Dere Constituc
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Dere Constituc
JERÁRQUICO DE LAS NORMAS. LOS ARTS. 31, 5, 128, 27, 28 75, incs. 22
y 24 CN.
4) Tampoco alcanza con que ella misma se proclame suprema (ej. en el art. 31 CN); en
todo caso, la supremacía constitucional es presupuesto de validez de ese tipo de cláusula.
En este orden de ideas, Oliver Cronwell en un discurso ante el primer Parlamento elegido por
aplicación del Instrumento de Gobierno, en 1654, formula la distinción entre leyes
fundamentales y leyes no fundamentales. Las primeras –las fundamentales- serían las que
fundamentan, están en la base de la comunidad política y por lo tanto son de nivel superior y
más estable que las otras no fundamentales que refieren a cuestiones más coyunturales que se
pueden cambiar sin generar convulsiones en el país. Esas leyes fundamentales- en la mirada
de Cronwell- eran la libertad de conciencia, la periodicidad de las elecciones, la apoliticidad del
ejército, y la división de poderes (era la teoría de las cuatro fundamentales) que no se deben
alterar, cambiar con frecuencia. Consecuentemente, entendía, que deben estar por encima del
Parlamento y de las leyes que éste estableciera. De todas formas, sabemos, que en Inglaterra
esta concepción no cuajó, no tuvo desarrollo y finalmente fue dejada de lado y en ese país, la
supremacía está radicada en el Parlamento, no habiendo una norma jurídica fundamental y
suprema.
En cambio, estas ideas florecieron en América cuando las antiguas colonias inglesas se
independizaron de Inglaterra no dudaron –además de establecer por escrito la Constitución- en
considerarla como un derecho diferenciado y superior pues contiene los fundamentos de la
comunidad política. Así, la Constitución de los EEUU –incluso siguiendo antecedentes que ya
encaminaban esta idea en los textos constitucionales que se dieron los Estados nacientes con
la independencia- establece: formalmente el principio de supremacía constitucional en su art.
VI párrafo 2º que consagra: “Esta Constitución, y las Leyes de los Estados Unidos que se
expidan con arreglo a ella; y todos los Tratados celebrados o que se celebren bajo la
autoridad de los Estados Unidos, serán la Ley Suprema del país; y los Jueces de cada
Estado estarán por lo tanto obligados a observarlos, sin consideración de ninguna cosa
en contrario en la Constitución o las leyes de cualquier Estado”.
Sin embargo ha sido muy distinto el grado de aceptación efectiva de esta idea: en los EEUU
tuvo vigencia casi inmediata tal como lo atestigua la sentencia dictada en el caso “Marbury vs.
Madison” (1803) que afianza la eficacia del principio de supremacía constitucional frente a una
ley contraria. En efecto, al decidir la cuestión planteada, el juez Marshall da prevalencia a la
Constitución por sobre una ley–judiciary act de 1789- cuando entran en conflicto con la
Constitución. Esa ley del Congreso venía a ampliar la competencia originaria y exclusiva de la
Corte que ya estaba delimitada por la Constitución; es decir que por ley se modificaba la
Constitución; la solución inversa (preferir la ley a la Constitución) hubiera significado que la
Constitución no es suprema y echaría por tierra todo el sistema de constitución escrita y rígida.
En cambio, en Europa continental, hasta bien avanzado el siglo XX, los parlamentos
dificultaron la aplicación práctica del principio de supremacía constitucional y continuó vigente
la idea de la supremacía de las leyes del Parlamento por encima de la Constitución que así,
quedaba reducida a un mero documento político, desprovista de carácter normativo. Se partía
de la base de la infalibilidad del Parlamento. Sobre todo la experiencia traumática de la guerra
mundial abriría camino a la otra posición y a la adopción de mecanismos de control de
constitucionalidad.
1
El pacto del 11 de noviembre de 1859 es el Pacto de San José de Flores que puso fin al enfrentamiento
entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires. En el marco de ese acuerdo, el hasta ese
momento Estado de Buenos Aires (que se había separado de la Confederación tras la revolución del 11 de
septiembre de 1852) se incorporó a la Confederación y abrió camino a la reforma constitucional de 1860.
La referencia a "los tratados ratificados con posterioridad al 11 de noviembre de 1859", ha sido calificada
como irrelevante por el Dr. Dardo Pérez Guilhou. Según este autor, el convencional José Mármol, al
reunirse la convención de Buenos Aires revisora de la Constitución de la Confederación Argentina
propició este aditamento. Su propósito era que la provincia de Buenos Aires (reincorporada a la
Confederación) no tenía que aceptar tratados internacionales que consideraba perjudiciales y que se
habían firmado en el lapso comprendido entre 1853 y 1859 pues no estaba representada Buenos Aires en
el Congreso. En su discurso Mármol menciona los tratados firmaos con la Triple Alianza en 1853 sobre
libre navegación de los ríos y sobre límites territoriales; con el Imperio de Brasil en 1856 por el que se
permitía la extradición de los esclavos que escaparan de ese país buscando refugio en nuestro territorio y
con España en 1859, a través del cual a cambio del reconocimiento de nuestra independencia por ese
país, se aceptaban los principios del ius sanguinis como base de la nacionalidad. En cambio, reconocía
como beneficiosos otros tratados "cuya conveniencia no podía desconocerse" tales como los firmados
con Portugal, Estados Unidos, Chile, Cerdeña y Prusia. A esta postura, adhirieron Sarmiento, Estevez
Sagui y prestó su conformidad Vélez Sarfield.
cada provincia están obligadas a subordinarse a ella, no obstante....etc.",
lo cual implica que las normas y actos locales -provinciales, municipales, etc.
no pueden oponerse a la ley suprema (Constitución, leyes y tratados) que
configuran el orden federal. Por cierto, aunque no está mencionada, queda
incluida la Ciudad de Buenos Aires que no es una provincia pero así surge del
art. 129 que se refuerza con una interpretación armónica.
Hay que incluir también que el art. 128 CN establece que los gobernadores
provinciales son "agentes naturales del gobierno federal para hacer cumplir la
Constitución y las leyes de la Nación". Claramente, la Constitución manda a los
gobiernos de provincia asegurar la vigencia de la ley suprema en los territorios
bajo su mando.
Por otra parte, hay que considerar también el art. 30 CN que explica cómo se reforma la
Constitución y del que se desprende su carácter rígido pues la Constitución solo puede ser
reformada por el procedimiento allí consagrado. Entonces, si fueran sancionadas leyes o
aprobados tratados contrarios a la Constitución y se los considerara válidos para su aplicación,
ello significaría dejarla de lado y en definitiva modificada por un mecanismo distinto. En
definitiva, podemos decir que leyes y tratados deben ser consecuentes con la Constitución.
13
Al respecto, cabe recordar que la ley del 27 de octubre de 1862 establecía en su art. 3: "Uno
de los objetos de la justicia nacional es sostener la observancia de la Constitución Nacional,
prescindiendo, al decidir las causas, de toda disposición de cualquiera de los otros poderes
nacionales, que estén en oposición con ella".
A la luz del texto constitucional resulta claro que la Constitución Nacional tiene
primacía respecto de las leyes y tratados. 4
Evolución jurisprudencial.
5
La ley 48 de 1863, establece: Los Tribunales y jueces nacionales procederán aplicando la Constitución
como ley suprema de la Nación, las leyes que haya sancionado o sancione el Congreso, los Tratados con
las naciones extranjeras, las leyes particulares de las provincias, las leyes generales que han regido
anteriormente a la Nación y los principios del derecho de gentes".
6
En su pronunciamiento la Corte dio validez al decreto-ley 6575/58 ratificado por ley 14.467 que de
manera unilateral modificaba un tratado de comercio y navegación con Brasil del año 1940, aprobado por
ley 12.688.
exteriores y no es asunto del PJ. En 1968, en el caso “Esso S.A. Petrolera Argentina c/
Gobierno Nacional” la Corte ratifica el criterio y lo extiende a la aplicación de un simple
decreto.
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Parte de la doctrina considera incorrecta la utilización del termino "derogar" en estos casos. Sería más
apropiado referirse a incumplimiento o violación de un tratado.
A decir verdad lo que había era una omisión legislativa porque faltaba la
norma reglamentaria. Entendió la Corte que esa omisión debía interpretarse en
el sentido de norma contraria pues la falta de norma reglamentaria también
llevaba al mismo resultado: impedir el ejercicio del derecho de rectificación o de
respuesta y en definitiva, al incumplimiento de la Convención Americana de
DDHH. Se equiparó la falta de reglamentación con la reglamentación contraria,
atento que en ambos supuestos, importaban negar una norma contenida en un
tratado del que la Nación es parte.
Luego, pocos meses antes de la reforma constitucional del ’94, la Corte ratifica su doctrina
sentada en “Ekmekdjian c/Sofovich” y en “Fibraca” en el caso “Hagelin Ragnar” y lo
propio hace en un caso originado poco tiempo antes de la reforma pero que se resuelve
después de ella, en el caso “Cafés la Virginia S.A.”, en el que se discutía la validez de una
resolución del Ministerio de Economía dictada en el marco de una delegación hecha por el
Código Aduanero en el PE. En su decisión, la Corte Suprema ratifica la nueva doctrina al
considerar que la aplicación por los órganos del Estado de una norma interna –en este caso
una resolución del Ministerio de Economía que mediando una delegación legislativa imponía un
impuesto destinado al Fondo Nacional para la promoción de las Exportaciones creado por ley
23.101- además de implicar el incumplimiento de una obligación internacional vulnera la
superioridad de los tratados respecto de las leyes.
Esta norma guarda estrecha relación con los arts. 31, 28 y 27 pues repercute
en el principio de supremacía y en la ubicación de los tratados en que la Nación
es parte respecto de la misma Constitución y en relación a las leyes.
Entiéndase bien: todos los tratados –cualquiera sea la materia que regulen-
tienen superioridad a las leyes.
La segunda parte del art. 75, inc. 22 CN: A continuación, se agrega un listado
de instrumentos internacionales, convenciones, tratados, declaraciones y
protocolos y se establece que esos instrumentos de derechos humanos –en las
condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan
artículo alguno de la primera parte de la Constitución (esto es, los primeros
35 artículos) y deben entenderse complementarios de los derechos y
garantías por ella reconocidos.
Entendió la Corte que esta frase del texto constitucional significa “Tal como la
Convención efectivamente rige en el ámbito internacional y considerando
particularmente su efectiva aplicación jurisprudencial por los tribunales
internacionales competentes para su interpretación y aplicación”. La
Corte entendió que esta frase significa que en el ámbito interno, la aplicación
de las normas de los instrumentos de DDHH con jerarquía constitucional debe
hacerse tomando en cuenta la jurisprudencia de los organismos internacionales
que en ese ámbito internacional se encargan de la aplicación del tratado o
convención de la que se trate. Esta interpretación que viene a hacer la Corte
permite entonces invocar antes nuestros tribunales internos y dar ingreso en
nuestro sistema, la jurisprudencia emanada de la Corte Interamericana de
DDHH- pues, más allá del lenguaje amplio que usa la Corte- el único tribunal
internacional con competencia respecto de nuestro país es la Corte
Interamericana de DDHH.
Posteriormente, en el caso “Mazzeo, Julio” la Corte hizo suyas las
expresiones de la Corte Interamericana de DD.HH. en el caso “Almonacid
Arellano vs. Chile” (septiembre de 2006) en cuanto a que el tribunal
internacional “es consciente que los jueces y tribunales internos están
sujetos al imperio de la ley, y por ello, están obligados a aplicar las
disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un
Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención
Americana, sus jueces …(o sea los jueces del Estado en cuestión) …como
parte del aparato del Estado también están sometidos a ella, lo que los
obliga a velar porque los efectos de las disposiciones de la Convención
no se vean mermados por la aplicación de leyes contrarias a su objeto y
fin, y que desde su inicio carecen de efectos jurídicos”. Siguiendo este 13
criterio, la Corte en el caso “Mazzeo” estableció: “El Poder Judicial debe
ejercer una especie de ‘control de convencionalidad’ entre las normas
jurídicas internas que aplica a los casos concretos y la Convención
Americana sobre Derechos Humanos”. Es decir que “En esta tarea, el
Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado sino también
la interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana,
intérprete último de la Convención Americana”.
Pues bien: dar jerarquía constitucional a ciertos tratados internacionales hubiera carecido de
virtualidad suficiente si no se hubiera formulado esta previsión ya que habrían perdido
fácilmente esa jerarquía si mediante la denuncia que importa un acto jurídico internacional para
cuya procedencia la Constitución no exigía la previa aprobación del Congreso. Entonces hubiera
bastado un mero acto del PE para quitar jerarquía constitucional a instrumentos jerarquizados
por la Constitución o por el Congreso (mediante una mayoría agravada). Cabe aclarar que esta
disposición constitucional sobre denuncia sólo alcanza a los tratados pues la denuncia no se
aplica a las declaraciones. Se entiende que las declaraciones investidas de jerarquía
constitucional solo la perderán mediando una reforma constitucional. 10
10
Respecto de la denuncia de los demás tratados, la Constitución no establece expresamente normas al
respecto. Se entiende que no se requiere de la aprobación legislativa toda vez que de conformidad con el
art. 99, inc. 11 CN, la conducción de la política exterior de la República es una facultad privativa del PE.
Por otra parte, no ha habido en la práctica en orden al procedimiento de denuncia de tratados por parte de
nuestro país, casos en que haya habido participación del Congreso.
¿Los instrumentos de DDHH jerarquizados constitucionalmente, están incorporados al
texto constitucional?, ¿los instrumentos mencionados o los que se jerarquicen de acuerdo al
mecanismo constitucional, forman parte del texto constitucional?. En sentido afirmativo se
pronuncian- entre otros- los Dres. Hitters y Ekmekdjian; en sentido negativo, los Dres.
Bidart Campos y Manili, interpretan que tienen la misma jerarquía pero no forman parte de la
Constitución formal pues tienen distinta fuente. La Constitución es producto del poder
constituyente del que está investido el pueblo y los instrumentos internacionales derivan de la
voluntad coordinada, de un acuerdo entre Estados miembros de la Comunidad Internacional. Si
se admitiera que esos instrumentos están incorporados a la Constitución, significaría que si el
Congreso decidiera privar de jerarquía a un instrumento investido de la misma por el art. 75 inc.
22, o elevar a otro tratado o convención al nivel constitucional, en los términos del art. 75 inc.
24, habría una reforma constitucional por un procedimiento distinto al del art. 30 CN. 13
La norma implica asumir esa nueva realidad que ya está en marcha y así –el
inc. 24- enumera las condiciones o requisitos relativos que deben cumplirse 13
para hacer funcionar esta competencia como por ej. que la delegación (de
competencias y de jurisdicción ) se hace a favor de organismos
supranacionales y no de otros Estados; debe haber reciprocidad e igualdad; se
exige el respeto del orden democrático y de los DDHH por parte de los Estados
miembros, etc.