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La Revolución Industrial comenzó en Inglaterra, donde habían confluido una serie de condiciones
económicas, políticas, sociales y tecnológicas favorables a este gran cambio. A lo largo del siglo XIX
se extendió a otros países de Europa occidental, Estados Unidos y Japón.
Puntos clave
El cambio en la organización del trabajo que supuso el sistema fabril, orientado a aumentar la
productividad, fomentó el crecimiento de grandes ciudades industriales, como Manchester,
Birmingham, Liverpool o Sheffield.
La Revolución Industrial se produjo por la interacción de una serie de factores que tuvieron lugar
inicialmente en Inglaterra, y que permitieron que la industrialización se expandiera luego a otras
partes del mundo:
La revolución agrícola
Hasta el siglo XVIII, la actividad agrícola era muy similar a las prácticas de la Edad Media. Se
empleaba el trabajo manual y la tracción animal, existían tierras comunales y el nivel de producción
era modesto debido al sistema de “barbecho” (que consistía en dejar descansar la tierra luego de la
cosecha, para que se regeneraran los nutrientes del suelo).
La revolución agrícola introdujo cambios que ampliaron la disponibilidad de recursos alimenticios y
promovieron el movimiento de población hacia las ciudades:
Comenzó a utilizarse maquinaria para el trabajo de la tierra (y, una vez iniciada la
industrialización, se incrementó esta mecanización).
Los campos se convirtieron en propiedad privada acumulada por grandes terratenientes
mediante cercamientos (lo que provocó que campesinos sin tierras se convirtieran en
obreros urbanos)
Se reemplazó el viejo sistema de cultivo por el “sistema de rotación Norfolk” (que consistía
en rotar las variedades de cultivos, de modo que no se saturaran siempre los mismos
nutrientes del suelo).
El crecimiento demográfico
Debido a los cambios en la alimentación, a partir del siglo XVIII se experimentó un importante
incremento de población. Cuando comenzó la Revolución Industrial, esta población se concentró
cada vez más en las ciudades industriales.
La disponibilidad de recursos
Dos ventajas que explican que fuera en Inglaterra donde comenzó la industrialización fueron: la
disponibilidad en suelo inglés de recursos como el carbón mineral y el hierro, indispensables
para la transformación productiva; y la disponibilidad de materias primas para la industria textil,
especialmente el algodón de la India y el sur de Estados Unidos, al que la burguesía inglesa accedió
por sus vínculos coloniales y por la posición dominante de Gran Bretaña en el comercio mundial.
La industria textil. Antes de la Revolución Industrial, la producción textil ya era muy importante en
Gran Bretaña y funcionaba principalmente mediante el sistema “putting-out”, por el que un
empresario entregaba las herramientas y la materia prima (lana o algodón) a familias campesinas
que se encargaban de producir textiles en sus hogares.
La industria minera. A partir del siglo XIX, el carbón vegetal que provenía de la madera fue sustituido
por el carbón de coque o mineral.
La industria siderúrgica. El hierro y el acero fueron las principales materias primas de la época, que
se utilizaron para la producción de herramientas agrícolas, máquinas textiles, locomotoras, rieles de
ferrocarril y barcos.
La industria del transporte. Hasta el siglo XVIII, el sistema de transporte se basaba en medios de
tracción animal o navegación a vela, entre otros.