Propuesta Lengua
Propuesta Lengua
Propuesta Lengua
…Lo fantástico no dura más que un tiempo de vacilación, vacilación que deben decidir si lo que
perciben proviene o no de la realidad, o de la extraordinario, o de lo fantástico.
En las ficciones, lo fantástico se construye a partir de la duda y la incertidumbre, entre los límites
entre lo que puede suceder y lo imposible.
Jacobo, el niño tonto, solía subirse a la azotea y espiar la vida de los vecinos.
Esa noche de verano el farmacéutico y su señora estaban en el patio, bebiendo un refresco y comiendo una torta, cuando
oyeron que el niño andaba por la azotea.
— ¡Chist! —cuchicheó el farmacéutico a su mujer—. Ahí está otra vez el tonto. No mires. Debe de estar espiándonos. Le
voy a dar una lección. Sígueme la conversación, como si nada...
Entonces, alzando la voz, dijo:
—Esta torta está sabrosísima. Tendrás que guardarla cuando entremos: no sea que alguien se la robe.
— ¡Cómo la van a robar! La puerta de la calle está cerrada con llave. Las ventanas, con las persianas apestilladas.
—Y... alguien podría bajar desde la azotea.
—Imposible. No hay escaleras; las paredes del patio son lisas...
—Bueno: te diré un secreto. En noches como esta bastaría que una persona dijera tres veces "tarasá" para que, arrojándose
de cabeza, se deslizase por la luz y llegase sano y salvo aquí, agarrase la torta y escalando los rayos de la luna se fuese tan
contento. Pero vámonos, que ya es tarde y hay que dormir.
Entraron dejando la torta sobre la mesa y se asomaron por una persiana del dormitorio para ver qué hacía el tonto. Lo que
vieron fue que el tonto, después de repetir tres veces "tarasá", se arrojó de cabeza al patio, se deslizó como por un suave
tobogán de oro, agarró la torta y con la alegría de un salmón remontó aire arriba y desapareció entre las chimeneas de la
azotea.
Malcolm
Perseguido por la banda de terroristas Malcolm corrió y corrió por las calles de esa ciudad extraña. Eran casi las doce de la noche. Ya
sin aliento se metió en una casa abandonada. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad vio, en un rincón, a un muchacho todo
asustado.
— ¿A usted también lo persiguen?
—Sí —dijo el muchacho.
—Venga. Están cerca. Vamos a escondernos. En esta maldita casa tiene que haber un desván... Venga. Ambos avanzaron, subieron
unas escaleras y entraron en un altillo.
—Espeluznante, ¿no? —murmuró el muchacho, y con un pie empujó la puerta. El cerrojo, al cerrarse sonó con un clic exacto, limpio
y vibrante.
— ¡Ay, no debió cerrarla! Ábrala otra vez. ¿Cómo vamos a oírlos, si vienen? El muchacho no se movió. Malcolm, entonces, quiso
abrir la puerta, pero no tenía picaporte. El cierre, por dentro, era hermético.
— ¡Dios mío! Nos hemos quedado encerrados.
— ¿Nos? -dijo el muchacho—. Los dos, no; solamente uno. Y Malcolm vio cómo el muchacho atravesaba la pared y desaparecía.
LA SOGA
A Antoñito López le gustaban los juegos peligrosos: subir por la escalera de mano del tanque de
agua, tirarse por el tragaluz del techo de la casa, encender papeles en la chimenea. Esos juegos
lo entretuvieron hasta que descubrió la soga, la soga vieja que servía otrora para atar los baúles,
para subir los baldes del fondo del aljibe y, en definitiva, para cualquier cosa; sí, los juegos lo
entretuvieron hasta que la soga cayó en sus manos. Todo un año, de su vida de siete años,
Antoñito había esperado que le dieran la soga; ahora podía hacer con ella lo que quisiera.
Primeramente hizo una hamaca, colgada de un árbol, después un arnés para caballo, después
una liana para bajar de los árboles, después un salvavidas, después una horca para los reos,
después un pasamano, finalmente una serpiente. Tirándola con fuerza hacia adelante, la soga se
retorcía y se volvía con la cabeza hacia atrás, con ímpetu, como dispuesta a morder. A veces
subía detrás de Toñito las escaleras, trepaba a los árboles, se acurrucaba en los bancos. Toñito
siempre tenía cuidado de evitar que la soga lo tocara; era parte del juego. Yo lo vi llamar a la
soga, como quien llama a un perro, y la soga se le acercaba, a regañadientes al principio, luego,
poco a poco, obedientemente. Con tanta maestría Antoñito lanzaba la soga y le daba aquel
movimiento de serpiente maligna y retorcida, que los dos hubieran podido trabajar en un circo.
Nadie le decía: “Toñito, no juegues con la soga”. La soga parecía tranquila cuando dormía
sobre la mesa o en el suelo. Nadie la hubiera creído capaz de ahorcar a nadie. Con el tiempo se
volvió más flexible y oscura, casi verde y, por último, un poco viscosa y desagradable, en mí
opinión. El gato no se le acercaba, y a veces, por las mañanas, entre sus nudos, se demoraban
sapos extasiados. Habitualmente, Toñito la acariciaba antes de echarla al aire; como los
discóbolos o lanzadores de jabalinas, ya no necesitaba p restar atención a sus movimientos:
sola, se hubiera dicho, la soga saltaba de sus manos para lanzarse hacia delante, para retorcerse
mejor. Si alguien le pedía: — Toñito, préstame la soga. El muchacho invariablemente
contestaba: — No. A la soga ya le había salido una lengüita, en el sitio de la cabeza, que era
algo aplastada, con barba; su cola, deshilachada, parecía de dragón. Toñito quiso ahorcar un
gato con la soga. La soga se rehusó. Era buena. ¿Una soga, de qué se alimenta? ¡Hay tantas en
el mundo! En los barcos, en las casas, en las tiendas, en los museos, en todas partes... Toñito
decidió que era herbívora; le dio pasto y le dio agua. La bautizó con el nombre de Prímula.
Cuando lanzaba la soga, a cada movimiento, decía: “Prímula, vamos Prímula”. Y Prímula
obedecía. Toñito tomó la costumbre de dormir con Prímula en la cama, con la precaución de
colocarle la cabecita sobre la almohada y la cola bien abajo, entre las cobijas. Una tarde de
diciembre, el sol, como una bola de fuego, brillaba en el horizonte, de modo que todo el mundo
lo miraba comparándolo con la luna, hasta el mismo Toñito, cuando lanzaba la soga. Aquella
vez la soga volvió hacia atrás con la energía de siempre y Toñito no retrocedió. La cabeza de
Prímula le golpeó en el pecho y le clavó la lengua a través de la blusa. Así murió Toñito. Yo lo
vi, tendido, con los ojos abiertos. La soga, con el flequillo despeinado, enroscada junto a él, lo
velaba.
2- Escucha con atención el video del marco teórico con la información que te brinda elabora un
“texto explicativo” con las características, tiempo, el lugar, personaje, etc. del cuento fantástico.
https://www.youtube.com/watch?v=pzopWrYScmI&feature=youtu.be
4- Observa con mucha atención el VIDEO de las TRAMAS NARRATIVAS y luego elabora en la
carpeta:
https://www.youtube.com/watch?v=6MwAuFMiHak
A-un cuadro con las tramas, características y uso de palabras.
B-Busca en cada cuento las tramas del texto y transcribe un ejemplo o cita de cada una.
C- Indica que tipo de trama predomina en cada texto.
6- Comprensión lectora
La luna
1- ¿Crees que Jacobo era un niño tonto? Fundamenta la respuesta.
2-¿Qué intenciones tenía el farmacéutico cuando le pide a su esposa que “le siga la
corriente”?
La soga
3- Al comienzo del cuento, se dice que a Toñito le gustaban los juegos peligrosos; cuando
recibe la soga el chico juega a que la soga es distintos objetos. ¿Cuáles de esas
transformaciones de la soga son potencialmente peligrosas? ¿Por qué?
4- A medida que avanzamos en la lectura del cuento, oscilamos entre pensar si la soga
verdaderamente se ha convertido en un ser animado o si las menciones a sus acciones se
refieren a lo que ésta “parece ser”. Relean y señalen en el texto:
a) Cuándo el narrador describe a la soga como una verdadera víbora;
b) Cuándo nos tranquiliza, mostrando que las acciones de la soga son producto del juego
de Toñito;
c) Cuándo no está claro si la soga es una víbora o si sus acciones son resultado del
juego.