Critica de La Razon Imperial La Filosofi
Critica de La Razon Imperial La Filosofi
Critica de La Razon Imperial La Filosofi
por
MARIO RUIZ SOTELO
MÉXICO
ARGENTINA
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310, MÉXICO, D.F.
F1411
R85
2010 Ruiz Sotelo, Mario
Crítica de la razón imperial : la filosofía política de Bartolomé
de Las Casas / por Mario Ruiz Sotelo ; prólogo por Enrique Dussel. —
México : Siglo XXI, 2010.
249 p. — (Filosofía)
ISBN - 13: 978-607-03-0223-7
A mi mamá,
sembradora de luces
La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos do-
nes que a los hombres dieron los cielos; con ella no
pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra
ni el mar encubre; por la libertad, así como por la
honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el
contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede
venir a los hombres.
miguel de cervantes
[11]
12 mario ruiz sotelo
1
Bartolomé de Las Casas escribe De unico modo en 1537 en Guatemala; Descartes
publica en Amsterdam, en 1637, El discurso del método.
2
Véanse mis trabajos titulados “El primer profeta latinoamericano”, en Desintegra-
ción de la cristiandad colonial y liberación, Salamanca, Sígueme, 1978, pp. 55-150; “El epis-
copado ante la causa de la justicia”, en El episcopado latinoamericano y la liberación de los
pobres (1504-1620), México, crt, 1979, pp. 27-107, que es un resumen de una obra en
torno a Bartolomé de Las Casas; El episcopado latinoamericano. Institución misionera en de-
fensa del indio (1504-1620), Cuernavaca, cidoc, Colección Sondeos, 1969-1970, vols. 1-8;
“The bread of the Eucharist celebration as a sign of justice in community”, en Beyond
philosophy. Ethics, history, Marxism and liberation theology, Nueva York, Rowan and Little-
field, 2003, pp. 41-52 (todas estas obras pueden consultarse íntegramente en <www.
enriquedussel.org>); además, “El primer anti-discurso filosófico de la modernidad”, en
Política de la liberación, Madrid, Trotta, 2007, vol. 1, pp. 199-206 [101-105].
3
Véase la obra de Gavin Menzies, 1421. El año en que China descubrió el Nuevo Mundo
[13]
14 prólogo
(Madrid, Grijalbo, 2003), que la academia tardará en admitir, tal como sigue ignoran-
do en gran parte la obra de Martin Bernal, Black Athena. The Afroasiatic roots of classical
civilization, New Brunswick, Rutgers University Press, 1987, vol. 1, y en especial Black
Athena writes back, Durham, Duke University Press, 2001.
4
Véase mi obra citada, Política de la liberación, vol. 1, pp. 186 ss [95 ss].
5
“El Derecho de Gentes europeo de la época de los siglos xvi al xx consideraba a las
naciones cristianas de Europa como creadoras y portadoras de una ordenación válida
para toda la tierra” (idem, El nomos de la tierra, Madrid, Centro de Estudios Constitucio-
nales, 1979, p. 74). F. Vitoria funda este “derecho internacional ”, pero sólo “europeo”.
Bartolomé en cambio fundamenta el futuro derecho internacional transeuropeo, ver-
daderamente mundial.
prólogo 15
Este texto, con el que Bartolomé inicia su lucha a favor de los indí-
genas, será el que nuevamente usará cuando descubra que la explo-
tación de los esclavos6 es igualmente dominación homicida; ambos
son los genocidios originarios de la modernidad, frecuentemente ol-
vidados, y que tienen para Bartolomé el mismo significado, uno en
América y el otro en África. El holocausto judío en el siglo xx será
otro genocidio de la modernidad. Hemos insistido que ese texto se-
mita tiene por tema, que Bartolomé interpretará adecuadamente, el
culto idolátrico cumplido por sacrificios humanos (“Es sacrificar un
hijo delante de su padre”: el “hijo” era para Bartolomé el indígena o el
esclavo, y el “padre” un ídolo agresivo, como el de los fenicios, cuya ley
obligaba inmolar al primogénito, ley que Abraham desobedeció por
amor a su hijo, contra el Edipo). La interpretación lascasiana tiene
igualmente sentido crítico, tal como K. Marx expondrá siglos después;
por el hecho de que la vida humana se objetiva en el valor del pan se
sigue que el que lo roba (o no paga el “salario” debido) derrama “san-
gre” (para los semitas, Bartolomé y Marx, la “sangre” es el símbolo de
la “vida humana” sacrificada al ídolo: el Moloch fenicio y moderno a
los ojos de Bartolomé y Marx). La injusticia económica de la explota-
ción de los indios en la encomienda (origen mismo del capitalismo)
era relacionada con la imposibilidad de rendir culto a un Dios de
justicia. Robar a los indios el fruto de su trabajo y pretender ofrecerlo
a Dios es invertir el sentido del culto, transformándolo en idolátrico.
Bartolomé por ello no pudo celebrar el culto pedido por el goberna-
dor Velázquez y, liberando a sus indígenas, tomó la ruta de España
para enfrentar al rey Fernando de Aragón.
En 1514, entonces, comienza la filosofía moderna, al inicio mismo del
siglo xvi atlántico (siendo el Atlántico el nuevo centro geopolítico de
Europa ante la decadencia del Mediterráneo, que era el mar de co-
nexión con el sistema asiático-afro-mediterráneo durante milenios).
Bartolomé, el filósofo del Atlántico naciente entonces, echa por tie-
rra filosóficamente todos los argumentos que pretendían justificar las
acciones que la Europa moderna en su primera etapa temprana (con
su temprano eurocentrismo, colonialismo y capitalismo mercantil) or-
ganizaba para estructurar el sistema-mundo. Todo lo cual Bartolomé
6
Cabe destacar que el relato de la conversión mesiánica y la cita del texto semita
copiado se encuentran con respecto a los indígenas americanos en Historia de las Indias,
iii, cap. 79 (Obras escogidas, Madrid, bae, 1961, vol. 2, p. 356b), y con respecto a los escla-
vos africanos en la misma obra, libro i, cap. 24 (ibid., 1957, vol. 1, p. 92b).
16 prólogo
enrique dussel
INTRODUCCIÓN
[19]
20 mario ruiz sotelo
[27]
28 mario ruiz sotelo
Entre otras cláusulas de sus instrucciones fue una muy principal [...]: que
todos los indios vecinos y moradores desta isla fuesen libres y no sujetos a
servidumbre, ni molestos ni agraviados de alguno, sino que viviesen como
vasallos libres, gobernados y conservados en justicia, como lo eran los vasallos
de los reinos de Castilla, y mandándole asimismo que diese orden cómo en
nuestra sancta fe católica fuesen instruidos.4
gos? ¿Éstos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a
amallos como a vosotros mismos? [...] Tened por cierto que en el estado en
el que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no
quieren la fe de Jesucristo.7 [Cursivas mías.]
10
Cf. Las Casas, Historia de las Indias, vol. iii, lib. iii, cap. lxxxiv, pp. 108-111.
34 mario ruiz sotelo
13
La hipótesis es de Victor N. Baptiste en Bartolomé de Las Casas and Thomas Moro’s
Utopia, p. 62, cit. pos. Gustavo Gutiérrez, En busca de los pobres de Jesucristo, Salamanca,
Sígueme, 1993, pp. 121-122.
14
Lewis Hanke considera la expedición jerónima como el primer experimento so-
ciológico en América, vid. Estudios sobre fray Bartolomé de Las Casas y sobre la lucha por la
justicia en la conquista española en América, Caracas, Universidad Central de Venezuela,
1968, pp. 3-56.
36 mario ruiz sotelo
17
Dos trabajos indispensables sobre el proyecto de Las Casas se encuentran en Mar-
cel Bataillon, Estudios sobre Bartolomé de Las Casas, pp. 45-136, y Ángel Losada, Fray Bar-
tolomé de Las Casas a la luz de la moderna crítica histórica, pp. 102-158.
18
Las Casas, Historia de las Indias, vol. iii, lib. iii, cap. cxxxviii, p. 309.
19
Por ejemplo, Losada, op. cit., o Juan Friede, Bartolomé de Las Casas: Precursor del
anticolonialismo, México, Siglo XXI, 1974.
38 mario ruiz sotelo
20
Las Casas, Historia de las Indias, vol. iii, lib. iii, cap. cxlix, p. 343.
21
Ibid., vol. iii, lib. iii, cap. clvii, p. 373.
la construcción intelectual de bartolomé de las casas 39
25
Ibid., pp. 43-44.
26
Es el caso del texto citado de Ángel Losada.
42 mario ruiz sotelo
28
A los indígenas les asistía un derecho de gentes, que los españoles debían respetar.
Tal principio, casi idéntico, sería una de las demandas centrales del ezln a finales del
siglo xx. Y, como en el siglo xvi, la clase política dominante se negaría a aceptar la
validez del derecho indiano. Es, sin embargo, una prueba de la vigencia moral y prácti-
ca de los principios lascasianos.
29
Tomadas de Esteban Arroyo, Los primeros y principales abanderados de los derechos
humanos de los indios fueron los dominicos, Querétaro, Universidad Autónoma de Queré-
taro, 1983, pp. 229-39.
30
Cf. Bataillon, op. cit., pp. 215-217.
31
Cf. Losada, op. cit., p. 188.
44 mario ruiz sotelo
sas sobre el rey debió ser un elemento básico para impulsar la nueva
legislación, así como el hecho de que en ésta se encuentran inscritos
los principios filosóficos y políticos lascasianos.
Y sin embargo las leyes de 1542 no dejaron plenamente satisfecho
a fray Bartolomé. En su Parecer, fechado poco después, lamenta que
no se haya condenado el término “conquista”, no haber oficializado
la evangelización pacífica como único método, además de tampoco
haber decretado la supresión inmediata de todas las encomiendas.
Manifestó que se debía prohibir la esclavización futura de los indios,
pero pedía el envío de pobladores españoles y esclavos negros. El
concepto de esclavitud, pues, no recibía todavía el trato filosófico ne-
cesario para cuestionarlo en su origen último, lo cual no ocurriría
sino hacia 1554, cuando redactaba los últimos capítulos del libro pri-
mero de la Historia de las Indias.
En 1543 Carlos V pretende iniciar la colonización hispana de Chi-
na, a la que entonces se suponía relativamente cercana de la Nueva
España. El método de conquista planteado es el de la evangelización
pacífica, lo cual significaba que se había adoptado ya como método
oficial. No se hace referencia ya a la concesión papal, cuyo carácter
legitimador había sido cuestionado particularmente por Francisco de
Vitoria. El 1 de mayo se hicieron efectivas las concesiones que fray
Bartolomé había demandado para Tuzulutlán, localidad que poste-
riormente fue llamada Verapaz: los caciques fueron considerados li-
bres de encomienda y les sería reconocida su autoridad en calidad de
nobles,32 lo cual significaba que Carlos V sería emperador sobre mu-
chos reyes, el modelo político aconsejado por Las Casas en sus Treinta
proposiciones muy jurídicas y que, si bien puede considerarse inspirado
por el mundo medieval, en América representaba una innovación
auténticamente revolucionaria, pues se reconocía no sólo la huma-
nidad, sino la legitimidad plena de la organización política indiana.
Y un elemento no menos importante: los caciques indígenas acepta-
rían, por consenso, la autoridad del rey de Castilla.
Como consecuencia de lo anterior, el 20 de diciembre Bartolomé
32
Como lo refiere la doctora Gudrun Lenkersdorf, el término “cacique” es equívo-
co. Se llamó así a todos los gobernantes indígenas. Pero había caciques verdaderos y
otros nombrados por la autoridad española. Evidentemente, el esfuerzo de Las Casas
iba dirigido hacia los considerados gobernantes legítimos, logrando que, en efecto, en
Verapaz tuvieran una consideración especial. Cf. Gudrun Lenkersdorf, Repúblicas de
indios, México, Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 74-86.
la construcción intelectual de bartolomé de las casas 45
de Las Casas fue electo obispo de Chiapas, y fue consagrado como tal
el 30 de marzo del siguiente año. Pide al papa que se considere bajo su
jurisdicción Verapaz y la zona lacandona, amenazada ya por los con-
quistadores. Mientras eso ocurría en la península, en la Nueva España
la situación se tornaba por demás tensa. Los conquistadores de la
zona de Tuzulutlán fueron informados que sus encomiendas habían
sido desautorizadas. Francisco de Montejo envió invasores españoles
al territorio restringido y los caciques se quejaron amargamente con
Angulo. Alonso de Maldonado se había casado con la hija de Monte-
jo y dirigió entonces sus intereses al lado de los conquistadores. En
Guatemala el Cabildo hizo una “encuesta” en la que se condenaba la
evangelización lascasiana y a sus caciques protegidos.33
En ese ambiente hostil Las Casas llegó a Campeche, después de
pasar por La Española, en enero de 1545. Las autoridades del lugar,
que lo hacían responsable de las Leyes Nuevas, lo hostilizaron y difi-
cultaron su traslado a Ciudad Real, sede de su diócesis, a la que arri-
bó a principios de febrero. En todas las Indias se había generado ya
un ambiente de ingobernabilidad. La rebelión de los encomenderos
ante las Leyes Nuevas era generalizada. En Lima Francisco Pizarro se
rebeló y fue asesinado el virrey Blanco Núñez; en Nueva España el
virrey Mendoza pidió y consiguió de la corona una aplicación limi-
tada de las leyes; en Ciudad Real, Chiapas, hubo motines en contra
del obispo. Ante la falta de capacidad coercitiva del estado, Las Casas
decidió utilizar la propia de la iglesia. Publicó un edicto en el que se
mandaba, so pena de excomunión, se denunciase a quienes incum-
plían las leyes referidas al buen trato a los indios. Además, decidió no
dar la absolución a quienes tuvieran indios encomendados y pedía
como penitencia la restitución de los bienes usurpados. La orden in-
cluyó también a los miembros de la Audiencia de los Confines, Cen-
troamérica, quienes hicieron caso omiso y, en consecuencia, fueron
excomulgados.34 En junio entró a Verapaz, que pese a todo lograba
mantenerse, y que se convirtió prácticamente en la única zona donde
su autoridad era respetada. Alonso de Maldonado, presidente de la
Audiencia, y Marroquín, obispo de Guatemala, fueron denunciados
por fray Bartolomé ante el príncipe Felipe de poseer indios a su servi-
33
Cf. Bataillon, op. cit., pp. 233-234.
34
Cf. Juan Friede, op. cit., pp. 169-171. Hace referencia a un pasaje del biógrafo
Remesal. Los excomulgados hicieron caso omiso y fueron apoyados por las autoridades
civiles de México.
46 mario ruiz sotelo
35
Cf. Parish, op. cit., pp 49-56.
la construcción intelectual de bartolomé de las casas 47
Las Casas no volvería más a América. Comprendió, tal vez, que po-
dría hacer más por los indios presionando de cerca a la corte. En su
camino a Valladolid hizo escala en Lisboa; es muy probable que ahí
haya solicitado información sobre la conquista portuguesa de África,
sobre la cual reflexionaría años después en su Historia de las Indias.38
Por lo pronto, apenas al año de su llegada, en 1548, tuvo que sufrir
36
Ibid., p. 62.
37
Biógrafos de Las Casas como Lewis Hanke, Manuel Jiménez o Helen-Rand Parish
defienden la hipótesis de que Quaestio theologalis debió ser escrito hacia 1546, pero An-
tonio Larios y Antonio García del Moral argumentan que debió escribirse entre 1560
y 1563 con motivo de la defensa de su amigo Bartolomé Carranza. Cf. Las Casas, Obras
completas, Quaestio theologalis, Alianza, Madrid, 1992, vol. 12, pp. 229-261.
38
La tesis es de Isacio Pérez, op. cit., pp. 180-207.
48 mario ruiz sotelo
las consecuencias de sus ideas. Las Doce reglas habían sido impresas
sin permiso del Consejo de Indias y el obispo fue llamado a cuentas, y
muy probablemente se lo acusó de herejía y lesa majestad.39 Las Casas
debió haber respondido argumentando jurídicamente su inmunidad
como eclesiástico y teóricamente lo haría con sus Treinta proposiciones
muy jurídicas, publicadas al año siguiente. En México, las copias de su
polémico texto fueron recogidas, seguramente con gusto, por Moto-
linía, su adversario, y mandadas quemar, probablemente con placer,
por Antonio de Mendoza.
Pero tales reprimendas, lejos de conseguir el desánimo de Las Ca-
sas, procuraban su radicalización. En el mismo 1548 presentó una
renovación de su Tratado sobre los indios que se han hecho esclavos, donde
abunda sobre la esclavitud, a todas luces ilegal, que se vivía en las In-
dias. Además presentó el Informe sobre los esclavos de la segunda conquista
de Jalisco, donde calificaba de justa la rebelión del cacique Tenamaztle
y, en consecuencia, de injusta la represión y esclavitud encabezadas
por el virrey Mendoza. También entonces conoció Democrates alter,
de Juan Ginés de Sepúlveda, donde se argumenta la justicia de la
conquista. Las Casas consiguió que el escrito fuese dictaminado por
académicos de Alcalá y Salamanca, quienes determinaron no impri-
mirlo.40 Al año siguiente formuló su Tratado comprobatorio del imperio
soberano..., un auténtico tratado de filosofía política donde reconocía
la legitimidad de los reyes hispanos sobre las Indias pero también los
derechos de los reyes infieles. Presentó asimismo las ya citadas Treinta
proposiciones muy jurídicas, texto en el cual hace una pormenorizada
condena de las conquistas y caracteriza como tiranos a quienes las
emprendieron.
La influencia del todavía obispo de Chiapas sobre el Consejo de
Indias se manifestó de nuevo cuando consiguió que se pronunciara
por la convocatoria a una junta de teólogos y juristas que analizaran
la situación en las Indias. En abril de 1550 el rey ordenó la suspensión
de las conquistas hasta que la junta dictaminase sobre la materia. En
unos cuantos años Las Casas había logrado detener el desmorona-
miento de las leyes de 1542 y había conseguido impugnar lo deroga-
do.41 Entonces renunció a su obispado. Comprendió que su lucha ya
39
Cf. Parish, op. cit., pp. 71-72.
40
Cf. Lewis Hanke, La lucha española por la justicia en la conquista de América, Madrid,
Aguilar, 1959, p. 197.
41
Es lo que Parish y Weidman llaman “las Nuevas Leyes renovadas”, esto es, mante-
la construcción intelectual de bartolomé de las casas 49
43
Cf. ibid., p. 271. Los herejes habrían infringido principios de la fe cristiana, mien-
tras que los paganos referidos ni siquiera la conocían.
la construcción intelectual de bartolomé de las casas 51
44
Cf. Vidal Abril Castelló, “Estudio preliminar”, en Las Casas, Apología, p. l.
45
Cit. pos. Henry Raup Wagner y Helen-Rand Parish, The life and writings of Bartolomé
de Las Casas, pp. 187-188.
52 mario ruiz sotelo
haber sido alterada justo para hacer de él un texto más general,46 aun-
que tampoco debe descartarse que tal haya sido la propia voluntad
de Las Casas. Lo cierto es que en esta obra encontramos una filosofía
política ordenada y coherente, donde se manejan tópicos como el
origen del poder político, la legitimidad o los límites de la potestad
del rey, por lo que sin duda debería ser considerado uno de los textos
políticos más profundos del siglo xvi.
También en 1552 nuestro autor escribió el prólogo de su obra
monumental, Historia de las Indias, cuya redacción comenzó según
su propio dicho en 1527, pero que seguramente había interrumpido
por años y decidió retomar, para dejarla, inconclusa, en 1561. Entre
los propósitos de la obra estaba refutar las interpretaciones, conside-
radas por él calumniosas, de Gonzalo Fernández de Oviedo, Francis-
co López de Gómara y, en general, de todas las versiones que estima-
ban la conquista de las Indias una obra digna de alabanza. El mismo
Cristóbal Colón, tan querido y admirado en un principio por fray Bar-
tolomé, encontraría severos cuestionamientos. La Historia sería una
especie de visión de los vencidos, situada desde una perspectiva ética
donde los españoles aparecen como invasores, y donde la supuesta
heroicidad se trastoca en usurpación y tiranía.
Entre otros aspectos a destacar, vale referir su análisis de la con-
quista hispana y portuguesa de África (lib. i, caps. 17-27). Ahí se in-
fiere una analogía entre la situación padecida por los africanos y los
indios, de donde resulta la conclusión de que ambas fueron ejecuta-
das sin respetar los derechos de sus moradores originales. Se comple-
taba entonces su proceso de concientización sobre la situación de las
víctimas del sistema comprendiendo que entre ellas también estaban
los negros africanos. Justo es señalar, más allá de las calumnias, que
Las Casas fue el primero en condenar la esclavitud negra africana.47
De esta manera, su teorización sobre esta forma de opresión había
cerrado su círculo ecuménico.
Mientras redactaba su Historia, según lo demuestra O’Gorman,48
hacia 1555-1556, fray Bartolomé concibió la necesidad de hacer un
46
Así lo piensa Jaime González Rodríguez, “Dimensión histórica de De regia potesta-
te”, en Las Casas, De regia potestate, p. xli.
47
Así lo demuestra Gustavo Gutiérrez, op. cit., pp. 453-462.
48
Edmundo O’Gorman, “Estudio preliminar”, en Bartolomé de Las Casas, Apologé-
tica historia sumaria, vol. i, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1966,
pp. xxi-xxxvi.
la construcción intelectual de bartolomé de las casas 53
[54]
el descubrimiento de américa y bartolomé de las casas 55
Invención
7
Ibid., pp. 158-159.
el descubrimiento de américa y bartolomé de las casas 59
Invasión
11
Dussel no acepta el término “invención” acuñado por O’Gorman por entender
que no se considera a lo indígena digno de un “ser”. La opinión presentada en este
trabajo es diferente, como se aprecia a continuación.
12
El concepto se encuentra originalmente (poco antes que en Zea) en Dussel, “Del
descubrimiento al desencubrimiento”, en Nuestra América frente al V centenario, México,
Joaquín Mortiz, 1989.
13
Cf. Enrique Dussel, 1492: El encubrimiento del otro, Madrid, Nueva Utopía, 1992,
pp. 89-90.
14
A su vez, Dussel considera la filosofía de Levinas como la superación de la dialéc-
tica hegeliana y de la ontología heideggeriana. Cf. Enrique García Ruiz, Filosofía de la
liberación. Una aproximación al pensamiento de Enrique Dussel, Dríada, México, 2003, pp.
224-230.
15
Enrique Dussel, Método para una filosofía de la liberación, Guadalajara, Universidad
de Guadalajara, 1991, p. 186.
el descubrimiento de américa y bartolomé de las casas 61
16
Ibid., p. 187.
17
Ibid., p. 188.
18
Ibid., pp. 185-186.
62 mario ruiz sotelo
23
Ibid., p. 51.
24
O’Gorman, op. cit., p. 152.
el descubrimiento de américa y bartolomé de las casas 65
Habrá que esperar al 1492 para que su centralidad empírica constituya las
otras civilizaciones en su “periferia”. Este hecho de la “salida” de Europa Oc-
cidental de los estrechos límites dentro de los cuales el mundo musulmán
la había apresado constituye [...] el nacimiento de la Modernidad. El 1492 es la
fecha de su nacimiento, del origen de la “experiencia” del ego europeo de
constituir a los Otros sujetos y pueblos como objetos, instrumentos que se los
puede usar y controlar para sus propios fines europeizadores, civilizatorios,
modernizadores.27
28
Edmundo O’Gorman, “Estudio preliminar”, en Bartolomé de Las Casas, Apologé-
tica historia sumaria, vol. i, pp. xxiii-xxxvi.
29
Ibid. O’Gorman refiere con precisión que debió ser en el capítulo 67 del lib. i de
la Historia donde surgió el “parto” de la Apologética.
68 mario ruiz sotelo
[Dice el almirante que] los antiguos que escribieron que en estas tierra había
muchas riquezas, se ha de entender según que aquestas tierras son parte de la
India y lo último de ella (de que a mí duda ninguna queda, y así el Almirante
lo sentía y en busca dellas venía); y dello se pueden colegir muchos argumen-
tos, y uno dellos es la grandeza de la India.31
como una preferencia personal, y más que eso, podemos inferir que
era una costumbre hispana, pues dice que son extranjeros quienes
nombran América al continente descubierto. El caso es que cuando
habla de la tierra firme, América o las Indias, todo indica que la está
considerando, como lo hizo antes en la Apología, como un mundo
nuevo, una cuarta parte de la tierra. Advierte su conocimiento de
textos y mapas extranjeros que hablan de América, y justamente ésta
tiene su razón de ser, como arriba señalamos, a partir de que en el
mapa Waldseemüller se la consideró un continente aparte. Las Casas
parece estar cuestionando no esa idea de concebir la realidad de la
tierra encontrada, sino que no se le haya reconocido el mérito a Co-
lón a partir de un embuste orquestado por Vespucio.
Pero aún se puede dudar del argumento anterior. La denomina-
ción de las tierras descubiertas por los europeos como las Indias par-
te de la interpretación elaborada a partir del tercer viaje de Colón,
cuando se topó con la enorme masa continental a la que en un prin-
cipio consideró el paraíso terrenal. Se acogieron entonces al mapa
diseñado por Henricus Martellius en 1489, donde se sustentaba la
hipótesis que defendía la existencia de una península adicional al
oriente del Quersoneso Áureo (la península de Malaca),40 de la cual
extrañamente no habría hablado Marco Polo. Así, se creyó por un
tiempo que no había una, sino dos Indias. Por eso es que, amén de ser
una costumbre que no se disipó sino hasta el siglo xviii, no podemos
estar seguros de que cuando Las Casas habla de las Indias las concibe
como un continente aparte, pues antes había dudado que así fuera, y,
siendo muy escépticos, se podría argumentar que aquella reivindica-
ción a Colón la está pidiendo para la enorme península adicional.
Necesitamos, pues, un argumento más convincente. Éste parece
encontrarse dentro del libro ii de la citada Historia, redactado, según
O’Gorman, entre 1558 y 1559. Para ese momento Las Casas trata con
mucha menos benevolencia a Cristóbal Colón, alabado antes por su
inteligencia, audacia e incluso por su aspecto físico a causa, sin duda,
de la creencia de ser un instrumento elegido por la providencia. El
enamoramiento se ha disipado, y como suele ocurrir en tal situación,
se observan defectos que antes aparecían ocultos. De hecho, desde
el libro i fray Bartolomé reprochará severamente varias acciones del
Almirante, ya por no haber sido agradecido con los indígenas que le
40
Cf. O’Gorman, op. cit., pp. 109-116.
72 mario ruiz sotelo
Murió desposeído y despojado del estado y honra que con tan inmensos e
increíbles peligros había ganado, desposeído ignominiosamente, sin orden
de justicia [...] Esto no fue sin juicio y beneplácito divino [...] quien bien
quisiere advertir e considerar lo que la historia con verdad hasta aquí ha con-
tado, de los agravios, guerras e injusticias, captiverios y opresiones, despojos
de señoríos y estados y tierras y privación de propia y natural libertad y de
infinitas vidas que a reyes y a señores naturales [...] hizo y consintió absurda
y desordenadamente el Almirante, no teniendo jurisdicción alguna sobre ellos, ni
alguna causa justa, antes siendo él súbdito de ellos por estar en sus tierras [por lo
que] podrá sentir que [sus] angustias y penalidades fueron de aquellas culpas
el pago y castigo.41 [Cursivas mías.]
41
Las Casas, Historia de las Indias, vol. ii, lib. ii, cap. xxxviii, p. 330.
el descubrimiento de américa y bartolomé de las casas 73
el Almirante murió también con otra ignorancia, y ésta fue, que tuvo por
cierto que esta isla Española era la tierra de donde a Salomón se traía el oro
para el templo [...] También dijo que estas islas y tierra firme estaban al fin
del Oriente y comienzo de Asia; bien creo yo que si no se hallara atravesada esta
nuestra tierra firme, que llegara o pretendiera navegar y llegar al fin del Oriente y
principio de Asia, que es la China o Malucos o otras tierras por allí, adonde agora
navegan los portugueses; y para esto, bien le quedaban por navegar más de
otras 2 000 para llegar adonde es el fin del Oriente y principio de Asia, como
él decía ser estas islas y tierra firme.43 [Cursivas mías.]
Porque todo aquel mundo, del que forman parte aquellos reinos del Perú, está
situado en el profundísimo mar Océano y está muy apartado de toda otra región
de todas aquellas ya alguna vez conocidas por los hombres de nuestro conti-
nente; mundo que encontramos ya ocupado y poseído por aquellos pueblos indios sobre
los que reinaban propios reyes.44 [Cursivas mías.]
44
Bartolomé de Las Casas, De thesauris, en Obras completas, Madrid, Alianza, 1992, p. 69.
el descubrimiento de américa y bartolomé de las casas 75
le dijo que ellos cognoscían y creían en Dios que estaba en el cielo, y que
aqueste Dios era Padre y Hijo y Espíritu Sancto, y que el padre se llama Izona,
que había criado los hombres y todas las cosas; el Hijo tenía por nombre Ba-
cab, el cual nació de una doncella siempre virgen, llamada Chiribías [...] al
Espíritu Sancto llamaban Echuac [...] Si estas cosas son verdad, parece haber
sido en aquella tierra nuestra santa fe notificada; pero como en ninguna par-
te de las Indias habemos tal nueva hallado, puesto que en la tierra del Brasil
[...] se imagina hallarse rastro de Santo Tomás.45
45
Las Casas, Apologética..., vol. i, pp. 648-649.
76 mario ruiz sotelo
Una vez que hemos advertido que Las Casas, en efecto, fue capaz de
aceptar la autonomía ontológica de América (aun cuando se resistió
a llamarla con ese nombre), veamos ahora en qué medida observó tal
circunstancia referida a sus habitantes, los indígenas.
Bartolomé de Las Casas observa probablemente mejor que todos
sus contemporáneos el enorme caos legal, político, ético, que se ha-
bía desatado a consecuencia del descubrimiento. El plus de su visión
46
Como es bien sabido, la hipótesis de la posible presencia de Tomás apóstol en
América inquietó sobremanera el espíritu criollo durante la colonia, y a ella sucum-
bieron, entre otros, Carlos de Sigüenza y Góngora, en el siglo xvii, así como Lorenzo
Boturini y fray Servando Teresa de Mier, en el xviii. Coincidentemente, todos utilizaron
tan inverosímil idea como medio para reivindicar las culturas indígenas prehispánicas.
Vale subrayar entonces que tal hipótesis no es original de los siglos xvii o xviii, como
frecuentemente se sostiene (por ejemplo Brading en Los orígenes del nacionalismo mexi-
cano) sino del mismo siglo xvi, y que no es aventurado ubicar a Las Casas entre sus
autores originales.
47
Cf. Eliade, op. cit., pp. 11-50.
el descubrimiento de américa y bartolomé de las casas 77
Los que enseñan de viva voz o con obras escritas que los habitantes del Nuevo
Mundo [noui orbis habitatores], que llamamos vulgarmente “indios” [quos vulgo
indos apellamus], deben ser dominados y sometidos mediante guerras antes
que se les anuncie y predique el Evangelio.51
[80]
hermenéutica lascasiana 81
es esclavo por naturaleza el que puede ser de otro (por eso precisamente es
de otro) y el que participa de la razón tanto como para percibirla, pero no para
poseerla.3 [Cursivas mías.]
1
Aristóteles, Política, Madrid, Gredos, 1999, p. 9.
2
Ibid., p. 14.
3
Ibid., p. 16.
82 mario ruiz sotelo
el año mccccxcix [sic] don Cristóbal Colón, que descubrió aquellas Indias,
por servicios señalados que algunos habían hecho en la isla Española a los
Reyes Católicos y a Vuestra Majestad, al tiempo que quisieron venir a estos
reinos, por satisfacerles en algo dioles a cada uno un indio y licencia para
traerlo consigo acá, e yo que esto escribo tuve uno dellos. Los cuales venidos
acá y sabido por Su Alteza, hubo tan grande enojo que no la podían apla-
car, diciendo: “¿Qué poder tiene el Almirante mío para dar a nadie mis vasallos?”.7
[Cursivas mías.]
Con lo cual queda claro que el almirante, el héroe del viejo “Día
de la Raza”, del “Día de la Hispanidad”, es también el generador de
la esclavitud de los indios americanos, actividad de la que claramente
quiso desmarcarse la corona. Las diferencias culturales y tecnológicas
entre los habitantes del Caribe y los españoles dieron pie al trato a
los indios como inferiores, como esclavos. Colón observó que esta
actividad podría servirle como medio de pago para manejar la situa-
ción política, ya para entonces difícil. Vale destacar la sorpresa y la
desaprobación de la reina, en comparación con la naturalidad con
la cual el Almirante decidió iniciar la práctica. Esta última actitud
pude entenderse porque Colón, al no hallar el mundo fastuoso des-
crito por Marco Polo, y en consecuencia, las riquezas prometidas a la
Corona (no olvidemos que creyó, hasta su muerte, haber llegado al
continente asiático), decidió iniciar la explotación de la esclavitud de
los indios como una especie de medio compensatorio, tal como lo ha-
bían hecho los portugueses en el África subsahariana desde mediados
5
Cf. Las Casas, Historia de las Indias, vol. i, lib. i, cap. lix, pp. 276-277.
6
Vid supra, cap. 1, primera sección.
7
Las Casas, Entre los remedios..., en Tratados, vol. ii, p. 653.
84 mario ruiz sotelo
ni tampoco tienen las cabezas como otras gentes, sino tan rescios e gruesos
cascos, que el principal aviso que los cristianos tienen cuando con ellos pe-
lean e vienen a las manos, es no darles cuchilladas en la cabeza, porque se
rompen las espadas [...] Así como tienen el casco grueso, así tienen el enten-
dimiento bestial e mal inclinado.8
no sin gran misterio tuvo Dios olvidados tantos tiempos estos indios y des-
pués, cuando se acordó de ellos [...] viendo cuanta malicia estaba sobre
esta tierra toda [las Indias], e que todas las cogitaciones de los corazones
destos en todos tiempos eran atentos a mal obrar, consintió se les acabasen
las vidas.9
8
Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, México, Con-
dumex, 1979, cap. v, “Proemio”.
9
Ibid., cit. pos. Edmundo O’Gorman, en Fernández de Oviedo, Sucesos y diálogo de la
Nueva España, p. 144.
hermenéutica lascasiana 85
10
Cit. pos. Silvio Zavala, La filosofía política de la conquista, México, Fondo de Cultura
Económica, 1993, p. 48.
11
Las Casas, Historia de las Indias, vol. ii, lib. iii, cap. xii, p. 472.
86 mario ruiz sotelo
12
Vid supra, cap. i, primera sección.
hermenéutica lascasiana 87
15
Ibid., p. 33.
16
Ibid., p. 39.
17
Ibid., p. 42
18
Ibid., p. 44.
hermenéutica lascasiana 89
Es lícito a los españoles comerciar con [los indios] importándoles los produc-
tos de que carecen y extrayendo de ahí oro o plata u otras cosas en que ellos
abundan; y ni sus príncipes pueden impedir a sus súbditos que comercien
con españoles ni, por el contrario, los príncipes de los españoles pueden
prohibirles comerciar con ellos.23
21
Carmen Rovira Gaspar, Francisco de Vitoria, España y América, el poder y el hombre,
México, Miguel Ángel Porrúa, 2004, pp. 290 y 294.
22
Ibid., p. 60.
23
Ibid., p. 62.
hermenéutica lascasiana 91
24
Ibid., p. 69.
25
Ibid., p. 64.
26
Ibid., pp. 70-71.
92 mario ruiz sotelo
27
Y aun con sus dudas, Vitoria no pudo evitar la reprimenda que en forma apenas
indirecta le dedicó Carlos V, poco después de leídas sus Relecciones. Cf. ibid., Introduc-
ción de Antonio Gómez Robledo, pp. xix-xx.
hermenéutica lascasiana 93
el arte de la guerra será en cierto modo un arte adquisitivo por naturaleza (el
arte de la caza es una parte suya), y debe utilizarse contra los animales salvajes
y contra aquellos hombres que, habiendo nacido para obedecer, se niegan a ello, en
la idea de que esa clase de guerra es justa por naturaleza.29 [Cursivas mías.]
¿Qué cosa pudo suceder a estos bárbaros más conveniente ni más saludable
que el quedar sometidos al imperio de aquellos cuya prudencia, virtud y reli-
29
Aristóteles, op. cit., p. 25.
96 mario ruiz sotelo
gión los han de convertir de bárbaros, tales que apenas merecían el nombre
de seres humanos, en hombres civilizados en cuanto pueden serlo; de torpes y
libidinosos, en probos y honrados; de impíos y siervos de los demonios en
cristianos y adoradores del verdadero Dios?30 [Cursivas mías.]
Así pues, desde cierta filosofía de la historia, desde aquella que cree
en el progreso y en su concreción por la modernidad, Ginés de Sepúl-
veda resulta una especie de portador de la razón. Es ésa la convicción
de Edmundo O’Gorman, probablemente su más conspicuo y radical
defensor, y cuya interpretación es imposible no tomar en cuenta.
30
Sepúlveda, op. cit., p. 133.
31
La invasión de Estados Unidos a Irak en 2003, por ejemplo, pretendió justificarse
con la misma lógica.
hermenéutica lascasiana 97
modernidad lascasiana
35
O’Gorman, op. cit., pp. lxxiii y lxxvii.
hermenéutica lascasiana 101
compatible con la época entonces naciente. Que ello sea así, sin em-
bargo, no implica la consideración de sus ideas como plenamente
modernas, como tampoco la escolástica de la que se nutre fundamen-
talmente Las Casas lo incapacitaba para saber tomar el pulso a los
acontecimientos modernos. Por lo mismo, es válido interpretar esa
insistencia en la humanidad plena de los indios como una lucha en
contra de una reminiscencia arcaica incrustada en el común de la
sociedad española y defendida en alguna medida por algunos de sus
principales académicos.
Cabe subrayar el origen de esta profundidad filosófica. Son las cir-
cunstancias históricas las que lo obligan a incursionar en este terreno.
El interés original de fray Bartolomé era detener la masacre, salvar las
vidas de aquellos que eran muertos por miles, millones, por causas
claramente económicas, pero bajo el apoyo de justificaciones filosófi-
cas, razón por la cual hubo de penetrar en ese terreno.
38
Las Casas advierte el carácter titubeante de Vitoria. Cuando analiza las razones
por las que podía justificarse la guerra contra los indios advierte que “las circunstancias
que este doctísimo padre supone son falsas, y dice algunas cosas con cierta timidez”,
Apología, p. 343.
104 mario ruiz sotelo
Pues el Creador de todos los seres no despreció a estas gentes del Nuevo
Mundo hasta el punto de querer que carecieran de razón y fueran como ani-
males, para que se diga que son bárbaros, fieros, salvajes y brutos como éstos
[Sepúlveda y sus partidarios] piensan o como los pintan; es más, son de tal
sencillez y mansedumbre que son los más aptos [...] y los más dispuestos a
abandonar el culto a los ídolos.40 [Cursivas mías.]
cuando les probáremos que si en una parte comían carne humana y en otra
sacrificaban inocentes, y en otra con el vicio contra natura se contaminaban,
y en muchos millares de leguas ninguna maldad de éstas había, y en aquéllas
no todos, sino muy pocos por respecto de los que no lo hacían, pregúntoles:
¿en qué fundamento y sobre qué título este principio estribaría? [...] mani-
fiesto es que de unas partes, y de las menores y muy poquitas, y aun de aqué-
llas, dentro de un pueblo, de diez personas y no de diez mil serían soberanos
príncipes [los reyes de Castilla], y de todo aquel orbe muy poquito menos
que todo no lo serían.44
Ya se ven los elementos con los cuales se podía definir una cultura
de bárbara: antropofagia, sacrificios humanos y homosexualidad (“el
vicio contra natura”, frecuentemente argumentado por los cronis-
tas). Dichas costumbres estarían contrariando la ley natural, por lo
cual sus practicantes serían válidamente juzgados de bárbaros en la
categoría de esclavos por naturaleza. Se trata de una caracterización
relativa a un tiempo y época determinados, y no parece que nuestro
autor esté inventándola, sino sólo aplicándola. Cabría decir en todo
caso que tal clasificación implica una cierta interpretación asumida
parcialmente por el propio Las Casas, pues los contenidos señalados
no son literalmente los propuestos anteriormente en esta categoría
de esclavos por Aristóteles. (En otro texto refuta incluso esta conce-
sión, como veremos un poco después.) Independientemente de eso,
es pertinente subrayar el sentido de la aplicación lascasiana, según la
cual los que pudiesen ser llamados bárbaros y asemejarse con la idea
de esclavos por naturaleza serían apenas unos cuantos, “diez y no diez
mil”, con lo cual se corroboraría, en la práctica, la casi inexistencia de
este tipo de esclavos en el continente recientemente descubierto, y en
general, en todo el mundo.
Pero fray Bartolomé pretende ir más allá del límite numérico y
atiende la necesidad de explicar el fondo del complicado tema de los
sacrificios humanos y la antropofagia. Contrariamente a los juicios
44
Bartolomé de Las Casas, Tratado comprobatorio del imperio soberano, en Tratados, Méxi-
co, Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 1177-1179. Incluso los descubrimientos de la
antropología actual están en concordancia con la observación de Bartolomé de Las Casas
en el caso de la antropofagia. Esta antropofagia, si bien pudo practicarse en más lugares
de los que el sevillano propuso, tenía una función ritual, y nunca de dieta cotidiana.
108 mario ruiz sotelo
50
Apología, pp. 39-40. Recordemos que Príapo, originalmente hijo de Dionisio y
después de Baco, era una divinidad representada con un enorme falo en erección,
mientras que su padre era una deidad relacionada con el vino y, en consecuencia, con
la embriaguez.
hermenéutica lascasiana 111
hay cuatro clases de bárbaros, una primera, una segunda y una cuarta, según
la fiereza de sus costumbres y por la falta de fe. Sin embargo el primer tipo
puede comprender también cristianos, si se comportan con fiereza, crueldad
e inhumanidad [...] en este grupo los españoles que hicieron sufrir a los
indios [...] son bárbaros y peores que los bárbaros. Se comportaron como
bárbaros también cuando se rebelaron ferozmente empuñando las armas
contra el emperador.53
Estas tres clases de bárbaros lo son por sus costumbres, por lo que
no pueden ser catalogados como esclavos por naturaleza. Su natura-
leza es tan humana como la de alguien que se llame civilizado, cristia-
no, puesto que la barbarie se debe a razones accidentales. La tercera
clase ha representado mayor dificultad para desclasificarla, pues ahí
51
Ibid., p. 40.
52
Ibid., p. 110.
53
Ibid., p. 43.
112 mario ruiz sotelo
El determinismo naturalista
55
No debe extrañarnos ni la explicación determinista ni el prejuicio subsiguiente,
que gozaron de cabal salud durante siglos, llegando a su momento cumbre en el siglo
xviii, en plena Ilustración, donde la teoría contó con arquitectos como Buffon y Pauw,
y adeptos como Montesquieu y Voltaire. Entonces la crítica estaría a cargo de Francisco
Javier Clavijero. Cf. Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en México, México,
Secretaría de Educación Pública, 1987.
56
Las Casas, Apologética, p. 119.
hermenéutica lascasiana 115
57
La influencia negativa de la naturaleza no se detiene ahí, y más adelante la ex-
tiende a las zonas africanas pobladas por negros. Cita a Ptolomeo cuando dice “así
como tienen los cuerpos negros y secos y las cabezas y cabellos feos [...] así alcanzan las
ánimas, que siguen las cualidades malas del cuerpo en ser de bajos entendimientos y
costumbres silvestres”, ibid., p. 147. Se puede acusar aquí a Las Casas de no haber criti-
cado la cita y dar la impresión de asumirla. La cuestión debe considerarse sólo aparen-
te, pues él mismo buscaría desterrar los prejuicios contra los negros. Es, pues, del todo
inadecuado calificar a nuestro autor de “racista” en este momento de su vida, como lo
hace Antonio Enrique Pérez Luño en su “Estudio preliminar” a De regia potestate, p. xi,
quien no toma en consideración las críticas a la esclavitud negra vertidas en la Historia
de las Indias, de las que posteriormente daremos cuenta.
116 mario ruiz sotelo
La revolución lascasiana
aun en el caso de que sean bárbaros en el más alto grado, no obstante, han
sido creados a imagen de Dios, y no están totalmente abandonados de la provi-
dencia divina que no sean capaces de ser hermanos del reino de Cristo y no
hayan sido redimidos por la preciosísima sangre de Cristo, no menos que los
más pudientes y más sabios del mundo entero.60 [Cursivas mías.]
Este aviso de que se diese licencia para traer esclavos negros a estas tierras dio
primero el clérigo Casas, no advirtiendo la injusticia con que los portugueses
los toman y hacen esclavos; el cual, después de que cayó en ello, no lo diera
por cuanto había en el mundo, porque siempre los tuvo por injusta y tiráni-
62
Cf. Gutiérrez, op. cit., p. 462.
hermenéutica lascasiana 123
camente hechos esclavos, porque la misma razón es de ellos que de los indios.63
[Cursivas mías.]
todas. Esa idea, por supuesto, resultaría exótica, ofensiva incluso pa-
ra el ánimo del floreciente humanismo europeo. Se trataba de un
planteamiento que, por desafiante, se tildó de absurdo. Tal vez sería
impreciso calificarlo primordialmente de igualitario, puesto que su
finalidad no es precisamente la pugna por la igualdad, sino la defensa
de quienes estaban siendo negados, aniquilados bajo el argumento de
un derecho inexistente. Al lado de la demostración de las semejanzas,
nuestro fraile guarda una preocupación mayor: el rescate de aquellos
que, por sus diferencias, son considerados ajenos a los beneficios del
derecho, de la religión, de la razón.
Tanto los indios como los negros cuentan, utilizando los términos
de la filosofía de la liberación, con su propia pretensión universal de
verdad,66 su propia forma de reproducir la vida que, naturalmente,
consideran válida para todos. Éste es el principio de posibilidad para
elaborar un diálogo intercultural, donde se aceptan las razones del
Otro para formar un consenso. Al rechazarse estas razones, el dis-
curso europeo hegemónico negó la posibilidad de hacer un discurso
con una pretensión universal de validez, pues negó al Otro la posibilidad
de asentimiento libre, convirtiendo su discurso en un fanatismo por
considerarse poseedores de una verdad que finalmente no es sino un
discurso con una validez relativa. En el ánimo lascasiano estaba, jus-
tamente, la intención ética de aceptar las pretensiones de validez de
indios y negros y, en consecuencia, de acudir a un diálogo donde se
considerara la factibilidad de esa pretensión universal de validez.
La defensa lascasiana de los negros africanos va mucho más allá
de un acto de contrición; acude a una comprensión más cabal de la
realidad histórica de la esclavitud. Ya no se limita a las Indias, ni al
estado nacional al que pertenece, sino a una actitud con pretensiones
de convertirse en una filosofía general de la alteridad, donde se busca
al Otro dondequiera que se encuentre. Paralelamente, estamos en
presencia de la primera crítica a la esclavitud negra, inserta ya, como
decíamos antes, en parte de la “normalidad” cotidiana de la Europa
renacentista y asumida acríticamente por el humanismo de la época.
Y no se detuvo ahí. Inscrito ya en la lógica de su filosofía de la
alteridad, y trascendido su objetivo primordial, la defensa de los in-
66
La diferencia entre los conceptos “pretensión universal de verdad” y “pretensión
universal de validez” son parte de la crítica de Dussel a la Ética del discurso de Haber-
mas, aplicada en su Ética de la liberación, op. cit., 1998, y en Modernidad y alteridad, op.
cit., 2003.
hermenéutica lascasiana 125
cualquiera que seso tuviere, lo conozca y apruebe, deberé aquí de notar que
a ningún infiel, sea moro, alárabe, turco, tártaro o indio o de otra cualquiera especie,
ley o secta que fuere, no se le puede ni es lícito al pueblo cristiano hacerle guerra, ni
molestarle, ni agraviarle con daño alguno en su persona ni en cosa suya, sin cometer
grandísimos pecados mortales, y ser obligados el cristiano o cristianos que los
hicieren, a restitución de lo que robaren y daños que les hicieren.67 [Cursivas
mías.]
francisco tenamaztle
[127]
128 mario ruiz sotelo
2
Toribio de Benavente, Motolinía, “Carta al emperador”, en Historia de los indios de
la Nueva España, México, Porrúa, 1975, p. 207.
3
Cit. pos. Friede, op. cit., pp. 260-261.
130 mario ruiz sotelo
razones auténticas para asumir la nueva fe. El Códice Ramírez nos pro-
porciona datos de una de las primeras conversiones masivas, llevada
a cabo en Texcoco en 1519, poco antes del arribo de los españoles a
Tenochtitlan:
Ella le respondió que debía de haber perdido el juicio, pues tan presto se
había dejado [con]vencer de unos pocos bárbaros como eran los cristianos. A
lo cual respondió el don Hernando [nuevo nombre de Ixtlilxóchitl bautizado
por Cortés] que si no fuera su madre [del tlatoani], la respuesta fuera quitarle la ca-
beza de los hombros, pero que lo había de hacer, aunque no quisiese, que importaba
la vida del alma. A lo cual respondió ella [...] que otro día se miraría en ello
y vería lo que debía hacer. Y él salió de palacio y mandó poner fuego a los cuartos
donde ella estaba, aunque otros dicen que porque la halló en un templo de
4
Códice Ramírez, en Miguel León Portilla, Visión de los vencidos, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 1984, p. 60.
la libertad de la conciencia religiosa 131
ídolos. Finalmente ella salió diciendo que quería ser cristiana [...] Y en tres o
cuatro días bautizaron gran número de gente.5 [Cursivas mías.]
la libertad religiosa
y el iusnaturalismo racionalista
precisamente el acto de creer, pero es, sin embargo, un acto ordenado por la
voluntad [...] que la voluntad se incline y se mueva suave y espontáneamente,
en razón de su libertad natural, por algo que le sea atractivo, suave, inductivo
y conmovedor.7
la razón toda de la libertad depende del modo de ser del conocimiento, por-
que en tanto quiere la libertad en cuanto el entendimiento entiende [...] el
entendimiento contiene en sí la voluntad [...] Se ve, pues, que la raíz de la
libertad se encuentra cimentada en la razón humana [...] la voluntad debe estar
libre de la oscuridad que proviene de las perturbaciones que causan las pasio-
nes del alma [...] del temor, de la tristeza, del dolor, de la ira o de cualquiera
otra pasión que pueda oscurecer la mente.8 [Cursivas mías.]
7
Bartolomé de Las Casas, Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera
religión, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 328.
8
Ibid., pp. 82-83.
134 mario ruiz sotelo
la religión de la praxis
como no está inserto en la naturaleza de las cosas que existe un solo Dios
verdadero, aunque estos infieles afirmen la existencia de Dios, podrían creer
que el verdadero Dios es aquel al que dieron culto sus mayores, y así cada
provincia podría pretender que el Dios verdadero es el suyo. Y no están obli-
gados a creer que el Dios verdadero es el de los cristianos y no el de otras
naciones. Por tanto, al igual que podían pensar legítimamente que el dios
10
Las Casas, Apología, p. 123.
136 mario ruiz sotelo
o los dioses a los que dan culto las otras naciones no son los dioses o el dios
verdadero, así también podían pensar del Dios de los cristianos.11
Y si se replica que adorar piedras en vez de a Dios choca con la razón natural
[...] se responde que la intención común y final de los idólatras no es dar cul-
to a las piedras, sino venerar, por la religión, en ellas, como en ciertas fuerzas
divinas, a Aquel que ordena el mundo, quienquiera que sea, a quien conocen
de manera natural.12 [Cursivas mías.]
Una piedra llega a ser sagrada —y, por tanto, se halla instantáneamente satu-
rada de ser— por el hecho de que su forma acusa una participación en un
símbolo determinado, o también porque constituye una hierofanía [...] El
11
Ibid., p. 126.
12
Ibid.
la libertad de la conciencia religiosa 137
creíbles para los infieles es necesario que la vida de los cristianos brillante por
sus virtudes les sirva de ejemplo.14
16
Un análisis indispensable para estudiar la situación se encuentra en Edmundo
O’Gorman, Destierro de sombras, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
1986.
140 mario ruiz sotelo
[Los indios] piensan que la religión concuerda con la vida de hombres tan
impíos [...] no podría decirse que fueran blasfemos por hablar impíamente
de la religión cristiana, ya que mientras son dos o tres los hombres piadosos
que les predican, son mil los que profesan esa religión, que conviven fami-
liarmente con los predicadores e infamaban la religión cristiana con sus vidas
impías, su crueldad, barbarie y soberbia.17
La razón de que los sarracenos, los turcos y otros infieles no quieran abrazar
nuestra fe no es otra que lo que ofrecemos de palabra lo negamos de obra.
Por tanto, no es imposible que los infieles abracen la fe porque no sea lícito
obligarles con las armas a que escuchen el Evangelio, pues el medio más efi-
caz es que vieran en nuestras costumbres una vida cristiana resplandeciente.
Pero inculcar el Evangelio no es un ejemplo cristiano, sino un pretexto para
saquear las propiedades ajenas y someter provincias ajenas.18
¿Qué curas de aquellas ánimas serán todos los españoles seglares que allá
van, por muy estirados y ahidalgados que sean, que apenas saben muchos el
Credo y los Diez Mandamientos [...] y que no van allá sino con ansia y sospi-
ro de la cubdicia, y que por la mayor parte son hombres viciosos y que por
incorrupta y desordenada vida son los indios en su comparación más virtuosos y
sanctos? Porque los indios, siendo infieles, tienen una mujer que la naturaleza
y necesidad les enseñó, y ven a los que se llaman cristianos tener catorce y mu-
chas más que la ley de Dios les prohíbe. Y los indios no toman a nadie lo suyo,
no injurian, no fatigan, ni agravian ni matan a nadie, y ven a los cristianos
cometer todos los delitos y males, todas las iniquidades, todas las fealdades
que contra toda razón y justicia pueden hombres cometer; finalmente, que
burlan y escarnecen de lo que de Dios les afirman [...] y en tanto escarnecen,
que verdaderamente no estiman de Dios sino que él es el más inicuo y malo
de los dioses [...] y de Vuestra Majestad ser el más injusto y cruel de los reyes,
pues tales súbditos allá envía y acá tiene. Y no piensan sino que Vuestra Ma-
jestad, de sangre humana y de pedazos de hombre se mantiene.19 [Cursivas
mías.]
19
Bartolomé de Las Casas, Entre los remedios, en Tratados, vol. ii, p. 671.
la libertad de la conciencia religiosa 143
la religión de la vida
Ningún juez tiene poder sobre el mundo, en cuanto que matando o ator-
mentando a los hombres pueda conducirlos a una situación mejor y no
144 mario ruiz sotelo
20
Las Casas, Apología, p. 193.
21
Las Casas justifica la guerra como medio de defensa . Véase adelante, en el capí-
tulo 6, “El derecho a la rebelión”.
la libertad de la conciencia religiosa 145
aunque fuese posible Vuestra Majestad perder todo el dicho su real señorío,
y nunca ser cristianos los indios si el contrario desto no podía ser sin muerte
y total destrucción dellos, como hasta agora han sido, que no era inconveniente
que Vuestra Majestad dejara de ser señor dellos y ellos nunca jamás fuesen cristianos.23
[Cursivas mías.]
24
Gustavo Gutiérrez demuestra que Bartolomé de Las Casas, no sin titubeos, final-
mente aceptó que los indios no perdían su derecho a la vida eterna por el hecho de no
ser bautizados, op. cit., pp. 341-381.
148 mario ruiz sotelo
la religión de la muerte
ha contado mal el dotor, porque más con verdad podemos y muy mejor decir
que han sacrificado los españoles a su diosa muy amada y adorada dellos, la
codicia, [más] en cada un año los que han estado en las Indias, después que
entraban en cada provincia, que en cien años los indios a sus dioses en todas
las Indias sacrificaban.26
todos los que pasan a las Indias van y son hombres pobres e cudiciosos y no
los mueve ir allá otro fin sino sola cudicia y el ansia de salir no solamente de
pobreza, pero de ser ricos, y no comoquiera ricos, sino con más opulencia
ricos que en los tiempos pasados nadie pudo tanta riqueza ser en el mundo
posible pensar [...] y por esta causa esté ya corrupta e inficionada de cudicia
y avaricia toda España. Donde si bien y con ojos claros e cristianos se mira,
verdaderamente está abarazada e hierve con fuego della, y menos se estima y
reverencia y adora Dios que el dinero.27
26
Bartolomé de Las Casas, Aquí se contiene una disputa o controversia, en Tratados, vol.
i, p. 397.
27
Las Casas, Entre los remedios, pp. 715-717.
150 mario ruiz sotelo
¿En qué juicio de hombre cristiano pudo caber [...] sino por su propio
corrupto juicio, un tan cierto dañable peligro, que para dorar una crudelísi-
ma y acérrima tiranía que tantos pueblos y gentes consume, solamente por
satisfacer a la cubdicia de los hombres y por dalles oro, tomase título de por
hacelles enseñar la fe los que ni para sí aun la saben, y con él les entregasen
28
Karl Marx, La cuestión judía, México, Quinto Sol, 1984, p. 11.
la libertad de la conciencia religiosa 151
los inocentes, para que de su sangre sacasen las riquezas que tienen por su dios? 29
[Cursivas mías.]
Fue el “dios extranjero” que se entronizó sobre el altar junto a los viejos dio-
ses falsos de Europa, y un buen día, de un empellón, los echó a todos a rodar.
Proclamó la producción de plusvalor como único y último fin de la humani-
dad.30
29
Las Casas, op. cit., p. 673.
30
Karl Marx, El capital, lib. i, cap. 24, p. 943, cit. pos. Enrique Dussel, Las metáforas
teológicas de Marx, Caracas, El Perro y la Rana, 2007, p. 210.
152 mario ruiz sotelo
La codicia y avaricia vistas por Las Casas en la España del siglo xvi
parecen ser esencialmente las mismas que las observadas por Marx
en la Europa del xix. La muerte de los indios de los inicios de la mo-
dernidad constituye el primer momento de la dilapidación de seres
humanos desarrollada en la madurez del capitalismo. En ambos casos
los autores destacan el sufrimiento de los explotados, el sacrificio de
su sangre, como el hecho fundamental.
Cuando se califica a Bartolomé de Las Casas como un hombre del
pasado es porque se mira a la modernidad como parte del progreso
inexorable de la historia. Es la filosofía de la historia ilustrada, pues,
la que ocultamente descalifica su obra. Cuando se sale de ese prejui-
cio eurocéntrico, las cosas son diferentes. Desde otro punto de vista,
no sólo no ha de verse a Las Casas como un hombre del medievo,
sino como un crítico de la modernidad presente y la futura. A dife-
rencia de la mayor parte de sus contemporáneos, fray Bartolomé no
se ufana de los grandes descubrimientos o el inusitado poderío de
su país, sino que denuncia lo que está detrás: el padecimiento de los
indios americanos. Sería ésta la verdadera condición de posibilidad
de esa opulencia, la más destacable novedad de la época. Es ese énfa-
sis justamente lo que haría al humanismo lascasiano, al humanismo
americano, diferente al europeo.
31
Marx, El capital, lib. iii, cap. 5, p. 107.
5
ORIGEN Y CARÁCTER DE LO POLÍTICO
EN EL PENSAMIENTO LASCASIANO
[153]
154 mario ruiz sotelo
1
Leopoldo Zea, La filosofía latinoamericana como filosofía sin más, México, Siglo XXI,
2001.
2
Horacio Cerutti, Filosofar desde nuestra América, México, Universidad Nacional Au-
tónoma de México, 1998.
lo político en el pensamiento lascasiano 155
ses fijas, para cuyo servicio aprovechaba todo cuanto parecía útil”,3
de lo cual resultaría que la mayoría de sus libros están faltos de valor
histórico, no se diga filosófico o siquiera académico.
Ángel Losada, primer traductor de la Apología al castellano, y un
gran estudioso de las obras de Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de
Las Casas, comenta sobre la publicación sin permiso de sus ocho
tratados en 1552, entre los cuales se encontraba la Brevísima relación
de la destrucción de las Indias, que nuestro autor “fue uno de los pri-
meros que descubrió el inmenso poder de la prensa como medio
de propaganda de una ideología”; aunque tal “virtud” sería cues-
tionable si aceptamos que “tuvo el inmenso talento de adelantarse
a Voltaire y descubrir también que el tipo de breve opúsculo pan-
fletario (lo que diríamos hoy la prensa de escándalo o sensación)
constituía siempre el mejor pasto para el vulgo”.4 Esto es, se avala
sutilmente la idea de hallar una “leyenda negra” sobre la actuación
española en los escritos de Las Casas, con lo cual su obra se mueve
en los terrenos del panfleto, es decir, en las antípodas de la historia
y la filosofía.
Ramón-Jesús Queraltó, otro destacado estudioso de nuestro au-
tor, señala que “Las Casas es un teórico de una circunstancia históri-
ca precisa, y por ello, no debe ser considerado como un filósofo [...]
sino más bien, un hombre que con sus doctrinas intentaba defender
la causa de los más débiles”.5 Ante tal afirmación bien podríamos
preguntarnos si por el hecho de abocarse a una circunstancia histó-
rica se es menos filósofo. Maquiavelo es regularmente considerado
el padre de la ciencia política moderna, y el motivo de sus estudios
se refiere básicamente a una situación política local. En lo referente
a su intención de buscar la defensa de los más débiles, bien puede
ponderarse este elemento como la principal fuente de originalidad
de la obra lascasiana, y es pertinente también señalarlo como un
argumento perfectamente válido para construir un discurso filosó-
fico, particularmente propio de la filosofía política. Por otro lado,
es factible considerar a la circunstancia histórica estudiada por Las
Casas como articuladora de una ruptura epistémica entre dos con-
cepciones del mundo, problema del que tuvo plena conciencia, por
3
Agustín Yáñez, El conquistador conquistado, p. 43.
4
Losada, op. cit. p. 290.
5
Ramón-Jesús Queraltó, El pensamiento filosófico-político de Bartolomé de Las Casas, Se-
villa, Universidad de Sevilla, 1976, p. 133.
156 mario ruiz sotelo
6
Gustavo Gutiérrez, op., cit., p. 27.
lo político en el pensamiento lascasiano 157
Como todo filósofo político, Las Casas debe acudir al momento que
da origen a la sociedad, donde se inaugura lo político. A diferencia
de sus colegas de siglos después, los iusnaturalistas ilustrados, no se ve
precisado a imaginar una situación cuasi mitológica en la cual pueda
darse cuenta de tan significativo acontecimiento. Arraigado a su ob-
jetivo, piensa en las Indias, en América, para determinar el origen de
lo político y la naturaleza de la política.
En su tratado Principia quedam (Algunos principios que deben servir de
punto de partida en la controversia destinada a poner de manifiesto y defender
la justicia de los indios), publicado en el prolífico 1552, Las Casas toca
particularmente el tema en cuestión. Consta de cuatro principios que
tratan otros tantos tópicos sobre la genealogía de la política. En su pri-
mer principio habla particularmente sobre el origen de la propiedad:
Cualquier particular ha tenido potestad para hacerse dueño de las cosas to-
das que en un principio eran comunes y para hacerlas suyas, con sólo apode-
rarse de ellas.8
7
Las Casas, Principia quedam, en Tratados, vol. ii, p. 1235.
8
Ibid., p. 1239.
158 mario ruiz sotelo
El pacto es, por lo dicho, la única forma de hacer legítima una pro-
piedad particular que originalmente fue común. Estamos pues ante
una combinación del derecho natural con el contractualismo, de ob-
vias semejanzas a las expresadas posteriormente por el iusnaturalismo
ilustrado, pero también con diferencias notables, como establecere-
mos a continuación.
La génesis de la propiedad privada anteriormente explicada no
parece diferir mucho, en principio, de la expuesta por un iusnatu-
ralista moderno de la talla de John Locke. En su Segundo ensayo sobre
el gobierno civil también elabora una deconstrucción que le permite
acudir al origen de la propiedad:
a medida que las familias fueron creciendo y su trabajo fue aumentando sus
bienes, sus posesiones aumentaron también de acuerdo con sus necesidades.
Sin embargo, no hubo por lo general ninguna apropiación fija de la tierra
utilizada, hasta que las familias se establecieron reunidas en grupo y cons-
truyeron ciudades; y entonces, por consentimiento, fijaron los límites de sus
respectivas parcelas y acordaron marcar límites entre la propia y la del vecino,
y mediante leyes internas, estipularon lo que era propiedad entre los mismos
componentes del cuerpo social.10
9
Ibid.
10
John Locke, Segundo tratado sobre el gobierno civil, Madrid, Altaya, 1994, p. 66.
lo político en el pensamiento lascasiano 159
11
La tesis es ampliamente demostrada por Mauricio Beuchot en Derechos humanos,
iuspositivismo y iusnaturalismo, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
1995.
160 mario ruiz sotelo
12
Cf. pp. 91-93.
13
Pensemos en su representante más laureado, Francisco de Vitoria, quien, al dejar
abierta la posibilidad de la intervención, manifestó la primacía moral del derecho de
los cristianos.
lo político en el pensamiento lascasiano 161
Natural es empero al hombre ser un animal sociable [...] sin un jefe o go-
bernante (la sociedad) no puede subsistir. Y la prueba radica en que si mu-
chos hombres estuvieran conviviendo y cada uno sólo se preocupase de su
conveniencia, los demás, de no haber quien mirase por su bienestar, se iría
cada uno por su lado. [...] No es por tanto igual lo que es propio y lo que es
común; en cuanto propias, las cosas difieren, y en cuanto comunes, se unen
[...] Conviene, pues, que además de lo que incita al bien propio de cada cual
haya algo que mueva al bien común de muchos; porque muchos tienden por
sí a lo mucho, y uno solo a una sola cosa.14
Viendo los hombres que no podían vivir en común sin un jefe, eligieron por
mutuo acuerdo o pacto desde un principio alguno o algunos que dirigieran y go-
bernaran a toda la comunidad y cuidaran principalmente de todo el común.
Y así se evidencia que el dominio del hombre sobre el hombre tuvo su origen
14
Las Casas, Principia quedam, en Tratados, vol. ii, pp. 1241-1243.
162 mario ruiz sotelo
Solamente de este modo, o sea por elección del pueblo [populi electione], tuvo su origen
cualquier dominio justo o jurisdicción de los reyes sobre los hombres en todo el
orbe y en todas las naciones; dominio que, de otro modo, hubiese sido injusto y
tiránico.25 [Cursivas mías.]
24
La legitimidad original dada por el pacto entre el pueblo y el gobernante es
expresada por Tomás de Aquino en su Opúsculo sobre el gobierno de los príncipes, cap. vi, y
desarrollada por varios autores escolásticos de los cuales Las Casas muestra cabal ma-
nejo. Sobre esa base, la interpretación lascasiana desarrolla ampliamente las facultades
del pueblo, como se demuestra a continuación.
25
Bartolomé de Las Casas, Principia quedam, en Tratados, vol. ii, p. 1245. En su
último texto, el Tratado de las doce dudas (1564), Las Casas establece una precisión
lo político en el pensamiento lascasiano 167
sobre el tema muy propia de la escuela salmantina cuando señala, inspirado en Dt 17:
“decreta y ordena el Señor que deben concurrir dos procesos jurídicos con fines de
una justa constitución del rey. Un proceso, por parte de quien está por instituir, o sea
que es la Providencia divina quien elige, quedando la elección pendiente del juicio
de Dios. El otro proceso, por parte del pueblo, o sea que es el pueblo quien recibe
voluntariamente a aquél elegido por Dios y es el pueblo quien lo ratifica libremente
y quien le entrega la posesión del reino” (Las Casas, Tratado de las doce dudas, en
Obras completas, vol. 11.2, Madrid, Alianza, 1992), p. 71. Las Casas antepone aquí un
presupuesto metafísico en la constitución del poder político entonces no sujeto a la
polémica y del cual, por lo mismo, prácticamente no se ocupa. Su teorización la hizo
sobre el segundo proceso, el de la elección del pueblo, que bien podemos situar en el
nivel ontológico de la política.
26
Cf. J.-J. Rousseau, El contrato social, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, lib. ii, cap. iii, p. 38.
168 mario ruiz sotelo
27
Giovanni Sartori, Teoría de la democracia, vol. i, México, Alianza, 1989, p. 43.
28
El término ha sido pervertido de su significado original. Acudiendo a Aristóteles,
sin embargo, no debe quedar duda, pues en su libro ii destaca: “la democracia [atien-
de] al interés de los pobres”. También aclara que no es parte de la definición sustancial
el hecho de que gobierne una mayoría, pues “El que sean pocos o muchos los que
ejerzan la soberanía es algo accidental”. Aristóteles, op. cit., pp. 130-131.
29
Cicerón, Sobre la república, Madrid, Gredos, 2000, pp. 58-59.
lo político en el pensamiento lascasiano 169
30
Recordemos que al gobierno representativo de todas las clases Aristóteles lo llama
politeia, regularmente traducido como república, que, al igual que en el caso ciceronia-
no, es también “el nombre común de todos los regímenes”, Aristóteles, op. cit., p. 129.
31
Sartori, op. cit., p. 45.
170 mario ruiz sotelo
De este segundo principio se sigue: 1. Entre los infieles hay también dominios
y jurisdicciones sobre los hombres, en cuanto entrañan el deber de aconsejar.
Pruébase, porque todo hombre, tanto infiel como fiel, es un animal racional
y social y, por consiguiente, la sociedad o el vivir en sociedad es para todos
ellos natural. Por lo tanto, también lo será el que fieles o infieles tengan un
rey o jefe.34
32
Bartolomé de Las Casas, De thesauris, p. 209. Profundizaremos sobre el particular
en el capítulo 6, quinta sección.
33
Sartori, ibid.
34
Las Casas, Principia quedam, p. 1247.
lo político en el pensamiento lascasiano 171
Todo hombre, toda cosa, toda jurisdicción y todo régimen o dominio, tanto de las
cosas como de los hombres, de que tratan los dos referidos principios, son,
o por lo menos se presume que son, libres, si no se demuestra lo contrario.37
[Cursivas mías.]
Pruébase, porque desde su origen todas las criaturas racionales nacen libres [Di-
gesti, De iustitia et iure, ley Manummissiones], y porque en una naturaleza igual
Dios no hizo a uno esclavo de otro, sino que a todos concedió idéntico arbitrio; y la
razón es que una criatura racional no se le subordina a otra [...] Porque la libertad
es un derecho injerido en los hombres por necesidad y por sí desde el principio de la
criatura racional, y es por eso un derecho natural [...] y la esclavitud es un acto
accidental, acaecido al ser humano por obra de la casualidad y de la fortuna.38
[Cursivas mías.]
40
Ibid., p. 39.
6
LA CRÍTICA DE LA RAZÓN IMPERIAL
[177]
178 mario ruiz sotelo
La base teórica de la bula viene del siglo xiii, con Enrique Bartolo-
mei de Susa, el Hostiense, quien argumentó que el papa, como vica-
rio de Cristo, tenía potestad sobre fieles e incluso infieles, quienes,
después de la redención de Jesús, habían perdido la jurisdicción
sobre sus dominios, quedando éstos bajo el poder de los cristianos.
Tal principio fue paulatinamente desmantelado justo durante el siglo
xvi, primero bajo el cuestionamiento de la autoridad papal y posterior-
mente ponderando el derecho soberano de los pueblos indios. Los
portugueses impugnaron dichas bulas y, al margen de la potestad del
papa, firmaron con España los Tratados de Tordesillas, con los cuales
se los consideraba, aunque marginalmente, partícipes del reparto de
las tierras descubiertas. Sin embargo, aun cuando se había prescindi-
do de la intervención directa del papa, era preservada la idea de la
supuesta superioridad moral de los cristianos sobre los infieles, por
la cual estaban en condiciones “legales” de apoderarse de los territo-
rios recién apropiados. Ciertamente, tal dominio dependía también
de una previsible inferioridad bélica de los pueblos a someter, bajo
la experiencia portuguesa de las islas occidentales y las tierras sub-
1
Bula Inter cetera del 3 de mayo de 1493, en Las Casas, Tratados, vol. ii, Apéndice,
p. 1279.
la crítica de la razon imperial 179
Y esto acaeció por la ignorancia de los del Consejo [de Indias] y error en que
anduvieron siempre ciegos estimando que, porque los Reyes de Castilla des-
cubrieron por medio del Almirante Colón aquestas Indias, tenían ya derecho
para por paz o por guerra [...] las gentes y señoríos dellas sojuzgallas y seño-
reallas [...] ésta ha sido la principal causa de la destrucción y perdición destas
gentes, despoblación de tantas y tan luengas y anchas tierras, siendo obligados
a saber que estos reinos y orbe todo tenían dueño o dueños, que no eran otros sino sus
naturales reyes y señores, y éstos eran príncipes libres, que a ninguno, fuera de sí
mismos, ni de hecho ni de derecho, recognoscían por superior, ni eran obli-
gados a recognoscer, ni a la misma Iglesia romana, contra el error del Hos-
tiense [...] Y por consiguiente [...] el título que los Reyes de Castilla tenían al
señorío universal [...] no era otro sino la predicación del Evangelio [...] y por
esta causa [...] se pudo la Iglesia romana entremeter en concederles el dicho
[...] señorío, sin perjuicio, empero, de los reyes y señores naturales dellas y
sin menoscabo de la libertad de los pueblos.4 [Cursivas mías.]
3
Genocidio es un término acuñado en el siglo xx con la finalidad de denominar el
exterminio promovido por el régimen nazi. El término, pues, es relativamente nuevo,
no así el concepto por el cual se construyó. Vale entonces su uso anacrónico.
4
Las Casas, Historia de las Indias, vol. iii, lib. iii, cap. lv, p. 19.
182 mario ruiz sotelo
Pues si sabía el papa Alejandro, por relación de los mismos reyes, que habían
hallado los descubridores [...] que las gentes dél vivían pacíficas, ¿cómo había
el Papa de exhortar los reyes que las subjetasen primero por guerras, y apro-
bar la que llamamos conquista, y después predicarles el Evangelio?10
Y no consientan ni den lugar que los indios vecinos e moradores de las dichas
Indias e Tierra Firme, ganadas o por ganar, reciban agravio alguno en sus
personas ni bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados. Y si
algún agravio han recibido, lo remedien y provean por manera que no exce-
dan cosa alguna de lo que por las letras de dicha concesión nos es iniungido
y mandado.11
Y en caso que después de cristianos no quisiesen el tal supremo señor recebir y obedecer
[...] no se sigue por eso que se les puede hacer la guerra (como el doctor Sepúlveda
dice) mientras ellos permaneciesen en la fe y en la observación de la justicia. La razón
es, porque siempre se ha de tener respecto al fin e causa final por el cual el
tal supremo e universal señor se les pone, que es su bien e utilidad, y que no
se les convierta el tal supremo señorío en daño, pernicie y destruición [...] Y
en ese sentido entiendo y declaro e limito la decimanona proposición de mis
treinta proposiciones, donde digo que son obligados los reyes e señores e co-
la crítica de la razon imperial 191
la soberanía de la nación
Cualesquier naciones y pueblos, por infieles que sean, poseedores de tierras y de rei-
nos independientes, en los que habitaron desde un principio, son pueblos libres
y que no reconocen fuera de sí ningún superior, excepto los suyos propios,
14
Las Casas, Principia quedam, en Tratados, vol. ii, p. 1249.
194 mario ruiz sotelo
y este superior o estos superiores tienen la misma plenísima potestad y los mismos
derechos del príncipe supremo en sus reinos, que los que ahora posee el emperador en su
imperio.15 [Cursivas mías.]
15
Ibid., p. 1255.
16
Siguiendo la lógica empleada por el propio O’Gorman, pero aplicándola ahí
donde O’Gorman no la aplica.
la crítica de la razon imperial 195
Así pues, no habiéndoles, por ninguna clase de derecho, demostrado ni probado esto
hasta ahora a los reyes o a los pueblos de las Indias, no podríamos, aunque
quisiéramos y lo intentásemos con todas nuestras fuerzas, probar que ellos
están obligados a reconocer a nuestros Reyes como príncipes suyos.22
Luego, los reyes y pueblos y todos los demás habitantes de las Indias siguen,
jurídicamente, en aquel estado de libertad y de su propio derecho íntegra-
22
Ibid., p. 337.
200 mario ruiz sotelo
23
Ibid., p. 339.
24
Cf. ibid., p. 453.
la crítica de la razon imperial 201
Siempre que un hombre libre y, con más razón, un pueblo o una comunidad
libres, se ven obligados a soportar cierta carga o a pagar cierta deuda y, de
manera general, siempre que una acción de este género puede ocasionar un
perjuicio para muchos, deberán ser convocados todos aquellos a quienes el
25
Ibid., p. 143.
202 mario ruiz sotelo
Solamente pueden ser válidas aquellas normas aceptadas por todos los afec-
tados como participantes virtuales de un discurso práctico [...] Los resultados
y consecuencias previsibles del seguimiento general de normas válidas para
el cumplimiento de los intereses de cada uno deben poder ser aceptados
libremente por todos.29
en este negocio deben ser convocados todos y cada uno, y deben prestar su
consentimiento tanto los poderosos, esto es, los reyes y señores, príncipes o
magistrados o cabezas de ciudades y pueblos, como los particulares y gente
sencilla [quam parvos et singulos], y todos y cada uno [omnes et singuli] debe
prestar su consentimiento. En caso contrario, nada de cuanto se haga en
contra tendrá fuerza jurídica. Y esto es así aunque todos con la anuencia del
pueblo y consentimiento de la ciudad, tomasen una decisión que perjudicase
a una sola persona no convocada y que no hubiese prestado su consentimien-
to. Se trata, pues, de un negocio común a todos, tanto a la mayoría como
a cada uno en particular, en el que, sobre todo, está en juego el bien de la
libertad.30
33
Ibid., p. 203. Es un impulso semejante al expresado por Rousseau en la frase
inicial en la que se plantea la necesidad del contrato social: “El hombre ha nacido
libre, y sin embargo, vive en todas partes entre cadenas”, es decir, el contrato sirve
para liberar.
la crítica de la razon imperial 207
Luego, todos, tanto grandes como pequeños, tanto los pueblos enteros como
las personas individuales, deben ser convocados y de todos ellos deberá so-
licitarse la prestación del libre consentimiento [consensus liber]. Ahora bien,
como es manifiesto, nunca prestarán un tal consentimiento, al menos libre,
cualidad esta de la libertad necesariamente exigida [...] Y que es un requisito
indispensable la libertad en la prestación del consentimiento, como cualidad
necesaria, se prueba por un texto [de Baldo] en el que se dice que no existe
elección cuando se suprime la libertad de elegir. Aquí debe ponderarse la
palabra libertad. Por tanto, cuando se trata de la elección o aceptación de un
determinado futuro señor o rector, se requiere que las personas que lo elijan
sean libres y libre la prestación de su consentimiento para elegirlo o aceptar-
lo. Pues si se da consentimiento sin la cualidad de la libertad, la elección no
tiene lugar.34
35
Las Casas, De regia potestate, Madrid, Alianza, 1992, pp. 61-63.
36
Ibid., p. 69.
210 mario ruiz sotelo
con razón pueden nuestros Reyes perder toda esperanza de tener jamás el
principado de aquel mundo con seguridad y sin escrúpulo de conciencia,
aunque aquellas gentes presten su consentimiento, porque siempre puede
existir la presunción jurídica de que lo presten coaccionadas por un miedo
justísimo, y, lo que es peor, tal consentimiento no se les pedirá, oprimidos
como se encuentran por la insensibilidad de los consejeros reales.40
que no se les pedirá opinión a los indios, pero aunque así fuera, no
lo harían con los principios de libertad que todo consenso exige. Lo
que resta es, pues, dejar claro que el imperio se ha edificado sin legiti-
midad alguna, y que por eso no se tendría nunca seguridad sobre ese
dominio. Y en este punto pensó proféticamente.
La tiranía imperial
Ningún rey o señor o pueblo, así como ninguna persona privada o particular
de todo aquel mundo de las Indias, desde el comienzo de su descubrimiento
[...] reconoció ni aceptó de manera verdadera, libre, ritual o jurídica y recta,
a nuestros ínclitos Reyes de las Españas como señores y superiores [...] sino
que la obediencia que hasta ahora han prestado y ahora prestan es y siempre fue
arrancada mediante la violencia, es involuntaria y todos se ven obligados a pres-
tarla por carecer de fuerza para resistir a una tal coacción.42 [Cursivas mías.]
42
Ibid., p. 333.
214 mario ruiz sotelo
más bien aquellas gentes y pueblos pueden probar, con la autoridad del dere-
cho natural y de gentes, que los españoles son tiranos que invadieron reinos
ajenos contra el derecho natural, de lo cual nadie que esté en su sano juicio
tendrá duda; nadie habrá que no piense, ante la evidencia de una permanen-
te realidad, que nosotros nos comportamos antes como tiranos en aquellas
tierras y hoy seguimos siéndolo, pues despojamos a los reyes y señores natu-
rales, bajo cuyo dominio natural todos [aquellos pueblos] estaban, así como
a todos los habitantes de su libertad.45
43
Ibid., p. 315.
44
Ibid., p. 197.
45
Ibid., p. 335.
la crítica de la razon imperial 215
Esto es, todo gobernante colonial lo era de facto, pues los títulos
conferidos, aun dados por el mismo monarca español, no tenían nin-
gún valor, por provenir de una guerra injusta y no proceder del pacto
con las autoridades y los habitantes del lugar, únicos actores políticos
que podrían generar semejante autoridad. Así, la estructura burocrá-
tica completa, los títulos aristocráticos, y por supuesto las encomien-
das, por ser jurídicamente inválidas, podían ser desconocidos en el
plano político.
46
Ibid., p. 339.
47
Ibid., pp. 417-419.
216 mario ruiz sotelo
Y esta fue insensibilidad y bestialidad general de todos los jueces que han
venido y tenido cargo de tomar cuenta y residencia a otros jueces en estas In-
dias, que nunca ponían por cargos (sino de muy pocos años atrás, hasta que
fueron personas religiosas que clamaron en Castilla), muertes, ni opresiones,
ni crueldades cometidas en los indios.49
48
Bartolomé de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, en Tratados,
pp. 129-131.
49
Las Casas, Historia de las Indias, lib. i, cap. clxxx, vol. ii, p. 186.
la crítica de la razon imperial 217
El derecho a la rebelión
Si solos los reyes dellos se quisiesen subjetar al rey de Castilla, sin consenti-
miento de los pueblos, sus súbditos, los súbditos ¿no tendrían justo derecho
y justicia, de ley natural, de quitalles la obediencia y deponellos de su real
dignidad y aún de matallos?51
na. Pero aceptando sin conceder que dicha transferencia pacífica así
hubiese ocurrido, la donación no tendría valor alguno, pues debió
consultarse con el pueblo. En ese sentido, si sus súbditos mataron a
Moctezuma, como lo afirma Bernal Díaz del Castillo, sólo ejercieron
su derecho. Pero ¿qué derecho?
Con suma claridad, Las Casas refiere que cuando un gobernante
actúa por encima de los principios pactados, la población, los gober-
nados, tienen derecho a quitarle la obediencia (lo que ahora llama-
mos “resistencia civil”); a deponerlo, lo que significa destituirlo de su
cargo, e incluso al tiranicidio. El “pueblo” descrito es concebido con
un carácter claramente ciudadano, pues primero se le concedió la
facultad para elegir reyes, después para, de ser el caso, resistirlos, des-
tituirlos y matarlos. Eso es posible por la idea republicana en que tal
pueblo es apreciado, pues en todo momento se lo considera formado
por ciudadanos libres. La fuente de semejante concepto podemos
hallarla en Tomás de Aquino, quien sentencia: “si por derecho toca a
un pueblo elegir su propio rey, sin injusticia puede el mismo pueblo
destituir al rey elegido o recortar su poder, si abusa tiránicamente
del mismo”.52 Fray Bartolomé retoma así tanto el contractualismo co-
mo el derecho a la rebelión tomistas, aplicándolos al caso particular
de la dominación española en América y específicamente al caso de
México, sobre el cual no presenta escapatoria para tratar de tiránico
el gobierno establecido.
Queda claro que un ejercicio tiránico del gobierno no puede ser
tolerado, pues afirma que “hablar del modo de conservar la república
humana de acuerdo con el recto juicio de la razón, que nos dice que
algunas veces es necesario emprender la guerra para defenderla y
librarla de la tiranía”.53 De esta forma, Las Casas se muestra no como
un pacifista, sino como un defensor de los principios republicanos,
del pacto al que el gobernante debe circunscribirse en su gobierno,
pues sólo de esa manera es posible mantener los principios del bien
común de cualquier forma de gobierno justa. Si en Maquiavelo se ha
visto un críptico republicanismo,54 en Las Casas este concepto ha de
considerarse francamente explícito.
En cuanto a la formulación del principio, la demanda lascasiana
52
Tomás de Aquino, Opúsculo sobre el gobierno de los príncipes, México, Porrúa, 1998,
p. 266.
53
Las Casas, Del único modo..., p. 415.
54
Ambrosio Velasco Gómez, “Republicanismo” en La tenacidad de la política, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1995, pp. 109-123.
la crítica de la razon imperial 219
El Imperio en América:
entre la usurpación y el genocidio
ni el rey de los reinos que ahora llamamos Nueva España, ni pueblo [al-
guno] de su reino jamás prestaron consentimiento a la citada institución
papal, ni aceptaron a nuestros Reyes de las Españas como superiores o
príncipes supremos. Dígase lo mismo de cualquier rey o pueblo en todo
aquel pueblo de las Indias; sobre todo de la horrible y cruelísima tiranía
que inmediatamente después de aquellas espantosísimas guerras surgió pa-
ra ellos; tiranía consistente en la división por cabezas o el sometimiento de
aquellos pueblos y gentes a sus verdugos [...] el quedar sometidos a esclavi-
tud bajo cada uno de los españoles, a lo cual éstos llaman “repartimiento”
o “encomienda”, bajo la cual un sinnúmero de personas hasta ahora pere-
55
Locke, op. cit., p. 232.
220 mario ruiz sotelo
cieron y ahora perecen; servidumbre que sin cesar hace estragos de manera
permanente.56
¿Quién de los que algo saben ignora que aun los ánimos de los muy sabios y
generosos hombres degeneren y se hagan púsilos y tímidos y apocados, si son
puestos en áspera y diuturna servidumbre, opresos [...] y siempre por diver-
sas vías o maneras maltratados, en tanto grado que se olvidan de ser hombres,
no pudiendo alzar sus pensamientos a otra cosa sino a la infelice y dolorosa y
amarga vida que pasan? Y ésta es la principal de las industrias de los tiranos,
para en sus usurpados reinos sustentarse: oprimir y angustiar de continuo a
los más poderosos o más sabios, porque ocupados en llorar y gemir sus cala-
midades, no tengan miedo ni corazón para pensar en su libertad.58
Es preciso recordar que los juicios de Las Casas fueron oídos por
Carlos V, quien finalmente quedó convencido y aprobó las famosas
Leyes Nuevas de 1542, en las que se prohibía heredar las encomien-
das, lo que en los hechos significaba su derogación. Los encomen-
deros, sin embargo, protestaron airadamente la orden. El mismo
fray Bartolomé fue hostilizado a su arribo a Nueva España, en 1545,
y el breve tiempo que gobernó su diócesis fue con la animadversión
de los españoles afectados. El problema era generalizado, pues sin-
crónicamente, en Lima, los encomenderos se sublevaron al virrey
Blasco Núñez y lo mataron, dejando ver quiénes eran los verdaderos
gobernantes de las colonias. No exageraba el fraile sevillano cuan-
do había afirmado que estos “tiranos” se tomaban atribuciones por
encima de la voluntad real. El emperador entendió el mensaje y,
pragmático, finalmente decidió derogar las leyes, descubriéndose
así su debilidad para controlar a sus súbditos americanos. Esa de-
bilidad puede encontrar varias explicaciones. En primer lugar, que
efectivamente se había establecido en América una forma de go-
bierno propia, diferente a la española, debido a sus condiciones
sociales. Mientras en España se podía hablar de un gobierno regio,
en América se había establecido una oligarquía en donde los nuevos
ricos tiranizaban en forma escandalosa a sus supuestos gobernados.
En segundo lugar, que en el Nuevo Mundo se había articulado un
modo de producción también con sus propias especificidades, pues
si en España las estructuras feudales transitaban lentamente al mer-
cantilismo, en América se instituyó un régimen de corte más escla-
vista que feudal, necesario para transferir valor a Europa, inmersa
en la necesidad de acumular metales preciosos para potenciar su
naciente capitalismo.59
Ahora bien, es con base en la percepción de las condiciones de vi-
da de los indios, los supuestamente beneficiados por la instauración
del imperio (como teóricamente deben beneficiarse los gobernados
por la instauración de cualquier gobierno), que Bartolomé de Las
Casas articula su percepción crítica y llega a conclusiones radicales.
La conquista y la colonia no fueron antes ni después consideradas
bajo conceptos tan contrarios al pensamiento dominante:
59
Cf. Sergio Bagú, Economía de la sociedad colonial, México, Conaculta, 1992, pp.
111-123. Para Bagú “La esclavitud americana fue el más grande motor que tuvo la acu-
mulación de capital comercial europeo”, p. 111.
la crítica de la razon imperial 223
60
Las Casas, De thesauris, p. 505.
61
Es el concepto en el que lo ubica Joaquín Sánchez MacGregor en Colón y Las
Casas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991.
224 mario ruiz sotelo
biera sido inútil hacerlo. Las Casas sabía que no era válido abandonar
el principio de factibilidad,64 pues entonces toda su argumentación se-
ría puesta en entredicho. Así pues, admite que, debido a la naturaleza
de las invasiones y al gobierno injusto generado a consecuencia de las
mismas, se podría argumentar que debían retirarse. Pero finalmente
era cierto el compromiso de los monarcas españoles con la cristianiza-
ción, todavía no cumplido, aunque vigente, así como la necesidad de
restituir los daños asestados a los pueblos ofendidos. El fraile sevillano
no cae en el recurso fácil de culpar a los encomenderos y exculpar a
los reyes, advirtiendo que éstos, “pudiendo, no impidieron la acción
de los españoles, mediante la cual todo aquel mundo yace devastado”.
Tienen, pues, que asumir también su responsabilidad, y esa asunción
significa retirarse de las Indias “de cierta manera”:
64
Tercer momento de la ética de la liberación, en Dussel, Ética de la liberación, pp.
235-280.
65
Las Casas, De thesauris, p. 395.
226 mario ruiz sotelo
66
Las Casas, Tratado de las doce dudas, en Obras completas, vol. 11.2, Madrid, Alianza,
1992, p. 111
67
Ibid., p. 173.
la crítica de la razon imperial 227
En este momento Las Casas llevó sus principios a las últimas conse-
cuencias. En Perú la renuncia al imperio bajo la forma en que había
operado por parte del monarca español, Felipe II, era una obligación
que no debía ser obviada. Y no conforme con renunciar, debía com-
batir a los encomenderos, como no lo hizo Carlos V, quien finalmente
se mostró condescendiente con ellos. La propuesta, evidentemente,
puede calificarse de impracticable, sobre todo tomando en cuenta
que está dirigida a Felipe II, quien se había mostrado alejado de la
prédica en comparación con su padre y antecesor. Y probablemente
sea ésa la clave de su dicho. La lógica de su crítica de la razón imperial
condujo a fray Bartolomé a establecer la necesidad ética de renunciar
a la explotación colonial, descolonizar las Indias, si se es congruente
con los principios jurídicos más elementales.
El primer paso en tal sentido era la dicha restitución del reino
peruano a Tito Cusi Yupanqui, gobernante legítimo por ser heredero
de Atahualpa, quien a su vez había sido soberano porque recaía en
su persona el pacto original. Ante las suspicacias y temores de que el
rey indígena restituido se rebelara al monarca español y se rehusara
a pertenecer al imperio transcontinental, posibilidad jurídicamente
válida y contemplada incluso en el planteamiento lascasiano, el pro-
pio fraile advierte que es políticamente poco factible y arguye una
realidad de hecho: “si ciento cincuenta o poco más fueron bastantes
a prender al Rey Atabaliba [Atahualpa] [...] habiendo agora en aque-
llos reinos diez o doce mil españoles [...] y todo género de armas,
otras que las de los indios [...] ¿cómo les pasará por pensamiento
rebelarse?”69 Este excepcional reconocimiento de la situación de fac-
to por Las Casas, quien antes había manifestado que la deliberación
de los pueblos debía hacerse en completa libertad y sin temor a las
armas, muy probablemente estaba mediada por una razón estratégica
68
Ibid., pp. 196-197.
69
Ibid., p. 214.
228 mario ruiz sotelo
la crítica al absolutismo:
la soberanía popular y los límites de la soberanía del monarca
Los reyes y emperadores no son dueños de los bienes privados más que en
cuanto a jurisdicción. [...] Porque así como la libre propiedad de las cosas no
incluye la jurisdicción, tampoco la jurisdicción incluye la propiedad. Es decir
[...] no se sigue que la tengan en feudo [...] los reyes y emperadores, y con
mayor razón los inferiores a ellos, no tienen el dominio directo, ni siquiera el
útil, de las cosas privadas, sino que son [sus] protectores.75
74
Ibid., p. 67.
75
Ibid., pp. 47 y 51.
76
Locke, op. cit., pp. 55-75.
la crítica de la razon imperial 231
77
Las Casas, De thesauris, p. 279.
78
Las Casas, De regia potestate, p. 99.
79
Ibid., p. 155.
232 mario ruiz sotelo
80
Las Casas, De regia potestate, p. 167.
81
Ibid., p. 105.
82
Ibid., p. 111.
la crítica de la razon imperial 233
83
Ibid., p. 119.
84
Ibid., p. 81.
85
Ibid., p. 125.
86
Ibid., p. 197.
234 mario ruiz sotelo
[235]
236 mario ruiz sotelo
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[243]
244 mario ruiz sotelo
palabras preliminares 11
introducción 19
2. EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
Y BARTOLOMÉ DE LAS CASAS 54
3. HERMENÉUTICA LASCASIANA 80
[247]
248 índice
CONCLUSIONES 235
BIBLIOGRAFÍA 243