde la filosofía.
[1] Santos Herceg, José. Conflicto de representaciones. América Latina como lugar para la filosofía. Santiago:
Fondo de Cultura Económica, 2010.
[2] Ver Jaksic, Iván. Rebeldes académicos. La filosofía chilena desde la Independencia hasta 1989. Santiago:
Ediciones UDP, 2013. (Primera edición en español. La obra se publicó originalmente en inglés: Academic Rebels in
Chile: The Role of Philosophy in Higher Education and Politics. Albany: SUNY Press, 1989).
[3] Ver Escobar Roberto, El vuelo de los búhos. Actividad filosófica en Chile de 1810 a 2010. Santiago: Ril, 2008 y
Sánchez, Cecilia, Una disciplina de la distancia: institucionalización universitaria de los estudios filosóficos en Chile.
Santiago: Editoriales Chile- América. CESOC, CERC, 1992.
[4] Santos Herceg, José. “200 años. Apuntes para una historia episódica de la filosofía en Chile”. Mapocho 67
(2010):323-352. Disponible aquí.
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José Santos Herceg: “Muy rara vez un paper es un texto significativo, normalmente es sólo un comentario” 06-06-13 22:27
[5] Santos Herceg, José. “De espejismos y fuegos fatuos. Publicar filosofía hoy en Chile (ISI y Scielo)”. La Cañada 1
(2010): 126-147. Disponible aquí.
[6] Santos Herceg, José. “Tiranía del paper. Imposición institucional de un tipo discursivo”. Revista Chilena de
Literatura 82 (2012): 197 – 217. Disponible aquí.
[7] Santos Herceg, José. “Treinta años de filosofía-FONDECYT. Construcción de una elite e instalación de un
patrón investigativo”. La Cañada 3 (2012): 75-115. Disponible aquí.
[8] Ver entrevista a Eduardo Fermandois: “Nos han formateado dentro de un cierto modo de escribir y hay temas
que simplemente se sustraen o resisten a ese modo”. Sitio web Instituto de Humanidades UDP, abril 2013,
disponible aquí.
[9] Un grupo de académicos de filosofía firmó una carta en contra de la Acusación Constitucional del ahora
destituido Ministro de Educación Harald Beyer. La carta apareció en El Mercurio el 1 de abril de 2013. Luego se
difundió por medios digitales una respuesta de otro grupo en desacuerdo a lo planteado en dicha misiva.
[10] Se refiere a La excepción universitaria. Reflexiones sobre la educación superior chilena (Ediciones UDP, 2012),
de Juan Manuel Garrido, Hugo Herrera y Manfred Svensson.
: Instituto de Humanidades, Universidad Diego Portales. Ejército 260, Santiago, Chile. Fono: 2676 2201
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