El Arte Como Sistema Cultural. Cliford Geertz
El Arte Como Sistema Cultural. Cliford Geertz
El Arte Como Sistema Cultural. Cliford Geertz
Clifford Geertz
Se dice con frecuencia que resulia difícil hablar sobre el arte. Incluso cuando
se compone de palabras en las artes literarias, y aún más cuando se compone
de pigmentos, sonidos, piedras o cualquier otra cosa en las artes no literarias,
parece existir en un mundo propio, más allá del alcance del discurso. No sólo
resulta difícil hablar de él; también parece innecesario hacerlo. Como
decimos, el arte habla por sí mismo: un poema no debe significar, sino
*
Capítulo del libro Local Knowledge: Furtlter Essays in
Interpretative Anthorpology. New York: Basic Books (1983), que será
publicado en 1994 por la editorial Paidós.
1 5 3
Sin embargo, al fin y al cabo, cualquier persona sensible a las formas
estéticas siente algo similar. Incluso aquellas personas que no son ni místicas
ni sentimentales, ni tampoco dadas a arranques de devoción estética, se
sienten inquietas cuando llevamos hablando largo tiempo sobre una obra de
arte en la que creemos haber vislumbrado algo valioso. El abismo existente
entre lo que hemos visto, o lo que imaginamos haber visto, y los tartamudeos
referidos a dicho abismo que podemos exponer a la luz pública es tan vasto
que nuestras palabras parecen huecas, flatulentas o falsas. Resulta una
doctrina muy atractiva la que señala que, una vez el arte hable “de lo que no se
quiero investigar, en parte para explicarlo, pero sobre todo para determinar
qué diferencias comporta.
Hasta cierto punto, el arte se describe en todas partes mediante lo que pueden
llamarse términos profesionales (craft terms ) -en términos de progresiones
tonales, relaciones cromáticas o formas prosódicas. Esto resulta
particularmente cierto en Occidente, donde temas como la armonía o la
composición pictórica se han desarrollado hasta el punto de considerarse
ciencias menores; la evolución moderna hacia el formalismo estético,
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una tentativa de generalizar este enfoque hasta hacerlo más extensivo, un
intento de crear un lenguaje técnico capaz de representar las relaciones
internas entre mitos, poemas, danzas o melodías en términos abstractos,
intercambiables. No obstante, el enfoque profesional de la discusión artística
en modo alguno se halla limitado a Occidente o a la era moderna, como nos lo
recuerdan las complejas teorías de la musicología india, la coreografía
javanesa, la versificación arábiga o los relieves yoruba. Incluso los
aborígenes australianos, por lo común el ejemplo favorito de pueblo
primitivo, analizan sus diseños corporales y pinturas de arena en docenas de
elementos formales aislables y fijos, unidades gráficas en una gramática
icónica de la representación^.
Pero, lo que es más interesante, y creo que más importante, es tal vez que es
únicamente en la era moderna y en Occidente donde ciertas personas (todavía
una minoría, y destinada, como sospecho, a permanecer como tal) se las han
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sea simplemente técnico o una mera espiritualización de la técnica -esto es,
Lo que esto implica, entre otras cosas, es que la definición del arte de
cualquier sociedad nunca es completamente intra-estética, y además, que ese
1 5 6
Aunque, por supuesto, ellos hablan sobre su arte, como lo hacen sobre
cualquier otra cosa llamativa, sugerente o emocionante que pase por sus vidas
-hablan sobre de su modo de empleo, sobre su poseedor, sobre el momento
en que se ejecuta, sobre quién lo ejecuta o realiza, sobre el papel juega en esta
o
aquella actividad, sobre los objetos con los que puede intercambiarse, sobre
su nombre, sobre su origen, etcétera. Sin embargo, suele considerarse que
esto no supone hablar en torno al arte, sino acerca de otra cosa -la vida
cotidiana, los mitos, el comercio, o lo que sea. Ese hombre de la tribu tiv que
conoció Paul Bohannan, que no puede saber lo que quiere, pero que sabe lo
que es el arte, cosiendo aleatoriamente la rafia sobre una tela antes de ■
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yoruba, como lo es para aquellos que aprecian el trabajo de los escultores; el
vocabulario de categorías lineales que los yoruba emplean coloquialmente y a
través de una gama de inquietudes más amplias que la escultura, es matizado
y extensivo. Los yoruba no graban líneas únicamente sobre sus estatuas,
potes y cosas así: hacen lo propio con sus caras. La línea, de profundidad,
dirección y longitud variables, trazada en sus mejillas y cicatriz.ada, se emplea
como un medio de identificación del linaje, como encanto personal y como
El profundo interés del escultor yoruba por la línea, y por formas particulares
de la línea, no proviene por consiguiente únicamente de un placer
independiente de sus propiedades intrínsecas, de los problemas de la técnica
escultórica, ni tampoco de alguna noción cultural generalizada que podría
aislarse como una estética nativa. Se origina en una sensibilidad característica
en cuya formación participa el conjunto de la vida -una sensibilidad en la que
los significados de las cosas son las cicatrices que los hombres dejan en ellas.
Esta afirmación, que estudiar una forma de arte significa explorar una
sensibilidad, y que una sensibilidad semejante es esencialmente una
formación colectiva, y que los fundamentos de una formación semejante son
tan amplios y profundos como la existencia social, no nos aleja únicamente de
1 5 8
la idea de que el poder estético es una cnfatización de los placeres de la técnica
artística. Nos aleja asimismo de esa idea que suele considerarse funcionalista
que a menudo se ha opuesto a la anterior: esto es, que las obras de arte son
mecanismos complejos para definir las relaciones sociales, sostener las
normas sociales y fortalecer los valores sociales. Nada especialmente notorio
le ocurriría a la sociedad yoruba en el caso de que sus escultores dejasen de
preocuparse por la pureza de la línea, o, lo que no me sorprendería, por la
escultura misma. Ciertamente, la sociedad no se desmoronaría. Simplemente,
algunas de las cosas que experimentaron no podrían expresarse -y tal vez,
Para desarrollar este aspecto con mayor precisión, y disipar cualquier aura
intelectualista o literaria que pueda parecer que comportan palabras tales como
ideacional o concepción, podemos dirigir la vista por un instante a algunos
aspectos de una de las pocas discusiones sobre el arte tribal que pretende ser
sensible a las cuestiones semióticas sin sumergirse por ello en una confusión
de fórmulas: el análisis de Anthony Forge sobre la pintura mate en cuatro
colores de los abelam de Nueva Guinea^. Dicho grupo produce, por emplear
1 5 9
una frase de Forge, acres de pinturas sobre hojas lisas de espala de sagú,
todas elaboradas en situaciones de culto de un tipo u otro. Los detalles de
todo ello se hallan perfilados en sus estudios. Pero lo que es de interés
inmediato es el hecho de que, a pesar de que la pintura abelam oscila entre lo
obviamente figurativo y lo totalmente abstracto (una distinción que, en tanto
su pintura es declamatoria, y no descriptiva, no tiene sentido para ellos), se
halla conectada principalmente con el mundo más amplio de la experiencia
abelam por medio de un motivo casi obsesivamente recurrente, un óvalo
cerrado, que representa, y como tal es conocido, el vientre de una mujer. La
representación es, por supuesto, cuando menos vagamente ¡cónica. Pero la
fuerza de la conexión para los abelam no reside en eso, pues se trata de un
éxito menor, sino en el hecho de que gracias a dicha representación pueden
estudiar una preocupación propia candente en términos de gamas cromáticas
(en sí misma, la línea apenas existe entre los abelam como elemento estético,
mientras que la pintura tiene un poder mágico) una preocupación que aplican
de formas ciertamente distintas en el trabajo, en el ritual, en la vida doméstica:
la creatividad natural de lo femenino.
supuesto, las mujeres produjeron a los hombres del fondo de sus vientres. El
poder masculino, subordinado al ritual, un asunto hoy día mantenido
celosamente en secreto por las mujeres, se halla de este modo encerrado
dentro del poder femenino, subordinado a la biología; y es este hecho
prodigioso el que, por así decirlo, “abordan” las pinturas, repletas de óvalos
rojos, amarillos, blancos y negros (Forge encontró hasta once óvalos en una
1 60
Sin embargo, las pinturas lo abordan directamente, y no de forma ilustrativa.
Tanto se
podría argumentar que los rituales, o los mitos, o la organización de
la vida familiar, o la división del trabajo, crean las condiciones implicadas en
la pintura como que las pinturas reflejan las concepciones fundamentales de la
vida social. Todas estas cuestiones vienen determinadas por la percepción de
que la cultura se genera en el seno de la naturaleza, del mismo modo que el
hombre es concebido en el vientre de la mujer, lo que imprime a este hecho
una suerte de expresión específica. Al igual que las líneas grabadas en las
estatuas yoruba, los óvalos de colores de las pinturas abelam son
1 6 1
La asociación entre el color y la significación ritual puede verse también en las
reacciones de los abelam ante las importaciones europeas. A veces, las
revistas a color llegaban a la aldea, y ocasionalmente se arrancaban algunas
páginas de éstas para atarlas a las esteras que se hallaban en la base de la
fachada de la casa de ceremonias... Las páginas seleccionadas estaban
brillantemente coloreadas, y por lo común eran anuncios de comida ... |y] los
abelam no tenían ni idea de lo que se representaba en ellas, pero pensaban
que, con sus vistosos colores y su incomprensibilidad, era probable que las
páginas escogidas fuesen [diseños sagradosl europeos y, por consiguiente,
poderosos.'0
Así, en al menos dos lugares, dos materias a simple vista tan preclaras como
la línea y el color no extraen su energía únicamente de su atractivo intrínseco,
por muy real que éste pueda ser. Sean como fueren las capacidades innatas
para responder a la delicadeza escultórica o al drama cromático, esas
1 62
2
1 63
tipos de rojos y marrones, esas habilidades pueden muy bien llevarle a
clasificar su experiencia de la Anunciación de Piero dclla Francesca de forma
diferente a aquellos que carecen de tales destrezas, y con mucha mayor
claridad que aquellos cuya experiencia no Ies ha proporcionado demasiadas
aptitudes aplicables a la pintura. Pues está claro que ciertas aptitudes
perceptuales resultan más aplicables a una pintura que a otras: un virtuosismo
para clasificar la ductilidad de las líneas curvas -una aptitud que, por ejemplo,
poseen muchos alemanes en este período... no tendría demasiado éxito con la
Anunciación. Gran parte de lo que llamamos gusto reside en esto, en la
conformidad entre las discriminaciones exigidas por una pintura y las técnicas
de discriminación poseídas por los espectadores'3.
"... algunas de las aptitudes mentales con las que un hombre clasifica su
experiencia visual son variables, y una buena parte de esas aptitudes variables
son culturalmente relativas, en la medida en que están determinadas por la
sociedad que ha influido sobre su experiencia. Entre esas aptitudes variables se
hallan categorías con las que él clasifica sus estímulos visuales, el
conocimiento que utilizará para suplir lo que la visión inmediata le
proporciona, y la actitud que adoptará según el tipo de objeto artificial que
observe. El espectador puede aplicar sobre la pintura tantas técnicas visuales
como tiene, muy pocas de las cuales son normalmente específicas de la pintura,
y es prohable que emplee aquellas técnicas que su sociedad tiene en alta estima.
El pintor responde a esto; la capacidad visual de su público puede ser su medio.
A pesarde sus propias técnicas profesionales especializadas, él mismo es un
miembro más de la socidad para la que trabaja, y con la cual comparte una
misma experiencia y hábito visual”^.
El primer hecho (aunque, como sucede con los abelam, sólo el primero) del
que tenemos que ocupamos en estos términos es, por supuesto, que la
mayoría de las pinturas italianas del siglo quince eran religiosas, y no sólo por
lo que se refiere a los temas, sino también en las intenciones para cuyo
servicio fueron diseñadas. Las pinturas se destinaron a intensificar la
conciencia humana de las dimensiones espirituales de la existencia; constituían
invitaciones visuales para reflexionar sobre las verdades del cristianismo.
Enfrentado a una imagen impresionante de la Anunciación, la Asunción de la
Virgen, la Adoración de los Magos, las Negaciones de San Pedro o la Pasión,
1 64
el espectador trataba de completar dicha imagen reflejándola sobre el
acontecimiento tal como él lo conocía, y sobre sus relaciones personales con
los misterios que ésta narraba. “Pues una cosa es adorar una pintura”, como
Aún así, la relación entre las ideas religiosas y las imágenes pictóricas (y creo
que esto es cierto para el arte en general) no era simplemente expositiva; las
pinturas no eran ilustraciones de catecismo. El pintor, o al menos el pintor
religioso, estaba en primer lugar interesado en invitar a su público a
interesarse por las cosas, aunque, en segundo lugar, no deseaba
proporcionarle una receta o sucedáneo de tal interés, ni tampoco una
Por supuesto, todo tipo de instituciones culturales que tomaron parte activa en
la formación de la sensibilidad de la Italia cuatrocentista convergieron con la
pintura para producir el ojo de la época, y no todas eran de carácter religioso
(como no todas las pinturas eran religiosas). Entre las instituciones religiosas,
los sermones
populares, al clasificar y subclasificar los acontecimientos y
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apropiados para cada cual, lanío como al ofrecer dictamen sobre el modo en
que se representaban visualmente tales cuestiones, fueron probablemente las
más importantes. "Los predicadores populares... adiestraban a su
congregación mediante una serie de técnicas interpretativas que se hallaban
directamente en el centro de la respuesta del siglo quince a la pintura"^. Se
clasificaban los gestos, se tipificaban las fisionomías, se simbolizaban los
colores, y la apariencia física de las figuras centrales se discutía con esmero
apologético.
admitir: ella poseía una tez ligeramente oscura. Existen tres razones para
pensar así -primero, en razón de su constitución, pues los judíos suelen ser
morenos, y ella era judía;
segundo lugar, en razón de los testimonios,
en
puesto que San Lucas realizó las tres descripciones de María en Roma, en
Lorclo y en Bolonia, y éstas eran siempre de tez oscura; en tercer lugar, en
razón de la afinidad. Un hijo se parece por lo común a su madre, y viceversa;
Cristo -18
era moreno, por lo tanto
definir el modo en que los italianos del siglo quince observaban las pinturas,
Baxandall encuentra dos que tuvieron particular importancia: otro arte, aunque
menor, las danzas, así como una actividad notablemente práctica que él llama
medición -es decir, estimar las cantidades, volúmenes, proporciones,
relaciones, etc., para propósitos comerciales.
1 66
acompasada, geométrica, popular en la Italia de aquel tiempo, presentaba
modelos de agrupamiento de figuras que pintores tales como Botticelli, en su
propios grupos de figuras" *9. Dada esa familiaridad general con formas de
danza altamente estilizadas consistentes esencialmente en secuencias discretas
Más allá de esta tendencia a concebir las danzas y las pinturas como modelos
de ordenación del cuerpo que comportan un significado implícito se sitúa, por
supuesto, una tendencia más amplia que afecta a la sociedad en su conjunto, y
compañía de otros, no como algo accidental, sino como resultado de los tipos
de relaciones que tienen con los demás.Sin embargo, para Baxandall, es
evidente que es otro dominio -el de la medición- el que parece haber tenido un
Baxandall señala que un hecho importante de la historia del arte es que las
mercancías se han transportado regularmente en envases de tamaño estándar
sólo desde el siglo XIX (e incluso entonces, podría haber añadido, sólo en
Occidente). “Previamente, un envase -barril, saco o fardo- era único, y
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calcular su volumen rápida y acertadamente era una condición del negocio”^'.
Y lo mismo sucedía con las longitudes, como en el comercio textil, con las
equivalencias, como en la correduría, o con las proporciones, como en la
agrimensura. No se sobrevivía en el comercio sin tales capacidades, y eran
esos comerciantes los que, en su mayor parte, encargaban las pinturas,
aunque en algunos casos, como Piero della Francesca, que escribió un
manual matemático sobre las mediciones, las pintaran.
En cualquier caso, tanto los pintores como sus patrones comerciantes poseían
una educación similar en tales materias -estar alfabetizado significaba al
mismo tiempo controlar los tipos de técnicas disponibles para juzgar las
dimensiones de las cosas. Por lo que se refería a los objetos sólidos, estas
capacidades implicaban la habilidad para descomponer masas irregulares o
desconocidas en compuestos regulares y familiares, y por tanto calculables -
1 68
mismos que los manuales empleaban para adiestrar a los estudiantes en el arte
de la medición. Y de este modo, cuando Piero della Francesca, en calidad de
1 69
haber omitido el atributo, es un registro de una actividad visual que uno ha
aprendido a leer, como se aprende a leer un texto de una cultura diferente. “Si
observamos que Piero della Francesca tiende hacia un tipo de pintura
mesurada, Fra Angélico hacia un tipo predicador y Botticelli hacia un tipo
danzante, estamos observando algo que no sólo les afecta a ellos, sino a su
sociedad”^.
La capacidad, tan variable entre pueblos como entre individuos, para percibir
el significado de las pinturas (o poemas, melodías, edificios, cerámicas,
dramas, estatuas) es, como todas las capacidades humanas restantes, un
Difícilmente puede haber un mejor ejemplo del hecho de que un artista trabaja
con signos que tienen lugar en sistemas semióticos que se extienden mucho
más allá del oficio que él practica que el poeta en el Islam. Un musulmán
compone versos enfrentándose con una serie de realidades culturales tan
objetivas a sus intenciones como las rocas o la lluvia, no menos sustanciales
por ser inmateriales, y no menos tenaces por ser creadas por el hombre.
Actúa, y siempre ha actuado, en un contexto donde el instrumento de su arte,
el lenguaje, tiene un status peculiar, elevado, de una significación tan
característica y misteriosa como el pigmento abelam. Todas las cosas desde la
metafísica a la morfología, desde la historia sagrada hasta la caligrafía, desde
los modelos de recitación pública al estilo de conversación informal conspiran
para hacer del habla y de la palabra una cuestión cargada con una importancia,
si no única en la historia humana, sí ciertamente extraordinaria. El hombre
que adopta el papel del poeta en el Islam comercia, y no con total legitimidad,
con la sustancia moral de su cultura.
1 70
Incluso con el fin de empezar a demostrar esto, resulta necesario en primer
lugar reducir el tamaño del objeto de estudio. No es mi intención examinar el
curso
completo del desarrollo poético desde la Profecía en adelante, sino sólo
realizar unos pocos comentarios generales, y bastante poco sistemáticos,
acerca del lugar de la poesía en la sociedad islámica tradicional -más
paticularmente la poesía arábiga, más particularmente en Marruecos, y más
particularmente sobre el nivel oral y popular de versificación. La relación
entre la poesía y los impulsos fundamentales de la cultura musulmana es,
creo, bastante similar más o menos en cualquier parte, y más o menos desde
sus inicios. Pero más que intentar establecer esta afirmación, simplemente la
asumiré y procederé, sobre la base de un material de algún modo especial, a
sugerir lo que parecen ser los términos de esa relación -incierta y difícil.
Hay, desde esta perspectiva, tres dimensiones del problema que deben
analizarse e interrelacionarse. La primera, como siempre en cuestiones
islámicas, es el status y naturaleza peculiar del Corán, “el único milagro del
Islam”. La segunda es el contexto de actuación de la poesía, que, como cosa
Pero como digo, dondequiera que acabe esta cuestión, empieza con el Corán.
El Corán (que no significa ni “testamento”, ni “enseñanza”, ni “libro”, sino
“recitación”) difiere de las otras grandes sagradas escrituras del mundo en que
1 7 1
de años, de Gabriel a Muhammad, y a su vez del dictado de este último a sus
Nunca fue diseñado para leerse a título de información o incluso como fuente
de inspiración, sino para recitarse como un acto de compromiso en el culto...
No se trataba de leer con atención el Qur’án, sino de adorar a Allah por medio
de éste; no había de recibirse con pasividad, sino, mediante la recitación,
reafirmarlo ante uno mismo: el acontecimiento de la revelación era renovado
cada vez
por uno de los fieles, en el acto de culto, reviviendo [esto es,
Ahora bien, hay un buen número de implicaciones que derivan de esta visión
del Corán -entre éstas, que su equivalente más próximo en la Cristiandad no
es la Biblia, sino Cristo-, aunque para nuestros propósitos la consecuencia
más notoria es que su lenguaje, el árabe de la Meca del siglo séptimo, se
172
lengua de Dios hacia fines propios, lo que, si no es un tanto sacrilego, raya en
ello; sin embargo, al mismo tiempo, manifiestan su poder incomparable, lo
Esta percepción del árabe coránico como modelo de lo que debería ser el
habla, así como una reprensión constante del modo en que la gente habla en la
actualidad, es reforzado por el modelo de la vida musulmana tradicional. Casi
todos los niños (y, más recientemente, también muchas niñas) van a escuelas
de instrucción, donde aprenden a recitar y memorizar versos del Corán. Si el
niño es hábil y diligente, puede aprender los aproximadamente 6200 versos
de memoria, y llegar a ser un hafiz, un “memorizador”, consiguiendo una
cierta fama entre sus
parientes; si, como es lo más probable, no lo consigue,
podrá al menos aprender los suficientes versos como para dirigir sus
Hodgson ha dicho del Islam medieval -que todas las afirmaciones eran
consideradas verdaderas o falsas; que la suma de todas las afirmaciones
verdaderas, un corpus fijo que irradia del Corán (que al menos implícitamente
las contiene todas) constituía el conocimiento; y que el modo de obtener
conocimiento era plasmar en la memoria las frases que se exponían en éste-
podría aplicarse hoy día a la mayor parte de Marruecos, donde, por muy
debilitada que se experimente la fé, aún ha de relajarse su pasión por la verdad
recitativa^.
Unas actitudes y una formación semejantes hacen que la vida cotidiana quede
atravesada por líneas que van del Corán a otros testimonios clásicos. Aparte
de los contextos específicamente religiosos -las oraciones diarias, el culto del
viernes, los sermones de la mezquita, las letanías con las cuentas del rosario
en las hermandades místicas, la narración del Corán en ocasiones especiales
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tales como el mes de Ramadán, la ofrenda de versos en funerales, bodas y
coránicas hasta el punto de que incluso las cuestiones más mundanas parecen
por ejemplo, los que se pronuncian desde el trono- se emiten en un árabe tan
clásico que muchos de los oyentes apenas sí pueden entenderlos. Los
periódicos, revistas y libros árabes se escriben de forma similar, con el
resultado de que el número de personas que pueden leerlos es escaso. La
exigencia de arabización -la demanda popular, impulsada por las pasiones
religiosas, para impartir la educación en árabe clásico, y para emplearlo en el
gobierno y la administración- es una fuerza ideológica potente, que comporta
una considerable hipocresía lingüística por parte de la élite política y unas
dosis notables de alboroto público cuando la hipocresía se vuelve demasiado
aparente. Es en un mundo de estas características, donde el lenguaje es tanto
tanto más un símbolo que un medio, donde el estilo verbal es una cuestión
moral, y donde la experiencia de la elocuencia de Dios se enfrenta con la
necesidad de comunicar, en el que existe el poeta oral, y es la disposición de
un mundo semejante ante los cantos y las fórmulas la que éste explora, como
Piero della Francesca exploraba la de Italia ante los fardos y los barriles.
“Memorizé el Corán”, dijo un poeta de esta índole, intentando con dificultad
explicar su arte. “Pero luego olvidé los versos y recordé las palabras”.
Olvidó los versos durante una meditación de tres días en la tumba de un santo
célebre por inspirar a los poetas, pero recuerda las palabras en el contexto de
la representación. En Marruecos, la poesía no se compone en primer lugar,
para luego recitarse; se compone en la misma recitación, reunidas ambas
aciones en el acto de cantar la poesía en un espacio público.
1 74
de otros, y girando sus cabezas a medida que avanzan un par de medios pasos
hacia la derecha, y un par hacia la izquierda. El poeta canta su poema, verso a
Por supuesto, como los famosos yugoslavos de Lord Albert, el poeta no crea
su texto de la fantasía pura, sino que lo construye molecularmente, pieza por
viaje, el amor como unas alhajas, los poetas como caballos. Y, finalmente,
algunas son formales -esquemas mecánicos y estrictos de rimas, metros,
versos y estrofas. El recitante, los tamboriles, los danzantes, las peticiones de
género y la audiencia profiriendo exclamaciones de aprobación o silbidos de
censura; cada una de esas cosas se ensambla efectivamente con las restantes,
renovado.
175
verdades memorizables: la lujuria es una enfermedad incurable, y las mujeres
una cura ilusoria; la lucha es el fundamento de la sociedad, y la firmeza la
principal de las virtudes; la soberbia es la fuente de toda acción, mientras la
hipocresía moral es poco realista; el placer es la flor de la vida, y la muerte el
fin del placer. En efecto, el término para designar la poesía, s'ir, significa
“conocimiento”, y aunque ningún musulmán podría explícitamente exponer
ese
aspecto, permanece como una suerte de contrapeso secular, una nota a pie
de página mundana, a la Revelación misma. Lo que, en virtud del Corán, el
hombre sabe de Dios y de los deberes contraídos con El, hechos establecidos
a través de su Palabra, lo sabe de los seres humanos y de las consecuencias
de serlo en virtud de la poesía.
recuperar lo que han perdido. Por lo que se refiere al habla, la poesía concede
a todo, incluso a la charla más insustancial, la categoría de lucha libre en
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coránico local, que había criticado los fastos matrimoniales (y la poesía
recitada en éstos) por considerarlos inmorales, es vituperado públicamente, y
es
expulsado de la aldea:^
Mira cuántas cosas abyectas hacía el maestro;
Sólo Lrabajaba para llenar sus bolsillos.
Es codicioso, corrupto.
Por Dios, tras esta humillación.
Dale simplemente su dinero y dilc “vele”
“Deja la carne de gato y sigue con la de perro”.
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Un huésped tacafto no recibe mejor trato:
Pero tal vez las expresiones más genuinas de ese tono sean los combates
directos entre poetas, que intentan superarse entre sí con sus versos. Se elige
un tema cualquiera -puede ser simplemente un objeto como un vaso o un
árbol- para poner las cosas en marcha, y entonces los poetas cantan
alternativamente, en ocasiones durante toda la noche, a pesar de que la
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multitud vocifera su decisión, hasta que uno se retira, derrotado por el otro. A
continuación proporciono unos breves extractos de una contienda de tres
Y aún más tarde, el poeta B, estimulado tras esas arengas, se recupera y replica al
enigma de los cielos, pero no lo responde, sino que lo satiriza con una serie de
acertijos irrebatibles, concebidas para exponer la estupidez de plantear cuestiones
del tipo “¿cuántos ángeles caben sobre la cabza de un afiler?”
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Voy a decirle, “Cuenta para mí lodas las cosas que hay
en la tierra”.
Responderé al poeta, aunque eslé loco.
Dime, ¿qué pecados hemos cometido, que serán castigados en
el Más Allá?
Dime, ¿cuántas semillas hay en el mundo, que podamos
consumir?
Dime, ¿cuántos árboles hay en el bosque, que puedas quemar?
Dime, ¿cuántas bombillas existen, de oeste a este?
Dime, ¿cuántos teleras están llenas de té?
En ese
punto, el poeta A, injuriado, abucheado, enojado y derrotado, dice.
Dame la telera.
Voy a asearme para la oración.
He tenido suficiente por hoy
y se retira.
En suma, en tanto habla, o más exactamente en tanto acto del habla, la poesía
se halla situada entre los imperativos divinos del Corán y el ir y venir retórico
de la vida diaria, y es esa posición la que le concede su status incierto y su
extraña fuerza. Por un lado, forma una especie de para-Corán, recitando unas
verdades que no son transitorias pero que tampoco llegan a ser eternas con un
estilo que está más estudiado que el coloquial, pero que no llega a ser tan
misterioso como el clásico. Por el otro, proyecta el espíritu de la vida diaria en
el dominio, si no de lo sagrado, al menos sí de lo inspirado. La poesía es
moralmente ambigua, porque no es lo bastante sagrada como para justificar el
poder que realmente tiene, y no es lo bastante secular como para que ese
poder sea equiparable a la elocuencia ordinaria. El poeta oral marroquí habita
una región entre dos tipos de habla que es al mismo tiempo una región entre
dos mundos, entre el palabra de Dios y la lucha de los hombres. Y, si no son
1 80
las bromas, y que únicamente se les han de proporcionar las ocasiones para
Si estamos dispuestos a tener una semiótica del arte (o, al fin y al cabo, de
cualquier sistema de signos que no sea axiomáticamente independiente),
tendremos que dedicarnos a una especie de historia natural de los signos y
1 8 1
mayor exactitud, proviene del uso, y sólo localizando tales usos de una forma
tan exhaustiva como la que solemos aplicar a las técnicas de irrigación o a las
costumbres matrimoniales podremos ser capaces de averiguar algo general
sobre ellos. Esto no constituye un alegato a favor del inductivismo -
importantes- es decir, que les conceden importancia- para aquellos quienes las
elaboran o las poseen, y esos factores son tan variados como la vida misma.
Si existe algún punto en común entre la totalidad de las artes y los lugares I
donde uno las encuentra (en Bali, los hombres componen estatuas con
monedas, mientras en Australia realizan dibujos con lodo) que justifique
incluirlas bajo una única rúbrica de origen occidental, no es que todas las artes
apelen a un cierto sentido universal de la belleza. Dicho sentido puede o no
existir, aunque, según mi experiencia, lo realmente importante es si ese punto
1 82
en común parece o no permitir a la gente responder ante las artes exóticas con
palabra en este punto- tactibles, que pueden ser proyectadas en formas donde
los sentidos, y a través de los sentidos las emociones, pueden aplicarse
reflexivamente. La variedad de expresiones artísticas proviene de la variedad
de concepciones que los hombres tienen del modo en que las cosas son, pues
se trata en efecto de una misma variedad.
Para lograr que la semiótica tenga un uso eficaz en el estudio del arte, debe
renunciar a una concepción de los signos como medios de comunicación,
como un código que ha de ser descifrado, para proponer una concepción de
éstos como modos de pensamiento, como un idioma que ha de ser
Traducción:Alberto López
1 8 3
Notas
* Citado en R. Goldwater
y M. Treves, Artists on Art (Nueva York, 1945), p. 421.
2 Citado en ibid.,
pp. 292-293.
3 Ver N. D. Munn, Walbiri
Iconography . Ithaca, N.Y., 1973).
4 Citado en Goldwater
y Treves, Artists on Art, p. 410.
5 P. Bohannan, “Artist and Cride in an African
Society”, en Anthropology and Art,
ed. C.M. Otten (Nueva York, 1971), p. 178.
6 R.F.
Thompson, “Yoruba Artistic Criticism”, en The Traditional Artist in African
Societies, ed. W.L. d'Azaredo (Bloomington, Ind., 1973), pp. 19-61.
7 Ibid.,
pp. 35-36.
8 R. Goldwater, “Art and
Anthropology: Some Comparisons of Methodology”, en
Primitive Art and Society, ed. A. Forge (Londres, 1973), p. 10.
9 A.
Forge, “Style and Maning in Sepik Art”, en Primitive Art and Society, ed.
Forge, pp. 169-192. Ver también A. Forge, “The Abelam Artist”, en Social
Organizarían, ed. M. Freedman (Chicago, 1967), pp. 65-84.
•10 A.
Forge, “Leaming to See in New Guinea”, en Socializarían, the Approach from
Social Anthropology, ed. P. Mayer (Londres, 1970), pp. 184-186.
11 M.
Baxandall, Painting and Experience in Fifteenth Century Italy .Londres (1972).
12
Ibid., p. 38.
13
Ibid., p. 34.
14 Ibid.,
p. 40.
I3 Citado en ibid.,
p. 41.
16
Ibid., p. 48.
17 Ibid.
18 Citado en ibid., p. 57.
’9 Ibid.,
p. 80.
20 Ibid.,
p. 76.
21
Ibid., p. 86.
22 Ibid.
23 Ibid.,
pp. 87-89, 101.
24 M. Baxandall, Giotto and the Orators Oxford ( 1971).
.
23 Baxandall,
Painting and Experience, p. 152.
26 M. G. S.
Hodgson, The Venture of Islam, vol. 1. Chicago. (1974), p. 367.
27
Ibid., vol. 2, p. 438.
28
Estoy agradecido a Hildred Geertz, que recopiló la mayor parte de estos poemas,
gor haberme permitido hacer uso de ellos.
En el Magreb, el tatuaje, especialmente con henna, se utiliza tanto en contextos
rituales como con intenciones estéticas (N. del T.)
29 N.
Goodman, Languages of Art. Indianapolis (1968). p. 260.
J.Maquet, “Introduction to Aesthetic Anthropology”, in A Macaleh Module in
Anthropology (Reading, Mass., 1971), p. 14.
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